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LINDA SCHIERSE LEONARD

LA MUJER HERIDA
Sanar la relación padre-hija

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EDICIONES OBELISCO
AGRADECIMIENTOS

Muchísimas personas me han ayudado a lo largo de los seis años que he


dedicado a escribir este libro: clientes, estudiantes, colegas, amigos, y
deseo dar las gracias a todas estas mujeres y a todos estos hombres que
compartieron conmigo sus experiencias y su entendimiento sobre el
tema de la relación padre-hija.
Un agradecimiento especial al C. G. Jung Institute de San Francisco
por sus becas, que ayudaron a financiar parte del trabajo de oficina
necesario; a la plantilla editorial de Psy- chological Perspectives, que
originalmente publicaron cuatro artículos que han sido incluidos en el
libro, especialmente a William Walcott, Russell Lockhart y Al
Kreinheder, por su apoyo y sugerencias; a Donna Ippolito de Swallow
Press, cuyas recomendaciones fueron de capital importancia para la
revisión final del texto; a Elaine E. Stanton por la artística imagen de la
portada; a Mary Ann Mattoon, que primero me invitó a dar una
conferencia sobre la herida padre-hija y más tarde leyó el manuscrito y
expresó sus opiniones; a mi grupo de escritura, John Beebe, Neill
Russack y Karen Sig- nell, que escucharon algunos de los capítulos en
su forma original y aportaron nuevos puntos de vista y críticas cons-
tructivas; a Peer Hultberg, John Beebe y Kirsten Rasmus- sen, que
leyeron el manuscrito completo y ofrecieron valiosas recomendaciones;
a mi clase de la California School of Professional Psychology, en
Berkeley, por compartir sus fantasías sobre la paternidad y la feminidad;
a Hilde Bins-

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wanger, que fue mi primera inspiración para que me pusiera a escribir
sobre la herida padre-hija; a Jane y Jo Wheelwright, Janine y Steve
Hunter, y Gloria Gregg, (jiie me ofrecieron apoyo emocional y
sugerencias durante las lases críticas del proceso de escritura; y
especialmente a mi madre, Virginia Schierse, que compartió conmigo su
experiencia y recuerdos sobre mi padre.
Mi gratitud hacia las siguientes personas y editoriales que me
dieron permiso para reproducir material amparado por un copyright o de
su propiedad:

«A Sword», de Karin Boye, reproducido de The Other Voice, copyright


1976 de W. W. Norton and Co., con permiso de Albert Bonniers Forlag
IB.

«What is S OIT OW For?», de Robert Bly, con permiso de Robert Bly.

«Why Mira Can't Go Back to her Oíd Housc» Mirabai, ver- sionado por
Robert Bly, reproducido con permiso de Robert Bly y Sierra Club Books,
de News of the Universe, copyright 1980 de Robert Bly.

«The Falhcr of my Counlry...» de Diane Wakoski, reproducido de


Insicle the Blood Factory; copyright 1968 de Diane Wakoski, con
permiso de Doubleday Co. & Inc.

«Daddv» de Sylvia Plath, reproducido de Ariel, copyright 1965 de Ted


Hughes, con permiso de Harper & Row Publi- shers.

Selecciones de Duino FJegies y Letters to a Young Poet de Rainer Maria


Rilke, copyrights 1959 y 1954 por W. W. Norton Co., Inc. con permiso
de W. W. Norton Co., Inc.

«Apotheosis» de Dawn Brett, con permiso de Dawn Brett.

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PREFACIO

UNA HIJA HERIDA

De niña yo amaba mucho a mi padre. Era cálido y afectuo so, y era mi


compañero de juegos favorito. Me enseñó a jugar al béisbol, me enseñó
matemáticas. Cuando tenía siete años, lodos los sábados me llevaba a la
biblioteca y utilizaba su encanto con la bibliolecaria para que me
permitiera sacar catorce libros a la semana, el doble de lo permitido.
Como mi padre no había tenido la oportunidad de terminar el instituto, y
como valoraba mucho la educación, me iras- pasó ese valor y, junto con
mi abuela, pasó horas y más horas conmigo, ayudándome a estudiar y a
aprender, a mejorar mi vocabulario, a jugar a juegos de preguntas y
respuestas. En invierno dábamos paseos en trineo y yo descubrí el
mágico brillo de la nieve nocturna, y sentí la excitación del rápido
descenso hasta el pie de la colina. También me llevaba a las carreras de
caballos, donde viví las emociones que suscitan las carreras y las
apuestas. Mi padre amaba a los animales, así que ellos se convirtiero n
también en mis amigos. Y cuando paseábamos juntos, siempre
conocíamos a gente nueva, porque mi padre era muy amistoso y
extravertido. Yo era la niña de mi padre, y él se sentía tan orgulloso de
mí que en mi cara siempre había una sonrisa de oreja a oreja. Mi madre
también era muy especial para él. Todos los fines de semana nos llevaba
a cenar fuera, a distintos restaurantes étnicos de la ciudad donde vi -
víamos, y después mi padre solía llevar a mi madre a bailar hasta bien
entrada la noche. Aunque no teníamos mucho

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dinero, la vida me parecía una gran aventura; siempre había tantas cosas
nuevas e interesantes que ver y que hacer...
Pero entonces, en algún momento, por alguna razón, todo eso
empezó a cambiar. Mi padre comenzó a llegar tarde a casa y cuando
regresaba, muchas veces me despertaban sus gritos airados. Al principio
esto sólo ocurría ocasionalmente, pero pronto se convirtió en una vez
por semana, luego en dos, y después prácticamente en algo cotidiano. Al
principio yo estaba confusa y me preguntaba por qué mi madre se
quejaba tanto a mi padre los domingos por la mañana. Sentía pena por
él. Pero cuando llegué a los nueve años las cosas ya estaban bastante
claras: ¡mi padre era el borracho del barrio! Por esa época me tomaron
una fotografía, y el contraste entre esa fotografía y mi radiante yo
anterior era notable. Ahora tenía aspecto de huérfana desvalida. Ni
rastro de sonrisa ni ojos brillantes, sólo unos ojos apagados y unas
comisuras de los labios caídas. Durante los años siguientes mis
sentimientos hacia mi padre fueron muy confusos. Lo quería. Sufría por
él. Me avergonzaba de él. No era capaz de comprender cómo podía ser
tan maravilloso en un momento determinado y tan horrible al siguiente.
.
Tengo un recuerdo muy vivo de una noche. Mi padre solía llegar
tarde a casa cuando estaba bebido v amenazaba con hacerle daño a mi
abuela (su suegra). Mi madre y yo habíamos tenido que llamara la
policía en numerosas ocasiones para que lo sacara de casa.
Normalmente era yo quien hacía la llamada. A veces, si mi padre se
ponía tan violento que me cortaba el acceso al teléfono, corría asustada
hacia el porche para gritar pidiendo ayuda. En una de esas no ches
especialmente violentas, llegó la policía y me encontró sollozando,
acurrucada en un rincón. Uno de los agentes se volvió hacia mi padre y
le dijo: «¿Cómo puede hacerle esto a su hija?». El recuerdo de la
preocupación de ese extraño y la pregunta que le hizo a mi padre, me
quedaron grabadas en la mente durante muchos años. Puede que incluso
fuera en ese mismo momento cuando, en alguna parte pro

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funda de mi psique, se plantara la semilla para escribir es te libro.
Al irme acercando a la adolescencia, mis confusos sentimientos
hacia mi padre se convirtieron en odio. Ya no lo quería, ni tan siquiera
me daba lástima. Repelida por su conducta, lo odiaba profundamente.
Les mentía a mis profesores y amigos sobre él, y era imposible invitar a
nadie a casa. Nadie, excepto nuestros vecinos inmediatos, sabía que mi
padre era un borracho. Y nadie más -juré yo- lo sabría nunca, si yo podía
impedirlo. Me desconecté de él por completo, e intenté convertirme
exactamente en su opuesto de todas las formas imaginables.
Para protegerme llevaba una doble vida. En la escuela era una
estudiante trabajadora, seria y diligente. Aunque era la «preferida de la
profesora» también me llevaba bien con mis compañeros porque era
amable, cordial, tímida y adaptable. Por fuera era dulce y seria; pero
dentro albergaba una terrible confusión: el odio furibundo hacia mi
padre, la vergüenza infinita de ser su hija y el miedo de que alguien des-
cubriera quién era yo en realidad. Los únicos indicios de que algo
andaba mal era un tic facial que desarrollé a los catorce años y el hecho
de que, a diferencia de otras chicas, no mantenía citas con chicos. Pero
como iba un año avanzada en la escuela y era más menuda y joven que
el resto, esto resultaba aceptable. En la escuela mi esfuerzo acadé mico y
agradable personalidad me daban cierto consuelo y significado. Pero en
casa la vida era una pesadilla. Nunca sabía cuándo iba a ser despertada
de un sueño profundo por ese loco que era mi padre. Siempre tenía
miedo de que una noche llegara a casa con una pistola y nos matara a
todas.
Cuando me hice mayor, decidí escapar. Sabía que quedarme en casa
sería el fin para mí. Para protegerme del aterrador caos de mi hogar, de
la violenta y parasitaria dependencia de mi padre, y de las exigencias
emocionales de mi madre para que llenara esa laguna que mi padre no
era capaz de llenar, me volqué en el mundo del intelecto y de!

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pensamiento lógico como defensa. Ello me brindó también el muy
necesario distanciamiento de mi madre, porque me di cuenta de que si
cedía a su deseo de que me quedara con ella en esa situación, sería
como quedar presa a perpetuidad en ese pasado. Estaba intentando
romper mi identificación tanto con mi madre como con mi padre y, en
definitiva, con ese reino de todo lo que no podía controlar.
Durante largos años, rni retiro a una actitud intelectual desapegada
me resultó iktil. Me fui de casa y trabajé como reportera para un
pequeño periódico de Colorado. Después estudié filosofía para
desarrollar mi mente y profundizar más en las cuestiones relativas al
sentido de la vida. Por esa época me casé con un intelectual, un hombre
lo más opuesto a mi padre que pude encontrar. Mi esposo me animó a
proseguir mis estudios y a obtener un doctorado, así que mi vida
también pasó a ser intelectual.
Durante esa época el hábito de beber de mi padre empeoró. Pero
para cuando cumplí veintiún años decidió regalarme un anillo con un
ópalo, la piedra que corresponde a mi mes de nacimiento. De algún
modo, aunque no trabajaba y se gastaba en alcohol todo el dinero que
caía en sus manos, consiguió ahorrar veinticinco dólares para ese anillo.
Era el primer regalo que me había hecho en años, el anillo era precioso,
con esa luz mágica que emiten los ópalos. Pero no podía llevarlo. Las
pocas ocasiones en que fui de visita a casa hasta el final de la vida de m i
padre, siempre me preguntaba por ese anillo, y yo siempre respondía
con evasivas. Aunque me sentía muy culpable, simplemente no
soportaba ponérmelo. Sólo muchos años más tarde, después de su
muerte y más o menos para cuando empecé a escribir este libro, pude
ponerme el anillo con el ópalo. Y ahora no me lo quito jamás, esperando
ser capaz de construir el puente para cruzar ese terrible vacío entre mi
padre y yo.
Durante el transcurso de mi matrimonio mi lado inconsciente
reprimido estalló, de manera misteriosa e incontrolada, asumiendo la
forma de ataques de ansiedad y depresión. Para comprender estas
experiencias recurrí a los

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filósofos existencialistas Heidegger y Kierkegaard, a novelistas como
Dostoievsky, Hesse, Kafka y Kazantzakis, a poetas como Rilke y
Holderlin, y finalmente a la psicología de C. G. Jung. Actuando todavía
desde mi sistema defensivo pi'ofesional, y con el pretexto de que había
decidido convertirme en psicoterapeuta, me fui a Zurich y empecé un
análisis junguiano. De repente, mi lado dionisíaco reprimido afloró a la
superficie. Mi sueño inicial, el primero que tuve después de iniciar el
análisis, fue una terrible pesadilla que me despertó en plena noche. En
el sueño, Zorba el griego estaba colgado por el cuello de la viga de un
barco varado en tierra, ¡pero no estaba muerto! Me gritaba para que lo
descolgara, y mientras yo me movía torpemente, él mismo se liberó, con
un tremendo esfuerzo. Entonces me abrazó.
Aunque este sueño resultó muy perturbador, Zorba también
simbolizaba para mí las ganas de vivir, una relación despreocupada,
juguetona y dionisíaca con la vida. Pero este mundo también lo tenía
asociado con mi padre, y yo había visto lo destructivo y degenerativo
que el viaje hacia lo irracional había sido para él. Como yo había
negado conscientemente este lado irracional de mí misma al diso ciarme
de mi padre, el reino de Zorba a) principio aparecía como caótico,
amenazador y primitivo. Jung ha descrito el viaje hacia el inconsciente
como una «travesía marítima nocturna», una travesía de miedo y
desmembración, un tiempo de terror y de temblar an te lo desconocido
que nos sobrecoge. Y ésa fue mi experiencia. Para entrar en el mundo de
mi padre necesité valor, aunque no puedo atribuirme el mérito de este
salto al abismo. Me vi forzada a saltar, como si una figura silenciosa
hubiera aparecido detrás de mí y me hubiera empujado por el borde de
un precipicio donde había estado parada. Allí, en las profundidades, me
vi confrontada con mi propia irracionalidad, con mi propia embriag uez
y mi rabia. ¡Después de todo era igual que mi padre! Y muchas veces
actuaba como él lo había hecho. Me emborrachaba en las fiestas y vi
surgir un lado salvaje y seductor de mi personalidad.

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Cara a cara con el reino de lo irracional, sintiéndome desped azada
por el mítico Dionisos, empecé a vivir mi tortuoso lado oscuro. Mi
aspecto también cambió cuando dejé que mi pelo corto, tan profesional,
se convirtiera en una melena de estilo hippie. En las paredes de mi
apartamento colgaban las coloridas pero grotescas y amenazadoras imá-
genes de los expresionistas alemanes. Cuando viajaba, buscaba
hoteluchos baratos en barrios peligrosos de ciudades desconocidas. Igual
que antes había evitado el mundo de mi padre, ahora me sumergía de
cabeza en él. Y ahora también experimentaba la culpa y la vergüenza
que antes había considerado dominio exclusivo de mi padre. Aunque
todo eso me parecía aberrante y compulsivo, de algún modo sa bía que en
esa conducta se escondía un tesoro que yo podía encontrar. En un punto
de ese caótico período tuve el siguiente sueño:

La entrada a la casa de mi padre era una pequeña y desvenci jada


puerta de un sótano. Una vez dentro, me estremecí al ver el papel
desprendiéndose en grises manojos de la pared. Negras y relucientes
cucarachas corrían por el suelo agrietado y subían por las patas de
una mesa desconchada de color marrón, el único mueble de la
desnuda habitación. El lugar no era más grande que 1111 cubículo,
y me preguntaba cómo alguien, incluso mi padre, podía vivir ahí.
De repente el miedo inundó mi corazón y busqué desesperadamente
una salida. Pero la puerta por la que había entrado parecía haber
desaparecido en la tenue luz. Casi sin poder respirar, mis ojos reco -
rrieron frenéticamente la habitación y por fin descubrí un estrecho
pasadizo, frente al lugar por donde había entrado. Impaciente por
salir de esa desastrada habitación que me producía miedo, salí
corriendo por el oscuro pasaje. Al llegar al final primero me cegó la
luz, pero después entré en el palio más maravilloso que jamás había
visto. Flores, fuentes y estatuas de mármol de magníficas formas
resplandecían frente a mí. De planta cuadrada, el patio en realidad
era el centro de un templo palatino oriental, con cuatro torreones
tibetanos que se alzaban en las esquinas. Sólo entonces me di cuenta
de que también eso pertenecía a mi padre. Temblando de miedo,

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con un temor reverencial, con un gran asombro, me desperté
del sueño.

Realmente existía un pasadizo que conducía del sucio sótano de la casa


de mi padre, infestado de cucarachas, hasta el magnífico y
resplandeciente templo libetano, si era capaz de encontrai'lo.
Aunque en numerosas ocasiones caí en el caos durante ese período
desaforado y compulsivo, por suerte me las arreglé, de alguna manera,
para funcionar en el mundo cotidiano. Pero la existencia de otra
realidad, más poderosa, gradualmente iba abriéndose camino en mi
conciencia. Además de los episodios devastadores, tuve maravillosas
experiencias de carácter místico en la naturaleza. Los reinos del arte, de
la música, de la poesía y de los cuentos de hadas, el mundo de la
imaginación y de la creatividad, poco a poco me fueron abriendo sus
puertas. Empecé como una introvertida y tímida intelectual, y me fui
volviendo más espontánea y capaz de expresar mis sentimientos con
una mayor franqueza. Gradualmente me fui reafirmando más y ya no
necesitaba ocultar quién era en realidad.
En medio de todo ello tuvieron lugar dos episodios traumáticos en
mi familia. Un día mi padre se quedó dormido mientras estaba bebiendo
y fumando, y provocó un incendio que dejó la casa convertida en un
cascarón chamuscado. Mi abuela, atrapada en un dormitorio del piso
superior, murió en el incendio. Aunque mi padre había tratado de
salvarla, fue demasiado tarde, y él resultó hospitalizado, con
quemaduras graves. ¡Cómo debe de haber sufrido la culpabilidad, por
ésa y por toda una vida de experiencias auto- destructivas! Y sin
embargo no quería, o no podía, hablar de ello. Quizás el deterioro tras
toda una vida de embriaguez era demasiado grave. Por fin, dos años
más tarde, murió.
La muerte de mi padre fue una gran conmoción y me afectó
profundamente. Ahora era demasiado tarde para hablarle, demasiado
tarde para decirle lo mal que me había sentido al rechazarlo, y cómo,
por fin, había sentido cierta

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compasión por su vida de sufrimiento. Nuestra relación no resuelta era
como una herida abierta en mi psique.
Al poco tiempo de su muerte, cuando cumplí los treinta y ocho años,
me puse el anillo con el ópalo. Y después empecé a escribir este libro.
El hecho de que pudiera llegar a ser publicado no tenía importancia para
mí. Sabía que para mí era algo ineludible escribir sobre la herida padre -
hija. Quizás el acto de escribir podría acercarnos a ambos. La i ntimidad
había sido algo imposible en un nivel exterior, pero quizás en un nivel
interno, mediante la escritura, podría redimir a mi «padre interior*.
El escribir me ha resultado un proceso largo y dificultoso. Cuando
escribo no tengo ninguna idea preconcebida sobre qué voy a decir. No
tengo ninguna pauta marcada y simplemente tengo que esperar y confiar
en que algo saldrá. El escribir ha requerido un compromiso por mi parte
y un acto de fe en que algo vaya a surgir desde las profundidades de mi
psique, algo que pueda nombrar, que pueda expresar, aunque sea
momentáneamente, en palabras. Al mismo tiempo sé que, escriba lo que
escriba, aunque ello pueda arrojar luz sobre la herida padre-hija,
también arrojará una sombra. Siempre existirá un lugar oscuro, un lado
que mi carácter finito limitador no puede captar. He tenido que aceptar
esta mezcla de limitación y posibilidad, esta paradoja que fue la
Némesis de mi padre. Durante el proceso muchas veces he sentido rabia;
también he llorado. Mi rabia y mis lágrimas están detrás de cada página,
no importa lo sereno que pueda parecer el resultado.
Cuando empecé a escribir este libro al principio sólo veía, por
encima de cualquier otra cosa, los patrones negativos. Era consciente
del legado de mi padre: su autodes- trucción mediante el alcohol y cómo
eso me había afectado. Aunque sabía que existía un lado positivo, tanto
para mi padre como para su efecto sobre mí, en los primeros esta dios de
redacción del libro no logré encontrarlo. El último capítulo del libro ,
«I^a redención del padre», quedó sin escribir. El empezar con un punto
de vista teórico me ayudó

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a adquirir cierta perspectiva con. respecto a mis conflictos. Mediante la
descripción de los diversos patrones y de las bases arquetípicas
subyacentes, pude entender mejor cómo funcionaban estos patrones en
mi vida y en la de mis clientes femeninos. Sólo cuando empecé a
escribir mi historia personal los sentimientos positivos acerca de mi
padre afloraron de forma completa. Reconocí Ja promesa de la magia
que me había dado cuando era niña, la promesa que más adelante surgió
en forma del sueño de Zorba, del templo tibetano y del anillo de ópalo.
Mi padre poseía la promesa del vuelo mágico. Pero, como el Icaro de la
mitología, al no saber reconocer sus límites, voló tan alto que el sol
derritió la cera de sus alas y cayó al mar, donde se ahogó. De modo
similar, mi padre ahogó su magia en el alcohol. Me dio su magia, y ésa
era la parte positiva de su legado. Pero como lo vi cambiar, también vi
cómo la magia se convertía en degeneración. Primero reaccioné negando
esa promesa mágica con mi intento de controlarlo todo. Y después,
cuando el control empezó a resquebrajarse, me identifiqué con el lado
autodestructivo de mi padre. Mis alternativas parecían ser o bien un
control estéril o una disolución dionisíaca. El reconocer estos dos
extremos opuestos en mí misma me llevó a analizar los patrones
psicológicos que yo llamo la eterna muchacha (la puella aeterná) y la
amazona acorazada. Y sin embargo la resolución, la redención, estaba
en las imágenes de Zorba, del templo tibetano y en el anillo de ópalo
que me padre me había regalado. Mi camino de vuelta a la magia de mi
padre pasaba por permitir que esas imágenes cobraran vida en mí
misma.
Este es mi relato personal de la herida de una hija. Pero en mi labor
como terapeuta he descubierto que muchas otras mujeres sufren por una
relación deteriorada con sus padres, aunque puede que los detalles
difieran y que el dolor de la herida se manifieste de formas muy
distintas. A muchas de mis dientas les he oído contar mi propia historia:
la experiencia de un padre alcohólico, que desemboca en una
desconfianza hacia todos los hombres, problemas

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de vergüenza, culpabilidad y falta de confianza en uno mismo. De otras
he sabido de padres estrictos y autoritarios capaces de darles a sus hijas
estabilidad, estructura y disciplina, pero que generalmente se lo ofrecían
en lugar de darles amor, apoyo emocional y valoración de su feminidad.
Está el caso de otros padres que querían tener hijos varones y que
convirtieron a sus hijas (normalmente la primogénita) en hijos,
esperando que lograran aquello que los padres no habían podido
alcanzar en sus propias vidas. Y estaban las hijas cuyos padres las
querían demasiado; así que ellas se convirtieron en sustitutas de esa
amante ausente. Esas mujeres solían estar tan atadas por el amor de su
padre que no se sentían libres para amar a otros hombres, y por eso no
podían crecer y convertirse en mujeres maduras, lie oído historias de
mujeres ci.yos padres se habían suicidado y cómo ellas tuvieron que
luchar entonces con ese legado de deseo de muerte y autodestrucción.
Las mujeres cuyos padres habían fallecido cuando ellas eran muy
jóvenes sufrían heridas con respecto a la pérdida y el abandono. Y las
mujeres con padres enfermos se solían sentir culpables por esa
enfermedad. Hay hijas cuyos padres se comportaron de forma brutal con
ellas, con palizas o con abusos sexuales. Y luego están las hijas cuyos
padres no supieron enfrentarse a una madre poderosa, y dejaban que la
madre dominara la vida de la hija.
La lista de heridas es interminable. Pero existe un riesgo: culpar al
padre de esas heridas. Y eso sería no tener en cuenta otro factor: esos
padres, a su vez, también habían sido heridos, tanto en relación con su
propio lado femenino como con su masculinidad. Esas mujeres no
encontrarán la cura en las arenas movedizas de la culpabilidad. La
actitud de buscar culpables nos i>uede retener para siempre en el rol de
prisioneras pasivas, víctimas que no han asumido la responsabilidad de
vivir su propia vida. Creo que es importante que una mujer herida
comprenda la promesa que su padre incumplió y cómo esa falta de
patrón paterno ha afectado su vida. Las hijas necesitan un acercamiento
a sus pa

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dres para poder desarrollar una imagen paterna positiva en su
propio interior, una imagen a la que la mujer pueda acudir en busca de
fortaleza y de guía, y que le permita apreciar el lado positivo de la
masculinidad, tanto en el mundo interior como en el exterior. Necesitan
encontrar la perla oculta, el tesoro que el padre puede ofrecer. Si la
relación con el padre ha resultado dañada, es importante que la mujer
entienda la herida, que sepa reconocer qué es lo que le ha faltado, para
que pueda desarrollarlo en su interior. Pero una vez comprendida la
herida hay que aceptarla, porque con la aceptación de la herida llega la
sanación y la compasión: para la hija, para el padre y para su relación.

21
I

LA HERIDA

mi padre no vertía en el listín telefónico de mi ciudad;


mi padre no dormía con mi madre en casa;
a mi padre no le importaba si yo estudiaba piano;
a mi padre no le importaba lo que yo hacía;
y aunque mi padre era apuesto y yo lo amaba y me
preguntaba
por qué
me había dejado sola tanto tiempo,
tantos años
de hecho, pero
mi padre
me hizo como soy
una mujer solitaria
sin un propósito, igual que fui
una niña solitaria
sin ningún padre. Caminé con p/ilabras, palabras y nombres,
nombres. Padre no era
una de mis palabras.
Padre rio era
uno de mis nombres.

D I A N I : W A K O S K I «The l ather
of VIy Gountry»
CAPITULO 1

LA HERIDA PADRE-HIJA

¡Ahora todos los niales que del oscilante aire penden


malhadados sobre las Jal tus de los hombres recaen en tus
hijas!
SLLAK KSIMCAHK

Todas las semanas acuden a mi consulta mujeres heridas que


tienen una mala imagen de sí mismas, que son incapaces de
establecer relaciones duraderas o que adolecen de falta de
confianza en su capacidad de trabajar y funcionar en el mundo.
Vistas desde fuera, nos puede parecer que estas mujeres tienen un
éxito considerable: son mujeres de negocio seguras de sí mismas,
amas de casa satisfechas, estudiantes dedicadas, divorciadas
alegres. Pero bajo el barniz de éxito o satisfacción está su yo
herido, el desespero oculto, los sentimientos de soledad y
aislamiento, el miedo al abandono y al rechazo, las lágrimas y la
rabia.
Para muchas de esas mujeres el origen de sus heridas radica en
una deficiente relación con el padre. Puede que hayan resultado
heridas por una inadecuada relación con su padre biológico, o bien
por una sociedad patriarcal que a su vez funciona como un mal
padre, devaluando cultural- mente el valor de las mujeres. Sea cual
sea el caso, la imagen que tienen de sí mismas, su identidad
femenina, su relación con lo masculino y su manera de funcionar
en el mundo suele estar maltrecha. Me gustaría citar el ejemplo de
cuatro

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mujeres, cada una de ellas con una relación diferente con su padre,
cada una con su propio estilo de vida. Lo que tienen en común es
un rol paterno inadecuado y un modo de vida resultante que
obstaculizó su capacidad para establecer relaciones, asi como para
trabajar y vivir de forma creativa.

Chris era una triunfadora mujer de negocios, que se acer caba a los
cuarenta años. La mayor de tres hermanas, había sido una
esforzada y aplicada estudiante. Tras graduarse en la universidad
encontró un buen empleo en una próspera compañía. Invirtió tanto
esfuerzo en su trabajo que cuando cumplió los treinta ya había
alcanzado un cargo directivo. Más o menos por esa época empezó
a sufrir dolores de cabeza e insomnio provocados por la tensión, y
se quejaba de agotamiento crónico. Al igual que Atlas, parecía que
estuviera sosteniendo todo el peso del mundo sobre sus hombros y
al cabo de poco tiempo empezó a desanimarse y deprimir se. Tuvo
una serie de aventuras con hombres casados que iba conociendo en
diferentes contextos profesionales, pero no lograba dar con una
relación significativa. Empezó a apetecerle tener un hijo. También
empezó a sentir que su futuro no tenía sentido, porque su vida se
había convertido en una mera serie de obligaciones profesionales
sin ningún punto interesante a la vista. En sus sueños aparecían
imágenes de niños heridos o moribundos. Cuando Chris inició su
terapia se sentía atrapada por la exigencia de ser perfecta en su
trabajo y por la incapacidad de soltarse y disfrutar de la vida.
Recordaba su infancia como una etapa infeliz. Sus padres habían
deseado un hijo, no una hija, y en especial su padre tenía unas
expectativas muy elevadas con respecto a sus hijas. Éstas
aprendieron bien pronto que si no eran las primeras de la clase se
ganarían la desaprobación del padre. Para complacerlo, Chris
había trabajado duro. En lugar de jugar con sus amigos se dedicó a
estudiar, y después siguió los mismos pasos profesionales de su
padre. Como Chris era la mayor, parecía que su padre esperaba
más de ella. Y cuando la niña hacía bien las cosas, él la recompen

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saba llevándola a su oficina y pasando un rato allí con ella.
Cuando llegó a la adolescencia, el padre se comportó de forma
muy estricta; casi nunca le permitía tener citas y cri ticaba a los
pocos pretendientes que tenía. La madre aceptaba la autoridad del
padre, respaldando siempre todas sus decisiones.
En realidad, Chris estaba viviendo la vida de su padre y no la
suya propia. Aunque se había rebelado contra algunos de los
valores del padre teniendo alguna que otra aventura sexual y
ruinando algún «canuto», en lo esencial estaba viviendo el ideal
paterno de esfuerzo y excelencia. De hecho, estaba siguiendo la
vida que hubiera podido tener el «hijo» que el padre había
deseado. Al darse cuenta de ello durante el transcurso de la
terapia, Chris poco a poco fue capaz de liberarse de su compulsivo
perfeccionismo. Empezó a explorar sus propios intereses y a
escribir relatos, una actividad que su padre criticaba tildándola de
«poco práctica» y «autocomplaciente». Empezó a co nocer
personas nuevas, y aunque todavía tenía que luchar contra su
tendencia a la perfección, empezó a sentirse más fuerte v a tener
esperanzas con respecto a su vida. El alejamiento de Chris de las
expectativas de su padre es un proceso que sigue en marcha, pero
cuanto más avance más irá dándose cuenta de cuál es su propio
camino personal.

En el caso de Barbara podemos observar un patrón diferente, pero


asimismo resultado de una relación deficiente con el padre.
Cuando la conocí, Barbara era una estudiante que quería entrar en
la escuela universitaria de graduados. Se iba acercando a los
treinta años, se había divorciado en dos ocasiones, había pasado
por una serie de abortos voluntarios, tenía un historial de drogas,
un problema de sobrepeso y una pobre relación con el tema del
dinero. Aunque tenía talento y era espabilada, su capacidad para el
trabajo y para la autodisciplina no estaba desarrollada. Todos los
semestres, en lugar de cumplir con los requerimientos del curso,
les pedía a sus profesores una calificación que

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dijera «insuficiente». Su cuenta pendiente en concepto de
psicoanálisis ascendía a varios centenares de dólares. Al sentirse
culpable por las deudas y las calificaciones insuficientes, sufrió
una serie de graves ataques de ansiedad.
Barbara no había tenido ningún modelo en el que basarse con
respecto a la autodisciplina o el éxito. Cuando ella era niña, su
padre había estado ausente, en la guerra. De vuelta a casa, había
ido pasando de un trabajo a otro, se jugaba el dinero en las
apuestas y nunca logró establecerse de forma permanente. Su
madre era pesimista, estaba deprimida y le decía a Barbara que si
no acertaba en su primer matrimonio, ya nunca más lo lograría.
Con esta combinación -un padre en quien no se puede confiar y
una madre deprimida y pesimista-, Barbara carecía de 1111
modelo adulto para triunfar. Sus sueños eran terroríficos. Veía psi-
cópatas que intentaban matar o mutilar a jovencitas pasivas. En
ocasiones ella era la víctima. Con su modo de vida abierto y
carente de estructura, Barbara estaba repitiendo el patrón de su
padre. También estaba cumpliendo con las proyecciones negativas
de su madre, que decía que una mujer no puede alcanzar el éxito.
Una vez Barbara se percató de que estaba repitiendo el patrón
de su padre y las proyecciones de fracaso de su madre, lentamente
inició un proceso gradual de distanciarse de estos patrones y de
buscar su propio camino. Primero aprendió a administrar el dinero,
pagó lo que debía a sus terapeutas e incluso logró ahorrar una
cantidad considerable para sus posteriores estudios. Para
conseguirlo tuvo que renunciar a las drogas, que consumían una
parte considerable de sus ingresos. A continuación consiguió
realizar sus tareas de estudiante y escribió una brillante
disertación. Por último aprendió a controlar sus hábitos
alimentarios y perdió doce kilos. Estos logros le permitieron
experimentar su propio poder v la capacidad de conseguir aquello
que se proponía. A lo largo de este proceso, sus imágenes mentales
con respecto a los hombres y a su padre empezaron a cambiar. Las
imágenes oníricas destructivas y asesinas se convirtie-

28
intentaba controlar los temas de trabajo y relaciones, con el
resultado de depresión y aburrimiento. Estaba resentida por la falta
de alegría en su vida y se dejó invadir por una sensación de
desesperanza y victimismo. Al mismo tiempo empezó a sentir que
no podía cumplir con ningún otro compromiso en su vida
profesional, que todas esas exigencias se le iban a caer encima.
Pero sus sueños indicaban ciertas imágenes positivas que
mostraban un enfoque diferente. En uno de ellos, después de haber
elegido el camino más arduo y más rápido para llegar a donde
quería ir, una voz le dijo que aminorara el paso y que optara por
una vía más fácil, al tiempo que le aseguraba que llegaría a su
objetivo a su debido tiempo. En otros sueños se veía flotando
relajadamente río abajo.
Susan empezó a darse cuenta de que gran parte de su empuje,
exigencia e instinto controlador eran cosas que pertenecían a su
madre, no a ella. También fue viendo que la depresión que
experimentaba cuando no lograba lo que quería, se parecía a la que
sentía su padre cuando su esposa lo criticaba. Se percató también
de que en muchos sentidos había actuado como la «amante» de su
padre, y que eso la alejaba de una relación con otros hombres. De
forma consciente empezó a enfrentarse a la voz interior que con
severidad la juzgaba, a ella y a los demás. Se volvió más abierta
con los hombres c intentó conocerlos sin prejuzgarlos. Con el
tiempo conoció a un hombre amable y afectuoso, pero durante un
tiempo estuvo tentada de romper la relación porque él no ganaba
tanto dinero como ella había esperado. Cuando fue capaz de
reconocer que esas críticas se expresaban con la voz de su madre,
Susan pudo permitir que la relación siguiera adelante.
En este caso la madre era la figura dominante; el fallo del
padre consistió en no presentar oposición a las ambiciones
compulsivas de la madre. A su manera, quería «demasiado» a su
hija, así que la mantuvo ligada a él. Susan tuvo que reconocer este
hecho para poder romper el fuerte lazo que la unía a su padre y ver
los efectos de la influencia materna.

30
En algunos casos, como en el de Mary, la hija se rebela contra
un padre rígido y excesivamente autoritario. Su padre era militar y
exigía un rendimiento castrense incluso a sus propios hijos. Marv,
de carácter cordial y espontáneo, se rebeló contra la actitud
autoritaria de su padre. De adolescente tomaba LSI) y se
relacionaba con un grupo de gente bastante atrevida. Aunque tenía
talento artístico, no lo cultivó y dejó la universidad en el segundo
año. El padre, a pesar de sus tendencias autoritarias y
perfeccionistas, sufría una enfermedad crónica que lo forzó a
revelar su lado vulnerable y débil. Como nunca llegó a admitir esa
parte, Mary percibía a su padre como dos personas distintas: el
juez severo y autoritario y el hombre débil y enfermizo. Los
hombres que aparecían en sus sueños reflejaban también esos dos
opuestos. Había hombres con penes diminutos, que eran
impotentes, y hombres violentos que intentaban apuñalarla y
asesinarla. Mary sintió que los hombres impotentes simbolizaban
su tremenda inseguridad, y los viólenlos correspondían a la voz
del desprecio hacia sí misma. La madre de Mary era muy parecida
a ella, una mujer afectuosa y cordial, pero que no oponía
resistencia a su marido. Como Mary tenía una buena relación con
su madre, primero buscó apoyo en una mujer- mayor. Pero en esta
relación tendía a interpretar el papel de la hija que busca agradar,
mientras que la mujer de más edad la criticaba de forma
autoritaria, similar a la utilizada por su padre. Durante el
transcurso del análisis empezó a adquirir confianza en sí misma y
a reconocer el doble patrón de rebelión contra la autoridad del
padre, pero también de sometimiento al intentar complacer a la
mujer autoritaria. Finalmente logró afianzar su posición en la
relación con su amiga mayor. Después, a medida que los hombres
amenazantes y los impotentes fueron desapareciendo de sus
sueños, inició una relación con un hombre emocionalmentc
maduro con quien, al cabo de un tiempo, contrajo matrimonio.
Ahora tenía la suficiente confianza en sí misma para aceptar el
reto de volver a retomar su interés por el arte v empezó una
carrera en

31
este campo. Con su fuerza recién descubierta, pudo incluso tener
una significativa charla con su padre, quien, en un momento de
crisis provocado por su enfermedad, reconoció su vulnerabilidad.
Eso hizo posible que se estableciera una relación emocional más
cercana entre padre e hija.

Estos son sólo cuatro ejemplos de mujeres que han resultado


heridas en sus relaciones con sus padres. Existen muchas
variaciones sobre el mismo tema. El siguiente sueño revela la
situación psicológica general de una mujer herida que sufre de una
inadecuada relación con el padre.

Soy una muchacha encerrada en una jaula y sostengo en brazos a mi


bebé. Fuera está mi padre, que cabalga libremente por unas verdes
praderas. Anhelo poder estar con él y salir de la ¡aula, y estoy
sollozando amargamente. Pero la jaula se me cao encima. No sé si la
jaula nos aplastará a mí y a mi hijo, o bien lograremos salir de ella.

Este sueño describe la separación entre padre e hija y el


aprisionamiento de la hija y de su potencial creativo. Existe el
anhelo de alcanzar la energía en libertad del padre. Pero primero la
hija tiene que salir de la jaula, y eso implica un riesgo. Puede que
ella y su hijo se vean aplastados durante el proceso, o lambién es
posible que se liberen. Aunque éste es el sueño de una mujer en
concreto, creo que describe perfectamente la forma en que muchas
mujeres se han visto aprisionadas por una deficiente relación con
el padre, lo que las ha alejado de una relación positiva con el
principio paterno en su interior.
En un nivel personal, son muchas las maneras en que puede
darse una herida en la relación padre-hija. Puede que el padre haya
sido extremadamente débil y que la hija se haya sentido
avergonzada por ello; por ejemplo, un hombre que 110 es capaz de
tener un empleo o que se da a la bebida, al juego, etc. O puede que
haya sido un «padre ausente», que haya abandonado
voluntariamente el hogar, como ese tipo de hombre cuyo lema es
«ámalas y lárgate». La au

32
sencia del padre puede haberse debido a otras causas, como
muerte, guerra, divorcio o enfermedad: cada una de ellas separa al
padre de su familia. Otra forma en que el padre puede herir a una
hija es consentirla en exceso, hasta el extremo de que ella carezca
de sentido del límite, de valores y de autoridad. Puede que incluso
se enamore inconscientemente de ella, y por eso la mantenga así
unida a él. O puede que la desprecie y desvalorice su lado
femenino porque su propia parte femenina ha sido sacrificada ante
el poder y la autoridad masculina dominante. Puede que sea un
hombre que trabaje duro y que triunfe en su profesión, pero que en
casa adopte un rol pasivo y no se implique en la educación de la
hija, es decir, un padre desapegado. Sea cual sea la causa, si el
padre no está presente para la hija, de una forma comprometida y
responsable, alentando el desarrollo de su parte intelectual,
profesional y espiritual, y valorando la singularidad de su
feminidad, el resultado será un menoscabo para el espíritu
femenino de la hija.
«Lo femenino» es una expresión que muchas mujeres están
redescubriendo y volviendo a utilizar, basándose en sus propias
experiencias. Las mujeres han empezado a darse cuenta de que los
hombres han definido la feminidad mediante sus expectativas
conscientes y condicionadas por la cultura con respecto al rol de la
mujer, y mediante sus proyecciones inconscientes sobre las
mujeres. En contraposición a la idea de feminidad definida desde
un rol cultural o biológico, mi postura es ver «lo femenino» de
manera simbólica como forma de ser, como un principio inherente
de la existencia humana. Según mi experiencia lo femenino se
revela básicamente a ü'avés de imágenes y de respuestas
emocionales, y yo me baso en ellas a lo largo de todo este libro. 1

1 Para una descripción de la visión simbólica de lo femenino en con - Iraposición


a los enfoques biológicos y culturales, véase The Feminine in Jungían Psyc/wlogy and
in ChrisLian Theology. ; de Aun Ulanov (Evanston, [Northwestern University Press,
1971), p. 137 y ss.

23
La herida padre-hija no se limita a algo que ocurre en la vida
individual de una mujer. También es una condición de nuestra
cullura. 2 Allí donde exista una actitud patriarcal autoritaria que
desvalorice lo femenino reduciéndolo a una serie de roles o
cualidades que provienen, no de la propia experiencia de la mujer,
sino de una visión abstracta de ella, encontraremos al padre
colectivo dominando a la hija y no permitiéndole crecer de manera
creativa a partir de su propia esencia.
Tanto si la herida padre-hija se da en un nivel personal como
cultural, o en ambos, se trata de un tema importantísimo para la
mujer actual. Algunas mujeres intentan evitar tener que enfrentarse
a ella culpando a su padre o a los hombres en general. Otras puede
que intenten evitarlo negando el problema e interpretando los roles
femeninos tra- dicionalmcnte aceptados. Pero ambos caminos las
llevan a renunciara la responsabilidad de su propia transformación,
uno pasando por la culpa y el otro por la adaptación. Creo que el
auténtico reto para lograr la transformación de la mujer en nuestra
época es que descubran por sí mismas quiénes son. Pero parte de este
descubrimiento implica 1111 diálogo con su propia historia y con las
influencias del entorno que las han afecLado de forma personal,
cultural y espiritual.
Mientras ia hija va creciendo, su desarrollo emocional y
espiritual se ve profundamente afectado por su relación con el
padre. líl es la primera figura masculina de su vida,

>. I..i iile.'i do Jung es ver n\ padre simbólicamente como una imagen
arquclípica. I na de tas formas de funcionamiento del arquetipo del padre es en lanío
que imagen de la cultura patriarcal en la que viven las mujeres occidentales. De
modo similar, el arquetipo de hija puede funcionar como imagen cultural de lo
femenino, y en una cultura patriarcal ósle se ve subordinado. Las numerosas heridas
entre los padres y las hijas personales existentes en nuestra cullura reflejan un
problema entre el principio palcrno dominante > ia subordinación del principio
femenino de la hija en nuestra cultura en general. La manifestación cultural de la
relación entre los principios de padre e hija puedo que sea una distorsión de su
relación inherente.

34
tiene una marcadísima influencia en la manera en que se relaciona
con su propia parte masculina y, por extensión, con los hombres.
Como él es «el otro», es decir, diferente a ella misma y a su
madre, es él también quien da forma a su disimilitud, a su
singularidad y a su individualidad. La forma en que él se relaciona
con la feminidad de la hija influirá en la manera en que ella se va
haciendo una mujer adulta. Uno de los roles del padre es conducir
a la hija desde el reino protegido de la madre y del hogar al mundo
exterior, ayudándola a enfrentarse al mundo y a sus conflictos. La
actitud del padre con respecto al trabajo y al éxito influirá en la
actitud de la hija. Si él se siente confiado y alcanza el éxito, lo
comunicará a su hija. Pero si es pusilánime y no logra triunfar, es
probable que ella herede esta actitud temerosa. Normalmente el
padre también proyecta ideales para su hija. Le brinda un modelo
de autoridad, responsabilidad, toma de decisiones, objetividad,
orden y disciplina. Cuando la hija alcanza la edad suficiente, él se
aparta a un lado para que ella pueda hacer suyos estos ideales y
actuar según los mismos. Si la actitud del padre con relación a
estos temas es demasiado rígida a bien despreocupada, eso afectará
también a la actitud que su hija muestre hacia ellos. 3
Algunos padres se pasan por el extremo de la toleran cia.
Como no han definido límites para sí mismos, ya que no sienten su
propia autoridad interior y no han establecido un sentido de orden
y disciplina interior, los modelos que ofrecen a sus hijas son
inadecuados. Esos hombres suelen ser «eternos jovencitos» (el
puer aeternus). Los hombres que se identifican en exceso con este
dios de la jiiven-

"). Vera Von der Hcydl ha descrilo, desde un punió de \ isla jun^uiano, el rol
del padre y la forma en <|uc funciona con respecto a sus hijos en su artículo «On ihe
Kalherin Psycholherapy» cu íuthers and Molhers (/,urieh, Spring Puhliealions,
1973), p. 133 y ss. Visto desde olro ángulo, el proceso de desarrollo a través del cual
el padre triulicionalmenle provecía los ideales para la hija queda descrilo por H. Kohnt en
The /ínalysis of the Sel/ (Nueva York, International Universily Press, 1971), p. (j(>.
tud se quedan estancados en las etapas adolescentes del
desarrollo. 4 Pueden ser soñadores románticos que eluden los
conflictos de la vida real, incapaces de aceptar compromisos. Esta
clase de hombres tienden a vivir en el reino de las posibilidades,
evitando la realidad y llevando una vida provisional. Muchas veces
se acercan a las Fuentes de la creatividad y son sensibles
buscadores de lo espiritual. Pero como su calendario interior se
centra en la parte de primavera y verano, carecen de la
profundidad y el renacimiento que aportan el otoño y el invierno.
Su carácter tiende a la impaciencia. No han desarrollado la
cualidad de «retención», de soportar y avanzar lentamente por una
situación difícil. Un aspecto positivo es que suelen ser
encantadores, románticos e incluso inspiradores, porque revelan el
espíritu en forma de posibilidad, la chispa creativa, la búsqueda.
Pero, vistos desde su aspecto negativo, su tendencia es a no llevar
nada a su conclusión, porque evitan las épocas difíciles y los
quehaceres más terrenales, así como la lucha necesaria para hacer
que lo posible se convierta en algo tangible. Algunos ejemplos
extremos de estos hombres que se quedan en eternos muchachos
los podemos ver en los adictos, que permanecen para siempre
aferrados a su adic- ción, hombres que son incapaces de trabajar,
donjuanes que van de mujer en mujer, hombres que son como hijos
pasivos para sus esposas, y hombres que seducen a sus hijas con
sus aires románticos. Algunos de ellos pueden tener un éxito
rutilante durante un breve período de tiempo, como por ejemplo el
actor James Dean o la estrella del rock Jim Morrison, pero después
sucumben a sus propias tendencias autodestructivas, y dejan tras
ellos una leyenda, e incluso un culto, que no hace más que realzar
el carácter arquetí- pico de su fascinación.

4 VA fmcr aelcrnus o eterno muchacho es una expresión que Jung lomó prestada
de Ovidio, quien la había utilizado para describir a un travieso y seductor joven dios,
\1aric Louise von Franz ha descrito este patrón en su libro Puer //eternas (Zurich,
Spring Publications, 1970).

36
Las hijas de estos sempiternos muchachos crecen sin un
modelo adecuado de autodisciplina, de límites y de autoridad, y
suelen adolecer de sentimientos de inseguridad, inestabilidad, falta
de confianza en si mismas, ansiedad, frigidez y, en general, un ego
débil. Además, si el padre fue extremadamente débil (como en el
caso del hombre que no trabaja o del adicto), es probable que la
hija se sienta avergonzada. Y si siente vergüenza por su padre, es
probable que también se avergüence de sí misma. En tales casos,
se suele construir inconscientemente una imagen ideal del hombre
y del padre, y puede que su vida se convierta en una búsqueda de
ese padre ideal. .\l ir en pos de ese ideal, es posible que se ate a un
«amante fantasma», es decir, a ese hombre ideal que sólo existe en
su imaginación. 5 Por ello, su relación con los hombres,
especialmente en el campo de la sexualidad, puede que esté
perturbada. La falta ele compromiso que experimentó con su padre
acaso produzca una falta general de confianza en los hombres, que
puede llegar incluso al reino del espíritu, es decir,
metafóricamente hablando, al «Dios Padre». En el nivel más
profundo, sufre de un problema religioso ya que, para ella, el
padre 110 la proveyó de espíritu. Entonces, ¿cómo puede
alcanzarlo? Anai's Nin, que tenía un padre de este tipo, lo expresó
de la siguiente manera: «No tengo guía. ¿Mi padre? Pienso en él
como en alguien de mi misma edad». ()
Otros padres fallan por el lado de la rigidez. Duros, fríos y a
veces indiferentes, esclavizan a sus hijas con una actitud
estrictamente autoritaria. Estos hombres suelen estar muy alejados
del dinamismo de la vida, desconectados de su propio lado
femenino y de sus sentimientos. Su punto fuerte suele ser la
obediencia, el deber y la racionalidad, e insisten en que sus hijas
tengan los mismos valores. La obediencia al orden establecido es
la norma. Alejarse de las reglas de la sociedad es algo que
contemplan con recelo y desconfianza. Estos padres suelen ser
hombres mayores y dominantes, frecuentemente amargados,
cínicos y desvitalizados. Como su punto fuerte es el control y
hacer las cosas bien, no suelen estar abiertos a lo inesperado, a la
expresión de la creatividad y de los sentimientos. Y tienden a

5 Esther Jlarding lia descrito el «amante fantasma» en su libro The Wuy of All
Wonien (New York, Ilarpcr and Row, 1970), pp. 56-38.

37
tratar tales cosas con sarcasmo y burla. Por el lado positivo, su
insistencia en la autoridad y el deber aporta un sentido de
seguridad, estabilidad y estructura. Por el negativo, tienden a
sofocar las cualidades «femeninas» del sentimiento, de la
sensibilidad y de la espontaneidad. Podemos encontrar algunos
ejemplos extremos de padres que funcionan como viejos
dominantes entre los viejos patriarcas que asumen el control
exclusivo de todo el dinero, dominando a sus cónyuges e hijos con
el tema financiero, padres que dictan todas las normas y que
exigen obediencia, padres que esperan que sus hijas alcan cen un
éxito extraordinario en el mundo, padres que exigen que sus hijas
sigan los roles femeninos convencionales, padres que se niegan a
reconocer señal alguna de debilidad o enfermedad en sus hijas, o
que éstas sean diferentes a ellos.
En algún momento de su vida, las hijas de estos viejos
dominantes experimentan una relación dificultosa con sus propios
instintos femeninos, puesto que sus padres nunca supieron
reconocer su feminidad. Como estas mujeres tuvieron unos padres
duros y severos, puede que también ellas lo sean consigo mismas,
y con los demás. Aunque se rebelen, en esa misma rebelión es fácil
encontrar algo duro e implacable. Algunas hijas se dejan vencer
por las reglas autoritarias y nunca llegan a vivir sus propias vidas.
Otras, a pesar de que pueden rebelarse, siguen ligadas al control
del padre, reaccionando permanentemente ante él. También estas
hijas, al igual (fue las de los padres más condescendientes, tienden
a no gozar de una relación positiva con los hombres y con su
propio espíritu creativo.
Hasta el momento he descrito dos tendencias extremas que
pueden darse en la relación de un padre con su hija. Pero la
mayoría de los padres son una mezcla de ambas.

38
Incluso en el caso de que un padre haya vivido su vida en sólo uno
de esos dos extremos, suele manifestar el otro de forma
inconsciente. 6 Existen muchos ejemplos de padres rígidamente
autoritarios que de repente pasan por estallidos emocionales
irracionales, que ponen en peligro toda la seguridad y el orden que
han establecido y que siembran un terrible miedo al caos en sus
hijas. El padre no reconoce de forma consciente el reino de lo
emocional, sino que se ve atrapado en él de vez en cuando, y eso
resulta todavía más amenazador para sus hijas. En ocasiones esos
estallidos también tienen connotaciones sexuales, como por
ejemplo en el caso del padre que castiga físicamente a una hija
desobediente, de tal forma que ella se siente amenazada
sexualmente. Así que. aunque la insistencia consciente del padre
puede que esté en el deber, en seguir de forma racional la línea
marcada, en el trasfondo puede haber estados de ánimo e impulsos
pueriles que aparecen inconscientemente en momentos
inesperados. De igual modo, es probable que los padres tolerantes
tengan como telón de fondo de sus vidas el sarcástico cinismo de
un juez implacable. Un padre de este tipo de repente puede criticar
a su hija por las mismas cualidades impulsivas que a él le dis -
gustan de sí mismo.
Por supuesto, el papel de la madre es otro factor importante
en el desarrollo de la hija. 7 Como mi intención en este libro es la
de centrarme en la relación padre-hija, no voy a tocar el tema de la
influencia materna ni en extensión ni en

6 James Hillman ha descrito estos dos extremos y su secreta interacción en su


artículo «Senex and Puer: An Aspect ol the Historical and Psychological Present»,
Eranos Jahrbuch XXXVl, i9(>7.
7 El rol de la madre en el desarrollo femenino es un lema muy exten so, sobre el
cual existe amplia literatura. Por ejemplo, Nancy Friday en My Mother, My Se(f ( Nueva
York, Dell Publishing Co., 1977) explora el efecto que tiene la madre sobre la
búsqueda de identidad de la hija. Desde un punto de vista junguiano, Erich Neumaun
analiza el arquetipo de «La Gran Madre» y su relación con el desarrollo de la conciencia en
The Great Mother (Princeton, Princeton líniversily Press, 1963).

39
profundidad, sino que ine limitaré a sugerir algunos puntos. Con
cierta frecuencia descubrimos parejas típicas en un matrimonio,
por ejemplo: el padre que es un jovencito eterno suele tener a una
«madre» por esposa. En estos casos, la madre suele ser la que
lleva la casa y quien marca la disciplina. Es únicamente a través
de la madre como los hijos aprenden sobre los valores, el orden, la
autoridad y la estructura, temas que, generalmente, son
competencia paterna. A veces este tipo de madre puede ser más
rígida que el más rígido de los padres de la vieja escuela
patriarcal. Y todo ello va mezclado con toda la fuerza de sus
emociones femeninas. Cuando el padre es débil e indulgente y la
madre fuerte y controladora, la hija tiene un problema doble. No
sólo el padre es incapaz de ofrecerle un modelo masculino, sino
que no se enfrenta a la madre ni ayuda a la hija a diferenciarse de
aquélla. Puede que la hija permanezca atada a la madre y se
identifique con ella. En este caso, es probable que adopte
inconscientemente las mismas actitudes rígidas que su madre.
Además, cuando la madre tiene que cumplir la función del padre, a
veces la hija no recibe ningún modelo genuino, ni paterno ni
materno.
Otra pareja formada por opuestos es el padre rígido y
patriarcal cuya esposa es una niña. En este caso, tanto la madre
como la hija son dominadas y la madre, en su dependencia pasiva,
no ofrece un modelo genuino de independencia femenina. Así que
es probable que la hija repita el patrón de dependencia femenina o,
si se rebela, lo hará como reacción defensiva contra una autoridad
paternalista en lugar de motivada por sus propias necesidades y
valores femeninos.
También es posible que tanto el padre como la madre sean
eternos jovencitos, a la manera de Scott y Zelda Fitz- gerald, y en
este caso ninguno de los padres puede ofrecer, en general,
estabilidad, estructura ni autoridad. En estos casos el compromiso
de ambos padres suele ser muy débil y puede que el matrimonio y
la familia se disuelva, y deje a la hija en medio del caos y la
ansiedad. O bien puede que

40
ambos cónyuges sean rígidos patriarcas, gobernando con mano
dura. Entonces tanto el padre como la madre impiden el acceso de
la hija a las fuentes de la espontaneidad y del sentimiento.
En mí misma y en mis dientas he encontrado dos patrones
opuestos que suelen ser, con frecuencia, resultado de una herida
con respecto a la relación con el padre. Y estos dos patrones
antagónicos suelen coexistir en la psique de una mujer herida,
batallando entre sí. A uno de ellos yo lo llamo «la eterna
muchacha» (o puella aeterna). 8 Al otro lo llamo «la amazona
acorazada». De momento sólo quiero describir brevemente estos
dos patrones, a grandes rasgos, puesto que los trataré en
profundidad en capítulos posteriores.
La «eterna muchacha» o puella, es una mujer que psi-
cológicamente sigue siendo una joven cita, aunque cronoló-
gicamente pueda tener sesenta o setenta años. Sigue siendo una
hija dependiente y tiende a aceptar la identidad que otros
proyectan sobre ella. Al hacerlo, ella deposita su propia fuerza en
manos de otros, así como la responsabilidad de dar forma a su
identidad. Con frecuencia se casa con un hombre rígido y
autoritario y se convierte en la imagen de mujer que él desea.
Suele tener un aspecto inocente, desvalido y pasivo y actúa de esta
misma forma. O puede que se rebele, pero en su rebelión sigue
siendo la víctima indefensa atrapada en sentimientos de
autocompasión, depresión e inercia. En cualquier caso, no es ella
quien dirige su vida.
En ios sueños de tales mujeres he encontrado algunas
imágenes recurrentes. Uno de los temas que se repiten es la
pérdida de la cartera, que contiene todos los documentos de
identidad y el dinero. Por ejemplo, una mujer soñó que su amigo
ia había dejado y, cuando intentaba volver a casa, se daba cuenta
de que no tenía dinero. El único me

8 Puella es la palabra latina para muchacha. La puella aeterna (eterna muchacha)


es un modo de ser femenino paralelo al masculino puer aelernus.

41
dio de transporte que podía lomar era un autobús escolar, como
una niña. Olro tema que suele aparecer en sueños, y que revela
una dependencia básica, es no estar conduciendo el propio coche;
en ellos la mujer suele ir sentada en la parte trasera, sintiéndose
impotente y sin poder controlar nada, mientras el padre conduce.
Otra imagen recurrente en los sueños de las mujeres que
psíquicamente siguen siendo jovencilas es la de un viejo malvado
que las persigue, las amenaza y en ocasiones las domina de forma
brutal. Una mujer joven con quien trabajé soñó que se encontraba
en un trampolín muy alto mientras un viejo sádico le exigía que se
lanzara al agua de formas cada vez más peligrosas; a menos que
siguiera sus órdenes, su vida corría peligro. Estos temas oníricos
revelan el peligro de perder la propia fuente energética y la propia
identidad (simbolizadas por la pérdida del dinero y do la cartera),
el peligro de perder el rumbo de la propia vida (simbolizado por
no conducir el coche) y el peligro de no reafirmarse contra las
órdenes absurdas (seguir las instrucciones del viejo sádico).
Con frecuencia la mujer que no ha dejado de ser una jovencita
no ha logrado integrar en su interior ni identificarse con las
cualidades de un padre positivo que pueda ayudarla eri su
desarrollo: concienciación, disciplina, valentía, toma de
decisiones, amor propio, propósito. Muchas mujeres de nuestra cu
llura actual se han encontrado en esta tesitura porque los «padres
culturales» no han animado precisamente a las mujeres a cultivar
tales cualidades. Y en muchos casos las mujeres han sido
convencidas para que no las desarrollen. El resultado es desastroso
y deja a la mujer sintiéndose débil y desvalida, sin recursos, con
miedo de vivir su propia vida y sometida a unos principios
patriarcales anticuados y dictatoriales. He visto el funcionamiento
de estos patrones en mí misma y en las vidas de muchas mujeres
que se quedan atascadas en el patrón de la paella cielerruL Es
como si el lado masculino de la mujer estuviera escindido en dos
partes opuestas: el jovencito débil y el viejo pervertido y sádico.
Esta combinación impide

42
que la mujer se desarrolle, puesto que en su inconsciente estas
dos figuras masculinas trabajan de forma conjunta pero secreta. La
voz del viejo pervertido dice: «No puedes hacerlo, sólo eres una
mujer». Y el jovencito débil y sensible cede ante estos
sentimientos de debilidad, que impiden a la mujer salirse del
patrón destructivo. Cuántas veces les ocurre esto a las mujeres de
nuestra cultura, cuando ceden ante sentimientos de debilidad y
negatividad que les dicen que no son capaces de crear, o que todos
los hombres son malos y que lo único que harán será traicionarlas.
¡Precisamente entonces habrán perdido su espíritu!
La «amazona acorazada» es el patrón opuesto que adoptan
muchas mujeres. He descubierto que este patrón surge durante el
transcurso de su desarrollo como reacción contra un rol paterno
inadecuado, ya sea en un nivel personal o cultural. \\ reaccionar
contra el padre negligente, esas mujeres se suelen identificar en un
nivel egoico con las funciones masculinas o paternas. Como sus
padres no les dieron lo que necesitaban, comprenden que tienen
que conseguirlo por sí mismas. Así que se construyen una fuerte
identidad egoica masculina mediante sus logros profesionales,
luchando por una causa, o controlando e imponiendo la ley ellas
mismas, quizá como una madre que dirige la familia como si fuera
una empresa comercial. Pero esta identidad masculina gene-
ralmente no es más que una capa protectora, una coraza contra el
dolor del abandono o del rechazo que experimentaron por parte
del padre, una armadura contra su propia ternura, debilidad y
vulnerabilidad. La armadura las protege porque las ayuda en su
desarrollo profesional y les permite tener voz y voto en el mundo
exterior. Pero como esa armadura es, asimismo, una barrera que
las aisla de sus propios sentimientos femeninos y de su lado más
tierno, estas mujeres tienden a estar separadas de su propia
creatividad, de una sana relación con los hombres y de la
espontaneidad y vitalidad necesarias para vivir el momento.
Todos los días recibo en mi consulta a mujeres triunfadoras,
que han llegado lejos en su profesión, que son eco

33
nómicamente independientes. Su apariencia exterior es de
mujeres seguras, con confianza en sí mismas, poderosas y fuertes.
Pero en el ambiente protegido de la consulta del terapeuta, dejan
salir sus lágrimas y confiesan su gran cansancio, su extenuación,
su enorme soledad. La imagen de una coraza suele aparecer en sus
sueños. Una mujer soñó con un hombre pequeño y débil, cansado
de la vida y a punto de morir, que iba vestido con una armadura
protectora y llevaba un casco, un escudo y una espada. Más ade-
lante, en el transcurso del análisis, cuando fue soltando la
armadura innecesaria, soñó que encontraba un tesoro de diamantes
escondido en un montón de conchas de ostra. Su interés se
centraba en vivir el momento y en abrirse a las relaciones, y se
sentía más flexible y más tierna. La concha estaba ahora abierta y
podía tener acceso a la auténtica fuerza del diamante.
En los sueños de otra mujer, el tema de la armadura surgió
bajo la imagen de gruesos abrigos invernales. En un sueño era
verano, y cuando salía de la casa donde pasó su infancia, se dio
cuenta de que llevaba encima varias pesadas perchas de madera,
que servían para los abrigos, pero que éstos habían desaparecido.
Sintió que había perdido su protección. Mientras se alejaba de la
casa, dos jóvenes la iban siguiendo. Eran chicos alegres, que reían
y se gastaban bromas, pero a ella le daban miedo. Así que apretó
el paso para alejarse,* pero a causa de un cordón del zapato mal
atado, resbaló ligeramente. Entonces sintió terror y, al intentar
escapar, se metió en una casa de aspecto perturbador, Mena de
mujeres locas y paralizadas. No hace falta decir que se despertó
sobresaltada. En realidad, esta mujer tenía que soltar la protección
de los abrigos y aprender a jugar con los alegres muchachos, pero
todavía Ies tenía miedo.
La mujer con una armadura de amazona no tiene acceso a su
propio centro, igual que la eterna muchacha. De hecho, en la
mayoría de las mujeres estos dos patrones tienden a coexistir. En
mi caso el primero que surgió fue el

44
de la amazona acorazada. Pero detrás de ella estaba la niña
asustada, que finalmente emergió y después salió huyendo,
incapaz de asentarse en ningún lugar, incapaz de compro meterse
con algún lugar o persona. Otras mujeres han empezado como
esposas dóciles y encantadoras, y después se han convertido en
violentas luchadoras. En la mayor parte de las mujeres los dos
patrones se "van alternando, a veces de momento a momento. Por
ejemplo, una mujer que solía hablar en público con frecuencia
todavía se sentía como una niña frágil que temía desmayarse frente
al público, pero en su interior también existían los sentimientos de
ser una oradora competente y la autoridad que eso le confería. Se
extrañaba de que otras personas, especialmente hombres, la vieran
como fuerte y competente, cuando por denü'o se sentía tímida y
asustada.
El por qué una mujer escoge primero el camino de la eterna
muchacha mientras que otra escoge el de la amazona acorazada
sigue siendo un enigma para mí y es algo que tengo que seguir
explorando. Mi intuición me dice que existe una variedad de
factores que influyen en el camino que toma la mujer. Algunos de
los principales son el temperamento innato, la posición que ocupa
y el rol que desempeña en la familia; la relación con la madre es
otro. Las diferencias en el aspecto físico, de raza y clase
socioeconómica también son aspectos significativos. Con
frecuencia la hija mayor tiende a escoger la ruta de la amazona,
mientras que la menor se convierte en la eterna jcvencita, aunque
no siempre éste es el caso. Oü-o factor es si la mujer se identifica
con el padre o con la madre, y repite el patrón o se rebela con tra el
padre o la madre dominante. Según mi experiencia, estos dos
patrones (la eterna muchacha y la amazona acorazada) están
presentes en la mayoría de las mujeres, aunque pueden
experimentar uno de ellos de forma más consciente que el oü -o.
Tanto la eterna muchacha como la amazona acorazada suelen
sentirse desesperadas por ello. Se sienten desconectadas de su
cenü-o porque no tienen acceso a partes impor

45
tan tes de sí mismas, lis como si su casa fuera una mansión pero
sólo utilizaran algunas habitaciones.
El filósofo Soren Kierkegaard me ayudó a comprender en mí
misma y en las vidas de mis clienlas la fuente de esa desconexión y
desesperación. Kierkegaard, en La enfermedad mortal, analiza la
desesperación como una falta de relación con el Self con la fuente
del ser humano. 9 Para Kierkegaard existen tres formas principales
de desesperación: en primer lugar, la inconsciente; en segundo
lugar, la desesperación consciente que se manifiesta como debili -
dad; y en tercer lugar, la desesperación que es consciente y que se
manifiesta como desafio.
En la forma inconsciente de desesperación la persona no tiene
una relación con el Self, pero no es consciente de ello. Esa
persona, según Kierkegaard, tiende a vivir una vida hedonista,
dispersa en la sensación del momento, sin comprometerse con nada
que vaya más allá de los impulsos del ego. Ésta es la fase del
esteticismo y del donjuanismo. Aquí podemos ver un tipo de
existencia en la que las personas no son conscientes de su
desespero aunque, como apunta Kierkegaard, la compulsión hacia
la sensación y el placer infinitos, junto con momentos oscuros de
aburrimiento y ansiedad que se deslizan por en medio, revelan que
hay algo que no funciona.
Si la persona permite que los momentos oscuros de
aburrimiento y ansiedad entren en su vida de forma totalmente
consciente, entonces llega la concienciación del desespero, el darse
cuenta de la desconexión con el Self y el sentimiento de que uno es
demasiado débil para apostar por el Se(f, puesto que ello implica la
aceptación de la propia fuerza para tomar esa decisión. Entonces la
persona se desespera por esa debilidad que no la deja comprome-
terse con algo superior a los impulsos del ego. Me imagino que
muchas puellas sufren intensamente la desesperación

9 Swren Kierkegaard, Temor y temblor; Madrid, Alianza. 2003; La enfermedad


mortal , Madrid, Alba Libros, 1998.

46
de su debilidad, queriendo ser valientes y aceptar el riesgo de
actuar, el riesgo del compromiso, pero, por algún motivo, siguen
asustadas e incapaces de dar el salto.
Pero si la persona penetra de forma más consciente en la razón
de esa debilidad, entonces llega la concienciación de que la excusa
de la debilidad en realidad sólo era una forma de evitar esa fuerza
que ya estaba allí. Lo que la persona originalmente confundió con
debilidad se ve ahora claramente que es desafío y provocación, es
decir: ¡un rechazo al compromiso! Para Kierkegaard, la
desesperación del desafío es una forma de conciencia más elevada,
un darse cuenta de que uno posee la fuerza para escoger el Self, o
dicho en términos de Kierkegaard, para dar el salto de fe que
requiere la aceptación, de lo incontrolable y lo trascendente, pero
que uno escoge no dar ese salto como puro desafío frente a los
poderes que trascienden la razón y la finitud del ser humano. ¡El
desafío consiste en negarse a cambiar! En la desesperación del
desafío, uno rechaza la posibilidad y la infinitud. En la
desesperación de la debilidad, uno rechaza ia materialización y la
finitud. Rechazar uno es rechazarlos ambos. Yo veo la
desesperación de la debilidad como un aspecto de la eterna
muchacha. La desesperación del desafío la considero más un
aspecto de la amazona acorazada. Y, sin embargo, en el fondo, de
forma secreta, ambos son lo mismo: dos polos de una escisión en
el yo.
Las mujeres que caen en el patrón arquetípico de la puella,
atrapadas en el desespero de la debilidad, necesitan hacerse
conscientes de su fuerza y sacudirse de encima su identidad de
víctima. Las mujeres atrapadas en la tendencia controladora de la
amazona acorazada tienen que aprender que el control puede ser
una fortaleza falsa, y a adoptar una predisposición abierta ante
aquello que no puede ser controlado. Para Kierkegaard, la
resolución y la transformación aparecen por fin cuando la
desesperación, en todas sus fases, es vencida gracias a un salto de
fe. En este salto uno acepta al mismo tiempo las propias flaquezas
y fortalezas,

47
el solapamiento de los reinos finitos c infinitos en el ser hu mano, y
toma conciencia de que los seres humanos deben moverse entre
opuestos en lugar de identificarse con un absoluto.
En mi práctica terapéutica me sirvió de gran ayuda la obra del
psiquiatra Cari Gustav Jung para llegar a comprender este tipo de
situación que se da en la vida de muchas personas. Jung creía que
la vida de cada individuo era un todo complejo y misterioso. Pero
que el curso concreto de su desarrollo, derivado de experiencias
familiares personales, influencias culturales y el temperamento
innato, tendía a conducir a la persona a resaltar una parte de su
personalidad y a quitarle importancia a la parte conflictiva. Pero
esa parte opuesta, no aceptada, seguía estando allí, queriendo ser
reconocida, y con frecuencia irrumpía en el lado conscientemente
aceptado, afectando a la conducta de la persona y alterando sus
relaciones. Jung creía que la tarea del crecimiento personal
consistía en ver el valor de ambos lados y en intentar integrarlos, a
fin de que pudieran funcionar de forma conjunta y fructífera para
la persona. A mi parecer, esto reviste importancia terapéutica para
la mujer herida que tiene un conflicto entre estos dos patrones: la
eterna muchacha y la ainazona acorazada. Cada uno tiene su valor;
cada uno puede aprender del otro. Y la integración de los dos es la
base para la naciente mujer.
Aunque una mujer puede estar herida por una relación
deficiente con el padre, tiene la posibilidad de trabajar para sanar
esa herida. Acarreamos las influencias de nuestros padres, pero no
estamos condenados a seguir siendo un mero producto de ellas.
Existe en la psique, según Jung, un proceso de sanación natural
que avanza hacia el equilibrio y la totalidad. En la psique también
existen patrones naturales de conducta, que él denominó
arquetipos, y que están disponibles para servir como modelos
interiores, aunque los modelos exteriores sean i nexistentes o
insatisfactorios. Una mujer, por ejemplo, posee en su interior todos
los potenciales del arquetipo padre, y puede tener acceso a ellos si

48
está dispuesta a correr el riesgo de ponerse en contacto con el
inconsciente. Así que, a pesar de que los padres personales o
culturales puede que inicialmente hayan dado forma a la imagen
consciente que tenemos de nosotras mismas como mujeres y de lo
que podemos hacer en el mundo con relación a los hombres,
también contamos en nuestro interior con los aspectos positivos y
creativos del padre arque- típico, que pueden compensar tas
numerosas influencias negativas de nuestras vidas externas. Todas
poseemos este potencial para llegar a tener una mejor relación con
el principio paterno en nuestro interior. Las imágenes de lo s
sueños suelen revelar partes previamente desconocidas del padre
que podemos experimentar para llegar a ser completas y maduras.
El siguiente caso ilustra esta opinión.
L na mujer con quien trabajé creció bajo el dominio de un
padre rígido y autoritario que 110 valoraba lo femenino. El insistía
en temas como el trabajo duro y la disciplina, y ocupaciones de
carácter masculino. La debilidad o la vulnerabilidad de cualquier
tipo no estaban permitidas. Así que la hija adoptó estos valores y
siempre andaba ocupada planificando y controlando su vida. No se
permitía relajarse ni mostrar ningún tipo de flaqueza. Pero ello la
situaba a una distancia emocional de los demás y también de su
propio corazón. Acudió a terapia al poco tiempo de desarrollar un
problema dermatológico que cada vez se hacía más visible para los
demás. Era como si su vulnerabilidad quisiera ser reconocida. No
podía ocultarla más, porque la llevaba en su piel, donde todo el
mundo podía verla. En el primer sueño que tuvo al iniciar la
terapia se veía perdida en la parte de arriba de un rascacielos.
Desde allí podía contemplar todo el tráfico de la ciudad, pero no
podía bajar a tierra para intervenir. Por último un hombre muy
alegre subía a la torre y la ayudaba a bajar, y una vez abajo ella se
ponía a correr descalza con él, jugando en la hierba. Este sueño
mostraba la parte masculina de la que había carecido durante su
desarrollo, puesto que no se la había ofrecido su austero y severo
padre. Ella necesitaba relacionarse con un

49
hombre que estuviera en contacto con su naturaleza instintiva y
que jugara con ella.
Al poco tiempo de estar en análisis tuvo un sueño que
evidenciaba la influencia del padre. En el sueño ella quería
mostrarle a su padre su problema de piel, pero él se negaba a
mirar. Se negaba a permitir en ella cualquier vulnerabilidad, y ella
había adoptado inconscientemente esta actitud hacia sí misma.
Esto afectaba no sólo a su vida emocional, sino también a su
creatividad. Aunque poseía un gran talento artístico y un potencial
creativo, se inclinó por una de las ciencias más racionales, aunque
nunca finalizó sus estudios. Era como si siguiera el camino del
padre, no el suyo propio. Durante el transcurso del análisis
empezó a aceptar su lado vulnerable y se permitió jugar. El
hombre de su primer sueño le ofreció una imagen para que
aceptara esas partes de sí misma. En su vida exterior conoció a un
hombre afectuoso y espontáneo de quien se enamoró, abriendo así
su lado vulnerable. Reanudó sus estudios, pero esta vez de un tema
que le encantaba. Al poco, la imagen de su padre cambió en los
sueños. En un sueño le decían que su padre había muerto.
Entonces oía una campaña llamándola desde el otro lado del río.
Empezó a cruzar un puente, pero no estaba terminado de construir
y tuvo que meterse en el agua para poder llegar a la otra orilla. La
muerte del padre simbolizaba el fin de su rígido reinado, y ahora
sentía la llamada de cruzar al otro lado del río, a un nueva orilla de
sí misma. El puente hacia esa nueva orilla ya estaba parci almente
construido, pero tenía que meterse en el agua para acabar de
cruzar. Para ella, esto significaba introducirse en el discurrir de la
vida y de sus sentimientos. Cuando lo hizo, la imagen de su padre
cambió en sus sueños y se convirtió en alguien más tolerante. En
un sueño había perdido algo que le pertenecía al padre, y en lugar
de reñirla por ello, él la aceptaba. En otro sueño su padre trabajaba
para un creativo músico de rock y ella se sentía orgulloso de él.
Era como si sus sueños y su vida estuvieran bailando juntos, cada
uno de ellos probando nuevos pasos, para que ella

50
pudiera moverse por una nueva y rítmica manera de ser. Mediante
la búsqueda del autoconocimiento y el estudio de sus sueños en
terapia, fue capaz de conectar con su lado juguetón y expresivo, y
liberó su feminidad y su creatividad. Cuando experimentó las
energías compensatorias del arquetipo del padre, la antigua herida
proveniente de su severo padre, rígido e intolerante, empezó a
sanar.

51
CAPITULO 2

EL SACRIFICIO DE LA HIJA

'Fu naturaleza, princesa, es ciertamente noble y verdadera; pero los


acontecimientos están emponzoñados, y la divinidad enferma.
EURÍPIDES

La herida padre-hija es una particularidad de nuestra cultura y. en este


sentido, es un conflicto que afecta a todos los hombres y mujeres de
nuestro tiempo. A las mujeres con frecuencia se las considera
inferiores a los hombres; los hombres son menospreciados si muestran
cualidades femeninas. Implícita en la herida padre-hija está la deterio-
rada relación entre los principios masculino y femenino. 10Y esto
afecta no sólo a los individuos, sino también a las parejas, a grupos y
a sociedades enteras. Tanto los hombres como las mujeres sufren por
ello. Ambos están confusos con respecto a sus identidades y los
propios roles con respecto al otro.
Las raíces de la herida padre-hija son profundas y pueden verse
claramente en la tragedia griega Jfigenia en Auli- de, de Eurípides. La
tragedia muestra como un padre llega a sacrificar a su hija e ilustra la
herida que el padre recibe cuando se ve impelido a hacerlo. También
revela la baja opinión de lo femenino en una sociedad regida por un
pa-

t. Para una discusión más detallada véase Ulanov, The Fetninine.

53
Iriarcado. ingenia es la hija mayor del rey Agamenón, la más amada.
Y sin embargo, en la obra, es sacrificada, condenada a muerte por su
propio padre, que tanto la ama. ¿Cómo puede ocurrir algo así? ¿Cómo
es posible que un padre sacrifique a su hija?
/VI principio de la obra vemos a Agamenón profundamente
desesperado, medio loco, porque ha aceptado sacrificar a su hija
ingenia. Los helenos habían declarado la guerra a Troya porque el
troyano Paris había raptado a Helena, la más bella de las mujeres y
esposa de Menelao, hermano de Agamenón. Pero cuando el ejército
acudió al puerto de Á uI ide, dispuesto a zarpar hacia la batalla, no
soplaba el viento. Enloquecido por su afán de lucha, el ejército se
impacientó y el gobierno de Agamenón se vio en peligro. Temiendo la
pérdida de su poder y su gloria, así como de su dominio sobre el
ejército, Agamenón consultó a un oráculo, quien le dijo que debía
sacrificar a su hija primogénita a mayor gloria de Grecia. El sacrificio
debía ser dedicado a la diosa Artemisa a cambio del viento necesario
para poder desplegar las velas. Desesperado, Agamenón por fin
aceptó el decreto y mandó a buscar a Ifigenia, alegando que iba a
desposarla con Aquiles. Pero eso era sólo un pretexto para que
Ifigenia acudiera a Áulide, donde tendría lugar el sacri ficio. Más
adelante, Agamenón se dio cuenta de la locura que había cometido,
pero ya era demasiado tarde.
Enojado, Agamenón acusó a Menelao de estar esclavizado por la
belleza y de estar dispuesto a sacrificar su razón y su honor por ella.
Menelao acusó a Agamenón de acceder al sacrificio de Ifigenia para
salvaguardar su propio poder. Mientras los dos hermanos discutían
con ardor, llegó Ifigenia, y Agamenón se sintió impotente en manos
del destino. A pesar de que Menelao, en un momento de repentina
compasión, se dio cuenta de su error e instó a Agamenón a que 110
sacrificara a su hija, éste ya se sentía obligado a seguir adelante con el
sacrificio. Tenía miedo de que si no lo hacía las masas airadas se
rebelaran y mataran no sólo a Ifigenia, sino también a él. Así que el
rey Agamenón,

54
gobernado por su propia sumisión ante el poder y por la gloria de
Grecia, así como por su miedo, se sintió obligado a matar a su hija
Ifigenia.
f
Cuando Ifigenia y su madre Clitemnestra llegaron a
Aulide se sentían felices con la idea de que la joven se des posara con
Aquiles. Pero Ifigenia encontró a su padre extrañamente triste y
preocupado. Y cuando Agamenón mandó que Clitemnestra se
marchara de Áulide antes de la boda de su hija, su esposa sospechó y
se negó a cumplir la orden. Finalmente descubrió la trama para
sacrificar a su hija y se sintió ultrajada. También Aquiles se enojó al
saberse engañado por Agamenón, y juró proteger a Ifigenia con su
vida. Con un terrible desespero, Clitemnestra se encaró a Aga menón
con todo lo que había descubierto.
Al principio él esquivó y neg6 la acusación, pero por último
confesó la horrenda verdad. Furiosa, Clitemnestra lo acusó de otros
cargos vergonzosos: que había asesinado a su primer marido y a su
hijo pequeño y que la había raptado a ella. Pero, cuando su propio
padre se había mostrado de acuerdo con el matrimonio, ella se había
sometido y se había convertido en una esposa obediente. Clitemnestra
intentó utilizar la vergüenza para que Agamenón cambiara de opinión,
e Ifigenia le rogó a su padre que le perdonara la vida. Ambas
quisieron saber porqué Helena, que era hermana de Clitemnestra y tía
de Ifigenia, tenía que ser más importante que su hija. Pero Agamenón,
sintiéndose impotente ante las diabólicas ansias de poder del ejército,
dijo que su primer deber era con Grecia, y que no tenía otra elección.
Al principio Ifigenia maldijo a Helena, maldijo a su sanguinario
padre y maldijo al codicioso ejército que se dirigía hacia Troya. Pero
cuando ni siquiera Aquiles pudo hacer nada contra las masas airadas,
consintió. Decidió morir noblemente por Grecia, puesto que todo el
país tenía los ojos puestos en ella esperando a que la armada pudiera
zarpar. Por qué debería Aquiles morir por ella, se preguntaba, cuando
«Un hombre vale más que toda una hueste de

55
mujeres». 11 ¿Y quién era ella, una mortal, para oponerse a la divina
Artemisa? Pero el coro griego, hablando por boca de la verdad,
replicó: «Tu naturaleza, princesa, es ciertamente noble y verdadera;
pero los acontecimientos están emponzoñados, v la divinidad
enferma». 12 A pesar de ello, Ifigenia se dirigió noblemente hacia su
muerte, perdonando al padre y recomendándole a la madre que no se
enojara con él y que no lo odiara. 13
¿Qué opinión de lo femenino vemos implícita en esta tragedia?
¡Que la mujer es considerada una posesión del hombre! Los tres
principales personajes femeninos son contemplados como objetos por
parte del hombre. Debido a que Menelao considera a Helena su
posesión, la pérdida de la bella Helena provoca que los griegos
declaren la guerra a Troya para recuperarla.
Agamenón considera que Clitemnestra, su obediente esposa, le
pertenece y por tanto puede darle órdenes, e Ifigenia es una hija que
puede ser sacrificada por su padre. Por lo tanto, no se permite a lo
femenino manifestarse desde su propio centro, sino que se ve reducido
a aquellas formas compatibles con el punto de vista masculino pre-
valeciente.
Asimismo, el objetivo masculino predominante es el poder; el
primer deber del hombre es para con Grecia, no importa cuál sea el
coste. La seducción de Helena por parte de Paris es realmente una
oportunidad para que los griegos puedan declarar la guerra a los
troyanos. Tal como Agamenón descubre cuando ya es demasiado
tarde: «Un extraño afán merodea con poder diabólico entre el ejército
griego...». 14

11 (-'.impides, (/¡¿nenia en AulUle., Madrid, Ediciones Clásicas, 2001.


\ Ihíd.
13 Kn algunas versiones se dice que Ifigenia fue salvada en el último momento por
Artemisa y <|iic .sirvió como sacerdotisa a esa diosa amazona, anunciando con ello una
compensación que prevalece en nuestra sociedad actual.
14 Ihíd.. p. 412.

56
Y es este afán de poder el que en última instancia exige el sacrificio
de Ifigenia.
Esla tragedia muestra también una escisión de lo femenino. A
Helena se le adjudica un papel: el de encarnar la belleza; a
Clitemnestra otro: el de la obediente y cumplidora esposa y madre.
Estas dos expresiones de lo femenino son los únicos roles que se
otorgan a la mujer en esta obra. El reino de lo femenino se ve
desvalorizado al ser reducido al servicio de los hombres, ya sea
mediante la belleza o la obediencia. El ideal de belleza reduce el valor
de la mujer a una mera proyección del deseo del hombre y la coloca
en la posición de la puella, de una dependencia inmadura. Y la
obediencia sumisa la reduce a la condición de sirvienta de un amo
masculino. En ambos casos, ella no existe por sí misma, sino que s u
identidad se limita a la que está relacionada con las necesidades del
hombre. El padre, el rey Agamenón, apoya esta desvalorización de lo
femenino cuando por fin se muestra de acuerdo en sacrificar a su hija
para que los gr iegos puedan ir a recuperar a Helena. Y espera que su
esposa, Clitemnestra, obedezca su mandato. Su propia ambición y
necesidad de poder es prioritaria, y el bienestar de su hija queda
postergado.
Igual que las dos hermanas, Helena y Clitemnestra, personifican
los ideales femeninos escindidos de belleza y obediencia, también así
los dos hermanos, Menelao y Agamenón, están regidos en su alma por
estos dos opuestos. ¡Ytenelao, el hermano inmaduro, queda tan
cautivado por la belleza de Helena que está dispuesto a sacrificar todo
lo demás: un ejército entero de hombres e incluso la vida de su
sobrina.
Por otro lado, Agamenón ha vendido su alma para ponerla al
servicio de las ansias de poder de Grecia y de su propia ambición de
ser rey, a pesar de que esa posición lo aisla y le impide expresar sus
sentimientos humanos como padre. Quizá la peor herida que sufre
Agamenón es la de verse privado del acceso a sus lágrimas. Como él
mismo confiesa:

57
¡En qué trampa del apremiante destino he caído! Algún poder divino,
más inteligente que toda mi inteligencia me ha engañado y me ha
vencido. Ahora veo que nacer en baja cuna tiene sus ventajas: un hombre
puede llorar y contarle sus penas al mundo. Un rey sufre iguales penas,
pero la exigencia de dignidad gobierna nuestra vida, y somos esclavos de
las masas. Me avergüenza llorar, y también me avergüenza no llorar, en
tales profundidades de sufrimiento. 15

¿Cuál es esa trampa en la que Agamenón, rey y padre, ha caído? El


espíritu parece estar debilitado, simbolizado por la falta de viento. Y
como el coro ha anunciado:«... los acontecimientos están
emponzoñados, y la divinidad enferma». Agamenón está atrapado en
su implacable ambición por el poder en el nombre de Grecia, y por
ello su hija es sacrificada en nombre de este objetivo: convertirse en
el alma de Grecia. Y ello exige su muerte como ser humano. El rey,
como manifestación visible del principio divino, defiende los valores
conscientemente reconocidos por la cultura. En esta cultura, el valor
de lo femenino queda reducido a ser meramente el objeto de los
designios masculinos. Justamente por ello las muj eres no tienen un
peso específico real en la tragedia. Helena, como objeto de belleza, es
seducida. Clitemnestra, corno esposa, tiene que obedecer el mandato
de su marido. Como madre, tiene cierto poder en el hogar, pero
cuando se trata de salvar la vida de su hija, ese poder desaparece.
Ifigenia, como hija, tiene que ser sacrificada por el poder político del
estado: «...mis lágrimas son mi única magia; las utilizaré, porque sé
llorar». 16 Pero su inocencia pura y sus lágrimas no sirven de nada
cuando el poder político es el valor más elevado. Por tanto, la desva -
lorización de lo femenino por parte de la cultura conduce al sacrificio
de la hija. Y aunque Ifigenia es pura y noble, y perdona a su padre
cuando entiende la irrevocabilidad de

15 Ibíd., p. 383.
16 Ibíd., p. 411.

58
su posición, con su sumisión ante el destino finalmente reconoce esta
desvalorización de lo femenino. Se sacrifica por Grecia y declara:
«Un hombre vale más que toda una hueste de mujeres». Aceptando la
proyección de alma de su padre, dice:

...dejad que mi padre camine alrededor del altar, siguiendo al sol. ¡Yo
vengo para ofrecer a todos los helenos libertad y victoria! Guiadme, una
doncella nacida para derrocar a la poderosa Troya y a todas sus gentes. 17

Ifigenia, al convertirse en el alma de Grecia, renuncia a su propia


identidad femenina y al valor de sus lágrimas «...puesto que en el altar
no hay lugar para las lágrimas». 18 Pero aunque se somete y perdona, su
madre, abandonada a la ira y a la tristeza, no puede perdonar. Y así
continúa la historia de la familia cuando, en otras obras, Clitemnestra
asesina a Agamenón para vengar la muerte de Ifigenia, y como des-
quite por la muerte de su padre, Oestes, el hijo, asesina a sti madre,
Clitemnestra. 19
El sacrificio padre-hija tiene sus orígenes en la dominación del
poder masculino sobre lo femenino. Cuando lo masculino queda
desconectado de los valores femeninos, cuando no permite que el
principio femenino se manifieste a su propia manera y desde su propio
centro, cuando no permite que lo femenino despliegue sus numerosas
formas, sino que lo reduce a aquellas que sirven al propósito mas-
culino, pierde su relación con los valores del reino femenino.
Entonces lo masculino se convierte en algo brutal y sacrifica no sólo a
la mujer exterior, sino también a su propio lado femenino interior.
La imagen de esta condición queda expresada por el hexagrama
12: «estancamiento», del I-Ching, el libro chino

17 Ibíd., p. 422.
18 Ibíd.
19 Véase la obra de Eurípides Hiedra.

59
taoísta de la sabiduría. La imagen básica del cosmos y de la existencia
humana, según el 1-Ching, está basada en la relación entre el principio
femenino y el masculino. Cuando estas dos polaridades mantienen una
relación armónica, existe una base para el crecimiento, el espíritu y la
creatividad, mediante la unión de las sabidurías masculina y femenina.
Pero cuando estos dos principios no están en armonía, se da la
condición para el caos y la destrucción.
En el hexagrama 12, «estancamiento», el principio mas culino
(cielo) está arriba, y el principio femenino abajo (tierra). Acerca de
esta relación entre lo masculino y lo femenino, el I-Ching dice:

El cielo está arriba, retirándose cada vez más, mientras que la


tierra, abajo, desciende más y más hacia las profundidades. Los
poderes creativos no tienen relación entre sí... El cielo y la tierra
no están en comunión y todas las cosas están adormecidas. Lo que
está arriba no tiene relación con lo que está abajo, y en la tierra
reina la confusión y el desconcierto. 20

El I-Ching sigue diciendo que con esta constelación la desconfianza


mutua prevalece en la vida pública y que es imposible una actividad
fructífera porque la relación entre los dos principios fundamentales es
errónea. Tal es la relación entre lo masculino y lo femenino descrita
por Eurípides en [figcnia en Aulide. Una relación desequilibrada entre
los principios masculino y femenino puede darse no sólo entre
individuos, sino también en el interior de toda persona, desde el punto
de vista de la psicología junguiana. Toda mujer tiene un lado
masculino, muchas veces escondido en su psique inconsciente.
Asimismo, todo hombre posee un lado femenino, que con frecuencia
es inconsciente y al que no puede acceder. La tarea del individuo con
respecto a su crecimiento personal es llegar a ser consciente de este
lado

20 R . W i l h c l m , t r a d . , I-Ching: El libro de las rnulariones, Barcelona, Edhasa,


1997.

60
sexual opuesto, valorarlo v expresarlo de formfl consciente. en la
situación adecuada. Cuando se acepta y valora el lado del sexo
opuesto, éste se convierte en fuente de energía e inspiración, y
permite una unión creativa del principio masculino y femenino en el
interior de la persona, así corno una relación creativa entre hombres y
mujeres.
Lo femenino, cuando se ve tan desvalorizado y anulado, llega un
momento en que siente rabia y exige Jo que es suyo de forma
primaria, como en el caso de Clitemnestra, que en venganza asesina a
Agamenón. Así pues, el sacrificio padre- hija no sólo afecta al
desarrollo de las mujeres, sino también al desarrollo interior de los
hombres. Agamenón está tan herido y desesperado, tan falto de
libertad en sus acciones, como su hija Ifigenia.
La escisión de lo masculino entre el ansia de belleza y el ansia de
poder, y la correspondien Le escisión de lo femenino entre la bella
(eterna muchacha) y la obediente (amazona acorazada) se pone de
manifiesto en el drama entre los belicosos hermanos (Menelao y
Agamenón) y las hermanas distantes (Helena y Clitemnestra). Esta
fractura de opuestos está implícita en la herida padre-hija. La escisión
masculina en estos dos opuestos, reduce el ideal femenino a belleza y
deber. Ambos hermanos utilizan a las mujeres: uno por placer y el
otro por poder. Ifigenia, que personifica el potencial femeni no, al
principio protesta por esta situación, pero finalmente claudica ante el
objetivo del poder.
El sacrificio debe ser en honor a A rtemisa, la diosa virgen de la
caza, porque Agamenón mató a uno de sus ciervos sin antes rendir
honor a la diosa. En algunos mitos se dice que Agamenón presumía de
ser mejor cazador que Artemisa quien, enojada, detuvo los vientos y
exigió el sacrificio de Ifigenia. 21 Agamenón descuidó a Artemisa. Des

21 Larousse, World Mythology (Nueva York, IJamlyn Publishing Group, Limited,


1973), pp. 125-127. Esto sugiere una oposición entre la lunar Artemisa que personifica el
poder ele: espíritu femenino, y el espíritu del viento masculino.

61
de un punto de vista psicológico, el descuido de una diosa muestra
que el aspecto de la psique que ella representa no ha sido valorado de
forma consciente. Como diosa virgen, Artemisa simboliza la cualidad
virginal de ser completa en sí misma, una actitud interior de
independencia y de estar centrada en lo femenino. 22 Una de las
funciones de Artemisa es proteger a las doncellas en la época de la
pubertad y enseñarles a ser independientes. Esto es lo que han des-
cuidado Agamenón y los valores culturales prevalecientes. Lo
femenino no ha causado ningún efecto consciente sobre lo masculino.
Al final Agamenón no escucha ni a su esposa ni a su hija. A ninguna
de las dos les ha permitido su independencia femenina, ni tampoco
respeta a una de las más grandes diosas, Artemisa. Sólo valora su
propio poder y se apodera de lo que desea, es decir, del ciervo que
pertenece a Artemisa. Quizás Artemisa le exige este sacrificio para
mostrarle a Agamenón lo que pierde al desvalorizar lo femeni no.
Perder a su hija, un símbolo de su propio potencial femenino, muestra
las consecuencias de esta actitud de poder. Si un hombre pisotea lo
femenino, pierde su relación con ello. Así que, en cierto sentido, el
sacrificio de Ifigenia es necesario para rendir honor a esta
independencia femenina.
Aunque [figenia en Aulidees una tragedia griega escrita hacia el
año 405, esa misma situación sigue estando presente en nuestra actual
cultura occidental. Lo femenino todavía queda reducido, a los ojos de
muchos hombres, a la esposa obediente o a la amante hermosa, o a
alguna variación sobre estos temas. Muchas mujeres siguen viviendo
para los hombres y no para sí mismas. Algunas mujeres, como
reacción ante ello, han empezado a escaparse y a realizarse mediante
su profesión. Pero, con demasiada frecuen

t3. r.slluT llarding ha explorado la imagen de la virgen en relación eon las antiguas
diosas y ha señalado que, simbólicamente, loda mujer necesita sentir y materializar el
poder y la fuerza de su singular sabiduría femenina, en lugar de proyectar ese poder sobre los
hombres. Véase Los misterios (le la mujer. Barcelona, Ediciones Obelisco, 1995.

62
cia, para poder escapar de la dependencia de la puella, imitan el
modelo masculino y así van perpetuando la desvalorización de lo
femenino. Asimismo, otras mujeres que pueden sentirse impotentes y
enojarse, como Clitemnestra, es posible que exteriormente sigan
obedeciendo al sistema pero indirectamente expresen su enojo; por
ejemplo, diciendo que no al sexo, teniendo un romance para
desquitarse, sobrecargando la tarjeta de crédito de sus maridos,
bebiendo en exceso, poniéndose enfermas, siendo hipocondríacas,
deprimiéndose y entrando en estados de ánimo suicidas...
Quizá la herida más grande que sufre el hombre sea la de no
reconocer su propia herida: ser incapaz de llorar. Muchos padres, bajo
la impresión equivocada de que siempre deben tener razón y
justificarse para mantener su control y autoridad, así como muchos
hombres atrapados en los objetivos impulsados por el poder, el control
y el afán de triunfo en nuestra era tecnológica, se encuentran en esta
situación. lian perdido el poder que confieren las lágrimas y no han
sabido rendir honores a su propio lado femenino, joven y tierno. Al
igual que Agamenón, han sacrificado a su «hija interior » en nombre de
su propio poder, ü, como su hermano Menelao, puede que hayan
sucumbido ante el poder de la mujer exterior y hayan perdido el
acceso a su propia y genuina feminidad interior. En cualquiera de estos
casos, no respetan el espíritu femenino independiente, y por tanto
pierden todo contacto con él.
En más de una forma Ifigenia en Aulicle ofrece una imagen actual:
el caos y la avidez de poder siguen prevaleciendo entre los sexos; el
espíritu (la relación armónica entre el principio femenino y el
masculino) todavía no fluye de forma eficaz en las vidas de la mayoría
de los hombres y las mujeres. Pero como mínimo abundan las
preguntas, y cuando hay preguntas es que existe una búsqueda, una
conciencia y la esperanza de romper con los patrones equivocados y de
seguir avanzando.
Existen muchas iligenias modernas en nuestra cultura que sufren
de una visión limitada de su feminidad, de una

63
estrecha visión que está profundamente arraigada en la cultura y
lambién con frecuencia en los padres y madres de cada uno. Estas
mujeres suelen estar enojadas y son conscientes de que las imágenes
que se les atribuyen en nuestra cultura patriarcal se han visto influidas
por la inadecuada relación de los hombres con lo femenino. A pesar de
ello, se sienten atrapadas y desvalidas.
Joan, una mujer con talento y atractivo de cuarenta y pocos años,
podría ser un buen ejemplo. Creció sintiendo que el ideal de mujer
debería ser el de Helena: la mujer más hermosa, más deseable, la que
pudiera atraer a todo hombre con su aspecto físico, y que también
pudiera ser y hacer todo aquello que el hombre necesitaba y deseaba.
Esta imagen, respaldada por la cultura, provenía también en parte de
sus padres. Su madre, que sufría una escisión en su propia feminidad ,
era bonita, juvenil y dependiente (la eterna muchacha), pero ai mismo
tiempo con una parte de luchadora independiente (la amazona
acorazada) que la hacía incapaz de relajarse y de disfrutar de la
relación sexual con su marido. El padre, frustrado en su matrimonio,
amaba a su hija, probablemente demasiado, así que es que la hija
recibía sus deseos inconscientes de una relación amorosa y también su
sentido de culpabilidad por albergar tales deseos.
Los sueños aportaron imágenes que le ayudaron a ver algunos
roles que había asumido, pero que no eran realmente apropiados. En
un sueño Joan se veía relegada por su madre a un papel de Cenicienta
y tenía que limpiar unas cenizas. En cierto modo éste era el mensaje
inconsciente que recibía de su madre: que no era tan hermosa como
ella y que, como hija obediente, su labor consistía en limpiar la
relación inadecuada entre los padres. La forma en la que Joan se
enfrentaba a ello era convirtiéndose en mediadora entre sus padres y
también llegando a ser muy competente en su profesión. Pero por
dentro se sentía inferior, porque secretamente anhelaba ser «Helena»,
la mujer que su padre en el fondo deseaba y que también representaba
la imagen

64
cultural de la época. Tener una cita, ser «escogida» por un
universitario de alguna fraternidad y por último casarse, justo después
de la graduación, era el objetivo de las mujeres de su clase social. En
su adolescencia, Joan se sintió poco r epresentada por esta imagen en
términos de su propio desarrollo físico y emocional. Así que la
presión de sus semejantes y el sistema social de citas amorosas la
hacían sentir inferior. Por un lado deseaba la aprobación cultural, pero
también odiaba esa imagen, porque sabía que implicaba una traición a
las necesidades y potencialidades femeninas genuinas. Los hombres
por quienes se sentía atraída eran más jóvenes e inmaduros, y con
ellos ejercía el rol de madre. Estas relaciones no funcionaron, puesto
que no le aportaban la relación madura que ella deseaba, y los hom-
bres solían sentirse amenazados o actuar de forma pasiva en el nivel
sexual. En los sueños de .loan el padre aparecía frecuentemente como
figura aleccionadora y moralista, que la criticaba por tener relaciones
eróticas. Así que sus relaciones con hombres que no podían responder
de una manera sexualmente madura le permitían evitar* la parte pose-
siva de su padre.
En el nivel profesional aparentemente era una triunfadora. Pero
incluso ahí inconscientemente se adaptaba al punto de vista masculino
cuando, en lugar de promover un proyecto creativo basado en su
propia forma instintiva de entender el desarrollo femenino, emprendía
proyectos administrativos. Aunque los llevaba a cabo con éxito, 110
requerían de sus talentos poéticos ni le permitían explorar su
creatividad.
Sabía cómo triunfar en el masculino inundo de los negocios, y su
capacidad de trabajar intensamente y de dar un buen servicio le
aportaron independencia económica, pero también se sentía cansada
de ser tan fuerte y deseaba que alguien cuidara de ella. En el nivel
consciente vivía una versión obediente de la amazona acorazada, pero
secretamente deseaba ser 1 como Helena, la eterna muchacha que los
hombres desean. Al igual que muchas mujeres, también

65
se sentía enojada con las mujeres que tenían éxito interpretando
este papel.
Joan se sentía atrapada entre estas dos imágenes opuestas de
Feminidad. El rol de obediente madre-sirvienta no la llenaba
emocionalmenle, y era demasiado independiente y creativa para
convertirse en una mera imagen de los deseos inconscientes del h
ombre. Como una Ifigenia moderna, se sentía sacrificada en el altar de
la desaprobación del espíritu femenino independiente por parte del
padre cultural. Pero a diferencia de la Ifigenia de Eurípides, al final
Joan no aceptó las proyecciones del padre cultural sobre lo femenino.
Concretamente formó un grupo de mujeres que se dedicaba a explorar
imágenes de lo divino femenino existentes en numerosas culturas y
mitologías. En sus sueños se le acercó una misteriosa y poderosa
imagen femenina que la invitó a cabalgar a lomos de un elefante, el
animal real que transportaba a los mandatarios indios. Este sueño se
convirtió en una imagen viva de la experiencia extática de lo
femenino en la cual encontrar una fuente de poder innato, un poder
que no requiere la convalidación de un hombre ni de una institución
patriarcal. Para ella el siguiente poema de Mirabai, una poetisa india,
expresaba la experiencia extática de una mujer que siente su propio
centro y espíritu femenino e intenta expresar de una manera nueva lo
que significa ser mujer. En palabras de Robert Bly, poeta y traductor
de Mirabai: «Al tener confianza, la autocompa- sión se va.» 14 El
poema se titula «Por qué Mira no puede regresar a su antigua casa»:

Los colores de la Oscura han penetrado en el cuerpo de Mira; otros colores se


desvanecen.
Hacer el amor con Krishna y comer poco; ésas son mis perlas y mis cornalinas.

1 Roben Bly, Neivs of the Universe (San Francisco, Sierra Club Books, 1980). p. 256.

66
Las cuentas para la plegaria y la marea en la frente; ésos son
mis brazaletes.
Esas armas de mujer me bastan. Mi maestro me enseñó esto.
Apruébame o desapruébame; elogio la Energía de la Montaña día y noche.
Tomo el sendero que los seres humanos en éxtasis han tomado durante siglos.
No robo dinero, no le pego a nadie; ¿de qtié cargos me vas a acusar?
lie sentido el tambaleo de los lomos del elefante... ¿y ahora quieres que me suba a un
asno? ¡Por favor, un poco de seriedad! 15

1 Ibíd., p. 277.

67
CAPITULO 3

LA ETERNA MUCHACHA

Odio
esta miserable alma mía de sauce,
soportando pacientemente, siendo trenzada o doblada por
otras manos.
R AM I S B O Y K

El padre de la Bella Durmiente era un rey que amaba mu cho a su hija,


pero se olvidó de invitar a una de las hadas inás viejas y más
poderosas a la celebración del bautizo de su hija. Su olvido de ese
poder femenino resultó en cien años de letargo y de inactividad para
su hija. El padre de Cenicienta dejó que lo dominara una segunda
esposa muy poderosa, así que su hija fue condenada por la celosa ma-
drastra a vestir harapos y a convertirse en la fregona del hogar. Un
hombre era aparentemente poderoso, un rey; el otro era pasivo e
ineficaz. Ambas hijas sufrieron, y ambas quedaron relegadas a
posiciones pasivas c inferiores. Éste es el rol pasivo, una de las forma s
en que las mujeres viven el patrón de la «eterna muchacha». Tanto la
Bella Durmiente como Cenicienta fueron salvadas al final por
príncipes, igual que muchas mujeres que han tenido vidas pasivas han
buscado seguridad y refugio en sus matrimonios. Pero en realidad la
mayoría de esas mujeres sienten que se han traicionado a sí mismas.
Nuestra cultura ha colaborado en esta traición. Las mu jeres han
sido alabadas por su ductilidad, su adaptabilidad,

69
su amabilidad, su juvenil dulzura, su sumisa colaboración con sus
maridos, que son «forma para su materia». Las mujeres que siguen est
e patrón arquetípico de existencia simplemente es que se han quedado
estancadas en un nivel infantil de desarrollo. Igual que en el caso do
Peter Pan, y por varias razones, se niegan a crecer; se convierten en
eternas muchachas. Las ventajas de esta elección son comprensibles.
Puede resultar cómodo y apasionante ser admirada como una cosita
dulce, depender de alguien más fuerte para las decisiones importantes,
disfrutar de fantasías románticas sobre e! Príncipe Azul que puede
atravesar el seto de espinos de la ftella Durmiente para rescatarla, flir -
tear con la posibilidad, convertirse en imágenes camaleóni- cas de
muchos anhelos masculinos, o incluso retirarse de la vida y vivir en un
mundo interior de ficción. Pero las desventajas de este estilo de vida
femenina también abundan. Como pago por estos beneficios, la eterna
muchacha suele renunciar a su independencia y se acomoda en una
vida pasiva y dependiente. Antes que desarrollarse ella misma tanto a
nivel personal como profesional, antes que esforzarse por labrarse su
propia identidad, antes que descubrir quién es en realidad mediante la
difícil tarea de la autotransformación, la eterna muchacha
normalmente compone su identidad con proyecciones de los demás. Para
nombrar algunas: la femme Jatale, la buena hija, la encantadora esposa y
anfitriona, la hermosa princesa, la femme inspira trice, incluso la
heroína de tragedia. En lugar de asumir la fuerza de su potencial y la
responsabilidad que ello conlleva, la eterna muchacha habita en su
flaqueza. Igual que una muñeca, permite que los demás hagan con su
vida lo que ellos quieran.
Para poder comprender mejor cómo funciona la eterna muchacha,
es necesario en primer lugar describir algunas de las diferentes formas
en que este tipo de existencia se puede manifestar, y basarnos en esa
descripción para explorar los caminos de transformación. Los
ejemplos que doy a continuación no tienen intención de ser en modo
alguno «tipos» ni «categorías» en los que pudiera encajar fácilmen

70
te cualquier mujer individual, ya que, de hecho, una mujer en concreto
puede seguir varios de estos estilos de vida, en distintos momentos y
diferentes situaciones. Para mí fueron surgiendo espontáneamente
como algunos de los diferentes modos de conducta que una mujer así
pudiera reconocer en sí misma, y con ese reconocimiento ganar cierta
perspectiva sobre la manera en que dirige su vida.

1. LA MUÑECA ENCANTADORA

Un estilo de vida frecuente para la puella es el de tener una vida


«encantadora». Una mujer así se convierte en la imagen que su pareja
espera de ella, adaptándose a sus fantasías de lo femenino.
Exteriormente puede parecer segura y triunfadora, y como una
poderosa princesa, puede que sea la envidia de los deseos secretos de
muchas mujeres. Pero por dentro su identidad es frágil e insegura,
porque al adoptar poses para los demás, no sabe quién es en realidad.
Como en la película Dariing, es como la modelo de un fotógrafo cuya
identidad viene determinada y objetivada por el ojo que hay tras la
cámara. Es virtualrnente una muñeca, una marioneta.
¿Cuántas mujeres han pasada la mayor parte de su vida de casadas
de esta manera, siendo la encantadora compañera y anfitriona para sus
maridos, sólo para encontrarse con un divorcio en su mediana edad,
con muy poca o ninguna fortaleza y desarrollo personal?
La obra de Ibsen Casa de muñecas muestra muy claramente este
patrón. El personaje principal, Nora, es una esposa encantadora que se
viste para su marido. Es su muñeca, su pequeño juguete, su «tímido
cariñito», su «pequeña ardilla», su «pequeña alondra», su «pequeña
malgastadora», «pequeño pájaro cantor», «pequeña cabeza de
chorlito», etcétera: todos ésos son apodos que él utiliza. Desde el
punto de vista de su marido, Nora tiene que ser protegida porque es
incapaz de ser práctica, de manejar dinero, de tomar deci

71
siones y de ser responsable. Aunque critica a su padre por estas
mismas características de inmadurez, en Nora le parecen deseables v
encantadoras. Por ejemplo, le dice:

Apóyate en mí; yo te aconsejaré y te guiaré. No sería hombre si esta indefensión


femenina no te hiciera doblemente atractiva a mis ojos... yo seré tu voluntad y tu
conciencia. 1

Lo que su marido ignora es que Nora había sido la proveedora cuando


pidió dinero prestado al caer él enfermo, a fin de poder pagar un viaje
que era imprescindible para recuperar su salud. Nora, sabiendo que su
marido, con esa «independencia masculina», es demasiado orgulloso y
se sentiría humillado si aceptara lo que ella ha hecho, lo mantiene en
secreto. Con los años se las arregla, con discreción, para ir pagando el
crédito. Pero para conseguir ese crédito tuvo que firmar con el nombre
de su padre, puesto que el marido estaba demasiado enfer mo entonces.
La crisis y el enfrenta miento llegan cuando el prestamista la amenaza
con desvelar esta falsificación. Al principio ella intenta hacer lo que
sea para que el marido no se entere, y utiliza su encanto de «pequeña
ardilla» para este fin. Pero gradualmente se va dando cuenta de que al
hacerlo en realidad le está ocultando quién es ella en realidad, al
ocultar no sólo su error, sino también su competencia y su fortaleza. A
medida que esta evidencia se va haciendo más manifiesta, decide dejar
que todo salga a la luz. Cuando su esposo lo descubre y su ima gen
publica se ve comprometida, se enfurece y ve confirmada su opinión
de que Nora es una irresponsable. Con enojo le dice:

¿Comprendes lo que has hecho? ...hay en ti la misma falta de principios de tu padre.


Ni religión, ni moralidad, ni sentido del deber... 2

1. Henrik Ibsen, ('.asa de murieras, Pozuelo de Alarcón, Espasa-Calpe, 2004.


2. Ihíd., pp. 62-63.

72
Al oír eso, Nora sabe que no puede seguir interpretando un papel
para su marido y que tiene que sostenerse sobre sus propios pies y
enfrentarse a él. Cuando el prestamista retira su amenaza de hacer
pública su acción y el marido la perdona, porque ahora su imagen ya
no corre peligro, ella tiene la posibilidad de volver a su papel de
muñeca. Pero se percata de que este cambio de actitud sólo es
aparente, y que en el fondo él la sigue considerando una niña. Así que
se enfrenta a él y le dice que ésta es la primera vez, en ocho años de
matrimonio, en que han mantenido una conversación seria. Le dice:

He sido agraviada, Torvald, primero por mi padre y después por ti. Nunca me has
amado. Sólo has pensado que era agradable estar enamorado de mí. Cuando vivía en
casa con mi padre, él me daba su opinión sobre cualquier cosa, así que yo compartía
esas opiniones; y si difería de alguna escondía el hecho, porque a él 110 le hubiera
gustado. Me llamaba su niña muñeca, y jugaba conmigo como yo solía jugar con mis
muñecas. Y cuando vine a vivir contigo, todo lo que pasó es que fui transferida de
las manos de mi padre a las tuyas. Tú dispusiste todo de acuerdo con tus gustos, así
que yo adquirí tus mismos gustos, o por lo menos hice ver que así era. Realmente
110 estoy segura de cuál fue el caso.^

Para Nora esta revelación conlleva darse cuenta de que no sabe


realmente quién es, porque siempre ha dependido de un hombre.
Comprende que debe estar sola para entenderse a sí misma, y que
tiene que aprender a formar sus propios valores y opiniones en lugar
de aceptar los de los demás, o los del colectivo. En la obra, su
decisión final es abandonar al marido y a los hijos y empezar una
nueva vida sola.
Aunque ésta puede parecer una solución radical (especialmente si
tenemos en cuenta que Ibsen escribió la obra en 1879), incluso hoy en
día no es raro que las mujeres sientan la necesidad de dejar a sus
familias y marcharse so-

3. Ibíd., pp. 66-67.

73
las. Creo que es primordial comprender el significado que se esconde
tras este tipo de acción, es decir, el darse cuenta de que no es
suficiente existir como una función de los deseos y proyecciones del
esposo, y que es necesario descubrir por sí misma quién se es en
realidad. Podemos imaginar la rabia que debe de sentir la mujer tras la
conmoción de descubrir que no tiene vida propia, que ha sido dirigida
como una marioneta. Uno de los principales cometidos en esta
situación es evitar recrearse en la rabia y meramente manifestar el
resentimiento de forma amarga y vengativa. Puede que efectivamente
sea cierto que el padre, el marido y los hombres en general, con sus
proyecciones, hayan contribuido a una visión tan inadecuada de lo
femenino. Pero reaccionar ante estas proyecciones culpando a los
demás no hace más que perpetuar la proyección de pasividad y de-
pendencia. Además, puede que exista un aspecto de sombra que haya
que trabajar, porque con mucha frecuencia tras la esposa dócil hay
una mujer poderosa que manipula al marido de forma encubierta,
como en el caso de Nora. La tarea consiste entonces en empezar a
formar los propios valores y opiniones sobre la vida y a aceptar
conscientemente el propio poder, utilizándolo de forma abierta y
creativa.
Una mujer que había vivido la primera parte de su vida como
«muñeca encantadora» tuvo un sueño donde aparecía una hilera de
muñecos. En este caso se trataba de muñecos masculinos, vestidos
todos igual, y ella podía escoger el que quisiera. El sueño la ayudó a
darse cuenta de que ella era una muñeca para los hombres, que no
tenía identidad propia, sino que se adaptaba a las fantasías que los
hombres proyectaban en ella, así que, para ella, también los hombres
eran «muñecos». Sus relaciones con los hombres eran tan
impersonales como las que ellos establecían con ella. Esta relación
impersonal tipificaba su primer matrimonio y repetía un patrón que
había tenido con su padre, un poderoso magnate. En la segunda parte
de su -vida decidió desarrollar sus propias capacidades y conoció a un
hombre que supo apreciarlas, aparte de reconocer su encanto y su
belleza.

74
2. LA MUCHACHA DE CRISTAL

Otra forma que puede asumir la puella es la de ser tímida, frágil y


etérea, viviendo generalmente en un mundo de fantasía. La obra El
zoo de cristal, de Tennessee Williams, lo describe de forma
conmovedora. Laura, la protagonista, es hija de un padre puer
aeternus. El padre, una figura romántica y encantadora, hace años que
abandonó a la familia que, desde entonces, no ha vuelto a tener
noticias de él. El narrador de la obra, el hermano de Laura, lo describe
señalando un gran cuadro que cuelga de la pared de la sala de estar,
justo encima del dintel de la puerta, donde se ve a su padre con una
amplia sonrisa, lo que sugiere la enorme influencia inconsciente que
sigue ejerciendo:

Éste es nuestro padre, que nos abandonó hace mucho tiempo. Era un hombre de
teléfonos que se enamoró de las largas distancias; renunció a su trabajo en la
compañía telefónica y simplemente se largó de la ciudad... La última noticia que
tuvimos fue una postal de Mazatlán, en la costa mejicana del Pacífico, con estas dos
palabras: «¡Mola-adiós!» y ningún remitente. 4

La madre de Laura, que trabaja sin parar al estilo de una mártir,


mostrando su insatisfacción con el padre-esposo puer ausente, vive en
un mundo de fantasía aferrado al pasado, y proyecta sus propios
deseos sobre su hija. Quiere que su hija sea la «más bella del baile»,
igual que ella lo fue antes de casarse. Pero Laura es distinta a su
madre, aunque también vive en su propio mundo de fantasías. El suyo
es un mundo de discos de gramófono que habían sido de su padre, y
toda una colección de diminutos animales de cristal cuyas vidas no
deja de imaginar. Su favorito es un unicornio, un maravilloso e
imaginario caballo con un solo cuerno, que ha sido el favorito de las
doncellas desde tiempos inmemoriales. El zoo de cristal y los viejos
discos de

4. Tennessee Williams, The Glass Menagcrie (Nueva York, New Diree- tions Rooks,
1970), p. 23.

75
gramófono de su padre son el mundo en el que vive, y no el mundo
extravertido, práctico y social de su madre.
Los frágiles animalitos de cristal son una imagen de la propia
fragilidad de Laura, de su aislamiento de la vida, y la música y los
viejos discos son un recuerdo nostálgico del padre y de su presencia
emocional, aunque no física. Laura sufre una discapacidad, ya que
tiene una pierna más cortó que la otra y tiene que llevar un soporte
especial. La discapacidad simboliza !a herida psíquica causada por su
situación familiar. Esta discapacidad se manifiesta psicológicamente
en su extremada timidez e inseguridad, que son tan graves que no le
permiten terminar los estudios en el instituto ni en una escuela a la
que su madre la ha enviado.
La situación de Laura no es tan diferente, aunque los detalles
pueden variar, de la de muchas mujeres que pasan sus vidas en un
mundo ele fantasía, quizá con un «amante fantasma» o un sueño
místico, incapaces de entrar en el mundo real y relacionarse con los
hombres, encerradas en una montaña de cristal de su propia creación.
Pero Laura es afortunada. Al igual que el príncipe de la Bella Dur -
miente, alguien de fuera de su familia entra en su mundo, aunque sólo
sea por una noche. A insistencia de la madre, su hermano invita a
cenar a su amigo Jim, un hombre a quien Laura había considerado un
héroe en su época en el instituto. Cálido y extravertido, le brinda una
conexión con la vida que su padre nunca le ofreció, y tampoco su
hermano puede hacerlo porque antes debe liberarse a sí mismo.
Cuando Jim viene de visita, Laura al principio se muestra tan tímida
que casi se desmaya y no puede cenar con los demás. Pero a medida
que avanza la velada, Jim le va hablando y consigue penetrar en su
mundo. Su timidez empieza a disolverse gracias a la calidez de Jim, y
le muestra su zoo de cristal, en especial el unicornio. Notando que su
timidez es debida a un problema de inseguridad, él le dice que no cree
en sí misma, que debe reconocer el hecho de que es una persona
superior, y que ha multiplicado el problema de su pierna por cien.
Atrayéndola un poco hacia

76
este mundo, la invita a bailar. AJ principio ella dice que no sabe
bailar, pero sus palabras la animan a probar. Sin darse cuenta,
mientras bailan, el unicornio cae de la mesa y el cuerno se rompe,
cosa que lo deja casi como un caballo normal. Estando Uní apegada a
su unicornio, Laura podría haberse inhibido todavía más de Jim y de
lo que él representa. Pero en alguna parte de su corazón sabe que el
unicornio es un animal extinto y no apropiado, acepta el accidente e
incluso comenta que ahora el unicornio se sentirá menos raro, y se lo
da a Jim como regalo de despedida. Aunque Jim está comprometido en
matrimonio, esta experiencia de comprensión, ofrecida por un hombre
tierno y afectuoso que está en contacto con el mundo exterior, liace
que Laura dé un paso adelante. Porque ahora ha bailado y le ha dado
su unicornio a otro ser humano: una incursión en el reino de la vida y
de la acción. La transformación, en el caso de Laura, se inicia a través
de lo masculino, que hasta ese momento había estado ausente en su
vida. Pero también la propia Laura interviene al responder ante el
estímulo, dando ese salto de fe que consiste en arriesgarse y confiar.
A diferencia del patrón anterior, en que el padre proyectaba
demasiadas cosas sobre su hija y el cometido de ésta consistía en
alejarse de las proyecciones del padre y del esposo, este patrón hace
referencia a un padre ausente. Para Laura no existía conexión alguna
con lo masculino, ninguna influencia activa y consciente proveniente
del padre, y ninguna relación con el mundo. Es cierto que la madre
intenta hacerlo a su manera, pero también ella vive en un mundo de
fantasía y no logra comprender a su hija. Sin ninguna proyección ni
relación masculina, Laura crea su propio mundo, una vida de fantasía
que la compensa de estar aislada del mundo exterior. Muchas mujeres
viven este patrón, pero normalmente no llegamos a conocerlas, porque
se esconden, pero, cuando su mundo de fantasía se quiebra por una
confrontación con la realidad, suelen acudir a terapia.
Una manera de ocultarse del mundo práctico y extra- vertido es
vivir en el mundo de los libros, especialmente los

77
de poesía y fantasía. Una de mis dientas era así, y de hedió cuando era
pequeña tenía una colección de animalitos de cristal. Creció en una
familia muy pobre, su padre estaba ausente y cada centavo que
conseguía lo destinaba a su colección de animales y a comprar libros.
De niña su libro favorito era Heidi, la historia de una huérfana que se
va a vivir a los Alpes con su abuelo, un viejo cínico parco en palabras.
Pero Heidi es una niña extravertida, cuya calidez y espontaneidad
llevan vida y amor tanto a su abuelo como a una niña enferma
postrada en cama. Heidi formaba parte de la personalidad de esta
mujer, una parte que había sido reprimida durante su infancia, pero
que finalmente surgió al ir adquiriendo más confianza en sí misma. Al
final se atrevió a escribir, y de esa forma se dio a conocer al mundo
exterior. Entonces tuvo que pasar por el circuito de las conferencias, y
tuvo muchas fantasías ansiosas relativas a la «muchacha de cristal»,
pensando que iba a desmayarse frente al público. Cada vez que daba
una charla era algo traumático, pero asumió el riesgo y de esta forma
fue capaz de conectar su mundo interior con el exterior, compartien do
así su especial visión con los demás.

3. LA MUJER DE ALTOS VUELOS: DOÑA JUANA

La mujer que vuela corresponde a otro patrón de puella. Esta puella se


rige por el impulso, es libre como el viento y exuberante. Parece ser
espontánea y libre, tiene una vida indómita y apasionante, sigue el
capricho del momento, según lo que esté sucediendo. Volando en
libertad, habita en el reino de las posibilidades. Este estilo de vida
también tiende a ser etéreo, apareciendo y desapareciendo como por
arte de magia, igual que una nube que adquiere forma un momento y
después se desvanece. Sin edad determinada y un poco «volada», esta
puella suele tener una desganada relación con los límites, con las
líneas divisorias, con el orden práctico, con el reino corpóreo y con el
tiempo. Su

78
vida en general carece de dirección y está abierta ai universo de las
sincronicidades. Estas mujeres suelen ser intuitivas, con tendencias
artísticas o místicas, viven fácilmente en la imaginación y cerca de los
reinos inconscientes y arquetípicos. Tienen eso en común con las
paellas tímidas y frágiles, pero a diferencia de las tímidas, no son
temerosas ni retraídas, ni tampoco se esconden del mundo. Más bien
están en él, flotando con espíritu de aventura por las capas superiores,
muchas veces buscando la emoción del peligro.
Anaís Nin, también ella hija de puer, ha descrito de manera
hermosa este tipo de existencia en su novela Una espía en la casa del
amor. Como su título indica, la protagonista principal, Sabina, es una
espía. Sin querer comprometerse y engañosa en sus relaciones, debe
vivir como espía para poder sentirse libre de marcharse en cualquier
momento, y está constantemente en guardia para no descubrirse y así
dejar a la luz sus numerosos engaños. Igual que un caleidoscopio,
cambia de personalidad y de historia con la rapidez de una obsesa.
Sabina está casada con un hombre estable que le hace de padre
afectuoso y a quien necesita como el único punto sólido de su vida.
Pero sus sentimientos hacia él son más como los de «una ado lescente
que se escapa de casa para jugar a ciertos juegos prohibidos». Sabina
no soporta las exigencias de la vida prosaica y cotidiana y se rebela
contra ellas. Las limitaciones de la vida y las etapas de descanso son
como una prisión para Sabina. Los límites, las identificaciones, las
casas, cualquier tipo de compromiso: ella siente que todas estas cosas
la moldean y la dejan en un lugar estático, sin ninguna esperanza de
cambio. Así es como se describe a sí misma: «Quiero lo imposible,
quiero estar siempre volando, destruyo la vida cotidiana, corro hacia
todos los peligros del amor...». 5

5. Anaís Nin, A Spy in the House o/Love (Chicago, The Swallow Press, 1959), p. 91.

79
La luna, y no el sol, es la fuente de iluminación personal para
Sabina, asi como su planeta especial. El mundo de la noche y del
inconsciente son sus dominios. A los dieciséis años tomaba baños de
luna porque todo el mundo tomaba baños de sol, y porque había oído
decir que eran peligrosos. Al igual que la luna, que se mantiene medio
escondida en la oscuridad, Sabina vive muchas vidas misteriosas y
muchos amores, evitando el paso del tiempo con su onírica extensión
hada el infinito. Activada por los rayos lunares, Sabina imagina que
conoce la vida lunar, que es alguien «sin hogar, sin hijos, co n
amantes, sin compromisos, sin ninguna atadura personal». Éste es el
ideal que la atrae.
Para poder llevar esta vida libre y aventurera, Sabina engaña a su
esposo didéndole que trabaja como actriz y que tiene que viajar aquí y
allá haciendo galas. En muchos aspectos sí es una actriz, ya que
compone un nuevo rostro y un nuevo atuendo para enfrentarse con
cada nuevo día y cada nuevo amante.
Pero a diferencia de una actriz profesional, los papeles nunca
terminan, porque los hombres para quien los ha interpretado se los han
tomado en serio y podrían enojarse y sentirse traicionados si supieran
la verdad. Para Sabina no hay descanso del escenario, y ninguna
Sabina esencial a la que poder regresar.
Sabina se da cuenta (le que es su padre quien «camina dentro de
ella, dirigiendo sus pasos» en la versión femenina de su existencia de
donjuán. Al igual que Sabina, su padre dependía de la lealtad de su
madre y de la estabilidad de la vida doméstica como base desde la cual
partir en busca de múltiples aventuras amorosas. Sabina se pregunta:

Era Sabina quien ahora corría hacia sus propios rituales de placer, o era
el padre en su interior, guiándola con su sangre hacia otros amores,
dictando sus intrigas, él, que estaba inexorablemente unido a ella por
lazos de herencia que ella jamás podría volver a desligar para así saber
cuál era el de Sabina,

80
cuál el de su padre, cuyo rol había adoptado por la alquimia del amor m¡mélico.
¿Dónde estaba Sabina? 6

Esta cuestión: «¿Dónde está Sabina?» va apareciendo cada vez con


mayor frecuencia en su conciencia. El remordimiento, la vergüenza y
la angustia empiezan a invadirla y se da cuenta de que sus ansiedades
amorosas no son tan diferentes a las de un adicto o jugador; es decir,
la misma compulsión e impulso irresistible y después la misma de-
presión y culpabilidad que les siguen, y a continuación de nuevo la
compulsión. La adicción de Sabina es el amor, pero el resultado final
es el mismo. Siente la dispersión, la desesperación, la debilidad en el
centro. Mira hacia el cielo y ve que no ofrece ninguna protección,
como si fuera un paraguas, sino que es sólo una «extensión ilimitada a
la qüe no podía agarrarse». Sabina llora y pide que la sujeten para que
no siga corriendo de un amor a otro, para que no siga sintién dose
dispersa y desgarrada.
En su desesperación una noche, a altas horas, hace una llamada
telefónica anónima a un extraño, en busca de ayuda. El hombre que
contesta es un detector de mentiras, que simboliza la posibilidad
interior de Sabina de detectar su propio autoengaño y alcanzar un
nivel más elevado de conciencia y de responsabilidad. El detector de
mentiras se enfrenta a ella y le pregunta qué os lo que quiere confesar,
diciéndole que probablemente sea ella su propio y severo juez. Sabina
le pide al detector de mentiras que la libere de la culpabilidad que
siente, una culpabilidad y un aprisionamiento que, paradójicamente,
surge de la libertad ilimitada que siempre ha buscado. Pero él le dice
que sólo ella puede liberarse y que eso sólo ocurrirá cuando sea capaz
de amar. Cuando Sabina intenta justificarse diciendo que ya ha ama-
do, mencionando a sus numerosos amantes, él le dice que sólo ha
estado enamorada de sus proyecciones, es decir, de

6. Ibíd., p. 109.

81
los cruzados que luchaban en sus batallas, de los apuestos príncipes
donjuanes, de los jueces que perpetuaban el rol de sus padres. En
lugar de relacionarse con ellos como individuos y de verlos corno eran
en realidad, los vistió con trajes de los distintos mitos que ella
deseaba vivir.
Para Sabina el cambio sólo puede venir con las lágrimas
producidas por la admisión de su engaño, hacia sí misma y hacia los
demás. Hasta ahora ha estado intentando eludir su culpabilidad y
buscando justificación para su falta de compromiso y de
reconocimiento de los límites. Necesita aprender a reconocer que la
continuidad existe en la tensión entre el movimiento y la permanencia.
Y este reconocimiento por fin le llega mientras escucha los cuartetos
de Beethoven, con cuya música llora mientras lo admite. H M La
dificultad para este tipo de puella es que intenta vivir totalmente en la
posibilidad e ignora las limitaciones^ las realidades de los demás y de
sí misma. Pero lo que tiene [lie hacer es aceptar los límites y
comprometerse con algo. La aceptación de la paradoja de la finitud y
la posibilidad es su forma de resolución; ios cuartetos de Beethoven
expresan esta paradoja en su composición, es decir, expresan una
trascendencia contenida. La creación mediante alguna de las
expresiones artísticas es un camino hacia esa finalidad. Por ejemplo,
Anais Nin transformó su propia existencia de puella mediante la
escritura, dando forma a sus intuiciones y uniendo de esta forma la
posibilidad con la realidad.
Hace poco tiempo me llamó una mujer joven y vivaracha para
concertar una cita. Cuando le pregunté por qué quería iniciar una
terapia, me dijo que estaba enamorada de un hombre que también la
amaba, pero él le había dicho que, a menos que ella pudiera «sentar la
cabeza» y valorarse por sí misma, no podría considerarla una pareja
real. Su intención era lograr definirse en lugar de dispersarse en varias
relaciones, como tendía a hacer. Su patrón era el de volar de hombre
en hombre, y valorarse tanto por el número de hombres con los que se
acostaba como por sus diferentes nacionalidades. A la edad de
diecinueve años ya se había acosta

82
do con una treintena de hombres de otros tantos países. Era muy
espontánea y podía irse en cualquier momento con un extraño que
acababa de conocer en la calle. Cuando le pedí que escribiera sus
sueños y los trajera a la consulta, solía olvidarse, o bien los escribía
en algún billete de banco viejo, en papel higiénico, en aquello que
tenía a mano en el momento. Durante su desarrollo su madre había
querido que fuera «virgen» y su padre estaba ausente emocional-
inente. Primero se convirtió en la niña de su madre, en una «buena
chica», después se rebeló y vivió el lado que su madre no había
reconocido en sí misma. En un momento determinado tuvo un sueño
en que era un can i che, el animal preferido de su madre, y que cuando
su madre le daba comida para perros envenenada, primero la tragaba,
pero después la vomitaba. Esto es lo que ella había hecho psico -
lógicamente. Quería ser la preferida de su madre, pero vomitaba la
invitación a ser «virgen». El resultado fue que pasó al extremo
opuesto y se acostaba con hombres de forma indiscriminada. Su padre
no estaba ahí lo suficiente para darle un sentido de su propio valor
femenino. El trabajo de esa mujer consistía en ver que con su vid a
azarosa se estaba rebelando contra su madre, pero que eso también le
impedía relacionarse con el hombre al que amaba.

4. LA INADAPTADA

Otro tipo de paella es la mujer que. porque se avergüenza de su padre,


es rechazada por la sociedad o bien es ella misma quien se rebela.
Esta mujer puede identificarse con su padre y seguir ligada a él de
forma positiva, así que cuando la sociedad lo rechaza a él, ella rechaza
a la sociedad. O puede que fuera ella quien al principio hubiera
rechazado al padre, pero después aparece el lado de la sombra
inconsciente y vive ese patrón de lodos modos. En una situación
familiar así, la madre suele asumir un rol de persona recta y se con -
vierte en el crítico del «padre malo». Si la hija muestra sig

83
nos de conducta similares a los del padre, la madre la castigará,
amenazándola con correr el mismo destino del padre. A menos que la
hija siga los «buenos consejos» de la madre (con casi toda seguridad
adaptando entonces el patrón de la amazona), puede que se rebele y
repita el patrón del padre, viviendo el lado autodestructivo del mismo.
Dostoievsky ha descrito este patrón en muchos de sus personajes
femeninos que tienen padres adictivos de un tipo u otro. Y a mí me
parece que estas puellas suelen tener un «hombre soterrado» al estilo
de Dostoievsky en su interior, que cínicamente se niega a aceptar la
posibilidad de ayuda, que se niega a cambiar tanto a sí mismo como a
la sociedad que lo ha rechazado. Es probable que estas mujeres
malgasten sus vidas en una actitud pasiva causada por la inercia,
quizá tomando el camino del alcohol o de la dro- gadicción, de la
prostitución, de fantasías suicidas o acaso cayendo en relaciones
amorosas adictivas. También puede que se casen con un hombre igual
al padre y que malgasten su vida oscilando entre la depresión y el
masoquismo de una existencia y unas relaciones insatisfactorias. En
cierto modo, al igual que Perséfone, estas mujeres han sido atraídas
hacia el oscuro mundo subterráneo de Plutón y allí permanecen, con
poca o ninguna fortaleza egoica o algún desarrollo de su anirnus que
pudiera ayudarlas.
Arthur Miller ha descrito este lipo de existencia de puella en su
obra Después de ta caída, en la que Maggie es un personaje inspirado
parcialmente en su ex esposa Marilyn Monroe. Al principio a
Quentin, el protagonista masculino, Maggie le parece una figura muy
atractiva puesto que es inocente, sexualmente abierta, al parecer no
está a la defensiva y además siente admiración por él. Cuando la
conoce, Maggie se muestra muy vulnerable a las insinuaciones de los
hombres y es como si careciera de un discernimiento interior que le
indicara quién podría dañarla o resultar peligroso para ella. Maggie ve
a Quentin como un dios, y siente que se valora porque él la valora.
Maggie tampoco ha tenido la influencia de un padre positivo, puesto
que su padre las

84
abandonó cuando ella era un bebé, negando incluso su propia
paternidad. Así que creció corno una hija bastarda. Su madre,
avergonzada por esa situación, se fue volviendo moralista y rechazaba
a Maggie. Cuando aparece Quentin, Maggie proyecta sobre él la
capacidad de salvarla, una proyección a la que él no puede resistirse.
Secretamente Maggie se cree que no vale nada, llegando incluso a
inscribirse en los hoteles como «señorita Nadie». Dice:

Podría registrarme en el hotel como señorita Nadie... «n -a-d-i- e» como en nada. Me


lo inventé una vez porque soy incapaz de recordar un nombre falso, así que sólo
tengo que pensar en nada, y ésa soy yo.'

Con una autoestima tan baja y tan poco respeto por sí misma, Maggie
necesita ser adorada en compensación. Al principio Quentiri (que se
identifica con la fuerza salvadora que Maggie proyecta sobre él)
consigue convencer a Maggie de su adoración. Pero a la larga, no
importa lo que Quentin haga, Maggie se siente celosa; como no tiene
ninguna autoestima que le sirva de soporte, cae en el desespero y en la
depresión a la menor sospecha de que Quentin no está totalmente
dedicado a ella. Para evadirse empieza a beber, una adiceión que
simboliza su dependencia y necesidad de una aceptación total y
constante. También reconflrma sus temores de que realmente es la
«señorita Nadie», lo más bajo de lo más bajo, una víctima de la
sociedad. Y eso le permite liberar su cinismo y agresividad, que
habían permanecido ocultos tras su inocencia, y los utiliza en contra
de Quentin. Al mismo tiempo amenaza con suicidarse, dan do a
entender que Quentin es el único que puede salvarle la vida. Pero
Quentin, comprendiendo por fin que 110 está en sus manos poder
salvar a Maggie, que sólo ella misma puede hacerlo, se enfrenta a ella
y le dice:

7. Arlhur Miller, /ÍJler the Fall (Nueva York. The Viking Press, 1968).
p. 77.

85
¿Lo ves, Maggie? ¿Lo ves ahora? Estás intentando que yo apa rezca como el
culpable... Pero ahora me marcho; así que ya no serás más mi víctima. Ahora te
quedas sola, tú y tu mano... Tomas estas pildoras para evadirte, pero si sólo pudieras
decir: «He sido cruel», esta terrible estancia se abriría. Si pudieras decir: «He sido
maltratada, pero también yo he maltratado, y sin excusa, a los demás, he llamado
idiota a mi marido en público, he sido totalmente egoísta a pesar de mi generosidad,
he sido herida por una larga retahila de hombres, pero yo he colaborado con mis
verdugos...» 6

Pero en ese momento Maggie está tan identificada con ser una víctima
que no puede oírlo y al final se suicida. Al considerar absolutos su
propia inocencia y victimismo, se niega a ver que no sólo es víctima,
sino también verdugo, tanto de sí misma como de Quentin. Se niega a
reconocer que también ella es culpable; de ese modo no puede ni
perdonarse ni vivir.
La paradoja que hay en el fondo de este patrón de puella es que, a
pesar de la genuina humillación, vergüenza y rechazo del pasado,
queda como resultado la identificación con la víctima y el inútil, el
camino a la redención pasa por luchar contra esta identificación, en
lugar de vivir compulsivamente la vergüenza y repetir el patrón de
rechazo. Eso requiere aceptar que una es tanto inocente como
culpable, y que en el propio interior se tiene el poder de destruir y de
salvar. El cometido consiste en transformar la actitud cínica, el
desespero y el rechazo en una actitud de esperanza, y reafirmarse de
forma consciente en la vida.
Podemos ver un ejemplo de esta actitud transformadora en la
película Las noches de Cabiria, de Fellini. Cabiria es una prostituta de
la calle que ha sido maltratada por los hombres desde su infancia.
Bajo hipnosis, en un espectáculo, sin darse cuenta revela su pasado
con los hombres, así como el hecho de que tiene unos ahorros. Tras la
represen- lación un hombre se le acerca y le dice que se ha enamora-

8. Ibíd., |)|). 106-107.

86
do de ella. Al principio Cabina no acaba de creerle, pero termina por
aceptarlo e inician los planes de boda. Por primera vez en su vida
parece que ha encontrado un hombre digno de confianza. Tras la boda,
la pareja va a pasar su luna de miel a un bonito lugar, donde hay unos
altos acantilados frente al mar. Mientras Cabiria, colmada de
felicidad, está mirando al mar, su marida intenta empujarla por el
acantilado, le arrebata el dinero, que es todo lo que tiene, y sale
corriendo. Cabiria consigue salvar la vida, pero no sus posesiones.
Tras este traumático incidente, Cabiria empieza a caminar de vuelta a
la ciudad. Una curiosa mescolanza de personas, todos ellos extraños,
van pasando por su lado, cantando y tocando música. Cabiria, todavía
absorta en el horror de lo sucedido, al principio sólo los mira. Recha -
zada y humillada, habría sido fácil negarse a cualquier contacto
humano y seguir siendo una inadaptada. Pero de repente sonríe y se
une a sus cantos, aceptando con ello la vida, con todos sus horrores y
tragedias. Su sonrisa y su canción son una valiente afirmación de la
vida a pesar de sus tremendas vicisitudes; con la risa vence la derrota.
El sentido del humor y la aceptación de las paradojas de la vida
parecen ser en este caso la clave esencial, junto con una resistencia
parecida a la del niño y una fe que la anima a seguir a pesar de todo.
Una expresión frecuente del patrón de la «inadaptada» en nuestra
sociedad actual es la de muchas mujeres que han elegido el
lesbianismo o la bisexualidad como estilo de vida. En muchas de mis
dientas he descubierto una tremenda culpabilidad por este tema. Con
frecuencia la culpabilidad aparece cuando la mujer ha tenido un «mal»
padre. Si elige la opción del lesbianismo, ella también es una
«inadaptada», como su padre. Si la madre la critica por ello, entonces
la hija se siente mala, como el padre; tiene lugar una identificación
inconsciente con él, y entonces no es libre de elegir su preferencia
sexual, ya sea heterosexual, bisexual o lesbiana. Una mujer tuvo un
sueño en que una figura de abuelo le decía que su terapeuta la había
diagnosticado como «des

87
viada social». Uno de sus tenias era ser capaz de aceptarse y renunciar
al papel de niña buena que había interpretado en su infancia,
especialmente como el ojito derecho de su madre. Para ello necesitaba
confiar en que podía ser quien necesitaba ser, sin ningún tipo de juicio
moral por parte de su terapeuta. Tenía que cortar la identificación con
su propia imagen negativa, que surgió de la conducta del padre y del
juicio moral de la madre.

5. LA DESESPERACIÓN DE LA PUELLA

Los patrones que he descrito no son «tipos», sino más bien


descripciones fenomenológicas de cuatro formas diferentes de
expresión de la puella. Tampoco son mutuamente exclu- yentes: la
mayoría de las mujeres, en algún momento de su trayectoria, pueden
reconocer esos patrones. Además, algunos de ellos tienen puntos en
común. Por ejemplo, el aspecto rebelde suele formar parte de la mujer
que vuela alto, como en el caso de Sabina. Y el énfasis extremo en
querer recibir la admiración de los hombres puede ser una carac-
terística no sólo de la muñeca encantadora, sino también de la mujer
de altos vuelos y de la inadaptada. El énfasis en la imaginación
aparece en la puella tímida y frágil así como en la de altos vuelos,
aunque esta última vive en el mundo exterior su imaginación,
mientras que la muchacha de cristal se retrae del mundo exterior y
vive sólo en el reino de la imaginación.
Un denominador común de todos estos patrones de puella es un
aferrarse o bien a una inocencia hecha absoluta o a una culpabilidad
también absoluta, que son las dos caras de la misma moneda y que
generan una dependencia del otro para afirmar o condenar. Así que
existe una evitación de responsabilidad acerca de la propia existencia,
de tomar decisiones y de saber discriminar, actuaciones que se dejan
al otro. También existe una mala relación con los límites, ya sea
negándose a aceptarlos (como en el caso de la mujer de

88
altos vuelos y la inadaptada) o bien aceptándolos «ilimitada mente»
(como en el ejemplo de la tímida reclusa y el de la muñeca
encantadora). Ambas tendencias hacen de la posibilidad un absoluto e
ignoran la necesidad, ya que la relación con los límites está
distorsionada. La puella vive su vida en una posibilidad, evitando la
realidad del compromiso. Kierkegaard ha descrito este tipo de
existencia corno un aspecto de la desesperación en su libro La
enfermedad mortal:

Cuando la posibilidad domina a la necesidad, el yo huye de sí mismo para que 110


haya ninguna necesidad a la que tener que retornar, así que ésta es la desesperació n
de la posibilidad. El yo se convierte en una posibilidad abstracta que se agota a sí
misma mientras vaga torpemente entre lo posible, pero 110 se mueve de ese punto,
ni va a ningún otro, porque precisamente lo necesario es el punto; devenir uno
mismo es precisamente un movimiento en ese punto. El devenir es 1111
movimiento desde el punto, pero devenir uno mismo es un movimiento en el punto.
Entonces la posibilidad se va convirtiendo para el yo en algo cada vez más
grande, más y más cosas se vuelven posibles, porque nada se hace realidad. Al final
es como si todo fuera posible, pero ése es precisamente el momento en que el
abismo se ha tragado al yo. 9

Como indica Kierkegaard, permanecer en lo posible puede llevarlo a


uno en dos direcciones principales, o bien hacia un anhelo ilusorio o
hacia la fantasía melancólica. Yo creo que la muñeca encantadora y la
mujer de altos vuelos tienden hacia la primera, mientras que la
muchacha de cristal y la inadaptada se inclinan hacia la segunda. Pero
en todos los casos el resultado es una incapacidad para actuar. Para
una acción genuina se precisa de una síntesis e integración tanto de
posibilidad como de necesidad, y es esta síntesis, según Kierkegaard,
la que conforma uno de los aspectos que ayudan a que el devenir del
yo tome tierra.

9. Kierkegaard, Siclcness Unto Dealh, p. 169.

89
El tema principal para la puella es afirmarse tal como es,
puesto que su tendencia es la de constituir su identidad (o falta de
ella) a partir de los demás. Se ha permitido convertirse en un
«objeto», vivir una identidad que no es la suya, deteniendo asi el
flujo del misterio que en realidad es. Lo irónico es que su
imprecisa y vacía identidad camaleóni- ca, su continuo vagar por
la posibilidad, puede que sea un intento equivocado de conectar
con el misterio de su alma, es decir, «siendo misteriosa». Pero el
misterio genuino no puede ser alcanzado y fijado de esa manera.
Lo que realmente se precisa para relacionarse con el propio
misterio es diferenciar de manera objetiva cuáles son realmente
las propias potencialidades y limitaciones, y después actuar a
partir de esa síntesis. La puella necesita aceptar su potencial de *
fuerza y desarrollarlo para poder llegar a manifestarlo, así como
comprometerse con su propio ser único y misterioso.
La base del problema de la puella reside en lo que Kierkegaard
llama «la desesperación de la debilidad: la desesperación de no
estar dispuesto a ser uno mismo». Con este tipo de desesperación
uno se da cuenta de que no está en contacto con el yo, pero se
siente demasiado débil para apostar por él. De aquí que el
desespero sea debido a la propia debilidad, a la propia incapacidad
de escoger un modo de vida con más sentido. La adaptación egoica de
la puella ha sido precisamente la de ser débil, pasiva, e interpretar
el rol que los demás querían que interpretara. Incluso en el ca so de
la puella hinchada, el de la «mujer de altos vuelos», sigue siendo
débil, puesto que no hace realidad sus posibilidades, sino que sólo
juguetea con ellas. Así que nunca llega a convertirse en una figura
poderosa en el mundo exterior. Vivir perpetuamente en la
posibilidad, como la puella tiende a hacer, es algo que fomenta la
debilidad porque nunca llega a cumplir nada. Como Kierkegaard
tan bien describe, se ve engullida por el abismo de la posibilidad. La
puella, una vez consciente de su patrón, se da cuenta de que está
atrapada, detenida en su desarrollo. Porque también ella tiene algo
con que contribuir ai mundo, aunque todavía no

90
haya descubierto la manera de hacerlo. Y qué frustrante resulla saber
que uno tiene algo que apollar, pero no ser capaz de hacerlo. Ésta es la
«desesperación de la debilidad». Y esa tensión puede conducir al
suicidio, a la reclusión, a la adaptación o a la rebelión; pero también
puede conducir a la transformación.

HACIA LA TRANSFORMACIÓN

El primer paso en el camino de la transformación de este patrón es


hacerse consciente de que uno no tiene conexión con su propio yo
interior, saber y sentir que existe algo más en uno mismo, un poder
superior que está más allá de los impulsos del ego, con el que uno no
se ha relacionado y que con frecuencia aparece en los sueños. Esta
concienciad ó n implica sufrimiento, y el segundo paso necesario es la
aceptación de ese sufrimiento. Y luego hay un tercer paso, uno
sorprendente después de los anteriores: darse cuenta de que, pese a
nuestra debilidad, también tenemos la fuerza en nuestro interior, y que
existe un acceso a ese poder superior. Según el análisis de
Kierkegaard, una concienciación más elevada de la desesperación de
la debilidad conlleva el darse cuenta de que permanecer en la
debilidad es en realidad un tipo de provocación, es decir, una
complacencia que se niega a aceptar la fuerza que ya está allí, como
potencialidad, en el Self.
El último paso, tal como yo lo veo, es aceptar la fuerza del Sel/'.
Esta aceptación implica conciencia y elección, pero una elección que
no debe ser confundida con la fuerza de voluntad del ego. Es una
elección desde la misma raíz de nuestro ser para aceptar el poder del
SeIJ'. Para Kierkegaard éste es, en última instancia, un acto de fe que
requiere toda la fuerza de la receptividad.
Considerado desde el punto de vista psicológico, el primer paso
del reconocimiento consciente permite la observación del patrón.
Darle un nombre de forma consciente es

91
un primer paso para liberarse de la estructura negativa. El cuento de
hadas liumpelstiltskin lo describe claramente. 10 En el cuento hay un
padre puer, un molinero pobre, que para darse importancia le dice al
rey que tiene una hija muy hermosa que sabe hilar la paja y
convertirla en oro. El rey pide que se ponga a prueba a la muchacha,
pero ella no sabe cómo llevar a cabo esa larea, que surgió de la capri -
chosa imaginación de su padre. Así que se echa a llorar. Entonces
aparece un hombrecillo que dice que él realizará la tarea si ella le da
algo a cambio. Primero la muchacha le promete un collar, y él hila la
paja y la convierte en oro. Entonces el rey exige más oro, ella le
promete un anillo al hombrecito y de nuevo él realiza la tarea. Por
tercera vez, el rey exige que hile más paja para obtener oro y, si la
muchacha lo logra, la convertirá en su esposa. Y de nuevo aparece el
hombrecito, que le dice que él lo hará si ella le promete darle su hijo
primogénito. Como la chica piensa que puede que eso nunca ocurra, y
a la vez se siente impotente, le da su palabra y el hombrecito
transforma la paja en oro. Así que la muchacha se convierte en reina y
al cabo de un año nace un hermoso niño. Aunque ella se ha olvidado
de su promesa, no así el hombrecito, que ahora le exige que le
entregue ai niño, a menos que ella adivine su nombre. Has ta aquí
tenemos una típica estructura de puella: un padre puer que, a causa de
su propia debilidad y falta de contacto con la realidad, coloca a su hija
en un reino de posibilidad que ella no sabe manejar; y después sigue
una promesa poco realista a una figura o patrón interior limitador, que
ayuda en un momento determinado, pero que exige llevarse al final
aquello de más valor, y es capaz de hacerlo. En el cuento la muchacha
descubre el nombre del hombrecito gracias a un mensajero que ella ha
enviado al mundo exterior, para ir preguntando aquí y allá qué
nombres podría tener. Y cuando le dice al hombrecillo que su nombre
es

10. Hermanos Grimm, Obra completa, 2 vols., Barcelona, Circulo de Lectores.

92
Rumpelstiltskin, él se enoja tanto por haber sido descubierto que da
una fuerte palada en el suelo, después no logra sacar el pie de la tierra,
y se parteen dos. Al haberlo llamado por su nombre, la reina puede
conservar a su hijo, símbolo de su auténtico potencial, y quitarle
lücrza al viejo complejo limitador, simbolizado por Rumpelstiltskin.
De la misma manera, al nombrar el patrón que surge de un lipo de
reacción ante un crecimiento con un padre inadecuado, la mujer puede
libelarse de sus garras y sentirse libre de llevar un modo de vida más
genuino. Ponerle un nombre al patrón le dará a la puella la perspectiva
y el distanciamiento que necesita, así como una comprensión de por
qué quedó estancada en su desarrollo. Ponerle nombre asimismo
requiere una búsqueda activa, simbolizada por el mensajero que en vió
al mundo exterior. El dar nonabre es un proceso activo.
El siguiente paso para comprender la desesperación de la
debilidad es una aceptación consciente del sufrimiento que ha
significado hasta entonces la existencia de la puellaes decir, una
aceptación de que el sufrimiento en realidad tiene un sentido. Parte del
problema de la puella es sentir la propia debilidad y dependencia, y
considerarse una víctima. Pero si uno se identifica con la víctima,
niega su responsabilidad y actúa como la muchacha inocente. Así que
la auténtica comprensión de la debilidad y la aceptación del
sufrimiento implica enfrentarse a la sombra, esa parte de uno mismo
que negamos. La dulce inocencia de la doncella suele coexistir con
una astuta manipulación. Es posible que la muñeca encantadora y la
mujer de altos vuelos desprecien en secreto a los hombres porque son
tan fáciles de seducir y manipular median te los encantos femeninos
(es decir, «la mujer que hay tras el hombre»). La inadaptada manipula
con sus amenazas de autodestrucción y las proyecciones de poder
sobre los demás, con las cuales los ha atrapado. La muchacha de
cristal hace que los demás se sientan impotentes ante su fragilidad y
sensibilidad, como si ellos fueran unos torpes patanes, como elefantes
en una cacharrería. La sombra de la puella está unida a su poder,

93
un poder que no ha aceptado de forma auténtica ni responsable.
Muchas veces este poder ha sido asumido por otra figura de la psique,
un viejo pervertido, o una figura mezquina y de mal carácter como
Rumpelstiltskin. Y también es necesario un enfrenta miento con esta
figura. Parte de la aceptación del sufrimiento implica una batalla con
esta figura que, a mi parecer, se da en un profundo nivel espiri tual,
una batalla con el diablo. Allí donde existe una herida profunda en la
psique, las fuerzas negativas asumen un carácter demoníaco y tienen
que ser confrontadas como tales. Según el análisis de Kierkegaard,
cuando uno se hace consciente de que la complacencia en la propia
debilidad en realidad es una provocadora negativa a aceptar la propia
fuerza, una negativa a aceptar la gracia de Dios, uno se da cuenta de
que esta negativa a aceptar la fuerza es demoníaca, un orgullo que se
aferra al poder del propio ego. Parte de la aceptación del sufrimiento
consiste en darse cuenta de que uno ha estado atrapado en las garras
del diablo. #
El tema final es aceptar la fuerza existente y aferrarse a ella, en
lugar de renunciar y seguir con los habituales patrones de la puella de
huir, retirarse, adaptarse o rebelarse. Por supuesto, ésta es la cuestión
básica para la puella, exactamente eso que le cuesta tanto hacer. Pero si
ha se ha hecho consciente de los patrones negativos en los que ha
estado atrapada, y si ha aceptado el sufrimiento y la batalla con el
diablo, entonces empieza la aceptación del poder y la fuerza de la
concienciación y de la elección. Por supuesto, se trata de un proceso
gradual, que puede llevar muchos años, como los siete que se
precisaron en el cuento La muchacha sin manos para contrarrestar los
efectos del diablo (generado por un padre inadecuado) y para que la
muchacha pudiera desposarse con un rey. Su sistema fue esperar
pacientemente en el bosque, sabiendo que eso era lo que tenía que
hacer. Así pues, una espera tras la comprensión parece ser la clave y
el punto final del proceso.
La cuestión sigue abierta: ¿cómo empieza el proceso de
transformación? ¿Cómo se le revela a la puella por primera

94
vez su fuerza interior? La fuerza esta ahí, pero la puella tiene que
abrirse a ella. Puede que esta revelación le llegue de muy distintas
maneras. Podría asumir la forma de una relación, como en el caso de
Laura eu El zoo de cristal, o de Maggie en Después de la caída y
aunque Maggie escogió rechazarla. Podría venir en forma de una
crisis externa, o que la debilidad (o la fortaleza) interior se ponga al
descubierto, como le pasa a Nora en Casa de muñecas. O podría llegar
mediante una crisis interior, como le ocurrió a Sabina en Una espía en
la casa del amor. También podría surgir gracias a un acontecimiento
sincrónico, como cuando Cabiria se encontró con el grupo de músicos en
Las noches de Cabiria. Otra posible forma es que la fuerza se revele a
través de una imagen onírica, con la cual se puede establecer un
diálogo mediante la imaginación activa. O podría incluso ser por una
fuerte emoción, por un ataque de ira, en el transcurso de una lucha en
la que uno realmente contacta con la propia fuerza. Las oportunidades
están a nuestro alrededor. Así que el secreto reside en estar alerta y
abrirse a ellas.
Al fin y al cabo, lo que se exige a la puella en el proceso de
autotransformación es que renuncie a seguir aferrada a su pueril
dependencia, inocencia e indefensión, y que acepte la fuerza que ya
está allí, que realmente se valore. Porque si acepta su poder y su
fuerza, entonces su inocencia pueril se expresará como un empuje y un
vigor juvenil v femenino, como espontaneidad y apertura a una nueva
experiencia que hace que la creatividad y la relación fructífera sean
posibles.

95
CAPITULO 4

LA AMAZONA ACORAZADA

El que otros piensen que son inofensivas lleva a algunas


mujeres al frenesí; intentan afearse imitando las maneras de los
hombres y lo consiguen. Sueltan tacos, mientras se fuman un
puro y queman la colcha, ingiriendo alcohol puro, con los ojos
inyectados en sangre, hinchadas por la vanidad esperando la
gloria: ¡escribe como un hombre!
C AH O LY N K I Z E R

La cultura de las amazonas, según la leyenda, restaba valor a los


hombres eliminándolos de todo puesto de poder. Las amazonas solían
tener esclavos masculinos y los utilizaban como un medio impersonal
de procreación. De esta forma eliminaban al padre como una figura
personal al mantenerlo anónimo. Las hijas generalmente eran glo-
rificadas, mientras que solían mutilar a los hijos varones y utilizarlos
para el servicio doméstico. Así les quitaban el poder a las figuras
masculinas, tanto física como socialmen- te. Los hombres no eran
necesarios en esta sociedad, porque las amazonas se encargaban de
todas las funciones masculinas. Tenían fama de conquistadoras y
cazadoras, de guerreras salvajes, de cabalgar de forma valiente y
atrevida. Y educaban a sus hijas para que siguieran este patrón. La
leyenda dice que incluso se amputaban el pecho derecho para poder
disparar flechas de forma más eficaz. Según ciertos relatos, las
amazonas eran hijas de Ares, el dios de

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la guerra y do la agresividad; de ahí su belicosa aproximación a la
vida y su condición de «mujeres guerreras».
La figura de la amazona puede ser una expresión mitológica de la
forma en que muchas mujeres viven su vida, identificándose
inconscientemente con lo masculino. Si una mujer ha lenido un padre
negligente o irresponsable, es decir, que no estuvo emocionalmente
presente como padre para su hija, un patrón muy habitual es
reaccionar en su contra. En tales casos, es probable que la hija rechace
al padre (e incluso a los hombres en general) en un nivel consciente,
puesto que la experiencia que ha tenido es que no era de fiar. Cuando
se da esta situación psicológica, existe tendencia a identificarse
inconscientemente con el principio masculino. A diferencia de la
mujer cuyo principio de identidad egoica es ser una muchacha
desvalida -vivir el patrón de la puellala mujer amazona se identifica
con la fuerza y el poder masculinos.
De forma similar, si los representantes culturales del principio
paterno han sido irresponsables en su valoración de lo femenino, la
reacción contra esa autoridad irresponsable parece inevitable. Parece
que este patrón es el que prevalece en nuestra cultura contemporánea.
June Singer, en su libro AnAroginia, describe a la moderna
amazona de la siguiente forma:

La amazona es una mujer que lia asumido características que


generalmente asociamos con la disposición masculina pero, en lugar de
integrar los aspectos «masculinos» que podrían fortalecerla como mujer,
se identifica con el aspecto de poder de lo «masculino». Asimismo,
renuncia a la capacidad de relacionarse de forma amorosa, una cualidad
que tradicionalmen- te venimos asociando con lo femenino... así que la
amazona que asume el poder mientras niega la capacidad de relacio narse
amorosamente con otros seres humanos se vuelve unilateral, y por
consiguiente es víctima de ese mismo atributo que ha intentado
dominar. 1

1. Juné Singer, -Indrogyny (Nueva York, Anchor Books, 1977), p. 61.

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En general una mujer que ha asumido una identidad masculina
como reacción ante un padre irresponsable se ve desconectada de la
vida en virtud de su necesidad de poder, de su autoprotección
defensiva ante aquello que no puede controlar. En efecto, está
atrapada en una «armadura de amazona», una máscara o persona
poderosa que puede que no corresponda a su personalidad básica,
puesto que ha surgido como reacción y no desde su propio núcleo
interior femenino. Con gran frecuencia se ve privada del acceso a sus
sentimientos, a su receptividad y a la fuerza de su instinto femenino.
En nuestra época y cultura hemos visto surgir una reacción
femenina contra «los padres», una reacción contra la posición de
autoridad masculina colectiva. Y puede que hayamos presenciado la
más intensa afirmación de la mujer al estilo de la amazona de toda la
historia. La autoridad masculina colectiva ha desvalorizado la
feminidad de tal manera que difícilmente puede funcionar como un
espíritu masculino responsable y relacionado con su propia feminidad.
En lugar de ello, se ha convertido en unilateral e irracional en su
rígida visión de lo femenino. La autoridad masculina colectiva ha
funcionado como un padre negligente con respecto a lo femenino. El
esfuerzo concertado de las mujeres para cambiar esta situación
cultural, para luchar y así comprender el sentido de su existencia
como mujer, ha sido uno de los principales factores que han hecho
elevar el nivel de la conciencia tanto en hombres como en mujeres. Y
sin embargo ha habido una tendencia a identificarse con lo masculino
e imitarlo. Esto es algo que niega las diferencias entre hombres y
mujeres. Cuando las mujeres esperan alcanzar los mismos triunfos que
los hombres siendo como ellos, la singularidad de lo femenino queda
sutilmente desvalorada, porque existe una asunción subyacente de que
lo masculino es más poderoso. Este tipo de reacción por parte de la
mujer es comprensible, puesto que el reino de lo femenino ha sido
desvalorizado en nuestra cultura. Pero, al fin y al cabo, ¿acaso el
auténtico reto no es

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aprender a valorar aquello que es característicamente femenino?
Rilke, ya en el año 1904, describió este reto de forma gráfica en
Cartas a un joven poeta:

La muchacha y la mujer, en su nuevo y propio desarrollo, serán


luga/mente imitadoras de las maneras masculinas, lanío buenas como
malas, y repetidoras de las profesiones masculinas. Tras la
incertkiiimbre de tales transiciones quedará patente que las mujeres sólo
pasaron por la profusión y las vicisitudes de esos (a menudo ridículos)
disfraces para poder limpiar su propia y más característica naturaleza de
las influencias distorsionantes del otro sexo. Las mujeres, en quien la
vida permanece y habita de forma más inmediata, más fructífera y
confiada, cora toda seguridad se habrán convertido en personas
fundamentalmente más maduras, más humanas, que el hombre
despreocupado, que 110 se ve arrastrado bajo la superficie de la vida por
el peso de cualquier fruto de su cuerpo y que, presuntuoso y apresurado,
subestima aquello que piensa que aína. Esta humanidad de ta mujer,
gestada hasta su punto justo de maduración en el sufrimiento y la
humillación, saldrá a la luz cuando se haya quitado de encima las
convenciones de la mera feminidad en las mutaciones de su condición
exterior, y aquellos hombres que todavía hoy no perciben que ello se
avecina, se verán sorprendidos y golpeados por ello. Algún día... algún
día habrá muchachas y mujeres cuyo nombre ya no significará
meramente un opuesto de lo masculino, sino algo por sí mismo, algo que
hace que uno piense no en algún complemento o limitación, sino sólo en
vida y existencia: el ser humano femenino. 2

Tal como yo lo veo, la reación de la amazona contra el padre


irresponsable y no comprometido, ya sea manifestado cultural o
personalmente, puede que sea una fase necesaria en su desarrollo,
tanto en los niveles culturales como personales. Pero, al igual que
Rilke, creo que es sólo 1111 pa-

2. Rainer María Hilke, Cufias a un jortn poeta, Barcelona, Ediciones Obelisco,


2004.

too
so en el camino del desarrollo femenino. En el presente capítulo quiero
explorar algunas de las formas de existencia que puede asumir la
reacción de la amazona con respecto al padre negligente, es decir, las
«armaduras de la amazona» que la protegen del padre irrespon sable, y
también si existe una posible transformación más allá del aspecto
reactivo hacia lo genuina y activamente femenino. Una vez más,
quisiera destacar que no intento dar «tipos» ni categorías en los que
cualquier mujer podría encajar sin problema.' Mi intención es que sean
descripciones feno- menológicas de algunos de los distintos modos de
conducta que podrían aparecer en la vicia de una mujer como resultado
de una reacción ante un padre negligente.

1. LA SUPERESTRELLA

Quizás una de las formas más frecuentes de reaccionar ante un padre


irresponsable es hacer lo que él no hizo en cuestiones de trabajo y
logros diversos. El sentido de identidad y la relación con el trabajo
que el padre 110 supo ofrecer los consigue la hija por cuenta propia.
Pero la tendencia a compensar las carencias del padre suele conducir
a un exceso de trabajo y a un anhelo de triunfo exagerado, al ya fami-
liar patrón del adicto al trabajo. Con frecuencia la mujer se reseca, al
tener cortado el acceso ÍI SUS sentimientos y fuentes instintivas. Esto
suele conllevar depresión y falla de sentido, puesto que a la larga
identificarse sólo con la profesión no es suficiente.
La obra La campana de cristal, de Sylvia Píath, revela este tipo de
existencia, así corno sus aspectos negativos. Esther Greemvood, la
protagonista, basada en las propias experiencias de Sylvia Platli, ha si
do una estudiante magní-

3. Mi orientación difiere en este caso de la descripción de Toni Wollí sobre la


«amazona» como lipo. Véase la o pintón de Ulanos sobre el tenia en The Fetninine , pp.
205-207.

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fica, que incluso sacó buenas notas en física, aunque era algo que
odiaba, y que se forzó a triunfar independientemente cié cuáles fueran
sus sentimientos. Encontramos a la protagonista cuando lia ganado,
mediante un concurso de redacción, un puesto de trabajo para un mes,
con el salario íntegro, en una destacada revista de moda neoyorquina.
La revista ha alojado a Esther y a las otras ganadoras en una residencia
especial para mujeres llamada «La Amazona», 1111 hotel cuyos huéspedes son
mayoritariamente mujeres ricas. Esther proviene de una familia de
pocos recursos económicos ya que su padre murió cuando ella tenía
nueve años; y aunque se supone que tiene que estar divirtiéndose
como nunca, disfrutando de ese triunfo, el hecho es que está aburrida
y deprimida. Escuchen sus reflexiones:

Mira qué cosas pueden suceder en este país, dirían. Una chica vive en
una pequeña ciudad de provincias durante diecinueve años, tan pobre
que tío puede ni comprarse una revista, y después va y consigue una
beca para la universidad, allí gana un premio y acaba conduciendo por
Nueva York en su propio coche. Sólo que yo 110 conducía nada, ni
siquiera mi propia vida. Iba dando tumbos del hotel al trabajo, a una
fiesta, y de la fiesta a mi hotel y de nuevo al trabajo, como un trolebús
embotado. Supongo que debería haberme sentido contenta, como la
mayoría de las chicas, pero no lograba reaccionar. Me sentía muy quieta
y muy vacía, tal como debe de sentirse el ojo de un tornado, avanzando
monótonamente en medio de la conmoción que lo rodea. 4

Por debajo de todos los logros externos de Esther se extiende una


profunda depresión. No importa lo que haga o lo que consiga, al final
eso no le aporta ningún sentido a su vida. Para sobrevivir en esta
situación, desarrolla un cínico sentido del humor que convierte en
objeto y en caricatura a todo aquel que conoce. De la misma manera
que su cínico humor es 1111 mecanismo de defensa contra sus
sentimientos, tam-

4. Svlvia Plíith, La campana de cristal, Barcelona, Edhasa, 1998.

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bién lo es su relación con los hombres, impregnada de desapego, como
si ella sólo fuera una espectadora. Sus relaciones con los hombres no
son personales sino objetivadas, y el lector se siente un observador
intruso. Por ejemplo, colecciona hombres con nombres interesantes.
Pero detrás de esta actitud fría está el miedo al rechazo. Como cuando
dice: «Si no esperas nada de nadie, nunca te decepcionarán». 5
Básicamente, la experiencia de Esther con los hombres ha sido el
abandono, primero con la muerte de su padre y después con una serie
de relaciones impersonales. Su percepción primaria de los hombres es
como «odiadores de mujeres». Dice:

Empecé a ver por qué los hombres que odian a las mujeres las
mueven a hacer el ridículo. Este tipo de hombres son como dio ses:
invulnerables y ebrios de poder. Descienden al mundo y después
desaparecen. Jamás podrás atrapar a ninguno de ellos. 6

Al igual que su padre, que la abandonó muriendo, los hombres que


odian a las mujeres son totalmente impredecibles y no se puede
confiar en ellos.
Cuando Esther regresa a su pequeña ciudad después de su mes en
Nueva York, tiene frente a sí un largo verano y nada que hacer, puesto
que por una vez no ha logrado su objetivo. Su solicitud para un
concurso literario no ha sido aceptada. Su depresión y su inercia van
en aumento, puesto que ahora no tiene nada que hacer. Al principio
intenta eludir la brecha que hay en su vida durmiendo. Pero a la larga
el sueño también la abandona y se ve condenada al insomnio y a las
fantasías suicidas. La única manera de salir de su dilema es intentar
matarse, pero no tiene éxito en el intento. Sin el apoyo de un padre y
con una madre mártir y amargada, la impersonalidad de su vida y de
sus relaciones va en aumento hasta que se siente aislada, bajo el

5. Ibíd., p. 48.
6. Ibíd., p. 88.

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aire enrarecido de una «campana de cristal». Como dice ella: «Para la
persona bajo la campana de cristal, en blanco y quieta como un bebé
muerto, el mundo en sí es la pesadilla». 7
Enviada a una clínica, a Esther afortunadamente le asignan una
mujer terapeuta cálida y comprensiva. En la relación terapéutica por
fin descubre, gracias a otra mujer, lo que nunca ha recibido de sil
padre ni de su madre: ternura mezclada con comprensión. Y, por
último, gracias a esta relación, Esther encuentra la aceptación, la
fuerza y el coraje para enfrentarse de nuevo al mundo, no con una
certeza absoluta, sino, como dice ella, con «signos de interrogación»,
interrogantes que, aunque no le ofrezcan un control absoluto y una
omnipotencia, sí le aportan la posibilidad de una vida y de un sentido.
En este patrón en particular existe un padre que no ha ejercido
como lal debido a su muerte prematura, y una madre que ha asumido
la postura masculina del trabajo y del martirio al estilo amazona. De
aquí que la única influencia masculina haya venido de una madre que
ha negado todo sentimiento. La madre de la protagonista ni siquiera
pasó el duelo por la muerte del padre de Esther. Tampoco ésta lo ha
llorado, aunque al Fin va en busca de la tumba del padre y grita su
pérdida en la fría lluvia salada. Justo después de este incidente intenta
suicidarse: una solución terrible, pero que la lleva a la clínica donde
por fin encuentra ayuda. En ningún otro lugar había encontrado antes
Esther aceptación por ser tal como es. Su manera de sobrevivir fue
desarrollar su lado masculino e ir formando su identidad mediante sus
logros. Pero descuidó su sentimiento femenino hacia sí misma y los
demás, así que se encontró sin acceso a su propio sentido y a su propio
ser como mujer.
Cuando hay un padre ausente, es frecuente que la madre asuma el
rol masculino, y entonces la hija carece no

7. Ibíd., p. 195.

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sólo de un genuino modelo masculino, sino que tampoco recibe un
modelo femenino por parle de la madre. Ésle era el conflicto de
Esther. Como en este caso, me pregunto si la ayuda inicial viene casi
siempre de otra mujer que ha integrado los principios masculino y
femenino en su propio interior. Cuando falta la experiencia concreta
del padre, es probable que el puente que puede ofrecer la sabidu ría de
una mujer sea la solución más accesible.
Lo que realmente hace falta integrar aquí es el principio
femenino, puesto que no se ha desarrollado lo suficiente. Por supuesto
la compensación exagerada en el campo del trabajo y de los logros
también deja fuera el aspecto espiritual del principio masculino. Pero,
para conectar con ello, primero tiene que darse un retorno al
sentimiento y al instinto femenino. ¡No es que el trabajo y los logros
no sean importantes, pero, para una verdadera realización, tienen que
surgir del mismo centro de la mujer, no de una parte aislada. Al
reconectar con lo femenino, el trabajo va a parar al lugar que le
corresponde. El movimiento actual de mujeres ha pasado por un
proceso similar al viaje de Esther. Viendo que los hombres no han
respetado sus capacidades, su valor particular y su potencial, muchas
mujeres, de forma comprensible, reaccionan reafirmándose ellas y
rechazando a los hombres. Pero el modelo subyacente que han
utilizado para su expresión personal con frecuencia ha sido el mascu-
lino, así que muchas veces simplemente se han convertido en meras
imitaciones de lo masculino. El tema crucial es darse cuenta del valor
que tiene la reconexión con lo femenino, comprender qué es lo
esencial de ser mujer y valorarlo. Esto 110 es una manera de eludir el
trabajo de materializar el potencial femenino, sino que más bien im-
plica conectar con las raíces femeninas que sostienen ese potencial,
para que pueda desarrollarse con su propio estilo personal.
Las superestrellas suelen acudir a terapia cansadas del trabajo y
buscando una relación. Muchas veces sienten que los hombres les
tienen miedo porque han conseguido tan

105
tas cosas y son tan competen les. También suelen personalizar la
compensación por unos padres débiles que no lograron ningún triunfo.
Sospecho que a eslas mujeres el padre las convierte en hijos varones,
ya que desean vivir a través de ellas su propio potencial no realizado.
Una mujer que seguía este patrón tuvo un sueño durante el
transcurso de la lerapia donde compraba un abrigo muy grueso a un
decano de la universidad que la había engañado. El abrigo era su
coraza de amazona. En el sueño, una analista le decía que soltara el
abrigo y se atreviera a volar. Tilla se dio cuenta de que muchos de sus
éxitos no eran más que compensaciones para una relación, y se sintió
engañada al tener que trabajar constantemente, en lugar de sentirse
libre para jugar y para ser, algo que le fue negado en su infancia. Otra
triunfadora profesional con la que trabajé tuvo muchos sueños en los
que gritaba con rabia a hombre débiles e impotentes que ejercían
algún tipo de poder sobre ella, igual que había hecho su padre con su
propia ineficacia y proyecciones inconscientes. También ella tenía
excesivas aspiraciones profesionales para compensar al padre
depresivo e ineficaz, y una madre inconscientemente ambiciosa pero
que no conseguía ningún logro. Más adelante esta misma mujer tuvo
numerosos sueños donde aparecían hombres juguetones y niños, y
finalmente descubrió su propio lado más vivaz y fue capaz de
expresarlo ante los demás.

2. LA HIJA OBEDIENTE

Otro ejemplo de una reacción de amazona es el que encontramos en la


película de Ingmar Bergman Cara a cara. Jen- ny, la protagonista, es
una profesional, una psiquiatra disciplinada, capaz, responsable y
equilibrada. Está casada con un colega de talento, tiene una hija y su
vida parece seguir un cauce cómodo y predeciblemente exitoso. Pero,
inesperadamente, sufre una crisis y se encuentra en un hos-

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pilal tras un intento de suicidio. La película se centra en el encuentro
de Jenny con una serie de alucinaciones y sueños que la retrotraen a
su pasado y a un reino que su adaptación racional había negado hasta
entonces.
Al principio de la película una de sus pacientes se enfrenta a
Jenny y la acusa de ser incapaz de amar, de mostrar vulnerabilidad y
de recurrir a su persona de psiquiatra como medio de poder y control.
Esta confrontación marca la pauta para las siguientes, que procederán
de su inconsciente. En el momento en que eso ocurre, Jenny está
pasando un par de meses con sus abuelos, ya que tanto su esposo
como su hija están fuera. Pero allí, en el lugar donde transcurrió su
infancia, los recuerdos empiezan a aflorar, y junto con su estado de
extenuación y de exceso de trabajo, los recuerdos y los sueños
empiezan a interferir en su vida tan bien organizada. La imagen
principal que aparece una y otra vez es la de una vieja terrorífica
vestida de negro o de gris, con un ojo vaciado y la cuenca del ojo
mirándola fijamente desde ese vacío. Esta imagen simboliza el ciego y
negativo complejo del deber, que la está mirando fijamen te, y que ha
asumido las riendas de su vida. De niña Jenny tuvo una relación muy
íntima y mimosa con su padre, pero al final se sentía cohibida por los
besos y abrazos que éste le prodigaba. Y entonces de repen te sus
padres murieron en un accidente aéreo. Jenny se fue a vivir con su
abuela, que gobernaba con una disciplina férrea: nada de llorar, no
estaba permitida la delicadeza, la debilidad, la indolencia ni el placer.
Sólo valoraba el deber, la disciplina y el control. Jenny cedió en su
adaptación egoica de convertirse primero en la buena hija y más tarde
en la concienzuda y responsable adulta en quien se podía confiar.
Obedecía a esta proyección de su abuela, pero por debajo existía la
niña cohibida y paralizada.
A medida que las alucinaciones avanzan, Jenny se encuentra cara
a cara con los personajes que habitan en su psique y que tan
cuidadosamente había hecho a 1111 lado. En la alucinación final se ve
a sí misma ataviada con un vesti

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do rojo, yaciendo en su propio ataúd, muerta pero viva. Intenta luchar
para salir y su vestido rojo se sale del féretro. Pero un clérigo coge un
par de tijeras de su abuela y con cuidado recorta la tela para q ue no se
vea nada y así poder cerrar la lapa del ataúd, con lo que deja a Jenny y
a su vestido fuera de la vista. Como protesta, Jenny prende fuego al
ataúd; hay una visión momentánea del vestido rojo y de alguien
luchando en su interior, y después todo queda envuelto por las llamas.
Aquí tenemos una imagen de todo el sentimiento y la pasión que
Jenny ha encerrado en su interior, escondidos en un ataúd, y que ahora
i n ten tan luchar por su vida. El clérigo con las tijeras de la abuela es
un símbolo de las viejas fuerzas del deber, el control y la propiedad
que intentan cortar el sentimiento y la pasión de Jenny, simbolizados
por el vestido rojo. Pero el resultado es una gran llamarada, un fuego
pasional que no puede ser sofocado.
Después de esta alucinación, finalmente Jenny emerge de su crisis
e intento de suicidio con algunas nuevas perspectivas. Reconoce que
sus intentos de control han sofocado su vida. Ahora se da cuenta de
que con su incapacidad de soltarse, todo perdió .su alegría, incluso la
de tener su propia hija, a quien había sido incapaz de amar. Al final,
corno en el caso anterior de Esther, nos quedamos con interrogantes.
La crisis ya pasó, ha tenido unas revelaciones y ha surgido una nueva
vida. Pero Jenny sigue estando en el umbral de la vida hacia la que
tiene que avanzar para poder abrirse a sí misma y a los demás. El final
del guión de Berg- man a mí me parece esperan/ador, porque cuando
Jenny regresa a la casa de su abuela, se da cuenta de que ésta sufre, de
que es una anciana y que, «en cierto modo, la abuela se ha hecho más
pequeña, no mucho, pero de forma visible». 8 Simbólicamente esto
sugiere que la influencia negativa de la abuela ha disminuido
notablemente. Y de repente

8. Inpmar Bcrgman, Face In Face, li ad. A. Blair (Nueva York, Panlhcon Books,
1076). p. 115.

108
Jenny siente un genuino afecto hacia ella. Al final de la pelí cula
Jenny vuelve a encontrarse con la vieja tuerta. Pero esta vez se hace
amiga suya, quizá con la comprensión y la compasión necesarias para
transformar esa figura sareás- tica y negativa de su interior.
El tema principal para las mujeres que han caído en el patrón de
«hija obediente» es darse cuenta de que este patrón les ha sido
impuesto por alguien de fuera. Es importante para tales mujeres ver
que esta imagen es una proyección de otras personas, y no realmente
algo propio. Aunque la imagen de hija obediente da la impresión de
bondad y virtud, también niega la sombra y toda la vida y creatividad
que ésta contiene. Niega una gran porción de la personalidad y a la
larga la conexión con el Se(f. No es de extrañar que suela haber
extenuación, desolación y falta de significado. Por eso este tipo de
mujer tiende a vivir tras una persona modelada según una imagen que
no es realmente la suya, una imagen limitada por el deber y,
generalmente, por una estructura autoritaria muy estricta. En la
historia podemos encontrar ejemplo de ello en muchas monjas, ya que
fueron entrenadas para ser las hijas obedientes de una madre
superiora, quien a su vez debe obediencia a un estricto sistema
autoritario. Este sistema les exigía que escondieran sus cuerpos. La
monja tradicionalmente vestía un hábito que servía de coraza para
esconder su feminidad y para protegerla de los hombres y de las
tentaciones del mundo. Tal como me dijo una monja en una ocasión:
«Ahora me queda el trabajo de quitarle la coraza a la amazona». Qui -
tarse la coraza o la persona implica estar abierta y mostrar el propio
lado oscuro así como el vulnerable, que han sido suprimidos o
reprimidos por la obediencia a la poderosa y rígida autoridad. Esto
implica renunciar a los controles establecidos por esa obediencia,
pero conlleva cierto peligro, ya que el lado que había estado
reprimido se encuentra en un estado primitivo y poco evolucionado.
Pero si este despojarse no se realiza de forma consciente, puede
ocurrir por sorpresa, como en el caso de la crisis nerviosa de Jenny.

109
La hija obediente generalmente se dedica al servicio de los demás
en detrimento de sus propias posibilidades creativas o de mantener
relaciones. Una hija obediente que conozco tenía un padre que no la
animaba a seguir su profesión. Creía que las mujeres podían ser
ayudantes, pero no médicos, ni abogados, ni profesores
universitarios... Así que la hija llegó sólo hasta cierto nivel en sus
estudios y después los dejó. Pero anhelaba ser una «auténtica»
profesional. También tenía una fantasía secreta en que entraba en un
convenio y en el momento final se le pedía que sacrificara sus diarios
persona Les y que se dejara cortar el cabello. Esta fantasía, en mi
opinión, correspondía a los sacrificios que su padre le exigía para que
fuera digna de recibir su cariño; un sacrificio de su energía creativa.
Entonces tuvo un sueño. Estaba casada con un rey y se quedaba em-
barazada. Pero el rey (para ella símbolo del padre) no quería que
tuviera el niño porque esa nueva criatura podía alterar la línea
dinástica. Así que la encerró en una prisión. Para escapar de la cárcel,
ella mató a una monja y se disfrazó con su hábito a fin de evitar ser
reconocida. En cierto modo, esta mujer estaba escondida bajo el
hábito de una monja, porque su potencial creativo estaba oculto. En su
época de estudiante sintió que tenía que complacer a sus profesores,
recreando de nuevo el patrón de hija obediente. Pero también sabía
que a la larga tendría que dejarlos para proseguir su propia vida. Así
que vivía bajo una constante carga de sentimientos de culpabilidad:
hacia ellos, porque sabía que tendría que dejarlos y hacer su vida, v
porque necesitaba quitarse de encima las proyecciones de su padre.
También se sentía culpable por seguir estancada en esa situación.
Hasta entonces su único escape había sido recluirse, es decir, ponerse
el hábito de la monja. Pero después de un intenso trabajo, empezó a
tener sueños de éxito. En uno de ellos una mujer embarazada ganaba
el derby de Kentucky. Para ella este sueño fue una imagen que recono -
cía su propio potencial creativo.

110
3. LA. MÁRTIR

Otro tipo de coraza de amazona es quedarse petrificada bajo la figura


del mártir, y eso implica un estilo de vida restringido por la
limitación y el resentimiento pasivo, con frecuencia enmascarado por
una expresión de sufrimiento. La película Giulietta de los espíritus de
Fellini muestra la lucha de este tipo de mujer. Giulietta, a quien
llaman «carita triste», vive un matrimonio convencional, carente de
vida. Su marido está cansado, emocionalmente cansado y además le
es infiel, aunque ella intenta ignorar estos hechos y mantener la
apariencia de una esposa satisfecha. El primer impacto de la verdad
sobre su vida le llega cuando acude a una sesión de espiritismo y los
espíritus le dicen: «Nadie te necesita, no eres nada para nadie». Ella
intenta ignorar el mensaje, pero empiezan a asaltarla recuerdos de la
infancia. Están las bellas imágenes que guarda de pequeña, pero
también los recuerdos de su madre y de su padre: una madre
indiferente y de una fría elegancia, y un padre de tipo fascista; la
habían enviado a una escuela parroquial donde ella interpretó el papel
de mártir en una representación escolar. Cuando evoca la imagen de
sí misma a punto de ser quemada en la hoguera en su papel de mártir,
Giulietta recuerda la protesta de su abuelo, un hombre inquieto y
poco convencional, que al final se escapa con una amazona circense
que cabalga sin silla de montar. En su vida adulta Giulietta sigue
interpretando el papel de la santa mártir en su matrimonio, callando,
sin enfrentarse nunca a su esposo, suprimiendo tanto la rabia como la
alegría y, junto con ello, su sexualidad.
La crisis aparece cuando Giulietta constata que su marido tiene
una aventura con otra mujer. Rápidamente empieza a tener sueños,
visiones y fantasías de una gran fuerza. Una de las principales figuras
de sus sueños y visiones es una mujer desnuda, sexualmente atractiva,
muy similar a la amazona circense que amaba su abuelo. De forma
sincrónica, se encuentra con la vecina de al lado, Suzy, una

111
mujer liberada y sensual que disfruta de un estilo de vida dionisíaco.
Suzy convence a Giulietta de que salga al mundo, que juegue y se
divierta. Pero aunque acude a una de las fiestas de Suzy y empieza a
entrar en el mundo de la sensualidad, ia imagen de la mártir irrumpe
en la fiesta y Giulietta se marcha. Pero su adaptación egoica
consciente sigue desmoronándose y cada vez más imágenes del in-
consciente invaden su vida: unos invasores turcos muertos de hambre;
caballos extremadamente delgados y al borde de la extenuación; y
una mártir que se convierte en prostituta. Entretanto, Giulietta acude
a un terapeuta que trabaja con psicodrama, quien le dice que se
identifica en exceso con sus problemas (el típico síndrome del mártir)
y que tiene que ser espontánea y tranquilizarse. Cuando Giulietta se
da cuenta de que tiene miedo de ser feliz y que su matrimonio en
realidad es una prisión, sus sentimientos de celos, agresividad y
venganza empiezan a manifestarse. Llora y se ve tentada por el
suicidio. Pero estos sentimientos negativos se entremezclan con
muchas posibilidades diferentes. Con la rabia viene la
autoafirmación, y en una fantasía imaginativa, Giuliette le dice a su
enorme, fría y distante madre que ya no le tiene miedo. Al hacerlo,
una puerta se abre y Giulietta libera a la niña martirizada, con lo cual
la madre negativa y todas las figuras torturadas se desvanecen y apa-
rece su abuelo, que le da la bienvenida a la niña. Al desatar los lazos
que ataban a la mártir y liberado el espíritu de la niña, Giulietta se
siente libre para abandonar la prisión de su hogar, respirar aire fresco
y estar abierta a lo que pueda venir.
Al igual que muchas mujeres atrapadas en la estructura de la
mártir, Giulietta ha sido posesiva en su matrimonio, pero ha vivido a
la sombra de su marido. Debido a su adaptación de mártir, se ve
atrapada por la limitación de los valores colectivos que coartan su
individualidad y su personal belleza femenina. Fellini, escribiendo
sobre la película, dice que su intención es la de «devolver a la mujer
su verdadera independencia, su incuestionable e inalienable

112
dignidad. Quiero decir que un hombre libre 110 puede vivir sin una
mujer libre. La mujer 110 tiene que ser la virgen María, ni un
instrumento de placer, y muchísimo menos una sirvienta». 9
Una de las principales características del estilo de vida de la
mártir es la de esforzada sirvienta, ya sea como esposa, como madre, o
como ambas a la vez. El patrón de madre mártir suele aparecer cuando
la hija ha oído repetidamente a su madre criticar y subestimar a su
padre como débil y negligente. Si el padre no ha refutado estas
acusaciones de forma eficaz, la hija suele adoptar la actitud de la
madre, consciente o inconscientemente. Jung nos da muchos ejemplos
de ello en sus estudios experimentales con la asociación de palabras,
como en el caso de la hija de dieciséis años que tenía las mismas
reacciones ante los hombres que su madre, aunque 110 había pasado
por sus mismas experiencias. 10 Cuando la hija se casa suele escoger un
hombre débil y pasivo, y transmite la misma actitud a su propia hija,
perpetuando así el patrón. Este tipo de mujer adopta un rol maternal
con relación a su marido, que queda entonces reducido a la condición
de hijo. Alexander Lowen ha descrito este patrón en su libro Lo ve and
Orgasm y dice que la autoanulación es un rasgo predominante en esta
estructura de personalidad: de ahí el martirio. Destaca que el rol de
madre mártir tiene un aspecto masoquista pasivo y sumiso que
encubre un sentimiento de superioridad, hostilidad y desprecio hacia
el macho. Ella lo domina a través del

9. Federico Fcllini, Julicl of the Spñrits, Irad. H. Greenfeld (Nueva York, Ballantine
Books, 1966), p. 62. Felli ni llega a contrastar la genuina independencia femenina con la
masculinización de la mujer. Dice: «La masculinización de la mujer es una de las c osas
más horribles que pueden pasar. No, la mujer no debe emanciparse medíanle la imilación,
al^o que sería un desarrollo desde el interior de Ja proyección de esa famosa sombra
masculina, sino descubrir su propia realidad, una realidad difc - renle. Diferente, en mi
opinión, de la del hombre, pero profundamente complementaria c integradora. Sería un
paso hacia una humanidad más feliz», (p. 62).
10. C. G. .Jung, Obra completa, 14 vols., Madrid, Editorial Trolla.

113
martirio y le coloca en la posición inferior de hijo. Puede hacerlo
mediante un exceso de cuidados y de comida (como en el tipo «madre
judía») o encargándose de imponer disciplina a los hijos.
Especialmente en este último caso, el padre no toma ninguna de las
decisiones importantes con respecto a la familia, aun cuando pueda
ser quien trae el pan a casa. Junto con el martirio, según Lowen, suele
haber una relación asexuada con el marido, que resulta cas tradora. 11
Algo común en este patrón es la estoica autoanulación que
aparece con frecuencia en el campo de la sexualidad y la creatividad.
En mi opinión ello es debido a un miedo a lo dionisíaco, a perder el
control, un miedo a lo irracional y por consiguiente a lo transracional,
es decir, a aquellas experiencias que trascienden el control del ego,
como por ejemplo el amor, la esperanza y la belleza. El miedo aisla a
este tipo de mujer del gozo y de la exuberancia de la vida, así como de
su propia creatividad y visión. Son frecuentes los casos de mujeres de
treinta y tantos años que de repente se meten de cabeza en aventuras
extraconyugales y en la promiscuidad, y puede que eso responda a un
intento inconsciente de romper con este martirio que ellas mismas se
han impuesto. Pero como suele quedar inconsciente, quizás incluso
vivido como expresión de la sombra de la inadaptada, no consiguen la
transformación. Esa mujer necesita introducirse de forma consciente
en el fluir de la experiencia, lo que incluye tanto la sexualidad como
los impulsos creativos, reconociéndolos, aceptándolos y dándoles
forma. Y, como en el caso de Giulietta, puede que sea el enojo y la
rabia lo que provoque esta liberación. La mártir necesita enojarse con
su propia autoanulación y reconocer que el lado de sombra de su
poderosa y virtuosa autoanulación es el de la «huerfanita», el de la
inadaptada que se siente una víctima rechazada y quiere que sientan
lástima por ella. El

11. Alexander Lowen, Amor y orgasmo, Barcelona, Editorial Iíairós, 2000.

114
martirio es en realidad un tipo de mecanismo de defensa contra el
flujo de la experiencia; quiere ser reconocida y compadecida por su
autoanulación, jugando con los sentimientos de culpabilidad de
aquellos que la rodean.
Tengo muchas mujeres mártires en mi consulta, y en cierto modo
creo que existe un martirio inherente que es el resultado del
sometimiento a nuestra cultura patriarcal. Aunque en algunos aspectos
eso guarda relación con el patrón de la puella, lo que yo veo ahí es un
límite duro y poderoso que resulta castrador para la propia mujer y
para aquellos con quien comparte su vicia. Un ejemplo típico es el de
una mujer casada cuyos hijos adolescentes consumían drogas y
tuvieron problemas con la policía. Ella había sido educada en una
familia rica y aristocrática y su padre, patriarcal y dominador, tenía en
sus manos el control de los recursos financieros de la familia. En tales
casos el padre suele estar eniocionalmente ausente y no ofrece ningún
modelo de independencia para la hija. Su marido era igual que el
padre; ausente como fuerza emocional en la familia, pero
económicamente controlador. Por un lado esta mujer era
extremadamente inteligente y luchaba por su propio desarrollo contra
la oposición dominadora de su marido. Por otro, se sentía
sobrecargada, con demasiadas responsabilidades encima, y su
frecuente reacción era comportarse de forma histérica, amenazar con
suicidarse y decir que no podía seguir así. Su agresión claramente iba
dirigida hacia sí misma, pero encubiertamente también contra sus
hijos y su marido. Aunque el marido parecía fuerte y amenazador,
también se sentía débil y amenazado. Los hijos parecía que
materializaban lodos los conflictos familiares: uno fue arrestado por la
policía, otro se convirtió en un buen estudiante y el otro se Fue de
casa. Esta mujer finalmente tuvo que reafirmarse y abandonar un
matrimonio en el que se sentía víctima. Una vez asumió la
responsabilidad activa de su propio poder, en lugar de utilizarlo
defensivamente en su contra y contra los demás, fue capaz de dar
salida a su energía crealiva.

115
4. LA REINA GUERRERA

Otro tipo de reacción ante el padre irresponsable y débil es


convertirse en una luchadora fuerte v decidida. En este caso la hija se
opone a toda la irracionalidad que experimentó como degeneración en
el padre y se enfrenta a él. C. S. Lewis describe este tipo de su mujer en
su novela Mientras no tengamos rostro, que es su versión del mito de
Psique y Amor contado desde la perspectiva de una de las celosas
hermanas. En la novela el padre es un rey brutal y destructivo que
sacrifica a su hija menor, Psique, a la diosa Afrodita para aplacar a
sus subditos, que se han quejado de que Psique es responsable de la
hambruna y las plagas que han estado atormentando al país. Que él la
sacrifique es un reflejo de su falta de espíritu en general. Sus
principales intereses son las fiestas, la caza, hacer dinero y
ambicionar nuevas adquisiciones. No pasa ningún tiempo con sus
hijas, y de hecho las desdeña porque no son varones. Cuando se
relaciona con ellas es mediante terribles enojos, insultándolas,
llamando a una puta (una hija que sigue el patrón de puella) y a la
otra fea. La «fea», Orual, es la mayor. Cuando Psique nació, Orual
asumió el papel de madre puesto que ésta murió, así que considera a
Psique como su hija y la ama con un posesivo amor maternal. Cuando
el padre sacrifica a Psique, Orual pierde su posesión más preciada.
Orual odia al padre y* a todo lo que éste representa. Menosprecia
el reino irracional que ha experimentado como algo degenerado a
través de su padre. También transfiere su odio a todo el reino de los
dioses, en quien de vez en cuando deja de creer, pero a quienes
también odia por arrebatarle a su querida hermana Psique. En su
mente, los dioses y su padre son iguales. Piensa lo siguiente:

Esta habilidad divina es, a su manera, algo admirable. No era suficiente


para los dioses matarla [a Psique], tienen que hacer que su padre sea el
asesino... Fijaos en la cruedad de los dioses. No podemos huir de ellos
mediante el sueño o la locura,

116
porque nos pueden perseguir incluso en sueños. Realmente estamos a
merced de ellos. Lo más parecido a una defensa contra ellos (aunque la
defensa real no existe) es estar muy despiertos, ser mesurados y trabajar
duro, no escuchar música, nunca mirar ni al cielo ni a la tierra y (por
encima de todo), no amar a nadie. 12

Podemos ver aquí claramente la construcción de una conciencia rígida


y negativa, un rechazo a los sentimientos y a la vicia como reacción
ante la capacidad de destrucción del padre negativo. En el nivel
colectivo, el rey simboliza una relación irresponsable con lo
femenino, es decir, una valoración cultural inadecuada de lo
femenino. Orual reacciona ante ello luchando contra su padre. Incluso
aprende a manejar la espada mejor que cualquier hombre, y cuando el
padre muere, ella toma posesión del trono. Pero su amargura sigue
estando presente, porque se da cuenta de que su vida sólo consiste en
trabajo. Es una reina triste y solitaria que ha escogido llevar una vida
de hombre.
Consumida aún más por la amargura y el odio hacia los dioses,
Orual decide redactar un testamento de acusación contra ellos. Al
hacerlo se ve poseída por la misma furia del padre y, mientras lo
escribe, de repente se ve asaltada por sueños y visiones. En un sueño,
su padre la fuerza a ir a los sótanos del palacio y desde allí descender
todavía más, hacia un agujero donde él se enfrenta a ella sosteniendo
un espejo para que pueda ver claramente quién es. En el espejo Orual
se da cuenta de que se parece a su padre. Precisamente entonces se da
cuenta de que, debido a su reacción contra el padre, a su intento de ser
su opuesto, ha acabado por ser igual de irracional. Su intento de ser
fuerte y racional sólo encubrió una rabia y unos celos irracionales,
igual que los de su padre. En ese momento de reconocimiento, se da
cuenta de que su tarea no consiste en luchar contra lo

12. C. S. Lcwis, Mientras no tengamos rostro, Madrid, F.dicioncs Rialp, 2002.

117
irracional, sino en transformar aquello que se ha convertido en
espíritu degenerado (simbolizado por la relación que su padre tenía
con la vida) en espíritu sagrado. Al reconocer que su desafío frente a
los dioses era un intento del ego (como en el caso de su padre) para
controlar y poseer, se rinde ante el mayor poder de los dioses y por fin
es capaz de amar.
En un momento determinado, Orual se ha dicho a sí misma que su
objetivo era «acumular más y más de esa fuerza, dura y triste, que me
llegó cuando escuché la sentencia del dios; aprendiendo, luchando y
trabajando, alejar de mí todo lo que hay de mujer». 13 En este patrón
de luchadora, el padre y en general todos los hombres son rechazados
y menospreciados como débiles y la hija cree que sólo ella es lo
bastante fuerte para hacer lo que hay que hacer. Pero lo irónico es que
el tipo de fuerza que obtiene corresponde a un modelo masculino, así
que lo femenino todavía se ve más desvalorizado por esta clase de
mujer. Muchas veces en una mujer así percibimos un apretar los
dientes de forma defensiva, el «o todo o nada» de una cabezona
determinación. Para la mujer que lleva este tipo de existencia, la vida
se convierte en una ardua tarea y en una serie de batallas que es
preciso ganar, en lugar de en momentos que puede disfrutar. Ceñuda y
sombría, sigue adelante en su camino de forma provocativa,
desatendiendo los sentimientos y el cuerpo femenino, que quedan
escondidos tras su escudo para la batalla. En vez de luchar por la
germina fuerza de la receptividad femenina, cree que eso es una dé bil
pasividad. Quizá sea éste el patrón que muchas de las mujeres más
militantes asumen cuando insisten en que no hay diferencias entre
hombres y mujeres, y cuando reducen la receptividad a una pasividad
débil.
Un ejemplo de este patrón lo podemos ver en Bobbie, que vino a
terapia porque se sentía atrapada en su papel de

13. Ibíd., p. 184.

118
luchadora. Sentía que era dura y que vivía como un hombre. Quería
ser abierta y receptiva, tener una relación, pero se sentía rígida y
cerrada. Su padre, aunque en muchos aspectos era un hombre cálido ,
había puesto a todas sus hijas nombres de varón. Abrigaba ambiciosas
expectativas en cuanto a sus carreras profesionales y ella sentía que
había sido educada más como un hijo varón que como mujer. Así que
se volvió ambiciosa y competitiva, se convirtió en una dura luchadora,
y creía que esto había acabado con su matrimonio y que se interponía
en el camino para otras relaciones. También era muy dura consigo
misma, implacablemente crítica.
Durante el transcurso del análisis empezó a meditar, a practicar
taichí y a tomar clases de arte. Eso sirvió para que se abriera y
gradualmente se fue sintiendo más receptiva y espontánea con los
demás. Entonces tuvo una serie de sueños en los que aparecían figuras
femeninas positivas. Una de ellas era una mujer sabia que había
escrito un libro sobre la feminidad; otra era una muchacha que corría
libremente por unos campos de hierba. Entonces soñó que estaba
acostada mientras otra mujer le acariciaba el clíto- ris. A su lado
había un hombre inerte. No se sentía atraída sexualmente por la mujer
y también le preocupaba que el hombre se sintiera ofendido al oler la
secreción vaginal. Se lo decía a la otra mujer, quien replicabla que a
él debería gustarle el olor de la feminidad.
Este sueño lo tuvo en una época en que empezaba a abrirse y a
percibir su lado más tierno y su espontaneidad. Pero todavía tenía
tendencia a juzgarse a sí misma, entre otras cosas por adoptar un
cambio de rol en que sentía que debería gustarle a los hombres
mostrándose pasiva, es decir, convertirse en una muñeca encantadora.
Ella sintió que el sueño revelaba tres aspectos de sí misma. El hombre
inerte simbolizaba su antigua parte masculina que había rechazado el
lado más suave de lo femenino, el lado que correspondía a la
proyección de s-u padre y que reflejaba la opinión de la cultura
patriarcal. La otra mujer la asociaba

119
con una joven lesbiana, no del tipo militante que va contra los
hombres, sino más bien el de la mujer que lucha por sus derechos
femeninos de una forma centrada y femenina. La manera en que se
veía a sí misma en el sueño era como una muñeca encantadora (su
lado de sombra), que quería complacer a los hombres y adaptarse a los
valores masculinos. Su reacción ante el sueño fue que quería
relacionarse con la otra mujer, un símbolo de su parte femenina, pero
que su antiguo patrón de hombre machista y su lado opuesto de
muñeca encantadora todavía se interponían. Pero la figura dominante
era ahora la mujer activa y ésa era la forma en que ella empezaba a
sentirse. Éste es un ejemplo de una mujer que empezaba a asumir su
fuerza de reina guerrera, pero no a través de un sistema defensivo de
corazas. En lugar de ello, la estaba integrando con su lado más üerno,
para que pudiera estar ahí, como una manera fuerte y femenina de
expresión de sí misma.

La desesperación de la amazona acorazada

¿Cuáles son algunas de las características comunes de la amazona


acorazada? El tema central es el deseo de control. Como tiende a
considerar al hombre como débil e impotente, o bien está
reaccionando contra su uso irracional del poder, es ella quien lo
asume. El detentar el poder le da una sensación de seguridad. Pero,
junto con ese control, puede llegar una sobredosis de responsabilidad
y de obligación, así como una sensación de agotamiento. La necesidad
de control suele deberse a un miedo a lo irracional, para eli minarlo lo
más posible de la vida. Pero cuando eso ocurre, uno queda
desconectado de la espontaneidad y de lo inesperado, y eso es la sal
de la vida. Con frecuencia esas mujeres también están aisladas de sus
sentimientos y de su capacidad de relacionarse, puesto que la
necesidad de controlar no permite que nada ocurra. En el fondo,
siempre que predomina esta actitud dominadora, uno se halla
desconecta

120
do de las raíces más profundas de creatividad y espiritualidad. No es
de extrañar, pues, que las mujeres amazona con frecuencia sientan que
la vida se ha vuelto árida y carente de significado. Y tampoco es raro
que cuando las fuerzas espontáneas que han sido reprimidas o
suprimidas de repente se reafirman y rompen la estructura psíquica
existente, suela haber depresión, ataques de ansiedad y la sensación
de que ya no se pueden controlar las cosas.
Dominando la actitud de la amazona está una insistencia excesiva
en la limitación y la necesidad. Kierkegaard ha descrito esta actitud
como una forma de desesperación que él denomina «la desesperación
de la necesidad». Este tipo de desespero es una alienación de la
totalidad de la persona, y se da cuando uno se identifica tanto con la
finitud y ia necesidad que niega toda posibilidad, incluyendo la
posibilidad esencial del Self. ¿Y a qué conduce iodo ello? Según
Kierkegaard, cuando uno se considera a sí mismo como algo úni-
camente finito se convierte

en un número, sólo en un hombre más, en una repetición más... La


estrechez de la desesperación consiste en la falta de primitivismo, o en
el hecho de que uno se ha negado el acceso a su propia parte primitiva;
consiste en haber logrado castrarse, en un sentido espiritual. 14

Aquí la tendencia, dice Kierkegaard, es convertirse en «mundano», es


decir, en saber tanto sobre cómo funcionan las cosas del mundo
exterior que uno se adapta a ellas. Aunque eso lleva a tener éxito en el
mundo, ya que uno aprende a adaptarse a las exigencias del mundo de
los negocios, también conduce a convertirse en una imitación
adaptada de los demás. El peligro es que uno se olvide de que el Self
es un poder superior, que tema liberar la espontaneidad que no puede
ser controlada, ya que ello podría ser la causa de que perdiera su
seguro y bien establecido lugar en el mun-

14. Kierkegaard, Sickness Unto Death. p. 166.

121
do. Al igual que el rey Midas, que para estar totalmente se guro lo
convirtió todo en oro, incluso la comida, y así murió de hambre,
esta actitud impide alimentarse con la sustancia de la vida. Como
dice Kierkegaard, el hombre aplastado por su desesperación
lucha contra la existencia. En última ins tancia esta actitud es «el
desespero de querer desesperadamente ser uno mismo: el
desafío». 1 5 Porque en el fondo uno rechaza de forma desafiante la
posibilidad, rechaza lo que está más allá de la capacidad de
control del ego. Llevada a un extremo, esta actitud resulta
diabólica porque rechaza toda ayuda de un poder superior,
considerando que todo poder y toda fuerza residen sólo en uno
mismo.
La posición de fuerza de la amazona acorazada es real mente
desesperada y sobrehumana. De aquí que esta pos tura de fuerza
suela venirse abajo, igual que les pasó a to das las mujeres de las
novelas y películas de las que hemos hablado. En cada uno de
esos casos hubo un desmoronamiento de la existente po stura
egoica de fuerza y esas mujeres se vieron reducidas a
experimentar la vulnerabilidad y la indefensión ante lo
irracional. Jenny, Giulietta y Orual fueron víctimas de
alucinaciones; Esther y Jenny tuvieron impulsos suicidas. El reto
crucial para cada una de ellas, como en mi propio caso y en el de
muchas de mis dientas, fue aceptar la debilidad, la depresión y la
incapacidad de trabajar y de funcionar. Coa frecuencia, ello
implica un enfren- tamiento con nuestra rabia y nuestras
lágrimas. Muchas mujeres se sientan en mi consulta sacudidas
por la rabia o el llanto. Muchas veces s e sienten avergonzadas y
humilladas por su falta de control. No «deberían» llorar ni sentir
rabia, dicen, porque eso es signo de inferioridad. También
sienten que se encaminan hacia una crisis nerviosa. Y sin
embargo, si aceptan la validez de sus sentimie ntos, esa acep-
tación puede aportarles una nueva humildad para abrirse a la
corriente de la vida.

15. Ibíd., p . 200.

122
Hacia la transformación

Por supuesto el desmoronamiento súbito y completo de la coraza


de una amazona es un caso extremo. En el análisis e speramos una
transformación consciente, sin tener que llegar a una crisis
nerviosa. Sin este reconocimiento, la mu jer seguirá con el patrón
de defenderse contra lo que tiene en su interior. Tendrá que
aceptar su sombra de debilidad. A diferencia de la puella, cuya
postura consciente es la debilidad, la adaptación egoica de la
amazona es la fuerza y el poder. Pero bajo esa capa de fuerza
solemos encontrar impotencia y dependencia, así como una
avasalladora necesidad que puede consumir a aquellos que la
rodean. La mártir se pone una máscara de trabajadora doliente,
pero por debajo es víctima de la autocompasión y desea la
lástima de los demás. La fuerza de la superestrella se encuentra
en sus logros, pero cuando éstos pierden significado, corno suele
ocurrir cuando no son más que estrategias del ego para cap tar la
atención, es probable que caiga en una incapacidad total. La
consistente obediencia de la hija sumisa al trabajo y a las
exigencias de los demás puede enmascarar una rebe lión interna y
un deseo de huida susceptible de llegar a des truir su mundo
ordenado, dejándola a ella y a los demás expuestos a la confusión
y al caos. Y la dureza helada de la reina guerrera puede derretirse
de repente mediante un apego emocional inesperado que puede
aniquilarla a ella y al otro por ser es tan posesivamente
dependiente.
Aceptar la sombra de debilidad 110 significa pasarse al otro
extremo y adoptar el patrón de la puella, aunque puede que esto
sea un punto necesario en su desarrollo. La ama zona ya ha
desarrollado mucha fuerza y poder en su vida, y eso es algo muy
valioso. La cuestión es más bien permitir que esa fuerza aflore de
forma natural desde el centro de su personalidad en lugar de
forzar a que salga a partir de una adaptación egoica. Lo que se
precisa es llevar esa fuerza a esa zona que teme. No es ninguna
debilidad estar en el rei no irracional ni utilizarlo como fuente de
conocimiento. Al

123
contrario, es una debilidad ser incapaz de enfrentarse a este
aspecto de la vida. Si la amazona logra aprender a valorar su
vulnerabilidad y los aspectos incontrolables de la existencia,
puede que descubra una nueva fuente de energía. El proco so
creativo ofrece muchos ejemplos de l a necesidad de penetrar en
el inconsciente y quedarse allí en la debilidad, quizás en la
depresión, en el aburrimiento o la ansiedad, para po der luego dar
paso al «nuevo ser», a una actitud creativa que puede
transformar la vida. La manera de lograrlo no es «hacer»; algo
que suele ser el modus operandi de la amazona. Según mi
experiencia, el secreto reside en «no hacer».
Mientras estaba revisando este capítulo me vi atrapada en
dos terribles corazas de amazona: la de superestrella y la de
mártir. Mis energías creativas estaban bloqueadas. Tenía un
plazo de entrega que cumplir y me sentía total mente agolada. No
podía escribir ni una palabra más. La carga me parecía
insoportable. Y eso iba más allá del capí tulo en concreto, porque
sentía que tampoco podía cumplir con ninguna de mis demás
obligaciones. Así que, por últi mo, renuncié a escribir y me fui a
dar una vuelta por el campo y a visitar a unos amigos. Me
sugirieron que consultara al I-Ching acerca de mi
aprisionamiento por una coraza de amazona y cu ando lo hice me
salió el hexagrama «oposición». Ahí estaba la imagen de mi
situación: dos hijas que «...aunque viven en la misma casa,
pertenecen a hombres distintos; de ahí que sus voluntades no
sean las mismas, sino que van en direcciones divergentes». 1 6 Las
dos hijas, tal como yo las interpreté, eran mi propia amazona y
mi puella atrapadas en un enfrentamiento: la puella quería jugar
y la amazona necesitaba trabajar. Y atrapada entre estas dos, yo
me sentía prisionera y no podía hacer nada. El consejo que recibí
fue el siguiente: «Si pierdes el caballo, no corras tras él; ya volverá
por su propio pie».17 El I-Ching

16. W'ilhelm, trac!., I-Ching, p. 147.


17. Ibíd., p. 148.

124
me estaba diciendo que no forzara las cosas y que, si lo ha cía,
sólo conseguiría lo opuesto de lo que me proponía. Si uno corre
tras un caballo, lo único que éste hace es alejar se aún más. Es
mejor dejar que vuelva solo. Y eso es lo que le ocurría a mi
energía creativa por lo que se refiere a mi escritura. Tenía que
esperar hasta que volviera. Y, en cierto modo, esta imagen del I-
Chirig me liberó para poder esperar en paz.
Otro aspecto de la transformación de la amazona acora zada
es liberarse de la idea de que debe ser como un hom bre para
alcanzar el poder. Muchas amazonas están gobernadas por una
reacción ante un padre inadecuado, ya sea en el nivel personal,
cultural o en arabos. Así que es natural que nna identificación
del ego con lo masculino pudiera compensar aquello que el padre
no ayudó a desarrollar. La tendencia en este caso es la de
desarrollar el modo de exis tencia fuerte y heroico. La amazona
se ha identificado pri- mordialmente con lo masculino heroico, y
necesita reconocer y liberarse de esa identificación. Si la
amazona no quiere quebrarse, tiene que suavizar la coraza. Este
ablandamiento puede ayudarla a descubrir una relación creativa
con la feminidad en sí misma y con el lado femenino de los
hombres. Parece que éste es también un tema central en nuestra
época, porque la mujer acorazada, al luchar por sus dere chos,
muchas veces ha tenido que hacerlo relacio nándose con los
hombres previendo un ataque de poder. Ha tenido que empuñar la
espada y luchar como un hombre. Pero entonces, igual que le
pasó a Orual, liene una espada, un escudo y una máscara, pero se
queda sin relación.
Quizá, como su primera identificación es con lo mascu lino,
su armadura puede ablandarse al amar a una figura masculina.
Una imagen así, la deJ «hombre con corazón», apareció en uno
de mis sueños. En el sueño un joven se había mudado, sin mi
conocimien to, a mi nueva casa y ha bía redecorado una
habitación. Este joven amaba la natu raleza, pasear por el monte y
viajar, v se había traído al fombras tejidas a mano de
maravillosos colores, de Polonia

125
y do México. Los motivos de las alfombras e ran pájaros y flores,
y el color de fondo que predominaba era un suave lono rosa. En
esta habitación había cómodos sofás y sillas, estas hermosas
alfombras y una suave y clara iluminación. Estaba cómodamente
sentado en un sofá con su pijama, escuchando mús ica y leyendo
un libro. En el sueño yo me enamoraba profundamente de él.
Cuando me desperté en plena noche me paseé por mi casa en
busca de esta habitación y del joven. Pero -qué pena- no los pude
encontrar. Al principio me sentí desolada. Entonces me di cuenta
de que ahí había una imagen que me ayudaría a encontrar en mi
interior a ese hombre a quien le gustaban las mujeres y que era
capaz de crear un ambiente cálido, agradable y confortable.
Otro ejemplo de imagen masculina para ablandar la co raza de
una mujer es el gran amante Casanova. En la char la que dio en
Zurich en el año 1975 con ocasión del Jung Memorial, Hilde
liinswanger comparó a dos famosos aman tes, a don Juan y a
Casanova, y dijo que podrían ser conside rados como dos
imágenes masculinas interiores diferentes. A don Juan, el amante
que seducía a las mujeres y después las abandonaba, con lo cual
ellas se sentían amargadas y negativas tanto con respecto a los
hombres como a sí mismas, ella lo comparaba con la forma en
que funciona el hombre interior negativo. A Casanova, el amante
que amó a muchas mujeres y que las hizo sentir femeninas y
amadas, ella lo consideraba una imagen del hombre interior
positivo, uno que deja a la mujer sintiéndose bien consigo
misma. Con estas imágenes en mente, m e parece que la amazona
acorazada ha estado luchando contra la imagen de don Juan, una
imagen que a mí me parece similar a la del «viejo pervertido», la
figura masculina interior a quien no le gustan las mujeres y que
destroza su propia valoración y la confianza que tienen en sí
mismas. Pero en esta lucha ella también se ha endurecido. Por el
contrario, el toque tierno de Casanova está relacionado de forma
sensible con lo femenino. Con él, ella puede responder de forma

126
creativa y receptiva, desde ese sóli do núcleo de su propia
feminidad.
Puede que al principio este aspecto más suave y amable de lo
masculino aparezca como un «Ionio», como un inocen te débil e
ineficaz que no sabe hacer las cosas. En los cuen tos de hadas y
en las cartas del tarol, la figura del inocente o del loco vaga sin
dirección fija y, sin embargo, al extraviar su camino suele
encontrarse con lo nuevo v lo desconocido. Y es precisamente lo
nuevo y lo desconocido lo que suele Fal tar en la vida de la
amazona, porque es de ello de lo que su coraza la protege. Esta
figura ele tonto o inocente tiene una íntima conexión con lo
femenino y con los niveles instintivos. En la baraja de Waite, el
loco sostiene una rosa en una mano y un perro lo aco mpaña; en
los cuentos de hadas suele sentarse a llorar, y también alimentar
a los animales, que entonces acuden a ayudarlo para salvar a la
princesa que está atrapada bajo una montaña de cristal o
encerrada en una torre. Puesto que he desarrollado este te ma en
otro capítulo, en este momento sólo quiero apuntar una
sugerencia en esta dirección: que la imagen del inocente puede
resultar de ayuda tanto para la aceptación y la valoración de la
sombra de debilidad como para la relación creativa con lo fe -
menino.
A. diferencia de la puella, cuya transformación empieza al
aceptar su fuerza y desarrollarla, la de la amazona impli ca un
ablandamiento, permitiéndose ser receptiva para que pueda unir
esa receptividad a la fuerza ya desarrollada, en una expresión
creativa de su espíritu femenino.

127
CAPITULO 5

EL HOMBRE INTERIOR

El descubrimiento crucial sobre cualquier pueblo es saber


qué relación exis te entre sus hombres y sus mujeres.
PRARLS. BUCK

El padre es la primera experiencia que una mujer tiene de?*


lo masculino. De esta forma él aporta un modelo importan te
para el modo como la hija se relaciona con los hombres y con
su propio aspecto masculino interior. He podido ver ciertas
imágenes masculinas recurrentes en los sueños de mujeres
con heridas en sus relaciones con el padre. De apa rición
frecuente en los sueños y las experiencias de la mu jer que
tiende hacia el patrón de la puella o de la eterna muchacha,
está una figura que denomino la del «viejo per vertido». Por
otro lado, en los sueños y experiencias de la amazona
acorazada surge con frecuencia la figura del «mu chacho
airado».
Como la puella tiende a negar su propia fuerza y poder, V
y cae bajo la autoridad y el poder de lo masculino, se da una
perversión de este poder y parece que ella se convierte en la
víctima de un crítico juez interior. Al contrario, la amazona
acorazada tiende a negar su propio lado lúdico. En su versión
masculina este lado de la amazona se con vierte en algo
parecido a un adolescente rebelde y airado que tiene que
reafirmarse y romper el control acorazado de

129
la mujer. Para poder desarrollar una mejor relación con lo
masculino, tanto en su interior como en el mundo exterior, una
mujer necesita hacerse consciente de estas figuras de su psique y
de cómo la están afectando. Una vez se enfren te a ellas, podrá
acceder a una nueva y más creativa rela ción con lo masculino.

1. LA PUELLA Y EL VIEJO PERVERTIDO

Más de una mujer me ha dicho en el transcurso de su aná lisis:


«¿Cómo puedo hacer eso?... Yo no sirvo... Todo me sale mal... No
hay esperanza... Nadie me querrá jamás». Y como yo también me
lo había dicho a mí misma en más de una ocasión, empecé a
preguntarme qué se esconde tras una tal falta de espíritu; ¿qué
oculta una imagen de sí misma tan negativa? ¿Qué hace que las
mujeres tengan tan poca con fianza en sí mismas y se sientan tan
inseguras que sigan siendo eternas much achas, atrapadas en el
patrón arque- tfpico de la puella!
De repente se me ocurrió un motivo recurrente, un de -
nominador común en los sueños de muchas mujeres en análisis, así
como en mis propios sueños: la imagen de un viejo pervertido y
sádico. El siguiente sueño ilustra el tema.
En el sueño un viejo pervertido sexual iba siguiendo a una
joven e inocente muchacha, esperando el momento en que pudiera
atraparla. El viejo dijo que ese momento llega ría cuando ella
empezara a llevar vestidos largos; es decir, cuando estuviera
dispuesta a convertirse en mujer. Justo en ese momento tiene
planeado destruirla. Pero la inocente muchacha tenía una amiga
que la puso sobre aviso contra ese hombre, para que fuera capaz de
enfrentársele directamente. El plan del pervertido de agarrarla por
detrás ya no servía, así que el viejo montó en cólera y se abalanzó
sobre la chica, pero ella le dio una patada en ia ingle y le hizo caer
hacia atrás. Enfurecido, el viejo cogió un cubo de agua que había
utilizado para lavar fresas e intentó arrojárselo. Pero

130
la muchacha era muy rápida y agarró el cubo, y fue ella quien le
arrojó el agua. Al hacerlo, una voz dijo: «Esta es una tarea de los
cuentos de hadas en cuatro idiomas dife rentes».
Este sueño muestra la conexión entre estas dos figuras: la
puella y el viejo pervertido. También muestra el instante en que la
puella puede crecer y destaca el peligro de ese mo mento, porque
entonces empieza la confrontación conscien te, y con ella la
posibilidad de tratar con esta figura interior. Má s adelante
retomaré esta posibilidad, pero antes quisiera profundizar un poco
más en estas dos figuras, la puella y el viejo pervertido, para
descubrir por qué y cómo van juntas.
Al igual que Perséfone tiene un Hades que la rapta y se la
lleva al submundo, en la psique de la puella habita una
manifestación enfermiza del lado rígido y autoritario de lo
masculino. Se trata de un viejo potencialmente sabio que ha
enfermado y se ha vuelto desagradable porque nadie le ha hecho
caso. En mi opinión esta negligenci a se debe a un desarrollo
imperfecto de la relación con el padre; el padre no ha estado
presente para la hija de una forma com prometida y responsable en los
niveles del eros y del lugos. Es decir, que el padre no ha funcionado
como tal.
Cuando el principio paterno, que aporta un sentido de
autoridad y espíritu interior, está ausente o malformado, se abre la
posibilidad de que aparezca el viejo pervertido. Según mi
experiencia, siempre que existe una potencialidad en la psique que
110 está siendo utilizada, también existe la posibilidad de su
perversión. La potencialidad del padre es algo que todos llevamos
en nuestro interior, tanto hombres co mo mujeres. Pero para
desarrollar un potencial precisamos experiencia. Necesitamos
explorar y experimentar, compro bar e intentar una y otra vez, y
ésla es la forma en que crecernos y aprendemos a utilizar aquello
que reside en nuestro interior.
Pero si el padre no está allí de forma tangible para la hija, o lo
está de forma negativa durante el transcurso de su desar rollo,
¿cómo podrá experimentar y aprender sobre esa

131
parte de sí misma? Es probable que tenga que depender de lo que
escucha decir a su madre y familiares, así como de las impresiones
culturales y de las fantasías que aparecen porque falla realidad.
También es probable que si el padre está ausente para la hija,
asimismo lo esté como marido para su esposa. Así que puede que
la madre tenga una opinión amarga o cínica de los hombres y un
hombre interior negativo y pervertido, es decir, una relación
negativa con su propio lado masculino. No es, pues, de extrañar
que la hija crezca con la misma opinión negativa del padre y de los
hombres, así como con Lina relación distorsionada con su
masculinidad interior. Con una imaginación desbordada, puede
aparecer una visión del hombre como Barba Azul. Esto puede
ocurrir internamente o también en un nivel cul tural. Imaginemos a
una mujer que creció en la Alemania nazi; ya sé que se trata ele un
ejemplo extremo, pero descri be un escenario donde gobernaba un
fascista brutal. ¿Qué imagen del padre y del espíritu puede tener
esa mujer? O incluso ea América, donde tantos hombres siguen
siendo jovencitos y el divorcio y la falla de compromiso prevale-
cen, donde tantas cosas son transitorias.
Cuando la imagen del padre está dañada, también lo está la de
los hombres. La mujer tiende a considerar a los hom bres de forma
negativa y con desconfianza. Pero la forma en que la opinión
distorsionada del padre y de los hombres se manifiesta, difiere en
el caso de la puella y de la amazona. La amazona tiende a
considerar a los hombres débiles e infe riores, carentes de poder. Es
ella la fuerte y la poderosa; es ella la independiente. Los hombres
tienen poca o ninguna importancia en su mundo. Al contrario, la
puella otorga su propio poder a los hombres. Ella es la
dependiente, una víctima a merced del macho poderoso. Él es quien
toma las decisiones, mientras que ella obedece, tanto voluntaria co -
mo involuntariamente. No es difícil ver ahí un síndrome de
sadomasoquismo. Al haberle otorgado to do su poder al hombre, le
queda poco para ella, y su confianza en sí misma y su autoestima
son muy bajas. Por supuesto, en el ineons -

132
cíente es probable que exista una enorme inflación: una
elevada y poco realista imagen de sí misma. Puede que se
sienta como la delicada princesa que no puede dormir sobre
un guisante porque es demasiado buena para cual quier cosa
inferior. Pero conscientemente puede sentirse como
Cenicienta, que es maltratada y relegada a la sucie dad y a las
cenizas. Una mujer tuvo un sueño que ilustra perfectamente
este punto. Su am igo estaba alabando a una mujer muy
confiada en sí misma que se estaba contem plando de forma
narcisista, mientras que la soñante estaba trabajando en un
rincón de la cocina, deshuesando pollos. Por fin, la soñante
no pudo soportarlo más, se enfureció y le dijo a la otra mujer
lo inflada que estaba. Y eso es lo que^ tenía que hacer en la
realidad: reconocer su actitud incons - I ciente, hinchada y
narcisista que la esclavizaba en la o pinión inferior que tenía
de sí misma.
En la actitud de la puella hacia sí misma podemos escu-
char muchas veces un sarcasmo y una voz cínica que le dice
que no vale para nada, que nunca conseguirá nada y que no
merece ser amada. Si ella cree a esta voz apa rece un círculo
vicioso que perpetúa la imagen negativa de sí misma como
débil e inútil. Realmente «fracasa» con frecuencia en el
mundo exterior, pero ello se debe a que ha cedido todo su ^
poder a este sádico interior que le dice por un lado que fra -
casará y por el otro alimenta su inflación.
Esto es así en los cuatro estilos diferentes de puella: la
«muñeca encantadora», que vive las proyecciones de su
compañero masculino; la «muchacha de cristal», que habi ta
en un mundo de fantasía y es incapaz de enfre ntarse a la
realidad; la «mujer de altos vuelos», que vuela amorosamen te
y sin comprometerse de hombre en hombre; y la «inadap -
tada», que es la chica mala y una marginada de la sociedad.
En el fondo, la falta de confianza en sí mismas y el escuchar
al tirano interior conduce a todas estas mujeres a unas vidas
incompletas. Una de mis analizadas tuvo un sueño en que, de
camino hacia una fiesta para celebrar un embarazo o un
compromiso matrimonial, aparcaba en un callejón sin

133
salida donde un viejo intentaba robarle el coche. Cuando ella lo vio,
rajó lodos neumáticos para que él no pudiera conducirlo. No es de
extrañar, pues, que fuera incapaz de moverse, de llevar a la realidad
y dar a luz su potencial creativo en loda su extensión, que era
realmente considerable.
En contra de las mujeres se suele decir que nunca han
demostrado nada. «Si observamos la historia, ¿dónde están las
mujeres que hayan creado algo?», solemos oír constan temente. Pero
si lo que acabo de describir es más o menos común, eso no resulta
sorprendente. La puella tiene que enfrentarse al viejo pervertido
que le arrebata su potencial antes de que ella pueda crear y
materializar su potencial en el mundo exterior.
Una forma en que el viejo pervertido ha funcionado cul -
turalmente, a mi parecer, es mediante la imposición a las mujeres de
una visión masculina de la creatividad, una tira nía de la lógica y de
la razón. Si ella sigue su norma, enton ces tendrá que crear como
hombre y no desde su núcleo interior femenino. No es difícil
entender, por tanto, que tan pocas mujeres lo «hayan conseguido»,
pues se les niega su propia forma de crear. Y, además de imponer
unas normas y juicios masculinos a la creatividad femenina, el viejo
pervertido ha influido en nuestra cultura haciéndolas sentir cul -
pables si se toman su propio tiempo para crear. Anaís Nin, que vivió
gran parte de su vida como puella y que era hija de puer; pero que
consiguió crear y aportar su contribución al mundo, expresó esta
situación de forma muy clara. Dice así:

Existe también un problema adicional cuando las mujeres escriben, y que 110
experimentan los hombres, y es el de la culpabilidad. De algún modo la mujer ha
asociado la actividad do crear, la voluntad creativa, con un concepto masculino y ha
temido que esa actividad fuera un acto agresivo. Eso se debe a que la cultura no le
exigía ningún logro a la mujer. Se lo exigía al hombre. Así que el hombre no sentía
ninguna culpabilidad por encerrarse a escribir una novela y no prestar atención a su
familia durante tres meses. Pero las mujeres prácticamente nacían con la idea de que su
vida personal era

134
su primer y más importante deber, y que su escritura tenía que ver con la autoexpresión.
Ella confundió eso con la subjetividad y el narcisismo, mientras que nunca hablamos de
un escritor varón como narcisista. 1

No es que esté excusando ni justificando la falta de creativi dad de


las mujeres con estos argumentos. En absoluto, por que eso sería
caer en el patrón de la puella, de la víctima, de la muchacha
desvalida a merced de esos viejo s miserables. Pero es preciso,
según mi experiencia, comprender el desa rrollo de un patrón de
vida antes de poder cambiarlo. Nor malmente, existe tanto una
manifestación interior como exterior de un patrón vital destru ctivo
y, una vez reconocido, hay que enfrentarse a él en ambos niveles.
En el área de la creatividad, lo más importante para la mujer es ver
que esta figura masculina pervertida ha estado funcionando tanto
exteriormente en el nivel cultural, como interiormen te en el de la
psique.
Además de la creatividad, la sexualidad y la comunica ción son
otros dos campos donde ha arraigado el patrón sadomasoquista. En
el sueño anteriormente mencionado, el viejo es un pervertido sexual
y la muchacha es joven e ino cente; el quiere destruirla sádicamente.
Es como si se pertenecieran el uno al otro: inocencia y perversión.
Consideremos el ejemplo siguiente. Una mujer con quien trabajé en
terapia y que no tenía padre con quien poder relacionarse, iba
buscando un padre en todo hombre que conocía. En las primeras
etapas de su vida estaba totalmente desconectada de su sexualidad,
ya que acostarse con el propio padre es tabú. Pero pronto la alcanzó
la sombra y de una inocencia sexual pasó al otro extremo, el (le la
promiscuidad, y era incapaz de negarse a l o que los hombres le
pedían, incluso aunque fuera contra sus propios sentimientos. La
mayoría de los hombres con quienes salía le gustaban de verdad,

1. Evelyn J. Hinz. comp., A Womari SpeaLs: The Lectures, Seminan and Inveiviews oj
Anais Nin (Chicago, The Swallow Press, 1975), pp. 82-83.

135
pero en realidad estaba buscando al padre. En lugar de ello se quedó
con un compañero sexual pues, a través del sexo, podía acceder al
hombre. Los hombres también tendían a ser inalcanzables, ya que
solían ser casados, así que la falta de compromiso que había
experimentado con el padre se iba repitiendo en estas situaciones.
Como no actuaba desde el centro de su eros femenino sino más bien
desde una necesidad de amor y compromiso que el padre nunca
había manifestado, subyacía un tipo de autotraición en todas es tas
relaciones, además de una traición con respecto a ellos. En el fondo
no confiaba en ellos, de otro modo les hubiera podido decir cómo se
sentía. La forma en que el viejo per vertido funcionaba en su interior
era diciéndole que la única manera en que podía tener una relación
era poniendo su cuerpo en el mercado, algo que minaba todavía más
su confianza en sí misma. Y también la había llevado a relaciones
con hombres realmente inalcanzables. Así que estaba apri sionada en
su «libertad» sexual y tan alejada de una relación y del eros como
lo había estado en su anterior inocencia. Pero el pervertido era
capaz de controlarla y mantenerla alejada de una relación
significativa sólo porque ella le había cedi do el poder mediante su
inocencia y falta de reafirmación femenina, mediante el hecho de
que ella seguía siendo pasi va y dependiente, al actuar como una
muchacha en lugar de como una mujer con confianza en sí misma.
Este patrón no es infrecuente. En el nivel exterior uno sólo
tiene que observar los numerosos casos de abusos sexuales
infantiles. Las mujeres que de niñas han sido so metidas a abusos
sexuales o incluso violadas por hombres mayores han
experimentado esta perversión en el nivel exterior de la peor manera
posible. Como resultado de ello, la confianza en sí mismas se ha
visto gravemente perjudicada y si miramos profundamente en su
interior podremos encontrar al viejo pervertido, un animus negativo
y torturador que sigue cometiendo esos abusos. Otro ejemplo en el
nivel social es el de la prostituta. Los estudios demuestran que con
frecuencia ha sido brutalmente rechazada por el

136
padre y que eslá repitiendo ese rechazo y el odio que con lleva
vendiéndose a los hombres. Pero incluso en el ama de casa
aparentemente feliz o en la joven con mucho mundo podemos
encontrar con frecuencia que esle patrón funcio na en un nivel
subyacente.
La película El último tango en París muestra en su expresión
extrema esta relación del viejo sádico y de la jo ven masoquista, y
muestra el peligro que implica tanto el hombre como para la mujer.
AI principio de la película vemos a un hombre mayor deprimido y
desesperanzado que conoce a una joven muy vivaz cuando ambos
acuden a ver un piso en alquiler. Su relación empieza
inmediatamente en un nivel sexual y es extremadamente impersonal,
hasta el extremo de que el hombre le dice que están allí sólo para el
sexo y que 110 se tienen que hacer preguntas, ni siquiera saber el
nombre del olro. AI principio la chica quie re saber cosas sobre él,
pero por fin accede a su demanda y siente ganas de encontrarse con
él en los términos que él proponga. Lo que para ella empiezia como
una aventura y un encuentro casual se convierte en una adicción
compulsiva a través de la cual permite ser sometida a to da una
variedad de actos sexuales humillantes y degradantes. Se podría
esperar que este patrón continuara indefinidamente, pero se cam bian
las tornas. En algún momento de la relación, el hom bre empieza a
enamorarse de ella y quiere una relación más perso nal. Pero, en
cuanto eso ocurre, es la muchacha quien empieza a insistir en la
impersonalidad. Ahora es ella la que rechaza y asume el control.
Por último, cuando él insiste en la relación personal y quiere
averiguar su nombre, ella dice que no asustada y con un histérico
mecanismo de defensa le dispara y lo mata, diciendo:

No sé quién es. Me siguió por la calle. Intentó violarme. Es un


loco. No sé su nombre. No sé su nombre. No sé quién es. Es
un loco. No sé su nombre. 2

2. Bernardo Bertolucci, Lasl Tango in París (Nueva York, Dell Publi- shing Co., 197^), p.
197.

137
Al final ella intenta justificarse mediante su inocencia y su falta de
conocimiento, es decir, no sabiendo su nombre.
Esta película dramatiza hasta el extremo la interacción entre el
viejo sádico y la muchacha masoquista. Pero tam bién muestra algo
que quizá sea más importante aún: la otra cara de la imagen que no
se suele ver tan a menudo: que también la chica es una sádica,
porque es ella quien al final mata al hombre y rechaza la re lación
personal. La otra cara de su sumisión a los hombres es su
sentimiento negativo de desconfianza, incluso de odio, hacia ellos.
Alexander Lo- wen, en su libro Love and Orgastn, ha descrito este
patrón de hija dependiente desde otra perspectiva. Lowen dice que
una mujer así funciona como una prostituta psicológica que, al
haber sido rechazada, está necesitada de mucho amor. Así que para
conseguir amor hará cualquier cosa. Pero la enormidad de esta
necesidad devora al hombre con quien se relaciona, porqu e no
importa cuánto pueda darle él, nunca será suficiente. Como su
necesidad es insaciable, los amantes al final siempre fallan y se
sienten culpables. Con desprecio los tira a la basura por inútiles. 0
Aunque éste es un caso límite, creo que generalmente h ay un
elemento implicado en la mayoría de los patrones puella-viejo
pervertido. En el sueño que mencioné al prin cipio, la chica inocente
debe enfrentarse al pervertido. Al hacerlo, tiene que prestarle
atención consciente y no actuar como si él no estuvier a allí, como
antes lo había hecho, en su inocencia. Es este reconocimiento
consciente del hombre lo que finalmente le permite reafirmarse y,
por consiguiente, vencer su cínico y amenazador control. El arrojar -
le el agua de las fresas al Tiombre expresa l a reafirmación de su
feminidad, su rechazo a ser salpicada por los restos de un amor
fallido, y una afirmación del poder de su propio amor. Pero primero
tiene que enfrentarse a esta figura, es decir, co nocerle y darle un
nombre. La tragedia de El último tango

3. Lowen, Love and Orgasm, pp. 266-271.

138
en París sucede cuando la muchacha tiene miedo de conocer
realmente al hombre, cuando tiene miedo de saber quién es, de
identificarlo y saber su nombre. Al contrario, tanto en el sueño
como en el cuento de Rumpelstillskin, es precisamente el conocer el
nombre e identificar la figura del per vertido lo que evita la tragedia
y aleja a la muchacha de las garras del pervertido.
Pero ¿cómo se da el hecho de nombrar' v de identificar la
figura? Un procedimiento es a través de los sueños, que nos revelan
nuestro elenco interior y la dinámica existente entre los personajes.
Otra es comprendiendo las proyeccio nes que hacemos sobre otras
personas, nuestras fantasías de cómo nos gustaría que fueran. Los
cuentos de hadas, los mitos, la literatura y el cine nos ofrecen otras
oportunidades para vernos reflejados en los distintos personajes y
en los patrones de relación que revelan. Otra manera es la
imaginación activa, es decir, un d iálogo con la figura inte rior para
descubrir quién es y por qué está allí y actúa de esa forma. Una
paciente me contó sobre un ejercicio de ima ginación activa en el
que había sostenido una conversación con una figura de viejo
pervertido que había aparecido en va rios de sus sueños. Cuando le
preguntó por qué era tan mezquino y desagradable, él le dijo:
«Niña, me fastidias con tu inocente rectitud. Actúas como la pobre
víctima indefensa. Yle descuidas y después me echas la culpa, pero
vo también necesito un poco de atención, y por eso te persig o.
Intenta comprenderme, entiende mi frustración. Por eso soy tan
mezquino contigo». Lo que parece que esta figura estaba intentando
decirle es que él era un pervertido por que ella siempre lo ignoraba y
actuaba como si él no estuviera ahí. En cuanto ella empezó ¿\
prestarle atención, a hablar con él y hacerse su amiga, él empezó a
cambiar.
Así que olvidarse del viejo pervertido y descuidarlo mantiene a
la puella en su posición de indefensión y pasi vidad. En el nivel
psicológico, ¿cómo podría descuidarse esta figura? Una forma es no
reconocer en absoluto su existencia. Consideremos, por ejemplo, la
actitud de optimismo

139
idealista e hinchado que no reconoce límite alguno, la acti tud de
altos vuelos que quiere creer que todo es posible y que s e niega a
reconocer el poder de los aspectos demonía cos y sombríos de la
existencia. La impaciencia es un ejem plo de la desidia de este tipo
de persona, ignora las limitaciones temporales; vuela hacia el futuro
en lugar de hacer lo que hay que hacer en el presente. Es probable
que la muñeca encantadora caiga en esta trampa de ser incapaz de
reconocer su propio lado oscuro debido a las proyecciones
exageradamente idealizadas de su padre y amantes. La otra cara de
la moneda es identificarse, como en el ca so de la inadaptada, con el
lado de la sombra en una actitud rebelde que no se enfrenta con el
viejo pervertido porque se ha iden tificado demasiado con él. El
consumo extremo de drogas, de alcohol y de sexo son ejemplos de
ello, porque no se aceptan los límites naturales del cuerpo y de la
vida emocional. Y la muchacha de cristal descuida al viejo perver -
tido recluyéndose en su mundo de fantasía.
También podemos descuidar al viejo pervertido inten tando huir
de él. Una de mis dientas era perseguida en un sueño por un hombre
amenazador y ella intentaba correr más que él. Cuando llegaron a
una valla, ella se dio la vuel ta y le dio una patada en la pierna, con
lo cual él tropezó y se cayó en un agujero donde había una caja en
forma de ataúd. Ella intentó ent errarlo, pero no terminó de hacerlo y
al poco tiempo ya lo volvía a tener tras ella, diciéndole que no
podría escapar. Pero escapó volando, y mientras volaba fue
absorbida por una bolsa de aire hacia el cielo. En este caso el viejo
pervertido lo experimentaba la mujer de forma consciente con una
frecuente actitud cínica y autocrítica que le decía que jamás tendría
éxito, y que la atormentaba con sentimientos de culpabilidad por ser
tan «mala». Durante años la mantuvo alejada de proseguir sus
estudios y cuando por fin, con valentía, se matriculó, le decía que
iba a suspender. En el momento en que tuvo este sueño había empe -
zado el proceso de enfrentamiento con esta figura interior, pero
todavía no había llegado al fin, así que también seguía

140
queriendo escapar. La bolsa de ai re que la absorbió simbo liza un
espacio vacío en su propio interior, un sentimiento de depresión y
de culpabilidad por no haber materializado sus potencialidades, y en
lugar de ello haber proyectado su crea tividad en sus parejas. En el
transcurso del análisis, cuan do empezó a enfrentarse a este cinismo
interior y a no dejar que éste invadiera su terreno, se fue sintiendo
cada vez menos víctima de las circunstancias y asumió la responsa -
bilidad de sus propias decisiones. Por ejemplo, man tuvo su decisión
de progresar profesionalmente y cuando las cíni cas y perversas
voces le gritaban: «No mereces triunfar», ella les gritaba aún más
fuerte que se equivocaban, que podía alcanzar los objetivos que se
marcara. Y al hacerlo, nuevos aspectos de l mundo exterior se fueron
abriendo ante ella.
Una de las razones para escapar de esa figura es que puede
convertirse en algo muy diabólico. El diablo, después de todo, es el
rechazado y el descuidado, pero también el orgulloso y el vanidoso.
Y estos dos -rechazo y orgullo- suelen irse alternando en la psique.
Según mi propia experien cia, cuando me sentía rechazada tendía a
reaccionar diciéndome: «Bueno, pues me iré a algún lugar donde se
me valore...». Pero, por supuesto, eso implica que me en frento al
rechazo con una afirmación consciente de mi pro pio valor y que
existe una compensación en el nivel de la fantasía que me dice que
soy fantástica y que esos idiotas que me rechazaron fueron
demasiado estúpidos para verlo. Aunque también existe el temor de
que los que me rechazaron tuvieran realmente razón.
Enfrentarse al viejo pervertido significa enfrentarse a es te
complejo de rechazo-inflación. Significa también enfren tarse a la
propia identificación con el diablo, con ese orgu llo potente e
impotente a la vez que dice: «Yo no puedo hacerlo», asumiendo que
uno tien e todo el poder en su inte rior para decidir lo que uno puede
o 110 puede hacer. Esta actitud no deja nada para los poderes
superiores más allá del ego, los recursos interiores de sanación,
aunque se en

141
mascara todo ello con una apariencia de niña desvalida. Enfrentarse
al viejo pervertido significa correr el riesgo de una lucha con esta
figura, una lucha que podría llevarnos a descubrir una nueva fuerza,
como en el caso de la chica del sueño cuando le arrojó el cubo de
agua sucia, y al hacerlo recibió la confirmación ele que ésa era una
tarea reconocida. El diablo al fin y al cabo no es más que un ángel
caído, un ser superior cuya posibilidad en cierto modo ha fraca sado
debido a una actitud distorsionada.
El siguiente ejercicio de imaginación activa, realizado por una
mujer joven al principio de su análisis, nos brinda una imagen que
nos ayuda a descubrir el posible valor que está escondiendo la
perversión:

En la orilla me subí a una balsa tirada por un cisne gigante. Deslizándonos sobre el agua
del mar, nos encontramos con una gran flor de loto, muy hermosa, y entonces el cisne se
sumergió bajo el agua hasta la entrada de una cueva. Allí había una bruja esperándome,
que me condujo por varias cavernas, pasando por un jabalí y hasta un cuarto redondo
donde me invitaba a bailar con una cucaracha gigantesca. Al principio bailamos los tres,
y después la bruja me dejó sola con la cucaracha. Me sentí horrorizada y me repugnaba
tener que bailar con esta cucaracha gigante y asquerosa, pero bailé, y de repente el
caparazón de la cucaracha se partió y de él salió un joven y hermoso príncipe.

Su asociación con la cucaracha aludía al padre, a quien


menospreciaba por asqueroso e inferior, y cuyas cualida des había
rechazado porque se habían agriado en su alma. Los recuerdos que
tenía de él eran básicamente negativos: que llegaba a casa a
medianoche, cuando salían las cucarachas; que solía ponerse
violentamente irracional y era incapaz de controlar sus emoc iones.
En realidad también era un hombre muy afectuoso, extravertido y
sensible, pero, apegado a la madre, no había descubierto su propia
fortaleza ni su orden interior para poder dar forma y expresar los
intensos sentimientos que experimentaba. Él, a su vez, procedía de

142
un hogar donde el padre no había ejercido como lal y la madre
estaba enferma, así que no había tenido un buen modelo que lo
guiara. La hija, viendo sólo el lado negativo de su sensibilidad y
extroversión, había rechazado lodo eso en sí mis ma. Cuando por fin
tuvo el valor de bailar con la repulsiva cucaracha y ésta se abrió, de
repenle tuvo acceso a todos los aspectos positivos de los
sentimientos y sensibilidad de su padre. Pero, para llegar a ese lado
de sí misma, primero tuvo que enfrent arse con la madre negativa
que rechaza a la hija (la bruja) y con la rabia que sentía hacia su
padre (el jabalí). El cisne gigante que la llevó allí lo aso ció con el
cisne que tiraba de la balsa de Lohengrin, custo dio del Santo Grial.
Así que para ella el camino hacia el espíritu fue bailar con la figura
pervertida, la cucaracha.
Un día, mientras leía El enano amarillo, 4 un cuento de hadas
escrito por una mujer, Madame d'Aulnoy, se me ocu rrió que este
relato podría ser perfectamente la historia de una puella y de las
trampas en que puede caer si rio desa rrolla su fortaleza y se
enfrenta de manera consciente a la figura del viejo pervertido.
También sugiere algunos pasos para la transformación. La historia
empieza con una reina que sólo tiene una hija. Como el rey ya
murió y la princesita es todo lo que le importa a la madre, la reina
tiene miedo de perder el cariño de su hija, así que la mima y la
consiente, sin intentar corregir jamás ninguno de sus defectos.
Debido a ello, la princesa se vuelve muy v anidosa y orgullosa, y
está tari enamorada de su propia belleza que menosprecia a las
demás personas. Al principio la reina se siente orgullosa de la
atención que su hija recibe por parte de los pretendien tes, pero al
final empieza a preocuparse cuando la princesa le dice que no
quiere casarse porque ninguno de esos pre tendientes es lo bastante
bueno para ella. La reina empieza a creer que se equivocó al dejar
que su hija hiciera siempre lo que quería, así que va a consultara
una bruja llamada «el

4. Andrew I^ang, El libro azul de los rúenlos de hadas. Móstoles, Ediciones Neo-
Person, 2000.

143
hada del desierto». Para llegar hasta el hada uno tiene que pasar
frente a unos feroces leones, así que la reina lleva unos pasteles
para ofrecérselos. Pero por el camino se sien te cansada, se queda
dormida bajo un naranjo y alguien le roba los pasteles. Se despierta
al oír el rugido de los leones y de repente ve a un enano amarillo en
una rama del árbol comiendo naranjas. Éste le dice que la salvará de
los leones sólo si le concede la mano de su hija. Como la reina está
asustada, asiente a su petición aunque el enano le repugna. De
vuelta a casa, la reina se siente deprimida e infeliz por la promesa
hecha, pero no le cuenta a nadie lo ocurrido. Finalmen te, la
princesa se preocupa por su madre y decide consultar al hada del
desierto. También ella cae dormida bajo el naranjo y, al despertar,
se encuentra con el enano amarillo. Cuando éste le cuenta la
promesa de la reina, la princesa siente repugnancia. En tonces
aparecen los leones, como pasó con su madre, así que la princesa se
muestra de acuerdo en casarse con el enano. La princesa, cuyo
nombre es Bellísima, vuelve a casa muy triste.
Menos orgullosa tras su encuentro con el enano amari llo,
Bellísima decide casarse con uno de sus pretendientes, puesto que
quizás así se libere del enano. Decide casarse con el Rey de las
Minas de Oro, quien al principio, en su inseguridad, no puede
creerse que él sea el elegido. No obstante, se alegra y, al poco
tiempo, la princesa realmente se enamora de él. Llega el día de la
boda, pero antes de que pueda celebrarse la ceremonia irrumpen dos
intrusos en la fiesta: el enano amarillo y el hada del desierto. El
enano reta al Rey de las Minas de Oro a luchar por la princesa, y
los dos se disponen a ello. Pero el rey pierde el coraje y la
concentración cuando ve que el hada del desierto, una fea bruja con
serpientes enroscadas en su cabeza, ha dejado a Bellísima sin
sentido y se la lleva. Dejando la lucha con el enano, el rey co rre
dispuesto a salvar a Bellísima o a morir con ella. Pero al final se
siente tan horrorizado por lo que está ocurriendo que pierde la vista
y la conciencia y también es capturado por el hada malvada.

144
Entretanto, el hada malvada ha cambiado su aspecto p or el
de una mujer hermosa, y Bellísima, que ve cómo se lleva al rey,
se siente ofendida y celosa. Pero el rey puede ver tras el disfraz
y sabe que tiene que escapar de la bruja y que para hacerlo
necesitará paciencia y astucia. Mediante los halagos se gan a la
confianza de la bruja para que lo deje solo, y entonces aparece
una sirena que lo ayuda a es capar. La sirena le dice que tendrá
que luchar con numerosos enemigos y le entrega una espada
especial hecha con un diamante que le permitirá vencer a todos
los enemigos, siempre y cuando no la deje caer de su mano.
El rey parte de camino para encontrar a Bellísima y pri mero
se encuentra con cuatro terribles esfinges que tiene que matar,
y después con seis dragones con escamas más duras que el
hierro, que también tiene que aniquilar. Así lo hace, pero a
continuación se encuentra con veinticuatro hermosas y gráciles
ninfas, adornadas con guirnaldas de flores, que obstaculizan su
camino. De modo que las mata también y por fin descubre a
Bellísima. Corre hacia ella, pero ella se aparta, creyendo que la
ha traicionado. Esperando mostrarle el amor que siente por ella,
se arroja a sus pies, pero al hacerlo deja caer la espada. Al
instante aparece el enano, que agarra la espada y atraviesa con
ella el corazón del rey. La princesa, al ver a su enamorado
muerto, muere de pesar.
En este cuento no existe ningún principio paterno, así que
en mi opinión la estructura parece reflejar la situación en la que
podría encontrarse una hija con un padre ausen -^ le o
negligente, en el sentido de que no hay autoridad ni
correctivos. La hija está excesivamente mimada, no tiene
sentido de la responsabilidad ni del compromiso. Es Be llísima,
la más hermosa de las princesas, pero incapaz de amar. La
primera confrontación del relato con un principio masculino es
el enano amarillo, una figura masculina
9

negativa. Este chantajea tanto a la madre como a la hija y


quiere poseer a ésta. Además, la primera vez que aparece está
comiendo naranjas desde el árbol bajo el cual madre

145
e hija caen dormidas, y si pensamos en el árbol como sím bolo de
vida y crecimiento, y en las naranjas como símbo lo de la
fructificación de la vida, es el enano amarillo quien está en posesión
de ellas y se las está comiendo. Ni la madre ni la hija han
desarrollado en su interior la conciencia, la disciplina y el valor, por
eso se duermen, pierden los pasteles y tienen tanto miedo de los
leones que se someten y pasan a ser víctimas del enano. Lo que falta
aquí es un desarrollo masculino positivo, es decir, las cualidades de
conciencia, disciplina, valor y capacidad de decisión. No ha existido
ninguna influencia positiva por parte del principio masculino. Más
bien está poco desarrollado, lo que deja la puerta abierta a una
usurpación por parte de la influencia pervertida d el enano, que
convierte a la mujer en víctima. Pero el encuentro con el enano no
es totalmente destructivo, ya que elimina en parte el orgullo y el
narcisismo de la princesa. Por primera vez toma una decisión, la de
comprometerse con el rey de las minas de oro, que encarna un
principio masculino potencialmente positivo. Sin embar go, él se
siente tan poco seguro de sí mismo y es tan sensi ble frente a la
brutalidad, que pierde la conciencia y la capa cidad de lucha. Pero se
le da una segunda oportunidad cuando la sirena, símbolo de la
sabiduría femenina, lo ayu da a escapar y le da su espada. La espada
funciona como símbolo de esas cualidades antes mencionadas, es un
instrumento cortante, y de ahí que al corlar y separar hace dis -
tinción y le permite a uno luchar. En el budismo tibetano la espada
simboliza las cualidades de la «confianza vajra», una confianza que
surge espontáneamente del propio centro de la persona; y en el
simbolismo cristiano pertenece a san Jorge, el héroe que mata al
dragón. También es la espada la que le confiere el poder al rey
Arturo para formar la Tabla Redonda, el lugar de comunión y
comunicación.
Utilizando la espada, el rey al principio triunfa en el com bate
contra sus enemigos: las esfinges, los dragones y las hermosas
ninfas, todos ellos simbolizan peligros provenien tes del reino de lo
femenino no integrado. La madre esfin

146
ge negativa propone enigmas imposibles que no se pueden resolver,
y con ello fomenta la indecisión; el dragón puede devorar mediante
la depresión y la inercia; y las hermosas y jóvenes ninfas seducen
con su inocencia y belleza. Pero, al final, el rey pierde de vista su
tarea cuando intenta con vencer a la princesa de su amor e intenta
recomponer sus sentimientos heridos. Es capaz de vencer su
protección de las ninfas, pero no de la princesa. Así que cede ante
su auto- compasión y sentimiento de traición y deja caer la espada,
y de este modo pierde todo el crecimiento y la fuerza que había
adquirido hasta entonces. En consecuencia, al final del relato no
existe transformación.
Yo creo que este cuento ilustra muy claramente la for ma que
puede adoptar el lado masculino interior no desa rrollado en una
puella. Por un lado está el enano amarillo, una imagen de lo
masculino en su versión pervertida, una figura que atormenta con
dudas sobre uno mismo, auto- compasión, narcisismo, depresión,
pensamientos suicidas, inercia, etcétera.
También está el rey de las minas de oro, una figura con el
potencial de vencer esta autodestrucción, pero qu e no está lo
bastante desarrollado y es demasiado débil y sensi ble para cumplir
con la tarea. Lo que falta es la concentra ción consciente en la tarea,
la fuerza, la valentía, la paciencia y la capacidad de aguante para
seguir en ello, pase lo que pase.
3)t Tal como sugiere el cuento, lo que la puella necesita,
independientemente de su patrón particular, es desarrollar el
guerrero interior, aprender a sujetar la espada. Karin Boye lo ha
expresado en su poema titulado «Una espada».

Una espada flexible, ligera y fuerte una espada que baila


obedeciendo con orgullo las severas leyes y los duros ritmos
del acero.
Una espada yo quise ser; alma y cuerpo.

147
Odio esta miserable alma mía de sauce,
soportando pacientemente, siendo trenzada o doblada por otras
manos.
Te odio ociosa, fantasiosa aliña mía.
Vas a morir.
Ayúdame, odio mío, he rmano de mi anhelo.
Ayúdame a ser una espada,
una espada danzante de acero templado. 5

En mi trabajo con la puella me ha parecido muy valiosa la


descripción que Castañeda hace del «guerrero». 6 Las obras de
Castañeda, en mi opinión, describen muchas de las acti tudes
pueriles que podemos encontrar en un individuo y en nuestra
cultura. En los libros éstas se expresan a través de la figura del
propio Castañeda. Su maestro, el indio yaqui don Juan,
constantemente intenta mostrarle a Castañeda su falta de
compromiso y valentía y, por consiguiente, su inca pacidad de vivir
en el mundo y estar abierto a lo que allí hay. Por ejemplo,
Castañeda siempre se hace la víctima, se recrea en la autocompasión
por su pasado, se ve a sí mismo como una figura romántica (se toma
demasiado en serio), es impaciente, teme asumi r la responsabilidad
de sus actos, mata el tiempo sin vivirlo, se queja, esta aburrido, se
justifica, cae en el sentimentalismo, se preocupa y se aforra a la
culpabilidad... Igual que la puella, de la cual es su contraparte, el
puer malgasta su fuerza en quejas, autocompasión e inercia. Don
Juan le dice a Castañeda que hace todas esas cosas para evitar
asumir la responsabilidad por sus deci siones. Pero, según don Juan,
no hay tiempo para la timi dez, que se agarra a la imaginación e
impide que uno actúe

5. Bankicr, Oosman, Earnshaw. Keefc, Lashgari, Wcaver, comp., The Olher loice
{ Nueva York, W. YV. Norton Co., Inc., 1976), p. 38.
6. Carlos Castañeda trata el lema del guerrero en numerosos libros. Véase, por ejemplo,
Reíalos de poder ; Madrid, Fondo de Cullura Económica, 2001.

148
en el momento presente. En lugar de quejas, autocompa - sión y
excesiva tolerancia, ¡lo que hace falla es ser un gue rrero! Se tarda
lo mismo en hacerse fuerte que en hacerse un desgraciado, dice don
Juan. De ahí que el guerrero no pierda tiempo con la debilidad, sino
que asume la responsabilidad de sus actos y vive de for ma
estratégica, alerta a las sincronicidades y a lo que es. El guerrero no
tiene miedo porque está guiado por un propósito inquebrantable,
está concentrado y alerta: por eso puede enfrentarse a todas las
amenazas y terrores. Sostenerse a sí mismo y al mismo tiempo
dejándose ir: éste es el camino del guerrero. Así en carna la
integración de lo receptivo y lo creativo, viviendo y amando las
paradojas de la vida, equilibrando tanto el te rror como la maravilla
de ser humano.
En lugar de caer en el frecuente patrón de la inocencia y
seducción de la puella que encubre una hostilidad y una agresividad
ocultas, la confrontación directa requiere una ase rción tan
concentrada y alerta como la imagen del gue rrero según Castañeda:
una voluntad de estar en su propio sitio, y de apertura a lo que haya
allí. Y en esa apertura, igual que se transformó la cucaracha, uno
puede descubrir que el viejo pervertido só lo era un disfraz para el
juvenil vigor y sabiduría del príncipe interior, que está esperando
que la mujer cuide de esa energía recién encontrada. Quizá la puella
tenga que recordar estas palabras de Hilke, el poe - la, que hablan de
un patrón similar, aunque en este caso se refieran a la psique
masculina:

Cómo podríamos olvidar esos antiguos mitos que están en el principio de


todos los pueblos, los mitos de dragones que en el último momento se
convierten en princesas; quizá todos los dragones de nuestra vida sean
princesas que sólo están esperando a vernos hermosos y valientes. Quizá
todo lo terrible sea, en la profundidad de su ser, algo desvalido que precisa
nuestra ayuda. 7

7. Kilke, Carlas a un Joven poeta, Barcelona, Ediciones Obelisco, 2004.

149
2. LA AMAZONA, EL JOVEN AIRADO Y EL INOCENTE

Para una mujer atrapada en las garras de una reacción de amazona


acorazada, la armadura a veces puede volverse terriblemente
pesada. Llevar a cuestas el oneroso peso de los logros, el deber, el
martirio o la militancia puede ser al go espantosamente pesado.
Contemplada desde un punto de vista colectivo, la situación de la
amazona es envidiable. Ha trabajado y ha sufrido, ha negado con
frecuencia sus impulsos para dedicarse a un objetivo más me ritorio.
Ha sido responsable y justa. Igual que Atlas, figurativamente ha
acarreado el mundo sobre sus hombros. No es de extra ñar. pues, que
empiece a tener los hombros y la espalda cansados y que a veces
desfallezca, que la coraza empiece a agrietarse. P ero detrás de la
coraza, de la persona fuerte y competente, podemos descubrir a
menudo, en lo profundo de la psique, a un joven sensible, rebelde y
airado, airado porque es débil, ha sido descuidado y tildado de
«tonto». He descubierto que esta imagen del joven airado es una
figura que aparece con frecuencia en la psique de la amazona aco -
razada; es decir, de la mujer que ha optado por una fuerte
adaptación egoica masculina.
Descubrí en mí misma esta figura en un sueño, poco tiempo
antes de iniciar mi análisis. En esa época justo había terminado la
ardua tarea de conseguir un doctorado en filo sofía. También estaba
casada, pero mi marido y yo vivíamos como dos «solteros»
centrados en el trabajo. Además, acepta ba la opinión de que las
mujeres no eran distintas de los hombres, y aunque numerosas
pulsiones y sentimientos con tradecían esta ¡dea, me sentía culpable
y simplemente los suprimía. No hace falta decir que me sentía
bastante deprimida. En un sueño, un chico pelirrojo de doce años
estaba sentado detrás de mí en una colina cubierta de hierba y me
arrojaba pequeñas y afiladas piedrecillas en la espalda y los
hombros. Se veía claramente que estaba enojado conmigo, intentaba
llamar mi atención y al final lo consiguió. Al poco tiempo de tener
este sueño empece mi análisis; mi protegi

150
do mundo profesional se resquebrajó y yo tuve que confron tar los
sentimientos de ese chico enojado.
No estoy hablando aquí del lacio positivo de la amazona,
porque su confianza, reafirmaci6n y logros en el mundo exterior son
realmente algo muy valioso. Estoy hablando de esas mujeres que
han asumido una postura de amazona como reacción ante un modelo
paterno inadecuado, es decir, de las mujeres que sienten la carga de
este rol, que están extenuadas por la batalla y el trabajo, y que han
perdido el sentido que una vez encontraran. En estos casos, la falta
de sentido y el agotamiento sugieren que las cosas se han vuel to
demasiado serias y rígidas. ¿Dónde quedó la diversión, el juego, la
espontaneidad? Parece que hayan perdido su l ado de muchacho
juguetón, pero en mi experiencia éste se en cuentra escondido en la
figura del chico rebelde y airado. No es sorprendente que se haya
perdido el lado masculino juvenil si la experiencia de la mujer de
esta parte de lo masculino ha estado llena de decepción, falta de
confianza, preocupación o vergüenza. La experiencia de tirar el
niño con el agua de la bañera, como dice el refrán inglés, es tan
común como el propio refrán, así que lo de tirar el lado positivo e
inspirador del hombre joven como reacción ante el lado peligroso y
repugnante es algo que pasa a menudo. Como en el caso de la
puella, creo que esto ocurre cuando se ha expe rimentado el
principio paterno como algo poco desarro llado o distorsionado.
Pero, en lugar de permanecer pasi va y buscar al padre en otro, la
amazona intenta incorporarlo en sí misma. Como intenta convertirse
en su propio padre, su adaptación egoica consiguientemente tiende a
volverse masculina. Aunque en última instancia la integración del
principio paterno resulta esencial para el desarrollo de una mujer, lo
que ocurre en el caso de la reacción de la amazona es una
identificación con esa parte de lo masculino que es sobria y seria,
fuerte y poderosa, eficiente y capaz, obediente y responsable. El
lado juvenil juguetón, espontáneo, imaginativo y divertido suele
quedar descuidado y desvalorizado. No resulta raro, pues, que se
enfade y se comporte mal.

151
Una forma como el chico airado puede desestructurar la vida de
la amazona es metiéndola en líos con lo colec tivo. Muchas veces,
cuando uno intenta de forma compulsi va hacerlo todo bien, por
ejemplo conducir el coche, llega un burlador que te hace ir por el
lado equivocado en una calle de un solo sentido y ahí está el agente
de policía, listo para ponernos una multa . Otra manera es mediante
el cuerpo, como cuando éste se rebela contra el exceso de tra bajo en
forma de síntomas como úlceras, colitis, dolores de cabeza, o una
espalda y un cuello rígidos y dolorosos. Una depresión que dificulta
el trabajo puede que también oculte a un joven airado, igual que una
situación en la que una mete la pata y acaba haciendo el ridículo. A
veces el ataque del chico airado ocurre de forma muy clara en el
mundo exterior.
lYas varias horas de intentar escribir sobre el presente tema , iba
yo conduciendo con mucha lentitud por la calle cuando dos
adolescentes que jugaban en la acera opuesta dirigieron un coche de
juguete mecánico bajo mi coche, tan de repente que me fue
imposible frenar. Mi coche aplastó su juguete y ellos se pusieron
furiosos. En lugar de enfren tarme a ellos con mi propia rabia por su
irresponsabilidad y quizá de esc modo llegar a comprenderlos un
poco, conduje hasta la playa adonde me dirigía y aparqué el coche.
A la vuelta vi que todo el coche y el parabrisas estab a manchado
con huevo crudo, sin duda obra de esos dos chicos furiosos. Me
sentí muy enfadada, impotente y humillada. Muchas veces, como
resultado del ataque del joven airado, nos queda esta sensación de
ridículo y de vulnerabilidad. Esos chicos me habían llevado a esa
situación. Después de reflexionar, me di cuenta de que no sólo
había atropellado un juguete, símbolo de mi lado juvenil suprimido,
sino que también tenía miedo de la autoridad colectiva, de la poli -
cía. Porque al instante, en mi imaginación, me había preguntado si
podría ser multada por atrepellar a un coche de juguete. Esos chicos
enojados se habían reído de mí, pero yo también había aprendido
algo sobre mí misma.

152
En mi opinión la transformación de la figura del joven airado
reside en la imagen del «tonto» o del «inocente». En contramos esta
figura en muchos cuentos de hadas donde hay un hijo, el más joven
de todos, que parece estúpido, torpe e incapaz en comparación con
sus hermanos mayores, que son apuestos, fuertes y capaces, y que
desprecian a su hermano pequeño e inocente con sarcástico cinismo.
Pero en los cuentos es el inocente quien es capaz de llevar a cabo la
tarea, y no los hermanos más fuertes.
Voy a hablar de uno de esos cuentos, pero primero daré un
ejemplo concreto de cómo el inocente me ayudó. Durante el proceso
de escribir sobre la amazona, mi propio lado de amazona despertó,
y con él un chico interior rebelde que me llevó a tener una serie de
accidentes y a pasar por otros acontecimientos desagradables y
embarazosos. Asimismo, durante este período mi vida onírica reveló
a un adolescente patológico que continuamente intentaba entrar en
mi apartamento. En lugar de preguntarle qué quería, le arrojé una
maza, la cual me dio también a mí, en los ojos. Aunque ya me había
hecho consciente de que el joven airado que ría atrapar a mi
amazona, a pesar de ello me apunté a una dura caminata de treinta
kilómetros y me levanté a las seis de la mañana para asegurarme de
llegar a tiempo al punto de encuentro. Mientras iba conduciendo
tenía en mente este conflicto entre la amazona y el joven airado.
Con todas las precauciones que había tomado, llegué al punto de
encuentro con tiempo más que suficiente y el monitor me dio
instrucciones sobre dónde aparcar el coche y volver allí. Pero, a
pesar de sus indicaciones, me perdí, y cuando en contré el camino,
el grupo ya se había marchado. ¡Estaba furiosa! ¿Acaso no había
hecho algo tan heroico como levantarme tan temprano y todo lo
demás? Pero entonces decidí emprender mi propia caminata y de
repente me di cuenta de que esa excursión de treinta kilómetros era
un proyecto digno de una amazona, al menos lo era para mí en esa
época. Mi lado de chico rebelde había vuelto a interve nir, en esta
ocasión bajo el aspecto del tonto ligado conve

153
nientemente a mi poca capacidad innata de seguir una dirección.
Finalmente acepté la situación y me senté a to mar e! sol al lado de
un arroyo y empecé a escribir, de forma más creativa de lo que
había hecho hasta entonces. Así que, aunque la figura del inocente
rebelde obstaculizó los planes de mi ego para el día, en realidad me
ayudó de una forma creativa a la que yo sola no había podido
llegar.
La reacción de la amazona ante el padre negativo, en mi
opinión, niega al inocente porque el aspecto «débil» de lo
masculino le resulta inaceptable. Así que realza el elemen to fuerte y
heroico en sí misma. Pero entonces pierde todo el lado positivo: la
espontaneidad y la capacidad de ser im - predecible, los torpes
errores que parecen estúpidos ante la eficiente mirada colecti va,
pero que muchas veces nos llevan a un lugar inesperado que nos
aporta significado. Aunque la figura del inocente suele ser
ridiculizada en la vida cotidiana por lo colectivo (a quien la
amazona sirve), en las películas es ensalzada. Sólo tenemos que
pensar en ejemplos como los personajes creados por Charlie
Chaplin, Bus- ter Keaton o Peter Sellers. No sólo son figuras
entrañables, sino también «héroes», aunque no desde el punto de
vista colectivo. Igual que el Loco del tarot, son importantes para el
proceso de individuación porque han renunciado al camino del éxito
egoico y ello permite la entrada al nuevo elemento creativo. Cuando
todas las maneras que conocemos fallan, el inocente tropieza
torpemente con una nueva solución porque no es de ideas fij as.
¡Está abierto!
Si examinamos los cuentos de hadas donde aparece la figura del
inocente encontraremos algunas características básicas. Por
ejemplo, en general el inocente sabe que no puede llevar a cabo una
tarea imposible, así que en lugar de intentar «demostrarse algo a sí
mismo», simplemente se sienta y se pone a llorar. Es capaz de
reconocer su debilidad y su vulnerabilidad, y no se siente
avergonzado por ello. Normalmente confia en que llegará la ayuda y
es capaz de esperar. También es de buen cora zón y comparte todo lo
que tiene con ios demás. Los animales son sus amigos y

154
éstos colaboran con él porque se muestra amable con ellos, los
ayuda y les da todo lo que puede. El inocente también es siempre el
menor, despreciado por los hermanos mayo res. Tiende a no hablar
para defenderse porque sabe esperar en silencio. Quizá su principal
característica sea la receptividad. No tiene ninguna necesidad de
controlar. El inocente es igual que la pluma, que cuando es lanzada
al aire sigue las corrientes de aire naturales; está abierto a la
naturaleza y a su fluir, es capaz de esperar y no forzar las cosas. Y
por eso puede estar abierto a cosas nuevas y desconocidas que apa -
recen en su campo de visión. El que no tenga miedo de pare cer
ridículo ante los ojos del colectivo le permite actuar con confianza
y estar receptivo a lo que venga.
En el cuento de Grimm El ganso de oro encontramos una de estas
figuras. 8 Llamado Tonto o Simple por su fami lia, es el menor de
tres hermanos y es «despreciado, ridicu lizado y arrinconado en todo
momento». Los hermanos ma yores son muy listos y sensatos y
siguen sus propios planes egoicos. Cada uno de ellos hace una
incursión en el bosque buscando leña, y su madre les da pasteles y
vino para que 110 pasen hambre ni sed. Los dos hermanos mayores
van con mucho cuidado para proteger la comida y la bebida, así que,
cuando se encuentran a un hombrecillo de pelo cano que les pide un
poco, se la niegan. Pero entonces uno de los hermanos se corta el
brazo con un hacha y el otro la pier na, y ambos tienen que ser
llevados de vuelta a casa. En tonces Simple le pregunta a su padre si
puede ir él a cortar leña, y el padre le dice que es demasiado tonto.
Pero por fin consiente, diciendo que a lo mejor Simple aprende algo
si se hace daño. En lugar de pasteles dulces y vino, su madre le da
un pastel hecho con ceniza y un poco de cerveza rancia, y Simple se
encamina hacia el bosque, donde se encuentra con el hombrecillo
que le pide un poco de comida y bebida. Simple le cuenta en qué
consiste su alimento, pero que está

8. Hermanos Grimm, Obra completa, 2 vols., Barcelona, Círculo de Lectores.

155
dispuesto a compartirlo. Cuando empiezan a comer, la co mida se
transforma en pasteles dulces y vino. Como Simple tiene buen
corazón y comparte lo que lleva, el viejo le pro mete que él le traerá
buena suerte. Así que cuando Simple tala un árbol, descubre en s us
raíces un ganso con plumas d e o r o . M i e n t r a s c a m i n a
c o n e l g a n s o a c u e s t a s , a t r a e a u n grupo de
personas, cada una de las cuales quiere arrancar una pluma de oro.
Pero cuando intentan arrancar la pluma, la mano les queda pegada al
ganso. Simple sencillamente los ignora y sigue caminando, y pronto
tiene a un montón de personas corriendo a sus espaldas, todas
pegadas al ganso. Llega entonces a una ciudad gobernada por un rey
cuya hija es tan seria que nad ie consigue hacerle reír. El rey, pre -
ocupado, decreta que aquel que haga reír a su hija se casa rá con ella
y heredará el trono. Al oír eso, Simple coge el ganso con toda la
gente pegada a él y se presenta ante la princesa. Tan pronto como
los ve, la princesa empieza a reír y reír, sin poder parar. Entonce s
Simple le pide al rey la mano de su hija, pero éste no lo quiere por
yerno, así que le impone varias tareas imposibles: encontrar a un
hombre que sea capaz de beberse todo el contenido de una bodega
llena de vino; encontrar a otro que pueda comerse una m ontaña de
pan; y, por último, un barco que pueda navegar por mar y por tierra.
Para cada tarea, Simple se encamina directamente al bosque, donde
encuentra al hombrecillo a quien él ayudó y a su vez este
hombrecillo lo ayuda a reali zar las tareas. Cuando ya ha cumplido
los tres encargos, el rey se da cuenta de que Simple es más fuerte de
lo que pensaba y que no puede evitar que se case con su hija. Así
que Simple se casa con la princesa a quien ha hecho reír y al final
se convierte en rey.
Este cuento muestra una imagen de hija encerrada en una coraza
de amazona: es tan seria que no es capaz de reír. Su padre
infravalora a Simple, hasta el extremo de que in cluso después de
que ha hecho reír a su hija, sigue pensan do que no es lo bastante
bueno para ella. El cuento también muestra que sólo las figuras
masculinas que son prácticas

156
y siguen sus propios planes egoicos son respetadas por los padres,
sólo confian en los listos hermanos mayores, a quie nes dan buenos
pasteles y vino. Pero el relato también mues tra que aunque puede
que los hermanos mayores sean sen satos y ambiciosos, es su exceso
de interés por alcanzar sus metas lo que hace que resulten heridos y
que 110 puedan llevar la leña a casa. De la misma forma, es posible
que una amazona bien acorazada que lleva las riendas del control 110 sepa cómo
internarse en el bosque (que simboliza el incons ciente o el mundo
interior desconocido) y regresar con el combustible que podría
alumbrar su creatividad y su pasión. Recae en la figura del
despreciado, inocente y supuesta mente estúpido Simple la tarea de
ir al bosque y regresar con un tesoro. Lo consigue gracias a su Falta
de posesividad y a su generosidad, y a que no tiene ningún objetivo
previsto. La paradoja es que, gracias a este d esapego, tiene acceso a
la ayuda del hombrecito del bosque y al tesoro oculto bajo el árbol.
Lo que descubre en las raíces del árbol es el ganso con las plumas
de oro que fascina a todos aquellos que lo contemplan. El ganso,
por supuesto, es una criatura estúpida, según la opinión general,
pero esta imagen muestra que hay oro en la estupidez. Pero el oro
no puede ser arrancado por un control egoico ni por la posesividad,
así que todos aquellos que lo intentan se quedan pegados a las
plumas del ganso. ¡Qué imagen tan gráfica, decir que uno puede
quedarse «pegado» intentando agarrar y quedarse aferrado a las
cosas! Es la actitud calculadora la que acaba sien do ridicula, y no la
manera inocente de ser de Simple. De hecho, es él quien ahora está
al mando, y prosigue con su camino a pesar de todas esas personas
pegadas al ganso. Aquí vemos que, aunque pueda parecer estúpido,
en realidad hay un aspecto de burlador en el inocente. Sabe que
lleva a todas esas personas pegadas a su ganso, pero él sim plemente
continúa con su camino. Así que 110 carece de algún elemento de
sombra, porque en realidad no intenta ayudara todas esas personas a
desengancharse. Pero a veces es justo este aspecto de sombra lo que
se necesita para

157
abrir algunas grietas en una situación rígi da y hacer que ésta se
rompa. Justo aquí, cuando el inocente sigue su ca mino llevando con
él a toda esa gente pegada, es donde veo el aspecto de joven airado
en el inocente. Aquí ambos colaboran para transformara una seria,
rígida y estancada forma de feminidad en otra juvenil y risueña. La
mujer atrapada en una armadura de amazona suele ser demasiado
seria para reír, pero si logra liberarse y ver el valor de lo ridícu lo,
igual que el ganso con la gente pegada a sus plumas, y empieza a
reírse de las actitudes que intentan poseerla y controlarla, y así
mantenerla encerrada en su armadura, entonces ésta puede
agrietarse y los esponsales con el ino cente son posibles.
Podemos ver en el cuento la fuerza de una influencia paterna
negativa que lleva a una reacción de amazona aco razada, cuando
vemos que incluso después que el inocente consiga hacerla reír, el
padre sigue rechazándolo y le ordena tareas aparentemente más
imposibles aún. La naturaleza de cada tarea es significa tiva, puesto
que todas ellas implican ir más allá de los lími tes, es decir: beber
toda una bodega llena de vino, comer una montaña de pan...
Trascender los límites es justo lo que una orientación que enfatiza
el control excesivo jamás permitiría hacer a una mujer que se
identificara con este aspecto. Así que en cierto modo el prin cipio
paterno, personificado por el rey, a la larga también ayuda. Aunque
en un nivel el rey infravalora al simple, en otro le exige las
mismísimas tareas que son una caricatura de la vieja identificación
egoica, tareas que aflojarán el lado limitador y permitirán que
aparezca el lado más juvenil, tolerante y divertido. El inocente
puede realizar estas tareas gracias a la ayuda del viejo del bosq ue,
una figura masculina vieja y sabia del inconsciente. Así que aquí
vemos una integración psicológica del viejo y del joven, que actú an
juntos en el mundo de forma consciente y capaz, en con traste con la
airada y rebelde erupción de un lado juvenil re primido en el
inconsciente, que reacciona en contra de una estructura egoica
excesivamente rígida. Con esta cola

158
boración entre el viejo y el hijo menor, la antigua es tructura de
gobierno puede ser sustituida por otra nueva: el ino cente puede
convertirse en el nuevo rey.
La interrelación de la amazona, del chico airado y del inocente
queda ilustrada en el siguiente caso de una joven suiza que trabajó
conmigo en análisis hace algunos años. Procedía de una familia
donde el padre estaba debilitado por una afección respiratoria, pero
que, a pesar de ello, gobernaba a la familia con una actitud de
autoridad patriarcal que desvalorizaba lo femenino, «ltirche,
Kinder, Küche» (iglesia, niños, cocina); el lugar de la mujer estaba
únicamente en el hogar. Como resultado de esta opinión sobre las
mujeres, y de la forma en que fue tratada por ello, esta joven se
sentía carente de valor, atrapada y sin libertad en su «rol
femenino». Su madre seguía la norma del padre siendo una esposa
obediente y sometiéndose a esta visión patriarcal de la feminidad,
visión que la cultura suiza reforzaba. ¡En esa época las mujeres
suizas todavía 110 tenían derecho al voto! En su adolescencia fue
forzada a cumplir con el rol de obediente cuando su padre exigió
que dejara la escuela y emprendiera en cambio un aprendizaje para
llegar a ser ama de llaves. Alejada de la posibilidad de estudiar, se
convirtió en una esforzada trabajadora e inevitablement e cayó en
relaciones con estudiantes universitarios que ella tenía que
mantener económicamente. Al mismo tiempo sentía resen timiento
por ello y por el rol femenino que le había sido impuesto. Sintiendo
que 110 valía nada, negaba su lado fe menino. En su actitud iba
alternando entre dos aspectos de la amazona, la mártir y la
militante, y dos aspectos de la puella, la inadaptada y la mujer de
altos vuelos. No obstante, seguía manteniendo a sus novios pero ella
no crecía. Mantenía a un hombre durante un tiem po y después él,
sin previo aviso, se fugaba con otra chica, siempre una estu diante
universitaria. Tras varias experiencias de este tipo, vino a mi
consulta.
Bajo el barniz de su persona competente, eficiente, alegre y
responsable, había una muchacha muy vulnerable

159
con un gran enojo y resentimiento acumulado. Su «joven airado» se
había manifestado temprano, durante la puber tad, cuando robaba
fruta del huerto familiar y su aulorita -
*j
rio padre la castigaba severamente por ello. Más adelante dirigió la
rabia contra el gobierno suizo y la policía. Duran te este período
tomó parle en varias manifestaciones y en una de ellas recibió una
buena dosis de gas lacrimógeno. La resultante impotencia y
humillación fue lo que más le dolió. Pero en general su rabia i ba
dirigida hacia sí misma en forma de una autoestima muy baja que le
impedía desarrollar sus potenciales. En lugar de ello, seguía
trabajando como una mártir, manteniendo a sus parejas mientras
ellos sí se iban desarrollando. En secreto abrigaba resentim iento por
ello y los despreciaba, pero seguía trabajando y ne gando sus propias
necesidades. A lo largo del análisis fue capaz de sacar esta rabia y
empezar a desarrollar su talen to enfocándolo hacia una especialidad
artística.
La coraza de esta joven amazona escondía una vergüenza por su
calidad de mujer, así que no atendía a las nece sidades y exigencias
de su cuerpo. También decía que creía en la teoría que sostiene que
en realidad no existe diferencia entre hombres y mujeres. Y trataba
a su cuerpo de esa forma, sin reconocer los cambios corporales y de
humor que conllevaba su menstruación. Con una determinación
estoica, se forzaba a trabajar incluso más duramente durante esos
días, pero irónicamente el trabajo que realizaba era al servicio de
sus parejas, no para su propio desarrollo.
El motivo del inocente que engaña a la amazona acora zada
surgió en el siguiente sueño. En él estaba cruzando un puente del
centro de Zurich, cuando ante su sorpresa vio que llevaba un tampax
en la boca. Avergonzada, rápidamente lo tiró por encima de su
hombro al río, a su derecha. Pero entonces oyó las risotadas de una
multitud de gente que había en la orilla del río, en su mayoría
muchachas universitarias. Todas se estaban riendo, señalándola con
el dedo y después a algo que había en el río. Cuando miró vio que
era el tampón, que ahora se había hinchado hasta ad

160
quirir un tamaño gigantesco. Incapaz de soportar la humi llación,
intentó salir corriendo, pero se despertó con la risa de la gente
todavía en sus oídos.
El sueño condujo las cosas a un punto central y le demostró que
sus teorías sobre las mujeres en realidad no coincidían con sus
necesidades físicas y emocionales. El hecho de que el tampón
estuviera fuera de lugar, es decir, en su boca en lugar de en su
vagina, sugería que las necesidades de su naturaleza femenina no
estaban en el lugar adecuado. Que lo arrojara tras ella sugiere que
suprimía sus necesidades femeninas y que no quería examinarlas.
Pero incluso las mujeres a quienes admiraba en la realidad (las
estudiantes universitarias) se reían de su negación. Y el tamaño
gigante del tampón sugiere que su negación lo único que hacía era
aumentar el problema. Mientras que su idea de la naturaleza
femenina era simplemente la de ser como un hombre y ser
totalmente independiente en un nivel emocional, en realidad era
muy dependiente de cada hombre con quien vivía, atendiendo a las
necesidades de éste en lugar de a las suyas propias. Aunque
criticaba las ideas de su padre sobre el rol femenino, y con razón,
estaba viviendo ese mismo patrón manteniendo a sus novios en
lugar de desarrollarse ella. Estaba enojada con el colectivo suizo
por su opinión sobre las mujeres, y su enojo estaba justificado. Pero
como se había quedado congelado en forma de rebelión, no
resultaba eficaz. Tuvo que pasar por ser una tonta en el sueño para
que fuera capaz de ver todo eso. Al poco tiempo de tener este
sueño, hubo otra serie donde esta ba embarazada y tenía un bebé, lo
que puso al descubierto su deseo de tener un hijo, algo que se
encontraba oculto en un nivel muy profundo. Pero sus ideas acerca
de las mujeres no lo permitían. Por fin rompió con su patrón de
mártir e inadaptada en sus relaciones, se casó con un hombre que
era más receptivo a sus necesidades, al final tuvieron un hijo y ella
siguió trabajando su potencial artístico.
Lo que el inocente le trae a la mujer atrapada en una armadura
de amazona es una actitud receptiva y de no afe

161
rrarse a nada, que le permite disfrutar de las cosas sencillas y
moverse con la corriente. Para citar un haiku de lssa:

La primavera se despliega nuevamente...


Ahora en mi segunda juventud Locura. Locura,
también. 9

3. EL HOMBRE CON CORAZON

Cuando identificamos al viejo pervertido y al joven airado y nos


enfrentamos a ellos, y cuando permitimos que se ma nifiesten el
lado del guerrero y del inocente, se presenta que aparezca
espontáneamente una nueva figura en nuestros sueños e
imaginación. A menudo esa figura se present a primero en sueños
como el intruso, un extraño que entra en el hogar de la mujer.
Mientras me encontraba escribiendo so bre estas figuras para el
libro, tuve tres sueños seguidos de un joven intruso. Cada uno de
ellos guardaba conexión con la naturaleza. Un hombre trajo un
perro y un gato consigo. Otro me llevó a bañarme en un cristalino
lago de montaña. Y el tercero decoró una nueva habitación de mi
casa con coloridas alfombras tejidas a mano que había adquirido en
sus viajes, repletas de dibujos de flor es y de pájaros. Estos hombres
oníricos me dieron corazón y un sentimiento jubi loso. Les gustaba
mi lado femenino y lo expresaban con sus regalos. Ahora tenía una
figura masculina en mi interior que me trataba como una mujer. Ya
no tenía que ser la dulce hija inocente ni la mujer maravilla
ultracompe- tente. Lo masculino ya no quedaba reducido a hijo y
padre: ahora también había un hombre amante. .
Me gustaría compartir con ustedes mi fantasía del «hom bre con
corazón», porque es la figura masculina interior positiva que aporta una
buena relación con el padre. En

9. Peter Beilensen, trad., Lotus Hlossoms (Nueva York, The Peter Pau- per Prevss, Inc.,
1970), p. 13.

162
primer lugar es átenlo, afectuoso y fuerte. No 1c tiene miedo a la
rabia, ni a la intimidad ni al amor. Puede ver más allá del hechizo,
de los mecanismos de defensa artificiales, hasta mi propia esencia.
Está conmigo y es paciente. Es es table y perdurable, pero esa esta
bilidad procede de fluir con la corriente de la vida, de estaren el
momento. Se siente bien allí donde esté, en los espacios interiores o
en el mundo exterior. Es un hombre de la tierra: instintivo y
atractivo sexualmente. Es un hombre del espíritu: vuela alto y es
creativo. Ama la naturaleza: animales, pájaros, flores, los bos ques y
las praderas montañosas, los ríos y el mar. Ama a los niños y al niño
interior. Sabe apreciar las estaciones cícli cas del tiempo. Puede
disfrutar con el florecimiento de la primav era, relajarse y detenerse
en la fructificación del verano, madurar con el último estallido de
color del otoño y profundizar en el silencio nevado del invierno,
abriéndose una vez más para el renacimiento primaveral. Ama la
belleza: el arte, la palabra y la música. Quizás incluso sepa cantar o
tocar el fagot o el violín. Y baila con los ritmos de la vida. Es el
alma gemela, el amigo y el amante interior que acompaña a una
mujer en el viaje y la aventura de la vida.

149
II

EL DOLOR
Estás frente a la pizarra, papáf en la foto que tengo de ti.
La barbilla hendida en lugar del pie pero no por ello
menos diablo, no ni menos el hombre negro que
mordió mi bonito corazón rojo y lo partió en dos. Yo
tenia diez arios cuando te enterraron.
A los veinte intenté morir y regresan regresar; regresar
contigo.
Pensé que incluso con los huesos me conformaría.
Pero me sacaron del saco,
y me pegaron con cola.
Y entonces supe qué tenía que hacer Hice un muñeco a
tu semejanza,
un hombre de negro con una mirada Mein ka ni pf
Y un amor por el potro de tormento.
Y yo dije sí quiero, sí quiero.
Así que papá, finalmente he terminado.
El teléfono negro está cortado cié raíz,
las voces no pueden penetrar.
Si he matado a un hombre, he matado a dos. El vampiro
que dijo que eras tú y que bebió mi sangre durante un
año,
siete años, si quieres saberlo.
Papá, ahora puedes descansar.
Una estaca atraviesa tu negro y gordo corazón y nunca
les gustaste a los aldeanos.
Bailan y golpean la tierra sobre ti.
Siempre supieron que eras tú.
Papá, papá, cabrón, he terminado.
SYLVIA
PLATII
CAPÍTULO 6

RABIA

Di Le a los hombres justos


del mundo
que deben cosechar
tu odio maduro
y arar el campo de lujuria
antes de que puedan ver tu rostro.
CECIL BODKER

La rabia puede liberar a la mujer herida, porque su herida


liene un eentro candente que escuece y d uele. Algunas mu-
jeres suprimen el dolor y la rabia que le acompaña. Y en -
tonces esa rabia se va hacia el interior, quizás en forma de^
síntomas corporales o pensamientos depresivos y suicidas que
paralizan sus vidas y su creatividad. Otras dejan salir su
rabia, pero atropellan a terceras personas al hacerlo; como
están heridas, hieren a otros. No importa en qué dirección
vaya la rabia, no está canalizada, resulta informe y explosi va.
Pero también conlleva una poderosa energía que, si es bien
utilizada, puede liberar su potencialidad de mujer. La rabia
puede resultar una fuerza básica para redimir al pa dre y
transformar lo femenino.
El siguiente sueño muestra espectacularmente toda la
fuerza de la rabia a la que muchas mujeres tienen que en -
frentarse en su interior, y también muestra la estructura de la
parte masculina interior cuando se escinde de forma des -
tructiva en opuestos que no tien en relación entre sí.

167
Un aniigo mío y yo íbamos a montara caballo. Encontramos nuestros
caballos cerca de un establo desconocido. Mi yegua roja estaba ya
ensillada, aunque de forma poco cuidadosa. Al acercarme a ella, empezó
a alejarse. Pero pisó las riendas y al tirar la cabeza atrás se hizo daño con
el bocado. De repente le entró el pánico, se enfureció y se encabritó.
Ahora era tan grande como un gigante, era medio humana y yo me daba
cuenta de que estaba loen. Agarró a una chica que había por ahí, la
estrujó y la hizo salir fuera de su piel, como uno haría con la carne de
una salchicha. Entonces la yegua avanzó hacia mí totalmente
enloquecida. Me volví hacia mi amigo para que me ayudara, pero estaba
tan horrorizado e impotente que lo único que pudo hacer fue vomitar. Me
desperté totalmente asustada cuando esta yegua roja furiosa se lanzaba
sobre mí.

El poder y la fuerza de la rabia queda bien patente en esta


poderosa imagen de la yegua roja gigantesca y psicótica, medio
humana. El sueño también muestra claramente dos formas
inadecuadas de reacción masculina: la figura bru talmente
indiferente del dueño del establo y el sensible pero incompetente
amigo. No existe ninguna figura mascu lina salvadora en el sueño.
La única otra figura, aparte de la propia soñante, es una
muchacha desvalida sin sustan cia. Carece de un auténtico núcleo,
así que puede ser aplastada y salirse de su piel, como le pasaría a
una mujer sin una genuina fuerza interior en un enfrentamicnto
directo. A la soñante no le queda otra alternativa más que enfren -
tarse a la yegua roja enloquecida cara a cara. Para ella, la yegua
roja enloquecida era una imagen de la pasión y la ra bia
desbocadas de su padre cuando éste perdía el control. También
simboliza su propia pasión y rabia. Al dueño del establo lo
consideraba el lado brutalmente indiferente de su padre y el
amigo impotente como su lado débil y sensible. Ambos eran
también aspectos de sí misma, ineficaces para enfrentarse a la
furiosa energía que sentía en su inte rior. En la época en que tuvo
el sueño, el hombre indiferente del establo, bajo la forma de un
perfeccionista juez

168
interior, había detentado el poder y justo acababa de soltar las
riendas. La vieja adaptación egoica tocaba a su fin. El amigo, un
hombre sensible y con sentimientos, todavía era una figura no del
todo desarrollada en su interior, no era lo bastante fuerte para
ayudarla. Asi que la energía estaba pre sente, de forma poderosa,
pero todavía no lenía dirección, de ahí su estado peligrosamente
enloquecido, sin riendas. Como había visto tantas veces a su
padre sufriendo un ataque de rabia, descontrolado e incapaz de
funcionar en el mundo exterior, ella tenía muchísimo miedo de
esa parte de sí misma. Tenía miedo de una crisis nerviosa, de que
algún día pudiera enloquecer, y sufría terribles ataques de
ansiedad. De niña no había tenido demasiada protección contra
ese padre descontrolado, así que recurrió a un rígi do mecanismo
de defensa que la protegía de la fuerza de sus propios
sentimientos y pasión. Y eso había dado como resultado una
chica agradable y desvalida, sin sustancia, y una persona incapaz
de resistir las presiones; así que podía ser aplastada y sacada de
su piel. Cuando el hombre del esta blo, brutal e indiferente, dejó
caer las riendas que controlaban su caballo, la chica sin sustancia
quedó condenada a la destrucción. Algo nuevo tenía que ocurrir
con toda esa energía rabiosa. La soñante tenía que enfrentarse a
ella de forma consciente y directa. Esta mujer tenía que permitir
que su lado apasionado y fogoso existiera, asumir la responsa -
bilidad por ello y aprender a darle una dirección.
El caballo rojo enfurecido simbolizaba la energía salva je y
sin dirección, y la soñante se sentía aterrada por ella. Este miedo
a la rabia es común en muchas mujeres. Si el padre ha sido
devorado por la rabia, entonces a la hija le queda la rabia no
resuelta del padre. Puede que haya experimentado al padre
descontrolado, sufriendo un ataque de rabia, y que se haya
sentido aterrorizada por ello. O puede que el padre haya
suprimido la rabia, de una manera pasi va y no afirmativa, o de
modo rígido y controlado. En cual quier caso, la relación correcta
con esta energía no estaba presente como modelo. Ni la supresión
de la rabia ni las

169
explosiones descontroladas pueden conducir de manera eficaz
toda la fuerza de esta energía. El padre poseído por la rab ia
traiciona el arquetipo paterno porque el orden, la estabilidad
y la relación de confianza con el mundo que suele ofrecer el
padre quedan trastornados. Y con frecuen cia también la
relación de la mujer con la sexualidad y las v fuerzas
creativas del inconsciente se ven amenazadas. El «otro», lo
«desconocido», suelen volverse algo amenazador en lugar de
fascinante. Y toda la energía creativa liberada por la
sexualidad y lo desconocido misterioso se convierte en
sospechosa e incluso llega a paralizarse. Ade más, si una
mujer ha experimentado la rabia como algo patológico en el
padre, suele temer que su propia rabia sea también pato -
lógica. Y para evitar una confrontación con esta poderosa y
posiblemente patológica energía, suele disimular su rabia.
La rabia puede ser disimulada de muchas formas. Una de
ellas es vía adicciones. Con el alcohol la rabia puede sur gir
cuando uno está borracho, pero sin la aceptación cons ciente y
responsable de ella. Otra forma puede ser comer en^ exceso.
Es frecuente que la rabia quede oculta en el cuerpo. Muchas
mujeres sufren de hipocondría, experimentan debi lidad física
y enfermedades que en realidad enmascaran la energía
reprimida. Los dolores de cabeza, de espalda, úlce ras, colitis
y problemas digestivos suelen desaparecer una vez aceptada
la rabia. La depresión, un estado en el que parece desaparecer
toda energía, es otro subterfugio para la^ rabia. Los ataques
de ansiedad suelen encubrir una rabia que lo deja a uno
temblando en su impotencia. Las tenden cias suicidas
esconden una rabia asesina dirigida hacia uno mismo y, en
forma de chantaje emocional, una rabia hacia el otro. Muchas
mujeres encubren su rabia con la seduc ción y/o el rechazo
sexual. Y algunas provocan la rabia de los demás, dejando
que la otra persona sea quien la manifieste por ellas. La
actitud amargada y cínica que tienen muchas mujeres de
«sacarle todo el jugo a un hombre» es una forma airada de
contraatacar por hacerlas ser depen dientes. Esto suele
implicar compras y gastos compulsivos,

170
algo que consume energía y tiempo. Los sentimientos de culpabilidad
obsesivos también encubren rabia, porque son como golpearse a uno
mismo incesantemente. Otra manera frecuente de esconder la rabia es
con el intelecto, mediante una actitud de «sabelotodo» que intimida a
los demás, o mediante un ataque crítico que no es realmente justo
desde el punto de vista emocional y que deja a ia otra persona impo -
tente. El martirio, el ascetismo, una ética laboral puritana, el orgullo
acerca del propio sentido del deber y de la r esponsabilidad: todos
ellos pueden ser maneras de disimular la rabia. Y también la actitud
provocativa y recta que le dice al otro: «yo soy como soy», pero
siempre con miedo de arries garse a mostrar su vulnerabilidad.
Las mujeres puella tienden a tener miedo de la rabia vehemente
que implica la autoafii mación. Así que suelen lle gar a extremos para
aplacar al otro y adaptarse, escondiendo su rabia bajo una persona
agradable, y justo entonces la ra bia sale de alguna de las formas
mencionadas, pero después se sienten desconectadas de sí mismas y a
la larga engañadas. Al ceder toda su energía a los demás, se quedan
vacías y pierden su centro, se sienten débiles y desamparadas. La
rabia también puede ser suprimida bajo una coraza de amazona que
parece fuerte por fuera y que levanta un mu ro entre uno y los demás.
Pero con ello se pierde el lado positivo de la rabia, poi que la coraza
obstaculiza el camino. En ambos casos hay que reconocer y liberar la
rabia antes de poder transformarla.
Generalmente, cuando existe mucha rabia debido a una relación
negativa con el padre, también se experimenta rabia con la pareja. Y
suele ser difícil canalizar el tipo de enojo más corriente, como en el
ejemplo siguiente. El año pasado por san Valentín tres mujeres con
las que estaba trabajando tuvieron una experiencia similar: todas
fueron descuidadas de una manera u otra por sus parejas. Las tres se
sentían heridas y furiosas. Una se emborrachó y enojada habló
duramente a su novio; otra se guardó la rabi a y cayó en una profunda
depresión y desesperanza, y la tercera tu

171
vo un ataque de histeria. Ninguna de estas tres formas de expresar la
rabia resultó muy eficaz. Ninguna de ellas sin tió que habían sabido
transmitir el mensaje a sus parejas. Ninguna de e llas pudo dirigir su
enojo de una manera consciente y eficaz porque tenían una rabia del
pasado no resuella y carecían de un modelo adecuado que les mostrara
cómo hacerlo. Y debido a esa rabia no integrada provenien te de su
infancia, no fueron capaces d e trabajar su enojo con sus parejas.
Cuando la rabia no ha sido consciente mente integrada, suele
desembocar en un ataque inconsciente al otro, criticándolo
despiadadamente y destruyendo toda posibilidad de amor.
Detrás de la rabia suele haber lágrimas, c omo en el caso de estas
tres mujeres. Debajo de la rabia hay vulnera bilidad y la posibilidad
de ternura e intimidad. Y a veces, debido al rechazo y abandono
experimentado por la rabia del padre, las lágrimas y la ternura
también se disimulan, junto con la rabia. Así que, si una mujer es
capaz de aprender a comunicarse con su rabia, puede que ello abra
paso a su lado más tierno y a la posibilidad de una relación intima.
Generalmente, cuando las mujeres expresan su rabia con la pareja,
también se abre n más sexualmente. Así que la rabia puede facilitar
una experiencia del amor más plena, tanto en el nivel físico como en
el emocional.
A veces la rabia proviene de la madre. En estos casos el padre
suele tener miedo a su propia rabia y no se enfrenta a la de l a madre.
El padre de René la sacrificó de esta mane ra, siendo demasiado
agradable y complaciente. No supo estar a la altura de la rabia y de
las tendencias autodes- tructivas de la madre. Amaba a su hija, pero
eso sólo hacía que la madre se sintiera rnás celosa. Al igual que el
padre, la hija intentaba agradar, y éste acabó siendo su patrón. Pero
hiciera lo que hiciera, nunca lograba contentar a la ma dre. René se
sentía especialmente asustada por la rabia de ésta. Cuando René llegó
a la adolescencia, la madre empezó a beber mucho, se volvió más
hostil, llevó a cabo varios intentos de suicidio y por último tuvo una
crisis nerviosa. Du-

172
# rail Le todo este tiempo el padre no Fue una fuerza activa en el
hogar y no puso límites a la conducta de la madre. Era incapaz de
decir: «¡ NO ! N O voy a aceptar este comportamiento».
Lo que hizo Rene en esta situación fue buscar figuras
maternas sustitutivas fuera de la familia, siendo muy adap table,
agradable y responsable. Pero en su interior alberga ba un miedo
secreto de ser como su madre. Su agradable persona y su encanto
le sirvieron durante la veintena y principios de los treinta, cuando
se casó con un hombre mayor que ella que era un «eterno
muchacho». La relación era agradable y nunca se peleaba n, pero le
faltaba profundidad; finalmente, ambos perdieron interés.
Entonces se relacionó con un tipo de hombre diferente, un hombre
muy práctico que la criticaba cuando ella hacía más de lo que le
correspondía y después no tenía tiempo para llegar puntu al a sus
citas o hacer bien las cosas. En esta relación hubo muchas peleas.
Aunque amaba profundamente a este hom bre, no podía soportar su
rabia ni la suya propia, y eso fue lo que la llevó a terapia. Su
paLrón de complaciente no fun cionaba con esta relación, y se dio
cuenta de que tendría que aprender a ser una buena contrincante,
pero las peleas en el fondo la asustaban, porque tenía miedo de
convertirse en su madre.
^ Su padre no le había aportado preparación ni guía para la
agresividad. Como modelo sólo tenía la rabia histérica de la
madre, que había tiranizado a toda la familia. Durante esa época
tuvo un sueño en que ella y su padre eran hechos cautivos por
unos feroces soldados medievales y arrojados a un foso desde
donde podían observar una horribl e y sangrienta batalla que tenía
lugar por encima de sus cabezas. Este sueño simbolizaba la
incontrolable y primitiva rabia de su madre y la indefensión que
ella y su padre habían ex perimentado frente a ella. *
Cuando se veía confrontada con su rabia, ca ía en un estado de
depresión. Y como su autoestima era baja, solía cul parse por la
pelea. Empezó a compensarlo siendo cada vez más responsable y
perfeccionista, tanto en la relación como

173
en su trabajo. Tendía a marcarse objetivos imposibles y
prometía hacer tantas cosas que después no podía cumplir con
todas sus obligaciones. Como resultado, fue que fue sintiendo más
ansiedad y agitación, y temía venirse abajo ante tantas presiones.
Detrás de todo ello estaba el miedo de ser como su madre y de
acabar con una crisis nerviosa, incapaz de funcionar. Yo sentía
que la ansiedad, resultante de su tendencia a complacer y a hacer
más cosas de las que podía para evitar el enojo, velaban la rabia
escondida a la que nunca había aprendido a enfrentarse. Como
lodo lo que :* conocía era la histeria de la madre y la indefensión
del padre, no había aprendido ningún modelo de control. También
sufría de inseguridad, dudaba de su propio valor y por ello tenía
miedo de reafirmarse. Esta mujer necesita ba reconocer el valor de
la rabia que temía. René también tenía que ponerse límites y
ponérselos a los demás, y decir: «¡ NO ! N O puedo hacer eso».
Pero para poner límites tenía que valorarse.
Los sueños le dieron una imagen. En un sueño, una ele gante
reina rusa iba sentada majestuosamente en una ca rroza tirada por
cuatro magníficos caballos. Esta reina era una mujer que sabía lo
que quería y no tenía miedo de au - toalirmarse y exigir sus
derechos. La reina sabía cómo con trolar y conducir la energía de
los caballos para que fueran adonde ella quería. Previamente, en el
mismo sueño, René había tenido que enfrentarse a un gorila que la
había estado siguiendo y tuvo que pasar por ello antes de poder ver
a la reina. Simbólicamente, eso significaba que el haberse
enfrentado a la poderosa fuerza de su agresividad -el gorila- había
sido un requisito previo necesario para entrar en contacto con ese
majestuoso poder de la reina que había en su interior.
Esta mujer también estaba desconectada de su propia
capacidad de expresar la rabia, su «poder de Rali». Rali es la diosa
hindú de la creación y la destrucción. Su rabia puede destruir, pero
también crear. Y con ello puede aportar el fuego de la
transformación. La capacidad de Rali para

174
acceder a la rabia simboliza la tuerza que muchas mujeres tienen que
desarrollar en sí mismas, la fuerza para reafir marse, para marcar sus
propios límites y decir que no cuan do sea necesario. 1
La rabia también puede liberar el espíritu. A veces es incluso
necesario sentir rabia contra «Dios», contra las fuerzas trágicas del
destino, para elevar la conciencia a un nivel superior. Según Jung,
cuando Job, tras años de paciente sufrimiento, por fin dio rienda
suelta a su rabia contra la injusticia de Dios, hizo ascender la
conciencia 110 sólo de toda la humanidad, sino también de la propia
divinidad. 2 En mi propia experiencia, en este nivel la rabia reco noce
tanto la propia vulnerabilidad y debilidad como el poder- y la Tuerza,
uniendo de forma paradójica estos opuestos y logrando así una
transformación del antiguo nivel de existencia y de conciencia. Mis
propios estallidos airados contra el legado destructivo que había
heredado de mi padre siempre me dieron nueva energía para actuar e
intentar cambiar ese patrón kármico negativo, hasta donde ello fuera
posible. Y también me acercaron más a mi padre, porque sentía con
más compasión la lucha a vida o muerte ante la cual finalmente
sucumbió.
¿Cómo puede la mujer herida conectar con esa podero sa rabia en
lugar de verse amenazada o sentirse aterrada por ella? ¿Y cómo
puede transformarla en energía creativa? Según mi experiencia,
existen como mínimo dos etapas: primero dejar salir la rabia y
después transformar la fuer za de la rabia en energía creativa. El cuento de El
príncipe rana ilustra lo que puede suceder cuando la rabia irrumpe al
exterior. Y el mito de Psique y Amor sugiere una manera de
transformación.

I . Robert Bly ha tocado el tema del poder de Kali en muchos de sus talleres. Aun Ulanov
Ka desarrollado esla idea desde otra perspectiva en sus conferencias que tratan sobre - la
bruja».
2. Véase la obra de C. G. Jung, Respuesta a Job. Madrid, huido de Cullura Económica,
1998.

175
La mujer herida suele tener miedo del fuego de la energía que
alberga en su interior. La analogía de qué hacer en caso de incendio
forestal puede ser adecuada. En este caso, se combate «el fuego con
el fuego». Lo que hacen los bomberos forestales es encend er un fuego
alrededor del peligroso incendio para ponerle límites. De la misma
manera, dejar salir la rabia al exterior con un estallido de
sentimientos puede en realidad limitar la rabia liberándo la, porque la
rabia puede ser un acto de afirmación que ma rca límites y establece
una identidad diciendo: «¡No voy a aceptar eso nunca más!».
Enfrentarse a la rabia suprimi da con rabia es lo que sugiere la versión
de los hermanos Grimm del cuento de hadas El príncipe rana?
En ese cuento una princesa, cuya pelota de oro ha caído en un
pozo, le pide a una rana que la ayude a recuperarla. La rana accede
siempre y cuando la princesa le dé de co mer, lo cuide y le deje
dormir en su cama. Una vez la prin cesa recupera la pelota, se olvida
de su promesa. Pero mientras está cenando con su padre se oye un
fuerte croar al otro lado de la puerta. Su padre pregunta quién hay allí
y después de escuchar la historia de la rana, le dice a su hija que
tiene que mantener su promesa. A la princesa le repugna la rana, pero
se la lleva a su habitación y le da de comer. Dejarla dormir en su
cama le resulta demasiado repulsivo, así que la deja en el suelo.
Cuando la rana exige lo que se le prometió, ella se pone furiosa y la
arroja contra la pared; entonces la rana se convierte en un prí ncipe,
su forma original antes de que fuera hechizado.
En este caso la rabia es la respuesta adecuada. Libera al príncipe
de su forma pervertida, una rana. Esta respuesta puede ser
especialmenle adecuada para la puella que necesita enfrentarse a su
rabia. Porque, al enfadarse, ella expe rimenta toda la fuerza de su
propia energía y poder, que antes había cedido a otros. También
desafía a la autoridad

3. Hermanos Grimm, Obra completa, 2 vols., Barcelona, Círculo de Lectores.

176
patriarcal. El arrojar la rana con tí a la pared es como devol ver
proyecciones que en realidad no encajan; por ejemplo, devolver la
proyección negativa de que las mujeres son pasivas e indefensas. Una
trampa habitual para la puella es que acepta las proyecciones de
impotencia. Pero el poder que realmente tiene, el poder del
sentimiento y del instinto femenino, degenera y se vuelve en su
contra. Es probable que esté enojada por esa pérdida de poder, pero al
mismo tiempo tiene miedo de demostrarlo. Así que para evitar la
confrontación consigo misma y con los demás, puede que disimule su
rabia. Cuando la rabia ha quedado velada, ha perdido su poder
efectivo.
En el cuento de El principe rana la princesa asume la
responsabilidad de su rabia cuando arroja la rana contra la pared.
Presta atención a sus sentimientos c instintos fe meninos y confía en
ellos cuando actúa basándose en su sentimiento de repulsión y
desobedece las órdenes de su padre. Cuando se encontró con la rana
por primera vez, era una niñita desvalida que había dejado escapar su
pelota de oro. igual que tantas mujeres pierden el acceso a su sólido
núcleo de espíritu femenino. Y como niña desvalida, hizo una
promesa que no quería mantener. Cuán cierto es eso en el caso de
tantas mujeres que truecan su independencia por la promesa de
seguridad y bienestar material. Eso es tam bién lo que ocurre en el
cuento de El enano amarillo, donde la princesa se siente indefensa
ante la rabia de los leones y promete casarse con el enano pervertido
para poder salvar la vida. Pero en ese cuento la princesa jamás se
enfrenta directamente con los leones ni con el enano, y está
condenada a la autodestrucción por sus sentimientos de indefensión y
autocompasión. En El príncipe rana existe transformación porque la
princesa por fin asume la responsabilid ad de sus sentimientos
femeninos y los reafi nna. Con un acto de rabia, redime a la rana y la
transforma en príncipe. Cuando se rea firma y arroja la rana conü'a la
pared, ésta se convierte en su enamorado. Así que la posibilidad de
una relación íntima existe al mismo tiempo que la rabia.

177
Las mujeres actuales necesitan hacer eso, no sólo en sus vidas
personales, sin o también en los niveles culturales. Muchas mujeres
de nuestro tiempo están enojadas porque sus valores femeninos han
sido despreciados. Necesitan reafirmarse con convencimiento desde
su propia experiencia femenina, y puede que para ello se precisen
algunos estallidos de rabia. Algunas de las ranas culturales (las pro -
yecciones y prejuicios) tienen que ser arrojadas contra la pared. Pero
en definitiva esta expresión de rabia tiene que hacerse no sólo con
convencimiento, sino también dándo le forma y canalizándola para
que resulte eficaz. Y esta con- cienciación de la propia energía y de
cómo quieren visarla puede que evite a muchas mujeres hace r esas
falsas promesas que las mantienen prisioneras en su indefensión. Al
aprender a relacionarse con su rabia, pueden elevar el nivel de
conciencia sobre la rabia cultural no resuelta, que en su peor
expresión conduce a la guerra y a las persecu ciones.
El príncipe rana es el relato de una rabia que se libera, una rabia
que puede ser el principio de una conciencia. Pe ro, cuando las
mujeres empiezan a concienciarse de su ra bia, entonces la
responsabilidad consiste en tener que darle una forma. Rilke lo
expresó perfectamente en un réquiem escrito para un joven poeta que
cedió ante sus torturados sentimientos y se suicidó.

¡Oh, antigua maldición de poetas!


Sentir lástima de sí mismos en lugar de decir,
juzgando siempre sus sentimientos
en lugar de darles forma, siempre pensando
que lo que en ellos es triste o alegre
es lo que conocen y que en los poemas pueden
llorar o celebrar. Inválidos,
usando un lenguaje lleno de pesadumbre
para decirnos dónde duele, en lugar de severamente
transformar en palabras esos seres suyos,
tan imperturbables corno talladores de catedrales
trasponiéndose a sí mismos en piedra constante.

178
Eso hubiera sido la salvación. Si sólo una vez
hubieras percibido cómo el destino puede pasar a un verso
y no regresar, como, una vez dentro, se convierte en imagen,
nada más que una imagen, nada más que un antepasado
que a veces, cuando lo miras desde su cuadro,
parece igual a ti y al mismo tiempo distinto:
debías haber perseverado. 4

El mito de Psique y Amor sugiere una manera de acceder a la rabia y


transformarla. En el mito, Psique ha perdido su relación con Eros, su
amante, y está intentando recuperar la realizando unas tareas que le lia
encomendado la celosa madre de Eros, Afrodita.
Las tareas parecen imposibles y Psique cae en la deses peración.
Una de ellas consiste en llevarle vellocino de oro de unos carneros
salvajes. Creyendo que la tarea es impo sible de llevar a cabo, en su
desesperación se dirige al río para ahogarse. Pero entonces oye una
melodiosa voz que le dice que hay una manera de recoger el vellón de
los furiosos carneros. La voz proviene de un amabl e e inocente junco
verde de la orilla, que se expresa con una dulce músi ca y le dice:

Psique, atormentada como estás por tantos pesares, no conta mines mis sagradas aguas
matándote tan miserablemente, ni tampoco ahora te acerces a esas terribles ovejas. P orque
absorben un calor terrible del fogoso sol y enloquecen de forma violenta, y con afilados
cuernos y con frentes duras como piedras, e incluso a veces con venenosos mordiscos, dan
rienda suelta a su furia con la destrucción de humanos. Pero hasta que el calor del sol del
mediodía haya calmado su quemazón y las bestias se duerman arrulladas por la suave
brisa del río, puedes esconderte bajo ese gran árbol de allí, que bebe del agua del río igual
que hago yo. Y una vez las ovejas hayan calmado su locura y su furia, vete a agitar las
hojas de los árbo-

4. Raincr Maria Rilke, Réquiem; Elegios de Duino, Gijón, Ediciones .lúcar, 1992.

179
les de ese bosquecillo y allí encontrarás la suave lana de oro,
por aquí y por allá, atrapada en algunas ramas. 1

Aquí el secreto radica en no acercarse a los carneros directa mente,


porque su rabia es terrible, enloquecida, sanguinaria y destructiva. La
manera de acceder a toda esa energía es esperar pacientemente y
acercarse a ella de forma indirecta. Enfrentarse cara a cara a la fuerza
enloquecida de los carneros representaría la muerte y destrucción de
Psique. A veces, debido a sus profundas heridas, la rabia de una
mujer es tan explosiva que destroza todas sus relaciones. Igual que
los carneros enloquecidos, carga con agresividad contra lodo aquel
que encuentra en su camino. Una rabia así suele estar radicada en
sentimientos de abandono, traición y rechazo, que pueden datar de la
relación con el padre, y que suelen salir una y otra vez en sus
relaciones actuales. La rabia suele estar mezclada con sentimientos de
celos y vengan/a, que tienen la suficiente fuerza para acabar con cual -
quier relación y también con la capacidad de la mujer de amarse a sí
misma. Un ejemplo extremo es la tragedia grie ga de Medea, quien es
traicionada por su amante Jasón y, como venganza, asesina a sus
propios hijos. Muchas mujeres destruyen sus relaciones de esta
manera con continuos estallidos histéricos o amenazas e intentos de
suicidio. La tendencia de Psique hacia el suicidio revela q ue está
poseída por esta agresividad mortal que se ha vuelto contra sí misma.
Cuando Psique espera hasta poder recoger el vellocino de oro de
los carneros sin ser destruida por su rabiosa ener gía, consigue
acceder a esa dorada energía creativa, pero sin ser destruida en el
proceso.
Para dar forma a la energía de la rabia es necesario acceder a ella
desde su aspecto no destructivo, para 110 que dar poseído por ella.
Conseguirlo precisa paciencia y cono -

5. Krich Nctimann, Amor and Psyche (Princeton, N. J., Princelon Univcrsity Press, 1971),
pp. 45-44.

180
cimiento, es decir, saber espera r hasta el momento adecua do y saber
cuándo ha llegado ese momento. Si uno se deja poseer por la rabia y
explota en el momento inoportuno, la energí a normalmente se pierde
y produce el efecto contrario. Todo lo que la otra persona o el grupo
ve es una reacción furiosa, no lo que hay tras ella. Saber qué hay
detrás de la rabia es muy importante. Y para ello se nece sita una
diferenciación consciente; diferenciar la experiencia de la rabia y
diferenciar los distintos elementos que la componen. Eso implica
distinguir qué parte de la rabia es el enojo no resuelto que
corresponde al padre, y qué parte corresponde a la propia mujer y a la
situación presente. La primera tarea encomendada a Psique fue
separar un gigantesco montón de semillas en sus distintas variedades.
La pila era tan enorme que parecía imposible; pero aparecieron unas
hormigas que la ayudaron a llevarla a cabo. A veces la tarea de
separar los diferentes elementos de la rabia también es enorme, y se
necesita mucho esfuerzo y deter minación. Saber qué parte de la rabia
realmente nos corresponde y qué parte es de la otra persona, o la
rabia no resuelta del padre, o incluso la rabia de la cul tura, es una
tarea descomunal. Pero si no se hace, se puede acabar en la misma
posición infernal de lasdanaides del antiguo mi to griego.
Las danaides eran cincuenta hijas cuyo padre finalmen te
consintió a sus esponsales con cincuenta primos. Pero les dio a cada
hija una espada para que en la noche de bodas pudieran matar a sus
maridos. Cuarenta y nueve de las hi jas utilizaron la espada para
asesinar a sus esposos y des pués fueron condenadas al Hades, donde
tenían que llenar continuamente con agua un cue nco sin fondo. Como
el cuenco nunca podía ser llenado, su tarea era imposible y eterna. La
hija número cincuenta sintió compasión por su llamante esposo, lo
ayudó a escapar y no fue condenada a los infiernos. Materializar la
rabia no resuelta del padre es ser corno las danaides, cuyo padre las
casa con pretendientes no deseados y después las hijas los matan con
la rabia

181
del padre y por ello son condenadas a una existencia infer nal y fútil.
En el nivel personal esto podría ocurrir cuando una mujer está
poseída por una rabia no resuelta, proveniente de la relación con el
padre, y la vuelve hacia su interior, quizá vía suicidio o alguna otra
conducta autodes- tructiva, aniquilando así toda posibilidad de
relación. En el nivel cultural, la rabia patriarcal n o resuelta contra lo
femenino podría ser representada por mujeres que no han encontrado
su propia forma de valorar su feminidad y así, al imitar lo masculino
o adaptarse a ello, terminan por ser incapaces de dar forma a la
feminidad.
Parte de esta formación consiste en ser capaz de conte ner aquello
que tiene que ser formado, y ésa es en realidad la tercera tarea que es
encomendada a Psique. Es también lo que las danaides fueron
incapaces de hacer. La tercera tarea de Psique, tras haber conseguido
el vellocino de oro de los carneros, es llenar un cuenco de cristal con
las aguas de un manantial que alimenta los ríos del submun - do. El
manantial brota del punto más alto de una rocosa montaña custodiada
por dragones, y sus voces le dicen a Psique que tenga cu idado, que no
puede hacerlo. Pero una noble águila enviada por Zeus coge la urna
de cristal y, elevándose hacia el cielo, llena el cuenco con agua.
Contener un poco de agua del manantial que une lo más elevado (la
cima de la montaña) coa lo más bajo (los infiernos) es ser capaz de
recibir la Huida energía de la vida, de unir cons ciente e inconsciente,
y darle forma. Para ello se precisa la capacidad de elevarse, el poder
de mostrar la propia ener gía creativa en el mundo exterior sin caer
presa de las voces que dicen: «cuidado, no puedes hacerlo». Contener
la energía y darle forma significa no disiparla con una rabia informe,
sino reafirmarla creativamente. Y esto podría ser mediante un acto
político, una obra de arte, la educación de un niño, unas relacio nes y
especialmente en ser, en la cali dad de la propia vida.
El siguiente poema, titulado «Apoteosis», expresa la trans -
formación de la rabia:

182
Ningún dolor
ningún otro sentimiento
sólo estar en la cresta
en el pulso
una certeza
que todo esto
es uno
que la antigua rabia es amor y fuerza y sin embargo
extinguida 6

El resultado final de la transformación de la rabia es una mujer fuerte


que, con su energía creativa y su sabiduría femenina puede contribuir
a su propio crecimiento, al de los demá s y al de la cultura. La
aceptación y la transformación de la rabia puede liberar una fuerza y
un espíritu femeninos capaces de redimir a la mujer herida y sanar la
herida de la relación padre-hija.

6. Dawn Brett, «Apotheosis» (poema inédito).

183
CAPÍTULO 7
LÁGRIMAS

Existe un palacio que sólo se abre a las lágrimas.


ZOílAll

Las lágrimas pertenecen a la mujer herida. Las l ágrimas pueden estar


congeladas en forma de hielo, con los extre mos puntiagudos y los
cantos de un carámbano, o bien pue den fluir como una tormenta
torrencial que puede inundar la tierra que pisa una mujer. Pero
también pueden caer como la lluvia fertili zadora que Irae el
crecimiento y el renacimiento de la primavera.
Cuando las lágrimas están congeladas como carámba nos,
congelan a la mujer y a sus relaciones. Igual que la mirada de la
Medusa, estas lágrimas heladas son capaces de convertir a un hombre
en piedra; y también el corazón de la mujer puede convertirse en
piedra. Las lágrimas de este ti po no son redentoras, porque el
crecimiento del alma está congelado en un amargo resentimiento.
Por otro lado, las lágrimas qu e inundan invaden el suelo que p isa
la mujer. Y en esta tierra fangosa se puede quedar inmovilizada,
incapaz de moverse y de ocupar su propio es pacio. Las lágrimas que
inundan pueden ahogar a la mujer herida en un pantano de tristeza
que acaso se convierta en autocompasión e inunde el a lma.

185
Aunque las lágrimas congeladas y las que inundan a la larga
quizás no sirvan para la redención, como lágrimas que son pueden
desgarrar el alma y abrirla. Junto con la rabia, las lágrimas pueden
liberar a una mujer y formar parte del proceso de sanaci ón y
aceptación de la herida.
Lina herida por ia relación con el padre suele obstruir el camino
de acceso de una mujer a las lágrimas. Algunos padres, que tienen
miedo a su propio llanto, no lo permiten en sus esposas ni hijas. Un
tema onírico frecuente qu e he descubierto en las mujeres muestra al
padre vendiendo las lágrimas de la hija. Una forma como un padre
puede vender las lágrimas de su hija es manteniendo una persona
agradable y animando a sus hijos a ser alegres y optimistas; el llanto
se considera entonces signo de derrota y de debilidad. Otros padres
pueden prohibir las lágrimas haciendo hinca pié en la disciplina y el
trabajo. Y los padres que se ahogan en sus propias lágrimas cargadas
de alcohol es probable que causen el efecto en sus hijas de t emer a
éstas.
El siguiente sueño ofrece un ejemplo del poder de las lágrimas.

Yo tenía que sustituir a otra mujer en una representación musical. Tenía que acompañar a
un amigo que tocaba la guitarra y cantaba. No conocía las canciones, pero confiaba en que
podría improvisar. Antes de salir 1 al escenario, se me acercó un hombrecito. Carecía de
expresión a lo largo de todo el sueño. Intentaba darme a beber vino tinto, porque si lo
derramaba y me caía encima, estaría en su poder. Yo bebí vino blanco y agua mineral y
sentí que podía evitarlo. Entonces apareció mi hijo, y el hombre me dijo que si el niño se
cortaba y sangraba, lo tendría también en su poder. Le dije a mi hijo que fuera con
cuidado, pero el hombre se convirtió en gatito. Primero le dije a mi hijo que no tocara el
gatito, pero entonces pensé que sólo era un bonito animal. Mi hijo se puso a jugar con él y
éste le arañó. Entonces el gato volvió a transfomiarse en el hombre, que me dijo: «¡Tu
hijo es mío!». Yo me enfadé, y cuando llegó mi marido le dije: «Eso no es cierto, ¿no?».
Pero mi esposo pensaba que el hombre había ganado. Pasó algún tiempo, quizás incluso
me desperté, y entonces me en

186
contré llorando y el hechizo que pesaba sobre mi hijo se rompió. ¡Las lágrimas habían
roto el hechizo!

Este sueño formaba parte de una serie de sueños que yo llamo «el
camino del agua» y que resultó redentora para esta mujer.
Anteriormente había tenido un sueño en que era perseguida por un
hombre de sal que ella creía simbo lizaba sus lágrimas secas y su
tendencia a ser poseída por un lado interior masculino muy exigente y
mandón. Su padre había abandonado el hogar cuando ella tenía diez
años. Nunca escribió ni mandó regalos, aunque ella le es cribía por
Navidad y por su cumpleaños. Básicamente él la ignorab a, y ella solía
inventarse excusas en su mente para su conducta. Al llegar a la
adolescencia se volvió rebelde y llevó un tipo de vida de persona
inadaptada. Se metió en drogas y en una ocasión, cuando hacía
autoestop, fue maltratada y casi asesinada por un hombre que la
recogió. Era fuerte y valiente, y de inadaptada pasó a ser una
luchadora. Como era sumamente intuitiva y sabía hablar muy bien,
tendía a decirles a la gente lo que les ocurría y qué podían hacer para
remediarlo. Muchas veces acertaba, per o como no tenía contacto con
su propia vulnerabilidad y con el sentimiento que le daría una manera
suave de expresión y un sentido de la oportunidad, solía herir los
sentimientos de los demás. Y como los demás creían que ella era tan
dura y tan fuerte, esperaban que pudiera con todo, así que solían
criticarla y 110 eran capaces de reconocer su vulnerabilidad. Ella es -
taba resentida por este trato, pero era incapaz de expresar su
sufrimiento y sus propias necesidades.
Por dentro estaba tiranizada por un hombre interior muy exigente
que esperaba un esfuerzo y una perfección continuos, y que no la
dejaba descansar. Las exigencias de este hombre interior eran tan
extremas, requerían tanta energía, que ella era incapaz de materializar
sus talentos, porque no podía vivir conforme a estos ideales
suprahuma- nos. Recordaba que su padre había sido exigente y
perfeccionista: nada era lo bastante bueno, ni para complacerlo ni

187
para hacerle, volver a casa. Y ahora ella parecía estar poseí da por el
mismo duro perfeccionismo simbolizado en el sueño por el hombre
diabólico carente de expresión que la quería tener bajo su dominio,
pero la forma de romper con su hechizo fue a través de las lágrimas.
Eso significó permitirse tener unos sentimientos y exteriorizarl os en
lugar de esconderlos tras una dura fachada. Significó ser más to -
lerante con los demás y consigo misma, con las propias expectativas
y con sus necesidades corporales femeninas; también significó
aceptar sus heridas y el poder del diablo. Sintió que d erramarse
encima vino tinto hubiera sido reco -í nocer su imperfección y
humillación. En el sueño evitó hacerlo, pero no pudo evitar que su
hijo sangrara. Sintió que tenía que reconocer la herida sangrante y el
poder que este hombre ejercía sobre ella antes de poder romper el
hechizo. Y sus lágrimas fueron un reconocimiento concre to de su
herida.
En terapia el punto de inflexión para muchas mujeres llega
cuando simplemente pueden dejarse ir y llorar, expe rimentando su
vulnerabilidad y sus heridas. Con frec uencia se sienten avergonzadas
y humilladas al hacerlo, pero ese llanto suele traer consigo ayuda y
esperanza, porque rompe sus defensas y reconoce sus heridas: las
heridas en las cuales hay que entrar y aceptar antes de que pueda
darse la sanación. En palabras de una mujer: «Llorar y no saber por
qué resultó un gran alivio. Antes había pensado que siem pre debía
tener una respuesta o una explicación. Poder llo rar en terapia con una
persona compasiva presente me per mitió reconocer de pleno mi dolor,
sentir mi herida».
Otra mujer soñó que se encontraba en medio de un te rrible
diluvio que amenazaba con inundar su coche e impe dir que avanzara.
Pero cuando miró hacia el cielo tormen toso, brillaba una luz
traslúcida. Tras la tormenta de sus sentimientos in controlables había
una luz que le permitiría tener una nueva visión. Esta mujer había
vivido su vida básicamente como la hija obediente, sirviendo a los
demás. La madre estaba inválida y ella tenía que cuidarla. La ma

188
dre Doraba de dolor, mientras que la hija tenía que consolarla.
Físicamente su padre esta ha medio sordo y, psicológi camente, Ies
daba la espalda tanto a su esposa como a ella; no oía su llanto. Y la
abuela era una crítica severa y una mo ralista que negaba el valor de
los sentimientos. La hija careció de cuidados emocionales y físicos
por parte de los tres adultos de la familia. Sus propios sentimientos
no estaban permitidos ni se tenían en cuenta. En lugar de ello, se con -
virtió en cuidadora y como niña vivió una vida de servicio, acaband o
por entrar en un convento, donde pasó los prime ros veinte años de su
vida adulta. Aunque desarrolló su parte espiritual e intelectual, su
vida emocional y sexual le había sido negada. Tras abandonar el
convento, buscó desesperadamente una relación ínti ma. Pero su
patrón era el de ayudar a los demás, intentando complacerlos y
ganarse su afecto. Si no le respondían en el nivel de intimidad física
y emocional, se sentía herida y utilizada. Todos los años de X llanto
negado por su infancia no vivida y por s u pérdida de intimidad
emocional y física tenían que aflorar. Necesitaba aceptar y
experimentar la tormenta de su vida no vivida antes de poder avanzar.
Necesitaba expresar su propio dolor. Y, tal como indicaba el sueño,
esos sentimientos tormentosos eran la luz que la podía guiar.
La imagen de la lluvia como redención, simbolizando las
lágrimas de transformación, aparece en los sueños de muchas
mujeres, y es una imagen frecuente en la visión poética. Rilke
termina su gran ohra poética, Las elegías de Duino, con esta imagen de
lluvia. Las elegías ele Duino expresan el lamento de la existencia
humana. «¿Quién si yo llorara, me oiría entre las órdenes
angélicas? [...] Así que cierro mi corazón y me trago la llamada
de atención de un llanto profundo y oscuro .» 1 A lo largo de las
diez elegías, Rilke expresa la herida de la existencia humana, la
desesperación, la alienación y la desesperanza que sienten todas

I. Raincr Vhiria Rilke, Elegías de Duino, Madrid, Ediciones Hipcrión, 1999.

189
las personas heridas, hombres y mujeres por igual, cuando
experimentan su transitoriedad, sus temores, su naturaleza dividida,
su incapacidad de ser perfectos y de poseer aque llo que quieren, las
parodias de injusticia y de guerra en sus historias personales y
culturales, y finalmente el hecho de la muerte inminente. Rilke
también se sentía desesperado cuando empezó a escribir Las elegías
de Duino. Tardó diez años en completar este ciclo poético. En el
transcurso de estos diez años de escritura, experimentó la rabia y las
lágrimas. Pero finalmente tuvo una visión del signilicado de todo este
sufrimiento. Por fin pudo pasar del lamento a la alabanza al darse
cuenta de que las mismas penas forman parte de nuestro crecimiento,
un paso y un lugar necesario en el curso de nuestro desarr ollo. Rilke
se dio cuenta de que el origen tanto de la tristeza como de la alegría
era el mismo «río que nos lleva», igual que la vida y la muerte no son
más que dos caras de un solo reino. Y por ello, aunque tendemos a
pensar en el dolor, la depresión y o tros momentos bajos como algo
por evitar, y asociamos la felici dad con estados de ánimo elevados y
triunfos, en el fondo todos ellos van juntos. La lluvia es una imagen
de este ciclo de crecimiento. Tal como lo expresa Rilke cuando ter -
mina Las elegías de Duino con un espíritu de esperanza y afirmación:

Y sin embargo, si estuvieran evocando una imagen en nuestro interior, los muertos eternos,
mirad, estarían apuntando quizás a los amentos que cu elgan de vacíos avellanos, o quizás
se referirían a la lluvia que cae sobre la oscura tierra a principios de primavera. Y
nosotros, que siempre hemos pensado en la felicidad como algo que sube, sentiríamos la
emoción que casi asusta cuando la felicidad desciende. 2

Podemos encontrar un ejemplo de redención por las lágrimas en el


cuento de hadas de los hermanos Grimm La don-

2. Ibíd.. p. 85.

190
celia sin manos? Este cuento describe también la herida padre -hija. Un
pobre molinero sin trabajo se encuentra en el bosque a un hombre que
le promete riquezas sin fin si éste le da aquello que está detrás de su
molino. Pensando que no tiene nada de valor, y que allí sólo hay un
manzano, el molinero se muestra de acuerdo. Pero se da la coinci -
dencia de que su hija se encontraba allí en ese momento, y que el
hombre del bosque en realidad es el diablo. Así que el padre le
entrega su hija al diablo, algo que los padres heridos suelen hacer.
Este padre acepta el trato porque cree que no posee nada de valor,
que no tiene nada que perder y, por tanto, no tiene que hacer ningún
sacrificio por su parte. Pero se olvida de que tiene una valiosa hija, y
con este olvido desvaloriza a su hija y a sí mismo como padre.
La hija, al enterarse de esta transacción, se lava bien para
mantenerse alejada de las manos del diablo. Éste dice que debe ser
mantenida alejada del agua, de otro modo no tendrá poder sobre ella.
El pad re obedece al diablo, pero entretanto la hija llora, y las
lágrimas le caen en las manos. Como el diablo no puede tomar a
nadie que haya llorado así, le dice al padre que le co rte las manos a
su hija y que al día siguiente regresará a buscarla. Si no fuera así, el
diablo amenaza al padre con llevárselo a él. Temiendo por su vida, el
padre le corta las manos a su hija. Pero la hija vuel ve a llorar de
nuevo y las lágrimas le caen en los brazos. De nuevo, el diablo no
puede llevársela. Así que el diablo no se lleva a la chica, y ella está
ahora sin manos. El padre intenta arreglar la situación con su hija sin
manos dic.iéndole que pueden vivir tranquilamente con l a nueva
fortuna. Pero viendo la situación con claridad, la hija se niega a
quedarse con su padre y en lugar de ello se interna sola en el bosque.
Aquí tenemos a una hija que ve la debilidad de su padre y se da
cuenta de que tiene que caminar sola. Pero el que 110 tenga manos significa que no
puede emprender el camino

3. Hermanos Grimm, Obra completa,'2 vols., Barcelona, Círculo de Lectores.

191
de la actividad egoica como compensación. Sus lágrimas la salvan del
diablo y la separan de su negligente padre. Y el resultado es que tiene
que andar sola por el bosque, donde implora la ayuda divina y confía
en las fuerzas reparadoras de la naturaleza. Acude un ángel a
ayudarla y ella se alimenta de los frutos de un árbol perteneciente a
un rey, que se enamora de ella, la desposa y le da unas manos de
plata. Pero entonces la pareja se ve separada por la guerra, ya que el
rey debe ir a luchar. El diablo interfiere con falsos men sajes y de
nuevo la muchacha tiene que seguir su propio camino, con su hijo recién
nacido, que se llama Schmer- zenreich (rico en dolores). De nuevo la
muchacha implora ayuda y un ángel le ofrece un hogar en el bosque,
donde se queda a vivir siete años. Durante este período de siete años
de espera en el bosque le vuelven a crecer las manos de forma
natural. Entretanto, el rey la busca durante esos siete largos años, v
por fin, gracias a una combinación de pa ciencia y de aceptación del
sufrimiento, los dos vuelven a reunirse.
Para mí este cuento tuvo mucho sentido en una época en que era
consciente del peligro y de la defensa que suponía mi coraza de
amazona. Me di cuenta de que lodos mis inten tos egoicos de alcanzar
grandes logros y de controlar, para compensar las debilidades de mi
padre, al final no servían de nada. De repente sin manos, tuve que
esperar en el bosque de mi soledad y depresión, y aprender a esperar
y a confiar. Durante este período mis lágrimas no dejaron de caer. A
veces me volvía hacia un amargo resentimiento por mi infancia no
vivida y por el abandono de mi padre y varios de mis amantes, y
después las lágrimas se endurecían y se con vertían en agresivos
carámbanos. En otras ocasiones llega ban lágrimas de las que inundan,
y entonces empezaba a ahogarme como víctima. Pero, junto con estos
dos tipos de lágrima, también llegaban las más suave s, que me abrían
la puerta de mis sentimientos instintivos espontáneos, senti mientos
que hacía tiempo que estaban reprimidos o anula dos. A medida que
las lágrimas ablandaban mi coraza y me

192
abrían el corazón, empecé a experimentar el poder repa rador de la
naturaleza. Cada vez podía expresar mejor mi vulnerabilidad y no
intentaba justificarme de las formas colectivamente aceptadas.
Cuanto más abierta y espontáneamente empecé a mostrar mis
sentimientos a los demás, más desaparecían mi ansiedad y mis
mecanismos de defensa, y más se me abrían las demás personas.
Empecé a darme cuenta de que mi sufrimiento, mi herida abierta, era
uno de los lazos más importantes que me unían a los demás. Mi
redención no consistía en hacer nada especial. Se trataba de aceptar
las fuerzas reparadoras de la naturaleza, aprender a esperar y estar
abierta a lo que surge espontáneamente de las profundidades. Para mí,
una persona de grandes objetivos, eso no resultó fácil. Pero a medida
que me iban cayendo más lágrimas encima, una y otra vez, incluso
cuando casi había terminado de escribir el libro, me empezaron a
crecer de nuevo las manos de forma natural. Y por fin pude empezar a
escribir y a hablar desde mi propio centro.
En cierto modo, yo creo que ése es el significado del fra caso de
Psique al final de su cuarta tarea cuando, después de todo el esfuerzo
por cumplir con las tareas, sucumbe tomando la poción de belleza
prohibida y queda incons ciente e indefensa. Psique ha realizado éstas
para volver a estar con su amante, Eros. Neumann dice que, al tomar
la poción de belleza prohibida, reconoce el mayor poder del Eros
masculino, y prefiriendo la belleza al conocimiento, se reúne con lo
femenino de su naturaleza. 4 Muchas mujeres de nuestro tiempo se
sienten ofendidas por la afirmación de que lo femenino es
principalmente belleza. Yo creo que la interpretación de Neumann es
un hecho de la escisión entre la puella y la amazona, que reduce lo
femenino a lo bello. Cuando observo el «fracaso» de Psique como un
aspecto de transformación, la veo renunciando como rendición ante el
mayor poder de la psique, una admisión de su fragilidad y limitación
humanas. Este reconocimiento es necesario pa -

4. Neumann, Amor and Psyche, p. 125.

193
ra todos los seres humanos, no sólo para las mujeres, aun que su valor
es revelado por vez primera por lo femenino.
Del mismo modo, las lágrimas fructificadoras se suelen
interpretar como fracaso, pero son las que ablandan la tie rra para un
nuevo crecimiento y lo protegen a uno de ser poseído por una
actividad diabólica y vengativa y de ahogar se en una pasividad
impotente. La espera activa y la acepta ción del sufrimiento que
conllevan las lágrimas de la Don cella sin Manos la salvan tanto de la
pasividad de la puella como del control de la amazona, y le permiten la
receptividad activa de la fe, la esperanza y una confianza que la con -
ducen a la sanación. Son lágrimas de transformación. Ésta es una
imagen para la mujer herida. Primero viene todo el dolor y la rabia
contra la herida. Después, con la aceptación de l a herida, llegan las
lágrimas de transformación, y una sanación natural (pie puede
conducir al amor y a la compasión.

194
III

LA SANACIÓN
¡Algún día, emergiendo por fin de esla terrible visión,
podré estallar en jubilante alabanza a los Angeles
Iaquiescentes!
¡Que ni tari sólo una de las claras teclas del corazón deje de
responder descendiendo sobre indolentes, dudosas o
/desgarradas cuerdas!
¡Que aparezca un nuevo esplendoren mi lloroso rostro! ¡Mi
discreta flor de Llanto!
¡Qué caras me seréis entonces, Noches de Aflicción! Oh, ¿por qué
no, inconsolables hermanas, me arrodillé más humildemente para
recibiros,
me rendí más abiertamente a vuestras sueltas cabelleras?
¡¡Malgastadores de pesares! ¡Cómo
con tristeza nos resistirnos y querernos ver más allá
¡de ellas
intentando ver su fin! Mientras (/ue no son riada más que nuestro
follaje invernal, nuestro sombrío árbol siempre
Iverde, una
de las estaciones de nuestro año interior -no sólo estación-, son
también lugar, enclave, campamento, tierra, morada.

R AINBR M ARÍA R ILKF ., Las elegías de


Duino
CAPITU LO 8

FACETAS FEMENINAS

Todos los días, a todas horas debemos mantenerlos


cristales limpios para que los colores puedan asumir su
orden. Yo rezo para cumplir mi larca,
no os escapéis ahora, por mi alma. Debo vivir- para que la
claridad produzca el orden de la diversidad. Nada menos
que sopor tarlo todo es lo aceptable, porque es la creación
de un cambio de conciencia.
F LO III DA SCOTT-M A XWF. 1.1.

Tras describir los diferentes estilos de vida de la eterna mu-


chacha y de la amazona acorazada, me di cuenta de que los
había experimentado todos en diferentes épocas de mi vida, y
que cada una de esas formas de existencia tiene su propio lado
constructivo aparte de sus aspectos limitadores. Tam bién se
me ocurrió que cada uno de ellos tiene algo que ofre cer al
otro.
La imagen que me parece oportuna es la de un cristal. Un
cristal tiene diferentes facetas y cuando lo miramos contra el
sol, sus diferentes ángulos revelan formas únicas de brillar.
Lo mismo pasa con una mujer. Al ir girando el cristal del Self,
puede tener acceso a la cualidad apropiada para el momento
adecuado.
La muñeca encantadora, por ejemplo, posee la facultad de
ser capaz de recibir de los demás. Muchas mujeres es tán
alejadas de una vida emocionalmente rica porque tie nen
miedo de recibir aquello que otros les dan. La muñe -

197
o,a encantadora puede dar recibiendo, y puede adaptarse y acomodarse al otro,
permitiendo así que exista diálogo en la relación. También
puede adaptarse a lo colectivo, lo que la capacita para ser un
miembro que puede aportar su con tribución a la sociedad en la
que vive. Sólo cuando se corta el paso a su propia identidad al
adaptarse a lo que desea el otro, sufre una pérdida de la relación con
el Se[f.
La fuerza de la muchacha de cristal es distinta; lo suyo es
una sensible conexión con la vida interior y el reino de la
fantasía y de la imaginación. Aunque puede que tenga miedo
del mundo exterio r, en el interior tiene tanto espíri tu
emprendedor como cualquier héroe. Con esta capacidad puede
inspirar la creatividad de los demás y serlo ella misma, si no
cede ante su tendencia de retirarse de la vida activa.
La búsqueda de retos y aventuras de la mujer de altos
vuelos es una fuerza que la lleva a ca mbiar y a explorar nue-
vas posibilidades. Posee la audacia de probar cosas nuevas,
de explorar lo desconocido. Si no se pierde en la dispersión
con su tendencia de no comprometerse con nada, puede ser un
modelo para el cambio y la exploración en nuestra so ciedad.
La fuerza de la inadaptada consiste en su capacidad de
cuestionar los valores colectivos establecidos. Debido a que
tiende a vivir la sombra, es decir, el lado no aceptado de la
sociedad, tiene una conexión justo con esas cualidades que
son necesarias, pero rechazadas por la cultura. Si logra ven cer
su tendencia a ser una víctima y una marginal aislada, puede
convertirse en una de las principales fuerzas para cambiar la
sociedad.
Al igual que cada estilo de vida de la puella aporta su
especial contribución a la mujer en su totalidad, también los
estilos de la amazona tienen su propia cualidad especial que
refuerza el desarrollo de la mujer. La superestrella, con su
disciplina y capacidad para conseguir cosas, muestra al
mundo la fuerza y la eficaci a de las mujeres. Si estas capa-
cidades surgen desde su centro femenino en lugar de una

198
coraza defensiva del ego, disfrutará de los frutos de su tra -
bajo y creatividad, y la sociedad se verá enriquecida con sus
contribuciones.
La capacidad de la hija obedi ente do ser responsable y
aguantar a pesar de las dificultades es una cualidad esen cial
para la estabilidad de la vida, del trabajo y de las rela ciones.
Su relación positiva con la obediencia y el sentido de la ley y
el orden son necesarios para el buen funcionamiento de
cualquier sociedad, organización o relación. Si el deber y la
obediencia provienen de un centro estable y no la alejan de
sus sentimientos espontáneos, puede contribuir con la
resistencia y el compromiso necesarios para la mate rialización
de la creatividad femenina.
La tendencia de la mártir a dar y a sacrificarse es esen cial
para la vida creativa y las relaciones. Históricamente, las
mártires han sido un modelo de heroísmo femenino, por
ejemplo Juana de Arco. Pero el sacrificio no tien e que ser a
costa del Sel/' femenino. Si la mártir puede aprender a
disfrutar y a darse a sí misma, entonces su capacidad de dar y
sacrificarse por los demás ya no será una autonegación ni
provocará culpabilidad, sino que se convertirá en fuente de
inspiración.
La reina guerrera está en contacto con su enojo y su
capacidad de afirmación. Sabe cómo luchar para sobrevivir
0

y puede cuidar de sí misma. Esta es una cualidad que todos


necesitamos, pero en especial, en esta época que vivimos, las
mujeres. La alienación para la reina guerrera ocurre cuando se
olvida de sus sentimientos y dulzura femeninas y su lucha se
convierte en un ataque armado. Si sabe des cansar en su núcleo
femenino y reafirmarse cuando sea apropiado, puede mostrar
el camino para el desarrollo de la fuerza y poder femenino en
las vidas de otras mujeres y en nuestra cultura.
Cada uno de estos modos de existencia tiene algo que
ofrecer a los demás. Gloria, que había vivido básicamente
como una muñeca encantadora, aprendió a utilizar la capa -
cidad de afirmación de la reina guerrera para enfrentarse a

199
las exigencias de los demás, y el espíritu de aventura de la
mujer de altos vuelos para probar cosas nuevas. Utilizó la
habilidad de la inadaptada para decir que no a las nor mas
colectivas que la esclavizaban. La muchacha de cristal le
enseñó a tener una mejor relación con su yo interior, mientras
que la superestrella la animó a mostrar sus capa cidades al
mundo.
Grace era una muchacha de cristal. Tenía que volar alto
con confianza y mostrar sus valor es interiores al mundo, como
lo hacen la mujer de altos vuelos y la superestrella, para
poder aportar a la sociedad su especial relación con la
fantasía y la vida del alma. Cuando se permitió ser adorada
como la muñeca encantadora, se abrió al amor v a la admi-
ración que merecía. De la inadaptada aprendió a ser ella
misma, independientemente del juicio de la sociedad. Y la
reina guerrera le dio la fuerza para reafirmarse. La resis tencia
de la hija obediente le otorgó la estabilidad para materializar
sus fantasías. Y la mártir le aportó el sentido de la
autojustificación heroica que necesitaba.
Juanita, la mujer de altos vuelos, materializó sus intui -
ciones más locas y su osada relación con la posibilidad com -
binando la responsabilidad de la hija obediente, la sólida
fuerza de la reina guerrera y la capacidad de sacrificio de la
mártir. De la muchacha de cristal aprendió a profundizaren la
relación con su alma femenina. Al apreciar a la muñeca
encantadora, obtuvo la capacidad de valorar el compromiso
con una pareja.
En cierto modo, la inadaptada parece ser el tipo de exis -
tencia más difícil de la puella. Pero en virtud de su mala
relación con la sociedad, la cuestiona, y de ese modo puede
cambiarla, con la ayuda de la fuerza de la reina guerrera, la
resistencia de la hija obediente y la capacidad de sacrificio de
la mártir. Jean era una mujer así. De la muñeca encan tadora
obtuvo una relación de mayor aceptación de lo co lectivo, así
que pudo relacionarse lo suficiente con la socie dad como para
cambiarla. En la mujer de altos vuelos encontró una relación
optimista con la posibilidad, que le

200
permitió alzarse por encima del cínico pesimismo que la
convertía en víctima. Y la muchacha de cristal le dio el tier no
cuidado de su alma, cosa que le permitió mostrar su ter nura a
los demás y a sí misma.
Como la superestrella tiende a estaren lucha constante en
el mundo exterior, Pat necesitaba la capacidad de reti rarse a
descansar en ese espacio interior que le resulta tan natural a la
muchacha de cristal. También necesitaba ser capaz de recibir
igual que la muiieca encantadora, desafiar las exigencias de la
sociedad como sabía hacerlo la inadap tada, y volar como la
mujer de altos vuelos por encima de las exigencias de querer
triunfar. En general, he descubierto que los estilos de vida de
la amazona se acercan más unos a otros que los de la puella.
Así que, con frecuencia, la superestrella es capaz de ser
obediente, de sacrificarse y de luchar. Pero si puede aceptar
estas cualidades como algo más importante que su necesidad
de conseguir objetivos, éstas le podrán dar una nueva fuerza,
más grande que la ambición de su ego.
Constance, una hija obediente, no sabía cómo soltar ama -
rras y disfrutar. Materializando algunas de sus fantasías co mo
haría la mujer de altos vuelos, y rebelándose de vez en cuando
a la manera de la inadaptada, consiguió contra rrestar su rígida
obediencia. Precisaba de la capacidad de la muñeca
encantadora de ser adorada por sus encantos en lugar de por
su eficacia. Y la muchacha de cristal le enseñó a convertir su
sumisión ante los demás en un compromiso sensible a las
necesidades de su propia alma. La hija obe diente tiende a
estar limitada por la sociedad, así que la capacidad de
autoafirmación de la reina guerrera ayudó a Co nstance a
contrarrestar su tendencia a poner las necesi dades de la
sociedad por delante de las propias.
Mary exibía la tendencia de la mártir a la autonegación.
Cuando aprendió la facultad de la muñeca encantadora de
recibir afecto, la capacidad de La muj er de altos vuelos de
divertirse y correr aventuras, y el espíritu de rebelión de la
inadaptada, consiguió sacudirse I as pesadas cargas que con

201
tanto estoicismo había llevado sobre sus hombros. Los pla -
ceres de la vida interior los conoció gracias a la re lación de la
muchacha de cristal con la fantasía. Como tendía a negar su
propia agresividad y a protegerla haciendo que los de más se
sintieran culpables por sus sacrificios, tenía que reconocer su
propia capacidad de afirmación al estilo de la reina guerr era.
La hábil idad de la superestrella de aceptar los frutos de sus
logros contrarrestó la tendencia de Mary a negarse todos los
frutos de su actividad.
Jackie se encontraba en la dura y agresiva posició n de la
reina guerrera y necesitaba parte de la suavidad y recep -
tividad de la muñeca encantadora para ser capaz de recibir
amor. La sensibilidad de la muchacha de cristal le abrió la
puerta de su vida interior, y el impulso de la mujer de altos
vuelos contrarrestó su seriedad. De la rebelión de la ina -
daptada contra los valores colectivos aprendió a luchar por
sus propios y singulares valores. Como luchadora, Jackie ya
poseía la resistencia de la hija obediente y la capacidad de
lograr objetivos de la superestrella, pero tenía que hacerlo de
una manera más sutil. Y de la mártir que sacrifica sus deseos
egoicos ante una causa mayor, la luchadora ex perimenta el
lado positivo de la muerte del ego a favor del yo femenino
más importante.

Descubrir la relación con las diversas facetas femeninas que


tiene en su interior es parte del viaje de una mujer para
convertirse en una persona entera; también es un proceso de
sanación. Para mí, la sanación es como un largo viaje.
Recientemente hice una excursión primaveral por las Mon-
tañas Rocosas con una buena amiga. Cuando salimos bri llaba
un cálido sol y admiramos la belleza de los álamos que
temblaban con sus nuevos brotes. Pero entonces llegó la parte
más larga y dura de la caminata. Pasamos por un bosque como
de cuento de hadas y cuando salimos de él nos encontramos a
una ¿rran altura, anonadadas tanto por la grandiosidad del
espacio como por el vértigo de la alti tud. A continuación,
vino una zona rocosa y con partes

202
nevadas por la que tuvimos que trepar. Por (ín lle gamos a un
lugar circular donde el lago, la montaña y el cielo for maban
una unidad lan espectacular que el mero hecho de estar allí
resultaba terrible y hermoso al mismo tiempo. En palabras de
Rilke: «La belleza es sólo el principio del terror». Habíamos
caminado durante horas por diferentes terrenos y ascendido a
distintos niveles. Y justo cuando llegamos al místico lago,
rodeadas por la grandeza de las montañas por todos lados,
llegó la tormenta. El sol desapareció, las nubes nos rodearon,
cayó el granizo y de repente nos sentimos como si nuestras
vidas corrieran peligro.
Habíamos caminado durante horas para llegar a ese lu gar,
habíamos trepado por rocas y nieve, y una vez allí supi mos
que era un lugar sagrado. Pero sólo podíamos quedarnos un
ratito si queríamos regresar a casa sanas y salvas. Así que
volvimos a pasar por la nievo y las rocas, por la tundra
alpina, nos internamos en el bosque encantado y finalmen te
regresamos a nuestros álamos temblones. Caminando ba jo la
lluvia y el granizo, volvimos ¿i casa. Y sin embargo, en el
momento en que llegábamos a nuestro punto de partida, su -
pimos que volveríamos a hacer esa excursión. También supi -
mos que la próxima vez sería diferente.
Para mí, el viajar por el terreno de las facetas femeninas
tiene esa misma cualidad. Partes del terreno son fáciles y
agradables, como el tramo adornado por la frágil belleza de
los álamos temblones; otras nos hacen pasar por algún bos que
encantado, y otras requieren el esfuerzo de trepar por las
rocas, resbalar en la nieve y no sucumbir ante el vérti go. Para
llegar al lago místico, para estar en el cristal del Self, todas
son necesarias.
En mi opinión pasa lo mismo con la búsqueda femeni na
de la totalidad. No podemos dejar fuera ningún aspecto. A una
mujer le atraerá un camino. Otra puede disfrutar de un modo
diferente. Pero al final, debemos pasar por todos los tipos de
terreno. El viaje de un hombre hacia la totali dad requiere
1111 encuentro similar* con los distintos tipos de terreno.

203
Pero aquí estoy hablado del camino femenino, pues

204
to que es el que mejor conozco y el que culturalmente ha
estado en un segundo plano.
Al igual que el cristal, el viaje por las diversas facetas
femeninas es otra imagen para encontrar la totalidad feme -
nina. Enfatiza las diferentes alegrías y sufrimientos de la ruta:
la herida, el dolor, la sanación, el esfuerzo, la vitalidad y el
eterno retorno.
El reto al que las mujeres de hoy en día se enfrentan es
hacer girar el cristal del yo femenino para dejar que brillen
estas diferentes cualidades con toda su fuerza en lugar de su
debilidad. Y la integración de todas estas facetas puede ser la
base para encontrar el espíritu femenino.

205
CAPITULO 9
LA REDENCIÓN DEL PADRE

Si esperarnos de los hambres que se vuelvan hacia las


cualidades de su femenino interior invisible, entonces parece
natural que las mujeres dieran ejemplo y mostraran a los
hombres qué puede significar la «feminidad» en sus propias
vidas.
1111.ÜK BINSVVANÍJIÍK

Una pregunta que suelo escuchar en labios de mujeres es:


«¿Dónde están los mitos y las historias de heroicas y vale rosas
búsquedas femeninas?». Una historia que me ayudó en mi
propia búsqueda es un cuento que habla sobre una valerosa
muchacha que va en busca de una medicina para curar a su
padre, enfermo y ciego. Gracias a sus peripecias, ella consigue
que su padre pueda volver a ver y a valorar lo femenino. Al
final se casa con un hombre que ha admirado su astucia, su
valor y su gentileza, todas ellas cualidades que le han
permitido cumplir con este acto de redención. El cuento
procede de la región de Tadjikistán, que limita con Afganistán
por el sur y la China por el este, una tierra cuya cultura e
idioma son parecidos a los de Irán. El cuento se titula La
muchacha valerosa-1
Un viejo que anhela un hijo pero que en lugar de ello tiene
tres hijas, enferma y se queda ciego. En un país muy

1. «La muchacha valerosa» en The SundaUvood Box: Foltríales frorn


Tadzhihistán (Nueva York, Charles Scribncr's Sons), pp. 10-25.

206
remoto existe un médico que posee una medicina que cura la
ceguera, y el padre se lamenta por no tener hijos que pue dan
ir a buscar la medicina, ya que cree que esta tarea es
imposible para sus hijas. Pero después de que la hija mayor le
pida que le deje intentarlo, él le da su consentimiento. Vestida
con ropa de hombre para el viaje, se pone de cami no y se
encuentra con una anciana enferma, a quien da un poco de
comida. La anciana le dice que es imposible obte ner la
medicina, puesto que los chicos más valientes que lo
pretendieron han perecido en el intento. Al oír eso, la hija
mayor pierde la esperanza y regresa a casa. Entonces la
segunda hija quiere probar, y aunque el padre la desanima,
ella sale de viaje, también ataviada con ropa de hombre. Se
encuentra con la anciana enferma, le da algo de comer y la
mujer le dice que es muy difícil alcanzar la meta y que pere -
cerá en vano. Así que la segunda hija pierde el valor y vuel ve
a casa. Con lo cual el padre susp ira profundamente y exclama:
«¡Ah, desgraciado el hombre que no tiene hijos!».
Al oír esas palabras, a la tercera hija le da un vuelco el
corazón y le implora al padre que le permita ir. Al principio
éste le dice que es mejor que se quede en casa en lugar de
partir hacia una aventura vana, pero finalmente accede. Así
que la hija pequeña se viste con la ropa de hombre y sale en
busca de la medicina. Cuando se encuentra con la ancia na la
saluda amablemente, la ayuda a lavarse y con gusto le da unos
alimentos. La anciana queda impresionada por la manera de
ser, tan tierna y agradable, de quien ella cree es un muchacho,
pero le dice que es mejor que se quede con ella o que regrese
a casa, puesto que un muchacho no puede tener éxito allí
donde tantos hombres altos y fornidos han fracasado. Pero la
chica se niega a regresar. Y debido a su amabilidad y valentía,
la anciana le revela cómo obtener la medicina.
El médico que la posee precisa las semillas de un á rbol
cuyos frutos tienen un gran poder curativo. Pero este ár bol
está en posesión del Dev, un monstruo maligno de tres
cabezas. Para llegar al árbol, la muchacha debe realizar

207
ciertos actos de amabilidad hacia sus animales y sirvientes, y
después llevarse un fruto mientras el Dev está durmien do. Y
como protección contra el Dev, en caso de que éslc la
persiguiera, la anciana le da un espejo, un peine y una pie dra
de afilar para que los arroje sobre su hombro y así dete ner al
Dev en su persecución. Cuándo la hija pequeña llega a la
morada del Dev, ve que la verja de entrada está sucia y
desvencijada, así que la limpia y la repara. I na vez dentro ve
a unos enormes perros y caballos encadenados a dife rentes
muros, pero el heno se encuentra frente a los per ros, y los
huesos frente a los caballos. Ella pone el heno al al cance de
los caballos y los huesos al de los perros, y sigue avanzando.
Entonces se encuentra con unas sirvientas, cu yos brazos
desnudos están llenos de quemaduras porque tienen que
introducirlos en un horno para preparar la co mida del Dev. Se
hace amiga de las sirvientas y les cose una manga protectora a
cada una de ollas. Agradecidas, le dicen que el árbol no tiene
frutos, pero que bajo la almohada del Dev hay un saco lleno
de semillas. Si tiene lodos los ojos abiertos, ello significa que
está dormido y que puede llevar se las semillas. La muchacha
encuentra al Dev dormido y coge las semillas, pero el
monstruo despier ta y grita a las criadas, a los perros y a los
caballos para que atrapen al ladrón, y también le dice a la
verja que se cierre. Como la muchacha los ha ayudado, lodos
se niegan a obedecer, así que el propio Dev sale en busca de
la muchacha. Ella arroja el espejo por encima de su hombro,
que se convierte en un caudaloso río y e so detiene al Dev
durante un rato. Pero pronto anda de nuevo Iras sus talones,
así que la muchacha arroja la piedra de afilar, que se
convierte en una montaña y obstaculiza el paso del monstruo.
Cuando está de nuevo a punto de atraparla, arroja el peine y
éste se convierte en un gigantesco y tupido bosque, demasiado
grande para que el Dev pueda penetrar en él, así que renuncia
a la persecución y vuelve a casa.
Por último la muchacha llega a casa del médico. Como
tiene las semillas, y como ha sido «un osado y valiente mu

208
chacho», el médico le da la medicina para curar los ojos de su
padre, así como la mitad de las semillas. La hija se lo
agradece desde el fondo de su corazón y el doctor la invita a
quedarse unos días en su casa. No obstante, uno de los amigo s
del médico descubre su verdadera identidad: es una chica
disfrazada. El médico no puede creer que un héroe tan osado y
valiente, que ha llevado a cabo tal haza ña, pueda ser una
muchacha, así que el amigo le sugiere la siguiente prueba:
colocar crisantemos blancos bajo la almohada, tanto del hijo
del médico como de la muchacha, que duermen en la misma
habitación. Si el valiente héroe es una chica, las llores se
marchitarán, dice el amigo, pero si es un chico, 110 les pasará
nada. La chica, adivinando el p lan, se queda despierta toda la
noche y justo antes de que amanezca retira las llores
marchitas de debajo de su almo hada y las sustituye por otras
frescas del jardín. Así que, cuando el médico revisa las flores
por la mañana, ambos ramos están frescos. Pe ro el hijo del
médico ha permanecido despierto toda la noche y ha visto
todo lo que su huésped ha hecho así que, lleno de curiosidad,
decide escoltar a su visitante hasta su casa.
Para cuando la muchacha llega a su hogar, el padre ya no
puede moverse de la cama, se encuentra muy apesa dumbrado y
lamenta el día en que permitió que su hija fuera en busca de la
med icina para curarlo. Pero cuando la hija menor se la da,
enseguida se ve curado de su ceguera y de todos sus males.
Después de contarle las peripecias por las que pasó para
conseguir la medicina, el padre llora de alegría y dice que
nunca más lamentará no tener un hijo varón, porque su hija le
ha mostrado la devoción de diez hijos y lo ha curado. El hijo
del médico, al ver que su compañero es una ch ica y 110 un
chico, le declara su amor y pide su mano en matrimonio. Y
cuando la hija dice que existe un profundo lazo de amistad
entre los dos, el padre se llena de alegría. Así que la intrépida
y astuta doncella y el hijo del ilustre médico se casan y vi ven
felices para siempre.

209
Este cuento describe a un padre enfermo y ciego, que rio
es capaz de ver todo el valor de lo femenino. Aunque ama
tiernamente a sus hijas, no cree que sean capaces de salir al
mundo y conseguir la medicina que pueda curarlo. La ú nica
representación del espíritu femenino es una an ciana enferma
que sabe cómo alcanzar la medicina, pero que cree que la
tarea es imposible, incluso para los hom bres. Las tres hijas
quieren intentarlo. Tenemos aquí una imagen de un padre
enfermo, herido en su relación con lo femenino, pero, sin
embargo, sólo lo femenino puede sal varlo: la anciana posee el
conocimiento, y las hijas la valen tía y la motivación.
Las hijas tienen que vestirse con ropa de hombre para
salir de viaje, y eso revela la baja est ima y la desconfianza
hacia lo femenino. Si se mostraran como mujeres, casi se guro
que el resultado seria un inmediato fracaso. Durante la
primera fase de la liberación femenina en nuestra cultu ra
también fue preciso que las mujeres actuaran como hombres
para alcanzar el éxito en el mundo. Las mujeres no eran
aceptadas, en la mayoría de las profesiones, en tér minos de
sus propias contribuciones femeninas, ni por hombres ni por
mujeres. Aunque las dos primeras hijas renuncian y regresan a
casa, ha habido cierto progreso. Todas ellas están dispuestas a
salir al mundo y a intentar lo. Y aunque la anciana le dice a la
primera hija que la tarea es «imposible», después del
encuentro algo ha cambiado, porque a la segunda hija le dice
que la tarea es muy «difícil». Y cuando llega la tercera hija,
aunque al principio la anciana intenta disuadirla, finalmente le
ofrece el conocimiento necesario para llevar a cabo la tarea. A
medida que las hijas lo van intentando, la anciana se vuelve
más optimista y finalmente revela su conocimiento v su
sabiduría.
V V
Esto corresponde simbólicamente al progreso gradual rea -
lizado por las mujeres en su esfuerzo concertado para ser
reconocidas y conseguir sus derechos. Aunque la hija más
joven sigue disfrazada de hombre cuando la anciana le revela
qué hay que hacer para conseguir la medicina, ha im

210
presionado a la mujer gracias a una combinación de ternu ra y
valentía, dos cualidades que se suelen considerar opues tas; la
primera atribuida culturalmente a las mujeres y la segunda a
los hombres. Al combinarlas, la hija pequeña de muestra que
es posible i ntegrarlas. Y es mediante esta inte gración como
ella aprende el modo de tener acceso al po der de sanación.
El árbol con ios frutos sanadores está en posesió n del Dev,
un airado monstruo. La hija menor tiene que enfren tarse a la
rabia y a la fuerza de esta figura masculina des tructiva para
acceder ai poder de sanación. Parece que la redención del
padre pasa, inevitablemente, por enfrentarse a la rabia
monstruosa y a la agresividad, tanto a la propia como a ésa
que el padre fue incapaz de integrar. En el nivel cultural, ha
sido preciso enfrentarse a la rabia cara a cara con los padres
patriarcales para dar a conocer las necesi dades y el valor de lo
femenino. Pero la forma en que la hija consigue las semillas
curativas del airado monstruo no es un ataque frontal. Ella es
compasiva, amable y servicial; engrasa la verja (el portal de
entrada), alimenta a los ani males (los instintos) y protege los
brazos quemados de las sirvientas (lo femenino): todos ellos
aspectos que el monstruo ha descuidado. Y como ella los ha
ayudado, a su vez deciden ayudar a la muchacha en lugar de al
monstruo. Éstos son también los aspectos de la relación padre -
hija que es preciso sanar. El porta I de entrada que separa a la
hija del mundo exterior no ha sido cuidado, los instintos
femeninos están encadenados y no se les da el alimento
necesario, y la capacidad femenina para manejar el mundo
(los brazos) ha sido quemada y ha reducido a la s mujeres a la
condición de sirvientas. Al cuidar de ellos, la amable y
valiente muchacha puede conseguir las semillas curativas que
están en poder del monstruo. Pero todavía tiene que detenerlo
en su intento de recuperarlas, ya que muchas mujeres que ini -
cialmente han dado importantes pasos en el camino hacia la
propia sanación y el crecimiento, pueden ser atacadas de
nuevo por las viejas energías monstruosas. Eso significa

211
que deben seguir esforzándose para mantener el desarro llo ya
conseguido y no regresar a las viejas y pasivas for mas. Para
obstaculizar la persecución del monstruo la mu chacha cuenta
con los regalos de la anciana: el espejo, la piedra de afilar y el
peine. El espejo nos permite vernos claramente reflejados, la
piedra de esmeril se utiliza para afilar herramientas y el peine
para desenredar y dar forma al cabello, que ofrece un marco
para el rostro y la identi dad. Cuando lo femenino ha sido
moldeado de esta forma, estos objetos se convierten en
fuerzas naturales con las que detener el ataque del monstruo.
Aunque la valiente muchacha ha obtenido las semillas
curativas del monstruo y se las entrega al médico, que a su vez
le da la medicina con la que curar los ojos de su padre, tiene
que pasar por una última prueba antes de poder redi mir al
padre. Ahora ha establecido una relación con el sa nador, pero
todavía no puede revelarle que es una chica. En un punto
determinado del desarrollo de una mujer, y con el objeto de
lograr ciertas cosas, es necesario utilizar el lado masculino.
Dadas las condiciones sociales, la valiente mu chacha tuvo que
seguir disfrazada de hombre para engañar a lodos, para que
por fin el valor de su ser femenino pudie ra ser reconocido
abiertamente. Si en ese punto ella revela ra que no es un chico,
esa revelación podría interferir en la realización de la tarea:
sanar al padre. Porque se trata pre cisamente de la valentía y la
capacidad femenina que tanto el padre como la cultura han
sido incapaces de ver. Eso se refleja también en la
incredulidad del doctor, cuando d ice que un acto tan heroico
no puede haber sido llevado a cabo por una muchacha. Con
frecuencia las mujeres que están intentando acceder a su
propia fuerza y capacidad renun cian antes de concluir el
camino, a veces entrando en una relación amorosa y
proyectando esa fuerza y poder que acaban de conseguir en su
pareja, con lo que los pierden para siempre. Esta posibilidad
está presente en el cuento, puesto que el hijo del médico es
una pareja potencial. Pero ella está alerta al peligro. La
fragilidad y la transitoriedad

212
de la fuerza femenina está simbolizada por la flor que se
marchita; la muchacha permanece despierta toda la noche y
pone flores frescas bajo su almohada, algo análogo a la
conciencia y acción que requieren las mujeres para demos trar
que sil fuerza y valentía femeninas no son algo transi torio ni
un hecho casual, sino una cosa permanente. Y el hijo del
médico observa la singularidad de esta acción, así que se
interesa por conocer mejor a esa persona y decide
acompañarla a casa. Cuando la muchacha vuelve a su hogar
con la medicina y el padre puede apreciar de nuevo, éste se da
cuenta de que no ha sabido valorar la fortaleza de sus hijas y,
llorando de alegría, ahora es capaz de apre ciar el valor de lo
femenino v dice que nunca más volverá a llo rar por no tener
un hijo varón. El hijo del médico, que había ido desarrollando
un profundo amor por su nuevo amigo, al descubrir que se
trata de una muchacha, le pide que se case con él. Y cuando la
muchacha le cuenta al padre el lazo de amistad que exist e
entre ellos, éste consiente con alegría al matrimonio. Así que
después de que la hija redima al padre, quien entonces
reconoce el valor de lo femenino, la hija es libre de casarse:
un matrimonio que 110 está basado en proyecciones culturales
sobre lo femenino, sino en un profundo y mutuo lazo de
amistad, y en el amor y la admiración que el hombre siente
por la valentía y el conocimiento de la mujer. La redención
del padre, tanto en el nivel personal como en el cultural,
puede conducir a este potencial: a la unión madura de lo
masculino y lo femenino. Y la muchacha, con esta unión,
puede actuar en su forma original femenina y mostrar toda su
fuerza y su espíritu.
Tenemos aquí un cuento que ofrece una imagen de có mo
una hija puede sanar la herida del pad re. Y durante el proceso
la hija consigue una profunda conexión con su propia fuerza y
valentía, con el poder de su propio espíritu femenino y con
una relación de amor con lo masculino. ¿Cómo podría
manifestarse ese proceso de redención del padre en los ni veles
personales y culturales?

213
En el nivel personal la redención puede que sólo sea po -
sible en el interior de la mujer, porque el padre puede ha ber
fallecido o no estar abierto a una nueva relación. Pero eso no
disminuye la importancia de la tarea. Como dice la protagonista
de la obra teatral Nunca le canté a mi padre: «La muerte termina
con una vida, pero no con una rela ción». 2 La relación con el
padre interior todavía precisa ser transformada. De otro modo
los viejos patrones destructi vos procedentes de la relación
herida seguirán en activo. Una parte de este proceso de
transformación implica reco nocer los patrones destructivos y
cómo éstos han afectado a la propia vida. Otro aspecto es
reconocer el valor del padre, porque si uno no tiene relación
con el lado positivo del padre, ese aspecto de la psique
permanece aislado, no integrado y potencialmente
destructivo. En el nivel cultural, la redención del padre
también requiere reconocer tanto el aspecto positivo como el
negativo del padre. Y requiere un cambio de los principios
culturales en vigor para que tanto lo femenino como lo
masculino sean valorados por su sin gularidad y puedan tener
una influencia pareja.
En mi caso la redención del padre ha sido el tema cen tral
de mi desarrollo personal y espiritual. Porque la herida
causada por la relación con mi padre afectaba negativamen te
a muchos aspectos importantes de mi vida: mi feminidad, mi
relación con los hombres, el juego, la sexualidad, la crea-
tividad y una manera confiada de estar en el mundo. Como
terapeuta he visto que descubrir una nueva relación con el
padre es un tema importante para cualquier mujer con al gún
problema de relación paterna. Y, culturalmen te, creo que es
un tema que atañe a toda mujer, puesto que la rela ción con los
padres culturales que rigen el mundo precisa ser
transformada.
En mi propia vida la redención del padre ha sido un
proceso largo. Empecé cuando inicié mi análisis junguiano.

2. Robert Anderson, / Nwer Sangfor My h'olher cn The Best Plays of f 967-1V68


(Nueva York, Dodd, Mead and Co., 1968), p. 281.

195
Con la ayuda de una amable analista que me apoyó y me
ofreció un receptáculo cálido y protector para las energías
emergentes, entré en un nuevo reino: el mundo simbólico de
los sueños. Allí descubrí partes de mí misma que no sabía que
existían. También descubrí a mi padre: el padre que hacía
liempo había rechazado. Descubrí que en mi interior no sólo
había el padre personal que recordaba. Había una variedad de
.figuras paternas, imágenes de un padre arquetípico. Este
padre tenía más rostros de los qué jamás hubiera podido
imaginar, y ese descubrimiento fue extraordinario. Me
aferraba y al mismo tiempo me infundía esperanza. Vli
identidad egoica, mis ideas acerca de quién era yo, se
derrumbaron. En mí habitaba un poder más fuer te que mi yo
conscientemente reconocido. Este poder anegó mis intentos de
controlar mi vida y mis circunstancias, igual que una
avalancha cambia la ladera de una montaña. Des de ese
momento tuve que aprender a relacionarme con ese poder
superior.
Al rechazar a mi padre había estado rechazando mi pro pio
poder, porque el rechazo del padre implicaba también el de
todas sus cualidades posilivas, junto con las negativas. Así
que junto con la irresponsabilidad y la dimensión irra cional
que yo había negado, había perdido el acceso a mi
creatividad, espontaneidad v sen timiento femenino. Mis sue-
ños me lo repelían continuamente. En un sueño me decían que
mi padre era muy rico y que poseía un gran templo tibe tano
parecido a un palacio; en otro mi padre era un rey espa ñol.
Esto se contradecía con el pobre y degradado hom bre que yo
conocí como «padre». Por lo que se refiere a mis pro pias
capacidades, mis sueños también me mostraban que las estaba
negando. En un sueño un perro mágico me otorgó el poder de
fabricar ópalos mágicos. Yo creaba los ópalos y los sostenía
en la mano, pero entonces los regalaba y no me que daba
ninguno. En otro sueño, un maestro de meditación decía:
«Eres hermosa, pero no lo reconoces». Y una voz me decía en
otro sueño: «Tienes la llave del conocimiento cen tral y debes
adquirirlo». Pero me despert é gritando de terror

214
y diciendo que 110 quería esa responsabilidad. Lo irónico era
que, aunque había criticado y odiado a mi padre por ser tan
irresponsable y arrojar su potencial por la borda, yo estaba
haciendo exactamente lo mismo. No me valoraba, ni a mí
misma ni a lo que tenía para ofrecer. En lugar de ello, iba
alternando entre la frágil, insegura y complaciente puella, y la
resuelta y decidida amazona acorazada.
Debido a mi rechazo del padre, mi vida estaba escindi da
en numerosas figuras desintegra das y antitéticas, y cada una
de ellas quería tener el control. A la larga esto condu ce a una
situación explosiva. Durante largo tiempo fui inca paz de
aceptar la muerte de estas identidades individuales a favor de
la mayor unidad desconocida que podría m aterializar mi
magia: el terreno misterioso de mi ser, que más adelante
descubrí que era la fuente de curación. Así que experimenté
este poderoso terreno de mi ser bajo la forma de ataques de
ansiedad. Como no quería soltarme volunta riamente y abrirme
a los poderes superiores, éstos me ava sallaron y me mostraron
su amenazador rostro. Me golpea ron repentina y
repetidamente en el centro de mi ser, me sacudieron para
hacerme salir de mis patrones controlado - res, igual que una
corriente eléctrica puede abrir un puño que se empeña en
cerrarse. Ahora sabía que mis defensas eran de muy poca
ayuda. Me pregunté si era eso también lo que mi padre había
experimentado, y si su afición a la bebi da era un intento de
evitarlo. Quizá «los espíritus» del alco hol que habían
gobernado su ser eran un sustituto de los espíritus superiores,
y quizás incluso una defensa contra ellos, por lo cerca que se
encontraban. Como yo le había ne gado cualquier valor a mi
padre después de que se «ahoga ra» en el reino de lo dionisíaco
irracional, necesitaba apren der a valorar esa parcela rechazada
experimentando su lado negativo, viéndome arrojada al caos
incontrolable de los sen timientos y los impulsos, a las negras
profundidades donde se ocultaba el tesoro desconocido. Por
fin, el camino hacia la redención del padre me hizo penetrar
en el submundo y valorar esa parte de mí misma que yo
rechazaba. Y eso me

215
condujo a respetar los espíritus. El análisis junguiano me
llevó a ello, y mediante La escritura he profundizado en el
proceso.
Para mí escribir ha sido una manera de redimir a mi padre.
De niña siempre había querido ser escritora. Decidir por fin
correr el riesgo de poner mis ideas sobre el papel exigió
mucha reafirmación y coraje por mi parte. La fuerza de la
palabra escrita precisa que aquel que la escribe la res palde.
Para poder escribir tuve que centrarme y compro meterme con
la relación con mi padre. Tuve que mirarlo bien de cerca para
intentar comprender su versión de la historia, sus aspiraciones
y su desesperación. Ya no podía negar su existencia en mi
vida como si yo pudiera escapar del todo al pasado y a su
influencia. Ni tampoco podía cul parlo por todos mis
problemas. Entonces, gracias a la escri tura, nos encontramos
cara a cara. Al igual que Orual en Hasta que tengamos rostro,
cuando me miraba al espejo veía la cara de mi padre. E^sto me
resultaba extremadamente doloroso porque mi padre había
acarreado con el lado de la sombra de mi existencia, con todo
aquello que era oscuro, aterrador y malo. Pero, curiosamente,
también era fuente de luz y de esperanza, porque en toda esa
oscuridad brillaba la creativa luz del poder de la imaginación
del sub- mundo. Y yo también percibía la fuerza de su energía
masculina. Al cabo de más o menos un año de empezar a
escribir y enfrentarme realmente a mi padre, tuve el siguiente
sueño:

Vi unas hermosas amapolas, que resplandecían con colores rojo, naranja y


amarillo y deseé que mi madre-analista estuviera allí conmigo para verlas.
Atravesé el campo de amapolas y crucé un arroyo. De repente me encontré en el
submun- do, sentada a una mesa con muchos hombres. Se celebraba un
banquete, corría el vino linio y decidí beberme otro vaso. Al hacerlo, los
hombres alzaron sus copas a mi salud y yo me sentí muy contenta y apreciada
por ese reconocimiento.

216
El sueño marcó mi iniciación en el submundo. Había pasa do
del brillante mundo de la madre al reino del oscuro padre -
amante. Pero allí también se me reconocía. Por su puesto era
una situación incestuosa, pero necesaria para mí. Parte del rol
del padre, según Kohut, consiste en permi tir que su hija lo
idealice y después, gradualmente, dejar que ésta vaya
detectando sus limitaciones reales, pero sin apartarse de ella. 3
Y, por supuesto, junto con las proyeccio nes idealizadas va el
amor profundo. En mi caso el amor se convirtió en odio, así
que rechacé los ideales anteriores que había asociado con mi
padre. Tuve que aprender de nuevo a amar a mi padre para
poder reconectar con su lado posi tivo. Tuve que aprender a
valora r el lado juguetón, espontáneo y mágico de mi padre,
pero también a reconocer sus limitaciones, y aprender cómo
poder materializar los as pectos positivos en mi propia vi da.
El amor por el padre ideal me permitió amar mi propio ideal y
materializarlo en mí misma. Ello implicó primero reconocer el
valor de mi padre, y después darme cuenta de que eso me
pertenecía. Esto rompió el lazo incestuoso inconsciente y me
liberó para poder tener una relación con las fuerzas
trascendentes de mi Self.
Puede que para las hijas herid as que tengan una mala
relación con otras facetas del padre los detalles de la reden -
ción sean distintos, pero el lema central será el mismo.
Redimir al padre precisa reconocer el valor oculto que el
padre puede ofrecer. Por ejemplo, esas hijas que han rea c-
cionado contra un padre excesivamente autoritario es pro bable
que tengan problemas para aceptar su propia auto ridad. Tales
mujeres tienden a adaptarse o a reaccionar de forma rebelde.
Tienen que reconocer el valor de su propia responsabilidad,
aceptar su propia fuerza y poder. Tienen que valorar las
limitaciones, acercarse a ellas y respetar los bordes, pero
también saber cuándo estas limitaciones son

5. H. Kohut, / Inalysis (tflheSelf (Nueva York, Inlernalioiiíi! 1 niversilv Press,


1971), p. 66.

217
excesivas. Tienen que saber cuándo decir sí y cuándo no. lis to
significa tener ideales realistas y conocer sus propios lími tes
y los de la situación. Para decirlo en términos freudianos,
deben establecer una relación positiva con el superego, la voz
interna encargada de la valoración, el juicio responsable y la
capacidad de toma de decisiones. Esta voz, cuando es
constructiva, no es demasiada crítica ni severa, ni tampoco
demasiado indulgente, y permite ver y oír de forma objetiva la
realidad. Una mujer lo expresó de la siguiente manera:
«Necesito escuchar la voz del padre en mi interior que me
diga, de forma benévola* cuándo estoy haciendo bien las
cosas, pero también cuándo me estoy equivocando». La re -
dención de este aspecto del padre significa la transforma ción
del juez crítico que nos proclama constantemente «culpables»,
y del abogado defensor que siempre encuentra justificaciones.
En lugar de ello descubriremos un árbitro amable y objetivo.
Eso significa poseer un sentido interior de valoración propio,
en vez de tener que salir afuera a buscar la aprobación. En
lugar de caer presa de las proyec ciones del colectivo cultural
que no encajan, eso significa saber quién somos y materializar
las posibilidades genui- nas. En el nivel cultural significa
valorar suficientemenle lo femenino para secundarlo contra la
opinión colectiva de lo que se «supone» debe ser.
Las hijas que han tenido una relación «demasiado posi -
tiva» con el padre tienen un aspecto más del padre que redi -
mir. Si la relación con el padre es demas iado positiva, es
probable que las hijas estén atadas al padre mediante una
exagerada idealización y que permitan que la propia fuerza del
padre interior permanezca proyectada sobre el padre real. A
menudo sus relaciones con los hombres se ven afec tadas,
porque ningún hombre puede estar a la altura del padre. En
este caso están atadas al padre de forma similar a las mujeres
que están ligadas a un imaginario «amante fantasma». (Con
frecuencia se va construyendo una rela ción idealizada con el
padre cuando éste está ausente.) La relación excesivamente
positiva con el padre puede alejar

218
las de una relación real con los hombres y muchas veces
también de su propio potencial profesional. Como idealizan
tanto al padre exterior, 110 pueden ver el valor de su propi a
contr ibución al mundo. Para redimir al padre interior tie nen
que reconocer este lado negativo. Tienen que ver al padre
como ser humano y no como figura idealizada, para poder
interiorizar el principio paterno en sí mismas.
En varios sentidos considero que el cuento de La bella y la
bestia cuenta la historia de este tipo de redención. ¡Bella
amaba tanto a su padre! Pero por pedirle un regalo tan
sencillo, una rosa, que el padre tuvo que robar del jar dín de la
bestia, Bella tuvo que ira vivir con la bestia para poder salvar
la vida de su padre. Y eso era algo aterrador para ella. Pero
cuando aprendió a valorar y a amar a la bes tia. ésta se
transformó en su potencial original de príncipe y la vida del
padre estuvo a salvo.
Al final la redención del padre implica volver a dar for ma
a la parte masculina interior, hacer de padre para ese lado de
uno mismo. En lugar del «viejo pervertido» y del «muchacho
airado y rebelde», las mujeres deben descubrir - ai «hombre
con corazón», ese hombre interior qu e tiene una buena
relación con lo femenino.
La tarea cultural de las mujeres de hoy en día pasa por el
mismo proceso. Es preciso reconocer el valor del princi pio
paterno y también sus limitaciones. Parte de esta tarea implica
distinguir entre lo que es es encial para el padre y qué ha sido
impuesto por la cultura. Generalmente, el prin cipio paterno ha
quedado escindido en dos opuestos que están en conflicto: el
viejo gobernador rígido y autoritario y el eterno muchacho,
juguetón pero irresponsable. En la cultura occidental el lado
autorita rio del padre ha sido valo rado y aceptado
conscientemente, y el lado inmaduro ha sido reprimido o
desvalorizado inconscientemente. Cultu - ralrnente ello ha
resultado en el tipo de situación que en contramos en Ifigenia
en Aulide. El lado del poder autoritario (Agamenón) es quien
toma l¿is decisiones y sacrifica a la hija, pero la causa que
origina el sacrificio son los celos

219
del hermano inmaduro (Menelao). Estos dos lados están
enfrentados en un nivel inconsciente, pero conscientemente, a
través de su posesividad, confluyen y topan en el sacri ficio de
la hija, es decir, de lo joven femenino emergente. Las mujeres
actuales deben enfrentarse a esta escisión del principio
paterno y contribuir a su sanación. En este senti do, redimir al
padre puede implicar «volver a soñarlo», es decir, una
fantasía femenina sobre cómo podría ser y qué podría hacer el
padre. Mi desencanto con Ifigenia es que fi nalmente se dirigió
voluntariamente a su muerte. Aunque la situación exterior de
su sacrificio causado por la trampa en la que había caído su
padre parecía inevitable, podría haber hablado desde su
instinto y sabiduría femeninos y decirle a su padre qué es lo
que liubiera podido ser posible. Y esto podría haber producido
un cambio en la conciencia masculina. Las mujeres están
empezando a hacer precisamen te eso en nuestros días: están
empezando a compartir sus sentimientos y fantasías y a
manifestarlas públicamente. Es preciso que las mujeres
cuenten sus historias. Tienen que decirles a los hombres qué
esperan de ellos. Deben decirlo desde su estómago, y no ir
tentar justificar sus sentimientos con argumentos masculinos.
Pero también precisan hablar sobre ellas con un espíritu
compasivo y no desde la amar gura de la derrota. Muchias
mujeres quedan atrapadas en los hechos de su vida, sin
reconocer sus propias posibilida des. Esto conduce a la
amargura y al cinismo. Aquí es donde el valor de la puella es
redentor, porque su profunda cone xión con el reino de la
posibilidad y de la imaginación puede llevar a nuevas maneras
de ver y hacer las cosas y a una nueva valoración de lo
femenino. Cuando se combina esta visión creativa con la
fuerza y la concentración de la amazona, puede aparecer una
nueva comprensión del padre y nuevos sentimientos hacia él.
Hace poco pedí a mis alumnos que escribieran su fanta sía
de un buen padre. La clase consistía principalmente en
mujeres de veintitantos o treinta años, pero también había
t

algunos hombres. Esta es una de las fantasías sobre el pa

220
dre: El padre es un hombre fuerte, estable, responsable, firme,
activo y emprendedor; pero también es cálido, afec tuoso,
compasivo, tierno, atento y comprometido. Su fantasía del
padre era como de una persona andrógina, es decir, de alguien
que hubiera integrado los elementos femeninos y masculinos
en su interior.
Uno de los principales temas recurrentes fue que el padre
supiera ofrecer una guía, tanto en el mundo exterior como en
el interior, pero sin hacer sermones ni exigir nada. «Guiar y
enseñar, no exigir ni sermonear» fue como mis alumnos
describieron la manera en que el padre debería enseñarles a
crear sus propios límites, principios y valores y a equilibrar la
disciplina con el placer. Recalcaron la im portancia de que el
padre enseñara con el ejemplo y siendo un modelo adulto de
confianza, honestidad, competencia, autoridad, coraje, fe,
amor, compasión, comprensión y ge nerosidad en los aspectos
profesionales, creativos, sociales, éticos y de un compromiso
amoroso. Al mismo tiempo, él reconocería sus valores com o
propios, sin imponerlos a la hija y sin sostener que fueran «el
único camino correcto». Como guía ofrecería cariño y
consejo, pero animaría a su hija a ser independiente y a
explorar las cosas por sí mis ma. En el nivel práctico les
enseñaría el control de sus finanzas y las animaría a ejercerlo,
y también respaldaría cualquier aspiración profesional que la
hija pudiera tener. Creería en su fuerza, belleza, inteligencia y
capacidad, se sentiría orgulloso de ella. No proyectaría sus
propios deseos no realizados en su hija, no dependería de ella
ni sería excesivamente protector. En lugar de ello, reafirmaría
la forma única y singular de su manera de ser, respetando y
valorando su individualidad, pero sin esperar responsabili -
dades que 110 se ajustaran a su e dad. Se mostraría sensible y
emocionalmente disponible cuando ella lo necesitara durante
el transcurso de su desarrollo. Y con este don de la
oportunidad y su sentido de intuición hacia su hija, le po dría
ofrecer la protección y la guía que requería, en e l momento
justo. Pero cuando ella estuviera lista para conver

221
tirse en adulta, 61 también lo percibiría y renunciaría al rol de
padre para pasara una amistad correspondida, con el ne cesario
respeto y amor. .\sí también desearía aprender de ella, y sería
capaz de hacerlo. Por último, padre e hija sabrían hablarse y
escucharse mutuamente, compartiendo las ex periencias de la
vida y aprendiendo el uno del otro.
La propia vida del padre, su propia satisfacción, con tento
y creatividad, eran algo importante p ara estas hijas. Querían
que su padre se hubiera construido una buena vida, que le
satisficiera y le resultara estimulante, una vida donde pudiera
pasar por sus propias pruebas y salir de ellas tranquilo,
estable, sólido, firme y responsable, pero también amoroso y
siendo capaz de compartir sus senti mientos y expresar sus
propios deseos y necesidades. Un padre ideal sabría cuidarse a
sí mismo, emocional, física, intelectual, creativa y
espiritualmente. Y este cuidado hacia sí mismo sería la base
del cuidado de su hija. Para estas hijas era crucial que el padre
supiera pedir ayuda cuando la necesitara. Kra crucial que
supiera mostrar su propia vulnerabilidad, que fuera capaz de
expresar abiertamente sus sentimientos, de forma sincera y
honesta, en lugar de recrearse en ellos y estancarse, o de
explotar. También era crucial que el padre fuera receptivo al
amor que su hija sentía por él.
Otro aspecto extremadamente importante era que su re -
lación emocional primordial fuera con su esposa y no con la
hija, do forma que la liija no tuviera que encargarse de sus
necesidades emocionales y estuviera libre para crecer con las
suyas propias. Si el padre respetaba a su esposa como una
compañera fuerte, independiente y competente, y no la trataba
como a una hija mostrándose autoritario, o como una madre
siendo sumiso, eso le ofrecería a la hija el modelo para una
buena relación marital, y también para el respeto que un
hombre y una mujer pueden sentir mutua mente. Así, según la
forma en que se relacionara con la ma dre, él les estaría
mostrando cómo puede comportarse un hombre en una
relación madura con una mujer.

222
El puente hacia la relación sexual también era un tema de
máxima importancia. El padre ofrece una relación segu ra e
inocua con el sexo contrario, con los hombres. Si, en el punto
adecuado, sabe apreciar la diferencia de su hija y su
sexualidad femenina, incluso flirtear con ella de una forma
inofensiva, entonces la podrá ayudar a cruzar el puente hacia
una relación sexual sana que ella pueda tener más adelante. Al
no mostrarse posesivo y apoyar sus intentos de relacionarse
con los hombres, la ayudará a facilitar su de sarrollo en este
campo.

Una buena relación con su propio niño interior y un senti do


del humor eran también cualidades esenciales que esas
mujeres deseaban que sus padres tuvieran: ser capaces de
jugar y de disfrutar del mundo de su hija, pero no quedar ellos
atrapados en ningún tipo de puerilidad. Y a lgo muy
importante: que el padre estuviera allí cuando ellas lo nece -
sitaran, que ofreciera solidez y confianza, que fuera hones to,
que pudieran confiar en él y que supiera mantener su palabra.
Aunque la integración de todas estas cualidades puede
sonar a tarea titánica y casi sobrehumana, a la vez estas
mujeres no querían que su padre fuera «perfecto». Como dijo
una persona: «El padre debería ser humano y poseer todas las
emociones de cualquier ser humano. Si no sabe algo, debería
poder admitir su ignorancia». Después de que una mujer
escribiera su descripción, dijo: «Esto es excesivamen te ideal.
Me esoy poniendo nerviosa». Otra mujer dijo que su propio
crecimiento había sufrido el obstáculo de tener un «padre
perfecto», porque los otros hombres no llegab an a ese nivel de
devoción, así que le resultaba difícil encontrar una relación
satisfactoria con éstos. En sus propias pala bras: «Mi padre
siempre me anima y cree que yo puedo hacer cualquier cosa.
A veces soy lo suficientemente inge nua para creerle».
La redención del padre también requiere redimir la parte
femenina en uno mismo y valorarla. Parte del proble

205
ma del padre herido es qu e él ha perdido la conexió n con
lo femenino. O bien la relación ha sido cortada y desvaloriza
lo femenino siguiendo la ruta del patriarca rígido, o bien ha
caído bajo su poder, como en el caso del muchacho eterno,
que pierde su propia capacidad de actuar y se convierte en
pasivo. El primero ignora el poder de lo femenino y el otro le
otorga un poder excesivo, colocándolo en un pedestal y así,
paradójicamente, lo despoja de su auténtico valor.
Si una mujer realmen te se valora y actúa desde el reino
singular de sus necesidades, senti mientos e intuiciones, crea
de una forma personal y experimenta su propia autoridad,
entonces es capaz de entablar un diálogo real con lo mas -
culino. Ni se somete a lo masculino ni lo imita. Valorar lo que
es realmente propio del reino femenino es algo fra ncamente
difícil, porque sign ifica enfrentarse a lo colectivo tal como
uno es. La puella tiende a obtener una opinión colec tiva
favorable de lo femenino aceptando las proyecciones, siendo
lo que el otro quiere. Pero la amazona acorazada, al imitar lo
masculino, desvaloriza lo femenino aceptando implícitamente
lo masculino como superior.
¿Y qué es lo femenino? Según mi experiencia, ésta es una
cuestión que las mujeres actuales se están planteando. Están
buscando, hablando entre ellas, intentando poner voz a sus
experiencias. Muchas mujeres sienten y experimentan lo fe -
menino, pero carecen de palabras para expresarlo porque
nuestro vocabulario y nuestros conceptos están basados en
modelos masculinos. Así cjue la redención de lo femenino se
ha convertido actualmente en un reto acuciante. Estamos en el
proceso. ¡Está ocurriendo! Tal como lo expresó Muriel Ru -
keyser en su poema litulado «Kathe Kollwitz»:

¿Qué pasaría si una mujer contara


la verdad acerca de su vida? El mundo
se abriría por la mitad. 4

4. llowe y Bass, comps.» A'o More Masks (New York, Doublcday- Anchor Rooks, 1973),
p. 103.

224
CAPÍTULO 10

ENCONTRAR EL ESPÍRITU
FEMENINO

Y ahora nosotras, mujeres que escribirnos, extraños


monstruos seguirnos rebuscando en nuestro corazón para
hallar las difíciles respuestas,
seguimos esperando poder - aprender a poner las manos
con mayor suavidad y sutileza sobre las ardientes arenas.
Ser con aquello que hacemos más sencillamente hu mano
Llegar al profundo lugar donde el poeta se convierte en
mujer; donde no hay que renuncia/' a nada ni cederlo en la
pura luz que refulge en el amante,
en la cálida luz que crea Jruto y. flor y esa gran cordura,
ese sol, el poder femenino.
V LW S ART O N

Cuando empecé a escribir este libro pensé que la redacción del


capítulo sobre la redención del padre sanaría la profun da
herida que venía soportando desde hacía tantos años. Confiaba
en que el dolor desaparecería y se convertiría en un pálido
recuerdo del pasado. Pero no fue así. En lugar de ello,
experimenté más dolor. Sen tí que mi herida se hacía más
profunda. Me volví más vulnerable y expuesta a mis
sentimientos de tristeza y de rabia. De nuevo regresé al ori gen
de mi herida padre-hija.
Mientras me encontraba en medio de esta conmoción y
escribiendo el que pretendía ser el último capitulo del libro,
«La redención del padre», tuve dos sueños. El primero ocu

225
rrió un día o dos antes de iniciar ese capítulo. Fue un sueño
horrible, ¡y estuve llorando duran te varias horas! Mi primera
analista, la mujer que más había querido y que había sido una
madre y un modelo para mí, había muerto. Ha bía enviado a
una mensajera desde Europa para darme tres regalos. El regalo
principal era una enorme y dorada taza de ino doro, tallada a
mano, que en realidad tenía aspecto de cáliz. Tenía que
colocar este exquisito regalo en mi sala de estar. También me
dab<i varias fotografías mías tomadas durante la época en que
empecé mi análisis. El tercer rega lo consistía en unos recortes
de periódico. Me pusé a llorar y repetí una y otra vez que no
era posible. No era posible que mi analista hubiera muerto.
Quería llamar a Suiza para comprobarlo. Pero el sueño se iba
repitiendo.
Tras la conmoción inicial producida por el sueño, me
percaté de su significado simbólico interior. La muerte de esta
analista que había sido una madre y modelo femenino para mí
me dejaba sola con mis propios recursos. Pero tenía sus
regalos. Las fotografías me recordaban el aspecto que tenía
cuando inicié el análisis. Los recortes de periódi co eran los
informes de lo que había pasado. Y la hermosa taza de
inodoro dorada, tallada a mano y parecida a un cáliz, era el
mayor regalo cjue ella podía darme, ya que sim bolizaba la
unión de «lo más alto y lo más bajo». Mi analista, gracias a su
aceptación y su ejemplo, me había dado la posibilidad de
sacar a la luz, valorar y contener las partes de mí misma que
antes había rechazado -mi rabia y mis lágrimas-, así como mi
ajihelo reprimido por el lado espi ritual positivo de mi padre.
El sueño mostraba claramente la importancia que este regalo
podía tener en mi vida; tenía que colocarlo en la parte central
de mi casa, en la sala de estar, y no relegarlo a cualquier
rincón. A mi entender, el sueño me estaba ofreciendo una
imagen para dar forma y contener mi espíritu femenino.
El segundo sueño ocurrió el día de mi cumpleaños, unos
días después de haber terminado de escribir el capí tulo «La
redención del padre». En ese sueño yo le pedía a

226
otra analista, con la que entonces estaba en análisis, que me
recortara el cabello y le diera un nuevo aire, y que me hicie ra
una permanente para que tuviera más volumen. Para mí esto
simbolizaba dar forma a mi identidad femenina y darle más
permanencia y sustancia.
La redención del padre no fue el último paso en mi pro-
ceso de intentar sanar mi herida. Mis sueños me decían que el
secreto final no estaba en lo masculino, sino en lo feme nino.
La paradoja de redimir al padre era que por fin tenía que
renunciar a proyectar el espíritu en el pa dre, y encontrarlo en
el interior de lo femenino. ¡Redimir al padre sig nificaba
encontrar el espíritu femenino en mí misma!
Se me ocurrió que mi modelo para sanar la herida había
sido en parte un modelo masculino: la idea lineal de que el
progreso va avanzando regularmente por una línea dura y recta
hasta un punto final. Mienlras que mi propia expe riencia
siempre había sido la de que el camino de trans formación se
parece más bien a una espiral. Una y otra vez regresaba a las
heridas y conflictos básicos, y cada vez la experiencia me
parecía incluso más dolorosa que la vez an terior. La diferencia
estaba en que el período doloroso ten día a ser más breve y
que, en cada nueva ocasión, tenía más fuerza, valentía y
capacidad para trabajar con estos doloro sos temas.
Robert Bly, en su poema «¿Para qué sirve la tristeza?»
expresa el valor de este sufrimiento:

¿Para qué sirve la tristeza? Es un depósito de trigo, cebada, maíz y


lágrimas.
Llegamos a la puerta por una piedra redonda.
El depósito alimenta a todas las aves de la tristeza.
Y yo me digo: ¿Tendrás tristeza por fin? Vamos, sé alegre en otoño,
sé estoico, sí, sé calmo y sereno,
o en el valle de las tristezas despliega tus alas. 1

I. Robert Bly, «What isSorrovv l'oi?» (poema inédito).

227
Mi tristeza era realmente como un depósito, porque
después de cada recaída la calidad de mi experiencia era más
profunda, más receptiva, espontánea y gozosa. La cali dad de
mi vida era más armoniosa cada vez que completa ba un
circulo. La imagen de la tercera tarea de Psique, la de sacar
agua del arroyo que discurría entre la cima más alta y las
profundidades del submundo, era ahora una imagen viviente
para mí. En palabras del filósofo Heidegger, que había sido mi
padre espiritual: la imagen de la existencia humana es
circular. Vivirnos nuestras vidas cotidianas se gún el tiempo
del reloj, decía él. Pero todos sabemos que el tiempo vivido
no es lineal. Pasar una hora escuchando una buena sinfonía, o
amando o jugando o haciendo cualquier cosa que nos absorba
por completo, es algo que podemos experimentar como un
momento intenso, mientras que cin co minutos de una
conferencia aburrida o cualquier otra ac tividad con la que no
conectemos nos pueden parecen inter minables. El tiempo es
como una espiral que siempre está en mov imiento, sugiere
Heidegger. El futuro continuamen te viene hacia nosotros, pero
se encuentra con nuestro pasado en cada momento del
presente inmediato. Cada vez que se da este proceso nos
enfrentamos a nuevos y misteriosos niveles de nuestro ser.
Debemos encontrarnos con el futu ro desconocido, sosteniendo
al mismo tiempo todo aquello que nos ha dado forma en el
pasado.
Esta imagen de que el proceso de sanación ocurre en un
tiempo cíclico me liberó de mis expectativas egoicas de que si
seguía los pasos a, b, terminaría para siempre con mis
problemas. Me permitió tener una visión menos rígida y más
ajustada de mí misma y de mi paso por la vida. También
recordé que en una ocasión le había pedido al l-Chinguna
imagen de transformación de la herida padre - hija. El
hexagrama que salió fue el 49: «Revolución», cuya segunda
línea me remitía al hexagrama 18: «Trabajar con lo que se ha
estropeado». Este segundo hexagrama habla de cómo se
malogró la imagen paterna. Tal era el trabajo que tenía que
realizar.

228
El hexagrama «Revolución» se refiere específicamente a
las etapas de la transformación. La imagen es la de estable cer
un calendario para poder distinguir claramente las dis tintas
estaciones. «El hombre domina estos cambios de la naturaleza
observando su regularidad y anotando el paso del tiempo», 2
adaptándose con ello adecuadamente a cada es tación. Seguir
el ciclo natural de las estaciones del año es la imagen que
recibí para iluminar la transformación de la he rida padre-hija
y para descubrir el espíritu femenino.
Interiormente, ello significa que debemos aceptar cada
estación cuando le llega el turno. Mientras escribo estas lí neas
es otoño, el momento en q ue disfrutamos de los últi mos
destellos de la sazón de la tierra en las doradas horas del
veranillo de san Martín. Pero también percibirnos la inminente
llegada del frío, de la muerte y de la limitación, los indicios
del nuevo descenso a la oscuridad que precede al gozoso
renacimiento. Pronto será invierno, el tiempo para aceptar el
frío exterior y qu edarnos en casa, la hibernación y la paciente
espera que 110 puede hablar de victoria, pero que puede
resistir y tolerar la oscuridad. A veces sen timos 1111 ligero
despertar de vida, pero uno nunca sabe si el nacimiento saldrá
bien. En invierno tenemos que aceptar el «no saber» y apostar
por la vida sin depender del resulta do, apostar por la vida por
sí misma. Y después llega la pri mavera, cuando la vida florece
y aparecen los pequeños brotes verdes. Puede parecer que esta
estación de posibilidad es la más fácil de aceptar, pero todos
sabemos que en primavera el índice de suicidios es más
elevado. Si no nos hemos relacionado adecuadamente con el
invierno, si hemos luchado contra él y 110 hemos aceptado la
posibilidad tanto de nacimiento como de muerte, si nos hemos
metido demasiado en el fondo, olvidándonos del paso de las
estaciones, entonces puede que 110 seamos capaces de aceptar

2. R. VVilhelin, Irad., I-Ching: F.l libro de las mutaciones,


Barcelona, Rdhasa. 1997.

229
lo nuevo y, temiendo al cambio, nos aferremos a la depresión
y a lo viejo. Muchas mujeres malgastan años de su vida
recreándose en la depresión y la desesperación, sin aceptar
jamás sus posibilidades; negándose a entrar en el mundo,
rechazando la primavera. Primavera significa cuidar de las
nuevas posibilidades mientras van creciendo, regarlas y ali -
mentarlas. Por último llega el verano: la maduración de to das
esas posibilidades, materializarlas, respaldarlas y disfru tar de
ellas. Yo creo que éste es el principal reto para las mujeres:
ser como son en su totalidad, aceptando tanto la luz como la
oscuridad y el nuevo ciclo estacional que está por venir. La
herida está ahí y forma parte de nuestra experien cia. Así que
tenemos que aprender a aceptarla y a convivir con ella, pero
también estar en contacto con las nuevas posibilidades de
sanación. Esto requiere un esfuerzo activo, una voluntad de
dirigirnos hacia nuestras profundidades y escu char a nuestra
experiencia femenina y hablar desde ella.
Del cuento La muchacha valerosa me impresionó lo necesario
que era llevar ropa de hombre para poder obtener la medicina
que curaría la ceguera del padre. Otras heroí nas, como por
ejemplo Juana de Arco, también han sentido la necesidad de
vestirse como hombres para conseguir sus metas. Asumir
conscientemente un «ropaje de hombre» es muy distinto a
llevar armadura, como la amazona. Porque si escogemos
conscientemente el disfraz, también nos lo pode mos quitar de
forma consciente. A veces es necesario vestir se de hombre
para salvarnos si queremos salir al mundo y reafirmar los
valores femeninos. Pienso en Rosalind, la pro tagonista de la
obra Como gustéis, de Shakespeare. Tuvo que disfrazarse para
salvarse de los malvados designios del duque, que había
expulsado a su padre. Y decidió seguir con ese disf raz para
saber si el amor de Orlando era genui no, en lugar de intentar
seducirlo aceptando las proyeccio nes femeninas de su amado.
Si una mujer se disfraza de hombre puede ver cómo se
comporta con ella como amigo su potencial enamorado.
También puede ver cómo reacciona el colectivo ante el trabajo
que realiza cuando no existen

230
proyecciones preconcebidas. Corno dice Rosalind cuando se
prepara para vestirse de hombre:

¡Ay de mí!, ¡qué peligroso será para nosotras,


doncellas, viajar hasta tan lejos!
Más provoca la belleza a los ladrones que el oro.

(...) ¿110 sería mejor,


como soy más alta de lo normal,
que me vistiera como un hombre?
Una vistosa daga sobre el muslo,
una lanza en la mano, y en mi corazón
todos los temores ocultos de una mujer.
Por hiera seremos bravucones y marciales
como tantos otros hombres cobardes
desafiantes con su presencia. 3

Aunque considero que éste es un paso necesario para la


liberación de la mujer, creo que ya ha llegado el tiempo de
que las mujeres lleven sus propios vestidos y que se expresen
desde su fuerza y sabiduría femenina. Lo femenino, ¿qué es
eso? No estoy segura de que podarnos definirlo. Pero podemos
experimentarlo y, gracias a esa experiencia, inten tar
expresarlo con símbolos e imágenes, con formas de ar te
mediante las cuales poder habitaren su misterio y sin em bargo,
de algún modo, saber también darle voz. Hace poco una mujer
me dijo que había experimentado, por primera vez en su vida,
lo femenino. Pero no supo verbalizar su experiencia. Todavía
no se le había ocurrido ninguna palabra ni imagen. Pero eso
no invalidaba el valor, la intensidad y la conciencia de esa
experiencia. Uno de los retos a los que so enfrentan las
mujeres actualmente es no sólo abrir se a la experiencia de lo
femenino, sino también intentar expresarlo, cada una a su
manera.
Hace poco les pedí a mis alumnos que describieran sus
imágenes y experiencia del espíritu femenino. Eran los

3. 1s You Like ll. acto l, escena 5.

231
mismos que habían escrito la fantasía del padre ideal a
principios del trimestre. Esa tarea no les había resultado
especialmente difícil y sus descripciones de un padre ideal
eran asombrosamente parecidas. Pero cuando les llegó el turno
de describir el espíritu femenino, al principio se blo quearon.
Sus descripción es eran muy diferentes. El único denominador
común era que ninguna de esas mujeres creía que podía
utilizar a su madre como modelo. Tuvieron que dirigir la
mirada hacia su interior e intentar describir su propia
experiencia.
Las mujeres están empezando a darse cuenta de que los
hombres han estado definiendo la feminidad a través de sus
expectativas conscientes de qué pueden o no pueden hacer las
mujeres, y a través de sus proyecciones inconscientes sobre
las mujeres. Esto ha dado como resultado una visi ón
distorsionada, no sólo de ías mujeres, sino también del pro pio
lado femenino del hombre. Las mujeres primero tienen que
hacerse conscientes de estas definiciones y proyeccio nes y
decir cuáles las describen y cuáles no; los hombres también
pueden ayudar en este proceso. Porque si son sen sibles y
receptivos a lo femenino, si saben escuchar, podrán aportar su
propia experiencia de feminidad a nuestra com prensión del
tema. Rilke era un poeta muy sensible al reino de lo femenino
y hace mucho tiempo que supo reconocer la fortaleza especial
y las cualidades singulares del espíritu fe menino. Pero, en
definitiva, son las mujeres quienes tienen que contar sus
propias historias, sacadas de su experiencia y sentimientos
personales, pero con la vista puesta en lo universal.
Cuando las mujeres empiecen a sentirse confiadas y a
expresar los valores de su propia manera de ser, la sana ción de
lo masculino será posible. La parte masculina de las mujeres,
de los propios hombres y de la cultura está herida debido a su
incorrecta relación con lo femenino. Observen, si no, el
siguiente sueño de una mujer cuya rela ción con el padre había
resultado herida:

232
Soy enfermera y trabajo en un hospital. El paciente que está en la
cama es un hombre atractivo. Le falta el brazo izquierdo. En lugar de
discapacidad, existe una sensación mágica sobre la ausencia del
brazo. Siguiendo sus indicaciones, yo le vuelvo a colocar el brazo.
El único sentimiento es de amor. Cuando me despierto tengo la
sensación de estar completa.

Este sueño le muestra a la mujer su propio poder para sa nar su


hombre interior. Ella tenía una herida en la relación con el
padre que afectaba a su relación con lo masculino, pero a
pesar de ello, había en su interior el poder de sanar esa
herida. En este caso, la sanación se produce mediante el
esfuerzo conjunto del hombre y de ella misma.
Otro sueño, en esta ocasión de un hombre, muestra el
poder de lo femenino para sanar lo masculino herido en un
hombre y también en nuestra cultura. El soña nte era un
hombre cálido, en contacto con sus sentimientos, que valo raba
muchísimo lo femenino, tan to en las mujeres como en su
propio interior. El sueño revela la herida de lo masculi no en
un nivel arquetípico y su efecto sobre la cultura:

Me dirigía a la casa de una mujer desconocida, de cabello oscuro.


Sentía un gran deseo de estar con ella y no podía dejar de pensar en
el sexo. Cuando abrió la puerta inmediatamente supe que era alguien
inusual y que yo tenía que aprender algo de ella. Pero, aun así, le
pedí que se acostara conmigo y me miró como diciendo: «Vale, si
eso es todo lo que sabes». Entonces cambió la escena y me
encontraba en el funeral del presidente Kennedy. Su cuerpo se
hallaba en el ataúd, pero tenía las manos, brazos, piernas y pies
cortados. De repente la mujer de pelo oscuro se adelantó, recolocó
los fragmentos de su cuerpo, y así lo curó.

Esle sueño revela la herida de lo masculino. El poder de sa -


nación de lo femenino, simbolizado por la desconocida de
oscuro cabello, está presente, pero al principio el soñante no
lo reconoce y se relaciona con ella a través del viejo • modo
masculino de la posesión sexual. Incluso así, él sabe, en un
nivel profundo, que ella tiene algo que ofrecerle. Este

233
poder redentor de la sanación femenina se revela especta cularmente
al final del sueño, cuando la mujer recoloca los trozos del
desmembrado cuerpo del presidente, el goberna dor cultural del país.
Eso me recuerda el reconocimiento de este poder de sanación
femenino en la antigua mitología. La diosa Isis, reina de Egipto,
encontró las partes desmembradas del rey Osiris, su esposo, las
volvió a juntar y así lo sanó. Paitaba un trozo: el falo. Pero Isis
hizo un falo nuevo de madera y lo unió al cuerpo de Osiris. Yo veo
aquí un paralelismo con el cuento de La muchacha sin manos. Igual
que cuando le cortaron las manos y un hombre le dio unas
artificiales de plata hasta que las suyas se regeneraron de forma
natural, mediante su capacidad de aceptar el sufrimiento, el falo
creativo de Osiris precisaba de la ayuda de una mujer para su
regeneración. En nuestra era tecnológica, que valora por encima de
todo la consecución de objetivos y el control, es como si el falo
creativo se hubiera perdido y los hombres hubieran sacrificado sus
hijas interiores al diablo median te la posesividad. Generalmente les
asusta reconocer sus heridas y han perdido el acceso a las lágrimas.
El espíritu femenino que tiene el coraje de enfrentarse tanto a la
herida como a la fuerza de la rabia y de las lágrimas, puede curar,
mediante la apreciación del poder cíclico natural de las estaciones y
la capacidad de la tierra para recibir nue vas semillas de creatividad.

254
SUMARIO

Agradecimientos ...................................................................... 9

Prefacio: Una hija herida ........................................................... 11

PARTE I. LA HERIDA
Capítulo 1. La herida padre-hija ................................................ 25
Capítulo 2. El sacrificio de la hija ............................................. 53
Capítulo 3. La eterna muchacha ................................................. 69
Capítulo 4. La amazona acorazada ............................................. 97
Capítulo 5. El hombre interior .................................................. 129

PARTE II. EL DOLOR


Capítulo 6. Rabia ......................................................................... 167
Capítulo 7. Lágrimas .................................................................... 185

PARTE III. LA SANACIÓN


Capítulo 8. Facetas femeninas ...................................................... 197
Capítulo 9. La redención del padre ............................................... 205
Capítulo 10. Encontrar el espíritu femenino .................................. 225
6. Anais Nin, Obra completa, Barcelona, Plaza y Janés Editores,
199o.

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