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1. Introducción
En segundo lugar, nos propondremos elucidar los aportes de Tomás de Aquino (ca. 1225-
1274) a la problemática, señalando su continuidad e innovación en relación con las tesis
aristotélicas. Analizaremos, por un lado, la apropiación que hace el autor de las críticas
aristotélicas a la teoría platónica de las Ideas; luego, la distinción entre lo singular como
objeto del sentido y lo universal como objeto de ciencia; y los aportes de Tomás en la
explicación del proceso de intelección.
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independiente de las cosas, Arístóteles planteó que los universales sólo existen en las
cosas y no separados de ellas.
“De las cosas, unas son universales, y otras singulares. Llamo universal lo que por su
naturaleza puede predicarse de muchos, y singular, a lo que no (…)” (De Interp., 7, 17a38-
b1). Porfirio recupera esta definición aristotélica del universal para definir el género:
“género es lo que se predica de muchos y diferentes” (Busse, 214-320; Tursi, 63-67). Y a
continuación se encarga de caracterizarlo por oposición a los otros predicables: propio,
especie, diferencia y accidente. En este punto, Porfirio explicita a la especie como
predicable, que Aristóteles había propuesto como definición (género + diferencia). De este
modo “el género difiere del propio, ya que el propio se predica de una sola
especie”(Busse, 214-320; Tursi, 63-67) y el género de muchas. Y se distingue de la
diferencia y del accidente en tanto estos, aunque se dicen de muchos, no se predican en
relación con el “qué es” (como el género) sino en relación con el “cómo es”.
En su comentario a las Categorías, Porfirio afirma que “se dice que las predicaciones son
diez en género, tal como se dice que las cosas son diez en género” (Busse, 583-29;
Strange, 34-35). La sentencia está en consonancia con lo establecido por Aristóteles en los
Tópicos cuando afirma que los géneros de las predicaciones “son en número de diez”
(Tóp., I 9, 103b20-39), y tras enumerarlos agrega: “Pues siempre el accidente, el género, el
propio y la definición estarán en alguna de estas categorías”. En esta obra Porfirio deja en
claro su posición con respecto al problema de los universales; considera que la cuestión es
más sobre nombres que sobre cosas: “nuestra investigación concierne incidentalmente a
las diferencias genéricas de las cosas, mientras que primariamente es acerca de las
expresiones significativas”. Las diferencias genéricas entre las cosas son objeto de estudio
incidental al fundamentar la clasificación genérica operada en el plano del lenguaje. La
intención de Aristóteles en Categorías, es, según Porfirio, “distinguir los géneros del ser
según las expresiones que los significan” (Busse, 9114-27; Strange, 81-82).
3. Tomás de Aquino: “la naturaleza humana no tiene un ser más allá de los principios
individuantes, a no ser sólo en el intelecto”
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En la Suma contra gentiles, Tomás hace suya la crítica aristotélica al argumento que parte
de las ciencias. En este argumento, los platónicos sostenían que dado que la ciencia es de
lo universal y eterno (y no de los particulares mutables), deben existir entidades
universales (Ideas) separadas de los seres particulares. Si bien el razonamiento prueba la
existencia de universales que son el objeto de la investigación científica, de ello no se
infiere que estos posean una existencia independiente de las cosas sensibles. Como
veremos más adelante, Tomás, incluso, irá más lejos y sostendrá que “no es preciso que
los universales sean subsistentes por sí fuera del alma” (Suma contra gentiles, II 75).
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El sentido, afirma Tomás, “es una virtud en el órgano corporal” (Comentario al De anima
de Aristóteles, II lect. 12, §§ 5-8). De aquí se sigue que lo sentido sea recibido de forma
material y corporal; en otras palabras, se siente lo singular como individuación de la
naturaleza común de las cosas externas al alma. Por otra parte, el intelecto “es una virtud
inmaterial, que no es acto de algún órgano corpóreo”. Así, el acto de intelección opera
abstrayendo las condiciones materiales de las cosas para captar la naturaleza universal de
las mismas. Por ello, la ciencia, en tanto actividad intelectual, tendrá como objeto los
universales.
Luego, Tomás explica que la naturaleza universal de las cosas tiene un ser doble: “uno
material, en cuanto está en la materia natural; otro inmaterial, en cuanto está en el
intelecto”. A las naturalezas les adviene la intención de universalidad operada por el
intelecto, que abstrae la universalidad inmaterial a partir de la naturaleza común material
de las cosas externas. Tomás se encarga de dejar bien en claro que la abstracción del
universal es un acto del intelecto, y no una abstracción real, al modo platónico. A partir de
este doble ser del universal podemos comprender lo afirmado por el teólogo en la Suma
contra gentiles cuando sostiene el hecho de que “los universales no subsistan fuera del
alma, y que el entendimiento, al entender los universales, entienda cosas que están fuera
del alma” (Suma contra gentiles, II 75). El ser material del universal se encuentra en la
naturaleza universal de las cosas; el ser inmaterial del universal se halla en el alma, como
abstracción realizada por el intelecto a partir del primero. Tomás ejemplifica esta posición
afirmando que “la naturaleza humana no tiene un ser más allá de los principios
individuantes, a no ser sólo en el intelecto” (Comentario al De anima de Aristóteles, II lect.
12, §§ 5-8).
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4. Síntesis
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Bibliografía: