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SEXTA LECCIÓN

PRECIOS Y COSTO EN TRABAJO

¿Cuánto vale una mercancía? La teoría mercantilista, pensando que valor y precio son
la misma cosa, explica que los precios se elevan cuando hay escasez de mercancías o
abundancia de dinero -situación que es descrita por la teoría económica posterior
como oferta menor que demanda- y que los precios disminuyen cuando abundan las
mercancías o escasea el dinero -situación descrita como oferta mayor que demanda-.
Decir que la escasez eleva el precio es explicar una variación, decir que poca
demanda disminuye el precio es explicar otra variación, y reconocer que si la
demanda y la oferta están en equilibrio el precio permanece constante también es
explicar una variación nula. De esta manera se explican las variaciones de los precios;
pero, ¿cómo saber el precio de una mercancía cuando la oferta y la demanda son
iguales? Como hay mucha demanda en diciembre, se eleva el precio de los bienes; en
enero hay pocas ventas y los bienes se compran con menos dinero; en tiempos
normales los precios tienden a ser estables; ¿Cómo explicar, entonces, que hay un
precio de equilibrio en tiempos normales y que no varía a causa del mercado?

La teoría económica planteó este problema de múltiples maneras: se determinó que


existe un precio central hacia el cual gravitan permanentemente los precios de las
mercancías y se analizaron las circunstancias en que los precios exceden ese precio
primario y las circunstancias en que los precios están por debajo de él; se afirmó que
es normal que cualquier mercancía tenga períodos de abundancia y períodos cuyo
abastecimiento no sea el propicio para satisfacer las necesidades de los demandantes
y, por tanto, que los precios sufren alteraciones accidentales y temporales, variaciones
que oscilan alrededor de un centro de reposo y que nada impide que tales precios
converjan permanentemente hacia este punto de estabilidad. Se estableció, así, que las
mercancías tienen un precio efectivo o de mercado que varía accidentalmente y un
precio natural estable hacia el cual tienden los precios de los bienes en el mercado. La
tesis que unifica todo este análisis dice que las oscilaciones de los precios del mercado

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dependen de las fluctuaciones de la oferta y la demanda, y estos precios son mayores
que el precio natural cuando la demanda excede la oferta, y que los precios quedan
por debajo del natural cuando es la oferta la que excede a la demanda. Como se ve, la
economía política está de acuerdo con los mercantilistas al explicar las variaciones de
los precios efectivos o de mercado alrededor de un precio de equilibrio, de reposo y
estabilidad; pero, ¿cómo explicar su precio intrínseco no asignado por el mercado, que
tampoco varía por el mercado, y que debe corresponder al equilibrio de oferta y
demanda?

En realidad no había explicación pues los precios de mercado oscilan alrededor del
punto de equilibrio y en situación de equilibrio permanecen constantes, es decir,
conservan el precio que las mercancías tengan antes de considerar las relaciones entre
oferta y demanda. Se advierte que los mercantilistas no explicaron los precios
intrínsecos: solo explicaron las variaciones del precio de mercado, que es equivalente,
en su lenguaje, a explicar las variaciones del valor. Ahora se trata de explicar el precio
cuando oferta y demanda son iguales, llámese intrínseco, primario, estable o natural.
La idea general es que este precio corresponde al valor, que este precio está
determinado por el valor, que la teoría del valor es necesaria para explicar el precio
que existe en el mercado cuando la escasez no opera. El análisis del precio de
equilibrio, del precio que no depende de la oferta y la demanda, no fue dado por los
mercantilistas pues no tuvieron una teoría del valor. Si se tiene una teoría del valor, es
preciso distinguir entre valor y precio, y este último debe ser explicado por esa misma
teoría del valor.

El valor depende del trabajo

La teoría mercantilista y su reformulación como fuerzas de oferta y demanda se


caracterizan por concebir que los precios se forman en el mercado. En contraposición,
el punto de partida para explicar el precio de equilibrio es afirmar la existencia de un
precio que no depende del mercado, un precio que podemos darles a las mercancías
antes de llevarlas al mercado, antes de saber si hay mucha o poca oferta; esto es lo
mismo que afirmar que existe un precio que depende del valor y, que se necesita una
teoría del valor para realizar este análisis. Se propone, consecuentemente, un triple
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problema: qué es mercancía, qué es valor, qué es precio. Casi todos los economistas
han acudido a Aristóteles para iniciar este análisis por cuanto él distinguió dos
maneras distintas de utilizar los objetos al afirmar que podemos usar las sandalias
calzándolas, cualidad que se reconoce con la expresión valor de uso, y podemos usar
las sandalias para obtener otro bien a través de un intercambio, cualidad que se
reconoce con la expresión valor de cambio. La mercancía es un objeto que posee los
dos usos mencionados. En tanto valor de uso tiene la capacidad de ser usada por su
utilidad aunque no todos los objetos útiles son mercancías pues lo que define la
mercancía y, por tanto, la diferencia de un simple objeto útil, es precisamente la
cualidad de poder ser cambiada, comercializada, es decir, la cualidad de ser un valor
de cambio. Las mercancías son seres del mercado, se conectan entre sí en el mercado
y no existen por fuera del mercado: por fuera del mercado son simples objetos útiles.

Una vez se conoce qué es mercancía, es obligatorio llevarla al mercado y decir por
qué se cambia y en qué cantidad. Si llevamos al mercado un objeto A y suponemos
que lo cambiamos por B, la cantidad de B la podemos saber por los precios. Al fin y al
cabo decir que A vale cien pesos y que B vale cincuenta pesos es decir que podemos
intercambiar una unidad de A por dos unidades de B; como el precio depende del
valor, esto simplemente significa que los cambiamos cuando tienen el mismo precio
(en este caso cien pesos), cuando valen lo mismo. Y porque valen lo mismo las
podemos intercambiar, ya que valor es la cualidad de las mercancías que las hace
aptas para ser mercadeadas. Para que los agentes del mercado efectúen el intercambio
es necesario que los objetos que van a comerciar existan previamente con sus
respectivos valores. Lo que cada persona produce y consume está desprovisto de
valor, ya que lo necesita y, por tanto, no lo usa para adquirir algo a cambio. En otras
palabras, para que una cosa pueda ser mercancía se requiere que exista ya cargada de
valor y, al mismo tiempo, siendo el valor una cualidad de la mercancía, solo puede
existir en el mercado mismo. Los mercantilistas solo vieron el valor en el mercado y
lo confundieron con el precio y no lograron explicar ni el uno ni el otro; ahora nos
interesa analizar el valor con anterioridad al cambio y como condición para que el
mercado pueda existir; ahora se trata de analizar el precio de equilibrio, el precio con
el cual la mercancía ingresa al mercado, y para explicar ese precio intrínseco se
requiere salir del mercado.

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Hubo consenso en salir del mercado y buscar el valor en el consumo, pero con
enfoques distintos y, por tanto, con diferentes resultados: unos pensadores eligieron el
camino de enfatizar no las cualidades del objeto que llevan al mercado sino las
cualidades del objeto recibido en el intercambio, privilegiando el punto de vista de
quien necesita la mercancía, la desea y la valora por útil hasta el punto de renunciar a
la mercancía que posee; otros pensadores eligieron el camino de enfatizar en las
cualidades del objeto que llevan al mercado cargándolo de valor no por sus cualidades
útiles, pues es la mercancía de la cual se desprenden y cuyo valor les sirve para definir
cuantas mercancías apetecidas pueden obtener. Los primeros, denominados
utilitaristas, analizaron el valor desde el punto de vista de los demandantes; los
segundos, los fisiócratas, lo hicieron desde el punto de vista de los oferentes; el
producto fue la existencia de dos teorías del valor: se analiza el valor a partir del
cambio de objetos útiles o se analiza el valor a partir de la formación de las
mercancías.

Los utilitaristas analizaron el consumo desde la demanda y, por tanto, desde la


satisfacción de necesidades, de lo cual depende que haya o no comercio, centrando el
enfoque en la capacidad de los objetos para satisfacer las necesidades, en su utilidad.
Plantear que un objeto tiene valor es considerar que es apto para ser consumido, lo
que significa que el valor de los bienes y mercancías se funda en su utilidad, en el uso
que podemos hacer de ellos, en su capacidad para satisfacer necesidades. Es este un
valor objetivo en el sentido de que concierne a cada mercancía individualmente y sin
comparación con ninguna otra y, al mismo tiempo, es un valor subjetivo en el sentido
de que es relativo y cambiante ya que se modifica según el apetito, los deseos o las
necesidades de los hombres. En el consumo se satisfacen las necesidades con objetos
que los hombres valoran según su utilidad; en consecuencia el valor se fundamenta en
el valor de uso y los objetos valen más o menos según sean más o menos útiles. El
valor mide la utilidad de los bienes y el valor es medido por los precios de las
mercancías. El precio, por depender del valor, depende de la utilidad, y diferentes
utilidades se expresan en diferentes precios. Tal precio no debe variar por la escasez
de la mercancía pues ese precio es explicado por el valor, por la utilidad, por la
capacidad de satisfacer necesidades.

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Esta teoría fue rebatida al presentarse la paradoja del aire y el diamante: pues en
verdad el aire es mucho más útil que el diamante, tanto que es indispensable para vivir
mientras que el diamante puede considerarse superfluo o al menos como un bien de
lujo, por lo cual el diamante debe valer menos que el aire y, sin embargo, el aire no
vale nada mientras que los diamantes son muy caros. De ahí que esta teoría no se
sostuvo; la paradoja fue demoledora pues mostró que la teoría mercantilista era más
convincente, ya que la escasez parece tener una relación más estrecha con los precios.
Aunque en ese momento el utilitarismo fue sepultado, sus adeptos lo revivieron con
nuevo vigor muchos años después cuando encontraron cómo explicar la conexión
entre utilidad y escasez, lo que será estudiado en la siguiente lección.

Los fisiócratas distinguen entre bienes y riqueza. Los bienes, como el aire que
respiramos, nos los da la naturaleza, son comunes a todos los hombres, no son
negociables y, por tanto, no tienen valor, y esta es la realidad que circunda al hombre
antes de cualquier comercio. La riqueza, constituida por mercancías, aparece cuando
se renuncia a los bienes para convertirlos en mercancías y este proceso de
construcción del valor por el comercio requiere un consumo de bienes, pues el
comercio incurre en gastos de transporte, conservación, transformación, venta: los
bienes se consumen en su proceso de transformación en riqueza. Para los fisiócratas la
formación del valor en el cambio se hace costosa y no depende de si satisface pocas o
muchas necesidades. Así, el valor se forma y crece por el consumo ya sea el de los
bienes que entran directamente en el proceso de producción y comercialización, ya
sea el de los bienes que aseguran la subsistencia del obrero y del empresario; por
tanto, el valor depende del costo, de los gastos necesarios para producir y mercadear
la riqueza.

Siguiendo la tradición fisiócrata de que el valor de las mercancías depende de lo que


cueste producirlas, la economía política se orientó hacia la producción para establecer
su teoría del valor, pero estableciendo una crítica para lograr un mejor desarrollo: la
teoría fisiócrata, al centrar el valor en los consumos del proceso productivo incurría en
un círculo vicioso, pues si los gastos se deben a objetos y trabajo que a su vez son
mercancías, todavía habría que explicar los precios y valores de esos bienes
consumidos. Los clásicos y el marxismo, obviamente con matices, al buscar la teoría
del valor en la producción, tenían en común puntos básicos: los precios son diferentes
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del valor y dependen de él, el valor que fundamenta el cambio y los precios es
diferente del valor de uso, y al pensar que el valor es costo de producción salen del
círculo vicioso planteando que las mercancías cuestan trabajo. Esta posición se
denominó teoría del valor-trabajo, para diferenciarla de la teoría subjetiva del
utilitarismo y de la explicación mercantilista basada en la escasez.

La esencia de la teoría del valor basada en el trabajo se esclarece al acudir a las


palabras de sus principales creadores:

Las cosas que tienen un gran valor en uso tienen comúnmente escaso o
ningún valor de cambio, y, por el contrario, las que tienen un gran valor en
cambio no tienen, muchas veces, sino un pequeño valor en uso, o ninguno.
[...] El precio real de cualquier cosa, lo que realmente le cuesta al hombre
que desea adquirirla, son las penas y fatigas que su adquisición supone. Lo
que realmente vale para el que ya la ha adquirido y desea disponer de ella,
o cambiarla por otros bienes, son las penas y fatigas de que lo librarán, y
que podrá imponer a otros individuos. Lo que se compra con dinero o con
otros bienes, se adquiere con el trabajo, lo mismo que lo que adquirimos
con el esfuerzo de nuestro cuerpo” (Smith, 1958, 30-31).

Cuando doy 2.000 veces más tela por una libra ponderal de oro de lo que
doy a cambio de una de hierro ¿prueba esto que yo atribuyo 2.000 veces
más utilidad al oro que al hierro? No, ciertamente; prueba únicamente,
como lo ha admitido M. Say, que el costo de producción del oro es 2.000
veces mayor que el costo de producción del hierro (Ricardo, 1959, 212).

Por consiguiente, la utilidad no es la medida del valor de cambio, aunque


es absolutamente esencial para este. Si un bien no fuera, de modo alguno,
útil, no tendría ningún valor en cambio. [...] Por poseer utilidad, los bienes
obtienen su valor en cambio de dos fuentes: de su escasez y de la cantidad
de trabajo requerida para obtenerlos. Existen ciertos bienes cuyo valor
está determinado tan solo por su escasez. Ningún trabajo puede aumentar
la cantidad de dichos bienes y, por tanto, su valor no puede ser reducido
por una mayor oferta de los mismos. Ciertas estatuas y cuadros raros,
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libros y monedas escasos, vinos de calidad peculiar, que solo pueden
elaborarse con uvas cosechadas en un determinado suelo, del cual existe
una cantidad muy limitada, todos ellos pertenecen a este grupo. Su valor
es totalmente independiente de la cantidad de trabajo originariamente
necesaria para producirlos, y varía con la diversa riqueza y las distintas
inclinaciones de quienes desean poseerlos. [...] Sin embargo, estos bienes
constituyen tan solo una pequeña parte de todo el conjunto de bienes que
diariamente se intercambian en el mercado. La mayoría de bienes que son
objeto de deseo se procuran mediante el trabajo, y pueden ser
multiplicados, no solamente en una nación, sino en muchas, casi sin
ningún límite determinable, si estamos dispuestos a dedicar el trabajo
necesario para obtenerlos. [...] Por tanto, al hablar de los bienes, de su
valor en cambio y de las leyes que regulan sus precios relativos, siempre
hacemos alusión a aquellos bienes que pueden producirse en mayor
cantidad, mediante el ejercicio de la actividad humana, y en cuya
producción opera la competencia sin restricción alguna. [...] En las etapas
iniciales de la sociedad, el valor en cambio de dichos bienes, o la regla
que determina qué cantidad de uno debe darse en cambio de otro, depende
casi exclusivamente de la cantidad comparativa de trabajo empleada en
cada uno (Ricardo, 1959, 9-10).

Lo que constituye un valor de uso o un bien es, por tanto, la materialidad


de la mercancía misma, el hierro, el trigo, el diamante, etc. Y este carácter
de la mercancía no depende de que la apropiación de sus cualidades útiles
cueste al hombre mucho o poco trabajo. [...] Ahora bien, si prescindimos
del valor de uso de las mercancías, éstas sólo conservan una cualidad: la
de ser productos del trabajo. [...] Estos objetos sólo nos dicen que en su
producción se ha invertido fuerza humana de trabajo. Pues bien,
considerados como cristalización de esta sustancia social común a todos
ellos, estos objetos son valores, valores-mercancías. [...] ¿Cómo se mide la
magnitud de este valor? Por la cantidad de “sustancia creadora de valor”,
es decir, de trabajo, que encierra. Y, a su vez, la cantidad de trabajo que
encierra se mide por el tiempo de su duración, y el tiempo de trabajo,
tiene, finalmente, su unidad de medida en las distintas fracciones de
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tiempo: horas, días, etc. Por consiguiente, lo que determina la magnitud de
valor de un objeto no es más que la cantidad de trabajo socialmente
necesario, o sea, el tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción (Marx, 1999,4-7).

Para medir el tiempo de trabajo necesario para la producción de una mercancía no


solo es necesario tener en cuenta la cantidad de trabajo invertido durante la
transformación de materias primas para elaborar el producto sino que también se
requiere contabilizar el trabajo incorporado en esas materias primas y en las
herramientas, equipos y edificios empleados en la producción de dicha mercancía. El
valor está, por tanto, conformado por un trabajo pasado representado en las materias
primas y los medios de producción desgastados, más el tiempo nuevo que añade el
trabajador al transformar la materia prima en producto; es decir, el valor total de una
mercancía está conformado por los valores agregados por todos los trabajos durante
todos los procesos productivos que necesariamente conducen a su obtención. La
cantidad de ambos tiempos, tiempo de elaboración de los medios de producción y
tiempo de destrucción de ellos, depende del grado de conocimiento técnico aplicado a
la producción; por tanto, el valor de las mercancías depende del desarrollo de los
métodos de producción y de la tecnología. Lo que es más fácil de producir costará
menos trabajo que aquello que se obtiene con trabajo de menor productividad. La
paradoja del diamante queda, así, resuelta: los diamantes cuestan mucho trabajo,
mientras que el aire no es producto del trabajo del hombre por lo cual no incorpora
valor; si se inventara la forma de hacer diamantes con la misma facilidad con que se
fabrican ladrillos, los diamantes serían igualmente baratos.

Se desprende de lo anterior que el valor de las mercancías no permanece constante,


pues la cantidad de trabajo para producirlas cambia constantemente como efecto de la
evolución en la organización de la producción. Si los cambios en la agricultura se
redujeran a la necesidad de cultivar terrenos cada vez menos fértiles, habría que
trabajar mucho más para obtener la misma producción lo que incrementaría el valor
de los productos agrícolas. Si, como es más frecuente, el trabajador eleva su
productividad, ya sea por una mejor capacitación, ya sea por la ayuda de más
modernos medios de producción, ya sea por una mejor organización del trabajo, y
produce una mayor cantidad de bienes en el mismo tiempo, es evidente que ahora
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cada objeto llevado al mercado contiene una menor cantidad de trabajo y, por
consiguiente, el valor que cada mercancía incorpora será menor. De ahí que las
diferencias de valores entre países se explican por sus diferencias en los costos en
trabajo, por las diferencias en la organización y tecnología de sus aparatos
productivos, razón por la cual los países técnicamente atrasados producen mercancías
más caras en trabajo, comparadas con los productos de los países más desarrollados.
Dentro de un mismo país también existen diferencias de productividad, por lo cual el
valor de las mercancías se entiende mejor si enfatizamos que el trabajo necesario tiene
una connotación social e histórica. Esto quiere decir, si nos circunscribimos a la
historia de un mismo país y suponiendo que el hecho más común es que la tecnología
progrese y exija menos trabajo para producir un artículo, este progreso y prosperidad
de los países se expresan en mercancías cada vez más baratas en términos del valor
basado en el trabajo.

El trabajo que mide el valor es un concepto social, por lo cual la expresión de que el
valor depende del trabajo socialmente necesario no puede reducirse a una contabilidad
individual; el trabajo social se contrapone al tiempo de trabajo individual y arbitrario,
porque no puede ocurrir que alguien se demore más tiempo con el objeto de cobrar
más caro. Existe siempre un valor que es el promedio social y necesario de los
trabajos incorporados de acuerdo con las condiciones de la productividad y del
mercado, aunque alrededor de tal promedio se sitúen las diferencias individuales.
Quienes estén en el promedio invierten una cantidad de trabajo igual a la necesaria, y
ven retribuido su trabajo al vender las mercancías; quienes incorporen a la mercancía
una cantidad de trabajo inferior a la necesaria, dado que esta última determina el
valor, obtienen una ganancia adicional que corresponde exactamente a la pérdida de
quienes, en el otro extremo del promedio, han trabajado más de lo necesario. Si tres
productores trabajando cada uno durante un día producen tres camisas, siendo la
contribución del primero 1 ½ camisas, la del segundo 1 camisa y la del tercero ½
camisa, cada camisa vale un día de trabajo. El que produjo una camisa coincide con el
promedio y recupera el valor de la camisa al venderla; el que produjo 1 ½ camisas en
un día de trabajo las vende por su valor obteniendo una valor adicional de medio día,
que corresponde a la pérdida de quien solo produjo media camisa. Como el mercado
es un mecanismo de distribución, la teoría de valor analiza también la distribución de
valores que se deriva de la ley de intercambio de valores iguales, y esto permite
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explicar que de tal distribución saldrán ganando quienes hacen progresar la
productividad económica a expensas de quienes se ubican por debajo del promedio
social, y esto es válido tanto para los agentes económicos individuales como para los
países.

Para explicar los precios, que son fenómenos del mercado, hay que abrir unos puentes
de comunicación entre estos y el valor. Lo primero es entender que el precio depende
del valor y este es alto o bajo según el trabajo necesariamente incorporado y de
acuerdo con el estado tecnológico y productivo de cada sociedad. El producto de un
día vale X y el producto de dos días vale 2X y, por tanto, debe tener un precio doble
respecto del primero; si el precio del primero fuera dos mil pesos, el segundo sería
cuatro mil pesos, y si hubiera sido cinco mil, el segundo valdría diez mil pesos. En
palabras breves: los precios son proporcionales a los valores. La teoría afirma que las
mercancías tienen valor, explica la medición de ese valor y, por tanto, las diferencias
en los precios, pero todavía no define el precio y no precisa cuál es el precio de cada
mercancía, precisamente porque estas últimas expresiones pertenecen al mercado.
Decir que los precios dependen del tiempo de trabajo socialmente necesario es una
tesis basada en los costos de producción pero todavía lejana al mercado; para
acercarnos al mercado y tener un análisis más aterrizado del valor y del precio
debemos pasar por dos filtros o puentes: el primero es el valor de cambio que nos
ubica en el mercado, y el segundo es el concepto de dinero que enlaza esta teoría del
valor-trabajo con los precios.

La competencia conduce al equilibrio

El análisis del valor ya expuesto se centra en un objeto situado en la producción y por


fuera del mercado, es decir, recae sobre una mercancía aislada de las demás. Siendo el
mercado una relación de intercambio de mercancías, su análisis requiere un modelo
de al menos dos mercancías por lo cual no es posible proseguir con una mercancía
aislada. Lo que interesa en el mercado es la relación cuantitativa en que se
intercambian los objetos, interesa si la tonelada de fríjoles que llevamos al mercado la
podemos cambiar por un tractor o con ella solo podemos adquirir cuatro bicicletas.
Las proporciones en que se intercambian las mercancías constituyen el valor de
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cambio. La medición del valor de cambio de una mercancía indica su capacidad para
intercambiarse por otras, cuantifica su poder adquisitivo, y este valor de cambio
depende del valor de ambas mercancías. Las mercancías llegan al mercado cargadas
de valor, un valor absoluto, y una vez en el mercado lo importante es su capacidad de
adquirir otras mercancías, lo decisivo es su valor de cambio o valor relativo.

Quien lleva sus mercancías al mercado debe proclamar por cuál mercancía quiere
cambiarla y en qué cantidad; cuando exprese esa cantidad estará afirmando el valor de
cambio, estará diciendo cuánto vale su mercancía en términos de otra, y este hecho
muestra que las mercancías, al hablar el lenguaje del mercado, no confiesan su valor
absoluto medido en tiempo de trabajo sino su valor relativo medido en términos de la
mercancía que quieren obtener. El oferente que lleva al mercado su producto y quiere
cambiarlo por otro, requiere de un demandante que relacione su mercancía con la de
él, requiere de la relación de cambio con otro producto o con aquel objeto que algunos
denominan dinero. El análisis del mercado debe descifrar el hecho de que en el
intercambio el valor absoluto no es visible y sin embargo él gobierna las relaciones
cuantitativas en que se cambian las mercancías. En primer lugar se trata de la división
social del trabajo: quien trabaja para producir A no necesita A, y quien produce B no
necesita B; sin embargo el primer productor desea B y el segundo A, siendo el
mercado el lugar donde se intercambian objetos útiles diferentes: el que el valor de
uso de A sea diferente del valor de B es la condición primera para efectuar el cambio.
En segundo lugar se cambian los objetos destinados al mercado, los productos del
trabajo organizado para producir mercancías, es decir, se comercian cosas cargadas de
valor. En tercer lugar A se cambia por B cuando el valor de A es igual al valor de B; si
el valor de A fuera el doble de B se cambiaría una unidad de A por 2 unidades de B, es
decir, que se cambian valores iguales pero valores de uso diferentes; esto muestra que
el valor no está determinado por el valor de uso aunque la utilidad de un objeto sea un
requisito para ser demandado y comercializado.

La ley fundamental del valor, el intercambio de valores iguales, significa que se


cambia una cantidad de trabajo por otra igual para que el intercambio sea adecuado y
lícito en términos mercantiles: lo que se produce en un día puede ser cambiado por lo
que se produce en un día, o lo que se produce en un día puede cambiarse por dos
unidades de aquello que se produce en medio día. Cambiar valores iguales es cambiar
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objetos que se producen en el mismo tiempo de trabajo, y esta igualdad en las
cantidades de trabajo necesarias para producir diferentes objetos es la regla que
gobierna el intercambio de mercancías. Quien trabaja un día para producir A y lo
cambia por B, en realidad ha trabajado un día para conseguir B; el productor de B,
igualmente, trabaja un día para producir A. Esta igualdad de valores es necesaria para
que el intercambio se establezca sin pérdida para los productores y en términos
apropiados a la justicia mercantil. Así, cuando a alguien le pagan su mercancía, se le
paga realmente lo que cuesta, pues le pagan su trabajo socialmente necesario con una
cantidad igual de trabajo socialmente necesario. En esto consiste el mercado como
compraventa de mercancías: el trabajo transformado en producto es pagado, al vender
la mercancía, con otro producto de otro trabajo de igual magnitud. Es así como se
paga el producto del trabajo de campesinos, artesanos y de todos aquellos que laboran
en condiciones diferentes a las de los asalariados; la diferencia estriba en que estos no
venden los productos de su trabajo sino otra mercancía que es su capacidad de trabajar
y que algunos autores denominan simplemente trabajo. En otra lección se explica el
valor de esta singular mercancía.

Todo lo anterior puede resumirse en un ejemplo: sea un día de trabajo para producir
una corbata y sea un cuarto de día de trabajo para producir una gaseosa; esto permite
intercambiar 1 corbata por 4 gaseosas, porque valen lo mismo, y expresar esta
igualdad así:

1 corbata = 4 gaseosas

La cuestión es que en el mercado no se dice que la corbata vale un día ni que la


gaseosa vale un ¼ día, porque estas expresiones toman el valor en forma aislada para
cada mercancía, y tampoco se lee textualmente la igualdad entre el valor de la
mercancías. El mercado tiene su forma particular de hablar y para leer esta igualdad
de tiempos de producción escoge sólo una mercancía para informar su valor; si escoge
la corbata afirmará que vale cuatro gaseosas. El hecho es que las mercancías no llegan
al mercado proclamando el tiempo durante el cual fueron producidas, no llegan
contando cuánto costaron y no dicen su valor a secas, su valor absoluto, llegan al
mercado diciendo su valor en términos relativos, en términos de otra mercancía, solo
nos cuentan su valor relativo. El valor relativo expresa el valor de una mercancía en
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términos de cantidades de otra, y esta expresión depende enteramente del valor: si la
corbata se cambia por cuatro gaseosas es porque se produce en un tiempo cuatro veces
mayor que el tiempo de producción de una gaseosa, es decir, el valor relativo de la
corbata se explica porque tiene un valor que es el cuádruplo del valor de la gaseosa.
La clave en todos los casos es la ley fundamental del valor: la equivalencia, o sea, el
hecho de intercambiar iguales cantidades de valor, iguales cantidades de trabajo.

La importancia de comprender y aceptar este lenguaje o valor relativo radica, entre


otras razones, en que el productor comúnmente no sabe qué es el valor ni de dónde
proviene y, por consiguiente, no sabe cuánto cuesta la mercancía en términos de
trabajo socialmente necesario; tampoco sabe cuánto tiempo gastó otro productor en el
artículo que quiere adquirir; y lo máximo que puede conocer es el tiempo que utilizó
en obtener su producto sin saber si está por encima o por debajo del promedio social.
Pero le interesa vender su corbata por una cantidad de gaseosas y tiene que otorgarle
un valor relativo, tiene que decir cuántas pretende recibir por la corbata, y al hacerlo,
cumple la ley del valor sin saberlo. Precisamente porque los hombres actúan sin saber
la explicación de sus actos, el conocimiento no se logra preguntándoles a ellos
mismos sino que se requiere un esfuerzo teórico para adquirir la explicación y esto es
lo que hace la teoría del valor. Y la ley fundamental del valor demuestra que la
tendencia a vender la corbata por cuatro gaseosas es la tendencia que se impone en el
mercado; y son las fuerzas de la competencia las que hacen posible la consecución de
este equilibrio económico.

La competencia se da porque todos los asistentes al mercado buscan su propio


beneficio, se informan de las condiciones del mercado y se desplazan por toda la
economía buscando el mejor negocio. El buen competidor quiere vender al mejor
precio posible y ofrece en los sectores de la economía donde cree hallar un buen
precio y al hacerlo, con su oferta, puede lograr que ese precio tienda hacia su propia
disminución y hacia el punto de equilibrio. La competencia, por tanto, al llevar los
precios al equilibrio, logra que los precios correspondan al valor, logran que las
mercancías se vendan por su valor; al mismo tiempo la competencia existe por el
valor, es propia del mundo dominado por el valor, por el mercado, por la economía, y
es esa misma competencia la que permite que los productores y oferentes pasen de un
sector a otro; movimiento que conduce la economía al equilibrio y al intercambio de
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valores iguales. La competencia existe porque el mercado se ha generalizado tanto
que el valor domina las actuaciones de los hombres, porque la sociedad está
gobernada por la economía al punto que a los hombres les es indiferente lo que
produzcan con tal de que se venda.

La indiferencia hacia un trabajo particular corresponde a una forma de


sociedad en la cual los individuos pueden pasar fácilmente de un trabajo a
otro y en la que el género determinado de trabajo es para ellos fortuito y,
por lo tanto, indiferente. El trabajo se ha convertido entonces, no sólo en
cuanto a categoría, sino también en la misma realidad, en un medio de
producir la riqueza en general y, como determinación, ha dejado de
adherirse al individuo como una particularidad suya. Este estado de cosas
alcanza su máximo desarrollo en la forma más moderna de sociedad
burguesa, en los Estados Unidos (Marx, 2000, 305).

Esta indiferencia hacia los productos como objetos útiles permite pasar de un sector a
otro con tal de obtener mercancías vendibles con la mejor ganancia; y esta movilidad
y libertad comercial hace que el mercado siempre esté en una búsqueda de su punto
de equilibrio donde los precios corresponden al valor.

Esta tendencia al intercambio de valores iguales es la tendencia a establecer el


equilibrio mercantil, equilibrio que es posible porque la competencia se encarga de
que los oferentes y demandantes cumplan la ley del intercambio de equivalentes.
Supongamos que un individuo llega al mercado diciendo que la corbata vale seis
gaseosas situándose por encima del valor de equilibrio; si él no sabe que cobra más de
lo que vale, al menos debe sentir que el negocio da buenas ganancias pues ese valor
relativo superior al determinado por el valor es mayor que el costo y, tarde o
temprano, otro vendedor le quitará la clientela vendiendo corbatas a cinco gaseosas,
pues solo requiere un día de trabajo para producirlas y puede venderlas recibiendo en
pago más de un día de trabajo, es decir, obtendrá un gran beneficio aunque venda
obteniendo menos mercancías que el primer vendedor. Cinco gaseosas todavía dan
suficiente ganancia como para atraer otros productores que compitan con los
anteriores y los dejen fuera del mercado. Lo que ha ocurrido es que el valor relativo
de la corbata disminuye hasta acercarse al equilibrio y cumplir las leyes del valor. Por
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otra parte, el productor de gaseosas que trabaje día y medio, o al menos más de un día,
para producir el número de gaseosas necesario para obtener la corbata puede ser
informado de que si trabaja solo un día puede obtener esa corbata sin necesidad de
producir gaseosas en más tiempo. Es decir, que al productor de corbatas no le
conviene engañar al mercado con valores relativos altos, no le conviene vender por
encima del precio de equilibrio, pues perdería los clientes ante otros productores o
porque al vendedor de gaseosas le convendría aprender a hacer corbatas. En caso de
ofrecer la corbata por debajo de su valor, además de tener pérdidas inmediatas,
lograría que el valor relativo de la gaseosa estuviera por encima del valor de equilibrio
y al productor de gaseosas tampoco le conviene cobrar más por su mercancía como se
desprende de los mismos razonamientos anteriores. Lo mejor es especializarse cada
uno en lo suyo para obtener más objetos en la producción y en el consumo, con esta
división del trabajo intercambiar mejores productos y efectuar las transacciones con
valores relativos que convengan a las partes. Esta mutua conveniencia que se
establece a través de la competencia es precisamente la tendencia a que los hombres,
casi sin darse cuenta, mercadeen sus productos con los valores relativos que cumplen
la ley del valor, los valores relativos equitativos y adecuados a la igualdad de tiempos
de producción. Aunque el ejemplo tenga sabor a trueque, contiene la clave de todo
tipo de intercambio, a saber: todas las mercancías valen una cantidad de trabajo y con
base en esta misma cantidad de trabajo se establece el valor de cambio o valor
relativo, valor adecuado al equilibrio económico al cual se llega por la competencia, y
de esta manera se explican las cantidades en que se intercambian los objetos que
llegan al mercado.

¿Cuántos valores relativos puede tener una mercancía? Como la corbata del ejemplo
anterior se puede intercambiar por todos los objetos y en las cantidades adecuadas a la
ley del valor, habrá tantos valores relativos como mercancías haya en el mercado: la
corbata puede valer cuatro gaseosas, un pantalón, veinte cigarrillos, un décimo de
automóvil, un collar, cinco yucas, etc. Pero todos estos valores relativos son una
posibilidad, lo cual obliga a mirar más detenidamente lo que pasa en el mercado. Para
que el valor relativo tenga sentido debe expresarse en una mercancía que realmente se
quiere obtener: si la corbata no quiere cambiarse por yuca no llegará al mercado
diciendo que vale cinco yucas, y si dice que vale un collar es porque quiere cambiarse
por un collar. Por eso, afirmación válida para cualquier artículo que llegue al mercado,
15
no hay muchos valores relativos, porque la mercancía que cuenta su valor lo hace en
términos de la mercancía apetecida, de la mercancía por la cual quiere cambiarse.
Pero no solo se dice por qué objeto se quiere cambiar, también se involucra la
cantidad y de esta manera la mercancía apetecida se utiliza para medir el valor.

Las mercancías tienen valor por ser productos del trabajo que las destina al cambio;
para cumplir su destino quieren cambiarse por la mercancía que escogen para expresar
la magnitud de su propio valor. Este valor relativo, por tanto, está determinado por el
trabajo socialmente necesario para producir ambas mercancías, por el valor de las dos
mercancías y depende de que se cumpla la situación de equilibrio; en el ejemplo
propuesto, el valor relativo de la corbata se analiza a partir del valor de ella misma,
del valor de la gaseosa y también del cumplimiento del intercambio equivalente.
Como regla general y en situación de equilibrio, el valor relativo de una mercancía
depende de su propio valor en forma directamente proporcional y depende del valor
de la mercancía apetecida en forma inversamente proporcional.

La comprensión de la competencia, el equilibrio y el valor de cambio son importantes


para entender sin equívocos el mercado y, en particular, el misterio de los precios: en
el lenguaje del mercado las mercancías expresan su valor en el precio, el precio es un
valor relativo específico y todos los determinantes del valor relativo se aplican a los
precios para analizarlos y comprenderlos. Estudiar los precios requiere definirlos y
saber qué es el dinero.

16
El dinero y los precios de equilibrio

Las mercancías son objetos del mercado que se cambian de acuerdo con su valor y en
cantidades que cumplen la ley de la equivalencia, es decir, se intercambia una
cantidad de trabajo por otra igual, con lo cual el trabajo se paga con trabajo aunque
aparezca como el cambio de producto por producto; al permutar valores iguales se
asegura cierta equidad en el mercado. El valor de la mercancía expresado en términos
de otra es el valor relativo propio del lenguaje del mercado, cuyo sentido estriba en
utilizar otra mercancía para expresar el valor, y esta otra mercancía es el objeto
apetecido. ¿Es este un análisis del trueque? ¿El valor relativo y sus leyes solo existen
y operan en el trueque? La respuesta está en las características del objeto apetecido
que expresa el valor.

Con el desarrollo de la producción, la división del trabajo y el incremento del trueque,


este se tornó cada vez más complicado y para superar estos límites se necesitó
encontrar un objeto que todos los asistentes al mercado estuvieran dispuestos a
aceptarlo, y si todos desean obtener el mismo objeto a cambio de los productos que
venden, este mismo objeto será el medio aceptado por todos para comprar. Cuando
esto ocurrió, el cambio directo de los productos o trueque dejó de existir y se escogió
una mercancía para expresar el valor de todos los demás artículos y por la cual se
venden todas las demás mercancías: este objeto recibe el nombre de dinero. Desde
entonces el mundo de las mercancías se dividió en dos partes: a un lado se encuentran
todos los artículos corrientes, al otro una mercancía específica que cumple las
funciones de dinero.

Cuando se cambia mercancía por dinero, se cambia tiempo de trabajo por tiempo de
trabajo, por lo cual el dinero es, en primer lugar, un objeto que se produce para llevar
al mercado, una mercancía que tiene valor; en segundo lugar, el dinero es la
mercancía por la cual todas las demás se cambian; y en tercer lugar este objeto,
codiciado por todos, que todos lo reciben y que por eso mismo facilita que el mercado
fluya sin las complicaciones del trueque, también cumple con las leyes del valor, es
decir, vale lo mismo que las mercancías por las cuales se cambia. Este es el mismo
dinero-mercancía de los mercantilistas metalistas. De ahí que el dinero que vamos a
17
utilizar para explicar los precios es el oro apetecido por los comerciantes, producido
por los mineros, mercancía que tiene valor como cualquier otra en los términos
explicados hasta ahora.

El dinero es usado por todas las mercancías para expresar y medir su propio valor: la
expresión del valor de las mercancías en dinero es precisamente el precio. Así, el
precio está regido por las mismas leyes que regulan el valor relativo, esto es, depende
en forma directa del valor de las mercancías y en forma inversa del valor del dinero, y
su medición precisa se realiza en condiciones de equilibrio como se explica con ayuda
de las siguientes tablas.
Tabla 1. Precio según el valor de la mercancía
Situación 1 día de T = 1 día de T Valor corbata Valor dinero en Precio en gramos
x corbatas = y gramos de en días días de oro
oro
A 1 corbata = 1 gramo de oro 1 1 1
B ½ corbata = 1 gramo de oro 2 1 2
C 2 corbatas = 1 gramo de oro ½ 1 ½

La tabla 1 muestra en la situación A que en un día de trabajo se produce una corbata y


esa misma cantidad mide su valor. El dinero tiene el mismo valor en virtud de que 1
gramo de oro se produce en un día de trabajo. Como el tráfico de mercancías
intercambia cantidades iguales de trabajo, en este caso un día de trabajo por un día de
trabajo, una corbata debe cambiarse por un gramo de oro, lo que significa, en lenguaje
de mercado, que el precio de la corbata es un gramo de oro. Las situaciones A, B y C
tienen de común que el valor del oro, mercancía que cumple el papel de dinero,
permanece constante. Si por alguna razón la sociedad reduce su capacidad tecnológica
y en un día de trabajo sólo puede producir ½ corbata, es evidente que el valor de la
corbata se eleva a dos días como se indica en la situación B; dada la ley del valor
ahora sólo cambiamos ½ corbata por 1 gramo de oro, es decir, cambiamos una corbata
por 2 gramos de oro, siendo esta última cantidad su precio. Si, como normalmente
ocurre, la sociedad progresa en su productividad y se ubica en la situación C, es
posible producir 2 corbatas en un día, descendiendo su valor a medio día y su precio a
½ gramo de oro.

Esta es solo una ilustración de la tesis general de que el precio de una mercancía
cambia en la misma proporción en que cambia su valor cuando el valor del dinero
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permanece constante. No sólo el precio de una mercancía será mayor o menor que el
precio de otra si su valor es mayor o menor, sino que una mercancía que suba o baje
su valor, elevará o disminuirá su precio cuando el valor del oro permanezca constante;
esto es válido para cualquier mercancía y solo para aquella que altere su valor. En
síntesis, el precio de las mercancías es proporcional a su valor.

Tabla 2. Precios según el valor del dinero


Situación 1 día de T = 1 día de T Valor corbata Valor Precio en
x corbatas = y gramos de oro en días dinero en gramos de
días oro
A 1 corbata = 1 gramo de oro 1 1 1
B 1 corbata = 2 gramos de oro 1 ½ 2
C 1 corbata = ½ gramo de oro 1 2 ½

En la tabla 2 se muestra el caso en que la corbata mantiene constante su valor y el


valor del oro se modifica. Siendo A el punto de comparación, la situación B representa
un incremento en la producción de dinero de 1 a 2 unidades, lo que baja su valor a ½
día de trabajo y, en consecuencia, aunque el valor de la corbata permanece constante,
su precio se eleva a 2 gramos de oro. Si solo se puede producir ½ unidad de dinero,
situación descrita en C, su valor se eleva a 2 días, y el precio de la corbata baja a ½
gramo de oro.

En consecuencia, cuando el valor de las mercancías permanece constante, sus precios


suben o bajan con las disminuciones o aumentos del valor del oro; es decir, si el
dinero vale poco hay que dar mucho dinero por la mercancía o lo que es lo mismo el
precio sube, y si el dinero tiene mucho valor se requiere poco de él para obtener la
mercancía, o sea, el precio baja. En términos generales, siempre que el valor de una
mercancía permanezca constante, su precio varía en proporción inversa al valor del
dinero.

Después de analizar por partes, podemos reunir los análisis anteriores para dar una
regla general: si la historia de todos los países nos muestra que mejora su tecnología
productiva y, por tanto, disminuye el valor de sus mercancías, quiere decir que las
mercancías tienden a bajar su precio; y al mismo tiempo tienden a elevar su precio
19
cuando decrece el valor del dinero. Que los precios se incrementen o disminuyan
depende en cada caso particular del efecto neto entre estas dos fuerzas. La siguiente
tabla ilustra algunas posibilidades.

Tabla 3. Variaciones de los precios de equilibrio


Situación 1 día de T = 1 día de T Valor Valor dinero Precio en gramos
x corbatas = x gramos de oro corbata en en días de oro
días
A 1 corbata = ½ gramo de oro 1 2 ½
B 2 corbatas = 1 gramo de oro ½ 1 ½
C 2 corbatas = 2 gramos de oro ½ ½ 1

En la tabla 3, el punto de comparación o situación A establece que el valor del dinero


es dos días, pues se produce ½ gramo de oro en un día de trabajo, y esta cantidad se
cambia por una corbata producida en el mismo tiempo, por lo cual el precio de la
corbata es de medio gramo de oro. En la situación B el valor de la corbata disminuye
a ½ día pero su precio permanece constante porque tanto ella como el dinero
disminuyen su valor en la misma proporción. Así, una disminución del valor de la
corbata no solo es compatible con un precio constante sino que también es compatible
con un aumento del precio como en el caso C, dado que el valor de la corbata bajó en
menor proporción que la disminución del valor del dinero. En el caso B las dos
fuerzas se neutralizan mutuamente y el precio de la corbata no varía, y en el caso C
predomina la presión de la disminución del valor del dinero y el precio de la corbata
aumenta. Que una mercancía baje de valor y al mismo tiempo su precio no disminuya
e incluso se eleve es, actualmente, un suceso común.

Los casos B y C, al compararlos con A en la anterior tabla, tienen otro interés. En


ambas situaciones la corbata es más barata, vale menos, pues su producción ya no
requiere un día de trabajo sino sólo medio día, pero el comprador de corbatas o sigue
pagando la misma cantidad de dinero o incluso paga más: en la situación B el
comprador se desprende de ½ gramo de oro por una corbata que vale menos, y en la
situación C desembolsa 1 gramo aunque producirla cueste menos. ¿Él puede pensar
que las corbatas son más caras porque da más dinero? La terminología que hemos
usado no le permite esta equivocada conclusión, pues si algo es más barato quiere
20
decir que se consigue con menos costo en trabajo y, si bien es cierto que él no las
produce, las corbatas se adquieren con dinero desvalorizado. En la situación A se paga
la corbata con ½ unidad de dinero producido en dos días de trabajo, en la situación B
se paga la misma cantidad de dinero producido en solo un día, y en la situación C se
desembolsa más dinero producido en menos tiempo. En consecuencia, artículos más
baratos pueden tener un precio mayor, es decir, un mayor precio no hace que las
mercancías sean más caras pues eso depende de sus costos de producción.

Aunque de lo anterior se deduce que el precio real de las mercancías se establece en


cada caso particular, es posible concluir algunas leyes generales que pueden
constatarse a través de la historia. Dado que existen adelantos tecnológicos que bajan
el valor de las mercancías, la tendencia es a la baja de los precios; esta tendencia se
vuelve realidad si el oro se consigue con mayor dificultad o con la misma facilidad.
La primera situación prácticamente no existe, pero la segunda es el estado más
normal, como puede observarse en los precios reales del siglo XVIII y buena parte del
XIX; actualmente sucede lo mismo en muchas mercancías y en múltiples ocasiones,
lo que se puede comprobar si seguimos los precios en dinero-oro. Como también
sucede que en algunos momentos el dinero baja de valor, en esas ocasiones los precios
se mantienen constantes o suben, para después regresar a la situación normal. El
esclarecimiento de los precios todavía tropieza con una dificultad: los precios
medidos en oro no son visibles actualmente porque están recubiertos por ciertas
denominaciones diferentes en cada país, por ejemplo, mil pesos, diez francos, tres
dólares, es decir, en la vida cotidiana el precio de las mercancías se expresa a través
de las monedas que en el mundo existen. Esto será materia de estudio en una lección
posterior.

GUÍA DE ESTUDIO

1. Distinga entre:
 Valor de uso y valor de cambio.
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- Trabajo socialmente necesario y trabajo individual.
- Valor y valor relativo.
- Mayor valor y mayor precio.

2. ¿Por qué los diamantes son más caros que el pan?

3. ¿Cuándo es más barata una mercancía?

4. Analice la relación entre:


- Valor y costo.
- Desarrollo tecnológico y valor.
- Valor y precio.
- Competencia y reparto de ganancias.
- Competencia y cumplimiento de la ley del valor.

5. ¿De qué dependen los valores relativos y sus variaciones?

6. ¿Por qué es importante saber el valor del oro?

7. Comente las siguientes afirmaciones:


- Las mercancías son productos del trabajo del hombre.
- Hoy casi todo es más barato que ayer.
- El trabajo se paga con trabajo.
- Los hombres no saben que cumplen la ley del valor.

8. ¿Qué efecto tiene en los precios el cambio de valor del dinero?

9. Explique los precios cuando oferta y demanda no operan.

10. Repase la comprensión de los siguientes conceptos:


- Precio de mercado, precio de equilibrio, utilitarismo.
- Teoría del valor-trabajo, trabajo socialmente necesario.
- Valor, valor relativo, dinero, precio.
- Ley fundamental del valor, determinación de los precios.
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Bibliografía

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Económica.

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Naciones, Fondo de Cultura Económica, 2ᵃ Edición. Tomo I. Capítulos IV, V y VII.

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