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Desinformación

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Para otros usos de este término, véase ignorancia.
La desinformación,1 también llamada manipulación informativa o manipulación
mediática,2 es la acción y efecto de procurar en los sujetos el desconocimiento o ignorancia y
evitar la circulación o divulgación del conocimiento de datos, argumentos, noticias o
información que no sea favorable a quien desea desinformar. Habitualmente es una de las
argucias de la agnotología y se da en los medios de comunicación, pero estos no son los
únicos medios por los cuales se puede dar una desinformación. Puede darse en países
o sectas religiosas que tienen lecturas prohibidas, gobiernos que no aceptan medios de
oposición o extranjeros (dictaduras o tiranías), naciones en guerra que ocultan información.

Índice

 1Procedimientos
o 1.1Demonización
o 1.2Adjetivos disuasivos
o 1.3Misticismo
o 1.4Otros artificios de retórica desinformativa
 2Véase también
 3Referencias
 4Bibliografía
 5Enlaces externos

Procedimientos[editar]
Por parte de la publicidad pública de un régimen político, generalmente organizada por un spin
doctor por medio de los mecanismos de la ingeniería social, o de la publicidad privada o por
medio de engaños o bulos (en inglés, hoaxes), filtraciones interesadas o rumores, "sondeos",
estadísticas alteradas o estudios científicos presuntamente imparciales, pero pagados por las
empresas o corporaciones económicas interesadas, uso de "globos sonda" o afirmaciones no
autorizadas para inspeccionar los argumentos adversos que pueda suscitar una medida y
anticipar respuestas y uso de medios no independientes o financiados en parte por quien
divulga la noticia o con periodistas sin contrato fijo y, por tanto, sin opinión, o por apropiación o
manipulación o creación de supuestos movimientos populares (astroturfing). Un tipo particular
de desinformación es la contrainformación estatal.
La desinformación se sirve de diversos procedimientos retóricos
como demonización, astroturfing, oscurecimiento, esoterismo, presuposición, uso
de falacias, mentira,
omisión, sobreinformación, descontextualización, negativismo, generalización, especificación,
analogía, metáfora, eufemismo, desorganización del contenido, uso del adjetivo disuasivo y
del espín semántico, reserva de la última palabra u ordenación envolvente que ejerce la
información preconizada sobre la opuesta (orden nestoriano).
Demonización[editar]
La demonización o satanización consiste en identificar la opinión contraria con el mal, de
forma que la propia opinión quede ennoblecida o glorificada. Hablar del vecino como de un
demonio nos convierte a nosotros en ángeles y las “guerras santas” siempre serán menos
injustas que las guerras, a secas. Se trata ante todo de convencer con sentimientos y no con
razones a la gente, habitualmente una mayoría, que se convence más con sentimientos que
con razones. Habitualmente se emplea en defensa de intereses económicos; cuando se
demoniza Internet llamándolo cuna de pederastas y piratas, encubriendo el uso inmoral de la
moral por intenciones económicas a que obedece este punto de vista aparentemente
bienintencionado de regularlo para que pierda su gratuidad y generosidad.
En Francia, la desinformación ha adquirido un peso importantísimo debido a la concentración
de los grandes medios de comunicación en torno a capitales financieros y empresas como
Dassault, con negocios diversificados (inmobiliaria, aviación civil y militar). El grupo de
estudios sobre manipulación radicado en Lyon, llamado Lumières 2 et Romain (et Clovis) ha
desentrañado los procesos de manipulación, sobre todo en el diario Le Progrès (propiedad de
Credit Mutuel).
Adjetivos disuasivos[editar]
Algunas palabras y expresiones no admiten réplica ni razonamiento lógico: son los
llamados adjetivos disuasivos, contundentes y negativistas que obligan a someterse a ellas
y excluyen el matiz y cualquier forma de trámite inteligente. Para ello se utiliza la polaridad, un
concepto lingüístico y semántico por el cual las palabras negativas atraen por concordancia
otras palabras negativas en el sintagma de negación. Su contundencia emocional,
el pathos retórico y emotivo del mensaje, eclipsa toda posible duda o ignorancia, principios de
cualquier forma razonable de pensamiento o logos; por ejemplo, "la constitución o la
integración europea es irreversible".
La misma aplicación tienen los adjetivos incuestionable, inquebrantable, inasequible,
insoslayable, indeclinable y consustancial. Su maximalismo sirve para remachar cualquier
discurso y crear una atmósfera irrespirable de monología. Además, según Noam Chomsky,
muchas de estas palabras suelen atraer otros elementos en cadena
formando lexías pleonásticas: adhesión inquebrantable, inasequible al desaliento (incorrecto3
ya que inasequible significa inalcanzable, inconseguible), deber insoslayable, turbios manejos,
legítimas aspiraciones, absolutamente imprescindible. Lexías redundantes como totalmente
lleno o absolutamente indiscutible, inaceptable o inadmisible.
Misticismo[editar]
El esoterismo es la tendencia al enigma y al oscurantismo en la expresión sibilina, ambigua,
enredada y cercana a razones que no atan ni desatan o bernardinas, así que cualquier
interpretación es plausible y por tanto errada. Se suprime cualquier conclusión lógica y se deja
el poder de interpretación en manos de quien está y las posiciones en que estaban sin iniciar
ningún camino y negando toda posible evolución o pensamiento.
Es habitual entre los políticos hablar de las reglas del juego, pero nadie dice cuáles son;
también se habla del marco institucional si bien nadie ha descrito ese marco; tampoco existe
quien lleve el árbol genealógico de las llamadas familias políticas. Es frecuente
el alargamiento de las construcciones verbales en forma de perífrasis verbales paralizantes y
fatigosas construcciones pasivas analíticas. Se usa además la hipérbole, la dilogía o disemia,
la eufonía, el pleonasmo, la perífrasis y el énfasis (dar a entender más de lo que se dice)
recurriendo a hiperónimos.
Las palabras del político abusan del léxico abstracto, toman segundos acentos enfáticos al
principio o en los prefijos y se alargan mediante procedimientos inútiles de
derivación: ejercitar (y mejor "éjercitár ")
por ejercer, complementar por completar, señalizar por señalar, metodología por método, probl
emática por problema. Son característicos los verbos ‘ampliados’ viciosamente con el sufijo –
izar,
como judicializar por encausar, criminalizar por incriminar, concretizar por concretar, sectorializ
ar, potencializar, institucionalizar, funcionalizar, instrumentalizar, racionalizar, desdramatizar, i
deologizar, sobredesideologizar, objetivizar. Algunos llaman a este frenesí por alargar las
palabras sesquipedalismo.
El lenguaje político ha llegado a ser bautizado como oficialés[cita requerida] a causa de su
ininteligibilidad. La jerga burocrática cancilleresca incluso ha llegado a arrancar exclamaciones
desabridas a políticos ante párrafos desalmados como éstos:

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