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RESPONSABILIDAD DEL ESTADO POR CRISIS ADMINSITRATIVAS O

FINANCIERAS DE LAS UNVIERSIDADES PRIVADAS EN COLOMBIA: CASO


UNIVERSIDAD AUTONOMA DE COLOMBIA

1. PREGUNTA PROBLEMA

¿Cuál es la responsabilidad del Estado colombiano por la crisis administrativa y


financiera de la Universidad Autónoma de Colombia en 2019?

2. OBJETIVOS

1.1 OBJETIVO GENERAL

Señalar el grado de responsabilidad del Estado colombiano durante la crisis


financiera y administrativa de la Universidad Autónoma de Colombia

1.2 OBJETIVOS ESPECIFICOS

 Verificar si el Estado Colombiano ha cumplido con sus obligaciones frente a


la vigilancia y control de las Universidades Privadas en Colombia.

 Determinar el abanico de Derechos que pueden verse vulnerados durante


las crisis administrativas o financieras de universidades privadas en
Colombia.

 Conceptualizar todos los procedimientos administrativos y judiciales que


deben adelantar las personas durante las Crisis administrativas y financieras
de las universidades privadas para tutelar los derechos vulnerados o exigir
la reparación por los perjuicios causados.

3. JUSTIFICACIÓN

El 20 de mayo de 2019, 186 trabajadores y 357 profesores de la Universidad


Autónoma de Colombia declararon una huelga imputable al empleador debido a que
las directivas de la Universidad, desde diciembre de 2018, no habían cumplido con
su obligación de pagar salarios, aportes a seguridad social, prestaciones sociales y
primas extralegales, situación que de por sí ya vulneraba los derechos de los
empleados de la institución tal como lo manifiestan los artículos 25, 48 y 53 de la
Constitución Política de Colombia y los artículo 56, el numeral 4 del artículo 57, el
numeral 1 del artículo 59, los artículos 134, 138, 193, 249 y 306 del Código
Sustantivo del Trabajo y los artículos 17 , 20 y 161 de la ley 100 de 1993.

Toda esta situación se debía a que la Institución atravesaba, desde hacía bastante
tiempo, por una crisis financiera que, al momento de iniciar la huelga, ostentaba
deudas de hasta $22.000.000.000 (Veintidós mil millones de pesos colombianos).
Desde ese momento se suspendieron las actividades académicas y se cerraron
todas las dependencias de la Universidad, imposibilitando la continuidad en el
servicio de educación superior y afectando a más de 4.600 estudiantes de la
Universidad (Hernández., 2019), toda esta situación también suponía una
vulneración al derecho a la educación consagrado en el artículo 67 de la
Constitución, en los términos en los términos que ha establecido la Corte
Constitucional (Sentencia T-434/18, 2018).

Con el inició de la Huelga, dirigentes de los sindicatos de trabajadores y profesores


de la Universidad se sentaron en mesa de dialogo con los representantes
designados del Ministerio de Trabajo y el Ministerio de Educación, para tratar de
llegar a un acuerdo que permitiera reabrir la Universidad, continuar con el desarrollo
normal de las actividades y la garantía de los derechos a los trabajadores y
estudiantes afectados. En este orden de circunstancias, el 6 de junio de 2019 el
Ministerio de Educación Nacional ordenó la vigilancia especial a la Universidad
Autónoma de Colombia y designo un Inspector In Situ (Bolivar, 2019), medidas que
se tomaron atendiendo el mandato del numeral primero en el artículo 13 de la Ley
1740 de 2014.

Unido a ello, el 26 de junio de 2019 dos estudiantes de la facultad de derecho de la


Universidad se encadenaron a las puertas de la Institución, organizando un
campamento en señal de protesta ante la crítica situación, uno de ellos David
Santiago Zanabria, decidió comenzar una huelga de hambre para exigir al gobierno
nacional la búsqueda de soluciones al respecto y la toma de medidas efectivas e
inmediatas, toda vez que existía una mala gestión administrativa de la Universidad
y del Ministerio de Educación (Rodriguez Gomez , 2019).

La huelga de los trabajadores y profesores continuó hasta el 3 de agosto de 2019


luego de que el Ministerio de Educación Nacional expidiera una resolución
ordenando el reemplazo temporal del rector y el representante legal de la Institución,
y los nuevos directivos de la Universidad lograron llegar a un acuerdo con los
representantes de las organizaciones sindicales de la Institución (Revista Semana,
2019). Sin embargo, de los 4.600 estudiantes matriculados de la universidad solo
continuaron estudiando 3.900 (Periodico El Tiempo, 2019), todos ellos con la
incertidumbre constante de estar matriculados en una institución en crisis,
desprestigiada y con garantías confusas de una pronta solución.

No obstante, la situación por la que atraviesa la Universidad Autónoma de Colombia


no es nueva para el Gobierno, desde hace varios años el Estado colombiano se ha
tenido que enfrentar a diferentes crisis de igual envergadura, todas ellas por malos
manejos administrativos y financieros en universidades públicas y privadas. Uno de
los casos más representativos ha sido el de la Universidad San Martin, institución
que desde el año 2005 ha tenido serios problemas financieros, donde sus directivos
estuvieron inmersos en escándalos relacionados con la desviación de recursos y
malos manejos a nivel administrativos; al igual que en la Universidad Autónoma de
Colombia, a los profesores y empleados no se les pagaban salarios y prestaciones
sociales, y más de 18.000 estudiantes resultaron damnificados por esta situación
(Revista Semana, 2014).

Casos similares se han presentado con la Universidad INCCA de Colombia y la


Universidad de Artes y Letras de Bogotá D.C, instituciones que han presentado
serias deficiencias a nivel financiero, hecho que nuevamente ha repercutido,
repetidas veces, en la falta de pagos en salarios y prestaciones sociales, poca
inversión en la infraestructura institucional, amenaza constante de damnificar a sus
estudiantes y un golpe continuo a la reputación de las Universidades (Peña, 2019)
(Casas Mogollon, 2018).

Uno de los casos más graves y notorios de los últimos años lo protagonizó la
Universidad Autónoma del Caribe, institución absolutamente independiente y
diferente a la Universidad Autónoma de Colombia, en la cual desde el año 2017 se
hizo evidente la falta de pagos a sus empleados y la mala gestión administrativa de
los recursos que a la fecha tiene a varios de sus directivos enfrentando cargos en
la jurisdicción penal y ha obligado al Ministerio de educación y demás autoridades
competentes a intervenir para tratar de evitar la caída de la Institución y la
vulneración continua a los derechos de estudiantes y trabajadores (Manga, 2018).

A esta preocupante situación, se suma el informe del periódico El Espectador,


donde se señaló que para el año 2018 el Ministerio de Educación mantenía su labor
de inspección y vigilancia a más de 30 universidades públicas y privadas de todo el
país que presentaban deficiencias que debían ser corregidas. En algunos casos,
como en la Universidad del Pacifico, el Gobierno lleva años tratando de subsanar
tales deficiencias. De hecho, “desde 2011, la cartera ha impuesto en total 63
sanciones en unas 37 instituciones de educación superior con multas de hasta 60
salarios mínimos, con la suspensión y cancelación de sus programas académicos y
hasta con el cierre de sus operaciones. Cinco instituciones han desaparecido en los
últimos siete años: Corporación Tecnológica Superior Siglo XXI, Instituto
Universitario de Historia de Colombia, Corporación Cristiana Universitaria de San
Andrés, Providencia y Santa Catalina, Corporación Tecnológica Copacabana y la
Fundación de Educación Superior Esatec.” (Cuartas Rodríguez, 2018).

El panorama planteado demuestra la existencia de una crisis general en el sector


universitario de Colombia, crisis que recae particularmente sobre las universidades
privadas toda vez que las Universidades estales tienen un régimen de gestión
administrativa y financiera supeditado a las disposiciones del Ministerio de
Educación Nacional y del Estado, contrario sensu a lo que ocurre con las
instituciones de educación superior fundadas y manejadas por particulares,
situación que es permitida por el artículo 68 de la Constitución en el ejercicio del
derecho a la libertad y autonomía universitaria y que ha repercutido en un estado
de cosas inconstitucionales que vulnera una y otra vez los derechos de trabajadores
y estudiantes, ya sea por malos manejos administrativos y financieros de los
particulares a cargo de la dirección universitaria o por una situación derivada de
factores sociales y económicos al interior del país.
Esta crítica situación ha generado un estado de cosas inconstitucionales que
abiertamente vulnera los derechos de los estudiantes y los trabajadores. Sin
embargo, ante una situación de crisis administrativa y financiera, los estudiantes o
los trabajadores de Instituciones Universitarias no tienen demasiadas herramientas
a su disposición para hacer exigibles sus derechos, ya que en el evento en el cual
la institución entra en crisis, las actividades se suspenden y aparentemente lo único
que puede hacer la comunidad académica es esperar una pronta solución para
retornar a las actividades y terminar los procesos formativos.

Ni un proceso civil, ni una tutela resultan ser medidas efectivas para garantizar la
prestación inmediata al servicio a la educación al cual tienen derecho, el pago de
los salarios debidos a los trabajadores o la reparación de los daños causados, ya
que como se ha manifestado anteriormente, la institución en cuestión suele alegar
una iliquidez financiera total o una inestabilidad administrativa para poder responder
oportunamente por sus obligaciones.

En este evento es claro que el responsable directo a reparar los perjuicios es el ente
privado, responsabilidad que no es exclusiva del ámbito laboral, también se extiende
a los perjuicios causados a los estudiantes ya que por medio de un contrato de
educación y a cambio de una remuneración, la institución se ha comprometido a
proporcionar un conocimiento de carácter formativo al estudiante (Sentencia T-
277/16, 2016|), compromiso que se ve incumplido y que debería generar una
responsabilidad civil contractual de la Universidad en los términos que establece la
legislación civil colombiana.

Es en este punto, cuando la actividad del Estado y sus omisiones empiezan a


hacerse evidentes toda vez que corresponde al Gobierno la suprema vigilancia y
control de las Universidades privadas y el cumplimiento de las obligaciones que en
materia de Derechos Humanos ha adquirido por mandato de los tratados
internacionales suscritos, la Constitución y la ley, por ello es necesario cuestionar
en forma dialectica ¿Dónde está el Gobierno cuando se empiezan a presentar
irregularidades en las Universidades? ¿Por qué no es consciente de las crisis
oportunamente? Si es consciente de la existencia de una crisis ¿Por qué no
interviene con anterioridad? ¿Son oportunas las intervenciones del Ministerio de
educación una vez se ha desatado una crisis universitaria? Y sobre todo ¿Existe
responsabilidad por parte del estado en las fallas de la prestación de un servicio
público a su cargo que ha delegado a particulares? ¿En qué grado se encuentra
esta responsabilidad? ¿Hay eximentes de responsabilidad para el Estado en estas
situaciones? ¿Cuáles son los daños antijurídicos? ¿Quiénes son las víctimas?,
¿Cuáles son los perjuicios reparables? Y ¿Cuáles son los medios idóneos para
exigir la reparación de los perjuicios o la tutela de los derechos?
4. ESTADO PRELIMINAR DEL ARTE

4.1 Crisis de las Universidades privadas en Colombia

En un intento por explicar la situación por la cual están atravesando las instituciones
de educación superior de carácter privado en Colombia, Cheyne García opina que
actualmente existe una paradoja en el sistema educativo colombiano, toda vez que
hay un exceso de población con deseos de estudiar, pero ello no se ve reflejado en
el número de matriculados en las Universidades. Para García, esta paradoja se
debe al poco crecimiento económico que ha experimentad Colombia en los últimos
años, el incremento en los índices de desempleo, el envejecimiento de la población,
el desarrollo de la política pública SER PILO PAGA, la falta de herramientas que
tiene la población civil para financiar eficientemente la educación superior y la falta
de oportunidades laborales en un mercado laboral futuro. (Cheyne Garcia, 2019)

Por otro lado Alberto Prada San Miguel cree que la crisis de las universidades
privadas es generalizada y está asociada a un bajo número de matriculados en el
país, hecho que está absolutamente conectado a la proliferación de centros
educativos extranjeros con programas de formación a muy bajo costo, y agravado
por la falta de identidad y de cultura ciudadana en relación a la calidad académica
que ofrecen los centros de formación convencionales los cuales se ven aún más
desplazados por las necesidades y dificultades financieras de los posibles
estudiantes al momento de asumir los costos de su formación (Hernandez Bonilla,
2018).

En un artículo de la Revista Dinero la Asociación Colombiana de Universidades


ASCUN manifestó que la crisis respecto al número de matriculados en las
universidades del país se relaciona con las dificultades impuestas por el El Instituto
Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (ICETEX) para
financiar la educación superior, toda vez que desde el año 2018 facilitan
preferencialmente préstamos y ayudas a estudiantes de universidades acreditadas
de alta calidad. Adicionalmente, muy poca gente hace el tránsito entre la educación
media y la superior ya que no hay motivaciones en la población para ello, ni
oportunidades suficientes en el mercado laboral para estimular dicho (Revista
Dinero, 2019).

Ahondando más en el tema de la acreditación institucional de alta calidad, Para


Irene Rodríguez, el problema alrededor de las crisis universitarias está relacionado
con las altas inversiones en las que han tenido que incurrir las instituciones para
obtener dicha acreditación, ya que tales gastos, pero no se vieron reflejados en un
aumento de la demanda estudiantes. Unido a ello, existe una visión generalizada
en la población donde la formación universitaria no es una garantía de estar bien
posicionado en el mercado laboral. Igualmente, se exige a los centros universitarios
hacer grandes inversiones en investigación e internacionalización para sus
programas, estudiantes y docentes hechos que generan un desbalance en las
actividades financieras de las universidades y las lleva a un punto de crisis. (UN
PERIODICO DIGITAL, 2019).
Igualmente, para Melo Becerra y otros hay bajas tasas de cobertura respecto al
acceso de la educación superior en Colombia, “la calidad del sistema de educación
superior es heterogénea” encontrado instituciones reconocidas por su excelencia e
instituciones con bajos niveles de calidad, además “no existe una conexión clara
entre las necesidades del sector productivo y la formación profesional, lo cual
constituye una limitación para el desarrollo económico del país.” Para ellos, la
calidad en la educación superior esta relacionado con el manejo administrativo de
los recursos, los incentivos a la investigación, la calidad del personal docente, las
condiciones socioeconómicas de los alumnos, el nivel educativo de los padres y el
nivel cognitivo de los estudiantes. (Melo Becerra , Ramos Forero, & Hernandez
Santamaria, 2017, págs. 60 - 63)

Respecto a los antecedentes históricos de la educación superior en Colombia, Melo


Becerra comenta que en un principio

“las actividades de enseñanza se concentraron en ciertas áreas del


conocimiento, en un contexto de control estatal e influencia de la Iglesia
Católica. En la década de los 30 del siglo anterior, se promueve la libertad de
enseñanza, se asignan recursos para mejorar la calidad educativa y se otorga
mayor autonomía a las universidades. No obstante, la falta de recursos
impide que se logren los objetivos propuestos y se revierten aspectos como
la autonomía universitaria. Posteriormente, con el proceso de urbanización y
los cambios demográficos del país se genera una demanda creciente por
servicios educativos, que propicia la apertura de instituciones privadas y el
surgimiento de universidades con programas nocturnos. Con la expedición
de la Constitución Política de 1991 se consagra la libertad de enseñanza y
se reconoce la educación como un derecho, lo cual se ve se reflejado en un
aumento de la cobertura educativa.” (Melo Becerra , Ramos Forero, &
Hernandez Santamaria, 2017, pág. 102)

En los resultados preliminares de la investigación hecha por Ardila Rodriguez, se


manifiesta que una de las soluciones para solucionar el problema de la calidad en
la educación superior radica en la necesidad de que tanto el gobierno como las
instituciones se reinventen, ello implica “redefinir el sistema de aseguramiento de la
calidad con el propósito de integrar todos y cada uno de los componentes” que
garantizan su desarrollo, reinventar el “sistema de fomento, el aseguramiento, la
evaluación y la acreditación” (Ardila Rodriguez, 2011, págs. 52 - 53)

Igualmente, para Bocanegra Acosta,

Las sucesivas reformas que se han dado en el país, especialmente durante


las dos últimas décadas, no han permitido resolver los problemas
estructurales de la educación, en aspectos como el ejercicio de la democracia
y la autonomía universitaria, cobertura, calidad y pertinencia del servicio
respecto a los requerimientos del desarrollo económico. La Constitución
Política de 1991 y la Ley 30 de 1992 “que reorganiza el servicio público de
educación superior”, profundizan las directrices básicas planteadas desde el
Decreto-Ley 80 de 1980: autofinanciación de las universidades estatales,
privilegio a la educación privada, cercenamiento a la democracia y a la
autonomía universitaria. Con la Ley 30 de 1992 se introducen las reglas del
mercado en la regulación de programas, situación que ha contribuido al
progresivo deterioro en la calidad de la educación superior en su conjunto.
(Bocanegra Acosta, 2011, pág. 36)

4.2. Los deberes del Estado respecto a las Universidades Privadas

En primer lugar, es importante señalar que Colombia ha ratificado la Declaración


Universal de Derechos Humanos (DUDH), el Pacto Internacional de Derechos
Económicos Sociales y Culturales (PIDESC), el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (PIDCP), la Convención Americana de Derechos Humanos
(CADH), el Protocolo de San Salvador y la Declaración Americana de Derechos y
Deberes del Hombre. De todos estos instrumentos internacionales, solamente los
asociados al Sistema Interamericano de Derechos Humanos son de carácter
coercitivo y sancionable para el Estado Colombiano, sin embargo, se tendrán en
cuenta las obligaciones adquiridas por Colombia en todos los instrumentos
señalados, teniendo en cuenta el literal d del artículo 291 de la Convención
Americana de Derechos Humanos.

Dicho lo anterior, desde una perspectiva del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos, el Estado Colombiana ha adquirido unas obligaciones de respeto y
garantía al derecho a la educación, al derecho al trabajo y en general a los Derechos
Humanos de sus conciudadanos, derechos particularmente consagrados en el
artículo 26 en conexidad con el artículo 1.1 y 2 de la CADH sobre los DESC y
desarrollo progresivo, obligaciones que deben ser observadas a la par con las
disposiciones de los artículos 1, 2 , 3, 6.1, 6.2, 13.1, 13.2 y 13.3 c del Protocolo de
San Salvador, los artículos 33 34, 35,45, 47, 49 y 51 de la Carta de la OEA, los
artículos 22, 23, 25, 26, 27, 28 y 30 de la DUDH y los artículos 2 , 3 ,4, 5, 6 y 13 del
PIDESC.

Al respecto es importante señalar que al tratarse de Derechos Económicos Sociales


y Culturales, el Estado colombiano tiene una obligación de “adoptar providencias y
brindar los medios y elementos necesarios”, que en la medida de sus recursos
económicos sea capaz de utilizar, para satisfacer progresivamente los compromisos
internacionales en materia de DESC tal como lo ha manifestado la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CASO ACEVEDO BUENDÍA Y OTROS
(“CESANTES Y JUBILADOS DE LA CONTRALORÍA”) VS. PERÚ , 2009). Ello no
es óbice para que el Estado Colombiano, no cumpla a cabalidad aquellas
necesidades de exigencia inmediata para con la población bajo su jurisdicción, ni
tampoco para que se le permita crear condiciones regresivas injustificadamente

1
CADH. Artículo 29: Ninguna disposición de la presente Convención puede ser interpretada en el sentido de:
d) Excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre
y otros actos internacionales de la misma naturaleza.
frente a derechos Económicos, Sociales o Culturales que ya han sido satisfechos y
asegurados a la comunidad (CASO CUSCUL PIVARAL Y OTROS VS.
GUATEMALA, 2018).

Con ello puesto de presente, si en el Estado Colombiano se llegara a presentar una


medida evidentemente regresiva frente a los DESC, el Estado Colombiano debería
demostrar que tales medidas se “han aplicado tras el examen más exhaustivo de
todas las alternativas posibles”, que justifiquen la antítesis a la progresividad ya
garantizada, toda vez que Colombia tiene la obligación general de procurar
constantemente la realización de los DESC, y ello no debe implicar en ningún
momento un retroceso frente al grado de desarrollo alcanzado (JORGE ODIR
MIRANDA CORTEZ Y OTROS, 2009).

Adicionalmente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que la


obligación general de respeto a los Derechos Humanos está relacionada con el
límite que tiene el poder gubernamental del Estado, tratándose del ejercicio y goce
de los derechos, de abstenerse a actuar ó permitir determinada prestación (Caso
Velásquez Rodríguez vs. Honduras, 1988). Ello quiere decir que el Estado
colombiano debe adoptar acciones positivas o negativas respecto a cada derecho,
independientemente de la generación a la cual este pertenezca, para asegurar el
ejercicio del mismo. Por otro lado, para la Corte IDH la obligación de garantía a los
Derechos Humanos implica:

el deber de los Estados de organizar todo el aparato gubernamental y, en


general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio
del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente
el libre y pleno ejercicio de los Derechos Humanos. (Caso Velásquez
Rodríguez vs. Honduras, 1988)

Ello quiere decir, que el Estado Colombiano debe hacer todo lo posible para evitar
que se violen los derechos de las personas sometidos a su jurisdicción, implicando
ello la investigación y sanción de toda violación a los derechos humanos procurando
además la reparación del derecho vulnerado (Opinion consultiva 11/90, 1990)

Ahora bien, respecto al derecho a la Educación, es claro a la luz de las


Observaciones Generales del Comité de Derechos Económicos Sociales y
Culturales de la ONU, que el Estado Colombiano debe garantizar el derecho a la
educación superior atendiendo a condiciones de disponibilidad, accesibilidad,
aceptabilidad y adaptabilidad. Ello quiere decir que debe haber suficientes
programas y planes de enseñanza, los cuales deben funcionar en condiciones de
idoneidad, a los cuales puedan acceder todas las personas sin enfrentarse a
circunstancias de discriminación, limites materiales de accesibilidad o límites de
accesibilidad económica. Del mismo modo, la forma y el fondo de impartir los
métodos y programas de estudio deben ser aceptables teniendo en cuenta los
objetivos de la educación superior, ello significa propender por el desarrollo personal
y social, y la impartición de la educación debe irse adaptando las exigencias de la
educación y a las necesidades de la sociedad (Comite de Derechos Economicos
Sociales y Culturales, 1999)

Adicionalmente, de acuerdo a lo señalado por el Comité, el Estado Colombiano


debe garantizar el derecho a la educación sin discriminación alguna y debe adoptar
medidas para lograr la plena aplicación del derecho, estas medidas deberían ser
deliberadas, concretas y orientadas lo más expedita y claramente posible al pleno
ejercicio del derecho a la educación (Comite de Derechos Economicos Sociales y
Culturales, 1999). Igualmente:

el derecho a la educación, como todos los derechos humanos, impone tres


tipos o niveles de obligaciones a los Estados Partes: las obligaciones de
respetar, de proteger y de cumplir. A su vez, la obligación de cumplir consta
de la obligación de facilitar y la obligación de proveer. (Comite de Derechos
Economicos Sociales y Culturales, 1999).

En este orden de ideas, el Estado Colombiano debería evitar todas las medidas que
obstaculicen o impidan el disfrute del derecho a la educación, incluso cuando esas
medidas provienen de terceros. Además, el Estado Colombiano “está obligado a dar
cumplimiento a… un derecho concreto del Pacto cada vez que un individuo o grupo
no puede, por razones ajenas a su voluntad [y] poner en práctica el derecho por sí
mismo con los recursos a su disposición”. Con ello, también es claro para el Comité
de DESC que el principal obligado en la prestación directa de la educación es el
Estado, en este caso el Colombiano (Comite de Derechos Economicos Sociales y
Culturales, 1999).

También es importante señalar que La Constitución Política de Colombia en su


preámbulo pone de manifiesto que uno de los fines de la misma es asegurar a sus
integrantes el trabajo y el conocimiento. Acto seguido, el artículo 2 estipula que son
fines esenciales del Estado “servir a la comunidad, promover la prosperidad general
y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución”, dentro de los cuales se encuentran la educación y el trabajo, así como
todos los derechos civiles, políticos o económicos, sociales y culturales conexos.

En lo referente a la educación, la Constitución en su artículo 67 puntualmente


menciona que:

la educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una


función social… Corresponde al Estado regular y ejercer la suprema
inspección y vigilancia de la educación con el fin de velar por su calidad, por
el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y
física de los educandos

El artículo 3 de la ley 30 de 1990 coincide con el precepto constitucional y recalca


que al Estado le corresponde la suprema inspección y vigilancia de la educación
superior, por medio de las medidas de investigación y sanción que desarrolla la
mencionada ley y que son ampliadas por las disposiciones normativas de la ley 1740
de 2014. Ante esto la Corte Constitucional también ha manifestado que “la
educación como servicio público exige del Estado y sus instituciones y entidades
llevar a cabo acciones concretas para garantizar su prestación eficaz y continua a
todos los habitantes del territorio nacional.” (Sentencia T-434/18, 2018). De igual
modo:

la educación tiene cinco características principales: a) Es objeto de


protección especial del Estado, b) Es un mecanismo esencial para la
materialización de otros derechos de rango fundamental como la igualdad, el
libre desarrollo de la personalidad, la libre escogencia de profesión u oficio,
el libre desarrollo de la personalidad, entre otros. c) Es uno de los fines
esenciales del Estado social y democrático de derecho. d) Está
comprendido por la potestad de sus titulares de reclamar el acceso y la
permanencia en el sistema educativo o a uno que permita una “adecuada
formación”. e) Se trata de un derecho deber y genera obligaciones
recíprocas entre todos los actores del proceso educativo (Sentencia T-
659/10, 2010)

Ahora bien, en lo relacionado con el derecho al trabajo la constitución señala en el


artículo 25 que “el trabajo es un derecho y una obligación social y goza, en todas
sus modalidades, de la especial protección del Estado. Toda persona tiene derecho
a un trabajo en condiciones dignas y justas”. En este sentido, el decreto 4108 de
2011 señala en su artículo 2 que entre las funciones del Ministerio de Trabajo se
encuentra “13. Fijar las políticas necesarias para la promoción y vigilancia de la
protección de los derechos al trabajo, a la asociación y a la huelga, conforme a las
disposiciones constitucionales y legales vigentes.”, “14. Ejercer, en el marco de
sus competencias, la prevención, inspección, control y vigilancia del cumplimiento
de las normas sustantivas y procedimentales en materia de trabajo y empleo, e
imponer las sanciones establecidas en el régimen legal vigente.”

Ahora bien, tal como lo manifiesta la Honorable Corte Interamericana de Derechos


Humanos, existe una interdependencia entre los derechos civiles y políticos y los
económicos, sociales y culturales, ya que los dos grupos integran el conjunto de
Derechos Humanos sin considerar ningún tipo de jerarquía entre sí y su grado de
exigibilidad (CASO ACEVEDO BUENDÍA Y OTROS (“CESANTES Y JUBILADOS
DE LA CONTRALORÍA”) VS. PERÚ , 2009). En este orden de ideas, las
obligaciones que ha adquirido el Estado Colombiano frente a los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales están íntimamente ligadas con las obligaciones
derivadas de los derechos civiles y políticos y tratándose de situaciones
relacionadas con la educación superior se deben tener en cuenta que las
obligaciones de respeto y garantía antes señaladas pueden extenderse, dadas las
circunstancias a los derechos de orden civil y político desarrollados en el PIDCP, en
la DUDH y en la CADH.

3.3 La responsabilidad del Estado Colombiano


Con relación a esto, el artículo 6 de la Constitución señala que “los particulares sólo
son responsables ante las autoridades por infringir la Constitución y las leyes. Los
servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o extralimitación en el
ejercicio de sus funciones.” Del mismo modo el artículo 90 de la Constitución señala
que:

El Estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le


sean imputables, causados por la acción o la omisión de las autoridades
públicas. En el evento de ser condenado el Estado a la reparación patrimonial
de uno de tales daños, que haya sido consecuencia de la conducta dolosa o
gravemente culposa de un agente suyo, aquel deberá repetir contra este.

Igualmente, el artículo 91 menciona que “En caso de infracción manifiesta de un


precepto constitucional en detrimento de alguna persona, el mandato superior no
exime de responsabilidad al agente que lo ejecuta.” Por otra parte, el artículo 92
indica que “Cualquier persona natural o jurídica podrá solicitar de la autoridad
competente la aplicación de las sanciones penales o disciplinarias derivadas de la
conducta de las autoridades públicas.”

Respecto a la responsabilidad extracontractual del Estado Consejo de Estado ha


señalado que esta surge cuando se ha causado un daño antijurídico a un
administrado, la imputación del mismo es atribuible a la administración pública tanto
por acción como por omisión, ya sea porque se presentó una falla en el servicio, un
daño especial, un riesgo excepciona o de cualquier otro tipo. En este orden de ideas,
el daño consiste en el menoscabo del interés jurídico tutelado y la antijuridicidad en
el hecho de que los administrados no deben soportarlo (Sentencia 00463 de 2018,
2018).

Igualmente, la Corte Constitucional Colombiana ha dicho que es deber del Estado


proteger la vida, honra y bienes de las personas y en este orden de ideas el daño
antijurídico o lesión seria el menoscabo o perjuicio que sufre la víctima en su
patrimonio o en sus derechos personalísimos, debido a una acción u omisión del
Estado, sin tener el deber de soportarlo, con ello el incumplimiento del Estado se
presenta cuando la administración no satisface las obligaciones a su cargo dentro
de las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que estas han sido fijadas siempre
que no medie una circunstancia de fuerza mayor o conducta negligente de la víctima
(Sentencia C- 644/11, 2011).

Tratándose de funciones públicas del Estado a cargo de particulares, la


responsabilidad del Estado también ha sido configurada por la Corte Constitucional,
corporación que ha manifestado que actividades como la prestación de servicios de
salud, educación, ciencia y tecnología, entre otros son tareas que en principio
corresponden al Estado pero pueden ser asumidas por particulares, ello no implica
que se cambie la titularidad de las responsabilidades estatales o que los particulares
por este hecho cambien su estatus de particulares a servidores publicas
simplemente significa que, los particulares adquieren compromisos mayores con la
sociedad y el Estado lo cual conlleva responsabilidades públicas. En consecuencia,
no se puede predicar la falta de responsabilidad del Estado por no estar el Estado a
cargo directamente de la prestación de la función pública, pero en el evento en el
que concurran acciones u omisiones de las entidades públicas que ocasiones daños
antijurídicos a las personas, se puede ver comprometida la responsabilidad del
Estado. Ahora bien, el Estado no está obligado a responder por todos los daños que
causen los particulares, pero si debe reparar los perjuicios que causan los
particulares siempre que estos perjuicios sean imputables al Estado(Sentencia C-
644/11, 2011)

Ahora bien, por un lado es necesario recordar que la responsabilidad es aquella


obligación de reparar el daño que se ha causado, por otro lado en materia de
responsabilidad del Estado se suele estar frente al concepto de daño antijurídico
que es aquel daño a un bien jurídico del Estado, un hecho que afecta una situación
expresamente reconocida y protegida por el derecho, aquel daño que la víctima no
está en la obligación de soportar. Finalmente, también es importante mencionar que
el daño es una lesión en si misma, un hecho generador de perjuicios, los cuales son
reparables, para que un perjuicio pueda ser reparado requiere que este sea directo,
es decir que el daño sea consecuencia de la actuación directa del Estado, que sea
personal sobre quien ha sufrido el perjuicio, y que sea cierto ello quiere decir que no
puede ser eventual, hipotético, posible.

Del mismo modo en lo que se refiere a Responsabilidad del Estado, se requiere que
el daño no haya sido ya reparado, y que exista un nexo de causalidad con la
actividad del Estado, en este sentido es importante mencionar que exista una
causalidad física (el hecho concreto que generó un daño), una causalidad jurídica
(la imputación que se le hace al Estado) y que no medie una causal de exoneración
como lo es la fuerza mayor o el caso fortuito, el hecho de un tercero y que el daño
no haya sido el resultado de un hecho de la víctima.

Para hacer exigibles y reparables los perjuicios causados por el Estado producto de
un daño causado por la Nación, el ordenamiento ha dispuesto entre sus mecanismos
jurisdiccionales la acción de reparación directa, las acciones contractuales, la acción
de nulidad y restablecimiento del derecho, la tutela y las acciones de grupo.

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