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FILOSOFÍA
Friedrich Hölderlin tal vez sea el más grande poeta en la historia de la lengua alemana.
Heidegger le dedicó importantes reflexiones a la poesía de Hölderlin y lo llamó "el poeta de
los poetas". Más que a ninguna figura del romanticismo y de la modernidad en general, se le
debe a Hölderlin la intención de regresar al campo de la imaginación poética a los dioses, de
llenar la poesía de nuevo de lo numinoso. Las páginas de Hölderlin están llenas de los dioses
griegos y del mismo Cristo, quien aparece como una figura central pese a su teología natural
con tendencias panteístas. A diferencia de Nietzsche (quien admiró al poeta romántico), para
Hölderlin, Jesús y Dioniso expresan una misma corriente de luz entre el cielo y la tierra, y
son igualmente atractivos estéticamente. Y la poesía se trata de llevar esta palabra divina,
otorgada como un relámpago, a los hombres. En Hölderlin, como en casi todos los grandes
poetas, la religión se funde con el arte. Y el eje que conecta lo divino con lo humano, lo
infinito con lo finito es la belleza. En un famoso poema titulado "Sócrates y Alcibíades",
Hölderlin escribe:
Aquel que piensa lo más profundo ama lo que está más vivo,
Es famosa la relación entre Sócrates y Alcibíades, uno de los más bellos jóvenes que
frecuentaban el círculo del filósofo. Aunque Sócrates admiraba y amaba a Alcibíades, se
negó al intento de seducción que le hizo el joven. El rechazo de Sócrates ha generado
enormes especulaciones en la historia de la filosofía. Hay quien sugiere que Sócrates quería
cuidar su reputación; otros ven en esto un ejemplo del "amor platónico", pues Sócrates amaba
"el alma" de Alcibíades; algunas más opinan que se trataba de un amor filosófico e
intelectual, pues el mismo Alcibíades era un gran orador, poderoso político y estadista, que
no podía "rebajarse" a lo carnal; otros sugieren que Sócrates -como experto seductor- sabía
bien que para que el eros siga ardiendo, es mejor no satisfacerlo y seguirlo cultivando desde
esa distancia que permite el rapto estético y el anhelo. Y son muchas más las interpretaciones,
pero lo que nos interesa aquí es cotejar el poema de Hölderlin con la forma en la que Sócrates
entiende el amor y su relación con la belleza.
Primero hay que mencionar que Sócrates en El Fedro, inspirado por el mismo Eros, habla de
que el amor maniático es superior al amor templado; y menciona los cuatro tipos de manías
o posesiones divinas, siendo la superior la de los amantes poseídos por la belleza. Una belleza
que transforma físicamente a la persona y produce incluso el despertar de las alas del alma.
En El banquete, Sócrates es aleccionado por Diotima sobre los misterios del amor y la noción
que pasaría a la historia como particularmente platónica del amor como un elevamiento hacia
lo divino a través de la belleza, o de lo individual y carnal a lo universal y espiritual. El amor
y la belleza están estrechamente vinculados y son las dos fuerzas anagógicas por
excelencia. El Sócrates del poema de Hölderlin es consistente con la doctrina del amor de
inspiración divina en El Fedro y con la noción de la escalera del amor de El banquete.
Por último, hay que mencionar que en el poema Hölderlin también apela a una cierta
sabiduría vitalista que ya se venía gestando en tierras alemanas. Sólo podemos conocer lo
trascendente a través del cuerpo, de lo que esta más vivo, de lo que se presenta en el esplendor
de la energía. Un aspecto que Dodds llamaría lo irracional en los griegos, pero que quizás
no lo sea del todo, no en el entendimiento más vasto del Logos; no sólo como lo racionalista
e intelectual, sino como la fuerza universal, el Verbo que se hace carne, que lo mismo incluye
al instinto que a la inteligencia; que se deja arrastrar y poseer tanto por la energía sexual como
por el viento de la poesía y el ritmo de la música; un Logos que le pertenece también a
Dioniso y a Orfeo, y por supuesto también a Apolo y a Hermes. Una sabiduría que no se dejar
regir sólo por el cerebro, un alma que no abdica, que piensa con el corazón, que tiene sus
propias razones.