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Ética de los abogados

La ética del abogado consiste en no cometer aquellas conductas que se encuentren prohibidas en
el Código de Ética, en el Código Disciplinario o en el Código Penal. Otra respuesta puede ser más
holística, y consiste en decir que aunque existan códigos de ética que establecen claramente las
conductas que no pueden cometer los abogados, se debe construir un criterio más amplio para
decir qué es lo ético. Por ejemplo, se dice que el abogado debe tener una conducta intachable y
actuar correctamente.

El abogado requiere una ética personal para el ejercicio de su profesión de forma inobjetable,
pues los conocimientos que posee debe dirigirlos a los fines de la justicia, de la reconciliación, de
la composición de los conflictos y de la conservación de la sociedad misma.

De este modo, el abogado valorará cuáles podrían ser los límites en el ejercicio de su profesión
ante las tentaciones a que se ven sometidos en un mundo en donde parece que todo tiene un
precio y todo se intercambia como mercancía.

Sin embargo, queda la duda de cuál es el contenido de lo “correcto” o de lo “intachable”.

Decano del Colegio de Abogados de Lima 16/05/2017

PEDRO ANGULO ARANA

Si acaso un abogado traicionara los sagrados y elevados fines a los que apunta el ejercicio de su
profesión, es evidente que se convierte en un delincuente y su conducta y desempeño no podría
decirse que corresponde a los de un abogado.

Lo dicho es así, en razón de que el abogado, más que cualquier otro profesional, conoce la
diferencia entre lo lícito y lo ilícito, lo permisible dentro de lo no específicamente normado y lo
prohibido.

Tal conocimiento empieza en la universidad, cuando se aprende a diferenciar entre lo bueno y lo


malo, lo lógico y lo ilógico, apreciándose también que el Derecho mismo es alimentado por el
sentido común y que un componente fuerte del mismo son los valores.

Se aprende que la buena fe se presume y se estudia el dolo natural para diferenciarlo del dolus
malus.

Se aprecia lo que es la temeridad y la malicia, como formas prohibidas de accionar para cubrir los
vacíos de lo que externamente no se conoce, se aprende sobre las presunciones e indicios; y,
además, se estudian los animus, siendo así que desfilan: el animus nocendi (ánimo de perjudicar),
el animus delinquendi (ánimo de delinquir) o el animus lucrandi (ánimo de enriquecerse).

Por ello es que, entre los abogados, debe aparecer en el ejercicio profesional una sindéresis, en
cuanto fruto del entendimiento que importa el saber dirigirse a pensar y juzgar con rectitud.

Algo que, evidentemente, de modo más elevado debe encontrarse en los jueces.
Hoy en día se puede apreciar que más o menos en todas las profesiones existen o aparecen
quienes se apartan de sus fines, principios o mandatos para simplemente dirigirse de cualquier
modo al enriquecimiento, sin que les pongan freno los valores éticos profesionales.

Por lo dicho, entre los abogados, resulta sumamente relevante tratar de nuevo el tema de la ética
dentro del ejercicio profesional.

Los jurisconsultos doctos en la materia clasificaron los más importantes principios doctrinarios
de ética:

 Principio de probidad profesional.


 Principio de independencia profesional.
 Principio de libertad.
 Principio de dignidad y decoro profesional.
 Principio de diligencia.
 Principio de corrección.
 Principio de desinterés.
 Principio de información.
 Principio de reserva.
 Principio de lealtad procesal.
 Principio de colegialidad.

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