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LOS VESTIGIOS DE DIOS EN LO CREADO, EL GRITO DE LA TIERRA

PIDIENDO AUXILIO
-Un itinerario hacía la sindéresis franciscana-.

John Edison Cartagena Pulgarín

“El que con tantos esplendores de las cosas creadas no se ilustra,


está ciego.”
San Buenaventura. Itin. 63

A Julio César Barrera Vélez, (el loco barrera) porque simplemente hay que estar
loco, para encaminarse en el itinerario de la Sabiduría.

Planteamiento de la cuestión

Durante el acontecer de todo el devenir histórico, la teología ha buscado dar


respuesta a diversas inquietudes y preguntas que se fundamentan en cualquier
contexto. Dentro de todas esas cuestiones e interrogantes que han aparecido en
la peregrinación del hombre por el mundo, se encuentra la preocupación por la
ecología; aspecto que tuvo bastante fuerza en algunas épocas atrás por la
“cuestión franciscana”, que buscaba rescatar de los escritos del seráfico padre
San Francisco, un programa de protección del medio ambiente y de otros temas
específicos propios de la espiritualidad franciscana.

Por otra parte, el Papa Francisco ha revolucionado al mundo con su reciente


encíclica “Laudato sí”, sobre el cuidado de la casa común, en donde sin lugar a
dudas, retoma diversos aspectos de la espiritualidad franciscana, para
concientizar al género humano sobre la necesidad de cuidar el entorno en donde
nos desenvolvemos y vivimos, con el fin de proteger el medio que dejaremos
como herencia a las generaciones que nos sucederán.
Así pues, los argumentos sobre toda la cuestión han generado diversas posturas,
incluso algunas, en conveniencia de grandes intereses económicos que buscan
algunas empresas para defender su manera de actuar ante la ecología. Por ende,
a toda reflexión que pretenda concientizar sobre la conservación de los elementos
ecológicos desde la fe, se les ubica en el discurso de la eco-teología, siempre y
cuando, dichas meditaciones se fundamenten en el discurso bíblico y teológico
para responder acerca de ello (Conservación de la casa común).

El tema de la Eco-teología, a pesar de ser un tema no muy conocido y promovido,


genera cierto tipo de contradicción en algunas tendencias fuertes y opuestas entre
sí: Una que considera a la tierra como un ente intrínseco a un ser, es decir, que
depende del hombre y que debe ser explotada ya que el ser humano se considera
administrador de la creación, y por otra parte, la tendencia de ver en todo lo
creado un lugar de condición de posibilidad de manifestación de Dios, y en que el
hombre ocupa un lugar ya no de administrador sino de protector.

De tal modo, este artículo buscará presentar mediante la relación Dios, mundo y
hombre, un itinerario místico antropológico, que posibilite entender la necesidad
que se tiene hoy de responder al llamado del Papa y de la Iglesia a cuidar del
entorno en donde nos desenvolvemos. Para ello, el texto se fundamentará
esencialmente, en los apartes del pensamiento franciscano, y de algunos otros
autores que con sus puntos de vista han de enriquecer este itinerario que conduce
a reconocer a la presencia de Dios en su creación.

Itinerario: Todo el texto se desarrollará, mediante la tríada Dios, Mundo, hombre,


planteando un itinerario que ha de seguir la humanidad para la protección y el
cuidado de la creación desde una óptica Divina, es decir, ver un camino que
posibilita la contemplación de Dios en un mundo que lo ha olvidado, y enfatizar la
necesidad de ver a un Dios que no es un gobernador distante del hombre y que se
encuentra en lo alto para juzgar, sino que es un Dios cercano, que se encuentra
en la creación misma acompañando al hombre en su paso por el mundo, porque
“en Él vivimos, nos movemos y existimos”.
Bajo la mirada de un Dios que crea y cría

Aunque en el largo devenir de la historia han surgido infinidad de teorías sobre la


creación, donde la mayoría busca excluir a Dios como fuente creadora del
universo, la teología se ha mantenido estable afirmando y defendiendo a Dios
como el elemento fundamental que posibilitó, pensó y quiso hacer su obra de arte
llamada creación.

San Francisco de Asís, demostró ser en la Iglesia un hombre de profunda


experiencia de Dios, conocimiento fundamentado en su totalidad por el mundo
visible, aspecto por el cual hoy le es dado el nombre de patrono de la Ecología.
Esto es argumentado por un fraile capuchino, quien afirma sobre san Francisco
diciendo que:

“La referencia de la creación a Dios le resultaba, por así decirlo, clara y transparente. Su
contemplación le hacía henchirse de una admiración sin límites al intuir en ella la «causa última de
todas las cosas», pues toda criatura por pequeña que fuere era para él un signo sacramental del
amor, bondad, belleza y sabiduría de Dios. Cada criatura le recordaba al Creador del universo. Por
eso, lleno de un amor extático y de un espíritu de oración, abrazaba al Dios trino presente en las
criaturas. En ellas se sentía repleto e iluminado por la vida, el poder y el amor de Dios.”
(Oktavian Schmucki, OFMCap)

Denótese en la cita anterior, que la espiritualidad franciscana fundamenta su amor


por la creación en la tierra, la casa común, desde un sentimiento místico que
ayuda al hombre dentro del mundo mismo, a encontrarse con Dios en los
Vestigios; es decir, en aquellas huellas que se encuentran impregnadas en lo
creado, como una intuición intima del creador, y que lleva como en un espejo al
hombre a ver la grandeza de Dios en sus obras.

Ahora bien, mucho se ha enfatizado el tema ecológico en reconocer la figura de


Dios como padre y creador de lo existente; sin embargo se ha dejado de lado el
tema de la crianza que Dios ha tenido con su pueblo, con el fin de formarles y
prepararles para ser los hijos que tanto ha deseado, de aquellos que saliendo de
sus entrañas manifiestan entre sí la bondad de su Padre.
Así pues, Dios como todo buen Padre quiere que todos los hombres se salven (1
Tim 2, 4), por ello para desarrollar su plan de crianza, ha dejado en el constante
devenir histórico y salvífico, la revelación; ello lo reconoce la Iglesia, al afirmar:
“tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca. Reiteraste,
además, tu alianza a los hombres; por los profetas los fuiste llevando con la
esperanza de salvación.” (Plegaría Eucarística 4)

Lo anterior, afirma que desde todo el acaecer de la historia de Salvación, Dios ha


venido criando a su pueblo mediante su acción providente; estableciendo así un
vínculo estrecho de unidad, que conduzca al hombre hacía la fuente misma de la
cual ha brotado.

Por tanto, Dios no solamente ha creado al hombre, sino que le ha criado para él.
Así, el género humano ha sido creado para ilustrar un pedazo de la belleza y de la
bondad de Dios, pues al ser moldeados por Él, quedan intrínsecamente arraigadas
en el corazón del hombre sus huellas; es decir, el hombre tiene plasmado en sí
mismo, un pedazo de Dios. Y al poseer los vestigios de Dios, se hace partícipe del
proceso de crianza que Dios hace a su pueblo gracias a la Revelación misma de
Dios en el Magisterio de la Iglesia, la tradición y La Sagrada Escritura. El
magisterio se encarga de interpretar la Revelación, la tradición asegura que la
trasmisión del depósito de la fe sea fiel a la interpretación dada, y finalmente la
Sagrada Escritura que es el alma de toda experiencia de crianza, brinda el
fundamento por el que somos instruidos.

De tal modo, como hijos que confían en su padre, confiamos en que “muchas
veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio
de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a
quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos.” ( Hebreos 1,
1-2).

La tierra, (la casa común) como un lugar de explotación en la sociedad


actual.
Ciertamente, Dios ha buscado la manera de instruir a su pueblo mediante la
diversidad de signos y prodigios perpetrados en el acaecer de la historia. No
obstante, el hombre en su obsesión y búsqueda de poder para enraizarse en ser
administrador de la tierra, en lo que denominada una acción por mandato Divino,
ha empezado a explotar de manera extremada la tierra; por lo que se ha venido
evidenciando de manera paulatina, un deterioro de nuestra casa común, como
consecuencia de la mala administración de diversas multinacionales que ven la
tierra no como un don regalado por la Divinidad, sino como un objeto, que
después de haber sido usado de manera excesiva es desechado, sin tener en
cuenta las que traerá en un futuro

Resignificación a la pregunta ¿qué clase de undo dejaremos a nuestros


sucesores?

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