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SUMARIO
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Vid., por ejemplo, el art. 8 de la Ley 10/2014, de 27 de noviembre, reguladora del transporte público
de personas en vehículos de turismo por medio de taxi de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia
(en adelante, LMurT).
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Vid., por ejemplo, el art. 6.2 LMurT.
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Por ejemplo, el art. 8.2 de la Ley catalana 19/2003, de 4 de julio, del taxi (en adelante, LCatT),
establece aquí dos límites: el primero es que una persona no puede ser titular de más de cincuenta licencias
de taxi; el segundo es que «el número total de licencias de las personas titulares de más de una licencia
nunca puede superar el 15% del total vigente en un mismo municipio o una misma entidad local competente
para su otorgamiento». La LMurT establece que «no se podrá ser titular de más de una licencia en la
Comunidad Autónoma de la Región de Murcia» (art. 7.2), y exige que los titulares presten «el servicio
personalmente o mediante la contratación de conductores asalariados hasta un máximo de dos por licencia
incluido el conductor» (art. 14.1).
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Vid. el art. 8.1 de la Ley vasca 2/2000, de 29 de junio, de Transporte Público Urbano e Interurbano
de Viajeros en Automóviles de Turismo (en adelante, LPVT).
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Vid., por ejemplo, el art. 22 de la LCatT.
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Vid. el art. 182.5 del Real Decreto 1211/1990, de 28 de septiembre, por el que se aprueba el
Reglamento de la Ley de Ordenación de los Transportes Terrestres.
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Vid., por ejemplo, los arts. 17 LPVT y 30 LMurT.
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Gabriel DOMÉNECH: Penalty y expulsión
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Sobre las vicisitudes de esta «liberalización temporal», vid. Gabriel DOMÉNECH PASCUAL (2016).
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Vid., en este sentido, DOMÉNECH PASCUAL (2016, pp. 368 y ss.); SILOS RIBAS (2018).
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Vid., por ejemplo, FAGEDA y FLORES-FILLOL (2018).
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Vid. DOMÉNECH PASCUAL (2016, pp. 373 y ss.); ALBERT, BIAZZI y CABRILLO (2017); SILOS
RIBAS (2018, pp. 86 y ss.). Vid., también, COMISIÓN NACIONAL DE LOS MERCADOS Y LA COMPETENCIA,
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y evidente en los últimos años, cuando la irrupción de las plataformas digitales a través
de las VTC obtenidas durante la ventana de la liberalización temporal abierta en el
periodo 2009-2015 ha comenzado a representar una amenaza para las rentas
monopolísticas que los taxistas venían extrayendo. Esta irrupción ha provocado una
notable reacción por parte de los taxistas, que han conseguido ejercer sobre las
autoridades locales, autonómicas y centrales la presión suficiente como para que éstas
adopten innumerables medidas dirigidas a proteger sus intereses, a costa de los de sus
competidores, los consumidores e incluso los contribuyentes.
Estudio sobre los nuevos modelos de prestación de servicios y la economía colaborativa, E/CNMC/004/15
(Resultados Preliminares).
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Vid., por ejemplo, la LMurT; la Ley valenciana 13/2017, de 8 de noviembre, del Taxi de la
Comunitat Valenciana; y la Ley aragonesa 5/2018, de 19 de abril, del Taxi.
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Vid. el art. 6.2 de la Ley valenciana 13/2017.
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Vid. la noticia publicada en el diario ABC, edición Córdoba, titulada Los Tribunales rechazan el
intento de la Junta de Andalucía de parar las licencias a los VTC, donde puede leerse que «la Junta presume
de haber paralizado un millar de peticiones de licencia», y que «la Consejería de Fomento ha dejado de
autorizar directamente las licencias que cuentan incluso con una sentencia judicial favorable».
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2. El Decreto-ley 13/2018
2.1. Contenido
El Real Decreto-ley 13/2018, de 28 de septiembre, por el que se modifica la Ley de
ordenación de los Transportes Terrestres en materia de arrendamiento de vehículos con
conductor da una nueva redacción al artículo 91.1 de la Ley de Ordenación de los
Transportes Terrestres. De acuerdo con la anterior redacción, las licencias de VTC
permitían prestar servicios urbanos e interurbanos en todo el territorio nacional, con una
única limitación: «los vehículos que [desarrollasen] esa actividad [debían] ser utilizados
habitualmente en la prestación de servicios destinados a atender necesidades relacionadas
con el territorio de la comunidad autónoma en que se [encontrase] domiciliada la
autorización en que se [amparasen]». A estos efectos, se entendía que «un vehículo no
[había] sido utilizado habitualmente en la prestación de servicios destinados a atender
necesidades relacionadas con el territorio de la comunidad autónoma en que se
[encontrase] domiciliada la autorización en que se [amparase], cuando el veinte por ciento
o más de los servicios realizados con ese vehículo dentro de un período de tres meses no
[hubiese] discurrido, ni siquiera parcialmente, por dicho territorio».
Ahora, el citado precepto legal establece que dichas licencias «habilitarán
exclusivamente para realizar transporte interurbano de viajeros», y aclara que, a estos
efectos, «un transporte es interurbano cuando su recorrido rebase el territorio de un único
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enviar un mensaje perverso a este y otros lobbies: presionar a las autoridades competentes
con demostraciones de fuerza más potentes que las llevadas a cabo por los antagonistas
tiene premio. Lo cual propicia que se produzca una escalada de las actividades de presión
realizadas por los diferentes grupos implicados en este sector. En segundo lugar, nuestra
legislación ya contempla con carácter general diversos instrumentos adecuados para
resolver urgentemente los problemas puntuales de orden público que puedan surgir en
estos casos. Tales instrumentos son probablemente más efectivos a tales efectos y, desde
luego, más respetuosos con el principio democrático que subyace en la atribución a las
Cortes de la potestad legislativa ordinaria.
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Ni que decir tiene que la prohibición considerada tampoco constituye una respuesta
proporcionada a la existencia de un supuesto «desequilibrio entre la oferta y la demanda
de VTC». En primer lugar, porque la existencia de un desequilibrio tal no constituye un
problema que justifique regulación alguna. Nada permite pensar que aquí no vaya a
ocurrir lo que ocurre en otros mercados: que los desajustes entre oferta y demanda se
resuelven eficientemente mediante una variación de los precios y la libre entrada o salida
de algunos operadores. En segundo lugar, resulta absurdo que para lograr un equilibrio
entre oferta y demanda de VTC se elimine por completo la primera. Esta restricción sí
constituye un grave problema para el bienestar de la sociedad y, en particular, de los
usuarios, por cuanto tiende a incrementar el precio y a empeorar la calidad de los servicios
recibidos (v. gr. a elevar los tiempos de espera de los usuarios).
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Sobre las «expropiaciones regulatorias», vid. DOMÉNECH PASCUAL (2012a).
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Vid. DOMÉNECH PASCUAL (2012b).
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En primer lugar, ese periodo de tiempo era sumamente prolongado: sesenta años
(treinta prorrogables por otros treinta), que la Ley 2/2013 extendió hasta los setenta y
cinco.
En segundo lugar, la existencia de propiedades privadas en las playas es
incompatible con lo establecido en el artículo 132 de la Constitución y puede considerarse
lo que los estadounidenses denominan un noxious use, que debería ser suprimido o al
menos intensamente limitado. Como la citada Sentencia 149/1991 indicó, el legislador
«renunció» a imponer durante ese periodo de tiempo «las limitaciones dimanantes de su
enclave en el dominio público», a cambio de la referida conversión de la propiedad en el
mantenimiento de los derechos de uso preexistentes.
En tercer lugar, el Tribunal Constitucional vino a declarar a este respecto que los
afectados que consideraran que la indemnización legalmente prevista era insuficiente en
su caso concreto podían deducir frente al acto administrativo de conversión de su título
dominical las pretensiones que estimasen pertinentes, lo que daba a entender que tenían
derecho a exigir una indemnización complementaria, que el legislador en modo alguno
excluía o limitaba (en sentido similar, STC 141/2014).
2.6. Una medida singular que lesiona el derecho a la tutela judicial de los afectados
La singular técnica utilizada para expropiar el derecho de los titulares de licencias
VTC a desarrollar la actividad empresarial que venían desplegando menoscaba de manera
muy sustancial las posibilidades de tutela judicial de los afectados. Al hacerse
directamente mediante una norma con rango de ley que, por lo tanto, no es directamente
impugnable y que, además, no necesita actos administrativos de concreción y aplicación
para producir sus efectos jurídicos, los expropiados se encuentran prácticamente
indefensos ante la misma. El único cauce procesal que aparentemente les quedaría para
cuestionar su validez consistiría en esperar a que terminara el periodo de cuatro a seis
años de «compensación» e impugnar las medidas que las Administraciones competentes
puedan adoptar para hacer cumplir la prohibición legal que se les impone, alegando la
inconstitucionalidad de ésta. Pero este es, en nuestra opinión, un cauce manifiestamente
insuficiente para garantizar la tutela judicial efectiva de sus derechos e intereses legítimos,
pues éstos pueden verse lesionados por la referida prohibición antes incluso de que expire
el referido periodo de cuatro a seis años. La amenaza que la prohibición encierra, aun
siendo muy probablemente inconstitucional, puede tener un demoledor efecto inhibidor
sobre su actividad empresarial (v. gr. sus inversiones), así como sobre las decisiones que
en relación con ésta puedan adoptar sus trabajadores, proveedores e inversores. Resulta
inaceptable que los afectados tengan que soportar varios años de espera y sufrimiento de
los efectos fácticos negativos de la prohibición para poder recabar la protección de los
Tribunales 19.
VI. Perspectivas
Cuando se escriben estas líneas, el Decreto-ley 13/2018 ha sido tramitado como
proyecto de ley con arreglo a lo previsto en el artículo 86.3 de la Constitución española.
Se abre, pues, una posibilidad de revisar y enmendar inmediatamente las graves
irregularidades que esta disposición presenta. Sin embargo, el hecho de que prácticamente
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El Tribunal Constitucional ha declarado, por motivos similares, la inconstitucionalidad de algunas
leyes singulares. Vid. la STC 129/2013. En la doctrina, vid. DÍAZ LEMA (2013); SANTAMARÍA ARINAS
(2014); RODRÍGUEZ PATRÓN (2017).
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todas las autoridades con alguna competencia en este sector, el Gobierno de España
inclusive, estén capturadas hasta la médula por el lobby del taxi no permite albergar
demasiadas esperanzas de que las cosas vayan a cambiar significativamente.
Parece, pues, que a corto plazo la batalla se va a librar en los Tribunales. Y, en
nuestra opinión, el Decreto-ley 13/2018 incurre en vulneraciones de la Constitución lo
suficientemente graves y groseras como para que, hasta nuestro Tribunal Constitucional,
cuya condescendencia con el legislador en materia de propiedad y libertad de empresa es
notoria, acabe declarándolas.
A medio y, sobre todo, largo plazo, el régimen jurídico actual del sector, que
nuestros gobernantes siguen contumazmente empeñados en mantener, nos cueste a los
ciudadanos lo que nos cueste, parece insostenible. No es descabellado pensar que las
presiones competitivas y los avances tecnológicos –v. gr. los coches autónomos y otras
formas de movilidad que seguramente vendrán de resultas de la revolución digital que
estamos viviendo– acaben por transformarlo muy profundamente. Las actividades
económicas y las reglas jurídicas gravemente ineficientes están condenadas a
desaparecer.
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