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1.- Concepto
2.-Características de la atención
3. Tipos de atención
La red de alerta tiene que ver con los aspectos intensivos de la atención, la vigilancia en la
preparación atencional dirigida a un objetivo. En este sistema, el hemisferio derecho y las
regiones contralaterales asumen un papel importante (Fan et al., 2005). También incluye el
denominado “arousal” que representa el suministrador del tono atencional y que se refiere a
la activación general inespecífica de carácter involuntario, basado en una red
córticosubcortical del hemisferio derecho, en la que el cíngulo anterior funciona como
coordinador central (Bruna et al., 2011). Esta red de alerta se sustenta en la corteza
prefrontal y parietal derechas jugando un papel importante en tareas en las que el sujeto
debe mantener la atención durante ciertos períodos de tiempo. El papel “ejecutivo” de la
corteza prefrontal derecha sería el de supervisor y regulador de los niveles de “arousal”,
posiblemente junto con la participación del cíngulo anterior y otras estructuras mediales
frontales (Fan et al., 2005).
La red de atención ejecutiva, también denominada por Norman y Shallice (1986) anterior o
supervisora, recluta y controla áreas cerebrales para ejecutar tareas cognitivas complejas
(Trèmols, 2010). De este sistema dependería la integridad de las categorías clínicas de
“atención dividida”, “atención de preparación”, “inhibición” y “atención sostenida”. Su
disfunción daría lugar, entre otros síntomas, a perseveraciones, distractibilidad o trastornos
de vigilancia o de concentración (Estevez-González et al., 1997). Integrada principalmente
por zonas del cingulado anterior y prefrontales laterales y sus conexiones, así como también
el caudado, el orbitofronal y el sistema frontal superior.
A pesar de que la atención es una función bilateral, cada hemisferio parece estar
funcionalmente especializado. El hemisferio izquierdo ejerce un control unilateral
(contralateral) y el derecho ejerce un control bilateral; además de regular el sistema de
"arousal" y mantener el estado de alerta (Posner y Driver, 1992) tiene un importante papel
regulador de la corteza frontal y de sus conexiones con el estriado. El hemisferio derecho
está mejor capacitado para regular la atención selectiva (Cooley y Morris, 1990; Heilman et
al., 1980, 1986; Stefanatos y Wassertein, 2001). En esta línea, se ha descrito la base
reguladora de la atención como subyacente al sistema frontoestriatal del hemisferio
derecho, sobre todo a través de las vías noradrenérgicas y, en menor medida, las
serotoninérgicas. El hemisferio izquierdo, a su vez, actúa mediante vías dopaminérgicas y,
minoritariamente, colinérgicas. De este modo, a través de las vías noradrenérgicas, el
hemisferio derecho tiene mayor capacidad que el izquierdo para regular la atención
selectiva (Cooley y Morris, 1990).
Junto a estos sistemas situados en las áreas anteriores del cerebro, existe otro segundo
sistema denominado “sistema de atención posterior”, o de atención selectiva, o de
exploración de la información del entorno (Posner y Petersen, 1990). Es el que nos permite
orientarnos hacia los estímulos, localizarlos. Su correlato fisiológico se localiza en zonas de
la corteza parietal posterior (con predominio del hemisferio derecho), el núcleo pulvinar
lateral del tálamo y el colículo superior. Específicamente el núcleo pulvinar está implicado
en la supresión de los estímulos irrelevantes y potenciación de los significativos. La corteza
parietal posterior está implicada en la atención de desplazamiento, es decir, la orientación
voluntaria hacia la localización de interés (Posner y Dehaene, 1994; Corbetta et al., 2000).
Respecto a las diferencias hemisféricas, la corteza parietal posterior izquierda controla la
atención perceptiva del hemicampo espacial contralateral, mientras que la parietal posterior
derecha controla ambos hemicampos (Posner y Driver, 1992; Corbetta et al., 1993; Posner
y Dehaene, 1994).
6. Desarrollo de la atención
El niño, desde sus primeros días de vida, recibe multitud de estímulos que provienen del
medio a través de los sentidos. La atención involuntaria comienza a desarrollarse en las
primeras semanas de vida, poco después de que aparezcan el reflejo de orientación y la
capacidad orientadora (Londoño, 2009). Paulatinamente irá mostrando su interés en
relación a los objetos que le rodean y a las acciones realizadas con ellos. En la etapa
infantil, comienza a dominar la atención voluntaria; en parte, gracias a la acción mediadora
del adulto quien orienta, organiza y dirige la atención del niño a través de actividades y
acciones que le sean llamativas. Por ello, las fuentes de la atención voluntaria son
propiciadas por la acción del adulto, sobre todo a través del juego y las actividades
propuestas, fomentando que mantenga la atención a un buen nivel (Ruíz, 2013).
Cuando los niños son pequeños les resulta difícil concentrarse mucho tiempo en una
actividad, y más si ésta es monótona y poco atractiva; por ello, pocas veces logran ocuparse
de una misma tarea durante un tiempo prolongado. Poco a poco, aumentarán el tiempo de
su interés por algo (mantendrá su atención mientras no decaiga su interés) y dirigirán su
atención hacia el objeto de su interés, a guiarla conscientemente y a mantenerla dirigida
hacia el centro de su atención, siendo ésta cada vez más concentrada y estable. El niño
llegará con posterioridad a guiar la atención por sí mismo.
En el segundo año de vida, la atención se hace más selectiva. Los niños de 3 y 4 años
pueden jugar a un mismo juego durante 30 o 50 minutos, mientras que a los 5 o 6 años la
duración del juego aumenta hasta hora y media. Esto es debido a que en el juego se reflejan
las relaciones e interrelaciones más complejas entre las personas, y el interés hacia él se
manifiesta en la constante introducción de situaciones nuevas. El niño va aumentando su
nivel de atención, sobre todo cuando observa láminas ilustradas, escucha cuentos, etc. De
esta manera, el tiempo de permanencia en la contemplación de una lámina aumenta mucho
al final de la etapa infantil. Pero un niño de seis años no sólo permanece más tiempo que
uno de tres sobre una lámina sino que la capta mejor, destacando más detalles en ella.
En síntesis, la primera infancia se caracteriza por una mayor elaboración de las conductas
sensoriales y motoras, con un importante incremento en la capacidad de respuesta del niño
respecto a los estímulos del medio ambiente (Londoño, 2009). La segunda infancia (entre
los 6 y 12 años) y la adolescencia (entre los 12 y 18 años) se caracterizan por el desarrollo
de funciones cognitivas cada vez más complejas (Roselli y Ardila, 1997). Por tanto, la
atención se desarrolla durante la infancia y adolescencia, se dirige hacia estímulos
relevantes y se hace cada vez más flexible (Téllez, 2002). A su vez, las habilidades
cognitivas maduran y se vuelven más eficientes siendo el lenguaje el principal regulador de
la atención cuando el niño es mayor ya que organiza la atención (Ruíz, 2013) y la
motivación incide sobre la dirección y la estabilidad de la atención.
Bibliografía
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Bruna O, Roig T, Puyuelo M, Junqué C, Ruano A. Rehabilitación neuropsicológica. Barcelona: Elsevier Masson, 2011.
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