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durante dicho contacto. Pero también la novedad y la esperanza que nos aportan pueden
constituirse en principios movilizadores importantes de nuestras mejores energías y creati-
vidad para forjar un mundo diferente, más humano, y solidario. En el que todos debieran
poder caber y participar. Sin olvidar los procesos de «hibridización cultural» que vivimos. Es
decir, fenómenos de transformación cultural que operan, en mayor o menor grado, en
nuestras sociedades, y constituyen el «suelo» donde debe enraizarse cualquier tipo de
proyecto.
culturas distintas que, no están necesariamente relacionadas entre ellas, o que también
pueden tener relaciones de conflicto»2.
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En general ese proceso intercultural emerge de la manera más simple. Cuando una
persona, por alguna razón, se ve obligada a dejar su contexto habitual de vida; o, igualmente,
por alguna razón, tiene que entrar en relación con grupos y culturas diferentes a la suya.
La interculturalidad puede interpretarse desde el ámbito personal (intraculturalidad) y el de
los procesos sociales (interculturalidad), aunque ambos son complementarios entre sí. Y
puede convertirse en un principio normativo de ellos.
La interculturalidad en sentido personal, se inicia propiamente en cada uno de
nosotros cuando comenzamos un diálogo interno (intraculturalidad) entre las diversas
influencias, mitos, cosmovisiones, etc., que nos sustentan, configuran y a las que nos vemos
expuestos. Éstos en ocasiones entran en conflicto y, no siempre, son fáciles de armonizar.
Esa dinámica puede realizarse de formas diversas. Una de ellas consiste en compartir estos
momentos con personas sometidas a diversas influencias culturales, pues, por lo general, las
procesan de forma similar.
La interculturalidad en el sentido social se orienta por los procesos que fundamentan
el reconocimiento del derecho a la diversidad cultural y a la lucha contra las formas de
discriminación y desigualdad social. Con el fin de promover relaciones dialógicas e
igualitarias entre personas y grupos que pertenecen a distintos universos culturales. Por eso,
no puede ser disociada de la problemática social y política de cada contexto.
Atendiendo al principio lingüístico-semántico de la voz «interculturalidad» proviene
del ámbito anglosajón y «es una precisa condición de la sociedad multicultural»3. R. A. Mall
(1995), circunscrito al ámbito filosófico, menciona que en la noción «filosofía inter-
cultural», el prefijo inter, sugiere tanto la semejanza como la diferencia entre las filosofías y
religiones. Y que el término cultural, se convierte no sólo en el adjetivo, apéndice o
suplemento, sino que resulta ser lo más relevante. Se trata de un nuevo punto de partida de
la filosofía que en el
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son muy distintas. En ello se entremezclan procesos mentales, motivacionales y los modos de
llegar a ellas9.
6 Pero esa traducción implica también una ética. Es decir, a la «ética del discurso intercultural» y
«la unidad» del problema del discurso ético por sí mismo. Sólo bajo condiciones de no-dominio
entre culturas es posible lograr cierta limitada habilidad de traducción (translatability) entre
ellas. No menos importante sería atender a la construcción de una mutualidad que clama por ser
una tercera dimensión a implementar en cada cultura. Se apuntan a distintos paradigmas de
traductibilidad mutua, que conduzcan a incrementar equivalencia o la igualdad (sameness) entre
las culturas, cfr. AAVV, The Translatability of cultures. Figurations of the Space Between, S.
Budick e I. Wolfang I. (eds.), California, Stanford University Press, 1966, pág. 348.
7 D. J. Hesselgrave, Communicating Christ Cross-Culturally, Michigan, Zondervan Publishing
House, 19912, págs. 163-173. O su artículo: «Dimensions of Cross-cultural Communication»,
Practical Antropology 19, jan-feb , 1972. Págs. 1-12.
8 A este respecto en la mayoría de las culturas suele darse una tensión entre lógica y retórica, se
entremezclan tensiones políticas, y se refieren a la esfera lingüística original; sin embargo, las
implicaciones de dicha construcción lingüística apenas están siendo despejadas en la actualidad.
Esto entraña la asunción de la realidad social, primariamente mediada y definida por el lenguaje.
Para un análisis de las distintas teorías y un bosquejo de las afinidades culturales, cfr. N. W.
Keith, Reframing International Development. Globalism, Postmodernity, and Difference,
California-Londres-Nueva Dehli, Sage Publications, 1997, pág. 232.
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GONZÁLEZ R. ARNAIZ, Graciano. (Coord.).
El discurso intercultural. Prolegómenos a una filosofía intercultural.
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R. Winter (1974) afirma que «la dificultad que se encuentra en cualquier instancia de
comunicación es directamente proporcional al grado de la diferencia entre las dos culturas
involucradas». Esto significa que, en la medida que sea mayor la distancia cultural, entre
cualquiera de las dimensiones antes citadas, mayor será el impacto y la impermeabilidad
sobre el mensaje, cómo debería ser contextualizado e interpretado 11.
Además, hemos de ser conscientes de que ese contacto puede revestir formas —
asimilación, pluralismo, mestizaje (melting-pot), integración— y actitudes diferentes12:
Pero dicho encuentro también queda, hasta cierto punto, determinado por las
relaciones entre minorías y mayorías culturales, con serias repercusiones para el marco
democrático de cualquier sociedad moderna13.
10 A ese respecto las modernas «Teorías de la Decisión Racional» se encuentran frente a una veta
aún sin explorar. Y probablemente sus reglas, estrategias, juegos quedarían seriamente
cuestionados.
11 Recordemos que hace tiempo se enfatizó más las fuentes y los receptores, los contextos en los que
son enviados y recibidos los mensajes, y los mensajes por sí mismos —contenido, organización,
estilo.
12 Cfr. D. J. Hesselgrave, 19912, págs. 169-171. Este autor propone que aquel que posea
entrenamiento y la experiencia intercultural, tendría que ser capaz de investigar las
diferencias entre las dos culturas y asignarles los valores correspondientes al grado de
distancia, de acuerdo a cada una de las siete dimensiones mencionadas. La suma de los
valores representaría el orden de diferencia entre dos culturas y serviría como un
indicador del grado de dificultad que uno puede llegar a encontrar en la comunicación
con ese sector cultura particular. Y nos remite a una serie de casos, aquí nos basta con
esa indicación.
13 Cfr. B. Aguilera Rejia, 1971, pág. 52; J. Cobo i Cuccurull, A propòsit de la interculturalitat:
Reflexions sobre la (im)possibilitat d' una cultura universal Interculturalitat, III Simposi
«Pensament en la Fe», octubre, 1995, Barcelona, Christianisme i Justicia, págs. 52-68.
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conceptuales, mediaciones y una dinámica. Y permiten hablar de la cultura como una unidad
abarcadora.
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a) Centros operativos
b) Centros de acceso a la realidad
c) Centros categoriales y campos de conciencia.
Merece la pena detenernos en ellos porque sus repercusiones están presentes en toda
dinámica cultural.
14 Para una exposición más detallada de estos configuradores universales en el contexto histórico
europeo, cfr. C. Nieto Cánovas, La dimensión cultural. Instituto de la Cultura, «Juan Gil-Albert»,
Diputación Provincial de Alicante, 1997, pág. 269.
15 El eneagrama es un instrumento de conocimiento que se remonta a más de dos mil años de
antigüedad y sirvió para interpretar las leyes del universo, comprender la cosmología y la
astronomía, las matemáticas, la química, el arte y la música. Fue consolidado por los «maestros
sufíes» —una ramificación mística del Islam— durante la Edad Media, rescatado por G. Gurdjeff
(1870-1949) y O. Ichazo, y ha sido divulgado a partir de los años 60. Cfr. A. Pangrazzi, El
eneagrama, Santander, Sal Terrae, 1997, págs. 30-45; M. A. Gallen y H. Neidhardt, El
eneagrama de nuestras relaciones, Bilbao, Desclée De Brouwer, 19983, págs. 1-68.
16 Las culturas amerindias se caracterizan por la primacía del estar abierto —sobre el ser que
incluso se identifican, en el quechua; y tampoco hay verbos que designen conceptos abstractos—,
el comprenderse a sí mismo y su postura frente a lo real, sobre el trasfondo de un juego
dramático sin certezas. Por eso diseñan otro tipo de filosofía, muy vinculada a la acción. Kusch
afirma que son culturas que se identifican más con lo femenino al incorporar la sensibilidad,
frente a la cultura europea que es masculina y de una racionalidad «fuerte». Cfr. R. Kusch, «El
pensamiento aymara y quechua», en América Indígena, 31,1971, págs. 389-396; M. Casalla, «La
ira de los Dioses», en Cultura, Ética, Poder, Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias
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El discurso intercultural. Prolegómenos a una filosofía intercultural.
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El siguiente esquema nos ilustra sobre los centros y los accesos distintos a la
realidad20.
Sociales», núm. 19 de sept. de 1994, págs. 89-93; M. Casalla, El Sujeto Cartesiano, Secretaría de
Cultura, Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires, 1995, págs. 78-85.
17 Con respecto a esto último, es significativo que, los mismos griegos de la época de Alejandro
Magno, denominaron —de forma muy sugerente— a los yoguis «gymnosophos» —gimnastas de
la sabiduría. Cfr. M. De Smedt, Palabras de los sabios de la India, Barcelona, Ediciones B, Grupo
Zeta, 1999, pág. 8.
18 Cfr, Lao Tsé, Tao te King. Loo Tse. (Tr. Le Guin, U. K.) Barcelona, Debate, 1999, pág. 143; Lao Zi,
Las enseñanzas de Lao Zi. (Tr. Preciado, I.) Barcelona, Kairós, 1998, pág. 167.
19 Cfr. R. Panikkar, La experiencia filosófica de la India: Madrid, Trotta, 1998, pág. 219;
Uphanishads. (Tr. y ed. D. De Palma), Madrid, Siruela, 1995, pág. 169.
20 Cfr. D. J. Hesselgrave, 19912, págs. 301-304. Gulick y Northrop también elaboran propuestas en
esa línea. Un estudio sobre la base de textos antiguos en las diversas culturas sería muy útil para
verificar sus afirmaciones, cfr. Borr y S. Marchignoli, Per un percorso etico tra culture. Testi
antichi di tradizione scritta, NIS: La Nouva Italia Scientifica, 1998, pág. 209.
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― «Il ne faut pas entrer dans la rivière sans en connaître la profondeur» (Bamileke).
Se refiere a que no debemos actuar sin previa reflexión22.
― «En visite chez autrui, ouvrez les yeux, pas la bouche» (Bahaya). Trata de la
acogida a los extranjeros y la hospitalidad23.
― «L’autorité est dans la main» (Tumbuka). El trasfondo alude a que la libertad es la
mejor manera de gobernar24.
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21 Cfr. G. Van Houtte, Proverbes africains, Limete (Kinshasa), Editions l’Epiphanie, 1976, págs. 6-7.
22 Cit. en G. Van Houtte, 1976, pág. 32.
23 Cit. en G. Van Houtte, 1976, pág. 25.
24 Cit. en G. Van Houtte, 1976, pág. 17.
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se trataría de poder transitar y ver a la luz de las distintas tradiciones culturales, los saberes y
sabidurías. No vendría mal sentar la pregunta ¿qué pueden aprender las tradiciones occi-
dentales filosóficas de otras filosofías, y viceversa?
d) Las categorías y los campos de conciencia. Toda sociedad y/o cultura posee su propio
modo de relacionarse, de sentir y percibir; por eso, desarrolla un sistema de categorías que
determinan sus formas de conciencia, y operan como un «filtro» socio-cultural que, las
condiciona. Es decir, que la experiencia no puede entrar en la conciencia a menos que pase
por ese filtro, que puede o no permitírselo28. Por eso, no todas las experiencias que se
presentan pueden ser fácilmente percibidas, o si se quiere pueden «entran» en la conciencia.
25 Sin olvidar los estudios de Nida que resaltan la premisa: los procesos de razonamiento de las
personas difieren en su procedimiento por los distintos «puntos de partida».
26 Cfr. S. M. Lamb, Pathways of the Brain. The Neurocognitive Basis of Language, USA, John
Benjamins Publishing Company, 1998, pág. 416.
27 Cfr. M. Douglas, Estilos de pensar, Barcelona, Gedisa, 1998, pág. 220. Se pone de relieve, de
manera práctica, que vivimos una «tiranía» por los diferentes estilos de pensar, aunque este
aspecto no solemos advertirlo, ni admitirlo con facilidad, como sucede con los diferentes estilos
de vestir, la comida y la moda. Esos estilos definen nuestras decisiones cotidianas, un gusto y una
manera de pensarse en un contexto social determinado. También, aquí se analiza cómo, a veces,
una idea que nace en el ámbito privado por la acción de la cultura es llevada al ámbito local,
donde quedan atrapados futuros pensamientos y éste los retiene, institucionalizándolos. En vez
de partir de contextos lejanos, el estudio se hace en el ámbito de la cultura cotidiana —por
ejemplo, las decisiones y los horarios, el beber té, mitos de las personas, etc. Es evidente que al
entrar en culturas diferentes la cuestión se torna más compleja.
28 Cfr. D. T. Suzuki y E. Fromm, Budismo Zen y Psicoanálisis, México, FCE. 1964, págs. 105-123.
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Y la captación de algunas de ellas, puede ser más fácil o difícil, dependiendo del grado en que
son cultivadas en cada cultura. Así podemos distinguir:
― Experiencias que sí son percibidas por todas las culturas. Éstas se encuentran
relacionadas con las sensaciones de supervivencia: por ejemplo, el dolor, el deseo sexual y el
hambre.
― Y un conjunto de experiencias más sutiles y complejas: por ejemplo, la apertura del
capullo de una rosa al amanecer, una gota del rocío, el sol que sale... Éstas son experiencias
propias, por ejemplo, de culturas orientales. Cabe añadir que al no ser suficientemente
importantes, ni significativas, suelen pasar desapercibidas para un occidental, o al menos
tiene dificultades para captarlas —a excepción de los poetas, místicos y artistas.
Lo anterior nos lleva a la consideración de que la conciencia humana es compleja y,
cuenta con una serie de «categorías de organización» que pueden manifestarse de varias
maneras. Pero la condición para que pueda penetrar cualquier experiencia, es que sea
comprensible, según las categorías en que está or-
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ganizado el pensamiento consciente. De ahí, que también algunas categorías pueden ser
consideradas de «percepción común» a todos los hombres y, sólo en ese sentido, serían uni-
versales: por ejemplo, el espacio y el tiempo —aunque, luego, cada cultura las configure de
manera distinta. Pero hay también otras que son «válidas para muchos, pero no para todas
las formas conscientes de pensamiento»: por ejemplo, la causalidad, el símbolo, concepto.
Finalmente, un conjunto de categorías, aún «menos generales y, que difieren de una a otra
cultura»: por ejemplo, lo normal y lo anormal, la esfera de lo público y lo privado en íntima
correlación con la concepción de lo masculino y lo femenino 29.
En íntima conexión con todo esto, E. Fromm mantiene que existe un «triple filtro
socio-cultural» que opera para el ordenamiento de nuestra conciencia, integrado por el
lenguaje, la lógica y los contenidos de experiencia.
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29 R. Poole, La esfera de lo privado ¿virtud recuperada?, Barcelona, Herder, 1993, págs. 77-103.
30 Cfr. D. T. Suzuki y E. Fromm, 1964, págs. 110 y sigs. Así, por ejemplo, en hebreo es fundamental
en la conjugación verbal determinar si una actividad es completa (perfecta) o incompleta
(imperfecta), y el tiempo en que ocurre —presente, pasado o futuro— es indiferente. Pero en latín,
ambos aspectos, el tiempo y la perfección, son importantes; y el inglés se orienta preferentemente
hacia el sentido del tiempo. Lo que también se refleja en el uso de los nombres y los verbos, que
varía en cada lengua y el manejo particular que cada persona hace de ella. Así, por ejemplo, para
unos el nombre se refiere a la «cosa» —sustantivo— y el «verbo» a la «actividad». Sin embargo,
muchas personas suelen pensar en términos tener cosas y no de ser o actuar.
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gidez con que fortalece el carácter social y la observación de tabúes. De ahí que, si
alguien experimentara alguna forma de rechazo hacia un patrón determinado, es im-
probable que ese sentimiento pudiera aflorar en el campo de la conciencia. Y más
bien podría desarrollar una reacción distinta y, sin conexión aparente 34.
Todo ello nos lo permite afirmar que la conciencia e inconsciencia están filtradas
socio-culturalmente35. Y son una clave de acceso al mundo desconocido de los demás. Por
eso, pensamos que podría ser más efectivo para el encuentro intercultural, ensayar caminos
que nos permitan ampliar campos de conciencia, sin lo cual será difícil alcanzar una mayor
comprensión mutua.
Afortunadamente contamos ya en la actualidad con valiosas herramientas para
ejercitamos en dicho encuentro —intercultural. Entre ellas cabe citar: la hermenéutica
intercultural36, o la hermenéutica diatópica:
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que es más que la puramente morfológica (inferida de un depósito particular de una tradición
ya conocido) y la me- rímente diacrònica (cuando tenemos que hacer una brecha temporal en
orden a llegar a una legítima interpretación). Está una hermenéutica que tiene que tratar con la
comprensión de los contenidos de diversas culturas que no tienen vínculos culturales o
históricos directos unas con otras37.
Nos queda para cerrar nuestras consideraciones ofrecer algunos indicadores sobre
nuestra apuesta por la opción intercultural que ha de realizarse procesualmente. Afirmamos
que dicha opción ha de darse en el ámbito socio-cultural y el psicológico individual; en donde
la aceptación y la comprensión son claves para este tipo de relación. Y éstas pueden bloquear
o favorecer el proceso, incrementando las capacidades para la comunicación y el trabajo
común, la ampliación de las capacidades cognitivas y perceptivas, incluso la posibilidad de
cambiar la propia imagen y adecuarse a una situación específica. Esto en conjunto, poco a
poco, va calando y «afecta» nuestra forma de racionalidad occidental, hasta ahora concebida
como la única y superior a todas las demás. En ese sentido hemos de ir haciendo un lugar a
otros estilos y formas de pensar, igualmente lícitos. O desarrollar, como afirma Wimmer
(1995): «polílogos, intentando el convencimiento mutuo sobre el fundamento de las ideas
que son comunicables»38.
Pasamos a las condiciones iniciales que nos permiten «cali-
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octubre, 1995b, 83-88; «Is the Intercultural Philosophy a New Branch or a New Orientación in
Philosophy», en G. D’Souza (ed.), Interculturality of Philosophy and Religion, Bangalore (India),
Published by National Biblical Catechetical and Liturgical Cantre, 1996, páginas 45-57;
«Interculturality and Interreligiosity-A conceptual Clarification», en I.P.R. 1997, págs. 13-29.
37 Véase R. Panikkar, «The dialogical dialogue», en The Word’s Religious Traditions. Current
Perspectives in Religious Studies, Essays in honour of Wilfred Cantwell Smith (ed.), F. Whaling,
T. & T. Clark, 1984, pigs. 205-206.
38 F. M. Wimmer, «Filosofía Intercultural ¿Nueva disciplina o nueva orientación de la filosofía?»,
Rev. Filosofia Univ. Costa Rica, XXXIII, 80, 1995» pág.7.
39 Cfr. E. A. A. Garcea, ob. cit., págs. 50-54; V. M.a Candau, «Inrerculturalidade e educação na
America Latina», Novoamérica, 77,1998, págs. 41-42.
En:
GONZÁLEZ R. ARNAIZ, Graciano. (Coord.).
El discurso intercultural. Prolegómenos a una filosofía intercultural.
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todavía por descifrar, y podría suscitar experiencias a las que relata un aborigen australiano:
Viniste a nosotros con dos corazones abiertos. Ahora tán llenos de comprensión y
emoción tanto para nuestro mundo como para el tuyo. Tú también me has dado a mí el
regalo de un segundo corazón. Ahora tengo conocimientos y comprensión que van más
allá de lo que hubiera podido imaginar. Aprecio tu amistad. Ve en paz, nuestros
pensamientos están puestos en tu protección40.
40 M. Morgan, Las voces del desierto, Barcelona, Grupo Zeta, 19974, pág. 248.