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article562
De la racionalidad sustantiva a la racionalidad procesual Una de las propuestas más influyentes de Simon
sobre la racionalidad humana es la distinción entre la “racionalidad sustantiva” y la “racionalidad procesual”.
Curiosamente, esta aportación no aparece de manera explícita en el cuarteto descriptivo de Dasgupta
correspondiente al modelo universal de toma de decisiones, que engloba la racionalidad limitada, la
satisfacción, la búsqueda heurística y la conducta adaptativa). Es una omisión que tiene difícil justificación,
toda vez que es una genuina aportación y que aparece, además, en el contexto general de la racionalidad
humana.
Es una aportación relativamente tardía, en cuanto que la desarrolla en un Congreso sobre Lakatos del verano
de 1974, que Spiro Latsis —un lakatosiano dedicado a la Filosofía de la Economía— publicó dos años después.
El eje temático de su análisis está en la elección racional de los medios para alcanzar los fines. Es ahí donde
Simon defiende una racionalidad limitada. En ese proceso reconoce claramente el papel de las condiciones y
las restricciones. Considera, como se señaló antes, que puede haber dos posibilidades: que esas condiciones
y restricciones sean objetivas (es decir, propias del entorno externo al organismo que elige) o bien que sean
subjetivas (esto es, características del organismo mismo que elige, que pueden tomarse como fijas o fuera
del control del agente). Obviamente, este último caso corresponde a la racionalidad limitada, que se
relaciona primariamente con los individuos que han de elegir en circunstancias ordinarias y, por tanto, es
“universal”. Como se basa en el supuesto de la existencia de condiciones y restricciones subjetivas en el
proceso de elección, estas ligaduras afectan de lleno al agente que ha de tomar decisiones. Esto le llevó a
Simon a la contraposición entre una “racionalidad sustantiva” (substantive rationality), donde hay ciertas
características que son estables, y una “racionalidad procesual” (procedural rationality), donde pesa el bagaje
cognitivo del agente y en la que el comportamiento se ha de adaptar a las circunstancias del entorno.
Frontalmente critica Simon la “racionalidad sustantiva” y resalta la “racionalidad procesual”, pues considera
que la racionalidad sustantiva tiene escaso fundamento empírico: se construye en la Economía clásica y
neoclásica como una racionalidad no limitada. En ella se asume que la conducta racional del agente está
completamente determinada por las características del entorno en el que tiene lugar la elección. Por eso, al
asumir la racionalidad sustantiva, la Economía se libera de cualquier dependencia respecto de la Psicología,
de modo que esta Ciencia llega a ser completamente irrelevante para la Economía. Dentro de la racionalidad
sustantiva, el agente económico tiene normalmente como meta la maximización, bien sea de la utilidad o del
beneficio. En tal caso, se considera una base cognitiva irreal: que los poderes computacionales para su
decisión son entonces ilimitados 95. Así, tal como lo ve Simon, en la persona racional de la Economía
neoclásica, no cabe la distinción entre el mundo real y la percepción de quien toma la decisión, de manera
que percibe el mundo tal como realmente es.
Para moverse desde este tipo de racionalidad, que es escasamente realista, y poder llegar a la racionalidad
procesual, hace falta —a su juicio— supuestos acerca de las cuestiones de hecho. Apela así a una
Epistemología empirista —la preeminencia de la observación—, porque Simon considera que no basta con
añadir postulados teoréticos acerca de la forma de la función de utilidad o sobre el modo en que los agentes
forman sus expectativas de futuro 96. Fruto de su énfasis en los procesos de decisión, la alternativa de Simon
a la “racionalidad sustantiva” es entonces la racionalidad procesual o de procedimiento. a) Obviamente
depende del proceso que la genera en vez de descansar en la obtención de las metas dadas 98. b) Está
limitada, pues el agente que toma decisiones tiene severamente limitados tanto el conocimiento como la
capacidad de computación. c) Cuando la racionalidad es procesual, hay una distinción entre el mundo real y
la percepción que el agente tiene de ese mundo, pues depende de sus características y circunstancias como
sujeto (es el homo economicus en situación). El giro que hace Simon es claro: la racionalidad sustantiva —
eje de la dominante Economía neoclásica— está ajustada a su entorno externo, mientras que la racionalidad
procesual —que acompaña a la racionalidad limitada— ha de descubrir la conducta adaptativa adecuada. La
diferencia es patente cara a predecir la conducta de un sistema: cuando la racionalidad es sustantiva
necesitamos la información acerca del entorno externo y de la meta; pero no se requiere información sobre
el proceso usado para computar la cantidad óptima de resultado. En cambio, en la racionalidad procesual el
proceso de adaptación es, en sí mismo, problemático y, en consecuencia, predecir la conducta de ese sistema
es una tarea difícil 100. Probablemente, la distinción “racionalidad sustantiva”—“racionalidad procesual” es
una de las aportaciones de Simon a la toma de decisiones que ha recibido mayor grado de aceptación. No
sólo porque permite entender mejor la tendencia dominante en Economía, sino porque hace ver que los
procesos mismos nacen en contextos donde los agentes han de tomar decisiones con características
limitadas y condiciones limitantes. Esta relevancia de los procesos, en vez de la preocupación por los
resultados, es —a mi juicio— importante, toda vez que la versión sustantiva de la racionalidad es insuficiente
para entender la toma de decisiones. El problema viene cuando sólo se contemplan los procesos y se olvidan
los fines. Esto se aprecia mejor en otra de las propuestas de Simon: el tercer modelo de racionalidad, que
Dasgupta llama symbolic problem solver. Pertenece a la caracterización de la racionalidad que hace al
desarrollar la Inteligencia Artificial. Ahí queda patente el defecto señalado: el proceso mismo queda
completamente descontextualizado respecto del entorno en un sentido relevante, hasta el punto que —a su
juicio— las máquinas “piensan” 101. La racionalidad instrumental adquiere entonces una versión radical.