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ENSAYO:

“LA EVALUACIÓN … ESE INFIERNO TAN


TEMIDO”

Autora: Prof. María Elena Rodriguez


Fecha: 26 de abril de 2006
La Paz – Bolivia
INTRODUCCIÓN
Si nos remitimos a cualquier diccionario y extraemos el concepto de la palabra
“Evaluación” podremos coincidir en que la misma se constituye en un juicio educativo y
calificación que se da sobre una persona o situación basándose en una evidencia
constatable. Sus orígenes se remontan a las prácticas realizadas en la China Imperial
cuando se introdujeron varias pruebas de habilidades prácticas y académicas para combatir
el nepotismo en la selección de los funcionarios del Estado, por razones semejantes se
introdujeron los exámenes en el mundo occidental durante el siglo XIX, dado que el
desarrollo económico provocó la movilidad social y en estas pruebas se sentaron las bases
para realizar una selección más válida y efectiva.

Tomando en cuenta que el mundo en el que nos desenvolvemos se torna cada vez mas
competitivo y demanda a todos los que lo componemos de una preparación cada vez mayor
para vencer las pruebas y obstáculos que se nos presentan en todo nuestro proceso
educativo, la evaluación cumple una función legitimadora de la ideología en las sociedades
modernas, al proporcionar un mecanismo por el cual se hacen juicios sobre el mérito
(siempre difícil y útil) al mismo tiempo que ayuda a definir el mismo concepto de mérito en
las sociedades modernas. Los buenos resultados académicos se aceptan como un indicador
de las habilidades que permitirán a un individuo progresar y tener éxito en una sociedad
que a su vez seleccionará a aquellos que contribuirán más en ella, en términos de liderazgo
social y económico.

Si bien el proceso evaluatorio juega un rol preponderante en las sociedades modernas, el


mismo conlleva muchas complicaciones al involucrar a todos y cada uno de los
componentes de la sociedad y no solamente a los elementos de un sistema educativo. Es así
que en muchas ocasiones este proceso resulta ser traumante para ciertos individuos, como
resultado de malas experiencias que derivan en fracasos en el ámbito educacional y
profesional.

Sin embargo, recientemente el interés se ha centrado en paliar los efectos negativos de la


evaluación en el sistema escolar y su repercusión individual en los estudiantes, en aras a
desarrollar una evaluación motivadora en el alumnado más que controladora de sus
procesos de aprendizaje.

El presente ensayo trata de puntualizar aspectos relevantes y que deben ser tomados en
cuenta a la hora de evaluar a cualquier persona en cualquier ámbito.

DESARROLLO
La evaluación como tarea educativa debemos cumplirla tanto padres de familia, directivos,
docentes y alumnos, en realidad nos referimos a toda la comunidad, ya que cada uno de
nosotros tenemos tareas correspondientes en cuanto se debe a la evaluación.

El resultado de esta evaluación es una retroalimentación para el alumno y para el profesor,


de tal manera que puedan tomar las acciones correspondientes para asegurar el logro de los
objetivos de manera óptima.
La concepción sistémica de las funciones de la evaluación y las acciones que de
ella se derivan la hacen acentuar su omnipresencia en el proceso formativo de la
escuela, por lo que maestros y directivos deben trabajar por lograr su extensión a
la familia y a la microsociedad del alumno, donde debe prevalecer la naturalidad,
voluntariedad, independencia y cotidianidad; sin buscar momentos o
encuentros especiales para constatar qué ha aprendido el alumno, o qué
niveles de ayuda necesita.

La evaluación se realiza diariamente y no siempre implica la asignación de una calificación.


Por ejemplo, las preguntas de síntesis al final de una clase, o las preguntas de repaso sobre
un tema anterior al inicio de la sesión, permiten verificar si los alumnos dominan el tema y
si es posible avanzar, o si es necesario explicar de otra manera, practicar más, profundizar,
etc..Es por esta razón que la evaluación no va entrar en la dialéctica del amo y el esclavo ni
en esa horrible tensión de saber y poder. Al ser la evaluación diaria no descuidamos los
procesos cognitivos y de aprendizaje y buscar nuestra acreditación.

La evaluación abre canales a nuestros sentidos para identificar mejor las necesidades de los
alumnos y hacer accesible el conocimiento.

La medición, en cambio, pretende decidir sobre la acreditación de una disciplina al


considerar el grado de dominio que el estudiante tiene sobre el contenido. La medición
tradicionalmente se ha realizado a través de exámenes.

De acuerdo a las patologías de la educación de Miguel Angel Santos, pienso que evaluar no
es en modo alguno, de clasificar grupos o alumnos de acuerdo con sus posibilidades, ni dar
una calificación para buscar una relación proporcional entre el juicio de valor y los
conocimientos adquiridos: todo aprendizaje está avalado por resultados cualitativos que van
evolucionando a través de diferentes momentos del desarrollo, en la dinámica de la
interacción con los demás sujetos, en la comprensión más profunda de los resultados que
alcanza y sus causas para orientarse perspectivamente hacia estadios más cualitativos de
autoaprendizaje.

En el proceso de planeación, la evaluación es medio fundamental para conocer la relevancia


social de los objetivos planteados, el grado de avance con respecto a los mismos, así como
la eficacia, impacto y eficiencia de las acciones realizadas. De ahí que la información que
resalta del proceso evaluativo sea la base para establecer los lineamientos, las políticas y las
estrategias que orientan la evaluación en la educación.
Aunque la evaluación haya sido en un principio un problema teórico, también debemos de
pensar que es un problema ético el cual sirve para cimentar las bases de una ética en los
alumnos. Por lo tanto la evaluación es un contenido de enseñanza- aprendizaje, en el cual el
sujeto interactúa con los sujetos de conocimiento.

Para saber en realidad la finalidad de la evaluación debemos primero preguntarnos ¿qué es


la evaluación? ¿Qué entendemos normalmente por evaluación?. La evaluación es un
término que utilizamos comúnmente y lo asociamos la mayoría de las veces con el proceso
educativo; sin embargo, el significado que atribuimos a este concepto es muy pobre en su
contexto. Al escuchar la palabra evaluación, tendemos a asociarla o a interpretarla como
sinónimo de medición del rendimiento y con examen de los alumnos; haciendo a un lado y
olvidando que todos los elementos que participan en el proceso educativo comprenden el
campo de la evaluación, y algo que es muy importante y significativo, destacar el hecho de
que la evaluación no debe limitarse a comprobar resultados, conocer o a interesarse de lo
que el alumno es, sino debe considerarse como un factor de educación. La evaluación es
una oportunidad de hacer docencia, de hacer educación; y alcanza este sentido cuando
constituye la base para la toma de decisiones acerca de lo que el alumno puede y debe hacer
para proseguir su educación, puntualizando el que el proceso evaluativo como parte de la
educación, debe adaptarse a las características personales de los alumnos, esto es, debe
llegar al fondo de la persona, destacar lo que la persona es, con relación a sus sentimientos,
emociones y acciones.

Evaluar "es un acto de valorar una realidad, que forma parte de un proceso cuyos
momentos previos son los de fijación de características de la realidad a valorar, y de
recogida de información sobre las mismas, y cuyas etapas posteriores son la información y
la toma de decisiones en función del juicio emitido"

Como se observa, la evaluación es un proceso continuo de la evaluación educativa en el que


se identifican tres etapas o momentos y que son: a) una obtención o recogida de
información, b) la valoración de esta información mediante la formulación de juicios, y c)
una toma o adopción de decisiones.

La evaluación es la reflexión crítica sobre los componentes e intercambios en el proceso


didáctico, con el propósito de poder determinar cuáles han sido, están siendo o podrán ser
sus resultados y poder tomar en función de todo ello, las decisiones más convenientes para
la consecución positiva de los objetivos establecidos.

La formalidad de la evaluación en educación ciertamente se establece a partir de los


principios del siglo XIX en el cual el proceso de acreditación se convirtió en el principal
elemento para evaluar.

Aunque en el siglo XX predominaba el paradigma cuantitativo, al paso del tiempo no


fueron para todos satisfactorios por lo que incluyeron el paradigma cualitativo partidario de
la corriente interpretativa.

En el año 1950 Ralph Tyler estableció bases de un modelo evaluador “ la evaluación


consiste en el constatación de la coincidencia o no de los resultados obtenidos al final de
un programa educativo con los objetivos o rendimiento que se pretendía lograr
inicialmente, en otras palabras era determinar el grado en que han sido alcanzados los
objetivos propuestos. Este modelo tuvo gran influencia en la pedagogía norteamericana y
latinoamericana.

En 1980 Raquel Glazman define la educación educativa como un proceso objetivo y


continuo que se desarrolla en espiral el cual contenía objetivos generales, intermedios,
específicos y estructura del plan vigente, de manera que los juicios de valor que se
obtengan de esta comparación actúen como información retroalimentadota.
Podemos señalar que tanto Tyler como Glazman surgen de un nuevo paradigma
denominado evaluación cualitativa naturalista.

Puede argumentarse, sin embargo, que históricamente la evaluación educacional se ha


desarrollado, más por razones sociales que educacionales, para facilitar la selección social y
económica y no tanto por motivos educacionales propiamente dichos. Sin embargo,
recientemente el interés se ha centrado en paliar los efectos negativos de la evaluación en el
sistema escolar y su repercusión individual en los estudiantes, en aras a desarrollar una
evaluación motivadora en el alumnado más que controladora de sus procesos de
aprendizaje. También se debate en la actualidad si la evaluación muy severa puede conducir
a un restrictivo currículo académico.

Sobre la evaluación de los apredizajes “el éxito del que enseña sólo puede definirse a partir
del éxito del que aprende". La evaluación no es ni puede ser apéndice de la
enseñanza. Es parte de la enseñanza y del aprendizaje.

En la medida en que un sujeto aprende, simultáneamente evalúa: discrimina, valora, critica,


opina, razona, fundamenta, decide, enjuicia, opta... entre lo que considera que tiene un
valor en sí y aquello que carece de él. Esta actividad evaluadora, que se aprende, es parte
del proceso educativo, que como tal es continuamente formativo.

Si la evaluación no es fuente de aprendizaje, queda reducida a la aplicación elemental de


técnicas, reduciendo u ocultando procesos complejos que se dan en la enseñanza y en el
aprendizaje. La evaluación educativa es aprendizaje y todo aprendizaje que no conlleve
autoevaluación de la actividad misma del aprender, no forma.

Una evaluación institucional propiciara la comprensión necesaria para garantizar la


rectificación y el cambio. La compresión de una realidad compleja como la escuela no se
produce a través del análisis de los resultados que alcanzan los alumnos en las
calificaciones. Esa visión simplista de la evaluación ha dificultado y distorsionado la
comprensión profunda de la realidad escolar.

Los profesionales de la enseñanza encuentran en la evaluación un excelente modo de


perfeccionamiento. La reflexión que supone el juicio fundamentado lleva a la comprensión
de la naturaleza y el sentido de las prácticas educativas permite la modificación de las
pautas de comportamiento.

El arco semántico del concepto de evaluación es muy amplio. Es preciso cerrarlo para saber
a que tipo de evaluación nos estamos refiriendo:

- No hay un evaluación igual para todos.


- Realizar durante periodos largos contextualizando.
- No entrar en la dialéctica de amo y esclavo.
- Ninguna persona tiene la facultad o atribución de emitir el juicio definitivo.
- No hacerla solo de tipo cuantitativo.
- Utilizar un lenguaje sencillo.
Fomentar, crear y consolidar una cultura de la evaluación no deja de ser un desafío ya que
atenta contra los viejos paradigmas que Aún sostenemos. Sin embargo es la única
alternativa viable. Está al alcance de nuestra mano si lo formalizamos en equipo y de
conjunto promoviendo el interés por llevar a cabo evaluaciones y auto evaluaciones,
constantes, transparentes, confiables que den pauta de replanteamiento de métodos y
contenidos dentro del sistema educativo, como por ejemplo fomentando una actitud
reflexiva y a la vez propositiva, en docentes y alumnos evaluando diariamente las
actividades que se realizan, motivar a los diferentes equipos para la sociabilización tanto de
experiencias didácticas como de las estrategias de evaluación en un clima de reciprocidad y
cooperación o explicitar los alumnos los objetivos perseguidos, enunciar los contenidos a
trabajar e indagar a priori, promover en ellos valoraciones a cerca de los temas y contenidos
a estudiar.

CONCLUSIONES.

La complejidad y riqueza del proceso docente-educativo irradia a la evaluación este mismo


carácter, por lo que constantemente es susceptible de perfección para hacer más eficiente la
labor de enseñanza y aprendizaje.

Profundizar sistemáticamente en la implementación de estas funciones nos lleva a


reflexionar sobre los matices personológicos del aprendizaje escolar, qué nuevas
experiencias deben registrarse por los maestros en ejercicio para reorientar el trabajo hacia
la evaluación en todas sus modalidades, implicar y comprometer cada vez más a los
alumnos con los resultados individuales y grupales, que a partir de las acciones de
autovaloración y valoración del otro se eliminen las asperezas que puedan surgir en este
proceso, persuadir a los de menos posibilidades de aprendizaje de cuáles son las causas de
sus resultados y estimular a los que han alcanzado más calidad para que continúen
evolucionando hacia niveles de excelencia.

La evaluación como parte integrante del proceso educativo, es una actividad de servicio, de
ayuda al alumno, de propia motivación; la idea de la evaluación como función de control
estricto y sanción debe ser dejada de lado. Asimismo, la evaluación como parte de este
proceso debe aplicarse a los diferentes aspectos del mismo, es decir, debe involucrar a los
alumnos tanto como a los maestros, los planes de estudio, los programas, los métodos y
procedimientos, los horarios escolares, el material didáctico, los edificios escolares, el
mobiliario, la propia comunidad, etc.; esto es, tiene que estar estrechamente ligada a todos
los elementos y aspectos que influyen en el resultado educativo.

Con relación a los alumnos, en éstos no sólo se debe observar su aprendizaje


(conocimientos, interpretaciones, comprensiones, aplicaciones, actitudes, destrezas,
hábitos, etc.), sino también su estado físico, su estado emocional, su inteligencia, sus
problemas, sus capacidades, sus intereses, sus limitaciones, sus circunstancias.

En la evaluación podemos identificar tres momentos o etapas significativas, mismas que


son: la Evaluación Diagnóstica (inicial), la Evaluación Formativa (intermedia, continua o
procesal) y la Evaluación Sumativa (final).

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