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HABILIDADES PARA EL EMPLEO

CURSO

UGEL : N° 16 Barranca

PROGRAMA : Conecta Empleo de Fundación


Telefónica

INSTITUCIÓN EDUCATIVA : Francisco Vidal Laos - Supe

DOCENTE DEL CURSO : Elena Núñez Valdivia

ALUMNA : Nélida Muñoz Dueñas

2019
EL ESCUCHAR: EL LADO OCULTO DEL LENGUAJE

AUTOR: RAFAEL ECHEVARRIA

ENSAYO

Uno de los grandes problemas que tenemos es la falta de una adecuada


comunicación; se debe en gran parte a que no sabemos escuchar a los demás.
“[…] actualmente se erige triunfante en nuestra sociedad, globalizadora, esa
conducta de la incontinencia verbal, auténtica babel de ruidos indescifrables,
donde todos hablan y nadie escucha” (Marco, 2009, p. 32).Estamos tan
pendientes de lo que decimos que perdemos la esencia de una verdadera y fluida
comunicación, el comprender e interpretar lo que me dicen y compartir
respuestas acertadas con los demás.

El escuchar, se ha convertido en pieza clave de la comunicación para


mantener muy buenas relaciones interpersonales; porque requiere un esfuerzo
superior al que se hace al hablar.

Por ejemplo, sin la educación de la escucha es poco probable que los


sujetos escolares lleven a cabo su proyecto de interacción comunicativa,
percatándonos de que ella descansa principalmente en escuchar y no en hablar.
Es decir, escuchar es un proceso interpretativo que, desde la postura del
investigador y del tema, requiere por parte del escuchante o escuchador un
compromiso ético con el interlocutor, materializado en el reconocimiento del otro
como interlocutor válido. En el contexto de aula, escuchar hace referencia a una
disposición de los sujetos de la conversación pedagógica (maestro-estudiante y
estudiante-estudiante) para poner en circulación su sentir, su pensar y su actuar,
en beneficio de su propio desarrollo humano. Es decir, antes de saber escuchar,
es primordial que los sujetos hayan habitado previamente la estancia de una
educación para la escucha efectiva. Escuchar implica procesar lo que el otro nos
transmite con su lenguaje, con su corporalidad, con su emocionalidad. Y ese
procesamiento siempre está tamizado por nuestra particular forma de ver el
mundo, por nuestro interpretar particular. En consecuencia, la escucha es
percibir más interpretar.
La Escucha Efectiva, más que una facultad física e intelectual, es un
proceso psicológico, emocional y selectivo, tiene una íntima relación con el
interés o motivación, por ello implica penetrar en el mundo de nuestro
interlocutor; “el fenómeno de la comunicación no depende de lo que se entrega,
sino de lo que pasa con el que recibe. Y esto es un asunto muy distinto a
transmitir información” Maturana.

El escuchar no es lo mismo que oír. Desde el punto de vista biológico oír


es la capacidad de distinguir los sonidos fuertes o suaves. En cambio escuchar
es comprender de lo que se habla y darle una debida interpretación, se puede
decir que es la combinación de oír más escuchar. Podemos escuchar gestos,
posturas, movimientos siempre que seamos capaces de atribuirle un sentido. Por
tanto, la acción de escuchar es voluntaria e implica intención por parte del sujeto.
Una comunicación eficaz requiere que interpretemos correctamente los
mensajes para emitir una respuesta. Desempeña un papel importante para
nuestras relaciones interpersonales.

La escucha implica siempre una distancia entre lo que nosotros decimos y el otro

escucha (percibe e interpreta), no podemos dar por supuesto que lo que hemos

escuchado es lo que la otra persona nos quiere transmitir. Se debe verificar,

comprobar, preguntar si nuestra interpretación es correcta, chequear o verificar

nuestra escucha se convierte así en un instrumento para mejorar nuestra

capacidad de escucha efectiva, herramienta que debemos constantemente

realizar; por ejemplo en nuestras prácticas pedagógicas con los estudiantes el

factor interpretativo es de tal importancia en el fenómeno del escuchar que es

posible escuchar aun cuando no haya sonidos, podemos escuchar los silencios.

Cuando observamos que escuchar implica interpretar, nos damos cuenta de que

el escuchar no es la dimensión pasiva de la comunicación que se suponía que

era esa manera romper con la problemática de no saber escuchar, tanto del

estudiante como del maestro. Por ello, la comprensión que ha de darse en la


interacción comunicativa en el aula de clase, ha de caracterizarse por ser “un

arte de escuchar al otro”, y dicha escucha se hace también “arte de reforzar el

discurso del otro”. De este modo maestro y grupo clase se encuentran en actitud

de escucha, cada uno tras la construcción de sentidos respecto de objetos de

conocimiento y prácticas de conocimiento que bien pueden orientarse al

consenso como también al disenso, pero, en todo caso, distantes de la

imposición que desmorona la estructura dialógica de la escucha.

Para que se dé el acontecimiento de la escucha en docentes y


estudiantes, es preciso que, como sujetos de experiencia, abran espacios de
reflexión, habida cuenta de que la desescucha es una de esas realidades que no
se perciben ante los sujetos que la padecen, a causa de su misma proximidad;
por esto, se requiere una postura autocrítica porque está en juego el desarrollo
personal y colectivo de quienes conforman parte esencial de la comunidad
educativa.

Al escuchar generamos una interpretación sobre aquello de lo que la


persona que habla se hace cargo al hablar, es lo que llamamos inquietud.
Compartir con el otro cuáles son nuestras inquietudes en la conversación que
estamos manteniendo y conocer cuáles son las suyas puede ayudarnos a
entender mejor lo que el otro quiere decirnos y, en consecuencia, puede
ayudarnos a mejorar nuestra escucha.

Cuando escuchamos por lo tanto, escuchamos las inquietudes de las


personas. Escuchamos el por qué las personas realizan las acciones que
realizan. Somos receptores activos, productores de novelas.

La muestra de interés, "la aceptación del otro como un legítimo otro es


un requisito esencial de la convivencia humana". Si no aceptamos al otro como
un legítimo otro, el escuchar estará siempre limitado y se obstruirá la
comunicación entre los seres humanos. Cada vez que rechazamos a otro, sea
un estudiante, un amigo, un directivo, un cliente, un empleado, etcétera,
restringimos nuestra capacidad de escuchar. Al hacer esto, nos cerramos a las
posibilidades que los demás podrían estar generando. Por ello la apertura hacia
el otro incluye el reconocimiento de que debo aceptar algunas cosas que van en
mi contra, aun cuando no hay nadie que me lo pida. Cuando actuamos y cuando
conversamos estamos constituyendo el “yo” que somos y, lo hacemos tanto para
nosotros mismos como para los demás.

Es importante enfatizar que la escucha tiene que trasladarse a la acción,


es decir, entender que escuchar nos compromete a comprender que las demás
personas son diferentes a nosotros y a su vez, se nos invita a realizar una
transformación personal, entendiéndose esto último como el reflejo en nuestras
relaciones con otros, al escuchar abiertamente entonces naturalmente se verían
cambios en nuestra comunicación con las personas que nos rodean.

Para lograr una comunicación con suficiente apertura, la recomendación


es debemos permitir que los otros hablen, pero también debemos hacer
preguntas que nos permiten comprender lo hechos, emitir juicios bien fundados
y elaborar historias coherentes. Hay personas a quienes les resulta más fácil
justificar a otros o entender la motivación de sus acciones y palabras, hay
quienes al contrario se les complican aceptar que su interlocutor pueda tener
razones que justifiquen lo que nos dice. Sin mayores complicaciones basta con
analizar cuando hemos dicho algo que ha creado de algún modo un daño a otra
persona; es importante indagar nuestra acción que nos lleve a encontrar una
razón que justifique, que explique el por qué dije tal o cual cosa en determinado
momento. Si tenemos la capacidad de hacerlo con nosotros mismo, también
podríamos hacer la misma indagación en sentido contrario. Se trata de buscar
razones y darnos la oportunidad de escuchar, más allá de las palabras. Así,
empezaremos a escuchar el bien en otros y escucharlo en nosotros mismo, a
escuchar abiertamente.

Desde las perspectivas de la comunicación, también podemos mencionar


a Corradi quien afirma que la hipótesis de que debe darse siempre un campo
interactivo en la escucha, sugiere que cualquier comunicación, intercambio o
evento que se produzca está, inevitablemente, relacionado con la iniciativa del
individuo y con la creatividad del contexto bipersonal e interpersonal.
Una buena relación interpersonal descansa en nuestra capacidad de
hacernos cargo del otro antes de que éste lo pida. Esto lo logramos escuchando
las inquietudes del otro y haciéndolas nuestras. Con ello procuramos evitarle a
la otra persona que llegue al punto en que tenga que pedir. Cuando se pide, ya
se llega tarde. Quien pide ya hizo el juicio de que algo faltaba, una insatisfacción
que requiere ser satisfecha.

En toda relación basada en el cuidado y el esfuerzo por procurar la


satisfacción del otro, el momento de la petición implica que llegamos tarde, que
el otro ya alcanzó el punto de la insatisfacción. Esto mismo lleva a “reconocer
que la escucha de uno mismo y de los demás son procesos sincrónicos que
forman parte de la misma función interactiva”. Por tanto, “cuando la respuesta a
una comunicación se convierte en la fuente para otros eventos dialógicos -
inesperados, significativos y reveladores - estamos comprometidos con un
evento de escucha auténtica”. Caso contrario, sucede cuando no estamos listos
ni receptivos, ya que la experiencia de escucha se hace imposible. De ahí que
“filosofar exige toda nuestra mente; pero escuchar, nuestra totalidad”.

Se concluye que Saber escuchar es saber aprender, de la misma manera que


saber aprender implica saber escuchar. Aprender no es otra cosa que abrirse a
ser transformado, a cambiar, a ser diferente, con la expectativa de ser mejor, de
tener más capacidad de acción. La escucha descansa en la presunción del valor
del otro, es la habilidad fundamental del lenguaje en el ser humano y que la
actitud de escucha es, responsabilidad no sólo del oyente, es una
responsabilidad compartida con el orador. Desde una perspectiva de respeto,
buscando provocar conversaciones con la emocionalidad adecuada a las
circunstancias, dispuestos a indagar en quienes escuchamos, interesados en
escuchar con todos nuestros sentidos y más allá de las palabras que oímos, y
quizá lograremos impactar en la escucha de nuestros oyentes. Escuchar al otro,
en último término, es permitir que el poder transformador de "su" palabra pueda
transformarme. Por lo tanto, el escuchar es lo que dirige todo el proceso de
comunicación.
En el acto de escuchar muchos factores intervienen, la manera en que
escuchamos, la manera en que los demás nos escuchan. En un mundo tan
diversificado como el nuestro, el escuchar se convierte en un asunto de gran
importancia para asegurar una comunicación efectiva, el éxito personal y la
convivencia misma. Seguirán existiendo discrepancias en nuestros puntos de
vista, sin embargo habrá cambios en nuestra comunicación.

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