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BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Y LA OQUEDAD DE LOS PAPAGAYOS

DEFENSA Y CONTRAATAQUE DE LOS CANTORES DEL NUEVO MUNDO

Br. Daniel Sibaja

Confiar en el vuelo

Hace unos meses me encontraba investigando sobre la esclavitud en la época moderna para

una materia de cultura y pensamiento. La variada piedra en las que me vi inmerso —quiero

decir— los más aturdidos obstáculos, fueron especialmente: las definiciones en sí de la

propia palabra “esclavo”, analizando también el origen poligenésico del fenómeno; eso,

hasta llegar a una conclusión en ese momento de cambio surgido a partir del

descubrimiento de América. Resulta que hay todo un proceso descarado y una discusión

filosófica diversa y arraigada fielmente a una conveniencia de frutas y verduras —si es que

todavía podemos llegar a ver al otro como producto—, altamente impregnada con asuntos

de política, como si los cantores del Nuevo Mundo estuvieran siempre destinados a ser

mercancía, como los amigos de África sufrieron con los portugueses. Me pareció ridículo

ignorar todo prejuicio con el que se juzga a cualquiera de los métodos y a las conclusiones

que se obtiene de esta cacería de crueles, en especial, cuando se trata de los indígenas

sometidos por los españoles en comparación a los africanos con los portugueses, ¡prueba

imperdonable de excusas, y de toda la ambición humana en su historia!

La llegada de los africanos esclavizados al Nuevo Mundo es de suma importancia,

Miguel León-Portilla ha dicho que “hoy se reconoce que los africanos, al lado de los que

llegaron de la Península Ibérica y los indígenas, constituyen la tercera gran raíz cultural en

el continente”. La pregunta podría llegar a hacerse: ¿cuáles fueron los verdaderos

propósitos de traer a los esclavos africanos al continente?, ¿por qué no hubo el mismo

monopolio en los indígenas? Es importante preguntarse, claro, porque parte desde aquí los
antecedentes de las aboliciones de esclavitud en el Nuevo Mundo. No sería hasta que

Hidalgo decrete dicha abolición para iniciarse las guerras de independencia y sus formas

modernas de autonomía para ver por fin una “liberación”, el alunado vuelo de los

papagayos. Un ejemplo, también, de los desacuerdos. Sobre todo los que iban en contra de

las cadenas del comercio en mano y rabia de los portugueses.

La obra de Bartolomé de las Casas será una obertura fundamental para reconocer

las mismas entonaciones que los cantores nativos de América compusieron, para cantar la

paz y la armonía, para defenderse. Y se sabe de la palabra registrada del cronista: todo fue

en defensa de la comprensión y del entendimiento de los nativos. Sí, una manera de

alcanzar, apenas y a penas, la utopía de los derechos humanos. Puedo confiar y puedo

ejemplificar lo que fue la búsqueda del vuelo del papagayo sin sogas, sin amarres. La

utopía de la palabra entre cantores y amigos a ras de un derecho vida.

La persona de las Casas y la utopía de los papagayos

La palabra es libertad. ¿No fue la herramienta tenaz para develar los secretos de la leyenda

negra de América?, ¿cómo tomar opinión, juzgar y contraatacar al imperio? Fue con la

palabra, compañeros, con la que se defendió a los que cantaban la paz en estas tierras. Fray

Bartolomé de las Casas, sevillano, fraile dominico y obispo de Chiapas,

Por siglos, su figura polémica, es y ha sido de mucho debate: o es el gran promotor

de los derechos humanos, como defensor de los nativos y de todos los hombres, de los

oprimidos; o ha sido gran impulsor de revueltas, de personalidad obsesiva, cuyo objetivo

era hablar de la leyenda negra de América. Gustavo Adolfo Zuluaga Hoyos ha rememorado

la infancia del cronista donde “siendo todavía un niño, de las Casas contempla un grupo de
indígenas americanos traídos por Colón de su primer viaje. Esta imagen quedará grabada en

su memoria.” Entonces, ¿no es su imagen propia vista en aquel cantor nativo?, ¿no fue sino

la empatía del terror con los esclavizados? Es el reconocimiento inmediato entre humanos,

que cae como relámpago en tormenta para iluminar nuestro razonamiento y saber que el

otro es mi propia imagen. La fe en su palabra es un arma blanca de doble filo,

vislumbramos su travesía evangelizadora. El cronista es liberador.

Y es que luego supe que los romanos ya han hablado de este reconocimiento en sus

derechos civiles, sobre todo cuando se decía que “el esclavo era una cosa de naturaleza

humana, razón por la cual, a pesar de que nunca obtuvo capacidad jurídica de ningún tipo,

sí se le reconocieron ciertos derechos.” Esta es la ironía de vernos semejantes, pero

tratarnos diferentes. Fueron entonces, las sogas al pie del español en el Nuevo Mundo, un

reflejo de vergüenza para Bartolomé de las Casas, lo que le impediría contemplar el vuelo

de los papagayos.

Su utopía empieza romper cadenas, a desamarrar papagayos, y a hacer eco entre las

grandes potencias, después de viajar junto con Ovando. Digamos que su persona fue

coleccionista, justamente, un coleccionista de nudos, de enredos intencionales, ambiciosos

y provocadores de la “destrucción del Nuevo Mundo”. Es una utopía, o tal vez, una defensa

bien dibujada de su persona, su historia y la trascendencia de su palabra.

Buscando el alma

Bartolomé de las Casas es defensor de la racionalidad, luz de los nativos. Confía que todos

ellos estarán sujetos a los derechos humanos, que emprenderán vuelo, y recuperarán la paz.

Porque, ¿qué es la racionalidad sin alma? Tomás Moro nos hablará del pensar, y si se
piensa: los utopianos dicen que la razón puede llegar a creerlos y a aceptarlos. Pero es

cierto que ir en contra del mercado portugués era combatir con titanes. Quizá por ello nada

se pudo defender de los amigos africanos. Octavio Paz ha dicho, “la libertad se humaniza,

encarna en los hombres.” ¿Pero se reconocía en otros a una persona, un reflejo, cargador de

alama y ente físico?, es decir, ¿por qué la diferencia? No sé hasta que cierto punto toda

herida, todo agujero sobre el papagayo es causa de la mayor excusa aguardada por años: no

había entendimiento. Pero como dice, Paz, amigos: “Ser ‘otra cosa’ quiere decir ser ‘la

misma cosa’: la cosa misma, aquello que real y primitivamente son”.

Para acabar contemplando el vuelo hay que ver la figura de Bartolomé como

antecesor de los derechos, el caballero que lucha codo a codo y que contraatacó a todos

esos nudos, amarres y pesadas cadenas de la esclavitud. Todo papagayo es libertad, porque

el que quiere huir, anhela volar y desatarse de aquello que lo hiere, impidiendo irse, estar en

el espacio-tiempo del ser. Entonces, Nezahualcóyotl escribirá:

En vano he nacido,
En vano he venido a salir
De la casa del dios a la tierra,
¡yo soy menesteroso!
Ojalá en verdad no hubiera salido,
Que de verdad no hubiera venido a la tierra.
No lo digo, pero…
¿qué es lo que haré?,
¡oh príncipes que aquí habéis venido!,
¿vivo frente al rostro de la gente?
¿qué podrá ser?,
¡reflexiona!

¿Habré de erguirme sobre la tierra?


¿Cuál es mi destino?,
yo soy menesteroso,
mi corazón padece,
tú eres apenas mi amigo
en la tierra, aquí
¿Cómo hay que vivir al lado de la gente?
¿Obra desconsideradamente,
vive, el que sostiene y eleva a los hombres?

¡Vive en paz,
pasa la vida en calma!
Me he doblegado,
Sólo vivo con la cabeza inclinada
Al lado de la gente.
Por eso me aflijo,
¡soy desdichado!,
he quedado abandonado
al lado de la gente en la tierra.

¿Cómo lo determina tu corazón,


Dador de la Vida?
¡Salga ya tu disgusto!
Extiende tu compasión,
Estoy a tu lado, tú eres dios.
¿Acaso quieres darme la muerte?

¿Es verdad que nos alegramos,


que vivimos sobre la tierra?
No es cierto que vivimos
Y hemos venido a alegrarnos en la tierra.
Todos así somos menesterosos.
La amargura predice el destino
Aquí, al lado de la gente.

Que no se angustie mi corazón.


No reflexiones ya más
Verdaderamente apenas
De mí mismo tengo compasión en la tierra.

Ha venido a crecer la amargura,


Junto a ti a tu lado, Dador de la Vida.
Solamente yo busco,
Recuerdo a nuestros amigos.
¿Acaso vendrán una vez más,
acaso volverán a vivir;
Sólo una vez perecemos,
Sólo una vez aquí en la tierra.
¡Que no sufran sus corazones!,
junto y al lado del Dador de la Vida.

Mérida, 23 de febrero de 2017

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