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CARNE Y PIEDRA.

El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental


Libro de Richard Sennet, se realiza una síntesis y reflexión personal sobre su contenido y estudio.
3_La imagen Obsesiva

Aquí, Sennet nos presenta la exaltación de las imágenes y lo visual en el entorno social, político y
cultural de una ciudad encumbrada como centro de poder e imperio dominante, en este caso la
Roma del emperador Adriano, explicando como la obsesión por las formas geométricas con respecto
a la disposición simétrica de la anatomía humana, dio como resultado una planificación de la ciudad
imperial.

Igualmente, hay una identificación sobre las formas en que los romanos del periodo estudiado,
asumen un imaginario en dirección a lo gráfico, por ejemplo, en los experimentos llevados a cabo en
la planificación de las diversas ciudades dominadas, repitiendo el prototipo romano buscando
mantener su esquema mental en las regiones subyugadas, es decir, llevando el imperio a los
conquistados con todo su alter ego. Por otro lado, la geometría del espacio de la ciudad romana
transmitía disciplina al ordenar los movimientos corporales y al comunicar la exigencia de la mirada,
la subordinación y la credibilidad. Esta ordenación geométrica y perfección en las formas tratan de
mantener la imagen de una sociedad y de un poder establecido lógico y fundamentado en solidas
bases, imagen que poco tenía que ver con la realidad social en las calles de Roma. La imagen es
utilizada de forma obsesiva, realizando una representación teatral permanente y omnipresente
utilizando para ello los foros imperiales en el centro de la ciudad Romana. El imperio romano había
hecho inseparables el orden visual y el poder imperial. El emperador necesitaba que su poder fuera
visto en los monumentos y en las obras públicas.
Mapa de Roma, año 120 d. C.

Mirar y Creer

En el año 118 d.C. el emperador Adriano comenzó un nuevo edificio en el lugar que ocupaba el
antiguo Panteón concebido por Agripa en el 25 a.C. como un templo dedicado a todos los dioses
romanos.

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Sobre la entrada del Panteón se podía leer: M Agrippa L. f. cos III fecit, que significa “Marco Agripa,
hijo de Lucio, cónsul por tercera vez, construyo este edificio”. La inscripción confunde al visitante
contemporáneo ya que Adriano hizo grabar en su templo el nombre del constructor del antiguo
Panteón, erigido unos ciento cincuenta años antes. Pero la inscripción explica la necesidad que el
propio Adriano tenía de la ficción cívica de “Roma”.
El Panteón simboliza la continuidad de muchas formas. Adriano colocó estatuas de Augusto, el
primer emperador, y de Agripa, el arquitecto republicano, a ambos lados de la entrada. Adriano para
legitimar su autoridad se presentaba como la continuidad del imperio. Cuando Adriano llegó al poder,
vivían en Roma cerca de un millón de personas, en su mayor parte en barrios con una densidad de
población que se aproximaba a los distritos más abarrotados de la moderna Bombay. La masiva
corriente humana fue deformando el trazado de las calles, a medida que los edificios las cortaban e
incluso las llenaban. La presión de la población era tanto vertical como horizontal, recluyendo a los
romanos más pobres en insulae, las primeras casas de pisos, que eran estructuras irregulares
construidas piso a piso, y que a veces alcanzaban una altura de 30 metros. Las zonas pobres de la
ciudad también alojaban a los soldados imperiales, que sólo podían ganarse la vida cuando
combatían en la frontera. La población era inestable y la violencia gobernaba por la noche la mal
iluminada ciudad. La propia economía del imperialismo fomentaba la inestabilidad de la ciudad.

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El historiador Michael Grant estima que “todo el comercio y toda la industria del imperio
probablemente nunca representaron más del diez por ciento de sus ingresos totales”[1]. La
fabricación se realizaba a escala local, lo mismo que el comercio de grano y de alimentos; el
combustible era escaso y las riquezas procedían de las conquistas. La mayoría de las personas
sobrevivían gracias a una intrincada red de relaciones de clientela con individuos más poderosos.

Por todas estas razones, el ideal de una Roma esencial y perdurable era una ficción necesaria para
los romanos. “La piedra” representaba la afirmación de unos valores estables bajo la inseguridad, la
miseria y la humillación de la vida cotidiana. Para hacer verosímil la ficción de la “Ciudad Eterna”, el
emperador tenía que dramatizar de alguna manera sus poderes, y la vida urbana tenía que ser para
la gente una especie de experiencia teatral. A los romanos debemos la expresión teatrum mundi,
más tarde traducida por Shakespeare como “el mundo es un escenario”.

Tal como indica Sennett; cuerpo, casa, foro, ciudad, imperio: todos se basaban en geometrías
lineales. La crítica arquitectónica habla de la preocupación romana por la orientación clara y precisa
del espacio, de espacios con ángulos rectos bien definidos, como la cuadrícula, de estructuras de
formas estrictas, como el arco romano, el semicírculo, o de edificios con volúmenes rigurosamente
definidos, como las cúpulas, que se obtienen haciendo girar un semicírculo en el espacio
tridimensional. Este lenguaje visual expresaba las necesidades de un pueblo inestable, desigual y
difícil de manejar que buscaba la seguridad que emana del lugar.

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