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La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos.


El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.


Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazónc
ollares y anillos blancos.

Niño, déjame que baile.


Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna,


que ya siento sus caballos.
Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,


bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

Cómo canta la zumaya,


¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,


dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.
El “Romance de la luna, luna” pertenece al Romancero gitano, obra que representa
el momento capital en la poesía de García Lorca.
El tema del poema es la transfiguración poética de la luna en potencia fatídica
que precede a la muerte.
En el romance se yuxtaponen dos planos: el de la realidad, que consiste
simplemente en que un niño va a morir irremediablemente en su fragua, y el de la
fantasía poética, en el que se agitan fuerzas oscuras y misteriosas que parecen
conjurarse para precipitar la muerte.
Todos esos lúgubres poderes se sintetizan en el astro nocturno, que irrumpe de
pronto en la fragua para hechizar y arrebatar al niño, desplegando, a fin de
lograrlo, todas sus artes de seducción.

El poema está dividido en dos partes:


1) Primera parte
Abarca los primeros veinticuatro versos. En ella se desarrolla lo esencial de la
acción (aparición de la luna, hechizo, diálogo con el niño) y tiene su propio
desenlace (muerte del gitanillo). Por eso constituye un núcleo poético, al cual la
segunda parte sólo agrega un desenlace más amplio.
En esta parte hay un predominio casi absoluto del plano de la fantasía poética,
mientras que el de la realidad está como escamoteado, apenas sugerido, y sólo se
concreta en los dos últimos versos, que aluden en forma directa a un hecho
concreto y real: la muerte, ya acaecida, del niño:
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
En esos dos versos se fusionan ambos planos: la luna ha logrado su objetivo, el
cual coincide con el hecho real.

2) Segunda parte
Comprende los últimos doce versos, los cuales se contraponen a la primera parte
porque el centro del interés se ha desplazado de la luna y el niño a los gitanos que
se acercan por el olivar adivinando tristes presagios en el canto de la zumaya.
Además, en esta parte hay un predominio del plano de la realidad (llegada de los
gitanos, llantos por el niño muerto), y el de la fantasía asoma tan sólo en dos
versos que dan al poema una gran unidad al mantener la yuxtaposición de planos
hasta el final: Por el cielo va la luna con un niño de la mano.

1) Personificación
Lorca emplea este recurso con tres elementos: la luna, la muerte y el aire.

a) La luna
La presentación y actuación del astro se basa en su personificación: irrumpe en la
fragua ataviada como una dama antigua, con su blanca falda almidonada:

La luna vino a la fragua


con su polisón de nardos.

Luego realiza su baile para hechizar al niño, mientras ostenta con pérfida
coquetería sus atributos femeninos:

En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
La personificación se acentúa aún más mediante el diálogo que sostienen la luna y
el niño, durante el cual tiene lugar el anuncio de la muerte inminente:

-Niño, déjame que baile.


Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.

y culmina cuando se sugiere una última transformación, ahora en una especie de


deidad protectora que lo lleva por el cielo de la mano, casi como jugando:

Por el cielo va la luna


con un niño de la mano.

b) La muerte

Está personificada en el misterioso jinete que se acerca "tocando el tambor del


llano". La sucesión de situaciones es la que nos dice con toda claridad que se trata
de la muerte:
1. Luego de haber inundado la fragua con su blanca luz y de haber llevado a cabo
su maleficio, la luna desaparece de la escena:
-Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
2. Tras una pausa casi imperceptible, aparece el extraño jinete.
3. De inmediato, la muerte que anunciara la luna es ya un hecho.
Dentro de la fragua el niño tiene los ojos cerrados.

c) El aire
Mientras la luna danza, el aire parece participar de su maleficio, pues está agitado,
estremecido de funestas vibraciones. El adjetivo que emplea Lorca comunica con
intensidad ese carácter de humana complicidad que ha adquirido el aire al conjuro
de la luna:
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos

En los dos versos finales, ese aire cómplice y funesto se extiende como un gran
velo, envolviendo a la fragua enlutada por la muerte del niño:
Dentro de la fragua lloran
dando gritos los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.

Por tanto, los dos planos en los que se mueve el poema:

a) En el plano de la fantasía poética se apela a la metáfora para concretar y dar


cuerpo a la personificación de la luna y de la muerte. La luz de la luna reemplazada
por la almidonada falda de nardos ("polisón de nardos", "blancor almidonado") o
por el brillo plateado del estaño ("senos de duro estaño") gana en intensidad
poética. Lo mismo sucede con el ruido de los cascos del caballo del extraño jinete,
convertido metafóricamente en "el tambor del llano". Esa sustitución enriquece al
simple sonido del galope, dentro del contexto en el que está ubicado, con el
significado de un anuncio enigmático y siniestro.

b) En el plano de la realidad se utiliza la metáfora para presentar a los gitanos


en actitud casi estatuaria (bronce), desmaterializándolos, dándoles un carácter
mítico y legendario (sueño):
Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos.

Los dos versos siguientes, descriptivos, complementan esa presentación:

Las cabezas levantadas y los ojos entornados

3) Imágenes sensoriales

a) Visuales
La imagen visual que domina todo el romance es el color blanco atribuido a la luna
(es muy común en las literaturas de todos los tiempos calificar de blanca a la luna)
:

"polisón de nardos"
"senos de duro estaño" "collares y anillos blancos" "blancor almidonado"
También se emplean, para animar el relato, una serie de imágenes dinámicas: la
danza de la luna, el aproximarse primero del jinete-muerte v luego de los gitanos,
la luna caminando por el cielo con el niño.
b) Auditivas
Hay tres elementos sonoros que dan una gran intensidad dramática al poema:
1. Anuncio de la presencia inminente de la muerte:
El jinete se acercaba tocando el tambor del llano.
2. El lúgubre presagio de la zumaya, realzado en su valor emocional por la
exclamación:
¡Cómo canta la zumaya,
ay, cómo canta en el árbol!
3. Casi en seguida los desgarrados gritos y llantos de los gitanos:
Dentro de la fragua lloran dando gritos los gitanos.
4) Adjetivación
Es muy escasa, pues predominan los sustantivos y verbos, como corresponde al
carácter trágico y a la intensidad dramática del tema. Pero los pocos adjetivos que
se emplean tienen el valor de expresar rasgos no habituales en los sustantivos a los
que acompaña:
el aire conmovido
la luna lúbrica y pura
(la pareja de adjetivos .expresan la fundamental ambigüedad del astro, que oscila
entre la seducción y la inocencia);
senos de duro estaño
(aquí el adjetivo acentúa el frío carácter metálico de la luz lunar y anticipa la
inflexibilidad del astro, que no cejará en su propósito de arrebatar al niño).
5) Tiempos verbales
Lorca retorna el recurso del viejo romancero tradicional al mezclar con toda libertad
los tiempos verbales con el objeto de matizar el relato:
Aquí el pretérito indefinido expresa, por su valor de acción acabada, la súbita y ya
definitiva irrupción de la luna en el presente del niño. En contraposición, el presente
del niño se prolonga por el valor durativo del gerundio:
El niño la mira, mira.

El niño la está mirando.


El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.

Dentro de la fragua el niño


tiene los ojos cerrados.

La diferencia de tiempos verbales (pretérito imperfecto, presente) no expresa aquí


una real diferencia en el tiempo, sino más bien en el espacio: el presente expresa la
proximidad (aquí, en la fragua, el niño tiene los ojos cerrados) y el imperfecto la
lejanía (más allá se acercaba el jinete.). Lo mismo sucede con:

Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos.


¡Cómo canta la zumaya,
ay, cómo canta en el árbol!
6)Ritmo

El ritmo del poema recrea y reelabora con artística perfección la cadencia de los
viejos romances. A ello contribuyen una serie de recursos:
a) Las repeticiones intensivas:
El niño la mira, mira. El niño la está mirando.
-cómo canta la zumaya, ay, cómo canta en el árbol!
El aire la vela, vela. El aire la está velando.
. b) La aliteración
(Recuérdese que es un recurso del lenguaje poético que consiste en la repetición de
vocales o consonantes con el objeto de lograr una concordancia entre la imagen
auditiva que surge de esa reiteración y el significado de las palabras.)
la reiteración de o, a y n o m produce un sonido que evoca los golpes del tambor.
En El aire la vela, vela.
El aire la está velando.
las reiteraciones, sin evocar nada, producen un efecto muy musical.

c)La musicalidad de muchos de los vocablos empleados (fragua, nardos, polisón,


yunque, blancor, olivar, etcétera).
d)La métrica, idéntica a la de los romances tradicionales: octosílabas con
rima asonante en los versos pares.

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