Nueva Apología Del Ocio

Maestría en Ciencias: Gestión Sustentable del Turismo
Maestrante: Iván Ehécatl Quintero Meneses

Profesor responsable: Dr. Delfino Daniel Guzmán Ortiz
ENSAYO
Prefacio
El presente documento parte de los planteamientos presentados en la recopilación

antológica que el Dr. Delfino Daniel tuvo a bien seleccionar, compilar y editar.
Si bien, nociones como ocio, tiempo libre, y otras más se toman directamente del texto
académico el ensayo aquí presentado pretende discurrir con voz propia sobre lo planteado no
sin tomar nota de las fuentes que bebe el contenido, pero siempre apelando al razonamiento
propio de quien redacta.
Para su elaboración se tomaron en consideración las instrucciones del profesor por lo que
se parte específicamente de tres documentos presentes en la antología:
• El Tiempo libre y ocio reivindicado por los trabajadores, de Miranda Román, Guillermo
(2006).
La nueva apología del ocio: Argumentos para vindicar la práctica desde la contemporaneidad.
Iván Quintero - 2018 PÁG. 1

• Ocio y turismo: deber social y mercado laboral con futuro, de Bernal, Inmaculada y
Siebert, Gisela (1998).
• La preparación a la jubilación: nueva ocupación del tiempo, de Limón Mendizabal, M a
Rosario (1993).
Se toman en consideración los demás textos del cuerpo antológico como parte medular
del cuestionamiento, no obstante, se hace referencia a otros documentos que quien presenta
considera de mención pertinente para una apropiada contextualización y actualización de la
problemática.
Para su fácil comprensión este ensayo sigue la estructura lógica del discurso empleada
en la retórica tradicional latina:
Exordium: texto introductorio
Narratio: capitulación de hechos contextuales pertinentes
Argumentatio: tesis, antítesis, discusión y evidencias
Peroriatio: conclusión.

CONTENIDO
Exordium ....................................................................................................................................... 5
Narratio ......................................................................................................................................... 7
Argumentatio .............................................................................................................................. 17
Peroriatio ..................................................................................................................................... 22
Referencias .................................................................................................................................. 28

ENSAYO
Título:
La nueva apología del ocio:
Argumentos para vindicar la práctica desde la contemporaneidad.
Autor: Iván Quintero

Exordium
Tan temprano como 1883, Paul Lafargue clamaba el derecho a la pereza (Beruete-
Valencia, 2014) (pág. 108) aunque ya entonces no era una discusión nueva (ídem). Sin embargo,
este viejo debate cobra relevancia en nuestros días a la luz de las nuevas tecnologías y los
escenarios que planeta la posmodernidad.
Los textos de Limón (Limón-Mendizabal, 1993), Bernal (Bernal & Siebert, 1998) y
Miranda (Miranda-Román, 2006) cubren un abanico de 13 años y aunque relevantes, en la
cultura de la inmediatez se les considera académicamente obsoletos, habiendo transcurrido al
menos una docena de años desde la redacción del más reciente. ¿Qué ha ocurrido en el mundo
desde entonces que merezca una relectura?
En afán de actualizar el cuestionamiento debemos hablar en los términos teóricos que

hoy por hoy se debaten desde la academia. Son dos los aspectos de peso que modifican el
panorama del ocio:
la inminente singularidad tecnológica (Koval, 2011) (pág. 416), que deviene en la

automatización del trabajo (Mc Kinsey pág. 11 citado por:) (Novick, 2018), la “sustitución del
humano” que “preocupa a científicos, filósofos y escritores” (Romo, 2017) (pág. 5) implicando
su incidencia en el acceso al trabajo, convertido en bien de lujo (Setaro, García, & Schlup, 2017)
(pág. 8).

El derecho a la renta básica universal y sus “efectos redistributivos, sobre la

progresividad, sobre la pobreza y sobre el bienestar que se producirían al sustituir las
prestaciones monetarias instrumentadas” (pág. 5) (Badanes, Gambau, & Navas, 2018), las
formas emergentes en pos de un “nuevo modelo de generación de riqueza” (pág. 59) (Pérez-
González, Vega-Niño, & Vacca-Puentes, 2017) y “distribución de la riqueza” (pág. 1) (Amado-
Amado, Naranjo-Olarte, Acuña-Gómez, & Giovanni, 2017) y el “bienestar social” (pág. 32)
(2017).

Narratio
Condiciones del así llamado desarrollo sustentable en la actual coyuntura de la economía

internacional:
Las ideas que a continuación se presentan parten del supuesto que la economía del
turismo global genera derrama, aunque no es claro para los analistas si su impacto puede
calificarse como meramente positivo o negativo dada la multiplicidad de factores a analizar y
lo desmesurado de dicho ejercicio, lo que sí queda claro, es que existen dos facciones
diferenciadas que dan cuenta de esto, tal vez podrían considerarse posturas ideológicas
encontradas. El autor prefiere dejar el juicio ideológico al lector y por su parte hacer una
aportación crítica que enriquezca la discusión.
Así pues, en las siguientes páginas se pretende versar sobre: turismo, desarrollo y
sustentabilidad, países pobres, así como países ricos, verticalidad (entendida como una relación
de poder), dependencia, felicidad, derrama, crecimiento, producto interno bruto y moneda
fiduciaria.
Es innegable, hay diferencias que separan a países como EE. UU., Canadá, Francia,
Alemania, Reino Unido (o cualquier otro de los llamados desarrollados), de los países en vías de
desarrollo como Nigeria, Etiopía, Honduras, Guatemala, Ucrania, Bosnia, Afganistán,
Micronesia, etc. Dichas diferencias no son meramente abstractas, ni apenas subjetivas,
tampoco quedan en el plano de lo cultural, son brechas factuales, son condiciones reales,
palpables, observables, cuantificables y cualificables, algunas son incluso legales.
Hay condiciones coercitivas que perpetúan la brecha que separa estos dos tipos de
naciones; tales condiciones son fruto de intereses particulares, políticos, geoestratégicos,

macroeconómicos. Asimilar esta separación como natural ha encaminado el enfoque de

diversos pensadores hacia posturas carentes de ética, como la eugenesia, un pensamiento
pseudocientífico protodarwiniano muy peligroso sobre el que se han justificado moralmente
purgas raciales, xenofobia, guerras, abortos y esterilizaciones masivos y no consensuados, entre
muchos otros actos de lesa humanidad.
Considerar que los países empoderados son los más aptos y los subordinados adolecen
alguna clase de inferioridad cultural, intelectual, social o evolutiva, es una falencia sin respaldo
empírico ampliamente rechazada por científicos de todas las disciplinas sociales y naturales que
inciden en el humano como sujeto de estudio. Sirva la mención de lo anterior sólo como
referencia, dado que no es el propósito de este texto discurrir en tono moral; su necesaria
mención sólo pretende descartar los supuestos subjetivistas para tratar de encauzar el análisis
hacia un enfoque más crítico, uno más propio de las ciencias sociales.
Tras las aclaraciones pertinentes, es menester tomar un punto de partida para la
reflexión, para tal propósito se plantea el siguiente cuestionamiento:
En un contexto global, en el que la brecha que suponen las condiciones radicalmente
distantes entre Estado-Naciones denominadas desarrolladas y subdesarrolladas ¿Qué
esperanza gozan los menos favorecidos de sondar tal brecha y cuál es el papel del turismo en
esta dinámica internacional?
Hablar de desarrollo pasa por el concepto de la riqueza en tanto esta puede garantizar
la obtención de bienes y servicios, además que brinda la oportunidad de subsanar carencias
latentes, subyacentes, emergentes e inesperadas, incide pues directamente en la calidad de
vida de las poblaciones. No obstante una derrama positiva puede facilitar bienes y servicios
aunque no necesariamente se puede ligar al acceso a dichos bienes o servicios, para ponerlo en

términos coloquiales, si imaginamos un menor de edad, sin propiedad legal, pero con un
ingreso de un dólar americano a la semana tendrá acceso a condiciones poco equitativas si lo
ubicamos viviendo en Upper West Manhatthan o en la franja de Gaza.
Lo anterior no hace sino destacar el carácter de multiplicidad del desarrollo, pues la
riqueza no es garantía de la distribución de bienes y servicios, de acceso a servicios públicos o
privados, básicos o de lujo.
Además, no son pocos los rubros, más bien subjetivos, con los que indicadores
cuantitativos como producto interno bruto o renta per cápita no tiene una clara incidencia, que
incluso más bien no pueden correlacionarse de modo directo, a decir, sentido de pertenencia,
percepción de satisfacción, percepción de la felicidad, percepción de seguridad, percepción de
integridad moral de la población hacia sí misma o hacia sus gobernantes. La lista se compondría
de un larguísimo etcétera.
Ante tal coyuntura el desafío de los países con posiciones menos favorecidas en los
múltiples índices que sirven de referencia para evaluar el desempeño de los gobiernos a la luz
de parámetros que pretendan reflejar una “mejora” en la calidad de vida pasa por reconocer
sus carencias intrínsecas y reconocer también que, para acceder a un nivel de vida que eluda la
miseria, la falta de gobernanza, se acerque al estado de derecho y la sustentabilidad; debe
admitir que no basta con importar o tropicalizar modelos económicos de
crecimiento/desarrollo dado que las condiciones intrínsecas de cada nación distan las unas de
las otras.
Este escenario nos permite reconocer la actividad turística, situarla en un contexto, en
un espacio y hasta en un periodo histórico concretos.

En el caso de Latinoamérica (así como algunas naciones de África, Europa del este, y el
Pacífico asiático), el turismo ha sido ese búnker en el cual las políticas, los modelos, los
gobiernos y hasta los académicos han buscado la respuesta; la actividad turística desde los
modelos económicos es un escalafón que permite aproximarse al nivel de vida, al índice de
satisfacción, el grado de desarrollo y empoderamiento que gozan los países más desarrollados
como los miembros de la Unión Europea o los que participan de la Commonwealth. El turismo
ha sido cosificado, reduciendo la complejidad de su fenómeno, conceptualizado como una
herramienta al servicio del crecimiento económico que permita mermar la brecha ya
mencionada. La apuesta de los países pobres por el turismo pasa pues, ya no por el crecimiento,
sino que pretende al menos el desarrollo.
Al respecto López-Alves (2011) nos dice que:
Se ha argumentado que América Latina no
contribuyó a la modernidad y la expansión de lo
que la literatura ha llamado el Occidente moderno.
Sin embargo, en lugar de sólo imitar, reaccionar o
ajustarse a los paradigmas de la modernidad (y de
la globalización), la región elaboró y creó
modernidad durante el siglo XIX e inicios del siglo
XX … Ningún país latinoamericano creyó
seriamente que podría reproducir a Europa o a
EE.UU. … la región fue pionera en algunos de los
preceptos de modernidad. El resultado fue, como
estas breves comparaciones con Europa y EE.UU.

sugieren, un camino distinto a la modernidad que

posteriormente, durante el siglo XX, se podía
encontrar en otros lugares del sistema global.
En el caso particular de México la brecha entre crecimiento y desarrollo es palpable. Ya
en 2016 el “Happy Planet Index”, desarrollado por el Foro Económico Mundial, colocaba a la
nación mexicana en el segundo escaño, por orden de prelación, de su clasificación de la
felicidad, alcanzando un rango tan alto, muy por encima de países ricos, empoderados,
industrializados, militar, técnica y científicamente avanzados, a pesar de todos los bemoles
interpretativos que se quieran agregar. (Hernández, 2016)
Aunque ha caído al escaño 25 para la evaluación del 2017, el reporte de este año pone
de relieve esta cifra al revelar que esta percepción de felicidad no ha cambiado en lo absoluto,
sino que, junto con Suiza y Lituania tienen una percepción sostenida de la felicidad, siendo que
de 2005 a 2016 Nicaragua es el país donde más ha crecido la felicidad y Venezuela el país donde
más ha caído esta percepción (Helliwell, Layard, & Sachs, 2017).
El índice de la felicidad es considerado una medida rigurosa del progreso social y una
meta de las políticas públicas, se compone de la suma de 6 percepciones bien distintas, PIB per
cápita, apoyo social, expectativa de vida sana, libertad en las decisiones de vida, generosidad,
percepción de la confianza/corrupción y la valoración residual de la distopía.
Conocer lo que separa a un aspecto tan importante como la felicidad de los índices de
desarrollo y crecimiento económico es materia para un ensayo diferente. Sirva ahora sólo para
poner de relieve la dificultad de englobar en una categoría más o menos exhaustiva la métrica
social.

La métrica social nos permite comprender acaso algunos aspectos cuantificables de la

vida cotidiana a través de estadísticas, pero no son sino datos carentes de significado si no se
leen en un marco contextual profundo; además no agotan la realidad analizada dado que
siempre se pueden volver a realizar las mediciones desde otro ángulo, con otros participantes,
con otros observadores, con un muestreo diferente y arrojara resultados contrastantes. La
métrica es pues sólo un parámetro de referencia, nunca un valor absoluto.
Así como los fenómenos de la realidad son complejos e inagotables y al reducirlos a
meras expresiones numéricas, a la suma de unos cuantos valores arbitrariamente
conceptualizados no dan cuenta de la vastedad de los fenómenos sociales.
A su vez un compilado agotador de índices cuantitativos puede, más que arrojar luz sobre
una cuestión particular, entorpecer su explicación si no se plantea de manera adecuada o si se
oscurece un dato duro a la luz de las estadísticas. Convengamos pues que el valor de los
múltiples índices es sólo referencial y no absoluto.
No son pocos los que sugieren que los múltiples índices de desarrollo, progreso, felicidad
y otros similares de carácter positivo reflejan una realidad parcializada o tendenciosa y que
muchas veces por el contrario ponen de manifiesto una incompatibilidad entre el supuesto
beneficio social y el crecimiento industrial.
El mismo Marks, creador del Happy Planet Index (HPI), citado por Hernández (2016),
señala que “es posible vivir una buena vida sin que le cueste a la Tierra. El futuro no debería ser
Norteamérica o Europa Occidental, debería ser Latinoamérica”.
Más expertos hace hincapié en esta incongruencia como lo destacan Spaiser,
Ranganathan, Bali Swain y Sumpter (2016) quienes aducen:

En 2015, la ONU adoptó un nuevo conjunto de

Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGs) para
erradicar la pobreza, establecer la inclusión
socioeconómica y proteger el medio ambiente. Sin
embargo, voces críticas como el Consejo
Internacional para la Ciencia (ICSU) han expresado
su preocupación por la incompatibilidad potencial
de los SDG, específicamente la incompatibilidad del
desarrollo socioeconómico y la sostenibilidad
ambiental
Otros autores como Behera (2016) señalan que en muchos casos se usa como medida
de referencia el PIB de las naciones y su conversión a dólares siendo este proceso engorroso y
generando apreciaciones de cambio internacional inapropiadas. El mismo Behera indica que:
La literatura económica revela las limitaciones de
estos indicadores como una medida real del
desarrollo. El bienestar humano tiene dimensiones
más amplias de equidad, capacidades, necesidades
básicas, sostenibilidad, etc. que requieren la
necesidad de indicadores generales que midan el
desarrollo en perspectivas más amplias. (Behera,
2016).
Volviendo al índice de la felicidad cabe destacar que, en general, los países del G8
obtienen una mala puntuación, para el año 2006 el Reino Unido llega a la decepcionante

posición 108ª, con los otros miembros del G8 entrando en: 66ª Italia, 81ª Alemania, 95ª Japón,
111ª Canadá, 129ª Francia y 150ª Estados Unidos y por último, muy cerca del fondo del índice,
en 172ª posición se encuentra Rusia. (Marks, Abdallah, Simms, & Thompson, 2006)
Es necesario hacer hincapié en el carácter dependiente de las naciones subdesarrolladas
de la industria turística y cómo esta representa un modelo ampliamente discutido de
sostenibilidad. A pesar que existan académicos serios que defienden una posición positiva
respecto del turismo como eje de las economías nacionales de países pequeños, en general se
acepta que entre más diversificada esté la industria menor riesgo de pérdida mantienen, a la
vez, los países en los que la actividad turística no representa la mayor fuente de ingresos, sino
que forma parte de una saludable multitud de industrias fortalecidas, son países con mayor
estabilidad económica y política.
Del otro lado de la discusión tenemos a los países eminentemente emisores de la
actividad turística. Sustentan sus modelos económicos en una serie de condiciones grajeadas a
finales de la Revolución Industrial y potenciadas durante la Guerra Fría.
Podemos hacer una caracterización de estos, grosso modo, empezando por afirmar que
el motor de sus economías no se encuentra en la industria turística, lo que no impide que la
desarrollen, mas no como pilar fundamental de sus ingresos. Sus espacios para la actividad
turística (resorts, hoteles, etc.) suelen estar en buenas condiciones debido a un flujo constante
de inversión.
La base económica de estas naciones está fuertemente asentada en el poderío militar,
la industria, el petróleo y los negocios internacionales. Estos elementos, además de generar
recursos e ingresos para los países desarrollados, les permiten aumentar la plusvalía intangible
en cuanto al valor de sus economías.

En otras palabras, aumentan la “confianza” en su buena fe. Por absurdo que parezca el
dinero sin respaldo material del patrón oro, también llamado fiduciario o fiat, sustenta su valor
únicamente en el poder que tiene un estado para afirmar que su moneda posee determinado
valor.
Así pues, los países que no fueron participes de la bonanza de la Revolución Industrial o
de la acumulación geo-estratégica de poder bélico después de la Segunda Guerra Mundial, no
pueden competir contra los países desarrollados, dado que tienen que sustentar el valor de sus
monedas en bienes materiales y además contrastarlas al cambio contra monedas fiduciarias.
Mientras que en los países pobres la inflación y la deflación son consecuencia del
mercado internacional y ambas motivo de crisis afectando directamente el valor de sus PIB, en
los países desarrollados estas alteraciones son manejadas a conveniencia, procurando siempre
ganancias cambiarias.
Es evidente la posición de desventaja que los países pobres frente a los países ricos.
También es evidente el papel que desempeña el poderío militar como elemento coercitivo
entre naciones.
A la luz de este análisis, es inevitable ver la actividad turística como un ejercicio vertical,
no importando que los individuos que la practiquen tengan motivaciones intrínsecas
particulares y generen conductas muy específicas, pues, al formar parte de una colectividad con
tantas implicaciones, su ejercicio turístico reflejará dicha verticalidad.
El ejercicio de anfitrión turístico es uno de los pocos que permite un flujo económico
“positivo”. Al hacer que las divisas fluyan, al menos aparentemente a los países pobres.
El turismo es un ejercicio social, ambiental y económico que repercute en lo particular y
en lo mundial, que no está exento de controversias y que genera derrama económica a la vez

que produce impactos sociales y medioambientales. Es menester hacer un balance de dicha

actividad dada su importancia, trascendencia y repercusión en la economía global. El rol de la
actividad turística es fundamental pues es la firma primaria de interacción entre las naciones.

Argumentatio
Para Miranda-Román “No se tiene ocio si no se cuenta con trabajo. Se gana ocio si se
gana un salario” pág. 302 (2006), ¿debemos tomar esta afirmación como paradigma ontológico
esencial o como una aproximación epistemológica y por lo tanto pragmática del ocio?
Esta duda es toral en la actualidad. Sabemos que en pocos años el sistema económico y
político sufrirán transformaciones para nada superficiales.
La mano de obra (humana) se torna un lujo cada vez más reemplazable por opciones más
rentables, en el corto y en el largo plazo. La tecnología reduce los tiempos, abarata los costes,
la manutención, genera menos problemas de mantenimiento, es remplazable y renovable sin
que esto implique problemas éticos ni gastos legales, ni pensiones, ni necesita de salud.
Parece imposible revirar esta tendencia: el ser humano es prescindible. Pero si tal
afirmación es cierta no faltan quienes se preocupan por saber de dónde provendrá la riqueza
en el futuro. Sin la necesidad de emplear las empresas no generan base social remunerada. Sin
una base social remunerada las empresas no venden. Estamos ante la paradoja del Ouróboros.
Por lo pronto parece ser que estamos condenados como sociedad a una vida más
holgada, aunque esto suene contradictorio. El trabajo ya no es una obligación, es una necesidad
y a ella se contrapone la necesidad del descanso, ambos extremos del mismo espectro son
necesarios para perpetuar la sanidad mental del humano como especie, aunque acaso en esta
dualidad el extremo del ocio tiene bastante más importancia que el del trabajo.

El tiempo libre ha permitido el desarrollo de la humanidad. Desde la invención de la

agricultura cada revolución humana ha surgido del espacio temporal del descanso. El tiempo
libre es pues, cuna del pensamiento.
Los grandes filósofos de la humanidad han surgido casi en su totalidad de periodos de

aburguesada holganza.
Artistas y científicos nacen de estas sociedades aburguesadas mientras que, en las

naciones más oprimidas por el trabajo es más fácil condenar a sus pobladores a la mediocridad.
Si bien el ocio no ofrece una compensación total

frente a la vida de trabajo, no por ello deja de
producir compensaciones parciales que son
esenciales para el equilibrio psicológico (pág. 3023,
Dumazedier, citado por:) (Miranda-Román, 2006)
Se sabe por ejemplo que son los países ricos los generan más investigación y son los
países pobres los que más horas de trabajo padecen en su jornada diaria. Al menos
estadísticamente.
Hay muchos aspectos que atender, pero lo cierto es que aunque aun no se decide qué
mecanismos generarán riqueza y bienestar en el futuro, es prácticamente inevitable el
advenimiento de una era de “tiempo libre universal”.
El ocio no tiene por qué perder su carácter reconstitutivo, ni se pretende tampoco

mediante estas líneas apelar a una aspiración complaciente. Efectivamente el cambio es
revolución y la revolución es crisis, pero toda transformación hasta ahora a moldeado una
sociedad cada vez más desarrollada y no lo contrario.

No pretendemos predecir el futuro, ni preparar el escenario, simplemente contemplar

un espacio menos fatalista que la mayor parte de sus críticos, porque, a fin de cuentas se deben
plantear todas las posibilidades y quizá sirva de contrapunto asumir una postura alejada de la
tendencia general a fin de enriquecer la gran discusión.
Tampoco se pretende asumir una posición ingenua ante los cambios, ambas posturas
radicales deben observarse con detenimiento. Recordando lo expresado por Bernal y Siebert:
El incremento del tiempo libre influye y cambia el

comportamiento de nuestra sociedad: mientras en
1960 la media de la jornada laboral por año
ascendió a 2100 horas, en 1870 eran 1700 horas y
en el año 2000 serán probablemente 1500 horas.
Hasta el final del siglo con ligeras variaciones
coyunturales, crecerá el mercado del ocio y de las
vacaciones. (Bernal & Siebert, 1998)
Si bien estas proyecciones sí parecen ingenuas no podemos dejar de lado estas más
recientes y también menos optimistas:
Vamos a tener que acostumbrarnos a un futuro

donde el trabajo sea un lujo y el desempleo masivo,
la situación normal para la mayoría de las
personas…donde las desigualdades serán mucho
mayores y la precariedad laboral una especie de
cláusula irrenunciable para quien tenga, ojo, la

“suerte” de poder trabajar… ¿Será verdad que

estamos avanzando hacia un futuro tan “oscuro”?
¿Será verdad que los robots nos quitarán nuestros
empleos y destruirán nuestra forma de vida?... a
medida que crece la productividad, lo normal es
que las horas de trabajo también se reduzcan. Es
decir, que gracias a la tecnología y a los robots
trabajaremos menos horas, y eso son ¡buenas
noticias! (VisualPolitik, 2017)
Quizá es momento de plantear un escenario en el que como sociedad global debamos

prepararnos para el retiro masificado. Sabemos que “Finlandia lleva a cabo un proyecto con
2.000 personas que reciben una renta básica universal” (Deutsche Welle, 2018). No son pocos
los países que contemplan esta posibilidad; tanto países desarrollados como países
subdesarrollados ponen atención a estos mecanismos novedosos. Incluso en México (Navarro,
2018) ha sido propuesta electoral de alguno de los candidatos en pasados comicios.
Esta nueva era de la sociedad global puede leerse a la luz de lo comentado por Moragas (pág.
54, citado por Limón-Mendizabal):
La jubilación es para el sujeto una nueva realidad

que implica un replanteamiento de la experiencia
vital en el uso del tiempo, en las experiencias
físicas, en la dedicación intelectual y en el
significado social de la persona, y todo ello supone

una respuesta psíquica global del individuo. (Limón-

Mendizabal, 1993)
Debemos asumir la preponderancia de lo expuesto en el texto de Limón-Mendizabal,

esperando un “cambio cualitativo” en el que la vida “ya no se organice a través del trabajo sino
del tiempo libre” (Limón-Mendizabal, 1993).
Asimismo:
Al dejar el trabajo se pierde una importante ocasión

de contacto…la disminución de contacto social…se
manifiesta a menudo un sentimiento de
desenganche social que genera vivencias de
inutilidad, no sólo desde la perspectiva del jubilado,
sino desde la perspectiva del resto de la sociedad.
(Limón-Mendizabal, 1993).

Peroriatio
¿Qué puede aportar el sector turístico como potencial vector de desarrollo y

sostenibilidad en términos sociales? En efecto no es una pregunta fácil. Tanto más si se
considera la consuetudinaria contraposición entre el paradigma social y el económico
Mientras que para la prospección social hace falta tomar en consideración las voces de
todos los afectados en el fenómeno, sean partícipes o ajenos, actores activos o simples
afectados; para la posición económica se tiene que considerar y dar peso (en términos de
justicia social un peso injusto) a unos pocos particulares y a sus intereses personales en los
sectores que son prioritarios y benéficos para su mayor y mejor obtención y acumulación de
capital, aun cuando esto implique la afectación de los intereses de los demás. Se ha estipulado
en textos variopintos que el propósito de las empresas no es proporcionar riqueza a la mano
de obra, sino a los propietarios de la empresa, en este sentido la prioridad del agente
heteromorfo denominado empresa no es la subsistencia de la sociedad a la que presuntamente
sirve, sino su propia subsistencia incluso a pesar de la afectación de la sociedad de la que se
sirve.
Esta dicotomía entre lo social y lo económico es descrita por Postone (Stoetzler, 2010)
como un conflicto de intereses; él afirma que “los conflictos recurrentes sobre el grado de
explotación son aspectos intrínsecos de la vida cotidiana en la sociedad capitalista”. En ese
sentido el trabajo de Bauman hace particular resonancia al tratar la llamada modernidad
líquida, aquella que:

Es una figura del cambio y de la transitoriedad, de

la desregulación y liberación de los mercados. La
metáfora de la liquidez intenta también dar cuenta
de la precariedad de los vínculos humanos en una
sociedad individualista y privatizada, marcada por
el carácter transitorio y volátil de sus
relaciones…sin responsabilidad hacia el otro.
(Vásquez-Rocca, 2008).
Este encuentro entre capital y mano de obra que se traslapa al de sociedad contra
empoderado burgués y a su vez permea en un ámbito mucho más contemporáneo: la
contraposición entre el yo-individuo y el alguien-humano. En todas las variables permanece el
choque de intereses o quizá la lucha de clases.
Nadie puede servir a dos señores, pues

menospreciará a uno y amará al otro, o querrá
mucho a uno y despreciará al otro. No se puede
servir a la vez a Dios y a las riquezas.
Mt 6:24 (SBNVI).
Es preocupante pues considerar como a nivel operativo el conflicto de intereses entre el

ámbito social y el ámbito económico se verá reflejado en la toma de decisiones y la
implementación de acciones, de políticas públicas que han de generar un impacto en la
sociedad toda vez que la actividad turística es principalmente tomada como económica, que no

como social. Así pues, la gestión pública puede invocar tal o cual carácter social en el papel que
a la primera de cambios reflejará resultados más que contrastantes.
Cabe destacar que el Gobierno de la República en su: Programa Nacional de Desarrollo
2013-2018, invoca 61 ocasiones el término social.
En su Objetivo 5º enuncia lo que sigue
Delinear acciones para aprovechar el potencial
turístico de nuestro país no tendría sentido alguno,
si no enfocamos nuestros esfuerzos para que la
derrama económica que genera el turismo tenga un
impacto que perdure y se traduzca en mayor
bienestar para los mexicanos. Es por eso que
debemos dirigir acciones que permitan una mayor
distribución de los beneficios del turismo, que
permitan a los mexicanos disfrutar de nuestro país,
y que todo esto sea sostenible en el largo plazo; sin
dañar nuestros recursos naturales, nuestra cultura,
ni a nuestra sociedad. (PND)
Sin embargo, en la práctica, la evidencia empírica apuntala otros escenarios.
Es destacable sin embargo la inclusión del 3er indicador del programa sectorial,
denominado: Convergencia en Derrama Económica Turística (ICDET), que mide la brecha del
crecimiento de los ingresos promedio generados por la llegada de turistas en México, con
relación al crecimiento promedio de los países que en 2012 se encontraban en mejor posición
que México en el ranking mundial de la Organización Mundial de Turismo (OMT), en términos

de Ingresos por turismo internacional. Este indicador evalúa el fortalecimiento de las ventajas
competitivas para permitir un crecimiento similar (valor cercano a 1) o superior (valor mayor a
1) al de las potencias turísticas mundiales en derrama generada por el turismo internacional. El
objetivo es cerrar la brecha de crecimiento en derrama económica con respecto al promedio
de las potencias turísticas y evitar el rezago. (PND).
Se toma en cuenta un promedio de crecimiento de los 23 países que se encontraban
mejor posicionados que México de acuerdo al ranking de la OMT en 2012. La tasa promedio de
crecimiento para la línea base se estima para el periodo 2000 – 2012. La tasa promedio de
crecimiento para la meta 2018 se estimará para el periodo 2013-2018. Se utilizará una cifra
estimada para 2018 derivado de la publicación de las cifras de la OMT hasta 2019. (PND).
Este indicador se calcula de la siguiente manera de acuerdo al documento ya
referenciado:
ICDET= TCPMex
TCPMun
Dónde:
ICDET= Indicador de Convergencia en Derrama Económica Turística
TCPMex: Tasa de Crecimiento Promedio de México en ingresos por llegadas de turismo
internacional.
TCPMun: Tasa de Crecimiento Promedio de los 23 países que se encontraban mejor
posicionados que México de acuerdo al ranking de la OMT en 2012 en ingresos por llegadas de
turismo internacional.
Otro índice rescatable es el 10º Índice de empleo en el sector turístico de México (IEST),
que mide el número de puestos de trabajo ocupados remunerados en el sector turístico, dicho

indicador está incorporado en la Cuenta Satélite del Turismo de México base 2008. Se construye
mediante la relación de los puestos de trabajo ocupados remunerados en el sector turístico
entre los puestos de trabajo ocupados remunerados en el sector turístico del año base.
Asimismo, el indicador 11º Índice de PIB turístico per cápita (IPIBTpc), Este indicador
mide la disponibilidad de riqueza generada en el sector turístico por persona. Un valor mayor
al registrado en el año base supone una mayor disponibilidad de bienestar general para la
población.
Todos estos indicadores tratan, escasamente de reflejar las condiciones en las que el sector
turístico impacta positivamente a la región receptora, aunque en honor a la verdad, desconocen
descaradamente toda suerte de impactos que la actividad económica lega como subproducto
a la población receptora.
Sería benéfico para la actividad turística que se desarrollaran indicadores con mayor
observancia de las intenciones declaradas en la Agenda 2030 y los Objetivos del Desarrollo
Sostenible de modo que se pueda evaluar con mayor claridad y precisión la evolución del sector
en materia de dimensión social, esquivando así su, hasta ahora, desempeño falaz y asumiendo
un verdadero compromiso con las poblaciones receptoras, equiparando en importancia los
indicadores eminentemente económicos con aquellos meramente sociales y no especulando
un beneficio social como puro rebote, como en el caso del indicador 11º.
En el contexto de la no tan novedosa tendencia de los empresarios y capitales
particulares por asumir como estrategia de posicionamiento la Responsabilidad Social
Empresarial, todos los agentes involucrados, incluyendo los gobiernos y organismos
internacionales deberían promover una mayor vigilancia del impacto social y dar cuentas no
especulativas sobre cómo merma o mejora la actividad industrial la calidad de vida, evitando el

flujo de capital light, ese que sólo transiciona en las regiones paupérrimas y que prostituye la
mano de obra más barata buscando lo que en inglés se denomina profit.

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