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Giorgio Napolitano, actual presidente de Italia y en aquel momento dirigente del PCI, había
intervenido la misma tarde que Pasolini.
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El sub-proletariado (sottoproletariato) es una categoría social fundamental en el pensamiento de
Pasolini que hace referencia a las clases urbanas más pobres, los trabajadores informales, las
prostitutas, los ladronzuelos, provenientes por lo general de la emigración rural hacia las ciudades.
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Eugenio Cefis (1921-2004) fue un importante empresario italiano que llegó a dirigir la petrolera
nacional ENI. Fundador de la logia masónica P2, Pasolini lo vinculó al asesinato del antiguo directivo de
ENI, Enrico Mattei y a los crímenes de Estado en la Italia de aquellos años mediante el personaje de Aldo
Troya en la novela Petróleo, en la cual trabajaba en el momento en que fue asesinado. Ver:
http://temi.repubblica.it/micromega-online/cosi-mori-pasolini/.
Me explicaré mejor volviendo a mi modo de hablar usual, es decir, el modo del
literato. En estos días estoy escribiendo el pasaje de una obra mía en la cual
afronto este tema de una manera imaginativa y metafórica: imagino una
especie de descenso a los infiernos, donde el protagonista, para tener la
experiencia del genocidio del cual estoy hablando, recorre la calle principal de
un suburbio de una gran ciudad meridional, probablemente Roma, y se le
aparece una serie de visiones cada una de las cuales corresponde a una de las
calles transversales que desembocan en la calle central. Cada una de ellas es
una especie de casa de locos, de círculo infernal de la Divina Comedia: en su
entrada hay un determinado modelo de vida dispuesto allí por el poder a
escondidas, al cual los jóvenes, y sobre todo los muchachos que viven en la
calle, se adaptan rápidamente. Ellos han perdido su antiguo modelo de vida,
aquel que realizaban viviendo y del cual de algún modo estaban contentos e
incluso orgullosos, aunque implicase todas las miserias y lados negativos que
había y eran –estoy de acuerdo- aquellos enumerados aquí por Napolitano: y
ahora intentan imitar el nuevo modelo ofrecido disimuladamente por la clase
dominante. Naturalmente, yo enumero toda una serie de modelos de
comportamiento, unos quince, correspondientes a diez círculos y cinco casas
de locos. Me referiré, por brevedad, solo a tres, pero debo indicar que la mía es
una ciudad del centro-sur, y que el discurso solo vale relativamente para la
gente que vive en Milán, en Turín, en Bolonia, etc.
Esto es solo para dar un breve resumen de mi visión infernal, que por
desgracia yo vivo existencialmente. ¿Por qué esta tragedia en al menos dos
tercios de Italia? ¿Por qué este genocidio debido a la aculturación impuesta
solapadamente por las clases dominantes? Pues porque la clase dominante ha
escindido nítidamente “progreso” y “desarrollo”. A esta le interesa solamente el
desarrollo, porque solo de él extrae sus beneficios. Es necesario hacer de una
vez una distinción drástica entre estos dos términos: “progreso” y “desarrollo”.
Se puede concebir un desarrollo sin progreso, cosa monstruosa que estamos
viviendo en cerca de dos tercios de Italia. Pero en el fondo se puede concebir
también un progreso sin desarrollo, como sucedería en ciertas zonas
campesinas si se aplicaran nuevos modos de vida cultural y civil incluso sin
necesidad, o con un mínimo, de desarrollo material. Es necesario –y he aquí mi
parecer sobre el papel del partido comunista y de los intelectuales progresistas
– tomar conciencia de esta disociación atroz y hacer conscientes a las masas
populares para que adviertan esa disritmia, y desarrollo y progreso coincidan.
Por esto se me ha ocurrido decir –de una manera demasiado violenta y agitada
tal vez – que en el “no” hay una doble alma: por una parte un progreso real y
consciente, en el cual los comunistas y la izquierda han tenido un gran papel;
por otra, un progreso falso, por el cual el italiano acepta el divorcio por las
exigencias laicizantes del poder burgués: porque quien acepta el divorcio es
un buen consumidor. He aquí por qué, por amor a la verdad y por un sentido
dolorosamente crítico, puedo yo llegar a una previsión de tipo apocalíptico, que
es la siguiente: si tuviese que prevalecer, en la masa de quienes han votado
“no”, la parte que ha tenido el poder, sería el fin de nuestra sociedad. Esto no
sucederá, porque en Italia hay un Partido Comunista fuerte y porque hay una
intelligencjia bastante avanzada y progresista. Pero el peligro existe. La
destrucción de valores en curso no implica una inmediata sustitución por otros
valores, con sus bienes y su males, con el necesario mejoramiento de la
calidad de vida y conjuntamente con un progreso cultural real. A mitad de
camino hay un momento de imponderabilidad, y es justamente ese el que
estamos viviendo. Y aquí está el grande, trágico peligro. Piensen en qué podría
significar en estas condiciones una recesión económica y no podrán de hecho
no estremecerse si se encara, aunque sea por un instante, el paralelo –quizás
arbitrario, quizás novelesco – con la Alemania de los años treinta. Alguna
analogía entre nuestro proceso de industrialización en los últimos diez años y
aquel alemán de aquel tiempo sí que la hay: fue en tales condiciones que el
consumismo abrió el terreno, con la recesión de los años 20, al nazismo. De
ahí la angustia de un hombre de mi generación, que ha visto la guerra, los
nazis, las SS, que ha experimentado un trauma nunca totalmente vencido.
Cuando veo en torno a mí a los jóvenes que están perdiendo los antiguos
valores populares y que absorben los nuevos modelos impuestos del
capitalismo, arriesgándose así a una forma de deshumanidad, una forma de
afasia atroz, una brutal ausencia de capacidades críticas, una facciosa
pasividad, recuerdo que estas eran justamente las formas típicas de las SS: y
veo de esta manera extenderse sobre nuestras ciudades la sombra horrenda
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En el referéndum del 12 y 13 de mayo de 1974, conocido como “Referendum revocatorio del
divorcio”, los italianos fueron llamados a rechazar o mantener la ley Fortuna-Baslini de 1970, mediante
la cual se había introducido el divorcio en Italia. Los partidarios de mantener dicha ley ganaron con un
59’3 por ciento de los votos.
de la cruz gamada. Una visión apocalíptica, ciertamente, la mía. Pero si junto a
ella y a la angustia que la produce, no estuviera en mí también un elemento de
optimismo, el pensamiento de que existe la posibilidad de luchar contra todo
esto, simplemente no estaría hoy aquí, entre ustedes, para hablar.
Fascista
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Un papel marginal. Por esto he dicho que reducir el antifascismo a una lucha
contra esa gente significa hacer una mistificación. Para mí la cuestión es muy
compleja, pero también muy clara. El verdadero fascismo, lo he dicho y lo
repito, es el de la sociedad de consumo, y los democristianos han venido a
convertirse, incluso sin darse cuenta, en los reales y auténticos fascistas de
hoy. En este ámbito los fascistas “oficiales” no hacen sino proseguir aquel
fascismo arqueológico. En este sentido Almirante6, por mucho que haya
querido ponerse al día, es para mí tan ridículo como Mussolini. Un peligro más
real viene hoy de los jóvenes fascistas, de la franja neonazi del fascismo que
ahora cuenta con pocos miles de fanáticos pero que mañana podría constituir
un ejército. En mi opinión, la Italia de hoy tiene alguna analogía con lo que
sucedió en Alemania en los albores del nazismo. También en Italia se asiste
hoy al fenómeno de la homologación y el abandono de los antiguos valores
campesinos, tradicionales, particularistas, regionales, que fue el humus sobre
el que germinó la Alemania nazi. Hay una enorme masa de gente que se ha
encontrado de pronto fluctuando, en un estado de imponderabilidad de valores,
y que no ha adquirido los valores nuevos nacidos con la industrialización. Es el
pueblo, que se está convirtiendo en pequeña burguesía pero que no es todavía
la una sin ser ya lo otro. Para mí el núcleo del ejército nazi se constituyó
justamente de esta masa híbrida, este fue el material humano del cual salieron,
en Alemania, los nazis. Italia corre justamente este peligro.
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Giorgio Almirante (1914-1988). Fundador del partido neofascista Movimiento Social Italiano.
En cuanto a la caída del fascismo, ante todo se da un hecho contingente,
psicológico. La victoria, el entusiasmo de la victoria, las esperanzas renacidas,
la sensación de la libertad recuperada y de un modo de ser del todo nuevo,
habían vuelto a los hombres, después de la liberación, más buenos. Sí, más
buenos, pura y simplemente. Pero después tenemos el otro hecho, más real: el
fascismo que habían experimentado los hombres de entonces, aquellos que
habían sido antifascistas y habían atravesado las experiencias del ventenio, de
la guerra, de la Resistencia, era un fascismo que todo junto era mejor que el de
hoy día. Creo que veinte años de fascismo no hicieron la cantidad de víctimas
que ha hecho el fascismo en estos últimos años. Cosas horribles como las
masacres de Milán, de Brescia, de Bolonia no habían sucedido nunca en veinte
años. Cierto que se dio el delito Matteotti y que hubo víctimas por ambas
partes, pero la prepotencia, la violencia, la maldad, la inhumanidad, la glacial
frialdad de los delitos cometidos a partir del 12 de diciembre de 1969 7 en
adelante no se habían visto nunca en Italia. Esa es la razón por la que flota en
el aire un mayor odio, un mayor escándalo, una menor capacidad de
perdonar… solo que este odio se dirige, en ciertos casos de buena fe y en
otros en perfecta mala fe, hacia un adversario equivocado, hacia los fascistas
arqueológicos en vez de hacia el poder real.
Sigamos las pistas negras. Yo tengo una idea, quizás un poco novelesca pero
que considero justa, de la cosa. Los hombres de poder, y podría quizás añadir
los nombres sin miedo de equivocarme tanto, en cualquier caso algunos de los
hombres que nos gobiernan desde hace treinta años, han manejado primero la
estrategia de la tensión con carácter anticomunista. Luego, pasada la
preocupación por la efervescencia del 68 y del peligro comunista inmediato, las
mismas, idénticas personas han manejado la estrategia de la tensión
antifascista. Por consiguiente las masacres han sido llevadas a cabo siempre
por las mismas personas. Primero han llevado a cabo la masacre de Piazza
Fontana acusando a los extremistas de izquierda, después han realizado las
masacres de Brescia y de Bolonia acusando a los fascistas y tratando de
reconstruir a toda prisa y con furia aquella virginidad antifascista de la cual
tenían necesidad, después de la campaña del referéndum y después del
referéndum, para continuar manejando el poder como si nada hubiera
sucedido.
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A partir de la masacre de Piazza Fontana, en Milán, en diciembre de 1969, empieza en Italia una serie
de atentados terroristas, nunca del todo esclarecidos, que marcaron el periodo conocido como “los años
de plomo”, la década de los 70.
un profesor que, adepto a un cierto izquierdismo, no concede la licenciatura a
un joven de derecha, que sea un intolerante. Digo que es un aterrorizado. O un
terrorista. Pero este tipo de terrorismo ideológico solo tiene un parentesco
formal con el fascismo. Terroristas son el uno y el otro, es verdad. Pero bajo los
esquemas de estas formas a veces idénticas, es preciso reconocer realidades
profundamente diferentes. De lo contrario se va a parar inevitablemente a la
teoría de los “extremismos opuestos”, o bien al “estalinismo igual a fascismo”.