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Mejía)
Como escritor de prensa tuvo siempre la doctrina como propósito fundamental: el comentario
de un hecho de la vida política nacional lo convertía en motivo para expresar sus convicciones
religiosas o ideológicas.
En realidad, sus maneras de pensar y de actuar obedecían a una personalidad dogmática, cuyo
principio esencial de razonamiento fue el concepto de autoridad, y unas maneras de
argumentar que le permitían transgredir las leyes de la lógica si esa trasgresión podía servirle
para imponer sus ideas.
Hipótesis. Sin duda hizo siempre gala de lo primero, de lo que podríamos llamar la coherencia
ideológica, pero sus argumentos particulares adolecen, como lo indiqué hace poco, de
frecuentes falacias; una observación que ya había señalado Baldomero Sanín Cano. Falacias
sin duda intencionadas.
La autoridad, en este caso la autoridad de la Iglesia era la última razón que se podía esgrimir
en cualquier asunto de controversia acerca del cual la Santa Sede hubiese emitido un juicio
Caro, en una especie de tour de forcé, pretende negarle al hombre la mayoría de edad, esto es,
renuncia a aceptar la soberanía de la razón en beneficio de un mandato externo, en especial
de carácter religioso. Temía que la duda o la crítica, como elemento esencial en la renovación
del saber, pudiesen afectar el acato que el hombre debe a las doctrinas que imparte la Iglesia.
No desconoce el influjo que tienen la literatura y la gramática para la unidad del idioma, pero
ese influjo está representado finalmente en instituciones de naturaleza legislativa y
administrativa. Una academia —como una iglesia— ejercerá la autoridad suficiente para
conservar una lengua unificada y, por este medio, la cohesión cultural de un pueblo.
De más importancia para nuestros propósitos es señalar el problema en los campos del
pensamiento filosófico y, en particular, de la teoría política. En el primer caso el problema está
vinculado con los límites del conocimiento y en especial de la razón. El racionalismo no es
para Caro más que una filosofía espuria originada en la soberbia protestante, secta que
"profesa el juicio privado como principio esencial de su creencia" (AD, 50-1), y que, por lo
tanto, no logra alcanzar las verdades que se colocan más allá de la razón.
Su verdadero objetivo en éste como en otros casos fue el de invalidar la filosofía que nace con
el filósofo francés por haber pretendido limitarse, en lo tocante al conocimiento científico, a
las luces que provenían de la razón humana. Para don Miguel Antonio Caro por el solo poder
de la razón no es posible obtener un conocimiento universalmente válido.
En realidad, su crítica al racionalismo fue pertinaz y tan acerba como la que dirigió en varias
ocasiones a las filosofías empiristas, que él solía cobijar bajo el término común de sensualismo:
si en éste criticaba su incapacidad de ir más allá de los meros sentidos, de reducir el
pensamiento "a cortos paseos terrestres" (AD, 377), a los racionalistas les reprochaba su
soberbia de no reconocer su sumisión a las verdades religiosas
Pretende demostrar que no es posible encontrar la verdad con la sola razón, sin el apoyo de
una autoridad
Ideas innatas no las interpreta como formas a priori propias de la razón humana, sino como
especies de revelación hecha por Dios, o como las llama en otro lugar, "divinas inspiraciones",
que yacen "en la región más alta del alma"
Sus argumentos recurren ad nauseam a la autoridad cuando le faltan otras razones que alegar
en favor de sus ideas
Ahora ved si Pío ix ha tenido razón en condenar esa civilización moderna. El Syllabus es la
bandera del derecho: en él se declara la guerra al panteísmo, al naturalismo, al racionalismo,
a todos los abortos del protestantismo" (o-i, 629). De aquí que lo hubiera convertido en fuente
y arbitro de pensamiento; algo más, como el verdadero manifiesto de lo que sería el partido
católico que se propuso fundar en Colombia, proyecto que le fracasó, entre otras razones por
la oposición de una fracción del clero colombiano
Desde un punto de vista moral —incluido aquí el político—, la autoridad tiene un origen
divino. Su opinión la fundamenta en textos antiguos como el Nuevo Testamento, en los padres
de la Iglesia o en teólogos católicos11.
El carácter moral y espiritual de ésta la coloca por encima del Estado, y el respeto que según
sus palabras deben tenerse ambas potestades se convierte en sumisión del uno en relación
con la otra. En este sentido, prevalece la obediencia a la Iglesia sobre la autoridad del Estado.
La conclusión de todo su argumento parece ser el que las cuestiones morales son en esencia
de jurisdicción de la Iglesia, pero no sólo aquellas que atañen a la vida privada, sino además
las propias de la vida pública.
Sus propósitos fundamentales como pensador y como político fueron los de educar un
ciudadano cristiano para un Estado católico. No debe sorprender entonces que hubiera puesto
tanto énfasis en el problema de la educación, concretamente en la defensa de la educación
religiosa y en contra de la laica, que se había impuesto en Colombia.
Esto explica que hubiera sido ese enemigo feroz de la educación laica que instituyó la
Constitución de Rionegro.
Partía Caro de un principio que no admitía discusión: Colombia es un país católico. Pero de
esta constatación deducía que la educación religiosa debía ser obligatoria en las escuelas
públicas para todos los discentes matriculados en ellas
Para que no se hallen, como en otras partes, infinidad de ciudadanos que nunca hayan oído
hablar de Dios. El santo temor de Dios es el principio de la sabiduría, antes que leer y escribir"