Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
MONICIÓN INICIAL
A lo largo de toda la Cuaresma se nos ha repetido una palabra: Convertíos.
Toda la Cuaresma es un camino o un ejercicio de conversión. Queremos cambiar nuestra mente y
nuestro corazón para poder celebrar la Pascua de Cristo, es decir, para morir al pecado y llenarnos de la
vida nueva de Cristo.
En esta celebración queremos revisar nuestra respuesta, ponernos ante Cristo, como aquel
paralítico que llevaron entre cuatro, abrirnos a su miseri cordia, y esperar su palabra de perdón y
renovación.
También nosotros queremos esta tarde ver a Jesús, dejarnos traspasar por su mirada amante.
ORACIÓN
Concédeme, Señor Dios, un corazón:
vigilante, que ninguna curiosidad le aparte de ti;
noble, que ninguna influencia le envilezca;
recto, que ninguna mala intención lo desvíe;
firme, que ninguna tribulación lo debilite;
libre, que ningún afecto lo esclavice.
ECO DE LA ORACIÓN
Concédeme, Señor Dios. Estoy pidiendo un cambio de corazón, como una operación de trasplante.
Yo solo no la puedo hacer, incluso quedaría en una situación más lamentable. Necesito pedir, que sea
Dios el que me cambie y me convierta. Pidamos desde nuestra pobreza, pero pidamos con fe; con
deseo grande y confianza mayor.
Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré.
Un corazón vigilante: porque mi corazón se duerme y se apaga, se embota y adormece, se aliena e
insensibiliza. Necesito un corazón encendido y despierto, atento al signo, a la palabra, a la llamada, a
la llegada. Que no se acerque el Señor y me encuentre dormido, o distraído; que el amor lo tenga
despierto.
Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré.
Un corazón noble: a veces se vende mi corazón a intereses mezquinos o bajas pasiones, y se hace
hipócrita, engañoso, corrupto. Necesito un corazón digno, un corazón limpio, un corazón bueno; que
se mantenga fiel a sus principios y valores a sus compromisos y sus amores.
Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré.
Un corazón recto: porque mi corazón se desvía por otros derroteros equivocados, no busca la
verdad, sino el interés o el capricho o la gloria vana. Dame, Señor, un corazón acertado y responsable,
que no se ofusque ni se engañe a sí mismo, que sea consciente de cada paso, de cada acción e
intención.
Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré.
Un corazón firme: porque mi corazón se acobarda fácilmente, es tímido y voluble, y se cansa
enseguida, se impacienta, se olvida, se desanima. Dame, Señor, fuerza y fortaleza, perseverancia y
paciencia, aguante y fidelidad; que sepa resistir, que sepa sufrir, que sepa esperar.
Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré.
Un corazón libre: es esclavo y no lo reconoce, está atado a todo tipo de apegos, sean de cosas, sean
de intereses, sean de personas; atado por la codicia, por el placer, por la fama, o por el miedo y la
timidez; atado por las seducciones de cada día. Necesito un corazón desapegado, pobre, humilde,
enteramente liberado.
Canto: La misericordia del Señor, cada día cantaré.
SÍMBOLOS
• Significar los cinco corazones expresados en la oración. ( se hacen en cartulina de distinto color, y
se les identifica con un símbolo. Ejemplo: Corazón libre, color verde con unas cadenas rotas,
vigilante, color azul con una torre de vigía; noble color rojo con una corona; recto amarillo con un
ciprés, y firme; y color naranja con una columna). Según se hace la petición se va encen diendo una
vela.
• Crucifijo: Nuestro punto de mira constante. Sobre él ponemos nuestros pecados. Agradecemos su
entrega. Pedimos que nos enseñe a amar.
REFLEXIÓN PERSONAL
Música de fondo para facilitar el silencio.
Cada uno piensa: ¿Qué corazón es del que más necesita?
¿Qué situaciones u opciones personales están alejando su corazón
de estos corazones que pedimos?
Se entregan unas cuartillas y bolígrafos. Cada uno va escribiendo su reflexión a manera de
pecados, sentimientos, deseos y ponerlos a los pies de Jesús.
LECTURAS
Monición al evangelio:
Jesús, lleno del gozo «en el Espíritu Santo» (Lc 10, 21),
alaba al Padre por el misterio de la humildad y la pequeñez. Dios es humilde.
Y, lleno de misericordia, nos invita a ir a él, con nuestros pesos y nuestros
dolores, con nuestros agobios y preocupaciones, y él nos gratificará.
INVOCACIONES PENITENCIALES
Con humildad y confianza pedimos a Cristo
• Libéranos de la carga de nuestros pecados. Cristo, ten
piedad. • Libéranos del
peso de nuestros egoísmos. Cristo, ten piedad.
• Libéranos de nuestras ataduras y apegos. Cristo, ten piedad.
• Libéranos de nuestras comodidades y nuestros miedos. Cristo, ten
piedad.
• Libéranos de nuestras dudas y oscuridades. Cristo, ten
piedad. • Libéranos de nuestros
rencores y envidias. Cristo, ten piedad.
• Libéranos de nuestras violencias y venganzas. Cristo, ten
piedad. • Libéranos de
nuestras riquezas y codicias. Cristo, ten piedad.
• Libéranos de nuestras tristezas y desesperanzas. Cristo, ten piedad.
• Libéranos de nuestros pesimismos y pasividades. Cristo, ten piedad.
Yo os aliviaré
Cargo con vuestros pesos, con vuestros miedos,
vuestros pecados, vuestros complejos.
Mis espaldas son fuertes, mi corazón, inmenso,
mis manos, creadoras y mis pies son ligeros.
Aprended de mí
No tengáis corazón frío, sed un lucero.
No el corazón duro, misericordia yo quiero.
No un corazón triste, sed un jilguero.
No un corazón mezquino, sed un pan bueno.
No un corazón clausurado, sin llaves, como el viento.
No un corazón espinoso, una paloma en vuelo.
No un corazón odioso, sed amor todo entero.
Padre nuestro cantado.
ORACIÓN FINAL.
Exhala, Jesús, tu aliento vivificante sobre nuestros corazones, para
que sean cada vez más parecidos al tuyo. Que el Espíritu ponga en ellos, a
fuego vivo, tu marca, tu sello o tatuaje. Que nos unja con el óleo de la
alegría y el aceite de la misericordia, y seamos así nosotros los «cristos», los
ungidos.