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Autor/es 1

espacios nueva serie Nº 7


tomo 2
2013

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2 Nombre del artículo

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María Verónica Cheli 3

espacios nueva serie Nº 7


tomo 2
Estudios de Biopolítica

UNPA Universidad Nacional de la Patagonia Austral

2013

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4 Nombre del artículo

U N PA
UNPA

UniversidadNacional
de la Patagonia Austral

Universidad Nacional de la Patagonia Austral

Rectora AdeS. Eugenia Márquez

Vice Rector Ing. Hugo Rojas

Decano UART Prof. Marcos Oyarzún


Decano UARG Dr. Alejandro Súnico
Decana UASJ Prof. Claudia Malik
Decano UACO Lic. Daniel Pandolfi

La revista Espacios Nueva Serie se publica con una periodicidad anual en la


Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Santa Cruz, Argentina, según un
sistema de doble referato anónimo. Publica trabajos originales, entrevistas, notas,
reseñas sobre distintas áreas de las Ciencias Sociales y las Humanidades. La pre-
sente edición corresponde al número 7 y está dedicada a Estudios de Biopolítica.

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Autor/es 5

Consejo Académico

· Dra. Vikki Bell (University of London)



· Dr. Mario Dipaolantonio (York University)

· Dr. Edgardo Castro (CONICET, UNIPE)

· Dr. Héctor Palma (Universidad Nacional de San Martín)

· Dra. Susana Murillo (Universidad de Buenos Aires)

· Dra. Silvia Grinberg (Universidad Nacional de San Martín, CONICET, UNPA)

· Dr. Sebastián Barros (Universidad Nacional de la Patagonia Austral, CONICET, UNSJB)

· Dr. Pat O'Malley (University of Sidney)

· Dra. Isabel Cassigoli (Universidad Arcis)

· Dr. Esteban Vernik (Universidad de Buenos Aires, UNPA)

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6 Nombre del artículo

Staff
Directora Coordinadores
Prof. Alicia Atienza Dra. Silvia Grinberg
amatienza@yahoo.com Prof. Andrés Pérez
Lic. M. E. Venturini
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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - 2012: 7-8. ISSN 1669-8517
Autor/es 7

ÍNDICE

Presentación ..................................................................................................... 9

Artículos

1. BARCIELA, Gonzalo

Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la


genealogía del sujeto en Michel Foucault ........................................................... 13

2. CHELI, María Verónica

La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron


la infancia "anormal" y su institucionalización en el contexto argentino
(1880-1930) ............................................................................................... 27

3. CISELLI, Graciela y Aldo ENRICI

Bio-oikos-política. Proslogium para una genealogía comprensiva del ambiente


desde una mirada biopolítica............................................................................. 53

4. CONNO, Diego

El "giro biopolítico"....................................................................................... 69

5. D'AMICO, Desirée

La actual Ley de Migraciones de Argentina en la balanza biopolítica......................... 81

6. DAWYD, Darío y Luciana DE DIEGO

Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía


de la Ciudad de Buenos Aires, 1997-2001.......................................................... 97

7. ECHEVERRI ALVAREZ, Juan Carlos

De la disciplina al conflicto: gubernamentalidad liberal y escuela en Colombia........... 117

8. FARDELLA, Carla y Vicente SISTO CAMPOS

El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente.......................... 133

9. FUENTES DÍAZ, Antonio

Biopolítica y excepción. Apuntes sobre violencia social.......................................... 147

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8 Nombre del artículo

10. GIGENA, Andrea

Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta


en la primera mitad del Siglo XX............................................................. 157

11. HAIDAR, Victoria

Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica


del trabajo asalariado en la Argentina contemporánea................................ 175

12. HEFFES, Omar Darío

Biopolítica, sacralidad y farmacia............................................................ 199

13. MARTIN, Facundo

Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompletas sobre una posible
rearticulación de las nociones de Estado y Naturaleza................................ 219

14. RODRIGUES DE FREITAS, Cláudia y Claudio R. BAPTISTA

Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación..... 239

15. THEUMER, Emmanuel

Género deluxe: biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos


del siglo XXI...................................................................................... 251

16. VEGA, Guillermo y Aldo AVELLANEDA

Biopoder y muerte en Michel Foucault...................................................... 269

17. VIGNALE, Silvana

Crítica a la vida domesticada: del plano de sujeción al de la subjetivación....... 289

Traducciones
RABINOW, Paul y Nikolas ROSE
Biopoder hoy...................................................................................... 307

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Autor/es 9

Presentación

El primer tomo de la presente publicación nos permitió confirmar la fecun-


didad de los estudios y debates en torno de la noción de Biopolítica en América
Latina, así como la multiplicidad de miradas y perspectivas que se despliegan al
abordar las políticas sobre la vida en el presente. La convocatoria en torno de
esta noción, también cada vez más fecunda, abre la puerta a importantes debates
teóricos que, en diferentes áreas de conocimiento, permiten la formulación
y articulación de preguntas donde la biopolítica se encuentra y cruza con las
formas que asume el gobierno de la población en nuestras actuales sociedades
donde las lógicas del disciplinamiento han dado paso a la conformación de la
era management. La Biopolítica sirve en este marco para la producción de un
tipo de conocimiento que se mueve entre la pregunta por las formas de cons-
titución de nuestra moderna vida urbana y los modos de abordar sus crisis y
reconfiguraciones actuales. La aproximación compleja a los diferentes temas,
desde muy variados campos disciplinares permite enriquecer mutuamente tanto
los objetos como las metodologías de producción de conocimiento. Desde la
historia y la política hasta la medicina y la ecología, pasando por la educación, los
puntos de vista provienen de diversos campos que en la actualidad comparten
la fertilidad teórica de la Biopolítica y que en estos dos volúmenes están pre-
sentes y dialogan entre sí. Los artículos en este segundo volumen del dossier
“Estudios de Biopolítica” no constituyen excepción alguna. Cabe resaltar el
trabajo de Paul Rabinow y Nikolas Rose, quienes gentilmente nos permitieron
traducir al español su texto “Biopoder hoy” que inspiró nuestra convocatoria
,inédito en nuestro idioma. En este artículo proponen revisitar la noción a la
que ellos mismos, principalmente Rose, habían prestado menos atención en
sus trabajos en vistas de la pregunta por la gubernamentalidad. Así realizan y
discuten en torno de un estado de la cuestión de lo que podríamos reconocer
como una segunda generación de estudios en Biopolítica de la mano de autores
como Agamben y/o Negri, para luego recuperar la noción de Biopolítica como
un campo combativo de problemas y estrategias que, señalan, es cada vez es
más crucial y enigmático dado nuestro actual siglo biológico.
Seguidamente encontraremos artículos como el de Echeverri Alvarez, el que
desde la concepción foucaultiana de gubernamentalidad, se acerca a la escuela
en Colombia como dispositivo y a las estrategias de poder que le permitieron
construir la libertad necesaria para gobernar. También desde el concepto de
gubernamentalidad, Barciela aborda la problemática del sujeto y del gobierno
de los hombres. En la misma línea Haidar retoma las expresiones que asume
la Biopolítica en el trabajo asalariado en la Argentina de la actualidad. Desde la
clave de los estudios sobre gubernamentalidad la autora caracteriza los pro-
gramas empresariales de promoción de la calidad de vida, los mecanismos de
gestión de riesgos laborales y las resistencias ejercidas en nombre de la salud de

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10 Presentación

los trabajadores. Por otro lado nos encontramos con autores como D’Amico,
que aborda la actual Ley de Migraciones en Argentina N º 25.871, tratando de
reflexionar si asistimos a un proceso de ruptura o de una continuidad resig-
nificada del poder soberano del Estado sobre la vida misma de los migrantes,
a través de reactualizar nuevos ‘mecanismos de poder legales o jurídicos’,
‘dispositivos de seguridad’ y en menor medida, ‘mecanismos disciplinarios’.
También Dawyd y de Diego indagan los proyectos de ley presentados en la
Legislatura de la ciudad de Buenos Aires para la creación de la policía me-
tropolitana entre 1997 y 2001, guiados por la pregunta por la seguridad y el
control de la población a través del miedo. Desde el ámbito educativo Fardella
y Sisto indagan cómo se han concretado las nuevas formas de hacer política
educativa a través de dispositivos propios de las sociedades de control. Desde
el análisis de discurso como metodología, los autores focalizan su estudio en
documentos oficiales provenientes del Ministerio de Educación de Chile en el
contexto de reforma educativa.
Cheli indaga sobre los saberes sobre la infancia anormal (1880-1930), pre-
sentes en el discurso de medicalización de la población que a principios del
siglo XX en Argentina se impuso en diversas áreas de lo social, acompañando
la consolidación del Estado-nacional y un conjunto de instituciones de control
destinadas a la normalización de la población infantil. Rodrigues de Freitas
y Baptista analizan los discursos que identifican a los niños hiperactivos o con
falta de atención dentro del ámbito escolar, los cuales son tempranamente
diagnosticados y son sujetos de diversos tratamientos tanto terapéuticos como
de medicalización. Dentro de este marco, los autores se preguntan sobre la
escuela en este proceso, la producción de los discursos pedagógicos asocia-
dos a la normalidad y anormalidad y el lugar del cuerpo. Desde la perspectiva
de Foucault, Martín retoma el tratamiento sobre la naturaleza, el Estado, el
acontecimiento y la escasez, para dar cuenta de la resolución del problema del
gobierno que experimentó el Estado provincial mendocino entre fines de siglo
XIX y principios del XX, momento en el cual, el autor entiende, se fueron
desarrollando un conjunto de dispositivos que en la actualidad se reactualizan
bajo formas contemporáneas de gestión estatal de la naturaleza y la sociedad.
Desde México Fuentes Díaz aborda las nociones de nuda vida y biopolítica
para analizar el ejercicio del poder, la gobernabilidad y los sistemas políticos en
la región de Centroamérica, en un contexto de creciente violencia. Violencia
que, a referencia del autor, muestra que “La atrocidad sobre el cuerpo puede
leerse como un vaciamiento político de la vida”.
Andrea Gigena considera los �������������������������������������������
procesos de subjetivación en pueblos origi-
narios de Salta (Argentina) desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX,
cuando se consolida el discurso hegemónico nacional cuya subjetivación fue
predominantemente racial, borrando las marcas de identificación étnica en-
tre los pueblos originarios. Para dicho trabajo toma como eje del análisis las

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Presentación 11

políticas de verdad, los campos de normatividad y la subjetividad, articulando


la analítica foucaultiana con el pensamiento decolonial.
Heffes realiza un trabajo de discusión conceptual sobre Agamben y Esposito
en sus empresas de reelaboración del concepto foucaultiano de biopolítica,
estableciendo las diferencias entre ambos a partir de los supuestos que fun-
cionan como punto de partida para ambos autores y en contraste con las
categorías foucaultianas. Vega y Avellaneda intentan restituir el lugar teórico
de la muerte en los textos de Foucault (1976-1979). Restitución que según la
mirada de los autores, posibilita una mayor comprensión de cómo la muerte
se articula con la política en la modernidad, y cómo se fueron modelando los
márgenes de dicha relación, para lo que luego se entenderá como la biopolítica.
Vignale, desde el anclaje teórico sobre la noción de vida, desarrolla el pasaje
de la biopolítica a una “biopolítica minoritaria” en la cual, la vida se inscribe
en un plano de sujeción de los aparatos biopolíticos y también como campo
ético de las subjetivaciones. Theumer, desde la ironía del título de su trabajo
“Género deluxe”, emprende la empresa teórica de reflexionar sobre las mu-
taciones en los dispositivos de control en las actuales sociedades de gobierno.
Por su parte Enrici y Ciselli, se proponen, desde un “camino intelectual,” ac-
ceder a la Biopolítica y sus implicancias a partir de los análisis, por un lado de
Foucault en lo referido al ambiente mismo donde se desarrolla la vida pública
la bio-óikos-política; y por el otro de Agamben y su concepto de “excepción”.
Finalmente Conno nos introduce al análisis de las consecuencias teóricas de
lo que denomina “el giro biopolítico” en las Ciencias Sociales en general y en
las Ciencias Políticas en particular.
Desde el Área Sociopedagógica de la Universidad Nacional de la Patagonia
Austral suponíamos que el reto de crear un espacio de edición que pudiera
concentrar la diversidad de aportes sobre Biopolítica, resultaría una compleja
empresa que implicaba reunir diversidad de miradas en un campo que cada
vez más adquiere centralidad y desarrollo en la región. A través del presente
volumen esperamos estar aportando para la generación de este espacio Final-
mente resta agradecer a todos los autores sus aportes y su paciencia frente a
las dificultades que implica la edición y publicación en estas latitudes.

Dra. Silvia Grinberg


Lic. María Eugenia Venturini
Prof. Andrés F. Pérez
Coordinadores

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 13-26. ISSN 1669-8517

Conducirse y ser conducido.


Algunos apuntes sobre la ontología
del presente y la genealogía del sujeto
en Michel Foucault
Gonzalo Barciela
Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo

Resumen
El presente trabajo entiende al sujeto como una operación crítica de una racionalidad
política específica, aquella que Foucault, a fines de la década del 70, denominará guber-
namentalidad. La referida operación se encuentra en el centro de la problemática del
gobierno, concepto que permite reunir una doble empresa emprendida por Foucault,
la genealogía del sujeto y la ontología del presente, como modalidad de subjetivación
crítica. A tal fin, desarrollaremos el modo en que el filósofo francés desplaza el problema
del poder, pensado como enfrentamiento, hacia la forma en que la conducta de los
hombres puede ser conducida, es decir, cómo el gobierno de los hombres reclama
una racionalidad que le sea propia. Desde esta perspectiva, el capítulo del poder pas-
toral nos permitirá comprender cómo se constituye el sujeto en relación a la verdad.
Palabras clave
poder – sujeto – gobierno – gubernamentalidad - verdad

Abstract
This paper understands the subject as a critical operation of a precise political ra-
tionality, that which Michel Foucault, by the end of the 70s, called governmentality.
This mentioned operation stands in the midst of te governmentality problem, a
concept that allows to assemble both the genealogy of the subject and the ontology
of the present as a modality of critical subjectivation. Therefore, we will focus on
the way the philosopher translates the problem of power, moving from an initial
confrontational stance to the forms in which men´s behavior can be conduced. That
is to say, Foucault shows how the action of governing men claims a rationality of its
own. From this point of view, a reading of the chapter focused on the pastoral power
shall allow us to understand how the subject is constituted as related to the truth.
Keywords
power – subject – government – governmentality – truth

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14 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

Diré que, después de todo, el poder político de tipo feudal conoció sin duda
revoluciones o tropezó, en todo caso, con una serie de procesos que lo liquidaron
sin más y lo expulsaron de la historia de Occidente, con la excepción de algunos
vestigios. Hubo revoluciones antifeudales; jamás hubo una revolución antipastoral.
El pastorado no experimentó aún un proceso de revolución profunda que pueda
ponerlo definitivamente al margen de la historia.
Michel Foucault, 1978

I
La obra de Michel Foucault puede presentarse como una colección de
términos, ordenada bajo la observancia filológica y la vigilancia exegética.
Nuestro propósito será desplazarnos por una serie de textos reunidos en los
intersticios del permanente après-coup ensayado por el pensador. El primer
interrogante que surcará el presente trabajo será el siguiente: ¿es acaso el
concepto de Gobierno aquél que puede reunir la ontología del presente y
la genealogía del sujeto? A la respuesta afirmativa que desde ya sostenemos,
debemos las palabras que a continuación siguen, las cuales se inscriben en el
tránsito emprendido por Foucault desde la analítica del poder a la ética del
sujeto. Pero es sin duda nuestra intención manifiesta la de indagar el vínculo
entre el sujeto y la verdad, tal como se presenta en la teorización del poder
pastoral y el rescate del sujeto como una operación crítica de una racionalidad
específica: la gubernamentalidad.

II
Tanto en el artículo “Gobierno”, como así también en las palabras dedicadas
a la exposición del término Poder dentro del corpus foucaultiano, Edgardo Cas-
tro (2004), nos advierte que resulta imposible cerrar el capítulo del poder en
la obra del filósofo nacido en Poitiers, hasta tanto no se publiquen la totalidad
de los cursos que dictara en el Collége de France. Sin duda que la analítica del
poder ha marcado la impronta de la recepción de la obra de Michel Foucault.
Como recuerda Roger Chartier (1996), Foucault, a través de múltiples retornos
retrospectivos, demuestra ser el “primer lector” de Foucault. En esa serie de
ensayos retrospectivos se ubica su artículo “Por qué hay estudiar el poder: La
cuestión del sujeto” (Foucault, 1986)1. Allí, se nos dice que el objetivo de su
trabajo no ha sido el análisis de los fenómenos de poder, ni dirigirse a sentar
las bases de su análisis, sino “elaborar una historia de los diferentes modos de
subjetivación del ser humano en nuestra cultura” (Foucault, 1986: 25).

1
De esta intervención, recogida en el volumen Michel Foucault. Beyond structuralism and hermeneutics,
publicado por Dreyfus y Rabinow, seguimos la traducción propuesta por Fernado Alvarez-Uría. En el
volumen IV de Dits et écrits obra como “Le sujet et le pouvoir”.

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Gonzalo Barciela 15

El ejercicio del poder consistirá, entonces, en “conducir conductas”. De


esta manera, el poder corresponderá menos al orden del enfrentamiento entre
dos adversarios o de la acción de uno sobre otro, que al orden del “gobierno”.
Observamos, entonces, que nuestro autor se aparta de la “hipótesis Nietzsche”
esbozada durante el curso Il faut défendre la société2. Allí el poder se disponía en
términos de lucha y enfrentamiento, abriéndose paso frente a las concepciones
liberales y marxistas. La primera reducía el poder a un bien, sujeto a contrato,
objeto de posesión y enajenación. La segunda, imbuida de economicismo como
el liberalismo, no concierne al orden de la forma misma del poder, sino a su
función histórica: el asegurar las condiciones de reproducción de determinadas
relaciones de producción. Foucault abandonará dos modalidades de análisis del
poder: la “hipótesis represiva”, el poder como mera represión, y el poder como
soberanía, estudiando al poder en su efectuación positiva, en sus extremos y
en su capilaridad3.
Si allí, como en el Tomo I de su Historia de la sexualidad4, Foucault, tiene en
vistas descentrar el poder de la omnipresencia de la ley, y la visión jurídica que
lo alimenta, el capítulo del Gobierno, en tanto modo de acción singular, abrirá
paso al análisis de la especificidad misma del poder, tan ajeno al contrato, al nexo
voluntario, como a la relación belicosa. Este deslizamiento no se verifica como
una ruptura, ni como la resultante de un cuestionamiento del marco metodo-
lógico sino que, antes bien, se inscribe en la extensión a un nuevo campo de
objetos, dentro del cual emerge la problemática del Estado. De esta manera el
análisis de los micropoderes, lejos de quedar a un lado, limitándose a un dominio
preciso, se considera un punto de vista o método de desciframiento válido para
la escala en su totalidad, sin negar al Estado o colocándolo en posición predo-
minante (Foucault, 2007)5. Dentro de este espacio abierto por la problemática
del biopoder, presentada de modo inaugural en la clase 17 de marzo de 1976
correspondiente al curso Hay que defender la sociedad, Foucault comienza a
ordenar una serie de nuevos dominios de objetos, entre los que sobresale la

2
Aunque este posicionamiento puede retrotraerse hasta la clase del 28 de marzo de 1973, correspon-
diente al curso inédito “La société punitive”. Allí, Foucault sostenía que el poder se pierde o se gana en
la forma de una batalla, en cuyo centro, entonces, se encontraría una relación belicosa, antes que una
relación de apropiación. Para la exposición de la “hipótesis Nietzche” véase Foucault (2000: 26 a 30).
3
La colonización de la ley por la norma, o el modo en que ésta última “parasita” a la primera, resultando
la normatividad inherente a la ley, fundándola, constituye el capítulo central que abre paso al estudio del
poder disciplinario. Véase Foucault (2006: 73 y ss.).
4
“Se trata de pensar el sexo sin la ley y, a la vez, el poder sin rey” (Foucault, 1976: 111).
5
Como observa Gilles Deleuze: “Si la forma Estado, en nuestras formaciones históricas, ha capturado
tantas relaciones de poder, no es porque esas relaciones deriven de ella, sino, al contrario, porque una
operación de “estatismo continuo”, por lo demás muy variable según los casos, se ha producido en el
orden pedagógico, judicial, económico, familiar, sexual, que tiene por objetivo una integración global.
En cualquier caso, lejos de ser el origen, el Estado supone las relaciones de poder (…) el gobierno es
anterior al Estado, si se entiende por <gobierno> el poder de afectar bajo todos sus aspectos (gobernar
niños, almas, enfermos, una familia…)” (Deleuze, 2005: 105). Deleuze asigna a las instituciones una
función reproductora, antes que productora, dado que en tanto prácticas o mecanismos operatorios
no son el origen de las relaciones de poder, sino que se contentan con “fijarlas”. L’État n´existe pas, lo
único que hay es un estatismo.

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16 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

emergencia de la población y la gubernamentalidad como técnica de gobierno


que se encuentra en la base de la formación del Estado. Sujeto constituido
como multiplicidad en movimiento, la población, y la gubernamentalidad que
le es propia, abrirán paso al estudio de las fuentes mismas del “gobierno de
los hombres”, desde donde se ensaya el análisis del poder pastoral.
Sin duda que la problemática del “arte de gobernar” reconoce anteceden-
tes en el pensamiento foucaultiano. Ya en 1975, en el marco de la oposición
entre el modelo de exclusión de los leprosos y el modelo de inclusión de los
apestados, trazada en el curso Los anormales, Foucault atribuía a la era clásica
la invención de las tecnologías positivas de poder, dispuestas en diversos nive-
les: aparatos del Estado, familia, instituciones6. El concepto de gobierno que
Foucault comienza a delinear era atribuido a tres dominios de objetos: la idea
de un poder fundado en la transferencia, la alienación o la representación de
la voluntad de los individuos, el aparato del Estado cuya introducción data de
los inicios del siglo XVIII y, finalmente, una técnica general del gobierno de los
hombres, reverso de las estructuras jurídicas y políticas de la representación
y la condición de eficacia y funcionamiento de los mismos (Foucault, 1999:
56). Allí el análisis del gobierno no se limitaba a las “disciplinas”, alcanzaba a
las técnicas del gobierno de las almas forjadas por la Iglesia a partir del ritual
de la penitencia7, donde la disciplina de los cuerpos y el gobierno de las almas
aparecían como las dos caras complementarias del proceso de normalización8.
El análisis del poder pastoral aparecerá, entonces, dentro de la extensión
del marco cronológico, no constituido meramente como reacción a la Refor-
ma, sino que su genealogía se remonta a los primeros siglos del cristianismo y,
a la vez, al gobierno de las almas entendido como el “arte de las artes”, y se
presentará así como un capítulo mayor dentro del estudio del ejercicio mismo
de la soberanía política.

III
En el marco de las Tanner lectures dictadas en Stanford, Foucault pronunció
la conferencia: “Omnes et singulatim: hacia una crítica de la ‘razón política’”. Allí
intentará trazar el origen de la modalidad pastoral del poder, y cómo este vino
a asociarse a su polo opuesto, el Estado. Dicho rastreo es propuesto también
en la clase del 8 de febrero de 1978, durante el dictado del curso Seguridad,
territorio, población.

6
“La era clásica elaboró, por ende, lo que puede llamarse un arte de gobernar, en el sentido en que
precisamente se entendía en ese momento el gobierno de los niños, el gobierno de los locos, el gobierno
de los pobres y, pronto, el gobierno de los obreros” (Foucault, 2001: 56).
7
“(…) lo que va a pasar en la segunda parte de la Edad Media (desde el siglo XII hasta principios del
Renacimiento) es que la Iglesia recuperará, en cierto modo, dentro del poder eclesiástico, ese mecanismo
de la confesión que hasta cierto punto la había desposeído de su poder en la operación penitencial.
Esta reinserción de la confesión en un poder eclesiástico consolidado es lo que va a caracterizar la gran
doctrina de la penitencia que vemos formarse en la época de los escolásticos” (Foucault, 2001: 164-165).
8
Véase Foucault (2001: 157-186). Correspondientes a la clase del 19 de febrero 1975.

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Gonzalo Barciela 17

A partir del mismo, se delinea la especificidad propia del pastorado cristiano.


El mismo se encontrará en una situación absolutamente diferente respecto
de sus antecedentes hebreos y orientales, no sólo por su institucionalización,
su inscripción en una densa red, coextensa en su totalidad con la Iglesia, sino
también por el arte de conducir que supo producir. Una manera de dirigir,
encauzar, guiar a los hombres, tomándolos colectiva e individualmente, de
allí el título de la conferencia ya mencionada, durante toda su vida y en cada
momento de su existencia.
Será este pastorado el que se diferenciará tanto de los procedimientos
dirigidos a someter a los hombres a una ley o a un soberano, como de los
métodos de formación de los niños y jóvenes, o de los modos de persuasión
puestos en marcha para convencer a los hombres. El pastorado cristiano, en
tanto arte de gobernar a los hombres, no coincidirá ni con una política, ni con
una pedagogía, ni aún menos con la retórica.
Foucault situará la emergencia del pastorado cristiano, como punto de
cristalización, en el origen de la gubernamentalidad que a fines del siglo XVI,
y durante los siglos XVII y XVIII, marca el umbral del Estado. Dentro de este
campo de intervención, Foucault no se detendrá en el despliegue de una his-
toria del pastorado cristiano, sino que situará su análisis en algunos rasgos que
perfilaron su práctica y reflexión.
El pastorado se presenta y cobra especificidad en relación a tres elemen-
tos. El primero de ellos será la salvación. La pastoral cristiana se asigna como
objetivo fundamental la salvación, tanto de los individuos como de la comuni-
dad, permitiéndoles avanzar y progresar en el camino a ella9. Desde allí surge
el segundo elemento, la ley. El pastor deberá velar porque los individuos, las
comunidades, observen los mandamientos, la voluntad de Dios para alcanzar
la salvación. Sometimiento a la ley, que requiere el aceptar una verdad, profe-
sándola. Tercer elemento, entonces, la relación con la verdad.
Pero Foucault encontrará la singularidad del pastorado fuera de estos tres
elementos. Ese otro nivel, completamente ajeno a la persuasión, será la instancia
de la “obediencia pura”. Dicha obediencia se presenta como un tipo de conducta
unitaria, valorada en alto grado y cuya razón de ser radica en sí misma. Así la
relación de la oveja con quien la dirige será una relación de dependencia integral:
Por su parte, el cristianismo concibe la relación entre el pastor y sus ovejas
como una relación de dependencia individual y completa. Este es, seguramente,
uno de los puntos en los que el pastorado cristiano diverge radicalmente del
pensamiento griego. Si un griego tenía que obedecer lo hacía porque era la ley
o la voluntad de la ciudad. Si surgía el caso de que obedeciera a la voluntad de
algún particular (médico, orador o pedagogo), era porque esta persona había

9
Aquí aparece uno de los puntos de intersección y diferenciación entre el poder político y el poder
pastoral. El primero actuando en el seno del Estado y el segundo con su función de cuidado permanente
de todos y cada uno. De allí que Foucault entienda que la problemática del “Estado Providencia”, se
constituye como una de las reapariciones que requieren el delicado ajuste entre el poder político, ejer-
cido sobre los sujetos civiles y el poder pastoral, que guía a los individuos. Véase Foucault (1990: 111).

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18 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

logrado persuadirlo racionalmente. Y esto con una finalidad estrictamente de-


terminada; curarse, adquirir una competencia, llevar a cabo la mejor elección.
En el cristianismo, el lazo con el pastor es un lazo individual, un lazo de
sumisión personal. Su voluntad se cumple no por ser conforme a la ley, ni
tampoco en la medida que se ajuste a ella, sino principalmente por ser su
voluntad. (Foucault, 1990: 113).

De allí que el pastor, antes que como juez, pueda presentarse como un
médico, que debe atender a cada alma y su enfermedad respectiva, para lo cual
debe comprometerse, auscultando el alma de cada uno, extrayendo un saber.
Relación de sometimiento no a un principio, orden o ley, sino a un individuo,
dentro de la cual el dirigido acepta porque se trata de una relación individual.
Esta obediencia sin fin no se dirige más que a alcanzar un “estado de obe-
diencia”, es decir, que lo que persigue es mortificar la propia voluntad hasta
que muera, “que no haya otra voluntad que la de no tenerla” (Foucault, 2006:
211). Nos encontramos ante un poder individualizador, comprometido ente-
ramente en el efecto de obediencia, y el cual no conduce a dominio alguno de
sí mismo ni de los otros. Se trata de conjurar el pathos, una voluntad que se
dirige contra sí misma, en el mismo acto que renuncia a ella, no hay espacio
para la afirmación de voluntad singular alguna. Un modo de individualización
que, antes que pasar por la afirmación del yo, se dirige a su destrucción.
A efectos de asegurar el conocimiento individual, el cristianismo se valió,
apropiándose, de dos instrumentos provenientes del mundo helénico: el
examen de conciencia y la dirección de conciencia. Mediante la última se
constituía un lazo permanente. A través del examen de conciencia, lejos de
cultivar la conciencia de uno mismo, se posibilitaba la apertura completa hacia
el pastor, a fin de revelarle las profundidades del alma. Verdadera técnica de
poder, individual, total, permanente y exhaustiva, de investigación y examen
de sí, será el elemento a través del cual se ejercerán el poder del pastor y la
obediencia, asegurándose la obediencia integral.
No será entonces la simple y sola imposición unilateral de una ley de verdad
que los individuos deben reconocer, sino la producción misma de una verdad
oculta, producción de interioridad en la cual el individuo se reconoce10 y a partir
de la cual se subjetiva.

10
Aún cuando Foucault, al finalizar la clase del 22 de febrero de 1978, sostiene que la individualización no
se obtiene por una verdad reconocida, sino por la producción de una verdad interior, secreta y oculta,
entendemos que el “efecto de interioridad”, requiere de un “falso reconocimiento”. Aún cuando el
término alude al arsenal teórico del althusserismo y el lacanismo, nos referimos al efecto de retroversión
tal como está presentado en el grafo del deseo, la notación i (a) alude al registro imaginario, donde el
individuo se subjetiva, en la efectuación retroactiva de la interpelación, al reconocerse como ya presente
ex ante la interpelación, esa interioridad extraída se presenta como el punto que otorga un mínimo de
consistencia ontológica. Sin duda que el lacanismo, se sitúa en la brecha abierta por la interpelación, y
los modos por los cuales los individuos se subjetivan en los mandatos. A partir de la intrusión traumática
del Gran Otro (Autre), propio del registro simbólico, el sujeto se sostiene de una imagen, lo que “soy
más allá del mandato”, índice mismo de la captura, es decir, del effet de sujet.

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Gonzalo Barciela 19

Se delimitan, así, los modos de individualización específicos del pastorado


cristiano. La individualización por identificación analítica. El individuo no se define
por su estatus sino por un delicado juego de descomposición en el que circulan
la serie y el equilibrio de los méritos y deméritos. Asimismo, la individualización
no se define por la marcación de un lugar jerárquico del individuo, sino por su
inscripción en una red de servidumbre general, donde la exclusión del egoísmo se
presenta como el rasgo nuclear. Será, entonces, una individualización por sujeción.
Finalmente el individuo resulta subjetivado por la verdad oculta que de él se extrae.
El pastorado se presenta como un preludio de la gubernamentalidad que se
desplegará desde el siglo XVI, y en particular, aparece como un capítulo central
y decisivo en la genealogía del sujeto, en la trama misma de un sujeto recortado
a partir de una grilla de inteligibilidad analítica, sometido a redes continuas de
obediencia y subjetivado por la extracción de una verdad.

IV
Sin duda el análisis de las contraconductas desplegado por Foucault en la clase
del 1° de marzo de 1978, correspondiente al curso Seguridad, territorio, población,
se encuentra surcado por una serie de señalamientos y pautas metodológicas, que
sitúan el tránsito de una analítica del poder hacia el estudio de la gubernamentali-
dad. Es claro que el capítulo de la gubernamentalidad excede la posibilidad de su
presentación en estas páginas. Intentaremos realizar un abordaje lateral, enten-
diendo que la serie de investigaciones abiertas a partir del curso 1978 se inscribe
en una empresa mayor de indagación sobre la racionalidad política, y dentro de
ella, las modalidades de subjetivación presentan un aspecto fundamental.
La idea de contraconducta que esboza Foucault, presenta uno de los aspectos
centrales del desplazamiento operado en los análisis de las técnicas de sujeción hacia
las prácticas de subjetivación. Allí Foucault efectúa un comentario que se presenta
como una prolongación de la tesis enunciada en 1976 en La Voluntad de Saber11:
(…) yo querría saber si a la singularidad histórica del pastorado no correspondió
la especificidad de rechazos, rebeliones, resistencias de conducta. Y así como
hubo formas de resistencia al poder en cuanto ejercía una soberanía política, y
otras formas de resistencia o de rechazo, igualmente deliberadas y encauzadas
contra él en cuanto ejercía una explotación económica, ¿no hubo formas de
resistencia que se le opusieron en carácter de conducta? (Foucault, 2006: 225).

Sin duda aquí encontramos esbozada una clara pauta para el análisis de las
relaciones de poder que recibirá forma definitiva en el texto Le sujet et le pouvoir:
Ese nuevo modo de investigación consiste en tomar como punto de partida las
formas de resistencia a los diferentes tipos de poder, o si se quiere, por utilizar

11
Nos referimos a la por demás citada consigna que sostiene: “donde hay poder, hay resistencia”
(Foucault, 2002: 125).

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20 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

una metáfora, servirse de esta resistencia como de un catalizador químico que


permite evidenciar las relaciones de poder, ver dónde se inscriben, descubrir sus
puntos de aplicación y los métodos de que se valen. Más que analizar el poder
desde el punto de vista de su racionalidad interna se trata de analizar las rela-
ciones de poder a través del enfrentamiento de estrategias (Foucault, 1986: 29).

El concepto de estrategia propuesto por Foucault permite situar los movi-


mientos de contraconducta dentro un vasto campo de inteligibilidad donde el
poder pastoral actúa como “bisagra” de diferentes elementos, exteriores entre sí
(las crisis económicas por un lado y los temas religiosos por el otro). De allí que
el punto de vista de los análisis de las estructuras de poder permita su lectura
no en términos de reflejo o transcripción, propio de las concepciones sobre la
ideología, sino de estrategias y tácticas. En la nota final a pie de página de la clase
del 1° de marzo de 1978 podemos leer una porción del manuscrito de Foucault:
[Si insistí] en esos elementos tácticos que dieron formas precisas y recurrentes
a las insumisiones pastorales, no fue en absoluto para sugerir que se trata de
luchas internas, contradicciones endógenas, un poder pastoral que se devora
a sí mismo o tropieza en su funcionamiento con sus límites y barreras. Lo hice
para identificar ‘las entradas’: puntos a través de los cuales procesos, conflictos,
transformaciones que quizá conciernan al estatus de las mujeres, el desarrollo
de la economía mercantil, la desconexión entre el desarrollo de la economía
urbana y la economía rural, la elevación o la desaparición de [la] renta feudal,
el estatus de los asalariados urbanos, la extensión de la alfabetización, puntos
por donde fenómenos como éstos pueden entrar al campo de ejercicio del
pastorado, no para transcribirse, traducirse, reflejarse en él, sino para efectuar
divisiones, valorizaciones, descalificaciones, rehabilitaciones, redistribuciones
de todo tipo. […] En vez de decir: cada clase o grupo o fuerza social tiene
su ideología que permite traducir en la teoría sus aspiraciones, aspiraciones e
ideología de las cuales se deducen reordenamientos institucionales que cor-
responden a las ideologías y satisfarán las aspiraciones, habría que decir: toda
transformación que modifica las relaciones de fuerza entre comunidades o
grupos, todo conflicto que los enfrenta o los lleva a rivalizar, exige la utiliza-
ción de tácticas que permiten modificar las relaciones de poder, así como la
puesta en juego de elementos teóricos que justifiquen moralmente o funden
de manera racional esas tácticas” (Foucault, 2006: 261)12.

12
Foucault desplegará su lógica de la estrategia, como crítica de la lógica dialéctica, al estudiar la “cues-
tión” de la utilidad y la limitación del ejercicio del poder público en el marco del curso Nacimiento de la
biopolítica. En la clase del 17 de enero de 1979 sostiene: “Digamos que es justamente ahí y en ese tipo de
análisis donde se hace valer, donde es menester hacer valer, bajo la pena de caer en el simplismo, una lógica
que no sea dialéctica. Pues la lógica dialéctica, ¿qué es? Y bien, es una lógica que hace intervenir términos
contradictorios en un elemento de lo homogéneo que promete su resolución en una unidad. La función
de esa lógica de la estrategia es establecer las conexiones posibles entre términos dispares y que siguen
dispares. La lógica de la estrategia de la conexión de lo heterogéneo y no la lógica de homogeneización de
lo contradictorio” (Foucault, 2007: 62). Lógica sin Aufhebung, la lógica de la estrategia no recompondría
los intercambios de elementos bajo la forma de una unidad, lo que no impide la conexión, coexistencia

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Gonzalo Barciela 21

La profunda densidad histórico-política del entramado de tácticas y es-


trategias, sitúa en sus pliegues la efectuación misma del sujeto. Sujeto en su
doble acepción, como subjectus, se encontrará dispuesto o sometido y como
subjectum se presentará como el soporte o sustrato de una identidad y una serie
de propiedades. Esa doble valencia abre camino a la teorización foucaultiana
sobre las prácticas de subjetivación.
Ahora bien, nuestro propósito es reunir la genealogía del sujeto junto a
la ontología del presente, entonces, ¿por qué volver sobre el poder pastoral?
En su texto de 1982, Foucault se proponía presentar las características que
asumen las luchas contra el sometimiento, es decir, el modo en que los hombres
son gobernados. La prevalencia de este tipo de luchas sobre la lucha contra
los mecanismos de dominación y explotación encontraba en Foucault una ex-
plicación: el Estado, nueva forma de poder político que se venía desarrollando
de manera continua desde el siglo XVI y había integrado en su seno la técnica
del pastorado. Poder globlalizante y totalizador, el Estado es una entidad que
lejos de menospreciar a los individuos, los integra bajo una condición: que se
asigne a esta individualidad una forma nueva y que se la someta a un conjunto
de mecanismos específicos.
Si la función de institucionalización eclesiástica ha desaparecido, esta no ha
hecho menos que extenderse y desarrollarse fuera de la institución eclesiástica.
Se observa un tránsito de la salvación transmundana, a su búsqueda terrena,
motivo ya esbozado en la nota 9 de este trabajo, en torno al “Estado Provi-
dencia”. Aquí la salvación adquiere diversos sentidos: salud, bienestar en tanto
acceso a recursos “suficientes”, seguridad, protección contra accidentes13. Así
como se produce una multiplicación de los objetivos del poder pastoral, se ob-
serva una diseminación de sus agentes (policía, familia, sociedades filantrópicas,
empresas de servicios). Esto permite centrar el desarrollo del saber sobre el
hombre en torno a dos ejes: uno cuantitativo, globalizante, concerniente a la
población, el otro analítico, referido al individuo.
Nuevamente el eje poder-saber se presenta como grilla de inteligibilidad
del sujeto. Es la tríada sujeto-poder-saber la que debe someterse a estudio. En
efecto, Foucault sostiene que deben promoverse “nuevas formas de subjetividad
que se enfrenten y opongan al tipo de individualidad que nos ha sido impuesta
durante muchos siglos” (Foucault, 1986: 36). Esa subjetividad se dibuja como
resistencia no frente a esta o aquella institución de poder, grupo, clase o élite,
sino a una técnica, a una racionalidad específica. De allí que lo que se pone
en tela de juicio es una forma de circulación y funcionamiento del saber en su

o unión. De allí que las relaciones de poder no comprenden un origen, o punto focal privilegiado, pero si
reconocen estratos y jerarquías, disposiciones funcionales. Esa composición heterogénea no es otra que
la que pone en juego el concepto de dispositivo, como red de relaciones entre elementos heterogéneos.
De ahí que en el estudio del poder pastoral, pueden encontrarse los rastros de un dispositivo de poder
que hace de la gubernamentalidad su racionalidad inmanente.
13
Cabe resaltar aquí los governmentality studies, los estudios sobre la gestión de los riesgos sociales, que
incluyen a autores como François Ewald y Robert Castel.

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22 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

relación con el poder, es decir, un determinado régimen de saber.


¿Cómo entender entonces la afirmación con que e1 filósofo francés cierra
su conferencia de 1981, donde sostenía: “La liberación no puede venir más
que del ataque, no a uno o a otro de estos efectos, sino a las raíces mismas de
la racionalidad política” (Foucault, 1990: 140)?
Sin duda, Foucault se encuentra lejos de una crítica de la razón a secas, a la
que considera un absurdo que invoca como su contrario a la no razón (Foucault,
1986). La crítica del pastorado constituye un capítulo, dentro del análisis de la
gubernamentalidad, y es ella, como campo estratégico de relaciones de poder,
como la racionalidad inmanente a diversos micropoderes (relación padre/
hijo, individuo/poder público, población/medicina e higiene pública), la que es
sometida a crítica. Entonces, la racionalidad política que se ataca es la propia
de la gubernamentalidad, tal como se reconoce en el tránsito de la razón de
Estado hacia el liberalismo.
Sin duda que la empresa foucaultiana ha buscado explícitamente apartarse
del psicoanálisis14, pero lejos de considerarse una posición definitiva, Foucault
pronunciará las siguientes palabras en el marco del seminario La hermenéutica
del sujeto:
La idea de una posición de clase, de efecto de partido, la pertenencia a un
grupo, la pertenencia a una escuela, la iniciación, la formación del analista,
etcétera, nos remiten sin duda a las cuestiones de la condición de la forma-
ción del sujeto para tener acceso a la verdad, pero se las piensa en términos
sociales, en términos de organización. No se las piensa en el filo histórico
de la existencia de la espiritualidad y sus exigencias. Y al mismo tiempo, por
otra parte, el precio pagado por trasponer, reducir esas cuestiones “verdad
y sujeto” a problemas de pertenencia (a un grupo, una escuela, un partido,
una clase, etcétera) fue, desde luego, el olvido de las relaciones entre verdad
y sujeto. Y me parece que todo el interés y la fuerza de los análisis de Lacan
radican precisamente en esto: que él fue, creo, el único desde Freud que
quiso volver a centrar la cuestión de psicoanálisis en el problema, justamente,
de las relaciones entre sujeto y verdad” (Foucault, 2003: 43-44).

El reencuentro con la orientación lacaniana se produce dentro del estudio


de las prácticas de subjetivación emprendido por Foucault. Ahora bien, una
lectura extendida coloca al sujeto del lado de su efectuación por los dispositivos
de saber y poder, lectura que se procura basar en los argumentos presenta-
dos, básicamente, en Vigilar y castigar. Una segunda lectura ubicaría al sujeto
como la tensión inmanente a las relaciones de saber y poder, es decir, un
compuesto de fuerzas, un campo recorrido por vectores que se dirigen tanto
a la subjetivación como a la sujeción, y que pondría en juego la doble valencia
14
Párrafos críticos que se reconocen en las intervenciones reunidas durante los cursos El Poder Psi-
quiátrico, Los Anormales o la crítica al psicoanálisis como saber “totalizador” que despliega en Hay que
defender la sociedad.

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Gonzalo Barciela 23

ya referida. En este caso el sujeto se presentaría como punto de no coinci-


dencia de las dos trayectorias, como un pliegue al interior de los dispositivos.
Esta posición, a nuestro juicio, abre camino a la reunión de la genealogía del
sujeto y la ontología del presente y, añadiremos, presenta aspectos por demás
sugerentes para trazar paralelos con la reflexión sobre el sujeto que alimenta
la orientación lacaniana en psicoanálisis.

V
En sus análisis sobre tres figuras subjetivas, como son las histéricas, las
simuladoras y las poseídas, Foucault indagaba el vínculo sujeto-verdad, y la
puesta en juego de cierta singularidad irreductible15. La apuesta estaría dirigida
aquí a colocar un límite al pretendido monopolio del saber: “Es interesante
señalar que la simuladora no asume una posición de lucha por obtener el saber,
sino que se instituye, a través de su subjetividad contingente, como un límite
a la monopolización del saber por parte de la psiquiatría. Así, las simuladoras
no dejan de afirmar lo propio de su subjetividad, y a su vez afirman la tensión
constitutiva de ésta; y aún más, sus propias prácticas, sus existencias, no dejan
de ser prácticas políticas que, además de constituir un antipoder, proponen
aceptar aquello que está en juego cuando se habla de verdad y mentira, aceptar
la tensión inmanente al saber” (Berezñak, 2007: 6). Mientras que en las poseí-
das, la carne convulsionada será la manifestación de la resistencia a la regla de
la confesión exhaustiva, del decirlo todo.
No obstante ello y en directa relación con lo mencionado anteriormente,
en su curso de 1976 la empresa genealógica se presentará como una tarea de
rescate de los saberes sometidos, imbuidos de historicidad, la cual hunde sus
raíces en el estudio de los discursos históricos como dispositivos de lucha. La
posibilidad de la acción frente al poder estará ligada a la puesta en juego de estos
saberes; nuevamente Foucault hace circular una tensión propia a los saberes
donde comienza a dibujarse el sujeto.
Si Foucault rescata la resistencia al poder vía la emergencia de ciertos
saberes, será en el entendimiento de que ellos no apuestan a la producción
de una verdad del sujeto o un efecto de interioridad, como se despliega en la
confesión y en la dirección de conciencia, es decir, que no nos encontramos
frente a una indagación que busca descubrir el “quiénes somos” sino que se
constituye como un rechazo16. Así la genealogía no busca ni deduce de la forma
de lo que somos lo que nos es imposible hacer o conocer, sino que extraerá

15
Hago míos los argumentos esgrimidos por Fernando Berezñak en su trabajo: “El sujeto y el lugar de
sus prácticas”. Mi deuda para con él.
16
No puedo dejar de recordar la fuerza de la sentencia que pronuncia Jean Paul Sartre desde el prefacio
a Los condenados de la tierra: “no nos convertimos en lo que somos, sino mediante la negación intima y
radical de lo que han hecho de nosotros”. El “quiénes somos” sigue suspendido de la condición misma
de un rechazo sin cortapistas, en la radical heterogeneidad respecto de lo existente, en un desprecio
“por lo que hay”.

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24 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

de la contingencia que nos ha hecho ser lo que somos la posibilidad de ya no


ser, hacer o pensar lo que somos, pensamos o hacemos (Foucault, 1999c).
Dentro de esa región se organiza la acción como afirmación o reivindicación
de la independencia de los gobernados17.
La ontología del presente, en tanto rescata al pensamiento como análisis
crítico del mundo en que vivimos, se presenta como la gran tarea filosófica,
circunstancia que nos engloba a la vez a nosotros y a nuestro presente.

VI
La genealogía desentierra la densa capa de los saberes, puestos por deba-
jo. Tarea que, antes que inspirada en la francmasonería de la erudición inútil
(Foucault dixit), actúa el espesor mismo de la historicidad que nos constituye
como sujetos, y en esa trama misma se alimenta un rechazo a lo existente. El
vínculo saber-sujeto18, y la genealogía que le es propia, desplegarían y desem-
polvarían saberes que abren paso a otras posiciones subjetivas que alimentarían
posibles modalidades de disposición y constitución subjetiva.
Entendemos que la emergencia misma de un efecto de conocimiento no se
agotaría en el simple rechazo. Es decir que la subjetivación, si bien se presenta
en primer lugar como una operación de rechazo, no deja de estar alimenta-
da por el interrogante: ¿quiénes somos? A nuestro entender Foucault no se
encuentra alejado de la operación de subjetivación que Lacan dispuso como
“pase” al interior del discurso del analista. El paciente no obtiene del analista
significante alguno, el analista, en tanto mediador evanescente, se coloca más
allá de la transferencia, encarnando una voz muda19. El saber que se obtiene
no es un saber objetivo, sino plenamente subjetivado (S2), de allí que el sig-
nificante (S1) no añade contenido positivo alguno, sino que nos encontramos
frente a un nuevo modo de disposición subjetiva frente al síntoma. De la misma
manera, y sin dejar atender a la especificidad propia de la clínica, el efecto de
conocimiento no concentra su atención en la supuesta “novedad” del conte-

17
Al estudiar el radicalismo utilitarista, Foucault entenderá que la libertad se concebirá menos como
el ejercicio de una serie de derechos fundamentales, que como la independencia de los gobernados
frente a los gobernantes. No se trata, entonces, de una libertad concebida en términos de los derechos
del hombre, a partir del vínculo voluntad-ley. En este entendimiento Foucault situará la emergencia de
la “cuestión de los derechos humanos” no tanto como una cuestión jurídica, sino que esta se presenta
también en términos de “derechos de los gobernados”. Véase en particular su artículo de 1977, Va-t-on
extrader Klaus Croissant?, donde el pensador desplegará el análisis de una forma de acción que no se
dirige como un reclamo de derechos hacia el Estado, sino como la afirmación de una esfera irreductible,
el precio que no están dispuestos a pagar los gobernados.
18
Se nos hará notar que hemos hecho uso indistinto de los términos saber y verdad en su vínculo con
el sujeto. Ambos términos reconocen un uso claramente diferenciado en la obra de autores como
Jacques Lacan o Alain Badiou. En nuestro entendimiento, Foucault se vale de ellos para desplegar su
“política de la verdad” dirigida a mostrar los efectos de saber y las luchas y enfrentamientos que lo
surcan. Véase Foucault (2006: 17).
19
Es la propia aparición del objet petit a como agente. La notación propia del discurso del analista es la
siguiente: : a   ________ $ S2 S1.

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Gonzalo Barciela 25

nido, ya que desde el punto de vista foucaultiano, la verdad estaría del lado de
su efecto, antes que de la adaequatio rei et intellectus, y aquello que efectúa no
es otra cosa que la posibilidad de una disposición subjetiva20.
Pero como todo momento en la obra de Foucault, cabría rescatar el seña-
lamiento extraído de su artículo póstumo: La vie: l’experience et la science. Allí,
luego de colocarse en el linaje de pensadores como su maestro Canguilhem,
contrapuesto a Sartre, Foucault arranca al sujeto del lado del cogito, a efectos
de resituar el vínculo verdad-sujeto. El sujeto se encontrará, en su errancia
subjetiva misma, librado al error propio de la “vida”. Rescate, entonces, de la
vida como “conjunto de funciones que resisten a la muerte”, según la sentencia
de Bichat que lo cautivara en Nacimiento de la clínica. La verdad se encontraría
nuevamente a resguardo del juego de correspondencias, y arrojada a la vida
y su errancia. Así lo que se presentaría como tensión inmanente al poder, no
sería tanto un saber objetivado, como la vida misma, en su insistencia errante21.

20
De ninguna manera pueda presentarse este argumento como una supuesta “toma de conciencia”,
supuesto que Foucault liga a las viejas concepciones sobre la ideología y la teleología. Como observara
tempranamente en La arqueología del saber: “Hacer del análisis histórico el discurso del contenido y hacer
de la conciencia humana el sujeto originario de todo devenir y de toda práctica son las dos caras de un
sistema de pensamiento. El tiempo se concibe en él en términos de totalización y las revoluciones no
son jamás en él otra cosa que tomas de conciencia”.
21
Deleuze alcanza esta conclusión, que presenta en su común lectura de Spinoza, aristas más que
sugerentes en la intervención de Pierre Macherey en ocasión del Coloquio Michel Foucault. Véase
Macherey (1999).

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26 Conducirse y ser conducido. Algunos apuntes sobre la ontología del presente y la genealogía del sujeto...

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 27-52. ISSN 1669-8517

La política sanitaria y educativa:


discursos médico-pedagógicos
que delimitaron la infancia ‘anormal’
y su institucionalización en el contexto
argentino (1880-1930)
María Verónica Cheli
Universidad Nacional de La Plata

Resumen
En este trabajo se toma el periodo de 1880-1930 para indagar las formas que asu-
mieron ciertos saberes posibles, y cuáles fueron las matrices de comportamiento que
sujetaron a la ‘infancia anormal’. Siguiendo a Foucault, la emergencia de las formas
de subjetivación de la ‘anormalidad’ se produjo a través del discurso médico, cuyo
objetivo principal fue la medicalización de la población, y su foco de intervención,
la natalidad y la morbilidad, las discapacidades biológicas y los efectos del ambiente.
Este proceso formó parte de un nuevo poder, la biopolítica. Las políticas sanitarias y
la consolidación del cuerpo médico escolar en Argentina acompañaron el proceso de
conformación del Estado nacional. Aquellas políticas y estos expertos implementaron
mecanismos de regulación y seguridad que originaron nuevas clasificaciones de la
infancia, conjuntamente con la creación de instituciones de control destinadas a la
normalización de la población infantil ‘débil’, ‘escrofulosa’ y ‘retrasada’.

Palabras Clave
escolarización – infancia anormal – medicina – instituciones – normalización

Abstract
In this paper we take the 1880-1930 period in order to investigate the forms that
certain possible knowledge assumed, and which were the matrices of behavior that
were asociated to the term “abnormal childhood”. According to Foucault, the arise
of subjectivitiy forms of “abnormality” was produced through the medical discourse,
having as primary aim the medicalization of population and its areas of intervention,
birthrate and mortality, the biological disabilities and the effects of the environment.
This process had part in a new power called biopolitics. Sanitary policies and the con-
solidation of school medical corps in Argentina accompanied the formation process

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of the national State. Those policies and these experts implemented regulation
and safety mechanisms that originated new classifications of childhood, together
with the creation of control institutions intended for the normalization of “weak”,
“scrofulous”, and “mentally handicapped” children population.

Key words
schoolarization – abnormal childhood – medicine – institutions – normalization

Introducción
El presente artículo intenta realizar un recorrido histórico (1880-1930) con
la intención de indagar en el concepto de infancia como categoría sociohistó-
rica y de explorar el contexto en el cual se inscribió la infancia ‘anormal’ en
la Argentina, en estrecha vinculación con la conformación del Estado nacional
bajo los influjos del liberalismo y el positivismo. Enfocado de esta manera me
propuse, en primer lugar, revisar y explorar ciertos saberes expertos, sobre
todo el médico, acompañado del saber biológico, psicológico y pedagógico
que fueron produciendo ciertas formas de subjetivación a través de prácticas
sociales como el proceso de escolarización en tanto forma de regulación social.
En términos de Foucault, el proceso de sujeción y exclusión se da a través de
prácticas discursivas que conforman una regulación normativa. Éstas dieron por
resultado la división de los niños entre ‘normales’ y ‘anormales’. Foucault nos
ayuda a reflexionar cómo la norma está atravesada por la historia; justamente
se trata de explicitar esta relación entre norma e historia, y de ver cómo ciertas
prácticas sociales se convirtieron en prácticas de coacción ligada a una moral
burguesa. Me interesa, en particular, analizar las nociones subyacentes a la
norma, de peligrosidad atribuidas al ‘otro’, como transgresor del orden social.
En sintonía con la regulación normativa, el discurso médico basado en la
higiene pública, se expandió para controlar las enfermedades endémicas, las
perturbaciones, los elementos aleatorios, los desvíos de la población con la
implementación de estrategias de previsión de los desórdenes, a través del
poder de normalización y las prácticas ortopédicas de corrección de los sujetos
considerados peligrosos. En esta dirección, Foucault (1976) señala, un despla-
zamiento del poder disciplinario del cuerpo al poder de seguridad a través de
la bio-regulación del Estado cuyo foco fue la población.
El paradigma médico caracterizó a los sujetos sociales excluidos como
sujetos ‘anormales’, ‘degenerados’, ‘inadaptables’, como producto de unas
enfermedades sociales o como expresión de deficiencias provenientes de la
raza o la cultura. El comportamiento desviado se presentaba como problema
de adaptación al medio y, como tal, se consideraba al sujeto como un organismo
enfermo ubicado en un grado menor en la escala evolutiva. Por el contrario, el

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individuo que se adaptaba al medio, por ejemplo a la escuela, era considerado


un organismo superior y sano.
Este trabajo se conforma de cinco apartados: en el primero se explora la
política sanitaria, en vinculación con los problemas de gobierno. En el segundo,
se indaga cómo el control médico se expandió al terreno educativo y contribuyó
a la clasificación de los niños ‘débiles’ y ‘escrofulosos’ e intervino en el diseño
institucional para la regulación y corrección de los desvíos de estos niños en
las colonias de vacaciones y en las escuelas del aire libre. En el tercero se ex-
plora cómo el saber pedagógico se fusionó con el saber médico en el diseño
de alternativas pedagógicas para los niños ‘retrasados pedagógicos’ y los ‘falsos
anormales’ dando surgimiento a las clases diferenciales. En el cuarto se rastrea
el desplazamiento del saber médico por el saber de la psicología experimental,
junto a la configuración de los cursos de perfeccionamiento de los docentes en
el área de la educación diferenciada. En el quinto se plantean las dificultades
del Cuerpo Médico Escolar y su reorganización a través de la incorporación
de la visitadora de higiene escolar y las campañas de divulgación de educación
sanitaria. Por último, y a modo de reflexión final el trabajo señala la vinculación
entre los saberes y las formas institucionales desde las posturas hegemónicas
de la clase dirigente y las políticas sanitaria y educativa destinadas a la infancia
‘anormal’ en este período. Se observó que se sustentaron en la medicina social
para el control poblacional de las infancias en el orden social, cultural y educa-
tivo, y en el diseño de intervenciones públicas con la creación de instituciones
destinadas a la medicalización del sector más pequeño de la población. Si bien
pareciera que estos proyectos pretendieron atenuar las diferencias sociales
existentes no se preguntaron por las causas de dichas diferencias sociales.

La política sanitaria nacional


Durante el siglo XIX los avances más significativos en cuestión en sanidad
en Buenos Aires fueron, sin lugar a dudas, las importantes obras de salubridad
urbana llevadas a cabo por el Estado, influenciado por la medicina social1. Bue-
nos Aires fue afectada por grandes epidemias que aniquilaron su población. El
cólera, la fiebre amarilla y la peste bubónica fueron las principales enfermedades
‘exóticas’, producto de la inmigración, el intercambio comercial y las condicio-
nes de vida de los sectores pobres. La viruela, la difteria y la escarlatina eran
1
La medicina social puso a la higiene y a la profilaxis como metas inherentes a este modelo médico. La
noción de higiene estaba asociada al mejoramiento de las condiciones ambientales, para evitar o minimizar
la aparición de enfermedades o anomalías en la sociedad, en cambio la noción de profilaxis aludía a las
intervenciones que buscaban a través de medios selectivos desterrar los elementos perniciosos para la
sociedad futura (eugenesia). Para esto fue necesario hacer un diagnóstico precoz junto a la necesidad
de intervenir sobre las costumbres de la sociedad. De esta manera quedó vinculada la medicina a la
organización del Estado.

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las enfermedades endémicas más frecuentes que afectaban principalmente la


población infantil. Dentro de las enfermedades crónicas la tuberculosis tuvo
un impacto social importante, no solo por la cantidad de muertes, sino por la
gran cantidad de enfermos crónicos con incapacidad que dejó. La experiencia
de la epidemia de fiebre amarilla ocurrida en 1871 puso en evidencia el estado
deplorable de las condiciones higiénicas en las cuales vivían los 177.787 habitan-
tes de la ciudad de Buenos Aires. Fallecieron 13.206 individuos según el censo
poblacional nacional de 1869 impulsado por Guillermo Rawson, uno de los
pioneros del movimiento higienista de Buenos Aires. Siendo ministro del Interior
durante la presidencia de Bartolomé Mitre, manifestó en un discurso de 1891:
Todos, familias e individuos, los que podían hacerlo, abandonaron la ciudad
buscando un refugio contra la muerte que se les presentaba a la vista. Entre
tanto el flagelo se extendía con rapidez; y, a medida que se extendía, ganaba en
intensidad… La epidemia había dominado toda la ciudad. Sus estragos fueron
espantosos; 106,5 de cada 1.000 habitantes murieron ese año, incluyendo en
la población, como 60.000 personas que se salvaron huyendo a los distritos
rurales. Semejante mortalidad estaba más allá de toda suposición: uno de cada
nueve habitantes es una proporción que no tiene precedentes en los países
civilizados en el siglo XIX; ni es posible describir los sentimientos de angustia
y de terror que se apoderaron de los que sobrevivieron.2

En 1880 cuando la ciudad de Buenos Aires es designada capital de la Repú-


blica y pasa a ser sede de todo el aparato administrativo, legislativo y judicial
del Estado, las condiciones sanitarias de la población eran muy precarias, razón
por la cual se crea el Departamento Nacional de Higiene, cuyo decreto regla-
mentario del 30 de diciembre de 1880 estableció:
Art.4: Tener bajo su jurisdicción y superintendencia todos los servicios de
carácter médico o sanitario de la Administración y proveer a su mantenimiento
y reforma.
Art. 7: Inspeccionar la vacuna y fomentar su propagación en toda la República,
en el Ejército y en la Armada.
Art. 10: Hacer indicaciones a la Municipalidad sobre las faltas de higiene pública
que se observen en la ciudad o en los establecimientos de su dependencia.
Art. 12: Aconsejar a la autoridad los medios de mejorar la higiene pública
en la Capital, y las medidas profilácticas contra las enfermedades exóticas,
endémicas, epidémicas o transmisibles.
En el panorama social del período de 1880 a 1930 la clase dirigente proyectó
la creación de la nación con el optimismo moderno de civilización, sin embargo
pronto se vio amenazado por fuerzas disolventes. Buenos Aires sufre trans-
2
Martinez, A. Escritos y discursos del Doctor Guillermo Rawson. Tomo primero. Buenos Aires, Compañía
Sudamericana de Billetes de Banco, 1891. p. 90.

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formaciones, especialmente en el espacio urbano, al recibir un alto porcentaje


de inmigración europea a causa de la primera guerra mundial; posteriormente
se sumarán las inmigraciones internas. Se convirtió en una ciudad conventillo,
babel de razas y lenguas, espacio surcado por la fenomenología de la pobreza
(Vezzeti, 1985: 191).
En este contexto la medicina fue protagonista al diseñar propuestas insti-
tucionales para encauzar los fenómenos sociales, apoyada en la criminología y
el derecho penal, en la normalización de la población, en la salud pública y en
el dispositivo psiquiátrico. La medicina tuvo una doble articulación, en tanto
modelo interpretativo de la realidad y en tanto dispositivo configurador de
prácticas institucionalizadas dirigidas a la población que dieron surgimiento a
una nueva relación entre el Estado y los sectores de la población considera-
dos en riesgo. En esta articulación se generó un conocimiento que legitimó la
implementación de sucesivas intervenciones institucionales desde el Estado y
como problemas de gobierno.3
El paradigma de la medicina positivista4, siguiendo a Puiggrós (1990: 118) fue
la matriz de análisis político y social que caracterizó a los sujetos que ascendían
y ampliaban sus demandas como producto de una enfermedad social o bien
como expresiones de deficiencias provenientes de la raza, la cultura o la socie-
dad originaria. El éxito de este modelo de interpretación social e intervención
estatal se fundó en su capacidad para operar políticamente bajo el mandato de
la neutralidad y la objetividad científica; es decir, para operar una despolitización
de la conflictividad social emergente en el periodo.
La consecuencia fue la selección artificial paralela a la derivación de las
desigualdades humanas, mientras que el liberalismo podía seguir apelando
al igualitarismo de base teórica para integrarse a las nacientes democracias.
La permanente interacción entre intereses de la burguesía y ambigüedades
ideológicas del liberalismo fue encauzada a través de formas hegemónicas de
ejercicio de poder a las que la eugenesia aportó un refuerzo a la racionalidad
científica. (Miranda y Vallejo 2005: 13).

De las políticas sanitarias al control médico escolar


La conformación del sistema educativo moderno y su proceso de escola-
rización supuso procesos de normalización y disciplinamiento. Como señala
3
En relación al tema de gobierno surge una nueva noción, la del biopoder, la cual gira alrededor de
la idea de la guerra de razas, y su conversión en el racismo de estado, que a través de los dispositivos
disciplinarios van a defender la sociedad dando surgimiento a las estrategias de la biopolítica como una
nueva tecnología de poder, diferente de los mecanismos disciplinarios. Su objeto es la población, da sur-
gimiento al dispositivo de seguridad en el liberalismo como racionalidad gubernamental. Foucault (1976).
4
La escuela positivista se basa en los diagnósticos del tipo criminal de Lombroso que formuló un pro-
nóstico de la peligrosidad y sugirió tratamientos que desplazan el castigo y la pena por la prevención del
sujeto delincuente mediante medidas de seguridad en pos de la defensa social

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32 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

Foucault, la biopolítica es la presencia de los aparatos del estado en la vida


de la población, a través de la disciplina y la regulación mediante mecanismos
de poder, entendido como un conjunto de estrategias y tácticas mediante las
cuales los individuos construyen sus experiencias subjetivas y asumen identidad
dentro del campo social.
En el caso de la educación el conocimiento científico se destinó a prácticas
sanitarias de intervención racional en problemáticas sociales e individuales
que podían afectar el proceso de modernización de la sociedad y del Estado
argentino, prácticas que contribuyeran a modelar y organizar la población
para que participaran en la construcción de la nación. El higienismo formó
parte de los discursos del progreso y la civilización en vinculación con una
política de construcción del Estado ‘desde arriba’. La medicina ligada al
Estado dirigía sus intervenciones especialmente a la marginalidad social,
la degeneración y la anormalidad infantil. Este pensamiento positivista se
apoyó en los modelos de la bilogía y la sociología. La profilaxis se orientó a
identificar a los alienados a través de diagnósticos precoces y segregarlos
para impedir su reproducción.
La primera experiencia de control médico en las escuelas de Buenos Aires
comenzó en 1881 tras la creación del Consejo Nacional de Educación. Según
consta en actas de la VII sesión del CNE, llevada a cabo el 4 de marzo de 1881,
se dividió a Buenos Aires en ocho secciones, cada una de ellas supervisada por
una comisión escolar siendo don Bernabé Demaría presidente y el doctor Emilio
Coni vicepresidente. Este último fue una figura destacada de la medicina social
argentina, discípulo de Guillermo Rawson, había conocido los servicios sanitarios
de Bruselas en 1879 e, inspirado por las ideas del higienista Janssens, organizó
el servicio de inspección higiénica y médica escolar en la sección Catedral Sud
y San Telmo. Fue la primera experiencia en Buenos Aires.
En actas de la sesión del CNE del 20 de marzo de 1881, El Dr. Coni solicitó
10.000 pesos para poner en práctica el proyecto. Así comenzaron las inspec-
ciones en los primeros días del mes de abril del año 1881. Las quince escuelas
de la sección segunda bajo su dependencia eran visitadas una vez por semana.
En sus informes quedó en evidencia la necesidad de aulas y edificios escolares
que respondieran a las normas de higiene, luz, ventilación, calefacción, etc. y
establecería la gimnasia higiénica en lugar de la acrobática.
La Ley de Educación Común de la Provincia de Buenos Aires de 1875 y los
ideales del Congreso Pedagógico de 1882 fueron Los antecedentes de la ley
de Educación Común de 1884. Al aprobar el Congreso el proyecto de Ley, se
organizó y divulgó la educación primaria en el país, obligatoria, gratuita, gradual.
La ley establecía en su artículo primero: “La escuela primaria tiene por único
objetivo favorecer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y
físico de todo niño de seis a catorce años”. Brindada conforme a los preceptos
de la higiene, procuró el bienestar íntegro de la población infantil, subrayando
la importancia de las prescripciones de higiene tanto en los métodos y tiempos

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María Verónica Cheli 33

de enseñanza como en la construcción de los edificios y mobiliarios escolares.


De este modo comenzó a regir la obligatoriedad de la inspección médica e
higiénica de las escuelas, al igual que la vacunación y revacunación de quienes
asistían a ellas.
Este proceso de institucionalización de la medicina escolar tuvo un nuevo
escalón con la creación del Cuerpo Médico Escolar. Bajo la presidencia de
Benjamín Zorrilla y asesorado por Eduardo Wilde, ministro de Justicia, Culto
e Instrucción Pública, se resolvió en 1886 la creación del Cuerpo Médico Es-
colar al producirse una epidemia de cólera que generó un alto porcentaje de
inasistencia escolar. En febrero del mismo año, el CNE nombró como médicos
escolares a los doctores Carlos Villar y Diógenes Urquiza, que comenzaron a
cumplir sus funciones el 1° de marzo.
En la sesión del 6 de mayo de 1886, el CNE aprobó el reglamento provisorio
enviado por el cuerpo médico compuesto de tres capítulos. Los dos primeros
artículos del capítulo 1 señalan que:
1° Los médicos escolares tendrán intervención en todas las cuestiones que
se relacionen con la higiene de las escuelas.
2° Los médicos escolares deberán informar colectivamente en las cuestiones
que se relacionen con la higiene general de las escuelas. Lo hará cada uno de
ellos aisladamente cuando se trate de casos particulares

El capítulo 2 hace referencia a las disposiciones particulares a través de 10


artículos algunos de ellos fueron:
3° Vigilar la distribución de los niños según la capacidad de cada salón.
4° Proceder a la vacunación de los niños que no lo estén o la de los que a su
juicio lo necesiten.
8° Presentar cada tres meses un informe al CNE, indicando las observaciones
y medidas que su ejercicio les sugiere.

El capítulo 3 hace referencia a los directores de escuelas con 4 artículos. A


modo de ejemplo:
2º No deben admitir en sus escuelas niño alguno que no presente certificado
de vacunación con el visto bueno del médico vespertino
3º Deben dar cuenta inmediata al médico de su distrito y al CE respectivo
siempre que tengan entre sus alumnos alguno que esté atacado de enferme-
dad contagiosa o que sepan que en su domicilio existen enfermos en esas
condiciones
4º Deberán dar cuenta en las primeras veinticuatro horas al médico de su
distrito, siempre que tengan enfermos en sus respectivos familiares a fin de
certificar si la enfermedad es o no contagiosa.

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34 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

Los infractores de esta última disposición sufrirán una multa de 30 nacionales


y si se constatara que habían tenido conocimiento de que la enfermedad era
contagiosa serán inmediatamente separados de sus puestos5.

A los dos años de la creación del Cuerpo Médico Escolar los resultados no
fueron los esperados, debido a la falta de un trabajo organizado. Sus miembros
publicaron:
Procurar que vivan muchos pequeños seres que desaparecerían, tal vez, por
falta de cuidados higiénicos, como flores tronchadas de sus tallos despiadada-
mente por el mortífero viento del descuido, de la ignorancia o del abandono6.

La percepción médica pronto advirtió que los problemas que debía aten-
der respecto a la población escolar tendrían que ampliar sus funciones para
lograr un ambiente higiénico en las escuelas, la extensión de la vacunación y
la construcción de edificios en condiciones saludables. La tarea médica se fue
complejizando cuando se extendió la noción de la degeneración racial7 que
proponía modificar el ambiente negativo de los sectores populares para me-
jorar el futuro de la población argentina, o sea, regenerar el cuerpo individual
en beneficio del cuerpo social.
Las intervenciones de la medicina social de la época destinada a la población
escolar se fueron determinando por el incremento de niños en condiciones
de desventajas psíquica, física y sociales que fracasaban en la escuela. Esas
intervenciones desembocarían en un doble resultado, por una lado, la jerar-
quización de la infancia que posibilitó la reproducción diferencial en dos grupos
de niños: los considerados ‘normales’8 (alumno, hijo de la familia burguesa) y
los que se desviaban de la normalidad, cuyas identidades eran definidas como
inferiores y subordinadas respecto a la identidad dominante (blanca europea,
masculina) dando lugar a la clasificación de ‘niños débiles’, ‘escrofulosos’, ‘re-
trasados pedagógicos’, ‘falsos anormales’. Por otra parte, como veremos, este
proceso clasificación dará lugar a la creación de nuevas instituciones, ya que
se evidenciaba la necesaria separación de estos niños, para evitar el supuesto
‘contagio’ o bien para favorecer ‘la regeneración’, a partir de la recuperación en
instituciones especiales, como fueron las colonias de vacaciones y las escuelas de
niños débiles que pretendieron disminuir el impacto negativo en el orden social.
5
Actas del Consejo Nacional de Educación, sesión 33, mayo 6 de 1886, Buenos Aires.
6
El monitor de la Educación Común. Año VI. Buenos Aires, Junio de 1886. Número 98. P, 1270-1271
7
La eugenesia se gestó en 1883 con el inglés Francis Galton (primo de Darwin). Su definición proviene
de eu genes –el buen origen– fue la ciencia del cultivo de la raza a partir del estudio de los agentes bajo
en control social que pueden mejorar o empobrecer las cualidades raciales de las futuras generaciones,
ya fuera física o mentalmente.
8
La normalización disciplinaria plantea un modelo que se construye en función de determinados resul-
tados. Intenta que los individuos se ajusten a ese modelo, lo normal, y lo anormal, para aquellos que
no se ajusten al modelo. Entonces en la normalización disciplinaria lo fundamental no es la partición
normal anormal, sino la norma, que tiene un carácter prescriptivo al señalar lo normal y lo anormal.
(Foucault, 1978: 74).

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María Verónica Cheli 35

Las primeras instituciones de escolarización especial


para los ‘niños débiles’: las colonias de vacaciones y las
escuelas al aire libre
Con la educación moderna ya institucionalizada comenzó la producción y
reproducción de divisiones, jerarquías y asimetrías sociales de clase y de etnias.
Los médicos y los educadores comenzaban a descubrir que dentro de la pobla-
ción escolar muchos de sus alumnos presentaban algún tipo de debilidad física
o psíquica. Esta preocupación despertó discusiones sobre las obligaciones que
correspondieran al Estado. En un informe realizado por el CME presentado al
Ministro de Instrucción pública, el presidente del CNE José María Gutiérrez
reveló que:
El estado orgánico general del alumno, la estadística del CME permite compro-
bar que existe un crecido número de niños débiles, anémicos, cuya pobreza
constitucional debe preocuparnos. De 6424 niños examinados se encontraron
un total de 1270 de niños débiles, anémicos, cuya pobreza constitucional
debe preocuparnos.9

El uso permanente del término ‘debilidad’ destinado a los niños que concu-
rrirían a las escuelas estaba relacionado con la noción de la pérdida progresiva
de dinamismo y fortaleza, tanto física como psíquica, y se vinculaba con una
postura pesimista que atravesaba no sólo a los intelectuales nacionales sino que
era común con las tendencias propias del positivismo europeo. El Dr. Carlos
O. Bunge, reconocido intelectual y legista, mencionaba la extensión de las taras
hereditarias, según el modelo galtoniano y lombrosiano, considerando que la
mayoría de la población estaba dentro de la degeneración media. Clasificó a
los niños débiles de la siguiente manera:
El atraso mental de los niños es el resultado de las malas condiciones físicas.
Debilitados por alguna enfermedad crónica. Su inteligencia se fatiga después de
poco esfuerzo. Del lado de los niños atrasados mentalmente hay que poner a los
niños físicamente inferiores. Se dividen en dos grupos a) niños débiles incapaces
de un esfuerzo mental medio y, b) niños perfectamente capaces, pero en los
cuales la intensidad normal del esfuerzo es nocivo para su desarrollo fisiológico.
Ninguna de estas dos categorías tiene que ver con un atraso mental, si estos
niños estuvieran sanos y robustos tendría una capacidad normal o superior.10

Hamilton Cassinelli en su trabajo de tesis, apadrinado por el Dr. José María


Ramos Mejía, “Contribuciones al estudio de los niños débiles y retrasados en
edad escolar” explicó el término debilidad asociada a los niños:
9
Educación Común en la Capital, Provincia y Territorios Nacionales. 1900 : 11
10
El Monitor de Educación Común, año XXVII, Nº 417, Tomo XXV, Serie 2, Nº 37, 1907: 346.

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36 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

La palabra débil si se generaliza puede comprender a todos los niños anor-


males: los de organización física deficiente y los de facultades psíquicas insufi-
cientes, incompletas, comparado con los normales de la misma edad….Bajo el
punto de vista escolar debemos de ocuparnos de aquellos cuyo estado físico
o psíquico sea capaz de mejorarse disponiendo medidas médicas-pedagógicas
que estén a nuestro alcance dejando de lado aquellos cuya mentalidad o físico
no sea posible obtener beneficio alguno, o que sea de los hospitales o institu-
tos especiales de los que deben disfrutar. Teniendo siempre en cuenta que a
medida que avancen los conocimientos modernos podrán entrar en aquella
categoría muchos que por deficiencia de los medios de que disponemos no
pueden hacerlo actualmente.11

El doctor Genaro Sisto, vocal del Cuerpo Médico Escolar, caracterizó un


estado de debilidad conocida como escrofulosis.
Hay dos tipos el florido y el característico, el primero caracterizado por un estado
de salud aparente, presentado un aspecto engañador de vigor físico, grandes
mofletes, de carne abundante aunque blanda, labios gruesos, nariz aplastada, ojos
lagañosos indican bien la escrófula. En el segundo, es pálido delgado, profunda-
mente anémico y hasta raquítico. Estos niños de aspectos tan diferentes se aproxi-
man en su origen y manifestaciones especiales y a estos a quienes aconsejamos
los tónicos, muy a menudo el aire de mar, una nutrición abundante y un reposo
prolongado…. Hoy en día escrofulosis y tuberculosis tienen el mismo valor.12

En los artículos del Monitor de la Educación común de la primera década


del siglo XX aparecen varios trabajos en relación a la educación de los “niños
débiles”, de los cuales se desprende que los antecedentes y funcionamiento
de estas instituciones basadas en criterios científicos y sociológicos destinadas
a niños débiles los encontramos en experiencias en el extranjero, sobre todo
Alemania que fue pionera en su implementación, seguida por las experiencias
de Suiza, Inglaterra, Francia y Estados Unidos.
En los artículos de estas publicaciones oficiales se dejó entrever que la
finalidad de la creación de las colonias y de las escuelas para ‘niños débiles’
en Argentina se llevó a cabo en pos de un objetivo humanista y de previsión
como medio de defensa social y de vigorización o mejoramiento de la raza en
formación para construir el futuro ciudadano argentino de organismo fuerte
y mentalidad sólida. Su accionar se dirigió no solo a fortalecer a los niños sino
también a influir en las familias para que modificaran conceptos ‘erróneos’
respecto del cuidado de los hijos, destruyendo o corrigiendo los malos hábitos
físicos y morales que podrían conducir a los individuos a las cárceles, asilos u
hospitales.
11
Cassinelli, H., 1912: 29-30.
12
Ídem, 29-30.

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En este sentido la escuela estuvo ligada a la profilaxis social de la enfermedad


y de la ‘degeneración’13. Según (Foucault 1975) la teoría de la ‘degeneración’
sirvió de justificación social y moral para las técnicas de identificación, clasifi-
cación e intervención sobre los ‘anormales’, las que junto con el desarrollo de
una red de instituciones apoyadas en la medicina y la justicia, conformaron un
sistema de defensa social.
Esta postura de la educación eugénica en Argentina fue llevada a cabo por
diferentes figuras como los liberales Octavio Bunge y José ingenieros, el posi-
tivista Víctor Mercante y las socialistas14 y activistas feministas15 como Raquel
Camaña, Alicia Moreau, Elvira Rawson, Carolina Muzilli, quienes sostuvieron la
defensa de la escuela pública como espacio de socialización más allá de la clase
social y articularon la defensa del orden familiar y la búsqueda de conciliación
democrática entre lo doméstico y lo público.
La acción educadora era entendida como formadora de hombres útiles
para sí mismos y para sus semejantes. Por este motivo la escuela no debió
despreocuparse de ninguna de las peculiaridades del desarrollo físico y psíquico
de sus alumnos. La acción regeneradora se ejercía mediante la higiene social
desarrollada en la escuela, cuyo objetivo era corregir las influencias nocivas que
se ejercían sobre los niños y la acción educadora compensaría colocándolos
en condiciones favorables. Esta novedosa tendencia educativa para la época se
refería a los ‘niños débiles y escrofulosos’.
La escrofulosis se utilizaba para referirse a una tuberculosis latente, que
podría ser curable si se sometía a estos niños a un tratamiento climatológico,
al igual que los niños anémicos, por lo cual se propusieron la creación de insti-
tuciones especiales, las colonias de vacaciones, escuelas preventivas y escuelas
para niños débiles al aire libre.
En 1902 el Dr. Genaro Sisto presentó en un Congreso de Medicina
realizado en Madrid un trabajo de higiene infantil escolar con el título “Es-
cuelas Preventivas Infantiles”. Su trabajo estaba guiado por la idea de que
la escuela común no contribuía a formar a los niños débiles y escrofulosos
puesto que van a ella en condiciones de salud deficiente. Sus conclusiones
eran las siguientes:
1º La infancia que frecuenta la escuela, debe ser clasificada por un examen
médico, estableciendo las condiciones orgánicas de cada niño.

13
En Argentina, el concepto de ‘degeneración’ fue usado en el diagnóstico de constitución racial de
la población, llevaba a plantear la creación de una raza nueva, como requisito imprescindible para la
construcción de la argentinidad.
14
El socialismo impulsó espacios periescolares como alternativa a los problemas sociales destinados al
niño del obrero como los amigos de los niños, recreos infantiles, las bibliotecas populares, el mutualismo
escolar, la copa de leche, las cantinas maternales, entre otras (Carli, 1991-2002).
15
Siguiendo a Barranco (1997: 146) en el discurso oficial hubo una ‘ceguera cognitiva’ respecto a la
participación femenina de las acciones que en alguna medida anticiparon las intervenciones del Estado
en materia de derecho de la infancia. El Estado terminó monopolizando las acciones de protección.

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2º Siendo los niños anémicos, escrofulosos, debilitados, los mejores pre-


parados para toda clase de infecciones y en particular para la tuberculosis,
(...) la tarea más importante de los gobiernos y asociaciones del Estado, será
la organización ad hoc fundadas según un contexto científico y destinadas a
volver vigorosos los niños de ambos sexos que lo necesiten.
3º La edad más conveniente para obtener el máximo resultado por medio de
las escuelas preventivas infantiles, es el comprendido entre los 6 y 14 años,
es decir el periodo de la edad escolar16.

En la misma publicación aparece un estudio realizado a 10.000 niños de las


escuelas comunes en el año 1903. Los resultados de las estadísticas sobre la
población escolar examinada sobre distinto tipo de afecciones fueron: 78,70
por mil de organismos tarados, más de un 35, 5 por mil de anemia escolar
por nutrición insuficiente, los debilitados constitucionalmente alcanzaban el
39,5 por mil, esto daba un porcentaje de 118, 20 por 1000 de niños afectados
físicamente débiles. Esta cifra fue tomada por el CME en 1906 y elevada a la
presidencia del CNE aconsejando la creación de tres escuelas preventivas,
una en el mar, otra en la llanura y otra en la montaña. Las escuelas preventi-
vas fueron creadas por resolución del CNE el 18 de diciembre de 1908. Su
organización estuvo regida por la reglamentación presentada por los Doctores
Emilio Bondenari y Luis Cassinelli.
Llegado el año 1909 se crean dos escuelas para niños débiles, habilitando
dos fincas situadas una en Parque Olivera, y otra en Parque Lezama. (Ver
anexo) En 1910 la Municipalidad de Buenos Aires prestó su colaboración
donando nuevos terrenos en los parque Tres de Febrero y Patricios. El
presidente de CNE Dr. José Ramos Mejía emitió un Decreto expresado del
siguiente modo:
Constrúyase una comisión bajo la presidencia del inspector técnico de la
capital Don Ernesto A. Bavio y completada con los médicos doctores: Enrique
Piertranera, Emilio F. Bondenari, Luis R. Cassinelli y el inspector administra-
dor el señor Casimiro Torzano Calderón. Quienes procederán a formular el
proyecto definitivo de la escuela para niños débiles.17

El reglamento para dichas escuelas que fue aprobado por el CNE el 3 de


diciembre de 1910, estableció el tiempo de duración del año escolar (del 1ro
de septiembre al 31 de marzo del año siguiente) y dividió en periodos de
tres meses cada uno para que pueda aprovecharse por diferentes alumnos.
El reglamento también establecía que las clases serían al aire libre. Cada una
tendría una duración de media hora como máximo y acotaba la cantidad tope
de alumnos en 25. Detallaba prescripciones en cuanto al plan de estudios, el
16
Genaro Sisto, 1904: 22.
17
Op. cit.: 13.

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María Verónica Cheli 39

programa de enseñanza, el tipo de alimentación y recomendaba baños de llu-


via. Por último, proponía los estudios antropométricos y el examen individual.
Los fines de estas instituciones y la enseñanza en ella debían tener un carácter
eminentemente educativo. El maestro era el encargado de completar una ficha
individual de la inteligencia y aptitudes, llevando así un diario escolar del alumno.
En la formulación del proyecto sobre la creación de colonias de vacaciones,
el CME señala “la necesidad de arrancar la tuberculosis en los organismos in-
fantiles, que pueden ser más tarde útiles al Estado y a la sociedad”18.
El tema de estudiar y regular19 a la infancia fue de interés no solo para el
ámbito de la elite gobernante en cuanto la creación e implementación de las
políticas en el área de la salubridad educativa sino también se comenzaron a
tratar los problemas de la infancia en los Congresos Panamericanos del Niño.
El primer ciclo de estos encuentros abarcó de 1916 a 1935.
Estas reuniones tuvieron una influencia importante en los debates sobre
las infancias. Sus temas prioritarios fueron la salud, la higiene, la educación y
el futuro con propósitos eugenésicos, relacionados con las preocupaciones
de los gobiernos por la situación social, económica y política de los países
intervinientes (Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Cuba, Perú, México, Cara-
cas, Panamá, Bogotá y Bolivia). En estos congresos generaron información
y proporcionaron acciones sobre la infancia. Por este motivo rápidamente
se sumaron varios delegados del gobierno. En la reglamentación del primer
congreso de Buenos Aires en 1916 quedo expresado: “La vida entera del
hombre depende de la manera como se dirija su infancia”. En el acta del ter-
cer Congreso Panamericano del Niño realizado en Rio de Janeiro en 1922, el
delegado Fernando de Magalhaes solicitó: “Medidas legislativas contundentes
a la aplicación de preceptos eugenésicos para el amplio estudio de los factores
básicos de la herencia normal y patológica”.
El Estado tutelar que aseguró la protección de estos niños a través de las
intervenciones de la medicina, la puericultura, la vida sana combinada con un
estricto orden que fueron el mejor antídoto contra la tuberculosis, el raquitismo,
y otras enfermedades de la infancia. El efecto político de estas intervenciones
estatales fue la neutralización de los peligros, de la miseria y de la disposición
social que sirvió de justificación para la creación de una tecnología de poder a
través del discurso médico, desplegado en prácticas instituciones destinadas
al sujeto peligroso.
18
Memorias del CME del año 1924: 13.
19
El pasaje a la modernidad supuso un progresivo proceso de regulación social que tuvo su expresión
en la práctica jurídica (la ley y la norma) como forma de normalizar las conductas. En esta dirección
Foucault nos ayuda a reflexionar a partir de que realizó una genealogía del sistema judicial de como las
prácticas jurídicas, poseen efectos de poder como una práctica desde la racionalidad occidental. Y como
a la norma está atravesada por la historia, justamente se trata de explicitar esta relación entre norma
e historia, y señalar cómo ciertas prácticas sociales jurídicas se convirtieron en prácticas de coacción
ligada a una moral.

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40 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

En esta dirección (Foucault 1975: 57) señala que la noción de peligro se


liga por una parte, con la noción de previsión, y por otra parte, al poder de
normalización. La norma es portadora de una pretensión de poder. La norma
trae aparejados a la vez un principio de clasificación y un principio de corrección.
Su función no es excluir. Al contrario, siempre está ligada a una técnica positiva
de intervención y transformación, a un proyecto normativo.
En sintonía con esta técnica positiva de poder e intervención, se diseñaron
instituciones de educación especial y moralizantes productoras de cierto tipo
de normalidad. El tratamiento de la infancia ‘anormal’ no fue ajeno a unas po-
líticas sociales que han sustituido las instituciones de control social duras por
instituciones blandas de socialización de la infancia como las clases diferenciales
y las escuelas especiales.

La creación de clases diferenciales y de las escuelas


especiales para ‘retrasados pedagógicos’ y ‘falsos
anormales’
Los médicos y pedagogos argentinos junto a los legistas influenciados por las
obras de la Dra. Montessori en Italia, los desarrollos pedagógicos de Decroly en
Bélgica y de Charcot, Itard y Seguín en Francia, se comenzaron a cuestionar el
principio de justicia de uniformidad en la infancia, comenzando a contemplarse
toda la variedad que ella incluye, lo que hacía imposible adoptar una única pe-
dagogía y medios educativos idénticos como si todos los niños que concurrían
a la escuela tuvieran el mismo origen social y las mismas características.
Los niños que presentaban anomalías pero se encontraban más próximos
a la categoría de normalidad no habían sido objeto de estudio, con lo cual no
se habían organizado instituciones destinadas a ellos. La obligatoriedad de la
escolaridad marcó el inicio de nuevas subjetivaciones en la infancia, por un
lado, los niños que no cumplían con la obligatoriedad, los nómades urbanos,
serían incluidos en la categoría de la ‘infancia delincuente’, y por otra parte,
los que asistían a la escuela, pero sin adaptarse a las normas y reglamentos, y
sin asimilar los aprendizajes quedarían encerrados en la categoría de ‘infancia
anormal’20. Para ellos se va a solicitar la creación de las clases diferenciales que
fue impulsada por el profesor Luis Morzone21, quien advirtió en el año 1911 al
director del CME de la provincia de Buenos Aires Dr. Quadri:
20
El problema de la anormalidad infantil se planteó como un problema de carácter práctico, que produjo
un conocimiento para identificar las causas, pero fundamentalmente para intervenir según los criterios
de normalización.
21
Creador de la primera escuela de afásicos y retrasados pedagógicos de la ciudad de La Plata, fue
modelo en Latinoamérica.

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María Verónica Cheli 41

Previa constatación de que muchos alumnos están imposibilitados de aprove-


char la enseñanza colectiva, se indiquen los medios pertinentes para subsanar
las deficiencias que adolezcan, y se atiendan en clases especiales, subsidiarias,
que funcionarán en la misma escuela común22.

El objetivo de crear estas clases diferenciales tuvo una doble función: se


convirtieron en un lugar de observación, de laboratorio y de estudio para
los niños sospechosos de ‘defectos psíquicos’, y buscaron crear un ambiente
que favoreciera su desarrollo intelectual para volverlos a colocar en las clases
de donde habían egresado, y así seguir normalmente la instrucción a la par
de los demás. Las clases diferenciales tuvieron la intención de nivelación,
con la creencia de que, permaneciendo en las mismas el tiempo que fuera
necesario desaparecerían “las falsas características de la anormalidad” que
era temporaria. La enseñanza se basó en la pedagogía enmendadora o co-
rrectiva, ligada al discurso médico, jurídico y psico- educativo, que indicaba
sanar y corregir.
En el mismo año el profesor Morzone presentó un proyecto para la creación
de escuelas especiales al CME justificándolo del siguiente modo:
Los verdaderos deficientes, los idiotas, toda la variedad de los imbéciles que
no están en nuestras escuelas. Sin embargo figuran en nuestras escuelas un
número considerable de niños que por causas diferentes permanecen en el
aula vegetando, perjudicándose y perjudicando a los demás. Los que común-
mente son llamados tarados, que no presentan un organismo físico, psíquico
o biológico con lesiones graves, sino un retraso en su desarrollo. Representan
una parte no indiferente de nuestra población escolar, que reclaman atención
que hasta ahora no se le ha dado. En la ciudad de La Plata son colocados en una
escuela especial a estos niños con anomalías diversas, pero nunca se logrará
beneficiar a todos los defectuosos23.

Concluye el proyecto el profesor Morzone expresando:


Creo Señor Director que este curso servirá de propaganda para que se ins-
tituya en nuestras escuelas modestos gabinetes antropológicos pedagógicos
para conseguir que la pedagogía, abandone las abstracciones teóricas, se
transforme de filosófica a científica24.

Para la creación de las clases diferenciales y para las escuelas especiales era
necesario, realizar un diagnóstico a través de diversas clasificaciones psicológi-
cas, sociológicas y criminológicas de los escolares para determinar qué tipo de
niños serían admitidos y cuáles no. La gran mayoría se encontraba dentro de

22
Morzone, L., 1912: 448.
23
Ídem: 449.
24
Ídem: 500.

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42 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

los ‘retrasados’, que a su vez se dividían en los ‘verdaderos retrasados’, (pe-


dagógicos) y en los ‘falsos retrasados’ (‘alimenticios’, ‘retrasados por miseria’,
‘retrasados por explotación de sus padres’), a estos se les sumaba los niños con
anomalías sensoriales y del carácter.
Octavio Bunge publica un artículo que comenta los trabajos de Lorenzo
Guliano, de Turín, discípulo de Lombroso, sobre los idiotas, presentados en V
Congreso de Psicología Comparada celebrado en Roma:
Los idiotas se dividen en biopáticos y cerebropáticos comparando las carac-
terísticas psicológicas de ambos con los rasgos psicológicos de los salvajes y
de las especies inferiores, encontrando diferencias entre ambos. En los bio-
páticos se constata un verdadero atavismo psíquico correlativo a la etiología
degenerativa y anomalías histológicas de la misma naturaleza. En cambio en
los cerebropáticos es imposible establecer un paralelismo entre estos y los
rasgos salvajes e inferiores. Su deficiencia mental corresponde a caracteres
antropológicos y a una patogenia de los centros nerviosos.25

En cuanto a las anomalías de carácter y la degeneración en relación a la


educación Octavio Bunge ya había advertido que:
El término de educación de los degenerados será bastante amplio para
clasificar esta enseñanza, porque excluye a los degenerados amorales con im-
pulsos perversos o rebeldes a la disciplina, esta categoría todavía no dispone
de los métodos adecuados como para poder rectificar las monstruosidades
de los degenerados perversos.26

El profesor Luis Morzone se refirió a los “retrasados pedagógicos” como


Aquellos niños que la mayoría de los maestros se limitan a considerarlos como
los más desganados, obligándolos a permanecer en el grado de dos a tres años
para luego promoverlos por antigüedad. Exigen una enseñanza especial si es
que no se los quiere perjudicar para la vida. Si bien tienen un aspecto normal,
cuando se los estudia con criterios científicos se encuentran diferencias muy
marcadas con respecto a la mentalidad de los niños de la misma edad en
estado normal. Estos niños debido alguna deficiencia de alguna manifestación
intelectual bajo ningún concepto deben permanecer en las aulas comunes con
los normales, pues no pueden aprovechar la enseñanza colectiva. Habrá que
corregir vicios que los normales no tienen.27

Los ‘falsos retrasados’ según los definió Hamilton Cassinelli (1912: 165)
Son aquellos niños que no han frecuentado con regularidad las clases, por falta
de celo de sus padres, por enfermedades repetidas y por cambio frecuente

25
El Monitor de Educación Común, año XXV, Nº 394 ,Tomo XXI, serie 2, Nº 14, 1905: 346.
26
El Monitor de Educación Común, año XXVIII, Nº 418, Tomo XXV, serie 2, Nº 38, 1907: 209.
27
Luis Morzone (1912: 313).

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María Verónica Cheli 43

de domicilio. No saben porque sencillamente no han aprendido, y no porque


no hayan podido aprender.28

La clasificación de los escolares y la correspondiente organización, como el


sostén de instituciones ad hoc tuvieron una vinculación estrecha con la pureza
de la raza, en algunas ocasiones en forma explícita, ya sea por oposición o por
exclusión, el anormal por descripción del normal, lo indeseable por alusión
de lo deseable, estableciendo relaciones jerárquicas en las cuales subyace la
noción de “raza pura”.

El Instituto de Psicología Experimental


El Instituto de Psicología Experimental comenzó a funcionar en julio de
1929 con sede en el CNE. (Nº Expte. 14.237). El proyecto fue presentado por
el presidente, Dr. Antonio Rodríguez Jáuregui y el Sr. Vocal Dr. Pedro Rueda.
Su director fue el Dr. Enrique Olivera. Los fines del IPE fueron: 1- Examinar
desde el punto de vista psicológico a los alumnos de las escuelas primarias de
Capital. 2- Organizar los grados diferenciales en las escuelas comunes según
reglamentación. 3- Dictar cursos de psicología y psiquiatría infantil a maestras en
ejercicio de la Capital, Provincias y Territorios. 4- Realizar publicaciones sobre
estudios y experiencias. 5- Crear una biblioteca con publicaciones relacionadas
a la psicología infantil. 6- Designar al director del CME director del IPE29.
El Instituto estaba integrado por varias secciones: 1) Consultorio médico de
examen y selección de niños, clínica de higiene, selección de retardados por
causas físicas e indagación de sus tratamientos; 2) Consultorios de atención
odontológicas; 3) Servicio de antropometría, biometría eugenésica, y biopato-
logía; 4) Consultorio psicopedagógico de investigación y diagnóstico, gabinete
de psicotécnica escolar; 5) Laboratorio de anatomía y fisiología experimental;
6) Laboratorio de psicología experimental; 7) Anfiteatro para conferencias; 8)
Seminario de psicopedagogía correctiva; 9) Escuela Anexa de psicopedagogía
correctiva; 10) Biblioteca de psicología, pedagogía y Ciencias Afines que llegó
a tener más de 600 ejemplares y 11) Fichero central y Archivos.
La psicología experimental se basó en el estudio controlado de la experiencia,
y la experimentación era el camino más seguro para legitimarse como psicología
científica. Utilizó los cuestionarios y el análisis estadístico de los resultados para
realizar diagnósticos precoces, con el fin de delimitar la segregación de los niños
‘anormales’ e impedir su reproducción. El problema de la anormalidad infantil se
planteó como un problema de carácter práctico, que produjo un conocimiento
para identificar las causas, pero fundamentalmente para intervenir según los
28
Op. cit.: 13.
29
El Monitor de Educación Común, Año XLIX, Nº 681, 1929: 140.

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criterios de normalización30. El IPE organizó cursos de perfeccionamiento para


maestros que otorgaban el título de maestro especializado. La parte práctica
se llevaba a cabo en la Escuela Anexa de Psicopedagogía Correctiva a la cual
concurrían niños anormales.
La reglamentación de las clases diferenciales coincidió con las preocupaciones
que empezaban a aparecer en las escuelas respecto a la búsqueda de métodos
de enseñanza más eficaces tomando al conjunto de alumnos como entidades
uniformes, sin considerar las individualidades de cada niño. Se pensaba la or-
ganización de la escuela primaria en función de beneficiar a todos los alumnos
que por ley estaban obligados a frecuentarla. La escuela no podía abandonar, ni
eliminar a los que no se adaptaban a su funcionamiento, tenía el deber de rete-
nerlos y corregirlos. En esta formulación se puede observar un desplazamiento
de la intervención desde la medicina positiva que fomentaba el aislamiento de los
niños ‘anormales’ en todas sus variedades, a las intervenciones desde la educación
que, por un lado, los incluyó en el proceso de escolarización, aunque segregados,
y por otra parte, alimentó la idea de que muchos de los niños ‘anormales’ eran
educables, por lo tanto la ‘anormalidad’ pasó a ser un problema educacional en
vez de médico, aunque ambas perspectivas siguieron íntimamente imbricadas.
Una consecuencia de estas acciones fue la estigmatización, en efecto, se
generó un proceso de acentuación de desigualdades al considerar las diferencias
como inferioridades respecto a la categoría de normalidad que suponía ser “buen
alumno”. Estos circuitos de escolarización por fuera de la educación común se
interrumpieron al ser desmantelado el IPE por el golpe de Uriburu. El proceso
de la institucionalización de los niños ‘anormales’ había sido lento, consensuado
y progresivo, justamente porque se dio en un periodo de democratización,
pero su clausura fue repentina ya que se dio en el contexto del golpe de Estado.

La reorganización del CME


La obra del CME hasta el año 1924 fue más bien teórica que real por la
carencia de medios disponibles para que los médicos pudieran hacer efectiva su
tarea en beneficio de los niños que concurrían a la escuela. Por otra parte, los
inspectores y médicos que trabajaban en ella sólo aconsejaban, inspeccionaban
los edificios escolares, realizaban informes y extendían certificados.
30
En el dispositivo de seguridad, habrá un señalamiento de lo normal/anormal a partir de las diferentes
curvas de normalidad y, la operación de normalización consistirá en hacer interactuar esas diferentes
atribuciones de normalidad, procurará que los más desfavorables se asimilen a los más favorables, o sea,
se vale de las distribuciones más normales, más favorables que otros, y esas distribuciones servirán de
norma, entonces dicho esto, la norma será un juego dentro de las normalidades diferénciales. Dicho de
otro modo, la operación de normalización consiste en poner en juego y hacer interactuar esas diferentes
distribuciones de normalidad. Lo normal es lo primero y la norma se sucede de él, o sea cumple y fija
un papel operativo a partir del estudio de las normalidades, de este modo ya no se trata más de una
normación, sino de una normalización (Foucault, 1978).

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María Verónica Cheli 45

Para poder cumplir con su función social higiénica dentro del medio escolar,
el CME debió hacer efectivas las nuevas orientaciones de las funciones de la
inspección médica escolar, lo que se lograría en 1925. Para esto fue necesario
solicitar el gasto correspondiente para la reorganización e instalación de los
consultorios en condiciones regulares y uniformes (tanto del central como
de los 20 consultorios de cada distrito). Los datos arrojados en una encuesta
realizada a todo el personal técnico de la repartición ilustra la precariedad en
que los Médicos Inspectores realizaban su tarea.31

Equipamiento de los 20 Existentes Faltan


consultorios
Mesa de clínica 14 6
Balanza Cartabón 16 4
Lavatorio 12 8
Vitrina 10 10
Bajalengua 10 10
Estetoscopio 9 11
Cinta métrica 1 19
Pañueleras 2 18
Toallas 3 17
Termómetros 1 19
Caja instrumental 4 16
Material de curaciones 4 16
Baldes 5 15
Jeringas, agujas y estuches 7 13
(Al iniciarse el curso escolar de 1925 todos los consultorios estuvieron equipados.)

Otro obstáculo que debió enfrentar el CME fue que, por votos aprobados
en el congreso de Higiene Escolar cada médico inspector debía atender a 1.500
alumnos. A las escuelas fiscales de Buenos Aires concurrían 240.000 niños de
los cuales 12.000 (sin contar los que iban a escuelas particulares que también
estaban bajo esta inspección) correspondían a cada Médico Inspector. Para fa-
cilitar la tarea de la Inspección se incorporaran las visitadoras higiénicas32, como
un cuerpo sanitario que colaboraría a su acción secundándola y completándola,
a imitación de instituciones similares en Europa.33
31
Memorias del Cuerpo Médico Escolar, año 1924: 3-4.
32
La escuela de visitadoras higiénicas fue creada en 1924 por la Facultad de Medicina, anexa a la Cátedra
de Higiene, por iniciativa conjunta de CME (El monitor de Educación Común, Año XLVIII Nº 679, 1929: 3)
33
Ídem,14.

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46 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

12.000
10.000
8.000
6.000
4.000
2.000
0

En 1928 el CNE resolvió incorporar a las visitadoras higiénicas al CME


mediante la siguiente resolución:
1º Autorizar a la inspección médica para que durante el curso escolar próximo
continúe aceptando a los servicios ad honorem de 70 visitadoras de higiene es-
colar diplomadas en la Facultad de Medicina, y con el título de Maestra Normal.
2º Asignar para gastos la suma de 5 pesos por día hábil debiendo imputar los
gastos a la respectiva partida del presupuesto en ejercicio.
3º Su misión es realizar la investigación domiciliaria de las condiciones sociales
de los alumnos que concurren a la escuela, redactar fichas individuales y realizar
la vigilancia higiénica de los alumnos34.
En el año 1924 se crea una sección de educación sanitaria destinada a la
divulgación de los principios de la higiene de la escuela en la Capital, Provincias
y Territorios, con la misión de fomentar hábitos higiénicos en los niños, tales
como la limpieza corporal, los peligros de la mosca, del alcoholismo y de la
tuberculosis. Estas clases eran ilustradas por cintas cinematográficas, diaposi-
tivas, carteles y conferencias dadas por los médicos a los docentes, y clases
destinadas a padres. También se editan en los talleres gráficos de la repartición
folletos y cartillas para los docentes, padres y alumnos y se comienza a controlar
los comedores de las escuelas de aire libre, la copa de leche y a administrar
medicamentos.
El Dr. Solá presentó en 1932 un plan para incorporar una secretaría técnica
al CME, que sería llevada a cabo por la acción directa del cuerpo de visitadoras
de higiene escolar con colaboración de los médicos inspectores y especialistas y
con la intervención directa de los directores y maestros. Su acción se extendía
a las Provincias y Territorios Nacionales. La creación de esta sección sanitaria
34
CNE Cincuentenario de la ley de educación 1420, Tomo II, Desarrollo de la escuela primaria 1884-
1934: 338.

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María Verónica Cheli 47

evidenció la transformación de la organización médica escolar en sintonía con


las modernas disposiciones de medicina preventiva y un desplazamiento del
accionar médico al ámbito educacional, en el cual cobraron importancia los
docentes en la prevención de la salubridad de la población escolar.

Algunas reflexiones
En la Argentina la permeabilidad de la eugenesia se ligó a la noción de ciu-
dadanía, con el apoyo de las elites dirigentes se acordó el tipo de intervención
y se consolidaron representaciones compartidas en las formas de ejercicio de
poder. Los intereses de la clase dirigente se proyectaron en discursos científicos
que situaron la pretendida mejora de la raza dentro de un programa de vasto
alcance que abarcó discursos biomédicos, higienistas, poblacionales, y am-
bientales. Con la ilusión de erradicar la enfermedad como factor degenerativo
de la raza, quedó integrada eficazmente a una patologización que demandaba
acciones para su regeneración, a una mejora del ambiente y un énfasis en la
importancia de la familia “bien constituida” y en la educación.
La política sanitaria fue un programa fundamentalmente intervencionista
que, al ser sostenido por un amplio espectro político, demuestra lo tenue que
han sido en muchos aspectos las diferencias existentes en Argentina entre las
vertientes políticas que compusieron sus elites. En este sentido, las distancias
entre una matriz liberal y otra nacionalista de corte conservador, se reducen
ante comunes articulaciones perseguidas por la biología y una moral confesio-
nal, para legitimar políticas que comprendieron el avasallamiento de diversos
derechos por medio de la coercitividad estatal. (Miranda, y Vallejo 2005: 148)
La higiene y la eugenesia se desarrollaron en el marco de saberes y prácti-
cas más amplios, que constituyeron lo que se conoció como medicina social.
Esta disciplina intentó la coordinación de los conocimientos e intervenciones
terapéuticas individualizadoras con la consideración de sus efectos en la pobla-
ción, privilegiando la mirada global y subordinando a ésta la valoración de las
intervenciones individuales. De ahí que su definición se presentara como una
función del Estado y requiriera de un proyecto político.
En nombre de estos saberes científicos correctores de conductas, que atri-
buyen déficits a sujetos individuales, se corre el riesgo de olvidar las condiciones
sociales de constitución de dicho campo de intervención y de su reflexión. La
consolidación de esta política y forma de gobierno se concretó a través de un
conjunto de leyes, reglamentos, resoluciones y disposiciones, que ponen de
manifiesto cómo la infancia pasa a tener status jurídico, el niño deja de ser un
“pequeño salvaje”, para convertirse en un “animal doméstico”. En términos
de Foucault (1975) ya no es un sujeto jurídico, sino un objeto, el objeto de una
tecnología y un saber de reparación, readaptación, reinserción y corrección.
De esta forma el oficio de castigar se transforma en el oficio de curar.

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48 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

La educación especial sería impensada sin la institucionalización de la escuela


obligatoria, conjuntamente con la aparición de instituciones moralizantes, pro-
ductoras de un tipo de normalidad. El tratamiento de la ‘infancia anormal’ no fue
ajeno a unas políticas sociales que han sustituido las instituciones de control social
duras por instituciones blandas de socialización de la infancia, como la escuela. El
estado liberal, al mostrarse incapaz de resolver las cuestiones sociales, va a abrir
una nueva vía del estado interventor para reforzar el progreso y la estabilidad
social, así la infancia se convierte en objeto privilegiado de intervenciones, ya
que los niños serán los hombres del mañana. Proteger la infancia, moralizarla e
instruirla significó prevenir los males del futuro. La medicalización de la infancia
cobró fuerza en el proceso de escolarización a través del CME dependiente de
CNE. La respuesta desde el Estado para los alumnos ‘débiles’, ‘anormales’ y
‘retrasados’ surgió de la visión organicista de la nación que, bajo la lógica de la
eugenesia, buscaba la perfección de los organismos en general; de esta manera
se combatía la degeneración de la raza en sus aspectos físicos y mentales.
La exploración de las fuentes permite pensar que el desarrollo de la insti-
tucionalización de la infancia ‘anormal’ a través del Cuerpo Médico Escolar, en
un circuito segregado de la escuela común y sus prácticas institucionales no
se dio en forma lineal, continua y uniforme, fundamentalmente por encontrar
obstáculos en su organización de manera centralizada, debido a la falta de
presupuesto y a la irrupción de la democracia.

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María Verónica Cheli 49

Fuentes
- Cassinelli, H. (1912) Contribuciones al estudio de los niños débiles y retrasados en edad escolar. Bs. As.,
La Ciencia Médica
- Coni, E. (1918) Memorias de un médico higienista: contribución a la historia de la higiene pública y social
argentina [1867-1917]. Bs As., Talleres Gráficos A. Flaiban.
- Consejo Nacional de Educación. Actas de la sesión 33 del 6 mayo de 1886.
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María Verónica Cheli 51

Anexo: Imágenes

Escuela Nicanor Olivera para niños débiles

Comedor y aulas:

Clase al aire libre:

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52 La política sanitaria y educativa: discursos médico-pedagógicos que delimitaron la infancia ‘anormal’...

Escuela para niños débiles Parque Lezama

Primer grupo de alumnos con que se inauguró la escuela:

Descanso en las Chaisse longues:

Fuente: Cassinelli, H (1912) Contribuciones al estudio de los niños débiles y retrasados


en edad escolar. Bs. As., Publicación: La Ciencia Médica.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 53-67. ISSN 1669-8517

Bio-oikos-política.
Proslogium para una genealogía comprensiva
del ambiente desde una mirada biopolítica
Graciela Ciselli
Aldo Enrici
Universidad Nacional de la Patagonia Austral

Resumen
Este artículo propone discutir un camino intelectual hacia una biopolítica de la
naturaleza o del entorno. Dicho menos vulgarmente, una política del gobierno de
la vida más allá de la vida humana misma. Pensar en una biopolítica, cruzando el
ámbito de la vida pública, avanzando sobre la esfera del ambiente. Nos referimos a
una bio-oikos-política, preocupación que puede extraerse de los mismos discursos
ensayísticos de Michel Foucault, especialmente, en su lectura de la Ilustración y
de los discursos. Por otro lado, la lectura de la exceptio de la nuda vida de Giorgio
Agamben desde su propuesta de “excepción”. A partir de ellos se propone la noción
de bíopolitica, como campo abierto, noción precautoria y constante, también como
nuevo paradigma de gubermentalidad.

Palabras clave
biopolítica de la naturaleza – bio-oikos-política – Foucault – Agamben – excepción

Abstract
The article aims to discuss an intelectual path to biopolitics of nature or environ-
ment. That is to say, a government policy of life besides human bodies; to think of
biopolitics crossing the field of public human life and advancing on the area of the
environment. We refer to a bio-oikos-politics that can be drawn from the same es-
says of Michel Foucault, especially in his reading of Illustration and speeches. On the
other hand, reading the exceptio of nude life of Giorgio Agamben from his proposed
“exception”. From those authors we propose the notion of Biopolitics, as an open
field and constant precautionary notion and, also as a new paradigm of governability.

Key words
biopolitic of nature – bio-oikos-political – Foucault – Agamben – exception

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Encuadre teórico-metodológico
Para Foucault hay una dirección hacia la respuesta a la pregunta por la
biopolítica. Se trata de la aparición de la noción de población y del cambio de
gubermentalidad, destinada ahora a “dejar vivir” en lugar de quitar la vida o
“hacer morir” como ejercicio demostrativo de poder (Foucault, 2000). Para
Agamben por su parte el hombre ha sido pensado dentro de la diferencia entre
lo humano, bíos, y lo animal, zoé, mediante una “máquina antropológica” que
produce la excepción por la que la vida queda anulada. Una vida separada de
lo público, “vida desnuda excepcional sobre la que se actúa” (Agamben, 2007:
6). Nos aventuramos a exponer que la excepción de la zoé, equivale a una falta
de hospitalidad ecológica. Antes de que la cuestión apareciera Kant indicará, al
abordar la pregunta por la Ilustración (Aufklärung), la aceptación de la autoridad
de algún otro para conducirnos en los dominios en los que es conveniente hacer
uso de la razón (Foucault, 1999: 337). Ese “algún otro” puede hacer alusión
actualmente a la razón ambiental. Una razón no discutida desde que los griegos
priorizaran el Kósmos en simpatía con la Pólis. No se actuó sobre el oikos como
si fuera un estado de excepción permanente.

Pensar sobre sí mismo


Frente al libro, la publicación de los textos ensayísticos, conferencias, en-
trevistas, en el caso de Michel Foucault, es rescatada a partir de la cuestión
de si puede reflexionarse hasta dónde es posible pensar de diferente forma
lo que se está pensando. Otro uso del placer de pensar, otro pensar el placer,
liberados del libro incorruptible, entre las dos tapas que buscan extinguir el
tema para siempre. Los libros invocan temas que también se protegen y blindan
en el cierre de todo libro: su índice, su cerradura con nombre y apellido. La
diferencia entre el libro que agota la temática y el “libro libre”, recolectado o
construido desde la libertad compilatoria. El agobio del trabajo finalizado y no
posible de cambiar o recrear. Los textos separados en revistas, conferencias,
debates y entrevistas, como una preferencia por el afuera que Foucault tiene.
Vayamos a un momento diferente de todos los que suelen evocarse de
Foucault. Foucault muere en 1984. En su velatorio, ante el cuerpo, están George
Dumezil, Simone Signoret, Yves Montand, Claude Mauriac y tantos otros. Hay
una carta que se lee de su ‘amigo de largo aliento’, Gilles Deleuze, algo que se
reseña, la palabra, la de la amistad, desdoblada en la voz de Deleuze, que lee
un texto escrito por Foucault1. Un texto que ya es ‘texto’. Ese texto, pertene-
1
Ángel Gabilondo tiene a cargo la compilación y edición de estos textos libres de Foucault, en la interface
ética, estética y hermenéutica. El capítulo introductorio es acerca de la creación de modos de vida. Para
esto la imagen que evoca es el velorio de Foucault, en el patio trasero de la clínica neurológica de la
Pitié Salpetiere donde había fallecido. En ese lugar la enfermedad lo había trastornado neurológicamente.

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Graciela Ciselli y Aldo Enrici 55

ciente a “El uso de los placeres”, indica que apunta a dirimir qué es la filosofía
hoy- quiero decir la actividad filosófica- sino el trabajo crítico del pensamiento
sobre sí mismo? (Foucault, 1984) Lo interesante son esas formas de racionalidad
que el sujeto se aplica a sí mismo. La cuestión no es sin más, cómo el sujeto
humano se da así como el objeto de un saber posible, sino a través de qué
formas de racionalidad, de qué condiciones históricas y del precio de decir la
verdad sobre sí. “Una historia crítica del pensamiento implica una historia tam-
bién del sujeto y de la razón en la que la cuestión es la de cómo puede decirse
la verdad sobre sí mismo” (Gabilondo, 1999), en tanto amarrado a los diversos
sujetos, de placer, de verdad, de poder, de ficción en todos los ‘atrapamientos’
en que se puede caer encarcelado, como sujeto de prisión y vigilancia o ‘sujeto
de vida’, en todas las escapatorias posibles. Escapatorias del habla, de lo dicho,
del libro, de lo escrito. Agamben sigue a Foucault en el tratamiento del autor
como gesto de conferencia en conferencia, descubriendo cómo va cambiando
el eje de la misma conferencia. Precisamente la conferencia sobre qué es un
autor. La llegada de Foucault a la Universidad de Búfalo, en América del Norte le
permite a Agamben advertir la tensión entre el autor función y el autor individuo
real ante la necesidad de estar en una escritura no delimitada por el libro, sino
adecuándose a la exigencia de la conferencia según el autor, que a menudo se
nos aparece como algo tratado, como un tratado (Agamben, 2009).

Sobre los cuerpos y las poblaciones


El primer tema biopolítico en importancia refiere al estilo de vida, y es el
último que trató Foucault, o al menos el de sus últimos días, en mayo de 1984,
ya bastante agotado (Foucault, 1999- 24), en su entrevista con G. Barbedette
y A. Scala. Ellos resaltan la cuestión de estilo en la escritura de Foucault, quien
aparece más claro y profundo en sus últimas expresiones. Foucault se expresa
contrario a la creencia de que el estilo de vida, un estilo selecto, debía expandirse
hacia todos. El estilo de vida pertenece al interior, a una generación dogmática
para ser practicada, no es una costumbre pública. Así en los antiguos había
varias formas de libertad: la libertad del jefe de estado, o del jefe del ejército,
no tenía nada que ver con la del sabio. En la época de Séneca, y con más razón,
en la de Marco Aurelio, debía valer, eventualmente para todo el mundo; jamás
era cuestión de ella hacer una obligación para todos. Era un asunto de elección
para los individuos; cada uno podía llegar a compartir esta moral. De modo
que incluso es muy difícil saber del todo quién participaba de esta moral en la

Una simple ceremonia donde, Foucault era nada más que cuerpo, parte de la zoé. Allí había trabajado
buscando documentación para la historia de la locura. Charcot se debatía, en sus momentos, en esos
pabellones esperando alguien que piense diferente. Citaremos por tanto a Foucault, cuando sea el caso
de textos compilados, el número de capítulo al que nos referimos de esa compilación, con un guión
seguido al año, que es 1999.

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56 Bio-oikos-política. Proslogium para una genealogía comprensiva del ambiente desde una mirada biopolítica

antigüedad y bajo el imperio. Así pues, “estamos muy lejos de las conformidades
morales cuyos esquemas elaboran los sociólogos y los historiadores, dirigiéndose
a una supuesta población media” (Foucault, 1999-20: 338).
La libertad está muy lejos de una emancipación de clase, pues se trata de
eludir toda organización de clases a nivel social, a partir de promedios con-
ductuales. Si se escribe, el primer lector debe ser el sí mismo. Se escribe para
mejorar antes que para disfrutar, lo cual fue poco obedecido en la antigüedad
(Foucault 1999-24).
El siglo XVIII manifiesta algo capital en Europa. El poder no se ejerce sim-
plemente sobre los súbditos, tal como era la tesis de la monarquía, según la cual
existe el soberano y los súbditos. Se descubre que el poder se ejerce sobre la
población, la que no es apenas un grupo humano numeroso, sino “seres vivos
atravesados, mandados y regidos por procesos y leyes biológicas… [entonces]…
el poder se debe ejercer sobre los individuos en tanto que constituyen una
especie de entidad biológica que se debe tomar en consideración, si queremos
utilizar a esta población como máquina para producir, producir riquezas, bienes,
para producir otros individuos” (Foucault, 1999-14: 246).
Hay dos épocas del poder, una historia del poder con dos segmentos claros
en Europa. Antes no había más que súbditos o sujetos jurídicos, a los que por
otra parte se podía quitar los bienes y también la vida. Ahora hay cuerpos y
poblaciones. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente jurídico.
Deja de regularse por leyes, más bien se trata de crear dispositivos de fluidez.
El cuerpo y la vida son más reales. La sexualidad ha sido un elemento capital
que articula las disciplinas individuales del cuerpo y las regulaciones de la po-
blación. Foucault insiste en que se puede comprender cómo la sexualidad de
los adolescentes en el siglo XVIII se convierte en problema médico. Es casi “un
problema político de primera importancia, ya que a través y bajo el pretexto
de ese control de la sexualidad se puede vigilar a los colegiales…la política del
sexo va a integrarse dentro de toda esa política de la vida que llegará a ser tan
la bisagra biopolítica en el siglo XIX” (Foucault, 1999-14, 247).

La visualización de la biopolítica en el siglo XVIII:


Kant leído por la biopolítica
Para Foucault hay una respuesta a la pregunta por la biopolítica antes de
que la pregunta aparezca. Un diario hace preguntas difíciles en un periódico
para que respondan los lectores. Uno de esos lectores responde a ese perió-
dico, el Berlinische Monasschrift, el que preguntaba por la ilustración, –Was ist
Aufklärung? Resultó ser Inmanuel Kant. Foucault comenta este texto de Kant
con innegable tendencia a pensar que Kant da en la tecla biopolítica antes que
cualquiera. La respuesta kantiana no resplandece, como resplandecen otras

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Graciela Ciselli y Aldo Enrici 57

respuestas de época que mencionan una aurora o una radiante felicidad, un


resplandor, sino que piensa la ilustración como desenlace. Esta ‘salida del
lazo’ que caracteriza a la Aufklärung es un proceso que nos saca del estado de
‘minoría de edad’. Por ‘minoría de edad’ entiende cierto estado de nuestra
voluntad, “por la que aceptamos la autoridad de algún otro para conducirnos
en los dominios en los que es conveniente hacer uso de la razón” (Foucault,
1999-20: 337).
La ‘salida del lazo’ consiste en un proceso que nos saca de la minoría de
edad. La minoría supone que estamos dependiendo de alguien que actúa por
nosotros, como un rey, un médico o un libro, un consejero espiritual. Todos
reemplazan nuestra inteligencia. Existe, no obstante, una consigna que nos lleva
a salir, aude saper ‘ten la audacia de saber’. Hay dos condiciones para llegar
a la mayoría de edad; se trata de tener en cuenta, de distinguir éticamente,
cuándo se trata de obediencia y cuándo se trata del uso de la razón. Ambas
cosas, Kant las define como condiciones esenciales para que el hombre salga
de su minoría de edad, citando una expresión muy característica: ‘obedeced y
no razonéis’. Muy típico de la cuestión militar o eclesiástica. La humanidad será
mayor cuando ya no tenga que obedecer, sino cuando entienda que obedeciendo
se podrá razonar Räzonieren, o resistir tanto como se quiera. Razonar, palabra
utilizada por Kant “no se refiere a un uso de la razón sino a un uso de la razón
en el que ésta no tiene otro fin que ella misma” Räzonieren en cuanto ‘razonar
por razonar’, fin en sí mismo, como algo que se satisface con su uso (Foucault,
1999-20: 339). Kant genera ejemplos que son comunes, simples, como pagar
los impuestos y protestar por el régimen tributario. Eso es lo que caracteriza
el estado de mayoría de edad. También sucede cuando se es ‘pastor de almas’.
Colaborar para que funcione una parroquia no es algo que pueda discutirse,
pero discutir los dogmas sí, largamente. Pensar lo que se quiera con tal de que
se obedezca como se debe.2
La razón debe ser libre en su uso público pero en su uso privado dogmáti-
ca. El hombre hace uso privado de la razón cuando se es instrumento de una
finalidad general de la sociedad. Estaríamos aquí ante un antecedente de la
población tal como lo entiende Foucault. No se puede pensar cuando se decide
dentro de un engranaje de una máquina. Cuando la razón tiene ‘una finalidad
sin fin’ sí lo puede hacer como goce estético, como placer.
2
Este es el sentido de la protesta de Nietzsche. Se pueden discutir los milagros, pero nunca discutiremos
si está bien comportarnos como ovejas. Tal es el caso de lo que muestra la obra estética de Bettina
Muruzábal. El hábito comunitario de las ovejas consiste en formar un círculo ceñido en el que se invita
al pastor a hacer centro y a hincarse mansamente, como un borrego más. Entonces el rebaño rodea el
emplazamiento hasta acordonarse. Un plácido sitio central del círculo ocupa el rabadán en el mandala
lanar. Quien sale de ahí sufre porque no se sale del mandala. El pastoreo arraigado de Bettina Muruzábal
no ha salido de sí, sigue su destino de anillo, librando del menor dolor a lo corderos, de la señalada ,
escuchando en el balar aquella balada ovina. La luna, ese otro anillo, estampada en el cielo, fría como la
noche, recibe nueve vellones de lana, nueve estrofas templadas, tratadas por el arte de cuidar. No sólo
están tratadas técnicamente. Por eso más que un tratamiento es un retrato de salvamento del balar en
círculo. Muruzábal practica el arte como salvamento, como ‘lo ganado’ por el arte.

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58 Bio-oikos-política. Proslogium para una genealogía comprensiva del ambiente desde una mirada biopolítica

Foucault va hacia la confluencia de la reflexión crítica y la reflexión sobre


la historia que aboga Kant. Una reflexión de la historia conjuntamente con
un análisis singular del momento en que se escribe. Un análisis actual íntimo
de ese momento determinado, pero una historia que puede ‘ontologizarse’
libremente. “Se puede reconocer en el punto de partida el esbozo de lo que
se podría llamar la actitud de modernidad…cabe preguntarse si la modernidad
constituye la continuación de la ilustración o ver ahí una ruptura respecto de
los principios fundamentales del siglo XVIII” (Foucault, 1999-20: 341). Más que
un período la modernidad sería una actitud consecuente con la ilustración, un
ethos, un modo de relación con respecto de la actualidad, con la luz que puja
y que obsesiona y trastorna.
Frente a lo fugitivo de la modernidad, la actitud de modernidad no es acep-
tarla. Recobrar algo eterno que no está más allá del instante presente, ni tras
él, sino en él. Esta actitud sería la que permite salirse del dominio del cuerpo y
de la especie. En la modernidad se distingue, se capta “lo heroico del momento
presente…una voluntad de heroizar el presente” (Foucault, 1999-20: 342). La
modernidad encuentra en los trajes negros la relación esencial que la época
mantiene con la muerte. La belleza poética como sepultureros, cuando celebra-
mos el gran entierro, el gran entierro de todo momento. Esta heroización se
vuelve irónica. No se trata de mantener el momento coleccionista y paseante
del flanerie. Va, corre, busca, con una vista más general distinta del placer fugitivo
de la modernidad para extraer lo poético de la moda3. El moderno parte alejado
de sus secretos, de su verdad escondida, para lo cual debe buscarse en el veloz
cambio. El dandy hace de su cuerpo, de sus sensaciones, en su existencia, una
obra de arte (Foucault, 1999-20: 344). Esta actitud del cuerpo obligado a crearse
para romper la mirada estadista de la generación biopolítica de poblaciones:
Le caractère de beauté du dandy consiste surtout dans l’air froid qui vient de
l’inébranlable résolution de ne pas être ému; on dirait un feu latent qui se fait
deviner, qui pourrait mais qui ne veut pas rayonner. C’est ce qui est, dans ces
images, parfaitement exprimé.4 

Hacia una biopolítica de la naturaleza


El discurso biopolítico que aborda la población humana, que estudia e in-
terviene en la vida del ambiente, entendido como un universo total y armónico

3
Como ejemplo de modernidad Baudelaire pondera a Constantin Guys, en apariencia un paseante que
hace de lo bello algo más bello. La modernidad es captada no como relación con el presente sino como
relación consigo mismo, en este sentido se asemeja a la ilustración kantiana.
4
Traducción del autor: “El personaje del dandy de la belleza consiste sobre todo en el aire frío que
viene de la determinación inquebrantable de no ser mudado (ému), se ve como un fuego latente que es
divino, pero que no se puede emitir. Eso es lo que hay en estas imágenes, perfectamente expresadas”.

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Graciela Ciselli y Aldo Enrici 59

que se puede articular a la ecología. En una comprimida cuestión diremos que


la inquietud es si se puede establecer un camino hacia una biopolítica de la
naturaleza, o dicho menos toscamente, una gubernamentalidad del ambiente.
La población es el objeto de estudio y ordenación, que hace del estudio de la
vida, el lenguaje y el recurso humanos, una necesidad. Su avance en cuanto al
desarrollo de estos estudios se ajusta sensiblemente al logro de desarrollos en
la población tendientes a fortalecer el gobierno. El mercado no es más que un
test de la marcha biopolítica, una prueba que evalúa hasta dónde puede dejarse
en libertad la discusión.
La advertencia de desequilibrio entre población y recursos naturales se
intensifica en el siglo XIX, aunque en el siguiente siglo se agudiza ante el uso
de recursos de forma excesiva o el crecimiento desmedido de la población,
como si fuera consecuencia de la biopolítica. Pero también es una advertencia
para incorporar a la gubermentalidad de las poblaciones donde dichos discursos
“problematizan el ambiente global como un nuevo ámbito de conflicto polí-
tico social” (Rutherford, 2000, 165). El ‘hacer nacer’ es una propuesta liberal
que tiene como fin grandes poblaciones que prodigan consumo, escolaridad,
ejércitos, necesidad de más recursos. Pero en demasía, sin límites, pregunta-
remos al modo de la Ilustración ¿cómo hacer para que una población se torne
un pueblo conciente de su poder sobre esos recursos y reconozca el contexto
ambiental de los mismos?

Nacimiento de la bio-oikos-política
La ecología podría verse como despliegue bioeconómico de mantenimiento
de fuerzas que habrían sido atacadas desde una economía humana de poca
escala en la planificación a largo plazo y antropocéntrica, como ingeniería social
encargada de disponer y permitir el cuidado de sí de los ecosistemas. Aunque la
investigación científica y, especialmente tecnológica continúe proporcionando
el material para fundamentar políticas en función de la regulación industrial,
en el plano jurídico legal, se instituyen nuevas formas de gubernamentalidad
ecológica en tanto acciones de gobierno no dirigidas a la población sino al
ambiente en tanto derecho humano. No es más que asistir al comienzo de la
bio-oikos-política, donde, nuevamente, el desafío de la Ilustración como la ve
Kant, aparece como audacia de saber dentro de marcos de gubermentalidad
indiscutidos. Frente a lo ambiental en cuanto ‘contexto de lo humano en
constante vínculo relacional con lo humano’, estaríamos nuevamente abiertos
al derecho como fuente de vigilancia, y al panoikos como fuente de mirada. Se
mira a todo como sobre lo que se puede discutir respetando pautas, puesto
que se busca descender el grado de conflicto al que se encuentra asociada. La
acción sobre su entorno ha generado un proceso de degradación progresivo,
un incremento de impactos impuestos al medio ambiente como resultado del

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60 Bio-oikos-política. Proslogium para una genealogía comprensiva del ambiente desde una mirada biopolítica

desarrollo industrial científico y tecnológico. Ya no hay enemigos sino riesgos


y peligros ambientales (Beck, 2002).
La principal manifestación de los daños que el hombre produce sobre el
medio ambiente se ha concretado en la figura de la contaminación, que se
define como “la introducción por el hombre de sustancias o energía en cual-
quier sector del medio ambiente, susceptible de generar efectos nocivos”5.
Desde esta expresión estamos todavía en la Ausgang, en el escape: debería
suspenderse toda producción tecnológica, empezar de nuevo, esperar que el
no vuelva a peligrar, aguardando que en la repetición se irradie la diferencia a
la que queremos asistir y de la que queremos aprender.
Ante este despliegue de un ethos antropo-ético, ante tanta neutralidad en
el trato con el mundo extrahumano, y ante tanta técnica vinculada al ámbito
de la necesidad, de modo en que ‘lo ético que estaba referido al hombre con
su prójimo’. La moral kantiana distintiva en la universalización de la obra, “obra
de tal modo que el principio de tu acción pueda ser plasmado como máxima
universal”, debe traducirse, ahora, por una nueva fórmula “obra de modo que
no se incida de ningún modo en la conversación del hombre con la naturaleza,
o que la acción fundamente una realidad compatible con la vida” (Jonas,1995:
286). La responsabilidad política es hacer que siga siendo posible una política
futura. La preocupación es que lo sublime, sin medida, incalculable, en entendi-
miento kantiano, cobre mayoría de edad. Respetar extremadamente lo sublime
con la libertad de criticarlo.

De la zoé al oikos. De Aristóteles a Agamben


Aristóteles establece una demarcación entre lo que se encuentra dentro y
fuera de la Pólis. La zoé, el ambiente, la biósfera, el entorno, podríamos decir
hoy, es excluida de ella y recluida en el ámbito no-libre de él. La política surge
precisamente a través de esta exclusión, ya que a partir de ella se da el paso
hacia una vida cualificada que es caracterizada por la acción libre con miras al
vivir bien. La división aristotélica de zoé y bíos, encuentra después su paralelo
en la separación de las teorías contractualistas entre un ámbito pre-político
y uno político. Generalmente se deriva de este hecho que la existencia de la

5
Extraemos esta definición del artículo 1.4 de la convención sobre derechos del mar de 1982, ONU
se define la contaminación del medio marino, que fue firmada en Montego Bay. Entra en vigor en 1994.
6
La obra de Jonas está hoy en el centro del debate ecológico. Jonas ha tenido una ‘fama póstuma’. En
vida, lo obscureció un “optimismo tecnológico” muy propio del progresismo político. Jonas tuvo en vida
tres tipos de impugnadores: los marxistas que creían en el principio utopía (Bloch), los utilitaristas que ven
en la crisis ecológica sólo un momento pasajero pero que se arreglará con ´’más ciencia y, finalmente, los
existencialistas que sólo consideraban importantes los problemas individuales y veían cualquier apelación
a lo colectivo sólo el aspecto político (el famoso “compromiso”) pero desgajado de una consecuencia
ecológica. Jonas no pudo ser comprendido porque marxistas, utilitaristas y existencialistas son producto
de la sociedad industrial y él, en cambio, se siente fuera de esa tradición.  

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política está determinada por la exclusión de la vida natural. Pero, además,


aborda que esta concepción de la política está asociada, desde Aristóteles, a
la idea misma de humanidad. En cierto sentido, lo propiamente humano sólo
es tal en el ámbito de la esfera pública. La salida de la animalidad del estado
preexistente al político permite el ingreso a una vida cualificada.7
Vale de mucho el pensamiento de Agamben, por cuanto no busca mostrar
un desplazamiento entre el clásico poder soberano y el biopoder, tal como lo
hizo Foucault. Precisamente, el hecho de que la exceptio de la nuda vida sea el
núcleo originario del poder soberano, implica que biopolítica y soberanía son
inseparables. Siguiendo la idea de Karl Schmitt de que soberano es aquel que
puede decretar el estado de excepción, Giorgio Agamben ha señalado que el
estado de excepción se ha convertido en la condición permanente de la política
actual. La teoría política clásica señala que uno de los orígenes del estado de
excepción se encuentra en la figura romana del dictador, que ejercía poderes
casi ilimitados durante un lapso que el senado considerara suficiente para superar
el estado de necesidad o calamidad que motivaba la solicitud a un ciudadano
notable para que asumiera tal magistratura. Otro límite impuesto a esa magis-
tratura era que el dictador no podía modificar las leyes fundamentales, puesto
que no ejercía un poder soberano originario sino uno delegado por el senado
(Giorgio Agamben, 2003). Estos dos límites –lapso prefijado e imposibilidad
de modificar la Constitución– son, junto con la inviolabilidad de los derechos
humanos, características habituales de los actuales estados de excepción, de
sitio o de conmoción, que están tutelados en la mayoría de las Constituciones
democráticas del mundo.8
Aristóteles, en su búsqueda del origen de la sociabilidad humana que lleva-
rá como cumbre a la ciudad (polis), alude a su condición de unidad básica de
subsistencia que se caracteriza por compartir el mismo alimento y vivir bajo el
mismo techo. La pareja humana se diferencia de los animales en que no sólo
se une para la procreación, sino también “para los demás fines de la vida” (Eth.
Nic.,1161a16-29). Esta comunidad humana básica recibe en griego el nombre de
oikia, palabra sin equivalente en castellano, y que ha sido normalmente traduci-
da como ‘casa’, ‘hacienda’ o ‘familia’ y, por qué no, ‘ambiente’. Términos muy
limitados, que apenas llegan a definir partes del concepto griego, sin alcanzar
el significado de la acepción general de la palabra. El término era ya de por sí
7
Cuando se hacen referencias a la política de los griegos y aquella de los modernos, no se busca estable-
cer igualdades borrando las particularidades de cada época. Es obvio que existe una marcada diferencia
entre la manera como Aristóteles concibe la política y la ruptura que Hobbes realiza en los inicios de la
modernidad, Hobbes, Thomas, Tratado sobre el ciudadano, Madrid, Ed. Trotta, 1999. Pero, para efectos
de la argumentación, tenemos en cuenta que Agamben sostiene que ambas formas de concebir la política
terminan por tener una base en común, en la medida en que se fundan sobre la exclusión de la vida natural
8
El Caso paradigmático en el estudio Agamben es la suspensión indefinida de la Constitución de Weimar
por Hitler en el momento en que asumió la Cancillería. Hitler usó el estado de excepción permanente
para legitimar una serie de medidas –entre ellas la llamada solución final de los campos de concentración-
que acaso no hubiera podido ejecutar tan expeditamente sin los poderes plenos de la excepción, que lo
liberaban de los límites impuestos en la política ordinaria por las garantías constitucionales.

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bastante amplio y ambiguo en griego. De este modo, podía ser utilizado para
referirse a esta célula básica de la sociedad griega en su conjunto, pero tam-
bién separadamente, dependiendo del contexto, en las diferentes acepciones
que, como hemos indicado arriba, son traducibles al castellano. Es decir, que
también puede designar sólo al espacio físico de la casa en una ocasión; en
otra, a las propiedades; y en otras, a la familia. Arist., Pol., 1253b1-11; la casa
de Aristóteles alude a la vivienda y las propiedades; la mujer, al germen de la
familia; y el buey de labranza, a la agricultura como sustento básico y la mano
de obra, aquí animal, otras veces esclava.
El concepto de oikos se opone al de campo, como extremo antípodo. Campo
de reconciliación, de reencuentro de la bíos con la zoé: Exceptio de la exceptio.
Devenido nuda vida, el campo de concentración que nos espera. La doble
excepción se marca en un hiper panoikismo, en el que todos tememos que el
mínimo error desate el máximo horror ambiental. La relación de exclusión es
verdaderamente una exceptio. Por eso, para mostrar que la vida siempre ha
estado incluida en la política, Agamben se detiene en un análisis conceptual de
la estructura de la excepción. La excepción soberana es “el dispositivo original
a través del cual el derecho se refiere a la vida y la incluye dentro de sí por me-
dio de la propia suspensión” (Agamben, 2004: 24). Esto se observa claramente
en uno de los usos del paradigma del ‘campo de concentración’. El campo
de concentración es un fenómeno histórico singular, aplicado por Agamben
como una radicalización de la biopolítica que siempre ha estado en el centro
de la soberanía. El concepto de ‘campo’ puede ser entendido a partir de las
categorías que están a la base de la fundación de la política occidental, porque
él es el riesgo extremo de seguir pensando una política que esté fundada en la
excepción de la nuda vida. El humanismo amansador y domesticador marcha
como el “poder subrepticio del antropotecnicismo. El desafío actual sería por
lo tanto tratar de encontrar una clausura a estas antropotécnicas biopolíticas.
Cuando la excepción [el estado de excepción] se convierte en regla se genera
el “campo de concentración” –o los variados tipos de dictaduras– (Agamben,
2003), el espacio en el cual se reúnen lo que desde Aristóteles permanecía se-
parado: la vida biológica de los individuos, zoé, y su vida política, bíos. El ’campo’
crea nuda vida, algo que no es ni vida ni muerte, una vida que ya no es la vida
del resto de los mortales pero que todavía no es muerte. Esta nuda vida es la
verdadera condición terrible de la política moderna. El hombre no es, ni ha de
ser o realizar ninguna esencia, ninguna vocación histórica o espiritual, ningún
destino biológico. El estado de excepción se ha convertido en la condición
permanente de la política actual.
El medioambiente debe ser reordenado, en cuanto estado de excepción
respecto al cuidado de la interrelación del hombre con su entorno en virtud
a su futuro sostenible y a su pasado memorable, lo cual abre la puerta de lo
mantenible, como hipokéimenos, sostén ligado al futuro sostenible y articulado al
pasado. El medioambiente yace en excepción, especialmente el reciente pasado

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tecnológico, envuelto en un error interpretativo: una naturaleza indomable y


una humanidad salvaje, a las que había que detener y controlar: el agua, el fue-
go, los volcanes, la tierra, pueden hacer feliz al hombre que entiende la lucha
y la necesidad de mayor progreso como de mayor amistad. Colón se asombra
ante la presencia de caníbales en el Nuevo Mundo. En aquel momento se
soñaba con seres maravillosos y mundos mejores. Primero la palabra y luego
la realidad para generar un mito. Sucede como si la realidad abriera un aura
que hay que alcanzar para descubrirla: “First the Word, then the object. It was
in this inmutable order that the columbia legend that de legend of the canibal was
trasmitted and orghestated” (Lestrinant Frank, 1997: 33)9.
Se puede interrogar al presente para intentar descifrar en él los signos
anunciadores de un acontecimiento próximo. Ahí se da el principio de cierta
hermenéutica histórica de la que Agustín podría ofrecer un ejemplo. Se puede
igualmente analizar el presente como un punto de transición hacia la aurora
de un mundo nuevo10.
Se puede replantear la Aufklärung a la manera kantiana, desde un pan-oikismo
casi de un modo completamente negativo, como una Ausgang, “desenlace ines-
perable”. No es el punto en que se puede hablar desde la libertad que nos legan
Newton y Rousseau sin necesidad de oponernos a pagar nuestros impuestos. En
sus otros textos sobre la historia, lo que sucede es que Kant plantea cuestiones
de origen o define la finalidad interior de un proceso histórico. En el texto sobre
la Aufklärung, la cuestión concierne a la pura actualidad. No busca comprender
el presente a partir de un acabamiento futuro, busca una diferencia (Foucault,
1999-20). El desenlace inesperado concierne a la actitud a tomar frente a la
ruptura de la vida, al campo de concentración universal que sospechamos.

Precaución ante la excepción oikos-política


La preocupación ambiental es “deudora del fermento filosófico que puso en
crisis los valores de la sociedad de consumo y que tuvo su capítulo más destacado
en la llamada “revolución de mayo” francesa de 1968. En los años siguientes, la
alarma lanzada por los científicos propició el nacimiento de un nuevo pensamiento
ecológico o “verde”, al que siguió una movilización ciudadana” (Ruiz, 2010). A
partir de ese momento la Organización de Naciones Unidas (ONU) promovió

9
T. del A. Arrinconar la nuda vida fue llevar la fantasía europea a América, acercando en otro horror
interpretativo, al hombre inhumano, vuelto animal, como los caníbales, -nombre inventado por Colón
para referir antropófagos que comían a sus enemigos, reuniendo la palabra “Caribo”, con el cual eran
conocidos en Meso-américa, con la aguda fantasía y sabiduría de Plinio, que decía que había hombres
con cabeza de perros (can) que eran feroces comedores de carne. De ahí “can-ibal”.
10
Esto es lo que describe Vico en el último capítulo De Los Principios De Una Ciencia Nueva En torno a la
naturaleza común de las naciones: “expandirse la más completa civilización entre los pueblos sometidos en
su mayoría a algunos grandes monarcas”, y también “Europa radiante por una incomparable civilización”,
en la que finalmente abundan “todos los bienes que componen la felicidad de la vida humana”.

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64 Bio-oikos-política. Proslogium para una genealogía comprensiva del ambiente desde una mirada biopolítica

reuniones internacionales para discutir los problemas ambientales, que se plas-


maron en instrumentos como la Declaración de Estocolmo de 1972. En ella se
reconoce que “el hombre es obra y artífice del medio que lo rodea, el cual le da
sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral,
social y espiritualmente”11, explicitando los dos aspectos del medio humano:
natural y artificial (cultural), la idea de sustentabilidad y de preservación del
patrimonio natural.12
Cuando una evaluación pluridisciplinaria, contradictoria, independiente y
transparente, realizada sobre la base de datos disponibles, no permite concluir
con certeza sobre un cierto nivel de riesgo, entonces las medidas de gestión
del riesgo deben ser tomadas sobre la base de una apreciación política que de-
termine el nivel de protección buscado. Es decir que se fue avanzando desde el
principio de prevención al principio de precaución. Estamos queriendo afirmar
que no hubo precaución con lo que ha quedado fuera de lo biopolítico, con la
casa, con el lugar de lo íntimo, desde el momento en que ingresó la zoé-política
al interés del gobierno. Hubo excepción total. Las sociedades mantienen una
relación con los riesgos en un programa político, que va cambiando conforme
épocas y lugares. Si estudiáramos los cambios ocurridos en los fines del siglo
XVIII y principios del XIX, se constataría que “su origen debería ser analizado
en el ámbito de la transformación del sistema de explicación de daños. Todo
deriva de esto: los objetivos políticos colocan en primer lugar la prevención
y la reparación; la técnica esta al servicio de evitar o controlar los riesgos”
(Hermitte, 2007: 22).

Conclusiones
Hemos visto cómo Foucault desde Kant y Agamben desde Aristóteles, per-
miten la lectura de una gubermentalidad amplificada al entorno, al ambiente,
a la reunión de zoé y bíos, a la población no solo de humanos sino de animales
y piedras.

11
Declaración de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, Estocolmo, 16 de
junio de 1972.
12
En la década de los ´80 aparecen nuevos documentos internacionales que serán el marco para la defi-
nición del paradigma ideológico centrado en el desarrollo sustentable o sostenible. La Asamblea General
de las Naciones Unidas creó en el año 1983 la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo,
que en 1987 presentó el informe “Nuestro futuro común”, más conocido como Informe Brundtland
que expone la valoración de expertos políticos, científicos y ecologistas sobre los peligros a los que se
enfrenta el planeta y propone que para garantizar su continuidad es necesario un desarrollo sustentable.
Es en este documento donde se define -por primera vez en un documento internacional- el concepto
de “desarrollo sustentable”. Ya en 1992, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente
y Desarrollo (CNUMAD) reunió a la mayoría de los jefes de estado mundiales para debatir no sólo los
problemas ambientales sino también su relación con el desarrollo de los distintos países. Veinte años
después de Estocolmo, la Conferencia de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo retomó sus principios
y su espíritu fue incorporado en las constituciones reformadas en la década del 90.

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Hermite narra que en las grandes metrópolis de Europa el riesgo de in-


cendio era notable a fines del siglo XVIII. Casas de madera contigua, falta de
agua, excesiva paja sobre habitación de caballos. Hasta el descubrimiento de la
relación entre causa y efecto y su comprensión sólo se realizaban procesiones
para agradecer el final de los incendios o para pedir que no ocurrieran. El conoci-
miento científico al revelar una relación secuencial entre causa y efecto permitió
el uso de políticas de prevención. La confianza aumentada en el conocimiento
científico intensifica la prevención. A no ser que el análisis retrospectivo de las
causas de los daños lleve a la prevención, después de ocurridos los accidentes.
Así en Japón el accidente complejo de marzo de 2011, no pudo prevenirse por
falta de cautela, por exceso de temeridad, por desenfreno, falta de la kantiana
audacia de saber. Esta falta de audacia se explica como la sucesiva toma de
conciencia de que dentro de la ciencia se previene, pero dentro de la tecnolo-
gía es imposible, porque la tecnología entre otras cosas está ligada al sistema
de mercado, la opinión política, el lobby. El desastre natural-tecnológico de un
tsunami afectando una planta de energía atómica se resume en la cuestión que
radica en tener audacia para saber que la intimidad de la naturaleza interactúa
con la tecnología cotidiana, en este caso13. Actualmente, el sentimiento de
irreversibilidad afecta el optimismo del modelo inicial, e implica un esfuerzo
por anticipar daños no ocurridos, por lo tanto difíciles de anticipar y prevenir.
El riesgo se transforma en un desafío político, lo que implica: la transformación
del riesgo en objeto político, una renovación en la relación entre ciencia y po-
lítica, un contexto más amplio de irrupción de los gobernados en los campos
de poder, reservados en principio a los gobernantes (Hermitte, 2007). Tanto
Foucault como Agamben habrán de leerse en este estudio desde la concepción
de desenlace kantiana. No debemos temer a saber, no debemos temer a reco-
nocer, que lo tecnológico atenta contra nosotros, contra la misma tecnología,
contra el oikos. El oikos debe salir de la gran excepción que el universo político
le ha impuesto por definición. El oikos suele pensarse como algo cerrado, como
campo de concentración de lo público y puede haber un error interpretativo
en ello, quizás un error de traducción histórica. Ahora es el centro fuera de
centro de la política, el centro fuera de centro de la vida.

13
El terremoto ocurrió a las 14:46:23 hora local (05:46:23 UTC) del viernes 11 de marzo de 2011. A las
2.46 pm hora local, Japón sufrió un terremoto de 8.9 en la escala de Richter, lo que origino un Tsunami
de olas de hasta 10 metros de altura, el resultado, hogares derrumbados, ciudades enteras arrasadas
por el agua, incendios y miles de personas desaparecidas. El otro problema es que el sismo averió el
sistema de ventilación de la central nuclear de Fukushima, por lo que el gobierno tuvo que declarar
una “emergencia nuclear” y tuvieron que evacuar a las ciudades cercanas. Hasta el momento los cuen-
ticos informan que la costa de Japón se movió más de 2 metros y el eje de la tierra se movió algunos
centímetros. El moviente de las placas, también ha puesto en alerta a otros territorios del pacifico,
como Hawaii, Chile, México, Perú, Nicaragua, Estados Unidos y otros países. www.dforceblog.com/.../
catastrofe-natural-que-paso-en-japon

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66 Bio-oikos-política. Proslogium para una genealogía comprensiva del ambiente desde una mirada biopolítica

"Balada ovina", Bettina Muruzábal, 2006

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Graciela Ciselli y Aldo Enrici 67

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- Gabilondo, Angel (1999) “La creación de modos de vida” en Michel Foucault: Estética, ética y her-
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Un análisis de U.Beck. Compilación de Gonzalo Sozzo. Universidad del Litoral.
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- Lestrinant, Frank (1997) Cannibals. The discovery and representation of the cannibal, from Colombus to
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- Ruiz, José Juste (2010) “La protección del medio ambiente en el ámbito internacional”. Notas de
cátedra. Maestría en derecho Ambiental y Urbanístico. Facultad de ciencias Jurídicas. Universidad
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- Rutherford, Paul (2000) “Ecología, ciencia natural y biopolítica” en Revista Mexicana de Sociología,
Vol. 62, No.3, 2000, pp. 147-165.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 69-79. ISSN 1669-8517

El “giro biopolítico”

Diego Conno
Universidad Nacional de Buenos Aires - CONICET

Resumen
La aparición en los últimos años del concepto de biopolítica comienza a adquirir cada
vez más relevancia para la teoría y la ciencia política, ya que al presentarse como un
horizonte de comprensión adecuado a los problemas políticos contemporáneos,
configura un nuevo paradigma epistémico en el ámbito de las ciencias sociales. El
propósito de este artículo es examinar algunas de las principales implicancias que
tiene para la teoría y la práctica política esto que podríamos situar bajo la idea de
“giro biopolítico”.

Palabras clave
biopolítica – vida – poder – poshumanismo

Abstract
Since the emergence in recent years of the concept of biopolitics, it has begun to
take on increasing relevance for the political theory and science, appearing as a
horizon of proper understanding for contemporary political problems, and setting
up a new epistemic paradigm in the social sciences field. The purpose of this paper
is to examine some of the principal implications for political theory and practice of
that the we could situate under the idea of “bio-political turn”.

Key words
biopolitical – life – power – posthumanism

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70 El “giro biopolítico”

¿Cómo pensar la política en el mundo contemporáneo? ¿Con qué instru-


mentos, con qué categorías, en qué horizonte de sentido es todavía posible,
y más aún deseable, seguir pensando la política? Los avances producidos en el
campo de la genética y la biología, los crecientes debates acerca de la legislación
sobre el aborto y la eutanasia, los constantes peligros medioambientales que
ponen en riesgo al planeta, los esfuerzos de los estados nacionales por incre-
mentar las medidas de seguridad por medio de las cuales se llega a acciones
que van desde imponer fuertes barreras a la inmigración hasta realizar guerras
preventivas, son fenómenos, entre otros tantos, que afectan a las sociedades
contemporáneas, y que desafían el lenguaje tradicional de las ciencias sociales.
En este contexto, la aparición en los últimos años del concepto de biopolítica
comienza a adquirir cada vez más relevancia para la teoría y la ciencia política,
ya que al presentarse como un horizonte de comprensión adecuado a los pro-
blemas políticos contemporáneos, configura un nuevo paradigma epistémico
en el ámbito de las ciencias humanas y sociales.
El propósito de este artículo consiste en examinar algunas de las principales
implicancias que ha tenido y tiene para la teoría y la práctica política esto que,
desde el título de este ensayo, he querido situar bajo la idea de “giro biopolíti-
co”. La hipótesis que quisiera sugerir es que la biopolítica se constituye como
la categoría central del pensamiento político contemporáneo, habilitando
un modo de comprensión de lo político que favorece un ensanchamiento
de nuestro vocabulario. Dicha categoría ha producido un fuerte impacto en
relación con la historia del pensamiento político, es decir, en relación con las
palabras, las categorías y los lenguajes con los que contamos para nombrar el
mundo de la política. Desde luego, decir esto no significa en absoluto negar la
relevancia o significación del pensamiento clásico y moderno al momento de
teorizar sobre el mundo contemporáneo. No es objetivo de este trabajo negar
la importancia de las teorías políticas tradicionales, de Platón a Maquiavelo, de
Hobbes a Arendt, ni tampoco de los conceptos creados por esta tradición,
tal y como pueden ser los de soberanía, ciudadanía, legitimidad, derecho, ley.
Lo que quisiera dar a ver, en todo caso, es el desplazamiento de sentido ge-
nerado por la aparición del paradigma biopolítico. Dicho más claramente, me
interesa señalar cierto estado de precariedad u obsolescencia del horizonte
de comprensión que caracterizó hasta nuestros días el pensamiento sobre la
política, y que bien podríamos cernir en torno a la idea de “tradición”, con todo
lo problemático que esto significa. Obsolescencia entonces, de los conceptos
y de las categorías políticas tradicionales.
En efecto, existen ciertas cuestiones del mundo contemporáneo -principal-
mente de la vida y la política contemporáneas (y de su relación constitutiva)- que
no pueden, que no podrían, ser siquiera nombradas con el lenguaje tradicional
de la teoría y la filosofía política tanto clásica como moderna. ¿Cómo pensar por
ejemplo los problemas vinculados a la inmigración y al desplazamiento forzado
de personas a través de la categoría de ciudadano o de sujeto de derechos?

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Diego Conno 71

¿Cómo pensar la multiplicidad de poderes locales operando en distintos niveles


de las sociedades contemporáneas a través de la categoría de Estado-nación,
de soberanía, de jerarquía? ¿Cómo pensar, para tomar el caso de América La-
tina, cuestiones vinculadas con problemas de género y de raza a través de los
conceptos de clase, pueblo o identidad? Quizás sea éste el mayor desafío de la
teoría política y social contemporánea, a saber: construir conceptos que nos
permitan un mayor acercamiento y una mejor comprensión del funcionamiento
de nuestras sociedades actuales, principalmente en América Latina. De ahí que
la idea de Estado, de nación, de ciudadano, debe seguir siendo de-construida.
Y esto no por un interés meramente especulativo, sino porque el Estado, la
nación, la ciudadanía, están siendo efectiva y materialmente de-construidos.
Es en este marco que me gustaría inscribir la idea de “giro biopolítico”. ¿Por
qué? Porque creo que es justamente la expansión de problemas vinculados al
ámbito de la vida (natalidad, mortalidad, higiene, salud) a todas las esferas de
lo político y de lo social, lo que implica una puesta en cuestión y un replan-
teo crítico del pensamiento político tradicional. Como si aquello que Michel
Foucault identificara a mediados de la década del 70` como “la entrada de
la vida en la historia”1 o el “umbral de modernidad biológica”2, impactara de
manera frontal –cara a cara–, contra la “gran tradición” de la filosofía política,
reformulando sus principales fundamentos teóricos. De alguna manera, lo que
en Foucault tomaba la forma de una mutación histórica de las relaciones de
poder y dominación, a partir de cierto momento –que Foucault ubicaba entre
fines del siglo XVII y comienzos del XVIII– en que los problemas de la vida en
su conjunto comienzan a formar parte de las prácticas y las estrategias políticas,
ha pasado a ocupar en el pensamiento contemporáneo, una especie de puerta
de entrada para una re-significación crítica de la historia del poder y la política
en occidente. Para decirlo más claramente, hablar de un “giro biopolítico” sig-
nifica, fundamentalmente, que la vida y lo viviente han dejado de estar en los
márgenes o bordes de la política, para pasar a convertirse en su objeto cons-
titutivo. Objeto, pero también, como veremos, sujeto de la política. Quisiera
entonces, dejar planteados algunos problemas vinculados directamente con la
idea de “giro biopolítico”.
La primera cuestión que me gustaría plantear es de orden netamente teó-
rico-conceptual: ¿qué es la biopolítica? ¿de qué hablamos cuando hablamos de
biopolítica? Lo primero que podría decirse es que el concepto de biopolítica no
es unívoco, por el contrario se nos aparece como un concepto esencialmente
polisémico y también, debiéramos decir, polémico. Y esto no sólo porque los
dos términos que componen la categoría de biopolítica, es decir, el de vida y el
de política, son conceptos polisémicos y polémicos en sí mismos (quizás no haya
1
Foucault, Michel. Histoire de la sexualité 1: La volonté de savoir, Gallimard, París, 1976 [Traducción al
español: Historia de la sexualidad. 1- La voluntad de saber, 2° edición, Siglo XXI, Buenos Aires, 2003], 186.
2
Ibídem, 188.

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72 El “giro biopolítico”

dos conceptos más polisémicos y polémicos que el de vida y el de política), sino


también, y fundamentalmente, porque la biopolítica es una categoría que pone
en relación dos términos que, por lo menos la “gran tradición” del pensamiento
político occidental consideró, salvo raras excepciones, como esencialmente
antagónicos. Podríamos decir que el concepto de biopolítica constituye una
especie de aberración léxica, pero sobre todo política, para toda una tradición,
la occidental, la nuestra, que pensó siempre la esfera de “lo político” a una dis-
tancia abismal, si no en directa confrontación, con respecto a la esfera de “lo
biológico” (con todo lo que esto implica: a saber, lo natural, lo corporal, lo animal,
lo afectivo, lo impersonal, lo trans-individual). Toda una tradición, representada
quizás de manera paradigmática en la teoría política clásica por la idea platóni-
ca del primado del alma sobre el cuerpo, o por la distinción aristotélica entre
la esfera del oikos y la esfera de la polis; pero también en la moderna, por las
llamadas teorías contractualistas, al establecer una contraposición radical entre
un “estado natural” y otro “estado civil o político”, con enormes consecuencias
metafísico-políticas, ya que en ese estado natural, como decía Hobbes, el hombre
no es un hombre sino una bestia o un lobo (Homo homini lupus). Para ser más
claros, en general, la gran tradición del pensamiento occidental –de Platón en
adelante– siempre pensó la política y al hombre en tanto hombre, es decir, en
tanto humano, en contraposición directa con la vida en su estado más natural.
Tanto la política como la humanidad del hombre exigieron siempre una especie
de plus para ser considerada como tal. De esta manera, la biopolítica, como
categoría de análisis teórico, nos enfrenta con una serie problemas que son a la
vez epistemológicos, ontológicos, éticos y políticos.
Precisamente, uno de los principales problemas con los que se enfrenta el
pensamiento sobre la biopolítica tiene que ver con su difícil definición. Como
se sabe, Foucault ha sido quien puso en funcionamiento el concepto de biopo-
lítica en el escenario intelectual contemporáneo, pero no ha sido el primero en
utilizarlo. No es objeto de este trabajo hacer acá una historia del concepto de
biopolítica3. Sin embargo, quisiera señalar que es posible identificar tres gran-
des momentos en la historia conceptual de la biopolítica. El primer momento
–anterior a los trabajos de Michel Foucault– puede dividirse a su vez en tres
etapas4. La primera etapa, de corte organicista, surge principalmente en lengua

3
Sobre el concepto de biopolítica en general, Laura Bazzicalupo y Roberto Esposito (comps.), Politica
della vita, Roma-Bari, 2003; L. Bazzicalupo, “Biopolitica”, in Galli, Carlo (ed.), Enciclopedia del pen-
siero politico, Laterza, Roma, 70-71. y P. Erticari (comp.) Biopolitica minore, Roma, 2003; Pierandrea
Amato (eds.) La biopolitica. Il potere sulla vita e la costituzione della soggettività, Mimesis, Milano. Para
una historia del concepto de biopolítica se puede consultar también Edgardo Castro, Historia con-
ceptual de la biopolítica, UNSAM (2008). En http://www.unsam.edu.ar/mundoscontemporaneos/pdf/
Biopol%C3%ADtica_Texto%20Completo.pdf.
4
Seguimos en este punto los trabajos de Antonella Cutro y Roberto Esposito que se han ocupado de
comentar largamente estas tres etapas. Bíos. Biopolítica y filosofía de Roberto Esposito constituye un
primer intento de sistematización de la historia del concepto de biopolítica. También pueden consultarse
Michel Foucault. Tecnica e vita. Biopolítica e filosofía del “bíos” y Biopolítica. Storia e attualità di un concetto
de Antonella Cutro.

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Diego Conno 73

alemana durante los años 20’ y 30’, con dos autores de referencia ineludible5:
uno es el sueco Rudolph Kjellen6 que, hasta donde se sabe, es el primero que
utilizó el término biopolítica para nombrar una cierta dependencia de la socie-
dad respecto de las leyes de la vida7. Kjellen entendía al Estado como “forma
viviente” [som livsform/ als Lebenform], es decir, como un organismo que tiene
pulsiones e instintos naturales. Lo que está en juego en esta perspectiva es la
imposibilidad de cancelar el estado natural en el estado político. Así, a distancia
de gran parte del pensamiento político moderno de cuño contractualista-
liberal, que entiende la esfera de la estatalidad como una ruptura respecto
de la naturaleza, hay aquí una asunción de la imposibilidad de cancelación del
estado natural en el estado civil o político. Por el contrario, el Estado no sólo
no implica el pasaje de un estado natural a otro no-natural, sino que el prime-
ro le sirve como una suerte de fondo o de sustrato al segundo. De lo que se
trata, en última instancia, según este autor, es de concebir el funcionamiento
del Estado en su totalidad en términos biológicos. El segundo autor de relieve
es el barón Jacob von Uexküll, que tiene textos como Staatsbiologie. Anato-
mie, Phisiologie, Pathologie des Staates (Biología de Estado. Anatomía, Fisiología y
Patología de los Estados) de 1920, donde se insiste en el carácter natural de la
política, aunque esta vez haciendo foco en la necesidad de crear una medicina
de Estado, encargada de la salud de todo el cuerpo político. El tercer autor al
que quisiera referirme es el del inglés Morley Roberts, que tiene un texto de
1938 titulado Bio-politics. An essay in the physiology, pathology and politics of the
social and somatic organism (Biopolitica. Un ensayo sobre la fisiología, patología y
política del organismo social y somático). En este texto se repite la relación entre
biología y política o entre medicina y política, pero redirigida ahora en un sentido
inmunitario. La biopolítica aparece, en todo caso, como la ciencia del Estado,
que tiene la doble función de identificar de un lado los riesgos orgánicos que
ponen en peligro al cuerpo político, y de otro, el de establecer las medidas de
protección más adecuadas para la seguridad de dicho cuerpo.
La segunda etapa que podría caracterizarse como humanista, la encontramos
en Francia durante la década del 60’. Dos textos claves desde sus títulos dan
cuenta de este desplazamiento respecto a la etapa anterior: La biopolitique. Essai
d’interprétation de l’histoire de l’humanité et des civilisations de 1960 de Aroon
Starobinski e Introduction à une politique de l’homme de 1965, de Edgar Morin.
El punto de anclaje de estos textos es la necesidad de pensar la historia de la
humanidad en el cruce entre sus aspectos culturales y sus aspectos biológicos.
La tercera etapa, que podría considerarse como naturalista, está vinculada al
5
Además de los autores que aquí se comentan a este primer período le corresponden los siguientes
textos: Karl Binding, Zum Werden und Leben der Staaten, Munich-Leipzig, 1920; Eberhard Dennert, Der
Staat als lebendiger Organismus, Halle, 1922; Eduard Hann, Der Staat, ein Lebenwessen, Munich, 1926.
6
Ver Stormakterna. Konturer kring samtidens storpolitik (1905), Estocolmo, 1911; Staten som livsform
[Estado como forma de vida], Estocolmo, 1916; Grundriss zu einem System der Politik [Sistema de política],
Leipzig, 1920.
7
Grundriss zu einem System der Politik, op. cit., 93-94.

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74 El “giro biopolítico”

mundo anglosajón y a un campo de investigación sobre la relación entre biología


y política impulsado por IPSA (International Political Science Association) en
1973 continúa hasta la actualidad. El punto de articulación de esta fase de la
biopolítica es la referencia a la naturaleza como determinante del campo político.
La idea subyacente es que a diferencia de la gran tradición de la filosofía política
moderna, la naturaleza no aparece como un problema a resolver por el orden
político sino como su condición de posibilidad, es decir, como su fundamento
último, o como aquello que le da origen, y que al mismo tiempo le otorga
cierta legitimidad. Si bien estas tres etapas presentan notorias diferencias, es
posible ubicarlas sobre un mismo plano semántico que podríamos denominar
biológico político: la idea que está a la base de todas estas teorizaciones es que
la sociedad, la política y el Estado deben concebirse en términos biológicos.
El segundo momento de conceptualización sobre la biopolítica lo constitu-
yen, efectivamente, las investigaciones de Michel Foucault. Aunque tampoco
en Foucault el concepto de biopolítica es unívoco ni estable; de hecho podrían
recuperarse varios usos del término biopolítica en el corpus foucauldiano8,
principalmente en relación a: a) la medicina9, b) la guerra10, c) la sexualidad11,
d) el gobierno12.
Por último, un tercer momento coincide con el debate contemporáneo,
principalmente en la filosofía política italiana13, aunque ya hace tiempo que se
ha venido corriendo hacia otros ámbitos y otras latitudes. También aquí hay
una variedad de interpretaciones que recuperan y continúan, aunque manera
crítica, los trabajos de Foucault. El punto común de estas perspectivas es la
imposibilidad de poder pensar la política –sea negativa o positivamente– por
fuera de su relación con la vida.
Quisiera presentar, con el fin de ofrecer una especie de mapa conceptual,
cuatro grandes perspectivas en las que entiendo se mueve el debate biopolítico
contemporáneo, las cuales resultan difícil de ubicar en términos de autores,

8
Para un análisis del concepto de biopolítica en la obra de Michel Foucault pueden consultarse Edgardo
Castro “Biopolítica: de la soberanía al gobierno” en Revista Latinoamericana de Filosofía Vol. XXXIV Nº
2, 2008, 187-205, y Luciano Nosetto “El incidente biopolítico. Una evaluación de la biopolítica en la obra
de Michel Foucault” en Foro Interno. Anuario de Teoría Política Vol. 12 (2012).
9
Foucault, Michel. “La naissance de la médecine sociale”, en Daniel Defert y François Ewald (dir.) Dits
et écrits II, 1976-1988, Quattro Gallimard, París, 2001, 207-228.
10
Foucault, Michel. ‘Il faut défendre la société’. Cours au Collège de France (1975-1976), Gallimard, París,
1997, 75-100 [Traducción al español: Defender la sociedad. Curso en el Collège de France 1975-1976, 2°
reimpresión, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2001].
11
Foucault, Michel. Histoire de la sexualité 1: La volonté de savoir…, op. cit.
12
Foucault, Michel. Sécurité, territoire, population. Cours au Collège de France (1977-1978), Gallimard,
París, 2004 [Traducción al español: Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France 1977-
1978, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006]; Naissance de la biopolitique. Cours au Collège
de France (1978-1979), Gallimard, París, 2004 [Traducción al español: Nacimiento de la biopolítica. Curso
en el Collège de France 1978-1979, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2007].
13
Fundamentalmente hay tres textos que, de alguna manera, han establecido los contornos sobre los
que gira el debate biopolítico contemporáneo. Me refiero a Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida,
Pretextos, Valencia, 1998, de Giorgio Agamben; Imperio, Paidós, Buenos Aires, 2002, de Antonio Negri
y Michael Hardt; y Bios. Biopolítica y filosofía, Amorrortu, Buenos Aires, 2007, de Roberto Esposito.

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ya que en general, varias de estas perspectivas coexisten en los distintos pen-


sadores biopolíticos:
1) La primera perspectiva es aquella que entiende a la biopolítica como un
modo de ejercicio del poder que tiene por objeto la vida o lo vivo. De esta
manera, lo que designa la palabra biopolítica es su objeto. Dicho de otra for-
ma, hay biopolítica o biopoder en la medida en que aquello que se constituye
como blanco de la acción política es del orden de lo viviente: de su adminis-
tración, su control y su gobierno. Nunca se gobierna un espacio, un territorio,
una cosa, sino que siempre se gobiernan seres vivos. Aquello que Foucault y
Deleuze identificaban como singularidades o multiplicidades en movimiento.
Siempre se gobiernan cuerpos, afectos, conductas, conciencias, lenguajes. En
una conferencia realizada en 2011 en la Argentina, en la facultad de psicología
de la Universidad de Buenos Aires, Maurizzio Lazzaratto planteó algo que
claramente podría enmarcarse dentro de esta perspectiva. Planteó la cuestión
de la deuda (de las deudas externas) como uno de los dispositivos de poder y
de producción de subjetividades más importantes de las sociedades contem-
poráneas. En la misma línea, yo diría que, por ejemplo, temas como la ley de
matrimonio igualitario o la ley de servicios audiovisuales en la Argentina, son
tópicos biopolíticos, en tanto ponen en juego un modo de constitución de la
subjetividad que toca algo que es del orden de lo viviente.
2) La segunda perspectiva sostiene que la biopolítica expresa una mutua
imbricación vida-política. El foco está puesto no tanto en los objetivos de
la acción política, sino en la dinámica misma de la política que adquiere un
tipo de funcionamiento biológico. Es como si, a partir de cierto momento,
lo político y lo social se pensaran exclusivamente en términos biológicos. Lo
que hay aquí es una especie de infección terminológica, un borramiento de
fronteras entre el campo de lo biológico y el campo de lo político. Bajo esta
perspectiva, no habría una diferencia sustancial entre un problema o un fe-
nómeno político y un problema o un fenómeno biológico. Efecto de esto es
la creciente utilización de categorías que provienen de las ciencias de la vida
para comprender fenómenos políticos, y a la inversa, de categorías políticas
para entender problemas de tipo biológico. Un ejemplo de este entrelaza-
miento entre problemas políticos y problemas biológicos es la inmunología14,
y el modo en que en sus dos vertientes, jurídico-política y médico-biológica,
refiere a la puesta en acto de un dispositivo de seguridad, que protege un
organismo –ya sea natural o artificial– incorporando a su interior parte del
mal que se quiere evitar.
3) La tercera perspectiva comprende la biopolítica como la expresión de
una doble reducción. Por un lado, de la política cuyo sentido aparece muy
vinculado a la conservación de la vida, en desmedro de otros sentidos que

14
Esposito, Roberto. Bíos. Biopolítica y filosofía. Buenos Aires, Amorrortu, 2006. Immunitas. Protección y
negación de la vida. Buenos Aires, Amorrortu, 2005.

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76 El “giro biopolítico”

excedan esta cuestión, pero también de la vida que queda reducida por este
mismo movimiento a su dimensión biológica. Es decir, hablar de biopolítica
produce también, como un efecto derivado, la reducción de la política a un
dispositivo de conservación de la vida, y de la vida a cuestiones que tienen que
ver con la simple reproducción biológica. Aquí se asienta la idea -de claro sesgo
humanista- según la cual la política moderna en tanto deviene biopolítica es un
dispositivo que hace de los hombres simples animales. Por eso, más que hablar
de biopolítica habría que hablar de zoopolítica15, o de una política de anima-
lización del hombre. Basta recordar, por ejemplo, el diagnóstico de Hannah
Arendt en su libro sobre La condición humana. Para Arendt, lo que caracteriza
la época moderna es la primacía del animal laborans en detrimento de la acción,
que es aquella actividad específicamente política.16
4) La cuarta perspectiva, vincula la idea de biopolítica con las prácticas de
resistencia, que pretenden hacer de la vida ya no el objeto del poder sino su
sujeto. Es decir, la biopolítica aparece así como la posibilidad de reversibilidad
de las relaciones de poder y dominación. En este caso, algunos autores pro-
ponen una distinción entre biopoder y biopolítica17. Si el biopoder es aquello
que oprime a la vida desde su exterior, tratando de capturarla, controlarla,
administrarla, pero también incitarla, fagocitarla, hacerla más productiva y útil,
la biopolítica sería una práctica inmanente a la vida misma, que bloquea, que
resiste y que crea nuevos modos o formas de vida.
Como puede verse, hay una heterogeneidad de significaciones de lo que se
entiende por biopolítica. Frente a esta heterogeneidad, lo que podría decirse,
y de hecho se dice, es que la biopolítica es un concepto altamente expansivo,
impreciso, indeterminado. Y que por lo tanto corre el riesgo de convertirse
en aquello que Aristóteles llamaba topos, es decir, un lugar común, que por su
amplitud y vaguedad, termine no significando nada. Por el contrario, creo que
es esta misma expansión conceptual de la categoría de biopolítica, su riqueza
y su potencia al momento de teorizar sobre la política y las formas de vida
contemporáneas. Por eso, sería más apropiado hablar de biopolíticas en plural
y no de biopolítica, porque los modos en que el poder se ejerce sobre la vida
son múltiples y diversos, como también son múltiples y diversos los modos de
resistencia al poder. En este sentido, y de acuerdo con lo que venimos dicien-
do, podría decirse que la biopolítica opera en la actualidad no tanto como un
concepto o una categoría, sino más bien como una especie de campo proble-
mático. Un campo problemático que pone en consideración cuestiones caras

15
Un trabajo en esta línea puede encontrase en Fabián Ludueña Romandini, La comunidad de los espectros
I. Antropotecnia, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2010.
16
Arendt, Hannah. La condición humana, Buenos Aires, Paidós, 2005. Principalmente ver el capítulo VI
“La vita activa y la época moderna”.
17
Lazzaratto, Maurizio. “Du biopouvoir à la biopolitique” en revista Multitudes, marzo de 2000 http://
multitudes.samizdat.net/Du-biopouvoir-a-la-biopolitique; Negri, Antonio. Guías. Cinco lecciones en torno
a Imperio. Paidós, Buenos Aires, 2004.

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Diego Conno 77

para la teoría y la ciencia política tradicionales, porque toca en lo más hondo


el problema del poder, la dominación y la resistencia.
Una objeción que podría hacerse a lo que venimos planteando es la siguiente:
que los rasgos que definen el tratamiento de la biopolítica no son nuevos en
absoluto, sino que caracterizaron desde siempre el mundo de la política y del
pensamiento político. Después de todo, ¿no es posible hablar de una eugenesia o
de una política de nacimientos en el mundo antiguo, o de una política de la salud
en el medioevo? ¿No ha sido la metáfora del cuerpo un elemento dominante en
el pensamiento político moderno? ¿Qué hay de novedoso en todo esto? ¿Real-
mente necesitamos del concepto de biopolítica? Dicho de otra manera: ¿Cuál
es la novedad que introduce la biopolítica en el pensamiento político respecto
de aquello que siempre hemos nombrado con la simple palabra “política”?
Mi argumento es que hasta la actualidad estos rasgos fueron secundarios o
marginales y no centrales, y que estamos ante algo nuevo cuando la vida pasa
a constituirse en algo así como el fundamento de lo político, imprimiéndole su
forma y otorgándole sentido.
Esto conduciría también a otro de los de los problemas de la biopolítica, que
es el de su periodización. ¿Cuándo surge, cuándo aparece? ¿Cuál es la relación,
por ejemplo, entre occidente y biopolítica, o entre modernidad y biopolítica?
¿Cuál la relación entre biopolítica y capitalismo? Claramente este problema está
vinculado con el anterior, es decir, depende del modo en que conceptualicemos
la noción de biopolítica, el lugar histórico en que lo situemos. Pero también
se vincula con otro aspecto de este “giro biopolítico” que me gustaría señalar.
Y es que, de algún modo, el concepto de biopolítica es también un concepto
periodizador. Dicho de otra manera, es como si la biopolítica tuviese una especie
de “efecto deconstructivo”, que genera automáticamente una reinterpretación
de la tradición del pensamiento y la práctica política. Aún más, el concepto de
biopolítica se vuelve en sí mismo un “concepto deconstructivo”, cuya sola enun-
ciación en cualquiera de las disciplinas o ciencias llamadas humanas, genera un
desplazamiento crítico respecto de su semántica y su morfología en los términos
de la tradición. De ahí que sea posible por ejemplo, sin riesgo de anacronismo,
hablar de una biopolítica tanto en Platón como en Maquiavelo o Hobbes.
Por último, me gustaría terminar dejando planteada la siguiente idea en torno
a la relación entre el “giro biopolítico” y la tradición de la teoría política. En
algún punto, sería posible ubicar, durante el siglo XX, una especie de impasse de
la teoría política. Un impasse que ha quedado identificado alrededor de la idea
de crisis, y que podemos observar por ejemplo en tres de los más importantes
teóricos políticos del siglo XX, como son Carl Schmitt, Leo Strauss y Hannah
Arendt. Todos ellos han identificado, a su manera y desde distintas perspectivas,
una crisis de la política y del pensamiento político de la tradición, aunque sin
poder darle alguna solución que no fuese una reposición acrítica de su lenguaje
y sus categorías. Mi hipótesis es que esta crisis debe leerse como una crisis
del humanismo, o mejor, de un tipo humanismo, aquel que por ejemplo en la

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78 El “giro biopolítico”

modernidad reemplazó la soberanía de dios por la soberanía del hombre. Un


tipo de humanismo que Michel Foucault caracterizó de la siguiente manera:
Entiendo por humanismo –dice Foucault– el conjunto de discursos por los
cuales se dice al hombre occidental: ‘aunque no ejerzas el poder, de todos
modos puedes ser soberano. Mejor, cuanto más renuncies al poder y cuanto
más te sometas al que te es impuesto, más serás soberano’. El humanismo es
el que ha inventado, una después de otra, estas soberanías sujetadas que son
el alma (soberana sobre el cuerpo, pero sometida a Dios), la conciencia (so-
berana en el orden del juicio, pero sometida al orden de la verdad), el individuo,
(soberano titular de sus derechos pero sometido a las leyes de la naturaleza o
a las reglas de la sociedad), la libertad fundamental (interiormente soberana,
exteriormente consintiente y confiada a su destino). [..] En el corazón del
humanismo, la teoría del sujeto (en el doble sentido del término).18

Y digo un tipo de humanismo porque creo, efectivamente, que hay otro


humanismo que podría recuperarse, y que está presente no por fuera sino al
interior de esta misma tradición occidental que el paradigma biopolítico inte-
rrumpe, en autores como Spinoza, Marx y Nietzsche. Y por supuesto Foucault.
Y que podría comprenderse bajo la célebre frase spinociana que postula que el
hombre no es un imperio dentro de otro imperio. Finalmente, podría decirse
entonces que la biopolítica permite desbloquear este impasse de la teoría po-
lítica, habilitando a su vez un nuevo horizonte de sentido que podría definirse,
por no disponer de un concepto mejor, como post-humano.

18
Foucault, DE II: 226. (Las cursivas son nuestras).

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Diego Conno 79

Bibliografía
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Michel Foucault”, en Foro Interno. Anuario de Teoría Política Vol. 12, en prensa.
- Perticari, Paolo (comp.) (2003) Biopolitica minore, Roma, Manifestolibri.

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0_0_Numero 7.2.indd 80 16/08/2013 05:57:52 p.m.
espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 81-96. ISSN 1669-8517

La actual Ley de Migraciones de Argentina


en la balanza biopolítica
Desirée Alda D´Amico
Universidad Católica de Córdoba

Resumen
Al abordar la actual Ley de Migraciones en Argentina Nº 25.871, existe cierto
consenso sobre el cambio de enfoque que supuso con relación a la Ley General
de Migraciones y Fomento de la Inmigración. La originalidad de la nueva normativa
residiría en la“autolimitación” de la “razón de Estado” a partir del reconocimiento
de las migraciones extranjeras desde el enfoque de derechos humanos. En el artí-
culo propuesto, se entiende que aunque desde la“razón jurídica” se ha avanzado en
garantizar ciertos derechos antes limitados a“sus ciudadanos”, por otra parte esto
puede interpretarse como una continuidad de su“gubernamentalidad” susceptible
de leerse en clave biopolítica.

Palabras clave
biopolítica – normativas migratorias – razón de estado – gubernamentalidad

Abstract
In addressing the present Law on Migration in Argentina Nº 25.871, there is some
consensus on the shift in approach that resulted in relation to the General Law on
Migration and Immigration Promotion. The originality of the new rules would reside
in the “restraint” of the “reason of State” from the recognition of the foreign migra-
tion from the human rights approach. In the proposed article, it is understood that
although since the “legal reason” has advanced in guaranteeing certain rights that
were in the past limited to“its citizens”, on the other hand this can be interpreted
as a continuity of its“governmentality”, susceptible to be read in a biopolitical key.

Key words
biopolitic – migratory regulations – reason of state – governmentality

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82 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

I. Introducción
Al analizar la historia de las políticas migratorias argentinas, puede decirse
que el año 2003 supuso un cambio en el tratamiento que las migraciones inter-
nacionales venían recibiendo por parte del Estado nacional desde hacía al menos
veinte años. En otras palabras, la sanción de la Ley de Migraciones Nº 25.871, y
su posterior reglamentación en el año 2010, supuso la suspensión de la anterior
Ley General de Migraciones y Fomento de la Inmigración Nº 22.439 del año
1981, más conocida como “Ley Videla” y con ella del espíritu de la “Doctrina
de Seguridad Nacional”1 que impregnó durante años la normativa específica. De
este modo, la nueva Ley encontró un temprano reconocimiento público frente
a su novedoso tratamiento de la migración como un derecho en sí mismo y de
los “derechos humanos” de los/las migrantes por el sólo hecho de ser personas
(Giustiniani, 2004).
En el plano teórico sin embargo, y sobre todo desde el derecho, en más
de una oportunidad el paradigma de derechos humanos ha generado múltiples
debates en torno a la relación existente entre el poder soberano del Estado al
momento de garantizar los derechos clásicos derivados del estatus de ciudadanía
y la naturaleza supranacional que supone el reconocimiento de los derechos
humanos. Desde diferentes enfoques teóricos algunos autores han entendido
que el reconocimiento de este tipo de medidas supondría el debilitamiento de
la soberanía estatal o, en una línea semejante, la asunción de una era posnacional
(Ferrajoli, 1998); otros relativizan este cambio.
En una línea crítica respecto a aquellos abordajes, cabe resaltar el análisis
de Étienne Balibar (2003) según el cual no se asistiría a una era posnacional y
el consecuente debilitamiento del “proyecto de la modernidad”. Por el contra-
rio, de acuerdo a este autor sería necesario repensar qué modelo de nación o
discurso sirve para sostener este tipo de argumentaciones, entendiendo que
bajo los planteos universalistas se encubre y oculta la “forma nación” en cuanto
“formación social”, lo cual implicaría la construcción de un discurso y prácticas
según determinadas estructuras económicas e ideológicas predominantes en
este momento.
Desde el punto de vista que aquí se sostiene, y de manera concordante con
el planteo de Balibar (2003), se entiende que el paradigma que asume la nueva
Ley si bien supone algunas transformaciones no necesariamente genera una in-
terpelación directa a la soberanía estatal. Por el contrario, la evidencia de ciertas
continuidades discursivas que refieren a la “integración regional” e “integración
de los migrantes”, así como el mantenimiento de otras representaciones que

1
La Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN) hace referencia a un conjunto de concepciones emparen-
tadas principalmente a los intereses y enseñanzas de Estados Unidos hacia los países de América Latina,
los cuales propugnaban bajo una concepción de “guerra total” la lucha contra el comunismo propio del
sistema bipolar de la Guerra Fría. De este modo, la DSN se constituía desde un programa completo de
acciones tanto en materia económica, social y política en general, tendiente a garantizar la seguridad y
los intereses del Estado nación (Velázquez Rivera, 2002).

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Desireé Alda D'Amico 83

siguen entendiendo la migración como un “problema social” a regular, conforme


en parte a la anterior “retórica de exclusión” (Domenech, 2009), conduce a
pensar sobre la existencia de una“formación social” más compleja, aunque no
necesariamente contradictoria con la “razón soberana de Estado”.
En otras palabras, si bien se reconoce que la nueva Ley de migraciones ha
generado ciertas transformaciones en el gobierno de las migraciones interna-
cionales, estos cambios representan una adaptación de sus “mecanismos de
poder” en la “gubernamentalización del Estado”2. En otras palabras, si se toma
en cuenta la exposición de Foucault (2009:135) sobre la complementariedad
del triángulo “soberanía, disciplina y gestión gubernamental”, se interpreta que
aún frente a los cambios existe una línea de continuidad que tiene que ver más
bien con una estrategia de “inmunización” comunitaria susceptible de pensarse
en términos biopolíticos.
A los fines de este artículo al referir al término biopolítica3, teniendo en cuenta
el supuesto sobre la continuidad existente entre el proyecto de la modernidad y las
políticas actuales, se entenderá la biopolítica como un “conjunto de mecanismos
por medio de los cuales aquello que, en la especie humana, constituye sus rasgos
biológicos fundamentales podrá ser objeto de una política…” (Ob. cit., 2009:15).
Para dar sustento a este supuesto sobre la continuidad existente entre la
“razón soberana del Estado”, la “razón de gobierno” y su ejercicio político a
partir de distintos mecanismos y dispositivos sobre la vida, en primer lugar se
propone abordar algunas herramientas teóricas que permitan comprender la
actual Ley de migraciones en clave biopolítica. Luego se analiza el contexto en
que surgió esta “nueva” Ley, los intereses existentes al momento de sancionarla,
y más tarde el carácter y orientación de las reformas enunciadas. Finalmente,
se concluye con algunas reflexiones generales que pretenden complejizar el
análisis sobre el supuesto aquí enunciado.

II. Algunas herramientas analíticas para comprender la


actual Ley de migraciones en clave biopolítica
La “historia de las poblaciones”4, aún antes de la configuración de los
Estados-nación modernos se encuentra afectada desde sus comienzos por

2
Al introducir el concepto de “gubernamentalidad” Foucault lo entiende como “el conjunto constituido
por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten
ejercer esa forma bien específica, aunque muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la
población, por forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial los dispo-
sitivos de seguridad” (2009:136).
3
Este concepto ha sido explorado por diversos autores tales como Agamben (2003), Esposito (2006),
por citar sólo algunos de los más conocidos.
4
Al referir a la “historia de las poblaciones” se posiciona desde el abordaje sugerido por Foucault en su
libro Genealogía del Racismo (1996) en el cual manifiesta el rol de la historia como dispositivo de saber-
poder. Esto implica el recorte de “ciertos” “discursos de verdad” que pueden activar “ciertas” reglas de
derecho y en consecuencia, intensificar el poder de“ciertos” sectores sociales.

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84 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

la violencia. De allí que la función de las monarquías absolutas y más tarde de


los Estados modernos estuviese tensionada por dar respuesta a dos grandes
problemáticas: a) garantizar la “vida” de los hombres en comunidad y b) man-
tener el equilibrio de relaciones entre las diferentes poblaciones (Esposito,
2003; Foucault, 2008).
Para legitimar la construcción del poder estatal (Foucault, 2008) el derecho
emergió como un elemento fundamental al momento de consolidar la soberanía
estatal y su potestad para “hacer vivir y dejar morir” o, lo que es lo mismo, de
legitimar otras formas de violencia. Esta potestad del “monopolio legítimo de la
coerción física” para garantizar determinadas libertades se tradujo progresiva-
mente también en la delimitación y reconocimiento de la propia “ciudadanía”.
Esto es, de manera paralela a la consolidación de la “razón de Estado”, se asistió
–de manera más o menos forzada– a su “gubernamentalización”. De allí que,
aunque con el tiempo se fueran naturalizando una serie de procedimientos
tendientes a regular no sólo al individuo sino a la población, este proceso no
estuvo libre de tensiones. Por el contrario, en muchos casos respondió a las
situaciones de demanda y resistencia a la que se veía expuesto “el soberano”,
ampliando las exigencias políticas más allá de la preservación de la vida que en
principio justificaban la legitimación de la monarquía absoluta.
Así, como sabemos, la definición contemporánea del concepto de “ciuda-
danía”, entendida como el status jurídico-político de igualdad de derechos y
obligaciones de los seres humanos pertenecientes a una comunidad en particular
(Kymlicka y Norman, 1997), no fue fácil. Por citar un caso, si se analiza la des-
cripción clásica de Thomas Marshall en su artículo titulado “Ciudadanía y Clase
Social” de 1949, el autor reconoció que la definición de los individuos como
sujetos de derechos civiles, políticos y sociales supuso diferentes temporalida-
des y luchas políticas. Más allá de estas disputas, de a poco se fue asentando la
idea sobre la importancia del Estado como aquel sujeto jurídico-político por
excelencia al momento de determinar quién era o no su ciudadano.
Ahora bien, en este mismo contexto ¿qué sucedía con quienes decidían
migrar traspasando las fronteras estatales? Aunque las diferencias entre los
países son múltiples Wimmer y Schiller (2002) coinciden en que al principio
las migraciones internacionales no eran un objeto central de preocupación. Sin
embargo, las tendencias restrictivas y de control de las migraciones comen-
zaron a profundizarse justamente entre comienzos y mediados de siglo XX.
De este modo, con los importantes flujos de migrantes por razones políticas
y económicas desencadenados con las guerras mundiales se fue consolidando
un fuerte “nacionalismo metodológico” que diferenció tanto en el plano legal
como político los derechos, obligaciones y políticas selectivas para los propios
“nacionales” con relación a los “extranjeros”. En consecuencia, los Estados se
vieron expuestos a la tensión de reproducir y regular las diferencias y similitu-
des a nivel interno, presentando en los primeros tiempos amplios márgenes
de independencia para la acción.

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Esta potestad casi absoluta del Estado moderno, tal como lo anticipó
Foucault (2008), comenzó a ser cuestionada de manera progresiva. Si bien es
posible evidenciar múltiples antecedentes históricos que remiten a distintos
intentos de limitación de la soberanía estatal –los cuales se remontan inclusive
al Tratado de Westfalia del siglo XVII frente a las pretensiones imperiales de
distintas potencias europeas– encuentran su máxima expresión tras las aterra-
doras experiencias de las guerras mundiales en el siglo XX. En otras palabras,
el reconocimiento de la posibilidad de que la política llegara a transformarse
en una “biopolítica negativa” (Esposito, 2006), es decir en la capacidad de los
Estados para dar muerte a la vida misma de los ciudadanos que teóricamente
debería preservar, llevó a poner en tensión este margen de acción.
De este modo, con el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra
Mundial, se produjo la emergencia de la Sociedad de Naciones, anteceden-
te directo de la actual Organización de Naciones Unidas (ONU), como la
revisión de los históricos debates sobre la importancia de la preservación
de los derechos humanos. Tomando como referencia la Declaración de los
Derechos del Hombre y el Ciudadano propios de la Revolución Francesa
de 1789, los Estados comenzaron a repensar cuáles eran los límites de la
razón del Estado soberano. En consecuencia, se abrió otro debate sobre las
fronteras entre el poder soberano de los Estados y los poderes supranacio-
nales que comenzaban a coexistir al momento de tomar las decisiones en
un plano interno.
En este sentido, y de manera paralela a la limitación de la“razón de Estado”
los Estados fueron complejizando sus estrategias de gobierno, lo cual no nece-
sariamente ha supuesto el resignar su soberanía.
De este modo, es preciso comprender las cosas no como el reemplazo de una
sociedad de soberanía por una sociedad de disciplina y luego de una sociedad
de disciplina por una sociedad, digamos, de gobierno. De hecho, estamos ante
un triángulo: soberanía, disciplina y gestión gubernamental, una gestión cuyo
blanco es la población (Foucault, 2009:135).

Si esto así, es decir, si los Estados despliegan una serie de mecanismos y


dispositivos complementarias al derecho, parece necesario interrogarse so-
bre cuáles han sido los dispositivos y mecanismos históricos de los cuales los
gobiernos se han valido para consolidar su poder y gobernar las poblaciones,
nacionales y no nacionales. Si se sigue el planteo de Foucault (2009) además
del “mecanismo legal o jurídico” que sanciona una ley y fija castigos para quie-
nes la infrinjan, existen otros “mecanismos disciplinarios” y “dispositivos de
seguridad”. Las diferencias entre ellos se concentrarían en que, mientras que
los primeros implican una serie de técnicas policiales, médicas, psicológicas
orientadas hacia los individuos y sus cuerpos, los “dispositivos de seguridad”
suponen una diversidad de medidas ejercidas hacia el conjunto de la población,
tendientes a favorecer su “circulación”:

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86 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

Es decir que el problema actual supone ya no fijar y marcar el territorio, sino


dejar fluir las circulaciones, controlarlas, seleccionar las buenas y las malas,
permitir que la cosa se mueva siempre, se desplace sin cesar, vaya perpetu-
amente de un punto a otro, pero de manera tal que los peligros inherentes a
esa circulación queden anulados (Ob. cit., 2009: 86).

Frente a esta situación, el desafío continuo de los Estados en todo caso


debe enmarcarse en cómo dar respuesta o satisfacer los deseos de la pobla-
ción y prevenir de ciertos riesgos, “inmunizando” de los potenciales peligros
sin perder esta condición de libertad. En la historia de las prácticas, la res-
puesta a las situaciones contemporáneas puede encontrarse de la mano del
liberalismo como “régimen de verdad” y limitación de la“razón de gobierno”.
Así la limitación de las acciones de gobierno en los últimos siglos se ha visto
articulada en torno a aquellas decisiones que garantizarían la mayor “utilidad”
y “libertad” posible.
Aunque parezca llamativo, esto no necesariamente ha supuesto una no inter-
vención estatal sino más bien ha conllevado el desarrollo de una multiplicidad de
cálculos probabilísticos y de azar tendientes a la normalización de la población
y en consecuencia, a la reducción de riesgos. Resulta interesante analizar el
ejemplo histórico de la variolización citado por Foucault (2009) en la medida en
que esta práctica sería un claro ejemplo de las implicancias que supone la misma
en tanto práctica de seguridad. Según el autor, el descubrimiento y aplicación
de las medidas de variolización y vacunación cobra relevancia explicativa en la
medida en que supuso la introducción en los individuos inoculados de la propia
enfermedad, pero en condiciones que permitieron anularla al mismo momento
de su introducción. En consecuencia, esto debería permitir comprender su
potencialidad como dispositivo de seguridad, por los siguientes elementos que
lo constituyen:
A partir del momento en que con respecto a la viruela se hagan análisis cuan-
titativos de buenos y malos resultados, éxitos y fracasos, cuando se calculen
las diferentes eventualidades de muerte o contagio, la afección dejará de
aparecer en esa relación masiva de la enfermedad reinante con su lugar, su
medio y se presentará como una distribución de casos, en una población que
quedará circunscripta en el tiempo y el espacio (…)

En segundo lugar, presenciamos la aparición del siguiente hecho: si la en-


fermedad es accesible en el nivel de grupo y de cada individuo, en la noción,
en el análisis de la distribución de los casos, se podrá señalar, con referencia
a cada individuo o grupo individualizado, cuál es el riesgo para cada uno, sea
de [contagiarse] las viruelas, sea de morir a causa de ellas, sea de curarse.

Para cada individuo, según la edad, el lugar donde viva, y lo mismo para cada
categoría de edad, cada ciudad, cada profesión, se va a [a poder] determinar
entonces el riesgo de morbilidad y el riesgo de mortalidad (…)

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Tercero, ese cálculo de los riesgos muestra enseguida que éstos no son lo
mismo para los individuos, a todas las edades, en todas las condiciones y todos
los lugares o medios. Hay por lo tanto riesgos diferenciales que ponen de
manifiesto, de algún modo, zonas de mayor riesgo y otras, por el contrario,
donde éste es menor, más bajo (…).
Y para terminar es posible identificar, al margen de la categoría general de la
epidemia, tipos de fenómeno de escalada, de aceleración, de multiplicación
que hacen que la enfermedad, en un momento y un lugar dados, amenace –por
la vía del contagio, claro está– multiplicar los casos, que a su vez multiplicarán
otros casos, según una tendencia, una pendiente que corre el riesgo de no
detenerse a menos que, mediante un mecanismo artificial e incluso mediante
un mecanismo natural aunque enigmático, resulte posible frenar el fenómeno
y hacerlo con eficacia (Ob. cit, 2009: 79-82).

De la lectura de esta exposición, es posible entender que los dispositivos de


seguridad, por lo tanto, no implican una ausencia de control, sino una libertad
“normalizada” a partir de una multiplicidad de procedimientos y mecanismos
refinados que permiten una mayor previsibilidad para la anticipación de riesgos
o ataque de amenazas. O lo que es lo mismo, si bien los dispositivos de segu-
ridad no necesariamente suponen la coacción física, implican al mismo tiempo
una complejización creciente de la “razón de gobierno” funcional a la misma
“razón de Estado” y del propio mercado.
Respecto a la funcionalidad de la biopolítica y su relación con el mercado,
aunque este último aspecto no aparece explícitamente en el ejemplo propuesto,
representa una continuidad advertida por el mismo Foucault (2008) en el recono-
cimiento de la “economía política” como método de gobierno propio orientado a
garantizar la riqueza y prosperidad de la nación. De allí que cuando se hace refe-
rencia a este tipo de mecanismos y dispositivos, necesariamente deba tenerse en
cuenta el contexto e intereses centrales desde los cuales éstos emergen, sin sub-
estimar las intencionalidades –más o menos explícitas– que subyacen por detrás.
Atendiendo a esta situación y considerando que se han provisto las herra-
mientas mínimas analíticas para comprender la nueva Ley de Migraciones, a
continuación se presenta el contexto de emergencia de la misma, la cual se
orienta a favorecer la comprensión posterior de la Ley en cuanto parte de una
estrategia biopolítica más amplia.

III. La“nueva” Ley de Migraciones en Argentina:


nacimiento, premisas manifiestas y latentes
Como se anticipó al comienzo de este artículo, la Ley de Migraciones N º
25.871 sancionada en el año 2003 y reglamentada en el año 2010, forma parte
de un proceso que si bien se vio posibilitado principalmente por la asunción

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88 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

de un nuevo gobierno centrado –al menos en el plano discursivo– en el res-


peto de los derechos humanos y en la intención de diferenciarse del modelo
socio-económico y político de la década del noventa menemista, por otro
lado emergió de la decantación de una serie de acuerdos internacionales en
el marco del MERCOSUR y otros sucesos desencadenados en el país.
Si se retoma el contexto jurídico-político que precedió a la “nueva” Ley, cabe
mencionar que la reforma de la Constitución argentina en el año 1994 así como
el desarrollo incipiente de estrategias de integración regional inicialmente con
fines comerciales, llevó a la necesidad de rever el posicionamiento del país en
materia de derechos humanos, así como las condiciones necesarias para la libre
circulación de personas o factores de la producción (en un sentido económico).
En otras palabras, la reforma de la Constitución supuso el reconocimiento
con el mismo rango constitucional de los tratados internacionales ratificados
por Argentina, entre ellos los de derechos humanos, así como la necesidad de
destrabar los impedimentos para la libre circulación de personas en el contexto
de los países del MERCOSUR, que venía tratándose desde acuerdos bilaterales
(Pacecca, 2006). En este sentido, cabe advertir sobre el papel protagónico de
la Dirección Nacional de Migraciones frente a los problemas organizativos,
falta de recursos, información, retrasos y demás problemas de funcionamiento
que llevaron al incremento y reproducción de las condiciones de irregularidad
migratoria, según las propias palabras de su director en la exposición de la
Comisión de Población y Recursos Humanos de la Cámara de Diputados de la
Nación al momento de discutir la Ley (Novick, 2004).
A estos intereses es posible agregar las necesidades de repensar una polí-
tica demográfica de población del país –en especial debido a la crisis del año
2001– frente al bajo crecimiento de la población, la reducción de los niveles de
fecundidad, el envejecimiento de la población, el estancamiento en la mortalidad
de la población así como del aporte migratorio internacional, la concentración
urbana de la población y el aumento de la emigración de la población joven del
país, entre los principales problemas (Ob. cit., 2004).
Atendiendo al contexto de nacimiento de la Ley brevemente descripto, de
esta primera presentación es posible entender que la norma no nació desde
una intencionalidad desinteresada e ingenua, sino que hubo una “razón de
gobierno” y de “Estado” más o menos relevante al momento de sancionarla.
Estas razones se concentraron en cuestiones económicas y demográficas, lo
cual conduce a pensar a la Ley como un “mecanismo legal o jurídico” aunque
con claras implicancias tácticas en tanto medio para alcanzar otros fines5, en el
sentido propuesto por Foucault (2009). De allí que seguidamente será abordada
en clave biopolítica.
5
Según Foucault, aunque la progresiva gubernamentalización de los Estados no se concentra en la
regulación a partir de la ley, ésta sigue siendo complementaria para el ejercicio del gobierno. En este
sentido, el autor entiende fundamental “utilizar al máximo las leyes como tácticas. Hacer de tal suerte
que, por una serie de medios pueda alcanzarse tal o cual fin” (Ob. cit., 2009:125).

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La norma comienza en su capítulo I designando el “Ámbito de aplicación”.


Así, en el artículo Nº 2 indica que la presente Ley se aplicará a todos aquellos
“extranjeros” que deseen ingresar, transitar, residir o establecerse de diferentes
maneras en el país, ya sea de manera transitoria, temporal o definitiva en el país.
Esto es, la norma regulará a todos los (in)migrantes y no sólo a quienes gozan
del carácter de permanentes, reafirmando en su discursividad el concepto de
“extranjero” frente al “propio nacional” (Domenech, 2009).
Seguidamente en el capítulo II hace explícitos los “Principios Generales”
que orientan la Ley siendo destacable su preocupación en los siguientes ejes:
a) El reconocimiento del contexto transnacional en el que se inserta el
Estado argentino, de allí su preocupación por cumplir las obligaciones o “com-
promisos internacionales de la República en materia de derechos humanos,
integración y movilidad de los migrantes”, promover y difundir –en este orden
de cosas– primero las obligaciones, derechos en segundo lugar y por último
las garantías de los migrantes en coherencia con la “Constitución Nacional” o
carta “madre” del derecho público, los “compromisos” internacionales y las
leyes “manteniendo en alto su tradición humanitaria y abierta con relación a los
migrantes y sus familias”. Es decir, en estas afirmaciones en principio se limita
la “razón de Estado” en su relación con otros Estados, aunque reconociendo
que en la relación Estado-migrante, primero deben cumplirse las obligaciones,
para dar lugar recién a los derechos y garantías.
b) Otro punto a destacar es el interés por “contribuir al logro de las políticas
demográficas” las cuales, en una lógica claramente biopolítica en el sentido de
Foucault (2009), permitan en última instancia calcular la “magnitud, tasa de
crecimiento y distribución geográfica de la población del país” la cual, como se
expuso previamente, representaba una preocupación importante al momento
de sancionar la Ley.
c) Se evidencia también el interés por favorecer la “integración” de los mi-
grantes, de que “residan en“forma legal” para el mejor aprovechamiento de sus
capacidades personales y laborales a fin de contribuir al desarrollo económico
y social del país”. Adviértase que en este caso el interés primario se centra en
el desarrollo económico y luego social del país, de allí el carácter instrumental
de la “integración”. Relacionado con este punto se puede mencionar también
entre los mismos principios el interés por “facilitar la entrada de visitantes
(…) para los propósitos de impulsar el comercio, el turismo, las actividades
culturales, científicas, tecnológicas y las relaciones internacionales”, cuestiones
que refuerzan las intencionalidades de cierto tipo de migraciones calificadas o
por razones económicas.
d) A estos aspectos cabe agregar la persistencia atenuada de
ciertos“mecanismos disciplinarios” tanto internos al país como interna-
cionales, vinculados tanto a la denegación del ingreso y/o permanencia
de “personas involucradas en actos reprimidos penalmente por nuestra
legislación” así como atender a cuestiones externas que hacen “promover

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90 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

el orden internacional y la justicia”, entre ellos “prevenir y combatir eficaz-


mente la delincuencia organizada transnacional”. Todo lo cual personifica y
hace presente la mantención de los “mecanismos legales y disciplinarios”
como potestad de la propia “razón” de los Estados y gobiernos.
Si se avanza hacia el “Título I” denominado “De los derechos y obligaciones de
los extranjeros”, a diferencia de los mecanismos de poder disciplinarios todavía
latentes en el capítulo anterior, la enumeración de derechos de los inmigrantes
parece dar paso a un enfoque más abierto y respetuoso de los “derechos huma-
nos” de los inmigrantes en tanto personas. Así en el “Capítulo I” del “Título I”
denominado“De los derechos y libertades de los extranjeros” la Ley avanza en
el reconocimiento de múltiples derechos, anteriormente vedados a los migran-
tes por su condición de “ilegalidad” (en los términos de la “Ley Videla”). Entre
ellos cabe resaltar en primer lugar, en el artículo Nº 4 el reconocimiento de la
migración como un “derecho” “esencial e inalienable de la persona” sustentado
en los principios de “igualdad” y “universalidad”. De ello se deriva el artículo Nº
5 en el cual el Estado se compromete a garantizar un “igual trato” para que los
migrantes puedan gozar de sus derechos siempre que cumplan las “obligaciones”
que derivan de la aceptación y cumplimiento de las leyes vigentes, o lo que es lo
mismo del“contrato” jurídico-político del Estado-nación argentino.
Respecto a los derechos, en los artículos Nº 6, Nº 7 y Nº 8 el Estado amplía
el reconocimiento de aspectos tales como “servicios sociales, bienes públicos,
salud, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social”, de forma inde-
pendiente a la situación de “regularidad” o no del migrante y su familia. Así,
uno de los contrastes más importantes de esta “nueva” Ley con relación a la
anterior, reside en que nadie puede ser privado de acceder a estos derechos
pues el Estado se compromete a resguardarlos por el sólo hecho de ser hu-
manos, lo cual incluye al propio entorno familiar del migrante, garantizando
también la reunificación familiar, privilegiando por tanto la vida de las personas
más allá de su nacionalidad.
De esta primera lectura sobre la “generosidad” del Estado argentino en el
reconocimiento de estos derechos, si se retoma el planteo de Foucault (2009)
al analizar el sentido y funciones de la“policía”6, cabe mencionar el papel fun-
damental que éstos derechos tienen también para el propio Estado, ya sea para
garantizar una población sana y en condiciones de producir, educada, “integrada”
y por lo tanto, socializada en las normas, costumbres y regulaciones funcionales
al Estado-nación y en condiciones legales de trabajo que le permita tributar y
compensar el sistema de seguridad social. Con esto, por supuesto que no se
6
Al referir a la “policía”, de manera diferente a la connotación represiva que adquirió posteriormente
el término, Foucault advierte sobre otra significación que tuvo el término desde el siglo XVII como fue
el de representar el “conjunto de los medios a través de los cuales se pueden incrementar las fuerzas
del Estado a la vez que se mantiene el buen orden de éste” (Ob.cit., 2009:357). De allí que la diversidad
de cuestiones que contempla el Estado como garantía encuentran como reverso un interés también de
consolidar su propio poder.

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Desireé Alda D'Amico 91

pretende renegar de la proporción y ampliación de derechos anteriormente


negados a los migrantes, sino más bien advertir que el otorgamiento de ciertos
derechos por parte del Estado tampoco representa una decisión plenamente
inocente o ajena a sus intereses.
Si se continúa con el análisis del articulado, entre las novedades a destacar,
cabe mencionar que en su artículo Nº 13 el Estado refuerza los principios y
valores ya enunciados en el Preámbulo y la Constitución Nacional tal como es
la prohibición de cualquier tipo de discriminación por motivos de: “etnia, reli-
gión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, género, posición
económica o caracteres físicos”. Esto, en principio se refuerza en otras partes
del texto, en el cual el Estado reconoce el “enriquecimiento cultural y social”
que aportan estos grupos al país, y por ello se compromete al “conocimiento
y la valoración” de las expresiones culturales, recreativas, sociales, económicas
y religiosas de los inmigrantes. Ligado a esta cuestión, en materia educativa se
obliga a brindar cursos de formación tendientes a promover “una sociedad
multicultural y de prevención de mecanismos discriminatorios”.
No obstante esta aparente apertura cabe agregar las previsiones y cierta
clausura que adopta más adelante el Estado en ese tema, en distintas partes del
documento y en especial en el artículo Nº 125 en el que enuncia la obligación
de los migrantes de “respetar la identidad cultural de los argentinos”. En este
sentido, cabe hacer referencia al trabajo de Soria (2009) quien justamente al
analizar este artículo concluye cómo a lo largo de la Ley se vislumbra la cultu-
ralización del “otro” y de sus manifestaciones culturales, las cuales son aisladas
en su interpretación conflictiva para construir y disputar hegemonía. Así este
último artículo y las distintas instancias en que se expresa la importancia de la
“integración social y cultural” entra en clara contradicción con la perspectiva
multi/intercultural, siendo que el Estado sigue siendo un actor clave al señalar
quiénes son los otros actores de la nación, sus aportes y en qué contexto éstas
pueden valorarse.
Respecto a otro de los títulos más significativos de la Ley, cabe analizar
también el Título II denominado “De la admisión de extranjeros a la República
Argentina y sus excepciones”, en especial el capítulo I “De las categorías y
plazos de admisión” a partir del cual el Estado especifica y regula los distintos
tipos de residencia como son la residencia precaria, transitoria, temporaria y
permanente, así como los lugares habilitados para ingresar o egresar del país
dispuestos por la Dirección Nacional de Migraciones, tal como lo reconoce en
el Título III en el Capítulo I “De ingreso y egreso”. A partir de esto se evidencia
claramente el poder de regulación del Estado en distintos aspectos de la vida
de las personas, las cuales son diferencialmente reconocidas según su tipo de
residencia.
Sobre los tipos de residencia se entiende que este apartado no sólo es
significativo en tanto evidencia el rol del Estado y su poder de disciplinamiento
sobre la población, sino también debido a las implicancias que esto tiene en

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92 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

otros aspectos como es el acceso al Documento Nacional de Identidad (DNI)


y regularidad en el trabajo.
Si bien la accesibilidad a los otros derechos sociales, tales como educación,
salud, servicios sociales, etc., se encuentran garantizados –al menos en el dis-
curso– de manera independiente a la condición de regularidad del migrante,
merece realizarse una explicación adicional sobre el tema laboral. De acuerdo
a la Ley, aunque los migrantes tienen derecho a trabajar, en el artículo Nº 53
advierte que “los extranjeros que residan irregularmente en el país no podrán
trabajar o realizar tareas remuneradas o lucrativas, ya sea por cuenta propia o
ajena, con o sin relación de dependencia”. Esto se refuerza en el artículo Nº 55
en el que plantea que: “ninguna persona de existencia visible o ideal, pública o
privada, podrá proporcionar trabajo u ocupación remunerada, con o sin relación
de dependencia, a los extranjeros que residan irregularmente”. Sólo podrán
gozar de este beneficio los “residentes permanentes”, “residentes temporarios”,
en algunos casos los “transitarios” cuando se trate de migrantes estacionales
y aquellos que tengan la “residencia precaria” cuando sean habilitados por la
Dirección Nacional de Migraciones.
De la lectura de estos artículos, puede interpretarse entonces que si bien
el Estado argentino ha flexibilizado sus normas por una parte, por otro lado
sus regulaciones siguen afectando un derecho humano fundamental para que
la persona pueda desarrollar dignamente su vida, como es el trabajo. Si bien es
razonable que en su lógica el Estado busque tributar y al mismo tiempo, favo-
recer la inscripción de los patrones de sus empleados para que accedan a los
beneficios sociales, la normativa corre el fuerte riesgo de reproducir condiciones
de irregularidad laboral y explotación como sucede de hecho en la práctica.
En esta línea, es posible destacar la interesante exposición de Nejamkis y
Rivero Sierra (2010) quienes al analizar el “Programa Patria Grande” de regu-
larización migratoria explicaron el énfasis que se ponía en la importancia de la
tributación y el trabajo en blanco, debido al supuesto potencial contribuyente
de los migrantes en el desarrollo económico del país. En contraste con este
argumento, los mismos autores advierten cómo en la práctica este discurso in-
curre en una falacia pues los migrantes irregulares también pagan impuestos, por
ejemplo con el Impuesto al Valor Agregado (IVA) –de características claramente
distorsivas– a lo que se suma que su peso con relación a los evasores nunca es
tan fuerte. Frente a estas afirmaciones, los autores remarcan el interés estatal
por obligar a quienes no son contribuyentes a hacerlo frente a las presiones
de los sectores que sí lo hacen, lo cual reafirma el planteo de Foucault (2009)
sobre el carácter reticular del poder.
Entre otros argumentos que pueden explicar esta aparente contradicción
del Estado en el plano laboral, puede ser interesante refrescar la “teoría de los
mercados duales” de Michel Piore (citado por Arango, 2003) quien señaló la
“funcionalidad” que suelen cumplir los migrantes de otros países quienes rea-
lizan en las sociedades receptoras aquellos trabajos de menor reconocimiento

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Desireé Alda D'Amico 93

social, no prestigiosos o mal pagos que los nacionales no están dispuestos a


realizar. De este modo, la necesidad y ansias de progresar de los recién lle-
gados se traduce una segmentación de mercado que es aprovechada por los
empleadores quienes pagan salarios más bajos, reproduciendo las condiciones
de explotación, llegando en algunos casos a utilizar la amenaza de denuncia
para la deportación para mantener esas condiciones.
En relación a este planteo, cabe señalar el avance jurídico de la Ley en su
artículo Nº 65 respecto a la prohibición en expulsar o privar de residencia a
aquellas personas que no cumplan con un determinado contrato de trabajo.
Sobre este aspecto, la Ley avanza señalando que en caso que el Estado reco-
nozca causas para su expulsión, el migrante aún tiene recursos administrativos
y jurídicos para recurrir esa decisión, tales como los “Recursos de reconsi-
deración, Jerárquica o Alzada”; sólo si se agotan los recursos administrativos
enumerados en el artículo Nº 84 se daría paso a la instancia judicial según el
artículo Nº 86, previo informe administrativo y con derecho a tener asistencia
jurídica gratuita así como a acceder a un intérprete en caso de que fuere ne-
cesario. De acuerdo al artículo Nº 89, la revisión administrativa por parte de la
instancia judicial sólo se dará teniendo en cuenta el control de legalidad, debido
proceso y razonabilidad del acto que se pretende impugnar.
La instancia de regulación y control principal de esta materia según el ar-
tículo Nº107, estará a cargo de la Dirección Nacional de Migraciones, la cual
no sólo tiene competencias para la “admisión, otorgamiento de residencias y
su extensión” sino también “controlará el ingreso y egreso de personas al país
y ejercerá el “control” de permanencia y el “poder de policía” de extranjeros
en todo el Territorio de la República”.
De acuerdo al artículo Nº 108 y otros subsiguientes, la Dirección Nacional
de Migraciones puede recurrir a la ayuda de la “Policía Migratoria Auxiliar” y
otras autoridades nacionales, provinciales y municipales, lo cual demuestra la
capacidad de penetración territorial del Estado, así como el mantenimiento de
los mecanismos disciplinarios en el área que se refleja por ejemplo en la cons-
titución de la Policía Migratoria. El artículo Nº114 prevé que estará integrada
por “Prefectura Naval Argentina, Gendarmería Nacional, la Policía Aeronáutica
Nacional, la Policía Federal”.
Para terminar el análisis del texto, la Ley concluye en el “Capítulo VI” deno-
minado “Delitos al orden migratorio” del Título X con una serie de disposicio-
nes “represivas” contra los delitos migratorios tales como tráfico de personas,
obligación de la permanencia ilegal de extranjeros, presentación de documentos
material e ideológicamente falsos para peticionar beneficios de un tercero, entre
otras cuestiones. Todo lo cual permite advertir la subsistencia de mecanismos
jurídicos-legales, disciplinarios y dispositivos de seguridad que representan parte
de la lógica“natural” de funcionamiento del Estado y su gobierno.

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94 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

IV. A modo de reflexión


Al iniciar la exposición se propuso analizar la Ley de Migraciones 25.871 bajo
la mirada de los debates sobre biopolítica. En este sentido, se intentó poner
en tensión los aportes de la“nueva” norma en términos de sus posibilidades
para ofrecer mejores condiciones de“vida” a quienes no son “ciudadanos” del
propio Estado, pero que sin embargo serían “merecedores” de“derechos hu-
manos” por el sólo hecho de ser personas. De este modo, en última instancia
se intentó reflexionar sobre si se asiste a un proceso de ruptura respecto al
poder soberano del Estado para “dejar vivir y hacer morir” o si por el contrario,
existe cierta resignificación de su discurso “soberano” sin pretensiones reales
de anular su poder.
Del análisis de la Ley se pudo apreciar que, en principio, la norma se posiciona
discursivamente como una instancia superadora de la anterior Ley General de
Migraciones y Fomento de la Inmigración o “Ley Videla”. Esto se evidencia en
diversas partes de su articulado en que se sostiene tanto el reconocimiento
del mismo derecho de migrar como un derecho humano, así como en otros
derechos sociales que de él se derivan tales como la educación, salud, seguridad
social, entre las principales.
A pesar de estos elementos que permiten presuponer un cambio importante
en el plano discursivo, la interrelación de distintos puntos del articulado lleva a
matizar la radicalidad de las transformaciones. En ese sentido, las continuidades
existentes en materia normativa con relación a otras anteriores nos llevarían a
afirmar que la Ley se enmarca dentro de una estrategia biopolítica más amplia
cuya finalidad, en última instancia es reafirmar el poder estatal. Esto se debe a
que si bien son indiscutibles los avances en materia del reconocimiento de los
“derechos humanos” de los migrantes más allá de su situación de regularidad,
la ambigüedad o puertas abiertas que quedan sujetas a la revisión última del
Estado llevan a pensar que la Ley preserva indudablemente su poder soberano
y el de sus gobiernos al momento de regular las migraciones.
Esta otra perspectiva por ejemplo se observa sobre todo en el acceso a la
educación y el respeto de la “riqueza social y cultural” de los migrantes inde-
pendientemente su condición de regularidad, la cual se ve ­en última instancia
contrapesada por el poder del Estado quien al finalizar la Ley prioriza el respeto
de la “identidad argentina”.
Por otra parte, si bien se advierten avances en el reconocimiento de los
derechos a la salud o seguridad social, en la Ley predomina por momentos
una intencionalidad económica que se expresa en el interés por favorecer
la“integración‘ laboral de los inmigrantes, atraer migraciones calificadas, el tu-
rismo, personas dedicadas a ciertas actividades tecnológicas, etc. Aunque esto
no quita méritos a esta Ley con relación a la anterior, no debe subestimarse el
análisis de la coyuntura o contexto de producción de la Ley. En otras palabras,
conforme al argumento de Balibar (2003) no debemos olvidar que la forma

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Desireé Alda D'Amico 95

Nación representa ciertas estructuras ideológicas y económicas, o estructura de


oportunidades que son comprensibles –en este caso– según el momento en que
se sancionó la Ley dentro del contexto argentino y los porcentajes migratorios
relativamente bajos de Argentina con relación a otros países.
No obstante estas limitaciones y los desafíos que la Ley deberá afrontar
en caso de recibir mayores flujos migratorios o asistir a la modificación de las
condiciones que le dieron origen para demostrar sus propósitos efectivos de
cambio, del análisis del articulado en principio es posible concluir que el Estado
y los gobiernos siguen presentes.
Del análisis de la norma, en los que aparecieron términos tales como
“compromisos”, “políticas demográficas”, “integración”, “orden”, “identidad
nacional”, “universalidad”, “control”, “Policía Migratoria”, “delitos”, “educa-
ción”, “salud”, entre otros, es posible observar el mantenimiento de diversas
dispositivos que se enmarcan dentro del biopoder, los cuales responden a una
estrategia política de regulación y normalización de la vida (Foucault, 2008).
Este último concepto, aunque se observa en distintas partes del articulado, se
hace explícito en el interés demográfico del Estado por identificar la población
para desarrollar políticas de población, control, etc.
Esto habla razonablemente de la “soberanía” de los Estados, la cual de
manera necesaria requiere identificar y diferenciar territorios y poblaciones
para gobernar. Todo lo cual lleva a pensar que, aunque se asiste a una revisión
discursiva interesante sobre los clásicos discursos y prácticas en torno a la
“ciudadanía” y los “derechos humanos”, ambos siguen siendo una potestad más
o menos“consensuada” por parte de los Estados y son cumplidos de acuerdo
a la construcción histórica, política y jurídica más o menos favorable de cada
momento.
A pesar de que es posible que el tiempo dé o no razón de la asunción de
cambios más profundos, por el momento se sostiene que a largo plazo el camino
parece seguir estando en manos de los Estados y sus gobiernos. De todos mo-
dos, es positivo que los “mecanismos jurídicos”, “disciplinares” y “dispositivos de
seguridad”, intenten posicionarse en el plano de la vida, al menos en el discurso.
Revisar y constatar el cumplimiento y difusión de la norma en las prácticas,
parece ser uno de los más importantes retos a alcanzar en el futuro cercano.

Documentos
Ley General de Migraciones y Fomento de la Inmigración. Ley N º 22.439/81. (23 de marzo de 1981).
Ley de Migraciones. Ley N º 25.871. (17 de diciembre de 2003).

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96 La actual Ley de Migraciones Argentina en la balanza biopolítica

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 97-115. ISSN 1669-8517

Miedo, seguridad y control.


Los primeros proyectos de creación
de la policía de la ciudad de Buenos Aires,
1997-2001
Darío Dawyd
Universidad Nacional de San Martín

Luciana de Diego
Universidad Nacional de General Sarmiento

Resumen
En el presente artículo se analizan todos los proyectos presentados en la Legislatura
de la ciudad de Buenos Aires para la creación de la policía metropolitana, desde el
primero de 1997 hasta la crisis de 2001. El trabajo sobre los proyectos de todas las
fuerzas políticas porteñas guiará una pregunta más general acerca de la seguridad y
el control de la población a través del miedo. La mirada del debate para la creación
de la policía porteña se centrará tanto en la relación de las diferentes las fuerzas
políticas porteñas con el gobierno nacional, como en (y principalmente) su relación
con las conceptualizaciones acerca de una mutación biopolítica, el pasaje de los
dispositivos disciplinarios a los de control.

Palabras clave
policía- biopolítica- seguridad- miedo- control

Abstract
In the present article we research all the projects presented in Buenos Aires’s
Legislature for the creation of the metropolitan police, from the first one of 1997 up
to the 2001’s crisis. The work on the projects of all the political forces will guide a
general question about security and the control of the population through the manage
of fear. The debate for the creation of the Buenos Aires’s police will be centered
on the relation of the different political forces with the national government, and
principally on the relation between it and the conceptualizations about a biopolitical
mutation, the passage of the disciplinary to the control.

Key words
police- biopolitics- security- fear- control

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98 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

Introducción
La existencia de una policía de la ciudad de Buenos Aires está relacionada con
la autonomía política de dicha ciudad. Hasta la reforma constitucional de 1994
Buenos Aires careció de autonomía y cuando la consiguió fue sin el traspaso de
la competencia de seguridad. Esta siguió quedando, según la ley 24588 de 1995,
bajo jurisdicción del gobierno nacional a través de la policía federal. Para que la
ciudad tuviera autonomía policial, tanto como la había obtenido en materias de
Salud y Educación, el Congreso Nacional debía modificar la citada ley. Recién en
2007 los representantes porteños consiguieron una reforma que permitió a la
postre la creación de la policía metropolitana, dedicada a materias no federales.
Esta policía está directamente asociada a la fuerza política que motorizó su crea-
ción (tras haberla colocado entre sus principales demandas antes de acceder al
gobierno porteño) el partido de centro-derecha Propuesta Republicana, PRO.
En el presente trabajo se analizan todos los proyectos presentados en la
Legislatura porteña para la creación de la policía metropolitana, desde la refor-
ma constitucional hasta la crisis de 2001. El período que cubre la investigación
permitió relevar que no fueron los sectores de centro-derecha los que más
propuestas presentaron, sino el arco político opuesto, que incluso presentó el
único proyecto integral de creación de la policía porteña entre 1997 y 2001.
Estos resultados empíricos permiten avanzar sobre uno de los aspectos centrales
que el presente artículo pretende discutir: el control de la población a través
del manejo del miedo, visto desde el análisis de caso de los primeros proyectos
de creación de la policía de la ciudad de Buenos Aires, indagando su relación
con los diferentes sectores políticos porteños que motorizaron el reclamo1 y
sus relaciones con el gobierno nacional.
Trabajamos el período que media entre los años 1997 y 2001. A partir de
la primera fecha comenzó a funcionar la Legislatura de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires y el cierre del período es diciembre de 2001, que marcó un punto
de inflexión en la política argentina contemporánea (entre otros elementos se
produjo la debacle del gobierno nacional de quien había sido jefe de gobierno
porteño y reapareció con mayor fuerza la seguridad como un problema de
agenda)2. Los momentos que siguieron a aquella primera etapa de proyecto de la
policía metropolitana fueron desde la crisis a la creación de la policía (2008) y los
debates en torno a la organización de la misma ocurrieron durante el gobierno
de Mauricio Macri. Estos no podrán ser abordados en el presente artículo, que
se propone, por otro lado, una genealogía de la policía porteña que permita
reflexionar a partir de los primeros proyectos para su creación, acerca de una
mutación biopolítica, un cambio de los dispositivos disciplinarios a los de control.
1
“La seguridad ya no es tópico exclusivo de la dureza de la derecha, sino que debe serlo de todo el
espectro, en fórmula propagandística de donde nadie podía quedar afuera” (Kaminsky, 2007: 28).
2
La etapa post crisis de 2001 estuvo signada también por el crecimiento mediático de la “ola de in-
seguridad”, fundamentalmente en torno al “caso Blumberg”; para un acercamiento a la misma véase
Livszyc (2004)

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 99

Seguridad y miedo en las sociedades de control


Nuestra investigación tendrá como epicentro la cuestión de la seguridad,
centrada en las condiciones de posibilidad del discurso que buscó el traslado de
la policía federal a la Ciudad de Buenos Aires. El marco general donde inscribi-
mos nuestro trabajo es la mutación por la cual las sociedades de control están
reemplazando a las sociedades disciplinarias (Deleuze, 1999). Es un cambio
del capitalismo de concentración (para la producción y la propiedad privada)
al capitalismo de superproducción (venta de servicios y compra de acciones).
A diferencia de la disciplina el control se plantea “a corto plazo y de rotación
rápida, pero también continuo e ilimitado, mientras que la disciplina era de
larga duración, infinita y discontinua” (Deleuze, 1999: 109)3.
Dentro de estas coordenadas la cuestión de la seguridad se relaciona con
el control en la medida en que emerge una forma de derecho, un derecho de
policía, que nace a la luz de la “excepcionalidad de la intervención” que “se
inscribe en el despliegue de fuerza preventiva, represiva y retórica, destinada
a la reconstrucción del equilibrio social” lo cual reenvía a la “capacidad de la
policía para crear y mantener el orden” (Hardt y Negri, 2004: 277). Dada su
discontinuidad y su virtualidad, el aparato de ejercicio de poder es reforzado, y
sigue siendo efectivo y legítimo allí donde debe usar la fuerza en última instancia.
Su reforzamiento tiene que ver también con que el operador fundamental en
las sociedades de control es el miedo. Por el manejo del miedo (y la angustia)
se controla la aplicación del estado de excepcionalidad, las actuaciones sin
justificaciones y las actuaciones preventivas4.
El miedo es general (al desempleo, a la pobreza, a sufrir violencia) y crea y
refuerza las nuevas segmentaciones sociales que se dibujan en un espacio de
proximidad. En este espacio las desigualdades son colindantes. Así es apreciable
cómo el control se diferencia de la disciplina en la medida en que esta última
buscaba normalizar las desigualdades a través de la normalización, mientras
que el control busca pacificar las diferencias, manejar las proximidades. Este
cambio de paradigma de gobierno es visible tanto en el nivel de la administra-
ción (diferenciada de la política), la diferenciación social, la heterogeneidad de
las respuestas públicas y finalmente, la búsqueda de efectividad, la obtención
de soluciones a cualquier precio. Sólo ante la falta de estas últimas aparece la
política, pero no para normalizar sino para controlar biopolíticamente, controlar
3
Para Hardt y Negri (2004: 25) “La sociedad de control, por lo tanto, puede ser caracterizada por
una intensificación y generalización de los aparatos normalizadores del disciplinamiento, que animan
internamente nuestras prácticas comunes y cotidianas, pero, en contraste con la disciplina, este control
se extiende muy por fuera de los sitios estructurados de las instituciones sociales, por medio de redes
flexibles y fluctuantes”.
4
“La sociedad del espectáculo manda utilizando una antigua arma. [...] es el miedo el que conduce a y
asegura el orden social, y aún hoy el miedo es el mecanismo primario de control que inunda la sociedad del
espectáculo. Aunque el espectáculo parece funcionar mediante el deseo y el placer (deseo de mercancías y
placer de consumo), lo hace en verdad mediante la comunicación del miedo” (Hardt y Negri, 2004: 277).

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100 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

las formas de vida diferenciadas, y si ese control llegara a fracasar, se interviene


con la fuerza.
Uno de los elementos fundamentales a través de los que opera el control
es “el éter”; este es el “manejo de la comunicación, la estructuración del sis-
tema educativo y la regulación de la cultura” (Hardt y Negri, 2004: 293). En lo
referente al éter hay una estrecha relación con el tema del miedo: “el miedo es
el contenido fundamental de la información que presentan las enormes corpo-
raciones de la comunicación” (Hardt y Negri, 2004: 288). En la misma creación
etérea del miedo se debería incluir su contrapartida, la creación mediática de la
subjetividad de los dadores de miedo, los que dan miedo, los delincuentes, sus
edades y de dónde proceden (en algunos casos incluso los medios se aventuran
a proponer soluciones para terminar con la inseguridad). De esta manera, a tono
con el control biopolítico de las diferencias es pertinente mencionar la creación
de la subjetividad del delincuente, puesto que para el análisis de la seguridad, la
delincuencia y la creación del delincuente, se nos muestra como insoslayable.

Del Imperio al Estado y del Estado a la ciudad


Las consideraciones teóricas presentadas nos permiten acercarnos al estudio
de las propuestas para una policía porteña. Si bien los autores abordados no
construyen herramientas específicas para el ámbito más ceñido de lo local, ni
específicamente de lo municipal (que es la espacialidad propia de la investiga-
ción que desarrollamos) contamos con herramientas para pensar a partir de
aquellos en la ciudad de Buenos Aires (Murillo, 2002a) y con la posibilidad de
reformarlas a medida de que la investigación lo requiera.
Buenos Aires, subordinada al poder central en 1880, fue epicentro desde
aquellas fechas del surgir local de la “cuestión social” (Murillo, 2002b: 13), en
el marco general de lo que fue denominado “orden conservador” (Botana,
1994). La provincia tuvo poco después en La Plata su nueva capital, mientras
que la ciudad de Buenos Aires, devenida capital del país, pasó a ser administra-
da desde 1883 por un intendente designado por el poder ejecutivo nacional.
Recién con la reforma de la Constitución Nacional en agosto de 1994 (con el
principal objetivo de posibilitar la reelección del entonces presidente Carlos
Menem) se produjeron cambios en la situación porteña.
El artículo 129 de la Constitución reformada, relativo a la autonomía porte-
ña e incluido dentro de la Segunda Parte (“Autoridades de la Nación”), Título
Segundo (“Gobiernos de Provincia”), es decir, no en el marco del gobierno
federal, sino en el lugar dedicado a las provincias, señala que
La ciudad de Buenos Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con
facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno será
elegido directamente por el pueblo de la ciudad. Una ley garantizará los

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 101

intereses del Estado nacional, mientras la ciudad de Buenos Aires sea capital
de la Nación. En el marco de lo dispuesto en este artículo, el Congreso de
la Nación convocará a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires para que,
mediante los representantes que elijan a ese efecto, dicten el Estatuto Orga-
nizativo de sus instituciones.

Con este artículo se terminó con la figura anterior del intendente que a
la par de un Concejo Deliberante (integrado por 30 legisladores surgidos de
elecciones) gobernaba la ciudad. En Diciembre de 1995, el Parlamento Nacional
aprobó la ley 24620, “Ley de Convocatoria”, por la que se convocó
a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires a la elección de un Jefe y Vicejefe
de Gobierno y de sesenta representantes que dictarán el Estatuto Organizativo
de sus instituciones, previsto por el artículo 129 de la Constitución Nacional.

El 30 de Junio de 1996, los porteños concurrieron a las urnas para elegir


a los estatuyentes y también al Jefe de Gobierno de la ciudad. La elección de
estatuyentes la ganó el FrePaSo5, mientras que la del Jefe de Gobierno la ganó
la UCR, con la fórmula Fernando de la Rua-Enrique Olivera. El 2 de Agosto
de 1996 sesionó en pleno la Asamblea Estatuyente que decidió a partir de ese
momento designarse “Convención Constituyente” y comenzó a elaborar la
Carta Magna porteña, la cual se sancionó el 1º de Octubre de 1996.
Al margen de la autonomía, cabe señalar que como el mismo artículo 129
también mencionaba que “una ley garantizará los intereses del Estado nacio-
nal, mientras la ciudad de Buenos Aires sea capital de la Nación” el Congreso
Nacional se aprestó a garantizarlos antes de que los porteños sancionaran su
Constitución. Así, antes de la conformación de la Convención Constituyente,
el 8 de Noviembre de 1995 se sancionó la ley 24588, llamada ley Cafiero. Esta
ley limitó la autonomía porteña al establecer en el artículo 7 que “el Gobierno
Nacional seguirá ejerciendo, en la ciudad de Buenos Aires, su competencia en
materia de seguridad y protección de las personas y bienes”6. Dada la existencia
de esta ley nacional, la ciudad autónoma de Buenos Aires no pudo disponer
desde su autonomización de policía propia; para ello, primero debía conseguir
5
El FrePaSO (con la senadora Graciela Fernández Meijide encabezando la lista) obtuvo el 34,71% de
los votos, mientras que el radicalismo se ubicó en segundo lugar, con el 27,24%. El tercer puesto fue
para el Partido Justicialista, con el 15,05% y cuarto el Partido Nueva Dirigencia (recientemente creado
y liderado por Gustavo Béliz) que logró el 8,18 % de los votos. De esta forma, la distribución de cons-
tituyentes por partido quedó de la siguiente manera: Frepaso: 25 integrantes, UCR: 19 integrantes, PJ:
11 integrantes, ND: 5 integrantes.
6
Asimismo dicha ley estableció en su artículo 7 que “La Policía Federal Argentina continuará cumplien-
do funciones de policía de seguridad y auxiliar de la justicia en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires,
dependiendo orgánica y funcionalmente del Poder Ejecutivo Nacional” y en el artículo 8 menciona que
“La justicia nacional ordinaria de la ciudad de Buenos Aires mantendrá su actual jurisdicción y compe-
tencia continuando a cargo del Poder Judicial de la Nación. La ciudad de Buenos Aires tendrá facultades
propias de jurisdicción en materia de vecindad, contravencional y de faltas, contencioso-administrativa
y tributaría locales”.

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102 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

en las dos cámaras del Congreso de la Nación una mayoría que modificara la
ley Cafiero. Esta ley, por otro lado, no estableció ninguna disposición relativa
al manejo de la Salud o la Educación, lo que para muchos mostró que los
intereses del “Estado Nacional en la ciudad de Buenos Aires” que dicha ley
resguardaba se referían básicamente al control de la justicia y la policía. Este
punto es importante porque la Salud y la Educación sí fueron traspasadas al
gobierno porteño, aunque sin las partidas presupuestarias correspondientes,
contrariamente al artículo 75 de la Constitución Nacional7.
Tras estos antecedentes puede observarse que dado el cercenamiento inicial
de la posibilidad de una policía porteña, desde la Legislatura de la Ciudad de
Buenos Aires los primeros proyectos en torno del tema policial tuvieron que
ver con quejas por la falta de autonomía, la sanción de iniciativas, declaracio-
nes, pedidos y acuerdos con el poder ejecutivo nacional8. Estas propuestas, y
fundamentalmente los argumentos que esgrimen serán analizadas en lo que
sigue. Luego el análisis se centrará en el único proyecto presentado que, más
allá de su evidente impotencia dada la existencia de la ley Cafiero, se propuso
crear la Policía Metropolitana. Finalmente, en las conclusiones, relacionaremos
el relevamiento empírico realizado con las herramientas conceptuales que
permiten pensar una mutación de la cuestión social en la Argentina, en torno
a la creación de dispositivos de control.

Análisis de proyectos presentados en la Legislatura


porteña
De todos los proyectos que la Legislatura trabajó entre 1997 y 2001, los
que refieren a la policía, y específicamente al traslado de la policía federal a la
Ciudad de Buenos Aires, son veintiocho. Hacemos esta desagregación dado
que se presentaron muchos proyectos relativos a la policía, los cuales referían
solamente a pedidos ante el Ministerio del Interior de la Nación para que incre-
mentaran los efectivos en determinados barrios porteños o en las comisarías,
para pedir explicaciones sobre el accionar policial, y otros que expresaban la
impotencia de los legisladores porteños que, ante cualquier accionar de la policía
7
Según el artículo 75 “No habrá transferencia de competencias, servicios o funciones sin la respectiva
reasignación de recursos, aprobada por una ley del Congreso cuando correspondiere y por la provincia
interesada o la ciudad de Buenos Aires en su caso”. En una entrevista para la presente investigación Jorge
Enríquez afirmó que la Ley Cafiero por un lado se extralimitó en relación con la autonomía porteña dada
por la Constitución reformada, y por otro lado que esa extralimitación se debió a la “mezquindad de
Menem” que se valió de Cafiero para amputar parte de esa autonomía.
8
Decía la ley 24588, artículo 7: “La ciudad de Buenos Aires y el Estado Nacional suscribirán los convenios
necesarios para que éste brinde la cooperación y el auxilio que le sean requeridos para garantizar el
efectivo cumplimiento de las órdenes y disposiciones emanadas de los órganos de gobierno de la ciudad
de Buenos Aires. La ciudad de Buenos Aires podrá integrar el Consejo de Seguridad. No podrá crear
organismos de seguridad sin autorización del Congreso de la Nación”.

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 103

que operaba en el territorio por ellos legislado, debían pedir explicaciones o


informes al gobierno central.
Desagregamos los veintiocho proyectos en tres cuadros9: cantidad de pedi-
dos de traspaso por años, cantidad de pedidos por fuerzas políticas, y finalmente,
en función de los motivos que se esgrimen para el traspaso.

Cuadro Nº 1. Cantidad de pedidos de traspaso

Año Cantidad
1997 0
1998 4
1999 2
2000 10
2001 12

Cuadro Nº 2. Cantidad de pedidos por fuerzas políticas

Fuerzas Políticas Cantidad


Alianza 7
FrePaSo 4
Nueva Dirigencia 4
Encuentro por la Ciudad 2
Aníbal Ibarra 1
Alianza -JS-ExLC 1
ExLC - Frente Just 1
FORJA 2001 1
Frente Justicialista - PGI 1
Izquierda Unida 1
Justicia Social - ExLC 1
Popular Cristiano 1
Porteño 1
PSA - Izquierda Unida 1
Todos juntos 1

9
Los cuadros son de elaboración propia.

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104 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

Cuadro Nº 3. Motivos que se esgrimen para el traspaso

Motivos del pedido


Cantidad
de traspaso
Incrementar Seguridad 10
Bs. As. no financia policía sin
que se la traspasen (Bs. As. no 10
es variable de ajuste nacional)
Autonomía 8
Respetar la Constitución 8
Nacional
Respetar la Constitución de la 5
Ciudad de Buenos Aires
Para que la ciudad sea un
Estado moderno (La seguridad 3
se maneja desde lo local)
Repudiar los pedidos de reim- 1
plantación de edictos policiales
Respetar los Derechos 1
Humanos
Traspaso progresivo (convenio 1
firmado por Aníbal Ibarra)
Contra las mayores facultades 1
para la policía

Cuadro Nº 4. Evolución de los hechos delictivos y tasa de delincuen-


cia en la Ciudad de Buenos Aires, años 1980, 1985 y 1990 a 2001

Hechos delictuosos Tasa de delincuencia


Año
(miles de hechos) (por mil habitantes)
1980 24,5 8,4
1985 58,5 19,9
1990 61,2 20,5
1991 42,8 14,2
1992 31,0 10,3
1993 38,3 12,7

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 105

1994 64,1 21,2


1995 120,4 39,8
1996 126,9 41,9
1997 144,1 47,4
1998 172,0 56,6
1999 191,8 63,0
2000 199,6 65,5
2001 202,1 66,3
Fuente: Dirección General de Estadística y Censos (G.C.B.A.) sobre la base de datos del Registro
Nacional de Reincidencia y Estadística Criminal (1980 a 1998) y a partir del año 1999 de la Dirección
de Política Criminal (Ministerio de Justicia de la Nación).
Para estimar la población a partir de 1990 se utilizó como fuente Situación demográfica de la Capital
Federal, serie 10 del INDEC.

De la lectura del cuadro Nº 1 se desprende que el aumento de proyectos


para el traspaso se incrementó notoriamente durante los años 2000 y 2001,
años en que el gobierno nacional era no solo del mismo signo político que el
gobierno porteño (Alianza) sino que el Presidente de la Nación era quien antes
había sido jefe de gobierno porteño (Fernando de la Rúa). Ambas situaciones de
afinidad política se diferenciaban grandemente del gobierno de Menem, durante
el cual se sancionó la ley 24588 y se descentralizaron Salud y Educación sin las
partidas presupuestarias que correspondían.
El cuadro Nº 2 muestra que once proyectos (casi el 40%) fueron pre-
sentados por la Alianza y el FrePaSo, que seis proyectos fueron presentados
por Nueva Dirigencia y Encuentro por la Ciudad (más del 20%), y que los
restantes once proyectos fueron presentados por fuerzas menores, cada una
de ellas con el 3,5%. Los dos proyectos presentados por partidos de izquierda
(Izquierda Unida y PSA-Izquierda Unida10) si bien se enmarcan en lo relativo
a la policía metropolitana, no refieren a pedidos del traspaso sino que uno de
ellos pide informes a la jefatura de gobierno porteño acerca de cómo sería
la policía porteña que por esos momentos afirmaban que iban a traspasar, y
el otro proyecto es una declaración en contra del aumento de las facultades
para los policías. Podemos englobar a grandes rasgos las fuerzas políticas que
analizamos en dos grandes grupos, centro-izquierda (FrePaSo y la Alianza) y
centro-derecha (Nueva Dirigencia y Encuentro por la Ciudad). Así es como
vemos que el grupo de centro-izquierda fue el que más proyectos presentó;
a estos datos acerca de quienes impulsaron con más fuerza la creación de
la policía metropolitana, se debe agregar que el único proyecto integral que
diagramó una policía metropolitana (que se analizará más adelante) es obra de
dos diputados de la Alianza11.
10
Proy. Nº 200103164 y Nº 200104590 en la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires.
11
Sobre este punto nos extenderemos más ampliamente en las conclusiones.

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106 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

Del cuadro Nº 3 advertimos que las razones más empleadas para recla-
mar el traspaso refieren a lo que podríamos llamar la lucha por el manejo de
recursos entre el ejecutivo nacional y el gobierno porteño. Buenos Aires no
aceptaba financiar la policía sin que antes se la traspasaran y llamaba a respetar
la autonomía conseguida con la reforma constitucional de 1994, y refrendada
con la sanción de la constitución porteña. Esto es importante para entender un
aspecto central del problema del traspaso: la compleja puja por el manejo de la
policía y el control de los recursos con que se financiaría esa policía.
Así es como el día 12/03/1998, se aprobó el proyecto de declaración según
el cual
se insta al Jefe de Gobierno de la Ciudad a que acelere las gestiones tendientes
a obtener el traspaso de la Policía Federal, afirmando que el mismo deberá
realizarse en el menor tiempo posible y con la totalidad de los elementos
humanos e instrumentales necesarios para el eficiente funcionamiento de la
institución, superando la intención del Ejecutivo Nacional de negar o dilatar
injustificadamente la realización del traspaso, restringiendo la Autonomía de
esta Ciudad al privarla de su propio cuerpo de seguridad. (Proy. Nº 199801075)

De manera similar, un año después en otro proyecto, se argumenta que


Teniendo en cuenta que la seguridad es un valor jurídico de gran entidad, (…)
que el Derecho como ordenamiento nunca puede declinar proteger, es que
se hace necesario no escatimar esfuerzo alguno y agotar todas las instancias
para garantizarlo.

Los gobiernos deben garantizar la seguridad de sus ciudadanos, no sólo


porque las constituciones de los Estados democráticos así lo establecen, sino
porque de no hacerlo se podría interpretar como una flagrante violación a
los Derechos Humanos.

La Constitución de la Ciudad de Buenos Aires en su Artículo 7 (Derechos


Sucedidos), establece que: ‘El Estado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
es sucesor de los derechos y obligaciones legítimas de la Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires, y del Estado Nacional en las competencias, poderes
y atribuciones que se le transfieren por los Artículos 129 y concordantes de
la Constitución Nacional’.

No obstante lo establecido en la Constitución de la Ciudad queda muy claro,


que la ley 24.588, ha restringido notoriamente la autonomía de la Ciudad.
(Proy. Nº 199904251)

De todas formas, estos pedidos y declaraciones, aún siendo aprobadas por


la legislatura porteña, poco es lo que por sí mismas alcanzaban a conseguir
dado que debía lograrse primero la derogación o modificación de la ley 24588.

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 107

Esa misma impotencia era reconocida por los legisladores porteños al iniciar el
último proyecto citado diciendo que
… vería con agrado que los Diputados Nacionales por la Ciudad de Buenos
Aires, propongan la urgente modificación de la ley 24588, de garantía de los
intereses del Estado Nacional, a fin de garantizar el traspaso al ámbito de
la Ciudad de Buenos Aires la jefatura y administración de la Policía Federal.

Respecto del manejo de los recursos de la policía, son bien ilustrativos dos
casos, el primero de los cuales nos remonta a mayo de 2000, cuando el enton-
ces Ministro de Economía José Luis Machinea proponía un nuevo ajuste, según
el cual “la Nación promoverá un acuerdo con el Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires por el cual éste compensará los servicios prestados por la Policía
Federal en la jurisdicción de la Ciudad” (Proy. Nº 200001290). El proyecto de
los legisladores porteños respondió afirmando que
La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires expresa su rechazo a
la citada medida ya que la misma constituye un serio obstáculo para la conse-
cución de la autonomía plena de la ciudad. Decimos esto porque es una Ley
Nacional la que prohíbe a la ciudad tener su policía propia y una decisión del
Poder Ejecutivo Nacional la que pretende obligar a la ciudad a pagar por un
servicio que se le prohíbe prestar, (a pesar de las reiteradas expresiones de vo-
luntad de la totalidad de las fuerzas políticas de la ciudad y de esta Legislatura).

El otro caso que queremos citar se dio cuando un grupo de gobernadores


solicitó que la ciudad pagara por los servicios que la policía federal allí brindaba.
La Legislatura porteña respondió afirmando que “manifiesta su disconformidad
con el pedido de algunos Gobernadores provinciales, quienes solicitan que la
Ciudad de Buenos Aires se haga cargo de gastos por 300 millones de pesos,
imputados a la transferencia de la Justicia y Policías federales, al ámbito de la
Ciudad”. Para la ciudad ello es inaceptable, puesto que
la Ciudad aporta el 28% del producto bruto y recibe tan sólo el 1% de Copar-
ticipación Federal. Además la Ciudad y a recibió dos importantes transferencias
sin partidas correspondientes, cuando el gobierno menemista transfirió las
escuelas y los Hospitales al ámbito de la Ciudad. Los Hospitales financiados
por la Ciudad, ya significan de hecho, un subsidio a nuestros compatriotas
del interior, porque casi la mitad de las personas que se atienden son del
conurbano y del interior. (Proy. Nº 200003537)

Volviendo al cuadro Nº 3 se desprende también la importancia del argumento


que hace hincapié en la seguridad, arguyendo que si el gobierno de la ciudad
contara con policía propia podría incrementar la seguridad de sus habitantes.
Nos encontramos aquí con un problema medular, pues solo superficialmente
podríamos hablar de la seguridad, sin hacer referencia a lo que ella conlleva y a

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108 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

cómo se construye. En la medida en que el operador fundamental de la sociedad


de control es el miedo, y este es construido básicamente a través del “éter”
(redes comunicacionales que incluyen diarios, revistas, radio, televisión), cabe
buscar en los medios de comunicación quienes tanto construyen la subjetividad
del delincuente, como crean el miedo en la población y hasta ofrecen respuestas
al problema por ellos extendido.
A pocos meses de sancionado el Código de Convivencia, el diario Clarín tituló
el domingo 30 de Agosto de 1998 “Mientras la inseguridad crece, los políticos
pelean. Inseguridad: En Capital hay cada vez más delitos”. La nota destacaba la
discusión entre Miguel Ángel Toma, por entonces secretario de Seguridad de
la Nación, y Fernando de la Rúa, por entonces jefe de gobierno porteño12. En
esa discusión no dejó de estar presente el Código de Convivencia, causante de
la inseguridad según los menemistas, neutral para los radicales, además de los
pedidos del gobierno nacional de Menem para que se reimplantaran los edictos
policiales. Clarín contribuía atizando la polémica:
Esta semana la inseguridad en la calle y en las casas tuvo picos alarmantes. En
el medio, los vecinos. [...] Una encuesta publicada en ese trabajo refleja que
‘el 87 por ciento de los porteños cree probable la posibilidad de ser víctimas
de un delito’. Y esto, dicen los criminólogos, es sentirse inseguro: saber que
se puede ser víctima del delito en cualquier momento.

Después de los comentarios, de reflejar casos de personas que fueron


robadas13, o que vivían con miedo, de dedicar una nota al traspaso de la policía
federal (“Una negociación en punto muerto”), se puede leer el análisis de la
redacción, que después de lamentar la lucha entre los políticos, y de lamentar
que ya hayamos aprendido “la cultura de vivir en peligro”, ofrecía la solución
al problema:
Hablan de leyes “blandas”, de falta de presupuesto. ¿No será, en realidad,
que la Policía padece algún grado de ineficacia? ¿No sucederá que tanto
la Federal como la Bonaerense deben modernizarse para enfrentar los
desafíos que se les presentan? Hasta hace unos pocos años para ser po-
licía no se necesitaba ni siquiera el colegio secundario. ¿No será que los
policías argentinos no son técnicos en seguridad -como debería ser- sino
empleados públicos armados? ¿No habría que revisar qué se les enseña y

12
Toma afirmaba que “Fernando de la Rúa tendría que callarse, dejar de hacerse el tonto y tomar a su
cargo la Policía. Actúa como un manosanta sanador. En lugar de hablar payasadas tendría que poner los
atributos sobre la mesa y derogar ese mamarracho de Código de Convivencia”. De la Rúa no respondió
por sí mismo, sino a través de su secretario de Gobierno, Enrique Mathov quien respondió que “El de
Toma es un claro caso de impotencia. Como todo impotente, se jacta de su agresividad. Pero tiene el
instrumento, tiene la fuerza, y no sabe o no puede usarla”.
13
Una nota dedicada al desconsuelo de la familia Revelli, destaca que “En esa casa apagada se escucha la
frase del padre: ‘En este país se perdieron los valores éticos. Reniego de la Argentina y de los argentinos’.
Su hijo Alberto completa la idea: ‘Nos iríamos del país, si pudiéramos’”.

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 109

cómo, cuál es su capacitación, en vez de echarle la culpa a la plata o a las


leyes? Mientras tanto, seguimos en peligro.

La nueva subjetividad de los delincuentes es creada con variados elementos.


Por un lado se hace énfasis en que ya ni siquiera ellos tienen valores, que han
perdido los “códigos” de la delincuencia, dado que matan por cualquier cosa.
Por otro lado se hace énfasis entre la delincuencia “común” de los mayores de
edad, y los nuevos delincuentes menores, los que ni siquiera son sometidos a
la normalización disciplinaria, pues
‘Si por lo menos quedara detenido... Pero es un menor. Y en la Policía ya nos
dijeron que los menores van a institutos y a la tarde están en sus casas’. Dice
esto y vuelve a ponerse furioso. Que ‘estamos en manos de locos, ebrios de
poder’, que vivimos ‘como en el Far West, en medio de una guerra en la que
está claro que son ellos, los delincuentes, o nosotros, los laburantes’. Y ellos,
está convencido, ‘tienen protección política’14.

Los delincuentes son descriptos como si estuvieran permanentemente al


acecho de sus víctimas. Las víctimas son descriptas como cualquier persona
común que camina por la calle, está en su casa o comiendo en un restaurante.
Lo importante es crear delincuentes que parezcan estar siempre expectan-
tes, con lo cual se crea la paranoia constante, se crea la “cultura del vivir con
miedo”, se editan libros acerca de cómo prepararse para cuando se sufra este
acontecimiento, o cómo prevenirlo, se instalan alarmas y se contratan agencias
de seguridad privada, que experimentaron un constante y lucrativo crecimiento
desde su regulación en la ciudad de Buenos Aires (ley 118) en diciembre de
199815.
Además de las entrevistas, editoriales y notas en policiales, es importante
resaltar el papel que también le cabe a las encuestas como creadoras del miedo.
Las encuestas, encargadas generalmente por los medios de comunicación, y
las consultas que diversas páginas de Internet hacen a los que por allí navegan,
contribuyen a legitimar las opiniones de los editorialistas. Si bien los periodistas
son la fuente de verdad más consultada, ellos también se apoyan en los encues-
tadores que muestran los números del miedo, que pueden ser (como ya citamos
más arriba) un 87 % de preocupación por ser víctima de un delito, adosada
al discurso de la criminología que aseguran que eso es precisamente sentirse
inseguro, “saber que se puede ser víctima del delito en cualquier momento”.

14
Juan Bautista Revelli, en la nota citada donde se comenta el asesinato de su hijo en un intento de robo.
15
“Formulado ante la sensación de inseguridad, la biopolítica del miedo asociado al crimen mantiene una
atención exasperada que se coloca, burdamente, como irracionalidad. Percepción, sensación, miedo, un
temido encuentro de-la-ley con lo fuera-de-la-ley” (Kaminsky, 2007: 28).

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110 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

El proyecto “Ley Orgánica de la Policía Metropolitana”


En el año 2001 dos legisladores de la Alianza, Fernando Caeiro y Jorge
Enríquez, presentaron el primer proyecto de creación de la “Policía Metropo-
litana”. Ellos afirmaron que era “una primera aproximación, una idea, sobre las
características que debe poseer la policía de seguridad de la Ciudad” (Proy. Nº
200102893, Fundamentos). El proyecto incluía unas “disposiciones generales”,
además de los “principios básicos de actuación”, el “código de conducta”, la “or-
ganización”, y el “presupuesto” de la policía metropolitana por ellos propuesta.
Entre las atribuciones que el proyecto le daba a la policía estaba la de detener
personas sin orden de un juez, cuando “existiesen circunstancias debidamente
fundadas que hagan presumir que alguien hubiese cometido o pudiere cometer
algún hecho delictivo o contravencional y no acreditase fehacientemente su iden-
tidad” (Proy. Nº 200102893, Art. 11). Esta disposición era una clara expresión
del “derecho de excepcionalidad” como nuevo derecho de policía, en su función
preventiva o represiva, claramente conservadora del orden. Estas funciones
eran expresadas a lo largo de todo el proyecto, como misión de los diferentes
cuerpos que compondrían la fuerza policial (incluidas la policía montada y la
guardia de infantería). Esto no era novedoso ni secreto; en el mismo proyecto
se declaraba como un principio básico de actuación, el “mantener y restablecer
el orden”, “prevenir los actos delictivos”, con “absoluta neutralidad política”,
interviniendo “en cualquier tiempo y lugar, se hallaren o no en servicio” (Proy.
Nº 200102893, Art. 14). Respecto de esto último, es conveniente destacar la
temporalidad que sobrevolaba al “problema de la inseguridad”, puesto que si
los delincuentes están siempre expectantes, los policías también debía estarlo,
mientras que los demás habitantes debían estar todo el tiempo cuidándose de
no ser asaltados.
Los primeros fundamentos para la formación de la nueva policía hacían
hincapié en el clivaje seguridad-inseguridad, afirmando que
La optimización de los factores concurrentes para el acrecentamiento de la
seguridad pública, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, constituye uno
de los problemas más acuciantes de los últimos lustros. [...] En tal sentido, y
teniendo en cuenta que el objeto de la policía de seguridad es el mantenimiento
de la seguridad individual y la tranquilidad pública en el marco del derecho, la
Ciudad debe asumir en forma inmediata la prestación del servicio de seguridad
pública (Proy. Nº 200102893, Fundamentos).

Asimismo, hacían un llamado al Congreso de la Nación para que sancionara


una ley que “posibilite la asunción de funciones policiales por parte de la Ciudad
de Buenos Aires” (Proy. Nº 200102893, Fundamentos). Luego de hacer una
reseña sobre la creación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se internaban
en el debate acerca del nuevo status jurídico de Buenos Aires, del cual resolvían
que el status era semejante al de las provincias, es decir, tan autónoma como

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 111

aquellas, aunque “la autonomía otorgada a la Ciudad ha sido menoscabada,


retaceada, restringida y vulnerada” (Proy. Nº 200102893, Fundamentos) por
la ley 24588. A pesar del menoscabo
En las circunstancias actuales, la necesidad de que la Ciudad cuente con un
cuerpo policial propio, constituye una cuestión pendiente que no resiste el
más mínimo debate. Deben quedar atrás los recelos y las actitudes vinculadas
a ingenierías mezquinas de rédito político asaz dudoso.

El rédito político se vinculaba con otra cuestión crucial: “la financiación de


los servicios policiales”. Los legisladores comenzaban citando el artículo 75 de la
Constitución Nacional según el cual “no habrá transferencias de competencias,
servicios o funciones sin la respectiva reasignación de recursos”. El problema
para los porteños era básicamente la coparticipación federal, a la cual la ciudad
aportaba el 28,6 % del total de la recaudación de los recursos coparticipables
(mayor aportante neto a la coparticipación) pero solo recibía 1,1 %. La transfe-
rencia a la ciudad de Buenos Aires de la justicia ordinaria y la policía, implicaría
un 6 % de la coparticipación (aproximadamente 750 millones de pesos), con
lo cual Buenos Aires seguiría siendo el mayor aportante neto al sistema copar-
ticipable16. Asimismo mencionaban que el traspaso no era un gasto más, dado
que de hecho ese dinero se gastaba ya en la manutención de los mencionados
servicios de justicia y seguridad, solo que cambiarían de mano y en lugar de
ser controlados por el gobierno nacional, lo serían por el gobierno porteño.
Una perspectiva a través de la cual podemos mirar el problema se focaliza
en que la policía federal siguiera dependiendo jerárquica y financieramente del
gobierno nacional, o este estuviera dispuesto (lo estuvo de hecho en ciertos
momentos) a transferirla al gobierno porteño, pero sin darle las partidas presu-
puestarias correspondientes. Un problema de control de recursos y financiero
al mismo tiempo. El proyecto de la Alianza no estaba a favor de ninguna de las
dos opciones. Los fundamentos del mismo concluían afirmando que
A medida que las relaciones sociales se vuelven más complejas, las causas del
delito también se complejizan, una relación más eficiente entre la policía y
la gente facilitaría la estrategia y la planificación, siempre dentro del marco
del ‘Estado de Derecho’ propio de una sociedad democrática, de la lucha
contra el crimen organizado. Numerosas experiencias en países desarrolla-
dos en donde se crearon organismos similares, la ‘policía de proximidad’ en
España, la de ‘cercanía’ en Canadá y la ‘comunitaria’ en Inglaterra, son un
claro ejemplo que los profundos cambios sociales producidos en las últimas
décadas requieren de la modernización de los estamentos policiales (Proy.
Nº 200102893, Fundamentos).

16
Estos argumentos también fueron destacados por Jorge Enríquez, en una entrevista para el presente
trabajo.

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112 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

Ahí estaban claramente los elementos discursivos que buscaban legitimar la


propuesta del traspaso policial. Por un lado la alusión a los cambios que ocurren
en la sociedad, fundamentalmente la complejización de la delincuencia, que
debe ir acompañada en paralelo a la complejización de la fuerza policial. En
relación con la creación etérea del miedo, cabe decir que recuperaba muchos
de los argumentos de la nota citada del diario Clarín, donde se preguntaban
acerca de la ineficacia policial, de su falta de modernización, de su bajo grado
de educación, y de que no eran “técnicos en seguridad”. Por otro lado, en
tanto los legisladores hablaban de crimen organizado, ello encerraba toda una
concepción del problema de la inseguridad, y al mismo tiempo de la delincuencia
y los delincuentes, pues estos estaban organizados, eran un peligro orgánico
que buscaba destruir al cuerpo social. Finalmente los fundamentos terminaban
haciendo alusión a la noción de policía, y afirmaba que “No debemos olvidar, que
si bien la noción de policía y la forma de idea primaria de esta institución viene
de milenios, recién en los últimos doscientos años aparece una concepción de
policía profesional” (Proy. Nº 200102893, Fundamentos); los legisladores no
atendían a que no era solo la profesionalización lo que diferenciaba a la policía
del pasado con la moderna, sino que antes era “una técnica de gobierno propia
de los Estados; dominios, técnicas, objetivos que requieren la intervención del
Estado” que hacían al cuidado de la vida en sí misma (Foucault, 1999a: 308). La
policía metropolitana del proyecto tenía claramente otros objetivos.

Conclusiones
A partir de las estadísticas oficiales (cuadro Nº 4) se puede ver que el
delito en la ciudad de Buenos Aires aumentó claramente entre 1995 y 2001.
Sin embargo, de estas estadísticas no todos los actores del presente trabajo
desprendieron las mismas causas, ni las mismas soluciones. Para los que trabaja-
ron en pos de la creación de la policía metropolitana, sin embargo, la discusión
sobre las causas del delito eran subsidiarias de la discusión acerca de cómo se
debía solucionar este problema, y sus esfuerzos se concentraban en el debate
en torno a quién maneja a la policía y quién la financia.
Desde el gobierno nacional el problema de la inseguridad en la ciudad de
Buenos Aires se debía a la sustitución de los edictos policiales por el código de
convivencia; así, funcionarios del gobierno de Menem declararon en repetidas
oportunidades que aquellos deberían reimplantarse. Para ellos no se trataba de
un problema de profesionalización de la policía federal (que ellos manejaban) o
un problema que se solucionaría transfiriendo la policía a la ciudad17.
17
Detrás de esto está la relación saber-poder, y los “efectos de verdad que el poder produce y transmite
y que a su vez reproducen el poder” (Foucault, 1992a: 34) dado que la pelea por controlar los recursos
de la policía es al mismo tiempo, una pelea por definir al delincuente, al problema de la inseguridad en
la ciudad de Buenos Aires, y después de ello, la solución a ese problema por cada uno de ellos definido.

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 113

La desagregación del cuadro 1 y 2 nos muestra que el traspaso era, por


un lado, un problema que podía verse como compuesto por peleas políticas
entre el gobierno nacional y el porteño. Tras el cambio de gobierno nacional
en 1999 los pedidos de traspaso aumentaron al ser ambos de la Alianza18. Por
otro lado, el cuadro 3 muestra la otra mitad, compuesta al mismo tiempo por
la mencionada pelea y por el contenido post-disciplinario del problema del
traspaso de la policía. A partir de esta óptica, el análisis del traspaso puede ser
visto no sólo como una lucha interna de la política argentina, sino haciéndonos
eco de la mutación histórica en torno a las sociedades de control.
Respecto a ello es interesante rescatar el debate en torno a los edictos
policiales y el código de convivencia. Los edictos, hasta antes de su derogación,
fueron durante más de cincuenta años los protagonistas de las detenciones arbi-
trarias y de la arbitrariedad general19. Propios de dispositivos disciplinarios y con
componentes de excepcionalidad, después de su abolición su reimplantación
fue pedida por los menemistas y por los comisarios de la policía federal que
actuaban en la ciudad de Buenos Aires. La sanción del Código de Convivencia
Urbana podría inscribirse al interior de las características de las sociedades de
control; un código para el trato entre vecinos, para el control de las diferencias,
arquetípico de la sociedad postdisciplinaria. El Código de Convivencia, desde el
comienzo mismo de su aplicación, fue acusado de ser muy blando en función
de penas bajas solo aplicables a algunas contravenciones.
A medio camino entre los edictos y el Código, los legisladores de la Alianza
que propusieron la creación de la policía metropolitana se manifestaron críticos
al Código y pedían su derogación20. Estas vacilaciones ayudan a interpretar los
cambios en torno a la seguridad que se producían en Buenos Aires, desde la
autonomía de la ciudad hasta la crisis, desde el progresivo desuso de los me-
18
Esa era precisamente la consideración de E. Nosiglia “uno de los hombres que De la Rúa tiene como
vínculo oficioso con el Gobierno (de Menem)” que está entre quienes “afirman que lo mejor es poster-
gar el tema hasta después del 99. Suponen que entonces, el Gobierno nacional y el porteño serán de la
Alianza, por lo que la negociación sería más sencilla.” (Clarín, 30 de Agosto de 1998).
19
“los aspectos más destacables de estas normas (los edictos): a) En su gran mayoría fueron dictados
por jefes de la Policía Federal, legitimados para hacerlos conforme decreto nº 32.265, del gobierno de
facto del año 1932 y ratificados en 1947 por ley nº 13.030. b) Las figuras contravencionales que más se
usaron describían características personales en lugar de conductas (que afectaban a ciertos grupos de
personas en función de su condición social, su orientación sexual o su edad.) c) Todo el procedimiento
de aplicación de estas normas estuvo a cargo de la agencia policial: detención, recolección de pruebas
y juzgamiento. d) La persona detenida no podía ejercer el derecho de defensa y tampoco se cumplían
con las mínimas garantías del debido proceso. Este no establecía la asistencia de un abogado; no exigía
mínimos elementos de prueba para la condena, la prueba no podía ser controlada por el imputado; etc.
e) Si bien existía la posibilidad de ejercer el control judicial, en la práctica se tornaba ilusorio debido al
escaso tiempo para apelar y a los distintos mecanismos articulados para vedar esos derechos al contra-
ventor. Las características de este sistema posibilitaron que la aplicación de los edictos se tradujera en
detenciones masivas y arbitrarias. La vaguedad de las conductas prohibidas y la falta de los controles
propios del sistema penal. sobre su ejecución fueron construyendo, hacia adentro de la agencia policial,
la figura del “sospechoso” como toda aquella persona que por sus características personales subvierta
el “orden urbano” ”.(Centro de Estudios Legales y Sociales, 1998: 60-61)
20
Entrevista a Jorge Enríquez.

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114 Miedo, seguridad y control. Los primeros proyectos de creación de la policía de la ciudad...

canismos disciplinarios a la lenta pero segura implantación de dispositivos de


control21. Esta mutación tiene que ver con un nuevo paradigma de poder, defi-
nido por las diversas tecnologías que permiten pensar que “el poder se vuelve
enteramente biopolítico [...] expresado como un control que se extiende por
las profundidades de las conciencias y cuerpos de la población” (Hardt y Negri,
2004: 26). En este punto inscribimos el debate en torno de la Policía Metropo-
litana22. Los nuevos dispositivos de control, propuestos en sus comienzos por
el agrupamiento general de centro-izquierda y sancionados años después por
el de centro-derecha, podrían ayudar a comprender la entrada en vigencia de
mecanismos que a través del miedo, la subjetivación del delincuente, las nuevas
segmentaciones, el control de las diferencias, más allá del color político de los
proyectos inscriben a las nuevas medidas en una mutación más general.

21
Como parte de la misma mutación un documento del Banco Mundial (1997) afirmaba la importancia de
la seguridad para que los países en desarrollo recibieran inversiones: “Una encuesta entre empresarios
del sector formal e informal de 69 países desarrollada específicamente para este informe confirma algo
que ya se sabía en forma más fragmentaria: que muchas naciones no cuentan con las bases instituciona-
les imprescindibles para el desarrollo del mercado [...] Los elevados niveles de delincuencia y violencia
personal y un sistema judicial imprevisible, se combinan para constituir lo que en el presente informe se
denomina ‘síndrome de ilegalidad’ [...] De esa manera, lejos de contribuir al crecimiento del mercado,
lo perjudican y socavan la credibilidad del Estado” (Banco Mundial, 1997: 4). Para bajar la inseguridad
recomendaban la descentralización de las fuerzas policiales para “adecuar los servicios a las preferen-
cias locales”, situando así a la protección policial, dentro del marco de lo local, no de lo nacional: “el
traspaso, es decir, la transferencia de recursos y de autoridad política a autoridades de nivel inferior
que son en gran medida independientes de los niveles superiores de gobierno” (Banco Mundial, 1997:
13). La administración burocrática, que sobreviene a las luchas políticas, ensalza la técnica conformada
por el localismo de los problemas, la autonomía de los proyectos, el instrumentalismo y la eficacia. Una
administración eficaz es la piedra fundamental de reforma del policial y judicial (Foucault, 1992b; Hardt
y Negri, 2004) para manejar la proximidad y pacificarla. Un ejemplo de esto podría ser, creemos, la
búsqueda de involucramiento de los vecinos para controlar al delito, mediante la creación de redes de
comunicación entre ellos en los distintos barrios, su conexión con la policía, las asambleas en los CGP’s
para debatir cómo reducir el delito, entre otras.
22
Cabe recordar que La Policía Metropolitana, creada por la Ley 2.894 de Seguridad Pública de la Legis-
latura porteña en agosto de 2008, tuvo su primera partida presupuestaria en el 2009 con el programa
“Plan de Seguridad” ($ 167.421.758) lo cual representó el 16% del total del presupuesto del Ministerio
de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires. Su financiamiento se realizó con recursos de la
ciudad, ya que no fueron transferidos ninguno desde el gobierno central. Un año después tres programas
sostenían a la policía porteña. Ellos eran: Unidad de Organización Administrativa ($ 7.438.945), Policía
Metropolitana ($ 253.142.408) y Instituto Superior de Formación Policial ($ 32.296.089). Entre los tres
programas llegaron al 29% del presupuesto del Ministerio de Justicia y Seguridad. Todos los datos del
presupuesto de la ciudad de Buenos Aires, 2009 y 2010.

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Darío Dawyd y Luciana de Diego 115

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Murillo, Susana (coord.) Sujetos a la incertidumbre: transformaciones sociales y construcción de subjeti-


vidad en la Buenos Aires actual, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 117-131. ISSN 1669-8517

De la disciplina al conflicto:
gubernamentalidad liberal
y escuela en Colombia
Juan Carlos Echeverri Alvarez
Universidad Pontificia Bolivariana

Resumen
Se retoma la concepción foucaultiana de gubernamentalidad liberal para pensar la
escuela en Colombia y mostrar de qué manera esa escuela, históricamente presentada
como disciplinaria, vertical y autoritaria, ha sido el dispositivo mediante el cual las
estrategias del poder construyen la libertad necesaria para gobernar. Si actualmente
la escuela se presenta violenta, conflictiva y carente de autoridad, esos problemas no
pueden ser abordados con invocaciones a mayor democracia, libertad y autonomía,
como se estila hacer, sino pensar que esos son los elementos históricos a través de
los cuales la escuela ha llegado a ser lo que actualmente es.

Palabras clave
liberalismo – gubernamentalidad – escuela – libertad

Abstract
We take up Foucault’s conception of liberal governmentality in order to think school
in Colombia and show how that very school, historically presented as a disciplinary,
vertical and authoritarian, has been the device by which the power´s strategies
build the necessary freedom to govern. If school currently is presented as violent,
controversial and lacking in authority, such problems can not be dealt through
invocations to greater democracy, freedom and autonomy, as is customary to do,
but by thinking that these are the historic elements through which the school has
become what it actually is.

Key words
liberalism – governmentality – school – freedom

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118 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

Ironía del dispositivo: nos hace


creer que en ello reside nuestra liberación.
Foucault (2005: 194)

Introducción
En Colombia, país con diversas expresiones de violencia históricamente
enquistadas en la sociedad como una forma recurrente de resolver sus conflic-
tos, palabras tales como libertad y democracia se convierten en invocaciones
constantes, sinceras o retóricas, emanadas desde diferentes estamentos sociales
para lograr su arribo y arraigo definitivo en la nación (Malcolm Deas, 1995). En
relación con la democracia, por ejemplo, gente común, políticos, intelectuales,
medios de comunicación y sistema educativo, comparten la manida invocación
hasta el punto de desconcertar el hecho evidente de una abundancia discursiva
de democracia frente a su casi total ausencia en prácticas por fuera del ritual
eleccionario. Especie de eficacia simbólica mediante la cual el discurso produce
una realidad tan verdadera que ni siquiera las evidencias de la cotidianeidad
más arbitraria logra desvirtuar. En este discurso oceánico de la democracia,
la escuela se asume como el espacio expedito para su transmisión ideológica,
para la apropiación de los símbolos que favorecen la adquisición del espíritu
correcto: aquél en el cual la democracia es el ideal que permite reproducir un
sistema siempre en potencia de su propio mejoramiento (Hobsbawm, 2003:
117); la escuela se presenta como el espacio para la escenificación de prácticas
efectivamente democráticas y, por tanto, incubadora de la auténtica democracia
siempre próxima a llegar. Forzar ese arribo supone, entonces, democratizar
la escuela dado que ésta es todavía el escenario privilegiado para formar las
personas según el ideal social (Jaeger, 1993: 10).
En tal sentido, el artículo reflexiona en torno a la escuela en el marco de la
gubernamentalidad liberal. Muestra que la democracia, en cuanto concreción
visible de tecnologías de poder vigentes, comporta procesos específicos en la
escuela que son nombrados aquí, provisionalmente, como el tránsito desde
una escuela disciplinada hasta otra conflictiva, violenta, terapéutica y falta de
autoridad, esto es, indisciplinada. Ubicar la escuela en este marco no es una
idea inédita: entre la sociedad y la escuela no hay esencialmente destiempos,
abismos insalvables, desfases o manipulaciones políticas autoritarias. La es-
cuela hace parte de las estrategias del poder que se ponen en juego en un
momento determinado para el gobierno de los hombres. Foucault lo expresa
claramente en un párrafo que, aunque no se refiere directamente a la escuela,
puede aplicarse a las relaciones que con ella establece el poder sin caer en
extrapolaciones insalvables:

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 119

El poder no se funda en sí mismo y no se da a partir de sí mismo. […] no


habría relaciones de producción, y sumados a ella, al costado, por encima,
llegados a posteriori para modificarlas, perturbarlas hacerlas más consist-
entes, más coherentes, unos mecanismos de poder. No habría, por ejemplo,
relaciones de tipo familiar y unos mecanismos de poder agregados a ellas; no
habría relaciones sexuales más, al costado, por encima, unos mecanismos de
poder. Éstos son una parte intrínseca de todas esas relaciones, son de manera
circular su efecto y su causa… (Foucault, 2006: 16)

Así, entonces, no habría unas relaciones escolares, una escuela, y sobre


ella, por sus costados, un poder que se le agrega. Estos mecanismos del poder
hacen parte de las relaciones escolares, son, como dice Foucault, su efecto y
su causa. Y ese carácter de consustancialidad imposibilita entender la escuela
si no se aborda en relación con la forma del poder que le otorga vigencia.

El liberalismo en los trabajos de Michel Foucault


La presencia del liberalismo desde el siglo XVIII en el paisaje del poder en
Occidente es un hecho histórico reconocido. Sin importar cuáles hayan sido sus
progresos, repliegues o supuestos relevos históricos, desde esa época diversos
tipos de discursos y de prácticas específicas reciben, soportan y hasta deman-
dan la denominación de liberales. Existencia real de un liberalismo que desde
su aparición, si bien no es posible decirse de él que encarna una continuidad
histórica, sí puede argumentarse que ha permanecido constante en los últimos
siglos, por lo menos en la multiplicidad de sus variaciones, en sus caídas y en
sus reposicionamientos (Hobsbawm, 1996 y 2003; Wallerstein, 1998; Bobbio,
1994; Foucault, 2007). Foucault expresa la certidumbre de esa presencia de
la siguiente forma:

Lo que debería estudiarse ahora (…), es la manera como los problemas es-
pecíficos de la vida y la población se plantearon dentro de una tecnología de
gobierno que, sin haber sido siempre liberal –lejos de ello–, no dejó desde
fines del siglo XVIII de ser atravesada por la cuestión del liberalismo (Foucault,
2006: 419).

Al introducir el concepto de biopolítica –también los de gobierno y de guber-


namentalidad–, Foucault se vio obligado a recurrir al Estado como objeto de
análisis por cuanto el gobierno de la población, a diferencia de las disciplinas
en el marco limitado de una institución como la escuela o el ejército, implicaba
necesariamente el aparato estatal que la interviene para su mejor gobierno,
por ejemplo, mediante campañas de salud, educación o natalidad. Pese a ello,
para Foucault el Estado mismo era el resultado y el instrumento de técnicas

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120 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

liberales para el gobierno de los hombres, y no la fuente desde la cual emanaba


el poder (Foucault, 2006: 448)1. En tal sentido, preguntaba:
¿Es posible resituar el Estado moderno en una tecnología general de poder que
haya asegurado sus mutaciones, su desarrollo, su funcionamiento?, ¿Se puede
hablar de una gubernamentalidad que sería para el Estado lo que las técnicas
de segregación eran para la psiquiatría, lo que las técnicas de disciplina era
para el sistema penal, lo que la biopolítica era para las instituciones médicas”
(Foucault, 2006: 146).

Su respuesta fue afirmativa: esa tecnología general del poder ha sido el


liberalismo. Ahora bien, para Michel Foucault “el liberalismo no es una ideo-
logía ni un ideal. Es una forma de gobierno y de racionalidad gubernamental
muy compleja” (Léonard y Foucault, 1982: 90). El liberalismo es una práctica,
una manera de actuar orientada hacia objetivos y regulada por una reflexión
continua. Es el principio y el método de racionalización del ejercicio del go-
bierno; una racionalización en la cual el gobierno no puede ser su propio fin,
a diferencia de otras lógicas históricas de gobierno que buscan maximizar sus
efectos al mismo tiempo que disminuir sus costos. En cambio de una doctrina
más o menos coherente, y mejor que una política en busca de un conjunto de
metas definidas, Foucault ve en el liberalismo “una forma de reflexión crítica
sobre la práctica gubernamental”. Crítica que puede proceder desde adentro
o desde afuera del gobierno, que puede apoyarse en alguna teoría económica
y referirse a cualquier sistema jurídico sin vínculos absolutamente unívocos con
él. En fin, La cuestión del liberalismo ha sido, según Foucault, la cuestión de no
gobernar en exceso ni demasiado poco (Foucault, 2007:363).
Detengámonos en ello. Según Foucault, a mediados del siglo XVIII comenzó
a bosquejarse un nuevo arte de gobernar –vigente aún– caracterizado esencial-
mente por la introducción de numerosos y complejos mecanismos cuya función
consistía en limitar desde adentro el poder de gobernar, y no, como en la prece-
dente razón de Estado, de asegurar el aumento de la fuerza, la riqueza, el poder
y el crecimiento indefinido del Estado. Arte de gobernar novedoso en relación
con sus mecanismos, sus efectos y sus principios, pero que no reemplaza en
términos absolutos las lógicas de gobierno de la razón de Estado, sino que las
refina desde adentro para su perfeccionamiento y desarrollo más exhaustivo. A
través de la lógica del menor gobierno como el principio de organización de la
razón de Estado Foucault pudo llegar a lo que denominó un gobierno frugal. La
frugalidad, según él, ha sido hasta hoy la cuestión fundamental del liberalismo:
principio según el cual, como se dijo, no se debe gobernar excesivamente ni
tampoco en forma insuficiente (Foucault, 2007: 44-45).

1
“¿Y si el estado no fuera más que una manera de gobernar? ¿si no fuera otra cosa que un tipo de gu-
bernamentalidad? Y de hecho ¿qué pasaría si todas esas relaciones de poder que vemos formarse poco
a poco se coagulan y generan efectos, si esas prácticas de gobierno fueran precisamente el elemento
sobre cuya base se constituyó el Estado?” (Foucault, 2006: 291).

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 121

Ahora bien, la aparición de la economía política y la necesidad del gobierno


mínimo han sido dos elementos históricamente ligados como la conexión entre
un régimen de verdad y la práctica de gobierno. Ciertamente, en el liberalismo
el mercado se convierte en el ámbito de formación de verdad y el principio de
frugalidad no es más que un efecto de verdad que se produce en el mercado.
Esto quiere decir que la verdad no se construye racionalmente como expresión
de la teoría política, sino que la verdad es la expresión natural del mercado.
Éste obedece a mecanismos espontáneos que se desnaturalizan en caso de ser
intervenidos, pero los cuales, si se dejan actuar libremente, producen efectos
de verdad, por ejemplo, la verdad en torno a los precios de los productos,
precios de verdad, es decir, buenos precios. El mercado revela algo semejante
a la verdad porque cuando a partir de él se observa lo que hace el gobierno,
las medidas que toma y las reglas que impone, éste falsea o verifica su acción,
es decir, el mercado constituye el régimen de verdad que dice cuáles prácticas
gubernamentales son correctas y cuáles no lo son. A esto Foucault lo deno-
minó veridicción, es decir, un lugar de verificación y falseamiento de la práctica
gubernamental (Ibid., 49). De allí en adelante no le bastaría al gobierno con ser
justo, como en la razón de Estado, sino que requeriría actuar en la verdad.
La verdad del mercado, además, dicta los mecanismos que lo ligan con la
ley en el marco del Estado. Esto es, crea los mecanismos jurisdiccionales de
actuación gubernativa mediante dos posiciones separadas que, no obstante
mantener su independencia, convergen en las estrategias liberales del poder que
indagan acerca de las maneras de poner límites jurídicos al ejercicio del poder
público. La primera posición, según Foucault, es la revolucionaria-rousseauniana,
que consiste básicamente en partir de los derechos del hombre para llegar a
la delimitación de la gubernamentalidad. Los Estados constitucionales fueron
fundados con la intención de producir una especie de comienzo simbólico de la
sociedad y del gobierno: símbolo constitucional incuestionable e incuestiondo
que otorga legitimidad a las acciones de gobierno. La segunda posición, camino
inductivo y residual, no parte del derecho sino de la propia práctica gubernamen-
tal, de los límites de hecho que se le imponen, esto es, pone de relieve lo que
para el gobierno resulta útil o infructuoso hacer. La utilidad es el fundamento de
freno para el poder público: esta posición no funciona con base en la pregunta
por cuál es mi derecho, sino por lo qué es útil hacer en términos de gobierno.
De tal modo, el límite de la competencia del gobierno está demarcado por las
fronteras de la utilidad (Foucault, 2007: 59-60).
Estas dos posiciones comportan sendas concepciones de la ley. En la revo-
lucionaria, vinculada a posiciones tradicionales del derecho público –así suene
paradójico–, la ley se comprende como expresión de la voluntad general que
manifiesta la parte de derecho que los individuos han aceptado ceder y la que
pretenden reservarse. Aquí la libertad va a ser considerada como una posesión
originaria de cada individuo de la cual cederá, o no cederá, una parte deter-
minada. En el camino radical utilitario, la otra posición, la ley se concibe como

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122 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

el efecto de una transacción que separa la esfera de la intervención del poder


público de la esfera de independencia de los individuos. La libertad, por su par-
te, no es considerada como una serie de derechos fundamentales sino como
la independencia de los gobernados con respecto a los gobernantes (Ibíd., 61).
Dos concepciones de la ley y dos concepciones de libertad: unas a partir de los
derechos del hombre y otras en relación con la independencia de los gobernados.
Ambas constituyeron dos caminos para constituir en el derecho la regulación
del poder público. A partir del siglo XIX una de esas concepciones retrocedió
mientras la otra, la radical, se hizo más fuerte, prevaleció y ha caracterizado
hasta hoy el poder público en occidente en términos de utilidad gubernamental.
En la nueva razón de Estado el mercado es el lugar de veridicción de la inter-
vención gubernamental y, al mismo tiempo, el poder público y la medida de sus
intervenciones se ajustan al principio de utilidad. Si esto se junta con la reflexión
sobre el mercado tenemos que “Intercambio para las riquezas, utilidad para el
poder público: así articula la razón gubernamental los principios fundamentales
de su autolimitación” (Ibíd., 64). Esto lleva a que la gubernamentalidad liberal
funcione con base en el interés. Pero ya no el interés de la razón de Estado,
de su propio crecimiento, su riqueza y población, sino un interés plural, juego
complejo de intereses individuales y colectivos, utilidad social y ganancia eco-
nómica: equilibrio entre el mercado y el régimen del poder público. Relación
compleja entre derechos fundamentales e independencia de los gobernados.
Efectivamente, en el liberalismo gobernar es manipular intereses. Los intere-
ses son el medio por el cual el gobierno se relaciona con las cosas, es decir, con
los individuos, los actos, las palabras, las riquezas, los recursos, los derechos y la
propiedad. Empero, el gobierno ya no tiene, en su forma liberal, influjo directo
sobre las cosas y las personas, sólo está legitimado para intervenir, según el de-
recho y la razón, cuando los juegos de intereses a su vez interesan al gobierno. A
partir de la nueva razón gubernamental el gobierno no tiene que intervenir por
influjo directo sobre las cosas, las personas o la riqueza, porque se ocupa, mejor,
de esos fenómenos de la política que son los intereses o aquello por lo cual algún
individuo, alguna cosa o la riqueza interesan a otros individuos o a la colectividad. El
liberalismo, así entendido, pregunta fundamentalmente ¿cuál es el valor de utilidad
del gobierno y de todas sus acciones en una sociedad donde lo que determina el
verdadero valor de las cosas es el intercambio? (Foucault, 2007: 67).
Ahora bien, el equilibrio europeo se suma como un tercer elemento del
arte liberal de gobernar a los ya vistos del mercado como verdad y la limitación
del gobierno por la utilidad. La competencia entre Estados supone que el enri-
quecimiento se consigue a costa de los otros. En el liberalismo, sin embargo, la
libre competencia produce un efecto de enriquecimiento mutuo hacia el pro-
greso económico ilimitado. Pero para este supuesto enriquecimiento colectivo
se requiere convocar un mercado cada vez más extendido y, en definitiva, la
totalidad de lo que en el mundo pueda ponerse en el mercado. En esta lógica,
diría Foucault: el juego está en Europa, pero la apuesta es el mundo (Foucault,

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 123

2007:74). La gubernamentalidad liberal no tiene sólo una vocación de universali-


dad sino una necesidad práctica de ser ecuménica. Tal argumento debe tenerse
en la cuenta, por ejemplo, a la hora de formular preguntas en torno a fenómenos
históricos tales como la aparente universalización de la educación mediante
modelos educativos como el lancasteriano, según veremos más adelante.
Así, entonces, Foucault llama liberalismo a cierto arte de gobernar que se
perfila en el siglo XVIII caracterizado por tres rasgos fundamentales: veridicción
del mercado, limitación por el cálculo de utilidad gubernamental y desarrollo
económico ilimitado con respecto al mercado mundial. Nombrar como libera-
lismo este nuevo arte de gobernar se justifica, según Foucault, por el papel que
desempeña la libertad en la consecución de los fines del gobierno de los hom-
bres. Una libertad que no se alcanza o se conquista en relación con épocas en
las cuales su existencia era menor, sino que debe ser producida y administrada
como principio de ese arte de gobernar. La libertad no es un ideal más o menos
abstracto que se desarrolla a través del tiempo en una consumación gradual con
variaciones cuantitativas, amputaciones u ocultamientos. “La libertad nunca es
otra cosa –pero ya es mucho– que una relación actual entre gobernantes y go-
bernados, una relación en que la medida de la demasiado poca libertad existente
es dada por la aún más libertad que se demanda” (Foucault 2007: 83). De tal
manera, arribar históricamente al liberalismo no es llegar al reconocimiento de
una supuesta libertad universal hasta ese momento secuestrada, sino al reconoci-
miento de los mecanismos mediante los cuales su fabricación se hace constante.
El liberalismo es una práctica gubernamental consumidora de libertad que
sólo funciona con base en la existencia real de ciertas libertades: de mercado,
libre ejercicio del derecho de propiedad, libertad de vender y de comprar,
libertad de discusión y de expresión. Y por ser consumidora de libertad se ve
abocada a producirla y a administrarla. El liberalismo produce las condiciones
para la existencia de la libertad; procura que siempre haya la libertad suficiente
para que los individuos y los grupos sean libres. En palabras de Foucault (207:
84): “el liberalismo plantea simplemente lo siguiente: voy a producir para ti lo
que se requiere para que seas libre. Voy a procurar que tengas la libertad de
ser libre”. Liberalismo que, por ser menos el imperativo de la libertad y más la
administración y la organización de las condiciones en las cuales se puede ser
libre, comporta una relación problemática entre la producción de la libertad
y aquello que, al producirla, amenaza con limitarla y destruirla. Es necesario
producir la libertad, pero al mismo tiempo, no obstante, se deben crear los
controles, limitaciones y coerciones que le impidan desbordarse para poner
en peligro el propio poder liberal (Foucault, 2007: 85).
El liberalismo, como yo lo entiendo, implica en su esencia una relación de
producción/destrucción de la libertad. Es preciso por un lado producir la liber-
tad, pero ese mismo gesto implica que, por otro, se establezcan limitaciones,
controles coerciones, obligaciones apoyadas en amenazas. (Foucault, 2007: 84)

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124 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

El liberalismo, entonces, no reconoce paulatinamente las libertades sino


que paulatinamente construye la que requiere para gobernar. Pero, surge la
pregunta ¿cuál es el punto de cálculo de producción de la libertad? Es la se-
guridad, responde Foucault. Fabricar y administrar la libertad hasta alcanzar
el balance necesario para hacer posible que la libertad de unos no ponga en
riesgo los intereses de los otros, representa grandes costos en términos de
seguridad. En la gubernamentalidad liberal, supuestamente, debe primar el in-
terés colectivo por encima de los intereses individuales, por lo cual, entonces,
seguridad y libertad animan desde adentro los problemas de la economía del
poder propios del liberalismo (Foucault, 2007: 86). En concordancia con ello,
tres características posee la economía del poder liberal para la vida individual y
colectiva: una, hace vivir la vida bajo la sensación de peligro constante, enten-
dido éste como la insurgencia cotidiana del miedo a la enfermedad, la quiebra,
la degeneración racial y la desaparición de la especie, por ejemplo; dos, la
extensión de los procedimientos de control, de coacción y de coerción, como
contrapartida de la construcción de la libertad; tres, la aparición de mecanis-
mos cuya función consiste en producir e incrementar las libertades, esto es,
en relación con la anterior, “introducir un plus de libertad mediante un plus de
control e intervención” (Foucault, 2007: 89).
Lo anterior sirve para mostrar, de paso, que la disciplina no fue una forma, ni
siquiera en las escuelas, de suprimir la libertad, ni fue una etapa social anterior
a su consecución en las sociedades de control. La disciplina, por el contrario,
ha sido el mecanismo de producción de la libertad. “El panóptico es la fórmula
misma de un gobierno liberal”, dice Foucault (2007: 89). En otras palabras:
la disciplina es contemporánea del arte liberal de gobernar, y el control es el
motor que impulsa desde adentro esa libertad. Según esta lógica de poder, un
gobierno debe dar cabida a todo lo que es la mecánica natural de los com-
portamientos y de la producción sin ninguna otra forma de intervención inicial
que no sea la vigilancia. Sólo deberá intervenir cuando reconozca que algo no
acontece como lo requiere la mecánica general de los comportamientos y de
los intercambios (Foucault, 2007: 89).

La escuela en las lógicas de la gubernamentalidad


liberal
Hace poco una maestra contaba, con rabia, que tenía en preescolar un
“malparidito” de cinco años que la trata de vieja hijueputa, le pega a los demás
niños, y ha intentado pegarle a ella misma. Niño insoportable pero que no puede
tocar siquiera para evitarse problemas laborales y con la justicia. Ha encontrado,
por fortuna, una solución al problema, solución que comporta la obviedad y la
inverosimilitud de la libertad democrática: tiene que seguir un debido proceso

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 125

durante el año para hacerlo expulsar, como pretende, lo que conlleva anota-
ciones continuas y remisión a especialistas. Por lo pronto, cuando descubre
que este niño está golpeando a otro párvulo, con sigilo comisiona a otro niño,
mayor que él, para que los separe y, si puede, le pegue a su vez una golpiza al
abusador. Golpiza con un propósito pedagógico, naturalmente: enseñarle a no
agredir a los otros en una buena lógica de convivencia.
Sería inútil multiplicar los ejemplos de violencia, intolerancia escolar, porte
de armas, drogadicción, abusadores y hasta muertes en las instituciones edu-
cativas colombianas para decir que actualmente la escuela no es el espacio
rígido fundado por sociedades disciplinarias en un tiempo que ya dejó de ser el
nuestro. Por el contrario, la escuela es escenario de conflictos y de violencia, la
receptora de campañas de convivencia y prevención temprana de la agresividad.
Empero, el tránsito de una escuela disciplinada a una escuela indisciplinada no es
visible con facilidad. La escuela se continúa asumiendo en términos discursivos
como escenario de disciplinamiento: expresión de una sociedad igualmente
disciplinaria en la cual la forma examen, la vigilancia y el castigo, fundamentan
el arte de gobernar (Foucault, 1984). Tal argumento tiene entre sus voceros
cotidianos no sólo a la gente común, sino a sectores políticos e intelectuales que
denuncian los destiempos entre la escuela y la sociedad en la cual se inserta, la
represión institucional, el autoritarismo de los maestros y la rigidez desfasada
de los saberes que enseñan, con el fin de invocar la democracia y la libertad
como únicas salidas para una escuela anquilosada en sus prácticas.
La educación colombiana, por razones culturales y políticas que ameritan un
análisis detallado, se ha caracterizado por su autoritarismo y verticalismo.
En ella impera una disciplina exterior que requiere para su existencia de la
omnipresencia constante de la autoridad. Lejos estamos de una disciplina que
haya sido interiorizada por los individuos consciente y racionalmente, por el
contrario, los códigos, regímenes de sanciones, los reglamentos antidemocrá-
ticos, la disciplina de la sumisión son la constante de la escuela y ello nos
aleja de la posibilidad de una educación en libertad y democracia” (“Editorial”,
Revista Educación y Cultura, 1988).

Una demanda resalta en el orfeón lacrimoso de estas voces: la de demo-


cratizar la escuela, abandonar por fin sus prácticas humillantes y autoritarias en
pos de mayor libertad y de mejor democracia. No obstante, en la actualidad,
la escuela no parece ese escenario de disciplina y represión. Por el contrario,
al acercarse a la escuela para indagar por los discursos y por las prácticas que
allí circulan lo que menos puede verse es una imagen disciplinaria, en el sentido
de un control minucioso sobre los cuerpos, los tiempos y los espacios, en fin,
sobre las cosas pequeñas que constituyen el disciplinamiento (Foucault, 1984:
141). En la escuela actual pareciera que la categoría de análisis tuviera que ser
indisciplina. Una indisciplina que marca su cotidianeidad y, no en pocos casos,
reemplaza el conocimiento. La escuela se ha convertido en un espacio en el

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126 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

cual se requiere de la resolución de conflictos, puesto que, incluso, ella misma


se reconoce como escenario micropolítico y de confrontación (Jares, 1996).
Indisciplina puede ser una categoría difícil y, posiblemente, infortunada.
Con ella no se pretende hacer una oposición simple entre, por un lado, una
escuela en la cual impera un orden permanentemente controlado y de cual los
alumnos mismos son agentes por su docilidad, respeto, atención e inmovilidad;
y por el otro, todo lo contrario, una escuela caótica, sucia, incapaz de imponer
silencio, arreglo y tranquilidad. No es la inexistencia de unas reglas para fijar
las relaciones que los estudiantes establecen entre ellos, las que cada uno es-
tablece consigo mismo, con la institución, con los maestros y con los objetos.
Reglas explícitas e implícitas que violadas de alguna forma se ven reflejadas en
la evaluación cualitativa y cuantitativa de cada alumno como mecanismo de
control. No se refiere a la inexistencia de un orden o de unas normas utilizadas
para lograr la homogeneidad de los estudiantes; tampoco nombra solamente
la mayor frecuencia de su trasgresión.
Por indisciplina se reconoce, precisamente, la existencia y necesidad de
ese control. Indisciplina es una especie de estado de guerra inhibido en su fin.
Es decir, una población estudiantil que pone permanentemente en cuestión la
autoridad de quien se le presenta como igual, e igualmente libre, pero sin po-
der encontrar el norte de una oposición sistemática, sino obligada a solaparse
en pueriles ejercicios de fuerza sin más destino que el otro inmediato y el sí
mismo, que imposibilita una más fecunda relación con el conocimiento pues
se trastoca el esfuerzo por una socialbacanería2 sin proyectos comunitarios en
el intento de constituir subjetividades libres y autónomas. Indisciplina es un
terreno en el cual la autoridad no se da de hecho, sino que se constituye en
una angustia y un interrogante para quienes deberían portarla. Dicho de otro
modo, indisciplina nombra una horizontalización teórica de las relaciones que
produce autoritarismos sectorizados y culpabilizadores, en una palabra, la
indisciplina nombra, en la escuela, la libertad de sujetos iguales en derechos e
idéntica dignidad.
Realidad inédita en la escuela: espacio que hay entre, por un lado, una
retórica de los derechos, de la igualdad, de la necesidad de consensos, del
reconocimiento del niño y de los niños como interlocutores válidos de sus
mayores y como sujetos de derecho; por el otro, las posibilidades casi nulas de
concreciones reales de esos derechos. Ese espacio se llena con demostracio-
nes sin dirección de ejercicios de autonomía y de libertad que, por su desfase,
adquieren características de supuesta rebeldía, de conflicto, de indisciplina
pero que, en el fondo, como alguna vez dijo alguien, son muestras del triunfo
del proyecto de gobierno: son docilidad, es decir, incapacidad para fundar un
2
Socialbacanería es un estado en el cual la educación liberal pensada como negocio hace que el estudiante
exija de sus docentes: “no te metas conmigo y yo no me meto con vos”; el docente participa también
de idéntica lógica para conservar su encuadramiento institucional.

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 127

proyecto y tener un norte y un objetivo para la inversión de la energía y la


canalización de las resistencias. Docilidad que, se reitera, se expresa mediante
comportamientos que para unos asumen la apariencia falsa de reclamo de sus
derechos, y para los otros, se ven como rebeldía, perdición y estancamiento
de una niñez sin futuro.
De tal forma, por ejemplo, la emergencia en la escuela del conflicto tiene que
ver directamente con su democratización, es decir, con la producción constante
de la libertad. No es sólo un problema de violencia entre estudiantes, entre
ellos y un afuera escolar violento o entre estudiantes violentos y maestros que
han desvalorizado su figura en el allanamiento democrático de las dignidades.
Con la palabra conflicto se nombra la relación de paridad entre estudiantes y de
éstos con sus maestros que hace posible, si no una horizontalidad absoluta de
las relaciones, por lo menos sí un espacio de lucha, de tensiones en las cuales
cada estamento tiene ideas estratégicas sobre su libertad y sus derechos. Espacio
en el cual ya no es posible la verticalidad del castigo ni el uso de la fuerza, pero
tampoco tiene vigencia la autoridad de la experiencia ni la del saber; espacio
en donde se debe recurrir a formas más sutiles de control mediante las cuales,
pese a la sujeción que imponen, como en los casos de la terapéutica, la expe-
riencia de la libertad sea cada vez más intensa por lo menos como imaginario
y posibilidad creciente.
Al observar la escuela desde una lógica de la gubernamentalidad liberal se
tiene la sensación estar observando unas relaciones en las cuales esta escuela
reconoce su impotencia frente a unos niños que ella misma hace cada vez
más libres e iguales: escuelas que convocan a los padres para una coeducación
comprometida y los conminan a responsabilizarse del comportamiento de
sus hijos, no únicamente en la casa o en la sociedad, sino en la misma escuela:
padres que son declarados culpables del fracaso de niños a los cuales la insti-
tución no puede ayudar si las familias no asumen la corresponsabilidad de su
normalización. Cuando la familia fracasa, la indisciplina no controlada de estos
niños termina, después de un debido proceso, en la expulsión del niño de la
escuela. Supuesta impotencia normativa que, en muchos casos, remite primero
a estigmatizaciones y, luego, a terapéuticas y medicalizaciones, es decir, nuevas
técnicas de sujeción que, sin embargo, le quitan responsabilidad al maestro,
para dejarlo, si quiere, en el papel de un eterno ayudador de las familias.
En ese contexto adquieren coherencia los coros que denuncian a la escuela,
que defienden los derechos de los niños, que se preguntan por sus saberes
previos, por el libre desarrollo de su personalidad y por sus gustos e intereses.
Adquiere coherencia, también, la “culpa neoliberal” del maestro que sitúa a éste
en una relación de falta con niños que nunca se comprenden los suficientemente
bien, frente a los cuales se tiene el temor de su frustración, de inhibirlos o de
tornarlos violentos para siempre: maestro que ve en el ejercicio de su auto-
ridad autoritarismo y que se convierte en agente vergonzante la ley, maestro
que siempre está a la zaga de los discursos oficiales y que en sus constantes

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128 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

expresiones de contrición traza estrategias para, con sus nuevas prácticas, por
fin alcanzar esos discursos para hacer más libres y autónomos a los niños. De
los maestros, entonces, emana también, como de otros sectores, el reclamo
por alcanzar la democracia que queda faltando para hacer la escuela más libre,
para lograr la convivencia pacífica, la superación del conflicto por la vía del
diálogo y el respeto de los derechos del otro.
Cabe preguntar, con base en el esquema planteado, ¿no es precisamente la
democratización de la escuela, la libertad que ella construye, la que produce
fenómenos irreconocibles históricamente?, ¿no será preciso invertir los ele-
mentos? Tal vez no haya una escuela conflictiva y violenta y, al mismo tiempo,
escuela terapeútica y ayudadora, una escuela culpable que requiera democra-
tizarse, sino que esa escuela es así porque históricamente ha sido el dispositivo
para construir la libertad y eternizar las demandas de su ampliación constante.
¿Dónde si no en la democracia puede existir conflicto entre niños y adultos? No
se pretende pasar por inocente confundiendo la democracia de los antiguos y de
los modernos, mezclando los rostros y las prácticas, pero pensando el presente
se podrían recordar las palabras atribuidas a Platón sobre la democracia: en
ella la libertad lleva a la falta de respeto por las leyes y hay una inclinación a la
subversión de toda autoridad al punto que:
Allí el maestro teme a sus discípulos y les adula; los alumnos menosprecian
a sus maestros y del mismo modo a sus ayos; y, en general, los jóvenes se
equiparan a los mayores y rivalizan con ellos de palabra y de obra, y los an-
cianos, condescendiendo con los jóvenes, se hinchan de buen humor y de
jocosidad, imitando a los muchachos, para no parecerles agrios ni despóticos
(Platón, República).

En el mismo sentido, el que continúan las denuncias por el autoritarismo de


los maestros, por la rigidez de las instituciones, por los abusos frecuentes, por
el anquilosamiento de los saberes y los desfases en relación con la sociedad:
al mismo tiempo que las ideas de comprender a los niños y sentirse culpables
frente a ellos, no son elemento de análisis para decir que la escuela ha sido
causa y efecto de un proceso de democratización de la sociedad. En efecto,
en la relación adultos-niños en la escuela disciplinada, no era posible encontrar
términos de uso común hoy en la escuela: violencia, conflicto, sujetos de dere-
cho. Esos fenómenos son la libertad misma, las prácticas que la objetivizan, no
un precedente crítico que hace necesaria su invocación para llegar a un estado
ideal de libertad, igualdad y respeto por los demás.
Sin embargo, no hay que dejarse engañar. Que estemos frente a una es-
cuela conflictiva en la cual el conocimiento es secundario en relación con la
convivencia, no significa que la libertad ha hecho imposible el gobierno de los
hombres en la sociedad y de los niños en la escuela, por el contrario, se está
diciendo que la democracia es la más eficaz estrategia del poder. En el caso de
la escuela, por ejemplo, el maestro adquiere nuevos mecanismos de control,

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 129

más sutiles, siempre en un ambiente capaz de reemplazar la normatividad por


la ayuda y la protección. Es una escuela conflictiva, indisciplinada y, tal vez, ale-
jada de los conocimientos, pero no por eso falta de gobierno. Esa conflictividad
es precisamente la forma del gobierno o, por lo menos, constituye su base.
Gobierno que mantiene la inacción desaprovechando la energía en conflictos
sin más trascendencia que la fatiga y el hastío cotidianos.
Tres tipos de fenómenos conforman el panorama escolar actual. Uno, está
conformado por situaciones de conflicto, violencia e indisciplina, el uso cada
vez más frecuentes de drogas del tipo Ritalina, la aparición de categorías como
déficit de atención, hiperactividad, de fenómenos como el conflicto y la violencia
escolar; dos, por las denuncias de una escuela enquistada en prácticas del siglo
XIX, de su desfase en relación con la nueva sociedad del conocimiento y las
nuevas tecnologías de información y comunicación; y tres, por la culpa neoliberal
de los maestros que expresan una supuesta auto conciencia pedagógica eco, en
parte, de discursos internacionales de calidad, eficacia y eficiencia. Todo ello,
aunque a primera vista parezca contradictorio, hace parte del terreno en el
cual se fragua la democracia liberal, pero son al mismo tiempo la experiencia
que esta democracia obliga a tener en relación con la construcción de sujetos
libres e iguales para su gobierno.
Es decir, cuando se piensa que la escuela está en desfase con la socie-
dad, por el contrario, es el escenario en el cual se crean los esquemas de
pensamiento y las prácticas que la sociedad vive en la experiencia del go-
bierno, en las tecnologías del poder. En este caso, la escuela es un espejo
del espejismo de la libertad liberal y la igualdad democrática. La institución
se compromete con un discurso en este sentido que produce la experiencia
de la libertad, es decir, sujetos que se sienten cada día mucho más sí mis-
mos, cada vez más libres y con mayores derechos. Sin embargo, como esa
libertad realmente no es absoluta, pues no puede rebasar ciertos límites,
aparecen tecnologías que permitan limitar la actividad sin detrimento de
la experiencia de la libertad, es decir, como dice Julia Varela (1995) “una
relación que hace a los alumnos tanto más dependientes y manipulables
cuanto más liberados se crean”.
En fin, la gubernamentalidad liberal, es decir, la lógica de gobierno que
necesita construir y administrar la libertad necesaria para gobernar, utiliza
como mecanismo de su constante refinamiento la construcción de libertades
que exigen cada vez mayores cuotas de ella misma. Al fin y al cabo, como
dice Foucault (2007: 83): “La libertad nunca es otra cosa –pero ya es mucho–
que una relación actual entre gobernantes y gobernados, una relación en que
la medida de la demasiado poca libertad existente es dada por la aún más
libertad que se demanda”. Pero es una libertad para la inacción, tecnología
del yo que únicamente encuentra salidas y resistencias en la fuga sin tregua
hacia el sí mismo.

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130 De la disciplina al conflicto: gubernabilidad liberal y escuela en Colombia

Conclusiones
La gubernamentalidad liberal, en los términos propuestos por Michel
Foucault, todavía tiene vigencia, es decir, la lógica del poder –llámese de con-
trol o de Gerenciamiento– todavía requiere de la construcción constante de
la libertad necesaria para el gobierno de la población.
En este sentido, históricamente, la imagen convencional de la democrati-
zación de la sociedad se presenta como la lucha de los sin historia, de los sin
derechos, de una periferia social que, en un momento determinado, adquiere
conciencia de sí misma y emprende batallas a través de las cuales, una vez se
triunfa, transforma en sujetos de derecho, por ejemplo, un género, una edad,
un color, un trabajo o una enfermedad. Bajo esta lógica, se supone que mujeres,
negros, niños, enfermos, han sido capaces de ganarse con alto precio su puesto
en una democracia que, al reconocerlos en última instancia, queda cada vez
más fortalecida. Tal vez, sin embargo, habría que pensar de otro modo. Pensar
que no hay pioneros de las libertades ni de los derechos, sino tecnologías de
poder, estrategias de gobierno que fuerzan a cada vez más amplios sectores
poblacionales para que participen de la lógica liberal del poder. Tecnología
del poder que no escatima la libertad, por el contrario, la impone por todo el
espectro social porque el liberalismo necesita mujeres, negros, niños y traba-
jadores para el consumo individual.
La escuela es el escenario por antonomasia para la construcción de sujetos
libres. Ha sido el dispositivo histórico mediante el cual la forma del poder ha
logrado que se mantenga una producción constante y en continuo refinamiento.
Si bien en los inicios de la república la escuela se valió del método (lancasteriano)
con fundamento disciplinar como máquina de saber-poder sobre los niños, otros
modelos pedagógicos iniciaron el aún no terminado viaje hacia el sí mismo que
hace transitar la libertad de las expresiones externas de la ley y del derecho a
la absoluta individualidad, hacia el adentro de las personas como única vía de
las resistencias o las renuncias.
La escuela es todavía el dispositivo de la gubernamentalidad liberal. No
es el espacio del autoritarismo, el castigo o el encierro, sino el espacio en el
cual se construye la obsesión imaginaria de la libertad individual y se aniquila
la capacidad de pertenencia a trabajos comunitarios de resistencia. Es decir, la
escuela produce la libertad liberal para el gobierno de la población: una libertad
que frente a los obstáculos de las condiciones reales de existencia no encuentra
más salida que la violencia contra lo próximo o el encerramiento en el sí mismo.

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Juan Carlos Echeverri Alvarez 131

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 133-146. ISSN 1669-8517

El despliegue de nuevas formas de control


en la profesión docente1
Carla Fardella
Universitat Autònoma de Barcelona

Vicente Sisto
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Resumen
Es de conocimiento común que las políticas estatales, especialmente las políticas
sociales han tenido un vuelco importante los últimos veinte años en Latinoamérica.
Las políticas educativas no han quedado eximidas de esto y han tomado formas
radicalmente distintas a lo que fueron en periodos precedentes. La pregunta que
intenta responder este artículo es acerca de cómo se han concretado las nuevas
formas de hacer política en el ámbito educativo, a través de dispositivos propios de
las nuevas sociedades de control. A través de la metodología de análisis de discurso,
se estudiaron textos oficiales del ministerio de educación de la reforma educativa en
Chile y las políticas de fortalecimiento de la profesión docente. Se plantean algunos
resultados en torno a cómo el docente es situado como una pieza clave para el fun-
cionamiento exitoso de la reforma a través de dispositivos de poder y de tecnologías
del yo que construyen categorías de inteligibilidad.
Palabras clave
gubernamentalidad – profesión docente – tecnologías del yo – discurso

Abstract
It is common understanding that state policies, especially social policies, have had
a significant turnaround over the past 20 years in Latin America. Education policies
have not been exempted from this, and they have taken radically different forms
than in previous periods. The question this article tries to answer is how new forms
of politics in education have been settled, through devices characteristic of the new
societies of control. Through the methodology of discourse analysis, official texts
of the education reform are studied in Chile. We bring up some results about how
teachers are positioned as the key to the successful operation of the reform through
mechanisms of power and technologies of the self that build categories of intelligibility.
Key words
governmentality – teaching profession – technologies of self – discourse

1
Este artículo ha sido apoyado por el Fondo Nacional de Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología de
Chile, mediante el proyecto FONDECYT Nº 1090739.

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134 El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente

Desde la década de los 80 se han venido desarrollando una serie de transfor-


maciones en el campo de la política pública y de los servicios públicos. El sentido
de estos cambios ha sido el de terminar con las formas burocráticas propias de
la administración pública, para incorporar estrategias de gestión propias de la
empresa privada. Así, mediante la incorporación de estrategias manageriales
se espera que el Estado mejore en la calidad y eficacia de su tarea. Uno de los
campos en los que esto se ha desarrollado de un modo bastante evidente ha
sido el de la Educación, en lo cual Chile ha sido un ejemplo mundial (Carnoy y
McEwan, 2003). Mediante una serie de reformas implementadas desde los años
80 se ha desarrollado un modelo de educación pública fuertemente basado en
la competencia entre prestadores privados y públicos de servicios educativos.
Esta competencia se desarrolla en el ámbito de la captación de matrícula en el
contexto de un sistema de financiamiento basado en el subsidio a la demanda,
conocido como Voucher. Es esta competencia lo que sería la principal garantía
de calidad. Cabe destacar que los prestadores privados están sujetos a regula-
ciones mínimas, propias de cualquier negocio u empresa que se pueda instalar
en el país, además de medidas básicas de control en torno al cumplimiento de
un curriculum mínimo. Por el contrario los establecimientos públicos están
regulados por una serie de normas, entre las cuales están normas laborales
que garantizan mayor estabilidad a los profesores que el sistema privado. Sin
embargo, desde comienzos de la última década la reforma tomó una decidi-
da orientación a la gestión, estableciendo procedimientos de evaluación del
desempeño, fijación de estándares, y pago por resultados, profundizando los
cambios ahora al interior de las escuelas públicas, estableciendo competencia
e incentivos económicos como los principales referentes del trabajo docente.
De este modo se cumple lo señalado por Grinberg (2006) en el sentido de que
el énfasis en la gestión supondrá una apelación directa a las identidades de los
actores: es de su autonomía, capacidad de emprendimiento y decisión de la
que dependerá en definitiva el devenir de la educación en Chile.
En esto los principales apelados son directamente los profesores. En este
artículo abordamos cómo la política pública orientada a los profesores del siste-
ma público municipalizado en Chile, los interpela a transformar sus identidades.
Mediante el análisis del discurso de algunos de los principales textos oficiales
del Ministerio de Educación en los cuales se exponen las actuales políticas de
fortalecimiento de la profesión docente, se estudia cómo se posiciona al do-
cente como una pieza clave para el funcionamiento exitoso de la reforma. La
interpelación al docente muestra el despliegue de dispositivos de poder y de
tecnologías del yo específicos, orientados a movilizar al profesor, responsabi-
lizándolo por su propia transformación.
En este escrito se desarrolla primero una breve descripción del cambio de
las políticas educativas en Chile, para poder comprender el contexto en que
emerge la política de fortalecimiento de la profesión docente. Posteriormente,
se hace una revisión de la metodología que nos permitió analizar los textos.

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Carla Fardella y Vicente Sisto 135

Finalmente mostramos algunos resultados del estudio discursivo de los textos


oficiales de políticas educativas, donde es posible vislumbrar cómo emergen
prototipos de profesionalidad para los docentes, que se construyen como
categorías de inteligibilidad del sí mismo frente a la sociedad y que inducen al
examen de sí mismo como nuevas estrategias de control. A partir de esto, se
exponen algunos resultados acerca de cómo operan estos nuevos mandatos
políticos a través del discurso lo que nos permite entre ver cómo operan ac-
tualmente la nuevas formas de control social.

La reforma educativa Chilena y el docente como pieza


clave del cambio
Diversos autores (Corvalán, 2001; Cassasus, 2003) plantean que las deci-
siones que toma un gobierno sobre la educación no son ajenas a los intereses y
situaciones sociales presentes en un momento determinado del país, situando las
políticas educativas como un sub-sector de la política social más amplia. Desde
esta lógica para los gobiernos de Chile y de Latinoamérica, la educación pública
ha sido vista como una oportunidad para combatir problemáticas sociales y
económicas, generando competencias y conocimientos en los individuos, que
tengan impacto sobre los niveles de productividad de la economía. En función
de esto, las políticas educativas deberían propender a elevar la efectividad del
servicio ofrecido, situando la educación como un medio para el crecimiento
económico de los países, a través del desarrollo de competencias acordes al
mercado (Gentili, 1995; Nef, 2000; Corvalán, 2001; Cassasus, 2003).
A fines de la década de los 80 el gobierno militar comienza un proceso de
transformación de las políticas públicas, el cual posteriormente es refinado y
consolidado por los gobiernos civiles que le sucedieron. En estos años, las políti-
cas sociales son penetradas por la lógica del New Public Managment, divulgando
la idea de que aquel Estado robusto de la modernidad estaba obsoleto y era
inútil para las demandas de la actual era del capitalismo globalizado. Es así como
en nombre de la calidad y la eficiencia de los servicios sociales, gradualmente
se va instaurando un estado flexible y ágil que pueda desenvolverse mejor en
el sistema neoliberal.
Las políticas sociales en general, y la política educativa en particular, buscan
aumentar la eficiencia en la prestación de servicios, disminuyendo sus costos,
incorporándo así una lógica de libre mercado al sistema educativo. Se instala una
racionalidad de competencia-eficiencia, donde las escuelas y sus actores deben
competir por las matrículas en el mercado. Estas medidas se siguieron de un pro-
ceso de descentralización administrativa del Estado, pero de una centralización
ideológica. Este proceso principalmente se llevó a cabo con la estandarización
de diferentes dimensiones de la educación, el currículo, manuales y textos de

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136 El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente

enseñanza, y de evaluaciones únicas, obligatorias y nacionales para todos los


niveles de la escuela (alumnos, docentes y administradores). Este modelo tiene
la habilidad de combinar una descentralización en la ejecución, administración
y financiamiento de las escuelas, pero de centralizar el planeamiento y control
del desarrollo de las políticas. Todos estos cambios han sido introducidos en
la escuela, apoyados por un discurso que habla de la calidad de educación y la
eficiencia como una nueva ideología.
En el escenario recién planteado, el docente ha sido posicionado por las
políticas educativas como el protagonista del cambio. Esto se ha consolidado
en una serie de políticas y programas que tienen por objetivo mejorar la calidad
de la educación pública a través del fortalecimiento de la profesión docente.
Las políticas de fortalecimiento de la profesión docente, se gestan en Chile
durante el año 1995, sin embargo es partir del 2001 que éstas se intensifican y
se constituyen como una orientación clara de acción del gobierno. La política
abarca múltiples dimensiones de la profesión docente como lo son la formación,
el desempeño y la trayectoria misma del docente, y se las intenta regular desde
la lógica particular del gobierno. Uno de los dispositivos más importantes de
esta política ha sido el Sistema de Evaluación Nacional del Desempeño (Bellei,
Contreras y Valenzuela, 2008). Este sistema, además de centralizado y obliga-
torio, se caracteriza por ser individual, en tanto pone su mirada en el desem-
peño efectivo del docente, a través de indicadores asociados a competencias
específicas del quehacer docente y la tasa de retención, asistencia y rendimiento
académico de los alumnos (Mizala y Romaguera, 2000). En función de la evalua-
ción se clasifica al profesor en categorías de desempeño: Insatisfactorio, Básico,
Competente y Destacado y a partir de esto se prescriben vías de desarrollo
profesional para cada docente. A partir de este sistema, se espera incentivar el
desarrollo de nuevas prácticas docentes y un nuevo perfil de profesional basado
en competencias técnicas, autonomía, responsabilización individual por resul-
tados y autogestión del propio desarrollo profesional, ligándose fuertemente
a la idea del trabajador como emprendedor, autor y responsable de su propia
trayectoria (Bolívar, 2004; Rivas, 2004).

Nuevas formas de trabajo


Las nuevas políticas que regulan la labor docente se inscriben en una
serie de cambios del mundo laboral, ocurridos en las últimas décadas de
manera transversal en el campo del trabajo. A estos cambios la literatura le
ha dado el nombre de Posfordismo. Estas nuevas tendencias, son compren-
didas en contraste con el modelo precedente (Fordismo), un emergente,
que describe una serie de propensiones de cambio en lo laboral enmarcado
en un nuevo capitalismo y en nuevas formas de control social (Boltanski &
Chiapello, 2002; De Giorgi, 2002). La organización laboral se transformó,

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Carla Fardella y Vicente Sisto 137

creándose nuevas segmentaciones del mercado de trabajo e incrementando


labores atípicas, como son los trabajos por proyecto, de subcontratación y
prestación de servicios (De la Garza, 2000; Maza 2004; Medá 1996; Sennett,
1998). En particular la labor docente se ha intensificado significativamente,
sus funciones laborales se han diversificado y los límites del oficio de han
difuminado.
Las prescripciones políticas han colonizado el uso del tiempo, construyendo
una noción de tiempo racional, controlable, planificable y gestionable (Har-
greaves, 2005). De esta forma el tiempo subjetivo del docente se ha subordinado
a las categorías del tiempo racional-productivo. Las categorías hegemónicas de
comprender el tiempo han subordinado los tiempos de las escuelas y sus actores,
reformulando los tiempos de descanso, como recreos y horas de comida, en
horas de reuniones productivas y atención de apoderados.
Paralelo a esto, se transforman las relaciones laborales, donde se pasa de
lógicas más colectivas a lógicas individualizantes y de producción (Andrade,
2008). Las nuevas prácticas de trabajo multidireccionales acaban por fragmentar
la fuerza de trabajo colectiva, que fueron perdiendo fuerza y por lo mismo la
capacidad de negociación. Así, la influencia del colegio de profesores en las
políticas educativas se diluye en múltiples individuos ejecutando dispositivos
políticos (Martínez, 2008), con una organización frágil que intenta defender
sus últimos derechos laborales. Aparejado con el desgaste de las ideologías
relacionadas a los movimientos obreros, se implanta con fuerza una cultura
laboral centrada en el individuo, donde las capacidades personales reemplazan
la confianza anterior en las vinculaciones colectivas del Taylorismo (De la Garza
2000; Masa 2004).
A fines de los 90 el docente es despojado de su rol de funcionario público
y con ello también cambia su relación con el Estado. La desregulación laboral
penetra el trabajo docente, y esto permite a los municipios una gestión flexible
de los servicios sociales, disminuyendo sus gastos y responsabilidad social,
pero aumentando su competitividad en el mercado. El estado ya no garantiza
un puesto de trabajo para el docente, hoy sólo ofrece oportunidades para su
formación, enmarcada en la lógica de la formación continua (Zaidan, 2008;
Grinberg, 2006), prescribiendo trayectorias laborales unidimensionales.
Desde un marco foucaultiano podemos comprender que el docente
como funcionario público con un espacio laboral asegurado responde a
lógicas gubernamentales propias de una sociedad disciplinaria, tal como lo
hicieron las cárceles y las fábricas y la escuela. Sin embargo hoy participa-
mos de nuevas formas de gobierno. Esta nueva dinámica también queda
impresa en la forma actual de otorgar recursos en educación; si bien antes
recibir recursos era un derecho de las escuelas y sus alumnos, hoy es una
oportunidad, que debe ser concursada y ganada por los actores educativos.
La responsabilidad social asumida antes por el estado, es trasladada a los
docentes y a las comunidades escolares locales, asumiendo ellos las antiguas

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138 El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente

funciones del estado (Maza, 2004; Grinberg 2006; Rose,1998). El estado se


desmarca del riesgo ganar/perder y este queda distribuido, mas no disuelto,
en los actores escolares, asumiendo ellos los nuevos riesgos propios de los
movimientos del mercado.
La oportunidad, la formación continua, y la autoevaluación como mandatos
claves para desarrollar un prototipo de profesionalidad docente de calidad,
responden a una racionalidad de poder más compleja y sofisticada. Nos habla
de un poder a distancia, pero continuo, de un poder presente pero invisible,
un poder que ha confiscado aquellas formas de ser un “buen docente”.

Aproximaciones a través del análisis de discurso


Los datos que se presentaran a continuación son parte de una investigación
donde nos proponemos profundizar y esclarecer esta demanda realizada a la
práctica docente, preguntándonos a la vez por la manera concreta de proceder
de estas nuevas formas de gobierno.
Para llevar a cabo este estudio se ha optado por una metodología de inves-
tigación cualitativa, donde a través de un estudio de documentos se pretende
generar un conocimiento de carácter local, específico y contextualizado en
Chile, aun cuando conocemos que este tipo de fenómeno tiene un despliegue
más amplio. Hemos trabajado con una muestra de 11 textos oficiales, tanto
declarativos como prescriptivos acerca de diferentes programas que componen
la política de fortalecimiento docente. En los textos declarativos agrupamos
documentos como discursos públicos y presentaciones web de los programas
y la agrupación de textos prescriptivos comprende manuales e instructivos de
cómo ejecutar los programas.
La perspectiva analítica adoptada aquí corresponde al modelo de Potter
y Wetherell. Desde aquí, una premisa importante para este análisis es que el
lenguaje es acción, que el mundo social y sus sujetos existen en virtud de su
construcción lingüística y discursiva, erigida en base a significados construidos
socialmente (Cabruja, Iñiguez y Vázquez, 2000). Entenderemos por discurso
“un conjunto de prácticas lingüísticas que mantienen y promueven ciertas
relaciones sociales” (Iñiguez y Antaki, 1994:63). De modo tal que el Análisis
de Discurso es el “estudio de cómo esas prácticas actúan en el presente
manteniendo y promoviendo estas relaciones” (Ibáñez e Iñiguez, 1996:75). A
esto agregamos que el análisis del discurso implica el desarrollo de hipótesis
sobre los propósitos y consecuencias del lenguaje (Wetherell y Potter, 1992).
A su vez los discursos se encuentran articulados y anclados a otros discursos,
de esta forma la intertextualidad también es una cualidad del texto a analizar
(Iñiguez y Antaki, 1994).
A continuación presentamos dos categorías que emergen del análisis, a
saber: el docente como estratega y el docente que se administra a sí mismo.

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Carla Fardella y Vicente Sisto 139

Resultados
El docente como estratega
Las políticas de fortalecimiento de la profesión docente definen un modelo
de profesión docente que demanda al profesor organizar y ejecutar su labor de
determinada forma, prescribiendo con ellos las prácticas que según la política
darían cuenta del docente. El siguiente fragmento nos permite trabajar sobre
esta idea.
El docente, basándose en sus competencias pedagógicas, en el conocimiento
de sus alumnos y en el dominio de los contenidos que enseña, diseña, selec-
ciona y organiza estrategias de enseñanza que otorgan sentido a los contenidos
presentados; y, estrategias de evaluación que permitan apreciar el logro de los
aprendizajes de los alumnos y retroalimentar sus propias prácticas. (doc. 2)

Un concepto clave usado en el texto es el de estrategia, término que cons-


truye la práctica docente como una sucesión de acciones, determinadas de
forma anticipada, que intentan asegurar el logro de un objetivo. Este cúmulo
de acciones se sintetiza en la demanda de un docente racional, que analiza las
oportunidades, toma decisiones basadas en datos, diseña, procede y posterior-
mente se evalúa en función de los resultados. La práctica docente se tecnifica, en
función de un objetivo; así, un modelo racional y estratégico es sobrevalorado
por sobre otras formas de ejercer la docencia.
Algunos antecedentes nos enseñan que este modelo de profesionalidad se
ha caracterizado por su distancia con lo que cotidianamente realiza un profe-
sor en su escuela. El terreno local de la docencia pública históricamente se ha
desarrollado en torno a vocaciones profesionales ligadas al servicio público, al
voluntariado social, revistiéndolo de un cierto rasgo mesiánico (Nuñez, 2004,
2007; Cornejo y Reyes, 2008), lo que a su vez se ha acompañado de un docente
que muchas veces se ha desempeñado como guía moral en una escuela que
funcionaba como una ampliación de los procesos de socialización de la familia
(Andrade, 2008). Acorde a esto, el quehacer docente ha tomado formas de
ejecución más espontáneas, creativas y artesanales, que nada tienen en común
con las categorías de definición de docencia impuestas por la política.
La distancia entre este nuevo docente profesional y el históricamente cons-
tituido, nos hablan de categorías de sujeto docente artificiales y construidas
desde el discurso hegemónico de la política, las cuales se posicionan como unas
categoría de verdad y deber para el docente. Las categorías de verdad acerca
de cómo se debe ser un docente hoy, responden a un lenguaje propio de la
gestión por competencia, visto en el uso de términos como ‘competencias,
dominios, estrategias’, desconociendo las prácticas cotidianas. Esto implica una
interpelación al docente a inscribir su práctica en un lenguaje ajeno para poder

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140 El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente

ser leído como tal. Se establece un marco de inteligibilidad en cual el maestro


debe adecuar sus prácticas y releerlas desde allí. En este sentido la noción de
‘competencias pedagógicas’ construye la labor del profesor sobre un conjunto
de atributos personales, donde actuares específicos destinados a ciertas labores
son definidos como cualidades que están dentro del sujeto. Así la labor queda
suscrita en una lógica individualista, donde el docente es responsable de su
quehacer y del éxito de éste. Estas prácticas son constitutivas de su ser docente,
lo cual implica que él también debe reconstituirse según este nuevo lenguaje.

El docente que se administra a sí mismo


En el análisis anterior emerge la autoevaluación como una estrategia clave
para ser más un docente más efectivo, idea que analizaremos en mayor profundi-
dad a continuación. El proceso de auto-revisión de las prácticas profesionales es
quizás la vertiente más representativa de la política. A continuación mostramos
un extracto con el cual comienza un manual acerca de buenas prácticas docen-
tes, que son las que posteriormente serán medidas por el sistema de evaluación
docente, y que representa un intento evidente por construir herramientas para
guiar la autoevaluación. “En él se establece lo que los docentes chilenos deben
conocer, saber hacer y ponderar para determinar cuán bien lo hace cada uno
en el aula y en la escuela” (doc. 3). De acuerdo a la cita podemos ver como los
criterios para definir a un docente se muestran como algo acabado y estático,
lo cual debe ser utilizado para un fin determinado, promover una determina-
da mirada sobre las propias prácticas. Agregado a esto, dichos criterios son
construidos como obligatorios, ‘deben’ de ser manejados por los docentes.
Así, es posible ver que aquello demandado al docente no es la auto-revisión
de la propia práctica, sino la comparación de su quehacer con descriptores
de desempeño exitoso construidos como incuestionables, construidos por
otros. Detrás de la práctica de autoevaluación está la demanda a leer el pro-
pio desempeño bajo códigos proporcionados por la política. Como dijimos
anteriormente estos descriptores funcionan como dispositivos para volverse
inteligible frente a las políticas y autoridades educativas, pero también frente
a sí mismo, en tanto que, para que el docente se pueda entender a sí mismo
como un “docente chileno” debe inscribirse en determinado lenguaje y desde
allí alinear su propia conducta.
A su vez estos códigos de inteligibilidad son variables, y en ocasiones son
descritos de manera sutil, aun cuando la función es la misma:
un marco socialmente compartido que permita a cada docente y a la profesión
en su conjunto, enfocar sus esfuerzos de mejoramiento, asumir la riqueza de
la profesión docente, mirarse a sí mismos, evaluar su desempeño y potenciar
su desarrollo profesional, para mejorar la calidad de la educación. (doc.5)

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Carla Fardella y Vicente Sisto 141

La expresión “un marco socialmente compartido que permita (…)” pareciera


ser diferente a lo construido en la cita anterior (“lo que los docentes chilenos
deben saber”). En un sentido explícito, uno es un referente compartido que
permite ciertas cosas, otro establece reglas e impone un deber. Sin embargo la
función de ambos enunciados es la misma: presentar referentes prescriptivos
que regulen la manera en que el docente debe administrar su acción profesio-
nal. Estos apuntan a dos dimensiones, primero acciones cotidianas y segundo,
el desarrollo de su carrera docente, como una prescripción que funciona hacia
el futuro, determinando ciertas trayectorias profesionales. También se lee una
solicitud más profunda y general, ya que como lo describe la cita los criterios a su
vez pretenden orientar la comprensión de la “riqueza de la profesión”. Es decir la
comprensión y valoración que cada docente hace de su profesión, también estará
mediada por estos descriptores externos que definen el valor de la profesión.
Esta demanda a leer bajo determinados criterios la propia conducta es
promovida bajo un fin: “mejorar la calidad de la educación”, este tiene la
cualidad de ser un objetivo que pareciera común a los actores educativos, un
proyecto de bien superior donde se justifican las demandas realizadas. Por otro
lado, invocar acciones individuales en el nombre de un proyecto común tiene
el interesante efecto de generar que las tareas que permiten el desarrollo y
consecución de este proyecto sean introyectadas en el sujeto docente. Así,
se desplazan responsabilidades colectivas como la calidad de la educación, a
espacios de acción individual. Lo interesante de esto es que al demandar una
acción en nombre del bien común, se encamina determinado sentido para la
acción. Esta retórica del bien común se inmiscuye en la construcción de sentido
realizada por el interlocutor, desviando otras posibles interpretaciones. Así, lo
dicho tiene el efecto de ser leído como invitación a participar en un proyecto
común y no como solicitud de determinada acción por parte de una autoridad.
De acuerdo a lo revisado en este apartado, vemos que se apela a un sujeto
que debe autogobernarse bajo determinados patrones externos como lo son
la autodisciplina, la planificación racional en base a objetivos y su consecución
a través de acciones individuales. A la vez todo ello queda justificado en un
proyecto nacional común, que le otorga determinada interpretación a la deman-
da. Paralelamente, estos cánones externos de buen ejercicio de la profesión,
funcionan como guía prescriptiva de determinas conductas en tanto proceden
como patrones de inteligibilidad que el docente debe actuar para poder definirse
como tal. Así la política se construye desde una posición de enunciación donde
puede definir bajo determinados parámetros qué es ser y no ser profesional
docente, y cómo éste debe leerse a sí mismo.

La ciencia como argumento de Verdad


En el texto anterior encontramos que una de las justificaciones discursivas
para instalar estas demandas políticas a los docentes es el bien común de la

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142 El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente

educación pública. En el siguiente extracto, mostramos como “el buen docen-


te” comprometido con el proyecto público toma fuerza como categoría de
verdad en nombre de la ciencia y lo científico. Este recurso retórico se reitera
en los textos, justificando la relevancia del docente como solución al problema
educativo:
Tal como lo demuestran diversas investigaciones, la calidad del desempeño de
los docentes, entre otros factores, es uno de los que tiene una alta incidencia
en los logros de aprendizaje de los estudiantes. (doc. 6)

En el extracto presentado “la ciencia” aparece como la fuente argumentativa


constituyente de verdad. De esta forma pareciera que no es el estado quien
promueve esta forma de ser docente, sino la ciencia, sin que haya ninguna
decisión por parte de las autoridades, más bien ellos han “capturado” aquello
correcto, incuestionable y útil para la educación de Chile. En estos casos utilizar
el recurso retórico de lo científico se vuelve una herramienta de solapamiento
de la autoridad en tanto oculta los propios intereses detrás de la verdad cons-
truida por el peso del argumento científico.
De acuerdo a los fragmentos revisados hasta ahora, podemos ver que se
plantea un problema que “es de todos”, que permite demandar el involucra-
miento del docente. Así, la centralidad del docente y su justificación como pieza
clave para la solución del problema queda fundada en diferentes argumentos,
como lo son la construcción de consenso, la demanda externa y el argumento
científico, argumentos que ponen la fuente de decisión fuera del hablante.

Gubernamentalidad y nuevas formas de poder


Las políticas de fortalecimiento docente funcionan construyendo en sus
discursos nuevos objetos y sujetos, a través de delicadas palabras en nombre
del bien común penetran en la lógica escolar. Estas medidas no son voluntarias,
son mandatos oficiales, pues quien no lo haga corre el riesgo de ser clasifica-
do en aquellas categorías de docente no deseado con la amenaza inminente
de quedar fuera del sistema educativo. Así el orden social se difumina en las
actividades cotidianas, se filtra en la vida diaria, en las posibilidades de articula-
ción entre las personas y en las formas de ser sujeto (Maza, 2004; Boltanski y
Chiapello, 2002; De Giorgi, 2002). El sujeto trabajador ya no importa en tanto
cantidad de horas trabajadas, importa la cualidad completa con la que vive lo
laboral. La teoría del capital humano es clara en esto: el sujeto trabajador debe
ser abordado desde todos sus ámbitos, su educación, su historia, su familia, su
tiempo libre, su futuro. En este sentido lo que hay que modificar es el nivel y
el contenido del capital humano y, para actuar sobre este “capital”, es necesa-
rio movilizar toda una multiplicidad de dispositivos, solicitar, incitar, invertir la
“vida” (Lazzarato, 2005:6). Un buen ejemplo de ello es la llamada Gestión por
Competencias (Senge, 1990; Handy, 1996), la cual se ha transformado en guía

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Carla Fardella y Vicente Sisto 143

de políticas económicas, laborales y de formación (Políticas de evaluación del


ministerio de educación Fundación Chile, 2004), donde se ve la organización
del trabajo docente en este caso, como un proceso de articulación de com-
petencias individuales.
El nuevo sujeto docente es obligado a ser activo y flexible para poder dar res-
puesta al inestable mercado escolar. Este nuevo trabajador debe ser adaptable,
en formación constante, insertarse, incorporarse y despedirse simultáneamente
de numerosos proyectos, transitar entre tareas diversas. Y es justamente esta
capacidad de adquirir nuevas competencias y ser polivalente, lo que le da valor
en el mercado y lo hace un sujeto empleable (De Giorgi, 2002). Como señalan
Boltanski y Chiapello, la esperanza prescrita para el nuevo profesional docente
está en ser activo y autónomo. “es el líder de sí mismo, líder en sus relaciones
de arriba a abajo, líder en sus redes” (2002, 167). El profesional debe tener
proyectos, ser proactivo y adelantarse a la incertidumbre del cambio, estar
atento y conectar nuevas posibilidades (Boltanski y Chiapello, 2002; Castells,
1998; Senett, 1998). Se le consigna administrarse bien para ser el dueño de
sí mismo, así se le ofrece la presentación que debe hacer de sí mismo ante el
mundo laboral, modificarse ante las circunstancias y volverse deseable por el
mercado, saber hacer de sí un objeto empleable y vendible es su responsabilidad
(Sisto y Fardella, 2009).
En el terreno escolar el rol del maestro ha sentido estos cambios, sus límites
se volvieron ambiguos y su labor más intensa. Se han prescrito formas de trabajo
individualizantes, traduciendo la labor docente a estándares evaluables asocia-
dos a incentivos individuales por resultado, otorgados a través de la medición
de efectividad según indicadores (Birgin, 1997; Vaillant, 2005). Como señalan
Birgin (1997) y Bolívar (2004) la flexibilidad, precarización e individualización,
desconocen la historia de trabajo colectivo de los docentes y son la contracara
de los rasgos tradicionales del empleo docente, que se caracterizaba, como ya
desarrollamos, por ser un empleo público y estable.
Como hemos visto, las formas de gobierno actual han permitido que el mode-
lo neoliberal se transforme en el eje productor de lo cotidiano (Foucault,1977).
Esta forma tiene la peculiaridad de gobernar tomando el mercado “(…) como
instrumento de inteligibilidad, como verdad y medida de la sociedad” (Lazzarato,
2005: 2). Es así como las formas gobierno ponen de relieve la heterogeneidad
de sus acciones, su valor ya no está en la coherencia, sino en su valor práctico
y funcional en la regulación de la población, las medidas de su estrategia son el
mercado y la competencia. De esta manera se opera con diferentes unidades
de consistencia cada una contingente a una circunstancia y lugar determinado.
En esta lógica, las artes de gobierno son amplias pero especializadas, sutiles
y adecuadas a lo de cada instante y a lo aleatorio (Foucault, 1992). Integran
incesantemente nuevos elementos, aprehendiendo los detalles de lo cotidiano
y del sujeto, reconsiderando la multiplicidad, lo marginal, lo periférico. Así para
Lazzarato (2005:4)

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144 El despliegue de nuevas formas de control en la profesión docente

Lo que existe no es el poder, sino el poder en el momento de hacerse, de-


pendiendo directamente de los acontecimientos, a través de una multiplicidad
de dispositivos, arreglos, leyes, decisiones, que no son un proyecto racional y
preconcebido (“un plan”), sino que pueden hacer un sistema, una totalidad.
Un sistema y una totalidad siempre contingentes.

Las nuevas formas de gobierno sobre los docentes son vistas como una forma
sutil de introducirse en la vida íntima de los sujetos, espacio donde dispositivos
híbridos y múltiples intervienen en el conjunto de condiciones de la vida bus-
cando la constitución de la subjetividad, solicitando decisiones y acciones de
los individuos. Como señalan Dreyfus y Rabinow (2001), el bio-poder se filtró
en las más pequeñas contorsiones y minúsculas vibraciones del alma.
De acuerdo a Rose (1998), las sociedades occidentales actuales tienen la
capacidad de construir sujetos con límites estables y definibles, que son origen
de decisión y acción. Sisto (2008:3) apoya esta idea señalando “Si la libre elec-
ción es el valor fundamental, el objeto de gobierno principal es la intimidad en
base a la cual el sujeto ‘elige libremente’”. Así las formas de gobernar también
se vuelven fabricantes y productoras de libertad.
Paralelo a esto se desarrolla una forma de organizarnos donde el poder
funciona y se ejerce sin centralización (Foucault, 1992), fomentando el control
dentro de cada parte de la red (individuos, equipos de trabajo). En educación la
demanda a la autoevaluación y autoregulación de la carrera profesional, pres-
crito sin embargo por estándares externos al sujeto, se vuelve emblema de las
nuevas políticas de fortalecimiento profesional. Este sistema descentralizado
permite una presencia del Ministerio de Educación, como entidad abstracta,
en cada institución educativa señalizando qué es lo esperable de la producción
escolar, gobernando a “distancia” a través de la instrumentalización de una
autonomía regulada de los actores educativos (Bardisa, 1997; Navarro 2003).
Agregado a esto, este mecanismo permite que se intercalen dispositivos de
división y aislamiento entre los conflictos locales y el resto del sistema (Weiler,
1996; Bardisa, 1997) favoreciendo la fragmentación y descentralización.
Gobernar tal como lo señala Foucault (1990) es punto de encuentro entre
las tecnologías de poder y las tecnologías del yo. Las políticas educativas pres-
criben aquellas particulares formas en las cuales los docentes deben conocerse
y dominarse a sí mismos, a través de la creación de un juego de verdades
acerca de qué es ser un buen docente y un mal docente y las implicancias
sociales y subjetivas de “ser” uno o el otro. La política de fortalecimiento
docente es ante todo una construcción de verdad, con un conjunto de cri-
terios e indicadores que permite ver y nos indica cuán cerca estamos de ser
un buen o mal docente.

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Carla Fardella y Vicente Sisto 145

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 147-156. ISSN 1669-8517

Biopolítica y excepción.
Apuntes sobre violencia social

Antonio Fuentes Díaz


Universidad Autónoma de Puebla

Resumen
El presente artículo hace una lectura sobre la proliferación de la violencia en México
y Centro América. La discusión tomará como eje las nociones de nuda vida y biopo-
lítica, discutiendo la pertinencia de esta última para analizar el ejercicio del poder,
la gobernabilidad y los sistemas políticos en la región. Se sostiene que la violencia
muestra la mutación de las formas de la gobernabilidad fincada en el modelo de
subjetivación disciplinario del trabajo (fordismo), hacia la gerencia de riesgos propio
de las sociedades de control (neoliberalismo). La atrocidad sobre el cuerpo puede
leerse como un vaciamiento político de la vida.

Palabras clave
biopolítica – violencia – subjetividad – excepción – nuda vida

Abstract
The present article does a reading on the proliferation of violence in Mexico and
Central America. The discussion will take as an axis the notions of nude life and bio-
politics, discussing the relevancy of the latter to analyze the exercise of the power, the
governance and the political systems in the region. We argue that violence shows the
mutation of the forms of governance cultivated in a model of disciplinary subjectivation
of work (fordism), to the management of risks inherent in the societies of control
(neoliberalism). The atrocity on the body can be read as a political emptying of life.

Key words
biopolitics – violence – subjectivity – exception – nude life

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148 Biopolítica y excepción. Apuntes sobre violencia social

Nuevas violencias
En Latinoamérica, a las anteriores formas de violencia tales como la desapari-
ción forzada, la guerrilla y el paramilitarismo, se aúnan nuevas como la violencia
colectiva, el sicariato, la violencia de las maras y del narcotráfico, todas ellas
utilizando la vejación corporal y la atrocidad en dimensiones muy naturalizadas.
Estas nuevas violencias presentan un carácter difuso y ubicuo en lo cotidiano,
en donde raramente se precisan fines o demandas particulares. En los últimos
años hemos presenciado la proliferación de vejaciones corporales a escalas im-
pensables, desde los métodos de contrainsurgencia en periodos de guerra civil,
hasta la exposición cotidiana de restos humanos en vías públicas, como formas
ejemplares del ajuste de cuentas entre grupos rivales en México, Guatemala y
El Salvador. La violencia banal así convocada induce a pensar en transformacio-
nes en la subjetividad y en las formas en que la violencia mediaba las relaciones
sociales en etapas previas.
En México a partir del 2006, con el ascenso de Felipe Calderón al gobierno
de la república, se desató la llamada “Guerra contra el narcotráfico”, hecho
que ha costado la vida a cerca de 35 mil personas hasta el día de hoy. Varias de
las respuestas entre los grupos de narcotraficantes, tanto por el embate del
gobierno como en su competencia interna por mercados, han tenido el sello
de la atrocidad: cuerpos mutilados en plazas y avenidas, cadáveres colgando
de puentes, cabezas cercenadas que son depositadas en el exterior de edifi-
cios públicos que pertenecen a las Instituciones de Seguridad. Sin embargo la
emergencia de estas prácticas atroces y su espectacularidad rebasan el contexto
del combate al narcotráfico, se encuentran difuminadas en otros ámbitos y
con otros actores. Es el caso de los linchamientos o acciones colectivas de
violencia punitiva. En México, desde la década de los 80 del siglo pasado hasta
el año 2007, ocurrieron cerca de 500 linchamientos (Fuentes Díaz, 2008); en
Guatemala, de acuerdo a las cifras reportadas por la MINUGUA (2004), del
período 1996-2002 ocurrieron 480 linchamientos (tan solo en 6 años, lo que
representa una altísima concentración de ese fenómeno). En ambos países los
linchamientos son altamente ritualizados y con innumerables vejaciones cor-
porales: golpizas, ahorcamientos, laceraciones, lapidaciones e incineraciones
entre las más comunes.
De la misma manera, la violencia ejercida por bandas juveniles conocidas
como Maras han asolado El Salvador, Guatemala y el sur de México. Conocidos
por su alto nivel de violencia (el ingreso a la Mara exige un asesinato), las Maras
han establecido controles paralelos en importantes zonas de El Salvador y Gua-
temala, abundantes son los casos de extorsión a comercios o casa-habitación
que estos grupos ejercen, bajo sentencia de muerte en caso de no “cooperar”.
En años recientes se han vinculado con el tráfico de sustancias ilícitas y con el
tráfico ilegal de personas hacia los Estados Unidos, lo que ha potenciado su
reactividad. En San Salvador, en junio de 2010, personas pertenecientes a una

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Antonio Fuentes Díaz 149

Mara incendiaron un ómnibus con pasajeros dentro, falleciendo calcinados 11


de sus ocupantes (Iraheta, 2010).
Sostengo que estos hechos nos revelan un nuevo tipo de subjetividad fun-
cional que es producto de una mediación diferente de las relaciones sociales,
subjetividad que no se expresa como crisis, sino que tiende a hacerse estructural
y que no es posible explicar a través de la noción de biopolítica.

Violencia y mediación
Desde la perspectiva que se desarrollará en este trabajo, estas formas de
violencia responden a la ruptura de la mediación social que había generado la
expresión local del estado fordista, entendida como mediación entre capital y
trabajo. Desde la perspectiva de larga duración, las estructuras de mediación
han tenido un papel fundamental en la gestión de la vida de las poblaciones,
el papel de la mediación ha sido enfocado sobre el control del trabajo, de
manera tal que la mediación se puede concebir como la manera específica de
subjetivar la relación capital-trabajo. Una de las formas de entender esos pro-
cesos de mediación en la construcción de subjetividades podemos hallarla en
las prácticas disciplinarias sobre la fuerza de trabajo que requirió el desarrollo
del capitalismo industrial, así como la noción de derechos ciudadanos; ambos,
disciplina y derechos, fungieron como procesos de mediación de la fuerza de
trabajo dentro del capitalismo. Esto se vinculó con la asepsia de violencia en las
relaciones sociales, dado que el control de la fuerza de trabajo tendió a hacerse
subjetivo (Foucault, 1993).
El planteamiento que discuto se acerca al propuesto por S. Murillo (2001,
2004). Para la autora se han generado grandes periodos de “estabilización”
social en la modernidad, cada período ha sido signado por una forma de me-
diación específica. El primero sería el pacto de sujeción - del siglo XVII- , que
asumiera el “estado de guerra” como un proceso permanente que debía ser
limitado a través de la fuerza, este sería el momento teorizado por Hobbes. Un
segundo momento, fue el largo proceso de la abstracción soberana depositaria
de derechos, el argumento rousseauniano del “pacto de unión”, del consenso,
de la “voluntad general”, la de igualdad de derechos. Este momento genera las
grandes claves de la mediación contemporánea: ciudadanía, soberanía, derecho,
igualdad, libertad, democracia, estado, progreso, representación.
El surgimiento del estado benefactor, por ejemplo, fue la gran mediación
bajo la cual se estabilizó la conflictividad social –contradicción capital-trabajo–
hacia inicios del siglo XX1. La mediación por jornadas laborales reguladas,

1
Para Negri la instauración del Estado de bienestar representó un proceso de adaptación del capital
hacia el poder que el movimiento laboral había alcanzado hacia fines del siglo XIX e inicios del siglo XX,
por ello retoma como símbolo de este momento al octubre de 1917. Comenta: “El formidable salto
adelante que la ciencia del capital opera con Keynes consiste en el reconocimiento de la clase obrera como

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150 Biopolítica y excepción. Apuntes sobre violencia social

salario mínimo, derecho a huelga, organización sindical y demás prestaciones


sociales que buscaron canalizar-disciplinar el trabajo a partir de la trama estatal,
se encuentran en la mediación por derechos del pacto de unión.
Ahora bien, al parecer estamos ante el agotamiento de la mediación fincada
en esa forma de construcción del lazo social. Y en ese sentido, la violencia cambia
porque responde a otra forma de la mediación del conflicto, lo que daría paso a
la siguiente forma de mediación bajo el paradigma de la seguridad. Los cambios
en la mediación capital trabajo están en sintonía con el cambio en las formas de
la acumulación de capital, es necesario entender que un régimen de acumulación
es expresión de relaciones sociales de largo alcance, desde esta perspectiva, el
cambio del fordismo a la acumulación flexible (Harvey, 1998) implicó un cambio
también en las relaciones sociales que mediaban el antagonismo entre capital
y trabajo. En ese sentido es que se puede argumentar que la proliferación de
violencia banal2, es un síntoma de la mutación de la mediación que el despla-
zamiento de un régimen de acumulación a otro trajo consigo.

Castigo, espectacularidad y mediación


Ahora bien, un aspecto completamente claro en la violencia contemporá-
nea: linchamientos, ejecuciones de los grupos de narcotráfico, las ejecuciones
de las maras, es la reaparición de las vejaciones corporales como espectáculo.
¿Qué revela la necesidad de castigar públicamente? Estos fenómenos concitan
un número de factores como el involucramiento de numerosas personas, la
ritualización y la descarga emocional. Como sugiere Foucault (1993), el cambio
del castigo desde el suplicio a la benignidad disciplinaria, fue una parte impor-
tante de la extensión del Estado y de la construcción de la hegemonía en la
Europa moderna.
La desaparición del sufrimiento como espectáculo y la asepsia de violen-
cia en el espacio público fueron procesos vinculados con esta conformación
del Estado, lo que significó, desde otra perspectiva, la construcción de una
moralidad que articulaba una mediación en términos del disciplinamiento en
la constitución de las nuevas subjetividades. En esta constitución se hallaron
figuras como la individualidad y la ciudadanía sobre las cuales se articuló la
mediación del Estado burgués. En este proceso el castigo tendió a ocultarse
dentro del proceso judicial penal, lo cual llevó a sacarlo de la percepción coti-
diana y a volverlo parte de una conciencia abstracta a partir de la interiorización
del código legal, lo que se correspondió con el establecimiento de formas de

momento autónomo dentro del capital... En efecto –parece reconocer Keynes- el sistema funciona no
porque la clase obrera esté siempre dentro del capital, sino porque puede estar también fuera; porque
siempre amenaza de nuevo con estar fuera.” (Negri, 1986:31)
2
Violencia banal, es entendida como aquella violencia que no funda orden, que no presenta fines políti-
cos, ni jurídicos, que solo se expresa como manifestación

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Antonio Fuentes Díaz 151

sensibilidad ligadas a ese proceso de construcción estatal (Spieremburg, 1984).


Ahora bien, el mantenimiento y emergencia de las vejaciones corporales en
los ajusticiamientos públicos, en los asesinatos selectivos de las maras y en
las ejecuciones vinculadas a los grupos del narcotráfico en México y Centro
América, quizá digan algo acerca de las limitaciones del poder del Estado y la
forma en cómo se construyó.
Esto sugiere, siguiendo las líneas trazadas por Foucault, que si la abstracción
de lo penal no se constituyó totalmente en la subjetividad de una sociedad,
no se pudo generalizar su efecto de mediación. Desde la perspectiva que se
argumenta en este trabajo, se puede localizar la forma no interiorizada de
disciplinamientos sociales como un ethos, es decir, un conjunto de prácticas
políticas ancladas en un sistema de relaciones sociales que no se constituyeron
subjetivamente dentro de los cánones disciplinarios propuestos por el estado
liberal burgués. Fueron sociedades en donde no se presentó un panoptismo
constitutivo de las relaciones sociales, no es casual que la fuerza y el control
autoritario haya prevalecido como un fuerte componente de sus sistemas
políticos y que se hayan incorporado a una forma cultural también, lo popular
autoritario (Fuentes, 2008). La forma histórica del control de poblaciones en
dichos países fue la fuerza y en algunos casos el terror, más que la subjetividad
disciplinaria, por ello se puede plantear que el modelo de análisis biopolítico
no da cuenta de la complejidad de las relaciones sociales en formas estatales y
sociedades poscoloniales.
La pregunta que surge aquí es qué aconteció en sociedades con este tipo
de construcciones estatales, en donde hubo quiebres históricos en las formas
de la mediación social de amplios segmentos de la población (indígena y afro-
descendientes). Se puede suponer que la economía en el ejercicio del poder no
fue aquella que tendía hacia controles biopolíticos, sino que la propia estructura
productiva en estos países durante el periodo colonial (economía de hacienda
o plantación) hacía de la compulsión física de la fuerza de trabajo el eje de la
valorización. Esto irradió al resto de la sociedad una cultura política autoritaria
y una subjetivación no disciplinaria en el ejercicio del poder. Subjetividad no
disciplinaria que permitía una estructura de sentimiento de alta tolerancia al
dolor y a la violencia, que expresaba la vulnerabilidad de la vida de importantes
grupos sociales radicados históricamente en los márgenes de dichas formas de
regulación política de la vida. Por ello, podría sugerirse, a diferencia del modelo
foucaultiano, que en los estados estudiados, México, Guatemala y El Salvador,
la forma de la mediación fue anti-biopolítica.
Lo anterior es importante para comprender el alto nivel de tolerancia a la
violencia, su espectacularidad y la atrocidad en las vejaciones corporales. El
desplazamiento del ritual punitivo hacia lo penal fue un proceso que tendió a
hacer incorporal la sanción, a partir de sanciones administrativas que la sociedad
burguesa introdujo (la multa y la privación de derechos), dicha introducción
reforzó cambios en las sensibilidades emocionales de rechazo a la espectacula-

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152 Biopolítica y excepción. Apuntes sobre violencia social

ridad del sufrimiento, al mismo tiempo que delegaba y centralizaba la violencia


en cuerpos de especialistas. Esto es importante porque hace pensar en que la
asepsia de violencia en el espacio público es producto de una forma específica
de la mediación de las relaciones sociales, que radica fundamentalmente en la
abstracción legal y el monopolio de la violencia; si dicha mediación no incluyó
históricamente vastos segmentos de su población o los abandonó después
producto de cimbronazos económicos, tenemos que el cuerpo y la especta-
cularidad ejemplar de su sanción regresan como forma inmediata de control.
Esto lleva a pensar entonces en los procesos de construcción de las media-
ciones políticas en los Estados que nuestro estudio apunta. La construcción de
la mediación no siguió estos parámetros de abstracción (individualidad, ciuda-
danía), sino formas particulares en donde la mediación autoritaria, necesaria
como forma productiva, hizo de la corporalidad el blanco del ordenamiento
y control social.

De la biopolítica a la gerencia de lo desechable


La transformación estructural traída por los procesos de flexibilización
económica en la morfología estatal de los estados latinoamericanos, modificó
la mediación social y la forma de administrar el conflicto. Para las sociedades
estudiadas, la tendencia actual no radica, como lo señalé líneas atrás, en lo que
Foucault (1995), denominó biopolítica entendida como el conjunto de saberes y
estrategias sobre las características vitales de los seres humanos (la que quizá no
existió como forma de control gubernamental generalizada en Latinoamérica),
sino en un manejo técnico administrativo de gerencia de riesgos, que erige el
control a través de dispositivos tecnológicos de vigilancia y contiene por la fuer-
za, no ya por medio de la subjetivación disciplinaria de los sistemas panópticos.
La mutación en la construcción de esta una nueva mediación, recorre des-
de la política sustentada en la subjetivación disciplinaria, al gerenciamiento de
lo desechable3. La frágil mediación histórica de la vida de amplios segmentos
poblacionales en los estados latinoamericanos, en sus diferentes densidades, se
intensifica bajo esta mutación, generando la emergencia de vidas desnudas y de
la proliferación de estados de excepción (Agamben, 2003), como forma normal
de gobierno. La noción de nuda vida apela a la condición de abandono de la vida
de los marcos legales, quedando en un estado de indeterminación entre vida

3
La desechabilidad alude a la noción marxista de ejército industrial de reserva, refiriendo a determinantes
económicas que minan los derechos políticos ciudadanos (una mediación fundamental en el desarrollo
del capitalismo). Los desechables son aquellos segmentos poblacionales que fluctúan entre el empleo y
desempleo dentro de los ciclos económicos de demanda de trabajo asalariado. Son desechables porque
a diferencia de los desempleados del ejercito industrial de reserva cuya superpoblación relativa tenía
como destino el ser reclutado de nueva cuenta para el servicio activo, ahora el desempleo no refiere a
una condición pasajera, sino a una permanencia ordinaria, a una condición de “superfluidad”.

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Antonio Fuentes Díaz 153

social y silvestre. Para esa indeterminación el derecho romano acuñó la noción


de sacer, que apela a una vida sin derecho a ser vivida a la que se le puede dar
muerte desde el ámbito del poder soberano. De manera que esta noción es
útil para entender una tendencia contemporánea de la gobernabilidad, que
recurre en mayor medida a la forma de la excepción, interregno en donde se
produce nuda vida, vida a la que se le puede dar muerte sin cometer homicidio.
Siguiendo dicho razonamiento podemos sostener que el recurso constante a la
vejación corporal y la banalización de las manifestaciones violentas en la región,
se encuentran en dicho proceso.
La incertidumbre global por las condiciones objetivas de reproducción social,
la orientación a la rentabilidad no productiva, las crisis fiscales, los recortes al
gasto social, la morfología estatal que no da cuenta de la contención pobla-
cional, etc., han llevado a la generación de políticas de administración dentro
de parámetros de exclusión y a la proliferación de la fuerza como modo de
reorganización administrativa poblacional, no es casual que algunos analistas
hablen de la emergencia de sociedades de control y de estados policiales (Gar-
land, 2005; Wacquant, 2000). Es en ese sentido que en los sistemas políticos
contemporáneos la excepcionalidad vuelve a indiferenciarse del ordenamiento
jurídico normal, no es casual que se violenten garantías y derechos de pobla-
ción desprotegida en nombre del Estado de Derecho y no es casual que se
criminalicen movimientos sociales en sus reivindicaciones y luchas contra el
despojo, caracterizándoles como peligrosos para la democracia y la goberna-
bilidad actual. De esta manera la violencia se erige acentuadamente sobre el
derecho, como forma necesaria del mantenimiento de este nuevo orden jurídico
neoliberal, constituyéndose en la forma necesaria de la gubernamentalidad
liberal-global, a través de la prevalencia de la fuerza. Así, la violencia ocupa un
lugar preeminente en la mediación social, cuando la excepción se convierte en
regla (Benjamin, 2007).

Necropolítica y estado de excepción


La indistinción excepcional del espacio político, a diferencia de las orientacio-
nes biopolíticas, genera un énfasis mayor en la administración de la muerte. Esto
lo constatan entre otras cosas, las modificaciones en materia penal realizadas
en la región en las últimas décadas, para disminuir la edad de los imputados de
delitos (México, Argentina), cambiar delitos de fuero común a federal, tipificar
nuevos delitos, criminalizar la protesta, decretar Estados de emergencia (Sal-
vador, México, Honduras, Ecuador), militarizar la seguridad pública, combatir
la delincuencia organizada con Fuerzas Armadas4, construcción de cárceles

4
En el caso de México esta estrategia ha traído desde el 2006, cerca de 35 000 muertos y 2 millones
personas afectadas.

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154 Biopolítica y excepción. Apuntes sobre violencia social

de máxima seguridad, control electrónico de los espacios públicos (teléfonos


móviles, cámaras de vigilancia), etc.
Difícilmente podemos hallar en el contexto estudiado algo parecido a la
gran tecnología de poder que retenía la vida en el margen soberano, a través
de la administración de cuerpos y la gestión calculada de la población. Más
bien como sugiere Membe (2003) la forma de operar de la política de hoy se
basa en el cálculo instrumental sobre a qué población se puede dejar morir,
constituye una necropolítica, la administración de la muerte al interior del
topos político.
Los procesos de quiebre que se han mencionado, reestructuración econó-
mica en la región, las coyunturas de guerra civil, socavaron a nivel de política
social la orientación a la mediación salarial y redistributiva del Estado. Este
hecho fue central porque implicó vulnerar poblaciones que históricamente
habían sido débilmente mediadas, a la vez que englobó a nuevos sectores. Esto
sugiere que lo que se conformó como nueva gobernabilidad dentro de los pro-
cesos de acumulación por desposesión, no puede garantizar pisos estables para
asegurar la vida de segmentos poblacionales desechables, la necropolítica del
estado neoliberal y su régimen de acumulación deja al desecho en los márgenes
residuales, la figura no es el regreso al mercado laboral que medie la vida, su
lugar es la expulsión, el vertedero.
Retomando ambos conceptos, desechabilidad y vida desnuda, se puede
proponer una lectura de las condiciones de fragmentación social que generan
grandes segmentos de población bajo la figura del desecho y cuya desvalori-
zación en tanto fuerza de trabajo en los circuitos de valorización del capital,
los subsume en la disminución de su estatus en tanto sujetos de derecho. La
anterior relación perfila las bases para su exposición a la vida desnuda, a decir
de Lewkowicz: “La relación social ya no se establece entre ciudadanos que
comparten una historia sino entre consumidores que intercambian productos
[…] los no consumidores pierden la condición humana” (2004:35). Es aquí en
donde radicamos la tendencia al retorno corporal y al sufrimiento que estaría
en correlación con una sensibilidad de alta tolerancia al dolor en las relaciones
sociales históricamente conformadas en la subalternidad y potenciadas actual-
mente, bajo el modelo de acumulación capitalista por despojo (Harvey, 2004).
Se puede decir que el retorno corporal es necesario en contextos en donde
la vida ha tenido frágiles mediaciones políticas.5 Es decir la mediación antibio-
política se ve exacerbada bajo la excepcionalidad contemporánea, los sistemas
políticos en México, El Salvador y Guatemala, no generaron techos estatales
que revistieran políticamente la vida de vastos sectores de su población, esta
vulnerabilidad permanente se agrava ante la acumulación flexible, que obligó a

5
Un ejemplo, en otro plano, de este retro-corporal se puede hallar en la utilización y en el debate sobre
la legalización de la tortura en los Estados Unidos en 2005, como método utilizado contra prisioneros
bajo la estrategia de la lucha contra el “terrorismo”.

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Antonio Fuentes Díaz 155

reducir y refuncionalizar el estado social en América Latina desde la década de


los ochenta. En este escenario la desechabilidad genera vidas desnudas, la banali-
dad de la vida expuesta genera como acción social la respuesta atroz y la forma
inmediata del sentido y de la sensibilidad. La Antibiopolítica de lo desechable y
la nuda vida, se cruzan nuevamente con la banalidad del mal.

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- Spierenburg, P. (1984) The spectacle of suffering. Executions of repression, Cambridge.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 157-174. ISSN 1669-8517

Gubernamentalidad y subjetividad
en los pueblos originarios de Salta
en la primera mitad del siglo XX
1

Andrea Gigena
Universidad Católica de Córdoba - CONICET

Resumen
En el presente artículo se analizan los procesos de subjetivación en pueblos origi-
narios de Salta (Argentina) desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX. Para
ello se abordan las políticas de verdad, los campos de normatividad y la subjetividad,
articulando la analítica foucaultiana con el pensamiento decolonial. El supuesto es
que el clivaje de la subjetivación fue predominantemente racial, en el sentido que
Foucault indica: cuando los diacríticos de marcación del Otro están biologizados y
constituyen jerarquías sociales a partir de un “discurso experto” y que su efecto fue
el borramiento de la identificación étnica entre los pueblos originarios.

Palabras clave
Biopolítica – gubernamentalidad – procesos de subjetivación – racialización – Salta

Abstract
The present article analyzes the subjectivation processes of some indigenous com-
munities in the province of Salta (Argentina) between the late 19th century and the
middle of the 20th century. The approach adopted in this paper is based on three main
categories (policies of truth, normativity fields and subjectivity) in which Foucauldian
analysis is articulated with decolonial thought. From this perspective, the subjectiva-
tion processes appear to be predominantly based on a racial cleavage and their main
effect has been the suppression of ethnic identification among the indigenous peoples.
In the Foucauldian sense, this understanding involves biologized diacritic markers of
the indigenous Other that form social hierarchies based on an “expert discourse”.

Key words
Biopolitics – governmentality – subjectivation processes – racialization – Salta

1
Este artículo recupera una de las líneas argumentales desarrollada en mi Tesis Doctoral: Procesos de
Subjetivación y luchas por territoritos rurales en Argentina: los casos de TINKUNAKU, MOCASE Y LA LOMA.

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158 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

Ingreso
A partir de la analítica foucaultiana y el aporte que realiza el pensamiento
decolonial para pensar acontecimientos en contextos donde todavía perviven
estructuras de dominación colonial (Quijano, 2000a y b), con este artículo me
propongo analizar los procesos de subjetivación en pueblos originarios de Salta
(Argentina) desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX, desde la conso-
lidación del Estado-nación hasta el peronismo. Los casos que constituyen el
referente empírico son: la Comunidad Kolla Tinkunaku y la Comunidad Indígena
Guaraní Estación el Tabacal/La Loma.
El supuesto que sostengo es que en el período analizado el clivaje de la
subjetivación ha sido predominantemente racial y con el mismo se borraron los
trazos o marcas de identificación étnica entre los pueblos originarios. Refiero a
la racialización cuando los diacríticos de marcación del Otro están biologizados
y constituyen jerarquías sociales a partir de un discurso experto: “El concepto
de raza se hace común en la explicación de las diferencias y la constitución
humana en tanto lo físico material –externo e interno– es aprehendido en
términos biológicos” (Arias y Restrepo, 2010:59).
Para abordar la temática considero, entonces, las políticas de verdad, los
campos de normatividad y la subjetividad emergente, articulando la analítica
foucaultiana con el pensamiento decolonial. Primero, intento demostrar cómo se
constituye un campo de saber a partir de un discurso biológico, para analizar lue-
go dos dispositivos donde se plasman esas políticas de verdad: los lotes-colonias
agrícolas y la personería jurídica gremial. Finalmente, considero el proceso de
subjetivación a partir de una trama que aparece como recurrente en los relatos
de los pueblos originarios considerados: la negación de la nacionaldiad/etnicidad
siempre que emergieron los trazos de subjetivación étnicos.

El campo de saber de las emergencias nacionales


Es posible detectar, para fines del siglo XIX y principios del XX, la emer-
gencia de un campo de saber asociado a las prácticas de conocimiento tanto
de las misiones o expediciones científicas2 como del Estado nacional. Todas se

2
Las misiones o expediciones científicas fueron emprendimientos para el conocimiento del Otro acotados
en su alcance geográfico y/o social, dirigidos por científicos de Europa (adscriptos a la antropología y las
ciencias naturales) y generalmente financiados por los propios expedicionarios o por aportes de mece-
nas europeos. Estas misiones se llevan a cabo justo cuando en Europa los museos se consolidan como
espacios institucionalizados de conservación y muestra de artefactos culturales. La práctica de conocer
operaba a partir de la dicotomía cultura-naturaleza, la primera como potestad del expedicionario, la
segunda de los territorios explorados. Las expediciones más reconocidas realizadas en el norte del país
fueron: la “Expedición a la Cordillera y el Gran Chaco” (1901), la “Misión Científica Francesa a la América
del Sur”, particularmente la puna de Atacama, (1903), la expedición del antropólogo alemán Robert
Lehmann-Nitsche y el entomólogo Carlos Bruch al Ingenio La Esperanza de Jujuy (1906). En las mismas

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Andrea Gigena 159

articulaban en base a criterios médico-biológicos. Sin embargo, me interesa


centrarme exclusivamente en el conocimiento generado a partir del Estado-
nación, en la medida que este se encontraba directamente vinculado con el
interés y la necesidad de trazar los límites de nuestra estatalidad, establecer
los contornos socio-demográficos (identitarios) de la nación y gestionar sus
poblaciones.3
Así, una élite de intelectuales dan forma a este campo de saber: Carlos
Octavio Bunge, Joaquín V. González, Juan Bialet Masse, Augusto Bunge, José
Ingenieros, entre otros, cuyas disciplinas de formación eran, principalmente,
la medicina y el derecho. Junto a ellos, el Estado producía informes y múltiples
estadísticas, valiéndose de los datos de la policía, los puertos, los hospitales
públicos. En fin era generar información sobre la población en general y en
materia laboral en particular.4 Previamente, con la creación del Registro Civil, se
había asumido la gestión de la información relativa a nacimientos, casamientos
y defunciones, que previamente detentaba la iglesia, y se habían realizado dos
censos nacionales (1869/1895).
Todas estas prácticas se articularon en base a criterios médicos-biológicos
(Haidar, 2010; Cecchetto, 2008). Las teorías de la degeneración y las euge-
nésicas se constituyeron en las corrientes hegemónicas que marcarían los
contornos de un nuevo campo de saber en emergencia. El corolario fue
el establecimiento de una clasificación racial de la población, de los otros-
interiores de la nación.
Cecchetto (2008) brinda un exhaustivo panorama respecto de la consolida-
ción de la eugenesia y la extensión de su hegemonía por medio siglo (hasta los
´40, con la gestión de la salud de Ramón Carrillo). Para el autor, la ´cuestión
social´ en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX respondía a
tres lógicas: la del temor (de las élites políticas), la de la acción colectiva (de
los sectores populares) y la de la experticia (profesionales, particularmente
médicos y juristas, comprometidos con la ciencia positiva vigente en la época).
Con esta última articulado en torno a los tópicos de la salud y la vida (individual
y social), el Estado establece su más sólida y duradera alianza, medicalizando
el interés nacional.
La perspectiva eugenésica tuvo cinco características (Cecchetto, 2008).
Primero, se consolidó transcendiendo diferencias partidarias, como una

se aplicaban muchos de los procedimientos dominantes en el ámbito de las ciencias médico-biológicas


en Europa. Mediciones y observaciones de los cuerpos indígenas en base a la antropometría, así como
también las fotografías, elemento de registro folklórico y empírico (Göebel, 2003; Bidaseca, 2010).
3
Las expediciones citadas se desarrollaron como emprendimientos autónomos respecto del Estado
argentino. Tanto las motivaciones que les dan origen como la administración de la información obtenida
estuvieron exentas de intervención, supervisión o regulación del Estado-nación. Se generaba así un
saber que tenía por fin dar a Europa la última información empírica posible sobre un mundo salvaje en
extinción (Gigena, 2011).
4
Por ellos los datos se concentraban en el Departamento Nacional de Higiene y el Departamento
Nacional de Trabajo (Haidar, 2010).

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160 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

´ideología´ común y general de las élites. Segundo, los intelectuales-científicos


inscriptos en el discurso biologicista ocupaban un lugar de privilegio. Tercero,
en el concepto de eugenesia, por la forma inespecífica en que se usaba, se in-
cluyeron posiciones e intereses políticos diversos así como también un ámbito
de cuestiones diversificadas como: “saneamiento, higiene, sexualidad elemental,
salud materno-infantil” (Ceccheto, 2008:54).
En cuarto lugar, apuntamos que la corriente eugenésica prácticamente no
generó investigación empírica y la que hubo muchas veces era manipulada
para que se ajustara a las ideas preconcebidas. Los intelectuales se guiaron
por los antecedentes disciplinares, los autores del canon y las informaciones
de las instituciones de prestigio internacional, sin generar insumos locales.
Finalmente, la eugenesia fue constituyendo diferentes poblaciones-objetivo.
Dando por superada (por negación o invisibilización) la población negra e india,
la primera población de interés fue la de los inmigrantes5. Luego, se produce
un viraje interno, primero, hacia el par (o la unidad) madre-hijos6, segundo
hacia la migración interna (los sectores populares que accedían a las capitales
provinciales, los ´cabecitas negras´)7 (Cecchetto, 2008).
Como esta perspectiva estaba muy lejos de valorizar a las razas “autóc-
tonas”, las prácticas se orientaron hacia un mejoramiento racial por “blan-
queamiento”, lo que consolidó una jerarquización donde los otros interiores
“no-blancos” ocupaban las posiciones inferiores. Esto se logró a través de
múltiples dispositivos, como asociaciones eugenésicas, legislación, disposi-
ciones estatales8 –en los cuales se articularon tecnologías anatomopolíticas
y biopolíticas– y muchas otras propuestas que no encontraron cauces para
su efectiva aplicación.
A partir de un estudio profundo del trabajo de Bialet Massé –El estado de
las clases obreras argentinas (1904)9–, es posible observar cómo, mediante
parámetros médicos biológicos,10 se clasificaba a la población del país en

5
Sobre los que había que ejercer una vigilancia que asegurara el ingreso del mejor elemento –“trabaja-
dores” y “europeos meridionales”– (Cecchetto, 2008).
6
Sobre el que se ejerció una acción positiva orientada a producir una “maternidad sana” –normalizarla–
(Cecchetto, 2008).
7
Sobre quienes se trató de ejercer una regulación preventiva y prohibitiva para sostener la mezcla
selectiva que no alterara el elemento racial deseado (Cecchetto, 2008).
8
La creación del Departamento de Enseñanza de Higiene Socia, la Ley de Higiene Sexual Prematrimonial
(1924), Ley de Defensa de la Raza (1925), la prohibición matrimonial para enfermos de lepra (1926), la
lucha contra “enfermedades y costumbres” capaces de producir degeneración, la creación del Instituto
de Biotipología y Materiales Afines (1940), dependiente del Ministerio de Salud de la nación, entre otras
medidas (Cecchetto, 2008).
9
Se trata de un estudio encomendado por el Poder Ejecutivo para obtener un relevamiento relativa a la
condición laboral de la población. El informe y la propuesta de regulación fueron presentados al Ministro
del Interior, Joaquín V. González, en el año 1904.
10
Pese a que Bialet Massé rechaza la eugenesia, no se distanciaba del campo de saber biológico que
sostuvo la marcación racial de la alteridad. Pero, por su fuerte cuestionamiento a las perspectivas euge-
nésicas y higienistas hegemónicas y porque su obra no alcanzó ningún efecto en materia de regulación
laboral (motivo por el cuál había sido contratado) considero a su trabajo como un saber sometido en
unos de los sentidos que le atribuye Foucault: “…conocimiento histórico meticuloso, erudito, exacto,

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Andrea Gigena 161

cuatro grupos: inmigrantes, criollos (nativos nacionales), indios (nativos no


nacionales) y mestizos (grupo que contiene algunos elementos ´perdidos´
en la nación, como los indígenas sometidos durante la colonización y que el
autor consideraba extintos). Asimismo, la noción de ´indio´ aparece sólo
para referir a la población del Territorio Nacional del Gran Chaco, donde
el imperio español no había llegado a someter a los pueblos originarios11 y
donde el Estado-nación todavía mantenía una guerra por el dominio territorial
(Gigena, 2011).
Para Bialet Massé, la jerarquía social quedaba constrituida, primero, por el
criollo y, luego, el mestizo, el indio y, finalmente, el inmigrante. Para muchos
otros miembros de aquella élite vinculada al Estado los mestizo e indios que-
daban relegados a las posiciones inferiores. Pero lo cierto es que la guberna-
mentalidad del ´centenario´ constituyó al indio como la alteridad radical del
proyecto hegemónico de la nación e ´indio´ fue una noción creada a expensas
de la población del Gran Chaco (Gigena, 2011).
Localmente, en la provincia de Salta, esta clasificación se articuló en la matriz
de la salteñidad (Lanusse y Lazzari, 2005), una construcción de las élites con-
servadoras provinciales, basada en el mestizaje hispanizante (Lanusse y Lazzari,
2005) o la “hispanofilia” (Justiniano, 2006), que jerarquizaba de un modo propio
a los mismos grupos que distinguía Bialet Massé en su informe. Considerados
de menor a mayor la jerarquía, se constituía por los mestizos (el gaucho, el
kolla y el mulato)12, el inmigrante y “la gente decente de estirpe hispana”. Los
pueblos indígenas del Chaco, en tanto alteridad radical, quedan ausentes de
la matriz provincial: “los indios del Chaco son los “verdaderos indios” de este
imaginario, en la medida que muestran los rasgos más extremos de salvajismo
y naturaleza” (Lanusse y Lazzari, 2005:200).
Toda esta “economía política de la diversidad” (Briones, 1998a), producida
a fines del siglo XIX y principio del XX, habilitó, sin dudas, prácticas y tecno-
logías concretas. Abordaré seguidamente los efectos de estas marcaciones
de alteridad en los pueblos originarios de Salta (Argentina).

técnico”, “contenidos históricos que fueron sepultados, enmascarados en coherencias funcionales o


sistematizaciones formales” (Foucault, 2000:21).
11
Hernández Llosa (2006) sostiene que las estrategias de ocupación y conquista de los territorios
fueron distintas en la época colonial y en la republicana. En la primera se priorizó el espacio donde había
población susceptible de integrarse al sistema de encomienda y reducciones en misiones. En la segunda
etapa: “…el predominio del imperio inglés (…) requería esta vez de territorio vacío para instalar sus
nuevas redes de mercado, apoyadas en la construcción de la primera red de comunicación global: el tren
junto con el telégrafo. (…)”. Es así que los territorios de la Pampa-Patagonia y Gran Chaco adquieren
interés para los Estados republicanos recién emergidos en América. Esto terminó, en Argentina, en la
Conquista del Desierto (1869-1878) y la Conquista del Chacho (1870-1917).
12
Entre los mestizos el gaucho era el único a quien se le atribuía algunas connotaciones positivas que,
incluso, lo posicionaban en las antípodas del mestizo “colla” que: “…simboliza el fracaso del orden
provincial mestizo” (Lanusse y Lazzari, 2005:199).

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162 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

El dispositivo de los lotes-colonias agrícolas del


Ingenio San Martín del Tabacal
En el año 1920, en las adyacencias de la ciudad de Orán, en el ubmbral
del chaco americano, inicia su actividad productiva el Ingenio San Martín del
Tabacal. Sus fundadores –Patrón Costas, Bercetche y Mosoteguy– apelaron a
la metáfora del “desierto” para legitimar su posicionamiento y despojar de sus
territorios y modos de vida a diferentes pueblos originarios. Establecieron,
además, un reordenamiento espacial destinado a garantizar el desarrollo de la
producción azucarera y la incorporación de la población regional como mano
de obra. Este reordenamiento se articuló alrededor del dispositivo de los lotes
y las colonias agrícolas.
Los lotes eran unidades productivas de plantación y cosecha de caña de azú-
car que albergaban a los obreros permanentes y temporarios con sus familias. En
la década de los ´60, por los cambios productivos que se sucedieron, los lotes
fueron agrupados e integrados a un ordenamiento socio territorial mayor: las
colonias, donde se complejizó el ordenamiento territorial y urbanístico previo,
trazado según criterios de segregación racial como demostraré seguidamente.
El casco de cada colonia estaba organizado en el centro de intersec-
ción de cuatro lotes y estaba dividido simétricamente por dos calles que
comunicaban a la colonia con la fábrica y con los lotes de plantación. Allí se
establecieron dos espacios bien delimitados. Uno destinado a las “viviendas
individuales” donde:
…vivían los [obreros] permanentes con familias que tenían más hijos digamos
y… y gente que digamos el jefe le decía: “bueno, mirá te voy a dar esto”
para la familia, cada familia, lo mismo aquí también [el otro lado de la calle]
(Entrevista a Orlando Tapia, ex jefe de colonia).

El otro espacio estaba constituido por las viviendas colectivas (“conven-


tillos”). Estaba destinado a algunos obreros permanentes sin familias y, a los
obreros temporarios sin sus familias que llegaban a la colonia sólo en los meses
de la zafra (de junio a diciembre). El conventillo:
…se dividía por una pared nomás aquí y el techo tenía dos aguas, una para un
lado, diez piezas para un lado y diez piezas para el otro y aquí entraba toda
la gente […] venían gente de Santa Victoria, de Nazareno, de Yavi, en Salta y
provincia de Jujuy, después venían gente de Catamarca (Entrevista a Orlando
Tapia, ex jefe de colonia).

En el casco de las colonias se encontraba también la casa del jefe de la co-


lonia, las oficinas, los talleres, una proveeduría y un conjunto de instituciones
destinadas a ´gobernar´ el modo de vida de la población concentrada: escuelas,
puesto sanitario, espacios de recreación y esparcimiento y capillas. Así, en poco

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Andrea Gigena 163

tiempo, cada colonia empezó a funcionar como un pequeño pueblo donde


criollos, indios y mestizos eran compelidos a residir.
Dada su estratégica ubicación (falda oriental de la precordillera), el Ingenio
El Tabacal podía valerse tanto de los indígenas provenientes de la puna cor-
dillerana –sector occidental– como de la región del chaco americano –sector
oriental–, los espacios de mayor concentración de población indígena en el
norte argentino13. Los indígenas que proveían de la parte occidental pertenecían
al corredor socio-comercial dominado por los españoles tras las conquista y,
a partir del período republicano, por las elites provinciales. Los fundadores
del ingenio habían comprado y alquilado haciendas (luego denominadas fincas)
ocupadas ancestralmente por pueblos originarios:
El Ingenio de los Patrón Costas, entre 1930 y 1949, llegó a controlar un área de
930.236 hectáreas de tierras propias y alquiladas. Las superficies adquiridas en
los departamentos de la Puna jujeña y en los Valles Calchaquíes de la provincia de
Salta tenían por finalidad la obtención de mano de obra gratuita. Los ocupantes
de esas tierras se convertían en arrenderos de los Patrón Costas y debían pagar
sus rentas con su propio trabajo. Así, anualmente se trasladaban desde su hábitat
de clima frío a una zona tropical, donde se encontraba el Ingenio, para trabajar
durante seis meses como cortadores de caña. (Michel y Burgos, 2005:198).

Los indígenas del oriente, del chaco americano, que todavía disputaban al
Estado nacional el control territorial, fueron incorporados a través de una im-
portante red de contratistas que contaba con en el progresivo disciplinamiento
que producían sobre estos pueblos instituciones como las iglesias (anglicanas,
católicas) y el ejército. Ambas promovieron la sedentarización de los pueblos
originarios en misiones y reducciones (Gordillo, 1995).
Con lo dicho hasta aquí, podríamos sugerir que los lotes y colonias funcio-
naron como un dispositivo de seguridad (Foucault, 2004). Recordemos que,
cuando este autor introduce la analítica del biopoder, considera que esta tiene
que ver con un cambio en la articulación entre poder, población y territorio. A
diferencia del modelo del soberano, el biopoder y luego la gubernamentalidad
se enfocan en el gobierno de población y no en el dominio del territorio, lo que
no significa que este último quede fuera de los cálculos del poder14. Podríamos
13
“A principios de la década de 1940, la población permanente de ´San Martín del Tabacal´ era de 3.700
habitantes, agregando los cañeros de los 12 lotes o colonias que circundaban, sumaban alrededor de
5.000 habitantes y en tiempos de la zafra se incorporaban más de 15.000 personas para el trabajo de
corte y pelado de la caña” (Michel y Burgos, 2005:198).
14
Gobernar, según la racionalidad política moderna, es crear un campo posible de acción para los otros
lo que implica, entre otras cosas, intervenir sobre el territorio en que se desarrollan las prácticas socia-
les. “Los dispositivos de seguridad trabajan, fabrican, organizan, acondicionan un medio…” (Foucault,
2004:41). El medio, “elemento de soporte y circulación de una acción” (Foucault, 2004:41), es una
articulación de elementos naturales (en sentido físico –geografía, clima, suelo– y humano) sobre la cual
se ejerce el poder, interrumpiendo o interfiriendo en esa articulación para producir un determinado
efecto, en última instancia, sobre la población.

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164 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

arriesgar entonces que los lotes y las colonias –junto a la guerra contra el indio, la
apropiación de territorios, el establecimiento de vías férreas– fueron tecnologías
gubernamentales que tenían como objetivo garantizar, para un ámbito territorial
muy amplio, el gobierno de la población y particularmente la circulación de las
cosas (mano de obra indígena).
Sin embargo, es la tecnología de la colonialidad del poder –que crea y repro-
duce taxonomías basadas en criterios étnicos o raciales para consolidar deter-
minadas jerarquías sociales y producir efectos de subjetividad (Castro-Gómez,
2005)– la que informa este dispositivo, lo que queda sentado cuando atendemos
a los lugares de la población en el micro funcionamiento de las colonias agrícolas.
Justamente, en el interior del ordenamiento la población se disponía según una
taxonomía racial que recuerda la clasificación delineada por Bialet Massé pero
reconfigurada en la jerarquización dada por la matriz de la salteñidad.
Así, el jefe de colonia y su ayudante eran “criollos” no profesionales pro-
cedentes de otras regiones del país15. Los empleados permanentes -quienes
ocupaban los espacios de viviendas individuales- eran “criollos”. Las viviendas
colectivas, por su parte, eran habitadas por los “mestizos”, que aquí son
indígenas de las etnias kollas, omahuacas y guaraníes pero para quienes la “et-
nicidad” aparece diluida en la medida que han perdido su lengua y el control
de sus territorios (en manos del ingenio). Y, los “indios” sólo son aquellos que
provienen de la región chaqueña:
…el Ingenio traía indios de… del Chaco, de Formosa digamos, de Las Lomi-
tas… también por ferrocarril, los llevaba y los traía... había matacos, churupí y
wichí no sé, debe ser, tobas, sí… y… chorotes […] venían de acá de Ingeniero
Juárez… digamos de la orilla del Pilcomayo, del río. […] en cada agrupación
¿o cómo es?, cada doscientos, trescientos, había un cacique, y un “lenguaraz”.
Nosotros le decíamos “lenguaraz” porque ese era el que trasmitía digamos,
hablaba un poco mejor el castellano […] Esos venían más o menos, ¿cuántos
sería?, unos cuatro mil, cinco mil, tres mil venían […] Esos estaban aparte de
los… de las colonias. Vivían digamos en un lugar apartado, toda la comunidad
esa, había tres, cuatro póngameles, quinientos, seiscientos, ochocientos
“indios” los llamábamos nosotros ¿no es cierto? […] Y trabajaban varones y
mujeres. El que tenía, o era soltera, lo mismo venía junto con la comunidad
[…] Ellos trabajaban en desmontes, ellos no hacían cosechas […] se les daba
una ración digamos, como para que, el ingenio les mandaba las cocineras…
ponían una sucursal en cada campamento, de mercadería por supuesto ¿no
cierto? […] No se mezclaban, nada que hacer, no se daban bolilla, nada que
hacer (Entrevista a Orlando Tapia, ex jefe de colonia) [Énfasis agregado].

Para estos “indios”, se reservaba un espacio de habitabilidad “fuera”


del casco de la colonia. Se los distingue porque conservaban su lengua y se

15
[los jefes] en un principio, eso lo nombrada el administrador de acá, venían gente digamos que a lo
mejor tenía experiencia en otras cosas o gente de Tucumán, que ya conocían la caña, esos venían como
jefes de colonia. […]. (Entrevista a Orlando Tapia, ex jefe de colonia).

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Andrea Gigena 165

trasladaban comunitariamente (familias y autoridades) para la realización de


trabajos estacionales. Se les permitía construir “tolderías” en el campo y se
los incorporaba a la dinámica del trabajo a través de labores y condiciones de
habitabilidad diferenciadas.
Entonces, con este dispositivo, se trazaron en el micro espacio cotidiano,
fronteras sociales: indianizando a unos (los pueblos indígenas del oriente) y
mestizando a otros (los pueblos indígenas del occidente). Mestizaje que impli-
caba, además, invisibilizar las singulares pertenencias de los sujetos a distintos
pueblos originarios.
Todo esto debe entenderse a la luz de aquello que plantea Quijano como la
colonialidad del poder, una tecnología (tal como la define Foucault16) propia de
nuestros contextos de herencia colonial. Mediante esta, se fijaron identidades
en el tiempo, determinando que frente a la civilización dominante (en vías de
“blanqueamiento”) el resto sólo podía ser pasado –negación de lo coetáneo:
civilizaciones muertas, desaparecidas, cuyos últimos rastros pueden hallarse en
la mestización, como los kollas y guaraníes– o inferior –civilizaciones imperfectas,
radicalmente diferentes y fuera de la nación, como los indígenas de la región
chaqueña en Argentina:
Los europeos generaron una nueva perspectiva temporal de la historia
y reubicaron a los pueblos colonizados, y a sus respectivas historias y
culturas, en el pasado de una trayectoria histórica cuya culminación era
Europa. Pero no en una misma línea de continuidad con los europeos,
sino en otra categoría naturalmente diferente. Los pueblos colonizados
eran razas inferiores y, -por ello- anteriores a los europeos (Quijano,
2000b:210-211).

El dispositivo de las personerías jurídicas


Este dispositivo ha sido la estrategia implementada cada vez que se produjo
algún momento significativo de emergencia de la subjetividad indígena durante
el siglo XX, como por ejemplo el Malón de la Paz o la emergencia indígena
a partir de los ´80 en toda Latinoamérica. En lo que sigue, voy a referirme
solamente al Malón de la Paz y la final adscripción de los pueblos originarios a
una personería jurídica gremial.
Siguiendo a Quijano (2000a), podemos considerar la sindicalización como
una articulación subjetiva colectiva: un proceso de subjetivación colectivo, de
amplias poblaciones, heterogéneas y hasta discontinuas en tiempos y espacios.
La misma constituye una “clasificación social” cuando se plantea un conflicto

16
La dimensión estratégica de los prácticas, articuladas en un dispositivo, es lo que Foucault designa como
tecnología (Castro-Gómez, 2010). Los medios en virtud de los cuáles se cumplirán determinados fines.

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166 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

en torno a la “explotación/dominación” –instancias ordenadas alrededor del


trabajo, la raza y el género (Quijano, 2000a:371)–. Para los indígenas salteños, la
formación de los sindicatos nos remite al período de emergencia del peronismo
como fuerza hegemónica nacional en la década de los ´40.
En esa época, en el año 1946, los kollas de las provincias de Salta y Jujuy
realizan una movilización hacia Buenos Aires, conocida como el Malón de la
Paz. Durante tres meses recorrieron a pie y a caballo aproximadamente 2.500
km con el fin de presentar a Perón una demanda por la restitución del control
territorial, asumido por las élites terratenientes provinciales a partir de la inde-
pendencia. Además de los avances en materia de derechos laborales17, Perón
había asumido la presidencia en el ´46 esgrimiendo como consigna: “la tierra
será para quienes la trabajen”, lo que generaba enorme expectativa entre los
pueblos originarios del norte del país.
La caravana kolla, que tenía los auspicios de Perón (Valko, 2008), generó
una importante cobertura periodística a nivel nacional. En Buenos Aires, fueron
recibidos por una multitud y hasta por el Presidente Perón en la Casa Rosada.
Esta recepción, en principio auspiciosa, terminó en una violenta expulsión. Los
kollas fueron sacados por la fuerza del hotel de los Inmigrantes –donde habían
sido alojados–, obligados a embarcar en un tren sin sus pertenencias personales,
custodiados por la Policía Federal y la gendarmería hasta la localidad de Abra
Pampa (Jujuy), donde finalizó el recorrido.
Perón adujo desconocer el carácter compulsivo de la expulsión: “habiéndo-
sele informado que los collas deseaban regresar a sus provincias, dispuso que se
colocara un tren especial a su disposición” (Diario La Hora, 1/09/46; citado por
Valko, 2008:237). Aunque más tarde, en el exilio y en ocasión de un encuentro
con Atahualpa Yupanqui18, señalaba que había sufrido un lobby por parte de “la
gente de Patrón Costa, Ejército, Gendarmería y el General Filomeno Velazco
[…]. Si no los paraba, me pedían una reforma agraria de fondo y el movimiento
no estaba para una reforma agraria” (Valko, 2008:247)19.
Durante la caminata, la pertenencia de los kollas a pueblos indígenas
ancestrales no había sido cuestionada, aunque sí romantizada, folklorizada y
estereotipada. Sin embargo, cuando los indígenas reafirmaban su presencia y
sus demandas en Buenos Aires, mediando la osadía de volverse visibles para
la nación, la gubernamentalidad trastocada, antes que acomodarse a un nuevo
régimen de visibilidad, vuelve a los cauces de la marcación de alteridad natu-
ralizada, para la cual no había indios vivos. Se pone bajo sospecha entonces

17
Con Perón en la Secretaría de Trabajo, en el año 1944, se había dictado el Estatuto del Peón Rural.
18
Yupanqui había tenido que exiliarse durante el primer gobierno peronista, entre otras razones, por el
conmovedor escrito publicado en un periódico comunista donde reivindicaba el Malón incluso contra el
propio Perón: “Tu no venías a pedirle nada a un hombre. Tu venías a pedirle a la Nación” (Yupanqui, 1946;
citado por Valko, 2008:244).
19
Reproducción de lo que A. Yupanqui trasmitió a Eulogio Frites de su encuentro con Perón, citado en
Valko, 2008:247).

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que los kollas fueran realmente “indios”20 y no se cuestiona la expulsión por la


´inautenticidad indígena´ de los sujetos.
Pero me interesa destacar el derrotero de esta obliteración de los kollas en
Salta, luego de su regreso. La expulsión se atribuyó a un complot de las oligarquías
provinciales con lo que la adhesión a Perón, lejos de erosionarse, se reforzó entre
este pueblo indígena21. Y, aunque en el actual imaginario, el Malón representa
el hito más significativo de lucha étnica por la tierra, el efecto inmediato de la
expulsión fue la institución como sujeto colectivo a través la sindicalización, vía
registro de personería jurídica gremial (Secretaría de Trabajo y Previsión de la
Nación). La historia mostraba cómo una articulación con el peronismo sólo
podía sostenerse a partir de la clase y nunca en la etnia. Así, en los sindicatos
confluyeron, indiferenciados, una multiplicidad de pueblos originarios.
De las etnografías emerge que el ascenso de Perón al poder y la agremiación
modificó las condiciones de vida y laborales de los indígenas en Salta. Por un
lado, cedieron por un tiempo las presiones sobre el pago del arriendo que el
ingenio imponía a algunos pueblos originarios, aunque el control territorial nunca
fue restituido. Por el otro, el sindicato era la garantía para gozar de lo dispuesto
por el Estatuto del Peón Rural y de nuevos beneficios sociales. Así, mientras se
producía el borramiento del Malón del imaginario nacional, con los sindicatos se
homogeneizaba a los pueblos originarios en la común condición de “obreros”.
Ahora bien, recuperar los “saberes sometidos” (Foucault, 2000)22 de algunos
indígenas respecto de este período nos permite observar, además, que en este
proceso la clasificación racial se mantenía intacta en el diseño organizacional
del sindicato y se materializaba, en su interior, en la dominación de un grupo
de “obreros” sobre otros:
Pero siempre también los obreros ya se sindicalizaron ¿no? (…) Claro, pero
en aquella época había discriminación ¿no? en el mismo sindicato (…) Los
primeros sindicalistas han venido, por lo menos le han hecho bajar la mano
pesada de los poderosos... en los tiempos de Perón. Pero entonces un capa-
taz antes ¿no? que está en el sindicato lo agarraba a patada a cualquiera en la
puerta, lo cacheteaba adentro la fábrica (…) Ya cuando vino los sindicalistas,

20
Por ejemplo, algunos diputados nacionales jujeños negaban la existencia de población india en su
provincia y negaban la pertenencia a pueblos originarios porque, se aducía, los kollas sabían leer y
escribir. Trascendiendo los particulares mecanismos, lo que sorprende es la tremenda efectividad que
tuvieron ya que en menos de medio año el Malón fue absolutamente obliterado en el imaginario de los
más diversos sectores sociales.
21
Zapiola y Frites dicen, además, que en la expulsión de Buenos Aires, cuando son sacados por la fuerza
del hotel, “resisten al grito de ¡Perón, Perón!” (2007:6). Por otro lado, los indígenas recuerdan: “Desde
ahí, el dueño, según dice ser dueño [Patrón Costas], tenía tanto poder económico así que lo dominó hasta
al presidente Perón… los hizo embarcar en un tren y los mando hasta el norte…” (Entrevista 01). Sólo
algunos kollas, los más jóvenes, manifiesta otras lecturas respecto de esta temática. Sin nombrar a Perón,
una joven dice del resultado del Malón: “como que le mintió el Estado y todas esas cosas” (Entrevista 03).
22
“…una serie de saberes que estaban descalificados como saberes no conceptuales, como saberes insufi-
cientemente elaborados: saberes ingenuos, saberes jerárquicamente inferiores, saberes por debajo del nivel
conocimiento o de la cientificidad exigidos (…) el saber de la gente” (Foucault, 2000:21) [Énfasis original].

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168 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

entonces ya a esos tipo lo han reunido; había una huelga, todos los obreros
de las cañas, indios, chaguancos se han reunido, han ido... aquí a la fábrica;
de la fábrica lo han sacado a esos poderosos. Los ha puesto hasta ahí, lo han
atado (…) a otros del surco les han dado la pala, el machete. “Anda, paleá,
paleá, paleá”, lo agarraba como le hacían ellos, a empujones, “paleá, sacá
esos surcos” lloraban los tipos, ¡no! (…) Le dije yo: “así duele, así haces vos
con los obreros que por ellos ganas vos (…)”. La verdad era que ello eran
dirigente nomás, pero no para que no maltraten de esa forma, nos peguen,
nos insulten, nos metan... nos esclavizaron. (Entrevista 02, pueblo guaraní).

… en el ingenio me decían cuando a mi me tomaban… como encargado


me decían: “eh, cómo lo van a tomar a él” [porque era guarní] […] decía[n]:
“¿cómo lo va a tomar a él, como le va[n] a hacer caso a ese”, los criollo que
trabajaban conmigo (Entrevista 05, pueblo guaraní).

Los trabajadores permanentes –predominantemente criollos y en menor


medida mestizos– se nucleaban en el sindicato de los trabajadores del azúcar
y los temporarios –predominantemente mestizos e indios– en el sindicato de
los trabajadores del surco23. Los dirigentes sindicales eran, en general, trabaja-
dores permanentes (criollos, más blancos, procedentes de otras regiones del
país) que sometían a la población india y mestiza. Se actualizaba al interior del
sindicato la clasificación racial que volvía ´desechables´ a quienes ocupaban
los rangos inferiores. Así, por ejemplo, los ´indios´ y algunos ´mestizos´ eran
obligados a constituir la primera línea obrera frente a la autoridad policial y del
ingenio en las huelgas.
Podemos concluir, entonces, que, con la agremiación, se morigeró el régimen
de explotación / dominación (Quijano, 2000a) en relación con los propietarios
terratenientes, pero se dejó intacta la estructura de dominación racial, lo que
se vuelve evidente en el interior de las filas sindicales. Además de esto, el
dispositivo de la personería jurídica gremial estaba destinado a disciplinar la
subjetividad colectiva en la medida que, cuando un sindicato se distanciaba
del peronismo, era intervenido y se le cancelaba la personería jurídica gremial
(Michel y Burgos, 2005):
El marco jurídico dentro del cual se produjo la expansión sindical fue el citado
decreto 23.852 del año 1945 que establecía una suerte de combinación entre
los principios de libertad sindical y los de representación unitaria, al permitir
varios sindicatos por actividad económica pero conceder sólo a uno la “per-
sonería gremial”. (…) El decreto reconocía dos tipos de organizaciones:
las inscriptas, con facultad para actuar como cualquier entidad civil y las
que tenían personería gremial, con derecho exclusivo para intervenir en las
negociaciones colectivas, celebrar pactos convenios colectivos de trabajo”
(Michel y Burgos, 2005:203).

23
Para esta época, debido a la mecanización de la agroindustria, comenzaba a disminuir la cantidad
de población que provenía de la región chaqueña para trabajar en el ingenio (Michel y Burgos, 2005).

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Andrea Gigena 169

Los procesos de subjetivación


Me centraré aquí, finalmente, en la relación del sujeto consigo mismo a
partir de la experiencia de la inferiorización de los indígenas en la nación y la
provincia (Salta). Como vimos, el Malón de la Paz fue un reclamo étnico dema-
siado temprano, pues el pensamiento hegemónico nacional en los ´50 todavía
encuadraba en el modelo de nación racializado, forjado en una identidad de
hombres blancos y una alteridad de indios muertos o ya diluidos por la mesti-
zación. La marcación racial se mantuvo vigente en el gobierno peronista y en
las prácticas donde se desarrollaba la vida cotidiana de los sujetos. El Malón no
produjo, entonces, ningún efecto inmediato en términos de la reivindicación
y la subjetividad étnica.
La racialización aparece en los procesos de subjetivación de los pueblos
originarios aquí considerados bajo el canon del color. Ellos mismos se distin-
guen en sus relatos de vida indicando cómo una diferente tonalidad epidérmica
está asociada con una jerarquía de sujetos que funcionó históricamente en
detrimento de los ´no-blancos´, a quienes no se les reconocen determinados
derechos, por ejemplo, en materia territorial.
Dan cuenta, también, de que la jerarquización racial se tradujo tanto en una
imposición como en un deseo de borrar los trazos de identificación étnicos:
mediante la introyección y naturalización de los estigmas con que se ha asociado
a los kollas en la provincia (sucios, cobardes), la prohibición intracomunitaria
del uso de la lengua ancestral entre los guaraníes, el abandono del atavío en
ambos grupos étnicos, la adopción de identidades regionales (salteño, puneño,
oranense) que no diera pistas de algún del trazo indio.
Asimismo, la subjetivación está anclada en la negación de la nacionalidad/
etnicidad. Por un lado, la ´aboriginalidad´24 del kolla ha sido negada por las elites
hegemónicas provinciales (Lanusse y Lazzari, 2005). El ´indio´ era el chaqueño
y el resto sólo podía ser un criollo, mestizo (campesino, si vivía en áreas ru-
rales). Esto significó que, cuando los kollas asumían su etnicidad y disrumpían
desde la diferencia indígena, eran inmediatamente fagocitados en la extranjería:
se los consideraba bolivianos. Frente a esto, los procesos de subjetivación se
encauzaron en un perseverante esfuerzo por demostrar su pertenencia a la
24
Una de mis entrevistadas kolla cuenta que en la caravana que realizan a Buenos Aires para pedir por
sus tierras en 1993, se presenta en la Casa Rosada diciendo que ellos son los que están en el monumento
de Humahuaca. En esta obra, el “Monumento a los héroes de la independencia”, la figura principal es
un chasqui que proviene de Tucumán, llevando en su mano izquierda el decreto de la Independencia; a
un costado “el primer escuadrón de gauchos creado por el general Belgrano”; al otro “el abanderado
y sus escoltas” y; en el centro, “los incas como resurgiendo de sus tumbas para con su fuerza espiritual
apoyar toda esta gesta gaucha”. Es decir que el monumento representa a los gauchos (criollos, mesti-
zos) “vivos” y; al indio, del imperio incaico, “muerto” pero que insufla su espíritu. La afirmación de los
kollas de pertenecer a la nación a través de la apropiación de este monumento es muy significativa por
su polivalencia ya que al referir a “los que están en el monumento”, indiferenciadamente, pueden ser
los vivos, los muertos o ambos a la vez (mestizos) y, en cualquier caso, ellos son parte de la gesta de la
independencia que es el origen del Estado-nación argentino que les niega su pertenencia (Gigena, 2011).

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170 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

nación, a la indiferenciada condición de “argentinos”; anteponiendo la nación


a la etnia, reafirmando la igualdad antes que la diferencia:
… después me he dado cuenta ya, cuando tenía más, más escuela, todo,
que pertenecíamos a la etnia kolla, recién me he dado cuenta y… no lleva de
diferencia con otra etnia, ser kolla o ser… total somos argentinos nada más que
etnias nomás y… recién, ahora estoy satisfecho que seamos kollas (Entrevista
04, pueblo kolla) [Énfasis agregado]

… nos dicen bolivianos, así nos dicen porque nosotros somos así, así como
hermanos, estamos en la línea de Bolivia… somos la misma historia, por eso
nos dicen así, y le digo: “sí todos somos argentinos, no somos bolivianos, somos
de la parte de Argentina, somos vecinos, somos como una familia”. Así les digo
yo, así… (Entrevista 06, pueblo kolla) [Énfasis agregado].

Casi emulando la batalla que han dado contra la negación de la nacionalidad


argentina, los kollas dan cuenta de su participación en la historia de la nación justo
en hechos donde se juega de modo crucial la identidad y el sentimiento patrio:
en “las guerras”. Primero, demostrando la participación en las gestas de la inde-
pendencia25, luego, apelando a la participación en la guerra de Malvinas en 198226.
Por otro lado, los guaraníes siempre habían sido clasificados en Salta como
“chiriguanos” o “chaguancos”. Esto implicaba que la ´autenticidad guaraní´ era
puesta en duda tras su emergente auto-adscripción en las últimas décadas. Pero,
en la medida que los Estados actualmente legitiman el autoreconocimiento y
los guaraníes en Salta reconstruyen la historia de su nación y sus desplazamien-
tos en la búsqueda de la tierra sin mal (candire) por los territorios del chaco
americano (Argentina y Bolivia), el argumento se desplaza hacia la imputación
de la extranjería: los guaraníes son bolivianos: “A nosotros también nos dicen
boliviano porque estamos cerca de Bermejo... el Ingenio puso (…) que somos
bolivianos” (Entrevista 07). Lo significativo es que esta imputación es ´apro-
piada´ por un grupo de indígenas guaraníes para descalificar la reivindicación
territorial de otros hermanos del mismo pueblo originario:
25
Esto reafirma la pertenencia a la nación justo en el momento de la emergencia del TINKUNAKU como
organización indígena a principio de los ´80. Briones (1998b) ha destacado cómo pervive esta evocación
cuando analiza una marcha que realizan conjuntamente mapuches y kollas en Buenos Aires protestando
por la “construcción de mega emprendimientos hidrocarburíferos” sobre sus territorios en Neuquén y
Salta”. En esa protesta los kollas deciden concluir con un acto frente a un monumento que homenajea
a los caídos en Malvinas: “Su argumento era que, en esa guerra, habían también fallecido hermanos de
su pueblo. Ello demostraría hasta qué punto los Kolla son argentinos…” (1998:35).
26
“Y después que ha habido muchas batatas, entre las cañas de azúcar, muchas para robar ¿ve?. Y alguna
gente iba a la noche a robar. Y se iba a la huella el capataz y si encontraba quien había cavado las batatas,
lo metían afuera y le suspendían del trabajo, y le descontaban las batatas. Así contaba mi papá […] se
venían yuteando por el monte, venía la gente y de aquí lo venían a llevar a azotes de vuelta para el ingenio
[…] “a trabajar carajo”. No sé cómo sabían pagar, porque nunca ha dicho mi papá que jamás sabía ver
plata. Todo vale nomás, vale nada más. […] No dejaban chupar caña. Si alguien chupaba caña quedaba
suspendido del trabajo, azotearlo…” (Entrevista 09, pueblo kolla).

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Andrea Gigena 171

Mi papá era uno de los trabajadores de la empresa Tabacal. Yo soy uno de los
hijos de inmigrantes; allá por el año 34 mi papá inmigró a la Argentina. Cuando
vino, cayó en el ingenio Tabacal, provincia de Salta. Mi papá es boliviano...
[…] Soy uno de los hijos de inmigrantes provenientes de Bolivia. Todos los
hermanos ava-guaraní provenientes de Bolivia se vienen a una misión en la
loma de El Tabacal, allá por el año 38 (Juvencio Peña, versión taquigráfica,
sesión de la Comisión de Población y Recursos Humanos de la Cámara de
Diputados de la Nación, 7/07/2004).

Otros guaraníes, en tanto, relativizan la pertenencia nacional y las identidades


regionales en la medida que se consideran pueblos preexistentes al Estado-
nación y el establecimiento de sus límites territoriales:
… han visto que los guaraníes por ejemplo, a veces hay muchos con la gente, viste
el guaraní es formoseño, correntino, TODO SOMOS de descendencia guaraní,
pero [cada uno] tiene su manera, otra costumbre, pero cuando nosotros vemos
(…) de la misma raíz, es la misma, nada más que se desparrama por ejemplo el
Paraguay, ellos también es la misma casta guaraní (Entrevista 08, pueblo guaraní).

Las múltiples diásporas marcan una particular relación de los guaraníes con
el Estado-nación. La ancestral búsqueda de la tierra si mal que los va llevando
desde Brasil hasta el actual territorio argentino en el período pre-colonial, el
corrimiento del territorio de Bolivia por la secularización de las misiones fran-
ciscanas y la guerra del Chaco durante el período republicano, la expulsión de
sus territorios por parte del Ingenio San Martín del Tabacal en la década del 70,
termina por anclar la identidad más en el linaje comunitario que en algún linaje
nacional. Como sugiere Bidaseca (2010) la diáspora debe entenderse en “opo-
sición a las identidades modernas producidas por los Estados-nación” (2010:38).
Es pertinente aclarar aquí que la cuestión de las resistencias no es contem-
plada en extenso por exceder los propósitos de este trabajo. Sin embargo, es
importante advertir que tanto los kollas como los guaraníes muchas veces han
confrontado las ´locaciones´ que se producen en los procesos de subjetivación.
Debido a que las relaciones de poder son reticulares, circulan, infiltrando la
totalidad del tejido social, entre grupos y al interior de cada uno se producen
determinaciones y activaciones recíprocas que producen nuevas propiedades
y localizaciones reconfigurando las prácticas de saber-poder-subjetividad. Así,
se detectan para el período considerado, por ejemplo, micro estrategias de
resistencia, particularmente contra la opresión del Ingenio –las fugas, el robo27–
(Gigena, 2011); además del gran hito de lucha para los kollas: el Malón de la Paz.
27
“Y después que ha habido muchas batatas, entre las cañas de azúcar, muchas para robar ¿ve?. Y alguna
gente iba a la noche a robar. Y se iba a la huella el capataz y si encontraba quien había cavado las batatas,
lo metían afuera y le suspendían del trabajo, y le descontaban las batatas. Así contaba mi papá […] se
venían yuteando por el monte, venía la gente y de aquí lo venían a llevar a azotes de vuelta para el ingenio
[…] “a trabajar carajo”. No sé como sabían pagar, porque nunca ha dicho mi papá que jamás sabía ver
plata. Todo vale nomás, vale nada más. […] No dejaban chupar caña. Si alguien chupaba caña quedaba
suspendido del trabajo, azotearlo” (Entrevista 09, pueblo kolla).

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172 Gubernamentalidad y subjetividad en los pueblos originarios de Salta en la primera mitad del siglo XX

Salida
El “indio” ha representado la alteridad radical (racial) del proyecto hegemó-
nico de Nación desde fines del siglo XIX hasta mediados del XX. Briones (2004)
asegura que la idea del “indio” ha pervivido porque determinados sectores
tuvieron que constituirse en antagonistas indispensables para la contrucción de
la argentinidad. Esta alteridad se ha naturalizado y lo que he intentendo con este
trabajo es interrumpir la naturalización demostrando cómo, en determinadas
condiciones históricas, un campo de saber (biológico) permitió establecer una
jerarquía social que plasmó en prácticas concretas atravesando la vida de los
sujetos.
En los últimos treinta años, sin embargo, es claro ver que la racialización
fue cediendo en tanto clivaje de los procesos de subjetivación. Esto sucede
cuando los pueblos originarios emergen en la escena política de los Estados
latinoamericanos –en un escenario de fuertes ajustes estructurales– como su-
jetos de derecho y como actores políticos llevando a cabo múltiples acciones
en pos de su reconocimiento como preexistentes a los Estados-nación. Lo que
no implica negar la existencia de procesos de autoidentificación étnica previos
a este contexto, incluso para el período considerado en este artículo, como lo
ejemplifica la experiencia del Malón.
Pero, frente a esta reciente irrupción la estatalidad ya no puede sustraerse de
reconocer la diversidad que la interpela y comienza a legislar y producir políticas
relativas a la cuestión indígena a partir de una nueva técnica: la etnización. Con
esta se reconoce la diferencia pero mediante una regulación “normalizadora”
(Bidaseca y AAVV, 2008). La lógica de la gubernamentalidad se reacomoda y
actualmente, los pueblos originarios en Argentina se instituyen privilegiadamente
como sujetos con personería jurídica étnica.
En este proceso, las provincias fueron las primeras en “administrar” la
irrupción indígena, a través de múltiples técnicas jurídicas, institucionales y
burocráticas. Luego, la Nación, descentralizando en las propias comunidades la
realización de “micro censos” demográficos y territoriales que den cuenta, para
el Estado (provincial o nacional), de la existencia, composición y localización de
porciones de pueblos originarios. Todo esto como condición para el registro
de su personería jurídica étnica.
Entonces, esta nueva tecnología orientada a registrar una personería jurídica
implica: “disponer en un orden de visibilidad, dominar la irrupción, disciplinar
el acontecimiento” (Bidaseca y AAVV, 2008:15). Se normalizan los modos de
hacer, de ser y de decir de las comunidades registradas, demarcando el escenario
de intervenciones y conflictos (sujetos, preceptos y estrategias) circunscrito
nuevamente, como en el período sindical, a una disputa por la legalidad y la
legitimidad de la representación y los derechos que confieren las personerías
jurídicas. Esto significa, en definitiva:

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Andrea Gigena 173

“Una nominalización bajo los efectos de la redundancia, en el sentido de que


sujeta lo emergente a formalismos jurídicos que, presentados como nove-
dosos, no obstante, se enmarca en un continuum estatal lógicamente anterior.
Esto implica tomar las diferencias culturales como datos clasificables, censables;
porque justamente el gran relato del Estado-nación se funda sobre la represión
de las comunidades singulares, de sus identidades” (Bidaseca y AAVV, 2008:7).

fuentes

- Versión taquigráfica de la reunión de la Comisión de Población y Recursos Humanos de la Cámara


de Diputados de la Nación. 07 de Julio de 2004.
- Etnografías producidas con miembros de las comunidades kolla y guaraníes de Salta (2008-2009).
- Entrevistas producidas con informantes claves de Salta (2009).
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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 175-198. ISSN 1669-8517

Promover, asegurar, exponer, resistir:


trazando el mapa de la biopolítica
del trabajo asalariado en la
Argentina contemporánea
Victoria Haidar
Universidad Nacional del Litoral - CONICET

Resumen
Este artículo explora las expresiones que asume la biopolítica del trabajo asalariado
en la Argentina contemporánea. Inscripto en la línea de estudios sociales sobre la
gubernamentalidad, caracteriza los programas empresariales de promoción de la
calidad de vida, los mecanismos de gestión de riesgos laborales y las resistencias
ejercidas en nombre de la salud de los trabajadores. Dicho análisis muestra que lejos
de toda lógica unívoca, la biopolítica designa una constelación de fenómenos que
incluyen la optimización de la salud, la gestión de riesgos, la exposición de los cuerpos
al peligro y la invención de nuevas formas de pensar, conocer y actuar.

Palabras clave
Biopolítica - salud laboral - gubernamentalidad - resistencias

Abstract
This article explores different dimensions of waged labor biopolitics in contempo-
rary Argentina. It characterizes -from a governmentality social studies perspective-
business health promotion programmes, labor risk management mechanisms and
resistances developed in the name of worker’s health. The analysis shows that this
kind of biopolitics, far from univocal logic, designates a constellation of phenomenons
that includes: health optimization, risk management, bodies exposure to danger and
the invention of new ways of thinking, knowing and acting.

Key words
Biopolitic - occupational health - governmentality - resistances

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176 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

I. Introducción
Inscripto en la línea de unos estudios sociales sobre los “ensamblajes”
(Rose, 1999; Marcus y Saka, 2006) de racionalidades, tecnologías y modos de
subjetivación (Dean, 1999; Rose, 1999) a través de los cuales se gobiernan di-
ferentes problemas, este artículo pretende discutir algunas de las expresiones
del presente de la biopolítica del trabajo asalariado en la Argentina. Mientras la
alusión al trabajo asalariado circunscribe el dominio de referencia del análisis,
el uso deliberado del término biopolítica en singular obedece al propósito de
aprovechar al máximo la relativa indefinición que lo afecta en la propia reflexión
foucaultiana1. De la multiplicidad de sentidos que se atribuyen a esta noción,
nos inclinamos a pensarla como una “constelación” (Lemke, 2010:429) o
“perspectiva” (Rabinow y Rose, 2003; Rose, 2007), lo suficientemente amplia
y elástica como para comprender tanto la pluralidad de esfuerzos que, en las
sociedades occidentales, se han desplegado históricamente para controlar
las características vitales de los hombres en cuanto seres vivientes, como los
intentos orientados a la invención de modos de vida singulares.
En ese entendimiento, la biopolítica del trabajo asalariado congrega dimensio-
nes relativas a los regímenes de verdad, las relaciones de poder y la ética. Así: a) las
acciones que distintos agentes (empresarios, expertos, agencias estatales, ONGs,
etcétera) desarrollan para intervenir sobre las características vitales de la existen-
cia de los trabajadores en cuanto se relacionan con la actividad laboral misma y su
productividad (programas de promoción de la calidad de vida de los empleados,
sistemas de gestión de la salud y seguridad laboral, servicios de re-calificación
profesional, etcétera); b) las formas de conocimiento, lenguajes y tecnologías
que se movilizan para racionalizar y efectivizar esas intervenciones (toxicología
genética, epidemiología, bio-monitoreos, exámenes pre-ocupacionales, etcétera);
c) los efectos de des-igualación, invisibilización, exclusión, jerarquización, etcétera,
que se derivan de ellas (ocultamiento de las enfermedades profesionales, tasas
de accidentalidad laboral en comparación con las tasas de accidentes de otras
poblaciones, etcétera), d) las maneras en que los trabajadores son convocados
a actuar en relación a sí mismos (apelación al auto-cuidado, al work-life balance,
etcétera) y e) las prácticas de resistencia que reaccionan contra el sufrimiento
y los efectos de sujeción asociados a los procesos de trabajo (investigaciones
desarrolladas por diferentes organizaciones de trabajadores en alianza con una
serie de expertos, para conocer los factores peligrosos del trabajo y cambiarlos).

1
En la obra de M. Foucault, las nociones biopoder y biopolítica recibieron un tratamiento oscilante. Esa
oscilación comprende una multiplicidad de cuestiones, tales como: los efectos de la biopolítica (¿produce
subjetividad o produce muerte?), su escala y operadores (¿se refiere a la población y/o a los cuerpos indi-
vidualmente considerados?), su relación con el poder soberano (¿existe entre ambas formas de ejercicio
del poder continuidad o discontinuidad?), la definición de la vida (¿vida biológica o vida políticamente
calificada?) y su vínculo con la política (¿objeto u horizonte normativo?), entre otros problemas que per-
manecen abiertos y han sido objeto de relevantes discusiones. Vid. entre otros: Lazaratto, 2000; Hardt
y Negri, 2002; Agamben, 2003; Esposito, 2005, 2006; Fassin, 2005, 2006; Revel, 2009.

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Victoria Haidar 177

Con la intención de superar la relativa desconsideración de las aristas


‘innovadoras’ y ‘creativas’ de las resistencias de la que adolecen algunas con-
tribuciones (Rose, 2007)2 que enfocan al biopoder desde la perspectiva de la
gubernamentalidad3, en este artículo se atribuye un peso decisivo al estudio
de las prácticas que aspiran a aumentar el control que los trabajadores ejercen
sobre los factores laborales que determinan sus propios perfiles de salud y
enfermedad.
Tanto las iniciativas que procuran gobernar la relación trabajo-salud/en-
fermedad como las acciones que oponen a ellas, se inscriben en una trama
de relaciones sociales cuyos actores son las grandes empresas de capitales
nacionales y transnacionales, las pequeñas y medianas empresas, la Superin-
tendencia de Riesgos de Trabajo (SRT), las Aseguradoras de Riesgos de Trabajo
(ART), los expertos en salud y seguridad laboral, los sindicatos, los colectivos
de trabajadores organizados bajo la forma de Comisiones Internas o Cuerpos
de Delegados, los especialistas que se ocupan de asesorar y guiar la lucha del
movimiento obrero, la OIT y la serie variopinta de expertos en ‘buen vivir’
-profesores de educación física, nutricionistas, ‘yoguis’, etcétera- que consti-
tuyen el mercado de ‘servicios al empleado’.
En todo caso, las relaciones de poder que este artículo recorre orbitan en
torno a una serie de cuestiones que, al interior de la sociedad argentina, se han
articulado como problemas, están vinculadas con transformaciones culturales
de largo alcance y se encuentran atravesadas por una serie de procesos y
acontecimientos políticos, sociales y económicos que les proveen los motivos
y temas para las confrontaciones. La construcción -en la Argentina de los años
noventa- de un diagnóstico que asociaba los costos “altos e impredecibles” de
los accidentes y enfermedades del trabajo (Poder Ejecutivo Nacional, 1994;
Giordano et al. 1996) a la baja competitividad de las empresas argentinas, en
nombre del cual se justificó la sanción de una nueva Ley de Riesgos de Trabajo
en 1995 (LRT); la intensificación de las exigencias y cargas laborales derivadas de
los cambios en las formas de gestión y del deterioro de las relaciones laborales
y la configuración, también durante esos años, de alianzas de trabajadores y
expertos con la finalidad de oponerse a esos embates, constituyen algunos de
los procesos que inspiran, alientan y organizan las luchas en torno a la salud
laboral en el país. Pero las tendencias y focos de tensión que estrían el campo
de la biopolítica del trabajo asalariado también están condicionados por otros

2
Como señalan O’Malley, Weir y Shearing (1997), en algunas aproximaciones emblemáticas al problema
de la gubernamentalidad, las oposiciones a los programas de gobierno se conciben únicamente como
obstáculos para su desarrollo y no se atribuye una entidad singular a las críticas, oposiciones y propuestas
alternativas a ellos.
3
La gubernamentalidad es un neologismo que introdujo M. Foucault (2006) en el seminario que impartió
en el Collège de France bajo el nombre “Seguridad, Territorio, Población” y que dedicó a la genealogía
de las diversas racionalidades de gobierno. La noción de gubernamentalidad designa las relaciones es-
tratégicas que se establecen entre prácticas de conducción que operan a diversas escalas: desde el nivel
macro del gobierno de una población hasta el nivel micro del gobierno de uno mismo.

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178 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

fenómenos de alcance más general, que datan de las últimas décadas del siglo
XX: el desarrollo de tecnologías bio-médicas que permiten singularizar y detec-
tar cada vez más tempranamente la enfermedad; la importancia que atribuyen
la epidemiología y los discursos sanitarios a los estilos de vida saludables; la
conformación –como reacción frente al fracaso de las propuestas desarrollis-
tas– de una “epidemiología crítica” y una “medicina social de los trabajadores”
en América Latina, entre otros.
Este artículo está organizado de la siguiente manera: el apartado II se ocupa
de caracterizar las estrategias de promoción de la calidad de vida que algunas
grandes empresas desarrollan en el país. Seguidamente, en el punto III se
muestra de qué manera la gestión capitalista de los riesgos laborales depende,
en la Argentina, de un eslabonamiento de mecanismos de seguridad y deci-
siones alejadas de toda racionalidad precautoria. Esta cartografía se completa,
en el apartado IV, con la reflexión en torno de unas prácticas colectivas que,
en nombre del control de las propias condiciones de trabajo y de vida, buscan
conocer los aspectos peligrosos de los procesos de trabajo para transformarlos.
Finalmente, las conclusiones están dedicadas a discutir algunos de los aportes
con que esta indagación relativa al gobierno de la relación trabajo-salud en
nuestra sociedad contribuye al debate contemporáneo en torno del concepto
de biopolítica.

II. Estrategias empresariales para optimizar la calidad


de vida
A comienzos del siglo XX E. Durkheim (1973 [1902]: 67) observaba que los
empeños en el cuidado de la propia vida con la mera finalidad de conservarla y
gozarla, no revestían en sí mismos ningún valor moral. Por el contrario, en las
sociedades occidentales contemporáneas, no sólo la conservación de la vida,
sino su incansable optimización se ha convertido en una virtud (Filc, 2005: 189)
y en un deber moral individual en torno al cual convergen intereses y deseos
que conciernen a diferentes áreas de acción. El cuerpo, su peso, su movimiento
o reposo, su apariencia, es el lugar en que el ‘yo’, guiado y motivado por unos
discursos sobre la salud, debe librar las batallas necesarias para alcanzar un modo
de vida saludable, es decir, para transformarse desde un punto de vista ético. La
personalidad devino intrínsecamente somática (Rose, 2007): la configuración de
identidades aplicadas a la optimización permanente de sus performances vitales y
profesionales es el resultado de una actuación sobre el cuerpo. En esas batallas
confluyen las elecciones morales y la creciente sensibilidad de los individuos en
relación con los estándares contemporáneos relativos a ‘ser saludable’, el anhelo de
satisfacer las demandas asociadas al ‘ser profesional/competente’ y al desempeño
de una ciudadanía activa, responsable, científicamente informada e independiente.

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Victoria Haidar 179

Los lugares de trabajo se han convertido en espacios estratégicos para


la incitación de comportamientos asociados a la buena salud. En torno al rol
‘bio-animador’ del capital convergen una multiplicidad de razones: el propósito
de aumentar la productividad y de reducir los costos de la atención médica,
el desarrollo de un mercado de servicios al empleado, la resonancia sobre las
políticas empresariales de diversas consignas bio-económicas4, la asociación que
realizan los discursos manageriales entre el rendimiento y el reforzamiento de
la cultura corporativa, etcétera.
Lejos de limitarse a cumplir con los estándares legales en materia de hi-
giene y seguridad, en la Argentina, algunas grandes empresas se encargan de
promover la calidad de vida de los empleados. Nobleza Piccardo, Acindar,
Gas Natural Ban, Banco Galicia, los “Grobo Agropecuaria SA”, Toyota, Perez
Compac S.A, EDS Argentina, Alba, Roche, IBM Argentina, Scania, Repsol YPF,
Procter & Gamble, Dupont Argentina, Officenet, Globant y Accenture, entre
otras, cuentan con programas orientados a estimular el bienestar personal y
los estilos de vida saludables, en el marco de los cuales fomentan la realización
regular de actividad física, la dieta equilibrada, el balance entre la vida laboral
y familiar, el control de los conflictos personales, etcétera5.
Para ello apelan a una multiplicidad de estrategias, tales como colocar canas-
tas de frutas a disposición de los empleados, pautar descansos ‘en movimiento’,
brindar clases de yoga y artes marciales, organizar runnings corporativos, difundir
información sanitaria a través de afiches, circuitos de comunicación internos y
charlas de especialistas, ofrecer menús ‘saludables’ en los comedores y acceso
gratuito a gimnasios, combatir el sedentarismo mediante la entrega de ‘cuenta-
pasos’, organizar competencias para reducir el peso corporal, premiar el logro
de ‘resultados saludables’ (como dejar de fumar o bajar de peso) con acciones
de caridad y beneficios económicos, brindar asistencia psicológica al empleado
y a su familia mediante un servicio de consultas telefónicas que funciona las
24 horas, disponer y multiplicar los lugares de descanso y encuentro en las
oficinas, etcétera.
Ciertamente, las culturas corporativas, el tamaño de las empresas, su his-
toria en el país, etcétera, imprimen a estas intervenciones rasgos particulares.
Sin embargo, ellas coinciden al menos en tres aspectos. En primer lugar, se
trata de iniciativas que, inspiradas por una racionalidad neoliberal, presuponen

4
La reducción de los índices de las enfermedades crónicas que representan altos costos para los sistemas
de salud; la satisfacción de estándares de higiene y seguridad para evitar el dumping social, entre otras.
5
Como por razones de espacio no resulta posible caracterizar en detalle cada uno de esos programas ni
aludir a la multiplicidad de documentos que se refieren a ellos, optamos por presentar los argumentos con
carácter general y citar algunos enunciados que resultan centrales para la comprensión de los mismos.
Para mayor ilustración del lector puede consultarse entre otras, las siguientes fuentes: Acindar, 2006;
Gas Natural Ban, 2007; Toyota, 2007; Unilever, 2007/2008; Quilmes, 2007. Sobre el “Plan Toneladas” y
“Caminata de 10.000 pasos” de IBM, Santos Lens (2006); el plan “Nutrición Saludable y Actividad Física”
de los Grobocopatel SA, Clarín (2005) y los programas de asistencia al empleados implementados por
Procter & Gamble, Dupont y Nortel Networks, Barreiro (2001).

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180 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

y estimulan la libertad de elección de los empleados quienes, en nombre de


la verdad de la ciencia, de promesas de mayor bienestar y/o eficiencia o del
atractivo que constituyen los premios económicos, son convocados (jamás
obligados) a transformar sus propios comportamientos y estilos de vida vol-
viéndolos más saludables. Estos programas asumen de manera a-crítica una
voluntad de mejoramiento de la propia salud y una predisposición a comportarse
de manera precautoria frente a los riesgos. En consonancia con ello, apelan al
auto-cuidado bajo formas que suponen y a la vez activan la elección personal.
La estrategia de enunciación que se utiliza en el marco del programa “3D” de la
empresa Quilmes (2007/2008) expresa con claridad esta opción por atribuir al
‘yo’ la responsabilidad por la propia salud: “determino los riesgos, defino como
cuidarme y decido trabajar con seguridad”.
El esfuerzo por conservar y optimizar la salud es entendido como una
empresa moral, íntimamente relacionada con la agenda neoliberal del auto-
gobierno: el auto-control, el conocimiento de sí y el auto-mejoramiento (Lup-
ton, 1995). El auto-cuidado resulta virtuoso per se porque permite alcanzar el
mejoramiento biológico, realizarse profesionalmente y funciona como indicador
de una ciudadanía responsable e independiente6. La conexión entre la salud
-redefinida en términos de bienestar- y la libertad es estrecha: la calidad de
vida cifra experiencias de libertad personal ya que, según se razona, mediante
la nutrición saludable, la gestión del estrés y la actividad física rutinaria, los em-
pleados consiguen liberarse de la enfermedad, de la infelicidad, de la frustración
(Vander Schee, 2008).
La articulación del auto-cuidado como un deber moral, la creciente pro-
blematización de varias enfermedades como el resultado de elecciones per-
sonales inadecuadas o incorrectas7 y la trivialización o el ocultamiento de sus
determinantes sociales (los procesos de trabajo, los modos de existencia de
cada clase social, la organización de los servicios sanitarios, etcétera) que están
implícitos en estas acciones, se encuentran asociados a la producción de una
serie de efectos de poder. De esta manera, las enfermedades son gobernadas
mediante su individualización, con la consecuente des-responsabilización de las

6
Si bien en los programas empresariales que analizamos la apelación al auto-cuidado se justifica mediante
razones prudenciales (su vínculo con la prevención de enfermedades, los goces y compensaciones somá-
ticas, simbólicas y materiales ligadas a él), en otros programas -desarrollados en diferentes contextos- de
los que tenemos noticia a través de diversos trabajos científicos (Petersen y Lupton, 2006; Vander Schee,
2008), los fundamentos basados en la idea de auto-interés resultan reforzados por consideraciones re-
lativas a la contribución de los comportamientos y actitudes saludables a algún proyecto colectivo (a la
misión de una empresa, la satisfacción del interés público, etcétera). En la Argentina, aunque ninguno de
los programas que estudiamos conecte el desarrollo de estilos de vida saludables con la buena marcha de
la economía nacional o el cumplimiento de obligaciones cívicas, en IBM la pérdida de peso se incentivó
mediante la movilización de motivos compasivos: la empresa se comprometió a efectuar una donación
por cada tonelada de peso perdida.
7
Como se señala en toda una literatura inscripta en el campo de la sociología de la salud y de la enfermedad
factores relativos al estilo de vida se transformaron en las “causas” de la mayoría de las enfermedades
del siglo XXI, obscureciendo muchos factores genéticos, accidentales o medio ambientales (Petersen y
Lupton, 1996; Vander Schee, 2008).

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Victoria Haidar 181

empresas y de otras instituciones sociales que inciden en forma relevante sobre


los procesos de salud y enfermedad y los trabajadores son responsabilizados por
el manejo adecuado de los comportamientos asociados a la salud. Asimismo,
en la medida en que toda una serie de actividades (como caminar, alimentarse
sanamente, etcétera) se convierten en indicadores de una performance ética,
la población objeto de estos programas es atravesada por nuevas dicotomías:
grupos de trabajadores ‘activos’ e ‘inactivos’ (Fullagar, 2002:71), ‘con sobrepeso’
y ‘sin sobrepeso’, etcétera.
En segundo lugar, estos programas se inscriben invariablemente en el domi-
nio de la salud, procurando que los trabajadores alcancen un “estado óptimo”
(Rose, 2007). Lejos de funcionar en tandem con la enfermedad, la salud se
convirtió en un campo de intervención independiente, que reconoce grada-
ciones y es susceptible de medición. Una faceta relevante de la re-definición
contemporánea de salud, está constituida por la ‘calidad de vida’, una fórmula
que concentra aspiraciones vitalistas y cálculos económicos, sobre la que se
sedimentan varios discursos (de la expertise sanitaria, las organizaciones inter-
nacionales, etcétera). Las estrategias empresariales a las que nos referimos –al
igual de las que se desarrollan en otros contextos8– incorporan las definicio-
nes estandarizadas sobre la calidad de vida que incluyen una serie limitada de
tópicos (el equilibrio entre las diversas dimensiones de la vida, el rendimiento
físico, la gestión prematura de los conflictos, el manejo del estrés, etcétera)
excluyendo a priori otras posibilidades. Las racionalidades médicas y sanitarias
que construyen el cuerpo como el lugar de un esfuerzo permanente por
mejorar la salud, impiden o dificultan la articulación de experiencias riesgosas
o simplemente ‘pasivas’, distantes de las nociones –ubicuas– de ‘ejercicio’ y
‘actividad’9 en términos de placeres, ignorando las dimensiones irracionales,
afectivas y simbólicas de la vida cotidiana y el tiempo libre (Fullagar, 2002:73).
Además, sólo se refieren a individuos y poblaciones sanas. El sufrimiento, el
malestar y la enfermedad no encuentran representación alguna en los programas
corporativos y menos aun aquel ‘mal de vivir’ y aquellas patologías que están
ligadas al propio trabajo (Allender et al, 2006).
En tercer lugar, apuntan a gobernar el tiempo de vida, la existencia completa
y no –como podría leerse desde una óptica marxista– sólo el tiempo de trabajo.
El goce de la calidad de vida depende de la sistemática elección de opciones
saludables en todas las facetas, en todos los ‘medios’ en cuyo contexto se desa-
rrolla la vida. Para regular esas elecciones, las empresas no sólo injertan en los

8
En Estados Unidos, aproximadamente el 90% de los lugares de trabajo que cuentan con 50 o más
empleados tienen programas promoción de la salud (Aldana et al, 2005).
9
Muchos de los consejos incluidos en los programas empresariales de promoción de la calidad de vida
(alimentarse sanamente, realizar actividad física, no fumar, etcétera) se organizan en torno de una noción
funcional de ‘actividad’, que tiene objetivos específicos y se conecta con toda una serie de rutinas. Así, se
supone que el cuerpo saludable (y el placer a él ligado) emergen de la auto-disciplina y el auto-control,
mientras que el desorden, el caos y la incertidumbre se asocian con el riesgo de contraer enfermedades
(Fullagar, 2002: 79).

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182 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

lugares de trabajo rutinas saludables (yoga, ejercicios de estiramiento, menús,


etcétera) sino que apuntan a intervenir sobre las decisiones que se toman en
el ámbito familiar. Así, ponen a disposición de todos los empleados (y no sólo a
aquellos percibidos como ‘problemáticos’)10 servicios de asistencia psicológica
las 24 horas (cuya cobertura alcanza también a los familiares), organizan mara-
tones y diversas actividades recreativas los fines de semana y para enraizar las
consignas ligadas a la seguridad y a lo saludable apuestan a implicar a las familias
en las políticas empresariales11.
Todos estos esfuerzos se encauzan a través de nuevas articulaciones de
actores, tecnologías y racionalidades. Lejos de las campañas de educación sa-
nitaria en los lugares de trabajo impulsadas por el Estado, que caracterizaron la
política de salud laboral del peronismo (Ramacciotti, 2009), el escenario actual
está constituido por una pluralidad fragmentada de micro-políticas relativas a la
calidad de vida, que no responden a ningún master plan y cuyo horizonte es el
mercado global. Si bien las empresas no cuentan con el monopolio de las formas
de conocimiento y consignas culturales que inspiran las políticas de promoción
de la salud, sí, en cambio, constituyen los focos de irradiación y difusión de una
pluralidad de sentidos y tecnologías que definen qué es lo saludable, las cuales
se trasfunden desde el espacio de la producción al espacio doméstico.
Esos programas se encuentran conectados sólo indirectamente con la vo-
luntad soberana del Estado que, en el marco de acciones focalizadas, se ocupa
de difundir las semánticas que estructuran los discursos de las organizaciones
internacionales (salud y productividad, por ejemplo) y de animar a las empre-
sas a perseguir los objetivos definidos por esas instituciones (como reducir el
consumo de tabaco, o adoptar sistemas de gestión de la salud y seguridad).
Asimismo, en la medida en que las consignas divulgadas por la OIT y otras
organizaciones internacionales se hacen efectivas en los lugares de trabajo, el
Estado-Nación contribuye a instituir un régimen global de gubernamentalidad,
cuyas consignas son la limitación del dumping social, la promoción de la compe-
titividad de los diferentes actores, la prevención de las enfermedades crónicas,
la gestión precautoria de los riesgos asociados a las nuevas tecnologías, etcétera.
Si bien la promesa de la calidad de vida no compromete el crecimiento de
las agencias del Estado, se nutre y estimula el desarrollo de un mercado que se
ocupa de la calidad de vida de los empleados. El lugar de las asistentes sociales,
las enfermeras ocupacionales y los médicos de fábrica, es ocupado por toda
una serie de viejos y nuevos terapeutas (profesores de educación física, nutri-
10
Durante la década del ’80 los programas de asistencia psicológica se dirigían preferentemente a aquellos
empleados que, debido a problemas personales o emocionales, se encontraban directa o indirectamente
en riesgo de convertirse en improductivos, es decir, a los ‘empleados problemáticos’. Ya en los años’90
la clientela de los servicios de asistencia al empleado se extendió, legitimando a todos los trabajadores
–y, en verdad, también a sus familias– para participar de esos programas (Hansen, 2004: 158-159).
11
Esta extensión de los esfuerzos de gobierno hacia las esferas de la vida familiar e íntima del trabajador
se explica porque, como señalara Foucault (2006: 67) los mecanismos de seguridad son “centrífugos”,
integrando sin cesar nuevos elementos.

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Victoria Haidar 183

cionistas, yoguis, psicólogos, counselors, etcétera) que -vínculos contractuales


mediante- colaboran, guían y ayudan a los empleados a perder kilos, evitar el
sedentarismo, alimentarse sanamente, relajarse, manejar las crisis personales,
balancear la vida laboral y familiar, etcétera.
¿Cuál es la economía de poder que expresan estos programas? Ciertamente,
encarnan de una manera creativa y activa el propósito biopolítico de hacer vivir,
de multiplicar y potenciar las fuerzas vitales de los cuerpos. Sin embargo, el
objeto y las modalidades de intervención no se corresponden con la lógica de
la biopolítica, tal como la conceptualizó M. Foucault (2000, 2002). Dos de las
notas que, según aprendimos del filósofo francés, caracterizan al biopoder, están
ausentes: no estamos ante intervenciones autoritarias que se ejerzan sobre la
vida, imponiendo –desde afuera– una regulación a la existencia biológica de los
seres humanos y la escala de las intervenciones no es poblacional.
La modalidad incitativa que adoptan, así como la inversión que realizan en
la programación de una ética del auto-cuidado, dan cuenta de la operatoria
de una racionalidad y unas estrategias neoliberales. De allí que N. Rose (2007)
se haya referido a la promoción de la salud en términos de una ethopolítica. El
ethos de la existencia humana, la sensibilidad, los sentimientos, las creencias y
vivencias de las personas relativas a la propia vitalidad, constituyen el medio al
interior del cual el auto-gobierno (la estilización de la propia vida en un senti-
do saludable) puede ser conectado con los imperativos del buen gobierno (el
gobierno a través de la maximización de las elecciones personales). Su faceta
ética es, para usar una expresión cara al lenguaje foucaultiano, insoslayable:
apuntan a la construcción de identidades abocadas a un trabajo permanente de
auto-examinación, auto-reflexión y auto-mejoramiento; se cuelan en la relación
entre el yo y el cuerpo, proponiendo una subordinación cada vez más intensa
del segundo término al primero y excitando un dominio cada vez más racional,
minucioso y consciente del ‘yo’ sobre el cuerpo.
Sin embargo, la identificación de esos programas con una ethopolítica, con
la apuesta neoliberal por incentivar el desarrollo de subjetividades autónomas,
no debe ocultar el hecho de que estas estrategias empresariales de promoción
de la salud apuntan a imprimir cierta regulación sobre una serie de sucesos
impredecibles (las enfermedades), interviniendo sobre el ‘medio’ laboral y, de
manera indirecta sobre el medio familiar, para determinar las posibilidades de
las ‘elecciones libres’ de los trabajadores. Los empleados no son obligados a
participar de los runnings corporativos, ni de los programas de control de peso.
Sin embargo, ellos introducen una suerte de “presión informal” para que los
individuos conformen su vida de acuerdo al estándar de salud (Goss, 1997). Si el
gobierno se ocupa de los hombres “en sus relaciones con esas otras cosas que
son las costumbres, los hábitos, las maneras de actuar o pensar”, los trabajadores
son implicados en las estrategias de promoción no sólo como individuos, sino
también como “público” (Foucault, 2006: 102). Se trata de influir –a través de la
difusión de información sanitaria, de las clases de yoga, etcétera– sobre sus opi-

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niones, sus creencias, sus hábitos, temores, maneras de hacer, para modificarlas
en la dirección deseada (convirtiéndolas en ‘saludables’) y valerse activamente
de ellas, a fin de conseguir objetivos macro: disminuir las tasas de accidentes,
ausentismo, consultas médicas, conflictos en los lugares de trabajo y aumentar
la productividad. A pesar de que el objeto inmediato de las intervenciones se
encuentra individualizado, estos programas apuntan a gobernar una abstrac-
ción que es la “competitividad” de la empresa, mediante la intervención sobre
el medio en que se desarrollan los procesos de la producción y los procesos
biológicos; creando las condiciones que estimulen la vitalidad y el rendimiento.
Mientras en este apartado analizamos aquel vector de la biopolítica dedicado
a optimizar la calidad de vida de los empleados, en el siguiente nos ocupamos
del entramado de mecanismos de seguridad y de decisiones que exponen
deliberadamente los cuerpos de los trabajadores a los peligros derivados de
la producción.

III. El gobierno de los accidentes y enfermedades


laborales: entre la seguridad y la exposición
Los esfuerzos por mejorar la calidad de vida de los empleados que desarro-
llan algunas empresas, si bien expresa mucho de lo que la biopolítica del trabajo
asalariado tiene de innovador en el presente, no constituyen, sin embargo,
indicadores de ninguna lógica que pueda generalizarse. Ello es así porque,
por una parte, se trata de acciones circunscriptas a un conjunto limitado de
grandes empresas y, por la otra, porque las mismas sólo apuntan a gobernar
los ‘factores de riesgo individual’ que la expertise epidemiológica vincula con
algunas enfermedades, excluyendo y ocultando la incidencia de las condiciones,
la organización y la carga de trabajo sobre los perfiles de salud-enfermedad de
los trabajadores.
Entre las diversas posibilidades que encierra la biopolítica del trabajo asala-
riado, es preciso emplazar, junto a las estrategias de promoción, aquellas otras
que apuntan a gestionar con carácter preventivo la exposición de la población
trabajadora a los riesgos de la producción. Las intervenciones a las que nos
referimos (mecanismos de detección, medición, monitoreo permanente y
reducción de riesgos y minimización de los daños derivados de ellos), si bien
prescriptas por el derecho argentino, introducen una regulación en los procesos
de accidentalidad y morbilidad que afecta a los diversos colectivos de trabaja-
dores, por razones que no son compasivas sino que obedecen al cálculo de los
costos asociados a esas contingencias y al mantenimiento de un nivel óptimo
(es decir, eficiente) de actividad.
En tanto acontecimientos bio-sociales inciertos, los accidentes y las enfer-
medades laborales se encuentran regulados por diversos mecanismos tales

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Victoria Haidar 185

como los “análisis [pro-activos] de seguridad”12, los cuales estudian los puestos
y procesos de trabajo con la finalidad de detectar y medir los riesgos asociados
a ellos; los procedimientos de “investigación de accidentes”13 que funcionan
a posteriori, con el propósito de determinar las causas de las contingencias y
así efectuar las correcciones necesarias; y los mecanismos de vigilancia de la
salud a través de los cuales se evalúa, en una fase pre-clínica, la exposición
del trabajador a ciertos agentes de riesgo presentes en el medio ambiente
de trabajo (Rodríguez,1995; Epelman,1999). Esas tecnologías, modelizadas
por racionalidades inspiradas en la idea de riesgo (diferentes enfoques sobre
la seguridad industrial, la epidemiología ocupacional, la toxicología genética)
apuntan a conocer anticipadamente las causas potenciales de accidentes y
enfermedades para intervenir en forma precautoria ‘gestionando’ los riesgos.
Las estrategias que buscan anticiparse a los accidentes para reducir las proba-
bilidades de su ocurrencia son problematizadas por los variados enfoques14 que,
más allá de las diferencias que los separan (propugnan distintas metodologías y
atribuyen un peso causal divergente a la acción humana) convergen en concebir
al riesgo desde un punto de vista positivista, es decir, como un estado real del
mundo, que puede ser experimentado y conocido objetivamente (medido,
explicado) por la ciencia (Lupton, 1999; Reith, 2004). Si bien la existencia del
riesgo no depende, en esas lecturas, de la subjetividad de ningún actor del
mundo del trabajo, su potenciación o minimización están condicionadas, en
cambio, por la ‘conciencia’ que los trabajadores se forjan de ellos, por la forma
como se posicionan y actúan frente a los peligros.
Por ello, la gestión de esta clase de riesgos no se limita a intervenir sobre el
medio ambiente de trabajo sino que busca influir sobre el comportamiento de
los trabajadores. Así, los programas de seguridad suelen combinar dos clases de
estrategias: la imposición o prohibición de acciones en reglamentos internos, pro-
cedimientos operativos, etcétera y la incitación de las conductas, gestos y actitudes
seguras por medio de premios económicos, campañas de concientización, modelos
de gestión de la salud y seguridad que involucran la participación de los trabajadores.

12
Estos procedimientos son implementados por los ingenieros y técnicos que se ocupan de la seguridad
en las industrias. Un modelo bastante generalizado de ‘análisis de seguridad’ es el que se difunde en la
Revista del Instituto Argentino de Seguridad (IAS), una institución de enseñanza terciaria, que se ocupa
de la formación de profesionales en el campo de la higiene y la seguridad laboral, desempeñándose
desde la década del ’70.
13
En cuanto a estos métodos de indagación, posteriores al accidente, también desde las páginas de la
Revista del IAS se difunde un “procedimiento indagativo” (vid. Ostolaza, 2001, Benzo Moreira, 2004,
entre otros). Desde la cátedra de “Higiene y Seguridad” de la Facultad de Ingeniería de la UBA y de la
Facultad de Ciencias Fisiomatemáticas de la UCA, también se difunde otro “modelo de investigación
de accidentes” (Mangosio, 2002).
14
En torno a la cuestión de la seguridad laboral convergen tres enfoques: la teoría del ‘acto inseguro’,
que atribuye la causa de los accidentes a la responsabilidad individual del trabajador; la teoría del ‘factor
humano’ que explica las contingencia a partir de la figura de una ‘cadena de causas’ cuyo último eslabón
está constituido por el error humano y las ‘teorías sistémicas’ como el enfoque de la ‘cultura organiza-
cional’ que piensa que los accidentes son el resultado de la interacción de la organización, las máquinas
y las personas (Rodríguez, 2007).

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186 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

Así, el problema de la seguridad no es encauzado solamente desde la lógica


jurídica de los reglamentos y procedimientos internos, que los trabajadores
acostumbran a transgredir. Por el contrario, es crecientemente definida como
un problema de conducción, cuya solución es gubernamental y se expresa en
un trabajo múltiple sobre: a) el auto-interés (estimulándose las prácticas segu-
ras mediante la atribución de premios monetarios a la ausencia de accidentes/
incidentes), b) la conciencia (se intenta forjar una ‘conciencia del riesgo’ a través
de toda una batería de técnicas de marketing y acciones pedagógicas)15 y c)
la voluntad (cuya motivación se confía a la vigilancia y el control horizontal, la
imitación de conductas ejemplares de superiores jerárquicos, al ‘derramamiento’
intergeneracional de la experiencia asociada con el puesto en cuestión y en fin,
toda una serie de técnicas que tienden a ‘sensibilizar’ al trabajador).
También los mecanismos de vigilancia biológica, a través de los cuales se
calcula la incidencia de diversos agentes nocivos sobre la salud de los trabajado-
res, producen efectos de poder. El ethos precautorio y pro-activo que traducen
esas tecnologías proyecta un cono de sospecha sobre cuerpos sanos, y tiende a
emplazar en el limbo de los ‘aparentemente sanos’ a quienes, al calcularse los
factores de riesgo individual, presentan valores más elevados.
Por otra parte, como estos dispositivos tienen la capacidad de producir
información relevante en dos escalas (el individuo examinado y la población)
generan un efecto de ‘individualización biológica’16, cuya utilización táctica es
polivalente. La posibilidad de estudiar la incidencia de los peligros en el ámbito
de cada singularidad somática admite valoraciones ambiguas: si, por un lado, la
detección de las susceptibilidades puede legitimar exclusiones anticipadas y acti-
var procesos de des-responsabilización, también permite producir diagnósticos
más certeros de las enfermedades y alertar acerca de los efectos perjudiciales
para la salud derivados de la exposición a un contaminante a dosis bajas.
Claro que el encastre entre, por una parte, los esfuerzos por sustraer a
los trabajadores o protegerlos artificialmente de las amenazas que provienen
de los procesos de trabajo y, por la otra, los intereses de la producción, no
es total. Por el contrario, la gestión de los accidentes y enfermedades desde
una perspectiva a la vez neoliberal y capitalista, debe ser la “óptima para un
funcionamiento social dado” (Foucault, 2006: 20).

15
Toda una serie de artículos elaborados por profesionales del campo de la higiene y la seguridad incluyen
entre los modelos explicativos de los accidentes y las prescripciones dedicadas a evitarlos, los tópicos
de la capacitación, el entrenamiento y la educación profesional (entre otros: Benzo Moreira, 2004;
Expósito, 2006; Cutuli, 2006).
16
Este efecto de individualización biológica, asociado con la utilización de bio-marcadores en el ámbito
de investigaciones epidemiológicas y toxicológicas, resulta posible por la acción de un operador espe-
cífico, largamente emparentado con la idea de predisposición y de labilidad: la ‘susceptibilidad’. Ese
término comenzó a utilizarse a principios del siglo XX para significar una persona capaz de contraer una
enfermedad o deficiencia. Ciertos factores de orden individual, como la edad, el hábito de fumar, los
antecedentes clínicos, los déficits nutricionales, los desórdenes genéticos pueden determinar que una
persona pueda ser la primera en presentar síntomas frente a ciertos riesgos laborales (Rodríguez, 1995).

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La tensión entre los intereses de la producción y la imposición jurídico/


política del deber de ‘hacer vivir’ explica que, en su funcionamiento, los me-
canismos que controlan los riesgos laborales, produzcan, simultáneamente
seguridad e inseguridad. Resulta que, en la Argentina, el gobierno de la relación
trabajo-salud involucra una combinación de estrategias en las que cuenta tanto
el ‘hacer vivir’ (reducir al peligro, defender a los trabajadores contra él) como
el ‘dejar morir’ (dejar que los cuerpos sean afectados por los riesgos, no medir
los peligros, ocultar las enfermedades causadas por el trabajo).
La gestión de los riesgos asociados a los procesos productivos depende de
una serie compleja de factores, entre los que se incluye: el cálculo de costo-
beneficio, los estilos de gestión, la cultura de la organización, la existencia o no
de un programa de gestión de la salud y seguridad, el tamaño de la empresa,
el grado en que los trabajadores participan de esas decisiones, etcétera. Cual-
quiera sea la ecuación entre esos componentes, lo cierto es que una serie de
indicadores revelan que, en la Argentina, el encauzamiento de ciertos riesgos
en mecanismos de seguridad se complementa con otras formas de ejercicio del
poder: decisiones que involucran la deliberada exposición de los trabajadores
a ciertos riesgos y constelaciones de prácticas y omisiones que determinan la
invisibilización de las enfermedades laborales, con sus consecuencias en materia
de individualización, desprotección y desigualdad.
En primer lugar, circunscrito al empleo, el mercado de seguros de riesgos del
trabajo no reviste una pretensión universalista (Constanzo, 2008). Restringido
al campo del trabajo registrado, sólo cubre, según los últimos datos disponi-
bles, 7.848.899 trabajadores (SRT, 2009). Paralelamente, las contingencias que
afectan al sector del empleo no registrado no movilizan resorte preventivo o
compensatorio alguno. Ninguna estadística sanitaria visibiliza el estado de salud
y de enfermedad de la población de trabajadores informales. Ello establece
una cesura entre una población asegurada y otra población expuesta, que no
obedece, no obstante, a programación alguna de la sociedad (Foucault, 1998).
En segundo lugar, aun al interior del trabajo cubierto, existen zonas liberadas,
procesos de trabajo que involucran riesgos para la salud física y mental frente a
los cuales los individuos se encuentran desprotegidos en virtud de la convergencia
de una multiplicidad de razones: los empleadores no realizan los relevamientos
de riesgos a los que están obligados por ley, los puestos de trabajos no incluyen
consideraciones relativas a la seguridad en sus diseños, los estándares para la
emisión de sustancias tóxicas no anulan toda posibilidad de riesgo, etcétera17.
17
Entre los objetivos de la Ley de Riesgos de Trabajo, sancionada en el país en el año 1995, se contempló
aquel de aumentar la prevención de los accidentes y enfermedades en fábricas, talleres y oficinas. Para
combatir los pobres resultados en materia de seguridad que exhibía el mercado de trabajo los expertos
del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación que –en tiempos del gobierno de C. Menem,
diseñaron la reforma de la ley– apostaron a estrategias neoliberales: imaginaron que los precios de las
pólizas de seguros reflejarían el nivel de riesgos reales y presumidos de cada establecimiento y ello mo-
vilizaría a los empleadores a reducirlos. Sin embargo, en virtud de la competencia entre múltiples ARTs y
de otros factores, los precios de las pólizas nunca reflejaron los riesgos, sino que se utilizaron para atraer

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188 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

Desde la perspectiva de los saberes de la industria, existe siempre un nivel


de riesgos que no puede suprimirse. La determinación del umbral admisible
–de los criterios guía que definen las ‘concentraciones máximas permisibles’ de
diferentes agentes en el medio laboral– no se ajusta nunca a criterios sanitarios.
No sólo porque, dada la variabilidad individual de respuestas frente a un agresor,
ninguna dosis es nunca totalmente inocua, sino porque como se señala desde
una sociología del riesgo (Beck, 2002) esos umbrales son el resultado de una
combinación -nunca totalmente transparentada- de experimentación científica,
consideraciones técnicas, económicas y políticas.
En tercer lugar, las enfermedades asociadas con el trabajo se encuentran
invisibilizadas. El sub-registro que diversas autoridades vienen denunciando en
el país, no significa que los trabajadores no se enfermen, sino que el nexo de
las patologías con el trabajo se oculta y los empleadores se des-responsabilizan
de su prevención y compensación (Rodríguez, 1995; Nieto, 2002). Ocurre que
los mecanismos diseñados para prevenir y tratar adecuadamente esos proce-
sos patológicos no funcionan, porque los empleadores no relevan los riesgos
existentes en los establecimientos y las ART omiten realizar los exámenes
periódicos destinados a controlar al salud de los trabajadores.
El ocultamiento de las enfermedades no sólo es atribuible a la inacción de
empleadores y ART, sino también a errores en los diagnósticos imputables a
los médicos. Como la medicina del trabajo es una especialidad devaluada al
interior de las ciencias médicas, la relación trabajo-salud no forma parte de las
grillas de indagación que los médicos utilizan en la clínica. Así, resulta imposible
diagnosticar aquello sobre lo que no se piensa (Nieto, 2006).
Esas omisiones, ‘descuidos’ y transgresiones de las consignas precautorias,
no se desarrollan al margen de toda racionalidad. Por el contrario, configuran
una instancia normativa, traducen la estimación de lo que, para el capitalismo,
vale la vida de todos esos trabajadores a quienes se expone impunemente a
sustancias tóxicas, agentes y procesos que los enferman, reduciendo su espe-
ranza de vida. Las exposiciones riesgosas en el corazón del trabajo protegido
que, sin embargo, se decide des-considerar, exhiben el ‘precio’ que la sociedad
argentina asigna a la vida de quien trabaja a cambio de un salario. La cantidad
de años de vida que se espera que los trabajadores de diferentes sectores de
actividades vivan (y que, en la Argentina, se desconoce) involucra y descubre
una ‘estimación’ de la vida en tanto que producción social y, con ella, el conjunto
de elecciones que la sociedad realiza para preservar la salud de algunos de sus
miembros. El reconocimiento del carácter moral de las decisiones relativas a
la vida y a la muerte introduce en la discusión de la biopolítica la cuestión de la
desigualdad, una dimensión infravalorada en el análisis de M. Foucault (Fassin,
2006: 41).

clientes. Por otra parte, los empleadores, al estar totalmente cubiertos contra los riesgos que genera
la producción, carecen de todo otro incentivo ‘de mercado’ para implementar medidas preventivas.

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El problema no sólo reside en quienes sufren las consecuencias de esas


“constelaciones de decisión” (Foucault, 1998: 225). El hecho de que se encuen-
tren silenciadas inhibe el desarrollo de estrategias de resistencia. Sin embargo,
ciertas organizaciones de trabajadores, en alianza con algunos expertos, co-
menzaron, ya desde la década del ’90, a visibilizar las facetas más degradantes
del trabajo y a luchar por su transformación. De ello nos ocupamos en el
próximo apartado.

IV. Hacia el control de las condiciones de salud y


enfermedad
En La voluntad de saber Foucault (2002:175) señalaba que desde el siglo
XIX la vida reivindica y sirve de objetivo a numerosas luchas políticas. En la
Argentina contemporánea, algunas de esas luchas se desarrollan allí donde la
salud se entrecruza con los procesos de trabajo, a partir de la coordinación de
múltiples agentes: sindicatos, cuerpos de delegados, comisiones internas de
fábricas y grupos de expertos que movilizan una serie de herramientas teóricas
(la epidemiología crítica, la medicina social latinoamericana, el abordaje psico-
social al malestar docente, la sociología del trabajo marxista) al servicio de las
reivindicaciones de los trabajadores.
Experiencias como la “Encuesta Nacional Docente” que realizó la Central
de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) entre 1993
y 199518; la investigación, iniciada en 1997, relativa a las condiciones de trabajo
y los perfiles de salud/enfermedad de los trabajadores judiciales de la provincia
de Santa Fe, promovida por el sindicato que los representa19 y la “Campaña
Nacional de las 6 horas”, desarrollada entre 1999 y 2003 por el Cuerpo de
Delegados de la empresa concesionaria del servicio de subterráneos de la ciudad
de Buenos Aires (Metrovías)20 expresan, cada una de ellas, la acción concertada
de diversas fuerzas: los trabajadores, las organizaciones que los nuclean y los
expertos que movilizan sus competencias específicas al servicio de unas luchas

18
La “Encuesta Nacional Docente” alcanzó a 3.500 maestros y 500 escuelas de todo el país. Fue reali-
zada a partir de la articulación entre autoridades sindicales, trabajadores y un conjunto de expertos. Un
desarrollo más exhaustivo se encuentra en Martínez et al, 1997.
19
Esta investigación, que surgió de la iniciativa de la Asociación Tribunales de Empleados del Poder
Judicial de la Provincia de Santa Fe, y que contó con la orientación de los profesionales del Área Salud y
Trabajo de la Universidad Nacional de Rosario, dio lugar a una publicación en la que se pueden conocer
más detalles sobre la misma (Kohen y Canteros, 2000).
20
La ‘Campaña Nacional por las 6 horas’ es el nombre que el Cuerpo de Delegados de Metrovías a la
lucha que los trabajadores, con la orientación y el apoyo del Taller de Estudios Laborales, comenzaron
hacia el año 1999, con la finalidad de recuperar la jornada reducida que, por razones de insalubridad,
caracterizó originariamente a la actividad de subterráneos en Buenos Aires, y que fue extendida a 8
horas, al suscribirse, en 1999, un nuevo convenio colectivo entre la empresa concesionaria del servicio y
la Unión de Trabajadores del Transporte de la Argentina (vid. Rubio y Vocos, 2007; Arias y Haidar, 2008).

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190 Promover, asegurar, exponer, resistir: trazando el mapa de la biopolítica del trabajo asalariado...

en las que aquello que está en cuestión son menos unos derechos y más unos
modos de vida.
Se trata de resistencias locales y focalizadas contra la agravación arbitraria de
las condiciones de labor, el ocultamiento y la invisibilización de los malestares y
enfermedades causados por el trabajo y el privilegio del saber sobre la salud y
seguridad que detentan los expertos. Más allá de sus diferencias, las luchas de
los trabajadores docentes, judiciales y del servicio de subterráneos comparten
un conjunto de elementos. En los tres casos:
a) La salud se articula como un “horizonte normativo” (Renault, 2008),
es decir, es aquello que nutre y justifica la lucha. Pero a la vez es un terreno
polémico, el espacio de confrontación entre, por una parte, las concepciones
tecno-científicas de los riesgos y los diagnósticos fundados en la lógica produc-
tivista de las empresas, y por la otra, el saber producido ‘desde abajo’ por los
trabajadores y los expertos.
b) Se disputa a diferentes autoridades (el Ministerio de Educación de la
Nación, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Santa Fe, la empresa
Metrovías y sus técnicos, la Unión del Transporte Automotor) el “privilegio del
saber” (Foucault, 2001a:245), el poder de hablar públicamente sobre la salud
y seguridad laboral. Se busca combatir los efectos de poder ligados al mono-
polio que los expertos, las agencias del Estado y los directivos de las empresas
detentan sobre el conocimiento, corto-circuitar los canales de producción del
saber en materia de accidentes y enfermedades, para permitir que irrumpa la
verdad de los trabajadores. Mostrar, así, que la escuela es un lugar de trabajo,
que las dolencias psíquicas que afectan a los docentes están ligadas a la transfor-
mación del rol de la escuela en la sociedad, que el trabajo en los subterráneos
sigue siendo insalubre, que los empleados judiciales se encuentran sujetos a
presiones diarias, etcétera. En este sentido resultan sumamente ilustrativas las
palabras de la entonces secretaria general de CTERA (M. Sánchez) y de una
especialista en educación (A. Puigróss) en el Prólogo al libro “Salud y Trabajo
Docente. Tramas del malestar en la escuela” (Martínez et.al, 1997:12) que
sintetiza los resultados de la “Encuesta Nacional Docente”: “Esta investigación
(…) muestra la posibilidad de generar saberes desde un lugar distinto al de los
poderes establecidos, es decir, desde el lugar de los trabajadores”.
c) Se cuestionan todos aquellos medios (las consignas de auto-cuidado,
los regímenes de licencias, los premios por ‘presentismo’, el cálculo individual
de incidentes y accidentes, la psicologización de los conflictos, etcétera) que
tienden a individualizar la salud, el malestar y la enfermedad, a separar a las
personas de los colectivos de trabajo a los que pertenecen, con la finalidad
de des-responsabilizar a las empresas y autoridades del Estado de los efectos
degradantes del trabajo, aumentar la eficiencia individual y disminuir los con-
flictos. En contra del “gobierno de la individualización” (Foucault, 2001a: 244),
a partir de la “Encuesta Nacional Docente” promovida por CTERA se arribó a
la conclusión de que la pertenencia de los docentes a la comunidad educativa y

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otros colectivos es un factor de salud, mientras que, por el contrario, la ruptura


de los lazos sociales aumenta las posibilidades de enfermarse.
d) Las luchas involucran la formación (y continua recreación) de unas co-
munidades de investigación en las que el conocimiento relativo a los factores
peligrosos de los procesos de trabajo es producido a partir de las experiencias,
la indagación, la exploración, la reflexión y discusión conjunta de trabajadores y
expertos. Expresión de un régimen de saber novedoso, estas comunidades de
investigación constituyen un espacio compartido por trabajadores, delegados,
dirigentes sindicales y expertos que aspiran a producir una verdad –contex-
tualizada, local– a partir de la articulación de las diferencias: de las vivencias
singulares de placer o malestar relacionadas con el trabajo, de aquello que
para los especialistas es riesgoso, de las posibilidades de transformación tal y
como los dirigentes gremiales se las representan. Sin renegar del valor de los
procedimientos científicos de verificación, ni caer tampoco en el cientificismo,
las experiencias de cooperación entre especialistas y trabajadores que trasunta
la “Encuesta Nacional Docente”, la investigación de los trabajadores judiciales y
la Campaña de las 6 Horas del Cuerpo de Delegados de Metrovías, apuntaron
a generar un conocimiento lo suficientemente verosímil como para persuadir
a los jueces y autoridades administrativas de la ciudad de Buenos Aires acerca
de la insalubridad del trabajo en los subterráneos, exigir a la Corte Suprema
de la Provincia de Santa Fe la instalación de programas informáticos que
disminuyeran la carga de trabajo de los empleados judiciales y motivar a los
trabajadores docentes a participar año a año en encuentros en los que lo que
está en discusión es su salud.
Estas resistencias nacieron a partir de la articulación táctica de varios factores:
la disponibilidad de unos indicadores teóricos (la epidemiología crítica, la medicina
social de los trabajadores, la noción marxista de proceso de trabajo), oportuna-
mente “recreados” y “ensayados” por expertos como J. Kohen y G. Canteros21 ,
D. Martínez22 y los especialistas que conforman el Taller de Estudios Laborales23
en el marco de situaciones específicas de confrontación; unas memorias históricas
de las luchas; su inscripción en el ámbito de luchas de mayor alcance (contra la
burocracia sindical, por la democratización sindical); la instalación en la agenda
de la SRT del tema de los comités mixtos de higiene y seguridad, entre otros.
21
Jorge Kohen es el director del Área de Salud y Trabajo de la Universidad Nacional de Rosario, un espacio
dedicado a la formación de delegados sindicales en materia de prevención y a la producción de investiga-
ciones sobre temas de salud laboral. De formación médica, se encuentra vinculado al movimiento de la
medicina social latinoamericana y a la epidemiología crítica y G. Canteros es psicólogo. Al interior de ese
espacio la problematización de la salud se nutre de las enseñanzas de la medicina social latinoamericana,
con las correspondientes adaptaciones a los procesos de trabajo estudiados.
22
D. Martínez es psicóloga y en la actualidad está a cargo del Área de Trabajo Docente y Salud Laboral
del Instituto de Investigaciones Pedagógicas ‘Marina Vilte’ de la CTERA.
23
El Taller de Estudios Laborales dirigido por los sociólogos O. Martínez y V. Ciafardelli, es un espacio
que emergió a comienzos de la década del ’90, está formado por sociólogos, ingenieros y abogados, que
movilizan sus saberes con la finalidad de apoyar, brindando asistencia técnica y orientación, las luchas
de los trabajadores.

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En los tres casos, estas resistencias combinan componentes de reacción y de


transformación24. Hilvanan la sistemática oposición y denuncia de las decisiones
empresariales y los pactos corporativos que aumentan injustamente la exposi-
ción de los trabajadores a los riesgos, con la rigurosa exhibición y medición de
todas dimensiones degradantes de los procesos de trabajo que los empleadores
omiten registrar. Muestran de manera poco pudorosa la íntima conexión entre
los trastornos psíquicos –depresiones, cuadros de agotamiento, neurosis– y
el trabajo, bloqueando la tendencia a individualizarlos. Apuestan a desmontar
el alineamiento que las políticas empresariales ensayan entre los intereses de
los trabajadores (en materia de salario, ascenso profesional, etcétera) y los
objetivos de la productividad.
La oposición a las prácticas empresariales (8 horas de labor en lugar de 6,
programas basados en el mejoramiento permanente de la calidad, gestión de
riesgos, etcétera) se eslabona con acciones que buscan transformarlas, incor-
porando ‘algo nuevo’.
La “fuerza creativa” de estas luchas (Foucault,2001b:1555) reside, en primer
lugar, en la instalación de otros lenguajes, formas de enunciación y maneras
de mirar en las que la salud y la enfermedad están unidas al trabajo, porque
como se señala desde la medicina social latinoamericana, las formas biológicas
humanas se producen socialmente (Kohen, 2005: 48). Estos insumos teóricos
–‘otros’ respecto del discurso del management, las técnicas del marketing y la
gestión tecno-científica de los riesgos– se han heredado, en parte, de otras
experiencias de lucha25, y en parte provienen de los discursos de la epidemio-
logía crítica y la medicina social latinoamericana26 que los expertos vernáculos
han adaptado, recreado y enriquecido, en función de las peculiaridades de los
procesos de trabajo y de las confrontaciones. Así, el enfoque hegemónico del
riesgo se depone para ser reemplazado por aquel de los “factores peligrosos”
24
Tal como la pensó M. Foucault (2001b:1560) la resistencia no es sólo negación, sino un proceso de
creación, de transformación de una situación, de participación activa.
25
Todas estas acciones están muy influenciados por el denominado “modelo obrero italiano”, una expe-
riencia de lucha en torno a la salud de los trabajadores, que se desarrolló en Italia durante la década del
’60 y cuya característica principal consiste en que articuló a varios colectivos de trabajadores-inscriptos
en la Confederación General Italiana del Laboro- con una serie de médicos sanitaristas. En función de
esa experiencia se institucionalizaría, con los años, el concepto subversivo de una “medicina de los
trabajadores” (vid. Belli, 2007; Oddone, 2008). En la Argentina, algunas de las consignas del “modelo
italiano”, que impregna las luchas a las que nos referimos, se instalaron gracias a dos mediaciones
principales: los vínculos que las autoridades de la Central de Trabajadores Argentinos mantiene con las
Comisiones Obreras de España (central obrera que retomó el modelo italiano en los años ’80 del siglo
XX) y la propia recepción que la medicina social latinoamericana -que constituye un referente para
toda una generación de médicos y psicólogos como J. Kohen, G. Canteros, entre otros- efectuó de ese
modelo (Vid. Laurell, 1982).
26
Los enfoques de la epidemiología crítica (Breilh, 2003; Betancourt, 1999) y de la medicina social
latinoamericana (Laurell, 1982; entre otros) definen un movimiento académico, político y social que, a
decir de Kohen (2005:60/61) utilizan “el método dialéctico para abordar el estudio de la salud colectiva,
ubica los determinantes, las causas, las formas de distribución del proceso de salud-enfermedad-atención
de las poblaciones, las propuestas, medidas, actores y las estrategias para transformarlas en contextos
históricos sociales concretos”.

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(Betancourt, 1999) de los procesos de trabajo; el modelo biológico imperante


en la explicación de la enfermedad es sustituido por una concepción bio-social,
dialéctica, de la salud; la promoción de la salud no pasa por cultivar estilos de
vida saludables sino por apuntalar el lazo social, los trabajadores no son ob-
jetos sino sujetos de la investigación; el registro del sufrimiento se sensibiliza
para aprehender, también, las manifestaciones tempranas de la enfermedad;
los derechos, en lugar de constituir un punto de llegada son utilizados como
herramientas tácticas; la educación sanitaria la encarnan las organizaciones de
trabajadores y no las empresas.
En segundo lugar, el carácter ‘inventivo’ de estas resistencias se expresa,
también, en la forma ‘cooperativa’ que asumen las estrategias de intervención:
talleres de discusión coordinados por expertos, encuestas cuyas preguntas son
definidas a partir de la discusión entre éstos y los trabajadores, y son admi-
nistradas por los segundos, reflexiones colectivas a partir de la proyección de
situaciones de trabajo previamente filmadas, sistemas de monitoreo permanente
de la salud, campañas de difusión de información sanitaria.
Pero su principal novedad estriba en el desplazamiento del umbral de las
reivindicaciones en materia de salud: no se trata de conseguir una seguridad
efectiva aunque subordinada a los cálculos y semánticas impuestas por diversas
autoridades sino que los trabajadores –considerados individualmente y como
grupo– se vuelvan más autónomos, más independientes, gracias al control
de las condiciones que, en los lugares de trabajo, determinan sus perfiles
de salud y enfermedad. La innovación radica en atribuir a la salud una doble
valencia, táctica y estratégica: es un fin en sí misma, pero asimismo un medio
para transformar las relaciones de poder en los lugares de trabajo con el ob-
jetivo de que los trabajadores asuman el control de sus propias condiciones
de salud/enfermedad.

V. Conclusiones: una biopolítica policéntrica y plural


En el seminario Defender la sociedad (Foucault, 2000), el Estado y sus admi-
nistraciones aparecían como las autoridades de la biopolítica y las poblaciones
su objeto. Al elaborar una de las configuraciones históricas del biopoder o,
mejor, introducir un conjunto de indicaciones teóricas para pensar la transfor-
mación de las tecnologías de poder, circunscribiendo la emergencia de la norma
biopolítica (en ‘sentido estricto’, podríamos decir) sobre la norma disciplinaria
(Tournay, 2005), Foucault colocó a la vida abstractamente considerada, separada
de la singularidad de las experiencias individuales, como objeto del biopoder
(Lemke, 2010: 431).
Entre los motivos y los procedimientos que se movilizan para gobernar la
relación trabajo-salud/enfermedad, persiste, como vimos, cierta escala molar.
Se trata de regular procesos bio-sociales que resultan significativos a nivel po-

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blacional: los accidentes y las enfermedades de trabajo, la producción en cuanto


emergente de las relaciones sinérgicas y creativas que se establecen entre los
empleados y las cosas e incluso, la misma calidad de vida, que es susceptible de
mediciones estadísticas. La pregunta por la desigualdad en materia de salud sólo
cobra sentido sobre el fondo de la comparación entre población asegurada y
la población expuesta, entre la población trabajadora y la población burguesa.
Sin embargo, la incitación al auto-cuidado y al desarrollo de estilos de vida
saludables, el esfuerzo por hacer del propio cuerpo el lugar de un trabajo ético
que, como explicamos, impregnan los programas de promoción de la calidad de
vida, dejan a la luz otra escala ‘micro’ de la biopolítica, que cuenta con la libertad
individual para optimizar las fuerzas vitales de los trabajadores. El gobierno de
la relación trabajo-vida también se expresa por medio de la individualización,
de la promoción de un trabajo de auto-configuración identitaria informado por
el estándar de ‘lo saludable’. Esa individualización funciona como complemento
táctico de objetivos cuya escala es poblacional: hacer vivir y hacer producir a los
‘recursos humanos’ de cada empresa. Pero se trata, también, de una interven-
ción estratégica que incita la constitución de las subjetividades que constituyen
el objeto y el sujeto del neoliberalismo (Foucault, 2007).
En el caso que analizamos el Estado ya no constituye el centro de control
de la vitalidad de la fuerza de trabajo. Desempeña, en cambio, un papel com-
plementario: produce las normas, la información y el control requerido para el
buen funcionamiento del mercado de seguros de riesgos de trabajo. Contribuye
asimismo, a la gubernamentalidad del mercado global y de su población, ani-
mando a las empresas a gestionar la salud y la seguridad a través de sistemas
basados en el mejoramiento continuo de la calidad, eliminar el tabaquismo y
adoptar procedimientos y actitudes inspirados en una racionalidad precautoria.
Policentrada, dispersa a lo largo del tejido social, la biopolítica se ha vuelto
molecular e intrusiva (Pandolfi, 2007: 204): la calidad de vida, el sufrimiento y el
enfermedad constituyen los objetos y puntos de apoyo de una multiplicidad de
iniciativas, decisiones y omisiones empresariales, que tanto invierten en nombre
del bienestar de los empleados como los exponen a la muerte, el envejecimiento
precoz y la enfermedad, en función competitividad de la empresa. Hoy, como
sugiere M. Lazzarato (2001), los “nuevos empresarios sociales” reivindican
las funciones que constituían, en el pasado, una prerrogativa del Estado: el
mejoramiento, la incitación, el control, el reforzamiento y la vigilancia de las
fuerzas bio-sociales.
Pero así como la promoción del bienestar y la gestión eficiente de los acci-
dentes y enfermedades están orientadas a maximizar la productividad de los
cuerpos que el capitalismo sistemáticamente expropia, también la vida, la salud y
los placeres asociados al trabajo constituye la cifra de toda una serie de acciones
de resistencia en las que los trabajadores se afirman como co-creadores (junto
a los expertos) de un saber respecto de la salud y la seguridad laboral y reivin-
dican el poder de actuar sobre los procesos de salud y enfermedad a través de

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Victoria Haidar 195

diferentes formas: exigiendo ante las autoridades correspondientes el goce de


un jornada reducida, organizando mecanismos de monitoreo permanente de
la salud, participando en la elaboración de mapas del riesgo, etcétera.
Se trata de problematizar aquello que los discursos del management, la
medicina del trabajo, los saberes de la seguridad, la epidemiología, etcétera,
entienden por ‘vida’, ‘salud’ y ‘enfermedad’, de desmontar las alineaciones
tácticas de productividad y salud propuestas por el capital, de establecer
formas cooperativas de indagación, de definir qué riesgos asumir y cuáles no,
crear modalidades novedosas de relación con la verdad acerca de uno mismo
trabajando, etcétera.
Tomar en serio estas resistencias exige incluir, dentro del registro de sentido
de la biopolítica, no sólo los ejercicios de poder ‘sobre’ la vida sino, asimismo,
todo aquello que hace a la “radical positividad” del ser (Revel, 2009: 52): la
invención creativa de formas de trabajar, conocer, gozar, relacionarse con los
otros, en fin, de nuevas formas de vida.

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Editorial.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 199-218. ISSN 1669-8517

Biopolítica, sacralidad y farmacia

Omar Darío Heffes


Universidad Nacional de Lanús

Resumen
A partir de sus desarrollos sobre el nazismo Agamben y Esposito reelaboran
el concepto foucaultiano de biopolítica. Agamben, por un lado, establece esta
reconfiguración de la categoría biopolítica a través de la idea de sacralidad. Por
su parte, la biopolítica de Esposito adquiere su singularidad en relación con el
concepto inmunitas y, fundamentalmente, en relación a la figura del pharmakon.
De todo ello resulta que, si el movimiento foucaultiano partía de prácticas para
explicar la configuración de las subjetividades, los italianos, por el contrario,
explican el desarrollo de la subjetividad a partir de estructuras ontologizadas.

Palabras clave
biopolítica – nazismo – sacralidad – inmunitas – pharmakon – subjetividad

Abstract
Agamben and Esposito, from its development over Nazism, rework the foucaul-
dian bio-politics’ concept. Agamben, on the one hand, provides the reconfigura-
tion of bio-politics category through the idea of sacredness. On the other hand,
Esposito’s bio-politics becomes singular in relation to the concept of inmunitas
and, especially, in relation to the figure of pharmakon. From there, if foucauldian
movement begins in practices to explain the configuration of subjectivities, the
Italians, on the contrary, explain the development of subjectivity from ontologized
structures.

Key words
biopolitics – nazism – sacredness – inmunitas – pharmakon – subjectivity

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1. Breve introducción
La biopolítica desde su surgimiento en los años ’70 por los desarrollos de
Michel Foucault, implicó un cambio en la filosofía política dado que conllevó
interpretar la manera en que la vida ha ingresado en las preocupaciones políticas
modernas a partir de la existencia de un “bio-poder” o “poder sobre la vida” que
toma a su cargo la producción, reproducción y administración de esa vida. De
esta manera, podría entenderse este bio-poder como matriz de inteligibilidad
de esa administración. Ahora bien, la interpretación de la biopolítica varió con
la aparición, a fines de siglo XX y principios del XXI, de los trabajos de dos
pensadores italianos, Giorgio Agamben y Roberto Espósito. El nazismo, para
ambos pensadores, funciona como una piedra de toque que permite reflexio-
nar sobre el verdadero valor de la biopolítica y, por ende, también funciona
como un importante punto de disenso que termina definiendo la biopolítica
de manera esencialmente diferente a la compresión foucaultiana. Es por eso
que se intentará comprender la utilización del nazismo por parte de ambos
autores, pero poniendo esencial énfasis en la cuestión de la sacralidad en el
caso de Agamben y la problemática de la inmunitas basada en el pharmakon por
el lado de Esposito. De esta manera, tanto la sacralidad agambeniana, como la
inmunidad espositeana demuestran un cambio respecto del campo biopolítico
que funciona dentro de una lógica dialéctica contraria, en apariencia, a la lógica
de la estrategia supuestamente sostenida por Foucault.
En ese punto surge como relevante comprender estas diferencias para
configurar un mapa preciso de la teoría biopolítica y, por consiguiente, tam-
bién su aplicación ante situaciones concretas de nuestro presente, dado que el
problema de la ontología del presente conlleva una necesidad de comprensión
del papel de la política, de la filosofía y, por lo tanto, de la propia ontología. En
pocas palabras, el problema de la ontología y su relación con la política es una
cuestión que centralmente se plantea al momento en que la vida es produci-
da, construida y administrada, pero, principalmente el extremo al que parece
acercarse la biopolítica con la lectura, tanto de Agamben como de Esposito,
plantea una política ontologizada y no, aparentemente, más cerca del relato
foucaultiano, una ontología politizada. En ese punto se debe entender el por
qué de la crítica que ambos pensadores italianos realizan al pensamiento de
Foucault como incompleto o insuficiente al momento de entender la “real”
relación entre política y vida.

2. La problemática del nazismo en la biopolítica


Los campos de concentración aparecen como un hito imposible de eludir. Su
fuerza radica en que, básicamente, hasta el mínimo o superficial acercamiento
nos interroga sobre su existencia, sobre su presencia y sobre su permanen-
cia. Obviamente estas preguntas surgen porque el horror de los campos es

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Omar Darío Heffes 201

inimaginable, imposible de pensar y, además, por la centralidad de este acon-


tecimiento en la historia moderna. Por ello, los estudios históricos y las espe-
culaciones filosóficas han intentado reflexionar, en más de una oportunidad, la
problemática que se abre por su existencia. Se puede empezar un recorrido,
no taxativo, a partir de los desarrollos de Hannah Arendt que ha considerado,
principalmente en su libro de 1948-1951, Los orígenes del totalitarismo, ciertas
cuestiones que aparecen como centrales en la primera parte de la posguerra.
Arendt plantea que
el designio totalitario de conquista global y de dominación total ha sido el
escape destructivo a todos los callejones sin salida. Su victoria puede coincidir
con la destrucción de la Humanidad; donde ha dominado comenzó por destruir
la esencia del hombre (Arendt, 1999: 10).

El libro se divide en tres partes: antisemitismo, imperialismo y totalitarismo,


y con la noción de totalitarismo agrupa no sólo a los movimientos de derecha
como el nazismo sino también al stalinismo. Los campos de concentración,
según Arendt, se estructuran como parte de la práctica totalitaria y “sirven
como laboratorios en los que se pone a prueba la creencia fundamental del
totalitarismo de que todo es posible” (Arendt, 1999: 533).
En definitiva, lo que se pretende en el campo es la eliminación de cualquier
espontaneidad en los seres humanos, ya que lo que se busca es fabricar “un
tipo de especie humana que se parezca a otras especies animales, cuya única
‘libertad’ consistiría en ‘preservar la especie’” (Arendt, 1999: 533). En otras
palabras, la intención del totalitarismo es la construcción de un hombre que
sea simplemente un haz de reacciones. Para comprender esta idea se debe
recurrir a otro libro de Arendt, La condición humana de 1958, que, en pocas
palabras, implica que la labor es la actividad que está relacionada con la vida y
con su reproducción (Arendt, 2003: 21), de esta manera, el intento del campo
de concentración está dado por la reproducción de la labor, en tanto activi-
dad que permite la preservación de la especie. Del lado contrario a la labor
se encuentra la acción que es la actividad humana que se realiza entre libres
e iguales y que, básicamente, tiene que ver con la posibilidad de una vida en
común (Arendt, 2003: 21-22). Esta actividad requiere de la espontaneidad hu-
mana y que la humanidad no sea un simple haz de reacciones. Si con el campo
se quiere convertir al hombre en un haz de reacciones y que sólo preserve la
especie, entonces el campo se convierte en el lugar por antonomasia de la labor
y, a su vez, en el lugar en donde “la infinita pluralidad” y la “diferenciación” de
los seres humanos es imposible, por ende, el totalitarismo es el ataque más
detallado y minucioso contra la política.
Si bien con grandes diferencias, uno de los puntos de partida teóricos de Giorgio
Agamben es esta definición del animal laborans y su centralidad, es decir, este hom-
bre como un haz de reacciones. En el libro de 1995, Homo sacer. El poder soberano
y la nuda vida, revitaliza no sólo la problemática del campo de concentración, sino

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202 Biopolítica, sacralidad y farmacia

que además hace reaparecer la biopolítica en la discusión filosófico política, dado


que parte del análisis sobre el campo y de la idea arendtiana de que “los campos
de concentración son laboratorios para la experimentación del dominio total”;
pero sostiene que es necesario combinarlo con los análisis foucaultianos, pero esta
combinación es sólo posible si se comprende que “en nuestro tiempo la política
ha pasado ser integralmente biopolítica, se ha podido constituir, en una medida
desconocida, como política totalitaria” (Agamben, 1998: 152).

3. Biopolítica: estructura jurídica o prácticas


La biopolítica, término acuñado por Michel Foucault en 1976, implicaba para
él técnicas o mecanismos de gobierno de la vida de la población que se articu-
lan con técnicas anatomopolíticas que constituían lo que denominó biopoder
(Foucault, 2000: 220 y 2003: 168-169). Foucault sostiene la aparición de “una
especie de estatización de lo biológico, o, al menos, cierta tendencia conducente
a lo que podría denominarse la estatización de lo biológico” (2000: 217), también
desarrolla la noción de “racismo de Estado (…) como un racismo que una socie-
dad va a ejercer sobre sí misma” (2000: 66) y se opone al “enfoque tradicional
del problema del poder (…) [o] en modelos institucionales e invita a ‘liberarse
del privilegio teórico de la soberanía’” (Agamben, 1998: 14-15). Esta posición
teórica o esta forma de adentrarse en el problema no está relacionada con una
teoría, ni con una metodología, sino con una historia de diferentes modos de
subjetivación (Foucault, 1994: 222-223). Pero esta búsqueda está afuera de la
teoría política y de ciertas nociones comunes como soberanía, pueblo, Estado o
sociedad civil. El camino elegido por Foucault estaba fundado en un estudio de
las prácticas donde ellas se dan, es decir, no entender las prácticas a partir de
las nociones comunes, o, en otros términos, ir por el camino inverso (Foucault,
2007: 17). Es decir, la subjetividad no puede ser la construcción decidida por el
poder soberano, sino que la subjetividad es una sucesión de prácticas que se van
entrelazando y se racionalizan.
Agamben, por su lado, parte de la distinción aristotélica entre zoe y bios, para
poder entrelazar el problema del campo de concentración con los desarrollos
foucaultianos a través de la noción de poder soberano. Al menos en el primer
tomo de la saga Homo sacer, la pregunta de Agamben pareciera ser cuál es el
centro en el que confluyen tanto las técnicas de individualización basadas en la
disciplina, y las técnicas totalizantes basadas en la regulación de la población. La
respuesta que para él surge es que el núcleo originario, aunque oculto, es la nuda
vida, es decir, la vida desprovista de toda calificación. El concepto de nuda vida
para Agamben, no se trata simplemente del hecho biológico, sino de una pro-
ducción del poder soberano. Esta producción es posible a través del mecanismo
jurídico del estado de excepción que coloca a la vida desnuda en el centro de los
cálculos del Estado moderno y que

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Omar Darío Heffes 203

no hace, en consecuencia, otra cosa que volver a sacar a la luz el vínculo


secreto que une el poder con la nuda vida, reanudando así (según una cor-
respondencia tenaz entre moderno y arcaico que se puede encontrar en los
ámbitos diversos) el más inmemorial arcana imperii (Agamben, 1998: 16).

La idea del arcana imperii está directamente relacionada con un mecanismo


jurídico-religioso, y esta es la razón por la que se devuelve a la luz el núcleo
secreto y oculto del poder, que no es otro que la conceptualización del estado
de excepción. En ese punto, Agamben sostiene que la tesis foucaultiana debe
ser corregida o completada, ya que la característica de la biopolítica no está
dada por la inclusión de la zoe en la polis,
en sí misma antiquísima, ni el siempre hecho de que la vida como tal se
convierta en objeto eminente de los cálculos y de las previsiones del poder
estatal: lo decisivo, más bien, el hecho de que, en paralelo al proceso en
virtud del cual la excepción se convierte en regla, el espacio de la nuda vida
que está situada originariamente al margen del orden jurídico, va coincidien-
do de manera progresiva con el espacio político, de forma que exclusión e
inclusión, externo e interno, bios y zoe, derecho y hecho entran en una zona
de irreductible indiferenciación (Agamben, 1998: 19).

El campo de concentración aparece, entonces, como esa estructura jurídico-


política que guarda un vínculo constitutivo con el estado de excepción y, por
eso, “el campo de concentración es el espacio que se abre cuando el estado de
excepción empieza a convertirse en regla” (Agamben, 1998: 215, cursiva en el
original). La fuente de este texto agambeniano es la idea de Walter Benjamin
en la tesis 8 de Sobre el concepto de historia, en donde Benjamin sostiene que
“la tradición de los oprimidos nos enseña que la regla es el estado de excepción
en el que vivimos” (Benjamin, 2002: 115). El fascismo, según Benjamin, implicó
la consolidación de este estado de excepción que conlleva la posibilidad de esa
tradición y conceptualmente le posibilita a Agamben explicar cómo ocurrió, a
través de este mecanismo jurídico, la consolidación de ese umbral de indeci-
dibilidad entre zoe y bios; la opresión es el resultado del estado de excepción
benjaminiano que se ha vuelto regla y que se consolida como nuda vida insepa-
rable de la vida calificada en el estado de excepción agambeniano. El fascismo
es, entonces, la posibilidad de conexión entre estado de excepción y campo de
concentración, la posibilidad de demostración de cómo el cuerpo biopolítico es
una decisión soberana, la posibilidad del campo como un paradigma biopolítico
de lo moderno, como un nomos regulador de la modernidad, y, por ello,
en lugar de deducir la definición del campo en los acontecimientos que allí
tuvieron lugar; nos vamos a preguntar más bien: ¿Qué es un campo de con-
centración? ¿Cuál es su estructura jurídico-política, esa estructura que permitió
que pudieran llegar a suceder acontecimientos de tal índole? (Agamben, 1998:
211-212).

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204 Biopolítica, sacralidad y farmacia

Foucault (1994: 224-225), por el contrario, sostiene que  “no debemos


esperar a (…) los campos de concentración para reconocer la existencia de
relaciones [de poder]”1. De esta manera, lo que conlleva esta postura no es
necesariamente que no se deba investigar el campo de concentración, sino
que en el campo no se va a encontrar ninguna respuesta especial que no se
encuentre en cualquier otro conjunto de prácticas, contrariando, en forma
antedatada, lo que ha sostenido Agamben, ya que éste piensa encontrar en el
campo algún secreto que posibilite una definición de la política, y, justamente
por esto, la necesidad que tiene Agamben de contar con un mecanismo jurídico-
religioso2 como el estado de excepción imbricado con el campo. Pero, además,
y como queda claro, el planteo de Foucault está basado en un estudio de las
prácticas que conllevan una forma de subjetivación. Por su lado, en Agamben,
la subjetivación es una decisión del poder soberano, su aportación más original,
subjetivación que tiene en su centro esa nuda vida.

4. Sacralidad y holocausto
Agamben rescata la figura del homo sacer, una figura enigmática que ha recibi-
do una serie de discusiones a partir de la definición que hiciera Sexto Pompeyo
Festo que sostenía que “hombre sagrado es, empero, aquél a quien el pueblo
ha juzgado por un delito; no es lícito sacrificarle, pero quien le mate, no será
condenado por homicidio” (Agamben, 1998: 94n). Lo que demuestra es una
ambigüedad que llama la atención, según Agamben, y ha despertado divergen-
cias en las interpretaciones. En esa tónica, René Girard había destacado que
el sacrificio se presenta de dos maneras opuestas, a veces como una cosa
‘muy santa’ de la que no es posible abstenerse sin grave negligencia, y otras,
al contrario, como una especie de crimen que no puede cometerse sin ex-
ponerse a peligros no menos graves (Girard, 2005: 9).

Ambigüedad, entonces, que se encuentra y está inscripta en lo sagrado y que


se puede rastrear también en la palabra griega katharma y que está relacionada
con la problemática de la expiación dado que implica el objeto rechazado por
impuro y también la limpieza y purificación, lo mismo sucede con su par latino
piaculum (Brasse, 1828: 438) que también juega con ese doble significado de
expiación y de maleficio.
Horacio escribió una frase que puede ser de utilidad, ya que afirma: “Vestrum
praetor, is intestabilis et sacer esto”. La frase demuestra en forma concreta este

1
Traducción propia
2
Agamben sostiene que hay “dos campos de investigación que Foucault ha dejado a un costado, el
derecho y la teología, son extremadamente importantes para comprender nuestra situación presente”
(Agamben, 2004: 14).

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Omar Darío Heffes 205

juego, dado que intestabilis indica infamia, no poder aparecer como testigo
frente a un magistrado, y perder, virtualmente, gran parte de su capacidad como
ciudadano, es por eso que el significado convencional de intestabilis está unido al
de detestabilis (Horacio, 1869: 477n). La ambigüedad radicaría en la posibilidad
de que alguien que no pueda dar testimonio, alguien que no tiene la capacidad
de que su palabra fuera tomada fidedignamente pueda ser sacer. Esta unión es
posible fácilmente, gracias a la propia ambigüedad del término sacer que se puede
colocar para definir a alguien que pierde gran parte de su categoría de ciudadano.
La elección agambeniana de esta figura radica no sólo en la facilidad de ser
entendida como un umbral que es asimilable a un estado de excepción, dado
que la vida del homo sacer ha quedado suspendida en un intermedio porque
pertenece al mundo de los dioses pero no puede ser sacrificada, y pertenece
al mundo humano pero cualquiera lo puede matar sin cometer homicidio, sino
también, según Agamben, porque esta es la primera vez que se vincula una vida
humana con la sacralidad. Homo sacer, entonces, funciona como una estructura
política originaria y, además, el homo sacer es una nuda vida expuesta que no
está protegida ni por dioses ni por los hombres. A través de esto, la cuestión
que se puede trazar como relevante es la manera en la cual el homo sacer, figura
jurídico-religiosa en forma evidente, es utilizada para comprender
la figura que nuestro tiempo nos propone [y que no es otra más que] (…) la
de una vida de un insacrificable, pero se ha convertido en eliminable en una
medida inaudita, [por ello] la nuda vida del homo sacer nos concierne de modo
particular (Agamben, 1998: 147).

Y Agamben continua diciendo


la sacralidad es una línea de fuga que sigue presente en la política contemporánea, que,
como tal, se desplaza hacia regiones cada vez más vastas y oscuras, hasta llegar a coincidir
con la misma vida biológica de los ciudadanos. (…) Quizás (…) todos somos virtualmente
homini sacri (Agamben, 1998: 147)3.

La importancia de esta figura, además, para entender la Shoá, está en el


terrible equívoco que implicó el nombre Holocausto para hacer referencia al
genocidio nazi. Dicho término puede ser hallado en el Antiguo Testamento,
tal como afirma Agamben, en Levítico, se pueden encontrar cuatro tipos de
sacrificios: olah, hattat, shelamin, minha. La Vulgata traduce olah por holocaustum
que luego pasa “a los Padres latinos que lo utilizaron esencialmente para refe-
rirse a los sacrificios judíos en los numerosos comentarios del texto sagrado”
(Agamben, 2002: 28-29). A partir de esta conceptualización se utiliza el término
para condenar la inutilidad de los sacrificios cruentos y también el término se

3
Amén de esto se debería destacar las palabras de Leo Peppe que sostiene que la interpretación agam-
beniana sobre el homo sacer, es “fascinante pero infundada” y advierte sobre el uso difuso del derecho
romano que conllevan riesgos interpretativos. Cfr. Peppe (2008: 444).

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206 Biopolítica, sacralidad y farmacia

amplía para referir, en forma metafórica, a los mártires cristianos equiparando


su suplicio a un sacrificio, como así también la muerte de Cristo en la cruz pasó
a ser un holocausto. Por ejemplo, Luis de Granada sostiene que
el Salvador se hizo holocausto vivo por nuestro amor (…) Acuérdese que en
todo este libro tratamos de la perfección de la vida christiana: la cual no es
otra cosa que hazerse el hombre holocausto vivo de Dios, donde no aya cosa
que no se emplee en su servicio (Luis de Granada, 1788: 403).

Además, de estos usos Agamben destaca


el empleo del término en sentido polémico contra los judíos (…) [que en] un
pasaje de un cronista medieval, (…) constituye la primera aparición (…) del
término ‘holocausto’ para hacer referencia a una matanza de judíos, pero, en
este caso, con una coloración violentamente antisemita (Agamben, 2002: 30).

Todos estos antecedentes hacen poco recomendable el uso del término


holocausto, dado que
establecer una conexión, aunque sea lejana, entre Auschwitz y el olah bíblico,
y entre la muerte en las cámaras de gas y la ‘entrega total a motivos sagrados
o superiores’ no puede dejar de sonar como una burla (Agamben, 2002: 31)4.

De esta manera, Agamben ve la utilización de este término como “una


irresponsable ceguera historiográfica” y por eso
el judío bajo el nazismo es el referente negativo privilegiado de la nueva sobe-
ranía biopolítica y, como tal, un caso flagrante de homo sacer, en el sentido de
una vida a la que se puede dar muerte pero que es insacrificable. (…) Matarlos
[no es más que] (…) una posibilidad de recibir la muerte que es inherente a
la condición de judío como tal (Agamben, 1998: 147).

Estas muertes no son un holocausto, no son justamente un sacrificio, afirma


Agamben, sino que fueron realizadas en su calidad de pura nuda vida que se
encuentra al arbitrio de toda decisión soberana. De esta manera, en definitiva,
construye su teoría a través de esa figura que implica como posibilidad la muerte,
pero que además produce un desplazamiento en el desarrollo de la biopolítica
que el mismo Agamben destaca, sosteniendo:
Si, en todo Estado moderno, hay una línea que marca el punto en el que la decisión sobre
la vida se hace decisión sobre la muerte y en que la biopolítica puede, así transformarse
en tanatopolítica, esta línea ya no se presenta hoy como una frontera fija que divide dos
zonas claramente separadas: es más bien una línea movediza tras de la cual quedan situadas

4
También shoá es un término problemático dado que hace referencia al castigo divino (Agamben, 1998:
30).

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Omar Darío Heffes 207

zonas más y más amplias de la vida social, en las que el soberano entra en una simbiosis
cada vez más íntima no sólo con el jurista, sino también con el médico, con el científico,
con el experto o con el sacerdote (Agamben, 1998: 155-156).

5. Biopolítica: nazismo y tanatología


De esta manera si la biopolítica tiene en su centro la nuda vida por decisión
del poder soberano, que además se convierte en tanatopolítica por esa deci-
sión, claramente la posición agambeniana se separa totalmente de la posición
foucaultiana, se dirige a otro punto de la comprensión de la vida que ha ingresado
en los planes políticos. Para Foucault
la soberanía podría ser vista como el mecanismo jurídico-legal yuxtapuesto
con los mecanismos disciplinarios y de seguridad que posibilitan aunados, el
desarrollo de una matriz general de poder (Heffes, 2007: 20)

y en esa yuxtaposición se alumbra la biopolítica, que es una exposición a


la muerte, pero siempre en nombre de la necesidad del mantenimiento de la
vida a través de técnicas que
poseen funciones de incitación, de reforzamiento, de control, de vigilancia,
de aumento y organización de las fuerzas que somete: un poder destinado
a producir fuerzas, a hacerlas crecer y ordenarlas más que obstaculizarlas,
doblegarlas o destruirlas (Foucault, 2003: 171).

Por el contrario, si la biopolítica se torna cada vez más en tanatopolítica,


implicando una difusa línea de división entre vida y muerte, el efecto productivo
del poder no estaría destinado al mantenimiento de la vida, sino al propio desa-
rrollo y mantenimiento del poder soberano, el poder soberano crea o produce
nuda vida, pero la produce pura y exclusivamente para su posible aniquilación
y por eso todos somos virtualmente homo sacer.
La pregunta que parece surgir respecto del campo, es sobre la manera en
que se lo puede pensar, en tanto y en cuanto está cruzado por la muerte, o en
otros términos, la pregunta que aparece con Agamben sería si la biopolítica se ha
convertido en tanatopolítica. Pero desde Foucault, el tratamiento del problema
surge por lo que manifiesta en la famosa clase del 17 de marzo de 1976 en el
Collège de France, al referirse al racismo, sosteniendo que es
el medio de introducir por fin un corte en el ámbito de la vida que el poder
tomó a su cargo: el corte entre lo que debe vivir y lo que debe morir. En el
continuum biológico de la especie humana, la aparición de las razas, su distin-
ción, su jerarquía, la calificación de algunas como buenas y otras, al contrario
como inferiores, todo esto va a ser una manera de fragmentar el campo de

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lo biológico que el poder toma a su cargo; una manera de desfasar, dentro de


la población, a unos grupos con respecto a otros. (…) La muerte del otro no
es simplemente mi vida, considerada como mi seguridad personal; la muerte
del otro, la muerte de la mala raza, de la raza inferior (o del degenerado o el
anormal), es lo que va a hacer que la vida en general sea más sana; más sana
y más pura (Foucault, 2000: 230).

Además, Foucault sostiene, en La Voluntad de saber, que


la vieja potencia de muerte, en la cual se simbolizaba el poder soberano, se
halla ahora cuidadosamente recubierta por la administración de los cuerpos
y la gestión calculadora de la vida (Foucault, 2003: 169).

De esta manera lo que surge de estos desarrollos hace imposible la apari-


ción de una tanatopolítica, por el contrario el problema es la vida, la vida que
debe ser trabajada, moldeada y también expuesta, pero lo es en tanto vida, en
tanto hecho biológico que se puede construir y que está dotado de un valor
que puede ser producido, que puede ser recreado, o creado de manera total y
absoluta. Es por eso que para Foucault, “el nazismo es, en efecto, el desarrollo
paroxístico de los nuevos mecanismos de poder que se habían introducido
desde el siglo XVIII” (Foucault, 2000: 233). Pero se debe destacar que para
Foucault, el nazismo es una combinación extrema entre disciplina, biopoder y
soberanía, pero esta combinación extrema no implica el primer plano del poder
soberano, sino, por el contrario, que todos los elementos recorren y sostienen
el pulso de la sociedad nazi.
Roberto Esposito (2006: 176) marca, de una manera similar a la de Agamben,
que “la interpretación de Foucault no resulta plenamente satisfactoria”. La crítica
que le dirige Esposito está basada en que “el nazismo lleva los procedimientos
biopolíticos de la modernidad al punto extremo de su poder coercitivo, impri-
miéndoles un vuelco tanatológico”. Además, la posición foucaultiana pareciera,
según Esposito, equiparar al nazismo con los otros regímenes modernos con
una misma opción biopolítica, y sostiene que esto implica un alejamiento del
planteamiento discontinuista que guiaba la interpretación del francés. Para
Esposito esto causa una incertidumbre epistemológica que es atribuible a la
inexistencia de un paradigma que contenga esta relación entre vida y muer-
te, esa relación que es solamente moderna, no porque no exista en tiempos
anteriores, sino “porque sólo la modernidad hace de la autoconservación del
individuo el presupuesto de las restantes categorías políticas desde la soberanía
hasta la de libertad” (Esposito, 2006: 17-18).

6. Inmunidad y pharmakon
Ahora bien, la forma en que Esposito resuelve el problema es a través del
paradigma de la inmunización. El concepto inmunidad es desarrollado por
Esposito a lo largo de su obra, especialmente en su texto de 2002 Inmunitas,

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Omar Darío Heffes 209

en donde manifiesta que la problemática en la actualidad está dada no por una


amenaza que se sitúa en la frontera
entre el interior y el exterior, lo propio y lo extraño, lo individual y lo común.
Alguien o algo que penetra en un cuerpo – individual o colectivo – y lo altera,
lo transforma, lo corrompe. El término que mejor se presta a representar
esta mecánica disolutiva (…) es contagio (Esposito, 2005: 10).

La contaminación es el riesgo de la devastación de lo que antes era sano o


seguro y se introduce de manera descontrolada e incontenible por todos los
ganglios productivos de la vida. Es en este sentido en que se inscribe la inmu-
nización, aunque si bien tiene un sentido originario que estaba basado con la
liberación de la obligación y del deber, luego sufre de una inflexión interna en los
siglos XVIII y XIX, con los primeros descubrimientos de vacunas y bacteriología
que transforma a la inmunidad natural a una inmunidad adquirida, es así que
por ejemplo la vacuna sirve para “inocular cantidades no letales de virus que
estimula la formación de anticuerpos capaces de neutralizar por anticipado las
consecuencias patógenas” (Esposito, 2005: 17). Si se coloca en el centro de la
política la metáfora organológica, la enfermedad se encontrará en el centro de
la metáfora con la configuración del cuadro patológico, es decir, la decisión de
lo enfermo define por contraste lo sano.
Existe una vieja idea platónica que permite entender el centro del concepto
“inmunidad”: el phármakon. El phármakon es aquello que puede tener efectos
curativos o efectos neutros (Platón, Carmides 155e), o ser algo a lo que se le
atribuye poderes contrarios de los que verdaderamente tiene (Platón, Fedro
274e), o como cosas buenas dolorosas (Platón, Protágoras 354a), o lo bello o
bueno que producirá algo bello o bueno pero que también podrá producir un
monstruo (Platón, Crátilo 394a), o el uso de la mentira y el engaño en buena
cantidad por parte de los gobernantes para beneficio de los gobernados (Pla-
tón, República 459c), o el remedio que anticipa la cura de la enfermedad y que
como consecuencia trae un mayor número de enfermedades y malestares
(Platón, Timeo 89c), y, por último, como el vino que da confianza pero también
intrepidez excesiva (Platón, Leyes 649a), o el veneno que advierte que se debe
dialogar lo menos posible pero cuando “los que hablan se acaloran más y que
eso no es nada conveniente para administrar el veneno” (Platón, Fedón 63d).
En este último texto lo que aparece claramente es la idea de la posibilidad de
que el veneno sea mortal por la propia actividad que es contradictoria con
el veneno, un juego dialéctico que no es una simple oposición, sino un juego
dialéctico que implica una negación de su negación. Así, por ejemplo, según
Platón, la estructura de la enfermedad, que existe una cantidad de tiempo
más allá del cual no puede extenderse, es por eso que “cuando se pone fin a
la dolencia con medicamentos antes del tiempo de duración que le es propio,
de suaves y pocas enfermedades suelen ocasionarse muchas y graves” (Platón,
Timeo 63d). De esta manera, la enfermedad se sobrepone al remedio, que en

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210 Biopolítica, sacralidad y farmacia

realidad funciona como su potenciador, a pesar de haber querido negarlo, en-


tonces, el remedio es negado por la enfermedad que atento su potencia niega
su negación y triunfa dialécticamente.
Otro de los textos platónicos, que se ha tornado importante gracias al trata-
miento del problema de la escritura, es el Fedro, en donde se relata un mito egipcio
que cuenta la historia del dios Teuth quien “descubrió el número y el cálculo, y,
también, la geometría y la astronomía, y, además, el juego de damas y el de dados,
y, sobre todo, las letras” (Platón, Fedro 274d). En esa época, el rey de Egipto era
Thamus, que vivía en Tebas y que era conocido por los griegos como Ammón;
ante el rey se presenta el dios y le entrega sus inventos para todos los egipcios,
el rey ante la presentación realizó observaciones a las distintas artes, pero, es-
pecíficamente, cuando llegaron a las letras, el dios Teuth sostuvo que la escritura
era un invento que haría más memoriosos a los egipcios, al estilo de un fármaco,
como un remedio de la memoria y de la sabiduría, a lo que Thamus respondió
¡Oh artificiosísimo Theuth! A unos les es dado crear arte, a otros juzgar qué
de daño o provecho aporta (…). Y ahora tú (…) padre que eres de las letras
(…) les atribuyes poderes contrarios a los que tienen” (Platón, Fedro 274e).

Esto es así porque, a partir de eso, las almas de quienes aprendan descui-
darán la memoria dado que se fiarán de lo escrito, pero no es simplemente
porque confiarán en lo escrito, sino que su recuerdo “llegará desde fuera” por
caracteres ajenos y no desde ellos mismos, y, por esto, no es un fármaco de la
memoria, sólo un simple recordatorio y que brinda una apariencia de sabiduría.
Este texto ha sido utilizado por Jacques Derrida como esencial para entender
el problema de la filosofía y la escritura. Esta relación, que es problemática,
implica un rechazo de la escritura, tal y como se desprende del texto platóni-
co, pero, además, la lectura derrideana parte de la idea de la aparición de la
cuestión logográfica, en donde un logógrafo es un
escritor-fantasma que compone discursos para el uso de los litigantes, discursos
que él por sí mismo no pronunciará, que él no espera, pronunciar, en persona,
y que produce sus efectos en su ausencia (Derrida, 2000: 68)5.

Este escritor, dado que prepara un discurso que jamás dirá, y que, tal vez,
él nunca cree, se coloca en la posición del sofista y culmina siendo un hom-
bre de no-presencia y de no-verdad. Por esto, Derrida sostiene que hay una
incompatibilidad entre escrito y verdad, pero lo que no significa que escribir,
por sí mismo, sea vergonzoso, indecente o infame dado que sólo se puede
ser poco honorable si se escribe de una manera no honorable, sin embargo el
problema que aparece y que culmina siendo central es sobre la propiedad o
impropiedad de la escritura.

5
Traducción propia.

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Omar Darío Heffes 211

Es aquí, donde aparece con relevancia, para Derrida, la idea de farmacia


(pharmakeia) que se pueden encontrar desde el principio del texto platónico
como adelantando la aparición del mito de la escritura y su invención, es por
eso que se debe tener en cuenta, tal y como destaca Derrida que dicha idea
“es también un sustantivo común que significa la administración del pharmakon,
la droga: la medicina y/o el veneno” (Derrida, 2000: 70)6. Es así que el phar-
makon introduce en el cuerpo del discurso toda su ambivalencia, de la misma
manera que actuaría en el cuerpo de un viviente una medicina/veneno. Por
esto, al retomar Derrida el relato del mito, explica que Teuth, un semidios,
que se presenta ante Thamus, el rey, se está presentando, tal y como afirma
el texto platónico, ante Ammon, es decir, ante el rey de los dioses, y presenta
su producto (su ergon) diciendo O basileu, ya que es su rey y es el que debe
asignar el valor a este ergon, “el valor de la escritura no estará en sí misma, la
escritura no tendrá ningún valor, al menos, en la medida, en que dios-el-rey lo
apruebe” (Derrida, 2000: 76)7. Sin embargo el dios no puede experimentar el
pharmakon como un producto, éste le viene desde abajo y desde afuera y se
presenta ante él para su consagración; este dios no sabe escribir, aunque esta
ignorancia sólo testifica su soberana independencia, su palabra es suficiente
no requiere de la escritura. El rey-dios desecha el invento, pero lo desecha
actuando como un padre dado que lo rechaza con una actuación vigilante y
esgrimiendo su sospecha en contra de la escritura.
Esta unión entre las figuras de dios, el rey y el padre, conlleva para Derrida
prestar atención, ya que este esquema que está en el origen del poder del
discurso, el origen del logos está en la posición paternal, “el origen del logos
está en su padre” (Derrida, 2000: 77)8, o, de otra manera, el “sujeto hablante”
es el padre de su discurso:
Logos es un hijo, entonces, un hijo que podría ser destruido es su propia
presencia sin la asistencia actual de su padre. Su padre es el que contesta. Su
padre es el que habla por él y el que responde por él. Sin su padre, él podría
ser nada excepto, de hecho, escritura (Derrida, 2000: 77)9.

Es por eso que para Platón, según Derrida, la escritura que es un pharmakon,
es semejante a la pintura, como un zoografema que se encuentra dentro de la
problemática de la mímesis (Cfr. Derrida, 1967: 413)10. Esta similitud conlleva

6
Traducción propia.
7
Traducción propia.
8
Traducción propia.
9
Traducción propia. Esta idea de logos como hijo tiene también una lectura posible desde el evangelio,
ya que en Juan 1, 1, se sostiene: “En arjé în o Logos kai o Logos en pros ton Theon kai Theos en o
logos” que usualmente es traducido por “En principio estaba la Palabra [logos], la Palabra [logos] cerca
de Dios, y Dios era la Palabra [logos]”. Logos ocupa el lugar del Hijo y de esta manera cuando Jesús dice
“yo soy el camino la verdad y la vida” (Juan 14, 6) hay una relación intrínseca entre logos y verdad tal y
como sostiene Derrida.
10
Derrida cita, para sostener su lectura, Cratilo 430-432 y Fedro 275d. En este último se sostiene que

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212 Biopolítica, sacralidad y farmacia

que la escritura sea rechazada por Platón, según Derrida, por su logocentrismo
(Cfr. Gros, 2009: 386). De esta manera, el escritor o el artista, los autores de
zoografema, quedan excluidos, artistas y escritores parecen ser el remedio pero
se transforman en veneno porque semejan crear objetos con vida pero que no
pueden contestar nada, que se quedan en un absoluto silencio al momento de
ser preguntados, al momento de ser requeridos. En ese punto, según la lectura
derridiana, para Platón, la única construcción posible del conocimiento es a
partir del discurso, del logos, la imposibilidad de la escritura implica la necesidad
de su expulsión pero también su imposibilidad, la necesidad de su definitivo
sacrificio pero también su impedimento porque
la aversión de Platón a la escritura se interpreta como un síntoma de una
tendencia más general en la filosofía de desterrar el exterior y el material de
la esencia del significado y el valor, o el logos (Miller, 2007: 25)11.

Es por esto que René Girard relaciona, justamente, la lectura derridiana con
su lectura sobre el problema sacrificial, afirmando que:
El análisis de Derrida muestra de manera convincente que una cierta arbi-
trariedad violenta de la operación filosófica se realiza, en la obra de Platón,
a partir de una palabra que brinda los medios para ello porque designa de la
manera más próxima al origen otra variante más brutal pero a fin de cuentas
análoga de la misma operación. Detrás de las formas sacrificiales, todas ellas
derivadas ente sí, no hay nada ‘típico’ en el sentido en que lo busca la filosofía,
y después de ella otras fórmulas del pensamiento occidental, la sociología o el
psicoanálisis por ejemplo, sino que existe un acontecimiento real y original cuya
esencia es siempre, y desigualmente, traicionada por todas las traducciones y
derivaciones metafóricas creadoras del pensamiento occidental, incluso cuan-
do éstas encuentran unos campos de aplicación en las que tocan realmente lo
real, y las que su eficacia se revela indiscutible (Girard, 2005: 309).

Pero este acontecimiento, en realidad funda una dialéctica imposible de


ser soslayada, e imposible de ser quebrantada, dialéctica que, en definitiva, “se
opone a su otro sin excluirlo, (…) por el contrario, [lo] incluy[e] y [lo] sustituy[e]
de una manera vicaria” (Esposito, 2005: 180). El pharmakon se transforma
entonces en un artilugio dialéctico de la no esencialidad que culmina siendo
ontologizado para comprender el centro de la lógica inmunitaria, dado que “se
vuelve no sólo un criterio hermenéutico, sino también un principio de interven-
ción activa respecto del mal” (Esposito, 2002: 179), o mejor aún, el pharmakon

“es impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura, y por lo que tanto se parece a la pintura. En
efecto, sus vástagos están ante nosotros como si tuvieran vida; pero, si se les pregunta algo, responden
con el más altivo silencio” (Platón, Fedro 275d). Lledó Iñigo sostiene que, en su nota sobre este texto,
“[p]osiblemente, el tema egipcio lleve a Platón a esta comparación con la pintura: la zoographia de la
escritura jeroglífica, al lado de las grámmata” (Platón, 2000: 401n).
11
Traducción propia.

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Omar Darío Heffes 213

no es una sustancia, sino más bien una no-sustancia, una no-identidad, una
no-esencia. Pero sobre todo algo que se relaciona con la vida desde el fondo
de su reverso. Más que afirmarla, niega su negación, y así termina por redo-
blarla (Esposito, 2002: 181).

Acontecimiento originario que constituye, entonces, una forma de com-


prensión pero también la forma en que la realidad termina siendo, la forma
en que el sacrificio se produce, la forma en que la necesidad de esa supresión
dialéctica es posible.

7. Tribé, filosofía y práctica de sí


En este punto podríamos buscar una especie de contradicción al planteo
del pharmakon a partir del análisis de Foucault sobre el problema platónico de
la escritura. El planteo que realiza Foucault se puede encontrar en el curso
dictado en el Collège de France durante el ciclo lectivo 1982-1983, que intenta
reflexionar sobre el rechazo platónico de la escritura, para eso dirige su atención
a la denominada Carta VII12 que fuera dirigida por Platón a Dión y sus amigos.
Platón al referirse en dicho texto al problema de la escritura sostiene que
[h]ay, en efecto, un argumento serio que se opone a quien se atreve a escribir
cualquier cosa sobre estas materias, argumento ya expuesto por mí muchas
veces, pero me parece que debo repetirlo ahora una vez más” (Platón, Carta
VII 342a).

A partir de esto, Foucault, que intenta explicar el rechazo platónico, sostiene


que hay cinco elementos que están relacionados con aquello que permite tener
conocimiento de las cosas. Los tres primeros elementos son: el nombre, la
definición y la imagen. El cuarto es la ciencia y el quinto es la cosa misma en su
propio ser. Para esto distingue dos niveles, un nivel que está relacionado con
los tres primeros elementos que hacen conocer la cosa a través de lo que es
heterogéneo, o contrario a la cosa misma, pues nombre, definición e imagen
son ajenos a la naturaleza misma de la cosa. La ciencia, por el contrario, no está
en el mundo externo, se encuentra en el alma, que hace conocer las cualidades
de la cosa, pero no hace conocer lo que es el ser mismo de la cosa, a saber,
aquello en que consiste la propia esencia de la cosa.
Ahora bien, la cosa misma es accedida a través del nous, de la inteligencia que
se encuentra también presente en la ciencia. El nous es el agente que nos da acceso
a la realidad de la cosa en su ser mismo. El conocimiento de la cosa se forma

12
Como casi todos los textos platónicos se ha discutido acerca de su autenticidad, especialmente respecto
de la cartas ya que aportan “una valiosa fuente de información directa sobre la vida y el pensamiento de
Platón” (Zaragoza, 1992: 431). En líneas generales la Carta VII ha sido tradicionalmente citada y utilizada
como platónica y diversos estudios han sostenido su autenticidad (Cfr. Zaragoza, 1992: 429-431).

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por el vaivén, el ascenso y el descenso a lo largo de los otro cuatro grados de


conocimiento y a través de los instrumentos que caracterizan las otras formas
de conocimiento. (…) [A]l subir del nombre a la definición, de la definición a
la imagen y de la imagen a la episteme (conocimiento), y luego volver a bajar
y subir una vez más, poco a poco se llegará a captar en la quinta forma de
conocimiento el ser mismo (el to on) (…) de las cosas que se aspira a conocer
(Foucault, 2009: 259-260).

Pero este trabajo es posible, sí y sólo sí, el alma es de buena calidad y es


necesario que tenga una afinidad con la cosa. Es por eso que Platón sostiene
que “si por el contrario, las disposiciones son malas por naturaleza, (…) [nada]
podría hacer ver a estas personas con claridad” (Platón, Carta VII, 343e). Cuando
el alma bien constituida realice este lento y duro trabajo, “cuando ha practi-
cado lo que Platón llama tribé –en sentido estricto, roce–, el conocimiento de
lo que es la realidad en su ser mismo resulta posible” (Foucault, 2009: 259).
Foucault hace especial hincapié en la palabra tribé, que refiere a lo laborioso y
esforzado en la búsqueda del conocimiento (Cfr. Platón, Carta VII, 344b), que
expresa un eco y un recordatorio de la imagen del fuego que debe encenderse
en el alma como una lámpara, pero también, en sentido más abstracto, habla
del entrenamiento y el ejercicio, el habituarse a algo,
[p]or consiguiente, podrán ver que el conocimiento del quinto tipo es ab-
solutamente diferente de los otro cuatro grados. Pero este conocimiento
último sólo se obtiene y se adquiere en virtud de un práctica, de una práctica
continua, una práctica constante ejercida, una práctica de roce entre los otros
modos de conocimiento (Foucault, 2009: 260).

Es aquí donde Foucault desliza su idea esbozando una respuesta al planteo


derridiano: Si la escritura es rechazada no es por su contradicción con el logos,
sino porque la filosofía, en definitiva, se trata de prácticas, ahí se encuentra lo
real, la filosofía no es pensable simplemente como logos, sino como un ergon
que implica que
cualquier persona seria se guardará muy mucho de confiar por escrito cues-
tiones serias, (…) cuando se ve una composición escrita de alguien, (…) el autor
no ha considerado estas cuestiones como muy serias” (Platón, Carta VII, 344c).

Es por eso que Foucault afirma explícitamente que se debe comprender el


rechazo platónico de la escritura a partir de la tribé,
no hay que ver de ninguna manera en él algo semejante al advenimiento de
un logocentrismo en la filosofía occidental. (…) Puesto que aquí, en todo el
texto de la carta VII, el rechazo de la escritura no se plantea en absoluto como
alternativa a la aceptación o la valorización del logos. Al contrario lo que se
examina a lo largo de esta carta es todo el tema de la insuficiencia del logos.

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Omar Darío Heffes 215

Y el rechazo de la escritura se articula como el rechazo de un conocimiento


que pase por ónoma (la palabra), logos (la definición, el juego de los sustantivos
y los verbos, etc.). Es todo esto, escritura y logos juntos, lo que en verdad se
rechaza en esta carta (Foucault, 2009: 263).

Lo que rescata Foucault es la tribé como una relación laboriosa de sí consigo


dado que con este rechazo de la escritura adviene la filosofía,
una filosofía cuyo real mismo sería la práctica de sí sobre sí. En ese rechazo
simultáneo y conjunto de la escritura del logos se formula efectivamente algo
así como el sujeto occidental (Foucault, 2009: 263).

Es por eso que Foucault cita al personaje Sócrates cuando afirma que
“nada tiene de vergonzoso el poner por escrito las palabras (…) [p]ero lo
que si considero vergonzoso, es el no hablar ni escribir bien, sino mal y con
torpeza” (Platón, Fedro, 258d). Foucault sostiene que lo importante para
Platón no está en la oposición entre un logos escrito por los logógrafos y
vendido como mercancía contra un logos vivo, sino en la cualidad del discurso;
la división no está dada por el discurso oral o escrito, sino por un buen o un
mal discurso (Cfr. Foucault, 2009: 334). Y en realidad, lo bueno o lo malo
del discurso no radica en que el habla conozca la verdad antes de hablar, sino
que la verdad debe ser una función constante y permanente del discurso; la
verdad no es un elemento previo o psicológico a la práctica de la oratoria, sino
aquello que se relaciona en forma constante con el discurso. El problema del
discurso no radica en la retórica por sí misma, por el contrario se instala en
una “psicagogia (la conducción de las almas) dia ton logon (por los discursos)”
(Foucault, 2009: 336).
La centralidad para Foucault, en su interpretación sobre los textos platónicos,
se centra, en forma indudable, sobre las prácticas. Es por eso que coincidente
con lo dicho y relacionado con la escritura entendida como práctica, especial-
mente como una práctica de sí sobre sí, podemos encontrar lo mencionado
por Foucault en una entrevista de 1983, en donde rescata los hupomnenata
(Cfr. Miller, 2007: 188). Los hupomnenata son libros o registros públicos, pero
específicamente cuadernos individuales que servían para tomar notas,
[s]u utilización como libros de vida, o guías de conducta, parece haber sido
una cosa muy corriente al menos en un cierto público cultivado (…) [y]
constituyen una memoria material de las cosas leídas, escuchadas o pensadas
(Foucault, 1994: 624)13.

Estos cuadernos son al igual que la práctica que sirve para el conocimiento,
en definitiva, una técnica para la vida, una ascesis que puede ser pensada como
un ejercicio de uno mismo sobre uno mismo. Justamente esta es la forma
13
Traducción propia.

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216 Biopolítica, sacralidad y farmacia

por la cual se puede entender el surgimiento de una subjetividad, la forma en


que la filosofía es una práctica entonces, necesariamente, de creación de una
subjetividad, que es, obviamente, diferente en cada momento y depende de
distintas formas y de distintos costumbres y trabajos. Es por eso que la tarea
filosófica, para Foucault, “[n]o se trata ya de una analítica de la verdad sino de
lo que podría llamarse una ontología del presente, una ontología de nosotros
mismos” (Foucault, 1991: 207). Esta cuestión no es más que la pregunta por
esas prácticas que constituyen la subjetividad, y, por consiguiente, una impo-
sibilidad de ontologización de construcciones jurídico-religiosas, es decir, si el
problema se halla en el presente y en la subjetividad, esa pregunta filosófica
no se encuentra en la estructuración de una oposición dialéctica, sino, y por el
contrario, en la pregunta por la práctica en tanto posibilidad de construcción
de esa subjetividad.

8. Epílogo: pharmakon, biopolítica y capitalismo


De tal manera, esta discusión entre Derrida y Foucault en la interpretación
de los textos platónicos, demuestra su actualidad, no sólo por la manera en
que Foucault sostiene su planteamiento sobre la prácticas, sino, también, por
ejemplo, porque para Derrida, el pharmakon
es otro nombre (…) para la lógica de lo autoinmune[, que l]a podemos ver en la
inevitable perversión de los avances tecnocientíficos (el dominio de lo viviente,
la aviación, las nuevas teletecnologías de la información, el e-mail, Internet, la
telefonía móvil, etc.), en armas de destrucción masiva, en ‘terrorismos’ de todo
los tipos. (…) Por consiguiente, lo peor y lo mejor. Lo peor, según parece, es
también lo mejor. Esto es lo que es terrible, aterrador, aterrorizante; éste es,
sobre la tierra, y más allá de todos los territorios, el último recurso de todos
los terrorismos (Borradori, 2004: 181).

De esta manera, el pharmakon es una ontologización de una contradicción,


una ontologización que no permite comprender posiciones estratégicas, sino,
y por el contrario, entroniza el logos como ratio última de la historia occidental,
una entronización de una dialéctica que permanece y no permite comprender
la particularidad de cada construcción de la subjetividad. Justamente, en este
punto, es relevante ver como Esposito crítica a Foucault de la misma manera que
lo realiza Agamben, con una construcción similar, que por un lado se construye
a partir de la decisión soberana y por el otro se construye en una particularidad
con la entrada de la biología, pero que en ningún caso puede comprender la
construcción de la subjetividad, que pareciera ser central para poder entender
el cambio de la modernidad y el capitalismo.
Esta oposición dialéctica, como forma de percibir el desarrollo del capi-
talismo, conlleva “una lógica que hace intervenir términos contradictorios

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Omar Darío Heffes 217

en el elemento de lo homogéneo” (Foucault, 2007: 62), pero, justamente, la


propuesta de Foucault supone el estudio de prácticas discursivas y no discur-
sivas entendidas como enfrentamientos, como una lógica de la estrategia, una
lógica que establece conexiones posibles entre términos dispares y que siguen
dispares, es por eso que “[l]a lógica de la estrategia es la lógica de la conexión
de lo heterogéneo y no la lógica de la homogeneización de lo contradictorio”
(Foucault, 2007: 62).
Por consiguiente, el campo de concentración no puede ser concebido
como una estructura jurídico-política o como una construcción inmunitaria,
sino como una producción de subjetividad, una producción biopolítica, que no
tiene en su centro la producción de la muerte, sino la producción de la vida,
pero aun infringiendo la muerte, es por esa vida que se pretende producir, y no,
por el contrario, porque la muerte sea el objetivo concreto de la organización
biopolítica, sino que es el instrumento para que la vida elegida sea más pura y
más sana. En última instancia, la biopolítica no es tanatopolítica, sino que está
basada en la producción de vida, en su administración, en su mejora, y la muerte
es uno de los instrumentos posibles para esta realización, aunque no el único.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 219-238. ISSN 1669-8517

Para gobernar una naturaleza escasa.


Notas incompletas sobre una posible
rearticulación de las nociones
de Estado y naturaleza
Facundo Martín
CONICET

Resumen
Este artículo constituye un ejercicio exploratorio sobre las relaciones Estado-
naturaleza a partir del análisis que Foucault realiza en Seguridad, Territorio, Población
(2006) y su contrastación empírica en una ecología política regional. Luego de analizar
el tratamiento que realiza el autor sobre la naturaleza, el Estado, el acontecimiento
y la escasez, damos cuenta de la resolución del problema del gobierno que experi-
mentó el Estado provincial mendocino entre fines de siglo XIX y principios del XX.
Un conjunto de dispositivos emergieron en este proceso, muchos de los cuales son
reactualizados bajo formas contemporáneas de gestión estatal de la naturaleza y la
sociedad.

Palabras clave
Estado – naturaleza – gubernamentalidad – Mendoza – ecología política

Abstract
This paper is an exploratory exercise on the State-Nature relations as analyzed by
Foucault in Security, Territory, Population (2006), and its application to a regional political
ecology. After having analized the treatment that Foucault gives to the concepts of
nature, State, event and scarcity, we highlight the resolution of the problem of go-
vernment experienced by the provincial state of Mendoza in the late nineteenth and
early twentieth century. A set of devices emerged from this process, many of which
are actualized under contemporary forms of state management of nature and society.

Key words
State – nature – governmentality – Mendoza – political ecology

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220 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

Introducción

El elemento de orden de un país no es la coerción ni la comprensión del gobierno.


Son los intereses comprometidos. La despoblación y la falta de industria prohíjan
las revueltas: poblad y cread intereses. Haced que el comercio penetre por todas
partes, que mil empresas se inicien, que millones de capitales estén esperando sus
productos, y crearéis un millón de sostenedores del orden;(...). Las preocupaciones
populares pueden ser modificadas y dirigidas.
Domingo F. Sarmiento (1850)

La obra de Foucault ha sido retomada recientemente entre otras discipli-


nas por la geografía y la sociología políticas. En algunos casos se ha difundido
como el ‘efecto Foucault’ asumiendo una recepción despolitizada, antiestatista
y por momentos reaccionaria de la cuestión del poder1. Nuestra indagación se
posiciona desde una perspectiva no disciplinar que se ha denominado como
ecología política histórica (Davis, 2009; Offen, 2004) y que retomando a autores
como Foucault, coloca el foco en las relaciones de poder que se producen y
reproducen histórica y cotidianamente en las relaciones sociedad-naturaleza. En
este sentido, sostenemos que ha existido una división teórica histórica entre las
nociones de Estado y naturaleza que bloqueó el tratamiento de determinados
problemas crecientemente contemporáneos. En este artículo exploramos, a
partir de la obra de Foucault, algunos aspectos nodales de las relaciones de
poder entre el Estado y la naturaleza que pueden operar como articuladores
de una vía de escape a la dicotomía Estado-naturaleza al vincular reflexiones en
torno a los mecanismos mediante los cuales las personas consienten, participan
y/o resisten determinadas relaciones socio-naturales.
A partir de analizar el tratamiento que el autor realiza acerca de las nocio-
nes de naturaleza, Estado, acontecimiento y escasez, nos interrogamos sobre
la posible resolución del problema del gobierno que habría experimentado
el Estado provincial mendocino entre fines de siglo XIX y principios del XX.
Allí la gubernamentalización del manejo del agua y la tierra habría implicado
importantes desplazamientos en la razón de estado provincial. Un conjunto
de dispositivos emergieron en este proceso y muchos de ellos se mantienen
aún vigentes, aunque reactualizados bajo formas contemporáneas de gestión
estatal de la naturaleza y la sociedad.

1
Bob Jessop es quien ha llamado la atención sobre este desplazamiento. Ver Jessop (s/f). Otra línea de
análisis en torno de la obra de Foucault ha sido desarrollada desde la antropología entre otros por Bohos-
lavsky y Di Liscia (2005). Esta propuesta latinoamericana indaga sobre el control social buscando evidencias
que permitan complejizar la concepción de ‘control total’ por parte del Estado teniendo en cuenta las
condiciones históricas particularmente en los ‘territorios nacionales’ y marginales de Latinoamérica.

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Facundo Martín 221

Del medio natural histórico y las tácticas generales de


gubernamentalidad
Rastrear algo así como un ‘concepto’ de naturaleza en Foucault es una tarea
infructuosa. En La arqueología del saber (1988) citando a Canguilhem anotaba:
...la historia de un concepto no es, en todo y por todo, la de su acendramiento
progresivo, de su racionalidad sin cesar creciente, de su gradiente de abstrac-
ción, sino la de sus diversos campos de constitución y de validez, la de sus
reglas sucesivas de uso, de los medios teóricos múltiples donde su elaboración
se ha realizado y acabado (Foucault, 1988:5-6).

Por lo tanto debemos resignar nuestra intención inicial de dar cuenta de


una noción de naturaleza en Foucault para, en todo caso, bucear algunos in-
dicios o destellos más vinculados a los dominios de formación y operación de
los conceptos.
Por otra parte, si bien uno de los libros publicado sobre los cursos del Collège
de fines de los años 1970 se tituló Seguridad, Territorio, Población, no hace allí
un tratamiento particular de la noción de ‘territorio’, como la que podríamos
haber sospechado y así inferir sus nociones de naturaleza2. En el mismo sentido,
es conocido que Foucault sostuvo que si hubiera podido retitular a ese libro lo
hubiera hecho con el nombre de ‘Historia de la gubernamentalidad’.
Nos centraremos entonces, para este análisis, en la clase del 11 de enero de
1978 publicada en el mencionado libro donde, al analizar los rasgos generales
de los dispositivos de seguridad a través del ejemplo del ordenamiento urbano
en los siglos XVI y XVII, realiza una ‘bajada’ a lo que consideramos constituye
una buena aproximación, no a una idea de naturaleza sino de ‘medio natural
histórico’.
Así al hablar del espacio en el cual se despliegan ‘elementos aleatorios’ llega
a la noción de medio. ¿Qué es el medio para Foucault?:
Es lo necesario para explicar la acción a distancia de un cuerpo sobre otro.
Se trata por lo tanto, del soporte y el ‘elemento’ de circulación de una ac-
ción. En consecuencia la noción de medio pone en cuestión el problema de la
circulación y la causalidad (…). El medio será entonces el ámbito en el cual se
dará la circulación. Es un conjunto de datos naturales, ríos, pantanos, colinas y
un conjunto de datos artificiales, aglomeración de individuos, aglomeración de
casas, etc. El medio es una cantidad de efectos masivos que afectan a quienes
residen en él (Foucault, 2006:40-41).

2
Como bien destaca Stuart Elden (2007) el interés de Foucault está puesto en analizar el momento
emergente de la noción de población, en el que simultáneamente aparece la categoría de territorio en
el sentido moderno.

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222 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

Es claro que esta noción está condicionada por el ejemplo sobre el que
está trabajando cual el de los espacios –y las lógicas– urbanas. Sin embargo
hay algunas referencias claras acerca de que la naturaleza no constituye una
unidad en sí misma y autónoma de los movimientos humanos, tema que será
retomado en el siguiente apartado. La preocupación por la circulación y el
movimiento ha sido una muy presente en el período moderno marcado por
el dominio instrumental del mundo. Por otra parte Foucault dispersa lo que
denomina medio en dos partes; por un lado el conjunto de datos ‘naturales’ que
representan a la naturaleza en su sentido más material y por otra el conjunto
de datos ‘artificiales’ asimilado a lo que podríamos denominar una segunda
naturaleza, ahora complejizada como efectos masivos que interactúan con la
población que allí reside.
Más adelante, en la misma clase continúa:
Y el medio aparece por último como un medio de intervención, donde, (…) se
tratará de afectar, precisamente, a una población. Me refiero a una multiplicidad
de individuos que están y solo existen profunda, esencial y biológicamente
ligados a la materialidad dentro de la cual existen (Foucault, 2006:41).

En este caso la primera idea importante es la de ‘medio de intervención’, que


aunque en su caso es con el fin de controlar a la población, constituye también
una referencia importante en torno a la concepción moderna de naturaleza
instrumental. Por otra parte es bien interesante la idea de que los individuos se
encuentran ligados indisolublemente a su materialidad y que, a su vez, los acon-
tecimientos humanos interfieren con los de tipo casi natural. Luego continúa:
Me parece que con el problema técnico planteado por la ciudad presenciamos
–solo un ejemplo– la irrupción del problema de la ‘naturalidad’ de la especie
humana dentro de un medio artificial. Y esa irrupción de la naturalidad de la
especie dentro de la artificialidad política de una relación de poder es algo
fundamental, (…) se ve aparecer con toda claridad la noción de un medio
histórico natural como blanco de una intervención de poder que me parece
muy diferente de la noción jurídica de la soberanía y el territorio y también
del espacio disciplinario (Foucault, 2006:42).

Resulta por demás interesante la oposición de la naturalidad humana a la


artificialidad política constituía por relaciones de poder. Es esta oposición la
que permite a Foucault dar cuenta del surgimiento de la biopolítica. A través
de la noción de medio histórico natural como diferenciado de las naturalezas
previas (disciplinares y jurídicas) y a su vez diferenciado –aunque no aislado–
internamente entre artificial y natural. Asimismo, Foucault construye la idea de
una naturaleza empoderada –o que cobra vida– actuando como una especie
más a partir del entretejido de relaciones sociales y políticas3.
3
Puede ser estimulante en este sentido la presentación del libro coordinado por Héctor Alimonda (2006).

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Facundo Martín 223

Hacia el final de la clase Foucault sostiene:


Como ven volvemos a dar con el problema del soberano, pero ahora éste ya
no es quien ejerce su poder sobre su territorio a partir de una localización
geográfica de su soberanía política: es algo que tiene que ver con una naturaleza
o, mejor, con la interferencia, el enredo perpetuo de un medio geográfico,
climático, físico con la especie humana, en cuanto ésta tiene un cuerpo y un
alma, una existencia física [y] moral; y el soberano será quien tenga que ejercer
su poder en ese punto de articulación donde la naturaleza, en el sentido de
naturaleza de la especie humana; en ese punto de articulación donde el medio
se convierte en determinante de la naturaleza (Foucault, 2006:44).

Este párrafo final nos devuelve una imagen compleja y totalmente enrique-
cida de la ‘naturaleza’ que analiza Foucault. No sólo trazando una arqueología
de la naturaleza desde el poder sino especificando las formas de operación de
los mecanismos de seguridad que moldean las relaciones entre la sociedad y
la naturaleza.
Pasaremos ahora a reseñar brevemente lo que nuestro autor comprende
como ‘tácticas generales de gubernamentalidad’ en tanto constituye una buena
aproximación no a lo que el Estado es, sino lo que ‘hace’ y que, en definitiva,
permite su existencia.
Ya habíamos mencionado anteriormente que Foucault ha sido muchas veces
identificado como ‘antiestatista’. Esto constituye un movimiento simplificador
conducido en buena medida por la recepción que tuvo este autor en Estados
Unidos a través de lo que se ha conocido como el ‘efecto Foucault’. Pero el
Estado hoy, sostiene Foucault, como probablemente en el curso de su historia:
…no tiene esa unidad, esa individualidad, esa funcionalidad rigurosa, y me
atrevería a decir que ni siquiera tuvo esa importancia. Después de todo, tal
vez no sea más que una realidad compuesta y una abstracción mitificada cuya
importancia es mucho más limitada de lo que se supone. Lo que es importante
para nuestra modernidad, es decir para nuestra actualidad, no es entonces la
estatización de la sociedad sino más bien lo que yo llamaría la ‘gubernamen-
talización’ del Estado (Foucault, 2006:137).

Por lo tanto, no es que el Estado desaparezca sino que se complejiza la


forma en que el mismo se constituye, legitima y reproduce en cuanto tal. Así, el
autor desarticula el sentido único del movimiento del poder al proponer que lo
que hay que comprender es la forma en cómo el Estado se gubernamentaliza.
Foucault advierte que la gubernamentalización del Estado:
es un fenómeno singularmente paradójico, ya que si bien los problemas de la
gubernamentalidad, las técnicas de gobierno han constituido la única apuesta
del juego político y el único espacio real de la lucha política, la guberna-
mentalización del Estado ha sido sin duda el fenómeno que le ha permitido

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224 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

sobrevivir, y muy probablemente el Estado es actualmente lo que es gracias


a esa gubernamentalidad que es a la vez interna y externa al Estado, ya que
son las tácticas de gobierno las que permiten definir paso a paso qué es lo
que compete al Estado y qué es lo que no le compete, qué es lo público y
qué es lo privado, qué es estatal y qué lo no estatal, etc. (Foucault, 2006:137).

Por su parte Foucault define la gubernamentalidad de la siguiente forma:


Con esta palabra ‘gubernamentalidad’ aludo a tres cosas. Entiendo el conjunto
constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los
cálculos y las tácticas que permiten ejercer esa forma bien específica, aunque
muy compleja, de poder que tiene por blanco principal la población, por
forma mayor de saber la economía política y por instrumento técnico esencial
los dispositivos de seguridad. Segundo, por ‘gubernamentalidad’ entiendo la
tendencia, la línea de fuerza que, en todo Occidente, no cesó de conducir,
y desde hace mucho tiempo, hacia la preeminencia del tipo de poder que
podemos llamar ‘gobierno’ sobre todos los demás: soberanía, disciplina; y que
indujo, por un lado, el desarrollo de toda una serie de aparatos específicos de
gobierno y por el otro el desarrollo de toda una serie de saberes. Por último,
creo que habría que entender la ‘gubernamentalidad’ como el proceso o,
mejor, el resultado del proceso en virtud del cual el Estado de justicia de la
Edad Media, convertido en Estado administrativo entre los siglos XV y XVI,
se ‘gubernamentalizó’ poco a poco (Foucault, 2006: 136).

Luego en el Nacimiento de la biopolítica Foucault se interesa por los proce-


sos contemporáneos y llega a mencionar la emergencia de lo que denomina una
gubernamentalidad neoliberal (Foucault, 2008: 226). La misma se caracteriza
por la disminución del Estado y de la razón de Estado. El desplazamiento hacia
la gubernamentalidad liberal implica la disminución efectiva del Estado, de la
estatización, y de la gubernamentalidad estatizante y estatizada.

Del acontecimiento y la escasez quimérica


En este apartado analizamos las nociones de ‘acontecimiento’ y ‘escasez’
desarrolladas en la clase del 18 de enero de 1978. Allí el autor plantea que el
interés reside específicamente en cómo se producía y resolvía la escasez de
granos4. El análisis entonces se centra en los rasgos generales de los dispositivos
de seguridad. Esto tiene una relación con el acontecimiento, el arte de gobernar
y el tratamiento de lo aleatorio.
4
Este acontecimiento también es abordado en la clase del 25 de enero cuando trata la discusión entre
fisiócratas y mercantilistas que acaba en el surgimiento del gobierno de la población y, finalmente vuelve
sobre este problema en la clase del 5 de abril cuando discute los vínculos entre la policía, la escasez y la
gubernamentalidad. En esta última propone y argumenta empíricamente el surgimiento de una nueva razón
gubernamental: una gubernamentalidad de las políticas que se aparta de aquella de la los economistas.

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Facundo Martín 225

El estudio de las teorías y políticas en torno de la escasez de granos desde


los mercantilistas a los fisiócratas en la Francia de los siglos XVII y XVIII le
permiten evidenciar diferencias entre mecanismos disciplinarios y dispositivos
de seguridad en torno a ese ‘acontecimiento’.
Es sabido que los desarrollos de Foucault no buscan constituir una teoría
general del poder. Antes bien, indagan en las formas históricas que asumen
los mecanismos de poder y en qué medida éstos se pueden comprender
como una economía general del poder. En este sentido es que no concibe
que las relaciones sociales existan más allá de unos mecanismos de poder.
Esquemáticamente plantea a los mecanismos de poder en tres ‘modulaciones’
no seriadas:
a) Ley-castigo público. Un mecanismo legal-juridico codificador (dominante
hasta principios de siglo XVIII). Contemplaba el suplicio público, correc-
tivo y disciplinario hacia la población.
b) Ley (con vigilancia preventora)-castigo corrector (sobre el culpable). Un me-
canismo disciplinario dominado por la Ley encuadrada por mecanismos
de vigilancia y corrección. Aquí aparece el ‘tercer personaje’ que es el
culpable a quien se le aplica el dispositivo judicial. Estaría representado
por el sistema penal moderno.
c) La criminalística social y económicamente aceptable. Un dispositivo de se-
guridad que emerge de la mano del estudio de la estadística, los datos y
los costos. Aquí el fenómeno en cuestión (el robo) se inserta dentro de
una ‘serie de acontecimientos probables’. Asimismo las reacciones del
poder frente al fenómeno se incorporan a un cálculo de costos. No hay
división binaria permitido/prohibido sino óptimo/aceptable. Se produce
una redistribución de las cosas y los mecanismos.
Sin embargo, aunque diferenciados, los mecanismos disciplinarios y los
dispositivos de seguridad se articulan histórica y actualmente. Lo que va a
cambiar es sobre todo la dominante, o más exactamente, el sistema de corre-
lación entre los mecanismos jurídico-legales, los mecanismos disciplinarios y
los dispositivos de seguridad.
En el marco de estas transformaciones sostiene el surgimiento de una nueva
razón gubernamental asociada a la emergencia de la noción de ‘población’.
Concluye finalmente con el liberalismo: la libertad es al mismo tiempo una
ideología y una técnica de gobierno.
Antes de avanzar en el análisis específico de la escasez de granos como
acontecimiento, nos interesa detenernos brevemente en un desplazamiento
que el autor realiza acerca de los dispositivos de seguridad. Como ya mencio-
namos en el apartado anterior, al tratar las relaciones entre territorio y medio,
donde el soberano opera como un arquitecto del espacio, Foucault advierte
que estamos ante alguien que también actúa casi al mismo tiempo como

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226 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

...regulador de un medio en el cual no se trata tanto de fijar los límites y las


fronteras o de determinar los emplazamientos como, sobre todo y esencialente,
de permitir, garantizar, asegurar distintos tipos de circulación: de la gente, de
las mercancías, del aire, etc. A decir verdad esta función estructuradora del
espacio y del territorio por obra del soberano no es una novedad en el siglo
XVIII. (…) Además es preciso saber dentro de qué economía general del poder
se sitúan ese proyecto y la estructuración del espacio y el territorio. ¿Se trata
de marcar un territorio o de conquistarlo? ¿Se trata de disciplinar a los súbditos
y hacerles producir riquezas o de construir para una población algo que se
asemeje a un medio de vida, de existencia, de trabajo? (Foucault, 2006: 45-46).

Retoma aquí el mismo análisis de los dispositivos de seguridad de otros cursos


pero a partir de un ejemplo diferente con el fin de delimitar ahora otra cosa: ya no
la relación con el espacio y el medio, sino la relación del gobierno con el aconte-
cimiento. Y es esto justamente lo que a nosotros nos interesa destacar en tanto
constituye una aproximación novedosa sobre las relaciones Estado-naturaleza.
Al analizar la escasez, Foucault consigna que no es el hambre, sino ‘la insu-
ficiencia actual de la cantidad de granos necesaria para permitir la subsistencia
de una nación’ (citado en Foucault, 2006: 46). Caracteriza así a la escasez
como un estado de penuria5. La misma es para los gobiernos, justamente, el
tipo de acontecimiento que debe evitarse en la medida en que se manifiesta
problemáticamente, fundamentalmente en los medios urbanos, entrañando
‘la revuelta’. Pero esta idea de la escasez tiene también un horizonte filosófico
político: la mala fortuna. La escasez es la mala suerte en estado puro, es sobre
lo que el hombre no tiene control pero que se vincula con la desventura po-
lítica y con el comportamiento político. En este punto Foucault se referencia
claramente en El Príncipe de Maquiavelo en relación a la existencia de toda una
serie de reglas de juego respecto de cómo tratar y comportarse frente a la mala
fortuna. Ampliando este horizonte filosófico sostiene Foucault: ‘El concepto
jurídico moral de la mala índole humana, de la naturaleza caída, y el concepto
cosmológico político de la mala fortuna son dos de los marcos generales dentro
de los cuales se piensa la escasez’ (Foucault, 2006: 48). Este acontecimiento se
manifiesta entonces como una de las formas fundamentales de la mala fortuna y
la mala índole o castigo tanto para un pueblo como –fundamentalmente– para
el soberano. Pero paradójicamente la avidez, como avaricia y acumulación, va
a acentuar la magnitud del flagelo de la escasez.
¿Qué se hará contra la escasez? Fundamentalmente establecer un sistema
jurídico y disciplinario, un sistema de legalidad y reglamentos para impedir la

5
Se podría trazar, complementariamente, una comparación apresurada entre esta escasez que compro-
mete la subsistencia humana con la escasez de recursos hídricos que se ha planteado tanto en Mendoza
como en el Oeste norteamericano entre otros lugares del mundo. El destacado historiador ambiental
Donald Worster (1985: 47) consigna en su estudio Ríos del Imperio que en los escenarios de escasez
hídrica las decisiones políticas sobre qué hacer se definían en realidad en función de una especulación
económica y de expectativas de negocios –como una geografía imaginaria.

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Facundo Martín 227

escasez que adoptaba las formas clásicas: limitación de precios, limitación del
derecho de acopio, limitación de la exportación, limitación de la superficie a
sembrar: ‘Se la forzará, por ejemplo, a arrancar la vid para imponerle la siembra
de granos’ (Foucault, 2006: 49). El objetivo en esta etapa es que los granos se
vendan a bajo precio lo que implica poca ganancia de los campesinos y alimen-
to barato para los habitantes de las ciudades permitiendo, esto, a su vez, el
mantenimiento de bajos salarios. Este es el gran principio político mercantilista,
como técnicas de gobierno y gestión de la economía que dominó a Europa
desde comienzos de siglo XVII hasta comienzos del XVIII. El mantenimiento
de los precios accesibles evitaba, como ya mencionamos, el hecho más temido
que era la rebelión popular.
Esta respuesta constituía un sistema antiescasez centrado en un acontecimien-
to ‘eventual’ pero que llevaba igualmente a la escasez por la ruina de los campe-
sinos, promoviendo nuevamente la temida rebelión que se intentaba conjurar.
Durante el siglo XVIII surge, entonces, una nueva concepción de la economía,
la fisiocracia, con el principio fundamental de ‘gobierno económico’ (Quesnay)
basado en la libertad de comercio y circulación de granos. Así el apoyo que
recibieron los fisiócratas y sus teorías implicó, según Foucault, un gran cambio
en las técnicas de gobierno y en los dispositivos de seguridad. La consolidación
de las políticas económicas de libre circulación de los granos implicó, a la vez, un
campo teórico y una mutación de las tecnologías de poder, como dispositivos
de seguridad. La cuestión de la libertad de granos se convirtió entonces en
uno de los grandes problemas políticos y teóricos franceses de esa centuria. El
comercio de granos pasó a ser una ‘cuestión nacional’. Pero una serie de malas
cosechas atentaron contra la consolidación total de esta medida.
A partir de aquí Foucault se aboca a ver los principios, las reglas de for-
mación de los conceptos, los elementos teóricos, pero no lo hace entonces
dentro de una arqueología del saber, sino en el linaje de una genealogía de las
tecnologías de poder. Así reconstruye el texto no desde el punto de vista de
las reglas de formación de los conceptos sino de los objetivos, las estrategias a
las cuales obedece y los programas de acción política que sugieren. Lo que en
el sistema jurídico disciplinario debía evitarse –la escasez como carestía–, para
los fisiócratas no es, en el fondo, un mal en absoluto. Se lo considera más bien
como un fenómeno natural.
El nuevo acontecimiento sobre el cual se intentará influir será la ‘realidad del
grano’, mucho más que la obsesión por la escasez. Hay entonces un cambio en
la construcción del acontecimiento. Se pasa de un sistema jurídico disciplinario
a un dispositivo de seguridad con forma de solución liberal. Pero como ya men-
cionamos, la serie de buenas cosechas llega a su fin nuevamente, perpetuando
el problema de la escasez aunque ahora bajo una nueva forma.
Este nuevo movimiento se resuelve a través de los que nuestro autor deno-
mina como la disociación del acontecimiento escasez como fenómeno individual
y colectivo. Se acaba la escasez en el nivel de la población en la medida en que

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228 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

ésta se frena en virtud del dejar hacer, dejar pasar. Ya no habrá escasez general
sino para algunos, ‘cierta dificultad para comprar trigo’ y ‘cierta hambre’.
El dispositivo de seguridad que los fisiócratas concibieron con respecto a la
escasez tenía entonces una diferencia sustancial. La disciplina era esencialmente
centrípeta, funcionaba aislando un espacio, determinando un segmento. Por el
contrario, los dispositivos de seguridad son centrífugos, tienden a ampliarse, se
trata de permitir el desarrollo de circuitos cada vez más grandes. La disciplina
reglamenta todo, el dispositivo de seguridad deja hacer. Hay un nivel de permi-
sividad indispensable. La seguridad busca entonces poder captar el punto dónde
las cosas van a producirse, sean deseables o indeseables. Busca aprehenderlas en
el nivel de su naturaleza, de su realidad efectiva: ‘La seguridad actúa en el nivel
de la realidad, no del imaginario ni de lo complementario’ (Foucault, 2006: 69).
Esto implicaba que la política, aunque condicionada por la fortuna, no debía
extender hasta el comportamiento de los hombres el conjunto de reglas que
son impuestas por Dios. La política, en este proceso, tenía que actuar en el
elemento de una realidad que los fisiócratas llamaron precisamente ‘física’; y a
causa de ello van a decir que la política es una física, la economía es una física:
puesto que la ciencia económica no es otra cosa que la aplicación del orden
natural al gobierno de las sociedades, también es constante en sus principios y
tan susceptible de demostración como las ciencias físicas más seguras (citado
en Foucault, 2006: 70).

En este proceso la ideología de la libertad y el desarrollo del capitalismo estaban


claramente asociados y las políticas de granos habían sido asimismo fuertemente
implicadas. El gobierno de las cosas y las personas debía comprenderse entonces
desde el interior de las técnicas de poder en tanto se trataba de pensar en la natu-
raleza de las cosas y no ya en la mala índole de los seres humanos.
La escasez como acontecimiento tiene entonces una estrecha correlación
con la resolución del problema del gobierno. Los dispositivos de seguridad
que se despliegan en esta etapa tienen un poder estructurador sobre la socie-
dad o, mejor dicho, sobre la población. El Estado, por su parte, se constituye
específicamente a partir de estas operaciones. La política del poder se puede
comprender entonces como constituyendo una economía general del poder
gubernamentalizado en función de los particulares tratamientos que se realizan
sobre los acontecimientos como la escasez.

Del problema del gobierno y la gubernamentalización


del agua y la tierra en Mendoza
Es importante comenzar este apartado destacando las relaciones mutuamen-
te constitutivas del Estado y la naturaleza modernas. En realidad estas categorías
pueden ser comprendidas como construcciones sociales míticas en el sentido

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Facundo Martín 229

en que nunca llegan a ser tales en la realidad socionatural6.Estos mitos están


esencialmente basados en la doble codificación científica del poder político y los
procesos ecológicos ocurridos en la era moderna (Whitehead, Jones y Jones,
2007: 19). En términos del Estado (europeo), la emergencia de un gobierno
moderno esta típicamente asociado con el desarrollo de una nueva ‘ciencia del
Estado’ entre los siglos XVI y XVII (Foucault, 2006, 2008). Fue en este período
donde el ‘problema del gobierno’ pasó de ser uno de seguridad y soberanía a
uno que propiciaba la acumulación y el uso del conocimiento como base para
la regulación política. La ciencia del Estado sería un modelo definitivo de buen
gobierno basado en procedimientos burocráticos estandarizados y controles
territoriales y dedicado a descubrir una emergente y predecible verdad dentro
de las cosas a ser gobernadas.
La historiografía regional mendocina está organizada en torno de un conjunto
de constructos sociohistóricos como ‘formaciones discursivas regionales’ (Peet
y Watts, 1993)7 entre los cuales la paradoja ‘natural’ de abundancia de tierra y
escasez de agua para irrigarla es uno de los más visitados. Asimismo la histórica
escasez de población cerraba, hacia fines de siglo XIX, un escenario lleno de
dificultades que constituían para la época los grandes ‘problemas de gobierno’8.

6
Al respecto es interesante la evolución sobre el concepto de naturaleza (nature) que traza Raymond
Williams en su célebre Palabras clave (2003). Allí, distingue tres significaciones básicas de ‘naturaleza’
a lo largo de la historia. Desde el siglo XIII emerge la idea de naturaleza como “la calidad y carácter
esenciales de algo”; luego ya en el XIV se deriva de la anterior como “la fuerza inherente que dirige
al mundo, a los seres humanos o a ambos” y finalmente; en el siglo XVII aparece la significación más
importante para nuestro interés: “el mismo ‘mundo material’ incluidos o excluidos los seres humanos”
(Williams, 2003). Durante el siglo XIX se termina de consolidar la idea de la naturaleza como “mundo
material que se movía de acuerdo a leyes”. Este largo proceso de objetivación de la naturaleza a través
de sucesivas resignificaciones e intervenciones implica prestar especial atención a la dificultad de uso.
En nuestro caso si bien discutimos todos los aspectos del concepto naturaleza hacemos énfasis en el
de mundo material. Pero no nos referimos a la difundida idea (o mito) de la naturaleza como un reino
prístino donde no ha llegado la acción y el poder humanos. Tampoco son sólo objetos estáticos (tierra,
paisajes, ríos, montañas, etc.) sino a las infinitas formaciones de procesos que constituyen la naturaleza:
son todos los procesos biológicos, el mundo material que nos rodea, el sustrato de nuestra existencia,
nuestro cuerpo y más allá de él, con o sin intervención humana.
7
Michel Foucault, en La arqueología del saber, anotaba: “En el caso de que se pudiera describir, entre cierto
número de enunciados, semejante sistema de dispersión, en el caso de que entre los objetos, los tipos
de enunciación, los conceptos, las elecciones temáticas, se pudiera definir una regularidad (un orden,
correlaciones, posiciones en funcionamientos, transformaciones), se dirá, por convención, que se trata
de una formación discusiva, evitando así palabras demasiado preñadas de condiciones y de consecuencias,
inadecuadas por lo demás para designar semejante dispersión, como ciencia, o ideología, o teoría, o
dominio de objetividad” (Foucault, 1988: 62). Más adelante continúa “En otros términos, la descripción
arqueológica de los discursos se despliega en la dimensión de una historia general; trata de descubrir
todo ese dominio de las instituciones, de los procesos económicos, de las relaciones sociales sobre las
cuales puede articularse una formación discursiva; intenta mostrar cómo la autonomía del discurso y
su especificidad no le dan por ello un estatuto de pura idealidad y de total independencia histórica; lo
que quiere sacar a la luz es ese nivel singular en el que la historia puede dar lugar a tipos definidos de
discurso, que tiene a su vez su tipo propio de historicidad, y que están en relación con todo un conjunto
de historicidades diversas” (Foucault, 1988: 276-277).
8
La relevancia que cobra el Estado provincial como un espacio de operación territorial sobre el cual se
mantiene un poder soberano (Brenner, 2004), se justifica en tanto nuestro interés no se centra tanto en
los que los Estados son, sino más bien en lo que hacen y las distintas formas de operación. En este sentido

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230 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

A mediados de siglo XIX comenzó a cobrar importancia un problema que


se ha mantenido hasta actualidad: la insuficiencia de las aguas disponibles, para
abastecer a las necesidades de los cultivos existentes. Con el aumento de las
concesiones otorgadas y las precarias infraestructuras de conducción del agua
comenzaron a surgir problemas de escasez. Entonces fueron prohibidas las nue-
vas concesiones de agua hasta el aforo de los ríos9. Así se había creado un nuevo
problema económico –pérdida de cosechas, disminución de la producción, flo-
recimiento de los litigios sobre aguas– que tuvo inmediatamente su proyección
en lo jurídico: “el Estado debió tomar medidas drásticas para contener el avance
del mal, y para evitar su reproducción en el futuro” (Cano, 1941: 42). Ante la
presión que se hacía para obtener nuevos derechos se buscó una figura que,
aunque con limitaciones, permitiera seguir extendiendo los cultivos. La nueva
categoría de ‘permiso’ tenía entonces claras raíces económicas y coyunturales.
Esta nueva situación tendrá una trascendencia histórica fundante en tanto
señala el surgimiento del problema del ‘gobierno del agua’. En este momento
se asienta el inicio de la idea de escasez provocada por el aumento de las
necesidades de los cultivos existentes y sobre todo potenciales. Es en este
momento entonces cuando la apropiación del agua deja de ser un tema de los
individuos interesados en ello para constituirse en un problema a atender por
el Estado en tanto comienza a ser ‘el’ factor de bien común e interés general.
Sin embargo el período de mayor importancia en cuanto a sistematización
del derecho de aguas se refiere, se ubica sin duda entre fines de siglo XIX y
principios del XX. En este sentido un rasgo que merece destacarse es que el
régimen jurídico fue enfocado, por los códigos civiles y la doctrina sistemati-
zadora del derecho de aguas10, desde las posibilidades de propiedad sobre las
aguas. Asimismo evidenciamos la fuerte impronta iusprivatista en el derecho
de aguas que, asociada al Código Civil, al concepto de ley y la exégesis, resul-
tó característica. La crítica en este nivel se centra en la adopción del Código
Civil como norma base y las consecuencias que de ello derivan, más allá del

el gobierno de la naturaleza estatal en Mendoza encuentra una clara escala provincial. Fundamentalmente
la Ley provincial de Aguas de 1884, aunque enmarcada –no sin discusiones jurídicas y doctrinarias– en
la legislación nacional, implicó una estructuración burocrática y de la naturaleza que la diferencia de su
articulación al Estado-nación.
9
El aforo de los ríos consiste en la cuantificación de la ‘oferta’ de agua de un río para organizar racio-
nalmente su distribución.
10
Denominamos como doctrina sistematizadora del derecho de aguas a la producción local en este campo
que produjo un reconocido grupo de abogados a lo largo del siglo XX y que se caracterizó por una clara
‘dogmática jurídica’. Las principales críticas a la dogmática provienen de su carácter poco ‘científico’, en
tanto parte habitualmente de una serie de presupuestos no siempre explicitados y de dudosa validación.
Así, se ha señalado que ella surge, justamente, de la aceptación dogmática de determinados presupuestos
que no pueden ser calificados como verdaderos o falsos, sino tan sólo aceptados, racionalmente, cuando
son confrontados con determinados criterios de justicia, conveniencia, oportunidad o, ‘dogmáticamente’,
cuando son aceptados sin tal confrontación. Según Salomoni (2000) la dogmática jurídica se diferencia
asimismo de otras ramas de la ciencias jurídicas en tanto tiene por objeto la interpretación de un conjunto
de normas. En este subcampo disciplinario sería posible ubicar, en general, los desarrollos dominantes
de doctrina sistematizadora del derecho de aguas (Martín, 2009).

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Facundo Martín 231

pensamiento de los autores de proyectos o leyes particulares que resultaron,


en algunos casos, críticos del fuerte espíritu individualista del que estaban im-
pregnados los principios del Código Civil11.
Hacia 1879 el Estado provincial efectiviza el control sobre el territorio.
Esto implicaba que el Estado incrementaba la cantidad de tierras disponibles
y se erigía mediante este proceso en propietario de tierras disponibles even-
tualmente para el cultivo. Al mismo tiempo el copamiento por parte de la elite
económica de los máximos órganos del Estado y la participación en los Bancos
posibilitaba la contracción de empréstitos (poniendo la tierra como garantía
de ellos) para realizar obras de mejoras sobre esas tierras tales como mejo-
ramiento de vías de comunicación y de los medios de transporte y realización
de obras de irrigación destinadas al mejor aprovechamiento de los caudales
de los principales ríos de la provincia. Una vez que las tierras se mejoraban,
especifica Martín, el Estado
…las vende a los particulares a precios más bajos que los del mercado, a la
vez que les otorga concesiones de agua para el riego de ellas. El propietario
privado hace frente a la deuda pagando una parte mínima de la misma al con-
tado y el resto a largo plazo. Y cuando ello es necesario, recurre al préstamo
bancario otorgado por los bancos que están en manos de la oligarquía. Si este
nuevo propietario quiere sumarse a la actividad hegemónica del nuevo mo-
delo económico provincial, la vitivinicultura, se encontrará con una actividad
altamente rentable. Pero si no quiere hacerlo, simplemente podrá aprovechar
el momento para embarcarse en la lucrativa actividad de especulación con las
tierras (Martín, 1992: 53).

Complementariamente la asignación de nuevas concesiones de riego era un


elemento determinante en este proceso. Lo más destacable es que este dispo-
sitivo de asignación de derechos no constituía en ningún caso un movimiento
económico12. Por el contrario es una decisión exclusivamente política la que

11
Muchas de estas críticas, tendientes a corregir aquellos excesos, propiciaron la denominada tendencia
‘socializadora’ en el derecho de aguas, entre cuyas recomendaciones se encontraba la inclusión de todas
las aguas en el dominio público, luego incorporada por la ley 17711 (1968), a través de la modificación
del inciso 3 del artículo 2340 del Código Civil.
12
Así se devela en el relato mítico de la economía clásica que la llamada ‘acumulación originaria’ (previous
accumulation según Adam Smith), es en realidad un secular proceso histórico sostenido en la violencia.
Rhina Roux (2008) sintetiza el conjunto de procesos que implican a la acumulación originaria: “Robo,
fraude, expoliación, rapiña, castigo y disciplinamiento desfilan en el célebre capítulo XXIV de El capital
en el que Marx describió el paisaje de un complejo de procesos históricos que, sostenidos en la violencia
organizada y concentrada del Estado, comprendieron el largo y cruel parto de la sociedad moderna.
El saqueo y la dominación colonial, el tráfico de esclavos africanos, el despojo de tierras comunales, la
apropiación privada de bienes públicos, leyes laborales draconianas, guerras comerciales, sistema de
impuestos, deuda pública, crédito internacional y sistema proteccionista aparecen en ese paisaje como
métodos de un plurisecular proceso histórico que, de la conquista española de América a las leyes de
cercamiento de las tierras comunales en Inglaterra y del sistema colonial holandés a la expoliación bri-
tánica en la India, marcaron desde el siglo XVI el nacimiento histórico del mundo moderno colocando
temporalmente a Europa como su epicentro (Roux, 2008: 1-2).

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232 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

subyace a la entrega o no de un derecho, aunque siempre se haya presentado


como sustentada técnica y económicamente13. Sobre este dispositivo político
de control del agua Dardo Olguín anotaba:
Los negocios de tierras públicas y el otorgamiento de derechos de agua para
regarlas, son eficaces palancas y formidables torniquetes políticos. Por las
tierras del sur mendocino, que son áridas y carentes de vegetación, se pagan
altos precios cuando se ofrecen en venta en momentos de especulación. La
mayoría de los que las adquieren no las conocen. El aliciente consiste en que
una mínima parte de su valor es pagadera al contado, el resto a largos plazos.
Mejor se venden los terrenos con montes, que pueden ser explotados para
extraer leña y madera negociables de inmediato. Éstos se distribuyen entre
los influyentes y allegados a la situación (Olguín, 1956: 59).

La crisis de la ganadería de fines del siglo XIX y la ‘reorientación’ hacia una


economía centrada en el cultivo vitícola, altamente rentable, generaría entonces
un proceso de rápida producción de una nueva territorialidad destinada al viñedo.
Este proceso se configuraría como una geografía imaginaria que desencadenaría
una ‘demanda’ de tierras e iniciaría un gran movimiento de mercantilización de
la tierra con precios móviles de acuerdo a un complejo entramado de factores,
muchos de ellos manejados políticamente para ordenar la sociedad de acuerdo
a parámetros más o menos preestablecidos. Al asumir desde su gestación la
lógica de la economía política, el Estado gubernamentalizaría la apropiación de
la tierra y el manejo del agua. Asimismo la modernización de la red de riego
iniciada en torno a 1890, modificaría la situación de escasez de tierras irrigadas
permitiendo la ampliación del oasis norte inicialmente y posteriormente el sur.
La resolución del problema político por excelencia planteado por Foucault
sobre la construcción y reproducción del poder, no se pudo resolver entre fines
del siglo XIX y durante el siglo XX sino a través de la política del manejo guberna-
mental de la tierra y el agua. Esta política operó como un elemento fundamental
que le permitió articular y profundizar la gubernamentalización del Estado y la
conquista y mantenimiento de la hegemonía por un largo período de tiempo.
Así, podemos dar cuenta de importantes cambios en las formas de ejercicio
del poder. El siglo XIX se caracterizó fundamentalmente porque las energías del
poder se concentraban en delimitar y liberar los territorios y sus ‘riquezas’ para
poder instaurar el nuevo modelo de progreso. En este caso el poder operaba a
través de su forma más básica: la coerción o la directa eliminación. Pero luego
de esta etapa y gracias a la misma, el ejercicio del poder se complejiza profun-
damente. Esto es evidente a través del aumento creciente y diversificado de las
acciones de Estado. Estas nuevas formas de ejercicio del poder no abandonan

13
En 1907 la legislatura faculta al Banco de Mendoza, fundado por Tiburcio Benegas, para acordar
préstamos hipotecarios de habilitación sobre tierras con concesión de derechos definitivos de agua, de
acuerdo a una ley de fomento agrícola. Estos gastos se cubrirían con la venta de 400 mil hectáreas de
tierras en San Rafael, con concesión eventual de aguas.

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Facundo Martín 233

las tradicionales pero incorporan fuertemente la dimensión consensual. Esto


implica alcanzar el consentimiento social a través de una serie de dispositivos
que logran comprometer al débil con la estrategia del poderoso. Coexisten,
sin embargo, en tensión permanente las dimensiones de soberanía y gobierno.
Pero estos dispositivos en torno de la escasez como acontecimiento quimérico
no son simplemente parte del pasado.
En la actualidad el denominado ‘modelo centenario’ de la vitivinicultura
mendocina habría llegado a su límite. La nueva vitivinicultura se configuró gracias
a la desregulación y liberalización de los mercados y produjo una ‘globalización
rápida’ de la actividad (Neiman, 2003). La apertura de la economía argentina de
los años 1990 atrajo a Mendoza capitales extranjeros (Francia, España, Chile,
entre otros) que practican una nueva vitivinicultura capital-intensiva orientada a
la exportación, contrastante con la vitivinicultura desarrollada por los pequeños
productores tradicionales (Martín, 2008).
Asimismo este nuevo modelo, comandado desde la industria y la distribución,
y demandante de materia prima de mayor calidad, impulsó cambios técnicos
y organizacionales en la producción primaria del complejo vitivinícola14. Este
aspecto ha sido determinante en las principales transformaciones territoriales de
los oasis de Mendoza, ya que la nueva vitivinicultura ha tenido como estrategia
principal el instalarse por fuera de la tradicional frontera agraria, expandiendo
las nuevas zonas de cultivo hacia las ‘tierras altas’ del Valle de Uco15. Todas estas
transformaciones económicas no habrían sido posibles sin una reorganización
de la gestión de los recursos naturales, fundamentalmente el agua.
La institucionalización del poder sobre el control del agua y la tierra en Men-
doza encuentra un lugar destacado en el Departamento General de Irrigación
(DGI). El DGI es una institución con gran autonomía dentro de la arquitectura
del gobierno provincial. Posee una sede propia fuera de la Casa de Gobierno
y del mismo Barrio Cívico, sede de los principales edificios de gobierno. Su
máxima autoridad (el Superintendente) es propuesta por el gobernador y sólo
puede asumir tras el acuerdo otorgado por la legislatura provincial en donde
es objeto de la negociación política entre los representantes de los diversos
partidos. Así, el rango de superintendente conlleva una marca simbólica en
la carrera política en el ámbito provincial. El staff del DGI destaca por la pre-
eminencia de ingenieros: agrónomos, civiles, en construcciones e hidráulicos.
Sobre esta tradición irrumpe en Mendoza el paradigma ambiental a fines
de la década del ochenta. En 1989 se crea en Mendoza el Ministerio de Medio
Ambiente y Obras Públicas16 (MAyOP), en la línea del desarrollo sustentable
14
Entre los más importantes, se encuentran el riego por goteo, la introducción de nuevas variedades, la
utilización de malla antigranizo, mejoramiento de las tareas culturales, la cosecha mecánica y el empleo
de diferentes sistemas de conducción.
15
Esta zona vitivinícola está formada por los Departamentos de San Carlos, Tunuyán y Tupungato y es actual-
mente la de mayor desarrollo a nivel de nuevos emprendimientos vitivinícolas orientados al mercado externo.
16
Concebido en principio con cierta independencia como Ministerio de Medio Ambiente, Urbanismo y
Vivienda, fue posteriormente encasillado en la estructura dominante convirtiéndose en el Ministerio de

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234 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

y con mandatos infundidos desde el Informe Bruntland. Sus competencias se


refieren a la elaboración e implementación de una política ambiental destinada
a crear condiciones de prevención, protección y conservación de la naturaleza
y hábitat humano, como así también el uso y aprove­chamiento de los recur-
sos naturales y defensa contra desastres y accidentes. No tiene competencia
directa en materia de aguas, sino que coordina la gestión entre el DGI, el Ente
Provincial del Agua y Saneamiento (EPAS) que regula el uso del agua potable,
el Ente Provincial Regulador Eléctrico (EPRE) y los municipios.
A partir de ese momento, se establece una tensión permanente entre ambas
instituciones: el DGI respaldado por una larga tradición en la administración del
agua, ocupado de la planificación y la operación del sistema hídrico con especial
énfasis en riego agrícola y apareciendo desde un abordaje recursista y sectorial.
Por otro lado, el MAyOP –actualmente Secretaría de Ambiente– inspirado
en los principios del desarrollo sustentable. Si bien el MAyOP contaba con
buenas herramientas legales para ejercer sus funciones, el DGI ejercería con
efectividad los poderes que supo acumular durante más de 100 años de gestión
del agua, afirmados en una identidad regional hegemónica que se construye
sobre la gesta heroica de mendocinos que han sabido domar el agua, vencer
al desierto y doblegar una naturaleza percibida como hostil (Montaña, 2007;
Montaña y Torres, 2005). El paradigma de la sustentabilidad no alcanza todavía
a imponerse sobre el prestigio de la ‘lucha contra el desierto’ y, cuando aflora,
lo hace desde una racionalidad que proclama que la modernidad y el progreso
han fallado por no estar bajo control total de la sociedad.
En 2008 uno de los diarios de mayor circulación en la provincia iniciaba una
noticia de la siguiente forma: “Si hay una palabra clave para la vida económica y
productiva de la provincia esa es agua” (Diario Uno, 2007). El periodista había
asistido a la presentación de un libro dedicado a la vida de César Cipolletti
(1843-1908) editado por el Departamento General de Irrigación. Cipolletti
fue un ingeniero hidráulico italiano que entre sus muchas obras construyó en
Mendoza el primer dique de la Argentina que hoy lleva su nombre. Había sido
además el encargado de aplicar la Ley de Aguas sancionada en diciembre de
1884 que constituyó un pliegue fundamental en la historia de Mendoza. Poco
más de un año después, el 22 de noviembre de 2008 durante el discurso oficial
pronunciado en la Fiesta del Agua, el Superintendente del organismo equipa-
ró su breve gestión con la del célebre ingeniero italiano17. La justificación de
tamaña comparación se basaba en el histórico monto de dinero destinado a
obras hidráulicas que –según sostuvo– eran emblemáticas para la provincia.
Estos procesos recientes en torno al manejo del agua y la tierra, destinados
a la producción de productos de exportación y consumo turístico, implican

Ambiente y Obras Públicas. Posteriormente, la repartición fue degradada al rango de Subsecretaría y


desde el 2007, nuevamente jerarquizada al rango de Secretaría cobrando un alto perfil en el concierto
de las políticas públicas provinciales.
17
“Esta gestión es la más importante de la historia de Irrigación”, dijo y tras un breve silencio volvió sobre
sus palabras para aclarar que “bueno, sólo se podría comparar con la de César Cipolletti” (Diario Uno, 2008).

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Facundo Martín 235

claramente una permanente ampliación de los procesos políticos que sustentan


a esta naturaleza estatal ahora globalizada. Los cambios recientes en el uso del
agua en Mendoza han estado guiados hacia la disminución del riesgo económico,
lo que ha implicado una redistribución de riquezas y pobrezas hacia dentro del
complejo agroalimentario y de la sociedad en su conjunto. Asimismo la efectiva
mercantilización del acceso al agua subterránea constituye una evidencia de
cómo el mercado instituido políticamente ha constituido y constituye la gran
disputa en torno a la redefinición de una sutil gubernamentalidad neoliberal
inscripta bajo la premisa de la eficiencia y la sustentabilidad y la reorientación
de la producción hacia el agronegocio vitivinícola.

Para no concluir. Religando Estado y naturalezas


En este trabajo necesariamente exploratorio nos propusimos abordar las
relaciones Estado-naturaleza a partir de la obra de Foucault. Para esto recu-
rrimos a algunas de las múltiples indagaciones que recorren la obra Seguridad,
Territorio, Población (2006). Particularmente el tratamiento que el autor hace
en torno del acontecimiento de la escasez de granos constituye un punto de
apoyo suficientemente consistente como para repensar estas relaciones que
han sido bloquedas por la disciplinarización del conocimiento.
Estas conceptualizaciones ampliamente comprendidas buscan desencializar
las relaciones sociales y de poder. Para esto prestamos especial atención a la
historicidad de los mecanismos de formación de las mismas y de su materiali-
dad. El punto de interés es que Foucault insiste en la especificidad histórica de
las formas de operación del poder en sus detallados estudios arqueológicos
y genealógicos. La gubernamentalidad entonces envuelve relaciones de vida
concretas que son siempre multifacéticas. Los grupos sociales que aspiran a
ser hegemónicos a través de los procesos de gubernamentalización del Estado
deben demostrar crecientemente su habilidad para proponer y colocar solu-
ciones a una variedad de cuestiones.
Una segunda forma de pensar estos procesos en contraste con la tradición
marxista ortodoxa se relaciona con la comprensión del biopoder en el marco
del desarrollo del capitalismo. Si aceptamos que la variedad de relaciones de
poder –para nada equivalentes entre sí– no emanan de una fuente singular, sino
que es el efecto conjunto de una serie de relaciones de poder que permiten a
una clase o grupo dominar a los otros, entonces el biopoder está lejos de ser
reductible a la economía política capitalista pero está íntimamente relacionado
con su desarrollo. Es por esto mismo que Foucault lleva su atención hacia las
prácticas y formas cotidianas de reproducción y consolidación de relaciones de
poder. Tiene asimismo una profunda apreciación por cómo las ideas y tipos de
conocimiento son inmanentes dentro de la materialidad de las prácticas y dispo-
sitivos. Por lo tanto puede proveernos de un aparato heurístico sobre cómo las

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236 Para gobernar una naturaleza escasa. Notas incompleta sobre una posible rearticulación...

racionalidades específicas de gobierno y las ideologías son internalizadas en las


disputas económico-políticas. Desde esta perspectiva, esto implica manejar la
conducta de la gente y sus relaciones dentro del mundo material y sus formas
de pensar y actuar. En este sentido operan los dispositivos de seguridad de
Foucault en tanto toman en cuenta el interés individual y fomentan el dejar hacer.
Un tercer punto de interés específico surge de la pregunta sobre cómo la
gubernamentalidad se logra a través de espacios y naturalezas particulares. El
proceso consiste en la reificación de esos espacios y naturalezas cuando son
tomados como dados, como ‘naturales’. Foucault está en desacuerdo con la
comprensión realista del espacio y la naturaleza porque falla al interrogar cómo
algo que aparentemente es ‘real’ –mientras que es un ambiente particular o
territorio político– es, sin embargo, históricamente construida a través de
saberes e instituciones particulares. Desde la geografía política recientemente
se ha indagado en cómo diferentes grupos sociales construyen su hegemonía
a través de la alteración de ecologías de diferentes paisajes. En este sentido la
noción de gubernamentalidad se puede utilizar para entender mejor las apa-
rentemente neutrales acciones y proyectos ambientales y cómo están ligadas
a relaciones de poder. La centralidad de los ‘problemas ambientales’ actuales
debido al descubrimiento de la escasez ecológica ha puesto en el centro la pre-
sencia de la naturaleza en el juego social al tiempo que se han hecho visibles las
contradictorias articulaciones socionaturales. Sin embargo la reactualización de
proyectos de desarrollo e infraestructura con claras reminiscencias coloniales
y desarrollistas deben ser puestos en cuestión, impugnando sus fundamentos
particulares. Para esto podemos, una vez más, valernos de estos desarrollos
dando cuenta de cómo la naturaleza es inscripta y producida en proyectos
hegemónicos, estatales o no. Estas luchas sobre la naturaleza giran en torno a
cómo las personas dan sentido a sus relaciones con el ambiente y de este modo
participan y modifican el ‘ensamble de relaciones’ en el cual viven.
En cuarto lugar, el análisis del proceso de producción de una naturaleza
estatal mendocina como resolución del problema de gobierno, a través del
manejo gubernamentalizado de la tierra y el agua, constituye un estudio de
caso original y sólido sobre las articulaciones Estado-naturaleza. En el caso
mendocino, la internalización estatal de la lógica de la economía política implicó
clara y fundamentalmente una ecología política.
En definitiva buscamos registrar, en perspectiva histórica, los dispositivos de
poder que fueron configurando a la naturaleza y al Estado modernos a partir
del análisis de un caso paradigmático como el mendocino. El Estado al asumir
desde su gestación la lógica de la economía política, gubernamentalizaría la
apropiación de la tierra y el manejo del agua.
Los análisis convencionales, entre ellos la historiografía económica regio-
nal, focalizaron su atención sobre el rol del Estado en el ordenamiento social
y económico de las actividades en el espacio, al tiempo que descuidaron el
ordenamiento de la naturaleza que ocurre en simultáneo a estos procesos.

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Facundo Martín 237

Las estrategias territoriales que conciernen al manejo de la naturaleza no sólo


envuelven los límites físicos del espacio ecológico sino que también son usados
para un ejercicio más sutil de poder gubernamental expresado en la represen-
tación de esa naturaleza producida.
Pero este proceso lejos de haber concluido a principios de siglo XX, se
reproduce y actualiza a través a lo que se ha denominado la recreación de la
acumulación originaria, posibilitada por los desplazamientos dentro de esta
razón de Estado moderna hacia una gubernamentalidad ambiental neoliberal.
Hacia fines de siglo XX, entonces, pudimos comprobar la permanencia y re-
creación de la acumulación originaria, reflejada en la reorganización de la gestión
del agua bajo la premisa de la eficiencia, la ‘sustentabilidad’ y la orientación de
la producción hacia el agronegocio vitivinícola.
Así, a lo largo del siglo XX, un conjunto de dispositivos materiales y discur-
sivos articularon la producción de un gran oasis irrigado como medio sobre
el cual se desplegaría las relaciones que le permitieron al Estado provincial
consolidar y legitimar su poder. Buscamos registrar, en perspectiva histórica,
los dispositivos de poder que fueron configurando a la naturaleza y al Estado
modernos para un caso paradigmático como el mendocino.
En este sentido consideramos que ningún Estado contemporáneo, ni los
actores que aspiran a controlarlo de manera sostenida pueden ignorar la pro-
blemática de la naturaleza en sus proyectos políticos. La variedad de cuestiones
socionaturales destacadas anteriormente señala cómo el terreno en el cual las
luchas de poder que son libradas en la actualidad se han reformulado.
Una perspectiva que focalice cómo el Estado es constantemente reprodu-
cido a través de la resolución de las prácticas e intervenciones sobre la natu-
raleza, analizando las prácticas cotidianas, el conocimiento y el poder, puede
importar mejores y más complejas comprensiones sobre las luchas y disputas
sociopolíticas en torno de la naturaleza. Y para esto Foucault nos ofrece una
riquísima herencia.

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Agradecimientos
Quiero agradecer especialmente a los evaluadores anónimos que a través de sus valiosos comentarios
contribuyeron a mejorar considerablemente el presente artículo.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 239-250. ISSN 1669-8517

Un cuerpo en movimiento:
la hiperactividad y los contextos
de la educación
Cláudia Rodrigues de Freitas
Claudio Roberto Baptista
Universidade Federal do Rio Grande do Sul

Resumen
Este trabajo analiza los discursos que identifican un número expresivo de niños
como hiperactivos en la Educación Infantil de la Red Municipal de Enseñanza de
Porto Alegre. El discurso escolar produce diagnóstico y encamina a los consultorios
médicos. ¿Qué sucede con el saber de la educación ante esos sujetos? Considerando
la continua articulación entre normal y anormal, a partir de Foucault y Canguilhem,
intentamos comprender los conceptos de TDAH, Hiperactividad y Atención, en-
tendiéndolos en la dinámica integrante de las relaciones. Se puede, de esa forma,
considerar Atención como construcción asociada al aprendizaje, a las interacciones
y no como estrictamente biológica.

Palabras Clave
TDAH – hiperactividad – escuela – atención

Abstract
This work analyzes several discourses that identify a significant number of children
as hyperactive in Child Education in the Schools of the City of Porto Alegre. The
school discourse provides diagnosis and refers to doctor’s offices. What happens
to the knowledge of education vis-à-vis these subjects? Considering the continued
articulation between normal and abnormal, based on Foucault and Canguilhem, we
seek to understand the concepts of ADHD, Hyperactivity and Attention within the
dynamics of relationships. Therefore, Attention can be considered as a construction
associated to learning and interactions, and not as a strictly biological condition.

Keywords
ADHD – hyperactivity – school – attention

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240 Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación

Prólogo
El presente texto tiene como objetivo el análisis de la producción social de un
fenómeno contemporáneo. Nuestra meta es discutir la constitución de sujetos
identificados como hiperactivos, además de colocar en evidencia el papel de
la escuela en ese proceso, teniendo como universo de referencia las escuelas
municipales infantiles de la Red Municipal de Enseñanza de Porto Alegre que
atienden a niños de cero a seis años.
El trabajo de investigación fue pautado en varias etapas que tuvieron como
punto de partida la acción profesional de atención dirigida a niños en un servi-
cio especializado en educación especial. A partir de esa experiencia, nuestras
miradas pudieron identificar que hay grupos de sujetos que son precozmente
diagnosticados y, consecuentemente, son el blanco de acciones terapéuticas y
de medicalización. Entre ellos, los niños considerados hiperactivos constituyen
un grupo de destaque, haciendo que nos cuestionemos sobre la producción de
esos sujetos, las posibles relaciones entre la hiperactividad y las características
del mundo contemporáneo, además de reflexionar sobre los contextos sociales
específicos en los que las acciones de (des)atención o de actividad excesiva se
anuncian como las primeras marcas de un niño.
Cuando iniciamos la investigación, buscábamos referencias que ayudaran
a pensar sobre esos sujetos y nos hacíamos muchas preguntas: ¿De qué
se ocupa el discurso pedagógico? Produce diagnóstico y encamina a los
consultorios médicos, pero ¿con qué intención? ¿Qué se produce desde
ahí? ¿Qué cambia en la organización pedagógica a partir del diagnóstico?
¿Qué denuncia el cuerpo? ¿Qué anuncia el cuerpo? ¿Qué es singular y qué
se construye en la cultura? ¿Cómo se engendran las relaciones que se es-
tablecen en ese cuerpo?
Partíamos de la comprensión de que, a pesar de la evidencia del destaque
dado a la medicina y demás áreas de la salud, la producción del sujeto con
características de hiperactivo está implicada en una compleja red de diferen-
tes miradas y muchos actores, entre los cuales la escuela ocupa una posición
importante tanto en la señalización de lo que emerge –la primera mirada
identificadora– como en la potencial oferta de acogida para el sufrimiento
resultante.
Durante el proceso de investigación, fueron entrevistadas maestras y
demás profesionales de la escuela, como directoras y asesoras, implicadas en
los procesos de escolarización de niños de cero a seis años que frecuentan las
escuelas municipales de Porto Alegre. Entre esos interlocutores, se destacaron
las educadoras especiales que trabajan con el servicio de atención precoz a
los niños que frecuentan la educación infantil, ofrecen acompañamiento a los
familiares y prestan asesoría a las escuelas, discutiendo las singularidades de
ese proceso con las maestras de la enseñanza común y orientando la acción
pedagógica con los sujetos que frecuentan la atención.

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Cláudia Rodrigues de Freitas y Claudio Roberto Baptista 241

Se trata de un servicio que existe hace 20 años, cuenta con 14 profesionales


y ofrece atención a aproximadamente 300 niños. El contacto con las educadoras
especiales permitió el acceso a informaciones sobre un campo con 41 Escuelas
Municipales de Educación Infantil –EMEIs– y 203 Guarderías con Convenio (no
integran la red municipal, pero actúan en alianza).
A lo largo de este trabajo, fueron fundamentales el análisis teórico que
permitió el surgimiento de conceptos clave para reflexionar sobre esos
procesos; la búsqueda de conocimientos actualizados en diferentes campos
del conocimiento sobre las relaciones entre el cuerpo, las relaciones y la
producción de un sujeto identificado como hiperactivo; el diálogo cotidiano
permitido por los encuentros y por las entrevistas. De esa forma, fuimos
organizando algunos ejes de entendimiento como una estrategia analítica que
evidenciara nuestro cuidado y los detalles de la investigación. Pasaremos a
presentar los aspectos que surgen de nuestro universo teórico de referen-
cia, para, en un momento posterior, exponer los efectos del contacto con
el trabajo de campo.

Las herramientas para mirar


Nuestra inversión en una fundamentación se pauta en el reconocimiento
de la historicidad del sujeto y de sus marcas. La búsqueda de esa comprensión
encuentra a alguien que se construye en el proceso, continuamente, y a partir de
los eslabones que unen personas en contexto. Se trata, por lo tanto, de entender
cómo se establecen posibles fronteras que delimitan algo identificable como
del orden de la normalidad. Para desarrollar la cartografía de la normalidad,
tomamos como principales potencias de pensamiento Canguilhem y Foucault.
El concepto de norma, como nos refiere Canguilhem (2000), es polémico y
debe ser procurado en la tensión de la “[...] relación normal y anormal. No se
trata de una relación de contradicción y de exterioridad, sino de una relación
de inversión y de polaridad” (Canguilhem, 2000: 212). La norma se constituye
en la Cultura, como la anormalidad, en la tensión de la relación entre ambas.
Canguilhem rescata, partiendo de los conceptos de normal y anormal, la im-
propiedad de la dicotomía entre los dos conceptos.
En la perspectiva de Foucault (2005), se entiende la norma como el elemento
que circula entre lo disciplinar y lo reglamentario, teniendo como función, de
esta manera, la capacidad de controlar y disciplinar el cuerpo y los aconteci-
mientos de una sociedad. Surge entonces, en el siglo XVIII, un nuevo poder
que se ejerce continuamente por vigilancia. Ese poder que surge es el poder
disciplinario, necesario para garantizar la normalidad. La disciplina trae en su
interior el discurso de la regla, el discurso de la norma y definirá el código que
será el de la normalización. “Aparece, a través de las disciplinas, el poder de la
Norma” (Foucault, 1991: 164).

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242 Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación

La normalidad se va administrando1 en espacios y épocas específicos a partir


de los regímenes de verdad que se enuncian. Hay regímenes y técnicas que
gobiernan, administran modos de posicionarse en diferentes épocas, lugares
y situaciones. Una sociedad es, al mismo tiempo, máquina y organismo (Can-
guilhem, 2000). Eso garantiza la dinámica de los lugares, donde las normas
imprimen el modo de portarse y vivir, pero al mismo tiempo siempre existe la
posibilidad de una interrupción, de una nueva dirección.
Al mirar la vida infantil, reconocemos los nombres que le son atribuidos como
construcciones de identidad con carácter de homogeneización. Se considera
el concepto de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH),
en segmentos del medio académico, como la forma de trastorno psiquiátrico
más común en la infancia. Buscamos, para entenderlo mejor, las referencias
desde donde se diseña. La perspectiva que lo abriga identifica elementos como
desatención, impulsividad e hiperactividad. El presente estudio trae evidencias
de que este diagnóstico se presenta bajo la forma de epidemia en el contexto
estudiado. En la escuela el concepto de TDAH se traduce y se simplifica con
el término hiperactividad.
Observamos que los varios discursos que se fueron engendrando sobre el
TDAH funcionaron como promesas que se cumplen e inmediatamente, acom-
pañando su trayectoria, observamos que vuelven a no cumplirse. La medicina
promete, de tiempo en tiempo, el “descubrimiento último” sobre sujetos
identificados como hiperactivos, en una aparente renovación constante que
reafirma siempre lo mismo: los fundamentos biológicos o las características
intrínsecas del sujeto.
Lo que parece curioso es reconocer que eso no debilita su discurso a lo largo
del tiempo. El discurso médico parece ampliar un catálogo de estrategias que
lo mantiene vivo y fuerte. Los discursos sobre TDAH se acoplan a un discurso
más amplio en nuestro tiempo que es el de la “biologización” e invención del
hombre cerebral, en el que todos los cuerpos necesitan optimización. Deben
ser “mejorados” y hay medicación de sobra para garantizar ese proceso. Ya
no sólo es la patología que debería ser medicada, sino el sujeto dicho normal
para cualificarlo. Las cuestiones que surgen cuando observamos los efectos de
ese modo de ver y tratar la infancia tienen la intención de darnos otra voz, una
manera de actuar que permita replantear diagnósticos que son muy rápidos.
Alejar nuestra mirada del “trastorno” nos permitirá ver el sujeto. Sujeto encar-
nado, fechado y que se construye en la relación con los demás.
El poder médico o el poder de las instituciones médicas se construyen por
medio de algunos procedimientos, por la elaboración de algunos dispositivos

1
Para Rose (2001a: 51) administrar significa “el establecimiento de conexiones entre rutinas, hábitos
y técnicas en el interior de dominios específicos de acción y valor: bibliotecas y oficinas domésticas,
habitaciones y aseos, tribunales y salón de clase, consultorios y galerías de museo, mercados y tiendas
de departamento... En esta medida, la genealogía de la subjetivación debe pensar el ser humano como
una máquina -un híbrido de carne; artefacto; saber; pasión y técnica”.

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Cláudia Rodrigues de Freitas y Claudio Roberto Baptista 243

que los definen como algo de la ciencia en la modernidad. Existe un “espíritu”


que se está engendrando. Un
[...] “espíritu” como superficie de inscripción para el poder, con la semiología
por instrumento; la sumisión de los cuerpos por el control de las ideas; el
análisis de las representaciones como principio, en una política de los cuerpos
mucho más eficaz que la anatomía ritual de los suplicios. El pensamiento de los
ideólogos no fue sólo una teoría del individuo y de la sociedad; se desarrolló
como una tecnología de los poderes sutiles, eficaces y económicos, en opo-
sición a los gastos suntuosos del poder de los soberanos (Foucault, 1992: 93).

Poder, tomando prestado el concepto de Foucault, tiene algunos presupues-


tos que no son monolíticos ni están dados a priori, sino que se construyen, se
forjan en la relación. Son históricos y fechados y se van reeditando de tiempo
en tiempo. Como el poder hegemónico, se efectúan a través del examen “[...]
y su jurisprudencia será la de un saber clínico” (Foucault, 2005: 45).
Foucault (2002) analiza los discursos reconociendo cómo funcionan algunas
funciones que se establecen cuando sucede el examen psiquiátrico. El autor
propone, para un análisis vertical, la construcción de lo que él denomina “doble”
como posibilidad de establecer un doblamiento2 del modelo.
Porque no se trata, de verdad, de un juego de sustituciones, sino de la in-
troducción de dobles sucesivos. En otras palabras, no se trata, en el caso de
esos discursos psiquiátricos en materia penal, de instaurar, como dicen las
personas, otra escena; sino, al contrario, de desdoblar los elementos en la
misma escena. (Foucault, 2002: 19).

Por el análisis de Foucault, “[...] el examen psiquiátrico permite duplicar el


delito con la criminalidad” con una serie de otras cosas que no son el delito,
como comportamientos y maneras de ser en el sentido de dar forma, de ca-
racterizar y hacer reconocer “[...] la causa, el origen, la motivación, el punto de
partida del delito” (ibid., p. 19). La segunda función del examen psiquiátrico sería
“[...] duplicar el autor del crimen con ese personaje” (ibíd., p. 23). Los trabajos
de Foucault nos permiten pensar en las relaciones de poder que se ejercen,
especialmente para fijar los sujetos, que permanecen conectados, amarrados a
sus identidades, a sus papeles, a las normas y a los controles, a los espacios de
inserción, a las instituciones. Foucault da evidencias de que el examen médico
legal se dirige, en la construcción de la categoría de lo anormal, “de la gradación
de lo normal a lo anormal” (ibíd., p. 52). Vemos aquí una aproximación entre el
examen médico legal y el “examen clínico” al cual, muchas veces, se someten

2
La referencia a algunas palabras es muy importante, pues ellas imprimen el proceso de argumentación
que se está construyendo para la evaluación como el proceso de doublages descrito por Foucault. El
referido autor juega con los dobles sentidos de las palabras de la familia de doubler (doblar). En la acepción
teatral, significa un actor sustituir al otro. Doublage, aquí traducida como doblamiento, sería tal sustitución.

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244 Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación

los sujetos que reciben como doble el diagnóstico de TDAH. Ya no son más
sujetos, sino “TDAHs”.
Al abordar un ‘trastorno’ que, en su designación, incluye la atención como
asociada al déficit, reconocemos la señalización de su ‘falta’ -ausencia de
atención– y, al mismo tiempo, identificamos la potencia resultante del análisis
de la atención como un proceso y no como un presupuesto. ¿Cuáles son las
condiciones que generan atención? ¿Cómo se sustenta ese proceso? ¿Cuáles
son los indicios que nos muestran la variabilidad de la atención en los diferentes
contextos de los cuales el sujeto participa?
Aquí se trae el concepto de atención como elemento que permite discutir,
como contrapunto, el concepto instalado de desatención o déficit de atención.
Lo que intentamos es reconocer las mutaciones, los traslados, las transforma-
ciones en el campo de la validez y uso del concepto de atención.
A partir de una mirada cartográfica dirigida a la Atención, encontramos en
Foucault la dirección que nos lleva a la posibilidad de considerar atención como
invención. Con las argumentaciones sobre la atención, de Fernández (2001;
2006), Caliman (2006) y Kastrup (2004; 2009) pasamos a entenderla no sólo
como concentración, sino también como descentración, como dispersión creati-
va, con la posibilidad de reconocernos como autores, en la posibilidad de inventar
conocimiento. La atención no es algo dado a priori, la atención se produce.
La Atención es un “trabajo”, es una capacidad inherente al pensar y al
aprender, pero necesita regencia. No se enseña, se aprende. No es previa al
aprendizaje, se construye en el aprendizaje. Pensamos que esta perspectiva nos
(re)coloca como maestros protagonistas en la escena escolar. Siendo la Atención
construida e inventada en el proceso, ella le permite al maestro un lugar de
enseñante y al alumno un lugar de aprendiente. La Atención y el Aprendizaje
son pares que sustentan uno la producción del otro.
En la historia de los sujetos identificados como hiperactivos existen etapas
distintas que proponen miradas distintas de tiempo en tiempo. Nos parece im-
portante preguntar: ¿Cómo se sustenta el diagnóstico de TDAH? ¿Cómo funciona?
Buscando respuestas para esas cuestiones, pasamos a considerar las muchas
historias infantiles que pasan por los servicios especializados de apoyo pedagó-
gico y aparecen a través de entrevistas que le dieron algún contorno a lo que
buscábamos. Las entrevistas consistían en un guión abierto que congregaba
las cuestiones inicialmente presentadas, pero el proceso de preguntar, como
previsto en una investigación cualitativa y abierta, generaba nuevas interroga-
ciones. Si los sujetos deben ser conocidos en su singularidad y pluralidad, cómo
podemos saber: ¿Cuándo paran los niños? ¿Qué produce un no parar? ¿Quién
trabaja con esa cuestión? ¿Cómo son referidos esos niños? ¿Qué palabras, qué
grupos de argumentaciones se usan? ¿Cómo aparece el discurso médico en los
discursos escolares? ¿Quién da el diagnóstico?
Una de las características que surgen identifica algo compartido entre los
diferentes actores implicados y puede ser reconocido en el desamparo. Desam-

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paro como falta de sustentación que genera sufrimiento y muestra sufrimiento.


Desamparo compartido y difuso. ¿Cómo aparece el desamparo en los niños,
en las familias y en las maestras?
Posiblemente, la expresión del desamparo compartido sea visible en la su-
cesión de acciones que muestran a un adulto que no logra ejercer su función
en la relación con el niño y vive, con sufrimiento, los efectos de una ausencia
de límite (de los dos involucrados). En un relato de una maestra entrevistada:
La semana pasada en una escuela contó: …pero le lastimó la mano a la maestra.
Pero, entonces, uno lee el relato y después va a ver la edad del niño... Por
Dios, un niño de tres años no es capaz de lastimarle la mano a la maestra.
Entonces, por eso digo, son víctimas de los alumnos, son maestras frágiles. Que
no toleran al niño. Entonces, la idea es que esos niños queden afuera. (Laura)

Hay momentos en los que los relatos indican posibilidades de compren-


sión para un movimiento de producción de esos sujetos con relaciones que
no siempre constituyen un ‘borde’ delimitador, o que se anuncian como una
mirada diferente de aquella que espera que surja el acto. ¿Cómo sustentar el
papel adulto necesario para un educador o familiar? ¿Cómo proponer miradas
que ayuden al niño a no repetir el mismo modo de mostrarse?
Creo que eso de la mirada... Sólo mirar al niño cuando procede de modo
indebido. Es necesario mirarlo en otros momentos. Entonces ellos se ponen
a llamar la atención todo el tiempo. Si uno no los mira, ellos le llaman la
atención. El niño necesita que alguien lo mire, lo toque. Aunque, a veces, él
rechace el toque. [...] (Regina)

Algunas de esas cuestiones que surgen pasan a ser puntos de destaque como
puntos de luz en los discursos de las Educadoras. Las maestras construyen su
argumentación a partir de la lógica que define el diagnóstico por el comporta-
miento del niño. Cabe recordar que esa también es la forma como, a pesar de
toda la inversión en “análisis científicos” y los dichos referentes a los aspectos
biológicos y cerebrales, las evaluaciones médicas sustentan su diagnóstico en
un análisis clínico: un análisis de comportamientos y conductas expresado en
los manuales internacionales de clasificación.
El diagnóstico3 puede ser referido por varios ‘núcleos productores’, como
familia, escuela, médico. Sin embargo, reconocemos que en el universo de
referencia para esta investigación, el predominio es un diagnóstico, que en
su formación inicial, es responsabilidad de la escuela. Recogemos indicios
que permiten decir que ese primer diagnóstico cuenta con la aprobación y el
incentivo médico. Siendo la maestra la persona que ‘conoce’ al niño, esta es la

3
“¿Quién habla, según cuáles criterios de verdad, de cuáles lugares, en cuáles relaciones, actuando bajo
cuáles formas, sustentado por cuáles hábitos y rutinas, autorizado bajo cuáles formas, en cuáles espacios
y lugares, y bajo cuáles formas de persuasión, sanción, mentiras y crueldades?” (Rose, 2001b: 158).

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246 Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación

primera en evaluarlo. La preocupación que se desdobla es aquella de entender


que, a partir del diagnóstico, produce la escuela en la organización pedagógica.
Actualmente, los maestros ya no redactan pareceres sobre los niños, tampoco
hacen informes. Ellos dan laudos. No sé si tú ya lo has visto. Entonces, recibo
por correo electrónico laudos sobre un niño muy pequeño, bebés, un año,
dos años. La escuela infantil ofrece laudos de los niños en la escuela. Eso está
sucediendo y son cosas muy complicadas. También niños muy pequeños...
Todos llevan hacia esa línea de trastorno. (Lúcia)

Porque si uno va a acoger y traer todos los niños que dicen ser hiperactivos,
la escuela debería multiplicarse. Daría otra escuela. Porque casi todas apuntan
varios niños. (Lúcia)

El impacto del diagnóstico influye profundamente y tiene efectos múltiples que


pueden producir el sufrimiento del sujeto. Sufrir en el sentido de sentirse culpa-
ble en función del “disturbio”, o de pasar a confundirse con el propio disturbio.
El diagnóstico, sin embargo, puede tener otros efectos. Podemos tener,
como una ganancia secundaria, un entendimiento de la situación generadora
de sufrimiento. El diagnóstico médico tiende a ofrecer un sentido para una
existencia de la contemporaneidad que se caracteriza por la ausencia de
sentido. La medicina, por medio de su extremada valoración de la dimensión
biológica, con todos los riesgos de simplificación, ofrece sentidos de existencia
e indica alternativas tendencialmente químicas. Funcionan como posibilidades
asépticas de explicar. Ella ofrece también sociabilidad, pertenencia, grupo de
ayuda, espacio de convivio, ofrece sentido. Porque estamos viviendo en una
sociedad ampliamente medicalizada, creemos que ese sentido tiene sentido.
Otro factor importante, y que está referido en los registros farmacológicos,
es el de la desculpabilización. La mayoría de las veces el diagnóstico no culpa,
(des)culpa. Con el diagnóstico, la persona puede dejar de estar implicada en
su sufrimiento, así como la escuela y las familias pueden evitar su compromiso
generador cuando tiene una “disculpa médica”. Pero es necesario mirar un poco
más ya que hay otros efectos; ese proceso responde a una desculpabilización
que fue construida históricamente por la pedagogía, la medicina, la sociedad: el
sujeto, el niño es culpable porque no logra parar. Es culpable porque no presta
atención. Esa familia es culpable porque no le puso límite al hijo. Existe una
producción de una historia moral y educacional de producción de culpables.
En la interrupción de ese proceso surge el alivio a partir de una respuesta
medicamentosa. Ese puede ser uno de los efectos del diagnóstico y puede ser
uno de los factores por los cuales es tan solicitado. Tiene un efecto que es muy
potente y se puede observar cuando las personas hablan, como una sensación
de alivio. La sensación de que no necesito hacer nada, sólo debo tomar la píl-
dora mágica. En lo que se refiere a nuestra interrogación sobre los nombres,
las palabras que designan el sujeto, notamos que hay distanciamientos entre la

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Cláudia Rodrigues de Freitas y Claudio Roberto Baptista 247

medicina y la escuela. Para delinear el diagnóstico escolar observamos maestras


y Educadoras Especiales refiriéndose a la palabra hiperactividad. Esa forma de
expresarse apunta indicios de ser un concepto “transferido” y mediatizado. Los
argumentos a nivel “académico científico” sobre el TDAH no se evidencian en
los discursos escolares. No traen referencia sobre ningún dispositivo escrito
con relación al concepto de TDAH.
Aunque no se haya encontrado la argumentación del campo académico mé-
dico sobre los sujetos identificados como hiperactivos en la escuela, tampoco se
han encontrado argumentos científicos del campo pedagógico que ampararan
a los que no paran. Cuando consideramos el discurso de las Educadoras sobre
la Atención parece existir una falta, una ausencia de un saber pedagógico que
dé soporte a cuestiones relativas al campo. Se identifica un vacío del discurso
escolar donde se debería encontrar argumentos de la escuela en lo que se refiere
a la posibilidad de enseñarles a esos niños. Reconocemos otros elementos que
fueron apareciendo en los discursos de las maestras que relatan un desamparo.
Desamparo de niños y maestras. Son factores que tienen relación con el tiempo
y con las formas de vivir en el mundo actual. Lo que llamamos desamparo, como
afirmado en precedencia, es una forma aguda de sufrimiento de diversos tipos
que acaba por producirle una existencia de sufrimiento al sujeto contemporá-
neo. Son varios los indicios que marcan la producción del desamparo.
Ese desamparo, algunas veces, quedó traducido en un cuerpo en movimiento
referido por el diagnóstico de hiperactivo. Niños denominados hiperactivos
por la escuela guardaban, en su mayoría, trazos de modos insatisfactorios de
cuidados. Notamos también que esos mismos niños muestran diferentes mo-
dos de interacción y de compromiso con las tareas, dependiendo del contexto
creado en la situación escolar. Niños que son identificados como hiperactivos
que se organizan con juguetes complejos y se dedican mucho tiempo a jugar
con ellos, pero reaccionan cuando la propuesta tiende a interrumpir brusca-
mente el escenario que para ellos tiene sentido. Son cuestiones que pasan por
el campo pedagógico y ponen en discusión el sujeto y las posibilidades de un
currículo que lo reconozca.
Observamos, también, que en los últimos años está sucediendo un cambio
muy rápido en cuanto a la edad en que bebés y niños pequeños entran a la
escuela. Ese proceso se hace cada vez más precoz. La alteración en las edades
en la EMEIs en Porto Alegre está alterando currículos y poniendo en discusión
qué sería el contenido en la Escuela Infantil. Niños fabricados en el mundo de
las relaciones rápidas, sin el cuidado cotidiano, se muestran desamparados.
Laura, una de las Educadoras entrevistadas, cuenta su historia académica y
el alejamiento que fue teniendo en la relación con nuestro tiempo.
Cuando hice la facultad tenía prácticas. Primero de cero a tres años y después
de tres a seis en el curso de Pedagogía. Pero, ¿bebés? ... ¿Qué se trabaja con
bebés? ¿Qué se trabaja mientras se vive una infancia como bebé dentro de

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248 Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación

una escuela infantil? [...] Tomamos el “modelito” de la Primaria y lo usamos


en el jardín B. Y tomamos el del jardín B y lo trajimos hacia abajo... ¿Y qué se
les enseña a los bebés?

Lo que esta maestra da como evidencia es la ausencia de una construcción


curricular que tome a sus alumnos como parámetro. Observamos una ausen-
cia de conocimiento teórico de parte de las profesoras sobre bebés y niños
pequeños. Las consideraciones de Laura resaltan una falta de reflexión teórica
sobre qué es construir una infancia en tiempo de escuela infantil. Laura sigue
contándonos sobre los niños, las maestras, las escuelas de este tiempo:
Tenemos muchos niños que sufren. Entonces hay muchos niños que no tienen
ganas de nada. Que están agitados. Que se están agitando o están desconecta-
dos. Hay muchos niños, así, hijos del crack, hijos del sufrimiento del mundo.

Las maestras, como los niños, se construyen en esta misma vena. Las Edu-
cadoras Especiales reflexionan sobre el desamparo de las maestras ante lo que
no entienden. Niños sufriendo en un mundo que siempre pide más.
Maestras en movimiento de desamparo que tienen dificultad para saber
cómo organizar la dinámica escolar, a pesar de que existen espacios de diálogo y
de acompañamiento organizado en un servicio de apoyo presente hace muchos
años en la red de enseñanza en cuestión.

Para concluir
Partiendo de la premisa, inventada en el proceso de la investigación, de que la
Atención es una función producida, surge un abanico de posibilidades asociadas
a la intervención pedagógica. Entendemos que la escuela podría, en el caso de
que reconociera ese proceso productor de Atención, intensificar movimientos
en el sentido de promover el cuidar/atender a sus alumnos.
Podríamos, valorando nuestro movimiento de “atención fluctuante”, cam-
biar la mirada de lo que se identifica frecuentemente como ‘desatención en
el aprendizaje’ hacia una perspectiva que nos propusiera el aprendizaje de la
Atención. Evocamos la Atención como posibilidad de efectuar aprendizajes.
Esa es una perspectiva potente para reflexionar sobre el trabajo educativo,
pues indica posibles frutos de esa inversión, además de ser un desdoblamiento
de la evidencia empírica que se muestra a todos los educadores: los sujetos
considerados hiperactivos no son los mismos en cualquier contexto. Cuando
variamos los interlocutores y variamos los diseños de contextos, tenemos
diferentes respuestas, y muchas de esas respuestas nos sorprenden por el
surgimiento de la dedicación y el compromiso.
A partir de ese punto de vista, podemos reconocer por un lado la potencia
de la intervención educativa y, por otro, la necesidad de apoyo que se consti-

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tuyan en puntos de sustentación para los diferentes sujetos implicados, pues las
señales de desamparo son difusas. El hecho de no acoger esas señales tiende a
perpetuar las dinámicas que se muestran como sintomáticas y que aprisionan
cada uno en su contexto y en su ‘personaje’.
Al interrogarnos sobre las posibles relaciones entre las palabras de designa-
ción encontradas en la escuela y los conceptos que constituyen la actualidad del
saber académico, encontramos un alejamiento. Sin embargo, la escuela sigue
teniendo su centralidad como institución en la que surgen esos fenómenos,
ya que la escuela está en el centro del diagnóstico, aún así no hace casi nada
además de una identificación poco precisa y de encaminar hacia el médico.
Encontramos indicios, en partes del discurso médico presente en la escuela,
de una mirada dirigida a los sujetos, y de una propuesta de intervención que
no valora las relaciones, sino un cuerpo a ser ‘tratado’.
Lo que se destaca en la interlocución entre Escuela y Medicina es una ne-
gociación entre saberes ‘arreglados’, el mismo nido que es el diagnóstico de
hiperactividad centrado en sus manifestaciones, en sus conductas.
La mirada que valora el fenómeno de la hiperactividad, según nuestro en-
tendimiento y de los autores que nos dan sustentación, incurre en una gran
equivocación que es centrar en el aspecto biológico y cerebral la constitución
del sujeto en detrimento del entendimiento de que ese fenómeno se produce
en la relación entre las personas. La producción de la desatención es de res-
ponsabilidad no sólo del niño, sino de todos aquellos que de alguna manera se
involucraron con él. La producción de la Atención sucede de la misma forma.
Por todo lo que se trató en este estudio, defendemos que, a pesar de la
tendencia a valorar la dimensión biológica, constitutiva en el entendimiento y
en la atención a las manifestaciones de la hiperactividad, se puede identificar
una pluralidad de factores que intervienen en la constitución de los sujetos
identificados como hiperactivos, lo que nos indica la necesidad de considerar el
sujeto en su complejidad y singularidad, como también la potencia del trabajo
contextual y educativo.

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250 Un cuerpo en movimiento: la hiperactividad y los contextos de la educación

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 251-268. ISSN 1669-8517

Género deluxe :
biopoderes farmacopornográficos
en los prolegómenos del siglo XXI

Emmanuel Theumer
Universidad Nacional del Litoral

Resumen
Foucault sugiere el pasaje de una “sociedad soberana” a una “sociedad disciplinaria”
en tanto desplazamiento de una forma de poder que ritualiza la muerte a una nueva
forma de poder centrada en los cálculos de la vida, el interés nacional, la salud y el
control de la población. Pues bien, a medida que esta historia sexo-política se acerca
a las sociedades del presente resultará difícil no poner a consideración la definición
de las estéticas de vida, como tecnologías del yo, sin tener en cuenta un conjunto de
renovadas tecnologías que proliferan durante la segunda mitad del XX.

Palabras clave
biopoderes farmacopornográficos – género – subjetividades

Abstract
Foucault suggests the passage of a “sovereign society” to a “disciplinary society”
as a displacement of a kind of power based on the ritualization of death, to a new
kind, centred on life calculation, national interests, health and control of the popu-
lation. Besides, as this history of sex-politics approaches actual societies, it will turn
out difficult not to put into consideration the definition of the aesthetics of life, as self
technologies, without taking into account a set of new technologies that proliferate
during the second half of the XXth.

Key words
pharmacopornographic biopower – gender – subjectivity

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252 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

Durante la segunda mitad del siglo XX post-nuclear y del holocausto, emer-


gerán de las ruinas urbanas, corporales, psíquicas y ecológicas lo que podríamos
llamar una nueva forma de gubernamentalidad del ser vivo. La misma, si bien
hunde sus raíces en los discursos coloniales y científicos del XIX, acelerará su
desplazamiento a través de vectores económicos que se harán visibles con el
avance del posfordismo desde los años setenta. Es bajo este marco que la filó-
sofa Beatriz Preciado propone una analítica farmacopornográfica para intentar
rastrear lo que podríamos entender como un conjunto de mutaciones en los
dispositivos de subjetivación de las últimas décadas. Pero para comenzar a hacer
inteligible esta propuesta tal vez sea necesario recordar que el posfordismo
opera mediante una suerte de “capitalismo cognitivo” (Moulier-Boutang et al,
2004) en el cual la gran materia prima de la producción capitalista actual vendría
a ser el saber, la información, las relaciones sociales, en donde “se emplea el
cerebro del trabajador para controlar las máquinas y los hombres para resolver
problemas, para comunicar y ejercer otras actividades cognitivas” (Rullani, 2000:
s/d). Si por un lado, como Virno (2004) nos advierte, será necesario pensar la
desmaterialización del trabajo por su representación empírica en tanto conjun-
to de actos lingüísticos, secuencias de aserciones e interacción simbólica; por
otro –conforme a la prédica marxiana– en el contexto de la subsunción real del
capital al trabajo, la producción biopolítica –nos dirán Negri y Hardt– combina
“tanto producción de símbolos, de lenguaje, de información como producción
de afectos” (2006:135).

Umbrales del bio-poder

Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un


animal viviente, y además capaz de existencia política; el hombre moderno es
un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente.
Michel Foucault

La biopolítica de Michel Foucault es una fláccida premonición de la política


del cyborg, un campo muy abierto.
Donna Haraway

Considerando las transformaciones de la sociedad europea de finales del


XVIII, Foucault (1997) describe el paso de una “sociedad soberana” a una
“sociedad disciplinaria” como el desplazamiento de una forma de poder que
decide y ritualiza la muerte a una nueva forma de poder que calcula técnica-
mente la vida en términos de población, salud e interés nacional. Para pensar
la “entrada de la vida en la historia”, Foucault llamará biopoder a esta nueva
forma de poder productor difuso y tentacular, que toma la vida como objeto

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de su ejercicio. Esto expresaba en la famosa cita con la que abrí este apartado,
el animal político del que dependía la homeostasis de la polis dará lugar a la
disciplina y la regulación, a la sociedad devenida población en tanto ente/cuerpo/
viviente gubernamental. A partir de la fermentación de este proceso, no hay
vuelta atrás: Agamben (1998) estaba en lo cierto al afirmar la discontinuidad
que nos separaría del mundo antiguo de manera insoslayable, la de la distinción
entre zoé y bios.
El poder se vuelve así, dirá Foucault, una fuerza que penetra y constituye
el cuerpo del individuo moderno, metamorfoseándose en arquitecturas dis-
ciplinarias (prisión, escuela, hospitales, universidades, etc.), textos científicos,
tablas estadísticas, proyectos de higiene pública. Este proyecto de moderni-
zación de la sexualidad, tal como la llamó el filósofo, le permitirá formular la
transición del Antiguo Régimen a la sociedad posrevolucionaria del siglo XIX,
una transformación que describe como la de “una inversión del eje político de
la individualización” (1997: 157). Lo que no es más que un desvanecimiento del
poder corporizado en la persona del rey -vinculado al ámbito jurídico punitivo-
en tanto desborde de relaciones de poder que penetran en los cuerpos dando
forma al individuo. Tomando distancia de una mera “hipótesis represiva” (a la
que por otro lado confina al status de táctica local), Foucault interpreta una
occidental voluntad de saber por conocer la verdad del sexo, cuestión que sería
rastreable mediante una inflación discursiva –de la que la ciencia y el Estado
son parte– vinculada a la histerización del cuerpo femenino, la asexualización
de los niños, la regulación de las parejas malthusianas, la psiquiatrización de
homosexuales, aspectos todos que dan cuenta de la centralidad del sexo y la
sexualidad en el –irónicamente llamado– “moderno arte de gobernar la vida”.
En otras palabras, los pecados, los delitos contra-natura, las retóricas en torno
a la concupiscencia de la carne, comenzarán a correr paralelo y/o ser despla-
zados por discursos medico-jurídicos que trazan aristas en torno a lo normal
o patológico, la correcta salud y lo enfermo, por mencionar algunos ejemplos1.
Es precisamente hasta el XVII que el denominado régimen soberano parece
estar signado por lo que el historiador Thomas Laqueur llama “modelo de un
sexo/carne” en donde la anatomía sexual femenina es vista como una variación
degenerada del único sexo ontológicamente reconocido: el masculino. Este mo-
delo unisexual reconoce la asignación del sexo a partir de la morfología exterior
de los órganos sexuales en función de la capacidad reproductiva y el rol social:
los ovarios son testículos interiores, la vagina no es más que un pene invertido,

1
La lectura atenta recordará que el paso de una “simbólica de la sangre” a una “analítica de la sexualidad”
supone, de manera indefectible, la organización del poder desde dos formas no antitéticas y atravesadas
por un plexo de relaciones. Por un lado las “anátomo-políticas del cuerpo” que intenta hacer de este una
máquina productora, y por otro una “biopolítica de la población” en tanto racionalización de la vida de la
especie, coordinación estratégica de estas relaciones de poder. Retomaremos este circuito cuando nos
centremos en el género como dispositivo. Por otro lado, tal vez sea oportuno aclarar que esta suerte
de transición no supone el reemplazo de la soberanía, pero si el desplazamiento de su función, se trata
más bien de una impotencia ontológica.

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254 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

somero receptáculo reproductivo. Como señala el historiador, durante el XVIII


es cuando comienza a tener lugar una politizada estética de la diferencia sexual,
que llama “modelo de dos sexos/carne” en el que el sexo femenino comienza
a ser codificado como tal, con su propia lógica. Dirá Laqueur “una anatomía y
una fisiología de lo inconmensurable sustituyó a una metafísica de la jerarquía
en la representación de la mujer en relación con el hombre” (1994: 24). Desde
el siglo XVIII europeo, y jamás de manera taxativa, un engarzamiento de signos
intentarán dar orden a un entramado de relaciones políticas, económicas, cul-
turales y de género partiendo de una realidad biológica, como dato único, en
donde “el cuerpo estable, ahistórico, sexuado, es el fundamento epistemológico
de las afirmaciones normativas sobre el orden social” (op. cit.: 25). Tal como
intuyó Foucault y correspondió Laqueur, esta novedosa ‘verdad anatómica’
servirá como legitimante del capitalismo patriarcal y racista, así como de sus
instituciones socio-políticas.
Más aún, la transición a las sociedades disciplinarias y al sistema de diferencia
sexual, siguiendo a los ya citados, parecen contornear el locus de la produc-
ción del moderno individuo, capaz de argüir sin esmero no solo su propia
identidad sino también (en la misma gesta) su –única– verdad sexual. En los
términos que aquí nos interesan, este proceso alcanza un momento estelar con
la invención –en la segunda mitad del siglo XIX– de la homosexualidad como
categoría medico-jurídica, como una patología contaminante y monstruosa
de la normativizada, y supuesta natural, heterosexualidad. Se generaban así
desde variados circuitos de producción de saber-poder vinculados a la scientia
sexuales, cápsulas sexo-identitarias que hoy en día muchas subjetividades re-
conocen como fiel reflejo de la expresión instintiva de su carne, un crepúsculo
de las identidades sexuales como naturaleza que goza de buena salud. Los
dispositivos disciplinarios que acompañan a esta nueva estética de la diferen-
cia sexual y de las identidades sexuales son técnicas mecánicas, semióticas y
arquitectónicas de naturalización del sexo. Se trata de una suerte de ortopedia
política en tanto estos dispositivos de producción de la subjetividad sexual
toman la forma de arquitecturas exteriores al cuerpo. Como ha de esperarse,
las tecnologías de intervención no se harán esperar para aquellos cuerpos que
presenten divergencias corporales frente a la norma que signa el sistema de
reconocimiento de la diferencia sexual, elevada progresivamente al confort de
naturaleza trascendental. Estas diferencias oposicionales, no ya solo entre dos
“sexos opuestos”, sino también entre hetero u homo, sadismos, masoquismo
y pedofilia, entre la normalidad y la perversión son producidas, a fuerza de ser
reiterativos, a través de arquitecturas exteriores al cuerpo, ya sea por medio
de la arquitectura doméstica, de la división privado-público o a través del
corsé, el speculum, el vibrador médico. Ni que olvidar las técnicas de intros-
pección y confesión sofisticadas por un psicoanálisis que promete develarnos
un inconsciente oculto. Aunque también es necesario recordar la irrupción de
nuevas técnicas de representación como la fotografía (y luego el cine) que será

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utilizada como producción de evidencia de las anatomopatologías, por ejemplo


en los conocidos retratos de homosexuales y hermafroditas, en los cuales se
censuran los rostros dando privilegio a los órganos sexuales considerados como
mecanismo de representación de la verdad del sujeto.
Ahora bien, hasta aquí Foucault parece haber diagramado un importante
análisis que, en diálogo con Laqueur, puede pecar de cronológicamente inexacto
pero no por eso resulta menos agudo y novedoso. Lamentablemente, el filósofo
francés falleció antes de poder terminar los seis volúmenes que tenía pensado
para su Historia de la sexualidad, y este es un punto que amerita tenerse en
cuenta.
Pues bien, a medida que se acerca a las sociedades contemporáneas la
episteme presentada por Foucault parece ir encontrando limitaciones para
explicar la dinámica de la producción de la subjetividad. Traer a Foucault al
tercer milenio cristiano no ha de hacerse sin reconocer una cuestión que ya
en Vigilar y castigar se planteaba. Su repaso en torno a la severidad penal de
los últimos doscientos años parece tener una respuesta bastante clara para su
presente inmediato: “¿Disminución de la intensidad? Quizá. Cambio de objetivo,
indudablemente” (1977: 24). Frente a esta primera pista que nos propone el
filósofo, resultará difícil no poner a consideración la definición de las estéticas
de vida, como tecnologías del yo, sin tener en cuenta un conjunto de renovadas
tecnologías que proliferan durante la segunda mitad del siglo XX. Es aquí donde
Beatriz Preciado propone un recorrido histórico que, según su punto de vista,
obligan a conceptualizar un tercer régimen de subjetivación que denominará
“fármacopornográfico”, centrado en un conjunto de nuevas tecnologías del
cuerpo (biotecnologías, cirugía, endocrinología, etc.) y de la representación
(fotografía, cine, televisión, cibernética, etc.), que infiltran y penetran la vida
cotidiana como nunca lo habían hecho antes. He aquí una de las claves de este
proceso que devendrá en control sexomicroinformático: progresivamente los
mecanismos ortopédicosexuales y arquitectónicos disciplinarios se verán ab-
sorbidos por técnicas microinformáticas, farmacológicas y audiovisuales ligeras
y de rápida transmisión.
Preciado no niega las acertadas intuiciones que Deleuze en su famosa Posdata
(2005) había intuido para pensar el nuevo monstruo de la organización social.
Con Foucault hemos aprendido que la sociedad disciplinaria estructura el terre-
no social mediante un conjunto difuso de dispositivos que regulan costumbres,
prácticas, percepciones, sancionando las conductas normales-desviadas. Con
Deleuze habrá que enfatizar las sociedades de control en donde los mecanismos
de dominio se vuelven fundamentalmente inmanentes al campo de lo social
llegando de manera mucho más intensa a los cuerpos, para él “los encierros son
moldes (…) pero los controles son modulaciones, como un molde autodefor-
mante que cambia continuamente”. Si Foucault ha intentado demostrar cómo
el poder es al mismo tiempo masificador e individualizador, Deleuze argüirá
que “los individuos se han transformado en dividuos y las masas, en muestras,

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256 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

datos, mercados, bancos” (2005: 115-116) –y que con Hardt y Negri podríamos
agregar– “con el propósito de llevarlos hacia un estado autónomo de alienación,
de enajenación del sentido de la vida y del deseo de creatividad” (2002:38).
Aunque muy influenciada por Deleuze, Preciado –interesada por la producción
del género– optará por llamar a esta sociedad “farmacopornográfica”, en donde
–desde mi punto de vista– al igual que las de control “puede adoptar el terreno
biopolítico como su terreno exclusivo de referencia” (Hartd y Negri, op. cit.).

Imperio sexual
Si Negri y Hardt nos han enseñado que el “Imperio” es un concepto político
que va más allá de los Estados-nación y que se distancia de los imperialismos
decimonónicos puesto que “se habla de una forma de gobierno que no admite
algo afuera respecto de sí mismo” (2003: 45), Preciado denominará “Imperio
sexual” (2003: 17-25) a este sistema de construcción biopolítica que toma al
“sexo” del individuo moderno como centro somático de invención y control
de la subjetividad. Recuperando a Foucault y a Butler, la filósofa intentará pen-
sar al sexo como una tecnología biopolítica en la que –ya sea como órgano o
como práctica–, se trata de una tecnología de dominación heterosocial que
reduce el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica de
poder entre los géneros, intentado hacer coincidir afectos con determinados
órganos, ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas (2002:
25)2. Si al desnudar esta arquitectura del sexo nos encontramos con que no
hay nada mas allá ni más acá que ella misma, un cruce con el “Imperio sexual”
necesariamente nos obligará a repensar la producción biopolítica de la vida,
en donde –como comentábamos al iniciar este trabajo– los grandes poderes
industriales y financieros producen mercancías, subjetividades, deseos, nece-
sidades y en efecto, producen productores (Hardt y Negri, 2002; Lazzarato,
2000). Pero si Negri y Hardt han resaltado, desde reminiscencias marxianas,
que la economía finisecular tenía como eje el trabajo industrial, dado que este
modelizaba cualitativamente la expansión de la misma, Preciado sostendrá
también que la producción farmacopornográfica no adquiere relevancia por su
carácter cuantitativo sino porque cualquier otra forma de producción le resulta
mimética. Más cercana a pensar este proceso en términos de una economía
(bio)política, Preciado entiende que las auténticas materias primas en el actual

2
Si el trazo historiográfico de Laqueur nos permitía rastrear la acelerada producción del “sistema de
dos sexo-carne”, ya estamos en condiciones de reconocer que esta diferencia sexual no es más que una
heteropartición del cuerpo, una operación tecnológica de reducción, pues consiste en extraer determi-
nadas partes de la totalidad el cuerpo y elevarlos a la categoría trascendental de significantes sexuales.
Aquí, los tradicionalmente llamados “órganos reproductivos” a decir verdad – por violencia inaugural o
interpelación subjetivante- son productivos: totalizan al cuerpo desde ciertas asignaciones biopolíticas,
desde enunciados performativos de fuerte carga histórica y proyección visual: “es un hombre”, “es una
mujer”, “es un monstruo”. Solo así funciona la metalepsis del género. Véase Butler (2002).

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Emmanuel Theumer 257

proceso productivo posfordista son “la excitación, la erección, la eyaculación,


el placer, y el sentimiento de autocomplaciencia y de control omnipotente”
(2008:36). Desde su punto de vista, la producción biopolitica leída en las in-
dustrias fármaco y porno suponen “un modo específico de producción y de
consumo, una temporalización masturbatoria de la vida, una estética virtual y
alucinógena del objeto vivo” (idem: 36-37). Más allá de que una primera objeción
a esta hipótesis es que las mismas pruebas que otorga Preciado a través de su
genealogía nos llevarían a entrever el papel indispensable del general intellect
para el desarrollo tecnológico e industrial, me interesa recalcar como, al igual
que Lazzarato (2000), esta filósofa propone complejizar no sólo la periodiza-
ción historiográfica de Foucault sino también la reconversión del cuerpo y sus
potencias.
En pocas palabras, se trata de reconocer formas posibles de subjetivación
de cara a la cartografía política de disciplinas de normalización y sujeción que
operan sobre un cuerpo dócil, tal como nos advirtió Foucault3.
Para ello, Preciado recuperará la potencia gaudendi de Spinoza en tanto
“potencia (actual o virtual) de excitación (total) de un cuerpo”. Se trata, nos
afirma, de una suerte de fuerza orgásmica que no privilegia órganos sobre
otros, sino que reúne más bien todas las fuerzas, todos los recursos bioquími-
cos y todas las estructuras del alma (…) inextricablemente carnal y numérica,
viscosa y digitalizable” (op. cit.: 38-39). El cuerpo y su potencias, recuperando
a Haraway, no podrá entenderse como mero sustrato biológico ni descarnada-
mente discursivo si no es teniendo en cuenta que la misma vida es producción
contemporánea de la tecnociencia4. En el devenir régimen farmacopornográfico
el cuerpo deberá ser entendido como una entidad tecnoviva multiconectada,
como fusión, implosión, modalidad temporal propia de los cyborgs (Haraway,
1996). Metáfora esta ultima de implosión irreversible de sujeto/objeto, natura-
leza/cultura, narrativa/realidad, es decir, condensación de palabras. Diagnóstico
letal –que Haraway temporaliza en el último cuarto del siglo XX– de vidas
proyectadas donde “en la versión dispéptica de la comedia tecnocientífica, las
especies se transforman en la marca, y la figura en el precio a pagar” (2004:29).
Corresponde a Haraway haber remarcado la temporalidad de las figuras bio-
políticas que mencionamos al inicio de este trabajo: su carácter experimental

3
Una aproximación a esta discusión vinculada a los virajes existentes entre Vigilar y Castigar y La voluntad
de saber (en torno a la producción exterior del alma, la docilidad primaria del cuerpo y la cuestión de
la resistencia como contra-productividad) puede encontrarse en el excelente artículo “Sometimiento,
resistencia, resignificación: entre Freud y Foucault” de Judith Butler (2001).
4
Tal vez sea oportuno recordar que Haraway entiende la tecnociencia como una suerte de onomatopeya
visual, pues está interesada en devolverle a la ciencia la pesadilla de más de un científico: su capacidad
de producción de la realidad bajo relatos de pretensiones totalizantes y de promesas trascendentales,
desde el Gran Único ojo Cíclope y su espejo, desde la partición entre sujeto y objeto a través del “truco
divino” que todo lo ve desde ninguna parte. Intenta significar, con ello, “una mutación en la narrativa
histórica (…) en el hiperespacio del Nuevo Orden Mundial S.A. sin-el-beneficio-del-guión” de estrecha
producción sociotécnica, en tanto “procesos de conocimiento que inscriben y materializan el mundo
en unas formas y no en otras” (2004: 20-24).

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258 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

(como cronotopos que organizan la experiencia). Bajo su perspectiva, la pareja


malthusiana o el homosexual pervertido del siglo XIX, por mencionar solo dos,
están vinculados a los dramas de salud, a la degeneración y a las patologías
orgánicas de la producción y la reproducción. Son, por tanto, figuras que traen
consigo alguna modalidad temporal que organiza la práctica interpretativa, y de
allí que prefiera llamar tecnobiopoder al régimen espacio-temporal que habita
su cyborg, donde no se trata sólo de incrementar y organizar discursivamente
las fuerzas de los organismos, sino más bien del poder y control sobre todo
un tecnovivo conectado, interface tecno-orgánica de un sistema integrado y
complejo. Si con Butler (2002) podemos decir que el género en tanto sistema de
reglas y normas produce performativamente al sujeto que pretenden describir,
profundizar la dimensión semiótico-técnica –la impronta prostética5– de esta
producción performativa nos llevará, de manera irremediable, a re-pensar el
poder que la industria farmacéutica y pornográfica están teniendo en nuestra
historia tiempo-presente.

Biopolíticas del género: ¿el posmoneismo como tercera


episteme?

La política feminista de la ‘segunda ola’ en torno al ‘determinismo biológico’


frente al ‘construccionismo social’ y la biopolítica de las diferencias del sexo/
género tiene lugar dentro de campos discursivos preestructurados por el
paradigma de la identidad de género cristalizado en los cincuenta y sesenta.
Donna Haraway

Para Preciado, un punto nodal para trazar la genealogía del régimen farma-
copornográfico –en línea directa con Haraway– es la invención y reacomoda-
ción conceptual de la categoría “género” por parte de la literatura médica de
la década del cuarenta, a partir de los desarrollos de John Money –quien fuera
uno de los principales propulsores de la equiparación entre género y sexo
fisiológico– brindando así la posibilidad de usar la tecnología para modificar el
cuerpo en función de un ideal regulatorio preexistente de lo que un cuerpo
humano femenino y masculino debería ser. La invención de la categoría gé-
nero, de esta manera, es un ejemplo condensado de la autoridad material de
la ciencia –de su capacidad de producción realizativa de la realidad (Latour y
Woolgar, 2001) y con ello, de su imaginería corporal.6 El término género –y su

5
Adelantándonos al siguiente apartado, Preciado (2002 y 2009) ha insistido en remarcar que el análisis
performativo de la identidad en Butler se reduce a un efecto del discurso que ignora las tecnologías de
incorporación específicas que intervienen en la producción del género. Esta es otra posible lectura que
podríamos hacer de la propuesta de Preciado, al compás del revisionismo de la analítica foucaultiana.
6
En su capítulo “Género para un diccionario marxista” de la obra ya citada, Haraway traza una genealogía

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Emmanuel Theumer 259

realismo científico– le servirá a Money pero también los ulteriores expertos en


sexología y neurobiologías, para pensar la posibilidad de modificar quirúrgica y
hormonalmente aquellos cuerpos que, bajo sus criterios visuales y discursivos,
son diagnosticados como “intersexuales”. Si con Laqueur hemos reconocido los
juicios estéticos de los que depende el binomio de la diferencia sexual, Money
y sus seguidores insistirán en la posibilidad de corregir el género –los cuerpos
intersex– hasta los dieciocho meses de edad. Como intuye acertadamente Pre-
ciado, si en las sociedades disciplinarias el sexo era natural, intransferible, defini-
tivo y trascendental, el género ahora se nos presenta como sintético, maleable,
variable, susceptible de ser transferido, imitado, producido y reproducido7.
En sus primeros estudios, anteriores a Testo Yonqui, Preciado diagramará
la hipótesis de pensar una tercera episteme, que llama “postmoneyista” por el
lugar de los discursos en torno al sexo que provendrán de Money, desplazando
ampliamente los de Freud y Krafft-Ebing8. Se vale para ello del análisis del famoso
caso –al interior de los estudios de la sexología– de Agnés. Está última, asignada
biopolíticamente varón en su nacimiento, iniciará un proceso de hormonización
voluntaria y secreta que la llevará a ser diagnosticada como hermafrodita a me-
diados del siglo XX. A diferencia de Herculine Barbin, quien acaba suicidándose
en el contexto de transición de las epistemes (Foucault, 1999), Agnés será some-
tida a un aparato represivo conocido como instituto de salud pública, donde su
cuerpo será objeto de sofisticadas intervenciones endocrinológicas y quirúrgicas
en la búsqueda de esa coherencia –que no ha dejado de dar fallas– entre sexo,

del término género donde remarca el papel indispensable de una lectura institualista de Freud, el énfasis
en la somática sexual y en la psicopatología por parte de los grandes sexólogos del XIX y sus seguidores, el
continuo desarrollo de la endocrinología bioquímica y fisiológica a partir de los años veinte, la psicobiología
de las diferencias de sexo surgidas de la psicología comparativa, las hipótesis múltiples sobre el disformismo
sexual hormonal, cromosómico y neural, convergentes en los años cincuenta, y en las primeras cirugías
de cambio de sexo alrededor de los ´60. Su conclusión no podría ser otra: el significado de género yace
“en el eje de las construcciones y de las clasificaciones de los sistemas de diferencia” (1995: 219-225).
7
Por motivos de extensión, y siguiendo la intencionada cita de Haraway con la que abrí este apartado,
me limitaré a mencionar que, mientras Foucault esquivó en toda su obra el uso de esta categoría, durante
los ´60 las feministas norteamericanas nos hablarán del género bajo objetivos políticos diferentes, no
obstante, heredarán de las retóricas médicas la noción del sexo como carne natural, a-histórica, pre-
cultural y con ello la expulsión del cuerpo de la historia. Como es sabido, ello llevará hacia los años ´80
al debate entre esencialismo y constructivismo al interior de las teorías feministas, con sus respectivos cul
de sac vinculados a un esencialismo biológico o metafísico sexotrascendental que llegan a nuestros días.
8
Tómenos tan solo este ejemplo: André Béjin (1987) distingue dos grandes orígenes de la sexología
que van al compás de los vericuetos legitimantes del psicoanálisis. Por un lado la protosexología de fines
del siglo XIX y principios del XX, centrada fundamentalmente en una nosografía de enfermedades
venéreas y psicopatologías, teniendo como principal referente la obra de Krafft-Ebing. Por otro lado la
sexología contemporánea, cuyo ascenso Béjin precisa entre 1922-1948 con los principales exponentes
Wilhelm Reich y Alfred Kinsey, caracterizada principalmente por reducir la sexualidad a una evidencia
behaviorista, objetivamente aprensible siendo un ejemplo claro aquello que podría leerse como una
afanada orgasmología. Teniendo como principal base de credibilidad un conjunto de enunciados científicos-
experimentales, reconoce un cambio fundamental, para mediados del siglo XX, caracterizado por “la
delimitación del espacio de competencia y la ampliación de clientela potencial, la modificación del modo
de producción de saber sexológico (de los hospitales y prisiones a las clínicas y laboratorios) y por el
paso de un control represivo a uno fundamentalmente pedagógico (orgasmoterapias y profilaxis de las
disfunciones sexuales)”(1987: 271-278).

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260 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

género y orientación sexual. Tanto la vaginoplastía que se le ejerce, como su


feminización vía intoxicación voluntaria de estrógenos revelan que las tecnologías
de la sexualidad postmoneyista son “un proceso de construcción tectónica por el
cual órganos, tejidos, fluidos y moléculas se transforman en materias primas con
las que se fabrica una nueva apariencia de naturaleza” (Preciado, 2009: 35). Con
Fausto-Sterling podríamos leer la intervención a cuerpos intersex o la asignación
obligatoria de tratamientos hormonales como instrumentos de racionalización
del ser vivo (de normalización - producción técnica de la naturaleza - al binomio
de la diferencia sexual), donde al “pasar de los genitales externos a la psique
invisible, nos encontramos de pronto caminando por una banda de Möbius que
nos devuelve al exterior del cuerpo, y más allá” (2006: 46).
Como ruptura, la introducción de la categoría género pone en evidencia los
arbitrarios discursos que crea la ciencia al mismo tiempo que genera posibilidades
de resistencia, acción política y crítica abierta.9 Si hemos de aceptar la importancia
del análisis performativo de Butler, las cirugías inter y transexual nos incitan a
reconocer, con Teresa de Lauretis, las “tecnologías del género” (1996) en tanto
circuito complejo de cuerpos, técnicas, signos, que incluirían las técnicas perfor-
mativas, pero también las biotecnólogicas, las cibernéticas, las cinematográficas.
El caso de Agnés, reanimado desde nuestro presente inmediato, nos revela
así uno de los principales indicios en las mutaciones de los dispositivos de con-
trol: aquí la distinción entre bio y tecno no es meramente entre lo orgánico
y lo inorgánico, sino que más bien, cual cyborg, se trata de pensar una nueva
modalidad de corporalidad donde órganos, tejidos, fluidos y ADN son materias
primas a través de las cuales se fabrica una nueva apariencia de naturaleza, por
cierto, tan tóxica-transgénica como eco-apocalíptica. Como dispositivo de
captura “abstracto de subjetivación técnica” (Preciado, ibídem: 88) podríamos
decir que el género produce percepciones sensoriales que toman la forma de
afectos, acciones, identidades y deseos:
El objetivo de estas tecnologías farmacopornográficas es la producción de
una prótesis política viva: un cuerpo suficientemente dócil como para poner
su potentia gaudendi, su capacidad total y abstracta de crear placer, al servicio
de la producción de capital. Fuera de estas ecologías somaticopolíticas que
regulan el género y la sexualidad, no hay ni hombres ni mujeres, del mismo
modo que no hay ni heterosexualidad ni homosexualidad (ibidem: 90)

Pero si el género como todo dispositivo es un conjunto multilineal que


entrelaza poder, saber y subjetividad o mejor dicho, líneas de luz, de enuncia-

9
Precisamente, los estudios de Haraway en las obras ya citadas, estarán orientados a dar cuenta de las
transformaciones en la ciencia luego de la segunda guerra mundial, particularmente la Biología y por
extensión el resto de disciplinas que absorben sus discursos. Apelando al cyborg y la informática de la
dominación, su provocativa observación no podía ser menos elocuente: “Ya va siendo hora de escribir
The Death of the Clinic (…) Nuestras dominaciones ya no funcionan mediante la medicalización y la
normalización, sino creando redes, diseñando nuevas comunicaciones” (1995:259).

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Emmanuel Theumer 261

ción y de subjetivación (Deleuze, 1990), no es posible aquí distinguir los seres


vivientes de los dispositivos como lo querría Agamben (2006). Preciado, bajo
el cruce promiscuo entre De Lauretis, Haraway y Butler que aquí hemos tan
solo aproximado, remarcará que precisamente el ser tecno-vivo emerge de
un proceso de agenciamiento técnico. Bajo estos términos, no hay vida por
fuera de la producción técnica de la misma, tal como Haraway sostiene bajo
la propuesta de un tecnobiopoder, y que con Negri (2009) podríamos argüir
en términos de una selección, una depuración que tiene como resultante una
“humanidad normativa”. Es menester entender este dispositivo técnico como
de producción fantasmático/prostética en el que –con Butler (2006)– diríamos
que el cuerpo actúa al mismo tiempo como escenario y personaje principal.
En tiempos del Imperio, el régimen farmacopornográfico de la sexualidad no
puede funcionar sin un tráfico constante de biocódigos de género, de flujos
semiótico-técnicos de moléculas que dominan la producción de los fenotipos
culturalmente reconocidos como masculinos o femeninos, de la gestión tec-
nopolítica de la reproducción de la especie, del control farmacológico de los
sistemas inmunitarios. Como ideales biopolíticos, masculinidad y feminidad
“existen dentro de tecno-ecosistemas sexuales confinados (…) como parque
de atracciones biocapitalistas” (Preciado, op. cit.: 93). No obstante, no asistimos
a un corte radical con las modalidades de vigilancia y control que provienen
de las líneas de luz disciplinarias: el dispositivo farmacopornográfico no opera
sin una yuxtaposición de ficciones somáticas, se trata de una suerte de super-
posición de estratos donde se entrelazan y reescriben diferentes técnicas de
escritura de los vivientes.

Fármaco-porno-cinética

Las representaciones dominantes de la era farmacopornográfica –píldora,


prótesis, felación y doble penetración– comparten una misma relación entre
cuerpo y poder: deseo de infiltración, absorción, ocupación total.
Beatriz Preciado

Si en la sociedad disciplinar las tecnologías de subjetivación controlaban


el cuerpo desde el exterior como un aparato ortoarquitectónico externo en
la sociedad farmacopornográfica, las tecnologías entran a formar parte del
cuerpo, se diluyen en él, se convierten en cuerpo. Lo hemos visto para con el
género y los diagnósticos de trans e intersexualidad. Se trata fundamentalmente
de tecnologías biomoleculares, digitales y de transmisión ultrarrápidas: son
blandas, ligeras, gelatinosas, aspirables, incorporables, en donde “la relación
cuerpo-poder se vuelve tautológica: la tecnopolítica toma la forma del cuerpo,

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262 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

se incorpora” (Preciado, op. cit: 66). Ya no se trata entonces sólo de habitar


lugares disciplinarios, sino también de pensar de qué manera estos habitan en
el cuerpo.

Fármaco-subjetivaciones
Este poder de la industria farmacológica es rastreable en el uso mun-
dialmente extendido del estrógeno y la progesterona, bases moleculares
de la producción de la píldora anticonceptiva que, desde su invención y no
sin oscilaciones históricas a la vez que de cambios expansivos ligeros, han
sido utilizadas sobre los cuerpos de las mujeres hasta al menos principios
del siglo XXI. Para Preciado la invención de la píldora como nanotécnica
de modificación hormonal doméstica, portable y comestible es contempo-
ránea a la noción de género, a la bomba H, y su distribución corre con los
tomates enlatados, las computadoras y el preservativo10. Bajo el término tan
asimilable como inasimilable de “bio-drag”, Preciado presta atención a la
capacidad de la píldora para reproducir técnicamente los ritmos menstruales
de los ciclos, uno de los históricos códigos semióticos de la feminidad. Este
trasvestismo somático, trata de una ilusión o mimesis del ciclo fisiológico
normal, un sangrado inducido que intenta restituir una suerte de ilusión de
naturaleza del interrumpido ciclo hormonal natural, se trata en efecto “de
una intención de producción farmacopornográfica del género: hacer que el
cuerpo de las tecno-mujeres del siglo XX siga pareciendo efecto de leyes
naturales inmutables, transhistóricas y transculturales” (2008: 132). Como
afirma irónicamente Preciado “las bio-mujeres son artefactos industriales
modernos, tecno-organismos de laboratorio, como las hormonas” (ibidem:
126). Nada que la masculinidad y su producción capitalista (y de ingeniería
política) tengan que envidiarle, ya sea desde mediados del XX cuando el
psiquiatra Harry Benjamin descubre el efecto de las hormonas sobre la
respuesta genital pasando por las disputas por la venta entre multinacionales
privadas, de una molécula vasodilatadora capaz de provocar una erección,
conocida como Viagra o Cialis. Aquí el patriarcado –y su victimización
femenina– encuentra problemas de explicación en tanto categoría analí-
tica e histórica, puesto que este súper-control molecular al que hacemos
referencia se extiende a todas y todos en tiempos de la “informática de la
dominación”, a saber, la habilidad electrónica de un capital cada vez mas
móvil para decodificar y recodificar formas de heterogéneas diferencias (de

10
La gubernamental preocupación de las gestiones estatales, que han incorporado feministas a sus reta-
guardias, no deberían olvidar las raíces eugenésicas y de purificación racial que inicialmente tuvo la píldora,
suministradas a mujeres negras puertorriqueñas (Roberts, 1997). Tal como los boulevares y las villas/
country de las urbes, la píldora está en estrecha conexión con las gramáticas occidentales obsesionadas
por evitar la contaminación de los linajes en términos de raza, géneros, clases del ser bien definido, la
“vida pura” objetivo del tecnobiopoder tal como sugiere Haraway (2004:78-81).

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cultura, raza, etnia, género, trabajo, cuerpo) a través de un universalizador


lenguaje de control tecnológico e intercambio informacional indiferente
(Haraway, 1995).
Tanto el control de la reproducción de los úteros femeninos como la viri-
lización de las bio-pollas, el consumo de anabólicos, los tratamientos para el
envejecimiento, las triterapias para el sistema inmunitario, la modificación de
los afectos y el control del psiquismo a partir de determinadas prescripciones
médicas, son ejemplos de una capitalización del ser-vivo, en donde no se sabe
nunca muy bien que viene antes, si la depresión o el Prozac, si el Viagra o la
disfunción eréctil, si la confirmación del (Eva)test de embarazo o el aborto
por misoprostol. Ni tampoco cual es más “auténtica”, si la siliconada jovenci-
ta que vive en algún country de Pilar o el aceite de avión que se autoinjertan
las mujeres trans de Villa-31, puesto que una de las especificidades de este
régimen farmacopornográfico en tiempos del capitalismo mundial integrado
es gestionar como feedback. Se trata, sin más, de un “control-pop”, similar al
mismo que ya Deleuze intuía frente a las crisis institucionales y la constitución
de dividuos. Ejemplos claros de experimentación sobre el alma, sin que sea
necesario encerrar a los individuos en los exoesqueletos disciplinarios, puesto
que asistimos a una atenta e íntima autosupervisión: son las chicas superestro-
genadas que cuidan de no olvidar tomar la píldora todos los días, pero también
son esos chicos originales, llenos de abdominales, que maximizan sus horas de
auto-encierro en el gimnasio con buenas dosis de anabólicos. Asimismo, los y las
jóvenes que se sumergen en huelgas de hambre con el objetivo de deshidratar
sus cuerpos y así adelgazar, las más de las veces acompañadas con buenas dosis
de Xenical o Sibutramina, a fines de lograr efectos de saciedad (siendo imposible
no sumar, a este circuito lamentable y vicioso, los diagnósticos y tratamientos
para anorexia y bulimia)11.
Y si las sociedades disciplinarias, tal nos ha contado Foucault, se caracteri-
zaban por promover la represión de la mano masturbadora y la criminalización
de los homosexuales, en el contexto farmacopornográfico actual asistimos no
sólo a la incitación del afán masturbador de las subjetividades con el objetivo
de obtener capital, sino también de una estética de superconsumo gay carac-
terizada por el culto al cuerpo deportivo y viril ( pero de cintura estrecha), el
turismo de cruceros y tango queer, Lady Gaga/Britney/Maddona, pero también
las discotecas ‘de ambiente’ para un Planeta Tierra convertido en gran industria
biopolítica.

11
No deja de ser llamativo como Preciado, con acierto, detecta por medio de un método de trazabilidad
visual, la curiosa supervivencia del modelo panóptico de Bentham en el diseño de la plaqueta de las
píldoras anticonceptivas. (op. cit.).

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264 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

Aurora del Porno

Bajo los términos que intentamos aquí tornar inteligibles, una de las in-
dustrias de mayor consumo planetario en los últimos tiempos, la pornografía,
debe ser aquí entendida como un dispositivo de captura, virtual (literario, au-
diovisual, cibernético) y masturbatorio. En sintonía con Linda Williams (2004)
lo que caracteriza a la imagen pornográfica es su capacidad de estimular, con
independencia del espectador, los mecanismos bioquímicos y musculares que
rigen la producción del placer. La pornografía es también, siguiendo a Preciado,
sexualidad transformada en espectáculo, en virtualidad, representación pública
comercializable (2008: 179-219). El objetivo de la pornografía es controlar el
circuito de excitación-frustración: su objetivo es siempre la de la producción
de satisfacción frustrante, tal como sugiere esta última en la obra ya citada.
Así entendida, su innegable extensión como parte de un circuito integrado se
traduce nada más ni nada menos que en la extensión de un lenguaje sexual
determinado, he aquí su valor pedagógico (nos enseña ritmos, zonifica áreas
corporales como erógenas, en pocas palabras, nos propone una coreografía
del sexo).
Intentaré trazar una suerte de crossover para tratar de detectar algunos
aspectos claves del dispositivo pornografía en las sociedades contempo-
ráneas. En primer lugar, la pornografía es fundamentalmente una prótesis
masturbatoria de subjetivación de carácter virtual, externo y móvil. Este
placer prostético-visual procede lo que los teóricos del cine denominan una
traducción sinestésica, es decir, de la traslación desde el sentido del tacto al
de la vista. Williams (1994) ha denominado embodied image al proceso me-
diante el cual la imagen-cuerpo-movimiento efectivamente mueve el cuerpo
y sus afectos: se vuelve sobre el cuerpo del espectador y produce efectos
involuntarios que éste no puede controlar. De manera similar al género del
humor o el terror, la pornografía es tan reactiva como introyectiva. El cuerpo
es vulnerable a la imagen, de allí que no nos sea imposible pensar el control
del circuito excitación-frustración por parte del dispositivo pornográfico si
no es a través de esta suerte de traducción.
En segundo lugar, para que tenga lugar esta traducción sinestésica es impor-
tante atender al contexto de publicitación de la imagen devenida porno y su
distribución espacial pública-privada, que es la que exasperará su carga erótica.
Nadie mejor que Williams (1999) para precisar lo obsceno como aquello que
queda fuera de la escena, por fuera de la mirada pública. Siguiendo su planteo,
la gesta paradoxal del porno radica en introducir el “on/scenity”, en tanto gesto
en el cual se lleva a cabo la publicitación de aquellos actos, órganos, fragmentos
del cuerpo, modalidades de expresar placer, etc. considerados “ob/scenos” y
por tanto vedados a la puesta en escena. Contextualizando, el porno hardcore

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Emmanuel Theumer 265

bien puede diferenciarse del soft pero ambos comparten la misma técnica de
publicitación frenética12. Es por ello que podemos también entender a la porno-
grafía como un dispositivo de publicación de lo privado, ya que “al representar
una porción del ámbito público lo define como privado cargándolo de un valor
masturbatorio suplementario”, tal como afirma Preciado (2008: 179-219).
En este sentido, lo propio de la pornografía como imagen resulta más de una
estación de escenografía, de teatralización y de iluminación que de contenido
(Preciado, 2008: ídem). En este capitalismo -leído en clave fármacoporno- los
grandes pauperizados y precarizados son las putas, las actrices y actores porno,
los taxi-boys, las prostitutas, los trabajos pornificados, pues fundamentalmente
se caracterizan por la transformación en plusvalía del contacto entre los cuerpos
(virtual o actual), de la producción de hormonas, afectos y cosmética corporal.13
Frente a las discusiones que los operaístas italianos tienen en cuanto al
trabajo cognitivo y su carácter inmaterial (ya sea en Paulo Virno quien nos
habla de un trabajo lingüístico o en la versión biopolítica que Hardt y Negri
proponen desde el Imperio), Preciado insistirá en remarcar que el núcleo del
trabajo se ha vuelto sexual, espermático, masturbatorio, toxicológico y atribuye
estas omisiones, no sin un mote meramente provocativo, “al pánico social que
supondría revelar que no es el trabajo, sino la potentia gaudendi la que sujeta la
economía mundial” (2008: 196). Aquí el trabajo fármacopornográfico no podría
calificarse de inmaterial, si no que más bien se trata de un trabajo ûber-material,
“su consistencia es biológica, molecular, al mismo tiempo carnal y numérica,
irreductiblemente sináptica y digitalizable” (ibidem: 197). Si los teóricos del
postfordismo han recuperado la noción marxiana de general intellect (para
referirse a la potencialidad de la cooperación de intelectos que sirve para la
obtención de beneficios en la producción capitalista), habría que pensar –jun-
to a Preciado– en el General Sex para aludir la cooperación de deseos, flujos
orgánicos, placeres, que dinamizan el capital fármaco-porno. Este General Sex,
por redundancia, es comunicación excitante, cooperación masturbatoria, en
donde el incesante circuito de producción de excitación-frustración-excitación
tiene como base al carácter toxicológico del placer sexual.

12
Con esto quedará claro que me distancio de las concepciones moralistas en torno a la pornografía,
que –desde fundamentos muy variados– se centran en desprestigiar a ésta y hasta tratar de diferenciarla
de lo “erótico”. Con ello, al marcar el paso de la insinuación al destape total del cuerpo como implosión
de la elipsis propia del cine meastring, niegan también que el sexo es performance. Más por otro lado,
resulta evidente la enorme cantidad de producciones publicitarias y televisivas (reality shows, novelas
románticas para adolescentes y adultos, etc.) que utilizan mecanismos de estimulación pornográficos
para con sus objetivos capitalistas, en cualquier horario y espacio.
13
Tal vez, uno de los ejemplos que más conocemos es el de los criterios estéticos fármaco-porno
(presentados como elocuentes estrategias de marketing) requeridos hoy día por cualquier empresa al
momento de incorporar recursos humanos, aunque también son a su vez inocentemente ocultados, las
más de las veces bajo el cliché de la “buena presencia”.

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266 Género deluxe : biopoderes farmacopornográficos en los prolegómenos del siglo XXI

Algunas contraindicaciones / efectos adversos

Quizá nuestras esperanzas de una responsabilidad tecno-biopolítica en


el vientre del monstruo se transformen al representar al mundo como un
codificador burlón con el que podemos aprender a conversar.
Donna Haraway

Titulé este escrito irónicamente con la expresión “género deluxe”, indicando


con ello un sintagma/hipertexto que, a mi modo de ver, aglutina - cual onoma-
topeya holográfica- las mutaciones en los dispositivos de control que hasta aquí
hemos desarrollado. Si como ha sostenido De Lauretis (1984) toda experiencia
es una interacción semiótica, entonces bien podríamos pensar las experiencias
subjetivantes desde la gestión tóxicopornográfica de las corporalidades, subjeti-
vidades definidas tanto por las sustancias que dominan sus metabolismos como
por las prótesis mediante las que se agencian. Digámoslo sin recaudo: se trata
por ejemplo de Alejandro, el hombre trans que recientemente ha participado
de un reality show que apuesta a la producción audiovisual de jugadores bajo
estricta vigilancia y efectos de privacidad -conocido como Gran Hermano- y que
no ha dudado en auto-patologizarse bajo el diagnóstico de disforia de género. Ni
más ni menos, de las divas que dominan la televisión argentina que desde hace
ya tiempo han congelado la representación de sus rostros mediante variadas
técnicas: lifting, colágeno, photoshop, cremas de rejuvenecimiento, make-up,
y desplazamientos ópticos del zoom, en donde el primer plano constituye un
autentico tabú. En ambos casos, la producción sociotécnica se metaformosea
en los modelos farmacopornográficos, narcóticos y audiovisuales, moleculares
y fantasmáticos, que regulan la subjetividad deseante. Se trata, lo hemos visto,
de tecnologías blandas de microcontrol cuya función “es tomar la forma del
cuerpo que controlan, transformarse en cuerpo, hasta volverse inseparables e
indistinguibles de él, devenir subjetividad” (Preciado, 2008: 67).
En este contexto de control y producción farmacopornográfica de las
plataformas tecnovivas, honestamente, resulta bastante obsoleto hablar de
liberación sexual o de igualdad de género, tal cual aun ansían los movimientos
LGTB (lesbianas, gays, transgéneros, bisexuales) y las feministas liberales que
hablan la lengua del patriarcado. Y es que sabemos que todo sujeto autónomo
involucra una desposesión, una interpelación primaria que le da existencia social,
siendo esta la condición extática de toda vida humana (Butler, 2006). Cabría más
bien pensar en resistencias, entendida a lo Foucault, como contra-productividad
frente a las conglomeradas subjetividades capitalistas que sirven como prótesis
masturbatorias o de tecno-vivos cuya posibilidad de auto-reflexión dependen de
variadas dosis químicas. Precisamente Lazzarato ha señalado que este aspecto
(el de la contraproductividad como resistencia) diagrama el sujeto político

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Emmanuel Theumer 267

como sujeto ético y constituye “el hilo rojo que atraviesa toda la reflexión de
Foucault” (2000: s/d). Pero esta potencia de construir puntos de fugas, que es
muy próxima a la política subversiva que prometen los cyborgs, exige un des-
plazamiento que vaya más allá de la teoría queer actualmente mesa de entrada
del “banquete uniqueersitario” (Vidarte, 2005). Aunque no obstante, esta nos
sirva como un elemento clave de crítica a los procesos de normalización (y
exclusión) de las identidades sexuales y, más aún, de la producción bio-cultural
del género. Sin ánimos de extendernos demasiado, puesto que no hay ninguna
fórmula a-priori, se trata más bien –siguiendo a Guattari leído por Preciado– de
abogar por micropolíticas gender-copyleft que agencien puntos de fuga frente
al control estatal de los flujos (hormonas, esperma, sangre, etc.) y códigos
(imágenes, nombres, instituciones) más las consiguientes mercantilizaciones
de las tecnologías de producción del género y el sexo. Bajo estas directrices,
posiblemente reconocer la interseccionalidad en la que operan múltiples moda-
lidades de opresión, la piratería hormonal, la producción de textos –saberes, la
disidencia frente a la heteronorma, las experimentaciones colectivas que toman
al cuerpo como laboratorio político, podrían ser ejemplos claves para pensar
aquellas enzimas capaces de cortar el código fármacoporno-cultural y abrir la
práctica política a múltiples variables.

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 269-287. ISSN 1669-8517

Biopoder y muerte en Michel Foucault

Guillermo Vega
Universidad Nacional del Nordeste
Aldo Avellaneda
Universidad Nacional del Nordeste - CONICET

Resumen
El principal objetivo de este trabajo es restituir el lugar teórico que ocupa la
muerte –y sus modalidades– en los textos foucaultianos del período 1976-1979,
caracterizados por los temas del biopoder, la biopolítica, la gubernamentalidad y
el liberalismo. Pretendemos con ello reflexionar acerca de las formas en que la
muerte y la política –en la modernidad– pudieron articularse, así como también
delinear los márgenes en los que el actual debate sobre la biopolítica permite
entender dicha relación.

Palabras clave
muerte – biopoder – racismo de estado – gubernamentalidad – liberalismo

Abstract
The aim of this work is to restore the theoretical place occupied by death –and its
modalities– in the Foucaultian texts of the 1976-1979 period, marked by themes
as biopower, biopolitics, governmentality and liberalism. We intend to consider the
ways in which death and politics –in modernity– could be articulated, as well as
delineate the boundaries in which the current discussion on biopolitics allows us to
understand this relationship.

Key words
death – biopower – state racism – governmentality – liberalism

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270 Biopoder y muerte en Michel Foucault

Las clases dictadas por Michel Foucault en el Collège de France entre 1976
y 19791, así como el primer volumen de Historia de la sexualidad, dieron origen
a un campo problemático identificado en la actualidad por la noción amplia
–y por ello muchas veces poco precisa– de ‘biopolítica’. Con este término, el
filósofo francés intentaba individualizar una técnica comprendida dentro de una
novedosa disposición del poder y el saber configurada entre los siglos XVIII
y XIX: el biopoder. Definido por la incorporación de la vida en las apuestas
políticas, ‘biopoder’ mienta una tecnología de administración, gestión, regula-
ción, potenciación y aseguramiento de las poblaciones (objetivo de las técnicas
biopolíticas) y de normalización de los cuerpos individuales, así como de su
disciplinamiento y distribución en los espacios arquitectónicos (objetivo de las
técnicas anatomopolíticas).
En general –y lejos de la articulación que cobra en los escritos foucaultia-
nos de 1976–, los debates contemporáneos tienden a ubicar el plano de lo
biopolítico disociado del mecanismo del biopoder, del cual resulta ser –para
Foucault– subsidiario; esto conduce a que, al quedar aislado, lo biopolítico sólo
sea tematizado dentro de los límites de su dimensión técnico-instrumental
(gestión, administración, etc.), perdiéndose de vista la racionalidad peculiar que
caracteriza al biopoder en tanto tecnología y que permite establecer distancias
y proximidades con otros mecanismos (i.e., la soberanía). De esta manera, en
los casos en los que se enfoca la relación vida-política exclusivamente a partir
de las técnicas biopolíticas, las discusiones parecen desandar, por un lado,
los caminos de las nuevas formas biomédicas de vida y sus potencialidades
(la genética, la ‘biónica’ y los desarrollos acerca de la ‘post-humanidad’, en
la perspectiva de un recuperado positivismo tecno-científico) y, por otro, las
críticas vertidas contra el mismo desarrollo biotecnológico ligadas esta vez, a
la imagen post-apocalíptica de un futuro de clones y de máquinas en el que lo
‘propiamente humano’ ya no tendría ninguna posibilidad.
Otra perspectiva acerca de la biopolítica, bastante extendida actualmente,
repara efectivamente en lo que para Foucault sería una tecnología –o meca-
nismo–, pero lo hace a través de operaciones que no sólo restan especificidad
a la misma, sino que incluso la disuelven en tanto tecnología histórica para
transformarla en la estructura política por antonomasia. Es el caso del filósofo
italiano Giorgio Agamben, para quien la biopolítica es el espacio creado por la
decisión soberana (Agamben, 2002: 14).
Bajo estas formas de comprensión y de problematización de lo biopolítico
la muerte tiende a aparecer en los debates contemporáneos bajo las siguientes
modalidades: a) desplazada del foco principal de análisis, frente a la importancia
otorgada a la vida y a sus modos de gerenciamiento; b) tratada en el mismo
plano de análisis que la biopolítica, es decir, en el de las técnicas y no en el de

1
Nos referimos a los cursos intitulados Defender la sociedad (DS), Seguridad, territorio, población (STP) y
Nacimiento de la biopolítica (NB).

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 271

los mecanismos (donde adquiere la denominación analítica de ‘tanatopolítica’);


c) como una atribución exclusiva de la soberanía en tanto tecnología de poder
que funda el espacio biopolítico.
Foucault señala en diversos pasajes que la muerte no ha quedado en la histo-
ria como una prerrogativa propia del soberano, sino que ha revestido diversos
papeles en nuestra modernidad política. Cierto cruce entre dos mecanismos
de poder –soberanía y biopoder– nos permite entender la pertinencia de esta
salvedad tanto como su actualidad. Es indudable que en el siglo XX hemos
asistido a un doble fenómeno cuya combinación nos señala el lugar central
que la vida ocupó (y aún lo hace) en los cálculos políticos: un fuerte avance en
la tecnologización y complejización de los procesos más diversos de geren-
ciamiento de la vida humana de las poblaciones (seguros de vida, pensiones,
obras sociales, asignaciones universales, programas de asistencia sanitaria y
medioambiental, etc.) y, de forma simultánea, un desarrollo tecnológico ligado
a la maquinaria de guerra y a la vez motorizado por la permanente sensación
de la inexorabilidad e inminencia de la batalla. El siglo XX es también el siglo
en el que la emergencia de la muerte como fenómeno de masas ha cobrado
una visibilidad hiriente a contrapelo de lo que podría sugerir la importancia
otorgada a la producción y potenciación de la vida.
El principal objetivo de este trabajo es restituir el lugar teórico que ocupa la
muerte –y sus modalidades– en los textos foucaultianos del período 1976-1979,
caracterizados por los temas del biopoder, la biopolítica, la gubernamentalidad y
el liberalismo. Pretendemos con ello reflexionar acerca de las formas en que la
muerte y la política –en la modernidad– pudieron articularse, así como también
delinear los márgenes en los que el actual debate sobre la biopolítica permite
entender dicha relación. Para ello, en un primer momento, expondremos los mo-
dos que la muerte asume en las dos grandes tecnologías o mecanismos de poder:
la soberanía y el biopoder. De forma concomitante, trataremos la singularidad
que adquiere el racismo de estado como modalidad de la muerte surgida en el
entrecruzamiento de ambas tecnologías. En una segunda parte analizaremos la
función de la muerte en las nuevas guerras que se llevan a cabo por ‘el medio’
(a diferencia de las clásicas guerras territoriales), para finalizar dando cuenta del
lugar que la muerte adquiere en el actual modelo de la gubernamentalidad liberal.

La muerte como aseguradora del poder soberano


El mecanismo de poder de la soberanía se constituye en el fondo diferenciado
sobre el cual Foucault monta las tecnologías del biopoder. La sutileza de éste
desaparece ante la forma explícita del poder soberano que termina articulándose
alrededor del carácter espectacular de la muerte como expresión de la decisión
del monarca. En caso de un peligro interno o externo, el rey es quien tiene la
última palabra acerca de quién debe vivir y a quién le corresponde la muerte.

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272 Biopoder y muerte en Michel Foucault

En consecuencia, podría pensarse que el poder de vida y muerte es un derecho


simétrico, es decir, una facultad para ‘hacer morir (matar) o hacer vivir’.2 Sin
embargo, esto no es más que una conjetura teórica que lleva a una paradoja en
la que el súbdito, frente al soberano, no estaría -por pleno derecho- ni vivo ni
muerto,3 sería ‘neutro’ y sólo la decisión soberana lo volcaría hacia una u otra
condición. No obstante, en los hechos, el poder de soberanía se ejerce a través
de un desequilibrio práctico que se ubica siempre del lado de la muerte. “El
efecto del poder soberano sobre la vida sólo se ejerce a partir del momento
en que el soberano puede matar” (Foucault, 2000: 218).
El desequilibrio práctico de la soberanía se traduce en un derecho ‘disi-
métrico’ de vida y muerte; su ejercicio requiere la acentuación de uno de los
términos en función del otro. Para que exista derecho a la vida, el soberano
debe poder matar; en otras palabras, “…no indica su poder sobre la vida sino
en virtud de la muerte que puede exigir”. La vida, bajo el mecanismo de la
soberanía, es una función de la muerte. La fórmula foucaultiana que resume la
lógica mortal de la soberanía es: “hacer morir o dejar vivir”4 (Foucault, 2003:
164). Por ello, si el súbdito está vivo es que no fue asesinado por la espada; fue
‘dejado’ o ‘librado’ con vida, no se lo hizo morir.
El poder de muerte de la soberanía funciona alrededor de un derecho de
‘captación’ (Foucault, 2003: 164) o ‘sustracción’ (Foucault, 2005: 62) y de gas-
to. Capta o sustrae cosas, tiempo, fuerza de trabajo, servicios y hasta la vida
misma. A cambio otorga protección o bien dona cosas, sin estar obligado a ello,
lo cual hace que su mecánica se caracterice primordialmente por el saqueo. En
la clase del 21 de noviembre de 19735 Foucault introduce dos características
importantes al definir el mecanismo de la soberanía como un sistema en el
que las relaciones, por un lado, no son isotópicas y, por otro, no se aplican a
las singularidades somáticas (individuos)6 (Foucault, 2005: 64). Esto significa,
en primer término, que las relaciones de soberanía no conforman un espacio
ordenado, sino heterogéneo, en el que confluyen conflictivamente diferentes
estructuraciones jerárquicas difíciles de integrar en un único esquema (religiosas,
políticas, familiares, etc.). En segundo lugar, las relaciones de soberanía no se
vierten sobre el cuerpo individual7 a excepción de algunos casos en particular,
como por ejemplo las ceremonias, en las que el soberano marca el cuerpo

2
Las bastardillas son nuestras.
3
Paolo Palladino sostiene que el aporte de Agamben, a través del conceptos como ‘vida desnuda’ y
‘estado de excepción’, es significativamente más operativo que el planteo de Foucault al momento de
pensar los problemas contemporáneos ligados a la biopolítica, especialmente aquellos en los que se trata
la muerte cerebral, es decir, estados indefinidos de suspensión o indefinición entre la vida y la muerte
(Dillon y Neal, 2008: 121).
4
Las bastardillas corresponden al texto del autor.
5
Recogida en el curso que lleva por nombre El poder psiquiátrico.
6
El cuerpo vivo del individuo está ubicado en el nivel de las ‘cosas’ sobre las que prevalece un régimen de
apropiación y saqueo. La vida no es algo a lo que la soberanía atienda si no es tan solo para acabar con ella.
7
Como, en contrapartida, lo harán las técnicas disciplinares.

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 273

individualizándolo (tanto en los homenajes como en los ajusticiamientos).8 De


esto último se desprende el valor simbólico que tiene la sangre en el mecanismo
de la soberanía. La sangre confiere jerarquías a través de la descendencia, pero
también, a causa de su derramamiento, permite conservarlas o trastocarlas.
La sangre derramada es el símbolo del poder soberano, así como su pureza la
condición de su continuidad (Foucault, 2003: 178). Dentro del gran mecanismo
de la soberanía, la muerte tiene como correlato la seguridad del soberano, se
hace (morir) en su nombre.

La muerte como límite del biopoder


Foucault destaca que entre la edad clásica y la edad moderna un nuevo
mecanismo de poder, centrado en la vida biológica, hizo su aparición. La di-
ferencia específica que esta nueva tecnología presenta frente al modelo de la
soberanía es que no articula la vida en función de la muerte, sino que asocia
los dos términos de una manera diferente. La vida queda, de esta manera,
vinculada a un conjunto de técnicas que tienen por objeto mantenerla, poten-
ciarla y desarrollarla. Un grupo de estas técnicas surgió entre los siglos XVII
y XVIII desplegando dispositivos en torno del cuerpo individual. Las mismas
estaban orientadas a vigilar, adiestrar, utilizar y castigar los cuerpos, y fueron
conceptualizadas como ‘técnicas disciplinarias’ frente a otro grupo, que hizo
su aparición alrededor del siglo XVIII, y que se organizó alrededor del cuerpo-
especie, es decir, de la población en su conjunto. Estas últimas técnicas tienen
por objeto la regulación de los procesos de vida correspondientes a un grupo
de individuos atendidos desde una dimensión biológica (nacimientos, muertes,
enfermedades, alimentación, etc.). Las ‘técnicas biopolíticas’, tal el nombre de
estas últimas, se montaron sobre los procesos de la vida constituyendo alre-
dedor de los mismos nuevas formas de saber y de extracción de conocimiento
(demografía, estadística), al tiempo que se desplegaron prácticas concretas de
regulación que incidían en forma directa en el “cómo de la vida”, en las formas
de vivir (Foucault, 2000: 224).
La nueva tecnología se define por el poder de “hacer vivir o de rechazar
hacia la muerte” (Foucault, 2003: 167), lo cual ubica a la vida como el punto de
emplazamiento de un poder que la recorre en su superficie desde dos comple-
jos de técnicas interrelacionadas, que encuentran un punto de cruce ejemplar
alrededor del problema del sexo. Todo el dispositivo de la sexualidad se halla
montado sobre la novedosa tecnología del biopoder y cobra eficacia en tanto
lugar de convergencia y articulación de la biopolítica y las técnicas disciplinarias.
Sin embargo, y a pesar de ser la vida el sitio de anclaje del biopoder, la muerte

8
Un contrapunto interesante entre Agamben y Foucault consistiría en desbrozar lo que cada uno com-
prende por poder soberano.

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274 Biopoder y muerte en Michel Foucault

encuentra también un lugar y una funcionalidad específicos. Una clave con


respecto a los mismos la da la misma fórmula que define la lógica, o bien la
racionalidad, del biopoder: hacer vivir o dejar morir (de faire vivre et de laisser
mourir). El biopoder, a diferencia de la lógica de la soberanía, no hace morir, no
mata, sino que rechaza, arroja, deja o abandona los individuos a la muerte. La
muerte aparece frente al biopoder como un límite, como un exterior sobre el
cual el poder no opera y que, por lo tanto, no tiene una relación directa con
su ejercicio. El biopoder sólo puede influir sobre la mortalidad, pero no sobre
la muerte. “El poder no conoce la muerte. En sentido estricto, la abandona”
(Foucault, 2000: 224).
En un escrito temprano Marx puso en evidencia este perfil edulcorado del
biopoder con respecto a la muerte. En los Manuscritos decía: “la demanda de
hombres regula necesariamente la producción de hombres…”, y luego agregaba
al respecto: “si la oferta es mucho mayor que la demanda, una parte de los
obreros se hunde en la mendicidad o muere por inanición” (Marx, 1997: 56).
Los casos –extendidos a lo largo de todo el mundo– de muerte por inanición
o de desnutrición temprana, generados en mayor medida por la pobreza y en
menor medida por las guerras, permiten comprender cómo es que la tecnología
del biopoder abandona (a) la muerte sin transformarse en el modelo asesino
de la soberanía.
La Alemania nazi, años antes de la ‘solución final’, aprobó las leyes antise-
mitas de Nüremberg (1935), a través de las cuales se quitaban los derechos de
ciudadanía para los individuos que fueran judíos o tuvieran abuelos judíos. De
esta manera, poco a poco se empujaba a la desprotección jurídica9 –y, por ende,
anticipadamente a la muerte– a aquellos que habían sido clasificados según un
criterio racial a partir de sus creencias religiosas. Es importante destacar que en
los textos foucaultianos los casos específicos en los que la muerte sobreviene
porque el estado de derecho ha retirado la cobertura jurídica de garantías y
derechos básicos sobre determinados individuos no es una problemática que
se encuentre desarrollada. Es en este tópico donde ha anclado su análisis el
filósofo italiano Giorgio Agamben (2002) a través de los conceptos de ‘estado
de excepción’ y de ‘vida desnuda’. Sin embargo, es necesario destacar que la
línea agambeneana instala en el centro de sus investigaciones al sistema jurídico
o, en otras palabras, la figura de la Ley, mientras que Foucault se mantiene a
una distancia importante del derecho en lo que concibe es la vigencia, durante
el siglo XX, de la tecnología del biopoder. Frente a la mirada de Agamben, res-
tauradora del sistema de la Ley, Foucault pone el acento en los procedimientos
de normalización y, por ende, en las técnicas, tanto locales como globales, de
incidencia en la vida. Es la sociedad de normalización, aquella en donde “se

9
Aquí también es posible incluir los actuales casos problemáticos (y emblemáticos también, como es
el caso de la reciente ley antiinmigración del Estado de Arizona, SB 1070) vinculados a las leyes de
inmigración y de ciudadanía.

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 275

cruzan, según una articulación ortogonal, la norma de la disciplina y la norma


de la regulación” (Foucault, 2000: 229), la que adquirirá el sesgo mortífero en
el marco del biopoder y no la soberanía y su correspondiente ‘estado de excep-
ción’, como sostiene Agamben10. En otras palabras, la respuesta a la pregunta
“¿cómo puede dejar11 morir ese poder que tiene el objetivo esencial de hacer
vivir?” (Foucault, 2000: 230) encuentra su respuesta posible en la normalización
de la sociedad, elemento transversal a las dos técnicas constitutivas del biopoder.
Sin embargo, y más allá de la discusión entre norma y ley, los acontecimientos
históricos durante los siglos XIX y XX mostraron la proliferación de guerras
caracterizadas cada vez más por el incremento constante de la capacidad
mortífera de los ejércitos y por la masividad de los decesos. En otras palabras,
de forma paralela al desarrollo del biopoder y de las técnicas biopolíticas, asis-
timos a los ejercicios y experimentos de exterminio masivo más eficaces de
la historia de la humanidad. La experiencia del nazismo (aunque no sólo ella)
instala la pregunta acerca de la peculiaridad que poseen las muertes producidas
a través de los genocidios. La formulación del problema, bajo la apariencia de
una pregunta obligada, se la hace Foucault a sí mismo, y gira alrededor de la
aparente inconsistencia que resulta de un poder que, volcado enteramente hacia
la gestión de la vida, incorpora la muerte –incluso bajo la forma del asesinato–
como uno de sus instrumentos de regeneración vital más eficaces.12 “¿Cómo
ejercer el poder de la muerte, cómo ejercer la función de la muerte, en un
sistema político centrado en el biopoder?” (Foucault, 2000: 230).

El racismo y la función de muerte: matar para vivir


Las preguntas formuladas en el apartado anterior encuentran su respuesta
en un elemento histórico, el racismo, y en una configuración histórico-política
precisa, el Estado racista. Para llegar a la experiencia de una maquinaria estatal
asesina como lo fue el Estado nazi durante el siglo XX fue necesario el entre-
cruzamiento de una serie de elementos que ya estaban presentes en la Europa
decimonónica. Estos son: a) un racismo que se había construido alrededor de
la psiquiatría y que tenía como objeto de segregación al ‘anormal’, en tanto y
en cuanto este aparecía como un riesgo para la sociedad, puesto que podía
10
Lo cual no significa que el estado de excepción no constituya una técnica concreta y efectiva en lo que
respecta al gobierno de las poblaciones. Como es sabido, Foucault no reemplaza el derecho por la norma,
sino que destaca que aquel opera estratégicamente sobre la base de esta última: “lo jurídico es la forma
en que se torna aceptable hoy día un poder que es esencialmente normalizador” (Foucault, 2003: 175).
11
El resaltado en bastardillas es nuestro. Con el mismo queremos poner de relieve que se trata de ‘dejar’
morir y no de ‘hacer’ morir, como es propio de la soberanía y también lo será dentro del racismo de estado.
12
Un ejemplo concreto de este problema es el programa ‘Aktion T4’ desarrollado en la Alemania nazi
entre los años 1939 y 1941. El mismo comprendía la eliminación sistemática de todos los individuos que
presentaran algún tipo de enfermedad mental, deficiencia congénita o invalidez motora. Es interesante
resaltar que la casi totalidad de los médicos y enfermeras alemanas se abocaron al cumplimiento de sus
tareas eugenésicas sin oponer mucha resistencia.

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276 Biopoder y muerte en Michel Foucault

transmitir como herencia sus patologías (Foucault, 2001: 294). Este forma
de racismo es ‘interna’, lo cual significa que encuentra la diferencia que va a
rechazar al interior del mismo grupo social y no en un afuera caracterizado, a
la manera del racismo ‘tradicional’, por las diferencias étnicas; b) un racismo
‘tradicional’, ‘étnico’, que en la Europa del siglo XIX (y de principios del XX)
era mayoritariamente antisemita (Foucault, 2001: 295); c) una configuración
del poder caracterizada por la importancia otorgada a los fenómenos de la
vida –biopoder– a partir de dos niveles operatorios diferenciados, tanto por las
técnicas como por los objetos sobre los que las mismas se dirigen –biopolítica y
anatomopolítica–; d) una lógica deudora de la tecnología de la soberanía, consis-
tente en ‘hacer morir y dejar vivir’, favorecida por las continuas guerras libradas
entre fines del siglo XIX y principios del XX. Estos elementos se conjugaron,
se interfirieron y se interpenetraron para dar forma al racismo de Estado que
caracterizó la Alemania nazi y que hizo posible la muerte a gran escala.
Foucault afirma que el biopoder permitió inscribir al racismo –interno y
étnico– como un mecanismo fundamental del poder (Foucault, 2000: 230). La
lógica bélica clásica ‘para vivir es necesario acabar con los enemigos’ oficia de
andamiaje para la ecuación que el racismo y el biopoder ponen a funcionar en
el Estado moderno racista: ‘para vivir es necesario matar’, puesto que ‘algunos
deben vivir y otros deben morir’. De aquí que la primera operación del Estado
racista sea “fragmentar, hacer cesuras dentro de ese continuum biológico que
aborda el biopoder” (Foucault, 200: 230). La segunda operación es poner en
funcionamiento la ecuación bio-racista: ‘si quieres vivir es preciso que dejes
morir, que hagas morir, que mates…’.
El racismo mata no ya para proteger al soberano, sino para resguardar la
población de sus enemigos internos, fundamentalmente de sus peligros bioló-
gicos, de sus elementos degenerados. En este sentido, el ‘otro’, que constituye
el peligro para la ‘vida sana’, puede ser el anormal, el loco, el criminal y el judío.
El racismo es una función de muerte dentro del biopoder (en ninguna medida
se lo puede confundir con el racismo tradicional, étnico, aunque bien puede
conllevar elementos del mismo es sus formas históricas de expresión, tal cual lo
fue en el caso del régimen nazi). Señala Foucault (2000: 231) que en medio de
una ‘sociedad de normalización’, el racismo es la condición necesaria para poder
dar muerte a otros.13 El Estado nazi fue, en este marco de cosas, la exaltación
paroxística del mecanismo del biopoder junto con la función de muerte de la
soberanía, a través de la activación del racismo. Desde esta óptica, el Estado
nazi no representa un acontecimiento singular en la historia de Occidente, sino
una intensificación exponencial de los elementos que, de alguna manera, se
encuentran presentes en la mayor parte de los Estados liberales modernos.14

13
Recordemos lo señalado en la nota 8, a través de la cual poníamos de relieve que los procesos de
normalización son más importantes que el ámbito de lo jurídico tanto para pensar la muerte que se deja
acaecer como la muerte que se fuerza a través del asesinato (racismo).
14
Al respecto, Roberto Esposito se distancia de Foucault porque discrepa, justamente, por la forma

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 277

De hecho, con respecto a este último punto, Foucault deja planteada una
pregunta fundamental para nuestro trabajo. En la última clase del curso corres-
pondiente al invierno de 1976 Foucault destaca que el juego de elementos que
condujo al nazismo es el mismo juego de elementos que podemos encontrar
en cualquier en el funcionamiento de cualquier Estado. Luego se pregunta: “¿de
todos los Estados modernos, de todos los Estados capitalistas?” Y responde a
continuación: “pues bien, no es seguro” (Foucault, 2000: 235).

Muerte en las guerras ‘medio-territoriales’


El campo del racismo de Estado permite acentuar y comprender una parti-
cular modalidad de guerra moderna: la guerra interna. Internalizar al enemigo,
gestionar su aniquilación, ha sido una de sus principales y más eficaces funciones.
El tratamiento dado por Foucault a las “guerras externas”, a las confrontacio-
nes interestatales, parece no haber gozado sin embargo de la misma dedicación
por parte de la literatura especializada. De hecho, a pesar de la pertinencia
de la afirmación de Dean respecto de que habría buenas razones para esperar
que los llamados estudios sobre la gubernamentalidad tomen como campo de
análisis las relaciones internacionales (Dean, 2010: 228), la temática de la guerra
ha sido sistemáticamente vinculada a la de la raza, lo cual vuelca los planteos a
un nivel de la biopolítica (como lo exponen de manera explícita, por otra parte)
y no al del biopoder (que supone pensar en la articulación de lo biológico con
la racionalidad gubernamental liberal).15
Sucede que precisamente el diagrama de las guerras interestatales, funda-
mentalmente las guerras de la segunda mitad del siglo XX, ha conocido también
un cambio considerable respecto de sus formas anteriores. Si el nazismo es una
singularidad histórica ya que representa el modelo paradigmático de combina-
ción de las técnicas correspondientes al biopoder y a la soberanía, lo es también
por ser uno de los últimos complejos tecno-políticos de poder y de muerte

en que el filósofo francés resta singularidad al acontecimiento del nazismo al compararlo, incluso, con
el comunismo. Dice Esposito: “Da la sensación de que, a través de pasos contiguos y graduales, la ge-
neralidad del cuadro prevaleciera sobre la unicidad del acontecimiento nazi: tanto en sentido vertical,
respecto del período moderno, como en sentido horizontal, con relación al régimen comunista” (Esposito,
2006: 178). Se sigue sosteniendo, a través de estas operaciones, un dislocamiento entre las técnicas
que el Estado nazi empleó en el genocidio y las racionalidades (biopoder, racismo, la lógica de la guerra,
etc.) que lo hicieron posible. De esta manera, para filósofos como Esposito o Agamben, el Estado nazi
representa el fundamento singular de una manera de hacer política (tanatopolítica), o bien, la matriz de
la biopolítica contemporánea. Lo que no se alcanza a apreciar en estos análisis es que la ‘originalidad’
del nazismo depende de una serie de elementos que se vienen arrastrando en la historia de Occidente
desde los siglos XVII y XVIII.
15
Algunos de los estudios que permiten esta afirmación son los contenidos en los libros Foucault on
security, politics and war (Dillion y Neal, 2008), Foucault in an age of Terror. Essay on biopolitics and defen-
ce of society (Bygrave y Morton, 2008). Se debe mencionar también a estudios como Violence and the
biopolitics of Wester (Oksala, 2010). En este campo también entran los clásicos estudios de Agamben y
fundamentalmente Esposito, sobre biología y política.

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278 Biopoder y muerte en Michel Foucault

en concebir su estrategia de guerra sobre la modalidad expansión/territorio.


Luego de la expansión territorial fallida del nazismo, las guerras interestatales
fueron de manera tendencialmente creciente concebidas en otro modo, ya no
bajo la modalidad expansión/territorio sino por la de administración/medio. Las
guerras, diríamos, finalmente pasaron a ser estrictamente liberales.
Ya la “Gran Guerra”, al ser calificada por Lenin de “guerra imperial” contenía
en parte este rasgo. No se trataba para Lenin, más allá del papel relativamente
trascendental de ciertos hechos como el asesinato del príncipe de Sarajevo, del
carácter rapaz, voraz, de los líderes de estado, sino de una situación concebida
y entendible desde un estricto punto de vista económico. Sin embargo, el dato
que diferencia a 1914 (y aún más a 1939) de buena parte de las acciones bélicas
interestatales posteriores a 1945, es que en el primero aún se trata del antiguo
y fundamental ‘reparto de tierras’. Aunque con una inflexión particular: para
Lenin el mundo ya estaba enteramente repartido y de lo que se trata es de su
reapropiación.
Por vez primera, el mundo se encuentra ya repartido, de modo que lo que en
adelante puede efectuarse son únicamente nuevos repartos en otra forma, es
decir, el paso de territorios de un ‘amo’ a otro, y no del paso de un territorio
sin amo a un ‘dueño’ (Lenin, 1966: 67).

Siquiera en las contiendas propias de la reconfiguración de las relaciones


interestatales luego de la segunda guerra (las contiendas propias de llamado
“mundo bipolar”), lo importante no estuvo en el reparto de tierras, sino en
lograr imponer, bajo el fuego de las armas de ser necesario, una determinada
modalidad de gobierno, con sus correspondientes razones económicas, políticas,
morales, ideológicas, etc. por sobre otras.
Claro que esto no siempre ha sido así. Resulta necesario discriminar los
elementos y las conexiones entre éstos en relación con la forma que tomaron
los vínculos interestatales en la modernidad según Foucault. Comenzar por la
manera en que éste consideró las relaciones internacionales y la posibilidad de
la guerra en ese contexto, en el campo de la razón de Estado, puede ser un
buen comienzo.
En primer lugar, si la razón de estado tiene por todo fin la preservación del
Estado, esto quiere decir que no habrá ley que esté por encima de sí. Ni siquiera
otros Estados (Foucault, 2007b: 333). De allí que una consecuencia importante
de la aparición de la razón de estado sea un tiempo abierto (pues no se dirige
a ningún tipo de último día, salvación de alguna índole, etc. sino a una suerte
de existencia perpetua) y una espacialidad múltiple (coexistencia relativamente
equilibrada de varios Estados). Respecto de esta última Foucault afirma:
En el transcurso del siglo XVI desaparecen... las viejas formas de universalidad
que se habían propuesto e impuesto en Europa a lo largo de la Edad Media y
prácticamente desde el Imperio Romano y como herencia de éste. El fin del

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 279

Imperio Romano debe situarse exactamente en 1648, es decir, el momento


en que por fin se reconoce que el imperio no es la vocación última de todos
los Estados, no es ya la forma esperada o soñada en la cual los estados se
fundirán algún día (Foucault, 2007b: 333-334).

Esto además implica que si el imperio ya no es la “forma soñada”, la existen-


cia de entidades estatales diferentes, unidades cerradas sobre sí, autónomas,
se dirime ya no por las rivalidades sino por la competencia. Es decir, dispuesta
la guerra, ya no se acude tanto a las lealtades familiares y de territorios con-
quistados sino a un juego estratégico de intereses. Es más, Foucault parece
sugerir que la condición de posibilidad de un Estado es la competencia político-
económica (2007b: 335). La competencia como una rivalidad expresada sobre
otros objetos, con otros instrumentos.
Un punto de fundamental importancia es que con la razón de Estado, con
el pasaje de la rivalidad a la competencia, la noción de fuerza cobra particular
importancia. Las relaciones de fuerza son el principio de inteligibilidad de la
razón política. Y es posible modificar dichas relaciones por medio de la guerra.
La guerra pasa a ser uno de los instrumentos de los estados para mantener el
equilibrio en las relaciones de fuerza. De aquí que Foucault caracterice la paz
pensada y fabricada de este modo como una “escatología frágil”, ya que surge
de la pluralidad de estados en competencia permanente pero que a la vez no
desconocen el principio del equilibrio. Esta paz nace entonces de la no unidad,
de la pluralidad, a diferencia de épocas anteriores en que la paz se conseguía
por medio de la unidad, más precisamente, de la unificación16.
El mecanismo de seguridad de la razón de Estado va a estar organizado des-
de el estado de policía y desde un dispositivo diplomático-militar. En cuanto al
segundo Foucault lo va a relacionar con la idea de una “balanza de Europa” y va
a especificar tres procedimientos que caracterizan a ésta y que aquél permite: a)
la constitución de una diplomacia permite en primer lugar cierta limitación entre
el más fuerte y el resto; b) la constitución de una aristocracia de Estados que

16
Sobre dos pasajes en que Foucault se refiere a la fórmula de Clausewitz (Foucault, 2007b: 348-353).
En principio pareciera que se trata de una lectura diferente de la que articula todo el curso de DS ya que
lo que Foucault quiere destacar en ambos pasajes es la novedad del fundamento político de la guerra. Si
la política es una suerte de racionalidad de los mayores beneficios en un contexto de frágil equilibrio, la
guerra no tendrá otro fin que recomponer el equilibrio perdido, es decir se trata de una razón política
y no jurídica. Si la guerra es la continuación de la política por otros medios es porque la política es quien
desencadena ahora las guerras. Estamos ante una lectura de continuidad entre la razón de Estado y la tesis
de Clausewitz (a diferencia de la lectura hecha dos años antes que marcaba la discontinuidad o inversión
de esta tesis con respecto al discurso de la lucha de razas que entendía a la política como continuación
de la guerra por otros medios). Otro punto de diferencia. Los lugares en los que Foucault hace operar
esta tesis no son los mismos en DS y en STP. Mientras que en el caso de DS estudia los discursos de lo
que podríamos llamar la recomposición intraestatal o societal de las relaciones de fuerza (los igualitaristas
ingleses o los nobles franceses frente a los monárquicos, los nobles frente a la burguesía, etc.) y es en
este contexto en el que la inversión de la fórmula se conecta con un discurso contrarrevolucionario
y con el acceso de la burguesía al estado, en el caso de STP se trata más bien de la articulación de una
racionalidad política particular, la del estado gubernamental y las posibilidades efectivas de que a partir
de tal racionalidad se pueda hacer la guerra a otro u otros estados.

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280 Biopoder y muerte en Michel Foucault

adoptaría la forma de una igualdad de fuerzas (siempre en Europa, estos serían


Inglaterra, Francia, Austria y España) y c) la posibilidad de una coalición entre
los estados más débiles con el fin de hacer frente a los Estados más potentes.
En cuanto al dispositivo de la diplomacia, éste se dio tres instrumentos: a)
la guerra, llegado el caso y para mantener el equilibrio se va a volver necesario
hacer la guerra (a diferencia de la guerra en la Edad Media en que se trataba de
un “comportamiento judicial” pues servía para restituir o imponer derechos,
aquí ya no se tratará, dirá Foucault, de una guerra de derecho sino de una guerra
de Estados); b) el segundo instrumento es el diplomático propiamente dicho
que “tendrá por principio de racionalidad una física de los estados y no un el
derecho de los soberanos” (Foucault, 2007b: 349) y supondrá la organización
consciente de una diplomacia permanente, dedicada de manera continua a la
negociación entre estados; c) el tercer instrumento es el dispositivo militar
permanente. Tendrá las siguientes características: c.1) la constitución de una
carrera de armas; c.2) una estructura armada permanente; c.3) un equipamiento
de fortalezas y transportes; c.4) una reflexión sobre las tácticas, los tipos de
maniobras, los planes de ataque y defensa.
En adelante, dos modalidades de guerra cubrirán, en lo general, el campo
de las acciones bélicas: por un lado y al interior del espacio europeo, las guerras
de equilibrio, el juego suma cero; por otro lado, en la relación de Europa con
lo no-europeo, guerras de conquista, de dominación.
A partir de la crítica de los fisiócratas y de Adam Smith en particular, se van
a gestar los elementos centrales para una crítica al Estado de policía y al nivel
de regulaciones de los procesos económicos al que éste aspiraba. Mientras
que al objetivo ilimitado del Estado de policía (agotar hasta en sus detalles más
finos, más locales, la productividad de los sujetos) la racionalidad económica
de gobierno va a oponer fuertes obstáculos, el ámbito de las relaciones inter-
nacionales va a saltar los límites de Europa.
… la apertura de un mercado mundial va a permitir la apertura de un juego
económico que no sea finito, y por consiguiente que se eviten los efectos
conflictivos de un mercado finito. Pero esta apertura al mundo del juego
económico implica desde luego una diferencia de naturaleza y estatus entre
Europa y el resto del planeta. Es decir que por un lado Europa y los europeos
serán los jugadores y, pues bien, el mundo será la apuesta. El juego está en
Europa, pero la apuesta es el mundo (Foucault, 2007a: 74).

El mundo, como apuesta y en lo que respecta a su espacialidad territorial,


asume así los atributos necesarios para que quede sobre él planteado la po-
sibilidad del comercio, de los intereses económicos en los cálculos guberna-
mentales. Pasa a ser visto así por medio de la grilla de inteligibilidad con que
se calculan los procesos económicos al interior de los territorios estatales. “La
razón liberal es correlativa de la activación del principio imperial no en la forma
del imperio sino del imperialismo, y esto en conexión con la libre competencia
entre individuos y empresas” (Foucault, 2007a: 40).

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Es posible ver cierta línea de continuidad entre estas posiciones foucaul-


tianas respecto de la naciente gubernamentalidad económica con una de las
tres características que Saskia Sassen ve en los procesos económicos actuales
(Sassen, 2007: 74), a saber: la clásica diferenciación centro-periferia ya no pasa
tanto por la diferenciación en los procesos de producción o el lugar que los
países ocupen en la cadena de producción sino en la diferenciación funcional que
atraviesa dichas espacialidades. Existe un carácter estratégico de lo geográfico
que domina tanto en los periodos de paz como de guerra.
En la concepción clásica la lucha por los territorios tenía como característica
central la expansión del reino en todas las direcciones en las que esto era posible.
Así es como Alejandro Magno o el Imperio Romano dominaban un territorio
prácticamente sin discontinuidades respecto de su centro. En el caso de la
concepción moderna el territorio adquiere la particularidad de ser asumido
como un ‘medio’, es decir, algo que es artificial y natural a la vez (Foucault,
2007b: 42), unas condiciones geo-físicas determinadas, pero también una po-
sible disponibilidad de recursos no renovables, una ubicación geo-estratégica,
etc., que lo hacen objeto de guerra. La dominación de EE.UU. del canal de
Panamá (en buena parte del siglo XX), la nacionalización del canal de Suez por
parte de Nasser o los acercamientos de la cuarta flota norteamericana hacia el
promontorio brasileño luego de la confirmación por parte del ex presidente
de Brasil Lula da Silva de la existencia de grandes recursos petroleros, guardan
relación con todo esto. No se trata de anexar territorios cuya extensión indicaría
el grado de poder de un reino –como aún lo podía pensar Felipe II al decir que
en sus tierras nunca se escondía el sol–, sino de las disposiciones de una racio-
nalidad físico-económica articulada a esas antiguas concepciones del territorio.
Es así que ni siquiera las guerras más cercanas a las modalidades clásicas de
confrontación expansionista tienen en realidad ese carácter. Se trata de la lucha,
la guerra y la muerte por un ‘medio’ y no por un territorio. En este sentido
las ‘guerras medio-territoriales’ son un producto necesariamente moderno así
como las muertes que comportan.

Muerte en la ‘gubernamentalidad liberal’


Relacionar la muerte al ejercicio asesino estatal ha sido una de las invariantes
más sostenidas en los estudios de biopolítica. Sin embargo, hemos visto cómo,
a partir de la fórmula ‘le pouvoir laisse tomber la mort’ es posible rastrear una
modalidad de muerte vinculada estrictamente al dominio estatal aunque no
soportada por el ejercicio soberano. Aún así, parecería a todas luces un contra-
sentido vincular una cuarta modalidad de muerte contemporánea a la temática
de la seguridad tal cual fue pensada por Foucault, teniendo en cuenta que es éste
el dispositivo que permite que el registro de lo viviente conecte con el gobierno.
La relación muerte/seguridad en las sociedades actuales se ha configurado
sobre un cambio en la modalidad de sus conexiones respecto del modelo gu-

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282 Biopoder y muerte en Michel Foucault

bernamental anterior. Esto sucede cuando la razón de estado es condicionada y


reformulada por una nueva racionalidad gubernamental, el liberalismo (Foucault,
2007b). En tanto diagramador de las prácticas de gobierno, en la gubernamen-
talidad económica el acto de dar muerte ya no se ejercerá ni como un derecho
soberano ni como necesidad de conservación del Estado manifestada de una
manera extra-jurídica17. El punto de apoyo legal y legítimo del asesinato estatal
sufre una nueva metamorfosis. Por un lado las matanzas vitales propias de los
fenómenos de racismo de Estado, por otro, las muertes ligadas a fenómenos
de valor y utilidad. Al primero ya nos hemos referido más arriba, por vía del
segundo aquello sobre lo cual recae el dispositivo de seguridad es la ‘libertad’:
su necesidad, producción, y protección: “… la nueva razón gubernamental
tiene necesidad de libertad, el nuevo arte gubernamental consume libertad.
Consume libertad: es decir, está obligado a producirla” (Foucault, 2007a: 84).
Es en este marco de cosas en que hay que entender el ejercicio de los dispo-
sitivos de seguridad en las sociedades actuales. Se trata de poder pensar en la
importancia de la seguridad para una ‘era de la libertad’.18
Una modalidad de la muerte por seguridad teniendo al liberalismo como
práctica gubernamental predominante no implica necesariamente –aunque por
otro lado esté casi siempre presente– una referencia a la seguridad del Estado
y del derecho, o a la posibilidad que desde el sistema jurídico, invocando dere-
chos fundamentales, se habiliten ciertas instancias de seguridad y control. Para
Foucault, el problema de la seguridad, si es un problema jurídico, lo es en el
marco de una problemática económico-política. “Las estrategias de seguridad
son el reverso y la condición misma del liberalismo” (Foucault, 2007a: 86). El
liberalismo antes que una ideología (que también lo es) supone una determinada
racionalidad de gobierno que mantiene presente en todo momento la máxi-
ma de que siempre “se puede gobernar demasiado”. Se trata de un principio
de limitación interna a las prácticas gubernamentales. “Se puede gobernar
demasiado” significa que siempre es posible atentar contra ese “sistema de
libertades naturales” que posibilitan el (a la vez que son el efecto del) marco
de desenvolvimiento en las democracias liberales.
No se trata de que el liberalismo necesite de la libertad para funcionar, el
liberalismo “no es lo que acepta la libertad, es lo que se propone fabricarla a
cada momento, suscitarla, producirla con, desde luego, todo el conjunto de

17
Ya nos hemos referido a la muerte en el modelo de soberanía en la primera parte de este trabajo.
En cuanto a las posibilidades de muerte bajo el modelo de la razón de Estado, ver las clases de 29 de
marzo de 1978 del curso Seguridad, territorio, población, particularmente en lo relacionado al problema
de la salvación y la obediencia.
18
Nos apoyamos para la siguiente lectura en la denominada “problemática liberal de la seguridad” tal
como la trabajan Dean (Dean, 2010), Osborne (Burchel et. al., 1991) y Bell (Barry et. al., 1996), aunque
ceñidos de manera particular al problema seguridad/liberalismo en tanto que desde allí el hincapié no
está puesto primordialmente en la relación (dispositivos de) seguridad/biopolítica (con la consiguiente
modalidad de estudio fijada en la extensión de los procesos de control y gestión de la vida a ámbitos
cada vez más diversos), sino en un enfoque de mayor cercanía sobre la tensión vida/muerte tal como se
presenta en el liberalismo en tanto “freno a los imperativos biopolíticos”.

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 283

coacciones, problemas de costo que plantea esa fabricación” (Foucault, 2007a:


85). “La libertad es algo que se fabrica a cada instante”. La libertad no es ni
“dato previo” ni fondo sobre el cual el liberalismo puede funcionar19.
Esta producción de libertad tiene, como toda producción, un costo. Y el
cálculo de ese costo está dado por los dispositivos de seguridad. Por ello es que
la seguridad es el reverso del liberalismo. Lo es en tanto que sin los dispositivos
de seguridad, la producción de libertad, el margen de libertades necesarias
pero también suficientes para su funcionamiento no puede calcularse. De allí
el peligro constante en el liberalismo de una “crisis de gubernamentalidad”
provocada, entre otras cosas, por el “costo económico del ejercicio de las
libertades”.
El liberalismo… implica en su esencia una relación de producción/destrucción
con la libertad. Es preciso por un lado producir la libertad, pero ese mismo
gesto implica que, por otro, se establezcan limitaciones, controles, coerciones,
obligaciones, apoyadas en amenazas, etc. (Foucault, 2007a: 84).

Por ello es que para Dean el liberalismo es “a un nivel, una versión de la


biopolítica; y en otro, lo que existe en un estado de permanente tensión con
los imperativos biopolíticos” (Dean, 2010: 133, trad. propia). A la necesidad
de regulación de los fenómenos vitales, el liberalismo le opone el “no gobernar
demasiado” o al menos no gobernar lo suficiente como para atentar contra
ese individuo que es a la vez blanco y condición de posibilidad del gobierno.
Es importante remarcar aquí que la noción de gobierno se apoya no solamen-
te en los fenómenos de regulación biopolítica sino también en la constitución
de determinadas subjetividades. Esta relación queda claramente expuesta en
el siguiente pasaje de Dean.
El liberalismo contiene siempre la posibilidad de intervenciones no liberales
en la vida de aquellos que no poseen los atributos requeridos para jugar el
juego ciudad–ciudadano. Regularmente expresa además el miedo a que la
ausencia de una autonomía responsable pueda extenderse a sectores cada
vez más amplios de la población (Dean, 2010: 162, trad. propia).

Una responsabilidad madura en el ejercicio de las libertades es el punto de


apoyo de la ‘iliberalidad’ (illiberality) gubernamental, es la condición subjetiva
para aplicar como sujeto de derecho, libre y autónomo. La afirmación de un
sujeto autónomo y responsable de los –en este caso– imperativos liberales de

19
En las últimas clases del curso Seguridad, territorio y población, Foucault se precavía ante una lectura
unilateral de estas posiciones. No es un intento de negar que la libertad haya sido un bastión de lucha y
conquista por sectores sociales que se veían a sí mismo excluidos de ella. Se procura señalar más bien
que, junto a esas visiones jurídico-antropológicas de los derechos del hombre o de los derechos humanos
fundamentales, existió también una racionalidad de gobierno modalizada por un saber particular, el de
la economía política, que apeló a la libertad como el elemento fundamental para la organización de la
versión liberal del gobierno de las poblaciones.

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284 Biopoder y muerte en Michel Foucault

gobierno, no es sino en todo caso el punto sobre el cual se conecta la antigua


lógica pastoral con las modernas prescripciones gubernamentales.
La producción y el consumo masivo de libertades junto a una red continua de
regulaciones biopolíticas y disciplinamientos subjetivos caracterizan la guberna-
mentalidad liberal20. Por esta vía, desde los indigentes a los degenerados, de los
homosexuales a los delincuentes o a los pueblos originarios, de los peligrosos
a los elementos foráneos, el liberalismo ha recurrido de forma sistemática a
una serie de divisiones que pautan los comportamientos legítimos, adecuados
y requeridos por las codificaciones jurídicas de sujeto de derecho.
En este sentido, ¿en qué momento puede presentarse la muerte como, si no
derivada, sí fuertemente relacionada con la operatividad de los dispositivos de
seguridad y control? Precisamente en el momento en el que las libertades que el
liberalismo consume y produce a la vez son puestas en cuestión. En el momento
en que la libertad de circulación, la libertad de empresa, la libertad a trabajar, la
libertad de comercio, de elección de representantes, de lo que se puede consumir,
etc., (en una palabra, buena parte del ‘juego democrático’) son obstaculizadas,
bloqueadas, es entonces que, y por vía de los mecanismos de seguridad en primera
instancia, la muerte se transforma en un hecho latente. ¿Y esto por no respetar a
sujetos de derecho con libertades ‘prescriptas’ en un sistema jurídico? Puede ser,
y de hecho así es presentado. Pero tanto o más relevante para esto es el hecho
de que la obstaculización de dichas libertades representa un serio revés para una
racionalidad política que “en el fondo... debe dar cabida a todo lo que puede ser
la mecánica natural de los comportamientos y la producción... [y] sólo deberá
intervenir cuando vea que algo no pasa como lo quiere la mecánica general de los
comportamientos, de los intercambios, de la vida económica” (Foucault, 2007a:
89). En el liberalismo, la libertad que obstaculiza libertades, que las frena, que im-
pide sencillamente su manifestación, puede ser objeto de intervenciones estatales.
Separándose de la conocida tesis de Barrington Moore (1966) para Foucault
el liberalismo no es necesariamente democrático ni sujeto a derecho (Foucault,
2007a: 363). Desde esta perspectiva podemos encontrar un vínculo entre el
liberalismo y el conjunto de dictaduras latinoamericanas del siglo pasado.
Aunque en un primer nivel podamos ver una confrontación de tipo ideoló-
gica, a poco de andar lo que se muestra es la emergencia de una desregulación
biopolítica y pastoral. Separándose de las codificaciones de la norma, lo que se
presenta son las vicisitudes de un pueblo que, en tanto que tal ‘se niega a ser
población’ (Foucault, 2007b: 64). Las intervenciones militares por su parte, y
en tanto que se tradujeron en la restricción masiva de las libertades que podían

20
Esta vía de análisis de las prácticas de gobierno sumada a la negativa de Foucault de establecer una
noción de libertad (o liberación) que pueda ser coherente con algún orden social ha recibido críticas
tanto de ‘liberales’ como de ‘revolucionarios’, quienes tienen en común un pensamiento sobre la libertad
que esta ligado o a una concepción de sujeto anterior a las relaciones de poder, o a una concepción
de poder represiva del sujeto y de la cual –entonces– habría que liberarse. Para una descripción del
debate sobre la libertad en las concepciones políticas contemporáneas así como en los estudios sobre
la gubernamentalidad ver Prozorov (2007), específicamente el primer capítulo.

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 285

atentar contra el sistema productivo “natural”, podrían ser pensadas como


casos de “gubernamentalidad autoritaria” y ubicadas en el campo general de
las inflexiones posibles del liberalismo, no fuera de éste. El hecho de que los
modelos societales post-dictadura compartan el paisaje del retorno del dispo-
sitivo de normalización/gubernamentalidad liberal (acoplamiento de técnicas
necesarias para la constitución de las modernas democracias liberales) muestra
claramente la conexión entre ambas modalidades del ejercicio político.
Con todo esto no queremos decir que en el liberalismo la muerte, en tanto
que posible respuesta a una restricción de las libertades naturales, aparece de
la mano de los dispositivos de seguridad. No al menos de manera directa. El
carácter co-constitutivo de la grilla seguridad-población-gobierno nos remite
al nivel de operatividad más relevante de los dispositivos de seguridad, el que
permite vincular las nociones clásicas de ciudad (como situada en un medio y no
en un territorio), de sociedad (como lo no-político), con una particular gestión
de los procesos vitales y de gobierno. Hemos intentado sí llamar la atención
sobre un fenómeno cuya recurrencia (y aquí entran las muertes que se dan en
los procesos de luchas, en los instantes de protesta, de rebelión ante los aparatos
coercitivos de los estados, etc. pero también los fenómenos de ‘exportación
de la democracia’ vividos en Afganistán, en Irak y posiblemente en Libia) nos
permite pensar en una diferente modalidad de la muerte bajo el predominio
de una gubernamentalidad liberal. Lo específico de este acercamiento es que el
vínculo entre muerte y seguridad, antes que aparecer por el lado de la ruptura
de la ley o la “paradoja del soberano” puede ser pensado también por el lado
de la necesidad de la libertad, de su utilidad y su valor.

Conclusión
En una conferencia sobre racionalidad política dada en el mes de octubre de
1979 en la Universidad de Stanford y al momento de especificar lo que diferencia
las relaciones de poder de otras relaciones entre las personas, Foucault afirmaba:
El rasgo distintivo del poder es que algunos hombres pueden más o menos
íntegramente determinar la conducta de otros hombres –aunque nunca de
manera exhaustiva o coercitiva–. Un hombre encadenado y golpeado se
somete a la fuerza que se ejerce sobre él. No al poder. Pero si se puede
conducirlo a hablar, cuando su último recurso hubiera podido ser callarse,
prefiriendo la muerte, sucede entonces que lo han llevado a comportarse
de determinada manera. Su libertad ha sido sujetada por el poder. Ha sido
sometido al gobierno. Si un individuo puede permanecer libre, por limitada
que pueda ser su libertad, el poder puede someterlo al gobierno. No existe
poder sin negación o revuelta en potencia (Foucault, 1996: 204).

Causar la muerte parece representar el punto final de una relación de poder


puesto que, al disolverse uno de los términos de dicha relación, la misma se

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286 Biopoder y muerte en Michel Foucault

extingue. Por esto, pensar la muerte como un elemento motor de las relaciones
de poder parece ser, en un principio, un contrasentido. La muerte no parece
ser útil para ‘conducir conductas’, a través de ella no es posible lograr el gobier-
no del individuo. En contraposición, la muerte parece causar la imposibilidad
absoluta de gobernar, representa el momento de clausura del gobierno como
ejercicio de poder. Entonces, ¿por cuáles razones una racionalidad guberna-
mental que toma a cargo la vida de los sujetos podría dejarlos morir o incluso,
en un extremo, llegar a matarlos?
Dentro del mecanismo de la soberanía es claro que la muerte garantiza
la seguridad del soberano, pero en lo que al biopoder se refiere existen dos
posibilidades. La primera, en la que la muerte se deja acaecer (no se mata
directamente, pero se deja morir),21 la muerte cumple una función reguladora
con respecto a la vida. Regula la extensión de la misma, su duración, su poten-
cialidad, de acuerdo con ciertos parámetros (lo que es considerado natural, lo
normal, lo que no es inhumano para una época determinada). Entonces nos
encontramos con sociedades como la nuestra, en la que la muerte es algo co-
mún, acontece en todos lados, a través de la pobreza, de la desnutrición, de la
falta de acceso al sistema de salud, por accidentes de todo tipo (laborales, en
medios de transporte, etc.); sin embargo, al mismo tiempo podemos reconocer
abiertamente que vivimos en un Estado liberal de derechos ubicado a buena
distancia de lo que representaría un Estado racista asesino.
Ahora bien, cuando la seguridad biológica de la población se convierte en la
preocupación mayor, sobre todo frente a un peligro interior -incluso crónico,
endémico-, entonces la brutalidad de la muerte puede surgir de la mano de
los funcionarios del Estado y de los mismos habitantes. Se vuelve necesario
acabar con los elementos degenerados para poder vivir, restituyéndose, de esta
manera, la lógica del racismo biologicista del siglo XX. La función de muerte (el
gesto soberano de la espada) surge en el marco de una tecnología de biopoder
siempre que la lógica del racismo encuentre una cuña para instalarse.
Pero sucede que la manifestación de la muerte en el biopoder no se ha
agotado en la modalidad del asesinato, ni éste ha adquirido en todos los casos
el rostro del racismo de Estado. La muerte, como una realidad de masas en
el siglo XX, también ha estado relacionada -por caso- con esos fenómenos de
desconexión en los cuales una parte variable de las poblaciones no alcanza a
acoplarse a las técnicas de gerenciamiento que posibilitan, a la vez que controlan
y regulan, sus vidas. De manera similar, buena parte de las muertes ligadas a los
fenómenos políticos en sentido clásico están indudablemente más relacionadas
con la paradoja que existe en la gubernamentalidad liberal entre producción y
destrucción de la libertad que con el racismo de Estado.

21
Algunos podrán señalar que esto no es más que una forma de asesinato indirecto, entonces es bueno
aclarar que, si bien esta afirmación no carece de verdad, la preocupación que tenemos en este trabajo
es la de determinar las formas de la muerte y su funcionalidad con respecto a las modalidades que asume
en la actualidad el biopoder.

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Guillermo Vega y Aldo Avellaneda 287

Hemos intentado desplegar un pensamiento sobre las modalidades de muer-


te que, apoyado en la articulación de los elementos presentes en el programa
de investigación gubernamentalidad/biopoder, pudiera permitirnos proponer
algunas consideraciones en torno a la relación muerte/política en la modernidad.
El grado de alcance de tales consideraciones, las formas en las que se arti-
culan con la concepción más general de Foucault sobre el poder, o su vitalidad
y potencia para leer otros fenómenos políticos contemporáneos, merecerán
sin duda otras apuestas.

Bibliografía
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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 289-306. ISSN 1669-8517

Crítica a la vida domesticada:


del plano de la sujeción al
de la subjetivación
Silvana Vignale
Universidad Nacional de Lanús - CONICET

Resumen
El siguiente trabajo señala el estudio de la biopolítica como un acontecimiento en
el pensamiento filosófico político en los siglos XX y XXI. A partir del concepto de
“vida”, indicaremos un posible paso teórico de la biopolítica a una “biopolítica mino-
ritaria”. La vida puede inscribirse tanto en el plano donde se lleva a cabo la sujeción
a aparatos biopolíticos, como en el campo ético de las subjetivaciones. Deleuze y
Foucault nos devuelven la pregunta por una micropolítica ante el biopoder, cuyo
anclaje en relación con la  subjetividad se nos revela como una ética, como acto
creador y de resistencia.

Palabras claves
vida – poder – biopolítica minoritaria – resistencia – subjetivación

Abstract
The following work reports the study of biopolitics as an event in the political-
philosophical thought in the XX and XXI centuries. Using the concept of “life “, we
will indicate a possible theoretical step from biopolitics to a “minority biopolitics”.
Life can be registered in the level of submission to biopolitical devices, as well as in
the ethical field of subjectivations. Deleuze and Foucault return us the question for
micropolitics facing biopower, whose anchor in relation to subjectivity is revealed
as an ethic, as an act of creativity and resistance.

Key words
life – power – biopolitics minority – resistance – subjectivity

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290 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

1. La biopolítica como acontecimiento en el


pensamiento: el umbral de la modernidad biológica
Si bien Foucault no acuñó el término biopolítica1, sí planteó el concepto en
el ámbito de la filosofía política en el pensamiento contemporáneo. Así, pode-
mos afirmar que los estudios de biopolítica surgen a partir de las reflexiones
foucaultianas acerca de un nuevo tipo de poder que surgió desde el siglo XVII
que tuvo como objetivo el tomar la vida a su cargo para aumentar sus fuerzas.
El individuo moderno es fruto de las técnicas de sujeción y normalización,
que tienen como punto de aplicación primordial el cuerpo. Pero también, la
población se vuelve objeto del biopoder, y comienza a funcionar no sólo con
dispositivos disciplinarios, sino también reguladores. En La voluntad del saber
Foucault señalaba:
Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un
animal viviente y además capaz de una existencia política; el hombre moderno
es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente
(Foucault, 2009: 135).

De esta manera es que Foucault trazó por primera vez la ecuación entre
modernidad y biopoder, en la medida en que cuerpo y vida se tornan materia
política. Uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX, señala Foucault,
es la consideración de la vida por parte del poder, un ejercicio de poder sobre
el hombre en cuanto ser viviente, “una especie de estatización de lo biológico”
(Foucault, 2009:217). En La voluntad del saber ya había dicho:
Pero lo que se podría llamar «umbral de modernidad biológica» de una sociedad
se sitúa en el momento en que la especie entra como apuesta del juego en
sus propias estrategias políticas (Foucault, 2009: 135).

Es decir que este umbral de la modernidad biológica se sitúa en el instante


en que los cuerpos individuales ya no pertenecen a los individuos concretos sino
que pasan a ser una cuestión pública, pasibles de ser determinados y ordenados
por el Estado. Desde este punto de vista, el sujeto, que nunca fue concebido por
Foucault como una sustancia, sino como una construcción, es producto de una
sujeción a los aparatos biopolíticos. Pero el ser viviente, objeto de tecnologías
y normalización e individuación, es también aquello que amenaza y resiste a los
mismos dispositivos de sujeción, mediante una resistencia a las producciones
normativas de subjetividad y comunidad. Deleuze dirá, como veremos más
adelante, que Foucault se había encerrado en las relaciones de poder, y que

1
Fue el sueco Rudolph Kjellen, en los inicios del siglo XX, quien también acuñó el término de “geopo-
lítica”. Hay al menos dos momentos más en que se resignificó el término. Cfr. Espósito, 2006: 27-41.
Pese a ello, fue Foucault quien dio un giro renovado a partir de la genealogía nietzscheana.

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Silvana Vignale 291

es esta la razón por la cual busca en sus estudios sobre las técnicas de sí en
la Antigüedad Clásica una salida al problema de la sujeción, y abandona –por
el momento, aunque la muerte lo encuentre y ya nunca más los retome- sus
trabajos en torno de la biopolítica.
Los estudios sobre biopolítica han continuado un camino que Foucault
emprendió: el de usar el método genealógico para deconstruir los fundamentos
filosóficos-jurídicos que se encuentran en la base de la estatalidad moderna y
de la idea de soberanía. Se trata de analizar un fenómeno de dos caras, “en el
que la vida y la política se imbrican en un vínculo imposible de interpretar sin un
nuevo lenguaje conceptual” (Espósito, 2006: 15); es la creciente superposición
entre el ámbito de la política, o del derecho, y el de la vida. En este sentido,
la biopolítica tiene por objeto de estudio un intersticio, un cruce, una frontera
entre vida y política. Y lo que se pone en juego es la índole de la relación entre
ambas. Hoy, autores como Giorgio Agamben, Roberto Espósito, Michel Hardt,
Toni Negri, problematizan los alcances de la biopolítica, sus consecuencias y los
posibles modos de una resistencia a la dominación de sus aparatos. El objetivo
es desenmascarar la lógica de los dispositivos del biopoder asociados a un
determinado humanismo, que espera que el Estado sirva “al bien de la huma-
nidad”, lo cual permite que en nombre de la seguridad, se mate o se despoje
a las personas de sus derechos. Se trata de la vida a toda costa, incluso hasta
negar las subjetividades. Foucault lo había definido con el lema “hacer vivir y
dejar morir” (Foucault, 2010: 218).
Uno de los referentes en este campo de estudio es el filósofo italiano Gior-
gio Agamben, que recurre a cierto giro genealógico para destacar el pasaje de
la vida humana a la “mera” vida, a la vida eliminable o descartable, sustraída
de connotaciones jurídicas y políticas, labor que realiza a partir de la figura
del homo sacer y del análisis de los mecanismos biopolíticos en los campos de
exterminio. De este modo, el humano es despojado de su humanidad, es utili-
zable y eliminable según las necesidades políticas del Estado. Para Agamben, la
biopolítica se inserta en la lógica de la soberanía misma, en la cual el derecho
incluye la vida suspendida, mediante la exclusión o excepción, en cuanto a la
pérdida de garantías ante la supresión del orden jurídico bajo el paradigma de
la seguridad2.
Por su parte, Roberto Espósito continúa interrogando aquello que Foucault
ya formulaba: ¿qué hace que la política de la vida termine por acercarse inexo-
rablemente a su opuesto? La biopolítica se nos muestra entonces no sólo
como el poder sobre la vida, sino también sobre la muerte, su contraparte
es la tanatopolítica, la administración de la muerte de los otros, sin tener en

2
Un importante aporte como ejemplo de esto último constituye el trabajo de Esther Díaz, titulado Las
grietas del control; vida, vigilancia y caos, en el cual desarrolla en su primera parte un paralelismo entre
villas miseria y countries desde un punto de vista “urbano” de la biopolítica, mostrando los dispositivos de
vigilancia y control y aplicando a nuestro contexto y actualidad los conceptos de “estado de excepción”,
“inmunidad” y “homo sacer”. Cfr. Díaz, 2010.

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292 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

cuenta su voluntad y su subjetividad. Según Espósito, la biopolítica revela su


génesis específicamente moderna, en cuanto se la vincula conceptualmente con
la dinámica inmunitaria de protección negativa de la vida, es decir, en cuanto
que la amenaza de muerte es funcional para el establecimiento del orden.
De esta manera la modernidad hace de la autoconservación del individuo el
presupuesto de las restantes categorías políticas, desde la soberanía hasta la
libertad (Espósito, 2006:17-18).
En cuanto a la manera en que estos estudios se apuntan en un ámbito cien-
tífico, se puede seguir a Foucault comprendiendo que las relaciones entre las
nociones de “vida”, “saber” y “política” no deben inscribirse es una “historia
de la verdad”, sino en una historia de los “discursos de verdad”. La labor ge-
nealógica es apropiada para ello, porque:
no es apoyándose en una “ciencia normal” como se puede volver al pasado
y trazar legítimamente su historia, sino más bien reconociendo el proceso
«normalizado» del cual el saber actual no constituye sino un momento y cuyo
futuro es imposible de anticipar, salvo como profecía (Foucault, en: Giorgi y
Rodríguez, 2009: 51).

Esto nos permite pensar que los estudios de biopolítica se constituyen en


un acontecimiento en el pensamiento filosófico político del siglo XX y XXI,
atendiendo a la tarea que nos hereda Georges Canguilhem: la de comprender
la discontinuidad como una práctica en la historia de las ciencias. Al realizar
una historia de los “discursos de verdad”, no queda más que encontrarse con
el modo en que los discursos se rectifican, se corrigen y ejercen sobre sí mis-
mos –dice Foucault– “todo un trabajo de elaboración orientado por la tarea
de «decir la verdad»” (Foucault, en Giorgi y Rodríguez, 2009: 49).
Esta tarea de «decir la verdad» vincula como bisagra los estudios de Michel
Foucault acerca del biopoder a las técnicas de sí en la Antigüedad Clásica,
en cuanto concibe que la labor de la filosofía es la de realizar una “ontología
de nosotros mismos”, como diagnóstico del presente, como interrogación
de nuestra propia actualidad en sentido filosófico, como interrogación de un
“nosotros” del que formamos parte y respecto del cual tenemos que situarnos
(Foucault, 2009b: 39). Esta labor forma parte de la necesidad y urgencia de una
ética de sí mismo como resistencia al poder político, mediante la relación de
sí consigo –señala Foucault– “como tarea urgente, fundamental, políticamente
indispensable” (Foucault, 2001: 246). Es la urgencia de esta tarea la que nos
lleva a pensar en nuestro trabajo una micropolítica o biopolítica minoritaria
como contrapartida a los aparatos biopolíticos3.

3
Si bien hasta aquí hemos usado indistintamente las palabras “biopolítica” y “biopoder”, cabe pensar
en la distinción que introduce Espósito, a modo de colaborar en ese nuevo bagaje conceptual necesario
para comprender los fenómenos de nuestra época, entre “biopolítica” y “biopoder”. Entendiendo por
el primero una política en nombre de la vida y por el segundo, una vida sometida al mando de la política.
Cfr. Espósito, 2006: 26.

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Silvana Vignale 293

2. En torno a la noción de vida y su relación con el poder


Tomaremos ahora algunas de las conceptualizaciones en torno a la noción
de “vida”, en autores que hoy problematizan su alcance, siempre en diálogo
con Foucault.
Giorgio Agamben, al comienzo de su Homo sacer, explica que los griegos
no disponían de un único término para expresar lo que nosotros entendemos
por la palabra “vida”.
Se servían de dos términos, semántica y morfológicamente distintos, aunque
reconducibles a un étimo común: zóê, que expresaba el simple hecho de vivir,
común a todos los seres vivos (animales, hombres o dioses) y bíos, que indicaba
la forma o manera de vivir propia de un individuo o grupo (Agamben, 1998: 9).

El bíos, por lo tanto, hace referencia, en contraste con la zóê, a una vida
cualificada, a un modo de vida particular. Para los griegos, la vida natural no era
del orden de la polis. El término “político” en la famosa definición aristotélica
de politikon zoon no es un atributo del viviente, sino la diferencia específica
con el resto de los vivientes. Para Aristóteles la política se ocupaba del vivir
bien, y no del mero hecho de vivir, por lo tanto la pregunta por el vivir bien se
formula a partir del bíos.
Para Agamben es importante remarcar la diferencia entre bíos y zóê, porque
le permite destacar la inflexión que se produce en la modernidad cuando la cons-
trucción del sujeto político pasa a incluir la vida natural en la organización de la
sociedad, recuperando la concepción foucaulteana que señala que la biopolítica
es la inclusión de la vida natural en los mecanismos y cálculos del poder estatal
en los umbrales de la vida moderna. En este sentido Agamben sigue a Foucault
en cuanto señala que esa “vida” de la que se hace cargo la nueva forma de poder
que surge en oposición a la soberanía, es la vida natural, el individuo tomado en
cuanto “simple cuerpo viviente” que se vuelve objetivo de sus estrategias políticas,
lo que tiene como resultado una suerte de animalización del hombre (aunque,
como veremos enseguida, Foucault no se queda sólo en el plano de la zóê).
Cuando la totalidad de la vida queda encerrada en la esfera del Estado y de
sus políticas, las vidas son sometidas a una instancia superior que determina
el sentido de su existencia, hasta volverlas un desecho sin significación; es la
reducción del sujeto a la instrumentalidad de ese poder que lo convierte en
nuda vida. Y esto a raíz de que la nuda vida en la esfera política constituye el
núcleo originario del poder soberano (Agamben, 1998: 15-16). Aquí entra la
figura del homo sacer como un hallazgo que hace pensable el mecanismo que
constituye el poder soberano como fuente de exterminio sin contradecir al
propio derecho4. La tesis de Agamben es que el Estado moderno se vuelve

4
El homo sacer es un figura del derecho romano arcaico, en que la vida humana se incluye en el orden
jurídico únicamente bajo la forma de su exclusión (bajo la posibilidad absoluta de que cualquiera le mate

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294 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

“garante de la vida” al tiempo que se convierte en su más legítimo aniquilador.


Ejemplos de esto no nos faltan: desde el marco en el que se desarrolló el ho-
locausto en Europa, hasta la campaña del desierto de Julio Argentino Roca, o
los treinta mil desaparecidos en la última dictadura militar argentina5.
La violencia soberana, según Agamben, no se funda en un pacto, sino en
la inclusión exclusiva de la nuda vida en el Estado. Ello es posible porque en
la constitución de la soberanía moderna hay un acto fundacional que hace del
soberano aquél que siendo la ley, se pone fuera de ella, eso es lo que se deno-
mina “estado de excepción”:
No es la excepción la que se sustrae a la regla –dice–, sino que es la regla la
que, suspendiéndose, da lugar a la excepción, y sólo de este modo se constituye
como regla, manteniéndose en relación con aquella (Agamben, 1998: 31).

Agamben llama “excepción” entonces a esta forma extrema de relación que


sólo incluye algo a través de su exclusión. El ejemplo paradigmático es el del
campo de concentración en la Alemania nazi6.
Pero podemos encontrar ejemplos más cercanos, en la medida en que
comprendemos que la excepción “es –dice Agamben– lo que no puede ser
incluido en el total al que pertenece y que no puede pertenecer al conjunto en
el que está ya siempre incluida” (Agamben, 1998: 39).
Dejando un poco de lado la reflexión de Agamben, nos encontramos con
otro de los filósofos italianos que trabajan la biopolítica, Roberto Espósito, que
de manera similar a Agamben, señala que de nada sirve recurrir a la semántica
para pensar una política orientada hacia el bíos, cuando en realidad se trata de
su retirada (Espósito, 2006: 25). La biopolítica remite a la zóê, la vida en su
simple mantenimiento biológico. Espósito contribuye a la conceptualización
de las relaciones entre la noción de “vida” y la de “poder” desde otra noción:
la de “inmunidad”. La misma surge a partir de una crítica a Foucault. Según
Espósito, hay en el trabajo foucaultiano una tensión irresuelta entre vida y po-
der, en cuanto que la relación entre ambas puede presentarse como la de “un

sin ser responsable jurídico ni penable por dicha acción aniquiladora). Esta figura le permite a Agamben
establecer un hilo conductor que atraviesa la historia de Occidente, recuperando en nuestros días la
presencia del homo sacer como el puro sujeto de la exclusión, que paradójicamente, funda la posibilidad
de la ciudad de los hombres.
5
Acerca de esta paradoja en la biopolítica que conlleva la tanatopolítica, Roberto Espósito da unos cuantos
ejemplos en la introducción de Bíos. Biopolítica y filosofía, entre ellos, el del bombardeo “humanitario”
a Afganistán en 2001, luego de los ataques terroristas del 11 de setiembre. Sobre el territorio de Afga-
nistán, al mismo tiempo que lanzaban sus bombas los soldados norteamericanos, se arrojaban también
víveres y alimentos. El oxímoron del bombardeo humanitario reside en la manifiesta superposición entre
declarada defensa de la vida y efectiva producción de muerte.
6
La Alemania nazi siguió rigiéndose por sus normas jurídicas mientras desplegaba su política de exter-
minio, que quedaba al margen de la ley, sin contradecir el orden jurídico, porque justamente a quienes
se aniquilaba no eran sujetos de ley sino objetos de aniquilación. En el caso argentino, tampoco hay
una contradicción del orden jurídico, en la medida en que había una red clandestina de campos de
concentración. Los desaparecidos, en este sentido, son vidas humanas despojadas del ámbito jurídico,
y convertidas en nuda vida.

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Silvana Vignale 295

poder de la vida” o la de “un poder sobre la vida”. La categoría de “inmunidad”


serviría para llenar el vacío semántico que deja Foucault, en la medida que se
inscribe en el cruce de la esfera de la vida y la del derecho. Vida y poder, en
lugar de quedar sometidos entre sí, resultan con la noción de “inmunidad”
constituyentes de una unidad inescindible: no existe un poder exterior a la vida,
así como la vida nunca produce fuera de su relación con el poder. “De acuerdo
con esta perspectiva, la política no es sino la posibilidad, o el instrumento, para
mantener con vida la vida” (Espósito, 2006: 74).
El paradigma de la inmunidad, introducido por Espósito, es aquél que mues-
tra una protección negativa de la vida, es el poder de conservación de la vida.
Tal como la práctica médica de la vacunación, la inmunización del cuerpo
político funciona introduciendo dentro de él una mínima cantidad de la misma
sustancia patógena de la cual quiere protegerlo, y así bloquea y contradice su
desarrollo natural (Espósito, 2006: 75).

Espósito ubica en la modernidad este paradigma de la inmunidad7, y de esta


forma, las grandes categorías políticas de la modernidad (soberanía, propiedad y
libertad) pueden explicarse a partir de esta lógica inmunitaria. Tomemos como
ejemplo la soberanía. Ésta corta todo el horizonte de la biopolítica, dando una
respuesta ordenadora al problema moderno de la autoconservación de la vida
(Hobbes es, en este sentido, quien mejor capta esta cuestión, ya que caracterizó
al hombre por el cuerpo, sus necesidades, impulsos y pulsiones). La razón y el
derecho coinciden en el pacto o contrato en la necesidad de conservación de
la vida. Si la vida queda librada a su potencia corre el riesgo de autodestruirse,
es una amenaza para la vida de los otros, de allí su correlato inmunitario de
autoconservación. Salvar la vida requiere de un dispositivo antinómico: para
su conservación se debe renunciar a algo de su potencia expansiva. Aquello en
común que es el peligro que se deriva para la vida de todos debe ser abolido
mediante esa individualización artificial constituida por el dispositivo soberano.
En este sentido, para Espósito, el individualismo moderno tiene una verdadera
función biopolítica con el descubrimiento y consumación de la autonomía del
sujeto: la soberanía moderna cumple con su acometido de protección de la vida8.
Antonio Negri, por otro lado, y con otro tono, transvalora al estilo nietzs-
cheano la amenaza de la biopolítica en un nuevo monstruo de signo positivo.
Así, señala un monstruo biopolítico como “alternativa ontológica contra la
pretensión eugenésica del poder” (Negri en: Giorgio y Rodríguez, 2009: 107),
es decir contra todo efecto de poder que quiere incidir sobre la vida y crear la
vida, y crear al que manda sobre la vida. En este esquema, los que no mandan,

7
Espósito explica la conexión estructural entre modernidad e inmunización, lo cual explica a la biopolítica
como un poder moderno. Aunque la política se haya preocupado siempre por defender la vida, y las
civilizaciones por su propia inmunización, sólo la civilización moderna fue constituida en su más íntima
esencia por dicha necesidad. Respecto de la relación inmunidad-modernidad, cfr. Espósito, 2006: 84-88.
8
Para el tratamiento de las categorías de propiedad y libertad, cfr. Espósito (2006:101-123).

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296 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

alteridad o diferencia, son descalificados como “monstruos”. Se trata de la


fuerza de trabajo dentro del capital, la ciudadanía dentro del Estado, el esclavo
dentro de la familia. La transvaloración reside en mostrar que cuando se busca
identificar el pasado como mal, se encuentra en cambio con algo que tiene la
capacidad de abrirse violentamente al futuro. El monstruo como positividad,
potencia de quiebre de lazos jerárquicos.
Desde su perspectiva, Negri señala la necesidad de combatir el concepto
de nuda vida agambeniano, en la medida en que es depotenciador para una tal
transvaloración:
qué cosa puede significar «vida desnuda» cuando lo que nos interesa es
reconocer dónde se pueden apoyar nuestros cuerpos para lanzar no sólo
la resistencia sino también el ataque, no sólo la fuerza de oposición sino la
potencia de transformación (Negri, en Giorgio y Rodríguez, 2009: 120).

Es importante destacar que Negri no niega la desnudez impuesta por la


ideología y violencia del poder, sino que señala la confusión agambeniana de estas
experiencias, entre hombre y desnudez, que sustrae la potencia de la vida como
resistencia. Negri sostiene que cuando se reivindica en la desnudez la cualidad
humana, se trata de una suerte de reivindicación isunaturalista de la inocencia
del hombre, de su impotencia (en referencia a la figura del “musulmán”).
Asumir la desnudez como representación de la vida significa identificar la natu-
raleza del sujeto y la del poder que lo deja desnudo, y confundir con esta des-
nudez todas las potencias de la vida (Negri, en Giorgio y Rodríguez, 2009: 122).

Es la afirmación eugenésica del ser, en contra de la potencia como monstruo.

3. Hacia una biopolítica minoritaria como resistencia


Aunque está claro que la búsqueda de Agamben, Espósito o Negri es una
búsqueda política, en la medida en que pretenden movilizar la crítica para
impedir que las estructuras de la dominación se conviertan en dueñas de una
tradición del exterminio, nos preguntamos si la resistencia a estas estructuras
de dominación y a las fuerzas poderosas de la globalización puede pasar por
una micropolítica o biopolítica minoritaria, como una política posible ante el
biopoder9. No se trata de un ejército para enfrentar al biopoder, sino de estar
atentos a espacios menores, a las fisuras, al quiebre que haga posible que los
9
Acerca de la noción de “minoritario”, la misma es tomada del corpus de Deleuze y Guattari. “Minoritario”
o “menor” no es ni se refiere a una cantidad, como tampoco a una minoría. Sino que se opone a “mayori-
tario” o “mayor” en tanto que éstos suponen siempre un estado de dominación. Deleuze y Guattari hablan
de un devenir minoritario como un asunto político, en la medida en que se recurre a una micropolítica
activa. Es una resistencia surgida del acontecimiento. La noción también se dirige contra la binarización
(bien-mal, frío-calor) para situarse en las multiplicidades. Cfr. Deleuze G. y F. Guattari, 2006: 291-292.

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Silvana Vignale 297

sujetos sean no sólo el producto de la sujeción a aquellos aparatos, sino la


efectiva resistencia mediante la subjetivación. Como señalan Giorgi y Rodríguez:
la vida es un campo de batalla donde las estrategias simultáneas de sujeción,
desobjetivación e individualización propias de las tecnologías biopolíticas
están en tensión con gestos de desidentificación de los propios sujetos que,
a distancia de la normalización, buscan inventar nuevas posibilidades de vida
(Giorgi y Rodríguez, 2009: 31-32).

Anticipándose, Nietzsche expresa esta tensión. En su formulación de la


voluntad de poder ya había señalado el agotamiento de las categorías políticas
modernas, en su rol de mediación ordenadora entre poder y vida:
Estado se llama al más frío de los monstruos fríos. Es frío incluso cuando
miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, El Estado, soy el
pueblo” (Nietzsche, 1998: 86).

La vida es concebida por Nietzsche como voluntad de poder, lo cual no


señala una lucha por la vida, sino una lucha por el poder, la vida no conoce
modos de ser distintos a la de una continua potenciación. Así, es una constante
imposición de formas.
Algo vivo quiere –dice Nietzsche–, antes que nada, dar libre curso a su fuerza
–la vida misma es voluntad de poder–: la autoconservación es tan sólo una de
las consecuencias indirectas y más frecuentes de esto (Nietzsche, 1997: 34).

La vida se quiere a sí misma, quiere acrecentar sus fuerzas. En este sentido,


vida y poder se relacionan constitutivamente, de tal modo que el único fin de
esa dimensión constitutiva es la de expandir la vida. La moral, en el pensa-
miento nietzscheano, se constituye de esta manera en aquello que sirve para
domesticar la vida a través de la creación de instituciones, y de esta forma
la depotencian. Todas estas consideraciones nietzscheanas, inclusive aquellas
que van contra la idea de “individuo” a partir de la centralidad del cuerpo
como multiplicidad de fuerzas en tensión, o el método genealógico anticipan
el recorrido biopolítico de Foucault.
Espósito señala que el cometido de la filosofía hoy no es tanto pensar la vida
en función de la política, sino por el contrario, pensar la política en la forma
misma de la vida:
consistiría en referirse a la biopolítica no desde fuera –en la modalidad de la
aceptación o en la del rechazo–, sino desde su interior. Abrirla hasta hacer
surgir algo que hasta hoy permaneció vedado a la mirada porque lo atenazaba
su contrario (Espósito, 2006: 22).

Pero por otro lado considera que la complejidad de la perspectiva de Foucault


es en parte por la pregunta ¿cuál es el efecto de la biopolítica, qué resultado

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298 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

genera, si es un mecanismo productivo, productivo de qué? En este sentido,


reflexiona que la pregunta abre en Foucault dos posibles respuestas, con dos
nociones implicadas, la de subjetivación y la de muerte. Ambas constituyen res-
pecto de la vida más que dos posibilidades:
O la biopolítica produce subjetividad –dice–, o produce muerte. O torna
sujeto a su propio objeto, o lo objetiviza definitivamente. O es política de la
vida, o sobre la vida (Espósito, 2006: 53).

Espósito se inclina por hablar de una cierta “indecisión” de Foucault al res-


pecto. Agamben también señala dos líneas de investigación disidentes en los
últimos años de Foucault. Por un lado, las técnicas políticas vinculadas a cómo el
Estado asume e integra el cuidado de la vida natural de los individuos. Por otro,
las tecnologías del yo, mediante las que se efectúa el proceso de subjetivación
que lleva al individuo a vincularse a la propia identidad y a la propia conciencia,
y, al mismo tiempo, a un poder de control exterior (Agamben, 1998: 14).

El punto de convergencia de estas dos líneas, aunque parezca implícito,


según Agamben,
sigue siendo un punto ciego en el campo visual que el ojo del investigador
no puede percibir, o algo similar a un punto de fuga que se aleja al infinito,
hacia el que convergen, sin poder alcanzarlo nunca, las diversas líneas de las
perspectiva de su investigación (Agamben, 1998: 15).

Si bien es cierto que en materia de biopolítica Foucault sienta con sus trabajos
sobre el biopoder los precedentes para que luego Agamben, Espósito, Negri
y otros autores prosigan su labor, nos interesa en este trabajo destacar como
aportes a la discusión, los últimos trabajos de Foucault ligados a una estética
de la existencia, y en este sentido, inclinando la balanza, a modo de hipótesis,
a la respuesta de Foucault de una biopolítica productora de subjetividades.
Pensar la subjetivación en lugar de la sujeción, puede ser aquello que Es-
pósito mencionaba como lo que la mirada vedaba: que la vida es potencia de
expansión de sí misma, que busca los intersticios para escapar a la dominación
y a la muerte, y que esto debe ser pensado desde el interior de un fenómeno
que vincula política y vida. ¿Puede pensarse la vida como un lugar de resistencia
posible? Para esto pueden servirnos las miradas de Deleuze y Foucault. En ellas,
se encuentra la idea de que en el poder mismo se localizan las resistencias a los
aparatos de dominación; esa línea de fractura es la vida misma. La vida como
resistencia al poder10.

10
Roberto Espósito, en su libro Tercera persona; política de la vida y filosofía de lo impersonal ( 2009), coloca
a Foucault y a Deleuze como aquellos filósofos que salieron de las filosofías de la primera y segunda
persona (del “yo”, el “tú” y su mutua referencialidad), el primero a partir de su noción de “afuera” y
el segundo por su concepto de “acontecimiento”. Ambos participan de lo que llama una “filosofía de

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Respecto del término “resistencia” del que nos valemos aquí, suele tener
connotaciones poco interesantes: “resistir” como “aguantar”, asociado a una
“militancia triste”11. Si nos atenemos a este primer sentido, no encontramos
en él lugar para la creación, para que de esa resistencia surja algo diferente. En
cambio, si nos remontamos a su propia etimología, encontramos que la palabra
resistencia proviene del latín, resistentia, cuyo verbo es resistere (que alude a
mantenerse firme, persistir, oponerse reiteradamente sin perder el puesto). Y
está compuesto de re- (reiteración o vuelta atrás) y el verbo sistere (que da idea
de establecer, tomar posición, asegurar un sitio). Este verbo se formó a partir
del verbo stare (estar de pie) por un viejo procedimiento indoeuropeo, que
serviría para intensificar el significado de esta raíz (de allí sus derivados: existir,
insistir, desistir, consistir, asistir, persistir). A partir de este étimo que nos conduce
a una manera de estar de pie, podemos aventurar una definición que pueble
mejor el campo semántico del cual nos valemos aquí para la relación entre vida
y política. En este sentido, proponemos pensar la resistencia como un “habitar la
tensión” propia de las fuerzas en una concepción nietzscheana del poder. Habitar
la tensión que implica tanto el sostener una fuerza, como el deseo de que esa
fuerza triunfe. Lo cual hace de la resistencia una tensión dinámica: no siempre se
lucha contra las mismas fuerzas, sino que éstas van cambiando, modificándose.
Esto también implica una actitud sumamente atenta, incluso hasta de “acecho”.
La cuestión de la vida como resistencia se encuentra entre las páginas de
La voluntad de saber, cuando Foucault dice:
Y contra este poder, aún nuevo en el siglo XIX, las fuerzas que resisten se
apoyaron en lo mismo que él invadía –es decir, en la vida del hombre en
cuanto ser viviente–. (…) lo que se reivindica y sirve de objetivo es la vida,
entendida como necesidades fundamentales, esencia concreta del hombre,
realización de las virtualidades, plenitud de lo posible. Poco importa si se
trata o no de una utopía; tenemos ahí un proceso de lucha muy real; la vida
como objeto político fue en cierto modo tomada al pie de la letra y vuelta
contra el sistema que pretendía controlarla”, para reivindicar a continuación
en el texto el derecho “a encontrar lo que uno es y todo lo que uno puede
ser (Foucault, 2009: 137).

Roberto Espósito, a pesar del señalamiento de oscilación de Foucault, rescata


la individualización conceptual que adquiere el concepto de vida en sus estudios,
en su oposición al ámbito del derecho, con un componente de ruptura que se
superpone con las dinámicas del biopoder.

lo impersonal”, que se sitúa fuera del horizonte de la persona, y que no es su negación frontal, sino su
alteración. La figura que en ambos casos adquiere la tercera persona es la vida (la tesis de Espósito es
que el sustancial fracaso de los derechos humanos se produce no a pesar de la afirmación de la ideología
de la persona, sino en razón de esta).
11
“No imagine que es necesario ser triste para ser militante, incluso si la cosa que combate es abominable.
El lazo entre deseo y realidad es lo que tiene fuerza revolucionaria”. Cfr. Foucault (2005:79).

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300 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

Sin pretender forzar la obra foucaultiana en dirección de una biopolítica


afirmativa, pero sin ignorar tampoco su extraordinario impacto conceptual,
esa ambivalencia debe ser reconducida a la inseparabilidad, siempre afirmada
por Foucault, entre ejercicio del poder y resistencia, no sólo en el sentido de
que una responde al otro, sino también, especialmente, en el sentido derivado:
el poder mismo genera la resistencia de aquello sobre lo cual se descarga
(Espósito, 2009: 200-201).

4. Del plano de la sujeción al de la subjetivación


I. Como sabemos, las investigaciones de Foucault estuvieron centradas
siempre alrededor de cómo se constituye el sujeto. En El sujeto y el poder dice
“no es el poder sino el sujeto el tema general de mi investigación” (Foucault en
Wallis, 2001: 422). En la tercera parte de su obra, los procesos de subjetivación
son estudiados a partir de la ética del cuidado de sí mismo. Se trata de hacer
la historia de la subjetividad no a través de la constitución de objetividades
científicas que dan lugar al sujeto viviente, hablante y trabajador –como en las
primeras investigaciones–, o la objetivación del sujeto en lo que llamó “prác-
ticas de escisión” –en su segunda etapa–, sino a través de la puesta en obra y
las transformaciones a que dan lugar en nuestra cultura las “relaciones consigo
mismo” o el gobierno de sí.
Los procesos de subjetivación comienzan por las relaciones de poder, y la
ética del cuidado de sí es una forma de gubernamentalidad. En La hermenéutica
del sujeto señala la cuestión de la gubernamentalidad desde un sentido amplio
del término, y dice:
si se entiende por gubernamentalidad un campo estratégico de relaciones de
poder, en lo que tiene de móviles, transformables, reversibles, creo que la
reflexión sobre esta noción de gubernamentalidad no puede dejar de pasar,
teórica, prácticamente, por el elemento de un sujeto que se definiría por la
relación de sí consigo (Foucault, 2001: 247).

Se trata, en alguna medida, de “una suerte de relación política permanente


entre yo y yo” o “política de sí mismos” (Foucault, 2003: 75). Esta relación de sí
consigo es trabajada genealógicamente por Foucault, y enunciada como una “es-
tética de la existencia”, a partir de sus estudios sobre los modos de subjetivación
vinculados a las prácticas de sí en la Antigüedad Clásica. La expresión “estéticas de
la existencia”, en clara alusión a Nietzsche, sugiere la consideración de la propia
vida como aquella materia sobre la cual se puede trabajar para constituir el sí
mismo como una obra de arte –es decir, una otra cosa de lo que los dispositivos
de poder-saber pueden hacer con sus aparatos de sujeción, mediante sus siste-
mas coercitivos y la fijación de las identidades–. Es así como la noción de “bíos”

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Silvana Vignale 301

reaparece en el tejido conceptual foucaulteano, pero referido ya no a la sujeción


en la que entraba en franca retirada en sus estudios de biopolítica y reducido a la
zóê, sino en el campo ético de las subjetivaciones, en la última etapa de su trabajo.
La idea del bíos como material para una obra de arte estética, es algo que me
fascina. También la idea de que la ética puede ser una estructura muy sólida de
existencia, sin ninguna relación con lo jurídico per se, sin un sistema autoritario,
sin una estructura disciplinaria (Foucault, 2003: 59).

Es en esa relación de sí consigo donde Foucault encuentra un modo de


ejercer resistencia. En La hermenéutica del sujeto se refiere a la necesidad de
constituir en la actualidad una ética del yo como
una tarea urgente, fundamental, políticamente indispensable, si es cierto,
después de todo, que no hay otro punto, primero y último, de resistencia al
poder político que en la relación de sí consigo (Foucault, 2001: 246).

Deleuze observa el largo silencio que ha seguido a La voluntad de saber


como la sensación de que ese libro iba unido a un cierto malentendido “¿no se
ha encerrado en las relaciones de poder?”. Para recordar que según el mismo
Foucault
los centros difusos de poder no existen sin puntos de resistencia en cierto
modo anteriores; el poder no tiene por objetivo la vida, sin revelar, sin suscitar
una vida que le resiste (Deleuze, 2008: 125).

La vida es la potencia del afuera, y ha sido pensada por Foucault siempre


como una muerte múltiple a la manera de Bichat12. Para Deleuze el callejón sin
salida del final de La voluntad de saber no se debe a la manera en que Foucault
piensa el poder, sino que el propio poder nos mete en ese callejón, “tanto en
nuestra vida como en nuestro pensamiento”:
Sólo existiría una salida –dice– si el afuera entrara en un movimiento que lo
arranca al vacío, si en el afuera se produjera un movimiento que lo aparta de
la muerte. Sería como un nuevo eje, distinto a la vez del eje del saber y del eje
del poder (…) ¿Una verdadera afirmación de la vida? (Deleuze, 2008: 127).

Esa nueva dimensión, que aparece con el estudio foucaulteano de la Anti-


güedad Clásica en cuanto a los modos de subjetivación, es el pliegue del afuera,
algo que estaba en su obra, no obstante, desde el principio, según Deleuze13.

12
Xavier Bichat rompe con la concepción clásica de la muerte como instante definitivo o acontecimiento
indivisible, planteando a la muerte a la vez como coextensiva a la vida y como compuesta de una multi-
plicidad de muertes parciales. Crf. Deleuze, 2008: 126. También ver: Espósito, 2009: 35-41. Espósito
desarrolla la concepción de Bichat de la vida como conjunto de funciones que resisten a la muerte.
13
Para ampliar las diversas relaciones de Foucault con el afuera ver Deleuze, 2008: 125-158. Capítulo
“Los pliegues o el adentro del pensamiento”.

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302 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

La relación consigo mismo es la curvatura o el plegamiento del afuera hacia


una “interioridad”. El afuera
no es un límite petrificado, sino una materia cambiante animada de movimientos
peristálticos, de pliegues y plegamientos que constituyen un adentro: no otra
cosa que el afuera, sino exactamente el adentro del afuera (Deleuze, 2008: 128).

El afuera del afuera es la tensión de las fuerzas. El procedimiento es el de


empujar lo exterior hasta el punto de volverlo su contrario.
En este mismo sentido, señala Espósito:
Ese afuera nos parece tan inalcanzable precisamente porque está dentro de
nosotros; somos nosotros mismos mirados desde un punto de vista que no
converge y que aun colisiona con el de la subjetividad personal. La vida, po-
dría decirse, es para Foucault el estrato biológico que nunca coincide con la
subjetividad porque es siempre presa de un proceso, doble y simultáneo, de
sometimiento y subjetivación: el espacio que el poder embiste sin llegar nunca
a ocuparlo en su totalidad, e incluso generando nuevas formas siempre reno-
vadas de resistencia. Desde este lado se bosquejan los contornos aún inciertos
de una biopolítica afirmativa, esto es una biopolítica que, en vez de recortarse
en negativo respecto de los dispositivos del saber/poder moderno, se sitúa
en la línea de tensión que los obstruye y los desplaza (Espósito, 2009: 31-32).

De esta manera, la vida es esa bisagra móvil que posibilita el tránsito de la


sujeción a la subjetivación. Aquello que somos, pero aquello de lo que nunca
podemos apropiarnos. “Yo no estoy en el exterior, encuentro lo otro en mí”
(Deleuze, 2008: 129).
II. El último texto escrito por Deleuze lleva por título: “La inmanencia: una
vida…”. Aquí, la vida es conceptualizada por Deleuze como un acontecimiento,
sustrayéndola de toda fijación a una identidad o individuo, que vive de autodi-
ferenciarse, de cambio y devenir. El hecho de que en el título de este ensayo
post-mortem se mencione la vida como “una vida”, señala la singularidad de lo
viviente en su indefinición, más allá del individuo o la persona. La inmanencia
como una vida no es la inmanencia de la vida, sino que lo inmanente es en sí
mismo una vida. Una vida está en todos lados. Es una vida impersonal (no la
vida del individuo), sin embargo singular, puro acontecimiento liberado de la
subjetividad y la objetividad de lo que pasa, aquello que está entre la vida y la
muerte. Dice Espósito en referencia a este texto que
la vida es la tangente, la línea de fuerza, a lo largo de la cual la inmanencia
se repliega sobre sí misma neutralizando cualquier forma de trascendencia,
cualquier añadido respecto del ser tal de la sustancia viviente. Ella no remite
a un sujeto racional ni a un puro sustrato material (Espósito, 2009: 211).

Deleuze toma como ejemplo un cuento de Dickens que expresa el umbral


entre la vida y la muerte de un villano que es asistido por médicos. Al inclinarse

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Silvana Vignale 303

hacia la vida, el hombre ante los médicos recupera su maldad. Es la vida neutra,
porque sólo el sujeto que la encarnaba en el medio de las cosas la volvía buena
o mala. Es la vida que está entre la vida y la muerte:
la vida de dicha individualidad se borra en beneficio de la vida singular inma-
nente de un hombre que ya no tiene nombre, aunque no se lo confunda con
ningún otro (Deleuze en: Giorgi y Rodríguez, 2009: 38).

En este sentido, la vida es una haecceidad, un modo de individuación, una


singularización, que no es el de una sustancia o sujeto determinados.
El clima, el viento, la estación, la hora, no son de otra naturaleza que las
cosas, los animales o las personas que los pueblan, los siguen, duermen o se
despiertan en ellos (Deleuze y Guattari, 2006: 266).

La individuación de una vida no coincide con la de un sujeto individual. La


vida se inscribe en un plano de inmanencia, en el cual hay tan sólo relaciones
de movimiento y reposo, a diferencia del plan de organización o desarrollo, y
es en este sentido en el que podemos decir que también en Deleuze, la vida
es resistencia. Un plano de organización y desarrollo es estructural y genético
para el desarrollo de las formas y formación de sujetos. Se trata de un plan que
tiene un designio, un proyecto, un llegar a determinada cosa (como un árbol
está dado en el germen en un plan que no está dado o que está oculto). En un
plan de trascendencia como este, “las formas y sus desarrollos, los sujetos y sus
formaciones remiten a un plan que actúa como unidad trascendente o principio
absoluto” (Deleuze y Guattari, 2006: 269). Se parte de un sujeto preexistente,
hipostasiado, inmóvil al que se le atribuye una vida, y se explica mediante un
plan de trascendencia.
Por el contrario, en un plano de inmanencia no hay formas o desarrollos
de formas, ni sujetos y formación de sujetos. Ni estructura ni génesis. Nada se
desarrolla, pero tarde o temprano suceden cosas y forman tal o cual agencia-
miento. Tan sólo relaciones de movimiento y reposo. La vida es lo que deviene,
eso que “pasa” y que moviliza los cuerpos, los saca de sus formas y sus figuras
y los transforma. Hay haecceidades, individuaciones sin sujeto, que constituyen
agenciamientos colectivos. El plano de inmanencia no es principio de organi-
zación, pero sí medio de transporte. Es el cuerpo sin órganos, que se vuelve
una empresa de desubjetivación. En este plan todo cambia, y es percibido al
mismo tiempo que se constituye, por eso la interpretación es sustituida por la
experimentación. Para Deleuze y Guattari, de lo que se trata es de cambiar la
percepción, que ya no estará en la relación entre un sujeto y un objeto, sino
entre las cosas, en el conjunto de su propio entorno, como la presencia de
una haecceidad en otra, el paso de una a la otra, que permite “sólo mirar los
movimientos” (Deleuze y Guattari, 2006: 283).
Ello no significa que para Deleuze el sujeto desaparezca por completo, o sea un
espectador pasivo del acontecimiento que se descarga sobre él. Espósito nos dice:

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304 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

al contrario: la fórmula, repetida varias veces, que invita a cada quien a ser
digno de lo que le sucede, remite a una concepción más compleja, según la
cual, el individuo, por un lado, se identifica con el acontecimiento impersonal,
pero por otro es capaz de hacerle frente, llegando a dirigirlo hacia sí mismo
o, como lo expresa Deleuze “contraefectuarlo” (Espósito, 2009: 205).

De manera análoga, en Foucault el sujeto se constituye mediante su


relación con un poder “exterior” y su relación consigo.
Una vida, por esto, está hecha de virtualidades, acontecimientos, singulari-
dades. Lo virtual no es algo que carece de realidad, sino que siguiendo el plan
que le da su propia realidad, se compromete en un proceso de actualización.
La vida no nombra una sustancia extensa que percibimos, sino una intensidad
virtual, un poder de cambio o de devenir a partir del cual se actualizan mundos
posibles. Gabriel Giorgi y Fermín Rodríguez, en el prólogo que co-escriben
del libro Ensayos sobre biopolítica, hacen referencia a la herencia de Spinoza en
Deleuze, cuando dicen:
La vida no se define por lo que es, sino por lo que puede ser, por el poder de un
cuerpo de afectar y ser afectado, de multiplicar sus conexiones, de crear nuevas
relaciones, de aumentar su capacidad de actuar. Definir un cuerpo a partir del
verbo «ser» supone separarlo de lo que puede y ajustarlo a una imagen o a una
identidad ya determinada (o teleológica) que domina al conjunto en función
de cierto resultado, que opera una codificación en relación a una norma. Y lo
que un cuerpo es capaz de hacer no puede definirse de antemano: depende
de sus encuentros y conexiones con otras líneas de devenir donde lo que se
actualiza es sólo una porción de sus poderes (Giorgi y Rodríguez, 2009: 22).

La sustitución de la categoría de posibilidad por la de virtualidad es porque


Deleuze considera que ésta no traiciona a la de inmanencia. En contra de la
distinción fundacional entre lo posible y lo real, Deleuze asigna a lo virtual el
mismo estatus de la realidad, relacionándolo con lo actual. La vida es siempre
real, en cada una de sus manifestaciones. No hay un momento clave en que
algo deja de ser posible para ser real, porque en cada momento lo real conserva
algo de virtualidad. Lo que en la vida se repite no es lo mismo, sino lo otro, que
hace surgir lo nuevo. Lo nuevo es aquello que siempre está en el orden de lo
virtual. La permanente oscilación entre lo actual y lo virtual es el devenir. La
subjetivación, por su parte, en el pensamiento deleuzeano, se produce me-
diante un devenir acontecimiento; el niño, por ejemplo, deja de ser sujeto para
devenir acontecimiento, en agenciamientos que son inseparables de una hora,
una estación, una atmósfera, un aire, de una vida. La subjetivación tiene que
ver con multiplicidades, con intensidades, más que con la unidad y la extensión
de la estructura de un cuerpo.
Un plan de inmanencia se inscribe en un devenir constante, de diferenciación.
En contraste con Foucault, la vida es siempre una vida, no lo que resiste a la
muerte y se origina en el enfrentamiento con ella, sino lo que la separa de sí

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Silvana Vignale 305

misma desplegándola de un proceso de permanente mutación. Este movimiento


de cambio se inscribe en
una concepción positiva de la diferencia, entendida como un proceso abierto
de permanente diferenciación liberado de su referencia a un fundamento o a
un fin último (Giorgi y Rodríguez, 2009: 20).

Postfacium
Recorrimos algunos puntos centrales de los autores y textos abordados
para este trabajo. Nos preguntábamos al inicio si la vida puede pensarse como
modo de resistencia posible, frente a aquellos mecanismos que la nulifican, o la
borran. En respuesta a ello, afirmamos también la insubordinación de la vida y
su potencia. En cuanto a las relaciones entre vida y política, consideramos que
la distinción entre bíos y zóê puede servir analíticamente para pensar algunas
cuestiones del lado de la lógica del exterminio, inclusive desde el lado jurídico.
Pero no nos sirve para pensar un hombre que es descualificado de su propia
historia, de su existencia biográfica. No podemos de ninguna manera sustraer el
bíos que atraviesa al hombre en cualquiera de los ejemplos más atroces de vida
eliminable. En cualquiera de las modalidades en que el poder produce individuos,
que el poder produce sujeción, no lo hace sólo en la esfera de la zóê –aunque
todos los dispositivos y aparatos se dirijan a ello– sino que también alcanza el bíos
del hombre, bíos que debe manifestar su potencia, en la forma de resistencia,
como un “habitar la tensión” de las fuerzas en cuestión. Quizás en este punto
pueda comprenderse mejor una insubordinación de la vida, una resistencia a lo
que quiere disciplinarla y aplastarla. En este sentido es que Foucault registraba
la vida de los hombres infames, pero también su propia pretensión, la de una
borradura de su propio rostro en la escritura de su pensamiento.
Así como Agamben dice que el concepto de “vida” es un legado testamen-
tario de Foucault y Deleuze, y que por ello debe constituir el tema de una filo-
sofía que viene, Espósito los adscribe a una filosofía impersonal o de la tercera
persona, que destaque a la vida en su singularidad aunque no necesariamente
sea la de un individuo o persona, sino la de un acontecimiento incesante que
deviene. Hacer de nuestra relación con la vida un acontecimiento es ejercer
la resistencia a los mecanismos que pretenden domesticarnos en aras de una
política mayor. “Formar conceptos es una manera de vivir y no de matar la
vida” (Foucault en Giorgi y Rodríguez, 2009: 55), como nos lega Foucault en
el último ensayo que escribió antes de su muerte. Para ello será necesario
comprender que la vida no es aquello que poseemos, que no tiene que ver con
nuestra individualidad, sino que es aquello que nos atraviesa.

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306 Crítica a la vida domesticada: del plano de la sujeción al de la subjetivación

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espacios nueva serie. Estudios de Biopolítica Nº 7 - tomo 2 - 2013: 307-336. ISSN 1669-8517

Biopoder hoy1

Paul Rabinow
Universidad de California

Nikolas Rose
Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres

Resumen
En este artículo emprendemos una precisión conceptual sobre los conceptos de bio-
poder y biopolítica y exponemos su utilidad en el análisis contemporáneo. Tenemos
en cuenta el desarrollo de Foucault acerca de estos conceptos, y diferenciamos su
punto de vista, el cual es cercano al nuestro, de la posición filosófica de los términos de
Giorgio Agamben y Antonio Negri. Sugerimos luego que el biopoder supone uno o
más discursos verdaderos sobre el carácter “vital” de los seres humanos: una serie de
autoridades consideradas competentes como para decir la verdad; estrategias para
la intervención sobre la existencia colectiva en nombre de la vida y la salud; y modos
de sujetificación, a través de los cuales los individuos trabajan en sí mismos en nom-
bre de la vida o la salud, individual o colectiva. Sostenemos que, mientras las formas
excepcionales de biopoder, especialmente en condiciones de dictadura absolutista, y
al combinarse con ciertos recursos técnicos, pueden conducir a una “tanatopolítica”
asesina –una política de muerte–, el biopoder en los estados contemporáneos adquiere
una forma diferente. De modo característico éste supone una relación entre “dejar
morir” (laissez mourir) y “dejar vivir” (faire vivre) o sea, estrategias para gobernar
la vida. Al utilizar ejemplos de nuestra investigación, consideramos los recientes
procesos sobre biopoder en relación a tres temas: raza, población y reproducción,
y medicina genómica.

Palabras clave
biopolítica – biopoder – genómica – población – raza – reproducción

1
Este artículo es una traducción de: Rabinow & Rose (2006) “Biopower today”, BioSocieties (1): 195-
217. Trad. Corina Moscovich.

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308 Biopoder hoy

Abstract
In this article we undertake some conceptual clarification of the concepts of biopower
and biopolitics, and argue for their utility in contemporary analysis. We consider
Foucault’s development of these concepts, and differentiate his view, which is close
to ours, from the philosophical take-up of the terms by Giorgio Agamben and Antonio
Negri. Biopower, we suggest, entails one or more truth discourses about the ‘vital’
character of living human beings; an array of authorities considered competent to
speak that truth; strategies for intervention upon collective existence in the name of
life and health; and modes of subjectification, in which individuals work on themselves
in the name of individual or collective life or health. We argue that, while exceptional
forms of biopower, especially in conditions of absolutist dictatorship, and when
combined with certain technical resources, can lead to a murderous ‘thanatopolitics’
–a politics of death– biopower in contemporary states takes a different form. It
characteristically entails a relation between ‘letting die’ (laissez mourir) and making
live (faire vivre), that is to say strategies for the governing of life. Using examples from
our own current research, we consider recent developments in biopower around
three themes: race, population and reproduction, and genomic medicine.

Key words
Biopolitics – biopower – genomics – population – race – reproduction

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 309

P: ¿No sería lógico, dada la preocupación, que usted estuviera


escribiendo una genealogía del biopoder?
MF: No tengo tiempo para eso ahora, pero se puede hacer.
De hecho, tengo que hacerlo.
Foucault, 1984: 344

¿Qué es el “biopoder”? En un libro dedicado ostensiblemente a la historia


de la sexualidad, La Volonté du savoir publicado en 1976, Michel Foucault incluyó
seis páginas muy provocativas sobre este tema en el capítulo titulado “Derecho
de muerte y poder sobre la vida”. Por mucho tiempo, él sostuvo que uno de
los privilegios del poder soberano era el derecho a decidir la vida y la muerte,
un derecho que, en la época clásica, había sido restringido a ocasiones en que
el soberano era amenazado por los enemigos internos y externos. Ésta era la
forma jurídica de poder soberano –el derecho de un dictador a apoderarse
de cosas, tiempo, cuerpos: a la larga, de la vida de los súbditos. Era el modelo
de poder que fue codificado y generalizado en la filosofía política clásica– un
modelo que permaneció esencialmente inalterable cuando la “cabeza del rey”
fue desplazada de soberanía a Estado. Pero desde la época clásica, sostuvo
Foucault, la deducción se ha convertido meramente en un elemento de un
rango de mecanismos que trabajan para generar, instigar, reafirmar, controlar,
monitorear, optimizar y organizar las fuerzas subyacentes. A pesar de que las
guerras externas son más sangrientas que nunca, y los regímenes de holo-
causto se reflejan sobre sus poblaciones, él no consideraba que estas guerras
fueran realizadas en nombre de la soberanía, sino en nombre de la existencia
de cada uno:
... se educa a poblaciones enteras para que se maten mutuamente en nombre
de la necesidad que tienen de vivir. Las matanzas han llegado a ser vitales.
Fue en tanto que gerentes de la vida y la supervivencia, de los cuerpos y la
raza, como tantos regímenes pudieron hacer tantas guerras, haciendo matar
a tantos hombres. (Foucault, 1978: 137)

El poder, sostiene Foucault, ahora está situado y ejercido al nivel de la


vida. Foucault prometió dar cuerpo a sus amplias generalizaciones en uno de
los seis tomos de la historia de la sexualidad cuyos títulos aparecen en la tapa
trasera del libro. Esa promesa no se cumplió, aunque sí le dedicó varias de sus
conferencias de 1976 a este tema. Pero él propuso un diagrama bipolar (más
bien simple y ahora conocido) de poder sobre la vida. En este diagrama, un
polo de biopoder se centra en la anatomopolítica del cuerpo humano, buscan-
do maximizar sus fuerzas e integrarlas a sistemas eficientes. El segundo polo
es de controles reguladores, una biopolítica de la población, que se centra

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310 Biopoder hoy

en el cuerpo de especies, el cuerpo imbuido con los mecanismos de la vida:


nacimiento, morbilidad, mortalidad, longevidad. El autor sostiene que esta
tecnología bipolar, la cual comienza a establecerse en el siglo XVII, busca “saber
invertir la vida” (Foucault, 1978: 139) En el siglo XIX, sostiene que estos dos
polos fueron unidos dentro de una serie de “grandes tecnologías de poder”
de las cuales sólo una era la sexualidad. Al establecerse las mismas, podrían
surgir nuevas clases de luchas políticas. Y “la vida como un objeto político” le
daría la espalda a los controles ejercidos sobre la misma, en nombre de los
reclamos de “derecho” a la vida, al propio cuerpo, a la salud, a la satisfacción
de las necesidades personales.
En un sentido más amplio, el concepto de “biopoder” sirve para prestar
atención a un campo que consta de intentos más o menos racionalizados para
intervenir sobre las características vitales de la existencia humana, las carac-
terísticas vitales de los seres humanos como criaturas vivientes que nacen,
maduran, habitan un cuerpo que puede ejercitarse y modificarse, y luego en-
fermar y morir, y las características vitales de las colectividades o poblaciones
compuestas por tales seres vivos. Mientras que Foucault es algo impreciso en
el uso de los términos dentro del campo del biopoder, nosotros utilizamos
el término “biopolítica” para abarcar todas las estrategias específicas y las im-
pugnaciones a las problemáticas de la vida humana colectiva, la morbilidad y la
mortalidad, a las formas de conocimiento, regimenes de autoridad y prácticas
de intervención que son deseables, legítimas y eficaces.
Más de veinticinco años después de la introducción de este concepto, en el
umbral de nuestro actual “siglo biológico”, este combativo campo de problemas
y estrategias es más crucial y enigmático que nunca.2 Todavía sorprende que se
haya hecho tan poco para hacer de las sugerencias poco precisas de Foucault
un conjunto de herramientas operacionales para la investigación crítica. El
término “biopoder” suele interpretarse como que refiere a la generación
de energía del material biológico renovable. El término “biopolítica” ha sido
tomado por los defensores de diferentes causas ambientales y ecológicas.3 Sin
embargo, nos parece que los conceptos de Foucault de biopoder y biopolítica
conservan una utilidad analítica considerable. Como un primer paso hacia una
cierta clarificación conceptual, y aprovechándonos de nuestro trabajo previo
en el área, proponemos que el concepto de biopoder designe un plano de

2
Sydney Brenner es uno de los que ha estudiado los rasgos principales de nuestro “siglo biológico”:
ver, por ejemplo, Brenner (2000). Gilles Deleuze, en Foucault (1988), tiene un apéndice provocativo
donde habla sobre el futuro del biopoder.
3
Por ejemplo, la Organización Internacional Biopolítica, localizada en Grecia, la cual se centra en la pro-
tección ambiental, mientras en Christian biopollitics: A credo and strategy for the future, Kenneth Cauthen,
busca nutrir “una nueva conciencia emergente entre muchos soñadores y emprendedores potenciales
en las iglesias que pueda ayudar a darnos las visiones y los valores que nos faltan para promover un mo-
vimiento orientado a una comunidad mundial ecológicamente óptima, llena de justicia y alegría, donde la
raza humana pueda no sólo sobrevivir sino embarcarse en grandes aventuras de goce físico y espiritual.
Disponible en http://www.religion-online.org/ showchapter.asp?title¼2301C¼2272.

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 311

actualidad que incluya, como mínimo, lo siguiente (Rabinow, 1994, 1996, 1999;
Rose, 2001, 2006):
• Uno o más discursos verdaderos sobre el carácter “vital” de los seres
humanos, una serie de autoridades consideradas competentes como
para decir la verdad. Estos discursos verdaderos podrían no ser “bio-
lógicos” en el sentido contemporáneo de la disciplina, en este caso,
podrían hibridar estilos de pensamiento biológico, demográfico o inclu-
so sociológico, como en las relaciones contemporáneas de genómica y
riesgo, fusionadas en el nuevo lenguaje de susceptibilidad.
• Estrategias para la intervención sobre la existencia colectiva en nombre
de la vida y la salud, dirigidas en primer lugar a las poblaciones que
podrían ser territorializadas a la nación, sociedad o comunidades pre-
asignadas, pero que también podrían ser especificadas en términos
de colectividades biosociales emergentes, a veces especificadas en
términos de categorías de raza, etnia, género o religión, como en las
formas emergentes de ciudadanía genética o biológica.
• Modos de sujetificación, por los cuales los individuos trabajan en sí mismos
bajo ciertas formas de autoridad, en proporción discursos verdaderos,
por medio de las prácticas desde su ser interior, en nombre de su
propia vida o salud, la familiar o colectiva, o incluso en nombre de la
vida o salud de la población como un todo: Rabinow ha estudiado la
formación de nuevas colectividades en términos de “biosocialidad”,
y Rose ha estudiado la formación de clases de sujetos humanos en
términos de “individualidad somática”.

Los alcances del biopoder


Formulamos nuestra especificación inicial en términos acotados en parte en
respuesta a los modos en que los términos “biopoder” y “biopolítica” han sido
utilizados por dos de nuestros filósofos contemporáneos –Giorgio Agamben y
Antonio Negri–. Para ambos estos términos han sido centrales en sus análisis
críticos de la política actual. Sus trabajos han tenido un impacto muy significa-
tivo en el pensamiento social y político, especialmente en Estados Unidos. Lo
que parece atraer a tantos es la generalidad de sus afirmaciones al caracterizar
la naturaleza y esencia de la época actual. Estos autores sugieren que el bio-
poder contemporáneo adquiere la forma de una política que es básicamente
dependiente de la dominación, explotación, expropiación y, en ciertos casos, la
eliminación de la existencia vital de algunos o todos los súbditos sobre quienes
se ejerce. Suponen que el biopoder contemporáneo es una forma de poder

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312 Biopoder hoy

que se apoya a la larga en el poder de algunos para amenazar con la muerte de


otros. Aunque consideramos erróneos los despliegues filosóficos epocales de
los términos, es relevante considerarlos con más detalle como para contrapo-
nerlos a nuestro propio enfoque4.

Imperio
Para Hardt y Negri, en Imperio, biopoder es un término totalitario, abarcador,
el biopoder sirve para asegurar el dominio de una forma global de dominación
que ellos llaman “Imperio” (Hardt y Negri, 2000). La suya es una lectura neo-
marxista: su primera premisa es que la obra del poder debe ser entendida como
la extracción de cierta clase de “valor excedente” de la vida humana sobre la
que depende el Imperio. Esto es lo que quieren decir cuando afirman que toda
política contemporánea es biopolítica: es una “forma de poder que regula la
vida social desde su interior” (2000: 23). Más aún, ellos combinan este biopoder
tan omnipotente y muy perverso con la idea derivada de un ensayo corto y
especulativo del filósofo francés Gilles Deleuze, en el que considera que nos
hemos desplazado desde “sociedades de disciplina” a “sociedades de control”
(Deleuze, 1995). Michel Foucault (1977) había caracterizado las “sociedades
disciplinarias” como aquellas en que la gestión de la inclusión y la exclusión se
lograba por un archipiélago de instituciones disciplinarias marcadas a lo largo
del campo social –asilos, fábricas, escuelas, hospitales, universidades–, cada
una buscando implantar un modo de conducta en el cuerpo y su alma corre-
lativa. Hoy en día, expuso Deleuze, mientras escribía en las décadas finales del
último siglo, el control no es limitado en el interior de tales instituciones, sino
que es inminente en las redes fluctuantes, fluidas y flexibles de la existencia
misma. Hardt y Negri retoman esta idea cuando sugieren que la biopolítica es
una forma de poder “expresada como un control que se extiende a través de
las profundidades de la conciencia y los cuerpos de la población”. (2000: 24)
Sostienen que este poder biopolítico está ejercido en nombre de corporaciones
multinacionales y transnacionales que, desde la segunda mitad del siglo XX,
han elegido “estructurar biopolíticamente los territorios mundiales” (2000: 31).
Aquí el biopoder se inscribe en el intento de resucitar una visión revolu-
cionaria de la historia mundial, que termina con un giro de la Cristiandad para
inspirar resistencia al Imperio: Hardt y Negri citan una leyenda sobre San
Francisco de Asís quien “rechazó todo instrumento de disciplina, y... sostuvo
una vida gozosa... contra la voluntad del poder y la corrupción. Una vez más
en la postmodernidad nos hallamos en la situación de Francisco, demostrando
a la miseria del poder la alegría de ser” (2000: 413). Deberíamos coincidir en

4
En Francia, la recepción de Negri ha sido mínima y la de Agamben se ha centrado más específicamente
en sus afirmaciones sobre los campos de concentración (ver Mesnard, 2004).

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 313

que el biopoder es necesario para ampliar el rango de análisis tradicionales de


explotación económica y geopolítica como para captar las formas en las cuales
el carácter vivo de los seres humanos, y más aún el de otros seres vivos, está
siendo utilizado por el “biocapital”.5 Resulta difícil ver qué trabajo analítico se
puede hacer con un concepto de biopoder tan amplio: al final, Hardt y Negri
meramente dan una descripción superficial de ciertos aspectos del presente,
inmersos en un tipo de relato de historia grandioso, que otros teóricos de la
postmodernidad habían proclamado como algo del pasado. Pero se evade la
evaluación política de las formas de biopolítica, sumergida bajo su simplista
oposición maniqueísta de un Imperio global misterioso con una “multitud” aún
más fantasmal. Esta versión del concepto de “biopoder” es bastante antitética
a la propuesta de Foucault: el concepto se vacía de su fuerza crítica –puede
describir cualquier cosa pero no analizar nada–.
Sería útil recordar aquí que cuando Foucault introdujo el término en el
último de sus cursos de 1975-6 en el Collège de France, La sociedad debe ser
defendida: (2002), es muy preciso sobre el fenómeno histórico que está bus-
cando comprender. Realiza una enumeración: temas del índice de natalidad,
y los comienzos de políticas para intervenirlo; temas de morbilidad, no tanto
epidemia sino las enfermedades que son muy frecuentes en una población y
que socavan su fuerza, al requerir mediaciones en nombre de la higiene pú-
blica y nuevas medidas para coordinar el cuidado médico; los problemas de la
tercera edad y accidentes a ser cubiertos por los mecanismos de seguros; el
problema de la raza y el impacto sobre la misma de condiciones geográficas,
climáticas y ambientales, sobre todo en el pueblo. El concepto de biopoder se
propone luego de diez años de investigación individual y colectiva acerca de
la genealogía de poder sobre la vida en los siglos XVIII y XIX.6 Foucault había
expuesto sobre la política de salud en el siglo XVIII en Japón y en Brasil; los
miembros del seminario estaban produciendo estudios históricos detallados
sobre el rol de la medicina, urbanismo, astilleros reales y una gran cantidad
de terrenos en los cuales se llevan a cabo experimentos sobre cómo producir
y regular las formas de maximizar las capacidades tanto de la población y del
individuo como una meta de poder. El concepto de biopoder –como el de
disciplina– no fue transhistórico o metafórico, sino que estuvo anclado en un
análisis histórico o genealógico.
Deberíamos notar también que el biopoder, para Foucault, no surge de un
bloque ni sirve para apoyar un único bloque de poder, un grupo dominante
o un conjunto de intereses. Mientras que en su inicio unía la biopolítica a
los esfuerzos reguladores de los Estados en desarrollo, Foucault reconoció
que “las grandes regulaciones globales que proliferaron en el curso del siglo

5
Sobre el biocapital, ver Rose (2006).
6
Estas conferencias fueron dadas el mismo año en que el primer tomo de la Historia de la sexualidad
fuera publicada en Francia. Además de unos comentarios al pasar, Foucault nunca retomó el concepto
de biopoder.

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314 Biopoder hoy

XIX... se encuentran también por debajo de este nivel, con toda una serie de
instituciones subestatales, como las instituciones médicas, las casas de socorro,
las compañías de seguros, etc.” (2002: 250). Este es el punto en el que Foucault
comenzó a desarrollar su concepto de “gubernamentalidad”, un concepto
cuya base fue captar el nacimiento y los rasgos de una variedad total de for-
mas de plantear problemas y actuar sobre la conducta individual y colectiva
en nombre de ciertos objetivos que no tienen al Estado como su origen o
punto de referencia. Al desarrollar esta línea de pensamiento respecto a la
multiplicidad de formas y fuentes de autoridad, Foucault también se distanció
de la visión de que dicho poder sobre la vida es inicuo.7 Este es también el
momento decisivo que conduce a Foucault a una fascinación con los modos
antiguos de sujetificación y las posibilidades de libertad. En este contexto, vale
la pena recordar que la medicina es acaso el terreno más viejo donde uno
puede observar el juego de la verdad, el poder y la ética en relación con la
materia y con las posibilidades de un dios, o como lo dirían los griegos, una
vida floreciente.

Homo sacer
Giorgio Agamben, en una serie de libros inolvidables, identifica al holocausto
como el último ejemplo de biopoder, y al biopoder como el mensaje oculto
de toda forma de poder: desde el mundo antiguo al presente. En particular
examina los momentos que denomina, luego de Carl Schmitt, “Estados de
excepción”, cuando un estado soberano anuncia un tiempo o un lugar donde
la regla de la ley puede suspenderse en nombre de la auto-defensa o seguridad
nacional (Agamben, 1995, 1996, 1998, 2000a, 2000b, 2005). Hay mucho por
aprender de estos estudios sobre los traumas profundos que marcan las historias
europeas: coincidimos en que el holocausto no es un momento excepcional de
retorno a un barbarismo singular, sino una posibilidad intrínseca y duradera del
verdadero proyecto de civilización y de legalidad. Sin embargo, Agamben justifica
su análisis de un modo particular, al que hallamos problemático. Argumenta que
todo poder resta en último lugar en la capacidad de uno para tomar la vida de
otro –es un poder sobre la vida fundado en la posibilidad de imponer la muerte.
Caracteriza este poder en referencia a la metáfora oscura de homo sacer– la figura
enigmática del derecho romano cuyos crímenes hicieron imposible su sacrificio,
alguien quien podría ser matado con impunidad. Al igual que esta figura, que es
reducida del bios (groseramente, la forma de vida apropiada para un individuo
o grupo en una organización política) a zoe (“nuda vida”), Agamben sugiere
que el nacimiento del biopoder en la modernidad marca el punto en el que la

7
Ver, por ejemplo, su entrevista sobre la seguridad social “Los riesgos de la seguridad” (traducida al
inglés. Foucault, 2000: 365-81).

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 315

vida biológica de los súbditos ingresa en la política y pertenece por completo


al Estado. El último dominio del Soberano o del Estado sobre las vidas de los
súbditos se ejemplifica, para él, en los campos de concentración, campos de
trabajo forzados y campos de la muerte de los Nazis: los estados soberanos
dependen de su capacidad para crear estados de excepción. Tales estados pue-
den ser excepcionales, pero aun así no son inmanentes en la modernidad, un
cuarto espacio agregado al de Estado, nación y tierra, donde los habitantes son
despojados de todo menos de su vida nuda, la cual se ubica, sin otra alternativa,
en manos del poder. De hecho, son los “nomos” de la modernidad: “Por esto
el campo es el paradigma mismo del espacio político en el punto en el cual la
política se convierte en biopolítica y el homo sacer se confunde virtualmente
con el ciudadano” (Agamben, 1998: 171).
Agamben se toma en serio el desafío de Adorno ¿Cómo es posible pensar
luego de Auschwitz? (Mesnard y Kahan, 2001) Pero, por esa misma razón, ver
a Auschwitz como la posibilidad oculta en cada instancia donde los seres vivos
ingresan en el terreno de la regulación, control y gobierno es trivializarlo. El
poder para comandar bajo amenaza de muerte es ejercido por los estados y sus
sustitutos en múltiples instancias, en micro formas y en relaciones geopolíticas.
Pero esto no demuestra que esta forma de poder –comandos respaldados por
la última amenaza de muerte– sea la garantía o el principio apuntalador de
toda forma de biopoder en las sociedades liberales contemporáneas. Tampoco
es útil hacer uso de este diagrama para analizar cada instancia contemporánea
de tanatopolítica desde Ruanda a la epidemia de muertes por Sida en toda
África. Sin duda la esencia del pensamiento crítico debe ser su capacidad para
hacer distinciones que puedan facilitar el juicio y la acción.8
El holocausto es, sin lugar a dudas, una configuración que puede tomar el
biopoder moderno. El racismo permite que el poder subdivida a una pobla-
ción en subespecies, para designar a estas en términos de sustrato biológico
e iniciar y sostener un despliegue de relaciones dinámicas en las cuales la
exclusión, encarcelación o muerte de aquellos que son inferiores pueda ser
visto como algo que hará a la vida más saludable y más pura. Como lo expresó
Foucault en 1976, “El racismo asegura entonces la función de la muerte en la
economía del biopoder, sobre el principio de que la muerte del otro equivale
al reforzamiento biológico de sí mismo como miembro de una raza o de una
población” (2002: 258). Es cierto que en esta conferencia él sugiere que es “la
emergencia del biopoder lo que inscribe [al racismo] en los mecanismos del
Estado... como el mecanismo básico de poder, tal cual se ejerce en los Estados
modernos” (2002: 254). Pero el régimen nazi fue, en su opinión, excepcional,
“un desarrollo paroxismal”:
En la sociedad nazi tenemos, por lo tanto, algo que, de todas maneras, es
extraordinario: una sociedad que generalizó de manera absoluta el biopoder

8
Este es un tema que Agamben aclara en otro lugar.

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pero que al mismo tiempo generalizó el derecho soberano de matar... a cual-


quiera, no sólo a los otros, sino a los suyos... una coincidencia de un biopoder
generalizado con una dictadura a la vez absoluta y retransmitida a través de
todo el cuerpo social. (2002: 260)
El biopoder, en la forma que tomó bajo el Socialismo Nacional, fue una
mezcla compleja de la política de vida y la política de muerte, como señala
Robert Proctor (1999), los doctores y los activistas de salud nazis le hicieron
la guerra al tabaco, buscaron frenar la exposición al amianto, se preocuparon
por el abuso de medicación y rayos X, subrayaron la importancia de una dieta
libre de colorantes petroquímicos y preservantes, apoyaron el pan integral y
las comidas altas en vitaminas y fibra, y muchos de ellos eran vegetarianos.
Pero, dentro de este complejo, el camino a los campos de la muerte dependía
de un número de otras condiciones históricas, morales, políticas y técnicas.
El holocausto no es ni un ejemplo de tanatopolítica, ni de la verdad oscura y
oculta del biopoder.

La soberanía
Aquí nuestra crítica está unida a un desacuerdo sobre “soberanía”. Cuando
Hardt y Negri diferencian el “Imperio” de las formas de soberanía que emer-
gieron en el estado nación, el diagrama permanece más o menos inalterado:
aunque “la soberanía imperial... está organizada no precisamente alrededor
de un conflicto central sino más bien a través de una red flexible de micro
conflictos”, el Imperio no obstante reúne para sí las relaciones de poder que
atraviesan todas esas “contradicciones evasivas, que proliferan y que no son
localizables” (2000: 201). La imagen monolítica de Imperio trata así de conden-
sar y unificar todas esas formas y relaciones en un solo Poder Soberano, al que
solo puede oponérsele cierta fuerza que es radicalmente Otra, gesticulada en el
nombre “multitud”: la multitud, entonces, es la encarnación contemporánea del
regicidio, que, al eliminar al soberano, inaugurará una época en la que el poder
soberano es reapropiado por los mismos súbditos. A pesar de su radicalismo
aparente, los anti-capitalistas harían bien en no fiarse de los apuntalamientos
religiosos de esta fábula de resistencia para la entrega de una tierra prometida.
Para Agamben, la soberanía también tiene algo de forma sagrada, la antigua
declaración ritual de homo sacer permanece presente hoy en día en la capaci-
dad del Estado soberano para establecer el estado de excepción, para signar
a los privados de los derechos de bios a esas zonas, y para torturar o matar a
los reducidos a la categoría de zoe –nuda vida– sin restricción legal. Pero este
poder soberano no se destina más a quienes claramente son agentes del Estado,
se extiende, aparentemente, a quienes tienen autoridad sobre los aspectos de
la existencia humana vital. Por lo tanto Agamben sostiene que el poder sobre
la vida ejercido hoy en día por “el jurista... el médico, el científico, el experto,

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el sacerdote” surge de la alianza con la Soberanía a la cual han ingresado; como


quienes han poblado una imagen de poder anterior, los Aparatos Ideológicos
del Estado de Althusser, a sabiendas o sin darse cuenta ellos cumplen con la
voluntad del Soberano (Agamben, 1998: 122). El Homo sacer, para Agamben,
no es entonces un fenómeno históricamente marginal: requiere de nuestra
atención como pensadores críticos precisamente porque es el principio or-
denador de las sociedades contemporáneas. Sobre tal “pesadilla biopolítica en
crecimiento” la única solución parece igualmente sacra: Agamben invoca con
razón la figura de un “fin de tiempo” mesiánico, tomado de Walter Benjamin,
como una posible escapatoria.
La interpretación de la biopolítica contemporánea como política del Estado
moldeado en la figura del Soberano y de toda forma de autoridad biopolítica
como agente de ese Soberano, se adapta a los absolutismos del siglo XX de
los nazis y de Stalin. Pero nos falta un caso de poder más matizado, y de poder
soberano, para analizar las racionalidades y tecnologías de biopolítica contem-
poráneas. La soberanía implicó, por supuesto, el derecho a tomar la vida, pero
la esencia del poder soberano pre-moderno fue su naturaleza esporádica y
discontinua que incluso fue la base de sus excesos. La totalización de poder
soberano como un modo de ordenar la vida diaria en todo momento y en todo
lugar a lo largo de un territorio sería muy costosa. En efecto, al igual que han
sostenido muchos historiadores, la forma excesiva en la que se ejerció este
poder, (por ejemplo en ejecuciones espectaculares y públicas y en los elabo-
rados rituales de la sala de justicia) busca compensar su naturaleza esporádica.
La soberanía, en este sentido, es precisamente un diagrama de una forma de
poder totalizada y singular, no una descripción de su implementación. Desde
luego que algunas formas de poder colonial buscaron su puesta en operación,
pero, en vista de los costos económicos y gubernamentales, el arte de go-
bernar colonial estaba por adquirir una forma diferente. Las dos formas de
estados megalomaníacos del siglo XX –la Rusia de Stalin, la Alemania de Hit-
ler– buscaron también representarlo, como lo hicieron otros en su despertar:
Albania bajo Hoxha, Corea del Norte... Pero ningún historiador de las formas
pre-modernas de control pudo darse cuenta de la dependencia del Estado
soberano sobre una selecta red de convenciones tradicionales, obligaciones
recíprocas y demás -en una palabra, una economía moral cuya complejidad y
alcance exceden por mucho las demostraciones extravagantes de la sobera-
nía. El poder soberano es tanto un elemento dentro de esta economía moral
como un intento de mejorarla. Una mirada superficial al trabajo de Jacques
Le Goff –cuya obra Foucault conocía muy bien– o de Ferdinand Braudel y la
totalidad del proyecto Annales, o, para los lectores ingleses los escritos de E.P.
Thompson, serían suficientes para disipar tales malinterpretaciones (Hay, 1975;
Thompson, 1975; Braudel y Labrousse, 1976; Le Goff, 1980, 1990).
En los siglos XVIII y XIX, los estados nación, además de sus operaciones
de poder y la demostración pública, comenzaron a ser activistas clave de las

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fuerzas internas de sus territorios como para asegurarse objetivos de prospe-


ridad y seguridad. Pero los estados gubernamentalizados de fines de siglo XIX
adquirieron la forma que adquirieron por la formación previa de crecientes
aparatos de recuperación y problemáticas de conocimiento que se formaban
cerca del aparato de estado, a menudo en conflicto con el mismo, en el terre-
no emergente de lo “social”. Desde entonces, los estados pueden gobernar
sólo por las formas en que logran juntarse con estos aparatos, que tienen su
propia lógica y viscosidad. Siempre que los regímenes aspiren al liberalismo,
tales aparatos y las autoridades ejercerán reclamos y restricciones sobre los
poderes centrales. Los cuerpos no estatales han tenido un rol principal en las
luchas y estrategias biopolíticas desde el origen de “lo social”: organizaciones
filantrópicas, investigadores sociales, grupos de presión, médicos, feministas y
reformistas varios han operado en el territorio del biopoder.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y tomando aquí solo el ejemplo
de la salud, una gama de poderosas agencias dentro de los estados y una gama
de cuerpos transnacionales han cobrado mayor importancia. Lo mismo una
gran cantidad de comisiones bioéticas, agencias reguladoras y organizaciones
profesionales: un “complejo bioético” entero, donde el poder de los agentes
médicos de “dejarse morir” al final de su vida, al comienzo de la vida o en la
reproducción, es simultáneamente mejorado por la tecnología médica y regulado
por otras autoridades como nunca antes. Más aún, hemos visto el despegue de
nuevas clases de pacientes grupales e individuales, que cada vez más definen su
ciudadanía en términos de sus derechos (y obligaciones) de vida, salud y cura.
Y, por supuesto, han adquirido forma nuevos circuitos de bioeconomía, una
capitalización de biociencia a gran escala y la movilización de sus elementos en
nuevas relaciones de intercambio: los nuevos conocimientos moleculares de vida
y de salud están siendo planificados, desarrollados y explotados por una gama
de emprendimientos comerciales, a veces en alianza con los Estados, a veces
autónomos, al establecer vínculos constitutivos entre la vida, la verdad y el valor.
Esto está lejos de ser un campo homogéneo de agentes, tácticas, estrategias y
objetivos. Sin embargo, al mismo tiempo, los estados retienen poder para desig-
nar zonas de excepción, aún cuando su legalidad es dudosa, el campo permanece
como una realidad adusta de las guerras en los países balcánicos, desde la bahía
de Guantánamo hasta los “centros de detención” que surgen en Europa para
encarcelar a los “buscadores de asilo” y a los que entran sin autorización en los
espacios de bios pero que no son admitidos. ¿Es que todo esto forma parte de
una única configuración de biopoder? Esto todavía no puede demostrarse. Y
aún cuando se hiciera, dudamos que dicho biopoder pueda caracterizarse sólo
o aún principalmente, en términos de su propensión a “hacer morir”: ya que la
muerte es parte del cuadro, adquiere la forma de “dejar morir” tanto como de
“hacer morir”. Pero también, por supuesto, todos esos esfuerzos que tienen
vida y no muerte, como su telos, son centrales a la configuración de biopoder
contemporáneo: son proyectos para “hacer vivir”.

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Hemos sugerido que el concepto de biopoder busca desarrollar estrategias y


configuraciones que combinen las tres dimensiones o planos: una forma de dis-
curso verdadero sobre los seres vivos y una serie de autoridades consideradas
competentes como para decir la verdad, estrategias para la intervención sobre
la existencia colectiva en nombre de la vida y la salud y modos de sujetificación,
en que los individuos pueden trabajar en sí mismos, bajo ciertas formas de
autoridad, en relación a los discursos verdaderos, por medio de prácticas desde
su ser interior, en nombre de la vida o la salud, individual o colectiva. A pesar
de que tomamos estos elementos de las brevísimas intervenciones de Foucault
sobre el concepto, vale la pena recordar que su principal terreno de investiga-
ción fue histórico. Estudió la aparición de formas de poder en el siglo XVIII, su
transformación en el siglo XIX, y hasta cierto punto, hizo una revisión de las
formas que tuvieron lugar a fines del siglo XIX. Las racionalidades, estrategias
y tecnologías de biopoder cambiaron a lo largo del siglo XX, cuando la gestión
de la vida colectiva y la salud se convirtió en un objetivo clave de los estados
gubernamentalizados, y las novedosas configuraciones de verdad, poder y
subjetividad aparecieron para apuntalar las racionalidades del bienestar y la
seguridad así como las de la salud y de la higiene (Donzelot, 1979; Rose, 1985;
Ewald, 1986; Rabinow, 1989; Rose, 1999). Seguramente sería engañoso tan
solo proyectar el análisis de Foucault como una guía hacia nuestro presente y
sus posibilidades. Una mutación clave concierne a las relaciones entre lo que
uno podría llamar, torpemente, lo macro y lo micro, o siguiendo a Deleuze, lo
molar y lo molecular, los polos de este modo de poder. Esto es, por un lado,
el énfasis y las relaciones con formas de pensar y actuar al nivel de los grupos
de población y colectividades, definidas de diferentes maneras; y, por otro
lado, la individualización de estrategias biopolíticas. Sin dudas, en la era del
estado social –y en los escenarios donde tales estados aún forman el principio
organizacional de la lucha política– lo que se privilegió fue lo molar. En el
siglo XX, los Estados no solo desarrollaron o apoyaron los mecanismos de
garantía de seguros, sino que se reunieron, organizaron y racionalizaron los
puntos flojos del suministro médico, especificaron y regularon los estándares
de viviendas, se involucraron en campañas de educación para la salud y demás.
Incluso los estados liberales jugaron un papel en la batalla contra la degene-
ración, al imponer los controles de inmigración; a veces al legitimar de forma
compulsiva o casi compulsiva la esterilización, al alentar a las organizaciones
que brindan una guía eugenésica sobre el matrimonio, la procreación, etc. Por
supuesto, cada una de estos aspectos iba a tener su homólogo “molecular”,
por ejemplo con la transformación del hogar en un aparato para la salud, y la
educación y el pedido de madres como trabajadoras auxiliares al cuidado de
la salud de sus niños.
Hoy mucha de esta configuración sigue en pie, y de hecho, una parte ha
sido traducida a un nivel supranacional en los esfuerzos de la Unión Europea,
el Banco Mundial y demás. Pero con el descenso del dominio de lo social

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como un terreno privilegiado de objetivación nacional e intervención en las


sociedades “avanzadas y liberales” de Occidente, nosotros observamos nuevas
formaciones colectivas emergentes por todos lados (Rabinow, 1996; Rose y
Novas, 2005). Al mismo tiempo, cuando observamos la secuencia del genoma
humano en la política circundante, vemos el nacimiento de nuevos modos de
individualización y concepciones de autonomía con sus respectivos derechos
asociados a la salud, la vida, la libertad y el objetivo de una forma de felicidad
que está cada vez más entendida en términos corpóreos y vitales (Rabinow,
1994; Rose, 2001).

La ciencia del análisis del biopoder


Para desarrollar más aún este planteo, basándonos en nuestra investigación
nos centraremos en tres temas que parecen condensar algunas de las líneas
de fuerza activa de biopolítica en la actualidad: raza, reproducción y medicina
genómica. Por supuesto, ubicar estos procesos tan diversos dentro del ám-
bito del biopoder no implica que aquí exista cierta unidad de trabajo, o cierta
esencia –verdad o falsedad– que todas estas formas ejemplifiquen o plasmen.
Nos falta reconocer la dispersión, la contingencia y la virtualidad, aunque no
con un intento deconstruccionista. Antes de poder ver si está surgiendo una
racionalidad política general, la tarea del análisis es articular ciertos diagnósti-
cos preliminares a escala menor. Al colocar la evidencia de dicho análisis en el
marco del biopoder, pensamos que podemos comenzar a identificar y analizar
elementos de tal dominio, aunque no sea ni estable ni homogéneo, ni repita
meramente los patrones familiares a la historia. Un empirismo modesto,
atento a las peculiaridades, a las pequeñas diferencias, a los momentos en
que los desplazamientos de la verdad, la autoridad, la espacialidad o la ética
hacen una diferencia con el hoy, comparado con el ayer, revela configuraciones
que no se ajustan a las imágenes provistas por nuestros filósofos.9 En estas
configuraciones se entrelazan la raza, la salud, la genealogía, la reproducción y
el conocimiento, recombinándose y transformándose mutuamente en forma
continua. Con esto implicamos que el conocimiento de la salud transforma la
idea de raza, que las ideas de la genealogía son replanteadas por nuevos con-
ceptos de reproducción, que las ideas cambiantes de la genealogía impactan de
forma radical en la política de raza, razas y racismo. A continuación examinamos
algunos de estos tópicos en detalle.

9
Hemos tratado nuestro enfoque sobre empirismo en otro lugar: ver nuestra Introducción a Foucault
et al. (2003), y la Introducción a Rose (1999), en especial las págs.11-15.

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Raza
La raza, junto con la salud, y en relaciones variables con la misma, ha sido
uno de los polos centrales en la genealogía de biopoder.10 Las nociones de raza
formaron un prisma no sólo para la imaginación de la nación, sino también
para la gestión política de la salud y la vitalidad nacional y para la competiti-
vidad internacional, desde la muy conocida “guerra de naciones” en el siglo
XVIII (tema de muchas conferencias dadas por Foucault en La sociedad debe ser
defendida), pasando por la biologización masiva de la raza en el siglo XIX, unida
al pensamiento evolutivo pre y post-Darwin, ambos aplicados dentro de los
estados y en sus dominaciones coloniales, hasta una obsesión, más tarde en
el siglo XIX, con la degeneración y el suicidio de la raza, y las estrategias de
eugenesia que se divulgaron desde Estados Unidos a Japón y otros lugares en la
primera mitad del siglo XX. Luego de la Segunda Guerra Mundial, los discursos
racistas oficiales fueron desacreditados: en 1963, por ejemplo, la Declaración
de las Naciones Unidas sobre la eliminación de toda forma de discriminación
racial tomó como una de sus premisas “toda doctrina de diferenciación o su-
perioridad racial es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente
injusta y peligrosa, y que nada permite justificar la discriminación racial, ni en
la teoría ni en la práctica” (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1963:
Preámbulo).11 Por supuesto, las prácticas racistas apenas disminuyeron, pero
un entendimiento biológico de las categorías raciales no estaba más “en la ver-
dad” en el discurso político o normativo. En parte debido a las intervenciones
persistentes de críticos radicales, el vínculo entre entendimientos biológicos de
distinciones entre los grupos de población y sus implicaciones socio-políticas
parecía roto o al menos desnaturalizado. Muchos biólogos creían que se habían
topado con tales diferencias, en particular al examinar la preponderancia de
enfermedades particulares en diferentes regiones o la eficacia de remedios
en diferentes poblaciones nacionales, aunque tales argumentos tendieron a
permanecer en la literatura técnica. Algunos individuos y grupos insistieron
en hacer reclamos públicos por la correlación políticamente pertinente entre
las cualidades humanas y las capacidades biológicas diferenciadas racialmente
por un gran número de controversias que iban desde la educación hasta la
criminalidad. Pero aún aquellos con acreditaciones científicas, como el caso de
William Shockley, expresaron fuertemente su punto de vista por fuera de los
discursos verdaderos de la biología. En muchos países, en particular Estados
Unidos, la raza fue crucial como categoría socio-económica, una marca de
discriminación y un modo de identificación que permaneció extremadamente
destacado a nivel social y político, desde la asignación de fondos federales a
las manifestaciones de identidad política. Sin embargo, a pesar de que la raza

10
Este debate se desarrolla con más detalle en La política de la vida misma (Rose, 2006: cap. 6).
11
Consultar en línea en http://www.unhchr.ch/html/menu3/b/9.htm

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funcionó como un marcador de pertenencia y de base para un reclamo de


desventaja, -aún cuando los grupos o individuos buscaron rastrear sus “raíces”-
casi no relacionaron esta genealogía a un sustrato biológico. Lo mismo es cierto
acerca de las guerras racistas homicidas que sucedieron por toda Europa, en su
paso por la desaparición del Imperio Soviético, desde Armenia hasta los países
balcánicos. Las peticiones de identidades raciales para cimentar la eliminación
de otros grupos no necesitaron justificación en los discursos verdaderos de la
biología. Mientras, en Ruanda, Hutus se refirió a los Tutsis como “cucarachas”,
tales epítetos casi nunca eran elementos de una racionalidad política que se
basara en entendimientos biológicos de diferencia racial.
Sin embargo, con el cambio de siglo, la raza nuevamente ingresa en el domi-
nio de la verdad biológica, vista ahora a través de una mirada molecular. En un
momento, cuando se dejó en claro que los humanos compartían más de un 98
% de sus genomas con los chimpancés, y que las variaciones intergrupales en
las secuencias de ADN eran mayores que las variaciones intragrupales, parecía
como que la genómica en sí marcaría el punto terminal de racismo biológico
(quizás aún el “ismo” de las especies). Pero este sueño humanitario probó tener
una vida corta. Un nuevo despegue molecular de raza surgió, al parecer casi
de modo inevitable, del pensamiento genómico. Los críticos denunciaron el
modelo de un genoma único que apuntalaba el Proyecto de Genoma Humano,
temiendo que pudiera establecer una norma masculina blanca. La primera
movida aquí fue tanto casta como ética: como dijo el propulsor inicial de este
trabajo, Luca Cavalli-Sforza: “examinar todo el rango de la diversidad de ge-
noma dentro de la familia humana” y “ayudar a luchar contra el miedo popular
y la ignorancia de la genética humana y... hacer una significativa contribución
a la eliminación del racismo” (citado en M’Charek, 2005: 5-6). A pesar de las
críticas, este esfuerzo por asegurar el reconocimiento de la diversidad en el
marco de la verdad científica como una dimensión esencial del conocimiento
genómico fue luego adoptado por el Proyecto de Genoma Humano (PGH),
que entregó 1, 2 millones de dólares americanos para crear talleres. Talleres
en donde desarrollar los aspectos técnicos y organizacionales del proyecto,
considerar las implicaciones sociales y éticas, y conducir un estudio piloto
(Reardon, 2001; M’Charek, 2005; Reardon, 2005).
El mapeo de genomas llevó a la conclusión que, mientras la secuencia de
ADN de dos individuos elegidos al azar será de un 99.9 por ciento idéntica,
las variaciones al nivel de la base simple del ADN –llamado Polimorfismos
Nucleótidos Simples o PNS– son muy significativas, en especial en relación
con la susceptibilidad a la enfermedad. En promedio, se aclaró, una letra en
1000 difirió en dos individuos –lo que hacía un total de millones de variaciones
entre ellos–. Esto estima una cantidad de 6 a 15 millones. El Instituto Nacio-
nal de Salud (INS) y el Wellcome Trust han donado considerables sumas de
dinero para investigar el establecimiento de diferencias genómicas en el nivel
nucleótido simple. Así, en 1999, Wellcome anunció un consorcio con diez

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compañías farmacéuticas para hallar y trazar el mapa de 300.000 variaciones


de secuencia de ADN comunes. Más aún, se puso en claro que los conjuntos
de PNS cercanos al mismo cromosoma se heredan en bloques. El patrón
de PNS en un bloque se llama haplotipo. Mientras que los bloques pueden
contener una gran cantidad de PNS, unos pocos PNS -conocidos como PNS
marcadores- son suficientes para identificar individualmente a un haplotipo.
El mapeo de haplotipos prometía un modo más económico de identificar los
PNS relevantes a la enfermedad. Además, el INS y Wellcome, junto con los
laboratorios en Japón y China, están colaborando en el proyecto internacional
HapMap. Tales fondos han sido justificados precisamente en términos bio-
políticos, que, no solo llevan adelante sino que aseguran una salud igualitaria
de la población en toda –o casi toda– su diversidad. Por ejemplo, para crear
HapMap, se toma el ADN de muestras de sangre recogidas por investigadores
en Nigeria, Japón, China y Estados Unidos –de estadounidenses residentes
con ascendencia de Europa septentrional y occidental–. Como las muestras
son anónimas, se identifican por la población de donde fueron recogidas. Las
diferencias de PNS que contabilizan un 0.1 por ciento de los 3 billones de
pares de base del genoma humano parecen proveer un amplio espacio para
las diferenciaciones de población ya que afectan las diferencias que tienen
importancia para la salud humana.
La ciencia en sí, y el reconocimiento de la variabilidad del genoma humano
al nivel del nucleótido simple, abre así de forma inmediata una nueva forma
de conceptualizar las diferencias de la población –en términos de geografía
y ascendencia– a nivel molecular. Además del humanismo ético de los pro-
yectos de estado, la presión extra para proceder en esta dirección vino de
diferentes áreas: de las de los reclamos de los grupos de pacientes para el
auto conocimiento genómico, y de las aspiraciones comerciales de las compa-
ñías farmacéuticas y la industria biomédica de una estrategia genómica para
el diagnóstico, el desarrollo de la droga y la mercadotecnia. Hoy en día, en
el año 2003, existen múltiples proyectos en camino para trazar el mapa de
diversidad al nivel de los PNS. Lo que llama la atención es que la Universidad
Howard de Estados Unidos ha generado una base de datos de secuencias de
ADN a ser usada para examinar las bases genómicas de las enfermedades en
la población negra estadounidense, y también para rastrear las ‘raíces’ de los
individuos en sus orígenes previos a la esclavitud en regiones específicas de
África. Este programa contemporáneo para identificar las diferencias biológicas
no se lleva a cabo puramente en nombre de la población, sino de un proceso
económico nacional, la búsqueda de salud en las comunidades biosociales, y
el sentido creciente de muchos individuos de que la genética en algún modo
sostiene la llave de su ‘identidad’.
Sería tentador decir que esta genómica, altamente sofisticada, ha producido
una nueva complejidad en la figura de la humanidad. No obstante, a pesar de
los acalorados debates en la literatura médica, la tipología racial núcleo del

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324 Biopoder hoy

siglo XVIII –blanco (caucásico), negro (africano), amarillo (asiático), colorado


(estadounidense nativo)– aún proporciona un molde preponderante por el
cual este conocimiento genético de diferencia humana está adoptando una
forma e incorporando concepciones médicas y laicas de la variación humana.
Los investigadores médicos y los que trazan el mapa de genes especifican
sus poblaciones y sus muestras en tales términos, las compañías de drogas
buscan concentrar fármacos específicos en grupos designados, por ejemplo,
como los “estadounidenses africanos”, y los individuos buscan rastrear sus
raíces “africanas” coincidiendo los patrones de sus PNS con los de los pueblos
saqueados por la trata de esclavos en Nigeria o Camerún. Es indudable que
el caso de los trazadores de mapas de PNS producirá diferentes tipologías
entre “los grupos de población” y que es casi inevitable que estos grupos de
población, en nombre de la salud, sean codificados en términos de amplias
concepciones culturales de raza. Los nuevos desafíos para el pensamiento
crítico surgen de la interacción contemporánea entre clasificaciones políticas
y genómicas de raza, identidad política, racismo, desigualdades en la salud, y
su entrada potencial en la verdad biomédica, la lógica comercial y las prácticas
de rutina del cuidado de la salud. No queremos afirmar por adelantado que
estos esfuerzos se basan en premisas incorrectas, pero sí sugerir que son
tácitamente racistas y que pueden exacerbar la discriminación. La genómica
contemporánea se dirige principalmente a las condiciones de enfermedad más
que a rasgos generales tales como la inteligencia o la personalidad. Entiende
que la mayoría de estas condiciones surgen de interacciones entre múltiples
regiones codificadas, donde la expresión de los genes puede ser activada e
inactivada por muchos factores ambientales a niveles que van de lo celular a
lo familiar, lo social y lo ambiental. No busca pronunciarse sobre el destino
porque sí, sino más bien interpretar el futuro como probabilístico y abrirlo a
la esperanza y a la intervención técnica. Sería inútil y engañoso contemplar
esta configuración como una repetición del pasado, o sumergirlo dentro de
una imaginada lógica global de biopoder: en cambio nos falta identificar los
puntos donde el juicio crítico, al diagnosticar nuevas posibilidades y peligros,
pueda jugar una parte en la dirección que toma.

Reproducción
Para Foucault, la sexualidad fue crucial, en parte, porque fue la bisagra que
unió una anatomopolítica del cuerpo humano con la biopolítica de la pobla-
ción. Aunque hoy, y quizás en los últimos cincuenta años, estas cuestiones se
han deslindado. La sexualidad ha sido liberada, en un punto, de lo simbólico y
de las prácticas de reproducción, y la reproducción en sí se ha convertido en
el objeto de una serie de formas de conocimiento, tecnologías y estrategias

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 325

políticas que tienen poco que ver con la sexualidad. Desde aproximadamente
1970 se puede observar un triple movimiento. El asunto de la reproducción
se problematiza, tanto a nivel nacional como supranacional, debido a sus
consecuencias económicas, ecológicas y políticas –superpoblación, limites al
crecimiento, etc–. Surge una nueva política de aborto, que adquiere diferentes
formas en diferentes contextos nacionales. Y, en Occidente al menos, un asunto
relacionado de “opción reproductiva” comienza a tomar forma, cuando un
pequeño número de parejas occidentales, en alianza con algunos doctores,
luchó para definir la infertilidad como una condición médica potencialmente
remediable y, consecuentemente, el terreno de intervenciones legitimadas.
Todos esos terrenos juntos, pero de manera diferente, se combinaron para
hacer de la reproducción un problema de espacio, en el cual una serie de co-
nexiones aparece entre lo individual y lo colectivo, lo tecnológico y lo político,
lo legal y lo ético. Este es un espacio biopolítico por excelencia.
Las nuevas tecnologías reproductivas que implican la micro-manipulación de
huevos y esperma, y la pre-implantación, el diagnóstico y selección genética, a
pesar de que atrajeron la mayor atención en el mundo anglo-americano, han
sido más restrictivos en su impacto sobre las poblaciones nacionales, sin men-
cionar la población política global. Aunque han sido el terreno de una explosión
discursiva, el centro de la atención reguladora y de controversia política y ética
en muchos países occidentales, es difícil discernir cierta estrategia biopolítica
unificada de modo subyacente. La retórica elegida resuena claramente con la
ética de autonomía en el centro de los modos de sujetificación liberales y avan-
zados, y la transformación de la infertilidad en una enfermedad tratable explica
el volver a imaginar las capacidades humanas como abiertas a la re-ingeniería y
a una mejor medicina. Sin embargo, debemos reconocer el limitado alcance de
estos procedimientos, y el hecho de que estén lejos de la rutina, y a menudo
fracasen. A nivel biopolítico, la opción reproductiva sobre la forma de selección
del embrión, lejos de estar al servicio de una mejora racial general o incluso del
“diseñador de bebés” individualizado, ha estado limitada casi por completo a
la identificación de fetos con grandes malformaciones o desordenes genéticos
atroces y terminales (Franklin, 1997, próximamente 2006; Throsby, 2004).
Aún así, el uso de técnicas de diagnóstico no ha conducido forzosamente a la
interrupción sino, a menudo, a brindar información temprana en los servicios de
atención sobre las clases de planificación de vida que se han vuelto intrínsecas
a las formas de vida en las sociedades liberales contemporáneas. Quizás, como
han sostenido muchos feministas, el logro biopolítico principal está en el eje de
la sujetificación: estas estrategias exhiben la formación característica en la que
las aparentes opciones conllevan nuevas formas de “hacerse responsable” e
imponen obligaciones onerosas, especialmente, en este caso, sobre las mujeres.
En la academia occidental se ha prestado menos atención al polo “molar” de
la gestión de la reproducción –las campañas para la limitación de población que
se expandieron por el subcontinente indio, China y sudeste de Asia y muchos

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países latinoamericanos. Estas estrategias biopolíticas son sin duda apuntaladas


por los reclamos de verdad, en especial los de demografía y economía, no así
los de herencia y eugenesia. Veamos, por ejemplo, la publicación, en 1972, del
informe del Club de Roma titulado Límites al crecimiento. Utilizando un modelo
derivado de dinámica de sistema para su análisis, el informe concluyó que:
Si las tendencias mundiales de crecimiento actual en la población, indus-
trialización, polución, producción de alimentos y agotamiento de recursos
continúan igual, los límites al crecimiento en este planeta serán alcanzados
quizás dentro de los próximos cien años. El resultado más probable será
más bien un descenso abrupto e incontrolable tanto en la población como
en la capacidad industrial. (Meadows et al., 1972: http://www.clubofrome.
org/docs/limits.rtf)

El control natal para estabilizar la población fue clave como fórmula para
impedir este problema, limitando el tamaño de la familia a dos niños, en es-
pecial en aquellos países donde lo excedía por mucho. Pero este camino no
era una garantía de éxito.
Terminamos con una nota de urgencia. Hemos insistido repetidamente en la
importancia de los retrasos naturales en el sistema de capital-población del
mundo. Estos retrasos significan, por ejemplo, que si la tasa de natalidad de
México gradualmente descendió de su valor actual a un exacto valor de repo-
sición para el año 2000, la población del país pasará de 50 a 130 millones. No
podemos decir con certeza cuánto tiempo más la humanidad puede posponer
el inicio del deliberado control de su crecimiento antes de que haya perdido
la oportunidad de control. (Meadows et al., 1972: http://www.clubofrome.
org/docs/limits.rtf)

Estas graves amenazas chocaron con muchísimas inquietudes análogas


sobre el impacto del crecimiento de la población en la riqueza económica y la
necesidad de los gobiernos –especialmente de los estados desarrollados– de
introducir políticas para restringir la reproducción –especialmente entre los
pobres– como un prerrequisito a la modernización. Estas políticas iban desde
las coactivas (los ejemplos más conocidos son la política de un solo hijo de
China o las campañas de esterilización en India) hasta las que gradualmente
comenzaron a adoptar los principios de consentimiento informado, al que eu-
femísticamente se llamó “anti concepción quirúrgica voluntaria” –por ejemplo,
en México–. Se basaban en la información demográfica y en algoritmos que
unían el crecimiento de la población al desempeño económico desarrollado
por geógrafos y matemáticos, sumergidos en programas educacionales para
el desarrollo de los obreros y otros, ahora proselitistas por la presión de
numerosos grupos privados y cuerpos consultivos de política. Construyeron
las políticas de agencias de desarrollo tales como la “Oficina de poblaciones”
del “Bureau para Programas Globales” de la Agencia de Estados Unidos para el

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 327

Desarrollo Internacional (USAID). La “bomba de tiempo demográfica” se volvió


parte del sentido común de la opinión pública en Occidente. Hubo una enorme
justificación de ayuda por parte de las sociedades industriales avanzadas hacia
países más pobres. Esto les posibilitó limitar su población y así, el peligro que
su crecimiento demográfico representaba.
A fines de la década de 1980, las políticas para la limitación de la procrea-
ción entre los pobres acentuaron la importancia de la conformidad voluntaria
y la opción de consentimiento informado. Sostenían que el fin era prevenir la
miseria de las muertes maternas y la mortalidad perinatal en el Tercer Mundo.
La esterilización voluntaria femenina es el método contraceptivo más corriente
hoy en día, utilizado por más de 138 millones de mujeres casadas en edad
reproductiva comparado con 95 millones en 1984 (Robey et al., 1992). Existe
una particular controversia sobre el creciente uso del método pellet de qui-
nacrina desarrollado por el Dr. Jaime Zipper en 1984, distribuido a 19 países
alrededor del mundo, incluyendo Bangladesh, Chile, China, Colombia, Costa
Rica, Croacia, Egipto, India, Indonesia, Irán, Malasia, Moroco, Pakistán, Filipinas,
Rumania, Estados Unidos, Venezuela y Vietnam, pero sujeto a una posterior
prohibición en otros países. El uso de la quinacrina, a menudo clandestino,
por medio de relaciones directas entre las ONG y los médicos individuales y
que solía destinarse a segmentos particulares de una población considerada
problemática o indeseable, lleva a los críticos a la conclusión de que se repiten
las prácticas de esterilización no-quirúrgicas de los Nazis, y que son sucesoras
contemporáneas a las campañas de limitación de población y de esterilización
de la década de 1970 y 1980, a pesar de su retórica de consentimiento infor-
mado las prácticas llegan a la eugenesia global.12
Desde la perspectiva del biopoder, por más repugnantes que sean estas po-
líticas, nos parece erróneo hacer una crítica a través de una asociación retórica
con la eugenesia de mitad de siglo XX. Si utilizamos el término eugenesia para
aplicarlo a cualquier intervención sobre la reproducción, morbilidad y mortalidad
de la población, cubre todo: desde la contracepción hasta el aborto o la salud
pública, y su uso se convierte tan solo en parte de una retórica crítica general.
La eugenesia –el mejoramiento de la reserva biológica de la población– de hecho
tomó las formas negativas y positivas, pero en cada caso, fue dirigida a maximizar
la aptitud racial al servicio de una lucha biológica entre los estados de naciones.
Las formas de conocimiento biológico que informan nuestros modos de gobernar
a otros y a nosotros mismos no son más el de la supervivencia del más apto. La
limitación de la población a los intereses de la prosperidad económica nacional
no opera de acuerdo al diagrama biopolítico de la eugenesia, y no es lo mismo
que la purificación de la raza por la eliminación de los degenerados.
Esto no implica que no haya otras formas de eugenesia. Una forma visible
está relacionada con la salud pública. En Chipre, existen programas sistemáticos

12
Ejemplos del debate en http://www.hsph.harvard.edu/Organizations/healthnet/contra/topic05.html#2

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de pruebas a nivel nacional, con la aprobación de la población, la iglesia y el


estado, para identificar y eliminar la fibrosis cística –no mediante la selección de
embriones sino por consejería matrimonial–.13 Podemos ver algo de la misma
estrategia en prácticas para el control de Tay Sachs entre los judíos ashkena-
zies en América del Norte y en Israel, prácticas que han sido desarrolladas
por autoridades que surgen desde esas mismas “comunidades biosociales”.14
Por definición, esta es una estrategia para reducir los niveles de morbilidad y
patología heredados de una población considerada como un todo, que actúa
sobre las opciones reproductivas individuales de cada ciudadano, por medio
de varias formas de cálculo autoritario y de orientación, aprobadas por una
gama de autoridades religiosas y seculares, incluso bioéticas, y acordadas por
la población. Si, como sugerimos, este es un caso tipo de Biopolítica contem-
poránea, sería muy erróneo diagnosticarlo como una forma de genocidio, o
el renacimiento del espectro del campo. La violencia política entre los grupos
étnicos desde luego que es endémica en los dos países que hemos citado,
pero esa violencia enciende un registro no-biopolítico diferente.
Estos ejemplos, y otros que podamos citar, nos llevan a sostener que la
economía de la biopolítica contemporánea opera de acuerdo con la lógica
de la vitalidad, no de la mortalidad: cuando tiene sus circuitos de exclusión,
dejar morir no es hacer morir. Con el desarrollo de tipos de pruebas genéticas
más sofisticadas, más baratas y disponibles, las biopolíticas en ambos polos –el
molar y el molecular– bien podrían empezar a cambiar. Como sostuvieron
innumerables conferencias y libros, existe toda la diferencia del mundo en-
tre utilizar técnicas genéticas para diagnosticar e incluso elegir, en el caso de
los embriones con síndrome de Down o síndrome de tubo fetal, e intentar
utilizar esas técnicas para diagnosticar la inteligencia y eliminar los “débiles
mentales”. No está claro qué configuraciones se irán a formar si la actual
investigación logra identificar marcadores genéticos para las propensiones a
desórdenes complejos comunes como un ataque al corazón o una enferme-
dad cardíaca, o riesgos de depresión o esquizofrenia. Nuestra investigación
actual presta especial atención a este trabajo, a las técnicas tecnológicas y
científicas dirigidas a estos fines. Pero no hay evidencia que sugiera que otras
formas de biopolítica que se están formando tengan, como objetivos estra-
tégicos, una gestión sistemática de las cualidades de la población. Su lógica es
diferente e involucra, notablemente, intentos de desarrollar y maximizar los
objetivos para los mercados de fármacos y otras intervenciones del cuidado
de la salud. Estas intervenciones suponen individuos que se registran, grupos
de pacientes, médicos y actores políticos en campañas de concientización de
la enfermedad y el tratamiento en nombre de la maximización de la calidad de
vida. Hablamos de capitalismo y liberalismo, no de eugenesia, sea de un modo
13
Este es el tema de la investigación actual de Stefan Beck.
14
Tratado en la ponencia de Bárbara Prainsack en BioSociedades, 1(1). Ver además Rose (2006: cap 6).

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abierto o cerrado, al menos en la medida en que la eugenesia ha adquirido un


significado inexorablemente negativo en la cultura contemporánea. Aún nos
falta desarrollar las herramientas conceptuales para el análisis crítico de las
formas en que la biopolítica juega en relación con el biocapital y la bioecono-
mía, en circuitos en donde la salud y la vitalidad se convierten en piezas clave
para el valor accionista y las relaciones de mercado.
Las posibilidades de gestión genómica de la población –diseño de bebés,
futuros tramados, clasificación de la sociedad y demás– tienen una presencia
simbólica poderosa en la biopolítica contemporánea, en especial en esos go-
biernos donde la eugenesia del siglo XX fue más corrosiva. Sin embargo, no
ha tenido lugar la gestión genética de la población a gran escala y, de hecho,
actualmente es técnicamente imposible. De una manera más significativa, con la
excepción de algunas sectas menores, existen unas pocas fuerzas que abarquen
tal racionalidad. No obstante, las prácticas actualmente posibles, tales como la
selección de sexo, no parecen tener consecuencias molares fuera de Europa,
aún cuando esta sea el producto de opciones individuales para aspiraciones
personales y formada por contextos socio-culturales específicos, y sea a menu-
do desalentada explícitamente por las políticas oficiales. Más allá de todas estas
alteraciones en las características generales de la población, donde las tecnologías
genéticas solo amplían las formas culturales existentes, pensamos que es muy
poco probable que la micro-gestión de las características demográficas a través
de la intervención en el punto de la reproducción sea científica y técnicamente
viable. Aún si fuera viable en relación a ciertas condiciones específicas (como
vemos en la relación con el haz de la célula o la Tay Sachs), las formas y el alcan-
ce de tal gestión genómica serán debido a las preocupaciones de comunidades
biosociales particulares, más que a un compromiso de Estado ante el tramado
de la calidad demográfica como objetivo nacional. Ni repetiremos el pasado ni
daremos cabida a las utopías de la futurología: para entender e intervenir en
futuros posibles necesitamos un analítico que sea más modesto y empírico,
acorde con las pequeñas mutaciones donde el hoy es algo diferente del ayer.

Medicina genómica
Las primeras estrategias biopolíticas en el siglo XVIII tenían que ver con la
gestión de la enfermedad y la salud. Éstas proveían un modelo para muchas
otras problemáticas que operaban en términos de la división entre lo normal
y lo patológico. Tienen una notabilidad peculiar en las sociedades liberales
porque establecen vínculos entre lo molecular y lo molar, al unir la aspiración
del individuo a ser curado con la gestión del estado de la salud de la población
como un todo. Los polos de este campo biopolítico se extienden desde la
gestión de la salud colectiva por medio de agua pura, pasando por los che-
queos de salud anuales, seguro de salud, medicina preventiva que opera en

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grandes dominios entre las colectividades y los individuos, hasta el campo de


las intervenciones clínicas en el cuerpo de la persona enferma en nombre de
la salud. A pesar del enfoque contemporáneo en el cuerpo individualizado,
la acción en el polo colectivo ha sido el principal motor de incrementos en la
longevidad y calidad de vida. Las variaciones en las racionalidades y tecnologías
dirigidas a este polo colectivo son los factores clave que han conducido a las
variaciones escandalosas en la expectativa de vida y las oportunidades de vida
que podemos observar hoy en día en todo el mundo. En la gran mayoría de
estas instancias, las causas y los remedios son conocidos, y no requieren un
mayor avance científico o innovación tecnológica, solo la política lo hará. Aún
en los desórdenes aparentemente novedosos, tales como el SRAS (síndrome
respiratorio agudo severo), cuyo brote rápidamente convocó toda la panoplia
de la medicina biológica moderna, incluso la rápida identificación y la secuen-
ciación del patógeno; los modos preventivos de intervención requeridos eran
arcaicos. Básicamente eran los de cuarentena, primero aplicada a los brotes
epidémicos como la plaga, que han sido utilizados al menos desde los tiempos
medievales y han sido actualizados por tomar en cuenta los mecanismos con-
temporáneos de movilidad y comunicación. Allí las estrategias probaron ser
muy efectivas sin ninguna contribución significativa de la medicina genómica.
¿Qué pasa entonces con la medicina genómica? Es claro que un juicio sobre
si un régimen de biopoder tomará o no forma -esto es, formará una nueva con-
figuración de conocimiento, poder y subjetividad cualitativa- depende de muchos
factores. Algunos de estos dependen del resultado incierto de la investigación
genómica en sí, pero muchos otros dependen de las contingencias externas a la
genómica y la biomedicina. Al día de hoy no está claro aún si las nuevas formas
de conocimiento genómico y molecular son actualmente capaces de generar las
clases de herramientas terapéuticas y de diagnóstico que sus defensores esperan.
Es mucho lo que está en juego, a nivel económico, médico y ético. Existe una
supuesta capacidad de la genómica para formar un nuevo “saber hacer” que
posibilitará a la medicina transformar su lógica básica: ir de una lógica basada en
restaurar la normatividad orgánica perdida en la enfermedad a una lógica com-
prometida con la re-ingeniería molecular de la vida misma. La genómica promete
identificar los procesos clave que controlan la manufactura de proteínas y, al
hacer esto, abrirlas a la intervención precisa como para poder producir un efecto
terapéutico. La economía política de estos conocimientos es, como señaló Carlos
Novas, una economía de esperanza: la de los individuos, asesores, científicos,
sistemas del cuidado de la salud, consejeros en ciencia política y las compañías
farmacéuticas de que una nueva clase de “saber hacer” surgirá de la vida misma
y generará curas, además de su biovalor compartido (Novas y Rose, 2000). Para
sus defensores, la identificación genómica de la patología funcional debe, inevi-
tablemente, abrir un camino hacia la intervención molecular. Pero como para
probar que es imposible desarrollar esta lógica, la genómica permanecerá solo
en una dimensión de cuidado de la salud y comprensión biológica; una que gane

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 331

su inteligibilidad dentro de un campo más abarcador de conocimiento sobre la


etiología, el pronóstico y el tratamiento de la enfermedad.
¿Cómo podemos entonces empezar a considerar las implicaciones de los
avances nacientes en tecnologías moleculares y genómicas? La creencia de que
algo significativo está en juego aquí moviliza las estrategias y tácticas de toda una
variedad de fuerzas cuyas características han sido documentadas en detalle en
numerosos estudios empíricos. Los gobiernos nacionales invierten en genómica,
instalan bio-bancos y financian la investigación de la medicina genómica básica
y aplicada. Las compañías farmacéuticas y de biotecnología invierten billones y
emplean decenas de miles de científicos y técnicos talentosos en experimen-
tos e inventos sutiles y elegantes. Los grupos de pacientes invierten fe, capital
político, sus propias muestras de tejido y dinero en búsqueda de tratamientos
genéticos. Los grupos de presión presionan a favor y en contra de algunos o
todos estos procesos basándose en sus asuntos éticos o biopolíticos. Por lo
tanto queda claro que se está formando una racionalidad biopolítica modificada
en relación con la salud, en la cual el conocimiento, el poder y la subjetividad
están iniciando nuevas configuraciones, algunas visibles, otras potenciales. Esta
formación involucra muchos elementos que han jugado un papel importante en
los aparatos previos, y muchos que adquirieron más o menos su forma actual
luego de la Segunda Guerra Mundial: los grupos de pacientes no son nuevos,
las compañías farmacéuticas existían antes que la genómica, y los gobiernos
han invertido cada vez mayores sumas de dinero al promocionar y regular la
investigación médica básica y aplicada en nombre de la salud de la población,
el desarrollo económico y la competitividad internacional. Pero, junto con
estas configuraciones previas, que no han desaparecido en absoluto, creemos
que algo nuevo está tomando forma, algo que está comenzando a colonizar y
mutar los mayores aparatos para la gestión de la salud individual y colectiva,
al menos en el mundo industrial democrático.
Tomemos dos pequeños ejemplos de estas nuevas inversiones. La investi-
gación de Rabinow en 2003 fue un estudio antropológico de los Diagnósticos
Celera, en Alameda California.15 Esta compañía es una rama de Genómica
Celera, la compañía que aceleró la carrera para trazar el mapa del genoma
humano (y también de otros genomas no humanos). Con varios cientos de
millones de dólares a disposición, identificó aproximadamente una docena
de áreas de enfermedades graves y adoptó un enfoque que busca identificar
grupos de PNS (Polimorfismos de Nucleótido Simple) en áreas funcionales
del genoma. Por consiguiente, Diagnósticos Celera combina una capacidad
de máquina cara y masiva, diversas alianzas con múltiples asociaciones de
enfermedad e investigadores universitarios, y una estrategia que posibilitará
la identificación diagnóstica de predisposición a enfermedades complejas que
involucran variaciones en numerosos genes. Su modelo para las condiciones

15
Esta investigación ha sido publicada como Rabinow y Dan-Cohen (2004, 2006).

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poligenéticas avanza más allá de la búsqueda por el “paragen” modelo de la


década de 1990, un modelo que obviamente es inadecuado para comprender
los desórdenes más comunes como cáncer, enfermedad coronaria y otros más
complejos. Y un modelo también inadecuado para comprender la genómica de
muchas enfermedades y susceptibilidades. El objetivo es producir pruebas de
diagnóstico que sean utilizadas masivamente en laboratorios de referencia de
un modo rutinario, para posibilitar el diagnóstico pre-sintomático y las interven-
ciones preventivas en una escala antes inimaginable dentro de los cinco años.
Si este modelo fuera a triunfar, y para ser desplegado ampliamente, no
solo en los países desarrollados sino también en los menos desarrollados, la
lógica de la medicina, y la forma del campo biopolítico, deberían ser alteradas,
y las nuevas contestaciones surgirían sobre el acceso a tales tecnologías y los
recursos necesarios para seguir de cerca sus implicaciones. Más aún, como las
formas de conocimiento generadas aquí son las de la probabilidad, sin lugar a
dudas surgirían nuevos modos de calcular el riesgo, comprendiendo el ser y
organizando el cuidado de la salud. Todavía no se sabe si este modelo probará ser
operable. Si lo hace, mientras resulta claro que la forma del campo biopolítico
mutaría, no existe aquí un determinismo tecnológico: son posibles múltiples
respuestas. Y si recordamos, como siempre deberíamos hacer, que incluso en
la nación más prospera del mundo, hay millones de personas que aún tienen
negado el acceso a las tecnologías de salud básicas e intervenciones médicas
establecidas hace más de un siglo, las implicaciones políticas y sociales son
evidentemente moldeadas más por el lado político de lo biopolítico que por
el lado médico. Si el éxito es parcial y desigual, si las esperanzas se desinflan,
si el capital de ventura y las inversiones de mercado bursátil se mueven hacia
otro lado, esto no significa que no vaya a surgir algo. Más bien significa que,
como con tantos otros avances médicos, las mutaciones que tendrán lugar
en la terapéutica serán menores, más dispersos y sus efectos más difíciles de
ver a corto plazo, aunque quizás evidentes desde la perspectiva del futuro.
En un área relacionada pero distinta, la investigación de Rose en 2003 se
centró en el proceso conocido como farmacogenómica, y en particular en su
compromiso con los desórdenes mentales. El terreno de la investigación fue
el inicio, principalmente en Europa, de la nueva generación de anti-depresivos,
en el contexto de una creencia, subrayada por la Organización Mundial de la
Salud y aceptada por las agencias internacionales de gestión de la salud, de que
para el año 2020 la depresión será la segunda causa de morbilidad más grande
tanto en los países desarrollados como en los menos desarrollados, segunda
solo a la enfermedad de isquemia coronaria. Existen claramente muchos factores
que han llevado a esta creencia, que no pueden ser tratados aquí en detalle.
Incluyen la creencia humanística de los médicos y otros de que tanta miseria es
el resultado de una condición clínica mal diagnosticada, para la cual hay ahora
disponibles tratamientos seguros y efectivos de droga; la preocupación de los
gobiernos nacionales sobre el costo de sus presupuestos de días perdidos por
depresión; el significado del indicador clave de tasas de suicidios en compa-

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 333

raciones de salud internacional, la mercadotecnia intensiva y las campañas de


“concienciatización de la enfermedad” de las compañías farmacéuticas.
¿Cuál es el vínculo entre esto y la genómica? En primer lugar, la nueva (ter-
cera) generación de anti-depresivos afirma ser fabricada en un nivel molecular
para captar los mecanismos neuronales precisos que subyacen los síntomas
depresivos. En segundo lugar, ya que existen más de una docena de estas
drogas en el mercado, no hay una sintomatología clara u otros marcadores
que posibiliten a los médicos elegir entre ellos. Y aún así, las diferentes drogas
son variables en sus efectos, algunas tienen efectos beneficiosos con ciertos
individuos, mientras que no tienen efectos terapéuticos en otros y generan
efectos adversos en un tercer grupo. En tercer lugar, algunos sostienen que
las pruebas genéticas pueden posibilitar que los médicos elijan la droga ade-
cuada en la dosis adecuada para el individuo adecuado. Esto maximiza tanto
el beneficio terapéutico como su conformidad, minimiza los efectos adversos,
incrementa la eficiencia de la captación de los recursos del cuidado de la salud,
y actúa así no solo a nivel individual sino también sobre los indicadores de salud
de la población y financieros. Si tiene éxito, guiado por el deseo de todos los
implicados (incluso los pacientes) para obtener drogas efectivas con efectos
secundarios mínimos, las pruebas genéticas pueden migrar del consultorio del
especialista en genética al médico de cabecera. Se convertiría entonces en una
rutina como las pruebas de sangre; abriendo a la población toda la comprensión
genética de su salud, sus enfermedades y las propensiones a las mismas. Si
tiene éxito solo parcialmente, la rutinización de las pruebas genéticas previas a
las decisiones de tratamiento puede ser lenta, fragmentaria y limitada, pero la
revisión genética de la enfermedad mental ingresará, de todos modos, una vez
más, al campo de la verdad, no en nombre de la purificación y la eliminación de
la degeneración, sino en nombre de la calidad de vida, incluso de la felicidad.
En cada caso, el potencial está allí para una reorganización de la biopolítica de
salud mental, no solo al reescribir su epistemología en términos biológicos,
sino también al reconfigurar las relaciones de conocimiento, poder y pericia
que la gobiernan, quizás engendrando nuevas estrategias para minimizar el
desorden mental a nivel individual y colectivo, y reorganizando las formas en las
cuales los individuos se piensan, juzgan y actúan en nombre de la salud mental.

Conclusión
Uno intenta imaginar lo que pudo haber sido para un analista que en el siglo
XIX intentara comprender las implicancias de los precursores del “nacimiento
de la clínica”. Hoy en día estamos más bien en una situación análoga, en la que
se pueden percibir los deseos de cambio, ciertas mutaciones pueden ya ser
detectadas, ciertas consecuencias pueden ser predichas; pero también en una
situación donde las orientaciones globales permanecen ocultas y sus implican-

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cias aún están en duda. No sorprende así lo difícil que es decidir si estamos en
las primeras etapas de un cambio memorable, en la mitad de un proceso que
está en camino hacia la estabilización de nuevas formas, o en una coyuntura
que probará ser un punto muerto, o al menos marginal, para otros cambios
que hoy no podemos avizorar. Pero al intentar realizar un diagnóstico para “en
la mitad”, consideramos que el concepto de biopoder centra nuestra atención
en tres elementos clave, que se ponen en juego en toda transformación, así
como en sus múltiples combinaciones. Dichos elementos son el conocimiento
de los procesos vitales de vida, las relaciones de poder que toman como su
objeto a los humanos entre los seres vivos, y los modos de sujetificación por
los cuales los sujetos trabajan en sí mismos como requisito de seres vivos.
En la nueva economía política de vida, los flujos de conocimiento trans-
nacionales, las células, los tejidos y la propiedad intelectual están unidos a las
intensificaciones locales y regulados por las instituciones supranacionales. Las
movilizaciones de personas, tejidos, órganos patógenos y terapeutas operan
a diferentes velocidades y se topan con obstáculos e incitaciones locales. Las
sujetificaciones individuales y colectivas son también móviles y transnacionales:
grupos de fibrosis cística trascienden las barreras nacionales y de clase como
lo hacen sus cuidadores; se propagan modelos de activismo de pacientes, los
cuales son tomados y reinterpretados desde Bangladesh hasta Toronto. ¿Quién,
en 1955, podría haber imaginado a la gente depresiva como una categoría
global, no solo como la meta sino como sujetos activos en una nueva biopo-
lítica de salud mental? Si estamos en un momento emergente de política de
vida, la celebración o la denuncia no son suficientes como enfoques analíticos.
El concepto de biopoder, utilizado de manera precisa, relacionado con las
investigaciones empíricas y sujeto al proceso de inventiva, probablemente
tomará su lugar como una pieza clave de un conjunto de herramientas de
análisis adecuado para el diagnóstico de lo que Gilles Deleuze denominó “el
futuro cercano” (1989).

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Paul Rabinow y Nikolas Rose 335

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(1990) The medieval world. Londres: Collins & Brown.

0_0_Numero 7.2.indd 335 16/08/2013 05:58:03 p.m.


336 Biopoder hoy

- M’Charek, A. (2005) The Human Genome Diversity Project: An ethnography of scientific practice. Cam-
bridge: PUC.
- Meadows, D.H. (1972) The limits to growth: A report for the Club of Rome’s project on the predicament
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- Mesnard, P. (2004) “The political philosophy of Giorgio Agamben: A critical evaluation”. Totalitarian
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- Novas, C. & Rose, N. (2000) “Genetic risk and the birth of the somatic individual”. Economy and
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- Proctor, R. (1999) The Nazi war on cancer. Princeton, NJ y Chichester: Princeton University Press.
- Rabinow, P. (1989) French modern: Norms and forms of the social environment. Cambridge, MA: MIT
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(1994) “The third culture”. History of the Human Sciences, 7(2), 53-64.
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thropology of reason, 91-112. Princeton University Press.


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(1999) French DNA: Trouble in purgatory. Chicago, IL: University of Chicago Press.
- Rabinow, P. & Dan-Cohen, T. (2004) A machine to make a future: Biotech chronicles. Princeton Uni-
versity Press.
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(2006) A machine to make a future: Biotech chronicles. Princeton Uni-
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- Reardon, J. (2001) “The Human Genome Diversity Project: A case study in coproduction”. Social
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(2005) Race to the finish: Identity and governance in an age of genomics. Princeton Uni-
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versity Press.
- Robey, B. Rutstein, S.O. Morris, L. & Blackburn, R. (1992) The reproductive revolution: New survey
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- Rose, N. (1985) The psychological complex: Psychology, politics and society in England, 1869-1939.
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(1999) Powers of freedom: Reframing political thought. Cambridge University Press.
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(2001) “The politics of life itself” Theory, Culture & Society, 18(6), 1-30.
(2006) The politics of life itself: Biomedicine, power and subjectivity in the twenty-first century.
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Princeton University Press.


- Rose, N. & Novas, C. (2005) “Biological citizenship” en A. Ong, & S. Collier, (Eds), Global assem-
blages: Technology, politics and ethics as anthropological problems. Malden, MA:Blackwell Publishbing.
- Thompson, E.P. (1975) Whigs and hunters: The origin of the Black Act. Londres: Allen Lane.
- Throsby, K. (2004) When IVF fails. Londres: Palgrave Macmillan.
- United Nations General Assembly (1963) “Declaración sobre la eliminación de toda forma de
discriminación racial”. Nueva York: Naciones Unidas.

0_0_Numero 7.2.indd 336 16/08/2013 05:58:04 p.m.


Colaboradores 337

COLABORADORES

Avellaneda, Aldo
Centro de Estudios Sociales, Universidad Nacional del Nordeste
Área de desempeño: Filosofía y Ciencia Política
Licenciado en Comunicación por la Universidad Nacional del Nordeste. Doctorando en
Ciencias Políticas por la Universidad Nacional de San Martín y becario de posgrado UNNE-
CONICET en el Centro de Estudios Sociales. Auxiliar docente en la cátedra “Teorías de la
Comunicación social I” de la Licenciatura en Comunicación Social.
aldoavellaneda.ces@gmail.com

Baptista, Claudio Roberto


Universidade Federal do Rio Grande do Sul
Doctor en Educación por la Università di Bologna y Profesor en el Programa de Posgrado
en Educación de la UFRGS, integra la Línea de investigación “Educación Especial y Procesos
Inclusivos”. Coordina el Núcleo de Estudios en Políticas de Inclusión Escolar -NEPIE/FACED/
UFRGS (www.ufrgs.br/faced/pesquisa/nepie) Autor de libros como Autismo e Educação, Porto
Alegre, ARTMED, 2007; Avanços em Políticas de Inclusão Porto Alegre, Mediação, 2009.
baptistacaronti@yahoo.com.br

Barciela, Gonzalo
Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo
Abogado (UBA). Maestrando en Ciencia Política (IDAES-UNSAM) Tesis en elaboración.
Profesor Adjunto de las asignaturas: “Introducción al Derecho y orígenes de la racionalidad
jurídica occidental” y “Teoría General del Derecho” en Derecho de la Universidad Popular
Madres de Plaza de Mayo (UPMPM).
Docente invitado de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) y Universidad Nacional
de Río Cuarto (UNRC).
Publicaciones más recientes: (2010) “¿Se puede huir del soberano? o por qué el Discurso
del Amo es el lazo político fundante”. International Journal of Zizek Studies. Volume Four,
Number Three – Special Issue: Latin America/Iberia. Londres. ISSN 1751- 8229; (2011)
“Sobre parricidios y fidelidades. Ernesto Laclau y Alain Badiou lectores de Althusser”, en
Sergio Caletti (comp.) La intervención de Althusser, hoy. Revisiones y debates. Buenos Aires,
Prometeo Libros (en prensa).
gbarciela@hotmail.com

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338 Colaboradores

Cheli, María Verónica


UNLP
Magister en Educación UNLP con tesis en curso. Profesora en Ciencias de la Educación
UNLP. Jefa de trabajos prácticos de la cátedra Pedagogía de la Diversidad de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación, auxiliar docente en la cátedra de Fundamentos
de la Educación. Participó en proyectos de investigación en el área de la escolarización de
la infancia anormal en investigaciones orientadas al estudio de la inclusión- exclusión de las
distintas identidades de la niñez y sus trayectorias escolares.
unlp.veronicacheli@hotmail.com

Ciselli, Graciela
UNPA
Prof. y Lic. en Historia, Abogada, Mgter. en Antropología Social; Mgter. en Derecho Ambiental
y Derecho Urbanístico. Prof. titular en Antropología de la UNPSJB. Prof. Adj. Ord. en Legisla-
ción turística, ambiental y patrimonial de la UNPA. Docente de la Maestría en Metodologías
y Estrategias de Investigación Interdisciplinar en Ciencias Sociales (UNPA).
gracisell@hotmail.com

Conno, Diego
IIGG - UBA - CONICET
Licenciado en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires y becario doctoral CONICET
con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Es docente e investigador en el área
de teoría política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Se
dedica a temas de teoría política moderna y contemporánea principalmente en relación con el
pensamiento biopolítico contemporáneo, con énfasis en las obras de Michel Foucault, Giorgio
Agamben y Roberto Esposito. Dirige el equipo de investigación del programa de reconocimiento
institucional de la Universidad de Buenos Aires R10-215 “Biopolítica: crisis y actualización del pen-
samiento político”. Ha publicado artículos sobre la cuestión biopolítica en revistas especializadas.
diegoconno@hotmail.com

Damico, Desirée
UCC - CONICET
Licenciada en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Magíster en Gestión Política por
la Universidad Católica de Córdoba-Georgetown University. Doctoranda en Política y Go-
bierno (UCC). Becaria de postgrado CONICET. Desarrolla investigaciones sobre segregación
residencial socioeconómica, migraciones y redes socio políticas en distintos barrios de la
Ciudad de Córdoba desde el año 2007. Es autora de capítulos de libros y ha presentado sus
trabajos en diversos eventos académicos nacionales e internacionales.
desiree.damico@gmail.com

Dawyd, Darío
UNSAM
Licenciado en Ciencia Política (UBA), Dr. en Ciencias Sociales (UBA), especializado en Historia
Argentina Contemporánea (1955-2001) y Política, movimiento obrero y peronismo. Algunas
publicaciones: (2010) “De la muerte de Rosendo a la muerte de Vandor. Rodolfo Walsh y el

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Colaboradores 339

periodismo: entre la escritura y la política”, en AA.VV., Periodismo, Historia y Política Argentina,


La Plata, Gobierno de la Provincia de Buenos Aires; (2008) “A 40 años del Programa del 1º
de mayo. La CGT de los argentinos y la ofensiva contra la ‘Revolución Argentina’”, en revis-
ta Nuevo Mundo Mundos Nuevos, CERMA - Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales,
disponible en http://nuevomundo.revues.org/38022.
dawydario@hotmail.com

De Diego, Luciana
UNGS
Licenciada en Ciencia Política (UBA), doctoranda en Ciencias Sociales (UBA), especializada
en Filosofía Política Moderna y Opinión Pública. Entre sus últimas publicaciones se encuentra
(2011) “La influencia de Hutcheson en el pensamiento estético de Hume”, en revista Cuadernos
de Filosofía, Nº 52, Instituto de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires.
lucianadediego@hotmail.com

Echeverri Álvarez, Juan Carlos


Universidad Pontificia Bolivariana
Historiador. Magister en Historia. Doctorando en Educación, Coordinador del Grupo de
Investigación Pedagogía y Didácticas de los Saberes (PDS). Entre sus últimas publicaciones
se encuentran “La condición maestro: elementos ético-políticos y estéticos” Colombia,
Monográfico Maestría en Educación vol. 2; “La guerra de 1885 en Colombia: ¿crónica de un
suicidio anunciado? Revisión histórica de un lugar común”, Venezuela, Revista De Historia
Arte y Ciencias Sociales, 2009 vol.9; “Investigar-publicar: una relación hacia la comunicabilidad
del conocimiento”, UPB, Medellín. 2005; “Los efectos de la educación: una preocupación
con historia Argentina”, Revista Propuesta Educativa, Argentina, 2008 vol.30.
juan.echeverri@upb.edu.com

Enrici, Aldo
UNPA
Doctor Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid. Instancia Postdoctoral. Universidad
Reims, Francia. Titular ordinario de Filosofía Práctica, Estética (UNPA). Investigador Categoría
I. Director de Maestría en Metodologías y Estrategias de Investigación Interdisciplinar en
Ciencias Sociales (UNPA). Profesor del Seminario de Teoría de la argumentación en ciencias.
Doctorado en Ciencias Naturales, UNPSJB.
enrici_20@hotmail.com

Fardella, Carla
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Docente e investigadora de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Miembro del
Grupo de Investigación en Subjetividad y Vida Social de la Escuela de Psicología de la misma
Universidad. Doctoranda en Psicología Social de la Universitat Autònoma de Barcelona. Los
temas a los cuales se ha abocado como investigadora han sido el análisis microsocial del im-
pacto de las nuevas políticas de gestión escolar en las comunidades educativas, y el estudio
de las formas contemporáneas de subjetivación ligadas a la vida social y laboral.
fardellacarla@hotmail.com

0_0_Numero 7.2.indd 339 16/08/2013 05:58:04 p.m.


340 Colaboradores

Fuentes Díaz, Antonio


Universidad Autónoma de Puebla
Doctor en Ciencias Políticas y Sociales (UNAM). Se especializa en Sociología Política, Violencia,
Estado y Movimientos Sociales. Entre sus últimas publicaciones se encuentran ”Subalternidad e
violência colectiva no Mexico” en Dellasopa, Emilio (coord). Trabalhos do XXV Congreso ALAS.
Programa de estudos a violencia, UERJ- Río de Janeiro, Brasil, 2006; “Respuestas Fragmentadas”
en Linchamientos en México. Rodríguez Guillén, Raúl (coord.), UAM- Azcapotzalco, México,
2006; “Nuevas Violencias en América Latina” en Lora, Jorge y Mallorquín, Carlos (coord.). El
consenso neoliberal y sus secuelas excluyentes, BUAP, México, 2006; “Subalternidad y violencia
colectiva en México y Guatemala” en Revista Fermentum, Revista Venezolana de Sociología
y Antropología, Año 16, No. 46, 2006; “Contradicción, antagonismo y agencia. Inquietudes
alrededor de Postone” en Bajo el Volcán No. 15, 2010
anfudi@gmail.com, fractal9@hotmail.com

Gigena, Andrea Ivanna


Universidad Católica de Córdoba - CONICET
Magister en Administración Pública (UNC). Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA). Profe-
sora Titular Interina Metodología I, Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales
(UCC). Profesora  postgrado en el Departamento Académico de Ciencias Sociales, Jurídicas
y Económicas, Universidad Nacional de La Rioja. Publicaciones: “Reivindicaciones y luchas
territoriales en Argentina: entre la identificación indígena y la fragmentación étnica” en Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura N°2, Vol. 37, 2010. ISSN: 0120-2456. pp. 195-218;
“Descubrimiento y obliteración de la subjetividad indígena. En Revista Nómadas Nº 31. Octubre
2009. Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos IESCO, Universidad Central, Colombia.
ISSN: 0121-7550. Pp. 227-239; “Dispositivos miméticos y efectos de identidad. Ensayo de
una interpretación crítica sobre las personerías jurídicas y las comunidades originarias. En co-
autooría con Karina Bidaseca, Leopoldo Guerrero, Facundo Millán y María Marta Quintana.
En Papeles de trabajo. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad
Nacional de General San Martín. Año 2, Nº 3, Buenos Aires, junio de 2008. ISSN: 1851-2577.
aigigena@yahoo.com.ar

Haidar, Victoria
UNL - CONICET
Doctora en Ciencias Sociales (Facultad de Ciencias Sociales - Universidad de Buenos Aires).
Magíster en Sociología y Ciencia Política (FLACSO Argentina). Becaria Post-Doctoral del
CONICET. Profesora Adjunta de la Facultad de Humanidades y Ciencias y Jefe de Trabajos
Prácticos en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral.
Sus investigaciones se inscriben en el campo de los Estudios Sociales sobre la Gubernamen-
talidad y la Sociología Política. Publicó el libro Trabajadores en riesgo. Una sociología histórica
de la biopolítica de la población asalariada, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
vhaidar@fcjs.unl.edu.ar, vickyhaidar@yahoo.com.ar

Heffes, Omar Darío


UNLA - UBA
Abogado, doctorando en Derecho de la Facultad de Derecho de la UBA. Se desempeña
como profesor de Derecho Penal e investigador en la UNLA, como profesor de Filosofía e

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Colaboradores 341

investigador en la Facultad de Ciencias Sociales y la Facultad de Derecho de la UBA. Asimismo,


es profesor de Historia Moderna en el Profesorado de Historia “Alfredo L. Palacios” de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es miembro de la Asociación Filosófica de la República
Argentina (AFRA). Ha publicado diversos artículos en su área de especialidad.
omarheffes@gmail.com

Martin, Facundo
INCIHUSA - CONICET
Doctor en Ciencias Sociales (UBA) y Magíster en Estudios Sociales Agrarios (FLACSO-
Argentina). Becario Postdoctoral CONICET en el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales
y Ambientales (INCIHUSA), Centro Científico Tecnológico, Mendoza. Sus publicaciones
recientes son: (2010) “Ingenieros agrónomos, desarrollo rural y cultura política: reflexiones
críticas en torno a la práctica de la (ex)tensión rural”, en Revista de la Facultad de Ciencias
Agrarias, Universidad Nacional de Cuyo. Tomo 42. N° 2; (2009) “La colonialidad de la natu-
raleza como imposibilidad de la dignidad humana. Reflexiones en torno a la apropiación de
los bienes comunes en el tiempo extenso de Argentina”, en Wester, J. H., Romero, E. O.;
Michelin D. B. y Pérez Zavala, G. (Eds.), Dignidad del hombre y dignidad de los pueblos en un
mundo global. Ediciones del Icala-CONICET, Rio Cuarto.
fdmartingarcia@gmail.com; fmartin@mendoza-conicet.gob.ar

Rabinow, Paul
Universidad de California
Profesor de Antropología en el Departamento de Antropología en Berkeley. Su obra se centra
en la modernidad como un problema a ser interpretado por medio de la Antropología de la
razón. Su investigación se centra en los procesos de post-genómica y diagnóstico molecular,
los cuales buscan inventar un marco analítico para entender los temas de la biopolítica y
la bioseguridad. Un interés de investigación afín es el terreno moral contemporáneo, con
especial dedicación al “afecto”. Sus libros más recientes son Anthropos today: Reflections on
modern equipment (Universidad de Princeton, 2003) y A machine to make a future: Biotech
chronicles, en coautoría con Talia Dan-Cohen (Universidad de Princeton, 2004, 2º ed., 2006).
rabinow@sscl.berkeley.edu

Rodrigues de Freitas, Cláudia


Universidade Federal do Rio Grande do Sul
Doctoranda por el PPGEDU/UFRGS, en la Línea de investigación “Educación Especial y
Procesos Inclusivos”. Es integrante del Núcleo de Estudios en Políticas de Inclusión Escolar
-NEPIE/FACED/UFRGS. Pertenece al grupo (http://includeassessoria.com.br). Autora del libro
Mulher professora em Escola Especial: Ecos, vozes e marcas da diferença y de varios artículos
en el campo de la Inclusión Escolar.
freitascr@terra.com.br

Rose, Nikolas
Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres
Profesor de Sociología en Martin White y Director del Centro BIOS para el estudio de bio-
ciencia, biomedicina, biotecnología y sociedad en la Escuela de Economía y Ciencias Políticas

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342 Colaboradores

de Londres. Entre sus libros recientes se encuentran Powers of freedom: Reframing political
thought (Univ. Cambridge, 1999); The politics of life itself: Biomedicine, power, and subjectivity
in the twenty-first century (Univ. Princeton).
n.rose@lse.ac.uk

Sisto Campos, Vicente


Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Dr. en Psicología Social por la Universitat Autònoma de Barcelona. Profesor Adjunto de la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Miembro del Grupo de Investigación en Subjeti-
vidad y Vida Social de la Escuela de Psicología de la misma Universidad. Investigador Asociado
del Centro de Investigación Avanzada en Educación. Sus principales líneas de investigación
han sido el estudio de las consecuencias sociales y subjetivas de los procesos de flexibilización
y desregulación laboral, así como los procesos locales asociados a la implementación de las
actuales políticas públicas en educación.
vicente.sisto@ucv.cl

Theumer, Emmanuel
Universidad Nacional del Litoral
Bachiller universitario en Historia y estudiante de grado del profesorado de dicha carrera-
Facultad de Humanidades y Ciencias-Universidad Nacional del Litoral. Integra el Programa de
género, sociedad y Universidad de dicha casa de estudios. Miembro activo del P.E.I.S.: “Mu-
jeres hacedoras: recuperación de memorias y tramas barriales. Barrio Chalet y San Agustín”.
(Programa de Género - UNL). Miembro activo del P.E.I.S. “Diversidades sexuales, género y
derechos humanos” (Programa de Derechos Humanos - UNL). Es miembro activo de la S.P.U.
ganada por concurso de la Secretaria de Políticas Universitarias del Estado Nación, “Violencia
de género: alternativas de intervención” en donde ha dictado talleres de violencia de género
en los centros UNL de Santa Fe. Es miembro activo del “Relevamiento sobre prácticas y
saberes acerca de VIH-SIDA entre ingresantes a la UNL 2010” (Programa de Género - UNL).
e_theumer@hotmail.com

Vega, Guillermo Andrés


Universidad Nacional del Nordeste
Profesor en Filosofía por la Universidad Nacional del Nordeste. Maestrando en Ciencias
Sociales y Humanidades en la Universidad Nacional de Quilmes. Profesor adjunto a cargo
de la cátedra “Filosofía del Derecho”, Carrera de Filosofía, UNNE. Investigador en diferen-
tes proyectos acreditados por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNNE en el área de
Filosofía Contemporánea.
gui_vega@argentina.com

Vignale, Silvana
UNLA, CONICET, UDA (Universidad del Aconcagua) y UNLA (Universidad Nacional de Lanús)
Profesora en Filosofía,  (Universidad Nacional de Cuyo). Doctoranda de la Universidad Nacional
de Lanús. Actualmente es Profesora Titular de la cátedra Filosofía y Jefa de Trabajos Prácticos
de la cátedra Antropología Socio-cultural, en la Facultad de Psicología de la Universidad del

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Colaboradores 343

Aconcagua, y Profesora Adscripta de la cátedra Antropología Filosófica de la Facultad de


Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo. Integrante del proyecto de investiga-
ción: “Relaciones entre el psicoanálisis y la filosofía política. Revisión de categorías y debates”.
Investigadora libre del Instituto de Filosofía Argentina y Americana, FFyL, UNCuyo. Miem-
bro del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias de Filosofía en la Escuela (CIIFE - FFyL,
UNCuyo) y de la Red de investigadores latinoamericanos de Biopolítica (http://biopolitica.cl).
silvavignale@yahoo.com.ar

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