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Yeshúa (Jesús) y la

“Serpiente Mesiánica”.
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Por P.A. David Nesher
“Entonces YVH mandó contra el pueblo serpientes venenosas
para morder a la gente. Falleció una gran multitud de Israel…
YHVH le dijo a Moshé:
“Hazte una serpiente venenosa de bronce y ponla en un
mástil. Cuando la miren los que fueron mordidos, se salvarán”.
Moshé hizo la serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y en
efecto, cuando una serpiente mordía a alguien, ése miraba a la
serpiente de bronce y se salvaba.”
(Números/Bamidbar 21:6, 8-9)

Los rigores del viaje surtieron su efecto y el Pueblo se quejó sin justificación. La la
ira del Eterno fue provocada, y está se manifestó inmediatamente en el
campamento, hasta que Moshé los salvó nuevamente.

La protección que antes tenían con la presencia de las llamadas “Hananei


Kavod” (Nubes de Gloria), había desaparecido. El miedo paralizante que activa la
mente egoica se había activado. Entonces, se impacientó el ánimo del pueblo y
hablaron contra el Eterno, el Invisible, y contra Moshé, su líder visible. Ya no se
quejaron solamente por causa del camino sino empezaron a criticar la comida que
Yahvéh les estaba dando todos los días.
Por ello, las nejashim (‫שים‬ ‫ – ננ ח ש ש‬serpientes) serafim (abrasadoras) pudieron
entrar en el campamento de Israel. Los Benei Israel (Hijos de Israel) fueron
mordidos por serpientes venenosas que el Eterno había enviado al campamento
porque habían hablado mal del maná. El resultado de la queja contra la comida fue
mortal. La protección que antes tenían con la presencia de las “Hananei
Kavod” (Nubes de Gloria), ya no estaba, y las serpientes pudieron entrar en el
campamento, por mandato del Eterno y muchos murieron por causa de ellas.
Esto enseña que el lashón hará, manifestado en murmuración, y la falta de
gratitud, desata toda clase de peligros en nuestras vidas. Los malos espíritus
tienen acceso a una persona que habla mal de los regalos que el Eterno da en su
bondad. Las serpientes eran un castigo para aquellos quejosos, difamadores y
malagradecidos israelitas.
Según los códigos hebreos del relato, la ponzoña en los colmillos de
estas hanejoshim haserafim (serpientes ardientes) hacía sentir a sus
víctimas un ardor fortísimo como si se estuvieran quemando. Así que, por causa
de este veneno sobrenatural, mucha gente empezó a morir.
Esta plaga demostraba que era un reflejo de lo que había en cada israelita. En las
bocas de esa gente solo había mortal veneno. En el libro del Zohar (Jukat 10:71),
se registra lo siguiente:
«…Habló el pueblo contra Dios y contra Moshé. Ellos
murmuraron calumnias contra HaKadosh Baruj Hu y se
pelearon con Moshé. “¿Por qué nos han subido?” Ellos trataron
a todo aspecto por igual, pues igualaron a Dios y Moshé, al
decirles, “¿Por qué nos han hecho subir?” Es por esta razón
que les enviaron serpientes abrasadoras como el fuego. El
fuego entró en sus entrañas y cayeron muertos, como está
escrito, “Envió entonces el Eterno contra el pueblo serpientes
serafines (…) Las serpientes llegaban con la boca silbando y
mordiendo, y ellos morían (…) Había un fuego abrasador en
sus bocas. Mordían y lanzaban sobre ellos el fuego, quemando
sus entrañas y ellos morían…».
¿Por qué serpientes?
En el Midrash existe una alegoría, en la que le preguntan a una culebra por qué
muerde si no tiene ningún placer, ella simplemente responde: …”¿Y qué placer
físico recibe un calumniador…?”.
Los sabios con esto, hacen ver que las culebras no tienen papilas gustativas por lo
que toda comida les sabe igual. Es decir que la mordida de la serpiente a diferencia
de los demás animales, es sin beneficio para la propia serpiente. Por eso, dicen los
sabios, cada serpiente de esta plaga divina es un símbolo de la lengua activa en
habladurías, que generalmente es realizada sin ningún beneficio por parte de
quien habla

El castigo de “midáh kenegued midáh” (medida por medida), por


reclamar a causa del maná (que sabía a lo que cada uno de ellos quisiera), fue el
ser mordidos por serpientes; animales para quienes toda comida sabe igual.
Con esto, Israel aprendió que najash (‫) ננ שחשחש‬, es también la tendencia a actuar
negativamente, esa que ser humano carga dentro de sí (y que es parte integral de
nuestra personalidad humana). La “serpiente” es un símbolo de las
“habladurías”, un ícono de “lashón hará” y, en este sentido, Israel pecaba
constantemente con su filosa lengua calumniando, difamando, quejándose de Dios
y su líder Moshé, etc.
La NEJASH NEJOSHET (Serpiente de Bronce)
A causa de este mortal azote, los israelitas se arrepienten y Moshé ruega por ellos.
Entonces el Creador les provee una fuente de salud, una serpiente de bronce. Las
víctimas, donde ellos se hallaran, solo tenían que mirar de lejos a la serpiente,
invocar al Cielo, y luego esperar sobrevivir.
Desde su altura profética (es decir desde la altura de Bináh), Moshé hace una
serpiente en el nivel inanimado de la naturaleza como si de verdad lo fuera y no de
la forma en que es representada a una persona.

De este modo, el Eterno quiere que Israel comprenda que la serpiente de bronce
es también un símbolo que representa a la persona humana influenciada por su
ídolo egoísta (egolatría: adoración del ego). La Torah parece decirnos que nos
demos cuenta “mira, está simplemente hecha de bronce, ¿por qué te
inclinas ante ella?” Es por esto que si tú “ves la serpiente” ahora, es decir si
la sientes dentro de ti en ese nivel, eso te cura.
Los sabios comentan desde una pregunta: “¿acaso una serpiente puede
dar la vida o provocar la muerte?” Más bien, cuando ellos alzaban la
vista y subyugaban su corazón a su Padre Celestial, se curaban, pero si no, morían.
Eso fue exactamente así porque Dios no pudo haberlos curado sin la serpiente;
mas entonces habrían pensado que se curaron por medios naturales [Jumash rav
Sion Levy].
La serpiente de Moshé pareciera decir que el ego es meramente un ídolo. Así que
donde quiera que la persona la vea, ya sea como naturaleza inanimada que se
encuentra en un palo, inmediatamente se cura porque se da cuenta que no hay
razón para rezarle a un ídolo. Es decir, no existe razón alguna de confiar en el ego
que ha sido forjado por la influencia del materialismo con el que el sistema
reptiliano inocula al alma humana para lograr su condenación.

El secreto del presente texto radica en que, para mirar la serpiente había
que observar hacia “Arriba”, esto significa que debían orientar sus
pensamientos hacia el Creador, lo que los inducía a abandonar sus malas
conductas y entonces se sanaban. La solución para ser libre de ese veneno
destructor que corría en su cuerpo, el ratzón atmutz (“deseo de recibir
sólo para sí” o el ego), era mirar con fe la figura de bronce.
Tomando en cuenta lo dicho hasta aquí, vemos que esta historia nos muestra, de
la forma más gráfica posible, uno de los principios básicos de la vida espiritual. El
pueblo de Israel, después de haber pecado, se encontró con una nueva y distinta
realidad (una realidad donde todos son mordidos y todos necesitan ser salvos).

Aquí está la lección: cuando pecamos, cuando elegimos alejarnos de Dios, nuestra
elección siempre tiene consecuencias muy reales e inevitables. Cambia y
distorsiona la realidad, tanto en nuestro interior como en nuestro exterior (a
menudo en ambas), aunque estos cambios no siempre son visibles como en
nuestra historia de la Torah. Después, cuando las consecuencias de nuestro
pecado inevitablemente empiezan a ‘mordernos’, comenzamos a clamar al Señor,
pidiendo que nos salve (que elimine las serpientes, que aparte las consecuencias).
Sin embargo, incluso el Eterno mismo, no restaura simplemente las cosas como si
nuestras elecciones pecaminosas nunca hubiesen acontecido; incluso Él mismo
simplemente no borra nuestro pecado o el mal que causó.
Al leer el texto en hebreo, logramos asombrarno por la abundancia de silencios y
sonidos silbantes de aquí: Nashaj (morder), Nejash (serpiente), Nejoshet
(bronce)… como si efectivamente el silbido de las serpientes llenasen estos
versículos. No es del todo accidental que hayan serpientes en esta historia: en el
principio, el pecado entró por la víbora(la serpiente antigua) y qué más, si no
pecado (arrastrándose, silbando y mordiendo) ¿está representado por esas
serpientes en nuestra porción de la Torah? Sí, no es suficiente eliminar las
serpientes, el veneno ya está haciendo su efecto, y por eso, el Eterno tiene que
traer un remedio para que todos los que fueron mordidos, vivan.
El Poder de la Visión sobre el Destino Humano.

Resulta que cuando leí el comentario de Rashí, me sorprendí, ya que este exégeta
dice que el texto hebreo usa una palabra que significa que tenían que mirar
fijamente con concentración.
Los kabalistas enseñan que el sistema de sanación de Dios dependía totalmente
del enfoque de la visión de cada israelita. Aprendemos de esto que nuestros ojos
son herramientas de gran alcance que pueden extraer energía específica que
afectan nuestra materia. Sin duda alguna, la sanación tenía que ver con la visión.
La luz que se reflejaba desde la serpiente de bronce generaba ondas cerebrales
que activaban una fuerza sanadora.

Todos nosotros hemos experimentado cómo el mirar algo puede generar un


cambio pequeño o grande en el cuerpo. La mayoría de nosotros hasta podría
vomitar con solo observar algo repugnante. Por otra parte, nuestra boca se hace
“agua” cuando vemos algo que nos gusta; el corazón comienza a latir más rápido a
la vista de algo emocionante. Así pues, el sistema de curación que el Eterno le dio
a Moshé era totalmente dependiente de la mirada. Con esto aprendemos que
nuestros ojos son una poderosa herramienta que puede extraer del mundo
metafísico una energía específica y puede afectar nuestra fisicalidad.

De este modo tenemos que, incluso lo que a nuestros ojos se presenta como malo
o negativo, también tiene un sentido, pues en esencia, ningún mal proviene de
Arriba, solo es cuestión de orientar la vista en la dirección adecuada.

Cuando el pueblo de Israel reconoció su pecado, el Eterno mostró a Moshé cómo


poder sobrevivir en el momento de ser mordido por una serpiente. ¿Cuál es ese
remedio? El secreto para la recuperación era mirar fijamente con
atención a una serpiente de bronce colgada sobre una estaca.
Hoy, sabemos que para poder curar la mordedura de serpiente, podemos confiar
completamente en un práctico remedio: el suero antiofídico, alguna medicina,
tratamiento, acción. Sin embargo, en su lugar, a los hijos de Israel el Eterno les dice
que miren a la serpiente de bronce (solo mirarla, para poder vivir). No necesitaban
acercarse, tocarla o hacer algo con ella, solo tienen que mirarla, “y cualquiera
que fuere mordido y mirare a ella, vivirá” (v.9). ¡Por mirar atentamente
recibieron vida. La visión les salvó de la muerte!
Puedo imaginar que alguno de ellos dudó, incluso se volvió a quejar diciendo:
“¿Qué bien puede hacerme, si solo miro a la serpiente?” Pero este es
exactamente el eje de esta historia: no importa si Su remedio cumple con nuestras
expectativas. ¿Recuerdas a Naamán, el comandante del ejército sirio, que era
leproso? (leer 2Reyes cap. 5). Él fue a Eliseo para ser sanado, pero se enfureció y
casi se marchó después de que Eliseo no llenó sus expectativas. Él dijo: “He aquí,
yo pensé…” Y casi pierde su propia sanación, tan solo porque pensó que debía
haberse efectuado de forma diferente. Cuan a menudo la gente se pierde algo de
lo que Dios está haciendo, solo porque ellos piensan que debería ser hecho de
manera diferente: “He aquí, yo pensé…”
Allí en el desierto, el Eterno ofrece su sanación a todos. Por más extraño e
inesperado que pudiera parecerles, era su único medio para sobrevivir (para ser
salvados). Aquellos que escogieron mirar a la serpiente de bronce, vivieron, todos
los demás, perecieron.

Aprendemos de esto que lo que está delante de nuestros ojos tiene una tremenda
influencia sobre nuestro futuro. Es sumamente importante lo que miramos. Lo que
entra por los ojos físicos y lo que entra por los ojos espirituales tiene el potencial
de matarnos o darnos vida.

Cuando Javáh (Eva) vio que el árbol prohibido era bueno, tomó de su fruto y
murió. Cuando los israelitas vieron la serpiente de bronce recibieron vida. ¡Qué
importante es fijar su mirada en lo que da vida en lugar de lo que da muerte!

LA SERPIENTE MESIÁNICA
La serpiente debía ser de bronce, ya que este material, por efecto del sol, era
fulgurante y por lo tanto, dada la altura del mástil, cada individuo del extenso
campamento de Israel podría ver su brillo desde el lugar en que estaba.

La serpiente del desierto fue una conexión entre el Eterno y su pueblo Israel que
les trajo salud. En el cuarto evangelio leemos lo que dice nuestro Rav Yeshúa al
respecto:

“…Y como Moshé levantó la serpiente en el desierto, así es


necesario que el Ben Adam sea levantado, para que todo el
que creyendo en él ponga por obra sus dichos, tenga vida
eterna.…”,
[Juan/Yohanán 3:14-15, – Código Real del NT-].

Para comprender lo que nuestro Dueño y Maestro quería decirle a Nicodemo


veamos los siguientes detalles guemátricos.

En hebreo, serpiente se dice ‫( נחש‬najash), cuya guematría es:


(‫ )נ‬Nun=50;
(‫ )ח‬Jet=8, y
(‫ )ש‬Shin=300,
es decir que su sumatoria da un total de 358.
Es misma numeración contiene el vocablo hebreo “Mashiaj” ( ‫שי שח‬
‫ ) ממ ש‬cuyos signos
son:

(‫ )מ‬Mem=40;
(‫ )ש‬Shin=300;
(‫ )י‬Yiud=10; y
(‫ )ח‬Jet=8.
Total de 358.
¿Qué significa esto?

Que la imagen de una serpiente sobre un mástil que los Benei Israel vieron, era la
imagen misma del Mashiaj alzada en la cruz. Es decir, que el espíritu del Mashiaj
fue en realidad el espíritu sanador de los israelitas en el desierto. De ese modo,
ayudados por Mashiaj, pudieron entrar a la tierra prometida.

En este contexto, el Mashíaj alzado en el monte del Gólgota, otorga salvación a


todo aquel que le recibe como emisario (apóstol) de Dios. De las enseñanzas del
Maharal de Praga y el Bnei Yisajar visualizamos otra perspectiva de este mismo
punto:

«…Una persona está compuesta de tres elementos: el cuerpo, el


Alma y el Intelecto (…) Es importante señalar que Najash y
Mashíaj poseen la misma guematría, significando que la
victoria del Mashíaj no es evitar el uso del cuerpo, alma e
intelecto. Al contrario, cada uno de estos tiene su lugar en el
servicio a Dios. Necesitamos servir a HaShem con un cuerpo
saludable. Nuestras emociones y nuestros deseos pueden
usarse para actos de santidad. Y claro, el intelecto –sobre todo
los adelantos de ciencia, tecnología y comunicación–, nos
refuerzan como individuos y permiten hacer llegar a las masas
el conocimiento espiritual que era hasta ahora inalcanzable.
Como estamos frente al advenimiento de Mashíaj, las
herramientas del najash: cuerpo, alma e intelecto –cada uno de
los cuales podría parecer estar contra la santidad–, deben
transformarse en los instrumentos para servir bien a Dios…».
Ahora bien, es muy importante señalar aquí que el Eterno nunca mandó rendir
culto a la serpiente ni postrarse ante ella, solo ordenó mirarla como un acto de
obediencia. Está especificado en el TaNaK que, cientos de años después, la figura
de la serpiente fue destruida porque el pueblo estaba idolatrándola, corrompiendo
su original significado, desencaminándose de su emunáh en el Eterno. Leamos el
siguiente relato histórico.
“Y aconteció que en el año tercero de Oseas, hijo de Ela, rey de
Israel, comenzó a reinar Ezequías, hijo de Acaz, rey de Judá.
Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó
veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abi,
hija de Zacarías. Él hizo lo recto ante los ojos del Eterno,
conforme a todo lo que su padre David había hecho. Quitó los
lugares altos, derribó los pilares sagrados y cortó la Asera.
También hizo pedazos la serpiente de bronce que Moisés había
hecho, porque hasta aquellos días los hijos de Israel le
quemaban incienso; y la llamaban Nehustán. Confió en el
Eterno, Dios de Israel; y después de él, no hubo ninguno como
él entre todos los reyes de Judá, ni entre los que fueron antes
de él, porque se apegó al Eterno; no se apartó de Él, sino que
guardó los mandamientos que el Eterno había ordenado a
Moisés.“
(2ª Reyes 18:1-6).

Los hijos de Israel habían guardado la serpiente de bronce unos setecientos años
hasta el tiempo del rey Jizkiyahu (Ezequías) que finalmente la destruyó por el mal
uso que se le había dado. Este texto nos enseña que algo positivo, que fue dado
por el Eterno para la bendición del pueblo, puede convertirse en un culto
idolátrico y una maldición. De la misma manera se ha convertido la imagen de la
muerte del Mesías, e incluso la misma cruz, en un objeto de culto, que se adora, se
canta y se quema incienso y velas etc. Ese culto idolátrico a los crucifijos y a la cruz
es una abominación para el Eterno y serán hechos pedazos cuando venga el
Mesías Yeshúa de nuevo a la tierra.

Esto evidencia que cuando un redimido pierde su relación con el símbolo, se cae
en idolatría, transformando al objeto en un vulgar ídolo, que a la final será
destruido. Lamentablemente, el hombre caído puede tomar cualquier buena y
gloriosa cosa de Dios y encontrar un uso idolatra para ello.

Por eso, lo que las Sagradas Escrituras quieren hacer ver con todo lo anterior, es
que la idolatría, no esta referida solamente templos gigantescos, con grandes
imágenes, y sacrificios humanos. Sino a un idolatra común, en el aislamiento de
cada varón (o mujer) en la paz de su propio hogar. Con un trabajo, una familia,
unos créditos por pagar, y en vez de mostrar fidelidad a Dios, él o ella la
manifiestan hacia ídolos, con dos, tres o incluso varias docenas. De ese modo, sólo
se acarrea muerte ontológica para sí y su familia, para terminar en una eterna
condenación.

Por todo esto, aceptaremos que todo ser humano ha sido dañado por el veneno
del pecado y está en el camino a la muerte y la destrucción. La única solución para
su supervivencia es que se fije en un milagro y ponga su fe en el Eterno por medio
de ese milagro.
Justamente, la palabra hebrea que ha sido traducida como “asta” o “poste”,
es nes (–‫ )– נס‬que significa también “milagro” y/o “señal”. Así pues,
comprendemos mejor que la muerte de Yeshúa fue un milagro y una señal divina
para la Salvación de todo ser humano.
La vara de Moshé era un símbolo del Mesías. Esta vara era el poder de Dios para
lograr la salvación para los israelitas. En muchos lugares de las Sagradas Escritura
vemos que la vara es un símbolo del Mesías. Por ejemplo, el profeta Isaías anuncia:

” Y brotará un retoño (vara) del tronco de Isaí, y un vástago de


sus raíces dará fruto.”
(Isaías 11:1)
“…sino que juzgará al pobre con justicia, y fallará con equidad
por los afligidos de la tierra; herirá la tierra con la vara de su
boca, y con el soplo de sus labios matará al impío.”
(Is. 11:4)
La vara es un instrumento de poder. Se nos dice en otro lugar que Mesías
gobernará las naciones con vara de hierro. Él es la vara de la boca de Yahvéh,
porque Él es llamado la Palabra de Dios, y una Palabra que sale de Su boca.

Por ello, durante su estadía en la Tierra, Yeshúa demostró gran poder durante Su
ministerio, resucitó a los muertos, sanó a los enfermos, haciendo que los ciegos
vieran, calmando la tormenta con tan solo una Palabra; y muchas otras
exhibiciones increíbles de poder ocurrían sólo por Su Palabra. Sin embargo, Su
mayor acto, y el que aplastó la cabeza de HaSatán, fue cuando dio Su cuerpo para
que fuera crucificado y cargó sobre sí todos los pecados del mundo.

“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para


que fuéramos hechos justicia de Dios en Él.”
( 2 Corintios 5:21)
Yeshúa se hizo pecado. Se convirtió en (semejante a) la Serpiente. Él nació en
semejanza de carne de pecado (Romanos 8:3), pero se hizo pecado para deshacer
las obras del HaSat´n y poner a los hombres libres de la maldición. El Mesías
estuvo en el lugar del hombre. Se convirtió en una maldición para que los hombres
pudieran ser liberados de la maldición. Como está escrito:

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho


maldición por nosotros (porque escrito está: MALDITO TODO EL
QUE CUELGA DE UN MADERO).”
( Gálatas 3:13)
Entonces, aceptemos que una serpiente de bronce sí habla del mal; pero el mal
habiendo sido ya tratado y juzgado. Es decir que, Yeshúa que no conocía pecado,
se volvió pecado por nosotros en la cruz, y nuestro pecado fue tratado y juzgado
en Yeshúa.
La serpiente en el poste y la vara que se convirtió en una serpiente, ambas
señalaban a que el Mesías tomaría sobre Sí el pecado del mundo. De esta manera
el poder del enemigo se haría añicos y los hombres podrían estar libres de la
naturaleza de la bestia y convertirse a la imagen y semejanza de Dios.

Los que estaban infectados con el veneno de la serpiente, que es el pecado,


podrían ser curados por mirar al Mesías, que se hizo pecado en su nombre. Un
gran cambio se produjo en la Cruz, porque Yeshúa tomó sobre sí todos los
pecados del hombre, y a cambio dio al hombre Su justicia.

Yeshúa se identifica con la serpiente de bronce. Una serpiente simboliza el


carácter delmaligno. El yetzer hará, la “mala inclinación” o “inclinación
al mal“, el pecado, de todos los hombres, que hemos recibido desde el huerto de
Edén al ser “mordidos” por la serpiente antigua, fue introducido en Yeshúa para
que pudiera ser condenado en él por el Juez Supremo y los hombres ser liberados
de la ira y el castigo eterno que vino como una consecuencia de esa inclinación al
mal, tal como lo enseñaba el apóstol Pablo a los creyentes de Roma:
“Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa
de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en
semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado,
condenó al pecado en la carne.”
( Romanos 8:3 )
Volviendo a los oráculos del profeta Isaías podemos leer lo siguiente:

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, nos apartamos cada


cual por su camino; pero HaShem hizo que cayera sobre él la
iniquidad de todos nosotros… Debido a la angustia de su alma, él
lo verá y quedará satisfecho. Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo,
justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos. Por tanto,
yo le daré parte con los grandes y con los fuertes repartirá despojos,
porque derramó su alma hasta la muerte y con los transgresores fue
contado, llevando él el pecado de muchos, e intercediendo por los
transgresores.”
(Isaías 53:6, 11-12)
Debo aquí aclarar que cuando las Sagradas Escrituras hablan de EL pecado, en
singular, se refiere a lo que se llama “yetzer hará”, la inclinación al mal, que es
sinónimo a la carne, que es el carácter del maligno. En cambio, cuando las
Sagradas Escrituras hablan de LOS pecados, en plural, se refiere a los
resultados de esa inclinación, los pensamientos, las palabras y las obras que manan
de esa naturaleza.
Entendido así este asunto, debemos aceptar que Yeshúa llevó tanto el pecado
como los pecados para liberar a todos los que por fe ponen su mirada y su
concentración fija en lo que él hizo cuando murió en la cruz. Así lo dejó bien claro
el apóstol Pedro cuando escribió:
“… y él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz,
a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus
heridas fuisteis sanados.”
(1 Pedro 2:24)
El autor de la epístola a los Hebreos enfatizó también esta enseñanza al escibir:

“así también el Mesías, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los
pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el
pecado, para salvación de los que ansiosamente le esperan.”
( Hebreos 9:28 )
¡El hijo del Hombre tenía que ser levantado de la misma manera que la serpiente
de bronce!

La Torah nos dio a conocer de qué manera el hijo del Hombre tenía que morir para
salvar al pueblo de Israel y al mundo del pecado y de la muerte eterna.

Yeshúa es la única solución final para el ser humano, tanto judío como no judío.
Sin él nadie se escapa de la muerte eterna. En cambio, aquella persona que fija sus
ojos espirituales en su muerte expiatoria será salvo eternamente. Tal como el
Eterno lo expresa a través del oráculo de Isaías:

“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra,


porque yo soy Dios, y no hay más.”
(Isaías 45:22)
Podríamos estar dispuestos a hacer cientos de cosas para ganar nuestra salvación,
pero el Eterno nos manda a solo confiar en Él y verlo a Él en Su obra Redentora
plena y perfecta a través de Yeshúa HaMashiaj.

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