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Ariel Manzo - 35946069

Singularidad de lo real y universalidad del concepto. Elementos aristotélicos en la


constitución del denominado problema de los universales y su reelaboración
en Tomás de Aquino

1. Introducción

En el presente trabajo intentaremos, en primer lugar, recuperar la influencia de las obras


lógicas de Aristóteles en los primeros planteos sobre el problema de los universales en la
Edad Media. Analizaremos los elementos del Organon trabajados por Porfirio (232-304),
autor que introdujo las categorías aristotélicas entre los filósofos neoplatónicos. Nos
centraremos en su caracterización del problema y sus afirmaciones nominalistas sobre la
obra de Aristóteles.

En segundo lugar, nos propondremos elucidar los aportes de Tomás de Aquino (ca. 1225-
1274) a la problemática, señalando su continuidad e innovación en relación con las tesis
aristotélicas. Analizaremos, por un lado, la apropiación que hace el autor de las críticas
aristotélicas a la teoría platónica de las Ideas; luego, la distinción entre lo singular como
objeto del sentido y lo universal como objeto de ciencia; y los aportes de Tomás en la
explicación del proceso de intelección.

2. Porfirio: la recepción de las categorías aristotélicas en el mundo intelectual


neoplatónico

En el proemio a la Isagoge, Porfirio esquematiza, lo que será el problema de los


universales durante el milenio siguiente. Sobre la naturaleza de las especies y géneros
postula las siguientes posibilidades: “si subsisten o residen en solos y puros pensamientos,
como si, subsistiendo, son cuerpos o incorpóreos, y si están separados o en las cosas
sensibles y subsistiendo en torno a ellas” (Busse, 13-16; Tursi, 59). En estas dos últimas
posibilidades encontramos el contraste de las propuestas de Platón y Aristóteles. Mientras
Platón consideraba que las Ideas-universales poseían una existencia separada,

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independiente de las cosas, Arístóteles planteó que los universales sólo existen en las
cosas y no separados de ellas.

“De las cosas, unas son universales, y otras singulares. Llamo universal lo que por su
naturaleza puede predicarse de muchos, y singular, a lo que no (…)” (De Interp., 7, 17a38-
b1). Porfirio recupera esta definición aristotélica del universal para definir el género:
“género es lo que se predica de muchos y diferentes” (Busse, 214-320; Tursi, 63-67). Y a
continuación se encarga de caracterizarlo por oposición a los otros predicables: propio,
especie, diferencia y accidente. En este punto, Porfirio explicita a la especie como
predicable, que Aristóteles había propuesto como definición (género + diferencia). De este
modo “el género difiere del propio, ya que el propio se predica de una sola
especie”(Busse, 214-320; Tursi, 63-67) y el género de muchas. Y se distingue de la
diferencia y del accidente en tanto estos, aunque se dicen de muchos, no se predican en
relación con el “qué es” (como el género) sino en relación con el “cómo es”.

En su comentario a las Categorías, Porfirio afirma que “se dice que las predicaciones son
diez en género, tal como se dice que las cosas son diez en género” (Busse, 583-29;
Strange, 34-35). La sentencia está en consonancia con lo establecido por Aristóteles en los
Tópicos cuando afirma que los géneros de las predicaciones “son en número de diez”
(Tóp., I 9, 103b20-39), y tras enumerarlos agrega: “Pues siempre el accidente, el género, el
propio y la definición estarán en alguna de estas categorías”. En esta obra Porfirio deja en
claro su posición con respecto al problema de los universales; considera que la cuestión es
más sobre nombres que sobre cosas: “nuestra investigación concierne incidentalmente a
las diferencias genéricas de las cosas, mientras que primariamente es acerca de las
expresiones significativas”. Las diferencias genéricas entre las cosas son objeto de estudio
incidental al fundamentar la clasificación genérica operada en el plano del lenguaje. La
intención de Aristóteles en Categorías, es, según Porfirio, “distinguir los géneros del ser
según las expresiones que los significan” (Busse, 9114-27; Strange, 81-82).

Porfirio se encontraría, de este modo, sentando las bases de la corriente nominalista en


los primeros siglos de la Edad Media.

3. Tomás de Aquino: “la naturaleza humana no tiene un ser más allá de los principios
individuantes, a no ser sólo en el intelecto”

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3.1. Las críticas al trascendentalismo platónico

En el siglo XIII la obra de Aristóteles es considerada imprescindible para abordar cualquier


problemática filosófica. Tomás de Aquino parte de las críticas desarrolladas por el
estagirita a Platón en torno a la trascendencia- inmanencia de los universales.

En la Suma contra gentiles, Tomás hace suya la crítica aristotélica al argumento que parte
de las ciencias. En este argumento, los platónicos sostenían que dado que la ciencia es de
lo universal y eterno (y no de los particulares mutables), deben existir entidades
universales (Ideas) separadas de los seres particulares. Si bien el razonamiento prueba la
existencia de universales que son el objeto de la investigación científica, de ello no se
infiere que estos posean una existencia independiente de las cosas sensibles. Como
veremos más adelante, Tomás, incluso, irá más lejos y sostendrá que “no es preciso que
los universales sean subsistentes por sí fuera del alma” (Suma contra gentiles, II 75).

Tomás cuestiona asimismo el postulado cognitivo de la doctrina platónica deducido de la


premisa de que el conocimiento se obtiene por semejanza. Partiendo de aquí, Platón se
habría equivocado al considerar que “la forma de lo conocido necesariamente está en el
cognoscente con el mismo modo con el que está en lo conocido” (Suma Teológica, I q. 84,
a. 1). Si bien la conclusión de que el conocimiento producto del entendimiento se halla en
el alma de modo universal, inmaterial y necesario es compartida por Tomás, la afirmación
anterior implica, entonces, que lo conocido, el objeto de intelección, debe existir también
de modo universal, inmaterial y necesario. Este razonamiento habría conducido a Platón a
sostener la existencia separada de las Ideas como objetos de intelección trascendentes.
Frente a la posición platónica, Tomás plantea que la forma sensible se halla de un modo
en las cosas externas al alma y de otro en el entendimiento. Aunque los cuerpos sean
materiales e inmóviles, el intelecto los internaliza como formas inmateriales e inmóviles,
ya que, inversamente a lo sostenido por Platón, “lo recibido está en el que recibe según el
modo del que recibe” (Suma Teológica, I q. 84, a. 1).

3.2. Singulares y universales: entre el sentido y la ciencia

En su Comentario al De Anima de Aristóteles, Tomás establece la diferencia entre sentido


y ciencia sobre la base de la diferente naturaleza del sentido y del intelecto.

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El sentido, afirma Tomás, “es una virtud en el órgano corporal” (Comentario al De anima
de Aristóteles, II lect. 12, §§ 5-8). De aquí se sigue que lo sentido sea recibido de forma
material y corporal; en otras palabras, se siente lo singular como individuación de la
naturaleza común de las cosas externas al alma. Por otra parte, el intelecto “es una virtud
inmaterial, que no es acto de algún órgano corpóreo”. Así, el acto de intelección opera
abstrayendo las condiciones materiales de las cosas para captar la naturaleza universal de
las mismas. Por ello, la ciencia, en tanto actividad intelectual, tendrá como objeto los
universales.

Luego, Tomás explica que la naturaleza universal de las cosas tiene un ser doble: “uno
material, en cuanto está en la materia natural; otro inmaterial, en cuanto está en el
intelecto”. A las naturalezas les adviene la intención de universalidad operada por el
intelecto, que abstrae la universalidad inmaterial a partir de la naturaleza común material
de las cosas externas. Tomás se encarga de dejar bien en claro que la abstracción del
universal es un acto del intelecto, y no una abstracción real, al modo platónico. A partir de
este doble ser del universal podemos comprender lo afirmado por el teólogo en la Suma
contra gentiles cuando sostiene el hecho de que “los universales no subsistan fuera del
alma, y que el entendimiento, al entender los universales, entienda cosas que están fuera
del alma” (Suma contra gentiles, II 75). El ser material del universal se encuentra en la
naturaleza universal de las cosas; el ser inmaterial del universal se halla en el alma, como
abstracción realizada por el intelecto a partir del primero. Tomás ejemplifica esta posición
afirmando que “la naturaleza humana no tiene un ser más allá de los principios
individuantes, a no ser sólo en el intelecto” (Comentario al De anima de Aristóteles, II lect.
12, §§ 5-8).

3.3. El proceso de intelección tomista

Siguiendo la obra de Panaccio, realizaremos una breve descripción del proceso de


intelección, tal como es planteado por Tomás de Aquino, en su intento por armonizar
elementos aristotélicos y agustinianos en su teoría cognitiva. La innovación tomista en
este punto, estaría reflejada en la implementación de un verbo mental o concepto, que
media y posibilita la intelección, y que posee un modo de ser “que escapa a las categorías
aristotélicas, el de un puro objeto de pensamiento” (Panaccio, 1992).

En el proceso de intelección tomista intervienen cuatro elementos: la cosa exterior, la


especie inteligible, el acto mental de intelección y el verbo mental. El acto intelectivo
abstrae de la cosa exterior la especie inteligible (el universal) que permanece como una

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representación mental de la cosa. El verbo mental/ concepto es el producto del


pensamiento en actividad operando a partir de la especie inteligible.

El concepto es, en este planteo, el resultado, la consecuencia última de la intelección y no


su punto de partida.

4. Síntesis

La obra de Aristóteles representa el punto de partida del llamado problema de los


universales en la Edad Media. Partiendo de sus conceptualizaciones Porfirio estableció las
principales cuestiones con respecto al problema y sentó bases para una posterior
interpretación nominalista. Tomás de Aquino, aproximadamente un milenio después,
recurrió también a la obra del estagirita para intentar una elucidación del problema.
Asumiendo como propias las críticas a la teoría de las Ideas y recuperando los desarrollos
aristotélicos sobre la piscología cognitiva humana elaboró un modelo explicativo propio
del proceso de intelección de los universales. En este sentido, su filosofía es
representativa de todo el período medieval al ser un desarrollo sin ruptura, una creación
intelectual que, tanto para identificarse como para criticar, busca anclaje respetuosa entre
los antiguos griegos.

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Bibliografía:

 Aristóteles. De Interpretatione. Apunte de cátedra.


 Aristóteles. Tópicos. Apunte de cátedra.
 Busse = Porphyrii Isagoge sive quinque voces et in Aristotelis categorias
commentarium (ed. A.Busse) [Commentaria in Aristotelem Graeca IV, 1] Berlin,
Reimer, 1887.
 Panaccio, C. (1992). El discurso interior, de Platón a Guillermo de Ockham. Apunte
de cátedra.
 Tomás de Aquino. Comentario al De Anima de Aristóteles. Apunte de cátedra.
 Tomás de Aquino. Suma contra gentiles. Apunte de cátedra.
 Tomás de Aquino. Suma teológica. Apunte de cátedra.
 Tursi = Porfirio, Isagoge (trad. A. Tursi) en La cuestión de los universales en la Edad
Media.

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