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Günter Maschke nació en Erfurt (Alemania) el 15 de enero de 1943. Es uno de los principales expertos
de Carl Schmitt a nivel mundial, siendo autor de ediciones imprescindibles para la Schmitt-Forschung. Fue el
principal editor del jurista alemán en vida, de quien además fue amigo íntimo durante varios años. En 1963
ingresó a la facultad de filosofía de la Universidad técnica de Stuttgart. En su juventud, cual miembro cons-
picuo de la «generación del 68» alemán, militó activamente en la extrema izquierda, siendo detenido en 1967
durante una manifestación contra la guerra de Vietnam. En aquel periodo llegó a exiliarse en Cuba, donde se
acogió como refugiado político, sirviendo en el ejército de Fidel Castro. Desencantado prontamente del régimen
castrista, en 1969 fue expulsado de La Habana por estar presuntamente involucrado en «actividades contra-
revolucionarias». De regreso a Europa, cumple con la justicia de su país. El descubrimiento del pensamiento de
Schmitt tuvo una influencia vital en él, por lo que se dedicó con pasión al estudio y traducción del pensamiento
de autores como Juan Donoso Cortés y Joseph de Maistre. Fue editor, ensayista y profesor particular en Fránc-
fort. Entre 1991 y 1992 enseñó como profesor visitante en la Escuela de Guerra Naval de la Marina de Guerra
del Perú (ESUP), ubicado en el distrito de La Punta, Callao (Lima, Perú). Una selección bibliográfica de la obra
de Günter Maschke (más de ciento cincuenta manuscritos entre artículos y ensayos, ediciones, traducciones y
entrevistas) puede consultarse en de Ujúe (2008, pp. 325-331). Para un balance autobiográfico, véase Maschke
(2012).
Prefacio
Carl Schmitt, politólogo y constitucionalista alemán de fama mundial, nació como hijo
de padres pobres en el año 1888 en Plettenberg (Westfalia) y murió en su ciudad natal en el
año 1985. Terminó sus estudios universitarios en ciencias jurídicas en el año 1910 y publicó,
hasta el año 1914, cuatro libros que merecen hoy más bien el interés de especialistas. Por cau-
sa de una lesión grave no ingresó al ejército en 1914, pero fue adscrito a los servicios jurídicos
responsables del estado de sitio en Múnich durante la Primera Guerra Mundial2. Tal experien-
cia fue decisiva para nuestro autor. Después de la guerra de 1914-1918, Schmitt ocupó las
cátedras de la Universidad Greifswald (1921), de la Universidad de Bonn (1922-1928), de la
Escuela Superior de Comercio de Berlín (1928-1932), de la Universidad de Colonia (1933)
y de la Universidad de Berlín (1933-1945)3.
Para esbozar, de manera muy superficial, el pensamiento de Schmitt, sirven quizás dos de
sus más conocidas frases: «Soberano es aquél que decide sobre el estado de excepción» (Teolo-
gía Política, 1922)4 y «La distinción propiamente política es la distinción entre el amigo y el
enemigo» (El concepto de la política, 1932)5.
Por una buena parte, la obra de Carl Schmitt es una crítica del estado parlamentario mo-
derno con sus ilusiones humanitaristas6. En tiempo de crisis, tal Estado es incapaz de distin-
guir entre amigo y enemigo y será el botín de las fuerzas particulares, de la policracia y de los
partidos. Bajo declaraciones que niegan la amenaza permanente de la descomposición estatal
y de la guerra civil, el estado se rompe. Una raíz de la guerra civil es el intento típicamente
liberal de convertir la lucha política en discusión y concurrencia, en moral y economía, con el
fin de despolitizar el estado por medio de la técnica y de la economía. Tal fuga de la política se
rebela para Schmitt como rechazo de la decisión moral exigente. La negación del enemigo y
de la enemistad culminará en la enemistad absoluta contra el enemigo de los fines modernos,
humanos, libres, etcétera. La moralización hipócrita de la política, su minimización ilusionis-
ta, desemboca en el campo internacional en la transformación del enemigo en un criminal7.
Con un criminal no se puede hacer la paz, es necesario castigarlo.
2
Sobre este periodo de la biografía de Schmittt, véase Mehring (2009, pp. 76 ss.), Noak (1996, pp. 34 ss.) y
Pietropaoli (2012, pp. 33 ss.).
3
Para profundizar en la biografía de Carl Schmitt, se puede revisar el trabajo monumental de Mehring
(2009). Ahora se dispone también de una edición (revisada) en lengua inglesa (Mehring, 2014). Para una crítica
acuciosa del esfuerzo biográfico de Mehring, véase precisamente Maschke (2009). Un balance biográfico más
atento a la obra, sin perder de vista el vissuto del autor, ha sido elaborada por Pietropaoli (2012). Imprescindible,
en igual medida, la biografía de Noak (1996).
4
Schmitt (2004, p. 13). Edición española en Schmitt (2009, p. 13).
5
Schmitt (2002, p. 26) Edición española en Schmitt (1998. p. 56).
6
Sobre esta crítica al parlamentarismo, véase Schmitt (1991), edición en español (Schmitt, 2008). Asimismo,
un importante estudio historiográfico en Kennedy (1988). Un estudio crítico, en lengua inglesa, sobre el debate
que sostuvieron Carl Schmitt, Hans Kelsen y Hermann Heller en relación a la República de Weimar, puede
consultarse en Dyzenhaus (1999) y McCornick (1994). Sobre el debate teórico-jurídico entre Schmitt y Heller,
sigue siendo referencia ineludible Caamaño (1950, pp. 79-131).
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En concordancia con lo señalado, Schmitt afirma: «los conceptos de amigo y enemigo deben tomarse aquí
en su sentido concreto y existencial, no como metáforas o símbolos; tampoco se los debe confundir o debilitar
en nombre de ideas económicas, morales o de cualquier otro tipo; pero sobre todo no se les debe reducir a una
instancia psicológica privada e individualista, tomándolos como expresión de sentimientos o tendencias priva-
dos» (Schmitt 1998, p. 58).
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Pero la paz sólo se puede alcanzar por medio del reconocimiento de la guerra y de la
enemistad. Guerra y paz son conceptos recíprocos8. Según la concepción actual del Derecho
Internacional, la guerra está prohibida como crimen, lo cual intensifica las guerras. Actual-
mente, cada parte beligerante quiere ser el atacado y quiere discriminar al enemigo como
agresor, porque contra tal «agresor» se pueden lanzar toda la violencia y todas la sanciones
internacionales. La brutalización de las guerras modernas es resultado, en buena medida, del
Derecho Internacional actual, el cual «prohíbe» la guerra. Así, resulta más necesario que nun-
ca ganar la guerra. Porque es más verosímil que el vencido pueda ser víctima de un tratado de
paz (en verdad un dictado) a la manera del tratado de Versalles (1918-1919) o de un proceso
en la manera de Núremberg (1946), impuesto por el vencedor. De todos modos existe hoy la
presión para provocar al enemigo hasta el punto en que él me ataque.
La negación del núcleo de toda política, es decir, la negación de la enemistad, produce
el ascenso de la enemistad bajo lemas moralizantes y policiales. La ilusión de una creciente
unidad del mundo9, la idea de una paz total y mundial, nos eleva hacia un mundo de inter-
vención permanente y de la guerra total10.
Esa es efectivamente nuestra situación desde el famoso Tratado de Versalles, un dictado
contra un criminal derrotado. Tal concepción del Derecho Internacional se realiza hoy en la
ONU y en la OEA, por ejemplo en la «sanción» contra el Irak, que mató 100.000 hombres
para castigar la muerte de 5.000, la cual ilumina muy bien las implicancias de tal discrimi-
nación de la guerra y de tal dogma «pacificador» del mundo11. Tal Derecho Internacional
implica la desestabilización de los Estados como únicos guardianes posibles del derecho, tanto
hacia el interior como hacia el exterior.
En el interior de los estados, esas negociaciones de lo político conducen hacia la policracia,
hacia un pluralismo centrífugo y hacia la partidocracia. Un Estado que no puede conservar
su poder como árbitro neutral, que no puede manejar el estado de sitio, porque está dismi-
nuido por ideas decadentes, por la enervación humanitaria, un estado que está contaminado
en suma por la sociedad indisciplinada no puede realizar su tarea más noble: establecer la
relación recíproca de protección y obediencia12.
Para establecer y fortificar tal relación, el estado debe ser capaz de convertirse en una dic-
tadura13. Mucha gente confunde la dictadura con una tiranía y con un despotismo. Pero una
8
Sobre esta relación, revisar Schmitt (1998, pp. 131-140). Al respecto, ineludible el aporte de Maschke en
Schmitt (2005).
9
El 11 de mayo de 1951, Schmitt pronunció una célebre conferencia en el Ateneo de Madrid, titulada «La
unidad del mundo» (Schmitt 1956; 2005, pp. 841-871).
10
Acerca de esta referencia, cfr. Schmitt (1998, p. 65): «Un mundo en el que se hubiese eliminado la posi-
bilidad de una lucha de esa naturaleza, un planeta definitivamente pacificado, sería pues un mundo ajeno a la
distinción de amigo y enemigo, y en consecuencia carente de política».
11
La referencia del autor es a la Guerra del Golfo, que tuvo lugar entre el 2 de agosto de 1990 y el 28 de fe-
brero de 1991, en la cual se enfrentó Irak contra la coalición de aliados de las Naciones Unidas, conformada por
treinta y cuatro países liderados por los Estados Unidos, después de la invasión de Kuwait por Irak.
12
Sobre la relación entre protección y obediencia, cfr. Schmitt (1998, p. 151): «¿Quién acuña la verdad en
moneda corriente? A esta pregunta responde la proposición: Auctoritas non veritas facit legem. La verdad no se
realiza sola, sino que necesita de instrucciones que la hagan realizable. Proceden éstas de una potestas directa que,
a diferencia de la potestas indirecta, es responsable de la ejecución de la orden, exige obediencia y está en condi-
ciones de dispensar su protección a quien obedece».
13
Cfr. Maschke (2008, p. 15): «[...] hay que reconocer que ni el estado de excepción ni la dictadura [comisaria],
tampoco el cesarismo, son en esencia iliberales. Estos pueden suministrar la ultima ratio de un sistema liberal en cuyo
centro se sitúa la seguridad de la propieda burguesa». Cfr. Schmitt (2006). La edición en español en Schmitt (2013b).
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Sobre la dictadura como un régimen técnico y transitorio, Schmitt señala lo siguiente: «El dictador tenía tan
solo una comisión, como conducir la guerra, reprimir una rebelión, reformar el Estado o instituir una nueva
organización de los poderes públicos […]. El funcionario o comisario de una república democrática o de un
príncipe, por poderoso que sea, siempre tiene facultades tan solo derivadas; el soberano es el pueblo o, en la
monarquía, el príncipe». (Schmitt 2013b, p. 49).
15
Schmitt aclara este punto de esta manera: «Desde el punto de vista filosófico-jurídico, la esencia de la dicta-
dura está aquí, esto es, en la posibilidad general de una separación de las normas de derecho y las normas de la
realización del derecho. Una dictadura que no se hace dependiente de un resultado a alcanzar, correspondiente
a una representación normativa, pero concreta, que según esto no tiene por fin hacerse superflua, es un despo-
tismo cualquiera» (Schmitt 2013b, p. 25).
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Las anotaciones de este pasaje siguen la línea argumental de Schmitt (2007; 2013a).
CSS Prefacio a Tierra y mar 287
Günter Maschke
La Punta, Agosto de 1992
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Al respecto, Schmitt señala en su prefacio de 1968 a la segunda edición de su texto sobre el concepto de lo
político: «lo que no constituye en modo alguno un progreso para la humanidad es proscribir la guerra regulada
por el derecho internacional europeo como reaccionaria y criminal, y desencadenar en su lugar, en nombre de
la guerra justa, hostilidades revolucionarias de clase o raza, que no están ya en condiciones de distinguir entre
enemigo y criminal, y que tampoco lo desean» (Schmitt 1998, pp. 41-42).
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Cfr. Schmitt (1987, p. 92): «El otro se muestra hermano mío y mi hermano es mi enemigo. Adán y Eva
tenían dos hijos, Caín y Abel. Así comienza la historia de la humanidad». Del trasfondo religioso de la distin-
ción amigo-enemigo se ha ocupado posteriormente Maschke (2008, pp. 18-24). Este pasaje hace también una
referencia «clásica» indirecta a las ideas teológico-políticas de Schmitt: «todos los conceptos centrales de la mo-
derna teoría del Estado son conceptos teológicos secularizados» (Schmitt 2009, p. 37). Sobre el humus cultural
franco-alemán anti-moderno y anti-secular de principios del siglo pasado, el Renouveau catholique, que influye
en modo decisivo en la formación de dichas ideas en Schmitt, véase, en particular, Tommissen (1975).
19
Esta referencia es una crítica indirecta de la época al célebre texto de Fukuyama (1992), que en aquél mo-
mento estaba en boga y era parte de los debates intelectuales dentro del ESUP.
20
Cfr. Schmitt (1981). La edición en español de este texto en Schmitt (2007).
21
El libro empieza con la siguiente dedicatoria: «Contada a mi hija Ánima».
288 Günter Maschke CSS
Referencias bibliográficas
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pp. 177-184.