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El sistema inmunitario reconoce las diferencias entre

lo propio y lo no propio en su intento de mantener un


medio interno equilibrado. El concepto de sí mismo
está vinculado al concepto de identidad biológica.
Todos los organismos, desde las bacterias hasta los
mamíferos poseen sistemas de reconocimiento para
determinar la identidad de patógenos o de células no
propias.
(Foto: El autor con el Pr. Jean Dausset. Embajada del
Perú en París. 1991)

Jorge H. Velásquez Pomar


EL SISTEMA INMUNE Médico Patólogo y Laboratorista
Clínico.
Origen, morfología y funciones. Master en Ciencias.
Curso: Agresión y Defensa
Profesor Jean Dausset
1916-2009
Premio Nobel de Medicina 1980

Tuve el inmenso honor de conocer y colaborar, como traductor de textos de divulgación, con una
de las más grandes mentes científicas de la historia, cuya obra en el campo de la Inmunología cambió
para siempre los cimientos de esta ciencia. Deseo dejar aquí constancia de mi homenaje e infinito
agradecimiento al científico, al mentor y al ser humano lleno de humildad y generosidad que
siempre fue y siempre será en mi recuerdo.
I. INTRODUCCIÓN A LOS CONCEPTOS DE INMUNIDAD, SISTEMA
INMUNITARIO Y RESPUESTA INMUNOLÓGICA

LA INMUNIDAD

Inmunidad es la capacidad del organismo de defenderse contra una sustancia que considera como
extraña, mediante mecanismos de reconocimiento, metabolismo, neutralización y eliminación.

La mayor parte de las sustancias que el organismo considera como extrañas son microorganismos
patógenos externos, pero también deben incluirse a las células anómalas (neoplásicas) que
aparecen regularmente en cada uno de nuestros órganos y que el sistema inmunitario debe destruir.
Por tanto la acción del sistema inmune casi siempre es benéfica para el individuo.

EL SISTEMA INMUNITARIO

El sistema inmunitario es el conjunto de células, tejidos, órganos y moléculas que confieren al


individuo medios de defensa contra los agresores.

Las células del sistema inmunitario provienen de células progenitoras especializadas que dan origen
a los linajes mielocítico y linfocítico.

Las células progenitoras mielocíticas se diferencian en: granulocitos (neutrófilos, eosinófilos y


basófilos), mastocitos, monocitos circulantes (que darán origen a los macrófagos residentes en los
tejidos) y células dendríticas.

Las células progenitoras linfocíticas se diferencian en: linfocitos B, linfocitos T y células NK. Al ser
activados por una infección, los linfocitos B se diferencian en células plasmáticas, mientras que los
linfocitos T se diferencian en múltiples tipos de linfocitos efectores.

Las células del sistema inmunitario comunican entre ellas sea por contacto directo (noción de
receptor-ligando) sea a distancia a través de moléculas secretadas (noción de receptor-mediador)
llamadas de manera genérica citoquinas.

Los órganos y tejidos del sistema inmunitario (primarios o centrales y secundarios o periféricos) se
encuentran diseminados en el organismo y las células inmunitarias circulan entre ellos a través de
la sangre y la linfa.

LA RESPUESTA INMUNITARIA

La respuesta inmunitaria es el conjunto de mecanismos inmunológicos que se producen de manera


coordinada cuando el sistema inmunitario recibe señales de peligro y detecta la presencia de una
sustancia considerada como extraña.
Para simplificar su estudio, la respuesta inmunitaria puede clasificarse en:

a. Innata y adaptativa.
b. Humoral y celular.
c. Primaria y secundaria.
d. Activa y pasiva.

a. Las respuestas innata y adaptativa:

 La respuesta innata, también llamada natural, corresponde a una respuesta de


primer nivel, constitutiva, continua, de acción inmediata, no específica y no
adaptativa. El organismo sano responde siempre de la misma manera, cualquiera
que sea el agente agresor, variando únicamente en la intensidad de la respuesta.
Se trata de una acción inmediata presente ya desde el nacimiento del individuo pero
que no es capaz de producir una inmunidad permanente.
 La respuesta adaptativa o adquirida es una respuesta de segundo nivel, cualitativa
y cuantitativamente específica del agresor, limitada en el tiempo y que posee
memoria.

b. Las respuestas celular y humoral:

 La respuesta celular por su parte, es mediada por las células inmunitarias, tanto de
la defensa innata como adquirida.
 La respuesta humoral está mediada por proteínas llamadas anticuerpos, los cuales
se vierten en la circulación y líquidos biológicos, neutralizando microorganismos y
toxinas presentes en el torrente circulatorio y en las mucosas de diferentes órganos.

c. Las respuestas primaria y secundaria:

 La respuesta primaria es el conjunto de mecanismos con que cuenta el organismo


cuando entra por primera vez en contacto con una sustancia que considera extraña.
El resultado es la activación inicial del sistema monocito/macrofágico, seguida de
la activación del sistema linfocítico.
 En la respuesta secundaria, el organismo ya tuvo un contacto previo con la
sustancia extraña produciéndose igualmente una activación secuencial de los
sistemas macrofágico y linfocítico pero con una diferencia importante: la respuesta
secundaria cuenta con la llamada “memoria inmunológica” registrada en linfocitos
T y B especiales. La respuesta secundaria es más eficiente pues ocurre de manera
más rápida, intensa y durable, tanto para la activación de los linfocitos como para
la producción de anticuerpos.
d. Las respuesta activa y pasiva

 La respuesta activa ocurre con el ingreso en el organismo de sustancias extrañas o


“antígenos”, con la consiguiente activación de células y la producción de
inmunoglobulinas y citoquinas (ejemplo: la vacunación).
 En la respuesta pasiva se reciben productos de la respuesta inmunológica de otras
personas (ejemplo: administración de inmunoglobulinas).

II. INMUNIDAD Y EVOLUCIÓN

EL PRIMER PASO, DISTINGUIR LO PROPIO DE LO EXTRAÑO.


Un rasgo fundamental de cualquier organismo viviente es la preservación de su individualidad, es
decir la diferenciación entre lo propio y lo no propio o extraño en su intento de mantener un medio
interno equilibrado.

Desde la aparición de los primeros procariotas, una despiadada competición por la supervivencia de
las diferentes especies se inauguró en nuestro planeta. Cada población bacteriana se encontraba en
riesgo de desparecer debido al crecimiento de otra población de una especie diferente. Frente a
este riesgo, las bacterias respondieron secretando productos tóxicos, como las bacteriocinas, con
el objetivo de eliminar a la competencia. Paralelamente, las bacterias de la misma especie
adquirieron “inmunidad” contra sus propias toxinas, evitando así la figura de una guerra suicida, y
preservando lo propio (en este caso los miembros de la especie) frente a lo “extraño” (los miembros
de otras especies).

LA APARICIÓN DE LA FAGOCITOSIS

Con el surgimiento de los eucariotas unicelulares y de su proceso evolutivo aparece la fagocitosis,


mecanismo mediante el cual seres próximos a las amebas y a los infusorios se alimentaban de las
bacterias circundantes: después de ser absorbidos en su superficie, ingeridos en su citoplasma y
finalmente degradados en sus vacuolas, obtenían los elementos necesarios para su alimentación.
Pero este mismo mecanismo fue utilizado igualmente para defenderse de potenciales patógenos,
constituyendo un primitivo proceso alimentación/defensa.

LA ACTIVACIÓN DE LA RESPUESTA INMUNITARIA

Con los primeros organismos pluricelulares invertebrados aparecen, en la membrana de ciertas


células, moléculas receptoras capaces de reconocer componentes específicos (azúcares) de la
superficie de los microorganismos y comunicar su presencia, activando la respuesta inmune.
Los hemocitos constituyen primitivas células inmunitarias capaces de detectar, mediante moléculas
receptoras, la presencia de patógenos en la hemolinfa y de actuar en consecuencia mediante:

 La fagocitosis del germen.


 La formación de nódulos (agregación de hemocitos en la periferia de los microorganismos),
y la encapsulación (agregación y formación de una capa tóxica de melanina). Ambos
mecanismos eliminan a los microorganismos por anoxia y/o toxicidad.
 Activación del sistema de la profenoloxidasa, serie de reacciones enzimáticas en cascada
que activa la producción y liberación de proteínas de defensa, la melanización y la activación
de los propios hemocitos.
 La secreción de péptidos con actividad antibacteriana, tales como las defensinas que
producen poros en las membranas microbianas.

EL SALTO CUALITATIVO DE LA INMUNIDAD EN LOS VERTEBRADOS

La gran eficacia de la respuesta inmune adaptativa, proviene de su especificidad por lo que su


aparición constituye un evento mayor en la evolución del sistema inmunitario.

Hace unos 570 millones de años, en la llamada “Explosión del Cámbrico”, se desarrolló en los
vertebrados una gran capacidad de diversificación de los receptores celulares que permitieron a la
postre la aparición de la respuesta inmune adaptativa.

En los vertebrados sin mandíbula (como las actuales lampreas), surgen células semejantes a
linfocitos que presentan unas proteínas de membrana denominadas “receptores variables de
linfocitos” o VLR (Variable lymphocyte receptors). Las proteínas VLR consisten en diversas
combinaciones de segmentos llamados “repeticiones ricas en leucinas” o LRR (Leucine-rich repeat
receptor) dependientes de reordenamientos genéticos, lo que les confiere una variabilidad enorme.
Además estas células responden a la presencia de un antígeno agrandándose y proliferando de
manera semejante a la expansión clonal que ocurre en los linfocitos de organismos superiores. La
variabilidad de receptores y la expansión clonal son características fundamentales de la respuesta
inmune adaptativa o adquirida.

ORIGEN DE LAS INMUNOGLOBULINAS

El origen de los anticuerpos, presentes desde los peces hasta los mamíferos, no ha sido aún bien
dilucidado, aunque se sospecha que aparecen como resultado de una transferencia horizontal de
genes bacterianos por transposición. En todo caso, receptores de linfocitos B y T, formados de
proteínas con dominios de inmunoglobulina aparecieron súbitamente en el ancestro de los peces
mandibulados. Además de su papel como receptores, las inmunoglobulinas participan otras
importantes funciones del sistema inmunitario.

Los vertebrados superiores mandibulados desarrollaron posteriormente mecanismos para generar


una aún mayor diversidad de receptores, la misma que depende del reordenamiento y la
recombinación de los genes de las inmunoglobulinas y de los receptores de linfocitos T, bajo la
acción de unas enzimas de recombinación genética codificadas por genes RAG (Recombination
Activating Genes). La introducción de estos genes RAG permitió el surgimiento del sistema inmune
adaptativo como lo conocemos hoy en día.

LA MEMORIA INMUNOLÓGICA

La memoria inmunológica se ha considerado una característica propia de los vertebrados, en


particular de los mamíferos, con la participación de linfocitos T y B seleccionados clonalmente y
que proliferan después del reconocimiento de un antígeno específico. Existen sin embargo
evidencias de que algunos invertebrados poseerían una cualidad semejante denominada “priming”
cuyo mecanismo exacto se encuentra actualmente en investigación.

III. LOS GRANDES PRINCIPIOS DE LA INMUNOLOGÍA

La Ciencia de la Inmunología ha aprovechado enormemente del espectacular desarrollo de las


ciencias biológicas de los últimos decenios (genética, biología celular, biología molecular) y
constituye actualmente un corpus de conocimientos muy sólido. Al día de hoy es posible resumir
esta disciplina científica en cinco grandes paradigmas, útiles tanto para la representación conceptual
de la misma como para su exposición pedagógica:

1. Lo propio y lo extraño:

- El sistema inmunitario reconoce como extraño a los microorganismos debido a que sus
superficies poseen estructuras muy diferentes a la de las células de nuestro cuerpo. De
manera general llamamos a todo lo extraño “antígeno”. Cuando los antígenos generan
una respuesta inmunitaria celular y/o humoral se dice que son inmunogénicos.
- Por otra parte el reconocimiento de lo propio y la consiguiente no respuesta (tolerancia
o anergia) del sistema inmune no es, como pudiera pensarse, una propiedad pasiva
sino una activa, adquirida en el curso de la vida embrionaria mediante mecanismos aún
no del todo elucidados.
- La correcta discriminación entre lo propio y lo extraño es una etapa crítica de la
respuesta inmune, una incorrecta discriminación puede por ejemplo dejar multiplicarse
en nuestro cuerpo microorganismos patógenos y células cancerígenas, o en el otro
extremo generar reacciones de autoinmunidad.
2. Lo innato y lo adquirido:

La inmunidad innata
- Las defensas innatas, presentes desde el nacimiento, forman parte de las defensas
naturales pre-existentes previas a todo contacto.
- Actúan de manera inmediata, al momento mismo de una exposición a los agresores
externos o internos.
- Esta forma de inmunidad se dirige de manera general contra todo tipo de agresor (no
específica), a diferencia de la inmunidad adaptativa que se manifiesta como
consecuencia de la exposición a un agresor en particular.
- Se basa en una distinción global entre lo propio y lo extraño gracias a la presencia en
las células inmunitarias de un conjunto de “receptores de reconocimiento de
patógenos” o PRRs (Pathogen recognition receptor), capaces de reconocer “patrones
moleculares asociados a los patógenos” o PAMPs (Pathogen associated molecular
patterns).
- La inmunidad innata normal de un individuo sano, se sirve de células inmunitarias como
los leucocitos, linfocitos, monocitos/macrófagos, células “natural killer” y células
dendríticas. También intervienen moléculas como el sistema del complemento y
algunas inmunoglobulinas. Para su buen funcionamiento utiliza mediadores químicos
como las citoquinas, que en función de sus roles son llamadas interleuquinas o
quimioquinas. Todas estas células y moléculas circulan en la sangre y al ser activadas
generan la inflamación.

La inmunidad adquirida
- Se desarrolla lentamente después del primer contacto con el agresor, es específica y
dotada de memoria.
- La memoria inmunológica aparece desde el primer encuentro con un determinado
agresor y permite al sistema inmunitario mejorar su eficacia con la repetición de los
encuentros.
- Mientras que las defensas innatas son grosso modo compartidas por todos los seres
humanos, la inmunidad adaptativa está ligada al historial inmunológico de cada
persona.
- Los mecanismos de la respuesta adaptativa involucran tanto a la inmunidad humoral
(linfocitos B) como celular (linfocitos T).
- Las propiedades de la inmunidad adquirida se explican gracias a la selección clonal: El
encuentro con un determinado antígeno conlleva la multiplicación intensa y selectiva
de clones de linfocitos específicos. Durante esta proliferación selectiva, se observa que
el sistema inmunitario se enriquece en clones específicos.

En el curso de las reacciones de defensa, las dos inmunidades interactúan. La innata, la más
rápida aunque a veces considerada menos eficaz, es sin embargo esencial para el inicio de
la segunda.
3. La inmunidad celular y la defensa humoral:

- Llegados al momento de la acción, dos grandes tipos de mecanismos efectores, se


ponen en juego: el celular y el humoral.
- En la inmunidad celular, las células inmunitarias tanto de la defensa innata como
adquirida actúan, sea lisando y destruyendo sus dianas por un mecanismo de
citotoxicidad, sea por fagocitosis. La acción de la inmunidad celular es pues local,
limitada al lugar donde se encuentra el agresor.
- Por el contrario, en la inmunidad humoral, son siempre moléculas las protagonistas,
los llamados anticuerpos. Los anticuerpos se diseminan fácilmente por el organismo,
asegurando a la vez las defensas locales y generales.
- Aunque la reacción de defensa tenga lugar de manera localizada, la mayoría de las
veces, células detectoras especializadas transportan al microbio (o sus partes) a un
ganglio regional, donde se pondrán en marcha respuestas inmunitarias más elaboradas.

4. Efectores y reguladores:
Ante un agresor, el sistema inmunitario responde de maneras muy variadas. La mayoría de
las veces, los mecanismos efectores son numerosos y en muchos casos redundantes,
poniendo en juego una numerosas células y moléculas que ejercen las mismas acciones
defensivas. Esta multifuncionalidad es una garantía de éxito, pero este éxito tiene un
precio, el precio de la energía utilizada en desmedro de otras funciones, y tiene un riesgo,
el riesgo de iniciar reacciones incontrolables.
Frente a esta multitud de acciones posibles, el sistema inmune debe ser controlado. La
multiplicación de las células y la producción de un gran número de moléculas que
acompañan toda respuesta inmune deben ser rápidamente limitadas, tanto para evitar el
consumo inútil de energía, si el agresor ha sido ya eliminado, como detener una reacción
exagerada que pondría en riesgo la salud del individuo. Por estas razones, al lado de los
mecanismos efectores, existen mecanismos reguladores, los cuales ejercen un estricto
control cualitativo y cuantitativo de todas las respuestas. Entre estos mecanismos
reguladores tenemos numerosas moléculas como las citoquinas y las células que las
producen.

5. Una inmunidad colectiva:


Frente a las enfermedades infecciosas transmisibles el hombre se comporta como un ser
plenamente social, si su sistema inmune logra controlar una infección, no solo recuperará
la salud, sino también detendrá la propagación de la misma a otras personas.
En los mecanismos de protección inmunológica de una población, conocida como
inmunidad comunitaria o inmunidad de rebaño, el nivel de las defensas y la proporción de
individuos resistentes son los elementos críticos. Todo aquello que deteriore la salud de una
población (malnutrición, polución etc.) reduce la eficacia de la inmunidad colectiva,
facilitando la propagación de las enfermedades y reduciendo la resistencia de cada
individuo.
IV. LOS COMPONENTES DEL SISTEMA INMUNE

El sistema inmunitario está constituido por un conjunto complejo de órganos y tejidos entre los
cuales circulan de manera constante las células de la inmunidad innata y adquirida. Contrariamente
a la mayoría de otros aparatos del organismo, el aparato inmunitario es difuso y multifocal. Sus
funciones se encuentran repartidas en sitios diferentes.

LOS ÓRGANOS DEL SISTEMA INMUNITARIO

Se designa con el nombre de órganos primarios o centrales aquellas partes del organismo que son
responsables de la producción de las células inmunitarias. En el adulto conocemos dos principales:
la médula ósea y el timo.

Las partes del cuerpo que participan directamente en las funciones de defensa del sistema
inmunitario son llamados órganos secundarios o periféricos. En estos sitios se agrupan las células
inmunitarias maduras y listas para actuar. Los órganos secundarios comprenden esencialmente los
ganglios linfáticos, dispersos en el organismo, el bazo y las mucosas (principalmente la intestinal
donde se encuentra la mitad de la masa del sistema inmune).

Los diferentes sitios inmunitarios están comunicados por la sangre y la linfa por donde circulan Las
células inmunitarias desde su lugar de producción hasta llegar a los órganos secundarios donde
ejercen sus funciones.

LOS ÓRGANOS DE PRODUCCIÓN

Existen dos órganos primarios: la médula ósea, que asegura la producción de todas las células de la
sangre, y el timo, cuyo papel está restringido a la producción y la diferenciación de los linfocitos T.

La médula ósea

En la médula ósea se producirán las células de la línea mieloide, que generarán posteriormente los
polinucleares y los monocitos, y las células de la línea linfoide, que mayormente necesitarán una
diferenciación complementaria antes de generar los linfocitos T, implicados en la inmunidad
adaptativa. Los linfocitos B, secretores de anticuerpos, son directamente producidos bajo forma
madura no necesitando etapas complementarias para convertirse en funcionales.

El timo

La médula ósea libera grandes cantidades de linfocitos inmaduros, los cuales penetran en el timo
por su córtex, entran en contacto con ciertas células y bajo la influencia de hormonas llegan a la
médula tímica bajo la forma de linfocitos T maduros, capaces de unirse a la circulación sanguínea.
En este trayecto, los linfocitos T se dividen en dos grandes grupos: los linfocitos T CD4 con funciones
de comando y regulación, y los linfocitos T CD8 que son poderosos efectores citotóxicos.
LOS ÓRGANOS PERIFÉRICOS

Son los sitios en los cuales se desarrollan las respuestas inmunitarias. Reciben en particular linfocitos
T o B diferenciados así como a las células de la defensa innata. En estos lugares, y para asegurar sus
funciones, estas células continúan su diferenciación e inician una intensa multiplicación. Existen dos
sitios principales: el bazo y los ganglios linfáticos.

Los ganglios linfáticos

En el curso de las respuestas inmunes, los ganglios linfáticos están entre los sitios más activos. Filtran
todas las células provenientes de los tejidos y reaccionan frente a todo microorganismo o célula
tumoral que han invadido los tejidos.

En el interior de los ganglios se agrupan los linfocitos. En los folículos linfoides de la zona cortical
se encuentran esencialmente los linfocitos B productores de anticuerpos, mientras que los linfocitos
T permanecen en la zona paracortical y no se agrupan jamás en folículos. Los folículos B se
yuxtaponen a la zona de los linfocitos T CD4, la cooperación entre linfocitos T CD4 y B es necesaria
para la producción de anticuerpos y se realiza en el contexto de esta arquitectura. En el centro del
ganglio, en la parte más profunda se encuentran los plasmocitos, la forma más diferenciada de los
linfocitos B que producen activamente los anticuerpos antes de morir.

El bazo

En la pulpa blanca de este órgano se realizan funciones inmunológicamente comparables a la de los


ganglios linfáticos. En esta zona y rodeando las arteriolas del bazo, se forman unas vainas o
manguitos predominantemente de linfocitos con una zona central rica en linfocitos T y una zona
periférica de abundantes linfocitos B. El bazo es muy vascularizado e intervendría particularmente
en el control de las infecciones debidas a bacterias encapsuladas, principalmente los neumococos
y los meningococos.

EL SISTEMA INMUNITARIO DE LAS MUCOSAS

Bajo la denominación “tejido linfoide asociado a las mucosas” o MALT (mucosae associated
lymphoid tissue) se agrupan entidades orgánicas numerosas y variadas que representan el 80% de
la masa del tejido linfoide presente en el organismo. Los tejidos linfoides de las mucosas del tracto
respiratorio, gastrointestinal (los más importantes) y urogenital están muy expuestos a los
microbios del medio ambiente. Sus células epiteliales expresan receptores de peligro capaces de
desencadenar reacciones inflamatorias. Por otra parte sus tejidos linfoides pueden poner en juego
las células de defensa de la inmunidad innata o de la inmunidad adaptativa incluyendo la secreción
de inmunoglobulina A.
LAS CÉLULAS DE LA INMUNIDAD INNATA

Las células inmunitarias conocidas como los glóbulos blancos o leucocitos son extremadamente
móviles y circulan hasta alcanzar sus sitios de actividad (tejidos o ganglios linfáticos).

Entre los llamados leucocitos, los más numerosos son los polimorfonucleares también llamados
granulocitos, debido a los corpúsculos granulosos que contienen. Gracias a ciertas coloraciones de
los gránulos, es posible subdividir a los polinucleares en 3 subpoblaciones. La subpoblación más
numerosa es la de los neutrófilos, cuyos gránulos no toman los colorantes, y que están implicados
en las reacciones de defensa innata. Existen además los basófilos y eosinófilos según sus gránulos
tomen la coloración azul o rosada. Los mononucleares son los leucocitos menos numerosos e
incluyen a los monocitos y macrófagos.

 Los polimorfonucleares neutrófilos:


- Son los más numerosos en la circulación sanguínea (4 000 a 10 000 por ml. de sangre)
y ejercen una actividad esencialmente de fagocitosis.
- Contienen en su citoplasma gránulos ricos en enzimas (más de 100). Elaboran
mediadores antisépticos y vasoactivos tales como radicales libres de oxígeno, monóxido
de nitrógeno e hipocloritos.
- Son capaces de migrar a los tejidos en los que sobreviven hasta unas 48 horas.
- Son las primeras células que responden a la invasión por microorganismos (2 a 4 horas)
y por tanto predominan en la respuesta inflamatoria aguda.

 Los polinucleares eosinófilos:


- Se encuentran principalmente en los tejidos y juegan un rol primordial en las defensas
antiparasitarias.

 Los polinucleares basófilos:


- Elaboran secreciones muy ácidas, citotóxicas y pro-inflamatorias.

 Los monocitos/macrófagos:
- Los monocitos son los leucocitos menos abundantes (500 a 1 000 por ml. De sangre).
- Poseen una gran capacidad de abandonar la circulación sanguínea a nivel de los
capilares. El pasaje transendotelial de los monocitos da nacimiento a los macrófagos
que únicamente se encuentran en los tejidos con nombres diversos (microglia, células
de Küpfer, osteoclastos etc.).
- Llegan al foco infeccioso 24 a 48 horas después que los neutrófilos y poseen una vida
media más larga
- Son células esencialmente fagocíticas, pero igualmente, bajo ciertas condiciones, se
comportan como células presentadoras de antígenos a las células T.
 Las células dendríticas:
- Las células dendríticas son llamadas así debido a sus grandes ramificaciones.
- Estas células se encuentran en la piel, las mucosas que recubren los tractos
respiratorios, gastrointestinal y genitourinario, y en los órganos secundarios o
periféricos.
- Todas las células dendríticas tienen capacidad de fagocitosis y forman parte de las
llamadas células presentadoras de antígenos altamente especializadas en la captación
y transformación de las moléculas extrañas para su presentación a los linfocitos T.

 Los linfocitos NK
- Los linfocitos NK (Natural Killer) o NK (células asesinas naturales) reconocen a las
células infectadas y células tumorales siendo capaces de eliminarlas con remarcable
eficacia liberando el contenido de sus gránulos al espacio extracelular.

LAS CÉLULAS DE LA INMUNIDAD ADAPTATIVA

Al lado de las células antes mencionadas encontramos a los linfocitos, actores mayores de la
inmunidad adaptativa, están dotados de memoria y una alta especificidad. Gracias a análisis muy
sofisticados se puede distinguir entre ellos a los linfocitos B (productores de anticuerpos), los
linfocitos T CD8+ (capaces de destruir por contacto directo a las células infectadas por virus y a las
células tumorales) y las más numerosas, los linfocitos T CD4+ que ejercen las funciones de comando
y de regulación del conjunto del sistema inmunitario.

Tanto los linfocitos B como los linfocitos T poseen la capacidad de reconocer antígenos gracias a
sus inmunoreceptores. Los linfocitos B realizan este reconocimiento sin necesidad de una célula
intermediaria, mientras que los linfocitos T tienen necesitad que una célula presentadora de
antígenos para este fin.

OTRAS CÉLULAS INMUNOCOMPETENTES

Existen otras células que participan de manera menos protagónica en la respuesta inmune, tales
como las células endoteliales, las células epiteliales, las plaquetas, los linfocitos NK-T, Linfocitos B-1
etc. cuyas funciones serán mencionadas en las siguientes clases o en el curso Inmunidad e Infección
del próximo ciclo.

LOS COMPONENTES MOLECULARES: COMPLEMENTO, ANTICUERPOS Y CITOQUINAS.

El sistema del complemento es un conjunto de proteínas que circulan en la sangre bajo la forma de
receptores presentes en la superficie de numerosas células. Forma parte de la inmunidad innata e
interviene en la destrucción de los agentes infecciosos, la eliminación de los inmunocomplejos, el
control de las respuestas inflamatorias y la modulación de las respuestas específicas.

Los miembros de la familia de las inmunoglobulinas son moléculas efectoras capaces de un


reconocimiento específico de los agresores. Ejercen funciones de neutralización de toxinas, de
destrucción de microbios y de inhibición del crecimiento de células cancerígenas. Para cada una de
estas funciones existen diferentes familias de anticuerpos conocidas como “isotipos”
(inmunoglobulinas A, D, E, G y M). Los anticuerpos pueden ser medidos en la sangre, y frente a un
agresor dado, apreciar el estado de inmunidad de una persona.

En la sangre encontramos moléculas que participan en la comunicación, la integración y la


regulación del conjunto del sistema inmunitario. Estas moléculas, generalmente denominadas
citoquinas, se conocen con el nombre de interleuquinas cuando intervienen en la comunicación
entre los leucocitos. Cuando ejercen un rol en la movilidad de las células inmunitarias se les llama
quimioquinas. Los interferones constituyen un subgrupo de citoquinas capaces de bloquear la
replicación viral en las células hospederas infectadas.

V. VISIÓN GENERAL DE LA RESPUESTA INMUNE FRENTE A LA


INFECCIÓN

Las primeras barreras de defensa del organismo contra la infección son la piel y las mucosas de los
aparatos respiratorio, digestivo y genitourinario. La secreción de moco, saliva o lágrimas ricas en
microbicidas brindan protección contra la adherencia y colonización de los microorganismos
patógenos al igual que la presencia de la microbiota. Cuando estos microorganismos logran
atravesar estas barreras y penetrar en los tejidos, entran en contacto con los macrófagos residentes
(formas maduras de los monocitos circulantes) capaces de fagocitarlos. Gracias a sus receptores
PRRs, los macrófagos (al igual que el resto de células fagocíticas) son capaces de reconocer patrones
PAMPs presentes en la superficie de los microorganismos. Una vez detectados los agresores, los
macrófagos se activan para reclutar a otras células defensivas mediante la secreción de citoquinas
inflamatorias o proinflamatorias, llamadas así debido a que su efecto es la creación de un estado
de inflamación en el área infectada. Quimioquinas, secretadas igualmente por el macrófago, atraen
a neutrófilos, monocitos y células NK hacia el área infectada.

Por su parte, los patógenos que acceden al torrente circulatorio activan el sistema del
complemento, el cual está constituido por proteínas solubles presentes en la sangre, linfa y líquidos
extracelulares. Este sistema cumple de manera general una triple función: recubre la superficie de
los gérmenes haciendo más fácil su fagocitosis (opsonización), libera productos con propiedades
quimiotácticas sobre las células del sistema inmune, y forma un “complejo de ataque a la
membrana” que lisa los microorganismos.

Los neutrófilos, monocitos y células NK circulantes responden a las quimioquinas y a otras señales
de peligro (péptidos microbianos, péptidos del sistema de coagulación etc.), las cuales estimulan
además a las células endoteliales de los vasos sanguíneos cercanos a los focos infecciosos, a
expresar moléculas de adherencia que, combinadas con otras moléculas presentes en la superficie
de los neutrófilos, permiten a estos últimos adherirse al endotelio y facilitan su diapédesis.
En términos generales, la inflamación consiste en la atracción y extravasación de células
fagocitarias y de proteínas plasmáticas en la zona de infección, así como en la activación de estos
fagocitos y proteínas para eliminar al agente infeccioso.

Tras su migración desde la sangre hacia el foco infeccioso, los fagocitos, principalmente los
polimorfonucleares neutrófilos, intentarán erradicar o contener la infección, emitirán para ello
seudópodos y englobarán al germen en un fagosoma, el cual se fusionará con gránulos o lisosomas
(fagolisosoma) que contienen sustancias microbicidas que eliminarán al patógeno mediante un
proceso conocido como “explosión oxidativa”.

Las células NK se especializan en la eliminación de células infectadas por virus, cuyo reconocimiento
está regulado por una combinación de receptores activadores e inhibidores que impiden que se
destruyan las células normales del hospedero: las células infectadas por virus no son capaces de
expresar en su superficie moléculas del llamado complejo mayor de histocompatibilidad de clase I
(a diferencia de las células normales). Además de las células NK, los interferones de tipo I
(producidos por las células infectadas por virus) aseguran igualmente la defensa anti-viral del
sistema innato.

Cuando la respuesta innata, que acabamos de describir en grandes rasgos, es incapaz de controlar
la multiplicación de los patógenos, el sistema inmune adaptativo es activado de manera “antígeno
específica”. En términos generales, se necesita 1 a 2 semanas para que el sistema adaptativo
responda a través de la acción de sus células efectoras y los anticuerpos.

Las células dendríticas, propias de la inmunidad innata, cumplen un papel crítico en la inducción y
activación de la inmunidad adquirida. Su modo de acción es muy diferente al descrito para los
macrófagos, neutrófilos y células NK, pues no ejercen de manera directa una acción antimicrobiana.
Su principal función está dada por su capacidad de captar, procesar y presentar los antígenos
microbianos a las células de la inmunidad adaptativa.

Mientras que las células de la inmunidad innata comprenden diferentes linajes celulares, las células
de la inmunidad adaptativa incluyen únicamente linfocitos T y B. Los linfocitos B constituyen una
población relativamente homogénea, mientras que los linfocitos T comprenden dos poblaciones
denominadas CD8+ y CD4+ de acuerdo a la expresión de los marcadores CD8 y CD4 en su membrana
respectivamente. Tanto los linfocitos B como T expresan receptores para antígenos y esta es la
cualidad distintiva de las células pertenecientes a la inmunidad adaptativa. Dicho de una manera
más precisa, los linfocitos T y B son capaces de reconocer microorganismos gracias a sus receptores
que detectan porciones pequeñas de antígenos denominadas “epitopos antigénicos”.

Cada linfocito B y T reconocerá un epitopo particular, y la presencia de miles y miles de linfocitos B


y T diferentes permitirá el reconocimiento de los miles y miles de epitopos que posee el mundo
microbiano. A estos miles de linfocitos B y T y sus respectivos clones se denominan repertorios. La
generación de los repertorios T y B se desarrollan durante un proceso denominado ontogenia que
transcurre en los órganos linfáticos primarios (en el timo para los linfocitos T, y en la médula ósea
para los linfocitos B).
A través de sus receptores BCR (B cell receptor) de naturaleza inmunoglobulínica, los linfocitos B
reconocerán los epitopos antigénicos de los patógenos que producen la infección. Los linfocitos T
reconocen igualmente epitopos antigénicos del microorganismo, pero de manera muy diferente,
sus receptores no son inmunoglogulinas como en el caso precedente, sino proteínas de dos
cadenas, los TCR (T cell receptor). Estos TCR no son capaces de reconocer de manera directa los
epitopos antigénicos, sino a través de una presentación mediada por moléculas del llamado
“Complejo mayor de histoinmunocompatibilidad” (CMH) que se encuentran en la superficie de los
macrófagos y células dendríticas.

Una vez reconocidos los epitopos antigénicos provenientes del agente infeccioso, tanto los linfocitos
B como T se activarán y proliferarán de manera intensiva (expansión clonal), generando miles de
células hijas con idéntica especificidad. Además de la expansión clonal, la activación transformará a
los linfocitos B en células plasmáticas o plasmocitos (productores de inmunoglobulinas), y las células
T adquirirán una formidable capacidad citotóxica (linfocitos CD8 +) y otras diversas funciones en el
caso de las CD4 + (funciones efectoras Th1, Th2, Th17 y TFH).

La respuesta inmune adaptativa se instrumenta en los órganos linfáticos secundarios (bazo y


ganglios linfáticos) a partir de la interacción entre las células dendríticas presentadoras de antígenos
con linfocitos T “vírgenes” o “naives”. Esta interacción lleva a los linfocitos T a su expansión clonal
y a su diferenciación en diferentes ejércitos de linfocitos T efectores.

La activación de los linfocitos B ocurre igualmente en los órganos linfáticos secundarios. Cuatro a
ocho días después de su activación, los linfocitos B abandonan los ganglios linfáticos y se dirigen por
vía circulatoria hacia la médula ósea. Allí se diferenciarán en plasmocitos, células que se
caracterizan por una extraordinaria capacidad de producir anticuerpos y secretarlos al espacio
extracelular. Estos anticuerpos alcanzarán la circulación general llegando a todos los tejidos.

Los anticuerpos son capaces de interactuar con los anti-receptores o ligandos de los
microorganismos patógenos, impidiendo en consecuencia que estos últimos puedan reconocer los
receptores de las células diana, adherirse e iniciar la infección. Un mecanismo similar suele operar
frente a las toxinas microbianas, bloqueando el sitio activo de las mismas. Ambas acciones son
ejecutadas por anticuerpos llamados neutralizantes. En otros casos los anticuerpos no serán por si
mismos capaces de neutralizar la infección/toxicidad de los patógenos, por lo que deben recurrir a
otros mecanismos efectores para completar la tarea (activación del sistema del complemento,
opsonización).

Las citoquinas liberadas por los fagocitos y los linfocitos T conducirán a la diferenciación de los
linfocitos B en células plasmáticas y la producción de diferentes isotipos.

Los diferentes isotipos de anticuerpos (IgG, IgM, IgD, IgA e IgE) poseen diferentes propiedades
biológicas (vida media, capacidad de atravesar barreras biológicas, reconocimiento de epitopos
etc.), lo cual es muy importante en la resolución de los diferentes tipos de infecciones que pueden
establecerse en nuestro organismo.
No todos los linfocitos B activados se transformarán en plasmocitos, una fracción de ellos se
transformará en células B de memoria inmunológica. Una nueva exposición al antígeno reconocido
por estos linfocitos induce una rápida y potente expansión clonal capaz de generar un número de
plasmocitos 10 veces superior al producido en el primer encuentro.

Al igual que los linfocitos B, los linfocitos T también desarrollan memoria inmunológica pero con
algunas singularidades: los linfocitos T sobrevivientes de los diferentes perfiles efectores se
diferenciarán en células T de memoria. Estos linfocitos comprenden fundamentalmente dos
poblaciones: linfocitos T de memoria centrales, localizados en sangre y órganos secundarios y
linfocitos T de memoria efectores, localizados en tejidos periféricos (piel, mucosas y diversos
órganos). Ambas poblaciones de linfocitos T de memoria poseen una prolongada vida media y
muestran una tasa de proliferación que les permite mantener su número relativamente constante
sin requerir para ello una nueva exposición al antígeno.

Una vez eliminada la infección, las respuestas innatas y adaptativas cesan. Las células de memoria
proporcionarán una protección inmunológica de largo plazo contra una subsecuente infección por
el mismo microorganismo patógeno.

VI. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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7. Imunologia do Básico ao Aplicado. 3ª Ed. Wilma Carvalho Neves Forte. Editora Atheneu. Saô
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Elsevier Masson. France. 2013.

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