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Después de cien años de guerra, iniciando el siglo XX, los conservadores tuvieron el
poder por tres décadas. Lo único que hicieron fue acentuar la inequidad de la tierra,
fortalecer la clase terrateniente, vender a Panamá a los EEUU, comenzar un proceso
de industrialización que sólo favorecería a los monopolios y terminaron su hegemonía
con el gobierno de Miguel Abadía Méndez quien ordenó a los soldados colombianos
que masacraran a los campesinos colombianos de las bananeras para el beneficio de
una compañía norteamericana.
Llegó un período liberal que supuso muchas ilusiones para el pueblo pero que
terminaron en quimeras y en engaños. Los liberales fueron no menos conservadores
que los godos y terminaron favoreciendo a esa misma oligarquía que ahora además de
ser terrateniente tenía prósperos negocios comerciales y financieros. Se destacó en este
período el gobierno de Alfonso López Pumarejo quién prometió una serie de reformas
sociales considerables pero que a la hora de la verdad no se vieron.
De ahí en adelante en las últimas dos décadas del siglo XX, liberales o conservadores,
en sintonía con las políticas imperialistas del mundo, lo poco que quedaba de
Colombia se lo entregaron al neoliberalismo, es decir a copiar servilmente las recetas
de la derecha internacional. Se cambió la constitución goda de 1886 y se creó la de
1991, que prometía el cielo y la tierra, pero que lo único que acentúo fue la
privatización y la exclusión más desvergonzada, a la par que el negocio del
narcotráfico auspiciado por el puritanismo norteamericano que degradará más la
vida del país, se intensificará la violencia del conflicto armado, y se agregará a la ya
rancia oligarquía una nueva forma mafiosa de hacer política en Colombia.
Como era de esperarse el siglo XXI no comenzaría muy distinto al XX. Un mafioso,
liberal godo, conservador, tan déspota y tirano como Laureano Gómez, con un
discurso patológico a favor de la violencia: Álvaro Uribe Vélez, inició un nuevo
exterminio del campesinado colombiano auspiciando un nuevo y más sangriento
paramilitarismo que prometía acabar con la guerrilla, pero que no la acabó sino que
acabó con medio país, en casi una década de corrupción, cinismo, más neoliberalismo
y la más alta degradación moral en la política moderna. Después del mafioso oligarca,
venía el turno de Juan Manuel Santos, este sí, oligarca de cuna, experto en la
demagogia e incapaz en todo lo demás, quien acentuaría la miseria en el campo, y
entregaría lo que quedó del país a las multinacionales extranjeras, al mejor estilo del
comienzo del siglo XX, Santos que dicho sea de paso no es ningún santo, quién trabajó
como ministro de guerra del mafioso para asesinar y despojar al campesinado, más
conocido como el ministro de los “falsos positivos” (asesinatos selectivos por parte de
los militares en contra de campesinos para hacerlos pasar por guerrilleros), que hoy
se quiere disfrazar como el más amigo de la paz.
¿Se habrá dado cuenta el pueblo colombiano qué es lo que se está jugando en estas
elecciones?
A uno le da miedo, que si ese par de sinvergüenzas siguen en el poder: Santos o Uribe,
y desperdiciamos a las mujeres que hoy día en verdad representan a los intereses del
pueblo, no vaya a ocurrir que nos vengan otros cien años más de carajos oligarcas en
el pode