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Coordinación Socialista Latinoamericana

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Coordinación Socialista Latinoamericana es una organización socialista internacional, a
nivel latinoamericano, actualmente poco activa en comparación a otras organizaciones
similares como el Comité de la Internacional Socialista para América Latina y el Caribe o
el Foro de Sao Paulo.

Historia[editar]
A fines de 1980, se encomendó al Partido Socialista del Uruguay la preparación de un
Proyecto de Seminario de confrontación ideológica, seminario que finalmente se realizó
en Lima, durante los días 16 al 18 de abril de 1984, organizado por el Partido Socialista
Revolucionario del Perú. En dicho evento se aprobó el «Documento de Lima» (que recogió
cuatro tesis fundamentales: Socialismo y nación, Socialismo y Democracia, Bloque Social
Alternativo y Unidad Latinoamericana), indicativo del alto grado de identidad política de más
ambiciosos contenidos.
Ganada la democracia política en el Uruguay y la legalidad de su Partido Socialista, esta
organización promovió la realización de dos Reuniones de Trabajo a fin de cumplimentar la
agenda de Lima. Ya en enero de 1986 se convocó a la Primera Conferencia Política del
Socialismo Latinoamericano, que se realizó en Montevideo, entre los días 11 y 13 de abril.
Coordinadora Socialista Latinoamericana interactúa frecuentemente con el Foro de Sao Paulo
y con COPPPAL.
A la primera conferencia mencionada asistieron como ponentes el Partido Socialista de
Uruguay, el Partido Socialista de Chile, el Partido Socialista Revolucionario del Perú,
el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) de Venezuela y el Partido Socialista
Popular de Argentina, así como diversos partidos comunistas,
partidos socialdemócratas europeos, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y
otras. Se llamó a la solidaridad con los pueblos árabes como Libia y Palestina, con las
naciones latinoamericanas como Cuba, Nicaragua y Chile, y se rindió homenaje a los líderes
del socialismo latinoamericano Salvador Allende, Vivian Trías y Marcelo Quiroga Santa Cruz.
En la segunda conferencia de Lima, 23 de junio y 24 de noviembre de 1986, el primer
Secretario electo resolvió convocar a la Segunda Conferencia Política del Socialismo
Latinoamericano (ciudad de México, 15 al 17 de mayo de 1987), bajo el patrocinio del
naciente Partido Mexicano Socialista, uno de cuyos integrantes, el Partido Socialista Unificado
de México, ya había participado en la Primera Conferencia como invitado.
Participaron dos nuevos miembros, Movimiento Socialista "Firmes" de Colombia y Partido
Socialista Ecuatoriano, tres partidos que procesan su incorporación plena PMS de México,
PS1 de Bolivia y Partido Socialista Costarricense, y diversas organizaciones amigas invitadas
(COPPPAL, Frente Sandinista de Liberación Nacional, Partido Comunista Cubano, Frente
Farabundo Martí de Liberación Nacional, Partido Social Demócrata de Guatemala, Partido
Comunista de la Unión Soviética, Partido Socialista de Estados Unidos, Liga Comunista de
Yugoslavia, Baaz de Irak, Organización para la Liberación Palestina, Mapam, Frente Polisario,
etc.). Eventualmente se les uniría el Movimiento al Socialismo de Venezuela, el Movimiento
Bolivia Libre y Frente Amplio de Uruguay.

Primera Conferencia[editar]
En la Primera Conferencia se abordó el siguiente temario:
1. Perfiles históricos del socialismo latinoamericano (ponente Partido Socialista de Chile).
2. Deuda externa e integración (ponente: Partido Socialista de Argentina).
3. Organización permanente (ponente: Partido Socialista del Uruguay).
Participaron Partidos Socialistas de ocho de los diez países sudamericanos convocados y
unos 15 observadores (socialdemócratas europeos, partidos comunistas, la OLP y MAPAM
entre otros).
La conferencia aprobó los documentos básicos, así como diversas declaraciones -
compromisos de solidaridad con Chile, Paraguay, El Salvador, Nicaragua, Libia y demás
pueblos árabes; y en cumplimiento de los Estatutos de la nueva organización regional creada,
la Coordinación Socialista Latinoamericana-CSL, eligió al primer secretario.
Presidió la Conferencia una Mesa así integrada: Presidente: José E. Díaz (Partido Socialista
del Uruguay); Vicepresidentes: Fernando Sánchez (PSR de Perú) y Jesús Paz Galárraga
(MEP-PS de Venezuela; Secretarios: PS de Chile y PRF de Paraguay. Y bajo la invocación de
tres forjadores del socialismo latinoamericano en su concepción actual, Salvador Allende,
Vivian Trías y Marcelo Quiroga Santa Cruz, se designó una Presidencia de Honor integrada
por ilustras compañeros de extensa y fecunda militancia: José Pedro
Cardoso (Uruguay), Alicia M. De Justo (Argentina), Raúl Ampuero Díaz (Chile), Manuel
Agustín Aguirre (Ecuador) y Gerardo Molina Ramírez (Colombia).

Segunda Conferencia[editar]
Luego de reunirse por dos veces durante el primer año de ejercicio (Lima 23 de junio y 24 de
noviembre de 1986), el primer Secretario electo resolvió convocar a la Segunda Conferencia
Política del Socialismo Latinoamericano (ciudad de México, 15 al 17 de mayo de 1987), bajo el
patrocinio del naciente Partido Mexicano Socialista, uno de cuyos integrantes, el PSUM, ya
había participado en la Primera Conferencia como invitado, y había solicitado el estatuto de
Observador Permanente de la CSL. Participaron dos nuevos partidos miembros (MS "Firmes"
de Colombia y PSE-PSRE de Ecuador), tres PS que procesan su incorporación plena (PMS
de México, PS1 de Bolivia y Partido Socialista Costarricense de Costa Rica) y diversas
organizaciones amigas invitadas (COPPPAL, FSLN, PCC, FDR-FMLN, PSD de Guatemala,
PCUS, PSUA, Liga Comunista de Yugoslavia, PS Baas de Irak, OLP, MAPAM, Frente
POLISARIO, etc.)
La II Conferencia aprobó el primer informe, balance y rendición de cuentas de la Secretaria
General y los documentos sobre "América Latina y el Espacio Socialista" y "La CSL y sus
relaciones internacionales", numerosas resoluciones de solidaridad y de trabajo, y un
ambicioso programa de actividades anuales, y reeligió el Secretario para el segundo ejercicio,
agregando dos Vicepresidencias: PSE de Ecuador y PMS de México.

Tercera Conferencia[editar]
La Tercera Conferencia se reunió en Lima, Perú, del 28 al 30 de octubre de 1988. No bien
instalada, con la asistencia de casi todos sus miembros y numerosos invitados, resolvió
denominarse "Salvador Allende: socialismo y democracia", en homenaje a su mártir
emblemático en el 80º aniversario de su natalicio. Eligió la mesa integrada por Alfredo
Filomeno (PSR de Perú) como presidente, los diputados Amalia García (PSM de México) y
Hernán Rivadeneira (PSE de Ecuador) como Vicepresidentes; Luis Jerez y Eduardo Loyola
(PS de Chile) como secretarios y designó la siguiente Presidencia de Honor: Raúl Ampuero
Díaz (Chile), Gerardo Molina (Colombia), Manuel A. Aguirre (Ecuador), Valentín Campa
(México), David Tejada Mercado (Perú), José Pedro Cardoso (Uruguay) y Luis Beltrán Prieto
(Venezuela).
Aprobó el informe, balance y rendición de cuentas de la Secretaría General, algunas
modificaciones en el Estatuto, dos documentos ("La democracia en América Latina y los
nuevos desafíos" -que también incluimos en este folleto- y ""EE.UU., el narcotráfico y la
estrategia imperialista"), así como numerosas declaraciones de solidaridad y de trabajo, entre
ellas la "Declaración de Lima".
La III Conferencia, según lo habilitaba una modificación estatutaria, resolvió integrar tres
Regionales con un Secretario Regional encargado de las labores ejecutivas encomendadas
por la Secretaría General de la CSL:

 a) Sur: PSP de Argentina (Secretaría Regional), PT, PSB y PDT de Brasil, PS de Chile y
PS de Uruguay;
 b) Centro: MBL (Secretaría Regional) y PS1 de Bolivia, PSE de Ecuador, PSR de Perú,
MAS y MEP de Venezuela, MS "Firmes" de Colombia, y
 c) Norte: PMS de México (Secretaría Regional) y PSC de Costa Rica.
Finalmente eligió el nuevo Secretario. El evento fue inaugurado públicamente en un brillante
acto de masas, efectuado el 28 de octubre de 1988, en el Anfiteatro del Centro Cívico de
Lima, donde hicieron uso de la palabra los salientes presidente y secretario general de la CSL,
Gral. (R) Leonidas Rodríguez Figuera (Perú) y diputado nacional Dr. José E. Díaz
(Uruguay), Basilio Constantinea (PASOK de Grecia) por los invitados, y el líder de la IU del
Perú y ex alcalde de Lima, Alfonso Barrantes.

Cuarta Conferencia[editar]
Se reunió en Santiago de Chile entre el 26 y el 28 de abril de 1990. La Mesa de la Conferencia
estuvo presidida por Fernando Sánchez, Secretario General de la CSL, y por los
representantes del partido anfitrión, Hernán Vodonovic y Hernán del Canto, vicepresidente y
secretario de Asuntos Internacionales del Partido Socialista Chileno. Asistieron representantes
de ocho partidos miembros: PSE de Ecuador, PRD de México, PSR de Perú, quienes también
participaron en los actos conmemorativos de un nuevo aniversario del partido anfitrión. Las
principales resoluciones de la Conferencia fueron:

1. Declarar la permanencia y organicidad de la CSL, y que la participación y acción en


ella es fundamental para los partidos miembros.
2. Avanzar en la formulación de una propuesta general para la coyuntura de América
Latina.
3. Concretar acciones comunes en espacios regionales (MERCOSUR, Pacto Andino,
etc.); temas especiales (Deuda, medio ambiente, narcotráfico). Acción en organismos
internacionales (Parlamento Latinoamericano, BID, Fondo Monetario
Internacional, OEA).
4. Propender a intensificar el relacionamiento con la Conferencia Permanente de Partidos
Políticos de América Latina, COPPPAL, valorando que este foro reviste especial
importancia como lugar de encuentro de fuerzas políticas que defienden los principios
de la democracia, el pluralismo, la autodeterminación de los pueblos, la defensa de su
soberanía nacional y del principio de no intervención, la protección de los derechos
humanos, y
5. Declarar que la CSL se encuentra abierta al diálogo y a la acción conjunta en temas
fundamentales con la IS, en la búsqueda de construir un nuevo internacionalismo.
En la Conferencia se discutió un amplio temario sobre los cambios en la situación mundial y su
impacto en América Latina, y las respuestas del socialismo latinoamericano ante las nuevas
realidades.
La V Conferencia de la CSL eligió a sus nuevas autoridades para el siguiente período de dos
años: Presidente, el senador Reinaldo Gargano (PS de Uruguay); Secretario General el
diputado Víctor Granda (PS Ecuatoriano); vicepresidentes, el diputado Guillermo Estévez
Boero (PSP de Argentina), Antonio Araníbar (MBL), y Ricardo Valero (PRD). A la Presidencia
de Honor, integrada por Leonidas Rodríguez (PSR, Perú) y José Cardoso (PS, Uruguay), se
agregó el presidente del Consejo Superior del PS de Chile, Clodomiro Almeida Medina.

Quinta Conferencia[editar]
Se reunió en Montevideo el 24 y 25 de mayo de 1995, con la presencia de los siguientes
partidos miembros: PSP de Argentina, MBL de Bolivia PT y PDT de Brasil, PS de Chile, PSE
de Ecuador, PRD de México, PS de Uruguay y MAS de Venezuela.
Por consenso, se aprobó la Declaración de Montevideo y se eligió a las siguientes autoridades
por el período estatutario de dos años (1995-97): Presidente Dr. Víctor Granda (PSE,
Ecuador); vicepresidentes: Lc. Jorge Calderón Salazar (PRD, México), Dr. Guillermo Estévez
Boero (PSP, Argentina) y Víctor Hugo D¨Paola (MAS, Venezuela; Secretario General: Dr. José
E. Díaz (PS, Uruguay).

Sexta Conferencia[editar]
En Quito, durante los días 22, 23 y 24 de mayo de 1997, se realizó la Sexta Conferencia con
la presencia de delegados de los Partidos: Socialista Democrático y Socialista Popular de
Argentina; del MBL de Bolivia, del PS y PT del Brasil; del PS de Uruguay, del PS de Chile; del
MAS y el MEP de Venezuela y el PS Frente Amplio de Ecuador. En los 3 días de
deliberaciones se trataron los temas: "Desarrollo sostenible y alternativa progresista
latinoamericana", "Perfiles históricos del socialismo de cara al siglo XXI" y "Reforma del
Estado en América Latina. Gobernabilidad y Democracia".
Se incorporó como miembro pleno de la CSL, el PSD de Argentina. Al finalizar el evento se
emitió la "Declaración del Pichincha", se efectuó un homenaje por el 25 y 30 aniversarios
respectivos de las muertes heroicas de Salvador Allende y Ernesto "Che" Guevara, y se
concluyó con la elección del nuevo Secretario de la CSL: Presidente: Marco Aurelio García,
PT Brasil; Vicepresidentes: Víctor Hugo D'Paola, MAS Venezuela; Hernán del Canto, PS
Chile; Guillermo Estévez Boero, PSP, Argentina; Secretario General: Hernán Rivadeneira
Játiva, PS-FA Ecuador, quien, posteriormente, al ser designado en su país Ministro del
Tribunal Constitucional renunció a la Secretaría de la CSL asumiendo dicha función el
Secretario de RRII del PS-FA, Germán Rodas Chaves, cuya función fue ratificada por la CSL,
reunida en el entorno del Foro de São Paulo en Managua, en febrero de 2000.
Encuentro de la CSL
Con ocasión del X Encuentro del Foro de Sao Paulo, reunido en la ciudad de La Habana del 4
al 7 de diciembre de 2001, se reunió también la Coordinación Socialista Latinoamericana.
Estuvieron presentes el Partido de los Trabajadores y el Partido Socialista de Brasil, el Partido
Socialista Popular de Argentina, el Partido Socialista de Uruguay, el Movimiento Bolivia Libre,
el Partido Socialista Revolucionario del Perú, el Partido Socialista - Frente Amplio del Ecuador
y el Partido de la Revolución Democrática de México.
Entre la resoluciones fundamentales asumidas en este enclave socialista Latinoamericano
valen destacar las siguientes:

1. Se coincidió en la necesidad de impulsar la actividad permanente de la Coordinación


Socialista Latinoamericana, como un espacio de reflexión permanente y además de
intercambio de experiencias.
2. Se acordó realizar, en el mediano plazo, un seminario ideológico-político que permita a
los socialistas latinoamericanos profundizar en el debate sobre los diversos conflictos
que vive, especialmente, la región latinoamericana, encuentro que inicialmente se
podría realizar en Quito.
3. Se acordó trabajar en una "Red Virtual Socialista Latinoamericana" a partir de la
información que sobre la CSL tiene el Partido Socialista-Frente Amplio del Ecuador en
su página Web, la misma que se insertará en cada una de las páginas web de los
partidos miembros de la CSL posibilitando la comunicación interna y el conocimiento
sobre sus actividades, así como sus reflexiones ideológicas y sus decisiones políticas
fundamentales.
4. Se definió que la presidencia de la CSL esté en Brasil, y que los partidos miembros de
la CSL de dicho país resuelvan, a la brevedad, quien ocuparía la Presidencia. Se
ratificó la Secretaría de la CSL para el Partido Socialista-Frente Amplio en la persona
de su Secretario de Relaciones Internacionales, Germán Rodas Chaves.

Séptima Conferencia[editar]
El 21 de julio de 2014 bajo la consigna "Partidos socialistas,Relaciones internacionales e
integración regional", se llevó a cabo la séptima conferencia de la CSL en la ciudad de
Montevideo. Las delegaciones participantes fueron, PRD de México, P. Socialista de
Argentina, PSB de Brasil, P. Socialista de Uruguay, P-MAS de Paraguay, P. Socialista de
Perú, P. Rev. Febrerista de Paraguay, P. Socialista de Chile y País Solidario de Paraguay.
Como principales puntos extraídos de dicha conferencia se pueden enunciar :

1. Reafirmación del compromiso de todas las partes por mantener un relacionamiento


más dinámico entre los distintos actores integrantes.
2. La búsqueda de estrategias políticas orientadas al mejor funcionamiento de los
organismos de integración regional, los cuales se presentan como herramientas
fundamentales para el desarrollo de los Estados involucrados.
3. Discusión y diagramamiento de una agenda de temas que hacen a la realidad
cotidiana de los pueblos involucrados, a saber; cuestión de géneros, trata de
personas, lucha contra la desigualdad, bases educativas para formar la integración,
planificación en conjunto de los gobiernos a la hora de aplicar políticas integradoras.
Por último se discutió el posicionamiento de los gobiernos socialistas latinoamericanos frente
al orden mundial actual, así como su rol en el tablero estratégico global.

El pensamiento socialista latinoamericano y el desarrollo organizacional:


hacia la construcción de alternativas válidas para nuestra región

Elsa Emilia Petit Torres1 y Jesús Peña Cedillo2

Facultad Experimental de Ciencias, Universidad del Zulia. Venezuela


1

2
Departamento de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Simón Bolívar.
Venezuela
eept2002@hotmail.com, jpenac@usb.ve

Resumen

Se abordan problemas teóricos sobre la incidencia del pensamiento socialista


latinoamericano en las concepciones de desarrollo organizacional. Esta ha sido una
tarea poco valorada en la tradición de investigación latinoamericana, siendo en la
actualidad un asunto de gran importancia por el despliegue creciente de perspectivas
sociales y económicas alejadas de las lógicas del neoliberalismo. Se desarrollan
elementos constitutivos de esta nueva visión de las relaciones intra-organizacionales,
escudriñando las nuevas maneras como deben ser abordadas las relaciones capital-
trabajo. Se concluye mencionando aquellos dilemas a ser afrontados para construir
alternativas organizacionales que respondan a los objetivos de las nuevas sociedades
en ciernes.

INTRODUCCIÓN

Abordar la temática del Pensamiento Socialista Latinoamericano (PSL) pareciera ser,


de entrada, una tarea inasible, tanto por la amplitud y heterogeneidad de lo que es
posible incorporar en su seno; como por tratarse de una cosmovisión en plena
construcción teórica y práctica, no guiada por ningún manual predefinido ni por
ninguna teleología que de entrada le corte las alas. En todo caso, esa extraordinaria
amplitud obliga a delimitar el trabajo. Por ello, al hacer referencia en este artículo al
PSL, se refiere específicamente a los procesos que se han desplegado en Suramérica
en el siglo XXI.

El PSL cavila en torno a lo concreto de los problemas que la vida presenta a nuestra
gente, más específicamente los problemas del subdesarrollo: exclusión, violencia,
explotación, desigualdad social, dependencia, etc., y dentro de su heterogeneidad,
evoluciona en función de la identidad asumida por los movimientos sociales y los
pensadores de nuestros pueblos; en respuesta a un anhelo de mayor emancipación,
cohesión social y participación política en la región.

A partir de él nos interesa avanzar hacia un renovado análisis teórico sobre la


problemática organizacional; intentando relacionar la incidencia del PSL en las
concepciones y modelos de desarrollo organizacional (DO) todavía imperantes. Abordar
la problemática organizacional desde la perspectiva socialista ha sido una tarea poco
valorada en la tradición de investigación latinoamericana, y aparece en los momentos
actuales como un asunto de extrema importancia al desplegarse en toda la región
visiones del desarrollo que rescatan una perspectiva social y económica muy alejada
de las posturas teóricas y prácticas que hasta ahora han dominado, profundamente
sometidas a la lógica del capitalismo.

Se exponen por ello los principales elementos constitutivos de esta nueva visión
socialista de las relaciones intra-organizacionales, contrastándolos con la tradición
heredada; escudriñando particularmente las nuevas maneras como deben ser
abordadas las relaciones capital-trabajo al interior de las organizaciones.

Se critican aquellas posturas teóricas sobre las organizaciones que no mencionan la


mayor parte de las características indeseables de la sociedad capitalista y presentan
una apariencia de neutralidad de los valores, cuando en realidad encubren una
tendencia política conservadora. Estas posturas siempre han dejado en segundo plano
la función social de estas prácticas, hasta el punto en que puede demostrarse que la
teoría de la organización ha servido primordialmente al interés del capital (Jermier,
1982).

Los resultados aquí plasmados constituyen un primer acercamiento dentro de un


proyecto de investigación de mayor alcance en que se aborda la tesis del desarrollo
organizacional para la innovación en el marco del PSL. Una tarea de vasto y ambicioso
alcance, pero de gran pertinencia para nuestras sociedades.

1. ALGUNAS IDEAS SOBRE EL PENSAMIENTO SOCIALISTA LATINOAMERICANO


EN EL SIGLO XXI. SU NECESIDAD Y SUS CARACTERÍSTICAS

El PSL en el siglo XXI, no surge como una práctica esotérica, ajena a los procesos de
cambio y transformación radical que están viviendo nuestras realidades. Su aparición
(re-aparición, en strictu sensu) se considera derivada del fracaso de la actual fase del
desarrollo capitalista mundial, en particular el estruendoso desastre dejado por la
aplicación del recetario neoliberal en el subcontinente en las últimas décadas del siglo
pasado. Donde “ sólo en América Latina y el Caribe hay más de 200 millones de
pobres, de los que 53 viven en pobreza crítica” (Mena, 2008). El legado neoliberal es
el de un mundo de acciones terroristas, catástrofes ambientales, amenazas de
pandemias (como el sida y la gripe aviar), guerras energéticas y étnicas, y colapso
financiero global, entre otras.

Su reaparición en Latinoamérica, ha estado conmocionando a diversos estamentos


políticos y económicos mundiales, porque se trata de un pensamiento socialista distinto
al que más se conoce en aquellas latitudes; versiones no rupturistas, como es el caso
de los procesos que hoy en día dominan los cambios en Brasil, Chile, Argentina,
Uruguay, Dominicana, Panamá y Guyana.

Se habla ahora de un pensamiento y una acción profundamente insurgente en varios


sentidos. Ciertamente, por un lado se trata de un pensamiento que ha (re)aparecido
con una fuerza inusitada e inesperada, particularmente en Suramérica (en concreto:
Venezuela, Bolivia y Ecuador; experiencias a las que habría que sumar la sandinista en
Nicaragua). Por otro, sus características lo hacen radicalmente distinto a las
experiencias (y el pensamiento) socialista del siglo pasado, aun cuando es
perfectamente reconocible como una evolución de esa corriente histórica, de la cual no
reniega, pero al mismo tiempo hace proposiciones muy distintas a las tradicionales, en
procura de un socialismo radical y democrático.

Antes de abordar el tema central, el DO, es menester, primero desarrollar algunos


elementos básicos que permitan entender qué se plantea cuando se habla de PSL y
extraer de esas ideas lo sustantivo en términos organizacionales. Se debe comenzar
por lo esencial. La humanidad se encuentra, en este mismo momento, en una
encrucijada tal, que ya no basta con las soluciones que desde el propio capitalismo
históricamente se han generado para garantizar la estabilidad y la continuidad de las
sociedades humanas. Se puede afirmar sin duda que en la etapa actual se requiere a
nivel global una acción urgente para salvar el planeta y la humanidad, así como lo
expresa en sus ideas Dierckxsens (2006).

Esta urgencia se deriva del fracaso del capitalismo como sistema económico capaz de
dar soluciones a las necesidades de los seres humanos del común y no sólo a una
pequeña élite. Ello es cada vez más patente a pesar de toda la parafernalia ideológica
y comunicacional que intenta mostrar lo contrario. Según la Organización de Naciones
Unidas para la Alimentación en el Mundo:

Hay 854 millones de personas hambrientas para las que hoy no hay forma de
garantizar los alimentos de forma sostenible, por el acceso de los alimentos en una
sociedad que estimula el uso de los alimentos para producir combustibles. Informes de
la ONU, revelan que los países más pobres sólo en año 2007 pagaron un 25% más que
el año anterior por igual volumen de alimentos, mientras Estados Unidos dedica el
30% de su producción de granos a la elaboración de biocombustibles. El capitalismo
muestra un esquema de reproducción social ya insostenible con la existencia de 1.300
millones de pobres [extremos] en el mundo de los que el 60% son mujeres, sólo en
América Latina y el Caribe hay más de 213 millones de pobres, de los que 53 millones
viven en pobreza crítica (Mena, 2008).

Consecuentemente, es obvio que el capitalismo no ha resultado ser más que una


inmensa fábrica de pobreza y alienación para la mayoría de la población mundial. Y
esto lo ha demostrado a lo largo de toda su historia y sea cual sea la fachada que haya
adquirido a lo largo de los siglos de dominación que ya lleva.

En efecto, a pesar de la complacencia con que es tratado por los medios de


comunicación masiva y por los sistemas académicos, los cuales jamás ponen en duda
su legitimidad o su capacidad para resolver los problemas de las grandes mayorías; los
hechos son irrefutables: comenzamos el siglo XXI con dos tercios de la humanidad
(unos cuatro mil millones de seres humanos) viviendo con el equivalente a menos de
dos dólares diarios y sin recibir los más mínimos beneficios que el sistema social
debería, en justicia, otorgarles; hora tras hora, mueren en este planeta miles de niños
por única y exclusiva causa del hambre, en tanto en las sociedades opulentas se
produce y desperdicia impunemente toda clase de alimentos; día tras día, miles de
millones de seres humanos son explotados por un sistema económico que ha
perfeccionado los mecanismos para extraer riquezas ingentes del esfuerzo productivo
de los asalariados, manteniendo a la gran mayoría de ellos en condiciones de vida
precarias y con remuneraciones que no dejan lugar a ninguna esperanza de cambio en
su futuro y en el de sus descendientes… y así se podrían seguir enunciando ad
infinitum las lacras que el capitalismo ha producido, permitido o no abordado en más
de dos siglos de dominación, porque en su ‘ sana lógica’ o no se trata de problemas
de interés para los mercados solventes o se trata de fenómenos periféricos,
pequeñeces de países atrasados (aunque útiles para ser saqueados), al lado de un
sistema económico por lo demás pujante, generador de todas las riquezas que hoy
‘ disfruta la humanidad’ .

El capitalismo ha alcanzado límites de deshumanización inimaginables, cuando los


precios de los alimentos se disparan ante la política de utilizarlos para ‘ alimentar’ de
combustible los vehículos de las sociedades opulentas (cada vez que se llena con
biocombustibles el tanque de un automóvil, se consume el alimento que podría aliviar
el hambre de una persona ¡durante todo un año!).

En adición a lo anterior, no es superfluo señalar que aquellos seres humanos que han
tenido la suerte de recibir los beneficios que las sociedades opulentas ofrecen a la
mayoría de sus ciudadanos, en general se encuentran abrumados por una manera de
vivir que engendra una permanente angustia existencial, reduce la trascendencia
espiritual al más ramplón de los consumismos y aliena al sujeto, imposibilitándolo para
asumir dentro de la sociedad una manera de vivir cultural y sicológicamente más
enriquecedora. Nuevamente, solo una nueva concepción de sociedad que permita
reestructurar sobre la base del esfuerzo colectivo el proceso de emancipación de las
mayorías y su pleno desarrollo, ofrece salidas para esta negación del desarrollo
integral de los seres humanos.

No en contraste con lo dicho, sino para mayor escándalo de cualquier ser humano con
conciencia, atiéndase a que, conjuntamente con esos estigmas del capitalismo y en
este mismo planeta, segundo a segundo, apenas unos pocos miles de
familias acumulan privadamente, para su disfrute particular y exclusivo, riquezas
suficientes como para que esos cuatro mil millones de personas que viven en la
pobreza pudiesen salir de inmediato de su precaria situación.

De acuerdo a los indicadores registrados los informes: sobre el desarrollo humano y


desarrollo mundial, analizados por Kanbur (1990), lo que contundentemente muestra
la realidad es que el capitalismo ha fracasado. Como sistema social y económico
imperante en el planeta, ha sido incapaz, no de brindar prosperidad para todos, sino
de alcanzar el mínimo requerimiento de dar soluciones a los problemas básicos de las
grandes mayorías.

La solución política y académica que se propone, parte de la necesidad de sustituir la


estructura de mando jerárquica del capital (Mészáros, 2003), avanzando en una lógica
relacional entre los hombres más horizontal en términos económicos, culturales, de
poder, etc. Esto implica una completa transformación no sólo de las formas
organizativas, sino también de los sujetos y sus procesos sociales.

A la luz de lo dicho, lo primero que debe rescatarse como valioso en el PSL es justo
eso, que es un pensamiento socialista, en todo el sentido que la palabra inicialmente
evoca: un pensamiento claramente anticapitalista (Galat, 2005; Rangel, 2007;
Harnecker 2003a, 2007; López Sánchez, 2006). No se trata de un sucedáneo que se
disfraza de socialista (al estilo socialdemócrata o de cualquiera de las otras propuestas
reformistas que tanto abundan en el planeta).

Por eso la propuesta latinoamericana expresada en Venezuela, Bolivia y Ecuador 1, ya


no solo de que otro orden social hegemónico es posible, sino de que ese orden es el
socialismo, es peligrosa y es tergiversada y vilipendiada por los grandes centros de
poder mundial. Porque vuelve a poner en la agenda de los movimientos sociales del
mundo una idea mortal para los poderosos: que la alternativa es un sistema que
rompa con la esencia del capitalismo. Y no cejarán en intentar ahogar esta nueva
bandera antes de que prenda en otras latitudes, porque no es poco lo que entonces
debería ser desechado.

En efecto, el PSL rescata la crítica más radical a los elementos más caros al
capitalismo, apuntando a lo más esencial de su fracaso. ¿Qué debe ser dejado atrás y
sustituido?:

 La tesis de que el capitalismo es un sistema económico autorregulable, que se


ajusta automáticamente a través de la acción espontánea de la oferta y la
demanda de bienes, eliminando sus posibles —y solo temporales—
perversidades (Dieterich, 2007, Mészáros, 2003; Draper, 1960).
 La tesis de que el sistema económico exige, para su mejor desempeño, el más
amplio individualismo, y que el hombre solamente se mueve por un interés
egoísta y oportunista (Britto García, 2007; Lebowitz, 2008; Marx, 1848).
 La tesis de que las funciones del Estado deberían limitarse al máximo y que
éste, considerado como un ente neutral, debe dejar a la economía que asigne
sus recursos ‘ de modo óptimo’ , como si estuviera guiada por una ‘ mano
invisible’ (Rangel, 2007; Ellner, 2007, Harnecker, 2007; Lebowitz, 2008).
 La tesis de que el crecimiento económico deriva automáticamente en el logro de
mejores condiciones de vida para todos, y que lo que debe hacerse es dejar que
transcurra el tiempo suficiente para ello (y que las mayorías entiendan que
deben apretarse el cinturón y postergar sin fecha cierta la satisfacción de sus
necesidades) (Dierckxsens, 2006; Domínguez, 2008).
 La tesis de que la ganancia apropiada privadamente es el elemento motriz de la
actividad económica y que debe ser protegida a toda costa (Peña Cedillo, 2006;
Houtart, 2007).
 La tesis de que el capitalismo está claramente fusionado con la noción de
libertad; olvidándose el pequeño detalle de que está más bien diseñado para
beneficiar siempre y apelando a todas las armas (incluyendo las no
democráticas), a los poseedores de los medios de producción (Marini, 2007;
Guadarrama, 2007; Bossi, 2007 y Santana, 2007).

El PSL aborda la tarea de resaltar el contenido profundo de lo que ha fracasado, y con


ello pone el acento en que la crítica al capitalismo no es (no sólo es) una crítica ética,
no es solo un alegato contra la pobreza. Es más que eso, es una crítica demoledora en
contra de todos sus fundamentos centrales: el individualismo, el papel de los
mercados, la propiedad privada de los medios de producción…

Sobre esas tesis del capitalismo, desmontadas por un grupo considerable de teóricos
en la actualidad, se ha apuntalado un sistema que, al tiempo que produce toda la
riqueza que se pueda imaginar, segrega y margina a la inmensa mayoría de la gente.
No es poco lo que se perdería para los privilegiados, si el socialismo aupado desde el
PSL lograse ser implantado y las suprimiese.

Pero la crítica al capitalismo va mucho más allá en el develamiento de su gran fracaso


como proveedor de soluciones para las mayorías. Como si ser una fábrica de pobreza
no fuese suficiente, hoy en día el capitalismo mundial ha llegado a convertirse en una
amenaza cierta para la supervivencia misma del planeta y de la humanidad. Su acción
depredadora sobre el ambiente, en su procura sin fin por extraer ganancias y más
ganancias, y en su despliegue de un modo de vida en el que unos pocos despilfarran y
destruyen los más preciados recursos naturales (empezando por el agua, el aire y la
energía), ha provocado cambios casi irreversibles en el equilibrio dinámico de la Tierra,
ha comprometido la biodiversidad, ha degradado la capa de ozono y ha recalentado el
planeta. Ninguna de estas situaciones —a juzgar por los hechos concretos
observados— parece preocupar sinceramente al liderazgo mundial del capitalismo
global.

En un estudio del Worldwatch Institute de Washington, se afirma que el llamado


‘ sueño americano’ sería, si fuese real, insostenible (Mena, 2008). Se estima que el
modelo económico occidental sustentado en energías fósiles, automóviles y productos
rápidamente desechables, no es viable. Se argumenta que cada seis horas desaparece
una superficie de bosques del tamaño de Paris, y 16 mil especies de animales están en
extinción. Si sólo India y China con 2.500 millones de habitantes trataran de reproducir
el patrón consumista occidental, requerirían dos planetas para sostener sus economías.
El informe subraya que estamos frente a una crisis de extinción peor que la que
eliminó a los dinosaurios, y sentencia: ‘ nos estamos suicidando ecológicamente’ .
En fin, luego de más de dos siglos de dominación, nos encontramos ante una perfecta
fábrica productora de pobreza, desigualdad y alienación, y ante un implacable
artefacto capaz de destruir la vida sobre el planeta… ese es el balance global del
régimen social, económico y político capitalista. A partir del reconocimiento del fracaso
perenne del capitalismo para resolver los problemas de equidad y de calidad de vida de
las grandes mayorías, y ante la necesidad urgente de evitar la destrucción de la vida
sobre el planeta, surge la motivación básica para replantear con rigor y seriedad la
necesidad del socialismo. Y eso lo está haciendo en el mundo de hoy el Pensamiento
Socialista Latinoamericano, que plantea sin ambages que tanto los socialistas como los
no socialistas estamos obligados a cambiar el sistema socio-económico dominante.

Pero el capitalismo sigue siendo muy dinámico y hoy en día (incluso en medio de su
crisis) está generando las más ingentes riquezas a favor de minorías privilegiadas del
planeta. Ese dinamismo del sistema señala que no ha agotado todavía todas sus
posibilidades de realización como organización económica. Hay que recordar que
incluso en sus crisis más intensas durante el siglo XX, fue capaz de desarrollar salidas
creativas que, respetando su esencia explotadora, lo rescataron de la hecatombe y lo
relanzaron a cotas cada vez más altas de productividad y acumulación privada de
plusvalía.

Pero la incapacidad del capitalismo para garantizar una vida mínimamente digna a casi
toda la humanidad y el peligro que representa para la sobrevivencia del planeta, son
de una magnitud tal que obligan a acelerar su sustitución por otras reglas de
funcionamiento de la sociedad. No se puede esperar por una supuesta sustitución
natural y paulatina del sistema, una vez agote sus fuerzas y sea evidente para todos
que ya no va más.

El reto del PSL es, justamente, contribuir a la construcción de una fuerza que logre
cambiar un sistema que se presenta como muy exitoso, por otro reiteradamente
denostado como fracasado, y que debe en sus nuevas versiones tanto rescatar lo
positivo que puede rastrearse en su historia, como mostrarse en los hechos capaz de
ofrecer beneficios superiores a los que hasta ahora el capital ofrece ‘ para todos’ . Por
supuesto, los beneficios del sistema socio-económico alternativo deben estar
enmarcados en otra concepción del mundo, darse en un marco de valores muy
distintos acerca de la manera en que se debe convivir en sociedad. Deben darse desde
los valores del socialismo.

En el seno del PSL se abordan muchas cuestiones sustantivas que distancian la nueva
sociedad del capitalismo que desea desplazar; pero entre todas ellas existen dos que
definen sintéticamente el proyecto de transformación que se propone con el nuevo
socialismo, y ambas remiten a transformaciones estructurales de largo alcance: el
cambio de propiedad en los medios de producción y el cambio en el modelo de control
democrático de la sociedad (Harnecker, 2003b, Lebowitz, 2006; López Sánchez, 2006;
Peña Cedillo, 2007; Quintero y Méndez, 2007; Ortipozo, 2007; Lanz, 2007; Houtart,
2007). No es el propósito de este trabajo profundizar en esas tesis, pero antes de
pasar a nuestra aproximación a su efecto sobre el DO, se puede señalar muy
brevemente su esencia.

En primer lugar, el socialismo en el PSL se perfila como una experiencia


política radicalmente diferente a la vivida en cualquier otro momento de la historia de
la humanidad. En particular, se trata de una completa ‘ revolución copernicana’ en el
terreno de las experiencias de construcción del socialismo, ya que por primera vez en
la historia de estas iniciativas, tanto su concreción como su desarrollo supone poner el
acento, no en la construcción de un poder hegemónico desde arriba, sino en el
despliegue generalizado del poder democrático popular desde abajo. El socialismo se
debe expresar así como el máximo logro de democracia, de participación y de
protagonismo del pueblo llano, más que en la construcción de grandes entidades que
centralizan el poder y la capacidad de planificar la vida de la población (Mészáros,
2003; Lebowitz, 2006; López Sánchez, 2006; Peña Cedillo, 2007).

En segundo lugar, el PSL rescata uno de los sellos insustituibles del socialismo: el
cambio en el sistema de propiedad. Se trata de lograr que la propiedad dominante en
la base económica de la sociedad sea la propiedad social sobre los medios de
producción. Se refiere con ello no a la socialización de la propiedad personal o de
cualquier otro tipo, que no esté relacionada con los sistemas de explotación del
trabajo, como siempre se intenta tergiversar. Se trata, por el contrario, de colocar bajo
propiedad colectiva todos aquellos medios para producir bienes y servicios que
incorporan trabajo social, colectivo, pero cuyos beneficios son apropiados
privadamente.

Se trata, en fin, de socializar la propiedad que produce explotación, substrayéndole sus


características privativas del bien común. Es claro que existen otros muchísimos tipos
de propiedad que no tienen porque ser alcanzados por esta socialización. También
cabe aclarar que la propiedad social de los medios de producción no debe confundirse
con el estatismo y el planificacionismo centralizador (Mészáros, 2003). Una
peculiaridad del PSL frente a otros planteamientos socialistas, es su disposición a
enfrentar el reto de construir alternativas de organización económica descentralizadas
y democráticas, capaces de coordinarse nacionalmente y que demuestren que pueden
entregarle beneficios al conjunto mayoritario de la sociedad, superiores a las ofertas
ficticias que les hace el capitalismo.

Se trata, ahora, de crear un sistema socio-productivo que satisfaga las necesidades de


la sociedad a partir de procesos regulados descentralizadamente (Ochoa, 2007), una
construcción que se soporte desde los pequeños espacios, pero que sea capaz de
coordinarse centralmente a través de medios democráticos: atendiendo al carácter
socialista y solidario de los mecanismos de apropiación e inversión, evitando que el
poder sea secuestrado por burocracias de ningún tipo y procurando la permanente
regulación del sistema por la preponderancia del poder popular desde abajo (Sosa,
2007). En este sentido:

“ Hay que apurar el paso para conformar el poder popular... la conformación del poder
popular pasa primero por la creación de las organizaciones populares, los liderazgos,
desde los niveles más comprometidos en la dirección del país desde el punto de vista
político, económico, militar, social, hasta los niveles más comprometidos ahí en la base
popular” (Chávez, 2006). “ El poder popular es el que tiene que reemplazar a la vieja
sociedad burguesa” (Chávez, 2007). Se trata de “ la revolución ciudadana” (Correa,
2007), y de la conformación democrática de un Bloque Regional del Poder Popular
(Morales, 2006).

Adicionalmente, en su procura de los propósitos específicamente económicos, nuestro


socialismo entiende que ellos se enlazan íntimamente con un objetivo supra-
económico: la búsqueda de la máxima felicidad posible para el grueso de la población
(Dierckxsens, 2006). De allí que no se pretenda construir un modelo desarrollista
mimético de las sociedades más opulentas del momento, alienantes y enajenadoras del
ser humano, que le impiden su desarrollo pleno.

Ambas esferas del PSL, su profundidad democrática y su radicalismo económico,


presentan una complejidad y riqueza que se puede discutir en detalle en estos
momentos, pero su sola mención pone de relieve la vocación confrontadora de sus
ideas y el extraordinario alcance e impacto que su concreción tendría no solo en el
subcontinente latinoamericano, sino en todo el sistema social económico mundial.

2. ALGUNOS DE LOS ELEMENTOS SUSTANTIVOS QUE PREDOMINAN EN LA


VISIÓN ESTÁNDAR DEL DESARROLLO ORGANIZACIONAL

Los temas organizacionales se encuentran inevitablemente marcados por las visiones


económicas de quienes los abordan, afectándose las posiciones que se asumen en
torno a elementos cruciales como la estructura organizacional, la toma de decisiones,
las jerarquías, los incentivos, el desempeño, la estrategia de supervivencia, el
desarrollo profesional, etc.

La ubicación de los estudios de las organizaciones en Latinoamérica está


indebidamente extasiada con el pensamiento económico, lo que resulta desafortunado
porque las modalidades sociales y socio-psicológicas del análisis organizacional son
potencialmente más válidas y útiles para impulsar el desarrollo en la región. En la gran
mayoría de las obras modernas sobre organizaciones el enfoque predominante es el
funcionalista, basado en el tratamiento de la problemática de la eficiencia y la eficacia.
En este aparte se presentan los tres supuestos (derivados de las visiones económicas
predominantes) que, a nuestro juicio, marcan las características de las tesis
organizacionales más difundidas, incluyendo las relativas al DO.

En primer término, las tesis que dominan el campo suponen, que entre los seres
humanos predomina un comportamiento racional que supone que las decisiones se
toman con base en la mejor información disponible y para maximizar la utilidad o
preferencias de cada individuo en particular. En esta perspectiva, lo cultural, los juegos
de poder, la cooperación y la incertidumbre, son supuestos falsos y no se integran a
los modelos explicativos. Si bien es común que todos los economistas (y los teóricos
de las organizaciones) que defienden la anterior postura asuman ante las críticas que
la racionalidad “ es limitada” , sus planteamientos siguen suponiendo que se trata tan
solo de una imperfección del caso ‘ ideal’ de racionalidad perfecta.

Algunas variantes más complejas de esta misma postura, suponen que los pactos
sociales solo son válidos en tanto procuran eficiencia, desapareciendo con el tiempo
aquellos que no la logran. Se trata de una variante de la evolución natural (propia de
los modelos “ evolutivos” dominantes en el campo de la economía desde el último
cuarto del siglo pasado). Así, por ejemplo, Williamson y Ouchi (1981), afirman que
“ las consideraciones sobre el poder por lo general ceden ante la eficiencia, por lo
menos en las empresas lucrativas” . Más aún, Williamson es contundente al afirmar
que solo sobreviven en el tiempo las organizaciones que son eficientes, más allá de
cualquier intervención de intereses políticos o sociales.

Un segundo elemento crucial a considerar en el mundo de las teorías organizacionales


es la predominancia de una visión individualista del fenómeno. Esto se expresa en una
creencia básica: las organizaciones son el resultado de agregar preferencias y actos
individuales. En el mejor de los casos, se trata de nexos alcanzados por contratos y
acuerdos (por supuesto, establecidos entre individuos perfectamente racionales
(Jensen y Meckling, 1976).

Nuevamente, es Williamson quien ofrece una contundente afirmación: las


organizaciones no son más que un instrumento contractual, la continuación de las
relaciones de mercado por otro medio. Por supuesto, esta afirmación —que para nada
es nueva- debe asociarse con aquella otra idea que sostiene que el mercado es un
espacio en donde todos los individuos interactúan en igualdad de circunstancias y con
conocimiento perfecto de las condiciones de intercambio.

Una consideración especial la merece el hecho de que este sustrato individualista da


cobertura a la tesis de que los individuos buscan (deben buscar) su propio interés a
toda costa. Le abre la puerta y le da cobertura académica a la vertiente del
comportamiento (económico y social) que se conoce como ‘ oportunismo’ : la procura
del interés personal se justifica aun si se apela a la astucia y al engaño; ya que todo es
válido con el fin de que la expectativa individual se realice con la mayor eficiencia.

Subyace a estos planteamientos la tesis de que aquellos actores sociales que


privilegian el comportamiento cooperador permiten que actúen con mayor facilidad los
que se afincan en el oportunismo y, por tanto, los comportamientos cooperadores
serán tendencialmente desplazados por los que implican mayor individualismo, por ser
estos últimos ‘ más eficientes’ .

Otra derivación directa de estas tesis, imposible de dejar de mencionar, es el


señalamiento de que los empleados son ‘ por naturaleza’ reacios al esfuerzo y que es
improbable que hagan lo que la organización requiere, a menos que medie un
incentivo, una sanción o una combinación de ambos. De allí se derivan innumerables
prácticas organizacionales, y en particular muchos elementos sustantivos que definen
las prácticas del DO usual.

El tercer elemento que se destaca dentro de la visión estándar dominante en el terreno


de los estudios organizacionales es el de la búsqueda del equilibrio y la
minimización de la incertidumbre. Su origen también se encuentra en el supuesto
de que los mercados tienden a alcanzar un equilibrio general y que todos los
participantes tienen conocimiento pleno e igual peso en las circunstancias que regulan
los intercambios. A esta lógica no escaparían las organizaciones (vistas como una
manera más de expresarse los mercados).

Esa manera de enfrentar el tema organizacional hace que se ponga el énfasis en la


búsqueda de las condiciones de equilibrio, despreciándose y abandonándose tanto los
análisis que involucren estudiar qué ocurrió en el pasado, como los que ponen el
acento en la incertidumbre esencial de algunos fenómenos (como, por ejemplo, los de
innovación).

Estaríamos en un mundo en donde la historia y los procesos son poco importantes,


porque el modelo es en su esencia atemporal y deslocalizado. No tiene importancia
cómo se adquirieron las características del presente, cómo se llegó hasta ese punto, ni
si hay una lógica particular que explique cómo varían las cosas. No en balde
predominan en el medio de los estudios gerenciales, las recetas y manuales aplicables
en cualquier organización, en cualquier momento y en cualquier parte del mundo.
Racionalismo economicista, individualismo oportunista y equilibrio atemporal. Tres
elementos relevantes, que no son los únicos pero si los básicos, para entender la visión
estándar del mundo de los estudios organizacionales hoy en día predominantes.

3. EL DESARROLLO ORGANIZACIONAL EN LA PERSPECTIVA DEL


PENSAMIENTO SOCIALISTA LATINOAMERICANO

El capitalismo rompió el orden feudal conformando estados nacionales, es decir,


sociedades de clases altamente complejas, que consagran la dominación por la fuerza
de unas clases sobre otras y recurren crecientemente a los mecanismos económicos y
a la persuasión ideológica como resortes de dominación. Estos modelos de
organización social no son consustanciales con las características del trabajo
socialmente útil, apuntalando, en lo esencial, dinámicas de explotación del trabajo que
conducen a la apropiación privada de los excedentes.

Las lógicas del capital y sus intereses han marcado el siempre creciente acercamiento
y fusión entre fuerzas productivas, engendrando aproximaciones entre firmas
gigantescas que concentran y centralizan el capital con el apoyo de gobiernos
plutocráticos. En los países del tercer mundo, se ha producido la integración de la
burguesía y la asociación de ésta con trasnacionales para lograr la convergencia de las
fuerzas productivas (Rangel, 2007). Sin embargo, y a pesar de la eficiencia en la
organización de la explotación que han demostrado, se ha comprobado hasta la
saciedad que este tipo de alianza entre “ fuertes” , constituye una forma
organizacional autodestructiva y depredadora del propio sistema al que pertenecen;
debido a la rapidez de reproducción del capital en comparación con la capacidad
reproductiva de la naturaleza (Dierckxsens, 2006), y su esencia explotadora del
trabajo y de la dignidad humana.

Con frecuencia los trabajos clásicos sobre gerencia organizacional limitan las
posibilidades de seleccionar estudios referidos a las contradicciones entre los actores
sociales, ya que perjudican el movimiento en pro de la eficiencia y ponen en evidencia
cómo los trabajadores son colocados en posición de desventaja por los controladores
organizacionales. Además, los científicos sociales en el área mayoritariamente se
niegan a reconocer que interpretan la realidad y dictan prescripciones basados en
teorías de las ciencias sociales sesgadas, destinadas a reforzar el control gerencial y la
reproducción del sistema.

No menos cierto es que aquellos teóricos que se han atrevido a cuestionar las tesis
dominantes, son excluidos de los sistemas académicos y sus posturas son
vilipendiadas y execradas de los pensa de estudios y de los financiamientos de
investigación. Por ello no es de extrañar que los teóricos de las organizaciones no
mencionen la mayor parte de las características indeseables de la sociedad capitalista
moderna, presenten la apariencia de neutralidad de valores y encubran la tendencia
política conservadora que tiene la disciplina. De esta manera han minimizado la
función social de este campo del conocimiento, hasta el punto en que la teoría de la
organización sirve primordialmente al interés dominante del capital, en lugar de a la
sociedad en su conjunto (Jermier, 1982).

Es claro que cualquier planteamiento novedoso sobre el DO, efectivamente centrado en


el ser humano y el bienestar de las mayorías, es imposible que surja con plenitud en el
marco del eficientismo predominante. Solo es generable en el marco de otro
pensamiento, tal como el que representa el PSL.
En el marco tradicional somos prisioneros intelectuales de las organizaciones que
estudiamos y nos preocupamos por ciertos supuestos improductivos, en consecuencia,
no hemos pagado nuestra deuda con la sociedad; poco del esfuerzo en el área ha sido
dedicado a aplicar la pericia organizacional a los problemas públicos urgentes, muy en
particular el que favorece a los carentes de poder (Perrow, 1992).

Las organizaciones no pueden ser estudiadas exclusivamente examinando la


supervivencia, la legitimidad, el crecimiento o las utilidades, desatendiendo a los
múltiples interesados dentro de la organización y fuera de ella, que tienen nociones
muy diferentes a la consecución de sus metas. Se debe cuestionar la tendencia
evolucionista pura, la cual considera a las organizaciones como entidades complejas y
eficientes, seleccionadas por un ambiente indiferente, y ve —en consecuencia— la
aparición, desaparición y cambio de las organizaciones, como un proceso de pérdida de
las formas y reducción de la adaptabilidad.

En tal sentido, no es de extrañar que hayan aparecido diversas variantes de la teoría


crítica en derecho, humanidades y ciencias sociales; todas ellas colaboradoras en la
tarea de liberar a la gente de las tradiciones, las ideologías, los supuestos, las
relaciones de poder, etc., que son restrictivos e inhiben o distorsionan las
oportunidades de autonomía, de aclaración de las necesidades y los deseos genuinos
de los actores sociales; distorsionando la búsqueda de la satisfacción más profunda y
duradera (desarrollo integrado). Esas nuevas variantes críticas se enfocan en develar
de una manera más completa y comprehensiva los fenómenos de interacción social
que se dan en el espacio del trabajo. El DO no puede escapar a esa visión crítica
comprehensiva y develadora de los mitos ideológicos incorporados a la disciplina desde
sus inicios.

Los componentes del sistema axiológico (en construcción), que está llamado a integrar
el PSL y las corrientes teóricas novedosas, consideran como objetivos fundamentales:
la preservación de la vida del hombre en el planeta, la satisfacción de sus necesidades
básicas colectivas y las características esenciales que estimulan el desarrollo
organizacional para la producción, la innovación y el trabajo socialmente útil, sin
explotación. La tabla 1 resume lo que podrían ser algunos de los componentes de ese
nuevo sistema axiológico.

Tabla 1

Algunos componentes del nuevo sistema axiológico para el DO innovador en


Latinoamérica

Solidaridad y valoración del trabajo humano


Trabajo necesario, socialmente útil, sin explotación
Integración y Cooperación (colectivismo)
Retroalimentación permanente de los valores morales que priorizan la solidaridad y
la equidad
Auto-superación y Humanización de las relaciones sociales
Equidad, Igualdad y Justicia
Internacionalización del trabajo en términos solidarios
Innovación Productiva y Distribución equitativa de bienes y servicios
Satisfacción de necesidades básicas
Sentido Ecologista
Economía solidaria y de Propiedad social
Autenticidad, Creatividad y Vinculo social

Fuente: Elaboración propia a partir de Domínguez (2008), Dierckxsens (2006) y Abad


(2008).

Por supuesto, asimilar realistamente este sistema axiológico dentro de las


organizaciones que actúan en sociedades capitalistas, implica, en primer lugar: superar
los conflictos organizacionales de la estructura productiva capitalista imperante,
mediante la construcción de una solución estructural (en un juego de poder
difícilmente reconocible en el DO tradicional). En segundo lugar, es vital la
consideración de estos principios y valores en la tarea de generar nuevos conceptos y
teorías para acelerar los procesos de innovación auténticamente útiles y necesarios.
Todo ello implica establecer solidez política y cohesión social (en procesos socio-
políticos que trascienden a las organizaciones tomadas aisladamente) que enrumben
los procesos de cambio de sistema socio-económico, como los que actualmente
iluminan el sendero del desarrollo integrado de América Latina.

En el siglo XXI se ha trans-complejizado el problema organizacional debido a los


profundos cambios tecnológicos. Esto también obliga a repensar las lógicas de las
nuevas formas de producción, reproducción y autogeneración de conocimiento, lo cual
definitivamente incide en la forma organizativa, al generar modificaciones en los
productos, procesos y herramientas organizacionales, vale decir, mejoras en las
funciones y acciones de los actores que configuran la organización (Caballero, 2001,
compilado por Rigoberto Lanz). Para tales efectos, la visión postmoderna
organizacional, también plantea un nuevo orden de socialidad, que coloca en jaque las
tradicionales concepciones de la organización moderna y nos evidencia tanto sus crisis
como las nuevas oportunidades.

Incluso en la fecunda exploración de posibilidades postmodernas, la problemática


organizacional desde la perspectiva socialista ha sido una tarea poco valorada. En la
investigación y práctica latinoamericana es necesaria una nueva y auténtica inter-
accionalidad más humana, que viabilice el desarrollo organizacional en la región y que
penetre el modelo económico para acelerar el proceso de desarrollo al interior de
nuestras estructuras productivas. La organización como medio profundo de
participación, de realización e inclusión social, no existe como valor establecido, y sólo
se percibe como un recurso inmediato y provisional. Nos toca construir ese valor
(Harnecker 2003a; Esté, 2007).

4. HACIA UNA NUEVA PROPUESTA DE DESARROLLO ORGANIZACIONAL, EN EL


MARCO DEL PENSAMIENTO SOCIALISTA LATINOAMERICANO

A la luz de lo dicho hasta aquí, se presentan unas ideas generales derivadas de una
línea de investigación que apenas se está iniciando en Venezuela, a través de la cual
se intenta desarrollar a plenitud una propuesta sobre el DO consustancial con los
procesos de transformación asociados al PSL. Las tesis que se presentan sucintamente
a continuación, derivadas del contraste con las tesis dominantes en el área,
representan el punto de partida para la construcción de esa nueva propuesta para la
teoría y la práctica del DO.
a. Necesidad del predominio del análisis político-social, en contraste con el
análisis solamente basado en el racionalismo económico

Las visiones dominantes en torno al DO son incapaces de reconocer y abordar los


elementos culturales que permean toda la vida en sociedad. Entre ellos, el más
destacablemente dejado de lado es el que afecta los juegos de poder y de control que
sobre las actividades productivas y el trabajo están permanentemente mostrándose.

Es necesario fundamentar cualquier teoría organizacional sobre el hecho de que


cualquier objetivo de desarrollo humano integral en el seno de las organizaciones
involucra relaciones sociales más que “ racionales” , involucra poder efectivo, aplicado
en todo momento, incluso en contra de la eficiencia y sobrevivencia de la empresa. El
discurso eficientista debe desenmascararse como esencialmente ideológico, porque
encubre tanto la explotación cada vez más perfeccionada del trabajo, como la
apropiación privada de los resultados del mismo.

b. Reconocimiento del valor de lo colectivo, frente a los antivalores del


individualismo y el oportunismo

A diferencia de lo que suponen las teorías organizacionales actualmente hegemónicas,


existen suficientes experiencias que demuestran el valor de la acción colectiva para
producir resultados económicos socialmente deseables. Sin necesidad de ir más allá de
las propias acciones de las organizaciones dentro del capitalismo, está ampliamente
documentado que las empresas transnacionales propician arreglos cooperativos tanto
al interior de sus propias organizaciones, como con sus pares competidores (en un
caso con el fin último de explotar mejor el trabajo, y en el otro con el propósito de
acabar ‘ cooperativamente’ con el resto de la competencia —al no sumarla al
esquema ‘ cooperativo’ inter transnacionales que les permite saltos cuánticos en
términos de tecnología y productividad).

Más en general, se ha hecho evidente desde finales del siglo XX, que las grandes
potencias capitalistas invierten profusamente en fortalecer culturas capaces de
coordinar actividades, para perfeccionar los procesos de acumulación global del capital
y de explotar más eficientemente las habilidades de los trabajadores. Esta
intencionalidad se encuentra detrás de la generalización de las redes, ya que han
demostrado su alta capacidad para portar competencias compartidas (lo que
representa conocimiento tácito colectivo invalorable).

Justamente, desde sus inicios una de las claves del éxito productivo del capitalismo ha
sido la organización eficiente de esfuerzos productivos colectivos, cooperativos (hay
que recordar el análisis de Marx acerca del impacto de los grandes galpones donde
podían agruparse los trabajadores con un muy superior control supervisorio que el que
lograba el capitalista cuando los trabajadores laboraban desde sus hogares).

El capitalismo ha perfeccionado enormemente la manera de lograr que los trabajadores


cooperen entre sí para entregar sus habilidades a la empresa, y casi todas las
tendencias gerenciales modernas apuntan en lo esencial a lograr el compromiso
psicológico y afectivo de los empleados, entre ellos y con la empresa, a sabiendas de
que ello es más eficiente para extraer su fuerza y empeño, que cualquier otra gama de
incentivos o presiones. Pero está claro que para el capitalismo es suicida reconocer esa
situación, aunque solo sea porque amenazaría su principal característica: la ideología
que legitima la apropiación privada individual de los beneficios generados por ese
esfuerzo colectivo.

c. Rescatar la visión histórica, con los pies sobre la tierra, de los hechos
organizacionales

La pretensión de atemporalidad y de equilibrio generalizado, busca borrar la memoria


y escamotear el análisis profundo de las causas. Una visión alternativa de las
organizaciones debe ahondar en las raíces de los procesos, ser cuestionadora de las
trayectorias y de las lógicas supuestamente eternas. Debe indagar en los quiénes, los
cómo y los por qué. Debe hacer al individuo consciente del sentido de las decisiones.

Esta visión de las organizaciones es ampliamente temida en la actualidad (y por eso se


escamotea su validez) porque implica que pueden trazarse trayectorias muy distintas a
las dominantes y que pueden cuestionarse supuestos y verdades eternas soportadas
desde las jerarquías. Es por ello que suenan tan extrañas las propuestas económicas
que apunten a la ‘ producción social’ , a la ‘ apropiación colectiva’ y al ‘ control
gerencial por parte de los trabajadores’ .

El interés actualmente predominante no es tener un ser reflexivo (ni siquiera en las


capas gerenciales medias) sino, en el mejor de los casos, perfeccionar un ser pensante
(incluso colaborativo) pero tan solo reproductor de los valores dominantes en el
sistema. Una nueva visión organizacional que dé valor a la historia y a la reflexión
crítica sobre el pasado, el presente y el futuro, atacaría la visión hegemónica actual en
su nudo de flotación ideológico. Por lo dicho, una visión sembrada en el socialismo no
puede dejar de destacar que las relaciones de trabajo no son tan voluntarias como
intentan ser presentadas en el modelo dominante; una visión alternativa debe hacer
ver cómo el poder y la coerción han moldeado las organizaciones capitalistas y los
mecanismos de relacionamiento que en ellas imperan. Y no puede trasladar esa
manera de actuar al Desarrollo Organizacional que propugne como distinto, para una
sociedad distinta.

Nota

1. Se destacan nuevamente estas tres experiencias (más Nicaragua) porque se han


hecho relativamente dominantes en esos países en el momento actual. Pero es claro
que también nutren esta construcción colectiva los movimientos sociales que, incluso
siendo poderosos, aún no han alcanzado a controlar el gobierno en los casos de Brasil,
Argentina, Paraguay, Uruguay, Perú, El Salvador,

El socialismo en América Latina


Elaine Tavares

Opinión
13/05/2010
-A+A

El socialismo aun está muy distante de los gobiernos de América Latina, por lo menos es lo que
han dicho algunos de los teóricos e investigadores que estuvieran en las Jornadas Bolivarianas de
2010, cuyo tema fue justamente éste.

En el análisis de uno de los creadores del término “Socialismo del Siglo XXI”, este es una forma de
gobierno que no ha encontrado acogida en la vida de los países que están en la punta de lanza de
los cambios estructurales. Según Heinz Dieterich, los gobiernos como los de Venezuela, Bolivia
y Ecuador, además de los avances en los procesos de transformación aún no han creado
mecanismos de consolidación de lo que define como el socialismo. “Es cierto que la discusión
acerca del socialismo del siglo XXI empezó en Venezuela, hubo un gran debate pero no ha
redundado en profundidad. Eso significa que allí no hay avances en la consciencia anticapitalista”.
Heinz también aclaró que en Venezuela, bajo el mando de Chávez, de hecho el gobierno avanzó
en los mecanismos de la democracia, garantizando más poder para el pueblo, como en el caso del
ejercicio del referendo. “Hay elecciones limpias, hay mucha participación popular, pero la
economía sigue siendo la del mercado. No hay, por lo tanto, socialismo, la empresa privada sigue
siendo fundamental, los medios de comunicación son privados”.

Heinz dice que Venezuela sigue los preceptos del llamado nacional/desarrollismo, exactamente
como lo hicieran Getúlio Vargas, en Brasil, Domingo Perón, en Argentina, Lázaro Cárdenas, en
México, Salvador Allende, en Chile y hasta el mismo Bolívar, después de la independencia. “Ellos
seguían el modelo de la Gran Bretaña, de un capitalismo protegido por el Estado. Y para los
ingleses fue muy bueno, les ha dado mucho poder. Ellos tenían el discurso del libre comercio, pero
eso era para los otros, no para ellos”. El teórico alemán insiste que ese es el modelo también
seguido por Brasil, Argentina, y otros llamados “progresistas”. “Lula y los demás están inmersos en
un modelo que fue extraordinario, y ese era también el debate entre los independentistas. Bolívar
quería el sistema inglés y sus enemigos querían el libre comercio, eran los neoliberales en aquel
entonces. Fueran los vencedores”.

Según Heinz, los gobiernos latinoamericanos que, en el curso de la historia, se decidieron por un
nacionalismo/desarrollista fueron los que más se acercaron al pueblo, los que avanzaron, y eso
explica las dictaduras.

Hoy se puede ver una nueva fase de desarrollo en América Latina que, sin lugar a dudas, empieza
con Hugo Chávez, en Venezuela y después continúa en Bolivia y Ecuador. Es un desarrollo
endógeno, una propuesta de valorización de las cosas nacionales, de inversiones en el mercado
interno, seguido de transformaciones estructurales importantes en la salud, educación, en la
organización popular comunitaria, en el propio poder. “La oligarquía no podía combatir a Chávez
acusándole de desarrollista, no tendría eco, entonces se aprovechó del hecho de que el presidente
empezó a hablar del socialismo. Acusar a Chávez de socialista les asustaría a los conservadores.
Pero no hay socialismo en Venezuela. Lo que si hay, es un nacional desarrollismo, que tiene sus
avances es muy cierto, pero no es socialismo”.

¿Que es el socialismo?

La idea del socialismo es eminentemente europea y aparece, según Engels, por el siglo XV, tras
las propuestas del las revueltas campesinas de Inglaterra y de Alemana (como Thomas Münzer,
por ejemplo). La sistematización del concepto, en su versión utópica, aparece en los siglos XVI y
XVII, como un sistema ideal para organizar la sociedad consolidada en la igualdad entre las
personas, en la distribución de las riquezas y en la buena vida para todos. En el siglo XVIII,
teóricos como Morely y Mably proponían una manera espartana de vivir, que garantizaba la libertad
y la igualdad, pero quitaba el gozo de vivir. Un poco más tarde llegaran los llamados “utopistas”
como Saint-Simon, Fourier y Owen, que planteaban la abolición de las clases y vida plena para
todos. Según Engels, el problema con los utopistas es que no proponían los cambios desde una
clase especifica, como el proletariado. Ellos reconocían la sociedad burguesa, del capitalismo
emergente, como una cosa mala, injusta, pero creían que no todo salía bien porque aún no había
nacido el “hombre genial”, gobernado únicamente por la razón. Con la llegada de ese hombre todo
podría cambiar y seria instaurado el “Estado de la razón”. Sus límites, enfatiza Engels, estaban
determinados por la aun incipiente producción capitalista. Creían ellos que bastaba difundir la idea
de que el socialismo era la expresión de la verdad, de la razón y de la justicia para que este se
concretara.

Más tarde, Marx va a proponer lo que llamó el socialismo científico, calcado en la razón, es verdad,
pero con historicidad, ya basado en el análisis de un capitalismo real, desarrollado, que había
incorporado la gran industria y que mostraba los males de la división de clase. Observando las
multitudes explotadas y sin nada que vivían en el siglo XIX, las huelgas que crecían entre los
trabajadores, las luchas obreras, Marx comprendió que el socialismo no era algo nacido solo en el
campo de la razón, sino producto necesario de las luchas entre las clases formadas históricamente
en el modo de producción capitalista. Basado en este criterio pensó que había que constituir un
sistema para explicar esa sociedad capitalista y entonces, sí, desde esta materialidad, plantear un
nuevo modo de organizar la vida. Marx discrepaba de los utopistas que únicamente criticaban el
mundo burgués, sin, todavía explicarlo, para que, entendido, pudiese ser superado.

Así, en el desvelamiento del sistema de dominación capitalista, Marx muestra que el socialismo es
una forma de vida que solamente puede ser planteada y construida por la clase dominada, que era
en aquellos días el proletariado. De esa forma, la sociedad socialista seria entonces aquella que
aboliría la propiedad privada, terminaría con la explotación, reconocería el carácter social de la
producción, socializaría los medios de producción, extinguiría las clases. En la vida real, como lo
esclarece Engels, sería una manera de organizar la vida en la cual, a través de un sistema de
producción social, seria asegurado a todos los miembros de la sociedad, una existencia que,
además de satisfacer sus necesidades materiales, aseguraría el libre y completo desarrollo de sus
capacidades físicas e intelectuales.

El socialismo del siglo XXI

La idea del socialismo del siglo XXI empezó a caminar por América Latina desde la reflexión del
profesor de la UNAM, Heinz Dieterich. Según él, los nuevos tiempos demandan reformular el
concepto. “Con Marx aparece el socialismo científico, basado en el materialismo dialéctico, que en
última instancia significa que todo está en movimiento. Materialismo significa que tú reconoces un
mundo fuera de ti, objetivo, independiente del observador, y dialéctico se refiere al movimiento. Lo
único que existe en el universo es la materia, ella tiene extensión física e ahí nace el espacio, tiene
corporalidad y está en constante movimiento, lo que significa cambio. Por eso es ridícula la idea de
Francis Fukuyama, porque es contraria al axioma del cosmos. Conocer ese movimiento presupone
que podemos prever los desastres económicos, así como podemos prever los huracanes. ¡Eso es
ciencia!”.

El teórico alemán radicado en el México recordó que Lenin intentó implementar el socialismo,
experimentar en la práctica, pero las condiciones no lo permitirán, apareciendo entonces el
bolchevismo, la economía planificada. Eso ha colapsado y hoy ahí está otra concepción del
socialismo, que llama de l siglo XXI. “Es una democracia participativa, con economía planificada en
el valor del trabajo y no en el valor de mercado. Son cosas muy diferentes. Por ejemplo, en
ninguna constitución del mundo es el pueblo quién decide si el país se va a la guerra. La decisión
está en la mano de una pequeña elite. En esa democracia burguesa, el dinero tiene una influencia
tremenda. Ejemplo: la tasa de millonarios en los Estados Unidos es el 1% de la población, pero en
el Congreso es de 60% a 90%, o sea, es una plutocracia. Mandan los ricos, que son la minoría”. A
causa de ello, un sistema de voto secreto y universal por si solo no significa democracia.

El socialismo del siglo XXI plantea otra forma de organizar la vida, democratizando no solo la
política – con otras formas de participación popular y no solamente la elección ritual – sino también
la economía, la cultura y el poder militar. “El presupuesto debería ser decidido por la población,
otras cuestiones de la economía también. Con la televisión y la Internet se podría informar y formar
ciudadanos”.

Esa minoría que hoy manda en el mundo pretende seguir apostando a la economía de mercado,
creyendo que el mercado tiene mas eficiencia para coordinar el proceso, que esa es una área
compleja y no puede quedarse en las manos de un partido o de las gentes. En eso no se puede
creer más. “Hay que clarificar esa mentira. En la Unión Soviética el socialismo no ha naufragado
por cuenta de la planificación. Toda la economía es planificada, incluso la del mercado. Hasta en el
neolítico 10 personas tenían que planificar como cazar un animal. En el capitalismo también se
planea. Pero tanto en el socialismo soviético como en el capitalismo era y es una minoría la que
hace eso. No había consulta al pueblo. En el socialismo del siglo XXI tiene que existir esa
participación, esa planificación tiene de ser democrática”.

Heinz también avanza en la proposición de otra medida del trabajo. Hoy, el valor del mercado es
una expresión de poder, el aumento de sueldo solamente viene si existe un sindicato fuerte, luchas
descomunales, competencias. Los empresarios tienen el poder, dirigen y controlan la economía.
En el socialismo se puede tener otra medida de valor, la cantidad de energía, la cantidad de
información o valor del trabajo. “En el socialismo del pasado la propiedad privada era considerada
algo muy malo, había que acabar con ella. Los socialdemócratas hallaron una manera de
mantenerla. Decían: ellas siguen privadas pero pagan impuestos que serán distribuidos para toda
la gente. No ha sido cierto. En el socialismo del siglo XXI, no importa quien tiene los medios si
quitamos a los empresarios la facultad de explotar al trabajador. Cada trabajador tiene derecho al
valor total de su trabajo. Si uno trabaja 40 horas, recibe productos y servicios iguales a las de 40
horas. Lo que no puede haber es la permisión para enriquecerse”.

En el socialismo del siglo XXI, dice Heinz, tampoco puede haber un partido único, porque se trata
de llevar al pueblo más democracia. Hoy la conformación de clases es diferente a la del tiempo de
Marx. “En esa fase de transición es necesario organizar las fuerzas en un centro común, un centro
de gravitación común, pero no único, como es el Frente Amplio, en Uruguay. No es un partido
único. No queremos monopolios ni en los partidos ni en la economía”.

En América Latina

Ese espacio geográfico que hoy nominamos “Américas” fue reconocido por los europeos en los
estertores del siglo XV, cuando por aquellas tierras ya empezaba a declinar la llamada Edad
Media. Los miles de reinos que luchaban entre si se iban juntando, preanunciando lo mas tarde
serian las naciones. Era un tiempo de cambios y las tierras encontradas en el camino a las Indias
habrían de acelerar estos cambios, financiando, incluso, la revolución industrial inglesa que fue el
detonador de la consolidación del modo capitalista de producción. Pero el desconocimiento de los
europeos nunca ha significado que por acá, las gentes que habitaban ese territorio fuesen pueblos
sin historia, como llegó a decir Marx. Grandes civilizaciones habían florecido, muchas de ellas
hasta más avanzadas en la organización de la vida que la Europa de aquello entonces. Aún
así, los conquistadores no estaban dispuestos a cualquier “encuentro de culturas” y toda esa
historia de las gentes originarias fue descartada como “barbarie”, “salvajismo”, “ignorancia”. Los
que invadirán las tierras de Abya Yala solo querían saquear las riquezas y nunca han reconocido
como iguales a los pueblos autóctonos. Cuando el sistema colonial se instaló, implantó igualmente
el modo de vida de Europa, aplastando la cosmovisión autóctona, destruyendo los pueblos,
sometiendo a los sobrevivientes.

Ese dominio se ha consolidado, pero hubo muchas luchas. Desde la invasión innumerables
pueblos se han rebelado, en la resistencia, en la tentativa de recuperar sus territorios, su modo de
vida. Ellos acabaron vencidos, pero cuandp toda la gente pensaba que estaban derrotados, ellos
iban constituyendo, en el silencio de la opresión, sus estrategias de sobre-vivencia. Y, cuando
nadie lo esperaba, en el contexto de lo que los entreguistas y Europa llamaron la “celebración de
los 500 años”, surge, de las profundidades de esa Abya Yala, el grito de las gentes
originarias. “Nada hay que celebrar si no la llegada de un nuevo ciclo. El pachakuti esperado”,
decían las gentes autóctonas.

Según Pablo Dávalos, profesor de la Universidad Católica de Ecuador y asesor en la CONAIE


(Confederación Nacional de los Indígenas de Ecuador), los años 90 traen demandas de los
pueblos originarios que no son incorporadas por la izquierda y por eso hay una cierta desconfianza
con relación al llamado “socialismo del siglo XXI”, porque nadie ha visto contempladas esas
reivindicaciones que extrapolan las ya conocidas luchas contra la destrucción de su gente y de su
cultura. “La propuesta de plurinacionalidad, por ejemplo, pasó incólume en los programas de la
izquierda. Y esa propuesta es la que convierte el indio en un sujeto político que disputa en el
neoliberalismo”. Los pueblos originarios sobrepasan la etapa reivindicativa, ahora están planteando
nuevas formas de organizar la vida, que nacen desde su ancestralidad. Y ahí hay que puntualizar
muy bien: no es un retorno al pasado, pero es retomar del pasado, elementos que,
dialécticamente, pueden ser incorporados a la vida actual, tales como la solidaridad, la
cooperación, la distribución colectiva de riquezas (elementos que, en verdad, se encuentran con la
idea del socialismo). “El sistema político desconoce al indio como un sujeto y para la izquierda el
indio se ha convertido en campesino. No hay una discusión seria acerca de lo que significa
territorio. La derecha habla de modernización en el campo, la izquierda habla de reforma agraria.
Los indígenas hablan de territorio, que es mucho más que simplemente tener tierra para plantar, es
espacio de vivencia, de representación cultural y religiosa”.

Pablo Dávalos habla de una ontología política del movimiento indígena que actúa en la radicalidad,
opuesta al ser moderno, que propone la alteridad, o sea, la capacidad de las personas de vivir
juntas, respetando, de verdad, el otro. “En la sociedad burguesa, e incluso en la izquierda, no se
concibe al indio con vida y deseos propios. Parece que siempre hay que tener una mano
controlando. Pero la historia está ahí para probar que los grandes movimientos políticos de los
años 90 y esta primera década del tercer milenio tiene una asignatura indígena. La izquierda no lo
ve, porque los indios no están en sus manuales de desarrollo”.

Esa declaración aporta otro nudo, que en esta parte del planeta, hay que desatar. Con una
población indígena bastante significativa, la América Latina está proponiendo otras formas de
organización de la vida que no aparecen en los textos de los grandes pensadores socialistas.
Porque, al final, pocos han tenido en cuenta esas propuestas teóricas que nacen de la vivencia
originaria. Incluso en las experiencias transformadoras como la de Venezuela, Bolivia y un poco de
Ecuador, poco espacio se ha dado a la cosmovisión de los pueblos autóctonos. “En nuestra
Constitución (de Ecuador) logramos muchas victorias, como establecer los derechos de la
naturaleza y colocar nuestro concepto político de organización que es el Sumak Kawsai, pero, en
realidad, no es de hecho comprendido. Basta ver cómo el gobierno de Rafael Correa está tratando
la cuestión del agua hoy, sin respetar la decisión de los pueblos originarios”, dice Pablo.

Es importante tener en cuenta que entre las comunidades originarias que florecen en la región que
va desde Venezuela hasta la Patagonia, siguiendo la columna vertebral latinoamericana, que son
los Andes, las palabras que designan la organización de la vida son otras. No se habla de
socialismo o desarrollo (palabras y conceptos nacidos en Europa). Se habla de “sumak kawsai”,
que en la lengua quechua significa “régimen de buen vivir” y expresa una propuesta compleja de
organización.

Pablo dice que en el sistema capitalista, y en la era moderna, de concepción europea, la idea de
progreso está vinculada a la noción de “ir adelante”, ya que el tiempo se expresa de forma lineal:
pasado (ayer), presente (hoy) y futuro (mañana). Así, las gentes, para creer que son modernas,
necesitan avanzar al futuro. Ya en la comprensión del tiempo de los originarios el tiempo se curva.
La misma palabra que designa pasado es utilizada para decir futuro, la vida se expresa en ciclos.
También en la cosmovisión de gran parte de los pueblos andinos no existe la posibilidad de la
acumulación, tanto que si alguien tiene algún lucro, se siente obligado a destruir ese lucro,
haciendo una gran fiesta colectiva. Todo lo que sobra precisa ser compartido comunitariamente. Y,
en el fondo de todo eso está la capacidad del hombre de vivir en armonía con la naturaleza. Eso es
una manera de vivir que se confronta directamente con el sistema capitalista. Y es la manera
originaria, consubstanciada en el sumak kawsai, originaria de Abya Yala . “¿Y los marxistas, las
gentes de la izquierda, pueden entender eso?, ¿pueden respetar esa forma de mirar el
mundo?, ¿pueden incluir ese modo de ser en sus manuales?

El pachakuti

Para los incas, cuando llegaron acá los conquistadores, se inauguró el ciclo del pachakuti, que
significa “el mundo al revés, el mundo en el caos”. Hoy, con las transformaciones que toman forma
en América Latina, los levantamientos de los pueblos originarios y la percepción de que la
preservación de la naturaleza es también una cuestión de sobrevivencia de la especie, se está
viviendo el inicio de un nuevo pachacuti, “el mundo al revés”, de nuevo, pero de esa vez con las
gentes organizando la vida. Y no solamente los indígenas, sino también los empobrecidos de todos
los colores. Es la idea del tiempo que se curva, otro empezar, la salida de un tiempo de caos al
tiempo de armonía. Debido a esa creencia, las comunidades fortalecen las luchas en defensa de la
Pacha Mama, que es, en última instancia, la defensa de la vida misma.

En lo que toca al mundo no-indio, los intelectuales de izquierda tendrían que enfrentar ellos
mismos un “pachakuti”, un desordenamiento mental que fuese capaz de comprender esa forma de
mirar el mundo. Cuando acá llegaran los invasores, con sed de oro, hasta había un motivo para no
respetar las culturas locales. Pero hoy, y desde la izquierda, eso no puede pasar. Y es el
socialismo es el que ordena y define las reivindicaciones de la mayoría, como ya decía José
Carlos Mariategui, esta es la hora de incorporar aquello que es esencial para las gentes originarias
como el establecimiento del Estado Plurinacional, estatuto jurídico que reconoce a las
comunidades tradicionales originarias como sujeto histórico y político real. Eso implica, un cambio
radical de perspectiva, principalmente en un país como Brasil, donde las comunidades autóctonas
fueran prácticamente aniquiladas, las que sobreviven viven tuteladas por el Estado como si fueran
incapaces de organizar sus vidas de forma autónoma.

Al final, lo que quedó de los debates de cuatro días en Florianópolis, Brasil, fue ese desafío. La
capacidad de la izquierda revolucionaria de Abya Yala de develar las fuerzas y los sujetos que
actúan en el mundo de hoy, y la necesidad de definir el concepto de socialismo, pero no con las
facetas alegres de la pos-modernidad que usa lo multicultural como aceptación acrítica de lo que
ahí está, sino con el colorido de la “wiphala”, la bandera del movimiento originario, incorporando en
eso concepto las demandas de estos pueblos que no quieren ser vistos más como “actores
sociales”, de los que habla el texto escrito por otra persona, sino como “autores sociales” de su
propia historia, escribiendo ellos mismos su propia historia. De esta forma, quizá, en este espacio
geográfico se pueda constituir, con el aporte de todos los que aquí viven, sueñan y luchan por
cambios, el socialismo indo-americano, como quería Mariátegui, o, en fin, el sumak kawsai (el buen
vivir).

Desarrollo de la crisis socialista latinoamericana


Enviado por augusto batista stasiuk

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
1. Resumen
2. Introducción
3. Desarrollo del tema
4. Las críticas a la sociología científica y la sociología crítica o comprometida
5. Críticas a la sociología crítica o comprometida
6. Ostracismo de la teoría de la dependencia y auge del pensamiento neoliberal
en América del Sur y la caída del Muro de Berlín en el Este de Europa

Resumen
Este trabajo monográfico se centra en analizar la evolución de la sociología latinoamericana y
sus diferentes escuelas de pensamiento. En lo que hace, fundamentalmente a sus propuestas
teóricas de cambio social en el continente latinoamericano. Este análisis esta enmarcado
dentro del contexto histórico regional, continental y mundial. En que se difundieron y
desarrollaron las teorías de las diferentes escuelas sociológicas latinoamericanas. El análisis
arranca desde los años cincuenta del siglo pasado hasta fines de la década de los noventa.

Introducción
Este trabajo tiene como finalidad no una historia detallada de la sociología latinoamericana,
sino un resumen de los aportes y criticas realizadas por las diferentes corrientes sociológicas de
análisis que parten desde los fines de la década de los cincuenta y los sesenta hasta la década de
los noventa del siglo XX. Que son las que han conformado el desarrollo de la sociología en
nuestro continente.
El elemento histórico esta presente, dado que las teorías que el trabajo hará mención, se
vinculan a contextos políticos, económicos y sociales de las sociedades latinoamericanas. El
tratar de resumir los aportes sociológicos en forma meramente abstracta e inconexa, sería caer
en una mera pseudo- descripción histórica que no es la intención de este resumen.
Por último, a modo de consideraciones finales, se tratara el panorama actual de la sociología
latinoamericana y su situación de crisis de los paradigmas modernizante, que es la de la
sociología en general.

Desarrollo del tema


La renovación de la sociología en la posguerra de los años cincuenta del siglo XX
En la posguerra de los años cincuenta del siglo XX en América Latina un movimiento de
renovación intelectual a través de la sociología, que se levanta contra una situación que se
percibe como negativa para el desarrollo de la ciencia social. De esa situación no forman parte
los pensadores latinoamericanos de la generación de los 900 encabezados por el uruguayo José
Enrique Rodó.
Se refiere sobre todo a una crítica en el atraso teórico y metodológico en que se encontraba el
cultivo de la sociología a principios de la década del cuarenta y el muy escaso desarrollo en que
se encontraba la investigación de carácter empírica. No es la visión realista que tuvieron
los intelectuales de nuestro tiempo, lo que se critica, sino más bien la sustitución del análisis
sociológico por una filosofía social que niega la legitimidad de una ciencia de lo social.
Es bueno para el estudio del tema dejar claro el contexto mundial, continental y regional en que
se inicia y desarrolla la sociología latinoamericana en la década del cuarenta y del cincuenta del
siglo pasado. Para empezar nos ubicamos en el año 1945 en Europa final de la segunda guerra
mundial con derrota del ejercito nazi y la caída del régimen nacional socialista encabezado
por Adolfo Hitler. En Alemania a manos del ejercito rojo de la Unión de Republica Socialistas
Soviéticas (URSS).
En el año 1945 se realizo en Yalta una reunión de los "tres grandes". Es decir, Stalin, Roosevelt
y Churchill. Más adelante en el tiempo se realiza otra reunión llamada la conferencia de
Potsdam. En esa conferencia acuden Atlee, Truman y Stalin. En estas reuniones entre las
potencias aliadas se empiezan a repartir las zonas de influencia de cada una de las potencias
vencedoras de la segunda guerra mundial.
Esta lucha por las zonas de influencia se concentra principalmente en el continente europeo. Es
así, que se van generando las condiciones para que se de en el ámbito internacional la llamada
"guerra fría". Entre la Unión Soviética y los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU). Es así,
que el 5 de Marzo de 1946 dirigiéndose a la inmensa multitud reunida en el campus de la
pequeña universidad norteamericana de Fulton. Winston Churchill pronuncio un discurso que
puede considerarse el balance final de la guerra apenas terminada y la anticipación de
la política mundial posbélica.
"Churchill dijo que un "telón de acero" había caído sobre el continente europeo,
partiendo en dos desde el Báltico al Adriático por una línea tendida entre Stettin y
Trieste". El propio Churchill había empleado ya aquella expresión cuando aun era primer
ministro. El 12 de Mayo de 1945, en un telegrama dirigido al presidente Truman para ponerle
en guardia sobre lo que estaba sucediendo al amparo del "telón de acero" formado por los
ejércitos soviéticos de ocupación, y por segunda vez unas semanas más tarde, en un documento
presentado en la conferencia de Potsdam. Pero en pocos meses había cambiado su significado
originario.
Durante la primavera y el verano de 1945 el "telón de acero" podría representar una solución
temporal aunque inquietante mientras que en el momento del discurso de Fulton era ya una
realidad que pretendía perpetuarse y con la que era precisa contar. Afectando no solo a Europa,
sino a todo el mundo por que la brecha abierta en la ordenación territorial y política del viejo
continente comprometía a todas las potencias supervivientes de la guerra. El "telón de acero"
era pues, el primer signo, brutal y evidente, del "mundo bipolar" que había emergido de las
ruinas de una Europa y un mundo definitivamente desaparecidos. En otras palabras, el mundo
de la postguerra era bipolar. Es decir, el enfrentamiento de dos superpotencias que habían sido
vencedoras en la contienda mundial. Como lo eran la URSS y los EE.UU.
Estas dos superpotencias serian las principales protagonistas de la llamada "guerra fría". Para
analizar directamente la "guerra fría" es necesario centrarse en lo que fue la guerra civil que
experimento Grecia al finalizar la segunda guerra mundial. En relación a este hecho histórico el
historiador Vivián Trías dice lo siguiente:
"De los entresijos de las contradicciones de la sociedad griega y de la ocupación
nazi, emergió un poderoso movimiento popular de liberación, el "Frente de
Liberación Nacional" o E.A.M. Según William H. McNeill contaba con unos dos
millones de adherentes – sobre una población total de siete millones – y era
la organización política más poderosa, con mucho, de la Grecia de postguerra.
Entre los líderes del EAM había muchos liberales y socialistas, pero primaban los
comunistas. Si las dos principales fuerzas griegas, el Ejército monárquico y el
EAM, hubiesen luchado sin interferencias por el poder, sin duda el último
hubiera sido el lógico vencedor. Pero las fuerzas británicas entraron a terciar y,
naturalmente, fueron decisivas."
Se instauro un gobierno de unidad nacional en 1944 con el EAM. Pero, debió abandonarlo el 2
de Diciembre, cuando el mando inglés ordeno desarmar a todas los movimientos de
la resistencia antinazi. Trías sigue diciendo:
"El 4, el EAM organizó una gran manifestación popular y la policía disparó contra
la muchedumbre, cosechando varias victimas. Ese es el punto de partida de la
guerra civil, su desencadenante. Refuerzos de África del Norte permitieron a los
ingleses lanzar una ofensiva arrolladora con tanques y aviones. El 12 de febrero
de 1945 los griegos estaban derrotados y la mayoría entregó
las armas. Inglaterra apoyó así, sin tapujos, descarnadamente, a la más cruda y
corrompida derecha que rodeaba al rey. El primer ministro Papandreu abrió las
filas de la Guardia Nacional y los miembros de la ex fuerza de seguridad nazi se
alistaron en ella. La policía griega siguió siendo la que asoló al pueblo griego bajo
la dominación hitlerista. Muchos jóvenes treparon a las montañas a seguir la
lucha como partisanos, otros se internaron en Yugoslavia. Es importante destacar
que no hubo apoyo ninguno de Stalin a los comunistas griegos. Prescindencia que
ha desatado no pocas controversias y que alejó de la influencia soviética a los
militantes griegos, pero que no deja lugar a dudas de que la descarada agresión
británica no fue, por cierto, para contener a los rusos. En elecciones apañadas,
donde sólo resultaron válidos el 49% de los votos emitidos y con la abstención de
las izquierdas, los monárquicos ganaron y retomaron al trono al desprestigiado
rey Jorge. La guerra civil debía recomenzar, era inevitable. Pero no vaya a creerse
que tales peripecias políticas fueron su causa más importante y profunda. Lo que
la provocó, en primer lugar, fue el grado insoportable de miseria en que se
encontraban las masas y que los monárquicos nada hicieron para reparar."
Es bueno decir que el jefe soviético Stalin había convenido con Churchill que Grecia fuese zona
de influencia británica. Los integrantes del EAM incluido los comunistas en su lucha no
contaron con ningún apoyo de la URSS. A lo sumo seria el Mariscal Tito quien alentase la larga
y cruenta lucha, hasta que en el año 1949 decidiese cerrar la frontera, quedando así aislados las
fuerzas de liberación griegas que habían llegado a dominar extensas zonas del norte del país. El
rey Jorge II regreso en 1946. A principios de 1947, el gobierno británico que debía hacer frente
a una profunda crisis económica, puso en conocimiento del presidente norteamericano Truman
que retiraría de Grecia 40.000 soldados antes de Marzo.
En todo el este europeo liberado por los soviéticos, los gobiernos comunistas consolidan su
posición. Es a partir de este momento cuando comienza a alumbrar la doctrina intervencionista
de la EE.UU. durante el siguiente cuarto de siglo.
El día 11 de Marzo de 1947 el presidente Truman declaraba ante el congreso "La política de
Estados Unidos ha de ser la de prestar apoyo a los pueblos libres que resisten a
las tentativas de sojuzgamiento por obra de minorías armadas o por presiones del
exterior." El congreso votara una ayuda de 230 millones de dólares a Grecia y los primeros
consejeros norteamericanos se instalaban en Atenas.
Pero volviendo a lo dicho por el presidente norteamericano Truman ante el congreso de su país
y en relación a esto Trías dice lo siguiente:
"El 12 de marzo Truman acudió al llamado. Se presentó ante el Congreso para
enunciar lo que luego se designaría como "doctrina Truman;" apoyo económico y
militar a Grecia y Turquía, pero sobre todo a Grecia donde persistía la guerra
civil. El titular de la Casa Blanca aprovechó para lanzar su ofensiva
"anticomunista". Afirmó que todas las naciones están enfrentadas a un dilema
tajante; debe elegir entre dos sistemas de vida. Uno, que él calificó de democracia;
el otro, el totalitarismo (ya no nazi, sino comunista). Sin embargo, qué más
totalitario que el régimen griego de Tsaldaris, a quien los americanos llenaron de
dólares las faltriqueras (también era una cruel dictadura reaccionaria el régimen
turco)."
En el año 1947 británicos y norteamericanos establecieron en Alemania la unidad económica de
sus zonas de control iniciativa a lo que no tardaría en unirse Francia. Toda la política occidental
se dirigía hacía la contención de la URSS en sus posiciones, lo que en la siguiente fase de la
"guerra fría" los servicios de propaganda justificarían con frecuentes apelaciones a la defensa
de la civilización occidental. Es bueno tener presente que el 5 de junio de 1947, el secretario
de estado del gobierno de Truman, General George C. Marshall expuso en Harvard en el curso
de una conferencia, la necesidad de poner en marcha un programa de reconstrucción europeo,
financiado por la EE.UU. La URSS en una primera instancia apoyo el llamado plan Marshall
para Europa. Pero, la instauración desde la Casa Blanca de la llamada "doctrina Truman"
fuertemente anticomunista especialmente antisoviética llevo a que la URSS se resistiera y fuera
hostil al mismo. Además, los EE.UU. y sus aliados europeos querían que el plan beneficiase
económicamente a sus zonas de influencia en Europa.
Es decir, la parte occidental del viejo continente. En otras palabras, apostaban a una
reindustrialización de la Europa ocupada por las fuerzas armadas de los EE.UU. y a su vez, le
adjudicaban a Europa Oriental un status-rol de mero productor de materias primas. El plan
Marshall además de tener un fin económico implícitamente tenía un fin político. Es así, que los
EE.UU. tenia lo que se llama el sartén por el mango en lo que se refiere a quien financiaba el
plan económico de reconstrucción de Europa Occidental. En relación a este punto V. Trías dice
lo siguiente:
"Los créditos y donaciones Marshall no solo abrieron las puertas a la penetración
económica de Wall Street, sino que sirvieron la finalidad política de aplastar a las
izquierdas y conjurar el fantasma de la revolución en Europa Occidental."
La "guerra fría" se vivió en las elecciones italianas del año 1948 que triunfó la democracia
cristiana contra los paridos de izquierda (comunista y socialistas) que sufrieron la propaganda
anticomunista financiada desde la EE.UU. En Alemania en la zona occidental el conservador y
anticomunista el cristiano demócrata Conrad Adenauer ganaría las elecciones y accedería al
gobierno. El miedo es la constante de esos años. En la EE.UU., el anticomunismo adquiere
caracteres de cruzada nacional e internacional. El 17 de Marzo de 1948 en Bruselas los países
del BENELUX (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), Gran Bretaña, Italia y Francia constituyen
con propósitos defensivos la Unión Europea Occidental, incapaz de replicar a cualquier ataque
exterior.
Los EE.UU. estaban dispuestos a auspiciar una organización defensiva que los incluya. En los
días del bloqueo de Berlín, en pleno clima de terror y de "guerra fría;" se constituyó en
Washington la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), entorno a la cual
giraría la política futura. Es el 4 de Abril de 1949 firman el tratado los países del pacto de
Bruselas, más Portugal, Canadá y, naturalmente los EE.UU. Su objetivo es la "defensa colectiva
de las libertades democráticas a través de una estrecha colaboración política y económica". El
tratado se firmara por veinte años y en su artículo 5 se decía que "el ataque contra una o varios
países en Europa o en América del Norte, se consideraría ataque contra todos ellos". Grecia y
Turquía se adhirieron al tratado en 1952 y tres años después la República Federal de Alemania,
cuyo rearme decidieron los aliados constituyendo un nuevo motivo de irritación para los
soviéticos, integró sus fuerzas armadas en la OTAN.
Con la firma del pacto atlántico cristalizaba la "guerra fría". El mundo quedaba dividido en dos
bloques. Es el inicio de un largo periodo de obstrucciones entre la URSS y la de EE.UU, de
conferencias fracasadas. Berlín y Alemania Federal eran un foco de tensión constante. Son los
tiempos en que para salvaguardar la paz se cree necesario el equilibrio del terror. Los EE.UU.
va por delante en la carrera armamentista pero la URSS consigue su bomba atómica en 1949 y
en 1955 hace estallar su primera bomba de hidrogeno. En Julio de 1948, el antiguo alcalde de
Colonia, Konrad Adenauer, presidente ahora de los cristianos demócratas, fue elegido
presidente del consejo de los Länders occidentales, división establecida por los aliados como
primera forma de administración autónoma.
En ese momento, hacía ya un mes que los alemanes pagaban sus deudas en marcos. En
Londres, las tres potencias acordaron elaborar una constitución para el sector occidental, que
sería promulgada en Bonn, la nueva capital, en Mayo de 1949. Con las consiguientes protestas
del bloque oriental, que a su vez transformaría la zona de ocupación soviética en la República
Democrática Alemana (RDA). La división de Alemania en dos Estados era un hecho. El primer
ministro federal, Adenauer, haría de la reunificación, interpretada como revanchismo desde el
Este, su principal bandera política. Las restricciones a la industria quedaron sin efecto, y los
occidentales pusieron fin, en 1952, al Estatuto de Ocupación.
La Alemania Federal se dispuso a dar su gran salto económico. En 1955, una Alemania en vías
de ser poderosa y rearmada se integra en la OTAN. Son los años en que todavía se considera
inevitable un enfrentamiento armado entre los dos boques. El miedo conduce siempre al
fatalismo En lo que sería llamado "bloque socialista" liderada por la URSS el 14 de Mayo del
año 1955 se firma el llamado Tratado de Varsovia. Que sería una alianza militar defensiva entre
los países llamados socialistas del bloque oriental de Europa. Esto aumentaría más las
tensiones a la "guerra fría".
Otro capitulo de esta "guerra fría" entre las dos superpotencias URSS y la de EE.UU. es la
llamada guerra de Corea. Por más que la URSS no intervino directamente en el conflicto si lo
hizo la EE.UU. a través de las Naciones Unidas contra el ejercito del gobierno comunista de la
zona norte de Corea. El conflicto se agravo con el involucramiento de la Republica Popular
de China. Dado que el ejército de las Naciones Unidas había estado cerca de las fronteras
formales Chinas. Es así que, este inmenso país asiático mando gran cantidad de voluntarios
altamente equipados para apoyar al ejército comunista. Que en un primer momento había
ocupado toda la península coreana y que tubo que replegar sobre su territorio base cuando el
ejército de las Naciones Unidas liderado por la de EE.UU. lo atacó. La entrada en escena militar
de las tropas chinas llevo a que el ejército de las Naciones Unidas se replegará a sur de la
península coreana.
Al final quedo en un equilibrio relativo de fuerzas entre los dos bandos y se instauro la división
de la península coreana en dos zonas bien delimitadas. Es decir, Corea del Norte con un
gobierno comunista y Corea del Sur con un gobierno apoyado por la de EE.UU. En lo que hace
al continente latinoamericano la de EE.UU. obtiene victorias y también derrotas. Como bien
dice V. Trías:
"En esos años también obtenían algunos éxitos en América Latina. El 27 de
octubre de 1948 el motín militar de Arequipa instala al general Manuel A. Odría
en el gobierno del Perú. Muy pronto arribará a acuerdos "jugosos" con los
Estados Unidos. A fines de ese año otro golpe militar derroca al gobierno popular
de Rómulo Gallegos en Venezuela e instaura un régimen triunviro que, a poco de
andar, deja paso a la dictadura del general Pérez Jiménez. Las compañías
petroleras se mueven tras los altos oficiales y conjugan un drástico aumento
de derechos que preparaba el régimen de Acción Democrática. Pero no todas son
dulces en la América austral.
Al filo de los "50 un alud de votos torna a Getulio Vargas al poder, en 1952 estalla,
victoriosa la revolución boliviana encabezada por el MNR y el mismo
año Perón derrota terminantemente a la fórmula radical en comicios libérrimos
llevados a cabo en la Argentina"
Otro fenómeno a tener presente en America Latina es la política panamericanista llevada
adelante por los gobiernos de EE.UU. sean demócratas o republicanos. El panamericanismo es
una doctrina referida a las relaciones entre el continente latinoamericano y la de EE.UU. En
relación al panamericanismo el Diccionario latinoamericano de seguridad y geopolítica la
define de la siguiente manera.
"Doctrina de la integración de los países del continente americano dirigida por
Estados Unidos dentro de la tesis geopolítica del panregionalismo, mediante la
cual la superpotencia de hecho se coloca como hegemónica en este espacio."
El panamericanismo se consolida en Latinoamérica en el año 1948 con la fundación de la
Organización de Estados Americanos (OEA) en Bogotá capital de Colombia.
Esto lleva a la subordinación de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos salvo alguna rara
excepción a que obedezcan los dictados de la política internacional emanada de los gobiernos
de EE.UU. Estas políticas dirigidas particularmente hacía el continente latinoamericano. Este
continente es visto por los gobiernos de EE.UU. como su "patio trasero". Al cual hay que
conducir política e ideológicamente en beneficio de la "unión de las Américas". En plena
"guerra fría" la lucha llevada adelante por los gobiernos de los EE.UU. es contra la "infiltración
comunista" en América Latina. Por parte de la potencia archienemiga de la URSS.
Además, del panamericanismo como política que pauta la relación norte y sur entre las
Américas. Otro fenómeno, que marca la década de los cincuenta es la aparición en el escenario
político, social, económico, cultural y militar fundamentalmente en América del Sur, es la de
los movimientos nacionales populares. En otras palabras, denominados por los partidos
comunistas stálinistas, los socialistas liberales y las oligarquías latinoamericanas
despectivamente como "populismos". En Latinoamérica el primer movimiento nacional
popular fue la llamada Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fundada en el año
1924 por el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre.
Este movimiento tuvo una gran influencia ideológica sobre muchos partidos y movimientos de
América Latina. En relación a este tema, el Diccionario latinoamericano de seguridad y
geopolítica dice lo siguiente:
"La influencia del aprismo en América Latina entre las décadas del 30 al 50 ha
sido considerable: el PRI de México, la Acción Democrática de Venezuela,
Liberación Nacional de Costa Rica, el Partido Revolucionario Guatemalteco (Juan
José Arévalo y Jacobo Arbenz), el Movimiento Nacional Revolucionario
en Bolivia. En la Argentina, FORJA y la izquierda nacional fueron imbuidos de su
concepción continentalista."
El líder político e ideológico del APRA Haya de la Torre que es el creador de los movimientos
nacional populares aparece en un contexto mundial del capitalismo muy especial. En relación a
esto el historiador Alberto Methol Ferré dice lo siguiente:
"¿Qué fue el nacional populismo? El inventor fue Haya de la Torre, y es a partir de
la crisis del 29 y del año 30 que se inicia la lucha por la industrialización, por la
sustitución de importaciones. Una lucha que Haya de la Torre percibía ante todo
como la exigencia de la democratización radical de nuestros países agrarios. Y
para eso había que industrializar a los países. Y para sostener el proceso de
industrialización había que ir a la Integración. Pero la industrialización iba
fracasar si quedaba encerrada en los mini países, en los nueve enanos. "
La tremenda crisis capitalista del año 1929 y las repercusiones que generaron en América
Latina en lo económico, social, político y militar fueron el caldo de cultivo para la aparición del
APRA en Latinoamérica. Esta claro que para Haya de la Torre la lucha por la Democratización,
la Industrialización y la Integración están estrechamente unidas. Estos son los pilares en que se
sustenta el programa del movimiento aprista. Todo esto para cambiar el modelo agro
exportador de desarrollo hacia fuera dirigido a Inglaterra y los EE.UU. Que imperaba en la
mayoría de las sociedades latinoamericanas.
En Brasil en el año 1930 el caudillo Getulio Vargas a través de un golpe de Estado nacionalista
apoyado por el ejercito brasileño accede al gobierno nacional derrocando al presidente
Whashington Luiz representante de la llamada "República Vieja". Vargas instaura una
dictadura en el año 1937 y crea el llamado "Estado Novo" que incorpora los nuevos derechos
obreros y el nacionalismo económico. Pero, también incluye mecanismos represivos y
antidemocráticos. En el año 1945 es derrocado Getulio Vargas por un golpe de Estado
impulsado por fuerzas oligárquicas y el imperialismo yanqui. En el año 1951 vuelve al gobierno
a través de elecciones libres y democráticas llevando adelante un programa nacionalista
antiimperialista en lo económico y obrerista en lo social.
En Argentina se da el fenómeno peronista. El acceso del peronismo al poder pasa por el golpe
de Estado militar del 4 de junio de 1943 contra el presidente conservador Castillo. Es así que,
entre los militares que integran el golpe militar esta el coronel Juan Domingo Perón
que escala posiciones en el gobierno militar y ocupa con el correr del tiempo un puesto clave
para su futuro político. Que es la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esa es la palanca que
necesita Perón para desarrollar una política obrerista y crear su base social. El prestigio de
Perón aumenta ante los ojos de las nuevas masas obreras (cabecitas negras) debido a su
política progresista hacía los obreros. Pero ante este hecho inocultable un sector del ejército
argentino contrario a la política llevada adelante por Perón lo destituye de sus cargos en el
gobierno militar y lo mete preso en la isla Martín García.
El 17 de octubre de 1945 las masas obreras se aglutinan en la Plaza de Mayo pidiendo por la
liberación de Perón y su vuelta a Buenos Aires. Lo cual se concreta y Perón pide a sus
camaradas militares que convoquen a que hagan en la Argentina elecciones libres y
democráticas. Estas elecciones se realizan en el mes de febrero de 1946. La formula electoral
Perón- Quijano gana ampliamente las elecciones nacionales ante la formula de la Unión
Democrática. El gobierno de Perón lleva adelante una política nacionalista en lo económico y
obrerista en lo social. El peronismo como movimiento político nacional y popular levanta las
banderas de la soberanía política, independencia económica, justicia social, tercera posición y
unidad sudamericana.
En el año 1952 Perón vuelve a ganar las elecciones nacionales y es presidente de la Argentina
por segunda vez. En el Uruguay el "populismo" se manifiesta en lo que se denomina el neo
batllismo dentro del Partido Colorado. Es una fracción mayoritaria del partido liderada por
Luis Batlle Berres. Que revindica ideológicamente la tradición liberal en lo político, estatista en
lo económico, obrerista en lo social y panamericanista en lo internacional del primer batllismo.
Es decir, el de su fundador José Batlle Ordóñez. La otra manifestación del "populismo"
uruguayo es el herrerismo una corriente política e ideológica que se encuentra dentro del
Partido Nacional liderada por Luis Alberto de Herrera. El herrerismo revindica al fundador de
la colectividad blanca a Manuel Oribe y su federalismo como también al antiimperialismo
nacionalista del héroe y mártir de la ciudad de Paysandú el General Leandro Gomes y al
caudillo rural Aparicio Saravia.
El herrerismo es liberal en lo económico, conservador en lo social y en lo político en los hechos
es pragmático. Es decir, en ciertas situaciones o coyunturas políticas es liberal, pero, eso no
quita que participe en golpe de Estado conservador del año 1933. Contra un gobierno
constitucional. En el plano internacional es americanista en lo político y critica al imperialismo
yanqui en su política hacía America Latina. Los "populismos" o movimientos nacional
populares son contradictorios contienen elementos en su practica política aspectos
progresistas. Pero también en su etapa de crisis económica y social aspectos conservadores.
En relación a este tema V. Trías, dice lo siguiente:
"Vale la pena, pues, ensayar otro ángulo. El populismo como fase de un proceso
largo y accidentado cuya contradicción principal es la lucha en torno al
desarrollo, la democracia, la justicia y la soberanía de nuestras naciones. Una
revolución inconclusa, a medias, y que, por serlo, desemboca en una
renegociación de la dependencia."
De lo citado se desprende que para V. Trías fundamentalmente los "populismos" es la lucha
contradictoria en torno al desarrollo, la democracia, la justicia y la soberanía de los países en la
cual actúan políticamente. Es una renegociación de la dependencia. Desde otra perspectiva los
movimientos nacionales populares son movimientos frustrados o incompletos. Por que, en los
hechos no pudieron concretar plenamente su programa en las sociedades latinoamericanas en
la que actuaban.
Es así que, para Methol Ferré:
"La Industrialización implica la Integración. Como nadie tiene mercados de
escala con población suficiente, la lucha por la democratización es también una
lucha por la Integración. Las tres dimensiones inseparables de nuestra
modernización son: Democratización, Industrialización (ciencia y tecnología) e
Integración, que se implican y exigen mutuamente. Ese es el corazón de los
"nacional-populismos" tan denostados, porque todavía ninguno alcanzó el
objetivo de la realización, que es la Integración. Han sido todos nacional
populismos truncos."
De lo citado se desprende que para Methol Ferré Democratización, Industrialización (ciencia
y tecnología) e Integración que se implican y exigen mutuamente. Ese es el corazón de los
movimientos nacional populares latinoamericanos. Pero al no alcanzarse la meta de
la Integración latinoamericana quedaron en los hechos truncos. Es decir, su programa no se
cumplió en su totalidad.
Por último, esta el caso Guatemala. En el año 1950 el coronel Arbenz Guzmàn asume la
presidencia de Guatemala. Es el heredero de la llamada revolución guatelmateca que inauguró
una época de democracia política y resurgimiento económico. Esta revolución protagonizada
por el pueblo y parte del ejército guatemalteco derroca el 20 de octubre de 1944 al dictador
Jorge Ubico en Guatemala bajo el lema de "gobierno para el pueblo, por el pueblo y del
pueblo". Como representante de esta revolución J. Arevalo asume la presidencia de la nación.
Como bien dice Trías refiriéndose a la situación política guatemalteca de aquella época:
"El 20 de octubre de 1944 un movimiento nacionalista y democrático, en el que se
confundían civiles y militares, derrocó la sangrienta dictadura de Jorge Ubico en
Guatemala. Una junta revolucionaria integrada por Guillermo Toriello, el
comandante Javier Araña (asesinado en 1949) y el capitán Jacobo Arbenz, de
una familia terrateniente, se instalo en el poder. Dicha junta organizó las
primeras elecciones libres después de décadas de opresión y tiranía. En ellas fue
elegido presidente Juan José Arévalo, hombre de ideas socializantes y
democráticas, por 255.000 votos en un total de 295.000."
Juan José Arevalo dotó a Guatemala de una constitución democrática, respetó
el sufragio universal y permitió el libre juego de los partidos políticos. Junto con esas medidas
políticas de tipo democrático progresistas el gobierno de J. A. Arevalo aprobó una serie de
medidas económicas que tenían como objetivo la reforma agraria y la puesta en marcha de un
proceso de industrialización. Lo que pretendía la revolución de octubre era hacer de Guatemala
un prospero país capitalista dueño de sus riquezas, modificando en consecuencia su
arcaica estructura feudal y su situación de país monoproductor de frutas tropicales (café y
banano).
Además, del problema de la concentración de la propiedad tierra y en parte como consecuencia
del mismo, existían los problemas referidos a las formas de explotación de la tierra :
ausentismo del propietario de los latifundios; arrendamientos, aparcerías y otras formas de
explotación de los campesinos que trabajan la tierra y que estaban obligados a dar a los dueños
la mayor parte de las cosechas; pagos en especie que sustraían a grandes sectores de la
población de la economía monetaria condenándolos a una vida de subsistencia, atrasada
tecnología agrícola y falta de incentivos para mejorar la producción dada la baratura de la
mano de obra.
Estos eran los enormes escollos que J. Arevalo y J. Arbenz se propusieron superar. Para ello J.
Arevalo, aprueba un Código Agrario que no solo daría la tierra a los campesinos sino también
adelantaría los medios indispensables para trabajarla: crédito y asistencia técnica. Pero cuando
Arbenz toma el gobierno se da cuenta que para llevarla a cabo este proyecto, para poner
realmente en vigencia el Código Agrario, hay que tomar medidas más radicales. Es con este
objetivo que en 1952 dicta la ley de Reforma Agraria. Esta ley de Reforma Agraria enfrentaba
directamente a J. Arbenz con la United Fruit, propietaria de enormes extensiones de tierras
improductivas.
Este trust internacional controlaba ya en la década de 1920 no solamente los
principales productos agrícolas de Guatemala (banana, café, cacao y otros productos tropicales)
si no que su imperio ya se había extendido por muchos países de America Central y su poderío
económico superaba al de cualquier de estos Estados. Controlaba a numerosas empresas y
contaba con vías de transporte terrestres y marítimas, comunicaciones telegráficas y telefónicas
e instalaciones portuarias propias. Su organización incluía desde las actividades
de producción agrícola hasta las de la venta al menudeo, servicios de transporte y prestación
de seguros. Es a ese poderosísimo trust internacional que el gobierno de Arbenz expropia (de
acuerdo a lo dispuesto por la ley de reforma agraria).
Es así que, había demasiadas cosas en juego para los EE. UU sobre todo mantener al caribe
como una zona productora de materia primas explotadas por empresas norteamericanas. Un
programa como el que J. Arbenz pretendía llevar a la práctica rompía con las relaciones de
dependencia económica y política que existían entre ambos países. Por otra parte, si Guatemala
lograba desarrollarse como país independiente su ejemplo podía cundir negativamente para los
intereses dominados en la zona del caribe.
En Mayo de 1953 el secretario de estado de los EE.UU. John Foster Dulles protesta
formalmente ante Guatemala por la expropiación de las tierras a la United Fruti. Y junto con
esta medida el gobierno de los EE.UU. comienza a poner en marcha una campaña tendiente a
crear una atmosfera internacional adversa al gobierno guatemalteco. Los periódicos
norteamericanos y los principales periódicos derechistas de America Latina se lanzan a una
campaña de denuncias contra las actividades "comunistas" de Arbenz. En Marzo de 1954 en la
Décima Reunión Panamericana organizada por la OEA con sede en Caracas. El delegado
norteamericano propone que se agregue al temario de la reunión un punto sobre la
intervención del comunismo internacional en las republicas americanas.
Ante esa reunión el delegado guatemalteco había denunciado, exhibiendo
los documentos pertinentes un intento de invasión contra Guatemala y cuya base era Nicaragua
y Honduras. Contraatacando, F. Dulles afirma que esa denuncia es un esfuerzo de
los "comunistas para obstruir la labor de esa conferencia y lesionar
la solidaridad internacional tan vital hará todas las naciones del hemisferio." Es
en este contexto que el canciller guatemalteco en esa misma conferencia de Caracas, denuncia
la agresión norteamericana en America Latina y particularmente en Guatemala. Pero, a pesar
de su llamado a favor de la democracia, que fue brillante, la conferencia aprobó la resolución
condenando toda intervención del comunismo en el hemisferio.
En relación a la X Conferencia Interamericana de Cancilleres en Caracas V.Trías dice lo
siguiente:
"La "Operación Guatemala" se abrió con la X Conferencia Interamericana de
Cancilleres sn Caracas, para cuya agenda Estados Unidos forzó la inscripción del
tema: "Intervención del comunismo internacional en las Repúblicas
Americanas". Toriello defendió gallardamente la soberanía de su nación y
la dignidad de todo el continente en un soberbio discurso. Los delegados
asistieron con asco a las burdas maniobras de F. Dulles; pero, ¿Qué estado
americano, por entonces, podía resistir las presiones de Washington? Con la
valiente abstención de la Argentina peronista y de México y el obvio voto
contrario de Guatemala, se votó una resolución que preparó el camino a la
agresión y cuyo texto medular dice: "La dominación o control de
las instituciones políticas de cualquier Estado americano por el movimiento
comunista internacional, lo que implica la extensión a este hemisferio del sistema
político de una potencia extracontinental, significaría una amenaza a la soberanía
y la independencia política de los Estados Americanos". F. Dulles actuó sin
cortapisas, con la insolencia del vencedor anticipado."
La campaña contra el gobierno de J. Arbenz continua y en Marzo de 1954 John Foster Dulles
denuncia el arribo de armas y municiones de procedencia checoslovaca a Guatemala. Lo que no
contaba F. Dulles eran los intentos fallidos realizados por el gobierno guatemalteco de comprar
armas en occidente para defenderse de la agresión norteamericana. "Cuatro días más tarde
– escribe Eisenhower- anunciamos que la EE.UU. enviaban por avión armas a
Honduras y a Nicaragua." El objetivo explícito de este envío era proteger a estos países de
una invasión que Guatemala no preparaba. En realidad lo que pretendía era hacer llegar armas
al cuartel general del Coronel Castillos de Armas hombre elegido por el gobierno de los EE.UU.
y por la CIA para encabezar la revuelta contra J. Arbenz.
Una vez terminada la campaña internacional contra J. Arbenz para lo cual se utilizó a
la prensa y a los organismos internacionales, lo que faltaba para derrocar a J. Arbenz era
relativamente sencillo sobre todo contando con el apoyo de los países limítrofes con
Guatemala. Es justamente de uno de ellos, Honduras, de donde parte una tropa mercenaria
encabezada por Castillo de Armas. La invasión que comenzó el 17 de junio de 1954 dura diez
días, al cabo de los cuales J. Arbenz se vio obligado a capitular. En este periodo se ataco al
pueblo guatemalteco con bombardeos aéreos, hubo enfrentamiento armado con el pueblo.
Derrocado J. Arbenz se constituyo una junta militar que eligió como presidente a Castillo de
Armas. La experiencia reformista de los gobiernos de Arevalo y Arbenz en Guatemala había
terminado dramáticamente para el pueblo guatemalteco.
El gobierno progresista de J. Arbenz había sido derrocado violentamente por las oligarquías
centroamericanas aliadas del imperialismo yanqui en la región. En Uruguay el líder populista
Luis Batlle Berres y su proyecto estatista, industrialista y obrerista es derrotado electoralmente
en el año 1958 por el Partido Nacional que incluye al otro líder populista Luis Alberto de
Herrera. Con un programa económico antiestatista, antiindustrialista y agrarista. Es decir, un
proyecto económico y social conservador y neoliberal. Esta claro que a mediados y a fines de la
década de los cincuenta del siglo pasado la marea oligárquica e imperialista azoló America
Latina. En relación a esta etapa histórica V. Trías dice lo siguiente:
"La fronda contrarrevolucionaria que barrió al mundo a mediados de los "50,
trajo otros triunfos al imperialismo. En setiembre de 1955 una coalición de
"oligarcas vacunos", derechistas católicos, industriales voraces, oficiales
"liberales" y agentes ingleses derrocó al general Juan Domingo Perón. El 24 de
agosto de 1954, acosado por la reacción interna y los intereses imperialistas
norteamericanos, Getulio Vargas se descerrajó un balazo mortal."
En otros términos, en America Latina a mediados y a fines de la década de los cincuenta del
siglo pasado la experiencia reformista y progresista en Guatemala y el auge y caída de los
gobiernos "populistas" en Argentina, Brasil y Uruguay terminaron o fueron derrotados
abruptamente por contradicciones internas y externas que experimentaron cada uno de sus
respectivos gobiernos. En resumen, la situación mundial del fin de la segunda guerra
mundial esta pautado por la "guerra fría" entre la URSS y los EE.UU. En el plano político,
ideológico, económico y militar. En America Latina, se da el fenómeno del panamericanismo el
ascenso y caída tanto del gobierno de Arbenz y de los movimientos nacionales populares o
"populistas".
Es en este marco de orden mundial y continental en donde la corriente sociológica denominada
científica, planteará un cambio que se resume en cuatro puntos básicos: 1) En la manera de
concebir la sociología. 2) De su metodología. 3) De sus relaciones con la realidad. 4) Su
transformación. Los nombres más representativos de la llamada sociología científica, en
America Latina serán Gino Germani, Florestán Fernández y José Medina Echavarría. Con
respecto a éste último expondrá en forma clara su forma de concebir la sociología diciendo:

El socialismo latinoamericano del siglo


XXI en su contexto histórico
x James Petras - La Haine

Las prácticas, políticas y configuraciones institucionales de


los gobiernos del socialismo del siglo XXI arrojan serias dudas sobre
sus pretensiones revolucionarias

Introducción

La victoria electoral de gobiernos de centro-izquierda en al menos tres


países de América Latina y la búsqueda de una nueva identidad ideológica
con que justificar su poder, ha conducido a ideólogos y gobernantes a
abrazar la idea de que representan una nueva versión del socialismo, propia
del siglo XXI. Destacados escritores, académicos y portavoces de estos
gobiernos celebran una variante totalmente nueva del socialismo,
completamente distinta de lo que llaman el fallido socialismo del siglo XX, es
decir, el socialismo de estilo soviético. Los defensores y publicistas del
socialismo del siglo XXI aseguran que se trata de un nuevo modelo político-
económico, basado en lo que ellos consideran una ruptura radical tanto con
el neoliberalismo de libre mercado de los gobiernos precedentes, como con
la anterior versión estatista del socialismo, encarnada por la antigua Unión
Soviética, China y Cuba.

En este trabajo procederemos a examinar las diferentes críticas planteadas


por el nuevo socialismo tanto al neoliberalismo como al socialismo del siglo
XX, la autenticidad de sus afirmaciones de novedad y originalidad, y
realizaremos un análisis crítico de su desempeño real.

La crítica del neoliberalismo

El aumento del número de gobiernos que se adscriben al socialismo del


siglo XXI fue resultado de la crisis y desaparición de los gobiernos
neoliberales que dominaban América Latina desde mediados de la década
de 1970 hasta finales de la década de 1990. Su desaparición se vio
acelerada por una serie de levantamientos populares que impulsaron el
ascenso de gobiernos de centro-izquierda con programas de rechazo de las
doctrinas socioeconómicas neoliberales y la promesa de cambios
fundamentales a favor de las grandes mayorías. Si bien existen importantes
diferencias programáticas entre los diferentes gobiernos de este grupo,
todos comparten una crítica común a seis características de las políticas
neoliberales:

(1) rechazan la idea de que el mercado deba tener prioridad para el Estado
y dominar a éste, es decir, que la lógica de la clase capitalista de
maximización del beneficio deba dar forma a las políticas públicas. El
colapso del capitalismo de mercado en la recesión de 2000-2002 y el
empobrecimiento masivo desacreditaron la doctrina de los mercados
racionales, a medida que crecían las quiebras empresariales y bancarias,
que la clase media perdía sus ahorros, y las calles y plazas se llenaban de
obreros y campesinos desempleados;

(2) los gobiernos del socialismo del siglo XXI condenan la desregulación de
la economía que condujo al auge de los especuladores en detrimento del
capitalismo productivo. Bajo la égida de los dirigentes neoliberales, la
legislación reglamentaria adoptada desde la Gran Depresión fue derogada y
en su lugar las políticas de control de capitales y la supervisión financiera se
suspendieron en favor de un sistema de autorregulación, en el que los
agentes del mercado establecieron sus propias normas, lo que condujo,
según sus críticos, a la especulación, las estafas financieras y el saqueo de
las tesorerías públicas y privadas;

(3) el predominio de las finanzas sobre la producción es la pieza central del


discurso anticapitalista de los gobiernos del socialismo del siglo XXI. Hay
implícita una diferenciación entre el mal capitalismo, que obtiene riquezas
sin producir bienes, y el buen capitalismo que supuestamente produce valor
de utilidad social;
(4) relacionada con esta crítica global del neoliberalismo, hay una crítica
concreta de la reducción de las barreras arancelarias, la privatización de
empresas públicas por debajo de su valor real de mercado, la
desnacionalización de la propiedad de los recursos estratégicos, y el
crecimiento masivo de la desigualdad;

(5) el socialismo del siglo XXI asegura que los gobiernos neoliberales
entregaron las palancas de la economía a banqueros privados y extranjeros
(como el FMI) que impusieron medidas deflacionarias en lugar de reflotar la
economía a través de transfusiones de gasto público. Los dirigentes
políticos de centro-izquierda utilizan esta crítica del neoliberalismo y la
promesa implícita de una ruptura futura decisiva con el capitalismo
neoliberal, sin comprometerse a una ruptura concreta con el capitalismo de
otras variedades;

(6) mientras que la crítica de los gobiernos de centro-izquierda atrajo a las


clases populares, su rechazo al socialismo del siglo XX iba dirigido a la
clase media y a tranquilizar a las clases productivas (empresarios),
asegurando que no iban a invadir la propiedad privada en su conjunto.

Crítica al socialismo del siglo XX

En una especie de acto de equilibrio político a su oposición al


neoliberalismo, los defensores del socialismo del siglo XXI también se
distancian de lo que denominan socialismo del siglo XX. En parte como una
táctica política para desarmar o neutralizar a los numerosos y poderosos
críticos de los gobiernos socialistas del pasado, en parte como afirmación
de un socialismo en sintonía con los tiempos, el socialismo del siglo XXI
hace la siguiente crítica del anterior socialismo, a la vez que pone de relieve
sus diferencias con el mismo:

(1) el socialismo del pasado estaba dominado por una burocracia de mano
dura, que realizaba una mala asignación de recursos y ahogaba la
innovación y la elección personal;
(2) el viejo socialismo era profundamente antidemocrático, tanto en la forma
de gobierno, como en la organización de elecciones y el Estado de partido
único. La represión de los derechos civiles y de todo tipo de mercado forma
parte de la narrativa del socialismo del siglo XXI;

(3) el socialismo del siglo XXI relaciona la democracia como sistema con la
vía electoral al poder o la alternancia en el gobierno; condena los cambios
de gobierno producidos por la lucha armada, y especialmente los
movimientos guerrilleros, aunque los tres gobiernos adscritos al socialismo
del siglo XXI llegaron al poder mediante elecciones que siguieron a
levantamientos populares;

(4) uno de los principales argumentos de los gobiernos del socialismo del
siglo XXI es que en el pasado, los socialistas no tenían en cuenta las
especificidades de cada país. Concretamente, destacan las diferencias en
materia racial, étnica, geográfica, cultural, de tradiciones y práctica histórica,
etc. que ahora son tenidas en cuenta en la definición de socialismo del siglo
XXI;

(5) en relación con el punto anterior, el socialismo del siglo XXI hace
hincapié en la nueva configuración global de poder del presente siglo, que
da forma a las políticas y potencialidades del nuevo socialismo. Entre los
nuevos factores citan la desaparición de la antigua URSS y la conversión de
China al capitalismo; el descenso relativo de una economía mundial
centrada en EE.UU.; el crecimiento de Asia, especialmente China; la
emergencia de iniciativas regionales promovidas por Venezuela; el aumento
de los gobiernos de centro-izquierda en toda América Latina, y unos
mercados diversificados, en Asia, en América Latina, Oriente Próximo y
otros lugares;

(6) los gobiernos del socialismo del siglo XXI afirman que la nueva
configuración de la sociedad y el Estado no es una copia de otros Estados
socialistas, pasados o presentes. Es casi como si cada medida, política o
institución fuese un diseño del actual régimen. La originalidad o novedad es
un argumento que permite reforzar la legitimidad del régimen ante las
críticas externas e internas de la derecha anticomunista, y permite también
descartar las críticas de fondo de la izquierda;

(7) los gobiernos del socialismo del siglo XXI hacen hincapié en el hecho de
que el liderazgo no tiene vínculos pasados o presentes con el comunismo, y
en el caso de Bolivia y Ecuador rechazan abiertamente el marxismo como
instrumento de análisis o como base de formulación de políticas. La
excepción es el presidente Hugo Chávez, cuya ideología es una mezcla de
marxismo y nacionalismo vinculado al pensamiento de Simón Bolívar. Tanto
Rafael Correa como Evo Morales evitan las divisiones de clase, y les
contraponen la revolución ciudadana contra una oligarquía de partidos
corrupta, en el caso del primero, y las comunidades indígenas andinas
culturalmente oprimidas contra una oligarquía “europea”.

Crítica de los gobiernos socialistas del siglo XXI

Si bien los gobiernos del socialismo del siglo XXI afirman, más o menos
claramente, lo que no son y lo que rechazan del pasado, a izquierda como a
derecha, a la vez que plantean en términos generales lo que son, sus
prácticas, políticas y configuraciones institucionales arrojan serias dudas
sobre sus pretensiones revolucionarias, su originalidad y su capacidad para
satisfacer las expectativas de su electorado popular.

Aunque una serie de ideólogos, líderes políticos y publicistas se refieran a sí


mismos como socialistas del siglo XXI, hay entre ellos una gran variedad de
diferencias en la teoría y la práctica. Un examen crítico de las experiencias
de cada uno de los países pondrá de relieve tanto las diferencias entre los
gobiernos como la validez de sus pretensiones de originalidad. Venezuela:
la cuna del socialismo del siglo XXI

El presidente Hugo Chávez ha sido el primer y principal defensor y


practicante de socialismo del siglo XXI. Aunque otros presidentes y
publicistas de América Latina, América del Norte y Europa se hayan subido
a este carro, no hay una práctica uniforme que coincida con la retórica
pública.

En muchos sentidos, el discurso del presidente Chávez y las políticas del


gobierno venezolano definen los límites radicales del socialismo del siglo
XXI, tanto en términos de su política exterior, que desafía las políticas de
guerra de Washington, como en términos de las reformas internas de tipo
socioeconómico. Sin embargo, aunque el modelo venezolano de socialismo
del siglo XXI tiene rasgos innovadores y novedosos, tiene también fuertes
semejanzas con las reformas de anteriores regímenes populistas-radicales
de América Latina y Europa que configuraron estados de bienestar.

La novedad más llamativa y rasgo más original de la versión venezolana del


socialismo del siglo XXI es la fuerte mezcla de nacionalismo histórico
bolivariano, marxismo del siglo XX y populismo latinoamericano. La
concepción del nuevo socialismo que tiene el presidente Chávez tiene su
origen intelectual y se legitima en una escrupulosa lectura de los escritos,
los discursos y las acciones de Simón Bolívar, padre fundador de la
independencia de Venezuela en el siglo XIX. La concepción de una ruptura
profunda con las potencias imperiales, y su dependencia del apoyo de las
masas en contra de las élites nacionales poco fiables capaces de vender al
país para defender sus privilegios está profundamente arraigada en sus
lecturas de la ascensión y caída de Simón Bolívar. Sin pretextar una
identificación entre Bolívar y marxismo, el presidente insiste en el carácter
endógeno y las raíces nacionales de su ideología y su práctica. Si bien
apoya a la revolución cubana y mantiene una estrecha relación con Fidel
Castro, es evidente que no hace ningún esfuerzo por asimilar o copiar el
modelo cubano, aunque adapte a la realidad venezolana determinadas
características de sus organizaciones de masas.

Su práctica económica incluye la nacionalización y la expropiación (con


indemnización) de amplios sectores de la industria del petróleo; la
nacionalización de empresas clave sobre la base de consideraciones
políticas pragmáticas, entre otras los conflictos entre trabajadores y capital
(sectores del acero, cemento, telecomunicaciones); y la búsqueda de una
mayor seguridad alimentaria (reforma agraria). Su programa político incluye
la formación de un partido socialista de masas que compita en el marco de
un sistema pluripartidista, y la convocatoria de referéndums libres y abiertos
para asegurar las reformas constitucionales. La novedad consiste en el
fomento del autogobierno local, mediante la formación de consejos
comunales no partidistas, basados en los barrios, con el fin de evitar el peso
muerto de una burocracia ineficiente, hostil y corrupta. El objetivo de
Chávez parece ser el de la sustitución de unas políticas electorales
“representativas”, dirigidas por la clase política profesional, por un sistema
de democracia directa basado en la autogestión en fábricas y barrios. En
términos de política social, se ha financiado una gran cantidad de
programas destinados a elevar el nivel de vida del 60% de la población, que
incluye a la clase obrera, los trabajadores autónomos, los pobres, los
campesinos y las mujeres cabeza de familia. Estas reformas incluyen la
atención médica y la educación hasta la universidad, ambas con carácter
universal y gratuito.

Asimismo, la contratación de más de 20.000 médicos, dentistas y técnicos


cubanos, y un programa masivo que abarca la construcción de clínicas,
hospitales y unidades móviles que circulan por todo el interior del país y
prioriza los vecindarios de bajos ingresos, ignorados por los anteriores
gobiernos capitalistas privados y los médicos privados. El régimen de
Chávez ha construido y financiado una amplia red de supermercados de
gestión pública que venden alimentos y artículos domésticos a precios
subvencionados a las familias de bajos ingresos. En materia de política
exterior, el presidente Chávez se ha opuesto sistemáticamente a las guerras
de EE.UU. en Oriente Próximo y Asia Meridional, y a toda la justificación de
las guerras imperiales basada en la doctrina de la Guerra contra el
terrorismo.

¿Qué hay de nuevo en el socialismo del siglo XXI venezolano?


Varias preguntas surgen en relación con la versión venezolana de
socialismo del siglo XXI: primera, ¿es realmente socialista o, mejor aún,
representa una ruptura con el socialismo del siglo XX en todas sus
variantes?; segunda: ¿cuál es el “equilibrio” entre los rasgos capitalistas
anteriores y actuales de la economía, y las reformas socialistas introducidas
durante el decenio de Chávez?; tercera, ¿en qué medida los cambios
sociales han reducido las desigualdades y proporcionan una mayor
seguridad a la masa de la población en este período de transición?

Hoy Venezuela es una economía mixta, con un sector privado que sigue
siendo predominante en bancos, agricultura, comercio y comercio exterior.
La propiedad estatal ha crecido, y las prioridades sociales nacionales dictan
la asignación de los recursos petroleros. Si bien la economía mixta de
Venezuela se asemeja a las economías de la primera época posterior a la
Segunda Guerra Mundial en Europa, hay una diferencia clave: el Estado
posee el sector de exportación más lucrativo y la principal fuente de
ingresos de divisas.

Aunque el gobierno ha incrementado el gasto social en magnitudes


comparables o superiores a algunos de los primeros gobiernos
socialdemócratas, no ha reducido la gran concentración de la riqueza ni los
ingresos de las clases altas por medio de altos tipos impositivos
progresivos, como en Escandinavia y otros lugares. Las desigualdades
siguen siendo mucho mayores que las que existían en siglo XX, y son
comparables a las restantes sociedades latinoamericanas de hoy. Además,
los niveles medio-alto y alto de la burocracia estatal, especialmente en el
sector del petróleo e industrias afines, tienen niveles de remuneración que
son comparables a sus homólogos capitalistas, como sucedió con las
industrias nacionalizadas en Gran Bretaña y Francia.

La autogestión de las empresas públicas, una idea relativamente nueva en


Venezuela, ha ido más allá de los límites de los programas de
coparticipación socialdemócrata aplicados en Alemania, y se limita a menos
de media docena de grandes empresas, muy lejos de las extensas redes a
escala nacional existentes en la Yugoslavia socialista entre los años 1940 y
1980.

Las propuestas de reforma agraria del régimen, aunque radicales en su


intención y promovidas por la fuerza por el presidente Chávez, no han
podido cambiar la relación entre los trabajadores agrícolas, los campesinos
y los grandes terratenientes. Cuando se han hecho progresos en la
distribución de la tierra, la burocracia gubernamental no ha proporcionado a
los beneficiarios de la reforma los servicios de extensión, financiación,
infraestructuras y seguridad.

La Guardia Nacional, por acción u omisión, no ha conseguido poner fin a los


asesinatos de dirigentes y defensores de la reforma agraria a manos de
pistoleros a sueldo de los terratenientes. A finales de 2009, hay más de 200
asesinatos de campesinos sin resolver.

Mientras que los publicistas de socialismo del siglo XXI han hecho hincapié
en las nacionalizaciones de las empresas de petróleo de los anteriores
propietarios, no dan cuenta del creciente número de nuevas empresas
conjuntas establecidas con compañías transnacionales de China, Rusia,
Irán y la Unión Europea. En otras palabras, mientras que el papel de
algunas transnacionales de EE.UU. ha disminuido, la inversión de capital
extranjero en los sectores de la minería y el petróleo se ha incrementado,
especialmente en los extensos yacimientos del Orinoco. Aunque el cambio
de socios de inversión en el ámbito del petróleo reduce la vulnerabilidad
estratégica de Venezuela a las presiones de EE.UU., no por ello se potencia
el carácter socialista de la economía. Las empresas conjuntas añaden peso
al argumento de que la economía basada en empresas de propiedad
público-privada se aproxima al modelo de la socialdemocracia de mediados
del siglo XX.

El aspecto más cuestionable de la autoafirmación de Venezuela en el


socialismo es su ininterrumpida dependencia de un único producto –el
petróleo– en un 70% de sus ingresos de exportación, y su dependencia de
un mercado único –Estados Unidos–, un socio comercial abiertamente hostil
y desestabilizador. Los esfuerzos del gobierno venezolano por diversificar
sus socios comerciales adquieren mayor urgencia tras el pacto militar de
Obama con el presidente colombiano Álvaro Uribe, de instalación en siete
bases militares. Igualmente amenazador para la base de masas de la vía de
Chávez al socialismo es la altísima tasa de delincuencia basada en el
crecimiento de un lumpenproletariado, y en sus vínculos con el narcotráfico
colombiano y funcionarios civiles y militares. En muchos barrios populares,
los delincuentes compiten con los líderes de los consejos comunales por la
hegemonía, utilizando los disturbios y la violencia para ejercer su dominio.
La ineficacia del Ministerio del Interior y de la policía, y la falta de una
estrecha relación de trabajo con las organizaciones de barrio representan
una seria debilidad en la movilización de la sociedad civil, y marcan una
limitación en la eficacia del movimiento de los consejos comunales.

Las importantes reformas introducidas por el gobierno de Chávez y la


original síntesis de anticolonialismo de emancipación bolivariano con el
marxismo y el antiimperialismo marcan una ruptura con las prácticas
neoliberales predominantes generalizadas en América Latina en el cuarto
de siglo anterior, que siguen vigentes en numerosos gobiernos
contemporáneos de otro signo.

Lo qué es dudoso, sin embargo, es si todos estos cambios equivalen a una


nueva versión del socialismo, dado el predominio de las relaciones de
propiedad capitalista en los sectores estratégicos de la economía, y las
desigualdades de clase persistentes tanto en el sector público y privado.

Sin embargo, se debe tener en cuenta que el socialismo no es un concepto


estático, sino un proceso continuo, y que la mayor parte de las medidas
recientes tienden a ampliar el poder popular en las fábricas y los barrios.

Ecuador
En Ecuador, el presidente Correa ha adoptado la retórica del socialismo del
siglo XXI y ha ganado credibilidad con varias de sus iniciativas de política
exterior, entre otras la terminación del contrato de arrendamiento a EE.UU.
de la base militar de Manta, el cuestionamiento de una parte de la deuda
externa contraída por los gobiernos anteriores, la crítica de las incursiones
transfronterizas de Colombia y el asalto militar de un campamento
clandestino de la guerrilla colombiana, así como su crítica a los tratados de
libre comercio con EE.UU. y su apoyo al programa de integración regional
de Venezuela, el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas).
Numerosos medios, entre otros el New York Times, el Financial Times y
periodistas de izquierda, del Norte y el Sur, han calificado al presidente
Correa como parte de una “nueva ola de presidentes izquierdistas.”

En cuanto a los asuntos de política interna, la pretensión del presidente


Correa de ser miembro fundador del socialismo del siglo XXI se basa en su
crítica de los partidos de derecha tradicionales y de la oligarquía. En otras
palabras, su socialismo se define por aquellos a los que se opone, más que
por ningún cambio social estructural.

Sus principales logros nacionales giran en torno a su denuncia de los


principales partidos electorales, su apoyo y el liderazgo del movimiento
ciudadano, y su éxito en el derrocamiento del gobierno derechista
respaldado por EE.UU. de Lucio Gutiérrez, su convocatoria de una
Asamblea Constituyente, y la redacción de una nueva constitución. Estas
transformaciones jurídicas y políticas definen el límite exterior del
radicalismo de Correa y conforman las bases sustantivas de su pretensión
de ser un socialismo del siglo XXI. Si bien estas decisiones de política
exterior y estos cambios políticos nacionales, especialmente si se observan
en el contexto de un aumento de los gastos sociales durante sus primeros
tres años de mandato, permiten calificar al gobierno ecuatoriano como de
centro-izquierda, no son suficientes o no equivalen a un programa socialista,
en particular al observarlos en una matriz estructural socioeconómica más
amplia.
Crítica del socialismo del siglo XXI ecuatoriano

La diferencia más notable respecto a cualquier reivindicación creíble del


socialismo es la persistencia y la expansión de la propiedad privada
capitalista extranjera de los recursos estratégicos minerales y energéticos:
el 57 por ciento del petróleo ecuatoriano lo producen transnacionales
extranjeras. Se han firmado o renovado contratos de gran escala y largo
plazo que garantizan el control mayoritario por parte de empresas
transnacionales de los sectores que proporcionan la mayor parte de los
ingresos por exportaciones. Y lo que es peor, Correa ha reprimido y
rechazado violentamente las reclamaciones de larga data de las
comunidades indígenas amazónicas y andinas que viven y trabajan en las
tierras otorgadas a las transnacionales mineras. Al rechazar las
negociaciones, Correa ha descalificado a los cuatro grandes movimientos
indígenas y sus aliados ecologistas tildándolos poco menos que de ser un
puñado de elementos atrasados, si no algo peor. La contaminación de las
aguas, el aire y la tierra, que produce graves enfermedades y muertes, por
las compañías petroleras extranjeras ha quedado demostrado en los
tribunales de EE.UU., donde Texaco se enfrenta a una denuncia que puede
costarle millones de dólares. A pesar de las sentencias judiciales adversas,
Correa ha continuado su esfuerzo para hacer de la explotación minera de
exportación el elemento central de su estrategia de desarrollo.

A la vez que ha atacado vigorosamente a la clase capitalista


agroexportadora de la costa, centrada en Guayaquil, Correa ha apoyado
decididamente y subvencionado a los capitalistas de Quito (zona andina).
Su retórica antioligarquíca no es ciertamente una retórica anticapitalista,
como su respaldo del socialismo del siglo XXI pudiera indicar.

El éxito del presidente Correa en la creación de un movimiento electoral


ciudadano de masas se mide por sus impresionantes victorias electorales,
que le han asegurando mayorías presidenciales en competencia
multipartidista, y de más del 70 por ciento en las elecciones
constitucionales. A pesar de su popularidad, el respaldo popular de Correa
se basa principalmente en concesiones a corto plazo, en forma de
aumentos salariales y concesión de créditos a la pequeña empresa,
medidas que no son sostenibles en esta fase de comienzos de la recesión
mundial. La concesión de monopolios de telecomunicaciones a empresas
privadas, su oposición a la reforma agraria, y las restricciones a los
movimientos huelguistas, aunque no han provocado problemas sistémicos
han producido un número creciente de huelgas y protestas. Más importante
aún, el fortalecimiento capitalista, sobre todo de propiedad extranjera, del
control estratégico de la banca; la exportación comercial; y los sectores
mineros, reducen las pretensiones de socialismo del siglo XXI a un ejercicio
meramente simbólico, retórico. Lo que es evidente es que la base del nuevo
socialismo se basa en decisiones de política exterior (susceptibles de ser
revertidas), en lugar hacerlo en cambios en las relaciones de clase, la
propiedad y el poder popular. El socialismo del siglo XXI, en el caso de
Ecuador, aparece como una forma conveniente de combinar unas acciones
innovadoras de política exterior con una estrategia de desarrollo neoliberal
de modernización. Por otra parte, las medidas radicales iniciales no se
oponen a un posterior retroceso conservador, como se evidencia en el
cuestionamiento de la deuda externa, que causó una explosión prematura
de alegría por parte de la izquierda, y un posterior regreso a los pagos
completos de la deuda.

El socialismo boliviano: capital blanco, trabajo indio

El mayor contraste entre el socialismo del siglo XX y el del XXI se observa


entre el régimen actual de Evo Morales (2005-) y la presidencia de corta
duración Juan José Torres (1970-1971).

Mientras que el primero ha invitado, abierta y públicamente, a las


compañías transnacionales de los cinco continentes a explotar el gas, el
petróleo, el cobre, el hierro, el litio, el zinc, el estaño, el oro, la plata y una
larga lista de otros minerales; en el siglo, el corto gobierno de Torres
nacionalizó y expropió las empresas capitalistas nacionales y extranjeras.
Mientras que en la actualidad se han repatriado miles de millones de
beneficios durante y después del boom de los productos básicos, en
tiempos de Torres, el control estatal sobre los flujos de capital y el comercio
exterior limitó la descapitalización del país. A la vez que Evo Morales ofrece
cientos de millones en préstamos, subvenciones a la exportación e
incentivos fiscales a los exportadores agrícolas más ricos, y expulsa de las
grandes propiedades a los ocupantes indígenas sin tierra, en la presidencia
de Torres se fomentó la toma de tierras, como medio de profundizar las
políticas de reforma agraria. Hay una abundancia de datos socioeconómicos
que demuestran que las políticas socialistas emprendidas durante la
presidencia de Torres son diametralmente opuestas a las políticas sociales
liberales practicadas por el régimen de Morales. En las secciones siguientes
se destacan las principales políticas sociales y liberales del régimen de
Morales, a fin de evaluar el verdadero significado del autoproclamado
socialismo del siglo XXI en Bolivia.

Los cambios sociales

En sus primeros cinco años en el poder (2005-2009), el gobierno de Evo


Morales ha llevado a cabo numerosos cambios sociales. La cuestión es si
estos cambios equivalen a alguna de las definiciones más generosas de
socialismo, o incluso a medidas de transición conducentes al socialismo en
un futuro cercano o lejano, dado el alcance y la profundidad de las políticas
económicas liberales adoptadas.

Morales ha implementado cambios sociopolíticos en nueve ámbitos. El


cambio interno más significativo es en el ámbito político, cultural y de
derechos jurídicos de los pueblos indígenas. El régimen ha reconocido
derecho de autogobierno a los municipios indígenas, ha reconocido y
promovido el bilingüismo en los asuntos locales y la educación, y ha dado
rango nacional a las celebraciones de religiosas y festivas indígenas, a la
vez que promueve la persecución de los que violen o vulneren los derechos
civiles de los indígenas.
Con Morales, el Estado ha aumentado ligeramente su cuota de ingresos
provenientes de las empresas conjuntas establecidas con corporaciones
transnacionales, ha aumentado el precio del gas vendido a Brasil y
Argentina, y también el porcentaje del ingreso destinado al gobierno estatal
por encima y en detrimento de los gobiernos provinciales. Dados los precios
récord de las exportaciones agrícolas y mineras de Bolivia entre 2005 y
2008, los municipios locales aumentaron su flujo de ingresos, si bien en
realidad las inversiones en los sectores productivos y de servicios se han
retrasado a causa de obstáculos burocráticos.

Morales autorizó aumentos sustanciales del salario mínimo y los salarios en


general, con lo que ha mejorado marginalmente las condiciones de vida.
Los aumentos, sin embargo, estaban muy por debajo de las promesas
electorales de Morales de duplicar el salario mínimo, y ciertamente no son
equiparables a los beneficios extraordinarios obtenidos como resultado del
auge de las materias primas.

El juicio abierto a funcionarios locales y al gobernador provincial de Pando,


así como a los terroristas de derecha, por el ataque y asesinato de activistas
indígenas ha puesto fin a la impunidad de las agresiones contra los
ciudadanos indígenas.

El éxito del que más satisfecho está el gobierno es la acumulación de


reservas de divisas por un monto de 6.000 millones de dólares, en lugar de
las anteriores de 2.000 millones; la disciplina fiscal y el control estricto del
gasto social; y una balanza de pagos favorable. En este sentido, las
prácticas de Morales han estado más en consonancia con el FMI que con
nada remotamente parecido a las prácticas expansivas de los gobiernos
socialistas y socialdemócratas.

Triplicar las reservas ante una continuidad de los niveles de pobreza del 60
por ciento de la población indígena, en su mayoría rural, es una política
nueva para cualquier gobierno que se pretenda socialista. Ni siquiera otros
países capitalistas contemporáneos de América del Norte y la Unión
Europea han sido tan ortodoxos como el régimen político revolucionario de
Morales.

Morales ha promovido las organizaciones sindicales y sobre todo ha evitado


la represión de los movimientos mineros y movimientos campesinos, pero al
mismo tiempo ha cooptado a sus dirigentes, disminuyendo así el número de
huelgas y demandas colectivas independientes, a pesar de las persistentes
desigualdades sociales. De hecho, una mayor tolerancia va acompañada
por una relación corporativista creciente entre el régimen y los sectores
populares de la sociedad civil.

La estrategia económica del gobierno se basa en una triple alianza entre las
transnacionales agroindustriales y de minerales, los capitalistas de las
pequeñas y medianas empresas, y los movimientos indígena y sindical.
Morales ha invertido millones de dólares en subvencionar a las
denominadas cooperativas, que son en realidad propiedades privadas de
minas de pequeño y mediano tamaño que explotan el trabajo asalariado con
remuneraciones iguales o inferiores al salario normal de los mineros de las
grandes explotaciones.

Los principales cambios se dan en su política exterior y en la retórica


internacional. Morales se ha alineado con Venezuela en apoyo a Cuba, se
ha incorporado a ALBA, ha desarrollado los lazos con Irán, y, sobre todo, se
ha opuesto a la política de EE.UU. en varias áreas importantes. Asimismo,
se opone al embargo de este país contra Cuba, a sus siete bases militares
en Colombia, al golpe de Estado en Honduras y al levantamiento de las
preferencias arancelarias. Igualmente importante, Bolivia ha puesto fin a la
presencia de la Drug Enforcement Agency (DEA), organismo oficial
estadounidense de lucha contra la droga, ha reducido algunas de las
actividades de la US Agency for International Development (AID) por
subvencionar a organizaciones sociopolíticas de derecha, y realizar
actividades de desestabilización. Morales se ha pronunciado enérgicamente
contra las guerras de EE.UU. en Afganistán e Irak, ha condenado los
ataques de Israel contra los palestinos, y se ha manifestado firme partidario
de la no-intervención, salvo en el caso de Haití, donde Bolivia sigue
enviando tropas.

Crítica del socialismo del siglo XXI boliviano

El aspecto más llamativo de la política económica boliviana es el mayor


volumen y alcance de las inversiones de empresas transnacionales
extranjeras en capital de extracción. Cerca de un centenar de
transnacionales explotan en la actualidad los minerales de Bolivia y sus
recursos energéticos, en condiciones muy lucrativas, dados los bajos
salarios y las pocas regulaciones ambientales. Por otra parte, en un
discurso leído en Madrid, en septiembre de 2009, Morales invitó a una
audiencia de élite de banqueros e inversores a invertir en Bolivia, siempre y
cuando no intervinieran en la política interna y estuvieran dispuestos a
aceptar la propiedad conjunta. Con independencia de los resultados de
estas estrategias de explotación minera basada en el capital extranjero –
que en la actualidad no son muy alentadores–, el esquema da un toque
peculiar a este socialismo del siglo XXI: la sustitución del proletariado y los
campesinos por los ejecutivos extranjeros y los tecnócratas locales es una
novedad en la practica del socialismo de cualquier siglo, y está más
adecuadamente asociada con el capitalismo de libre mercado.

De acuerdo con las políticas de Morales de puertas abiertas al capital


minero, el gobierno ha fortalecido y subvencionado generosamente y
otorgado préstamos a bajo interés al sector agroindustrial, incluso en
aquellas provincias, como la Media Luna, donde la agroindustria ha
apoyado a grupos de extrema derecha para desestabilizar el régimen. La
voluntad de Morales de pasar por alto la hostilidad política de la elite
agroindustrial, y de financiar su expansión es un claro indicio de la alta
prioridad que da al crecimiento capitalista ortodoxo por encima de cualquier
preocupación por el desarrollo de un polo alternativo en torno a los
campesinos y los trabajadores agrarios sin tierra.
Una visita a las zonas rurales y los barrios urbanos confirma los informes
publicados acerca de la naturaleza inmutable de las desigualdades de
clase. Las cien familias más ricas de Santa Cruz siguen poseyendo más del
80 por ciento de las tierras fértiles, y más del 80 por ciento de los
campesinos y los indígenas rurales están por debajo del umbral de pobreza.
La propiedad de las minas, el comercio mayorista y minorista, la banca y el
crédito continúan concentrados en una oligarquía que en los últimos años
ha diversificado su cartera en otros sectores económicos, creando así una
clase dirigente más integrada y con una mayor vinculación con los actores
del capitalismo mundial.

Morales ha cumplido su promesa de proteger y fortalecer a la élite


económica multisectorial tradicional, pero también ha sumado y promovido a
recién llegados, privados y burocráticos, sobre todo altos ejecutivos
extranjeros y altos funcionarios, muy bien pagados, que dirigen las
empresas conjuntas.

Aunque la mayoría de los socialistas de cualquier siglo estarían de acuerdo


en que los grandes propietarios no son los mejores fundamentos posibles
para una transición socialista, Morales se ha apoyado y ha promovido la
producción agraria destinada a la exportación en lugar de la agricultura
familiar de producción local de alimentos. Peor aún, las condiciones de vida
de los trabajadores agrícolas apenas ha mejorado, y, en un caso extremo,
algunos miles de indígenas seguían siendo explotados como mano de obra
esclava tres años después de la llegada de Morales al poder. La dura
explotación de los trabajadores agrícolas es una preocupación menor que el
aumento de la productividad, las exportaciones y los ingresos del Estado. Si
bien se ha aprobado una legislación laboral que facilita la actividad sindical,
ésta no se aplica en el campo, sobre todo en las provincias de la Media
Luna, donde los inspectores laborales evitan enfrentarse con las
asociaciones de propietarios, bien afianzadas. Las ocupaciones de tierras
por algunos trabajadores rurales sin tierra han sido denunciadas por el
gobierno. Los movimientos de base que presionan por una reforma agraria
en extensas fincas infracultivadas han sido decididamente rechazados por
el gobierno, que viola con ello sus propias declaraciones que sólo las
granjas cultivadas no serían expropiadas.

Dado el énfasis del gobierno en los aspectos cultural y político de su versión


de socialismo del siglo XXI, no es sorprendente que se hayan dedicado más
tiempo y más recursos a la celebración de fiestas, cantos y danzas
indígenas que a la expropiación y distribución de tierras fértiles a la masa de
indígenas desnutridos.

El esfuerzo del régimen para desviar la atención de la reforma agraria,


mediante la solución de instalar a los indígenas sin tierra en las tierras
públicas tropicales alejadas ha sido un desastre. Este plan de colonización,
organizado por el llamado Instituto de Reforma Agraria, arrojó a los
indígenas del altiplano a unas tierras asoladas por las enfermedades y sin
preparación de la tierra, sin las herramientas, las semillas y los fertilizantes
necesarios, e incluso sin viviendas. Huelga decir que en menos de dos
semanas, los indígenas exigieron su transporte de vuelta a sus pobres
aldeas, que resultaban mejores en comparación que las zonas infestadas
de malaria de aquellos remotos asentamientos improvisados. Para
compensar la falta de un amplio programa de redistribución de la tierra, Evo
Morales de vez en cuando organiza, con pompa, ceremonia y mucha
publicidad, regalos de tractores a los agricultores medianos y pequeños, en
lo que es más un acto de clientelismo político que no parte de un
movimiento social transformación.

Los dos aspectos más llamativos de la estrategia económica y política de


Morales son el énfasis en las exportaciones tradicionales de minerales y la
construcción de una maquinaria electoral de tipo corporativista y clientelista
clásico.

En el quinto año de su gobierno, las empresas conjuntas establecidas con


las transnacionales extranjeras han extraído y exportado materias primas
con poco valor añadido. Resulta sorprendente el bajo nivel de
industrialización y transformación en productos finales, que podrían generar
un mayor empleo industrial. La misma historia se aplica a las exportaciones
agrarias: la mayor parte de los cereales y otros productos agrarios no se
procesan en Bolivia, lo que proporcionaría miles de puestos de trabajo a la
masa pobre de indígenas sin tierra. El régimen ha acumulado grandes
reservas, pero no ha conseguido financiar o fomentar la industria local de
sustitución de las importaciones de capital, bienes intermedios y bienes de
consumo duradero.

Esta estrategia política se asemeja mucho a la adoptada hace medio siglo


por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), gracias a la cual los
sindicatos y, especialmente, los movimientos campesinos se incorporaron al
Estado. A falta de cambios socioeconómicos relevantes, el gobierno se ha
basado en el patrocinio público, canalizado a través de sindicatos y
dirigentes campesinos e indígenas, que fluye en forma de favores a
elementos locales leales al partido. El clientelismo, estilo Morales, está
constantemente reforzado por una serie de gestos simbólicos de afirmación
de la identidad étnica indígena, y la solidaridad entre el donante y el
receptor en la relación de clientelismo político.

El socialismo del siglo XXI, en la práctica política de Evo Morales es mucho


menos innovador y socialista, y está mucho más cerca en su estilo político
de sus predecesores corporativistas del siglo XX. Los observadores que
tengan poco conocimiento del pasado político en Bolivia, los periodistas
“impresionistas” enamorados de las políticas simbólicas, y los escritores de
asuntos financieros que colocan de forma indiscriminada la etiqueta de
socialista sobre políticos que sólo cuestionan de manera retórica la doctrina
del libre mercado, han reforzado la imagen radical o de socialismo del siglo
XXI del gobierno de Morales. Teniendo en cuenta lo que hemos descrito
sobre las prácticas reales de los gobiernos socialismo del siglo XXI, resulta
útil ubicarlos en un marco histórico comparativo más amplio a fin de poder
discernir su posible impacto en la sociedad latinoamericana.
Análisis histórico comparativo de tres casos de socialismo del siglo
XXI

A pesar de las afirmaciones de los publicistas gubernamentales, el aspecto


más llamativo de los gobiernos del socialismo del siglo XXI es lo
escasamente nuevo o específico de sus políticas. La adopción de una
economía mixta y un juego político acorde a las normas institucionales de
un estado capitalista liberal, difiere poco de las prácticas de los partidos
socialdemócratas europeos de fines de la década de 1940 hasta mediados
de 1970. En la medida en que el socialismo del siglo XXI persigue una
política nacionalista (y debemos tener en cuenta que nacionalización
significa expropiación y propiedad pública), las políticas son un pálido reflejo
de las medidas adoptadas desde la década de 1930 hasta mediados de los
70. Con la excepción del régimen de Chávez, el resto de lo que pasa por
socialismo del siglo XXI ha nacionalizado en el mejor de los casos
empresas privadas en quiebra, ha aumentado sus participaciones en
empresas conjuntas, y ha aumentado los impuestos a los exportadores de
minerales y productos agrarios.

El “indigenismo”, que se expresa con más fuerza expresadas en los dos


gobiernos andinos, Bolivia y Ecuador, reproduce la retórica del
“indoamericanismo” de la década de 1930, expresada principalmente por el
teórico peruano marxista José Carlos Mariátegui y el líder político del APRA
Haya de la Torre; así como el Partido Socialista de Chile; algunos teóricos
de Bolivia y México; Augusto Sandino, el líder guerrillero nicaragüense; y el
líder revolucionario salvadoreño Farabundo Martí. En llamativo contraste
con los indigenistas del socialismo del siglo XXI, sus predecesores
centroamericanos impulsaron profundas reformas agrarias, con la
restauración de millones de hectáreas de tierras fértiles confiscadas, y un
profundo rechazo del modelo de exportación agroindustrial. La versión
anterior del indigenismo combinaba una identificación simbólica junto a
profundos cambios de fondo, a diferencia de los indigenistas
contemporáneos que dependen sobre todo de los gestos simbólicos y la
política de identidad.

Las actuales políticas basadas en las empresas conjuntas recuerdan las


alternativas reformistas a la revolución cubana, que encontraron su
expresión en la política de Alianza para el Progreso, impulsada por John F.
Kennedy, y recogidas por los regímenes cristianodemócratas y
socialdemócratas contrainsurgentes de la década 1960. En oposición a los
socialistas y comunistas del siglo XX, que estaban a favor de la
socialización de la economía, el gobierno demócrata-cristiano de Chile
(1964-1970) promovió una “chilenización” alternativa similar a las empresas
conjuntas creadas por Evo Morales y Rafael Correa. En otras palabras, el
modelo económico del socialismo del siglo XXI se acerca mucho más al
modelo antisocialista reformista promovido por EE.UU. en la década de
1960 que a cualquier variante socialista del pasado.

Socialismo del siglo XXI y socialdemocracia del siglo XX

Si bien el alcance y la profundidad de los cambios socioeconómicos


perseguidos por el socialismo del siglo XXI no se aproximan a los cambios
estructurales de socialismo del siglo XX, podemos analizar en qué medida
se equiparan a la variante reformista o socialdemócrata.

Tres casos de gobiernos social-democráticos, de base electoral, vienen a la


mente: el régimen de Jacobo Arbenz en Guatemala (1952-1954), el régimen
de Joao Goulart en Brasil (1962-1964) y el régimen de Salvador Allende en
Chile (1970-1973). Estos tres gobiernos socialdemócratas emprendieron
reformas agrarias de mayor calado, que beneficiaron a miles de
campesinos, que las iniciadas por el socialismo del siglo XXI
contemporáneo. Y también se produjeron más nacionalizaciones
sustanciales reales de empresas extranjeras que en dos de los tres
gobiernos socialdemócratas del socialismo del siglo XXI (Venezuela ha
expropiado un número comparable de las empresas).
En cuanto a las posturas y práctica en materia de política exterior y la
retórica política antiimperialista, son similares, pero los primeros
socialdemócratas eran más propensos a expropiar el capital extranjero. Por
ejemplo, Arbenz expropió tierras de la United Fruit; Goulart nacionalizó la
ITT, empresa telefónica; y Allende expropió Anaconda, la gran empresa del
cobre. En cambio, nuestros socialistas del siglo XXI han fomentado la
explotación de la tierra y los recursos minerales por las transnacionales
extranjeras. Las diferentes políticas económicas exteriores corresponden a
la diferente composición interna de clase y a los diferentes alineamientos
económicos de las socialdemocracias de los siglos XX y XXI. En contraste
con las ideas erróneas convencionales, el socialismo del siglo XXI ha
consumado los pactos entre los tecnócratas del régimen, las
transnacionales y las elites agro-mineras nacionales, todos los cuales tienen
un peso mucho mayor en los centros de toma de decisiones que la base
electoral de masas de indígenas y obreros. En comparación, los
movimientos campesinos y obreros tenían una mayor representación e
independencia de acción dentro y fuera de los gobiernos socialdemócratas
del siglo XX.

El socialismo del siglo XXI: ¿una historia nueva, o un proceso político


cíclico?

Un examen de los pasados 60 años de historia latinoamericana revela un


patrón cíclico constante y alterno, de una oleada de gobiernos de izquierda
tras una de gobiernos de derecha. La constante subyacente ha sido la lucha
entre, por un lado, las proyecciones imperialistas de EE.UU., sea a través
de la intervención directa, las dictaduras militares o los gobiernos civiles
satélites, y, por otro lado, los movimientos y gobiernos populares y
socialistas. La cuestión es saber si esta última oleada de centro-izquierda es
simplemente la última expresión de este patrón cíclico, o si las
modificaciones de base en relaciones estructurales internas y externas
subyacentes están operando para facilitar un proceso más sostenible.
Vamos a proceder a esbozar la evolución cíclica izquierda-derecha del
pasado, y a continuación debatir algunos cambios clave contemporáneos a
escala mundial y regional que podrían conducir a una mayor sostenibilidad
de la hegemonía política de la izquierda.

Desde la Segunda Guerra Mundial, América Latina ha experimentado


globalmente cinco ciclos de predominio izquierda-derecha.

El período inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, tras la


derrota del fascismo, fue testigo en todo el mundo del avance de la
democracia, la lucha contra el colonialismo y las revoluciones socialistas.
América Latina no fue la excepción. Gobiernos de centro-izquierda,
socialdemócratas y nacionalistas-populistas de frente popular asumieron el
poder en Chile, Argentina, Venezuela, Costa Rica, Guatemala, Brasil y
Bolivia, entre 1945 y 1952. Juan Domingo y Eva Perón nacionalizaron los
ferrocarriles, legislaron uno de los programas de bienestar social más
avanzados, y elaboraron a escala regional una tercera vía en política
exterior independiente de EE.UU. Una coalición de socialistas, comunistas y
radicales ganó las elecciones de 1947 en Chile con la promesa de amplias
reformas laborales y sociales. En Costa Rica, un levantamiento político llevó
al desmantelamiento del ejército nacional. En Venezuela, un partido
socialdemócrata (Acción Democrática) se comprometió a extender el control
público sobre los recursos del petróleo y a incrementar los ingresos fiscales.
En Guatemala, el recién elegido presidente Arbenz expropió los campos no
cultivados de la United Fruit Company, puso en práctica una amplia
legislación laboral que promovía el crecimiento de los sindicatos, y acabó
con el peonaje por deudas de los indígenas. En Bolivia, una revolución
social dio lugar a la nacionalización de las minas de estaño, una profunda
reforma agraria, la desaparición del ejército y de la formación milicias
obreras y campesinas. En el Brasil de Getulio Vargas se promovió la
propiedad estatal, una economía mixta y la industrialización nacional.

La puesta en marcha de la doctrina Truman en la década de 1940, la


invasión por EE.UU. de Corea (1950), y el fomento agresivo de la Guerra
Fría comportaron una intervención enérgica de EE.UU. contra los gobiernos
democráticos de centro-izquierda y nacionalistas en América Latina. Con el
visto bueno de Washington, las oligarquías de América Latina y los
intereses empresariales de EE.UU. respaldaron una serie de golpes
militares y de dictaduras durante toda la década de 1950. En Perú, el
general Odría tomó el poder, el general Pérez Jiménez hizo lo propio en
Venezuela, el general Castillo Armas fue instalado en el poder por la CIA en
Guatemala, el presidente elegido Juan Domingo Perón fue derrocado por
los militares argentinos en 1955, y el presidente brasileño Vargas fue
empujado al suicidio.

EE.UU. logró forzar la ruptura del frente popular y la ilegalización del Partido
Comunista de Chile, y dio su apoyo al golpe de Fulgencio Batista en Cuba, y
las dictaduras de Papá Duvalier en Haití y de Rafael Trujillo la República
Dominicana. El ascenso de la extrema derecha, el derrocamiento de
gobiernos de centro-izquierda y la sangrienta represión de sindicatos y
movimientos campesinos consiguieron asentar la hegemonía de EE.UU., la
aceptación de las políticas de Guerra Fría de este país, y abrió la puerta a la
invasión económica de las corporaciones.

A finales de la década de 1950, el extremismo de la dominación y


explotación de EE.UU., la represión brutal de todos los movimientos
sociales democráticos y partidos de izquierda, y el saqueo a cargo de las
oligarquías del tesoro público condujo a levantamientos populares y un
retorno a la hegemonía de la izquierda.

Entre 1959 y 1976, regímenes de izquierda gobernaron o estuvieron a punto


de gobernar en todo el continente, con diferentes grados de éxito y
duración. La revolución social cubana de 1959 y una revolución política en
Venezuela en 1958, fueron seguidas por la elección de los gobiernos
nacional-populistas de Joao Jango Goulart en Brasil (1962-1964); Juan
Bosch (1963), restablecido brevemente en 1965; Salvador Allende en Chile
(1970-1973); y Perón en Argentina (1973-1975). Militares nacional-
progresistas populistas tomaron el poder en Perú (Velasco Alvarado, 1968),
Guillermo Rodríguez en Ecuador (1970), Ovando (1968) y Juan José Torres
(1970) en Bolivia, y Omar Torrijos en Panamá. Todos ellos desafiaron en
mayor o menor grado la hegemonía estadounidense. Todos fueron
respaldados por movimientos populares de masas, que exigían radicales
reformas socioeconómicas. Algunos gobiernos nacionalizaron sectores
económicos estratégicos y aplicaron medidas anticapitalistas de largo
alcance.

Sin embargo, todos menos la revolución cubana tuvieron corta vida. Incluso
en pleno giro a la izquierda de los años 60 y 70, EE.UU. y sus satélites
militares intervinieron enérgicamente para revertir la perspectiva de los
cambios sociales progresistas. El gobierno del brasileño Goulart cayó ante
un golpe militar respaldado por EE.UU., en 1964; éste fue precedido por el
derrocamiento de Juan Bosch en 1963 y seguido por la invasión militar
estadounidense contra la revolución restauradora dominicana de 1965-66;
un golpe militar respaldado por EE.UU. en Bolivia derrocó a Torres en 1971;
y Salvador Allende fue derrocado por un golpe conjunto CIA-militares en
1973, seguido por Velasco en 1974, y Perón en 1976. La prometedora y
profunda oleada de izquierda había terminado por el resto del siglo XX.

Entre 1976 y 2000, con la notable excepción de la victoria de la revolución


sandinista en 1979, la derecha fue en ascenso, y su largo mandato se
realizó por medio de la peor oleada de represión en todo el continente en la
historia de América Latina. Los gobiernos militares y los gobiernos civiles
neoliberales autoritarios posteriores desmantelaron todas las barreras
arancelarias y los controles de capitales en una zambullida salvaje en el
libre mercado más extremista y dañino, y en sus políticas económicas
imperiales. Entre 1976 y 2000, más de cinco mil empresas públicas fueron
privatizadas y la mayoría fueron adquiridas por transnacionales extranjeras;
asimismo, más de un billón y medio de dólares fueron transferidos al
extranjero en concepto de beneficios, regalías, pagos de intereses, pillaje de
fondos públicos, evasión fiscal y blanqueo de dinero. Sin embargo, esta
edad de oro del capital estadounidense, durante la década de 1990, fue un
período de estancamiento económico, polarización social y creciente
vulnerabilidad a las crisis. El escenario estaba listo para las revueltas
populares de los primeros años del nuevo milenio y el ascenso de la última
oleada de gobiernos de centro-izquierda en la región, lo cual nos lleva a la
cuestión de la sostenibilidad de este nuevo grupo de gobiernos.

Algunos cambios histórico-estructurales mundiales

Uno de los factores clave para revertir las pasadas oleadas de gobiernos de
izquierda en América Latina fue el poder económico y la capacidad
intervencionista de EE.UU..

Hay pruebas sólidas que muestran que en ambos aspectos el poder


estadounidense ha sufrido una disminución relativa. EE.UU. ya no es un
país acreedor, ya no es el primer socio comercial con Brasil, Chile, Perú y
Argentina, y está perdiendo terreno en el resto de América Latina, excepto
México. Washington ha perdido influencia incluso en su patio trasero: el
Caribe y América Central, donde varios países han firmado un acuerdo de
petróleo subsidiado venezolano (Petrocaribe). Washington, como para
compensar su pérdida de influencia económica, manifestada en el rechazo
de su propuesta de un acuerdo de libre comercio de alcance
latinoamericano, ha aumentado su presencia militar, mediante la
implantación en siete bases militares en Colombia, el apoyo al golpe de
estado en Honduras contra un presidente social-liberal, y con la presencia
de la IV Flota frente a las costas de América Latina. A pesar de la
proyección “del poder militar”, circunstancias fuera de América Latina se han
debilitado la capacidad de EE.UU. intervencionistas, a saber, la prolongada
costosas guerras sin fin en Irak, Afganistán, Pakistán y la confrontación
militar con Irán. Los ya altos niveles de agotamiento del público y de la
oposición, hace que sea difícil para Washington para lanzar la guerra cuarto
en América Latina. Por lo tanto, se basa en las finanzas y militar cliente local
- configuraciones de poder civil, para desestabilizar y derrocar de centro-
izquierda adversarios.
El aumento en los mercados mundiales, especialmente en Asia, ha
permitido a los gobiernos de América para diversificar sus mercados y
socios de inversión, lo que limita el papel de EE.UU. MNC y limita su posible
papel político como proveedores de las políticas del Departamento de
Estado. La financiarización de la economía de EE.UU. ha erosionado su
base industrial y ha limitado su demanda de productos agrarios y minerales
de América Latina, desplazando la dependencia de esta región a las nuevas
potencias emergentes. Además, por haber sufrido las consecuencias de las
crisis financieras, los gobiernos de América Latina han impuesto normas
relativas a los movimientos de capital, lo que limita el funcionamiento de los
bancos de inversión estadounidenses especuladores, principales impulsores
de la economía de EE.UU. A pesar de la cháchara de Washington sobre los
mercados libres, su aplicación de medidas proteccionistas y subsidios a la
agricultura (azúcar, etanol) han contrariado a los principales países de
América Latina, como por ejemplo Brasil. En tanto que principal exponente
de la fallida doctrina neoliberal de libre mercado, EE.UU. ha sufrido una
gran pérdida de influencia ideológica en la región como consecuencia de la
recesión mundial de 2007 a 2010.

Por estas razones, una de las principales partes interesadas (el


imperialismo estadounidense), responsable de los ciclos de auge y caída de
los gobiernos de izquierda, se ha debilitado estructuralmente, lo que
potencia la posibilidad de una mayor duración. Sin embargo, sigue siendo
un factor importante que actúa con potentes recursos basados en sus
estrechos vínculos con las principales fuerzas militares y económicas de
derecha de la región. En segundo lugar, por la naturaleza misma de las
estrategias de desarrollo elegidas por los gobiernos de centro-izquierda,
éstos son muy vulnerables a las crisis, en particular las políticas de
exportaciones agrarias y mineras basadas en las élites económicas
extranjeras y nacionales y afectadas por las fluctuaciones de la demanda
mundial. En tercer lugar, los gobiernos de centro-izquierda no han podido
resolver los desequilibrios regionales de base: reducir significativamente las
desigualdades sociales y recuperar la propiedad y el control de sectores
económicos estratégicos. Estas consideraciones ponen en duda la
durabilidad a medio plazo de los actuales gobiernos de centro-izquierda.

Hay pocos cambios internos en la naturaleza del aparato estatal y la


estructura de clases que puedan impedir una vuelta atrás a las políticas
neoliberales. La cuestión básica de si los actuales gobiernos del socialismo
del siglo XXI son peldaños hacia la socialización o simplemente gobiernos
transitorios que abren camino para la restauración neoliberal pro
estadounidense en la región, sigue estando abierta a discusión aun cuando
se están acumulando pruebas de que el resultado citado en último lugar es
más probable que el primero.

Conclusión

La cuestión de si el socialismo del siglo XXI es mejor o peor que el del siglo
XX depende de qué versiones de cada uno elijamos como términos de
comparación, y qué dimensiones políticas seleccionemos en nuestra
evaluación comparativa.

En primer lugar no existe un modelo único del socialismo del siglo XX, a
pesar de la ecuación fácil que lo identifica con la variante soviética. Ha
habido fundamentalmente cuatro tipos radicalmente diferentes de
regímenes socialistas en el siglo XX, que a su vez tenían una composición
interna variada:

(1) los gobiernos revolucionarios de partido único, que incluyen Cuba, Corea
del Norte, China, Vietnam y la URSS. Los cuatro primeros combinaron las
luchas por el socialismo y las luchas de liberación nacional, y se
configuraron en forma independiente de la URSS, a la vez que mostraron en
diferentes momentos un grado mayor y menor de apertura al debate y las
libertades individuales. Los cuatro tuvieron que combatir invasiones de
EE.UU. y todos estuvieron sujetos a embargos y fuertes campañas de
desestabilización que requirieron medidas de seguridad de alto nivel;
(2) los gobiernos revolucionarios socialistas con elecciones multipartido:
Chile (1970-1973), Granada (1981-1983), Guyana (1950), Bolivia (1970-
1971) y Nicaragua (1979-1989). Fomentaron la competencia partidista y las
cuatro libertades incluso a expensas de la seguridad nacional. Todos fueron
objeto, con éxito, de intervenciones militares, golpes militares y embargos
económicos promovidos por Estados Unidos;

(3) el socialismo autogestionario fue puesto en práctica en las fábricas de


Yugoslavia desde finales de 1940 a mediados de la década de 1980, y fue
brevemente experimentado en Argelia entre 1963-1964. Movimientos
separatistas promovidos por EE.UU. y Europa disolvieron el estado de
Yugoslavia, y un golpe militar puso fin al experimento de Argelia;

(4) la socialdemocracia basada en programas sociales de gran escala y


larga duración vinculada a la gestión estatal de la política macroeconómica
se llevó a cabo en los países escandinavos, especialmente en Suecia.

El estereotipo del modelo soviético de socialismo autoritario impuesto desde


el exterior era aplicable sólo a Europa Oriental, e incluso estaba sujeto a
cambios y momentos democráticos, como en 1968 en Checoslovaquia y
Hungría en el decenio de 1980.

Asimismo hay variaciones significativas entre los socialismos del siglo XXI.

Venezuela ha nacionalizado las principales empresas extranjeras y


nacionales (petróleo, acero, cemento, banca, telecomunicaciones), ha
expropiado grandes extensiones de tierras de cultivo donde ha establecido
más de 100.000 familias, ha financiado programas generales de salud
pública universal y educativos, y ha fomentado los consejos comunales y la
autogestión de los trabajadores, en unos algunos los casos.

Bolivia ha expropiado pocas de las grandes empresas, si es que ha


expropiado alguna. En cambio, Evo Morales ha promovido la formación de
empresas conjuntas público-privadas, y ha abierto la puerta a decenas de
consorcios de empresas mineras extranjeras, ha apoyado reformas que
mejoran y amplían los derechos civiles de los indígenas, y ha aumentado el
gasto social en vivienda, infraestructura y alivio de la pobreza. No se ha
producido ni está prevista ninguna reforma agraria.

La tercera y más conservadora variante de socialismo del siglo XXI se halla


en Ecuador, donde importantes concesiones a las empresas mineras y
petroleras han acompañado a la privatización de las concesiones y
subvenciones a las empresas de telecomunicaciones y las élites
empresariales regionales. En lugar de una reforma agraria, Correa ha
transferido algunas tierras indígenas a empresas mineras para su
explotación. Los principales rasgos de socialismo se encuentran en unos
más altos niveles de gasto social, la revocación de la utilización por EE.UU.
de la base militar de Manta, y una crítica general de las políticas
comerciales y militares de EE.UU. Correa mantiene la economía dolarizada,
lo que limita las políticas fiscales expansionistas.

Recurriendo a los criterios comúnmente aceptados para evaluar el carácter


socialista tanto del socialismo del siglo XX como el del siglo XXI, podemos
formar un juicio bien fundamentado sobre su desempeño en el logro de
mayor independencia económica, justicia social y libertad política.

Propiedad pública

Todas las variantes del socialismo siglo XX –excepto el modelo


escandinavo– lograron un mayor control público sobre las principales
palancas de la economía que sus contrapartes del siglo XXI. Venezuela es
la aproximación más cercana a la experiencia del siglo XX. El desempeño
comparativo de los modelos públicos, público-privados y privados varía: en
términos de crecimiento y productividad, las empresas públicas del siglo XX
han tenido resultados dispares, de alto crecimiento que ha derivado en
estancamiento; las empresas conjuntas, sujetas a los caprichos del
mercado y la demanda mundial, alternan entre un crecimiento elevado en
tiempos de auge, y depresión en los periodos de bajos precios agrícolas.
En términos de relaciones sociales, los beneficios sociales y las condiciones
de trabajo en el sector público en general son más generosos que en las
empresas conjuntas y las de propiedad privada, aunque la remuneración
salarial pueda ser mayor en las segundas.

Reforma agraria

El socialismo del siglo XX tuvo mucho más éxito en la redistribución de la


tierra y la quiebra del poder de la clase terrateniente que el socialismo del
siglo XXI con ninguna de las medidas aplicadas. Las reformas
redistributivas del socialismo del siglo XX contrastan con las agroestrategias
de exportación del nuevo socialismo contemporáneo, que ha promovido una
mayor concentración de la propiedad y la desigualdad entre las élites de la
agroindustria y los campesinos y trabajadores rurales sin tierra. Las
reformas agrarias, sin embargo, estuvieron mal gestionados, especialmente
en el caso de Cuba y China, y condujeron a una segunda transformación, la
redistribución de las granjas estatales entre agricultores familiares y
cooperativas.

En general, los socialistas del siglo XX tuvieron mucho más éxito en la


reducción de las desigualdades en los ingresos –sin llegar a eliminarlas–
que sus colegas contemporáneos. Debido a que los capitalistas del siglo
XXI, especialmente los propietarios de grandes minas, la agroindustria
capitalista, y los banqueros, todavía controlan las palancas fundamentales
de la economía, las desigualdades históricas entre el cinco por ciento
superior de la sociedad y el sesenta por ciento inferior siguen sin cambios.

En términos de bienestar social, el socialismo del siglo XXI ha aumentado el


gasto social, el salario mínimo, pero, con la notable excepción de
Venezuela, sus programas educativos y de salud pública gratuita no están a
la altura de los programas financiados por el socialismo del siglo XX.

Aunque hubo desequilibrios regionales entre el campo y la ciudad en el


socialismo siglo XX, la población rural del siglo pasado tuvo acceso a una
atención médica gratuita, una seguridad social y una atención sanitaria
básica que aún falta en la mayoría de los gobiernos de socialismo del siglo
XXI.

En términos de luchas antiimperialistas, las acciones del siglo XX fueron


muy superiores a las del socialismo del siglo XXI. Por ejemplo, Cuba envió
tropas y ayuda militar al sur de África (especialmente a Angola) para
rechazar una invasión del régimen racista de Sudáfrica. China envió tropas
en solidaridad con Corea y defendió la mitad septentrional del país del
ejército invasor de EE.UU. La URSS suministró armas esenciales y misiles
de defensa antiaérea en apoyo a la lucha vietnamita de liberación nacional,
y proporcionó a Cuba los subsidios económicos y la ayuda militar que le
permitió sobrevivir al embargo estadounidense.

A día de hoy, con la excepción parcial de Venezuela, el socialismo del siglo


XXI no ha proporcionado apoyo material a las luchas de liberación en curso.
Al contrario, Brasil, Bolivia, Chile y Argentina siguen proporcionando fuerzas
militares de apoyo a la ocupación de Haití, patrocinada por Estados Unidos.
En el mejor de los casos, el socialismo del siglo XXI ha condenado el golpe
de Estado, respaldado por EE.UU., en Honduras (2009), Venezuela (2002)
y las bases militares en Ecuador y Colombia, y rechazan los acuerdos de
libre comercio propuestos por Estados Unidos.

La única área en la que el socialismo del siglo XXI tiene una ventaja
evidente es en la promoción de las libertades individuales y los procesos
electorales. Hay una mayor tolerancia del debate público, las elecciones
competitivas y los partidos políticos de la que se toleró en algunas variantes
de socialismo del siglo XX.

No obstante, la democracia económica o el poder de los trabajadores fue


mucho más avanzado en el socialismo del siglo XX en Chile y Yugoslavia
que en el socialismo del siglo XXI de elecciones parlamentarias. Por otra
parte, en el pasado había una mayor preocupación por las opiniones de los
trabajadores en la formulación de políticas, incluso en los sistemas
autoritarios, que la que hay en el actual socialismo agro-minero del siglo
XXI. La mayor apertura de socialismo del nuevo siglo está relacionada con
el hecho de que se enfrentan a amenazas militares de menor intensidad, en
parte debido a que no han alterado la naturaleza básicamente capitalista de
su economía.

En comparación con el del siglo anterior, el socialismo del siglo XXI es en


general más conservador, opera más estrechamente con las
transnacionales, es menos antiimperialista, y se basa en coaliciones
interclasistas que abarcan todo el espectro de clases, vinculando a los
sectores pobres y de clase media a las poderosas élites mineras. Aunque el
socialismo del siglo XXI de vez en cuando pueda hacer referencia a los
análisis de clase, en tiempos de crisis de sus conceptos operativos
oscurecen las divisiones de clase mediante el uso no vago y poco
específico de categorías “populistas”.

Tal vez la imagen radical del socialismo del siglo XXI sea el resultado de su
contraste con los anteriores gobiernos extremistas de derecha que
gobernaron durante el cuarto de siglo anterior. La etiqueta socialista
colocada a estos gobiernos por Washington y los medios de comunicación
occidentales representa una nostalgia de un pasado de sumisión política sin
trabas, saqueo económico no reglamentado y fuerte represión de los
movimientos populares, en lugar de un análisis empírico de sus políticas
socioeconómicas.

A pesar de que el socialismo del siglo XXI es menos radical y tal vez diste
de las definiciones comúnmente aceptadas de la política socialista, sigue
siendo un dique de contención del militarismo e intervencionismo de
EE.UU., ha puesto un tope al control de los recursos naturales y
proporciona una mayor tolerancia para la organización de movimientos
sociales.

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