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Tener sabiduría (ser sabio) no es pretender ser más que los demás, es ser
sencillos como el Señor.
Queridos hermanos en la primera lectura nos encontramos con un texto que nos habla
de la sabiduría que es hacedora de todo. Esa sabiduría es el Dios Creador, el artesano
que hace todo con una perfección insuperable. Porque:
¿Quién fuera del Dios de Jesucristo puede hacer las maravillas que nos rodean?
¿Quién puede reunir unas gotas de agua en un inmenso mar cuyas aguas son alegría
para muchos y en sus profundidades la vida es abundante?
¿Qué sabiduría puede permitir que la raza humana perdure y siga dando vida? (El
hombre por sus propios medios y estudios ha logrado “fotocopiar”, más no potencializar
la vida por medio de la “clonación”).
En la segunda lectura, San Pablo exalta, alaba la grandeza de Dios Padre porque en
Jesucristo nos ha bendecido, nos ha salvado haciéndonos sus hijos predilectos. Para
Dios somos su primogénito y la herencia que hemos adquirido es a su Unigénito quien
acoge, perdona y salva a todo lo creado. Por eso, “En el Hijo, el Padre renueva todo el
Universo”.
EV.
El texto del Evangelio que hemos compartido es familiar, porque en días pasados lo
hemos escuchado varias veces.
Hoy tengamos presente que Jesús es la Luz que no tiene ocaso para quienes le reciben
y nosotros somos sus testigos porque lo hemos recibido en su Palabra como también
en la Eucaristía.
Al ser sus testigos debemos estar abiertos para creerle a Él es decir tener sus mismos
sentimientos y confianza en Dios; (---diferente de creer en él, que me parece que dice
poco a nuestra vida y realidad vital---) y así nuestra fe y vida será más fructífera y social
como él desarrolló su misión de anunciar el reino de Dios.
Moisés le dio la Ley a su pueblo (ellos al no hacer un buen uso la tornaron esclavitud,
angustia, carga “fardo” insoportable).
Jesucristo, nos enseña a vivir en la verdad, a sabernos reconocer primogénitos de Dios
y herederos de la gracia que Él nos da.