En esta unidad vamos a realizar una práctica vinculada al
contexto de los centros educativos en la Rep. Dom.
La misma consiste en: Construir tres estrategias o propuestas para fortalecer la comunicación con las familias y la escuela para contribuir con el seguimiento en la realización de las tareas de sus hijos en el hogar. Programen en conjunto actividades para hacer que sean del agrado de todos. Hablen empleando palabras positivas, dejen de lado las quejas, las críticas y las actitudes o palabras negativas. No dejen de hablar de emociones que generen conflicto o temas personales. Demuestren agradecimiento verbal y físico con besos, abrazos y expresiones de amor. Practiquen la paciencia, la tolerancia, la comprensión y la confianza mutua.
b) Describe los tipos de alimentos que proporcionan las
vitaminas que necesitan el infante en los primeros años de escolaridad para obtener un buen rendimiento académico. Los nutrientes en la alimentación infantil. A veces no sabemos muy bien a qué grupo pertenece cada alimento y la función que cumple para que nuestros hijos tengan un desarrollo sano, así que hablaremos sobre todo lo que hay que saber sobre los hidratos de carbono, proteínas, vitaminas y minerales. Cada tipo de alimentos cubre unas necesidades básicas en la infancia, y es importante aportar todos los grupos, no sólo para favorecer un crecimiento sano de niño, sino también para prevenir futuras enfermedades. Proteínas en la alimentación infantil Comenzamos con las proteínas, necesarias para el crecimiento y esenciales para la vida. No por nada su nombre proviene del griego protos, que significa el primero. Son imprescindibles para un correcto funcionamiento celular y son las encargadas de formar los anticuerpos que protegen al organismo de las infecciones. En los niños es más importante que en los adultos la ingesta de proteínas, pues están en continuo crecimiento y las usan para fabricar nuevos tejidos y aumentar la masa corporal. A su vez, las proteínas están compuestas por aminoácidos, de los cuales ocho son esenciales, lo que significa que no las puede fabricar el propio cuerpo de por sí, y necesitan ser ingeridas.
Se clasifican en dos tipos:
Proteínas de origen animal: se encuentran en las carnes (vaca, cerdo, cordero, conejo, etc.), las aves (pollo, pavo, pato, etc.), los huevos, los pescados, los mariscos y los moluscos. Los embutidos, al derivar de productos cárnicos también contienen proteínas animales, pero a la vez contienen una alta proporción de grasas saturadas. Proteínas de origen vegetal: se encuentran en las legumbres (lentejas, garbanzos, judías, soja) y en los frutos secos (nueces, avellanas, almendras). Un 65% de la ingesta de proteínas deberían ser de origen animal, y el resto de origen vegetal. Las proteínas son necesarias, pero en su justa medida. Deben suponer entre un 10% y un 15% de la dieta, pero lo cierto es que los bebés y los niños toman demasiadas proteínas provocando que sus hígados y riñones se vean sobrecargados de alimentos que no son capaces de procesar. Las proteínas no asimiladas se transforman en grasa que se almacena como adipocitos, favoreciendo la obesidad y otro tipo de enfermedades. Los niños de entre 2 y 5 años, que necesitan aún menos proteínas que los bebés porque ya no tienen que crecer tanto (precisan entre 14,5 y 16 gramos de proteínas al día) están tomando nada menos que 65 gramos diarios. Los niños de entre 6 y 9 años, que necesitan una cantidad diaria de unos 19 gramos están tomando cerca de 77 gramos (más del triple). Hidratos de carbono, la gasolina del organismo. Los hidratos de carbono aportan energía. Se convierten dentro del cuerpo en glucosa, un azúcar que necesitan todas las células del organismo. Al ser "quemados" proporcionan la energía necesaria para realizar las actividades diarias, por eso deben estar siempre presentes en un desayuno saludable. Deben aportar la mitad de las calorías que se consumen diariamente. Los más sanos son los conocidos como hidratos de carbono complejos, que se llaman almidones y se encuentran en los granos de cereales como el trigo, arroz, centeno, maíz, y en los tubérculos como la patata. También encontramos hidratos de carbono en sus derivados como el pan, los macarrones, los fideos, etc., siempre mejor integrales pues contienen salvado y la fibra del cereal. En cambio, en los refinados se ha eliminado la fibra. Los conocidos como hidratos de carbono simples son el azúcar y la sacarosa, utilizada en la industria alimentaria en productos como dulces, golosinas, bollos, mermeladas, pasteles, etc., que son los que hay que evitar. Por su parte, los hidratos de carbono son bajos en grasas y son ricos en minerales y vitaminas, especialmente del grupo B. Contienen proteínas de baja calidad, pero si combinamos las legumbres (arroz, garbanzos, lentejas, guisantes, etc.) con cereales como el arroz, o la pasta, se obtiene un plato con proteínas de alta calidad, similar a la que se obtiene de un plato de carne o pescado. c) Reflexiona sobre el rol del docente en la nutrición escolar En el contexto específico de la educación para la salud, la educación alimentaria constituye una estrategia en la formación humana para la vida. Es una línea de trabajo pedagógico que nos permite adquirir mayor consciencia acerca de la importancia que damos a la primera necesidad humana y nos induce a revalorar la propia cultura alimentaria y el rol del educador en la formación de hábitos, actitudes, emociones y conceptos en torno a los alimentos, la alimentación y la salud, a partir de los primeros años de vida del individuo, desde una perspectiva integral.
Debemos partir por esclarecer que la alimentación y la nutrición no
son sinónimas. De acuerdo a los expertos la nutrición es el conjunto de procesos bioquímicos que se producen en todos nosotros de forma individual, involuntaria e inconsciente. La alimentación en cambio, es la forma que tenemos de llevar a cabo la nutrición y que está muy influenciada tanto por la cultura, la educación y el ambiente entre otros. Por ello, la educación en alimentación debe orientarse a potenciar o modificar los hábitos alimentarios, involucrando a todos los miembros de la comunidad educativa; niños, padres, maestros, directivos y sociedad en general. Educar sobre la necesidad e importancia de una buena alimentación implica: descubrir y erradicar creencias, mitos y conductas erróneas; promoviendo consciencia sobre las diversas funciones o roles que juega o debe jugar la alimentación en las diversas esferas de la vida, la salud, los aprendizajes, la producción, distribución y consumo de alimentos; fomentar conceptos, actitudes y conductas claras y fundamentales sobre la alimentación. Los problemas asociados a la alimentación, a la nutrición y a la salud a nivel mundial están, arraigados en lo biológico, lo económico, lo ecológico, lo social y lo cultural; los cuales deben ser considerados como una prioridad en las políticas de desarrollo social por los diversos países (Fundación Colombiana para la Nutrición Infantil (s/f). Por otra parte, las conductas en cuestiones de comida reflejan la manera de pensar sobre ella, el grupo en que se nace y se crece determinan lo que produce placer físico y psicológico, los gustos y los hábitos que se han formado en la experiencia personal e individual son inseparables. Además, toda cultura posee un bagaje de leyendas, cuentos, dichos, mitos y juegos que estructuran y dan razón a la existencia de prácticas, de prohibiciones (tabúes) y preferencias alimentarias. Estos referentes han sido considerados - o lo han simulado- en las políticas educativas nacionales durante algún tiempo y con mayor o menor resonancia según el caso, pero en realidad han desviado el problema del verdadero nudo crítico, que a nuestro entender, se ubica en la nutrición como problema de la Educación.