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“La epidemiología sociocultural en el campo de las drogas: contextos, sujetos


y sustancias”

Chapter · January 2011

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Oriol Romaní Alfonso


Universitat Rovira i Virgili
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La epidemiología sociocultural en el
c a m p o d e l a s d r o g a s : c o n t e x t o s , s uj et o s
y s u s t a n ci as
Oriol Romaní1

A modo de introducción: las aproximaciones


m e t o d o l ó g i c a s en el c a m p o d e l a s d r o g a s
Una gran parte de toda la literatura, mínimamente seria, sobre las drogas
y sus problemas, subraya la complejidad de este objeto de estudio, teniendo
en cuenta sus múltiples dimensiones, tanto individuales como colectivas:
biológicas, farmacológicas, psicológicas, culturales, sociales, económicas y
políticas, principalmente. Quizás desde disciplinas muy asentadas institu-
cionalmente y corrientes de las mismas que no han sentido la necesidad de
cuestionar el modelo positivista y mecánico de ciencia (como pueda ocurrir
en algunos ámbitos de la epidemiología biomédica o de la criminología, por
ejemplo) esta complejidad no sea más que una especie de ensalmo ritual
con el que queda políticamente correcto iniciar la exposición de un estudio,
pero en la mayoría de los casos, y especialmente desde las Ciencias Sociales,
se trata de la constatación de las limitaciones de las diversas aportaciones y
de que estamos ante un problema de difícil resolución. Ello nos obliga a
enfocar nuestro objeto de estudio desde una perspectiva global, intentando
rehuir cualquier simplificación, lo cual supone que, en este campo, además
de las dificultades propias de toda investigación sociocultural, tendremos
que tener en cuenta algunas dificultades metodológicas específicas: esta-
mos investigando en un campo muy íntimo, muy personal, y que además,
cuando se refiere a las drogas ilegales (que es el rubro dentro del que se con-
sideran la gran mayoría de “investigaciones sobre drogas”), nos remite a una
cuestión especialmente delicada, como es la consideración del carácter

1. Profesor-investigador de la Universitat Rovira i Virgili, Tarragona; Presidente del Grup Igia,


Barcelona. Correo electrónico: oriol.romani@urv.cat.
90 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 91

marginal y oculto del fenómeno (Díaz et al. 1992, Gamella 1993, Pallarés mientos sociales relacionados con las drogas, en este artículo se pretende
1996, 1998, Romaní 1997); todos ellos son factores que acaban determinan- reflexionar sobre las posibilidades de superación de las ambiguas relaciones
do problemas básicos en la investigación social, tales como la localización o entre investigación, de enfoque cuantitativo y cualitativo, e intervención en
la cuantificación de las poblaciones implicadas; las cuales, además de que el campo de las drogas.
se resisten a ser identificadas, son poco significativas desde el punto de vista
estadístico.
El problema planteado persiste actualmente para todas las drogas ilega- Etnogr afía y drogas, algunas referencias básicas
les, a pesar de las diferencias que conlleva su distinta consideración social:
así, la relativa “normalización” del cannabis en España (ver Gamella y Jimé- Aunque algunas de estas técnicas se han utilizado de forma combinada
nez 2003, Romaní 2005, Pallarés et al. 2007) facilita, aunque sea relativamen- con estudios cualitativos, la etnografía de las drogas (sobre todo la referida
te, el trabajo con sus consumidores, mientras que con los consumidores de a los usos endovenosos de la heroína) fue emergiendo, en muchos casos,
opiáceos o cocaína, por ejemplo, continúan vigentes todas las barreras crea- ligada a agencias de intervención social. También se ha hecho etnografía de
das por la estigmatización. Lo cual comporta que, a pesar de los refinamien- este tipo solo desde la Academia, pero si destaco la asociación etnografía-
tos tecnológicos de las aproximaciones cuantitativas al fenómeno, se conoz- intervención social es para evidenciar la utilidad social de dicho enfoque
can todavía de manera poco precisa algunas características (demográficas, metodológico desde sus inicios en este campo.
socioeconómicas, tipos de usuarios y sus proporciones, distribución espa- Vamos a hacer ahora una sucinta referencia a diversos estudios etnográfi-
cial, etcétera) tanto de la población dependiente de los opiáceos, como la de cos que han aportado una luz decisiva a la gran diversidad de situaciones que
aquellos usuarios no dependientes o experimentales de las diversas drogas, existen bajo la etiqueta común de “consumo de drogas”, y a la detección de
cuyos contactos con los dispositivos asistenciales y represivos son escasos. situaciones y dinámicas cotidianas clave para poder intervenir en aspectos
Está claro que estas limitaciones dificultan poder generalizar los resulta- problemáticos de dichos consumos. No hablaremos de las monografías “clá-
dos obtenidos en las diferentes investigaciones cuyos métodos y técnicas sicas” sobre drogas en sociedades “primitivas”, sino que nos centraremos en
más utilizadas, hasta el momento, para estudiar la incidencia y prevalencia las realizadas en las sociedades “urbano-industriales” contemporáneas.
del uso de la heroína y de las otras drogas estigmatizadas, así como las Las primeras etnografías urbanas sobre drogas se sitúan en el mundo
características de la población usuaria de las mismas, han sido fundamen- anglosajón, primero en los Estados Unidos (años cuarenta-cincuenta del
talmente la encuesta, los sistemas de notificación y registro, y el estudio de pasado siglo) y después en Gran Bretaña: la obra pionera de Lindesmith
poblaciones asistidas, a las que se han venido a sumar posteriormente, en (1968) destaca el carácter psicosocial (más que meramente farmacológico)
un intento de superar dichas limitaciones, el uso del llamado método de de los procesos adictivos; la perspectiva interaccionista simbólica de Becker
“captura-recaptura”, las técnicas nominativas, o los muestreos por redes y (1971) le permite poner de relieve el rol de la reacción social en los procesos
cadenas, conocidos como “bola de nieve”, principalmente (Comas 1986, a través de los que una persona se puede llegar a identificar como fumador
Parker et al. 1988, Hartnoll et al. 1991, Díaz et al. 1992, Gamella 1993, Roma- de marihuana; el mismo autor hace una contribución decisiva al giro radi-
ní 1997, Pallarés 1998, Díaz 2000). cal en la imagen de una “adicta” (consumidora de heroína y dealer en su
Desde hace unos años, los análisis socioculturales en el campo de las barrio) que, lejos de la imagen meramente dependiente que de ellos daba la
drogas se han ido multiplicando, en un intento de superar, mediante la psiquiatría y la criminología, encuentra “un lugar en el mundo” gracias a sus
implementación de distintas metodologías cualitativas, las limitaciones de actividades (Hughes 1961); Preble se centra en los jóvenes de “bandas calle-
la epidemiología biomédica, sobre todo por lo que se refiere a su poca capa- jeras”, no sólo como objeto de estudio sino también fundando un centro de
cidad para captar las emergencias y las grandes variabilidades existentes en prevención y tratamiento, y cuestiona la determinación de la personalidad,
los consumos de drogas; elementos estratégicos, ambos, para posibilitar así como la pasividad atribuida a los heroinómanos (Preble y Casey 1969);
una correcta intervención sociosanitaria en los problemas relacionados con otro autor del que es difícil deslindar sus facetas de etnógrafo y de trabaja-
dichos consumos. A partir de relevantes aportaciones de algunos colegas, y dor social es Feldman (1968), que detecta la estructura jerárquica relaciona-
de la propia experiencia, tanto en el terreno de investigación como en movi- da con el consumo de heroína de los grupos de jóvenes trabajadores del
92 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 93

Lower East Side de Nueva York; otra indagación etnográfica en la que se nos (Ruggiero y South 1995); los diferentes grados de control de los usuarios
muestra la complejidad de los mundos de los heroinómanos como la de Agar sobre sus vidas en los ambientes de prostitución y crack son documentados
(1973) empezó también como parte de su trabajo en un centro de tratamien- por Feldman et al. (1993), Grund (1993) muestra que la predictibilidad de
to; un trabajo decisivo en demostrar la determinación sociocultural de los ciertos problemas de drogas no se relaciona tanto con las cantidades consu-
efectos de las drogas, en este caso el cannabis, fue el de Rubin y Comitas midas como con los rituales ejercidos por el grupo en el contexto donde
(1975); Hughes (1977), mediante un creativa combinación de epidemiología vive; Bourgois (1995) documenta la incidencia de la economía política en la
y etnografía, describe las copping areas, en las que analiza la estructura social vida de los vendedores de crack y del conjunto del barrio en Harlem.
de consumidores y vendedores. De manera significativa a los procesos de Mientras, en Latinoamérica, la sólida obra de Menéndez (1990) y
construcción del “problema de la droga” en las sociedades occidentales, a Menéndez y Di Pardo (1996) muestra las grandes potencialidades de la
finales de los setenta se dispara el número de etnografías sobre drogas (Wal- etnografía; en este mismo continente, vemos como el consumo y la venta
dorf 1980). En el párrafo siguiente vamos a referirnos a algunos de los temas de drogas puede asociarse tanto a la pobreza (Chávez de Sánchez et al.
desvelados por ellas, incluyendo en este caso algunas del mundo latino. 1990, Andrade 1990, Gaínza et al. 1997) como a la dinamización de una
Rosenbaum (1981) analiza las especificidades de las mujeres adictas; economía regional (Salazar y Jaramillo 1996). En España la nueva cultura
Romaní (1983) publica la autobiografía de un consumidor de cannabis “tra- del ocio en torno a las drogas de síntesis queda documentada por Game-
dicional” o “marginal”; Rodier y Musard (1983), entre el reportaje y la etno- lla y Álvarez Roldán (1997) y por Romo (2001) en una perspectiva de géne-
grafía, hacen una buena disección de la vida de los usuarios y los vendedo- ro; el análisis de tres generaciones de usuarios de cannabis en España
res en las calles de París; Funes y Romaní (1985) cuestionan los “dogmas (Gamella y Jiménez 2003) muestra su normalización que, de algún modo,
psiquiatrizantes” que parecían imponerse en el tratamiento de los heroinó- también encontramos entre los jóvenes de las clases medias urbanas de
manos en España; Adler (1985) muestra como la vida de los dealers difiere Brasil (MacRae y Simôes, 2000). En Portugal, Fernándes elabora el concep-
de la de otros negociantes americanos sobre todo por el marco de la ilegali- to de “territorios psicotrópicos” a partir de una clásica etnografía de un
dad, no por los “valores americanos” sobre los negocios, que son los mis- barrio periférico de Porto (Fernándes 1998, 2000). En Italia, Bruschini
mos; Biernacki (1986), analiza los adictos estables o autocontrolados de (2005), desde la experiencia de la intervención, realiza una etnografía del
heroína, y posteriormente los diferentes procesos de abandono del consu- social suffering que ofrece una imagen contra- hegemónica de la ciudad.
mo de la misma (Biernacki 1990); las transformaciones producidas por una Finalmente, ejemplos de estudios cualitativos directamente ligados a la
“crisis de heroína” no sólo en sus consumidores, sino en su contexto social intervención por parte de ONGs (Organizaciones No Gubernamentales)
más inmediato, son analizadas por Parker et al. (1988); la “normalidad” de serían los de Grup Igia (Magrí et al. 1988, Grup Igia 2008) en España, Inter-
los heroinómanos “marginados”, así como algunas de sus necesidades, que cambios (2004) en Argentina y EGO (2005) en Francia. 2
no eran las previstas por las instituciones sociales y/o sanitarias, se eviden-
cia en Romaní (1992); varios autores analizan en distintos contextos las con-
diciones y variables que definen una situación de dependencia respecto a la La dependencia, un concepto cuestionado
heroína y la adopción de un “estilo de vida”, o los itinerarios distintos que
acaban en situaciones similares (Peele 1985, Gamella 1990, Romaní et al. A través del desarrollo de todas estas etnografías y/o estudios cualitativos
1992, Kaplan y Lambert 1995, Bibeau y Perreault 1995, Pallarés 1996), así (más adelante matizaremos la cuestión) se han ido evidenciando las flaque-
como la correspondencia entre itinerarios y tipos de consumo (Díaz et al. zas, distorsiones y debilidades argumentales de muchos dogmas relaciona-
1992). En la monografía de Glick (1992) se puede ver el ajuste a un perfil defi- dos con los usos de drogas y las drogodependencias. El primero de ellos,
nido como de riesgo, el del “asistido”. En Balshem et al. (1992) se nos mues-
tra un ejemplo del “poder” del crack “para echarlo todo a perder”, tal como
se analiza también en la monografía de Ratner (1993). Ruggiero (1992) pone
2. Algunas de las obras donde se recogen las etnografías sobre drogas, sobre todo del mundo
de relieve la importancia de “la cultura de la heroína” también para los ven-
anglosajón, son las de Waldorf (1980), ya citada; la de Lambert (1990); y la de Fountain
dedores, primero en Italia y después, en un trabajo comparativo, en Europa (2000), principalmente.
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precisamente, el de no distinguir entre estas dos cuestiones, es decir, asimi- sólo macrosocial sino también micro) hay individuos que no consumen nin-
lar todo uso de drogas (ilegales) a drogodependencia, toxicomanía o adic- guna droga y otros que las consumen casi todas; unos y otros pueden com-
ción. partir las imágenes respecto a las drogas, el conocimiento de los efectos y de
En efecto, una de las cuestiones centrales que ha replanteado el trabajo los riesgos y otros rasgos socioculturales. Encontraremos consumidores que
etnográfico en drogas es el propio concepto de dependencia. Sus intentos permanecerán fieles a una sustancia a lo largo de su vida, mientras que otros
de definición van ligados históricamente a las políticas de control y repre- sólo experimentarán con ella; a algunos/as que las consumen de forma
sión del consumo de determinadas drogas, precisamente aquellas de las habitual, intermitentemente o con alguna regularidad, sin problemas para
que se intenta determinar que “producen dependencia”, o sea, las drogas ile- divertirse o sentirse bien y otros que las consumen intensamente desde el
gales. Es bien conocido el fracaso de basar en criterios científicos la fiscali- primer día, sin control, sufriendo por ello en diversos grados. Hay consumi-
zación de drogas que se inició a principios del siglo XX y que culminó con el dores “adictos” (dependientes) de una determinada droga, durante meses o
Convenio Único de Estupefacientes de Viena de 1961, por la incompatibili- años, hasta que llega un día en que dejan de consumirla o regulan su consu-
dad entre las categorías científicas generales con los mismos límites de la mo, con más o menos dificultades, y con ayuda o sin ella; otros que estable-
regulación jurídica, que queda claramente ejemplificada en el caso del alco- cen esta relación con la sustancia porque forma parte, por ejemplo, de una
hol y el tabaco “versus” el cannabis y sus derivados (Escohotado 1989). Cree- relación afectiva (el triángulo con el amado/a “adicto”, que inicia al otro) y
mos que es importante, para situar las cosas en su sitio, recordar el origen cuando el vínculo se rompe se abandona completamente el consumo, tal
político de muchos de los usos del concepto, así como de su popularidad. como suele ocurrir también cuando el consumo de una droga se da en el
Podríamos dividir en tres grandes bloques las perspectivas desde las contexto de la relación terapéutica. Sabemos de otras personas, en fin, que
que se ha intentado definir a la dependencia. En primer lugar, las defini- desarrollan este tipo de relaciones que acabamos de ver con cualquier sus-
ciones más institucionales de dependencia, como las de la APA y la OMS, tancia: todas, sucesiva o simultáneamente, se convierten en el “centro de
se basan en criterios farmacológicos, epidemiológicos y de diagnóstico gravedad” de su vida, todo gira alrededor de la sustancia y del consumo,
psiquiátrico (DSM IIIR, DSM IV, ICD-10), los cuales han sido validados aunque esto les suponga todo tipo de problemas (Díaz 1998).
estadísticamente con su aplicación a distintas drogas (Kosten et al. 1987, Hace ya unos años, en una obra de referencia dentro del campo de las
Morgenstern et al. 1994).3 Por otro lado, desde enfoques psicoanalíticos, y drogas, Kramer y Cameron (1975) plantearon nueve hipótesis relativas a la
en una posición intermedia entre la ortodoxia referida en el párrafo ante- “farmacodependencia”, centrándose en la interrelación droga-sujeto-con-
rior y lo que nos muestra la etnografía (aunque dependiendo de qué texto. En efecto, de distintas maneras (aunque no siempre incorporándolo
corrientes consideremos dentro del psicoanálisis), podríamos decir que la teóricamente), los tres vectores principales considerados en las tres pers-
dependencia es un elemento básico del ser humano, en sus tres niveles pectivas presentadas sobre la dependencia son la sustancia, el individuo y el
constitutivos (es decir, biológico, psicológico y social), por lo que no tiene contexto sociocultural. Pero en cada caso se pone el énfasis en uno de ellos:
que suponer siempre problemas personales ni sociales, más allá de los en la sustancia, en el primer caso; en el individuo, en el segundo; y en el con-
derivados de la propia existencia como humanos (Korman 1995, Martí texto, en el tercero. Se constata así que, si bien existe un amplio consenso
1996). La dependencia de drogas sería el síntoma de una situación patoló- respecto a la interacción sustancia-sujeto-contexto al abordar el fenómeno
gica en la que se encontraría un individuo como resultado de diversos fac- drogas (Zinberg 1984), éste se debilita al considerar la importancia relativa
tores en los tres niveles mencionados, agravada por los propios efectos far- de cada uno de los tres polos.
macológicos de las drogas, de donde se podrían deducir distintas Desde una óptica antropológica queremos señalar que tanto el manejo
tipologías de análisis, como las propuestas (y que tanta influencia han de las sustancias, en su más amplio sentido (técnico y simbólico), como la
tenido) por Cancrini (1982, 1987). construcción del sujeto, vienen determinadas socioculturalmente (Romaní
Por último, repasando las distintas investigaciones etnográficas a las que 2008). Esto no significa negar la objetividad de los efectos farmacológicos de
nos hemos referido (y otras), constatamos que en un mismo contexto (no una sustancia o la especificidad psicológica (biográfica) de un individuo,
sino prevenir contra posibles análisis simplistas y parciales de ello, para pro-
3. Ver los respectivos textos en APA (1987, 1994) y WHO (1992a, 1992b).
poner modelos que logren captar la complejidad de todo proceso social.
96 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 97

De hecho, existe ya una vieja polémica centrada en demostrar, desde sumidores dependientes una centralidad en sus vidas alrededor de la cual
ópticas antropológico-etnográficas, que la dependencia no es tanto el efec- giraban todas sus actividades, todos sus tiempos y espacios venían condi-
to de unos productos farmacológicos sobre ciertas personalidades, sin mas, cionados por dicho consumo, de forma que simbólicamente llegaba a mar-
sino que hay que considerarla desde un enfoque más complejo (Blankfied car un estilo de vida.
1987, Orford 1990, Peele 1990, Moore 1993, VV.AA. 1994). En un intento de Metodológicamente, y siguiendo a Menéndez (1998) concebimos el esti-
síntesis de estas posturas, podemos afirmar que lo de vida como un concepto heurístico, que va mucho más allá del uso ses-
gado y reduccionista que solemos encontrar de este concepto en la epide-
“…es mas pertinente, a pesar de todas sus limitaciones, abordar la miología biomédica: no se trata, como parece muchas veces desde esta
dependencia en relación a lo que llamamos un ‘estilo de vida’ determi- perspectiva, de una serie de comportamientos y actitudes con los que los
nado, sobre todo para señalar que no se trata única y principalmente individuos ponen en riesgo su salud y la de los demás, sino que se refiere a
de los efectos farmacológicos de una sustancia sobre un individuo, los hábitos adquiridos, consciente o inconscientemente por los sujetos de
sino que estamos ante un constructo sociocultural en el que confluyen
un grupo social, a partir de sus condiciones materiales e ideológicas de exis-
procesos de identificación, de construcción del yo, estrategias de
interacción, negociación de rol, en fin, todo un entramado de relacio- tencia, teniendo en cuenta sus intereses y aspiraciones culturales, elemen-
nes sociales y expectativas culturales que contribuyen a la construc- tos todos ellos que, junto a otros más secundarios, acabarán condicionando
ción del sujeto y a través de las que éste orienta su existencia, aunque sus prácticas de salud.
en este caso sea en medio de áreas sustanciales de conflicto. Situacio- Esta visión del estilo de vida permite entender la totalidad del comporta-
nes, desde luego, en las que lo farmacológico tiene su papel, pero que miento de los heroinómanos sin centrarnos sólo en los consumos, que en el
no puede contemplarse como el factor causal de las mismas, tal como modelo de análisis son una variable más junto a otras de carácter psicoso-
se ha tendido a hacer de manera simplista desde el modelo biomédi- cial y sociocultural. El estilo de vida permite una mejor comprensión e inte-
co, sino articulado a los demás niveles que configuran este fenómeno” gración de los datos recogidos a partir de concebir el consumo de heroína
(Romaní 1999: 59-60). Qué duda cabe que la perspectiva etnográfica,
como un proceso o itinerario, con fases y recorridos muy diferentes, pero
por su carácter procesual y holístico, es una perspectiva privilegiada
para aproximarnos a esa complejidad. que podríamos exponer como un modelo general con el siguiente esquema
básico: a) inicio, b) reconocimiento de la relación con la heroína como de
dependencia, c) vivencia de la situación como insostenible, d) intentos de
dejar la sustancia, con ayuda asistencial o no.
Un ejemplo: los heroinómanos catalanes
de finales del siglo X X a) En la fase de inicio, la razón fundamental para acercarse a la heroína
no parece determinada por las características farmacológicas de la sustan-
Vamos a exponer de forma sintética los principales resultados de una cia, que tiene un papel secundario en relación a los motivos basados en ele-
investigación de orientación etnográfica (Romaní et al. 1992, Pallarés 1996) mentos socioculturales, presentes tanto a nivel macrosocial como en el con-
en la que se estudiaron las trayectorias e itinerarios de 41 consumidores y texto inmediato de los consumidores. Además la práctica totalidad de la
ex-consumidores que, según ellos mismos, en algún momento mantuvieron muestra se inició a la heroína después de haber interiorizado unas expecta-
una relación de dependencia con la heroína, situados en Catalunya (Espa- tivas sobre sus efectos, expectativas fundamentadas en los elementos socio-
ña) durante el periodo 1970-1990. culturales citados, y sus primeras experiencias fueron de lo más variado, sin
El estudio se centraba en valorar la dependencia no sólo a partir de aque- ser determinante para ello lo farmacológico; por lo cual la mayoría de los
llos indicadores más directamente ligados al consumo de la sustancia: dosis, consumidores tuvo que ir adecuando sus vivencias reales a las expectativas
frecuencias de consumo, existencia del síndrome de abstinencia, voluntad - iniciales (ver Becker 1971). En este sentido, en la frontera entre finales de los
y a veces incapacidad- de dejar la sustancia; sino que también se tenían en años setenta y principios de los ochenta se constata que las expectativas de
cuenta los componentes socioculturales de la misma. Uno de los elementos los propios consumidores aparecen más dominadas por la influencia del
definitorios resultó ser que la heroína y su consumo adquirían para los con- discurso hegemónico sobre las drogas, muy alarmista, que no por las elabo-
98 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 99

raciones subculturales de los círculos de consumidores, como había sido zando con el paso del tiempo y no responden a la sintomatología de la
hasta entonces. dependencia física; tienen un alto componente psicológico que habría
que relacionar con las expectativas e imágenes culturales interioriza-
b) El reconocimiento de la relación con la heroína como de dependencia das sobre dicho síndrome.
se produce por factores diversos, y aunque la aparición del síndrome de • El tiempo que transcurre desde el inicio del consumo de la heroína
dependencia es importante, existen otros. Ocurre, a veces, que el propio sín- hasta que se reconoce la dependencia presenta una gran variabilidad.
drome no parece tener bases farmacológicas, ya que se manifiesta a dosis y Se constata que, para los que se iniciaron en la década de los setenta
frecuencias de consumo muy bajas; pero existe un aprendizaje e interioriza- oscila entre un año y dos, durante el cual la frecuencia de consumo es
ción de los efectos que permite vivirlo de manera real y/o simbólica (Comas muy espaciada y variable, y aparece relacionada con determinadas
1989). El comportamiento seguido por los consumidores, una vez se perci- funcionalidades. En cambio, este tiempo se reduce a pocos meses
ben a sí mismos como dependientes, sufre cambios importantes, tanto de (aproximadamente unos cuatro, de media) para los iniciados en los
tipo cuantitativo como cualitativo, respecto al consumo de heroína. Y más ochenta, a pesar de que estos últimos consumen dosis mucho más
importante que un aumento de las dosis (que parece relacionarse más con bajas y la pureza de la heroína disminuyó notablemente. Entre estos
la disponibilidad económica y de mercado en general) lo que se produce es últimos se encuentran consumidores que desde la primera o primeras
la asignación de un papel central a la heroína en sus vidas. Esto significa experiencias percibieron su situación como de dependencia, situación
adoptar un estilo de vida diferente, que no irrumpe en un momento concre- inédita en los de la época anterior.
to puesto que se ha ido gestando progresivamente, pero que cambia consi- • No se aprecia la existencia de tolerancia en la mayoría de los consumi-
derablemente la visión del mundo del consumidor, así como la percepción dores.
de su propia identidad. A partir de entonces se definen como “yonquis” y se • El uso combinado de la heroína junto a otras sustancias tuvo mayor
precipitan una serie de cambios en su percepción y usos del tiempo, de los importancia en los iniciados en la década de los setenta, puesto que en
espacios, en la percepción y gestión de su salud, en sus redes sociales, todo los ochenta aparece un discurso que prioriza la heroína sobre el resto
lo cual, a medio plazo, supone drásticos cambios en su economía, como uno de sustancias, legales e ilegales, incluso más allá del uso real que se
de los factores principales, aunque también implica cambios significativos pueda hacer de esas otras sustancias.
en sus relaciones con las instituciones sociosanitarias, laborales y legales, • Los que dejaron la heroína por sí solos son los que mejor supieron lle-
principalmente. var una “doble vida”, y presentaban menor deterioro general a pesar del
Todo el conjunto de cambios a los que nos acabamos de referir resultan consumo. De hecho, encontramos varios casos que llevaron esta
más congruentes de explicar si los relacionamos con el estilo de vida más “doble vida” desde el inicio de su consumo de heroína, sin grandes pro-
que con lo farmacológico, y ello por las siguientes razones: blemas de “integración social”.4
• La administración endovenosa consolida el comportamiento depen-
• Las dosis y la frecuencia de consumo, así como la pureza de la sustan- diente y aparece como un refuerzo psicológico en la relación con la
cia son muy bajas, por lo que en muchos casos exigen poner en duda heroína, que suele extenderse a otras sustancias. Además, dicho tipo
que lo farmacológico sea el elemento determinante en su comporta- de administración se correlaciona con el status ilegal de la heroína, su
miento. alto precio, su escasa pureza, y las precarias condiciones higiénicas en
• Los altibajos en el consumo, incluyendo en muchos casos épocas de las que se suele realizar su consumo (Gamella 1991). Todos ellos son
abstinencia, no parecen tener excesiva importancia, aunque los inicia- componentes básicos de un estilo de vida centrado en la rutina de con-
dos en la década de los ochenta (más influenciados por el discurso
hegemónico alarmista) lo viven con mayor preocupación y dramatis-
mo que los usuarios más antiguos. 4. Algunos gestores de instituciones sociosanitarias se sorprendieron al conocer esta tipología
de usuarios, y pareció que se quedaban más tranquilos cuando les informamos que había
• Los síndromes de abstinencia relatados por la mayoría de los consumi- obras (y además, en inglés...), como la de Biernacki (1986), que mostraban la existencia de
dores, que pueden ser muy “floridos” en un principio, se van relativi- este mismo tipo de usuarios en otros contextos.
100 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 101

seguir la heroína (Da Agra y Fernandes 1991, Fernandes 1998); así trata sólo de los etnógrafos y etnógrafas, se trata más ampliamente de que
como elementos clave en la difusión del sida, que en el momento del las etnografías sobre drogas, aunque también han surgido en el seno de la
estudio (1990-1991) había irrumpido con fuerza en Cataluña como investigación académica básica, han tenido sobre todo una vocación aplica-
fenómeno social. da, y el grueso de su desarrollo ha estado relacionado con la necesidad de
indagar algunas cuestiones que permitieran abrir caminos para resolver
c) La vivencia de la situación como insostenible también es muy diversa, determinados problemas de gestión social y sanitaria relacionados con cier-
en algún caso puede darse cuando un chico o chica ha tenido que robar a sus tos usos de drogas. Y no se piense que con ello queremos enfrentar la inves-
padres para poder sostener su nivel de consumo, mientras que en otros esta tigación académica pura y la aplicada; simplemente, algunos estamos con-
vivencia puede aparecer en el momento, o al cabo de un tiempo, en que una vencidos de que la prueba de fuego de la confrontación de nuestros
persona se ha visto abocada a prostituirse, o se ha visto envuelta en conflic- presupuestos y teorías con los procesos sociales, con “la realidad”, en suma,
tos con la justicia o en situaciones más o menos violentas. Sea como fuere, es la fase culminante de la actividad científica, la que permite avanzar en las
alrededor de factores como estos, siempre hay un momento en que se toma metodologías y en las teorías sustantivas que estemos desarrollando.6
la decisión de dejarlo; lo que no es contradictorio, tal como ocurre también Así, la etnografía, no estrictamente en el campo de las drogas, sino en el
con otras drogas, con que este momento pueda repetirse en varias ocasiones. más amplio de la salud, y situada en un marco teórico especializado como
es el de la antropología médica, permite detectar y abordar aquellos aspec-
d) En consecuencia con la decisión de dejarlo, se sigue el proceso de bús- tos de los procesos de salud, enfermedad y atención que resultan ser estra-
queda de cómo hacerlo, que suele empezar indagando y valorando las distin- tégicos para la intervención sociosanitaria (Menéndez 1998).
tas posibilidades por los círculos más próximos, y que se concretará en pro- Por otro lado, tanto la epidemiología biomédica como la antropología
cesos de lo más variado, desde quien lo hace al margen completamente de médica pueden realizar la descripción y el análisis de los problemas objeto
cualquier institución, hasta los que combinan la asistencia pública, privada, de dicha intervención, al mismo tiempo que la descripción y análisis de sus
etc. Finalmente, los heroinómanos y heroinómanas que han pasado por principales determinantes; de hecho, lo ideal sería hacerlo integrando las
estos procesos también llegarán a distintas situaciones, que abarcan desde dos perspectivas, cosa que nos debería permitir un análisis de los niveles
los que no consumirán nunca más heroína, hasta los que llegan a una espe- micro y macrosociales y de sus articulaciones, para así poder basar toda
cie de “ajuste” en el que, si bien pueden continuar consumiendo, de forma intervención en un sólido conocimiento de realidad.
más o menos esporádica o continuada, logran que el lugar de la heroína en Es evidente que la epidemiología biomédica ha sido capaz de ofrecer
sus vidas ya no sea tan central como lo fue en la época de la “dependencia”.5 datos relevantes sobre la incidencia y la prevalencia de distintos consumos
de drogas, la evolución y los cambios que experimentan dichos consumos y
sus relaciones con la salud de ciertas poblaciones, sus correlaciones con la
Etnografía, epidemiología e inter vención expansión de ciertas morbilidades como el virus del sida, de las hepatitis u
otros. Elementos todos ellos que son muy útiles para evaluar y reorientar las
s o c io s an itar ia políticas de salud pública en este terreno. Pero esta aproximación a la reali-
dad presenta varios problemas, no sólo por lo que se refiere a su escasa
Ya hemos visto al empezar a hacer la revisión de las principales etnogra- capacidad para detectar las variabilidades de la vida social y las continuas
fías sobre drogas que, en diversos casos, los etnógrafos eran personas liga- emergencias que la caracterizan, sino también en relación a la ignorancia
das a la intervención sociosanitaria, bien porque ya trabajaran en este terre- (en el sentido teórico-metodológico, no técnico) respecto a las condiciones
no antes de iniciar sus investigaciones, o bien porque éstas les llevaron a concretas de producción de los datos, o a su escasa flexibilidad para moni-
desarrollar también una actividad como “operadores de terreno”. Pero no se torear las intervenciones a nivel local (Hartnoll et al. 1991).

5. En este apartado hemos seguido la síntesis de la investigación que realizamos en Romaní et 6. De hecho, uno de los primeros “readings” sobe etnografía de las drogas está pensado para
al. (2001). gestores políticos (Akins y Beschner 1980).
102 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 103

En efecto, en el día a día, teniendo en cuenta recursos, priorizaciones y que conocer los resultados finales, una investigación etnográfica, puede ser por-
allí donde se concretan todos los programas de intervención es al nivel de “pie que la metodología que implica el modelo participativo nunca se sabe hasta
de calle”, habrá unas metodologías que nos resultarán más útiles y producti- donde puede llegar, y cualquier poder político, sobre todo en asuntos que
vas que otras. Por ejemplo, ¿nos aporta información significativa conocer la pueden ser fácilmente manipulados por la llamada opinión pública como el
incidencia y la prevalencia de ciertos consumos de drogas en una población de las drogas, siempre prefieren un proyecto lo más “cerrado” posible; por
determinada? Evidentemente, sí. Pero ¿es esto prioritario y determinante para otro lado, es evidente que, hoy por hoy, a cualquier gestor le resulta más fácil
la programación de una intervención a nivel local, o microsocial? Pues proba- vender una investigación con mucho aparato numérico y tecnológico, que
blemente no. En este caso, lo prioritario será, seguramente, conocer la cultu- resulta más legitimada socialmente, que no una etnografía.
ra local, pautas de comportamiento, las redes sociales, etcétera de las pobla- Esto último nos remite a las relaciones de poder dentro del campo de la
ciones con las que se quiera actuar para que los programas que queramos investigación, y si tenemos en cuenta la fuerza institucional, los fondos des-
implementar puedan tener alguna incidencia. Y, en este caso lo que necesita- tinados a uno u otro tipo de investigación, la presencia en comités de eva-
mos, básicamente, son los instrumentos metodológicos cualitativos que nos luación y otros elementos decisivos en este campo, no hay duda que, por
permitan profundizar en el conocimiento de dichos elementos. más elogios que a veces podamos recibir, “los etnógrafos continuamos sien-
Es más, desde una perspectiva sociocultural basada en metodologías do los parientes pobres de la investigación sobre drogas” (Moore y Maher
cualitativas, el diagnóstico de una situación previo a cualquier intervención 2002: 247). Lo cual no deja de ser una paradoja, porque resulta que, por lo
deberá de establecerse en interacción, dialogando con la población de la menos en España, el peso fundamental de las intervenciones sobre drogas,
que se trate; es decir, la coherencia con este tipo de metodología nos lleva a muchas de ellas articuladas a programas de diagnóstico o de evaluación de
trabajar desde un modelo participativo de intervención. A diferencia del tipo cualitativo, lo lleva el Tercer Sector mencionado, mientras que la activi-
modelo prescriptivo, en que el profesional, legitimado por un saber que le dad investigadora que aparece más ligada directamente al ministerio
confiere cierto poder social, indica lo que hay que hacer, y la población tiene correspondiente es casi siempre la epidemiología, cuando no la psiquiatría
que asumir lo que dice el especialista, el modelo participativo permitirá ir o las neurociencias, que pueden ser muy interesantes, pero cuya relación
incorporando al proyecto el conjunto de necesidades de la población, e con la intervención es mucho más lejana y mediada; es decir, hay una invi-
identificar con la comunidad los problemas y criterios de abordaje (ver Gon- sibilización de aquel tipo de aproximaciones metodológicas que son más
zalez et al. 1989, Romaní 1999). El eje del trabajo de este modelo es la edu- significativas para la intervención social o, dicho de otra manera, existe una
cación integral a través de los canales de socialización habituales de la cierta incongruencia entre una gran parte de aquello que se ha realizado y
población concernida, desarrollando lo que conocemos como metodolo- los “méritos publicados” de cómo se ha realizado.7
gías dialógicas (De Andrés et al. 2000, Martínez 2008, Grup Igia 2008).
La profusa utilización de los enfoques cualitativos por parte de las agen-
7. En Cataluña acaba de ocurrir algo semejante cuando el departamento encargado de las polí-
cias internacionales a lo largo de la última década en el caso de intervencio- ticas de drogas ha publicado un Libro Blanco sobre la prevención (VV.AA. 2008) en que las
nes en terrenos especialmente problemáticos en relación a las representacio- aportaciones de las perspectivas cualitativas quedan reducidas al mínimo… y les puedo ase-
nes sociales hegemónicas, o directamente estigmatizados, como son los de gurar que en estos últimos 15 o 20 años han sido numerosas y significativas! Lo que pasa es
las drogas, el VIH/sida, ciertas poblaciones marginales, los comportamientos que, con la mejor intención del mundo y en aras a la neutralidad (¡), los responsables encar-
garon a una agencia epidemiológica la evaluación de lo que se había hecho, y en ella entró
sexuales, pero también los alimentarios o tantos otros elementos que englo- lo que entra a partir de la famosa “evidencia” biomédica, es decir, unos parámetros muy res-
bamos dentro del ámbito de la salud, vendría a corroborar que estamos ante trictivos respecto a los requerimientos epidemiológicos, la publicación en revistas de impac-
unas metodologías especialmente útiles para este tipo de intervenciones. Lo to y demás criterios, que poco tienen que ver con gran parte de lo que ellos mismos habían
que pasa es que normalmente, estas investigaciones cualitativas se han rea- ido encargando para ir resolviendo o, mejor dicho, “apagando incendios” en relación a los
temas más conflictivos de las drogas; es decir, con una parte significativa de las políticas que
lizado a través de ONGs y empresas sociales, del Tercer Sector. Las razones de han estado realizando. Lo cual lleva a (mal) pensar que, para ciertos temas especialmente
ello son numerosas y variadas, pero si un ministerio de la salud cualquiera no conflictivos no tienen mas remedio que acudir a estas metodologías, por su utilidad, aunque
tiene problemas en asumir la realización de una gran encuesta epidemioló- luego no asumen este hecho (la gran mayoría de estos responsables son médicos, psiquia-
gica y sí los tiene, en cambio, en asumir, por lo menos de entrada, antes de tras o epidemiólogos), y acaban justificando sus políticas con ropajes que consideran más
vistosos.
104 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 105

¿A que nos referimos cuando decimos que la etnografía puede ofrecer Si tenemos en cuenta las mediaciones sociales y culturales de la experiencia
conocimientos estratégicos para la intervención? Creo que la mejor respues- de la inyección, podemos entender que unas personas acostumbradas al
ta a esta pregunta es recordar la influencia de los resultados de algunas “caballo” de la calle desarrollaran reacciones alérgicas a la heroína pura,
investigaciones etnográficas para la intervención sociosanitaria. Como diji- relacionadas en gran parte con el hiper-control que sentían que ejercía
mos, ya desde las primeras investigaciones de Lindesmith, Becker, Hughes o sobre ellos el dispositivo asistencial, considerando tanto las instalaciones
Agar, el hecho de mostrar, por un lado, la complejidad de los elementos pre- como el personal que estaba a su cargo; lo cual es un elemento significativo
sentes en la vida de los etiquetados como adictos, así como el peso de los para la “evaluación fina” de este tipo de dispositivos.
factores socioculturales en la etiqueta atribuida (que se pretendía basada en Estos serían algunos ejemplos de aquella potencialidad de la etnografía
causas biopsicológicas), y por el otro lado, mostrar la “normalidad” de estos para detectar las emergencias y la variabilidad del mundo de las drogas a la
mismos personajes, con las mismas capacidades y limitaciones que sus que ya nos hemos referido. En todos estos casos -y en muchos más que
vecinos para otras tantas cosas de la vida, permitió conocer de manera más podríamos haber puesto- queda claro que la etnografía es una buena meto-
profunda este campo de la vida social y, a nivel de la intervención, descen- dología para la evaluación continua de los programas de drogas, que ofrece
trar la óptica etnocéntrica en la que se basaban las políticas de drogas. Otra elementos que permiten una reorientación de los mismos a niveles bastan-
cosa es que, por presiones políticas, más coyunturales en algunas ocasiones, te precisos, tal como se ha visto en relación a los usos endovenosos de dro-
pero -en todo caso- estructurales, los programas de intervención que lógica- gas y la expansión del VIH-sida, y también al desarrollo de los programas y
mente se derivaban de este tipo de estudios tuvieran un menor desarrollo las políticas de reducción de daños y riesgos. El hecho de que se haya utili-
del que hubiera sido deseable. zado más o menos o que, paradoja de paradojas, a veces se hayan querido
Pero más allá de esta cuestión general, podemos señalar algunos ejem- aplicar algunos de sus resultados de forma descontextualizada, forma parte
plos que nos mostrarían la potencia estratégica de la etnografía: el estudio de “la política de las drogas” que, evidentemente, es un factor fundamental
de Funes y Romaní (1985) consideraba la recuperación como un conjunto del tema que estamos discutiendo, y esto hay que subrayarlo, pues condi-
de procesos en espiral en el que las variables determinantes de la misma ciona, limita y reorienta las intervenciones sobre las drogas a partir de otros
eran el medio social y la época de mayor consumo de los usuarios/as, más elementos que no son precisamente las investigaciones sobre las mismas.
que otras de tipo biopsicológico, lo que suponía haber trabajado, en el pro-
ceso terapéutico para “desengancharse” de la heroína, elementos bastante
distintos en cada una de las cuatro tipologías que se establecían. La investi- ¿Es posible una epidemiología sociocultural
gación de Grund (1993), analizaba los rituales como configuradores de
nuestra vida cotidiana considerándolos, por lo tanto, elementos de control de las drogas?
social.8 En el caso de los consumos de drogas, los rituales estandarizan las
variables farmacológicas, psicológicas y sociales, por lo que la capacidad de Planteamos en el punto anterior la necesidad de articular las perspecti-
controlar no tiene que ver tanto con la cantidad que se use, como con los vas epidemiológica y antropológica. Se han hecho distintos intentos de
rituales; por lo tanto, el contexto cotidiano de los usuarios sería el factor cru- combinar técnicas cuantitativas y cualitativas; citaremos sólo tres ejemplos,
cial a trabajar para reforzar aquellos aspectos que, efectivamente, permiten a algunos de los cuales ya nos hemos referido, como el de Hughes (1977)
un auto-control o control del grupo, e intentar variar aquellos que aparecen cuando describe las copping areas, aquellas zonas de densificación de cier-
como más perjudiciales. Bourgois (2002), por su parte, relata la sorpresa de tas actividades relacionadas con el consumo de drogas ilegales donde, a par-
encontrarse con usuarios que estaban en un programa de mantenimiento tir de la detección de ciertos elementos, se les puede aplicar técnicas seme-
con heroína en Suiza, a los que les sentaba mucho mejor la impura heroína jantes a las de captura-recaptura, las de redes sociales y otras semejantes;
de la calle que la pura de la sala de venopunción higiénica a la que asistían. Díaz et al. (1992), correlacionan itinerarios de consumo y tipos de consumi-
dores de cocaína a partir de la combinación de la técnica de “bola de nieve”
con entrevistas en profundidad y observación de espacios significativos; o
8. Entendiendo los rituales como una secuencia de actos psicomotores estandarizados que tie-
nen un significado especial para la persona y el grupo que los realiza.
Clatts et al. (2002) que, después de detallar los límites de ciertas técnicas epi-
106 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 107

demiológicas para reconocer y monitorear las poblaciones ocultas y margi- puede ser de gran utilidad si se tienen en cuenta sus características básicas
nales de inyectores de crack y sus prácticas cara a detectar la expansión del de trabajos exploratorios o preliminares: lo malo es que a veces se olvida
VIH, proponen un protocolo estandarizado para la realización de una etno- esto y se cae en el error de considerar sus resultados como conclusivos.
grafía multisituada. En todo caso, creemos que el “quid” de la cuestión está en el replantea-
Otra propuesta para intentar integrar diversos tipos de técnicas bajo la miento epistemológico y en la elaboración de los marcos teóricos que un
orientación de las perspectivas etnográficas ha sido la de los Observatorios verdadero trabajo de investigación etnográfica comporta. Ya hemos visto
Etnográficos. Tanto en las propuestas iniciales (Preble 1980, Goldstein et al. como la etnografía aportó, desde sus inicios, un cambio en la imagen de los
1990), como en la realización de un Observatorio de este tipo en nuestro “drogadictos”, que hizo cuestionar el uso de este mismo término por dema-
país (Díaz et al. 1998, Pallarés et al. 2007), se señala que no se trata de susti- siado ideológico; puso en evidencia la “normalidad” de los “marginales”,
tuir la investigación etnográfica por dicho dispositivo, sino de disponer de mostrando como en muchos aspectos de la vida los etiquetados resolvían
un instrumento de detección y respuesta rápida, basado sobre todo en una sus cuestiones cotidianas de forma similar a los que no lo estaban; subrayó
red de observadores y de informantes clave que, al mismo tiempo que utili- las dificultades que la estigmatización introduce en los intentos de preven-
za éstas y otras técnicas cualitativas, puede utilizar también una amplia ción o tratamiento de ciertos tipos de usuarios, o la gran variabilidad de los
panoplia de técnicas cuantitativas. mismos, las diversas modalidades de usos de drogas, etcétera. Todo ello fue
En bastantes de las propuestas anteriores se reconoce ya que, por más posible porque la etnografía supone romper con las bases de la separación
imaginación que se le ponga a las técnicas que se puedan usar, el problema sujeto-objeto de los planteamientos positivistas, exige el seguimiento de los
está más en los requerimientos teóricos y epistemológicos ligados a las dis- múltiples procesos implicados en la vida cotidiana de los usuarios con los
tintas metodologías. Pero para abordar esto debemos hacer, antes, una que se trabaja, recogiendo una gran multiplicidad de datos de distinto tipo,
mirada crítica a los enfoques cualitativos. En efecto, tal como recuerda Agar tarea en la cual el instrumento crucial es el propio etnógrafo o etnógrafa, lo
(2002), un veterano en este campo, uno de los problemas que presentan cual implica, entre otras cosas, la capacidad de integrar las distintas subjeti-
actualmente los enfoques cualitativos sobre drogas es, en parte, su impre- vidades en circulación dentro de dichos procesos… y todo ello presupone el
cisión. Siguiendo a este autor diríamos que “en los viejos tiempos”, cuando uso de análisis de tipo inductivo y dialéctico, en los que la producción de
todavía no se habían descubierto las posibles utilidades políticas de dichos teoría y el trabajo sobre el terreno se van realimentando continuamente en
enfoques, no había duda de que cuando hablábamos de “cualitativo” la elaboración de aquella famosa grounded theory que Glasser y Strauss
hablábamos de etnografía, y hablar de etnografía era hablar de antropolo- (1967) enunciaron hace ya unos cuantos años. Las investigaciones realiza-
gía y de trabajo de campo en el sentido clásico, es decir, de un trabajo sobre das desde esta perspectiva, no sólo acaban resultando útiles para la inter-
el terreno de larga duración en el que la observación participante era un vención social, sino que además (¿o principalmente?), aportan avances sus-
elemento central. ¿Es así esto en todos los trabajos actuales basados en tantivos a las teorías socioculturales en ámbitos tan clásicos como el de las
“enfoques cualitativos”? Mucho nos tememos que no. A veces parece que relaciones entre naturaleza y cultura, entre medio y comportamiento, las
con lo de “cualitativo” se quieren esquivar las exigencias de un trabajo rigu- relaciones de poder, las relaciones de género y muchas más.
roso y sistemático, y que con un par de grupos de discusión y alguna entre- Por todas estas distancias, no sólo técnicas, sino sobre todo epistemoló-
vista en profundidad la cosa ya funciona, lo cual coincide a veces con el gicas, hoy por hoy parece muy difícil pensar en una epidemiología sociocul-
interés de algunas administraciones que quieren saber muchas cosas por tural como una sola disciplina. Pero en cambio, si queremos acercarnos a
poco dinero. una visión integrada de los resultados de la dialéctica contextos- sujetos-
Por otro lado, en estos últimos años, y en relación al hecho antes mencio- sustancias, creo que puede ser muy útil ir orientándonos hacia las conver-
nado de la utilización de las aproximaciones cualitativas por parte de agen- gencias teóricas que la necesaria articulación de las orientaciones críticas de
cias públicas, nacionales e internacionales, vía ONGs, se ha extendido la la epidemiología biomédica y la antropología médica pueden hacer posible.
realización de las llamadas “etnografías rápidas”, que han logrado además Y si la epidemiología sociocultural tiene que ser “el referente compartido
una interesante sistematización (Scrimshaw y Hurtado 1988, Rhodes y Stim- para conocer y abordar de manera integral el fenómeno colectivo e indivi-
son 1998, Stimson et al. 1998, Sepúlveda et al. 2002). Este tipo de etnografía dual de daño evitable a la salud” (Haro et al. 2006: 3), esto significa en el
108 JESÚS ARNMANDO HARO (EDITOR) Epidemiología sociocultural 109

campo de las drogas, priorizar investigación e intervención en torno al con- BOURGOIS, PH. 1995. In Search of Respect: Selling Crack in El Barrio. Nueva York: Cam-
cepto de riesgo y a los riesgos existentes; es decir, relativa a lo que se cono- bridge University Press.
ce como prevención, pero con un énfasis en la reducción de daños y riesgos, BOURGOIS, PH. 2002. Anthropology and Epidemiology on Rugs: The Challenges of
para clarificar de qué estamos hablando y qué estamos haciendo. Tenemos Cross-Methodological and Theoretical Dialogue. International Journal of Drug
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que producir teoría en torno a ello (Moore y Rhodes 2004, Nichter 2006),
BRUSCHINI, S. 2005. La casa di Piero. Sei anni in strada, dalle volte del Mercato Coper-
pues las políticas desplegadas y la gran cantidad de programas que se hagan to a Via Goldoni. Perugia: abn edizioni.
en este terreno si no se tiene en cuenta lo que el holismo antropológico nos CANCRINI, L. 1982. Quei temerari sulle machine volanti. Roma: La Nova Italia Scienti-
muestra bien claramente, es decir, que todos los problemas de drogas están fica.
atravesados también por relaciones de poder y desigualdades de distinto CANCRINI, L. 1987. Hacia una tipología de las toxicodependencias juveniles. En Enfo-
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