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INDICE

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................ 1

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO ROMANO ......................................... 3

1.1. La Época Arcaica o Preclásica. ......................................................................... 4

1.2. La Época Clásica. .............................................................................................. 5

1.3. La Época Postclásica. ........................................................................................ 6

2. LAS OBLIGACIONES EN EL DERECHO ROMANO ............................................. 6

2.1. Concepto................................................................................................................ 6

2.2. Elementos de la obligación. .................................................................................. 8

1.2.1 Sujetos .................................................................................................................. 9

1.2.2 Objeto ................................................................................................................... 9

2.3. Causas de las obligaciones en general................................................................. 10

2.3.1. Gayo................................................................................................................ 11

2.3.2. Justiniano. ....................................................................................................... 13

2.3.3. Modestino ....................................................................................................... 19

2.4. Clasificación de las obligaciones. ....................................................................... 19

2.4.1. La Obligación Civil ........................................................................................ 20

2.4.2. Las obligaciones pretorianas u honorarias ...................................................... 20

2.4.3. Las Obligaciones Naturales ............................................................................ 21

CONCLUSIONES .............................................................................................................. 23

SUGERENCIAS ................................................................................................................. 24

REFERENCIAS DE LA INVESTIGACIÓN ..................................................................... 25


1

INTRODUCCIÓN

En la actualidad cuando estudiamos las obligaciones en el derecho romano nos parece un tema
algo difícil de entender y a esto suma una inutilidad aparente, pues nuestra sociedad con sus
problemas jurídicos modernos, lo hacen parecer una materia en desuso, nada más lejos de la
realidad, ya que, los romanos desarrollaron profundamente el tema de las obligaciones. La mayor
parte de las instituciones que tenemos en la actualidad, tienen su cimiento en el derecho romano
que hemos heredado de los jurisconsultos romanos, las cuales son usadas actualmente sin
mayores cambios y porque no decirlo sin estos nuestra moderna civilización no hubiese podido
desarrollarse construyendo nuestra cultura occidental. Es así, vemos que ya desde la época
romana encontramos utilizada la palabra obligación en el sentido de deber jurídico, pero también
empleada para el hecho de obligarse, para designar el vínculo jurídico entre deudor y acreedor y
es este vínculo, el cual obliga al deudor a cumplir con lo que se comprometió, si falta a ello tiene
el acreedor una acción para obligarle, pero el acreedor solo puede obligar al deudor de acuerdo a
derecho (secundum nostræ civitatis jura), con esta acepción también se descarte las obligaciones
imposibles de cumplir, las que están prohibidas por la ley o la moral. En la concepción primitiva
de la obligación, existe la idea material de que las mismas cosas resultan obligadas. Así como la
cosa se confundía originariamente con el derecho de propiedad sobre ella, pero esta concepción
del Derecho de los Quirites es superado y en el del Derecho Romano Clásico, el vínculo
obligatorio surge de un hecho jurídico, por lo que en el imperio romano las obligaciones exigía
cierta formalidad, y si bien es cierto, estas se podían adquirir verbalmente, debían ser hechas ante
testigos o después ser formalizada por escrito, de lo contrario, un trato verbal no era exigible, es
decir no producían ningún efecto jurídico, sin embargo, en el imperio romano si existían
contratos verbales, los cuales, se perfeccionaba solo si, los contratantes quedaban satisfecho con
el trato. En el Derecho Romano de las obligaciones, en sus orígenes ha sido un derecho brusco y
sin ninguna consideración de las relaciones y principios de equidad como hoy los conocemos, sin
no del derecho civil de los Quirites, pero ha ido evolucionando por medio de muy ingeniosas y
sucesivas modificaciones, introduciendo fundamentos filosóficos. por lo que, el derecho en la
época clásica comienza ya más a asemejarse al derecho de nuestra época. Por ejemplo, en ese
entonces, las obligaciones se clasificaban dentro de los delitos y si un romano no cumplía con lo
que se había comprometido a realizar, podía ser castigado perdiendo la libertad o inclusive
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dándole muerte por incumplimiento a lo desobedecido. Este pensamiento fue modificado en el


año 326 a.C. por la Lex Poetelia Papiria, misma que prohibió la venta del derecho de dar muerte
estableciendo además que si el deudor no cumplía con lo ordenado, solo podría respondiera con
sus bienes, siempre y cuando tal obligación no proviniera de un delito. Encontramos pues, por
supuesto, con algunas modificaciones, esta institución que perdura hasta nuestros días. También
con motivo de esta investigación podremos analizar la importancia del desarrollo histórico del
Derecho Romano en la continua evolución del derecho moderno y las implicancias en nuestra
sociedad actual. Asimismo, por ejemplo, si un paterfamilias adquiría una deuda con un esclavo
este podía heredar al esclavo que, en aquel tiempo, para el derecho no eran más que cosas. Estos
ejemplos, denotan la importancia del estudio de las obligaciones en el derecho romano, es por
esto que, con esta pequeña monografía, queremos darlo a conocer un poco más, toda vez que,
como ya se mencionó de allí, se desprenden las bases de las obligaciones del derecho moderno
que no deja de perfeccionarse en nuestros días.
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1. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DERECHO ROMANO

Sobre la fundación del Imperio Romano se nos dice:

Roma se fundó en una época (754 antes de J. C). en que naciones poderosas habían
edificado en Italia un número considerable de ciudades. Era una Colonia guerrera,
establecida sobre las riberas del Tiber, rodeada por las fronteras de tres países, habitados
por tres diferentes naciones a saber; los Latinos, los Sabinos y los Etruscos. Considerados
los habitantes de Roma bajo la relación de su naturaleza animal, todos eran de una misma
raza, es decir, todos pertenecían a la raza europea. Los jefes de los primeros habitantes de
Roma eran Latinos, venidos en parte de Alba-Longa, los cuales se establecieron entonces
en el monte Palatino. No tardaron mucho en reunirse á ellos los que habitaban en el monte
Quirinal, que eran Sabinos, resultando de aquí la doble nación, formada por los Romani y
los Quirites. En fin, algún tiempo después una colonia dé Etruscos vino a formar una
tercera población, y se unió a las dos primeras; de aquí resultaron las tres tribus, Ramnes
(Latinos), Taties (Sabinos), Luceres (Etruscos). Difícil es determinar que parte de la
población ha predominado. (Navarro, Lara y Zafra, 1842, p. 60)

A decir de Morineau y Iglesias (Morineau y Iglesias, 2000) los romanos, si bien es cierto,
constituían un pueblo como los demás pueblos contemporáneos en cuanto a valores de nuestra
época, tenían una alta responsabilidad del deber en cumplir las leyes, es por eso que, la historia
del derecho romano está estrechamente vinculada al carácter nacional de los Romanos, estas nos
descubren las cualidades morales, fuertemente pronunciadas, de un pueblo regido mucho tiempo
por leyes e ideas religiosas, su religión, creada para un pueblo poco adelantado, consistía más
bien en el temor de los dioses, que en un sentimiento efectivo de piedad y no se quedaban
tampoco atrás en el desprecio y arrogancia con que miraban a los extranjeros y a todo lo que no
era romano. Sin embargo, ellos poseían en alto grado las ideas de justicia y de deber; su respeto
absoluto por la ley se elevaba a una especie de culto, que acataba igualmente la forma que el
fondo de esto deriva el fundamento del carácter vinculante de sus disposiciones, a saber, la
auctoritas y la potestas, que en el caso del derecho romano constituyen uno de los criterios
diferenciadores de dos de sus grandes épocas, a saber, la Clásica y la Postclásica. El Derecho
Romano atravesó por 3 diferentes etapas a decir la Etapa arcaica, la Clásica y la Postclásica.
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1.1. La Época Arcaica o Preclásica.

La Época Arcaica o Preclásica, que comprendió el período de la Realeza y gran parte de la


República (753 a.C.-130 a.C.), y que en cuanto a las fuentes del derecho se caracterizó, entre
otras notas, porque su fuente inicial fueron los mores maiorum, luego fijados en la Ley de las
Doce Tablas, aunque también desempeñaron algún papel como fuentes la leges, en términos
generales, eran declaraciones de potestad que vinculaban tanto a quien las daba como a quien las
aceptaba. Podía tratarse de una lex privata, esto es, la que declaraba quien disponía de lo suyo en
un negocio privado, o de una lex publica, es decir, la declarada por un magistrado y recibida por
los comicios con su autorización. Quien daba la lex publica era un magistrado (rogatio) y no el
pueblo, que, en los comicios, sólo se limitaba a autorizarla (iussum) o a vetarla, mediante el voto
con las palabras uti rogas (como lo dictas) o antiqua. Asimismo, tenían como fuente al a
costumbre.

El derecho romano nació vinculado a los mores maiorum, es decir, a las tradiciones de
los antepasados relativas a lo que se estimaba como justo, e incluso más, se identificaba con
ellos, pues eran el propio contenido del ius civile considerado como eterno e inalterable.

Esto significaba que el Derecho Romano fue en sus orígenes, un derecho no escrito, ni vinculado
a la potestad pública, sino que a la autoridad de las tradiciones y costumbres de los mayores.

La exclusividad de los mores maiorum no escritos terminó al promediar el siglo V a.C.


con una fijación de este derecho en la Ley de las XII Tablas. La Ley de las XII Tablas fue
dictada por dos colegios sucesivos de diez magistrados encargados de legislar (decenviri
legibus scribundis consulari potestate) entre los años 451 y 449 a.C. Por esta razón se la
suele llamar Ley Decenviral. El derecho recogido en la Ley de las XII Tablas se mantuvo
durante siglos, incluso sus mismas fórmulas y con similar sintaxis aparecían en textos
posteriores. Así, en el caso de la Península Ibérica, en la Lex Ursonensis, que es una lex
data del año 44 a.C., se puede observar la utilización de fórmulas y terminologías de la
Ley decenviral, por ejemplo, en la referencia a la manus iniectio con que se inician ambas
leyes en su parte destinada a las legis actiones (L. XII. III.1 y L.U. 61) (D'ors, 1953, p.
174).
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1.2. La Época Clásica.

La Época Clásica del derecho romano abarcó el último siglo de la república y los dos primeros

siglos del Imperio (130 a.C.-230 d.C.) cabello nos dice sobre esta época:

El contexto histórico imperante al comienzo del período clásico, se caracteriza por una
Roma que había alcanzado su plenitud como ciudad y donde se da comienzo a las
conquistas territoriales sobre los pueblos que la rodeaban, debiendo luchar con grupos
nacionales que habitan Italia, como Sicilia, e incluso contra la potencia africana, Cartago.
Con la Batalla de Zama (201 AC.) Roma es dueña exclusiva de suelo itálico, lo que
marca el inicio del período clásico (siglo III AC.). Aquí llego la disyuntiva, de la cual
quizás ni los mismos romanos tuvieron conciencia, de continuar como una ciudad-estado
o convertirse en estado itálico y luego universal. Algunos hombres, más bien un grupo de
ellos, como Cesar y Augusto apostaron por la última opción. (Cabello, 2004, p. 6)

Esta época se divide a su vez en tres sub épocas:

a) Primera época clásica (130-30 a.C.). La primera época clásica se inició hacia el 130 a.C. con
la introducción del agere per formulam en virtud de una Ley Ebucia que permitió el desarrollo
del derecho clásico jurisprudencial y terminó hacia el año 30 a.C. con la generalización del
procedimiento formulario, la tecnificación de la jurisprudencia y el paso de la República al
Principado. Fue esta una etapa en la que se constituyeron las bases del lenguaje y terminología
jurídica romana, en la que se experimentó un gran desarrollo del Edicto del pretor, y en la que
aparecieron diversos juristas que la posteridad juzgó como ejemplos.

b) Época clásica alta (30 a.C.-130 d.C.). Esta época coincidió con el máximo esplendor de la
jurisprudencia. La jurisprudencia fue la gran fuente del derecho romano durante la época
clásica y, precisamente, su indiscutida primacía es la que permite caracterizarlo como un
derecho de juristas. Y finalizó hacia el 130 d.C. con la vinculación de la jurisprudencia al
poder imperial, la fijación del Edicto pretorio, la aparición de los rescripta imperiales, la
consideración de los senatus consulta como fuentes del ius, y la promoción de la cognitio
extraordinem.

c) Época clásica tardía (130-230 d.C.). La época clásica tardía iniciada por los hechos recién
descritos vio desplazado el procedimiento formulario por el de la cognición oficial, presenció
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el fortalecimiento de las constituciones imperiales, la aparición de obras jurisprudenciales


recopilación de los grandes juristas, y la muerte de los últimos grandes juristas clásicos en

tiempos del emperador Severo con lo cual desapareció la jurisprudencia como fuente del ius.

1.3. La Época Postclásica.

La Época Postclásica comprendió los últimos dos siglos y medio del Imperio en Occidente,
Comenzó hacia el 230 d.C. con los cerca de 50 años de anarquía política y acabó en Oriente
hacia el 530 d.C. con la fijación del Derecho Romano llevada a cabo por Justiniano. A este
período que se le acostumbra llamar Dominado o Bajo Imperio, durante el cual, el derecho
romano se convirtió en un derecho legislado, esto es, en un derecho fundado en la potestad.

La jurisprudencia cedió su lugar como principal fuente del derecho a la legislación


imperial, que incluso, se esforzó en regularla, surgió con suficiente fuerza la costumbre como
fuente autónoma, y se desarrolló el derecho romano vulgar, sobre todo en Occidente.

Se pone término, tradicionalmente, a la época postclásica con la obra fijadora de


Justiniano, quien en una reacción clasicista intentó restaurar el derecho romano, para lo cual
formó una obra que recogía el ius y las leges, conocida desde la Baja Edad Media, con el nombre
de Corpus Iuris Civilis.

2. LAS OBLIGACIONES EN EL DERECHO ROMANO

2.1. Concepto.

El origen de esta institución romana se pierde en el tiempo muchos autores remiten su aparición
al derecho de los Quirites, Iduarte y González, citando al autor italiano Bonfante explica:

(…) el concepto de obligación debió haber aparecido en el campo de los delitos. La


responsabilidad penal implicaba el sometimiento del infractor, quien quedaba (obligatus) a
la víctima, es decir sometido. Tanto el ladrón como el que pedía algo prestado quedaban
obligados con su propia persona; más que tener un significado patrimonial la obligación
implicaba un sometimiento personal. Así, por ejemplo, al celebrarse un préstamo solemne
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por medio del nexum (nudo). Se creaba pues, una dependencia de carácter físico entre
acreedor y deudor. (Iduarte y González, 2000, p. 143).

Antes de estudiar la definición de las obligaciones, cabe recordar que la palabra obligación
que usamos en nuestros días, etimológicamente proviene del latín, el profesor Argüello nos
aclara de la siguiente manera:

La palabra latina obligatio proviene de la preposición acusativa ob y del verbo transitivo


ligare, ligo, ligatum, que significa atar, amarrar, sujetar. La etimología de la palabra
coincide ampliamente con el concepto antiguo de la obligación romana que entrañaba una
atadura de la persona del deudor, un sometimiento personal al poder (manus) del acreedor.
(Argüello, 1998, p. 276)

La teoría de las obligaciones, en el Derecho Romano fueron creadas para que los
ciudadanos puedan realizar las actividades económicas que le demandaba la vida diaria, el
hombre no puede valerse por sí mismo, mas necesita de la actividad de sus semejantes, de allí la
necesidad de crear las obligaciones y a través de esta institución pueda tener la seguridad que sus
fines propuestos serán realizados, por lo que esta fue alta mente estudiada y desarrollada, tal es
así que, sus instituciones han llegado a nuestros días con casi ninguna o muy pocas
modificaciones, el profesor Petit nos dice acerca de ellas:

La teoría de las obligaciones es la que los romanos han llevado al más alto grado de
perfección. Es que ella fue la obra de la razón misma de los jurisconsultos que, interpretes
juiciosos de la voluntad de las partes, se aplicaron a desarrollar sus principios con la
delicadeza de análisis que era su cualidad propia. Gracias a su influencia, las reglas de las
obligaciones, sustraídas muy pronto al formulismo primitivo se ampliaron hasta el punto
que han acabado por constituir un fondo común, aplicable a pueblos de costumbres y de
civilizaciones diferentes. Por eso, a pesar del importante puesto que ocupa en el Derecho,
los legisladores modernos han podido aceptar esta teoría, en sus elementos esenciales, tal
como los romanos la hablan concebido. (Petit, 2007, p. 313)

EL concepto de obligación que podemos encontrar en las Instituías del emperador


Justiniano en el Libro III Capitulo XIII, el cual es atribuido al jurisconsulto Florentino (Argüello,
1998, p. 276) define a las obligaciones como: “Obligatio est juris vinculum, quo necessitate
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adstringimur alicujus solvendæ rei, secundum nostræ civitatis jura.” (Digesto, Liber III Titulo
XII De obligationibus). Esto es: “es un lazo de derecho que nos constriñe en la necesidad de
pagar alguna cosa conforme al Derecho de nuestra ciudad”. (Kriegel, 1897, p. 101)

La obligación es aquí comparada a un lazo que vincula, es decir sujeta una persona a otra,
aquí hallamos indispensablemente, a los dos sujetos sujetos del derecho a uno se le llama creditro
(acreedor) y al otro debitor (deudor) los cuales tiene una especie de dependencia y hasta cierto
punto de confianza de parte del acreedor en que el deudor ejecutara la obligación. También en
esta definición encontramos (alicujus solvendæ rei), es decir, el objeto de la obligación, que en
definitiva es una cosa, siempre será todo lo que sea de utilidad o proporcione ventajas al hombre.
Cabe añadir que la obligación no genera derecho del acreedor sobre la cosa sino sobre el deudor.
Ahora bien, este derecho no puede ser arbitrario si no como se lee en la definición (secundum
nostræ civitatis jura), esto es, de acuerdo al derecho de la ciudad, lo cual descarta, no solo, el
abuso del derecho, sino también ante el incumplimiento sino también obligaciones en contra de
la moral, y el derecho.

Otro concepto de las obligaciones que encontramos en un fragmento de Paulus en el


Digesto expresa: “La sustancia de la obligación consiste, no en que haga nuestra alguna cosa o
alguna servidumbre, sino en que constriña a otro a darnos, hacernos o prestarnos alguna cosa”
(Obligationum substantia non in eo consistit, ut aliquod corpus nostrum aut servitutem nostrum
faciat, sed ut alium nobis obstringat ad dandum aliquid, vel faciendum, vel praestandum)
(Digesto Livre. III, Liber XLIV, Titulo VII, De obligationibus et octionibus 3) (Kriegel, 1897, p.
506).

Esta definición, que no ha tenido la aceptación de la anterior de las Instituías, ha sido


considerada defectuosa tanto en lo formal como en lo sustancial y se habría tratado, según
criterio que cuenta con muchos adeptos, de una desafortunada transformación justinianea
de la definición de actio in personam (acción contra la persona) dada por los jurisconsultos
clásicos. (Argüello, 1998, p. 277).

2.2. Elementos de la obligación.

Los jurisconsultos romanos han inspirado a los ordenamientos jurídicos contemporáneos de los
países occidentales, en materia de obligaciones, porque estos llegaron a dominar este tema con
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gran maestría, logrando particular abstracción tanto del objeto de cada obligación como de las
cualidades de los obligados, es decir, una verdadera matemática en el derecho de las
obligaciones. Es así que, en el Derecho Romano de las obligaciones se distinguen dos elementos
que sin los cuales no se producen estas. La profesora Libia Reyes Mendoza indica al respecto:
“Para que la obligación nazca es importante que exista el sujeto y el objeto, de lo contario no
podrían existir las obligaciones sin estos dos elementos. (Mendoza, 2012, p. 12).

1.2.1 Sujetos

Para que nazca una obligación, siempre deben existir determinados sujetos, a saber: el sujeto
activo o acreedor (creditor), y el sujeto pasivo o deudor (debitor).

El acreedor es la persona titular de un derecho personal o de crédito, en virtud del cual se


le faculta la conducta de otra persona, la del deudor, quien a su vez debe de cumplir con ella.
Este derecho personal o de crédito que tiene el acreedor es un derecho subjetivo, ya que implica
una facultad de conducta.

Entre el acreedor y el deudor existe este vínculo jurídico que los une, el cual constituye la
obligación. (Iduarte y González, 2000, p. 144).

1.2.2 Objeto

El objeto de la obligación consistía en la conducta que el deudor debía observar en provecho del
acreedor; siendo un dare, facere y præstare.

El término dare se utiliza para referirse a la transmisión de dominio de alguna cosa; es


decir, hacer al acreedor propietario de algo. En la permuta, por ejemplo, encontramos un dare, ya
que los contratantes se obligan a transmitir la propiedad de una cosa.

El término facere se refiere a toda conducta que consista en un acto positivo, un hacer, y
que no implique la transmisión de dominio de alguna cosa; es decir, que no signifique un dare.
Hay un facere en el contrato de prestación de servicios en el que una persona se obliga a realizar
algún trabajo en favor de otra.

Paulus aclara que “facere oportere et hanc significacionem habet, ut abstineat quis ab eo
facto, quod contra conventionem fleret, curaret, ne fiat.” Esto es: “Deber hacer” tiene también
esta significación, que uno se abstenga de hacer aquello que haría contra lo convenido, y que
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cuide de que no se haga.” (Digesto Livre. III, Liber I, Titulo XVI, De verborum significatione
189)

El término præstare se emplea para aludir al contenido de la obligación en general. De esta

manera hablamos de la prestación, ya sea que ésta consista en un dare o en un facere; pero
también se utiliza præstare para referirse a algún comportamiento distinto de los anteriores,
como cuando una persona se obliga a garantizar una deuda ajena. El profesor Pettit refiere que
“Præstare es procurar el disfrute de una cosa, sin constituir derecho real.” (Petit, 2007, p. 314)

Por otro lado, la conducta negativa del deudor configurada por un non facere o un pati
consiste en un abstenerse de algo; es decir, no hacer o tolerar algo. Un ejemplo sería el contrato
de arrendamiento en el cual el arrendador no debe obstaculizar al arrendatario en el uso de la
cosa arrendada.

La prestación, objeto de la obligación, debe reunir ciertos requisitos: ha de ser posible tanto
física como jurídicamente. Nos encontramos con la imposibilidad física, por ejemplo, cuando se
vende una cosa que ya no existe; la imposibilidad jurídica surge si se vende algo que esté fuera
del comercio.

La prestación, además, debe ser licita, no debe contraria la ley ni a la moral o las buenas
costumbres y, finalmente, debe ser determinada o determinable y valorable en dinero. (Iduarte y
González, 2000, p. 145).

2.3. Causas de las obligaciones en general.

En nuestro el Derecho moderno a las causas de las obligaciones se le llama fuentes de las
obligaciones, a lo que los antiguos romanos le llamaban causas de las obligaciones, es así que
Paulus, aunque no las menciona señala, que las causas de las obligaciones son cuatro:

“Obligationum fere quatuor causæ sunt; aut enim dies in his et, aul conditio, aut modus,
aut aceessio” “De ordinario son cuatro las causas de las obligaciones; porque en ellas hay o
día, o condición, o modo, o accesión.” (Digesto Livre III, Liber XLIV, Titulo VII, De
obligationibus et octionibus 44) (Kriegel, 1897, p. 514)

Como se ha dicho el jurisconsulto romano define a la obligación conforme al derecho de la


ciudad lo cual implica que este lazo jurídico, ponían a disposición de acreedor todos los medios
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coercitivos que las leyes de la ciudad tenían, para obligar al deudor a satisfacer la obligación
adquirida. Por lo que el jurisconsulto sancionó e hizo ineficaces los casos en los que se hallaban
fuera del puro derecho civil.

Se llaman causas de las obligaciones a aquellos hechos jurídicos de donde estas tienen
origen. a los cuales el ordenamiento jurídico de Roma atribuía eficacia de hacer surgir un vínculo
obligatorio entre dos o más personas. Gayo sostenía que: “Ominis enim obligatio vel ex
contractu nascitur vel ex delicto, est”. Esto es: toda obligación o nace del contrato o nace del
delito”. (Pellat, 1853, p. 438).

Como hemos visto aquí, los hechos jurídicos que pueden engendrar obligaciones aceptados
por la mayoría de los jurisconsultos, fueron estos cuatro mencionados por Paulus, de las cuales,
el más importante y fecundo es el contrato, lamentablemente aquí por motivo de espacio no
podremos profundizar en este tema, pues es interesante estudiar con detenimiento, las
contribuciones de Labeo para la definición de contrato.

2.3.1. Gayo.

En la época de los Antoninos (siglo II d.C.) aparecen grandes juristas, entre los que destaca
Gayo, el único jurista romano del que se conserva una obra prácticamente completa,
Institutiones, que es una exposición sumaria de todo el derecho romano privado.

Gayo expresa que existen dos orígenes de las obligaciones, cuando escribe “Quarum
summa divisio in duas species deducitur; omnis enim obligatio vel ex contractu nascitur, vel ex
delicto” esto es: “las obligaciones o nacen de dos principales tipos estas nacen de un contrato o
de un delito (Pellat, 1853. p. 438). Vemos pues que, para el derecho primitivo, la obligación tiene
su origen en un contrato o como un delito, más adelante, cuando los jurisconsultos encuentren
que, otras obligaciones tienen su origen en diferentes figuras jurídicas a las del contrato y del
delito, asimilaran a estas como variaciones del contrato y del delito.

Digesto 44, 7, 1 Las obligaciones resultan de contratos o delitos, o por cierto derecho
propio o por varias especies de causas.

Digesto, 44, 7, 5 La gestión de negocios puede ser causa de obligación (cuasi contrato).
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Digesto, 44, 5, 5 “Aquel que arrojo desde su casa alguna cosa y causa daño parece que se
obliga por cuasi delito”. (Ortolan, 1884. p. 152).

Iduarte y González, nos hablan más acerca de la clasificación de las obligaciones en las
Instituciones de Gayo:

En sus Instituciones, Gayo nos señala que las fuentes de las obligaciones son dos: el
contrato y el delito (Gayo, 3, 881entendiendo por contrato el acuerdo de voluntades
sancionado por el derecho civil, pudiéndose manifestar estas voluntades mediante
palabras (verbis), por escrito (litteris), por la entrega de una cosa (rel o por medio del
consentimiento (consensu) (Gayo, 3, 89).

Lo anterior nos proporcionará la base para una futura clasificación de los contratos en
relación con su perfeccionamiento.

Por lo que se refiere a las obligaciones que nacen de un delito, no se agruparán en varios
géneros, sino que formarán uno solo, ya que las nacidas del que efectuase un hurto,
arrebatasen violentamente bienes (rapiña), causase cualquier clase de daño o bien
cometiese una injuria, son todos ellos hechos contrarios al derecho que traerán como
consecuencia la obligación de reparar el perjuicio ocasionado (Gayo, 3, 182).

Obviamente, estas dos figuras señaladas por Gayo como fuentes de las obligaciones no
cubren todas las posibilidades de las mismas, puesto que nos vamos a encontrar con
obligaciones que tienen como origen otras causas.

Cabe hacer la aclaración que, en el Digesto, al citar a Gayo, esta clasificación aparece
ampliada con otra fuente "por distintos tipos de causa", ampliación atribuida al autor en
su obra Las Cosas Cotidianas (Digesto 44, 7, 1). (Iduarte y González, 2000. p. 150).

Con el concepto de los dos únicos orígenes de obligaciones, los contratos y los delitos, en
las Instituciones de Gayo, aun teniendo defensores de esta tesis, fue duramente criticado. Pues,
como la practica hace notar, con el pago de lo no debido, que no pudo incluir ni en los contratos
ni en los delitos, a pesar que esto también constituyó una causa de la obligación de restituir. Pero,
como ya se mencionó, el profesor chileno de Derecho Romano, Errázuriz, nos dice que en
realidad Gayo tenía otro concepto de las causas que da daban origen a las obligaciones, al
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atribuirsele la autoria de un libro, en el que afirma que menciona que las obligaciones pueden
darse por los contratos, los delitos y otras causas, en las que dejando abierta la posibilidad de
incluir a otras figuras juridicas que no encajan en los primeros dos aspectos, da un paso adelante
en la evolucion para el conocimiento del origen del derecho de las obligaciones, este profesor
escribe:

En un libro denominado Res cottidianæ, que se atribuye a Gayo, menciona que el origen de
las obligaciones es de tres aspectos: los contratos, los delitos y "variæ causarum figuræ"
(otros hechos que son causas), clasificación esta última muy de moda. En dicha
clasificación pudo incluir a los hechos que no son contrato o delito esto pasó al Digesto.
(Errázuriz, 2008, p. 210)

2.3.2. Justiniano.

Justiniano, emperador en Oriente (527-565), realizó entre el 528 y el 534 la gran fijación del
derecho romano, conocida desde la Baja Edad Media con el nombre de Corpus Iuris Civilis.

La fijación del derecho romano efectuada por Justiniano, tuvo dos grandes líneas de
acción, pues de una parte fijó un derecho legal cuál era el contenido en el Codex, y de otra fijó
un derecho de juristas, como lo era el ius recogido en los Digesta. La primera de esta fijación es
fue ordenada por la constitución Haec quae neccesario del 13 de febrero del 528, que dispuso la
formación de un nuevo codex constitutionum cuya formación estuvo a cargo de una comisión de
diez miembros, entre los que se contaban Triboniano (magister officiorum) y Teófilo, profesor de
la Universidad de Constantinopla. Este Codex fue promulgado por la constitución Summa rei
publicæ el 7 de abril del 529. El Codex, del que se conocen muy escasos fragmentos, se sirvió de
los códigos Gregoriano y Hermogeniano, y muy pronto se hizo patente la necesidad de formar
uno nuevo, labor que el propio Justiniano encomendó a una comisión de cinco miembros, entre
quienes se hallaban Triboniano y Doroteo, cuyo trabajo fue promulgado como Codex Iustinianus
repetitæ prælectionis, por la constitución Cordi nobis del 16 de noviembre del 534. Este Código,
que es el que conocemos, se componía de 12 libros, divididos en títulos debidamente rubricados
con indicación de su contenido.
La fijación del ius fue ordenada por Justiniano a través de la constitución Deo auctore del 15 de
diciembre del año 530, que mandó formar los Digesta a una comisión dirigida por Triboniano e
integrada por profesores y funcionarios imperiales, quienes debían compilar la jurisprudencia
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clásica, autorizándoseles para alterar los textos con el objeto de evitar contradicciones y de sólo
recoger el derecho vigente.

Así como el Codex Iustiniani fue la obra fijadora del derecho legal postclásico, los Digesta
fueron la obra de fijación del derecho romano de juristas. Los derechos de juristas llegan a un
punto en el cual experimentan la necesidad de su fijación, sobre todo por la diversidad de sus
fuentes de producción y su natural carácter controvertible, que aumenta con el paso del tiempo, a
medida que proliferan las opiniones hasta volverse inmanejables.

Esta imperiosa necesidad de fijación, viene a ser satisfecha por los propios juristas que elaboran
obras que repiten tratados antiguos y recogen con pretensiones omnicomprensivas y totalizadoras
el trabajo de la jurisprudencia, de suerte tal, que la fijación de un derecho de juristas procede por
la propia vía de la autoridad y no de la potestad. La fijación de un derecho de juristas coincide,
pues, con la pérdida de su vigor creativo que conduce a la formación de obras copiladas, que tras
su composición se convierten en la expresión misma del derecho, por su aceptación indiscutida
en la enseñanza, los tribunales, y la administración, con lo cual pierden su autoridad los textos
jurisprudenciales no recogidos en ellas.

La compilación de Justiniano se considera como el derecho usual en el Imperio de


Occidente, heredero y continuador del Imperio Romano. La compilación justinianea constaba de
tres obras independientes: una colección de leges, denominada Codex; una antología
jurisprudencial, llamada Digesta; y un texto didáctico, denominado Institutiones. A ellas se
agregó posteriormente una colección de 168 constituciones del propio Justiniano que, por haber
sido dictadas con posterioridad al Codex, fueron llamadas Novellæ Iustiniani. El profesor Pellat
nos dice que, es en esta compilación que Justiniano gesto su teoría cuatripartita del origen de las
obligaciones:

Justiniano gestó una clasificación cuatripartita: ex contractu, quasi ex contratos, delicta y


quasi ex delicta. Es decir, actos lícitos que están junto al contrato y actos ilícitos, que están
junto al delito. “Sequens divisio iu quatuor species deducitur: aut enim ex contractu sunt,
aut quasi ex contractu, aut ex maleficio, aut quasi ex maleficio. (Digesto, Liber III Titulo
XII De obligationibus §2). Esto es: “La siguiente división se determina en cuatro especies:
pues, o nacen de un contrato, o de un cuasi contrato, o de un delito, o de un cuasi delito.”
(Berni, 1760, p. 162).
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Este concepto fue el más aceptado por lo que aquí trataremos de las cuatro causas por la
que se puede adquirir las obligaciones:

2.3.2.1. El contrato:

La Época Clásica del derecho romano abarcó el último siglo de la república y los dos primeros

por si idónea para generar una obligación (obligatio) la cual si era tutela por la acción (actio). Es
así que la obligación para covertirse en contrato exigía la presencia de otro requisito que los
intérpretes la llamaban causa civilis que se configuraba mediante una forma especial de
celebración que daba prioridad, en un principio, a las solemnidades prescriptas por la ley, antes
que a la manifestación de la voluntad de los contrayentes. La causa civilis se tra ducía en la
solemnidad verbal en los contratos verbales (verbis), en la escritura, en los contratos literales
(litteris) y en la entrega o dación de la cosa (datio rei), en los contratos reales (re). Aparecieron
así figuras típicas de contratos del derecho clásico, hasta que una progresiva evolución qué dio
primacía al elemento voluntad respecto de la forma del negocio (negotium contractum),
incorporó a los anteriores la categoría de los contratos consensuales (consensu), que eran
aquellos que se perfeccionaban por virtud del solo consentimiento de las partes, sin ningún otro
elemento o requisito. Gayo recogiendo este concepto del contrato los clasifico en reales,
verbales, literales y consensuales los expresa de la siguiente manera:

“Et prius uideamus de his, quae ex contractu, naseuntur harum quattuor genera sunt: aut
enim re contrahitur obligatio, aut verbis, aut litteris, aut consensu.” (Instituta de Gayo
Libro III, Titulo VII, §89) esto es: “Veamos primero que obligaciones nacen de los
contratos. Estos se dividen en cuatro clases, según que la obligación se contrae por la cosa,
por palabras, por escrito o por el consentimiento.” (Donald, 1845. p. 201).

El profesor Argüello señala que más adelante en el Imperio Romano se admitieron nuevas
figuras atípicas, denominados contratos innominados hasta que llego a aceptarse en la práctica
que pudieran surgir una obligación de cualquier acuerdo de voluntades por una causa no
aprobada por el derecho. (Argüello, 1998, p. 299).

El Derecho Clásico, como bien resalta Di Pietro (2004), “hay pues dos conceptos de contratos: el
que se origina en Gayo, que es muy amplio, pues todo negocio patrimonial que produzca
obligaciones sería contractus y otro, mucho más ceñido, el de Labeon, que sólo reserva el
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vocablo para los negocios sinalagmáticos.”. Esta diferencia, en la evolución romana posterior -
colige este autor- ha permitido dos líneas conceptuales distintas: la concepción subjetivista o
consensualista, que tiende “a resaltar la importancia que tiene la voluntad de las partes
establecida en el consentimiento (consensus) de tal modo que se valora en primer término la
conventio a que han llegado las partes”; y la concepción objetivista, en la cual, si bien admitida
la conventio previa, “se da la preminencia al contenido de las prestaciones, la cual es entendida
al modo de Labeón, es decir, en la existencia de su reciprocidad sinalagmática”. Como se
advierte del epígrafe, la concepción consensualista es la que terminó prevaleciendo en la época
clásica y, si bien dejó oculta la otra corriente, no logró destruirla completamente ya que subsistió
la objetivista en la cita de Labeon en las Pandectas.

Labeo libro primo praetoris urbani definit, quod quaedam agantur, quaedam gerantur, quaedam
contrahantur. Et “actum” quidem generale verbum esse, sive verbis sive re quid agatur, ut in
stipulatione vel numeratione: contractum autem ultro citroque obligationem, quod graeci
sunallagma vocant, veluti emptionem venditionem, locationem conductionem, societatem:
“gestum” rem significare sine verbis factam. Eso es a palabras de los hermanos Hermann y
Osenbrüggen: “Labeon define en el libro primero del Pretor urbano, que unas cosas se hacen,
otras se gestionan, y otras se contratan. Y ciertamente que la palabra «acto» es general, ya sea
que alguna cosa se haga de palabra, ya sea que realmente, como en la estipulación, o en la
entrega de cantidad; pero “contrato” significa obligación de una y, de otra parte, lo que los
griegos llaman como la compra, venta, locación, conducción y sociedad; “gestionado” significa
cosa hecha con palabras.” (Kriegel, 1897, p. 914)

2.3.2.2. El cuasi contrato:

Justiniano consideró en las Institutas que la categoría, gayana de las causas de las obligaciones
designadas con la expresión: varie causarum figurae, no podía ser diversificada en dos especies
autónomas, la de los cuasi contratos y de los cuasidelitos. Dentro de la primera de estas formas
comprendieron diversas figuras de obligaciones que derivaban de actos lícitos que podían
asimilarse a algunos contratos. de ellas se decían que nacían los quasi ex contractu, y los
intérpretes terminaron por designarlas con el nombre de cuasi contratos.

La denominación de cuasicontrato, como se ha manifestado, nada explica sobre la estructura de


las relaciones que se comprenden en la especie, a la par que tal calificación sólo sirve para
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agrupar las más heterogéneas hipótesis que únicamente tienen de común el no revestir el carácter
de contrato, porque carecen del acuerdo de voluntades. Por ello llegar a un concepto definido del
cuasicontrato es tarea que presenta, no pocas dificultades, dada la variedad de tipos que pueden
incluirse dentro de él. Por ejemplo:

a) La gestión de negocios, que es el acto voluntario de administración o de gestión de


intereses ájenos, ejecutado sin encargo de su titular y aun sin su conocimiento, constituía
una gestión de negocios (negotiorum gestio). Quien administraba se denominaba
negotiorum gestor, aquel en cuyo interés se realizaba la administración, dominus niegotii.
El gestor debía concluir la gestión que había comenzado y, consecuentemente; realizar la
rendición de cuentas, transmitiendo las cosas que hubiere obtenido, con sus accesiones y
lucros. A la vez, estaba obligado a ceder al dominus las acciones que a su favor nacieren
como consecuencia del negocio. Su responsabilidad se extendía normalmente hasta la
culpa leve, respondiendo por el caso fortuito en el supuesto de haber realizado
operaciones riesgosas a las que el dominus no solía dedicarse. Por su parte, el dominus
estaba obligado a resarcir los gastos originados por la gestión, a indemnizar los perjuicios
que hubiera experimentado el gestor y a liberarlo de las obligaciones asumidas a
consecuencia de la administración;
b) El enriquecimiento injusto, se consideraba que este sucedía cuando una persona lucraba a
costa de otra sin estar asistido por una causa jurídica, es decir, cuando el aumento
patrimonial se fundaba en una relación jurídica injustificada. Esto podía suceder porque
la causa próxima de la adquisición estaba unida a otra remota inexistente o ineficaz para
el derecho. En tales supuestos, aun conociendo la adquisición del derecho real del crédito,
se concedía acción al damnificado para obtener de la otra parte la restitución del aumento
patrimonial indebido. Como el pago por error, cuando el donatario no cumplía con el
cargo impuesto por el donante, etc.
2.3.2.3. El Delito:

El derecho Romano considero delito a todo acto ilícito castigado por una pena, conoció desde
antiguo dos categorías de delitos. Los públicos llamada crimina, que lesionaba a la comunidad
como tal y que el Estado perseguía y sancionaba con una pena pública, y los delitos privados;
denominados delicta o maleficia, que eran hechos antijuridicos que provocaban lesión a un
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particular, a su familia o su patrimonio y que se castigaban con una pena privada de carácter
pecuniario. La pena era retributiva e indemnizatoria, mas adelante esto se varió y la pena por un
delito privado (delictum privatum) era pecuniaria impuesta por el juez.

Muchos delitos llegaron a considerarse, desde época remota, lesivos de un interés de la

colectividad, dando lugar a una pena pública. La esfera de aquellos crimina publica se fue poco a
poco extendiendo y llegó a absorber en paulatina evolución a varios de los antiguos delitos
castigados con pena privada, subsistiendo a veces ésta junto a la sanción pública. La categoría de
los delitos privados se fue reformando por consecuencia lógica y así el derecho clásico sólo
conoció cuatro clases de ellos: el hurto (furtum), la rapiña (vi bona rapta), el daño injustamente
causado (damnum iniuria datum) y la injuria (iniuria), en los que antes que el castigo se
perseguía la indemnización de los perjuicios.

2.3.2.4. El Cuasi delito:

En analogía con los cuasi contratos los cuasi delitos en el Imperio Romano era la tendencia a
asignar mayor relieve a la culpa en el concepto y en las consecuencias del delito. Sin embargo, el
derecho romano no había percibido la diferencia estructural que media entre el delito y el cuasi
delito, caracterizando aquel por la intención dolosa y este por el hecho meramente negligente o
culposo. Así se incluyó en el catálogo de los delitos privados danum iniuria datum, en el cual se
sancionaba el daño injustamente causado no sólo por dolo sino también por culpa o negligencia,
al paso que se tenia por cuasidelito el supuesto del juez que pronunciaba sentencia en el fraude
de la ley con intención de perjudicar a una de las partes. Entre los más resaltantes cuasi delitos
encontramos:

a) Effusum et defectum, que consistia en que si alguien tiraba una piedra desde una ventana
y causaba daño a una cosa debía devolver el doble, pero si era una persona libre tenia que
pagar cuatro veces más de cincuenta mil sestercios.
b) Positum et suspensum, esta era una acción concedida por el pretor contra el habitator de
una casa que colocaba o suspendía algún objeto de manera que con su caída causara daño
a cualquier transeúnte. La acción, que era popular y prescindía de que mediara o no
culpa; traía aparejada una condena ele diez mil sestercios. Era propia del derecho
pretoriano.
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c) Si iudex litem suam fecerit, en esta el pretor otorgaba una acción contra el juez que, por
dolo, y más adelante también por negligencia, hubiera pronunciado una sentencia
fraudulenta o errada. La acción se dirigía al resarcimiento del valor del litigio.
d) Responsabilidad de “nautae”, “caupones” y “stabularii". los armadores, posaderos y
encargados de establos o caballerizas, se obligaban mediante actiones in factum por el
doble del valor de los hurtos y daños cometidos por sus dependientes en la nave, el
albergue o el establo.

2.3.3. Modestino

Es menester aquí citar a Modestino pues, este destacado jurista menciona por primera vez a la
ley como causa de las obligaciones. Valentiniano III el año 426, en la llamada Ley de Citas,
reiteró la prohibición de las referidas notæ a Papiniano y dispuso que sólo se podría invocar la
autoridad de cinco juristas, a saber, Papiniano, Paulo, Ulpiano, Modestino y Gayo. Si existía
disparidad de opiniones debía primar el parecer de la mayoría, en caso de igualdad debía
preferirse la opinión de Papiniano, y si éste no se había pronunciado quedaba al arbitrio del juez
adoptar la decisión, de allí la importancia de Modestino, quien nos habla también de aquellos
actos que traen como consecuencia obligaciones y así, a traducción de los hermanos Hernan y
Osenbrüggen Kriegel afirman que Modestinus encuentra en el origen de las obligaciones en los
siguientes hechos:

“Obligamur aut re, aut verbis, aut simul utroque, aut consensu, aut lege, aut iure
honorario, aut noceasitate, aut ex peccato.” “Nos obligamos o por una cosa, o con
palabras, o al mismo tiempo por aquélla y con éstas, o por el consentimiento, o por la ley,
o por derecho honorario, o por necesidad, o por delito”. (Digesto, Livre. III, Liber XLIV,
Titulo VII, De obligationibus et octionibus 52). (Kriegel, 1897, p. 516).

2.4. Clasificación de las obligaciones.

Los jurisconsultos romanos dividieron a las obligaciones en dos tipos una Civil y la otra
Pretoriana u Honoraria, aunque reconocían la existencia de un tercer tipo al que llamaron
Natural.
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2.4.1. La Obligación Civil

Es aquella aprobada por el Derecho Civil o constituida por Ley, es decir nace del ius civile, esta
obligación produce una acción de derecho civil de donde ha procedido el uso entre los
jurisconsultos romanos de hacer que caminen juntas las dos palabras obligatio y actio, como dos
ideas correlativas, de las cuales la una supone la otra, y que pueden, en cierto modo, emplearse
como causa-efecto. Los títulos del Digesto y del Código destinados a esta materia. se encabezan
como: De obligationibus et actionibus. En este tipo de obligaciones el ordenamiento jurídico
dotaba de esta actio como un medio para que el acreedor pudiera exigir del deudor el
cumplimiento de la prestación debida. Esta era la obligatio en el sentido estricto de la palabra,
porque la relación que ella creaba entre los sujetos que la integraban, contaba con la debida
protección procesal máxime a la luz de los principios romanos, que consideraban que un derecho
subjetivo sólo podía ser tenido por tal si estaba provisto de una actio que lo tutelara.

2.4.2. Las obligaciones pretorianas u honorarias

El pretor fue él magistrado por excelencia en el período republicano y a su acción dentro del
marcó del proceso sé debe la formación del derecho pretoriano u honorario, que tuvo la misión
dé ayudar, suplir y corregir, el derecho civil. De lo que se desprende que las obligaciones del
derecho pretoriano son aquellas constituidas por la jurisdicción del Pretor, la cual, producen
también una acción, pero una acción pretoriana, es decir, estas no se basaban en las reglas del
derecho sino en la autoridad del Pretor y se daba por el hecho (factum actiones).

Cuando el Pretor se valía de acciones civiles ya reconocidas, extendiéndolas fuera de su


propio campo para aplicarlas a las situaciones análogas, creaba los que se denominaba de
las acciones útiles. Así, mientras la acción de daño operaba en relación al daño inferido a
cosas corporales con el esfuerzo muscular del autor, el Pretor creó una utilis actio
ejercitable por el daño causado non corpore. Otra de las acciones pretorianas era las
acciones ficticias en las cuales el pretor para hacer posible la aplicación de una acción ya
existente a otra nueva relación fingía la existencia en relación de un elemento que faltaba;
por ejemplo, el transcurso del término de la usucapio cuando en realidad no se había
cumplido en la acción Publiciana. (Argüello, 1998, p. 547)
21

Una característica del derecho pretoriano era que estas acciones se extinguían con el
transcurrir del tiempo y ya no podían ser interpuestas transcurridas cierto tiempo. La prescripción
extintiva anual, típica de las acciones nacidas del derecho honorario, no operaba cuando se
trataba de las acciones criminales concedidas por el Pretor.

El pretor también denegaba la acción, o lo que era más frecuente concediendo al deudor
una exceptio para debilitar la actio ejercitada por el acreedor. Esta privación de eficacia per

excepíionem, exceptionis ope, era propia del derecho, honorario.

A favor del acreedor del causante se creó por el derecho honorario la separatio bonorum,
institución por la cual los titulares de crédito contra el difunto que solicitaran del Pretor este
beneficio, se satisfacían con los bienes de la herencia, como si este no hubiera fallecido y solo
cuando estuvieran pagados, el remanente se cedía para el cobro de los acreedores que el heredero
tuviera. de esto derecho también podían valerse los herederos.

2.4.3. Las Obligaciones Naturales

Las obligaciones naturales, que se deducen del derecho de gentes y de la razón filosófica, sin que
el derecho civil ni el pretoriano las haya confirmado, no producen ninguna acción, ni civil ni
pretoriana. Pero la jurisprudencia les ha reconocido otros efectos. Así, una vez cumplida la
obligación natural, lo que ha sido pagado no puede ya reclamarse corno no debido y pagado por
error. Se puede hacer valer la obligación natural por medio de las excepciones, si llega la
ocasión; así se la puede hacer entrar en compensación. En fin, la obligación natural puede ser
objeto de una novación, y servir de base a contratos accesorios, que suponen una obligación
preexistente, tales como la fidejusión (compromiso en apoyo de la promesa), la constitución de la
prenda o hipoteca. El derecho romano de la época justinianea reconoció, junto alas obligaciones
naturales, otras relaciones fundadas en razones religiosas, de moral, de piedad o de buenas
costumbres, a esta los copiladores llamaron deudas naturales impropias. Este grupo especial de
obligaciones daba lugar, a la solutio redentio, porque si la deuda era cumplida espontáneamente
por el deudor este no podía perseguir la repetición de lo pagado. Entre los supuestos más
importantes se cuentan los siguientes: la prestación se alimentos a ciertos parientes, cuando no se
está obligado a ello civilmente; la prestación de la operæ al patrono, sin que hubiera mediado
promesa (promissio iurata); el pago de los gastos hechos para el funeral de un pariente y el
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realizado por la madre para rescatar a un hijo de la esclavitud. Sobre este tipo de obligaciones
Argüello explica que:

El derecho romano admitió la existencia de obligaciones naturales (naturalis obligatio)


que, como antítesis de la Obligación Civil, estaban desprovistas de acción y por ende
carecían del medio jurídico por el cual el acreedor exigiría judicialmente el pago de la
deuda. La falta de tutela procesal no significaba que las obligaciones naturales no
produjeran efectos jurídicos de importancia, destacándose el derecho del acreedor de
retener lo que el deudor le hubiera pagado (solutio retentio) y el hacer valer una
excepción cuando el deudor de la obligación natural hubiera cumplido la prestación
debida y pretendiera repetir lo pagado por medio de la condictio indebiti, alegando que
estaba civilmente obligado.

Las características peculiares de las obligaciones naturales han planteado no pocos


problemas a los autores que alcanzan, inclusive, a la esencia misma de este tipo de
obligaciones. Así se ha llegado a cuestionar su contenido jurídico al carecer de la debida
protección procesal. Sin embargo, es criterio unánime que la obligación natural, si bien
presenta un vínculo jurídico debilitado, se tipifica como una obligatio por las diversas
consecuencias jurídicas que de ellas se derivaban, especialmente en su regulación
justinianea. Además de aquellos efectos principales que hemos señalado que, las
obligaciones naturales producían otros que podemos llamar secundarios. S e cuentan
entre ellos los siguientes; el crédito natural podía oponerse en compensación a la deuda
civil; la obligación natural era susceptible de convertirse en civil por novación; podía ser
garantizada por fianza, prenda o hipoteca; por fin, era tomada en cuenta en el cómputo
del pasivo de la herencia o del peculio.

La jurisprudencia romana ofrece numerosos casos de obligaciones naturales, mereciendo


citarse como los más típicos los siguientes: las obligaciones contraídas por el esclavo, que
como vimos, dado su carácter de cosa no se obligaba civilmente, sino naturalmente; las
creadas por personas sometidas a la misma potestad, esto es, entre filiifamilias y entre
éstos el pater, salvo cuando se tratara de los peculios sustraídos a su dominio, como el
castrense, el cuasi castrense y el adventicio; las obligaciones extinguidas civilmente por
el efecto novatorio de la litis contestatio; tambien las extinguía civilmente por capitis
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deminutio; las obligaciones asumidas por los pupilos sin la autoritas tutoris; las nacidas
de simples pactos (nuda pacta); y las contraídas por un hijo de familia contrariando la
disposición del senadoconsulto Macedoniano, que prohibía conceder préstamos a los
filiifamilias. (Argüello, 1998, pp. 284-285)

CONCLUSIONES

- Las instituciones de las Obligaciones en el Derecho Romano han sido muy importantes
para la evolución del derecho, la cual, continua en nuestros días en nuestros días su
estudio compromete todo nuestro sistema de obligaciones actual, dándonos los cimientos
para las mayorías de nuestras actuales figuras contractuales, por lo que su estudio es muy
importante.
- Los Romanos llevaron el concepto de las obligaciones hasta una abstracción casi
matemática, como las del jurisconsulto Labeon logrando un desarrollo que ha servido de
base para las grandes escuelas del pensamiento jurídico, en este caso referidas a las
teorías de voluntad objetiva y subjetiva, con Ihering y Savigny, como sus grandes
representantes
- El Derecho de Obligaciones Romano tiene mucha relevancia en el derecho comparado tal
es así que nuestra sociedad, se puede valer de sus instituciones para fundamentar las
soluciones a los problemas jurídicos que tiene o puede presentarse en el futuro.
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SUGERENCIAS

- La Importancia del Estudio se denota en los problemas que se plantea en nuestra sociedad
moderna, los mismos desafíos jurídicos que fueron planteados en la época romana
analógicamente se vuelven a plantear en nuestros días. En su tiempo, los romanos se
plantearon si era posible que un esclavo pueda heredar, ya que, los esclavos tenían la
calidad jurídica de cosas, ahora en nuestra sociedad muchos se plantean analógicamente
la pregunta, ¿pueden las mascotas heredar? Pues, para nuestra legislación las mascotas
son cosas, aunque es bien sabido, que muchas personas quieren más a sus mascotas que a
sus familiares o amigos. He allí, un gran reto, que necesita de un estudio más profundo
del Derecho Romano, para entender el razonamiento filosófico, que los llevo a concluir
indefectiblemente por qué un esclavo podía heredar a su amo. Por ende, cabria la
pregunta ¿puede una persona deberle algo a su mascota?
- En la actualidad los pensadores jurídicos solo toman posiciones eclécticas. Por lo que se
sugeriría el estudio sistemático del pensamiento jurídico-filosófico de los jurisconsultos
romanos que le agregaron un poco de creatividad e ingenio, a la resolución de los
problemas jurídicos, y así por analogía en “in bonam partem” aplicarlas para resolver los
problemas de nuestra sociedad, para no caer en el pensamiento ecléctico facilista que
muchas veces lleva al desorden jurídico.
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REFERENCIAS DE LA INVESTIGACIÓN

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Aires, Argentina: Editorial Astrea.

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