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1.

" edición: diciembre, 1990

La presente edición es propiedad de Ediciones B, S.A.


Calle Rocafort, 104 - 08015 Barcelona (España)

© Pepa Badell, Luis Ignacio López, Juan José Perona, Pablo Herrera,
Adrián Mac Liman José Manuel Garayoa, Rogelio García Lupo, 1990
t

© Gráficos: Jordi Cátala, 1990


Fotos cubierta y contracubierta: J. Langevin-Sygma

Printed in Spain
ISBN: 84-406-1962-6
Depósito legal: B. 41.750-1990

Impreso en Talleres Gráficos «Dúplex, S.A.»


Ciudad de Asunción, 26-D
08030 Barcelona

Diseño cubierta:
Angels Buxó
LAS TRAMAS
SECRETAS DE LA
GUERRA
DEL
GOLFO

PEPA BADELL
ROGELIO GARCIA LUPO
PABLO HERRERA
LUIS IGNACIO LOPEZ
ADRIAN MAC LIMAN
JUAN JOSE PERONA
man, un profundo conocedor de Oriente Medio, ha reconstruido la pe-
culiar participación española en el conflicto. Este informe se completa
con el análisis de las repercusiones económicas en España, elaborado
por José Manuel Garayoa, redactor de economía de El Periódico de Ca-
talunya. Juan José Perona ha descrito las repercusiones en la ecomomía
mundial y los intereses financieros que asoman entre los clarines de
guerra.
Finalmente, el corresponsal de la revista Tiempo en América del
Sur, Rogelio García Lupo, uno de los más prestigiosos periodistas de in-
vestigación a nivel mundial, ha desvelado desde las conexiones en el
cono sur la trama internacional que hizo posible la construcción del
amenazante arsenal de Sadam Husein. A través de su relato se descu-
bren las insospechadas fuentes de aprovisionamiento del dictador irakí
y los métodos empleados en el comercio de armas para proteger secre-
tos y silenciar voces. Este trabajo se completa con un detallado juego de
información gráfica y mapas históricos, militares y de situación que fue-
ron elaborados minuciosamente por el especialista Jordi Cátala, miem-
bro del equipo de grafistas de El Periódico de Catalunya.
Este compendio no habría sido posible sin la colaboración de otras
personas que facilitaron medios, información y horas de trabajo para
reunir hasta el último minuto los datos de una situación altamente com-
pleja. En esta línea los editores agradecen la colaboración de Montse
Capdevila, Mercedes Hervás y José Levi, corresponsales de El Periódico
de Catalunya; de la sección de Internacional y del departamento de do-
cumentación del mismo diario; y de Jaime Laciana, que procesó infor-
máticamente gran parte de los datos consultados en este trabajo. Expre-
samos igualmente nuestro cordial reconocimiento a la ayuda prestada
por Juan Carvajal, que hizo posible con su esfuerzo que este libro inme-
diato y urgente llegara lo antes posible a sus lectores.

LOS EDITORES

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INTRODUCCIÓN

No acabábamos de salir del alegre estupor que nos produjo la verti-


ginosa caída del muro de Berlín cuando una acción imprevista nos
arranca de nuestros sueños de paz. Un dictador sanguinario y hermé-
tico de Oriente Medio irrumpe con sus tanques y nos desordena el pa-
raíso. El mundo feliz que nos prometía el final de la guerra fría salta he-
cho pedazos en un pequeño y exótico emirato del golfo pérsico. La
entrada de los soldados de Sadam Husein en Kuwait, el 2 de agosto, nos
recuerda que la historia existe, que la guerra no ha terminado. En me-
nos de una semana se movilizan gobiernos y fuerzas, y pronto vemos a
sirios y egipcios, americanos y bengalíes, ingleses y saudíes en la con-
junción de ejércitos más universal que se haya conocido desde la Se-
gunda Guerra Mundial. En tres meses hemos entrado otra vez en la ló-
gica de la guerra. A l cerrar estas páginas sólo queda responder a la
pregunta de cuándo comienzan a hablar los grandes cañones.
La historia no ha terminado, sólo uno más de sus ciclos. Ese remo-
lino antiguo que es Oriente Medio sacude otra vez el mundo como lo
ha hecho desde hace más de 5.000 años. En esa mágica y fértil media
luna que va desde Egipto hasta Persia nacieron las grandes civilizacio-
nes del pasado —sumerios, asirios, persas, hititas, acadios, egipcios, ju-
díos, árabes, cristianos y turcos—, en un limo de culturas y luchas reli-
giosas o étnicas que se libran aún en los mismos términos que en las
épocas bíblicas. El mundo de la posguerra fría está ahora librando su
primera gran batalla precisamente en este ojo del huracán donde pare-
cen cruzarse desde siempre todas las fuerzas y todas las luchas. Cuando
el 2 de agosto los tanques irakíes entran en Kuwait comienza el nuevo
ciclo. La historia abre un nuevo escenario con los mismos personajes
pero con un guión cambiado. Los viejos enemigos son ahora aliados.

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Moscú y Washington son los primeros en condenar a dúo la rapiña del
ladrón de Bagdad. Hay judíos y árabes en un mismo bando; americanos
y sirios combaten en la misma trinchera. Irán e Irak firman la paz. Bajo
esta constelación confusa surgen alianzas impensables y ambiciones dis-
tintas. Se estrena el diseño confuso de lo que se ha dado en llamar el
nuevo orden internacional.
El conflicto del Pérsico ofrece desde el primer momento una pers-
pectiva distinta del mundo y nos demuestra brutalmente el alcance de
los cambios a que asistimos desde hace dos años. Sadam Husein fue el
tirano mimado de soviéticos y franceses durante dos décadas y luego,
en los años 80, socio favorecido por bancos europeos, aliado de Occi-
dente y cliente privilegiado de fábricas alemanas y norteamericanas de
armas químicas. Hoy es el Hitler de Oriente Medio y se pretenden olvi-
dar las viejas facturas de amor que aún guardan los bancos suizos. Tam-
bién se intentó sepultar en 1940 los buenos negocios que a ciertas fir-
mas americanas les proporcionó el dictador nazi antes de convertirse en
el enemigo público número uno.
Con Sadam Husein ha pasado algo similar. El dictador irakí, ar-
mado gracias a otras tramas, es ahora el enemigo en virtud de nuevas
coyunturas. El régimen de Irak es en sí mismo una trama de terror,
como lo fue el nazismo, pero la guerra contra el tirano y el invasor no
es tan clara como parece. Hace más de un año que en varios centros,
desde Jerusalén a Londres y desde Washington a Moscú, se apuntó en
dirección a Bagdad, a quien sólo castigaban sin piedad los informes de
Amnistía Internacional sobre asesinatos, crueldades y tortura. Hemos
alimentado un monstruo, podrían decirse los estrategas de Washington,
los fabricantes de armas franceses o los hombres de negocios de la City
londinense. Sólo entonces comienzan a surgir las atrocidades y miste-
rios del tirano de Bagdad: su arsenal, su gran cañón, sus ambiciones nu-
cleares. En diciembre ya existe otra trama. Sadam Husein puede ser el
enemigo oportuno para hacer saltar por los aires Oriente Medio y re-
construir sobre cadáveres, como siempre se hace en la historia, el nuevo
mapa del nuevo orden.
Los acontecimientos, especialmente los más ocultos, han revelado,
desde antes del 2 de agosto, las estrategias increíbles que animan bajo
cuerda la nueva guerra del Golfo Pérsico. En este conflicto global han
asomado rivalidades más complejas que la simple división bipolar del
mundo de la guerra fría. No puede hablarse hoy de una óptica común
entre Israel y E E U U , cuando el presidente Bush estrecha su alianza con
los árabes y propone nada menos que una especie de O T A N con su
Bruselas en Arabia Saudí. Tampoco es tan clara la santa alianza occiden-

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tal cuando París, angustiado por el descenso de sus ventas de armas en
Oriente Medio, se refugia en su peculiar independencia y, en nombre
de supuestos intereses europeos, alienta grietas que no siempre persi-
guen la paz. Tampoco es tan evidente que la eterna fidelidad británica a
Estados Unidos favorezca siempre los intereses de Washington y no es-
conda otras intrigas en una zona donde el viejo imperio mueve aún im-
portantes hilos.
E l nuevo orden internacional tiene mucho de viejo. Las potencias pa-
recen operar hoy como en la Primera Guerra y hasta las terroríficas ar-
mas químicas de Sadam nos evocan los horrores e intrigas de 1914. In-
cluso Bush se ve a sí mismo como un Teddy Roosevelt, el fogoso
presidente norteamericano de aquellos años, enfrentándose a la codicia
y las mentiras de los decadentes colonialistas europeos envueltos en el
gran conflicto. Poderes, estrategias e intrigas se enredan en la actual
guerra con un estilo similar al de entonces, aunque los intereses son dis-
tintos y operan otros protagonistas como el Mosad de Israel.
Porque esta guerra se está librando en sus primeros meses en el
viejo estilo de las batallas de Inteligencia de principios de siglo, con per-
sonajes de Eric Ambler: traficantes de armas, agentes dobles, espías de
cama y asesinatos cruzados. Los primeros grandes muertos de esta gue-
rra han sido ejecutados fuera del escenario central: el presidente del
Parlamento egipcio en El Cairo, a manos de supuestos terroristas pales-
tinos proirakíes; el jefe de los extremistas judíos, Meir Kahane, asesi-
nado en Nueva York por un extraño egipcio. Nada es lo que parece en
la guerra del Pérsico que se libra en todos los frentes mientras los tan-
ques se miran unos a otros a través del desierto sin que sus cañones ha-
blen. La diplomacia está en el centro de la guerra, pero no en las gran-
des declaraciones sino en la letra pequeña que firman en Damasco,
James Baker y Hafez el Assad días antes que los sirios se traguen Beirut
y Francia pierda su último peón en el Líbano.
La clave de la guerra del Pérsico está precisamente en estos diseños
ocultos en los que se está creando el real nuevo orden del futuro. La vo-
luntad norteamericana y quizá soviética de buscar otros equilibrios, tal
vez más pacíficos, tal vez más justos, aunque nada pueda asegurarlo,
tiene por ello enemigos más sutiles en el campo de países que siempre
han aparecido como aliados. Pero la diplomacia, la estrategia y la políti-
ca son, después de todo, un juego tan frío y tan sucio como la guerra y
no debe extrañar que algunos crímenes terroristas sean alentados a me-
nudo por las propias víctimas. En este libro hemos encontrado algunas
huellas, algunos senderos, que permiten componer el cuadro total de la
trama. Algunos pasillos, sin embargo, no han podido ser recorridos a

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fondo y no es de extrañar que algunas puertas guarden aún misterios
que helarían el alma al más templado.
Otra verdad que ha desvelado la invasión de Kuwait, empujada por
la codicia más directa, ha sido el ángulo económico de esta guerra ini-
ciada el mismo día en que entraron en Kuwait a sangre y fuego las tro-
pas y los tanques de Sadam. La trama del petróleo, donde es difícil pre-
cisar si la política está supeditada a la economía o viceversa, ha tenido
oportunidad de ejercer otra vez sus artes ocultas. Son poco conocidas
las poderosas redes de espionaje que tienen a su servicio las grandes
compañías petroleras internacionales. Sus fuentes de información se
mueven tanto en los gráficos de las bolsas como en los laberintos de la
guerra sucia. Desde el momento en que Sadam declara la guerra a Ku-
wait —hábilmente empujado— las ganancias de las compañías petrole-
ras se han disparado, para gozo de los especuladores y brokers que en-
gordan como parásitos al calor de sus estrategias comerciales y
políticas. El impacto de la guerra ha permitido desarrollar una urdimbre
de intrigas industriales, comerciales y financieras que ha hecho palide-
cer a los responsables de muchas industrias francesas y a los gobiernos
de Europa del Este que se asoman a la miseria que les ha provocado la
subida del precio de petróleo. Estos elementos son también parte de la
trama total de la guerra que comenzó el 2 de agosto, no sólo con los ku-
waitíes muertos en el palacio Dasman, sino con las víctimas económicas
de otras estrategias nacidas en despachos de nogal.
La guerra del Golfo es por ello una guerra integral y mundial. Su de-
senlace no termina en Kuwait, ni siquiera en todo el Oriente Medio,
amenazado con un cambio tan drástico que el futuro mapa puede ser
irreconocible. Las fuerzas puestas en tensión, tanto militares como fi-
nancieras, revelan que el conflicto y sus consecuencias serán tan deter-
minantes como lo fuera la Segunda Guerra Mundial. Los intereses en
juego son mundiales y no se limitan al petróleo o al conflicto árabe-is-
raelí. Algunos análisis ya hablan de que el conflicto es en realidad la
Tercera Guerra Mundial disfrazada de baja intensidad. La calidad de las
armas usadas en la disuasión —proyectiles químicos y amenazas nuclea-
res— lo justifican. Por ahora preferimos conservar el título de Guerra
del Golfo, quizá con la esperanza de que los intereses del nuevo orden
logren construir cuanto antes su equilibrio. Que la paz sea con todos.

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LIBRO I

2 DE AGOSTO DE 1990,
2 DE LA MADRUGADA

* Pepa Badell Serra, nacida en Barcelona en 1956, es periodista desde 1976. Durante estos años
ha trabajado en el Diario de Barcelona, en el semanario El Món, en El Periódico de Catalunya y en
Televisión Española (TVE), además de colaborar en revistas como Repórter, Bazar y Panorama, en-
tre otras. Especializada en Política Internacional y en diseño de publicaciones, realizó un curso
de posgrado como becaria en la Universidad von Humboldt de Berlín en 1980. También ha sido
profesora de la Facultad de Ciencias de la Información, en la Universidad Autónoma de Barce-
lona, impartiendo cursos de Relaciones Internacionales y de Tecnología de la Información. Ac-
tualmente es directora de Quasar Editores.
Luis Ignacio López, periodista nacido en Burgos en 1945. Autor de Chile, el largo camino al
golpe, Barcelona (1974), Adiós Mr. Reagan y Chile, la derrota de las armas, han sido editados en esta
misma colección. Enviado especial en diversos acontecimientos internacionales: cumbres E E U U -
URSS, el 28 Congreso del PCUS, el bombardeo norteamericano a Libia, las guerrillas de Cam-
boya y Centroamérica, la guerra de las Malvinas, la reciente cumbre de la CSCE, el golpe de Es-
tado de 1973 y la derrota de Pinochet en el referéndum de 1988 en Chile. Dedicado en los
últimos años a investigaciones sobre el trasfondo de las relaciones políticas y económicas interna-
cionales, adelantó en su libro Adiós Mr. Reagan, 1987, muchas de las claves que explican el nuevo
orden mundial. En ese libro ya se daba la perspectiva de una nueva política americana en Oriente
Medio y los actuales pactos con la URSS. Redactor jefe del departamento de Internacional de El
Periódico de Catalunya, donde escribe una columna diaria de análisis, y colaborador de la Revista
Española de Defensa.
1

LA INVASIÓN

El día, de la invasión

La invasión de Kuwait comenzó a las 2 de la madrugada del día 2 de


agosto. Cien mil hombres y unos 350 tanques cruzaron por dos puntos
la frontera norte del emirato y avanzaron a velocidad forzada a través
del frío aire nocturno del desierto. El núcleo central estaba formado por
30.000 efectivos de las entrenadas tropas de élite de la Guardia Republi-
cana irakí, fogueados en ocho años de guerra con Irán, a los que se su-
maron 70.000 regulares con alguna experiencia de combate. Las dos
columnas, encuadradas en un total de 14 divisiones de infantería y una
división blindada, avanzaron sin ningún obstáculo por la moderna auto-
pista que los kuwaitíes construyeron desde la capital hasta la frontera
kuwaití cuando Sadam luchaba contra Irán. Ya en los suburbios de Al
Kuwait, la capital, las tropas se acercaron al corazón de la ciudad-estado
por las autopistas de Jahrah y número 6. En unas tres horas, las dos co-
lumnas de infantes y carros de combate cubrieron los 60 kilómetros de
silencio y arena que separan la frontera irakí de la opulenta y moderna
Al Kuwait, capital del emirato. Por primera vez, desde la descoloniza-
ción de Oriente Medio, un país árabe invadía a otro.
A las 5.15 horas, los invasores ya tomaban posiciones en la capital,
según el relato del periodista Víctor Malley, corresponsal del periódico
británico The Financial Times y único testigo de la prensa occidental.
Malley aterrizó justamente esa madrugada, a las 4.45 horas, en el aero-
puerto de Kuwait; atravesó, según narra, las barrera de inmigración y la
aduana con absoluta normalidad. Los «primeros ruidos de guerra» sólo
los escuchó media hora más tarde cuando un taxista despreocupado le
conducía al hotel Sheraton. El periodista omite en su relato el diálogo

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sostenido con el taxista cuando percibe las explosiones y vislumbra co-
lumnas de humo en el horizonte de las avenidas. Pronto aparecen los
primeros uniformados y a menos de un kilómetro del hotel el vehículo
es detenido por una barrera de soldados irakíes. Un coche que intentó
huir fue tiroteado. El corresponsal británico fue sacado del taxi y con-
ducido a una explanada en el centro de la capital donde se arracimaban
ya más de mil personas. A esa hora, el mando militar invasor instalaba
su cuartel general precisamente en el hotel Sheraton.
Antes de las 5 de la madrugada, dos unidades adicionales de coman-
dos irakíes transportadas en helicópteros y lanchas rápidas de fabrica-
ción francesa habían atacado por sorpresa instalaciones y puertos de la
zona norte de Kuwait. En los yacimientos de Rumaíla, también al
norte, eran capturados los primeros rehenes norteamericanos y británi-
cos, la mayor parte técnicos empleados por las empresas petroleras. A l -
rededor de las 5, cuando despuntaba el alba y comenzaba a caldearse el
aire, los destacamentos de infantería dirigidos por los oficiales de élite
de la Guardia Republicana y apoyados por carros de combate neutrali-
zaban con escasas bajas los cuarteles del exiguo ejército kuwaití en Al
Jahrah, al oeste de la capital. Los 20.300 soldados nominales del emi-
rato, dotados de 275 carros blindados, no lograron oponer una resisten-
cia organizada a la formidable máquina bélica descargada con técnicas
de blitzkrieg por el dictador irakí. En A l Jahrah, no obstante, se libraron
los principales y breves combates contra los invasores, como lo atesti-
guaban aquella mañana del día 2 los restos calcinados de algunos blinda-
dos y vehículos irakíes. Otro foco de lucha, fuera de la ciudad, duró
algunas horas en Mutla, 22 kilómetros al norte de Al Kuwait, donde al-
gunos testigos extranjeros oyeron duelos de artillería y vieron el de-
rribo de un helicóptero irakí con un cohete disparado desde un caza ku-
waití, abatido a su vez por la artillería invasora. La resistencia más tenaz
de las fuerzas kuwaitíes tuvo lugar en la costa norte, donde la artillería y
las lanchas lanzamisiles lograron hundir e incendiar algunos lanchones
de desembarco irakíes y pequeños buques escolta.
Cuando a las 6 de la madrugada los 50 tanques que asaltaron el ba-
rrio cívico de Al Kuwait hacían retumbar el pavimento de las avenidas,
el emirato ya estaba militarmente perdido. El paseo de los blindados
irakíes por el desierto culminaría en un sprint final de los 50 carros de
combate que enfilaron hacia el barrio costero de los rascacielos y pala-
cios. Más o menos a esa hora, la aviación irakí había bombardeado ins-
talaciones portuarias y, poco después, los alrededores del aeropuerto
como medida disuasoria y con el fin de paralizar las respuestas.
Entre las 6 y las 7, las calles del núcleo central de Al Kuwait se cu-

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brieron de humo, a través del cual avanzaron los tanques y vehículos mi-
litares con banderas irakíes en manos de soldados sonrientes y victorio-
sos. En rápidos movimientos, los atacantes rodearon y ocuparon edifi-
cios claves: el Banco Nacional, el hotel Sheraton, el Ministerio de Infor-
mación y las estaciones de radio y televisión, así como otras oficinas
gubernamentales, el hotel Hilton. La embajada norteamericana y otras
sedes diplomáticas fueron cercadas. Las tropas se desplegaron en las bo-
cacalles en medio de un creciente caos, según narrara la fotógrafa Ste-
phanie McGehee. Parte de la población kuwaití intentó huir hacia el ae-
ropuerto, pero fue detenida y expulsada de sus automóviles, a los que la
soldadesca arrancaba los teléfonos portátiles para evitar cualquier co-
municación sobre el despliegue.
La avanzada urbana de blindados rodeó vertiginosamente el palacio
Dasman del emir jeque Jaber Al Ahmad Al Sabah, situado junto a la
playa, en la punta del cabo donde se extiende una extraña capital de ras-
cacielos y minaretes opulentos. La radio, recién capturada, comenzaba a
emitir mensajes en nombre del fantasmal gobierno revolucionario ku-
waití que nunca salió a la luz y proclamaba un toque de queda indefi-
nido. Cadenas leales de radio y televisión, aún sin capturar, llamaban al
mismo tiempo a luchar en defensa del emir y pedían ayuda al mundo
árabe. Entretanto, un helicóptero evacuaba a toda prisa del palacio Das-
man al emir hacia Arabia Saudí. Su hermano, el multimillonario jeque
Fahd al Ahmad al Sabah, presidente del comité olímpico kuwaití, fue
una de las pocas víctimas ilustres de la principal batalla registrada en la
invasión.
El duelo de artillería y ametralladoras en el palacio Dasman duró
dos horas y en él murieron más de la mitad de las 200 víctimas censadas
en las primeras horas de la invasión. Las bolsas de resistencia fueron es-
casas en algunos puntos de la capital, sin que pudieran constatarse órde-
nes centralizadas de las fuerzas armadas locales ni movimientos plani-
ficados de oposición a la poderosa máquina militar invasora. Pese a ello
pudieron oírse diversas explosiones durante casi toda la mañana, mien-
tras los helicópteros irakíes realizaban vuelos rasantes de amedrenta-
miento. Un puñado de carros blindados avanzó por las calles hacia el
sureste para atacar y ocupar el selecto Club Salmya, situado en un sa-
liente de la costa que cierra por el sur la playa que nace junto al palacio
Dasman. Hacia el otro costado, al noroeste del barrio cívico, frente al
puerto de Al Shuwaij, los irakíes encontraron alguna resistencia. Fue en
el cuartel de Shuwaij, cerca de la sede del inútil Consejo de Coopera-
ción del Golfo, el órgano creado por los emires del Pérsico durante la
guerra Irán-Irak a fin de prevenir cualquier iniciativa agresora de esos

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dos contendientes, a los que miraban con igual desconfianza. Algunos
camiones quemados y cuatro cadáveres de soldados irakíes mostraban
los efectos de la resistencia dispersa de las fuerzas kuwaitíes, capaces
sólo de improvisar algunas emboscadas urbanas y mantener hasta pri-
meras horas de la tarde del día 2 las defensas de algunos cuarteles, que
fueron neutralizados rápidamente por los invasores. La ocupación, in-
cluidos aeropuerto, puertos y todos los puntos vitales de la ciudad-es-
tado, fue completada en doce horas.

La ocupación provisional

El día 2, exactamente a las 8 de la mañana, Bagdad proclamaba ofi-


cialmente la ocupación «provisional» del emirato, solicitada, decía el co-
municado del Consejo de Mando de la Revolución irakí, por un fantas-
mal gobierno provisional organizado a toda marcha con la concurrencia
de nueve kuwaitíes y la dirección de un alto oficial de la Inteligencia mi-
litar irakí, según pudo saberse sólo algunos días después. El comuni-
cado de Bagdad acusaba a la familia real kuwaití de «traidores y agentes
del sionismo y otros intereses extranjeros» y prometía retirar las tropas
«cuando el gobierno provisional nos lo pida». Pronto desaparecieron los
kuwaitíes títeres sin conocerse siquiera sus nombres y el famoso go-
bierno provisional fue sustituido por una administración irakí. Con el
inevitable cinismo que requería la ocasión, el Consejo de Mando de la
Revolución rendía, con la retórica populista del partido Baas, «homenaje
a las masas sinceras que han derribado al régimen traidor de Kuwait impli-
cado en complots sionistas y extranjeros».
El texto irakí incluía la primera mentira de los invasores: «Dejaremos
a los kuwaitíes la libertad de decidir su suerte y las tropas irakíes se retirarán
de aquí a algunos días o semanas, cuando la situación se haya estabilizado y
el nuevo gobierno lo pida libremente.» Las emisoras aún leales al emir re-
plicarían con un mensaje redactado en el palacio Dasman en los últimos
minutos de combate: «Kuwait es el pueblo de Kuwait, representado por su
emir jeque Jaber y el príncipe heredero jeque Saad. Dios los preserve de todo
daño.»
Técnicamente, la ocupación estaba concluida en la tarde del mismo
día 2. El balance de muertos, según datos posteriores, oscilaba en forma
imprecisa entre los 200 calculados eri los enfrentamientos del centro de
la capital y unos 800 evaluados con alguna exageración por las autorida-
des kuwaitíes en el exilio. A la madrugada siguiente, viernes 3 y por
tanto jornada de fiesta musulmana, el muecín llamaba a los fieles desde

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el minarete de la mezquita, mientras se formaban algunas colas en las
gasolineras y en el supermercado del Centro del Sultán. Las comunica-
ciones internacionales funcionaron hasta aquella tarde y por la noche
fueron desconectados todos los teléfonos que comenzaban con los dígi-
tos 24, correspondientes a despachos gubernamentales y varias embaja-
das, entre ellas la británica y la norteamericana. La ciudad, salvo dispa-
ros muy esporádicos y algunas huellas humeantes del día anterior,
estaba desierta y en calma.

La retirada inexistente

El viernes 3, el día después de la invasión, el presidente norteameri-


cano, George Bush, alarmado por los datos recogidos por los satélites
militares, advertía dura y directamente a Sadam Husein que estaba dis-
puesto a replicar con toda la fuerza si Arabia Saudi era invadida: «El
statu quo es inaceptable y una expansión suplementaria serta aún más ina-
ceptable.» Una invasión de Arabia Saudi, pondría en peligro «intereses vita-
les de los Estados Unidos». Mientras un tercer portaaviones, el Indepen-
dence, se dirigía hacia el Golfo Pérsico, los países árabes, respaldados
por la condena firmada inusitadamente por E E U U y la URSS, rompían
su silencio del día anterior, y se sumaban con energía al unánime repu-
dio mundial. La Liga Árabe y el hasta entonces mudo Consejo de Coo-
peración del Golfo «deploraban» y «condenaban» la «salvaje agresión»
contra Kuwait y exigían la retirada inmediata de los invasores.
Durante varias horas, el silencio fue hermético en Bagdad. Sadam
Husein desapareció de las pantallas de televisión para dar paso al busto
parlante que le serviría durante varios días de portavoz anónimo y bien
compuesto bajo su retrato de Big Brother. En los cerrados círculos de la
dictadura irakí hubo debates tensos durante toda una tarde en la que
reinó la discreción, los reparos mudos y el temor. La respuesta irakí a la
abierta amenaza de Washington y a la unánime condena internacional
sólo fue emitida a medianoche, casi en la madrugada del sábado, en un
comunicado del Consejo de Mando de la Revolución que anunciaba la
existencia de un plan de retirada que comenzaría a aplicarse el siguiente
domingo, día 5, siempre que «no exista ninguna amenaza contra Irak o el
emirato».
A pesar del tardío comunicado nocturno del Consejo de Mando de
la Revolución sobre la inminente retirada en los próximos días, en reali-
dad las tropas irakíes se desplegaban aquel viernes, día 3, a toda velo-
cidad hacia la frontera con Arabia Saudí. Sus desplazamientos eran vi-

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gilados celosamente por los satélites norteamericanos de la NSA, la
ultrasecreta National Security Agency norteamericana que controla los
datos procedentes de los sistemas de escucha y visualización electróni-
cos. Aquella tarde, los soldados irakíes se habían desplazado hacia el sur
del emirato en varias columnas, tras haber asegurado el control de la ca-
pital. Una de ellas, apoyada por un fuego graneado de artillería, ocupa-
ría a media mañana, en medio del humo y de algunos incendios, el im-
portante puerto de Al Ahmadi, principal nudo de comunicaciones
marítimas y petrolíferas de Kuwait. Otro grupo de ataque consolidaba
entre tanto la ocupación del puerto de Al Shubaij, al oeste de la capital,
donde ya habían operado el día anterior algunos comandos especiales
que neutralizaron a la guarnición militar situada en ese suburbio. La
progresión hacia el sur de otros destacamentos llegaba aquella mañana,
según los datos que obraban en manos de la CIA y de la Inteligencia mi-
litar norteamericana, hasta puntos situados apenas a 7 u 8 kilómetros de
la frontera saudí, dentro de la zona neutral que separa en un segmento
los límites de ambos países.
La amenaza de la invasión de Arabia Saudí provocó un tenso fin de
semana en todo el mundo. Varias alas del Pentágono permanecieron
con las luces encendidas las tres noches del viernes, sábado y domingo,
mientras se veían los aparcamientos vecinos a todos los edificios vincu-
lados con las agencias de seguridad repletos de automóviles pese a las
vacaciones de verano. El Gobierno irakí, a través de mensajes televisa-
dos, de emisiones de Radio Bagdad y de escuetos despachos de la agen-
cia INA, mantendría el sábado, día 4, la mascarada de la retirada. Las in-
formaciones oficiales apuntaron aquel sábado que unidades de un
«ejército popular kuwaití», integrado por «kuwaitíes, irakíes y nacionalistas
árabes» reemplazaría a las unidades del ejército profesional irakí. La
propaganda oficial se ufanaba de que 140.515 «voluntarios» se habían
inscrito en una sola mañana en las oficinas militares de Bagdad. La reti-
rada, insistía el busto parlante de la televisión irakí, comenzaría el do-
mingo, como se había anunciado. Era la segunda gran mentira de la in-
vasión.
De hecho, el domingo 5, las fuerzas «retiradas» permanecían aún pe-
ligrosamente cerca de la frontera saudí y la alerta internacional seguía al
rojo. La televisión de Bagdad, sin embargo, transmitía imágenes de un
falso regreso de tropas irakíes, montado con viejas imágenes de la lle-
gada de soldados y tanques a Basora en tiempos de la guerra con Irán y
en maniobras realizadas semanas antes. El presidente Bush, en una
nueva advertencia, acusaba al Gobierno irakí de «mentiroso», apoyán-
dose en los datos alarmantes que le proporcionaban los satélites de ob-

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servación. El régimen de Bagdad aguantó el tipo y la agencia INA avaló
las imágenes de la televisión con la impertérrita aseveración de que «la
retirada se cumple según el calendario establecido». Un viceprimer minis-
tro, Tasa Rahin Ramadan, lo certificó personalmente ante las cámaras
de televisión ratificando sin arrugar ni una ceja que Bagdad mantenía su
promesa de que la ocupación de Kuwait duraría sólo «días o semanas».
Fuentes israelíes no contrastadas atribuyeron confidencialmente
esta mascarada de repliegue a las presiones que ejerció sobre el Gobierno
irakí la embajada soviética, un inusitado correo mediador entre Wash-
ington y Bagdad desde el primer momento del estallido de la crisis. Lo
cierto es que ya al mediodía del 2 de agosto, cuando Al Kuwait estaba
bajo absoluto control, una primera unidad irakí de élite, integrada por
600 hombres y decenas de vehículos de artillería motorizada y blinda-
dos, se había acercado a gran velocidad a menos de un kilómetro de la
frontera saudí en espera de instrucciones y de la eventual llegada de un
cuerpo de ejército. Algunas tropas penetraron el viernes 3 en la zona
neutral en forma de rombo instalada entre Arabia Saudí y Kuwait por
un antiguo conflicto fronterizo, y se mantuvieron en el área durante el
sábado 4. Entre la tarde del sábado y la mañana del domingo, las avan-
zadillas irakíes se replegaron lentamente a raíz de un mensaje cifrado
enviado desde el estado mayor del Ejército en Bagdad. Las amenazas
de Estados Unidos se habían concretado el sábado con el anuncio
de enviar y poner en acción aviones F-l 17 Stealth y superbombarderos
B-52-1 en caso de un ataque irakí a Arabia Saudí. A esas horas, los mili-
tares irakíes habían sido informados por sus colegas soviéticos destaca-
dos en Bagdad que Moscú no movería un dedo en auxilio de Sadam
Husein si la invasión de Arabia Saudí desencadenaba un masivo ataque
aéreo norteamericano. La invasión de Arabia Saudí fue paralizada.

El primer error estratégico

Tom Clancy, el popular novelista experto en cuestiones estratégi-


cas, comentaría entonces, en un irónico y lúcido análisis, que fue en ese
momento cuando Sadam Husein cometió un error decisivo que hará
fracasar tarde o temprano su estrategia. Según la opinión «técnica» de
Clancy, naturalmente nada sospechoso de simpatizar con el dictador
irakí, Sadam vaciló y tuvo ese minuto de miedo que hace perder mu-
chas veces las campañas de grandes militares. «Qué distinta sería su fuerza
de negociación, razona Clancy, si el avance irakí hubiera atravesado por
sorpresa la frontera saudí.» Parafraseando su razonamiento, el león de

-23-
Bagdad se hubiera presentado como tal ante el mundo para decir sí,
ahora hablemos, tengo bajo mi control más de la mitad de las reservas
de petróleo del planeta y éstas corren serio peligro si ustedes deciden
provocarme con algún gesto equivocado.
La reacción internacional que desencadenó la invasión de Kuwait
fue probablemente el factor que obligó a Sadam a sufrir ese minuto de
vacilación que hizo fracasar su audaz estrategia. El viernes 3, Sadam
pudo constatar que estaba absolutamente solo en esa batalla, salvo Ye-
men y Sudán, y que un posible y determinante aliado pasivo como la
Unión Soviética había dado el increíble paso de firmar un comunicado
conjunto, por primera vez en la historia, con Estados Unidos para con-
denarlo. La actividad fue frenética en la embajada soviética en Bagdad
entre la mañana del día 2 de agosto y la tarde del sábado 4. Los pasos
exactos del embajador soviético en Bagdad no han podido recons-
truirse, aunque sí se sabe que pudo, por vías militares y políticas, hacer
llegar al entorno del presidente irakí el mensaje inequívoco de que la
URSS no apoyaría su aventura.

El gobierno títere

La dramática vacilación en torno a la invasión de Arabia Saudí tuvo


su contrapartida paralela en el fracaso político que escondió la imposi-
bilidad de formar desde el primer momento de la ocupación de Kuwait
un gobierno fantoche que encubriera formalmente la agresión y, sobre
todo, con capacidad jurídica reconocida de girar los apetitosos fondos
kuwaitíes invertidos en el exterior. La aparición de una nueva adminis-
tración se demoró más de 48 horas y sólo el sábado, día 4, pudo anun-
ciarse la constitución nominal del llamado Gobierno provisional de
Kuwait Libre. El nuevo primer ministro o administrador, responsable
además de la defensa y de la seguridad interior, era naturalmente un
irakí mal disfrazado de kuwaití, el coronel de Inteligencia Ala Husein
Alí, de religión chií y según algunas fuentes sobrino político de Sadam
Husein y emisario en el pasado en varias operaciones delicadas. Según
los servicios israelíes, su verdadero nombre sería Ala Edin Husein
Maki Hamach, y fue reclutado en el entorno directo del rais irakí
cuando se destacó en misiones especiales durante la guerra con Irán.
Algunos informes, también israelíes, señalaron que el coronel era
yerno de Sadam.
Husein Alí encabezó, con casi tres días de retraso, un gobierno de
ocupación con otros ocho militares, de quienes sólo se conoció el nom-

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bre y una también confusa nacionalidad kuwaití que no lograba escon-
der los orígenes irakíes. El grupo estaba formado por el teniente coro-
nel Walid Saud Mohamed Abdallah, nombrado ministro de Exteriores;
el capitán Fuad Husein Ahmed, Petróleo y Finanzas; capitán Fadel Hai-
dar El Wafiki, Información y Comunicaciones; capitán Saad El Hadab,
Salud y Vivienda; teniente coronel Husein el Chimari, Trabajo y Bie-
nestar Social; capitán Nasser Mansur el Mandil, Educación; capitán Ab-
del Majid Hassa, Justicia y Asuntos Islámicos; capitán Yakub Mahmud,
ministro del Plan, Comercio y Electricidad.
La primera medida del gobierno fantasma, el mismo sábado, consis-
tió en revestir la mascarada de la falsa retirada irakí con la referida for-
mación del supuesto «ejército popular kuwaití» formado por palestinos,
irakíes y árabes de otras nacionalidades. La población kuwaití, que co-
menzó ese sábado a perder el miedo y salir a la calle, pudo ver desfilar
por las modernas avenidas de A l Kuwait a los voluntarios vestidos con
uniformes de la milicia irakí, provistos de fusiles de asalto Kalachnnikov
AK-47y en su mayoría calzados con sandalias. Los testimonios de refu-
giados llegados después a Jordania retrataban a estos nacionalistas como
depredadores de tiendas, joyerías, automóviles. A su llegada a Kuwait
fueron ellos quienes disuadieron con disparos de sus AK a las mujeres
que comenzaban a organizar campañas de protestas callejeras contra la
invasión. Hay testimonios directos sobre algunas mujeres muertas en la
calle por estos voluntarios. A ellos debían sumarse los 140.515 «volunta-
rios» de Bagdad que anunciaba la agencia INA, mientras el hierático
portavoz de Sadam Husein informaba que el líder había ordenado al
Ejército formar 11 nuevas divisiones para encuadrar a reservistas y vo-
luntarios.

Misterio político

El gobierno fantasma de los ocho desconocidos, de nacionalidad


imprecisa y algunos de religión chií, fue dado a conocer el 4 de agosto.
El retraso se debió al fracaso del plan irakí de reclutar a figuras de la
oposición kuwaití que habían sufrido la represión de los emires al pro-
testar en junio pasado contra las dudosas elecciones para el Consejo
Nacional provisional montadas por el jeque Jaber. El emir, fuertemente
criticado por los políticos procedentes de la emergente y rica clase me-
dia kuwaití, había disuelto cuatro años antes un Parlamento relativa-
mente democrático donde crecía una corriente partidaria de instaurar
una monarquía parlamentaria más parecida a los sistemas democráticos

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de Europa occidental. El portavoz de esta corriente, transformada tras
la disolución del Parlamento en una abierta oposición, era en junio pa-
sado Mohamed Kadiri, quien fue encarcelado con otros dirigentes del
Movimiento Constitucional por reclamar la reinstauración de la Asam-
blea Nacional.
La frustrada operación de maquillaje con la que Sadam intentó legi-
timar la invasión constituyó el primer chasco político de su estrategia y,
lo que fue más grave, el primer desastre económico de la operación. El
líder irakí había contado anteriormente con simpatías entre algunos
sectores de la oposición kuwaití expulsados de la anterior Asamblea
popular del emirato. Los nombres de algunos opositores, barajados cal-
culadamente en los mentideros informativos de Bagdad el mismo día de
la invasión, desaparecieron silenciosamente y algunos incluso misterio-
samente. Fue el caso de Ahmed Saadun, expresidente de la Asamblea
kuwaití y la única figura de importancia en la política del emirato que
era valorada con respeto en los ambientes nacionalistas árabes. Saadun
desapareció de Kuwait cuando el emir comenzó a encarcelar a los disi-
dentes que intentaron boicotear sus presumiblemente amañadas elec-
ciones. Algunos medios de prensa árabes lo situaron entonces en Bag-
dad, desde donde efectivamente llamó, en mayo, a desenmascarar el
supuesto fraude electoral en marcha y a boicotear los comicios. Desde
junio no se supo nunca más nada de su paradero y fuentes británicas
aseguraron que había sido asesinado, sin precisar por quién.
Ahmed Saadun es hoy una persona desaparecida sobre la cual se
han tejido diversos rumores. El más frecuente en los países del Golfo es
acusar a los servicios secretos israelíes de su presumible asesinato. Sin
embargo, la desaparición de otros exdiputados de la oposición kuwaití
también refugiados en Bagdad permite alentar otras hipótesis. Un ex-
traño misterio se produjo en esa invasión preparada en forma tan minu-
ciosa en el aspecto militar pero tan improvisada en el terreno político.
La desaparición de Saadun pudo servir tanto para evitar que Sadam
construyera un gobierno títere convincente como, al contrario, para
impedir que las figuras más prestigiosas de la oposición kuwaití conde-
naran públicamente la invasión.
El hecho fue que Bagdad no dispuso, como los soviéticos en la inva-
sión de Afganistán de 1989, de un gobierno provisional que lo llamase en
nombre de las masas kuwaitíes. «En vez de propiciar un golpe de estado
antes de la invasión, Sadam ha escogido el camino erróneo», comentaría el
embajador norteamericano ante la O N U , Thomas Pickering. Aunque
no realizado, el argumento estaba concebido: esas masas debían pedir
auxilio a Bagdad para defenderse de la «conspiración sionista y extranjera»

-26-
alimentada por el régimen «corrupto» de un emir que «ha amasado fortu-
nas colosales». Éstas eran las frases textuales de un comunicado que obró
en manos de la agencia I N A durante varias horas, pero que no llegó
nunca a distribuirse porque el gobierno provisional inicial jamás existió.
Los nombres de los supuestos disidentes fueron emitidos una vez por la
radio utilizada en las primeras horas por los invasores, pero se evapora-
ron al igual que sus dueños. Según el exiliado ministro kuwaití de Exte-
riores, jeque Nasser al Ahmed, los disidentes con que intentaba contar
Sadam Husein para montar el gobierno títere fueron asesinados el
mismo día de la invasión. Su fuente, aclara el ministro, son los servicios
de información occidentales. De hecho, la oposición kuwaití, pese a su
razonable irritación con el emir Jaber, aceptó más tarde, en octubre, par-
ticipar en la Asamblea popular en el exilio que presidió el jeque en Ye-
da, Arabia Saudí, y en la que emitió generosas promesas de democracia.

Resistencia

Tras el miedo de los primeros días, surgieron en las calles de Al Ku-


wait algunos focos móviles de protestas y de resistencia, alimentados
por emisiones de radio realizadas desde puntos secretos en nombre del
príncipe heredero Saad y con proclamas poco realistas como «nuestro
ejército patriótico lucha por contener la invasión». Algunos civiles intenta-
rían el día 4 organizar campañas de resistencia en el barrio de Keifa. El
domingo 5, una marcha de 150 mujeres desfilaron por la calles mientras
aparecían en las paredes pancartas antiirakíes y efigies del emir Jaber or-
lado con los cuatro colores de la bandera kuwaití: negro, rojo, blanco y
verde. Los rumores falsos circulaban como es frecuente en tales ocasio-
nes, incluyendo inexistentes bombardeos a Bagdad e ilusos contraata-
ques de ejércitos árabes que ni siquiera el Consejo de Cooperación del
Golfo tuvo la intención de concebir. El día 6 se impone el toque de
queda desde las 7 de la tarde a las 7 de la mañana. Al día siguiente, Sa-
dam Husein desafía a la fuerte presión internacional con el anuncio de
una anexión total e irreversible del emirato de Kuwait. Esa noche, del 8
al 9 de agosto, se escuchó por primera vez en la ciudad ocupada un cla-
mor masivo de protesta. Los kuwaitíes treparon a sus tejados, balcones
y azoteas y desde allí corearon en medio de la fría y clara noche la sal-
modia rítmica y en crescendo de Allah uk Aghar (Alá es grande), el grito
sagrado de todas las causas en el Islam.

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La anexión

Una semana después de la invasión, el jueves 9 de agosto, las tropas


irakíes se desplegaban consolidando posiciones defensivas dentro de
Kuwait, tanto en la capital como en los nudos estratégicos del emirato.
La opción saudí estaba definitivamente desechada, al tiempo que la con-
dena internacional se concretaba en decisiones económicas, diplomáti-
cas y militares. Los factores que empujaron a Sadam a establecer estas
líneas serán analizados más adelante y constituyen una de las tramas
más fascinantes y complejas que han rodeado el conflicto. Los hechos
desnudos sólo mostraron aquellos días que Sadam Husein no tenía in-
tención alguna de retirarse de Kuwait. Una vez cometido el error estra-
tégico que apunta Clancy, de no invadir Arabia Saudí, su agresión al
emirato se convirtió en un objetivo en sí mismo. Paradójicamente, en el
momento en que el dictador era mostrado como un feroz Hitler del Pér-
sico, en realidad estaba retrocediendo en su esquema inicial de agresión
y expansión. Los informes que esos días elaboraron los servicios de In-
teligencia israelíes y fuentes británicas mostraban indicios contrastados
sobre planes irakíes más ambiciosos, que hubieron de constreñirse a la
ocupación y virtual anexión de Kuwait.
Las presiones soviéticas y los consejos desesperados del rey Husein
de Jordania, como veremos más adelante, una víctima clave de todo el
conflicto, sólo pudieron detener el avance de Sadam hacia Arabia Saudí,
que irónicamente constituía su mejor baza futura. La anexión de Ku-
wait fue sin embargo un objetivo que desde un principio estuvo en los
planes del alto mando irakí, como parte de un plan más amplio que ex-
plicaremos en otras páginas. Tras unas semanas de desafíos, chantaje de
rehenes y clamor internacional contra Irak, Sadam Husein comenzó a
destapar jurídicamente su intención de convertir la invasión en una ane-
xión total e irreversible, como lo adelantara el breve comunicado del
8 de agosto.
El decreto de anexión fue firmado por el dictador irakí el día 28 de
agosto. En virtud de esta disposición, el emirato era dividido en dos zo-
nas, creando con una de ellas, la más extensa pero de menor valor estra-
tégico, la 19 provincia de la República de Irak, bautizada con el nombre
de Sadam Husein. En esta nueva gobernación se incluía la ciudad, Al
Kuwait, y las regiones de Kazima (norte), Jahrah (oeste) y Nida, nuevo
nombre de la zona industrial y portuaria de Al Ahmadi, el estratégico
suburbio sur de la capital.
La segunda zona cubría la mayor parte del noreste del emirato,
transformada en un nuevo distrito o región de la provincia irakí de Ba-

- 28 -
sora. Esta zona, doblemente anexionada, se transformó, en virtud del
decreto, en la nueva región de Sadamía, homenaje muy propio al mo-
derno conquistador del Golfo. Este territorio anexionado a Basora, como
lo estuviera en los tiempos del imperio otomano, abarcaba la región de Al
Mitla, importante fuente de agua, y el sector de Al Abdali, al norte del
emirato y vecino a las instalaciones petrolíferas de Rumaíla.
La partición incluía una proyección estratégica que no escapó en-
tonces a los analistas militares y diplomáticos. Con una habilidad que
ha demostrado que la megalomanía no va siempre acompañada con la
estupidez, Sadam creó precavidamente una división de opciones para
que un acoso o una derrota militar le dejara bazas para regatear en una
negociación futura. La 19 provincia bien podría «perderse» tras un fra-
caso militar que no fuese realmente una derrota política. El segmento
del norte, la región de Sadamía integrada a Basora, bien podría servir
como moneda de cambio para salvar el honor del dictador irakí ante su
nación y ante otros estados árabes hoy enemigos pero mañana posibles
negociadores comprensivos y pragmáticos. La zona norte, Sadamía, in-
cluye precisamente aquellos puntos que desencadenaron puntualmente
la crisis entre Bagdad y los emires: las islas kuwaitíes Bubiyán y Warba,
que taponan la salida al mar; zonas petroleras que bloquearían, según
Sadam, la explotación adecuada en los yacimientos del sur de Irak; y el
enclave acuífero de Al Mitla, cerca de Chat el Arab, la vía de agua que
provocó la guerra de ocho años con Irán y que Sadam se apresuró a de-
volver a Teherán tras la invasión de Kuwait a fin de asegurarse una reta-
guardia tranquila en la frontera irano-irakí.
La sadamización, derecho del conquistador en las viejas costumbres
bárbaras de la historia, fue reflejada en el nombre de la región ya men-
cionada de Al Mitla, rebautizada Sadamía, y pozos y refinerías: Al Nida
por Al Ahmadi; la refinería Mina Abdallah se convirtió en refinería Sa-
dam. Con el transcurso de las semanas aparecieron retratos del dictador
en las paredes de los modernos rascacielos de acero y cristal. En Irak, en
Jordania y en los territorios palestinos ocupados por Israel, el nombre
de Sadam Husein fue impuesto a nuevos recién nacidos, un reflejo invo-
luntario de los mecanismos sociológicos que ha despertado el mensaje
panárabe del dictador irakí entre las masas árabes más desfavorecidas.
Los pasos técnicos de la anexión del emirato fueron desgranándose
a lo largo de los dos primeros meses de la ocupación, al mismo ritmo
que se desarrollaba el saqueo oficial y el más espontáneo de la solda-
desca. El 7 de agosto se imponía la unión monetaria. El diñar kuwaití,
una moneda admitida en los circuitos internacionales de cambio de di-
visas con una equivalencia de 3,43 dólares, era equiparado con el diñar

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irakí, moneda no convertible por no disponer del reconocimiento del
índice de Derechos de Tiradas Especiales del FMI y valorada en el zoco
de Bagdad a menos de 25 centavos de dólar.

El ladrón de Bagdad
El golpe de mano sobre Kuwait fue llamado en su momento por al-
gún columnista como el «robo del siglo», y su autor bautizado como
el «ladrón de Bagdad» por el influyente vespertino francés Le Monde
y el diario The Wall Street Journal, órgano de la élite financiera de Nueva
York. Esa «pequeña fortaleza» —significado de la palabra Kuwait en ára-
be— representaba el primer banco del mundo, con cerca de 100.000 mi-
llones de dólares colocados en plazas financieras del exterior y una re-
serva para inversiones futuras estimada en unos 40.000 millones de
dólares.
El rápido bloqueo internacional y la congelación inmediata de los
bienes kuwaitíes decretada por E E U U y los países europeos, inclu-
yendo Suiza, paralizaron la mayor y más audaz acción de piratería que
haya cometido un país en los tiempos modernos. Sólo en Nueva York,
las finanzas kuwaitíes, inteligentemente estructuradas por el emir Jaber
en un aparato estatal concebido como una potente gestora financiera en
torno a un pequeño aparato estatal, controlaban de un 3 % a un 4 % de
los bienes de las firmas instaladas en Wall Street. Sus inversiones en
Europa, coordinadas por la sede en Londres de la Kuwait Investment
Office (KIO), se incrustaban en los corazones de la industria y las finan-
zas: 25 % de la firma química alemana Hoescht; 17 % de Daimler-Benz;
15 % de la sociedad metalúrgica alemana Metalgesellschaft; 9 % de la
British Petroleum; participación en la FIAT, en los bancos británicos
Royal Bank of Scotland y Midland Bank, en las sociedades francesas
Paribas y Suez; compra en España del grupo Ebro e inversiones en el
consorcio papelero Torras; inversiones inmobiliarias en toda Europa y
en Estados Unidos.
Esta parte del botín, de la que se mencionan sólo algunos ejemplos,
fue arrebatada de las manos de Sadam Husein con las rápidas medidas
de congelación de fondos kuwaitíes decretadas en E E U U y Europa occi-
dental. Este tesoro habría bastado para que Irak limpiara su deuda exte-
rior de 70.000 millones de dólares, acumulada durante los ocho años de
guerra con Irán, o equilibrara sus diez años de déficit, provocado tanto
por las compras de armas como por las exigencias de importación de
alimentos para una población de 17 millones de habitantes. Tanto la

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congelación de fondos como la carencia de un gobierno kuwaití títere,
con un reconocimiento internacional mínimo, infligieron al «ladrón de
Bagdad» un castigo tan terrible como la amputación de una mano, la
pena fijada por el Corán a los culpables de robo. La otra mano disponi-
ble sólo pudo destinarse a la rapiña inmediata. Los invasores trabajaron
durante varios días después de la ocupación en las bóvedas del National
Bank of Kuwait para evitar, como sibilinamente amenazaban desde el
exilio los familiares del emir, que una explosión provocase el hundi-
miento de las bodegas acorazadas en el subsuelo marítimo situado bajo
el terraplén donde se levanta Al Kuwait.
Sadam Husein, según los expertos, pudo en todo caso apoderarse de
2.300 millones de dólares depositados en divisas en el Banco Cen-
tral de Kuwait y de 2,5 millones de onzas de oro, evaluadas aproxima-
damente en casi 1.000 millones de dólares. Esta cantidad convertía en
inocuo un botín con el que el ladrón de Bagdad pensaba cubrir su endeu-
damiento de 70.000 millones de dólares. En realidad, el mismo día de la
invasión, expertos económicos de Estados Unidos calculaban que
Kuwait disponía de una reserva bastante mayor en su Banco Central, si-
tuándola entre divisas y oro en unos 70.000 a 100.000 millones de dóla-
res. En las semanas siguientes, todas las fuentes occidentales coincidie-
ron en rebajar el botín a los 3.200 millones calculados más arriba. Las
cifras esconden un misterio difícil de dilucidar, ya que los datos del bo-
tín fueron pronto clasificados como material confidencial tanto por los
poderes financieros como por las jefaturas militares occidentales, que
los absorbieron como elementos de la estrategia informativa de la gue-
rra. La cantidad, en todo caso, puede ser bastante superior a esos 3.200
millones, sumando las reservas de otros bancos, pero quizá menor a los
primeros cálculos que minusvaloraban los depósitos en el exterior de
un emirato que era considerado por su astuta gestión financiera como el
verdadero banco del Pérsico.
Al tesoro en metálico ha de sumarse el fruto del saqueo sistemáti-
co de compañías importadoras, almacenes y bodegas distribuidoras de
productos de todo tipo, desde alimentos importados hasta artículos
de lujo, que días después podían verse en las desiertas tiendas del cen-
tro de Bagdad, según relata Pablo Herrera. Esta morralla menor de ca-
rácter comercial tiene no obstante una importancia política no desde-
ñable en una dictadura basada en un hermético círculo de lealtades y
distribución de prebendas. Todo el aparato comercial kuwaití ha sido
sometido a un cuidadoso desmantelamiento y traslado, que ha facilitado
la construcción de nuevas fortunas en el círculo íntimo de Sadam ade-
más de asegurar algunos canales de import-export con países proveedo-

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res de alimentos como India, Bangladesh y Pakistán, y con Irán, cuyos
circuitos de pequeño comercio no se cancelaron ni siquiera durante la
guerra de los ocho años. Todos estos países, aunque formalmente obe-
dientes con las disposiciones del embargo de la O N U , las han interpre-
tado laxamente, dejando fuera de toda discusión las entregas de alimen-
tos y medicinas.
La segunda parte del botín es más concreta aunque quede sujeta a
los efectos del embargo: es el petróleo. A los 3,3 millones de barriles
diarios propios (un barril equivale a 158,98 litros), Irak ha podido teóri-
camente sumar 1,5 millones extraídos diariamente de Kuwait. Las reser-
vas petroleras se han doblado, pasando de 100.000 a 200.000 millones
de barriles, cantidad sólo superada por Arabia Saudí. Siempre en teoría,
Sadam Husein ha pasado a controlar el 20 % de la producción de petró-
leo de los países de la OPEP. Su efecto práctico, en las condiciones del
bloqueo, es no obstante relativo, aunque no se descarte operaciones cui-
dadosamente clandestinas, que tendrían que realizarse a través de Irán y
que permitirían a Sadam convertir en botín efectivo su nuevo tesoro de
crudo. Hasta ahora, Teherán lo ha desmentido rotundamente.
La otra parte del tesoro capturado quedó en manos del Ejército y se
tradujo en aviones, misiles y armamento sofisticado de fabricación ame-
ricana, que pasó en bloque a las fuerzas invasoras. Aunque reducido, el
pequeño ejército kuwaití proporcionó al invasor una apreciada caverna
de tesoros tecnológicos. El más apreciado fue sin duda un gigantesco
depósito con casi un millar de misiles Exocet. E l material incautado
suma 42 aviones Mirage-1 de defensa aérea; 12 helicópteros Gazelle
equipados con misiles HOT; 16 helicópteros de combate Puma, arma-
dos con Exocet, todos ellos de procedencia francesa. Deben añadirse 27
aviones de ataque americanos Skyhawk; 8 patrulleras lanzamisiles Lürssen,
fabricadas en la RFA; 40 tanques franceses AMX con cañones de 155 mm;
y 275 carros de combate de origen británico Vickers, Centurión y Cbief-
tain. El botín de artillería y misilística tampoco es desdeñable: una docena
de lanzamisiles tierra-tierra FROG-7, de procedencia soviética; 200 plata-
formas de lanzamiento de misiles Vigilant, británicos; 40 morteros france-
ses Brandt, de 120 mm y 20 plataformas de lanzamiento de misiles HOT,
también de fabricación francesa. Los soldados, por su parte, se ocuparon
en forma concienzuda de asegurar su individual botín de guerra en los sa-
queos a casas particulares y negocios.
El botín final de la invasión quedará en puntos suspensivos hasta el
desenlace del conflicto. Si la anexión perdurase y fuera consolidada,
algo improbable dados los aires de guerra que ya volvieron a soplar tras
las elecciones norteamericanas del 6 de noviembre, Irak habría conquis-

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tado 200 kilómetros de litoral para añadir a sus exiguos 29 kilómetros
de costa bloqueada entre el estuario fangoso de Chat el Arab y la isla
kuwaití de Bubiyán. A esta inversión inmobiliaria se agregarían las ren-
tas producidas por los 1,5 millones de barriles diarios de Kuwait y,
luego, un largo litigio para desbloquear cuentas en todas las capitales fi-
nancieras del mundo. La guerra económica que motivó en último tér-
mino la invasión se transformaría en una desgastante guerra jurídica
que difícilmente podría ganar el ladrón de Bagdad.

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2

«CORREGIR LA HISTORIA COLONIAL»

Viejos conflictos
Como todos los grandes dictadores mesiánicos, Sadam Husein ha
buscado en la Historia, así con mayúscula, las justificaciones de su ra-
piña y el argumento de su ambición. El ámbito se lo permite. Cuna de
civilizaciones, la vieja Mesopotamia, centro del mundo antiguo, en-
ciende sueños de grandeza. En una calle de Bagdad puede verse un car-
tel donde el rais da la mano a Nabucodònosor, el poderoso rey que hu-
milló a los judíos y los condujo, como primeros rehenes de la
antigüedad, a la opulenta Babilonia. Es la historia la que justifica su
golpe de mano sobre Kuwait. ¿Acaso el emirato no formaba parte del
califato de Bagdad en el esplendor de la dinastía abasida? ¿Acaso no es-
taba integrado en la provincia de Basora durante la larga dominación
del imperio otomano? Lo que hemos hecho, diría en uno de sus prime-
ros discursos tras la invasión del 2 de agosto, es «corregir una vergüenza
de la historia colonial».
Oriente Medio, esa ficción geográfica creada por un periodista nor-
teamericano, es todo él fruto de una historia de intrigas y particiones
coloniales. Ninguno de los actuales países obedece a reglas históricas in-
contestables. Cada uno de ellos, distribuidos según las conveniencias,
negociaciones, cálculos e intrigas de los imperios coloniales francés y
británico, fue fruto de los azares políticos provocados por la Primera
Guerra Mundial con la derrota turca y la caída del imperio otomano. La
repartición del territorio, a cuerda y compás, tuvo más en cuenta la uti-
lidad de cada potencia colonial y las rivalidades de las tribus y los pue-
blos que las raíces históricas de las posibles naciones. Con Kuwait, sin
embargo, el pretendido sucesor de Saladino, el califa guerrero que ex-

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pulsó a los cristianos de Jerusalén, cometía un grave error. La historia,
en el Irak de Sadam, puede ser amañada.
Cuna de la civilización sumeria, 4.000 años a. de C, en el curso de
su historia las tierras del actual Irak fueron sucesivamente sede de gran-
des culturas como la de Acad, Babilonia, Asiría o Caldea. El extremo
oriental de la Fértil Media Luna, la tierra entre ríos, la Mesopotamia re-
gada por el Tigris y el Eufrates, hoy centro del conflicto, fue siempre
una tierra codiciada.
Fue ocupada sucesivamente por hititas, griegos, persas, romanos o
bizantinos que dejaron allí sus huellas.
En el siglo vii, la conquista por los árabes cambió el destino de la
zona. El enorme imperio que se extendía desde el norte de África hasta
el norte de la India se unificó bajo el Islam, como religión, y el árabe,
como idioma. Un libro, el Corán, unificó la lengua, la religión y las le-
yes en tan extensa zona. Un siglo después, con el cambio de dinastía, se
inauguró el imperio abasida, al trasladarse el centro del poder desde Da-
masco a la nueva capital de este vasto imperio: Bagdad, la ciudad cons-
truida a orillas del Tigris, capital de la cultura, el arte, las ciencias y el
saber. Desde tiempos de la dominación griega, el Mediterráneo no ha-
bía vivido un florecimiento cultural y político de tal magnitud.
El problema fue mantener unido un imperio que abarcaba tantas
tierras. El desmembramiento comenzó con la separación de las provin-
cias del norte de África y siguió con la independencia de toda la región
del norte y el este de Persia.
La invasión de las tribus bárbaras y la conquista de Gengis Khan en
el siglo xiii acabó con los últimos restos del que fuera esplendoroso ca-
lifato de Bagdad.
Tras un tenebroso período de gran inestabilidad, la ocupación de
los turcos otomanos en el siglo xvi permitió un respiro a los pueblos del
área con la reorganización económica mediante la reconstrucción de los
canales de riego y ampliación de las áreas de cultivo.
La Península Arábiga, también bajo influencia otomana, conservó,
sin embargo, cierta autonomía. El prestigio religioso de los descendien-
tes de Mahoma permitió mantener un relativo poder en el área costera
del mar Rojo, en los lugares santos de La Meca y Medina. En el centro
de la Península Arábiga, con Riad como capital, la familia Saud se re-
beló contra la dominación turca y creó el emirato de Nayd a finales del
siglo xviii. Pero una revuelta palaciega apoyada por los turcos obligó al
clan Saud a refugiarse temporalmente en Kuwait.
Este pequeño emirato, Kuwait, también ha sido siempre algo espe-
cial en el curso de la historia. La «pequeña fortaleza» era famosa en la an-

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tigüedad y hasta principios del presente siglo por sus pescadores de per-
las, principal fuente de riqueza junto al activo comercio que ejercía
desde hacía 2.000 años. Con la caída del califato de Bagdad y las invasio-
nes bárbaras, los clanes beduinos de Kuwait se cohesionaron hasta lle-
gar a ser verdaderamente independientes, aún bajo la dominación oto-
mana. Tanto es así que en 1756 las tribus de Kuwait decidieron elegir su
jeque para que les representase en las esporádicas negociaciones que te-
nían con los turcos, la potencia imperial. El jeque designado fue Abdul
Rahim al Sabah, quien inauguró la dinastía reinante hasta nuestros días
en Kuwait por medio del jeque Jaber al Ahmed al Sabah, hoy exilia-
do en Arabia Saudí a causa de la invasión irakí.
El desmembramiento del Imperio otomano y los intereses colo-
niales derivados de la Primera Guerra Mundial cambiaron el pano-
rama de toda la región. Las potencias coloniales fronterizas del Impe-
rio otomano eran Gran Bretaña, que perseguía afianzar una ruta
segura hacia las Indias, ocupar Egipto, Sudán y territorios en Somalia
y Aden que le asegurasen la salida del mar Rojo hacia el océano ín-
dico; Francia, con gran influencia en el norte de África, control sobre
el canal de Suez y un enclave vital en Yibuti, a la salida del mar Rojo; e
Italia, cuya zona de influencia se extiende por territorio de Libia, So-
malia, Eritrea y Abisinia.
En 1914 estalla la Primera Guerra Mundial. Entre otros, hay que
destacar aquí tres factores que influyeron en el inicio de la conflagra-
ción y que afectan específicamente al futuro de los países que hoy se ha-
llan inmersos en la crisis del Golfo: la carrera de armamentos en que se
enzarzaron las potencias de la época en el período anterior a la guerra;
las diferencias coloniales a causa de las ambiciones colonialistas que en-
frentaban a Alemania con Francia y a Alemania con Gran Bretaña, con
quien disputaba además el dominio del mar; y la rivalidad económica
por el pujante capitalismo que se desarrollaba en Gran Bretaña y Ale-
mania, obligando a la búsqueda de nuevos mercados.
En 1916 Francia y Gran Bretaña firman los Acuerdos Sykes-Picot,
primero secretos y después validados por la Sociedad de Naciones, por
los que se reparten la Turquía asiática. Mediante este pacto, Londres se
asegura el control sobre Palestina e Irak y Francia sobre Siria y Líbano.
Los acuerdos contradecían las promesas inglesas a los judíos que desea-
ban la formación de un Estado judío, y a los árabes que luchaban en di-
versos frentes junto a los ingleses a cambio de concesiones políticas y
territoriales tras la caída del Imperio otomano.

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Promesas rotas
El Tratado de Paz de Sévres, firmado en 1920 por los aliados vence-
dores y Turquía, consagra el fin del Imperio otomano. Ahora tocaba a
franceses y británicos resolver sus compromisos. Londres había estable-
cido alianzas con los jefes árabes para obtener su ayuda contra los tur-
cos, pero ahora no podía cumplir sus promesas. Gran Bretaña había
prometido al jerife de La Meca, Husein, emir de Hiyaz, que a cambio de
su apoyo contra los turcos su reino se extendería después de la guerra
desde la Península Arábiga hasta Jerusalén, incluida Palestina, Jordania
e Irak, formando todo el conjunto la Gran Arabia con capital en La
Meca.
Pero Londres también había prometido a Saud, emir de Niyaz
(Riad) que igualmente había luchado contra los turcos, que mantendría
íntegros sus territorios dentro de la Península Arábiga.
Entre tanto, Faisal, hijo del jerife Husein, se proclama emir de Siria
en 1918 con el apoyo británico del coronel Thomas E. Lawrence, Law-
rence de Arabia, que había combatido a su lado contra los turcos du-
rante años. Pero los acuerdos Sykes-Picot tenían que cumplirse y Siria
correspondía a los franceses que no habían hecho ningún tipo de pro-
mesa a los árabes y ocuparon sin más este territorio.
Faisal tuvo que abandonar el protectorado francés de Siria, pero en
compensación fue proclamado emir de Irak en 1921. El mismo año Ab-
dallah Ibn Husein, hermano de Faisal y también hijo del jerife Husein
fue designado emir de TransJordania.
Aquí los ingleses también tenían que resolver un complicado pro-
blema. En 1917, la Declaración Balfour había aprobado la creación de
un Estado judío en tierras de Palestina. Tres años después, en 1920, se
establece el mandato británico sobre Palestina que queda separada de
TransJordania, donde reina Husein Los problemas entre árabes y ju-
díos, que emigran masivamente hacia tierras de Palestina, se agudizarán
sin hallar ninguna solución hasta hoy.
En 1921 Faisal reinaba en Irak, y Husein en TransJordania. De esta
manera, los ingleses creyeron poder controlar a su padre, el jerife Hu-
sein, creyendo que no querría poner en peligro los reinos de sus hijos.
Pero en 1924 el jerife de La Meca quiso sentar el principio de unifica-
ción de la Gran Arabia mediante su autoproclamación como califa, tí-
tulo histórico del imperio árabe unido.
Saud, emir de Nejed, también en la Península Arábiga y asimismo
defraudado de la actuación británica tras la Primera Guerra Mundial,
consideró la autoproclamación de Husein como califa como un peligro

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para la integridad de su emirato. Y atacó. En 1932 los reinos de Nayd e
Hiyaz y sus dependencias quedaron unificados en la actual Arabia Saudí.
Tras la concesión de los mandatos de la Sociedad de Naciones a
Francia y Gran Bretaña, las dos potencias negociaron el reparto del pe-
tróleo que ya brotaba en la zona. El fin último de protectorados como
Irak fue decidido por el petróleo de los campos de Mosul, repartido en
1926 entre compañías británicas (52,5 %), norteamericanas (21,25 %) y
francesas (21,25 %). S. C. Gulbenkian obtuvo un 5 % por ejercer las fun-
ciones de mediador.
Arabia Saudí también concedió en los años 30 permiso a los nortea-
mericanos para hacer prospecciones petrolíferas que resultaron todo un
éxito para la Arab-American O i l Company (Aramco). Los ingleses con-
trolaban el petróleo de Irán. En Kuwait, que había quedado como es-
tado autónomo bajo protectorado británico, el petróleo empezó a fluir
en 1938. Las prospecciones fueron realizadas por la Kuwait O i l Com-
pany, empresa formada por la BP británica y la Gulf norteamericana. El
petróleo dejó a un lado la tradicional fuente de riqueza de Kuwait, la
pesca de perlas, aunque permitió un mayor desarrollo del tradicional
carácter comercial de los kuwaitíes.
El periodo de entreguerras fue crucial para la construcción de los
estados que hoy participan en el conflicto del Golfo Pérsico. Tras la Pri-
mera Guerra Mundial se mantiene la administración colonial, pese a la
existencia de los emires, debida fundamentalmente a la implantación de
las empresas petroleras.
Irak vivió un período turbulento durante los sucesivos reinados
de Faisal, bajo cuyo gobierno se proclamó la independencia en 1932,
su hijo Ghazi (de 1933 a 1939), la regencia de Abdullah, hermano de
Faisal (de 1939 hasta 1953) y de Faisal II, nieto del primer rey, que go-
bernó entre 1953 y 1958. Hasta 1955 Irak no dispuso de su plena so-
beranía independiente de la tutela británica. En ese año se firmó el
Pacto de Bagdad por el que se constituía la C E N T O , Organización
del Tratado Central, que agrupa a Gran Bretaña, Irán, Paquistán, Tur-
quía e Irak. Este tratado militar auspiciado por E E U U aunque no
sea miembro de la organización, formaba parte de la formación de
bloques militares que siguió a la Primera Guerra Mundial como la
O T A N , SEATO y A N Z U S .
La adhesión a la C E N T O provocó graves convulsiones que culmi-
naron con un golpe dirigido en 1958 por el general Abdul Karim Kas-
sem que acabó con la monarquía prooccidental mediante la ejecución
del rey Faisal y su familia. Como primera medida se revoca el Pacto de
Bagdad y el tratado de unión con Jordania.

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Proclamada la república, una de las primeras tareas consistió en in-
tentar negociar un tratado de unión con Siria, que fracasó. Irak se volcó
hacia la URSS y China, se debilitó el poder de los terratenientes y de la
todopoderosa compañía Irak Petroleum Company, aunque no fue na-
cionalizada hasta 1972. Desde 1958 hasta 1968 se sucedieron los golpes
militares, inspirados algunos en las ideas del panarabismo, socialismo y
laicismo del Baas. Éste se hizo con el control absoluto en 1968, me-
diante el golpe militar del general Ahmed Hasan al Bakr, a quien acom-
pañaba, como segundo, el joven Sadam Husein, militante de la estruc-
tura clandestina del Baas desde los catorce años.
A partir de esa fecha se ha edificado lo que hoy es Irak, una estruc-
tura en la que todo remite a Sadam Husein: el partido Baas, el Ejército,
el Estado. George Orwell se habría inspirado más en el Irak de Sadam
Husein que en la Rusia de Stalin si hubiera escrito ahora su célebre
1984.

La pequeña fortaleza

Kuwait vivió una existencia más pacífica y accedió a la plena inde-


pendencia en 1961. Fue entonces cuando Bagdad hizo su primera recla-
mación del territorio del emirato. El general Kassem reclamó Kuwait
como parte de su Estado, pero fracasó en su intento al no obtener el
apoyo de la aún joven Liga Árabe. Esta organización fue fundada en El
Cairo en 1954 y hoy en día agrupa a casi todos los estados árabes. En
1961 sus tropas sustituyeron a las británicas en suelo kuwaití evitando
una conflagración con Irak.
Kuwait se estructuró como una monarquía parlamentaria, a dife-
rencia de otros reinos y emiratos de la zona. En 1974 se nacionalizó el
petróleo, y los enormes recursos que éste ha generado se han canali-
zado desde los años 60 en inversiones en el extranjero. Kuwait tiene re-
servas de petróleo para un mínimo de 200 años. Pero en previsión de es-
caseces futuras, el Estado ya ha acumulado riquezas y rentas por valor
de unos 100.000 millones de dólares, según la versión oficial, aunque la
real podría doblar y más esa cantidad. En el momento de la invasión, el
Estado kuwaití ingresaba tanto por la venta de petróleo como por las
rentas de sus bienes e inversiones.
A los kuwaitíes se les apoda los judíos del Golfo por su tradición co-
merciante. Aún no hace tantos años, Al Kuwait era una fortaleza que
dominaba un puerto de pescadores cuya actividad fundamental consis-
tía en pescar perlas. Hoy cada kuwaití tiene una renta superior a la de

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un italiano o británico. Es un país pequeño con unos dos millones
de habitantes, de los cuales un 60 % son extranjeros. Y es que no hay
mano de obra kuwaití y los extranjeros —palestinos, egipcios o asiáti-
cos— son un importante motor social.
La riqueza petrolífera de Kuwait es enorme, pero sus jeques no la
han dilapidado como otros príncipes del Golfo. Austeros y buenos in-
versores han llegado, incluso, a crear un Fondo de Reservas para las Gene-
raciones Futuras. Desde los años 70, Kuwait guarda siempre un 10 % de
los beneficios por la venta de petróleo y lo ingresa en este fondo que no
podrá ser tocado antes del año 2010. El gobierno dispone también de
otro fondo, la Reserva General, del que se nutre para operar normal-
mente.
Poco se sabe del montante de las riquezas del país y de la familia del
jeque reinante, Jaber al Ahmed al Sabah. Las inversiones oficiales en el
extranjero se realizan con una gran discreción y los gestores de estas ri-
quezas piensan más en la rentabilidad económica que en la política. Este
importante patrimonio económico es, sin duda, uno de los más sólidos
y mejor gestionados del mundo. Hoy, las rentas de Kuwait son, por lo
menos, equivalentes a sus ventas por petróleo.
La gestión del patrimonio kuwaití se realiza mediante la Kuwait In-
vestment Authority (KIA), un organismo que depende del Ministerio de
Economía. La rama más conocida de la KIA es KIO, Kuwait Investment
Office, que, con sede en Gran Bretaña, controla las inversiones en toda
Europa. Entre éstas figuran el grupo Torras Hostench (73 %), Ebro,
Cros, Explosivos Río Tinto en España; el grupo Hoescht (24,9 %),
Daimler Benz (17 %) y Metallgesellschaft (15 %) en Alemania; la Fiat
italiana; participación en los bancos Paribas y Suez, en las sociedades fi-
nancieras Cerus y Parfinance y un importante patrimonio inmobiliario
en Francia; Midland Bank (10,6, segundo accionista) y el grupo petro-
lero British Petroleum, BP (9,9 %) en Gran Bretaña. De este grupo llegó
a poseer el 22 % de sus acciones pero, enterado el Gobierno británico,
que montó en cólera, la K I O decidió vender parte de sus acciones. Una
operación similar ocurrió en España con el Banco Central.
A la cabeza de este estado está el jeque Jaber al Ahmed al Sabah,
cuya dinastía rige los destinos de Kuwait desde hace más de dos siglos.
Desde que Kuwait accedió a la independencia en 1961, tras un período
como protectorado británico, hubo un Parlamento que fue disuelto en
mayo de 1986 por «mal uso de la practica parlamentaria». Ante las protes-
tas de una pequeña pero cualificada oposición, se eligió el 10 de junio
de 1990 un Consejo Nacional que no tiene ningún poder ni capacidad
de gestión. La mayoría de los miembros de la oposición, casi todos anti-

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guos diputados, se opusieron a estas elecciones y algunos de ellos fue-
ron detenidos.
Por ello, el prestigio del jeque Jaber estaba un tanto desprestigiado
en el momento de la invasión. También influyó el temor de Jaber al Ah-
med al Sabah a sufrir un atentado, lo que le mantiene encerrado en su
palacio desde 1985. Sin embargo, el jeque había sido un activo diplomá-
tico. Fue el primero de los seis monarcas del Golfo que se atrevió a esta-
blecer relaciones diplomáticas con la Unión Soviética e, incluso, a com-
prarle armamento, ante el horror de sus vecinos saudíes. También puso
especial empeño en encarrilar Kuwait por el sendero de los no alinea-
dos y acusó a algunos de sus vecinos, léase Arabia Saudí, de demasiado
dóciles a los dictados de Washington en muchas ocasiones.
Pocos piensan que el jeque Jaber vuelva a gobernar Kuwait. A la im-
popularidad que cosechó durante los últimos años se suma la de su
hombre de confianza y exministro de Exteriores, jeque Sabah. De solu-
cionarse el actual conflicto, Jaber habrá pasado a la historia, quemado
en el intento de devolver la soberanía a su pueblo. Su sucesor, que ade-
más goza de popularidad entre los kuwaitíes, es el jeque Sad, primo del
emir Jaber. Los kuwaitíes ya piensan en él como sucesor tras la restau-
ración de la familia A l Sabah a la cabeza de la pequeña fortaleza.
Entre los que piensan en la restauración, está el grueso de la oposi-
ción, que se negó desde un principio a sumarse a la creación de un go-
bierno títere en Kuwait. Los movimientos de oposición, aunque no son
muy importantes, ni muy estructurados, ni muy amplios, tienen su im-
portancia. Se trata del Movimiento 25 de febrero (fecha de la fiesta nacio-
nal), bajo el que se agrupan aquellos que constituían la oposición antes
de la invasión y denunciaron las elecciones del 10 de junio; Movimiento
de la Resistencia Nacional Secreta, que agrupa fundamentalmente a exmi-
litares; el Movimiento de Resistencia Nacional Popular, el Movimiento Ku-
waití para la Salvaguarda Nacional; y el movimiento Grito de Kuwait,
que ha tenido amplia resonancia por la amplitud de su protesta en el in-
terior del país ocupado. Sus miembros, noche tras noche, salen a las
azoteas y por toda arma usan su voz gritando Allah Akbar (Alá es
Grande) y Vergüenza a los invasores.

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3

EL B U N K E R DEL PODER Y SUS REDES

La historia es una trampa


Sadam no imaginó la trampa que se tendió a sí mismo con su aven-
turada alusión a la legitimidad histórica. Irak, después de todo, fue
creado como Estado en una forma tan artificial como cualquier otro, in-
cluso más que Kuwait, que reclamaba la tradición de la tribu que buscó
refugio en sus costas en el siglo xviii.
Los vecinos del dictador irakí, menos ruidosos pero tentados tam-
bién por el cambio de mapas que ha sugerido el conflicto del Golfo,
pensaron también tras la invasión de Kuwait que las «fronteras colonia-
les» eran injustas. En septiembre de 1990, un mes después de la inva-
sión, dirigentes iraníes y turcos se sondearon con delicadeza oriental
sobre el posible bocado que podría proporcionarles la derrota militar
de su odioso vecino. Un experto consejero diplomático del presidente
iraní A l i Akbar Rafsanjani había volado discretamente a Ankara poco
después de la invasión de Kuwait, el 2 de agosto, para sostener una en-
trevista secreta con el presidente turco Turgut Ozal sobre las perspecti-
vas a medio plazo de la situación creada con la aventura irakí.
A principios de septiembre, anotaron fuentes confidenciales de gran
solidez en Oriente Medio, el presidente Ozal debatió con su consejo
más íntimo y con algunos altos oficiales de confianza las posibilidades
de expansión que podrían proporcionar la derrota irakí por la fuerza
multinacional puesta en pie de guerra por Estados Unidos. «Si hay un
mejor espacio para nosotros en el mundo, debemos tomarlo», fueron según
esas fuentes las palabras textuales del mandatario turco.
El servicio de Inteligencia británico, que ha vuelto a reactivar sus re-
des de información en el Golfo con la reanudación de relaciones entre

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Londres y Teherán, dispuso igualmente de datos reveladores sobre los
contactos irano-turcos para estudiar una futura repartición irakí. Esta-
dos Unidos, según esos datos, habría dado luz verde a esos planes du-
rante las cuidadosas negociaciones que desarrolló entre agosto y sep-
tiembre el secretario de Estado, James Baker, en sucesivas entrevistas
con el presidente Ozal en Ankara.
Precisamente en septiembre y en octubre pudieron percibirse cier-
tas inflexiones políticas en la alianza anti-Irak debido al debate subterrá-
neo que libraban las potencias implicadas sobre los posibles cambios en
la geopolítica de la región. Las consultas turco-iraníes, llevadas en el
más alto secreto, diseñaban ya algunas líneas claras del futuro que
puede amenazar a Sadam Husein al final de su aventura militar en
Kuwait.
La composición étnica y religiosa de Irak constituye una peligrosa
bomba geopolítica, en caso de que la derrota de Sadam agrave más aún
los problemas económicos y las penurias de poblaciones que ya sufrie-
ron el rigor de los ocho devastadores años de la guerra con Irán.
Por el norte, Sadam Husein creó una bomba de ira que espera el
momento de explotar. Son los kurdos, un antiguo y luchador pueblo
sin estado que se reparte entre el sur de la URSS, parte de Turquía y el
norte de Irán e Irak. La población kurda del norte irakí —unos 5 millo-
nes de los 19 millones de habitantes de todo Irak— recuerda con odio la
brutal e inhumana campaña que libró el monstruoso dictador Sadam
contra sus aldeas, despiadadamente bombardeadas con todo tipo de ar-
mas químicas hace dos años. Las organizaciones independentistas kur-
das más influyentes ya se han movilizado al estallar el actual conflicto y
desarrollan desde agosto una activa campaña de contactos políticos en
la comunidad kurda del sur de Turquía y en Francia, donde cuentan
con el respaldo político y financiero de algunos sectores presentes en el
Gobierno Rocard. Los kurdos han luchado desde el final de la Primera
Guerra Mundial en Irak y en Irán por su independencia y cuentan con
el respaldo potencial de los 9 millones de kurdos que viven en Turquía
y que preocupan también al Gobierno de Ankara.
El presidente turco Ozal analizó con sus asesores el factor kurdo en
las reuniones sostenidas en septiembre y en las consultas secretas que se
desarrollan con Irán desde esas fechas. El Gobierno turco ha hecho sa-
ber a ciertos dirigentes kurdos que una rebelión contra Sadam tendría
apoyo de Ankara, aunque bajo ciertas condiciones. Es significativo que
en esos días, tras nuevas consultas con Washington, Ozal recabara la
autorización del Parlamento turco para desplazar algunas divisiones del
Ejército hacia la frontera con Irak. La región kurda y la propia frontera

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es una zona montañosa descartada por las fuerzas aliadas como un
frente de ataque a los bastiones de Sadam.
De acuerdo a los informes que han circulado en los ambientes de In-
teligencia de Oriente Medio, el presidente Ozal y sus asesores civiles y
militares han analizado dos variantes:

1) La creación de un estado kurdo, con capital en Mosul u otra


ciudad del Kurdestán irakí. Esta opción es considerada contraria a
los intereses turcos e incluso una amenaza a su propia integridad
dado el efecto subversivo que podría ejercer entre los 9 millones
de kurdos del Kurdestán turco.
2) La expansión de Turquía hacia el norte de Irak, desmem-
brando de Bagdad una región rica en petróleo y culturalmente
ajena al mundo árabe. Fuentes de los servicios británicos estiman
que Washington ha prometido, si no su respaldo, al menos su to-
lerancia, como forma de compensar las pérdidas sufridas por Tur-
quía con el embargo contra Irak.

Parte más delicada de esta estrategia son los necesarios acuerdos que
Turquía ha de establecer con Irán en caso de que una eventual derrota de
Sadam provoque el desmembramiento del actual territorio irakí. Al mar-
gen del factor kurdo, del que Irán tiene también algo que decir, el Go-
bierno de Teherán mira con interés la zona sur irakí, basándose en argu-
mentos religiosos en vez de étnicos. La población del sur irakí es árabe,
pero profesa la religión chií, la rama islámica que gobierna en el Estado
persa. Esta población árabe de religión chií redondea los 9 millones de al-
mas y mantiene una tensa relación con los 4 millones de suníes del centro
de Irak que controlan actualmente el poder del Estado. Irán intentó du-
rante la guerra de 1980-1988 sembrar semillas de subversión en la zona,
pero tuvo escaso éxito debido al factor nacionalista y al panarabismo uti-
lizados por la propaganda del régimen de Sadam.
Los mullahs y ayatolas iraníes lograron no obstante crear algunas or-
ganizaciones activistas chiíes en los núcleos religiosos de Najaf y Ker-
bela, las ciudades santas del islamismo chií y centros de peregrinación
de religiosos y seminaristas iraníes. El ayatola Jomeini vivió la mayor
parte de su exilio en Najaf, entre 1964 y 1978, cuando fue expulsado
por Sadam a requerimiento del amenazado Sha Pahlevi y también por
temor al efecto subversivo de su prédica entre la mayoría chiíta de Irak.
De esa región peligrosa para Sadam surgieron a principios de los
años 80 grupos terroristas como Al Daawa, animados por los servi-
cios secretos de los mullahs y con estrechos vínculos con la organiza-

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ción chií libanesa Hezbollah, teledirigida también desde Teherán. Otro
grupo político de mayor ambición ideológica, la Asamblea para la Revo-
lución Islámica de Irak, permanece aún en reserva pese a las recientes ne-
gociaciones entre Sadam y el presidente iraní Rafsanjani. Esta organiza-
ción está dirigida por un dirigente religioso de la zona, Muhamed Baker
al Hakim, cuya familia, una de las más ilustres de la comunidad chií
irakí, sufrió un represión asesina por parte de Sadam.
Aunque Irán tiene escasas posibilidades de que el mundo árabe
acepte la aparición de un Estado títere de los persas chiíes, los seguido-
res de Baker al Hakim cuentan con un terreno muy bien abonado para
extender su influencia entre la mayoría chiíta del sur de Irak y encabe-
zar una rebelión popular contra la dictadura sunita de Bagdad. Tal pers-
pectiva necesitaría un desarrollo más extenso de las consultas en curso
con Ankara y el indispensable apoyo sirio, más difícil de lograr. El pre-
sidente sirio Hafez el Assad, presuntamente al tanto de las consultas
secretas entre Ankara y Teherán, advirtió a finales de octubre que «era
peligroso destruir totalmente el poder de Sadam Husein —es decir, de
Irak— si ello desestabilizaba la región en favor de la hegemonía israelí». Da-
das las especiales relaciones que ha desarrollado este año Asad con Is-
rael, cabe sospechar que el rais sirio pensaba en un peligro procedente
de otros puntos cardinales.

El sultanato del crimen


Adnan Husein, delfín del rais Sadam, presintió con clarividencia
tardía cuál era su delito mientras subía al cadalso. En el momento pre-
ciso en que le era colocada la pesada cuerda en el cuello, descubrió la re-
gla fatal que le había costado la vida: ser el segundo del jefe es algo tan
peligroso como una condena de muerte en Irak; ser el segundo hace
pensar que en algún momento se puede aspirar a ser el primero. Pocos
minutos después Adnan Husein, jefe del recién nombrado Gobierno y
relevante personalidad de la sección irakí del partido Baas, colgaba de la
horca sin vida. En esos calurosos días de agosto de 1979, Sadam Husein,
de 43 años y casi veinte de experiencia conspirativa, se libró por el
mismo método de otros veinte importantes dirigentes irakíes cuya
única falta consistía en que alguna vez en el futuro podían disentir o ri-
valizar con el gran rais.
En realidad Sadam Husein ya era el hombre fuerte de Bagdad desde
hacía diez años, pero en aquel verano se liberó sin pudor de varias pren-
das molestas: la primera, el presidente general Ahmed Hasan al Bakr,

-48-
quien renunció por «razones de salud» al ejercicio de sus funciones como
jefe de Estado y quedó relegado al muy honorífico trato de «Padre diri-
gente». La segunda fue la ejecución por vía expeditiva de un amplio
grupo de dirigentes de la nación. E l rais quedaba solo en el ejercicio del
poder absoluto.
El sistema de Sadam Husein es muy escueto: él es el Estado; él es el
Partido; él es el Poder. Todo aquel que ose, aunque sea remotamente, po-
ner en peligro alguna de estas tres premisas es eliminado físicamente. La
clave del poder es el asesinato. Esta cirugía traumática y drástica no es
nueva en Irak, país pródigo en golpes militares, represiones sangrientas
y cruentas guerras. Los herederos del imperio abasida conocen bien los
mecanismos de la guerra y las sutilezas de la política. Pero Sadam es
quien ha aplicado estas leyes ancestrales con mayor maestría.
Partido, aparato de Estado y Ejército forman un sólido pilar que
sustenta el poder del rais irakí. Los mecanismos de control para que no
se rompa esta unidad monolítica son múltiples. Primero, el partido
Baas; formalmente, su sección irakí, aunque sus nexos con las secciones
de otros países se hundieron en el pasado, tras la drástica ruptura con la
rama siria del Baas, explicada sólo por las respectivas ambiciones de sus
jefes Assad y Sadam. Su estructura organizativa piramidal permite un
estricto control de la sociedad desde la cumbre hasta la base.
El Ejército sigue un esquema similar que ya es consustancial con la
disciplina castrense, pero que está vertebrado en los mecanismos de
control del partido que dirige con mano férrea su jefe máximo y único.
Este poder personal está sustentado en una tercera y vital columna,
estructurada por la más antigua y animal forma de fuerza que es el
clan. En el caso de Sadam, tiene un nombre y es el clan de los Takritis,
originarios de Takrit, su región natal y la de la mayor parte de sus cola-
boradores, casi todos emparentados con él. Estas personas de confianza
controlan el aparato de Estado y ocupan puestos clave en los ámbitos
de la política, las finanzas y las armas. Ellos son, bajo la tutela de acero
del rais, el estado, el partido y el poder.
- Como partido, Ejército y familia son los tres pilares de Sadam, sólo
de estos tres sectores pueden provenir las principales amenazas. Hasta
ahora, todo conato de disidencia o rebelión ha sido barrido, provenga del
Baas, de la milicia, de su pueblo o de su propia familia. Si proviene de otra
etnia, otra tribu, otro clan, son aplastados con menos misericordia, con
gas nervioso o con Tarin, como lo fueran a finales de los años 80 los com-
batientes y civiles, mujeres, niños y ancianos de la resistencia kurda.
Sadam no deja que se abra una brecha, mientras se incrementa por
todo el territorio irakí un creciente culto a la personalidad del jefe que

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tiene, como Alá, 99 nombres. Sadam es «elpresidente combatiente», «el re-
dentor», el «caballero de la nación árabe», el «héroe» por el que todos están
dispuestos a verter su sangre, «el victorioso». En consonancia con estos
calificativos, los edificios oficiales y las calles de Bagdad y otras ciuda-
des se cubren con los retratos de Sadam a caballo, en traje de campaña y
metralleta en mano, sonriendo tras unas oscuras gafas de sol, orando en
actitud devota o en pose de estadista sonriendo al pueblo desde lo alto
de la gigantesca valla publicitaria. También se ha elaborado una curiosa
genealogía que ha llevado a este huérfano de un modesto campesino de
Takrit a estar emparentado con el emperador guerrero Nabucodòno-
sor, con el califa abasida Saladino y aun con el segundo profeta de los
musulmanes chiítas, el mártir Husein, uno de los yernos de Mahoma y
fundador de esta rama del Islam. No importa que Sadam proceda de
una familia sunita. En Irak, la historia, como en la URSS de Stalin,
puede ser cambiada y reescrita cada día.

El Estado es el partido, el partido es Sadam


Señor de su universo, el Estado irakí es el partido Baas, y el Baas es
Sadam. Aquellos que le conocen íntimamente y han sobrevivido a la ex-
periencia se preguntan cómo Sadam Husein ha conseguido permanecer
en la cima del poder más que ningún otro dirigente irakí de la época mo-
derna. Por toda respuesta aducen que la fuerza de Sadam sólo proviene de
su actitud brutal y de su astucia. No tiene amigos. Sólo agentes y enemi-
gos. Mantiene y fomenta un intrincado sistema de servicios secretos que
se espían los unos a los otros, dentro del partido, dentro del Ejército, den-
tro de la sociedad. Ésa es su fuerza y no la malgasta espiando, como suele
ser lo habitual, sólo a los vecinos molestos o peligrosos. Por ello ha
puesto a su servicio las más modernas tecnologías y sistemas y, probable-
mente, ningún detalle de importancia se le escapa. Sadam controla Irak
desde la cúpula o desde los múltiples retratos con mirada de Gran Her-
mano que invaden las ciudades y aldeas de todo el país.
Pero no hay que olvidar que los tres pilares del partido Baas (en
árabe, Renacimiento) son panarabismo, socialismo y laicismo. Con el
curso de los años el socialismo del Baas se ha ido diluyendo y dando lu-
gar al pragmatismo del poder y sus negocios. Sadam fue en extremo há-
bil en los años 70 cuando tejió una fume alianza con la URSS, con algún
barniz ideológico que se tradujo en un tratado de cooperación y amis-
tad. Al mismo tiempo pactaba un fabuloso contrato comercial y de
trato privilegiado con la capitalista Francia del derechista Jacques Chi-

-50-
rae. La retórica del socialismo igualitario y la plataforma hacia el mo-
derno capitalismo se conjugaron en el mismo tablero. Los peones de Sa-
dam avanzaron implacables en los dos frentes.
Del laicismo del Baas irakí tampoco quedó mucho a medida que se
prolongaba la guerra con Irán y que la marea islámica se propagaba por
los pueblos árabes, incluyendo las jóvenes generaciones nacidas en los
campos de refugiados palestinos. Sadam Husein, pragmático, no olvida
la mayoría chiíta que habita Irak y decide, finalmente, hacer su personal
peregrinaje a La Meca.
El panarabismo, en cambio, le ha servido a Sadam para colmar sus
aspiraciones expansionistas. Lo utilizó para iniciar la guerra de ocho
años contra Irán por el estuario de Chat el Arab; lo ha utilizado para in-
vadir Kuwait. En múltiples ocasiones recuerda la fragilidad de las fron-
teras de los países árabes de la región, trazadas según criterios de re-
parto colonial franco-británico tras la Primera Guerra Mundial. El
panarabismo le sirve también a Sadam para acercarse a países como
Mauritania, Sudán o Yibuti, donde los musulmanes desposeídos y huér-
fanos de petrodólares son más sensibles a los discursos en los que Sa-
dam denuncia a los «potentados del Golfo que se enriquecen a costa de sus
pueblos». Son los restos desvirtuados del que había sido el mensaje idea-
lista del Baas, cuando reunía bajo su bandera la esperanza de la libera-
ción y los ideales de desarrollo económico y social, de justicia y de re-
conquista de la dignidad maltratada por la herencia colonial y por la
pujanza militar del Estado de Israel.

El fin de las tendencias


El Baas se hizo realmente con el poder en Irak en 1968. Mediante
un golpe militar, el general Ahmed Hasan al Bakr disolvió el Gobierno
y, como medida profiláctica, depuró a toda la oficialidad no baasista del
Ejército. Esta depuración incluyó a las cabezas visibles de tendencias
baasistas no concordantes con la línea de Al Bakr y Sadam Husein. El
17 de julio de 1968 acabaron con el poder del general Abdul Rahman
Aref y con las tendencias dentro del Baas. Complots fallidos, condenas
a muerte y ejecuciones se suceden durante los primeros meses de poder
absoluto del Baas.
Al Bakr asumió la presidencia de la República y la dirección del Go-
bierno tras expulsar a Abdel Razzak Nayef. Contó con la ayuda de dos
viceprimeros ministros: Hardan al Takriti, ocupando la cartera de De-
fensa, y Saleh Mahdi Ammache, con la cartera de Interior. Tiempo des-

-51 -
pues estos dos dirigentes fueron apartados del Consejo de Mando de la
Revolución y Hardan al Takriti murió asesinado en Kuwait.
En aquellos años, detrás de Al Bakr ya estaba el joven Sadam Hu-
sein, quien desde su adolescencia había crecido en la admiración ciega
del líder egipcio Gamal Abdel Nasser, bajo los ideales políticos del Baas
y con las armas en la mano. Secretario general adjunto del Baas pri-
mero, y nombrado después vicepresidente del Consejo de Mando de la
Revolución, en noviembre de 1969 Sadam Husein ya era el segundo en
la línea de mando en Irak. Previamente, había barrido a unos cuantos
opositores mediante un juicio sumarísimo que concluyó con catorce
ejecutados. Diez de ellos eran de confesión judía.
Estas ejecuciones se hicieron, a modo de ejemplo, en la plaza de la
República de Bagdad ante una masa de centenares de miles de personas.
El cristiano Tarek Aziz, hoy ministro de Exteriores de Sadam, y consi-
derado algunas veces por algún despistado o interesado comentarista
como moderado y dialogante, escribió años después las siguientes refle-
xiones sobre aquellos sucesos: «La revolución se había propuesto como
meta extirpar todas las redes de espionaje sin piedad y se decidió ejecutar a los
condenados en público. Sería un error pensar que los centenares de miles de
personas que se desplazaron para ver los cuerpos suspendidos de la horca eran
bárbaros o primitivos. Sería una injusticia y una falsa impresión. Este aconte-
cimiento constituyó un monumento de confianza erigido por la revolución
sobre la plaza más importante de Bagdad para demostrar a aquellas gentes
que aquello que fue imposible en el pasado era ahora un hecho que podía ha-
blar por sí mismo.»
En julio de 1973 Sadam aplasta otro intento de oposición con 35 eje-
cuciones ejemplares. Entre los colgados, se encuentra el coronel Nazem
Kazzar. Éste era el jefe de los servicios secretos e intentó derrocar al ge-
neral Bakr mientras realizaba una visita oficial a Polonia. Sadam Hu-
sein, alertado, abortó la intentona, hizo retornar a Al Bakr y detuvo en
su huida a Kazzar. Esta última conspiración consolidó al Baas de Sadam
en el poder. La oposición interior en el partido ya era inexistente, aun-
que algunos lograron huir al exilio.
A fin de dar una impresión de apertura y a la vez ampliar la caja de
resonancia de su propio poder, Sadam impulsa en estos días de tensión
e intriga la creación del Frente Nacional, que otorga al Baas irakí el
apoyo del Partido Comunista, del Partido Democrático del Kurdistán y
de otros grupos menores también kurdos. Con esta base de aparente
apoyo popular, el Gobierno irakí nacionaliza la Irak Petroleum Com-
pany, decisión que seduce a los comunistas, y se trabaja sobre un esta-
tuto de autonomía para los rebeldes kurdos.

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Esta alianza coyuntural no evitó las periódicas purgas de Sadam
Husein, entonces número dos oficial en Irak. Maestro en la táctica del
ataque y el repliegue ha ido trazando alianzas en la historia del Baas
irakí que después ha roto sin pudor. Es como si, periódicamente, hi-
ciera un vacío a su alrededor. Ha evitado que alguien se sienta seguro en
su puesto. Sobre estas purgas periódicas uno de sus biógrafos dice de
Sadam que «sabe cómo clavar un cuchillo en el corazón de un opositor y des-
pués invita al resto a cenar».
La dureza de la guerra contra los kurdos en los años setenta obligó a
Sadam a salvar in extremis el régimen mediante un pacto con Irán: los
acuerdos de Argel de 1975 que reconocían las reivindicaciones iraníes
en Chat el Arab, el estuario que nace de la unión del Tigris y el Eufrates
y que da una salida ai Golfo a la ciudad irakí de Basora. A cambio Irán
cesó toda ayuda a los peshmergas o luchadores kurdos que quedaron
aniquilados.
Tres años después, en 1978, fue el turno de los comunistas. En po-
cos meses se suceden las ejecuciones de miembros del partido Comu-
nista irakí, entre ellos 38 oficiales del Ejército. Otro personaje «mo-
lesto» para Sadam, el general Abdul Razak al Nayif, sufrió un atentado
mortal en julio de 1978 en su exilio en Londres. Éste fue el segundo y
definitivo atentado que Abdul Razak sufrió en la capital británica desde
que abandonó Irak.
Razak, un independiente que había ocupado importantes puestos
en el Ejército, fue un efímero primer ministro cuando el general Ahmed
Hasan al Bakr se hizo con el poder en Bagdad ayudado por Sadam Hu-
sein. En sólo veinticuatro horas fue nombrado y depuesto. En su exilio
londinense tres jóvenes irakíes asaltaron a tiros su domicilio de Bryans-
tons Square en 1972. Su mujer resultó gravemente herida pero Razak se
salvó y decidió adquirir la nacionalidad jordana.
Este gesto no le salvó la vida, y cuando, seis años después, en la ma-
ñana del 10 de julio de 1978, Razak se disponía tomar un taxi en los al-
rededores del hotel Intercontinental, en Hyde Park, un joven árabe le
disparó a bocajarro. Razak murió horas después en el hospital de West-
minster. Había callado un potente voz del exilio irakí.

Poder absoluto
En Bagdad, había llegado para Sadam el momento de hacerse con el
poder absoluto del Estado. En una rápida sucesión de movimientos, re-
tiró en el verano de 1979 al presidente Ahmed Hasan al Bakr «por mo-

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tivos de salud» aunque conservó el muy honorífico título de «Padre di-
rigente». Con este gesto se apartó del poder a un personaje clave, qui-
zás el único capaz de moderar algunas de las impulsivas decisiones del
joven dirigente Sadam Husein, ya convertido en presidente irakí de
forma oficial.
Su ascenso significó la ejecución del número dos del régimen, Adnan
Husein al Hamdani, pariente del rais, viceprimer ministro y ministro de
Planificación. Se le acusó, junto a otra veintena de dirigentes del Baas,
de organizar un complot a las órdenes de Damasco. En esta purga, una de
las más sangrientas de Sadam, murieron además del jefe del Gabinete
varios de sus ministros. Casualmente, hacía pocos meses que había fra-
casado un intento gubernamental de tratado de unión con Siria, cuna
del partido Baas. Hoy Damasco y Bagdad se disputan la legitimidad de
la herencia baasista.
Meses después les tocó el turno a varios altos responsables de la
economía. En diciembre de 1979 fueron ahorcados tres presidentes de
sociedades estatales y un empresario independiente por «haber pasado
información secreta a empresas extranjeras». Ya en plena escalada verbal
contra Irán también fue ejecutado un chiíta que, «instigado por la emba-
jada iraní en Beirut», cometió en noviembre de 1979 un atentado en la
ciudad santa de Kerbala en el que murieron cuatro personas, entre ellas
un alto dirigente chiíta del Baas.
Los ocho años de guerra con Irán que comenzaron con la denun-
cia del acuerdo de Argel han trasladado esta lucha por el poder a las fi-
las del Ejército. Sin embargo, la sociedad y la vida irakí siguen domina-
das por el Baas. Sus dirigentes ocupan los más altos cargos en la políti-
ca, las milicias y las finanzas. También ocupan físicamente una zona de
la capital próxima al palacio presidencial. Allí se ha erigido una autén-
tica ciudad prohibida, construida con ayuda de ingenieros y arquitectos
soviéticos y de la que han sido expulsados sus antiguos residentes, in-
cluidos los embajadores extranjeros. En esta ciudadela cerrada al pú-
blico, al tránsito y supervigilada vive la directiva del país y del Baas. El
cargo conlleva la asignación de una codiciada vivienda en este reducto
aislado donde, sin embargo, cualquier sospecha de disidencia significa la
muerte inmediata.
El Baas no tiene sustituto ni opositor en este país que Sadam go-
bierna, como ha dicho un analista norteamericano, «con puño de hierro
en guante de acero». Sólo Amnistía Internacional ha clamado fuerte y du-
rante años contra el «carnicero de Bagdad»; es su más vivo opositor de-
nunciando los centenares de ejecuciones que se suceden cada año en
este Estado tomado por los servicios secretos, donde la tortura es algo

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habitual y donde constituye un crimen poseer una máquina de escribir
sin permiso policial. Un oficial occidental dijo que en Irak «todos saben
que nadie está a salvo».
En estas condiciones, un movimiento político opositor al Baas re-
sulta impensable. Sólo quizá con la guerra contra Irán, que ha curtido a
duros oficiales, podría erigirse una tendencia nasserista que se opusiera
al poder de facto. Quizá por ello, Sadam Husein ha iniciado una dura
purga en el seno de sus milicias.

Las extrañas máquinas voladoras


Sadam Husein, pese a su porte militar, fue rechazado cuanto in-
tentó entrar en la Academia Militar de Bagdad. De este golpe, que cier-
tamente le afectó, sólo se recuperó en 1976 cuando Al Bakr le nombró
teniente general.
E l rais irakí ha dispuesto históricamente de dos cuerpos del Ejército
absolutamente fieles: la guardia presidencial y la aviación. Algunos ob-
servadores creen que esta confianza ciega pudiera estar resquebraján-
dose. El resto de cuerpos militares vive bajo una estrecha vigilancia de
unos servicios secretos que se superponen a los tradicionales del Ejér-
cito. Aquí también se aplica la máxima de que «nadie está seguro en su
puesto».
Los años de prolongada guerra contra Irán han generado muchos
héroes entre el Ejército. También han generado descontento, aunque no
expresado debido a la brutal represión. Las privaciones de los irakíes
han tocado techo, y son los héroes de la guerra quienes mejor podrían,
al menos en el plano teórico, recoger la antorcha de la disidencia.
Con tantos años de gobierno e intriga a sus espaldas, Sadam ha op-
tado una vez más por la adopción de medidas profilácticas. Desde el ar-
misticio se suceden las purgas en el seno del Ejército. Ya han desapare-
cido muchos generales, héroes populares ensalzados durante años por
el régimen, hoy víctimas de extraños accidentes.
El general Adnan Jairallah, ministro de Defensa desde 1980 y empa-
rentado con el presidente Sadam Husein, falleció el pasado año víctima
de un extraño accidente de helicóptero. Dicen que el aparato, una má-
quina norteamericana pilotada por el propio ministro, cayó al desequili-
brarse a causa de una tormenta de arena que le sorprendió en el Kurdis-
tán en junio de 1989. Nadie osa poner en duda públicamente la versión
oficial. Los observadores y fuentes de servicios especializados dicen
simplemente que la muerte de Adnan Jairallah fue un asesinato. Jaira-

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llah, cuñado del presidente y originario de Takrit, era un militar muy
respetado en el seno del Ejército por su actuación durante la guerra
contra Irán. Además, parece que había tomado partido por su herma-
na Sayida en el conflicto familiar generado cuando Sadam Husein la re-
pudió.
Otro militar, el general Taher el Rachid, comandante del VII Cuer-
po, muy apreciado por sus hombres y convertido en un héroe popular
por su valentía durante la guerra, murió al explotar su avión justo des-
pués de firmarse el armisticio con Teherán. El general Abdel Aziz Ha-
dithi, comandante del V Cuerpo, falleció poco antes cuando su helicóp-
tero chocó, según la versión oficial, debido al mal tiempo.
Esta oleada de represión ha costado más vidas. La Newsletter Al Ja-
dea al Tayar, una publicación confidencial árabe editada en Londres,
asegura que 17 pilotos de la Fuera Aérea fueron ejecutados en abril.
También fueron detenidos e interrogados numerosos familiares y cono-
cidos. Entre los detenidos estarían los generales Husein Zahi, Husein
Haddam, Saad Resim, Kanaan Jorshed y Ridha Hachim.
Después de estas detenciones se constituyeron tribunales militares
en Bagdad, Basora y Mosul para juzgar a centenares de oficiales que ha-
brían «faltado a su deber» durante la guerra del Golfo. Esta mascarada
terminó a mediados de mayo con la ejecución de 38 altos oficiales y me-
dio centenar de subalternos. Según Amnistía Internacional, desde que
terminó la guerra irano-irakí un centenar de héroes del conflicto han
desaparecido o muerto en extrañas circunstancias en Irak. Ellos po-
dían haber sido la antorcha de la revolución contra Sadam. Ahora es im-
posible.

Los últimos golpes


Fuentes de inteligencia aseguran que, durante este año, Sadam Hu-
sein ha tenido que hacer frente, al menos, a dos conatos de rebelión. El
primero, y parece que el que entrañó un mayor peligro, fue organizado
por un grupo de oficiales del complejo militar de Al Chargat, próximo a
Mosul. El objetivo del complot era atentar contra Sadam durante un
desfile militar. Al parecer unos doscientos conjurados fueron detenidos
y se ignora su suerte. Probablemente, torturas y muerte.
A principios de julio, fuentes diplomáticas británicas aseguraron
que se había arrestado a un grupo de unos cuarenta importantes oficia-
les superiores. Entre ellos estarían tres personajes clave: el popular ge-
neral Maher Abdel Rachid, vencedor de la batalla de Fao contra Irán; el

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general Hamid Chaban, comandante de la aviación durante la guerra y
el general Leith Mohamed, adjunto al director del servicio secreto del
Ejército.
A finales de agosto la prensa británica recogía la noticia de que, po-
cos días antes de la invasión de Kuwait, 120 oficiales irakíes habían sido
ejecutados por negarse a combatir a «un país árabe hermano». También
se supo que el 4 de agosto, 48 horas después de la invasión, doce oficia-
les superiores fueron ejecutados por pedir una audiencia a Sadam Hu-
sein, para prevenirle de los peligros que corría Irak tras la ocupación del
emirato y, especialmente, de la amenaza de un ataque e invasión nortea-
mericana.
Los militares nacionalistas irakíes temen una acción militar demole-
dora contra su país que le impediría levantar cabeza en muchos años.
No en vano, en círculos influyentes de Turquía e Irán se analizaba deta-
lladamente en las últimas semanas cuál sería el destino de Irak en caso
de que fuesen derrotados Sadam Husein y el poder del Baas. Turquía
aspiraría a anexionarse el Kurdistán irakí, al norte. Irán querría bajo su
dominio las tierras del sur y, sobre todo, los lugares santos de Nayaf y
Kerbala, los más sagrados tras La Meca y Medina, cuna de grandes pen-
sadores chiíes y lugar donde el ayatola Ruollah Jomeini vivió exiliado
entre 1964 y 1978 hasta que Bagdad lo expulsó hacia París.
Frente a esta situación, diversos testigos, que hablaron con militares
irakíes en Kuwait durante los primeros días de la invasión, aseguran que
algunos oficiales deseaban desertar a Arabia Saudí pero que, finalmente,
el temor a la brutal represión que se ejercería sobre sus familias les hacía
desistir de sus propósitos.
A la luz de estos acontecimientos la invasión de Kuwait podría ana-
lizarse como una huida hacia adelante de Sadam Husein para contener a
un ejército endurecido por ocho años de guerra y poseedor de sofisti-
cado armamento. La lucha en las marismas de Chat el Arab ha propor-
cionado gloria pero no victoria a los militares. En esta situación sería fá-
cil que éstos recogieran la antorcha del descontento popular provocado
por las privaciones económicas, que agudizan además el deseo de liber-
tad personal privada y pública.
En los primeros días de noviembre comenzaron a percibirse las pri-
meras señales de erosión interna en el régimen, y especialmente en el
ejército irakí. Los servicios occidentales de Inteligencia filtraron esta
vez a toda velocidad sus informaciones. El 8 de noviembre se conoce
que Sadam Husein ha cesado a su jefe de Estado Mayor, el general N i -
zar Jazraji, por sus críticas a la invasión de Kuwait. El dictador no lo
eliminó, dato significativo, sino que lo aisló en un lugar de «no trabajo».

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Su sustituto es el general Husein Rashid, considerado como un oficial
altamente competente, que era el segundo del general Jazraji. El general
Rashid condujo con éxito en 1988 un ataque irakí contra las fuerzas ira-
níes en la isla de Fao.
Otro relevo, éste civil, importante fue el del ministro del Petróleo,
Isam Chalabi, cesado el 28 de octubre y reemplazado por el general Hu-
sein Kamel, primo de Sadam.
El cambio más explosivo vino días después, el 14 de noviembre,
cuando fue fulminantemente depurado el gobernador instalado en Ku-
wait, A l i Hasan al Majid, también primo de Sadam, sustituido por un ve-
terano del partido Baas, Aziz Saleh al Numan. Días antes desertaban a
Turquía un capitán irakí, acompañado por 100 soldados y suboficiales y
30 civiles. Declaraciones de este oficial a la BBC de Londres señalaban
que Sadam había ejecutado a seis generales y ciento veinte oficiales, desde
la invasión de Kuwait, por oponerse a la operación y llamar la atención
sobre la peligrosa respuesta que se podría provocar por parte de E E U U .
Tales indicios, esperados con ansia por los servicios occidentales de
Inteligencia, muestran las primeras grietas en el hermético edificio del
poder de Sadam. Por ahora, él sigue siendo el Estado, tal vez el partido,
pero ya no todo el Ejército.

El clan de los Takritis


Sadam le debe mucho a su familia y a la gente de su pueblo. Deuda
pagada con creces por los muchos beneficios que han obtenido del lí-
der. El mis irakí nació en 1937 en Takrit, a unos 150 kilómetros de Bag-
dad. Takrit era una ciudad pobre, cuna de agitadores anticolonialistas y
nacionalistas. Con los años las gentes de Takrit designadas por Sadam
para ocupar puestos clave o de su más inmediato entorno se han multi-
plicado y la ciudad es uno de los pilares del partido Baas en Irak. La an-
taño villa provinciana es hoy una ciudad moderna, donde se alternan las
ricas residencias y productivas granjas de los takritis que han prospe-
rado amparados por el régimen.
En algunos momentos el Baas y la cúpula del Estado irakí parecía
una empresa familiar. Hasta tal punto que muchos altos funcionarios
del régimen dejaron de utilizar el nombre de Al Takrit que les corres-
ponde por su procedencia. Es una forma discreta de no llamar la aten-
ción ni despertar rumores sobre nepotismo. Sadam Husein al Takrit
queda reducido al funcional Sadam Husein. Muchos más siguieron su
ejemplo.

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E l clan de los takritis se ha implantado sobre todo en la seguridad, la
defensa, los servicios secretos y la diplomacia. Muchas veces, un diplo-
mático takriti tiene más influencia que el propio embajador. Los takri-
tis, además, han sido los principales beneficiarios de la política de priva-
tizaciones que el Gobierno lleva a cabo desde 1987.
Los takritis han comprado a bajo precio acciones de las sociedades
privatizadas para revenderlas después a precios exorbitantes. De este
comercio se han beneficiado los miembros takritis de los clanes Tolfah
(la línea materna de Sadam) y Majid (la línea paterna).
Aunque parece que Sadam no practica directamente la corrupción,
sí parece alentarla a su alrededor como buen dictador que conoce las
fuentes y el equilibrio del poder. Cuatro familias takritis están bajo su
punto de mira: Al Mayid (de la familia de su yerno Husein Kamal), Al
Bakr, Al Tolfah y Al Sebah.

Señor 5%
Personaje clave es Jairallab al Tolfah, padre adoptivo, tío materno y
suegro de Sadam Husein. Ha amasado una importante fortuna, eva-
luada en unos 500 millones de dólares. Al suegro de Sadam se le conoce
como «señor Jairallah controla además diecisiete sociedades y ha
sido uno de los principales beneficiarios de la política de privatización
que realiza el régimen irakí desde 1987.
Sin embargo, hay un numeroso grupo de takritis que parece haber
sido depurado o parcialmente sancionado durante los últimos años e in-
cluso meses. Uno de ellos podría ser su suegro Jairallah. Aunque aún
presidía la asociación de excombatientes, diversas fuentes señalan que le
ha sido incautada su fortuna y se ha procesado por corrupción a los di-
rectores de sus empresas que están sometidas a investigación.
Una de las explicaciones de este súbito cambio de fortuna entre los pró-
ximos a Jairallah estaría en las desavenencias conyugales entre Sadam y su
esposa Sayida. Esta situación podría ser también el origen del escándalo que
estalló en 1988, cuando Uday, hijo de Sadam y Sayida, tomó partido por su
madre en el conflicto familiar y mató a un escolta del presidente. Tras pur-
gar su culpa durante una temporada, parece que Uday vuelve a ser el presi-
dente del Comité Olímpico de Irak e, incluso, ocupa el cargo de adjunto
del director de los servicios de información del Interior.
También está relacionada con este problema familiar la muerte del
primo y cuñado de Sadam Husein, general Adnan Jairallah. Héroe de la
guerra y ministro de Defensa desde 1980, Jairallah murió misteriosa-

-59-
mente en un accidente de helicóptero en junio de 1989 tras defender a
su hermana. Quizá su muerte también tiene otra explicación: Jairallah
murió por ser sospechoso de encabezar un movimiento de contestación
del poder del rais. Sadam Husein tuvo que nombrar a un militar inde-
pendiente, el general Abdel Jabbar Chanchal, como nuevo ministro de
Defensa para mitigar las sospechas y reticencias del estamento armado.
Otro takriti clave fue Barzan Ibrahim, quien dirigió los servicios se-
cretos irakíes hasta 1985. Con Sadam Husein crearon el Mohabarat, red
central de los servicios secretos, formado por 125.000 hombres bajo el
principio de que cada irakí es un informante en potencia.
La suerte de Adnan Barzan Ibrahim, hermanastro de Sadam, empezó
a declinar tras la muerte de la madre de ambos en agosto de 1983. Rele-
vado de sus funciones y apartado de la corte de Bagdad, Barzan dirigió
una sublevación de takritis en enero de 1986. La aventura de dirigir a ese
grupo de relegados por el poder le costó cara, pero no la vida. Barzan
Ibrahim fue enviado al exilio dorado de Ginebra. Su misión fue un sar-
casmo: representante irakí ante la comisión de Derechos Humanos de la
O N U . También el paso del tiempo ha favorecido a este familiar y, según
diversas fuentes, Barzan tuvo un destacado papel en la reciente negocia-
ción que ha llevado al restablecimiento de las relaciones diplomáticas en-
tre Irak e Irán. Según otras informaciones, Barzan Ibrahim fue llamado a
Bagdad el 15 de junio y, desde entonces, no se ha sabido nada de él aun-
que podría estar detenido. Fuentes occidentales creen que Barzan había
difundido diversos rumores perjudiciales para el rais, como la ejecución
de decenas de pilotos. También eran de sobra conocidas sus ideas prooc-
cidentales y sus vínculos con Gran Bretaña.
Con Adnan Barzan cayó otro militante histórico, Haithem al Bakr,
hijo del expresidente Ahmed Hasan al Bakr. Este último murió sospecho-
samente envenenado en 1982, al mismo tiempo que se rumoreaba su posi-
ble retorno a la jefatura del Estado.
Después de esta experiencia Sadam Husein parece que no ha querido
dejar jamás a un todopoderoso familiar a cargo de los servicios de con-
traespionaje y ha optado por hacer rotar el cargo entre el clan de los tak-
ritis. Entre ellos están A l i Hasan Majid, posteriormente ministro de
Administración Local, y Fadhil Barrak al Takrit. Barrak, primo de Sa-
dam Husein cayó en desgracia hacia el 15 de mayo de 1990. Desde la
presidencia se denunció un complot de los servicios secretos británicos
alentado por el propio Barrak. Entie los detenidos figuraban diplomáti-
cos irakíes destinados en Jordania y el que fuera adjunto de Barrak en
los servicios secretos: Jalil Chaker, conocido en los medios policiales y
de inteligencia por su predilección por la utilización del Thalium, ve-

-60-
neno de origen soviético detectado en numerosos cadáveres de oposito-
res irakíes muertos en Occidente.
Barrak se salvó in extremis de la acusación de corrupción y actual-
mente parece que ocupa el cargo de consejero del presidente para asun-
tos de contrainformación. Quien quedó fuera fue el jefe de la Guardia
de Sadam, Haj Abid Hasan al Majid, primo hermano del rais y desti-
tuido en julio.

Los hombres del presidente


Tras esta serie de depuraciones los takritis mejor situados junto a Sa-
dam son: Wadbane Ibrahim Takrit, responsable de los servicios secretos
en el exterior, y Sabawi Ibrahim Takrit, a cargo de los servicios secretos
en el interior. Ambos son hermanastros de Sadam Husein. Especialmente
importante y próximo al dictador es Sabawi, que dirige el Mohabarat en
sus secciones de inteligencia militar y espionaje. Dentro de sus competen-
cias está la de proteger a dirigentes y grupos terroristas, como los palesti-
nos Abu Nidal y Abul Abbas —responsable, entre otros, del secuestro del
buque Achille Lauro— radicados en Bagdad.
Husein Kamal, yerno de Sadam, es otro de los miembros del res-
tringido círculo de takritis que rodea al rais. Su cometido es hacer fun-
cionar la máquina de la guerra desde su despacho de ministro de Indus-
tria Pesada e Industria Militar. Maneja un presupuesto billonario y se
rumorea su nombre como nuevo ministro de Defensa. El general Hu-
sein Kamal y su hermano Sadam Kamal están casados con las dos hijas
del líder irakí.
Los otros hombres del presidente son Saadun Hamadi, viceprimer
ministro para Asuntos Económicos y miembro del Consejo de Mando
de la Revolución; Nizal Hamdun, exembajador en Washington y conse-
jero especial sobre Estados Unidos; Izat Ibrahim, delegado de Sadam
Husein en el Consejo de Mando de la Revolución y Taha Yasin Rama-
dan, primer ministro delegado.
En esta alta y selecta cúpula de poder también se han oído, o más
bien se suponen, voces disidentes. El 18 de septiembre de 1990 el Con-
sejo de Mando de la Revolución hizo pública la renuncia de Saadun
Chakir. Oficialmente se adujeron motivos de salud; extraoficialmente
se supo que se trataba de diferencias con Sadam.
En el restringido círculo de ocho miembros del Consejo de Mando de
la Revolución, que concentra en sus manos los poderes fundamentales,
no se había producido ninguna dimisión desde 1979. Sí había habido

-61 -
purgas, ejecuciones o accidentes sospechosos, pero ninguna renuncia
fue voluntaria. Fuentes kurdas aseguran que Chakir ha sido ejecutado
ateniéndose al procedimiento habitual del régimen. Otros informadores
aseguran que los estrechos vínculos con el rais le han salvado la vida
aunque se encuentra detenido.
Chakir era un amigo de la infancia de Sadam Husein. Juntos com-
partieron muchas horas en las calles de Takrit y en la casa del padre
adoptivo y futuro suegro del rais, Jairallah Tolfah. Además Sadam siem-
pre estuvo en deuda con Chakir, que fue quien le ayudó a escapar de la
prisión cuando fue encarcelado en los años sesenta. Años después, Cha-
kir ayudó a su amigo a construir una red de inteligencia, con varios bra-
zos en la que una rama espiaba a su vez a la otra.
Saadun Chakir, ministro del Interior desde 1979 hasta 1987, renun-
ció aparentemente por los fallos cometidos al no detectar a tiempo la
preparación de una serie de atentados que asolaron la capital irakí. Aun-
que Chakir permaneció en el Consejo de Mando de la Revolución no
volvió a ser nombrado para ningún cargo relacionado con los servicios
secretos.
La desaparición pública de Saadun Chakir es significativa: él fue un
hombre del presidente. Al irse no arrastra consigo ningún grupo, puesto
que no hay militantes ni disidentes detrás suyo. Pero el episodio es sinto-
mático y hace intuir la existencia de oposición en el Interior. No es fre-
cuente que en un momento de especial tensión y crisis externa hombres
de tal calibre, que han gozado de tanta confianza, dejen solo al rais.
Capítulo aparte merece el ministro de Exteriores Tareq Aziz. Cris-
tiano nestoriano, es ministro de Exteriores desde 1983. Artífice de deli-
cadas negociaciones, cumple el papel de «hombre liberal» del régimen de
Bagdad. Con Tareq Aziz, Sadam Husein matiza un poco la fama san-
grienta de su régimen y demuestra que, en Irak, no se discrimina a nadie
puesto que se confía un puesto de tal importancia a un miembro de una
minoría religiosa. Su presencia sirve para recordar que Michel Aflaq,
fundador del Baas, también era cristiano, aunque de rito griego orto-
doxo.
Nacido en 1936 en una aldea cristiana de Mosul, conserva ciertas
formas que le distinguen de sus colegas chiíes o suníes. Especialista en
literatura inglesa, licenciado por la Universidad de Bagdad, Aziz tiene
aires cosmopolitas y una vasta cultura que impresiona a sus interlocuto-
res. Domina ampliamente todo tipo de temas relativos a la economía, la
historia y las ciencias políticas. Es uno de los teóricos del Baas y un
aliado incondicional de Sadam en la lucha por la conquista del poder y
el triunfo de la causa baasista a cualquier precio, incluso el de la sangre.

-62-
Tarek Aziz es miembro del Consejo de Mando de la Revolución, de
la dirección regional del Baas y viceprimer ministro y ministro de Exte-
riores. Es uno de los cinco hombres que forman el círculo más reducido
de asesores de Sadam.
En 1980 un grupo de disidentes chiíes atentó contra Aziz durante
un acto público en la Universidad de Bagdad. Era la respuesta a la san-
grienta represión que se ejerció en esa época contra la comunidad chií.
Como ideólogo del Baas ha justificado los métodos sangrientos sobre
los que se ha erigido el régimen de Sadam y ha sido unos de sus pilares
al ocupar primero la cartera del Ministerio de Información y actual-
mente la de Exteriores.

-63-
4

LA G U E R R A DEL MILLÓN DE MUERTOS

Desde el fondo de la historia

El conflicto fronterizo entre Irán e Irak tiene su origen en rivalida-


des que se remontan a siglos de historia, herencia de las disputas entre
los imperios persa y otomano. Este último ocupó las tierras bañadas
por el Tigris y el Eufrates a comienzos del siglo xvi. Desde 1520 hasta
1914, persas y otomanos firmaron hasta dieciocho tratados sobre lími-
tes territoriales, siempre en detrimento del territorio irakí a medida que
iba retrocediendo el Imperio otomano. En 1916 el Pacto Sykes-Picot es-
tablece el reparto de los dominios del Imperio otomano en Medio
Oriente entre Gran Bretaña y Francia. Londres gobernará Mesopota-
mia, Palestina y TransJordania y Francia controlará Siria y Líbano.
Irak, primero como protectorado británico y después como Estado
independiente, conservó la soberanía sobre Chat el Arab, canal en el
que confluyen los ríos Tigris y Eufrates y asegura a la ciudad de Basora
una salida al Golfo Pérsico. El control irakí sobre esta vía, su única sa-
lida al mar, se ratificó en un nuevo convenio firmado en 1937. Este acto
fue denunciado por el sha Rezah Pahlevi en 1969, un año después de
que el partido Baas se hiciera con el poder absoluto en la República de
Irak. La intención del sha era desestabilizar al vecino régimen socialista
que ponía en peligro su futuro. El sha también proporcionó ayuda a los
rebeldes kurdos del norte de Irak. Los ideales panarabistas, socialistas y
laicos del Baas constituían un serio peligro para el régimen persa. El tra-
bajo de desestabilización tuvo éxito y en 1975 Irak firmó en condicio-
nes de inferioridad los Acuerdos de Argel.
En este nuevo tratado se reconocieron las fronteras terrestres entre
Irán e Irak fijadas en 1914 por los acuerdos Sykes-Picot. Se modificó el

-65-
paso de la frontera por Chat el Arab, que quedó fijado en el centro del
cauce profundo y así Irán obtuvo una salida propia al Golfo Pérsico ne-
cesaria para las refinerías de petróleo de Abadán. A cambio de estas
concesiones Irán cesó de inmediato la ayuda a la guerrilla kurda, que
fue derrotada rápidamente por el Gobierno irakí.
Los Acuerdos de Argel fueron denunciados por Bagdad en un pe-
ríodo de gran tensión con Irán. La triunfante revolución islámica de Te-
herán amenazaba con extenderse a otros países del Golfo y Bagdad in-
tentó utilizar la misma táctica que el sha había aplicado en su contra
unos años antes. En septiembre de 1980 Sadam Husein denuncia los
Acuerdos de Argel y decide retornar a la línea fronteriza anterior a
1975. Ello significaba que Irak pretendía el control absoluto de Chat el
Arab.
Los tanques de Sadam cruzaron la frontera y ocuparon unas impor-
tantes franjas de territorio iraní en septiembre de 1980. Pero estas victo-
rias iniciales pronto fueron contrarrestadas por oleadas de combatien-
tes iraníes dispuestos al martirio que constituyeron una barrera
sangrienta pero eficaz a los afanes de expansión irakíes. En los ocho
años siguientes la guerra quedó empantanada en las marismas de Chat
el Arab.
Irak contó de inmediato con el apoyo de Arabia Saudí y Jordania,
países árabes preocupados por la exportación de la revolución islámica
pregonada por el ayatola Jomeini. La mayoría de países del Golfo acabó
sumándose a esta alianza contra Irán, siempre con la intención de dete-
ner el avance ideológico del integrismo islámico. Francia, Estados Uni-
dos, Italia y la R F A se encargaron de proporcionar gran cantidad de so-
fisticadas armas de todo tipo a Sadam Husein. En el otro bando, Siria y
Libia se pusieron del lado de Teherán por considerar que así se debilita-
ban los intereses estadounidenses e israelíes en la zona.
Las iniciativas diplomáticas de la O N U y de países árabes también
quedaron estancadas debido a la exigencia de Teherán de que, previa-
mente a la negociación, se declarase a Irak país agresor y se estipulase el
pago de indemnizaciones.
En estas condiciones la prolongación de una guerra de desgaste era
inevitable. De las marismas se desplazó la lucha al Pérsico, con el bom-
bardeo de petroleros a fin de provocar el colapso económico de Irán.
Las grandes compañías dejaron de cargar petróleo en las terminales ira-
níes, pero buques de bandera de conveniencia hacían el peligroso tra-
yecto y transportaban el crudo hasta la entrada del Pérsico, donde los
buques de compañías occidentales lo cargaban ya sin peligro. Así Irak
no consiguió tampoco el bloqueo económico.

-66-
Bajo el pretexto de garantizar la seguridad de la navegación por el
Golfo, E E U U incrementó sensiblemente la presencia de su fuerza marí-
tima en la región. Buques kuwaitíes fueron puestos bajo bandera nor-
teamericana para asegurar su protección. Irán respondió con el minado
del estrecho de Ormuz y los ataques sorpresa de lanchas rápidas a los
mercantes. Estas escaramuzas provocaron pocas muertes, si se compara
con las batallas en otros frentes, pero significaron en la práctica la gue-
rra abierta entre Irán y E E U U .
En otra fase de la contienda Irak empezó a utilizar armas químicas
contra Irán, impunemente pese a la condena internacional. Teherán res-
pondió a la agresión bombardeando ciudades irakíes. Le siguió después
el período denominado la guerra de las ciudades en que ambos conten-
dientes bombardearon indiscriminadamente a la población civil de las
ciudades que estaban al alcance de sus respectivos misiles.
Todas estas acciones no lograron romper el equilibrio. La superiori-
dad aérea de Irak chocaba siempre con el dominio terrestre y marítimo
de Irán en la zona de combate. El Ejército más tecnificado, mucho me-
jor dotado y preparado de Bagdad no podía detener a las oleadas de
guardianes de la revolución compuestas por voluntarios, muchas veces
niños y viejos, que morían por los ideales de la revolución islámica. Se
calcula que esta guerra ha provocado un millón de víctimas, dos tercios
de las cuales pertenecían al Ejército iraní.

Estalla el Irangate

En 1986 estalla el escándalo Irangate o Irán-contras en EEUU. El pre-


sidente Ronald Reagan había consentido o alentado la realización de cier-
tas actividades ilegales y encubiertas en la Administración norteameri-
cana, en el círculo de sus más próximos consejeros. La operación consistía
básicamente en la venta a Irán —enemigo de E E U U y país sobre el que
pesaba un embargo— de armas y repuestos militares a precios de mercado
negro, utilizando intermediarios del mercado internacional de arma-
mento. Los fondos así obtenidos, descontadas las comisiones, se destina-
ban a financiar a la contra nicaragüense, verdadera obsesión del presidente
Ronald Reagan. Irán necesitaba de estas transacciones, aunque fuera a
alto precio, ya que el armamento heredado tras el derrocamiento de sha
Rezah Pahlevi era básicamente estadounidense.
Las investigaciones del Irangate demostraron la falta de control de
Reagan sobre algunos de sus altos funcionarios, entre ellos el director
de la CIA William Casey, el consejero de Seguridad Nacional John

-68-
Poindexter y el teniente coronel Oliver North. La credibilidad de
E E U U ante sus aliados de Oriente Medio y, en especial, ante Arabia
Saudí, quedó gravemente dañada por este episodio.
En la primavera de 1988, tras varias victorias militares de Irak y el
aumento de las tensiones en el interior de Irán, Teherán decidió aceptar
la resolución 598 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que
preveía un alto el fuego sin que Irak fuese previamente designado y cas-
tigado como país agresor. El 20 de agosto de 1988 entró en vigor el alto
el fuego y cinco días después comenzaron en Ginebra las negociaciones
entre Irán e Irak bajo los auspicios del secretario general de la O N U Ja-
vier Pérez de Cuéllar.
El fin de la guerra con Teherán permitió a Sadam Husein iniciar una
sangrienta ofensiva contra la guerrilla kurda. Bagdad empleó armas quí-
micas contra la población civil y las fotografías de pueblos arrasados por
los gases letales que no discriminan entre combatientes y la población ci-
vil dieron la vuelta al mundo. Sadam Husein reconoció la amplitud de la
ofensiva militar contra los kurdos pero negó el empleo de armas químicas
en la lucha. Pocos le creyeron, ya que comisiones internacionales inde-
pendientes y de la O N U ya habían demostrado el empleo de armas quí-
micas por Irak contra los combatientes iraníes. La ofensiva contra el pue-
blo kurdo provocó un éxodo masivo. Unos 100.000 kurdos se refugiaron
en Turquía.

La partida del Líbano

Irak también recuperó posiciones en la arena diplomática tras la en-


trada en vigor del armisticio con Irán. El Líbano fue uno de sus frentes.
Bagdad decidió armar al general cristiano Michel Aún para oponerse al
creciente poder de Siria, uno de sus eternos rivales. Aún, que contaba
con el apoyo velado de Francia en Occidente, se autoproclamó presi-
dente al finalizar el mandato de Amin Gemayel sin que la comunidad li-
banesa lograra un acuerdo para nombrar nuevo presidente. Por oposi-
ción a Aún, gran parte de las fuerzas libanesas apoyadas por Siria
otorgaron la presidencia al musulmán Salim Hoss. Más de un año de
cruentas batallas han finalizado con la rendición del general cristiano
tras el cerco militar sirio al palacio de Baabda. Aún, protegido por Fran-
cia, se refugia en su embajada mientras en la calle las milicias vencedo-
ras desatan su venganza sobre sus partidarios. Los hospitales se llenaron
de muertos cristianos con terribles marcas de tortura y ejecución suma-
ria. La oleada de venganza culmina con el brutal asesinato de la familia

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de Dani Chamun, uno de los clanes tradicionales libaneses. Al amparo
de la protección siria, unos encapuchados asesinaron en su domicilio a
Chamun, a su esposa y a sus dos pequeños hijos. Sólo quedó con vida
una niña, casi un bebé.
Frente a esta cruel matanza de partidarios de Aún, ocurrida en los
últimos días de octubre, planea un pesado silencio. Coincide en el
tiempo con la consolidación de la alianza antiirakí y la aproximación de
E E U U a Siria. Los sucesos se encadenan en Oriente Medio y la invasión
de Kuwait no puede considerarse como un hecho aislado.
Las negociaciones y pactos que ha provocado pueden tener unas
consecuencias previsibles que se concretarían en un amplio pacto entre
E E U U y la URSS para zanjar globalmente los problemas de Oriente
Medio: desde el peligroso ascenso político y militar de Sadam Husein,
antes amigo y ahora enemigo a batir a toda costa, hasta la solución pac-
tada al problema palestino y el destino del Líbano y de Israel. Desde el
2 de agosto, nada de lo que pase en Oriente Medio puede aislarse: ni
el pacto que negocian sirios e israelíes sobre el Golán, ni la pax siria im-
puesta en Líbano, con aquiescencia de E E U U y quizás Israel, ni la ma-
tanza del 8 de octubre en la explanada de las mezquitas. La segunda gue-
rra del Golfo es una guerra global, con un frente continuo entre Bagdad y
Jerusalén, las arenas de Dahrán y Beirut, Ankara y Teherán.

La herencia de la guerra
Sadam no se libraba aún de la herencia de su absurda, sangrienta,
cara e inútil guerra de ocho años con Irán cuando emprende la aventura
desesperada de invadir Kuwait para asaltar sus ricas arcas. El balance de
Irak, dos años después de terminar la primera guerra del golfo, era
duro. Aunque rico en petróleo, Irak ha hecho grandes inversiones en ar-
mamento. Tiene el Ejército mejor armado, en cantidad y calidad, de la
zona. También es el Ejército más numeroso: un millón de soldados. De
éstos, unos 300.000 forman el cuerpo central de la milicia, bien arma-
dos, entrenados y curtidos por la guerra. El resto, que no hay que des-
merecer, es una fuerza de choque menos cualificada pero muy nume-
rosa y capaz de oponerse al atacante.
Durante ocho años Irak se ha endeudado a fuerza de comprar arma-
mento y pertrechos para este Ejercito. Ha velado por que no pasase
como con las armas del depuesto sha de Irán: muy sofisticadas, muy
modernas, pero... sin piezas de repuesto. Los ayatolas que las hereda-
ron tuvieron grandes dificultades para utilizarlas en la guerra irano-

-70-
irakí. Muchos aviones permanecieron en los hangares al no poder ser
reparados y en el mercado negro de las armas se cotizaron alto los pre-
cios de las piezas de repuesto.
Al final, el montante de la deuda supera los 70.000 millones de dóla-
res. De éstos, aproximadamente, la mitad lo constituyen aportaciones
de los países árabes que tomaron partido por Irak, como Kuwait o Ara-
bia Saudí. En repetidas ocasiones, Sadam Husein ha dicho que esta
deuda debe serle condonada ya que con la guerra contra Irán se atajó la
extensión del islamismo integrista. Irak no ganó la guerra, pero sobre
todo impidió que la ganara Irán. Ésta sería la tesis irakí para evitar pagar
esa parte tan importante de la deuda.
El resto ya es más difícil. No se trata directamente de petrodólares
sino de préstamos de bancos occidentales o impagados de material. En
estos casos se ha ido renegociando hasta el estallido del conflicto. Ello
provoca una importante sangría en el Estado irakí, que ha de pagar
enormes sumas en concepto de intereses. Es el ciclo infernal de la deuda
en que está inmerso un país que tiene importantísimas reservas petrolí-
feras, y por ende, enormes riquezas naturales.
Una parte importante de esta deuda corresponde a las compras de
armamento que Irak hizo a Francia. Con este país, Bagdad edificó una
relación especial. Fue su cabeza de puente en Europa desde que en los
años 70 firmó los primeros acuerdos con el Gobierno derechista del
presidente Valéry Giscard d'Estaign y con Jacques Chirac a la cabeza
del Ejecutivo.
Del total de la deuda, la mitad está en petrodólares, el resto en ma-
nos de acreedores occidentales. De estos 35.000 millones de dólares que
Sadam Husein debe a Occidente, entre 4.000 y 5.000 constituyen la
deuda francesa. Es una parte muy importante a la que se suma el blo-
queo de pedidos provocado por el fin de la guerra y, desde mayo, por
los impagados. Hubo una época en que las cadenas de ensamblaje de los
misiles Exocet trabajaban exclusivamente para Irak. Así, durante
años. Otras grandes empresas, como Dassault, entre otras, vivieron si-
tuaciones semejantes. Hoy eso se acabó para empresas grandes y peque-
ñas, que también han resultado perjudicadas como esos talleres que
proporcionaron a las tropas irakíes uniformes, botas, cascos o armas de
pequeño calibre.
Acabada la guerra, viene la época de la reconstrucción. Se hacen am-
biciosos planes para mitigar las heridas de la guerra y el descontento
por un final sin victoria clara a pesar del millón de muertos. Pero los
ambiciosos planes son difíciles de aplicar ante lo exiguo del presu-
puesto. Tampoco es fácil aumentar los ingresos accionando la palanca

-71 -
para producir más petróleo. Los precios son bajos y lo único que se
consigue es mermar las reservas.
Bagdad no ha querido seguir el rosario tradicional de los grandes
deudores, es decir, negociar con el FMI o con el Club de París para
reescalonar el pago de la deuda de forma satisfactoria para los acreedo-
res y adoptar unas medidas económicas en Irak que garanticen la pro-
ducción, la rentabilidad y, por tanto, el pago de la deuda. Pero apartarse
del camino tiene sus consecuencias. Bagdad se encuentra ahora en ban-
carrota e incapaz de afrontar los pagos más inmediatos. Aunque desde
1988 los números han mejorado algo por el aumento de los ingresos de
petróleo de 12.000 millones en 1988 a los 15.000 millones de 1989.
Pero esto no significa una solución. Las importaciones civiles para
este año se estiman en unos 11.000 millones de dólares. Las militares
—pese al armisticio el Ejército sigue movilizado—, costarán unos 5.000
millones de dólares. A ello hay que sumar unos 3.000 millones en pago
de intereses de la deuda y otros 1.000 millones que salen fuera en con-
cepto de divisas que sacan los trabajadores extranjeros. El balance es,
pues, negativo.
Al no renegociar el monto total de la deuda, Bagdad ha intentado
entenderse con cada uno de sus acreedores. En algunos casos ha llegado
a acuerdos, como con la RFA, Turquía o Yugoslavia. En otros casos
este tipo de negociación ha fracasado, sobre todo con los grandes acree-
dores, como Japón, que desde 1989 ya recomendó prudencia a sus in-
dustriales, E E U U , Italia y Francia.
Estos problemas no amilanaron a Sadam Husein, empeñado desde
el final de la guerra en compensar a su pueblo herido por ocho años de
sangrienta conflagración con la construcción de un país moderno y au-
tosuficiente en el plano industrial. Poco importaba que el total de ingre-
sos por petróleo sólo bastaba para pagar las importaciones habituales,
que son muchas. Sadam no pensaba en el pago de la deuda, sobre todo
la de los petrodólares.
«Olvidadas» las deudas, el Gobierno se embarcó en un ambicioso
plan de recuperación que incluía trabajos de reconstrucción en la zona
de Basora y Fao, la más castigada por la conflagración. También se pla-
nificaron grandes inversiones en otros sectores industriales, sector pe-
troquímico, materias primas como fosfato y azufre, industria ligera
como la del automóvil, la textil y la agroalimentaria, industria militar y
agricultura. Con ello Sadam quería edificar el nuevo Irak. Un programa
que podría costar unos 60.000 millones de dólares. Imposible pagarlos.
El régimen de Bagdad no se inmutó, siguió adelante con su plan
pese a las dificultades financieras. La crisis estalló con la persistente baja

-72-
de los precios del petróleo que conducía irremediablemente a Irak a la
bancarrota total. Fue la pasada primavera. A partir de entonces se mul-
tiplicaron desde Bagdad las declaraciones belicosas y las exigencias de
un aumento de los precios del petróleo. A finales de julio, la OPEP
acordó finalmente aumentar el precio del crudo, pero quizá ya fue de-
masiado tarde para Irak. Ahora los precios del petróleo han llegado a
cotas impensables hace unos meses. Los países más ricos están prepara-
dos para afrontar la crisis, que ya no tiene las dimensiones del desastre
de 1973. Pero para Irak da lo mismo. No puede mandar su petróleo a
ninguna parte porque el bloqueo es eficaz en este sentido. Los oleoduc-
tos de Turquía y Arabia Saudí están cerrados y el puerto de Aqaba en
Jordania estrechamente vigilado. Tanto da que Sadam Husein haya
ofrecido petróleo regalado o a precio de saldo a aquellos que vayan a
buscarlo, porque es imposible. Los países del Tercer Mundo no tienen
barcos y, en cualquier caso, no disponen de medios para enfrentarse a la
poderosa flota desplegada en el Pérsico.
En estas condiciones el futuro del país es más que incierto, tanto si
estalla la guerra como en el caso de que se halle una solución negociada.
La bancarrota ya es un hecho, y en vísperas de la invasión de Kuwait
E E U U le dio la puntilla a Sadam al negarle los últimos créditos que aún
recibía.
La agricultura es un tema sangrante para Irak. Las tierras bañadas
por el Tigris y el Eufrates, el vergel más rico de la antigüedad, yacen
hoy yermas a causa de la guerra y de los desastres ecológicos causados
por una política agraria nefasta. Hasta la invasión de Kuwait los irakíes
se alimentaban gracias a las compras realizadas a Turquía, Australia,
Brasil y E E U U . Las cifras hablan por sí mismas: Irak produce apenas un
20 % de lo que necesita para alimentar a su población; debe importar el
75 % de los cereales que consume; gasta unos 2.000 millones de dólares
en importar artículos agroalimentarios de primerísima necesidad como
son cereales, alimentos para el ganado, lácteos. Irak era uno de los ma-
yores productores de dátiles del mundo. En 1976 produjo casi un mi-
llón de toneladas. En 1987 esta cantidad se había reducido a un tercio:
apenas 324.000 millones de toneladas. Irak era autosuficiente pero ha-
bía dejado de ser un primer exportador mundial.

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Arriba, un palestino herido en la plaza amurallada de Al Aqsa, el 8 de octubre, durante la
masacre de la explanada de las mezquitas en Jerusalén. Abajo, palestinos de los territorios
ocupados rezan en las afueras de la ciudad vieja de Jerusalén, junto a la puerta de Los
Leones. Su entrada a las mezquitas ha sido prohibida por las autoridades israelíes. 2 de
noviembre.
Una voluntaria irakí levanta
su fusil Kalashnikov en un
desfile realizado en las calles
de Bagdad.

Kimberly Cano, de Hudson,


Florida: soldado del regi-
miento de Aviación de la 18
División Aerotransportada,
en Arabia Saudí. 22 de sep-
tiembre.
Marinos españoles suben a
la corbeta Diana, antes de
que zarpe hacia el Golfo
para relevar, con la Cristina,
a la Descubierta y la Caza-
dora. 16 de octubre.

Un soldado embarcado en
la fragata e s p a ñ o l a Santa
María exhibe su equipo es-
pecial con máscara preven-
tiva contra la guerra quí-
mica. 4 de septiembre.
Arriba, el general Norman Scwarzhopf, comandante en jefe de las fuerzas conjuntas
norteamericanas desplegadas en toda la zona del Pérsico. Foto del 31 de agosto durante
un viaje de inspección. Abajo, dos soldados norteamericanos se afeitan en un improvisado
tocador levantado en las arenas del desierto saudí. 5 de noviembre.
Arriba izquierda, el ministro soviético de Exteriores, Eduard Shevardnadze, vota su apro-
bación a la octava resolución contra Irak del Consejo de Seguridad de la O N U . 25 de
septiembre. Derecha, Eduard Shevardnadze y el secretario de Estado norteamericano,
James A. Baker III, en uno de sus varios encuentros durante la crisis. Abajo, el secretario
de Defensa de E E U U Richard Cheney, hace un brindis con oporto junto a su colega por-
tugués Fernando Nogueira. El objetivo era disponer de facilidades en las bases de Azores.
22 de septiembre.
Arriba izquierda, el emir de Kuwait, jeque Jaber al Ahmed al Sabah (con gafas oscuras),
llega al Aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, el 25 de septiembre. Derecha, el
emir Jaber al Ahmed al Sabah, muestra en su exilio de Yeda, Arabia Saudí, un regalo de
la rica comunidad kuwaití refugiada en la ciudad saudí. 13 de octubre. Abajo, el ministro
de Exteriores kuwaití en el exilio, jeque Sabah al Ahmed al Jaber al Sabah, expone la si-
tuación de su país invadido ante la Asamblea General de la O N U . 25 de septiembre.
Arriba, carro blindado de vigilancia en el desierto saudí. Su misión es controlar a los be-
duinos nómadas que atraviesan la zona. 2 de noviembre. Abajo, soldado francés junto a
un helicóptero Gazelle, durante las maniobras realizadas el 9 de septiembre en los Emira-
tos Árabes Unidos.
5

LA F O R T A L E Z A DE ORIENTE MEDIO

El build up
Desde el inicio de la guerra contra Irán el régimen de Sadam Husein
ha edificado un potente Ejército que depende en gran medida de los
contratos con la URSS, Francia y Brasil, aunque también se ha preocu-
pado por la creación de una industria bélica irakí.
Bagdad comprobó enseguida que la guerra contra Irán no iba a ser
un paseo. La superioridad numérica y la fe ciega de los combatientes
iraníes contrarrestaron rápidamente las primeras victorias de Irak. Sa-
dam Husein comprendió que debía dotarse de armamento moderno
para contrarrestar estos factores. De no hacerlo, estaba perdido. Pero
Bagdad ya estaba preparado para esta eventualidad. Su especial relación
con la Unión Soviética le permitía disponer de sus sofisticadas armas.
Y una situación similar se producía con Francia.
Esta especial relación con París comenzó en los años 70 con una
primera visita del primer ministro francés, Jacques Chirac, a Bagdad.
Sadam Husein encontró en París a alguien que le escuchara y atendiera
sus necesidades. Su discurso fue escuchado en el Elíseo por el presi-
dente Valéry Giscard d'Estaign y concluyó en la firma de acuerdos con
Chirac en 1976. A partir de entonces se sucedieron los viajes entre Bag-
dad y París, ciudad que Sadam Husein visitó personalmente en 1975 an-
tes de partir unos días de visita privada al sur de Francia acompañado
por su esposa y por el matrimonio Chirac. Raymond Barre, que susti-
tuyó al alcalde de París como primer ministro, también visitó Irak en
1977 y en 1979. El ministro de Exteriores, Claude Cheysson lo hizo dos
años después. Tarek Aziz, viceprimer ministro y ministro de Exteriores
también se desplazó a la capital francesa en 1985.

- 75 -
Esta cantidad y calidad de los viajes da a entender el volumen de los
compromisos. Irak había escogido a Francia como su cabeza de playa en
Europa. Primero había pensado en España, por sus tradicionales lazos
con el mundo árabe. Pero Madrid estaba más ocupado en 1974 en la su-
cesión de Franco que en participar en la edificación de una gran nación
árabe en Irak. Y Francia en cambio sumaba las cualidades de potencia
industrial y política, siendo uno de los pilares de la C E .
Empresas como Dassault, L'Aérospatiale, Thomson, Electronique
Serge Dassault, entre otras, y decenas de pequeñas y medianas empresas
francesas han obtenido enormes beneficios del rearme irakí. Bagdad ha
recibido aviones interceptores Mirage 3 y unos 100 Mirage F-l de Das-
sault, cerca de un millar de misiles antinavío Exocet (parte de ellos desti-
nados a artillar los Mirage, y cuya eficacia quedó probada en el ataque a
la fragata estadounidense Stark en el que murieron 37 marinos), 80 heli-
cópteros tipo Gazelle, misiles tierra-aire Roland y misiles anticarro Hot
y Milán, centenares de vehículos de transporte de personal tipo Pan-
hardy radares tipo Tiger G de defensa contra ataques aéreos a baja alti-
tud fabricados por Thomson-CSF. Se había negociado un acuerdo para
equipar a la aviación irakí con Mirage-2000, lo que significaba un con-
trato para la fabricación de 50 aviones por un importe de 22.000 millo-
nes de francos. El impago de la deuda de casi 6.000 millones de dólares
contraída con diversos proveedores franceses bloqueó esta compra y
otras desde el 15 de mayo de 1990. Esta medida afecta fundamental-
mente a los contratos en curso de negociación que ahora son investiga-
dos por la Comisión Interministerial de estudio para las exportaciones
de material de guerra.
En un reciente salón militar de Bagdad, los expertos se sorprendieron
al ver el armamento de que disponía Irak, las piezas que fabricaba y las
modificaciones que se habían realizado en algunos de los aparatos.

Mejorando las existencias


Irak fabrica bajo licencia carros T-72 soviéticos y a la versión T-55
se le había cambiado el cañón de origen de 100 mm. por el 2A46
D-81TM de 125 mm., mucho más potente y pensado para artillar los
T-72. Los delegados franceses observaron también sorprendidos que
sus Mirage Fl habían sido cargador con misiles tierra-aire soviéticos.
Los ingenieros irakíes lograron modificar el alcance de los misiles Scud,
ahora llamados Al Husein (600 km. de alcance) y Al Abas (800 km.),
aunque se desconoce la precisión de los mismos.

-76-
Otras novedades en la investigación de armamentos de Irak y en la
fabricación de prototipos incluían el desarrollo de un sistema propio de
antimisil Fao-1, la presentación de dos bombas dirigidas por láser o por
un sistema de vídeo y la gama completa de minas navales Sumer, que se
activan por un sistema múltiple acústico y magnético.
Ante tan sofisticado despliegue los expertos se preguntaron de qué
forma Irak había avanzado tanto. Claro que desde hace diez años sus in-
genieros han trabajado en muchas fábricas sofisticadas de Occidente y
de países del Este, pero también fue importante la ayuda material di-
recta proporcionada por sus proveedores.
En el plano convencional el principal proveedor fue la Unión Sovié-
tica, que proporcionó a Irak su armamento más sofisticado. Moscú y
Bagdad mantienen relaciones de privilegio desde la firma del tratado de
cooperación y amistad de 1972. Por ello Sadam Husein dispone de un
importante arsenal soviético. Por ejemplo 18 cazas Mig-29 Fulcrum, una
treintena de aviones anticarro Su-25 Frogfoot, vehículos de transporte
de infantería de combate BMP-2, baterías de misiles tierra-aire SA-8 y
SA-14, misiles anticarro AT-4 y el cañón remolcado 2A36 de 152 mm.
Irak también disponía de armamento soviético más antiguo, incluso en
algunos casos demasiado antiguo, pero necesario para pertrechar a sus
soldados reservistas. Entre este armamento había unos 500 aviones
MIG-21 y MIG-23, así como J-7 de construcción china. La infantería
contaba con unos 2.500 carros T-54 y T-55 y 1.500 carros T-59. En pri-
mera línea, estos carros eran reemplazados por los más modernos T-72,
de los que disponía de unas 500 unidades, y por un millar de T-62. Irak
disponía también de más de 8.000 vehículos de transporte de tropas, en-
tre los qué destaca un millar de unidades del BMP-1 dotados de un ca-
ñón de 73 mm y de misiles anticarro Sagger y con blindaje reforzado
por los propios irakíes, que sabían de su vulnerabilidad a los bazookas,
tal como se comprobó en la guerra árabe-israelí de 1973 y en la guerra
de Afganistán.
Otro importante proveedor de armas de Irak era Brasil, con cuyos
expertos trabajó sobre satélites militares y cohetes de artillería cuyas ca-
bezas múltiples desarrolló Bagdad. También entregó vehículos ligeros
blindados EE-9 Cascavel, EE-3 Jaraca y EE-11 Urutu.
Austria vendió a Irak durante la guerra con Irán 200 cañones de
largo alcance GHN-45. España también parece que contribuyó en la
construcción de los chasis de los huevos obuses Majnoon de 155 mm. y
Al Fao de 210 mm. El diseño de estas armas, según fuentes inglesas, co-
rrió a cargo de Gerald Bull, inventor de supercañones que murió miste-
riosamente en Bruselas.

- 78 -
En Italia, el último pedido quedó bloqueado por falta de pago de
los anteriores; se trata de cuatro fragatas y cuatro corbetas que jamás
fueron entregadas y permanecen en dique seco a la espera de nuevo
comprador.

Alemania vende mejor

En el terreno de las armas químicas, el mayor proveedor ha sido la


República Federal de Alemania. Existe probada constancia de que Irak
ha utilizado gas Yperita contra el Ejército iraní y gases neurotóxicos
contra los kurdos en la ofensiva de 1988. Su nombre proviene de los ho-
rrores que su uso causó cuando fue empleado por primera vez en la lla-
nura de Ypres, Bélgica, en 1915, causando la muerte de 15.000 hombres
en una sola jornada.
Fuentes militares irakíes aseguran ahora que Bagdad dispone ya de ar-
mas químicas binarias. Estas armas altamente sofisticadas sólo estaban en
poder de EEUU. Consisten en municiones compuestas por dos contene-
dores separados que sólo se activan al mezclarse tras la explosión. Ello los
hace más seguros a la hora de ser transportados y manipulados.
Los industriales británicos participaron en la construcción de las
piezas que una vez ensambladas iban a constituir un enorme lanzador
espacial, un supercañón ideado por la Space Research Corporation del
norteamericano Gerard Bull. El 22 de marzo de 1990, este extraño per-
sonaje, genio de la artillería, apareció muerto en su apartamento de Bru-
selas con 15.000 dólares en sus bolsillos. Fuentes británicas han impli-
cado a agentes israelíes en el suceso.

El gran Berta, hoy

Desde 1960, Bull había trabajado en supercañones para Canadá,


EEUU y Suráfrica. A l parecer logró convencer a Irak para construir dos
gigantescos cañones : Baby Babylon y Big Babylon. Oficialmente debían
servir para lanzamiento de satélites. Pero ¿quién asegura que no se em-
plearían para lanzar misiles o gases tóxicos? Irak se embarcó en el pro-
yecto de los supercañones en 1987, cuando más mal le iba la guerra con
Irán. Cuando se hizo pública la detección del envío de piezas para el su-
percañón 44, las 52 piezas de que estaba compuesto ya habían llegado a
Bagdad. Los irakíes pensaban instalar estas armas en bunkeres protegi-
dos cerca de la frontera con Irán o apuntando a Israel.

-79-
Big Babylon tenía un metro de diámetro y estaba compuesto por 26
secciones que sumaban un total de 260 metros capaz de lanzar un pro-
yectil a 600 millas o un misil a 2.000 millas. Baby Babylon tenía un diá-
metro de 350 mm. y un largo de 30 metros con un alcance estimado en
200 millas. Este tipo de armamento, y más en estas dimensiones gigan-
tescas, podría no ser muy preciso. Sin embargo, jugaría a su favor el he-
cho de que podría usarse en múltiples ocasiones, no como los misiles.
Irak tiene hoy, sin duda alguna, el Ejército más numeroso y mejor ar-
mado del mundo árabe, y además está rodado y entrenado a causa de la
guerra con Irán. También posee una potente industria militar ocupada
principalmente en la elaboración de armas químicas y cohetes o misiles
de medio alcance para lanzarlas. Pero además está en vías de obtener la
bomba atómica. Efectivamente, el último capítulo de este build-up irakí
lo constituye el deseo de Bagdad de poseer armas nucleares. Los contra-
tos de los años 70 con Francia permitieron que Irak tuviera su propio re-
actor nuclear. Israel, sintiéndose amenazada por esta presencia, bombar-
deó en 1981 el reactor de Osirak en Tuwaita, muy cerca de Bagdad.
Este revés no amilanó a la cúpula irakí, que prosiguió sus compras
e investigaciones hasta hoy controladas por el Ministerio de Industria y
de Industrias Militares que dirige Husein Kamal al Mayid, primo
y yerno (está casado con una hija) de Sadam Husein. El Gobierno irakí
ya ha anunciado en repetidas ocasiones que comprará todo aquello que
no sea capaz de producir. En el capítulo de compras pocas veces se
puede llegar hasta el final y saber a qué fin último está destinada la com-
pra de determinada tecnología a Occidente. Aparentemente puede ser
un uso no militar, pero en los centros de investigación y pruebas pocos
conocen el destino de esta tecnología.

... E Israel mandó parar

El 7 de junio de 1981 la aviación israelí destruyó el reactor nuclear


de Osirak, en Tuwaita. Desde entonces Sadam aprendió la lección y
ahora los centros de investigación y fábricas de armamento están repar-
tidas por todo el país y dotados de sofisticados sistemas de detección de
ataque aéreo.
Israel destruyó el Osirak, pero se mantienen activos el francés Isis-2
y un reactor de investigación soviético. Fuentes de inteligencia británi-
cas creen que en Tuwaita se intenta enriquecer uranio to weapons grade,
por lo que se han comprado centrifugadoras, magnetos especiales y
bombas de vacío. Otro centro de investigación nuclear estaría situado

-80-
en el norte, en Mosul, y también en el noreste, en Arbil. De confirmarse
el estado de las investigaciones, Irak podría poseer la bomba atómica en
un plazo que oscilaría entre los cinco y los diez años. La CIA, en cam-
bio, dice que el plazo de obtención de la bomba atómica irakí oscila en-
tre los tres y cinco años.
La construcción de misiles irakies forma parte del top secret Project
395. Gran parte de la producción se realiza en Kerbala, donde hay un
centro de pruebas donde se habría experimentado con el último misil
irakí, el Tammuz-1, con un alcance de 2.000 kilómetros. Fuentes occi-
dentales aseguran que no existen pruebas de que Irak haya experimen-
tado con tal cohete. En cambio sí que las hay del último misil israelí,
destinado a competir con el Tammuz-1 en la zona. Se trata del Jericó-3,
con un alcance de 1.500 kilómetros, que fue probado en el Mediterrá-
neo en aguas internacionales frente a Libia, y que puede ir artillado con
cabezas convencionales, químicas o nucleares.
El problema de los cohetes y misiles irakíes estriba en que, si bien
cumplen sus objetivos en cuanto al radio de acción, no los cumplen en
materia de precisión. Ello se debería a que la Unión Soviética no ha pro-
porcionado a Irak toda la tecnología necesaria para poder hacer armas
que lleguen con precisión al punto deseado. Esta cuestión inhabilita en
cierta forma parte del arsenal, ya que Bagdad no puede estar del todo
seguro sobre el punto exacto de impacto. También éste podría ser el
origen del fracaso del envío el pasado año del cohete Abed desde el cen-
tro de investigación de Al Anbar. El cohete salió a la atmósfera pero no
pudo ser situado en órbita, dato que no ha podido ser confirmado.
Aquí Israel le ha ganado la batalla a Irak, ya que una versión del Je-
ricó denominada Shavil ha puesto recientemente en órbita el satélite is-
raelí Ofeq-2.
El combustible para los misiles irakíes se estaría produciendo al sur
de Bagdad, en Al Hillah, donde el 17 de agosto de 1989, según aseguran
diversas fuentes, se produjo una explosión que habría costado la vida al
menos a 1.500 personas. Éste es el episodio que el periodista británico
de origen iraní Farzad Bazoft, corresponsal free lance y probablemente
agente independiente de algún servicio de Inteligencia, estaba investi-
gando junto a la enfermera británica Daphne Parish cuando fue dete-
nido. Bazoft se autoinculpó posteriormente de espionaje y fue ejecu-
tado en marzo de 1990. La enfermera ha sido liberada en julio de 1990
gracias a activas gestiones diplomáticas que no lograron, sin embargo,
salvar la vida a Bazoft, que murió ahorcado. La propia prensa londi-
nense sugirió que Daphne Parish trabajaba para una rama del espionaje
británico.

- 81 -
Otros trabajos de ingeniería vinculados a la industria militar se rea-
lizan en Al Fajullah, al oeste de Bagdad. Mientras prosigue la fabrica-
ción de armas químicas, principalmente en Samarra, al norte de Bagdad
y a orillas del Tigris. La factoría produce gas mostaza que causa quema-
duras en la piel y puede matar a aquellos que inhalen una cantidad im-
portante del mismo. Otro producto de esta tenebrosa factoría son los
gases Tabun y Sarin —el «gas nervioso» utilizado, igual que el gas mos-
taza, durante la Primera Guerra Mundial—, que matan atacando el sis-
tema nervioso central.
Otras fábricas, en Badush, Akshat y Basora, producen gases quími-
cos para uso tanto civil como militar. En el campo de las armas biológi-
cas, nadie cree en realidad que los irakíes hayan producido ningún
agente, pero existe un centro de investigación en Salman Pak, muy
cerca de Bagdad, y algunos servicios de espionaje temen que pueda
usarse algún elemento contra trabajadores de los yacimientos petrolífe-
ros en caso de que Sadam decidiese atacar zonas de Arabia Saudí.

-82-
6

LA SEGUNDA GUERRA DE S A D A M

La trastienda de la invasión

El jefe de las fuerzas norteamericanas desplegadas en el Golfo Pér-


sico, el voluminoso y sutil general Norman Schwarpkopf, ha sido cate-
górico al señalar que el megalomaníaco Sadam Husein no es precisa-
mente un estúpido. La lógica de la operación kuwaití muestra no
obstante algunos fallos de coherencia político-militar como designio es-
tratégico. La sospecha de que el dictador irakí barajaba un juego global
más amplio, apuntada en los primeros días por algunos analistas nortea-
mericanos, pudo comprobarse más tarde en los informes de inteligencia
que comenzaron a filtrar cuidadosamente los servicios secretos israelíes
y británicos. El apunte casi jocoso de Tom Clancy sobre la debilidad fa-
tal de Sadam, cuando detuvo sus tropas en la frontera saudí, fue un ver-
dadero bingo de intuición estratégica. Sadam Husein tuvo, en efecto, en
sus manos un ambicioso plan para cambiar radicalmente el mapa polí-
tico de toda la península arábiga y satisfacer así sus designios de nuevo
Saladino y nuevo Nasser.
Los servicios de Inteligencia israelíes, el militar Aman y el civil
Mosad, pese a contar con una engrasada red de agentes perfectamente
arabizados, han tenido desde agosto serias dificultades para penetrar el
formidable escudo de seguridad levantado por Sadam y su entorno en
Bagdad. No obstante, sus analistas pudieron reconstruir con datos de
diversas fuentes la Gran Estrategia Árabe que orientó la iniciativa irakí
de invadir Kuwait y la siguiente y frustrada fase de penetrar en Arabia
Saudí y ocupar por la fuerza su franja petrolera de Al Hasa, en el eje
Kuwait-Dahran.
Los informes israelíes, recogidos por fuentes británicas y distribui-

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dos discretamente en capitales de Oriente Medio, subrayan que Sadam
Husein comenzó a articular su estrategia de expansión al término de la
guerra con Irán, en 1988, sobre dos líneas de progresión. La primera fue
construir una red de alianzas diplomáticas con países musulmanes afri-
canos y con estados afines situados en las estratégicas riberas del mar
Rojo: Yemen, Somalia, Sudán, Yibuti y los rebeldes eritreos. La se-
gunda, detallada en otro capítulo, apuntó a multiplicar y reforzar tecno-
lógicamente su arsenal. E l objetivo final de estas progresiones políticas
y logísticas apuntaba no a Israel, sino a Arabia Saudí y a los ricos emira-
tos del Golfo, odiados por el mundo árabe pobre y llaves del poder y la
riqueza de todo el Pérsico y de la Península Arábiga.
Las relaciones especiales de Irak con Yemen y Sudán han quedado al
descubierto en plena crisis, cuando los servicios de Inteligencia británicos
hicieron públicos sus datos sobre la presencia de aviones irakíes en Ye-
men y, con más prudencia, la instalación en Sudán de proyectiles y armas
químicas irakíes que amenazaban instalaciones militares egipcias.
El alcance final de estos datos es aún mayor según informes israelíes
y británicos filtrados en septiembre a los exclusivos boletines de infor-
mación confidencial que circulan en los medios financieros europeos y
de Oriente Medio. Fuentes norteamericanas y británicas se han hecho
eco de algunas informaciones que señalaban que el día 2 de agosto,
mientras las tropas de Sadam entraban en Kuwait, una escuadrilla de 15
aviones irakíes Mig-23, de fabricación soviética, volaba sobre el desierto
saudí rumbo a la recientemente unificada República del Yemen. Otros
informes de Inteligencia advertían ya en junio que Yemen —con un
bien entrenado Ejército de 62.000 hombres y más de 1.000 carros de
combate— estaba desplazando hacia el norte, en su frontera con Arabia
Saudí, destacamentos del sur del país, unificado apenas un mes antes.
Ya se sabe que Yemen, por casualidad miembro rotatorio del Consejo
de Seguridad de la O N U al estallar la crisis, se abstuvo en la condena a
Irak y en las sucesivas resoluciones de castigo por la invasión.
El escenario concebido por los estrategas de Sadam, señalan los ana-
listas israelíes, consistía en una operación combinada desde Irak, Ye-
men e incluso Jordania contra Arabia Saudí desde tres frentes, articu-
lada como una maniobra de continuidad tras la invasión de Kuwait.

Las mentiras de Sadam

Sadam contaría con el factor sorpresa que utilizó el 2 de agosto,


apenas pocas horas después de asegurar personalmente al presidente

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egipcio Hosni Mubarak que no atacaría al emirato. La progresión mili-
tar se realizaría en la frontera kuwaití-saudí, con al menos 100.000 sol-
dados encuadrados en una o dos columnas de la Guardia Republicana,
apoyadas por una división blindada de 300 tanques. Esta fuerza reali-
zaría un rápido avance hacia Dahran, la ciudad petrolera que sirve
ahora de capital de referencia para las tropas norteamericanas desplega-
das en el norte de Arabia Saudí. El objetivo de ese avance sería ocupar
la región de Al Hasa, entre Bahrein y Kuwait, rica en instalaciones pe-
trolíferas y con una amplia salida al Golfo Pérsico. Las posibilidades
técnicas de una respuesta eficaz por parte de Arabia Saudí eran escasas
y, si operaba el factor sorpresa y la rapidez de movimientos, no daría
tiempo para actuar en forma contundente a la Fuerza de Intervención
Rápida que mantiene estacionada E E U U en la isla Diego García desde
que fuera creada en 1979 por el presidente Jimmy Cárter.
En el mismo instante, las fuerzas yemeníes desencadenarían un
avance hacia las regiones del sur de Arabia Saudí —Azir, Najran y Jai-
zán— haciendo uso de su potencia blindada y con apoyo aéreo refor-
zado con los Mig irakíes. Durante muchos años el Ejército de la ahora
fusionada República Popular del Yemen sostuvo una permanente gue-
rra de guerrillas contra tribus de esas regiones fronterizas, armadas ge-
nerosamente por Arabia Saudí para hostigar al régimen marxista que
gobernaba Yemen del Norte. La eventual operación yemení suponía
neutralizar las tribus rebeldes y establecer una ocupación que Arabia no
estaría en condiciones de evitar debido al ataque irakí por el norte, más
peligroso para los intereses vitales del reino saudí, que cuenta apenas
con 65.000 soldados. Militarmente, la operación no ofrecía sin embargo
garantías de rápida resolución debido a las dificultades de movilizar
blindados en terreno montañoso y a la experiencia combatiente de las
tribus del norte yemení.
La prensa británica se hizo eco en forma oblicua de estos informes
aunque sin precisar tales detalles. En todo caso, un alto oficial del MI-6
viajó abiertamente a Sanaa, Yemen, a fines de agosto. La repercusión
más visible de su viaje fue un imprevisto giro a la moderación en las de-
claraciones públicas del Gobierno del Yemen y su adscripción, aunque
tibia, a las condenas hechas por la O N U a la invasión de Kuwait. Ye-
men prometió entonces que acataría el embargo contra Irak. Días des-
pués se unía a la mayoría en otra resolución contra Irak del Consejo de
Seguridad, dejando sola a Cuba, con el único voto de abstención.
El tercer elemento del plan irakí supondría una acción militar por
parte de Jordania, impulsada discretamente por el propio rey Husein.
Desde la guerra Irán-Irak, el rey Husein, antes un buen aliado de E E U U

- 85 -
y Occidente, estrechó vínculos de gran dependencia económica con
Bagdad, convirtiéndose en el principal circuito de aprovisionamiento
militar y alimentario de Irak. El uso del puerto de Aqaba proporcionó a
Jordania sus más seguros ingresos en la década de los ochenta y ali-
mentó una relación política que explica el embarazoso papel que ha de-
bido cumplir el pequeño rey en la actual crisis.
Aunque paralizado por la formidable disuasión que representa el
Ejército de Israel, Jordania cuenta con unas fuerzas armadas no des-
preciables: 4 divisiones con un total de 140.000 soldados; 1.100 tanques;
600 piezas de artillería y 107 aviones de diversa cualificación. El plan
acariciado por Sadam supondría utilizar esta potencia para crear un ter-
cer frente de invasión en Arabia Saudí, mediante un ataque aéreo y la
marcha forzada de las fuerzas jordanas hacia la región de Hiyaz, al sur
de la cual están situadas las dos ciudades santas del Islam, Medina y La
Meca.
Fuentes del Ejército israelí confirmarían semanas después de la in-
vasión que efectivamente habían sucedido algunas cosas extrañas en las
guarniciones jordanas aquella madrugada del 2 de agosto. Sin ninguna
explicación plausible —salvo el conocimiento de la operación irakí con-
tra Kuwait— las bases aéreas jordanas estaban esa noche en estado de
alerta máxima e incluso había sido habilitado para operar un centro aé-
reo, cifrado en la jerga militar como el H-4, que estaba fuera de funcio-
namiento desde hacía largo tiempo. Las tropas jordanas fueron las úni-
cas fuerzas de los países árabes de la región que estaban en alerta esa
madrugada. También son las únicas, si se descarta Yemen, que incluyen
oficiales irakíes de enlace en sus estados mayores de aire y tierra.
Es imposible saber ahora si Sadam Husein estuvo a punto de sedu-
cir para su Gran Estrategia Árabe al rey de Jordania. E l monarca ha-
chemita, acosado en la frontera por la superioridad israelí y desde dentro
por la creciente mayoría palestina que representa más del 60 % de la po-
blación jordana, se ha visto forzado a buscar en Bagdad su apoyo más se-
guro, aun a riesgo de enfriar, como le ha sucedido, sus antes privilegiadas
relaciones con Estados Unidos y Arabia Saudí, de quien debía recibir este
año, a título de ayuda económica y prácticamente a fondo perdido, una
partida de cooperación de 200 millones de dólares.
La marea integrista que reverbera en su reino, animada por la pode-
rosa organización de los Hermanos Musulmanes y fertilizada por los jó-
venes palestinos radicales e islamizados, ha producido también cambios
en el estilo del rey hachemita casado con la occidentalizada y elegante
reina Noor.
El abuelo de Husein fue una figura legendaria en la moderna histo-

- 86 -
ría de la lucha nacional árabe y amigo de Lawrence de Arabia cuando se
convirtió en el primer jeque árabe que se rebeló contra la ocupación
turca con la conocida ayuda británica. El jerife Husein era el señor de
La Meca y reinaba sobre las tribus beduinas de la hoy provincia saudí
de Hiyaz, de la que fue expulsado en 1924 por las tropas de su rival, el
rey Saud, fundador de Arabia Saudí.
La nostalgia de la grandeza de su abuelo no abandona en todo caso
al pequeño rey hachemita. No hace mucho desechaba el título de rey y
reclamaba ante el Parlamento elegido el año pasado, con un gran por-
centaje islámico, el título de jerife o guardián de su ilustre antecesor. En
esa sesión y en otros contactos políticos, Husein de Jordania ha evo-
cado igualmente la herencia que su familia porta históricamente como
guardiana de los Santos Lugares del Islam. Tal actitud ha despertado más
de alguna especulación entre los atentos observadores de Oriente Me-
dio y más de uno ha querido ver en ella una explicación no económica
de la especial relación que el monarca hachemita ha establecido con el
temible león de Bagdad.

El juego táctico y el factor tiempo

Desde el momento en que Sadam Husein detuviera su agresión en la


frontera sur del emirato kuwaití, sus perspectivas estratégicas cambia-
ron tan radicalmente de signo como sus líneas inmediatas de acción
para defender la pequeña fortaleza invadida. Los planes expansionistas
del dictador irakí, como podía leerse en un capítulo anterior, no podían
desarrollarse desde la posición defensiva a que le obligó la rápida y
enérgica reacción internacional en su contra. Las advertencias sobre tal
respuesta y en especial sobre una réplica militar decidida por parte de
E E U U , como ha sucedido, les costó la vida a varios altos oficiales del
Ejército irakí muy pocos días antes de la invasión. La fortaleza kuwaití
se había transformado en una trampa de la que, sin embargo, Sadam
Husein intentó rápidamente extraer ventajas tácticas y argumentos de
maniobra que ha sabido utilizar con indudable astucia en los tres prime-
ros meses del conflicto.
Su objetivo táctico principal ha sido ganar tiempo. Pudo en efecto
ganar horas en la desvergonzada maniobra de la falsa retirada del 5 de
agosto y preparar líneas de acción para subvertir el acoso internacional
que se le venía encima.
La primera genialidad política fue diseñar una similitud entre la si-
tuación de Kuwait y la de los territorios de Cisjordania y Gaza ocupa-

-87-
dos por Israel. La maniobra cubría al mismo tiempo varios objetivos
políticos que podrían agrietar la alianza internacional suscitada en con-
tra de Irak por la invasión.
En primer lugar, concitaba un elemento cohesionador en ciertas
masas árabes, que, según apuntaría el siempre cauto Henry Kissinger en
una improvisada conferencia dada en Madrid en agosto, constituía un
elemento que no debía despreciarse. El efecto pudo verse en la especial
atracción carismática que ha comenzado a ejercer Sadam Husein en los
radicalizados jóvenes palestinos de la Intifada. Incluso antes de los san-
grientos hechos sucedidos el 8 de octubre en la explanada de las mez-
quitas de Jerusalén, la bandera irakí y el retrato de Sadam se han inte-
grado en la imaginería de los campos palestinos. La efigie del aspirante a
nuevo Nasser y los colores verde, blanco y negro han irrumpido en co-
munidades árabes de Beirut como nuevos signos de identificación litúr-
gica que también han hecho suyos los jordanos y la enorme población
palestina exiliada en el reino hachemí. Muchos niños nacidos estos me-
ses en los campamentos palestinos de Beirut y el sur del Líbano, de Jor-
dania y de los territorios ocupados llevan el nombre de Sadam Husein.
Aunque la comparación entre Kuwait y Cisjordania no incitara a di-
visiones en el seno de las Naciones Unidas, facilitó una argumentación
bien recibida en algunos segmentos de la opinión europea y más aún en
la intelectualidad y en las masas del mundo árabe desde el Magreb al Lí-
bano. A caballo de esta estrategia, Sadam pudo articular después diver-
sas ofertas de buscar una solución negociada en el marco de los países
árabes. Aunque hasta mediados de noviembre no se vislumbraba una
perspectiva en tal sentido, las propuestas lograron frenar la decisión si-
ria de enviar más tropas a Arabia Saudí y provocó algunas vacilaciones
en Qatar, un exasociado comercial de Irak, e incluso en el seno del Go-
bierno saudí.
El tiempo, ese factor decisivo en la resolución de los conflictos, co-
menzó a jugar en favor de las batallas diplomáticas de Sadam, con este
argumento que gota a gota terminó por erosionar en los últimos días de
octubre la decisión resuelta de gobiernos como el sirio y el marroquí.
La violencia desatada desde el 8 de octubre a raíz de la matanza junto a
la mezquita de Ornar en Jerusalén dio fuerza a este leit motiv irracional,
que ha agrietado seriamente la firmeza inicial del frente árabe en el seno
de la alianza internacional contra Sadam.
La segunda arma política de S¿.dam, también eficaz en el mundo
árabe, ha sido explotar la ira latente de las masas pobres del Islam con-
tra los opulentos jeques del Golfo. En el propio Kuwait, el invasor en-
contró un caldo de cultivo apropiado en más de un millón de parias sin

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nacionalidad que sobrevivían en el emirato como mano de obra barata
encargada de los trabajos más despreciados no sólo por los jeques sino
por la rica mesocracia que ha medrado al calor del petróleo y de la po-
tente expansión financiera kuwaití.
Gran parte de este contingente apatrida procede de Jordania, del sur
de Irán, de Líbano y del norte de África, sumándose contingentes mu-
sulmanes de Pakistán y Bangladesh que no abandonaron el emirato.
Aunque el número de trabajadores inmigrantes que ha salido de Ku-
wait es elevado, la mayor parte corresponde a egipcios que hubie-
ron de huir debido a la ruptura ya personal entre Sadam y Mubarak a
raíz de la invasión. Otros fueron trabajadores asiáticos que huyeron
despavoridos tras sufrir vejaciones y abusos de los soldados irakíes. Más
de medio millón han permanecido no obstante en Kuwait, a los que
debe agregarse el importante contingente de 400.000 palestinos, la ma-
yor parte profesionales, técnicos, comerciantes y trabajadores con al-
gún grado de cualificación.
El peso demográfico que representan esos datos en un pequeño país
de menos de 2 millones de habitantes es considerable. El tiempo, otra vez,
ha facilitado a Sadam la táctica de impulsar una política de repoblamiento
con mayorías palestinas e incluso irakíes que podrían variar la composi-
ción demográfica del emirato si el conflicto y la ocupación se prolongase
muchos meses. A primeros de septiembre muchos palestinos residentes
en Jordania comenzaron a trasladarse desde los campamentos de refugia-
dos hacia el emirato, contemplado como un tierra prometida transitoria. El
plazo dependerá del desenlace de la situación, pero existe como un nuevo
dato articulado en el tablero social y político de la zona.

Los contactos secretos con Israel


Pero la estrategia más sorprendente de Sadam Husein fueron sin
duda los contactos secretos que estableció con Israel pocas semanas
después de la invasión de Kuwait. Mientras el dictador vociferaba en
público sus amenazas de un ataque químico contra Tel Aviv, su emisa-
rio especial, el pequeño rey o jerife Husein de Jordania, hacía llegar a
los israelíes un mensaje escrito del rais de Bagdad con la oferta expresa
de un pacto mutuo de no agresión en caso de estallar la guerra en el
Golfo. Los israelíes contestaron verbalmente, también a través del mo-
narca hachemita, que no tenían ningún plan de ataque contra Irak, pero
que sin duda arrasarían Bagdad si Sadam lanzaba misiles o raids aéreos
contra Israel.

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Antes de la invasión de Kuwait existieron otros contactos más di-
rectos entre Jerusalén y Bagdad, en los que participaron tres hombres
de confianza de Sadam Husein. Ellos eran su ministro de Exteriores,
Tareq Aziz; otro de sus lugartenientes, el exembajador en Washington,
Nizar Hamdun, y el representante irakí en Egipto, Nabil Nizam el Tak-
rit, miembro del clan privado que controla el entorno de Sadam. Según
fuentes israelíes, los tres políticos irakíes mantuvieron encuentros se-
cretos con altos funcionarios del Gobierno y de la Inteligencia israelíes
que no fueron identificados por las fuentes consultadas. El interés de Is-
rael era lograr un enlace permanente entre Bagdad y Jerusalén —una es-
pecie de teléfono rojo— fin de evitar que un error o un mal cálculo pre-
cipitara una guerra. Según las fuentes israelíes, Bagdad no contestó
nunca a esta oferta.
Los contactos fueron sin duda fluidos en los primeros meses de este
año, incluyendo como mediadores y garantes, además del infaltable rey
Husein, al presidente egipcio Hosni Mubarak y a un norteamericano, el
exsecretario de Defensa del presidente Ford, Donald Rumsfeld, vincu-
lado a diversos intereses en Oriente Medio. Entre los sucesivos media-
dores entre Israel e Irak figuran personajes tan sorprendentes como la
embajadora norteamericana en Bagdad, April Glaspie, cuya curiosa de-
sinformación es narrada en el capítulo sobre el liderazgo de Bush. Glas-
pie, a quien le atribuyen formación especial en los servicios de Inteli-
gencia del Departamento de Estado, sirvió efectivamente alguna vez de
portadora de propuestas israelíes, llevadas desde Jerusalén por otro de
los emisarios norteamericanos, el congresista de origen judío Norman
Berman.
El exministro de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, ac-
tualmente hombre de negocios en Oriente Medio, ha servido varias
veces como intermediario entre Bagdad y Jerusalén, según fuentes israe-
líes. Además de la reciente reunión de emisarios de ambos países,
Rumsfeld trasladó en los años ochenta, en plena guerra del Golfo, una
invitación israelí a normalizar las relaciones con Irak. Israel había pro-
puesto en 1983 a Bagdad establecer una ruta protegida para su petróleo,
a través de Jordania, a cambio de negociar alguna venta de armas solici-
tada indirectamente por el régimen irakí. Aparentemente, ninguna de
estas propuestas mutuas tuvieron resolución. Como se sabe, en 1986,
Israel ya había escogido, por razones tanto conspirativas como econó-
micas, facilitar ventas de armas a Irán, antes incluso de implicarse en los
trapícheos más sucios del Irangate. En 1987, sin embargo, el Gobierno
israelí había autorizado una reunión secreta en Washington del minis-
tro israelí de Energía, Moshe Shahal, nacido en una familia judía de Bag-

-90-
dad, con el embajador Nizar Hamdun, hoy uno de los miembros del
círculo íntimo de Sadam Husein. La reunión no llegó a celebrarse, se-
gún los israelíes, debido a una cancelación de la cita por parte del diplo-
mático irakí. Antes de este encuentro frustrado, Shahal había sido invi-
tado a Bagdad a través de una gestión personal del presidente egipcio
Mubarak, quien estaba dispuesto a viajar a Bagdad con el ministro is-
raelí. La mediación egipcia, dirigida a ensanchar el proceso de paz
árabe-israelí, habría sido boicoteada por el propio Sadam.

Acciones defensivas
La primera estrategia de Sadam fue la amenaza de la guerra total. El
20 de septiembre, todavía Sadam vociferaba que estaba dispuesto a lu-
char durante años y amenazaba con provocar un incendio global en
Oriente Medio. En una entrevista con el exprimer ministro turco Bu-
lent Evevit, dijo: «En realidad, ellos están hablando de terminar con noso-
tros en cuestión de horas. Pero quién dice que nosotros aceptaremos esa guerra
tan rápida.» En otras intervenciones Sadam advertía que los pozos de
petróleo y las aguas del golfo, fácilmente sembradas de minas incontro-
lables por las corrientes del Pérsico, podrían estallar en caso de una
agresión americana. Las acciones defensivas del dictador irakí, entre
agosto y noviembre, revelaron en realidad una notable intuición táctica,
pero una evidente discontinuidad en su perspectiva estratégica. La bús-
queda de contactos con Israel fue olvidada a las pocas semanas y susti-
tuida por una permanente amenaza verbal con la única lógica de atraer
demagógicamente a palestinos y jordanos. La secuencia de su estrategia
puede resumirse en estos puntos.

1. Anexión de Kuwait. Una vez desechado el ataque a Arabia


Saudí, consolida la anexión del emirato. Medidas administrativas
de irakización como el cambio de moneda, de documentos de
identidad y de matrículas de coches. Expulsión de kuwaitíes me-
diante medidas de coerción y despojo que los desalentaba a per-
manecer en sus hogares. Repoblamiento con voluntarios irakíes,
palestinos y jordanos. Dada la poca población kuwaití —600.000
de los 1.800.000 habitantes—, intentó crear a toda velocidad una
nueva situación demográfica. Las estimaciones señalan que a prin-
cipios de noviembre Irak había logrado establecer cerca de medio
millón de nuevos kuwaitíes, en su mayoría palestinos y emigrantes
de Irak.

-91 -
2. El arma de los rehenes. Conocedor de su eficacia en las ex-
periencias de los secuestros, Sadam concibió desde el primer mo-
mento la utilización de los retenidos extranjeros como escudo de-
fensivo y como elemento de división y chantaje a los aliados. Su
primer movimiento fue trasladar varios miles de extranjeros desde
Kuwait a Irak y distribuirlos selectivamente en instalaciones y ob-
jetivos militares. Al mismo tiempo, desde la primera visita del pre-
sidente austríaco Kurt Waldheim, en agosto, comenzó a jugar un
perverso juego del gato y el ratón, favoreciendo la libertad esporá-
dica de rehenes de algunas nacionalidades. Los rehenes le permi-
tieron a Sadam recibir a emisarios no oficiales de diversos países:
España, Francia, Gran Bretaña, Japón, a quienes utilizó en algunos
casos como arma de propaganda. Dos efectos fundamentales del
arma de los rehenes fueron paralizar durante algún tiempo la
eventualidad de un raid sorpresa —un bombardeo punitivo a ins-
talaciones militares— y debilitar el compromiso de algunos go-
biernos.
3. El desafío verbal. Durante los dos primeros meses, Sadam
mantiene un lenguaje vibrante de amenazas y desafíos. Primero,
contra E E U U , amenazando con volar los pozos petroleros y,
luego, con fines más demagógicos ante el mundo árabe, contra Is-
rael. Sus discursos amenazan con una guerra suicida y con em-
plear su arsenal químico, bacteriológico y destructivo contra todo
lo que pille a su alcance en la zona. Sus bravatas incluyen una
grave amenaza de destrucción ecológica y económica.
4. Los globos sondas de la negociación. Pasadas las provoca-
ciones de agosto y la guerra de bravatas que lanza a un Bush pro-
gresivamente furioso durante septiembre, Sadam utiliza con una
aparente generosidad el arma de los rehenes, mientras lanza glo-
bos sondas para prometer esquemas de negociación. Mediante in-
terlocutores palestinos y jordanos, Sadam emite mensajes de aper-
tura que luego desmiente sistemáticamente. Los tests le sirven
para medir las reacciones de los aliados. Entre estos globos sonda,
el más espectacular fue su sueño con Mahoma, el 18 de octubre,
donde el profeta le aconsejaba retirarse de Kuwait.

El sueño del profeta

«Oh Sadam, tus misiles apuntan en mala dirección», le había dicho en


sueño el profeta Mahoma al moderno Saladino de Bagdad. Con una luci-

-92-
dez táctica digna de academia de guerra, el profeta le dictó una receta
onírica para romper la pesadilla en que el ambicioso rais se había me-
tido. El sueño lo contó Sadam a sus ministros Taha Ramadan y Tareq
Aziz en una supuesta reunión de crisis. Fue registrado al día siguiente
en un folleto que pudo leer y reproducir el corresponsal del diario Al
Ayyam, de Bahrein. Un rotativo irakí, Al Siassa, lo contó dos días des-
pués en Bagdad dando más detalles: «El profeta se presentó a míen sueños,
vestido totalmente de blanco. Pude sentir su inquietud.»
Esta jugada onírica fue sin duda el primer indicio objetivo de que
era posible encontrar alguna inflexión por parte de Bagdad. Los agentes
franceses más expertos en la cultura árabe atendieron con seriedad a la
señal. Bajo la bruma de su sueño, Sadam sugería por primera vez que
Kuwait podría ser negociable a cambio de un control de las islas que le
cerraban el paso irakí a las aguas del Pérsico. Sadam Husein pronto co-
menzó a emitir señales más directas en declaraciones realizadas a revis-
tas argelinas, a la televisión japonesa, a los emisarios que viajaban a Bag-
dad a rescatar rehenes o transmitir mensajes de mediación.
Sadam concentró sus mensajes de velada apertura en tres direccio-
nes: Francia, países árabes del norte de África y Moscú. La misión del
consejero soviético Evgueni Primakov, finalizada el 28 de octubre, re-
dondeó su esquema de ofertas de negociación en el recurso a un marco
interárabe como el propuesto por Mijail Gorbachov y, con otro enfo-
que, el presidente francés Mitterrand.
A pesar de su brutal y amenazante demagogia, los psicólogos de la
CIA consideran que Sadam Husein ama el juego del poder y no el de
la gloria: «Él no está interesado en arder sino en sobrevivir en el poder.» Esta
opción puede llevar a Sadam a negociar in extremis la devolución del
emirato a cambio de una salida que le permita salvar el honor.
Sus intrincadas tácticas de sondas y de mensajes habían logrado en
octubre calar en lugares sensibles como los emiratos del Golfo y la pro-
pia Arabia Saudí. Muchos dirigentes árabes comprendían con empatia
cultural la necesidad de salvar el honor, concepto que incluso el acé-
rrimo enemigo de Sadam, el presidente sirio Hafez el Assad, parecía
dispuesto a comprender.
Ya en septiembre, Bagdad perfilaba en sus sondas esquemas para ne-
gociar una retirada: la asociación de Irak y Kuwait; la garantía de los ac-
cesos al Golfo a través de las islas kuwaitíes de Bubiyan y Warba; un
acuerdo sobre los derechos irakíes a los pozos de Rumaila. Con algunas
variantes, este esquema se reproduce durante septiembre y octubre en
una febril agenda de reuniones secretas en Europa, en los países árabes
de la zona, en el Magreb. Túnez sirve de escenario para encuentros indi-

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rectos entre el ministro irakí Tareq Aziz y el enviado francés Claude
Cheysson, exministro de Exteriores, con la mediación de Yaser Arafat,
mediador también, según dijeran en Bagdad, de la libertad de los rehe-
nes españoles. Argelia es durante dos meses un buzón de mensajes entre
Bagdad y París que finalmente dan fruto sin necesidad de que el Go-
bierno francés, al menos hasta inicios de noviembre, mostrase ninguna
debilidad en su determinación de luchar contra Sadam.
El esquema de negociación aceptado por Bagdad, a finales de sep-
tiembre, es el siguiente:

1. Retirada parcial de Kuwait. Eventualmente, de la zona atri-


buida a la 19 provincia, mientras Irak se reserva la zona norte, ads-
crita como región de Sadamia al Mitlaa a la provincia irakí de
Basora, y el control de las islas de Bubiyan y Warba. Esto propor-
cionaría a Irak el control del rico campo petrolero de Rumaila y el
acceso al Golfo.
2. Retirada de un 50 a 80 % de las tropas del territorio kuwaití.
3. Realización eventual de elecciones para escoger un nuevo
gobierno en el territorio kuwaití que abandonaría Irak, aunque
probablemente excluyendo de las listas de votantes a los kuwaitíes
emigrados tras la invasión e incluyendo a los irakíes implantados.

Aunque estas ofertas fueron cada vez más frecuentes, a medida que
progresaba la escalada de hombres y pertrechos americanos en el de-
sierto saudí, Sadam Husein había reforzado en la primera semana las
defensas de Kuwait elevando a 265.000 las tropas desplegadas en el emi-
rato. Las respuestas, tanto de E E U U como de los demás aliados, no die-
ron pie a ninguna brecha en la exigencia inicial votada en la O N U : reti-
rada incondicional y total de Kuwait.
En noviembre, cuando sonaban de nuevo los tambores de guerra, la
salida negociada parecía improbable. Sin embargo, Sadam se reservaba
hasta el último minuto cartas para lograr una división entre los aliados.

Los amigos de Irak

Cuando Sadam recibió en Bagdad al exprimer ministro turco Ece-


vit, convertido en periodista que i o entrevistaba para Milliyet, un perió-
dico de considerable difusión, el dictador subrayó: «Irak no está solo» y
«cuenta con más aliados en el Golfo».
En la realidad, el único aliado serio que podría obtener Sadam era

-94-
su exadversario Irán. Aunque según algunos analistas la situación po-
dría conducir hacia una inevitable alianza Irak-Irán, la cautelosa aper-
tura del presidente iraní Rafsanjani a Occidente hace dudar de ese cálcu-
lo. La impresión es que Rafsanjani, el hombre fuerte de Irán pese al lide-
razgo religioso de Alí Jamenei, el sucesor del ayatola Jomeini, supo
aprovechar la situación irakí para obtener «5« mejor victoria» y apoyar
modestos e interesados escapes al embargo. Irán restableció al poco
tiempo relaciones con Gran Bretaña y ha mantenido abiertos canales de
contacto con Estados Unidos a través de Siria y otros países.
Ya se ha visto en otras páginas los problemas que ha tenido Sadam
para hacer efectivas sus alianzas con Yemen y Sudán. En otros países
árabes ha tropezado también con las fuertes presiones saudíes, que han
disuadido a muchos movimientos integristas de mostrarse demasiado
amigos del rais de Bagdad.
Argelia ofrece un escenario ilustrativo. En septiembre, el exiliado lí-
der de la revolución argelina, Ahmed Ben Bella, regresó en un barco es-
pecial fletado en Barcelona, tras 10 años de destierro y 16 de prisión. El
primer presidente de Argelia independiente, héroe de la lucha de libera-
ción contra los franceses, procedía de una generación de políticos laicos
e izquierdistas. En 1990 Ben Bella regresó con un incendiario discurso
integrista articulado en torno al apoyo combativo a «nuestro hermano
árabe amenazado», Sadam Husein.
Ben Bella calculaba galvanizar con su mensaje panárabe a los segui-
dores del emergente Frente Islámico de Salvación (FIS), verbalmente pro
irakí, pero a la larga sujeto, como la mayoría de los movimientos inte-
gristas, a la bolsa millonaria de los saudíes.
Sadam tropezó con el mismo problema en Túnez, pese al respaldo
relativo que le ha prestado, en el terreno diplomático, el Gobierno del
presidente Ben Ali. Palestinos y tunecinos —enfrentados a los egipcios
por la sede de la Liga Árabe— han promovido un Comité de Apoyo a
Irak, animado subrepticiamente por el Gobierno y abiertamente por
grupos opositores representados por el escritor Hichen Jaiet. La princi-
pal organización islámica de Túnez, Enajda, no ha participado sin em-
bargo en el comité. Este movimiento, como el FIS argelino, está finan-
ciado por las arcas saudíes.
Los apoyos más concretos de que disfruta Sadam son crematísticos y
técnicos. Su viceprimer ministro para Asuntos Económicos, Sadun Ha-
madi, ha viajado discretamente en varias ocasiones a Libia. En los ban-
cos de Oriente Medio se da por cierto que la misión de Hamadi ha sido
transferir a bancos libios los 3.000 millones de dólares capturados por
Sadam en los bancos kuwaitíes. Pocos días antes de la invasión, Bagdad

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ya había depositado en bancos libios una cantidad similar, dato revela-
dor sobre las previsiones de ataque que barajaba el dictador irakí. Ese
dinero, sin peligro de ser congelado como ha sucedido en los bancos oc-
cidentales, podría utilizarse para importaciones básicas cuyo único
punto de llegada podría ser Irán si el embargo se aplicase en forma es-
tricta contra los alimentos.

La amenaza terrorista
Más serias parecieron las palabras que le dijera a Ecevit el segundo
de Sadam, Taha Yasin Ramadan: «Sabemos que podemos sufrir pérdidas
muy onerosas. Pero al final será Estados Unidos el perdedor, pues nosotros
podremos golpear sus intereses por todo el mundo.»
La amenaza supone otra línea en las armas defensivas de Sadam:
la propagación del terrorismo. El apoyo, quizá forzado pero real, de la
O L P a Irak, ha despertado tales euforias en el mundo juvenil palestino
que Sadam puede disponer de miles de eventuales mártires y héroes
muyhaidines (combatientes) que consideran las bombas y el asesinato
como una forma habitual y lógica de lucha en su campaña por la libera-
ción del pueblo palestino.
La perspectiva terrorista es uno de los puntos analizados cuidadosa-
mente por los expertos norteamericanos y europeos en contraterro-
rismo e Inteligencia. La guerra terrorista es sin duda la perspectiva más
preocupante de las posibles reacciones de Sadam. El dictador irakí tiene
una larga experiencia y dispone de un eficaz servicio —el Muhabarad—,
bien entrenado en acciones de terrorismo, sabotaje y operaciones encu-
biertas, a menudo por expertos profesionales del K G B soviético.
Entre los aliados con que hoy cuenta Sadam está Jordania como el
más inmediato y también como el que le puede ofrecer una salida más
rápida de distracción en caso de un ataque aliado a Kuwait. El apoyo a
Sadam ha logrado por primera vez en Jordania unir a comunistas, socia-
listas del Baas y fundamentalistas islámicos en un amplio frente an-
tiamericano de indudable repercusión en vastos sectores del mundo
árabe. Este potencial político, robustecido por la agitada e importante
población palestina, no sólo proporciona un pasillo político a Sadam sino
que amenaza seriamente al rey Husein, cuyo trono ha sido ya sentencia-
do por muchos analistas de la crisis. Una rebelión contra el pequeño mo-
narca hachemita podría poner fin a su dilatada vida de superviviente entre
las turbulentas y cambiantes aguas políticas de Oriente Medio. E l rey
Husein, que fuera un asalariado de la CIA cuando Bush dirigía la agen-

t ó -
cia de inteligencia americana, está hoy atrapado entre su deseo de con-
vertirse en mediador y la fuerte presión de Irak y de su propio pueblo.
Una desestabilización por sorpresa del rey hachemita podría provo-
car una movilización militar en Jordania, que sería recibida con los bra-
zos abiertos por la mayoría de la población pero que provocaría de in-
mediato una reacción militar israelí.
Husein ha tenido también entre su baraja de opciones políticas la
demagogia contra Israel, sazonada con repetidas amenazas de emplear
sus arsenales químicos contra el Estado judío. En Israel tales amenazas
no sólo han hecho frotarse las manos al Gobierno de Shamir, irritado
por el protagonismo dado por E E U U a los saudíes. Paradójicamente,
Israel e Irak tienen como enemigos un interés objetivo en derivar la
guerra en un mismo sentido, no compartido por E E U U ni por la URSS,
aunque quizá sí por algún aliado europeo insatisfecho por su papel se-
cundario en el drama.
La usualmente rocambolesca política oculta de Oriente Medio no se
extraña por esta alianza objetiva de enemigos que pueden perseguir el
mismo objetivo al agredirse verbal o materialmente. Fuentes británicas
certifican que Israel e Irak han mantenido contactos hasta muy poco
antes de la invasión de Kuwait.

El último tango en Bagdad

Una de las estrategias de Sadam fue dirigirse a su viejo enemigo


Irán, con el que mantuvo una sangrienta y absurda guerra —bendecida
por todo Occidente generosamente—, para abrir una grieta en el impla-
cable bloqueo. La larga frontera común y la cercanía de las aguas de
Chat el Arab al terminal petrolero de Jarq ofrecerían la posibilidad de
burlar el bloqueo a las ventas de petróleo a través de la reexportación
desde Irán, con un considerable beneficio para los dos países. Después
de todo los dos enemigos de antaño mantuvieron en la tempestuosa
reunión de la OPEP en julio, días antes de la invasión, una postura co-
mún en defensa del precio más alto y en contra de los emires partida-
rios de mantener una alta producción a fin de conservar estancados los
precios.
Sadam Husein envió el 15 de agosto un mensaje escrito al presi-
dente iraní Hashemi Rafsanjani prometiéndole satisfacer todas las exi-
gencias pendientes desde la finalización de la guerra en 1988. «Todo lo
que usted desea ha sido realizado», le decía con gran gentileza el dictador
de Bagdad. El mensaje incluía:

-97-
1. Devolución de la franja de Chat el Arab ocupada por Irak y
reposición de los acuerdos firmados por ambos países en el tra-
tado de Argel de 1975. El tratado entregaba a Irán el control de
todo el estuario que funde las desembocaduras de los ríos Tigris y
Eufrates y las comunica con el Golfo Pérsico.
2. Retirada inmediata de las tropas irakíes que permanecían es-
tacionadas en algunas zonas fronterizas dentro de Irán.
3. Un intercambio inmediato de varios miles de prisioneros de
guerra retenidos durante dos o más años y hasta ahora olvidados.

El encargado de realizar la delicada misión de traducir en hechos tal


oferta fue el activo y astuto Tareq Aziz, el brazo cristiano de Sadam y
emisario de muchas de sus operaciones más sensibles en el exterior.
Aziz viajó a Teherán el 10 de septiembre y firmó un verdadero tratado
de paz con las condiciones propuestas por Sadam: Irak cedió su única
conquista en la sangrienta guerra de ocho años que hizo zozobrar una
economía floreciente y provocó más de 130.000 muertos en Irak y al
menos medio millón en Irán.
Tareq Aziz viajó a Teherán con el ministro del Petróleo Isam al
Cjalabi, luego depuesto por Sadam, a fin de amarrar otros pactos más
discretos como el intercambio de alimentos por petróleo irakí que po-
día ser reexportado desde Irán. Según fuentes británicas, Irak fracasó en
esta negociación y hubo de aceptar nuevas exigencias iraníes, como la en-
trega de crudo a modo de reparación de guerra. Irán había exigido pú-
blicamente 300.000 millones de dólares como indemnización por los
destrozos de la guerra. En sus entrevistas con Tareq Aziz, su colega
iraní logró obtener 150.000 barriles de petróleo diarios, conducidos por
convoys de camiones hasta Chat el Arab y desde ahí embarcados o tras-
ladados hacia la península de Fao. Este petróleo irakí, valorado en casi
5 millones de dólares diarios, sería entregado en concepto de reparacio-
nes de guerra, aunque el acuerdo dejaba suficiente amplitud para consti-
tuir una astuta violación del embargo.
El acercamiento Irán-Irak ha sido suficientemente ambiguo como
para no poder determinarse, al menos hasta noviembre, la existencia o
no de un acuerdo comercial secreto para violar el embargo de la O N U .
Las fuentes británicas de Inteligencia citadas arriba dan por hecho ese
acuerdo aunque no constatan su aplicación en las semanas siguientes a
su firma.
La diplomacia dualista de Teherán —propia de la cultura persa más
que del Islam— operó con una similar ambigüedad en el terreno polí-
tico. Por una parte, el líder espiritual Alí Jamenei llamaba en septiembre

-98 -
a la Yijad, la guerra santa, contra Estados Unidos como condena de la
presencia de extranjeros cerca de los Santos Lugares del Islam en Arabia
Saudí. Los sesudos analistas norteamericanos de las columnas de opi-
nión clamaban entonces: «Alianza Irán-Irak: están condenados a enten-
derse.» Por otra, el supuestamente moderado y pro occidental presi-
dente del Parlamento, Hashemi Ratsanjani, aceptaba acatar el embargo
decretado por la O N U y condenar la invasión de Kuwait con una decla-
ración salomónica: «La mejor forma de que se retiren del Golfo las fuerzas
de EEUU es que Irak saque las suyas de Kuwait»
Washington intentó a través de su nuevo aliado en la zona, el líder
sirio Hafez el Assad, evitar un entendimiento comercial que abriese una
fuga en el cerco a Irak a través de Irán. Assad, cuyos acuerdos secretos
con E E U U incluyeron aportaciones económicas y el permiso para que
los F-111 de la USAF volaran sobre Siria en caso de un ataque a Bagdad
y otras ciudades, asumió la misión con un éxito relativo. El viaje de As-
sad a Teherán terminó con la misma ambivalencia persa: respeto del
embargo pero condena tanto a la invasión de Kuwait como a la presen-
cia de fuerzas norteamericanas.
Los servicios de Inteligencia norteamericanos dudaron hasta último
momento sobre la decisión real adoptada por Teherán. Su propia expe-
riencia en los vericuetos del Irangate —la operación de venta de armas
por parte de E E U U a través de Israel y de traficantes saudíes— daba pie
para sospechar la existencia de negocios secretos entre ambos vecinos.
Los cálculos de la Inteligencia norteamericana señalan que Irak podría
reexportar hasta medio millón de barriles diarios a través de Irán, una
cantidad muy pequeña frente a su exportación habitual de 2,7 millones
de barriles, pero suficiente para obtener 10 millones de dólares diarios
(a 30 dólares el barril, menos una comisión de 10 dólares a Irán). La ci-
fra naturalmente aumentaba en un 30 % al comenzar noviembre. Las
vías para esta exportación antiembargo —nunca desechada en firme por
EEUU— podría ser la vía marítima entre Chat el Arab y la isla de Jarq
(en barcos iraníes); camiones desde Basora hacia Jorachán, en el sur
iraní, o un pequeño oleoducto de escasos 40 kilómetros entre Basora y
la ciudad iraní de Abadán, en la frontera.
Las fuentes británicas aludidas más arriba han señalado que Irán
firmó efectivamente un pacto secreto con Irak después de su magnífica
victoria diplomática de recobrar Chat el Arab sin disparar un tiro y de
hacer reconocer implícitamente a Irak su culpabilidad como agresor. El
pago de reparaciones en petróleo suponía naturalmente aceptar esa pre-
misa. Las ventajas obtenidas por Sadam en esta humillación táctica fue-
ron asegurar la neutralidad iraní en el conflicto, liberar a 15 divisiones

-99-
ocupadas en la frontera con Irán a fin de desplegarlas en las fronteras
con Siria y Turquía, y dejar abierto el paso de alimentos a través de las
zonas fronterizas de las montañas del norte. Los campesinos kurdos y
loris realizaban ya en septiembre un activo comercio de carne de cor-
dero. El tráfico de petróleo en el sur estaría también activo a finales de
septiembre, según algunas fuentes, incluyendo el refinamiento de petró-
leo irakí en Abadán, a cambio de una fuerte comisión iraní.

Los mercados están vacíos


En las calles de Bagdad, la falta de alimentos era ya visible en sep-
tiembre y dramática a finales de octubre. Cálculos realizados a media-
dos de septiembre señalaban que Irak disponía de arroz para tres meses;
maíz, seis meses; azúcar, tres semanas; trigo, para dos o tres meses. Una
clave importante en estos cálculos procedentes de la CIA eran los per-
trechos militares: municiones y recambios. Los depósitos de Sadam al-
macenaban materiales para aproximadamente un año, pero, en caso de
guerra, esta reserva no alcanzaba para más allá de dos meses. Sus reser-
vas en divisas, considerando los cerca de 4.000 millones de dólares ro-
bados a Kuwait, eran estimadas entre 5.000 y 12.000 millones de dóla-
res. Las pérdidas sufridas por el bloqueo petrolero desde la invasión de
Kuwait fueron estimadas por la agencia de Inteligencia americana en
2.100 millones de dólares. Antes de la invasión, Irak obtuvo 15.000 mi-
llones de sus exportaciones, cuyo 97 % correspondía a ingresos petrole-
ros. Sus importaciones, valoradas en 1989 en 17.000 millones de dóla-
res, correspondieron a compras de armas y alimentos. Irak depende en
un 100 % del exterior en sus suministros de carne, pollos y huevos y en
cerca de un 90 % en las compras de grano y azúcar.

El juego de Sadam
Los analistas de la Inteligencia militar y civil norteamericana vis-
lumbran tres líneas de acción por parte de Sadam una vez que com-
pruebe la inminencia de la guerra:

1. El cumplimiento de las amenazas de Sadam de volar los pozos


de petróleo.
El temor de los expertos que analizan esta opción es que Sa-
dam decidiese lanzar desde Kuwait y contra los yacimientos sau-

- 100-
díes de Abqaiq y las instalaciones de Ras Tanura misiles provistos
con armas biológicas. Estas armas podría provocar en sólo dos
días enfermedades fatales como el ántrax o el botulismo. El direc-
tor de la CIA, William Webster, ha admitido el peligro de una
guerra biológica. Sus consecuencias, además de las pérdidas en vi-
das humanas, supondría paralizar los trabajos en los yacimientos e
interrumpir la producción, lo que provocaría la desaparición de
los mercados de crudo de 7 millones de barriles saudíes por día. El
precio del petróleo podría alcanzar y aun sobrepasar los 100 dóla-
res el barril. El efecto sería una recesión generalizada en las econo-
mías occidentales y una inflación que reproduciría la pesadillas de
la stagflaction de 1973-1974. Los expertos más pesimistas afirman
que «EEUU bombardea Bagdad y Sadam hace caer sus bombas en la
Bolsa de Nueva York».
2. El ataque a Israel
Algunas filtraciones de la Inteligencia norteamericana señalan
que se han detectado traslados de misiles hacia la frontera occi-
dental irakí que podrían alcanzar Israel en cinco minutos. Estas
fuentes americanas temen que Irak pueda montar un lanzamiento
de 50 a 60 misiles acompañado de un ataque aéreo combinado con
un auto-ataque sobre Bagdad que permita a Sadam acusar a Israel
y E E U U . El riesgo es más político que militar, señalan los analis-
tas, ya que Israel podría barrer Bagdad. La acción provocaría en
todo caso una grave ruptura en el seno de la alianza internacional
y en el interior de los países árabes comprometidos con ella
(Egipto y Siria). Tal perspectiva ha alentado en Israel la tentación
de un ataque preventivo.
3. La tercera opción es la epidemia terrorista
La inteligencia norteamericana ha dado la alerta sobre la actual
construcción de una red terrorista desde Bagdad. «Hay movi-
miento de gente», señalan fuentes de Inteligencia citadas en la pren-
sa estadounidense. Esta red podría operar no sólo en Oriente Me-
dio, sino en Europa, Japón, E E U U e incluso la URSS. El temor
más serio procede de que esta red terrorista podría emplear en vez
de bombas armas biológicas, que Sadam ha acumulado estos últi-
mos años gracias a la ayuda financiera occidental y a las ventas que
le ha realizado la industria química alemana, en primer lugar, pero
también la norteamericana y la de otros países.

Los indicios son aún imprecisos. Abu Charif, un asesor de Arafat


vinculado al aparato militar de la O L P , realizó una misteriosa visita a

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Bagdad a finales de septiembre, después de la cual realizó declaraciones
amenazantes en diarios árabes sobre el peligro que corrían los pozos de
petróleo e Israel si estallaba la guerra. Otro destacado terrorista pales-
tino, Abdullah Abdel Labib, más conocido como el coronel Hawari, ha
reaparecido en el staff político de Yaser Arafat, según información pro-
cedente del espionaje británico. El coronel Hawari comanda un grupo
especial de sabotaje de los servicios de Inteligencia de Al Fatah y cuenta
con un largo historial de actividades terroristas de sus células en Europa
occidental, incluyendo atentados en Madrid y París entre 1985 y 1988.
Según los israelíes, Hawari cuenta con unos 1.000 combatientes entre-
nados que podrían ponerse a disposición de una eventual estrategia te-
rrorista de Sadam. El dictador irakí ya practicó estas técnicas de guerra
sucia en la década de los setenta, utilizando las células palestinas que co-
locaron bombas en las sinagogas de París. El único freno es la promesa
que hiciera Yaser Arafat de renunciar al terrorismo, antes de estallar la
crisis del Golfo.
Fuentes americanas certificaban a principios de octubre que habían
sido detectados agentes sospechosos en instalaciones saudíes y nor-
teamericanas en diversas partes del mundo. Días antes, el Gobierno de
Arabia Saudí expulsaba un grupo de diplomáticos jordanos, yemeníes e
irakíes alegando que realizaban labores de espionaje y pasaban informa-
ción a Irak y a grupos terroristas sobre el despliegue de fuerzas extran-
jeras y otros datos útiles para acciones de sabotaje.
Las valoraciones de Inteligencia sobre el propio Sadam son contra-
dictorias. El recurso publicitario y exorcizador de compararlo con Hit-
ler ha hecho concebir algunas fantasías sobre su megalomanía y su de-
terminación de luchar hasta morir en un bunker mientras arde Bagdad.
Otros retratos de Inteligencia subrayan en cambio que el dictador irakí,
pese a su megalomanía, es un astuto animal político —comparable en tal
sentido a otro dictador sanguinario como fue Pinochet— que sabrá bus-
carse vías de retirada para esperar mejores tiempos.
Este segundo análisis parece ser el que operaría en las decisiones fun-
damentales que está tomando el Gobierno norteamericano. El princi-
pio de exigir la retirada total de Kuwait supone una estrategia que
tiende a cerrar el camino al dictador. La vía escogida por Bush es impe-
cable desde el punto de vista político-militar, desde el momento en que
el objetivo central de la operación contra Sadam es destruir su capaci-
dad militar y sus eventuales amenazas nucleares futuras, posibles den-
tro de tres a cinco años según la CIA. La retirada de Kuwait no asegura
ese objetivo.
A principios de octubre, cuando París intentaba, en palabras de

- 102-
Frangois Mitterrand, «abrir un puerta antes de que el hombre [Sadam] ca-
mine al suicidio», el dictador irakí se encargaba de cerrarla. «Kuwaitper-
tenece a Irak y no lo abandonaremos aun cuando tengamos que luchar du-
rante 1.000 años.» Sadam había tenido oportunidad de dirigir un mensaje
televisado en directo a los norteamericanos, a quienes les fatigó durante
75 minutos con palabras que sonaron más a bravatas y mentiras que a
persuasión. Su despliegue militar en el sur de Irak y en Kuwait se re-
forzó esos días hasta disponer de 430.000 soldados, estacionados tanto
en el emirato como en territorio irakí, a una distancia de Arabia Saudí
considerada apta para una ofensiva.

Un rescate perverso
El único aplauso a los invasores provino la mañana del día 2 de
agosto de los presos que vieron abrirse las puertas de la cárcel de Al Ku-
wait. Un grupo de ellos no sonrió. Eran 15 terroristas chiíes que busca-
ron en vano refugiarse en el fondo de las galerías. Estos 15 terroristas,
más otros dos que ya habían cumplido su pena, procedían de un viejo
núcleo de enemigos de Sadam: la organización chií Al Daawa, animada
por Teherán y activa durante unos años en el sur mayoritariamente chií
de Irak, donde intentaron sin éxito encender una rebelión contra el ré-
gimen suní de Bagdad.
Fueron encarcelados por las autoridades kuwaitíes en 1983 por ha-
cer explotar bombas en las embajadas norteamericana y francesa que
causaron 6 muertos y 60 heridos. Este grupo especial, donde figuraba
un cuñado del terrorista libanés Mugniyé, fundador del Partido de Dios
(Hezbolá), fue trasladado con fuertes medidas de seguridad a Bagdad,
como huéspedes especiales de los servicios de Información. La Yijad Islá-
mica y otros grupos terroristas activos en Líbano habían reclamado más
de una vez a los 15 prisioneros de Kuwait para ser utilizados como mo-
neda de cambio de los rehenes norteamericanos, británicos y alemanes
capturados en Líbano.
Los 15 terroristas, organizados en un grupo llamado Al Daawa, es-
tuvieron vinculados a los servicios secretos iraníes, con quienes intenta-
ron crear una quinta columna chií antiSadam en Irak, antes de organi-
zar en 1983 el atentado de Kuwait para castigar al emirato, temeroso
entonces de la amenaza proveniente de Teherán, por la ayuda econó-
mica que prestaba a los gastos de guerra de Irak. Estos terroristas chiíes
podían convertirse en manos de Sadam en otro elemento de presión al
depender indirectamente de su suerte la vida de los cautivos en Líbano,

- 103-
entre los que se cuenta desde 1985 el periodista americano Terry An-
derson. Sus nombres estaban inscritos en el dossier que manejaron los
ayudantes del ministro irakí Tareq Aziz cuando viajó a Teherán sema-
nas después para pactar la neutralidad iraní en el nuevo conflicto del
Pérsico. Teherán negoció con sus nombres, pero aún no ha podido de-
terminarse si los liberados de la cárcel de Kuwait están ahora en Irán o
bien murieron colgados en Bagdad horas después de su liberación.

El chantaje de los rehenes


Este juego de liberados y rehenes, habitual en la cultura bélica de
Oriente Medio desde los tiempos bíblicos, ilustra el monstruoso meca-
nismo defensivo que opuso desde el primer momento el dictador irakí
a la presión internacional y a las directas amenazas militares de la gran
alianza encabezada por Estados Unidos. La primera declaración de uno
de los miembros del Gobierno títere, el teniente coronel Ualid Saud
Mohamed Abdalá, que oficia como ministro de Exteriores del emirato
cautivo, encerró una amenaza que ha marcado una línea clave del desa-
rrollo del conflicto. Este peculiar jefe de diplomacia se dirigió oblicua-
mente a esos países que condenaban los días 2 y 3 de agosto la invasión y
el peligro que se cernía sobre Arabia Saudí: «Deben recordar que ellos tie-
nen intereses y residentes en Kuwait»
El primer escudo defensivo de Sadam Husein fueron los cerca de
20.000 occidentales y soviéticos residentes en Kuwait e Irak, converti-
dos según el portavoz del Parlamento irakí fiel a Sadam en huéspedes de
Bagdad: «Elpueblo de Irak ha decidido dar hospitalidad a los ciudadanos de
esas naciones agresivas mientras Irak permanezca amenazado con una gue-
rra» Los huéspedes capturados en Kuwait fueron trasladados a Bagdad y
varios de ellos, especialmente británicos, norteamericanos y franceses,
situados en instalaciones militares y centros estratégicos como rehenes
y escudos humanos.
En el momento de la invasión trabajaban y vivían en Kuwait 2.500
norteamericanos, 4.000 británicos, 270 franceses, 278 japoneses, 300
alemanes occidentales, 150 italianos, 69 australianos y 880 soviéticos, a
quienes se les prohibió salir de Irak una vez que fueron trasladados. En
Irak vivían 530 norteamericanos, 600 británicos, 7.830 soviéticos, 600
alemanes, 210 franceses, 340 italiano?, 230 japoneses y 58 australianos.
Todos ellos se convirtieron en potenciales rehenes, salvo algunas muje-
res y niños que fueron autorizados a salir con cuentagotas. Algunas si-
guieron las consignas transmitidas por la emisora británica BBC, que

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utilizó sus ondas para organizar una caravana épica de mujeres y niños
que atravesaron en camiones el desierto que separa Bagdad de Ammán,
la capital jordana.
El jefe del Foreign Office británico, Douglas Hurd, replicó desde el
primer momento con un desafío que escondía una dramática adverten-
cia: «Las amenazas a ciudadanos extranjeros no nos detendrán», en los es-
fuerzos por expulsar a Irak de Kuwait.
En Washington, las respuestas fueron igualmente duras, pero Bush
demoró varias semanas en utilizar una palabra maldita para los nortea-
mericanos: rehenes (hostages).
La experiencia norteamericana en rehenes no sólo había costado la
carrera política a un presidente, Jimmy Cárter. Evocaba los dramáticos
días de las cintas amarillas con que se contaron una a una las jornadas
que estuvieron cautivos los 52 rehenes del imán Jomeini entre el 4 de
noviembre de 1979 y el 20 de enero de 1981.
La prensa norteamericana evitó la palabra rehenes hasta que fue pro-
nunciada por el propio presidente Bush. Esta disciplina se tradujo tam-
bién en la forma discreta con que fueron mencionados cada vez los
prisioneros de Sadam, sin los despliegues de historias humanas dramati-
zadas utilizados en el último año de Cárter.
Estados Unidos continúa sufriendo el chantaje de rehenes en Lí-
bano, donde aún existen cautivos de grupos terroristas chiíes. El trata-
miento dado en la prensa fue esta vez cuidadosamente sobrio, ayu-
dando a que se abriera paso la terrible idea de que la forma más eficaz
de tratar con un secuestrador es considerar como una baja al cautivo.
Un sondeo realizado por el Wall Street Journal, en octubre, colaboró a
crear un estado de opinión que parecía aceptar el dramático pero técni-
camente necesario axioma. Un 46 % de los norteamericanos consulta-
dos aceptaba la idea de una acción militar enérgica contra Sadam aun-
que ello significase arriesgar la vida de los rehenes.
Ya a principios de septiembre, el presidente Bush y su círculo calcu-
laban que debía desecharse el problema del rescate de los rehenes como
piedra angular de la acción política. La experiencia traumática de Cárter
sigue viva en la Administración norteamericana. Bush, en palabras de
uno de sus ayudantes, consideraba nítida la opción de que «no pueden
sacrificarse los intereses de 250 millones de norteamericanos en espera de
comprar la libertad de 2.500».
Los militares norteamericanos calcularon desde el primer momento
que en caso de tener que atacar objetivos militares dentro de Irak, los
collatoral damages a los rehenes eran considerables. Bush, naturalmente,
declaró en una intervención a toda la nación que, nunca querré el sacrifi-

- 105 -
ció de ninguna vida americana», pero, agregó, «mientras más hablemos y
especulemos sobre esto, peor será la ayuda que prestaremos al problema».
La perversidad de la situación llegó a su climax con la cínica apari-
ción en televisión del propio Sadam Husein, vestido de civil, con una
sonrisa supuestamente paternal compuesta bajo el tupido mostacho,
en cordial diálogo con el joven rehén británico Stuart Lockwood, de
5 años de edad, que miraba serio hacia las cámaras con el cuerpo visible-
mente tenso y asustado. El sonriente dictador le preguntaría por los corn
flakes del desayuno y recitaría un maligno razonamiento que hizo vi-
brar de ira a los británicos que lo vieron aquella noche en los televisores
de sus casas: «Stuart, estoy seguro, estará contento de que como parte de su
vida haya jugado un papel en el mantenimiento de la paz.»
Los extranjeros residentes en Kuwait —más del 60 % de la pobla-
ción de casi dos millones— sufrieron otros dramas: robos, violaciones,
expulsiones forzadas. 150.000 trabajadores egipcios (más 800.000 resi-
dentes en Irak), 90.000 paquistaníes (más 45.000 en Irak), 70.000 benga-
líes (más 40.000 en Irak) y 3.000 turcos (más 3.000 en Irak) fueron algu-
nos de los inmigrantes desposeídos en su mayoría y obligados a buscar
un dramático refugio en campos improvisados en Jordania. El caso más
dramático fue el de los egipcios, castigados con saña por la dura actitud
que mostrara Hosni Mubarak contra Husein, a quien consideraba como
mentiroso.

55 días en Bagdad

La presión a los extranjeros fue una espiral de provocaciones en au-


mento durante agosto y septiembre. La anexión del emirato y las reglas
de irakización suponían dejar sin efecto el estatuto diplomático de las
embajadas. Día a día se estableció un cerco diabólico mediante el corte
del teléfono, el gas, la luz, el agua. Gran Bretaña, E E U U , Francia y otras
sedes occidentales intentaron resistir esa guerra de nervios el máximo
posible, como un episodio que imitaba en dimensiones reducidas la re-
sistencia de las colonias extranjeras al cerco de los boxers en 55 días en
Pekín. Las armas irakíes no eran directas. También Sadam había elegido
o plagiado la idea de ahogar al enemigo, aunque la aplicara a la mez-
quina escala de unos pocos diplomáticos y funcionarios de embajada. El
14 de septiembre, soldados irakíes entran violentamente en la embajada
francesa en Kuwait, produciéndose un calculado salto en el cerco a las
sedes diplomáticos. Los servicios de Información franceses, con buenos
dossiers y redes bastante efectivas en el mundo árabe, coligieron que la

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agresión irakí a la embajada francesa en Kuwait fue un estudiado test
para medir la reacción de París. Mitterrand anunció inmediatamente el
envío de más tropas al Golfo.
A la guerra de las embajadas sobreviene rápidamente el chantaje de
los rehenes. Durante un descorazonador mes de octubre, mientras pro-
sigue día a día el despliegue militar norteamericano, los gobiernos tole-
ran a regañadientes las iniciativas de particulares y figuras políticas en
receso como mediadores para rescatar a parte de los retenidos.
Sadam permite iniciativas como la del expremier británico Edward
Heath, el exjefe del Gobierno japonés Nakasone, la delegación española
encabezada por el rector Villapalos y otras personalidades, como en no-
viembre el dirigente socialdemócrata alemán Willy Brandt. Estas misio-
nes logran desbloquear la salida de rehenes, pero permiten al mismo
tiempo dar a Sadam canales de emisión de sus mensajes de supuesta dis-
posición a negociar. En algunos casos, el arma de propaganda fracasa es-
trepitosamente. En otros, sirve al menos para alimentar una opinión anti-
bélica que objetivamente favorece los intereses del dictador.
El 23 de octubre, el domesticado Parlamento irakí anuncia la deci-
sión de poner en libertad a 262 franceses, que llegan al aeropuerto de
Roissy en vísperas del encuentro en París de los presidentes Mitterrand
y Gorbachov. Aunque Francia insiste una y otra vez en que no ha exis-
tido ninguna contrapartida para la liberación, las sospechas crecen en
Washington, que presiona esa misma semana para una nueva resolución
del Consejo de Seguridad, la décima, que condena las atrocidades come-
tidas por las fuerzas de ocupación en Kuwait. Días después, el 9 de no-
viembre, París opone una inesperada resistencia a los requerimientos
del secretario de Estado norteamericano, James Baker, que va puliendo
los últimos detalles para iniciar una acción militar.
Sadam sabe utilizar el cuentagotas para someter a una guerra de ner-
vios a familias que pueden movilizar y presionar dentro de los países
agresores. E l compromiso de los gobiernos aliados de no negociar con
Irak la suerte de los rehenes comienza a perder fuerza después de la si-
tuación francesa. Sadam liberaría esa misma semana, última de octubre,
a 14 norteamericanos y a un grupo de británicos, además de italianos,
búlgaros y residentes de otras nacionalidades. El núcleo central va
cerrándose sobre norteamericanos, muchos de ellos desplegados en
eventuales objetivos militares. Otro paquete clave son los soviéticos, no
utilizados aparentemente como escudos humanos pero vigilados celosa-
mente por parte de los 125.000 espías de la Muhabarad, los servicios de
policía política e Inteligencia del dictador irakí.
El 10 de noviembre, Estados Unidos preparaba un nuevo misil jurí-

- 107-
dico que podría determinar un desenlace. Una nueva resolución del
Consejo de Seguridad podría autorizar una acción armada precisamente
en nombre de los rehenes y condenando expresamente a Irak por em-
plear el chantaje de los escudos humanos. Esta diabólica arma, de se-
cular tradición en las culturas de todo Oriente Medio, podía dar no
obstante otra salida a Sadam, si éste cediese de golpe a todos los reteni-
dos. E E U U , en todo caso, ya había considerado en sus cálculos milita-
res el drama de los rehenes como daños colaterales que estaba dispuesto
a contemplar. La libertad de los rehenes no impediría la aplicación de la
fuerza para imponer la retirada de Kuwait.

- 108 -
BARRILITO, BARRILITO, BARRILITO.
DE PETRÓLEO"

Papá ¿quién paga esta guerra?

La cumbre árabe celebrada en Bagdad a finales de mayo de 1990 sir-


vió a Irak para advertir seriamente a sus vecinos y a la comunidad inter-
nacional de que el cese de las hostilidades con Irán no había puesto fin a
más de ocho años de inestabilidad en el Golfo Pérsico. En aquella reu-
nión, el Gobierno de Sadam Husein alertó sobre el precario estado de
su país tras la conflagración armada irano-irakí y dejó entrever que no
estaba dispuesto a seguir tolerando que la superproducción de petróleo
(factor incisivo de presión a la baja de los precios) de algunos estados
como Kuwait o los Emiratos Árabes Unidos continuara dañando su frá-
gil y devastada economía. Bagdad denunció haber perdido, durante el
primer trimestre de 1990, más de 10.000 millones de dólares.
El plan tejido por los irakíes para intentar sanear su economía fue
puesto sobre el tapete. El régimen de Sadam culpó directamente de sus
desgracias al emirato de Kuwait, a las ricas monarquías del Golfo y a sus
otros 12 colegas de la Organización de Países Exportadores de Petróleo
(OPEP). De este modo, el pequeño país dirigido por la familia Al-Sabah
recibió tres impactos simultáneos.
Para sufragar las pérdidas, Bagdad pidió a Kuwait una compensa-
ción económica por la explotación del yacimiento petrolífero de Ru-
maíla —que Irak considera históricamente como propio—, al tiempo

* El autor de este c a p í t u l o es Juan J o s é Perona. Periodista, nacido en Monteada y Reixac, Barce-


lona, en 1964. Colaborador de la sección de Internacional de El Periódico de Catalunya e investi-
gador en la Facultad de Ciencias de la I n f o r m a c i ó n de la Universidad A u t ó n o m a de Barcelona
desde 1988.
que le exigió la condonación de la deuda contraída tras la guerra con
Irán. Paralelamente, Sadam instó a los estados del Consejo de Coopera-
ción del Golfo (del que forman parte Arabia Saudí, Barhein, Omán, Qa-
tar, Emiratos Árabes Unidos y el propio Kuwait) a que aprobaran un
fondo para la reconstrucción de su país hermano y a que estudiaran la
largamente reiterada reivindicación irakí de tener una salida directa al
Pérsico para poder exportar sus 6.858.000 toneladas de producción de
oro negro al mes. Finalmente, Irak solicitó a la OPEP una revisión al
alza de los precios del crudo y de los topes de producción, cosa que se
traduciría en un inmediato balón de oxígeno para su caótica economía.
La magnitud de las exigencias irakíes hacían presagiar que el volcán del
Golfo Pérsico podría volver a rugir en cualquier momento.
Durante el mes de julio, y en respuesta al caso omiso que hicieron
de sus peticiones, Bagdad decidió pasar a la acción. Sadam Husein agu-
dizó la guerra verbal que venía manteniendo con las autoridades kuwai-
tíes al tiempo que desplegó parte de su Ejército en la frontera con el
pequeño emirato. Estos hechos alertaron a la comunidad internacional,
pero sobre todo a los países moderados de Oriente Medio, como
Egipto o Arabia Saudí, que temían por las consecuencias del creci-
miento de la tensión en la zona. El miércoles 25 de julio Irak impuso su
ley en la reunión de la OPEP celebrada en Ginebra, en la que se decidió
fijar el precio del barril de petróleo en 20 dólares (4 más de lo que cos-
taba a principios de mes). No obstante, los irakíes no lograron su an-
siado objetivo de que la subida alcanzara los 25 dólares.
En las jornadas siguientes, la diplomacia regional buscó soluciones
para poner fin a una tensión lejos de decrecer y cuyos efectos comenza-
ron a dejarse sentir en las economías de todo el mundo. La ciudad saudí
de Yeda fue escogida para que el 31 de julio, tres días después de que
fracasara el primer intento, Irak y Kuwait limaran sus peligrosas aspere-
zas. Sin embargo, la intransigencia de los delegados de Sadam que asis-
tieron al encuentro de Yeda fue un claro síntoma de que Bagdad ya te-
nía sobradamente decidida la invasión que llevaría a cabo en la madru-
gada del 2 de agosto. Ese día comenzó la ya conocida crisis del Golfo
Pérsico, pero se inició también la era de los sobresaltos en los mercados
internacionales de valores.

Pánico en la Bolsa
La acción de Irak, esperada —EEUU había puesto días antes su flota
permanente en el Golfo en estado de alerta— pero imprevista por su

- 110-
acelerada puesta en práctica, produjo una reacción en cadena horas des-
pués de que la invasión de Kuwait se hiciera efectiva. Las bolsas de todo
el mundo, desde Tokio a Nueva York, acusaron una importante bajada,
mientras que el barril de brent se cotizó en Londres a 22 dólares (dos
más que la víspera) y el oro, tradicional valor refugio en momentos de
crisis junto a la moneda norteamericana, experimentó una subida
de 5,50 dólares la onza respecto al día anterior. El 3 de agosto, el miedo
siguió apoderándose de los mercados internacionales, a la vez que pare-
cía inevitable una disparada tendencia al alza del precio del barril de
crudo, que se situó ya en los 24 dólares (8 más que lo que costaba a me-
diados del mes de julio).
De entrada, los indicadores económicos respondieron de forma ló-
gica a la delicada situación que se vivía en Oriente Medio y a la incerti-
dumbre que generaba el alto grado de tensión. Sin embargo, la OPEP
ya se encargó el mismo día 3 de advertir que los acontecimientos del
Golfo no tenían por qué afectar al suministro de petróleo, ya que en el
supuesto de que Irak detuviese la producción del invadido emirato
(5.925.000 toneladas al mes), al mercado sólo dejarían de entrar 1,5 mi-
llones de barriles diarios, cifra que podría ser fácilmente cubierta con el
aumento de la producción en otros países.
El 6 de agosto, el Consejo de Seguridad de la O N U aprobó la resolu-
ción 661 por la que se decretó el embargo económico internacional con-
tra Irak y Kuwait. Este hecho desequilibró todavía más el convulso
mercado del petróleo, ya que el 7 % de la demanda cotidiana mundial,
es decir, algo más de 4 millones de barriles de crudo al día, no podía ser
exportado porque se encontraba en manos del que ya muchos conocían
como el carnicero de Bagdad. En cuanto a reservas, Sadam Husein dis-
ponía ahora de 195.000 millones de barriles, algunas menos que Arabia
Saudí (225.000 millones), pero bastantes más que la URSS (58.000 mi-
llones) y que Estados Unidos (34.000 millones). Paralelamente, ese
mismo día, el presidente de Irak tomó como rehenes a todos los extran-
jeros residentes en su país y en Kuwait. Las decisiones adoptadas en
Nueva York y Bagdad desencadenaron otra vez un fuerte terremoto en
todas las bolsas de valores. París descendió un 5,12 %, Tokio un 3,1 %,
Londres un 3,2 % y Madrid experimentó el mayor bajón de su historia
al perder 17 enteros.
El fantasma de un nuevo choque petrolífero como los registrados en
1973 y 1979 planeó sobre la mente de los occidentales —EEUU impor-
taba de Irak y Kuwait el 8 % del petróleo que consume, la C E E el 11 %
y Japón el 12 %— y, en medio de la incertidumbre, el pesimismo ante
una posible recesión y la especulación comenzaron a hacer mella.

- 111 -
Los días siguientes transcurrieron a la espera de acontecimientos,
mientras el despliegue de fuerzas militares en el Golfo en previsión de
que Bagdad decidiera atacar a Arabia Saudí, los llamamientos a la Gue-
rra Santa por parte de Sadam Husein, la retención de todos los extranje-
ros que se encontraban en Irak y Kuwait y los estrepitosos fracasos di-
plomáticos por encontrar una solución pacífica a la crisis y convencer a
Sadam para que se retirara del emirato, eran los ejes que articulaban la
evolución de un conflicto que prometía ser largo. Entretanto, el 15 de
agosto el oro alcanzó los 412,5 dólares la onza (el día 1 costaba 373,25)
y, el día 17, el barril de petróleo se situó en 27 dólares, frente a los 25,12
de la jornada anterior.
La evolución de los precios y el comportamiento de las principales
bolsas internacionales demostraban que los mercados se habían puesto
a disposición de cualquier rumor alarmista, hasta el punto de que el
martes 21 de agosto, tras difundirse la falsa noticia de que un avión nor-
teamericano había sido abatido en el Golfo, las bolsas volvieron a sufrir
una de las mayores caídas del mes.

Muchas preguntas sin respuesta

Pero ¿en realidad era posible la repetición de un nuevo shock petro-


lífero de envergadura después de que la evolución del conflicto durante
los 20 primeros días alejara el peligro de una guerra al menos inmi-
nente? ¿Por qué no se estabilizaban los precios del crudo si el mercado
seguía contando con el mismo suministro diario de barriles que antes
de que estallara la crisis? (El aumento de la producción de algunos paí-
ses había suplantado el vacío ocasionado por el embargo contra Irak.)
¿Por qué las superpotencias, más unidas que nunca, no disponían una
acción militar rápida contra el agresor? ¿Qué intereses estaban detrás
del nuevo ecosistema económico mundial que se había generado? ¿Qué
razones objetivas coexistían para que los precios de los combustibles en
Europa subieran a pasos agigantados si el suministro estaba garantizado
y el dólar no había adquirido su tradicional condición de valor refugio?
Encontrar una respuesta adecuada y convincente a cada una de las
cuestiones aquí planteadas es una tarea extremadamente compleja. Sin
embargo, existen ciertos indicadores coyunturales que no deben ser ol-
vidados a la hora de intentar dilucidar las claves que determinaron el
desarrollo de los acontecimientos en las semanas posteriores al estallido
de la crisis del Golfo Pérsico.
Todos los observadores coincidieron en señalar que no existía razón

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alguna para que la situación en los mercados de valores evolucionara tal
y como lo estaba haciendo, por lo que la hipótesis más barajada a partir
de mediados de agosto era que el miedo inicial había dado paso a una
especulación desorbitante. A los pocos días de que las tropas irakíes in-
vadieran el emirato de Kuwait, las principales compañías petrolíferas,
como las estadounidenses Exxon, Coastal, Fina o Shell, buscaron con-
tactos comerciales con México, Ecuador y Venezuela con el fin de ha-
cer frente al déficit de 600.000 barriles diarios como consecuencia del
embargo decretado contra Irak. Superado este obstáculo, los stocks
—en el caso de E E U U los mayores de su historia— podían conservarse
intactos mientras los precios subían, por lo que, de momento, el nego-
cio estaba asegurado.
A finales de agosto, la Agencia Internacional de la Energía fue tajante
al afirmar que 1990 no era 1979 y, ni mucho menos, 1973. El estado de
los stocks (según el prestigioso semanario The Economist, equivalentes
en Occidente a dos años ininterrumpidos de producción de Irak y Ku-
wait) y las capacidades de producción permitían superar una crisis
como la que se estaba padeciendo, por prolongada que ésta fuese. Por
otra parte, la situación que ahora se vivía era radicalmente opuesta a la
de 1973, cuando el problema estuvo motivado por el embargo de crudo
de la OPEP a Occidente. Además, al lado de estos importantes datos,
confluían otros igualmente significativos: 1) A principios de la década
de los 70, el 47 % de la energía consumida en E E U U procedía directa-
mente del petróleo; en 1990 esa proporción había descendido hasta el
42 %. 2) La producción de un mismo bien necesitaba en 1990 el 28 %
menos de la energía que necesitaba en 1973. 3) Los coches, aunque mu-
cho más numerosos que entonces, consumían menos combustible. 4)
En algunos países los programas nucleares habían reducido la depen-
dencia energética del petróleo.

Ni Bush ni «Gorby» pierden

La verdad es que mantener la crisis por un tiempo prolongado no


era, de entrada, perjudicial para ninguna de las dos superpotencias. La
amenaza de una recesión económica tomaba cada día más cuerpo en Es-
tados Unidos, donde en el mes de julio la inflación creció un 0,4 %, la
tasa de paro pasó del 5,2 % en junio al 5,5 % en julio, los tipos de interés
siguieron aumentando al igual que lo hicieron los escándalos financie-
ros y, lo más importante, su moneda no mostró ningún signo de recu-
peración. Sin embargo, el despliegue militar en el Golfo, cuyos gastos

- 113-
correrían finalmente a cargo de Arabia Saudí, era un respiro para la in-
dustria norteamericana de armamento, maltrecha tras el giro en las
relaciones Este-Oeste y la superación de algunos conflictos regionales,
pero que ahora podría convertirse de nuevo en un verdadero amorti-
guador de la esperada y temida recesión.
A la Unión Soviética, que ya había anunciado su intención de trans-
formar en profundidad sus estructuras económicas al amparo de la pe-
resíroika, el comportamiento de los mercados le era altamente favora-
ble. La URSS es el primer país productor de oro negro, con el 20,6 %
del total mundial y el principal exportador de hidrocarburos. La es-
pectacular subida del precio del crudo durante los meses de agosto y
septiembre favorecería el aumento de esas exportaciones. N o obstante,
en el supuesto de que las previsiones no se cumplieran y Moscú no
viera crecidas sus exportaciones, los expertos norteamericanos estima-
ron que sólo el alza del petróleo y del oro provocaría unas ganancias de
más de 7.000 millones de dólares anuales. Sin embargo, a los pocos días
de estallar la crisis, saltó a la luz la noticia de que las ventas soviéticas de
oro y diamantes habían aumentado considerablemente.
Dos datos a tener en cuenta: casi tres meses después de iniciado el
conflicto, el 31 de octubre de 1990, Michael Boskin, jefe de los conseje-
ros económicos del presidente norteamericano, George Bush, se felicitó
por el incremento del 1,8 % del Producto Nacional Bruto (PNB) estadou-
nidense durante el tercer trimestre del año, que «ha venido a desmentir
los pronósticos de recesión de las últimas semanas». En la URSS, las cosas
tampoco fueron del todo mal. La deuda externa bruta del país, cifrada
en algo más de 40.000 millones de dólares, quedó reducida en un 50 %.
No obstante, el Ministerio de Comercio Exterior de la Unión Soviética
cifró a finales de octubre en 1 billón de pesetas el coste que para Moscú
había tenido la crisis y sobre todo la imposición del embargo. Antes de
que Sadam Husein ocupara Kuwait, la URSS era el principal exporta-
dor de armas y de productos industriales hacia Irak.
Pese a todo, la situación de impasse creada en los meses de septiem-
bre y octubre no auguraba una recuperación firme para la economía
norteamericana. Según un sondeo efectuado entre 52 importantes eco-
nomistas privados de E E U U , el PNB sufriría un crecimiento negativo
del 0,6 % en el cuarto trimestre de 1990 y del 0,1 % durante los prime-
ros meses de 1991.
La ya prácticamente inevitable guerra que se avecinaba en Oriente
Medio y el consiguiente esfuerzo bélico en el que Washington se vería
abocado, reactivaría aún más la industria armamentística estadouni-
dense, algo saneada con la puesta en marcha de la operación Escudo del

- 114-
desierto. La mayor actividad industrial podría provocar una importante
recuperación del dólar y un mayor número de intercambios, por lo que
la amenazante recesión podría ser contenida por algún tiempo. Pero en
el mercado del petróleo, las consecuencias del encontronazo militar de-
penderían, ante todo, de la forma en que se desarrollase la intervención
armada. Una acción rápida y brutal por parte de las fuerzas multinacio-
nales desplegadas en la zona conllevaría la liberación de todos los pozos
kuwaitíes y el consiguiente reequilibrio del mercado. Sin embargo, una
victoria difícil causaría desgastes considerables. Es evidente que recons-
truir un oleoducto o volver a poner en servicio una terminal bombar-
deada tras el cese de las hostilidades no sería cuestión de días sino de
meses. Además, no hay que olvidar que a Estados Unidos le interesa im-
portar crudos baratos y la superproducción de los países del Golfo es
un factor incisivo de presión a la baja. Por eso, su mayor preocupación
era asegurar la estabilidad en la zona e impedir que las garras de Sadam
Husein se expandieran por otros países. La certeza de una victoria rá-
pida es vital. No obstante, hoy por hoy es muy difícil predecir cuáles se-
rían las verdaderas consecuencias de la guerra.
El hundimiento de los precios del crudo en la década de los 80 hizo
olvidar a los países industrializados las estrecheces de la crisis de 1973 y
1979, pero la crisis del Pérsico abrió de nuevo el debate sobre las posibi-
lidades de las energías alternativas. Y es que no es para menos, ya que la
aplicación de la energía solar y geotérmica y el gas natural, entre otras,
podría llegar a cubrir el 28 % de las necesidades energéticas de E E U U
en el año 2030, siempre y cuando el coste de su explotación fuera infe-
rior al del petróleo.

La especulación siempre gana

Durante el mes de septiembre, los intentos de la Agencia Internacio-


nal de la Energía por frenar la especulación no tuvieron resultado al-
guno y el precio del petróleo siguió su línea ascendente, aunque con al-
tibajos más marcados que los registrados en agosto. Las principales
bolsas internacionales continuaron bailando al son de las ofertas y con-
traofertas que se generaban tanto en Bagdad como en Washington y en
otras capitales importantes.
El fracaso diplomático del secretario general de Naciones Unidas,
Javier Pérez de Cuéllar, tras su entrevista con el ministro irakí de Exte-
riores, Tareq Aziz, a finales de agosto, sembró un auténtico pesimismo
entre los inversores. La caída de las bolsas fue generalizada. Una semana

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y media más tarde, la cumbre Bush-Gorbachov celebrada en Helsinki el
9 de septiembre, que vino a reforzar la cooperación entre las dos super-
potencias frente al agresor, reactivó las operaciones bursátiles. Pero las
graves amenazas lanzadas por Sadam Husein en los días posteriores al
encuentro soviético-norteamericano volvieron a desencadenar un fuer-
te seísmo en las cotizaciones y, sobre todo, una preocupante alza del
precio del petróleo, que el 24 de septiembre superó la barrera más que
psicológica de los 40 dólares el barril. La era de los sobresaltos alcanzó
así su punto álgido.
La promesa lanzada por el presidente de Estados Unidos a comien-
zos de octubre de que si Irak se retiraba de Kuwait se estudiaría una so-
lución global para Oriente Medio apaciguó las turbulentas aguas de los
mercados de valores, que a partir de entonces mostraron una cierta ten-
dencia a la estabilización. No obstante, la incertidumbre siguió impi-
diendo la recuperación. Entretanto, a la espera de nuevos acontecimien-
tos, y tras los leves indicios mostrados por Irak de encontrar una
solución pacífica al conflicto con su predisposición al diálogo y la libe-
ración de algunos rehenes, el precio del barril de petróleo se estabilizó
en torno a los 32-35 dólares.
A excepción de Irak y Kuwait, duramente castigados por el em-
bargo, los países del Golfo Pérsico y la mayoría de los del Magreb eran,
hasta noviembre de 1990, los que más se habían beneficiado de la crisis.
Según datos de la OPEP difundidos el 30 de octubre, el incremento del
precio del crudo había supuesto, desde el inicio de las hostilidades, un
aumento del 43 % de los ingresos globales de Arabia Saudí, Barhein,
Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, es decir, 60.000 millones de
dólares más. De este modo, los 18.000 millones de dólares que las ricas
monarquías del Golfo habían destinado para financiar la fuerza multina-
cional desplegada en la zona y para sufragar los gastos ocasionados por
la aplicación del embargo comercial contra Irak en países como Egipto,
Jordania y Turquía se convirtieron en un mal menor.
A Irán, la situación también le fue sumamente favorable. Para Tehe-
rán, principal exportador de petróleo de la zona tras Arabia Saudí, la
subida del precio del crudo y el aumento de la producción en más de un
millón de barriles diarios para cubrir el déficit originado por el embargo
decretado contra Irak y Kuwait, supusieron unos ingresos adicionales
mensuales de casi 400.000 millones de pesetas.
Libia, productora de 1,3 millones de barriles de crudo al día que ex-
porta casi en su totalidad, fue el Estado magrebí que acumuló los mayo-
res superávits en su balanza comercial. Desde el inicio de la crisis, el
alza de precios del petróleo incrementó en más de 10 millones de dóla-

- 118 -
res los ingresos diarios del Gobierno de Trípoli. Una situación similar
se produjo en Argelia, país que exporta 700.000 de los 800.000 barriles
de crudo que produce al día. La subida del petróleo fue como un ba-
lón de oxígeno para una economía asfixiada por una deuda exterior mal
negociada, ya que el 80 % de los 23.000 millones de dólares que debe los
ha de pagar a corto plazo.
Mientras que los efectos del conflicto apenas se dejaron sentir en
Túnez —sus exportaciones sólo son de 55.000 barriles—, Mauritania, y
sobre todo Marruecos, que importa la totalidad del petróleo que con-
sume, fueron los grandes sacrificados del área.

La «guerra de los pobres»


La guerra de los pobres contra los ricos, como la calificó el Go-
bierno de Bagdad, resultó particularmente dolorosa para Egipto, Jorda-
nia y Turquía, países que vieron seriamente dañadas sus economías tras
la imposición del embargo comercial contra Irak. El petróleo repre-
senta el 22 % de las exportaciones egipcias y, a pesar de que sus ingresos
se vieron incrementados por el alza de precios, la factura pagada por la
crisis del Golfo fue muy alta. El presidente, Hosni Mubarak, se lamentó
a mediados de octubre de que el Estado hubiera tenido unas pérdidas
de más de 9.000 millones de dólares desde el 2 de agosto. La explicación
era muy sencilla. Por una parte, El Cairo tuvo que hacer frente a un en-
carecimiento de los productos industriales, que representan el 70 % de
sus importaciones. Por otra parte, los más de un millón de egipcios que
trabajaban en Irak y Kuwait regresaron a su país y se convirtieron en
una pesada carga para el Gobierno. Entretanto, la inestabilidad reinante
en la zona provocó un fuerte descenso del turismo, importante fuente
de ingresos que suponía para los egipcios más de 2.000 millones de dó-
lares anuales. Además, y por si fuera poco, los pagos por utilizar el ca-
nal de Suez, que aportan unos beneficios de 1.400 millones de dólares al
año, se vieron altamente reducidos, ya que el embargo impidió la nor-
mal circulación de buques comerciales.
A cambio de su firme actitud contra Irak, Egipto logró la condona-
ción de la deuda externa contraída con los países del Golfo Pérsico, cal-
culada en más de 7.000 millones de dólares y el perdón de la deuda mili-
tar que tenía pendiente con E E U U , que ascendía a 6.800 millones de
dólares. Ahora, el país está a la espera de recibir parte de los 1.500 mi-
llones de ecus (unos 2.000 millones de dólares) que, en concepto de
ayuda, la CE aprobó el 2 de octubre para Egipto, Jordania y Turquía,

- 119 -
las tres naciones más afectadas por el embargo de la O N U contra el ré-
gimen de Sadam Husein.
Precisamente, en Jordania las pérdidas económicas se cifraban, a fi-
nales de octubre de 1990, en 3.000 millones de dólares (cerca de 300.000
millones de pesetas). Ammán vive de la ayuda árabe, sobre todo de la de
Arabia Saudí, pero la ambigua posición del Gobierno jordano en esta
crisis, que no acabó de condenar con firmeza la acción del dictador de
Bagdad, provocó la ira de Riad, que decidió rebajar en un 20 % sus en-
tregas de petróleo al reino hachemita. Este hecho se unió a los desastro-
sos efectos que en la economía jordana ya había provocado el embargo,
ya que un cuarto de sus ventas se destinaban al desde el día 6 de agosto
impenetrable mercado irakí. Por otra parte, antes de que estallara la cri-
sis, Ammán importaba de Irak la mayor parte de su petróleo al módico
precio de 16 dólares el barril. En septiembre, la factura ya se había du-
plicado. Al galopante deterioro de la economía hachemita contribuye-
ron también los más de 600.000 árabes y asiáticos que huyeron a Jorda-
nia tras la invasión de Kuwait. Para Turquía, el cierre del oleoducto que
comunica Irak con Europa supuso unas pérdidas valoradas en 2.000 mi-
llones de dólares. Una situación similar se produjo en otro de los países
del frente, Siria, donde, a pesar de que 17 millones de dólares suplemen-
tarios engrosaban a diario las arcas del Gobierno de Damasco, los ingre-
sos que le proporcionaba Bagdad por dejar pasar sus oleoductos por su
territorio se esfumaron de un plumazo.

Cayó el muro, subió el crudo

Al conjunto de los países excomunistas de Europa también le tocó su-


frir los devastadores efectos de una crisis de la que, a priori, sólo se bene-
ficiaron los grandes productores de petróleo. Las naciones del Este, em-
peñadas en la difícil tarea de transformar sus estructuras económicas, no
tuvieron suerte. Entre agosto y octubre de 1990, Hungría, Checoslova-
quia y Polonia totalizaron pérdidas superiores a los 7.000 millones de dó-
lares. Irak contrajo una importante deuda con estos países, y lo más grave
es que esa deuda debía ser saldada con petróleo.
En Hungría, el conflicto del Golfo cayó como un jarro de agua he-
lada. La inflación, prácticamente inexistente en los años del comu-
nismo, era en octubre de 1990 del 27 % y las previsiones más optimistas
indicaban que esa cifra se podría disparar hasta el 50 % en los primeros
meses de 1991. A esta situación se unió el corte de las exportaciones
húngaras hacia Irak, que en 1989 ascendieron a 26 millones de dólares.

- 120-
Durante los últimos días de octubre, el Gobierno de Budapest, cuya
deuda externa, que supera los 20.000 millones de dólares, es una de las
más altas del mundo, tuvo que hacer frente a las violentas protestas
de camioneros y taxistas, que se opusieron enérgicamente al anuncio de
elevar el precio de los combustibles en un 65 % como vía posible para
superar los negativos efectos del elevado coste del crudo.
La deuda contraída por Irak con Polonia era, en el momento de es-
tallar el conflicto del Golfo Pérsico, de 500 millones de dólares. Dos
meses después de iniciarse las hostilidades en Oriente Medio, las autori-
dades aseguraron que la pérdida de contactos comerciales con Bagdad a
consecuencia del embargo harían perder al país cerca de 3.000 millones
de dólares más. Para la vecina Checoslovaquia, la situación tampoco re-
sultó nada cómoda. Según estimaciones del Ministerio de Economía
checoslovaco, el aumento del precio del crudo a más de 30 dólares el
barril obligaría a que el Estado tuviera que pagar el equivalente al 75 %
de sus exportaciones. Además, con el petróleo a ese precio, el país esta-
ría condenado a perder el 90 % de sus reservas en divisas.
En Bulgaria, donde las pérdidas por la crisis del Golfo alcanzaban
en septiembre los 1.500 millones de dólares, la invasión del emirato de
Kuwait provocó una importante subida de la gasolina, al tiempo que el
encarecimiento del oro negro amenazó con absorber el 80 % de sus re-
servas en divisas. Por último, en Yugoslavia y Rumania, el embargo
causó enormes problemas. De entrada, la suma que Bagdad debe a las
autoridades de Bucarest supera los 1.700 millones de dólares.
Las expectativas para 1991 son alarmantes para el conjunto de las
nuevas democracias del este de Europa. El anuncio de la URSS, su prin-
cipal abastecedor de petróleo y gas, de cobrar las facturas de oro negro
en dólares o en divisas fuertes a partir del 1 de enero de ese año, unido
al recorte de sus entregas (previsiblemente en un 30 %), ahogará seria-
mente las débiles economías de todos esos países, que se verán obliga-
dos a comprar parte del crudo a un precio mucho más caro que hasta
ahora. A ennegrecer este oscuro panorama contribuirán también las
pérdidas producidas por el tajante corte de las ventas de armas a Irak.
En 1989, Checoslovaquia fue el sexto suministrador de armamento pe-
sado a Bagdad. Ese mismo año, Polonia exportó a crédito al régimen de
Sadam Husein productos bélicos por un valor de 100 millones de dóla-
res. Paralelamente, también habrán desaparecido los ingresos prove-
nientes de la importante contribución de algunos países al desarrollo de
la industria petroquímica irakí. Antes del 2 de agosto, 3.000 ciudadanos
polacos, 700 búlgaros y 350 checoslovacos residían y trabajaban con
normalidad en Irak.

- 121 -
En la mayoría de las naciones del África Negra, la crisis del Golfo
Pérsico también repercutió negativamente, a pesar de que el encareci-
miento de los precios del petróleo beneficiara a algunos países como
Nigeria, Gabón, Congo o Camerún. La reactivación de las economías
de estos estados favorecerá la disminución de la tensión política que ca-
racterizó el primer semestre de 1990, al tiempo que con toda proba-
bilidad se producirá un leve mejora de la difícil situación social. Por
otra parte, el aumento de la cotización del oro incrementará las arcas
del Gobierno de Sudáfrica, país del que se extrae el 38,5 % del total
mundial.

Unos ganan, otros pierden

En América Latina, el impacto del conflicto de Oriente Medio pro-


dujo grandes disparidades. Mientras Venezuela y México tuvieron sufi-
cientes razones para frotarse las manos tras la subida del precio del
crudo, Brasil también las tuvo para acoger los acontecimientos con gran
preocupación.
El 30 de octubre, el ministro venezolano de Hacienda, Roberto Po-
caterra, reconoció públicamente que su país recibiría en 1990 ingresos
extraordinarios por valor de 2.594 millones de dólares como conse-
cuencia del encarecimiento del precio del petróleo. De hecho, aunque el
barril se estabilizara en 25 dólares, tanto México como Caracas tendrían
asegurados 1.900 y 1.600 millones de dólares más, respectivamente, que
antes del inicio de las hostilidades en el Golfo. Por otra parte, hay
que tener en cuenta que México, productor independiente, es decir, que
no pertenece a la OPEP y por tanto no está obligado a respetar las cuo-
tas de exportación ni los topes de producción fijados por dicha organi-
zación, aumentó a mediados de agosto sus entregas a E E U U en 100.000
barriles más al día.
Para Ecuador, el país que menos crudo produce de los 13 que con-
forman la OPEP, el aumento de los precios también ayudará a compen-
sar los grandes déficits comerciales a que el Gobierno de Quito debía
hacer frente desde comienzos de 1990. Lo mismo sucederá en Colom-
bia, cuya economía podrá recuperarse de las graves consecuencias de la
caída de las exportaciones de café en 1989.
La crisis del Golfo Pérsico tampoco afectó de manera negativa a
Perú y Bolivia. Ambos estados cuentan con yacimientos propios y las
cantidades de crudo importadas son mínimas. Sin embargo, para Brasil,
el crudo proveniente de Irak y Kuwait constituía un tercio de sus im-

- 122-
portaciones. El alza de los precios inflará la factura petrolífera en 2.000
millones de dólares anuales y la creciente inflación que se avecina con-
tribuirá a poner en peligro las bases del programa de reajuste econó-
mico adoptado en marzo de 1990 por el presidente Fernando Collor.
Al país que más inquietó la invasión irakí de Kuwait fue, sin duda
alguna, a Japón, que importa el 91 % de sus necesidades energéticas. Sin
embargo, afectado de lleno por la primera crisis petrolífera de 1973, el
archipiélago parece estar ahora mucho más preparado para afrontar la
nueva crisis. Sus centrales nucleares producen el 25 % de la electricidad
que consumen los japoneses, las reservas de crudo son suficientes para
142 días, mientras que las importaciones de hidrocarburos no represen-
tan más que el 14 % del total frente al 40 % que representaban en 1980.
Sin embargo, el 40 % del petróleo nipón proviene de la región del
Golfo, por lo que en octubre el conflicto ya amenazaba con reducir los
objetivos de crecimiento económico de un 5 % marcados por Tokio
para 1990. Tampoco hay que olvidar la fragilidad de la Bolsa japonesa
ni el miedo que se apodera de los inversores en situaciones de tensión
internacional como las vividas a partir del 2 de agosto.

Todo sube por la Guerra del Golfo


En Europa Occidental, los efectos de la tensión generada en el Pér-
sico se tradujeron en un inmediato incremento del precio de los com-
bustibles. A medio plazo, es previsible que la crisis se deje sentir con
fuerza en el sector industrial, donde, de continuar la actual situación, se
producirán drásticos recortes de beneficios, con el consiguiente im-
pacto negativo sobre el empleo. El único país al que benefició el com-
portamiento de los mercados tras el inicio de las hostilidades en
Oriente Medio fue Noruega, que produce 1,7 millones de barriles de
petróleo al día. El alza de precios permitió mejorar una balanza comer-
cial ya de por sí positiva, pues las ventas de crudo e hidrocarburos re-
presentan un tercio del total de sus exportaciones.
Para Gran Bretaña, que produce 1,8 millones de barriles diarios, el
crudo no representa sin embargo más que el 6,4 % de sus exportaciones.
A pesar de que el incremento de los precios le es favorable, el país debe
hacer frente a una inflación extremadamente alta, del 9,8 %, y a una tasa
de paro inquietante. En Francia, el impacto será menos importante que
los de 1973 y 1979, ya que París ha sabido dotarse de una importante
producción de energía nuclear que ha disminuido su dependencia del
crudo. No obstante, y según todas las estimaciones, un barril a 25 dóla-

- 123 -
res comportaría una ralentización del crecimiento del 3,4 % al 3 y una
inflación que podría pasar del 3 al 3,5 %.
Alemania, al igual que Francia, produce la mitad de la energía que
consume, pero su vulnerabilidad es bastante más acusada ya que el Go-
bierno de Bonn debe hacer frente a los costes de la unificación, que se-
rán mucho más elevados de lo que en un primer momento se calculó.
Los estados más perjudicados por la crisis del Golfo han sido Italia y
España (país al que se dedica capítulo aparte), que tan sólo producen el
20 % de la energía que consumen, por lo que su dependencia exterior
del petróleo es muy elevada. A estos impactos habrá que añadir los ne-
gativos efectos del embargo contra Irak, un verdadero revés para Fran-
cia, España y Alemania, tradicionales abastecedores de armas del régi-
men de Sadam Husein. El 8 de noviembre, un informe de la comisión
de defensa de la Asamblea francesa daba la voz de alarma. Las exporta-
ciones de armas no sólo habían descendido verticalmente en 1989, sino
que durante el primer semestre de 1990, Francia no había firmado nin-
gún contrato importante de exportación de armamento. En 1989, los
suministros de armamento a Oriente Medio y el Magreb habían bajado
de 20.550 millones de francos a sólo 5.550 millones. Los fabricantes
norteamericanos, favorecidos por el dólar barato, comenzaban a con-
quistar el mercado. En medio del conflicto latía otra guerra.

- 124-
8

L A SANTA A L I A N Z A

En la víspera... se pesca

El frío y estirado secretario de Estado, James A. Baker III, se permi-


tió esa tarde, el 1 de agosto, una sonrisa más alargada que sus habituales
y medidos rictus labiales. Vestía un informal chubasquero de pesca-
dor y mostraba todo lo ufano que podía el pez truchiforme que colgaba
de su mano derecha, atrapado en las frías aguas del lago Baikal. Su co-
lega soviético, Eduard Shevardnadze, sostenía con igual aspecto depor-
tivo otro ejemplar y había logrado componer una sonrisa más cálida
ante los escasos fotógrafos y periodistas que cubrieron el encuentro in-
formal de dos días celebrado en la ciudad siberiana de Irkutsk. El pre-
texto, la celebración de una nueva cumbre Bush-Gorbachov antes de fi-
nalizar 1990, no alentaba ni siquiera una nota de primera plana. Los
ministros pescaban, sin embargo, en aguas profundas.
Más de algún editor frunció el ceño esa tarde en una sala de redac-
ción ante esa cita improvisada y deportiva de los jefes diplomáticos de
las dos superpotencias militares del planeta. Pocos observadores rela-
cionaron la crisis entre Irak y Kuwait con la cita de Siberia, pese a que
en Washington, la portavoz del Departamento de Estado, Margaret
Tutwiler, había confirmado el día anterior, 31 de julio, desplazamientos
masivos de fuerzas en el sur de Irak.
El 1 de agosto, en cambio, todo era normal: «No se ha detectado nin-
gún movimiento», afirmó la portavoz mientras su jefe, Baker, pescaba en
el lago Baikal. La Casa Blanca fue también ponderada y confiaba, según
uno de sus portavoces menores, en que gracias a los esfuerzos de los ve-
cinos árabes pudiera alcanzarse «algún tipo de arreglo amistoso».
A esa misma hora, y después del show de los peces, Shevardnadze

- 125 -
comentaba con James Baker III las últimas informaciones enviadas en
un mensaje urgente y cifrado desde Moscú: el movimiento de tropas
proseguía en el sur de Irak y la estación del K G B en Bagdad advertía
que la invasión de Kuwait era sólo cuestión de horas.
La respuesta de Baker sólo podrá conocerse en sus memorias. Los
servicios de información occidentales, incluyendo el israelí, han insis-
tido con sospechosa unanimidad en que la invasión les tomó por sor-
presa. Es cierto que Sadam Husein extremó sus medidas de distracción
al punto de invitar a un grupo de agregados militares occidentales a pre-
senciar los «ejercicios rutinarios» que realizaban sus tropas cerca de Ba-
sora, apenas horas antes de la invasión. Sin embargo, resulta sorpren-
dente la incompetencia que de pronto atacó a israelíes, franceses,
norteamericanos y británicos, precisamente el día clave de la invasión.
De acuerdo a las versiones en curso, ni los satélites de observación
ni los puntos de escucha de que dispone la N S A norteamericana en
Arabia Saudí y en buques desplegados en el Pérsico captaron vistas o
comunicaciones radiotelefónicas pese a su capacidad de fotografiar a es-
cala natural y de detectar todo tipo de mensajes. Extrañamente, aquel
día 1 de agosto los espías quedaron ciegos y sordos. N i el Mosad ni la in-
teligencia militar israelí (Amam) se atrevieron a dar por segura la inva-
sión, aunque disponían de algunos, no muchos, elementos que les incli-
naban a considerarla inminente. Según fuentes de Jerusalén, el jefe del
gobierno israelí, Yitzhak Shamir, recibió el primer report de su embaja-
dor en Washington, Moshe Arad, informado a su vez por altos funcio-
narios norteamericanos.
Otras fuentes confidenciales, particularmente norteamericanas, sí
apuntaron en cambio que James Baker III conocía perfectamente la si-
tuación y que éste era el motivo único de su excursión deportiva al lago
Baikal. El dossier siberiano contenía, según esta perspectiva, un solo
tema y un solo mapa: la Península Arábiga. Había llegado, dicen esas
fuentes, la hora de la verdad para la zona más conflictiva del planeta.
Baker III llevaba en su cartera los análisis de la información fotográfica
recogida por la N S A el 28 de julio, donde se apreciaban claramente los
preparativos de la invasión. William Webster, el exjuez que dirige la
CIA, disponía también, el día 1, de una copia de esos documentos y de
un juego preciso de fotografías tomadas por satélites que no cerraron
los ojos la víspera de la invasión de Kuwait. En Washington, un porta-
voz de la CIA afirmaba la tarde del 2 de agosto, ante una comisión del
Congreso, que la invasión los había cogido por sorpresa.
La campaña de distracción había sido acordada en el círculo más ín-
timo, el inner circle del presidente Bush, con la aquiescencia de Webster

- 126-
y por consejo del secretario James Baker, el ejecutor táctico de la opera-
ción, Los movimientos en aguas profundas no estaban improvisados.
Mientras toda la atención pública asistía magnetizada al fin de la guerra
fría y al nacimiento de un nuevo mapa en Europa, se desenroscaba
como una serpiente una estrategia urdida en los nidos más ocultos de
Washington desde los últimos meses de la Administración Reagan. Su
finalidad era comprometer a la Unión Soviética en un nuevo esquema
de equilibrio geopolítico en Oriente Medio que neutralizara la amenaza
del terrorismo islámico y, punto más delicado, contuviera al mismo
tiempo los excesos hegemónicos de Israel. Irak, con su sanguinario y
belicoso tirano, su cañón gigante y su peligroso arsenal químico, pro-
porcionaba la coyuntura adecuada.
La información que el secretario de Estado James Baker III llevó a
Siberia no procedía de los canales regulares de su departamento. La po-
tencial agresividad irakí había sido cuidadosamente evaluada desde
1989 no sólo por los servicios norteamericanos, sino también y con
otros objetivos por israelíes y británicos. Las vergüenzas del Irangate
habían arrancado escamas en la piel de la comunidad norteamericana de
Inteligencia. Las viejas paranoias de la infiltración no señalaban ahora a
los rojos sino a los propios aliados y amigos. El caso del espía israelí
Kollack era el ejemplo más a mano y no resultaba sorprendente que en
los círculos sensibles más próximos al presidente Bush no figurase nin-
gún judío. Sadam Husein era un blanco de inteligencia desde mediados
de 1989, pero las intenciones reales de Washington frente al dictador
irakí constituían un secreto con el grado más alto de clasificación.
James Baker III operó con esas reglas en el dédalo de comunicacio-
nes del Departamento de Estado. Su embajadora en Bagdad, April Glas-
pie, no estaba al tanto de las estrategias profundas que se articulaban en
circuitos ajenos a la diplomacia regular. Días antes de la invasión había
sostenido una absurda conversación tête-à-tête con Sadam Husein, que
luego provocaría una polémica intrascendente que vino bien a las corti-
nas de humo que han rodeado toda la operación irakí. La señora Glas-
pie, una mujer sensible y eficiente, visitó el día 25 de julio al dictador
irakí para transmitirle un mensaje sibilino urdido en la Casa Blanca, con
la más que probable colaboración del propio James A. Baker III. Su
contenido parecía calcado de un manual de diplomacia árabe: «El presi-
dente Bush desea personalmente ampliar y profundizar las relaciones con
Irak.» Otra frase, revelada por la propia embajadora, escondía un men-
saje aún más envenenado: «No tenemos mucho que decir sobre las diferen-
cias interárabes como sus diferencias fronterizas con Kuwait Todos confia-
mos en que usted resuelva esos problemas rápidamente.» El 1 de agosto, la

- 127-
señora Glaspie salía de Bagdad para iniciar sus vacaciones, convencida,
según diría después, de que Sadam Husein no tenía ninguna intención
de invadir Kuwait. Su jefe, James A. Baker III, pescaba esa tarde en el
lago Baikal.

El pacto contra Bagdad

La reunión de Irkutsk fue una cita histórica que los textos no regis-
trarán nunca. Por primera vez los dos exrivales de la guerra fría analiza-
ban desde una óptica común un marco de conflicto. Los planes agresi-
vos de expansión de Sadam Husein proporcionaban el punto de partida
para una revisión a fondo de los equilibrios geopolíticos en el complejo
cuadrante donde se almacenan más de la mitad de las reservas petrolífe-
ras del mundo. Washington había preparado y alentado con mano de
artista las condiciones para «permitir» un conflicto que pusiera sobre el
tablero y en un momento dramático todo el nudo estratégico de
Oriente Medio.
Hace 35 años, en el apogeo de la guerra fría, otro secretario de Es-
tado, John Foster Dulles, había concebido una alianza regional centrada
precisamente en Irak, el pacto de Bagdad, establecido en 1955 para
«contener» la influencia soviética en Oriente Medio. Irak era entonces
una monarquía decadente y prooccidental, surgida de los despojos del
colonialismo francobritánico en la zona. Gran Bretaña formaba parte
natural de esa alianza regional creada muy al estilo de guerreros de la
guerra fría como los propios hermanos Dulles, gentlemen del entonces
filobritánico establishment de la costa Este de Estados Unidos. El secre-
tario de Estado y su hermano, creador y director de la CIA, fueron los
artífices de un rosario de pequeñas otanes regionales como el Pacto de
Bagdad y la Cento, o la Seato en Extremo Oriente, todas ellas de corta
vida y escasa eficiencia.
El Pacto de Bagdad saltó hecho pedazos con la crisis de Suez en
1956, cuando Gran Bretaña, Francia e Israel unieron sus fuerzas para
atacar a Egipto y provocaron una reacción consensuada de Moscú y
Washington para apagar una bomba con resabios coloniales que estuvo
a punto de hacer estallar todo Oriente Medio. Dos años después caía la
monarquía irakí y Bagdad desahuciaba el pacto para iniciar la anda-
dura nacionalista que ha derivado hacia la dictadura de Sadam Husein.
En 1990, otro secretario de Estado, esta vez un gentleman de Texas,
marcado por el « nuevo pensamiento político» de la posguerra fría, urdía,
ese 1 de agosto en Siberia, otro pacto, ahora contra Bagdad, para «conte-

- 128 -
ner» no ya el comunismo sino a los enemigos regionales que podía alte-
rar el tablero a los reconciliados adversarios de 40 años de confronta-
ción. Simbólicamente y en secreto se plasmaba a orillas del lago Baikal
una nueva alianza con otros protagonistas, a fin de imponer el nuevo
orden en el escurridizo laberinto de Oriente Medio. Concluida la gue-
rra fría, Oriente Medio constituía el gran desafío de la era de la colabo-
ración entre los dos Grandes. Es «la más prometedora joint venture en el
terreno de la seguridad regional», escribía días después Strobe Talbott,
probablemente el analista político de Washington con mejor acceso al
propio presidente Bush.

El fin de la guerra fría en Oriente Medio

La línea básica del pacto secreto contra Bagdad analizado a orillas


del Baikal fue cuidadosamente escamoteada a la prensa, cuya ausencia
en Irkutsk fue una magistral obra de disuasión pacífica por parte de los
organizadores del encuentro. Existen motivos razonables, políticos y
tácticos para esconder la agenda analizada en la estepa siberiana. Un
cambio de orientación en la política norteamericana en Oriente Medio
toca por fuerza puntos excesivamente sensibles dado el cruce de con-
flictos que se produce en una zona que ha sido víctima desde 1945 de
mil estrategias y conspiraciones diversas. Las líneas de acción de la
nueva diplomacia norteamericana suponen una ruptura tajante no sólo
con los viejos modelos de la guerra fría sino con alianzas privilegiadas
como las que ha sostenido E E U U con Israel durante más de 30 años.
La evolución de la crisis del Golfo en los tres meses sucesivos fue-
ron desvelando las vigas maestras del edificio que comenzó a cons-
truirse en Irkutsk: acercamiento de E E U U y Siria; reanudación de rela-
ciones entre Arabia Saudí y la URSS; implantación de la pax siria en
Líbano; tanteos norteamericanos para estructurar una nueva alianza de
seguridad en la zona apoyada en pilares árabes. Según la recomposición
realizada por analistas políticos en Washington y extrapolada de fuen-
tes diplomáticas europeas, el diseño de Irkutsk apuntaba las siguientes
líneas de acción y enfoque estratégico:

1. Reconstrucción de las respectivas influencias de las dos su-


perpotencias en el área de acuerdo a esquemas de colaboración y
no de enfrentamiento. Énfasis en las relaciones económicas y co-
merciales y en acuerdos globales de seguridad regional. Normali-
zación, dentro de este esquema, de las relaciones diplomáticas en-

- 129-
tre la URSS y los países de la zona encuadrados hasta ahora en el
frente prooccidental.
2. Disolución política del frente de rechazo árabe vinculado en
el pasado a la esfera soviética. Desarticulación de las redes terro-
ristas en los países donde la URSS puede ejercer alguna influencia,
como es el caso de Siria, abierta ahora a un nuevo sistema de rela-
ciones con E E U U y con el mundo árabe moderado.
3. Disociación de los viejos frentes de alianzas establecidos en
términos de esferas de influencia de los bloques o aproximaciones
ideológicas vigentes en los años setenta y parte de los ochenta:
moderados proocidentales y radicales prosoviéticos. Penetración y
control de organismos regionales nuevos a fin de encuadrarlos en
los esquemas de una estrategia global de cooperación.
4. Colaboración en la búsqueda de una solución al problema
palestino que no ponga en peligro la seguridad de Israel. Potenciar
los acuerdos de paz árabe-israelíes para desarrollar el proceso ini-
ciado con el tratado entre Israel y Egipto.
5. Consolidación de un sistema de alianzas que garantice esta-
bilidad política en los países con grandes recursos petrolíferos.
Los puntos de vista de Moscú y de Washington difieren en este
punto. E E U U patrocina una alianza militar al estilo de la O T A N ,
mientras la URSS se inclina por marcos más diplomáticos como la
O N U u otros organismos supranacionales de carácter político.
6. Búsqueda de un nuevo equilibrio regional que impida ame-
nazas como las del arsenal irakí o la hegemonía de Israel.
7. Normalización de las relaciones internacionales con Irán y
neutralización del terrorismo islámico. Pacificación de áreas con-
flictivas como Líbano, asegurada mediante la nueva pax siria.
8. Revisión cautelosa de los mapas geopolíticos de la zona a fin
de construir un nuevo equilibrio que apacigüe el conflicto árabe-
israelí y eventualmente otras tensiones nacionales y/o étnicas de
Oriente Medio y el área del Golfo.
9. Contención de las influencias comerciales y políticas de ter-
ceras potencias, concepto sumamente importante para los aliados
europeos, especialmente Francia, que temen perder las ventajas de
sus relaciones políticas y comerciales con el mundo árabe, hasta
hace escasos meses su principal comprador de armas.
10. En relación a la crisis abierta por Irak, coordinar una polí-
tica común y firme de contención y disuasión, apoyada en un con-
senso internacional y dispuesta a frenar tajantemente toda inicia-
tiva de agresión de un estado regional.

- 130-
Baker y Shevardnadze pasaron revista a estos aspectos en la cita de
Irkutsk y analizaron una línea de actuación tanto en la crisis inminente
como en el diseño a medio plazo de una política global y consensuada
en todo Oriente Medio. En Irkutsk quedó establecido un calendario
aproximado de normalización de relaciones con los socios y clientes del
viejo bloque contrario, aunque permanecieron algunas líneas abiertas
sin acuerdo, como la configuración de futuras alianzas regionales. Los
canales diplomáticos se abrieron efectivamente entre agosto y octubre,
con un ritmo sincronizado a la evolución de la crisis. Moscú estableció
relaciones con Arabia Saudí y con otros países del Golfo, mientras se
escenificaba la espectacular reconciliación entre Washington y el régi-
men terrorista sirio de Hafez el Assad. Un punto adicional, vinculado
directamente con la situación, tocó aspectos económicos que acostum-
bran estar muy presentes en los últimos encuentros entre dirigentes so-
viéticos y estadounidenses. Shevardnadze pudo exponer el interés de la
URSS en una aproximación distinta a las finanzas del petróleo, de las
que ha estado escindida pese a ser el segundo productor del mundo. Las
relaciones comerciales soviéticas con Oriente Medio se han desarro-
llado preferentemente en el comercio de armamentos con países como
Irak, Siria y Libia y bajo los ambiguos signos de una correspondencia
ideológica que no tiene lugar en el llamado nuevo orden mundial.
Los aspectos económicos de los acuerdos de Irkutsk resultan más
difíciles de calibrar. Como datos precisos, cabe señalar que el mismo día
de la invasión, el 2 de agosto, la Unión Soviética vertió importantes
cantidades de oro y diamantes en el mercado internacional aprove-
chando una súbita y breve subida de los precios. Las estimaciones he-
chas por la prensa económica internacional constatan que tales ventas
no alteraron los mercados de metales preciosos y que permitieron a
Moscú satisfacer las exigencias más urgentes de su deuda externa. El
otro tema clave, del que no se disponen aún datos precisos, apunta a la
normalización del comercio soviético del petróleo, cuyos primeros in-
dicios han sido dramáticos para los países del desaparecido bloque so-
cialista, hoy huérfanos de crudo subvencionado. Baker admitió en una
posterior rueda de prensa que expuso a su colega soviético Shevard-
nadze el problema que suponía para Washington una crisis que ponía
en peligro los importantes suministros de crudo que E E U U adquiere en
Oriente Medio. No ha habido tiempo para documentar el posible des-
vío hacia E E U U de las exportaciones de petróleo soviético. En octubre,
en todo caso, habían sido firmados protocolos para la venta a la URSS
de elementos de tecnología avanzada aplicada a la extracción y refina-
miento de petróleo por parte de firmas norteamericanas.

- 131 -
El comunicado inusual
El consenso de Irkutsk tuvo su primer efecto público al día si-
guiente, 2 de agosto, pocas horas después de que los tanques irakíes
bombardeasen el palacio del emir de Kuwait. Baker realizaba ese día
una exótica visita a la república de Mongolia exterior para bendecir el
impulso de la perestroika en la tierra de Gengis Khan. La invasión le
«sorprendió» en la lejana Ulan Bator y suspendió de inmediato su pro-
grama. Las órdenes de Washington fueron, según la versión corriente
ofrecida a la prensa, regresar inmediatamente a casa ... vía Moscú.
Shevardnadze le esperaba en el aeropuerto Vnukovo el viernes 3 de
agosto. Ambos ministros se encerraron durante 90 minutos en una sala
del aeropuerto moscovita antes de emitir el primer comunicado con-
junto que hayan hecho nunca la Unión Soviética y Estados Unidos,
salvo como aliados en la Segunda Guerra Mundial. «Hoy —decía la de-
claración—, los gobiernos de la Unión Soviética y Estados Unidos han dado
el paso inusual de pedir en forma conjunta a la comunidad internacional que
se una a nosotros suspendiendo toda entrega de armas a Irak» E l histórico
documento, hito de la nueva era de la posguerra fría, condenaba sin am-
bages la «brutal» agresión irakí y exigía a Bagdad, en nombre de las dos
superpotencias, «que retire sus tropas del territorio kuwaití». E l comuni-
cado pedía asimismo a la comunidad internacional no sólo una condena
sino «pasos concretos» contra Bagdad. «La soberanía y la integridad de Ku-
wait deben ser restauradas.» A l margen del texto, los dos ministros emi-
tieron una advertencia directa al agresor irakí en caso de infligir algún
daños a los residentes norteamericanos y soviéticos en Irak y Kuwait.
«Las consecuencias serían muy, muy serias», corearon Eduard Shevard-
nadze y James A. Baker III. Con esta amenaza proclamaron ante el
mundo la santa alianza del nuevo orden internacional.

Los dilemas del Kremlin


«Sadam Husein camina hacia un punto muerto.» La traducción inglesa
de las palabras de Mijail Gorbachov resonaron fatídicas en los micrófo-
nos del intérprete y en las reproducciones inmediatas a través de las an-
tenas de la BBC británica y la Voz de América. El «dead end» que vatici-
naba el líder soviético, sentado codo a codo con el presidente Bush en
la sala de conferencias de Helsinki, sonaba a muerte. «Si los pasos en mar-
cha fracasan, estamos preparados para adoptar medidas adicionales.» La de-
claración conjunta de los líderes olía a pólvora en esa cumbre celebrada

- 132-
de urgencia en Helsinki el 9 de septiembre, 38 días después de la inva-
sión. Hacía escasos días que Gorbachov había mantenido una «franca»,
es decir brutal, conversación en Moscú con el ministro irakí de Exterio-
res, Tareq Aziz, miembro del hermético Consejo de Comando de la Re-
volución. El líder soviético le aclaró que la única vía para poner fin a la
crisis era «la salida incondicional de Kuwait».
Pese al consenso global, las presiones de Washington para implicar
más activamente a Moscú en el despliegue multinacional contra Sadam
tropezaban con dificultades. La «agenda secreta» de Irkutsk, como la
llamó incluso la ponderada revista Time, reapareció en Helsinki. Por
primera vez se destapó en la prensa más abierta la voluntad expresa del
presidente Bush de reintroducir a la URSS como factor de equilibrio re-
gional en Oriente Medio. El diseño global analizado en la reunión de
los pescadores de Irkutsk, Baker y Shevardnadze, seguía vigente en sus
líneas gruesas, aunque ya se insinuaban los desacuerdos tácticos. Ambos
ministros actualizaron la agenda de Irkutsk mientras Bush pulsaba con
Gorbachov las líneas generales de una alianza global que estableciese un
nuevo esquema de seguridad en Oriente Medio. La admisión pública de
esta voluntad de acuerdo suscitaba sin embargo discrepancias tanto en
E E U U como en la URSS.
Para algunos viejos derechistas norteamericanos, como Pat Bucha-
nan y William Safire, hombres con antenas sensibles en los sótanos del
establishment, resultaba inconcebible que E E U U invitara a Moscú a
compartir responsabilidades de seguridad regional. E E U U , argumen-
taba Safire, luchó desde 1948 por arrojar a los soviets del Pérsico y,
como dijera una vez Henry Kissinger, «sacar las manos soviéticas de
Oriente Medio». ¿Por qué llamarlos ahora? Tanto en la derecha como en
la izquierda norteamericanas, el desarrollo de la crisis del Golfo fue
alentando corrientes críticas, neoaislacionistas, en las que coincidían li-
berales como el historiador Arthur Schlessinger, exasesor de Kennedy,
y la troupe neoconservadora reaganita: Jeanne Kirkpatrick y el ideólogo
Robert Novak, barridos por el pragmatismo moderado de la Adminis-
tración Bush.
Tampoco en el Kremlin abundaban los aplausos. Mijail Gorbachov
sufría entonces el embate de los reformistas que querían acelerar los
cambios económicos y derribar el para ellos tibio e inmovilista Go-
bierno de Nikolai Rijkov. La energía del líder soviético se repartía entre
esa batalla pública y otra más discreta que procedía del estado mayor
del Ejército Rojo y en la que el KGB jugaba delicadas barajas.
Subrepticiamente, asomaban en Moscú las antiguas discrepancias
entre occidentalistas y ortodoxos, versión rusa de los halcones y palomas

- 133-
americanos. El sector halcón de los generales rojos había presionado pú-
blicamente en una sesión del Parlamento soviético para expresar su
preocupación por tan formidable despliegue de tropas norteamericanas
a menos de 1.000 kilómetros de la frontera de la URSS. El viceministro
de Exteriores, Alexander Belogonov, hubo de salir al paso de los dipu-
tados ortodoxos que ponían el grito en el cielo y afirmar que el Kremlin
estaba notificado pero que no aprobaba tal escalada militar: «No pode-
mos estar muy contentos por la progresión del poder militar estadounidense
en la zona.» En efecto, admitía a regañadientes el viceministro, «no tene-
mos garantías de que EEUU abandone Arabia Saudí cuando la crisis esté su-
perada».
Mijail Gorbachov ya acudió a Helsinki con un esquema ambivalente
que subrayaba la conjunción de fines con Bush pero no la de métodos y
tácticas. En su visión estratégica la mejor opción pasaba ciertamente
por sellar la alianza global con E E U U y afianzar así el papel de las dos
potencias como cogarantes de la seguridad mundial. Los más cercanos a
Gorbachov afirman que la perspectiva de una joint-venture regional con
Washington seduce como primera perspectiva al líder soviético. No
obstante, las presiones de los halcones del Ejército Rojo le obligan a me-
dir los compromisos que representaban para Moscú sus 30 años de rela-
ciones privilegiadas con Irak.
Gorbachov no podía disimular que entre los 5.000 soviéticos reteni-
dos en Irak al menos 1.000 operaban como consejeros militares y de In-
teligencia. Estos técnicos habían entrenado a los pilotos irakíes y a los
oficiales de la artillería de misiles hasta hacía escasas semanas y poseían
secretos militares de alto interés para E E U U . La alianza profunda desde
el punto de vista global no podía ser exhibida con tanta crudeza ni ante
los militares soviéticos ni quizás ante los altos oficiales norteamericanos
que se quejaron de las «resoluciones asombrosamente tan poco específicas»
de la cumbre de Helsinki.
La postura soviética se vio desde entonces sometida a una suerte de
esquizofrenia que hizo dudar en octubre de la eficacia de la santa
alianza. El mago de la perestroika supo jugar otra vez al equilibrio. No
cerró del todo las puertas a una participación militar —aunque bajo la
bandera de la ONU— pero insistió en la necesidad de buscar soluciones
árabes al conflicto. Por una parte, Moscú decidió no retirar sus «especia-
listas» militares de Bagdad, al menos «hasta que finalice su contrato». Por
otra, se sumaba a las presiones más duras del embargo internacional
contra Irak.
En algún momento, a finales de septiembre, Gorbachov gira su eje
estratégico y asume en apariencia posturas más ortodoxas y más al gusto

- 134-
de las viejas líneas militares soviéticas. La propuesta de un arreglo glo-
bal y de una conferencia internacional de paz para estudiar toda la pro-
blemática de Oriente Medio fue presentada en la Asamblea de la O N U
con escasos días de diferencia por Mijail Gorbachov y por Frangois
Mitterrand. En su viaje a París, el 28 y 29 de octubre, Gorbachov re-
lanza la idea y proclama que «la guerra es inaceptable».
Fuentes soviéticas prooccidentales señalan que la postura pública de
Gorbachov no reflejó otra cosa que una maniobra de equilibrio interno
y una audaz campaña de desinformación dedicada al propio Sadam Hu-
sein. El día 7 de noviembre, Gorbachov volvía a considerar no tan ina-
ceptable la opción de la guerra. Para entonces, Bush ya había logrado
atravesar la incómoda barrera de las elecciones del 6 de noviembre y
recomponer con nuevos actos de determinación la lógica de la escalada.
El juego de distracción de Gorbachov habría cumplido, según el
análisis de esas fuentes no oficiales soviéticas, diversos objetivos diplo-
máticos y tácticos en ese periodo necesariamente confuso que precede a
una ofensiva. Mientras proseguía el despliegue militar norteamericano
en el desierto saudí, el escenario político registra entre octubre y no-
viembre los siguientes episodios y situaciones:

1. Cerca ya de cumplirse los tres meses del conflicto, Bush


afronta una pequeña disensión interna, reflejada en un descenso
leve de popularidad y alimentada en plena campaña electoral por
sus rivales políticos. Las presiones del lobby israelí hacen uso del
debate del presupuesto en el Congreso y de la eventual ilegalidad
de una orden presidencial de ataque para intentar erosionar el só-
lido apoyo concitado por el presidente desde el inicio de la crisis.
Bush viaja esos días a Honolulú; se fotografía nadando y se limita
a mantener el tono de la denuncia contra Sadam con algunos pi-
cos de escalada verbal, comparándolo con Hitler o exigiendo un
«Nuremberg» para condenar sus vejaciones contra los rehenes.
2. Gorbachov improvisa un viaje a España que culmina en Pa-
rís, desde donde proclama, junto a Mitterrand, la necesidad de
una conferencia de paz y la búsqueda de soluciones políticas que
eviten la «guerra inaceptable».
3. El enviado especial de Gorbachov a Bagdad y a la zona, Ev-
gueni Primakov, miembro del consejo presidencial del Krem-
lin, traduce en mensajes contradictorios su entrevista con Sadam
Husein, sin dar esperanzas concretas de encontrar una solución
política negociada, aunque en un segundo comentario se refiere
a imprecisos progresos. Sadam, diría después, está dispuesto a

- 135 -
negociar en un marco árabe una retirada de Kuwait si tiene garan-
tías de que no será atacado y derrocado por la fuerza.
4. La mayor parte de los generales soviéticos se manifiesta en
contra de intervenir directamente en la fuerza multinacional en
caso de conflicto, aunque acepta la colaboración de Inteligencia
con Estados Unidos.
5. Gorbachov desecha la posibilidad de una organización re-
gional de seguridad basada en la presencia militar norteamericana
en Arabia Saudí y abre una negociación aún no resuelta con Wash-
ington para buscar una forma más equilibrada de cooperación de-
fensiva en la zona.
6. La alusión al factor árabe fomenta algunas iniciativas de paí-
ses del Magreb que tienen algún eco en París y que dejan en un
ambiguo suspenso la opción militar desde finales de octubre hasta
los primeros días de noviembre.
7. La diplomacia francesa alienta la imagen de un bloque paci-
fista franco-soviético frente al eje militarista anglo-norteameri-
cano. Gorbachov permite por unos días esta proyección que di-
luye las apariencias de una acción bélica inmediata. Washington
emite incluso algunas tenues expectativas sobre soluciones diplo-
máticas.

Para algunos técnicos militares, esta progresión habría formado


parte de una campaña clásica de adormecimiento del enemigo. El anun-
cio de Bush de comer el pavo del Día de Acción de Gracias con los sol-
dados, el 22 de noviembre, sería la culminación de una maniobra de dis-
tracción en la que habría colaborado a su modo Mijail Gorbachov. El
semanario francés L'Express insinúa, tímidamente y con cierto despecho
por la pérdida de iniciativa gala, que los dos líderes simplemente se han
repartido los clásicos papeles del policía malo y el policía bueno: el «me-
chantflic» Bush y el «gentilpoulet» Gorbachov. Mientras Gorbachov, fla-
grantemente bendecido con el Nobel de la Paz, reclama que «la guerra es
inaceptable», Bush increpa al «Hitler árabe» y advierte desdeñoso que «el
apaciguamiento sólo conduce a estimular nuevas agresiones».
Otro análisis más contrastado apunta en una dirección opuesta. Los
matices políticos observados esos días proyectaban en realidad la pri-
mera grieta no sólo de la santa alianza ruso-americana sino de la cohe-
sión de la coalición mundial tan hábilmente armada por Bush la pri-
mera semana de agesto. Los puntos de fricción, como puede leerse en
otros capítulos, provenían fundamentalmente de tres focos: Israel, París
y el cambiante mundo árabe. Moscú habría aprovechado esas fisuras

- 136-
para irrumpir con una estrategia propia que le garantizase un buen lu-
gar «después» de la guerra.
Para muchos analistas, ese periodo muerto en que pareció entrar la
escalada del conflicto en octubre reflejaría las dificultades que los prin-
cipales aliados enfrentaban para acordar el futuro mapa. Los intereses
cruzados de Israel, Francia, la URSS, Gran Bretaña y E E U U , algunos
visibles sólo en los hilos financieros articulados en torno al petróleo y al
comercio de armas, harían más difícil que lo previsto un acuerdo inter-
nacional de pacificación de la zona. Este análisis subraya los matices y
las diferencias de intereses entre Washington y Moscú ante la crisis. El
acuerdo básico para un rediseño global de los equilibrios geoestratégi-
cos en Oriente Medio no supondría evidentemente un consenso en
cada uno de sus aspectos. Moscú no deseaba sacrificar sus canales de re-
lación con Irak y con la O L P y se ofrecía en cambio como una potencia
apta para articular la mediación futura que exigiría un cambio radical
del mapa geopolítico de Oriente Medio.
Obviamente, Washington no veía ningún resultado práctico en arti-
cular una conferencia mundial de paz como la sugerida con algún matiz
distinto por Mitterrand y Gorbachov, con la evidente intención de di-
luir el protagonismo del liderazgo norteamericano. Bush confiaba más
en atar cuidadosamente todos los nudos mediante pactos y obligaciones
bilaterales y utilizar para los efectos del espejo mundial el cómodo e
irrebatible recurso de las Naciones Unidas. En octubre, el juego ya no
era tan simple.

La misión muy especial de Evgueni Primakov

Mientras Mijail Gorbachov contemplaba, el 28 de octubre, junto al


príncipe Felipe, el presidente Pujol y alcalde Maragall, la maqueta del
anillo olímpico de Barcelona, Eduard Shevardnadze tenía en sus manos
el último mensaje enviado desde Bagdad por el emisario especial Ev-
gueni Primakov. Gorbachov protagonizaba ese mediodía un entuerto
de protocolo que irritaría las siempre delicadas relaciones entre Cata-
luña y Madrid. Shevardnadze no pudo comentar el telegrama antes del
vuelo esa misma tarde hacia París y cometió un desliz que recogieron
las agencias internacionales de prensa y que delataba el abierto pesi-
mismo del ministro ante la misión de Primakov; «no hay motivo para
ninguna esperanza», diría ante los periodistas españoles. Horas después,
en París, el presidente Gorbachov decía lo contrario y se ufanaba de «al-
gunos progresos».
Evgueni Primakov había sostenido una conversación de casi dos ho-
ras con Sadam Husein, como culminación de un intrincado periplo de
un mes que comenzó también en Bagdad y que cubrió intermitente-
mente las principales capitales árabes. Sus entrevistas con los príncipes
saudíes, el presidente sirio Assad, el rey jordano Husein y el líder pales-
tino Yaser Arafat habían alentado una vidriosa iniciativa de mediación
similar en algunos puntos a las propuestas que alentaran primero Libia,
Jordania y la O L P y luego Argelia y Túnez. El paso de Primakov por
Riad arrancó incluso algunas declaraciones alentadoras y sorprendentes
del ministro saudí de Defensa, el príncipe Sultán, quien no descartó du-
rante unas horas la posibilidad de una retirada negociada de las tropas
irakíes del emirato invadido.
La ceremonia de la confusión duró desde el 25 de octubre hasta el
6 de noviembre. La moderación del príncipe Sultán fue desmentida in-
mediatamente por el rey Fahd y luego por el propio ministro saudí. El
pesimismo de Shevardnadze, transformado por el brujo Gorbachov con
una maniobra pueril. Según Gorbachov, su emisario Primakov le habría
enviado inmediatamente después un telegrama, a las 5 de la madrugada
del lunes 29 de octubre, señalando que «la posición de Sadam Husein no
es la misma y han aparecido nuevas reflexiones».
Este abierto bluff diplomático, rechazado sin disimulo por sus hués-
pedes franceses, permitió al líder soviético ejecutar una singular puesta
en escena pacifista en el corazón de Europa. Aunque Mitterrand se
apresuraba a decir ante las candilejas del público que «no ha cambiado
fundamentalmente nada desde el 2 de agosto», Gorbachov lanzó en París
un inusitado llamamiento al «factor árabe», en términos suficientemente
ambiguos para demostrar un entendimiento inexistente entre su pos-
tura y la del presidente Mitterrand.
La jugada de fondo soviética apuntaba a objetivos más oblicuos. La
propuesta de una «conferencia interárabe» daba un especial protago-
nismo a Arabia Saudí, en los mismos momentos en que Primakov co-
municaba a los príncipes de Riad los resultados de su entrevista con Sa-
dam. Gorbachov invitaba a que fuera Arabia Saudí la promotora de la
iniciativa, asegurando el apoyo de Siria y de otros estados árabes a los
que Moscú podía presionar de alguna forma.
Los análisis más superficiales quisieron ver en la visita de Gorba-
chov a París un intento del líder soviético de consolidar un frente paci-
fista dentro de la alianza internacional contra Sadam. Francia, aunque
celosa del protagonismo americano, evitó una trampa que arrinconaba
sus propias redes en el mundo árabe en beneficio del principal aliado de
Washington. La propuesta de Gorbachov afianzaba en realidad el pacto

- 138 -
de las dos superpotencias al inclinar el eje del mundo árabe hacia Riad y
profundizar así las relaciones recién establecidas entre Arabia Saudí y la
URSS.
Es muy probable que haya que esperar el desenlace de la guerra para
medir los alcances de la misión especial del consejero de Gorbachov, un
experto veterano en asuntos de Oriente Medio. En el terreno inme-
diato, Evgueni Primakov pudo pactar en Bagdad la situación de los más
de 5.000 especialistas soviéticos y lograr la salida de algunas de sus es-
posas e hijos. Los residentes soviéticos, al revés que los occidentales,
fueron trasladados de la primera línea del escudo humano en puntos es-
tratégicos, donde quedaron los norteamericanos y británicos. Su salida,
no obstante, no fue objeto de negociación.
En Bagdad, el encuentro de Gorbachov y Mitterrand en París había
alentado algunos delirios de mediación. En su particular lenguaje, Sa-
dam Husein intentó condicionar una negociación a los esfuerzos
franco-soviéticos, con la esperanza de que las conversaciones privadas
que sostuvieron Mitterrand y Gorbachov en el palacio de Rambouillet
alentaran una iniciativa capaz de romper la alianza internacional enca-
bezada por Estados Unidos. Los matices de ese diálogo a puerta cerrada
cerca de París han sido mantenidos en hermético secreto. El ministro
irakí de Exteriores, Tareq Aziz, había multiplicado los guiños diplomá-
ticos a la cumbre parisina adelantando que Bagdad juzgaría «muy positi-
vas las declaraciones franco-soviéticas» e invitando a que ambos países «si-
gan en esa dirección».
A la luz de los acontecimientos posteriores, la misión de Primakov
fue un absoluto fracaso o bien, como estiman algunos analistas nortea-
mericanos, sirvió para que Moscú sentase la primeras bases de un fu-
turo circuito de relaciones en el mundo árabe. En esta óptica, el emisa-
rio de Gorbachov habría podido, bajo la cobertura de una misión de
apaciguamiento, reconducir los hilos de sus averiadas relaciones con la
OLP al tiempo que vertebraba un contacto aún flamante con los sau-
díes y con Egipto. En términos comerciales, las relaciones con Arabia
Saudí ya se han traducido en algunos acuerdos relacionados con la tec-
nología del petróleo y están en estudio algunos dossiers de compras
de armas por parte de Riad. En términos políticos, el balance es aún
escaso.
Si el juego ha consistido en la consabida pareja del policía bueno y el
policía malo, la misión de Primakov fue de gran utilidad para adormecer
durante un par de semanas al león de Bagdad. Los supuestos «progresos»
y «nuevas reflexiones» que se sacara de la manga Mijail Gorbachov en Pa-
rís desaparecieron rápidamente de los espejos públicos que han refle-

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jado los episodios externos de la guerra del golfo. El 7 de noviembre,
Gorbachov volvía a ver la guerra como algo difícilmente inevitable.
El día 8, James Baker III se reunía durante toda una tarde con Gor-
bachov y con Shevardnadze en la dacha o palacete empleado por el
Kremlin para recibir a los huéspedes ilustres, exhibido por primera vez
a los fotógrafos. Ese mismo día, Primakov daba a conocer más detalles
de su misión en las páginas de Literaturnaya Gazeta, aferrándose deses-
peradamente a las efímeras posibilidades de un arreglo pacífico. Sadam
Husein estaba dispuesto a negociar en el marco de un foro interárabe
una retirada de Kuwait, pero temía, con absoluta clarividencia, de que
el objetivo de E E U U no terminaba en su retirada sino en su caída. En la
dacha de las afueras de Moscú, Baker III completaba otra misión empe-
zada en Riad esa semana, con la firma de un acuerdo sobre el mando
norteamericano de las fuerzas en caso de un ataque «fuera de Arabia
Saudí». Tras las largas discusiones, de 13 horas, sobre «los formidables
problemas de toda el área», Moscú aprobaba oficialmente el uso de la
fuerza para expulsar a Irak de Kuwait. El único requisito, aceptado y ya
tanteado por Washington, era hacerlo con la bendición del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas. El proceso ya estaba en marcha.

«Hola, soy Bush»


La primera decisión que adoptó el presidente George Bush el 2 de
agosto, día de la invasión de Kuwait, fue no interrumpir el calendario
de sus vacaciones estivales. Su primer arma fue el teléfono, desde Camp
David, la Casa Blanca, el Pentágono o su retiro familiar y bucólico en
Kennebunkport, entre los bosques y arrecifes del Maine. Durante seis
días, el teléfono fue su compañero inseparable, incluso en los campos
de golf donde se fotografió generosamente junto a caddies de traje y
corbata con transmisores portátiles en vez de bolsa de palos. Teléfono
y golf: el arma y el símbolo totémico. En los primeros días de la crisis,
cuentan sus ayudantes, George Bush realizó sin descanso dos llamadas
personales por hora a presidentes, reyes, primeros ministros y emires.
Su voz atravesó el planeta en todas las direcciones, mientras se exhibía
ante las cámaras en traje informal, con visera y camisa coloreada en me-
dio de las praderas onduladas de un campo de golf. El golf ha sido la
identificación de la guerra del golfo, como si la afinidad fonética sirviera
para afianzar un símbolo que los analistas de la imagen han comparado
con el tranquilizador habano que caracterizó a Winston Churchill en
los momentos más dramáticos de la Segunda Guerra Mundial.

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George Bush, 65 años, pasará a la historia, entre otros apuntes,
como el último presidente norteamericano que luchó en la Segunda
Guerra Mundial. Hijo de una acomodada familia del establishment de
Nueva Inglaterra, el joven George huyó subrepticiamente de su casa a
los 17 años y se enroló en la Fuerza Aérea con nombre falso y la edad
exagerada. En 1942 se convirtió en el piloto más joven de la USAFy fue
destacado al frente del Pacífico. Sus acciones de guerra le valieron algu-
nas condecoraciones que su familia sólo conoció cuando fue herido al
caer su avión y enviado de regreso a Estados Unidos. Su epopeya apare-
ció entonces en los magazines como la historia apasionante de un niño
bien que los tenía bien puestos. Fue la primera y última ocasión en que
George Bush fue tratado con la frivola pleitesía que la prensa rinde a sus
personajes con carisma de venta. A partir de entonces, el empresario,
político, embajador, director de la CIA y vicepresidente Bush escogió la
discreción.
Esa misma discreción marcó su elección casi administrativa de pre-
sidente de Estados Unidos, después de los brillos y las candilejas de la
rutilante pareja de los Reagan. La Casa Blanca apagó sus luces de deco-
rado y volvió a las sobrias tradiciones de los presidentes de antaño.
George Bush se convirtió en el hombre tranquilo de la avenida Massa-
chusetts, asaeteado por la prensa por su excesivo silencio o porque no
parecía hacer nada mientras caían como un dominó las repúblicas po-
pulares del Este de Europa y Alemania corría con sus propios pies hacia
una acelerada unificación.
El hombre, sin embargo, se preparaba para su hora del destino. En
su biografía existen hitos muy contrarios a la mediocridad: su determi-
nación adolescente de enrolarse en la guerra, o su decisión, al término
de sus estudios universitarios, de alejarse del millonario alero fami-
liar de Nueva Inglaterra para levantar por su cuenta una fortuna como
empresario petrolero en Texas, no son precisamente los pasos de un va-
cilante. Sus colaboradores íntimos señalan que Bush se ha preparado
durante toda su vida para el desafío de una gran crisis. Su carrera políti-
ca, a menudo en la sombra del Partido Republicano y luego en cargos
delicados pero de escasa exhibición, le proporcionaron sin duda ele-
mentos para esa misión especial que incubaba en su intuición. Diez
años atrás, cuando luchaba en desventaja para arrebatar la denomina-
ción de candidato presidencial a Ronald Reagan, señalaba incisivamente
en un discurso a sus correligionarios del Partido Republicano: «Quiero
un presidente al que no tengamos que entrenar.»
El entrenamiento político de George Bush es incomparablemente
más sofisticado que el de la mayoría de los últimos mandatarios nortea-

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mericanos. Para un político que como él considera prioritaria «la defensa
de la seguridad nacional», la dirección de la CIA constituye una escuela
aventajada. Un mandatario ha de optar entre los muchos, interesados y
contradictorios, dossiers estratégicos que le ofrecen sus consejeros de
defensa, seguridad y política exterior. Su experiencia como represen-
tante de E E U U en China y su embajada en la O N U le proporcionaron
un conocimiento diplomático y una agenda que pocos presidentes nor-
teamericanos han tenido. Tampoco tuvo muchos antecesores en la Casa
Blanca que hubieran palpado desde dentro la compleja red financiera
del mundo del petróleo. Esta acumulación de experiencias, sumada a su
ética episcopaliana de voluntarismo y laboriosidad, labraron discreta-
mente un líder que esperaba su hora.
Uno de sus asesores más cercanos confirmaba en confesiones inti-
mistas a la revista Time que el presidente tenía conciencia de que du-
rante muchos años venía preparándose para una gran crisis, un desafío
global y multilateral comparable con la guerra en la que le tocó comba-
tir. En el discurso ya citado de 1980, Bush delataba su palpito: «Tarde
o temprano sucederá algo más grave que nuestros problemas domésticos y
entonces seremos sólo nosotros [EEUU] quienes podamos hacer algo.» En
1980, Bush ya se sabía un presidenciable entrenado, aunque le faltaba
todavía absorber las intimidades de la Casa Blanca durante sus ocho
años de vicepresidente de Ronald Reagan. En 1988, Bush ya conocía
algo más que los cacahuetes de Georgia de Jimmy Cárter o las lumina-
rias de Hollywood de Ronald Reagan. Dieciocho meses después de
asumir como el 43 presidente de Estados Unidos tropezaba con la cri-
sis que había esperado. Su primera respuesta, propia de un estratega,
la brindó como consejo privado a uno de sus ayudantes: frente al ene-
migo, le dice, «observa y aprende». Bush sabía que la hora de su destino
había llegado: «Me temo que tendré que convertirme en un Teddy Roose-
velt»

Líder en acción

El enérgico arranque con que el presidente republicano afrontó la


crisis desde las primeras horas del 2 de agosto arrancó un aplauso tan
unánime como el apoyo popular que disfrutara en los años anteriores a
la Primera Guerra Mundial el belicoso presidente Teddy Roosevelt.
George Bush convirtió su retiro de vacaciones en el distanciado cuartel
general de un hombre de acción. Desde este refugio móvil —un día en
Camp David, al día siguiente en Maine y al otro en un despacho espe-

- 142-
cial del Pentágono—, George Bush asumió con rapidez puntual las deci-
siones de un líder que rompió en pocas horas su crisálida de aparente
grisura y vacilación. En una semana, la popularidad del presidente Bush
se disparó como una flecha: 50 %, 62 %, 75 %. Efectivamente, terminó
agosto con un índice de respaldo popular comparable al de Teddy Roo-
sevelt.
A primeras horas de la mañana del 2 de agosto, su teléfono ya había
conectado con Londres, con París, con Moscú, para asegurar el consenso
del Consejo de Seguridad de la O N U esa misma tarde, y disparar el pri-
mer obús jurídico contra Sadam con la primera resolución condenatoria,
la 660. Un gabinete especial de crisis fue compuesto bajo el mando indis-
cutible del presidente y, dato revelador de la nueva era, en conexión per-
manente con otro equipo similar organizado en Moscú. Las consultas de
Bush a los consejeros militares y políticos y a los asesores de Seguridad e
Inteligencia se convirtieron en sesiones de información y cotejamiento de
datos. «La estrategia la asumió como tarea propia», apuntó uno de sus cola-
boradores que asistió a la vertiginosa metamorfosis del hombre tranquilo
en un presidente «hiperkinético, incansable y minucioso en todos los detalles»,
según lo calificó un columnista de Time.
«Lo tenía todo en su cabeza, sin usar memorándums ni dossiers», contó
otro testigo del gabinete de crisis puesto en marcha del 2 de agosto.
«Operó desde el primer momento en un estilo totalmente opuesto a Reagan.
Sabía que la presión militar debía estar respaldada por la acción diplomática.
Vio desde el principio que la escalada contra Sadam Husein debía ser mucho
más que el Occidente rico contra un árabe pobre.»
El primer desarrollo de acción se concretó en una llamada cada me-
dia hora durante los primeros días del agosto tórrido que caldeaba Wash-
ington. «Llama a Fahd; llama a Ozal; dile esto a éste y esto al otro.» Las ór-
denes brotaban en hilera de una cabeza que calculaba sin parar los hilos
globales del conflicto. «Bush tenía las manos libres para maniobrar como
ningún otro presidente las ha tenido desde 1945. La clave de su libertad de
movimientos estaba en el nuevo entendimiento con los soviéticos.» Michael
Kramer en Time y otros columnistas detallaron en la prensa norteame-
ricana el fascinante y febril despliegue diplomático impulsado en una
semana por este nuevo Bush que no abandonaba su despacho o su bun-
ker familiar de Kennenbunkport, Maine.
El presidente jugó sin vacilar todas las cartas y movilizó todos los
peones y alfiles que pudo en varios tableros cruzados. No vaciló en lla-
mar al presidente sirio Hafez el Assad, un enemigo técnico con quien li-
brara como director de la CIA más de algún diabólico combate de es-
pionaje y guerra sucia. Tocó mediante los intermediarios reclutados en

- 143-
su larga agenda al régimen islámico de Teherán, que aún considera a Es-
tados Unidos como el «Gran Satán». Persuadió a los turcos; presionó a
los chinos con el chantaje aún vigente de las represalias diplomáticas y
comerciales derivadas de la masacre de la plaza de Tiananmén; agrupó a
los árabes más vacilantes y apretó sistemáticamente al reticente Japón,
asustado por su dependencia petrolera del Golfo y específicamente del
12% que importaba desde Irak y Kuwait. «Incluso nosotros nos asombra-
mos —diría uno de sus ayudantes que asistió a la dilatada conversación
telefónica que el presidente sostuvo con el primer ministro japonés
Toshiki Kaifu—. Persuadió a Kaifu a que se sumara al boicot petrolero con-
tra Irak, un paso que iba en contra de los propios intereses de Japón.»
Cuando el día 7 de agosto anuncia desde la residencia campestre de
Camp David el envío de tropas a Arabia Saudí, Bush ya había soldado la
mayor alianza diplomática registrada en la historia. El alero de las Na-
ciones Unidas, arrinconada por Washington desde la época en que el
propio Bush era embajador, fue rescatado con irónica maestría por un
presidente a quien su rival electoral, el demócrata Dukakis, le repro-
chara en 1988 el escaso respeto que demostraba la Casa Blanca por la
O N U . El máximo organismo internacional se convirtió en el gran para-
guas jurídico de la primera guerra internacional declarada a Sadam Hu-
sein: el bloqueo económico, petrolero y comercial.

Cerco al enemigo
Dadas las características de la economía irakí, dependiente en casi
un 100 % de las importaciones, no sólo para mantener su máquina de
guerra sino para alimentar a su población, el embargo resultaba un arma
lenta pero letal. «Si no puedes atacar directamente a tu enemigo, ahógalo.»
La estrategia de Bush aplicó esta máxima en los primeros días mientras
preparaba los pasos para opciones alternativas más drásticas. El em-
bargo dictado en la resolución 661 del Consejo de Seguridad de la
O N U fue producto de una cadena de movimientos, antes y después del
6 de agosto, con los que Bush se aseguró personalmente la eficacia de la
asfixia.
Las llamadas al presidente turco, Ozal, se sucedieron aquella se-
mana frenética. El corte del paso del petróleo irakí por el oleoducto que
atraviesa el sur de Turquía suponía para Ankara millones de dólares por
día. Ozal naturalmente pasó la factura y negoció con estilo de zoco el
precio de una maniobra clave en la operación asfixia.
En una delicada operación, Bush apuntó al otro dorso sensible de

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Irak, la república islámica de Irán. Sadam Husein tuvo también la pre-
caución de mirar hacia su antiguo enemigo y de protegerse la espalda
con una rápida reconciliación encargada a su ministro cristiano de Exte-
riores, Tareq Aziz. El dictador irakí no vaciló en devolver a Teherán la
zona de Chat el Arab, el único botín logrado en ocho años de san-
grienta guerra, a fin de tranquilizar su retaguardia e intentar romper el
bloqueo por el territorio de su viejo enemigo persa.
Bush replicó con una magistral defensa siria. Su llamada personal al
presidente Hafez el Assad fue encadenada a una visita del secretario de
Estado, James Baker, a Damasco, y a un viaje clave del propio líder sirio
a Teherán. El viejo adversario sirio se convertía así en emisario del
«Gran Satán». Irán prometió respetar el embargo y apoyó formalmente
las resoluciones de la O N U contra Bagdad. Esta operación triangular,
inconcebible sin el apoyo expreso de Moscú, simboliza por sí sola las
nuevas realidades geoestratégicas que ha acelerado el oportuno conflicto
del Golfo.

El acuerdo secreto con Siria

La agenda pública de la visita de James Baker a Damasco puso énfa-


sis sólo en la petición de enviar tropas para reforzar el sector árabe de la
fuerza multinacional que se concentraba a toda velocidad en Dahrán y
en la zona norte de Arabia Saudí. La agenda secreta del viaje de Baker
tenía otro objetivo, finalmente logrado con un amplio éxito. Era la au-
torización expresa para sobrevolar territorio sirio en un eventual ataque
aéreo contra Irak. James Baker viajó y amarró cuidadosos contactos
con Damasco y Ankara a fin de garantizar un corredor aéreo disponible
para lanzar desde las bases norteamericanas en Turquía un demoledor
raid de los bombarderos F-111 A estacionados en la base de Incirlik
desde el día siguiente a la invasión de Kuwait. El objetivo de ese ataque
sería destruir los campos petrolíferos de Mosul y Kirkuk, en el norte de
Irak, y la planta de enriquecimiento de uranio situada cerca de la ciudad
de Mosul. El vuelo desde Siria permitirá asimismo lanzar ataques más
precisos sobre la planta de armas químicas de Baija y contra la propia
capital, Bagdad.
El presidente Hafez el Assad aceptó este pacto secreto en septiem-
bre, poco antes de viajar a Irán a cumplir una misión especialmente en-
comendada por Estados Unidos: unir a Teherán si no a la alianza contra
Irak al menos al bloqueo.
La escalada del bloqueo se desarrolló en varias fases y en diversos
frentes, no tan visibles dados los complejos entrecruzamientos del co-
mercio internacional. El conflicto iniciado por Sadam tuvo desde sus
orígenes un abierto carácter de guerra económica. El objetivo estraté-
gico de las divisiones blindadas que cruzaron la autopista de Jahra la
madrugada del 2 de agosto estaba en las bóvedas del National Bank of
Kuwait. El objetivo político, en las curvas del precio del petróleo. La
dialéctica pirata del «ladrón de Bagdad» se apoyaba en las premisas de su
deuda externa y en las pérdidas de la factura de un crudo excesivamente
barato a ojos de Bagdad.
No era extraño en este marco que las primeras respuestas de sus
oponentes llevaran impreso el marchamo de la guerra económica. Los
primeros contraataques de la comunidad internacional no fueron misi-
les de crucero ni desplazamiento de aviones de combates. Los inmedia-
tos disparos mortíferos contra Irak fueron pulsados por directores de
bancos en Wall Street, la City londinense y los Campos Elíseos. La se-
gunda andanada, 24 horas después, procedió de las discretas y elegantes
oficinas financieras de Ginebra, Zurich, Tokio, Frankfurt, Milán y Bru-
selas. El 4 de agosto, la Comunidad Europea (CE), blanco también de
las incisivas llamadas del presidente Bush, decretaba el embargo econó-
mico total contra Irak mientras enloquecían las bolsas en medio del fro-
tar de manos de los especuladores.
George Bush y todo el equipo diplomático encabezado por James
Baker realizaron un minucioso y exhaustivo trabajo en Europa a fin de
asegurar la respuesta enérgica y homogénea que pretendió y logró el
presidente norteamericano. Flancos como Italia y Bélgica fueron abor-
dados con una fuerte presión directa de la Casa Blanca y del Departa-
mento de Estado e indirecta a través de emisarios más discretos pero
igualmente eficaces. El objetivo era taponar filtros que podrían tentar a
los fabricantes belgas de armamento o a entidades italianas como la
Banca del Lavoro, de la que son consejeros Giovanni Agnelli y Henry
Kissinger y uno de los principales avalistas financieros de Sadam Hu-
sein en sus millonarias compras de misiles y armas químicas.
Bush contó con el respaldo decidido de Margaret Thatcher y del
presidente Frangois Mitterrand para encuadrar firmemente a Europa
occidental en las primeras acciones de la guerra económica. La decisión
y rapidez del mandatario norteamericano borró de un plumazo la ima-
gen del imperio en repliegue que habían asimilado los europeos desde
los últimos meses del periodo Reagan. La discreción de Bush había
acrecentado en sus 18 meses de presidencia tranquila el protagonismo
espectacular de Helmut Kohl a la cabeza de la potente Alemania reuni-
ficada y del recién laureado Premio Nobel de la Paz Mijail Gorbachov.

- 146-
Los datos concretos de la pujanza alemana y nipona ante un Estados
Unidos con una balanza comercial deficitaria y con un peso cada vez
más reducido en la economía mundial hacían olvidar que aún en replie-
gue la fortaleza de América se erguía otra vez como gran potencia
frente al descalabro del bloque comunista y las penurias económicas de
la URSS. Bush tenía razón hace diez años al subrayar que Estados Uni-
dos «seremos los únicos que podremos afrontar un gran conflicto». Sadam
Husein le brindaba la oportunidad de cumplir su propia profecía y de
afirmar con un despliegue político y militar de ejemplar habilidad y efi-
cacia que Estados Unidos había recuperado el liderazgo mundial que
comenzó a perder después de la guerra de Corea.

Los designios de George Bush


Sólo el entorno más íntimo del presidente norteamericano es capaz
hoy de recordar uno de los propósitos que George Bush guardaba celo-
samente in pectore cuando asumió el mando de la Casa Blanca. Los vete-
ranos de la comunidad de Inteligencia de "Washington, cuya red de
amistades profesionales dispone de muchos accesos personales al man-
datario que dirigiera la CIA, no lo han olvidado y algunos recuerdan
chismes y conversaciones donde Bush se prometía como tarea priorita-
ria de su mandato terminar de una vez y drásticamente con la larga pe-
sadilla terrorista de Oriente Medio y el Pérsico. Al asumir como presi-
dente, el 20 de enero de 1989, Bush tenía muy frescos los datos sobre
las decenas de víctimas civiles norteamericanas del terrorismo, de las
bombas, de los secuestros y de la guerra sucia no declarada que se libra
contra E E U U en todo Oriente Medio desde 1979.
Las promesas cinematográficas que hiciera Reagan sobre la América
que vuelve a ser grande no fueron capaces de evitar que el fantasma de
los rehenes paralizara nuevamente la influencia de E E U U en Oriente
Medio. Jimmy Cárter perdió la Casa Blanca debido al chantaje iraní con
los 52 prisioneros de la embajada, diabólicamente utilizados desde el
4 de noviembre de 1979 hasta el mismo día 20 de enero de 1981,
cuando el derrotado mandatario demócrata abandonó humillado y llo-
roso la presidencia. Ronald Reagan pudo evitar un trance público tan
dramático, aunque E E U U sufrió durante su mandato derrotas más san-
grientas y fracasos políticos de peor magnitud en toda la zona.
Al término de la Administración Reagan, varios norteamericanos,
entre una treintena de occidentales de diversas nacionalidades, perma-
necían en manos de los grupos terroristas libaneses teledirigidos por

- 147-
Legionarios franceses se preparan en Nimes para ser enviados al Golfo, tras la agresión
irakí a la embajada de Francia en Kuwait. 17 de septiembre.
Izquierda, momento de descanso de dos soldados de la Fuerza Aérea norteamericana en
«algún lugar de Arabia Saudí». Las horas de ocio se alargan. 12 de septiembre. Derecha,
un soldado saudí recita sus oraciones en Yanbú, junto a un helicóptero Gazelle de la
fuerza expedicionaria francesa estacionada en Arabia Saudí. 23 de septiembre.
Una partida de helicópteros Apache norteamericanos llegan a una base aérea de Israel. La
entrega de estos aparatos se hizo efectiva el 12 de septiembre.
Un niño kuwaití exhibe su
versión particular de la «ser-
piente» Sadam Husein y ex-
presa sus deseos.

El presidente del Consejo


de la Revolución iraní Has-
hemi Rafsanjani, un pragmá-
tico, que ha buscado el equi-
librio arrancando el máximo
de concesiones a Bagdad.
Un irakí, dueño de un gimnasio de Ammán, Jordania, hace un corte de mangas al fotó-
grafo occidental. A su lado, un retrato de Sadam con vestimenta tradicional árabe. 10 de
octubre.
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solo
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Arriba, el «pequeño rey» Husein de Jordania, durante una barbacoa en Bagdad. El mo-
narca hachemita ha hecho difíciles equilibrios entre Irak y sus enemigos, Abajo, el «gue-
rrero» Sadam Husein en uno de los tantos murales que decoran las calles de Bagdad. La
imagen del dictador está sobrepuesta a un tapiz dedicado a las glorias de Saladino.

»1*«
fuera muchos hilos que juegan también en Oriente Medio, en beneficio
de otras estrategias, comerciales o políticas.
Los golpes terroristas de Hezbollah y Amal contra la CIA y otros
servicios norteamericanos en los años ochenta le harían quizás apreciar
más de una vez la débil implantación del espionaje de E E U U en un área
muy bien cubierta en cambio por el Mosad, los servicios franceses y el
MI-6 británico. También el oficio le revelaría entonces que no existía un
solo nudo ni una sola concatenación en el telecontrol de acciones terro-
ristas que bien podían vertebrarse en Teherán, Bagdad, Tel Aviv o in-
cluso capitales europeas, con objetivos indescifrables para un político
que utilizase esquemas tradicionales. Los especialistas de la organización
Rand, la mayor academia de estudios sobre el terrorismo de E E U U , po-
drían certificarle que la «comunidad del terrorismo» podía obedecer al
mismo tiempo a patrones contradictorios y enfrentados. El terrorismo,
pensaría quizá, no puede destruirse sólo con un bombardeo ejemplar
contra Libia, como el que ordenó en 1986 Reagan. Su marco último es
la geoestrategia. La mejor espada de Dámocles es el golpe político deci-
sivo en el punto preciso y con la perspectiva adecuada.
Junto con James Baker III y un elegido grupo de expertos recluta-
dos por el Departamento de Estado, Bush comenzó a estudiar discreta-
mente alternativas de alianzas políticas en la zona al tiempo que tendía
prudentes puentes hacia la O L P para preparar un eventual escenario de
maniobras diplomáticas. La indisimulada irritación mostrada periódica-
mente por The New York Times contra el presidente, incluso en plena
crisis del Golfo, explicaría la susceptibilidad de la influyente comunidad
judía norteamericana, estrechamente vinculada con el diario neoyor-
quino. Según todos los indicios, Bush se incluía ya en 1989 entre un sec-
tor importante de dirigentes de la derecha moderada republicana que
piensan que no siempre lo más favorable a Israel es lo más conveniente
para los intereses de Estados Unidos.
Un polémico viaje del senador Robert Dole, líder de la minoría re-
publicana, en abril, tres meses antes del estallido de la crisis, provocó
una auténtica urticaria política en Israel. El senador Dole, ideológica-
mente cercano a Bush aunque fuera su oponente más serio como pre-
candidato en las primarias del G.O.P. (Greatand Old Party, republicano),
se mostró extremadamente crítico con la política del Gobierno israelí
de Yitzak Shamir, al que acusó de paralizar todas las iniciativas de un
arreglo pacífico del problema palestino. A su regreso a Washington,
propuso al Senado que se recortara la ayuda a Israel y que fuera dero-
gada una anterior resolución senatorial que reconocía a Jerusalén como
capital del Estado judío.

- 149 -
Naturalmente, el senador fue blanco de ataques de diverso calibre
tanto en la prensa norteamericana como en la israelí. El periódico liberal
The Jerusalem Post, cercano al partido Laborista israelí, lo descalificó sibili-
namente: «No es característico del senador ignorar o distorsionar hechos que
interfieran en sus opiniones.» Un comentario laudatorio del diario egipcio
Al Ahram alababa su «objetividad», pero le profetizaba con fatalismo mu-
sulmán un negro futuro político: «Si el lobby sionista [en Washington] no le
fuerza a reconsiderar, lo destruirá como lo hizo con otros congresistas críticos de
Israel», refiriéndose a William Fulbright y Charles Percy, congresistas «eli-
minados» efectivamente mediante insidiosas campañas de prensa que des-
taparan algunos incómodos trapitos sucios.
Más de algún analista quiso ver en el casi provocativo viaje de Ro-
bert Dole un sutil test sugerido por el propio Bush para medir los
estados de ánimo de la nación respecto a Israel y al problema palestino.
Curiosamente, en julio, el mencionado Jerusalem Post llamaba la aten-
ción sobre la necesidad de que la Administración Bush asumiese un pa-
pel más activo en la prosecución del proceso de paz en Oriente Medio.
Crítico del Gobierno Shamir, el diario filolaborista admitía el excesivo
favoritismo de la presidencia Reagan hacia Israel y señalaba la urgencia
de una mediación más creativa para romper el peligroso impasse de una
situación que se envenenaba día a día con la desesperación palestina re-
flejada en la Intifada.
La diplomacia discreta de la Administración Bush ya trabajaba en-
tonces en acercamientos a la O L P y presionaba sobre Jordania. Desde
finales de 1988, coincidiendo con el inicio de la Intifada palestina en
Gaza y Cisjordania, Washington comenzó a tender puentes secretos ha-
cia la Organización para la Liberación de Palestina, favoreciendo la
aproximación de Yaser Arafat a un punto de mediación. Arafat, por pri-
mera vez en su larga historia de sobreviviente político, aceptaría públi-
camente la posibilidad de reconocer la existencia del Estado de Israel, a
cambio naturalmente de un reconocimiento del derecho palestino a dis-
poner de una entidad nacional. Antes de la invasión de Kuwait, este
proceso, aunque lento y sigiloso, realizaba progresos que podían refle-
jarse en la reconciliación de Arafat con Egipto y en una cautelosa mo-
deración diplomática de la O L P . Algunas fuentes de Washington sospe-
chan incluso que el dramático fervor de la Intifada palestina, la guerra
de las piedras, fue bien acogido por algunos estrategas de la Administra-
ción que veían en esa explosiva situación una buena herramienta para
presionar a Israel.
La diplomacia pública parecía estar absorbida por los acontecimien-
tos europeos: la perestroika, las elecciones en el Este, la unificación ale-

- 150 -
mana. Observadores americanos y europeos se impacientaban ante el
silencio de la Casa Blanca y clamaban por el vacío de liderazgo que pro-
yectaba la aparentemente pasiva Administración republicana. Una frase
de Bush —«mira y espera»— fue motivo de ácidos comentarios no sólo
en la prensa de Washington sino en periódicos como el británico The
Guardian y el alemán Die Zeit editado en Hamburgo. La impaciencia al-
teraba incluso a expertos del aparato estatal como Rozanne Ridgway,
que fuera asesora del Departamento de Estado para asuntos europeos
durante la Administración Reagan y que se lamentaba en junio último
de que «ya no estamos creando nosotros nuestro propio mundo, sino que es-
peramos que otros lo hagan».

El imperio contraataca
Según otros indicios, la Administración Bush no esperaba pasiva-
mente que «otros lo hicieran». Para Bush, rodeado de un equipo asesor
que rompía discretamente pero en forma radical con las orientaciones
del Gobierno Reagan, era importante ganar tiempo en un aparente
limbo de vacilación mientras se recomponían los datos para una estrate-
gia global.
El cambio de orientación era más urgente en el laberinto de Oriente
Medio, escenario de la mayor parte de los fracasos políticos de E E U U
desde la derrota de Vietnam. A finales de 1989, los servicios norteame-
ricanos, al igual que los israelíes y los británicos, comenzaron a intere-
sarse atentamente en la evolución que seguían las importaciones de Irak
y a seguir los pasos de sus agentes en el exterior. Los extraños casos del
Gran Cañón y del espía británico ahorcado en Bagdad fueron hitos de
un trabajo realizado en colaboración por los servicios de espionaje de
E E U U , Gran Bretaña e Israel. El dossier irakí comenzó a engrosarse en
las distintas agencias de seguridad mientras crecía en algunos cerebros
la idea de que era preciso un cambio total de estrategia frente a Irak.
El papel jugado por Sadam Husein en la guerra con Irán había fo-
mentado la opinión en Washington de que el dictador irakí podría ser
considerado como uno de «nuestros hijos de puta», expresión de Fanklin
Delano Roosevelt al hablar de tiranos como Somoza o Trujillo. Existen
algunas evidencias de que esta apreciación no era compartida en todos
los niveles de la Administración, aunque no hubiese cambios visibles en
las relaciones diplomáticas con Bagdad.
El desconocimiento real o aparente demostrado por la embajadora
April Glaspie sobre el peligro de invasión fue una cortina de humo des-

- 151 -
mentida por la abundante información que poseía la agencia NSA sobre
los movimientos de tropas en el sur de Irak. La embajadora Glaspie in-
formó él mismo 25 de julio al Departamento de Estado sobre su entre-
vista con Sadam, y en el informe, recibido por Baker según consta en la
firma, se desechaba demasiado alegremente la posibilidad de que el dic-
tador irakí invadiese Kuwait.
En otros círculos discurría una apreciación muy distinta. Es cu-
rioso que Sadam Husein argumentase en octubre que poseía docu-
mentos de la CIA que demostraban que E E U U había animado la inva-
sión de Kuwait. Fuentes de Inteligencia afirman que hay algo de
verdad en ello aunque duden naturalmente de la autenticidad de los
papeles de la CIA que dice tener Sadam. La operación adormidera apli-
cada presuntamente contra Sadam para animarlo a actuar sin temer
una reacción de Washington, explicaría las chocantes frases de la em-
bajadora a Husein, cuando le asegura, el 25 de julio, percibidos ya
ciertos movimientos de tropas, que «no tenemos nada que decir sobre
sus diferencias fronterizas con Kuwait».
John Kelly, subsecretario de Estado para asuntos de Oriente Medio,
había defendido las buenas relaciones, el apaciguamiento con Sadam
Husein hasta el mismo 31 de julio, en una reunión celebrada en una co-
misión de la Cámara de Representantes. Según el congresista Lee Ha-
milton, dos días antes de la invasión «daba la impresión de que EEUU no
iría en defensa de Kuwait».
Ningún alto funcionario ha intentado desmentir esa opinión, ver-
tida en beneficio de la campaña electoral de noviembre. Bush atravesó
esa campaña electoral con un olímpico desdén a la pequeña política y
prefirió dejar las cosas en una cómoda confusión. La CIA, sin embargo,
disponía en julio de un abundante material sobre el arsenal irakí y sobre
los designios que barajaba el rais de Bagdad, bien documentados con
ayuda de ciertos informes británicos e israelíes. Sadam Husein era ob-
jeto de Inteligencia desde mediados de 1989 y existían algunas instruc-
ciones precisas, naturalmente no escritas, en la cúpula del Departa-
mento de Estado respecto a no variar la conducta diplomática hacia
Bagdad.
James Baker III tuvo sus motivos para defender caballerosamente a
la embajadora April Glaspie, una mujer entrenada y cerebral que de he-
cho había cumplido el papel que se le había pedido y otras misiones
más delicadas. Baker fue hábilmente ambiguo en los aspectos técnicos
pero suficientemente claro para despejar dudas sobre la honorabilidad
profesional de su embajadora. April Glaspie no llegó nunca a los extre-
mos del senador demócrata Howard Metzenbaum, quien en una visita a

- 152-
Bagdad le declaró a Sadam Husein su admiración: «Estoy convencido de
que usted es un hombre inteligente y fuerte que desea la paz.»
Otros senadores, como el demócrata Alan Simpson, viajaron en los
primeros meses de 1990 a Bagdad para dejarse seducir por la voluntad
de paz y properidad del dictador irakí. Algunos lo hicieron en nombre de
lobbies de inversión que presionaron en el Capitolio para facilitar la
concesión de créditos en favor de Irak. Otros, aunque no pueda decirse
cuáles, jugaron en favor de la operación adormidera animada desde el
círculo más íntimo de la Administración Bush.
En realidad, pese a los «halagos» de Metzenbaum a Sadam y a las va-
gas disquisiciones de John Kelly, E E U U no le concedió ningún crédito
a Irak. Existen fundamentos para sospechar que el objetivo de esta polí-
tica de tolerancia y puertas abiertas era convencer al león de Bagdad de
que su zarpazo no tendría respuesta. Por un lado, el veterano senador
Metzenbaum, un arisco anciano de origen judío, no ha demostrado
nunca en su actuación política ser un hombre inclinado a ningún tipo
de adulación. Su misión plantea preguntas a las que no es fácil dar res-
puestas. ¿Actuaba en contacto con el Departamento de Estado? ¿Cum-
plía alguna labor de mediación en favor de Israel?
La última interrogación no es casual, puesto que la polémica emba-
jadora April Glaspie protagonizó antes de la invasión de Kuwait una
importante mediación entre Jerusalén y Bagdad. Las fuentes británi-
cas e israelíes que confirman esa misión anotan igualmente el nombre
de otro congresista norteamericano, Howard Berman, aparentemente
también de origen judío. Glaspie y Berman habrían sido portadores
ante Sadam Husein de un mensaje de las autoridades israelíes, presumi-
blemente del propio primer ministro Yitzak Shamir.
La irrupción de Bush como líder en el peor ojo de huracán experi-
mentado en la política global desde la guerra de Vietnam ha ordenado
en otros esquemas la supuesta pasividad de la Administración durante
su primer año y medio como presidente. El «mira y espera» fue transfor-
mado por el propio presidente en el «observa y aprende» que le espetó el
3 de agosto a uno de sus ayudantes. La claridad y precisión con que
Bush articuló, personalmente, la estrategia global contra Sadam sugiere
un encuadre más completo que una simple rapidez de reflejos y una ha-
bilidad en la atención táctica de los detalles. La rapidez de la reacción
hace suponer que existían informes al día de las repercusiones de la in-
vasión y probablemente las opciones estratégicas ya estaban elaboradas.
Al estallar la crisis, Bush reunió en un momento todos los elementos
claves que le permitieron evaluar el conjunto de las fuerzas geopolíticas
de todo el planeta. A cada una de ellas le dio un valor táctico y opera-

- 153-
tivo en el seno de una concepción estratégica global. La invasión de Ku-
wait venía como anillo al dedo para aplicar esa respuesta global a las cri-
sis de Oriente Medio que el presidente republicano ambicionaba desde
el chasco chapucero del Irangate. George Bush demostró en tres días
que la capacidad de liderazgo de Estados Unidos estaba intacta y recu-
perada más allá de toda disidencia.

Los elegidos
George Bush mantuvo el carisma de la tensión hasta finales de octu-
bre. Con la inminencia de las elecciones del 6 de noviembre para reno-
var parte del Congreso y elegir gobernadores de los estados, los proble-
mas internos afloraron en el debate político y comenzaron a oírse voces
contrarias a su manejo de la crisis. Fastidiado por la lucha del presu-
puesto en el Congreso, Bush mostró sus primeras señales de vacilación
mientras el juego diplomático de la crisis se confundía en ofertas e ini-
ciativas que parecían amenazar la unanimidad de la alianza internacio-
nal contra Sadam.
El estilo de mando no había cambiado sin embargo. Bush mantenía
su reducido estado mayor como gabinete permanente que se reunía
cada mañana en la Situation Room. Éste es un equipo peculiar por su
multiplicidad étnica, integrado apenas por cinco hombres: John Su-
nunu, su jefe de gabinete; el secretario de Estado, James Baker; el exge-
neral Brent Scowcroft, consejero de seguridad nacional; el secretario de
Defensa, Richard Chenney, y el jefe del estado mayor interarmas, gene-
ral Colin Powell.
Los hombres clave de este grupo han sido John Sununu y James
Baker. Sununu, nacido en Cuba y de origen greco-libanés, es una de las
figuras más odiadas por los políticos de Washington, pero sin duda el
arquitecto de la victoria electoral de Bush en 1988. El frío y calculador
James Baker, un diplomático con los ojos puestos en la sucesión presi-
dencial de 1996, ha sido un indispensable artífice y ejecutor de la estra-
tegia diplomática urbi et orbi que ha constituido el gran triunfo de la
Administración Bush durante la crisis. Con su frialdad de acero, es con-
siderado como una de las antenas políticas más finas que existen actual-
mente en Washington. Pese a su cargo, es un defensor más decidido que
los propios generales del Pentágono de la opción militar. Su argumenta-
ción, según sus ayudantes más cercanos, es que la forma más eficaz de
vencer a Sadam Husein y de consolidar interiormente el prestigio del
Gobierno es declarar la guerra. Sus intervenciones en las comisiones

- 154-
del Congreso han subrayado siempre las víctimas de la invasión y las
vejaciones cometidas por Sadam Husein. La mayor parte de los estrate-
gas estadounidenses coinciden con su apreciación de que una simple re-
tirada sin vencer a Sadam sería una catástrofe no sólo para Bush sino
para el liderazgo norteamericano.
Las protestas legalistas de sectores del Congreso, exigiendo la apli-
cación del Acta de Poderes de Guerra de 1973 —una disposición que
han rechazado todos los presidentes—, obligaría a un debate antes de
pasar a la acción. La War Power Act ha sido en realidad papel mojado en
todas las intervenciones militares realizadas por E E U U desde entonces,
incluyendo el envío de tropas al Líbano, las invasiones de Granada y
Panamá y el bombardeo a Libia. Naturalmente, ni Bush ni ninguno de
sus ayudantes tienen la menor intención de pasar por una disposición
parlamentarista ajena al presidencialismo estadounidense.
Los demás hombres del gabinete de crisis han mantenido un perfd
discreto pese a las particularidades de algunos. Dick Chenney, el secre-
tario de Defensa, se ha convertido en un infatigable ejecutor y coordi-
nador de iniciativas en el exterior. El general negro Colin Powell, hijo
de inmigrantes jamaicanos del Bronx, mantiene una discreción profe-
sional que jamás rompe el protocolo pero ha impresionado por la capa-
cidad profesional que le ha permitido llegar al puesto de máxima res-
ponsabilidad militar del Pentágono. Brent Scowcroft, finalmente, un
militar intelectual procedente de la cantera de colaboradores de Kisin-
ger, ha evitado también emitir opiniones. Scowcroft fue en los años de
Reagan un activo ensayista, crítico y liberal, que apuntó interesantes lí-
neas de estrategia política en un mundo cambiante. Es la aparente pa-
loma del gabinete de crisis y un conocido defensor de la corresponsabi-
lidad con la URSS de la seguridad regional en Oriente Medio.
Una de las particularidades de este equipo es la ruptura ideológica
que marcan con las corrientes «reaganautas» de la anterior Administra-
ción. El equipo de Bush, alimentado con la cantera más tradicional del
partido Republicano, ha marginado de la Administración a toda la fa-
milia de neoconservadores y revolucionarios de la nueva derecha que
rodeó la Casa Blanca en los aparatosos años de Reagan. Los «tanques
pensantes» de la revolución conservadora, muchos con fuertes conexio-
nes con la intelligentsia británica ultraliberal, han sido cuidadosamente
alejados de los centros de decisiones y se han visto constreñidos a ser
observadores y alguna vez tímidamente críticos. Esta situación ha facili-
tado la eficacia de las medidas de seguridad con que el Gobierno nortea-
mericano ha rodeado la ejecución de sus estrategias. La experiencia de
la CIA parece haber impreso un sello especial en el presidente discreto.

- 155 -
Táctica y estrategia
La estrategia inicial de Bush se apoyó en dos líneas de acción. La
primera, ahogar al enemigo mediante el bloqueo económico global,
concertado y vigilado con la misma precisión que una operación mili-
tar. La segunda, desarrollar un despliegue bélico de tal magnitud que
demostrara a Sadam la determinación de destruirlo si la asfixia no era
rápida y efectiva. La lógica final de esta doble acción conducía desde un
principio a una única dialéctica coherente: la lógica de guerra, según la
frase que utilizó el presidente francés Francois Mitterrand haciendo
suyo el planteamiento básico diseñado por el líder norteamericano.
En esta lógica de guerra, el embargo decretado por la O N U , con au-
torización expresa de emplear medios militares para hacerlo efectivo, se
transformaba en una batalla por la paralización de la logística y del avi-
tuallamiento del enemigo. Un aspecto poco conocido del embargo fue
el corte drástico que la Unión Soviética hizo el mismo día 2 de agosto a
toda entrega, no sólo de armas, sino de repuestos para vehículos y acce-
sorios de transporte vitales para mantener en funcionamiento una má-
quina militar como la irakí, basada en el desplazamiento de blindados,
carros de combate y artillería motorizada.
Estos y otros detalles, como las repercusiones técnicas del embargo
francés, fueron derivaciones directas de la estrategia diplomática global
del presidente Bush. A través de los hilos telefónicos, el comandante en
jefe de las fuerzas de Estados Unidos y de hecho de toda la operación
internacional, supo extraer de cada estado y gobierno un grado de com-
promiso que tejiera la red de una alianza mundial. «Emplea todas las ar-
mas, el chantaje, la negociación, el regateo, los pactos militares, las promesas,
los compromisos económicos», anotaba anónimamente uno de sus colabo-
radores. Mientras en el interior crecía el apoyo público —el 75 % apo-
yaba el despliegue militar—, en el exterior se plegaban día a día nuevos
países: una fragata, una dotación de hombres, un dragaminas, un par de
aviones de transporte. En los casos más reacios, como Japón, dinero; en
el de los ricos más pequeños, como Qatar, dinero y facilidades operati-
vas; en los más exóticos, como Argentina, proveedor oculto del arsenal
irakí, un millar de hombres y dos naves a cambio de expectativas de ali-
vio financiero.
Lo importante es demostrar a Sadam que está solo y, a la vez, ama-
rrar todos los cabos para oponerle el bloque universal liderado por Es-
tados Unidos. Esta lógica se afianza en agosto y septiembre, mientras el
despliegue de la operación Escudo del desierto se transforma en una exhi-
bición de capacidad logística nunca vista desde la Segunda Guerra. En

- 156 -
un mes son trasladados 100.000 soldados desde Estados Unidos a Ara-
bia Saudí. Al término del segundo mes son 200.000. La fuerza multina-
cional suma a principios de noviembre 300.000 efectivos y están en
marcha otros 100.000 soldados americanos provistos de armamento
pesado.
La combinación política-estrategia-logística-finanzas orquesta los
movimientos dirigidos con precisión de artista desde Washington. Al
mismo tiempo que se trasladan miles de kilos diarios de suministros y
pertrechos a Dahran, se establece la vigilancia implacable del embargo.
Buques norteamericanos, franceses, británicos, canadienses y australia-
nos, escoltados por barcos españoles, holandeses, belgas, italianos, de-
tienen petroleros y mercantes en Ormuz, en el golfo de Aqaba, en el
mar Arábigo. Al cumplirse dos meses del bloqueo ya han sido deteni-
dos y revisados más de 2.500 cargueros irakíes y de otras nacionalida-
des. Las presiones políticas sobre los países díscolos se multiplican. Los
servicios militares británicos advierten a Yemen que olvide sus sueños
de alianza con Sadam. Arabia Saudí suspende su ayuda económica a
Jordania, expulsa a sus diplomáticos y corta su comercio con el reino
hachemita. Mubarak amenaza a Sudán con una respuesta militar inme-
diata si despliega armas ofensivas, de procedencia irakí, que apunten ha-
cia Egipto. Siria promete más tropas al dispositivo multinacional que se
refuerza en el desierto saudí. Estados Unidos presiona a la CE y a Japón
para recabar fondos de ayuda a los países de la zona afectados por la cri-
sis y exige a Tokio y a Bonn compartir la carga financiera de la costosa
operación Escudo del desierto.

Suma y sigue
El factor coste en la guerra económica fue registrado, valorado y re-
servado en uno de los archivos que el general Bush abría y cerraba en su
cabeza mientras calculaba el juego global de la estrategia. Las facturas
de países indispensables de la alianza —Turquía, Egipto, Arabia Saudí—
han supuesto en los tres primeros meses del conflicto una compleja
operación de logística financiera. A las pérdidas reclamadas por Turquía
se ha sumado la gravosa merma sufrida por Egipto al desaparecer los in-
gresos enviados por el millón de trabajadores inmigrantes que trabaja-
ban en Irak y Kuwait y que fueron expulsados y desposeídos por Sa-
dam. E E U U aceptó finalmente, para compensar estas pérdidas y los
costos de la movilización de 15.000 soldados egipcios a Arabia Saudí,
condonar a El Cairo una deuda militar de 7.100 millones de dólares,

- 157-
gesto que arrancó resoplidos de despecho y celos en Israel, que arrastra
una deuda exterior de 4.600 millones, la mayor parte derivada de sus
compras militares a E E U U .
Para Bush el factor financiero fue un elemento más de su estrategia
de comprometer a todo el mundo y de sumar todas las fuerzas posibles.
A quien rechazaba, como Japón, la participación en la fuerza militar,
Bush le ofrecía otra exigencia. El primer ministro japonés Toshiki
Kaifu, presionado sin piedad por Bush, no sólo se arriesgó a reformar
su Constitución para redactar una ley que permitiera el envío de 2.000
soldados no combatientes. Tokio, aunque asustado por el cierre de parte
de sus fuentes de petróleo, se comprometió a proporcionar 1.000 y des-
pués 4.000 millones de dólares para ayudar a financiar la operación Es-
cudo del desierto, cuyo coste está estimado en más de 1.400 millones de
dólares mensuales. Alemania, cautelosa en sus ofertas de presencia en la
zona, fue también requerida, junto con Arabia Saudí, Corea del Sur y
los Emiratos Árabes Unidos, para completar una aportación de 10.000
millones de dólares destinados a compensar los perjuicios económicos
causados por la crisis a Turquía, Jordania y Egipto. Alemania, con algu-
nos cadáveres en el armario, tales como sus ventas de armas químicas a
Irak y Libia, se comprometió finalmente a pagar 2.000 millones de dóla-
res y facilitar algunas naves de transporte.
El secretario Baker fue tan implacable como su jefe al exigir a los
saudíes «no menos que 1.000 millones de dólares mensuales». A l archimillo-
nario Gobierno kuwaití en el exilio, con depósitos de 100.000 millones
de dólares, le requirieron una donación del 5 % de sus haberes —5.000
millones de dólares— para financiar el enorme gasto que suponía «lu-
char por la liberación de su emirato». El acuerdo estipulado en septiembre
fue fijar una cuota de 12.000 millones de dólares anuales, entre Arabia
Saudí, los kuwaitíes y los Emiratos, destinados, en partes iguales, a la
ayuda a los países pobres de la zona afectados por la crisis y a la finan-
ciación del despliegue militar norteamericano. En dos meses, la opera-
ción Escudo del desierto había supuesto un gasto de 17.500 millones de
dólares.
Bush y sus ayudantes no olvidaron en ningún momento de la pro-
gresión del despliegue de tropas los factores financieros de la escalada
ni la cohesión política de las fuerzas. Al mismo tiempo que se amarra-
ban los detalles logísticos, James Baker y el secretario de Defensa, Dick
Chenney, operaron como emisarios permanentes y volantes en las capi-
tales de todos los estados implicados en la operación. Ambos ministros
han viajado sin descanso entre El Cairo, Ammán, Damasco, Riad, Dah-
rán, Qatar, Abu Dabi, París, Madrid, Moscú, Roma, Londres, atando en

- 158 -
cada punto los mil hilos de una operación fascinante de coordinación
político-militar.

Servicios de los «servicios»

El ministro de Defensa norteamericano, Richard Chenney, realiza


un curioso viaje a Moscú, acompañado por expertos de seguridad y ase-
sores sin nombre. Públicamente da a conocer su intención de pedir a los
soviéticos información clasificada de sus servicios de espionaje sobre
instalaciones, armas y otros datos militares irakíes. Su visita fue antici-
pada por diversas contrainformaciones filtradas en la prensa británica y
norteamericana sobre la supuesta decisión de la Unión Soviética de faci-
litar buques de transporte o incluso de enviar algunos destacamentos a
la zona. El desmentido de Moscú sobre estos rumores, alguno avalado
incluso por un ministro británico, fue parsimonioso, mientras el direc-
tor del K G B se reunía con gran exhibición pública con el jefe del Pentá-
gono. El mensaje a Sadam era directo. Moscú se reservaba la opción de
no intervenir militarmente —salvo bajo la bandera de la O N U — pero
hacía pública una aportación tan valiosa como una flotilla: sus preciosos
dossiers sobre el Ejército y la distribución de las defensas irakíes. Con
más de 5.000 asesores en Irak, 193 de ellos reconocidos como expertos
militares, la URSS pudo proporcionar al secretario de Defensa detalles
precisos de la calidad de los pilotos irakíes entrenados por los propios
soviéticos, alcance de las armas vendidas por Moscú, cálculos sobre las
reservas de municiones para la artillería de procedencia soviética com-
prada por Sadam, sin mencionar los informes puntuales derivados de la
propia red soviética de satélites de observación.
Otro dossier de utilidad perentoria debía ser entregado por el direc-
tor del K G B , Viktor Kriuchkov, a los servicios de Inteligencia estadou-
nidenses para una operación que fue voluntariamente filtrada a la
prensa desde la Casa Blanca. La escueta filtración anotaba que el presi-
dente Bush había instruido a la CIA sobre el estudio de variables para
una posible desestabilización interior de Sadam Husein, operación
puesta en marcha desde mediados de agosto y sometida desde entonces
a un hermético silencio. El abierto anuncio de Chenney tuvo todas las
características de un arma de amedrentamiento y disuasión a un dicta-
dor que conoce muy bien el lenguaje de los servicios y las armas de la
guerra sucia. Un objetivo lateral era acostumbrar a la opinión pública a
la opción de la operación encubierta que al fin y al cabo costaría menos
baño de sangre que la alternativa final de la guerra. Un general retirado

- 159-
soviético al que tuvieron acceso los autores de este libro sonreía mali-
ciosamente ante esta opción. «Por qué tiene que ser la CIA y no la GPU.»
La operación de desestabilización de Sadam no ofrecía sin embargo
demasiadas opciones en los primeros tres meses de la crisis. Ya se ex-
plica en el capítulo sobre Irak las drásticas purgas asesinas realizadas en
el Ejército por Sadam días antes y después de la invasión de Kuwait.
Desde los primeros días de agosto, el dictador irakí desapareció lite-
ralmente de su única escena pública, la televisión, para refugiarse en
permanente mudanza en la red de bunkers que ha levantado por todo
Irak. Los anuncios públicos de supuestos planes de la CIA —probable-
mente de otros servicios de Inteligencia norteamericanos y quizá de
otras nacionalidades— pudieron al parecer realimentar la paranoia del
dictador de Bagdad, que extremó medidas de seguridad y según fuentes
no contrastadas articuló otras purgas preventivas en el seno de su pro-
pio entorno político.
El hecho es que en algunos informes confidenciales se futraron más
detalles de las líneas de acción hacia una destabilización del régimen
irakí. La frase «neutralización con daños al sujeto» ha aparecido en infor-
mes secretos con detalles más amplios de operaciones encubiertas posi-
bles. El concepto equivale en la jerga de Inteligencia a eliminación y es
sin duda una de las opciones barajadas por los servicios norteamerica-
nos de Inteligencia militar y civil. Fuentes israelíes admiten no obstante
que la penetración en la cúpula de Sadam es un trabajo de extrema difi-
cultad en las actuales circunstancias. E l rais irakí ha reforzado sus medi-
das de seguridad y control sobre el ejército y la población civil haciendo
prácticamente imposibles las operaciones de penetración por parte de
agentes cualificados de información. La opción «neutralización con da-
ños» no es descartable sin embargo en un grado más avanzado del con-
flicto y especialmente en el caso de que la crisis haya desembocado en
un enfrentamiento militar abierto como parecía preverse a mediados de
noviembre.
El factor soviético comenzó a contemplarse con más interés en oc-
tubre, cuando el extraño viaje de Mijail Gorbachov a París (ver capítulo
sobre la Santa Alianza) provocó serios desconciertos sobre la política
—o políticas— que estaba aplicando Moscú ante la crisis. A finales de
octubre, en otros escenarios menos visibles, la santa alianza ruso-ameri-
cano estaba operando en un terreno delicado. Los intercambios de Inte-
ligencia no se limitarían a facilitar la preciosa información disponible
sobre Irak del K G B y la G P U (inteligencia militar soviética), sino a estu-
diar líneas de operaciones encubiertas de carácter político. Fuentes de la
CIA admitían ya en septiembre las dificultades para penetrar el escudo

- 160-
de la seguridad irakí. Éste sería un terreno ideal para medir el grado de
colaboración de los soviéticos, cuyos contactos privilegiados con la ofi-
cialidad irakí les permitieron detectar en noviembre los primeros sínto-
mas de malestar militar contra Sadam. El día 8 Sadam cesaba fulminan-
temente al jefe de su estado mayor, el teniente general Nijar Jazraji. Dos
semanas antes, William Webster, director de la CIA y receptor de infor-
mes soviéticos ultrasecretos, vaticinaba que se detectaban los primeros
síntomas de oposición en las fuerzas armadas irakíes.

El mundo frente a Sadam


El estratega clave de la santa alianza contra Sadam fue George Bush.
El 2 de agosto, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas conde-
naba en una reunión de urgencia y por 14 votos contra 0, con las únicas
abstenciones de Yemen y Cuba, la invasión de Kuwait e instaba al agre-
sor a retirar de inmediato sus tropas del emirato. La rápida unanimidad
del Consejo de Seguridad fue lograda en gran medida gracias al activo
despliegue telefónico que organizó desde primeras horas de la mañana
el presidente norteamericano. Las reacciones inmediatas de Washing-
ton, París y Londres fueron pasos prácticos y efectivos: congelación ipso
jacto de los fondos kuwaitíes e irakíes. A media mañana, el presidente
Bush ya había conectado el teletipo rojo informatizado que enlaza
Moscú y Washington y había concertado con Mijail Gorbachov el co-
municado conjunto que leerían al día siguiente en el aeropuerto de
Moscú Eduard Shevardnadze y James Baker III, ratificando la suspen-
sión de los suministros de armas a Irak.
A las condenas de Francia y Gran Bretaña se sumó la tarde del 2 de
agosto, día de la invasión, la primera declaración reprobatoria de la Co-
munidad Europea (CE), donde anunciaba próximas medidas y sancio-
nes económicas. El resto de la comunidad internacional mantuvo cierto
letargo en espera del desarrollo de la situación. Algún político europeo
cometió incluso el tropiezo de referirse a la crisis como «unproblema re-
gional», mientras el mundo árabe se enclaustraba en una carrera discreta
de consultas internas. Sólo Argelia, Marruecos y el Gobierno prosirio
de Líbano expresaron su condena a la invasión, mientras Arabia Saudí y
los emires del Consejo de Cooperación del Golfo mantenían un vergon-
zante y temeroso silencio sobre la ocupación militar de uno de sus
miembros por un ejército extranjero.
La declaración conjunta americano-soviética, más aún que la resolu-
ción unánime del Consejo de Seguridad, desencadena, el viernes 3 de

- 161 -
agosto, una condena universal que une, con escasas excepciones, a to-
da la comunidad internacional. Al inusual comunicado conjunto de
Washington y Moscú sigue una reacción continua de condenas, conge-
laciones de fondos y declaraciones de calibres diversos contra el país
agresor. Gran Bretaña, Italia, Checoslovaquia y Polonia acuden al lla-
mamiento americano-soviético y congelan sus ventas de armas a Bag-
dad. Francia, a quien Sadam le debe 5.000 millones de dólares por com-
pras militares, adelanta que revisará su posición en la zona. Alemania,
Japón, Italia y Bélgica congelan los fondos kuwaitíes. La CE llama a una
cumbre de crisis. La Liga Árabe condena la invasión con los votos en
contra de Yemen, Sudán, la O L P y, naturalmente, Irak. El Consejo de
Cooperación del Golfo alza la voz para denostar la agresión, mientras
Israel añade a su condena la observación de que es Irak el factor deses-
tabilizador de la zona y no el conflicto árabe-palestino. En una enérgica
intervención, el presidente Bush advierte a Sadam que un ataque a Ara-
bia Saudí atenta contra intereses vitales de E E U U y tendría muy seve-
ras consecuencias.
El 4 de agosto, la Comunidad Europea decreta el embargo militar y
económico contra Irak mientras el tema se debate en los pasillos de la
O N U en Nueva York. La cauta y neutral Suiza cierra también las cuen-
tas kuwaitíes a los ocupantes del emirato, mientras Arabia Saudí, ame-
nazada directamente por una eventual invasión irakí, pone en estado de
alerta a sus fuerzas. El mundo árabe está convulsionado. Al día si-
guiente, domingo 5 de agosto, debían reunirse en Yeda el presidente Sa-
dam Husein con el jeque kuwaití Jaber en presencia del rey Fahd y el
rais egipcio Hosni Mubarak. El encuentro había sido acordado en vís-
peras de la invasión, el día 1 de agosto, tras el fracaso de la última nego-
ciación irako-kuwaití que protagonizaron el viceprimer ministro Saa-
dún Hamadi y el príncipe heredero kuwaití Saad, jefe del Gobierno
derrocado horas después. Sólo Sadam sabía entonces que la mini-cum-
bre de Yeda no se realizaría jamás. El domingo 5, Japón rompe relacio-
nes con Irak. China, el último miembro permanente del Consejo de Se-
guridad que falta por sumarse al boicot internacional, anuncia la
interrupción de sus ventas de armas al régimen de Bagdad.
E l consenso es casi unánime. «No puedo recordar ningún momento de
la historia en que hayamos tenido a todo el mundo tan fuertemente unido en
contra de una acción como sucede ahora», comenta la primera ministra
británica Margaret Thatcher. En los primeros días de la crisis, la presen-
cia de buques de guerra soviéticos en la entrada del golfo arábigo, aun-
que en plan de observación, anima un ambiente que pronto la prensa in-
ternacional compara y decora con imágenes de la campaña contra Hit-

- 162-
ler a fines de los años treinta. Hitler-Sadam se convierte en un mensaje
de alineación subliminal en el que cae hasta el presidente Bush.
Día a día, durante todo el mes de agosto, el conflicto moviliza y ge-
nera nuevas energías diplomáticas, políticas y militares. Ya el 6 de
agosto, la resolución 661 del Consejo de Seguridad imprime otra vuelta
en la tuerca que va apretando al régimen irakí, estupefacto aún por la
magnitud de la reacción internacional.
La resolución 661 instaura un embargo comercial, financiero y mili-
tar contra Irak por 14 votos contra 0, con las mismas abstenciones de
Yemen y Cuba, que condenan no obstante, dos días después, la preten-
sión irakí de anexionarse Kuwait. Barcos de guerra de Estados Unidos,
Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética navegan hacia el golfo Pér-
sico, mientras el Consejo de la Alianza Atlántica celebra en Bruselas
una sesión de emergencia. La guerra internacional contra Irak está de-
clarada. Sólo en dos ocasiones anteriores, el Consejo de Seguridad había
logrado tal unanimidad: una para sancionar en 1967 a Rhodesia, con un
embargo comercial que castigó durante 13 años al Gobierno racista
blanco de Ian Smith: la otra, en 1977, que prohibió la venta de armas a
Suráfrica en protesta por el apartheid. Otras invasiones no habían pro-
vocado en realidad resoluciones tan drásticas: ni la de Pakistán por In-
dia ni la de Gambia por Senegal; menos aún la de Granada o Panamá
por E E U U . Tampoco la invasión de Afganistán por la URSS ni la de
Camboya por Vietnam pudo arrancar una resolución unánime del Con-
sejo de Seguridad dentro de los ya inexistentes parámetros de la guerra
fría y del enfrentamiento de las superpotencias a través de conflictos
regionales. En el caso de Kuwait, la primera palabra mágica era petró-
leo. La segunda, más abstracta, pero igualmente determinante: el nuevo
orden.
Las resoluciones del embargo contra Irak se contemplan como vin-
culantes y obligatorias para todos los países de la O N U . En los medios
diplomáticos se evocan los artículos 41 y 42 de la Carta de las Naciones
Unidas que permiten un embargo contra un Estado agresor y «acciones
de fuerza por aire, mar o tierra» para restaurar la seguridad y la paz. Esta-
dos Unidos evita de momento el acudir al comité militar de la O N U ,
un organismo empolvado, jurídicamente creado para dirigir eventuales
acciones internacionales como las permitidas por los artículos 41 y 42.
Bush juega al .liderazgo y le basta la O N U como alero jurídico. La
URSS sugiere sibilinamente que en caso de enviar fuerzas el comité mi-
litar de la O N U ha de ser rescatado del armario. En octubre, el embaja-
dor norteamericano acepta la posibilidad de reanimarlo.
El 7 de agosto, el Pentágono anuncia que desplegará una fuerza mi-

- 163 -
litar multinacional. Veinticuatro horas después se inicia la gigantesca
operación Escudo del desierto, el mayor despliegue de tropas que se haya
realizado nunca desde la Segunda Guerra Mundial. En Washington, el
congresista Les Aspin, jefe de la importante comisión de Servicios Ar-
mados de la Cámara de Representantes, repite la frase que se ha puesto
de moda entre los políticos y analistas de Washington: «Ha llegado la
hora de trazar una raya en la arena.»
Desde entonces la escalada jurídica de la O N U aumenta en cada
una de las diez resoluciones adoptadas entre el 2 de agosto y el 2 de no-
viembre. A la octava semana de iniciada la crisis, una octava resolución
aprueba el bloqueo aéreo, adelantado días antes por Francia y de valor
más simbólico que real como factor eficaz de embargo dado el escaso
tráfico aéreo de Irak. Eduard Shevardnadze habla esos días con la O N U
en palabras tan duras que «podían haber sido escritas en la Casa Blanca»,
comenta un funcionario del Pentágono. El ministro soviético recuerda
que «las Naciones Unidas tienen el poder de suprimir actos de agresión. Hay
una amplia evidencia de que este derecho puede ser ejercido y deberá ejer-
cerse si la ocupación ilegal de Kuwait continúa».
Las firmes palabras del ministro soviético movilizan con más deci-
sión a países árabes antes cercanos a la órbita soviética. E E U U estrecha
entre tanto sus relaciones con Gran Bretaña e intenta mantener a Fran-
cia dentro de la lógica de guerra. París envía en efecto más fuerzas e
intenta mantenerse en una primera línea de toda la operación. Progre-
sivamente, sin embargo, van abriéndose grietas que son hábilmente ex-
plotadas desde Bagdad a fin de forzar una división entre los aliados. El 6
de noviembre, Bush atraviesa la barrera de las elecciones parciales al
Congreso con una derrota mínima. William Safire recuerda una vieja re-
gla del legendario comentarista de Washington Walter Lippman, para
quien un presidente ganaba las elecciones al Congreso a mediados de su
mandato cuando no perdía más de seis escaños. El partido de Bush per-
dió exactamente seis senadores. Más preocupaba a la Casa Blanca la dis-
minución del apoyo a la acción militar en sondeos que revelaban que un
65 % de los encuestados recomendaban acciones diplomáticas, mientras
sólo un 43 % respaldaban una ofensiva bélica contra Irak.
El 7 de noviembre, el secretario de Estado, James Baker, comple-
taba una gira clave que tocaba Riad, El Cairo, Ankara y Qatar, capital
del emirato donde la flota norteamericana dispone de instalaciones. Ba-
ker amarraba en Ankara, Damasco y El Cairo los últimos detalles para
una acción militar, culminando en Arabia Saudí una delicada operación
política sobre la unidad de mando de la fuerza multinacional. Una rá-
pida gira por Europa, pasando por Moscú, cerraba compromisos y tro-

- 164-
pezaba finalmente en París con la imprevista oposición francesa a ini-
ciar el ataque. Durante esa semana, la diplomacia norteamericana, bajo
la batuta de Baker y del propio presidente Bush, había pulsado uno a
uno a todos los miembros del Consejo de Seguridad para recabar el
voto que daría comienzo a la guerra. En el último minuto, París parecía
el único rebelde.

El rapto de Europa

Dicen que aquella noche del sábado 10 de noviembre se cruzaron


palabras de cuatro letras por la línea codificada que utilizó James Ba-
ker III cuando informó a Bush, desde la embajada de E E U U en París, su
decepcionante encuentro con el presidente Mitterrand y el jefe de la di-
plomacia francesa Roland Dumas. El secretario de Estado completaba
en París la gira definitiva que debía consagrar el inicio jurídico de la gue-
rra. En una semana había consolidado el nuevo triángulo árabe formado
por Siria, Egipto y Arabia Saudí; había sofocado las inoportunas ape-
tencias territoriales de Turquía sobre el norte de Irak; había sellado en
Moscú un capítulo más de la santa alianza ruso-americana.
La orden de ataque estaba simbólicamente en el bolsillo. El día ante-
rior, 9 de noviembre, la primera ministra británica Margaret Thatcher le
había dado su personal impulso a Baker III puntualizándole que los
aliados ya tenían «la autoridad legal» para actuar sin necesidad de otro
mandato de la O N U .
El mecanismo pactado en Moscú requería sólo una nueva resolución
del Consejo de Seguridad decretando una acción militar contra Irak. Sería
la decisión número 11 de la crisis, cifra que en la numerología del Tarot
equivale a La Fuerza. Moscú daría el sí con ese aval. China estaba suficien-
temente presionada para asegurar su voto. Entre los cinco miembros per-
manentes, contando E E U U y la leal Gran Bretaña, sólo quedaba concre-
tar el voto francés para iniciar la guerra. París dijo «non».
James Baker III ya había constatado los arranques independentistas
de Francia a lo largo de tres meses de contactos no siempre gentiles. No
esperaba sin embargo una negativa tan directa en el último minuto, en
nombre de «la libertad de decisión y actuación» que se reservaba «la
France» por boca de su ministro Roland Dumas. La larga reunión soste-
nida aquella tarde en el Elíseo terminó sin respuesta. Francois Mitte-
rrand se replegó al silencio y a la force tranquile constituida por los
14.000 soldados desplegados en Arabia Saudí y otros puntos del Golfo
en el marco de la operación Daguet Esos hombres, la segunda fuerza oc-

- 165 -
cidental del frente aliado, no recibirían órdenes de un general nortea-
mericano, aclaró a puerta cerrada a James Baker III el presidente Mitte-
rrand.
La primera gran crisis del frente aliado estaba abierta cuando los sis-
mógrafos captaban nuevamente las vibraciones de guerra tras el letargo
aparente registrado en octubre. Baker había oficializado días antes el
envío de otros 100.000 soldados norteamericanos para completar el for-
midable dispositivo de la operación Escudo del desierto, con 210.000
efectivos ya desplegados. El delicado extremo del mando único había
sido resuelto dos meses antes con Gran Bretaña, la tercera fuerza occi-
dental en la zona, y esa misma semana con los anfitriones saudíes. Salvo
las fuerzas árabes, que negociarían con Riad sus cadenas de mando, los
demás destacamentos aliados no opondrían resistencia.
La rebelión francesa, en pleno umbral de la guerra, además de irritar
a Washington, reabría otras perspectivas que parecían superadas y sella-
das. Ya al inicio del conflicto, el globalismo francés había trazado estra-
tegias coherentes con las líneas maestras de una política exterior que co-
menzó a tambalearse la misma noche en que se abría el muro de Berlín,
el 9 de noviembre de 1989.
Francois Mitterrand asumió e hizo suya en agosto la lógica de guerra
al mismo compás que el presidente Bush, pero con otras intenciones.
Francia desarrolló de inmediato una escalada militar combinada de
fuerzas navales y destacamentos terrestres que asegurase una mayor
presencia numérica entre los países europeos. Pero ese despliegue fue
cuidadosamente realizado al margen de las disposiciones norteamerica-
nas y en zonas donde sería imposible una acción coordinada de fuerzas
con el principal aliado. La operación Daguet evolucionó con envíos pro-
gresivos y dispares de patrullas, brigadas, destacamentos calculados al
milímetro para sobrepasar las cifras del contingente británico, pero sin
ninguna conexión logística ni técnica con el mando anglo-americano es-
tablecido ya en septiembre.
La lógica de guerra del presidente Mitterrand ha servido como una
buena imagen de contrainformación para camuflar la dialéctica política
que ha primado a la hora de enviar destacamentos de la Legión, helicóp-
teros y blindados ligeros de escasa utilidad en una batalla contra los po-
derosos tanques soviéticos —y franceses— de la Guardia Republicana de
Sadam Husein.
Bajo la rápida determinación át París —y en particular de Mitte-
rrand y Roland Dumas— de sumarse al embargo y de impulsar una
enérgica acción internacional latían otros cálculos. Los estrategas diplo-
máticos del Estado francés miraban con preocupación los cambios ver-

- 166-
tiginosos que la unificación alemana y la caída del Este estaban produ-
ciendo en el equilibrio geopolítico europeo. A los analistas más lúcidos
no se les escapaba que la nueva geometría europea estaba cambiando el
eje París-Bonn por una futura secante Berlín-Moscú que echaría por los
suelos la paciente estructura alentada por Francia desde la creación de
la CEE.
Al estallar la crisis del Golfo los analistas de la defensa y de la políti-
ca exterior francesas habían tenido oportunidad de configurarse las de-
licadas perspectivas que estaba proyectando para Francia el creciente
peso alemán y su irremediable camino hacia un acuerdo germano-sovié-
tico como el que se firmara precisamente el 9 de noviembre, horas antes
de la visita a París de James Baker. La presencia fuerte y determinante
de Francia era crucial por tanto para compensar la progresiva y peli-
grosa ausencia de París en las decisiones centrales del etéreo nuevo or-
den internacional publicitado por Bush.
El cálculo francés tuvo en cuenta las siguiente premisas:

1. Francia debía asegurar una presencia inequívoca y firme en


la alianza internacional contra su exaliado y socio Sadam Husein.
2. El Gobierno francés mantendría una postura enérgica en to-
dos los foros internacionales — O N U , CE— sin renunciar a la exi-
gencia consensuada por los aliados de una retirada incondicional
de Kuwait por parte de Irak.
3. Francia pondría en marcha su propio despliegue militar —la
operación Daguet— e intentaría forzar un mando conjunto franco-
americano en el caso de las fuerzas aeroterrestres.
4. Francia exigiría una coordinación a nivel de la Unión de Eu-
ropa Occidental (UEO) a efectos de los barcos enviados al Golfo
para hacer cumplir el embargo decretado por la O N U . Su objetivo
era transformar por primera vez en una organización operativa a
la U E O , viejo invento francés para impulsar una estructura defen-
siva europea al margen de la O T A N y de la influencia de E E U U .
5. París utilizaría sus canales privilegiados en el mundo árabe,
especialmente en los países del Magreb, para impulsar vías diplo-
máticas euro-árabes que fortaleciesen su posición negociadora en
el conflicto. Públicamente rechazaría no obstante toda transac-
ción sobre el tema de rehenes.

Estos propósitos condicionaron desde agosto la conducta mante-


nida por Francia durante los tres primeros meses del conflicto. En todo
momento, el presidente Mitterrand mantuvo un discurso de firmeza y

- 167-
de advertencia sin grietas contra Sadam, mientras se desarrollaban en
los pasillos diplomáticos otras línea de actuación.
La diplomacia secreta sostenida por París entre agosto y noviem-
bre fue intensa y variada. El exministro de Exteriores, Claude Cheys-
son, mantuvo una entrevista discreta con el ministro irakí de Exterio-
res, Tareq Aziz, en octubre, pocos días antes de que fueran autorizados
a salir de Bagdad rehenes franceses. Los enérgicos desmentidos de Ro-
land Dumas, el actual titular de Exteriores, no despejaron nunca la cer-
teza de que Cheysson había comenzado su misión confidencial a media-
dos de agosto, en el encuentro que sostuvo en Túnez con el jefe de la
OLP, Yaser Arafat. No fue éste el único contacto francés con la O L P ni
la última misión especial en Túnez, donde coincidieron en septiembre
un representante del Gabinete de Rocard con un viceprimer ministro
irakí.
Este tipo de contactos es frecuente incluso en una guerra abierta,
como sucediera entre 1940 y 1945 entre emisarios aliados y nazis. En el
caso de Francia, tales misiones fueron configurando las siempre des-
mentidas negociaciones sobre los rehenes, mecanismos que han em-
pleado en los últimos años gobiernos socialistas y conservadores para
rescatar, vía Damasco o Teherán, rehenes franceses cautivos de los
chiíes prosirios de Amal o los proiranís de Hezbollah.
Lo que es de dominio público es el apaciguamiento sutil que co-
menzó a mostrar la lógica de guerra de Francois Mitterrand tras la deci-
sión del Parlamento irakí, el 23 de octubre, de poner en libertad a los in-
vitados franceses, como «homenaje al pueblo francés». Los portavoces del
Gobierno se ocuparon esos días en reafirmar sus condenas al «acto
odioso de la toma de rehenes» y rechazar «cualquier negociación sobre este
tema». El 28 de octubre, no obstante, la visita de Gorbachov a París, en
una rápido y casi improvisado viaje, despertó sospechas sobre las ruptu-
ras que comenzaban a notarse en el frente aliado.
Las conversaciones entre Mitterrand y Gorbachov han permane-
cido hasta la fecha ocultas, pero las valoraciones hechas posteriormente
por fuentes norteamericanas apuntaban que la disidencia no procedía
de Moscú, sino de los franceses, «que parecen más soviets que los soviets»,
según comentaría un alto funcionario del Departamento de Estado ase-
sor de James Baker.
El entorno de Baker no escondió, en vísperas del viaje del 10 de no-
viembre, la creciente desconfianza que estaba despertando en Washing-
ton la percibida diplomacia secreta de París. Los contactos directos e
indirectos con Bagdad, a través de Túnez, Argelia, el rey Hassan y Ya-
ser Arafat, eran demasiado coincidentes con las iniciativas árabes que

- 168 -
florecían intermitentemente en el Magreb a fin de establecer alguna vía
lateral y efectiva de salida al conflicto.
Con el paso de las semanas, los objetivos franceses en la crisis fue-
ron variando de perspectiva, especialmente después de lograrse la victo-
ria política de rescate de los rehenes.
El 10 de noviembre, el cuadro de situación presentaba graves difi-
cultades para los intereses franceses:

1. Estados Unidos había neutralizado la opción de un mando


europeo, a través de la U E O , al consolidar la aceptación británica
la dirección militar norteamericana.
2. La diplomacia secreta francesa, aunque tolerada por sus alia-
dos del sur de Europa, suscitaba algunas críticas en el seno de la
C E , donde dirigentes italianos se quejaron de la falta de conse-
cuencia de «algunos aliados europeos».
3. El alejamiento alemán de la crisis y sus pactos directos con
Washington para proporcionar apoyo financiero y eventualmente
barcos de transporte, hizo zozobrar la ambición francesa de dar
un protagonismo y una dirección europea a la conducción de la
crisis. La postura alemana selló asimismo la desaparición virtual
del eje París-Bonn impulsado por Mitterrand en 1988 como base
de una_estrategia defensiva europea.
4. Este fracaso constató para los analistas franceses el aisla-
miento político de París en los ejes del nuevo orden establecido
sobre la alianza Washington-Moscú en el escenario global y el
acuerdo germano-soviético en Europa.
5. Las dificultades crecientes del comercio francés en Medio
Oriente —especialmente en los pedidos a la industria de arma-
mentos— presionaron en el Elíseo para abrir políticas tangenciales
en defensa de los intereses franceses. La fuerte deuda contraída
por Irak con la industria militar francesa pesó también en una va-
loración distinta del protagonismo galo en caso de guerra.
6. En términos estrictamente geopolíticos, el revés sufrido en
Líbano por el general cristiano Aún, protegido de París, significó
un nuevo golpe a la menguada influencia francesa en un país vir-
tualmente partido ahora entre las zonas de control israelí y el te-
rritorio directamente ocupado por los sirios.
7. La guerra con Irak por parte de una fuerza multinacional
podría representar para Francia la evaporación definitiva de su in-
fluencia comercial y política en Oriente Medio.

- 169-
Tal cuadro explica por sí solo las reticencias del ministro Roland
Dumas, el 10 de noviembre, al precisar que París ni «nadie privilegia en
estos momentos la opción militar». Ese mismo día, sin embargo, llegaban a
Yanbú, el puerto de concentración de las fuerzas francesas en Arabia
Saudí, en las orillas del mar Rojo, 550 soldados, 22 helicópteros de
combate y 24 vehículos blindados.
Baker, diplomacia obliga, aseguraba que «el consenso internacional en
la crisis del Golfo sigue siendo sólido».

- 170-
9

EL T A B L E R O DE ORIENTE M E D I O

La difícil unidad de los países árabes lograda con grandes esfuerzos


durante los últimos años ha estallado en pedazos a causa de la invasión
de Kuwait. Muchos temen la vuelta a los enfrentamientos de los años
sesenta, en que las divisiones en el seno de la comunidad árabe tuvieron
consecuencias desastrosas sobre todo para aquellos que necesitaban
más de la solidaridad de sus hermanos ricos.
La invasión de Kuwait ha provocado dos frentes en el seno de la
Liga Árabe. En un campo se han alineado doce países árabes que conde-
nan sin reservas la acción bélica de Irak y promueven diferentes accio-
nes de castigo. Enfrente se sientan otros siete países árabes más la O L P
que, si bien no han aprobado la invasión del emirato, tampoco han he-
cho de la retirada irakí una premisa indispensable para solucionar la
crisis.
Cada unos de estos países, además de la O L P , tiene diferentes moti-
vos para haber adoptado esta postura, en el fondo tan poco solidaria
con uno de los miembros de la Liga Árabe. Todos tienen una justifica-
ción distinta, lo que hace que este grupo sea poco homogéneo y no
pueda calificarse de «frente de apoyo a Bagdad». Priman más bien intere-
ses o compromisos particulares, más que la defensa de una línea estraté-
gica o ideológica que pase forzosamente por la defensa del régimen de
Bagdad.
Jordania, la O L P y Yemen son los que se han alineado con mayor
claridad junto a Irak. Sudán y Libia estarían en la segunda fila, seguidos
de un tercer grupo francamente moderado compuesto por Mauritania,
Túnez y Argelia.

- 171 -
Las rentas de Jordania

El caso de Jordania llama la atención puesto que el reino hachemita


ha sido considerado durante años un firme aliado occidental, más bien
proclive a firmar pactos con Washington o con países equivalentes. Al
profundizar un poco más encontramos pronto motivos para que Hu-
sein se haya alineado con Bagdad.
Desde hace tiempo Israel fomenta una política de repoblación de
los territorios ocupados. Con el tiempo Cisjordania se vacía de palesti-
nos y llegan más colonos judíos. Esta situación se agrava y acelera con
la llegada de los judíos que emigran de la Unión Soviética y que son
asentados en los territorios ocupados. Israel convierte así ese territorio
usurpado en tierra de Israel que ya no podrá ser devuelta a Jordania y al
mismo tiempo expulsa la mano de obra palestina, cuyos trabajos serán
asumidos por los judíos soviéticos.
En el terreno militar, Jordania busca en Irak al único ejército árabe
capaz de enfrentarse con posibilidades a las entrenadas fuerzas israelíes.
La creciente presión militar judía sobre Jordania ha hecho que el rey
Husein busque un gendarme aliado que contenga a Jerusalén. Este obje-
tivo ha sido plenamente conseguido, ya que dirigentes israelíes prego-
nan desde que comenzó la crisis que el peligro para Israel en la zona
no hay que buscarlo entre los palestinos, sino en el régimen de Sadam
Husein.
Este papel de gendarme también le sirve a Jordania para controlar a
Siria. Damasco no ha renunciado nunca a la Gran Siria que estaría for-
mada por la propia Siria, Líbano, Jordania y Palestina. En realidad Am-
mán teme que toda esta crisis desemboque en un desmembramiento e,
incluso, desaparición de su país, hoy agitado por sentimientos muy
contradictorios. Evidentemente todas las fronteras de la zona son muy
artificiales, trazadas según intereses coloniales y petroleros. Pero ahora
son así e intentar cambiarlas podría suponer graves trastornos.
Jordania, por ejemplo, podría quedar desmembrada. Una parte del
país reclamado por Irak; otra por Siria y otra parte podría convertirse
en una patria palestina que dejase satisfecho a medio mundo y calmase
a los judíos norteamericanos, que verían así colmados sus anhelos y re-
suelto un problema que dura decenios. Israel aseguraría sus fronteras e
intentaría asegurarse una convivencia con un estado palestino. No hay
que olvidar que en Jordania la mayoría de la población es palestina.
Pero la adhesión jordana a Bagdad en el presente conflicto tiene
unas importantes raíces económicas. Jordania es la autopista de Irak. A
través del puerto jordano de Aqaba se desarrolla gran parte de la activi-

- 172-
dad comercial de Irak. Las mercancías, tanto importaciones como ex-
portaciones, cruzan por carretera en grandes convoyes de camiones que
viajan desde Bagdad hasta el puerto de Aqaba en el mar Rojo. Este mo-
vimiento de transporte de suministros se acrecentó enormemente con
la guerra irano-irakí. Jordania proporciona a Bagdad muchos productos
agrícolas de las modernas explotaciones del valle del Jordán; también
transporta todo tipo de productos manufacturados, incluidas armas,
desde Aqaba, un puerto que trabaja mayoritariamente para Irak. Ello ha
permitido a Ammán resolver durante mucho tiempo sus necesidades de
crudo a un precio muy competitivo. Casi el 90 % del petróleo que se
consume en Jordania provenía de Irak antes de la crisis. Esta cuestión
ha generado una situación de clara dependencia económica de Jordania.

El conflicto palestino

Históricamente los palestinos han tenido necesidad de tener a su


lado a una potencia militar árabe que pueda enfrentar o hacerse temer
ante los israelíes y apoye la reivindicación de recuperación de los terri-
torios ocupados por Israel. En estos momentos esa potencia es Irak,
país que además comparte con la O L P un enemigo común: Siria.
Damasco pactó en 1982 la salida de los combatientes palestinos y de
Yasser Arafat del Líbano. Este acto tuvo dramáticas consecuencias para
la población civil palestina, que fue masacrada pocos días después, a
mediados de septiembre, en los campos de refugiados de Sabrá y Cha-
tila. La directiva de la O L P se lanzó en brazos de Bagdad. Desde enton-
ces los palestinos han apoyado casi incondicionalmente al rais irakí, in-
cluso durante su contencioso bélico con Irán. Por oposición, Siria tomó
partido activamente en favor de Teherán durante los ocho años que
duró la guerra irano-irakí.
Arafat ha encontrado apoyo entre algunos dirigentes árabes mode-
rados para buscar una solución pacífica a su contencioso. Algunos, no
todos. Israel ha negado esa salida y E E U U ha humillado con sus des-
plantes a los palestinos, además de poner en una situación falsa a Ara-
fat, que ha defendido en vano soluciones negociadas, incluso haciendo
importantes concesiones, frente a otros líderes palestinos que sólo
creían en la vía de las armas. Esta debilidad se ha traducido en una ma-
yor dependencia de Bagdad que, al final, hará pagar un alto precio a los
palestinos, que se arriesgan a que algunos países árabes les nieguen la
ayuda proporcionada hasta ahora.
Al no condenar la invasión y defender sospechosos planes de solu-

- 174-
ción del conflicto, la O L P se ha creado antipatías en el seno de la comu-
nidad árabe. En Omán, varias decenas de familias palestinas han sido
expulsadas del país en un acto que sólo puede valorarse como directas
presiones sobre la central palestina para que ésta matice su apoyo a Bag-
dad. En Arabia Saudí, la comunidad palestina residente ha enviado un
mensaje al rey Fahd en el que condenan la invasión de Kuwait y solici-
tan la creación de una «brigada palestina para defender el suelo saudí».
Las comunidad palestina en los países del Golfo se aproxima al mi-
llón de personas distribuidas mayoritariamente en Kuwait (400.000),
Arabia Saudí (200.000), Emiratos Árabes Unidos (70.000) y Qatar
(20.000).

Compañeros de armas
El caso de Yemen es distinto. El nuevo Yemen surgido de la unifica-
ción, miembro de turno del Consejo de Seguridad de las Naciones Uni-
das, se ha distinguido durante la crisis por su apoyo claro a Bagdad, ex-
presado mediante significativas abstenciones en la votación de diversas
resoluciones condenatorias de la acción bélica irakí. ¿Qué le debe Ye-
men a Bagdad? Durante la guerra irano-irakí Yemen se alineó incondi-
cionalmente junto a Jordania y Egipto al lado de Bagdad en el marco
del Consejo de Cooperación Árabe. Las tropas de Sanaa incluso partici-
paron alguna vez al lado de las de Irak en batallas contra las fuerzas de
Teherán.
Los vínculos entre ambos ejércitos se han estrechado y oficiales ira-
kíes ayudan a la construcción y formación del nuevo ejército del Ye-
men unificado. También han combatido a las últimas tribus yemenitas
rebeldes que veladamente alienta el régimen saudí. Y es que Yemen,
cuyo proceso de unificación es todavía muy reciente y frágil, ha deci-
dido apoyarse en la fuerza de las armas de Irak por temor a su potente
vecino, Arabia Saudí, con quien mantiene diferencias fronterizas.

Sudán
Sudán ha apoyado a Irak, aunque moderadamente, en el presente
conflicto por una razón de una claridad meridiana: «El enemigo de mi
enemigo, es mi amigo.» Jartum, oponente histórico de Egipto, ha encon-
trado un adecuado contrapeso en la fuerza militar de Irak. Sudán no ol-
vida que económicamente ha sido bastante abandonada por sus herma-

- 175 -
nos árabes mucho más ricos. La ayuda material y la intervención diplo-
mática y militar de Bagdad para acabar con el conflicto del Chad y con
los rebeldes sureños sudaneses ha permitido a Jartum pacificar sus fron-
teras.
A finales de agosto se temió una participación activa en el conflic-
to por parte de Sudán. Los servicios de Inteligencia británicos advirtie-
ron que Irak estaba proporcionando gas nervioso y artillería pesada de
155 mm, tipo G-5, de fabricación surafricana, a Sudán. Estas piezas pro-
venían del agradecimiento de los surafricanos por el petróleo que les fa-
cilitó Irak durante la larga guerra con Irán. Su remisión a Jartum for-
maba parte de las ilusiones estratégicas de Sadam de propinarle a
Egipto un enemigo por la espalda. Sadam Husein cultivó antes de la in-
vasión de Kuwait la amistad del dictador militar sudanés, el general
Ornar Hasan Al Bashir, y de su ministro de Defensa, el general Faisal
Salij, un asiduo visitante de Bagdad. En julio último, una partida de mo-
delos G-6, más sofisticados que las piezas surafricanas, fue desplegada
en las instalaciones defensivas sudanesas, apuntando hacia El Cairo. El
presidente Hosni Mubarak advirtió poco después con extrema dureza
que bombardearía Jartum en caso de cualquier agresión. Tales adverten-
cias y las presiones de Arabia Saudí han neutralizado el apoyo del gene-
ral Bashir a Sadam.

Libia

Libia puede aducir también el mismo argumento que Sudán: «El ene-
migo de mi enemigo es mi amigo.» Trípoli no puede olvidar tan pronto la
humillación de los bombardeos norteamericanos de Trípoli y Bengasi
en 1986. Los años pasan y no se resuelven las secuelas de las escaramu-
zas en el golfo de Sirte y además se acrecienta la influencia norteameri-
cana y occidental entre los países del Golfo. Muamar el Gadafi tiene
bien presente la derrota sufrida en el Chad por el apoyo decisivo que
prestaron unidades francesas a las fuerzas de Hissen Habré.

Mauritania

A cambio de una base experimental para lanzamiento de misiles,


Irak ha proporcionado apoyo político y militar a Mauritania. Nuakchot
también se lleva mal con sus vecinos y la ayuda irakí ha sido fundamen-
tal en el enfrentamiento que mantiene con Senegal desde abril de 1989.

- 176 -
El apoyo irakí también contrarresta las veleidades marroquíes sobre
Mauritania, país sobre el que mantiene ciertas reivindicaciones territo-
riales.

Túnez
Jamás fueron muy estrechas las relaciones entre Irak y Túnez y fue
una verdadera sorpresa la decisión tunecina de no participar el pasado
10 de agosto en la cumbre de El Cairo que debía discutir el envío de
tropas árabes para combatir a Bagdad en caso de producirse una agre-
sión contra suelo saudí. Tampoco es que Túnez haya prestado un apoyo
ciego a Irak, pero esa actitud distante frente a iniciativas diplomáticas
de firmeza contra Bagdad le sirve al régimen tunecino para lanzar varias
advertencias a algunos países árabes.
¿Por qué? Porque Túnez sospecha que algunos países del Golfo apo-
yan secretamente al movimiento islamista An Nabda, única oposición
que podría ser una alternativa de poder a corto plazo al actual régimen
tunecino. Tampoco sentó muy bien a Túnez el apoyo prestado por al-
gunos jeques al traslado de la sede de la Liga Árabe de Túnez a El Cairo.
Egipto fue expulsado de la Liga Árabe tras la firma de los acuerdos de
Camp David en 1978 y ahora acaba de ser readmitido en el seno de esta
importante institución.
El apoyo matizado a Irak también es consecuencia de la influencia
que ejerce en Túnez la OLP, que tiene su sede en este país. Palestinos y
Túnez suelen actuar de forma coordinada frente a ciertos problemas de
orden internacional que afectan a intereses comunes.

Argelia
Este país se enfrenta en la actualidad a un cúmulo de problemas: el
ascenso del integrismo y la crisis económica son los principales. Argelia
muestra su apoyo moderado a Irak porque suscribe sus gestiones ante
la OPEP para hacer subir los precios del crudo y así mitigar las actuales
dificultades económicas. El panarabismo, uno de los ideales que sus-
tenta el F N L , partido aún mayoritario pese a la pujanza del Frente Islá-
mico, empuja a las autoridades hacia Irak más que hacia las monarquías
del Golfo que permiten una penetración de Occidente en la zona. El
presidente Benjedid ha encontrado además una forma de comprometer
a sus oponentes del Frente Islámico, que se debaten entre sus tradicio-

- 177-
nales fuentes de financiación, los países del Golfo y las masas de segui-
dores que en las últimas semanas se manifiestan a favor de Irak en las
calles de Argel.

La ambigüedad de Teherán
Irán ha aprovechado la debilidad de Irak para recuperar los territo-
rios perdidos, hacer volver a casa a los prisioneros de guerra que retenía
Bagdad y tener la tranquilidad de que ahora podrá dedicarse a recons-
truir el país gracias a la paz con Irak y al aumento de ingresos propor-
cionado por el aumento del precio del crudo. La invasión de Kuwait ha
reportado sin duda beneficios a Irán, pero este país tampoco se ha lan-
zado en brazos de Irak.
Ocho años de guerra marcan. Teherán parece haber adoptado una
actitud que simplemente le permite ganar tiempo. No se pone del lado
de Irak pero tampoco lo condena. Bagdad, en cambio, ha hecho fuertes
concesiones, incluida la retirada de los territorios conquistados a base
de tanto esfuerzo y un millón de muertos, a condición de tener tran-
quila una frontera y poder desplazar más tropas hacia Arabia Saudí.
Irak querría obtener mayores compromisos de Irán, ahora que se
han normalizado sus relaciones. Bagdad necesita romper el embargo y
querría hacerlo a través de Irán mediante la compra de productos y la
utilización de territorio iraní como vía de abastecimiento. Sadam Hu-
sein desea además que Irán no aumente su producción de crudo para
compensar el embargo que pesa sobre la producción de Irak y de Ku-
wait. También necesita el apoyo integrista a los llamamientos a la gue-
rra santa de Sadam Husein, presuntamente escandalizado por la presen-
cia de tropas extranjeras cerca de los lugares santos del Islam.
Los ayatolas no tienen prisa y su actitud es la de ganar tiempo sin
apoyar, aunque tampoco perjudican a Irak.

Los intereses comunes de Siria y EEUU


Antagonistas hace aún muy poco tiempo, Damasco y Washington
viven un proceso vertiginoso de acercamiento. El presidente de E E U U ,
George Bush, no tuvo reparos en llamar directamente a Hafez el Assad
al estallar la crisis. Gesto impensable si se recuerda la retórica yanqui y
las descalificaciones aún muy recientes del régimen sirio.
Durante la entrevista entre el secretario de Estado James Baker y el

- 178 -
presidente Hafez el Assad, diversas fuentes árabes aseguran que se tra-
taron los siguientes temas de interés común:

— La situación en Líbano. Aún es reciente la victoria de las


tropas sirias sobre el rebelde cristiano Michel Aún.
— Washington ha invertido la tendencia de contención de Irán
por la de contención de Irak.
— Siria y Egipto viven un proceso de acercamiento impensa-
ble hace poco tiempo.
—EEUU reconoce en cierta forma el papel jugado por Da-
masco en la liberación de algunos rehenes occidentales en el Lí-
bano.
— La decisión siria de participar en la cumbre árabe de El
Cairo del pasado 10 de agosto culminó con la oferta de enviar tro-
pas a Arabia Saudí como parte del contingente de la fuerza multi-
nacional.

Israel

Las peculiares relaciones de amor-odio entre Irak e Israel tuvieron


su climax el 7 de junio de 1981, cuando una escuadrilla de cazas israelíes
bombardeó por sorpresa las instalaciones nucleares Osirak, en las afue-
ras de Bagdad. La operación Babilonia, una acción de defensa preventiva
según la terminología militar israelí, mató un técnico francés y destruyó
dos reactores nucleares que, como afirman los expertos de Tel Aviv, ha-
brían permitido a Sadam desarrollar la bomba atómica en tres o cinco
años. Irak ha sido el país jurídicamente más hostil a Israel desde 1948,
cuando salió muy mal parado de la primera guerra árabe-israelí. El régi-
men de Sadam, conspirativo por esencia, ha mantenido su virulencia
verbal contra Israel pero ha buscado, como puede leerse en otro capí-
tulo, un esquema de relaciones encubiertas.
Al estallar el conflicto del Golfo, el Gobierno de Yitzak Shamir ob-
servó la situación con absoluta tranquilidad. Durante agosto continuaron
produciéndose algunos contactos secretos entre Jerusalén y Bagdad que
explicaban la parsimonia israelí ante la invasión. Públicamente, los porta-
voces indirectos del Gobierno exponían axiomas muy nítidos: Sadam no
nos atacará porque sabe que un solo proyectil suyo provocaría una res-
puesta atómica. La advertencia salió publicada repetidas veces en colum-
nas de análisis de toda la prensa israelí, liberal y conservadora.
El cambio de tono de Israel se produjo no por las bravatas de Sadam

- 179-
sino por el fundado temor del Gobierno de Shamir ante el giro estraté-
gico que imprimía el presidente Bush al enfoque de la política nortea-
mericana en Oriente Medio.
Al estallar la crisis del Golfo, Washington organizó una cadena de
reuniones con el embajador israelí Moshe Arad. En la primera, el 2 de
agosto, se le informó sobre la invasión de Kuwait. En las tres siguientes,
señalan la mentideros diplomáticos de Washington, se le explicó cordial
y razonadamente que era preferible un bajo perfil israelí en la conjun-
ción de fuerzas multinacionales. Públicamente, los comentaristas israe-
líes aceptaban la lógica de asegurar ante todo un sólido frente árabe
contra Sadam. En los círculos más profundos, el cálculo era distinto.
Las relaciones entre Washington y Jerusalén se habían deteriorado
progresivamente en los últimos dos años, en especial a raíz del molesto
descubrimiento del espía Jonathan Pollard, un agente judeo-americano
que extrajo para el Mosad jugosos dossiers top-secret de la DIA, la De-
fence Intelligence Agency, una de las redes más profesionalizadas y efica-
ces de la Inteligencia norteamericana. A principio de 1990, una reunión
entre William Webster, el director de la CIA, y «X», el siempre director
anónimo del Mosad, tuvo sus puntos agrios cuando el exjuez norteame-
ricano le aclaró que ellos sospechaban que existían muchos agentes Po-
llard en los servicios estadounidenses. El anterior jefe del Mosad, cuyo
nombre sí se conoce y ya está fuera de la censura militar israelí —Na-
hum Admoni—, estaba en la reunión y guardó silencio. Según todos los
indicios, había sido el staff de Admoni el estratega de una inteligente pe-
netración en los servicios más profundos de Estados Unidos, inclu-
yendo la DIA y quizá la NSA, procesadora de los datos proporcionados
por los satélites y los sistemas de espionaje electrónico que tiene desple-
gados el Pentágono por todo el planeta.
En Washington, la postura frente a Israel había comenzado a cam-
biar en los últimos meses del Gobierno Reagan, que se caracterizó por
privilegiar el apoyo a Jerusalén en términos políticos y económicos. En
la Administración Reagan se habían enfrentado los lobbies pro israelíes y
pro árabes, representado este último en el gabinete por Caspar Weinber-
ger y George Shultz, ambos vinculados por razones de negocios a fir-
mas financieras saudíes. La dialéctica antiterrorista de Reagan ayudó no
obstante a inclinar en favor de Israel la proyección diplomática de su
Gobierno, en especial tras la forzada retirada del Líbano, en enero de
1984, de las fuerzas de pacificación que fueron blanco de sangrientos
atentados por parte de los grupos chiíes. A finales de 1987, sin embargo,
tras el terremoto del Irangate y el peculiar golpe de estado palaciego que
provocó, la política de Washington cambió radicalmente. Fue entonces

- 180-
cuando comenzó en Gaza, en diciembre de 1987, la rebelión cívica pa-
lestina conocida como la Intifada. Algunos observadores no descartan
que naciera con alguna discreta y no oficial ayuda norteamericana.
El presidente Bush, como se detalla en otras páginas, tuvo desde el
principio reparos en mantener una relación unilateral tan exclusiva con
Israel por el peligro de enajenarse las delicadas y siempre maltrechas re-
laciones de E E U U con el mundo árabe. A los observadores israelíes no
se les pasó por alto la ausencia de judíos en el entorno más íntimo del
nuevo presidente americano, cuyo jefe de gabinete, John Sununu, es de
ascendencia libanesa.
Con una concepción políticamente más sofisticada que la de Re-
agan, el presidente Bush llegó a la Casa Blanca con la clara idea de que
una solución global en Oriente Medio debía pasar por una revisión de
alianzas y un equilibrio distinto en las relaciones con los países árabes.
Quizás esta óptica explique el cuidadoso tanteo hecho a Bagdad du-
rante 1989 y primeros meses de 1990. Israelíes y británicos vigilaron
cuidadosamente esos pasos. Los primeros, para descifrar las intenciones
geoestratégicas de Washington. Los segundos, para proteger sus abun-
dantes intereses financieros en el Golfo, especialmente a través de Ku-
wait y Qatar.
Una semana después de la invasión de Kuwait, los analistas israelíes
comenzaron a ver con preocupación las proyecciones políticas del des-
pliegue militar de la operación Escudo del desierto en Arabia Saudí. La
crisis había permitido a Washington corregir en pocos días los nefastos
errores diplomáticos de varios años. El perfil del nuevo sistema de rela-
ciones proyectaba una red de contactos especiales que cubrían los tres
principales países árabes de la zona: Egipto, Siria y Arabia Saudí.
A mediados de septiembre, los analistas del Gobierno Shamir tenían
motivos más concretos para alarmarse. La Casa Blanca había pasado al
Congreso para su aprobación un acuerdo de ayuda militar a Arabia
Saudí por valor de 22.000 millones de dólares, la cantidad más impor-
tante en ayuda militar nunca negociada con un país árabe. Ya tres años
atrás, Israel había movilizado con eficacia el lobby judío del Capitolio
para frenar la venta de un paquete importante de sofisticados aviones
¥-16 a Arabia Saudí, recomendada por el pro árabe exsecretario de De-
fensa Caspar Weinberger. Los 22.000 millones de dólares incluían natu-
ralmente aviones sofisticados y sistemas avanzados de detección y ata-
que que desde el punto de vista de Israel alteraban su indiscutible
hegemonía militar en la zona.
Aunque la ayuda militar a los saudíes pudo rebajarse en el Congreso
a 7.000 millones, el Gobierno israelí comprendió que Washington estaba

- 181 -
apostando en plena crisis del Golfo por un ordenamiento geopolítico
distinto. En esos mismos días, "Washington condonaba la importante
deuda militar contraída por los egipcios, gesto que producía indisimula-
dos celos en Israel. James Baker, entre tanto, sellaba en Damasco su
pacto secreto con el presidente sirio Hafez el Assad.
Las perspectivas de Israel fueron volviéndose más sombrías a me-
dida que el presidente Bush multiplicaba con eficacia vertiginosa su
nueva red de aliados árabes.
La crisis, en realidad, había provocado algunas alteraciones en la di-
plomacia secreta que había llevado la Administración Bush en el mundo
árabe durante 1989. Además del mencionado tanteo con Irak —en des-
medro de la conexión Israel-Irán utilizada en las maquinaciones del
Irangate—, los emisarios de Bush habían establecido en 1989 discretos
contactos con Yaser Arafat y la dirección de la O L P . Esas maniobras
habrían conseguido dos promesas formales del líder palestino. Una, su
disposición pública a reconocer el Estado de Israel. Dos, punto trascen-
dente, su anuncio formal, y rigurosamente respetado hasta noviembre
último, de renunciar al uso del terrorismo en beneficio de las negocia-
ciones políticas.
La irritación de la Administración Bush contra la tenaz negativa del
Gobierno Shamir a establecer canales de negociación ha sido pública en
los últimos dos años. Pese a las críticas que ha suscitado también en el
interior de Israel, Shamir, presionado además por los elementos extre-
mistas de su inestable coalición de Gobierno, ha preferido mantener la
estrategia irredenta de reprimir con dureza las piedras de la rebelión pa-
lestina de la Intifada y ha rechazado sin alternativa cualquier negocia-
ción con la O L P . Al mismo tiempo, su fanático y peligroso ministro de
Vivienda, el general Ariel Sharon, impulsa la creación de asentamientos
judíos en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, agravando la
crisis y estableciendo una lógica de violencia que pone en peligro la es-
trategia americana.
A raíz de la invasión de Kuwait, algunos elementos cambian de po-
sición en el tablero. El apoyo de Arafat y la O L P a Sadam destruye de
un golpe las expectativas de desarrollar por esa línea una progresión
de la paz iniciada con el tratado árabe-egipcio de 1982. La O L P , que ha
roto con Siria en forma sangrienta desde las matanzas del Líbano, se
aleja también en medio de intercambios de violencia verbal, del Egipto
de Hosni Mubarak. La crisis ha empajado a Arafat al bando equivocado,
según la óptica de Washington y de la mayor parte de la diplomacia eu-
ropea.
En el interior de los territorios ocupados, la vía pacífica que adop-

- 182-
tara Arafat en 1989 había creado también otras disidencias entre los
adolescentes palestinos, radicalizados y desesperados, que abrazaban
ahora el integrismo islámico que ha resurgido. Este cambio en el mapa
interior palestino, aunque previsible en la marea religiosa que comenzó
a surgir en los últimos tres años en los campos de Líbano y Jordania
añade otro elemento a la inestable posición de Arafat en el terreno di-
plomático externo y en la política interna del mundo palestino.
Pero el factor nuevo más relevante del cambio de tablero procede
de Siria, cuyo pragmático presidente Assad ha sabido adaptarse a los
nuevos aires. En una hábil adaptación de la perestroika a Oriente Medio,
Assad cultivó desde 1989 una doble política de apertura a Occidente y
de acercamiento a Israel. Al revés que Sadam, Assad asimiló con pru-
dencia de viejo estratega los consejos que le diera Mijail Gorbachov en
una carta enviada a Damasco a finales de 1987, sobre la falta de credibili-
dad de la fuerza militar en Oriente Medio.
Israel supo también atender al pragmatismo sirio al punto de consa-
grar expresamente una alianza que ha tenido sus resultados más visibles
en el conflicto del Golfo.
Días antes de la invasión de Kuwait, el Gobierno Shamir filtró a
círculos diplomáticos claves su disposición a devolver a Siria las alturas
del Golán ocupadas durante la guerra de los Seis Días de 1973. Shamir
abría con ello una dimensión nueva para continuar el proceso de paz
iniciado en Camp David, en 1978, por Jimmy Cárter, Menahem Begin y
el asesinado presidente egipcio Anuar el Sadat. La jugada de Shamir em-
bestía en realidad contra los planes norteamericanos de privilegiar el
flanco palestino-jordano en un nuevo proceso de paz. En las alturas del
Golán no hay prácticamente población palestina y la moneda de cam-
bio era naturalmente devolver el Golán y una alianza con Siria (bende-
cida además por Moscú) a cambio de consolidar la ocupación israelí so-
bre Cisjordania y Gaza.
El intermediario entre Jerusalén y Damasco fue el presidente egip-
cio Hosni Mubarak. Los contactos se realizaron en julio último, apenas
días antes de que Sadam ordenara sus tanques en Basora, movimiento
detectado por las antenas de Aman, el servicio secreto militar de Is-
rael. En este intercambio de mensajes entre Shamir y Assad, el rais sirio
planteó como única exigencia delicada la realización de una conferencia
internacional de paz con presencia palestina, punto al que el partido
conservador Likud ha temido siempre por miedo a las interferencias so-
viética y europea. La garantía, no obstante, estaba en el odio que tanto
Sadat como el presidente egipcio Mubarak profesan al equipo dirigente
de Yaser Arafat.

- 183 -
Shamir no pudo evitar sin embargo que el proyecto alcanzara rápi-
damente una dimensión extrarregional. No es fácil determinar si la me-
diación egipcia fue una treta perfectamente urdida desde Washington o
bien si el ordenamiento de los acontecimientos se produjo a posteriori.
Lo cierto es que a principios de agosto ya se sabía en los círculos diplo-
máticos informados que tanto el presidente Bush como el líder sovié-
tico Mijail Gorbachov estaban al tanto de los contactos sirio-israelíes y
ambos lo bendecían. Los israelíes sospecharon entonces que se trataba
de una jugada más de la nueva Yalta que los Dos Grandes pretendían
imponer en todo Oriente Medio desde 1988, al finalizar la primera gue-
rra del Golfo.
Shamir y Assad asumieron en forma pragmática este cuadro. En los
contactos sostenidos en agosto, al principio con la ayuda de un senador
norteamericano, Arlen Specter, ambos dirigentes renunciaban algunos
puntos, como la conferencia internacional y otros detalles, a fin de ace-
lerar un acuerdo. El proceso sigue aún abierto en espera de otros movi-
mientos inminentes como el restablecimiento pleno de relaciones entre
Israel y la URSS, en cuya capital ya funciona un consulado general is-
raelí, y los arreglos para una emigración masiva de judíos soviéticos.

La matanza de las mezquitas


El 8 de octubre, una andanada de disparos cambió el marco de la
guerra del Pérsico en la antigua explanada de las mezquitas en Jerusalén.
Las veneradas piedras sagradas del Islam y del Muro judío de las La-
mentaciones fueron profanadas con disparos de fusil, granadas lacrimó-
genas y piedras desesperadamente rabiosas. Las torretas de la mezquita
de Ornar presentaban al mediodía de esa jornada fatídica las huellas
sangrientas de las manos de algunas de las 18 víctimas palestinas abati-
das por los disparos de la policía israelí.
La masacre provocó espanto e indignación en todo el mundo. Las
excusas israelíes y los manejos del Gobierno Shamir para culpar a los
fieles musulmanes acrecentaron la ira, incluso en la Casa Blanca, donde
se conocía perfectamente el origen de la monstruosa provocación. Esta-
dos Unidos no vaciló y, en una de las escasa ocasiones de toda su histo-
ria, votó sin vacilación contra Israel en la condena que emitió el Con-
sejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El Gobierno de Shamir tenía a mano su chivo expiatorio, el jefe de la
policía de la ciudad, el comisario Jacob Turner, figura odiada por la pro-
pia comunidad judía de Jerusalén y criticada por la mayor parte de la

- 184-
prensa y los políticos de la Knesset. El servicio secreto interno, el Sha-
bak, acusó igualmente al comisario Turner de provocar la terrible trage-
dia.
Shamir encargó a un exjefe del Mosad, Zvi Zamir, una investigación
sin efectos judiciales que responsabilizó parcialmente al policía pero
descargó la culpa del origen de la masacre sobre los hombros árabes. La
comunidad religiosa musulmana realizó su propia investigación y de-
mostró con rigurosas encuestas que los disparos habían sido anteriores
a la primera piedra que cayera sobre fieles judíos que oraban en el muro
de las lamentaciones.
Las informaciones más objetivas publicadas en la prensa europea
apuntaron directamente a la tesis de la provocación israelí, como lo hi-
ciera en Londres el Sunday Times en su edición del 14 de octubre. ¿Ma-
tanza o conspiración?, fue su significativo título. Naturalmente, no pudo
aportar pruebas que abonaran las tesis que tienen en sus cabezas todos
los observadores. Una conspiración así no deja huellas. Shamir se apre-
suró la noche del 8 de octubre a acusar al terrorismo palestino de haber
provocado los incidentes, y la prensa fiel al Likud insinuaría al día si-
guiente que se trataba de un plan irako-palestino para crear un foco de
tensión que dividiera a los aliados árabes de E E U U .
E l reportaje del Sunday Times, realizado por periodistas británicos e
israelíes, reproducía detalles que ponían en evidencia la provocación de
los agentes del comisario Jacob Turner, un halcón mirado con recelo
por los propios servicios de seguridad. El Sunday Times testifica que los
más ancianos de los fieles musulmanes habían formado una sólida mu-
ralla humana para separar del tumulto a los jóvenes shebab, los comba-
tientes palestinos de la Intifada. La policía, narra con detalles el repor-
taje, increpaba entretanto a los árabes para excitarlos. Fue entonces
cuando comenzaron a llover las piedras sobre los fieles judíos que ora-
ban a pocos metros. El objetivo de la provocación estaba logrado. In-
cluso la izquierda israelí, generalmente críptica ante los desmanes de la
represión, hubo de callarse ante esa grave ofensa.
Existen poca dudas de que la matanza de la mezquita de Ornar fue
una monstruosa operación preparada en los sótanos del Gobierno de
Yitzak Shamir, con la participación de Jacob Turner como mano ejecu-
tora y cabeza de turco.
A ojos de sus inspiradores, la conspiración apuntaba a objetivos es-
tratégicos decisivos para el futuro de Israel. En esa hora trágica, san-
grienta y perversa, los conspiradores querían cambiar el giro de la gue-
rra y sobre todo la conjunción de fuerzas que se acumulaba en la
Península Arábiga. El cálculo de estos despiadados halcones —estrategas

- 185-
comparables con Sharon, el cerebro gris de la matanza de Sabrá y Cha-
tila— era romper la unidad del frente árabe-norteamericano y quebrar la
lógica diplomática que estaba animando Bush en Oriente Medio.
La repulsa de Washington a la matanza, sin disimular la increduli-
dad ante las versiones dadas por el Gobierno Shamir, hizo fracasar par-
cialmente la conspiración. Las heridas en el mundo árabe se notarían se-
manas después en las vacilaciones de los saudíes que James Baker hubo
de salvar con una maratón especial de conversaciones.
A partir de ese momento, Israel —o más bien su Gobierno— cambió
de actitud ante Irak y buscó una confrontación verbal abierta a la que
Sadam se prestó gustosamente. Ambos enemigos apuntaban en realidad
al mismo objetivo: dividir el frente árabe y expulsar, cada uno a su
modo, a Estados Unidos de la zona. La maniobra estuvo a punto de
triunfar. A principios de noviembre, Israel volvió a hablar del peligro de
una agresión química por parte de Sadam. Ya había distribuido antes
máscaras en forma discriminada, en perjuicio de los palestinos. Shamir
sabía sin embargo lo improbable de un ataque de Bagdad con misiles
imprecisos que podían caer en terreno palestino. Sadam recogió el men-
saje implícito y benefició a Shamir con nuevas amenazas de lanzar sus
arsenales químicos sobre Israel. Los técnicos militares sabían perfecta-
mente que el blanco de Sadam estaba en otro punto.

- 186-
10

HOMBRE A HOMBRE, BALA A BALA

Es la guerra

«El juego de la pelota ha cambiado totalmente», bramó el veterano ge-


neral Robert M . Johnston al batallón de la 1. División de marines que
a

se cuadraba en pleno sol ante el cuartel de mando construido en pleno


desierto. Es el 10 de noviembre y por primera vez los jefes militares de
la operación Escudo del desierto hablan de ataque. E l teniente general
Johnston, jefe de los 35.000 marines desplegados en la Península Ará-
biga, es más explícito en sus declaraciones al pool de prensa autorizado
por el staff militar. La misión ha cambiado: ahora se trata abiertamente
de «implementar una adecuada opción militar ofensiva». Hasta ese día, los
210.000 soldados estacionados en varios puntos de Arabia Saudí y
los navios de guerra sólo escuchaban de sus comandantes que su fun-
ción era defender Arabia Saudí. Ese día, el general Johnston comunica
que no habrá rotación de fuerzas y que la guerra puede ser bastante más
dura que la de Vietnam. La pregunta «¿qué estamos haciendo aquí?», he-
cha pocos días antes por un soldado impaciente al secretario de Defensa
Dick Chenney, ya tiene respuesta.
La estrategia de guerra ha dado un giro radical la primera semana de
noviembre. Mientras crecía la impaciencia entre las tropas sometidas al
duro y aburrido trabajo de la aclimatación y las maniobras, el tablero
diplomático e incluso el propio discurso del presidente Bush se mostra-
ban equívocos, oscilantes entre opciones que remitían a la pregunta fi-
nal de ¿guerra o paz? Atravesado el Rubicón de las elecciones del 6 de
noviembre, el presidente Bush anuncia, el mismo sábado 10, que efecti-
vamente se enviarán refuerzos al Golfo, pero no 100.000 hombres como
insinuara el secretario de Defensa Dick Chenney, sino hasta 200.000,

- 187-
que serían desplazados en gran parte desde las ya inútiles fuerzas desta-
cadas —desde 1945— en Europa.
Hasta finales de octubre las apuestas que se cruzaban sobre la fecha
del Día D giraban alrededor del 15 de noviembre o del cambio de luna
del día 17 de noviembre. El 10 de noviembre, cuando el Día D co-
mienza a tomar forma técnica, el cálculo acalla el espíritu deportivo.
Bush certifica que es hora de enviar una señal más clara a Sadam Husein
sobre la determinación de hacer uso de la fuerza militar si no se retira
de Kuwait. La escalada de la presión, con su multiplicación de hombres
y el envío de 1.200 tanques pesados para sumarse a los 800 trasladados
desde agosto, constituye algo más que un mensaje. La fecha se sitúa en
las nuevas filtraciones entre la Navidad cristiana (25 de diciembre) y la
fiesta musulmana del Ramadán que cae en marzo de 1991. El mes de
enero se convierte en el favorito. Los argumentos no faltan a los analis-
tas: las temperaturas más bajas en el desierto, el tiempo necesario para
trasladar las nuevas tropas y aclimatarlas, los factores políticos. La gue-
rra ya está presente en el frente de la información-desinformación. El
dato incontestable es uno solo: el Escudo del desierto se ha transformado
en espada.
El 10 de noviembre las fuerzas norteamericanas desplegadas en la
zona del Golfo Pérsico sumaban 210.000 efectivos, 180.000 de los cua-
les estaban estacionados en varios puntos de Arabia Saudí, en un anillo
que se extendía desde la ciudad petrolífera de Dahran hasta cerca de la
triple frontera jordano-saudí-irakí. Las principales concentraciones de
fuerzas se agrupan en dos núcleos al sur de Kuwait y otro más potente
bajo el límite con Irak, en una línea paralela al oleoducto que lleva el pe-
tróleo saudí desde el Pérsico hasta un terminal sirio, cruzando por Jor-
dania. Más al sur se sitúan reservas estratégicas en torno a Riad, la capi-
tal saudí, y hacia el suroeste, en torno a la ciudad santa de La Meca y a
Yeda, junto al mar Rojo.
El dispositivo aliado cuenta con el refuerzo de unos 90.000 soldados
de Arabia Saudí, Siria, Pakistán, Egipto, Marruecos, Bangladesh y hasta
muyaidines islámicos de Afganistán, además de 14.000 franceses y
13.000 británicos en toda el área de conflicto (ver cuadro de fuerzas
y mapas en apéndices). E E U U ha reunido la alianza más amplia de paí-
ses conocida desde la Segunda Guerra Mundial y ha realizado con sus
propias tropas el mayor traslado y despliegue desde el conflicto de
Vietnam, donde la escalada alcanzó su punto máximo en 1968, con
541.000 hombres en el teatro de operaciones.
A medida que toma forma el Día D, la operación del desierto va
desvelando sus necesidades y exigencias. Frente a un total de 300.000

- 188 -
efectivos se han desplegado en Kuwait y en el sur de Irak 430.000 efecti-
vos y unos 3.000 carros de combate de las fuerzas de Sadam. La conver-
sión del escudo en espada requiere según los manuales no sólo igualar la
fuerza enemiga en caso de una ofensiva sino alcanzar la ecuación mí-
nima de 3 a 1 o de 6 a 1 en términos tácticos en un punto concreto de
ataque.
Pero la ecuación no es aritmética sino algebraica, pues los aliados
cuentan con la aplastante superioridad aérea (271 cazas de superioridad
aérea contra 75 irakíes, además de 26 superbombarderos B-52 nortea-
mericanos) y con la inestimable información de Inteligencia procedente
de satélites y de 64 aviones de reconocimiento, espionaje electrónico y
misiones AWACS. A estos elementos se suman los misiles de las fuer-
zas navales desplegadas en el Pérsico, en el golfo de Omán y el mar
Arábigo.
La igualación terrestre es sin embargo indispensable de acuerdo a
los escenarios que comienzan a barajar los estrategas del Pentágono. El
cálculo militar se va revelando día a día, en términos previsibles, pero
cuidadosamente enlazado por el presidente Bush y su inner circle con el
ritmo de la evolución política. Muy poco a poco, Bush va introdu-
ciendo la idea subliminal de que es preciso no sólo expulsar de Kuwait
al Hitler árabe, sino derrotarlo militarmente o, al menos, según los ritos
del Corán, cortar las manos al ladrón de Bagdad.
Pero cortar las manos a Sadam significa eliminar la potencial ame-
naza de sus armas y proyectiles químicos y el peligro futuro de un arse-
nal nuclear. Los antecedentes de Sadam en la guerra con Irán y en la
brutal represión química a los kurdos demuestran que la bestia —como
Hitler, insiste Bush— ha de ser no ahuyentada sino destruida.
George Bush no se atreve aún el 10 de noviembre a expresar en
forma inequívoca la estrategia de fondo que ha guiado su escalada en los
terrenos diplomático, económico y militar. Al momento de confirmar
que el despliegue supondrá elevar el dispositivo militar de 210.000 a
410.000 hombres, usa aún la ambigüedad política de señalar que se trata
de convencer a Sadam de la decisión de ir a la guerra para evitarla. La
lógica demuestra en cambio la apuesta final a la guerra. La escalada su-
pone ese 10 de noviembre quemar las inseguras naves diplomáticas y
dar un paso que sólo puede terminar en la derrota militar de Sadam o el
hundimiento político del propio Bush.
Tras la ambigüedad que aún expresa en noviembre se esconde sin
embargo una escalada impecable en los pasos de la diplomacia profunda
que practica esa semana decisiva su emisario James Baker III. El secreta-
rio de Estado, el mismo estratega de la lógica presidencial, ha amarrado

- 189-
en los primeros días de noviembre todos los cabos sueltos de la arena
diplomática para consolidar la plataforma política de ataque. Tras una
reunión de 13 horas con Shevardnadze, ha arrancado de Moscú que la
«guerra inaceptable» de Gorbachov en París, el 29 de octubre, fuera
ahora en noviembre «quizás inevitable».
En una semana, Baker ha logrado que los saudíes acepten el mando
único norteamericano sobre las fuerzas aliadas en caso de ataque. La
fórmula firmada con el rey Fahd —mando estadounidense fuera de Ara-
bia Saudí— tranquiliza las conciencias de los fieles musulmanes y los na-
cionalismos saudíes. La jefatura militar saudí será la encargada de coor-
dinar las fuerzas árabes y de otros países islámicos. Baker consolida en
Bahrein los compromisos para la utilización de las instalaciones aéreas
y de las facilidades portuarias. Amarra con el presidente egipcio Hosni
Mubarak los detalles del mando militar y la disposición de sus 15.000
soldados —que pueden elevarse en diciembre a 25.000— en el escenario
que comienza a organizarse al sur de la frontera irakí. En Ankara, per-
suade al presidente turco Turgut Ozal que desmienta los rumores ya
públicos de sus contactos secretos con Irán para una eventual reparti-
ción de los despojos de un Irak vencido y fragmentado y confirma sus
compromisos militares: uso de la base de Incirlik para lanzar desde allí
los raids de los F - l 11 que atravesarían el norte de Siria para penetrar de
flanco en Irak. Reitera las promesas de la O T A N de cumplir con los tér-
minos propios de la alianza en caso de una agresión irakí a un país
miembro de la organización atlántica. Sólo Francia, por boca del minis-
tro Roland Dumas, advierte que «ninguna opción militar ha sido estu-
diada».
En términos diplomáticos, pese a la reticencia francesa y a sus exi-
gencias de reservarse parte del mando militar, Baker ha dejado todo a
punto para un ataque. Margaret Thatcher presiona para apresurar una
decisión sin esperar otra resolución del Consejo de Seguridad que auto-
rice expresamente la acción militar. Moscú no vetará en todo caso esa
resolución, ni Pekín, tal como lo aclara el ministro Quian Chien des-
pués de jugar una última carta en su entrevista con Sadam Husein el
11 de noviembre.
En sólo tres meses, Estados Unidos ha logrado la hazaña de despla-
zar a 210.000 hombres y 3.000 millones de kilos en equipo. Cientos de
aviones, de tanques, de piezas de artillería han sido desplegados en las
concentraciones del desierto. El objetivo de disuadir el ataque a Arabia
Saudí ha sido logrado pero al precio de no poder renunciar a un marco
estratégico más decisivo. Desde el momento en que James Baker pac-
taba con el rey Fahd, en agosto, el envío de tropas, E E U U firmaba un

- 194-
pacto tácito comparable a una pequeña, instantánea, Otan regional que
es hoy el vórtice del equilibrio global de seguridad. Esta línea de acción
apunta irreversiblemente no sólo a la guerra para vencer a Sadam sino al
establecimiento de una pax en Oriente Medio cuyo consenso ha sido el
trabajo más arduo de Baker en sus reuniones con Gorbachov, Shevard-
nadze y el ministro de Defensa soviético Dimitri Yazov.
Dick Chenney, el secretario de Defensa que ha desplegado su capa-
cidad y experiencia política como exjefe del Gabinete de la Casa Blanca
con el presidente Ford, ha sido el encargado de consolidar la potente
herramienta construida en «algún lugar de Arabia Saudí», según las cró-
nicas de los corresponsales de guerra sometidos a las reglas del Ejército.
El otro hombre clave ha sido el general Colin Powell, negro de 52 años
con una experiencia como asesor de seguridad y excombatiente de Viet-
nam. Estos dos hombres han coordinado sus innegables capacidades
para poner en marcha una acción masiva y rápida que ha requerido una
exhibición de precisión organizativa. Al estallar la crisis, las unidades de
la 82 División Aerotransportada demoraron 24 horas en aterrizar en
Arabia Saudí desde Carolina del Norte. En una semana, la 24 División
de Infantería, provista de elementos más pesados, estaba en Dahrán. En
tres meses, 180.000 hombres, 800 carros de combate, 15 naves de guerra
en el Pérsico, 271 cazas, 250 helicópteros.
Con la tercera fase del Escudo o ya espada del desierto, las fuerzas nor-
tamericanas van a duplicarse y añadirán a su dispositivo total 3 porta-
viones (sumando 6 en el área de conflicto). La vieja aspiración de algu-
nos fabricantes de estrategia, como Brzezinski, comienza a realizarse:
retirar fuerzas de Europa y desplegarlas en el Pérsico y otras zonas ca-
lientes. Desde Alemania serán retiradas dos divisiones blindadas, la 1 y
la 3; la 2. brigada de la 2. divisón, el 2.° regimiento de caballería blin-
a a

dada y el 2.° cuerpo de comandancia de apoyo. Desde Estados Unidos


se transportarán la 1. división de infantería mecanizada estacionada en
a

Kansas; la 2. fuerza expedicionaria de marines y la 5. brigada, que se


a a

unirán a los 50.000 hombres desplegados en el desierto y en buques de


guerra.
Dick Chenney da algunos detalles el 9 de noviembre y anuncia un
llamamiento a reservistas. Bush se está convirtiendo, en efecto, en el
Teddy Roosevelt que había previsto, aunque espera un momento más
dramático, cercano ya al Día D, para la aparición total en escena. La
Guardia Nacional ya ha sido movilizada a través de tres brigadas, dos
de infantería mecanizada y la 155. brigada blindada.
a

- 195-
Tierra-Aire
Los análisis se han repetido en páginas de opinión y en revistas. En
noviembre ya están superadas las primeras hipótesis. El paso de las se-
manas ha ido sepultando las especulaciones y las filtraciones calculadas
por los expertos en guerra psicológica del Pentágono. En este frente la
guerra ya ha comenzado a finales de septiembre y puede medirse la in-
tencionalidad operativa en los rumores de fechas, en las falsas alarmas
sanitarias que de vez en cuando emite Londres, en las inflexiones del
propio discurso de Bush, incluso en el juego político de supuestos disi-
dentes.
Las líneas generales del despliegue permiten no obstante prever al-
gunas líneas de acción. Irak ha tenido tiempo de construir defensas en
la frontera kuwaití y en la propia con Arabia Saudí. El desierto está cru-
zado por grietas y fosos donde los irakíes han dispuesto en sucesivas
filas dunas artificiales, minas antitanques sobre tambores de petróleo,
campos minados, alambradas y carros de combate T-54 y T-55 enterra-
dos en la arena. Las líneas defensivas, construidas gracias al tiempo que
ha ido ganando Sadam Husein, prosiguen entre las ondas de arenas con
filas de baterías de artillería antitanque y lanzamisiles de fabricación
francesa y soviética. Una segunda filas de carros de combate, los más so-
fisticados T-60 y T-72, cierran el formidable dispositivo que se repro-
duce a lo largo de la frontera kuwaití-saudí e irako-saudí.
Las opciones militares barajadas por el Pentágono han debido tener
en cuenta no sólo esta barrera terrestre, sino la necesidad de neutralizar
la peor amenaza de que dispone Sadam Husein: sus misiles y sus pro-
yectiles con cabezas químicas que amenazan especialmente a los yaci-
miento petrolíferos saudíes y de otros países del golfo.
La respuesta militar aliada a esa amenaza se apoya en su superiori-
dad aérea. La USAF tiene a punto 26 cazas furtivos (invisibles al radar)
F 117A Stealth en Turquía y otros tantos superbombarderos B-52 con
capacidad estratégica que pueden despegar desde la isla Diego García en
el índico. El dispositivo aéreo aliado, contando aviones franceses y bri-
tánicos, compone una impresionante fuerza con capacidad de castigo:
271 cazas de superioridad aérea, 596 cazas multimisión; más los aviones
de la Marina como los A-10 Thunderbolts, especialmente preparados
para la lucha antitanque, y los helicópteros Apache de combate.
Esta «aplastante supremacía aérea», según describe Fermín Gallego,
corresponsal de Jane's Defence Weekly en El Periódico de Catalunya, per-
mitiría a los aliados eliminar como primera medida la fuerza aérea irakí,
destruyendo sus instalaciones, aviones y aeropuertos. El problema, se-

- 196-
ñala el analista, está en la necesidad de destruir al mismo tiempo su ca-
pacidad de ataque químico y de misiles para evitar agresiones a los po-
zos petroleros o a Israel. Esto exigiría al menos dos oleadas de ataques
aéreos, lo que complica la estrategia basada únicamente en la aviación.
El factor terrestre explicaría el enorme despliegue que está supo-
niendo la transformación del Escudo del desierto en una operación con
aptitud ofensiva. Sus ventajas de visión nocturna no libran de la necesi-
dad de ampliar el despliegue masivo de tanques a fin de preparar un es-
cenario previsible a través de Kuwait. Dada la gran concentración de
fuerzas y defensas irakíes cabe suponer un ataque de distracción en
otros puntos de la frontera, quizás en el vértice de Jordania, al tiempo
que entran en acción tropas de desembarco en las costas kuwaitíes. Los
irakíes han previsto esta posibilidad con una fuerte línea de defensas y
obstáculos costeros, pero han de hacer frente a una formidable superio-
ridad naval y de comandos de las fuerzas aliadas. En esta forma de lucha
pueden jugar un apreciable papel los destacamentos británicos y even-
tualmente los franceses, en caso de plegarse al mando norteamericano.
Otras fuerzas aliadas, como saudíes, egipcios y sirios, están desplegadas
en las zonas cercanas a la frontera y pueden ser empleadas en los prime-
ros choques armados en territorio irakí. Otras fuerzas, como paquista-
níes y bengalíes, cumplen en el sur de Arabia Saudí la tarea de prevenir
una agresión yemení, a la que los servicios de Inteligencia británi-
cos prestaron atención, para disuadir una alianza activa de Sanaa con
Bagdad.
El dispositivo aliado, centrado fundamentalmente en el cuerpo cen-
tral norteamericano y numéricamente en los 65.000 soldados saudíes, se
complementa con los dispositivos especializados de Gran Bretaña y de
Francia. Aunque la fuerza francesa, encuadrada en la operación Daguet
en Arabia Saudí, no ha aceptado, hasta el 15 de noviembre, coordinarse
bajo mando norteamericano, constituye en número el segundo aliado
occidental.

Operación Daguet
«No podemos conformarnos con el envío de un puñado de paracaidistas a
la península, mientras las fuerzas árabes pronto superarán los 50.000 solda-
dos», dijo en septiembre un consejero del presidente Francois Mitte-
rrand. Recibido el mensaje, pocos días después se anuncia la Operación
Daguet de despliegue de fuerzas militares francesas en el Golfo Pérsico.
Hasta entonces la presencia militar en el conflicto se limitaba a dos

- 197-
operaciones cuya única misión consistía en hacer respetar el embargo
que pesa sobre Irak. La Operación Artimon se desarrolla en el mar Rojo.
Las fragatas Montcalm y Dupleix con seiscientos hombres a bordo con-
trolan los mercantes que transitan por la zona, igual que otros muchos
buques militares internacionales desplazados en este mismo lugar. La
Operación Salamandre agrupa a 2.600 marinos repartidos en el portaa-
viones Clemenceau, el crucero antiaéreo Colbert y el buque de reavitua-
llamiento Var.
En tierra, en Yanbu, están estacionados 42 helicópteros de combate
y una compañía de infantería.
Francia cuenta con otras fuerzas en la región. En Yibuti tiene desta-
cados permanentemente 4.000 hombres, repartidos en dos regimientos
interarmas y 5 helicópteros de maniobra pertenecientes al Ejército de
Tierra; diez Fl C, dos helicópteros, 2 C160 (uno de ellos para hacer el
reavituallamiento), una estación Crotale y un radar Aladino, todos ellos
asignados a la aviación; y finalmente, dos buques de transporte y un co-
mando pertenecientes a la marina. Francia también cuenta con un pe-
queño grupo de 340 hombres en Abu Dabi que componen un escua-
drón de reconocimiento, dos estaciones de control y una estación
tierra-aire de muy corto alcance.
La Operación Daguet es el plan militar más ambicioso realizado por
Francia desde que terminó la guerra de Argelia. Afecta a unos 4.200
hombres que viajan a Yanbu, terminal petrolífera saudí sobre el mar
Rojo, a unos 1.000 kilómetros de Bagdad. Francia se siente un poco de-
fraudada por estar tan lejos del que podría ser el punto de confronta-
ción, pero es consciente de que ha de seguir las normas impuestas en
esta materia por Arabia Saudí.
Los hombres del Clemenceau, mandados por el general de cuatro es-
trellas Michel Roquejeoffre, llevan 200 blindados ligeros AMX 10 o
VAB, 800 vehículos ligeros, 30 aviones de combate (Mirage 2000, avión
de reconocimiento, que tienen su base francesa, Mirage Fl CR, intercep-
tores con base en Estrasburgo, y Jaguar de Toul). Los Fl CR son avio-
nes deficientemente equipados para la guerra electrónica ya que carecen
de medidas electromagnéticas integradas y son incapaces de detectar las
baterías de misiles tierra-aire, por lo que son blanco fácil para los SA 7,
SA 8 y SA 13 de fabricación soviética y los Roland franco-alemanes.
Entre las fuerzas ofensivas de la Operación Daguet hay un regimien-
to blindado con carros AMX 10 equipados con cañones de 105 milíme-
tros que destruyen todo tipo de aceros pero que plantean dificultades
frente a los blindados soviéticos T 72 que Moscú le ha proporcionado a
Irak. También se han desplegado un regimiento de infantería dotado de

- 198 -
misiles anticarro Milán y una sección de artillería equipada con misiles
antiaéreos Mistral
E l Clemenceau ha transportado a la zona 42 helicópteros Gazelle-
Hot que se sumarán a los seis ya estacionados en Yanbu con su destaca-
mento de 100 hombres.
El Gobierno francés también se plantea la posibilidad de enviar el
segundo portaviones francés, el Foch. En tres días llegaría al Mediterrá-
neo oriental transportando 19 Eténdard y Super-Eténdard y otros 10
Crusader. Estos aviones no tendrían dificultades en atravesar el espacio
aéreo de Turquía, país miembro de la O T A N , y alcanzar sus objetivos
en Irak, que Francia sitúa en el norte del país, en el complejo militar-in-
dustrial de Mosul. Este objetivo explicaría el interés de París por estre-
char relaciones con los dirigentes del exilio kurdo.

El oso del desierto


El comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas, el general
Norman Schwarkopf, demostró, en medio de la campaña de distracción
pacifista de finales de octubre, una sutileza diplomática mayor que la de
muchos políticos. En el momento preciso en que París sugería que su
operación Daguet no recibiría órdenes de actuar, el apodado oso del de-
sierto, veterano de Vietnam y el alto oficial de más carisma en el Ejér-
cito de E E U U , exhibió una competente capacidad de reflexión política
al realizar una apuesta coherente por la paz. No sólo era una maniobra.
Algunos abuelos recordaban en E E U U que otro Norman Schwarkopf,
su padre, les había deleitado en su juventud con las aventuras de los he-
roicos G - M A N que perseguían gángsters y malvados en una popular se-
rie de radio. Norman Schwarkopf hijo no era exactamente un cazagans-
ters, sino uno de los nuevos generales políticos que abundan en
Washington. El experimentado general sabía entonces que la operación
de ataque masivo contra Irak, pese a la supremacía aérea, puede costar
al Ejército americano y a los aliados hasta unas 20.000 bajas.
El arsenal químico y la ferocidad que puede alcanzar una batalla de
tanques, combinada con el empleo de misiles y proyectiles cargados
de gases neurotóxicos, puede demorar una eventual progresión hacia
Bagdad varias semanas, sin contar incidencias que pueden entorpecer
incluso los avances de la máquina bélica más sofisticada. A mediados de
noviembre, los generales norteamericanos ya saben que la espada del de-
sierto no será precisamente un paseo militar. Bush, prudente en sus ex-

- 199-
presiones públicas, se limita a preparar el camino mientras vigila por
una parte a sus aliados y por otra los sondeos de opinión. El momento
del desenlace suscita aún incógnitas. Para unos, es peligroso permitir a
Sadam ganar más tiempo, mientras se erosiona el entusiasmo patriótico
del primer momento. Para otros, la preparación minuciosa del ataque
permitirá disminuir el número de bajas y daños. E l objetivo político
está de todos modos fijado. Bush, dicen sus colaboradores, pensó desde
el mismo 2 de agosto que la operación de fondo se llamaría espada.

-200-
LIBRO II

EN EL GOLFO"

"' Pablo Herrera. Periodista, nacido en Barcelona en 1962. Durante los últimos meses ha sido el
enviado especial de El Periódico de Catalunya en la zona de! conflicto, siguiendo la información
desde Bagdad, Ammán, Qatar, Abu Dabi y El Cairo. Anteriormente trabajó en Radio Barcelona y
en ci Diari de Barcelona.
1

EL ESCENARIO

Fue cuestión de unas pocas horas y no demasiado trabajo. La fas-


tuosa autopista que une Bagdad con Kuwait, y que fue construida con
capital e iniciativa del emirato como símbolo de amistad entre ambos
países, sirvió, irónicamente, para que los tanques irakíes llevaran a cabo
una de las invasiones menos complicadas y más rápidas que se recuer-
dan en la historia. Por expreso deseo personal de Sadam Husein, K u -
wait había sido tragado, había dejado de existir gracias a la vorágine del
presidente irakí. Ahora, Kuwait ya no se parece en nada a lo que era la
tarde del 1 de agosto, cuando, sin saberlo, muchas personas se despidie-
ron para siempre de su trabajo, prácticamente todas las fábricas lanza-
ron sus últimas producciones, los cajeros automáticos funcionaron por
última vez, y muchos semáforos cambiaron a rojo para siempre. El ama-
necer del día 2, diferente de los plácidos amaneceres que habían ilumi-
nado el pequeño país desde que en 1961 obtuviera su independencia de
la corona británica, marcará sin duda su futuro.
La invasión de Kuwait no fue una sorpresa para muchos. Diversos
informes secretos en poder de los emires de Kuwait identificaban a Bag-
dad como principal amenaza potencial en la década de los 90, por lo
que el Gobierno kuwaití se encontraba, desde el cese el fuego de la gue-
rra Irán-Irak, hace dos años, redefiniendo su postura política y econó-
mica en la zona, intentando desesperadamente ganarse las simpatías del
régimen de Bagdad. Los mayores esfuerzos estaban dirigidos a la cons-
trucción de una relación equilibrada con Irak. El liderazgo de Sadam,
sin embargo, había decidido ya desde hacía mucho mejorar su acceso a
las aguas del Golfo Pérsico, y Kuwait era el sitio de paso más a su al-
cance para lograr su objetivo.
Los regímenes nacionalistas que han gobernado en Irak desde la re-

- 203 -
volución de 1958 han repetido hasta la saciedad que, históricamente,
Kuwait forma parte de los territorios sobre los que Bagdad tiene dere-
cho a gobernar. (Los iraníes, por su parte, apuntan que Irak forma parte de
Persia.) El emirato consiguió su primer paso para lograr la independen-
cia en 1899, cuando la corona británica concedió a Kuwait la autono-
mía. La independencia formal no llegó hasta 1961.
Desde entonces y hasta el 2 de agosto, el petróleo hizo de Kuwait
una especie de paraíso por el que Sadam siempre se ha sentido atraído.
El temor latente al vecino del norte hizo posible que Kuwait se pusiera
incondicionalmente del lado irakí durante la guerra con Irán, otor-
gando a Bagdad a fondo perdido más de 10.000 millones de dólares en
concepto de ayuda. El puerto de Basora fue cerrado y Kuwait se convir-
tió en el principal punto de entrada de las importaciones irakíes. Du-
rante ese período de ocho años, el Gobierno irakí desvió su atención
hacia la guerra con Irán y moderó su política regional. Kuwait pudo vi-
vir entonces una época de relativa tranquilidad.
Pero los sobresaltos volvieron en cuanto se decretó el alto el fuego,
y sus esfuerzos por llegar a acuerdos precisos sobre la delimitación de
fronteras fracasaron sucesivamente. Kuwait comenzó a acercarse a Irán
y ello acabó de encender a Sadam.
Diversos barcos de guerra norteamericanos se encontraban en el
Golfo Pérsico desde mediados de este mes de julio. Oficialmente, reali-
zaban «maniobras rutinarias», pero sus tripulantes lo cuestionan, sobre
todo cuando recuerdan que fueron sacados urgentemente de sus domi-
cilios a mediados de verano y cuando ven que pueden pasar las Navida-
des en la zona. Algunos informes de que disponían los servicios de Inte-
ligencia norteamericanos, apoyados por los del Mosad israelí, señalaban
también como casi segura la invasión del emirato kuwaití a principios
de agosto, y hasta se afirma que la embajadora norteamericana en Bag-
dad estaba al corriente de todo.
El caso es que nadie pudo evitar la invasión, y mucho menos el es-
cuálido Ejército kuwaití, formado por apenas 20.000 hombres. Las uni-
dades del Ejército irakí que penetraron en Kuwait la madrugada del
2 de agosto tenían un conocimiento poco preciso del emplazamiento del
palacio Dasman, en el que habitaba el emir Jaber al Sabah. Mientras un
comando designado especialmente para ello se dedicaba a buscar el pa-
lacio presidencial para proceder a su asalto y posterior captura del emir,
la deficiente información de que disponían las tropas invasoras le die-
ron al emir suficiente tiempo para huir, a las 5 de la mañana, condu-
ciendo su propio vehículo en dirección a la embajada norteamericana.
No existen datos fiables sobre la forma en que Al Sabah pudo haber

- 204 -
escapado de Kuwait, pero exiliados kuwaitíes y personas que aún resi-
den dentro del ocupado emirato aseguran que un helicóptero de la sede
diplomática norteamericana rescató al emir de su segura ejecución y se
lo llevó a Arabia Saudí, en donde ha instalado su Gobierno en el exilio.
Cuando los irakíes entraron en el palacio Dasman, Jaber al Sabah había
escapado ya.
Fue quizás uno de los pocos contratiempos con los que se encontró
Irak durante la invasión, ya que ello permitió organizarse al Gobierno
en el exilio, autodenominado «único Gobierno legítimo» de Kuwait.
Salvo el hermano del emir, que murió mientras intentaba defender el
palacio, la totalidad de los restantes integrantes del Gobierno kuwaití
pudieron salir del país por diversos medios. Documentación falsa en
muchas ocasiones y huidas a través del desierto, en camello o en vehícu-
los todo terreno, fueron las alternativas más comunes que tuvieron para
salvar sus vidas. Se calcula que alrededor de 1.000 personas pudieron
haber muerto como consecuencia de la entrada de las tropas irakíes en
territorio kuwaití la madrugada del 2 de agosto.
U n o de los primeros blancos de los soldados irakíes fueron los con-
cesionarios de lujosos automóviles. Rolls-Royce, Lamborghini, Ferrari,
Porsche, Cadillac, Mercedes y B M W desaparecieron a las pocas horas
de los escaparates. El Gobierno y la policía se apoderaron de los más lu-
josos, poniendo el resto a la venta. Al irakí medio le había sido práctica-
mente imposible cambiar sus vehículos por otros nuevos en los últimos
diez años. Dos meses después de la invasión de Kuwait, sin embargo,
los ciudadanos de Bagdad comprobaron con regocijo que los precios de
los automóviles de lujo importados descendían de forma espectacular,
al tiempo que aumentaba considerablemente la oferta. Jamás se había
visto circular en Irak vehículos tan lujosos como en los últimos tres
meses.
Las tiendas de electrodomésticos de Bagdad se llenaron igualmente
de productos de lujo nunca vistos hasta entonces. Aparatos de aire
acondicionado, vídeos y televisores, hornos microondas, neveras de fa-
bricación norteamericana, ordenadores. Todo este material, procedente
de los saqueos de los comercios de Kuwait, inundó en pocos días los al-
macenes de Bagdad. Pero con la misma rapidez con que llegó se com-
probó lo difícil que resultaba adaptar todos estos bienes a la vida irakí,
por la sencilla razón de que no se disponía de los técnicos apropiados
para su instalación. En el caso de los productos informáticos, está claro
que el hardware no puede funcionar sin software, y éste escasea o, en la
mayoría de los casos, no se sabe aplicar correctamente.
Otro de los blancos del saqueo organizado de Kuwait fueron los co-

- 205 -
mercios de alimentación. La desesperación por acabar, metralleta en
mano y mediante el robo, con todo lo que tuviera algún vestigio de ca-
pitalismo, llevó a los soldados irakíes a arrasar indiscriminadamente
todo cuanto encontraban a su paso. Gracias a ello, hoy los supermerca-
dos de Bagdad disponen de una oferta a sus clientes tan poco habitual
que prácticamente nadie repara en ella. Exquisiteces tales como quesos
franceses, caviar, chocolates suizos, finas carnes de ave, enlatados de
lujo, o simplemente bebidas refrescantes, abarrotan las estanterías de
los colmados de la capital irakí sin que hasta el momento hayan tenido
gran aceptación por parte del público. De la misma forma, prestigiosas
marcas de ropas y zapatos de importación europea dominan los escapa-
rates de las tiendas del ramo, mientras en el zoco de Bagdad, camiones
cargados hasta los topes dejan cada día enormes cajas de bobinas de tela
destinadas a unos grandes almacenes kuwaitíes.
Así, la invasión de Kuwait parece haber obedecido a una oculta fie-
bre consumista de bienes occidentales y del capital bien invertido, aun-
que Sadam Husein se empeña en airear lo contrario. Uno de los moti-
vos que aparentemente llevó al presidente irakí a lanzar sus tropas
contra el rico emirato fue el poder económico que Kuwait estaba alcan-
zando en el mundo y que podía hacer sombra a los ideales expansionis-
tas irakíes. En un mensaje enviado a los kuwaitíes poco después de la
invasión, Sadam Husein declaró algo así como la guerra a los gobernan-
tes del vecino emirato: «Decid a vuestros dirigentes, los emires del petróleo,
que los traidores que se venden a los extranjeros no tienen sitio en la tierra
árabe después de haber humillado el honor y la, dignidad árabes.»
Irak se ha encargado de marchitar la opulencia kuwaití. Los cajeros
automáticos de las sucursales bancadas, uno de los símbolos inequívo-
cos de la prosperidad y el desarrollo comercial y económico de un país,
resultan totalmente inservibles hoy día en Kuwait. Pocos bancos árabes
disponen de este servicio para sus clientes, sólo los Estados ricos del
Golfo. Y aunque para muchos de nosotros nos resulte una herramienta
cotidiana, para los soldados irakíes que invadieron Kuwait no dejaba de
ser un símbolo capitalista. Eso de que una máquina vomite dinero su-
pone una ofensa para el mundo árabe. La retirada del servicio de los ca-
jeros automáticos obedece, sencillamente, a que los clientes de sucursa-
les bancarias repartidas por todo el país han dejado de funcionar
porque el dinero de los clientes ha sido llevado a Irak. Tan sólo unos
pocos permanecen abiertos, eso sí. controlados por el Gobierno irakí,
mientras el dinar kuwaití ha. perdido'nada menos que doce veces su va-
lor, al ser equiparado al dinar irakí por decreto.
Los kuwaitíes estiman que su país ha sido robado y llevado a la

- 206 -
ruina de la que va a costar mucho salir. U n o de los comentarios jocosos
que podían costar la vida a todo aquel que lo pronunciara cerca de al-
gún miembro del Ejército de ocupación era la comparación de los
soldados irakíes con los 40 ladrones de Alí Baba, quien por supuesto es-
taba encarnado por Sadam Husein. Al saqueo generalizado e indiscrimi-
nado que siguió a la invasión se sumó la devastación de todo edificio
público que pudiera evocar al anterior régimen.
Diversos testigos aseguran que los jóvenes soldados se dejaban lle-
var más por un gamberrismo propio de su edad (muchos de ellos apenas
sobrepasaban los 20 años), descontrolado e incentivado por el hecho de
tener un AK-47cargado en su poder, que por su acatamiento a las órde-
nes superiores. Mientras las tropas que entraron el 2 de agosto en K u -
wait estaban integradas por cuerpos bien entrenados y disciplinados,
muchos de ellos recientes combatientes en la guerra con Irán, a los po-
cos días una fuerza de ocupación integrada por demasiado jóvenes o de-
masiado viejos voluntarios t o m ó el relevo.
De la misma forma, los soldados irakíes se encargaban de registrar
casa por casa, retirando de ellas cualquier símbolo (bandera o retrato del
emir) de la dinastía Al Sabah, según afirman los kuwaitíes que han po-
dido salir de su país después del 2 de agosto. Las ejecuciones de todo
aquel que se saltara las nuevas normas impuestas desde Bagdad se pusie-
ron de moda con el fin de aleccionar a la población sobre lo conve-
niente que era obedecer a los nuevos gobernantes.
La compañía aérea nacional kuwaití, Kuwait Airways, perdió su
identidad en pocas horas. Las 14 aeronaves que se encontraban en el
momento de la invasión en el aeropuerto de Kuwait (entre ellas cinco
Airbus A-310 y dos Boeing 767 de muy reciente adquisición), valoradas
conjuntamente en algo más de 700 millones de dólares, fueron decomi-
sadas por los irakíes. Los 14 aparatos fueron trasladados a Bagdad para
ser transformados con los colores verdes de la Irakí Airways, especial-
mente los Airbus, que enamoraron a los irakíes. Pero se encontraron
con el imprevisto de que carecían de pilotos debidamente adiestrados
para pilotar el avión europeo. La urgencia por evacuar de Kuwait las ae-
ronaves obligó a llamar desesperadamente a un grupo de pilotos jorda-
nos para que los sacaran del apuro. A las pocas semanas, se podían ver
ya en el aeropuerto internacional Sadam de Bagdad algunas aeronaves
kuwaitíes pintadas con sus nuevos colores y otras en el mismo proceso.
La desolación se apoderó de los empleados de la compañía. Sólo se
salvaron de la quema ocho aparatos, los cuales se encontraban fuera de
Kuwait en el momento de la invasión. Los ocho fueron concentrados en
El Cairo, recibiendo autorización de la Organización de Aviación Civil

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ruina de la que va a costar mucho salir. U n o de los comentarios jocosos
que podían costar la vida a todo aquel que lo pronunciara cerca de al-
gún miembro del Ejército de ocupación era la comparación de los
soldados irakíes con los 40 ladrones de Alí Baba, quien por supuesto es-
taba encarnado por Sadam Husein. Al saqueo generalizado e indiscrimi-
nado que siguió a la invasión se sumó la devastación de todo edificio
público que pudiera evocar al anterior régimen.
Diversos testigos aseguran que los jóvenes soldados se dejaban lle-
var más por un gamberrismo propio de su edad (muchos de ellos apenas
sobrepasaban los 20 años), descontrolado e incentivado por el hecho de
tener un AK-4 7 cargado en su poder, que por su acatamiento a las órde-
nes superiores. Mientras las tropas que entraron el 2 de agosto en K u -
wait estaban integradas por cuerpos bien entrenados y disciplinados,
muchos de ellos recientes combatientes en la guerra con Irán, a los po-
cos días una fuerza de ocupación integrada por demasiado jóvenes o de-
masiado viejos voluntarios t o m ó el relevo.
De la misma forma, los soldados irakíes se encargaban de registrar
casa por casa, retirando de ellas cualquier símbolo (bandera o retrato del
emir) de la dinastía Al Sabah, según afirman los kuwaitíes que han po-
dido salir de su país después del 2 de agosto. Las ejecuciones de todo
aquel que se saltara las nuevas normas impuestas desde Bagdad se pusie-
ron de moda con el fin de aleccionar a la población sobre lo conve-
niente que era obedecer a los nuevos gobernantes.
La compañía aérea nacional kuwaití, Kuwait Airways, perdió su
identidad en pocas horas. Las 14 aeronaves que se encontraban en el
momento de la invasión en el aeropuerto de Kuwait (entre ellas cinco
Airbus A-310 y dos Boeing 767 de muy reciente adquisición), valoradas
conjuntamente en algo más de 700 millones de dólares, fueron decomi-
sadas por los irakíes. Los 14 aparatos fueron trasladados a Bagdad para
ser transformados con los colores verdes de la Irakí Airways, especial-
mente los Airbus, que enamoraron a los irakíes. Pero se encontraron
con el imprevisto de que carecían de pilotos debidamente adiestrados
para pilotar el avión europeo. La urgencia por evacuar de Kuwait las ae-
ronaves obligó a llamar desesperadamente a un grupo de pilotos jorda-
nos para que los sacaran del apuro. A las pocas semanas, se podían ver
ya en el aeropuerto internacional Sadam de Bagdad algunas aeronaves
kuwaitíes pintadas con sus nuevos colores y otras en el mismo proceso.
La desolación se apoderó de los empleados de la compañía. Sólo se
salvaron de la quema ocho aparatos, los cuales se encontraban fuera de
Kuwait en el momento de la invasión. Los ocho fueron concentrados en
El Cairo, recibiendo autorización de la Organización de Aviación Civil

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Internacional (IATA) para operar desde allí a diversos puntos del Golfo,
Europa y Nueva York.
Mientras el presidente norteamericano calificaba las atrocidades co-
metidas contra los habitantes de Kuwait como «crímenes contra la huma-
nidad», Amnistía Internacional elaboró un informe en el que se hablaba
de detenciones masivas y torturas sin razón aparente, así como la en-
trada en vigor de la pena capital para todo aquel que diera cobijo a ciu-
dadanos occidentales.
La mayor parte de los emigrantes que había en Kuwait emprendió
un éxodo sin precedentes hacia sus países de origen, atemorizados por
tanta crueldad, mientras los ciudadanos extranjeros fueron capturados
por Irak y llevados como rehenes a Bagdad. Por su parte, los kuwaitíes
que pudieron (unos 500.000 sobre una población de 800.000 autóctonos)
aguantaron gracias a una implacable resistencia pasiva aprendida de la
postura que adoptó el personal de las embajadas acreditadas en Kuwait
cuando éstas recibieron el ultimátum de ser desalojadas. Cuando a fina-
les de septiembre Bagdad impuso el horario irakí en Kuwait, muchos de
sus ciudadanos se negaron a ello. Durante unas semanas se puso de
moda entre los soldados irakíes preguntar la hora a cualquier tran-
seúnte. Si éste respondía con la antigua hora kuwaití era inmediata-
mente detenido por considerársele «rebelde».
Lo mismo ocurrió con los documentos de identidad, que casi nadie
cambió por el irakí, y con las matriculas de los vehículos, que permane-
cieron siendo únicamente de Kuwait, en lugar de las únicas legales de
«Irak-Provincia de Kuwait». Prácticamente nadie atendió la orden de Sa-
dam Husein de volver a los puestos de trabajo y ningún joven en edad
militar hizo caso del llamamiento del Ejército para enrolarse en las filas
irakíes, siendo posteriormente incorporados por la fuerza.
Aunque se han producido casos aislados de atentados contra solda-
dos del Ejército irakí (un francotirador desde alguna azotea, o algún ve-
hículo que atropella a un soldado), la resistencia pasiva y la desobediencia
ha sido la actitud generalizada entre la población civil. Ello ha creado
un estado de nervios entre los mandos del Ejército de ocupación, que
no pueden seguir el ritmo de barbaridades cometidas inmediatamente
después de su entrada en Kuwait.
Mediante su política de devastación de Kuwait, Irak ha pretendido
borrar del mapa cuantos vestigios puedan quedar del pequeño emirato.
Sus habitantes aseguran que Sadam Husein quiere erradicar la naciona-
lidad kuwaití mediante la despoblación sistemática de su territorio y la
destrucción indiscriminada de la propiedad. Por ello dictó medidas fa-
vorables para todos aquellos irakíes y palestinos que quieran estable-

- 208 -
cerse en Kuwait, a los que se les permite ocupar apartamentos vacíos y
hacerse con los comercios abandonados.
Tras haber forzado una situación que favorecía la huida en masa de
cientos de miles de ciudadanos asiáticos y,egipcios residentes en K u -
wait, Irak abrió durante unos cuantos días la frontera entre Arabia
Saudí y Kuwait. A través de ella cruzaron casi 150.000 presuntos kuwai-
tíes, porque todos llegaron indocumentados. El Ejército irakí se en-
cargó de desposeer de sus documentos de identificación a todo aquel
que emprendía rumbo al exilio. Era una forma más de borrar toda hue-
lla de identidad para, además de colonizar Kuwait con menos oposición
popular, dificultar a los kuwaitíes la recomposición de sus vidas. Otro
de los motivos que pudieron haber inducido a Husein a despojar de sus
documentos de identidad a los que se marchaban de Kuwait es el de in-
troducir en territorio enemigo a saboteadores y terroristas que cometie-
ran actos contra los gobiernos árabes que se mostraron en contra de
Irak para obligarles a cambiar sus posturas. Al menos eso es lo que teme
aún hoy Arabia Saudí. Los que tuvieron más dificultad para salir fueron
los hombres entre 17 y 35 años, a quienes se obligó a permanecer en
Kuwait e incorporarse al Ejército.
Los kuwaitíes ven poco probable que Sadam Husein se quede en el
emirato. Un hecho que les hace mantener la esperanza de que tarde o
temprano los irakíes se marcharán es que el Ejército de ocupación ha
arrasado prácticamente con todo. Desde los semáforos y los postes de
alumbrado público, pasando por las reservas de oro, los animales del
zoológico, los equipos de los hospitales, aviones comerciales, equipos
militares, el parque de atracciones, automóviles hasta la comida, todo se
ha desvanecido. La visita que realizó a Kuwait a principios de septiem-
bre el presidente Sadam Husein supuso un golpe a la moral kuwaití,
pero todos confían de nuevo en el futuro.
Irak, no obstante, tiene muy claro que Kuwait ha dejado de existir
para siempre. («No hay más Kuwait», repiten una y otra vez las autoridades
a
de Bagdad, «Kuwait es parte de Irak, es su 19. provincia».) Pero para trasla-
dar estas frases a la realidad, Irak se está encontrando con múltiples di-
ficultades. Una de ellas es que, por el principio de acción-reacción, el
nacionalismo kuwaití ha crecido en pocas semanas con gran fuerza. Si la
guerra de ocho años entre Irán e Irak sirvió para unir a los iranís contra
la amenaza externa, dejando de lado sus diferencias, en Kuwait ha ocu-
rrido los mismo, adquiriendo sus ciudadanos una conciencia nacional
que hasta ahora no tenían. Gracias a ello, y como una ironía del destino,
Kuwait podría convertirse en uno de los países que resulten más benefi-
ciados, a medio plazo, por la presente crisis desatada a raíz de su inva-

-209-
sión por tropas irakíes. La clave está en su casi segura futura democrati-
zación.
El testimonio de un kuwaití exiliado en Dubai (Emiratos Árabes
Unidos) era más que significativo: «Nunca jamás, desde que nací, he visto
un día oscuro en mi vida. Todo me ha ido siempre sobre ruedas a mí y a mis
amigos. Pero desde el 2 de agosto hemos adquirido conciencia de algo tan im-
portante como es nuestro país y estamos dispuestos a pasar los malos ratos que
haga falta para volver a levantarlo y sacarlo adelante.» Aunque no saben
cuándo van a poder regresar a Kuwait, cómo, ni en qué condiciones se
van a encontrar sus hogares, todos se muestran dispuestos a sacrificarse
enormemente para recuperar todo lo perdido y empezar prácticamente
desde cero. «Si lo conseguimos una vez, lo conseguiremos también ahora.
Y será todavía mejor», aseguran.
La brutal invasión que han sufrido los kuwaitíes ha dado al movi-
miento democratizador el empujón que necesitaba, algo en lo que todos
han coincidido, como por arte de magia, desde el pasado 2 de agosto.
Tampoco se duda de que una vez que concluya la crisis y Kuwait recu-
pere su territorio, las potencias occidentales que han ayudado al emi-
rato presionarán para que se produzca una reforma política en el país
orientada hacia la democratización, en la que, cómo no, Estados U n i -
dos serviría de modelo. Incluso los más firmes defensores de la familia
Al Sabah están también de acuerdo.
Ello haría del liberado emirato el primer Estado democrático del
Golfo, convirtiéndose en un factor crucial de estabilidad en Oriente
Medio. En definitiva, un borrón y cuenta nueva que tiene el consenso
generalizado. Las diferentes fuerzas políticas se han comprometido a
dejar de lado sus diferencias en la lucha por el objetivo común: la cons-
trucción de una nueva sociedad basada en la democracia se da por se-
gura, a pesar de las dificultades que entrañará acoplar un régimen de-
mocrático a las reacias instituciones islámicas y de la compleja
coexistencia que se aventura.
El jefe del Estado continuaría siendo un miembro de la familia Al
Sabah, según establece la Constitución, pero se crearían los poderes de
censura necesarios sobre el Gobierno así como varios comités especiali-
zados destinados a aconsejar al Gabinete, al tiempo que se reinstauraría
el Parlamento disuelto en 1986. Las reformas democráticas de Kuwait
han adquirido consistencia desde el exilio, pero el emirato es el Estado
del Golfo con más tradición liberal. El pasado 9 de julio inauguró ya sus
sesiones el Consejo Nacional, un órgano creado para debatir el futuro
de la democracia en Kuwait en el que la tercera parte de los miembros
fueron elegidos por sufragio en junio. Además, el emir Jaber al Sabah

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intentó, poco antes de la invasión, abrir el diálogo con las fuerzas oposi-
toras.
El punto más importante en el futuro kuwaití para sus ciudadanos,
pues, es la instauración de un régimen democrático. Pero los dirigentes
kuwaitíes en el exilio han comenzado ya a hacerse a la idea de que po-
drían perder algunos metros cuadrados de territorio, lo cual iría inevita-
blemente ligado a una retirada irakí. Cuando Irak se anexionó al emi-
rato de Kuwait redibujó las líneas fronterizas de su provincia de Basora
(incluyendo las islas de Warba y Bubiyan así como el campo de petróleo de
Rumaíla) en previsión de una retirada. Los kuwaitíes se conformarían
con dejar dichos territorios en manos irakíes a cambio de recuperar el
resto de su país.
El Gobierno legítimo de Kuwait sigue operando desde la ciudad ve-
raniega saudí de Taif, a pocos kilómetros de La Meca. En una suite del
hotel Sheraton de esta localidad, y bajo un fuerte dispositivo de seguri-
dad, los 22 ministros del Gabinete de Al Sabah se reúnen una vez al día.
El Gobierno de Arabia Saudí corre con los gastos y también propor-
ciona todo tipo de material y facilidades.
Desde Taif emite también la agencia de noticias oficial kuwaití en el
exilio, que hace llegar a sus ciudadanos las últimas novedades sobre las
reuniones ministeriales. La televisión y la radio juegan también un im-
portante papel para mantener a la comunidad kuwaití dentro y fuera
del emirato al tanto de los acontecimientos en torno a la crisis del
Golfo. La radio clandestina se sintoniza con facilidad en el invadido
emirato y su programación, basada en música pop y noticias, goza de
una gran aceptación incluso entre los soldados irakíes, que se sienten
muy atraídos por unos ritmos hasta ahora desconocidos para ellos. En
cuanto a la televisión, ésta tiene más dificultades para emitir sin interfe-
rencias en el interior de Kuwait, pero sus cotas de audiencia son exhor-
bitantes entre la comunidad exiliada. Entrevistas con recién llegados de
Kuwait y con miembros del Gobierno, y vídeos caseros que muestran la
realidad actual del país, forman el grueso de la programación. En su ca-
rátula de entrada ondea una bandera kuwaití mientras una canción en-
tona el himno nacional Soy kuwaití, sí, lo soy.
La prensa escrita juega también un importante papel en la comuni-
dad kuwaití exiliada. Tres diarios han trasladado sus sedes fuera de K u -
wait. Al-Anba a El Cairo, Al-Siyasa a Yeda y Al-Qabas a Londres. Los
medios para obtener información interna de Kuwait se mantienen en
secreto por motivos de seguridad, así como la procedencia y el camino
que han seguido las fotos que cada día se publican sobre el país. Los
equipos de redacción lo integran profesionales de los propios medios,

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algunos de ellos escapados y otros que ejercían como corresponsales en
el extranjero. Los tres diarios se distribuyen gratuitamente entre la po-
blación exiliada y clandestinamente en el ocupado país. Traen noticias
frescas sobre la situación interna de Kuwait y los esfuerzos democráti-
cos y militares para solucionar la crisis, así como los últimos avances de
la resistencia.
Aunque los escapados de Kuwait aseguran que no se aprecia dema-
siado la existencia, y mucho menos los resultados, de un movimiento de
resistencia, el Gobierno kuwaití subraya que ésta existe, pero niega dar
más detalles sobre cuáles son sus progresos ni, por supuesto, el detalle
de sus operaciones. El Gobierno añade que ha tomado medidas para
proteger al movimiento interno de oposición a la ocupación irakí.
Los medios de comunicación en el exilio sirven, además de para sa-
ciar la sed informativa de más de 300.000 kuwaitíes que se encuentran
en Arabia Saudí y en otros países del Golfo (Bahrein, Emiratos Árabes
Unidos y Qatar, así como en Egipto), para apaciguar los ánimos y calmar
la impaciencia de los kuwaitíes, que quieren ver a su país liberado aun-
que ello signifique una acción militar.
Mientras esperan la salida al conflicto y la vuelta a su país, los refu-
giados se dedican a vivir uno de los exilios más cómodos y lujosos de la
historia. Su alto poder adquisitivo les ha permitido instalarse en hoteles
de gran categoría o en apartamentos y comprarse nuevos vehículos.
Además de los 533 dólares mensuales a que tiene derecho cualquier fa-
milia kuwaití exiliada, cada cabeza de familia recibe 320 dólares, corres-
pondiendo a cada miembro de la unidad familiar 160 dólares y a cada
hijo menor de 21 años 80 dólares. Por si fuera poco, cada vez que un
kuwaití huye de las garras del Ejército irakí y se refugia en el exilio, es
obsequiado con 1.333 dólares para que pueda hacer frente a sus prime-
ros gastos.
Pocos exiliados en la historia han tenido la oportunidad de disfrutar
de una acogida y un trato tan favorables. Los kuwaitíes se lo han po-
dido permitir gracias al capital surgido de las numerosas inversiones
que tiene Kuwait repartidas por todo el mundo. Los casi 5.000 kuwai-
tíes que se encontraban de vacaciones en selectos lugares de Europa el 2
de agosto y que de la noche a la mañana descubrieran que su moneda
nacional no valía nada y que sus tarjetas de crédito estaban anuladas,
pudieron refugiarse en los países del Golfo gracias a la empresa KIO,
que se hizo cargo de los billetes dt avión para todos ellos.
El poder económico de Kuwait ha sido una de las excusas que ha
llevado a Irak a invadir a su vecino del sur. Kuwait es el Estado árabe
con mayor índice de inversiones en el extranjero. Una de las señales que

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caracterizan a los kuwaitíes es su política de mantener en secreto los de-
talles sobre sus operaciones financieras. A ú n así se calcula que antes de
la invasión, las inversiones foráneas kuwaitíes rondaban los 300.000 mi-
llones de dólares, mientras sus inversiones nacionales representaban
una pequeña proporción. A Kuwait y a los demás países del Golfo (Ara-
bia Saudí, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Omán y Qatar) se les acusa
desde Bagdad de avaricia y de violar la ley coránica.
El Islam lucha contra la usura y el monopolio de la riqueza («porque
ésta sólo pertenece a Alá») e intenta reducirla a capitales medios o peque-
ños, exhortando a sus fieles a dar todo su excedente monetario a los po-
bres. Su propósito es el de reducir la «arbitraria dominación del capital» y
por lo tanto cuestiona el hecho de que un país musulmán invierta su di-
nero en otro que no lo es, especificando que «los fondos que pertenecen a
los musulmanes no pueden, bajo ningún concepto, ser invertidos fuera de la
casa del Islam». De ello se desprende que primeramente deben ser em-
pleados para potenciar las economías de los países que los originan y
después la de «los países hermanos».
Pero los kuwaitíes argumentan que durante los últimos 29 años Irak
ha mantenido todo tipo de relaciones con Kuwait, especialmente las co-
merciales, sin parecer importarle demasiado las debilidades de Kuwait
por la riqueza. Tampoco se explica por qué Irak aceptó tan gustosa-
mente como lo hizo la ayuda económica que le prestó Kuwait durante
su enfrentamiento armado con Irán. Los kuwaitíes se muestran cada
vez más ansiosos de una solución militar.

El embargo

Un palacio sin baños del presidente Sadam Husein y una autopista


de seis carriles sin pintar que rodea a Bagdad son el vivo ejemplo de que
el embargo económico ha ralentizado en gran medida la vida de Irak. Al
palacio presidencial le resta tan sólo el mármol y los sanitarios de los
baños para poder decir que está concluido. El barco que transportaba
desde Italia el material fue interceptado poco antes de entrar en el mar
Rojo a mediados de agosto y desviado hasta un puerto saudí, en donde
permanece aún. Los obreros del palacio, la mayoría de nacionalidad
portuguesa, permanecen en el país en calidad de rehenes («invitados»,
según el Gobierno) por no haber podido concluir su contrato por obra,
aunque han recibido la promesa del presidente Sadam de que en cuanto
lleguen los materiales y se acaben las obras del palacio, podrán volver a
su Portugal natal. La autopista espera igualmente un barco procedente

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de Europa que transporta la pintura necesaria para delimitar los carriles
sobre el asfalto y que es de fabricación austríaca. Por el momento, y
pese al considerable aumento del tráfico rodado en Bagdad gracias a los
numerosos vehículos procedentes de Kuwait, la monumental construc-
ción debe permanecer cerrada.
El embargo económico internacional contra Irak comenzó a causar
los primeros estragos apenas un mes después de haberse empezado a
aplicar, el 6 de agosto. Las proclamas de Bagdad hablaban de «resistencia
hasta la muerte» del pueblo irakí, pero éste, por el contrario, se mostraba
seriamente preocupado ante la posibilidad de que el país no fuera capaz
de aguantarlo por mucho tiempo y de que las reservas de los particula-
res no puedan prolongarse mucho más allá de unos cuantos meses. En
circunstancias normales, Irak estaba capacitado para resistir hasta dos
meses, pero diversos estudios indicaron después que, con la rígida apli-
cación de las medidas de racionamiento actuales, el país puede aguantar
de seis a ocho meses más, o incluso hasta un año entero, sin apenas re-
sentirse.
Antes de invadir Kuwait, Irak necesitaba importar el 85 % de los ali-
mentos que consumía. Desde que se aplicaron las medidas de embargo,
Irak dejó de ingresar además 90 millones de dólares diarios en concepto
de venta de petróleo, que representaba el 95 % del intercambio comer-
cial irakí con el resto del mundo. La idea del presidente Sadam Husein
de transformar el país en una potencia industrial comenzó a alejarse en
el tiempo a medida que el embargo empezó a causar daño. Las autorida-
des se empeñan en comparar ante la población la situación actual con la
de la guerra contra Irán. Pero lo cierto es que durante los ocho años que
duró dicho conflicto, Bagdad continuó recibiendo del exterior todo
tipo de bienes, no sólo alimentarios sino también inversiones de capital,
materias primas, piezas de recambio y personal cualificado.
La economía irakí, en la que los efectos de los ocho años de guerra
con Irán no habían desaparecido, ni mucho menos, el día 2 de agosto,
está al borde de sufrir un colapso a medio plazo por culpa del embargo.
No obstante, las reservas de oro y divisas para afrontar la crisis, calcula-
das en 6.000 millones de dólares antes del 2 de agosto, se elevaron ese
mismo día en 3.000 millones, después de haberse apoderado de las re-
servas nacionales kuwaitíes.
En cualquier caso, al Gobierno irakí no parece preocuparle dema-
siado el embargo económico internacional que pesa sobre su país, y
aunque aparentemente hay de todo en las tiendas, éstas carecen de los
productos de primera necesidad. El pueblo irakí está acostumbrado a
sufrir estrecheces de este tipo pero ante la actual situación se muestra

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preocupado. Los ocho largos años de guerra con Irán y la reiterada ad-
vertencia gubernamental de que la población debe estar preparada para
cualquier eventualidad, han logrado que las cosas se vean desde un
punto de vista eminentemente práctico. Las autoridades repiten incan-
sablemente que la comunidad internacional se dará cuenta pronto de
que un embargo económico contra Irak tiene pocas posibilidades de
éxito.
El propio Sadam Husein hizo un llamamiento a la mujer irakí du-
rante los primeros días del embargo para que administrara y organizara
la vida económica familiar con meticulosidad y conciencia nacional. En
su discurso, el líder irakí les hizo ver a las amas de casa que «es necesario
que la cantidad de comida en la olla o sobre la mesa sea la justa para la nueva
situación que nos disponemos a vivir». Sadam Husein apeló a la cordura
para «no abarrotar la mesa con muchos tipos diferentes de alimentos», así
como para «prohibir a los golosos que pidan más comida». El presidente
irakí utilizó ante las amas de casa su argumento favorito y presunta-
mente infalible: «La tremenda riqueza y el futuro que esperamos después de
la victoria depende de hacer triunfar esta política para que disfrutemos noso-
tros y las generaciones venideras, con la ayuda de Alá, de una vida digna y
próspera.»
Las autoridades irakíes insisten ante su población en que el país
emergerá como la potencia más importante de Oriente Medio una vez
superado el actual momento. Los esfuerzos por hacer borrar de la
mente los penosos ocho años de guerra con Irán han encontrado fuerza
en la invasión de Kuwait, ya que tras el 2 de agosto el Gobierno se ha
encargado de hacer ver que aquello fue, aunque largo, de poca trascen-
dencia y de escaso calibre al lado de la magnitud de la ocupación del ve-
cino emirato y, sobre todo, de los grandes y excelentes resultados que
pueden suponer para el país y su población.
Sin embargo, la guerra con Irán logró cambiar ciertos hábitos que se
han visto avivados por la invasión de agosto. Lo que aprendieron muy
bien de aquellos años los irakíes fue a aprovisionarse con abundancia en
previsión de bombardeos u otras calamidades. Transcurridos dos años
del cese del fuego con Irán, las tiendas de comestibles habían comen-
zado a ver de nuevo llenos sus estantes y almacenes. En previsión de
nuevos conflictos armados, dada la afición belicosa de su líder, muchos
habitantes irakíes se han dedicado pacientemente durante estos dos
años a llenar sus despensas, acelerando dichas medidas de precaución
desde el comienzo de la crisis. Pero en general la compra diaria había
vuelto a ser un aspecto más de la rutina para la población. Pocos días
después de la invasión de Kuwait, Sadam Husein recomendó a la pobla-

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ción no acumular víveres en los hogares. Sin embargo, casi simultánea-
mente comenzaron a escasear ciertos productos, principalmente el pan
y el azúcar. Y es que la acción contra Kuwait no pudo haber llegado en
peor momento para la economía familiar irakí. Hay escasez de muchos
productos, pero los vendedores no pueden especular con los precios ya
que cada mañana varios equipos de funcionarios del Gobierno se dedi-
can a establecer los precios oficiales para cada artículo.
El Gobierno impuso unas medidas de racionamiento el primero de
septiembre según las cuales cada irakí únicamente tiene derecho a reci-
bir mensualmente seis kilos de harina, un kilo y medio de arroz, un kilo
de azúcar, un litro de té y medio litro de aceite para cocinar. Las medi-
das restrictivas afectan también a la higiene personal, limitándose a una
pastilla de jabón y a medio kilo de jabón en polvo la ración por habi-
tante. Al mismo tiempo, se lanzó una campaña para promover entre la
población el cultivo de cualquier parcela de terreno, por pequeña que
fuera. El programa tuvo gran aceptación y los cálculos del Ministerio de
Información hablaban de que el 98 % de los campos aprovechables esta-
ban ya cultivados a mediados de octubre.
Una primera impresión puede llevar al visitante al equívoco de que
Irak no se resiente del embargo. Pero la realidad es muy diferente. Las
colas ante las panaderías, principalmente, y ante las tiendas propiedad
del Estado, en las que los precios son mucho más asequibles, forman
parte ya habitual de Bagdad, como si de la capital de un país con econo-
mía socialista se tratara. En las panaderías se comienza a congregar
gente desde las primeras luces del amanecer con la excusa de comprar el
pan caliente y recién hecho, aunque hasta pocas semanas atrás, ésta no
era precisamente una costumbre irakí. Al lado de las panaderías, los co-
mercios de productos lácteos, en cambio, registraban una nula afluencia
de público, ya que las existencias de leche fueron las primeras en desa-
parecer, lo que contrasta con la proliferación de selectos productos pro-
cedentes de Kuwait. La amenaza del contrabando de alimentos y de la
inflación son dos factores de los que el Gobierno no quiere ni oír ha-
blar. Mientras, ya se ha comenzado a tener noticias de entrada de pro-
ductos de contrabando a través de las fronteras entre Irak y Turquía, así
como entre Irak e Irán; el propio Gobierno se encarga de que estas acti-
vidades reciban la oportuna protección para que los productos lleguen
a sus puntos de destino. En cuanto a la inflación, se estima que ésta tar-
dará al menos un año para manifestarse, y para entonces, asegura el Go-
bierno, hay ya previsto un plan.
En Bagdad el ambiente es más bien pesimista. La posibilidad de una
inminente guerra ha dejado a la gente sin incentivos. Muchos habitan-

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tes han abandonado la ciudad y se han trasladado al campo por temor a
un masivo bombardeo de la capital. De esta forma, aproximadamen-
te un tercio de los pequeños comercios de la ciudad están cerrados. Una
gran parte de ellos pertenecía también a ciudadanos egipcios, que han
regresado a su país; el resto son sucursales de compañías extranjeras,
que han cerrado sus oficinas en el país, o comercios dedicados a la venta
o reparación de productos importados. C o m o al país no llegan estos ti-
pos de materiales, las tiendas se han visto obligadas a cerrar.
Entre esta confusa y viciada vida que se respira en Bagdad, todavía
se ve a alguien practicando el footing por sus calles. Vestidos con ropas
deportivas de marca, esta especie forma una imagen pintoresca de Bag-
dad que choca con la austera calle, llena de muros, retratos de Sadam
Husein y militares y policías. No se trata de irakíes, evidentemente,
nada habituados a estas costumbres presuntamente sanas de la sociedad
occidental, sino de rehenes o, como dirían los irakíes, «invitados». Obse-
sionados por mantener ocupada su mente, más que por mantener la
forma física, los rehenes con más disponibilidad de movimientos salen
cada día de sus hoteles de reclusión para ejercitar la mente haciendo
footing por las calles de Bagdad. No todas, porque algunas de ellas están
sometidas a fuertes controles militares, sobre todo las próximas a los
edificios oficiales, y muchas otras todavía están ruinosas a causa de los
bombardeos sufridos durante la guerra con Irán.
Los rehenes extranjeros se convirtieron en la principal arma de Sa-
dam Husein para detener a las fuerzas extranjeras. En Irak existe la con-
vicción de que, gracias a ello, Kuwait se mantiene bajo poder irakí. La
hipocresía del régimen de Bagdad de calificar como «invitados» a los
ciudadanos extranjeros encrespó aún más los ánimos de los países occi-
dentales cuando a finales de agosto el presidente Husein hizo su pri-
mera aparición por televisión rodeado de unos cuantos rehenes británi-
cos durante 45 minutos. El niño de cinco años Stuart Lockwood saltó a
la fama después de su aparición ante las cámaras al lado de Sadam H u -
sein por expreso deseo de éste. C o n su habitual amplia sonrisa y voz
pausada, el presidente irakí se dirigió al desconcertado Stuart y le pre-
guntó que había desayunado ese día. La intención de Sadam Husein fue
demostrar su supuesta gran humanidad al mundo, aunque provocó
efectos contrarios.
Dos días más tarde el propio Sadam Husein decidió liberar a los 80
ciudadanos austríacos retenidos en Irak y una semana más tarde dejaba
marchar a las mujeres y los niños. Los ciudadanos británicos, norteame-
ricanos y franceses fueron ubicados en puntos estratégicos, considera-
dos eventuales blancos en caso de un ataque a Irak, como medida disua-

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soria. El resto de la comunidad se distribuyó en hoteles específicos en
Bagdad, sometido a una estricta vigilancia. De esta forma Irak se asegu-
raba aún más tiempo para estudiar una nueva estrategia frente a la ame-
naza de un ataque norteamericano.
La totalidad de los españoles y franceses tuvieron la suerte de ser fa-
vorecidos por una medida de gracia de Sadam Husein y pudieron aban-
donar Irak a mediados de octubre, al igual que unos cuantos británicos
y algunos de otras nacionalidades. El final fue muy feliz para todos
ellos, pero la situación de los casi 5.000 extranjeros restantes es angus-
tiosa. Mientras ven con espanto c ó m o el tiempo se agota, son conscien-
tes también de que la paciencia de los que deciden si debe o no haber
guerra también llega a su tiempo límite.
La incomunicación de norteamericanos y británicos es total y viven
en lamentables condiciones. Se tiene constancia de que muchos de ellos
sufren malos tratos y que algunos comienzan a padecer trastornos psi-
cológicos derivados de su situación. Los que quedan en los hoteles son
los que disfrutan de una vida mejor, dentro de las especiales circunstan-
cias. Salvo los británicos residentes en las plantas 10, 11 y 12 del hotel
Al-Mansour Meliá, controlado por un implacable dispositivo de seguri-
dad, es fácil acceder a los demás. Todos procuran pasar el tiempo de la
mejor forma posible, ocupando la mente. Las actividades deportivas y
la lectura ayudan día a día a pasar, lentamente, eso sí, las horas. El abu-
rrimiento, por razones obvias, y el pesimismo flotan en el ambiente.
Muchos de los rehenes prefieren no hacer declaraciones, otros piden el
anonimato. En definitiva, todos coinciden en que la guerra está a punto
de estallar y en que sus Gobiernos se han olvidado de ellos.
Para los rehenes, la aireada «benevolencia» y «humanidad» de Sadam
Husein en favor de los extranjeros ha olvidado un detalle. Sus «huéspe-
des» o «invitados» deben afrontar sus gastos de estancia en el país.
«¿ Cuándo se ha visto que un invitado tenga que pagarse su hospedaje?», re-
clamaba indignado un alemán que vive en el hotel Al-Rasheed desde
hace siete semanas y que aprovecha para lanzar todo tipo de ataques
contra el cinismo del Gobierno irakí. Sus tarjetas de crédito carecen de
validez en Irak. Unas porque han sido expedidas en bancos kuwaitíes,
otras porque están oficialmente «embargadas» como medida recíproca
contra el embargo internacional. Las representaciones diplomáticas res-
pectivas se han comprometido a hacerse cargo de los gastos de sus ciu-
dadanos bajo un contrato de que estos abonarán los gastos una vez so-
lucionada la crisis.
A finales de agosto, Sadam Husein dirigió una carta abierta a las fa-
milias de los extranjeros «acogidos» por Irak. En ella se dejaba claro que

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«muchos de nuestros niños y de los vuestros serán huérfanos. Muchas de nues-
tras mujeres y de las vuestras serán viudas. Y muchos de nuestros hombres y
de los vuestros morirán en cuanto empiece la guerra».
Durante dos meses y medio Jordania fue de gran ayuda a Sadam H u -
sein, ya que es el único país que no se adhirió formalmente al embargo
económico internacional contra Irak, su principal acreedor comercial. El
puerto jordano de Aqaba, a orillas del mar Rojo, registró una actividad
normal hasta que la alianza naval internacional decidió extremar sus me-
didas de intercepción. A través de Aqaba, Irak recibía tradicionalmente la
parte más importante de sus importaciones. Y durante unas cuantas se-
manas más después del 6 de agosto, la fecha del embargo, continuó ha-
ciéndolo. Los 1.200 kilómetros que separan Aqaba de Bagdad fueron un
continuo ir y venir de camiones que transportaban mercancía de todo
tipo con destino a Irak, mientras Jordania aseguraba que cumplía con las
órdenes de las Naciones Unidas. No sería hasta finales de octubre que
Jordania anunciaría definitivamente el respeto de las sanciones contra
Irak, aunque continuó adquiriendo petróleo irakí.
Para Jordania fue una dura decisión. Las medidas de embargo con-
tra Irak le suponen una factura anual multimillonaria y han colocado al
reino hachemita al borde de la bancarrota, obligándole al mismo tiempo
a prestar un apoyo casi incondicional a Sadam Husein, lo que no agradó
nada a los que hasta el 2 de agosto habían sido sus amigos. Gracias al
embargo, el país sufre la peor crisis económica de su historia y el rey
Husein se ve sometido a fuertes presiones internas que ponen en serio
peligro incluso su continuidad a causa del debilitamiento económico.
Más del 25 % de las exportaciones jordanas antes del conflicto iban des-
tinadas a los mercados de Irak y Kuwait, mientras que el 90 % del pe-
tróleo necesario para su consumo salía de los pozos irakíes, a un precio
excepcionalmente favorable (16,4 dólares por barril), y casi todo el
resto procedía de Kuwait.
Los estudios realizados a principios de año preveían en Jordania
una pérdida en la balanza comercial de sólo 77 millones de dólares en
1990, gracias en parte a una considerable mejora en las operaciones du-
rante el primer semestre. El Gobierno jordano había iniciado a princi-
pios de verano una campaña para potenciar su excelente ubicación geo-
gráfica entre los inversores internacionales. Su objetivo era convertirse
en el nuevo punto clave en Oriente Medio, papel que no ostentaba na-
die en la región desde que el Líbano entrara en una interminable guerra
civil. Las previsiones señalaban que el valor de las exportaciones realiza-
das por el creciente sector industrial jordano llegarían a la cifra récord
de 900 millones de dólares en 1990 y que el valor de las inversiones al-

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canzaría los 500 millones de dólares. En las actuales circunstancias se
calcula que el déficit comercial jordano sobrepasará los 1.000 millones
de dólares en 1990 y llegará a las 4.000 en 1991. El Producto Nacional
Bruto jordano, que en 1989 alcanzó los 3.712 millones de dólares, des-
cendió más de la mitad tres meses después de la invasión irakí a Kuwait,
mientras que la prometedora actividad turística quedó igualmente para-
lizada por completo. C o n una deuda exterior de 8.300 millones de dóla-
res, se calcula que las reservas del Banco Central de Jordania apenas lle-
gan a la ridicula cantidad de 77 millones de dólares.
Atenazada por las presiones internacionales, Jordania o p t ó por
comprar petróleo a Arabia Saudí desde primeros de septiembre, dismi-
nuyendo así su dependencia con respecto al embargado crudo de Irak y
en un intento de ganarse las simpatías internacionales. Riad se compro-
metió entonces a suministrar a A m m á n 35.000 barriles diarios de petró-
leo. Pero dicho acuerdo nunca llegó a confortar a Jordania, ya que tenía
que pagar el barril según los precios del mercado internacional (31 dóla-
res), cuando Irak se lo vendía a algo menos de la mitad. El resto del pe-
tróleo que consumía Jordania, pues, continuó comprándose a Irak pese
a las órdenes de embargo que existían sobre el país de Sadam Husein.
Pero con motivo de la celebración en la capital jordana de una confe-
rencia de países pro irakíes, Riad aprovechó para cortar dicho suminis-
tro a modo de castigo contra el Gobierno jordano, y para presionarle
para que cesara su apoyo a Bagdad. Jordania volvió a quebrantar oficial-
mente la orden de embargo contra Irak, única fuente capaz de saciar sus
necesidades petroleras, aunque el resto del mundo lo considerara terri-
torio prohibido. Jordania aprovechó para lanzar sus primeras llamadas
internacionales de socorro.
El duro golpe para la economía del país que supuso dicha noticia
abrió definitivamente las puertas de una crisis que algunos calificaron
como de tendente al suicidio colectivo. La opinión pública empezó a
ver en el petróleo al más peligroso factor para acabar de convertir la de-
licada situación económica del país en una crisis sin precedentes. Los
cupones de racionamiento del azúcar, la leche y el trigo, que habían en-
trado en vigor el día 1 de septiembre coincidiendo con medidas simila-
res impuestas en Irak, pasaron a ser una mera anécdota. El Gobierno
jordano no lo anunció oficialmente, pero decidió aceptar el petróleo
que Irak ofreció gratis a lo países del Tercer Mundo, como «ayuda hu-
manitaria» por los elevados precios que regían en el mercado a causa de
la crisis derivada de la invasión de Kuwait. Jordania anunció, eso sí, que
mientras no encontrara una nueva fuente alternativa de suministro, se-
guiría adquiriendo crudo a Irak para abastecer sus necesidades.

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La estrategia del Gobierno jordano para hacer frente a esta situación
apenas se limitó a tomar medidas para reducir el consumo de energía
implantando el fin de semana de dos días e imponiendo restrictivos ho-
rarios comerciales, lo que no satisfizo prácticamente a nadie. El país aún
tiene frescos en la memoria los disturbios populares de abril de 1989,
provocados por el aumento en los precios de los artículos de primera
necesidad. Es por ello que en esta ocasión el Gobierno intenta controlar
a la población dándole la información lo más suavemente posible. Un
estallido popular podría acabar con el sistema y hacer tambalear las es-
tructuras de la actual monarquía. La opinión pública jordana, si bien
apoya sin reservas al presidente irakí, cree que las repercusiones políti-
cas en Jordania del embargo contra Irak serán peores que las económi-
cas. Aunque parece difícil que ello pueda ocurrir a corto plazo, no fal-
tan los que lo creen posible de aquí a pocos meses.
Además de sus ingresos derivados de la actividad comercial y tu-
rística, Jordania está dejando de percibir los 800 millones de dólares
anuales procedentes de los emigrantes jordanos repartidos por diversos
países del Golfo. De ellos, casi la totalidad de los 125.000 que se encon-
traban en Kuwait han regresado al país, lo que llevó en pocas semanas a
doblar el índice de paro, agravando aún más la situación. La ayuda pro-
cedente de los países del Golfo dejó de llegar también. Kuwait aportaba
anualmente a Jordania 135 millones de dólares, mientras que de los
otros Estados llegaban 450 millones y de Irak, 50 millones. C o m o me-
dida de presión por su apoyo a Bagdad, los países más próximos a Esta-
dos Unidos en el conflicto cortaron sus envíos monetarios a Jordania,
que no ha recibido ninguna clase de ayuda árabe desde el estallido de la
crisis.
Diversos organismos oficiales jordanos realizan reiteradamente de-
sesperados llamamientos internacionales para el envío de ayuda econó-
mica a Jordania, haciendo hincapié en que la acogida de alrededor de
900.000 refugiados procedentes de Kuwait supuso un gran coste para el
país. Durante más de dos meses, Jordania fue el único punto posible a
través del cual casi un millón de extranjeros residentes en Kuwait po-
dían escapar de la ocupación irakí, en uno de los éxodos sin duda más
importantes y patéticos de la historia. Mientras el resto de países limí-
trofes con Irak cerró sus fronteras, Jordania mantuvo abierto el paso
de Al Ruweyshid, a través del cual comenzaron a cruzar ciudadanos
egipcios y asiáticos, principalmente, a razón de una media diaria de
25.000.
Cada uno tenía una historia diferente que contar, como cada uno te-
nía un nombre y un apellido diferentes a los del resto. C o n unas pocas

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pertenencias a cuestas pero con mucha tristeza, los ciudadanos extran-
jeros residentes en el invadido Kuwait no dudaron en abandonar el pre-
ciado emirato en cuanto penetraron las tropas irakíes, dejando tras de sí
varios años de esfuerzo, un hogar, dinero y unas cómodas posiciones
sociales que difícilmente hubieran conseguido nunca en sus naciones de
origen.
Para casi todos ellos salir de Kuwait supuso una de las más grandes
humillaciones de sus vidas. Cabizbajos y pensando en su incierto fu-
turo, la cara modelo de un repatriado procedente de Kuwait reflejaba
desolación. Dos millones de egipcios, paquistaníes, blangladeshíes, sri-
lanqueses, filipinos, indios y tailandeses, atraídos por la sed de desa-
rrollo de un país recién creado y cuyo prometedor futuro ligado al
petróleo casi aseguraba el bienestar de todo aquel que inmigrara, de-
sembarcaron a mediados de los años 70 en Kuwait, al igual que lo hicie-
ron muchos otros en los demás países del Golfo con idénticas perspec-
tivas: Bahrein, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.
Estos inmigrantes abandonaron sus lugares de origen con la vista
puesta en una segura prosperidad, que d u r ó pocos años. Concreta-
mente hasta la madrugada del 2 de agosto de 1990, cuando los tanques
y soldados irakíes se encargaron de convertir los dulces sueños de los
emigrantes en una larga y amarga pesadilla de la que difícilmente volve-
rán a despertar jamás.
La invasión irakí no les dejó prácticamente otra opción que regresar
a sus países, que habían dejado años atrás por no encontrar en ellos
oportunidades de trabajo. La comunidad extranjera residente en K u -
wait era mucho más numerosa que la autóctona, que llegaba escasa-
mente al 40 %. En pocos años alcanzaron aquello que fueron buscando
cuando desembarcaron en Kuwait. El sistema de ayudas sociales ku-
waití, aunque algo discriminatorio para todo aquel que no hubiera na-
cido en el país, contemplaba la educación gratuita hasta los 14 años, así
como asistencia médica al más alto nivel sin costo alguno y envidiables
pagas por jubilación o por accidentes laborales. Pero todo eso quedó
atrás para siempre en unas pocas horas. M u y pocos, por no decir nadie,
se imaginaban que acabarían su hasta entonces nada arriesgada aventura
kuwaití subidos a la plataforma de un camión de carga, huyendo tan
sólo con la ropa puesta y recorriendo, en esas pobres condiciones, 2.000
kilómetros para llegar hasta un campamento de situación aún peor. Los
más afortunados dentro de lo que cabe fueron los ciudadanos egipcios,
quienes pudieron utilizar sus vehículos para viajar de vuelta a su país.
Los asiáticos difícilmente perdonarán al Ejército irakí las calamidades
por las que han tenido que pasar.

- 222-
El Gobierno jordano improvisó seis campamentos para acoger a los
refugiados: Azraq I y II, Sweillah, Andalus, Aqaba y los pabellones de la
Feria Internacional de Ammán. En un principio fue imposible dar ca-
bida a las 25.000 personas que cada día cruzaban la frontera y que se
quedaban en Jordania a la espera de que sus gobiernos enviaran aviones
para repatriarlos, por lo que en vanas ocasiones se cerró el punto fron-
terizo. A ambos lados de Al-Ruweyshid miles y miles de refugiados es-
peraban cobijo mientras pasaban las noches a la intemperie. La ayuda
internacional c o m e n z ó a llegar, lo que mejoró notablemente las condi-
ciones de los campamentos, en los que sin embargo la superpoblación,
la suciedad y la falta de agua continuaron siendo los problemas más
acuciantes. Se produjeron varias muertes y algunos brotes epidémicos
de cólera y tifus. Entre los repatriados que esperaban con aburrimiento
pero pacientemente su vuelta a casa se produjeron asimismo numerosos
casos de enfermedades que requerían tratamiento psiquiátrico. Muchos
padres de familia, ante las negras perspectivas de un incierto futuro a su
vuelta a casa y con el recuerdo de haber trabajado tanto y durante tan-
tos años en vano, sin la posibilidad de llevarse ni siquiera una pequeña
parte de sus ahorros, entraron en crisis nerviosas y trastornos psicológi-
cos importantes.
Pero mientras unos pugnaban por salir, otros iniciaban la marcha en
sentido contrario. Los repatriados más particulares fueron los palesti-
nos. Al igual que hizo prácticamente la totalidad de la colonia extran-
jera de Kuwait, una gran parte de los 400.000 palestinos allí residentes
salieron del emirato en cuanto entraron las tropas irakíes. Sin embargo,
a los pocos días el presidente irakí dictó unas órdenes según las cua-
les ningún extranjero que hubiera salido de Kuwait después del 2 de
agosto, salvo los palestinos, podía volver al emirato. Sadam Husein in-
vitó a la comunidad palestina a ayudar a Irak en la repoblación de K u -
wait y prometió todo tipo de facilidades para reiniciar la vida en el ocu-
pado emirato.
En estas circunstancias, casi todos los palestinos decidieron volver a
Kuwait tras haberse tomado «unos días de vacaciones» en Jordania con
sus familias. La importante comunidad palestina residente en Kuwait
ocupaba antes de la invasión uno de los estratos sociales más cómodos.
Médicos, abogados, economistas y arquitectos formaban el grueso de la
misma, aunque se quejaban de ser discriminados por los kuwaitíes. Ni
los temores ante la inminencia de una posible guerra centralizada en
Kuwait, ni las más que seguras represalias que pudieran producirse en el
futuro contra el movimiento palestino de parte de los demás países ára-
bes, frenó su marcha en sentido contrario a la de egipcios y asiáticos.

- 223 -
Ellos, sin embargo, seguían con la esperanza de volver a su tierra y ase-
guraban que no cambiaban la soñada recuperación de Palestina por el
paraíso kuwaití. «Aunque fuera yendo en camello a través del desierto, todos
volveríamos a nuestra tierra si la lográramos recuperar», manifestó un pa-
lestino en Jordania mientras emprendía el rumbo de nuevo hacia K u -
wait, agradeciendo, eso sí, el gesto Sadam Husein.
El magnetismo de Sadam Husein ha sido capaz de captar a los ára-
bes más desfavorecidos, aunque la invasión de Kuwait, en el fon-
do, nada tenga que ver con ellos y hasta el momento les haya traído
muchos más perjuicios que beneficios. Los palestinos, los primeros
candidatos a apoyar a Sadam, no fallaron a las previsiones del rais. A u n -
que, por principio, siempre se han mostrado opuestos a cualquier tipo
de ocupación por la fuerza de territorios ajenos, en la crisis del Golfo
no han dudado ni por un momento en estar al lado de Sadam Husein.
La excusa del líder irakí de que gracias a la resolución de la crisis de K u -
wait se acabará, al mismo tiempo, con la ocupación israelí de los territo-
rios palestinos, ha servido para que la incursión de Irak en Kuwait reci-
biera el apoyo incondicional palestino, no sólo de sus dirigentes sino,
más aún, del propio pueblo.
La obstinación de Sadam Husein por hacer de su invasión de K u -
wait un hecho estrechamente vinculado a la ocupación israelí de los te-
rritorios palestinos le sirvió para ganar muchos adeptos, sobre todo en-
tre la comunidad palestina, que identificó al presidente irakí con el gran
líder que necesitaba el mundo árabe para la resolución de sus proble-
mas. El latente antiamericanismo surgido del apoyo que tradicional-
mente ha prestado Estados Unidos a Israel y que perjudica a la causa
palestina, jugó una baza crucial en este aspecto. Ante los ojos de su pue-
blo y de una parte no despreciable de la opinión pública de la región,
Sadam Husein es el salvador de la nación árabe. Coincidiendo con el es-
tallido de la crisis del Golfo, se produjo un rebrote nada casual de la
violencia, que tardará mucho tiempo en apagarse.
Se puede afirmar sin ningún temor a error que Jordania es el país en
el que su población apoya con más convicción a Sadam Husein a pesar
del gran daño que implica el embargo económico. Nunca antes se había
visto un nivel de movilización popular tan grande; durante la crisis del
Golfo Pérsico, la vida en Jordania se llenó de continuas manifestaciones
en favor del presidente irakí, y envío de alimentos y medicinas para el
«hermano pueblo irakí». E l fervor por Irak es casi mayor que el que se sien-
te por la propia Jordania. En A m m á n , el rey Husein y el presidente
Sadam comparten las fachadas de los edificios y las lunas traseras de los
vehículos en forma de cartel a todo color, mientras las banderas palesti-

-224 -
nas ondean en los balcones bajo una brisa cargada de odio hacia cual-
quier cosa que huela a Israel y Estados Unidos. Prácticamente todos los
jóvenes habitantes de los campos palestinos ubicados en Jordania reci-
ben instrucción militar dos veces al día en el Ejército Popular. Algunas
de sus dotaciones se encuentran ya en Irak para luchar junto a Sadam.
Entre el resto de la población jordana, alrededor de 100.000 jóvenes se
han alistado también en este cuerpo en un ambiente de plena euforia,
mientras el resto de la población civil recibe cursillos de preparación
para defenderse y sobrevivir a los efectos de una guerra. En definitiva,
todo el país se encuentra presto a luchar en favor de Irak.
La causa principal que garantiza el respaldo jordano a su rey es la
identificación con el problema palestino, que a su vez se equipara con
la misión que lleva a cabo Sadam Husein en Kuwait. La simpatía por Sa-
dam y los «hermanos palestinos» pudo más que las desastrosas conse-
cuencias para Jordania de una crisis económica que dejará profunda
huella en la historia del país. Esta simpatía se traslada cada noche a la te-
levisión jordana, que emite películas con argumentos sobre la guerra de
Vietnam o las drogas y la delicuencia de la sociedad norteamericana
para aleccionar a la población sobre los males de Occidente.
El hecho de que el rey Husein de Jordania se haya decantado por la
línea pro Sadam le ha hecho ganar la total confianza de su gente, más
del 60 % de los cuales es de origen palestino. La ola de antiamerica-
nismo que cada vez es más notable en Jordania encuentra en él y en Sa-
dam Husein a sus principales líderes. La situación económica y geográ-
fica de Jordania colocaron al reino hachemita en una de las situaciones
políticas más delicadas desde el inicio de la crisis del Golfo Pérsico, lo
cual obligó al rey Husein a erigirse, por propio interés, como uno de los
pacificadores más activos del conflicto. La posición geográfica de Jorda-
nia no concedía demasiadas opciones de alineamiento a su monarca,
que se decantó casi de inmediato por el lado contrario a Washington y
más próximo a los intereses del pueblo árabe en general y de los palesti-
nos en particular. Las especulaciones se orientaron de inmediato hacia
una posible desaparición del mapa de Jordania, sobre todo teniendo en
cuenta su actual debilidad económica. U n o de los principales temores
de la población jordana en esta crisis se basa en la posibilidad de que
una hipotética guerra entre Irak e Israel haga de Jordania el escenario
perfecto de una batalla que acabaría con una segura redistribución polí-
tica de la zona.
El estallido de la crisis hizo decantar definitivamente a Jordania del
lado de Irak y, por tanto, totalmente opuesto a Estados Unidos, princi-
pal avalador del enemigo Israel. Dado el poco apoyo que obtuvo Sadam

-225 -
Husein entre el resto de países árabes, la credibilidad del monarca jor-
dano comenzó a decaer, incluso entre sus compatriotas. Pero su tenaci-
dad y su deber con el pueblo palestino le mantuvieron siempre en lo
más alto. Durante los 38 años de su fructífero mandato, ha conseguido
que incluso en las adversas situaciones por las que atraviesa el país su
imagen quede prácticamente ilesa, aunque todo ello se le puede volver
en contra en cuanto la crisis económica comience a causar sus primeros
estragos serios.
Pero no todos los árabes han mostrado su apoyo a Sadam y algunos
le consideran responsable de la incómoda situación de Kuwait así como
del indiscutible cambio que experimentará la región. No sólo entre los
países del Golfo, que sienten terriblemente amenazada su seguridad y
prosperidad por el numeroso Ejército irakí, sino incluso una parte no
despreciable de la comunidad palestina ha evidenciado sus más que no-
tables divergencias con motivo de la crisis del Golfo. La mayor parte de
los palestinos que se vieron obligados a volver a Jordania tras la inva-
sión de Kuwait opinan que el pueblo palestino saldrá perdiendo de
cualquier forma una vez concluida la crisis, pues consideran que si Sa-
dam Husein sale victorioso será el nuevo amo de la región, mientras
que si pierde, los amos serán Estados Unidos e Israel.
Los palestinos contrarios a Sadam creen que si el presidente irakí
actúa con total honestidad y está realmente interesado en contribuir a
la solución de la causa palestina, se equivoca en su proceder invadiendo
otro país. Las mismas voces claman por un cambio de liderazgo en la
O L P , ya que estiman que los actuales dirigentes de la organización tie-
nen pocas probabilidades de éxito ante la opinión internacional si en su
pasado existen precedentes de haber apoyado a Sadam, contra quien
está el mundo occidental, factor básico para llegar a un acuerdo sobre la
cuestión palestina.
Ha sido el miedo a un ataque israelí que implique la pérdida defini-
tiva de cualquier territorio palestino lo que ha obligado a los palestinos
a alinearse con Bagdad. Para los países árabes que han mostrado su opo-
sición a Irak, la O L P ha apostado equivocadamente por Sadam Husein,
y como sanción le ha retirado las ayudas económicas que hasta ahora
venía recibiendo. Cuando todo acabe se da por seguro que estos mis-
mos países (Egipto y Arabia Saudí como los de más peso) castigarán a la
O L P . Los palestinos, eso sí, tienen la esperanza y casi la convicción de
que Estados Unidos, influenciado por su nueva alianza árabe con los
Estados del Golfo, cambie ligeramente de parecer en torno a la cuestión
palestino-israelí.
Si de algo ha servido a Sadam Husein su invasión ha sido para darse

- 226-
a conocer a fondo en el mundo árabe e incentivar las ya de por sí pro-
fundas divisiones existentes. El odio que Sadam Husein fomentó dentro
de su país y entre sus seguidores de fuera hacia la familia Al Sabah, cuyo
emir rige los destinos de Kuwait, se dirigió también hacia el resto de
países del Golfo. La atractiva retórica popular del líder irakí de que mi-
llones de musulmanes pobres necesitan desesperadamente los miles de
millones de dólares que los líderes de los países ricos del Golfo invier-
ten fuera del mundo árabe, le sirvió para ganar adeptos en algunos paí-
ses, sobre todo en aquellos con escasos recursos. Sin duda, ellos identifi-
caron al presidente irakí con ese líder armado a que alude el Corán para
que reparta entre los pobres y los débiles las ganancias obtenidas en la
guerra.
Es de esta forma como el conflicto se transformó en una cuestión de
ricos y pobres. Por un lado las ricas potencias occidentales, que desple-
garon una enorme fuerza militar para defender a sus aún más ricos ami-
gos del Golfo. Por otra parte, los menos agraciados (Sudán, Yemen, L i -
bia, Mauritania, Jordania y los palestinos), que mostraron su apoyo a
Sadam Husein más por oportunismo que por convicción o apoyo real a
la empresa que pretendía el presidente irakí.
Egipto fue otro de los grandes perdedores de la crisis por ser la na-
ción cuya comunidad residente en Kuwait e Irak era la más numerosa, y
uno de los que más se opuso a la acción de Sadam. Más de medio millón
de egipcios llegaron en pocas semanas de vuelta a su país, haciendo su-
bir exageradamente el índice de desempleo. Las primeras pérdidas en la
economía egipcia se calculan en 2.500 millones de dólares en un mo-
mento en que Egipto pugnaba por recuperar su papel de país árabe de
mayor importancia comercial.
Al contrario que los asiáticos, los egipcios se marcharon con pocas
ganas de volver dadas las amargas experiencias que les hicieron pasar
los soldados irakíes. Durante la guerra con Irán, dos millones de egip-
cios trabajaron en Irak para suplir a los irakíes que en aquellos momen-
tos se encontraban en el frente, jugando así un importante papel en el
funcionamiento de la economía irakí. Cuando el conflicto concluyó, el
trato hacia ellos fue discriminatorio e inhumano; muchos de ellos in-
cluso fueron asesinados sin motivo aparente. Ello explica el odio gene-
ralizado hacia Sadam Husein entre los egipcios. Mientras tanto, en las
calles de Bagdad cada día se cierran más comercios propiedad de ciuda-
danos egipcios que abandonan Irak a causa de los malos tratos de que
siguen siendo objeto.
El pueblo egipcio se siente engañado por el pueblo irakí, por los
malos tratos y por el propio Sadam, quien aseguró personalmente a

- 227 -
Mubarak el 25 de julio a través de una llamada telefónica que el presi-
dente no tenía intención alguna de emplear la fuerza contra Kuwait y
que sus intenciones eran totalmente pacíficas. En Egipto se conoce bien
a Sadam Husein y se tiene la convicción de que todos los movimientos
de apoyo al líder irakí que tienen lugar en el mundo árabe están falsea-
dos. Para el egipcio medio, las violaciones irakíes en territorio kuwaití
exceden todos los límites tolerables y lo único que han conseguido es
avivar una crisis económica de la que se parecía estar saliendo.
Para los egipcios, Sadam Husein ha errado en su forma de proceder
y en vez de lograr la unidad árabe con su invasión de Kuwait lo que ha
fomentado es precisamente la desunión a través de la amenaza a los de-
más países del Golfo, de quien Egipto es un aliado incondicional.
Para los egipcios el alineamiento de su presidente Mubarak con Es-
tados Unidos está más que justificado si se tiene en cuenta que es el se-
gundo país del mundo (después de Israel) que más ayudas recibe de
Washington. Estas excelentes relaciones económicas con Estados U n i -
dos propiciaron que Egipto fuera el primer país árabe en enviar contin-
gentes a la zona, apenas unos días después de iniciada la crisis.
Diversos factores ayudaron a que Egipto se inclinara del lado nor-
teamericano sin miramientos. Primero, su rivalidad con Irak por osten-
tar el liderato de la región. Segundo, la condonación por el presidente
Bush de una multimillonaria deuda egipcia (7.100 millones de dólares)
en concepto de gastos militares. Por último, la brutal y solapada expul-
sión precedida de malos tratos que sufrieron los 350.000 egipcios que
trabajaban en Kuwait.
Egipto tiene una considerable ventaja sobre los demás países de la
región, surgidos todos del colonialismo británico. Su caso es particular-
mente diferente al ser una nación cuyo nacionalismo histórico está muy
por encima del resto. Su fuerte sentimiento nacionalista le convierte a la
vez en el país menos débil y vulnerable de la región. Por ello, no han fal-
tado quienes se han mostrado opuestos a la alianza con Estados Unidos.
Los egipcios convienen en la necesidad de esta alianza al menos
mientras no se resuelva la crisis, pero prefieren reforzarla a través de los
países del Golfo. Existe el presentimiento generalizado entre el pueblo
egipcio de que, tras esta crisis, el país va a salir notablemente reforzado
y en una condición excelente para convertirse de nuevo en uno de los lí-
deres de la región. Todo ello lleva a pensar muy seriamente a los diri-
gentes egipcios en la conveniencia de no aceptar los planes norteameri-
canos para establecer un sistema de seguridad regional. Ya antes de la
revolución de 1952, que llevó al poder al carismático y entusiasta del
nacionalismo árabe Nasser, la opinión egipcia había desaconsejado cual-

- 228 -
quier tipo de alianzas con otros países, algo que todavía sigue vigente
hoy día.
Nadie duda de la capacidad de Egipto para salir adelante; pero la
oposición a Mubarak acusa al presidente de haberse enfrascado en una
misión de la que Estados Unidos querrá sacar su beneficio a largo plazo,
sin haber exigido suficientes cosas a cambio, y existe la preocupación de
que el inicio de la guerra y el deterioro de la economía acabe por hacer
desaparecer el apoyo del que ahora disfruta Hosni Mubarak.
La crisis ha servido para revelar la profunda división existente entre
las diversas comunidades árabes y para evidenciar muchos aspectos de
la vida de la región que hasta ahora permanecían en el olvido volun-
tario. U n o de esos aspectos es la cuestión palestina. La insistencia de
Sadam Husein en buscar conjuntamente una solución a su anexión de
Kuwait y a la ocupación de los territorios palestinos por Israel ha origi-
nado un curioso doble juego que delata estas divisiones árabes.
Los kuwaitíes que viven exiliados y los egipcios que tuvieron que
salir de Kuwait por la puerta falsa no perdonan la actitud de los palesti-
nos. Para los primeros representa un acto de cobardía y una forma nada
acertada de expresar su gratitud a un país que les ha dado cobijo, les ha
honrado y gracias al cual se han podido procurar un alto grado de bie-
nestar social, cultural y material. Para los egipcios es una muestra más
del egoísmo que caracteriza a los palestinos y sus relaciones con los de-
más, aunque sean «hermanos árabes». La opinión generalizada entre la
población de los países que han mostrado su oposición a Sadam Husein
en el conflicto es de rechazo hacia los palestinos y responden con poco
más que el silencio a cualquier alusión sobre la causa palestina.
Tal es el caso de los países ricos del Golfo, en donde el apoyo a Es-
tados Unidos llegó hasta el punto de verse en la necesidad de solicitar
su ayuda sin rubor alguno. A pesar de tener que soportar las críticas del
resto de la comunidad árabe por permitir la «violación» de las tierras
santas por tropas extranjeras y «sionistas», y del cuestionamiento sobre
la legitimidad de los régimenes conservadores y tradicionales, los cinco
miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (Arabia Saudí, Bahrein,
Emiratos Árabes Unidos, O m á n y Qatar) prefirieron asegurarse su in-
dependencia e integridad territorial ante la amenaza irakí llamando a
los norteamericanos.
Curiosamente, los que ahora son aliados de Estados Unidos mantie-
nen las más estrictas normas de conducta dictadas por el Islam, que son
apoyadas sin reservas por la población, incluso por el sector secular y
hasta por los más liberales. La modernización de todos estos países de-
rivada de los beneficios del petróleo a principios de los años 70 no al-

-229-
tero el fondo de sus sociedades. Ni siquiera de sus sistemas políticos,
basados aún en las estructuras tribales de las relaciones con sus dirigen-
tes, sin elecciones ni ningún otro tipo de expresión democrática.
Pero el apoyo popular a la presencia de tropas extranjeras ha sido
masivo. En Arabia Saudí, el país con más fuerzas destacadas en su terri-
torio, el rey Fahd vio aumentar su prestigio en pocos días y su carisma
salió fortalecido después de invitar a Estados Unidos a defender el terri-
torio de la amenaza irakí. Ni las acusaciones de otros países árabes de
haber faltado a su deber como guardián de los lugares sagrados ha im-
pedido que los saudíes adquieran conciencia de la situación. Para ellos,
la crisis les ha permitido comprobar cuáles son sus amigos de verdad y
alegan que las únicas violaciones de la ley islámica las realiza Irak, abu-
sando repetidamente de la debilidad de sus vecinos o despreciando
cualquier respeto a los derechos humanos.
Los saudíes creen que la mejor forma para devolver la estabilidad a
la región no es únicamente liberar Kuwait sino acabar con Sadam H u -
sein y todo el sistema represor que gobierna en Irak. Para ello opinan
que la ayuda occidental es básica. Existe el sentimiento generalizado de
que, aunque Sadam caiga, la sociedad árabe va a resultar seriamente da-
ñada. La tradición beduina de discutir en privado las diferencias parti-
culares entre los miembros de una misma familia era la constante en las
relaciones entre los países árabes. Desde el 2 de agosto ha quedado claro
que ello va a ser muy difícil de que se vuelva a cumplir. Los airados ata-
ques verbales que ha provocado la invasión de Kuwait entre diversos lí-
deres árabes han abierto una nueva era en las relaciones entre unos paí-
ses que hasta no hace mucho se decían hermanos y que hoy se odian a
muerte.
El instinto de supervivencia de países como los Emiratos Árabes
Unidos o Arabia Saudí encaja a la perfección con los deseos de las po-
tencias occidentales de asegurarse el suministro de petróleo a precios
razonables. Después de varias décadas de relaciones llevadas en el más
absoluto silencio y discreción por temor a herir susceptibilidades en
otros países árabes y a represalias, esta simbiosis se ha visto delatada
con motivo de la amenaza irakí y de la consecuente invitación formu-
lada por el rey Fahd a las tropas norteamericanas. La alianza entre Esta-
dos Unidos y los países ricos de la región, especialmente Arabia Saudí,
ha sido recíproca durante mucho tiempo y ha estado tradicionalmente
basada en la necesidad saudí de protección militar y en la sed norteame-
ricana de petróleo.
Los saudíes se encuentran a sí mismos rodeados de potenciales ene-
migos y prefieren despreciar ahora a sus otrora aliados árabes, con quie-

-230-
nes en los últimos años han preferido guardar las formas y mantener
unas relaciones amistosas. La dureza de Riad no ha respetado siquiera la
inferioridad de Jordania, a quien se le han cortado los suministros de
crudo; ni a la O L P , especialmente a su líder, Yasser Arafat, a quien se
tiene por un interlocutor no válido para la crisis del Golfo.
Pero el fuerte conservadurismo saudí puede con todo lo demás. Los
habitantes del país que domina la Península Arábiga aceptan más con
expectación que con resignación el hecho de que las tropas norteameri-
canas se instalen en su territorio. En Arabia Saudí se admira a la vez que
se teme a la cultura occidental y sus dirigentes no esconden su preocu-
pación por la posibilidad de que la presencia de 300.000 soldados ex-
tranjeros pueda alterar el normal desarrollo de la vida del país. A su
llegada a Arabia Saudí, soldados y periodistas extranjeros eran obse-
quiados con un pequeño manual en cuya portada rezaba la siguiente
frase: «Bienvenidos a Arabia. Necesitamos su ayuda para preservar nuestra
cultura», y en cuyas páginas se daban consejos para no actuar de forma
ofensiva a las costumbres y sobre cómo comportarse ante la rígida poli-
cía religiosa.
Para los países del Golfo, la presencia de tropas extranjeras, princi-
palmente norteamericanas, es el mayor reto que hayan podido aceptar
jamás pese a que les hace sentirse ahora mismo los países más seguros
del mundo. Se encuentran en la inesperada posición de defender sus
arraigadas creencias islámicas, así como sus medievales sistemas de go-
bierno de las posibles influencias que pueda ejercer un régimen como el
norteamericano, considerado peligrosamente moderno. Las especula-
ciones de que los países de la zona van a sufrir importantes transfor-
maciones después de la crisis del Golfo no dejan de preocupar a intelec-
tuales de los diversos países.
Para la convivencia mientras se desarrolla el conflicto se tomaron
las precauciones oportunas, intentando mantener lo más apartado posi-
ble a los soldados norteamericanos de la población civil. Ahora los es-
fuerzos van encaminados en Arabia Saudí a intentar que la presencia
militar extranjera no se prolongue demasiado tiempo una vez que se
haya resuelto el problema de Kuwait, ya que ello podría traer una de-
sestabilización interna (como podría ocurrir también en Egipto y en los
Emiratos Árabes Unidos) de consecuencias imprevisibles. Se estima que
cuanto más se prolongue la presencia de tropas norteamericanas en
suelo saudí, más aumentarán las críticas nacionalistas y más se incenti-
varán los odios y se deteriorarán unas relaciones que tampoco conviene
descuidar demasiado.
En el fondo, los habitantes de los ricos países del Golfo no dejan de

-231 -

i
estar recelosos ante la rapidez y el entusiasmo puesto por Occidente
para la defensa del ocupado Kuwait y de sus territorios. Aunque existe
una cierta reticencia a querer reconocerlo, todos admiten por lo bajo
que el petróleo tiene la culpa de todo, y coinciden en que ello puede
obligar a que en un futuro no muy lejano cambie la actitud política de
Estados Unidos y el resto del mundo occidental hacia la cuestión pales-
tina. Aunque, por el momento, el tema no preocupa en el Golfo prácti-
camente a nadie que no sea palestino. Todos piensan únicamente en sal-
var a Kuwait de las garras de Sadam Husein.

- 232 -
2

EL PRIMER A C T O R

C o n su invasión de Kuwait, Sadam Husein ha logrado erigirse entre


los árabes más desfavorecidos como el gran salvador, el auténtico y
único padre posible de la Gran Nación Árabe. «Nosotros, en Irak, somos
capaces deponer el cuello bajo los pies de los árabes si ello beneficia la causa,
pero nunca permitiremos que un solo dedo extranjero nos pisotee. Todos
nuestros principios deben ir orientados hacia la causa árabe. Todos nuestros
esfuerzos, nuestra sangre y nuestra riqueza son para los árabes e incluso para
el resto de la humanidad si ésta nos necesita.» Estas palabras forman parte
de un discurso habitual de Sadam Husein ante sus ciudadanos. La en-
trada de sus tropas en un país en el que «había que acabar» con la opu-
lencia y la ostentación de unos cuantos jeques y repartir los beneficios
entre todos los estados árabes y sus continuas proclamas y llamamien-
tos a la guerra santa le sirvieron además para ganarse a los adeptos más
ingenuos y a la vez más necesitados de un líder, aunque en el fondo
todo esto no haya sido más que una excusa para justificar su acción.
«Tenemos un peso político muy importante en el mundo y debemos ac-
tuar de acuerdo a ello en todo lo que hacemos», es el pensamiento del presi-
dente irakí sobre el papel de los países árabes, a los que sueña ver uni-
dos, desde sus primeros años de formación intelectual, gracias a su
esfuerzo. Durante sus 11 años de mandato, Sadam Husein ha tenido oca-
sión para darse a conocer entre su pueblo y para forzarle a que le adore.
Pero nunca antes había tenido la gran oportunidad de mostrarse tal
como es ante sus semejantes árabes de otros países. Es difícil que a estas
alturas el propio Sadam esté satisfecho de los resultados obtenidos,
aunque en su mente todo cabe. También habría que pensar que no está
nada satisfecho con lo que ha sido su vida, cargada de misterio, intriga,
violencia, armas, juegos sucios y, por encima de todo, una imagen exte-

- 233-
rior nada consecuente con su forma de ser pero que al menos le sirve
para guardar las formas de una manera algo más que decente.
La biografía de Sadam Husein está llena de acontecimientos poco
formales, violentos y llenos de rebeldía. Su tendencia a saltarse las nor-
mas establecidas se comenzó a manifestar en él con cierta precocidad.
El primer acto de rebeldía en su vida se produjo cuando tenía apenas
ocho años de edad. Todavía no había recibido formación escolar alguna
y supuestamente debía convertirse en agricultor, como el resto de su fa-
milia. Un primo suyo, Adnan Jairallah, fue el único que escuchó sus
deseos de aprender a leer y escribir y de ir a la escuela. Sadam decidió
una noche irse con Adnan. Mientras todos dormían, el pequeño Sadam
dejó su lecho y se dirigió a su Takrit natal. Allí fue bien recibido por
otros parientes lejanos que, al escuchar sus deseos de estudiar, ense-
guida aplaudieron su decisión y le mostraron su apoyo. Después de un
año de colegio, Sadam se trasladó a Bagdad, en donde completó su edu-
cación hasta el nivel de bachillerato. A los 20 años de edad, en 1957, Sa-
dam Husein entró a formar parte del partido Baas. Su primo Adhan Jai-
rallah se convirtió en ministro de Defensa cuando Sadam llegó al
poder.
Todavía bajo el dominio del Imperio británico sobre lo que hoy es
Irak, antigua Mesopotamia, el aún príncipe Faisal, uno de los primeros
árabes que soñó con la creación de un mundo árabe mucho más allá de
cualquier frontera, describió al pueblo irakí de la siguiente forma: «No
hay pueblo irakí sino masas inimaginables de seres humanos, exentos de
cualquier idea patriótica, llenos de tradiciones religiosas y de disparates, sin
ningún lazo común de unión, haciendo caso a la maldad, propensos a la
anarquía y permanentemente listos para rebelarse contra cualquier gober-
nante.» Habría de pasar algún tiempo todavía hasta que Sadam Husein
llegara al poder, pero desde que lo hizo, en 1978, se encargó de fomen-
tar entre su población las lapidarias palabras del príncipe Faisal. El Es-
tado que heredó Sadam era, ciertamente, como sigue siéndolo hoy día
cada vez de forma más evidente, un explosivo cóctel en el que conver-
gen fuerzas incompatibles entre sí. Entre 1638 y 1918 estuvo sometido
al dominio otomano y hasta 1932 no obtuvo su total independencia de
la colonia británica. Irak se formó como tal después de la Primera Gue-
rra Mundial, como resultado de la unión de tres provincias (Mosul,
Bagdad y Basora) muy diferenciadas.
Este cóctel no ha impedido que Sadam Husein pretenda ser el
nuevo Hitler del siglo XX, el Hitler árabe, el Führer de los años 90.
Desde el estallido de la crisis del Golfo como consecuencia de la inva-
sión de Kuwait por el Ejército irakí, se ha intentado comparar repetida-

-234-
mente a Sadam Husein con Adolf Hitler. La analogía no es válida si se
tiene en cuenta que el líder irakí carece del poder económico y militar
del que disponía el Fürher. En cualquier caso, no se puede negar que sus
pretensiones tiene algo de hitlerianas. Ello no extraña sabiendo que en-
tre las décadas de 1930 y 1940 llegaron a Irak nociones germanas sobre,
por ejemplo, cómo diferenciar a una persona árabe de una no árabe
para perpetuar la raza.
El sueño de este Hitler árabe es conquistar la hegemonía sobre la
importante región de Oriente Medio y así convertirse en el líder árabe
del siglo xx, al tiempo que hace de su país una gran potencia a escala
mundial. No contento con eso, y espoleado por su avaricia y sed de
conquista, la madrugada del 2 de agosto de 1990, el Ejército irakí inva-
dió el pequeño emirato de Kuwait, su más vulnerable mundo. Se dice
que en tiempos de guerra es cuando Sadam Husein muestra con más
energía su carácter y poder.
Lo que está claro es que, al igual que el líder alemán, Sadam Husein
es propenso a saltarse el protocolo siempre que le venga en gana. Pero
una cosa muy diferente es saltarse el protocolo internacional, que pro-
voca situaciones como la derivada de la invasión de Kuwait, y otras sal-
tarse el protocolo personal, a lo cual cada vez es menos adicto. Tradi-
cionalmente han constituido un buen elemento para su propaganda
personal entre sus ciudadanos las salidas de Sadam de la regla. Siempre
con una amplia sonrisa en la cara y extendiendo las manos como un
hombre de paz, el líder irakí acostumbraba deshacerse de sus servicios
de seguridad y pasearse por los barrios para hablar con la gente y cono-
cer sus problemas. Cuentan que una mañana llamó a una puerta y pidió
entrar a desayunar con la familia tras identificarse. Los anfitriones se
sintieron azorados al no poder ofrecer al presidente más que algunos
bollos del día anterior y un poco de mantequilla. «No importa, sólo
quiero desayunar como lo hacen ustedes cada día», dijo Sadam. La familia
expuso sus necesidades al presidente y al día siguiente un camión llevó
provisiones para todo el barrio. Aunque el presidente no acabó con el
verdadero problema de esta humilde gente, que a buen seguro hubiera
preferido otra solución menos perecedera, la anécdota ocupó las prime-
ras páginas de los diarios y la popularidad de Sadam se elevó como la
espuma. Pero aquello sólo solía ocurrir en los primeros años de man-
dato. Poco a poco los servicios de seguridad y la guerra con Irán desa-
consejaron al presidente seguir la misma táctica, si bien el principal de
sus objetivos, la popularidad, se había cumplido.
Sadam Husein tiene la convicción de que siendo como es, el único
líder árabe que protege el mensaje de Mahoma y se encarga de llevarlo

- 235 -
al pueblo, Alá le protegerá a él y a todo su pueblo y mirará por sus inte-
reses. Eso es al menos lo que repite ante sus ciudadanos, aunque su vida
no se caracterice precisamente por un fervor religioso exagerado. El
partido Baas ha destacado siempre la importancia del laicismo, si bien
reconoce que vive en una sociedad tremendamente religiosa. Aunque
uno de sus estudiados argumentos principales en la conquista de K u -
wait es el religioso, sin duda para obtener mayor respaldo popular entre
la mayoría suní de Irak, el presidente nunca ha mostrado especial in-
terés por hacer del Islam su norte. Por si fuera poco, siempre ha sido
reticente a otorgar demasiado poder a los musulmanes dentro de su
equipo, por temor a una sublevación apoyada popularmente. El Islam,
dividido en chiítas, suníes y varias sectas fundamentalistas más, es visto
como una seria amenaza desde el palacio presidencial para la estabilidad
del líder irakí. Empezando por el ministro de Asuntos Exteriores, Ta-
req A z i z , uno de los hombres de mayor confianza de Sadam y que es de
religión católica, hasta los miembros del servicio doméstico personal
del presidente, que son todos cristianos, muy pocas personas que ten-
gan continuo contacto con él son musulmanas.
A pesar de ello, Sadam Husein sabe que no puede pretender obte-
ner no ya el apoyo árabe generalizado, sino ni siquiera el apoyo de su
pueblo, si no utiliza el Islam. Los llamamientos realizados a través de la
televisión por el presidente a todos los musulmanes del mundo desde
la invasión de Kuwait, tenían como punto central la guerra santa y alu-
dían a la violación de las ciudades sagradas de La Meca y Medina (en
Arabia Saudí) por las tropas occidentales allí destacadas bajo el consen-
timiento del rey Fahd y enviadas a luchar en contra de Irak.
No cabe duda, pues, de que Sadam se erigió repentinamente como
defensor de los países pobres, no sólo árabes sino también del Tercer
Mundo. Supo jugar esa baza para ganarse el apoyo de algunos, aunque
consiguió un dudoso éxito incluso en su propio terreno. Es difícil dilu-
cidar si los ciudadanos irakíes apoyan a su presidente tanto como apa-
rentan, o si detrás de su adoración por el que se muestra como indiscu-
tible héroe de la nación árabe se esconde el temor hacia el enorme
dispositivo represor que dirige el propio Sadam Husein.
La historia política irakí ha estado marcada por la violencia desde la
independencia de 1932. Asesinatos, golpes de Estado y dimisiones han
sido la constante durante todo este tiempo. Aunque las rivalidades y los
odios derivados de la ambición por el poder continuaron, la violenta re-
volución nacionalista árabe y de tendencia izquierdista de 1958 marcó
el inicio del Nuevo Irak, que acabó por la fuerza con las minorías de una
vez para siempre.

-236-
Los primeros en sufrir en sus propias carnes las exigencias del
nuevo orden que iba a regir los violentos destinos del país fueron los
miembros de la monarquía hachemita que gobernaba entonces. Una im-
placable matanza acabó con toda la familia, mientras el mutilado cadá-
ver del entonces rey, Faisal II, era paseado por las calles de Bagdad.
Pero ello fue sólo una caricatura de lo que esperaba al país 10 años más
tarde hasta la actualidad, cuando el partido Baas (Renacimiento) comen-
zara a gobernar por decreto tras un golpe militar en julio de 1968 con la
excusa de implantar una democracia.
Ahmed Hassan Al Bakr se hizo con el poder, siendo su mano dere-
cha Sadam Husein. El partido Baas, de ideología fundamentalmente pa-
nárabe y seglar, tiene diversas ramificaciones en todo el mundo árabe.
La facción que gobierna en Irak está formada por suníes convertidos a
la política, dicen algunos que de mediocre formación. La ideología del
partido fue formulada por un cristiano, Michel Aflaq, pero coincide con
el fundamentalismo islámico en la necesidad de establecer un orden
árabe exento de fronteras artificiales y unido contra Occidente.
Desde sus inicios, el tándem Bakr-Husein se t o p ó con numerosos
oponentes. Las sospechas sobre posibles confabulaciones internas lleva-
ron, primero a Al Bakr y después a Husein, a realizar masivas purgas y
ejecuciones de ministros, sentando así temibles precedentes para todo
aquel que osara levantar la voz en el futuro. La violencia de los gober-
nantes del partido, todos ellos pertenecientes a la minoría suní —sólo
un 20 % de la población irakí— tiene su origen en su obsesión histórica
por no ser discriminados con respecto a los kurdos y los chiítas.
Él mismo participó en un intento de asesinato del que era entonces
presidente de Irak, A d u l Karim Kassem. Una de las leyendas más heroi-
cas que se cuentan de la vida de Sadam es que en aquella ocasión su mi-
sión no era la de disparar contra el presidente sino la de actuar de encu-
bridor y ayudar a huir a los otros cuatro miembros de la banda. Pero
cegado por la oportunidad que le habían ofrecido y el honor que para él
suponía participar en el complot, Sadam Husein utilizó un arma que
guardaba desde hacía años en su casa. Kassem no murió en el atentado,
pero Sadam Husein fue herido en su pierna izquierda por los disparos
de la guardia de seguridad del presidente. La historia de su huida a Si-
ria (posteriormente el exilio continuaría en Egipto) con la pierna he-
rida es la heroicidad de Sadam más pregonada y conocida ya por to-
dos los irakíes. En la actualidad la pierna del presidente se resiente de
aquella herida de bala, que t a r d ó demasiado tiempo en recibir aten-
ción médica. Aunque se esfuerza en disimularlo, Sadam Husein ca-
mina cada vez más cojo.

- 237-
C o n el paso de los años, Sadam Husein se ha convertido en un ex-
perto de las ejecuciones y confesiones públicas. El culto a la personalidad
del líder, el maestro, aquel que todo lo sabe y todo lo ve, que rige en el
partido Baas, ha hecho justificable el rígido autoritarismo, la severa re-
presión y, en definitiva, la maquinaria de terror que tiene atemorizada a
la población.
En Irak la situación es compleja. Miles de niños nacidos después del
2 de agosto han sido bautizados con el nombre de Sadam («el luchador
que aguanta firme»). En los balcones de las casas ondean las banderas
irakí y palestina. Los retratos de Sadam Husein vestido con los atuen-
dos más insospechados adornan las calles, las plazas, los parques y los
edificios públicos. La represión llega a todos los niveles. Nadie se atreve
a enfrentarse con Sadam Husein. Irak evoca inevitablemente la novela
1984, de George Orwell, en la que el Gran Hermano controla a cada in-
dividuo. Como en la novela, los 18 millones de irakíes se encuentran so-
metidos a una fuerte presión fomentada desde arriba por el terror. Es
como si Sadam Husein se hubiera inspirado en dicha novela para dirigir
su país.
En la capital irakí, como en todo Irak, Sadam Husein domina la
vida cotidiana. El hecho de que cada uno de los ladrillos de la reciente-
mente reconstruida Babilonia lleve grabadas en el margen inferior dere-
cho las iniciales S.H. no deja de ser pura anécdota comparado con la
proliferación de su imagen, vestido de todas las formas posibles, que
domina el paisaje urbano de Bagdad así como las primeras páginas de
todos los diarios y buena parte de los informativos televisivos. La totali-
dad de los retratos distribuidos en las calles de Bagdad ofrecen la ima-
gen del «hombre de paz» y único líder capaz de llevar a Irak a ser la «luz
brillante» de Oriente Medio.
El Ejército de voluntarios está formado, oficialmente, por ocho mi-
llones de personas, desde los 15 años (oficialmente desde los 18) hasta
los 70 (oficialmente hasta los 45). Cuando hablan, sólo es para destacar
las excelencias de Sadam Husein y su régimen. Los dos hijos varones
del presidente irakí pertenecen al cuerpo de voluntarios y sus opiniones
reflejan la de sus compañeros: «Todo irakí debe ser entrenado y preparado»
para la guerra. El Ejército popular irakí, en el que también tienen cabida
las mujeres desde el mismo momento de su formación, tiene mucha
más importancia para el país de la que inicialmente pueda pensarse, ya
que está considerado como la fuerza de apoyo del Ejército oficial y de-
sempeña las tareas domésticas en tiempos de guerra.
El Ejército popular fue creado en 1970 por el partido Baas para man-
tener al país a salvo de los peligros que le amenazaban y para neutra-

- 238 -
lizar la habilidad de Israel para movilizar miles de civiles en pocas ho-
ras. El entrenamiento es muy rígido con el fin de mantener al cuerpo de
voluntarios capacitado para defender el país en caso de que el Ejército
profesional tenga que actuar fuera. En los últimos meses los voluntarios
irakíes han recibido especial adiestramiento en el uso de armas químicas
y en la forma de protegerse de sus efectos, además de los entrenamien-
tos habituales, centrados en el manejo de todo tipo de artillería, tanques
y baterías antiaéreas.
La importancia del Ejército popular ha sido frecuentemente resal-
tada por el presidente Husein, quien les recuerda a sus integrantes re-
petidamente lo siguiente: «Todos nosotros somos hijos de una gran pro-
vincia llamada Irak, y cuando prestemos nuestros servicios debemos
aceptar cualquier responsabilidad que se nos encomiende. También somos
hijos de una provincia mucho más grande que Irak, la nación árabe.
Cuando nuestro deber nacional nos llame, debemos acudir y responder en
cualquier parte de esta nación.»
El fervor por Sadam Husein entre los miembros de Ejército de vo-
luntarios y la total identificación con sus palabras es absoluto. Aunque
algo lleva inevitablemente a sospechar que todo esto no sólo es ficticio,
sino incluso forzado: la fuerte presencia policial en las zonas urbanas y
rurales de todo el país obliga a pensar que los voluntarios del Ejército
popular no son tales. Si Irak fuera un país que pudiera destacar por su
tradición democrática y liberal, uno no dudaría de la devoción que tiene
la población hacia su líder. Pero la policía secreta, Mohabarat, invita a
pensar todo lo contrario.
La muestra más reciente del rígido control que Sadam Husein os-
tenta sobre todos las órdenes de la vida política de su país se produjo a
finales del mes de octubre. La noticia que más alarma y sobresalto pro-
dujo entre la población irakí fue la del racionamiento de la gasolina para
uso privado, un hecho que ni siquiera durante los ocho años de guerra
con Irán tuvo lugar. El ministro del Petróleo irakí, Issam Abdul-Rahim
Al-Chalabi, que dio a conocer la medida, reconoció simultáneamente
que el embargo económico contra Irak estaba afectando la economía
del país. Aunque Irak dispone sobradamente de todo el petróleo que
necesita (es el segundo país con mayores reservas reconocidas del
mundo), se encontró con que carecía de los productos químicos y aditi-
vos necesarios para el proceso de refinamiento del crudo a causa del
embargo. Al mismo tiempo se informó que el Ejército y los vehículos
oficiales del Gobierno se verían exentos de dichas medidas restrictivas.
Lo impopular de la medida, y el riesgo que implicaba para la posición
de Sadam Husein, llevó al presidente a cortar el problema de raíz, reins-

- 239-
taurando la venta libre de combustibles y relevando de su cargo al mi-
nistro del Petróleo, el cual, sin duda, había actuado bajo mandato presi-
dencial. Los expertos aseguran que, pese a todo, Sadam Husein deberá
ceder ante la realidad y volverá a racionar la gasolina en breve. Ante-
riormente, eso sí, se habrá encargado de disfrazar la noticia para que
ésta se presente como algo muy beneficioso para la población.
Sadam Husein se obstina en repetir que él sólo busca la unidad
árabe y que ésta no puede ser posible si los países están divididos. «Es
como si el resto de los países árabes no reconociera el valor y la realidad de los
cambios que implica la revolución irakí y la psicología del ciudadano irakí»,
afirmó en una ocasión, antes del 2 de agosto, el presidente Sadam. Para
él, «es posible una alianza con Estados Unidos, pero siempre que este país deje
de explotar nuestra región y cese en su apoyo al sionismo».
Engañados bajo la premisa de que la invasión de Kuwait va a acabar
con todas las privaciones sufridas hasta ahora y que supone la unión de-
finitiva del mundo árabe, los irakíes confían en su presidente no sin po-
cas objeciones y sometidos a una fuerte presión. Durante sus once años
de mandato, el incombustible espíritu bélico de Sadam ha dominado la
vida del país, gracias a lo cual se ha podido reclutar por la fuerza a toda
la población como incondicional en favor de su cruzada y hacer ver la
conveniencia de la invasión de Kuwait. En estas circunstancias, parece
difícil que Sadam vaya a encontrar oposición alguna en su país, aunque
una de las esperanzas de Occidente es que el embargo económico con-
tra Irak mine lo suficiente como para provocar un golpe interno que
suponga el relevo del dictador. Los servicios de inteligencia norteameri-
canos detectaron a finales de octubre cierto malestar entre algunos
miembros destacados del Ejército irakí y confían en que a la larga ello
sirva para hacer caer a Sadam.
Pero todo depende de cómo puedan ser controlados desde arriba
los efectos de las sanciones económicas, que ya se han comenzado a no-
tar en Irak. Está por ver si la población, espoleada por la escasez y el
hambre, se levanta o no contra Sadam y si éste es capaz de reprimirla.
Muchos irakíes muestran su contrariedad ante la invasión de Kuwait,
pero no pueden alzar la voz. Están convencidos de que, a la larga, Sa-
dam Husein acabará aceptando su error, aunque disfrazará su capitula-
ción de forma que pueda seguir disfrutando del apoyo forzado de sus
compatriotas y que le evite cualquier sobresalto a su máquina de poder.
Nadie que se haya enfrentado hastr ahora a Sadam Husein y al partido
Baas ha tenido la dicha de poder explicar sus experiencias. El aparato
represor se ha encargado de eliminarlo, consiguiendo que el pueblo le
apoye atemorizado. El código penal irakí contiene nada menos que

-240-
50 cláusulas por las cuales una persona «merece» la horca. Las medidas
de seguridad en torno al presidente son extremas: cambia su programa
tres o cuatro veces al día y raramente habita dos veces seguidas en el
mismo palacio.
La oposición política a Sadam está muy fragmentada. Kurdos, in-
tegristas islámicos, comunistas y nacionalistas forman en el exilio si-
rio un peculiar mosaico que hace casi imposible pensar en una unión
entre ellos, ni siquiera para lograr el objetivo c o m ú n de derrocar a Sa-
dam. Aprovechando la crisis del Golfo, no obstante, su organización
ha ganado consistencia, ante lo que para ellos es el seguro fin de Sa-
dam Husein.
El presidente irakí, por su parte, se ve a sí mismo ostentando el po-
der con seguridad y por unos cuantos años más y desprecia la amenaza-
dora coalición formada en su contra. Es difícil predecir cuál será la reac-
ción popular a un ataque extranjero contra Irak, pero las cosas no
quedarán igual, a tenor de lo que se cuece y a pesar de la represión. Por
ejemplo, se da por seguro que los kurdos acabarán levantándose para
pedir cierta autonomía y hasta una nación propia. En el otro lado se en-
cuentra la mayoría chiíta, que también podría plantear sus reivindica-
ciones apoyada sin duda por sus semejantes iraníes. Turquía podría pre-
sionar con sus demandas sobre la provincia de Mosul y hasta Siria
podría considerar la opción de respaldar la instauración en Bagdad de
una facción del partido Baas (que gobierna también en Damasco) que le
fuera favorable.
En cierta ocasión, Sadam Husein dijo lo siguiente ante un congreso
del partido Baas: «Lucharé para ser una llama entre muchas, al margen de
cuánto más pueda yo brillar, y una espada entre muchas, no la única.» En
una entrevista, a principios de su mandato presidencial, Sadam Husein
admitió soñar desde siempre con llegar a ser como los dos héroes más
famosos de la historia de Irak: N a b u c o d ò n o s o r y Saladino. «Es un honor
para cualquier ser humano aspirar a ello.» No es una casualidad de la his-
toria que Takrit, la ciudad natal de Sadam Husein, haya pasado en po-
cos años de ser un centro artesanal y cuyos ingresos procedían de la
agricultura a ser uno de los principales centros de fabricación de armas
y una ciudad de importante actividad política. Todo invita a pensar, sin
demasiados esfuerzos, que Sadam Husein busca desempeñar un papel
fundamental en los problemas del mundo, lo que pasaría por convertir
antes a Irak en una gran potencia. Sadam Husein parece estar dispuesto
a conseguirlo, cualquiera que sea su precio.

- 241 -
El presidente irakí Sadam Husein, con uniforme militar. Entre los 99 nombres de su
culto personal figura el de «victorioso».
Arriba, soldados norteamericanos hacen cola para utilizar un teléfono público junto a una
mujer saudí vestida con el rigor de las normas coránicas. El choque cultural provoca te-
mores a los saudíes. 12 de octubre. Abajo, refugiados asiáticos procedentes de Kuwait, en
un campamento jordano, en la tierra de nadie que se extiende junto a la frontera con
Irak. 30 de septiembre.
Soldados británicos de la 7 Brigada Acorazada, conocidos como las Ratas del Desierto,
toman té junto a un grupo de camellos. 26 de octubre.
Arriba, soldados norteamericanos hacen cola para utilizar un teléfono público junto a una
mujer saudí vestida con el rigor de las normas coránicas. El choque cultural provoca te-
mores a los saudíes. 12 de octubre. Abajo, refugiados asiáticos procedentes de Kuwait, en
un campamento jordano, en la tierra de nadie que se extiende junto a la frontera con
Irak. 30 de septiembre.
Soldados británicos de la 7 Brigada Acorazada, conocidos como las Ratas del Desierto,
toman té junto a un grupo de camellos. 26 de octubre.
Soldados voluntarios del Ejército de los Emiratos Árabes Unidos oran a Alá en la cere
monia de su graduación, en la hora de la oración, cerca de Abu Dabi. 2 de septiembre.
El presidente Bush ha he-
cho del teléfono su principal
arma. Desde su refugio fami-
liar en Maine, conectó ya en
el primer momento con diri-
gentes de todo el mundo. 17
de agosto.

El presidente Georges Bush


recibe en la oficina oval de
la Casa Blanca, al ministro
saudí de Exteriores, Saud al
Feisal, el 9 de octubre.
Arriba, un refugiado indio procedente de Kuwait en un campo de refugiados de Jordania,
cerca de Ruwaishad. 27 de septiembre. Abajo, un soldado norteamericano de la 41 batería
artillera de Fort Benning, Georgia, se ajusta sus anteojos protectores en el desierto. 2 de
septiembre.
Tropas libanesas prosirias escoltan a los familiares del derrotado general proirakí Michel
Aún hacia el Aeropuerto de Beirut. 19 de octubre.
Arriba, un oficial de mantenimiento revisa los proyectiles de 16 pulgadas almacenados en
«algún lugar de Arabia Saudí». 7 de septiembre. Abajo, el ministro de Defensa británico,
Tom King, inspecciona una batería de 30 mm de la fragata Battleaxe durante su visita al
Golfo el 29 de agosto.
LIBRO III

L A G U E R R A N O ESTÁ T A N LEJOS

'"' Adrián Mac Liman. 46 años, fue el primer corresponsal de El País en Estados Unidos. Ha traba-
jado en ANSA (Italia), AMEX (México) y Gráfica (EEUU). Colaborador de Informaciones y de la
revista Cambio 16, miembro del primer equipo de redacción de Diario 16, fue corresponsal de
guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del sha de Irán (1978) y enviado especial de La Van-
guardia durante la invasión de Líbano por las tropas israelíes (1982). Residió en Jerusalcn desde
diciembre de 1987 hasta julio de 1989 como corresponsal del semanario El Independiente. En abril
de 1990 se incorporó a la redacción de Interviú. Es autor del libro Crónicas palestinas editado en
esta misma colección.
1

DE LA AMISTAD TRADICIONAL
A LA L E A L T A D T O T A L

En Europa soplaban vientos de cambio. Pero allá lejos, en Oriente,


se preparaba una nueva guerra. Una guerra fratricida, capaz de desem-
bocar en una conflagración planetaria. Todo fue tan rápido, tan inespe-
rado...
Hacia mediados de 1989, una oleada de refugiados de Alemania orien-
tal invadió las representaciones diplomáticas de la R E A en Varsovia,
Praga y Budapest. En pocas semanas, el número de prófugos ascendió a
varios millares. Las embajadas empezaron a expedir pasaportes, centena-
res, miles de pasaportes a los ciudadanos de la República Democrática,
quienes, acogiéndose a la normativa que les garantizaba la concesión au-
tomática de la nacionalidad germana por parte de las autoridades de
Bonn, se apresuraban a reclamar el estatuto de alemán de «pleno derecho».
¿Quién hubiese podido imaginar, en aquellos días de agosto de
1989, que la llamada «crisis de los refugiados» iba a precipitar la caída del
muro de Berlín y el raudo desmantelamiento de los regímenes comunis-
tas de Europa del Este? ¿Quién hubiese podido imaginar, durante las
eufóricas jornadas de noviembre y diciembre de aquel año, que los cam-
bios registrados en el Viejo Continente iban a repercutir de manera tan
dramática e inmediata sobre el polvorín de Oriente Medio? En realidad,
los políticos europeos pecaban por soberbia: hacía más de diez años que
el exsecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, había lan-
zado la advertencia: «El conflicto Este-Oeste acabará convirtiéndo-
se, tarde o temprano, en enfriamiento Norte-Sur.» Pero el embrionario
diálogo entre países industrializados y naciones del Tercer Mundo, ini-
ciado en la segunda mitad de la década de los 70, quedó en el tercer
plano en la primavera de 1979, después de la caída del sha de Persia y el
comienzo de la revolución islámica de Jomeini.

- 245 -
Los preparativos de la primera confrontación Norte-Sur se remon-
tan al mes de octubre de 1988. Tras el final de la guerra del Golfo, el
presidente irakí, Sadam Husein, decidió la puesta en marcha de otro
operativo, un proyecto ambicioso, que pretendía convertir el Oriente
Medio, la región del petróleo, en la tercera potencia mundial. No se tra-
taba de una opción inédita; su rival, el imán Jomeini, hubiese podido re-
clamar la autoría de esa opción. Porque, en definitiva, el hombre fuerte
de Bagdad se había fijado la misma meta que el ayatola, partidario de la
unificación del petróleo como arma contra los intereses de Occidente y
de la solución del problema palestino mediante la destrucción total del
Estado de Israel.
Sadam Husein aprovechó la desaparición de los bloques, de los an-
tagonismos ideológicos entre el Este y el Oeste, para llevar a cabo su
propia guerra: su estrategia se basaba en un duelo entre árabes pobres y
árabes ricos. ¿Enfrentamiento meramente económico o conflicto ideo-
lógico, que opone el concepto de «nacionalismo árabe» del partido Baas
a las pragmáticas alianzas de los emires y los jeques con Occidente?
H o y por hoy, la respuesta parece difícil. Lo cierto es que los primeros
indicios de la maquinación de Sadam pasaron inadvertidos: en Europa
soplaban vientos de cambio.
Dos meses y medio después de la invasión de Kuwait, el presidente
del Gobierno español, Felipe González, confesaba públicamente: «Lo de
Sadam Husein nos ha aguado la fiesta.»

El broker de Marbella

La presencia española en los países de Oriente Medio y del Golfo


Pérsico se caracteriza, en la mayoría de los casos, por la «espontanei-
dad» de las relaciones comerciales, derivada de la falta de visión política
de las autoridades de Madrid. Así pues, a finales de la década de los 70,
España e Irán firmaron un acuerdo comercial que preconizaba un es-
pectacular incremento de las importaciones de crudos. El petróleo iraní
debía representar alrededor del 21 por ciento del total de los suminis-
tros. Pocos meses después de la firma del convenio, el sha fue derro-
cado por los seguidores de Jomeini. Y, ante el incumplimiento por
parte de la recién proclamada República Islámica de los compromisos
contraídos por el emperador, España tuvo que dirigirse a México y Ara-
bia Saudí para paliar la escasez de petróleo.

-246-
Noviembre de 1973. «Prego, signore, prego...» Los técnicos italianos
se han apoderado de los salones del hotel Palace de Teherán. Es un lu-
gar de paso; los recién llegados pernoctarán aquí antes de trasladarse a
Abadán. Los que llevan más de seis meses fuera de sus hogares partirán
dentro de unas horas rumbo a Italia. En pocos años, los italianos se han
convertido, junto con los británicos y los norteamericanos, en la «mano
de obra cualificada» de los gigantescos yacimientos petrolíferos de la re-
gión del Golfo. Los técnicos hablan de las múltiples ventajas fiscales y
arancelarias de las que gozan los profesionales extranjeros. Sí, el sha es
magnánimo: la economía de su país depende de la presencia de esos ex-
patriados, emigrantes de lujo que trabajan seis meses al año y perciben
sueldos astronómicos. De hecho, la mayoría de los ingenieros iraníes es-
pecializados en la explotación de los yacimientos de «oro negro» reside
en el extranjero. «Los muchachos se van a estudiar fuera, descubren que
la gente lleva una vida completamente distinta de la de aquí, que en Oc-
cidente hay más libertad. Luego vuelven y comparan. Luego... mis hijos
viven en California, ¿sabe?», confiesa la enjoyada guía del Ministerio de
Asuntos Exteriores.
—¿De dónde es usted? —pregunta.
—De España.
—¿Dónde queda España?
—En Europa. Entre Francia y Portugal.
—¿En España se habla inglés?
— N o , español.
—¿Tienen mucho petróleo?
— N o , nosotros no somos productores, sino importadores de cru-
dos.
—O sea, que viene de un país pobre. ¿Cómo es que tiene dinero para
viajar?
En la mesa de al lado se habla de exenciones. «Pues mire, con el sueldo
de dos meses podrá comprarse un Alfa Romeo. Aquí son más baratos que en
Italia. Además, el transporte es gratuito. Le entregarán el coche en Ná-
poles...»

A mediados de 1990, los intercambios comerciales con los países de


Oriente Medio arrojaban un fuerte déficit para España. Ello se debe, so-
bre todo, al relativamente escaso conocimiento de los mercados, aun-
que también a la falta de competividad de las exportaciones. «Los espa-
ñoles son muy impacientes; conocen la mentalidad de los latinoamericanos,
que les resulta mucho más cercana, pero difícilmente se amoldan a la nuestra.

-247-
Es una pena, pues la verdad es que nos parecemos mucho.» Esto afirman los
hombres de negocios de Bagdad o Ammán.
En los últimos veinte años, las relaciones entre España e Irak pasa-
ron por varias etapas. En la década de los 70, los irakíes hicieron varios
pedidos a los astilleros españoles. La recién creada empresa estatal de
transporte marítimo, adscrita a la compañía nacional de petróleo, nece-
sitaba un buen número de buques modernos. Varios países amigos se
adjudicaron los contratos.
Los irakíes, que se habían comprometido a facilitar la presencia de
empresas españolas en su suelo, no dudaron en autorizar la construc-
ción de complejos hoteleros. También se habló de la posibilidad de
ampliar la cooperación al sector farmacéutico o de la petroquímica,
buscando una compensación al excedente comercial de Bagdad, que
se debía al incremento de los suministros de crudos. Pero las exporta-
ciones apenas cubrían el 20 % del valor total de las importaciones de
petróleo.
La guerra entre Irán e Irak alteró el statu quo. Durante el conflicto,
las exportaciones de armas españolas destinadas al régimen de Bagdad
ascendieron a 25.000 millones de pesetas. Se cree que las fábricas de ar-
mamento ganaron alrededor de 75.000 millones con las ventas de mate-
rial bélico a Irán.

Télex n.°...2 de marzo de 1981


R eferencia: juguetes
Cliente interesado en la compra inmediata de 500 cochecitos con tubo des-
montable. Especificaciones disponibles en nuestra oficina de la Costa del Sol
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Esperamos respuesta rápida.
Saludos.

—¿Cochecitos? ¿Te dedicas a la venta de juguetes?


—¡Qué va! M i r a , es muy fácil. En la jerga de los intermediarios, «co-
checito» significa «jeep», «vehículo todo terreno» equivale a «carro de com-
bate». Los «tubos» son «cañones». En este caso concreto, se trata de un
pedido de jeeps con cañones de pequeño calibre. Son más rápidos que
los tanques, más manejables. Es lo que se... lleva en esa guerra. El inter-
mediario, un hombre de negocios sudafricano afincado en la Costa del
Sol, envió el mensaje a todos sus «contactos» europeos en París, Amster-
dam, Milán, Zurich, Copenhague. Tenía fama de estar bien relacionado
con los potentados de Marbella. Las respuestas no tardaron en llegar.

- 248 -
Durante la guerra del Golfo Pérsico, las empresas españolas sumi-
nistraron directamente a Irak helicópteros militares, proyectiles de
mortero y carros de combate que transitaron por Arabia Saudí.
Jordania, otro de los intermediarios en los negocios «triangulares» de
armas destinadas a la conflictiva región de Oriente Medio, compró
aviones C A S A 101, 122 y CN 235 por un importe total de 180 millones
de dólares. Pero hay más: el puerto de Aqaba, situado en el mar Rojo,
fue utilizado para el tráfico ilegal de material bélico destinado a Irak.
Entre las empresas españolas cuyo nombre figura en las listas ela-
boradas por distintos servicios occidentales de inteligencia militar se
encuentran: Explosivos Río Tinto, Esperanza, Santa Bárbara, Gamesa y
Expal. Los cargamentos de armas y municiones salen de Barcelona, Bil-
bao, Santander y Cádiz. Se trata de munición de artillería, granadas,
proyectiles anticarro, piezas para blindados.
En realidad, España ocupa un modesto octavo lugar en la lista de
los suministradores de armamentos en la región del Mediterráneo y
Oriente Medio, cuyos principales proveedores son: Estados Unidos,
URSS, Francia, Inglaterra, Alemania Federal e Italia. A las grandes
potencias industriales se suman competidores de segunda categoría:
Checoslovaquia, Hungría, Rumania o la República Popular China, que
vendió misiles de alcance intermedio a Irán, Irak, Siria y Arabia Saudí.
También figuran en la relación de mercaderes de material bélico tres
países de América Latina: Argentina, Brasil y Chile.
En 1984, el régimen de Bagdad dedicó alrededor de 14.000 millones
de dólares, es decir, la mitad del Producto Nacional Bruto, a la adquisi-
ción de armamento. Junto a los aviones M I G de fabricación soviética
aparecen los Mirage franceses, los bombarderos y los carros de combate
suministrados por la República Popular China, los tanques T-54 y T-72
fabricados en la URSS y vendidos a través de Polonia... Al finalizar la
guerra del Golfo, Irak contaba con material bélico suministrado por 17
países.
Las estadísticas oficiales no desglosan las ventas de armas a las auto-
ridades irakíes. Pero el negocio de «juguetes» iniciado por el broker de
Marbella va viento en popa.
Entre 1980 y 1982, los emisarios de Bagdad y Teherán compiten
para conquistar el mercado español. Los iraníes, más metódicos, tratan
de aprovechar al máximo las estructuras heredadas de la época del sha,
cuando los Boeing de las Fuerzas Aéreas Imperiales solían aterrizar tres
o cuatro veces al mes en el aeropuerto de Madrid-Barajas para cargar
los suministros de material bélico fabricado en la Península o prove-
niente de Estados Unidos.

- 250 -
Los enviados de Jomeini cuentan con el apoyo de algunos hombres
de negocios árabes afincados en España y con la complacencia de los
círculos gubernamentales. Para los políticos de U C D , la revolución islá-
mica es un mero «accidente histórico». La oficina del coordinador de su-
ministros de guerra, instalada en Londres, designa a un representante
en Madrid. Los iraníes no necesitan cartas de presentación: los contac-
tos con las empresas están establecidos: las opciones políticas no alteran
la buena marcha de los negocios.
Durante el primer semestre de 1988, las autoridades suecas desta-
pan el affaire Bofors, un sombrío escándalo de tráfico de armas destina-
das a la India, Irán y otros países. Las investigaciones llevadas a cabo
durante el «Irangate sueco» revelan la existencia de una amplia red inter-
nacional de intermediarios que facilitan las ventas de material bélico a
los contendientes. En marzo de 1988, las aduanas suecas presentan un
informe al Parlamento europeo, en el que se cita a dos empresas espa-
ñolas, Unión Explosivos Río Tinto y Empresa Nacional Santa Bárbara,
como implicadas en el tráfico de armas a Irán. También surge un tercer
nombre, el de Commerce International Group, Spain, una sociedad anó-
nima de San Pedro de Alcántara, Marbella, que ofrecía cañones L-60 y
L-70 por el precio de 65.000 dólares. Las revelaciones ponen al descu-
bierto la existencia en España de varias compañías especializadas en el
comercio internacional de armas. Pese a los desmentidos oficiales, las
ventas continúan. Pero los cargamentos de armas ya no salen de M a -
drid-Barajas: la plataforma para las exportaciones hacia Irán es el puerto
de Barcelona.
Junto a los intermediarios de diversas nacionalidades, allegados, en
su gran mayoría, a los «huéspedes» de los palacetes de Marbella, se vis-
lumbra la presencia —más discreta— de algunos representantes diplo-
máticos acreditados en Madrid. Agregados «culturales», comerciales y
militares participan en el remunerativo negocio. Su actuación obedece a
consideraciones de distinta índole: el concepto de «intereses nacionales»
sirve a la vez de tapadera y común denominador. Así pues, las autorida-
des libias, que utilizan el comercio triangular para suministrar armas a
Irán, aprovecharon las nebulosas de los falsos certificados de último
destino para comprar, pese a las prohibiciones impuestas por los países
europeos, fusiles antitanque producidos en España.
Mientras que los emisarios de Teherán actúan a veces «por libre», es-
tableciendo redes de agentes comisionistas, el régimen de Bagdad pre-
fiere coordinar las compras de armamento a través de sus embajadas.
Los diplomáticos no harán el molesto trabajo de prospección: es una la-
bor completamente innecesaria. Sus contactos sirven para estructurar

-251 -
las relaciones con los brokers, las empresas del sector de defensa y los
organismos oficiales. Los emisarios de Sadam Husein cuentan también
con el apoyo de algunos hombres de negocios árabes afincados en Es-
paña, con la simpatía de los príncipes saudíes y con el tácito consenti-
miento de Washington, que juega a fondo la baza irakí durante la guerra
del Golfo. Desde el inicio del conflicto, los hombres de Bagdad estable-
cen las reglas del juego. Los pedidos circulan durante varias semanas.
Incumbe a los intermediarios contactar con las empresas de armamen-
tos y presentar las ofertas. La negociación propiamente dicha pasa por
varias etapas. La primera es de puro tanteo. En las conversiones preli-
minares participan los directivos de las empresas, el broker y un repre-
sentante de la embajada irakí, que se limita a escuchar las explicaciones
de los presentes. Durante la reunión se habla de la mercancía, los pre-
cios, los plazos de entrega, los permisos de exportación, el transporte,
las modalidades de pago. El taciturno observador interviene al final de
la conversación, ya sea para ofrecer garantías financieras o para pedir la
celebración de otro encuentro, en presencia de «una personalidad» de su
país. De hecho, las compras de material bélico dependen del Ministerio
de Industria y Suministros de Guerra, que dirige Husein Kemal, el
yerno del presidente Sadam.
La «personalidad» suele hacer escala en Madrid cada seis semanas.
Las conversaciones iniciadas en presencia del intermediario se reanudan
a otros niveles. M u y cautos, los irakíes procuran restringir el número de
participantes en los conciliábulos de última hora. Los contratos se fir-
man en privado, casi sin testigos: es la condición sine qua non impuesta
por la «personalidad», que, en algunos casos, tampoco está autorizada a
acompañar al misterioso plenipotenciario que rubrica el contrato.
Al entablar relaciones con los representantes de la industria de ar-
mamentos, los emisarios de Bagdad persiguen una doble meta: garanti-
zar, por un lado, el envío de material sofisticado para el Ejército que
combate en el estuario de Chat el Arab y elaborar una lista de empresas
cuya tecnología puede emplearse para fines militares. A partir de 1983,
los agentes irakíes, aconsejados por asesores suizos, franceses y británi-
cos, empiezan a invertir millones de dólares en estas compañías. Las di-
rectrices proceden, en este caso concreto, del Ministerio de Industria y
Suministros de Guerra. No hay que extrañarse, pues, de la facilidad con
la que Irak logra burlar la vigilancia de los europeos y quebrantar el em-
bargo aplicable a las exportaciones Je armas. A veces, el Gobierno irakí
recurre incluso a falsos certificados de origen expedidos por empresas
israelíes.
En otras ocasiones, se dirige al Gobierno de Pretoria, que, a través

- 252 -
de su compañía nacional de armamentos, ARMSCOR, le facilita los
contactos con fabricantes del Viejo Continente.
Durante la guerra del Golfo, Sadam Husein compró a la ARMS-
COR nada menos que 200 cañones de 155 milímetros diseñados por el
canadiense Gerald Bull. Pero las armas no fueron suministradas por Su-
dáfrica, sino por la empresa nacional austríaca Voest-Alpine, que envió
los cargamentos a Jordania, país que figuraba en los certificados de úl-
timo destino expedidos por Pretoria.
Mientras las «filtraciones» de algunos servicios secretos occidentales
sacudían los cimientos de la neutral República austríaca, el estrafalario
Gerald Bull fue asesinado en su apartamento de Bruselas. Los hechos se
remontan al 22 de marzo de 1990. Bull fue abatido por varios disparos
de pistola del calibre 7,65 milímetros. Sus asesinos no parecían ser gente
necesitada. La policía belga encontró en los bolsillos de la víctima la
cantidad de 15.000 dólares. Unas semanas más tarde, la prensa británica
reveló la existencia de un «supercañón» irakí capaz de bombardear cual-
quier capital de Oriente Medio. Pero Bull había desaparecido.
¿Quién fue el padre del «supercañón»? Recuerda Santiago Perinat,
experto en temas de defensa, que el ingeniero canadiense, especializado
en los nuevos materiales de artillería y la fabricación de misiles, traba-
jó en los años 60 para la industria militar estadounidense, lo que le valió
la concesión de la nacionalidad norteamericana.
Después de la guerra israelo-árabe de 1968, las autoridades de Tel
A v i v lo contrataron para mejorar la calidad de un cañón de 155 milíme-
tros con un tubo de siete metros de longitud. Esa arma, que se convirtió
en un auténtico éxito comercial, iba a procurarle varios disgustos. A c u -
sado de haber infringido el embargo decretado contra el régimen de
Pretoria, Bull pasó cuatro meses en una cárcel norteamericana. Al tér-
mino de esta peripecia, se trasladó a Bruselas, donde fundó su propia
compañía, la Space Research Corporation, Québec, a través de la cual si-
guió asesorando a las industrias militares de Austria, China, España,
Finlandia, Francia, Yugoslavia... Sin olvidar, claro está, a los países de
Oriente Medio: Irán e Irak.
La trayectoria profesional del ingeniero canadiense, considerado
como una de las máximas autoridades en materia de balística y misiles,
está estrechamente vinculada con el desarrollo de la industria española
de armamentos. En efecto, a mediados de la década de los 80, Gerald
Bull fundó en Madrid una empresa de diseño industrial que, en colabo-
ración con S I T E X S A {Sistemas y Tecnologías, S. A.), perteneciente al
grupo Explosivos Río Tinto, desarrolló varios cañones de 155 milíme-
tros. Extrañamente, S I T E X S A se había asociado con la mayor fábrica

- 253 -
de material bélico de la República Popular China. Los contactos preli-
minares, iniciados por Bull, llegaron a ser avalados por un instrumento
oficial: el acuerdo de investigación y desarrollo de armamentos his-
pano-chino, firmado en 1986 por el propio Felipe González.
Las armas ideadas por Bull fueron utilizadas durante la guerra del
Golfo. En agosto de 1988, tras la entrada en vigor del alto el fuego nego-
ciado por las Naciones Unidas, Sadam Husein se dirigió, por interpó-
sita persona, a la Space Research Corporation de Bruselas. Esta vez, no se
trataba de pedir asesoramiento para la compra de misiles: los designios
del dictador parecían igual de descabellados que algunos de los proyec-
tos del ingeniero canadiense. Sadam quería un cañón, su cañón, un arma
mortífera capaz de alcanzar cualquier ciudad de Oriente Medio. Los ex-
pertos en balística de la Space Research Corporation calcularon un radio
de acción de 1.500 kilómetros. El proyectil, impulsado por cohetes, po-
dría llevar cargas atómicas o bacteriológicas, causando la destrucción
inmediata de los objetivos «enemigos»; Teherán, Tel A v i v o Riad.
El proyecto estuvo a punto de materializarse. La Space Research
Corporation encargó la fabricación de varios elementos del cañón a las
acerías británicas. Oficialmente, se trataba de material para oleoductos,
destinado al Ministerio de Industria de Bagdad. Sin embargo, las ca-
racterísticas de los tubos metálicos despertaron las sospechas de los
ingenieros de la Walter Sommers de Birmingham. Los cilindros, aparen-
temente demasiado robustos para la construcción de oleoductos, conta-
ban con un dispositivo hidráulico que debía permitirles girar horizon-
talmente. Unos meses más tarde, los británicos encontraron la clave del
misterio, al descubrir que una empresa belga, asociada con la Space Re-
search Center, fabricaba las municiones para el «supercañón». Gerald Bull
murió antes de que estallara el escándalo. Los irakíes acusaron al Mosad
israelí de haber asesinado a un científico amigo. Los acontecimientos
iban a precipitarse: cinco meses después de la desaparición del inge-
niero canadiense, los tanques T-54 y T-72 del ejército de Bagdad ocupa-
ban Kuwait.
Desde el 2 de agosto de 1990, las empresas españolas de armamen-
tos funcionan a pleno rendimiento. Pero esta vez, el cliente no es Sadam
Husein.

Los silencios del doctor Domínguez

Noviembre de 1984. El avión de la Swissair con el emblema de la


C r u z Roja Internacional aterrizó en el aeropuerto de Ginebra a última
hora de la mañana. Siguiendo las directrices de la torre de control, el pi-
loto se alejó de las terminales de pasajeros, dirigiéndose hacia el final de
la pista, donde esperaban, con los motores en marcha, las ambulancias
del hospital cantonal.
—Pero ¿qué diablos hacen aquí los periodistas? —preguntó el piloto
al detectar la presencia de varias cámaras de televisión junto a la escale-
rilla del avión.
—Déjelos subir a bordo —respondió la desconocida voz metálica de
la torre—. Quieren entrevistar a los «huéspedes», ¿comprendido?
—Por mi parte, no hay ningún inconveniente —repuso el piloto.
—Por favor, señores, pueden subir. Pero sean breves; hay que trasla-
dar a los heridos a la clínica.
El mujaidín trata de sonreír. Su mirada es triste, vacua.
—Quiere saber qué pasó, ¿verdad? Quiere que le cuente lo de las
quemaduras. Todos me preguntan por mis quemaduras. Pues sí, sucedió
durante el combate, allá en la frontera de Punjab. Los helicópteros em-
pezaron a rociarnos con una especie de producto... Bueno, nosotros lo
llamamos «lluvia amarilla». Es un líquido que quema, que mata a veces.
Es... algo así como la peste. Dígame, ¿es cierto que los médicos de aquí
nos van a curar? Lo que de verdad me importa es volver al frente. Los
compañeros me esperan, ¿sabe?
Pocos meses antes de la llegada a Europa de los guerrilleros afganos
afectados por la «lluvia amarilla», los hospitales de París, Londres y
Viena acogieron a varios militares y civiles iraníes, víctimas del llamado
«gas mostaza» empleado por el Ejército de Bagdad.
El gas mostaza o iperita es un abrasivo que tiene una acción prolon-
gada. La sustancia, de olor muy parecido a la mostaza, se almacena en
estado líquido. Al liberarse, cae en forma de lluvia amarilla muy fina.
Los heridos leves tienen conjuntivitis o fotobia; las quemaduras graves
pueden provocar ceguera. Las náuseas, vómitos, diarreas, ulceraciones o
manchas negras en la piel y vesículas son otros de los síntomas provoca-
dos por la acción de la iperita.
Durante los primeros meses de 1984, más de doscientos soldados de
Jomeini fallecieron como consecuencia de la utilización de un miste-
rioso gas venenoso por parte del Ejército enemigo. Se habló del gas
mostaza, del tabún, del cianuro. Lo cierto es que tanto Irán como Irak
emplearon armas químicas durante el conflicto del Golfo. U n o de los
episodios más tristes de la guerra fue el bombardeo de la ciudad kur-
da de Halabshab, perpetrado por la aviación irakí hacia finales de mar-
zo de 1988. En el ataque murieron más de cinco mil civiles.
Todo empezó a mediados del mes de marzo, cuando las tropas ira-

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níes, que controlaban gran parte del territorio del Kurdistán irakí, se
aprestaban a ocupar Halabshab. Los aviones de Bagdad lanzaron varios
proyectiles de gas mostaza contra los habitantes de la localidad. Los su-
pervivientes se dirigían hacia la frontera con Irán cuando la aviación
volvió a la carga, bombardeándolos nuevamente con el gas mostaza y
otras sustancias tóxicas. Las imágenes de la masacre dieron la vuelta al
mundo, confirmando, por si hacía falta, la triste realidad: la población
civil se había convertido en cobayos de los militares de ambos bandos,
que recurrieron a las armas químicas para eliminar indiscriminada-
mente al mayor número de «enemigos» posible.
En septiembre de 1988, el periódico suizo Tribune de Genéve reveló
que entre 1981 y 1987 la neutral Confederación Helvética suministró a
Irak 470 toneladas de productos químicos destinados a la fabricación
del gas mostaza. Durante el mismo período, Irán adquirió 151 toneladas
de sustancias del mismo tipo. El importe global de la transacción ascen-
dió a 450.000 dólares. Las exportaciones se suspendieron en junio de
1987, fecha en la cual numerosos productos destinados a la fabricación
de la «bomba atómica» de los pobres quedaron incluidos en el registro
internacional de sustancias tóxicas.
Pero los suizos no fueron los únicos suministradores de «materia
prima». En 1987, los investigadores del Instituto de Criminología de
Colonia alertaron al Servicio de Información Federal de Bonn, seña-
lando la posible implicación de empresas alemanas en la producción
de armas químicas irakíes. Una denuncia presentada ante la fiscalía de
Darmstadt alude concretamente a la compañía Water Engineering de
Hamburgo, acusada de haber suministrado una línea de montaje para la
fabricación de granadas y bombas de 122 milímetros.
Para los investigadores de Colonia es obvio que las seis plantas quí-
micas de fabricación alemana instaladas en el desierto pueden producir
sustancias neurotóxicas. Las instalaciones, que se hallan cerca de Sama-
rra, centro neurálgico de la industria bélica irakí, fueron edificadas para
la fabricación de insecticidas.
El 28 de septiembre de 1990, cuando las autoridades turcas retuvieron
un barco polaco procedente de Amberes, cargado con más de ochenta mil
kilos de cianuro de sodio y neofreno, fletado por una empresa germa-
no-suiza, el escándalo adquirió una nueva dimensión. El Gobierno de
la R F A , que negó durante años la existencia de las controvertidas insta-
laciones alemanas en la región de Oriente Medio, se vio obligado a
adoptar una postura más cauta. Por si fuera poco, el profesor helvético
Werner Richard comunicó a las autoridades de Bonn que, según informes
fidedignos procedentes de Irak, las instalaciones alemanas servían

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para la fabricación del gas mostaza. De las seis plantas instaladas en las
inmediaciones de Samarra, tres se adecúan para producir ácido prúsico,
es decir, el Zyklon B empleado por los nazis en los campos de concen-
tración y exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.

Marzo de 1986. «Proyecto de informe presentado por los miembros de la


comisión investigadora al Secretario General de las Naciones Unidas.» La
verdad es que el borrador nada tenía que ver con los muy oficiales do-
cumentos de la Secretaría, que llevaban invariablemente el sello «CON-
FIDENCIAL - Distribución restringida». Cuando los tres expertos de la
O N U regresaron a Europa, alguien se dedicó a «filtrar» la noticia: «Esta
vez darán la cara. Les toca redactar el informe sobre las armas químicas. Sus
conclusiones serán definitivas; algo así como una sentencia inapelable.»
¿Inapelable? Al periodista le cuesta explicar a su interlocutor que
duda tanto de la eficacia de las Naciones Unidas como de la buena fe de
los gobiernos. Pero no; no se trata de expertos gubernamentales; los
miembros de la comisión son médicos militares, especialistas en lesio-
nes causadas por la guerra atómica o bacteriológica. Su misión consiste
en comprobar la presencia de armas químicas en el conflicto, en esclare-
cer incógnitas.
Los primeros ataques con gases tóxicos se remontan a 1980. Desde
el comienzo de la guerra, los oficiales del ejército de Teherán notifican
la presencia en mayor o menor escala de agentes químicos durante las
ofensivas enemigas. El Estado Mayor ordena un repliegue estratégico.
Tres años más tarde, en 1983, la aviación irakí lanza los primeros bom-
bardeos con armas químicas. Una lluvia de proyectiles con gas mostaza
y tabún estalla en el frente, causando centenares de muertos y decenas
de miles de heridos. Irán se dirige al Consejo de Seguridad de las Nacio-
nes Unidas, pidiendo el envío de observadores. El foro internacional
condena la actuación de Irak, pero los bombardeos continúan. La comi-
sión investigadora enviada por el Secretario General de la O N U , realiza
varias giras en la región. Un mutismo absoluto acompaña sus desplaza-
mientos. Mientras tanto, los iraníes siguen juntando pruebas: películas,
fotos, carcasas de proyectiles, historiales clínicos de los militares afecta-
dos por los gases tóxicos. El Gobierno de la República islámica recuer-
da en varias ocasiones que la utilización de armas químicas está prohi-
bida por el Convenio de Ginebra de 1925. Pero las advertencias no fre-
nan la ofensiva irakí. El 28 de junio de 1987, los aviones de Sadam H u -
sein bombardean la ciudad iraní de Sardasht. Los proyectiles con gas
mostaza, cianuro y agentes microbianos provocan la muerte de 84 per-

- 257-
sonas; el número de los heridos es de 4.500. Las autoridades iraníes rei-
teran una acusación formulada a finales de 1983: las carcasas de las mortí-
feras bombas químicas están fabricadas en España por Explosivos Alaveses.
El proyecto de informe por los miembros de la comisión investigadora
de las Naciones Unidas no recoge este dato. Más aún, el documento
alude de manera ambigua a las inscripciones «en español» sobre los pro-
yectiles. Sin embargo, la transcripción de las palabras es coherente. Los
blancos que figuran en el texto del borrador corresponden a dos aparta-
dos: el país de origen y la empresa productora.

Manuel Domínguez Carmona, coronel médico del ejército español,


fue uno de los tres expertos designados por Javier Pérez de Cuéllar para
la misión investigadora en el frente iraní. En marzo de 1986, participó
en la redacción del informe destinado a la Secretaría de las Naciones
Unidas.
—¿Doctor Domínguez?
—Dígame...
—Soy...
- S í , diga, diga...
—¿Me podría explicar lo de los blancos?
—¿Qué blancos?
—Los blancos del informe para la Secretaría.
—Mire, prefiero no hablar sobre ese tema. Los miembros de la mi-
sión se han comprometido a reservar sus conclusiones para la entrevista
con el secretario general.
—Pero el informe se ha publicado...
—Bueno, es un borrador. El informe final se redactará en Nueva
York.
—¿Sabe cuál es la procedencia de las armas?
—Esa pregunta la contestaré en Nueva York. O en Madrid.
—¿Hay un pacto de silencio?
—¿A usted qué le parece?
La conversación tuvo lugar en los pasillos del ginebrino Palacio de
las Naciones en marzo de 1986. *
El coronel Domínguez, que tuvo el triste privilegio de reconocer a
las víctimas de los bombardeos con armas químicas internadas en los
hospitales de Teherán y Ahvaz, rompió el pacto de silencio unos días
después. «Resultó penoso para todos nosotros —afirmaba en una carta— el
número de víctimas por agentes químicos que vimos en Irán, y la naturaleza
y el grado de sus lesiones, y en particular la muerte de un soldado lesionado,

- 258 -
ocurrida en nuestra presencia. En consecuencia, nos preocupa mucho que,
aunque nuestros informes de 1984 y 1985 confirmaron que se habían utili-
zado armas químicas contra las fuerzas iraníes, todavía se sigan produciendo
ataques, pese a los llamamientos de las Naciones Unidas, y con mayor inten-
sidad que anteriormente.»
A su vez, Javier Pérez de Cuéllar escribía: «... El secretario general
no puede dejar de tomar nota, con pesar, de que los especialistas han confir-
mado que las fuerzas irakíes h¡» utilizado armas químicas contra las fuerzas
iraníes».
Lo que no quiso revelar el coronel Domínguez Carmona fue el he-
cho de que los integrantes de la misión investigadora estaban al tanto de
la procedencia de las carcasas halladas en Irán y que el informe, elabo-
rado según las directrices de la Secretaría de las Naciones Unidas, iba a
ser presentado al Gobierno del país involucrado en la venta de material
bélico destinado al régimen de Bagdad.
Durante el debate sobre «la posible venta de armas químicas a Irak»,
celebrado unos meses más tarde en el Parlamento español, el portavoz
del C D S , José Ramón Caso, manifestó que «existe la evidencia deque car-
casas fabricadas en España para bombas de napalm y gas mostaza han sido
utilizadas por Irak en la guerra contra Irán».
«España tiene doce productos químicos de uso militar, pero puedo garan-
tizar que ninguno de ellos ha sido vendido al extranjero», declaró el minis-
tro de Industria Luis Carlos Croissier, contestando a la interpelación
del diputado del C D S .
Pero el Gobierno se negó a entregar a las Cortes las actas de la Junta
Reguladora del Comercio de Armas, escudándose en la Ley de Secretos
Oficiales. Las autoridades guardan un total hermetismo en relación con
el contenido de las gestiones llevadas a cabo por el secretario general de
las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar, ante los países implicados
en la exportación de armas a Irak.

En abril de 1988, tres meses antes del final del conflicto entre Bag-
dad y Teherán, el semanario Interviu publicaba un artículo en el que se
denunciaba la participación de la industria de armamentos española en
la guerra del Golfo. El autor del reportaje afirma rotundamente que el
gas mostaza empleado durante los bombardeos de varias ciudades ira-
níes fue fabricado en España.
Todo empezó con la llegada a Madrid de nueve ciudadanos iraníes
heridos durante el bombardeo de Sardasht, en junio de 1987. Dos de los
internados murieron en el hospital militar Gómez Ulla. Fue entonces

- 259-
bón de una larga lista de pedidos para los países árabes. De hecho, la
transacción nunca llegó a materializarse: Fuhler y Peche-Koesters ha-
bían depositado su confianza en un agente clandestino del Servicio de
Aduanas de Estados Unidos, infiltrado en el mundillo de los traficantes
de armas de Florida. Tras su detención, ambos fueron acusados de ha-
ber infringido la normativa legal sobre control de las exportaciones de
armas, delito que suele sancionarse con diez a quince años de reclusión.
La rocambolesca historia del tándem Fuhler-Peche Koesters ilustra
la lógica de este mundo paralelo. Claus Fuhler llegó a España hace dos
años. Este médico alemán de 33 años, se instaló en Barcelona para cur-
sar estudios de oftalmología. Sin embargo, pronto descubrió otra voca-
ción. Empezó a importar vehículos de segunda mano de la R F A , ganó
algo de dinero comercializando tela asfáltica en Marruecos y participó
en el pase de pequeños alijos de hachís procedentes del país africano.
Cuando estableció contacto con la Omega Export Group de Orlando, el
alemán decidió no perder tiempo con negocios de poca monta y pidió
de entrada listas de armamento. Según los investigadores, Fuhler dispo-
nía en Madrid de contactos relacionados con las embajadas árabes y lati-
noamericanas. Aparentemente, éstos habían negociado otros contratos
de suministro de material bélico a través de las representaciones diplo-
máticas. Algunos llegaron a concretarse, ofreciendo visos de credibili-
dad a la red hispano-alemana.
A comienzos de 1990, otro de los integrantes de la red, el alemán
Walter Seefeld, que mantenía relaciones con los agregados militares de va-
rias embajadas árabes en la capital española, localizó un nuevo negocio. Se
trataba de vender a Irak una importante remesa de misiles TOW, así
como aviones de combate Alpha Jet, capaces de transportar cohetes Stin-
ger o Matra Magic. El aparato, construido por la empresa francesa Dassault
y la alemana Dornier, sirve para misiones cortas y destaca por su rapidez.
Fuhler intentó comprar la remesa de aviones Alpha a través de la
Omega Export de Orlando, que le facilitó la documentación relativa al
funcionamiento de los cazas y del programa de adiestramiento. Pero
cuando el alemán se trasladó a Estados Unidos para cerrar el trato, se
llevó la desagradable sorpresa de encontrarse ante los inspectores del
servicio federal de Aduanas, quienes parecían estar al tanto de sus an-
danzas. Claus Fuhler y Juan Martín Peche Koesters fueron recluidos en
la cárcel de Seminola, donde permanecieron a la espera del juicio.
La poco habitual publicidad que acompañó la detención de los pre-
suntos traficantes fue interpretada por algunos como una advertencia
de Washington a las autoridades españolas: «No se olviden de la alianza,
señores.»

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Tres barcos en misión de paz

«La alianza.» Éste fue, durante las primeras semanas de la crisis del
Golfo Pérsico, el lema y estribillo de la clase política española, sorpren-
dida por la ocupación relámpago y la rápida anexión del emirato de K u -
wait por el hombre fuerte de Bagdad.
El 2 de agosto de 1990, fecha en que las tropas de Sadam Husein
ocuparon el próspero principado, la España oficial estaba veraneando
en distintos puntos de la geografía peninsular. A primera hora de la
tarde, el presidente del Gobierno convocó una reunión de emergencia
del Gabinete. Se trataba de definir unas pautas, de adecuar la política es-
pañola a las directrices comunitarias. La declaración de «Los Doce» so-
bre la invasión de Kuwait, publicada en Roma aquella misma tarde,
«condena enérgicamente el uso de la fuerza por un Estado miembro de las
Naciones Unidas contra la integridad de otro Estado. Esto constituye
—añade el texto oficial— una violación de la Carta de las Naciones Unidas
y un medio inaceptable de resolver una controversia internacional»
Los «Doce» apoyan plenamente la resolución adoptada por el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que censura la actuación
de Irak, y apelan a todos los gobiernos para que condenen esta acción y
trabajen por el rápido restablecimiento de las condiciones que permitan
la reanudación de las negociaciones de paz. Paralelamente, la CE exige
la retirada inmediata de las tropas irakíes del territorio kuwaití.
Pero el régimen de Bagdad hace caso omiso de la resolución de las
Naciones Unidas y las advertencias comunitarias. Dos días después, el 4
de agosto, los miembros del Comité Político de la C E , reunidos en la
capital italiana, decretan una serie de sanciones económicas contra Irak,
que se resumen de la siguiente manera:

1. Embargo de las importaciones petrolíferas procedentes de


Irak y Kuwait.
2. Congelación de haberes irakíes en el territorio de los países
miembros.
3. Embargo sobre las ventas de armas y material militar a Irak.
4. Suspensión de la cooperación con Irak.
5. Suspensión de acuerdos de cooperación técnica y científica.
6. Suspensión de la aplicación a Irak del sistema de preferen-
cias generalizadas.

La reacción del Gobierno español se hizo pública noventa minutos


después de finalizar la reunión de Roma.

- 262 -
Un comunicado facilitado por la Oficina de Información Diplomática
del Ministerio de Asuntos Exteriores señala que las autoridades habían de-
cidido «como primera medida de respuesta ante la invasión de Kuwait por tropas
irakíes, someter a autorización previa del Ministerio de Economía y Hacienda la
transferencia al exterior de fondos o cualesquiera otros activos financieros que
pretendan realizar personas físicas o jurídicas residentes en Kuwait o las socieda-
des españolas o extranjeras controladas por aquéllas. Este régimen cautelar, que se
encuentra desarrollado en una orden ministerial, forma parte del conjunto de
medidas que los países comunitarios han adoptado ante la invasión de Kuwait
por Irak, y tiene como fin proteger los intereses de los legítimos titulares de las in-
versiones kuwaitíes en España y de los accionistas españoles que participan en so-
ciedades controladas por dichos grupos, así como garantizar el desenvolvimiento
de las actividades de éstas», señala el comunicado.
«La medida pretende garantizar la protección de los bienes kuwaitíes en
España —la mayor parte controlados por Kuwait Investment Office
(KIO)— y evitar el despojo de estos patrimonios por parte del nuevo Go-
bierno títere del emirato invadido por Irak», escribe el rotativo madrileño
El País, comentando la decisión del Gabinete.
La K I O controla varias empresas del sector papelero, químico y alimen-
tario, con activos globales valorados en 700.000 millones de pesetas.
Entre las empresas más importantes pertenecientes a K I O figuran
Ebro-Agrícolas, Ercros, Torras Papel, Prima Inmobiliaria, Seguros
Amaya, etc. Las directrices gubernamentales afectan a un total de 60
compañías con titulares kuwaitíes y a 13 irakíes.
«Se trata de preservar algo así como 25 mil puestos de trabajo», confiesa
un alto cargo de la Administración en un encuentro informal con la
prensa.
También los irakíes concedían a España un trato privilegiado. Pocas
semanas antes de la crisis del Golfo, las autoridades de Bagdad se com-
prometían a comprar productos españoles por la equivalencia del 30 %
del valor global de las importaciones de crudos, que debían haber alcan-
zado la cifra de 80-82.000 millones de pesetas en 1990. El porcentaje des-
tinado a la puesta en marcha de nuevos proyectos y al pago de la deuda
exterior de Bagdad representaba un escaso 15 %.
La incipiente cooperación quedaba limitada a la presencia en Irak
de media docena de empresas españolas. La Focoex había planeado la
construcción de una planta para la reducción de hierro, A T T España
negociaba un contrato de telecomunicaciones, Técnicas Reunidas tenía
intención de instalar una fábrica de fertilizantes, Centurión elaboró
unos proyectos para la industria petroquímica. Sus actividades alcanza-
ban el techo de la cobertura comercial previsto por el protocolo bilate-

- 263 -
ral firmado en 1988 y el acuerdo de cooperación rubricado el 8 de junio
anterior en Madrid.
Por otra parte, las inversiones irakíes en España ascendían a 1.900
millones de pesetas.
Las primeras directrices oficiales no se limitan a la adopción de me-
didas de carácter meramente económico. El 8 de agosto, coincidiendo
con la entrada en vigor de la orden relativa al control de las transaccio-
nes exteriores, el Gobierno publica un comunicado sobre la situación
en el Golfo Pérsico. Siguiendo las decisiones de la Comunidad Europea,
anuncia la adopción de las siguientes medidas:

1. Embargo de importaciones de petróleo de Kuwait e Irak,


mediante la suspensión en la concesión de nuevas licencias y la
anulación de las ya concedidas. Los buques españoles han suspen-
dido asimismo cualquier operación de carga de crudo procedente
de Irak y Kuwait.
2. Congelación total de activos irakíes y kuwaitíes en España.
3. Embargo de venta de armas y otros equipos militares a
Irak, habiéndose cursado las instrucciones oportunas para la para-
lización de cualquier operación en curso.
4. Suspensión de toda cooperación científica y técnica con
Irak, tanto la derivada de acuerdos bilaterales como la de carácter
sectorial.

Al mismo tiempo, el Gobierno rechaza la anexión de Kuwait por


Irak, proclamada horas antes de la difusión del comunicado hecho pú-
blico por la Moncloa.
El 12 de agosto, Sadam Husein propone, en un mensaje leído por el
locutor de la televisión estatal de Bagdad, un acuerdo de paz global, que
incluye:

— La retirada de Israel de los territorios árabes ocupados en 1967 y


la supresión de la presencia militar siria en el Líbano.
— La sustitución de las fuerzas norteamericanas y occidentales en-
viadas a Arabia Saudí y la región del Golfo Pérsico a partir del 7 de
agosto por contingentes de soldados árabes.
— El fin del bloqueo económico impuesto por la comunidad inter-
nacional contra Irak.

Los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de los nueve esta-


dos miembros de la Unión Europea Occidental, reunidos en París el

- 264-
21 de agosto, descartan nuevamente cualquier tipo de diálogo con el
dictador irakí, oficializando la presencia de una fuerza multinacional en
el Golfo Pérsico. Durante la reunión, España anuncia el envío de tres
buques de guerra al área del conflicto. Al firmar la directiva que regula
la presencia de la fuerza naval en el Golfo, el ministro de Defensa trata
de hacer hincapié en el hecho de que «los barcos españoles sólo harán uso
de la fuerza en caso de legítima defensa».
«No se olviden de la alianza, señores.» El 22 de agosto, el Gabinete presi-
dido por el socialista Felipe González, formalizó el ingreso «de facto» de
España en el sistema de defensa de Occidente. «Mensaje recibido.»

La España que amaneció aquel 2 de agosto de 1990 nada tenía que


ver con el país aislacionista de la década de los 40, un país encerrado en
sí mismo, que recordaba su «glorioso pasado imperial». N i con la España
neutralista de los años 80, empeñada en decir «La OTAN, de entrada,
NO», lema de las campañas electorales del P S O E . O quizá sí. La España
del 2 de agosto era una amalgama de neutralismo, aislacionismo y atlan-
tismo, una mezcolanza de corrientes políticas y de opciones estratégi-
cas. No hay que extrañarse; hacía casi un siglo que la armada española
no había participado en una operación internacional. Los últimos con-
tingentes españoles que abandonaron la península tuvieron que librar
batalla en el Rif. La España de los 90 parecía poco propensa a recordar
la leyenda colonial. Pero el país que trataba de mirar hacia adelante es-
taba anclado en su pasado. Un pasado que se confundía con el presente,
en el que viejos clichés e imágenes superpuestas alimentaban el descon-
cierto general.
Esa nación mediterránea que durante décadas había sido cantera de
mano de obra barata para las industrias de Europa central, acababa de
pasar el codiciado umbral comunitario, que a su vez la convertía en el
paraíso de los emigrantes económicos procedentes del norte de África
y América Latina. La inmigración, fenómeno que sirve de catalizador de
los conflictos sociales, reveló la existencia de un racismo latente, de
inesperados y hasta cierto punto inexplicables brotes de xenofobia. La
España de los 90 descubrió con asombro aquellos rasgos de mezquin-
dad. Pero no se trataba de un fenómeno aislado. La xenofobia se había
adueñado de Francia y Alemania, países que trataron de limitar la pre-
sencia de trabajadores extranjeros en su suelo. Paralelamente, los rápi-
dos cambios registrados en el este europeo iban parejos con un inquie-
tante resurgir de los nacionalismos. N o , decididamente, la Europa de
1990 no se parecía al Edén con el que soñaban los hombres del Sur,

- 265 -
obligados a abandonar sus hogares para velar, desde lejos, por la super-
vivencia de sus familias.
El malestar se acentuó aún más a mediados de junio, cuando el
Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó las elecciones locales argelinas.
Esta vez, el «peligro» se vislumbraba, el contrincante se hallaba en la otra
orilla del Mediterráneo, cerca de las costas, el deseado rival (hacía ya al-
gún tiempo que los europeos no tenían enemigos) tenía nombre: el Is-
lam. En pocos meses, los seguidores de Mahoma tomaron el relevo del
hasta entonces aborrecido totalitarismo marxista de Europa del Este,
desmantelado —junto con el muro de Berlín— por los artífices de la pe-
restroika. El Islam, confusa amenaza que se avecinaba bajo la bandera
verde del profeta, era el candidato ideal para desempeñar el papel de
chivo expiatorio. El árabe, inmigrante pobre y humilde, procedente de
las excolonias europeas, era un ser socialmente desvalorizado. A la falta
de comunicación se le añadía otro factor: la confusión. El confusio-
nismo fomentado por la frivolidad con la cual se mezclaron los concep-
tos: Islam, integrismo, árabe, musulmán. Durante las primeras semanas
de «cruzada antiintegrista», no faltaron los autores de estudios y artícu-
los dispuestos a tildar a Irán de «país árabe». Olvidaron que la India
cuenta a su vez con una minoría musulmana que supera en cifras reales
la población de muchos estados árabes y que la religión mayoritaria en
la lejana Indonesia es el Islam.
El Islam, factor conflictivo a lo largo de los siglos, contrincante de
los cruzados que abandonaron sus feudos para reconquistar el reino de
Jerusalén, obstáculo para la navegación en el Mare Nostrum, exponente
de otra fe, de otra cultura, se convirtió en el adversario ideal de la socie-
dad europea, de una sociedad que tardó en comprender que el final de
la guerra fría no suponía, forzosamente, el abandono total de los enfren-
tamientos ideológicos. O quizá, lo que más molestia causó en Europa
fue el hecho de que el integrismo islámico rechazase los modelos occi-
dentales de sociedad, buscando un refugio en sí mismo contra la mala
aplicación por parte de los políticos árabes del discurso igualitarista del
antiguo colonizador. Los hombres del Norte parecían incapaces de
aceptar este desafío.
Las consideraciones de índole filosófica se desvanecieron el 2 de
agosto de 1990, cuando las tropas irakíes ocuparon Kuwait.
La España del mes de agosto, la España que veraneaba, como todos
los años, tratando de olvidar los problemas cotidianos, se encontró en-
frentada, casi a desgana, con la triste realidad. Allá lejos, en el desierto
de Arabia, un dictador acababa de ocupar un país vecino. No era la pri-
mera vez que un Estado violaba los confines de otra nación soberana.

- 266 -
Sin embargo, ahora la problemática parecía completamente distinta. El
inquilino de la Casa Blanca tardó pocas horas en reaccionar. El Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas condenó sin tardar la agresión, la
Comunidad Europea abandonó su habitual cautela para exigir la reti-
rada inmediata de las fuerzas de Bagdad. La O T A N , alianza militar de
Occidente, puso en marcha su dispositivo de alerta en el Mediterráneo
oriental. En pocas horas, la ocupación del emirato era un hecho consu-
mado. La España del mes de agosto permanecía en las playas. Los mi-
nistros se habían marchado de Madrid con sus fax...
Las primeras declaraciones oficiales del Gobierno español contrastan
con la postura de Estados Unidos. Tanto el presidente del Gobierno
como el ministro de Asuntos Exteriores hablan de un «conflicto regional,
cuya solución incumbe a los países árabes». Es la tesis desarrollada por algu-
nos de los políticos de la otra cuenca del Mediterráneo, que encuentra
mayor aceptación en las capitales de Europa meridional. Sin embargo,
tanto Francia como Italia matizan sus declaraciones. En ambos casos, se
trata de mantener el equilibrio entre la reacción tajante de Washington y
el discurso conciliador de algunos estados miembros de la Liga Árabe,
que procuran minimizar el alcance del problema. De todos modos, la
posición norteamericana es muy clara: no se trata ni mucho menos de un
conflicto local, sino de una amenaza directa para los intereses económi-
cos de Occidente. En este caso concreto, los aliados deben aunar esfuer-
zos y actuar conjuntamente. Desde los primeros días de la crisis, el Go-
bierno español trata de identificar los factores que podrían afectar los
intereses nacionales. La lista elaborada por los asesores de Felipe Gonzá-
lez incluye los siguientes puntos:

— la marcha de la economía.
— el proceso de construcción comunitaria,
— las relaciones hispano-norteamericanas,
— los contactos con los estados del Magreb,
— el porvenir del mundo árabe en su conjunto,
— las incidencias de la crisis sobre el nuevo orden internacional.

A todos se les añade un sinnúmero de interrogantes, partiendo del


supuesto de que la ocupación de Kuwait y su anexión podrían desem-
bocar en un conflicto regional o generalizado o de que el factor tiempo
podría llevar a la derrota militar o diplomática de Sadam Husein. La ta-
rea de los analistas no se limita a simples conjeturas. Si bien a veces hay
que encontrar una respuesta a preguntas como: ¿cuáles son las perspec-
tivas de un conflicto prolongado? o ¿cuál sería la solución diplomática

- 267-
ideal?, no cabe duda de que la complejidad del problema requiere mo-
deración y prudencia.
Al analizar la correlación entre el despliegue de fuerzas en Arabia
Saudí y la estabilidad de los suministros y los precios del «oro negro», los
politólogos descubren otro factor, perteneciente al mismo rompecabe-
zas: la influencia de Sadam Husein en el mundo árabe y, por contraposi-
ción, las perspectivas de cohesión de las fuerzas contra Sadam.
Se baraja también la opción diplomática, que algunos tienden a des-
cartar durante las primeras semanas de la crisis. No obstante, se elabora
un plan en varias etapas, que se resume de la siguiente manera:

— liberación de todos los rehenes,


— retirada de las tropas irakíes de Kuwait,
— abandono del suelo saudí por las tropas occidentales,
— despliegue de una fuerza multinacional de las Naciones Unidas
en las fronteras entre Irak, Arabia Saudí y Kuwait,
— restablecimiento de la soberanía y de las autoridades legítimas de
Kuwait,
— negociación de un acuerdo fronterizo entre ambos países, que ga-
rantizaría a los irakíes el libre acceso al mar,
— inicio de negociaciones entre Estados Unidos, Europa e Israel so-
bre la solución del problema palestino,
— elaboración de acuerdos de no proliferación de las armas nuclea-
res y químicas en Oriente Medio y
— levantamiento de las sanciones económicas aplicadas a Irak.

¿Los costes económicos? La mayoría de los expertos gubernamenta-


les estima que la repercusión del conflicto en la tasa de crecimiento será
mínima. Hay quien habla de un 1,9 por ciento del PIB. Pero de todos
modos, resulta sumamente difícil elaborar proyecciones económicas a
medio plazo. Hacia finales de octubre, economistas independientes se
limitan a especular con las mismas cifras: una disminución del 1,9 por
ciento de la tasa de crecimiento, un encarecimiento de la factura energé-
tica del orden de 800.000 millones de pesetas.
No obstante, la mayoría de los analistas hace hincapié en los aspec-
tos políticos de la crisis y sus repercusiones para el porvenir de las rela-
ciones entre España y los países árabes. Se advierte claramente el riesgo
de un deterioro de las relaciones entre el mundo árabe y el occiden-
tal, de la aparición de sentimientos antioccidentales en los países de
Oriente Medio y el Magreb, de la acentuación de las divisiones entre los
estados árabes, la desestabilización progresiva del norte de África.

- 268-
Las tensiones políticas y religiosas podrían desembocar también en
conflictos entre los países del Magreb, que se traducirían en amenazas
para la estabilidad de los enclaves de Ceuta y Melilla. Estas previsiones
se materializaron a finales del mes de septiembre, con la aparición en
Melilla de octavillas antioccidentales.
Después del titubeo inicial, el equipo de crisis capitaneado por Fe-
lipe González llegó a la conclusión de que no debía descartarse la op-
ción de un arreglo diplomático basado en la aplicación de las resolucio-
nes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Sólo faltaba saber
cuáles iban a ser las repercusiones de este conflicto —primer enfrenta-
miento de la posguerra fría— sobre las relaciones con el aliado nortea-
mericano. Desde el inicio de la crisis, España autorizó la utilización de
las bases de Torrejón y de Rota para el transporte de las fuerzas nortea-
mericanas a Arabia Saudí y la región del Golfo. En realidad, se trataba
de la mera aplicación del espíritu y la letra de los acuerdos bilaterales de
defensa. Desde el punto de vista político, el análisis hecho por los aseso-
res de la Presidencia señalaban que «la división de las posturas europeas
podrían desembocar en un deterioro de las relaciones con Washington».
«No se olviden de la alianza, señores.»

N o , decididamente, la España que envió una fuerza naval a las tur-


bias aguas del Golfo Pérsico nada tenía que ver con la otra España, que
organizó manifestaciones de protesta a finales de agosto, cuando los bu-
ques zarparon de Cartagena y Rota. Las dos se complementaban, las
dos se daban la espalda.
El presidente del Gobierno reconoció, durante un acto académico
celebrado a finales de octubre en la Universidad Carlos III de Madrid,
que las encuestas sobre la evolución de la opinión pública acerca de la
participación española en la crisis reflejaban una «sensible distancia entre
la voluntad del Parlamento y el apoyo social con el que cuenta la política es-
pañola».
Los resultados de los sondeos corroboran la preocupación de Felipe
González. Pocas horas antes de la intervención del presidente ante los
estudiantes del Carlos III, la empresa Gallup publicaba los resultados de
un estudio realizado en Estados Unidos y Europa por cuenta del Go-
bierno kuwaití en el exilio. Según el sondeo, el Reino Unido contaba
con el mayor porcentaje —86 %— de partidarios de una acción armada
contra Sadam Husein en el caso de que fracasaran las sanciones econó-
micas impuestas por las Naciones Unidas. En España, sólo un 66 % de
los encuestados avalaba la acción militar. Los españoles se colocaban en

- 269-
el último lugar en la lista de los defensores de una respuesta armada. De
todos modos, el presidente parecía haber olvidado un dato clave: en la
primera semana del conflicto, sólo el 9,6 % de las personas entrevista-
das por el semanario Tiempo se pronunció a favor de las medidas milita-
res. La postura de los españoles contrastaba con la de los ciudadanos de
otros países comunitarios. En Francia, el 75 % de los habitantes apo-
yaba las medidas adoptadas por François Mitterrand; el 60 % de los da-
neses era partidario de una respuesta militar en el Golfo; el 52 % de los
portugueses era favorable a una intervención occidental contra Irak. La
postura española, remanente del aislacionismo, descartaba la alternativa
de defender los intereses nacionales más allá de las fronteras ibéricas. Se
sumaron a los aislacionistas los defensores del antiamericanismo, los
neutralistas y los detractores de la política oficial, quienes aprovecharon
el titubeo de primera hora para criticar y ridiculizar las decisiones del
Gobierno.
«El debate en España se ha regido por otros parámetros» —escribe el
profesor Joan B. Culla, catedrático de historia en la Universidad de Bar-
celona—. Quienes sostenían el carácter despótico, ilegítimo y sanguinario del
régimen irakí, rechazaban los paralelismos entre el caso de Kuwait y los de
Granada, Panamá o Palestina y constataban -sin celebrarlo- que sólo la as-
fixia económica apoyada en el despliegue de tropas podía hacer retroceder al
agresor, se han hallado en franca minoría y han debido pechar con los sam-
benitos de "eurocentristas" "racistas", cruzados del "intervencionismo occi-
dental", etc. Por el contrario, una oleada de posiciones cubriendo todos los
matices de la justificación, la comprensión, la inhibición y la neutralidad ha-
cia el aventurismo de Sadam Husein ha venido a confirmar que una vez más
que Spain is different.»
Sí, es cierto. La España que rechazó el envío de buques de guerra al
Golfo Pérsico se regía por planteamientos totalmente distintos. En los
medios de comunicación aparecían a diario sentencias como «si ser aisla-
cionista significa negarse a ser carne de cañón, yo me considero aislacio-
nista», «...no me importa que la gasolina suba», «en definitiva, se trata de in-
tereses económicos ajenos».
Los partidarios de la «amistad tradicional con los países árabes», los
enemigos de la «decadencia europea», de la «comunidad de los mercaderes»,
se sumaron al coro de los críticos. «Ni el apresurado europeísmo oficial de
los ochenta ni la desafortunada manera de entrar en la OTAN han logrado
destruir esos prejuicios y convencer a los españoles de su plena comunidad de
intereses con británicos, belgas o italianos», estima Culla.
Es cierto; la clase política nieg*a la existencia del abismo que la se-
para de la opinión pública. La postura oficial se limita al rechazo. «Éstos

-270-
no saben», «no pueden comprender». «Éstos» son los millones de españo-
les librados al desconcierto. «Éstos» quieren que se les explique, que se
les den buenas razones para apoyar la actuación del ejecutivo. «Éstos»
esperan algo más que el estribillo «hay que darle al moro».
Cuando la diputada de Izquierda Unida Cristina Almeida y el rec-
tor de la Universidad Complutense de Madrid Gustavo Villapalos,
anunciaron que se trasladarían a Bagdad para negociar con Sadam H u -
sein la liberación de los quince ciudadanos españoles retenidos en Irak
desde el inicio del conflicto, el Gobierno acogió la noticia con una mez-
cla de incredulidad e irritación. Incredulidad ante el hipotético éxito de
la misión patrocinada por la Asociación Pro Derechos Humanos, irrita-
ción ante la iniciativa de un restringido grupo de personas dispuestas a
dialogar con el hombre fuerte de Bagdad.
«Con Sadam no hay que negociar, con la misma doctrina que se aplica a
los terroristas», llegó a afirmar el ministro de Asuntos Exteriores, Fran-
cisco Fernández Ordóñez, contestando, eso sí, a su colega holandés
Hans van den Broek, quien se pronunció a favor del diálogo con Bag-
dad en el caso de que Sadam Husein aceptase alguna de las condiciones
impuestas por los aliados occidentales. Por su parte, los medios de comu-
nicación parecían más interesados en averiguar si «España había roto el
pacto de no-negociación con Irak» que en respaldar la gestión de la delega-
ción humanitaria. Por ende, la noticia de la liberación de los rehenes, que
abrió la vía a otras gestiones de este tipo, llevadas a cabo por políticos eu-
ropeos, no encontró el más mínimo eco favorable en el ejecutivo. La Es-
paña oficial, baluarte de la alianza, no encontró palabras de agradeci-
miento. Todavía planeaba en el ambiente el mensaje del 2 de agosto: «No
se olviden de la alianza, señores.»

-271 -
t

P A G A R RÁPIDO, T O D O Y T O D O S "

Pasó como después de la guerra de Y o m - K i p u r en septiembre de


1973, o como cuando en 1978 la producción de petróleo comenzó a re-
sentirse por la revolución iraní. En España, los sbocks de oferta, cuando
éstos tienen alcance internacional, no acaban nunca de creerse.
2 de agosto del 90. ¡Qué lejos y qué cerca a un tiempo queda esta fe-
cha para todos, llena de recuerdos de feliz consumo estival en que todo
marchaba sobre ruedas!
En aquellos meses, la economía española estaba sobrecalentada, con
una tasa de inflación bailando alrededor del 7 %, y unas cuentas exterio-
res que, en los ministerios y en los departamentos de análisis, producían
inquietud creciente.
Pero eran vacaciones, tiempo de gozo y olvido. Lo mismo que en
1973. Aquel año, quién no lo recuerda, las cosas iban viento en popa.
Los negocios marchaban. El tiempo parecía de bonanza. España vivía
una época de vacas gordas.
Y, sin embargo, ahí estaba la crisis, siempre con su imagen difusa,
perdida en la lejanía, en las arenas de Oriente Medio. 1978: otra vez la
volatilidad del mercado del petróleo se esconde, esta vez, tras los velos
de las penitentes seguidoras del imán Jomeini. Se pensaba: estos vientos
pasarán, se hundirán en los largos caminos que llevan a la civilización
occidental.
Pero ocurrió todo lo contrario. Los vientos malignos llegaron al

* J o s é Manuel Garayoa. Nacido en Bilbao en 1948. Estudió periodismo en Barcelona, donde se


ha especializado en información económica y financiera. Buen conocedor de los efectos de la re-
novación liberal en la economía mundial, es un atento observador de las consecuencias económi-
cas de los acontecimientos políticos. Ha sido delegado de la revista Dinero en Barcelona y es hoy
redactor calificado de economía y finanzas en El Periódico de Catalunya.

- 273 -
mundo industrializado y, al final, a España. En 1973, primero, y en
1978, después. Y en ambos casos se llevaron empresas, millones de
puestos de trabajo, expectativas... dejando, solamente, desolación y ba-
lances destrozados a su paso.
Como decía Keynes, «lo peor del futuro es que siempre sucede lo que no
resulta previsible».
Todo eso recordaba Felipe González cuando en una visita a la capi-
tal de un país del frío, Suecia, le acercaron una cebolla de T V E . Enton-
ces, a sabiendas de la tremenda incredulidad de sus gobernados, no
dudó un instante en adoptar el papel de Casandra, coger el toro por los
cuernos y anunciar en tono solemne: «La situación es seria y quiero preve-
nir a la sociedad española que la invasión de Kuwait por Irak puede tener
unas repercusiones negativas para nuestra economía.»
Y así empezó todo. Advertencias del gobernador del Banco de Es-
paña, Mariano Rubio; discursos de Carlos Solchaga, entradas al trapo
de la oposición y balonazos fuera («de todo esto la culpa la tiene el Go-
bierno») de los sindicatos.
Las cifras son como hojas de afeitar, duras y cortantes, pero a la vez
precisas, ineludibles. España es fuertemente dependiente de energías
importadas. El petróleo en 1989 representó el 53 % del consumo de
energía primaria, lo que está diez puntos por encima de la mayor parte
de los países industrializados.
¿Mala previsión del Gobierno, que debería haber reducido la «ratio»
petróleo/energía total después de los aldabonazos de 1973 y 1978?
Seguramente, pero también es cierto que, en conjunto, el aprovisio-
namiento de recursos energéticos de España es extraordinariamente es-
caso. Tenemos carbón, pero caro. No tenemos gas natural, como en el
Ruhr o en el norte de Italia o Francia. Tenemos una costosa energía hi-
dráulica, herencia de épocas anteriores. Y no tenemos más. En 1973,
nuestra dependencia del petróleo era del 69 %, ahora es del 53 %. No es
suficiente pero tampoco es tiempo para mirar al cielo y esperar a que
llueva más.
¿Qué quiere decir eso? Pues sencillamente que España debe tener
claro que nuestra dependencia respecto al petróleo puede ser, incluso
estructuralmente, más fuerte que la de nuestros vecinos, y que a esa
constricción exterior hay que dar una respuesta positiva.
El sesudo semanario británico Tbe Econonomist (1-7 septiembre
1990) hizo un análisis que dio la vueita al mundo. En él se decía que Ita-
lia y España, en Europa, y E E U U en su continente, eran los grandes
perdedores de esta crisis. Quizá también Canadá.
Lo cierto es que España, por la, industrialización acelerada acome-

-274-
tida en los últimos años (con tasas de inversión casi equivalentes a las ja-
ponesas), y como señalaba asimismo The Economist, es el único país de
la O C D E que hoy consume más energía por unidad de producto que en
1973 (un 9 % más), y que nuestra ineficiencia energética es un 50 % su-
perior a la de Francia, Alemania e incluso Italia.
Por todo ello, la factura española es más elevada que la de algunos
países con los que debemos competir. España consume al año unas
40 millones de toneladas de petróleo.
En consecuencia, según José Luis Díaz Fernández, presidente de
C A M P S A , una subida del precio de petróleo entre 10 y 12 dólares, que
es el escenario que tenemos (el crudo estaba a 20 dólares cuando H u -
sein decidió apoderarse de Kuwait y hoy rondamos los 32 dólares), su-
pondría un pago extra de unos 3.600 millones de dólares, que dividi-
dos por el número de habitantes, implicaría un coste adicional por
habitante de 10.000 pesetas anuales.
La cuestión está en cómo repartir esos costes. Gobierno, empresa-
rios y sindicatos llevan años a la greña tratando de dilucidar cómo re-
partir cargas y beneficios y en ésas seguimos, sin saber a qué atenernos.
Lo cual no es bueno para nadie.
Pero lo cierto es que España hoy es más pobre que antes de la crisis
y si no existe un acuerdo entre las partes mencionadas, los que más pe-
ligran son esos 1,8 millones de trabajadores temporales, que serán los
primeros despedidos en cuanto las empresas vean las orejas al lobo.
Todas las crisis petrolíferas representan incrementos de costes, ma-
yor índice de inflación y menor crecimiento (una parte de la riqueza
nacional hay que exportarla para pagar a los países productores de crudo).
A causa del conflicto del Golfo, la inflación en España en 1990 supe-
rará en cerca de un punto la cifra prevista (5,7 %), y el año que viene
representará 1,5 puntos.
El crecimiento económico también se verá afectado: este año será
de medio punto por debajo del 4 % inicialmente estimado y en 1991
será un punto por debajo de los cálculos iniciales del Ministerio de Eco-
nomía.
Eso puede ser asumible por la economía española siempre que los
agentes sociales (trabajadores y empresarios) estén dispuestos a aceptar
la situación.
Porque, como ha explicado el profesor Enrique Fuentes Quintana,
si no se acepta la pérdida real que supone para España la crisis del
Golfo, y los salarios se incrementan de manera que no les afecte la ine-
vitable inflación, en ese caso, los costes y los precios sufrirán un alza su-
perior. Los beneficios disminuirán, y si los empresarios actúan del

- 275 -
mismo modo, se puede provocar una espiral precios-salarios muy difícil
de sobrellevar.
Es por ello que la única fórmula existente es pagar rápido, pagar
todo y pagar todos. Pagar rápido quiere decir estar dispuestos a no apla-
zar sine die, consumiéndose en discusiones inútiles la posibilidad de lle-
gar a un acuerdo salarial.
Pagar todo significa entender que no queda otro remedio que trasla-
dar a precios las subidas que se produzcan en los mercados petrolíferos
(mucho menos especulativos de lo que se cree), porque, en caso contra-
rio, no se desincentivará el consumo de crudo. Y estaremos en un «va-
tio» de consumo de petróleo por unidad de producto siempre por en-
cima de la de nuestros competidores.
Y pagar todos exige a los españoles una superación de sus intereses
de clase, de grupo, corporativos al final, que impiden soluciones justas,
y sólo imponen la ley del más fuerte.
José Ángel Sánchez Asiaín dijo recientemente en Barcelona una
frase memorable: a los hombres la realidad no solamente se les presenta
«siendo», sino también valiendo. Esta crisis no sólo debería ser un dato
frío, frustrante, generador de recelos, sino también un elemento que re-
quiera madurez y un nuevo modo de entender el mundo. Economía,
mundo y sociedad encontrarían así el eslabón perdido.

-276-
LIBRO IV

EL ARSENAL S U D A M E R I C A N O
DE S A D A M HUSEIN*

* Rogelio García Lupo. Nacido en Buenos Aires en 1931, es uno de los periodistas más destaca-
dos de América Latina por sus 40 años de dedicación a investigaciones delicadas. Conocido en la
comunidad de enviados especiales como «el hombre que sabe demasiado», es una fuente impres-
cindible de información sobre secretos de la política latinoamericana e internacional. Es autor de
libros de investigación periodística (uno de ellos, Paraguay de Stroessner, publicado en esta colec-
ción), que han revelado detalles de diversos escándalos políticos y financieros de resonancia mun-
dial. Es corresponsal en Buenos Aires desde 1982 de la revista Tiempo de Madrid.
t

H U S E I N , E L M E J O R A L I A D O D E BRASIL

El 11 de octubre de 1982, cuando salió de su casa para una excur-


sión de pesca y desapareció, junto con su mujer y el patrón de una lan-
cha de alquiler, el periodista brasileño Alexandre von Baumgarten ya
había escrito la historia que Sadam Husein se encargó de completar en
1990.
Baumgarten, conocido entre los periodistas brasileños como El
Alemán, tenía entonces 52 años y había sido columnista de Folha de
Sao Paulo. Estaba relacionado con los círculos de la extrema derecha
política, protegidos por la dictadura militar que en 1964 asaltó el Go-
bierno de Brasil. Fue en ese pequeño universo donde la inteligencia mi-
litar recoge datos de la vida política, y los periodistas registran la tem-
peratura de los cuarteles, donde Baumgarten terminó siendo reclutado
por el Servicio Nacional de Inteligencia (SNI). En 1979 Baumgarten con-
taba con la confianza de los jefes del SNI, que aceptaron su propuesta
de relanzar, con fondos secretos provistos por la Caja 2 —la oficina de
recaudación y distribución de caudales a menudo procedentes de accio-
nes clandestinas—, la revista O'Cruzeiro, uno de los semanarios más fa-
mosos de Brasil.
Cuando apareció muerto, con tres balas en el cuerpo, en Praia de
Grumari, Río de Janeiro, el Gobierno militar no logró ocultar que perte-
necía a la llamada «comunidad informativa», el clearing de inteligencia
donde los hombres del espionaje estatal intercambian las novedades.
Su condición de «agente reservado» del Departamento General de In-
vestigaciones Especiales de la Policía de Río de Janeiro, estaba registrada en
una tarjeta de identidad que apareció entre sus papeles personales.
La muerte de Baumgarten planteó de inmediato un enigma. Desapa-
recido el 11 de octubre, su cuerpo fue hallado en la playa diez días más

-279-
tarde, pero el informe de los forenses afirmó que no llevaba más de tres
días en el agua. Conclusión: Baumgarten había permanecido vivo en al-
gún lugar por lo menos durante una semana. ¿Por qué? ¿En manos de
quiénes?
Un año después del crimen, un archivo personal con más de un kilo
de documentos devolvió a Baumgarten y su misterioso asesinato a la
notoriedad. E l dossier Baumgarten se hizo célebre en el Brasil de los
años terminales de la dictadura militar y apasionó al público en los pri-
meros tiempos de la transición a la democracia. Básicamente, relataba la
evolución de la Editora von Baumgarten Industria e Comercio Ltda., la pe-
queña empresa que había registrado en Sao Paulo en septiembre de
1979 para reactivar la revista O'Cruzeiro. Un año más tarde, la editorial
de «El Alemán» hacía agua, había perdido la regularidad semanal y so-
brevivía apenas, con subsidios directos del SNI, a cambio de canalizar
cursos de acción sobre la opinión pública destinados a demostrar las
bondades de la dictadura. En retribución, el público abandonó a O'Cru-
zeiro . C o n una tirada de 57.000 ejemplares semanales, rápidamente la
1

devolución alcanzó a 45.000 revistas, una catástrofe para el editor, que


sucumbió por completo al sospechoso financiamiento de la central de
inteligencia. En los meses anteriores a su desaparición, Baumgarten se
había convertido rápidamente en un frente detrás del cual se ocultaban
las operaciones financieras de los jerarcas de la inteligencia militar . 2

Los documentos del dossier, recuperado un año más tarde, fueron


una explosiva denuncia contra el SNI que su autor, aparentemente, in-
tentó en vano poner en las manos del presidente de Brasil, general Joao
Figueiredo, valiéndose de su amigo, el general Florim Coutinho. Allí es-
cribió: «Mi silencio es importante ya que [...] estoy enterado de cosas que hi-
cieron oficiales generales y oficiales superiores del ejército que dejan al Arma
en situación ruin como institución y al SNI completamente desmoralizado,
ya que este servicio viene siendo usado para la satisfacción personal de los in-
tereses pecuniarios de algunos de sus directores.» E l general Coutinho no
llevó al presidente el memorial de Baumgarten, y los amigos del perio-
dista supusieron que en realidad, después de leerlo, lo entregó a quienes
se encargarían de eliminarlo. Baumgarten reveló en 21 páginas mecano-
grafiadas nerviosamente que el SNI había designado los corresponsales
y los agentes comerciales de O'Cruzeiro en todo el país, quienes presio-
naron a las empresas privadas y a los directores de las compañías públi-
cas para que anunciaran en la revista.
En plena crisis, dos coroneles se presentaron en el despacho de
Baumgarten y le exigieron que les traspasara la propiedad de la edito-
rial. Como se negó, mencionaron «el serio riesgo físico» que iba a correr

- 280 -
#

desde ese momento. El periodista, entonces, escribió una carta al minis-


tro-jefe del SNI, general Octavio Aguiar de Medeiros, denunciando a
los dos coroneles por su nombres, y asegurando que estaba convencido
de su inminente «liquidación física». La carta, a la vista de los resultados,
en lugar de protegerlo, precipitó la eliminación de Baumgarten, cuyo
crimen siempre se interpretó como una sucia historia de dinero entre
agentes de la inteligencia militar y sus colaboradores civiles.
Sin embargo, Husein devolvió la historia a su verdadero eje.
Porque junto con el dossier y sus denuncias de corrupción militar en
la central de inteligencia de la dictadura, también apareció una novela,
inconclusa, que Baumgarten alcanzó a redactar hasta la página 87. Esta
novela, titulada Yellow-cake, narra una operación secreta de abasteci-
miento de uranio de Brasil a Irak, y algunos de sus protagonistas no es-
tán encubiertos por nombres de fantasía, sino identificados con los su-
yos propios. Entre otros, el general Octavio Aguiar de Medeiros.
Yellow-cake es el nombre que los especialistas dan a la pasta amarilla
que resulta de la purificación del uranio natural.
En la novela, donde también aparecen con sus nombres el mayor
ideólogo geopolítico de los militares brasileños, el general Golbery do
Couto e Silva, y el presidente de Brasil, general Ernesto Geisel, el pro-
pio Baumgarten interviene como Coronel Neiva, un oficial que desea
hacer bien las cosas y debe enfrentar la incomprensión y la venalidad
del resto. Es el Coronel Neiva quien descubre el hilo que llevaría a des-
baratar una conexión internacional entre Brasil, Irak, Estados Unidos y
la URSS. Baumgarten escribió 87 páginas de su «ficción-verdad» y, como
quedó inconclusa, se llevó a la tumba el final de la historia que, por otra
parte, tampoco es aún hoy conocida íntegramente. El fragmento que va
de la página 42 hasta la 55 no estaba entre sus papeles personales o al-
guien lo retiró.
El Alemán no era un gran novelista, pero el Coronel Neiva, que ape-
nas lo disimula en el texto, sin duda conocía la técnica del material es-
tratégico que dio nombre al libro. En una parte, éste describe la opera-
ción con estas palabras:
«El acondicionamiento del mineral se hacía en barriles, una vez que sa-
lía del laboratorio. Neiva supo que este tipo de uranio es el más indicado para
ser enriquecido y, por lo tanto, quien lo estaba comprando ciertamente ya es-
taba preparado para producir bombas atómicas o, tal vez, ya las estaba pro-
duciendo.»
Cuando el presidente Husein hizo estallar la crisis del Golfo, había
sido alimentado durante diez años por una red de relaciones tortuosas
con los militares de Brasil.

-281 -
Este contrato siniestro tuvo su base en ventas clandestinas de ura-
nio concentrado, el yellow-cake, la materia prima utilizada en la fabrica-
ción de la bomba atómica y también la materia prima de la «novela-ver-
dad» de Baumgarten. En su aspecto más visible, la conexión Brasil-Irak
ayudó a Husein a montar el arsenal bélico con que amenazaría al resto
del mundo años más tarde.
Bajo la inspiración del ya desaparecido SNI y del Consejo de Seguri-
dad Nacional, la Comisión Nacional de Energía Nuclear ( C N E M ) hizo
por lo menos tres remesas secretas a Irak de uranio procesado en insta-
laciones brasileñas. Esos cargamentos formaban parte de una venta de
100 toneladas de mineral, que no llegó a ser cumplimentada en su tota-
lidad.
El Gobierno brasileño tenía pleno conocimiento de que la intención
de Husein era utilizar el mineral para fabricar la bomba atómica. Los
embarques se realizaron a inicios de la década pasada y estuvieron ro-
deados de una espesa nube de misterios.
La operación incluyó la utilización de cuentas secretas en el Banco
do Brasil en París, movidas por el SNI.
Las primeras revelaciones sobre el abastecimiento clandestino de
uranio brasileño fueron hechas en junio de 1981 por el diario The Guar-
dian de Londres, y provocaron una intensa polémica en el Congreso, en
la prensa y en el Gobierno brasileños. La información fue desmentida
categóricamente.
La denuncia británica reveló la existencia de una transacción con-
creta. Pero Brasil no sólo vendió a Irak uranio puro, conforme con lo
publicado en esa época, sino que suministró también cargas de uranio
concentrado, el codiciado yellow-cake.
Especialistas brasileños también participaron en el esfuerzo de Irak
para tener acceso a la tecnología del uranio. A principios de 1980 dos ex-
funcionarios de Nuclebras (Empresas Nucleares Brasileiras), abierta-
mente incitados por sus jefes, crearon la firma Minerart Tecnología Mi-
neral Ltda. para proyectar la explotación de un yacimiento de uranio en
Ogaden, Somalia. El principal financiador del proyecto era Irak.
La misma Minerart fue contratada cinco años después por Irak para
participar en la explotación de una reserva de uranio en la región de
A b u Skhair, a 250 km al sur de Bagdad. También en 1985, tres funcio-
narios de Geological Survey, empresa estatal de Irak, permanecieron tres
meses en Río de Janeiro esperando los exámenes finales de las muestras
recogidas en A b u Skhair.
Desde el trágico final de Baumgarten, la historia de la conexión re-
cuerda un filme de aventuras.

- 282 -

i
I

Antes de que comenzaran los embarques clandestinos de uranio, un


avión Bandeirante cedido por el Gobierno de Brasil a una empresa
creada y costeada por la Caja 2 del SNI fue ametrallado por la aviación
de Etiopía cuando realizaba trabajos de aerofotogrametría en el espacio
aéreo de Somalia. La tripulación, sin embargo, sólo estaba compuesta
por técnicos brasileños en busca ue uranio y minerales raros de Soma-
lia, entonces en guerra con Etiopía. La empresa prestó servicios simila-
res en Mauritania, Libia y, por supuesto, en Irak.
«Había un fuerte interés del Gobierno brasileño para intensificar la ex-
portación de servicios a Irak en el área nuclear», reconoció el ingeniero
Francisco Barros Filho, presidente de Minerart y uno de los pioneros
del proyecto en A b u Skhair . La conexión Brasil-Irak es un ejemplo
3

dramático de la megalomanía de los gobiernos militares y sobran las


apelaciones a la «seguridad nacional», al «Brasil Potencia» y a la «autono-
mía energética» entre sus fundamentos escritos. Las oficinas del SNI
ayudaron a Husein a concretar su sueño militarista. Pero los militares
brasileños también pretendían garantizar la provisión de petróleo a Bra-
sil, reforzar la industria nacional de armas y, como punto final, aumen-
tar el poder de fuego de las fuerzas armadas, siempre con vista a sus ve-
cinos, en especial la Argentina. El acuerdo Brasil-Irak fue montado por
el SNI bajo una visión estratégica, propia del maquiavélico general G o l -
bery Couto e Silva, muerto en 1987, después de haber diseñado el golpe
de 1964 y también la transición democrática en 1985 . 4

El objetivo final de los brasileños era formar una asociación militar


con Irak, que después hiciera viable la fabricación de la bomba atómica
también en Brasil. El SNI deseaba que Irak tuviese el control de una
tecnología más avanzada que Brasil en algunas fases del proceso nu-
clear. De este modo, no se indisponía con Estados Unidos ni atemori-
zaba a los militares argentinos y tampoco se distanciaba del progreso
tecnológico.
La estrategia de la aproximación entre Brasil e Irak contemplaba
otros frentes. U n o relacionó a grandes empresas brasileñas con la ex-
portación de sus productos a Irak. Volkswagen, por ejemplo, llegó a
exportar 150.000 autos del modelo Passat a Irak. Y la todopoderosa
constructora Mendes Junior construyó una carretera de 550 km entre
Bagdad y Kaime, en la frontera con Siria.
En una década, el comercio brasileño con Irak acumuló exportacio-
nes por 4.000 millones de dólares, permitiendo reducir la hemorragia de
las compras brasileñas por 20.000 millones de dólares en pago de vitales
importaciones de petróleo de Irak. El influyente grupo de empresas bé-
licas brasileñas, comandado por Engesa y Avibras Aeroespacial, amonto-

- 283 -
nó ventas de equipos militares para el ejército de Husein por 3.000 mi-
llones de dólares, que fueron apenas contabilizadas por las estadísticas
oficiales.
Las ventas de productos no bélicos por Brasil fueron una conse-
cuencia de la aproximación desencadenada por Brasilia después del pri-
mer gran salto del petróleo, en 1973, cuando el precio del barril se dis-
paró desde 3 dólares hasta 10. Para aminorar el peso formidable de esa
cuenta sobre su economía global, los brasileños intensificaron las rela-
ciones económicas con Oriente Medio.
La conexión con Bagdad, que acabaría llevando al peligroso con-
trato nuclear, nació en la primera crisis petrolera mundial, cuando
Irak se comprometió a entregar las cantidades de petróleo estipuladas
en los precedentes convenios con Brasil. Husein ofreció una demos-
tración de buena voluntad en un momento sumamente difícil para
Brasil, ya que la demanda internacional de petróleo era mucho mayor
que la oferta y le sobraban clientes. C o m o contrapartida, el general
Ernesto Geisel, entonces presidente de Petrobras, se negó a secundar
un boicot contra Irak, orquestado por las mayores compañías produc-
toras de petróleo en el mundo.
El presidente de Brasil, general Emilio Garrastazu Medici, instaló
una embajada en Bagdad, confirmando la intención brasileña de elevar
el nivel diplomático de las relaciones con Irak.
Durante la presidencia del general Geisel, la distancia entre Bagdad
y Brasilia no hizo otra cosa que acortarse. En ese quinquenio se suscri-
ben los primeros grandes contratos de exportación de productos brasi-
leños. Pero, sin embargo, fue en el siguiente Gobierno, del general Joao
Figueiredo, cuando la relación con Irak se impregnó con su rasgo mili-
tarista. Figueiredo envió a la embajada de Bagdad al ministro-jefe del
Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, general Samuel Alves Correa.
Al general Correa le sucedería, en 1983, otro general, Alacyr Frederico
Werner. Detrás de la nueva estrategia estaba el ministro-jefe del SNI,
general Octavio Aguiar de Medeiros, el mismo a quien Baumgarten ha-
bía desenmascarado.
Para Medeiros, Irak debía transformarse en el gran aliado de Brasil
en Oriente Medio y su apuesta fue desarrollar un proyecto nuclear con-
junto con ganancia para los dos regímenes militares.
Programada en las oficinas del SNI, la convivencia entre los ejecuti-
vos de las industrias bélicas y funcionarios de la Administración fede-
ral fue tan confusa que por momentos se volvió difícil distinguir dónde
terminaba el interés público y dónde comenzaba la actividad privada.
En Río de Janeiro los agentes del SNI mantenían interminables reu-

- 284-

<
niones con empresarios dispuestos a invertir en Irak. En caso de necesi-
dad, les ofrecían cualquier tipo de auxilio, inclusive financiero. Así fue
decidida la creación de una empresa privadja de aerofotogrametría pa-
trocinada por el SNI con fondos secretos, para actuar en Irak y en los
territorios de sus aliados.
La conexión Brasil-Irak contó con el cuantioso soporte financiero
del Banco do Brasil. Los vehículos de combate exportados a Irak, como
el Urutu y el Cascavel, de Engesa, o el sistema de lanzamiento de los mi-
siles Astros, de Avibras, fueron producidos gracias a una línea especial
de créditos. El banco libraba millones de dólares en favor de las compa-
ñías para la fabricación de los equipos. Una vez listos, los equipos iban
al lugar donde estaba el cliente, en Oriente Medio. Entonces, éste trans-
fería a Petrobras, en barriles de petróleo, los dólares correspondientes.
La empresa estatal brasileña trasladaba el petróleo a su subsidiaria, la
Interbras, y ésta, a su vez, vendía el combustible en el mercado interna-
cional y después transfería el saldo de la operación al Banco do Brasil.
Las empresas privadas también desempeñaron un activo papel. Seis
vuelos del Boeing 707-320 de la compañía Engesa llevaron a altas perso-
nalidades a Bagdad. Volaron en alas de Engesa, entre otros, el general
Diego Figueiredo, hermano del presidente y el entonces director del
Departamento de Material Bélico del Ejército, general José Albuquerque,
que cuando pasó a retiro, comenzó a trabajar sin transición en la misma
compañía. También viajaron a Irak personajes poco vinculados con la
fabricación de tanques de guerra, como el delegado de la Policía Federal,
Romeu Toma, que ocupó la superintendencia del órgano en Sao Paulo,
quien había clausurado la investigación policial del caso Baumgarten, y
el diplomático Paulo Tarso Flecha de Lima, embajador de Collor de
Meló en Londres.
El pasajero más conocido fue el ministro de Ejército del presidente
Sarney, general Leónidas Pires Goncalves, que embarcó en octubre de
1987 para realizar una gira por Oriente Medio, con escala en Riad. El
general viajó como propagandista del tanque EE-Tl, más conocido
como Osorio. En 1990, Engesa contaba con la asistencia de Prescott
Busch, hermano del presidente de Estados Unidos, como lobby en Wash-
ington.
El presidente de Engesa, José Luis Whitaker Ribeiro, había prome-
tido repartir las utilidades del esfuerzo conjunto para vender el Osorio,
de manera que por cada tanque exportado con la ayuda del general, En-
gesa iba a retribuir al ejército regalando otro tanque para la dotación
blindada.
En las misiones oficiales del Gobierno de Brasil, los militares brasi-

- 285 -
leños abrían a los empresarios las puertas de los gobernantes de los paí-
ses visitados. Los dos hombres de negocios más asiduos eran Whitaker,
de Engesa, y Joao Verdi Leite, el presidente de Avibras. En una delega-
ción encabezada por el general José Albuquerque, en 1981, Whitaker y
Verdi circularon en Bagdad por los más importantes gabinetes militares
y también visitaron los cuarteles en las cercanías de la capital. En uno
de ellos, situado a 80 km del centro de Bagdad, todos los equipos, desde
los jeeps hasta los carros de combate, ya eran brasileños hacía casi una
década.
En el segundo semestre de 1981, el general Octavio Aguiar de Me-
deiros voló sin ningún acompañante hasta Bagdad, donde mantuvo un
prolongado encuentro con Husein, en una audiencia concertada por el
general y embajador Samuel Correa. Eran tiempos de la guerra Irak-
Irán, cuando Brasil proclamaba oficialmente su neutralidad. El tema
clave de la reunión con Husein fue la colaboración entre los dos países
en el área nuclear. Medeiros reiteró a Husein el compromiso brasileño
de ampliar el intercambio tecnológico atómico.
El diálogo de Sadam y Medeiros fue enmarcado por una intermina-
ble procesión de ministros brasileños a Bagdad.
Solamente en el primer año de gobierno del general Figueiredo, es-
tuvieron con Husein los ministros Camilo Penna, de Industria y C o -
mercio; Delfim Netto, de Planeamiento, y Karlos Rischibieter, de H a -
cienda. No era fácil entrevistar al dictador. U n o de los ministros brasile-
ños tuvo que circular sin detenerse durante 50 minutos por las calles de
Bagdad, conducido por agentes de la seguridad irakí, para despistar a
terroristas que no se presentaron. Los negocios se gestaban en un clima
de peligro.
Los magnates brasileños se hospedaban casi siempre en el Holliday-
Inn de Bagdad y buscaban las habitaciones de los pisos más bajos por
miedo a un bombardeo iraní nocturno.
El dispositivo atómico de las relaciones Brasil-Irak fue accionado
por una delegación de Irak que visitó secretamente las instalaciones nu-
cleares brasileñas.
La primera inversión brasileña fue en Somalia, donde tres empresas
participaron en un proyecto para la explotación de los yacimientos de
uranio en el desierto de Ogaden. Además de Minerart, entraron Natrón
Consultaría e Projetos y la constructora Andrade Gutiérrez. La operación
fue financiada en su mayor parte con recursos de Irak, a través de la Ar-
mico (Arab Minning Company), la multinacional de los minerales más
poderosa en el mundo árabe, r
La guerra Irak-Irán arruinó los planes de explotación del yaci-

- 286 -
miento, cuando los trabajos estaban en su fase inicial, y las compañías
brasileñas literalmente quemaron 1,5 millones de dólares en la aventura.
El Estado brasileño cargó con las pérdidas a través del sistema bancario
y de seguros bajo su control. En esos años, la deuda del Brasil trepaba
hacia los 100.000 millones de dólares.
O t r o fracaso fueron los cargamentos de yellow-cake, aunque tres
pudieron ser embarcados secretamente en aeronaves de bandera irakí
entre enero y junio de 1981. Los aviones despegaron de un aeropuerto
de Sao Paulo, el de San José dos Campos, en dirección a Bagdad, pero
se detuvieron por la publicación de noticias sobre las clase de carga-
mento que llevaban.
La conexión Brasil-Irak en el área nuclear, después de la suspensión
de los trabajos en el desierto de Ogaden, llevó a Irak a alimentar el
sueño de enriquecer el uranio que estuviese dentro de sus propias fron-
teras. En 1984, la Geological Survey, la estatal de Irak que atiende el sec-
tor mineral, invitó al brasileño Centro de Tecnología Mineral ( C E T E M )
para analizar químicamente las muestras recogidas en la reserva de ura-
nio de A b u Skhair. El uranio de Irak, recogido por los brasileños, fue
transportado para efectuar tests de calidad en laboratorios de Brasil.
Tres técnicos de Irak esperaron durante tres meses los resultados fi-
nales de C E T E M , que revelaron una concentración de uranio por lo
menos suficiente para justificar la explotación. Los técnicos de Minerart
fueron llamados a Bagdad para examinar las posibilidades de extracción
en la reserva. Pero finalmente resultó que el área estaba situada en un
pantano, a casi 60 metros de profundidad, y el costo de producción re-
sultaba absurdamente elevado.
Los brasileños volvieron con una condecoración de Irak sobre el pe-
cho pero sin negocio.
E n 1987, el director de Survey, A l - D u r i , acompañado por el técnico
Moussa Al Atia, llegaron a Río de Janeiro para contactar con empresas
dispuestas a construir una central piloto para la explotación y enrique-
cimiento del uranio de A b u Skhair. Pretendían que la estatal Nuclebras
participara en el proyecto, pero los directores de la empresa brasileña
consideraron inconveniente complicarse explícitamente y recomenda-
ron otras compañías.
El presupuesto de 13 millones de dólares que fue presentado por
Minerart, pareció alto a D u r i y Atia, que entonces fueron a golpear la
puerta de Paulo Abib, un empresario árabe que pidió apenas 2,5 millo-
nes de dólares para ejecutar la obra. Pero también acabó retirando la
propuesta después de comprobar las dificultades técnicas que presen-
taba la extracción del uranio de A b u Skhair.

- 287-
Las relaciones de Brasil con Irak, a partir del boom petrolífero mun-
dial, produjo un balance lamentable de realizaciones concretas. Es ver-
dad que más de 500 tanques y cerca de 5.000 carros de combate brasile-
ños fueron a Bagdad, pero ya en 1990 la industria bélica brasileña había
entrado en situación de quiebra por culpa de los reiterados retrasos en
los pagos de Irak. Una sola empresa, Avibras, tenía que recibir todavía
100 millones de dólares en agosto de 1990. La constructora Mendes Ju-
nior llegó a colocar 30.000 funcionarios en suelo de Irak, pero en 1990
atravesaba su etapa más crítica, luchando por recuperar créditos por va-
lor de 1.000 millones de dólares de obras contratadas por Husein, e im-
pagadas al estallar el conflicto.
En la década de los 80, Brasil acumuló un déficit de 13.000 millones
de dólares en sus transacciones con Irak. Después de alcanzar casi 1.000
millones de dólares de 1985, las ventas brasileñas a su socio preferido de
Oriente Medio se precipitaron brutalmente un año tras otro. En los pri-
meros cinco meses de 1990 totalizaron apenas 84 millones de dólares.
La conexión estaba en ruinas.
Brasil llegó a suscribir un acuerdo público para regular su asocia-
ción con Irak en el campo nuclear, después de patrocinar las remesas
clandestinas de yellow-cake a Bagdad, que costó la vida, entre otros, a
Baumgarten, en 1982.
Sin embargo, ni Brasil ni Irak avanzaron demasiado en el terreno
nuclear.
La sociedad de Brasil con Irak para la investigación y el desarrollo
atómico fue una consecuencia de la previa asociación de Brasil con la
gran industria nuclear de la República Federal Alemana. Ese primer
contrato germano-brasileño de 1975 puso en movimiento una coopera-
ción que, si bien pasó por momentos descendentes, jamás dejó de cre-
cer. Al extremo que, en 1979, cuando el canciller Helmut Schmidt vi-
sitó Brasil, se vio en la necesidad de aclarar con cierta vehemencia que
«yo no soy el gerente de ventas de Siemens» .
5

Las suspicacias eran justificadas, ya que si bien el ministro de Inves-


tigación y Tecnología alemán, Hans Matthoefer, era personalmente
contrario al espíritu del tratado, llevó adelante las negociaciones con
Brasil, secundado por el ministro de Economía, Hans Friederichs. Éste,
cuando dejó la cartera ministerial, ocupó la presidencia del Dresdner
Bank, que había sido el financiero principal del acuerdo nuclear con
Brasil. Los alemanes no desconocieron jamás que su sociedad con los
brasileños dejaba puertas de escape para la propagación de la tecnología
nuclear, y más de una vez la cautelosa política exterior de Bonn se en-
contró en serios aprietos por culpa de los pactos nucleares con Brasil.

- 288 - " *
Aunque no siempre era convincente, Bonn no dejaba de repetir que en-
tre los dos Gobiernos había un acuerdo-marco, pero no tenía nada que
ver con los cientos de contratos industriales y comerciales posterior-
mente firmados entre compañías alemanas y el holding estatal Nucle-
bras, que por su lado multiplicaba los acuerdos en todas las direcciones
posibles.
Fue precisamente en 1981, el año en que los brasileños avanzaron
hacia Irak, cuando se alteraron las actividades de transferencia de tecno-
logía nuclear desde Alemania. Por las dificultades de financiamiento, los
cronogramas fueron modificados, el número de personal brasileño en-
trenado en Alemania se redujo y, entre quienes regresaron, una con-
siderable cantidad de técnicos se desbandó, dejando los cuadros de la
empresa estatal para colocarse en compañías privadas. La principal cor-
poración alemana afectada por esa crisis, Kraftwerk Union ( K W U ) , de-
bió recurrir a la cobertura de sus garantías pactadas con la aseguradora
oficial brasileña, que alcanzaba al 85 por ciento de los contratos. En
todo momento, los alemanes pusieron en práctica la experiencia que les
había dejado Irán, donde al principio el Gobierno de Jomeini se negó a
pagar los reactores nucleares encargados por el sha, para después supli-
car a la K W U que terminara de construirlos.
Pero a finales de 1986, el presidente José Sarney, fuertemente pre-
sionado por Estados Unidos y ahogado por la deuda externa, comunicó
al presidente de la K W U , Klaus Barthelt, que el programa con Alema-
nia quedaba interrumpido a pesar de no haber alcanzado la meta de
ocho centrales atómicas que se había fijado en 1975. En aquel año, el
programa fue estimado a un costo de 13.000 millones de dólares.
En 1987, sin embargo, Brasil se adelantó a comunicar que estaba en
condiciones de dominar el ciclo nuclear completo y que, por lo tanto,
producir una bomba atómica estaba entre sus posibilidades. En Washing-
ton no se hizo esperar el comentario, especialmente porque el desenvol-
vimiento autónomo efectuado por los científicos brasileños no estaba
limitado por ningún tipo de fiscalización internacional, a diferencia
del programa conjunto con el Gobierno alemán. La noticia, en cam-
bio, causó entusiasmo en la Argentina, donde el presidente Raúl Alfon-
sín cambió cartas de felicitación con el presidente brasileño, José Sar-
ney, en las que ambos insistieron en utilizar sus descubrimientos nu-
cleares exclusivamente en actividades pacíficas. Parecía evidente que
Brasil había recibido de la Argentina —que domina el ciclo nuclear
desde 1983— informaciones complementarias para llegar a sus propias
conclusiones en la materia. Alfonsín, por lo menos, lo insinuó en su
carta a Sarney, cuando escribió que todo se había «acelerado y profundi-

- 289 -
zado» a partir de la reunión que ambos celebraron en noviembre de
1985, en Foz de Iguaçu, una pequeña ciudad en la frontera de los dos
países.
En la misma época, los brasileños se jactaron de estar en condicio-
nes de fabricar un misil balístico de gran alcance, gracias al desarrollo
del cohete Sonda IV, en el Centro Técnico Aero Espacial (CTA) del G o -
bierno brasileño, situado en Sao Paulo y administrado por los militares.
Si bien los brasileños negaron en todo momento que estuviera en sus
planes una aplicación militar del misil, al mismo tiempo no ocultaban
que otros modelos del Sonda se habían convertido en cohetes de guerra
y eran exportados por Avibrás y la compañía D. F. Vasconcellos, entre
ellos los Sbat37y Sbat 70, el primero aire-aire y el otro aire-tierra. Estos
misiles ingresaron en el arsenal de Sadam Husein por lo menos tres
años antes del estallido de la crisis del Golfo. En Sao Paulo, asimismo,
los científicos militares brasileños desarrollaron un combustible espe-
cial para la propulsión de los misiles, denominado composite, que en al-
gún momento llamó la atención de la agencia espacial NASA del Go-
bierno de Estados Unidos . El composite es un combustible sólido que,
6

empleado por los misiles Sonda, facilitaba su utilización militar. Los in-
vestigadores estatales, entonces, tomaban a su cargo los costos de las
experiencias y, una vez alcanzados los prototipos, los transferían sin
costo a la empresa privada, tal como ocurrió con los modelos aire-tierra
y aire-aire Piranha, que la compañía D. F. Vasconcellos comenzó a pro-
ducir para el mercado mundial de armamento en 1987.
Pero los brasileños no pudieron ocultar que con el proceso de enri-
quecimiento de uranio por ultracentrifugación, oficialmente procla-
mado por el presidente Sarney, es más fácil obtener combustible para
un arma atómica que para operar una central nuclear o un reactor de in-
vestigación.
Había sido el mismo ministro del Ejército brasileño, general Leóni-
das Pires Gonçalves, quien puso el nombre del destinatario de la bomba
atómica que se preparaba en los laboratorios de Sao Paulo: la vecina A r -
gentina. El general señaló, en un análisis geopolítico dentro de las líneas
clásicas dictadas por el teórico Golbery do Couto e Silva, que el general
Leopoldo Galtieri había analizado la invasión del sur de Brasil entre
1981 y 1982, aunque en cambio invadió efectivamente las islas Malvi-
nas. Pires Gonçalves causó una tempestad diplomática y militar, aunque
enseguida agregó que la bomba atómica, en manos brasileñas, «tendría
objetivos puramente disuasivos». La disuasión debería ser ejercida sobre
los militares argentinos, quienes estaban en condiciones de poner sobre
las armas 800.000 hombres y penetrar sin dificultades hasta 180 kilóme-

-290-
tros dentro del territorio de Brasil, en el estado de Río Grande do Sul.
El presidente del Senado brasileño completó la idea del jefe militar ha-
ciendo notar que podía aparecer «otro como Galtieri», dispuesto a «usar
como principal argumento la bomba atómica que los argentinos tienen casi
lista». En el mismo pensamiento, agregó que «si Brasil no avanza hasta
obtener una bomba atómica, tendríamos que arrodillarnos delante de la Ar-
gentina».
En octubre de 1989, la Agencia Internacional de Energía Atómica
(AIEA) reconoció oficialmente que había perdido por completo el con-
trol sobre los equipos que Alemania estaba enviando constantemente a
Brasil, por lo menos desde dos años antes. El físico V o n Baeckman,
consultor de la División de Salvaguardas de la A I E A , en Viena, visitó en
1987 la unidad de enriquecimiento de uranio de Industrias Nucleares do
Brasil (INB), en Resende, a 160 km de Río de Janeiro, y pudo constatar
que allí no conocían cuáles eran los equipos alemanes que estaban en
operaciones en la central. Un documento del Gobierno alemán, entre-
tanto, reveló que las fuerzas armadas brasileñas desarrollaban un pro-
grama nuclear propio, paralelo al del Gobierno, y que en este programa
intervenían cerca de 3.000 personas.
El servicio de inteligencia alemán (BND), bajo presión del partido
Social-Demócrata, trató de verificar cuáles eran los equipos comprados
por el Gobierno brasileño que habían sido desplazados a la planta para-
lela de los militares, en Resende. En principio, el B N D estableció que
los brasileños ya habían comenzado a producir zircalov, una combina-
ción utilizada en la fabricación de misiles balísticos. Los técnicos de la
A I E A , de todos modos, no lograron ingresar en el Centro Experimental
de la Marina de Guerra brasileña, en Iperó, a 125 km al oeste de Sao
Paulo, donde a comienzos de 1989 el uranio natural era enriquecido al
20 por ciento .
7

Analizada retrospectivamente la cuestión, es dudoso que los brasile-


ños creyeran realmente que podían temer un ataque nuclear desde la A r -
gentina. Pero es igualmente cierto que utilizaron la imagen internacional
de irresponsabilidad de los militares argentinos, fortificada con la reciente
aventura de las Malvinas, como cortina de humo para proteger el verda-
dero desarrollo de su asociación militar-nuclear con Sadam Husein.
En 1985, el brigadier (general de Aviación) Hugo de Oliveira Piva di-
rigía el Centro Técnico Aeroespacial (CTA) y pronosticaba que en 1990
Brasil fabricaría una bomba atómica. Agregó Piva que ya estaba produ-
ciendo misiles propulsados con rayos infrarrojos, con una efectividad
del 90 por ciento a 8 kilómetros, tan eficaces como el francés Matra 500 o
el norteamericano Sidewinter. ¿Dónde fue a parar el general Piva en 1990,

- 291 -
justamente el año en que debía fabricar la bomba atómica en Brasil?
El general estaba en 1990 en la misma tarea, aunque esta vez no en
los laboratorios brasileños sino junto a Sadam Husein, en Bagdad. Pre-
sidente de la compañía HOP, con sus iniciales, Piva había contratado a
21 ingenieros de la CTA de Sao Paulo, precisamente los expertos en mi-
siles que habían trabajado varios años bajo su dirección, y enseguida los
había conducido a Irak.
En octubre de 1990, Piva no ocultó su orgullo porque «la industria
miliar irakí estaba bien preparada», obviamente gracias a la transferencia
tecnológica de HOP. Cada misil, explicó el general brasileño, costaba a
Husein unos 40 millones de dólares y su empresa ya había montado los
modelos capaces de realizar intercepciones frontales. Apenas cinco
años antes Piva sostenía que era Brasil quien «ha iniciado la carrera hacia
la consolidación de sus proyectos nucleares y la construcción de armamentos
que garanticen sus seguridad y fortalezcan suposición en el contexto interna-
cional».
El escenario había cambiado pero no el objetivo. Por esta razón
Piva permaneció impasible cuando se le atacó en Brasil como «general
mercenario» a causa de su contrato de transferencia tecnológica con H u -
sein. Ni el general ni sus ingenieros militares salieron de Bagdad.
La presencia de Piva en Irak es simbólica de la profunda transforma-
ción que sufrió el mercado de armamentos a causa de los cambios polí-
ticos mundiales, incesantes a partir de 1989. Ese año la industria militar
brasileña perdió la guerra de las ganancias, la mayoría registró pérdidas
netas en sus balances y en el Vale do Paraiba, a 100 kilómetros de Sao
Paulo, donde están concentradas la mayoría de las fábricas de armas del
Brasil, la sensación del colapso inminente se había apoderado de los
grandes industriales de la guerra ya a comienzos de 1989. En ese ins-
tante de desazón, el general Piva selló su pacto con Husein y reclutó a
los ingenieros que habían desarrollado los misiles junto con los exper-
tos de ingeniería nuclear, entrenados por los alemanes.
La negativa de Piva a regresar a Brasil, sumada a su decisión de no
interrumpir la producción de HOP en Bagdad, movió un esfuerzo del
presidente Collor de Meló para rebajar el perfil de su país como pro-
ductor de armamentos para el mercado internacional. El 10 de octubre
de 1990, bajo la amenaza de Estados Unidos de suspender las ventas de
alta tecnología a Brasil, Collor de Meló anunció normas más rígidas
de control sobre las exportaciones de armas brasileñas y sobre la disper-
sión comercial de los conocimientos técnicos superiores alcanzados por
los centros de investigación del Gobierno o bien por transferencia ale-
mana directa. El presidente brasileño también dispuso la clausura de un

- 292 -
cráter de 300 metros de profundidad preparado para experiencias con
bombas atómicas, rechazó el presupuesto que le presentaron las fuerzas
armadas para continuar los programas de la industria bélica y concluyó
con el secreto que rodeaba al proyecto «Solimoes», para fabricar bombas
atómicas en suelo de Brasil.
La importancia de la industria militar de Brasil es, de todos modos,
la que corresponde al sector más dinámico de la economía de esa na-
ción, donde se concentra la tasa de beneficio más alta y donde siempre
encuentran su segundo destino profesional los militares que abandonan
el servicio activo.
Por ese motivo, no debe extrañar que el canciller Francisco Rezek
se ocupara de corregir al presidente Collor de Meló, aclarando que el
Gobierno «no pretende suprimir ni frustrar el desarrollo de las exportaciones
de la industria bélica de Brasil, sino administrarlo en concordancia con la
orientación de la actual política exterior».
C o n el pensamiento puesto en el escándalo del general de aviación
Piva, el Gobierno brasileño prometió la sanción de leyes que impidieran
a los militares jubilados y a los técnicos de empresas de investigación
pertenecientes al Estado su participación en proyectos bélicos privados
fuera de Brasil.
Una restricción de modestos alcances prácticos si se la compara con
la extensión que ha tomado la industria militar brasileña, tal como se
puso de manifiesto gracias a la aventura de Husein.
El general Octavio Aguiar de Medeiros, personaje de la novela in-
conclusa de Alexandre von Baumgarten, una vez había desmentido
que Brasil podía vender yellow-cake a Irak. Fue en los años en que el
cadáver de Baumgarten reaparecía con incómoda regularidad en la su-
perficie de la política brasileña. Sin embargo, después de quedar al
descubierto la conexión de Brasil con Irak, en 1990, desde su retirada
mansión en el lago Sul do Brasilia, el general reconoció que había tra-
bajado para convertir a Husein en el mejor aliado de Brasil en Oriente
Medio.

- 293 -
NOTAS

1. «Coritas de Chegar», Istoé, 10 de julio de 1985.


2. «Barbas de Molho», Veja, 5 de junio de 1985.
3. Teodomiro Braga y Mario Rosa, «A negra historia das relacoes entre Brasil e
Iraque», Jornal do Brasil, 12 de agosto de 1990.
4. Claudio Bojunga y Wilson Coutinho, «O intelectual Golbery», Jornal do Brasil,
20 de septiembre de 1987.
5. William Waack, «Acordó nuclear con Bonn», Jornal do Brasil, 28 de julio de
1985.
6. M i l t o n F. da Rocha Filho, «Brasil já pode fabricar misseis intercontinentais»,
Jornal do Brasil, 27 de abril de 1986.
7. Tania Malheiros, «Agencia de energía nuclear perde controle do que chega ao
Brasil», Folha de Sao Paulo, 22 de octubre de 1989.

-294-
2

PINOCHET, B U E N AMIGO DE HUSEIN

El sábado 31 de marzo de 1990, el periodista británico especializado


en armamentos, Jonathan Moyle, fue hallado sin vida dentro del arma-
rio de su habitación del hotel Carrera, en Santiago de Chile.
Moyle tenía 28 años, era editor de la revista Helicopter Defense
World y se encontraba en la capital chilena como invitado de la fuerza
aérea de ese país. Los militares chilenos deseaban que Moyle conociera
los progresos de la industria bélica nacional que se exponían en la Sexta,
Feria Internacional del Aire y del Espacio (FIDAE). La Feria fue inaugu-
rada en la base aérea militar El Bosque, en La Cisterna, un paraje de la
capital, por el presidente Patricio A y l w i n . Moyle estaba entre las perso-
nas que aplaudieron el discurso del líder democristiano más importante
de América Latina.
Pero cuatro días más tarde, su cadáver colgaba, ahorcado, con la ca-
beza dentro de una funda de almohada. El jefe de la Brigada de H o m i -
cidios chilena no vaciló en hablar de suicidio, apoyándose en que la
autopsia efectuada por los médicos forenses reveló que Moyle había
consumido una dosis «regular» de un sedante nervioso.
Las dudas surgieron de inmediato, tan rápido como la personalidad
de Moyle fue completándose con otros datos complementarios de su
actividad como editor periodístico de una revista de armas.
El británico era piloto de helicópteros y estaba bajo control de la
Royal Air Force. Por un lado, el detalle alejaba la idea de que fuera un
consumidor de drogas, pues corría el riesgo de perder la licencia de
aviador. Por el otro, planteaba el interrogante sobre las funciones que
realmente le habían llevado hasta Chile. La condición de agente de inteli-
gencia británica ganó rápidamente terreno.
La muerte de Moyle, enigmática en el momento en que ocurrió,

- 295 -
también recibió una iluminación deslumbrante cuando Sadam Husein
lanzó su ofensiva sobre Kuwait, apenas cuatro meses después.
Pocos días más tarde del hallazgo del cadáver, la prensa británica
desarrolló la hipótesis de que había sido eliminado por agentes de Irak,
alertados de que el periodista descubrió o estuvo cerca de descubrir una
operación secreta para vender helicópteros chilenos a Husein. Estos he-
licópteros, denominados «Cardoen Bell 206L-III», tenían la particulari-
dad de que estaban siendo equipados, secretamente, con un moderno
sistema de rastreo y orientación de misiles denominado «Helios».
La muerte de Moyle provocó conmoción internacional y una crisis
de confianza en Chile. El jefe de la Brigada de Homicidios, que se había
apresurado en presentar el caso como un suicidio simple, quedó en difi-
cultades cuando se conoció que entre las sábanas de Moyle había apare-
cido una mancha de sangre de 10 centímetros de diámetro y que el ca-
dáver retuvo las materias fecales y líquidos urinarios, algo imposible en
un suicida, según los forenses. Otra curiosa desviación del interés pú-
blico coincidió en alarmar a los chilenos: los policías que interrogaban a
los testigos se encargaban de que éstos supieran que al inglés le había
abandonado su novia, una alemana, lo que indudablemente le causó una
gran tristeza. Un hombre deprimido por una mala noticia sentimental,
afirmaban los policías, muchas veces elige la muerte.
Sin embargo, la novia alemana de Moyle, Annette Kissenbeck, apa-
reció en escena por una carta entregada por un diplomático inglés al
juez chileno. E n ella, Annette afirmaba «yo estoy completamente segura de
que no se puede haber suicidado, porque no tenía motivos para hacerlo». La
novia agregaba: «Acababa de recibir una carta de Jonathan, habíamos ha-
blado por teléfono.» Y , por cierto, tampoco era verdad que hubieran pe-
leado y roto su compromiso amoroso . 1

Desde otra fuente, que resultó asimismo imposible constatar, y que


algunos situaron vagamente en el MI-5 británico, partió la explicación
de que Moyle era un perverso sexual que obtenía sus erecciones colgán-
dose de la barra del armario. Su muerte habría sido consecuencia de un
error de cálculo sobre su propia resistencia o de un resbalón, como le
ocurrió otras veces a personajes con las mismas tendencias.
El juez chileno Alejandro Solís, a cargo del Juzgado del Crimen Nú-
mero 5 de la capital, citó a 30 personas a declarar como testigos. La ca-
marera Raquel Quiñones dijo que en la habitación 1406 del hotel ella
fue quien encontró a Moyle cuando iba a limpiar. Estaba colgado de
una camisa usada, tenía los genitales cubiertos con un pañal desechable
y llevaba el pantalón del pijama. La cabeza y el rostro, dijo la camarera,
estaban cubiertos por una funda de nudo corredizo. La mujer, al hacer

- 296 -
identificó como la última persona que había visto con vida al periodista.
Montecinos, presumiblemente había tratado de convencer a Moyle, en
el bar del hotel, de que los helicópteros que estaba fabricando Cardoen
no tenían ningún uso militar. El chileno negó ese encuentro. Un investi-
gador periodístico descubrió que Moyle había perdido una maleta en la
calle, frente al hotel Carrera, el día anterior a su muerte, que nunca más
apareció .
3

El industrial Cardoen continuó negando que el helicóptero bauti-


zado con su nombre fuera portador del temible Helios. Insistió en que
«su ingeniería es suficientemente sencilla como para que nadie pueda suponer
que oculta tecnología hiperdesarrollada de un interés estratégico vital». Pero
más adelante reconoció que «el hecho de que esta unidad pueda ser arti-
llada nos ha llevado a estudiar diferentes sistemas de armamentos cuya com-
patibilidad con la estructura básica recién se investiga»*.
Pero ¿es de fiar Cardoen?
En su defensa, el industrial explicó que quienes insistían en mencio-
narlo «son grupos que pretenden desprestigiar la causa de Irak y que acciden-
talmente vinculan a mis empresas». ¿Por qué podrían hacerlo con tanta fa-
cilidad?
Porque Carlos Cardoen construyó un imperio suministrando arma-
mentos durante más de una década a Sadam Husein.
El ingeniero Cardoen, hijo de un belga establecido en Chile como
especialista en explosivos al servicio de la industria minera, también ini-
ció su actividad como experto en dinamita. En su juventud, representó
a la compañía norteamericana Ireco, que importaba minas terrestres y
cargas explosivas para las galerías en las montañas de la cordillera de los
Andes. Pero en 1977, cuando las relaciones entre las dictaduras milita-
res de Argentina y Chile se precipitaban a la guerra, Cardoen convenció
a Pinochet de que había llegado el momento de burlar el embargo de ar-
mas implantado contra Chile por el Gobierno norteamericano, empren-
diendo la producción de armamento dentro del propio país.
El 1978 Cardoen presentó al alto mando militar su primer proto-
tipo, el blindado de uso múltiple Piraña, fabricado con licencia sobre el
modelo suizo Mowag 6x6, que obtuvo sin demora dentro de la estrate-
gia de algunos países que, como Suiza, prohiben la exportación de ar-
mas pero no la transferencia de su tecnología. El Ejército extendió una
orden por 100 Piraña, a 500.000 dólares cada uno, y Pinochet adelantó
a Cardoen 4.500.000 dólares, constituyendo de este modo el capital bá-
sico de Industrias Cardoen, el grupo económico con más alto desarrollo
en menos tiempo que recuerda la historia chilena.
El Piraña fue empleado contra las movilizaciones populares locales,

- 298 -
ya que la guerra contra la Argentina nunca se llegó a materializar. En
sucesivas ampliaciones de su capacidad productiva, la industria reunió
un catálogo donde pueden consultarse precios de armamento explosivo
para uso de la infantería, armas para la aviación y blindados, cargas de
demolición, granadas de mano, minas antipersonales y antitanques,
bombas de racimo, bombas de ejercicio, misiles unidireccionales, ca-
miones Orea, de asalto y exploración, para llevar 16 hombres, vehículos
Escarabajo para transporte de soldados, vehículos semioruga Alacrán,
equipados indistintamente con armas antitanques o antipersonales y
utilizados como transporte de tropas, de comando y de comunicacio-
nes, además de los iniciales Piraña .
5

Los negocios cobraron un vuelo inesperado con la guerra de Irak


contra Irán, cuando se convirtió en el gran abastecedor de Husein, des-
pertando la rivalidad de una empresa enteramente militar, F A M A E , si-
gla de Fábricas y Maestranzas del Ejército, dependiente del Comando de
Industria Militar e Ingeniería (CIMI). En esta etapa, Cardoen se especia-
liza en las bombas de racimo, a partir de una bomba de fragmentación de
tecnología norteamericana fabricada durante la Segunda Guerra M u n -
dial. Se trata de un contenedor con 50 bomblets, que se desprenden de
su envase al descender hacia la tierra y se derraman sobre una superficie
de 50.000 metros cuadrados, saturando el aire con esquirlas que pueden
atravesar fácilmente materiales blindados de 8 pulgadas de espesor. Los
catálogos que recomiendan las bombas de racimo, explican que a causa
de su velocidad convierten los fragmentos del cuerpo humano en es-
quirlas, haciendo que éste, literalmente, estalle. Cuando son empleadas
contra ciudadanos, las bombas de racimo pueden estar combinadas con
agentes químicos incendiarios o gaseosos.
Una partida excepcional de estas bombas, algunas de las cuales final-
mente cayeron sobre los rebeldes kurdos aplastados por Husein, llevó
las ventas de Cardoen en un año a 89 millones de dólares.
Los contornos del negocio excitaron la imaginación de los competi-
dores militares del ingeniero protegido por Pinochet. El general Manuel
Contreras organizó una sociedad entre la F A M A E y la compañía metal-
mecánica Ferrimar, del empresario Dante Pesce.
La idea de los nuevos socios era simple y diabólica. Tratarían de
producir las mismas bombas de racimo que Cardoen, pero respetarían
el mercado controlado por éste, Irak. Ellos las venderían a su enemigo,
Irán, organizando una triangulación de las exportaciones a través de N i -
geria, que aparecería comprándolas oficialmente y que, a cambio de un
porcentaje sobre las operaciones, se encargaría de que los explosivos lle-
garan a Teherán. El plagio fue bautizado como «bomba Avispa».

-299-
Este circuito de la muerte orquestado por los militares chilenos
causó la aniquilación de decenas de miles de persas y de irakíes y tam-
bién la de muchos chilenos. No es seguro, tampoco, que la última de sus
víctimas sea el inglés Moyle.
Pero ya a fines de 1985, los rivales se enfrentaron, primero en los
tribunales y después a la intemperie. Cardoen acusó ese año a Enrique
Matthei Aubel, hermano del comandante en jefe de la Fuerza Aérea chi-
lena, de estafa y, simultáneamente, arrastró ante la justicia a la compa-
ñía Ferrimar, imputándole haber robado de su fábrica los planos de las
bombas de racimo.
El 25 de enero de 1986 la fábrica número 3 de Industrias Cardoen,
situada en Iquique, el puerto del norte chileno, sobre el océano Pacífico,
estalló, matando a 29 trabajadores chilenos. La fábrica funcionaba en
los depósitos de la antigua base de la fuerza aérea llamada Los Cóndores
y se explicó a posteriori que el estallido fue ocasionado por la explosión
involuntaria de uno de los pequeños bomblets, que provocó la de otros
1.500. Pero el más importante analista de la industria de guerra chilena
escribió que los peritos habían llegado a la conclusión de que se trató de
un acto de sabotaje y que los directores de Industrias Cardoen estaban
convencidos de que la operación había sido dirigida por sus competido-
res de Ferrimar .
6

Los expertos consideran que Chile, por sus limitaciones de mercado


y su posición geográfica, más que un país productor de armamento, de-
bería ser considerado como un ensamblador neto. Esta forma de pro-
ducción es, en cierto modo, una variante para importar a través de las
licencias de las grandes fábricas de armas antes que una genuina produc-
ción de la industria local. Chile «sólo podrá incorporarse al mercado inter-
nacional de armas de manera marginal, importando alta tecnología y cons-
truyendo material bélico de menor monta», pensaba Augusto Varas . 7

Dentro de estos márgenes limitados, de cualquier forma la impor-


tancia de Cardoen quedó registrada en las cifras de sus ventas al exte-
rior, que pasaron de 3 millones de dólares en 1978 a 15 millones en
1982, saltando a 35 millones de 1983, a 42 en 1984 y 89 en 1985, ca-
yendo a 80 en 1987.
En 1986, Cardoen había enviado a Bagdad a 40 técnicos de sus fá-
bricas para que allí supervisaran la construcción de una planta gemela
donde trabajaran 150 irakíes. Ese mismo año, sus enemigos de Ferri-
mar, acaudillados por el general Contreras, adversario jurado del gene-
ral Carlos Forestier, el asesor militar de Cardoen, se rindieron frente al
fracaso de sus negociaciones con Irán. Si bien sus altruistas intenciones
habían sido que ambos bandos se destruyeran con bombas «made in

- 300-
Chile», en el último momento Teherán retiró la orden de compra. La reti-
rada de los iraníes ocasionó grandes pérdidas al mediador de la operación,
el empresario Bernard Stroiazzo y, para resarcirlo, Pinochet le dio una
concesión a la compañía Were International Ltda., de su propiedad. Fue
para instalar una planta de reciclaje de desechos tóxicos y no tóxicos en el
norte chileno, como llegó a saberse a comienzos de 1990.
También bajo el estímulo de las órdenes de compra de Husein fue
que Cardoen ingresó en el más ambicioso mercado de los helicópteros.
Estaba, asimismo, vigente la ley promovida por el senador Edward M.
Kennedy, demócrata por el estado de Massachussetts, en 1976, que im-
pedía la venta de helicópteros a Pinochet y que, tras sucesivos ajustes en
1978 y 1981, había prohibido cualquier tipo de asistencia militar a la
dictadura chilena. Entonces, con un ojo puesto en el mercado irakí y
alegando que Chile también los necesitaba, Cardoen se embarcó en la
producción de helicópteros. Husein reclamaba con urgencia helicópte-
ros livianos de apoyo táctico. Solamente había conseguido una partida
de 24 entre 1978 y 1979, fabricados en España por la compañía C A S A ,
bajo licencia de la Messerschmitt-Bölkow-Blöhm (MBB). Pero la opera-
ción degeneró en un escándalo y no podía repetirse.
Cardoen fracasó en su intención de lograr una licencia alemana,
pero tuvo éxito en Estados Unidos, donde la compañía Bell accedió a
ceder la licencia del modelo 206 L-III. Durante dos años se realizaron
los trabajos en los hangares de Cardoen en Macul, de donde se trasladó
el prototipo a la compañía Aeromet, en el aeropuerto de Los Cerrillos.
El progreso del modelo Bell en las líneas de montaje de Cardoen
tuvo un efecto sobre la Ley Kennedy: como era evidente ahora que P i -
nochet no se privaría de sus helicópteros, esta vez de industria nacional,
comenzaron a liberarse las ventas de máquinas norteamericanas sin que
la ley prohibicionista fuera derogada. En octubre de 1989, Pinochet
hizo saber que habían llegado 15 aparatos comprados a la compañía
Enstrom, de su fábrica en Menomines, en el estado de Michigan. El em-
bajador norteamericano se vio en la necesidad de justificar la venta,
aclarando que no significaba que Washington había anulado la ley Ken-
nedy. Un esfuerzo inútil.
Para ese entonces, Cardoen se había ramificado internacionalmente,
y a pesar de la desproporción, intentaba penetrar el mercado de la
O T A N , a través de la compañía española Industrias Metalúrgicas Estraté-
gicas Cantábricas Santander (IMECSA). También alcanzó las costas de
Chile, con una fábrica de misiles antitanques, Norinco, gestionada por el
embajador de Pinochet en Pekín, el general de aviación Benjamín
Opazo. En recompensa, Cardoen incorporó a su empresa al general

- 301 -
cuando éste cesó en el cargo diplomático. Asimismo llegó a la Argen-
tina con una fábrica de tubos de acero que, en los momentos de auge de
las exportaciones a Irak, dio trabajo a 400 obreros argentinos pero que
debió cerrar con el final de la guerra contra Irán. Según el balance de
Raúl Sohr, Cardoen montó una planta para la carga de submuniciones
en Ecuador, participa en el capital de la compañía Elviemek, S. A., que
fabrica explosivos inmunes a los cambios de temperatura y a la presión
atmosférica en Grecia y se propone construir en 1991 una industria de
granadas de mano y minas antipersonales en Guatemala.
Cuando la guerra con Irán concluyó, Cardoen estaba enfrascado en
la construcción en serie de un over-craft para los pantanos y las plani-
cies de Irak. El modelo, capaz de transportar entre 8 y 10 hombres
junto con una ametralladora pesada montada sobre un riel, es un anfi-
bio que se desliza sobre superficies sólidas y líquidas con la misma ver-
satilidad, apoyándose en un colchón de aire.
El fin de la guerra frustró este nuevo desarrollo militar y el empresa-
rio no ocultó su amargura. «La capacidad ingenieril e industrial de nuestra
empresa se ha visto desocupada desde el término del conflicto», confesó a
Sohr. Pero de todos modos cumplió con la promesa de presentar el pri-
mer helicóptero fabricado en Chile antes que terminara el año 1989,
mostrándolo en la exposición internacional F I D A E de 1990, cuando
perdió la vida el inglés Jonathan Moyle.
Estas ferias de F I D A E habían comenzado en 1980, cuando concu-
rrieron 75 expositores de 20 países, que diseminaron sus productos
para la guerra en 216 estands levantados sobre 7.000 metros cuadrados.
En 1990, la participación internacional había reunido a 24 países, pero
la superficie alcanzó 17.300 metros cuadrados, con 461 pabellones dife-
rentes. La industria de la muerte, protegida por Pinochet, se ha estable-
cido en Chile como en su propia casa.
El panorama no era el mismo para Cardoen, aparentemente, al co-
menzar 1990. La compañía estatal F A M A E , que había competido y tal
vez apelado a recursos inescrupulosos contra Cardoen, había recupe-
rado su hegemonía en el mercado de las armas legales y, en coincidencia
con la feria de la muerte, se anunció que iba a producir un sistema de
cohetes para artillería de alcance mediano. F A M A E se había asociado
para este propósito con la compañía británica de armamentos Royal
Ordnance, filial de la British Aerospace, una de las mayores organizacio-
nes mundiales de tecnología para la aviación de guerra . 8

Fue sólo después de que Sadam Husein desatara la crisis del Golfo,
cuando los alcances reales del grupo Cardoen llegaron a ser mejor co-
nocidos en todo el mundo.

- 302 -
bricar fibrocemento y téjanos. También dijo que fabricaría componen-
tes no orgánicos en Punta Arenas, al sur de Chile, con una inversión de
cientos de millones de dólares.
El 10 de diciembre de 1989, Cardoen proclamó: «Continuaremos fa-
bricando armamento, pero en forma reducida, por cuanto crecimos en pro-
ducción para satisfacer necesidades específicas del Gobierno de Irak, pero la
guerra terminó.»
Sin embargo, anunció que iba a construir una industria de produc-
tos electrónicos en Irak. No especificó cuáles .9

¿Tal vez ya había decidido producir los F A E ?


Cardoen ha llevado al más alto lugar posible la aventura de la indus-
tria de guerra de un pequeño país. Detrás de Cardoen, en sus comien-
zos, estuvo Pinochet, y es indudable que hoy está Sadam Husein. Dos
semanas antes del estallido del conflicto del Golfo, Cardoen fue reci-
bido en La Habana por Fidel Castro.
¿Pero quién realmente sostiene a Cardoen con la tecnología opor-
tuna en el momento justo?
Desde comienzos de 1990 el trust internacional Imperial Chemical
Industries (ICI), de Gran Bretaña, es socio de Cardoen, a partes iguales,
en una gran empresa chilena. Esta empresa, llamada Explomin, Explosi-
vos Mineros, S. A., fabrica y vende sustancias químicas y accesorios para
la minería, junto con servicios de tronadura. El mismo Cardoen explicó
al finalizar el año 1989 que la ICI incorporaba al negocio chileno las
nuevas tecnologías en la materia, después de haberse establecido en
Chile a mediados de 1989, como ICI Agrochemicals.
Imperial Chemical Industries (ICI) vende en Gran Bretaña 1.000 mi-
llones de dólares anuales, colocándose en el segundo lugar de las empre-
sas inglesas, y en el primero como trust mundial de explosivos.
¿Estaba el Fuel Air Explosive (FAE) en la cartera de las patentes que
ICI transfirió a su sociedad con Cardoen y éste puso al servicio de Sa-
dam Husein?

- 304-
NOTAS

1. Cristian Opaso, «Caso del periodista británico», Apsi, Santiago de Chile, n." 353,
20 de junio de 1990.
2. El Mercurio, 21 de mayo de 1990.
3. Marcos Robledo, «Un suicidio difícil de creer», La Época, Santiago de Chile, 21 de mayo
de 1990.
4. La Nación, Santiago de Chile, 25 de mayo de 1990.
5. Augusto Varas, Los militares en el poder, Pehuén-Flacso, Santiago de Chile, 1987.
6. Raúl Sohr, La industria militar chilena. Comisión Sudamericana de Paz, Santiago de Chile,
1990.
7. Varas, op. cit, pág. 130.
8. La Época, Santiago de Chile, 25 de marzo de 1990.
9. El Mercurio, Santiago de Chile, 11 de diciembre de 1989.

- 305 -
3

L A C O A R T A D A D E LOS MILITARES
ARGENTINOS

El 17 de agosto de 1989, en Al Hillah, a sólo 60 kilómetros de Bag-


dad, una explosión causó entre 700 y 2.500 muertos, en su mayoría tra-
bajadores locales que ignoraban casi todo acerca del proceso industrial
del que formaban parte.
Estos obreros irakíes trabajaban en una fábrica secreta para la pro-
ducción de armamentos.
La investigación de la catástrofe llevó a Bagdad a Farzad Bazoft, pe-
riodista británico de 31 años, que había nacido en Irán, de donde emi-
gró con sus padres a Inglaterra cuando era muy pequeño y hablaba tan
bien el inglés como el farsi. Bazoft había tomado la ciudadanía británica
y las autoridades de su patria, Irán, no le permitieron entrar en el país
con su pasaporte inglés, cuando lo intentó. En cambio había entrado va-
rías veces en Irak, como periodista del semanario The Observer, de Lon-
dres, donde se publicaban sus trabajos, aunque no pertenecía a la planti-
lla de redacción.
En septiembre de 1989, un par de semanas después del estallido de
Al H i l l a h , Bazoft estaba oficialmente invitado por Bagdad para escribir
sobre la reconstrucción del país después de la guerra con Irán.
Tal vez Bazoft fue la primera persona que conoció la verdadera his-
toria de Al Hillah, aunque es completamente posible que al llegar a
Irak, ya tenía, por lo menos, el dato de que había ocurrido un grave ac-
cidente en la industria de guerra de Sadam Husein. Su viaje buscaba la
confirmación de la noticia.
Bazoft fue sorprendido en una zona militar en compañía de una en-
fermera británica que colaboraba voluntariamente en los hospitales
para la rehabilitación de los heridos de la guerra.
Juzgados rápidamente, a Bazoft lo acusaron sucesivamente de ser

-307-
agente de espionaje de Irán, informante de países occidentales y final-
mente agente de inteligencia de Israel. Probablemente fue alguna de
esas cosas en su vida, que quedó truncada el 15 de marzo de 1990,
cuando Husein lo condenó a muerte y fue ejecutado en la horca, en una
prisión de Bagdad. La enfermera británica que lo acompañaba, Daphne
Parish, fue condenada a 15 años de cárcel. Por orden de Husein se dis-
tribuyó un filme donde Bazoft asumía su condición de espía, pero el In-
ternational Press Institute recogió desde Ginebra opiniones coincidentes
de que la declaración de Bazoft era la típica confesión arrancada bajo
torturas. En la redacción londinense de The Observer, ese criterio pre-
dominaba entre los antiguos compañeros de tareas de Bazoft . 1

El primer norteamericano que se entrevistó con Husein en Bagdad


después de la ejecución de Farzad Bazoft y de la protesta internacional
que siguió, fue el senador Robert Dole. Llegó como portador de un
mensaje del presidente George Bush para el dictador irakí, donde le
proponía mejorar las relaciones entre los dos países a cambio de que
ofreciera señales de «comportamiento constructivo». Dole regresó a Wash-
ington con información más completa sobre la explosión de Al Hillah.
En esta planta secreta de armamento —dijo— estaba produciéndose la
versión del misil Cóndor II, artefacto desarrollado por la industria mili-
tar de Argentina desde fines de la guerra de las Malvinas, en 1982.
La investigación que costó la cabeza a Bazoft no descubrió entonces
que Husein se proponía fabricar misiles balísticos en serie, sino algo
más grave, es decir, que ya lo había logrado y, por añadidura, que el
prototipo era argentino.
La idea de producir misiles surgió entre los militares argentinos an-
tes de que concluyera su descabellada guerra terrestre y aeronaval con-
tra las fuerzas británicas, secundadas por la O T A N , en 1982.
A comienzos de 1983, los militares argentinos se habían puesto de
acuerdo con los Gobiernos de Irak y de Egipto para fabricar un nuevo
misil de mediano alcance, dentro de un proyecto que la Argentina ofi-
cializó como propio. Por lo menos 3.000 millones de dólares resultaron
comprometidos en los trabajos relacionados con el Cóndor II, dentro
de un presupuesto notablemente abultado por los costos operativos,
propios de una fabricación clandestina en escala mediana y, por lo
tanto, codiciada por los servicios de inteligencia de naciones potencial-
mente afectadas por el uso del proyectil contra su territorio.
En primer lugar, Israel. Los analistas del Masad fueron los primeros
en detectar la madeja de canales de tecnología diversificada, abasteci-
miento de partes y transporte a través de pistas de distracción que el
Cóndor II estaba recorriendo antes de llegar a su destino.

- 308 -
En 1984, Israel había llegado a la conclusión de que Irak necesitaba
el misil para arrojarlo sobre Irán y finalizar la costosa guerra; que A r -
gentina, con el pretexto vagamente patriótico de tomar una revancha
contra los ingleses en el Atlántico Sur, en realidad estaba interesada en
los ingresos financieros que podría obtener de un sponsor tan rico como
Husein, mientras que Egipto, tai vez, podría utilizarlo algún día contra
Israel, antes que para atemorizar a Libia.
En la misma medida que el Cóndor II pudo arrastrar algún riesgo
militar contra la seguridad de Israel, detener su proliferación se convir-
tió en objetivo de primera importancia para el Mosad.
Entre otras constataciones, los israelíes confirmaron que los aportes
financieros de Irak a Argentina pasaron invariablemente a través de
Egipto, donde el proceso industrial del misil se efectuó en las afueras de
El Cairo, en una planta codificada como Factoría 17. En Argentina, los
trabajos se realizaron en Falda del Carmen, en las sierras cercanas a la
ciudad de Córdoba (700 km al norte de Buenos Aires), donde fue exca-
vada una galería bajo el régimen especial de obra militar secreta. Este ré-
gimen establece que el personal no conoce en qué proyecto trabaja y es
contratado por períodos nunca superiores a dos semanas, aceptando
voluntariamente ser conducido hasta el lugar previa desorientación fí-
sica, a fin de que no quede en condiciones de regresar allí por sus pro-
pios medios.
El complejo militar-industrial de los argentinos fue administrado
por la Fuerza Aérea, en el período en que esta arma estuvo más enfren-
tada con el Ejército y los ajustes internos por la derrota de las Malvinas
estaban al rojo vivo. Los mismos militares de tierra argentinos fueron
los primeros en difundir confidencias sobre el arriesgado programa de
la Fuerza Aérea, recelosos de que ésta obtuviera un presupuesto de gas-
tos mayor que el Ejército. Las indiscreciones de los militares argentinos
contra sus colegas del aire fueron recicladas por la prensa extranjera,
que, sobre todo en Alemania Federal, encontró un caudal de informa-
ción.
Se llegó a precisar que existía un consorcio de dieciséis compañías
europeas, con base en Zug, Suiza y en Montecarlo, Monaco, conocido
con el nombre Consen, que funcionaba desde la década de los 60 con
filiales en Europa, América del Sur y Oriente Medio. En este consor-
cio, ahora enfrascado en el proyecto del Cóndor II, estaban las grandes
compañías alemanas Messerschmitt-Bölkow-Blöhm (MBB), MAN y Weg-
mann, la italiana Snia-BPD, subsidiaria del grupo Fiat, Sagem, de Fran-
cia y Bofors, de Suecia. Algunas de estas compañías ya habían par-
ticipado anteriormente en la fabricación del Pershing 2, de Estados

- 309 -
Unidos, de manera que no es incorrecto imaginar que el Cóndor II es
una variedad del misil norteamericano, cuyos planos los socios de Con-
sen conocían desde dentro.
Una conclusión aceptable fue pensar que el Pershing se transformó
en Cóndor, y que éste, a su vez, pasó a ser el Badr 2000 de Egipto. El
5 de diciembre de 1989, entretanto, en la base irakí de Al Anbar los in-
formes del Mosad indicaron que habían sido ensamblados, en un solo
proyectil, de 25 metros de largo y 48 toneladas de porte, cinco Cón-
dor II exportados por Argentina. Los israelíes interpretaron que estaban
en presencia de una tentativa viable de construir un misil con 2.000 km
de radio de acción y, posteriormente, recibieron noticias de que en
Mauritania se había escuchado una propuesta de Bagdad para realizar
ensayos en su territorio.
El control sobre la recirculación de misiles en todo el mundo ocupó
el interés de las grandes potencias en los últimos tres años. Fueron los
norteamericanos los más alarmados cuando en 1987 unos comandos de
la marina de guerra de Estados Unidos encontraron misiles Stinger en
lanchas patrulleras de Irán, que los recibió de Afganistán, y que poseen
una comprobada eficacia contra aviones que vuelan a baja altura.
En 1988, el tema de los misiles argentinos fue tratado en Buenos A i -
res en un cónclave en el que participaron todos los embajadores de Es-
tados Unidos en América del Sur, y que contó con las principales figu-
ras de Washington en ese momento: el subsecretario de Estado, Elliot
Abrams; el subsecretario de Defensa, Robert Pastorino; el coman-
dante de la flota norteamericana en el Atlántico Sur, almirante Frank
Kelso II, y el embajador de Estados Unidos en la O N U , general Ver-
non Walters. En ese momento, Argentina aparecía como interesada
en que Estados Unidos autorizara la transferencia de tecnología del
M L R S (Múltiple Rocket Lauch System) de la LTV-Vought. E n Brasil,
esta posibilidad inquietó a la industria militar, que estimó que una ba-
tería similar al M L R S producida por ella costaría 10 millones de dóla-
res, mientras que los argentinos iban a producirla por no más de 2 mi-
llones y medio de dólares. 2

En diciembre de 1989, cuando Husein informó que había lanzado al


espacio un cohete de 48 toneladas, construido en su país, procuró dis-
frazar la procedencia del artefacto, con petulancia. «Dimos un compli-
cado paso científico», fue su comentario, añadiendo que Irak «no contó
con ayuda extranjera». El dictador aseguró que ya estaban trabajando en
la base Al-Anbar en la construcción de misiles de largo alcance, «para
defender la seguridad y el orgullo de la nación árabe». Faltaban apenas
ocho meses para que Husein desencadenara la ofensiva sobre Kuwait.

- 310-
Otros informes de inteligencia de esa época vincularon la industria
sudamericana de guerra con los misiles de Husein y se pudo saber que
el célebre teniente coronel norteamericano Oliver N o r t h había gestio-
nado en Chile misiles británicos Blow-pipe para los «contras» de Nica-
ragua.
Fue una paradoja que Kuwait haya participado en la financiación
del Cóndor II cuando se emprendió su producción en los silos subterrá-
neos del Valle de Punilla, Argentina. El general de aviación Rubén A.
Corradetti, presidente de la Fábrica Argentina de Material Aeroespacial,
había formalizado en abril de 1988 el financiamiento de Kuwait para el
Cóndor II, durante un viaje que realizó junto al gobernador radical de
Córdoba, Eduardo Angeloz, sumamente interesado también por el
éxito del programa misilístico en su provincia. En esa época, el Cóndor II
era denominado en los papeles oficiales secretos como «vector transpor-
tador», y no cohete inteligente o misil, del mismo modo que siempre se
insistió en que el prototipo que se había buscado excluyó su montaje en
la línea de producción.
La cabeza inteligente del Cóndor II, entre tanto, había sido ofrecida
a los clientes por China, de acuerdo con el prototipo que allí implanta-
ron en el modelo Silkworm, y también por Israel, cuyo Gobierno, em-
pero, protestó a causa de que los árabes estaban involucrados.
C o n el mismo sigilo que se preparaba el Cóndor II en Córdoba, en
Pilcaniyeu, cerca de la estación invernal Bariloche, los científicos argen-
tinos dominaban el ciclo completo del uranio, un capítulo imprescindi-
ble para la fabricación de bombas atómicas.
La responsabilidad sobre el Cóndor II ha sido motivo de polémica
entre los argentinos, desde el momento que la crisis del Golfo destacó
los alcances de la aventura de los militares. El presidente Carlos Menem
afirmó que el programa secreto de la Fuerza Aérea estaba práctica-
mente completo cuando su antecesor, el radical Raúl Alfonsín, le en-
tregó el Gobierno. Los radicales no negaron que el proyecto se había
desarrollado durante su gobierno de cinco años y medio, pero sembra-
ron informaciones en el sentido de que su punto de partida podía ha-
llarse con más exactitud entre la terminación de la guerra de las Malvi-
nas, en 1982, y la elección de Alfonsín como presidente, en 1983.
La hipótesis más aceptada es que la Fuerza Aérea presentó su pro-
yecto a Alfonsín apenas éste llegó a la Casa Rosada y que negoció el
apoyo a su gestión a cambio de que legalizara como presidente consti-
tucional la que hasta ese momento no era otra cosa que una audacia
de los aviadores. En los hechos, la Fuerza Aérea cumplió el trueque de
apoyo militar a cambio de respaldo constitucional a la industria secreta

-311 -
de misiles, y Alfonsín pudo contar con la aviación cada vez que los mili-
tares de tierra se levantaron en contra de su Gobierno.
Según la investigación del semanario alemán Der Spiegel, unos 5.000
millones de dólares estuvieron en tránsito entre Argentina, Alemania,
Austria, Suiza y Mónaco, mientras el proyecto iba convirtiéndose en
realidad. La revista alemana también siguió la pista de ajustes de cuen-
tas, a menudo sangrientos, como el atentado contra el alemán Ekkehard
Eugen Schrotz, presidente de una de las empresas asociadas al pro-
yecto. La mansión de Schrotz, en un pueblo llamado Speracédes, cerca
de Grasse, en la Costa A z u l , fue el objetivo de terroristas nocturnos,
quienes volaron su automóvil Peugeot, el 27 de mayo de 1988. Los au-
tores del atentado se identificaron como «Guardianes del Islam», facción
desconocida hasta ese día, y que posteriormente no volvió a la acción.
Un mensaje a Schrotz le advirtió que «esta vez cometimos un error téc-
nico, pero si no interrumpe sus negocios con el presidente de Irak, tanto usted
como su familia serán ejecutados» .
1

Cuando la inteligencia alemana investigó el episodio, descubrió que


dos días antes del hecho había llegado a Monaco el general de aviación
argentino Edgardo Stahl, que desempeñaba la jefatura del Área Material
Córdoba, donde trabajaban en el Cóndor II, y según Der Spiegel, cada
vez que este hombre entraba en Europa reemplazaba su pasaporte ar-
gentino por otro de ciudadano alemán, expedido por el consulado de la
República Federal Alemana en la ciudad de Córdoba, con el número
H3558750.
La historia de la Fábrica Argentina de Materiales Espaciales ( F A M A )
registra su integración con un 46 % de capital del Estado argentino, el
44 % del consorcio italiano Aeritalia y un 10 % del grupo Techint, esta-
blecido en la Argentina aunque de capital italiano en su origen. La
transferencia de tecnología se hizo por intermedio de la Integradora Es-
pacial Sociedad Anónima, I N T E S A , formada con 40 % de capital de la
Fuerza Aérea, otro 40 % de la parte alemana y el 20 % de la sociedad
Desintec.
En 1989, uno de los interrogantes que había planteado el financia-
miento de un proyecto de tan alto costo, quedó desvelado. Fue cuan-
do se descubrió que la sucursal de la Banca Nazionale del Lavoro en
Atlanta, Estados Unidos, había servido de puente para que cientos de
compañías, presuntamente exportadoras de cereales a Irak, recibieran
créditos por un total de 2.000 millones de dólares, destinados en cam-
bio a financiar los proyectos de la industria militar al servicio de H u -
sein. El escándalo ocasionó la dimisión del presidente de la banca, el so-
cialista Nerio Nessi, y del director general, Giacomo Pedde, quienes

-312-
poco después admitieron que 2.500 créditos habían sido suministrados
a compañías que traficaban con tecnología militar, al mismo tiempo que
reconocieron que el negocio había generado comisiones y sobornos por
más de 200 millones de dólares.
La minúscula sucursal de Banca Nazionale del Lavoro, operada por
el libanes Christopher Drogoul en Atlanta, resultó el canal de realimen-
tación del proyecto de Husein centrado en parte en las compañías bri-
tánicas Matrix Churchill y Tecnológica! Developpment Group (TDG). Es-
tas dos empresas producían máquinas herramientas indispensables para
la construcción del Cóndor II y, además, tenían la particularidad de ser
controladas personalmente por un abogado de Bagdad, Fadel Jawad
Kadhum, en nombre de ministro de la Producción de Guerra de Irak,
Husein Kamel. Éste no es otro que el yerno de Sadam Husein.
La APV Chemical Machinery, de Michigan, una filial norteamericana
de la compañía británica A P V , especializada en alimentos y bebidas,
confesó que había vendido mezcladores verticales para componentes de
propulsión a la empresa italiana Snia-PBD, que los revendió a la Fuerza
Aérea argentina.
En la interminable telaraña de contratos parciales que, una vez com-
pleto, permitiría el armado del Cóndor II, apareció el primo del minis-
tro de Defensa de Egipto. Su posición fue de elevado compromiso: el
Departamento de Justicia de Washington lo señaló en julio de 1988
como uno de los organizadores del contrabando de carbón-carbón, pro-
ducto químico vital para la construcción de la coraza externa que pro-
tege al misil contra el recalentamiento. El cargamento, de 258 kg, había
sido interceptado en el aeropuerto de Baltimore, Estados Unidos,
cuando dos agregados militares de Egipto ya estaban a punto de embar-
carlo en un aparato C-130 de la Fuerza Aérea egipcia.
Este capítulo de la investigación permitió deducir en qué punto de
la producción del misil se hallaban sus fabricantes, concluyéndose que
se disponían a resolver el problema técnico de las celdillas cerámicas.
Éstas permiten alcance y velocidad, ya que la fricción después de tras-
poner la barrera del calor, a 28.000 km por hora, destruye los sistemas
metálicos convencionales.
Los norteamericanos confirmaron que quienes requerían carbón-
carbón estaban a un paso de coronar una meta de 1.000 km de distancia
con una carga de 1.000 kg. En otras palabras, alguien estaba en condi-
ciones de contar con misiles estratégicos similares a los Pershing.
Los ojos volvieron a posarse sobre la sociedad de los militares ar-
gentinos con el Departamento de Ciencias Meteorológicas de la Messer-
schmitt-Bölkow-Blöhm (MBB), este último bajo la dirección de Karl

-313-
Adolf Hammer, y los primeros representados por el brigadier Stahl y el
capitán de navio Boris Iván Marienhoff, un marino retirado que la
prensa germana confundió con el edecán del presidente Alfonsín. M a -
rienhoff ya estaba en situación de retiro desde 1973, cuando el entonces
almirante Emilio Massera ascendió a la cima de la Marina de Guerra
bajo la protección del presidente Juan Perón. Massera era enemigo de
Marienhoff, y éste había dirigido el área de política y estrategia de la A r -
mada, convirtiéndose de todos modos en el hombre de consulta del M i -
nisterio de Defensa sobre estas materias en los años siguientes. Este ofi-
cial naval no sólo domina varios idiomas, sino que además pertenece a
una promoción cuyo peso político es fácil de comprender si se lo des-
menuza a la luz de la contratación de armamento con la República Fe-
deral Alemana. En efecto, Marienhoff se graduó como oficial de la A r -
mada en el noveno lugar de una promoción, la número 75 de la Escuela
Naval argentina, cuyos tres primeros puestos fueron ocupados por los
almirantes que más importancia cobraron en los años de la guerra de las
Malvinas y del desarrollo de la bomba nuclear argentina: el número 1
fue Carlos Castro Madero, quien presidió largamente la comisión esta-
tal de energía atómica de la Argentina; el número 2, Jorge Anaya, quien
condujo a la Marina en la guerra del Atlántico Sur, en 1982, y Edgardo
Segura, el número 3, quien como delegado de la Armada argentina en
Londres acumuló una masa impresionante de información e inteligen-
cia sobre los británicos. En las oficinas de Marienhoff se decidió con
frecuencia la contratación de compras de armamento por más de 4.000
millones de dólares, entre otras, la adquisición de las corbetas con misi-
les que el presidente Menem envió en 1990 al Golfo Pérsico.
En la edificación del complejo industrial-militar para Husein dentro
de la Argentina, el general de aviación Stahl y el director de M B B , Karl
A d o l f Hammer, estuvieron de acuerdo para encomendar la ejecución
del proyecto Cóndor II a la compañía C O N S E N , sigla de Consulting
Engineers Ltd., con sede en Montecarlo. Fue el primer presidente de
C O N S E N el alemán Helmut Raiser, que en tiempos de la última dicta-
dura militar, en la década de los 70, había visitado varias veces Argen-
tina por cuenta de dos empresas del grupo Krupp, la Wasag Chemie AG
y Boblen Industrie GMBH. Las dos compañías estaban detrás de un pro-
yecto de los militares argentinos, la construcción de un polígono de tiro
para misiles en la Patagonia. Pero el proyecto del polígono trascendió
prematuramente, y las dos compañías de Krupp terminaron saliendo de
Argentina y se fusionaron más tarde como Bowas Induplan, con sede en
Salzburgo, Austria.
La estrategia de usar terceros países como sede impulsó a Hammer

- 314-
a salir oficialmente de la M B B en 1987, dos años después de haber acor-
dado con Stahl que la operación encargada por Irak debería continuar
en territorio de ese país, a causa de los trastornos que estaba ocasio-
nando a las relaciones de Bonn con Washington y, en menor medida,
también a las de Argentina con Estados Unidos.
Hammer se puso entonces al frente del Institute for Advanced Tech-
nology (IFAT), con oficinas en Suiza y Monaco. Una constelación de
empresas menores brotó alrededor del I F A T : las antes citadas INTESA
y Desintec, Conchem, Cóndor Holding, Cóndor Proyects, Delta Consult y
Delta System. I F A T también instaló una planta para construir un misil
de 120 km de alcance en A b u Saabl, cerca de El Cairo, con piezas talla-
das en las líneas de producción de Argentina.
Cuando el presidente Hosni Mubarak cedió a la presión de Wash-
ington para que suspendiera la fabricación de misiles, los alemanes ya
estaban levantando su nueva planta gemela en Irak. El lugar elegido fue
Mosul, un puerto en el Tigris con una industrialización muy adelan-
tada, donde se podía justificar la llegada de partes de misiles, en medio
del movimiento de importación de la industria metalúrgica y química
del lugar. Hasta Mosul llegaron un día las computadoras de última ge-
neración enviadas por la Hewlett Packard de Estados Unidos, que per-
mitirían calcular la trayectoria de los misiles y también los motores y
combustibles especiales comprados en Italia a la S N I A .
El proyecto en Egipto fue dirigido por el alemán Raiser, y en Mosul
por otro alemán, Wilhelm Vullride, quien comandaba el C O N S E N al
comenzar el conflicto del Golfo, y en Argentina, según afirmaciones de
la prensa europea, por el comodoro (coronel) Luis Guerrero, salido del
M I T , el más elevado centro tecnológico de Estados Unidos.
En mayo de 1988, es decir, poco después del atentado de los
«Guardianes del Islam» contra la residencia de Schrotz, las oficinas del
C O N S E N , en Zug, Suiza, fueron visitadas por ladrones que se lleva-
ron documentación sobre el Cóndor II. El plano del D D T o Proyecto
395, dirigido por ingenieros austríacos contratados por la consultora
Ingenieurburo Feneberg, estaba entre los papeles que desaparecieron
esa vez. Dos años más tarde fueron publicados por la revista alemana
Der Spiegel, lo que no significa necesariamente que ésta los recibiera
de los ladrones.
La mano del Mosad pudo haber acercado la valiosa documentación a
la redacción del semanario alemán de más prestigio.
Estos planos, correspondientes a plantas localizadas en Hillah,
90 km al sur de Bagdad, en Kerbala, a 50 km de la capital y en la misma
dirección, y en Al Fajullah, 90 km al este de aquella ciudad, pudieron

-315-
ser reconocidos como pertenecientes a plantas gemelas a la construida en
Falda del Carmen por los ingenieros de la Fuerza Aérea argentina.
Ante esta masa de evidencias, anterior al asalto de Husein a Kuwait,
la relación del Gobierno del presidente Menem con Washington se vol-
vió intolerable en la cuestión de los misiles ya en las postrimerías de
1989. En abril, Menem declaró que el programa del Cóndor II había
sido desactivado tiempo atrás, lo que atribuyó a falta de recursos eco-
nómicos. El secretario de Estado norteamericano James Baker, y el em-
bajador de Estados Unidos en Buenos Aires, Terence Toodman, habían
celebrado consultas personales con Menem y, bajo la presión de ambos,
el mandatario cedió.
La Fuerza Aérea, por su parte, ensayó una explicación a través del
jefe del estado mayor, brigadier general José Julia, quien insistió en cali-
ficar al misil como «vector para satelización», y agregó:
«Yo quiero aclarar que ese proyecto no es para alarmar a ningún país y
menos puede ser considerado un peligro para la paz en Oriente Medio o de
cualquier otro lugar del mundo.»*
Julia afirmó en esa ocasión que había repetido durante una visita a
Washington que «de Argentina y de la Fuerza Aérea no ha salido ninguna
tecnología militar para países extranjeros», algo que confrontado con la re-
copilación de informaciones acumuladas por la inteligencia norteameri-
cana, británica e israelí sonó como un sarcasmo.
Un dossier completo, entretanto, registraba paso a paso el crecimiento
del Cóndor II y su posterior desenvolvimiento en los silos de Irak. Este
dossier incluía fotografías del primer lanzamiento del Cóndor II en un
campo experimental de la Fuerza Aérea argentina ubicado en Chamical,
dentro de La Rioja, provincia gobernaba en ese momento por Carlos Me-
nem, quien dos años después sería elegido presidente.
El balance del problema apareció por fin en un documento de la Di-
rección de Control de Armas y Desarme, del Gobierno de Estados U n i -
dos, que menciona a Argentina y Brasil entre los países que están desa-
rrollando proyectiles balísticos cuya proliferación es calificada como
«un peligro».
«Los países que poseen misiles balísticos pueden disparar poderosas ojivas
al interior de otros territorios, con la seguridad de que las defensas tienen
poca posibilidad de detener el ataque», afirma el informe, que además se-
ñala a Irak entre las naciones que cuentan con artefactos de esta especie.
Argentina fue aludida en el texto como uno de los países que «adquirió
un variado grado de experiencia en esa área y ha desarrollado una tecnología
doble y aprendido una lección que puede ser aplicada tanto para requeri-
mientos civiles cuanto militares».
Estaban lejos los tiempos en que el jefe de la Fuerza Aérea argen-
tina, brigadier general Ernesto Crespo, se explayó sinceramente sobre
las intenciones de la industria misilística bajo su control, con estas pala-
bras: «Ojalá la Argentina estuviera en condiciones de vender esa cantidad de
proyectiles [500 Cóndor II]. Una venta como la que se anuncia le vendría
muy bien a la economía argentina, ya que representaría el ingreso al país de
más de 800 millones de dólares.»5

Lo cierto es que Menem, cargando sobre sus espaldas con la historia


del Cóndor II, se encontró el 2 de agosto de 1990 con una crisis interna-
cional donde Argentina era acusada —juntamente con Brasil y con
Chile— como proveedor de armas sofisticadas que habían contribuido a
la formación del arsenal de Sadam Husein.
Toda la administración argentina, por otra parte, era sospechosa de
estar dominada por un núcleo férreamente controlado por una docena
de familias étnicamente árabes, entrelazadas alrededor de la familia del
propio Menem y la de su esposa, de apellido Yoma.
La coyuntura fue aprovechada por Menem para poner distancia con
Irak. En un movimiento que provocó curiosidad internacional y desa-
grado entre las naciones latinoamericanas, Menem ordenó la partida del
destructor Almirante Brown, equipado con un cañón de 127 milíme-
tros, el de mayor calibre que se fabrica en Europa para disparar proyec-
tiles semiinteligentes (no teledirigidos) y de la corbeta con misiles Spiro,
al Golfo Pérsico.
Aunque el recorrido de 12.000 millas desde el puerto de Buenos Aires
hasta el teatro de operaciones en el Golfo convirtió la participación ar-
gentina en una costosa expedición a través del Atlántico y del Mediterrá-
neo, Menem estaba convencido de haber contribuido positivamente a bo-
rrar la historia del Cóndor II, que lo persiguió desde el mismo día en que
lo vio volar, cuando era gobernador de la provincia de La Rioja.
En la decisión de Menem influyó, asimismo, el rápido alineamiento
del régimen de Siria, país árabe que cuenta con un gobierno de las mis-
mas características que el de Irak, pero que acompañó a Washington en
la condena a Husein. Los partidos de ambas naciones se denominan
Baas, pero en Siria el neosocialismo histórico de esta organización fue
sustituido por el poder de los fanáticos religiosos alauitas, la rama de los
musulmanes a la que pertenece el presidente Hafez el Assad. Los alaui-
tas, apenas el 12 % de la población siria, son quienes gobiernan con El
Assad y han ocupado todo el espacio político comenzando por los
cinco servicios secretos que controlan a la población, en su mayoría
musulmanes suníes y ortodoxos griegos, y continuando con los cuadros
superiores del Ejército.

- 317-
En manos de los fundamentalistas alauitas, Siria es considerada por
Estados Unidos el único país seguro para su política en la región, y su
militarismo extremista fue favorecido por Washington, donde se consi-
dera a ese país como «la Prusia de Medio Oriente.»
En octubre de 1990, y en medio de la crisis regional causada por
Husein, Assad fue autorizado por Washington para aniquilar al general
Michel Aún, jefe de los cristianos maronitas de Líbano, en lo que se in-
terpretó como una contraprestación al rol jugado por los sirios en el
bloqueo contra Irak.
Menem había distinguido en todo momento a Siria como su princi-
pal socio en Oriente Medio, no solamente porque sus padres y los pa-
dres de su esposa nacieron allí, aunque este factor siempre es de consi-
deración tratándose de los tradicionalistas árabes. Si bien el presidente
argentino ha repetido que en algún momento de su vida cambió de reli-
gión para volverse cristiano, jamás pudo aportar pruebas de una con-
versión en regla y su propia boda con Zulema Yoma fue consagrada por
un imán enviado desde La Meca, que unió a los esposos según el rito de
los alauitas.
En el momento de designar al embajador de Argentina ante el presi-
dente El Assad, Menem eligió a su hermano, Muñir. También fue para
El Assad la primera invitación personal para la ceremonia de posesión
de Menem, preferencia no casual, pues la familia del presidente ganó la
amistad del presidente sirio cuando éste fue agregado militar en la em-
bajada siria en Buenos Aires.
Menem y Assad no han dejado de desarrollar la cooperación en ma-
teria nuclear, y Siria compró, en junio de 1990, un reactor experimental
para la producción de radioisótopos valorado en 100 millones de dóla-
res . Para perfeccionar el convenio, el presidente sirio envió a Menem,
6

como emisario, a uno de los jerarcas del régimen alauita, Rashid Me-
nem, quien resultó ser primo del presidente argentino.
En la vinculación de Menem y El Assad surgieron también los nego-
cios, uno de los cuales dio lugar a una investigación parlamentaria soli-
citada por la oposición política y concerniente a operaciones de trueque
de petróleo sirio por trigo argentino.
Menem reaccionó con disgusto cuando uno de sus asesores, el agita-
dor árabe Alberto Samid, apareció junto al embajador de Irak en Bue-
nos Aires como demostración de su repudio personal al envío de las na-
ves de guerra argentinas al Golfo. Samid fue rápidamente separado de
su cargo en la antecámara del presidente, y de inmediato organizó una
bulliciosa cadena de ayuda a Irak, país adonde viajó poco después. Me-
nem, sin embargo, mantuvo a su lado al propio portavoz presidencial, a

-318-
pesar de que antes de desempeñar esa función había sido portavoz del
Gobierno de Husein desde la representación diplomática de Irak en la
Argentina.
Las naves de guerra argentinas alineadas con las flotas de las grandes
potencias en el mar Rojo iban a garantizar, con su solitaria presencia, el
olvido de la aventura más temeraria de la industria bélica de los milita-
res argentinos.

-319-
NOTAS

1. Ted Córdova-Claure, «El día que Husein colgó a un periodista», El Nacional, Caracas, 11
de agosto de 1990.
2. Roberto Godoy, «Argentina ganha tecnología bélica dos americanos», O'Estado de Sao
Paulo, 24 de abril de 1988.
3. Página 30, Buenos Aires, n." 3, octubre de 1990.
4. La Nación, Buenos Aires, 30 de abril de 1990.
5. Clarín, Buenos Aires, 6 de octubre de 1987.
6. En octubre de 1990 se descubrió que Husein también recibía hidruro de litio desde-
China, utilizándolo en la fabricación de bombas atómicas, combustibles para misiles y gases neu-
rotóxicos.
Wanbao Engineering Co. rompió el embargo contra Irak impuesto por la O N U a raíz de la
invasión de Irak, y efectuó ventas de hidruro de litio a Husein el 20 de septiembre de 1990. Esta
compañía resultó ser la rama de ingeniería y construcción de North Industries Corp. (NO-
RINCO), una firma estatal que emplea más de un millón de personas, y que en los folletos de
propaganda de Cardoen aparece asociada con la empresa chilena, lo que es indudablemente
cierto.

- 320-
Arriba, el superbombardero norteamericano B-2 Stealth, durante un ejercicio de prueba
en el oeste de EE U U . Existen 15 modelos en diversos grados de fabricación. Abajo, el ge-
neral saudí Jaled B i n Sultán (derecha) estrecha la mano al coronel francés Jean-Louis
Llorce, jefe del 3 Regimiento de Helicópteros de Combate enviado a Yanbú. 22 de sep-
tiembre.
Arriba, soldados de unidades kuwaitíes reconstruidas en Arabia Saudí, sobre un tanque
Chieftain de fabricación británica que pudo huir del emirato tras la invasión. 18 de sep-
tiembre. Abajo, soldados saudíes con máscaras de gas, durante un ejercicio con fuerzas
francesas cerca de la frontera saudí con Irak. 5 de septiembre.
Arriba, el embajador de EE UU ante la O N U , Thomas Pickering (izquierda), cuchichea
con su colega soviético, G u e n a d i U d o v e n k o , en una sesión de la Asamblea General, el 25
de septiembre. Atrás, el ministro soviético Shevardnadze. Abajo, el presidente sirio Hafez
el Assad (izquierda) es recibido en el aeropuerto de Teherán por el presidente iraní Raf-
sanjani, el 22 de septiembre. Irán promete respetar el embargo a Irak pero rechaza unirse
a los aliados.
Un voluntario irakí de la M i l i c i a Popular realiza ejercicios para el aprendizaje del uso de
armas en Bagdad. 25 de septiembre.
Soldado norteamericano de la 101 División Aerotransportada, durante la realización
maniobras en Arabia Saudí, el 10 de octubre. Atrás, una batería de 105 mm.
Arriba, marineros de la Royal Navy británica se instruyen sobre contramedidas a efectos
de la guerra química, provistos de mascarillas especiales. 21 de septiembre. Abajo, muje-
res soldados israelíes realizan ejercicios de tiro. El Ejército permanece alerta desde el ini-
cio de la crisis.
Carlos Cardoen, el millonario y emprendedor fabricante de armas chileno, fue uno de los
principales suministradores de Sadam H u s e i n durante la guerra Irán-Irak.
Los presidentes M i j a i l Gorbachov y Francois Mitterrand, durante su cumbre en París, el
29 de octubre. A m b o s se mostraron entonces reticentes a la opción militar.
APÉNDICES
C R O N O L O G Í A 1990

3 de mayo: E l ministro irakí de Exteriores, Tareq A z i z , critica dura-


mente aunque sin nombrarlos a los países responsables de la superpro-
ducción de petróleo, y por lo tanto, del bajo precio del crudo. Kuwait
es uno de los aludidos.

Junio: E l viceprimer ministro irakí y ministro de Exteriores, Tareq


A z i z , envía un mensaje al ministro de Exteriores de Kuwait en el que
dice que, en su contencioso territorial con Kuwait, Irak no intenta «am-
pliar su territorio», sino «restablecer una situación que merecemos his-
tóricamente y que permite defender la seguridad nacional [árabe] en la
región del Golfo».

15 de julio: La policía detiene al portavoz de la oposición kuwaití, Moha-


med Kadiri, por difundir un comunicado del Movimiento Constitucional
que denunciaba el fraude cometido el 10 de junio en las elecciones al
Consejo Nacional Provisional. La oposición reclama la reinstauración de
la Asamblea Nacional disuelta hace cuatro años.

16 de julio: E l Foreign Office agradece a Sadam Husein la liberación de


la enfermera Daphne Parish, acusada de espionaje por ayudar a un pe-
riodista británico de origen iraní a trasladarse a una zona prohibida que
era sede de una fábrica de municiones donde se produjo una gran explo-
sión. Tras su detención el periodista se autoinculpó de espionaje y fue
ejecutado por el régimen irakí.

17 de julio: Sadam Husein acusa a «algunos países árabes» de hacer po-


lítica pro americana propiciando la caída del precio del petróleo. La

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agencia I N A publica unas palabras pronunciadas en mayo por Husein
en las que dice que «las guerras pueden ser provocadas por motivos eco-
nómicos». En E E U U la empresa McDonell Douglas anuncia, tras Gene-
ral Electric y Lockheed, importantes reestructuraciones y despidos ante
la reducción del presupuesto del Pentágono.

18 de julio: Bagdad publica un mensaje transmitido el 16 de julio a la


Liga Árabe en el que acusa a Kuwait de «robar» petróleo a Irak al ex-
traerlo del yacimiento del campo petrolífero de Rumaíla. Irak pide
2.400 millones de dólares en compensación por lo que califica de «agre-
sión militar contra Irak». El emir de Kuwait, jeque Jaber al Ahmed al
Sabah envía emisarios a los países árabes para tratar esta cuestión.

19 de julio: Kuwait rechaza claramente las acusaciones de Bagdad y


acusa a Irak de haber intentado perforar pozos petrolíferos en territorio
de Kuwait. Este país se remite a la Liga Árabe para dirimir en su seno
los conflictos fronterizos.

20 de julio: La Liga Árabe y Arabia Saudí intentan atajar la crisis. Llega


a Kuwait Chadli K i b l i , secretario general de la Liga Árabe.

21 de julio: Bagdad acusa a Kuwait de preparar el terreno para una in-


tervención de tropas extranjeras en la zona mediante un llamamiento a
la O N U , que implica una renuncia a la «solución árabe» de las diferen-
cias territoriales que mantienen.

22 de julio: Kuwait hace un llamamiento a Bagdad para que puedan so-


lucionar sus diferencias dentro de la Liga Árabe. La prensa oficial de
Bagdad llama a la población kuwaití a la rebelión.

23 de julio: Reunión en Alejandría de Hosni Mubarak, presidente egip-


cio, y del rey Husein de Jordania, próximo a Bagdad debido fundamen-
talmente a las múltiples relaciones económicas que mantienen Irak y
Jordania. En esta reunión participa Tareq A z i z , ministro de Exteriores
irakí

24 de julio: E l presidente egipcio Hosni Mubarak se desplaza a Bagdad,


Kuwait y Arabia Saudí para intentar mediar en el problema suscitado
por las diferencias territoriales entre los dos primeros. La tensión se ha
ido incrementando durante las dos últimas semanas. Empieza el des-
pliegue de tropas irakíes al sur del país, cerca de la frontera con Kuwait.

- 324 -
llegue a ningún tipo de acuerdo. Se anuncia el cierre de fronteras entre
los dos países.

Madrugada del 1 al 2 de agosto: Tropas irakíes invaden Kuwait. Según


Irak, sus tropas entraron en Kuwait a petición «de un nuevo gobierno
libre y provisional» que había derrocado al emir Jaber al Ahmed al Sa-
bah. El emir logra huir y se refugia en Arabia Saudí. La radio kuwaití si-
gue lanzando mensajes de resistencia. Empieza a subir el precio del dó-
lar y el del petróleo.

2 de agosto: E l Consejo de Seguridad de la O N U condena la inva-


sión de Kuwait, y en especial E E U U , Gran Bretaña y Francia. La CE
también condena la invasión. Entre los países árabes, sólo Marruecos,
Argelia y Líbano (el Gobierno pro sirio libanes) condenan la agresión.
E E U U , Gran Bretaña y Francia adoptan las primeras sanciones econó-
micas contra Irak. La URSS decide congelar el envío de armas a Irak. Al
atardecer Irak ha lanzado sobre Kuwait a unos 100.000 hombres que
había desplazado en los últimos días cerca de la frontera.

3 de agosto: Bush advierte a Irak contra toda tentativa de invadir Ara-


bia Saudí. El secretario de Estado norteamericano, James Baker, se des-
plaza a Moscú. E E U U y la URSS emiten un comunicado conjunto con-
denando la invasión de Kuwait y hacen un llamamiento para que se
suspenda la venta de armas a Irak. Sin embargo, 300 consejeros milita-
res soviéticos permanecen en territorio irakí. E E U U , Francia, Gran
Bretaña, Japón y la R F A congelan los haberes kuwaitíes para evitar que
éstos sean retirados por Irak o por un gobierno títere de Kuwait. Israel
advierte que «ya es hora de abrir los ojos y tomar conciencia de que el
principal problema no está entre Israel y los palestinos, sino en Irak,
que es el principal desestabilizador de la región». Francia, segundo pro-
veedor de armas de Irak (20 %) dice que revisará su «posición» en la re-
gión. Gran Bretaña, Italia, Checoslovaquia y Polonia dejan de enviar ar-
mas a Irak. Japón, la R F A , Italia y Bélgica congelan los bienes kuwaitíes
en sus respectivos países. Se anuncia una cumbre de la CE para tratar
sobre la invasión de Kuwait. Bagdad anuncia que empezará a retirar sus
tropas a partir del 5 de agosto. La Liga Árabe condena en El Cairo la in-
vasión de Kuwait con los votos en contra de Irak, Jordania, Yemen, Su-
dán y la O L P . Se abstienen Libia y Mauritania. El Consejo de Coopera-
ción del Golfo, formado por Arabia Saudí, Bahrein, Omán, Qatar y los
Emiratos Árabes Unidos condena también la invasión. Posible deten-
ción de dos importantes miembros de la oposición kuwaití por negarse

- 326-
a formar parte de un «gobierno fantasma» que pretende instaurar Bag-
dad. El precio del barril se dispara a casi 30 dólares.

4 de agosto: La C E decreta el embargo económico y militar contra


Irak. Tropas irakíes penetra en la '.ona neutra» administrada por K u -
wait y Arabia Saudí. Riad pone en estado de alerta al conjunto de su
Ejército.

5 de agosto: Se anula la prevista minicumbre árabe de Yeda por la inva-


sión de la «zona neutra». En ella debían participar Sadam Husein, el
presidente egipcio Hosni Mubarak, el rey Fahd de Arabia Saudí y el de-
puesto emir de Kuwait, jeque Jaber al Ahmed al Sabah. Esta reunión
contaba con la oposición de la O L P , Jordania, Yemen y Sudán. Irak ase-
gura que ha iniciado la retirada de parte de sus 100.000 hombres desta-
cados en Kuwait. Japón suspende sus relaciones comerciales y financie-
ras con Irak y China deja de vender armas a Bagdad.

6 de agosto: Resolución 661 de la O N U instaurando el embargo co-


mercial, financiero y militar contra Irak. Abstención de Cuba y Yemen.
Barcos de guerra de E E U U , URSS, Gran Bretaña y Francia ya están en
ruta hacia el Golfo. El enviado norteamericano Dick Chenney viaja a
Riad. James Baker se desplaza a Ankara. El barril de petróleo alcanza
los 26,5 dólares. Reunión del Consejo de la O T A N en Bruselas.

7 de agosto: U n gobierno fantasma impuesto por Bagdad y formado


por irakíes proclama la «República de Kuwait». La O L P propone un
plan libio-palestino que prevé la entrega a Irak de las islas kuwaitíes de
Warba y Bubiyan a cambio del fin de la ocupación. Bush anuncia el en-
vío de tropas a la zona e, inmediatamente, llegan los primeros aviones
estadounidenses a Turquía. Israel anuncia que repartirá máscaras de gas
entre la población. Bagdad dice que todos los extranjeros podrán salir
de la zona a través de Jordania. El Pentágono anuncia que desplegará en
la zona una fuerza multinacional dada la amenaza de inminente inva-
sión de Arabia Saudí por tropas de Irak. Se cierran los oleoductos de
Turquía y Arabia Saudí por los que transita el petróleo de Irak. Felipe
González declara que considera «nefasta» una intervención militar
y que prefiere una «solución regional» al conflicto. Sadam Husein dice
que la invasión de Kuwait acabará con una partición colonial.

8 de agosto: Bagdad proclama la anexión «total e irreversible» de K u -


wait. El presidente Bush rechaza esta afirmación en Washington, al

- 327-
igual que el rey Fahd de Arabia Saudí, que reclama el retorno a Kuwait
del emir Jaber al Ahmed al Sabah. Baker viaja a Turquía. Venezuela,
México y otros países aumentan su producción para compensar el em-
bargo decretado contra el petróleo de origen kuwaití e irakí. E E U U ini-
cia la operación Escudo del desierto. España autoriza por primera vez a
E E U U a utilizar las bases españolas desde la firma del tratado militar de
1988.

9 de agosto: Bagdad cierra sus fronteras y las de Kuwait a todos los ex-
tranjeros que quedan atrapados como rehenes. El Consejo de Seguridad
de la O N U proclama la nulidad de la anexión de Kuwait y la declara
«ilegal». Francia envía el portaaviones Clemenceau a la zona del Golfo.
Gran Bretaña también mandará tropas. El Pentágono anuncia su dispo-
sición a enviar unos 250.000 soldados a la región.

10 de agosto: La Liga Árabe decide enviar una fuerza panárabe a Arabia


Saudí. Reunión de la O T A N y de los Doce en Bruselas. Los miembros
de la CE destacan que la presión militar de Occidente no debe anali-
zarse como «una cruzada antiárabe». La O T A N comenta «los esfuerzos
árabes por hallar una solución árabe a un problema árabe». Sadam insta
a liberar los lugares santos en Arabia Saudí.

11 de agosto: Despliegue de efectivos sirios, marroquíes y egipcios.

12 de agosto: Bagdad defiende una solución global a todos los proble-


mas de Oriente Medio. Husein de Jordania propone también una solu-
ción global pidiendo el fin del embargo contra Irak y la retirada de Is-
rael de los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza.

13 de agosto: Pakistán anuncia que enviará tropas a Arabia Saudí. M a -


nifestaciones pro Sadam Husein, cada vez más numerosas, en Jordania,
Sudán, Argelia, Mauritania y en los territorios ocupados de Cisjordania
y Gaza. Irán se niega a que sus reivindicaciones territoriales pendientes
con Irak sean vinculadas al actual conflicto con Kuwait. Polémica en
E E U U sobre los conceptos «embargo», «bloqueo» y «prohibición». La
población israelí exige el reparto de máscaras antigás por temor a un
ataque irakí con armas químicas. Visita relámpago de Husein de Jorda-
nia a Sadam Husein en Bagdad.

14 de agosto: La O N U crea un comité para coordinar las acciones mili-


tares. El Gobierno español anuncia medidas económicas para paliar la

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crisis. Todos los partidos políticos parlamentarios españoles, salvo Iz-
quierda Unida, apoyan la postura adoptada por el Gobierno frente a la
crisis. E E U U pide a Japón que, ya que su Constitución le prohibe inver-
tir más de un 1 % del presupuesto en gastos de Defensa, apoye con
ayuda económica y humanitaria a los países de Oriente Medio afecta-
dos por la crisis.

15 de agosto: Sadam Husein acepta gran parte de las condiciones de


Teherán para concluir un acuerdo de paz. Reconoce el acuerdo fronte-
rizo de Argel de 1975 que dividía entre Irán e Irak el control del estua-
rio de Chat el Arab; evacuará 1.500 kilómetros cuadrados de territorio
iraní que ocupa desde el fin de la guerra, en agosto de 1988; y propone
un intercambio de presos, los 70.000 irakíes por los 30.000 iraníes. H u -
sein de Jordania llega a Washington. Huelga general en Cisjordania y
Gaza por el despliegue militar de E E U U . En otros países de la zona
también se producen manifestaciones a favor de Sadam, pese a la pos-
tura oficial de condena de la invasión de gran parte de los gobiernos.

16 de agosto: Husein de Jordania y el presidente estadounidense


Bush no logran un acuerdo sobre la crisis. La agencia oficial egipcia
Mena desvela el fracaso de un presunto complot contra Sadam H u -
sein. Según Mena, cientos de personas habrían sido detenidas. Parten
de Italia las dos primeras corbetas que participarán en el bloqueo na-
val. También parten hacia la zona diversos buques no militares de
apoyo de la R F A . Sale de El Cairo el segundo contingente de tropas
con destino a Arabia Saudí. En total son unos 2.000 hombres. Turquía
instala misiles antiaéreos en Anatolia. Japón estudia enviar tropas «no
combatientes» a la zona. Las tropas irakíes en Kuwait suman ya unos
160.000 hombres.

17 de agosto: Comienza la retirada de tropas irakíes de la zona iraní


que ocupaban desde que terminó la guerra en agosto de 1988. Comisión
de la CE en Ammán para ofrecer ayuda económica. Previamente había
viajado a Arabia Saudí y también se desplaza a Egipto para expresar su
apoyo al presidente Hosni Mubarak.

18 de agosto: E l presidente del Parlamento irakí, Saadi Mahdi Saleh,


anuncia que todos los extranjeros serán retenidos como «invitados»
mientras Bagdad no reciba pruebas de la carencia de intenciones agresi-
vas de sus países de origen. Primer enfrentamiento naval en la zona del
Golfo. Dos fragatas norteamericanas hicieron disparos de advertencia a

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dos petroleros de Irak. La O N U aprueba la resolución 664, por la que
exige a Bagdad que permita la salida de los extranjeros.

19 de agosto: Sadam Husein propone liberar a todos los rehenes occi-


dentales a cambio de la retirada de las fuerzas de E E U U , Francia y Gran
Bretaña y de una solución estrictamente árabe a la crisis. El viceprimer
ministro irakí, Tareq A z i z , declara que Irak usará armas químicas sólo
en caso de ataque nuclear por parte de Israel. La O N U envía dos emisa-
rios a Bagdad y hace un llamamiento para que permita la salida de todos
los extranjeros retenidos. El presidente del Gobierno español, Felipe
González, se entrevista en Rabat con el rey Hassan II de Marruecos.
Ambos dirigentes se muestran contrarios al uso de la fuerza en la crisis.

20 de agosto: Irak da un plazo de cinco días para que cierren todas la


embajadas existentes en Kuwait. Parte de los rehenes occidentales son
reagrupados en instalaciones estratégicas de Bagdad. El precio del ba-
rril asciende ya a 26,90 dólares. Los Emiratos Árabes Unidos aceptan
el despliegue de tropas de E E U U en su territorio. Salen de E E U U
22 «aviones invisibles» con destino a la zona del conflicto. Grecia y H o -
landa se suman al envío de contingentes a la zona.

21 de agosto: Se reúnen en París los ministros de Exteriores y de De-


fensa de los nueve países de la U E O . España decide enviar una fragata y
dos corbetas. P S O E , PP y C i U están de acuerdo con la adopción de esta
medida, pero Izquierda Unida y el C D S la rechazan. Irak instala en K u -
wait misiles para atacar a Arabia Saudí. La oposición irakí anuncia en
Londres que, a pesar de sus divergencias con los gobernantes kuwaitíes,
sólo reconocen como autoridad a la dinastía Sabah, reinante hasta la in-
vasión del 2 de agosto.

22 de agosto: Jordania cierra su frontera con Irak ante la avalancha de


más de 100.000 refugiados que han llegado a su territorio. Bagdad com-
pleta la retirada de las zonas que ocupaba en territorio iraní. Bush movi-
liza a unos 50.000 reservistas en E E U U .

23 de agosto: Sadam Husein aparece por primera vez en televisión visi-


tando a familias de rehenes, entre ellos a niños, provocando un gran es-
cándalo en Occidente.

24 de agosto: E n este día expira el ultimátum dado por Bagdad para el


cierre de las embajadas en Kuwait. Los soldados irakíes empiezan a cer-

- 330 -
car las sedes diplomáticas de Al Kuwait. Jordania vuelve a abrir sus
fronteras al paso de refugiados tras 36 horas de cierre para poder orga-
nizar su acogida. Desde el 2 de agosto, ya han pasado por Jordania unos
200.000 refugiados.

25 de agosto: El Consejo de Seguridad de la O N U adopta la resolución


665 que autoriza el uso de la fuerza para hacer respetar el embargo de-
cretado contra Irak. Cuba y Yemen se abstienen. El Consejo del Mando
de la Revolución irakí anuncia que todo aquel que «albergue a un ex-
tranjero puede ser condenado a la pena capital». Prosiguen los traslados
de extranjeros a lugares secretos en Irak.

26 de agosto: La fragata española Santa María y las corbetas Cazadora y


Descubierta parten hacia el Golfo entre una gran polémica sobre la
oportunidad de enviar soldados de reemplazo a una misión como la en-
comendada. Siria anuncia que acogerá a todos aquellos árabes o extran-
jeros que quieran huir de Irak. Kurt Waldheim vuelve a Austria tras una
visita a Bagdad. Le acompañan los 95 ciudadanos austríacos que retenía
Sadam Husein. La O L P propone un plan para solucionar el conflicto
que incluye un referéndum en el cual los kuwaitíes deberían decidir so-
bre la unión a Irak.

27 de agosto: Husein de Jordania visita varios países del norte de


África, entre ellos Argelia, Libia, Mauritania, Marruecos y Túnez, antes
de realizar una gira europea que incluye a España, Gran Bretaña y R F A
para buscar una salida negociada. Su plan persigue desplegar una fuerza
árabe en Kuwait, otra de la O N U en Arabia Saudí y la firma de un
acuerdo con Irak que avale los intereses de E E U U y de los países occi-
dentales en el Golfo. Recuperación en las bolsas de valores; bajan el pe-
tróleo y el dólar.

28 de agosto: Irak integra a Kuwait en sus estructuras administrativas


completando así la anexión. La nueva 19. provincia irakí recibe el nom-
a

bre de Sadam Husein. El presidente irakí anuncia la salida de unas 2.000


mujeres y niños retenidos en Irak.

29 de agosto: La O P E P aprueba un aumento de la producción de pe-


tróleo para suplir el embargo. Venta millonaria de armas de E E U U a
Arabia Saudí. El líder de la O L P , Yasser Arafat, presenta al primer mi-
nistro francés su proyecto de plan de paz. Parten de Pakistán 5.000 sol-
dados hacia la zona de crisis. Japón promete 1.000 millones de dólares

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para financiar la fuerza multinacional. España envía un avión Hércules
del Ejército del Aire con ayuda humanitaria para Jordania, que soporta
una enorme avalancha de refugiados. La coordinadora de padres de ma-
rineros catalanes de reemplazo enviados al Golfo Pérsico se reúne con
el Síndic de Greuges, el Defensor del Pueblo en Cataluña. La mayoría
de los marinos destacados en el Golfo son catalanes.

30 de agosto: El secretario general de la O N U se entrevista con el mi-


nistro de Exteriores de Irak, Tareq A z i z , en Ammán. Bagdad permite la
evacuación de todas las mujeres y niños de menos de 18 años. Bush
anuncia que pedirá a sus aliados que asuman su cuota de gasto por la
crisis del Golfo. En esta fecha, un total de unos 250 buques han sido in-
terceptados para su identificación por las fuerzas que aseguran el blo-
queo marítimo de Irak. Sadam invita a Bush a dirigirse a la población
irakí mediante un mensaje televisado. Al mismo tiempo amenaza que
atacará Israel y Arabia Saudí si E E U U inicia una ofensiva militar contra
Irak.

1 de septiembre: Bagdad solicita de Turquía el envío de leche y medica-


mentos. Empieza en Irak el racionamiento de arroz, harina, azúcar, té y
aceite. Jordania también raciona los alimentos ya que su economía está
profundamente afectada por el bloqueo decretado contra Irak.

2 de septiembre: E l secretario general de la O N U , Javier Pérez de Cué-


llar, anuncia el fracaso de su intento de mediación y expresa su «pro-
funda decepción» por la actitud de Irak.

4 de septiembre: La URSS propone la celebración de una conferencia


internacional para atajar la crisis.

5 de septiembre: Tareq A z i z , ministro de Exteriores irakí, viaja a


Moscú. Sadam Husein llama a la Guerra Santa para derrocar a los diri-
gentes de Arabia Saudí y Egipto y «liberar» los lugares santos del Islam
de la «ocupación». Dos brigadas de Kuwait, de unos 3.000 hombres
cada una, se han organizado en Arabia Saudí.

6 de septiembre: E l secretario de Estado norteamericano, James Baker,


se entrevista con el rey Fahd de Arabia Saudí, país que financiará la ope-
ración de despliegue de tropas en el desierto. Bush acepta dirigirse a la
población de Irak mediante un mensaje televisado. Reunión de Sadam
Husein y el rey Husein de Jordania. Ammán apoya a Bagdad en sus

- 332-
protestas por el embargo económico, aunque reclama que Irak se retire
de Kuwait.

7 de septiembre: E l ministro de Exteriores soviético, Edvard Shevard-


nadze anuncia que Moscú reducir? su número de consejeros militares
en Irak (había 300). Reunión de los Doce en Roma, quienes se niegan a
financiar el despliegue de E E U U en el Golfo aunque se muestran favo-
rables a reforzar el embargo contra Irak.

9 de septiembre: Cumbre Bush-Gorbachov en Helsinki. Unanimidad


en la condena de la invasión y en la postura de firmeza para solucionar
la crisis.

10 de septiembre: Sadam Husein ofrece petróleo gratuito a los países


del Tercer M u n d o que acudan a Irak a recogerlo. De esta forma Bagdad
intenta romper el bloqueo naval. El ministro irakí de Exteriores, Tareq
A z i z , visita Teherán. Irán e Irak deciden normalizar sus relaciones di-
plomáticas. James Baker explica en la sede de la O T A N en Bruselas el
resultado de la cumbre Bush-Gorbachov y solicita mayor apoyo militar
europeo al despliegue del Golfo.

11 de septiembre: E n una intervención ante una sesión conjunta de las


dos cámaras legislativas norteamericanas, el presidente Bush exalta la
visión del «nuevo mundo» cuya primera actuación es la crisis del Golfo.

14 de septiembre: Militares irakíes violan cuatro residencias diplomáti-


cas en Kuwait. La R F A ofrece a E E U U 77 buques para el transporte de
tropas y material bélico. E E U U se aproxima a su tradicional enemigo:
Siria. Baker se entrevista en Damasco con el presidente sirio Hafez el
Assad para asegurarse de que su país mantendrá su oposición a la inva-
sión de Kuwait. También se anuncia que Siria recibirá una importante
ayuda económica de los países más ricos del Golfo Pérsico. El Consejo
de Seguridad de la O N U aprueba la resolución 666 que autoriza, bajo
ciertas condiciones, el envío de algunos alimentos a Irak y Kuwait.

15 de septiembre: Tras el secuestro de tres franceses, el presidente


François Mitterrand decide enviar 4.200 hombres más a la zona y ex-
pulsa a 50 irakíes de Francia.

16 de septiembre: La O N U aprueba la resolución 667 que condena la


violación de las embajadas y propone endurecer el embargo. Algunas

- 333 -
empresas occidentales y de países del Este burlan el embargo. Las fuer-
zas de ocupación irakíes abren la frontera entre Kuwait y Arabia Saudí
y exhortan a todos los kuwaitíes a abandonar el país. La intención de
Irak es poblar Kuwait de palestinos. La televisión irakí emite el mensaje
del presidente Bush en el que dice que la guerra no es inevitable. Tras el
mensaje, la televisión irakí emite un largo comentario en el que se cali-
fica a Bush de «mentiroso».

17 de septiembre: Los ministros de Exteriores de la C E acuerdan ex-


pulsar a todos los agregados militares irakíes de sus respectivos países.
Tropas irakíes cercan la embajada española en Kuwait. El Pentágono
destituye fulminantemente al jefe del A l t o Estado Mayor de la Fuerza
Aérea, general Michael Dugan, un día después de que la prensa nortea-
mericana publicara unas declaraciones suyas afirmando que sólo un ata-
que aéreo masivo contra Irak podría terminar con la crisis. Moscú resta-
blece sus relaciones diplomáticas con Arabia Saudí tras 52 años de
ruptura. Una conferencia pro irakí de organizaciones palestinas y ára-
bes, celebrada en Ammán, decide enviar alimentos a Irak.

19 de septiembre: Los cinco miembros permanentes del Consejo de


Seguridad de la O N U acuerdan ampliar al espacio aéreo el embargo
decretado contra Irak, según una moción presentada por E E U U y
Francia. Filtraciones sobre posible ayuda logística de la URSS a
E E U U y Siria. Argentina decide enviar tropas al Golfo. Sadam H u -
sein confisca los bienes de los países que han aplicado el embargo con-
tra Irak.

20 de septiembre: Bagdad amenaza con la destrucción de los campos


petrolíferos del Golfo en caso de producirse un ataque de Estados U n i -
dos. Sadam Husein graba un mensaje para que sea emitido por las cade-
nas de televisión de E E U U . Reunión prácticamente secreta en Rabat
entre Hassan II de Marruecos, Husein de Jordania y el presidente arge-
lino Chadli Benyedid. El F M I aprueba una ayuda especial para los paí-
ses perjudicados por la crisis del Golfo.

21 de septiembre: Irak expulsa a 17 diplomáticos de cinco países euro-


peos en respuesta a la reciente decisión de la C E . Entre éstos están los
agregados militares y funcionarios de España, Italia, Gran Bretaña y
R F A , además de los de E E U U . También expulsa a tres diplomáticos
egipcios. Madrid decide expulsar a dos diplomáticos irakíes. La CE le-
vanta el embargo que pesaba sobre el grupo inversor kuwaití K I O para

- 334-
que siga operando controlado por el gobierno exiliado en Arabia Saudí.
El precio del barril llega a los 35 dólares.

22 de septiembre: Arabia Saudí amenaza a Jordania con cortarle el en-


vío de petróleo. El monarca jordano repite su condena a la invasión de
Kuwait. Los saudíes también presionan a las autoridades yemenitas,
próximas a Bagdad. El presidente sirio Hafez el Assad viaja a Tehe-
rán como emisario de E E U U y para reforzar su antigua alianza contra
Bagdad.

23 de septiembre: Irán se niega a unirse al frente anti irakí aunque con-


dena la invasión de Kuwait.

24 de septiembre: El presidente francés Fran^ois Mitterrand propone


ante la Asamblea General de la O N U un plan de cuatro fases destinado
a conseguir una paz global y una solución a los múltiples conflictos
de Oriente Medio. El precio del petróleo alcanza los 40,35 dólares el
barril.

25 de septiembre: El Consejo de Seguridad de la O N U aprueba la reso-


lución 670 decretando el embargo aéreo. Dura advertencia a Irak del
ministro de Exteriores soviético Edvard Shevardnadze ante la Asam-
blea general de la O N U .

26 de septiembre: E E U U anticipa la retirada de 40.000 soldados de Eu-


ropa, que podrían ser destinados al Golfo. Bagdad anuncia que cortará
los víveres a los rehenes extranjeros en respuesta al embargo aéreo
decretado por la O N U . Jordania suspende los vuelos de las compañías
irakíes.

27 de septiembre: El emir de Kuwait Jaber al Ahmed al Sabah anuncia


en la O N U que condonará los intereses de los préstamos de algunos
países afectados por la crisis y fuertemente endeudados. E E U U saca al
mercado una parte de sus reservas de crudo para evitar que aumenten
más los precios. Londres y Teherán restablecen sus relaciones diplomá-
ticas rotas en marzo de 1989 tras la condena iraní del escritor Salman
Rushdie, acusado de impío por su libro Versículos satánicos.

28 de septiembre: El presidente norteamericano, George Bush, se en-


trevista en la Casa Blanca con el emir de Kuwait, jeque Jaber al Ahmed
al Sabah. Ambos aseguran mantener vigentes todas las opciones posi-

- 335 -
bles para lograr la liberación del país ocupado. Los cinco miembros per-
manentes del Consejo de Seguridad de la O N U apoyan un proceso nego-
ciador que incluye la retirada irakí de Kuwait y una negociación sobre los
problemas de la zona, incluida la situación del pueblo palestino.

30 de septiembre: El ministro de Exteriores soviético, Edvard Shevard-


nadze, anuncia en Moscú que la URSS no descarta intervenir militar-
mente contra Irak en el marco de una operación organizada bajo los
auspicios de la O N U .

1 de octubre: Discurso del presidente Bush ante la O N U , donde


adopta una postura dialogante y menos belicista y vincula la evacuación
irakí de Kuwait a una solución al problema palestino.

3 de octubre: Mitterrand visita a las fuerzas francesas desplegadas en


Arabia Saudí.

4 de octubre: Finaliza la visita relámpago del presidente Mitterrand a la


zona del conflicto con una entrevista con el rey Fahd de Arabia Saudí.

5 de octubre: El príncipe Felipe de Borbón, heredero de la Corona es-


pañola, visita las naves españolas que participan en el control del blo-
queo naval de Irak.

6 de octubre: Finaliza la visita del príncipe Felipe a los marinos españo-


les destacados al Golfo.

8 de octubre: Matanza de 21 palestinos en Jerusalén. Los incidentes, en


los que también hubo más de un centenar de heridos de bala e innume-
rables contusionados, comenzaron con una manifestación palestina
previamente anunciada cerca del M u r o de las Lamentaciones, en la ex-
planada de las mezquitas. La desmesurada acción policial israelí contra
las piedras palestinas acaba en un baño de sangre. Una delegación legis-
lativa irakí promueve la celebración en Ammán, la capital jordana, una
reunión de los parlamentarios árabes para discutir una solución regio-
nal a la crisis.

9 de octubre: La Unión Soviética e Irak llegan a un acuerdo para la re-


patriación de 1.500 soviéticos retenidos por Bagdad. El mismo día Sa-
dam Husein llama a liberar Jerusalén tras la matanza de 21 palestinos
por fuerzas militares israelíes.

- 336-
11 de octubre: Un grupo de 321 personas, la mayoría mujeres y niños
británicos y norteamericanos, sale de Bagdad.

12 de octubre: Las embajadas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Fran-


cia ya son las únicas que permanecen abiertas en Kuwait. Sin embargo,
su situación es difícil por el bloqueo a que están sometidas.

13 de octubre: El Consejo de Seguridad de la O N U , tras cinco días de


laboriosísimas negociaciones, aprueba por unanimidad la resolución
672 que «condena especialmente los actos de violencia cometidos por
las tropas israelíes» y recuerda a la «potencia ocupante» sus deberes
para con la población residente. También se aprueba el envío de una co-
misión de la O N U al lugar de la matanza para investigar lo sucedido.
Tras un fuerte acoso por parte del Ejército sirio, el general cristiano l i -
banes Michel Aún se rinde y se refugia en la embajada de Francia en
Beirut. Aún, próximo a Francia, antigua potencia colonial en Líbano, se
autoproclamó presidente del Líbano el 23 de septiembre de 1988 y se
opuso al nombramiento del musulmán Selim Hoss. Hasta su rendición
ocupaba el palacio presidencial de Baabda en Beirut y se había opuesto
firmemente a las tropas sirias que ocupan Líbano. Ningún miembro de
la actual coalición contra irakí protesta por esta situación.

14 de octubre: Irak e Irán normalizan sus relaciones diplomáticas.

15 de octubre: Se anuncia en Oslo la concesión del premio Nobel de la


Paz al presidente soviético, Mijail Gorbachov.

16 de octubre: Llegan a Madrid y Barcelona los 15 rehenes españoles


retenidos por Bagdad. La liberación se produce gracias a las gestiones
de la abogada Cristina Almeida y el rector de la Universidad Complu-
tense Gustavo Villapalos.

17 de octubre: Estados Unidos anuncia que el número de soldados que


ha desplegado en el Golfo ya asciende a 200.000.

18 de octubre: Irak intenta de nuevo romper el cerco económico y


ofrece petróleo al precio de 21 dólares el barril.

19 de octubre: El diario de Bahrein Al Ayyam publica un artículo ba-


sado en unas octavillas repartidas en Kuwait por soldados irakíes. El ar-
tículo informa que Sadam Husein relató un sueño que había tenido en

- 337 -
una reunión de dirigentes irakíes, entre los que estaba el primer vicemi-
nistro Taha Yassine Ramadane y el ministro de Exteriores, Tareq A z i z .
En su sueño, Mahoma advertía a Sadam que sus misiles apuntaban en
una dirección incorrecta. Inmediatamente, el diario pro gubernamental
irakí Al Siassa publicó una información sobre el sueño de Sadam.

20 de octubre: Entran en vigor en Irak medidas de racionamiento de


los combustibles.

22 de octubre: El ministro de Defensa de Arabia Saudí sugiere la posi-


bilidad de que Kuwait haga algunas concesiones territoriales a Irak a
cambio de la retirada de las tropas invasoras. Sadam propone liberar a
todos los rehenes franceses. C o n estas declaraciones intenta romper la
unanimidad de los aliados occidentales.

23 de octubre: El presidente norteamericano George Bush dice que no


hay ninguna posibilidad de llegar a un compromiso político con Sadam
Husein.

25 de octubre: Estados Unidos anuncia que incrementará su presencia


en el Golfo con unos 100.000 efectivos más, superando en total los
300.000 soldados desplazados desde que se produjo la invasión irakí de
Kuwait.

28 de octubre: La Unión Soviética prosigue sus tentativas de diálogo


con Irak a través de su enviado especial Evgeni Primakov, quien se en-
trevista con Sadam Husein. El mismo día el presidente irakí destituye al
ministro del Petróleo y anula el racionamiento de la gasolina decretado
unos días antes.

29 de octubre: Tras una breve visita a España, el presidente soviético


Mijail Gorbachov llega a París. Allí califica de inaceptable la solución
militar a la crisis y propone la idea de la celebración de una conferencia
interárabe. Irak libera a 282 extranjeros.

30 de octubre: Sadam Husein pone en estado de alerta a sus tropas. Geor-


ge Bush no descarta la intervención militar para acabar con la crisis.

31 de octubre: Las corbetas españolas Infanta Cristina y Diana y la fra-


gata Numancia zarpan para relevar a los navios enviados el pasado
agosto.

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1 de noviembre: Las monarquías del Golfo rechazan la reunión interá-
rabe propuesta por Gorbachov. Bush, más decidido que nunca a llevar
adelante la intervención militar.

2 de noviembre: E n tan sólo 24 horas, la estrategia de la tensión da un


brusco viraje. Bush anuncia que visitará a las tropas el 22 de noviembre,
fecha en la que los norteamericanos celebran el Thanksgivingday, fiesta
familiar por excelencia. El comandante en jefe de las tropas de E E U U
en el Golfo, general Norman Schwarzkopf, afirma que a su país no le
interesa destruir Irak. Bagdad amenaza con una guerra total si las fuer-
zas multinacionales desplegadas en la operación Escudo del desierto in-
tentan expulsarle de Kuwait. Sadam Husein concede permiso a varios
periodistas para visitar a algunos de los rehenes occidentales retenidos
en lugares estratégicos próximos a la capital irakí. Tres militares france-
ses que se hallaban en misión de reconocimiento cerca de la frontera en-
tre Arabia Saudí e Irak son apresados por soldados irakíes y entregados
a diplomáticos franceses en Bagdad. El precio del barril de petróleo está
en unos 34 dólares. Arabia Saudí e Irán inician conversaciones para
reestablecer sus relaciones diplomáticas.

3 de noviembre: Sadam Husein propone liberar a todos los rehenes si


los países occidentales, entre los que deberían estar E E U U y Gran Bre-
taña, se comprometen a no atacar a Irak.

4 de noviembre: Llegan a París los tres militares miembros de una pa-


trulla de reconocimiento que fueron apresados por tropas irakíes en la
zona fronteriza próxima a Arabia Saudí. Se multiplican los viajes a Bag-
dad de expresidentes y exprimeros ministros para intentar repatriar a
los rehenes occidentales, entre otros, W i l l y Brandt (Alemania), Yasu-
hiro Nakasone (Japón), Edward Heath (Gran Bretaña) y Anker Jorgen-
sen (Dinamarca).

5 de noviembre: Husein de Jordania en Francia. Baker visita ocho paí-


ses implicados en la crisis del Golfo. En caso de guerra, las tropas actua-
rán bajo el mando de E E U U . El emir de Kuwait y el rey Fahd de Arabia
Saudí creen que ya ha llegado la hora de tomar una decisión. Reunión
de ministros de Exteriores en Roma. El radical judío rabino Mehir K a -
hane es asesinado en Nueva Y o r k por un nacionalizado norteamericano
de origen egipcio.

6 de noviembre: Elecciones legislativas en E E U U . Los demócratas con-

- 339-
servan el control del Senado y de la Cámara de Representantes. Se
anuncia que unos 1.000 ciudadanos soviéticos podrán abandonar Irak a
partir del 11 de noviembre.

7 de noviembre: Atentado fallido contra el presidente soviético Mijail


Gorbachov mientras asiste a los desfiles conmemorativos de la Revolu-
ción en la Plaza Roja de Moscú.

8 de noviembre: Reunión en Moscú del ministro de Exteriores sovié-


tico, Edvard Shevardnadze y del secretario de Estado estadounidense,
James Baker. Shevardnadze asegura en rueda de prensa que Moscú ad-
mite el uso de la fuerza para resolver el conflicto del Golfo Pérsico. El
presidente norteamericano George Bush declara en Washington que en-
viará más tropas a la zona; el secretario de Defensa asegura que E E U U
no pondrá techo al despliegue militar en el Golfo. E l Gobierno japonés
retira el proyecto de ley mediante el cual creaba un cuerpo de paz que
podía ser enviado a la zona de conflicto (formalmente Japón no tiene
Ejército sino unas Fuerzas de Autodefensa). Washington asegura que el
presidente irakí ha destituido a su jefe de Estado Mayor, teniente gene-
ral Nizar Jazraji, a causa de la oposición de parte del Ejército a la inva-
sión de Kuwait.

9 de noviembre: A f i f Sfieh, representante de la Organización para la L i -


beración de Palestina (OLP) en Londres, anuncia que su organización
está intentado reunir a Sadam Husein y al rey Fahd de Arabia Saudí.

10 de noviembre: Baker concluye en Francia su gira por los diferentes


países que forman la coalición contra Irak y asegura que la cohesión de la
misma se ha reforzado. Sin embargo todo indica que Francia no está
dispuesta a otorgar su consentimiento a una intervención armada en el
seno del Consejo de Seguridad de la O N U . Evgeni Primakov, envia-
do especial del presidente soviético Gorbachov para la crisis del Golfo,
declara en una entrevista a la revista Literatumaia Gazeta que Sadam
Husein quizá rechaza toda solución a la crisis del Golfo porque teme que
el único objetivo de los occidentales sea el de destruir su régimen. Pri-
makov propone que, en compensación a una retirada irakí de Kuwait,
se pongan en marcha iniciativas para solucionar otros problemas regio-
nales, incluido el conflicto árabe-isratlí. Los ministros de Exteriores de
Egipto, Arabia Saudí y Siria repiten que sus países tienen una «posición
idéntica sobre la manera de abordar la crisis del Golfo».

- 340-
11 de noviembre: E l ministro chino de Exteriores, Qian Chien, visita
Bagdad. Sadam Husein intenta convencer a China para que imponga su
derecho a veto en el Consejo de Seguridad si se decide la intervención
armada contra Irak. El rey Hassan II de Marruecos propone la celebra-
ción de una cumbre árabe extraordinaria como «última oportunidad»
para lograr la resolución del conflicto. Sadam Husein pone tantas con-
diciones que hace prácticamente imposible celebrar la cumbre. Reunión
en Teherán del presidente turco, Turgut O z a l , y de. su homólogo iraní,
A l i Akbar Hachemi Rafsanjani. Ambos países mantienen reivindicacio-
nes territoriales históricas sobre parte del suelo irakí, aunque al final de
esta reunión aseguran que no pretenden modificaciones territoriales.

12 de noviembre: Los ministros de Exteriores de la C E , reunidos en


Bruselas, piden que se refuerce el embargo sobre Irak. También estu-
dian conceder una ayuda especial a Jordania, país muy afectado eco-
nómicamente ya que gran parte de su actividad económica estaba re-
lacionada con Bagdad. El ministro chino de Exteriores, Q i a n Chien,
se entrevista en Yeda con el rey Fahd de Arabia Saudí. En su labor
mediadora, el ministro chino dice que Sadam Husein está a favor de
un «diálogo equitativo basado en el respeto mutuo». Qian Chien también
expresa su apoyo a la cumbre árabe que propone el rey Hassan, a la
que se han adherido la O L P , Yemen, Mauritania, Arabia Saudí, Bah-
rein, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán y Qatar. En E E U U au-
menta la presión de dirigentes políticos liberales, académicos y reli-
giosos contra el envío de tropas al Pérsico sin la realización previa de
un debate nacional.

13 de noviembre: A su regreso a Pekín, el ministro chino de Exteriores


Q i a n Chien asegura que China no aplicará su derecho a veto en el C o n -
sejo de Seguridad de la O N U si se decide recurrir a la fuerza para aca-
bar con el conflicto del Golfo. Felipe González afirma desde París que
sólo la O N U puede declarar la guerra a Irak.

14 de noviembre: Sadam cesa en forma fulminante al gobernador im-


puesto en Kuwait, su primo A l i Hasan al Majid.

15 de noviembre: Los Ejércitos de E E U U y Arabia Saudí realizan sus


más importantes maniobras terrestres y navales. La operación, conce-
bida como ejercicio conjunto se llama: Operación Trueno Inminente.

-341 -
19-21 de noviembre: Cumbre en París de la Conferencia sobre la Segu-
ridad y Cooperación en Europa (CSCE). El tema del Golfo Pérsico es el
problema clave de la agenda paralela de la cumbre. Mijail Gorbachov,
tras pedir a Bush «paciencia», anuncia el último día en rueda de prensa
que el Consejo de Seguridad de la O N U debe adoptar cuanto antes una
actitud resuelta. La misma tarde, François Mitterrand confirma el
apoyo de Francia a una nueva resolución de la O N U que autorice el uso
de la fuerza contra Irak. La resolución ha de ser adoptada antes del 30
de noviembre.

22 de noviembre: E l presidente Bush visita a las tropas en el Día de A c -


ción de Gracias. Maniobras Trueno Inminente. Despliegue de refuerzos
y de tanques MI Al preparados para la guerra química. Tropas nortea-
mericanas viajan a Turquía.

23 de noviembre: Cita sorpresa de Bush con el presidente sirio Hafez el


Assad para ultimar detalles del paso de los aviones por cielo sirio en
caso de ataque.

26-30 de noviembre: Debate en el Consejo de Seguridad de la O N U de


la nueva resolución que ha de autorizar expresamente el uso de la
fuerza militar contra Irak si no se retira de Kuwait. Los miembros per-
manentes del Consejo han dado su aprobación. La resolución ha de ser
aprobada antes de que Estados Unidos deje la presidencia rotatoria y
mensual para traspasarla a Yemen, el único aliado de Irak en el orga-
nismo. Votada la resolución, el dispositivo de la operación Escudo del
desierto se prepara para transformarse en Espada del desierto. El ataque
puede desencadenarse en enero o aun antes.

- 342-
F I C H A S D E L O S P R I N C I P A L E S PAÍSES I M P L I C A D O S
EN LA GUERRA DEL GOLFO-

IRAK
República de Irak.
Sistema de gobierno: Militar.
Jefe del Estado y de Gobierno: Sadam Husein.
Capital: Bagdad.
Población: 17.660.000 habitantes. 70 % árabes, 15 % kurdos, 3,8 % iraníes (1977).
Densidad: 40,6 hab./km . 2

Religión: Islam 95 % (chiíes 60 %, suníes 35 %, la mayoría de éstos son kurdos), cristia-


nos de rito oriental 5 %.
Mortalidad infantil: 69 %o.
Esperanza de vida: 64 años.
Población urbana: 72,8 %.
Analfabetismo: 10,7 %.
Número de médicos: 0,55 %o hab. (1987).
Ejército de tierra: 955.000 hombres.
Marina: 5.000 hombres.
Aviación: 40.000 hombres.
PIB: 30.800 mili. $ (1986).
Deuda exterior: 70.000 mili. $ (1989).
Gastos educación: 3,8 % PIB (1985).
Gastos defensa: 31,7 % PIB (1986).
Importaciones: 11.400 mili. $.
Exportaciones: 12.000 mili. $.
Principal importación: Maquinaria y equipos de transporte, prod. manufacturados,
prod. alimentarios.
Principal exportación: Petróleo.
Principales proveedores: E E U U , Francia, Brasil, Japón, Gran Bretaña, Turquía, REA,
Italia.
Principales clientes: Japón, E E U U , Gran Bretaña, Turquía, RFA, Italia, Francia, Brasil.

* Todos los datos, salvo indicación contraria, corresponden al año 1988. Las cifras económicas están da-
das en dólares EEUU.

- 343 -
KUWAIT
Emirato de Kuwait.
Sistema de gobierno: Monarquía parlamentaria islámica.
Jefe del Estado: jeque Jaber al Ahmed al Sabah.
Jefe de Gobierno: jeque Saad al Abdallah al Salem al Sabah.
Capital: Al Kuwait.
Población: 1.960.000 habitantes (1980).
Densidad: 110 hab./km . 2

Religión: Islam 98 % (mayoría suní; chiíes entre un 15 y un 30 %), católicos 2 %.


Mortalidad infantil: 19 %o.
Esperanza de vida: 73 años.
Población urbana: 94,9 %.
Analfabetismo: 30 % (1985).
Número de médicos: 1,51 %o hab.
Ejército de tierra: 16.000 hombres.
Marina: 2.100 hombres.
Aviación: 2.200 hombres.
PIB: 19.990 mili. $.
Gastos educación: 4,6 % PIB (1985).
Gastos defensa: 7,2 % PIB (1987).
Importaciones: 5.348 mili. $.
Exportaciones: 7.160 mili. $.
Principal importación: maquinaria y equipos de transporte, prod. manufacturados de
base, alimentos.
Principal exportación: petróleo, maquinaria y equipos de transporte.
Principales proveedores: Japón, E E U U , RFA, Francia, Italia.
Principales clientes: Japón, Holanda, Italia, Taiwan, Corea del Sur.

A R A B I A SAUDÍ
Reino de Arabia Saudí.
Sistema de gobierno: Monarquía absolutista islámica.
Jefe del Estado: rey Fahd ben Abd el Aziz.
Jefe de Gobierno: emir Abdallah, príncipe heredero.
Capital: Riad.
Población: 14.020.000 millones de habitantes (1974).
Densidad: 6,5 hab./km .
2

Religión: Islamismo suní; sólo hay entre 200.000 y 300.000 chiíes. Se prohiben otros
cultos.
Mortalidad infantil: 71 %o.
Esperanza de vida: 63 años.
Población urbana: 75 %.
Analfabetismo: 48,9 % (1982).
Número de médicos: 1,40 %o hab. (1986).
Ejército de tierra: 38.000 hombres.
Marina: 7.800 hombres.
Aviación: 16.500 hombres.
PIB: 83.270 mili. $.
Gastos educación: 10,6 % PIB (1986).

- 344 -
Gastos defensa: 22,7 % PIB (1987).
Importaciones: 21.500 mili. $.
Exportaciones: 25.500 mili. $.
Principal importación: maquinaria y equipos de transporte, prod. alimentarios, prod.
químicos, prod. textiles.
Principal exportación: petróleo bruto y reinado.
Principales proveedores: Japón, E E U U , Gran Bretaña, FRA, Francia.
Principales clientes: Japón, E E U U , Holanda, Singapur, Bahrein.

JORDANIA
Reino hachemita de Jordania.
Sistema de gobierno: Monarquía islámica parlamentaria.
Jefe del Estado: Rey Husein.
Capital: Ammán.
Población: 3.940.000 habitantes (1979).
Densidad: 189,8 hab./km . 2

Religión: Islamismo suní 93,6 %, cristianos de rito oriental 5 %.


Mortalidad infantil: 44 %o.
Esperanza de vida: 66 años.
Población urbana: 66,6 %.
Analfabetismo: 25 %.
Número de médicos: 1,14 %o hab. (1984).
Ejército de tierra: 74.000 hombres.
Marina: 250 hombres.
Aviación: 11.000 hombres.
PIB: 4.370 mili. $(1987).
Deuda exterior: 7.000 mili $ (1989).
Gastos educación: 5,1 % PIB (1986).
Gastos defensa: 15 % PIB (1987).
Importaciones: 2.710 mili. $ (1987).
Exportaciones: 930 mili. $ (1987).
Principal importación: maquinaria y equipos de transporte, prod. manufacturados, ga-
sóleos y lubricantes.
Principal exportación: fosfatos, prod. químicos, potasio.
Principales proveedores: Irak, Arabia Saudí, E E U U , RFA, Gran Bretaña, Japón.
Principales clientes: Irak (17,9 %), India, Arabia Saudí, Egipto, Pakistán.

ISRAEL
Estado de Israel.
Sistema de gobierno: Democracia parlamentaria y administración militar en los territo-
rios ocupados.
Jefe del Estado: Chaim Herzog.
Jefe de Gobierno: Isaac Shamir.
Capital: Jerusalén.
Población: 4.430.000 habitantes (1983).
Densidad: 218 hab./km .2

Religión: Judaismo 82,2 %, Islam 13,8 %, drusos 1,7 %, cristianos 2,3 %.

- 345 -
Mortalidad infantil: 12 %o.
Esperanza de vida: 75 años.
Población urbana: 91 %.
Analfabetismo: 4,9 %.
Número de médicos: 2,9 %o hab. (1983).
Ejército de tierra: 104.000 hombres.
Marina: 9.000 hombres.
Aviación: 28.000 hombres.
PIB: 29.800 mili. $ (1987).
Deuda exterior: 26.300 mili $ (1987).
Gastos educación: 10,2 % PIB (1984).
Gastos defensa: 15,6 % PIB (1987).
Importaciones: 14.292 mili. $ (1987).
Exportaciones: 9.605 mili. $ (1987).
Principal exportación: prod. agrícolas, prod. industriales.
Principales proveedores: E E U U , CE (Comunidad Europea).
Principales clientes: E E U U , C E .

LÍBANO
República del Líbano.
Sistema de gobierno: en teoría, democracia parlamentaria. De jacto, dictadura de las mi-
licias.
Jefe del Estado: Elias Haraui (cristiano).
Jefe de Gobierno: Salim al Hos (musulmán).
Capital: Beirut.
Población: 2.830.000 habitantes (1970).
Densidad: 272,1 hab./km .2

Religión: Chiíes 25,8 %, suníes 22,8 %, drusos 5,2 %, crist. maronitas 22,8 %, ortodoxos
10,94 %, católicos 5,32 %.
Mortalidad infantil: 40 %o.
Esperanza de vida: 67 años.
Población urbana: 82,1 %.
Analfabetismo: 23 %.
Número de médicos: 1,5 %o hab. (1983).
Ejército de tierra: 15.000 hombres.
Marina: 500 hombres.
Aviación: 800 hombres.
PIB: 3.180 mili. $ (1986).
Deuda exterior: 0,5 mili $ (1987).
Gastos educación: 3,4 % PIB (1985).
Importaciones: 2.000 mili. $.
Exportaciones: 595 mili. $.
Principales proveedores: Italia, Francia, PVD (Países en vías de desarrollo).
Principales clientes: P C D (Países capitalistas desarrollados), Oriente Medio, Arabia
Saudí.

- 346 - \
SIRIA
República Árabe Siria.
Sistema de gobierno: Régimen militar.
Jefe del Estado: Hafez el Assad.
Jefe de Gobierno: Mahmud al Zuhbi.
Capital: Damasco.
Población: 11.340.000 habitantes (1981).
Densidad: 61,2 hab./km .
2

Religión: Islam (suníes 74%, chiíes 10%). También hay drusos y cristianos de rito
oriental.
Mortalidad infantil: 48 %o.
Esperanza de vida: 65 años.
Población urbana: 50,9 %.
Analfabetismo: 40 %.
Número de médicos: 0,77 %o hab. (1987).
Ejército de tierra: 300.000 hombres.
Marina: 4.000 hombres.
Aviación: 40.000 hombres.
PIB: 21.490 mili. $.
Deuda exterior: 4.680 mili $.
Gastos educación: 6,6 % PIB (1986).
Gastos defensa: 12,3 % PIB (1987).
Importaciones: 1.900 mili. $.
Exportaciones: 1.500 mili. $.
Principal importación: equipos industriales, máquinas, prod. manufacturados, petróleo,
alimentos.
Principal exportación: petróleo, equipos para la industria, bienes de consumo.
Principales proveedores: Japón, Francia, URSS, RFA, Irán.
Principales clientes: URSS, Italia, Rumania, Francia.

IRÁN
República Islámica de Irán.
Sistema de gobierno: Teocracia basada en el Islam con algunos elementos de democra-
cia parlamentaria.
Jefe del Estado: Alí Jamenei.
Jefe de Gobierno: Husein Mussavi.
Capital: Teherán.
Población: 53.130.000 habitantes (1986).
Densidad: 32,2 hab./km .
2

Religión: Islam (chiíes 93 %, suníes 5 %).


Mortalidad infantil: 63 %o.
Esperanza de vida: 65 años.
Población urbana: 53,7 %.
Analfabetismo: 49,2 %.
Número de médicos: 0,33 %o hab. (1987).
Ejército de tierra: 305.000 hombres.
Marina: 14.500 hombres.
Aviación: 35.000 hombres.

- 347-
PIB: 167.300 mili. $(1987).
Deuda exterior: 12.000 mili $.
Gastos educación: 5,2 % PIB (1986).
Gastos defensa: 5 % PIB (1987).
Importaciones: 14.400 mili. $.
Exportaciones: 9.300 mili. $.
Principal importación: prod. alimentarios.
Principal exportación: petróleo.
Principales proveedores: CE, PVD, Japón, C A E M (Consejo de Ayuda Económica Mutua).
Principales clientes: C E , PVD, Japón.

TURQUÍA
República de Turquía.
Sistema de gobierno: Democracia limitada controlada por los militares.
Jefe del Estado: Turgut Ozal.
Jefe de Gobierno: Yildirim Akbulut.
Capital: Ankara.
Población: 52.420.000 habitantes (1980).
Densidad: 67,2 hab./km . 2

Religión: Islam (90 %), ortodoxos, gregorianos.


Mortalidad infantil: 76 %o.
Esperanza de vida: 65 años.
Población urbana: 47,4 %.
Analfabetismo: 25,8 % (1984).
Número de médicos: 0,71 %o hab. (1985).
Ejército de tierra: 522.900 hombres.
Marina: 55.000 hombres.
Aviación: 57.400 hombres.
PIB: 70.680 mili. $.
Deuda exterior: 37.700 mili $ (1987).
Gastos educación: 2,1 % PIB (1986).
Gastos defensa: 2,2 % PIB.
Importaciones: 14.340 mili. $.
Exportaciones: 11.662 mili. $.
Principal importación: prod. industriales, prod. mineros, prod. agrícolas.
Principal exportación: prod. industriales, prod. textiles, prod. agrícolas.
Principales proveedores: RFA, E E U U , Emiratos Árabes Unidos, C A E M .
Principales clientes: RFA, Emiratos Árabes Unidos, C A E M .

EGIPTO
República Árabe de Egipto.
Sistema de gobierno: Régimen presidencialista.
Jefe del Estado: Muhamad Hosni Mubarak.
Jefe de Gobierno: Atef Sidki.
Capital: El Cairo.
Población: 51.900.000 habitantes (1986).
Densidad: 51,8 hab./km .2

- 348 -

\
\
Religión: Islamismo suní 92 %, cristianos 8 %.
Mortalidad infantil: 108 %o.
Esperanza de vida: 61 años.
Población urbana: 47,8 %.
Analfabetismo: 53 % (1987).
Número de médicos: 0,2 %o hab. (1985).
Ejército de tierra: 320.000 hombres.
Marina: 20.000 hombres.
Aviación: 25.000 hombres.
PIB: 36.020 mili. $ (1987).
Deuda exterior: 50.000 mili $ (1987).
Gastos educación: 5,5 % PIB (1987/88).
Gastos defensa: 4,9 % PIB (1987/88).
Importaciones: 18.000 mili. $.
Exportaciones: 4.897 mili. $.
Principal importación: prod. alimentarios, máquinas y equipos eléctricos, metales,
prod. químicos.
Principal exportación: petróleo, algodón.
Principales proveedores: E E U U , RFA, Italia, Francia, Japón.
Principales clientes: Italia, Rumania, Francia, URSS, Holanda.

BAHREIN
Emirato de Bahrein.
Sistema de gobierno: Monarquía absoluta (Parlamento disuelto).
Jefe del Estado: jeque Issa Ben.
Jefe de Gobierno: jeque Khalifa Ben Salmane al Khalifa.
Capital: Manama.
Población: 481.000 habitantes (1981).
Densidad: 709,4 hab./km .2

Religión: Islam (chiíes 60 %, suníes 40 %).


Mortalidad infantil: 26 %o.
Esperanza de vida: 71 años.
Población urbana: 82 % (1985).
Analfabetismo: 27,3 % (1985).
Número de médicos: 1,24 %o hab. (1985).
Ejército de tierra: 2.300 hombres.
Marina: 350 hombres.
Aviación: 200 hombres.
PIB: 3.670 mili. $ (1986).
Deuda exterior: 1.191 mili $.
Gastos educación: 5 % PIB (1986).
Gastos defensa: 3,4 % PIB (1986).
Importaciones: 1.381 mili. $.
Exportaciones: 2.298 mili. $.
Principal importación: petróleo bruto.
Principal exportación: petróleo refinado, bienes manufacturados, aluminios.
Principales proveedores: Arabia Saudí, Japón, Gran Bretaña, E E U U .
Principales clientes: Arabia Saudí, Irán, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos.

- 349 -
QATAR
Emirato de Qatar.
Sistema de gobierno: Monarquía absoluta, islámica.
Jefe del Estado: jeque Khalifa ben Ahmad al Thaní.
Jefe de Gobierno: jeque Ahmad ben Khalifa.
Capital: Doha.
Población: 340.000 habitantes (1986).
Densidad: 30,9 hab./km . 2

Religión: Islam.
Mortalidad infantil: 31 %o.
Esperanza de vida: 69 años.
Población urbana: 89 %.
Analfabetismo: 48,9 % (1981).
Número de médicos: 1,98 %o hab. (1986).
Ejército de tierra: 6.000 hombres.
Marina: 700 hombres.
Aviación: 300 hombres.
PIB: 4.130 mili. $ (1987).
Deuda exterior: 724 mili $ (1987).
Gastos educación: 5,6 % PIB (1985).
Gastos defensa: 2,5 % PIB (1984).
Importaciones: 1.138 mili. $ (1987).
Exportaciones: 2.102 mili. $ (1987).
Principal importación: equipamientos industriales.
Principal exportación: petróleo.
Principales proveedores: Japón, Gran Bretaña, E E U U , REA, Italia, Francia.
Principales clientes: Japón, Francia.

YEMEN
El 22-05-90 se produjo la reunificación de Yemen del Norte y Yemen del Sur. Aún
no se dispone de estadísticas comunes.

Y E M E N D E L N O R T E (República Árabe de Yemen)


Capital: Sanaa.
Población: 7.530.000 habitantes (1981).
Densidad: 38,6 hab./km . 2

Religión: Islam.
Mortalidad infantil: 116 %o.
Esperanza de vida: 51 años.
Población urbana: 23 %.
Analfabetismo: 83,3 % (1985).
Número de médicos: 0,17 %o hab. (1985).
Ejército de tierra: 30.000 hombres.
Marina: 600 hombres.
Aviación: 1.000 hombres.
PIB: 4.920 mili. $ (1987).
Deuda exterior: 2.900 mili $ (1987).

- 350-
Gastos educación: 5,6 % PIB (1986).
Gastos defensa: 10,8 % PIB (1987).
Importaciones: 1.294 mili. $.
Exportaciones: 59,9 mili. $.
Principal importación: prod. alimentarios, equipos de transporte, prod. manufactura-
dos.
Principal exportación: café, pieles.
Principales proveedores: E E U U , Japón, Arabia Saudí, Singapur, China.
Principales clientes: PCD, Arabia Saudí, Yemen del Sur.

Y E M E N D E L SUR (República Popular Democrática de Yemen).


Capital: Aden.
Población: 2.510.000 habitantes (1973).
Densidad: 7,5 hab./km . 2

Religión: Islam.
Mortalidad infantil: 120 %o.
Esperanza de vida: 51 años.
Población urbana: 41,9 %.
Analfabetismo: 58,6 % (1985).
Número de médicos: 0,22 %o hab. (1985).
Ejército de tierra: 24.000 hombres.
Marina: 1.000 hombres.
Aviación: 2.500 hombres.
PIB: 960 mili. $ (1987).
Deuda exterior: 2.100 mili $ (1987).
Gastos educación: 7,4 % PIB (1982).
Gastos defensa: 17,7 % PIB (1984).
Importaciones: 601 mili. $ (1987).
Exportaciones: 149 mili. $ (1987).
Principal importación: petróleo, equipos de transporte, prod. alimentarios.
Principal exportación: petróleo, prod. alimentarios, algodón.
Principales proveedores: URSS, Gran Bretaña, Dinamarca, Australia, Japón, REA.
Principales clientes: Japón, América Latina, Yemen del Norte.

E M I R A T O S ÁRABES U N I D O S
Federación de Emiratos Árabes Unidos.
Sistema de gobierno: Monarquía absoluta, islámica.
Jefe del Estado: jeque Zayed, emir de Abu Dabi.
Jefe de Gobierno: jeque Rachid, emir de Dubai.
Capital: Abu Dabi.
Población: 1.500.000 habitantes.
Densidad: 18 hab./km . 2

Religión: Islam.
Mortalidad infantil: 26 %o.
Esperanza de vida: 71 años.
Población urbana: 76,1 %.
Analfabetismo: 46,5 % (1975).
Número de médicos: 1,01 %o hab. (1984).

- 351 -
Ejército de tierra: 40.000 hombres.
Marina: 1.500 hombres.
Aviación: 1.500 hombres.
PIB: 22.990 mili. $.
Gastos educación: 2,3 % PIB (1986).
Gastos defensa: 6,8 % PIB (1987).
Importaciones: 6.800 mili. $.
Exportaciones: 11.900 mili. $.
Principal importación: prod. manufacturados de base, maquinaria y equipo de trans-
porte, prod. alimentarios.
Principal exportación: petróleo.
Principales proveedores: Japón, E E U U , Gran Bretaña, RFA, Bahrein, Francia.
Principales clientes: Japón, Arabia Saudí, Qatar, Omán, Yemen.

OMÁN
Sultanato de Omán.
Sistema de gobierno: Monarquía absoluta, islámica.
Jefe del Estado y de Gobierno: sultán Qabús ben Said.
Capital: Mascat.
Población: 1.380.000 habitantes.
Densidad: 6,5 hab./km . 2

Religión: Islam.
Mortalidad infantil: 100 %o.
Esperanza de vida: 55 años.
Población urbana: 9,9 %.
Analfabetismo: La enseñanza no es obligatoria.
Número de médicos: 0,93 %o hab. (1984).
Ejército de tierra: 20.000 hombres.
Marina: 2.500 hombres.
Aviación: 3.000 hombres.
PIB: 7.890 mili. $.
Deuda exterior: 2.879 mili $ (1987).
Gastos educación: 4,3 % PIB (1986).
Gastos defensa: 28,4 % PIB (1986).
Importaciones: 1.822 mili. $ (1987).
Exportaciones: 3.433 mili. $ (1987).
Principal importación: maquinaria y equipos de transporte, prod. alimentarios, anima-
les, prod. manufacturados.
Principal exportación: petróleo, cobre, prod. alimentarios.
Principales proveedores: Gran Bretaña, Japón, RFA, E E U U , Holanda, Francia, Emira-
tos Árabes Unidos.
Principales clientes: Japón, Singapur, Holanda, RFA, E E U U , Francia.

URSS
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Jefe del Estado: Mijail Gorbachov.
Jefe de Gobierno: Nikolai Rijkov.

- 352 -
Capital: Moscú.
Población: 283.700.000 habitantes.
Densidad: 12,7 hab./km .2

Religión: 25 % soviéticos dicen ser creyentes. 18 % ortodoxos. También hay católicos,


judíos y musulmanes (11 %).
Mortalidad infantil: 24 %o.
Esperanza de vida: 69 años.
Población urbana: 66,4 % (1987).
Número de médicos: 4,36 %o hab. (1987).
Ejército de tierra: 1.900.000 hombres.
Marina: 444.000 hombres.
Aviación: 458.000 hombres.
Deuda exterior: 40.000 mili $.
Gastos educación: 7 % PIB.
Gastos defensa: 3,3 % PIB (entre el 15 y el 17 % según fuentes de inteligencia de EEUU).
Importaciones: 107.100 mili. $.
Exportaciones: 110.500 mili. $.
Principal importación: maquinaria y equipamiento, productos agrícolas, otros produc-
tos de consumo.
Principal exportación: petróleo y gas, productos industriales, productos mineros, pro-
ductos agrícolas.
Principales proveedores: C A E M , PCD, PVD.
Principales clientes: C A E M , PCD, PVD.

G R A N BRETAÑA
Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Sistema de gobierno: Monarquía parlamentaria.
Jefe del Estado: Isabel II.
Jefe de Gobierno: Margaret Thatcher.
Capital: Londres.
Población: 56.800.000 habitantes.
Densidad: 232,7 hab./km . 2

Religión: Cristianos anglicanos 90 %, católicos 9 %.


Mortalidad infantil: 9 %o.
Esperanza de vida: 75 años.
Población urbana: 91,8 %.
Analfabetismo: 2 % (1975).
Ejército de tierra: 158.400 hombres.
Marina: 64.800 hombres.
Aviación: 93.500 hombres.
PIB: 715.150 mili. $.
Gastos educación: 5,2 % PIB (1984).
Gastos defensa: 4,3 % PIB.
Importaciones: 189.920 mili. $.
Exportaciones: 145.168 mili. $.
Principales proveedores: C E , E E U U , PVD.
Principales clientes: C E , E E U U , PVD.

- 353 -
FRANCIA
República francesa.
Sistema de gobierno: Democracia parlamentaria (presidencialista).
Jefe del Estado: Fran§ois Mitterrand.
Jefe de Gobierno: Michel Rocard.
Capital: París.
Población: 55.790.000 habitantes.
Densidad: 102 hab./km . 2

Religión: Católicos 90 %, protestantes 2 %.


Mortalidad infantil: 8 %o.
Esperanza de vida: 76 años.
Población urbana: 73,6 %.
Número de médicos: 3,19 %o hab.
Ejército de tierra: 280.900 hombres.
Marina: 66.500 hombres.
Aviación: 95.000 hombres.
PIB: 899.800 mili. $.
Gastos educación: 4,6 % PIB (1985).
Gastos defensa: 2,4 % PIB.
Importaciones: 178.764 mili. $.
Exportaciones: 167.569 mili. $.
Principal importación: prod. agrícolas, prod. energéticos, prod. mineros.
Principal exportación: prod. agrícolas, prod. mineros, prod. industriales.
Principales proveedores: C E , PVD, E E U U .
Principales clientes: C E , PVD, E E U U .

ESPAÑA
Sistema de gobierno: Monarquía parlamentaria.
Jefe del Estado: rey Juan Carlos I.
Jefe de Gobierno: Felipe González Márquez.
Capital: Madrid.
Población: 39.050.000 habitantes (1981).
Densidad: 77,4 hab./km .
2

Religión: Católicos 98,5 %.


Mortalidad infantil: 10 %o.
Esperanza de vida: 77 años.
Población urbana: 77,1 %.
Analfabetismo: 5,6 % (1985).
Número de médicos: 3,3 %o hab. (1985).
Ejército de tierra: 232.000 hombres.
Marina: 45.000 hombres.
Aviación: 32.500 hombres.
PIB: 304.700 mili. $.
Gastos educación: 3,2 % PIB (1987).
Gastos defensa: 1,9 % PIB.
Importaciones: 60.531 mili. $.
Exportaciones: 40.341 mili. $.
Principal importación: derivados del petróleo, prod. agrícolas, equipos de transporte.

- 354 -
Principal exportación: prod. industriales, prod. agrícolas, prod. mineros.
Principales proveedores: Gran Bretaña, RFA, México.
Principales clientes: Francia, E E U U , RFA, Gran Bretaña, Holanda, América Latina.

JAPÓN
Imperio Japonés.
Sistema de gobierno: Monarquía parlamentaria.
Jefe del Estado: emperador Akihito.
Jefe de Gobierno: Toshiki Kaifu.
Capital: Tokio.
Población: 122.400.000 habitantes.
Densidad: 328,8 hab./km . 2

Religión: sintoísmo, budismo, catolicismo.


Mortalidad infantil: 5 %o.
Esperanza de vida: 78 años.
Población urbana: 76,7 %.
Analfabetismo: 0,1 %.
Número de médicos: 1,5 %o hab. (1986).
Ejército de tierra: 156.000 hombres.
Marina: 44.000 hombres.
Aviación: 45.000 hombres.
PIB: 2.812.100 mili. $.
Gastos educación: 5,1 % PIB (1985).
Gastos defensa: 1 % PIB.
Importaciones: 187.200 mili. $.
Exportaciones: 264.500 mili. $.
Principal importación: prod. agrícolas, prod. energéticos, prod. mineros.
Principal exportación: prod. industriales, maquinaria y equipamientos, prod. agrícolas.
Principales proveedores: E E U U , Corea del Sur, Australia, China, Indonesia, Taiwan,
Canadá, RFA, Arabia Saudí.
Principales clientes: E E U U , RFA, Corea del Sur, Taiwan, China, Singapur, Australia,
Canadá.

EEUU
Estados Unidos de América.
Sistema de gobierno: Democracia presidencialista.
Jefe del Estado: George Bush.
Capital: Washington.
Población: 246.300.000 habitantes.
Densidad: 26,3 hab./km . 2

Religión: Protestantes 60 % (baptistas, metodistas, luteranos, presbiterianos), católi-


cos 23 %, judíos 3 %.
Mortalidad infantil: 10 %o.
Esperanza de vida: 75 años.
Población urbana: 74 %.
Analfabetismo: 0,5 %.
Número de médicos: 2,14 %o hab. (1984).

- 355 -
Ejército de tierra: 776.400 hombres.
Marina: 783.200 hombres.
Aviación: 603.600 hombres.
PIB: 5.165.800 mili. $.
Gastos educación: 6,8 % PIB (1984).
Gastos defensa: 5,9 % PIB.
Importaciones: 459.000 mili. $.
Exportaciones: 321.600 mili. $.
Principal importación: prod. industriales, prod. energéticos, prod. agrícolas.
Principal exportación: prod. industriales, prod. agrícolas, prod. mineros.
Principales proveedores: Japón, Canadá, RFA, Taiwan, México, Corea del Sur.
Principales clientes: Canadá, Japón, México, Gran Bretaña, RFA, Holanda, Francia.

- 356 -
ARTÍCULOS D E L A C A R T A D E L A O N U E N DISCUSIÓN

A r t . 41. El Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que


no impliquen el uso de la fuerza armada han de emplearse para hacer
efectivas sus decisiones, y podrá instar a los Miembros de las Naciones
Unidas a que apliquen dichas medidas, que podrán comprender la inte-
rrupción total o parcial de las relaciones económicas y de las comunica-
ciones ferroviarias, marítimas, aéreas, postales, telegráficas, radioeléctri-
cas, y otros medios de comunicación, así como la ruptura de relaciones
diplomáticas.

A r t . 42. Si el Consejo de Seguridad estimase que las medidas de


que trata el art. 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, po-
drá ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción
que sea necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad in-
ternacionales. Tal acción podrá comprender demostraciones, bloqueos
y otras operaciones ejecutadas por fuerzas aéreas, navales o terrestres
de Miembros de las Naciones Unidas.

A r t . 51. Ninguna disposición de esta Carta menoscabará el dere-


cho inmanente de legítima defensa, individual o colectiva, en caso de
ataque armado contra un Miembro de las Naciones Unidas, hasta tanto
que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para
mantener la paz y la seguridad internacionales. Las medidas tomadas
por los Miembros en ejercicio del derecho de legítima defensa serán co-
municadas inmediatamente al Consejo de Seguridad, y no afectarán en
manera alguna la autoridad y responsabilidad del Consejo conforme a
la presente Carta para ejercer en cualquier momento la acción que es-
time necesaria con el fin de mantener o restablecer la paz y la seguridad
internacionales.

- 357-
RESOLUCIONES DE LAS N A C I O N E S UNIDAS
(CONSEJO DE SEGURIDAD)

Resolución 660

El Consejo de Seguridad, alarmado por la invasión de Kuwait el 2 de


agosto de 1990 por las fuerzas militares de Irak, determinando que, a
raíz de la invasión de Kuwait por Irak, existe un quebrantamiento de la
paz y la seguridad internacionales,
Actuando de conformidad con los artículos 39 y 40 de la Carta de
las Naciones Unidas,
1. Condena la invasión de Kuwait por Irak.
2. Exige que Irak retire de inmediato e incondicionalmente todas
sus fuerzas a las posiciones en que estaban situadas el 1 de agosto de
1990.
3. Insta a Irak y a Kuwait a que inicien de inmediato negociaciones
intensivas para resolver sus diferencias y apoya todos los esfuerzos que
se realicen al respecto, y especialmente los de la Liga de los Estados
Árabes.
4. Decide volver a reunirse según sea necesario para considerar me-
didas ulteriores a fin de asegurar el cumplimiento de esta resolución.

2 de agosto de 1990

Resolución 661

El Consejo de Seguridad, reafirmando su resolución 660 (1990), de


2 de agosto de 1990.
Profundamente preocupado porque esa resolución no se ha apli-

- 359-
cado y porque continúa la invasión de Kuwait por Irak, con más pérdi-
das de vidas y destrucción de bienes,
Decidido a poner fin a la invasión y ocupación de Kuwait por Irak
y a restablecer la soberanía, independencia e integridad territorial de
Kuwait,
Observando que el Gobierno legítimo de Kuwait ha expresado su
disposición a cumplir la resolución 660 (1990),
Consciente de sus responsabilidades en virtud de la Carta de las N a -
ciones Unidas respecto del mantenimiento de la paz y seguridad inter-
nacionales,
Afirmando el derecho inmanente de legítima defensa, individual o
colectiva, en respuesta al ataque armado de Irak contra Kuwait, de con-
formidad con el artículo 51 de la Carta,
Actuando de conformidad con el capítulo VII de la Carta de las N a -
ciones Unidas,
1. Determina que, hasta ahora, Irak no ha cumplido con el párra-
fo 2 de la resolución 660 (1990) y ha usurpado la autoridad del Go-
bierno legítimo de Kuwait.
2. Decide, como consecuencia, tomar las siguientes medidas para
lograr que Irak cumpla con el párrafo 2 de la resolución 660 (1990) y
restablecer la autoridad del Gobierno legítimo de Kuwait.
3. Decide que todos los Estados impedirán:
a) La importación a sus territorios de todos los productos originarios
de Irak o Kuwait que sean exportados desde éstos después de la fe-
cha de la presente resolución;
b) Todas las actividades de sus nacionales o en sus territorios que pro-
muevan o tengan por objeto promover la exportación o el trans-
bordo de cualesquiera productos o bienes de Irak o Kuwait, y cua-
lesquiera transacciones por sus nacionales o por buques de su
pabellón o en sus territorios de productos o bienes originarios de
Irak o Kuwait y exportadores desde éstos después de la fecha de la
presente resolución, incluidas en particular cualesquiera transferen-
cias de fondos de Irak o Kuwait para atender a esas actividades o
transacciones;
c) La venta o suministro por sus nacionales o desde sus territorios o
por medio de la utilización de buques con sus pabellones de cuales-
quiera productos o bienes, incluidas las armas y cualquier otro tipo
de equipo militar, originarios o 110 de sus territorios, pero excluidos
los suministros destinados estrictamente a fines médicos, y, en circuns-
tancias humanitarias, los alimentos, a cualquier persona o entidad
en Irak o Kuwait, o a cualquier persona o entidad en relación con

- 360-
cualesquiera negocios realizados en Irak o Kuwait, o dirigidos desde
éstos, y cualesquiera actividades de sus nacionales o en sus territo-
rios que promuevan o tengan por objeto promover tal venta o sumi-
nistro de esos productos o bienes.
4. Decide que todos los Estados se abstendrán de poner a disposi-
ción del Gobierno de Irak, o de cualquier empresa comercial, industrial
o de servicios públicos que opere en el Irak o Kuwait, cualesquiera fon-
dos o cualesquiera otros recursos financieros o económicos, e impedi-
rán que sus nacionales y cualesquiera personas que se encuentren en sus
territorios retiren de éstos o pongan de otra manera a disposición de
ese Gobierno o de esas empresas, cualesquiera de esos fondos o recur-
sos y remitan cualesquiera otros fondos a personas o entidades que se
encuentren en Irak o Kuwait, con la única excepción de los pagos con
fines estrictamente médicos o humanitarios y, en circunstancias huma-
nitarias, los alimentos.
5. Exhorta a todos los Estados, incluidos los Estados que no son
miembros de las Naciones Unidas, a que actúen en estricta conformi-
dad con las disposiciones de la presente resolución independientemente
de cualquier contrato suscrito o licencia otorgada antes de la fecha de la
presente resolución.
6. Decide establecer, de conformidad con el artículo 28 del regla-
mento provisional del Consejo de Seguridad, un comité del Consejo de
Seguridad integrado por todos los miembros del Consejo para que
realice las tareas indicadas a continuación e informe al Consejo sobre su
labor y le presente observaciones y recomendaciones:
a) Examinar los informes sobre la aplicación de la presente resolución
que ha de presentar el Secretario general;
b) Obtener de todos los Estados más información sobre las medidas
que adopten en relación con la aplicación efectiva de las disposicio-
nes de la presente resolución.
7. Exhorta a todos los Estados que presten toda su colaboración al
comité en la realización de sus tareas, incluido el suministro de la infor-
mación que el comité pueda solicitar en cumplimiento de la presente re-
solución.
8. Pide al secretario general que preste toda la asistencia necesaria
al comité y que tome las disposiciones necesarias en la Secretaría con
ese objeto.
9. Decide que, no obstante lo dispuesto en los párrafos 4 a 8 supra,
ninguna de las disposiciones de la presente resolución prohibirá que se
preste asistencia al Gobierno legítimo de Kuwait, y exhorta a todos los
Estados a que:

-361 -
a) Tomen medidas adecuadas para proteger los bienes del Gobierno le-
gítimo de Kuwait y sus organismos.
b) Se abstengan de reconocer cualquier régimen establecido por la po-
tencia ocupante.
10. Pide al Secretario General que informe al Consejo sobre la apli-
cación de la presente resolución y que presente el primer informe al res-
pecto dentro de treinta días.
11. Decide mantener este tema en su orden del día y continuar sus
esfuerzos para poner fin cuanto antes a la invasión de Kuwait por Irak.

6 de agosto de 1990

Resolución 662

El Consejo de Seguridad, recordando sus resoluciones 660 (1990) y


661 (1990), gravemente alarmado por la declaración de Irak sobre una
«fusión total y eterna» con Kuwait, exigiendo una vez más que Irak re-
tire inmediata e incondicionalmente todas sus fuerzas a las posiciones
en que se encontraban el 1 de agosto de 1990, decidido a poner término
a la ocupación de Kuwait por Irak y a restablecer la soberanía, la inde-
pendencia y la integridad territorial de Kuwait, decidido también a res-
tablecer la autoridad del Gobierno legítimo de Kuwait,
1. Decide que la anexión de Kuwait por el Irak en cualquier forma
y por cualquier pretexto carece de validez jurídica y ha de considerarse
nula y sin valor,
2 Exhorta a todos los Estados, organizaciones internacionales y or-
ganismos especializados a no reconocer esa anexión y a abstenerse de
todo acto o transacción que pudiera interpretarse como un reconoci-
miento indirecto de la anexión;
3. Exige además que el Irak deje sin efecto las medidas en virtud de
las cuales pretende anexionarse a Kuwait,
4. Decide mantener este tema en su programa y proseguir sus es-
fuerzos para poner pronto término a la ocupación.

9 de agosto de 1990

Resolución 664

El Consejo de Seguridad, recordando la invasión irakí y la supuesta


anexión de Kuwait, y las resoluciones 660 (1990), 661 (1990) y 662

- 362 -
1. Insta a los Estados miembros que cooperen con el Gobierno de
Kuwait que están desplegando fuerzas marítimas en la región a que uti-
licen las medidas proporcionadas a las circunstancias concretas que
sean necesarias bajo la autoridad del Consejo de Seguridad para detener
a todo el transporte marítimo que entre y salga a fin de inspeccionar y
verificar sus cargamentos y destinos y asegurar la aplicación estricta de
las disposiciones relativas al transporte marítimo establecidas en la re-
solución 661 (1990);
2. Invita a los Estados miembros en consecuencia a que cooperen,
según sea necesario, para asegurar el cumplimiento de las disposiciones
de la resolución 661 (1990), recurriendo al máximo a medidas políticas
y diplomáticas, con arreglo al párrafo 1 supra;
3. Pide a todos los Estados que presten con arreglo a la Carta la
asistencia que requieran los Estados mencionados en el párrafo 1 de
esta resolución;
4. Pide además a los Estados interesados que coordinen su acción en
cumplimiento de los párrafos de esta resolución que anteceden utilizando
según corresponda el mecanismo del Comité de Estado Mayor y, luego
de consultas con el Secretario General, presenten informes al Consejo de
Seguridad y a su Comité establecido en virtud de la resolución 661 (1990)
para facilitar la vigilancia de la aplicación de esta resolución.
5. Decide continuar ocupándose activamente de esta cuestión.

25 de agosto de 1990

Resolución 666 (1990)


Canadá, Estados Unidos de América, Finlandia, Francia, Reino
Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas: proyecto de resolución

El Consejo de Seguridad
Recordando su resolución 661 (1990), en la cual el inciso c) del pá-
rrafo 3 y el párrafo 4 se aplican al suministro de alimentos, con la salve-
dad de las circunstancias humanitarias,
Reconociendo que pueden presentarse circunstancias en que sea ne-
cesario proporcionar alimentos a la población civil en el Irak o en K u -
wait con el fin de mitigar los sufrimientos humanos,
Observando que, a ese respecto, el Comité establecido con arreglo al
párrafo 6 de esa resolución ha recibido comunicaciones de varios Esta-
dos Miembros,

- 364-
Haciendo hincapié en que es de la incumbencia del Consejo de Segu-
ridad, directamente o actuando por conducto del Comité, determinar la
existencia de circunstancias humanitarias,
Profundamente preocupado por que el Irak no ha acatado sus obliga-
ciones en relación con la resolución 664 (1990) del Consejo de Seguri-
dad respecto de la seguridad y ei bienestar de los nacionales de terceros
Estados y reiterando que el Irak sigue teniendo la responsabilidad plena
a ese respecto con arreglo al derecho humanitario internacional, in-
cluido, cuando proceda, el cuarto Convenio de Ginebra,
Actuando de conformidad con el Capítulo VII de la Carta de las N a -
ciones Unidas,
1. Decide que, a fin de determinar la existencia de circunstancias
humanitarias, de conformidad con el inciso c) del párrafo 3 y el párrafo
4 de la resolución 661 (1990), el Comité mantenga bajo examen cons-
tante la situación relativa a los alimentos en el Irak y Kuwait;
2. Espera que el Irak acate sus obligaciones en virtud de la resolu-
ción 664 (1990) del Consejo de Seguridad respecto de los nacionales de
terceros Estados y reitera que el Irak sigue teniendo la responsabilidad
plena de su bienestar y seguridad con arreglo al derecho humanitario
internacional incluido, cuando proceda, el cuarto Convenio de Ginebra;
3. Pide que, a los fines de los párrafos 1 y 2 de la presente resolu-
ción, el Secretario General solicite con urgencia y sobre una base conti-
nua información a los organismos pertinentes de las Naciones Unidas,
los organismos humanitarios competentes y otras fuentes sobre la dis-
posición de alimentos en el Irak y Kuwait y que comunique periódica-
mente dicha información al Comité;
4. Pide asimismo que en la búsqueda y el suministro de esa informa-
ción se preste atención especial a la determinación de los grupos de per-
sonas que podrían estar en peor situación, por ejemplo los niños meno-
res de 15 años, las mujeres embarazadas, las madres, los enfermos y los
ancianos;
5. Decide que si, después de recibir la información del Secretario
General, el Comité considera que existen circunstancias en las que hay
una necesidad de suministrar alimentos al Irak o a Kuwait con el fin de
mitigar sufrimientos humanos debería informar de inmediato al C o n -
sejo acerca de su decisión sobre el modo en que se deberá satisfacer esa
necesidad;
6. Señala que el Comité, en la formulación de sus decisiones, deberá
tener en cuenta que los alimentos se han de proporcionar por conducto
de las Naciones Unidas, en cooperación con el Comité Internacional de
la C r u z Roja u otros organismos humanitarios competentes, que tam-

- 365 -
bien los distribuirán o supervisarán su distribución con el fin de garanti-
zar que esos alimentos lleguen a los beneficiarios a los que están desti-
nados;
7. Pide al Secretario General que utilice sus buenos oficios para faci-
litar el suministro y la distribución de alimentos a Kuwait y al Irak de
conformidad con las disposiciones de ésta y otras resoluciones perti-
nentes;
8. Recuerda que la resolución 661 (1990) no se aplica en los casos de
suministros destinados estrictamente a fines médicos y a ese respecto
recomienda que los suministros médicos se exporten bajo la supervi-
sión estricta del gobierno del Estado exportador o de organismos hu-
manitarios competentes.

Resolución 667 (1990)


Canadá, Cote d'Ivoire, Finlandia, Francia, Reino Unido de Gran
Bretaña e Irlanda del Norte y Zaire: proyecto de resolución

El Consejo de Seguridad
Reafirmando sus resoluciones 660 (1990), 661 (1990), 662 (1990),
664 (1990), 665 (1990) y 666 (1990),
Recordando las Convenciones de Viena de 18 de abril de 1961 sobre
relaciones diplomáticas y de 24 de abril de 1963 sobre relaciones consu-
lares en que Irak es parte,
Considerando que la decisión de Irak de ordenar el cierre de las mi-
siones diplomáticas y consulares en Kuwait y de revocar las inmunida-
des y prerrogativas de que gozan dichas misiones y su personal es con-
traria a las decisiones del Consejo de Seguridad, las Convenciones
internacionales anteriormente mencionadas y el derecho internacional,
Profundamente preocupado por que Irak, no obstante las decisiones
del Consejo de Seguridad y lo dispuesto en las Convenciones interna-
cionales mencionadas ha cometido actos de violencia contra las misio-
nes diplomáticas en Kuwait y su personal.
Indignado por las recientes violaciones de los locales diplomáticos
en Kuwait cometidas por Irak y por el secuestro de personal que goza
de inmunidad diplomática y de nacionales extranjeros que se hallaban
presentes en dichos locales,
Considerando que las acciones d=. Irak anteriormente mencionadas
constituyen actos de agresión y una violación flagrante de sus obligaciones
internacionales que amenazan con destruir el desarrollo de las relaciones in-
ternacionales de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas,

- 366-
Recordando que Irak es plenamente responsable de cualquier uso de
violencia contra nacionales extranjeros o contra las misiones diplomáti-
cas o consulares en Kuwait o el personal de éstas,
Decidido a garantizar el respeto de sus decisiones y del Artículo 25
de la Carta de las Naciones Unidas,
Considerando además que la gravedad de las acciones de Irak, que
constituyen una nueva escalada de sus transgresiones del derecho inter-
nacional, obliga al Consejo no sólo a expresar su reacción inmediata,
sino además a celebrar consultas urgentes para adoptar nuevas medidas
concretas que aseguren el cumplimiento por parte de Irak de las resolu-
ciones del Consejo,
Actuando en virtud del Capítulo VII de la Carta de las Naciones
Unidas.
1. Condena enérgicamente los actos de agresión perpetrados por
Irak contra los locales diplomáticos en Kuwait y su personal, entre ellos
el secuestro de nacionales extranjeros que se encontraban en esos loca-
les;
2. Exige la liberación inmediata de dichos nacionales extranjeros,
así como de todos los nacionales mencionados en la resolución 664
(1990);
3. Exige asimismo que Irak cumpla de inmediato y plenamente con
sus obligaciones internacionales en virtud de las resoluciones 660
(1990), 662 (1990) y 664 (1990) del Consejo de Seguridad, las Conven-
ciones de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares y el derecho
internacional;
4. Exige además que el Irak asegure la protección inmediata de la se-
guridad, el bienestar del personal y los locales diplomáticos y consula-
res en Kuwait y que no emprenda acción alguna que impida a las misio-
nes diplomáticas y consulares el desempeño de sus funciones, entre
ellas el acceso a sus nacionales y la protección de sus personas y sus in-
tereses;
5. Recuerda a todos los Estados que están obligados a observar es-
trictamente las resoluciones 661 (1990), 662 (1990), 664 (1990), 665
(1990) y 666 (1990);
6. Decide celebrar consultas urgentes para adoptar a la brevedad
posible nuevas medidas concretas, con arreglo al Capítulo VII de la
Carta, para responder a las continuas transgresiones de la Carta, de
las resoluciones del Consejo y del Derecho internacional cometidas por
Irak.

- 367 -
Resolución 669 (1990)
Adoptada por el Consejo de Seguridad en su reunión número 2942,
con fecha 24 de septiembre de 1990

El Consejo de Seguridad
Recordando su resolución 661 (1990) del 6 de agosto de 1990,
Recordando asimismo el Artículo 50 de la Carta de las Naciones
Unidas,
Consciente del hecho que se ha recibido una creciente cantidad de
peticiones de ayuda bajo lo estipulado en el Artículo 50 de la Carta de
las Naciones Unidas,
Confía al Comité establecido en la resolución 661 (1990) al respecto
de la situación creada entre Irak y Kuwait, la tarea de examinar las peti-
ciones de ayuda que se presenten bajo lo estipulado en el Artículo 50 de
las Cartas de las Naciones Unidas y recomendar al Presidente del C o n -
sejo de Seguridad las acciones apropiadas.

Resolución 670

El Consejo de Seguridad.
1. Insta a todos los Estados a asegurar el estricto cumplimiento y la
completa aplicación de la resolución 661.
2. Confirma que la resolución 661 (1990) ha de aplicarse a todos los
medios de transporte comprendidas las aeronaves.
3. Decide que todos los Estados, no obstante la existencia de dere-
chos u obligaciones conferidas o impuestas por todo acuerdo interna-
cional, o contrato firme, o licencia, o autorización otorgada antes de la
fecha de la presente resolución, deben negar el permiso de despegue de
su territorio a toda aeronave de transporte con destino o procedencia
de Irak o de Kuwait toda carga que no contenga mercancías alimenta-
rias enviadas por razones humanitarias, con la autorización del Consejo
o del comité creado por la resolución 661 y en conformidad con la reso-
lución 666.
4. Decide por otra parte que todos los Estados nieguen la autoriza-
ción a aterrizar en Irak o en Kuwait a toda aeronave, cualquiera que sea
el Estado en que se halle matriculado, prohibiéndole igualmente sobre-
volar su territorio a menos que:
a) el aparato aterrice sobre un aeródromo designado por este Estado y
situado fuera de Irak o de Kuwait, a fin de que pueda ser inspeccio-
nado, para asegurar que no transporta nada que sea contrario a la re-

- 368 -
solución 661 o a la pres.ente resolución. A tal fin al aparato podrá
ser inmovilizado durante el plazo que sea necesario;
b) el vuelo en cuestión haya sido aprobado por el comité creado por la
resolución 661;
c) la Organización de las Naciones Unidas certifique que el vuelo no
debe servir más que a los fines del comité de observadores de las
Naciones Unidas para Irán e Irak.
5. Decide que cada Estado adopte todas las medidas necesarias para
que toda aeronave matriculada en su territorio o comercialmente explo-
tada en su territorio se atenga a las disposiciones de la resolución 661 y
a la presente resolución.

26 de septiembre de 1990

Resolución 674

Recordando sus resoluciones 660 (1990), 661 (1990), 662 (1990), 664
(1990), 665 (1990), 666 (1990), 667 (1990) y 670 (1990),
Recalcando la urgente necesidad de que todas las fuerzas irakíes se
retiren inmediata e incondicionalmente de Kuwait, a fin de que se res-
tauren la soberanía, la independencia y la integridad territorial de K u -
wait, y la autoridad de su Gobierno legítimo,
Condenando los actos de las fuerzas de ocupación y las autoridades
irakíes consistentes en tomar como rehenes a nacionales de terceros es-
tados, y en maltratar y oprimir a nacionales de Kuwait y de terceros
estados, así como otros actos comunicados al Consejo, como la destruc-
ción de los registros demográficos de Kuwait, la partida forzada de
nacionales de Kuwait y el reasentamiento de grupos de población en
Kuwait, y la destrucción e incautación ilegales e injustificadas de pro-
piedades públicas y privadas en Kuwait, con inclusión de equipos y su-
ministros de hospital, en violación de las decisiones de este Consejo, de
la Carta de las Naciones Unidas, del Cuarto Convenio de Ginebra, de
las Convenciones de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y Consula-
res, y del Derecho Internacional,
Expresando su grave alarma por la situación en que se encuentran
nacionales de terceros estados en Kuwait y en Irak, con inclusión del
personal de las misiones diplomáticas y consulares de esos estados,
Reafirmando que el Cuarto Convenio de Ginebra se aplica a Kuwait
y que en su carácter de alta parte contratante en el convenio, Irak está
obligado a cumplir plenamente todas sus disposiciones y en particular

- 369-
es responsable en virtud del convenio por las graves transgresiones que
ha cometido, al igual que las personas que cometen u ordenan que se
cometan graves transgresiones,
Recordando los esfuerzos del secretario general de la O N U , Javier
Pérez de Cuéllar, por la seguridad y el bienestar de los nacionales de
terceros estados en Irak y Kuwait,
Profundamente preocupado por el costo económico, y las pérdidas
y los sufrimientos causados a particulares en Kuwait y en Irak como re-
sultado de la invasión y ocupación de Kuwait por Irak,
Actuando con arreglo al Capítulo VII de la Carta de las Naciones
Unidas,
Reafirmando el objetivo de la Comunidad Internacional de mante-
ner la paz y la seguridad internacionales procurando resolver las con-
troversias y los conflictos internacionales por medios pacíficos,
Recordando también el importante papel que han desempeñado las
Naciones Unidas y su secretario general en la solución pacífica de las con-
troversias y los conflictos de conformidad con las disposiciones de la
Carta de las Naciones Unidas,
Alarmado por los peligros de la actual crisis causada por la invasión
y la ocupación de Kuwait por Irak, que representan una amenaza di-
recta para la paz y la seguridad internacionales, y procurando evitar un
nuevo empeoramiento de la situación,
Exhortando a Irak a que cumpla las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad, y en particular las resoluciones 660 (1990), 662
(1990) y 664 (1990),
Reafirmando su determinación de conseguir que Irak cumpla las re-
soluciones del Consejo de Seguridad, utilizando para ello al máximo
medios políticos y diplomáticos,
1. Exige que las autoridades irakíes y las fuerzas de ocupación cesen
y desistan inmediatamente de tomar como rehenes a nacionales de ter-
ceros estados, y de maltratar y oprimir a nacionales de Kuwait y de ter-
ceros estados, y de cualesquiera otros actos como los comunicados al
Consejo y descritos anteriormente, en violación de las decisiones de
este Consejo, de la Carta de las Naciones Unidas, del Cuarto Convenio
de Ginebra, de las Convenciones de Viena sobre Relaciones Diplomáti-
cas y Consulares, y del Derecho Internacional,
2. Invita a los estados a recopilar la información corroborada que
obre en su poder o que se les haya presentado acerca de las graves trans-
gresiones cometidas por Irak, según el párrafo 1 supra, y a facilitar di-
cha información al Consejo,
3. Reafirma su exigencia de que Irak cumpla de inmediato con sus

- 370 -
obligaciones para con nacionales de terceros estados en Kuwait e Irak,
incluido el personal de las misiones diplomáticas y consulares, con arre-
glo a la Carta, al Cuarto Convenio de Ginebra, a las Convenciones de
Viena sobre Relaciones Diplomáticas y Consulares, a los principios ge-
nerales del derecho internacional y a las resoluciones pertinentes del
Consejo,
4. Reafirma además su exigencia de que Irak permita y facilite la
partida inmediata de Kuwait e Irak de todos los nacionales de terceros
estados, incluido el personal Diplomático y Consular, que deseen salir,
5. Exige que Irak garantice inmediatamente el acceso a los alimen-
tos, al agua y los servicios básicos necesarios para la protección y el
bienestar de los nacionales de Kuwait, y de los nacionales de terceros
estados en Kuwait y en Irak, incluido el personal de las misiones Diplo-
máticas y Consulares en Kuwait,
6. Reafirma su exigencia de que Irak proteja inmediatamente la se-
guridad y el bienestar del personal, y los locales diplomáticos y consula-
res en Kuwait y en Irak, de que no adopte medida alguna que obstacu-
lice a dichas misiones Diplomáticas y Consulares el desempeño de sus
funciones, entre ellas la comunicación con sus nacionales y la protec-
ción de sus personas e intereses, y de que revoque su orden de cierre de
las misiones Diplomáticas y Consulares en Kuwait y la suspensión de la
inmunidad de su personal,
7. Pide al secretario general que, en el contexto del ejercicio conti-
nuo de sus buenos oficios en favor de la seguridad y el bienestar de los
nacionales de terceros estados en Irak y en Kuwait, procure alcanzar los
objetivos que se fijan en los párrafos 4, 5 y 6, y en particular, el suminis-
tro de alimentos, agua y servicios básicos a los nacionales de Kuwait y a
las misiones Diplomáticas y Consulares en Kuwait y la evacuación de
nacionales de terceros estados,
8. Recuerda a Irak que, con arreglo al derecho internacional, es res-
ponsable por las pérdidas, daños o perjuicios ocasionados a Kuwait o a
terceros estados, y a sus nacionales y sociedades, como resultado de la
invasión y de la ocupación ilegal de Kuwait por Irak,
9. Invita a los estados a que reúnan toda la información pertinente
relativa a sus reclamaciones, y a las de sus nacionales y sociedades, con
miras a la adopción eventual de medidas con arreglo al derecho interna-
cional para el resarcimiento o indemnización por Irak,
10. Exige que Irak cumpla las disposiciones de la presente resolu-
ción y de sus resoluciones anteriores, sin lo cual el Consejo necesitará
adoptar nuevas medidas con arreglo a la carta,
11. Decide seguir ocupándose activa y permanentemente de la

- 371 -
cuestión hasta que Kuwait haya recuperado su independencia y se haya
restaurado la paz, de conformidad con las resoluciones pertinentes del
Consejo de Seguridad,
12. Deposita su confianza en el secretario general para que ofrezca
sus buenos oficios y, según estime conveniente, los ejerza y adopte ini-
ciativas diplomáticas para lograr una solución pacífica de la crisis cau-
sada por la invasión y la ocupación de Kuwait por Irak, sobre la base de
las resoluciones 660 (1990), 662 (1990) y 664 (1990) del Consejo de Se-
guridad, y pide a todos los estados, tanto de esa región como de otras,
que sobre esta base continúen sus esfuerzos con tal finalidad, con arre-
glo a la Carta, a fin de restaurar la paz, la seguridad y la estabilidad,
13. Pide al secretario general que informe al Consejo de Seguridad
sobre los resultados de sus buenos oficios y de sus esfuerzos diplomá-
ticos.

29 de octubre de 1990

- 372 -
DECLARACIONES DE LA COMUNIDAD EUROPEA

Declaración de los Doce sobre la invasión de Kuwait por Irak

«La Comunidad y sus Estados miembros han seguido con inquietud


durante las últimas semanas el aumento de la tensión en la controversia
entre Irak y algunos países árabes. H a n acogido con satisfacción los es-
fuerzos diplomáticos desplegados por los países árabes y por la propia
Liga Árabe y se han abstenido de adoptar posturas o iniciativas con el
fin de evitar que dichos esfuerzos sufriesen interferencias.
Después de la ruptura de las conversaciones mantenidas en Jeddah
bajo auspicios árabes, la Comunidad y sus Estados miembros se en-
cuentran gravemente preocupados por los últimos acontecimientos en
la controversia y, en especial, por la agresión militar realizada por Irak
contra Kuwait, que es no sólo un acto hostil contra un país vecino, sino
también un grave atentado contra la paz y la estabilidad en la región.
La Comunidad y sus Estados miembros condenan enérgicamente el
uso de la fuerza por un Estado miembro de las Naciones Unidas contra
la integridad territorial de otro Estado. Esto constituye una violación
de la Carta de las Naciones Unidas y un medio inaceptable de resolver
una controversia internacional. En consecuencia, apoyan plenamente la
resolución que ha adoptado hoy el Consejo de Seguridad.
La Comunidad y sus Estados miembros apelan a todos los gobier-
nos para que condenen este injustificado uso de la fuerza y para que tra-
bajen por un rápido restablecimiento de las condiciones que permita
una inmediata reanudación de las negociaciones de paz. A la luz de es-
tos acontecimientos, solicitan la retirada inmediata de las fuerzas irakíes
del territorio kuwaití.
La Comunidad y sus Estados miembros mantienen este asunto en es-
tudio y están dispuestos a tomar en consideración ulteriores iniciativas.»

Roma, 2 de agosto de 1990

- 373 -
Declaración de los Doce sobre la invasión irakí de Kuwait

«La Comunidad y sus Estados miembros reiteran su condena sin re-


serva de la brutal invasión irakí de Kuwait y su exigencia de una reti-
rada inmediata e incondicional de las fuerzas irakíes del territorio de
Kuwait, como ya manifestaron en su Declaración del 2 de agosto.
Consideran que las razones aducidas por el Gobierno irakí para jus-
tificar la agresión militar contra Kuwait carecen de fundamento y son
inaceptables, y se abstendrán de realizar cualquier acto que pueda ser
considerado como reconocimiento implícito de las autoridades impues-
tas en Kuwait por los invasores.
C o n el fin de salvaguardar los intereses del legítimo Gobierno de
Kuwait, han decidido tomar medidas para proteger todos los activos
que pertenezcan directa o indirectamente al Estado de Kuwait.
La Comunidad y sus Estados miembros confirman su pleno apoyo
a la resolución 660 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y
hacen un llamamiento a Irak para que cumpla las disposiciones de dicha
resolución. Si las autoridades irakíes las incumplen, la Comunidad y sus
Estados miembros actuarán en favor, apoyarán y aplicarán una resolu-
ción del Consejo de Seguridad que establezca sanciones obligatorias y
globales.
C o n carácter inmediato, la Comunidad y sus Estados miembros han
decidido adoptar las siguientes medidas:
— Embargo de importaciones de petróleo de Irak y Kuwait.
— Medidas oportunas destinadas a congelar los activos irakíes en el
territorio de los Estados miembros.
— Embargo de la venta de armas y otros equipos militares a Irak.
— Suspensión de toda cooperación en el ámbito militar con Irak.
— Suspensión de la cooperación científica y técnica con Irak.
— Suspensión de la aplicación a Irak del sistema de preferencias ge-
neralizadas.
La Comunidad y sus Estados miembros reiteran su firme convic-
ción de que las controversias entre Estados deben ser resueltas por me-
dios pacíficos y están dispuestos a participar en todo esfuerzo dirigido a
desactivar la tensión en la zona.
Están en estrecho contacto con los gobiernos de varios países ára-
bes y siguen con la máxima atención los debates de la Liga Árabe y del
Consejo de Cooperación del Golfo Esperan que iniciativas árabes con-
tribuyan a restablecer la legalidad internacional y el Gobierno legítimo
de Kuwait. La Comunidad y sus Estados miembros están dispuestos a
prestar su pleno apoyo a dichas iniciativas y a los esfuerzos encamina-

- 374 -
dos a resolver por medio de la negociación las diferencias entre los esta-
dos implicados.
La Comunidad y sus Estados miembros están ocupándose cuidado-
samente de la situación de los ciudadanos en Irak y Kuwait y mantie-
nen una estrecha coordinación a fin de garantizar su seguridad.»

Roma, 4 de agosto de 1990

Declaración sobre la situación en el Golfo


(Reunión extraordinaria en el marco de la Cooperación
Política Europea)

«La invasión de Kuwait por las fuerzas irakíes ha provocado ya una


condena sin reservas de la Comunidad y sus Estados miembros, que no
sólo han hecho un llamamiento para la retirada inmediata e incondicio-
nal de las fuerzas irakíes del territorio de Kuwait, sino que también han
manifestado claramente que la situación creada por la agresión militar
de Irak contra Kuwait es inaceptable.
En consecuencia, rechazan la anunciada anexión de Kuwait, que es
contraria al Derecho Internacional y, por tanto, nula y sin efecto, tal
como ha declarado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en
su Resolución 662. Asimismo, rechazan el anunciado traslado de las mi-
siones diplomáticas de Kuwait y cualquier intento por parte de las auto-
ridades irakíes de ejercer actos de gobierno en el territorio de Kuwait.
H a n constatado con satisfacción la amplia solidaridad internacional
que se ha producido tras la agresión y que ha conducido a la actuación
efectiva del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Se felicitan
por el papel desempeñado por las Naciones Unidas y se esforzarán por
mantener e incrementar dicha solidaridad internacional.
La Comunidad y sus Estados miembros adoptaron, inmediatamente
después de la invasión irakí, un conjunto de medidas contra Irak y, a
continuación, adoptaron rápidamente normas para aplicar la Resolu-
ción 661 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que consi-
deran un instrumento fundamental para restablecer la legalidad interna-
cional.
La Comunidad y sus Estados miembros han manifestado ya su
grave preocupación por la situación de los extranjeros en Irak y K u -
wait. No se escatimarán esfuerzos o iniciativas para garantizar que se
permita a los ciudadanos comunitarios una libertad de movimientos
plena e incondicional dentro de dichos países, así como para salir de

- 375 -
ellos. Ya se han dirigido peticiones precisas con este objeto a las autori-
dades irakíes, a las que la Comunidad y sus Estados miembros conside-
ran plenamente responsables de la seguridad de sus ciudadanos. La Pre-
sidencia continuará asegurando la coordinación adecuada, con el fin
de garantizar la seguridad de los ciudadanos comunitarios en Irak y
Kuwait.
La Comunidad y sus Estados miembros, teniendo también presen-
tes los vitales intereses europeos en la estabilidad, la integridad terri-
torial y la soberanía de los Estados de la zona, están dispuestos a to-
mar, en el marco de la Carta de las Naciones Unidas, las iniciativas que
resulten necesarias para contener el conflicto. Toman nota de que algu-
nos Estados miembros ya han adoptado también medidas útiles con
esta finalidad. Están firmemente decididos a emprender amplios esfuer-
zos para proporcionar la necesaria solidaridad internacional a otros Es-
tados de la región amenazados por el mismo agresor, en sus esfuerzos
para cumplir la Resolución 661 del Consejo de Seguridad de las Nacio-
nes Unidas para obligar a Irak a que restablezca la soberanía de Kuwait
en cumplimiento de la Resolución 662 del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas.
La Comunidad y sus Estados miembros han decidido mantener es-
trecho contacto con los Gobiernos árabes y ofrecer su ayuda a los es-
fuerzos árabes encaminados a reducir las tensiones y a restablecer la le-
galidad internacional en el marco de las Resoluciones 660, 661 y 662 del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Esperan que la Cumbre
de Jefes de Estado y de Gobierno árabes, convocada hoy en El Cairo,
tome medidas concretas con este fin. La Presidencia tratará con los paí-
ses árabes la posibilidad de cooperar con ellos para alcanzar este obje-
tivo común.»

Bruselas, 10 de agosto de 1990

Declaración sobre la situación de los extranjeros en Irak y


Kuwait
(Reunión ministerial extraordinaria de la Cooperación Política
Europea; París, 21 de agosto de 1990)

«La Comunidad y sus Estados miembros, profundamente preocu-


pados por la situación de los extranjeros en Irak y Kuwait, renuevan su
condena de la decisión irakí de retenerlos en contra de su voluntad,
como un acto contrario a las leyes internacionales, y apoyan totalmente

- 376-
la Resolución 664 del Consejo de Seguridad que conmina a Irak a per-
mitir y facilitar su salida inmediata de Irak y Kuwait. Denuncian que el
Gobierno irakí ha reaccionado negativamente hasta ahora a muchas re-
presentaciones de la Comunidad y sus Estados miembros.
Como miembros de la comunidad internacional, que está basada no
sólo en la ley, sino también en claros estándares éticos, la Comunidad
Europea y su Estados miembros expresan su indignación ante la inten-
ción de Irak de agrupar a los extranjeros en la cercanía de bases milita-
res, una medida que consideran especialmente condenable. En este con-
texto, el hecho de que a algunos extranjeros se les ha impedido tomar
contacto con sus Embajadas o Consulados, o han sido forzosamente
conducidos a destinos desconocidos, es una fuente de ulteriores preo-
cupaciones e indignación. En este sentido, conceden la mayor impor-
tancia a la misión de dos enviados del Secretario General de la O N U ,
que ahora tiene lugar. Advierten al Gobierno irakí de que cualquier in-
tento de dañar o amenazar la seguridad de cualquier ciudadano de la
Comunidad Europea será considerado como la mayor ofensa dirigida a
la Comunidad y provocará una respuesta unida por parte de toda la Co-
munidad. También advierten a los ciudadanos irakíes de que serán con-
siderados responsables, de acuerdo con las leyes internacionales, por su
implicación en acciones ilegales que atañan a la seguridad y vidas de ciu-
dadanos extranjeros.
Se hace un llamamiento a todos aquellos que puedan todavía influir
en las decisiones del Gobierno irakí para que se revoquen estas medidas
y apoyen las acciones del Consejo de Seguridad y del Secretario Gene-
ral de la O N U . Confirman su compromiso de hacer todo lo posible
para asegurar la protección de los extranjeros en Irak y Kuwait y reite-
ran que el Gobierno irakí es totalmente responsable de la seguridad de
sus ciudadanos.
La Comunidad y sus Estados miembros, a la luz de su condena de la
agresión irakí contra Kuwait, así como de su negativa a reconocer la
anexión de ese Estado a Irak, rechazan firmemente la ilegal petición
irakí para que se cierren las misiones diplomáticas en Kuwait y reiteran
su resolución de que esas misiones se mantengan abiertas para proteger
a sus ciudadanos.
La Comunidad y sus Estados miembros notan con satisfacción que
esta postura es compartida por un gran número de países y es confir-
mada por la Resolución 664 de la O N U , que pide la retirada de la orden
ilegal de cerrar las misiones diplomáticas.»

París, 21 de agosto de 1990

- 377-
Declaración de los ministros de Asuntos Exteriores de la CE
sobre la crisis del Golfo

La Comunidad Europea y sus Estados miembros reafirman su total


apoyo al cumplimiento de todos los aspectos de las Resoluciones del
Consejo de Seguridad relativas a la crisis del Golfo, así como su deter-
minación de permanecer activos para garantizar que sean respetadas.
La Comunidad Europea y sus Estados miembros están convencidos de
que un cumplimiento total del embargo decidido por el Consejo de Seguri-
dad respecto a Irak es la condición esencial para conseguir una solución pa-
cífica de la crisis. Están aplicando estrictamente el embargo y piden a todos
los miembros de la comunidad internacional que hagan lo mismo.
La Comunidad y sus Estados miembros son conscientes de la grave
carga que la actual crisis impone a las economías de muchos países. Por
lo tanto, están decididos a contribuir a los esfuerzos hechos por esos
países para adaptarse a la situación y llevar a cabo el embargo.
Los países más inmediatamente afectados por la aplicación del em-
bargo, y principalmente Egipto, Jordania y Turquía, han solicitado
ayuda para paliar los efectos a corto plazo. La Comunidad y sus Esta-
dos miembros han tomado una decisión basada en el principio de am-
pliar esta ayuda económica a corto plazo a estos tres países. La ayuda se
llevará a cabo en el marco de una acción concertada con otros países in-
dustrializados así como con las naciones de la región.
El Consejo de Asuntos Exteriores tomará las decisiones adecuadas
en su próxima reunión basándose en las propuestas de la Comisión y
los resultados de las consultas con terceros países.
En esta situación es esencial que se intensifique la cooperación in-
ternacional y que las instituciones internacionales (Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial, G A T T y otros organismos, como el
Club de París) desempeñen plenamente su misión, el recientemente
creado Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo deberá
contribuir también a la solución de las dificultades de los países de E u -
ropa Central y Oriental. Es de importancia crucial que se hagan todos
los esfuerzos posibles para evitar que las economías afectadas se encie-
rren en sí mismas.
Además de la ayuda humanitaria que ya se proporciona, es necesario
un mayor esfuerzo para ayudar a la repatriación de refugiados de Irak y
Kuwait. La Comunidad está dispuesta a emplear una cantidad importante
de sus propios recursos presupuestarios en ayuda humanitaria adicional.
Los Estados miembros contribuirán al esfuerzo conjunto, principalmente
por medio del envío de servicios de transporte.

- 378 -
La Comunidad y sus Estados miembros reiteran su disposición a
continuar el diálogo político y a esforzarse para la pronta apertura y rá-
pida conclusión de las negociaciones sobre acuerdos comerciales con
los países del Consejo para Cooperación en el Golfo ( G C C ) .
Además, la Comunidad Europea y sus Estados miembros están re-
sueltos a contribuir en la creación de una política de cooperación regional
destinada a influenciar, de una forma constructiva, la solución de los pro-
blemas estructurales que afligen a la zona mediterránea y Oriente Medio
en los aspectos de estabilidad y bienestar económico y social...

Roma, 7 de septiembre de 1990

Declaración de los ministros de Asuntos Exteriores de la CE


sobre ciudadanos extranjeros en Irak y Kuwait

La Comunidad Europea y sus Estados miembros reafirman su con-


dena absoluta a las medidas tomadas por las autoridades irakíes contra
los ciudadanos extranjeros en Irak y Kuwait y contra las embajadas en
Kuwait. Insisten en el respeto total del derecho de libertad de movi-
mientos de los ciudadanos extranjeros en esos países. Consideran esas
medidas como totalmente inaceptables y contrarias al Derecho Inter-
nacional y continuarán reaccionando ante ellas con completa solida-
ridad...
La Comunidad y sus Estados miembros deploran el hecho de que, a
pesar de los esfuerzos realizados por el Secretario General de las Nacio-
nes Unidas a través de sus emisarios y personalmente en las recientes
discusiones en Ammán, las autoridades irakíes no se han ajustado a la
resolución 664, por la que el Consejo de Seguridad pide a Irak que faci-
lite la inmediata salida de Kuwait e Irak de los nacionales de terceros
países. Expresan el apremiante deseo de que el Secretario General de las
Naciones Unidas pueda proseguir sus esfuerzos haciéndolo llegar hasta
las representaciones diplomáticas y consulares en Kuwait, enviando
una misión para que establezca contacto con ellos.
La Comunidad y sus Estados miembros desean la pronta reanuda-
ción de las discusiones entre las autoridades irakíes y la I C R C y les ani-
man a que cooperen plenamente con los esfuerzos y asistencia a los ciu-
dadanos extranjeros retenidos en Irak y Kuwait.
Reiteran que las autoridades irakíes están obligadas a permitir que
todos los ciudadanos extranjeros, no solamente mujeres y niños, reteni-
dos contra su voluntad, puedan salir. La Comunidad y sus Estados

- 379 -
miembros continúan decididos a hacer lo necesario para asegurar su
protección. De acuerdo con el Derecho Internacional, consideran res-
ponsables a las autoridades irakíes de la seguridad de los ciudadanos ex-
tranjeros, así como de su bienestar personal.

Roma, 7 de septiembre de 1990

Declaración de los ministros de Asuntos Exteriores de la CE


sobre las relaciones CE-países árabes

En el momento en que la brutal agresión y anexión por parte de


Irak de otro país árabe afecta a toda la comunidad internacional, y en
particular a los Estados del Próximo y Medio Oriente, la Comunidad
Europea y sus Estados miembros reafirman su determinación de conso-
lidar y reforzar lazos históricos de amistad que les liga a todo el mundo
árabe... Están dispuestos a continuar contribuyendo al establecimiento
en la región de una situación de paz, estabilidad y cooperación, que es
la única forma de promover el bienestar económico y social de todos
los habitantes del área.
Para este fin, continúan comprometidos en el desarrollo del diálogo
que fue relanzado oportunamente en el Encuentro Ministerial del pa-
sado diciembre en París. La Presidencia realizará en los próximos días
los contactos apropiados con la parte árabe con vistas a la convocatoria
de una reunión a nivel ministerial.
La Comunidad y sus Estados miembros creen que es necesario dar
absoluta prioridad a una solución de la crisis creada por la agresión
irakí a Kuwait, con el total e incondicional cumplimiento de las adecua-
das Resoluciones del Consejo de Seguridad de la O N U .
Constituye una injusticia contra el pueblo árabe el hecho de que la
agresión de Irak contra Kuwait retrase el progreso hacia una solución
de otros problemas de la región, tales como el conflicto árabe-israelí, el
problema palestino y la situación en el Líbano. Reafirman su compro-
miso existente desde hace tiempo con una solución global y duradera
para los problemas de la región, de conformidad con las adecuadas Re-
soluciones del Consejo de Seguridad de la O N U y los principios esta-
blecidos por la Comunidad.

Roma, 7 de septiembre de 1990

- 380-
C O M U N I C A D O S D E L A UNIÓN E U R O P E A
OCCIDENTAL

Sesión ministerial de la U E O

1. Los Ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de la U E O se


han reunido el 21 de agosto de 1990 para debatir la situación provocada
en el Golfo por la invasión y después anexión de Kuwait por Irak. Esta
reunión se ha celebrado en virtud de las disposiciones del párrafo 3 del
artículo VIII del tratado de la U E O , de la Declaración de Roma de oc-
tubre de 1984 y de la Plataforma sobre los intereses europeos en mate-
ria de seguridad de octubre de 1987, que prevén que los países miem-
bros deben concertar sus políticas cuando hay crisis fuera de Europa
en la medida en que dichas crisis puedan afectar a sus intereses de se-
guridad.
2. Los Ministros de los países miembros de la U E O recuerdan su
condena sin reservas de la invasión y de la anexión de Kuwait por Irak
y piden a este país que se someta inmediatamente y sin condiciones a
las Resoluciones 660 y 662 del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas. Reafirman su firme determinación a seguir adoptando todas las
medidas necesarias para poner en práctica el embargo declarado contra
Irak por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la Resolu-
ción 661 y para hacer que sea eficaz. Recurren al Consejo de Seguridad
para que a este respecto adopte toda medida suplementaria útil.
3. Los Ministros declaran que la determinación que sus países quie-
ren demostrar en la defensa del derecho apunta exclusivamente a poner
fin a la agresión y sus consecuencias. La acción que han iniciado pre-
tende obtener el respeto de los principios que, al imponerse en las rela-
ciones entre los Estados, afectan al conjunto de la comunidad interna-
cional y garantizan la salvaguarda de todos sus miembros.

- 381 -
4. Frente a una situación que pone en tela de juicio, en primer lu-
gar, a los Estados Árabes, los Ministros subrayan la solidaridad que liga
a sus países con el mundo árabe y su voluntad de apoyar sus esfuerzos
en la búsqueda de una solución en su seno que respete las resoluciones
pertinentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas conforme
a la cooperación y al diálogo que mantienen con él.
5. Los Ministros expresan su viva inquietud y su indignación ante
los atentados a la libertad de circulación de los súbditos de países
miembros y ante el trato inhumano inflingido a algunos de ellos; advier-
ten a Irak contra las graves consecuencias que no dejaría de producir
todo atentado a la seguridad de éstos. Reiteran su apoyo a la Resolución
664 del Consejo de Seguridad y exigen que Irak se someta a ella sin
demora.
6. Subrayan que los países miembros de la U E O , tomando en con-
sideración los intereses vitales que constituyen para Europa la estabili-
dad, la integridad territorial y la soberanía internacional sin precedentes
que se han manifestado desde la agresión y ha desembocado en una ac-
ción eficaz del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Los países
que sufren consecuencias económicas resultantes de esta acción mere-
cen su solidaridad.
7. Los Ministros se felicitan por las medidas actualmente adoptadas
por los Estados miembros para apoyar la Resolución 661 del Consejo
de Seguridad de las Naciones Unidas y para responder a las peticiones
de asistencia a los Estados de la región del Golfo con el objetivo de obli-
gar a Irak a retirar sus tropas del territorio kuwaití sin condiciones y de
restaurar la soberanía kuwaití.
8. Deciden coordinar estrechamente sus operaciones en la región
encaminadas a poner en marcha y a hacer respetar las medidas mencio-
nadas en el párrafo 6 y todas las demás medidas que el Consejo de Segu-
ridad pudiera decidir velando igualmente, de común acuerdo, por la
protección de sus fuerzas. Apoyándose en la experiencia adquirida, in-
cluidas las modalidades de consulta durante las operaciones llevadas a
cabo en el Golfo en 1987 y 1988, encargan a un grupo «ad hoc» de re-
presentantes de los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa que
garantice la coordinación más eficaz en las capitales y en la región. Esta
coordinación deberá cubrir, entre otros, los conceptos operativos de
conjunto y las directivas específicas de coordinación de fuerzas en la re-
gión, en particular en lo relativo a las zonas de operación, el reparto de
tareas, el apoyo logístico y el intercambio de información. Se designan
puntos de contacto en los Ministerios de Defensa para facilitar la coo-
peración de orden práctico y técnico, así como en un futuro inmediato

- 382 -
para preparar una reunión de Jefes de Estado Mayor que se celebrará en
los próximos días.
9. Los Ministros subrayan que la coordinación en el seno de la
U E O debería por otra parte facilitar la cooperación con otros países
que despliegan fuerzas en la región y en particular las de Estados
Unidos.
10. La Presidencia en ejercicio del Consejo informará al Secretario
General de las Naciones Unidas de los resultados de esa reunión.

París, 21 de agosto de 1990

- 383 -
D I S P O S I C I O N E S ESPAÑOLAS D E CARÁCTER
ECONÓMICO SOBRE EL E M B A R G O

18986
ORDEN de 4 de agosto de 1990por la que se someten a autorización
determinadas transacciones financieras con Kuwait

Primero: De conformidad con lo dispuesto en el artículo 3.° del


Real Decreto 2402/1980, de 10 de octubre, por el que se aprueba el Re-
glamento de la Ley de Régimen Jurídico de Control de Cambios, que-
dan sometidos a la previa autorización de este Ministerio de Economía
y Hacienda, cualesquiera transferencias al exterior de fondos u otros ac-
tivos financieros que pretendan realizar las personas físicas o jurídicas
residentes en Kuwait, los establecimientos o Sociedades, españolas o
extranjeras, controladas por aquéllas y, en general, cualesquiera perso-
nas físicas o jurídicas que actúen por cuenta de los anteriores.
Se exceptúan de lo señalado en el párrafo precedente las operacio-
nes relacionadas con actos ordinarios de administración que, para el
normal desenvolvimiento de sus actividades, realicen las Sociedades es-
pañolas a las que dicho párrafo se refiere. En particular, no precisarán
autorización los pagos que constituyan mera ejecución de contratos ce-
lebrados por tales Sociedades con anterioridad al pasado 2 de agosto de
1990.
Segundo: La presente Orden entrará en vigor el mismo día de su pu-
blicación en el «Boletín Oficial del Estado».
Madrid, 4 de agosto de 1990.

SOLCHAGA CATALÁN

Excmo. Sr. Gobernador del Banco de España e limos. Sres. Director general del
Tesoro y Política Financiera y Director general de Transacciones Exteriores.

- 385 -
MINISTERIO DE ECONOMÍA Y H A C I E N D A

19202
ORDEN de 6 de agosto de 1990por la que se someten a autorización
determinadas transacciones financieras entre España e Irak.

Primero: De conformidad con lo dispuesto en el artículo 3.° del


Real Decreto 2402/1990, de 10 de octubre, por el que se aprueba el Re-
glamento de la Ley de Régimen Jurídico de Control de Cambios, que-
dan sometidos a la previa autorización de este Ministerio de Economía
y Hacienda, cualesquiera transferencias de fondos o pagos al exterior,
así como cualquier acto de disposición sobre valores, cuentas u otros
activos financieros poseídos en España que pretendan realizar las perso-
nas físicas o jurídicas residentes en Irak, los establecimientos o socieda-
des, españolas o extranjeras controladas por aquéllas y, en general, cua-
lesquiera personas físicas o jurídicas que actúen por cuenta de las
anteriores.
Segundo: La presente Orden entrará en vigor el mismo día de su pu-
blicación en el «Boletín Oficial del Estado».
Madrid, 6 de agosto de 1990.

SOLCHAGA CATALÁN

Excmo. Sr. Gobernador del Banco de España e limos. Sres. Director general del
Tesoro y Política Financiera y Director general de Transacciones Exteriores.

- 386 -
DISPOSICIONES G E N E R A L E S
MINISTERIO DE ECONOMÍA Y H A C I E N D A

20302
ORDEN de 10 de agosto de 1990 por la que se modifica el régimen
comercial aplicable a las exportaciones de productos alimenticios
destinadas a Irak o Kuwait

El Reglamento (CEE) número 2340/90 del Consejo, de 8 de agosto


de 1990, prohibe con carácter general los intercambios comerciales en-
tre la Comunidad e Irak o Kuwait. Esta prohibición, sin embargo, no se
aplica a la exportación desde la Comunidad de los productos alimenti-
cios destinados a fines humanitarios en el marco de operaciones de
ayuda de urgencia.
En aras de salvaguardar lo establecido en dicho Reglamento y en
virtud del Real Decreto 2701/1985, de 27 de diciembre, por el que se
regula el comercio de exportación, dispongo:
Primero: Quedan sometidas a autorización administrativa previa las
exportaciones a Irak o Kuwait de los productos alimenticios destinados
a fines humanitarios en el marco de operaciones de ayuda de urgencia.
Segundo: La presente Orden entrará en vigor el día siguiente de su
publicación en el «Boletín Oficial del Estado».
Lo que comunico a V. I. para su conocimiento y efectos.
Madrid, 10 de agosto de 1990.

SOLCHAGA CATALÁN

limo. Sr. Director general de Comercio Exterior.

- 387-
OTROSTEXTOS

Comunicado conjunto soviético-norteamericano

Ante la invasión de Irak y la prolongada ocupación militar de K u -


wait, el presidente Bush y el presidente Gorbachov firman la siguiente
declaración conjunta:
Ambos creemos que la agresión de Irak no debe ser tolerada. N i n -
gún orden internacional pacífico es posible si los grandes Estados pue-
den devorar a sus vecinos más pequeños.
Reafirmamos el comunicado conjunto de nuestros ministros de
Asuntos Exteriores del 3 de agosto de 1990, y nuestro apoyo a las reso-
luciones 660, 661, 662, 664 y 665, tomadas por el Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas.
H o y , apelamos una vez más al Gobierno de Irak para que se retire
incondicionalmente de Kuwait, para que permita la restauración del
Gobierno legítimo kuwaití, y para que libere a todos los rehenes que re-
tiene en Irak y Kuwait.
Cualquier cosa que no sea el cumplimiento de las decisiones del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no será aceptada. Sólo el
retorno a la situación de Kuwait antes del 2 de agosto terminará con el
aislamiento irakí.
Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que se
adhiera a las sanciones estipuladas por las Naciones Unidas, y solicita-
mos que se trabaje individualmente y en concierto, para asegurar un
cumplimiento total de las sanciones.
Al mismo tiempo, los Estados Unidos y la Unión Soviética recono-
cen que la resolución 661 del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas, permite, por circunstancias humanitarias, la importación en
Irak y Kuwait de alimentos.
El Comité de Sanciones precisará al Consejo de Seguridad en qué
consisten exactamente esas circunstancias humanitarias. Los Estados

- 389-
Unidos y la Unión Soviética han acordado que todas estas importacio-
nes deben ser estrictamente dirigidas por las organizaciones internacio-
nales apropiadas, para asegurar que los alimentos llegan a aquellos a los
que se dirigen, y que se da especial prioridad a los niños. Nuestra inten-
ción es resolver esta crisis de forma pacífica, y permaneceremos unidos
contra la agresión de Irak hasta que la crisis termine.
Sin embargo, estamos dispuestos a esperar hasta que esta agresión
termine, y si los pasos normales no consiguen ponerle fin, estamos pre-
parados para considerar otros pasos adicionales con el consentimiento
de la Carta de la O N U . Debemos demostrar más allá de cualquier duda
que la agresión no podrá ser beneficiosa para el agresor.
Tan pronto como los objetivos estipulados por el Consejo de Segu-
ridad de las Naciones Unidas mencionados arriba hayan sido cumpli-
dos, y hayamos demostrado que la agresión no beneficiará al agresor,
los presidentes darán instrucciones a sus ministros de Exteriores para
que trabajen con los países de la región y fuera de ella, para desarrollar
la seguridad regional y adoptar medidas que aseguren la paz y la estabi-
lidad.
Es esencial trabajar activamente para resolver todos los conflictos
que aún existen en Oriente Medio y el Golfo Pérsico. Las dos partes
continuarán consultándose mutuamente e iniciarán medidas que persi-
gan objetivos más amplios a su debido tiempo.

Helsinki, 9 de septiembre de 1990


ÍNDICE

PRESENTACIÓN 7

INTRODUCCIÓN 9

LIBRO I

2 DE A G O S T O DE 1990
2 de la madrugada
1 LA INVASIÓN 15
2 «CORREGIR LA HISTORIA COLONIAL» 35
3 EL BUNKER D E L PODER Y SUS REDES 45
4 LA GUERRA D E L MILLÓN DE M U E R T O S 65
5 LA F O R T A L E Z A DE ORIENTE MEDIO 75
6 LA SEGUNDA GUERRA DE SADAM 83
7 BARRILITO, BARRILITO, BARRILITO... DE PETRÓLEO . . . 109
8 LA SANTA A L I A N Z A 125
9 EL T A B L E R O DE ORIENTE MEDIO 171
10 HOMBRE A HOMBRE, BALA A BALA 187

LIBRO II

EN EL GOLFO
1 EL ESCENARIO 203
2 EL PRIMER A C T O . 233
LIBRO III

L A G U E R R A N O ESTÁ L E J O S
1 DE LA AMISTAD TRADICIONAL A LA L E A L T A D T O T A L . . 245
2 PAGAR RÁPIDO, T O D O Y T O D O S 273

LIBRO IV

EL ARSENAL SUDAMERICANO
DE SADAM HUSEIN
1 HUSEIN, EL MEJOR A L I A D O DE BRASIL 279
2 PINOCHET, B U E N A M I G O DE HUSEIN 295
3 LA C O A R T A D A DE LOS MILITARES ARGENTINOS 307

APÉNDICES
CRONOLOGÍA 1990 323
FICHAS DE LOS PRINCIPALES PAÍSES IMPLICADOS
EN LA GUERRA D E L G O L F O 343
ARTÍCULOS DE LA C A R T A DE LA O N U EN DISCUSIÓN 357
RESOLUCIONES DE LAS NACIONES UNIDAS 359
DECLARACIONES DE LA C O M U N I D A D E U R O P E A 373
C O M U N I C A D O S D E L A UNIÓN E U R O P E A O C C I D E N T A L . . . . 381
DISPOSICIONES ESPAÑOLAS 385
OTROS T E X T O S 389

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