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¿Qué hacer para que tus alumnos tengan una escucha activa
en clase?
Para que puedas trabajar esto en clase te voy a explicar algunas
actividades sencillaspara que puedas desarrollar en tu aula de Primaria,
aunque si tus alumnos tienen otras edades puedes adaptarlo a ellos.
Actividad 1: Diferenciar entre oír y escuchar
No es lo mismo escuchar que oír y por esto los alumnos deberán explicarte
qué creen que es cada cosa. Después explica que no es lo mismo oír el
ladrido de un perro que escuchar una persona hablar, porque para escuchar
se necesita entender qué es lo que dice el interlocutor.
Pide a los alumnos que compartan conversaciones en las que mantengan
una escucha activa teniendo en cuenta el contacto visual, los tiempos de
espera y el lenguaje corporal para mostrar una actitud de escucha activa.
Actividad 2: El teléfono
Otra actividad estupenda siguiendo la anterior es el conocido juego de “el
teléfono” donde los alumnos se sientan en círculo y se dicen mensajes al
oído que deben reproducir exactamente igual al compañero de al lado, algo
que normalmente suele acabar bastante distorsionado.
1. Tiempo
Escuchar activamente implica dedicar el tiempo necesario y que demande cada
acto comunicativo, sin perder de vista la disponibilidad real de cada uno, pudiendo
expresarlo de forma respetuosa y generando un encuadre adecuado a la situación
si fuera preciso, cuidando de esta manera también la calidad de ese tiempo. Si
hemos decidido escuchar activamente al niño debemos ser conscientes de que
eso implica dedicarle un tiempo que quizá antes no dedicábamos a ello, porque en
el aula apremiaban más otras acciones. Una escucha activa es imposible de
materializar si no pausamos nuestro ritmo adulto y nos acoplamos al ritmo del
niño.
2. Interés
Debemos hacer entender al niño que nos interesa aquello que nos está contando.
Además de que nuestro cuerpo se coloque en una postura receptiva para
escuchar, y esto lo complementemos con acciones como asentimientos con la
cabeza o vocalizaciones, un aspecto clave es la mirada. Una comunicación en la
que el adulto mira desde arriba al niño genera una situación de superioridad que
no propicia la relación de cercanía y apertura que estamos buscando: para ello es
favorable ponerse a su altura, de igual a igual, mostrándole así que toda nuestra
atención, en ese momento, es para él y para el mensaje que quiere transmitir.
3. No juzgar (ni la forma ni el contenido)
Siempre y cuando se garantice una expresividad no violenta hacia sí mismo o
hacia los demás, es fundamental permitir que se exprese libremente, sin censuras.
Es importante respetar la emocionalidad con la que el niño manifiesta aquello que
quiere contar, pues también da información relevante que podemos tener en
cuenta sobre su desarrollo o su estado de ánimo. Se debe permitir, por tanto, que
el mensaje se emita desde la tranquilidad, el enfado, la alegría, la tristeza… El
niño aprende así que siempre y cuando lo haga con respeto, es admisible tener
diferentes sentimientos y manifestarlos de manera asertiva.
4. Mensajes yo
Mostrar interés y no juzgar no implica necesariamente estar de acuerdo con el
contenido del mensaje o incluso la forma en la que nos lo transmite nuestro
interlocutor. Si consideramos oportuno intervenir en un conflicto o en la
conversación, es preferible hacerlo en primera persona, desde yo. Así, las
impresiones, puntualizaciones o todo aquello necesitemos expresar lo haremos
desde nuestra posición, evitando así juzgar, sentenciar u objetivar una opinión o
postura personal.