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ESPECIALIZACIÓN EN PEDAGOGÍA Y DOCENCIA

SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN.
Bogotá DC, Noviembre de 2019

ACTIVIDAD EVALUATIVA EJE 3 – ENSAYO PRÁCTICAS DE PENSAMIENTO EN


EL AULA

Luisa Fernanda Correa González

Noviembre de 2019

FUNDACIÓN UNIVERSITARIA DEL ÁREA ANDINA


FACULTAD DE EDUCACIÓN
ESPECIALIZACIÓN EN
PEDAGOGIA Y DOCENCIA
SEMINARIO DE DEONTOLOGÍA DOCENTE Y PRÁCTICAS PEDAGÓGICAS
ESPECIALIZACIÓN EN PEDAGOGÍA Y DOCENCIA
SEMINARIO DE INVESTIGACIÓN.
Bogotá DC, Noviembre de 2019
En la actualidad, más que nunca, el docente está llamado a mejorar sus
prácticas pedagógicas con el fin de educar con mejor calidad a sus estudiantes. Las
prácticas discursivas imbuidas en el actuar pedagógico tienen que ver en gran medida
con el poder ideológico que contiene el lenguaje en contextos tales como: lo social, lo
ético, lo histórico. A esto se le conoce como “disrupción”, situación que denota cambios
y transformaciones con las que podemos innovar en la pedagogía contemporánea y se
da dentro de las relaciones entre pensamiento-lenguaje.

Como lo expresa el presente eje, no todo es reducido al lenguaje pero sí pasa a


través del lenguaje, pues es el mediador por excelencia de todos los saberes. Por
medio del lenguaje construimos y damos diversas formas a la realidad, e interpretamos
el discurso en el horizonte de la alteridad del “otro”. En palabras de Fairclough (2006),
el lenguaje es aquella práctica social que nos permite actuar sobre el mundo y sus
procesos a través de sus características referenciales, expresivas y refractarias. Por
esto, en términos educativos, hoy en día se dan tres prácticas discursivas sumamente
necesarias, a saber: dialógicas, analógicas y la que nos ocupa en este eje, las
prácticas de pensamiento en el aula. En la actualidad es de vital importancia inculcar
desde nuestras clases, en el discente, una forma de pensar que vaya más allá de
repetir lo que el profesor les dice; se trata de motivarlos a mirar la realidad de forma
crítica, creativa, para así generar una mejor sociedad.

La característica principal de las prácticas de pensamiento en el aula es que son


divergentes, es decir, tienen el propósito educativo de enseñar al estudiante a pensar
por medio de: imágenes, razonamientos de problemas, estructuras y categorías
cognitivas, realizar descripciones, análisis, síntesis, realizar ejercicios de abducción,
deducción y transducción, aplicar habilidades argumentativas como la demostración, la
convicción y la persuasión, entre otras. Estas características dan una idea clara de por
qué los docentes hemos de desarrollar el pensamiento desde nuestro ámbito particular
de enseñanza. Además de esto, Cárdenas (1999), siguiendo a Brown (1978), expone
las siguientes relaciones que tiene el pensamiento en la formación del estudiante: a) el
conocimiento: el pensamiento se potencia a través del conocimiento porque es
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utilizado para pensar, organizar la información y resolver problemas; b) inferencia:
Implica que el estudiante realiza conexiones entre dos o más unidades de
conocimientos aparentemente no relacionados, de esta forma, entiende más
significativa y profundamente una determinada situación; c) evaluación: por medio de
analizar, sopesar, juzgar y emitir juicios de valor el estudiante despliega un
conocimiento que reinterpreta y evalúa desde diferentes perspectivas, y d)
metacognición, la cual se refiere al pensamiento sobre el pensamiento y permite al
estudiante saber las limitaciones y posibilidades de los procesos del pensamiento
humano. Así, el estudiante puede realizar actividades de alta complejidad intelectual
tales como: predecir, verificar y comprobar la realidad (Brown, 1978).

Evidentemente, el lenguaje y el pensamiento, al estar relacionados, generan


también cambios ideológicos en los cuales tanto el docente como el estudiante pueden
transformar su posición frente a los demás: en lugar de dominar, conceder espacios de
diálogo y comprensión; en lugar de estigmatizar, aceptar; en lugar de condenar,
entender diferentes puntos de vista o la llamada alteridad e, incluso, generar
transformaciones éticas, políticas y lógicas descentralizando la práctica pedagógica del
punto de vista cientificista y favoreciendo la creatividad, la reflexión y la interacción. Por
su parte, el papel del maestro también sufre cambios: aquí el profesor no es el centro
del proceso enseñanza-aprendizaje, sino que es un agente activo que motiva y explora
los intereses del estudiante para así construir su cotidianidad. De igual forma, le
fomenta una manera distinta de comprender los procesos de producción de signos: por
medio del habla, las miradas, desplazamientos, para construir nuevos significados
(Kress et al. 2005). Finalmente, es posible que el estudiante se acerque y modifique su
realidad histórica, social y cultural entendiendo la comunicación más allá de los modos
lingüísticos, teniendo en cuenta las necesidades de su vida social por medio del
potencial comunicativo de la cultura y, además, cambiando incluso el contexto
institucional desde sus posibilidades de interacción y la participación de todos sus
integrantes.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Brown, A. L. (1978). “Knowing when, where, and how to remember: A problem of


metacognition”, en Glaser, R. (Ed.): Advances in instructional psychology (Vol. 1,
pp. 77-165). Hillsdale, NJ: Erlbaum.

Fairclough, N. (2006). Discourse and Social Change . Cambridge, Inglaterra: Poliy


Press.

Kress, G., Jewitt, C., Bourne, J., Franks, A., Hardcastle, J., Jones, K. & Reid, E. (2005).
English in urban classroom. A multimodal perspective on teaching and learning.
London and New York: Routledge Flamer.

Lipman, M. (1998): Pensamiento complejo y educación. Madrid: De la Torre.

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