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Para empezar hay que aclarar estos raros términos de “higienismo” y “eugenismo”. El primero
es un término acuñado por la medicina tradicional antigua, pero en su camino fue tomado
también por poderes políticos. Para autores como el argentino Jorge Mallearel (2012),
entonces, el higienismo nace en el siglo XVIII, pero deviene al dualismo política-salud en el
siglo XIX como una forma de control social, misma que busca minimizar, encerrar o
desaparecer las diferencias mediante la patologización de los otros, los distintos, los enfermos.
Para los autores colombianos Guerra y Acuña (2015) en cambio “La eugenesia como ciencia
estudia la manipulación genética de manera directa o indirecta para contribuir a lo que se
conoce como el “mejoramiento” de la raza humana.” Idea que claramente nos llevaría a
pensar en el valor de las personas más fuertes, sanas, inteligentes, y el desvalor de quienes no
fuesen valorados con esos parámetros, que muchas veces coincide con grupos étnicos o
socioeconómicos. Esta teoría fue adoptada fácil y claramente proclamada por el darwinismo y
adaptada también por corrientes políticas como la nazi alemana de las décadas de 1930 y
1940, con sus conocidas secuelas.
Estas dos corrientes siempre necesitan crear la otredad, es decir normar quienes son los
menos aptos para valorar. Así, los decisores políticos desde la medicina o el enfoque de salud
declaran, mediante leyes o normativas, quienes podrían poner en riesgo la “normalidad” de la
sociedad. Desde quienes han ostentado el poder se ha decidido o propuesto, en cada etapa de
la historia humana, a los “peligrosos” de temporada, en algún momento eran los orientales, en
otro momento los afros, en otro momento los árabes, los alemanes, los comunistas, etc.
Habiendo acabado el conflicto de la segunda guerra mundial y la guerra fría las drogas
entraron en escena, a partir de la declaración de “Guerra contra las Drogas” proclamada por el
expresidente estadounidense, Richard Nixon (Borda, 2002). Las sustancias psicoactivas eran el
nuevo enemigo, había que eugenizar la sociedad, todo cuanto se le relacione o parezca a las
drogas, así como sus usuarios y consumidores deberían ser higienizados. Esta práctica
significaría mirarlos como enfermos, o como delincuentes, con destino al hospital o la cárcel,
como representantes de esa otredad construida desde la mismidad del poder, “que siempre
debe ser único y homogenizado para que sea manejable” Mallearel (2012).
La actual relación del tema drogas a estos conceptos, así como a la dualidad de categorías
política-salud, está demarcada por la Constitución Política de 2008, más específicamente por el
artículo 364, quien declara a este fenómeno como un problema de “Salud Pública” (CRE, 2018,
art. 364). Artículo que ha motivado cambios en las leyes y normativas sobre drogas de Ecuador
desde 2008, tanto en el Código Integral Penal, cuanto en la actual Ley de Drogas (para salvar el
larguísimo nombre), y en esta nueva discusión del COS. Hay reparos a estos cambios, no se
puede asegurar que vengan de sectores únicamente conservadores, más bien parecería que
acuden a otros intereses, económico-políticos.
En las últimas semanas hemos presenciado cómo representantes políticos, ligados a haberes
privados, han puesto el grito en los cielos por la propuesta del COS. Uno de los temas que más
han atacado es la posibilidad de regulación del Cannabis Medicinal, entiéndase esto como los
medicamentos que contienen cannabinoides, recetados para 5 dolencias específicas
(principios activos medicinales de la planta del cannabis o marihuana), más no la posibilidad de
cannabis lúdico o recreativo. Sin embargo, algunos asambleístas y autoridades locales han
generado una alerta falsa a la sociedad relacionando este caso específico con la violencia, el
narcotráfico, el uso problemático y más factores sensibles del fenómeno de las drogas, sin
base, estudios o evidencia al respecto, y simplemente desde su “buena voluntad”.
¿Qué pasa entonces con las personas con enfermedades raras, catastróficas o con evidencia de
que el cannabis medicinal les significa una mejora en su calidad de vida en Ecuador? Pues pasa
que el derecho a la salud y a elegir los tratamientos es un derecho humano, y que es
constitucional el acceso a la medicina alternativa y ancestral, además que estas personas
necesitan que el Estado no vulneres su derecho al Buen Vivir o incluso al Buen Morir. Pasa que
estas personas sufren dolor insoportable, no solo físico, también emocional y psicológico. Y
pasa que estas personas no tienen recursos inagotables para sostener o aliviar sus dolencias,
sino que en su mayoría son pobres y marginadas. Estas personas bien podrían autocultivar con
todos los controles que les exija los gobiernos, a sabiendas de que en Ecuador no está penado
el consumo ni cultivo con fines personales, pero se levantan voces de negociantes de la
muerte que pretenden higienizar y eugenizar a las personas así como como las leyes.