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Tema 25.

La civilización grecolatina

Introducción

La palabra civilización procede de los vocablos latinos civis, ciudadano, y civitas,


ciudad. Hace referencia, por tanto, a la vida urbana, con lo que su origen podemos
situarlo en el tránsito del nomadismo al sedentarismo y, más concretamente, en la
aparición del proceso de urbanización. Sobre esta base urbana, distintos pueblos
desarrollarían a lo largo de su historia un conjunto de instituciones, tecnología,
ideas y costumbres que regirían su vida política, económica y social.
En este sentido, el estudio de la civilización grecolatina guarda un interés especial,
tanto por el grado de complejidad y refinamiento que alcanzó como por el legado
que dejó. En el presente tema abordaremos la evolución histórica de la civilización
grecolatina. El tema se estructurará en dos apartados: el primero dedicado a Grecia
y el segundo a Roma.

Grecia

La civilización griega nació en las islas y costas del mar Egeo, en el Mediterráneo
oriental. Este marco geográfico resulta decisivo para entender la evolución
histórica de Grecia, marcada por las relaciones con las civilizaciones próximo-
orientales y la expansión marítima.

Civilizaciones prehelénicas (2200 - siglo XII a.C.)

Las raíces de la civilización griega se encuentran en las llamadas civilizaciones


prehelénicas que florecieron durante la Edad de Bronce: la civilización cretense o
minoica y la civilización micénica.

Civilización cretense o minoica (2200 – 1500 a.C.)

A lo largo del III milenio a.C. se fue desarrollando en Creta, la mayor de las islas del
Egeo, una civilización que alcanzó su máximo esplendor entre el 2200 y el 1500
a.C. Gracias al comercio y al dominio marítimo, la civilización cretense alcanzó una
prosperidad notable, cuyo rasgo más característico es la construcción de palacios,
entre los que destaca el de Cnosos. Además, los cretenses desarrollaron su propio
sistema de escritura, el Lineal A, que aún no ha sido descifrado.
A mediados del II milenio una explosión volcánica destrozó la isla, produciéndose
el colapso de la civilización cretense.

Civilización micénica (XVI a.C. - XII a.C.)

La civilización micénica, situada en la península del Peloponeso, se constituyó


partir de 1500 a.C. como una de las grandes potencias del Mediterráneo oriental. Al
igual que los cretenses, levantaron palacios (Micenas) y su economía se basaba en
el comercio. También desarrollaron su propia escritura, conocida como Lineal B. El
desciframiento de esta escritura ha permitido identificar la lengua escrita como
una forma arcaica del griego antiguo. Es decir, los micénicos fueron los primeros
griegos históricos.
A diferencia de los cretenses, más dados al refinamiento y al goce por la vida, los
micénicos se caracterizaban por su tono guerrero: junto con el comercio, la guerra
era el rasgo fundamental de la sociedad micénica.
A partir de 1200 a.C. se produce una oleada de destrucciones que llevarían al
colapso del mundo micénico y transformaría radicalmente la vida en el Egeo.

Edad oscura (siglo XII - siglo VIII a.C.)

Tras el colapso del mundo micénico la región egea entró en una época conocida
como Edad Oscura. Ello se debe tanto a la falta de fuentes escritas como al
empobrecimiento y atraso que se registró en la región: las ciudades se
abandonaron, el comercio se interrumpió, la población se dispersó y el pastoreo se
convierte en la principal actividad económica.
Sin embargo, la Edad Oscura, constituye un periodo de gran importancia en la
formación de la civilización griega, pues en ese periodo se produjo la transición de
lo prehelénico a lo helénico y el paso del bronce al hierro.
En el siglo VIII a.C. el Egeo vive un renacimiento cultural que dará lugar al fin de la
Edad oscura y al nacimiento de la civilización griega propiamente dicha. Ésta se
divide en tres grandes etapas: época arcaica, época clásica y época helenística.

Época arcaica (siglo VIII - VI a.C.)

Esta época se caracteriza por:


1. Surgimiento de la polis. Al finalizar la Edad Oscura, el mundo egeo estaba
formado por sociedades tribales. Éstas evolucionaron hacia la polis, una
comunidad independiente que tiene como centro un núcleo urbano con dominio
de su hinterland, posee un gobierno propio y un culto local.
La formación de la polis está asociada a la toma del poder por parte de la nobleza y
de los ricos (terratenientes y comerciantes) en detrimento del rey, surgiendo dos
formas de gobierno típicas de la época arcaica: la aristocracia y la oligarquía.
2. Expansión comercial por el Mediterráneo. El aumento demográfico y el
consecuente hambre de tierras llevó a los griegos a lanzarse al mar para a fundar
colonias comerciales por todo el Mediterráneo. Se expandieron desde Iberia hasta
Georgia, lo que generó gran riqueza y sentó las bases para la prosperidad
económica.
3. Novedades culturales: la moneda, la escritura, el hoplita y el trirreme.
· Moneda. Su aparición tuvo dos efectos: facilitó el comercio y cambió el criterio de
riqueza, pues el capital ya no solo era la tierra o el ganado, sino el metal, lo cual
favoreció la movilidad social.
· Escritura. Desarrollado a partir del alfabeto fenicio, el alfabeto griego permitió
una escritura de fácil aprendizaje. Con ello, la escritura se democratizó,
convirtiéndose no en un instrumento al servicio del poder, como lo era en las
civilizaciones próximo-orientales, sino al servicio de los individuos. Cabe citar la
aparición de la Ilíada y la Odisea, poemas compuestos por Homero en algún
momento del siglo VIII a.C., un hito cultural de la civilización griega.
· Hoplita y trirreme. En el campo militar se produjo la aparición del hoplita
–soldado de infantería con armamento pesado– y del trirreme –navío ágil con tres
filas de remeros–. Estas dos novedades que facilitaron la colonización y tendrían
gran repercusión en las centurias sucesivas.
Época Clásica (V - IV a.C. / 499 – 323 a.C.)

La época clásica comienza en el año 499 a. C. con la sublevación de Jonia y finaliza


en el año 323 a. C. con la muerte del famosísimo Alejandro Magno
En el año 499 a.C. las polis griegas de Asia Menor se rebelaron contra el poder del
Imperio persa y solicitan ayuda a las polis de Grecia continental, obteniéndola de
Atenas y Eretria. El levantamiento se extendió durante cinco años, hasta que fue
definitivamente aplastado por los persas, que posteriormente procedieron a
castigar a las polis que habían apoyado a los rebeldes. Estallaron así, en el 490 a.C.
las llamadas guerras médicas (los griegos no distinguían entre medos y persas),
que se extenderían hasta el 479 a.C.
Tuvo dos momentos críticos: las dos expediciones fallidas de los persas contra
Grecia, en 490 y 480-479 a. C., conocidas respectivamente como primera y segunda
guerra médica. La I guerra médica estuvo marcada por la victoria ateniense en la
batalla de Maratón. La II guerra médica por la defensa espartana en las Termópilas
y las victorias decisivas en las batallas de Salamina y Platea. Derrotados, los persas
se retiraron de Grecia. Sin embargo, los griegos tomaron entonces la iniciativa y
durante las décadas siguientes, entre 479 y 449, se desarrolló la III guerra médica.
La Paz de Calias, firmada en el 448 a. C., puso fin al largo enfrentamiento entre
griegos y persas.
Lo interesante de este enfrentamiento es que, por primera y única vez, todas las
polis griegas, con Atenas y Esparta a la cabeza, se unieron en una alianza frente a
una potencia bárbara.
Ahora bien, concluida la guerra, Atenas salió como la polis más poderosa e impuso
su dominio comercial sobre el Egeo. Esto provocó el malestar de otras polis, en
especial de Esparta, estallando las guerras del Peloponeso (431-404 a.C.). Las polis
griegas se alinearon en dos bandos liderados por Esparta (liga del Peloponeso) y
Atenas (liga de Delos). Este enfrentamiento fue más allá de lo militar, pues Atenas
y Esparta representaban dos modelos políticos y culturales diferentes.
Esparta era el prototipo de polis aristocrática y guerrerista. Toda la vida estaba
dominada por la guerra y el valor absoluto era la defensa del Estado. La sociedad,
de base esencialmente agraria, se dividía entre la élite guerrera (espartiatas), los
ciudadanos libres pero sin derechos políticos (periecos) y la masa de campesinos
siervos (ilotas).
Atenas, por el contrario, era el modelo más puro de democracia. El desarrollo del
comercio marítimo la llevó a alcanzar una prosperidad excepcional. Su mayor
esplendor lo alcanzó bajo el mandato de Pericles, el político ateniense más
influyente del siglo V a.C., cuando la democracia logró su mayor extensión y la
cultura, el arte y el pensamiento alcanzó su máximo esplendor.
La larga guerra del Peloponeso concluyó en 404 a.C. con la victoria de Esparta
sobre Atenas. Esparta se erigió en la polis más poderosa e influyente de Grecia,
pero su hegemonía sería breve y efímera. En menos de un año, los atenienses se
rebelaron ante la dura represión del régimen de los Treinta Tiranos, restauraron la
democracia y revitalizaron su económica. Asimismo, Esparta fue derrotada en la
guerra contra Tebas, entrando desde entonces en declive.
La guerra del Peloponeso dejó a las polis muy debilitadas. Esta situación fue
aprovechada por Macedonia, un reino montañoso del norte de los Balcanes, no
griego pero helenizado (es decir, había adoptado la cultura griega), que en las
décadas centrales del siglo IV a C., bajo Filipo II, se convirtió en una gran potencia.
En 336 a.C., Alejandro, hijo y sucesor de Filipo II, heredó de su padre una Grecia
sometida. Se lanzó entonces a la guerra contra el Imperio persa, al que derrotó,
formando un inmenso imperio que se extendía desde Egipto hasta India.
Para imponer su poder, Alejandro se basó en el poder militar y cultural. El poderío
militar se asentaba sobre la falange macedonia, cuyas largas lanzas formaban una
suerte de muro afilado. El poder cultural descansó en la fundación de numerosas
ciudades de cultura griega a lo largo del imperio.

Época Helenística (IV - I a.C. / 323 – 30 a.C.)

Alejandro murió repentinamente en Babilonia en el año 323 a.C., con 32 años de


edad. Le sucedieron sus generales, quienes so supieron mantener la unidad del
imperio, que se desmembró en diversos Estados, llamados reinos helenísticos. Los
más importantes fueron:
· Macedonia, que comprendía Grecia y los Balcanes
· Siria, con la dinastía de los Seléucidas
· Egipto, con la dinastía de los Ptolomeos.
Lo más destacable de esta etapa es que la cultura griega se expandió por los
territorios orientales, fusionándose a su vez con las culturas autóctonas. Sobre este
fértil terreno cultural, tanto la economía como el arte registraron una época de
prosperidad notable.
Los reinos helenísticos acabaron cayendo por la presión externa: en Oriente fueron
engullidos por el Imperio parto y en occidente por Roma, que en el año 30 a.C.
conquistó Egipto, el último reino helénico.
Sin embargo, la cultura helena se mantuvo viva, al adoptarla Roma como base de
su desarrollo cultural.

Roma

La ciudad de Roma fue fundada por un pueblo latino en el siglo VIII a.C. en el
centro de la península itálica, en un lugar estratégico por su situación natural –un
vado del río Tíber, punto importante en la ruta comercial marítimo-fluvial que por
allí pasaba– y por su cercanía a dos civilizaciones muy avanzadas –la griega, cuyas
colonias se situaban al sur de la Península, y la etrusca, al norte–.

De la monarquía a la república

En los primeros siglos de su historia, Roma fue una ciudad-estado con un


hinterland muy amplio y un centro urbano monumental, regida por una
monarquía. La monarquía romana se caracterizaba por el inmenso poder que
poseía el rey: era la máxima autoridad política (ejecutiva, legislativa y judicial),
militar y religiosa. Junto con el rey existía el Senado, un consejo de ancianos
notables, y asambleas populares cuyo papel era ratificar las decisiones reales.
Las aspiraciones de la aristocracia entraron en conflicto con la monarquía,
produciéndose un levantamiento militar pro-aristocrático en 509 a.C. que produjo
el destronamiento del último rey romano, Tarquinio el Soberbio, y la caída de la
monarquía.
La república romana

Tras la abolición de la monarquía se impuso una idea: Roma no podía ser


propiedad de una sola persona, sino que debía serlo de sus ciudadanos. Los
romanos acuñaron así la expresión Res Publica (“cosa pública”) para referirse al
sistema político que establecieron tras la abolición de la monarquía.
La República romana se asentó sobre tres pilares:
· Magistraturas. Representaban el poder ejecutivo. Se elegían anualmente y los
cargos eran gratuitos, colegiados y responsables (al finalizar su labor, se podía
pedir cuentas a los magistrados). La magistratura más importante de la Roma
republicana era el consulado, la jefatura suprema de Roma que antes ostentaba el
rey. A medida que se complejizó el Estado, fueron apareciendo magistraturas para
atender distintas funciones, distinguiéndose por entre magistraturas superiores y
menores.
· Senado. Aunque ya existía en la monarquía, en la República alcanzó su máximo
desarrollo, convirtiéndose en el órgano director de la política. Sus atribuciones
fueron numerosas y variadas: economía, política interior, política exterior, milicia y
religión. El Senado era convocado por los magistrados que tenían poder para ello.
Las decisiones del Senado podían ser de dos tipos: legislativas, que servían para la
elaborar la ley, o instrucciones para los magistrados.
· Asambleas. Llamadas comicios, tenían una función legislativa. Sus decisiones eran
de rango menor, estando eclipsadas por el Senado.

La sociedad republicana estuvo marcada por el dualismo patricio-plebeyo.


Los patricios eran la clase aristocrática. Estaba constituido por un conjunto de
familias que los romanos denominaban gens. Controlaban la mayoría de las tierras
y el privilegio de ostentar cargos de poder político, siendo sus privilegios de
carácter hereditario.
Los plebeyos, el común de la gente. Eran una clase heterogénea que incluía a
campesinos, comerciantes y artesanos de toda condición, desde humildes hasta
ricos. Lo que les unía era el hecho de no pertenecían a ninguna familia aristocrática
y estar desposeídos de los privilegios de los patricios.
La desigualdad entre patricios y plebeyos provocó un largo conflicto social que no
se resolvió hasta el siglo III a.C., cuando se permitió a los plebeyos acceder a todas
las magistraturas. Con el tiempo, los patricios y los plebeyos más ricos, que eran
los que podían dedicarse a la política, acabaron mezclándose, naciendo una nueva
aristocracia de bases más amplias que la tradicional.

La expansión de la República y sus consecuencias

Desde su fundación, Roma mantuvo diversas guerras con sus vecinos. El carácter
gurrero y la creación de un potente ejército permitió a los romanos emprender un
expansionismo conquistador que daría lugar a la formación de un enorme imperio.
En la expansión de la República romana podemos distinguir cuatro fases:
1. Entre el siglo V - III a.C., Roma consiguió dominar el centro de Italia y extender
su influencia en el sur de Italia, la llamada Magna Grecia.
2. Entre el siglo III - II a.C. se enfrentó a Cartago, una poderosa ciudad de origen
fenicio situada en el norte de África, que se convirtió en la potencia militar-
comercial del Mediterráneo occidental, extendiéndose desde Sicilia hasta la
península ibérica. Roma chocó con Cartago al intervenir en el sur de Italia,
desatándose las guerras púnicas (los romanos llamaban púnicos a los
cartaginenses).
· En la I Guerra Púnica (264 - 241 a.C.) Roma y Cartago se enfrentaron por el
control de Sicilia. Roma creó una gran flota de guerra y venció a Cartago. Como
consecuencia, Roma pudo dominar todo el sur de Italia, Sicilia y Cerdeña, y
obligó a Cartago a pagar una fuerte compensación de guerra.
· La II Guerra Púnica (218 - 201 a.C.) estalló como consecuencia del
fortalecimiento cartaginés, que se apoderó de la península ibérica y desde allí
emprendió una campaña para invadir Italia marchando con un enorme ejército
a través de los Alpes. Roma sufrió importantes derrotas y estuvo al borde de la
desaparición, pero logró vencer a Cartago combatiéndola en Hispania y en el
norte de África. Vencida Cartago, Roma extendió su dominio al norte de Italia y a
Hispania.
3. Entre el siglo II - I a.C. Roma se expandió por el resto del Mediterráneo, librando
duras guerras en Hispania, la Galia, Grecia y Cartago, cuya ciudad destruyó en la III
Guerra Púnica (149-146 a.C.).

El expansionismo no cesó en este punto, sino que continuó, apoderándose de


territorios y formando un imperio de dimensiones colosales. La incapacidad de la
República, organizada para regir una ciudad-estado y no un imperio, generó una
crisis de Estado que sumió a Roma en la guerra civil. Entre finales del siglo II a.C. y
finales del siglo I a.C., los generales con sus legiones lucharon entre sí para
conquistar el poder.
En el año 49 a.C., uno de estos generales, Julio César, marchó con sus ejércitos
sobre Roma, venció a su rival, Pompeyo, y se autoproclamó dictador perpetuo. Al
acaparar en su persona las magistraturas cruciales de la República, la aristocracia
romana vio en Julio César una suerte de rey, figura que odiaban, y en el año 44 a.C.
un complot de senadores, en el que participó su propio hijo adoptivo, Brutus,
asesinó a Julio César a cuchilladas durante una sesión del Senado.
Roma volvió a sumirse en la guerra civil. En un primer momento, los partidarios de
Julio César vencieron a sus enemigos, pero luego se enfrentaron entre sí, quedando
dos cabezas visibles en la lucha: Marco Antonio, un antiguo capitán de Julio César,
y Octavio, hijo adoptivo de Julio César. Marco Antonio se refugió en Egipto,
aliándose la reina Cleopatra. Pero estos fueron derrotados por Octavio en la batalla
de Actium (31 a.C.) y Roma se apoderó de Egipto.
Octavio, que tomó el nombre de Augusto (epíteto asociado a la divinidad), se
aprovechó del anhelo generalizado de paz y estabilidad para proclamarse
emperador de Roma en el año 27 a.C.

La época imperial

El Imperio fundado por Augusto convirtió la República en una monarquía


despótica. Sin embargo, el nuevo régimen nunca se definió como monarquía:
recibió el nombre de principado. El princeps (primero entre los romanos, se
presentaba no como dueño de Roma, sino como su protector) acumuló en su
persona todos los poderes (tribuno de la plebe, cónsul y primer hombre del
Senado), pero mantuvo la formalidad republicana.
Esta ambigüedad –monarquía en esencia, república en apariencia– es el rasgo
característico del principado. Ahora bien, la vigencia de las instituciones
republicanas era pura fachada, pues el poder pasó a manos de un solo soberano, el
césar, cuya figura y ejercicio del poder era incontrolable y de carácter dinástico,
dado que el título se heredaba entre miembros de la familia imperial. El carácter
megalómano de algunos césares llevó a excesos tales como la autodivinización.
A su vez, se creó un clima de servilismo y adulación que llevó al Senado a
convertirse en colaborador del régimen cesarista. Para asegurar la seguridad del
emperador, se creó la guardia pretoriana, soldados de élite escogidos entre lo
mejor de las legiones. Pocos ejemplos hay en la historia de soberanos que hayan
dispuesto de un poder tan extenso como el de los césares.
El imperio fundado por Augusto se mantuvo vigente durante cinco siglos, y se
divide en dos épocas: Alto imperio (I a.C. - III d.C.) y Bajo imperio (III d.C. - V d.C.).

Alto Imperio (I a.C. - III d.C. / 27 a.C. - 284 d.C.)

Durante este periodo, el Imperio romano alcanzó su máxima expansión, llegando a


sus límites físicos: al oeste estaba el océano, al sur los desiertos saharianos, al este
las tierras inhóspitas allende Irán y al norte las tierras heladas del norte del Rin.
El control de tan extenso territorio se hacía desde las ciudades, dotadas de un
gobierno relativamente autónomo, y su cohesión se logró mediante la
romanización, fundamentada en el latín y el Derecho. Estos dos elementos eran
más que una lengua y unas leyes comunes: representaban un modo de vida y una
forma de organizar la sociedad.

Con el expansionismo y la romanización, la sociedad romana se transformó.


Podemos distinguir tres grandes grupos sociales en la época del Alto Imperio:
· Ciudadanos romanos. Sector privilegiado. En la cúspide se este grupo está
el emperador y su familia, seguido de la aristocracia imperial (senadores y grandes
fortunas vinculadas a los negocios o a la administración del Imperio), la
aristocracia local y la plebe.
· Individuos libres no ciudadanos. Se distinguen los peregrinos (nacidos libres sin
ciudadanía) y los libertos (esclavos liberados mediante la manumisión. Sus hijos ya
nacen libres).
· Esclavos. Considerados res (“cosa”), carecían de libertad y eran propiedad de sus
amos. Su proporción era enorme y constituían la masa de la fuerza de trabajo.
La romanización alcanzó su momento álgido en 212, cuando el emperador
Caracalla concedió el derecho de ciudadanía a todos los habitantes libres del
Imperio.

Durante el Alto Imperio, Roma vivió su mayor esplendor económico, gracias a la


Pax Romana (estabilidad y seguridad interior y exterior el imperio) y a la
unificación del mercado bajo una sola moneda y una sola legalidad. Los pilares de
la economía del Alto Imperio eran:
· la agricultura. Orientada al mercado y centrada en la trilogía mediterránea.
· la minería. Alcanzó un desarrollo y un nivel técnico que no se volvió a conocer
hasta el siglo XIX.
· Asimismo, el comercio, las manufacturas (tejidos, cerámicas) las finanzas y las
obras públicas tuvieron un desarrollo notable.
El sostenimiento del Imperio se basaba en la conquista militar, que proporcionaba
recursos y esclavos. Al alcanzar sus límites físicos y no disponer de tierras para
seguir expandiéndose, el Imperio romano entró en crisis.
La crisis imperial estalló en el año 235 d.C., con el asesinato de Alejandro Severo a
manos de sus soldados. Durante los 50 años siguientes se vivió un periodo de
inestabilidad política y anarquía militar: 26 emperadores se sucedieron en el
poder y las guerras civiles fueron constantes. Esta situación afectó al cuidado de
las fronteras, produciéndose incursiones bárbaras de germanos y sasánidas, y a la
unidad territorial del Imperio, al separarse las regiones occidentales y orientales
para fundar el Imperio galo y el Imperio de Palmira.

Bajo Imperio (III d.C. - V d.C. / 235 d.C. - 476 d.C.)

1.Fin de la crisis y mandato de Diocleciano.


La crisis terminó con el nombramiento de Diocleciano como emperador en 284 d.C.
Diocleciano restableció la organización imperial e impuso el dominado (de
dominus, “señor”), una forma plena de despotismo que abolió definitivamente las
instituciones republicanas.
Las medidas más relevantes del mandato de Diocleciano fueron:
1. Establecimiento de la tetrarquía, o “gobierno de cuatro”, por el cual el gobierno
del Imperio se repartía geográficamente entre cuatro gobernantes.
2. Burocratización de la administración y aumento de la carga fiscal
3. Adopción del boato oriental en la corte.

2. La cuestión cristiana.
El cristianismo surgió a comienzos del siglo I d.C. en la provincia de Palestina como
una religión monoteísta promovida por una comunidad judía encabezada por
Jesús, un líder rabínico a quien sus seguidores veían como el mesías de Israel. A
partir de Pablo de Tarso el cristianismo se universalizó, expandiéndose entre la
población no judía del Imperio.
Los romanos no ponían reparos a la hora de aceptar nuevos cultos, siempre y
cuando los súbditos cumplieran con el culto imperial. Pero los cristianos se
negaban a rendir culto a los emperadores, lo cual provocó la persecución de los
cristianos como enemigos del Imperio.
· Comienzos del siglo IV d.C. La persecución no impidió el desarrollo del
cristianismo, que a comienzos del siglo IV d.C. se había propagado por las distintas
provincias del Imperio, presentándose la Iglesia como una organización poderosa.
· 313 d.C. En este contexto, en 313 d.C. el emperador Constantino promulgó el
Edicto de Milán, por el cual el cristianismo pasó de ser una religión clandestina y
perseguida a convertirse en un culto legalmente aceptado en todo el Imperio
romano. Desde Constantino, la cristianización del Imperio no cesó, dándose a la
Iglesia beneficios como la exención fiscal o la formación de tribunales con arreglo a
sus leyes.
· 380 d.C. Este proceso culminó en 380 d.C., con la promulgación del Edicto de
Tesalónica, el emperador Teodosio proclamó la religión cristiana como oficial y
única del Imperio.
3. Decadencia y caída del Imperio romano
1. En el plano social, se produce un fenómeno de ruralización de la sociedad. Los
aristócratas dejan de ver rentable invertir sus recursos para participar en la vida
política de sus ciudades, dada la concentración del poder por parte de la
administración imperial. Emigran a sus villas rurales, que se convierten en
residencias ostentosas, mientras las ciudades se van despoblando.
2. En el plano económico, la administración imperial consume cada vez más
impuestos, que acaban ahogando la economía romana. Hasta tal punto es así que
muchos romanos se trasladan a los reinos bárbaros huyendo de las cargas fiscales.
3. En el plano político-territorial: C
· Constantino trasladó la capital del Imperio romano a una nueva ciudad, Nueva
Roma de Constantino, conocida como Constantinopla. En 395 d.C., a la muerte de
Teodosio, el Imperio romano se dividió para siempre en dos: el Imperio romano de
Occidente, que abarca desde Italia hasta Hispania, y el Imperio romano de Oriente,
que abarca las regiones al este de Italia.
· El Imperio se ve cada vez más presionado por los pueblos que los romanos
llamaban bárbaros, situados cerca de sus fronteras. En Oriente la presión la ejercía
el Imperio persa sasánida; en el norte de Europa, los pueblos germanos,
organizados en potentes reinos tras siglos de contacto con la civilización romana.
En un primer momento (siglo IV d.C.) y ante la falta de recursos militares para
contenerlos, los romanos intentan asimilar a estos pueblos y les permiten
asentarse en su territorio a cambio de que colaboren en su defensa. Pero a lo largo
del siglo V, varias oleadas bárbaras del norte de Europa invaden el Imperio
romano, presionados a su vez por el Imperio huno de Atila que se expandía por
Europa desde las estepas asiáticas.
Paulatinamente, los territorios del Imperio romano de Occidente caen en manos de
los pueblos bárbaros, hasta que en el año 476 d.C. Rómulo Augústulo es
destronado por el rey bárbaro Odoacro y se produce la caída del Imperio romano
de Occidente. El Imperio romano de Oriente, convertido en Imperio bizantino,
continuará su andadura durante cerca de un milenio más, hasta 1453.

Conclusiones

La historia de Grecia y Roma confirma la curva ascendente y descendente de otras


civilizaciones históricas: a un periodo de formación de la civilización, le sigue otro
de desarrollo hasta alcanzar apogeo; a partir de ahí, se produce un lento
decaimiento que lleva a su descomposición.
La civilización grecolatina ha marcado las líneas centrales de la cultura occidental.
El pensamiento y el arte de Grecia fue recogido por Roma, aportando a su vez
grandes novedades, de las cuales las principales son su lengua, el latín, del que
nacieron las actuales lenguas romances, y el derecho. Tales aportaciones fueron
esenciales en la formación de nuestra cultura.

Bibliografía

Jacob Burckhardt: Historia de la cultura griega

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