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Trabajo Práctico Nº 6 – Cuba

Tema: Dinámica revolucionaria y resultado socialista en la Revolución Cubana

“No fueron los comunistas sino la


burguesía y los terratenientes quienes
obligaron a la revolución verde oliva a
manifestarse roja exigiéndole que se
volviera blanca”.
Joseph Morray

Introducción

El tema elegido para el presente ensayo podría sintetizarse en el siguiente


interrogante: ¿Por qué la Revolución Cubana tuvo un desenlace socialista? La pregunta
cobra mayor relevancia si tenemos en cuenta que tal resultado no estaba previsto ni
planeado por los revolucionarios. De manera que el foco del análisis estará puesto
específicamente en el pasaje de la situación revolucionaria a los resultados
revolucionarios, relegando a un segundo plano –aunque no por ello negando su
importancia– el análisis de la situación prerrevolucionaria como así también el proceso
de institucionalización a largo plazo de la revolución.
Es de gran utilidad para la comprensión de este proceso tener en cuenta, a fines
comparativos, las otras dos revoluciones sociales desarrolladas en América Latina, es
decir, los casos de México y Bolivia, ya que las tres parten de una situación estructural
similar: el carácter dependiente de sus economías (a través del sistema de hacienda o de
economías de enclave); y son producto de una crisis de implantación del capitalismo.
Sin embargo, los resultados de ellas son diferentes (sobre todo en el caso cubano) y se
desprenden tanto de las formas específicas que asume la economía capitalista y su
posición en el mercado mundial, en un plano estructural; como de la propia dinámica
revolucionaria, en un plano de corte coyuntural.
Siguiendo esta lógica, nos guiaremos por los estudios de Fernando Mires y
Waldo Ansaldi que, con sus matices, plantean un esquema analítico que puntualiza en
los desplazamientos políticos nacionales e internacionales (en el caso de Mires) o, en
términos de Ansaldi, en un doble dialéctica, de carácter interno y externo. De esta
forma, considero que se puede eliminar el doble riesgo de explicar los procesos
revolucionarios en términos de un total particularismo/relativismo, como así también el
de subordinar la dinámica política coyuntural a la determinación de las condiciones
estructurales y/o internacionales. Se propone en cambio, focalizar en los puntos de
contacto entre ambas dialécticas y sus desplazamientos en el caso de la Revolución
Cubana.

Dialécticas internas y externas

En el plano nacional, la primera dialéctica que atraviesa el proceso


revolucionario, y es a su vez el disparador del mismo, es la lucha antidictatorial contra
el régimen encabezado por Fulgencio Batista, producto de la revolución antimachadista
y que Fernando Mires caracteriza como “bonapartismo”. El mismo se termina de
consolidar en 1952 mediante un golpe de Estado y viene a superar la imposibilidad de la
“burguesía nacional” (en la medida en que existe) de constituirse en clase hegemónica.
Esta situación viene determinada por el carácter dependiente de la economía cubana, y
la ausencia de una burguesía nacional en sentido estricto, ya que la mayor parte de los
capitales son estadounidenses y, si bien podemos hablar de la existencia de relaciones de
producción capitalistas, en términos de explotación de trabajo asalariado, el capitalismo
no es un producto endógeno y autónomo de la sociedad cubana, sino que se deriva de la
forma de enclave que asume la producción azucarera.
La dictadura militar de Batista se basaba en el apoyo de la burguesía y los
terratenientes cubanos y, del capital y el gobierno estadounidenses, todos en estrecha
relación y con intereses compartidos. La dictadura contaba incluso con el apoyo de
sectores “modernizantes” de la mediana burguesía, por lo que si bien las
reivindicaciones de la lucha antidictatorial pueden situarse en el esquema de
“revolución burguesa”, considero que este concepto no es del todo acertado ya que no
existía realmente una burguesía nacional con independencia suficiente como para
embanderarse del proceso revolucionario, más bien todo lo contrario. En lugar de ello,
la idea de reivindicaciones “democrático-liberales”, me parece más específica para el
caso cubano, ya que estas fueron llevadas adelante, principalmente pero no
exclusivamente, por el Movimiento 26 de Julio, y su particular dinámica –no sólo en
términos de clases– va a ser crucial en los caminos que tome el desarrollo de la
revolución.
Excede los límites de este ensayo analizar las cuestiones estratégicas y tácticas
referentes al Movimiento 26 de Julio. Sin embargo, es necesario destacar su
heterogeneidad ideológica y social (primero clase media universitaria y luego se
incorporan elementos campesinos y obreros), como así también su destreza política,
encarnada principalmente en la figura de Fidel Castro, ya que en su combinación de
frente popular y partido político (característica adquirida después de la toma del poder)
actúa como síntesis de la lucha democrática contra la dictadura de Batista, y permite la
articulación política necesaria para consolidar la revolución. De este modo, el
Movimiento 26 de Julio no se considera a sí mismo como una “vanguardia” ni como el
“partido de la revolución” sino que, a diferencia del llamado “partido leninista”, se
asume como un apoyo armado a la lucha popular.
El Movimiento 26 de Julio llega al poder como síntesis de la lucha armada y la
rebelión urbana, encarnada en la huelga general que se desarrolla en las jornadas del 2 y
el 3 de enero de 1959. Es a la luz de lo dicho anteriormente sobre la ausencia de
planificación del carácter socialista de la revolución, que debemos interpretar sus
medidas más relevantes, es decir, la política de expropiaciones y las leyes de reforma
agraria, ya que en un principio, el mismo Fidel Castro levantó consignas que invitaban a
la participación del sector privado en la industria y la agricultura reformada, entre otras
que aunque radicales, se limitaban a los marcos de una economía capitalista.
En este sentido, es necesario retomar la hipótesis inicial sobre las dialécticas
internas y externas, ya que es cuando ambas se cruzan que la revolución deviene
socialista. En efecto, las políticas de expropiación, pero sobre todo la reforma agraria,
conducen a una insalvable polarización entre la Revolución Cubana y los intereses del
capital estadounidense, ya que pasaron a manos del Estado el 70% de las tierras fértiles,
que anteriormente se encontraban en manos de aquéllos. Es por este motivo que una
revolución que parte de reivindicaciones de tipo democrático-liberales derive en un
abierto conflicto con Estados Unidos, asumiendo un carácter nacional-antiimperialista.
Antes de continuar con la cuestión geopolítica, es necesario hacer un paréntesis
y considerar uno de los desplazamientos políticos nacionales que influyen
decisivamente en rumbo socialista que toma la revolución. Ya que, paradójicamente, el
Movimiento 26 de Julio alcanzará su definición clasista –entiéndase clase obrera y
campesinado, aunque siempre bajo el concepto de “pueblo”– y posteriormente
socialista, en paralelo a su disolución. Esto se debe a que el movimiento se configuró
con la única finalidad de derribar la dictadura de Batista y restaurar el sistema
democrático, por lo cual su propia heterogeneidad pasó de ser una ventaja a convertirse
en una traba a la hora de consolidar la revolución. Es en este contexto en que Fidel
Castro, haciéndose eco de las acusaciones de los contrarrevolucionarios, declaró el
carácter socialista de la revolución, a la par que se daba un acercamiento con el Partido
Comunista, lo cual fue encausado en el marco de las Organizaciones Revolucionarias
Integradas, que actúan como medio en la consolidación política de la revolución. La
relevancia de este acercamiento es doble: en el plano nacional permitió lo que Mires
llama “la toma del poder de la clase obrera por el Estado”, es decir, el reemplazo de las
burocracias sindicales que apoyaban a Batista por cuadros del PC, algo que el
Movimiento 26 de Julio no habría podido lograr ya que era un movimiento que si bien
gozaba del apoyo de obreros, era ajeno a esa clase; en el plano internacional, brindaba la
ventaja del apoyo de la Unión Soviética, lo que favorecía la ayuda económica y
estratégica de la otra superpotencia en el marco de la Guerra Fría.
El acercamiento a la Unión Soviética, se da en un contexto en el que, más que la
afinidad ideológica, lo que prima son las necesidades estratégicas. Después del
desembarco de Bahía de Cochinos (1961) quedó en claro que la seguridad de la
revolución peligraba seriamente. Es en la “crisis de los misiles” cuando Cuba se
convirtió explícitamente en una pieza clave del desarrollo de la Guerra Fría a la vez que
se profundizaba la política de bloqueo económico a la isla por parte de Estados Unidos.
Es esto lo que obligó a la Revolución Cubana a radicalizarse aún más para poder
sobrevivir, lo cual puede observarse en la intensificación de la política de
expropiaciones, que constituyen la base material del proyecto socialista, como así
también en los posicionamientos políticos a nivel nacional (rol del PC como eje de
definición política) e internacional (ingreso de Cuba en el COMECON, aunque no en el
Pacto de Varsovia).
Conclusión

Como se esbozó en este trabajo, la Revolución Cubana debe ser abordada desde
una perspectiva que permita analizar tanto sus condicionamientos internos y externos,
como así también la dinámica que opera en la combinación de ambos. De este modo, es
muy interesante analizar la figura de Fidel Castro ya que, sin caer en una visión de la
historia simplista y basada en las “grandes personalidades”, es notable como en su
accionar político refleja los distintos momentos por los que atraviesa la revolución,
partiendo de reivindicaciones democráticas para derivar en una revolución socialista.
En este sentido se puede trazar una temporalidad de la Revolución Cubana que
iría desde la lucha antidictatorial, de carácter “democrático-liberal” con gran
movilización popular, que al llevar a cabo la reforma agraria, en gran medida por la
creciente importancia del campesinado como clase (o proletariado rural, debido a su
calidad de asalariados) se torna necesariamente “nacional” al chocar con los intereses
imperialistas del capital y el gobierno estadounidense; a su vez, esto se da en el contexto
de la Guerra Fría, lo que impulsa a la revolución a posicionarse del lado del bloque
socialista que, sumado a la creciente política de expropiaciones, determina su carácter
socialista.

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