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LA LIBERACION
EN LA HISTORIA
ESCATOLOGIA
CRISTIANA
fe
B Colección
^ TEOLOGIA Y LIBERACION
JUAN BAUTISTA LIBANIO, jesuíta brasileño, nació en
1932 y está doctorado en teología. Se dedica al
magisterio y es asesor de obispos y de comunidades
de base. Autor de más de quince libros, es un
teólogo muy respetado y profundamente
identificado con la causa de los pobres.
Leonardo Boff -
Brasil Sergio Torres -
Chile Gustavo
Gutiérrez - Perú José
Comblin - Brasil
Ronaldo Muñoz -
Chile Enrique Dussel
- México José Oscar
Beozzo - Brasil Pedro
Trigo - Venezuela
Ivone Gebara - Brasil
Jon Sobrino - El
Salvador Virgilio
Elizondo - EE. UU.
Juan
AsesorLuis
de Segundo
temas -
Uruguay
ecuménicos Julio de
Santa Ana - Brasil
JUAN B. LIBANIO MARIA
CLARA L. BINGEMER
Tomo 10
ESCATOLOGIA
CRISTIANA
El nuevo cielo y la nueva
tierra
Serie III: LA LIBERACION EN LA HISTORIA
EDICIONES PAULINAS
Distribuyen:
EDICIONES PAULINAS
• Avda. San Martín 4350, 1 602 FLORIDA (Bs.
As.), Argentina. Teléfonos (01) 760-0426/0528.
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Proyecto editorial conjunto de:
Ediciones Paulinas (Buenos Aires - Argentina)
Ediciones Paulinas (Madrid - España)
Editora Vozes Ltda. (Petrópolis - Brasil)
NIHIL OBSTAT
Joáo A. Mac-Dowell, sj
Río de Janeiro, 17 de enero de 1985
IMPRIMATUR
Joáo Rezende Costa. Arzobispo de Belo Horizonte
Rpin HorÍ7nn*o fi Ho mar^n H É » IQflfi
Queda hecho el depósito que ordena la ley 11.723 / ©
EDICIONES PAULINAS, Avda. San Martín 4350, 1602
Florida (Bs. As.), Argentina /Título original: Escato- logia
Cristá / © CESEP, Sao Paulo 1985 / Traducido por
Alfonso Ortiz García / Impreso en Argentina / Industria
Argentina.
1.5. B.N. 950-09-0563-9 (edición argentina)
1.5. B.N. 84-285-1063-6 (edición española)
COMITE PATROCINADOR
Págs.
1.4. Conclusión
En medio de los cristianos cultos e
ilustrados reina un franco malestar ante la
versión tradicional de la escatología. Sus
preguntas no obtienen respuestas. Y, a su
vez, las respuestas ofrecidas no les dicen
mucho. Este desfase tiende a aumentar. El
horizonte del hombre moderno, ilustrado,
está marcado por la problematicidad de la
existencia, por la valoración de la
intersubjetividad, por la conciencia histórica,
por la influencia poderosa de la ciencia, por
el significado creciente de la praxis. El
espacio hermenéutico de la escatología
tradicional se constituyó en el interior de la
sacralidad, de la concepción precientífica del
mundo,
19
de
A. H UXLEY , Unla carencia
mundo de la
feliz, Plaza autonomía
y Janés, S.A., del
sujeto,
Barcelonade 1983la preocupación
3
. por la objetividad
descriptiva de los acontecimientos 35
escatológicos.
El giro antropocéntrico eliminó preguntas
que se centraban en el espacio unitario de lo
sagrado, de lo objetivo, del teocen- trismo. El
giro afecta al punto <de comprensión, a la
inclinación de la pregunta, de modo que el
rió de la revelación tendrá que fluir de modo
distinto. Pero no se trata de negar la
totalidad de las respuestas, ya que —como
expresión de fe de una comunidad—
encierran siempre elementos de verdad. Y la
verdad
es una totalidad. Cada uno de los elementos
de la verdad se suma a los otros en la
configuración del espacio luminoso de la
verdad total y definitiva. No se avanza en el
reino de la verdad disminuyéndola, sino
sumándola. No se trata de una simple suma
aritmética, acumulativa en el sentido de
formar un depósito material; se suma
reinterpretando; se suma reapropiándose de
la verdad en unos horizontes siempre nuevos.
Al fijarnos en el desmoronamiento de las
preguntas tradicionales, no hemos querido de
ninguna forma hacer una historia del
momento teológico anterior, sino
simplemente indicar en qué punto éste se va
viendo cuestionado por preguntas modernas.
Por eso mismo, el aspecto considerado es
muy restringido y es captado precisamente
en su negatividad. En efecto, era ésta la que
estaba en cuestión. Los elementos positivos
de la concepción tradicional, como por
ejemplo el sentido profundo de la
trascendencia y de la fragilidad radical del ser
humano, han logrado atravesar
soberanamente
2. Preguntas de laengente
la teología todas las
tempestades culturales. Lo que necesitan es
serEl rein- troducidos dedentro
agotamiento las del nuevo
preguntas
escenario,
tradicionales en donde
ha sido encontrarán
provocado ante todo su
luminosidad
por anterior,
la irrupción de la sin las sombras
razón moderna,fugaces
crítica,
de perspectivas
científica, ya prescritas.
histórica y por la imposición del
tema de la existencia humana como
expresividad, esto es, como algo que no es un
mero hecho bruto, sino conciencia, capacidad
de expresión, de automanifestación.
El fenómeno Canudos
El lector brasileño ha tenido ya un primer
contacto con la campaña de Canudos a través
de la obra clásica de la literatura brasileña Os
Sertóes, de Euclides da Cunha. A pesar de su
enorme valor literario y de sus aspectos
testimoniales, la obra adolece de un
lamentable prejuicio racista, elitista,
antipopular, que hoy se han encargado de
corregir otros trabajos científicamente más
serios y ecuánimes. Sin embargo, ofrece ele-
mentos para la comprensión de este
movimiento social, de profundo cuño
religioso.
Todo comienza con un predicador laico,
popular, Antonio Vicente Mendes Maciel,
vulgarmente conocido como Antonio
Conselheiro. Por el año 1973 comienza
Antonio Conselheiro su vida de peregrino, de
beato. Así «surgió en Bahía el anacoreta
sombrío, cabellos largos hasta los hombros,
barba inculta y abundante, faz cadavérica,
mirar fulgurante, monstruoso dentro de su
hábito azul de brinete americano, apoyado
en el clásico bastón que acompaña al lento
caminar de los peregrinos...» 25 .
Se inspiró en los sermones de los
misioneros extranjeros, a los que seguía y
acompañaba, pudiendo así elaborar él mismo
sus propias predicaciones. Con la publicación
de sus sermones 26 se sintieron todos
sorprendidos de su pureza y simplicidad
espiritual. Y en esos sermones predominan
los temas de los dolores de María y de los
mandamientos de la ley de Dios. Distan
mucho de la imagen creada por E. da Cunha
de
25
E.una O S Sertóes. bárbara
«oratoria
da Cunha, Campanha dey ,Canudos,
escalofriante,
Francisco
hecha Alves,trozos
de Rio de Janeiro 1979 2sde
sacados 109,las Horas
26
A. N OGUEIRA , Antonio Conselheiro e Canudos. Revisáo
marianas,
histórica, desconexa,
Nacional, Sáo Pauloabstrusa,
1974. agravada a
veces
27
E. dapor laO . Cextrema
Cunha, ., 113. osadía de citas en - latín
en
46 medio de frases sacudidas, una mezcla
confusa y enmarañada de consejos dogmá-
ticos, preceptos vulgares de la moral cristiana
y de profecías deslumbrantes... La cosa
resultaba truhanesca y pavorosa. Pensemos
en un bufón arrebatado por una visión
apocalíptica...» . Sus predicaciones no se
diterencian mucho de al
gunas que hasta hace poco oíamos en
nuestras iglesias. Recogen una visión
tradicional, dolorista y moralizante de la
religión, pero sin las exageraciones que les
atribuye E. da Cunha.
Es verdad que, basándose en un gran
número de apuntes anotados en pequeños
cuadernos encontrados en Canudos cuando
su destrucción, el autor de Os Sertóes
reproduce algunos textos muy escatológicos.
Tal vez fueron los que contribuyeron a crear
el clima apocalíptico en Canudos, sobre todo
cuando se iban acercando más las amenazas
de destrucción.
«En 18% habrá rebaños mil que corran de
la playa a la selva; entonces la selva se
volverá playa y la playa será selva».
«En 1897 habrá mucho pasto y poco
rastrojo, y un solo pastor y un solo rebaño».
«En 1898 habrá muchos sombreros y pocas
cabezas».
«En 1899 las aguas se volverán sangre y el
planeta nacerá por oriente con el rayo del
sol; chocará con la tierra y en algún lugar la
tierra se enfrentará con él en el cielo...».
«Lloverá una gran lluvia de estrellas y
entonces será el fin del mundo. En 1900 se
apagarán las luces. Dios dijo en el evangelio:
yo tengo un rebaño que está fuera de este
aprisco y es menester que se reúna para que
haya un solo pastor y un solo rebaño» 28.
A estas profecías escatológicas se añadió,
además, el mito sebastianista y el rechaz;o de
la república, que se había proclamado en
Brasil en 1889. Se anuncia la aparición de
Don Sebastián sobre las olas del mar con
todo su ejército. En las coplas populares de
los Ib.,adeptos
28 115. de este reino mesiánico que
introducirá Don Sebastián, como verdadera
antesala del Edén o nueva tierra de Canaán, 47
leemos versos significativos que reproduce E.
da Cunha:
«Don Sebastián ya
llego; trajo mucho
regimiento, acabó
con el civil
haciendo su
casamiento».
r
54
relación con la movilización popular. Este
texto suscita clara mente el problema que se
vive en intensidad en las comnni dades de
base bajo la expresión «movimientos de
liberación». El núcleo de esta problemática es
escatológico. ¿Hasta dónde los movimientos
populares son mediación, encarnación, con-
creción, realización parcial pero real de la
gran liberación?
En la Missa da Terra sem Males, que tiene
como autores al obispo-profeta de Araguaia,
Pedro Casaldáliga, y a Pedro Tierra, se canta
al final de la celebración, como síntesis de
todo su mensaje:
«Los pobres de esta
Tierra queremos
inventar esta
Tierra-sin-males de
cada alborear.
¡Vive siempre
buscando la
Tierra que
vendrá!...
¡María, en el
comienzo; al fin,
Marana-tha!».
La Bandeira do Divino, la Terra sem Males,
la esperada liberación y otras muchas
expresiones por el estilo circulan abundan-
temente entre las comunidades de base,
como signo de esperanza en medio de la
situación de pobreza y explotación. Ese
pueblo de Dios, que está en camino, «cada
día más cerca de la tierra esperada», como
también se canta en las comunidades, es el
que se convierte en el centro de la
problemática teológica escatológica. En
resumen, no es la razón ilustrada ni la exis-
tencia
3. humana
Bosquejo como expresividad
histórico lo que
de la problemática
constituye
escatológica la pregunta mayor a la
escatología, sino los grupos
Todo esquematismo y todapopulares
división dequela
van trazando
ríodos resultansusumamente
camino de liberación
arriesgados.entre
historia en la
En pe
maleza opresiva
efecto, para cadade la realidad presente. Ellos
dejan tras de sí, sobre todo cuando en medio
de esos movimientos populares hay cristianos
y comunidades de cristianos, la pregunta del
significado escatológico de todo ese esfuerzo
y del sentido de esperanza de ese caminar.
período descrito en sus características
generales se pueden aducir fácilmente
innumerables excepciones y una gran serie
de hechos que hacen explotar dicho esquema
en su precariedad. Nos acechan dos
obstáculos opuestos. O describimos en
detalle un momento determinado de la
historia de tal manera que perdemos de vista
su significado global y desaparece entonces
la periodización; o bien nos limitamos a las
características generales que cubren dicho
período, recogiendo sólo unos elementos tan
generales que nos sirven de poca ayuda. Por
eso, más que una real periodización de la
trayectoria escatológica de la práctica y de la
conciencia eclesiales, indicaremos tan sólo
las tendencias predominantes en cada
momento, conscientes de los límites de tales
afirmaciones.
L. Boff,
defiende Hablemos
la1978. dede
la otra
la 4vida,
' Sal Terrae. en el
opción. Paulinas,
Santander
56
E. Bettencourt, Atesis
Madrid
vida que1977
comega .resurrección
com a morte. Agir,
momento
Rio de
de Janeiro 1956. la muerte, intentando superar la
antropología
57
de decorte
L. Boff, La resurrección dualista
Cristo: nuestra que
resurrección
en la muerte, Sal Terrae,
predominaba en los Santander
tratados 1981.tradicionales 57 .
A pesar de no ser teólogo, Teilhard de 69
Chardin inauguró,
por así decirlo, una nueva orientación
interpretativa de la escatología. El se sitúa en
la orilla opuesta a la posición de K. Barth y P.
Althaus. Estos acentuaban la ruptura radical
entre nuestro eón, la construcción humana, la
realidad del mundo y el futuro totalmente
nuevo de Dios. Ese futuro bajará sobre las
ruinas de la ciudad de los hombres. El
presente no es satisfactorio. Tiene que ser
destruido. El futuro ha de venir de fuera. Ha
de ser una verdadera re-creación. La Jeru-
salén celestial desciende ya preparada de los
cielos sobre la destrucción de la Jerusalén
terrenal. Frente a esta postura apocalíptica,
Teilhard de Chardin, marcado profundamente
por su larga experiencia de científico en
contacto con las maravillas del proceso
evolutivo, insistirá en la continuidad entre los
dos eones.
Teilhard no concibe el final del mundo
como una catástrofe. Porque eso sería más
bien el final de la tierra que el del cosmos.
Para él, la figura es, por el contrario, la de
una «transformación de la conciencia», la de
una erupción de vida interior, la de un
éxtasis. Basta con que el espíritu se invierta y
cambie de zona, para que inmediatamente se
altere la figura del mundo. La parusía tendrá
lugar sobre una creación llevada hasta el
paroxismo de sus aptitudes para la unión.
Agitadas por la más pujante atracción
orgánica que se puede concebir —la misma
fuerza de cohesión del universo—, las
mónadas se precipitarán hacia el lugar al que
las destinarán irrevocablemente la
maduración total de las cosas y la
irreversibilidad implacable de la historia.
Cristo consumará la unificación universal,
rechazando todo factor de disociación y
potenciando todo lo que es fuerza de unidad.
Así se constituirá el complejo orgánico: Dios
y70mundo, el pleroma, realidad misteriosa que
si, por un lado, sólo puede llamarse Dios —ya
que Dios podría prescindir del mundo—, por
otro lado tampoco puede considerarse como
accesoria, ya que de lo contrario sería
incomprensible ia creación, absurda ia pasión
de Cristo y carente de interés todo nuestro
esfuerzo. Como una marea inmensa, el Ser
habrá dominado el bramido de los seres. En
el seno de un océano apaciguado, pero en el
que cada gota tendrá conciencia de que
sigue siendo ella misma, habrá terminado la
extraordinaria aventura del mundo. El sueño
de toda mística habrá en
contrado su plena y legítima satisfacción:
Dios será todo en todos. Erit in ómnibus
omnia Deus!?8.
Para terminar este rápido bosquejo del
itinerario del pensamiento teológico en el
campo de la escatología, vale la pena
destacar una corriente profética en los
ambientes católicos, que corresponde a la de
Moltmann en el mundo protestante. La
teología política de J. B. Metz se ha
propuesto una doble tarea: ser un correctivo
crítico frente a una tendencia extrema que se
advierte en la teología actual hacia la
privatización; esto es, la pretensión de
desprivatizar el mundo conceptual teológico,
el lenguaje de la predicación y de la
espiritualidad, a fin de intentar una
formulación del mensaje escatológico en las
condiciones de nuestra sociedad actual. La
segunda tarea, más vinculada con el
problema de la escatología, se lleva a cabo
en la línea de replantearse las relaciones
entre la religión y la sociedad, la Iglesia y el
poder, la fe escatológica y la práctica social,
no de manera precrítica, sino poscrítica. Se
pretende una superación de una razón
teórica pura a través de una nueva relación
entre la teoría y la práctica, el saber y la
moral, la reflexión y la revolución en el
ámbito de la conciencia teológica. No se
trata de ninguna neopolitización reaccionaria
de la fe, sino de dejar libre curso al
dinamismo social de esta fe. Se recupera así
la dimensión pública de la salvación de la
tradición bíblica. Salvación anunciada por
Jesucristo en una relación constante con el
mundo; no en el sentido cosmológico y natu-
ral, sino en un sentido social y político. Las
promesas
58
Teilhard deescatoló-
Chardin, citado gicas del o.c.,
por H. Rondet, Nuevo
292ss.
Testamento
59 —libertad,
G. Gutiérrez, Teología paz, justicia,
de la liberación. Sígueme, reconci-
liación—
Salamancano 1972. se pueden privatizar. No se
identifican con mi situación social particular.71
El evangelio tiene «reservas escato- lógicas»,
de tal manera que cada momento de la
historia se revela provisional y estas
«reservas escatológicas» desempeñan una
función crítica, dialéctica, profética frente a la
sociedad actual. Las promesas no son pura
expectativa religiosa, sino imperativo crítico y
!iberí'd r>r n u e s t r o n r e s e n t e
Por más concreta que haya intentado ser la
reflexión de la teología política, no ha dejado
de permanecer en un cierto grado de
formalidad y de generalidad. La teología de
la libera
ción intenta pensar esta dimensión
escatológica de la revelación y de la fe a
partir de un contexto social muy concreto: un
continente marcado por la dominación y
opresión, con una masa enorme de pobres
explotados, pero trabajado interiormente por
movimientos de liberación.
G. Gutiérrez, en su libro programático
Teología de la liberación, le señala a la
teología la tarea crítica de la praxis histórica a
la luz de la fe. En el proceso de
transformación de nuestras sociedades
dominadas, la fe desempeña su propio papel
insustituible, del que tiene que dar cuenta la
teología. Hay una tarea de denuncia de las
injusticias existentes y de anuncio de una
sociedad nueva, alimentados por el capital de
la revelación. Y entre los puntos centrales de
su reflexión teológica está la pregunta por el
significado de la novedad en la historia, de la
orientación hacia el futuro para el cristiano,
que está inmerso en el proceso de liberación.
Así pues, queda planteada una pregunta
escatológica fundamental 60 .
La irrupción de los pobres en el escenario
político y en el de la Iglesia es un hecho de
enorme significación política y teológica 61 .
Además, este hecho se transforma en
pregunta escatológica. ¿Qué significa en
orden a la construcción del reino definitivo?
¿Cómo tienen que comportarse los demás
cristianos, jerarquía y laicos, ante este hecho
en el contexto de nuestro continente? La
cuestión se hace todavía más crucial cuando
esa irrupción adquiere formas
revolucionarias, como ha sucedido
recientemente en Nicaragua. ¿Qué tiene que
decir la escatología ante estos
acontecimientos?
60
G. Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres, Sígueme,
Salamanca
1982.
En el marco de esta problemática es donde
pienso situar mucho de la reflexión que
72
desarrollaremos en este libro. Se sitúa en esta
última tendencia de la teología, sin descuidar
naturalmente el enorme capital teológico
suscitado por todas las demás aportaciones.
Como libro de teología, no se puede encerrar
dentro de los últimos frutos teológicos, como
si éstos cayeran maduros del cielo. Nacen del
humus de la tradición. Y la tradición siempre
ha de ser tenida en cuenta para no limitar el
dato de la fe.
C APÍTULO II
NUCLEO ESCATOLOGICO
FUNDAMENTAL
(J. B. LlBANIO)
1. Punto de partida
Cualquier teología, en su formalidad,
solamente puede partir de la revelación. Se
trata fundamentalmente de la palabra
de Dios revelada, pensada a lo largo de la
historia, según las exigencias humanas de
comprensión. El punto inicial de toda
teología es la fe, respuesta-aceptación de la
palabra de Dios. En este sentido, no existe
una teología que nazca del pueblo, que
venga de la experiencia humana, que sea
creación de la razón humana, que sea pura
expresión libre de un pensamiento
totalmente autónomo. No hay teología con
un solo ojo; siempre tiene que tener dos ojos:
el de la revelación y el de nuestra situación
humana, social, que piensa, reza, comprende,
interpreta y acoge la revelación; el ojo
específicamente teológico es el de la fe, el de
la revelación; se trata de mirar para atrás, ha-
cia lo «recibido» o «trasmitido»; de ahí la
palabra «tradición de la fe»
A partir de esta mirada a la tradición, toda
teología es única, universal, de siempre. La
revelación encontró en Jesucristo su punto
más elevado, su plenitud. Jesús es la Palabra
última, definitiva, agotadora, de Dios. Y si
algún ángel bajase del cielo a anunciar otra
palabra de Dios, sería maldito; si cualquier
otra teología se alimentase de otra fuente
distinta de la del evangelio, sería maldita (Gál
1,8-9). Esta amenaza de san Pablo suena hoy
con la misma verdad con que sonó ante los
evangelizadores del siglo I. No hay teología
fuera de la revelación cristiana y que quiera
únicamente alimentarse de las experiencias
humanas pensadas dentro del horizonte
cultural y social de cada época.
Si la respuesta viene en último análisis de
la revelación, nada impide en lo más mínimo,
sino que incluso se hace necesario, que las
preguntas surjan desde dentro del horizonte
cultural
1 y social de cada época, de forma que
BOFF, La fe en la periferia del mundo, Sal Terrae,
una L. teología pueda Santanderser también
1981, 7ss.
«contemporánea».
74 Ese es su segundo ojo. Y
cuando se coloca ese ojo como punto de
partida, no se niega nada de lo que se dijo
anteriormente. Porque, en realidad, la imagen
del oio no incluye únicamente la distinción,
sino también la confluencia, la articulación.
De hecho tenemos dos ojos, pero vemos una
sola imagen. Cada uno de los ojos capta la
realidad; pero en el interior de nuestros
centros sensitivos se lleva a cabo una
maravillosa unificación, de forma que ni si
quiera llegamos a notar que la única imagen
procede de la unificación de dos fuentes
perceptoras.
Del mismo modo, la teología nace como
única, pero están en actividad dos centros de
percepción. Y esto no ocurre solamente con
el teólogo, que trabaja de modo explícito y
reflejo con ellos, sino que va ya actuando en
la misma pregunta. Así, de hecho, no existe
ningún ojo que no esté influido al mismo
tiempo por el otro. El ojo de la fe no es puro,
ya que la misma revelación tiene en su seno
elementos culturales y sociales de
determinado momento histórico. El ojo de la
contemporaneidad socio-cultural refleja
también elementos de la revelación, ya que
ese sujeto situado, sobre todo en el
continente latinoamericano, está impregnado
de cristianismo, está imbuido de elementos
de la revelación, como datos de su conciencia
histórica, social. La captación de la realidad
—fuente de la pregunta— no se hace
totalmente fuera del marco de influencia de
la revelación cristiana explícita. De hecho, el
punto de partida de estas reflexiones
escatológicas quiere ser la experiencia de fe
situada, bien sea
1.1. La piedad de lasy capas
popular el núcleopopulares, bien
escatológico
de las clases ilustradas. Por tanto, se trata de
unSimirar
«todahacia la situación
razón se alimenta presente en el que
de imágenes y
al historia
la mismo profundatiempo se pueden 2 , vislumbrar
lo revela» esto vale
elementos
más aún de marcados
la «razón por la tradición
popular». Y en el
religiosa.religioso,
terreno Y esto enque doble
es porclave;excelencia
unas veces el
en sintonía
reino de lo consimbólico,
esa tradición, estay otras en una
constatación
distanciamás
resulta crítica e incluso
verdadera en rebeldía
todavía. Hemoscontra
visto
ella.
de hecho la persistencia del mundo
imaginario religioso tradicional y, dentro de
él, la importancia que asume lo escatológico.
¿Cómo dentro de ese universo viven los
sectores
2 populares
J. Le Goff, La naissanceladuexperiencia del núcleo
Purgatoire, Gallimard,
central
Paris de486
1981, la escatología?
(trad. esp.: El origen del purgatorio,
Taurus, Madrid 1985).
75
Lo escatológico se identifica con la
«proximidad de Dios». Y esa proximidad se
hace percibir en el interior del «espacio
sagrado» en su doble aspecto de expresión
de salvación y de amenaza, de atracción y de
miedo, de fascinación y de temor. El pueblo
experimenta lo definitivo, lo escatológico de
las realidades humanas, bajo la forma de lo
sagrado. En eso sagrado se encuentra con la
trascendencia de un Dios que salva y que
juzga, que perdona y que castiga, que acoge
sin fallar nunca en sus juicios.
Sin saber formularla de una manera
explícita y teórica articulada, la religión
popular refleja con fidelidad esta dimensión
escatológica a través de gestos, de ritos, de
contactos sagrados. ¿Qué es lo que puede
llevar a un peregrino de Canindé a coger
todos sus pequeños ahorros de un año de
sacrificio y de renuncia para echarlo todo en
un único gesto de generosidad en el cepillo
del santo protector san Francisco, a no ser
una percepción implícita de que se encuentra
ante una «proximidad de lo Absoluto», de
Dios, en la persona sagrada del santo? La in-
tuición del pueblo va más allá de los límites
del culto a los santos para alcanzar al mismo
Dios en su realidad definitiva y delante del
cual todas las cosas son relativas. Por eso
puede despojarse de sus bienes con alegría;
porque está en contacto con lo definitivo, y
el dinero pertenece al mundo de lo provi-
sional, de lo pasajero.
Ante lo Absoluto, la provisionalidad del
tiempo aparece con mayor claridad. El
tiempo de los hombres pierde importancia
ante el «tiempo de Dios», es decir, la
eternidad, que se experimenta en cierto
modo dentro de la historia. ¿No estará aquí
la explicación más profunda de la actitud del
pueblo sencillo de falta de prisa en los actos
76
religiosos? Una pura explicación «cultural» de
la percepción del ritmo del tiempo debido a
la mayor o menor ligación con el mundo de
la aceleración tecnológica no parece cubrir la
totalidad de la experiencia religiosa popular.
Hay más todavía. Hay un contacto con lo
definitivo de lo sagrado, que relativiza el
tiempo y que se manifiesta, por tanto, en su
prolongación.
En cierta ocasión, celebrando en el interior
del Ceará una misa al aire libre en un fuerte
día de sol, en medio del calor de
!
de
1981. una presencia popular consciente,
participativa, viva. Se trata de un problema
80
pastoral. Pero también de un problema
teológico, con claros reflejos en el terreno de
la escatología, que será nuestro punto de
conside-
r> ~ ~ ^^ ...i -- 1
iuCiun. juuju uhuj nUj uuuiíuamw Uiía .
No hay ningún encuentro de base, bien sea
para revisar la marcha de la comunidad o
bien para programar su actividad y crecer en
la vivencia eclesial, en donde no aparezca el
tema de la «lucha». No se trata simplemente
de lucha interior, personal, tan conocida en la
ascesis cristiana, sino más bien de otra lucha
que, más allá de la disposición interior de
coraje y de disponibilidad, supone la
solidaridad y la organización de la co-
munidad; una lucha que se confunde
frecuentemente con el «caminar», palabra
clave para entender este nuevo movimiento
de Iglesia.
Asistimos al fenómeno de un pueblo en
marcha, inspirado y sostenido por la fe. Se
trata de movimientos sociales populares de
profundo cuño religioso, escatológico. Por
eso se convierten en una pregunta real para
nuestro tema.
Como movimiento, la conciencia se
construye en la lucha. Luchas en el barrio.
Luchas por mejorar las condiciones de vida:
casa, agua, transporte, escuela, alimento,
terreno para edificar, alcantarillado, luz,
pavimentación, seguridad, etc... Luchas para
obtener alimento más barato, para vender
mejor el producto, para evitar intermediarios.
Luchas por la tierra que trabajar, por un
salario mejor, por la seguridad en el trabajo,
contra el desempleo, por sindicatos libres,
por otra estructura sindical. Luchas,
finalmente, por una mayor participación en
las decisiones, por una mayor spresencia
dentro de la iglesia, en la política . No son
luchas abstractas. Todas tienen nombres de
personas, de ciudades, de comunidades. Es la
letanía dolorosa del sufrimiento diario del
pueblo,
s
J. B. que no - se
Igreja Povoacepta yaque
oprimido en selaorganiza
pasividad
para
aalienada,
libertagáo, sino dentro de una
288.perspectiva de
L ibani o .
en «REB» 41 (1981)
superación, de salida, a pesar de todas las
dificultades reales. 81
Esas luchas surgen no solamente desde
dentro de las descripciones de la realidad. No
6 — E sc at o lo g í o. .
82
librándose del miedo que tiene al tiburón.
¡Grita sin miedo, grita, gente mía!
El que muere callado es un sapo pisado por un
buey».
La imagen de la pirámide refleja la realidad
social no querida por Dios. Por eso el pueblo
expresa su lucha invitando a luchar:
«¡Oh, pueblo de los pobres, pueblo dominado!
¿Qué haces ahí, con aire de parado?
¡El mundo de los hombres tiene que cambiar!
¡Levántate, pueblo, y empieza a caminar!».
¿Quién no siente en esa letra
reminiscencias del pasaje de los Hechos 1,11?
En los años oscuros de la represión policial
contra los obreros, hoy más mitigada pero
todavía operante, la archidió- cesis de Sáo
Paulo perdió a un líder cristiano, Santos Dias.
Muerto arbitraria y cobardemente por un
policía militar, su nombre pasó a ser bandera
de esperanza. Y el pueblo empezó a cantar:
«¡Santos! La lucha proseguirá,
tus sueños resucitarán,
los obreros se unen para luchar,
¡por tus hijos continuarán!
En la aurora que nace impasible, el sol
nos encuentra en camino, apiñados los
pobres unidos, formando muralla
invencible».
En el IV encuentro intereclesial de
comunidades eclesiales de base que tuvo
lugar en 1981, un mutilado consiguió en unos
cortos versos resumir esta esperanza
escatológica que alimenta la lucha de los
oprimidos, al descubrirse podado por la
amputación de sus brazos pero con ánimos
para cantar:
«Marchamos hacia la vida, "
sonriendo con placer.
Cuando al tronco se le poda,
nueva viúa ¡id lie riacci».
A orillas de la desesperación, frente a su
inutilidad crónica, esperando ya tan sólo el
alivio de la muerte, el mutilado de Acre
(Bacurau) descubre a través de su
compromiso pastoral en la lucha del pueblo 83
de las comunidades de base esa esperanza
nueva que reflejan sus versos. Simboliza a ese
pueblo,
mutilado por tantas opresiones, que de los
trozos de sus miembros todavía vivos saca
energías espirituales y físicas para caminar
hacia la vida, hacia la liberación.
Esta dimensión de lucha, tan presente en
medio de nuestro pueblo sufrido, y por tanto
en las comunidades eclesiales que forma ese
mismo pueblo, se resiste a una lectura
puramente secular. La hace explotar con la
riqueza teológica que la alimenta. Tan sólo
en la pluma extraña a la fe de los calumnia-
dores de la pastoral de la Iglesia o de los
fieles mal informados, esa lucha y ese
caminar de las comunidades de base puede
entenderse y describirse como desprovista de
toda dimensión trascendente, escatológica,
alimentada únicamente por ideologías
espúreas y ajenas a la revelación. Una
reflexión teológica como la que pretendemos
hacer volverá a situar exactamente esa
experiencia eclesial en el horizonte de la
esperanza cristiana, en la experiencia de la
«cercanía de Dios», dato fundamental de la
escatología.
Esas luchas carecerían de dimensión
escatológica si estuvieran vinculadas
solamente al éxito inmediato dg la obtención
de la reivindicación exigida. Pero se articulan
con el proyecto de Dios, leído y meditado en
1.3. La «cercanía
las Escrituras; ende suDios»
formacomo búsquedaque
de promesa, del
sentido radical
ha de realizarse ya en la tierra, pero también
de señal y de prenda de un reino definitivo
másA allá
medida
de lasque se iba enrareciendo
contingencias el
históricas. Esta
oxígeno envolvente dc la unidad
doble dimensión, aunque no siempre cultural de
la cristiandad,
explicitada, principalmente
impregna en los de
la conciencia países
los
más desarrollados de occidente,
cristianos populares en sus luchas. crecía la
sensación de asfixia religiosa. La «cercanía de
Dios» que es experimentada en lo sagrado,
en el espacio religioso, se vuelve cada vez
más extraña en una sociedad secularizada.
¿Será esto síntoma de una civilización en
ocaso, como ya hace tiempo vienen anun-
84
ciando tantos filósofos y pensadores?
¿Terminará ese proceso de secularización en
el secularismo total, borrando todas las
huellas de la transcendencia en la vida del
hombre, de manera que la dimensión
escatológica de su existencia desaparezca ha-
cia el interior del puro presente?
¿O será el ser humano como la gacela?
Puesta en un recinto cerrado, domesticada
hasta el punto de acudir a humedecer con su
aliento la mano del señor, parece que es feliz
en medio de tantos cuidados y cariños. Pero
un buen día asoma su cabeza por encima del
cercado y se deja morir de nostalgia de las
llanuras libres e infinitas dondey nació y para
las que parece estar destinada . Este hombre
de la sociedad de la abundancia ¿no se llena
de nostalgia en medio del edén construido
por su técnica?
Podemos superar la era de las impresiones
por medio de investigaciones que van
trazando con bastante objetividad el perfil de
pensamiento, de mentalidad, de posiciones
de las personas. La impresión de que cunde
un indiferentismo respecto a la problemática
de la trascendencia, de la escatología, en el
seno de la sociedad de la abundancia, en
contraste con la marcada presencia de la
misma en los medios populares de Lati-
noamérica, puede verificarse con datos
objetivos.
De hecho, un teólogo pastoralista
holandés, F. Haarsma, sometió en 1970 a un
riguroso análisis un conjunto de investi-
gaciones hechas en Estados Unidos, Canadá,
Finlandia, Holanda y Francia sobre la
discrepancia entre la fe de los fieles y la
10 fuertes
enseñanza
v
oficialcitado
A. de Saint-E.xupéry. de porla G. Iglesia
Greshake. Más . Las
que la muerte.referentes
verdades Lectura esperanzada la de los «novísimos».
Sal Tcrrae. Santander 198], a13-14. escatología se
situaban,
10 en nivel de increencia, entre
F. Haarsma. citado por W. Zauner. Individuelle undel 10 %
y 20 % por
universale Eschu-debajo
tologie de la creencia
im Bewusstsein desen Dios.
Volkes , enEn
F.
otras
Dexinüer (ed.). Tod - Hoffnung
palabras, hay Jen- seits.
menos Dimensionen
personas que
und Konsequenzen biblisch verankertes Eschatologie.
creen
Ein en la vida
Svmposion, eterna
Flerder, Wienque en 139.
1983, Dios. Y cuando
se especifican los novísimos —el cielo, el 85
infierno, el purgatorio—, la increencia es
todavía mayor.
Un estudio hecho en 1970 en Viena indica
que el 34 % de las personas entrevistadas
«no se han interesado todavía por la
cuestión de una vida más allá de la muerte».
Y en otro estudio, hecho en 1980, ese
número subió al 49 %. En términos redondos,
la mitad de los entrevistados austríacos, que
oficialmente se dicen cristianos en un
porcentaje del 95 %, todavía no se han
preocupado de la cuestión escatológica
fundamental de una vida más allá de la
muerte. Llama la atención el hecho de que la
edad no fue un factor decisivo en las
respuestas. No hay una mayor preocupación
entre los ancianos, como sería de esperar.
No cabe duda de que estos datos son
expresivos para los medios ilustrados y
desarrollados. El tema escatológico, con su
carácter de seriedad, no es comercial.
Aparece como una cuestión demasiado
complicada, y es mejor encerrarse en un có-
modo agnosticismo práctico. El deseo de
prolongar la vida terrena con la ayuda de los
enormes progresos de la medicina preocupa
más a los enfermos, a los ancianos y a sus
familiares que las incómodas cuestiones
escatológicas. La misma pastoral se siente
incómoda al tratar de estas cuestiones. Son
raras las familias donde en torno al enfermo
ya en su última fase o en torno al anciano ya
a punto de agotar su vida, los familiares
tratan y discuten de las cuestiones relativas al
más allá de la muerte. Y si alguien intenta por
motivos pastorales abordar estos temas,
fácilmente es considerado como persona non
grata y apartado discretamente del círculo de
los amigos.
En medio de admirables testimonios,
inteligentemente trabajados por C. Chabanis,
respecto a la afirmación y la negación de la
existencia de Dios, impresiona la fórmula
lapidaria del labrador Ch. Boulle.
Reproducimos algunas líneas del diálogo
entre Chabanis y Boulle:
86 «Chabanis:¿Yparausted será quizás el
hombre, a pesar
de su miseria, su propio fin, en la medida en
que rechaza lo que es el fin para el que cree
y lo que supera al hombre, o sea Dios?
Boulle: No sabemos cómo se formó el
cosmos, ni la vida. Entonces, la humanidad no
puede saber cuál es su fin. El hombre forma
parte de un todo que es inexplicable, que
desemboca en la nada. Para mí, esta vida es
una nada.
Chabanis: ¿Y más allá del hombre está el
vacío?
Boulle: Sí, el vacío» 11
.
Ese vacío se ha vuelto para amplios
segmentos de las clases culturales y
económicamente más desarrolladas, dentro
de la sociedad occidental la respuesta a la
pregunta escatológica. O más exactamente la
no-pregunta, en el silencio indiferente por
todo lo que supera el horizonte de lo
histórico, del más acá.
¿Qué relación existe entre ese silencioso
indiferentismo de la escatología y la
«cercanía de Dios» como signo-presencia de
lo escatológico? Evidentemente, no se puede
negar a priori, en un esfuerzo incontinente de
querer encontrar siempre un cristiano
anónimo en todo ateo, que el hombre en su
libertad consciente simplemente rechaza,
posterga, silencia cualquier pregunta
escatológica. Puede hacer una opción
definitiva por lo transitorio, radical por lo
periférico, eterna por lo temporal, de modo
que no se logra rescatar teóricamente ningún
elemento de la cercanía de Dios sin
empujarle desde fuera, sin violentar su
libertad de opción, de decisión. Donde se
niega la existencia de cualquier dimensión,
de cualquier realidad definitiva no se palpa la
cercanía de Dios. Y esa actitud es posible. Y
por los testimonios explícitos que tenemos,
parece que es también real.
Por otro lado, en muchos casos —sólo Dios
sabe realmente cuántos y cuáles— el
lenguaje vela más que revela, sobre todo en
esa corriente de investigación de la opinión
por medio de baterías simplificadas. Es difícil
saber con exactitud cuál es el elemento que
el fiel está afirmando o negando, si no se le
abre un espacio mayor para que se explique
ulteriormente.
11 Por eso el indiferentismo
Ch. Chabanis, Dieu existe-t-il? Non!, Fayard, Paris 1973,
respecto
262; cf también a ID la
, Dieuproblemática escatológica
existe-t-il? Oui!, Stock, Paris Í979.
puede ser menos real, una vez que pueda
aparecer bajo otra forma distinta. 87
La pregunta por el sentido radical de la
existencia parece ser la forma privilegiada
para traducir el núcleo de la problemática
escatológica. El Catecismo holandés comienza
sus páginas, en un claro esruerzo de
íuentiíicarse con ei mundo moderno,
describiendo el fenómeno humano de la
búsqueda de la pregunta. «Un hombre es un
ser que interroga constantemente a la vida ...
En cuanto el niño comienza a discernir,
pregunta y
vuelve a preguntar. De momento, parece que
queda satisfecho con las respuestas que
recibe; pero, llegado a adulto sigue el
hombre proponiendo sus preguntas.
Entonces, tropieza con la pregunta, que
excede siempre a cualquier respuesta que se
pueda excogitar: ¿quién soy yo? ¿Qué es el
hombre?... ¿Cuál es el sentido de esta vida?
¿Qué sentido tiene este universo?» ' 2 .
E. Morin, famoso sociólogo francés, afirma
sin reparos que «no cree en Dios ni en lo que
se coloca bajo la noción de Dios, tanto el
Dios de las religiones como el de los
filósofos». Sin embargo, se reconoce
perseguido por «el profundo sentido del
misterio. El misterio del mundo, del ser, no
sólo del ser humano, sino del cosmos, e
incluso en el segundo sentido del acto
ceremonial en el que se realiza un rito
inexplicable». Reconoce también que «hay
una tensión en dirección al propio más allá,
un movimiento hacia el más allá. Es quizás el
movimiento profundo que anima la vida o el
mundo. En el hombre está bastante claro: hay
una apertura hacia el más allá» L\ Ateo, pero
atento al movimiento hacia el más allá, hacia
el «sentido escatológico de la vida y del
mundo». ¿No será en el fondo una
percepción de esa «cercanía de Dios», velada
bajo la forma de movimiento hacia el más
allá, aunque se niegue a Dios y todo lo que
encierra este concepto?
No hay un momento especial para
preguntarse por el sentido radical de la
existencia. Puede surgir desde dentro de lo
cotidiano común y grisáceo. Más
frecuentemente brota esta pregunta en el
interior de situaciones-límite, como la
muerte,
12
Nuevouna enfermedad
catecismo grave,
para adultos, Herder,la Barcelona
invalidez,
la 1969,
13catástrofe espiritual o física, la impotencia
3-4. Dieu existe-t-il? Non!, o.c., 90-93.
Ch. Chabanis,
humana ante la injusticia. En una palabra,
88
todo aquello que participa de algún modo de
un sinsentido primero, de un absurdo real o
aparente, acaba suscitando la pregunta del
polo opuesto: el sentido último, radical,
definitivo. Y, entonces, se transforma en un
signo, por contraste de nega- tivirlnrl ríf> l ?,
cerC2ÜÍ2 de E>ÍCS. ESC ÍUC CÍ abcui Ju u», ia uu¿,
que hizo exclamar a Jesús: «Padre, ¿por qué
me has abandonado? Padre, ¿qué sentido
tiene esta cruz, esta muerte en manos del
poder de las tinieblas?».
Este mundo de las comunicaciones, de la
facilidad del ruido y de todo tipo de sonidos,
de multiplicación de las presencias mediante
técnicas electrónicas o televisivas, está siendo
invadido por la ola terrible de la soledad, del
aislamiento doloroso, que amenaza sobre
todo a la tercera edad. Y desde el interior de
esa soledad explota también la pregunta
escatológica por el sentido del existir. Se
hace presente esa «misteriosa cercanía de
Dios». El abismo del vacío de sí y de los
demás protesta en un clamor por el abismo
de Dios. La experiencia en cierto modo de la
«nada» fomenta la sed por el Ser. Y éste se
hace presente en el deseo, en la búsqueda,
en la pregunta.
Este lado anverso de la «cercanía de Dios»,
experiencia de su ausencia, engendra un
disgusto por la vida. Un periódico italiano
nos sorprende con la noticia del suicidio de
un muchacho que dejó como explicación de
su acto de desesperación: «Stanco da vivere»,
«cansado de vivir». ¡Y esto en el alborear de
la existencia!...
Otro adolescente, alemán, deja vislumbrar
en versos sencillos y doloridos el conflicto
entre sus aspiraciones y deseos por una
parte, y los ofrecimientos de la sociedad en
que vive:
«Yo quería
leche y recibí la
botella, quería
padres y recibí
juguetes, quería
hablar y recibí
un libro, quería
aprender y
recibí
calificaciones,
quería pensar y
recibí saber,
quería un
panorama y
recibí una 89
ojeada, quería
ser libre y recibí
disciplina,
quería amor y
recibí moral, i
quería una
profesión y
recibí un
trabajo, quería
felicidad y
recibí dinero,
quería libertad
y recibí un
automóvil,
quería sentido
y recibí una
carrera, quería
esperanza y
recibí
angustia,
quería cambiar
y recibí
compasión,
quería
I4
vivir...»
.
La «cercanía de Dios», dato fundamental
escatológico, no se percibe únicamente por
el contraste de la falta, de la ausencia, de la
pregunta por, de la búsqueda de. No es
solamente añoranza, «presencia de la
ausencia». Hay presencia de la presencia. Y
algunas experiencias humanas han llevado y
empujado al hombre hasta el límite de lo
escatológico, poniéndolo frente a lo
definitivo.
Quizás sea la esperanza la que traduce hoy
la experiencia más fuerte de esta cercanía
escatológica de Dios. Paul Claudel, en Juana
de Arco entre las llamas, pinta la delicada
escena que simboliza esta vivencia. «Cuando
hace bastante frío en el invierno —observa
Juana—, y el frío y las heladas lo sofocan
todo, y se diría que todo ha muerto, y las
personas están muertas de frío, y la nieve y el
hielo cubren todas las cosas como un manto
o una coraza, y se piensa que todo está
muerto y que todo ha acabado... Pero está la
esperanza, que es más fuerte todavía... Se
cree que todo ha acabado, pero de pronto un
pajarillo se pone a cantar». «Se pone a soplar
un vientecillo malo, que nadie sabe de dónde
viene. Y hay una llovizna mordiente que de
pronto se pone a caer... ¡Y entonces todo el
bosque
14
. ¿Vida eterna?,a Cristiandad,
H. K ÜNGempieza moverse!Madrid ¡Está1983,la
15
319s.
esperanza, , Joana
P. C LAUDELque esd'Arc.
más Entre as chamas,
fuerte! ¡Está Egir,
la Rio de
alegría,
Janeiro 1956, llOss.
que es más fuerte! ¡Está Dios! ¡Y Dios es el
más fuerte!» I5 .
90
Hay mucho invierno en el mundo de hoy.
No es el «invierno atómico», la amenaza de
destrucción total de la humanidad viva, sino
el invierno del corazón. Y la «cercanía de
Dios»
C A mQnifipctQ forniQ ílp viHíl HA pcnpronTO nno r*or rrvr
trascendentes, escatológicas.
La irónica crítica de Rubem Braga sitúa
muy bien este sueño de convite en una
sociedad fría y anónima. No hay nada tan
escatológico como la cercanía de Dios en la
mediación del otro.
«Aquí al habla el hombre del 1.003. Recibí
consternado el otro día la visita del celador,
que me mostró la carta donde usted se
quejaba del ruido de mi apartamento. Recibí
luego su visita personal —debía ser a
medianoche— y su vehemente reclamación
verbal. He de decirle que estoy preocupado
por todo ello. El reglamento de la finca es
explícito y, si no lo fuese, tiene usted toda la
razón y puede contar con la ley y la policía. El
que trabaja todo el día tiene derecho al
descanso nocturno y es imposible reposar en
el 903 cuando en el 1.003 hay voces, pasos y
músicas. O mejor dicho, es imposible al 903
dormir cuando el 1.003 se agita; porque,
corrio no sé su nombre ni usted sabe el mío,
nos vemos reducidos a ser dos números, dos
números unidos entre decenas de otros. Yo,
el
1.3, limito al este con el 1.005, al oeste con
el 1.001, al sur con el océano Atlántico y
debajo con el 903, que es usted. Todos estos
números son respetuosos y silenciosos; tan
sólo yo y el océano Atlántico hacemos algo
de ruido y funcionamos fuera de los horarios
civiles; sólo nosotros dos nos agitamos y
alborotamos al sabor de la marea, de los
vientos y de la luna. Prometo sinceramente, a
partir de las 22 horas, adoptar de hoy en
adelante un comportamiento de manso lago
azul. Lo prometo. El que venga a mi casa
(perdón, a mi número) se verá invitado a
retirarse a las 21,45 y le diré: el 903 necesita
descansar desde las 22 a las 7; luego, a las
8,15 debe dejar el 783 para tomar el 109 que
lo llevará hasta el 527 de otra calle, donde
trabaja en la sala 35. Nuestra vida, amigo mío,
está toda ella numerada; reconozco que sólo
puede resultar tolerable cuando ningún
número molesta a otro, sino que lo respeta
permaneciendo dentro de los límites de sus
guarismos. Le pido disculpas, y prometo
92
guardar silencio...
Pero séame permitido soñar con otra vida
y otro mundo, donde un hombre llame a la
puerta de otro y le diga: Amigo, son las tres
de la mañana y he oído música en tu casa.
Aquí estoy. Y ei ouu ie responda: Entra,
amigo, come ue mi pan y bebe de mi vino.
Aquí estamos bailando y cantando, pues
hemos descubierto que la vida es corta y la
luna es bella. Y él se traerá a su mujer, y los
dos se encontrarán con un montón de amigos
entonando canciones para agradecer a Dios
el brillo de las estrellas y el murmullo de la
brisa de los árboles, y el
1!
alguna intervención
inspiración en la experiencia
milagrosa religiosa
de Dios.
pasada
Se
de Israel,sin
trataba, en duda,
las profecías,
de una bajo esperanza popular
el impacto de
de carácter
los nuevos factoresreligioso-nacionalista
socio-religiosos. En muy ese
clima vivióenJesús.
difundida el ammente
Y dentro üe este
de élperiodo.
anunció el
reino
Otrodemodelo
Dios, enera continuidad y en ruptura
el que se expresaba en la
con el mismo.
doctrina rabinica del ocultamiento presente y
la manifestación
Los modelos de futura
reino deldereino
Diosdepresentes en
aquel momento histórico se influyeron
mutuamente y se mezclaron en la mente de
los judíos. A pesar de eso, es posible hacer
algunos cortes didácticos que distinguen
tendencias profundas diferentes. R.
Schnackenburg elabora una triple expectativa
del reino de Dios en medio del judaismo
tardío 23 , que sintetiza muy bien el
maremagnum ideológico-religioso de aquel
período.
Estaba fuertemente asentada la esperanza
en un reino polí- tico-mesiánico de un retoño
de la casa de David. Reino mesiá- nico
terreno, en el que el mesías davídico ejercería
un papel decisivo, creando una situación de
paz, de prosperidad, de fecundidad, de
longevidad, sin sufrimiento, en donde se
practicaría la justicia, la santidad, la piedad, la
adoración de Dios. Para ello habrían de ser
exterminados los enemigos, especialmente
los dominadores romanos. Jerusalén sería
purificada, los israelitas se reunirían, de forma
que Dios podría reinar por medio de su
ungido sobre Israel, sobre los pueblos, sobre
el mundo. Los paganos acudirían desde lejos
a adorar a Yahvé y a cumplir su ley. Estas
aspiraciones aparecen con claridad no sólo
en los escritos del judaismo (Salmos de
Salomón 17; Jubileos l,17s.28; 23,26-31;
Testamento de Judá 22,2s; 24,5; etc...), sino
también en las reacciones espontáneas de los
discípulos de Jesús
- 3 R. S CHNACKENBURG . Reino
(Me y reinado de Dios 11,10;
10,37;8,32; Estudio Le
bíblico-teo/ógico. Fax, Madrid I9741.
19,11; 22,38; 24,21;
He 1,6). Los zelotes llevaban estasaspiraciones 105
hasta el ex
Dios, de modo especial por la fidelidad en el
cumplimiento de la Torah. El reino de Dios
estaría oculto fundamentalmente debido a la
culpa de Israel. Tuvo sus momentos de
esplendor en el pasado: la liberación de
Egipto y la promulgación de la Ley. Ahora
estaría a la espera de otros momentos
futuros, especialmente de los días del mesías.
La Ley quedaría restablecida en todo su
esplendor. Israel se convertiría a la
observancia exacta de la Ley, y así se haría
visible el dominio de Yahvé no sólo sobre
Israel, sino también sobre el mundo y la
historia. La dimensión ético-religiosa se
prolongaría hacia dentro de lo so- cial-
escatológico. Se impondría una conversión a
la Ley, ya que Dios no podría seguir
permitiendo que los hombres despreciasen
los derechos divinos. Algún día lo
reconocerían como Rey. Incluso otros
pueblos reconocerían el monoteísmo y
asumirían sus consecuencias. En una palabra,
el reino de Dios se establecería en todo su
esplendor. Obra sobrenatural, de dimensión
individual y social, de cumplimiento de la Ley
y de salvación por medio de ella.
El clima apocalíptico llevaba ya más de dos
siglos influyendo en la mentalidad judía.
Dentro de ese horizonte despunta la
expectación apocalíptica del reino cósmico y
universal de Dios. En resumen, el período del
tiempo terreno, malo, viejo e insanable,
sucumbiría dejando sitio a un período bueno,
nuevo y diferente, en virtud de la exclusiva
intervención de Dios. Ese reino escatológico
de Dios irrumpía sobre las ruinas del tiempo
presente y de las realidades terrenas. La
figura del Hijo del hombre estaría
íntimamente ligada a esta acción de Dios.
Esta concepción del reino exigiría de los
judíos
106 una actitud de expectativa pasiva en
relación con su acontecer —pura y absoluta
iniciativa de Dios—; pero también de severi-
dad ética para escapar del juicio de Dios, que
podría sobrevenir a cada instante. Se abriría
la posibilidad de salvación para los gentiles
justos, que estarían incluidos entre los
elegidos. Todos pasarían por terribles
angustias, que caracterizarían a la venida del
reino. Los escritos del libro de Daniel
(capítulos 2 y 7) y de Henoc etíope (capítulos
37-41) ofrecerían muchos elementos para
esta expectativa. El lugar de su llegada no
sería ya Israel, sino toda la tierra renovada,
purificada, junto con la Jerusalén celestial o el
dualista, espiritualizante, supramundano,
marcaría esa venida del reino de Dios.
En todos estos modelos se escondía la
expectativa de que estaba a punto de
acontecer algo importante por parte de Dios.
La situación presente del pueblo contrastaba
demasiado con las promesas de Yahvé en la
Escritura. Se vivía en un terreno bien
abonado para que surgieran revolucionarios
armados (zelotes), grupos carismáticos
espirituales (Qumrán), escuelas doctrinales
(fariseos), grupos acomodaticios (herodianos
y otros) en medio de las fuerzas de
dominación. En este remolino de ideas, de
proyectos, de expectativas, de movimientos,
de tendencias, surgió un hombre lleno del
Espíritu
2.2. de Dios
Predicación que depredicaba:
y praxis Jesúsde Dios«Se ha
cumplido el tiempo
en relación y el
con el yreinoreino es in-
deen el avengelio»
minente.
Dios Arrepentios creed
(Me 1,15).
El ambiente cultural-religioso en que vivió
Jesús estaba impregnado de la expectativa
escatológica de la cercanía de Dios, de la
experiencia de la acción interventora de Dios
en la historia, de la espera del reino de Dios
bajo diversas formas, vivida por diversos
movimientos religiosos o político-religiosos.
Jesús se situará delante de ellos
manifestando con claridad en sus
predicaciones y en su obrar cuál era la
conciencia que él tenía de esa cercanía de
Dios, de ese reino de Dios.
Para Jesús, como hijo de la más limpia
tradición israelita, el reino de Dios es
fundamentalmente una acción soberana y
libre de Dios. La iniciativa viene de Dios. Toda
la realidad del reino arranca de la libertad de
Dios. El reino es de Dios. Está en cuestión la
voluntad soberana de Dios. Y esta acción, vo-
luntad ransa de Dios se manifiesta en su amor
salvífico universal. La cercanía de Dios es en 107
su base salvación, amor que perdona. Dios
abre al hombre pecador un nuevo futuro. Ese
futuro deriva su posibilidad y su viabilidad,
en último análisis, del amor salvífico de Dios,
a pesar de la condición humana de pecado. El
reino de Dios sólo se entiende a partir de
Dios, que se acerca salvadoramente al
hombre. Es el reino de un
Dios vuelto hacia los hombres, con un rostro
de amor, como gracia y como don. Es
cercanía salvífica de Dios.
Esta cercanía de Dios está, en primera
línea, cargada de alegría, de paz, de felicidad.
En este sentido Jesús muestra cierta ruptura
con su precursor Juan Bautista. Juan carga las
tintas en el juicio: «Ya está el hacha puesta a
la raíz de los árboles. Y todo árbol que no dé
buen fruto será cortado y arrojado al fuego»
(Mt 3,10). Lucas da la impresión de que
quiere mostrar la ruptura de la predicación
de Jesús en relación con la de Juan en dos
momentos. Sólo pone la proclamación
solemne de Jesús por el bautismo después de
que Juan está ya encarcelado, dejando por
tanto el bautismo de Jesús sin un bautizador
(Le 3,19-20; 3,21-22); y en otro momento
hace terminar en Juan la ley y los profetas,
pan indicar que desde entonces el reino de
Dios está siendo anunciado (por Jesús) y
todos se esfuerzan en entrar en él (Le J 6,16).
Así pues, si Juan hablaba del juicio inminente,
Jesús habla de misericordia (Le 15). Si Juan
habla de una cercanía amenazadora de Dios,
Jesús hablaba un signo de alegría (Le 1,14;
2,10; 10,17; 15,7.10; 24,41.52). En el fondo,
para Lucas, la presencia de Jesús es señal de
alegría. Es señal del amor benevolente de
Dios a los hombres.
A pesar de este aspecto luminoso del reino
de Dios, es también discernimiento, juicio. El
que rechaza la invitación al banquete, no
podrá gozar de él; quedará eliminado (Le
14,24). El que no tenga el traje nupcial, será
apartado del festín y echado a las tinieblas
exteriores, donde habrá gemidos y rechinar
de dientes (Mt 22,13). El que resulte que es
cizaña en la cosecha, será atado en haces
para ser quemado (Mt 13,30). El que sea mal
terreno, no dará frutos para la vida (Mt 13,3-
108
• — -
I
I
t an to
144
Capítulo III
LA MUERTE EN LA PERSPECTIVA
CRISTIANA
( J. B . L I B AN I O )
«Pero él
desconocía ese
hecho
extraordinario: que
el obrero hace la
cosa y la cosa hace
al obrero.
De modo que cierto día
al cortar pan en su
mesa, el obrero se vio
lleno de una súbita
emoción, al comprobar
asombrado que todo en
aquella mesa —el vaso,
el plato, el cuchillo—
era él quien lo había
hecho, él, pobre y
humilde obrero, obrero
de la construcción» 7.
Y el poeta sigue mostrando cómo la
conciencia del obrero se fue poco a poco
construyendo en su interior hasta llegar a la
dimensión de la poesía y de la capacidad
crítica. Obrero de la construcción, porque
construye el mundo y se construye a sí
mismo, al incorporar a sí el mundo, la
historia, las relaciones creadas. Como
persona, el hombre es un nudo de relaciones,
un centro de irradiaciones intersubjetivas, un
entrelazado de ligaciones personales. Cada
relación y cada decisión es única e irrepetible.
No se trata de un juego cuyas cartas puedan
repetirse, desordenarse, alterarse. Cada carta
que se pone sobre el tapete tiene un
significado definitivo. Alea jacta est: la suerte
está echada; esta frase no vale sólo de César
al pasar el Rubi- cón, sino de cada acción
humana hecha con libertad y conciencia.
Así como el hombre, en cuanto naturaleza,
tiene su curva biológica —comienzo,
crecimiento, mantenimiento y descenso hasta
la extinción vital—, las decisiones humanas
trazan por su parte una línea existencial. Hay
una relación entre las dos, pero no una
simetría necesaria. Puede estar todavía en
aumento creciente la curva biológica,
mientras que la línea existencial da ya señales
de7 V.esclerosis. Y viceversa.
DE M ORAES , Antología poética, Ed.¿Quién
de autor,no ha
Rio de
admirado
Janeiro 1960el2
esplendor de la ancianidad de un
306.
Tristán de Ataide? ¿Quién no se ha
sorprendido al ver al teólogo K. Rah- ner
154
hasta el final de su vida producir textos de
una claridad y coraje realmente juveniles? ¿Y
quién no se entristece al ver a ciertos
jóvenes, en su esplendor biológico,
mostrando ya señales claras de decadencia,
de desánimo, de senilidad precoz en el
enfrentamiento con su existencia?
A su vez, la fuerza biológica puede y
debería ser en principio una enorme ayuda
para impulsos del espíritu, un coraje para
crear nuevas relaciones, un entusiasmo para
arrastrar la vida, una capacidad para superar
los espacios estrechos del narcisismo y del
egocentrismo cobarde, arrastrándolo en un
movimiento de comunión, de comunidad, de
amor, de contacto, de comunicación. El
hombre como persona es fundamentalmente
una salida del aislamiento, del
ensimismamiento, para comunicarse con el
mundo, con la historia, con las personas, con
Dios.
La muerte se hace presente en relación
con el hombre-naturaleza como el final de la
fiesta. La muerte se hace presente —o puede
hacerse presente— en relación con el
hombre-persona como decisión asumida.
Decisión que no se concentra solamente en
los últimos momentos de conciencia, sino
que atraviesa toda la existencia. Muerte
siempre presente, hasta el punto de hacer del
hombre un ser-para-la-muerte (M. Heideg-
ger). El hombre tiene la capacidad de tener el
futuro siempre presente. Y la muerte es
futuro irremediable que, conjugado con la
conciencia de la fragilidad histórica de cada
momento, hace estar siempre presente a la
muerte-futuro. Y por eso es una muerte
situada en el horizonte de las decisiones de
cada momento. La muerte, como última
posibilidad en el tiempo y como radical en su
comprensión, acaba siendo una presencia
que afecta a todas las decisiones. Las
relativiza. O, más exactamente, las absolutiza,
en el sentido de que revela su carácter de
definitividad, de irrepetibilidad.
El hombre se siente desgarrado por dentro
en relación con la muerte. Su naturaleza
camina inexorablemente hacia la muerte. Su
persona se comprende destinada a la vida, 155 a
la comunión con los demás. P. Ricoeur
observa atinadamente que, «si el ser vivo se
dirige hacia la muerte por un movimiento in-
terior, lo que lucha contra la muerte no es
algo interior a la vida, sino la conjugación de
un mortal con otro mortal. Es lo que Freud
llama Eros; el deseo del otro está
inmediatamente implicado en la posición de
Eros; es siempre con algún otro con lo que el
ser vivo lucha contra la muerte, contra su
muerte, que él persigue aisladamente,
separadamente, a través de largos rodeos de
adaptación al medio natural y cultural.
Freud no busca el impulso en algún querer
vivir inscrito en cada uno: en el ser vivo
aislado sólo se encuentra la muerte» 8 .
En términos bíblicos, la muerte es kénosis
—humillación— y doxa —glorificación—;
kénosis, porque revela el aspecto de angustia,
de inseguridad, de debilidad, de miedo. La
muerte es consecuencia del pecado. Porque
aquel hombre sin pecado, que habría de
morir sin duda biológicamente, pero en tal
transparencia de Dios que podría
considerarse inmortal exis- tencialmente,
nunca ha existido históricamente. La muerte
biológica no procede del pecado. Pero la
muerte existencial, sí. Se trata de esa muerte
tan concreta con que morimos.
Las primeras páginas de la Biblia están ahí
para mostrar ese destino doloroso del
hombre. Ese Edén de la inmortalidad se
encuentra cerrado por los querubines, de
espada flameante, que lo guardan. Es la
defensa contra los sueños de inmortalidad
del hombre, contra la búsqueda de la fuente
de la eterna juventud. «Ciertamente morirás»
(Gén 2,17) o, según la tradición literal,
«morirás de muerte», en la forma pleonástica
del Yahvista: aparece como un decreto desde
el comienzo de la humanidad, como
consecuencia de la desobediencia al precepto
de no comer del fruto del árbol de la vida. El
concilio de Cartago, en el año 418, condena a
quien afirme que el primer hombre sería
mortal, tanto si pecase como si no, de tal
modo que moriría, es decir, saldría del
cuerpo, no por causa (mérito) del pecado,
sino por necesidad de la naturaleza (DS 222).
Tanto la interpretación del Génesis como la
del concilio ha llevado a muchos teólogos a
ver en8 la misma muerte biológica un castigo
P. Ricoeur, De l’Interprétation. Essai sur Freud,
del pecado. El hombre Scuil, en laParís
gracia
1965,original
287.
gozaría
156 de inmortalidad debido a un
privilegio. Entendiendo mejor el horizonte
histórico-salvífico de la Escritura, y por
consiguiente el de la interpretación del
concilio, la afirmación se refiere más bien a la
condición de la muerte. De hecho, morimos
en el seno de una humanidad pecadora F , l
p en ar lo n os rn r le a Fru to de nuestras decisiones
¡Que te rondaré,
morena, vestido de
espera y gloria!
IT? A / J r l o
¿qué es tu victoria?
¡El, con su muerte,
fue tu derrota!)» 11.
La muerte es animal. Tiende a
animalizarnos. Sólo se humaniza asumida en
libertad y activamente. En la fe, se cristianiza.
Una cristianización que no niega lo animal de
la muerte y lo humano de la libertad. La
dimensión cristiana de la muerte no le niega
el ser precio del pecado. No le quita el dolor
y la angustia. El redentor de la muerte pasó
por el dolor y por la angustia para que
nuestros dolores y angustias fuesen menores.
Las ideas centrales de la teología de la
muerte, como acto personal, se reducen al
entrelazamiento de la muerte con el pecado y
a la victoria de Jesús sobre ambos. Fuera del
ámbito de Cristo la muerte se manifiesta en
su forma antidivina, satánica, doblemente
mortal. La Escritura conoce incluso la
expresión de «muerte segunda»: «Los
cobardes, los incrédulos, los depravados, los
homicidas, los fornicarios, los hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su
herencia en el estanque ardiente de fuego y
de azufre: ésta es la muerte segunda» (Ap
21,8). La muerte segunda es el lago de fuego,
adonde serán lanzados la propia muerte y el
abismo (Ap 20,14). La muerte primera perdió
su fuerza ante la muerte y resurrección de
Jesús (1 Cor 15,54ss).
Para que la muerte de Cristo sea victoria
para el cristiano concreto, es necesario que
viva con Cristo y que, para ello, muera con él.
Los dos caminos presentados son los sacra-
mentos y la caridad.
Por el bautismo el cristiano queda
incorporado a la muerte y resurrección de
Cristo (Rom 6,3-11; Col 2,12). Se le da el
Espíritu Santo para que viva esa nueva vida (1
Cor 12,13; Gál 3,27; 2 Cor 1,22; Ef 1,13; 4,30;
Tit 3,5). El mismo rito del bautismo en la
forma de inmersión simboliza esta
participación en la muerte —el catecúmeno
160
se sumerge en el agua— y en la resurrección
—el catecúmeno se levanta—; y a cada
inmersión y emersión sigue un acto de fe en
una de las personas de la Trinidad. ivíuiiCnuu y
icauciiaimu Miiiuóiicaiiieme se inserta uno en la
fe cristiana por la confesión del dogma
central de la Trinidad.
En el sermón del pan de vida, hablando
Juan en dos niveles simultáneamente de la fe
y de la eucaristía, relaciona el pan del cielo —
alusión al maná-— con el misterio de la
encar-
nación y muerte de Cristo: pan de Dios que
baja del cielo y da vida al mundo (Jn 6,33).
Alusión directa a su muerte como fuente de
vida. Y para participar de esta muerte que da
la vida, es necesario comer de él (Jn 6,50). Y
de modo todavía más claro: «Yo soy el pan
vivo bajado del cielo. Si alguien come de este
pan, vivirá eternamente, y el pan que yo daré
es mi carne para vida del mundo»
(Jn 6,51).
El mismo Juan en su primera
epístola vuelve a tratar el
tema de la vida. Lo relaciona con la caridad.
«Nosotros sabemos que hemos pasado de la
muerte a la vida, porque amamos a los
hermanos» (1 Jn 3,14). Y ese amor no tiene lí-
mites. «En esto hemos conocido el amor: en
que él ha dado su vida por nosotros; y
nosotros debemos dar también la vida por
nuestros hermanos» (1 Jn 3,16).
Queda así trazado el camino
de ir muriendo durante la vida
hacia la vida:
sacramento y caridad. No comodos
cosas, sino
como dos expresiones de una realidad única:
imitar y seguir a Jesús. Como él entró dentro
de la muerte, la redimió a partir de su
interior. Jesús entró en el túnel oscuro de la
muerte y al final nos reveló la inmensa luz del
amor del Padre que resucita. Ahora ese túnel
ha perdido su carácter monstruoso y terro-
rífico, porque sabemos que al final del mismo
hay luz. Evidentemente, la luz del final del
túnel no excluye que el camino dentro de él
sea oscuro y tenebroso. Pero la certeza de la
luz nos sostiene en su recorrido.
Los hombres del Antiguo Testamento
consiguieron conOS su fe en
Salmos. Yahvé
Estrutura, llegar tan
cometido
muertee no
12
lejosL. Stadelmann,
mensagem,queVozes,
entendieron que(Salla73).
Petrópolis, 270
puede ser la última palabra y que el sheol no
podría vencer el poder de Dios. Así 161 el
salmista, en el salmo 73, superando la teoría
de la retribución en esta vida, indaga sobre la
11. — Escatología..
illusione
La o spe- ranza?,
liturgia Soc. Ed. Internazionale, Torino
antigua nos hacía rezar en las
1982, 42.
letanías:
166 «¡De la muerte súbita y repentina,
líbranos Señor!». En el fondo de esta petición
se escondía el deseo de una muerte
preparada y esperada, acompañada de las
oraciones y sacramentos de la Iglesia. El
mundo burgués invirtió la perspectiva de la
muerte deseada por el fiel. Muerte no
percibida, muerte escondida por la ilusión de
sanar o ahogada en la inconsciencia química
de las drogas. En una palabra, muerte abolida
del horizonte de la
conciencia, de la reflexión, evitando así el
impacto metafísico de la irrupción de la
muerte, con todo lo que tiene de perturbador
del goce de vivir.
Se habla ya de un american way of death,
«modo americano de morir» i6 . Muerte
civilizada, sin angustias. Se utilizan las
técnicas modernas para borrar cualquier
rastro de la muerte en la sociedad de los
vivos. Se crea una verdadera «ciencia
mortuoria». Se centra la atención en los
parientes del muerto. Se estudian sus
condiciones emocionales para neutralizar
todo lo que hay de penoso, de triste y de
lamentable en la muerte de los familiares,
como el sentimiento de culpabilidad, las per-
turbaciones interiores, el dolor, las lágrimas,
la desesperación. Se crea la situación
emocional más favorable para los parientes y
amigos. Se camufla todo lo que hay de
repulsivo en la presencia del muerto. Se
produce la impresión de que la persona no
ha desaparecido, presentándola
externamente a través del maquillaje en la
condición en que a los familiares les gustaría
verla. El ambiente general se arregla
cuidadosamente a fin de trasformar la muerte
mediante recursos estéticos y terapéuticos en
un acontecimiento feliz para los
circunstantes. Se examinan y se subliman los
deseos instintivos. Se explota el deseo dc los
familiares de volver a la normalidad de la
vida y se utiliza para ello su vulnerabilidad
afectiva. Se cultiva la vanidad familiar,
usando el símbolo del estatus social, del
deseo de ver al muerto seguir viviendo en la
historia como hombre famoso. De esta forma
el sentido de bienestar, de confort, de
seguridad
J. M ITFORDde las personas presentables
New York se
al . The american wav of death,
16
trasfiere
1963; muerto
cf «Concilium» 32 en una continuidad
(1968)336-339. ' que
elimina el impacto de la muerte. En una
palabra, la muerte se ve libre de todo lo que 167
parezca ser un golpe radical que perturbe la
tranquilidad de la sociedad burguesa. Y para
terminar toda esta escenificación, el mismo
cementerio toma la forma de «parque de la
colina», donde los visitantes sienten más bien
el deseo de descansar, de gozar de la belleza
que los louea, amena y d^iauciuit, ijut ue numi u juj
rimCriCo. Mu sicas suaves y armoniosas acaban
rodeando el ánimo de todos en una
atmósfera distendida y placentera. Y para
preparar técnicos a la altura de estas
exigencias no faltan instituciones aca
démicas, como el San Francisco College of
Mortuary Science. Así, para cada 7.000
personas hay en Estados Unidos un agente
funerario adiestrado. En una palabra, ¡se nace
burgués, se vive burgués y se muere burgués!
El silencio burgués sobre la muerte no
pretende tan sólo apartar toda amenaza a la
felicidad y al goce de vivir, sino también
superar toda culpabilidad en relación con la
muerte injusta y precoz de tantos pobres,
como si ésta no tuviera nada que ver con su
condición burguesa de clase. La ideología
burguesa de la felicidad rechaza toda idea de
muerte que le quite su punto de apoyo. La
ideología burguesa del silencio sobre la
muerte de los pobres oculta las decisiones
políticas de su clase que acaban siendo
destructivas para la vida de los pobres. La
ideología burguesa dispone de una enorme
habilidad para no encontrarse nunca con la
desnudez escandalosa del hecho de la
muerte, que perturba su conciencia de
felicidad y de justicia. La muerte
desenmascara todo esto, poniendo fin a la
alegre fiesta de la vida burguesa y
denunciando la responsabilidad política por
tantas muertes.
21
G. Gottes Heil - Gliick des Menschen,
G reshake.
LA RESURRECCION DE LOS
MUERTOS Y EL FIN DEL MUNDO
(J. B. LIBANIO )
Brasil, cede
en «REB» su 46-73.
28 (1968) lugar a la expectativa
inminente de un reino terreno —
milenarismo—
180 o celestial —fin del mundo—,
donde la realidad humana quedará
totalmente transformada. El as
pecto religioso de movimientos como el de
Canudos o Contestado se puede interpretar
por esta comprensión tradicional de la
escatología. De hecho, después de los dos
primeros siglos se fue abriendo paso esa
lenta bifurcación en la cristalización de los
horizontes escatológicos. La religión popular
conservó más el aspecto de la inminencia de
la consumación de la historia mediante la
venida de Cristo glorioso o, por lo menos,
mediante una transformación radical del
mundo con el comienzo de una edad de oro
donde habría de ser real la justicia, la
igualdad y la abundancia de bienes. La
teología más elaborada, que encontró en
Benedicto XII su expresión oficial más explí-
cita, hizo un corte claro entre la consumación
final, con el juicio final y con la resurrección
universal de los hombres, y el destino
individual después de la muerte, apoyado en
la fe en la inmortalidad del alma.
En la medida en que existe entre nosotros
esa capa profunda del catolicismo tradicional
pretridentino, devocional y fácilmente
accesible a entusiasmos escatológicos, los
movimientos milenaristas y mesiánicos han
encontrado abundante espacio para
desarrollarse, aunque bajo formas más politi-
zadas.
El catolicismo popular refleja ante todo
esta predicación duradera e insistente de la
Iglesia, que repite desde hace siglos el
esquema consagrado de modo oficial en la
edad media, al que nos referíamos
anteriormente. Se hizo un corte entre la es-
catología individual y la colectiva, situándolas
en tiempos distintos. La resurrección final
salió del horizonte normal de la conciencia.
Sigue figurando en todos los credos. Pero
perdió su importancia existencial, para
confundirse con el escenario apocalíptico del
final de los tiempos. De vez en cuando 181 la
resucita «proféticamente» algún mensajero
exótico, anunciando ese fin próximo,
generalmente por causa de las maldades
humanas.
En este punto se distancia mucho del
horizonte de san Pa- bio. Este necesitaba
todavía tranquilizar a sus interlocutores sobre
el destino de los difuntos con ocasión de la
venida del Señor (1 Tes 4,13-18), ya que la
expectativa era más bien la de que todos
estarían vivos para entonces. En este sentido
el problema del «tiempo intermedio» entre la
muerte y la resurrección no estaba en la
conciencia de los cristianos. Hoy, por el
contrario, la resurrección ha pasado a ser un
apéndice de la fe católica popular. Se trata de
un aumento de felicidad o de castigo para el
alma, que es ya feliz en el cielo o está
condenada en el infierno.
En lugar de la resurrección de los muertos
ha pasado a ocupar el primer plano la
enseñanza sobre el destino individual, que ha
de decidirse en el momento de la muerte. De
esta manera, la gran categoría popular es el
alma. Todo gira en torno al alma. Se piensa
en la propia alma, que hay que salvar. Se reza
por las almas de los difuntos. Se invoca a las
benditas ánimas del purgatorio. Se intenta
liberar a las «almas penadas» de sus
obligaciones no cumplidas.
Cuanto más conservadora es una región
desde el punto de vista religioso, más se
observa la profundidad de esta concentración
teológica sobre el destino del alma, mientras
que la resurrección de los muertos se pierde
en los horizontes sumamente lejanos del final
apocalíptico del mundo y de la historia.
La palabra «alma» es el soporte lingüístico
de una visión profundamente dualista y
espiritualista, donde el cuerpo, la historicidad
del hombre y del mundo, las realidades
cósmicas no encuentran resonancia ni
relevancia. Esta concepción lleva a dos
actitudes prácticas de consecuencias socio-
políticas: la paciencia y la falta de
compromiso. Paciencia para soportar las
amarguras de la vida, las carencias y las
penurias materiales, los sufrimientos y las
miserias de la existencia. Todo esto está en
cierto modo ligado al mundo, a la materia, al
cuerpo. Y con la muerte el alma se libra de
todo ello para entrar en la vida
bienaventurada. Paciencia que toca los límites
del conformismo, del fatalismo, de la
pasividad. Y además de ello, se vive en una
falta
182 de compromiso con las transformaciones
sociales y políticas. Tiene ahí su fundamento,
entre otras causas, el desinterés político entre
estos sectores religiosos tradicionales.
Alienación política apoyada en un horizonte
religioso espiritualista, dirigido hacia el
destino del «alma» separada del cuerpo, de la
historia, del mundo. El «alma» deja todo eso
tras de sí, como un vencedor que sale de la
arena. El cuerpo, el mundo, la vida en la tierra
no pasan de ser una prueba, un test, una
situación provisional. Tan sólo interesa el
destino del alma.
Este cuadro religioso está siendo
bombardeado desde varios ángulos. Por un
lado, la Iglesia posvaticana ha introducido
una clara inflexión en sus predicaciones. Casi
ha llegado a abolir el término «alma». El
ritual romano lo ha sustituido por otras
formas. La invocación antes de la comunión,
de resonancia bíblica, donde se pedía que
quedara sanada nuestra «alma», ha asumido
la nueva forma: «Una palabra tuya bastará
para salvarme». Así, en otros lugares, el
término «alma» ha sido sustituido
sintomáticamente por persona, por un
pronombre personal. Además de esto, los
predicadores, a los que se considera
actualizados, evitan el término «alma». En la
proclamación de las intenciones de la misa se
prefiere decir el nombre de la persona sin
poner delante la fórmula «el alma de».
Más importante que este cambio
semántico en el lenguaje eclesiástico están
las prácticas pastorales, que se realizan sobre
todo en las comunidades de base. Y en el
seno de estas comunidades esta predicación
tradicional, apoyada en el corte entre el
destino del alma y la resurrección final de los
muertos, está sufriendo un gran
cuestionamiento. Y tal vez por dos razones
fundamentales.
En Israel, la experiencia del martirio de los
Macabeos hizo madurar la fe del pueblo en la
resurrección de los muertos. Sus elementos
estaban ya allí. Faltaba tan sólo la mecha que
produjese el incendio. Y el martirio de los
judíos fieles a la fe en Yahvé les llevó a
preguntarse por su destino. ¿El sheol? ¿La
nada? ¿La posteridad? ¿El puro recuerdo?
¡No! ¡La resurrección! Pues bien, nuestras
comunidades de base han conocido y
conocen la persecución hasta el martirio,
debido a su lucha justa y noble en defensa de
los derechos humanos inalienables 183 e
irrenunciables. El esquema tradicional de
«alma separada» no da cuenta de este
carácter comunitario, colectivo, de la lucha y
de la muerte. Es una muerte en íntima
relación con la causa de los pobres. Las
comunidades de base de Sao Paulo
expresaron claramente esta dimensión
cuando cantaron la muerte de su hermano, el
obrero Santos Dias:
«Santos, la lucha va a continuar;
tus sueños van a resucitar;
los obreros se unen para luchar;
¡por tus hijos va a continuar!».
Esta Iglesia de base, consciente de las
responsabilidades sociales y políticas
dimanadas de la fe, se pregunta por el
sentido y por la realidad de carácter
definitivo de sus luchas, de su martirio, en el
doble aspecto personal y comunitario. Parece
poco responder con el destino del alma
después de la muerte y con la alusión a una
resurrección final que habrá de suceder en un
horizonte tan remoto, imprevisible. El dogma
central de la resurrección tiene que decir
algo a esas comunidades en el sentido de
una esperanza en relación con el futuro y de
aliento en relación con lo definitivo ya
presente en las luchas y en el martirio de las
comunidades.
La otra razón proviene de la influencia del
cuestionamiento suscitado por las clases
ilustradas, y que llega hasta las populares
sobre
1.2. Lostodo por ilustrados
sectores medio de la predicación de
los agentes de pastoral, clero o laicos. Hace
tiempo que éstos
Las sacudidas se venenatormentados
sísmicas por
el suelo religioso
estas
de las cuestiones modernas
capas populares y acaban
son ciertamente
inyectándolas
reales, pero enenunlasgrado
venasrelativamente
de la religiosidad
bajo
popular
en tradicional.
la escala de Richter. Entre los sectores
ilustrados el panorama se presenta de forma
muy diferente.
La sedimentación teológica se ha realizado
de manera semejante. Las predicaciones y las
instrucciones catequéticas habían afirmado el
mismo esquema dualista y espiritualista. La
teología de santo Tomás se había construido
con originalidad y rigor teórico. Se había
intentado con éxito una síntesis que tuviera
en consideración los datos bíblicos, las
intuiciones platónicas y la metafísica
aristotélica. De la fe bíblica se había here-
dado el dato de la creación del hombre por
Dios, del hombre Cu au íoUuúaú, u<iúd cu éi
es divino por naturaleza; no hay nada de un
alma divina, preexistente, que se encarna y se
184
reencarna hasta que, libre de la materia,
volviera a su estado natural, puramente
espiritual, para contemplar las ideas per-
fectas, puras, divinas. La tradición griega de
cuño platónico le había ofrecido el elemento
de la espiritualidad del alma, de su
indestructibilidad por obra de la muerte.
También Aristóteles conocía un alma
espiritual, para contemplar las ideas
perfectas, puras, divinas. La tradición griega
de cuño platónico le había ofrecido el
elemento de la espiritualidad del alma, de su
indestructibilidad por obra de la muerte.
También Aristóteles conocía un alma
espiritual, pero universal. De él aprendería
santo Tomás la relación entre materia y
forma, entendiendo el alma como forma del
cuerpo; no ya, como Aristóteles, una forma
que perece con el cuerpo, sino una forma
espiritual que no se destruye en la muerte,
pero que tampoco se espiritualiza por
completo; mantendrá una relación
trascendental con la materia; el alma
garantizará la continuidad del ser humano y
la unicidad de su cuerpo, ya que es su forma;
ella organiza el cuerpo, hace de la materia
prima un cuerpo humano; el alma racional es
la única forma del hombre; recibe su ser sólo
de Dios ya como forma del cuerpo, no
anterior a él. Tomás llega incluso a afirmar
que el alma es más perfecta cuando está
unida al cuerpo que cuando está separada de
él 4 .
La vinculación entre el alma y el cuerpo
para santo Tomás se hace en el orden del
existir y en el del conocer. Por eso el alma
separada dice relación profunda a su cuerpo.
Nunca se transformará en «puro espíritu».
Siempre conserva un aspecto de
mundanidad, de corporeidad, de historicidad.
El alma en la tierra sólo puede conocer
utilizando imágenes, convirtiéndose ad
phantasmata. El alma separada se diferencia
de los ángeles en el ser y en el conocer. Al
insistir en estas afirmaciones santo Tomás
retiene,
4
5. Th.,por consiguiente,
1.89-1 el carácter
y 2 ad primum; I,90-4c; I,118-3c. de
relación con la materia, el mundo y 185 la
historia, sin usar evidentemente estos
términos. El conocimiento a partir de lo
sensible, como la forma natural y digna del
alma, la marca definitivamente. Incluso
separada no se desliga completamente de
esta condición y mantiene una relación con
este antiguo modo de conocer, y por tanto
de ser. Las almas separadas sólo conocen
it 1 .' *,. 1 1 , • i
aijuwíia:> cu.vis pciia Ljuv C SLC II CU UC I IU uiuuu uticimiiiauaj),
o por un conocimiento anterior, o por alguna
afición, o por una relación natural o por una
divina disposición, a través naturalmente de
las especies, que son semejanzas participadas
de
la esencia divina 5 . Así pues, santo Tomás
vincula el conocimiento de las almas
separadas a los conocimientos precedentes, a
su relación natural, a alguna afición suya.
Ahora bien, esta conexión implica en el ser
del alma separada cierta presencia de ese
pasado, cierta interiorización de su historia,
de sus relaciones con el mundo.
Las predicaciones y la catequesis sufren
necesariamente simplificaciones, sobre todo
en las cuestiones más complicadas y
complejas. Pues bien, la predicación sobre el
destino del hombre en torno a la categoría
del alma separada ha desvinculado del alma
todo ese aspecto de relación con el mundo,
con el cuerpo, con la materia, de la teología
de santo Tomás. La diferencia entre un alma
separada y un ángel —diferencia que santo
Tomás insiste en conservar— desaparece
prácticamente en la conciencia del católico
medio. El alma se lleva de la tierra sus
méritos o deméritos, según los cuales será
juzgada para el premio o para la
condenación eterna.
Este esquema dualista y espiritualista
simplificado era el que de hecho vivía el
católico medio, pero no la teología elaborada
con matices y distinciones de santo Tomás. Y
contra él se dirigieron las baterías de la
modernidad científica, filosófica y teológica.
La posición tomista simplificada se afirma
después de la profesión de fe del emperador
Miguel Paleólogo, leída en la sesión 4. a del
concilio de Lión (1274) ante el papa Gregorio
X, y de la declaración solemne de Benedicto
XII (1334).
Esta posición se impuso con tanta mayor
firmeza cuanto más fácil le resultaba
encontrar
5
formas lapidarias definidas en los
S.Th., I,89-4c.
concilios. Así, el concilio de Vienne (1311-
1312), afectado profundamente por la
186
1.3. Conclusión
La Iglesia se mueve en sus bases. Sus
fieles, concienciados de las implicaciones
socio-políticas del compromiso de la fe,
cuestionan los esquemas teológicos que no
dan cuenta de esas dimensiones. Así, la
posición tradicional, con su corte temporal
entre el destino individual en la hora de la
muerte y el destino colectivo al final de los
tiempos, no responde a una conciencia más
comunitaria, social, de compromiso con la
trasformación del mundo. Estas comunidades
piden un nuevo esquema interpretativo del
contenido básico del mensaje de esperanza
de la revelación.
De modo más agudo todavía, los sectores
ilustrados, inmersos en el pensamiento
científico y filosófico moderno, tanto en el
mundo protestante como en el católico,
buscan nuevos esquemas interpretativos para
la vida más allá de la muerte.
Por eso podemos preguntarnos por los
datos fundamentales de nuestra fe, por la
intención y el significado del contenido de la
revelación respecto al destino último del
hombre, y ver cuáles son los esquemas
1%
interpretativos o los esquematismos
terminológicos que dan cuenta de estos
datos sin distorsionarlos, sin perder ningún
elemento importante o sin imponer
lio v V/UUÜC L ) litUvvpiauivj.
2. Datos imprescindibles de la fe
¿Será posible distinguir entre el núcleo del
objeto de nuestra fe y sus esquemas
interpretativos? ¿Será posible percibir la
intención del contenido y el soporte
lingüístico, ligado a esquemas
terminológicos? El primero gozaría de la
credibilidad infalible de la revelación,
asegurada por el Espíritu Santo; el segundo
participaría de la fragilidad del esfuerzo
humano intelectual de cada época cultural,
que
2.1. creó dicho esquema.
Observaciones hermenéuticas
Hay dos posiciones extremas, que no
parecen dar cuenta de la realidad. Por
consiguiente, son erróneas o, por lo menos,
insatisfactorias. Mirar hacia los extremos de
la escala cromática —negro y blanco— nos
ayuda a percibir mejor el colorido variopinto
de la realidad.
Así, un extremo sería la pretensión de
destilar de la tradición de la Iglesia el dato
primigenio, químicamente puro, de la
revelación de Dios; ése sería realmente el
dato de la fe. Todo lo demás sería
interpretación. Una vez en posesión del
objeto puro de la fe, podríamos relativizar
todo el andamiaje terminológico
interpretativo. Esta posición nos lleva a un
fixismo dogmático.
El otro extremo defendería un entrelazado
profundo entre el dato y la interpretación
que cualquier otra interpretación dejaría ya
de mantener relación con la anterior.
Tendríamos una discontinuidad total entre
los momentos interpretativos. En ese caso, o
tenemos que quedar presos in aeternum
dentro de una interpretación —fixismo
dogmático— o asumir sin miedo un
relativismo interpretativo, sin garantías de
continuidad. Todo dato se pierde al ser
interpretado, ya que el esquema termino-
lógico es indisoluble del dato en absoluto.
La hermenéutica moderna considera ya
conquistada la comprensión de una relación 197
dialéctica entre el dato y la interpretación.
lodo dato es ya interpretado. No exisie uaio
puio. Ei mismo término «dato» sugiere
etimológicamente la idea de que alguien lo
colocó, lo «dio», es decir, le dio un
significado, lo interpretó. Se trata de algo
dado en relación con el conocimiento
humano. Y la interpretación constituye la
esencia, la estructura interna de nuestro
conocer.
Conocemos interpretando. En el acto de
conocer, el dato y la interpretación forman
una unidad de tal forma que no se puede con
el bisturí de la abstracción separar por un
lado el tejido del dato y por otro la
membrana de la interpretación. Sin embargo,
ese dato no agota las posibilidades del
conocer humano. Por ello, en otro momento
cultural en que se perciba con claridad el
límite y hasta la imprecisión de tal interpreta-
ción se puede recoger ese dato en un nuevo
momento interpretativo. Nunca en grado
puro. En ese nuevo momento herme- néutico
percibimos la caducidad del esquema
terminológico superado, aunque el dato esté
ya penetrado por otro soporte lingüístico.
Esto nos impide conseguir aislar el dato en su
carácter químicamente puro.
Nuestra comprensión teológica de una
verdad revelada aparece siempre en una
unidad inseparable de verdad y de formu-
lación, de dato y de esquema interpretativo,
de sentido y de imagen, de Sache y de marco
cultural. Al caducar un marco cultural
conseguimos percibir en aquella unidad
anterior un dato rescatable, pero
necesariamente dentro de otro marco cul-
tural. Y el cuadro cultural anterior es
percibido en su fragilidad y, por tanto, en su
no-obligatoriedad de fe.
Una unidad interpretativa permanece
mientras no se perciba la superación del
marco cultural en que se hizo. Y en ese
período, la exigencia de fe alcanza a ambos,
al dato y a la interpretación. No se rechaza al
uno sin el otro. Es una tarea difícil desligar
ese dato revelado del marco cultural. Hay que
percibir la distinción entre una relación de
necesidad
10
C. M ESTERS intrínseca del urna
, Flor sem defesa: datoexplicagao
y su expresión,
da Biblia a
partir
y una do povo, Vozes, Petrópolis
necesidad 1983, La
lógica. 42-46.necesidad
intrínseca es insuperable, mientras que la
198
necesidad lógica puede ser sustituida por
otra. El proceso interpretativo se ve
amenazado por tres riesgos: dejar perder
algún elemento fundamental de la revelación,
insertar como revelación algún elemento
extraño o, finalmente, captar el elemento
revelado de una forma, adulterada.
Podemos formular de otra manera la tarea
hermenéutica dentro de un triángulo: texto,
contexto y pre-texto 10 . El texto
es el dato. El contexto es la situación eclesial
de fe en la que es acogido y entendido ese
dato. El pre-texto es la situación socio-
política-cultural de la comunidad de fe. El
sentido de la verdad de fe resulta de la triple
relación. Las variaciones en el pre-texto y en
el contexto nos permiten ver cómo un mismo
texto ha recibido y recibe diversos sentidos,
sin violentar a pesar de ello el sentido radical,
la intención del contenido. Ese sentido
radical es el núcleo de la revelación, que no
puede perderse en ningún contexto o pre-
texto, que van creando siempre nuevos
sentidos. Estos nuevos sentidos no pueden
desvincularse fundamentalmente del sentido
radical, sino que son actualizaciones e
interpretaciones históricas del mismo.
Hay dos enemigos que acechan a la tarea
hermenéutica: el fixismo y la arbitrariedad. El
fixismo se pierde en un psita- cismo material,
que puede ser tan herético como el invencio-
nismo arbitrario. Se falta del mismo modo al
respeto de la conciencia de los fieles
imponiéndoles una fijeza literal, un soporte
lingüístico ya desprovisto de sentido, como
forjando arbitrariamente una interpretación
cualquiera.
Evidentemente, en esta empresa
interpretativa la última garantía no nos viene
de nuestras filosofías o de la acribia lingüís-
tica, sino de la presencia del Espíritu Santo,
que está tanto en el origen de los textos
como acompañando a la Iglesia —jerarcas,
teólogos, simples fieles— a lo largo de la
historia para la comprensión correcta de los
textos sagrados, de la revelación.
En este sentido se entiende la
preocupación de la Congregación para la
doctrina de la fe en lo que se refiere a la
fidelidad debida a las verdades
199
fundamentales de la fe. Así, escribiendo una
Carta a los presidentes de las conferencias
episcopales sobre algunas cuestiones
relativas a la escatología, dicha Congregación
previene contra el peligro de «la lenta co-
rrupción y progresiva disolución de algún
elemento del símbolo bautismal», debido a
las discusiones teológicas sobre cuestiones
de la fe, cuyo objeto y cuyo peso no percibe
el pueblo con toda exactitud. Se siente
perturbado cuando no encuentra en las
explicaciones de los teólogos sobre las
verdades del símbolo de la fe aquellas
nociones familiares, aquel modo común
de hablar. En otras palabras, el afán de
interpretar las verdades de la fe y de la
salvación para el nuevo contexto cultural y en
profundo período de modificaciones puede
llegar a adulterarlas 11 .
A fin de evitar estos percances, creemos
importante destacar aquellos puntos
indiscutibles en lo que se refiere al dogma de
la resurrección de los muertos, que ningún
esquema interpretativo puede dejar caer.
6. Conclusión
La primera palabra de Dios fue la creación.
Pero no dijo la primera sin pensar en la
última. Las dijo las dos y las dice siempre,
porque es Dios. La primera creó al hombre
para Dios. La última confirma al hombre en
Dios. La resurrección de los muertos es la
última palabra de Dios sobre el hombre y
sobre toda su realidad cósmica e histórica.
Todo el hombre vive siempre para Dios desde
que muere en el amor, en la justicia, en la
esperanza. La resurrección de los muertos es
la cercanía salvífica de Dios, que termina su
obra llevándola a su consumación espiritual-
corpórea. La resurrección de los muertos es el
acontecimiento último y definitivo a lo largo
de la existencia histórica, con todo el nudo de
relaciones, manifestándose en el esplendor
del encuentro con el Señor glorificado. Por
eso es también parusía. Mirando hacia los
hombres, hablamos de resurrección. Mirando
hacia el Señor, decimos parusía. Analizando la
realidad en su síntesis, el Señor aparece re-
sucitando a los suyos para la vida. «Padre, yo
quiero que también los que me diste estén
conmigo donde yo estoy, para que vean mi
gloria, la que me has dado, pues que me
amaste antes de la creación del mundo» (Jn
17,24).
226
CAPÍTULO V
EL JUICIO DE DIOS Y LA
PURIFICACION PARA EL
ENCUENTRO CON DIOS
(J. B. L IBANIO)
1. El juicio de Dios
Doloroso destino del hombre. Al mismo
tiempo desea y sufre el juicio. Desea el juicio
por un sentido de justicia profundo y por la
experiencia de la precariedad de las justicias
humanas. Sufre el juicio de muchos sobre sí
mismo.
«Creedme, las religiones se engañan —
escribe A. Camus—, desde el momento en
que predican la moral y fulminan los
mandamientos. Dios no es necesario para
crear la culpabilidad, ni para castigar. Para
eso basta con nuestros semejantes, ayudados
por nosotros mismos. Usted me habla del
juicio final. Permítame que me ría
respetuosamente. Yo lo espero a pie firme; he
conocido algo peor, el juicio de los hombres.
Para ellos nada de circunstancias atenuantes;
ni siquiera la buena intención exime de la
acusación de crimen. ¿No ha oído usted
hablar de esa cámara de las torturas que ha
inventado recientemente un pueblo para
demostrar que era el mayor del mundo? Un
hueco enladrillado en donde el reo se
mantiene en pie, pero sin poder moverse; una
puerta sólida que lo deja encerrado en 227 su
concha de cemento y que le sube hasta la
barbilla; sólo se le ve el rostro, sobre el que
todos los guardias que pasan escupen
abundantemente. El prisionero, embutido en
su celda, no se puede limpiar, aunque se le
permite ciertamente cerrar los ojos. Pues
bien, amigo mío, esto es un invento de
los hombres. No han necesitado de Dios para
esta pequeña obra de arte... Le diré un
secreto, amigo mío. No espere al juicio final.
Se realiza todos los días» '.
El escritor francés, irónico y descreído,
refleja sin duda mucho de lo que opinan las
clases ilustradas. Es suficiente con el juicio de
los hombres. Son terribles en su castigo de
los criminales y de los inocentes. Pero
precisamente porque ese juicio confunde en
vez de iluminar los acontecimientos y las
culpabilidades, se desea al mismo tiempo un
juicio insobornable, sin pasiones, sin
intereses, sin corrupción: el juicio de Dios.
final.
Somos juzgados por los acontecimientos,
por innumerables instancias civiles y
eclesiásticas. Los juicios de la historia se ha-
cen y vuelven a hacerse. Cada avance en el
juicio correcto de la historia es un átomo de
1
248
Capítulo VI
INFIERNO Y CIELO: POSIBILIDAD
Y PROMESA
( M A RÍ A C L A R A L . B I N G E ME R )
de ofrecerle.
— El criterio básico a partir del cual el
hombre se autoex- cluye de la salvación y
escoge la condenación es el nivel de su
cerramiento a la relación y a la comunicación,
es decir, su ruptura con el otro. En esto se
mide su apertura o, por el contra
rio, su cerrazón respecto al mismo Dios. Y en
el evangelio ese otro que, desde su alteridad,
al mismo tiempo que invita a la comunión es
también criterio de juicio, es el pobre, el
necesitado, el aplastado por cualquier forma
de indigencia, en cuyo rostro el mismo Dios
se propone al amor, a la acogida. Los pasajes
del juicio final (Mt 25,31-46), del buen
samaritano (Le 10,29-37), del rico epulón y el
pobre Lázaro (Le 16,20-31), del hijo pródigo
en donde, al final, el hijo mayor se
autoexcluye del banquete preparado por el
Padre (Le 15,11-32), son bastante ilustrativos
en este sentido.
El mensaje neotestamentario sobre el
infierno no puede comprenderse bajo ningún
pretexto en clave individualista o privatizada.
El verdadero punto neurálgico, en el que se
juega en términos de totalidad, de «todo o
nada», el destino y la vida eterna del hombre,
es de cuño eminentemente social: su capaci-
dad de apertura a la relación y a la comunión,
de acogida al otro, sobre todo del que es
pobre y está necesitado. Allí es donde cada
uno se gesta su futuro de vida o de muerte,
de salvación o de infierno.
A partir de la generación posapostólica, la
doctrina de la Iglesia sobre el infierno se va
elaborando sobre la base del material bíblico
de que se disponía, más allá de las
experiencias vividas por la comunidad
eclesial. En la primera patrística conviene
citar sobre todo a los apologetas, que
comienzan un proceso de justificación
racional de las penas del infierno x , reafir-
mando la eternidad del castigo como
estímulo para la conducta moral.
Este consenso teológico quedó roto por
Orígenes,
8
Cf J. L.que
Ruiz fue
de la el primero
Peña, en cuestionar el
O . C ., 276.
carácter eterno de la condenación, resaltando
la cualidad pedagógica de los textos
260
291
CONCLUSION
1. Libros
ALFARO J., Esperanza cristiana y liberación del
hombre, Herder, Barcelona 1972.
ARIES Ph.. O homem diante da morte, 2 vols.,
Francisco Alves, Río de Janeiro 1981/1982.
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GRESHAKE G.-LOHFINK G., Naherwartung,
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297
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LE GOFF J., El origen del purgatorio, Taurus,
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LÉON-DUFOUR X., Jesús y Pablo ante la muerte,
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«hombre nuevo», ib. V, Taurus, Madrid 1964, 157-177;
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298
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6 vols., Herder, Barcelona 1972-1976; véanse
las voces Escatología, Escatologismo, Eternidad,
Infierno, Inmortalidad, Novísimos, Parusía, Purgatorio,
Resurrección de la carne, Visión de Dios, etc.
299
GLOSARIO
311
Persistencia de la imaginación religiosa popular 36
INDICE
Págs.
Contenido ................................................................ n
Introducción ............................................................ 13
2.1. Carácter
Capítulo escatológico
I: Situación de los
de la problemática ... 17
movimientos populares 40
El fenómeno Canudoslas
1. Desmoronamientode ..................
preguntas 46
T a guerra
fundamentales «santa ............................... 51
2.2. Conclusión ....................................... 53
3. tradicionales
Bosquejo
1.1. Configurar
...................................................
históricoel mundo de
definitivo
18
la
problemáticaescatológica....
apocalípticamente 55
.............................. 19
3.1.
1.2. Horizonte
Nuestra de las comunidades
relación con el «más .. 56allá»
3.2. La lenta bifurcación....................... 58
25giro
3.3.
1.3. El del siglo
Escatología, utopíasXIX .......................
e ideologías 63 29
3.4. Brote renovador
1.4. Conclusión en el mundo católico
....................................... 35
67
2. Preguntas de la gente ................................. 36
Datos imprescindibles de la fe 196
Págs.
pueblo
Redactado por dos profesores O* teoJoga ns itmi! ci —
el, paare ¡es<- ta pila medre de Jámila— este vo jmer
intenta rnosfrer as dos d>- menvones fundamentales
de
de la realidad e&ca'O- idgica su carácter presente
y de futuro, centrándose no lanío en el estudio de las
cosas úlllmáft como en lo “último" de las cosas, an la
perspectiva de un contmenie quo vive una situación de
opresión pero estimulado por movimientos de
liberación y alimentado por una le profunda. Ei libro
es un insirum-nlo didáctico valioso para agentes de
pastoral y clérigos que deseen estudiar
sistemáticamente Wi teología y que se interesan por el
significado ultimo desúsactos
COLECCION EN SO VOLUMENES
EDICIONES PAULINAS