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(lV) irata
OS fragmentos son ocho, de los que el más exlenso
de la vida de Jesús; lo citaremos por enteto' Otros dos' el Vl y
el Vlll, son broves pero lnteresantes; y los cinco restantes se
refieren a san Juan Bautista, a los comienzos de la lgles¡a a
y los
r¡t"gto" qu" acompañaron la muerte de Jesús' Me he visto en la
o¡eciElón de abren¡arlos un poco.
fl) {Habia pot entonces un hombre que recor'ía la Judeq tocado
con extraña vestirnenta; p¡elés de an¡rnales cubfían su cuerpo en
aquellos lugares en que no lo hacía el vello, y su faz era como
la
de un salva¡e:
oDirig¡é;dose a los ¡udíos, les llamaba a la libe*ad' diciéndoleer
"Dios me ha mandado a vosotros para mostraros el camino de la
y
Ley por la que 6eréis dispensados de obedecer a muchos dueños
ya- no tendiéis 6obre vosotros a ningún mortal' sino al Altíslmo'
quien me ha enviadq." Al escuchar tales palabras, el pueblo se
;entía felizü todos lo5 de Judea y de los alrededores de Jerusalén
le seguían. Y este hombre no hacía más que hacérlos entrar en las
aguas del Jordán, y luegq les oidenaba regresar a sus easas no
si=n recomendarles anles que dejaran de hacer el mal
y le$ dccía
que les sería dado un rey libertador, que sometetía a los insumisos
j.,o que no serÍa somet¡do por nadie. Unos se reían de estas pa'
labras. otros les daban fe.
,Fue ¡equerido ante Arquelao, y los doctores de la Ley se re'
6t
unieron para pedirle qüe manlfestara quién era y dónd€ había elado
anter¡olmente. Les respondló: 'soy el hombre que el Espír¡tu do
Dios ha querido que sea, alimentándom€ de zarzas, was y cortezas
de árbo¡." Como le aménazaran con torturas si no cegaba en sus
palabras y en 6us actos! les diiot ,,Sois vosotros quienes tenéls que
acabar con vuestros actos ¡mpuros, y unlros al $eñor, vuestro
Dios,"
DEn este momento¡ preso de furor, se levafió un
oecriba, Simón.
esenio de ofigen, y le increpó: 'Todoc lo¡ días leemos las escrl.
turas, ¿y tú, salido de la selva como una bestla, iú, te atrevea ¿
darnos lecciones y a seduclr al pueblo con palabras impías?,' y so
abalanzó sobre él para her¡rle, pero é1, con reproche, le diior ',No
os descubriré el misterio que sstá entr€ vosottos, ya que no lo
habéis querido. Sobro vosotros ha caldo una perdición indeclblo,
por vuestra propia culpa."
rDespués de hablar así, se fue a la otra orllla det Jordán, y
sln
que nad¡e o$ara ¡mpédírselo, pros¡guió con sus predicaclones,
como
AntOS.t
62
(lll) "Y su mü¡er, H6rodías, ss desposó con Herodes, hermano
suyo. Por causa de osia rnu¡er, todos los doctores de la Ley le.
nían horro¡ de é1, aunque no se atrevietan a acusarle abfertamente.
Sólo este hombre, al que los doctores llamaban salvale, le inter.
peló con füror y 16 dlio: "Porque has desposado la mu¡€r de tu her.
mano, con desprec¡o d6 la Ley, de la mism¡ forma qu€ tu hermano
ha muerto de una muerte despiadada, tú serás segado por la hoz
del C¡elo. La Dlvlna Providencia no soportará en Eilencio lus actos;
tc hará perccer en el exillo, en medio de terribles anguslias, por-
qqe no fue una primogenltura lo qu6 qui$iste procurar a tu herma-
no, sino que hag qusrldo gatisfacer tu concup¡scencia, y comeies
adulterio, pues ya existen cuairo hiios d6 61."
DAnte estas palabras, Horodea, violentamente furio*o, ordenó
que le echaran a palos, Pero él no cesó en sus denuncias y, dcnde-
qu¡efa que se encontrara con Herodes, lo acusaba, hasta que éste
no pudo soportarlo más y mandó que Ie co¡taran la cabeza.
,Sus coshrmbres eran extrañas y su vida no era la de un hom.
bre. Su existencla era como la de un ser ¡nmaterial. Sus labios no
conocieron el p¿n, y cuando llegabq la Pascua, lampoco probaba los
ácimos, d¡ciendo que se comfan en recue¡do de Dios, que salvó al
pueblo del caullverio, y qu€ el camino de la redención era breve,
No permitía que le escanciaran vino nl cerveza, no cataba la carne
de los animales, clamaba contra toda In¡ust¡cia y vivía de la corte-
z¡ de los árboles."
Egte texto concuerda con el relato canón¡co (según el que san
Juan fue encatcelado por denunciar el adulterio de Herodes con
Herodías) y dlliere, por tanto, del pasaio de las Antigüedades Ju-
daicas que hemos examinado en el capítulo anterior. Pero los de.
iall€s no 6on completamenle ldéntlcos. En este pasaie, Herodes Fi.
llpo ya está muerto, y el matrlmonio de Antipas con Herodía8 no
constitr.ry€ un adulterlo, €n el séntido estricto de la palabra. Resulta
tamblén difícil en este caso ¡maginar que un fals¡ficador crlstiano
hubiese podldo inventa. un relato tan contradictorio.
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re¡lmenté de taxtos prlmhlvos y, por t¡nto, prrciorot. Es pollblc
f¡|e tales texto3 nos dan tGtlmonio, en forma inexpllcada, de la
tanslón polítlca quo reinabr en época de Jé!ú3.
Por el momonto, sólo podcmos hablar del .€ni$ne de Jo3efo'.
CAPITUI-O SEXT'O
EL TESTIMONIO DEL TALMUD
7l
Amoraim, o sean las autoridades tabínicas de tos sigtos llt al V
de nuestra era, Se conoce bajo dos fofmas; una, como un coniunto
recopilado en Jerusalén; la otra, compuesta en Babilonia, donde re.
sidía una comun¡dad ¡udía rnuy importante. La Mishna, con la adi.
cíón de la Gemara de Jerusalén, fue termiíada hacia el sigto V y
se la conoce por el nombre de Talmud de Jerusalén. y así, la
M¡shna con la Gemara babilónica recibe la denominac¡ón de Tal-
mud de Babilonia, que es poster¡or en unos cien años a la otra. Es
ev¡dente que habremos de recurrir a la M¡shna para hallar las tra-
diciones más antiguas, pero la cuest¡ón no deia de complicarse un
tanto ante etr hecho de que en las partes más modernas del Tal
mud encont¡amos documentos tanaít¡cos, y aún fuera de é1. No se
lrata de estud¡ar aquí el problema en toda su compleiidad, sino que
nos limitaremos a seguir a Klausner en el estudio de aquellos pa.
saies que parecen aportar las referencias más antiguas sobre Je
sús.
Se trata, ante todo, de saber por qué nomb¡e debemos buscar.
le. Co¡lprobaremos que frecueniemente se le designa por su nom.
bre popio, "Yeshou de Nazareth", y también como (aquel que';
cuando se desea, por ¡azones de antagonismo con los crist¡anos,
nombrarle co¡ un seudónimo se recurre a la fórmula oBen pande.
ra", en razón de una sr¡cia hístoria que se propaló entre los ¡udíos
alrededo¡ del sigto ll, y en la que se decía que era hi¡o de un
soldado de este nomhre. También se cree q{¡e en la Mishna se em.
plean otros dos $eudónimos para alud¡r a Jesús, s¡ bien Klausner
loe rechaza. En algunos pasa¡es,
"Balaam' no ¡nd¡ca aparentemente
al persona¡e del Antiguo Testamento, y se ha supuesto que encierra
una velada alusión a Jesús; pero en muchos casos se encuentran
¡untos los dos nombres, lo que evidentemente índica que se trata
de dos personas dístinlas. El otro término es el de ¡Ben Stada¡,
que también se explica en función de un sotdado romano, pero
Klausner demuestra convincentemente que con este nombre se
alude al profeta eg¡pc¡o que se menc¡ona en los Hechos de los
Apóstoles (21, 38), Fero que en verdad nada t¡ene que ver con
Jesú6.
Klausner examina doce pasaies que co¡sidera que son los únl.
cos que suponen una ciefta referencfa a Ia cuestión que nos into.
resa: la contribuc¡ófi que e¡ Talmud pueda apodar al conocimiento
de Jes{.is. De ellos, elimina cuatro por estimarlos desprov¡stos de
valor y, así, de¡a sólo ocho para examen, Su ra:onamiento sobré un
72
t¡n pequeño número de refefencias ea interesante. El Talmud no
menc¡ona, s¡no muy raramente, los sucesos del período del Se-
gundo Templo, y ello todavía en cuanto se relacionan con proble
mas legales o con tradiciones en d¡scus¡ón. Judas Macabeo, por
ejemplo, no se menciona, y todas nuestras notic¡as sobre la revo-
Iución de los Macabeos y su lucha por la libe*ad se los debemos
a la obra de Josefo y a dos l¡bros sobre ellos. En estas cond¡ciones,
la falta de una referencia completa sobr@ Ios inicios del cristianis'
mo no tiene nada de singular.
(l) "En la víspera de Pascua colgaron a Jesús de Nazareth, y el
heraldo Ie precedió durante cuarenta días anunc¡ando: '!esús de
Nazareth será lapidado, ya que se entregó a la práctica d6 la bru.
¡ería y ha engañado y seducido a Israel. Ouien sepa algo en su
defensa, que acuda a l¡tigar en su fayor." Pero nadie supo hallar
nad¡ en su defensa y fue colgado en la víspera de Pascua..
(2) y
"Jesús tenía cinco discípulos: Mattai, Naqa¡, Netser, Buni
Todah."
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do el Eentldo de astos nombres s€ dlscute en un tono samlburl€g.
co. El coniunto carece de todo fundamento histórlco y, por orde,
de valor. Mattal evoca evidentemente a san M¡teoi Naqai se ha
considerado como una deformación de Nicodemol Todah parece
próximo a Tadeo; Netser puede const¡tu¡r una confus¡ón con una
palabra hebrea que designa a los cristianos en general; Buni nos
hace pensar en Yuan¡ o Juan; pero todas estas tentativas de iden.
tificac¡ón son poco fructlferas. La referenc¡a al número de los
discípulos en luga¡ de doce- se ros antoia algo extlaña^
-c¡nco
Klausner parece considerar que Ia cifra proporclonáda por el Tal.
mud podf¡a ser exacta, y que sü mayor número fue una amplia.
c¡ón crist¡ana con el obleto de evocar las doce tribus de lsfael.
Perc no me parece todo ello demaslado plausible.
l
¡J6sús por ü¡ nombr€, paro la3 aluslong3 a qu€ €3 ¡nacldo d6
mulsr' a q(¡€ .rs hacó D¡osr y a qtre dmsrchará y yolyará cuando la
consumaclón' Eon más que süficientos para Indicahos qué ge lrata
de El.
Esta texto no añade nada nuovo a lo que ya sabemos sobre Je,
aús, pero nos muestra ¡lguno¡ aspectos de los EvangefÍos que fos
rablnos de los priméro3 s¡glo6 ya conoclan y qrerfan combatir. La
frase relatlva a que J$r13 co|ducirá a grror al mundo entéro está
llera de Intención, ya que impllca la conciencia do que el crlstl*
nlsmo ro era üna Elmple cuestlón personal o de un grupito, sino
que en el pensamiento de Je3ú3 se conrpendie todo el mundo.
Ést€ parece ser uno de fos lesflmonlos mဠaniíguos sobre Je.
¡ús 6n el Talmud, ya que dlcho rablno era un colega de Fabl Agi.
ba, muerto cüando la rebelión de Bar-Gochba (132). Esüá claro que
se trata dé la r$puesta ludía a la tesi8 ctistiana sobre el naci.
ml€nlo de Jesús, que comtitüyó uno de los pdnclpal€s puntos de
dlscusión entre ünos y otros a pa¡t¡r de nedíados d€l siglo ll. Klaus.
ner afirma enérgicamente que la tradlción €obre el nacimiento ile.
gttlmo de Jasús oslá desproyl8ta de lodo fundamento hlst6¡ico. La
existencia de reglstros de nrclmiento en Jerusalén por aquellas
épocas, es más que hlpotética; y, por otra parte, exlsten demasia.
das poslbllldades para que hubleran sido, en todo caso, Frefabri
cados, fulsific€dos o mal ?anscr¡úos. Ea ds notar la total ause[cia
de cualquler ¡luslón a Ben Pandera, o ¡ todo ot¡o presunto padrei
esto no parcc€, con toda evidencla, más oqe en una ampllación
posterlor a tal enteleqüla.
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El punto que lnteresa examinaf aquí es que Eliezer 3e absluvo
de pronunciarse respecto a qqe de Jesús no tendría su pa|te en
el mundo a venir; nada le habían enseñado sobre este problema, y
guardó s¡lencio. Como ya hemos Y¡sto, se consideYaba entre los
iudíos que Je€ús había ¡nfringido la Ley, pero el anter¡or pasaje
no6 mueEtra gue, a su pesar, no se le creía desprovisto de toda
csperanza para el futuro. lgualmente, los dos pasa¡es que siguen
nos indican que en aquella época, cierios ¡udíos ortodoxos maft
tenían algún conracto con los discípulos de Jesús.
! ¡.24t?
LI\S PRUEEAS ABOUEOIÓGICAS
g3
Se ha afirmado -qulzá con demaslada segurldad- que uná
gran parte de estog testlmonlos databan del slglo l. Así, Foakes-
Jacson aseguró, en un apéndfce de su Historia do la lgles¡a cristia-
na (1Bgl l:
(Es cierto que los cementerios subter¡áneos nos conducen a los
primeros ti6mpos del cristian¡smo en Roma.' La catacumba de aan.
ia Priscila es probablemente la tumba de la familia de Prudencio,
un contemporáneo de los Apóstoles. Pocas dudas existen res-
pecto a que la catacumba de Mereo y Aqu¡leo fue un legado de
Domitila, sobrina del emperador vespasiano, desterrada por Tra"
¡ano por ser crist¡ana.., La catacumba que más tarde se conocló
por la de sánts Inés (que ¡ufrió madirio ba¡o Diocleciano), contie"
ne ob¡etos que ss cree datan del siglo l. Me temo que esta afitma.
ción sea un tanto exagerada. La obra de Jack Flnnegan Light from
the Ancient Past (1947), viene a recoger las conclusiones más re.
cientes sobre esta materia, y en ella 9e hace constante tefefenc¡a a
los traba¡os del profesor Paul Styger punto de visia acep-
ta-, s€gún el cual las catacumbas -cuyo más ant¡guas datan del si"
glo ll.
Por mucho t¡empo se ha creído que el crlst¡anismo arraigó en
algunas fam¡lias de la nobleza romana en el s¡glo l. AsÍ, además de
Domitila y de Clemente, su marido, que fue decapitado por {ateo'
(acusac¡ón que a menudo se hacía a lo9 crist¡anos), sabemos de
Pompon¡a Graecina, esposa de Aulo Plaut¡o, comandante do las
tropas romanas en Bretaña, acusada de (supersticlones extranie.
ras', y que se ¡eti¡ó de la política, y también conocemos a Aci¡io
Glabrio, que fue crónsul baío lraiano en el año 9l y mur¡ó casi
inmed¡ataments, convertido al cr¡st¡an¡smo. Es en ve¡dad signi.
llcativo que las catacumbas conoc¡das por el nombre de aquellas
fam¡lias tengan su o¡lgen a menos de un slglo de la muerte de
san Pablo. Besulta, además, Intc¡esante comprobat que Prisclla era
un nombre corr¡ente en la famil¡a Aciliana, ya que nos recuerda
de Inmedlato a los amigos de san Pablo, Aquila y Priscila,
Un punto de un gran interés: el lugar de la catacumba de ganta
P¡isc¡la que se conoce con el nombre d€ (Capella Gra€ca', ofrece
el más bello con¡unto de plnturas murales cristianas (de modlados
del slglo ll) reunido en una sala de las catacumbas. En él puede ad.
mirarse espec¡almenie un cuadro sobre la resu[ección de lázaro,
en el que Cristo apa¡eGe "¡oven e imberbe, con cabellos cortos y
grandes o¡os...$ A pesa¡ ds que resulte d¡lícil ÍeGonocerla en su
é6tado actual, esta obra ofrece un gran interés, ya que es la más
antigua lmagen de Jesús qqe se conserva.
Aun cuando las catacumbas no nos proporcionan demas¡ados
pocos son intrínse'
elementos para nuestro estudio
-si bien estos
camente ¡nteresantes y cargados dé sent¡do por lo que se ref¡ere
a l€ historia de la lglesía prímítíva- tambíén es cielto que re.
fuerzan los argumentos ya citados sobre l¡ histor¡cidad de Jesús.
S¡ a un siglo e5caso de su muatte, estas extensas sepulturas cris-
tianas se construyeron y decoraron con escenas enlresacadas de
los Evangelios y con epitafios e invocaclone$, pierden toda su sus.
tancia las teorías del mito y de la invención.
Ex¡sle tamb¡én otto rctrato de C¡isto, que data de princ¡pios del
siglo lll. Fue descubierto, entre los años f932 y 1933, en el muro de
una capilla particular en Dura"Europos, en el de¡¡erto de Siria, y
forma parte de un con¡unto representando la curación del para.
litlco, Se ve a Je6ús, de p¡e al lado del lecho, con la mano exten-
dida hac¡a el enfermo. También en esta obra se le representa lo.
ven, imbefbe y con la vestimenta habitual de la época. Otras pin-
turas del siglo lll lo muestran G¡empre como un ¡oven,6i bi€n con
cabellera larga y bucles. La cara barbada, que tan lamiliar nos es,
no sparec¡ó hasta el siglo lV.
Otro testimonio arqueológico debe ser exam¡nado. Se trata de
la famosa fórmula SATOR, que se ha hallado en Pompeya y
también en las ruinas de sus alrededo¡es, Este coniunto de pa-
labras incongruentes se empleó du.ante mucho t¡empo pa¡a sor-
tilegios, y se le atribuía una gran v¡rtud para curar las motdedu.
ras de pe¡ro y de serpiente, así como para lacilitar los partos. Su
verdadero sent¡do, no menos extraño, no parece haber s¡do des-
velado hasta muy recientemente, y aún 5u sign¡flcado es incleno,
ya quc no todos los espec¡al¡stas eslán coDvencldos de la €xacti-
tud de la soluclón propuesta.
He aqul la fórn¡ula corriente que, a partir del siglo V, hallamos
€n muchos lugares y a lo largo de ioda Ia Edad Media:
SATOF
AREPO
TENEf
OPERA
ROTAS
Se trata, p{res, de un crucigrama completo, pero también de un
pallndromo perfecto, es decir, de una frase que lanto puede leerca
de lzquierda a derecha como de derecha a izquíerda:
SATOR ABEPO TENET OPERA ROTAS
Antes de adentrarnos en el significado de esta fórmula, cabe
dec¡r que ex¡ste una variante, en la que el orden de las palabras
está invertido:
BOTAS
OPERA
TENET
AREPO
SATOR
Las muestras que se han hallado baio esta fo¡ma son más
antiguas qüe la que hemos presentado en pr¡mer lugar, y parece
-por la razón
probable que luego diremos-- que esta última sea
la forma or¡ginal de! cruc¡grama.
Este palindromo ha suscitado abundante literatura, especialmen.
ie en Europa. Los mciores e6tud¡os en lengua ¡nglesa sobre este
tema los hallamos en los artículos de Donald Atkin€on, profesor
de la Universidad de Manchester, de qu¡en he tomado las refe-
lencias que ofrezco en e6te trabaio. El primero de estos artículos
apareció en el Bulletin of John Bylands Library, octubre de lg38;
el segundo, en el Journal of Ecclesiastical H¡story, de €neto del
año 1951.
La fórmula ROTAS fue descubierta en 1868, grabada sobre un
tragmento de un enyesado mural, que procedía de unas ruinas !o.
manas en Cirencester, condado de Gloucestershire, cuyo fragmento
se considera del s¡glo lV, período durante el que la Gran Bretaña
estuvo ocupada por los romanos; es posible admirarlo en el Museo
de G¡rencester. En t925 se halló otro e¡emplar, imcompleto, en el
cur6o de unas excavaciones que se realizaban en Pompeya. Te.
n¡endo en cuenta que la erupción del Vesub¡o que sepultó esta
villa tuyo lugar en el año 79 de nuesfra era, parecc lógico corr
siderar que esta fórmula e6 anterior a la catástrofe y, por Io tanto,
mucho más antigua de lo que comúnmente se cree, Otro eiemplar,
esta vez completo, fue descubierto en t936, también en Pompeya,
sobre el fuste de una de las columnas de la palestra. Y hacia la
misrna época, cuatro nuevos e¡emplares aparecieron con motivo
de unas excavaciones que a la sazón se realizaban en Dura-Europos;
se cree que proceden del siglo lll y que fueron hechar por soldado8
romanos de guarn¡ción en aquella zona,
86
Por desgracla, el sentido de estas palabras permanece inclerto.
La palabra AFEPO es desconocida en latín, aunque generalmente s€
cree que es un vocablo de or¡gen céltico que significa arado. Sl
así fuera, la fórmula hablaría de un sembrador o de un labfiego
que conduce penosamente su arado; podría ser una alusión velada
y misteriosa del Creador, que controla la rotación de las esta-
ciones y abarca todas las cosas en la palma de su mano, Todo ello
no parece, así, ni muy importante ni de gran interés a los linss
de nuestro estud¡o, y s¡ eslo es todo lo que pueda enlresacarse de
estas extrañas palabras, la fórmufa no merecería, en verdad,
nuestra atención. Peio es pos¡ble que exista un s¡gnificado más
oculto, y por ello nos hemos deten¡do en su examen,
En 1925, un especialista alemán, Grosser, descubrió algo sor.
prendenter las yeint¡cinco letras de la fórmula permiten escr¡bir
dos veces las dos primeras palabras del Padrenuestro en latín, y
ello de tal manera, que la letra N, que sólo aparece una vez, se
halla en el centro de una cruzi
P
A
T
E
R
PATEBNOSTER
o
s
T
E
R
Con ello nos quedan cuatro letras! dos A y dos O. Véasé qué
papel pueden iugar en todo ello; pero intentemos explicar los
otígenes de este extraño fenómeno, Los matemáticos afirman que
las posibilidades de que se trate de una casualidad son tan redu"
cidas, que no pueden merecer consideración alguna.
Parece. pues, que el cuadro fue deliberadamente compuesto
a partlr de estas veintic¡nco letras y con la ¡nt€nción de da¡ una
torma secreta y misteriosa a unas palabras y a unos concep.
tos que son la sustancia misma de la fe cr¡stiana. Es llcito suponer
que el i¡ventor de la fórmula comenzó por colocar las palabras
Pater noster en forma de cn¡z, escr¡bléndolas efectivamente sobrg
una cruz de madera, o sobre un papiro, para construir un recor.
87
)
dator¡o o un austentáculo rnaterlal para su devoclón. Más tard€,
cuando las persecuciones vez la de Nerón-, cerró el cuadro,
sl obieto de dar un aspecto-tal secreto a la enseña querida. Visto
que le faltaban ouatro letras para construir un cuadro de cinco
letras por lado, escog¡ó muy hábilmente las dos otras lelras sa-
gradas, A y O, en recuerdo de las palabras del Señor: iYo soy el
alfa y Ia omega"; y ¡as repitió dos veces, Las dificultades que ofre-
ce la palabra AREpO y las que ofrece Ia interpretación precisa y
€ati3factoria de la frase, constituyen un indicio suplementa¡io en
favor de esta explicac¡ón: el autor hizo lo meior que pudo dentro
del lím¡te de letras disponibles, sin llegar a un resultado pe ecto,
Otros dos aspectos merecen nuestra atencíón" Se ha sugerido
que delimitando las partes del crucigrama en forma simple y dis"
creta hallaríamos tamb¡én una velada alus¡ón al sentido cri$tiano
de la fórmula¡
R olrlA s s Alrlo R
o PIEIR A A RIEIP O
TEN ET T-E-NET
A-ñ-lE lF-6. 6-P-l ElET'
s AlTlo R R OITIA S
Si, conto hemos ¡nd¡cado, Ia primera de ambas fórmulas es la
más adt¡gua y la o¡igínal, tenemos la ¡mpresión que las O y las
A están mal colocadas, y que el orden lnverso, o sea situar las A
en la parte ¡zquierda y alta del cuadrado y las O en la parte Infe.
rior, a la derecha, es más satisfactor¡o. Ello nos explicaría por qué
la segunda lórmula fue rápidamente más popular, Notemos Ia alu-
sión a la cruz en el emplazamiento de los TENET, corroborada por
el hecho que la letra T es la equivalencia a Ia tau gr¡ega, ut¡lizada
Gomo símbolo de la cruz a partir del siglo Il. Podemos asegurar,
pues, que para los iniciados, el cuadrado en cuestión estaba lleno
de evocaciones y sign¡ficados cr¡stianos.
No se trata de un slmple obieto de curios¡dad intelectual, sino
de datos concretos para nuestro estudio y, de hecho, para toda
cuest¡ón sobre los orígenes del cristianismo, Si el cuadro ROTAS.
SATOR es, efect¡vamente, una forma velada de las dos primeras
palabras del Padre n'lestto en latín, los dos (graffiÍiD de Pompeya
pasarían a ser los dos escriios cristianos más antiguos que cono"
cemos. Compuesto con toda probabilidad antes del año ?9, son an.
terioieB en muchas decenas do años a los más vieios lragmento6
de pap¡ros con textos evangél¡cos, que se remontan vercsímilmen'
te a los principios del siglo ll, como veremos más tarde. El hecho
de que esla plega a ,uerc conoc¡da y rezada en latín desde aquel
entonces, es notable, pero la ut¡lización de lat letrás griegas alfa,
omega y tau, así como sus equivalentes latinos, para simbol¡ear a
Cr¡sto, todavía lo es más.
Esta sotuc¡ón pata leer e interpreta¡ el palindromo ha sido, na'
luralmente, muy d¡$ tida. Se han plopuesto otras explicaciones:
ef crucigrama sería,. 1io (tecordando a Ezequ¡el l), o mítrico' y
aun órfico. N¡nguna de estas tes¡s ha coLeguido empero demasia'
dos seguldores, y los argumentos que Atkinson contrapone son muy
convincentes¡ todas ella$ exigen una g¡an fe re$pecto de la ca'
suoNidad. También se ha pretendido qué los buscadores de tesoros,
hurgando en las tuinas de Pompeya después de la catástrofe del
79, pudiercn haber grabado estas palabras en los muros. Atk¡nson
refuta también esta tesis. Últ¡mo argumento en contra: es en ex-
tremo poco probable la ex¡stencia de cristianot en Pompeya' en
una época tan remota.
Puede que esto sea ¿¡erto, pero no ex¡ste una cert¡dumbte ab'
soluta. ¡Cuántas cosas que parecían improbables no se han revela'
do l[¡ego como hechos auléni¡cos! En 1824, se encontró en Pompe-
ya un dibuio que representaba una cruz y, en 1864, De Rossi hizo
frúlrl¡ca üna ¡nscr¡pc¡ón que pa¡ece aludi¡ a los cr¡siianos. Más re
clentemente se ha descubierto un esgrafiado de una cruz en Her'
culano, local¡dad próx¡ma a Pompeya, también destruida por Ia erup'
ción del vesubio. Y, haciendo nuestras las palabras de Atklnson:
.Si e,(iste ona cruz y, por ende, un cr¡st¡a¡to eD Hetculano, ¿por
qué no puede cxistir una cruz y otros cr¡stianos en Pompeya?D Des'
pu{4s de todo, san Pablo nos refiere que encontró a
'hetmanoso én
Püteoli, no leios de esas otras dos villas (Hechos, 28, l4).
No abordaré aquí el estudlo de los lugares sagrádos en Palest¡.
na. Algunas identi{¡caciones pueden consideratse como razonable.
mente clertas, s¡ bien subs¡stan algunas dudas. Así, por ejcmplo,
Tell Hum, en Ia orilla noroeste del Lago de Galilea, es gen6ralmenle
corsiderada como el €rnplazamiento de la ant¡gu¿ CatarDaum,
pero las ruinas de una sinagoga que se han descubierto allí datan
del siglo ll; pueden ocupar el espacio de üra constfucclón anierior,
mencionada en los Evangel¡os, pero no son realmente sus vesti
gios, Mas, aunque sü identlticac¡ón apa¡ec¡ere como suf¡cienlemente
89
-
i
tOS RELATOS EXTRACANÓNICOS
93
oficiales, que no son reconocidos como Evangelios pói la lglesiá.
Si 6e quiere, puede remplazarse la fórmula (agraphaD por la de
ftrelatos extracanón¡cos,, como así lo hago en el títul; de este
capftulo Pero en tal Ga5o, es preclso no olvidar que nos referimos
al cano,*evangélicot ya que encontramos un cl€¡.to número de fraq_
mentos de gslg ggngrg_en el Nuevg. Tqstam€nt-o, fuera de los Evan.
gel¡os, como ya hemos Indicado en el cop¡tulo II. Se ha empleado
también en algunas ocasloneg la expresión
"frqses apócrifas", pero
muchas obJeclones se oponen a la admlelón de este califlcailvo.
Es preferible, a ml'Julc¡o, ¡€currl¡ a un térm¡no técnico, como el de
oagrapha', por cuanto nos descrlbe de una forma exacla aquello
de que se ttata.
Este vocablo fue lanzado por t¡n sablo alemán_ Alfred Resch, én
un estud¡o completo, exhaustlyo, lobrc esta mate¡ia que publ¡có
en 1889. La teoda del autor sobre el orlgen de estas frases _se_
gún é1, procederlan de un documento nr¡mitivo, perdido, que s¡rv¡ó
de base a los Evangelios- no fue ac(rtada por toclos los eslecia.
l¡stas, p€ro su obra ha const¡tu¡do en-realidad el filOn del que han
extraído sus materiales los autotes má9 rectentes. El melor estu.
dio que en lengua Inglesa ex¡ste sobre esta cuestión, e9 u¡ ar cu_
lo de J, H. Rop€, t¡tulado
"Agrapha" y que figura en el D¡cc¡ona,
r¡o de la Biblia. dr Hastings, aunque existen otras feoopllaciones
más reducldas. Ya hace algunos años. Far.ar adidonü una breve lls.
ta de estas frases o relatos, bajo Ia forma de un apéndlce, a $u
obra La Vlda de Crlsto; y Stubbs hlzo otro tanto en su llbro Ver-
ba Christl. Además, The Apocryphal New Testament, de M, B.
James, contlene secclones consagradas a los *9g¡6pl¡¿,, a los te,
latos de los paplros y a los frágmG¡rtos del Eva¡gelio según los
Hebreos, textos todos ellos estrechamente aelaclonados entre sí.
M¡ obra El Evangelio no escrito contlene tam¡Jlén un número bas.
tante conslderable de pasales de este género.
Las oplnlonQs d¡flere! ampllamente por Io que respecta a la
autentlcldad de estos documentoa. En su primer estudio, Resch
sólo enume¡aba setenta y clnco frases que conglderó como ptoba.
blemente auténticas, sl bten en u¡a ediÉtón po$te¡¡or modiflc¿ este
número. Sopes le acusa de exceslvo optlmismo, ya que es ma que
de las setenta y ctnco frases estudiadas por hesch, sólo dlez ile.
nen un valor hlstórlco, y ot¡as ve¡nt¡cuatro podrían ser defendidas
con conoclmiento de causa, aunque no de una manera concluyente,
Tantas dudas y e$ceptic¡smo son típ¡cos. por ot¡a parte, iendel
94
que alqunos
Harr¡s, que ha esiudiado a londo esta éuestión, afirÍta
que ser compilados como
de estos pasajes tienen tal valot merecen
un apéndice al Nuevo Testamento. Y David smith, buen espec¡al¡s-
ta y predlcador, decla en su opúsculo tltulado Unwritten Sayings
of our t-ord (1st3l que hacer lusticia a estas {rases era 'un de
ber de piedad respecto a Nuestro Señor".
No obstante, se ha sostenido que no pueden existlr demas¡ados
teoría que se apoya en sólidos atgumentos'
"agrapha" auténtlcos,
Heios aqrrr, las condlclones en las que la lgles¡a se desenvolvió
eran poco propiclas a la conservac¡ón f¡el y a la transm¡sión rigu'
rosa de detalles sobre los hechos y las pa¡abras de Jesús' se Gteía
que la consumación de los siglos era algo Inmlnente' y que Gristo
üaparecería en su gloria antes de la muerte de aquella gerera'
ció; de fieles, ¿Para qué, pues, cons¡gnar los sucesos del pasado?
Los cristianos te¡lían sus olos fi¡os en el futuro celest¡al' y no
creían que generac¡ones futuras tuviesen necesidad de referen'
cias sobie lJ vida y magisterlo de Jesús' Cuando esta espera del
apqcalipsis se mostró inútil y comeÍzaron a recopilarse aquellos
rálaros'(el primel Evangel¡o según san Marcos se fecha general'
mente entre los años 6O y ?0), se había ya creado una tal sep+
raclón entre los pr¡meros cr¡stlanos de Palesi¡na, que habiaban en
arameo, y los convetsos de habla griega que se hallaban en Grecia
y en Boma, que las remlniscenc¡ás histórlcas de los pr¡meros tiem'
pos no podian ser, probablemente' muy abundanteg' Es muy posi'
Lle que todos los elementos dlspon:bles se agÚparan en los Evan'
gelios canónicos y que nada ---{ muy poco- quede fuera de estos
textos.
Un c¡erto núme¡o de consideraclones pueden hacer$e contra
este punto de vlsta.
t.--En primer lugar, hubo un perfodo anlerior a la espera del
apocalipsls, período durante el cual Jesús fue considelado como
go.n profeta; e3, pues, completamente natulal que sus discípu'
"n
los tecogletan por escrlto cuanto dllo e hizo, como Baruch respeclo
dé Jeremlas. Se cree que $an Lucas llevó un dlarlo en los viai€s
que reallzó eon san Pablo y no veo el Porqué uno, o vatios' de
los primeros disclpulos no pudieron haber hecho otro tanlo'
j. No d"b"rno* olvldar, en éfecto, que en el siglo l, el hecho
-
de escrlb¡r no eta una actlv¡dad rara o extraña que exigiese una
especlallzación: Ios enormes descubrlmlsnios de papiros nos
p¡ue'
ban quo se escrlbla llbre y corrlentemente. Incluso se ut¡lizaban
procedimlentos taqulgráftcos en el gr¡ego y en el latín, hasta el
€xtremo que A, f. Foberlson dljo: "El hombre de regocios que fue
san Mateo pudo fácÍlmente anotar los discursos de Jesú5, en ta.
quigrafía aramea." El hecho de que los Apóstoles fueran homb¡es
(poco instruidos e ignonntes' (Hechos, 4, t3), no se contrad¡ce
con esta ¡dea, y con toda posibllidad significa que no estaban ver.
sados en las sut¡lezas de las escuelas rabínicas.
3.-Es más, muchos motivos personales pudieron contr¡buir al
nacim¡ento y congervación de este iipo de testimonios. Por eiem.
plo, él de los contemporáncos de Jesús para conta! a sus descen.
dientÉs todo cuanto había sucedldo, ¿Los nlgtos del c¡ego de nac¡"
m¡ento, o los del hombrs de la mano atrotiada, no hablarian de sus
curac¡ones? Y cuanto más se exteÍdía la {e en Jesús, mayores ho.
nor€s 6e le habrían de rendlr, y más grande sería el interós 6n
contar algún eplsodio por parte de quienes participaron en é1, Re.
cordomos las palabras do san Pablo respecto de los qulnientos her.
manos qüe fueron testigos de una apar¡ción de Cristo resucitado,
"de los quo la mayoría aún viyen hoy, (l Cor¡nt,, 15, 6).
4.-Y aün cuando Ia espera del apocalips¡s acaM por dom¡nar
el pe sam¡ento y magisterio de aquella primera lglesia, cieÉamen-
te el inte¡és por la vida ter¡ena de Jesús no desapareció y sin
duda 9e conservaron relatos escritos, además de la tradición oral.
La predicac¡ón de los Apóstoles y de sus sucesores no se l¡m¡.
tó a dec¡¡ que un hombre había resuc¡tado de entre los mu6rtos,
sino que este hombre, "des¡gnado por Dios d6 entre vosot¡os, por
los milagros y lgs slgnos", cruelmente asesinado, habia vencido a
la muerte y continuaba dispensando la rem¡s¡ón de los pecados y
el don de la vida. Tales enaeñanzas tendrían oue ofrecer, al mismo
t¡empo, alguna explicación sobre el sentido del árrepentimiento, de
la nueva v¡da y del código moral que Cr¡sto promulgó.
Por esto, no veo como improbable el pensar que las palabras de
Jesús siguieran circulando, oralmente o por escr¡io, durante mu.
chos dscen¡os después de su muerte, para encontrar así su lugar
en las obras extracanónicas donde hoy podemos hallaflas.
Bespecto a los
"agrapha" en los ant¡guos manuscr¡tos de los
Evangellos, el canónlgo Streétér d¡joi
"Existen grandes probabil¡.
dades de que ciertas tradic¡ones sobre Jesús, que no se incluyen
en ninguno do los Evangelios, obtuvieran carta de naturaloza en la
lglesia prlmit¡va; pudo ser práctica cor¡iente su anotac¡ón en el
malgen de algún Evangelio, de donde pudiera fácilmente interce
96
latse en el texto ai momento de la iectu¡a." Añadamos a elio uná
frase, de sent¡do más general, de J, H. Mor.¡lton:
"Cuando se
plensa
en egtos tres años tan ricos en enseñanzas, de los que tan sólo
una pequeña parte se nos transm¡te en lcs Evangel¡os, cuando pen.
sarnos en los nriles de horntrtes que escucharon la palabra del
Maestro y la transniitieron a sus lrlios y a sus nielos, por conser-
varla f¡¡a en su memor¡a, debe sorprendemos el escaso número de
palabras trad¡c¡onales de Jesús que ha Ilegado hasta nosotros.D
Otros indicios nos sugieren la existéncia de un mayor volumen
de material d¡spon¡ble, No existen pruebas, es cierto, de que iodo
sea autént¡co, pero sí podemos presumir que lo es en gran parte"
Primero, encontrarnos tales ind¡cios en los prop¡os Evangelios. El
prefacio de san Lucas (1, l-4) implica que una considerable acti.
v¡dad literaria precedió a su tralraio de redacción, sobre la base de
los recuerdos de aquellas gentes que vieron y oyeron a Jesús, El
finaf del Cuarto Evangel¡o (Juan, 21,25) "y muchas más cosas hizo
JesúsD sug¡ere --como muy bien se ha dicho- que a finales del sl.
glo I se tenía la absoluta conciencia det hecho que las obras exis.
tentes no agotaban todo el material conocido.
El anál¡sis de los Evangel¡os nos proporc¡ona pruebas indirectas
de e$te mayor material. Se cree hoy que los redactores de los
Evangel¡os según san Marcos y san Lucas utilizaron ambos un do.
cumento que se ha perdido (y que, por comodidad, se conoce entre
los especialistas como "Q"), así como que, además, cada uno de
ellos acudió a fl¡entes parliculares. Esto s¡gnif¡ca que, en aquella
época, existían t¡es recop¡lac¡ones, que no han $obreviv¡do como
ent¡dades autónomas, pero que en esencia se ¡ncorporaron a nues.
tros Evangelios, Es muy probable que un resto de material no apro.
vechado subs¡stiera en caCa caso, y del cual algunos f¡agmentos
nos han llegado por vía distinta.
Es más, las notas marginales de la Versión Revisada nos reve.
lan que c¡erlos pasajes, que en un pr¡ncipio no formaron parte de
los Evangelios, fueron incorporados luego a través de una o varias
fuehtes dist¡ntas. Los dos más impottantes eiemplos los encontra.
mos en lo_s doce rilt_!!to!r. de sa¡¡-!¡!g1cgs y en la histo.
?, 53 y 8, fi). El conjunto de las
-v9_r!!qqlas_
r:a de la mujcr aCúller¿ (Juan,
pruebas-déñGslra qtie n¡nguno dc ambos texlos constaba en sus
orígenes donde actualmente se halla, si b¡en no se puede afirmar
que su inserción proceda de una fuente externa, Puede entonces
suponerse que, si ul|a parte de estos elefiientos es hoy irrecupera,
97
ble, otros pasa¡es similares habrán subs¡stido como (agrapha' en
diversas obras antiguas.
F¡nalmente, ciertas frases de autores primit¡vos revelan neta.
mente el proceso de transmisión oral al margen de los Evangelios,
El más importante de estos textoq es el famoso pasaje citado por
Eusebio, o Pap¡as (escr¡bió alrededor del año 130), donde narra la
forma en que compiló sus Comentar¡os a la Palabra del Señor.
Esta obra no nos ha llegado, pero igual que el Evangelio se-
gún los Hebreos* forma parte de-al aquellos documentos perdidos
que pueden reaparece¡ de pronto en el curso de alguna excava.
c¡ón arqueológica, en Eg¡pto o lugares l¡mitrofes. (Aceptaré
d¡ce- el anotar, al m¡smo t¡empo que mis ¡nterpretaciones, -nos
iodos
los datos que cuidadosamente he recog¡do en m¡ memor¡a, y me
asegurafé tamb¡én de su veracidad. S¡ alguien que conoc¡ó a los
antiguos se me presentaba, le ¡nterrogaba m¡nuc¡osamente sob(e
cuanto habían dicho, sobre lo que decían Andrés, Pedro, Fel¡pe, To.
más, Santiago, Juan o Mateo, o cualqu¡er otro discípulo del Señor,
sobre Io que dicen Aristión, o Juan el Presbítero, d¡scípulos del
Señor. Puesto que siempre creí que lo que podÍa saber por los Ii.
bros iamás me sería tan aprovechable como lo que me llegaba a
través de una voz v¡va y fiel." Luego, Euseb¡o comenia: "Pap¡as nos
da también una memor¡a de las pa¡abras dei Señor, apoyándose en
la autor¡dad de Ar¡stión, ya menc¡onado y en las trad¡c¡ones comu.
nicadas por Juan el Presbitero, a las que rem¡t¡mos a todos aque-
llos que quleran ¡nstru¡rse. Este mismo autor nos da también otras
not¡cias, que dice haber recogido en la tradición oral, otras pará.
bolas y extrañas enseñanzas del Salvador, y aun de cosas más
místicas," Este texto presenta algunos conceplos turbadores, en
cuyo detalle no podemos entrar aquí, pero que son muy ¡nleresan.
tes, en cuanto cita a dos discípulos personales de Jesús luera del
grupo apostól¡co, quíenes, atirma, contribuyeron al cómputo de re.
cuerdos compilados por Papias.
Añadiremos un texto más corto de Clemente de Aleiandría (año
200), que se re$ere a las personas que tuvo el priy¡legio de cono.
cer y tratar: "Conservando la tradición de la Santa Doctr¡ra deriva.
da directamente de los santos Apóstoles, Pedro, Jaíme, Juan y Pa.
blo, transmitida de padres a hi¡os, v¡n¡efon también a mi casa por
la voluntad de Dios, para depositar esia semilla atávica y apos.
tóli€a.D
Encontraremos un gran númeto de en los capítulos
"agrapha"
siguientes; citemos algunos de los que no serán examinados:
103
rarlas como auténtlcas. Otro ertor Involuntar¡o se debe a c¡tas ll.
bregcas e inexactasi e¡an muy frecuentes en los t¡empos antiguos,
cuando era ftancamente difícil buscar y ver¡f¡car los pasaies. y tam.
bién, textos correctamente c¡tados pueden interpretarse en forma
errónea: éste es el caso, por e¡emplo, cuando se atribuyen a Jesús
palabras de san Pablo.
Poro también hay que tener en cuenta las ¡nexactitudes votuñ-
tarias. Los historiadores gr¡egos tenían por costumbre redactar a su
modo los discursos de sus héroes cuando no tenían a su alcance
datos sufic¡ontes y la ocasión parecía exiglr alguna arenga, como
es el caso de un general exhortando a sus tropas antes de Ia ba-
talla. Es así, pues, como nacen los cuentos rel¡giosos, a menudo
con fq me¡or de las fntencíones: Tertulíano nos habla de un sacer"
dote de As¡a que manifestaba haber escr¡to los Hechos de san p¿-
blo por amor al Apósiol, De esto a la manipulación herética de los
pasaies de los Evangelios y a la c¡eación de libros apócrifos ente-
ros, no medía evidentemente más que un paso, El desarrollo de la
leyenda es un fenómeno de los más interesantes y es obligado te.
nerlo en cuenta en un estudio como el presente. Co¡ todo, debe
evitarse una excesiva preocupación por considerac¡ones de esta í¡"
dol6, hasta el punto de negligir los arg¡¡mentos vátidos que ya he.
mos presentado.
Es ¡nd¡€pensablc encontrar un procedimiento que perm¡ta la ve-
rif¡caclón de la autentic¡dad de los documentos, pero es preciso
¡clarar desde un buen principio qr¡e las demostraciones conclu.
yentes son p¡ácticamcrte imposióles. El hecho de que investíga.lo.
re6 tan sablos como Fesch y Bopes lleguen a conclus¡ones d¡fd-
rentes, constituye de por sí una buena prueba de ello. Es Inevita.
ble que el elemento sub¡et¡vo se ¡ntroduzca en algún momento de
las lnvest¡gac¡ones. Cada uno t¡ene que valorar los datos según su
criterlo, por lo que r€sulta muy d¡fíc¡l el¡m¡nar los preiuic¡os perso
nales. No se trata de una demostración lógica o matemática, sino
de un equilibr¡o entre probabil¡dades sobre el que ineyitablemente
han de dlverglr las opiniones.
Ropes se ha esfor:ado en fofmular principios críticos sobre
esta mater¡a Gon mayor cu¡dedo que cualquier olro ¡nvest¡gador;
su proced¡mienio puede resumllse efl la siguiente forma:
si efectivamente un pasaie es un (agraphon,
f.o
- Determinar
o sí, por e{ co¡ttrar¡o, se lo ha clasiffcado como tal po¡ ertot
2,'- Relacionaf pot orden genealógico las personas oue citan
f04
cada pasaje, al objeto de determinar cuál es 18 fuente conoclda
más aniigua, o en 9u caso, las fuentes, 9¡ dos o más de ellas son
distintas,
o autores, pu'
3.0
- Examinar de forma razonada si el autor,
d¡eron haber tenldo acceso a una kadición digna de conflanza.
4.'- comparar el párrafo co¡ lo que los Evangelios nos ense
ñan sobre el pensamiento y el espír¡tu de las enseñanzas de Jesús'
s,"-Si al término de este análísís se ¡ept¡ta la frase de iriau'
tént¡ca, buscar una respuesia plau6ible a 3u evolución,
Este método no ha sido mejorado, pero cada uno de sus purF
tos merec€ un breve comentatioí
(l) Hemos dicho ya cómo los erlores, ¡nvoluntarios o del¡be'
rados, permítieron que una frase fueta considerada como (agra'
phe". Baste un ejemplo. En la más antigu¿ lista de los "agtapha"
que conocemos, que fealizó en 1642 el monie belga Hubert Pale-
sius, se atribuye la sigu¡ente frase al publicano del Evangelio:
o¡os al cielo." se
"señor, soy un pecador ind¡gro de elevar mis
admitirá sin dilicultades que se trata aquí de una c¡ta deformada
de san Lucas (18, l3), sin n¡ngún valor como "agrapha". Es po'
sible que algunas varianles en las citas procedan de d¡ferencias
de tradición; en los mismos Evangelios ya se hacen algunas indi'
caciones sobre el part¡cular, Pero, en muchos casos, como el que
hemos citado, debe atr¡buirse a rnero error.
(2) Bespecto al segu[do, Ropes nos díce: "tos autores anli-
quos se coplaban frecuentemente los "agrapha" Ios unos de los
otros y, asi, un despliegue Impresionante de autotes puede, en
la mayoría de los casos, cond¡¡cirños a u¡to solo.'
Este iuic¡o es, tal vez, exagerado, ya que la dependenc¡a de
un autor resDecto de otto resulta siempte dudosa. Pot eiemplo,
Wrte de la Epístola de saD Clemente sobte et Juicio es posible
encontrarla citada por Policarpo y por Clemente de Ale¡andría'
¿Copié el uno del otro? Rendell Harris no lo cree así, y est¡ma por
el cgnlrar¡o que nos encontramos ante trcs testimonlos ptimiti.
vos de un m¡smo tema. Pero olros especialistas no comparten este
critetio. Es preciso, pues, tener muy presente este hecho para no
admlt¡r de buenas a primeras €l valor de los testimonios so.
bre una frase, o su autenticidad, según que exista o no sob.e ella
más de una cita. Este problema es complejo, y no es necesario
profundizar en é1, por el momento.
(3) El tercer punto del mélodo de Ropes merece una más am.
t05
plia consideración, pues parece rechazar con demasiada facilidad
muchos
,documentos. Da la impresión que dispone sobre la (posi.
bilidad de tener acceso a una tradición digna de confianza" dema-
siado a la ligera. Af¡r¡na que es pos¡ble admitir que papias (lBO.
t40) o san Justino fl50) estuvieron en contacto con fuentes de
informacién todavía seguras, pe¡,o que un autor del s¡glo lV, ya
no
estaria en tal s¡tuac¡ón, Un d¡st¡ngo de este género es apenas sos_
tenible, pües son muchos los modos por los que un autor de esfa
época, y aun otros más recientes, pud¡eron tene¡ conocim¡ento
de documentos antiguos y prim¡tivos que no han llegado hasta
nosotfos.
Falta saber cuánio tiempo los Comentarios de papias estuvie.
ron en circulación. No existe razón alguna para que un aufor del
siglo ¡V, pongañros por ejemplo, no reproduiera algún
"agrapha" s¡n
c¡tar su procedencia, aunque podamos encontrár reminiicenc¡as
de-los primeros t¡empos en su lectura. Así, en un epítome del
siglo, Vll o del V t, extraído probablemenre de Ia Crónic; de F¡lipo
de Sida (430), se af¡rma que papias, en su segundo libro, con.
taba cómo sa¡ Juan y Santiago fueron mue¡tos por los
iudíos; en-
contramos una explicación análoga en el meior manuscrito que
existe en las Crónicas de Georg¡os Harmatolos, del siglos tX.
Es muy posible que la obra de papias perdurara más t¡empo.
Sabemos que hacia 1218, se conservaba en la iglesia de Nimes
un volumen descrito como El libro de papias, el libro de la palabra
del Señor. Por otra parte, también está dentro de lo posible que
éxist¡era otro volumen en InglaterÍa hacia el siglo lX, ya que,loln
Bostoñ, monie bibliotecario de Bary, c¡ta a papias de Hierápotis
en una lista de los autores de los tibros que se conservaban en
la bibl¡oteca del monaste¡¡o. Otros testimonios perm¡ten también
creer que Papias fue consultado habitualmente ha6ta la Reforma.
Y no son sólo hechos de este género, El Evangelio según los
Hebreos contenía casi con toda seguridad *agrapha" auténicos, y
sabemos que no desapareció hasta el siglo Xlll, y a pesar dá
que se trate de un documento herético y no del todo
dignó de con.
fianza, El Evange¡¡o según san pedro, texto aFicr¡fo compues_
to hac¡a el año 150, contenía al parecer algunas t¡adiciones tam.
b¡én recogidas por san Just¡no. Existe todavía un f¡agmento, ¡ncor-
porado a un manuscrito del siglo Vlll, y M. James af¡rma que
se conserva ot¡o fragmento, que data del s¡glo Xlll. Finalmente, se
est¡ma que algunos manuscritos evangélicos compuestos en el €í.
glo Xll incluyen textos cuya lectura era hab¡tual en la Cesárea
dunnte la época en que Origenes se trasladó allí (año 23t)'
Hemos aludido a fodo ello pata demostrat gue si Ropes acepta
a Papias y a san Justino como posibles testigos de sólidas tra-
diciones extEcanónicas, es muy posible también que otros auto
res más recientes pudieron tomar datos de aquéllos. Aunque 6€a
d¡fícil unir todos los eslabones de la cadena, no es esta dificultad
una razón sul¡c¡ente para rechazar los {agrapha' más modernos'
Es comprensible una actitud escépi¡ca al respecto, peto nos pa'
rece mucho más iusto decir que el caso queda en suspenso, y
más aún si se tíene én cuenta que algún día pueden descubrirse
testimonios más recientes.
(4) Llegamos aquí al cuarto punto! el problema de la concor'
dancia espiritual de los "agrapha" con lo que sabemos del mag¡s'
terio de Jesús. Puede compartirse el criterio de Ropes sobre la im'
portancia de este aspecto de nuestro trabajo. kla decisión -dice-
depende, en última instancia, de Ia respuesta que demos a la 9i
guiente pregunta: ¿Se conciben eslas palabhs en boca de Jesús?"
Pero, al propio tiempo, el valor de este criterio es estrict+
mente negat¡vo; es más útil en este sentido que en el posit¡vo.
Permite rechazar algunos Fasa¡es por falta de autenticidad o con'
cordancia: algunos textos relat¡varnente anliguos resultan tan in'
congruentes en boca de Jesús, que no es posible otra act¡lud
que la de rechazo. Peto, con todo, es ¡nevitable la intervención
del factor subj€t¡vo; los puntos de vista de los Investigadores di-
t¡eren i¿evitablemeDte en estas mtterias' Es más difíc¡I, todavía,
prohunciarse en favor de una flase. No puede sustituifse la ar'
monía con el espír¡tu de Jesús, tal como lo conocemos, por la so'
lidez de unas pruebas. A lo sumo podremos decirt no hay nada
en el sentido, en el espír¡tu o en la intención de esta frase que
nos imp¡da pensar que pudo haberla pronunciado Jesús. Pero, al
contrario de otros testimonios no pasará todo ello de set una hi.
pótesis interesanto. Se impone, pues, la m¡sma cautela que reco'
mehdábamos en el punto anterior, cuando diiimos que Is ausencia
de test¡monios primitivos que refrenden una frase no constituye
una prueba concluyenle de su ¡naute¡ticidad, dadas las gtandes
pos¡bilidades de que autores más recientes hublesen reproducido
elementos de esta índole, Todo ello sirva para afirmar quo esta
parte de nuestro estudio tratatá más de las pos¡b¡lidades que de
las ceÉezas.
107
(5) El últlmo punto defendido por Ropes pareco tener un va.
lor más académico que prácticoi en sentido estrlcto, el estud¡o
de una frase resultará siemprs incompleto si no se ahonda en su
origen y en el modo como se aÍ¡buye a Jesús. Pero en la me.
d¡da que nos proponemos di6tinguir lo verdade¡o de Io falso, nues-
tro Interés ha de disminuir sens¡blemente asl que tengamos la
ce idumbre de que la ffase en cuest¡ón ha sido modit¡cada o
contrahecha, Y, en todo caso, sólo muy pocos t¡enen el gusto y
el intcrés de llegar tan leios, No obstante, pueden aduc¡r$e ex.
plicaciones muy plaus¡bles sobre el origen de algunas frases y
las causas por las que 9e atribuyen a Cristo. Convienc no gubes-
t¡mar este l¡po de especulaGiones, siempre que no se preiuzgue
su conclusión.
He aquí un eiemplo de todo ello. OrÍgenes nos proporciona
este interesanie fragmento¡
.Entonces dijo Jesús: Por amor a los débiles, he sido débil;
por amor 9 los hambrientos, he padecido hambre; por amor a los
sedlentos, he s¡¡frido sed.'
Se ha sugerido con gran brillantez que en este texto no hay
ninguna "intenc¡ón de ag¡apha", es decir, que Orígenes no pre
tendló en modo alguno citar un fragmento extracanónico sobre
Jesús, Eastaria reproduc¡¡ la frase asi:
rY luego dlio Jesús, he sido débil por amor a los débiles; he
padecido hambre por amor a los har¡brlentos; he sufrido sed por
amor a los s,edientos.'
En otros términos, se trataríá pura y simplemente de una re.
ferencia a san Maieo (25, 35-36) para explicar que Jesús pronur}
cló esta parábola para fortalecer el ánlmo de varios grupos de
per3on¡s, Por tentador que tesulte oreerlo así, no es en absoluto
cietto. El Eyangeliq no menciona a los débiles, el t¡empo de los
verbos es distinto, el orden de los térm¡nos es otro y, en part¡.
cular, la parábola no ¡ba dlrig¡da a unos homb¡es angust¡ados, sino
a los que acudían en ayuda de éstos, a los que habían sido cari
tai¡vos, lá aluGlón de san Pablo a la flaqueza de Jesús (ll Corint.
13, 4) y a su prople flaqueza (l Cor¡nt, 9, 22) podria muy bien co-
rrespondeGe a un texlo de esta naturalgza; me parEce mucho
más ra2onable creer que lo conocía, que adm¡t¡r lo contrarlo. Per-
sonalmente creo que nos hallamos ante palabras auténtlcaB de
Jesús,
Finalmente, puede plsntéarse la cuestión de si la unanimidad
t08
de cr¡terios puede con$titulr una bas€ clerta pará resolvar los
pro
blemas de autenticidad' Creo que debemos rcsprnder negatlva
menle. Como ya hemos dlcho' existe un número conslderablé d€
listas de aagrspha' -conozco ha8ta cincuenta-. Y, sl en cierta me'
dida, los especiallsias se pronunciaran unánimemente sobrs un
pequeño número de ellos, s¡empre cabrla la duda, por lo que ros'
pecta a los que no la obtuviesen, soble sl sus detractor€s habían
o no considerado con la suficiente detención todos los extremos
nécesarlos psrq formar critgrio. Do mom€nto, pues, quedamos
constrsñldos a conliar en nuestro propio ¡ulclo y a tomar nuettras
propias declsiones, y aquí todavía más que an la mayoria da oiros
aspectos de nuestro estudio'
CAPITULO DECIMO
tOS PADRES APOSTÓLICOS
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de san Glemente no se menciona de una manera directa, pero sü
imputación eG muy antigua- se acepta comúnmente. Euse-
-que
bio, el historiador de la primit¡va lglesia, hos dice que san Cle-
mente fue el tercer oblspo de Roma, y lo idenlif¡ca con el perso-
naié del m¡smo nombre que cita san Pablo (Fil¡p, 3, 4), sl b¡en
esta as¡milac¡ón se corrs¡dera dudosa. la Epístola reprueba la fal-
ta de humildad de los coiintios, contfastándola cori la de Jesú6.
Nos interesan dos pasá¡6s:
"Por encima de todo, en recuerdo de las
palabras de Nueslro
Señor Jesús, que nos enseñó a tener paciencia y mansedumbre, ya
que nos habló así: "Sed piadosos para que tengan p¡edad de voso.
trosi perdonad para ser perdonados; fo rlue vosotros hagá¡s, tal
se hqrá con vosotros; tal como deis se gc da¡á; como practi-
quéis la bondad, así la bondad se pract¡cará con vosofos; Ia me.
d¡da que apliqué¡s será la misma por la que seréis medidos.""
"Becordad la
palabra de Nuestro Señor Jesús, que d¡io: "ila
desgrac¡a ca¡ga sobre este hombre! Más le val¡era no haber nac¡-
do que ser la causa de Ia caída de uno de mis eleg¡dos. Más Ie
val¡era tener una p¡edra atada al cuello y ser arroiado a la mar,
que pervertl¡ uno de m¡s elegidos.""
Es difícil discernir $¡ se trata de una cita aproximat¡va de los
Evange¡ios, o sl, por el contrario y en especíal el pr¡mer fragmon-
to, de una vers¡ón difercnte del magister¡o de Jesús expuesto tal
vez en una ocasión distinta. En todo caso nos hallamos ante un tes"
t¡monio muy prim¡l¡vo sobre una cuestión ¡mportanie:
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