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DOMINIO 1: BÍBLICO
La Palabra de Dios.
1.- Explicar conceptos bíblicos básicos y las relaciones entre ellos: inspiración,
revelación, canon, verdad/inerrancia.
* Inspiración: es el concepto teológico según el cual las obras y hechos de seres humanos íntimamente
conectados con Dios, sobre todo las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, recibieron una supervisión
especial del Espíritu Santo, de tal manera que las palabras allí registradas expresan, de alguna manera, la
revelación de Dios. Ej.: “La Iglesia reconoce que todos los libros de la Biblia, con todas sus partes, son
sagrados y canónicos, en cuanto que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y
como tales han sido confiados a la Iglesia” (Dei Verbum 11).
* Revelación: En religión y teología, la revelación divina consiste en revelar, descubrir o hacer algo obvio a
través de comunicación activa o pasiva con alguna entidad sobrenatural. Según con la tradición
judeocristiana la revelación puede originarse directamente a partir de una deidad o a través de algún agente
de la misma, como un ángel.
* Canon: El canon bíblico es el conjunto de libros de la historia del pueblo judío que la tradición
judeocristiana considera divinamente inspirados y que por lo tanto constituyen la Biblia. El canon bíblico
cristiano está constituido por los cánones del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Existen
diferentes opiniones respecto a la canonicidad de distintos libros de la Biblia como lo son los llamados libros
Deuterocanónicos, algunas religiones los consideran apócrifos.
* Verdad/ Inerrancia: En la teología cristiana, la inerrancia de la Biblia es una doctrina que consiste
básicamente en la falta de error o de fallas en las Sagradas Escrituras, las que, al ser inspiradas por Dios
mismo, siempre dicen la verdad, y no se equivocan
2.- Identificar los temas centrales asociados a los diferentes libros que componen la
Biblia
ANTIGUO TESTAMENTO.
3.- Distinguir cuáles son los dos modos a través de los que se entrega la Verdad
Revelada.
Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2, 4), es decir,
de Jesucristo. Es preciso, pues, que Cristo sea anunciado a todos los hombres, según su propio mandato: «Id
y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28, 19). Esto se lleva a cabo mediante la Tradición Apostólica.
(Catecismo de la Iglesia Católica # 74)
La Tradición Apostólica es la transmisión del mensaje de Cristo llevada a cabo, desde los comienzos del
cristianismo, por la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto y los escritos inspirados. Los
Apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el fin
de los tiempos todo lo que habían recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo. (Catecismo de la Iglesia
Católica # 75-79, 83, 96-98)
La Tradición Apostólica se realiza de dos modos: con la transmisión viva de la Palabra de Dios (también
llamada simplemente Tradición) y con la Sagrada Escritura, que es el mismo anuncio de la salvación puesto
por escrito. (Catecismo de la Iglesia Católica # 76)
76 La transmisión del Evangelio, según el mandato del Señor, se hizo de dos maneras:
- Oralmente: "los Apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus instituciones, transmitieron de
palabra lo que habían aprendido de las obras y palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les
enseñó";
- Por escrito: "los mismos Apóstoles y los varones apostólicos pusieron por escrito el mensaje de la
salvación inspirados por el Espíritu Santo" (DV 7).
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado,
Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la
Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha
cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo
de los siglos.
6.- Relacionar las verdades del credo apostólico con textos bíblicos.
7.- Inferir el sentido simbólico de algunos textos de la Sagrada Escritura.
“Debemos entender que la obra entera por la cual los hombres son salvados de su estado natural de pecado y
de ruina, y son transportados al reino de Dios y hechos herederos de la felicidad eterna, es de Dios, y
únicamente de Él. ‘La salvación es de Jehová’ (Jonás 2:9)”
Todos los cristianos tienen una soteriología.
Los cristianos en teoría estamos de acuerdo en la verdad de que somos salvados sólo por fe, sólo en cristo,
sólo para la gloria de Dios y sólo por gracia. Digo en teoría, porque en la práctica la historia es distinta
debido a conceptos errados que manejan muchas personas.
Por ejemplo: algunos dicen creer que la salvación es solo por gracia, pero en realidad no creen ni interpretan
correctamente lo que dice la Biblia sobre la gracia de Dios. Por la fe en Jesús, y por tanto en Su obra, somos
librados del justo castigo que merecemos (Romanos 3:25-26). También estamos de acuerdo en que hay un
cielo y un infierno, y en varios otros puntos de nuestra fe. Sin embargo, la Biblia habla mucho más sobre
cómo Dios salva a pecadores. Prácticamente toda la Palabra está llena de información al respecto. La
soteriología importa porque Dios importa. Un cristiano ama realmente a Dios porque el amor ha sido
derramado en Su corazón (Romanos 5:5). Ama a Dios porque Él le ha amado primero (1 Juan 4:10). Cuanto
más ama a Dios, más lo quiere conocer y amarlo. Dios es aquello que Su alma desea por encima de todo lo
demás (Salmos 63:1).
Este Dios único y glorioso se ha revelado en la forma en que Él salva a pecadores. En la manera en que Él
nos salva, nos muestra atributos de Él (Su justicia, santidad, sabiduría, omnipotencia, misericordia, etc.) y
rasgos de Su gloria.
Por tanto, la soteriología importa porque Dios importa.Es por eso que la soteriología es una parte esencial
del conocimiento cristiano, y cuanto más sólida y bíblica es nuestra soteriología y reconocemos la verdad,
más vamos a vivir como Dios quiere que vivamos ya que todo lo que Dios nos ha revelado en Su Palabra es
con este fin (2 Timoteo 3:16-17).
Línea de tiempo con la Historia de la Salvación. Podemos encontrar los acontecimientos salvíficos recogidos
en el texto bíblico desde Abraham hasta el nacimiento de Jesús.
Dios llama a Abraham, el primero de los patriarcas, para pedirle que deje su país y se dirija a la tierra que Él
le mostrará. Abraham fue padre de Isaac, Isaac fue padre de Esaú y Jacob. Jacob tuvo 12 hijos que dieron
origen a las 12 tribus de Israel. Algunos clanes o tribus descendientes de los patriarcas tuvieron que emigrar
a Egipto para sobrevivir.
10.- Vincular episodios bíblicos con los personajes que intervinieron en ellos.
Antiguo Testamento
Noé: Noé fue el constructor de la enorme arca que salvó a seres humanos y a animales de la destrucción
cuando un diluvio global cubrió la tierra.
Abraham: Patriarca del pueblo israelita, Abraham dejó su tierra natal y llevó a su familia y a sus
pertenencias a una tierra desconocida que Dios le prometió que algún día pertenecería a sus descendientes.
Su hijo Isaac nació cuando Abraham tenía 99 años de edad.
Sara: Como esposa de Abraham, Sara dio a luz a Isaac cuando ella tenía 90 años de edad.
Isaac: Heredero del patrimonio de Abraham, Isaac recibió el legado familiar de esperar el cumplimiento de
las promesas de Dios. Se casó con Rebeca, quien dio a luz a Jacob y a Esaú.
Jacob: Hijo de Isaac, Jacob engañó a su hermano mellizo Esaú quitándole el derecho de primogenitura, y
más tarde cambió su nombre por Israel. Las doce tribus de Israel provienen de Jacob con sus esposas Raquel
y Lea.
José: Como hijo favorito de Jacob, José se convirtió en víctima de los celos de sus hermanos. Estos
simularon su muerte y lo entregaron como esclavo rumbo a Egipto, donde tiempo después llegó a ocupar
una posición de poder y de influencia. Su familia extendida se trasladó más tarde a Egipto por causa de una
hambruna, y vivieron allí durante muchos años.
Moisés: Fue criado en un hogar egipcio después de que su madre lo escondiera al nacer en un canasto que
colocó en el río. Con el tiempo, después de varias confrontaciones con el faraón sacó a los israelitas de
Egipto. Los guió a la Tierra Prometida, les dio los Diez Mandamientos, y les enseñó las leyes de Dios.
Aarón: Era hermano de Moisés, y fue el primer sumo sacerdote de Israel. Ayudó a Moisés a hablar ante el
faraón, haciendo uso de su gran elocuencia.
Josué: Josué, uno de los líderes más confiables de Moisés, fue quien guió a los israelitas para entrar en la
Tierra Prometida, después de la muerte de Moisés.
Rahab: Una prostituta que vivía en Jericó. Escondió a dos israelitas que habían entrado a espiar la ciudad
antes de conquistarla. Hizo un acuerdo con ellos para que no la mataran cuando invadieran, y más tarde se
integró al campamento israelita. Rahab fue ancestro de Jesús.
Gedeón: Dios usó a un hombre tímido llamado Gedeón para guiar a un ejército verdaderamente pequeño
para derrotar a una nación enemiga, los madianitas. De este personaje bíblico toma su nombre nuestra
organización.
Sansón: Sansón era conocido por su larga cabellera, su fuerza extraordinaria, y su debilidad por las mujeres
hermosas. Fue usado por Dios para defender a su pueblo contra los filisteos, pero finalmente encontró su fin
cuando se enamoró de una mujer que lo engañó para que le revelara el secreto de su fuerza.
Rut: Otra mujer ancestro de Jesús, su historia nos enseña sobre la lealtad, la fe, y el amor.
Samuel: El profeta Samuel ungió a los dos primeros reyes de Israel, y también sirvió como su consejero.
Saúl: Saúl, primer rey de Israel, se levantó desde sus orígenes sencillos para gobernar a su pueblo. Sin
embargo, se volvió cada vez más desconfiado de un joven llamado David, y más tarde se suicidó durante
una batalla.
David: Cuando niño era pastor de ovejas, y al crecer llegó a ser uno de los reyes más famosos y queridos de
Israel. Componía canciones, era guerrero, y es de quien las Escrituras dicen que fue “un hombre conforme al
corazón de Dios”. David también fue ancestro de Jesús.
Salomón: Uno de los hijos de David, Salomón tuvo reputación en toda la región por su extraordinaria
sabiduría, riqueza, y poder. También llevó a cabo la construcción del primer templo de Israel.
Ester: Ester, una mujer judía, ganó un concurso especial (aunque no se presentó voluntariamente) y se
convirtió en reina de Persia. Su historia de valentía y de lealtad es el sustento de la celebración de Purim en
la tradición judía.
Jonás: Como profeta del reino de Israel, Jonás es conocido porque lo tragó un pez cuando trataba de huir y
evitar lo que Dios le había mandado a hacer.
Daniel: Siendo joven Daniel fue llevado al exilio en Babilonia, donde lo entrenaron para servir en la corte
real. Una de sus principales características era su inquebrantable voluntad de no comprometer sus
convicciones religiosas para satisfacer las leyes babilonias. Daniel también se hizo famoso por interpretar
sueños y ascendió hasta ser una de las personalidades más importantes en la corte.
Nuevo Testamento
Jesucristo: De principio a fin, este libro se ocupa del hombre llamado Jesús. La razón esencial por la que fue
escrito es explicar quién fue, de dónde vino, y porqué necesitas conocerlo. Su historia transformará tu
manera de ver tu vida y tu futuro.
María: La madre de Jesús era del linaje del rey David y vivía en Nazaret. Estaba comprometida para
casarse con José, cuando quedó embarazada por el Espíritu Santo.
Juan el Bautista: Juan era primo de Jesús y sirvió como profeta preparando al pueblo para la llegada del
Cristo. El ministerio público de Jesús comenzó cuando Juan lo bautizó en el río Jordán. Mateo 3:1
Mateo: El autor del primer libro en el Nuevo Testamento era cobrador de impuestos en Capernaúm, y uno
de los discípulos cercanos a Jesús.
Pedro: Igual que varios de los discípulos, Pedro era pescador de oficio. Él y su hermano Andrés habían sido
discípulos de Juan el Bautista. Cuando vino Jesús, Pedro reconoció que era el Mesías y decidió seguirlo.
Más adelante Pedro se convertiría en uno de los discípulos íntimos de Jesús y una figura clave en la iglesia
primitiva.
Juan: Autor del cuarto Evangelio, hijo de Zebedeo, pescador en el Lago de Galilea, y hermano de Jacobo,
también uno de los apóstoles. Pedro, Jacobo y Juan conformaron el círculo íntimo de los amigos de Jesús,
aunque a Juan le correspondió la distinción de ser “el discípulo a quien Jesús amaba”.
Judas Iscariote: Judas, también un apóstol, es principalmente recordado por su acto de traición. Por treinta
piezas de plata arregló entregar a Jesús a los principales sacerdotes en Jerusalén.
María Magdalena: Fue una de las mujeres más cercanas a Jesús en los años de su ministerio. Después de
que Jesús la liberó de siete demonios, María se convirtió en su discípula, viajó con él y le brindó apoyo. Ella
fue testigo de su muerte y fue el primer testigo de su resurrección.
Herodes: Se mencionan varios reyes judíos de nombre Herodes, y cada uno de ellos tuvo una parte en la
historia: desde la matanza de los infantes cuando nació Jesús, la decapitación de Juan el Bautista, hasta el
juicio de Jesús y el del apóstol Pablo.
Pablo: Judío, nacido en Tarso, originalmente se llamaba Saulo y en el libro de Hechos aparece primero
como el testigo del apedreamiento de Esteban. Entonces se convirtió en un fanático perseguidor de los
cristianos. Después, camino a Damasco, se encontró con Cristo y su vida cambió de manera radical. Muchos
de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos por Pablo, como cartas a las iglesias que él había
fundado.
Lucas: El autor del tercer Evangelio probablemente era de origen gentil, instruido en la cultura griega,
médico de profesión, compañero de Pablo en varias ocasiones, y un amigo leal que permaneció con él
cuando otros lo habían abandonado.
Priscila: Mujer hospitalaria y generosa, Priscila fue una de las primeras cristianas misioneras. Ella y su
esposo Aquila eran originarios de Roma, pero viajaban extensamente y hablaban acerca de Jesús.
Timoteo: Nativo de Listra (la actual Turquía), Timoteo fue amigo, compañero, y colega de misión del
apóstol Pablo. Cuando Pablo estuvo preso esperando sentencia, pidió a Timoteo que viniera a estar con él.
12.- Interpretar sentido actual de pasajes bíblicos (como ilumina la lectura bíblica,
hechos, acontecimientos de la actualidad).
Existen principios para interpretar la Biblia y poder relacionar sus pasajes bíblicos con la actualidad.
La Biblia es la Palabra de Dios y la base de las creencias cristianas. Precisamente por eso es vital que
interpretemos la Biblia de manera correcta. Creemos en “el libre examen”, pero no en “la libre
interpretación”. “El libre examen” es el derecho y el deber de todo el mundo de leer y estudiar la Biblia. “La
libre interpretación” es el derecho de todo el mundo de interpretar la Biblia como sea, como si todas las
interpretaciones fuesen igualmente válidas. Pues, no es así; se puede interpretar la Biblia bien o mal, y para
interpretarla bien, hay que conocer y respetar una serie de principios. ¿Cuáles son esos principios? Pues,
aquí van diez principios básicos:
8. Hay que interpretar los textos menos claros a la luz de otros más claros.
No toda la Biblia es igualmente clara al intérprete. Es verdad que la Biblia es clara en sí misma, pero no
siempre nos resulta tan clara a nosotros: (1) Porque nuestras mentes están afectadas por las consecuencias de
la Caída; y: (2) Por la distancia (histórica, geográfica, cultural, etc.) entre el texto y nosotros. El apóstol
Pedro habló de las cosas “difíciles de entender” en los escritos de Pablo (2 P. 3:15 y 16). (¡Gracias, Pedro!)
Pues, debemos interpretar los textos más difíciles a la luz de otros más fáciles de entender, y no al revés. Un
ejemplo sería: Mateo 16:18. Otros textos que arrojan luz sobre este texto (muy discutido) son: 1ª de
Corintios 3:11; Efesios 2:20; Hebreos 6:1-2; 1ª de Pedro 2:4-8. Estos textos aclaran el tema de sobre qué
fundamento se edifica la Iglesia.
Evolución y cristianismo
En cuanto a la relación de las teorías evolutivas con la fe cristiana se puede decir que se han dado cuatro
posiciones básicas por parte de los cristianos:
1. Incompatibilidad entre la fe revelada y las afirmaciones de la ciencia.
2. Compatibilidad entre fe y ciencia ya que ambas pertenecen a esferas del conocimiento que son
completamente independientes.
3. Los datos de la ciencia actual no sólo no son incompatibles con la fe sino que la refuerzan y ofrecen
elementos para una confirmación científica de tesis propias de la fe.
4. Ciencia y religión se mueven en ámbitos metodológicos distintos y autónomos pero existe armonía
entre ambas.
Estas posiciones son la consecuencia del modo de ver la relación de Dios con el mundo y con el hombre. La
primera posición –incompatibilidad- depende de una interpretación literalista de la Sagrada Escritura, es
decir, surge como resultado de considerar que la Biblia ofrece datos de carácter científico sobre el mundo y
la aparición del hombre. Este tipo de lectura es la que ha llevado a muchos protestantes norteamericanos al
creacionismo fundamentalista, al comienzo del siglo XX, y al llamado "Creacionismo Científico" a partir de
los años 70. Para ellos la fe y el marco presentado actualmente por la ciencia son irreconciliables. Esta
posición ha sido también defendida desde el lado de la ciencia por algunos que, ya desde la publicación del
"Origen de las especies", vieron en sus tesis una alternativa a las explicaciones basadas en la noción de
creación. En este caso, en el que se defiende la incompatibilidad, unos niegan la evolución, mientras que los
otros niegan la acción creadora de Dios, o lo que es equivalente, a Dios mismo.
La segunda opción, compatibilidad desde la completa independencia, ha sido también defendida tanto por
creyentes como por científicos no creyentes. Esta es, por ejemplo, la posición del famoso científico
agnóstico Stephen Jay Gould, conocida como "Non-overlapping magisteria" (NOMA). También el conocido
biólogo Francisco Ayala defiende una posición semejante. Aunque esta tesis puede parecer correcta porque
no ve incompatibilidad entre ciencia y religión, en realidad aísla nuestra experiencia del mundo, a la que hoy
en día contribuyen de una manera decisiva las ciencias, de nuestro conocimiento de Dios. Este enfoque
separa completamente a la creación, que queda recluida en el ámbito de la fe subjetiva, de la evolución. En
realidad esta posición es equivalente a la deísta, que pone a Dios en el pasado y deja el presente en manos de
los procesos naturales y fuera del alcance de la acción divina. El problema es que si Dios no es necesario
para explicar el presente, ponerlo en el pasado acaba siendo una opción basada en preferencias subjetivas o
de fe, pero no sustentada por argumentos verdaderamente racionales.
La tercera opción es la que defienden los partidarios del nuevo movimiento conocido como "Diseño
Inteligente". Para ellos los recientes descubrimientos de la ciencia, en particular de la bioquímica, ofrecen
evidencia empírica de la existencia de un diseño inteligente. Aunque en general no se pronuncian sobre la
naturaleza de esa inteligencia, está claro que apuntan, algunos a veces lo dicen de manera explícita, a que
dicha inteligencia es la divina. El problema de esta opción no es que defiendan que los procesos y
estructuras de la naturaleza remitan a una inteligencia creadora. El peligro que encierra esta posición es el
opuesto al de la anterior y consiste en ver a Dios implicado categorialmente en la creación, es decir, se
concibe a un Dios que interviene directamente en las transformaciones del mundo natural, las mismas
transformaciones que son objeto de estudio de las ciencias. Se da aquí un problema de carácter metódico al
no distinguir adecuadamente la actividad del Creador del nivel de la acción propia de los agentes creados.
En las posiciones comentadas hasta el momento hay dos problemas fundamentales. El primero tiene que ver
con el tipo de lectura que se hace de la Sagrada Escritura. El otro tiene que ver con el tipo de racionalidad
imperante en la cultura de la época en la que nacen las teorías evolutivas. En el siglo XVIII y XIX el
paradigma de ciencia natural es la mecánica. El éxito de esta física llevó a que en el ámbito filosófico
también se impusiera lo que se podría calificar como filosofía mecánica. Una de las consecuencias del
dominio de este tipo de racionalidad fue el desprestigio y olvido de la metafísica. Esta carencia hizo que
muchos pensadores vieran en el darwinismo una doctrina que, por fin, haría innecesario el recurso a Dios
para explicar el mundo. Es decir, se vio la creación y la evolución como alternativas incompatibles.
En realidad en algunos de los grandes pensadores cristianos de la época patrística, y también medieval, se
puede ver no sólo la no existencia de incompatibilidad entre evolución y creación sino que incluso se
consideran complementarias. Sirva como ejemplo este texto de S. Agustín: «El universo fue creado en un
estado no totalmente completo, pero fue dotado de la capacidad de transformarse por sí mismo desde la
materia informe a un orden verdaderamente maravilloso de estructuras y formas de vida». Otros padres
como S. Atanasio, S. Basilio y S. Gregorio de Nissa hablan también de la creación como un acto divino que
se despliega en el tiempo. En la época medieval san Buenaventura y santo Tomás mantienen la misma
perspectiva.
El debate provocado por la publicación del "Origen de las especies", cuya raíz ya se ha apuntado, ha llevado,
en el ámbito católico, a volver en la filosofía a las inspiraciones de fondo de los pensadores cristianos
mencionados, en particular, a una metafísica realista de inspiración Tomista. El debate también provocó que
la Iglesia estableciera magisterio en relación con la interpretación de los textos Bíblicos. Se ha podido
desarrollar así una teología de la creación en la que las teorías evolutivas no solamente no son incompatibles
con la fe sino que están en buena armonía con ella. Dicha teología de la creación sí se enfrenta a doctrinas
filosóficas evolucionistas que apoyándose en las teorías evolutivas defienden principios materialistas y
ateos. Por tanto la teología de la creación pone límites a las consecuencias de carácter filosófico que
legítimamente pueden extraerse de dichas teorías.
Veremos ahora las consecuencias más importantes de la doctrina teológica de la creación en los puntos
destacados anteriormente como conflictivos: en la interpretación del génesis y en la propia noción de
creación.
a) la creación, fundación y conservación del mundo por el amor de Dios, por el misterio de la elección y
convocación;
c) la redención, salvación, regeneración, liberación, elevación, transformación por la obra del Hijo;
Es el mismo Dios el Creador, Redentor y Santificador. Este proyecto divino se orienta a la filiación, ya que
el hombre está llamado a ser hijo de Dios. Ya desde antiguo, la revelación bíblica destacaba la relación entre
creación y salvación.
B) Misericordia: La misericordia es señal del poder y majestad de Dios, ya que tiene piedad de todos porque
todo lo puede, y utiliza su poder perdonando y ejerciendo la misericordia. Es parte de la benignidad de Dios,
en cuanto que aparta de las criaturas que se entregan a Él la miseria de las mismas, y las eleva a una elevada
participación en su vida divina, según la capacidad de cada uno. Se asocian la ternura y la amabilidad
supremas. "La misericordia es el atributo de Dios que lo dispone a ser activamente compasivo." Debido a
que la justicia de Dios quedó satisfecha en Jesús, Él es libre de mostrarse misericordioso con aquellos que
eligen seguirle. Nunca se acabará, ya que es una parte de la naturaleza de Dios. La misericordia es la manera
en que Dios desea relacionarse con la humanidad. Y lo hace así, a menos que la persona elija despreciar o
ignorar a Dios, momento en el cual la justicia se convierte en el atributo prominente. La recompensa del bien
y el castigo del mal no es obra sola de la justicia divina, sino también de su misericordia, ya que premia
por encima de los merecimientos ( el ciento por uno ) y castiga menos de lo necesario.
C) Providente: La santidad de Dios significa la absoluta pureza moral; no puede pecar ni tolerar el pecado
(Éxodo 25:11; Josué 24:19; Salmo 5:4; Isaías 6:3; Lucas 1:49; Santiago 1:13; Apocalipsis 4:8)
La raíz etimológica del vocablo ¨Santo¨ es separado, apartado. Dios está separado del hombre en naturaleza
y carácter. Dios es perfecto, el hombre imperfecto; Dios es divino, el hombre humano; Dios es moralmente
perfecto, el hombre es pecaminoso. Cuando los serafines describen el resplandor del que se sienta en el
trono, exclaman: ¨Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos¨ (Isaías 6:3).
Se dice que el hombre santifica a Dios cuando lo honra y reverencia como ser divino (Números 20:12;
Levítico 10:3; Isaías 8:13) Cuando le afrentan al violar sus mandamientos, se dice que ¨profanan¨ su
nombre, lo cual es lo opuesto de santificarlo (Mateo 6:9). Sólo Dios es Santo en sí mismo. El vocablo
¨santo¨ aplicado a sus personas u objetos es un término que expresa una relación con Jehová, o sea que una
determinada persona u objeto ha sido separado o apartado para servir a Dios.
7.- Relacionar la condición del ser humano de creatura de Dios con algunos atributos
de Dios.
CREADOR - TODOPODEROSO
De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un
gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo
(cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es
misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad" (2 Co 12,9; cf. 1 Co
1,18).
"Todo cuanto le place, lo realiza" (Sal 115, 3)
Las Sagradas Escrituras confiesan con frecuencia el poder universal de Dios. Es llamado "el Poderoso de
Jacob" (Gn 49,24; Is 1,24, etc.), "el Señor de los ejércitos", "el Fuerte, el Valeroso" (Sal 24,8-10). Si Dios es
Todopoderoso "en el cielo y en la tierra" (Sal 135,6), es porque Él los ha hecho. Por tanto, nada le es
imposible (cf. Jr 32,17; Lc 1,37) y dispone de su obra según su voluntad (cf. Jr 27,5); es el Señor del
universo, cuyo orden ha establecido, que le permanece enteramente sometido y disponible; es el Señor de la
historia: gobierna los corazones y los acontecimientos según su voluntad (cf. Est 4,17c; Pr 21,1; Tb 13,2):
"El actuar con inmenso poder siempre está en tu mano. ¿Quién podrá resistir la fuerza de tu brazo?" (Sb
11,21).
"Te compadeces de todos porque lo puedes todo" (Sb 11, 23)
Dios es el Padre todopoderoso. Su paternidad y su poder se esclarecen mutuamente. Muestra, en efecto, su
omnipotencia paternal por la manera como cuida de nuestras necesidades (cf. Mt 6,32); por la adopción filial
que nos da ("Yo seré para vosotros padre, y vosotros seréis para mí hijos e hijas, dice el Señor
todopoderoso": 2 Co 6,18); finalmente, por su misericordia infinita, pues muestra su poder en el más alto
grado perdonando libremente los pecados.
La omnipotencia divina no es en modo alguno arbitraria: "En Dios el poder y la esencia, la voluntad y la
inteligencia, la sabiduría y la justicia son una sola cosa, de suerte que nada puede haber en el poder divino
que no pueda estar en la justa voluntad de Dios o en su sabia inteligencia" (Santo Tomás de Aquino, S.Th., I,
q. 25, a.5, ad 1).
El misterio de la aparente impotencia de Dios www.metodologiamad.cl
La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A
veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su
omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo,
por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es "poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la
necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza
de los hombres" (1 Co 2, 24-25). En la Resurrección y en la exaltación de Cristo es donde el Padre
"desplegó el vigor de su fuerza" y manifestó "la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los
creyentes" (Ef 1,19-22).
Sólo la fe puede adherir a las vías misteriosas de la omnipotencia de Dios. Esta fe se gloría de sus
debilidades con el fin de atraer sobre sí el poder de Cristo (cf. 2 Co 12,9; Flp 4,13). De esta fe, la Virgen
María es el modelo supremo
ella creyó que "nada es imposible para Dios" (Lc 1,37) y pudo proclamar las grandezas del Señor: "el
Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es Santo" (Lc 1,49).
"Nada es, pues, más propio para afianzar nuestra fe y nuestra esperanza que la convicción profundamente
arraigada en nuestras almas de que nada es imposible para Dios. Porque todo lo que (el Credo) propondrá
luego a nuestra fe, las cosas más grandes, las más incomprensibles, así como las más elevadas por encima de
las leyes ordinarias de la naturaleza, en la medida en que nuestra razón tenga la idea de la omnipotencia
divina, las admitirá fácilmente y sin vacilación alguna" (Catecismo Romano, 1,2,13).
LA PROVIDENCIA DE DIOS
Es fácil identificar la Sabiduría de Dios con su maravillosa Providencia. La Providencia de Dios dispone y
dirige todo para su propio Honor y Gloria y para la felicidad y bien de mi alma.
Toda su creación contribuye de alguna manera a mi bien. Miro el sol y descubro que contribuye a mi
bienestar cuando pinta las flores de varios colores para mi placer, seca el barro para hacer platos, derrite la
nieve para que los ríos tengan agua, evapora el agua a las nubes para que llueva sobre los campos y praderas.
Su Providencia no sólo guía el camino de las galaxias sino que también determina la vida y la muerte de una
bacteria en una gota de agua.
Lo ha creado todo y a todos por una razón, desde los ángeles hasta las gotas de rocío. Todo sin excepción lo
ha visto y lo regula hasta el más mínimo detalle.
Cada situación en mi vida, incluso la más dolorosa, es ordenada por Su Providencia para mi bien.
Su Providencia es tan inmensa y tan poderosa que, aunque se encarga de toda la creación, abarca cada
pequeño detalle de mi vida, hasta los cabellos sobre mi cabeza.
Su Providencia me cubre totalmente y no puedo moverme o vivir sin ella
Dios mantiene el universo entero en perfecto orden para mi beneficio y placer y sin embargo Él busca
descanso y placer en mi alma.
Se hace cargo de todo lo mío como si fuera la única criatura creada por Él. Cada faceta de mi vida es
importante para Él. Nada es demasiado pequeño para Su interés o demasiado grande para Su Poder.
Nada escapa a Su Providencia porque sostiene toda la creación, animada e inanimada, en Sus manos,
trabajando y arreglándolo todo para el bien de mi alma.
Su Providencia se extiende a los sufrimientos en mi vida, incluso los más dolorosos, pues Él pesa cada dolor
en la balanza de Su Misericordia, acomodando a mis hombros la cruz que mejor puedo llevar.
La acción providencial de Dios está presente en cada evento humano, en mi vida, en mi país, en todo el
mundo.
Todo lo que pasa es un mensaje de su cuidado providencial e interés. Su Providencia me protege de la
libertad de Sus criaturas al permitir el mal y transforma ese mal en algún bien para aquellos que Lo aman.
Su cuidado providencial alcanza a las situaciones dolorosas y difíciles de mi vida, y por más incomprensible
que parezca, las transforma para mi bien.
Su Providencia me da la oportunidad de levantarme luego de cada caída, con humildad y con mayor
confianza en Su fortaleza.
Me ayuda a escoger lo correcto en el momento correcto, pero se queda a mi lado por si tomo la decisión
equivocada.
El Padre dispone y dirige todo para Su propio honor y Gloria y para mi bien. Su Providencia arregla el orden
con el que Lo debo glorificar, la imagen de Jesús se vuelve más brillante en mi alma y la debo reflejar al
Padre de vuelta.
El Padre ve a Jesús y mi alma comparte más y más la vida de Dios. Jesús me recordó esto cuando dijo: "Es
para glorificar a Mi Padre que ustedes deben dar mucho fruto" (Jn. 15:8). "Todo lo mío es Tuyo (Padre), y
todo lo que tienes es mío, y en ello Me glorificas" (Jn.17:10).
Todo lo que pasa en mi vida está ordenado o permitido por su Providencia para mi bien. Tal vez no entienda
por qué algunas cosas ocurren, pero mi contemplación de Su Providencia me asegura que puedo confiar en
Él en la oscuridad y saber que se encarga de mí como una madre cuida de su hijo.
Conoce mis necesidades, dificultades y deseos. Escucha cada uno de mis lamentos y ve cada una de mis
lágrimas. Su Providencia me rodea completamente y, aunque no vea el final del camino, no debo temer
porque "Su Providencia amanece antes del atardecer". Oración: Sabio y Misericordioso Padre, tu
Providencia me rodea y me dirige con cariñosa preocupación. Me das la humildad necesaria para ponerme
completamente en tus manos.
Escritura
Señor, eres bueno y tu tierna misericordia está sobre todo lo que haces. Permítenos alabarte ¡Oh Señor!
Abres la mano y llenas de bendiciones a toda criatura viviente, ejecutas tu juicio para los que sufren
injustamente, y das de comer al hambriento. Le das paz a los afligidos y luz a los ciegos, levantas a los
perdidos, amas a los justos,
¡Oh Señor!, curas a los que tienen el corazón roto y sanas sus heridas. Cubres el cielo con nubes y preparas
la lluvia para los suelos. Haces que el pasto crezca en las montañas. Alimentas a las bestias. ¡Oh, Señor! Al
reconocer tu Bondad todas las criaturas alaban y aclaman tu liberalidad (Salmo 144-145-146).
LA MISERICORDIA DE DIOS
El Padre me mostró Su Misericordia cuando envió a Su Hijo para construir el Puente entre Su Santidad y mi
miseria.
Su Amor acoge mis debilidades y me perdona. Modela mi alma con amor y ternura cuando peco al darme
una conciencia para discernir mi ofensa.
Perdona y cancela todas mis deudas cuando ve mi pena y escucha los quejidos de mi amor arrepentido.
No es suficiente para Él perdonar mis pecados cuando me arrepiento: Cubre mis heridas con la Preciosa
Sangre de Su propio Hijo y hace de mi alma algo hermoso.
Quiere enterrar mis pecados y la carga de mis debilidades en el océano de Su Misericordia para que no
quede rastro de ellos.
Miro el universo -vasto e inmenso- y aun así, con respecto a Su misericordia veo que es infinita.
Sólo tengo que decir "lo siento" con sinceridad para que Él dirija hacia mí todo Su perdón y compasión. Su
misericordia es atraída a mi miseria como un imán y envuelve mi alma como un escudo protector.
Sin importar lo horrendo que pueda ser el pecado, Su Misericordia alcanza tiernamente como un acto de
pena y contrición.
Su Misericordia es tan grande que nunca podré comprender su alcance ni su tamaño. Su Misericordia está
limitada sólo por mi falta de confianza.
Me ha revelado su propia vida íntima al crearme a Su imagen y semejanza y luego ha elevado esa semejanza
al compartir su propia naturaleza en el Bautismo.
Soy el receptor de la Misericordia de Dios, y la mejor manera de mostrarle mi gratitud por eso es siendo
misericordioso con mi hermano.
Encuentro difícil perdonar y olvidar, así que absorbo algo de Su misericordia al recordar que Dios es el
primero en llegar a mí cuando Lo he ofendido. No me recuerda mi pecado, tampoco mis ofensas, Su
Misericordia es vasta e infinita
Se coloca ante mí con gran compasión y sana todas mis imperfecciones con Sus perfecciones, mis
debilidades con Su fuerza, mi frialdad con Su amor, mis frustraciones con Su paz y mi oscuridad con Su luz.
Al darme cuenta de mis propias debilidades y al contemplar Su Misericordia entiendo la miseria y las
imperfecciones de los otros. No hay otro atributo en el que pueda participar, que imprima la imagen de Jesús
en mi alma tan rápidamente como la Misericordia.
Cuando soy misericordioso, me parezco a Jesús, la perfecta imagen de la Misericordia y el Padre llena mi
alma con gracias y devuelve misericordia por misericordia.
Oración: Padre Misericordioso, deja que tu Misericordia me envuelva y mantenme humilde a tus ojos.
Escritura
Oh Señor, eres compasivo y misericordioso, sufrido y abundante en Misericordia. No siempre estás molesto
ni amenazas. No has tratado conmigo de acuerdo a mis pecados ni a mis iniquidades. De acuerdo a la altura
del Cielo sobre la tierra, tu Misericordia sobrepasa mis méritos. Como un padre se compadece de sus hijos,
así te compadeces de quienes te temen. Porque eres nuestro marco, nos recuerdas que somos polvo, pero tu
Misericordia, Señor, dura de eternidad en eternidad para los que te temen. (Salmo 102:8-17).
DIOS ES AMOR www.metodologiamad.cl
San Juan no afirma que Dios tiene amor sino que es Amor (1 Jn. 4:16). Puedo amar en varios grados, pero
con Dios es diferente. Pensar en Dios es pensar en amor, llenarse de amor es llenarse de Dios.
Es difícil para mi mente finita comprender que lo que poseo es a Él.
Cuando amo a alguien le deseo todo lo bueno, agradable, placentero, duradero y hermoso. La cantidad de
estas cosas buenas que le desee dependerá del grado de amor que inspira estos deseos. Una cosa es segura, al
margen del grado, el amor desea difundirse al buscar y procurar el bien de los otros.
8.- Explicar algunas cualidades del hombre nuevo, que surgen del amor de Dios.
1. El hombre nuevo es alguien que se encuentra con Dios. La plena realización del hombre no puede
lograrse sin el ejercicio y desarrollo de la plenitud del ser. El hombre ha sido creado con necesidades
espirituales de comunicación y devoción con lo absoluto, Dios. Sin vida espiritual no hay hombre nuevo.
Cuando San Pablo escribe sus cartas de la cautividad pone de manifiesto esta realidad. Tras las rejas de la
injusticia y de la opresión no destila odio sino amor, y le pide a los hermanos de la iglesia de Filipo que
tengan un pensamiento positivo. Los carceleros son conquistados por la vida y la fe del encarcelado; esto es
posible porque además de estar preso San Pablo está en Cristo, y de esa relación con Cristo surge su poder
espiritual... Su propia experiencia personal le muestra al apóstol que es imposible concretar la novedad de
vida sin el previo encuentro con Dios. Su experiencia de conversión, que lo había transformado de
perseguidor en proclamador del Evangelio, así lo atestigua. Ese primer encuentro no es sino un peldaño en la
escalera del crecimiento espiritual: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena
obra la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
2. El hombre nuevo es alguien que ora. Jesucristo es el hombre nuevo, el modelo de humanidad, y en su vida
terrenal fue un hombre de oración. No tomó decisiones importantes sin previamente entregarse a largos
períodos de oración. Antes de comenzar su ministerio pasó cuarenta días en oración en el desierto; no
escogió a sus discípulos hasta después de largo tiempo en oración, y como sabía que su ministerio habría de
culminar con la muerte de cruz y no ignoraba cuán dura habría de ser esa prueba, se preparó adecuadamente
en oración.
Si el segundo Adán, Hombre Nuevo, Imagen de Dios y Hombre Perfecto oró para recibir de Dios el poder
necesario con que encarar su difícil ministerio, ¿cómo pretendemos nosotros alcanzar la meta del hombre
nuevo sin una adecuada vida de oración? Si Jesús oró intensamente hasta descubrir la voluntad de Dios para
ajustarse a ella, ¿cómo pretender concretar en nosotros el hombre nuevo sin antes buscar la voluntad de Dios
para nuestras vidas sino insistiendo en nuestra propia voluntad? Si Jesús oró por amor al Padre para gozarse
en comunión con él, ¿cómo pretender alcanzar la novedad de vida sin colocar a Dios en el pináculo de
nuestra vida afectiva? Jesucristo es nuestro modelo: nos conduce necesariamente a una vida de oración.
La oración es la respiración de la vida espiritual del hombre nuevo. Por cuanto hemos sido creados a imagen
y semejanza de Dios, la oración es inherente al hombre, quien intuye lo Trascendente y se siente impulsado
a comunicarse con el Creador. Psicológicamente hablando, la oración es el hambre psíquica de una
humanidad diferente, el hambre de hombre nuevo. La oración es el resultado de nuestra comprensión de lo
que somos y del ansia por alcanzar lo que debemos ser mediante la gracia de Dios.
3. El hombre nuevo es una persona moral. Ya hemos comentado que en la Biblia el concepto de hombre
nuevo aparece siempre dentro de un contexto ético-moral. El concepto de hombre como imagen de Dios -
semejante al de hombre nuevo -, presupone la moralidad inherente a la humanidad, según la intención
original de Dios. Por cuanto es un ser perfecto, Dios es un ser moral, y su imagen en el hombre también
debe ser moral para que éste sea plenamente hombre. Jesús, en el contexto ético del Sermón de la montaña,
nos dice: “Sed hombres como Dios es Dios”, es decir, sed morales como Dios es moral. Ser moral
(perfecto), es ser hombre. En la Epístola a los Efesios, después de tres capítulos sobre la unidad de la Iglesia
aparecen otros tres capítulos referidos a la práctica de la vida cristiana. En Efesios 4:12–13, 22–24, hay una
serie de reflexiones sobre el hombre nuevo enmarcadas por principios de la ética cristiana. (Los dos
siguientes capítulos de Efesios se ocupan de la familia cristiana y de la lucha que el creyente tiene que librar
contra las fuerzas del mal).
He dicho que moralismo no es lo mismo que moralidad. Los moralismos son relativos, pero la moralidad es
absoluta porque tiene que ver con la esencia del ser humano. La moralidad no consiste solamente en
someterse a las leyes humanas porque, a la luz de Jesucristo, éstas pueden ser injustas. La moralidad
tampoco consiste en someterse a las costumbres de una denominación religiosa - algunas de las cuales tienen
mucho legalismo y poco amor -, sino en someterse al imperativo moral del Evangelio grabado en nuestra
propia naturaleza como imagen de Dios. Recuerdo un matrimonio amigo, por cierto buenos creyentes, que
conocí hace algunos años en Francia; habían viajado a su país de origen casi un año antes que nosotros.
Recuerdo que la señora trajo a casa una cajita con aretes y collares y le dijo a mi esposa: “Te dejo todo esto
que he usado y aprecio mucho porque no puedo llevarlos a mi país; en mi iglesia yo sería motivo de
escándalo, si los usara; como no quiero ser piedra de tropiezo para mis hermanos, te los regalo”. Es evidente
que esta amiga no creía que fuera pecaminoso usar esos adornos, pues no contribuían ni a la moralidad ni a
la inmoralidad; pero el moralismo de su congregación la estaba obligando a actuar en forma inauténtica, a
presentarse en forma diferente de lo que desearía a la luz de su comprensión del Evangelio. Tengo mucho
respeto por cualquier cristiano que deja de comer o de beber o de utilizar determinadas vestimentas por
causa de una convicción religiosa, aun cuando no comparta su idea. Lo que resulta muy lamentable es que
un cristiano renuncie a sí mismo, a su convicción cristiana, sin estar convencido de que el imperativo viene
de Dios. Una comunidad religiosa puede convertirse en un grupo psíquicamente enfermo y enfermante. El
hombre nuevo es alguien que toma en serio la moralidad y no se somete a los moralismos humanos. Mucho
más grave es la simulación y la hipocresía. Por ese camino difícilmente se arribe a la concreción del hombre
nuevo. La moralidad se basa en el amor y no en el temor. “Si me amáis, guardad mis mandamientos”, dice el
Señor. El amor es la dinámica de la moralidad del hombre nuevo. El Evangelio no es un nuevo legalismo.
Las listas de pecados que presenta San Pablo cuando anuncia que los que practican tales cosas no heredarán
el Reino de Dios, no tienen nada de original; listas similares había en su tiempo redactadas por filósofos
anticristianos. Uno es cristiano no porque se porte bien, pero se porta bien porque es cristiano. El Nuevo
Testamento procura una vida moral, pero la vida moral no nos convierte en hombres nuevos. Es la lealtad a
la persona de Jesucristo y nuestra fe en él lo que nos hace cristianos y nos permite imitarlo como modelo de
humanidad. Cuando el hombre sea capaz de vivir en amor no necesitará caminar con muletas morales. “El
amor”, afirma San Pablo, “no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor”.
Uno de los grandes problemas contemporáneos es la terrible crisis moral que embarga al mundo. La
sociedad inmoral en que vivimos hace necesario que los cristianos luchemos con firmeza por un nuevo
orden moral. La moralidad personal y social es indispensable. La moralidad es un ingrediente fundamental
del hombre nuevo y de la nueva humanidad.
4. El hombre nuevo es alguien que se compromete con la dimensión social del evangelio. El hombre nuevo,
si bien madura a través de una experiencia individual, no es individualista; se expresa en comunidad. La
renovación del hombre es parte de la renovación de toda la humanidad; en mi renovación se renueva parte
de la humanidad y debo procurar la plena realización humana para los demás.
El cristianismo no es una ideología; es una manera de encarar la vida a partir del encuentro con Jesucristo y
la comunión con él. Tampoco es un sistema, humanista; es una valoración realista del hombre a la luz del
precio que Jesús pagó por cada ser humano en la cruz del Calvario.
Habiendo interpretado fielmente a Jesucristo, San Pablo no podía aceptar la inferioridad de algunos seres
humanos y la superioridad de otros por razón de sexo, raza, status socio-económico o político. Analicemos
brevemente la evolución de su reflexión teológico según el orden cronológico de sus epístolas. En Gálatas
afirma que toda persona que ha sido bautizada en Cristo ha sido revestida de Cristo y, por lo tanto, “ya no
hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo
Jesús”. Esta afirmación, dirigida a las iglesias de la zona central de lo que hoy es Turquía, es muy semejante
a la que hace posteriormente a la Iglesia de Corinto, en el centro de Grecia. La esclavitud era moneda
corriente en la antigüedad greco-romana, y entre los convertidos al cristianismo había muchos esclavos que,
al igual que cualquier otro esclavo en cualquier tiempo, ansiaban su libertad. El apóstol sabe que Jesucristo
llama al esclavo y, al convertirlo, lo hace libre. Todo creyente es un esclavo de Cristo por lo tanto no debe
hacerse esclavo de los hombres. En el capítulo doce de 1 Corintios, San Pablo reflexiona sobre la Iglesia
como cuerpo de Cristo: cada cristiano es un miembro del cuerpo, vivificado por el Espíritu Santo. Los que se
integran al Cuerpo de Cristo se encuentran en una nueva situación que va más allá de raza y status: “Porque
por el sólo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Su esquema de reflexión no cambia en las epístolas de la
cautividad; lo que cambia es su estrategia. No debemos olvidar que Efesios, Colosenses, Filipenses y
Filemón son cartas escritas por un hombre preso en una cárcel romana. Tampoco debemos olvidar que el
imperio romano era el principal promotor de la horrible institución de la esclavitud - el fracaso de Espartaco
había mostrado la dificultad para vencer el monolítico orden establecido que estaba deshumanizando a
buena parte de la población -.
Para comprender la estrategia de San Pablo en función de la humanización del hombre según el modelo de
Jesucristo, es indispensable que nos ubiquemos en el contexto del siglo I. No sólo los esclavos eran
deshumanizados, también lo eran las esposas y los hijos; al referirse a los deberes del padre de familia y a
los derechos de la esposa y de los hijos, San Pablo estaba haciendo una revolución. El esclavo es incluido,
en ambas epístolas, como un miembro de la familia y entra en la misma relación de deberes y derechos que
los demás familiares.. La epístola a Filemón trata únicamente el problema de la esclavitud. Onésimo, el
esclavo, se convierte en hijo espiritual de San Pablo y en hermano de Filemón, su antiguo amo. Un esclavo
fugado podía ser legalmente torturado hasta la muerte para el escarmiento de los demás esclavos. Pero
cuando las leyes humanas son injustas el cristiano tiene que ir más allá de ellas. San Pablo le pide a Filemón
que reciba a Onésimo como a un hermano en Cristo y se compromete a pagar todo lo que aquél le haya
robado, si es que Filemón insiste en cobrar la deuda.
Uno puede imaginar la profundidad de la fe del esclavo que vuelve a la casa de su antiguo opresor con la
seguridad de que éste - que también ha sido ganado para Cristo bajo el ministerio del apóstol -, ha de
recibirlo no ya como esclavo sino como a un hermano en Jesucristo. El hecho de que la Carta se haya
conservado hasta el día de hoy es prueba evidente de que Filemón aceptó a Onésimo como a un hermano en
Cristo. Si le hubiera dado muerte se habría cuidado de destruir el documento. Este documento fue tan
valioso que la iglesia primitiva no consideró a los esclavos como seres inferiores. Según la tradición
eclesiástica, Onésimo se destacó como un gran líder cristiano y llegó a ser obispo.
(No solo por «rizar el rizo», sino para hacerlo más comprensible, el que in-formar equivalga a transformar
puede verse bien, por ejemplo, en la asimilación de la comida: lo que era, pongo por caso, pulpa de mango o
de naranja, cuando lo come y asimila un chico o una chica, se transforma en carne, músculos, tendones…
humanos.
Algo similar, no idéntico, sucede con las actividades que realizamos. Por ejemplo, al levantarnos de un
asiento en un autobús por deferencia hacia una señora o una persona de edad —y no simplemente porque
hemos llegado a la parada—, el gesto físico se trans-forma en un acto de delicadeza respecto a esa otra
persona; por el contrario, si uno —¿una?— se pone en pie para ver mejor el escaparate de la tienda de
modas, ese movimiento se transforma en un acto de… [ponga cada cual lo que le evoque y parezca más
conveniente], pero no propiamente de amor).
En los párrafos que preceden, al apuntar sobre todo al ejercicio de la sexualidad humana y su nexo con el
amor, he dejado de lado algo tanto o más importante y en cierto modo previo: la condición sexuada de todo
sujeto humano, su índole de varón o mujer.
Me gustaría exponer un par de ideas al respecto.
• El estudio sobre la persona que realizamos al hilo del libro antes citado, nos permitió extraer una doble
conclusión:
antes que nada, que el obrar sigue al ser, y el modo de obrar al modo de ser; o, con otras palabras, que, para
actuar de determinado modo, cualquier realidad debe estar conformada o «confeccionada» de una manera
muy particular, tener un ser que permite y, en su caso, provoca o «sugiere», ese tipo de actividades; además,
aunque esto no fue tratado con tanto detenimiento, que ese modo de ser se encuentra básicamente ordenado
a la operación u operaciones que le son más propias —«esse est propter operationem», que dirían los latinos:
«el ser se orienta (u ordena) al obrar»—; por poner ejemplos sencillos y no excesivamente profundos, las
aves tienen alas para volar, y los peces aletas para nadar; de manera análoga y más propia, refiriéndonos a la
persona humana y hablando con rigor, todo su ser, con los elementos en los que se concreta, está
encaminado hacia el amor inteligente.
Bajo este prisma, y como acabo de sugerir, el ejercicio de la sexualidad se orienta a suscitar, instaurar y
poner de relieve el amor entre los hombres, y los torna partícipes del Amor creador de todo un Dios.
• Pero, si miramos más allá de la operación, hasta su mismo fundamento, la sexualidad constituiría una
determinación intimísima mediante la cual se modula en su totalidad el ser del hombre, gracias a una
particular participación en el Ser Personal de Dios (y, más en concreto, en la Santísima Trinidad), haciendo
que cada sujeto humano posea un ser masculino (varón) o un ser femenino (mujer)… dirigidos a su vez al
amor mutuo.
Esa «modulación» o modo-de-ser-persona, masculina o femenina, alcanza desde el ámbito fisiológico, en
todas y cada una de sus células, hasta el propiamente espiritual, pasando por el psíquico; y hace de cada
hombre, como acabo de sostener, una persona masculina o una persona femenina, con el sinfín de
características que le son propias.
Debido a su enorme riqueza, no es un tema que quepa abordar por extenso en el presente escrito, máxime
cuando ya ha sido estudiado en otros lugares.
Sin embargo, sí me parece imprescindible realizar ahora un conjunto de reflexiones en torno al carácter
personal de la sexualidad humana, así como a la índole necesariamente sexuada de toda persona… también
humana.
Y, asimismo, dejar sentada la distinción entre lo sexual: las manifestaciones más externas y corporales de la
sexualidad, de la que lo estrictamente genital es un conjunto de elementos que hacen inmediatamente posible
la relación íntima entre varón y mujer; y lo sexuado, que impregna a la persona entera del varón y la mujer,
dotándolos de lo que llamamos masculinidad y feminidad, muchísimo más amplias y ricas que sus meras
expresiones corpóreas.
Comenzaré por el primer extremo: la sexualidad humana es personal.
Otra cosa es la reformulación de un dogma o el expresarlo de una manera que se adecue mejor a los tiempos,
pero esto no modifica en absoluto la verdad de fe que se propone para ser creída por todo católico.
Así que cuando la Iglesia define un dogma no está fuera de la Revelación Pública, sino que se basa en ella
misma para dar luz sobre un asunto de fe requerido por la Iglesia en un momento determinado.
Y este proceso es guiado por el Espíritu Santo: “Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá
en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá
sucediendo. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del
Padre es mío. Por eso les digo: Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes" (Jn 16, 13-15).
Los dogmas constituyen la base inalterable de la doctrina católica y por lo tanto todo católico esta obligado a
aceptar y creer en ellos de manera irrevocable.
Cuando la Iglesia define un dogma no es que dicho dogma empiece entonces a ser verdad; son verdades que
siempre han existido, pero su aceptación empieza a ser obligatoria al definirse.
Uno de los mayores ataques que encuentra la Iglesia por parte de los no católicos para mostrar la doctrina
como falsa, es el hecho de querer mostrar las fechas de promulgación de los dogmas como la fecha en que se
‘inventaron’ las doctrinas.
Claramente podemos darnos cuenta de que todo ya fue revelado pero no todo fue al mismo tiempo
explicitado. Eso es distinto a atacar a la Iglesia católica de que “inventa doctrinas”.
Los dogmas no son verdades que la Iglesia imponga arbitrariamente, son luces de la verdad objetiva y que
iluminan el camino de nuestra fe y lo hacen certero pues existe un vínculo intrínseco entre estos y nuestra
vida espiritual.
En la Iglesia católica un dogma es una verdad de fe infalible, incuestionable, absoluta, definitiva, inmutable
y segura, sobre la cual no puede subsistir ninguna duda; es decir una verdad dogmática no puede ser
sometida a pruebas de veracidad, es indiscutible.
Y, «conviene recordar que existe un orden o "jerarquía" de las verdades de la doctrina católica, puesto que
es diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana" (Unitatis redintegratio, 11).
La obligación de aceptar estas verdades no se debe ver como algo insensato contra la libertad o
contraproducente a la racionalidad; es, de manera análoga, como aceptar una verdad propuesta, por ejemplo,
por las matemáticas aunque no la entendamos.
11.- Reconocer los distintos ámbitos de intervención del Magisterio, tanto a nivel
ordinario como en su formulación ex Cátedra.
l. La Iglesia como unidad indisoluble de culto, doctrina y gobierno pastoral
En la Iglesia viven, como aspectos hondamente relacionados de su ser, un culto, una doctrina y un gobierno.
Son las tres dimensiones que, inseparables unas de otras, forman la Iglesia de Jesucristo tal como se
manifiesta y despliega de modo visible en el mundo. Culto, doctrina y gobierno pastoral no aparecen como
sumandos de un resultado final. Porque los sumandos pueden ser mutuamente extrínsecos y mantener una
relación simplemente externa. Estos tres aspectos son esenciales en la vida de la Iglesia, y cada uno de ellos
implica a los demás. Podría decirse que se relacionan entre sí como el alma y el cuerpo lo hacen en el ser
humano.
Bajo el culto se incluye el elemento orante de la Iglesia, que refleja la relación espiritual y religiosa con
Dios, hecha de adoración, impetración, petición de perdón y acción de gracias. El culto se manifiesta en la
oración de los cristianos y de la Iglesia misma, y se despliega de modo perfecto cara a Dios en la liturgia
pública de la comunidad eclesial. En la Liturgia celebramos el misterio cristiano, que confesamos en el
Credo y vivimos en los mandamientos de la ley divina. «En la Liturgia de la Iglesia, la bendición divina es
plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la fuente y el fin de todas las
bendiciones de la Creación y de la Salvación; en su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros, nos
colma de sus bendiciones y por Él derrama en nuestros corazones el don que contiene todos los dones: el
Espíritu Santo» [CEC, 1082].
La oración y el culto litúrgicos son inseparables de la doctrina cristiana, que se resume en los Credos de la
Iglesia, se enseña con autoridad por el Papa y los Obispos en comunión con él, y se desarrolla en el tiempo
con ayuda del oficio que desempeñan los teólogos. El Credo equivale a la identidad doctrinal de la Iglesia,
algo que ésta no puede alterar ni descuidar sin negarse a sí misma.
Vinculado al culto y a la doctrina se encuentra el gobierno pastoral de los fieles cristianos, que forman un
cuerpo visible en el mundo, y necesitan orientaciones y normas de conducta que les ayuden a vivir el
Evangelio en la sociedad donde habitan. El gobierno de los fieles cristianos que ejercen los pastores de la
Iglesia no puede responder a criterios e ideas meramente temporales. Está dirigido por consideraciones
doctrinales y teológicas, y nunca debe perder de vista que el pueblo de Dios reunido en la Iglesia es un
pueblo de «verdaderos adoradores que adoran al Padre en espíritu y en verdad» [Jn 4,23].
Aquí se hace patente la interpenetración dentro de la Iglesia de culto, doctrina y gobierno. Cada uno de ellos
contribuye necesariamente al equilibrio y salud espiritual de los demás, y evita malformaciones que podrían
venir de la superstición --que puede deformar el sentido del culto--, del intelectualismo --que puede separar
doctrina y piedad--, y de la búsqueda de mera eficacia humana --que puede olvidar el sentido pastoral del
gobierno de la Iglesia. El culto se beneficia del sentido teológico de la Iglesia y de la prudente regulación
dispuesta por los órganos del ministerio y gobierno pastoral. La Iglesia puede tolerar a veces algunas
prácticas y creencias populares cuando determinadas circunstancias históricas aconsejan no arrancar
inmediatamente la cizaña con el fin de no arrancar con ella el trigo [cfr Mt 13,29], pero la teología y el
gobierno harán que prevalezca la doctrina rectamente expresada y vivida.
El aspecto de la Iglesia que hemos denominado doctrinal, distinto al cultual y al de gobierno espiritual de los
fieles, incluye tanto el magisterio del que estamos tratando, como la actividad teológica, que ya hemos
considerado en los capítulos anteriores.
Centramos ahora nuestra atención en la tarea magisterial, que existe dentro de la Iglesia en relación directa
con el culto y el gobierno. «Cristo ha dado a su Iglesia la seguridad de la doctrina, la corriente de gracia de
los Sacramentos; y ha dispuesto que haya personas para orientar, para conducir, para traer a la memoria
constantemente el camino» [ECP, 34]. La Iglesia ejerce su tarea docente o magisterial por voluntad de Jesús,
que según la Sagrada Escritura y la teología cristiana es profeta, rey y sacerdote. «Cristo ejerció su oficio
profético al enseñar y predecir el futuro, como hizo en el sermón de la montaña, en sus parábolas, y en su
profecía sobre la destrucción de Jerusalén. Realizó su obra de sacerdote al morir en la Cruz, como un
sacrificio, y cuando consagró el pan y el cáliz para que fueran un banquete espiritual relacionado con ese
sacrificio, y cuando ahora intercede por nosotros a la diestra del Padre. Se manifestó finalmente como rey al
resucitar de entre los muertos, al ascender al cielo, enviar su Espíritu de gracia, convertir las naciones y
formar su Iglesia para acogerlas y gobernarlas» [J.H. Newman, The Three Offices of Christ, Sermons on
Subjects of the day, London 1879, p. 53].
En estos tres oficios, Jesucristo representa para nosotros a toda la Trinidad, porque en su carácter propio es
sacerdote, en cuanto a su reino lo tiene del Padre, y en cuanto a su oficio profético y magisterial lo ejercita
por el Espíritu.
Todos los cristianos llevan de algún modo ese triple oficio. Se cumplen en ellos las palabras del profeta Joel,
que dicen: «Sucederá en los últimos días que derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán sus hijos
y sus hijas» [Hech 2,17]. En el Apocalipsis leemos que Jesucristo «ha hecho de nosotros un reino de
sacerdotes para su Dios y Padre» [Hech 1,6].
Estos tres oficios se ejercen de modo particular e inmediato por la Iglesia jerárquica, que desempeña una
función docente (magisterio), una función pastoral (gobierno espiritual de los fieles) y una función
sacerdotal (culto).
El magisterio doctrinal es precisamente el ejercicio de la función docente que la Iglesia tiene encomendada.
Puede definirse como la actividad de enseñanza y custodia que los titulares de la autoridad de la Iglesia
realizan en ella sobre el depósito de la fe y su desarrollo a lo largo del tiempo.
La enseñanza y protección de la fe recibida es en la Sagrada Escritura una actividad esencial de la Iglesia de
Jesucristo. «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os
he mandado» (Mt 28,18-20). La misión que Jesús confía a sus Apóstoles y discípulos incluye claramente la
función de enseñar. La verdad cristiana, su asimilación y su difusión, es el principio orientador de la
actividad magisterial, como lo es también de la teología que actúa en comunión con el magisterio.
El libro de los Hechos de los Apóstoles recoge lo que podemos considerar actividad magisterial de los Doce
y de los obispos y presbíteros que éstos asocian a la tarea de fundar y guiar las comunidades cristianas. El
libro se refiere a la "doctrina de los Apóstoles" (2,42), como uno de los elementos esenciales en la vida de
los cristianos. El Concilio de Jerusalén (cap. 15) suministra un testimonio de que, en la Iglesia de los
orígenes, los Apóstoles ejercían una autoridad propia para plantearse y resolver cuestiones de doctrina y
disciplina.
Los siglos II-III nos ofrecen datos abundantes sobre la "sucesión apostólica", que sirve de criterio para
establecer las verdadera doctrina de Jesús. Hay una estrecha conexión entre el ministerio pastoral y la Buena
Nueva evangélica. Se puede reconocer, por tanto, desde el principio un ministerio de enseñanza, considerado
como anuncio normativo de la Fe, y que es distinto a otras formas de comunicar la doctrina, como podían
ser la catequesis o el carisma de profecía (Cfr.1 Cor 14,5). La apostolicidad como nota de la Iglesia hace
precisamente referencia a la enseñanza y trasmisión correctas de la doctrina confesada y predicada por la
Iglesia desde sus comienzos.
El Espíritu Santo asiste a los titulares del magisterio doctrinal, mantiene a la Iglesia en la fe verdadera y la
protege de cualquier desviación. Este carisma de enseñar con autoridad y sin error es un don de toda la
Iglesia, pero se halla particularmente presente en los Apóstoles y sus sucesores, es decir, en el Colegio
Apostólico presidido por Pedro, y luego en el Colegio episcopal, cuya cabeza es el Romano Pontífice. Dice
la Constitución Lumen Gentium: «El cuerpo episcopal sucede al colegio de los Apóstoles en el magisterio y
en el régimen pastoral» (nº 22); «Los obispos en cuanto sucesores de los apóstoles reciben del Señor la
misión de enseñar a todas las gentes y predicar el Evangelio a toda criatura» (nº 24).
El Magisterio de la Iglesia se juzga necesario para conocer el contenido de la verdadera fe, e interpretarla
adecuadamente. Las comunidades cristianas nacidas de la crisis religiosa del siglo XVI (luteranos,
calvinistas, zwinglianos, anglicanos, etc.) afirman en cambio el principio del libre examen de la Sagrada
Escritura, según el cual todo cristiano que lea atenta y honradamente la Biblia será capaz de conocer, con la
ayuda del Espíritu Santo, las doctrinas necesarias para la salvación, sin la orientación de ningún magisterio.
Los anglicanos adoptan una postura más atenuada, y sostienen que la doctrina cristiana puede conocerse de
modo completo a partir de los Padres de la Iglesia y de los concilios generales de los primeros siglos.
Piensan que basta aplicar la regla que considera de fe católica lo que ha sido mantenido y enseñado en todos
los lugares de la Iglesia universal, siempre y por todos («quod ubique, quod semper, quod ab omnibus»).
El diálogo ecuménico desarrollado en los últimos años a partir del Concilio Vaticano II ha acercado las
posturas de católicos y protestantes en esta cuestión. Tanto anglicanos como luteranos tienden a concebir el
magisterio eclesial como un oficio regulador en las discusiones que tienen como fin aclarar la doctrina
cristiana. Pero este oficio se encuentra para ellos casi al mismo nivel que el trabajo de los teólogos.
Este principio ha sido, sin embargo, matizado, y en parte corregido, en declaraciones recientes que aceptan
una autoridad de enseñanza en la Iglesia [Grupo Luterano/Católico USA (1978), cfr Enchiridion
Oecumenicum, Salamanca 1993, nº 2009], aunque no le atribuyen el alcance que posee en la doctrina y en la
teología católicas.
1.- El magisterio extraordinario o solemne (cfr. Vaticano I, D 3011) es el ejercido por un Concilio
ecuménico, o por el Papa cuando define ex cathedra una doctrina de fe. Definir una doctrina supone
formular solemnemente un juicio que vincula a toda la Iglesia, y que debe ser aceptado por los fieles como
parte de la Revelación.
Ejemplos bien conocidos de magisterio extraordinario son las definiciones de la Inmaculada Concepción de
María por Pío IX en 1854, de la infalibilidad del Romano Pontífice por el Concilio Vaticano I en 1870, y la
definición de la Asunción de Nuestra Señora por Pío XII en 1950.
Los fieles aceptan estos actos solemnes como infalibles por la convicción de fe de que esas afirmaciones no
pueden ser erróneas, dada la asistencia que el Espíritu Santo concede al Papa y al Concilio. Estas
definiciones se dicen por tanto «irreformables en sí mismas» (DS 3074). Es decir, su valor religioso no
depende de que sean o no sean aceptadas por la mayoría de los fieles [LG, 24].
Que sean irreformables no significa que su formulación sea tan perfecta y acabada que no pueda alcanzar
todavía mayor precisión. Significa que su sentido no está sujeto a cambios o mutaciones, y será siempre el
mismo.
Las definiciones papales se basan en la fe de la Iglesia. El Papa no posee una fuente independiente de
Revelación, y puede definir como dogma de fe solamente lo que se contiene en el depósito revelado.
El carisma, tanto papal como conciliar (el Papa es siempre cabeza del Concilio ecuménico), para definir la
doctrina cristiana no es la capacidad de conocer nuevos aspectos de la Revelación que permanecerían
ocultos al resto del pueblo cristiano. Es la capacidad de formular sin equivocarse lo que la Iglesia cree y sabe
implícitamente. Sólo el Magisterio tiene la asistencia del Espíritu Santo para expresar sin error la Fe
cristiana en palabras humanas. Otros cristianos podrían equivocarse al hacerlo.
El Papa y el Concilio tienen siempre en cuenta, por lo tanto, las creencias de los fieles a lo largo y a lo ancho
de la Iglesia. Pero no necesitan el consenso o la aceptación previa de los cristianos antes de proceder a una
definición dogmática.
2.- El magisterio ordinario es el ejercido habitualmente por el Papa y por los obispos que se hallan en
comunión con él. Siempre que un Obispo se pronuncia sobre la fe y las costumbres cristianas, se presume
que se encuentra en comunión con el Romano Pontífice, y que expone la doctrina de toda la Iglesia, aplicada
a las circunstancias de su diócesis.
La distinción entre magisterio extraordinario y ordinario no coincide con la distinción entre magisterio
infalible y no infalible, dado que en determinados casos, la enseñanza ordinaria unánime de todo el colegio
episcopal puede gozar también de infalibilidad.
La actividad magisterial más frecuente del Papa y de los obispos es la ordinaria. El Código de Derecho
Canónico de 1983 se refiere al magisterio episcopal con las siguientes palabras: Los obispos que se hallan en
comunión con la cabeza y los miembros del colegio, tanto individualmente como reunidos en conferencias
episcopales o en Concilios particulares, aunque no son infalibles en su enseñanza, son doctores y maestros
auténticos de los fieles encomendados a su cuidado (canon 753; cfr LG, 25).
Cada obispo diocesano es el pastor de todos sus fieles, y le corresponde respecto a ellos la responsabilidad y
autoridad en la enseñanza de la doctrina cristiana. Ejerce sus funciones docentes oralmente o mediante
escritos pastorales, y con la promoción de iniciativas catequéticas y educativas adecuadas. Decía Juan Pablo
II en una ordenación episcopal: «Debéis ser, queridos hermanos, confesores de la fe, testigos de la fe,
maestros de la fe. Debéis ser los hombres de la fe» [Homilía en San Pedro, 6-I-1981].
Sin perjuicio de la responsabilidad personal que compete a cada uno en su diócesis, los obispos suelen
ejercer su función de enseñar reunidos en las conferencias episcopales, que son corporaciones permanentes
formadas por todos los obispos de un país o territorio. El Concilio Vaticano II recomendó vivamente este
cauce de colaboración entre los obispos de un territorio (cfr. Decreto Christus Dominus, n. 37) y el Papa
Pablo VI prescribió la formación de esas conferencias (cfr. AAS, 58, 1966, 774).
La Carta Apostólica Apostolos Suos, sobre la naturaleza teológica y jurídica de las Conferencias de Obispos
(21-V-98) habla extensamente de la función doctrinal de éstas. Recoge en primer lugar el ya citado canon
753, que termina con estas palabras: los fieles están obligados a adherirse con asentimiento religioso a este
magisterio auténtico de sus obispos.
Se indica a continuación que los obispos reunidos en la Conferencia episcopal ejercen juntos su labor
doctrinal conscientes de los límites de sus pronunciamientos, que no tienen las características de un
magisterio universal, aun siendo oficial y auténtico y estando en comunión con la Sede apostólica. Han de
evitar, por tanto, hacer difícil la labor doctrinal de los obispos de otros territorios, teniendo en cuenta la
resonancia que los medios de comunicación suelen dar a los acontecimientos de un lugar determinado en
áreas más extensas e incluso en todo el mundo.
«Si las declaraciones doctrinales de las Conferencias episcopales son aprobadas por unanimidad pueden sin
duda --leemos-- ser publicadas en nombre de las Conferencias mismas, y los fieles deben adherirse a este
magisterio auténtico de sus propios obispos. En cambio, si falta esa unanimidad, la sola mayoría de los
obispos de una Conferencia no podría publicar una eventual declaración como magisterio auténtico de la
misma, antes de obtener la revisión (recognitio) de la Sede apostólica, que no la dará si la mayoría no es al
menos de dos tercios de los prelados que pertenecen a la Conferencia con voto deliberativo».
Cuando los obispos reunidos en la Conferencia episcopal ejercen su función doctrinal, lo hacen en las
reuniones plenarias. Organismos más reducidos como, por ejemplo, el consejo permanente o alguna de las
comisiones, no gozan de autoridad para realizar actos de magisterio auténtico, ni en nombre propio ni en
nombre de la Conferencia.
La Conferencia Episcopal Española, que fue constituida por un rescripto de la Sagrada. Congregación
Consistorial en octubre de 1966, difunde a partir de 1974 importantes documentos sobre Fe y Moral. Se
cuentan entre ellos los del aborto (1974), la estabilidad del matrimonio (1977), la eutanasia (1986), la
sexualidad y su valoración moral (1987), el teólogo y su función en la Iglesia (1989), la actualidad de la
Humanae Vitae (1992), algunos aspectos de la catequesis sobre la Revelación cristiana y su trasmisión (
1992), etc [CEE, Fe y Moral: Documentos publicados de 1974-1993, Madrid 1993]. Se espera de estos
documentos y otros similares que puedan ayudar en sus tareas orientadoras y formativas a teólogos,
pastores, catequistas, educadores, y que suministren a los cristianos cultos elementos para su formación
doctrinal.
3.- El Sínodo de los Obispos fue instituido por Pablo VI en 1965. No es propiamente un órgano directo del
magisterio, pero su función se orienta en esa dirección. Es definido como •una asamblea de Obispos
escogidos de entre las diversas regiones del mundo, que se reúnen en determinadas ocasiones para fomentar
la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, ayudar al Papa con sus consejos para la
integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y
estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo (canon 342).
El Sínodo es siempre convocado y presidido por el Papa, trata de las cuestiones que éste le ha propuesto
previamente, y no dirime asuntos ni emite decretos, o documentos conclusivos. La Santa Sede publica un
documento papal que reúne y ordena las principales orientaciones sinodales sobre los temas estudiados.
Algunas Exhortaciones Apostólicas de gran alcance eclesial son fruto de estos sínodos, como, por ejemplo,
la Evangelii Nuntiandi, publicada por Pablo VI en 1975. Más recientemente se han publicado las
Exhortaciones Ap. Ecclesia in Africa (1995) y Ecclesia in Asia (1999).
El Sínodo ordinario se reúne cada tres años, pero pueden también convocarse asambleas sinodales
extraordinarias. Se han celebrado Sínodos en torno a cuestiones tan importantes como la naturaleza del
Sacerdocio, las Iglesias particulares en la Iglesia universal, la formación de los presbíteros, Europa, etc.
4.- Aunque tanto el Papa como los obispos individuales no hablan infaliblemente en el ejercicio de su
función docente ordinaria, existen sin embargo condiciones bajo las que el magisterio ordinario del colegio
episcopal puede gozar del carisma de la infalibilidad.
La Constitución Lumen Gentium habla de tres condiciones: a) que los obispos mantengan el vínculo de
unidad entre sí y con el Romano Pontífice; b) que hablen autorizadamente sobre una verdad de fe o de
moral; c) que convengan todos en un solo criterio como el único que deba mantenerse de modo definitivo
(cfr. nº 25).
Un ejemplo es la doctrina de la Asunción de la Virgen durante el siglo anterior a su definición solemne
como dogma en 1950. Hay también artículos del Credo de los Apóstoles que nunca han sido objeto de
definición solemne, pero que son enseñados por el magisterio ordinario como doctrina de fe católica. Tal
sería, por ejemplo, la creencia en la comunión de los santos.
Se puede situar en esta categoría de declaraciones la Profesión de Fe de Pablo VI, llamada también Credo
del Pueblo de Dios. Esta profesión fue publicada por el Papa en junio de 1968, y en ella se declara
auténticamente el sentir de todo el Episcopado y de todos los fieles, para dar un testimonio firmísimo de la
verdad divina, (nº 7) [cfr C. Pozo, El Credo del Pueblo de Dios, Madrid 1968, pp. 40-45].
La Profesión de fe recogida en el documento de la S. C. para la doctrina de la fe, de 29 de junio de 1998
[Esta Profesión de fe y el Juramento de fidelidad han de ser prestados por todos los que asumen un oficio
para ejercerlo en nombre de la Iglesia. Cfr. Carta Apostólica Ad tuendam fide, de 18 de mayo de 1998],
contiene el Credo de Nicea-Constantinopla (381), y termina del modo siguiente: «Creo también con fe firme
todo lo que se halla contenido en la Palabra de Dios escrita y trasmitida, y que la Iglesia, con un juicio
solemne o con su magisterio ordinario y universal, propone para ser creído como divinamente revelado.
»Acepto firmemente y mantengo también todas y cada una de las verdades sobre la doctrina que atañe a la fe
o a las costumbres propuestas por la Iglesia de modo definitivo.
»Me adhiero además con religioso obsequio de la voluntad y del intelecto a las enseñanzas que el Romano
Pontífice o el Colegio episcopal proponen cuando ejercen su magisterio auténtico aunque no tengan
intención de proclamarlas con un acto definitivo.
Como ejemplos del primer tipo de verdades se citan, en una nota que comenta la profesión de fe, los
artículos del Credo, los dogmas cristológicos y marianos, la doctrina de la institución de los sacramentos por
Jesucristo, la doctrina de la presencia real del Señor en la Eucaristía, así como la naturaleza sacrificial de la
celebración eucarística, la fundación de la Iglesia por voluntad de Cristo, la doctrina sobre el primado e
infalibilidad del Romano Pontífice, la existencia del pecado original, la inmortalidad del alma y su
retribución después de la muerte, la ausencia de error en los textos sagrados de la Biblia y la doctrina sobre
la grave inmoralidad de la muerte directa y voluntaria de un ser humano inocente.
Entre las verdades mencionadas en segundo lugar se hallan las que se conectan con la revelación por
necesidad lógica. Pueden citarse aquí el desarrollo del conocimiento sobre la doctrina vinculada a la
definición del Romano Pontífice antes de la definición dogmática del Concilio Vaticano I. La historia
demuestra que todo lo que fue asumido en la conciencia de la Iglesia sobre esta doctrina era ya considerado
desde los comienzos como una doctrina verdadera. En lo referente a las enseñanzas más recientes sobre que
la ordenación sacerdotal ha de reservarse sólo a varones, se puede observar un proceso similar. El Sumo
Pontífice, aunque no ha querido proceder a una definición dogmática, desea reafirmar que esa doctrina ha de
mantenerse de modo definitivo.
En este mismo apartado se puede incluir la doctrina sobre la ilicitud de la eutanasia, enseñada en la encíclica
Evangelium Vitae. Otros ejemplos de doctrinas morales que el magisterio ordinario y universal de la Iglesia
enseñan como definitivas son la ilicitud de la prostitución y de la fornicación.
4. Funciones que realiza el Magisterio en la vida de la Iglesia
El Magisterio tiene como tareas guardar fielmente y declarar de modo infalible las doctrinas de la fe. Su
misión no es acuñar nuevas doctrinas, sino ser el portavoz autorizado de la doctrina de Cristo.
El Concilio Vaticano I enseña: «No fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por la
revelación de éste manifestaran una nueva enseñanza, sino para que, con su divina asistencia, santamente
custodiaran y fielmente definieran la revelación trasmitida por los Apóstoles o depósito de la fe» (D 1836).
El Espíritu Santo no añade nada nuevo a la predicación y doctrina de Jesús, sino que es enviado para ayudar
a su comprensión y asimilación por los cristianos. Así también el magisterio no es una actividad innovadora
ni independiente de la doctrina evangélica. No está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para
enseñar lo trasmitido. El magisterio escucha también devotamente la palabra divina y extrae de ella todo lo
que propone para ser creído y vivido.
El Magisterio tiene, en primer lugar, la función de proteger y custodiar el depósito de la fe, para que a lo
largo de la historia de la Iglesia no se altere ni se corrompa. Es ante todo una función de testimonio,
actividad normal que se ejerce de modo continuo e incluso silencioso, en las circunstancias contingentes de
la vida de la Iglesia [cfr Y. Congar, La fe y la teología, Barcelona 1970, pp. 70-82].
La segunda función de definir doctrinas contenidas en el depósito revelado resulta necesaria en determinadas
ocasiones, especialmente a causa de las cuestiones, incertidumbres y errores que aparecen en el trascurso del
tiempo.
El Magisterio goza para este fin de una competencia específica basada en un carisma para discernir el
sentido de la Revelación, y en una autoridad (jurisdiccional) que le permite pedir a los fieles cristianos que
acepten una definición dogmática.
«La función de definir es una función subordinada a la de conservar el depósito. No solamente no tiene
respecto a ésta ninguna autonomía objetiva, sino que es, en su ejercicio, dirigida por la necesidad de guardar
el sentido de lo revelado y de llevar a todo oído humano el testimonio apostólico. No existe por tanto
independencia alguna de la función definitoria respecto a la función de fidelidad y de testimonio. El
magisterio no define por definir, sino para proteger y testimoniar» [Idem, p. 78].
Los asuntos que ocupan a la actividad magisterial se extienden únicamente a las cuestiones de fe y moral.
Estas son el objeto directo y primario del Magisterio cuando se contienen formalmente en el depósito
revelado. Enseña la Constitución Lumen Gentium que la infalibilidad de la Iglesia se extiende a todo cuanto
abarca el depósito mismo de la revelación divina» (nº 25).
Son formalmente reveladas las verdades que se imponen al entendimiento del creyente de modo inmediato y
en virtud de las palabras mismas de los testimonios inspirados (en Dios hay una esencia y tres Personas,
Jesucristo es Dios y hombre, María concibió virginalmente a Jesús, etc.). Son asimilables a estas verdades
otras que se contienen en la Revelación, pero que deben ser deducidas o percibidas mediante una cierta
reflexión (las obras ad extra de la Trinidad son comunes a las tres Personas, Jesucristo tiene alma humana,
María puede ser llamada propiamente Madre de Dios, etc.).
El objeto secundario del magisterio son las verdades no reveladas directamente o por sí mismas, pero que se
relacionan de tal manera con las reveladas que le sería imposible al Magisterio exponer éstas sin
pronunciarse también sobre las primeras. Estas verdades conexas pueden no pertenecer a la Revelación pero
son necesarias para protegerla. Se incluyen en ellas, por ejemplo, juicios sobre opiniones filosóficas y sobre
hechos históricos que pueden repercutir en la interpretación de un dogma.
Únicamente lo que está comprendido en el objeto primario puede ser definido como dogma de fe. Las
cuestiones que caen dentro del objeto secundario pueden ser definidas como verdades, pero no para ser
creídas con fe divina.
Es importante la cuestión de si todas las normas de la ley moral natural caen dentro del objeto del magisterio
infalible. Los teólogos están de acuerdo en que algunos principios básicos de la ley natural están revelados
por Dios, y podrían por lo tanto ser enseñados infaliblemente.
No se discute tampoco que las cuestiones de la ley moral natural caigan dentro del ejercicio del Magisterio.
Pablo VI afirma en la Encíclica Humanae Vitae(1968): «Ningún fiel querrá negar que corresponda al
magisterio de la Iglesia interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible... que
Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los Apóstoles su autoridad divina... los constituía en custodios e
intérpretes auténticos, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de
Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse» (nº 4).
Hay, sin embargo, opiniones diferentes sobre si el Magisterio puede formular definiciones infalibles sobre
cualquier cuestión relativa a la ley moral, incluidos los problemas cuya solución no se encuentra
directamente en la Revelación. Algunos piensan que en ciertas cuestiones de bioética, el magisterio emite
juicios muy valiosos y orientadores pero que no siempre pueden considerarse definitivos. El Magisterio
papal se ha pronunciado sobre importantes cuestiones debatidas, como la contracepción (Instrucción Donum
Vitae, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 22-II-1987; y Encíclica Evangelium Vitae, de 25-III-
1995).
Se espera de todos los cristianos una aceptación obediente y respetuosa de las enseñanzas magisteriales.
Hemos dicho ya que las definiciones solemnes deben ser recibidas como parte de la fe revelada.
Las enseñanzas papales y episcopales que constituyen el magisterio ordinario no poseen la misma fuerza
vinculante, pero todas deben recibirse con una actitud de respeto y docilidad interior.
La Constitución Lumen Gentium dice: «Los obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano
Pontífice, deben ser respetados por todos como testigos de verdad divina y católica. Los fieles tienen
obligación de adherirse con religiosa sumisión del espíritu al parecer de su obispo en materias de fe y
costumbres, cuando las expone en nombre de Cristo» (nº 25).
Esta adhesión de la voluntad y del entendimiento se debe especialmente al magisterio del Romano Pontífice,
aunque no hable ex cathedra. El Papa ejerce su actividad ordinaria de enseñar mediante encíclicas,
exhortaciones apostólicas, cartas, discursos y otros documentos e intervenciones dirigidos a toda la Iglesia.
Lo hace también mediante la aprobación formal de documentos doctrinales que son publicados por la
Congregación para la Doctrina de la Fe.
Para valorar la importancia de un documento magisterial y el grado de vinculación que exige, han de tenerse
en cuenta su naturaleza, la insistencia con que se proponga una misma doctrina, y las fórmulas y expresiones
que use para enseñarla y recomendarla (cfr. Lumen Gentium, n. 25).
El Magisterio es un aspecto crucial de la tradición de la Iglesia, que es una tradición viva. Es decir, supone
que la doctrina cristiana se desarrolla en el tiempo sin modificar o alterar su esencia. Este desarrollo hace
necesaria la existencia de una autoridad doctrinal que garantice su recto curso, de modo que nunca suponga
corrupción de las doctrinas.
Escribe Newman: «Si la doctrina cristiana, tal corno se enseñó originalmente, admite desarrollos verdaderos
e importantes, éste es un fuerte argumento antecedente a favor de una previsión en la dispensación divina
para imprimir un sello de autoridad sobre aquellos desarrollos. La probabilidad de ser reconocidos como
verdaderos varía con la probabilidad de su verdad... No puede haber ninguna unión acerca de las bases de la
verdad sin un órgano de la verdad» [Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, Salamanca 1997, pp.
105, 115].
La tarea de proteger el depósito de la que se ha hablado más arriba no debe entenderse por lo tanto como una
actividad simplemente pasiva. Se ejerce sobre un depósito de la fe que tiene vida propia y que se desarrolla
precisamente bajo la atención vigilante de la Iglesia. El Magisterio tiene que discernir y juzgar acerca de las
opiniones, teorías, iniciativas teológicas, etc, que se refieren a la explicación de la fe y pueden enriquecerla o
deformarla.
Esta actividad magisterial es un factor muy importante en el desarrollo correcto de la doctrina cristiana y en
su comprensión cada vez más honda por toda la Iglesia.
Los dogmas, en efecto, no cambian, pero se desarrollan. El hecho de que un dogma definido por la Iglesia
pueda parecer una novedad, si lo comparamos con expresiones de la misma verdad en los primeros siglos de
la Iglesia, no significa que esta verdad se haya alterado en el curso del tiempo. Significa sencillamente que la
verdad en cuestión se ha desarrollado hasta recibir la formulación que ahora tiene.
Es decir, la doctrina no se ha corrompido ni ha perdido su pureza evangélica. Ha ocurrido sólo que lo
implícito en ella se ha hecho más explícito. Cuando, por ejemplo, la Iglesia ha definido los dogmas de la
Concepción Inmaculada de María (1854) y de su Asunción al cielo (1950), no ha inventado nuevas verdades
marianas, sino que ha declarado explícitamente aspectos que estaban contenidos desde siempre en el
misterio de la Virgen.
Las polémicas doctrinales han sido ocasión frecuente de iniciativas eclesiales en la formulación y desarrollo
del dogma. La crisis provocada por el arrianismo (s. IV) llevó, por ejemplo, a definir la naturaleza del Verbo
divino, su generación eterna, y la consustancialidad con el Padre. El pelagianismo (s. V) movió a la Iglesia a
definir la doctrina del pecado original como algo presente en todos los niños, la gratuidad de la gracia, y su
necesidad para la renovación interior y las buenas obras. Las opiniones de los donatistas (s. V) provocaron
las definiciones de la eficacia de los sacramentos ex opere operato, y del carácter sacramental. Los intentos
de cisma aceleraron las definiciones sobre el primado papal; y otras opiniones modernas aconsejaron definir
el sacrificio de la Misa, la naturaleza de la justificación, y la doctrina sobre el pecado original.
Hay que mencionar también el notable influjo de las controversias teológicas entre autores católicos, que
movieron a precisar y establecer la doctrina correcta. Así ocurrió con la definición del número de 1os
sacramentos (Concilio de Lyon, 1274), de la naturaleza del carácter sacramental (Concilios de Florencia y
de Trento, D 695, 852), de la intención necesaria para la administración válida de los sacramentos
(Alejandro VIII, D 1185), de la Inmaculada Concepción, etc.
Entre los factores de desarrollo pueden mencionarse:
a) La actividad doctrinal de los Padres y de los teólogos. Se trata de un trabajo teológico que pone en mayor
evidencia verdades cristianas contenidas en la fe de la Iglesia. Se realiza principalmente por medio de la
explicación de textos y testimonios de Tradición, la solución de objeciones, y la interpretación de
definiciones y decisiones del Magisterio eclesiástico.
b) La vida litúrgica de la Iglesia. La liturgia supone con gran frecuencia la fijación ritual relativamente
espontánea de convicciones dogmáticas cristianas. El testimonio litúrgico ha sido en efecto muy decisivo,
por sus implicaciones y presupuestos doctrinales, para la definición de puntos centrales de doctrina católica.
c) La fe y la piedad de los cristianos. La creencia sencilla pero real del pueblo cristiano ha sido
generalmente un testimonio de fe apostólica y ha contribuido no sólo a preservar y mantener en la Iglesia
doctrinas importantes, sino también a adelantar, por así decirlo, su definición por el Magisterio. El sentido
de la fe ayudó, por ejemplo, a mantener vivas en la cristiandad las decisiones del Concilio de Nicea (325)
sobre la divinidad de Jesucristo, y estimuló considerablemente algunas definiciones sobre el misterio
mariano.
d) La acción del Magisterio eclesiástico. Como se ha dicho ya, es éste un factor constitutivo de desarrollo
dogmático, pues el Magisterio representa la conciencia doctrinal de la Iglesia en su capacidad de determinar
cuál es el dogma revelado y cómo debe ser formulado y entendido.
Reviste gran importancia para entender bien el sentido del magisterio eclesiástico tener en cuenta que su
ejercicio normal y habitual está constituido por el magisterio ordinario. La discusión teológica de los últimos
años se ha centrado excesivamente en el magisterio infalible y su alcance.
La gran atención concedida a la infalibilidad de las enseñanzas propuestas por el magisterio extraordinario
ha desembocado a veces en la aceptación tácita de la idea de que sólo el magisterio infalible recibe la
asistencia del Espíritu Santo, y que sólo sus enseñanzas contienen realmente doctrina católica sin mezcla de
error.
Esta perspectiva ha conducido en ocasiones a una devaluación del magisterio ordinario, de modo que la
asistencia del Espíritu quedaría reducida a las raras ocasiones en que el magisterio extraordinario,
formalmente infalible, es ejercido por el Papa o por el Concilio Ecuménico, mientras que las enseñanzas
«falibles» del magisterio ordinario vendrían equiparadas a las aclaraciones doctrinales ofrecidas por la
teología, y serían juzgadas en base a sus propios méritos argumentativos.
Al identificar, por tanto, magisterio e infalibilidad, se elimina de hecho el magisterio ordinario, por no ser
infalible.
Conviene entonces tener en cuenta que el Magisterio de la Iglesia, tal como lo entiende el Concilio Vaticano
II (cfr. Const. Lumen Gentium, nº 25), goza en todo su ejercicio de una asistencia específica del Espíritu
Santo; y que esta es la perspectiva adecuada para abordar la cuestión, preferible a considerarla desde el
ejercicio, excepcional, del magisterio extraordinario e infalible.
El magisterio es en la Iglesia el órgano ministerial del que Dios se vale para mantenerla en la Verdad. El
hecho de que, en la gran mayoría de las ocasiones, las declaraciones del magisterio no sean formalmente
infalibles no significa que no sean habitualmente verdaderas. Si no fuera así, el magisterio se vería
continuamente en la desagradable alternativa de pronunciar una declaración infalible o de callar.
12.- Relacionar documentos del Magisterio con verdades de fe, liturgia, costumbres.
Los documentos magisteriales y su valor de enseñanza y orientación
Junto a las declaraciones del magisterio extraordinario o solemne, originadas en los Concilios ecuménicos y
en las definiciones ex cathedra hechas por el Papa, la gran mayoría de los documentos magisteriales
proceden del magisterio ordinario, realizado por el Papa y por los Obispos en comunión con él.
Estos documentos son muy variados y encierran valor doctrinal diferente, aunque siempre orientador para la
fe y las costumbres. Los títulos formales que llevan (encíclica, exhortación, constitución, carta, declaración,
discurso, etc.) son parte de una terminología que ha evolucionado con el tiempo y no tiene necesariamente
carácter inalterable, ni indica de modo absoluto el valor doctrinal del documento de que se trate.
Podemos mencionar los siguientes tipos de documentos:
b) Encíclicas. Son los documentos de magisterio ordinario de primer rango. El término encíclica significa
algo parecido a carta circular, y se usaba ya dentro de la Iglesia en el siglo IV. En el siglo VII comienza a
emplearse referido a cartas papales. Su uso actual procede de finales del s. XVIII. Las encíclicas comienzan
a publicarse por los Papas de modo habitual a partir de Gregorio XVI (1831-1846). Son documentos de
contenido doctrinal importante, si bien hay otros textos magisteriales que sin llevar el nombre de encíclica,
pueden, sin embargo, contener doctrina de mucha trascendencia. Las encíclicas suelen ir dirigidas a todo el
pueblo cristiano y no excluyen a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, capaces de entender el
mensaje de la Iglesia.
Han publicado encíclicas los Papas Gregorio XVI (16), Pío IX (33), León XIII (48), Pío X (10), Benedicto
XV (12), Pío XI (30), Pío XII (23), Juan XXIII (9), Pablo VI (7), y Juan Pablo II (13 hasta la Fides et Ratio).
Entre las encíclicas más importantes deben mencionarse Aeterni Patris (León XIII, 1879, restauración del
tomismo en los estudios eclesiásticos), Libertas (León XIII,1888, la libertad y el liberalismo), Rerum
Novarum (León XIII,1891, la cuestión social y la situación de los trabajadores), Casti Connubi (Pío XI,
1930, el matrimonio cristiano), Mystici Corporis (Pío XII,1943, el Cuerpo místico de Cristo), Divino
Aflante Spiritu (Pío XII,1943, los estudios bíblicos), Mater et Magistra (Juan XXIII, 1961, desarrollo de la
cuestión social), Ecclesiam Suam (Pablo VI,1964, el diálogo de salvación), Mysterium Fidei (Pablo VI,
1965, doctrina y culto de la S. Eucaristía), Humanae Vitae (Pablo VI, 1968, regulación de la natalidad),
Redemptor Hominis (Juan Pablo II,1979, al principio de su ministerio pontifical), Dives in misericordia
(Juan Pablo II, 1980, la misericordia divina, segunda encíclica trinitaria), Laborem exercens (Juan Pablo II,
1981, el trabajo humano), Dominum et Vivificantem (Juan Pablo II, 1986, el Espíritu Santo en la vida de la
Iglesia, tercera encíclica trinitaria), Redemptoris Mater (Juan Pablo II, 1987, la Virgen María en la vida de la
Iglesia peregrina), Redemptoris Missio (Juan Pablo II, 1990, permanente validez del mandato misionero),
Fides et Ratio (Juan Pablo II,1998, relaciones entre fe y razón).
d) Cartas Apostólicas. Destaca entre ellas la C. A. Maximum Illud de Benedicto XV Publicada en 1919, es
el primer documento papal moderno sobre las misiones. Deben mencionarse asimismo la Octogesima
Adveniens (Pablo VI,1971, con motivo del 80º aniversario de la Rerum Novarum) y Salvifici Doloris(Juan
Pablo II,1984, sobre el sentido cristiano del sufrimiento).
e) Declaraciones papales. La más importante de los últimos tiempos con este título es la publicada por Juan
Pablo II en octubre de 1976, acerca de la no admisión de mujeres al sacerdocio.
f) Discursos papales. Junto a los radiomensajes, eran muy frecuentes en el tiempo de Pío XII, que publicó
textos señalados sobre la moral de la situación (1952), los límites morales de los métodos médicos (1952),
personalidad y conciencia (1953) y el respeto a la intimidad de la persona (1958).
Numerosos discursos del Papa van dirigidos en ocasiones oficiales y de cierta solemnidad al Colegio
Cardenalicio, Cuerpo diplomático, Congresos Eucarísticos, Simposios científicos, asambleas de tipo diverso,
etc.
g) Otros documentos papales incluyen mensajes, homilías y sobre todo catequesis. Juan pablo II ha
adoptado la costumbre de desarrollar, en las audiencias que tiene los miércoles, temas doctrinales que son
expuestos a lo largo de varias semanas y dan lugar a textos de cierta amplitud.
En estrecha conexión con el magisterio papal se encuentran las Cartas e Instrucciones de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, así como las de otras Congregaciones y Consejos Pontificios. El primer
organismo, denominado antes Santo Oficio, ha publicado en los últimos años importantes documentos sobre
temas de dogmática y moral. Se cuentan entre ellos los de cuestiones de escatología (1979), ministro de la S.
Eucaristía (1983), aspectos de la teología de la liberación (1983,1984), práctica del aborto (1974), cuestiones
de ética sexual (1975), eutanasia (1980), respeto a la vida humana naciente (1987), meditación cristiana
(1989), unicidad y universalidad salvífìca de Jesucristo y de la Iglesia (2000).
Resulta patente que tanto por el volumen de documentos como por el alcance doctrinal y espiritual de los
asuntos tratados, el magisterio ordinario de la Iglesia encierra una riqueza inigualable de contenidos de
verdad y de criterios y pautas de conducta, que sirven a los cristianos y a toda la humanidad. La Iglesia deja
oír en el mundo su voz, que es un testimonio de verdad para todos, incluidos desde luego muchos no
cristianos que no la reconocen como madre pero que la aceptan como maestra en múltiples cuestiones vitales
que afectan directamente a todos los hombres y mujeres de la tierra.
Para consultar el magisterio de la Iglesia existen diversas publicaciones y manuales. Aparte de las
colecciones y series de fuentes magisteriales que suelen usar quienes se dedican habitualmente al cultivo de
las ciencias eclesiásticas, hay textos condensados de fácil manejo y consulta, como son los siguientes:
b) J. Collantes, La Fe de la Iglesia Católica, Madrid 1983. El autor agrupa los textos con un criterio
temático, en vez de cronológico como hace Denzinger. El libro se divide en once capítulos (l. Fe y razón; 2,
Las fuentes de la Revelación; 3. Dios Creador; 4. Cristo Salvador; 5. María en la obra de la salvación; 6.
Dios revelado por Cristo; 7. La Iglesia de Cristo; 8. La gracia; 9. Los sacramentos de la Iglesia;10. Las
realidades últimas;11. Símbolos de Fe cristiana). Contiene breves introducciones a cada capítulo, y notas
con útil bibliografía.
d) F Guerrero (director), El Magisterio Pontificio Contemporáneo, 2 vols, Madrid 1991-1992. Contiene una
amplia colección de encíclicas y documentos desde León XIII a Juan Pablo II. Los textos se agrupan
cronológicamente dentro de nueve apartados: Sagrada Escritura, Dogma, Moral, Sagrada Liturgia,
Espiritualidad, Evangelización, Familia, Educación, Orden sociopolítico.
Publicaciones periódicas como Osservatore Romano (edición diaria italiana y semanal en español) y
Ecclesia publican habitualmente numerosos textos del magisterio papal y episcopal. El Vaticano difunde
diariamente por Internet textos y noticias relacionadas con la actividad del Romano Pontífice.
Las declaraciones del magisterio que se han producido a lo largo del tiempo, suelen incluir valoraciones o
calificaciones teológicas de las opiniones o doctrinas que contienen. Es frecuente que estas valoraciones
digan el grado de certeza con el que determinadas enseñanzas de la Iglesia puedan o deban ser recibidas por
parte de los fieles.
Durante la edad antigua y en los primeros siglos medievales se usan por lo general las antiguas valoraciones
de doctrina recta o falsa. Las condenas no indican sin embargo necesariamente que la doctrina criticada sea
estrictamente una herejía. Desde el siglo XV, estas valoraciones teológicas son reelaboradas en su
terminología. Se considera entonces que una doctrina es de fe divina (de fide divina), si forma parte
explícita, o por inclusión, de la revelación; es de fe divina y católica (de fide divina et catholica) si es
también enseñada por el magisterio como verdad que debe ser creída; es próxima a la fe (fides proximum) si
es considerada como revelada por la opinión común de los teólogos.
Las doctrinas no contenidas formalmente en la Revelación pero unidas estrechamente con ella, y presentadas
así por el magisterio, se denominan verdades de fe de la Iglesia (de fide ecclesiastica).
El magisterio de las últimas décadas ha abandonado prácticamente este modo de calificar las doctrinas --tal
vez por preferir declaraciones más bien explicativas--, y el criterio para juzgar su valor teológico se suele
derivar de las afirmaciones y observaciones que se incluyen en los documentos.
DOMINIO 3: CRISTOLÓGICO
La persona de Jesús.
LA PERSONA DE JESÚS.
Nació en los territorios de Palestina en la ciudad de Belén , vivió aproximadamente entre los años 7 antes de
Cristo y 30 después de Cristo cuando reinaba Herodes I. Tiene naturaleza divina por ser hijo de Dios su
existencia es anterior a todo lo creado como lo demuestra el libro del génesis, se hizo carne y habito entre
nosotros, por lo mismo goza de naturaleza humana porque nació de María quien lo tuvo en su vientre, lo crio
junto a José su esposo quienes le dieron un hogar, una crianza, una educación en la fe judía, fue presentado
en el templo por sus padres para cumplir con la religión, a los doce años muestra su sabiduría de hijo de
Dios cuando es perdido en el templo por sus padres y les habla a los sacerdotes sobre Dios y las escrituras.
De su vida no se conocen muchos detalles hasta los 33 años cuando comienza su vida pública con el
bautismo realizado por Juan Bautista que confirma la misión que Dios le encomendó, luego llama a un
grupo de discípulos a quienes forma en torno al cono al conocimiento del reino de Dios ¿en qué consiste?
¿Cuál es la invitación que Dios nos hace? luego este grupo de discípulos es enviado anunciar y a proclamar
el reino de Dios el día de pentecostés.
a) Las Cartas de los Apóstoles, especialmente San Pablo, que aluden con frecuencia a Jesús.
EVANGELIO, del griego "evaggelíon", significa "buena nueva". Es el anuncio del Mesías y su Reino (Mt.
4, 23: Mc. 1, 14).
Al multiplicarse las comunidades cristianas se hizo necesario escribir lo que los Apóstoles enseñaban
oralmente. De las colecciones de hechos y dichos del Señor, la Iglesia eligió y aprobó Cuatro Evangelios.
Analizaremos tres cuestiones básicas sobre los cuatro Evangelios: Autenticidad, Integridad, Historicidad
Autenticidad
Un documento es auténtico o genuino si fue escrito por la persona a quien se le atribuye. Sabemos que los
autores de los evangelios son Mateo, Marcos, Lucas y Juan porque existen cerca de 4000 códices griegos y
traducciones latinas, coptas y siríacas de los siglos IV al IX que atestiguan esto. Además, están los
testimonios de algunos escritores y Padres de la Iglesia que pudieron informarse de los autores de los
Evangelios.
Entre ellos están: Papías, obispo de Hierápolis de Frigia, quien hacia el 125 nos atestigua a través de "Juan
el Presbítero", discípulo de Juan Evangelista que: Marcos era intérprete de Pedro; y que Mateo, discípulo del
Señor, escribió en arameo sobre las cosas hechas y dichas por Jesús. Este testimonio lo recogió más tarde el
historiador Eusebio de Cesarea.
San Ireneo (170), obispo de Lión (Galias), discípulo de Policarpo, a su vez, discípulo de Juan el Evangelista
nos dice que: Mateo escribe cuando Pedro y Pablo evangelizaban Roma, hacia el 50, en lengua hebrea;
Marcos transmite la predicación de Pedro, hacia el 65; Lucas, colaborador de Pablo, escribe el evangelio
enseñado por éste a los gentiles entre los años 67 y 70; Juan escribe en Efeso hacia fines del siglo primero.
Clemente Alejandrino, hacia el 200, habla de los cuatro evangelios y conoce una tradición sobre ellos.
Orígenes (185-255), en Egipto, nombra a los cuatro evangelistas y el orden en que escribieron.
Tertuliano, en Africa, afirma que los cuatro evangelistas tienen la misma autoridad (160- 223).
El examen interno de los Evangelios amplían estos datos y nos dan como fecha de composición de los
Sinópticos el año 70 aproximadamente; y Juan hacia finales del siglo I.
El enorme número de códices y el breve período que separa la composición de los evangelios de las
primeras referencias a sus autores coloca la autenticidad evangélica en una situación privilegiada respecto a
la historiografía antigua. Ejemplos:
- Evangelios Sinópticos, Papías 55 años después
- Herodoto Aristóteles 100 años después
- Cicerón 800 años después
- Tucídides Cicerón 300 años después
- "Comentarios" de Julio César Plutarco 159 años después
- "Anales" de Tácito Suetonio 200 años después
Integridad
La integridad de los Evangelios está firmemente probada y también está en ventaja respecto a la de algunos
autores de la antigüedad clásica. Los códices completos antiguos, el Vaticano y el Sinaítico (s. IV), distinto
del texto original solo 300 años. Existen además otros 4000 de los siglos IV y IX sin contar los
descubrimientos recientes. Si comparamos estos datos con el hecho de que entre la redacción de Sófocles,
Esquilo, Aristófanes, Tucídides y el primer códice que existe de ellos transcurren 1400 años, veremos que de
ningún texto de la antigüedad clásica estamos tan seguros de poseer una copia conforme al original como de
los Evangelios. A pesar de las variantes que hay en los Evangelios, su integridad está asegurada porque tales
variantes nunca tocan la parte esencial.
Mateo: discípulo de Jesús, su fuente principal es su experiencia personal, el contacto con el Maestro.
Marcos: discípulo de Pedro, transmite los hechos y dichos de Pedro con particular vivacidad y precisión,
aunque también se apoya en la tradición de la iglesia primitiva.
Lucas: compañero de Pablo, investiga con cuidado las fuentes preexistentes a su narración, especialmente lo
que se refiere a la infancia de Jesús.
Juan: discípulo de Jesús, elabora un evangelio muy espiritual basado en la meditación profunda de sus
experiencias al lado del Maestro.
Historicidad
La respuesta al problema de la historicidad de los Evangelios depende de la posibilidad de demostrar que los
evangelistas conocían los hechos que narran y que los refieren con fidelidad, sin alteraciones. Esto se
demuestra por la circunstancia que los evangelistas conocían bien los hechos que escribieron, sobre todo los
milagros y discursos de Jesús, tan sorprendentes e insólitos que era fácil retenerlos en la memoria. La
veracidad de los evangelistas también está garantizada porque no tenían motivos para mentir y lo único que
consiguieron fue la deshonra y la persecución y el martirio.
Además, escribieron cuando todavía vivían muchos testigos oculares que habían visto y oído a Jesús y que
los hubieran desmentido en caso de que ellos hubieran cambiado los hechos.
Los evangelistas narraron la vida y doctrina de Jesús buscando proporcionar a los fieles materia de
devoción, alimentar su piedad e inducirlos a amar al Redentor. A diferencia del hagiógrafo ordinario que
encontrándose con hombres imperfectos busca contribuir a su edificación ocultando los defectos y
exagerando las cualidades, los evangelistas tratan de un hombre en el que ven al Hijo de Dios. Esta
convicción hace que Jesús sea para ellos el hombre perfecto y tratan de describirlo lo más exactamente
posible. Esto explica por qué no tuvieron escrúpulo en señalar en la vida del Maestro algunos episodios que
eran comprometedores para la dignidad de su persona, pero ellos estaban convencidos que en la vida de
Jesús todo tenía significado.
Jesús no es una figura idealizada como los grandes héroes y fundadores de religiones como Buda, Mahoma,
Alejandro Magno, Napoleón, etc. Se le describe tal como fue, con sus debilidades, las ignominias que
padeció. Su Encarnación, Nacimiento, Pasión, Resurrección y Ascensión están narrados con sobriedad y
fidelidad.
Cristo es además absolutamente original. El fue el único fundador en la historia de las religiones que se
presentó a la humanidad como Dios y como hombre al mismo tiempo, como persona en la que subsistían
dos naturalezas, una divina y otra humana. Este concepto nunca podría haber sido creación ni idealización ni
de los judíos ni de los paganos. Podemos así concluir con certeza que los evangelios son los libros más
históricos de la antigüedad cuyo valor sellaron con su sangre sus autores.
La primera formulación, la de que Jesús «sigue vivo», pone el acento en que la muerte física no interrumpe
la vida personal. Según la teología de Juan, esto se explica porque quien posee el Espíritu de Dios, que es la
fuerza de vida de Dios mismo, goza de una vida que no puede ser destruida por la muerte. Por eso Juan
señala el momento de la muerte de Jesús con la expresión «reclinó su cabeza», que asimila la muerte al
sueño (Jn 19,30), indicando que esa muerte, aunque real, no interrumpía la vida. La formulación «resucitar
de la muerte» describe lo sucedido con Jesús desde el punto de vista de un observador que ha visto a Jesús
tendido y exánime, y más tarde lo ve vivo, como si se hubiera levantado de su estado anterior. Este
«resucitar» puede considerarse obra de Dios (Hch 2,24; 3,15; 4,10, etc.: «Dios lo resucitó/lo levantó de la
muerte») o atribuirse a Jesús mismo (Me 8,31; 9,31; 10,34 par.; Hch 17,3:
«y a los tres días resucitará/se levantará»). En el primer caso tiene un sentido polémico: cuando parecía que
Dios había abandonado a Jesús, y que el sistema judío tenía razón en condenarlo, Dios reivindica a Jesús
dándole nueva vida. En el segundo caso, vuelve a aparecer la idea anterior: Jesús mismo, por poseer el
Espíritu de Dios, puede por sí solo levantarse de la muerte. Finalmente, la formulación «ser exaltado» o
«estar a la derecha de Dios» subraya la condición divina de Jesús y la gloria de su nuevo estado después de
la muerte. Los evangelios sinópticos describen el estado glorioso del resucitado en la escena de la
transfiguración (Me 9,2-10 par.). Los cuatro evangelistas describen la visita de seguidores de Jesús (mujeres
o discípulos) al sepulcro donde lo habían puesto, y todos lo encuentran vacío (Me 16,ls par.). El hecho podía
interpretarse como que el cuerpo había sido robado (Jn 20,2.13), quizá por los mismos discípulos (Mt
28,13). Los primeros visitantes (María Magdalena, el grupo de mujeres, Pedro) no sacan la conclusión de
que Jesús había resucitado. Solamente la explicación dada por alguna figura celeste (joven, ángel, dos
hombres, Jesús mismo) hace comprender que el sepulcro es figura del reino de la muerte y que Jesús, por
estar vivo, no puede encontrarse allí. La función de estos relatos sobre el sepulcro vacío es subrayar la
dificultad que experimentaron los discípulos en aceptar la posibilidad de vida después de la muerte. No
pretenden ser una prueba histórica de la resurrección de Jesús, sirven para anunciar el triunfo del crucificado
sobre la muerte. En Mateo, Lucas y Juan se describen apariciones de Jesús a los suyos después de la muerte
(Mt 28,9s.16-20; Le 24, 13-49; Jn 20,11-21,23). Son formas de expresar la experiencia de la comunidad
cristiana de que Jesús seguía vivo y activo. Las descripciones de Lucas y Juan señalan de diversas maneras
la identidad del resucitado con el crucificado; por eso Jesús se presenta con las señales de su pasión. Lucas
insiste también en que esa realidad de Jesús vivo después de la muerte no es un producto de la imaginación
de los discípulos; por eso describe la realidad del resucitado con términos pertenecientes a la vida física
(tener carne y huesos, comer). En Mateo (28,16-20) se relata una sola aparición al grupo de discípulos, en un
monte de Galilea. Tiene por objeto enviarlos a la misión, continuando la obra de Jesús, pero con ámbito
universal. También Lucas y Juan relacionan el encuentro con el resucitado con la misión que se recibe de él.
Implícitamente, la idea aparece también en Marcos, en la invitación a los discípulos de ir a Galilea para
encontrarse con Jesús (Me 16,7). Los relatos de las apariciones utilizan numerosos simbolismos. Por
ejemplo: — El día primero de la semana (Jn 20,19) alude a la primera creación, y es símbolo de la nueva,
del mundo definitivo que empieza con la resurrección de Jesús. — El huerto/jardín (Jn 21,11-18) alude al
paraíso original y muestra el principio de la nueva humanidad, al nuevo Adán, Jesús, y a la nueva Eva,
María Magdalena, figura de la comunidad cristiana. — Las puertas atrancadas simbolizan la situación en
que se encuentra la comunidad; la primera vez que se mencionan se da como razón el miedo a los dirigentes
judíos (Jn 21,19), mostrando la hostilidad de la sociedad hacia ella; la segunda vez (Jn 21,26) señalan la
separación entre la comunidad y «el mundo» injusto. — Jesús muestra las señales de la crucifixión (Le
24,40; Jn 20,27). La función de este símbolo es identificar al resucitado con el crucificado y mostrar la
permanencia del amor demostrado en la cruz. — En Mateo, el monte donde se aparece Jesús (Mt 28, 16)
simboliza la esfera divina en contacto con la historia humana. Corresponde al lugar teológico donde está
Jesús tras su resurrección, desde donde colabora en la tarea de la transformación de la humanidad. La
abundancia y variedad de símbolos indica que estos relatos no deben ser tomados literalmente, sino
interpretados como formulaciones de una experiencia: la de Jesús vivo y activo para siempre en medio de su
comunidad. La vida de Jesús después de la muerte no es privilegio exclusivo suyo, es el destino que aguarda
a todos los que poseen su Espíritu, los que, como él y con él, dedican su vida al bien de la humanidad (Jn
ll,25s; 1 Cor 15,20-22).
PRIMERA SECCIÓN:
LA ECONOMÍA SACRAMENTAL
1077 "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de
bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del
mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus
hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su
gracia con la que nos agració en el Amado" (Ef 1,3-6).
1078 Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez
palabra y don ("bene-dictio", "eu-logia"). Aplicado al hombre, este término significa la adoración y la
entrega a su Creador en la acción de gracias.
1079 Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, toda la obra de Dios es bendición. Desde el
poema litúrgico de la primera creación hasta los cánticos de la Jerusalén celestial, los autores inspirados
anuncian el designio de salvación como una inmensa bendición divina.
1080 Desde el comienzo, Dios bendice a los seres vivos, especialmente al hombre y la mujer. La alianza con
Noé y con todos los seres animados renueva esta bendición de fecundidad, a pesar del pecado del hombre
por el cual la tierra queda "maldita". Pero es a partir de Abraham cuando la bendición divina penetra en la
historia humana, que se encaminaba hacia la muerte, para hacerla volver a la vida, a su fuente: por la fe del
"padre de los creyentes" que acoge la bendición se inaugura la historia de la salvación.
1083 Se comprende, por tanto, que en cuanto respuesta de fe y de amor a las "bendiciones espirituales" con
que el Padre nos enriquece, la liturgia cristiana tiene una doble dimensión. Por una parte, la Iglesia, unida a
su Señor y "bajo la acción el Espíritu Santo" (Lc 10,21), bendice al Padre "por su don inefable" (2 Co 9,15)
mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias. Por otra parte, y hasta la consumación del designio
de Dios, la Iglesia no cesa de presentar al Padre "la ofrenda de sus propios dones" y de implorar que el
Espíritu Santo venga sobre esta ofrenda, sobre ella misma, sobre los fieles y sobre el mundo entero, a fin de
que por la comunión en la muerte y en la resurrección de Cristo-Sacerdote y por el poder del Espíritu estas
bendiciones divinas den frutos de vida "para alabanza de la gloria de su gracia" (Ef 1,6).
II. La obra de Cristo en la liturgia
Cristo glorificado...
1084 "Sentado a la derecha del Padre" y derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo que es la Iglesia,
Cristo actúa ahora por medio de los sacramentos, instituidos por Él para comunicar su gracia. Los
sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones), accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan
eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo.
1085 En la liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual. Durante su
vida terrestre Jesús anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio pascual. Cuando llegó
su hora (cf Jn 13,1; 17,1), vivió el único acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es
sepultado, resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre "una vez por todas"
(Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12). Es un acontecimiento real, sucedido en nuestra historia, pero absolutamente
singular: todos los demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son absorbidos por el pasado.
El misterio pascual de Cristo, por el contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su
muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa
de la eternidad divina y domina así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente presente. El
acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección permanece y atrae todo hacia la Vida.
1086 "Por esta razón, como Cristo fue enviado por el Padre, Él mismo envió también a los Apóstoles, llenos
del Espíritu Santo, no sólo para que, al predicar el Evangelio a toda criatura, anunciaran que el Hijo de Dios,
con su muerte y resurrección, nos ha liberado del poder de Satanás y de la muerte y nos ha conducido al
reino del Padre, sino también para que realizaran la obra de salvación que anunciaban mediante el sacrificio
y los sacramentos en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica" (SC 6).
1087 Así, Cristo resucitado, dando el Espíritu Santo a los Apóstoles, les confía su poder de santificación
(cf Jn 20,21- 23); se convierten en signos sacramentales de Cristo. Por el poder del mismo Espíritu Santo
confían este poder a sus sucesores. Esta "sucesión apostólica" estructura toda la vida litúrgica de la Iglesia.
Ella misma es sacramental, transmitida por el sacramento del Orden.
1088 "Para llevar a cabo una obra tan grande" —la dispensación o comunicación de su obra de salvación—
«Cristo está siempre presente en su Iglesia, principalmente en los actos litúrgicos. Está presente en el
sacrificio de la misa, no sólo en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes
el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sino también, sobre todo, bajo las especies eucarísticas. Está
presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza.
Está presente en su Palabra, pues es Él mismo el que habla cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura.
Está presente, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están
dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt18,20)» (SC 7).
1089 "Realmente, en una obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres
santificados, Cristo asocia siempre consigo a la Iglesia, su esposa amadísima, que invoca a su Señor y por Él
rinde culto al Padre Eterno" (SC 7).
1090 "En la liturgia terrena pregustamos y participamos en aquella liturgia celestial que se celebra en la
ciudad santa, Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos, donde Cristo está sentado a la derecha
del Padre, como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero; cantamos un himno de gloria al Señor
con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos participar con ellos y
acompañarlos; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste Él, nuestra vida, y
nosotros nos manifestemos con Él en la gloria" (SC 8; cf. LG 50).
1091 En la liturgia, el Espíritu Santo es el pedagogo de la fe del Pueblo de Dios, el artífice de las "obras
maestras de Dios" que son los sacramentos de la Nueva Alianza. El deseo y la obra del Espíritu en el
corazón de la Iglesia es que vivamos de la vida de Cristo resucitado. Cuando encuentra en nosotros la
respuesta de fe que él ha suscitado, entonces se realiza una verdadera cooperación. Por ella, la liturgia viene
a ser la obra común del Espíritu Santo y de la Iglesia.
1092 En esta dispensación sacramental del misterio de Cristo, el Espíritu Santo actúa de la misma manera
que en los otros tiempos de la economía de la salvación: prepara la Iglesia para el encuentro con su Señor,
recuerda y manifiesta a Cristo a la fe de la asamblea; hace presente y actualiza el misterio de Cristo por su
poder transformador; finalmente, el Espíritu de comunión une la Iglesia a la vida y a la misión de Cristo.
1093 El Espíritu Santo realiza en la economía sacramental las figuras de la Antigua Alianza. Puesto que la
Iglesia de Cristo estaba "preparada maravillosamente en la historia del pueblo de Israel y en la Antigua
Alianza" (LG 2), la liturgia de la Iglesia conserva como una parte integrante e irremplazable, haciéndolos
suyos, algunos elementos del culto de la Antigua Alianza:
– y sobre todo la memoria de los acontecimientos salvíficos y de las realidades significativas que
encontraron su cumplimiento en el misterio de Cristo (la Promesa y la Alianza; el Éxodo y la Pascua; el
Reino y el Templo; el Exilio y el Retorno).
1094 Sobre esta armonía de los dos Testamentos (cf DV 14-16) se articula la catequesis pascual del Señor
(cf Lc 24,13- 49), y luego la de los Apóstoles y de los Padres de la Iglesia. Esta catequesis pone de
manifiesto lo que permanecía oculto bajo la letra del Antiguo Testamento: el misterio de Cristo. Es llamada
catequesis "tipológica", porque revela la novedad de Cristo a partir de "figuras" (tipos) que lo anunciaban en
los hechos, las palabras y los símbolos de la primera Alianza. Por esta relectura en el Espíritu de Verdad a
partir de Cristo, las figuras son explicadas (cf 2 Co 3, 14-16). Así, el diluvio y el arca de Noé prefiguraban la
salvación por el Bautismo (cf 1 P 3, 21), y lo mismo la nube, y el paso del mar Rojo; el agua de la roca era
la figura de los dones espirituales de Cristo (cf 1 Co 10,1-6); el maná del desierto prefiguraba la Eucaristía
"el verdadero Pan del Cielo" (Jn 6,32).
1095 Por eso la Iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento, Cuaresma y sobre todo en la noche
de Pascua, relee y revive todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en el "hoy" de su
Liturgia. Pero esto exige también que la catequesis ayude a los fieles a abrirse a esta inteligencia "espiritual"
de la economía de la salvación, tal como la liturgia de la Iglesia la manifiesta y nos la hace vivir.
1096 Liturgia judía y liturgia cristiana. Un mejor conocimiento de la fe y la vida religiosa del pueblo judío
tal como son profesadas y vividas aún hoy, puede ayudar a comprender mejor ciertos aspectos de la liturgia
cristiana. Para los judíos y para los cristianos la Sagrada Escritura es una parte esencial de sus respectivas
liturgias: para la proclamación de la Palabra de Dios, la respuesta a esta Palabra, la adoración de alabanza y
de intercesión por los vivos y los difuntos, el recurso a la misericordia divina. La liturgia de la Palabra, en su
estructura propia, tiene su origen en la oración judía. La oración de las Horas, y otros textos y formularios
litúrgicos tienen sus paralelos también en ella, igual que las mismas fórmulas de nuestras oraciones más
venerables, por ejemplo, el Padre Nuestro. Las plegarias eucarísticas se inspiran también en modelos de la
tradición judía. La relación entre liturgia judía y liturgia cristiana, pero también la diferencia de sus
contenidos, son particularmente visibles en las grandes fiestas del año litúrgico como la Pascua. Los
cristianos y los judíos celebran la Pascua: Pascua de la historia, orientada hacia el porvenir en los judíos;
Pascua realizada en la muerte y la resurrección de Cristo en los cristianos, aunque siempre en espera de la
consumación definitiva.
1097 En la liturgia de la Nueva Alianza, toda acción litúrgica, especialmente la celebración de la Eucaristía
y de los sacramentos es un encuentro entre Cristo y la Iglesia. La asamblea litúrgica recibe su unidad de la
"comunión del Espíritu Santo" que reúne a los hijos de Dios en el único Cuerpo de Cristo. Esta reunión
desborda las afinidades humanas, raciales, culturales y sociales.
1098 La asamblea debe prepararse para encontrar a su Señor, debe ser "un pueblo bien dispuesto" (cf. Lc 1,
17). Esta preparación de los corazones es la obra común del Espíritu Santo y de la asamblea, en particular de
sus ministros. La gracia del Espíritu Santo tiende a suscitar la fe, la conversión del corazón y la adhesión a la
voluntad del Padre. Estas disposiciones preceden a la acogida de las otras gracias ofrecidas en la celebración
misma y a los frutos de vida nueva que está llamada a producir.
1100 La Palabra de Dios. El Espíritu Santo recuerda primeramente a la asamblea litúrgica el sentido del
acontecimiento de la salvación dando vida a la Palabra de Dios que es anunciada para ser recibida y vivida:
1101 El Espíritu Santo es quien da a los lectores y a los oyentes, según las disposiciones de sus corazones, la
inteligencia espiritual de la Palabra de Dios. A través de las palabras, las acciones y los símbolos que
constituyen la trama de una celebración, el Espíritu Santo pone a los fieles y a los ministros en relación viva
con Cristo, Palabra e Imagen del Padre, a fin de que puedan hacer pasar a su vida el sentido de lo que oyen,
contemplan y realizan en la celebración.
1102 "La fe se suscita en el corazón de los no creyentes y se alimenta en el corazón de los creyentes con la
palabra [...] de la salvación. Con la fe empieza y se desarrolla la comunidad de los creyentes" (PO 4). El
anuncio de la Palabra de Dios no se reduce a una enseñanza: exige la respuesta de fe, como consentimiento
y compromiso, con miras a la Alianza entre Dios y su pueblo. Es también el Espíritu Santo quien da la
gracia de la fe, la fortalece y la hace crecer en la comunidad. La asamblea litúrgica es ante todo comunión en
la fe.
1103 La Anámnesis. La celebración litúrgica se refiere siempre a las intervenciones salvíficas de Dios en la
historia. "El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; [...] las palabras
proclaman las obras y explican su misterio" (DV 2). En la liturgia de la Palabra, el Espíritu Santo "recuerda"
a la asamblea todo lo que Cristo ha hecho por nosotros. Según la naturaleza de las acciones litúrgicas y las
tradiciones rituales de las Iglesias, la celebración "hace memoria" de las maravillas de Dios en una
Anámnesis más o menos desarrollada. El Espíritu Santo, que despierta así la memoria de la Iglesia, suscita
entonces la acción de gracias y la alabanza (Doxología).
El Espíritu Santo actualiza el misterio de Cristo 1104 La liturgia cristiana no sólo recuerda los
acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza, los hace presentes. El misterio pascual de Cristo se
celebra, no se repite; son las celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas tiene lugar la efusión del
Espíritu Santo que actualiza el único Misterio.
1105 La Epíclesis ("invocación sobre") es la intercesión mediante la cual el sacerdote suplica al Padre que
envíe el Espíritu santificador para que las ofrendas se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo y para
que los fieles, al recibirlos, se conviertan ellos mismos en ofrenda viva para Dios.
1106 Junto con la Anámnesis, la Epíclesis es el centro de toda celebración sacramental, y muy
particularmente de la Eucaristía:
«Preguntas cómo el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino [...] en Sangre de Cristo. Te respondo:
el Espíritu Santo irrumpe y realiza aquello que sobrepasa toda palabra y todo pensamiento [...] Que te baste
oír que es por la acción del Espíritu Santo, de igual modo que gracias a la Santísima Virgen y al mismo
Espíritu, el Señor, por sí mismo y en sí mismo, asumió la carne humana» (San Juan Damasceno, Expositio
fidei, 86 [De fide orthodoxa, 4, 13]).
1107 El poder transformador del Espíritu Santo en la liturgia apresura la venida del Reino y la consumación
del misterio de la salvación. En la espera y en la esperanza nos hace realmente anticipar la comunión plena
con la Trinidad Santa. Enviado por el Padre, que escucha la epíclesis de la Iglesia, el Espíritu da la vida a los
que lo acogen, y constituye para ellos, ya desde ahora, "las arras" de su herencia (cf Ef 1,14; 2 Co 1,22).
1108 La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo
para formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los
sarmientos (cf Jn 15,1-17; Ga 5,22). En la liturgia se realiza la cooperación más íntima entre el Espíritu
Santo y la Iglesia. El Espíritu de comunión permanece indefectiblemente en la Iglesia, y por eso la Iglesia es
el gran sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos. El fruto del Espíritu en la
liturgia es inseparablemente comunión con la Trinidad Santa y comunión fraterna (cf 1 Jn 1,3-7).
1109 La Epíclesis es también oración por el pleno efecto de la comunión de la asamblea con el Misterio de
Cristo. "La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo" (2
Co 13,13) deben permanecer siempre con nosotros y dar frutos más allá de la celebración eucarística. La
Iglesia, por tanto, pide al Padre que envíe el Espíritu Santo para que haga de la vida de los fieles una ofrenda
viva a Dios mediante la transformación espiritual a imagen de Cristo, la preocupación por la unidad de la
Iglesia y la participación en su misión por el testimonio y el servicio de la caridad.
Resumen
1110 En la liturgia de la Iglesia, Dios Padre es bendecido y adorado como la fuente de todas las
bendiciones de la creación y de la salvación, con las que nos ha bendecido en su Hijo para darnos el
Espíritu de adopción filial.
1111 La obra de Cristo en la liturgia es sacramental porque su Misterio de salvación se hace presente en
ella por el poder de su Espíritu Santo; porque su Cuerpo, que es la Iglesia, es como el sacramento (signo e
instrumento) en el cual el Espíritu Santo dispensa el Misterio de la salvación; porque a través de sus
acciones litúrgicas, la Iglesia peregrina participa ya, como en primicias, en la liturgia celestial.
1112 La misión del Espíritu Santo en la liturgia de la Iglesia es la de preparar la asamblea para el
encuentro con Cristo; recordar y manifestar a Cristo a la fe de la asamblea de creyentes; hacer presente y
actualizar la obra salvífica de Cristo por su poder transformador y hacer fructificar el don de la comunión
en la Iglesia.
8.- INTERPRETAR EL SENTIDO DE LOS MILAGROS EN LA VIDA PÚBLICA DE
JESÚS.
Los milagros están íntimamente relacionados con la vida pública de Jesús ya que él durante su vida se pasó
haciendo el bien y mostrando la grandeza de Dios por lo mismo los milagros tienen sentido de esperanza, de
sanación, expulsión de demonios. En efecto, los milagros de Jesús son, ante todo, signos, señales, tanto de
Quién es El, como de cuál es la misión que ha recibido de Dios. En primer lugar, han de servir para mostrar
que Él es el enviado del Padre. Jesús no es un curandero, sino el Salvador anunciado por los profetas; el que
trae la salvación definitiva a todos los hombres.
San Juan pone en boca de Jesús estas palabras: «las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas
obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado» (5, 36)
- En Jesús se revela el poder de Dios Salvador. Las palabras y las obras de Cristo hacen pasar a través suyo
la fuerza de Dios, que viene a salvar. Sólo se beneficia de esta fuerza quién la acoge con fe.
Bienaventuranzas
Pobreza de espíritu Ser felices a pesar de las
Bondad dificultades de la vida.
Humanidad
Justicia
Perdón
Humildad
Paz
Solidaridad
11 .- RECONOCER EN PARÁBOLAS O ACTUACIONES DE JESÚS LAS
CARACTERÍSTICAS DEL REINO DE DIOS.
En las siguientes citas encontramos mencionados que el reino ya está aquí encontramos los siguientes textos:
Mc 9,1 “El reino de Dios ha llegado con fuerza” Lc 6, 20 “nuestro es el reino de Dios”
Las siguientes parábolas nos hablan sobre las características del reino:
Mt 13,1-9: parábola del sembrador; Mt 13,44-46: parábola del tesoro y la perla; Mt 22,1-14: parábola de las
bodas; Lc 10,25-37: parábola del buen samaritano; Lc 15,11-32: parábola del hijo pródigo. De estas se
infiere que Dios es el sembrados, que el reino de Dios es un gran tesoro, una perla, Una invitación a un gran
banquete de bodas, El reino de Dios es solidaridad y perdón.
Saulo en Jerusalén
Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que
fuese discípulo.
Entonces Bernabé, tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al
Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús.
Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía,
y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban
matarle.
Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso.
Entonces las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas, andando en el temor
del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo.
Zaqueo: Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que
era el jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque
era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por
allí, Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que
alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban,
diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor,
voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más». Y
Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombres es un hijo de
Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Cornelio:
10 En la ciudad de Cesarea vivía un capitán romano llamado Cornelio, del regimiento conocido como el
Italiano. 2 Él y toda su familia adoraban y respetaban a Dios. Cornelio daba muchas contribuciones a los
judíos pobres y siempre estaba orando. 3 Un día, como a las tres de la tarde, tuvo una visión en la que vio
claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía:
—Cornelio.
4 Cornelio lo miro fijamente y todo asustado le dijo:
—¿Qué quieres, señor?
El ángel le dijo:
—Dios ha escuchado tus oraciones y ha tenido en cuenta tus contribuciones a los pobres. 5 Envía ahora
algunos hombres a Jope para que traigan a un hombre llamado Simón, al que le dicen Pedro. 6 Se hospeda en
una casa junto al mar que es de un curtidor que también se llama Simón.
7 Cuando el ángel se fue, Cornelio llamó a dos de sus siervos y a un soldado. El soldado era un hombre de su
confianza y adoraba a Dios. 8 Cornelio les contó todo lo que había pasado y luego los envió a Jope.
9 Al día siguiente a eso del mediodía, mientras ellos iban camino a Jope, Pedro subió a la azotea para
orar. 10 Tenía hambre y quería comer, pero mientras le estaban preparando la comida, tuvo una visión. 11 Vio
que el cielo se abría y bajaba algo parecido a una sábana muy grande sostenida de las cuatro puntas.12 Dentro
de la sábana había toda clase de animales, incluso reptiles y aves.13 Entonces una voz le dijo:
—Pedro, ¡levántate, mata y come!
14 Pedro respondió:
la visión. Mientras tanto, los hombres que Cornelio había mandado estaban frente a la puerta preguntando
dónde quedaba la casa de Simón. 18 Llamaron para averiguar si Simón, a quien también llamaban Pedro,
estaba hospedado allí.
19 Pedro todavía estaba pensando en la visión, pero el Espíritu le dijo: «Oye, tres hombres te están
buscando. 20 Levántate, baja a verlos y ve con ellos sin hacer preguntas, yo los he enviado». 21 Entonces
Pedro bajó y les dijo a los hombres:
—Yo soy al que ustedes están buscando, ¿a qué han venido?
22 Ellos dijeron:
—Un santo ángel le dijo a Cornelio que lo invitara a su casa para poder escuchar lo que usted tenga que
decirle. Cornelio es un capitán, un hombre justo que adora a Dios, y todos los judíos lo respetan mucho.
23 Pedro les pidió que entraran y se quedaran a pasar la noche.
Al día siguiente, Pedro se fue con los tres hombres y con algunos de los hermanos que vivían en Jope. 24 Al
otro día, llegaron a la ciudad de Cesarea. Cornelio los estaba esperando con sus familiares y
amigos. 25 Cuando Pedro entró, Cornelio salió a recibirlo, se inclinó a los pies de Pedro y lo adoró. 26 Pero
Pedro hizo que se levantara y le dijo:
—¡Levántate! Yo soy tan solo un ser humano.
27 Mientras hablaban, Pedro entró y vio que se había reunido mucha gente. 28 Pedro les dijo:
—Ustedes saben que no es permitido para los de mi nación reunirse o entrar a la casa de alguien que no sea
judío. Pero Dios me ha mostrado que no debo menospreciar ni llamar impuro ni ordinario a nadie. 29 Así que
cuando me llamaron, vine sin poner excusas. Ahora yo les pregunto: ¿Por qué enviaron por mí?
30 Entonces Cornelio dijo:
—Hace cuatro días estaba orando en mi casa a esta misma hora, las tres de la tarde, y de pronto un hombre
con ropa muy brillante se apareció delante de mí.31 Él me dijo: “Cornelio, tus oraciones fueron escuchadas y
Dios ha tomado en cuenta tus contribuciones para los pobres. 32 Así que envía a algunos hombres a Jope para
que traigan a Simón, a quien también llaman Pedro. Él se hospeda en casa de Simón, un curtidor que vive
junto al mar”. 33 Fue así como yo mandé por ti de inmediato, y nos alegra que hayas venido. Aquí nos tienes
para escuchar todo lo que el Señor te ordenó que nos dijeras.
El catecismo dice:
470 Puesto que en la unión misteriosa de la Encarnación "la naturaleza humana ha sido asumida, no
absorbida" (GS 22, 2), la Iglesia ha llegado a confesar con el correr de los siglos, la plena realidad del alma
humana, con sus operaciones de inteligencia y de voluntad, y del cuerpo humano de Cristo. Pero
paralelamente, ha tenido que recordar en cada ocasión que la naturaleza humana de Cristo pertenece
propiamente a la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella proviene
de "uno de la Trinidad". El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su propio modo personal de existir
en la Trinidad. Así, en su alma como en su cuerpo, Cristo expresa humanamente las costumbres divinas de
la Trinidad (cf. Jn 14, 9-10):
«El Hijo de Dios [...] trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de
hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros,
en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado» (GS 22, 2).
475 De manera paralela, la Iglesia confesó en el sexto Concilio Ecuménico que Cristo posee dos voluntades
y dos operaciones naturales, divinas y humanas, no opuestas, sino cooperantes, de forma que el Verbo hecho
carne, en su obediencia al Padre, ha querido humanamente todo lo que ha decidido divinamente con el Padre
y el Espíritu Santo para nuestra salvación (cf. Concilio de Constantinopla III, año 681: DS, 556-559). La
voluntad humana de Cristo "sigue a su voluntad divina sin hacerle resistencia ni oposición, sino todo lo
contrario, estando subordinada a esta voluntad omnipotente" (ibíd., 556). a modo de resumen:
482 Cristo, siendo verdadero Dios y verdadero Hombre, tiene una inteligencia y una voluntad humanas,
perfectamente de acuerdo y sometidas a su inteligencia y a su voluntad divinas que tiene en común con el
Padre y el Espíritu Santo.
Isaias 11,12 : «Yahvé reunirá a los dispersos de Israel y congregará a los desperdigados de Judá desde los
cuatro extremos de la tierra» además se puede encontrar lo mismo en Miqueas 2,12; Jeremías 31,1;
Ezequiel 20,27-44.
Por un lado, Jesús es presentado con un poder dado por Dios, que se manifiesta en la enseñanza, en la
expulsión de los demonios y en grandes curaciones (p.e. 1,27). Realiza acciones mesiánicas2, como
multiplicaciones de panes, entrada en Jerusalén y purificación del templo. Desvela a sus discípulos su ser
divino en epifanías (andar sobre las aguas, transfiguración). Sin embargo, por otro lado, Jesús se empeña en
escabullirse de la afluencia de las multitudes3 y en mantener su secreto (p.e. 1,34. 43ss; 3,12; 5,43; 6,45;
7,36; 8,26.30; 9,9). Junto con esto, Marcos destaca, en comparación a Mateo, la incomprensión de los
discípulos (p.e. 6,51s.par; 8,17-21 par). Por otra parte, el secreto de su mensaje y actuar sólo se revela a sus
discípulos (usa la parábola: 4,10-124); los demás quedan como afuera, en una gran incomprensión respecto a
Jesús.5 No se vuelve a repetir el título Cristo hasta la confesión de Pedro. Pero pese al secreto y reserva, la
fuerza de la gloria del Mesías trasciende y las muchedumbres se entusiasman. Respecto a Jesús flota (p.e.
4,41; 6,14-16) un gran interrogante.6 Pasada la confesión de Pedro hay una aclaración nítida de la naturaleza
de ese Mesías: Hijo del Hombre que sufrirá y resucitará.7 Sólo después de su resurrección tendrá lugar la
proclamación abierta (9,9). Pero el secreto se relaja en la segunda parte (10,46-52; 11,1-10), incluso
desaparece ante Caifás (14,62) y en la confesión del centurión (15,39). Porque toda la segunda parte está
orientada a la manifestación del mesianismo paciente del Hijo del Hombre. Con todo, los discípulos
permanecen en la más absoluta incomprensión frente a los tres anuncios de la pasión. Los discípulos
comprenderán este mesianismo de la cruz a la luz de la resurrección. La reserva del Jesús terreno en torno a
su mesianismo se debió a prudencia para evitar malentendidos, a pedagogía para mostrar su tipo de
mesianismo, a acomodación a lo que es la condición de la revelación. Marcos utiliza esta realidad como
procedimiento literario para presentar a Jesús como Mesías e Hijo de Dios. Su tendencia fundamental es
hacer comprensible el camino de Jesús hacia la muerte. Es un camino necesario, dispuesto por Dios, que
Jesús sigue obedientemente. El Hijo de Dios presentado al comienzo, tiene el camino del siervo.
Incomprendido por los hombres, aún por los discípulos más fieles8, rechazado por los jefes del pueblo judío,
ha sido acogido por Dios y resucitado. Es un Mesías de tipo diferente. El evangelio de Marcos es como una
historia de la pasión con introducción detallada. Hay una tensión entre la altura y la bajeza: la poderosa
revelación del
Reino de Dios que irrumpe en la actuación de Jesús, y el consciente ocultarse de Este, junto
con la incomprensión de los que lo rodean.
Lo característico del mesianismo de Jesús no se desprendería tanto de los títulos como de ciertos rasgos
originales: a) Es el Emmanuel ( estar con; cf. 1,23; 18,20; 28,20). b) Salvador de su pueblo (1,21). c)
Investido de todo poder en su resurrección (28,18). d) Juez escatológico (7,21-23; 25,31-46; cf. 10,14s;
26,64). Está identificado con los marginados de este mundo. d) Es el nuevo Moisés. La ley del A. T. sigue
teniendo validez, pero sólo en cuanto interpretada, radicalizada y corregida por Jesús, y compendiada por él
en el doble mandamiento del amor. Jesús es el Señor presente en la Iglesia (16, 18; 18, 20; 28, 20), pero
sobre todo es el maestro de quien se es discípulo ('mathetés' [discípulo] aparece 69 veces en Mt, 37 en Mc y
34 en Lc). el comienzo programático del evangelio: Libro de la descendencia de Jesucristo (aquí sería
nombre propio, cf. Mt 1,18 y el texto más probable de 16,21), hijo de David, hijo de Abraham. En su
genealogía, en que se muestra su descendencia davídica, es llamado 4 veces Cristo. En Jesús se cumple las
promesas hechas al pueblo y desde sus orígenes. La presentación de Mt está centrada en Hijo de David e
Hijo de Dios. Mediante la descendencia davídica presenta el mesianismo de Jesús. La genealogía, a través
de tres veces 14, muestra que Jesús es el mesías esperado. La estructura del evangelio sería dinámico-
dramática. Se da una progresiva manifestación de Jesús al pueblo de Israel y una repulsa de éste. Como dato
final, una apertura a todas las naciones del nuevo pueblo de Israel: la Iglesia fundada por Jesús.
Hechos 2,36: 36 »Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha
hecho Señor y Mesías»
Lc 9,18-36: Pedro reconoce que Jesús es el mesías.
JESÚS, EL HOMBRE-DIOS
El hombre, imagen de Dios Jesús no sólo revela a Dios, sino que, desde el punto de vista cristiano, revela
también lo que es el hombre. ¿Por qué? Porque el hombre, desde el capítulo primero del Génesis, ha sido
creado a imagen de Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza», dice el texto
(/Gn/01/26). Los Padres de la Iglesia han sólido interpretar este texto en el sentido de que el hombre ya
está hecho a imagen de Dios, y a lo largo de su vida tiene que irse haciendo semejante a Dios. El hombre
será hombre en la medida en que reproduzca en su ser la imagen de Dios. Desde el punto de vista
cristiano, la imagen de Dios es Jesús. El es quien realiza la verdadera imagen de Dios.
Cuando Jesús de Nazaret dice: «yo como», «yo ando», «yo vivo», «yo me muevo», es Dios quien está
diciendo: «yo como», «yo ando», «yo vivo», «yo me muevo». Acabo de expresar algo de lo que significa
la unión hipostática, por mencionar la palabra clásica. Por tanto, al ver a Jesús vemos la verdadera
imagen de Dios, la imagen de Dios mejor realizada. En consecuencia, vemos al hombre más perfecto. Al
verdadero hombre. Y todos los demás seremos hombres en la medida en que realicemos en nosotros la
misma imagen de Jesús. Como dice San Pablo en la Carta a los Romanos, «estamos llamados a
reproducir la imagen de su Hijo» (/Rm/08/29). Así pues, aunque todos estemos creados a imagen de
Dios, reproducimos su imagen, la imagen que de Dios nos da Jesús, con mayor o menor semejanza; es
decir, que los hombres somos imágenes de Dios... mejores, regulares o peores. Ahora bien, ¿cuál es, en
concreto, la imagen de Dios que reproduce Jesús? Tenemos que pesar lo que pesó Jesús?, ¿ser tan altos
como él?, ¿o tan morenos?, ¿o tan rubios? Quizás aquí tenemos la razón teológica de la falta de detalles
concretos y curiosos sobre la persona de Jesús en el Nuevo Testamento. Lo que se nos ha transmitido de
Jesús es precisamente aquello por lo que Jesús reproduce la imagen del Padre. Aquello con cuya
reproducción nosotros nos hacemos hijos en el Hijo y, por tanto, verdaderos hombres. Y no se nos han
transmitido otros detalles innecesarios a este propósito.
Ahora volvemos a lo que dijimos al preguntarnos por los datos históricos que conocemos sobre Jesús.
Esa persona llamada Jesús de Nazaret, ¿quién ha sido?, ¿cuál ha sido su vida?, ¿cómo ha realizado en
concreto el ser imagen de Dios?
-El hombre revelado en Jesús En mi opinión, la respuesta a esas preguntas se resume en una sola idea o,
quizás, en dos. Lo que Jesús ha hecho ha sido, simple y llanamente, vivir para la voluntad de Dios. El
motor que mueve a Jesús por dentro, lo que da sentido a su vida, es el cumplimiento de la voluntad de
Dios. Y la voluntad de Dios es precisamente la fidelidad de Jesús.
¿Cuál es la obra de Jesús? ¿Qué hizo Jesús? Sencillamente, amar incondicionalmente. Así nos revela
Jesús la verdadera imagen de Dios. Dios es Padre, porque ama incondicionalmente a los hombres, y así
es como Jesús realiza el sentido de la creación, que no es otro que corresponder al amor de Dios. Como
sugiere la Carta a los Efesios (1,3ss), la creación surge de la voluntad de Dios de encontrar un lugar fuera
de Sí mismo en el que poder poner su amor. Ése es su fin y su sentido: que Dios ponga en la creación su
amor y la creación pueda corresponder libremente al amor de Dios. Ahí está el sentido de la historia, el
sentido de la creación y el sentido de la vida humana: el amor de Dios que se regala libremente y que
espera ser correspondido también libremente. Todo amor se da, se entrega, esperando ser correspondido.
Pero se da aunque no sea correspondido. Por eso el verdadero amor es siempre incondicional. En el
momento en que el amor, al no ser correspondido, deja de darse, ha dejado de ser amor y se ha convertido
en egoísmo. Así pues, lo que se juega en la historia es la correspondencia de la humanidad al amor libre y
gratuito de Dios.
La vida de Jesús es, pues, realizar la voluntad del Padre. o sea, corresponder al amor del Padre. Pero la
persona de Jesús, como decíamos antes, asume como cuerpo suyo a toda la humanidad y toda la creación.
Así pues, en él toda la humanidad y toda la creación han realizado ya su objetivo, su fin y su sentido: han
correspondido al amor libre, incondicional y gratuito de Dios.
Ser hombre consiste, pues, exactamente en esto: en corresponder al amor gratuito de Dios. Hay un pasaje
en el evangelio de Mateo (/Mt/05/48) y en su paralelo en Lucas (/Lc/06/36) que resume muy bien lo que
quiero decir. «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». Así dicho, la frase no parece tener
mucho sentido. ¿Es posible ser perfectos como Dios? ¿Dónde está nuestra perfección análoga a la
perfección divina? ¿Cómo se nos puede invitar a ser perfectos como Dios? Hay que leer la línea
siguiente: «El Padre celestial hace salir su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores».
Dios no hace que llueva sobre el campo de los buenos y deje de llover sobre el campo de los malos. Dios
no hace que salga el sol sobre los que van a misa el domingo y no salga sobre los que no van a misa, sino
que el amor de Dios es incondicionado. Ama a justos e injustos, a buenos y malos. Ésa es la imagen de
Dios que reproduce Jesús. Y ésa es la perfección de Dios que nosotros tenemos que imitar.
El Concilio _Vat-II, en la Constitución Gaudium et Spes (n. 22), dice: «En realidad, el misterio del
hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado». ¿Qué somos?, ¿para qué estamos aquí?,
¿cuál es nuestro sentido? Estas preguntas sólo se pueden resolver desde el misterio de Cristo.
La creación en su conjunto es, según hemos dicho antes, el Cuerpo de Cristo, porque la Divinidad ha
asumido nuestro ser de creaturas. En consecuencia, si el conjunto de la creación es el Cuerpo de Cristo,
no hay relación con Dios que no sea relación con la realidad. Y, al revés, no hay relación con la realidad
creada, con las cosas, con los animales, con las personas, que no sea relación con Dios. Si la creación
entera es el Cuerpo de Cristo, cada vez que yo hago algo a la creación, estoy haciendo algo al Cuerpo de
Cristo y, por tanto, estoy haciendo algo, bueno o malo, a Dios. Cada vez que yo me relaciono con Dios,
lo hago en la creación y no puedo pensar en una relación directa e inmediata con Dios. Por eso puede
decir S. Juan en su Primera Carta (/1Jn/04/2O): «quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a
Dios, a quien no ve»
Hace algunos años se hizo una encuesta en muchos conventos de religiosas españolas. (Era una encuesta
en la que había que puntuar los diversos items, algo parecido a lo que se hace en las evaluaciones de la
docencia). Una de las preguntas pedía una autocalificación sobre las relaciones con Dios. Pues bien, en la
gran mayoría de las respuestas las religiosas se autocalificaban con notas altas: ochos y nueves. Luego
había otra pregunta donde se pedía una autoevaluación de las relaciones con las otras religiosas de la
propia comunidad. Ahí ya se calificaban más bajo: aprobados raspados y algún que otro suspenso. Lo que
está claro es que la nota que califique nuestras relaciones con Dios y nuestras relaciones con los demás
sólo puede ser la misma. Si una nota es alta y la otra baja, eso quiere decir que hay engaño en la
percepción.
La relación con Dios es relación a través de la realidad creada, a través de las cosas, animales y personas.
Y, al revés, la relación con la realidad no queda al margen de la relación con Dios, porque la creación es
el Cuerpo de Cristo. Así pues, desde el punto de vista cristiano no hay realidad sagrada y realidad
profana. No hay un ámbito para Dios, un ámbito de lo divino, de la fe y del culto, y otro ámbito de la
realidad secular, del mundo, donde se actúa de forma independiente de Dios.
Nos hemos referido ya a esto al hablar de la expulsión de los mercaderes del templo de Jerusalén por
parte de Jesús y de cómo en ese episodio estaba planteado el tema de la división entre los ámbitos secular
y sagrado, división no aceptada por Jesús, con lo que se colocaba en la mejor tradición de la profecía de
Israel. Desde el punto de vista cristiano, el ámbito secular es sagrado y el ámbito sagrado es secular. o, si
se prefiere, no hay ámbito secular y ámbito sagrado. Se puede formular como se quiera, porque en el
fondo es lo mismo.
La concepción cristiana de la realidad es coherente con esto. Lo que Dios hace en la historia y lo que el
hombre hace en la historia es al cien por cien divino y al cien por cien humano.
FE: DON-ESFUERZO
Un ejemplo: la fe ¿es don de Dios o es decisión humana? Es cien por cien don de Dios y cien por cien
decisión humana. La Iglesia ¿es obra del Espíritu o es construcción de los hombres? Cien por cien obra
del Espíritu y cien por cien construcción del hombre. Nuestra historia ¿es obra de Dios o es obra de los
hombres? Nuestra historia es cien por cien obra de Dios y cien por cien construcción de los hombres. Una
frase de ·Agustín-SAN formula perfectamente lo que quiero decir: «Dios actúa de tal manera que hace
que sea obra nuestra lo que es don suyo» (Epist. 194 ad Sixtum presb. 5, 19. CSEL 57, l90). No hay
oposición entre la actuación de Dios y la actuación del hombre. Lo que Dios hace, no lo hace
sustituyéndonos; y lo que nosotros hacemos, no lo conseguimos arrancándoselo a Dios. Lo que Dios
hace, lo hace dentro de nosotros; lo que Dios hace, lo hace moviendo nuestras manos. Y lo que nosotros
hacemos, lo hacemos porque Dios está dentro de nosotros.
La única excepción a este cien por cien obra de Dios y este cien por cien obra nuestra es la presencia del
pecado. Allí donde hay pecado puede rebajarse el cien por cien de la obra de Dios; allí donde hay pecado
hay algo que se escapa a la actuación del Espíritu de Dios, aunque no a su poder (Una exposición de este
tema en su dimensión cristológica, en J.I. GONZALEZ FAUS, La humanidad nueva, Santander l986,
354-55; y en su dimensión antropológica, en el mismo autor, Proyecto de hermano, Santander 1987 436-
44O).
Quiero decir lo siguiente: el creyente cristiano, por afirmar la unión hipostática de la divinidad y la
humanidad en Jesús, ve en toda la realidad las actuaciones de Dios y del hombre no en competencia, sino
en cooperación, pero en distintos niveles. La concepción cristiana de Dios no tiene nada que ver con
Prometeo. Como se sabe, según el mito griego, Prometeo intenta robar el fuego a los dioses; y lo
consigue, pero es castigado por su osadía. En la concepción cristiana, Dios y el hombre no pelean entre sí
por nada, porque el interés de Dios es el hombre. Hasta tal punto que, cuando el hombre-Jesús dice: «mis
intereses», es Dios mismo quien está diciendo: «mis intereses».
No hay competencia entre el hombre y Dios, porque Dios se ha encarnado, porque Dios se ha unido a
nuestra humanidad creada y a nuestra historia.
JESÚS, DIOS-HOMBRE
Acerca de la humanidad de Jesucristo se pueden asumir posiciones teológicas diversas. La
tradición fraguó dos, cuya vigencia no ha perdido nunca actualidad. Ambas se asientan sobre
los evangelios y sobre el dogma cristológico tal como fue definido en el Concilio de Calcedonia
(451). Allí se definió, de forma irreformable y decisiva para la fe posterior, la real humanidad y
la verdadera divinidad de Jesucristo. En Jesús subsisten, en la unidad de la misma persona
divina del Verbo eterno, dos naturalezas distintas, sin confusión, sin mutación, sin división y sin
separación. Esta formulación, llena de tensiones, permite dos líneas que se han formulado en
la historia de la teología: una de ellas acentuará en Jesús-Dios-Hombre la divinidad y la otra la
humanidad. La transferencia de los acentos marca opciones de fondo diferentes, que llegan a
constituir verdaderas escuelas: en el Nuevo Testamento, será el evangelio de Juan el que
ponga de relieve la divinidad de Jesús, en tanto que los sinópticos destacan su humanidad; en
el mundo antiguo la escuela de Alejandría representaba la primera tendencia y la escuela de
Antioquía la segunda. Ambas corren el riesgo de caer en herejía: el monofisitismo, que afirma
la vigencia de una única naturaleza en Jesús, la divina (escuela de Alejandría), y el arrianismo
que defiende de tal modo la dualidad de naturalezas que corre el peligro de romper la unidad
de la persona y de hacer primar la naturaleza humana de Jesús, quedando la divinidad como
algo extrínseco y paralelo (escuela de Antioquía) En el mundo medieval encontramos la
escuela tomista que estudia a Jesús preferentemente a partir de la divinidad y la escuela
franciscana que lo hace a partir de la humanidad.
Por formación espiritual y opción fundamental, nos orientamos por la escuela franciscana, de
tradición sinóptica, antioquena y escotista. En la humanidad total y completa de Jesús es
donde encontramos a Dios. La reflexión sobre la muerte y la cruz nos brinda la oportunidad de
pensar radicalmente acerca de la humanidad de Jesús.
Tal vez algunos cristianos, habituados a la imagen tradicional de Jesús, fuertemente marcada
por su divinidad, puedan tener dificultades con la imagen que aquí dibujamos con los rasgos
de nuestra propia humanidad. Y sin embargo es preciso abrirse a la verdadera humanidad de
Jesús. En la medida en que aceptemos nuestra propia humanidad con toda la abisal
dramaticidad que puede caracterizar a nuestra existencia, en esa misma medida abriremos un
camino para una aceptaci6n profunda de la humanidad de Jesús. Y no es menos verdadero el
proceso inverso: en la medida en que acojamos a Jesús tal como nos lo pintan los evangelios,
particularmente los sinópticos, con su vida cargada de conflictos y con su vía dolorosa, en la
proporción en que tomemos absolutamente en serio la encarnación en cuanto vaciamiento, sí,
en cuanto alienación de Dios, en esa misma proporción nos aceptaremos a nosotros mismos
con toda nuestra fragilidad y miseria, sin vergüenza ni humillación.
Un Dios así es alguien extraordinariamente cercano al drama humano, pero también es alguien
extraño. Es de una extrañeza fascinante, similar a la de los abismos de nuestra misma
profundidad. Ante él podemos quedar aterrados como Lutero, pero también podemos sentirnos
tocados por una infinita ternura como San Francisco, que meditaba la Pasión con com-pasión.
DOMINIO 4 : ECLESIOLÓGICO
1. LA IGLESIA DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPIRITU SANTO (RM 31)
La comunión trinitaria es la fuente, el motor, el fin de la vida y de la misión de la Iglesia. ·
Ella vive y obra en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; nos conduce al Padre por el Hijo en el
Espíritu; da gloria al Padre por Cristo en el Espíritu. ·
Todo su ser y misión depende del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
2. LA IGLESIA DE JESUCRISTO
Jesucristo es: enviado - mediador; revelador - guía; Dios hecho hombre - salvador ·
Él vive en la Iglesia, es su esposo, la hace crecer por el Espíritu Santo y a través de ella cumple su misión. ·
La Iglesia responde a la misión de Jesucristo mediante la "comunión y participación" en su plan de
salvación. (RM 9b, 5c, 6a) ·
La Iglesia ha sido convocada y congregada por Jesucristo, en el Espíritu, para el Padre (LG. 1- 3; RM 46c;
47b y d)
La Iglesia es:
Cuerpo de Cristo.
Pueblo de Dios.
Familia de Dios
Templo de Dios
Sacramento universal de salvación
Comunión: llevar hacia el Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo; unir a los hombres con
Dios, para vivir su vida, su amor y su verdad; transformarse y transformar en El (ya no vivo yo, es Cristo
quien vive en mí...)
Participación: recibir la vida nueva y los demás dones de Dios unirse a su acción salvadora: dar lo recibido
y ser signo e instrumento suyo.
3. Iglesia - misión: Iglesia "misionera": ella ha recibido la misión de ir a evangelizar y, así, está puesta
para colaborar a Jesucristo en este servicio salvador al mundo entero; en el envío a los Apóstoles, fuimos
enviados todos a evangelizar; ·la misión de la Iglesia es universal: hacia todas las gentes, en todos los
tiempos, hasta las raíces, para todos y con todo el poder de Dios.
4. LAS TAREAS QUE COMPRENDE ESTA MISION SON (RM 18c): el anuncio de Jesucristo y su
Evangelio (RM 12a y 20a); la formación y maduración de comunidades eclesiales (RM 26b y 20c); la
promoción humana y la encarnación de los valores evangélicos (RM 43 b y 20d)
6.- MARÍA. Es: Madre de Dios; nuestra madre en la Iglesia; nuestra modelo, pedagoga y compañera en
nuestra misión.
CONCLUSION
La misión de la Iglesia y nuestra propia misión se fundamentan en la comunión y participación de la Verdad,
el Amor y la Vida de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. ·
Recibimos nuestra misión en la Iglesia, la cumplimos en comunión y participación de Iglesia y desde ella
vamos como enviados a evangelizar a todas las gentes en el mundo entero. ·
La misión es la que renueva nuestra identidad cristiana, nos devuelve nuestro entusiasmo, nos ayuda a
superar las dificultades en nuestra comunidad y nos hace participar en la salvación de Jesucristo (RM 2).
Nuestra principal perspectiva de vida y servicio es realizar la propia misión en y desde comunidades
eclesiales vivas, dinámicas y misioneras.
La Unidad: Jesús la pidió expresamente al Padre la noche de la Pasión como señal distintiva de su Iglesia
(Jn.. 17, 11-23). Asimismo, Jesús emplea imágenes que reflejan la unidad al llamar a la Iglesia "Reino" (Mt.
12, 25); "rebaño" (Jn.. 10, 16); "familia que en sí dividida no subsistirá" (Mt. 12, 25).
a.- Unidad de Fe, que no debe limitarse a la pura aceptación de las verdades reveladas, sino que también se
debe extender a las mismas verdades propuestas por el magisterio de los apóstoles; pues Jesús, al enviar a
sus discípulos a predicar, impuso a los hombres bajo pena de condenación eterna creer en sus palabras (Mc.
16, 16).
b.- Unidad de Gobierno, porque Jesús creó en ella un cuerpo directivo integrado por los apóstoles, por
Pedro y por sus sucesores dotados de la plenitud de poderes.
c.- Unidad de Comunión, donde todos los miembros unifican sus esfuerzos en orden al fin a conseguir:
enseñar la revelación para la salvación de las almas.
La Catolicidad: La Iglesia debe ser católica, es decir, universal. La catolicidad se puede entender en dos
sentidos:
De Derecho, ya que Jesús destinó su doctrina a todos los hombres y durará hasta el fin de los siglos,
hasta que no queden hombres que evangelizar y salvar (Mt. 28, 18-20).
De Hecho, es decir, la puesta en práctica de este poder, que puede ser: Física, si realmente todos los
hombres del mundo llegan a integrarse en la Iglesia. Moral, si el número de miembros es suficiente para
reflejar un prestigio fácilmente reconocible incluso para los que no pertenecen a la Iglesia. Se predicará a
todos el Evangelio, pero no será aceptado por todos (Mt. 8, 12).
La Santidad: Es la unión con Dios que presupone la exclusión del pecado y la posesión de la gracia
santificante. Puede ser:
a.- Activa. Proporciona los medios para santificarse: los sacramentos.
b.- Pasiva. Utilización de los medios por las personas para lograr esa unión con Dios. Hay varios grados de
santidad:
1° La Ordinaria: guardar los mandamientos para evitar el pecado y conservar la gracia santificante.
2° La Perfecta: evitar incluso el pecado venial y observar con generosidad los consejos evangélicos.
3° La Heroica: practicar las virtudes en grado eminente.
4° La Carismática: don de milagros y profecías que Dios libremente concede a algunas personas.
La Apostolicidad Jesús concedió a los apóstoles la triple potestad de enseñar, santificar y gobernar su Iglesia
hasta el fin de los siglos (Mt. 28, 18-20).
En el Origen, es decir, que debe ser la misma hoy que la fundada sobre los apóstoles.
En la Doctrina, enseñando las mismas verdades que los apóstoles.
En la Sucesión, es decir, gobernada, instruida y santificada por los legítimos sucesores de los apóstoles.
La cristiandad está dividida en tres grupos principales:
- La Iglesia Católica Romana.
- Las Iglesias Reformadas (protestantes).
- Las Iglesias Orientales-Cismáticas.
¿Cuál de ellas es la verdadera Iglesia de Cristo? La que reúne las cuatro notas distintivas que le dio su
fundador.
El protestantismo carece de:
Unidad de Fe, de Gobierno y de Comunión.
Santidad. Rechaza casi todos los sacramentos.
Apostolicidad. Aparece en el siglo XVI cuando ya tenía el cristianismo quince siglos de existencia.
Apostolicidad. Sus obispos actuales ya no son sucesores de Pedro a raíz de su separación de Roma.
En cambio, sí poseen la Santidad porque conservan los siete sacramentos que son aprovechados por sus
miembros.
7.- Relacionar dones del Espíritu Santo con: la Unidad de la Iglesia, Discernimiento en
las acciones de la Iglesia, Tensión jerarquía-laicado; Acción misionera.
Y unas lenguas como llamas se posaron en sus cabezas, La disolución. Progresiva de la jerarquía,
Papa se equivoque y pida perdón.
Que el mismo pueblo tenga derecho a voz dentro de la jerarquía.
Que los más desposeídos sigan siendo Iglesia en las poblaciones, barrios y campos etc.
Sacrosanctum: sobre la sagrada liturgia es una de las cuatro constituciones conciliares emanadas del
Concilio Vaticano II. Fue aprobada por la asamblea de obispos con un voto de 2,147 a 4, siendo promulgada
por el papa Pablo VI el 4 de diciembre de 1963. El objetivo principal de esta constitución fue aumentar la
participación de los laicos en la liturgia de la Iglesia católica y a su vez llevar a cabo la actualización de la
misma. sus orientaciones son;
Los números entre paréntesis corresponden a los números de los párrafos del documento. • Proemio (1-4). •
Capítulo I. Principios generales para la reforma y fomento de la sagrada liturgia (5-46). • Capítulo II. El
sacrosanto misterio de la eucaristía (47-58). • Capítulo III. Los demás sacramentos y los sacramentales (59-
82). • Capítulo IV. El Oficio divino (83-101). • Capítulo V. El año litúrgico (102-111). • Capítulo VI. La
música sagrada (112-121). • Capítulo VII. El arte y los objetos sagrados (122-130). • Apéndice. Declaración
del sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II sobre la revisión del calendario.
Puebla: Constituye una valiosa síntesis de la enseñanza de la Iglesia desde nuestra realidad latinoamericana.
Es una profundización muy importante del cauce abierto por Río y Medellín. El diagnóstico de la realidad es
más maduro y más completo; su visión de la situación de la fe es más amplia y, a la vez, más aguda en su
análisis, más rica en sus horizontes, y definitivamente, más concreta en sus prioridades. Los años
transcurridos entre dichas jornadas episcopales permitieron señalar vacíos y mostrar nuevos retos que fueron
analizados y asumidos en las jornadas poblanas.
El acento principal del Documento de Puebla se descubre sintéticamente en el binomio comunión y
participación. Este tema recorre todo el documento como una verdadera columna vertebral. Ya desde el
trabajo de preparación de la Conferencia apareció este tema a manera de «línea conductora».28 En el
documento de trabajo se decía: «La línea teológico- pastoral está conformada en el Documento de Trabajo
por dos polos complementarios: la comunión y la participación (co-participación)».es un libro que se formó
en base a lo tratado por los obispos latinoamericanos y del caribe en la ciudad de Puebla de los Ángeles,
México, en el año 1979.
Juan Pablo II inauguró personalmente la conferencia el 27 de enero de 1979 en el santuario de Nuestra
Señora de Guadalupe de Ciudad de México. El mismo pontífice abrió también las sesiones de la asamblea
que finalizaron el 13 de febrero. Las profundas directrices que trazara el Papa sirvieron de precioso criterio
para las reflexiones y acuerdos de los obispos congregados en Puebla.
En Puebla como en Medellín hace 10 años resplandece el rostro de una Iglesia rejuvenecida que bajo la
inspiración y el impulso del Espíritu Santo profundiza el sentido de su misión evangelizadora y se entrega
con renovado vigor al servicio de la verdad de la unidad eclesial y de la dignidad y promoción del hombre
en la integridad de su ser. Ahora Puebla se presenta como una proclamación de fe en el poder del Evangelio
en la eficacia de la comunión y de la
participación en la esperanza que fortalece al hombre en su camino hacia Dios y finalmente en la
civilización del amor.
Primera parte: Visión pastoral de la realidad Latinoamericana
Segunda parte: Designios de Dios sobre la realidad de América Latina
Tercera parte: La Evangelización en la Iglesia de América Latina: Comunión y participación.
Cuarta parte: Iglesia misionera al servicio de la Evangelización en América Latina.
Quinta parte: Bajo el dinamismo del Espíritu: opciones pastorales.
Opciones Pastorales.
Santo domingo: La Conferencia general del Episcopado Latinoamericano celebrada en S. Domingo, además
de la explícita intención de seguir aplicando la renovación conciliar, mantiene vigente las enseñanzas de
Medellín y Puebla, actualizándolas a través de nuevas líneas pastorales. La Iglesia atenta a las profundas
transformaciones que han acontecido en América latina en los últimos años pos-conciliares, quiere hacer
presente y actualizar el misterio de redención realizado por y en Jesucristo.
Juan Pablo II dijo que la nueva evangelización parte del hecho de que en Cristo tenemos una "inescrutable
riqueza (Ef 3, 8)," que no agota ninguna cultura ni ninguna época, y a la cual los hombres podemos siempre
acudir para enriquecernos. Santo Domingo acentúa la llamada a conversión haciendo una lectura de la
realidad, tanto eclesial
como social. Mantiene, respecto a Puebla y Medellín, el esfuerzo de evangelizar la cultura y salir al
encuentro de la pobreza, pero además profundiza el compromiso por la justicia y los derechos humanos;
mejora la pastoral juvenil y familiar; acentúa el rol de los laicos; cobran fuerza temas como la defensa de la
vida, la cultura urbana, los movimientos y asociaciones eclesiales, el papel de la mujer, las expresiones
culturales de los amerindios y afro americanos, la misión ad gentes sus orientaciones son:
Primera Parte : JESUCRISTO, EVANGELIO DEL PADRE
Segunda Parte: JESUCRISTO, EVANGELIZADOR VIVIENTE EN SU IGLESIA
Tercera Parte: JESUCRISTO, VIDA Y ESPERANZA DE AMÉRICA LATINA
APARECIDA: En esta V Conferencia los Obispos reunidos expresaron que El Espíritu Santo habló a la
Iglesia. Que habían recibido un “Nuevo Pentecostés” que los impulsaba a una reevangelización en
Latinoamérica y el Caribe. Comentarios hechos por los Obispos dicen que luego de haber sido publicado el
Documento Conclusivo de Aparecida, los lectores recibieron un nuevo ardor para evangelizar. Este
Documento es un texto muy analítico, muy extenso, que busca llegar a todos los rincones donde esté la
presencia de la Iglesia Católica en Latinoamérica y el Caribe....Es sensible a las necesidades materiales y
espirituales de nuestros pueblos que carecen de un nivel de
desarrollo que les permita forjar su propio destino, por eso la Iglesia no quiere estar en una posición cómoda,
sino comprometida en la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de la vida de
los ciudadanos, para que puedan ellos desarrollarse como individuos prósperos. El tema: gira en torno a la
vida... en situación de riesgo, amenazada, o indigna y dañada, sobre todo empobrecida injustamente en
nuestros pueblos. Una Vida que es creada a imagen de Dios, herida por el pecado, y liberada por Cristo
Salvador. En ese contexto y con ese espíritu ofrecen sus conclusiones abiertas en el Documento final. El
texto tiene tres grandes partes que sigue el método de reflexión teológico-pastoral “ver, juzgar y actuar”. Así
se mira la realidad con ojos iluminados por la fe y un corazón lleno de amor, proclama con alegría el
Evangelio de Jesucristo para iluminar la meta y el camino de la vida humana, y busca, mediante un
discernimiento comunitario abierto al soplo del Espíritu Santo, líneas comunes de una acción realmente
misionera, que ponga a todo el Pueblo de Dios en un estado permanente de misión. Ese esquema tripartito
está hilvanado por un hilo conductor en torno a la vida, en especial la Vida en Cristo, y está recorrido
transversalmente por las palabras de Jesús, el Buen Pastor: “Yo he venido para que las ovejas tengan vida y
la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
1. La primera parte se titula La vida de nuestros pueblos.
2. La segunda parte, a partir de la mirada al hoy de América Latina y El Caribe, ingresa en el núcleo del
tema.
3. La tercera parte ingresa plenamente en la misión actual de la Iglesia latinoamericana y caribeña.
Conforme al tema se la formula con el título La vida de Jesucristo para nuestros pueblos.
Sin perder el discernimiento de la realidad ni los fundamentos teológicos, aquí se consideran las principales
acciones pastorales con un dinamismo misionero. En un núcleo decisivo del Documento se presenta La
misión de los discípulos misioneros al servicio de la vida plena, considerando la Vida nueva que Cristo nos
comunica en el discipulado y nos llama a comunicar en la misión, porque el discipulado y la misión son
como las dos caras de una misma medalla. Aquí se desarrolla una gran opción de la Conferencia: convertir a
la Iglesia en una comunidad más
misionera. Con este fin se fomenta la conversión pastoral y la renovación misionera de las iglesias
particulares, las comunidades eclesiales y los organismos pastorales. Aquí se impulsa una misión continental
que tendría por agentes a las diócesis y a los episcopados (capítulo siete).
Luego se analizan algunos ámbitos y algunas prioridades que se quieren impulsar en la misión de los
discípulos entre nuestros pueblos al alba del tercer milenio. En El Reino de Dios y la promoción de la
dignidad humana se confirma la opción preferencial por los pobres y excluidos que se remonta a Medellín, a
partir del hecho de que en Cristo Dios se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, se reconocen
nuevos rostros de los pobres (vg., los desempleados, migrantes, abandonados, enfermos, y otros) y se
promueve la justicia y la solidaridad internacional (capítulo ocho). Bajo el título Familia, personas y vida, a
partir del anuncio de la Buena Noticia de la dignidad infinita de todo ser humano, creado a imagen de Dios y
recreado como hijo de Dios, se promueve una cultura del amor en el matrimonio y en la familia, y una
cultura del respeto a la vida en la sociedad; al mismo tiempo se desea acompañar pastoralmente a las
personas en sus diversas condiciones de niños, jóvenes y adultos mayores, de mujeres y varones, y se
fomenta el cuidado del medio ambiente como casa común (capítulo nueve).
En el último capítulo, titulado Nuestros pueblos y la cultura, continuando y actualizando las opciones de
Puebla y de Santo Domingo por la evangelización de la cultura y la evangelización inculturada, se tratan los
desafíos pastorales de la educación y la comunicación, los nuevos areópagos y los centros de decisión, la
pastoral de las grandes ciudades, la presencia de cristianos en la vida pública, especialmente el compromiso
político de los laicos por una ciudadanía plena en la sociedad democrática, la solidaridad con los pueblos
indígenas y afrodescendientes, y una
acción evangelizadora que señale caminos de reconciliación, fraternidad e integración entre nuestros
pueblos, para formar una comunidad regional de naciones en América Latina y El Caribe (capítulo diez).
9.- Relacionar contextos históricos con el surgimiento de las constituciones del Vaticano
II y encíclicas sociales, tales como: Lumen Gentium, Sacrosanctum Concilium, Puebla,
Santo Domingo, Aparecida.
Un acercamiento al desarrollo histórico del Concilio
El concilio Vaticano II, “una de las gracias más grandes para la Iglesia del siglo XX”, se llevó a cabo en un
momento de numerosos cambios de la humanidad, la “Era Moderna” había llegado y la Iglesia, como
expresó Juan XXIII en junio de 1959, necesitaba urgentemente de un aggiornamento; es decir, una puesta al
día, revisando su manera de “estar en el mundo” y su acción evangelizadora de cara a los cambios de la
sociedad, a fin de renovar todo aquello que así lo necesitara. En 1961, Juan XXIII anunció oficialmente el
concilio Vaticano II, inaugurado el 11 de octubre de 1962. La complejidad y variedad de temas exigieron un
esfuerzo de varias sesiones; después de la primera muere Juan XXIII y los obispos aguardaron
expectativamente la decisión del nuevo pontífice; Pablo VI, dio continuidad a los trabajos iniciados desde la
segunda sesión hasta su clausura. El concilio tuvo un marcado tinte renovador y pastoral, desarrollado sin
los tradicionales anatemas y sin definiciones dogmáticas, proporcionó una apertura dialogante con el mundo
moderno, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a diversas problemáticas; fue un concilio con un
tinte mucho más universal y abierto a todas las culturas, realizado en 4 sesiones y con representatividad de
todos los continentes. A diferencia del concilio de Trento de un poco más de doscientos asistentes y el
Vaticano I unos setecientos, el concilio Vaticano II se abrió con más de 2 mil padres conciliares, entre ellos
destacan la presencia de casi 300 obispos africanos, unos 400 asiáticos y 75 de Oceanía, cada uno con
realidades religiosas concretas y muy diversas de Europa y el resto del mundo.
Entre los grandes temas abordados por el Concilio destacan: la Iglesia, la Revelación, la Liturgia, la libertad
religiosa, etc., recordando a su vez la vocación universal a la santidad. Según el cardenal Bea, las dos
grandes reformas, entre otras, fueron la afirmación del papel protagónico de los obispos en su diócesis y la
apertura hacia la misión del laicado. El concilio Vaticano II fue clausurado el 7 de diciembre de 1965, con
16 documentos:1 4 Constituciones, 9 Decretos y 3 Declaraciones cuyo conjunto constituye una profunda
toma de conciencia sobre la identidad de la Iglesia de cara a la modernidad, definiendo, a su vez, las
orientaciones exigidas por la realidad, siguiendo una línea
integradora de “renovación” y “Tradición”.
TABLA GENERAL DE LOS DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II
Inter Mirifica Decreto sobre los Medios de Comunicación Social Diciembre 4 de 1963
En su primer mensaje radiofónico del 17 de octubre de 1978, al día siguiente de ser elegido Papa, Juan Pablo
II se refería a la constitución sobre la Iglesia en estos términos: “Es necesario que tomemos de nuevo en las
manos la magna charta del Concilio, es decir, la constitución dogmática Lumen Gentium para que
meditemos con renovado y reforzado afán sobre la naturaleza y misión de la Iglesia”. Pues bien, ante la
inminente celebración de los cincuenta aniversarios de la apertura del Concilio Vaticano II (1962-2012),
tenemos ocasión en nuestro curso de tomar entre las manos la constitución Lumen Gentium (LG), a fin de
conocer mejor y para seguir ofreciendo a los hombres y mujeres de nuestro tiempo el rostro siempre
renovado de la Iglesia a la luz de Cristo. Es momento propicio para que todos desempolvemos el olvidado
Vaticano II y lo volvamos a colocar en el estante de los libros frecuentemente usados de nuestra biblioteca.
Una cuestión que cobra especial carácter de urgencia al encontrarnos con generaciones de cristianos adultos
que comienzan a tomar responsabilidades en la tarea evangelizadora de la Iglesia sin la perspectiva histórica
del profundo cambio que supuso el acontecimiento conciliar. Es importante en este período de recepción
sosegada del Concilio que las nuevas generaciones de cristianos aprendan a valorar el viraje hacia Cristo y
hacia el mundo con el que los Padres conciliares orientaron a la Iglesia para emprender su travesía rumbo al
tercer milenio. Es tiempo de que los olvidadizos refresquen su memoria, y los estudiantes de teología de
hoy se hagan sensibles a la onda del Concilio, para afrontar el reto de ser Iglesia en el mundo y tiempo que
nos ha tocado vivir. En este nuevo escenario, marcado por grandes avances tecnológicos, cambios en la
jerarquía de valores e incluso en la misma concepción de la realidad, que ahora pasa a ser virtual, cabe
preguntarse: ¿sigue hoy el hombre necesitando a Dios?, ¿sigue hoy Dios queriendo establecer su diálogo con
el hombre? O, siguiendo al poeta Juan Ramón Jiménez, ¿sigue siendo hoy Dios deseado y deseante? El ser
deseado depende del hombre, y cabe
la respuesta afirmativa o negativa. El ser deseante es siempre afirmativo por depender de Dios. Y, en este
divino deseo de salir y venir al hombre de todos los tiempos, la Iglesia cobra una renovada actualidad al
seguir mostrando por los caminos del mundo a Cristo como Luz de los pueblos (Lumen Gentium).
Un poco de historia La Sacrosanctum Concilium
La renovación conciliar es heredera de un fecundo movimiento litúrgico que hunde sus más profundas raíces
en la segunda mitad del siglo pasado. A causa de este movimiento litúrgico todo el siglo XX verá crecer un
notable impulso renovador de la vida litúrgica de la Iglesia que a la vez que explicitaba cada vez más el
lugar central que ocupa en el misterio de la Iglesia y en el designio de redención, abría nuevos horizontes de
comprensión de su naturaleza. Fueron muy importantes las diversas iniciativas de los Papas San Pío X, Pío
XII y Juan XXIII para ir afirmando una corriente profunda de renovación cuyos frutos más significativos
veríamos en el Concilio Vaticano II.
Ya desde el tiempo de preparación del Concilio la reflexión sobre la liturgia y la conveniencia de su
renovación había adquirido singular importancia. El trabajo de la Comisión litúrgica, encargada de preparar
el documento de trabajo, fue muy bueno. Debe notarse que, a diferencia de otros documentos que
necesitaron una más lenta maduración, el documento preparado por esta Comisión fue asumido en su gran
mayoría por la asamblea conciliar.
No deja de ser muy significativo que el primer esquema que la Comisión central del Concilio Vaticano II
decidiese que se discuta haya sido precisamente el de la liturgia. A la pregunta que se puede poner como
telón de fondo de todos los trabajos conciliares: "Iglesia, ¿qué dices de ti misma?", se respondió en primer
lugar desde la liturgia. Hecho singular que además abre una hermosa manera de aproximarse al misterio de
la Iglesia.
La Sacrosanctum Concilium fue promulgada al final de la segunda sesión de trabajo, concretamente el día 4
de diciembre de 1963. La votación final es elocuente del grado de consenso que se alcanzó en aquel
momento: 2,158 votos a favor y solamente 4 en contra, es decir casi unánimemente.
PUEBLA. Ya entrados en la década del 70, los regímenes militares, inspirados en la doctrina de la seguridad
nacional, acaban con los experimentos revolucionarios y prometen restaurar el orden amenazado por la
violencia subversiva. Como consecuencia de la lucha antisubversiva, América Latina enfrenta una situación
casi masiva de grave atropello a los derechos humanos.
La Iglesia, que en la década anterior había enfatizado la denuncia de la injusticia social expresada en la
pobreza y la marginalidad y propuesto como vía de solución profundas reformas estructurales, reacciona
ahora señalando, como la mayor amenaza para la justicia, el atropello de los derechos humanos. La vigencia
verdadera de los derechos humanos exige, en la reflexión eclesial post Medellín, el desarrollo económico
con participación popular y la organización de la convivencia civil en base de un consenso mayoritario que
se exprese en estructuras de gobierno
genuinamente democráticas. En otras palabras, para la Iglesia Latinoamericana el respeto por los derechos
humanos supone conjugar el desarrollo económico con la democracia política, económica y social.
La III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano sobre la "Evangelización en el Presente y en el
Futuro de América Latina" nos dice: "Puebla constituye una larga meditación sobre la Iglesia, no en una
suerte de monólogo interior sobre ella misma, sino en relación con su gran interlocutor: el mundo
latinoamericano. Por consiguiente, de alguna manera, todo Puebla es una gran eclesiología; es el tercer
capítulo de una eclesiología que comenzó a actualizarse y a vivirse en la Iglesia Latinoamericana en 1962.
Vaticano II y Medellín son sus dos capítulos anteriores". Puebla (1979) a) Contexto histórico La década de
los setenta está marcada por la imposición de dictaduras militares en la mayor parte del continente. La
política exterior de los EEUU y la Guerra Fría extienden su lógica de muerte por el continente. No sólo las
dictaduras militares derriban gobiernos 9 Medellín 10. Las 4 Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano. 5ª. Edición. CELAM. Bogotá 2004 14 democráticos sino que implementan una política
expresa de violencia contra quienes son considerados enemigos. La violación de derechos humanos adquiere
un carácter sistemático y masivo y una legitimación en la doctrina de seguridad nacional. Chile
(1973); Argentina (1976); Uruguay (1973) se suman a otros países de la región en la escalada militar. Los
grupos guerrilleros cometen acciones violentas, pero son rápidamente destruidos por las fuerzas militares.
En América Central y en Colombia la acción guerrillera es más fuerte y constituye nuevos escenarios de la
Guerra Fría que arrasa con poblaciones enteras en su lógica de poder. La crisis del petróleo de 1975 golpea
con dureza a la región y la deuda externa sigue creciendo. La marginación social sigue constituyendo un
serio problema, pero esta vez los
procesos reformadores y revolucionarios están controlados por el poder de las armas. Los militares inician
un camino económico inspirado en políticas agresivas de mercado que restringen el gasto social y liberalizan
las economías. La inminente victoria de los Sandinistas en Nicaragua parece revivir la Revolución Cubana
y, parece confirmar las aprensiones del Pentágono y los militares de América Latina de la amenaza
permanente del comunismo. Santo Domingo (1992) a) Contexto histórico La conferencia de Santo Domingo
es la primera Conferencia Episcopal Latinoamericana tras el fin de la Guerra Fría. En efecto, la caída del
muro de Berlín en 1989 y el desplome de los regímenes comunistas en Europa cambian el escenario
geopolítico del hemisferio. Al mismo tiempo, las dictaduras militares dan paso a regímenes democráticos en
la mayor parte del continente. La guerrilla en América central disminuye en importancia y sólo se mantiene
como una fuerza importante en Colombia. La recuperación
democrática trae consigo un alza de expectativas en la población y el problema de reestablecer las
confianzas sociales tras las masivas violaciones de derechos humanos. Las comisiones de paz y
reconciliación surgen a la par de los intentos de hacer justicia o decretar amnistías por tales crímenes. El
panorama económico no es muy optimista, toda vez que, en palabras de la CEPAL, la década de los 80 se
entiende como la década perdida. El modelo neoliberal que acentúa la privatización de las empresas públicas
y la atracción de capitales privados genera interesantes
niveles de crecimiento, no desarrollo, pero a su vez 13 Puebla. 834 al 840. Las 4 Conferencias Generales del
Episcopado Latinoamericano. 5ª. Edición. CELAM. Bogotá 2004 18 acentúa la desigualdad social. Las
políticas neoliberales tienen un negativo impacto sobre el ecosistema y sobre los Pueblos Indígenas. No
resulta sorprendente, entonces, que la década de los noventa ve el surgimiento de sendas movilizaciones
indígenas reivindicando su derecho a la tierra y a suidentidad cultural.
Aparecida (2007) a) Contexto histórico En América Latina la democracia política parece consolidarse.
Incluso hay acuerdos internacionales a nivel de la Organización de Estados Americanos, para evitar las
aventuras militares que tanto daño humano, retraso económico y político trajeron. Gobiernos de centro
izquierda son mayoritarios en la región sudamericana: Bachelet en Chile, mujer socialista, hija de un militar
asesinado por la dictadura de Pinochet, ella misma víctima de torturas, logra una buena relación con las
fuerzas armadas simbolizando procesos de reencuentro de la sociedad chilena. En Bolivia, Evo Morales, un
sindicalista cocalero llega al poder con amplia mayoría y ofrece, por primera vez en mucho tiempo,
estabilidad política, más allá de todo juicio respecto de su orientación. En Ecuador asume Rafael Correa, que
se estima por algunos constituiría, con Morales y Hugo Chávez (militar venezolano, que lleva 8 años en 14
Santo Domingo 182. Las 4 Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano. 5ª. Edición. CELAM. Bogotá 2004 21 el poder al que llegó por vía electoral) un nuevo eje
político de izquierda, menos moderado que el eje –más bien social demócrata constituido por Lula, Tabaré
Vásquez y Michelle Bachelet. En lo político también surge el terrorismo, como un riesgo a la paz
internacional. Tiene sus más graves expresiones en los atentados contra las torres gemelas de Nueva York
(11-S) y contra trenes con pasajeros en la
estación de Atocha en Madrid (11-M). Esto condiciona mucho el escenario internacional. A ello se suma el
tema de la seguridad interna y la delincuencia. La seguridad privada se transforma en una nueva industria
que se alimenta del miedo de las personas. En lo económico, sin duda el mayor fenómeno económico con
profundas consecuencias sociales, entre las conferencias de Santo Domingo y Aparecida, es la globalización
y, con ello, el advenimiento de un cambio epocal. La región, en lo económico, se observa en claro repunte,
sin embargo asoman con fuerza los temas
de inequidad, marginación y exclusión. Entonces, en materia de democracia económica no aparecen en el
horizonte los mismos niveles de avance que en la democracia política. Más bien, igualmente, como una
sombra para el desarrollo, los temas ambientales (calentamiento global, explotación de la Amazonía,
derretimiento de hielos continentales, explotación ambientalmente irresponsable en la minería, riesgos de
carencia de agua dulce, cambio climático, entre otros). No es menor indicar que quien presidió el equipo
redactor del Documento Conclusivo de Aparecida fue, ni más ni menos que el cardenal Jorge Mario
Bergoglio, actual Francisco, Obispo de Roma.
11.- Identificar los elementos clave que conforman un discernimiento cristiano correcto
(los frutos del discernimiento).
Los frutos del discernimiento cristiano son los siguientes;
Paz, amor, humildad, gozo y alegría, frutos del discernimiento que viene del Espíritu de Dios: El más
conocido de esos frutos para discernir el “buen espíritu” es la paz. El movimiento de Dios en nosotros y en
los demás deja un rastro de paz. Igualmente, todo lo que nos lleva al amor de Dios y al amor de los
hermanos no puede venir sino de Dios. Otro de los frutos al que se recurre con facilidad y que nos indica la
presencia de Dios es la humildad, como también el gozo y la alegría profunda.
Oración en el discernimiento: Una observación continua de lo que sucede en nuestro interior nos va
entrenando en el arte de discernir. Para ese entrenamiento ayuda mucho la oración. En la oración, el
discernimiento nos hace distinguir y diferenciar qué viene del Espíritu de Dios, qué viene del espíritu malo y
qué viene de nuestro propio espíritu humano.
Conocer los frutos del espíritu malo: Son todo lo contrario del espíritu bueno. Son muchos. Los más
conocidos, sin embargo, son la intranquilidad e incomodidad; el rechazo de Dios y un no sentir gusto por la
oración; repulsión e irritabilidad frente a los hombres; orgullo; desaliento y tristeza. El Señor de la luz trae
consolación, el príncipe de las tinieblas trae desolación.
Discerniendo lo que viene de nuestro propio espíritu: Cuando es el espíritu humano desordenado el que se
esconde detrás de nuestros deseos nuestras palabras o acciones, también lo podemos discernir. Los frutos
desordenados del hombre son la búsqueda de honra y gloria, riquezas y poder. Todos quedarán vacíos,
aunque sean verdades muy
bíblicas las que se anuncien. Detrás de ellas no se movía el espíritu bueno de Dios, sino el espíritu malo y
desordenado, que, en este caso, era del hombre.
15.- Relacionar las necesidades del tiempo presente con algunas características del
Reino de Dios.
La liberación y la salvación que el Reino de Dios trae consigo alcanzan a la persona humana en su
dimensión tanto física como espiritual. Dos gestos caracterizan la misión de Jesús: curar y perdonar. Las
numerosas curaciones demuestran su gran compasión ante la miseria humana, pero significan también que
en el Reino ya no habrá enfermedades ni sufrimientos y que su misión, desde el principio, tiende a liberar de
todo ello a las personas. En la perspectiva de Jesús, las curaciones son también signo de salvación espiritual,
de liberación del pecado. Mientras cura, Jesús invita a la fe, a la conversión, al deseo de perdón (cf. Lc 5,
24). Recibida la fe, la curación anima a ir más lejos: introduce en la salvación (cf. Lc 18, 42-43). Los gestos
liberadores de la posesión del demonio, mal supremo y símbolo del pecado y de la rebelión contra Dios, son
signos de que "ha llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28).
El Reino tiende a transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente, a medida que los
hombres aprenden a amarse, a perdonarse y a servirse mutuamente. Jesús se refiere a toda la ley, centrándola
en el mandamiento del amor (cf. Mt 22, 34-40); Lc 10, 25-28). Antes de dejar a los suyos les da un
"mandamiento nuevo": "Que os améis los unos a los otros como yo os he amado" (Jn 15, 12; cf. 13, 34). El
amor con el que Jesús ha amado al mundo halla su expresión suprema en el don de su vida por los hombres
(cf. Jn 15, 13), manifestando así el amor que el Padre tiene por el mundo (cf. Jn 3, 16). Por tanto, la
naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios.
El Reino interesa a todos: a las personas, a sociedad, al mundo entero. Trabajar por el Reino quiere decir
reconocer y favorecer el dinamismo divino, que está presente en la historia humana y la transforma.
Construir el Reino significa trabajar por la liberación del mal en todas sus formas. En resumen, el Reino de
Dios es la manifestación y la realización de su designio de salvación en toda su plenitud.
Todos sabemos que el Reino de Dios se presenta como la salvación del hombre y la vida eterna, en la que el
hombre conseguirá su plenitud definitiva. Este es un Reino de amor y de vida sencilla en la inocencia del
corazón. Pero no es un reino como esos que vemos aquí en nuestro mundo, es decir, no es un reino físico y
material, sino que es un Reino al cual entramos al ser bautizados y al permanecer en la fe de Cristo, pero que
lo vivimos dentro de cada uno de nosotros y nos mantendremos en él al seguir el camino de nuestro Padre
que lo dio todo por nosotros, incluso a su propio hijo para salvarnos de nuestros pecados. El reinado de Dios
es pleno; en los que creen se va realizando, poco a poco, en su corazón y en su conciencia, sus costumbres se
van adaptando cada vez más al nuevo amor a Dios. Este Reino ya está aquí, aunque muchos lo nieguen y lo
siguen esperando, sólo que no es visible como los otros reinos de los hombres, sino que es un Reino
espiritual.
Además, el Reino de Dios no sólo se refiere al futuro, es decir que en la Biblia vemos expresado que al final
de los días, el fin del mundo, sólo los que pertenezcan a él y sigan sus mandamientos estarán en el Reino de
los cielos y tendrán vida eterna. Sabemos que eso es cierto, pero también el Reino de Dios también es algo
que irrumpe en nuestra vida diaria, ya que nuestro Padre nos presenta innumerables "pruebas" a las que a
veces respondemos de manera incorrecta. Entonces, si pertenecemos al Reino del Señor, podremos
transformar las relaciones del odio, egoísmo, discriminación y explotación, en relaciones de amor,
solidaridad, justicia y paz.
En nuestro país, en toda Latinoamérica y en todo el mundo existe la injusticia con los pobres, en algunos
lugares más que en otros. La liberación humanizadora de los pobres y oprimidos de la tierra es la irrupción
más significativa del Reino en la sociedad. La teología de la liberación, que es el intento de los seguidores
del Reino de liberar a todos aquellos que sufren de injusticias, busca problematizar los mecanismos de
explotación económica, política, ideológica y cultural que oprimen y deshumanizan a la mayoría de la
población. Esta teología de liberación se fundamenta en la fe y la esperanza del pueblo de Dios, pero su
novedad está en que busca aplicar su pensamiento al oprimido como sujeto histórico.
Las condiciones para entrar en el Reino de Dios y las condiciones para pertenecer a la única iglesia fundada
por Cristo son idénticas. La iglesia de Cristo es el Reino de Dios en la Tierra. Los pasos que conducen al
Reino de Dios son los mismos que conducen a la verdadera Iglesia de Dios.
En la actualidad, existe una urgente necesidad de hombres y mujeres consagrados y hay una gran demanda
de predicadores santos y devotos de Dios. ¿Qué está ocurriendo con el mundo que Dios dejó en nuestras
manos y que mandó a su hijo para salvarnos y para que todos recibiéramos vida eterna? Nos estamos
dejando llevar del mal, y no estamos llevando el plan de Dios y nosotros pertenecientes a la religión
cristiana no actuamos como verdaderos cristianos y nos estamos dejando llevar por el camino de lo fácil.
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29.- RECONOCER EL ROL DE LA JERARQUIA DE LA IGLESIA
El Papa: elegido por los cardenales electores durante el conclave, el papa representa a Cristo en la tierra, por
eso se le denomina el Vicario de Cristo. En el santo padre permanece la función que el Señor encomendó
singularmente a Pedro primero entre los apóstoles.
Cardenales: son creados por el Papa, los que tienen menos de 80 años de edad pueden votar al nuevo
pontífice en caso de que se celebre el conclave. Asisten al santo padre tanto colegialmente cuando son
convocados para tratar juntos cuestiones de más importancia, como personalmente, mediante los distintos
oficios que desempeñan ayudando al pontífice sobre todo en su gobierno cotidiano de la iglesia universal.
Los Obispos: ejercen una triple misión, enseñar santificar y gobernar una porción de la iglesia con un
criterio propio como cada uno de los sucesores de los apóstoles. Ningún obispo, aunque haya sido nombrado
cardenal tiene autoridad sobre otro , sino que cada uno depende directamente del Papa. En sus respectivas
diócesis son responsables de atender a sus presbíteros.
Los Sacerdotes: es el pastor propio de la parroquia que se le confía y ejerce el cuidado pastoral de la
comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del obispo diocesano. Entre sus tareas está la de
conocer a los fieles que se le encomiendan. Para ello visita las familias, a los enfermos, especialmente a los
moribundos, fortaleciendo con la administración de los sacramentos, también están pendientes de los pobres
y de aquellos que sufren especialmente dificultades.
Los fieles Laicos: son los encargados de descubrir o de idear los medios para impregnar de vida cristiana las
realidades sociales, políticas y económicas. Están llamados a ser testigos de cristo en todas las cosas,
también en el interior de la sociedad.
1) El primer encuentro que tenemos los católicos con el mundo y con Dios, es a través de las tareas
cotidianas de la vida, es decir, en la familia, la universidad, en el trabajo o vecindario. Los fieles laicos son
llamados por Dios para contribuir a la santificación del mundo y a su propia santificación, mediante el
ejercicio de sus tareas, guiados por el espíritu del Evangelio. Es decir, siendo un buen hijo, esposo, hermano,
padre, madre, empleado, jefe, estudiante ….
2) Un segundo paso en el encuentro entre un fiel católico y el mundo, se produce a través de la presencia de
cristianos en los espacios sociales que influyen en la comunidad, tales como asociaciones, medios de
comunicación, sindicatos, partidos políticos. El laico católico tiene la responsabilidad de ordenar los asuntos
temporales según Dios. El laico se convierte en testigo e instrumento vivo de Dios y de la Iglesia, ya que el
laico tiene injerencia en aquellos asuntos del mundo en donde los religiosos no tienen llegada.
“El cristiano anuncia el Evangelio con su testimonio más que con sus palabras.” Es la ilusión del Papa
Francisco que cada laico, como cristiano en medio del mundo, participe activamente en la vida política,
económica, cultural y busque en su entorno la manera de recristianizar la sociedad desde su propia realidad.
ROL DE LAS COMUNIDADES CRISTIANAS: La comunidad cristiana se basa en alabar la vida del hijo
de Dios hecho hombre, su vida, su sacrificio y su paso por la tierra.
Entonces, se puede decir que la comunidad cristiana es un grupo de personas, líderes y seguidores que
comparten un estilo de vida y adoración por la cual se rigen, tanto sus creencias como sus costumbres
haciéndolas primordial a la hora de ejercer decisiones y actos en adoración a Dios y su hijo.
La comunidad cristiana se basa en alabar la vida del hijo de Dios hecho hombre, su vida, su sacrificio y
su paso por la tierra. Su enseñanza es la base fundamental del culto cristiano y a pesar de que muchos creen
que fue el mismo Jesús quién creó la religión, realmente fue la iglesia quien arraigo dichas enseñanzas a
través de la historia y el mundo. Esta creencia genera contradicciones de manera general, ya que muchos
catalogan al cristianismo como la religión evangélica, sin embargo, la explicación más exacta para el
término cristiano no es más que “toda persona o iglesia que crea en las enseñanzas de Dios y su hijo” por lo
cual no hace referencia a una doctrina en particular. La comunidad cristiana, tiene por costumbre juzgar o
maximizar demás opiniones en cuanto religión se refiere, dejando saber su intolerancia a ciertas
manifestaciones que ellos llaman “protestantes”. La integración a dicha comunidad, no exige más que
mostrar públicamente la aceptación de un único Dios y llevar tanto su mensaje como su enseñanza de
manera universal.
Con los años y la evolución de la humanidad, el cristianismo fue tomando forma y adaptándose a las
necesidades humanas, que en su momento no compartían un mismo pensamiento por lo que el cristianismo
se dividió en varios grupos de creencias:
Ramificaciones:
Episcopalianos
Mormones
Baptistas
Cuáqueros
Evangelistas
Testigos de Jehová
CATOLICOS PROTESTANTES
Cristianismo- El hijo de Dios, el Mesías enviado para salvarnos, que murió por nosotros.
Islamismo- es uno de los principales profetas del Islam. Y , para los musulmanes no tiene carácter divino.
Judaísmo- -rechaza la creencia de que Jesús es Dios y su identificación con el Mesías o como profeta. La
Torah y la Biblia: Ambos estás inspirados por Dios. Comparten 39 libros. Sin embargo, la Biblia tiene 27
libros más, conocidos como el Nuevo Testamento. El Corán: otra tradición, Mahoma copia lo que le dicta
Dios a través del Arcángel Miguel.
Cristianismo: Amar a Dios y a todas las personas. Islamismo: Confesar la propia fe, orar, dar limosna,
ayunar y peregrinar una vez a la Meca.
La Iglesia: templo sagrado para los cristianos. La iglesia Cristiana fue fundada por Jesús y Él es su Cabeza
y Salvador. El propósito de la Iglesia es tanto glorificar a Dios como informar al mundo acerca de la obra
Redentora de Cristo.
La Sinagoga: Lugar de culto para los judíos. Suelen estar orientadas hacia Jerusalén.
Cristianismo: -Navidad, se conmemora el nacimiento de Jesús. (25 de diciembre) -Epifanía,la visita de los
Reyes Magos.(6 de enero) - Pascua de Resurrección: celebración de la Resurrección de Cristo (fecha móvil)
-Ascensión .Conmemoración de la Ascensión del Señor a los cielos.(domingo anterior a la fiesta de
Pentecostés) - Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre el Colegio Apostólico.(Cincuenta días después
de Pascua de Resurrección)
Islamismo: El nacimiento del profeta: lo celebran el día 12 del mes 13 o Rabi al-Awal, aunque no se sepa
con exactitud cuándo nació Mahoma. - La fiesta del fin del ayuno, (eid ul-fitr): se celebra el final del ayuno
al acabar el Ramadán, con unos días de descanso y haciéndose regalos mutuamente - El año nuevo
musulmán (Muharraq): el primer día del año nuevo no trabajan y recuerdan la hégira de Mahoma y de sus
compañeros. Por la tarde hay celebraciones religiosas en las mezquitas. - Fiesta del sacrificio (Id al-Adha) .
La fiesta de sacrifico de cuatro días constituye el clímax de la peregrinación a La Meca. Los peregrinos
sacrifican un animal en Mina, para recordar que Abrahán tenía la intención de sacrificar a su hijo a Dios y
que finalmente sacrificó un cordero en lugar de Isaac. - La noche del perdón (Laylat al-Barh): se celebra el
décimo quinto día del octavo mes. Dios determina el destino de cada persona para el siguiente año - La
ascensión nocturna, o viaje de Mahoma al cielo.
Judaísmo: - Rosh Hashana (septiembre-octubre): En esta festividad, que da comienzo al año judío. - Yom
Kippur (septiembre-octubre): También llamado Día del Perdón. La celebración de esta fiesta implica ayuno,
abstención, reconciliación y perdón. - Sucot (septiembre-octubre): En la Fiesta de la Cabaña, los judíos
reviven los 40 años de peregrinación de Moisés y su pueblo atravesando el desierto del Sinaí desde Egipto
hasta la Tierra Prometida. -Pésaj (abril-mayo): La Pascua judía, celebrada con la primera luna llena de
primavera, conmemora el éxodo del pueblo judío desde Egipto y su paso por el Mar Rojo, la cosecha de
primavera y el paso del ángel exterminador matando a los primogénitos egipcios y dejando indemnes a los
hebreos. - Shavuot (mayo-junio): La fiesta de Pentecostés. -Janucá (noviembre-diciembre): Es una de las
fiestas más importantes de los judíos. En ella se conmemora la recuperación de Jerusalén y la consagración
de nuevo del Templo de los Macabeos, que había sido profanado. - Purim (febrero-marzo): Es la Fiesta de
las Suertes. - Tisha-Beav: Es el día más triste y melancólico del calendario judío. En él se hace referencia a
la destrucción de los dos templos de Jerusalén,
Es un sacerdote que recibe el sacramento del orden sagrado en su máximo grado, que es el episcopado.
En cada diócesis se encuentra la Catedral o Iglesia mayor o Iglesia madre, lugar donde tiene su “cátedra” el
Obispo, desde donde preside las celebraciones y dirige el culto, la oración y la enseñanza. Tiene además la
misión de gobernar, haciendo la unidad entre los que le han sido encomendado. El Nuncio Apostólico de
cada país reúne información en cada provincia eclesiástica del país sobre los candidatos al Episcopado,
enviándola a la Santa Sede.
El Nuncio consulta al sacerdote si acepta su elección como Obispo. Reuniones de los Obispos. (CIC 336-
341; 342-348; 439-446)
Todos ellos forman el Colegio Episcopal, y se reúnen para mejor trabajar pastoralmente en provincias
eclesiásticas , y en Conferencias Episcopales nacionales e internacionales (Por ejemplo el CELAM –Consejo
Episcopal Latinoamericano-).
Para tratar ciertos temas son convocados en Sínodos, y ejecutan su rol en forma eminente cuando participan
en los Concilios, que pueden ser:
1) Particulares: a) provinciales -los obispos de la misma provincia eclesiástica- ó b) plenarios –los obispos
de la misma Conferencia Episcopal-
y 2) Ecuménicos: universales).
Conferencia Episcopal
La Conferencia Episcopal, es una institución de carácter permanente, que consiste en la asamblea de los
obispos de una nación o territorio determinado, que ejercen unidos algunas funciones pastorales respecto de
los fieles de su territorio, para promover el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres, sobre todo
mediante formas y modos de apostolado convenientemente acomodados a las peculiares circunstancias de
tiempo y de lugar.
Los Doce apóstoles y Pedro. Jesús instituyó Doce mensajeros para preparar la llegada del «Reino de Dios»
en las doce tribus de Israel. Tras la muerte de Jesús, ellos permanecieron en Jerusalén, esperando la
conversión de los judíos y la llegada del Reino; pero no llegó como esperaban, ni los judíos en conjunto se
convirtieron, de manera que perdieron su función. Pero mientras los Doce fracasaban, algunos cristianos
nuevos, llamados helenistas, empezaron a extender el evangelio a los gentiles de cultura siria o griega;
partiendo de ellos se extendió Iglesia a todo e Pedro, que había sido compañero de Jesús, el primero de los
Doce, aceptó y ratificó ese cambio, de manera que la tradición ha podido presentarle como roca o
fundamento de la iglesia universal (cf. Mt 16, 17-19). En esa línea, los cristianos posteriores reinterpretaron
(invirtieron) la función de los Doce (ya desaparecidos), haciéndoles apóstoles universales l mundo. Pues
bien, el «cambio» de Pedro no es leyenda, sino historia esencial. Tras mantenerse un tiempo en Jerusalén
con los Doce, él se «convirtió» y asumió la misión universal, al lado de Pablo (cf. Gal 2, 8). Dejó Jerusalén y
fue primero a Siria (Antioquia: cf. Hech 12, 17 y Gal 2, 11) y después llegó a Roma donde vino también
Pablo. Los dos esperaban el Reino de Dios para todos los pueblos, pero fueron acusados de causar disturbios
y ejecutados. Roma era entonces signo de universalidad y tanto Pedro como Pablo eran universalistas
Roma, una iglesia sin obispo-papa. Los fundadores de su iglesia no fueron Pedro o Pablo, sino algunos
judeo-cristianos helenistas que llegaron en época temprana, ocasionando tumultos en tiempos de Claudio (el
49 d. C. Cf. Suetonio, Claudius 25; Dion Casio, Historia 60, 6, 6). Más tarde, hacia el 60, llegaran Pablo y
Pedro, que misionaron y fueron condenados a muerte (hacia el 64), dejando el recuerdo de su vida y obra.
Por entonces la comunidad o comunidades tenían una administración presbiteral, conforme al modelo de las
sinagogas, donde un consejo de “notables” (ancianos) dirigía la asamblea.
los obispos de Roma pudieron presentarse como interlocutores ante la sociedad civil y apelar a Pedro como
a fundador y primer obispo. El Papa, obispo de Roma. En el proceso anterior ha tenido una importancia
esencial el obispo de Roma (llamado Papa, padrecito), porque dirige la iglesia de capital del imperio y
porque apela al recuerdo de Pedro (interpretando jerárquicamente las palabras de Mt 16,17-19). A lo largo
de todo el primer milenio (como manda Hipólito, Tradición Apostólica), la iglesia de Roma elegía a su
Papa-obispo con la «participación de todo el pueblo», lo mismo que las otras.
Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas,
desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa. Sin embargo, también los creyentes
tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un
fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la
reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la
religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios
creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la
doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el
genuino rostro de Dios y de la religión.
El sincretismo de hoy es la consecuencia de aquel anhelo del hombre en búsqueda de un sentido más alto,
que en nuestra época contemporánea se refugia en formas confusas porque no sólo la fe está en crisis, sino
también la confianza en la capacidad del hombre de conocer la verdad. La tarea de mostrar al hombre
moderno que esta confianza puede volverse a tener pertenece a los cristianos, quienes con su ejemplo y
dedicación pueden mostrar el esplendor de la verdad de la fe.
El sincretismo lleva de fondo la idea de que todos los credos tienen el mismo valor, que una doctrina no
tiene otro valor que aquel que le da el individuo o, al máximo, un restringido grupo de personas. Por lo
tanto, se termina eliminando cualquier posibilidad de individuar el valor de cualquier concepción. Esto
constituye claramente una amenaza sobretodo para la posibilidad de un auténtico diálogo, pues termina por
vaciar de significado cada cosa y lanza a la humanidad al racionalismo del individuo replegado sobre sí
mismo.
El agnosticismo es una postura más intelectualmente honesta que la del ateísmo. El ateísmo declara que
Dios no existe – una posición improbable. El agnosticismo declara que la existencia de Dios no puede ser
probada o negada – que es imposible conocer si Dios existe. En este concepto, el agnosticismo está en lo
correcto. La existencia de Dios no puede ser empíricamente probada o negada.
El agnosticismo está esencialmente indispuesto a hacer decisiones a favor o en contra de la existencia de
Dios. Es la última posición de “nadar entre dos aguas”. Los teístas creen que Dios existe. Los ateos creen
que Dios no existe. Los agnósticos creen que no debemos ni creer ni negar la existencia de Dios – porque es
imposible probar una u otra cosa.
Por el bien del argumento, deshagámonos por un momento de las claras e innegables evidencias de la
existencia de Dios. Si ponemos las posturas del teísmo y el ateísmo a la par del agnosticismo, al cual tiene
más “sentido” creer – considerando la posibilidad de la vida después de la muerte. Si Dios no existe, los
teístas, ateos y agnósticos por igual, simplemente dejan de existir cuando mueren. Si Dios existe, los ateos y
agnósticos tendrán a Alguien a quien responder cuando ellos mueran. Desde esta perspectiva,
definitivamente tiene más “sentido” ser un teísta que un ateo o agnóstico.
Quiere, sin embargo, conocer las causas de la negación de Dios que se esconden en la mente del hombre
ateo. Consciente de la gravedad de los problemas planteados por el ateísmo y movida por el amor que siente
a todos los hombres, la Iglesia juzga que los motivos del ateísmo deben ser objeto de serio y más profundo
examen.
La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que
esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. Es Dios creador el que constituye al
hombre inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la unión con
Dios y a la participación de su felicidad. Enseña además la Iglesia que la esperanza escatológica no merma
la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su
ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la
dignidad humana sufre lesiones gravísimas -es lo que hoy con frecuencia sucede-, y los enigmas de la vida y
de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la
desesperación.
Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto, percibido con cierta obscuridad. Nadie en
ciertos momentos, sobre todo en los acontecimientos más importantes de la vida, puede huir del todo el
interrogante referido. A este problema sólo Dios da respuesta plena y totalmente cierta; Dios, que llama al
hombre a pensamientos más altos y a una búsqueda más humilde de la verdad.
La Iglesia, aunque rechaza en forma absoluta el ateísmo, reconoce sinceramente que todos los hombres,
creyentes y no creyentes, deben colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común. Esto
no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo. Lamenta, pues, la Iglesia la discriminación entre
creyentes y no creyentes que algunas autoridades políticas, negando los derechos fundamentales de la
persona humana, establecen injustamente. Pide para los creyentes libertad activa para que puedan levantar
en este mundo también un templo a Dios. E invita cortésmente a los ateos a que consideren sin prejuicios el
Evangelio de Cristo.
La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los deseos más profundos del corazón
humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del hombre, devolviendo la esperanza a quienes
desesperan ya de sus destinos más altos. Su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre, difunde luz, vida y
libertad para el progreso humano. Lo único que puede llenar el corazón del hombre es aquello que “nos
hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.
El católico "agnóstico" también habla de la solidaridad pero no ve cómo ella se "encarna", por lo que vive
pensando en que es el Estado el que debe ayudar a sus empresas o dar empleo para sus hijos. El católico
"agnóstico" habla y se golpea el pecho contra el "consumismo" de la sociedad capitalista, pero no duda,
llegado el momento, en veranear cómodamente en playas de moda por su destape y precio. El católico
"agnóstico" es aquel, que cree en la Justicia y el deber de denunciar las injusticias, pero que cuando se critica
a obispos por encubrir casos de pedofilia, se exaltan diciendo que eso es una conspiración de los enemigos
de la Iglesia.
Benedicto XVI lo advirtió hace un tiempo: el "enemigo" de la Iglesia no está fuera de la misma; sino dentro
-es el pecado, la carencia de un juicio de lo que significa la Presencia del Infinito entre nosotros- en la vida
concreta. Es la tentación "agnóstica" de hacer del hecho religioso algo irrelevante, mera abstracción, aunque,
cuando conviene y es "políticamente correcto". Pero la vida cristiana es una constante verificación
experiencial de que el Infinito realmente actúa en la vida, y hace feliz a los seres humanos. Es que si no
fuera así, ¿por qué ser, en última instancia, cristiano?
A través de los siglos la Iglesia ha respondido a las tentaciones del sincretismo con dos instrumentos
sumamente eficaces: la fidelidad al Evangelio y el conocimiento profundo de las posiciones erróneas. Esto
implica, respectivamente, la exigencia de conocer la propia fe y de conocer la de los otros. Estos elementos
constituyen dos instrumentos preciosos para superar el comportamiento sincretista; la tradición los llama
“evangelización” y “diálogo”. Pero requieren de un ejercicio profundo de la fe y de la inteligencia. Un
ejemplo podría ser la figura de Ireneo de Lión, el cual, mostrando un conocimiento profundo de las
complejas doctrinas gnósticas, luchó en el siglo III contra el gnosticismo, iluminando a la luz de la doctrina
cristiana. Este comportamiento no solamente ayuda a razonar sobre la verdad, sino que ayuda también a las
personas que buscan a Dios con corazón sincero a encontrar el camino correcto. Implica un esfuerzo por
traducir el lenguaje de la fe al lenguaje de aquellos que buscan a Dios, incluso por caminos errados. Se trata
en el fondo de enseñar a discernir, lo que constituye una labor verdaderamente exigente.
El concepto contemporáneo de diálogo encuentra sus fundamentos en la noción de “pacto social”,
favoreciendo un “acuerdo” entre las partes para evitar la confrontación. De aquí nace precisamente el
concepto ilustrado de “tolerancia”. El concepto cristiano de diálogo, en cambio, está estrechamente unido al
de “salvación”. El diálogo comienza con el testimonio de la fe unido a la evangelización, sobre la base de la
búsqueda mutua de la salvación. El sincretismo coloca el diálogo entre tradiciones en el plano del acuerdo,
implícito o explícito, entre las religiones. El verdadero diálogo, en cambio, busca testimoniar el modo de
vivir la vocación humana a la salvación, reconociendo en el otro el mismo deseo de buscar a Dios y de
recibir sus dones, sin renunciar a la propia fe y sin llegar necesariamente a un acuerdo. Por ello el Magisterio
insiste en la importancia de la colaboración como fundamento para el diálogo: trabajando unidos por causas
como, por ejemplo, la justicia o la paz, los miembros de diversas religiones ofrecen un testimonio de la
propia fe, pero no renuncian a ella en pos de un acuerdo entre religiones.
Entre los cristianos, esta expresión significó muy pronto la celebración de eucaristía PAN Y VINO:
Representan la comida en general. El pan es el más grande de los dones. Fuente de fuerza, es símbolo de
vida y resumen de todos los dones recibidos de Dios. El vino es más principalmente símbolo del gozo
interior y de fiesta.
En el Nuevo Testamento la acción e imponer sobre la cabeza de uno las manos tiene significados distintos,
según el contexto en el que se sitúe. Ante todo puede ser la bendición que uno transmite a otro, invocando
sobre él la benevolencia de Dios.
Así, Jesús imponía las manos sobre los niños, orando por ellos.
4. LA RECONCILIACION
SIMBOLISMO: Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del
Espíritu Santo. R / Amén. Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu
enfermedad. R / Amén LA IMPOSICIÓN DE MANOS significa protección, bendición de Dios, transmisión
de gracia. La UNCION (es higiénica y vigorizante): simboliza la salud y robustecimiento del espíritu y del
cuerpo 8 EFECTOS DE LA CELEBRACIÓN DE ESTE SACRAMENTO. Un don particular del E. S. que
da consuelo, paz, ánimo y renueva la confianza en Dios ante la enfermedad. Perdona los pecados Unión del
enfermo a la Pasión de Cristo, para su bien y el de toda la Iglesia. La preparación para el paso a la vida
eterna. El restablecimiento de la salud corporal, si es voluntad de Dios.
2. LA CONFIRMACION 1 - CRECER Y MADURAR Como todos los seres vivos, debemos crecer y
madurar también en nuestra vida cristiana. El Espíritu de Dios viene a nuestro encuentro con tal finalidad.
Entre el bautismo y la confirmación se da una relación que podemos comparar a los efectos de Pascua y
Pentecostés en los Apóstoles. 2 - LA CONFIRMACIÓN ES EL SACRAMENTO DEL ESPÍRITU SANTO.
Podemos definirlo así: Es un sacramento de la iniciación cristiana, que nos infunde el E. S. como a los
discípulos en Pentecostés, con el fin de hacernos más semejantes a Cristo y fortalecernos para el testimonio
cristiano y para edificar la Iglesia.
LA MISA ES TAMBIÉN CONVITE Cristo instituyó su memorial en una cena y en forma de comida:
Tomad y comed; tomad y bebed. Se trata de una comida festiva que nos ofrece el Señor Comer juntos es
expresión de unión o comunión con el Señor y con el prójimo.
4. LA RECONCILIACION 1- SOMOS LIBRES Podemos elegir entre el bien y el mal, y así lo hacemos.
Todos obramos mal algunas veces. Somos PECADORES. 2 EL PECADO El pecado es, ante todo, ofensa a
Dios, ruptura de la comunión con El. Al mismo tiempo atenta contra la fraternidad de los hermanos y de la
Iglesia. 3 DIOS AMA SIEMPRE Acoge al pecador, lo espera y perdona si vuelve a El. Mc 2, 7 y 10 sólo
Dios perdona los pecados Mc 2, 5 tus pecados están perdonados Lc 7, 48 Lc 15, Hijo pródigo. 4 JESÚS
BUSCA AL PECADOR Y PERDONA Jesús llama a la conversión para que el pecador se arrepienta y viva
Podía perdonar el pecado y lo perdonaba. Jn 8, a la adúltera Lc 19, 10 a Zaqueo Lc 23, 43 al Buen Ladrón.
JESÚS DA EL PODER DE PERDONAR A LOS APÓSTOLES Los apóstoles reciben de Jesús el poder de
perdonar los pecados, así les da autoridad de reconciliar a los pecadores con Dios y con la Iglesia. Jn 20, 23
A quienes perdonéis los pecados... Mt 16, 19 A ti te daré las llaves... 2Co 5, 18 Nos confío el misterio de la
reconciliación EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA La Iglesia ejerce esa misión recibida del Señor,
sobre todo en el sacramento de la Penitencia, también llamado de la conversión, de la confesión o de la
reconciliación.
Estos elementos materiales no fueron escogidos arbitrariamente, sino que llevan el significado de lo que
desean obtener sobrenaturalmente y que unidos a unas palabras se lograra un efecto santificador. Ejemplo: el
agua nos hace pensar en limpieza. En el Bautismo se utiliza el agua como señal de toda mancha de pecado
que pudiera existir en el alma y que impide la santificación.
Estos signos son algo que implican un significado que demuestra otra cosa – la gracia -, al ser sensibles, se
perciben por los sentidos. Existe una diferencia entre “signo” y “símbolo”. “Signo” es algo qué “está
ocurriendo” en ese momento, existe una relación natural. La sonrisa de una persona, es signo de una alegría
interior. El "símbolo” es algo que representa otra cosa. Aquí la relación es convencional. La bandera es un
símbolo de un país, pero no es el país.
A estos elementos materiales los denominamos “materia” y las palabras que la acompañan son la “forma”.
La materia y la forma son elementos constitutivos de los sacramentos y son la esencia misma de cada uno de
ellos. Ambas son inseparables, significan una sola acción. Si falta la forma, no hay sacramento, si falta la
materia, tampoco. La Iglesia, en su calidad de custodia de estos medios de salvación, no puede variar la
esencia misma, solamente puede cambiar el rito . (Cfr. Ef. 5, 26; Hechos 6, 6; Sant. 5, 14).
La Materia es la “cosa sensible” ”lo que se realiza” que se emplea cuando se administran y que se percibe a
través de los sentidos. Por ejemplo el agua en el Bautismo, el pan y el vino en la Eucaristía. Esa cosa
sensible y unida a la forma es “signo” de otra cosa, la “gracia”.
La Forma son las palabras que se pronuncian, guardan una relación con la materia y ambas le dan sentido
completo a la acción, que allí se está llevando a cabo. Ejemplo de palabras: “Yo te bautizo en el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”, dichas mientras se derrama el agua sobre el bautizado.
LOS SACRAMENTOS 1 SIGNOS Y SÍMBOLOS El signo hace relación a una cosa. Ej.: Una señal de
tráfico stop, que significa pararse. El símbolo, además, de alguna manera lo contiene. Ej.: Un anillo hace
relación a una alianza. 2 - QUÉ SON LOS SACRAMENTOS? LOS SACRAMENTOS son SIGNOS
SENSIBLES Y EFICACES instituidos por Jesucristo para darnos la gracia. o Son signos convencionales
(por voluntad de Cristo y de la Iglesia) pero en ellos la materia y el gesto están muy relacionadas con el
efecto propio. o Son sensibles porque se perciben por los sentidos. o Son eficaces porque producen lo que
significan. 3 CRISTO, SACRAMENTO ORIGINAL Y AUTOR DE LOS SACRAMENTOS Cristo es el
sacramento original: en su ser humano expresa y comunica a Dios. De él proceden todos los demás
sacramentos. Cristo durante su vida: o al realizar milagros empleó gestos que venían como a preparar los
sacramentos; o concretó algunos sacramentos. o reunió una comunidad de discípulos que había de continuar
su obra. Él es el autor de todos los sacramentos
LOS SACRAMENTOS Los sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción
de enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio. Corresponden a siete momentos o circunstancias de la vida
que son como los ejes de la existencia. La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres
sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y
la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en El. 6
LOS SACRAMENTOS SON ENCUENTROS CON CRISTO Los sacramentos son encuentros con el Señor
glorioso. Lo que hacía en forma visible durante su vida terrena, lo realiza ahora en los sacramentos a través
de la Iglesia.
PARA QUÉ SIRVEN LOS SACRAMENTOS? Los sacramentos están relación a: la santificación de los
hombres, la edificación de la Iglesia, dar culto y gloria a Dios. No sólo suponen la fe, sino que a la vez la
alimentan, la fortalecen y la expresan por medio de palabras y acciones. Los sacramentos existen para
nuestra salvación. Esta salvación se identifica con la glorificación de Dios: uniéndonos a Él por el amor,
compartimos su felicidad. 10 LOS SACRAMENTOS SON FIESTAS. En las fiestas celebramos las
maravillas obrados por Dios y el sentido profundo de nuestra vida, que tiene un sentido feliz. El centro de la
fiesta cristiana es al Pascua, en la que Cristo nos muestra y nos da la vida definitiva. Los sacramentos deben
ser celebrados festivamente; hechos por fuerza, ni se entienden, ni se viven. La celebración festiva y eclesial
pide que se haga en comunidad. Los sacramentos no se viven sólo en un momento. En ese momento se
celebra el encuentro, que debe irse realizando desde antes y que compromete para seguir viviéndolo
después. SACRAMENTO ASPECTO COMUNITARIO ASPECTO PERSONAL BAUTISMO Se empieza
a pertenecer a la gran familia de los Hijos de Dios que es la Iglesia. CONFIRMACIÓN EUCARISTÍA
PENITENCIA UNCIÓN DE ENFERMOS ORDEN SACERDOTAL MATRIMONIO Mayor participación
en la misión de la Iglesia: anunciar el evangelio con la palabra y la vida. Se celebra y actualiza la Pascua del
Señor resucitado y su presencia real en medio de los hombres, y se reafirma la comunión. Celebración de la
conversión y reconciliación de los hombres con Dios y con la comunidad. Se celebra, unidos en comunidad,
la esperanza cristiana ante al enfermedad grave de un enfermo. Consagración de algunos cristianos al
servicio de la comunidad para la predicación, celebración de la eucaristía y otros sacramentos. Es signo o
símbolo del amor de Cristo a su Iglesia. 3 Nacimiento a la nueva vida de Dios en el nombre del P. H., E. S.,
libre de todo pecado Envío personal a participar en la misión de la Iglesia. Alimenta la vida de fe de cada
cristiano. Celebración de la conversión y reconciliación de cada cristiano con Dios y con la comunidad. El
enfermo creyente anuncia su fe en Jesús resucitado desde la situación de enfermedad. Consagración de
algunos cristianos a Cristo y a su misión. Se celebra el amor y la unión conyugal de un hombre y una mujer.
El sacerdocio ministerial, que se recibe en el sacramento del orden. 3 EL SACRAMENTO DEL ORDEN El
Orden es el sacramento, gracias al cual, la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida
en la Iglesia hasta el final de los tiempos. El obispado Comprende tres grados: El presbiterado El diaconado
Los ministros ordenados son personas elegidas por Dios para el servicio eclesial, como eligió a los
Apóstoles. o Lc 6, escogió a doce de ellos o Jn 15, 16 soy yo quien os ha elegido o Lc 10, 16 quien a
vosotros escucha 4 LOS OBISPOS El obispo recibe en plenitud el sacramento del Orden que lo incorpora al
colegio episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. En cuanto
sucesores de los Apóstoles, participan de la responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo
la autoridad del Papa, sucesor de Pedro. Sus funciones principales son las de: santificación, enseñanza, culto
y gobierno 5 LOS PRESBÍTEROS Los presbíteros o sacerdotes están unidos a los obispos en la dignidad
sacerdotal; son sus inmediatos colaboradores y participan de sus mismas funciones: o Enseñanza: anuncian
la palabra de Dios o Culto: celebran la eucaristía y otros sacramentos o Gobierno, en su parroquia,
dependiendo del obispo. 6 LOS DIÁCONADOS Son ministros ordenados para la tarea de servicio a la
Iglesia. No han recibido el sacerdocio ministerial, pero su ordenación les confiere funciones importantes en:
o La Palabra: leen la Sagrada Escritura e instruyen.
40.- Distinguir los dones propios que otorga cada sacramento en la vida del cristiano.
El Papa fue enfático al decir que “el bautismo es un don del Espíritu Santo que nos da la fuerza para
combatir el mal”. “Esto se simboliza en el gesto de la unción- añadió -, que evoca a los atletas que ungían su
cuerpo para tonificar los músculos y para evitar ser presa fácil de los adversarios. El óleo bendecido por el
obispo, nos asegura la fuerza del Resucitado y la cercanía de la Iglesia en este combate. El bautismo “no es
una fórmula mágica”, sino que como don del Espíritu Santo “habilita a quien lo recibe a luchar contra el
espíritu del mal”. “Sabemos por experiencia que la vida cristiana está siempre sujeta a la tentación de
separarse de Dios, de su voluntad, de la comunión con Él, para recaer en los lazos de las seducciones
mundanas”, agregó, recordando que “Dios mandó a su Hijo al mundo para destruir el poder de satanás” (...)n
Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta»”.
En la Confirmación se nos dan de forma específica los 7 dones del Espíritu Santo. Ese día los recibimos en
su plenitud y desde ese momento en adelante ya los poseemos y podemos pedir a Dios que nos ayude a
vivirlos siempre. Estos dones son los siguientes:
Sabiduría: Es el don de ver la realidad con los ojos de Dios De valorar los acontecimientos que vivimos
desde la mirada del amor de Dios.
Entendimiento: Nos ayuda a comprender mejor las cosas de Dios, nos ilumina para entender su misterio, Su
Palabra y Su obra. Nos abre la inteligencia hacia las realidades espirituales, que sobrepasan la sola razón.
Nos ayuda a crecer en la Fe de la Iglesia.
Consejo: Este don nos permite discernir los caminos de Dios. Nos ayuda a conocer lo que realmente
conviene para nuestro crecimiento personal y el de nuestros hermanos. Nos permite tener la claridad
suficiente tomar las decisiones adecuadas según el Plan de Dios.
Fortaleza: Nos da la fortaleza y firmeza que necesitamos para perseverar en nuestra vida cristiana y afrontar
con valentía las dificultades de la vida cotidiana. Nos hace fieles hasta la muerte, incluso hasta dar la vida
por la fe. Se arraiga en una profunda confianza en el Padre, con la certeza de que nunca nos abandona.
Ciencia: Nos ayuda a descubrir y conocer a Dios a través de la belleza de su creación, buscando en las
realidades terrenas las huellas del Amor de Dios, en donde todo encuentra su sentido.
Piedad: Nos despierta un amor de hijos hacia Dios, nos abre a su ternura, nos da la capacidad de dirigirnos a
él con toda confianza y sencillez de corazón, a tener una amistad íntima con Él. Despierta en nosotros el
deseo de amarlo con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, lo cual se
refleja en el esfuerzo por vivir de manera coherente con el Evangelio.
Temor de Dios: No tiene nada que ver con temer un castigo de Dios, sino más bien nos invita a tener
respeto a Dios y su Plan de Amor. Nos enseña a escuchar y acoger esa Voz de Dios que resuena en el
sagrario de nuestras conciencias. Este don nos hace recordar que somos pequeños ante Dios y a
reverenciarnos ante su grandeza. Es el temor de estar lejos de Dios y de su salvación.
Los cristianos, a ejemplo de Jesús y de sus discípulos, entienden que la oración es un encuentro con Dios.
Ningún signo sacramental ni práctica de piedad tienen sentido sin el espíritu de oración, que equivalente a
vivir en la presencia de Dios que habla y oye, que ama y pide ser amado.
La oración es la respuesta del hombre a Dios, a quien mira con la fe cerca en cuanto lo considera Señor del
Universo. Pero, para el cristiano es el diálogo amoroso con el Padre que está en los cielos, tal como Jesús
nos lo enseñó.
El Catecismo de la Iglesia Católica indica con referencias patrísticas lo que se entiende por oración: "La
oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes"
La Iglesia siempre ha insistido en la necesidad de diversas formas de oración. Es clásica la diferencia entre
la oración personal y la comunitaria, cuya forma mejor es la litúrgica. Pero el encuentro en la intimidad con
Dios es necesario para llegar a la experiencia de la oración.
Sin la oración personal, la litúrgica se hace palabrería. Sin la litúrgica la personal es afectividad vacía. Con
ambas armonizadas nos acercamos a Dios.
En la oración personal se habla con Dios como en la conversación que se tiene con un amigo, sabiéndolo
presente, siempre atento a lo que decimos, oyéndonos y contestando. Es en esta conversación íntima, como
la que ahora intentamos mantener con Dios, donde abrimos nuestra alma al Señor, para adorar, dar gracias,
pedirle ayuda, para profundizar –como los apóstoles– en las enseñanzas divinas.
Comunitaria o compartida.
Es la que hacemos en compañía de los otros creyentes y elevamos al Señor de manera grupal y solidaria.
Se elevan plegarias y sentimientos al Señor, pero con la participación de otros.
Significa la unión con el Señor que se hace presente en la comunidad que le dirige sus plegarias y se pone
en actitud de escuchar de forma solidaria y compartida. Es decir, ya no se establece una relación lineal entre
el yo y Dios, sino entre el nosotros y el Padre, pero teniendo en medio a Jesús. En esto supera la oración
comunitaria a la individual.
Esta oración es imprescindible en todo grupo de creyentes que se relaciona entre sí a la luz de la fe, o por
el vivir sólo o por el actuar apostólicamente conjuntados por el amor a Dios. Es la oración la fuerza
aglutinadora de cada grupo y el bálsamo alivia fatigas y el fuego que contagia anhelos.
En primer lugrar, muchos pueden preguntarse qué diferencia hay entre la oración que se hace por ejemplo en
la Santa Misa y la que hacemos solos frente al Sagrario o en nuestra casa, esto es la diferencia entre la
oración privada y la pública. Explicaremos la primera:
Algunos recordarán que Jesucristo nos dijo “…cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de
cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
” Mt 6,6 Esta es una oración privada, personal en la que solamente estamos a solas con Dios. Esta oración es
fundamental, verdaderamente el pilar de la vida interior. Con ella nos acercamos a Dios y nos dirigimos a Él
que es persona. Dios, nuestro Padre en el cielo está siempre presente y lo puede todo (es omnipotente y
omnipresente), y cuando Jesús nos indica que vayamos a nuestro aposento y cerremos la puerta para orar
privadamente, es porque Dios quiere vernos a solas, como una Padre se sienta a hablar cariñosamente con su
hijo sobre las cosas más privadas, más trascendentes y más importantes. Jesús comprende nuestra necesidad
de consuelo, de ayuda y nos invita a que en la intimidad, nos dirijamos con toda la confianza del mundo a
nuestro Padre para pedirle cuanto nos haga falta.
Jesucristo nos da testimonio de que está en continua comunicación con su Padre y nos invita a hacerlo. Jesús
ora en el Bautismo (Lc3,21); en su primera manifestación en Cafarnaún (Mc 1 ,35; Lc 5,16); en la elección
de los Apóstoles (Lc 6,12). Noches enteras pasa el Señor en diálogo de oración con su Padre (Lc 3,21; 5,16;
6,12; 9,29; 10,21 ss.). Jesús enseñará a sus discípulos que han de orar en todo tiempo (Lc 18,1). La plegaria
de Jesús pone de manifiesto su confianza filial con Dios-Padre que se traducirá en la familiar expresión de
Abba, Padre (Mc 14,36). Lo mismo sucede con las diversas peticiones que formula en la oración sacerdotal (
lo 17), poco antes de su Pasión (Mt 26,36-46; Mc 14,32-42; Lc 22,40-46), y en la petición por sus verdugos
(Lc 23,34). Jesús -ante la pregunta de uno de sus discípulos- ha dejado a los cristianos no sólo el modelo de
su propia oración, sino también el cómo y la manera de hacerla (Lc 11,1-4).
Como podemos ver, esta oración privada es fundamental en la vida de piedad de todo católico.
Una vez que hemos entendido la diferencia entre oración pública y oración privada, llega el momento de
comentar la oración que se expresa hacia afuera de forma visible y externa (o sea con palabras) y la oración
que hacemos sin palabras, sin que nada en nuestro exterior lo exprese, pero que se da dentro de nuestra
mente como un acto de raciocinio. Cuando la oración se exterioriza con palabras se le llama oración vocal.
1.- Pendiente
2.- Pendiente
3.- Pendiente
4.- Pendiente
5.- Pendiente
6.- Pendiente
7.- Pendiente
8.- Comprender la relación del pecado personal con la necesidad de la Gracia divina.
Según nos dice el catecismo, la gracia es un don sobrenatural que Dios nos concede para alcanzar la vida
eterna. Así pues es un don o regalo.
Este regalo es sobrenatural: El hombre no lo puede conseguir por sus propias fuerzas a no ser que Dios se lo
dé.
Dios se lo da al hombre si éste no pone obstáculo.
La finalidad principal de la gracia es hacernos hijos de Dios; y como consecuencia de ello, herederos de la
vida eterna.
Sin la gracia de Dios no es posible la salvación. La gracia se nos da directamente a través de los
sacramentos. En algunas ocasiones Dios puede usar otros medios.
La gracia también nos ayuda en los momentos de la tentación y de la prueba para que los podamos superar.
Veamos algunos textos de la Sagrada Escritura:
La gracia como don de Dios: “Porque, en virtud de la gracia que me fue dada, os digo a cada uno de
vosotros que no os estiméis en más de lo que conviene, sino que debéis teneros una sobria estima, según la
medida de la fe que Dios ha otorgado a cada uno” (Rom 12:3).
Llega a nosotros a través del Espíritu Santo: “Una esperanza que no defrauda, porque el amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5:5).
El cristiano recibe por primera vez la gracia en el sacramento del bautismo. Esta gracia lleva consigo una
nueva vida, la vida sobrenatural o divina; por eso San Pedro dice que el cristiano participa de la naturaleza
divina: “Nos ha regalado los preciosos y más grandes bienes prometidos, para que por éstos lleguéis a ser
partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1:4). Como consecuencia de esta nueva vida que recibimos,
podemos decir que el cristiano tiene dos vidas: una, la vida natural; y otra, la vida del espíritu.
San Juan recoge el diálogo que Jesús tuvo con Nicodemo, y en él se nos habla de la necesidad de tener un
nuevo nacimiento: “Jesús y le dijo: -En verdad, en verdad te digo que si uno no nace de lo alto no puede ver
el Reino de Dios… No te sorprendas de que te haya dicho que debéis nacer de nuevo” (Jn 3: 1-21). Y más
adelante, también San Juan, nos habla de la nueva vida que Cristo nos trae: “Yo he venido para que tengan
vida y la tengan en abundancia” (Jn 10:10); claramente se entiende que la vida de la que Cristo habla aquí no
es la vida de la carne, sino la del espíritu.
Esa nueva vida no la tendríamos si:
No la hubiéramos recibido en el sacramento del bautismo. Por eso el bautismo es necesario para salvarse.
Dios podría tener otros medios para salvarnos; pero ello no ha sido revelado. Esa es la razón por la cual los
niños que mueren sin ser bautizados, -a falta de una revelación clara de Dios-, no pueden ir al cielo; pero
como no tienen pecados personales, tampoco pueden ir al infierno. La Iglesia tradicional solucionó ese
dilema mandándolos al limbo. Por otro lado, se habla de que aquéllos que no han conocido la revelación
cristiana, pero han seguido unos principios morales de tipo general, buscando el bien y evitando el mal; por
medios sólo por Dios conocidos (pues no han sido revelados) y como consecuencia de su misericordia,
serían salvos (Gaudium et Spes – Vaticano II). Este último principio, formulado en el Vaticano II no está
definido. Se fundamenta en la idea de que Dios quiere que todos los hombres se salven.
La hubiéramos perdido por el pecado mortal. Si perdemos la vida de Dios en nosotros, seremos condenados
para siempre a los castigos más horrorosos: “¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el Reino de
Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los
sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los injuriosos, ni los rapaces heredarán el Reino
de Dios. Y esto erais algunos. Pero habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido justificados en
el nombre de Jesucristo el Señor y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor 6: 9-11).
9.- Explicar el concepto de: ley moral, conciencia moral, dictamen de la conciencia,
formación de la conciencia, decidir en conciencia, juicio erróneo.
La ley Moral: es la regla extrínseca que deben cumplir los actos humanos para ser buenos, es decir, para
conducir hacia el fin último del hombre. La ley orienta al ser humano para permitirle alcanzar su propio
bien, esto es, su fin último. La ley moral debe coincidir con la ley suprema del universo, la ley natural, que a
su vez no es sino la ley eterna o divina. Esto es, ley moral, ley natural y ley eterna son la misma cosa.
Conciencia Moral: La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la
cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace,
el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el dictamen de su
conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la ley divina
Dictamen de la conciencia: El dictamen de conciencia constituye una garantía de esperanza y de
misericordia. Al hacer patente la falta cometida recuerda el perdón que se ha de pedir, el bien que se ha de
practicar todavía y la virtud que se ha de cultivar sin cesar con la gracia de Dios: «Tranquilizaremos nuestra
conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra
conciencia y conoce todo» (1 Jn 3, 19-20)
Formación de la conciencia: Es aquel proceso por el que principios verdaderos de conducta llegan,
progresivamente, a ser operativos en la inteligencia de una persona
Decidir en conciencia: Esta capacidad distintiva del ser humano, que en la cultura occidental conocemos
como "conciencia", nos ayuda a elegir correctamente cuando tenemos que tomar algunas decisiones morales
básicas. Hasta los niños parecen reconocer instintivamente esta ley superior cuando se les instruye sobre lo
que está bien y lo que está mal. El hombre descubre en lo profundo de su conciencia esa ley que él no se ha
impuesto a sí mismo, pero que debe obedecer. La conciencia ha sido muy bien descrita como el núcleo más
secreto del ser humano y su sagrario.
Juicio erróneo: La persona humana debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. Si obrase
deliberadamente contra este último, se condenaría a sí mismo. Pero sucede que la conciencia moral puede
estar afectada por la ignorancia y puede formar juicios erróneos sobre actos proyectados o ya cometidos.
Esta ignorancia puede con frecuencia ser imputada a la responsabilidad personal. Así sucede “cuando el
hombre no se preocupa de buscar la verdad y el bien y, poco a poco, por el hábito del pecado, la conciencia
se queda casi ciega” (GS 16). En estos casos, la persona es culpable del mal que comete.
Libertad: Es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la persona.
Discernimiento moral: El discernimiento como juicio moral es la habilidad o capacidad que posee una
persona para certificar o negar el valor moral de una determinada situación.
La palabra discernir es sinónimo de juicio, perspicaz, distinguir, comprender, es decir, cuando una persona
discierna algo debe de comprender, distinguir lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto y ser prudente en
su manera de actuar.
Relación entre libertad y discernimiento moral: El discernimiento como juicio moral es la habilidad o capacidad
que posee una persona para certificar o negar el valor moral de una determinada situación.
La palabra discernir es sinónimo de juicio, perspicaz, distinguir, comprender, es decir, cuando una persona discierna
algo debe de comprender, distinguir lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto y ser prudente en su manera de actuar.
11.- Explicar qué se entiende por “acto moralmente bueno” (distinguirlo en ejemplos y
desde lo conceptual).
Acto moralmente bueno: El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las
circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno (como orar y
ayunar para ser visto por los hombres).
El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias.
Ejemplos: Orar; Amar; Mostrar empatía; Mostrar solidaridad; Ser respetuoso; Ser honesto; Ser humilde;
Mostrar aprecio; Rendir homenaje; Ayunar; Pagar deudas; Ser honrado, etc.
13.- Reconocer que los valores humanos, tales como: amistad, humildad, solidaridad,
lealtad, honestidad, sinceridad, generosidad, entre otros, contribuyen al mandamiento
del amor.
Los Valores humanos: Libertad- Igualdad- Tolerancia-Patriotismo- Amor- Amistad-Generosidad-
Humildad-Honestidad- Justicia-Responsabilidad- Respeto- Solidaridad- Trabajo- Prudencia.
Los valores humanos son aquellas virtudes a las que asignamos tanta importancia, que no podemos ponerle
precio, permitiéndonos orientar nuestras decisiones y conducta ante la vida.
Los valores humanos y su relación con el mandamiento del amor: El amor es la búsqueda del bien del otro
o de si mismo. Buscar el bien nos muestra lo que es realmente valioso, en cuanto que nos enriquece como
persona, y no nos degrada rebajándonos a animal o a un simple objeto de placer o utilidad para otros. Para
poder lograr este tipo de amor en la familia o en la sociedad, ser muy importante entender lo que implica que
el amor viene de Dios.
El verdadero Amor que procede de Dios, Fuente del Amor, nos lleva a amar a Dios sobre todas las cosas, a
sentirlo como Padre amoroso y a reconocer a nuestro prójimo como a nuestro hermano; por ser todos hijos
de un mismo Padre. Esto conlleva, por lo tanto, a tratar al otro con amor, con paciencia, con misericordia,
con respeto y con generosidad. El Señor Jesús nos enseña el auténtico amor y nos pide que amemos al
prójimo cómo el nos ama a nosotros.
Cristo se nos da totalmente y para siempre y busca nuestro bien, a pesar de nuestro comportamiento. Con su
presencia nos muestra el camino del bien y todos los valores verdaderamente humanos. También nos corrige
y advierte de todos los valores pasajeros que nos pierden.
Pecado original: Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura espiritual, el
hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la
prohibición hecha al hombre de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que
comieres de él, morirás sin remedio" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y del mal" evoca
simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en cuanto criatura debe reconocer libremente y
respetar con confianza. El hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las
normas morales que regulan el uso de la libertad.
El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y,
abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del
hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en
su bondad.
En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección
de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El
hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la
gloria. Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no
según Dios" (San Máximo el Confesor, Ambiguorum liber: PG 91, 1156C).
La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. Adán y Eva pierden
inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de
quien han concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf. Gn 3,5).
La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio
de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la
mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio
(cf. Gn 3,16). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y
hostil (cf. Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre de la corrupción"
(Rm 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se
realizará: el hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la
historia de la humanidad (cf. Rm 5,12).
Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio cometido por
Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la
historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la
Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos,
el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1 Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia
no cesan de recordar la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre: «Lo que la
Revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su corazón,
se descubre también inclinado al mal e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador,
que es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió además el orden
debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda su ordenación en relación consigo mismo, con
todos los otros hombres y con todas las cosas creadas» (GS 13,1).
15.- Reconocer en las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) una fuente
inspiradora para el obrar moral (hacer el bien) del cristiano.
Virtudes Teologales
Son tres: fe, esperanza y caridad. Fueron infundidas por Dios en nuestra alma el día de nuestro bautismo,
pero como semilla, que había que hacer crecer con nuestro esfuerzo, oración, sacrificio.
1. Fin de las virtudes teologales: Dios nos dio estas virtudes para que seamos capaces de actuar a lo divino,
es decir, como hijos de Dios, y así contrarrestar los impulsos naturales inclinados al egoísmo, comodidad,
placer.
¿Cómo debe reaccionar un cristiano ante el mal, los problemas, las dificultades de la vida? Hay quienes caen
en el desaliento y piensan que no hay nada que hacer, que todo es inútil. Hay otros que dicen que nuestra
esperanza es ingenuidad e idealismo. Hay quien nos dice que la esperanza es algo egoísta.
¿Por qué no es propio de un cristiano el desaliento y la desesperación? ¿En verdad Dios actúa en nuestras
vidas? ¿Cuál debe ser la mayor aspiración de un cristiano?
1. Definición : Es la virtud teologal por la cual deseamos a Dios como Bien Supremo y confiamos
firmemente alcanzar la felicidad eterna y los medios para ello.
2. Fundamento
Vivo confiado en esta esperanza porque creo en Cristo que es Dios omnipotente y bondadoso y no puede
fallar a sus promesas. Así dice el Eclesiástico: “Sabed que nadie esperó en el Señor que fuera confundido.
¿Quién que permaneciera fiel a sus mandamientos, habrá sido abandonado por Él, o quién, que le hubiere
invocado, habrá sido por Él despreciado? Porque el Señor tiene piedad y misericordia” (2, 11-12).
3. Efectos
a) Pone en nuestros corazón el deseo del cielo y de la posesión de Dios, desasiéndonos de los bienes
terrenales.
b) Hace eficaces nuestras peticiones.
c) Nos da el ánimo y la constancia en la lucha, asegurándonos el triunfo.
d) Nos proyecta al apostolado, pues queremos que sean muchos los que lleguen a la posesión de Dios.
4. Obstáculos
a) Presunción: esperar de Dios el cielo y las gracias necesarias para llegar a él, sin poner por nuestra parte
los medios necesarios.
b) Desaliento y desesperación: harta tentados y a veces vencidos en la lucha, se desaniman y piensan que
jamás podrán enmendarse y comienzan a desesperar de su salvación.
1. Definición
Es la virtud por la que podemos amar a Dios y a nuestros hermanos por Dios. Por la caridad y en la caridad,
Dios nos hace partícipes de su propio ser que es Amor.
La experiencia del amor de Dios la han vivido muchos hombres. San Pablo dice: “Me amó y se entregó por
mí”. Y quienes han experimentado este amor han quedado satisfechos y han dejado todas las seguridades de
la vida para corresponder a este amor de Dios.
2. Características del amor de Dios
a) El amor de Dios es lo más cierto y lo más seguro: existió desde siempre, estaba antes que naciéramos.
Una vez que es encontrado, se llega incluso a tener la sensación de haber perdido inútilmente el tiempo,
entretenidos y angustiados por muchas cosas por las que no merecía la pena haber luchado y vivido.
b) El amor de Dios es sólido y firme, es como la roca de la que nos habla el evangelio. El amor humana hay
que sostenerlo continuamente, alimentarlo constantemente...so pena de apagarse.
c) El amor de Dios es siempre nuevo, fresco y bello en cada instante. La experiencia de san Agustín es muy
reveladora: ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo
fuera, y así por fuera te buscaba; y deforme como era me lanzaba sobre las cosas hermosas que Tú creaste.
Tú estabas conmigo mas yo no estaba contigo... Me llamaste y clamaste y quebrantaste mi sordera; brillaste
y resplandeciste y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré y ahora te anhelo; gusté de Ti, y
ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste y deseé con ansia la paz que procede de Ti (Confesiones).
d) El amor de Dios es perpetuo, no se acaba, no se cansa, no tiene límites. Si hay dificultades no es por Dios.
a) La sinceridad y la pureza: debe ser un amor que nace de la interioridad de la persona. No puede ser un
amor de apariencias. Jesús mira siempre el corazón de la gente y por eso alaba a esa pecadora arrepentida y
echa en cara la hipocresía de los fariseos.
b) El servicio al necesitado: socorrer al que tiene necesidad en el cuerpo o en el alma. Cristo cura las
enfermedades, da de comer, consuela a los tristes, ilumina la mente y el corazón, ofrece el perdón. Servir al
otro, porque percibimos el valor de las almas y de su salvación.
c) El perdón y la misericordia: son las expresiones más exquisitas del amor que Dios nos ofrece, a través del
ejemplo de su Hijo Jesucristo. Posiblemente la faceta del perdón que más cuesta es el olvido de las injurias y
de la difamación. Solamente la gracia de Dios puede conceder la paz, el perdón y el amor hacia el
difamador.
d) Universalidad y delicadeza: Universal, porque tengo que amar a todos, por ser hijos amados de Dios.
Delicada, porque busca manifestarse en las cosas pequeñas, tiene en cuenta las características y sensibilidad
de cada persona.
En el amor de Dios se crece cada día, practicándolo y abnegándose. En el amor se camina, se crece, con la
gracia de Dios. Este amor se demuestra cumpliendo la voluntad de Dios, observando sus mandamientos,
poniendo atención a las inspiraciones del E.S., siendo fieles a los deberes del propio estado.
El que tiene verdadera caridad es un apóstol entre sus hermanos y es capaz de superar todo temor y respeto
humano.
https://www.smu.org.uy/elsmu/comisiones/reencuentro/crisis-valores.pdf
Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o
filosófica. Dios les otorga “su primera misericordia”. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida
de fe de todos los cristianos, llamados a tener “los mismos sentimientos de Jesucristo” (Flp 2,5). Inspirada
en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una “forma especial de primacía en el
ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”. Esta opción —
enseñaba Benedicto XVI— “está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por
nosotros, para enriquecernos con su pobreza”. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen
mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo
sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una
invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia.
Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus
amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a
través de ellos. (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 198)
El dinero es un instrumento hecho para servir, y la pobreza está en el corazón del Evangelio y Jesús habla de
este desencuentro: dos señores, dos jefes. O me alisto con este o con este. O me pongo de parte de este que
es mi Padre o de parte de este que me hace esclavo. Y después la verdad: el diablo siempre entra por el
bolsillo, siempre. Es su puerta de entrada. Se debe luchar por hacer una Iglesia pobre para los pobres según
el Evangelio, ¿no? Se debe luchar. Y cuando yo veo Mateo 25, que es el protocolo sobre el que nosotros
seremos juzgados, entiendo mejor qué significa ‘una Iglesia pobre para los pobres’: las obras de
misericordia, ¿no?, en Mateo 25. Es posible pero siempre se debe luchar porque la tentación de la riqueza es
muy grande. (Entrevista con TV2000 sobre el Año da Misericordia, 20 de noviembre de 2016)
Pobreza que enseña la solidaridad, el compartir y la caridad, y que se expresa también en una sobriedad y
alegría de lo esencial, para alertar sobre los ídolos materiales que ofuscan el sentido auténtico de la vida.
Pobreza que se aprende con los humildes, los pobres, los enfermos y todos aquellos que están en las
periferias existenciales de la vida. La pobreza teórica no nos sirve. La pobreza se aprende tocando la carne
de Cristo pobre, en los humildes, en los pobres, en los enfermos, en los niños. (Discurso a las religiosas
participantes en la asamblea plenaria de la unión internacional de superioras generales – 8 de mayo de 2013)
1.- “En el inicio de un nuevo siglo, la pobreza de miles de millones de hombres y mujeres es la cuestión
que, más que cualquier otra, interpela nuestra conciencia humana y cristiana” (Juan Pablo II, Mensaje para
la celebración de la jornada mundial de la paz n. 14).
2-. La expresión fue utilizada por la Conferencia de Medellín. En el momento sorprendió; pero, un año
más tarde, Johan Galtung, el gran especialista en cuestiones de paz, habló de “violencia indirecta o
estructural” en “Violence, peace and peace research”, Journal of Peace Research, Oslo, 1969.
4.- “Desde ese momento (el del surgimiento de la sociedad industrial), los medios de producción y el
capital eran el nuevo poder que, estando en manos de pocos, comportaba para las masas obreras una
privación de derechos contra la cual había que rebelarse”, Deus caritas est (2005, n. 26).
5.- Se pueden ver al respecto las observaciones a la posición de la Iglesia y a la Teología de la Liberación
en los llamados Documentos de Santa Fe. El primero de ellos data de 1980, elaborado para la primera
campaña presidencial de Ronald Reagan (Il Regno, n. 462, Bolonia, 1982; y Encuentro, n. 33, Lima, 1984).
Significativa –y curiosa– fue igualmente la conferencia de los ejércitos americanos (incluido Estados
Unidos) en Buenos Aires en 1987, uno de cuyos temas principales fue la presencia de la Teología de la
Liberación en América Latina. Conferencia de Inteligencia de Ejércitos Americanos (CIEA). XVII
Conferencia de Ejércitos Americanos, Buenos Aires, 1987.
6.- Gustavo Gutiérrez elaboró este artículo en el mes de abril pasado, antes de la llegada de Benedicto
XVI a Brasil, para el primer número de la edición peruana de Le Monde diplomatique (NdelaR).
19.- Relacionar los conceptos de misericordia y justicia dentro del contexto de las
relaciones humanas.
La “justicia” es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo
que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la
justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que
promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en
las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el
prójimo. (referirse al no. 1807 del Catecismo de la Iglesia Católica).
La “misericordia” es el atributo de Dios que extiende su compasión a aquellos en necesidad. Tanto el
Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento ilustran que Dios desea mostrar su misericordia al pecador.
Uno debe humildemente aceptar la misericordia; no puede ser ganada. Como Cristo ha sido misericordioso,
también nosotros estamos llamados a ejercer compasión hacia otros, perdonando -como dicen las palabras
de Jesús- “setenta veces siete” (Mt 18:22).
Revelada en Cristo, la verdad acerca de Dios como “Padre de la misericordia”, nos permite verlo
especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de
su existencia y de su dignidad. Cristo confiere un significado definitivo a toda la tradición de la misericordia
divina. No sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, Él
mismo la encarna y personifica. Él mismo es, en cierto sentido, la misericordia.
Jesús, sobre todo con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo en que vivimos
está presente el amor, el amor operante, el amor que se dirige al hombre y abraza todo lo que forma su
humanidad. Este amor se hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la
pobreza; en contacto con toda la «condición humana» histórica, que de distintos modos manifiesta la
limitación y la fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral. Cabalmente el modo y el ámbito en que
se manifiesta el amor es llamado «misericordia» en el lenguaje bíblico. (Cf. Dives in misericordia)
Cristo revela a Dios que es Padre, que es “amor”, que es “rico en misericordia”. Hacer presente al Padre en
cuanto amor y misericordia es en la conciencia de Cristo, es su misión fundamental de Mesías. (Cf.
Encíclica Dives in misericordia)
En la parábola del hijo pródigo no se utiliza, ni siquiera una sola vez, el término «justicia»; como tampoco,
en el texto original, se usa la palabra «misericordia»; sin embargo, la relación de la justicia con el amor, que
se manifiesta como misericordia está inscrito con gran precisión en el contenido de la parábola evangélica.
Se hace más obvio que el amor se transforma en misericordia, cuando hay que superar la norma precisa de la
justicia: precisa y a veces demasiado estrecha. El hijo pródigo, consumadas las riquezas recibidas de su
padre, merece -a su vuelta- ganarse la vida trabajando como jornalero en la casa paterna y eventualmente
conseguir poco a poco una cierta provisión de bienes materiales; pero quizá nunca en tanta cantidad como
había malgastado. Tales serían las exigencias del orden de la justicia; tanto más cuanto que aquel hijo no
sólo había disipado la parte de patrimonio que le correspondía, sino que además había tocado en lo más vivo
y había ofendido a su padre con su conducta. Esta, que a su juicio le había desposeído de la dignidad filial,
no podía ser indiferente a su padre; debía hacerle sufrir y en algún modo incluso implicarlo. Pero en fin de
cuentas se trataba del propio hijo y tal relación no podía ser alienada, ni destruida por ningún
comportamiento. El hijo pródigo era consciente de ello y es precisamente tal conciencia lo que le muestra
con claridad la dignidad pérdida y lo que le hace valorar con rectitud el puesto que podía corresponderle aún
en casa de su padre.
Esa imagen concreta del estado de ánimo del hijo pródigo nos permite comprender con exactitud en qué
consiste la misericordia divina. El padre del hijo pródigo es fiel a su paternidad, fiel al amor que desde
siempre sentía por su hijo. La misericordia -tal como Cristo nos la ha presentado en la parábola del hijo
pródigo- tiene la forma interior del amor, que en el Nuevo Testamento se llama ágape. Tal amor es capaz de
inclinarse hacia todo hijo pródigo, toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado.
Cuando esto ocurre, el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y
«revalorizado».
La misericordia se manifiesta en su aspecto verdadero y propio, cuando revalida, promueve y extrae el bien
de todas las formas del mal existentes en el mundo y en el hombre.
Por su parte, la idea de justicia que debe servir para ponerla en práctica en la convivencia de los hombres, de
los grupos y de las sociedades humanas, en la práctica sufre muchas deformaciones. La experiencia
demuestra que fuerzas negativas, como son el rencor, el odio e incluso la crueldad han tomado la delantera a
la justicia. En tal caso el ansia de aniquilar al enemigo, de limitar su libertad y hasta de imponerle una
dependencia total, se convierte en el motivo fundamental de la acción; esto contrasta con la esencia de la
justicia, la cual tiende por naturaleza a establecer la igualdad y la equiparación entre las partes en conflicto.
No en vano Cristo contestaba a sus oyentes, fieles a la doctrina del Antiguo Testamento, la actitud que
ponían de manifiesto las palabras: «ojo por ojo y diente por diente». Tal era la forma de alteración de la
justicia en aquellos tiempos; las formas de hoy día siguen teniendo en ella su modelo. Jesús nos dice en las
Sagradas Escrituras: «Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,
no entraréis en el Reino de los Cielos». (Mt 5, 20)
En efecto, es obvio que en nombre de una presunta justicia (histórica o de clase, por ejemplo), tal vez se
aniquila al prójimo, se le mata, se le priva de la libertad, se le despoja de los elementales derechos humanos.
La experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la justicia por si sola no es suficiente y que,
más aún, puede conducir a la negación y al aniquilamiento de sí misma, si no se le permite a esa forma más
profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus diversas dimensiones.
Las palabras del sermón de la montaña: «Bienaventurados los misericordiosos porque alcanzarán
misericordia» ¿no constituyen en cierto sentido una síntesis de toda la Buena Nueva, de todo el «cambio
admirable» en ella encerrado, que es una ley sencilla, fuerte y dulce a la vez de la misma economía de la
salvación? Estas palabras del sermón de la montaña, al hacer ver las posibilidades del «corazón humano»
en su punto de partida (ser misericordiosos), ¿no revelan quizá, dentro de la misma perspectiva, el misterio
profundo de Dios: la inescrutable unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la que el amor,
conteniendo la justicia, abre el camino a la misericordia, que a su vez revela la perfección de la justicia?
La encíclica, de Juan Pablo II, Dives in misericordia, habla extensamente sobre la misericordia divina y
específicamente de su relación con el amor y la justicia. Es un texto muy recomendable de leer si quieren
conocer más profundamente la misericordia de Dios.
http://www.corazones.org
Es social todo pecado contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida,
incluido el del no-nacido, o contra la integridad física de alguien; todo pecado contra la libertad de los
demás, especialmente contra la libertad de creer en Dios y adorarlo; todo pecado contra la dignidad y el
honor del prójimo. Es social todo pecado contra el bien común y contra sus exigencias, en toda la amplia
esfera de los derechos y deberes de los ciudadanos. En fin, es social el pecado que se refiere a las relaciones
entre las distintas comunidades humanas.
El pecado social es una realidad que afecta a la sociedad, encarnándose en sus estructuras e impidiendo que
los actos humanos alcancen sus dimensiones de verdad, bondad y comunión con los demás. Es un espíritu de
egoísmo radical, de mentira y de falta de amor, que penetra en la sociedad y determina la vida de las
personas. Podemos decir que es el resultante y el fruto del pecado original, de las costumbres corrompidas,
de las culturas alienadas, de la irresponsabilidad colectiva y de los pecados personales de cada generación
humana.
El pecado social “no debe la conciencia de todos para que cada uno tome su responsabilidad... La Iglesia
cuando habla de situaciones de pecado o denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o
comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios... sabe y proclama que estos casos de
pecado social son el fruto, la cumulación y la concentración de muchos pecados personales. Por lo tanto las
verdaderas responsabilidades son de las personas" ( Exhortación Apostólica de San Juan Pablo II
Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII1984, nº 16).
Este pecado entra en la Historia con la libertad, y una vez entrado se instala, crece y prolifera en las
relaciones interpersonales, oponiéndose al proyecto de Dios que quiere salvar a los hombres y,
especialmente, tratando de impedir la transformación de la gente en Pueblo de Dios que camina hacia el
Reino. Para ello intenta sustituir a Dios con los ídolos del tener, poder y placer, no teniendo en cuenta el
valor y la dignidad de la persona humana y oponiéndose al amor de caridad.
Y es que el pecado social tiene unas estructuras que "se fundan en el pecado personal y, por consiguiente,
están unidas siempre a actos concretos de las personas que las introducen y hacen difícil su eliminación".
Pero al cristalizar los pecados sociales en "estructuras de pecado" surge algo cualitativamente distinto de la
suma de dichos pecados. Las estructuras de pecado se manifiestan como un "poder extraño" que domina
sobre nosotros y multiplica el mal en el mundo, por lo que encontramos en él mayor maldad de la que
debería resultar sumando las malas voluntades individuales.
Está claro que ante esta situación hemos de juzgar y actuar críticamente en la vida social y en las relaciones
políticas, económicas e ideológicas, intentando luchar contra las costumbres sociales que supongan injusticia
y pecado, es decir tenemos obligación de combatir los pecados estructurales, tanto a nivel personal como de
comunidad de creyentes, pues estos pecados, aunque con su fuerza contribuyan a la expansión del mal en el
mundo, no son un destino ciego insuperable que impida la realización del Reino de Dios en la Historia, por
lo que hemos de aceptar nuestras responsabilidades ante el bien común y evitar las faltas de omisión.
Si el pecado es una realidad esencialmente negativa, una laguna o carencia, el pecado de omisión, del que
uno con frecuencia no se da cuenta, porque está tan centrado en sí mismo que no se ocupa de los demás,
aparece como especialmente importante.
Por su parte la Iglesia considera fundamental y urgente la edificación de estructuras menos opresivas y más
justas, pero es consciente de que aún las mejores estructuras y sistemas, se convierten pronto en inhumanos
si las malas inclinaciones del hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y de mente por
parte de quienes viven en estas estructuras y sobre todo por quienes las rigen. Pues así como hay una
solidaridad en el bien, se es también solidario en el mal. Sin embargo no olvidemos que las raíces profundas
de las faltas son individuales, incluso si tienen aspectos colectivos.
Cristo nos dice que del amor a Dios y al prójimo "penden la ley entera y los profetas" (Mt 22,40). El Bien
está al servicio del Amor en sus dimensiones individual, social y trascendental. El Mal en cambio es lo que
dificulta a
estas relaciones. Jesús radicaliza este planteamiento y lo adopta en su mensaje sobre el Reino: Dios es
sencillamente el Bien, y el que concede al hombre la salvación.
24.- Identificar la relación entre moral (acto) pública y privada y sus consecuencias.
La moral es un conjunto de normas, valores y creencias existentes y aceptadas en una sociedad que sirven de
modelo de conducta y valoración para establecer lo que está bien o está mal. Catecismo de la Iglesia
Católica N° 1749 La libertad hace del hombre un sujeto moral. Cuando actúa de manera deliberada, el
hombre es, por así decirlo, el padre de sus actos. Los actos humanos, es decir, libremente realizados tras un
juicio de conciencia, son calificables moralmente: son buenos o malos.
La moral pública integra el bien común o el bienestar general, entendido como “conjunto de condiciones de
la vida social que hacen posible tanto a la comunidad como a cada uno de sus miembros el logro más fácil
de su propia perfección”. Es decir, es la moral que tenemos todas o la mayoría de personas que
conformamos la sociedad para que, esta moral guíe nuestras acciones y podamos convivir bien, teniendo una
buena vida social.
Delimitar las esferas de lo público en relación a lo privado es un tema de la modernidad que hoy continúa
vigente. La problemática viene siendo debatida en el campo filosófico-social desde el siglo XVII, y aún es
un debate pendiente de resolver. El vocablo moral deriva de la palabra latina mos, la cual es a su vez una
limitada traducción de la palabra griega éthos, la cual definía Aristóteles como carácter, modo de ser. Pero
no cualquier modo de ser, sino aquel que se va adquiriendo a través del diario ejercitar de unos buenos
hábitos -virtudes- que nos van conformando durante toda nuestra vida. De esta manera, la moral viene a ser
ese modo de ser que orienta nuestra acción en un sentido racional, y que nos permite tomar decisiones justas
y prudentes. Con lo cual vemos que, no sólo está íntimamente relacionada con el accionar del ser humano,
sino que su seguimiento es la única garantía de actuar bien, es decir, a actuar en la dirección de obtener
resultados que dignifican nuestra condición humana los seres humanos somos constitutivamente morales, es
decir, el hombre no puede actuar de otra manera que –suficiente o deficientemente- no sea moralmente.
Somos ineludiblemente morales porque somos ineludiblemente libres.
La amoralidad no es posible puesto que tenemos por fuerza que cargar con nuestras, vidas, y esto implica,
asumir a cada instante la responsabilidad de los actos que libremente realizamos en nuestras vidas. Y esto no
discrimina entre vida privada o vida pública, sino que incluye todos los actos de nuestra vida. De nuestra
única vida. El ser humano siempre actúa de acuerdo a un fin. Por eso la vida siempre tiene sentido, y ese
sentido de la vida es precisamente lo que llamamos moral.
A nivel teórico se especializan los espacios en que se desenvuelven la moral pública y la moral privada para
poder profundizar dentro de sus límites y determinaciones, pero en la práctica, la persona posee una
identidad que le constituye como una totalidad, pero además, todas nuestras acciones -públicas o privadas-
se enmarcan dentro del ámbito social, y por tanto se encuentran regidas por imperativos de universal
exigencia, tales como la aceptación de las otras personas como fines en sí mismo y no sólo como un medio,
y su reconocimiento como interlocutores válidos para la toma de decisiones que puedan afectarlas.
De esta manera, ninguna actividad social, bien en el campo familiar, económico, social o político, nos exime
del cumplimiento de los lineamientos morales que nos caracterizan como persona. Recurrir a argucias y
complejas argumentaciones para escapar de la obligación moral de dar cuenta de nuestros actos, es sólo una
falta grave de responsabilidad.
25.- Confrontar la respuesta cristiana con otro tipo de respuestas frente a temas tales
como “Nueva Era” y bioética, por ejemplo.
Es difícil definir lo que es la Nueva Era porque no es algo homogéneo, como una secta o una filosofía. La
Nueva Era es una cosmovisión, es decir, una manera de ver al mundo y de entender la realidad. La
cosmovisión de la Nueva Era tiene los siguientes puntos básicos. Dice que está amaneciendo un tiempo
nuevo: la Era de Acuario. El mundo avanza a una transformación de la conciencia y de la cultura. Después
de siglos de materialismo, secularización, la amenaza de la Guerra Fría, desastres ecológicos e inestabilidad
política; la Nueva Era está convencida de que estamos al borde de una nueva mentalidad y un nuevo auge de
la espiritualidad, el misticismo, la paz y la armonía.
• La Nueva Era dice que todo lo que existe es uno. La humanidad, la naturaleza, Dios, todo es uno, no hay
separación. No hay diferencia entre Dios y un árbol. No hay separación entre el bien y el mal, ya que todo es
uno, por lo tanto, se pierde todo concepto de moralidad. Si todo lo que hay es uno, entonces Dios es todo y
todo es Dios. Todo lo que existe es parte de la energía cósmica. Por lo tanto, Dios se convierte en energía.
La idea de un Dios personal no existe para la Nueva Era.
• Si todo es uno, y todo es Dios, entonces nosotros somos dioses. El problema, según la Nueva Era, es que
el hombre necesita darse cuenta de que es Dios. Por eso la Nueva Era nos anima a concentrarnos en nosotros
mismos, a desarrollarnos como dioses, a colocarnos en el centro del Universo. Por medio de la
transformación de nuestra conciencia nos daremos cuenta de que podemos controlar la realidad y lograr
poder espiritual, bienestar interior, paz y armonía, ausencia de tensión.
• Esta transformación de conciencia se logra a través de la meditación trascendental, el yoga, la
visualización, la hipnosis, la de privación sensorial, el control mental, o cualquier otra técnica que sirva para
despertar nuestro potencial espiritual. Se puede recurrir también a la ayuda de un gurú que nos ponga en
contacto con espíritus guías y maestros universales.
• La Nueva Era enseña que todas las religiones son iguales, aunque las formas sean distintas. Todas las
religiones son caminos distintos para llegar a la unidad con Dios. Esto es lo que se conoce como sincretismo.
Los cristianos tenemos un tremendo desafío y una gran responsabilidad. No basta con criticar y condenar. El
reto no es sencillo, y muchos han sido decepcionados por la religión tradicional. Debemos proclamar como
alternativa un Cristianismo vivo y dinámico, que no traiga condenación a la gente, sino un mensaje de gracia
y esperanza; y sobre todo un Cristianismo que ofrezca respuestas verdaderas y plenas a las profundas
necesidades emocionales y espirituales de las personas. Creer firmemente que Jesucristo es el Camino, la
Verdad y la Vida, y que el mensaje del Evangelio es el único que tiene el poder para transformar
verdaderamente la vida del ser humano y de satisfacer completamente todas sus necesidades
La vida espiritual es la verdadera vida del hombre. Pero ésta tiene que estar orientada hacia Dios. Cuando
vivimos una vida espiritual según lo establecido por Dios, aprendemos a conocerle a Él, quién es Él en
realidad, cuáles son sus propósitos y cuál es nuestro lugar dentro de sus planes. Allí es donde encontraremos
el verdadero sentido y significado para nuestras vidas.
La Bioética Médica se refiere a la parte de la ética relacionada con la vida desde el punto de vista de la
medicina. En ésta se tratan temas como el aborto, la eutanasia, la reproducción, genética humana, entre
otros.
4.- Diseñar actividades de aprendizaje para que los estudiantes comprendan los
objetivos de aprendizajes centrales relacionados con los temas doctrinales principales
de la enseñanza religiosa referidos al saber Eclesiológico: Misión de la Iglesia;
Sacramentos; Dones del Espíritu Santo; Carismas y Ministerios; Doctrina social de la
Iglesia; Documentos del Magisterio; Ecumenismo y diálogo interreligioso.
Las actividades planificadas deben ser contextualizadas a su realidad y así lograr un aprendizaje
significativo en nuestros estudiantes, quienes deben tener un rol más protagónico, ya que implica,
necesariamente, considerar su experiencia de vida como foco principal para promover los aprendizajes,
además estas deben ser lúdicas y asociadas a ejemplos concretos sacados de su realidad, no solo utilizar
documentos oficiales de la iglesia, sino también apoyarse con videos, películas, narraciones, juegos, por
ejemplo: Contestar a preguntas de un juego de autoevaluación que incluye los contenidos principales sobre
la Biblia, Jugar a preguntas y respuestas en pequeños grupos sobre los contenidos tratados, realizar
representaciones de historias bíblicas, organizar debates, representan con dibujos, signos, caricaturas,
poemas, grafitos lo que significa ser Iglesia, conocer diversas pinturas y esculturas en honor a varones y
mujeres santo/as, Relacionar textos bíblicos con historias personales, participar en obras de misericordia,
compartir experiencias, etc.
Lograr que nuestros estudiantes puedan descubrir el hondo significado cristiano de la tolerancia,
participación, responsabilidad y solidaridad, aplicándolo a situaciones sociales habituales: trabajo, ocio,
juego, familia, amigos... que puedan aplicar los valores y aprendizajes a la propia vida y a las relaciones
humanas y sociales.
San Patricio, el gran misionero inglés, fue a Irlanda y usó el ”trébol de tres hojas” para
explicar la Santísima Trinidad. El trébol es uno, pero brotan tres hojas separadas.
Asimismo, nuestro Dios es uno, pero hay tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Prenda los 3 fósforos . Júntelos y una la llama. ¿Qué se ve? Hay tres cerillos distintos, pero
una sola llama. En la Trinidad creemos en un Dios, pero tres distintas Personas: el Padre,
Hijo y Espíritu Santo.
La parábola de los dos hijos, del hijo pródigo, del buen samaritano etc, relacionarlas con
situaciones de la vida cotidiana, hacer preguntas como ¿te ha pasado que tu padre te pide
hacer algo y le respondes de muy buena forma, luego te entusiasmas en jugar en el celular y
no cumples la petición de tu padre? ¿te ha pasado algo similar que…? ¿te has/ sientes
identificado con algún personaje? Cuéntanos tu experiencia…..
Los Valores del reino asociarlos con situaciones cotidianas, sacar ejemplos de los diarios y
noticiarios de TV, analizar y reflexionar.
6.- Identificar las principales dificultades, conceptos erróneos o prejuicios que los
estudiantes presentan para comprender los objetivos de aprendizaje del Programa de
Religión Católica.
Entre las dificultades que presentan nuestros estudiantes para comprender los objetivos establecidos es la
actitud de rechazo frente a la asignatura, provocada por el poco sentido que le encuentran a la religión, el
“para que me sirve”, más aún, hoy en día ante la crisis de la iglesia católica que se ha dado a conocer por los
medios de comunicación, sumado a esto, la crisis de valores que están viviendo muchas familias.
Es aquí cuando la asignatura cobra real importancia, enseño a mis estudiantes que Religión no consiste
únicamente en explicar una serie de verdades religiosas, sino en ayudarlos a construir un pensamiento
fundamentado, sistemático y autocrítico acerca de las cuestiones religiosas fundamentales, que la asignatura
educa en el diálogo con otras religiones, con otras confesiones religiosas y con los no-creyentes, y lo hace
desde el respeto y la tolerancia, que Religión además es responsable de la formación de valores y, de la
adquisición de las habilidades necesarias para desempeñarse en la vida, estudiantil, laboral, familiar etc.