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LA ATENCIÓN: BASES FUNDAMENTALES

1.- Concepto

La atención es un proceso psicológico básico e indispensable para el


procesamiento de la información de cualquier modalidad (imágenes, palabras,
sonidos, olores, etc.) y para la realización de cualquier actividad. Su función es
seleccionar del entorno los estímulos que son relevantes para llevar a cabo una
acción y alcanzar unos objetivos (Ríos-Lago et al., 2007). Ayuda, facilita y participa
en todos los procesos cognitivos superiores (Londoño, 2009). Es un proceso
activo, no estático (Luria, 1984), que depende de los intereses, expectativas y
experiencias previas del sujeto, por lo que exige una alta implicación conductual y
emocional por parte del individuo. Obviamente, la motivación analizada
anteriormente La motivación: bases fundamentales tiene un papel relevante en la
capacidad atencional ya que impulsa nuestra conducta según los objetivos,
intenciones, expectativas y/o premios que se quieran conseguir (Garrido, 2000).

No es un proceso unitario sino un conjunto de diferentes mecanismos que trabajan


de forma coordinada. Se trata, pues, de un sistema complejo de subprocesos
específicos que incluye percepción selectiva y dirigida, interés por una fuente
particular de estimulación y esfuerzo o concentración sobre una tarea para poder
realizarla lo mejor posible, así como memoria a corto y largo plazo. Constituye el
“mecanismo de activación o alerta de los procesos cognitivos” (Fernández-
Trespalacios, 2004). Por todo ello, la atención es una función neuropsicológica
que exige un esfuerzo neurocognitivo, precede a la percepción, a la intención y a
la acción y tiene un papel importante en la capacidad de memoria y aprendizaje.

Ver o escuchar, atender y percibir no son procesos sinónimos. Atender o prestar


atención nos permite enfocar los órganos de los sentidos sobre determinada
información y focalizar selectivamente nuestra consciencia, filtrando y rechazando
la información que no es deseada para la realización de una tarea que se lleva a
cabo, resolver la competencia entre estímulos para su procesamiento en paralelo,
temporizar las respuestas apropiadas, controlar la conducta y facilitar la
percepción, memoria y aprendizaje (Cooley y Morris, 1990; Bench et al., 1993;
Desimone y Duncan, 1995).

La cantidad de información exterior a la que continuamente nos vemos sometidos


excede la capacidad de nuestro sistema nervioso para poder procesarla por
completo; por ello, es necesario que exista un mecanismo neuronal regulador que
seleccione y organice las percepciones para una efectiva recepción de la
información (Broadbent, 1958; Mesulam, 1985; Desimone y Duncan; 1995;
Estevez-González et al., 1997). También, dicha recepción procede de factores
internos tales como las expectativas, motivos e intereses personales. Por ello, de
toda la información disponible en el medio externo e interno, sólo puede ser
procesada una pequeña fracción en un tiempo dado (Perea y Ardila, 2009). La
atención, por tanto, es el mecanismo regulador que, además de regular la entrada
de información, está también implicada en su procesamiento (Cooley y Morris,
1990).

A grandes rasgos, la atención se puede dividir en dos grandes bloques: a)


la atención voluntaria, que depende del individuo y de sus motivaciones
personales, y b) la atención involuntaria, producida por la atraccion del medio
inducida por la atracción de sus motivaciones personales.

2.-Características de la atención

Son de destacar las siguientes:

 la intencionalidad que ayuda a activar, enfocar y mantener la atención en lo que es


relevante para el aprendizaje actual o posterior
 las expectativas del individuo como función activadora y selectiva de la atención, cuyo
componente anticipatorio, incide e influye significativamente en la atención, así como
en la percepción y la cognición en general
 la activación o puesta en marcha y mantenimiento de los procesos cognitivos de
procesamiento de la información
 la orientación o capacidad de dirigir los recursos cognitivos a objetos o
acontecimientos de manera voluntaria, por ejemplo, decidir leer o escuchar música
 la focalización o habilidad en centrarse en uno o unos cuantos estímulos a la vez. Es
decisivo el significado de los estímulos y sentido de la tarea para el sujeto
 la concentración se refiere a la cantidad de recursos de atención que se dedican a una
actividad en concreto
 la flexibilidad se refiere a la capacidad para cambiar corrientes de pensamiento y
acción con el objetivo de responder a situaciones de diferentes maneras
 la ciclicidad se refiere a la capacidad de atención según los ciclos básicos de actividad
y descanso
 la estabilidad o mantenimiento de la atención se refiere al tiempo que una persona
permanece atendiendo a una información o actividad.

Estas características ayudan a comprender mejor el funcionamiento de la atención, tanto en


la realización de las tareas como en la adaptación que hace el individuo en cuanto a la
dificultad o facilidad para poder realizarlas (Rivas, 2008). Por ello, la respuesta al entorno
depende en gran medida del proceso atencional, el cual participa en la codificación y el
análisis de información de variada modalidad sensorial (Londoño, 2009).
Hemos de diferenciar dos dimensiones de la atención: la intensidad y la selectividad.
La intensidad tiene relación con el “grado de concentración” hacia una tarea o
acontecimiento, así como la capacidad de atención sostenida. Ésta variará principalmente
en función del grado de interés y el significado de la información. La selectividad se divide
en focalizada y dividida.
En síntesis, la capacidad atencional se encarga de seleccionar de entre varios estímulos “el”
o “los” más relevantes y, a su vez, ayudar a mantener la atención por períodos de tiempo
limitado, e incluso alternando pasando de una tarea a otra, con el fin de lograr un objetivo
(Londoño, 2009).

3. Tipos de atención

James (1890) fue el primero en hablar de la naturaleza múltiple de la atención; desde


entonces, otros muchos autores han intentado describir los componentes que la conforman
(Posner y Petersen, 1990; Ríos-Lago et al., 2004). La mayoría de investigadores están de
acuerdo en que la atención no es simple ni única (Mesulam, 1986; Allport, 1993; Sohlberg
y Mateer, 2001). Por ello, se han descrito al menos 9 tipos distintos de atención:

 Alerta o “arousal”, vigilia o consciencia: corresponde al nivel de consciencia


determinado o grado de alerta, en contraposición al sueño o al estado comatoso. Es la
capacidad de estar despierto y mantener la alerta.
 Span atencional o amplitud de atención: especifica el número de estímulos o
elementos evocados (golpes rítmicos, dígitos) que somos capaces de repetir
inmediatamente tras la presentación de la información, distinguiéndose diferentes
modalidades (acústica, auditiva-verbal, visuoespacial).
 Atención selectiva o focalizada: es la habilidad mediante la cual podemos enfocar la
atención en una sola fuente de información o bien en la realización de una tarea,
mientras se ignoran los distractores que pueden interferir. Permite seleccionar, de
varias posibles, la información relevante a procesar. Este tipo de atención se utiliza
cuando, por ejemplo, un niño tiene que escuchar en clase las explicaciones del profesor
e ignorar los ruidos externos que provienen del patio.
 Atención de desplazamiento: es la capacidad de enfocar o desenfocar información
prioritaria existente en una u otra área del mismo o diferente hemicampo visual.
 Atención serial: es necesaria para llevar a cabo tareas de búsqueda y cancelación de un
estímulo repetido entre otros que ejercen de distractores. Se trata de un subproceso de
la atención selectiva.
 Atención alternante: es la habilidad que requiere o implica redirigir la atención y
cambiar rápidamente en función de la demanda de las tareas, es decir, la capacidad que
permite poder cambiar el foco atencional entre tareas que implican requerimientos
cognitivos diferentes (Sohlberg y Mateer, citados por Ríos-Lago et al., 2007). Es
precursora de la atención dividida.
 Atención dividida: dual o compartida, es la capacidad de responder simultáneamente a
un doble estímulo, es decir, la capacidad de atender a dos cosas al mismo tiempo. Se
trata de distribuir los recursos atencionales entre diferentes tareas (Sohlberg y Mateer,
citados por Ríos-Lago et al., 2007). Este tipo de atención es la que permite a un niño
escuchar en clase, tomar apuntes y reaccionar ante algún acontecimiento imprevisto
que surja. Por tanto, requiere cierto dominio de las tareas a realizar, es decir, es
necesario haberlas practicado suficientemente para volverlas automáticas o
independientes de la atención (Schneider y Shiffrin, 1977).
 Atención de preparación: es el proceso atencional para llevar a cabo una operación
cognitiva, movilizando los esquemas o respuestas más apropiadas a la tarea que
tenemos que hacer, y que implica la activación de las zonas cerebrales donde debe
realizarse el proceso neurocognitivo
 Atención sostenida o capacidad atencional, concentración o vigilancia: es la capacidad
de mantener una respuesta de forma consistente durante un período prolongado de
tiempo. Por ejemplo, atender la explicación en clase durante al menos 45 minutos. Para
conseguir mantener la atención de manera eficaz es necesario que haya unos niveles
mínimos de activación, a pesar de que existan ciertas fluctuaciones o cambios de
intensidad de atención. En este tipo de atención pueden englobarse distintos aspectos:
el mantener la atencion, a lo largo del tiempo, la organización y autodirección del
proceso y la cantidad de esfuerzo o intensidad de la atención.
 Inhibición o capacidad de inhibir respuestas automáticas o naturales. Por ejemplo, para
llevar a cabo el test de Stroop (Golden, 2001) en el que es necesario inhibir la
respuesta a la lectura de una palabra, que es el nombre de un color, para dar prioridad
al color con la que se encuentra escrita.

Sin la capacidad de atención, nuestra percepción, memoria y aprendizaje o no tendrían


lugar o se empobrecerían. La atención ha sido uno de los últimos procesos complejos
cerebrales en adquirir la categoría de "función cerebral superior". Hoy en día se le da
mucha importancia, así como en su día se le dio al lenguaje, a la memoria y al aprendizaje.

4. Modelos teóricos de la atención

La atención es un estado neurocognitivo cerebral de preparación que precede a la


percepción y a la acción, y el resultado de una red de conexiones corticales y subcorticales
de predominio hemisférico derecho (Posner y Petersen, 1990; Estévez-González et al.,
1997). Sin atención no sería posible almacenar información en la memoria ni acceder al
aprendizaje. Por otra parte existe una clara relación entre atención, funciones ejecutivas e
inteligencia (Charlton et al., 2008; Rabbit et al., 2007).

En la atención se integran componentes perceptivos, motores y límbicos o motivacionales,


por lo que la complejidad conceptual, neuroanatómica y neurofuncional de la atención hace
que no pueda quedar reducida a una simple definición, ni ligada a una única estructura
anatómica o explorada con un simple test o prueba (Mesulam, 1990). Se trata, pues, de un
conjunto de procesos complejos sustentado por diferentes redes neuronales que interactúan
entre sí.

Desde un punto de vista neurofuncional, y en un intento de clarificar y organizar tanta


diversidad de concepciones sobre la atención, Posner (Posner y Petersen, 1990; Posner y
Rothbart, 1991; Posner y Dehaene, 1994) propuso una estructura teórica útil en el contexto
clínico. El modelo defiende que dicha variedad de manifestaciones atencionales está
producida por sistemas atencionales separados aunque relacionados entre sí. Fuentes y
Lupiáñez (2003) postulan la existencia de tres redes atencionales: de alerta, de orientación y
ejecutiva, que trabajan de forma coordinada y complementaria.

La red de alerta tiene que ver con los aspectos intensivos de la atención, la vigilancia en la
preparación atencional dirigida a un objetivo. En este sistema, el hemisferio derecho y las
regiones contralaterales asumen un papel importante (Fan et al., 2005). También incluye el
denominado “arousal” que representa el suministrador del tono atencional y que se refiere a
la activación general inespecífica de carácter involuntario, basado en una red
córticosubcortical del hemisferio derecho, en la que el cíngulo anterior funciona como
coordinador central (Bruna et al., 2011). Esta red de alerta se sustenta en la corteza
prefrontal y parietal derechas jugando un papel importante en tareas en las que el sujeto
debe mantener la atención durante ciertos períodos de tiempo. El papel “ejecutivo” de la
corteza prefrontal derecha sería el de supervisor y regulador de los niveles de “arousal”,
posiblemente junto con la participación del cíngulo anterior y otras estructuras mediales
frontales (Fan et al., 2005).

La red de orientación está implicada en la dirección de la atención a determinadas


localizaciones en busca de información relevante, así como en el ajuste de su foco (Fuentes
y García, 2008). Se refiere, por tanto, a la capacidad para seleccionar información
prioritaria y específica del entorno. También denominada sistema de atención selectiva
posterior, atención visuoespacial o atención posterior. Depende de la integridad de zonas
del córtex parietal posterior derecho y de sus conexiones, el colículo superior y el núcleo
pulvinar del tálamo. Está relacionada con el tipo de atención de desplazamiento entre los
hemicampos visuales. Incluye una atención endógena surgida desde el interior del sujeto
(top-down) y una exógena que proviene del exterior (bottom-up), las cuales influyen en la
actividad neural de un determinado sistema sensorial. Cuando se atiende a determinados
estímulos (por ejemplo, caras) o a un aspecto determinado (color), las áreas del cerebro
encargadas del procesamiento de estos específicos elementos sufren un incremento en su
nivel de activación relativa (Kanwisher y Wojciulik, 2000; Kastner y Ungerleider, 2000).
La atención puede ejercer su influencia desde las fases iniciales del procesamiento en áreas
visuales (Martínez et al., 1999) e incluso antes en áreas subcorticales bajo determinadas
condiciones (Kastner et al., 2004). Esta orientación de la atención (o selección) no sólo
afecta a los estímulos externos y a las vías sensoriales, sino que también puede ser dirigida
hacia “acontecimientos” internos o la memoria operativa (Griffin y Nobre, 2003). Incluye
el núcleo pulvinar, los colículos superiores, la corteza parietal superior, la región
temporoparietal, el lóbulo temporal superior y los campos oculares frontales (Raz y Buhle,
2006). Cada una de estas regiones está implicada en diferentes subrutinas del proceso de
orientación de la atención. Así, una lesión en la corteza temporoparietal afecta a la
capacidad para “desengancharse” del foco de la atención (generalmente una localización en
el espacio). La corteza parietal superior participa en los cambios de atención encubiertos.
Finalmente los campos oculares frontales y colículos superiores participan en la ejecución
de los movimientos explícitos de los ojos en el momento del cambio atencional.

La red de atención ejecutiva, también denominada por Norman y Shallice (1986) anterior o
supervisora, recluta y controla áreas cerebrales para ejecutar tareas cognitivas complejas
(Trèmols, 2010). De este sistema dependería la integridad de las categorías clínicas de
“atención dividida”, “atención de preparación”, “inhibición” y “atención sostenida”. Su
disfunción daría lugar, entre otros síntomas, a perseveraciones, distractibilidad o trastornos
de vigilancia o de concentración (Estevez-González et al., 1997). Integrada principalmente
por zonas del cingulado anterior y prefrontales laterales y sus conexiones, así como también
el caudado, el orbitofronal y el sistema frontal superior.

Por tanto, el funcionamiento del proceso atencional implica la participación de varias


estructuras cerebrales. Según los conceptos propuestos por Posner (Posner y Dehaene,
1994), la atención comprende cuatro subprocesos:

1) La activación inicial a través de la capacidad de focalizar y ejecutar eficientemente.


Tiene como objetivo dirigir la atención hacia los elementos relevantes de los
estímulos, descartar aquellos que no son relevantes y efectuar una acción rápida y certera
en respuesta a dichos estímulos. Las estructuras implicadas son la corteza temporal
superior, el parietal inferior y el cuerpo estriado relacionado con la capacidad de velocidad
perceptivo-motriz.
2) Sostener la atención en el tiempo o capacidad de vigilancia. Las estructuras relacionadas
son la formación reticular y algunos núcleos talámicos.
3) Codificar la información, es decir, mantener la información en la memoria operativa el
tiempo suficiente como para que se incorpore en la memoria y pueda ser recuperada
posteriormente cuando se necesite. La estructura implicada es el hipocampo.
4) Finalmente, cambiar la atención adaptativamente y resistir la tendencia a la
perseveración. Permite cambiar el foco de atención a otro foco y volver a enfocar,
iniciándose de nuevo el ciclo de la atención. Está asociado a la flexibilidad e implica la
corteza prefrontal como estructura cerebral.

5. Bases neurales de la atención

A pesar de que la atención es una función bilateral, cada hemisferio parece estar
funcionalmente especializado. El hemisferio izquierdo ejerce un control unilateral
(contralateral) y el derecho ejerce un control bilateral; además de regular el sistema de
"arousal" y mantener el estado de alerta (Posner y Driver, 1992) tiene un importante papel
regulador de la corteza frontal y de sus conexiones con el estriado. El hemisferio derecho
está mejor capacitado para regular la atención selectiva (Cooley y Morris, 1990; Heilman et
al., 1980, 1986; Stefanatos y Wassertein, 2001). En esta línea, se ha descrito la base
reguladora de la atención como subyacente al sistema frontoestriatal del hemisferio
derecho, sobre todo a través de las vías noradrenérgicas y, en menor medida, las
serotoninérgicas. El hemisferio izquierdo, a su vez, actúa mediante vías dopaminérgicas y,
minoritariamente, colinérgicas. De este modo, a través de las vías noradrenérgicas, el
hemisferio derecho tiene mayor capacidad que el izquierdo para regular la atención
selectiva (Cooley y Morris, 1990).

La corteza prefrontal tiene un lugar destacado en el desarrollo de la atención, gracias a sus


conexiones con el estriado y a las aferencias que recibe de otros importantes núcleos del
tronco cerebral, como son el área tegmental ventral (fuente de transmisión dopaminérgica),
el locus coeruleus (donde se originan las vías de transmisión noradrenérgica), el núcleo
dorsal del rafe (donde surgen las vías serotonérgicas) y el núcleo basal de Meynert (de
donde parten las vías de proyección colinérgica) (ver más adelante).

La corteza prefrontal participa en una serie de funciones cognitivas y ejecutivas, y tiene un


papel fundamental en el control voluntario de la atención, como etapa final filogenética y
ontogenética de corticalización, permitiendo que la atención involuntaria del niño se
transforme progresivamente durante su desarrollo en atención controlada y voluntaria.
Presenta conexiones córtico-corticales (funciones de naturaleza asociativa integrando
información multimodal) y córtico-subcorticales y límbicas. La corteza prefrontal juega un
papel importante en la capacidad de priorizar estímulos, referenciar a representaciones
internas, dirigir apropiadamente el 'arousal', monitorizar la secuencia temporal de
acontecimientos, formular conceptos abstractos y llevar a cabo otras funciones ejecutivas.

Sistemas neuroquímicos. En la actualidad se presta particular atención al sistema


dopaminérgico, por las implicaciones que pueda tener en el desarrollo y expresión
del trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). El funcionamiento de la
actividad dopaminérgica se realiza mediante la activación de dos familias de receptores
dopaminérgicos, el receptor dopaminérgico D1 que estimula la adenililciclasa y la
consiguiente formación de AMP cíclico (AMPc), y el D2 que ejerce una acción opuesta:
inhibición del sistema. A la familia del receptor D2 pertenece un particular receptor, el D4
(DRD4) que es codificado en el cromosoma 11. Su función moduladora actuaría sobre el
equilibrio de las redes y circuitos neuronales en la corteza prefrontal. De hecho, ha sido
asociado frecuentemente a la expresión de la atención y la función ejecutiva, por su
capacidad de modular la serie de cascadas de señalización que dependen de la formación de
AMPc. Precisamente, el DRD4 se expresa de modo selectivo en la corteza prefrontal, el
lóbulo temporal medial y el cerebelo (Durston et al., 2009). En el gen que codifica el DRD4
se han descrito varios polimorfismos consistentes en la repetición de un determinado
segmento, repeticiones que pueden ser de 2 a 11. El alelo con 7 repeticiones (7R) se
caracteriza por mostrar supresión de función; es decir, pierde afinidad y fuerza para ejecutar
su función dopaminérgica. Pues bien, un meta-análisis elaborado por Faraone y Mick
(2010) mostró la existencia de una asociación positiva entre la sobreexpresión de 7R y el
TDAH.

Junto a estos sistemas situados en las áreas anteriores del cerebro, existe otro segundo
sistema denominado “sistema de atención posterior”, o de atención selectiva, o de
exploración de la información del entorno (Posner y Petersen, 1990). Es el que nos permite
orientarnos hacia los estímulos, localizarlos. Su correlato fisiológico se localiza en zonas de
la corteza parietal posterior (con predominio del hemisferio derecho), el núcleo pulvinar
lateral del tálamo y el colículo superior. Específicamente el núcleo pulvinar está implicado
en la supresión de los estímulos irrelevantes y potenciación de los significativos. La corteza
parietal posterior está implicada en la atención de desplazamiento, es decir, la orientación
voluntaria hacia la localización de interés (Posner y Dehaene, 1994; Corbetta et al., 2000).
Respecto a las diferencias hemisféricas, la corteza parietal posterior izquierda controla la
atención perceptiva del hemicampo espacial contralateral, mientras que la parietal posterior
derecha controla ambos hemicampos (Posner y Driver, 1992; Corbetta et al., 1993; Posner
y Dehaene, 1994).

6. Desarrollo de la atención
El niño, desde sus primeros días de vida, recibe multitud de estímulos que provienen del
medio a través de los sentidos. La atención involuntaria comienza a desarrollarse en las
primeras semanas de vida, poco después de que aparezcan el reflejo de orientación y la
capacidad orientadora (Londoño, 2009). Paulatinamente irá mostrando su interés en
relación a los objetos que le rodean y a las acciones realizadas con ellos. En la etapa
infantil, comienza a dominar la atención voluntaria; en parte, gracias a la acción mediadora
del adulto quien orienta, organiza y dirige la atención del niño a través de actividades y
acciones que le sean llamativas. Por ello, las fuentes de la atención voluntaria son
propiciadas por la acción del adulto, sobre todo a través del juego y las actividades
propuestas, fomentando que mantenga la atención a un buen nivel (Ruíz, 2013).

Cuando los niños son pequeños les resulta difícil concentrarse mucho tiempo en una
actividad, y más si ésta es monótona y poco atractiva; por ello, pocas veces logran ocuparse
de una misma tarea durante un tiempo prolongado. Poco a poco, aumentarán el tiempo de
su interés por algo (mantendrá su atención mientras no decaiga su interés) y dirigirán su
atención hacia el objeto de su interés, a guiarla conscientemente y a mantenerla dirigida
hacia el centro de su atención, siendo ésta cada vez más concentrada y estable. El niño
llegará con posterioridad a guiar la atención por sí mismo.

En el segundo año de vida, la atención se hace más selectiva. Los niños de 3 y 4 años
pueden jugar a un mismo juego durante 30 o 50 minutos, mientras que a los 5 o 6 años la
duración del juego aumenta hasta hora y media. Esto es debido a que en el juego se reflejan
las relaciones e interrelaciones más complejas entre las personas, y el interés hacia él se
manifiesta en la constante introducción de situaciones nuevas. El niño va aumentando su
nivel de atención, sobre todo cuando observa láminas ilustradas, escucha cuentos, etc. De
esta manera, el tiempo de permanencia en la contemplación de una lámina aumenta mucho
al final de la etapa infantil. Pero un niño de seis años no sólo permanece más tiempo que
uno de tres sobre una lámina sino que la capta mejor, destacando más detalles en ella.

A lo largo de la infancia aumenta notablemente el uso del lenguaje para organizar la


atención. Al principio, los adultos organizan la atención del niño mediante indicaciones
verbales, recordatorios y explicaciones. Más tarde, el niño comienza por sí solo a
denominar verbalmente los objetos y fenómenos sobre los que debe prestar atención para
lograr el resultado deseado. Esto se manifiesta, por ejemplo, por el hecho de que a la hora
de cumplir las tareas siguiendo las instrucciones del adulto, los niños de 5 a 6 años se
ponen de acuerdo en lo que van a hacer con una frecuencia diez o doce veces mayor que los
niños de 4 a 5 años. De este modo, la atención voluntaria se forma a lo largo de la etapa
infantil en relación con el aumento general del papel del lenguaje en la regulación de la
conducta del niño. A medida que se desarrolla la función planificadora del lenguaje, el niño
es capaz de organizar previamente su atención en relación a las condiciones de la actividad
a realizar, expresar verbalmente hacia qué se debe orientar (Bruna et al., 2011). El lenguaje,
pues, juega un papel fundamental en el desarrollo de la atención, algo a tener en cuenta
cuando se analice el desarrollo de la atención en el niño con síndrome de Down.

En síntesis, la primera infancia se caracteriza por una mayor elaboración de las conductas
sensoriales y motoras, con un importante incremento en la capacidad de respuesta del niño
respecto a los estímulos del medio ambiente (Londoño, 2009). La segunda infancia (entre
los 6 y 12 años) y la adolescencia (entre los 12 y 18 años) se caracterizan por el desarrollo
de funciones cognitivas cada vez más complejas (Roselli y Ardila, 1997). Por tanto, la
atención se desarrolla durante la infancia y adolescencia, se dirige hacia estímulos
relevantes y se hace cada vez más flexible (Téllez, 2002). A su vez, las habilidades
cognitivas maduran y se vuelven más eficientes siendo el lenguaje el principal regulador de
la atención cuando el niño es mayor ya que organiza la atención (Ruíz, 2013) y la
motivación incide sobre la dirección y la estabilidad de la atención.

Bibliografía

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