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Filosofía

Los textos filosóficos de Tales que han llegado hasta nosotros son
escasos y no es fácil hacerse una idea general de su pensamiento a partir
de ellos. Tratan básicamente de dos temas, no fáciles de conciliar: el agua
es el primer principio (material) de todas las cosas, y los seres inanimados
poseen un alma (de donde se derivaría la idea de que el mundo está lleno
de dioses).

El agua es el primer principio (arjé) de todas las


cosas.
La mayoría de los primeros filósofos creyeron tan sólo
principios a aquellos que se dan bajo la forma de la materia;
pues afirman que el elemento y principio primero de todas las
cosas es aquel a partir del cual todas las cosas existen y
llegan por primera vez al ser y en el que terminan por
convertirse en su corrupción, subsistiendo la sustancia pero
cambiando en sus accidentes; porque tal naturaleza se
conserva siempre (...), pues es necesario que haya alguna
sustancia natural, una o múltiple, de la que nazcan las demás,
mientras ésta se conserva. Respecto al número y la forma de
tal principio no todos está de acuerdo, sino que Tales, el
iniciador de tal tipo de filosofía, dice que es el agua (por lo que
manifestó que también la tierra está sobre el agua), tomando,
tal vez, dicha suposición de la observación de que el alimento
de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de
éste y vive por éste (el principio de todas las cosas es aquello
de donde nacen); de aquí dedujo su suposición y del hecho
de que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza
húmeda; y el agua es el principio natural de las cosas
húmedas. [Metafísica A 3, 983 b 6]

Aristóteles se extiende en una segunda cita sobre la teoría de Tales de


que la tierra flota sobre el agua:

Otros dicen que la tierra descansa sobre el agua. Ésta es la


versión más antigua que se nos ha transmitido, dada, según
dicen, por Tales de Mileto, a saber, la de que ésta (la tierra)
se mantiene en reposo porque flota, como si fuera un madero
o algo semejante (pues ninguna de estas cosas se mantiene
en el aire en virtud de su propia naturaleza, pero sí en el agua)
—como si no se aplicara el mismo argumento al agua que
soporta la tierra que a la tierra misma. [De caelo Β13, 294 a
28]

Como hemos ya dicho, la primera dificultad que se presenta al intentar


exponer la doctrina filosófica de Tales es la escasez de testimonios. La
segunda es que no tenemos acceso directo a un texto de Tales. En efecto,
los fragmentos arriba citados nos han llegado gracias a Aristóteles. El
contexto de esas citas es habitualmente el status quaestionis que el
Estagirita suele realizar de los distintos debates filosóficos en los que
participa: antes de dar su opinión, examina las de sus antecesores. Es
razonable, entonces, preguntarse si la exposición e interpretación que
hace Aristóteles de esos pasajes concretos es fiel o no al pensamiento de
Tales. Lamentablemente, la información con que contamos no permite
aventurar una respuesta definitiva. De todas formas, resulta imprescindible
explicitar el contexto en el que Aristóteles cita a Tales para distinguir, en la
medida de lo posible, lo que serían más bien planteamientos aristotélicos
que del milesio.

Ahora bien, en opinión de Aristóteles, lo que caracteriza a los primeros


filósofos es la búsqueda de una explicación última del mundo: su primer
principio o arjé (ἀρχή). El termino arjé no se encuentra en los fragmentos
que conservamos de Tales, y probablemente sea un hallazgo de su
discípulo Anaximandro. El Estagirita lo describe arriba en la primera cita
como el «elemento (…) primero de todas las cosas». El arjé tiene tres
características:

1) Es la fuente de la que todo proviene: «a partir del cual todas las cosas
existen y llegan por primera vez al ser».

2) Es el término último en que todo se resuelven: «en el que terminan


por convertirse en su corrupción».

3) Es aquello que subyace y sostiene a las demás realidades; lo que


permanece a través del cambio: «es necesario que haya alguna
sustancia natural (...) de la que nazcan las demás, mientras ésta se
conserva».

El arjé que los Presocráticos buscan es, por tanto, una naturaleza
o physis (φύσις), entendida no en el sentido moderno, sino como realidad
primera y fundamental, capaz de dar una explicación convincente acerca
del origen, la estabilidad y el destino del mundo que nos rodea. Por este
motivo, Aristóteles llama a estos filósofos “fisiólogos”.

Siempre según Aristóteles, en opinión de Tales la physis es un principio


de tipo material que recibe el nombre de “agua”. Que esta era la opinión
de Tales, es para Aristóteles un hecho probado: «dice que es el agua». A
continuación, intenta explicar el motivo de esta afirmación apelando a
consideraciones de tipo “fisiológico” [Kirk-Raven-Schofield 1957: 89].
Aristóteles supone que Tales llegó a esta conclusión a partir «de la
observación de que el alimento de todas las cosas es húmedo y que el
calor mismo surge de éste y vive por éste» y «del hecho de que la semilla
de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda; y el agua es el principio
natural de las cosas húmedas». Tal vez, a la hora de hacer su elección,
comenta más adelante el Estagirita, Tales se vio influido por, o se
encuentra en continuidad con, la tradición de los antiguos que sostenían
que Océano y Tetis eran los padres del mundo [Metafísica 983 b 30].

Hasta aquí, el parecer de Aristóteles. La naturaleza se define por un


primer principio material llamado agua. No conocemos la explicación que
Tales daba de por qué es el agua el primer principio de la naturaleza ni
cómo a partir de ella se generan los seres o se resuelven al corromperse.
Se pueden aducir una serie de razones en parte relacionadas con las
avanzadas por Aristóteles. En efecto, el agua es uno de los elementos que
más abunda en la naturaleza y que más fácilmente se amolda en y a los
otros cuerpos. Por otra parte, no es difícil observarla en sus tres estados,
gaseoso, líquido y sólido, así como el paso de uno a otro. Si tomamos en
cuenta también que el agua es necesaria para la supervivencia de los
vivientes, no resulta ilógico (en el sentido de que se pueden aducir
razones) concluir que se trata del elemento necesario para la existencia
de todos las demás seres, mientras que ella misma no es generada a partir
de cosa alguna previa.

De todas formas, esto no significa necesariamente que Tales


identificara sin más el agua de la que tenemos experiencia cotidiana, el
agua en cuanto realidad natural, con el agua-primer-principio. Parece
natural pensar que el agua que podemos ver, tocar y sentir no sería sino
una manifestación más del arjé. Pues para Tales, dicha “agua” es un
“principio” de lo que todo proviene, en lo que todo se resuelve y es garante
de la solidez de lo real.

En el fondo, el nombre de “agua” es lo de menos. Es probable que Tales


se haya decidido a utilizarlo, como sugiere Aristóteles, influido por la
tradición mítica griega. Sea lo que fuere, lo importante para la historia de
la filosofía es que se trata ya de un aserción, inocente, sí, criticable, tal
vez, pero que deja de lado las explicaciones míticas de los fenómenos
naturales, para buscar una solución racional (fruto de la reflexión) a un
problema concreto.

Para captar mejor esto último es necesario reflexionar sobre la pregunta


que Tales está intentando responder y que nos da la medida de su genio
filosófico. En un primer nivel, y aunque la cuestión no esté planteada de
manera explícita, nos encontramos frente al primer intento de solución de
lo que se convertiría en clásico problema griego de lo uno y lo múltiple. O
lo que es lo mismo, del intento de dar razón última de la estabilidad del
mundo frente al cambio. En este sentido, Tales sostiene la existencia de
un principio de unidad de lo real (el “agua”) y, a partir de este, intenta dar
razón de la pluralidad de naturalezas que nos rodean.

Ya en un segundo nivel, podemos columbrar también que en lo que


Tales está interesado no es en conocer alguna cosa concreta sino que
quiere saber lo que las cosas son, encontrar su explicación última. Se trata
de la pregunta por la verdad de las cosas. Qué son de verdad. Cuál es su
esencia. Lo que aquí acontece es, en definitiva, la pregunta filosófica por
excelencia: la pregunta por el ser. Y Tales da su respuesta, pues al decir
que es el agua el primer principio, asume que todo lo que existe forma
parte de un único mundo del ser, y que todo lo que existe tiene, por tanto,
una propiedad en común.

Al analizar el fragmento de que la tierra flota como un madero en el agua


—además de notar que con Tales comienza la costumbre filosófica de usar
de analogías como modo de ilustrar una idea—, podemos intuir también
que Tales está intentando solucionar un problema por vía no mitológica.
Aristóteles, poco antes de citar a Tales, expone el problema filosófico con
el que se enfrenta:

En efecto, sería propio de un pensamiento harto perezoso no


preguntarse cómo es que una pequeña porción de tierra, si la
sueltas una vez elevada, se desplaza y no quiere quedarse
quieta, y ello más aprisa cuanto mayor sea, mientras que la
totalidad de la tierra, si alguien la soltara tras haberla elevado,
no se desplazaría. Pues bien, un peso tan enorme permanece
en reposo. Ahora bien, si alguien pudiera retirar la tierra de
debajo de unas partículas de tierra que se estuvieran
desplazando, antes de que estas cayeran, dichas partículas
seguirían cayendo de no mediar ningún obstáculo. Es natural,
por consiguiente, que esta dificultad se haya convertido para
todos en un problema filosófico. [De Caelo 294 a 12–20]

En efecto, al aducir que la tierra flota en el agua como un madero, Tales


estaría esbozando una solución no mitológica para el hecho de que la
tierra está en reposo pero al mismo tiempo en medio del espacio. La
paradoja se resuelve negando que la tierra esté en medio del espacio,
porque está rodeada de agua [Barnes 1982: 7]. Aunque, no es difícil
descubrir las fallas de este razonamiento (Aristóteles, en buena lógica,
apunta que Tales no había resuelto el problema, porque tendría que hallar
aún un soporte para el agua), también se impone esta verdad: estamos
frente a un razonamiento que busca solucionar una cuestión filosófica
concreta.

Los seres inanimados poseen un alma; el mundo


está lleno de dioses.
Parece que también Tales, a juzgar por lo que cuentan,
supuso que el alma era algo cinético, si es que afirmó que la
piedra (magnética) posee alma porque mueve el hierro [De
anima A 2, 405 a 19].

Aristóteles e Hipias afirman que (Tales) hizo partícipes de


alma incluso a los inanimados (sin alma), deduciendo sus
conjeturas de la piedra magnética y del ámbar [Vidas i 24].

Y algunos afirman que (el alma) está mezclada en el todo


(universo), por lo que tal vez Tales creyó también que todas
las cosas está llenas de dioses [Aristóteles, De anima A 5,
411 a 7].

Sobre la doctrina de Tales acerca del alma y de la divinidad, contamos


solo con las vagas noticias recién transcritas. Dada la escasez de material,
parece difícil, una vez más, ir más allá de meras hipótesis. No es
sorprendente comprobar, entonces, cómo los especialistas difieren en sus
explicaciones de estos temas.

Cuando en el De Anima, Aristóteles pasa revista a las diversas


concepciones del alma que han sostenido sus predecesores, apunta que
Tales la habría entendido como una fuerza motriz o cinética. Para Tales el
alma sería algún tipo de motor. Esto se desprendería del hecho de que,
según las informaciones que Aristóteles poseía, Tales habría afirmado que
la piedra magnética (Diógenes Laercio, añade también el ámbar que, por
frotación, se convierte en magnético) tiene alma, porque atrae al hierro. Se
impone, así, la conclusión de que el alma es un principio de movimiento.

Según Hipias y Aristóteles, Tales habría extendido la conclusión de que


la piedra magnética tiene alma a todos los seres inanimados. Aquí se
hallaría, también para Aristóteles, la clave para entender la aserción de
que «todas las cosas están llenas de dioses». El Estagirita supone que
Tales habría dicho esto porque suscribía la tesis de que existía una
especie de alma del mundo: «el alma está mezclada en el todo». Puesto
que incluso seres aparentemente inanimados como las piedras poseen
algún tipo de alma, el mundo en su conjunto, que manifiesta tan gran poder
de cambio y de movimiento, debería poseer también algo de divino, ser el
producto de alguna clase de alma inmortal [Kirk-Raven-Schofield 1957:
95]. De todas formas, esta es la opinión de Aristóteles, y no podemos
comprobar que Tales prensara realmente que el mundo en su conjunto
compartía alguna especie de alma.

En torno a este tema, surge también la cuestión de si la afirmación de


que el mundo está lleno de dioses es conciliable o no con la de que todo
está hecho de agua. En busca de una respuesta, algunos autores han
propuesto identificar el agua-primer-principio con la divinidad: el agua no
sería más que un modo de nombrar al dios supremo, creador o constructor
del mundo [Hack 1931: 42]. El gran inconveniente de esta posición es que
no hay ningún fragmento que nos permita refrendarla. Aunque la
conclusión parezca razonable, no podemos tener la certeza de que Tales
haya hecho esa asociación. Y como hace notar Étienne Gilson, tampoco
Aristóteles la hizo [Gilson 1941: 2-3].

Otra posible solución es, no ya convertir al agua en dios, sino a dios en


agua. Puesto que no sería posible encontrar en Tales y sus inmediatos
sucesores la más mínima traza de especulación teológica, todo nos
autorizaría a pensar que cuando Tales dice que el mundo está lleno de
dioses, en realidad no quiere decir dioses sino algún tipo de fuerza
puramente física o natural, que es el primer principio de todas las cosas
[Burnet 1930: 18]. De nuevo, como señala Gilson, detrás esta tesis
parecen esconderse prejuicios de tipo racionalista. En efecto, lo que se
sugiere es que, en cuanto filósofo Tales, habría superado el estadio de
religiosidad primitiva en la que se hallaban sus contemporáneos, para
adentrarse en una más evolucionada forma de pensamiento. Pero la
dificultad reside precisamente en mostrar que Tales (y sus sucesores) no
tuvieron preocupaciones teológicas [Gilson 1941: 4-14].
A medio camino entre estas afirmaciones, se encuentran las de aquellos
especialistas que suponen que al declarar que todo esta lleno de dioses
Tales no pretendía más que sugerir que todo está permeado por el
principio del agua [Reale 1989: 57-58]. Decir que todo nace del agua
significaría que todo tiene un origen divino y que está penetrado por la
divinidad. Evidentemente Tales no estaría pensando en divinidades
paganas, sino de algo más profundo. Eso profundo y oculto, que no se
capta a simple vista, sería el “agua”, de la que están hechas todas las
cosas. Tales estaría sugiriendo que lo divino es como el agua: algo que
cambia de forma pero es, al mismo tiempo, siempre lo mismo (un principio
eterno), a pesar de que cambia. Una vez más hay que decir que con los
datos de que disponemos, nos encontramos frente a meras
especulaciones.

Resulta, de todas formas, curioso que Tales no hable de “dios” sino de


“dioses”, cuando, por otra parte, propone la existencia del “agua” como
primer principio de la realidad. Pero si los dioses son muchos, caben aquí
solo dos opciones: o bien no es posible identificar a los dioses con el primer
principio de las cosas en las que ellos están, o bien, si cada dios es
principio, y estos son muchos, no puede decirse que haya un único
principio de todas las cosas. Dado lo que sabemos de Tales, la opción
lógica parece ser la primera. Esto podría significar que Tales rechazó la
posibilidad de identificar a sus dioses con el primer principio. Tal vez Tales
y los primeros filósofos griegos no hicieron esta identificación (que harían
más tarde los estoicos) porque no querían perder a sus dioses o reducirlos
a mera causa de las cosas [Gilson 1941: 14].

Esto pondría también en entredicho la afirmación que hacen algunos de


que Tales es un filósofo “materialista”. Es verdad que el “agua” parece ser
un principio o causa material única del mundo. Pero un filósofo que
sostiene la existencia de “dioses” distintos e independientes de ese primer
principio, concibe el mundo como un sitio en el que hay lugar para algo
más que lo puramente material.

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