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Demagogia

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Demagogia (del griego δῆμος -dēmos-, pueblo y ἄγω -ago-, dirigir) es una estrategia utilizada
para conseguir el poder político que consiste en apelar
a prejuicios, emociones, miedos y esperanzas del público para ganar apoyo popular,
frecuentemente mediante el uso de la retórica, la desinformación, la agnotología y
la propaganda política.

Índice

 1Historia
 2Características
 3Formas de demagogia
 4Véase también
 5Referencias
 6Enlaces externos

Historia[editar]
En la historia de las doctrinas políticas se considera que fue Aristóteles quien individualizó y
definió por primera vez la demagogia, definiéndola como la «forma corrupta o degenerada de
la Democracia» que lleva a la institución de un gobierno tiránico de las clases inferiores o, más
a menudo, de muchos o de unos que gobiernan en nombre del pueblo.1

Aristóteles sostenía que cuando en los gobiernos populares la ley es subordinada al capricho
de los muchos, definidos por él como los "pobres", surgen los demagogos que halagan a los
ciudadanos, dan máxima importancia a sus sentimientos y orientan la acción política en
función de los mismos. Aristóteles define por lo tanto, al demagogo como “adulador del
pueblo”.
La demagogia según Platón y Aristóteles, puede producir (como crisis extrema de la
República), la instauración de un régimen autoritario oligárquico o tiránico, que más
frecuentemente nace de la práctica demagógica que ha eliminado así a toda oposición. En
estas condiciones, los demagogos, arrogándose el derecho de interpretar los intereses de las
masas como intérpretes de toda la nación, confiscan todo el poder y la representación del
pueblo e instauran una tiranía o dictadura personal. En sentido contrario y paradójicamente,
muy habitualmente, las dictaduras se han instalado sosteniendo que lo hacían para terminar
con la demagogia.
Aristóteles escribe que cuando un gobierno persigue el interés general de su población es
virtuoso pero si persigue el de un solo individuo o unos cuantos se desvirtúa. Aristóteles define
a la demagogia como la corrupción de la república. En este sentido una República debe velar
por el interés de todos incluyendo pobres y ricos, por lo que la demagogia como el predominio
del interés de los pobres con exclusión de los ricos constituye una aberración.1
Aristóteles se oponía a la República como forma de gobierno ideal, ya que consideraba como
la tendencia inevitable a que el pueblo ya no caiga en la demagogia
como poder. Polibio denominó esta desvirtuación como ὀχλοκρατία [o.xlo.kra'ti.a], término que
se mantiene hasta hoy en el español como oclocracia.
De esta forma también se considera como demagogia esa oratoria que permite atraer hacia
los intereses propios las decisiones de los demás utilizando falacias o argumentos
aparentemente válidos que, sin embargo, tras un análisis de las circunstancias, pueden
resultar inválidos o simplistas.

Características[editar]
La demagogia es frecuentemente asociada con el favorecimiento y la estimulación de las
ambiciones y sentimientos de la población, tal como se presentan espontáneamente. Las
promesas que suelen realizar los políticos durante las campañas electorales son
habitualmente criticadas como demagógicas cuando aparecen como irrealizables. Las
Repúblicas liberales modernas han sido reiteradamente cuestionadas atribuyéndoles la
condición de sistemas demagógicos debido a la utilización intensiva de técnicas publicitarias
características del marketing, a la personalización de las candidaturas, la manipulación de los
medios de comunicación de masas postergando el análisis político escrito, y el recurso
sistemático a polarizaciones absolutas (bien-mal, desarrollo-atraso, honestidad-corrupción), o
conceptos imprecisos ("la alegría", "la seguridad", "la justicia", "la paz").
Es habitual que las dictaduras recurran a la consideración de las Repúblicas derrocadas como
demagogias para justificar los golpes de estado y la imposición de sistemas no democráticos.
Quienes cometen actos de demagogia son denominados demagogos. Para ello suelen contar
con equipos de profesionales que aprovechan particulares situaciones histórico-políticas
excepcionales, dirigiéndolas para fines propios, para ganar el apoyo de la población, mediante
mecanismos publicitarios, dramáticos y psicológicos.
La demagogia puede ser utilizada también para enfrentar poderes legítimamente constituidos,
haciendo valer sus propias demandas inmediatas e incontroladas. En este caso el historiador
griego Polibio hablaba más propiamente de oclocracia (gobierno de la muchedumbre) como
desvirtuación de la democracia (gobierno del pueblo). En este sentido, pensadores
como Michael Hardt o Antonio Negri consideran que el gobierno del pueblo es el único sistema
democrático real, y cuestionan como demagógicas a las Repúblicas occidentales modernas
basadas en la utilización intensiva de los medios de comunicación de masas y la realización
de elecciones fuertemente influidas por la demagogia, la falta de educación y
la mercadotecnia.2
El demagogo no necesariamente conduce a las masas a la revolución sino que las
instrumentaliza para sus propios fines personales, para proceder, una vez obtenida una amplia
aprobación, no ya a un proceso de democratización o de trasformación del sistema
sociopolítico, sino a la instauración de un régimen autoritario, del que el demagogo sea el
indiscutido y despótico jefe, o al acuerdo con las autoridades y las instituciones existentes con
tal que éstas le reconozcan una función indiscutible. De esta manera los mecanismos
represivos acentúan, en lugar de disminuir, las características autoritarias del gobierno y de la
sociedad, e impiden la toma de conciencia por parte de las masas.

Formas de demagogia

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