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Esta habilidad comunicativa nos enseña a escuchar y entender al que nos

habla. Si les inculcamos esto a los niños se convertirán en el futuro en unos


adultos respetuosos con los demás. La escucha activa supone empatizar con
el que nos habla para comprender lo que nos cuenta

El profesorado es el primero que debe aplicar la escucha activa en su


relación con los alumnos. La clave es ponerse al nivel de los niños, mirarles
directamente a los ojos y mostrarles que entendemos lo que nos dicen.
Además, es importante que los padres hagan lo mismo en casa

En clase se pueden desarrollar actividades para fomentar la escucha


activa entre el alumnado. El clásico juego del teléfono es una forma de
promover esta técnica, puesto que nos exige escuchar atentamente al que
nos habla. Dar indicaciones a los niños para comprobar que nos atienden es
otra forma de promover la escucha activa
Pero esto es algo que muchas veces debe enseñarse ya que no todos los
alumnos nacen con esta capacidad innata de escucha, además que hay
muchas cosas “más interesantes” para ellos que escuchar todo el rato en
clase.
Por lo que es todo un reto para los profesores y maestros enseñar a los niños
estas habilidades sociales que le irán bien para aprender, pero también para
relacionarse con los demás de forma adecuada. Escuchar y entender la
información que se les brinda es fundamental para que se desarrollen
plenamente en sociedad, aprendiendo no sólo la escucha activa sino
también a comunicarse

¿Qué hacer para que tus alumnos tengan una escucha activa
en clase?
Para que puedas trabajar esto en clase te voy a explicar algunas
actividades sencillaspara que puedas desarrollar en tu aula de Primaria,
aunque si tus alumnos tienen otras edades puedes adaptarlo a ellos.
Actividad 1: Diferenciar entre oír y escuchar
No es lo mismo escuchar que oír y por esto los alumnos deberán explicarte
qué creen que es cada cosa. Después explica que no es lo mismo oír el
ladrido de un perro que escuchar una persona hablar, porque para escuchar
se necesita entender qué es lo que dice el interlocutor.
Pide a los alumnos que compartan conversaciones en las que mantengan
una escucha activa teniendo en cuenta el contacto visual, los tiempos de
espera y el lenguaje corporal para mostrar una actitud de escucha activa.

Actividad 2: El teléfono
Otra actividad estupenda siguiendo la anterior es el conocido juego de “el
teléfono” donde los alumnos se sientan en círculo y se dicen mensajes al
oído que deben reproducir exactamente igual al compañero de al lado, algo
que normalmente suele acabar bastante distorsionado.

Actividad 3: Seguir instrucciones


Otra idea fundamental para que los alumnos aprendan a tener una escucha
activa es crear una actividad ( o varias) donde tengan que seguir unas
instrucciones habladas por el maestro (sin soporte visual).

¿Cómo escuchar activamente? 5 claves


fáciles de poner en práctica en el aula
Como decimos, la mayoría de las personas no solemos desplegar la escucha
activa de manera natural porque no estamos bien entrenados para ello; esta
habilidad requiere un entrenamiento y una toma de conciencia para que podamos
ponerla en marcha, siendo auténtica y efectiva. En la actualidad es relativamente
fácil encontrar profesionales expertos en este ámbito y cada vez son más los
profesores que incorporan exitosamente dentro de sus herramientas personales la
escucha activa para ponerla a prueba en el aula. Siendo conscientes de la
dificultad de abarcar aquí todos los aspectos centrales de la escucha activa,
destacamos 5 claves de esta habilidad, que pueden ser relativamente fáciles y
rápidos de poner en práctica en el aula por un profesor interesado en ello:

1. Tiempo
Escuchar activamente implica dedicar el tiempo necesario y que demande cada
acto comunicativo, sin perder de vista la disponibilidad real de cada uno, pudiendo
expresarlo de forma respetuosa y generando un encuadre adecuado a la situación
si fuera preciso, cuidando de esta manera también la calidad de ese tiempo. Si
hemos decidido escuchar activamente al niño debemos ser conscientes de que
eso implica dedicarle un tiempo que quizá antes no dedicábamos a ello, porque en
el aula apremiaban más otras acciones. Una escucha activa es imposible de
materializar si no pausamos nuestro ritmo adulto y nos acoplamos al ritmo del
niño.

2. Interés
Debemos hacer entender al niño que nos interesa aquello que nos está contando.
Además de que nuestro cuerpo se coloque en una postura receptiva para
escuchar, y esto lo complementemos con acciones como asentimientos con la
cabeza o vocalizaciones, un aspecto clave es la mirada. Una comunicación en la
que el adulto mira desde arriba al niño genera una situación de superioridad que
no propicia la relación de cercanía y apertura que estamos buscando: para ello es
favorable ponerse a su altura, de igual a igual, mostrándole así que toda nuestra
atención, en ese momento, es para él y para el mensaje que quiere transmitir.
3. No juzgar (ni la forma ni el contenido)
Siempre y cuando se garantice una expresividad no violenta hacia sí mismo o
hacia los demás, es fundamental permitir que se exprese libremente, sin censuras.
Es importante respetar la emocionalidad con la que el niño manifiesta aquello que
quiere contar, pues también da información relevante que podemos tener en
cuenta sobre su desarrollo o su estado de ánimo. Se debe permitir, por tanto, que
el mensaje se emita desde la tranquilidad, el enfado, la alegría, la tristeza… El
niño aprende así que siempre y cuando lo haga con respeto, es admisible tener
diferentes sentimientos y manifestarlos de manera asertiva.
4. Mensajes yo
Mostrar interés y no juzgar no implica necesariamente estar de acuerdo con el
contenido del mensaje o incluso la forma en la que nos lo transmite nuestro
interlocutor. Si consideramos oportuno intervenir en un conflicto o en la
conversación, es preferible hacerlo en primera persona, desde yo. Así, las
impresiones, puntualizaciones o todo aquello necesitemos expresar lo haremos
desde nuestra posición, evitando así juzgar, sentenciar u objetivar una opinión o
postura personal.

5. Evitar soluciones o consejos


Es habitual que cuando alguien nos cuenta un problema, intentemos ofrecer
soluciones e indicar cómo debería actuar el otro, incluso cuando éste nunca nos
pidió consejo. En el caso de los niños, esto es aún más frecuente: cuando nos
cuentan un problema es muy habitual que los adultos les indiquemos qué hacer, o
no hacer, y cómo. La escucha activa nos permite detectar si es urgente ofrecer
una solución al niño o podemos, sencillamente, escuchar cómo expresa sus ideas
y sentimientos, mostrándole que lo que nos dice, en sí mismo, es relevante para
nosotros y capta nuestro interés. Cuando la persona se siente escuchada y, sobre
todo, cuando se escucha a sí misma, acostumbra a dar con sus propias
soluciones o respuestas, ya que dicho proceso comunicativo facilita la asimilación
de la situación, su integración y, a menudo, trascenderla.

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