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AUTONOMÍA FUNCIONAL
Allport, además señala que las decisiones deliberadas que la persona toma son la
parte esencial de la vida humana, agregando que lo que la persona busca y quiere
es una pieza clave para su comportamiento. Esto quiere decir que lo que sucedió
en el pasado se queda ahí, por lo tanto las decisiones presentes serán las que
expliquen su conducta e intenciones.
Ya que la conducta que estaba siendo manejada por un motivo se ha vuelto un fin
en sí, una especie de motivación mayor que el primer motivo, se complementa con
el postulado de Allport acerca de que los adultos maduros y sanos no van a poder
ser entendidos desde un análisis de su niñez por lo mismo que sus motivos y
conductas han cambiado, o en este caso, evolucionado a incluso prioridades muy
diferentes de los motivos originales. Como se mencionó, puede decirse que los
motivos originales son netamente autónomos porque han sido separados de su
contexto de niñez y ahora se vuelven fines para el presente y futuro de la persona,
por lo tanto, la manera correcta de poder entender y estudiar a estos adultos es
empezar a cuestionar y analizar sus presentes. Allport creó dos niveles de
anatomía funcional: la perseverante y la del propium.
Esta sí tiene una mayor importancia que la anterior, ya que es indispensable para
que se logre comprender cómo es que los adultos llegan a ser motivados. Este
‘propium’ es un término latín que Allport ha designado al ‘yo’ o el ‘sí mismo’
(Allport, 1955, p. 40). Estos motivos que contiene el propium son netamente
exclusivos del individuo, es aquel que decide cuáles son los motivos que tienen
relevancia para quedarse y perseverar y cuáles van a ser descartados. Se suelen
conservar los que mejoran la autoestima y la autoimagen. Por lo tanto, existe una
asociación directa entre las capacidades y los intereses, justamente porque, como
seres humanos tendemos a hacer lo que nos sale bien, y hacemos esto por el
mismo motivo de mejorar nuestra propia calidad de vida, pero estos motivos e
intereses, asociados con nuestras habilidades y capacidades, son exclusivas. Tal
vez otras personas compartan lo mismo que nosotros sentimos acerca de lo que
nos motiva, pero de igual manera es completamente individual. (Allport, 1937, p. 3)
Según Allport, estos principios no van a explicar todas las conductas o motivos.
Estos motivos funcionales autónomos no controlan ciertas conductas como:
- Reflejos
- Fijaciones
- Neurosis
- Conductas derivadas de impulsos biológicos.
1.4. El Propium
El infante ya va dándose cuenta que por más cambios que ocurran en su cuerpo,
sigue siendo él mismo, esto mejora obviamente cuando aprende su nombre y se
distingue de los otros niños. Lo mismo ocurre cuando se da cuenta que puede
hacer cosas por su cuenta, esto ayuda al desarrollo de la autoestima. Se motiva a
descubrir, construir, explorar y por lo tanto, adquiere conductas que incluso a
veces pueden resultar destructivas para él, pero de igual manera los padres deben
alentar a llenar esta necesidad, de otra manera, el niño adquirirá sentimientos de
humillación e ira.
Entre los seis y doce años, el sí mismo se vuelve un agente regulador racional
para manejar las cosas, el niño va entendiendo e interiorizando que puede utilizar
y aplicar la razón y lógica para poder resolver problemas cotidianos. En la
adolescencia posterior este propium va reforzándose, ya que el adolescente
empieza a realizar planes y metas para su futuro, si no lo hace, el sentido del
propium será incompleto.
Son las predisposiciones que sirven para responder a los diferentes estímulos con
un abanico de opciones. Son formas cimentadas, consistentes y que van a ser
duraderas para reaccionar al entorno.
Según Allport, hizo una proposición de dos clases de rasgos, siendo estos
individuales o comunes. (Allport, 1937, pp. 297)
a. Rasgo Cardinal: Son aquellos que influyen en casi todos los aspectos de la
vida, es una fuerza poderosa que domina el comportamiento. Como una
especie de pasión que no todos van a tener, y otros, que sí la tienen, van a
mostrarla solo en determinadas situaciones.
b. Rasgo Central: Son varios que todos tenemos. Son la clase de
características que se dan al hablar de la personalidad someramente.
c. Rasgos Secundarios: Son mucho menos influyentes y no son tan
consistentes como los anteriores. Suelen pasar inadvertidos que solo se
notarán cuando se presta mucha atención o se conoce bien a la persona.
(Allport, 1937, pp. 337-337)
Bibliografía