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LA IMPORTANCIA DEL ENTORNO FAMILIAR EN EL MODELO CONSTRUCTIVISTA.

EL ROL DE LA
FAMILIA EN LA FORMACIÓN DE LOS NIÑOS

Para que la concepción constructivista educativa pueda aplicarse, es importante que la familia y el entorno
cultural se hayan armado a partir las mismas bases para educar al niño. Si las personas del ambiente
familiar utilizan la idea de estímulo-respuesta para que el infante aprenda algo o realice una tarea, se irá
arraigando en su mente, de forma inconsciente, el pensamiento conductista. En muchas ocasiones, las
familias recurren a castigos o premios para enseñar. Así, el niño siempre esperará algo a cambio de su
aprendizaje o realización y dejará de hacerlo por la acción en sí misma. En su temprana visión del mundo,
entiende que si realiza algo bueno será compensado y si hace algo malo será castigado. Esta manera de
pensar se traslada luego al hecho de estudiar para obtener una nota en el contexto educativo. El alumno
no escucha para aprender, escucha para aprobar. La golosina que recibía de pequeño se transforma en
el aprobado y el castigo se transforma en el reprobado. El individuo pierde así el interés y el valor verdadero
del contenido. Si un tema lo atrae, pero no entra en el programa a evaluar, el estudiante lo dejará de lado
por aquellos que sí. Los métodos de calificación dejan de ser el instrumento mediante el cual se analiza el
proceso de aprendizaje y enseñanza para transformarse en un juzgamiento carente de valor. La evaluación
debería servir para ver qué contenidos se han aprendido y en cuales hay dificultad, así como también para
considerar la mejora o modificación de los procedimientos del docente al enseñar (Litwin, 1998). Se puede
ver cómo este objetivo se desmerece en la importancia que se le da al hecho de aprobar; es probable que,
en el afán de lograrlo, el alumno finja haber comprendido los temas, aun cuando no los ha asimilado
todavía. Así queda inutilizado el verdadero sentido de la evaluación.

Todos estos aspectos constituyen una gran problemática, ya que inducen a un sitio de comodidad y de
conformismo, vedando la curiosidad, la motivación y la búsqueda personal. La escuela, que debería ser el
sitio de aprendizaje y reflexión, es desplazada hacia un espacio vacío de sentido con una finalidad tan
básica como aprobar.
Este conflicto nos lleva a cuestionar la idea de la aprobación. En su definición en la RAE, la primera
acepción es la siguiente: “Calificar o dar por bueno o suficiente algo o a alguien” (RAE, 2009). ¿Tiene esto
alguna relación con el verdadero desarrollo del aprendizaje? ¿Se puede considerar como suficiente al
conocimiento? Por el contrario, se trata de un proceso en continuo movimiento que lleva a reconstruir
constantemente las nociones ya asimiladas.
Como se ha establecido anteriormente, los principios conductistas incorporados por el niño se inician en
el entorno familiar. Éste constituye el eje de vínculos e influencias en el que se aprenden las facultades
básicas del individuo, así como los valores y creencias. Todos estos nuevos conocimientos van a formar
parte de él desde un lugar muy primario y difícil de desarraigar. Es por ello que, si la familia no se encarga
de incentivar al niño a avanzar a través de los diversos estadios, a descubrir y a cuestionar, propiciará en
él una condición pasiva. Al encontrarse en la escuela, adoptará la misma actitud, dificultando la integración
del modelo constructivista. Este niño no sabrá cómo actuar, por ejemplo, si el maestro le genera vacíos
informacionales con el propósito de incentivarlo a pensar por sí mismo. Si desde pequeño no es movido a
utilizar sus propios recursos para avanzar en el aprendizaje, se sentirá incapaz frente a situaciones en las
que debe asumir un rol activo.
Asimismo, los padres no deben imponerse como figuras únicas e indiscutibles del conocimiento, debido
que así no le permiten entender al infante que pueden existir distintos puntos de vista sobre un mismo
tema.
Corresponde además a la familia la tarea de demostrarle a los niños que no hay una verdad absoluta o un
sólo camino hacia el aprendizaje. Es esencial que no desarrollen el temor a equivocarse, debido a que los
errores ayudan en gran medida a aprender. Si un niño comete un error y es castigado por ello, comenzará
a desalentarse y perderá la iniciativa de aprender nuevos conocimientos. Cuando se equivoca es el
momento en el que pone en juego sus recursos con el objetivo de resolver el problema frente al que se
encuentra. La prueba y el error le posibilitan redefinir los conceptos y aplicarlos de manera práctica en una
cuestión determinada.
El temor a equivocarse provoca además una gran inseguridad en el individuo que puede observarse luego
en la educación escolar en todos sus niveles. Esto se hace presente, por ejemplo, en la posición adoptada
por el alumno frente a una consigna. La falta de confianza provoca la necesidad de que las actividades se
respalden en un contenido enteramente dado por el maestro o profesor en la clase. Si se le presenta una
tarea que debe resolver a partir de su reflexión y de sus conocimientos previos, el estudiante se sentirá
desorientado y tendrá miedo de que sus pensamientos y criterios propios no sean correctos.
Esto perjudica enormemente el proceso de aprendizaje, debido a que genera en el alumno la idea de que
está prohibido equivocarse. Contrariamente, el individuo va generando redefiniciones propias, muchas
veces erróneas, para poder alcanzar luego lo aceptado como correcto en el saber social (Castorina,
Ferreiro, Kohl y Lerner, 1996). En varias ocasiones, esta visión, provocada en un principio por la familia,
puede ser agravada por el profesor o maestro. Son incontables los casos en los que el docente intimida
de tal manera al estudiante que inhibe su participación y su motivación por el miedo a equivocarse frente
a la autoridad.
Es preciso además que la familia le brinde al niño los interrogantes necesarios para que forje una respuesta
propia y tome la responsabilidad de pensar. A través de su búsqueda para contestar estas preguntas, el
pequeño podrá enfocarse a construir su propio conocimiento (Brousseau, 1994).
Esta idea del individuo como responsable de su aprendizaje no está inculcada en nuestra sociedad. Los
alumnos se apegan generalmente a una posición cómoda y de mínimo esfuerzo. Con aprobar y graduarse
basta, no les importa lo que hayan aprendido; no logran darse cuenta de que su formación debería ser su
foco y de que depende en gran parte de ellos.
Se debe destacar que es esencial que la enseñanza familiar constructivista siga acompañando al niño, no
sólo previamente, sino a lo largo de su transcurso en el ámbito educativo. Así no recibirá mensajes
contradictorios de parte de estos dos pilares fundamentales para su desarrollo. Es preciso comprender
que la escuela no es el único sitio de aprendizaje y que la familia influye enormemente en la perspectiva
del niño.
Se observa, así como el rol de la familia en la educación juega un papel fundamental. Desde abrir la mente
de los niños a un modelo constructivista, hasta forjar personas activas, motivadas, curiosas y responsables
de su propio conocimiento. Como enuncian Castorina, Ferreiro, Kohl y Lerner la enseñanza supone “una
profunda modificación del paradigma vigente desde hace siglos en la escuela: ‘Paso a paso y
acabadamente’ debe ser sustituido por ‘Compleja y provisoriamente’” (1996, p. 112). Esta idea sintetiza
gran parte del problema dado en la educación desde sus inicios hasta el día de hoy. Lograr cambiar el
modelo educativo hacia un enfoque constructivista constituye un proceso muy lento, así como también
modificar la visión conductista tan presente en nuestra sociedad. No obstante, es posible observar cómo
las familias han ido transformándose de generación en generación. Si se piensa en la educación familiar
de generaciones anteriores, se puede notar cómo hasta la actualidad el modelo de familia ha mutado
enormemente. Se ha vuelto mucho más abierto a las diferencias y a la importancia del niño, de su
educación y de sus procesos.

Lista de referencias bibliográficas


Brousseau, G. (1994) “Los diferentes roles del maestro” en Didáctica de Matemática. Buenos Aires:
Paidós.
Castorina, A.; Ferreiro, E.; Kohl, M. y Lerner, D. (1996) Piaget-Vigotsky: contribuciones para replantear el
debate. Buenos Aires: Paidós Educador.
Litwin, E. (1998) “La evaluación: campo de controversias y paradojas o un nuevo lugar para la buena
enseñanza” en La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo. Buenos Aires:
Paidós Educador.
Real Academia Española. (2009) Diccionario de la lengua española (22º ed.). Consultado en:
http://lema.rae.es/ drae/?val=aprobar

Resumen: El grupo familiar es el primer y principal formador de las concepciones de un niño. A partir de
la familia él genera nociones, valores y creencias. No se puede pasar por alto la influencia que este entorno
ejerce sobre el individuo y sobre su educación.
La sociedad está teñida desde hace muchísimo tiempo por el pensamiento conductista y esta idea suele
materializarse en las relaciones familiares. Al criar a un infante, muchas veces se incurre en los premios y
castigos para enseñar y modificar las conductas. Debido a estas problemáticas, al pensar en la aplicación
del modelo constructivista en la educación no se debe olvidar el rol de la familia. Si en el ambiente donde
el niño se ha criado le han inculcado inconscientemente el modelo conductista, le costará más adaptarse
a otra visión en su escolaridad.
La casa constituye un sitio de aprendizaje tanto como la escuela. Es también deber de la familia generar
interrogantes que le permitan al infante equivocarse y reflexionar para avanzar en los estadios de su
conocimiento.

Palabras clave: Constructivismo - Conductismo - Familia - Educación - Pedagogía.

(*) Este texto fue elaborado en la asignatura Pedagogía del Diseño I, del Programa Asistentes Académicos
de la Facultad de Diseño y Comunicación, dictada por la profesora Andrea Mardikian. Año 2013.
ESTUDIANTES. Se encuentran en el centro del proceso enseñanza-
aprendizaje y constituyen el actor principal de su propio proceso de
formación. Participa activamente en la construcción del proyecto e
interviene de manera significativa en los procesos de toma de decisiones,
realización y evaluación de los proyectos. Es protagonista de su propio
proceso de aprendizaje, trabaja en equipo con sus pares, maestros y
expertos. Desarrolla su creatividad, autonomía y responsabilidad, siendo
consciente de su rol como agente investigador y transformador de su
entorno. El estudiante investigador es metódico y se esfuerza, primero, por
siempre buscar la verdad, es decir, investiga la realidad, los hechos y los
datos. En segunda instancia, el estudiante interpreta los datos obtenidos
con el fin de interpretarlos, describirlos o explicarlos. Su actividad lo motiva
a apropiarse o incluso a expandir el acervo de saberes ya existente. En
tercer lugar, el estudiante aplica de manera práctica los nuevos
conocimientos y los divulga o presenta a la comunidad académica a la que
pertenece, así como también a la comunidad beneficiaria para quien dicho
conocimiento es relevante o útil. (Calvert & Martin, 2001).

MAESTRO. El rol del maestro en la pedagogía de proyectos es el de mediar


en los procesos de aprendizaje de los estudiantes. Un docente que con su
ejemplo enseña a sus estudiantes a apreciar y a servirse de la
incertidumbre, pues reconoce en ella una nueva oportunidad de
aprendizaje y crecimiento tanto intelectual como personal. El docente debe
diseñar las situaciones propias para el desarrollo de competencias,
habilidades y aprendizajes significativos en los estudiantes. Ayuda a los
estudiantes a cuestionarse, a autocorregirse, a organizar de forma
eficiente los recursos, el tiempo, y los materiales para el desarrollo del
proyecto. El docente es un guía, pues orienta a los estudiantes
investigadores a través de la constante reflexión, la evaluación y la
discusión en grupo y les provee los andamiajes necesarios para optimizar
sus procesos. De igual manera, los docentes fortalecen y dinamizan los
procesos de evaluación buscando generar reflexión, autonomía y rigor
académico en los estudiantes.

RELACIONES ENTRE EL MODELO PEDAGÓGICO Y LA EVALUACIÓN


El modelo pedagógico que plantea el colegio reconoce que las formas de
aprender y enseñar se han modificado, y que la escuela de hoy exige
nuevas maneras de relacionarse con el aprendizaje, puesto que, como ya
se ha señalado, pensar y actuar en el mundo moderno implica reflexionar
sobre cómo construye el ser humano conocimiento, cómo genera formas
de aprendizaje que permitan la apropiación del mismo, cómo puede
usarlas en relación con otros conocimientos y otras realidades, cuál es su
papel en la cultura y en la historia. Estas relaciones con el aprendizaje
establecen modos distintos de actuar, que dependen básicamente de lo
que el colegio considera importante potenciar en los estudiantes. Está
claro que desde este modelo no son las conductas las que se evalúan sino
las estructuras cognitivas, las formas de interacción social, las
transferencias y la integralidad en la formación.
En ese sentido, el colegio se distancia de cómo se ha concebido
tradicionalmente la evaluación de los aprendizajes. La labor pedagógica
de evaluación del colegio no es tanto de carácter cuantitativo, que
pretende estandarizar grupos para regular comportamientos o solo
verificar conductas observables. La evaluación se asume desde el
paradigma cualitativo, que hace énfasis en los procesos de aprendizaje y
en las diferencias individuales de los estudiantes, no como una forma de
medir aprendizajes, sino como la posibilidad de entender los procesos
llevados a cabo por los estudiantes en la adquisición del conocimiento. De
este modo, se reconocen los modelos de evaluación formativa y auténtica,
en las que los estudiantes se autoevalúan, son evaluados por sus pares y
por el maestro, lo cual implica la oportunidad de aprender de sus
dificultades y mejorar la calidad de sus aprendizajes. La cuestión principal
de la evaluación es entonces diseñar tareas que sean pertinentes y válidas
y que ayuden a poner en relieve diversos aspectos implicados en el uso
del conocimiento de los alumnos.
En consecuencia, la evaluación en el colegio se caracteriza por ser
continua, integral, razonada y cualitativa. Se convierte en una herramienta
de reflexión sistemática sobre cómo se construye y usa el conocimiento, e
involucra a todos los participantes del proceso educativo. En este sentido,
no se reduce únicamente a constatar qué tanto ha aprendido o qué tanto
sabe el estudiante, sino que tiene en cuenta aspectos fundamentales,
como de qué forma lo ha aprendido, para qué le sirven esos aprendizajes,
a través de qué vías ha llegado a ellos y cómo va a valerse de los mismos.
Por eso, el colegio concibe la evaluación como una herramienta que busca
valorar la formación integral del estudiante y asume el desarrollo del
proceso educativo como un todo.
Desde esta mirada, la evaluación del aprendizaje, exige un proceso de
planeación del ejercicio de evaluación en el que los resultados enriquezcan
las miradas de profesores y estudiantes sobre los dominios de
conocimiento, sistemas de pensamiento, lo que están consiguiendo
aprender, para ajustar adecuadamente la ayuda que debe proporcionarse
en cada caso, así la evaluación no es algo ajeno.
De esta manera, El sistema de evaluación del colegio contempla cuatro
niveles de desempeño. Estos cuatro niveles son: Reconocer, comprender,
analizar y aplicar.
En el nivel de reconocimiento o recuerdo el estudiante se ha familiarizado
con la información nueva, relacionándola con el conocimiento que ya sabe.
En el nivel de comprensión, Se debe evidenciar que el estudiante es capaz
de organizar la información para lograr integrar el conocimiento en
diferentes situaciones.
En el nivel análisis, el estudiante es capaz de clarificar la información
existente descubriendo y examinando las partes de un todo. Al analizar el
estudiante es capaz de articular las piezas que juntas constituyen un
conjunto.
En el nivel de transferencia se debe evidenciar la utilización del
conocimiento significativamente. La transferencia se basa en la capacidad
del estudiante de aplicar sus conocimientos en contextos diferentes. El
estudiante es capaz de reunir la información, generalizarla y resolver
cualquier tipo de problema.
Con estos niveles se precisa el mejoramiento en los mecanismos de
evaluación y se apunta a establecer no qué tanto no sabe el alumno, sino
qué sabe, cómo lo sabe, cuándo puede activarlo, en qué contextos lo usa
efectivamente, qué dificultades encuentra para hacerlo. De esta manera,
la evaluación se convierte en una secuencia articulada de actividades
conjuntas entre profesor y alumno. Estas acciones tienen una
representación y una equivalencia en el Sistema Institucional de Promoción
y Evaluación de los estudiantes.
Consecuencia de estas relaciones entre modelo pedagógico, estrategias
de enseñanza – aprendizaje- evaluación, se puede sintetizar en estas
ideas claves ¿Cómo aprendemos en el colegio?: Aprendemos mejor
cuando lo que estudiamos está relacionado con nuestra vida, con nuestro
contexto, con nuestros problemas e intereses. Aprendemos con el
ejemplo. Aprendemos preguntando. Aprendemos haciendo. Aprendemos
de las experiencias. Aprendemos reflexionando. Aprendemos en la
discusión con los otros. Aprendemos cuando aplicamos el conocimiento
en un proyecto. Aprendemos resolviendo problemas. Aprendemos de
nuestros errores. Aprendemos cuando tenemos contexto sobre lo que
estudiamos. Aprendemos trabajando en equipo. Aprendemos cuando
relacionamos las áreas del saber. Aprendemos jugando todo ello porque
que el ambiente educa más que el discurso: un ambiente democrático
educa más que horas de clases teóricas sobre la democracia. El modelo
pedagógico del colegio se asume, ante todo, como un sistema articulado
que interrelaciona a sus actores y plantea una forma particular de concebir
la práctica educativa teniendo en cuenta qué tipo de ser humano se quiere
formar.

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