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Revisando las 28 Creencias

Las 28 Creencias Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (CF) 1 expresan
la unidad de la iglesia global con respecto a algunas enseñanzas y nos recuerdan que
como adventistas tenemos una historia que contar: la historia de Dios y nuestra relación
con Él en Jesucristo. Cada una de las 28 creencias ofrece una declaración concisa de
cierto aspecto del plan de salvación de Dios y nos indica nuestro lugar en él.
Estas declaraciones de las creencias no son un fin en sí mismas. Más bien nos llevan a la
Biblia que, como “infalible revelación de la voluntad divina” proporciona en última instancia
“el conocimiento necesario para alcanzar la salvación”, funciona como “la norma del
carácter, el criterio para evaluar la experiencia, la revelación definitiva de las doctrinas” y
contiene “un registro fidedigno de los actos de Dios realizados en el curso de la historia”. 2
Este ensayo argumenta que las 28 Creencias Fundamentales de los adventistas son
como un panorama de la gran historia bíblica y, por lo tanto, nos muestra que solo la
Biblia ofrece respuestas coherentes y confiables a preguntas básicas de la vida tales
como ¿Cuál es el fundamento último de la realidad? ¿Quiénes somos? ¿Qué está mal y
cuál es la solución? ¿Cómo debemos vivir? ¿A dónde vamos?
Según la
Biblia, Dios
es el
fundamento
de la
realidad y
por lo tanto
proporciona
la base
sobre la cual
los humanos
pueden
existir y dar
sentido a
sus vidas.

Significativamente, nuestra declaración de la primera creencia afirma la convicción bíblica


de que Dios nos habla de tal forma que aquellos cuyas mentes están iluminadas por el
Espíritu Santo, pueden entender la revelación de Dios de sí mismo en las Sagradas
Escrituras.
Al contrario de las nociones sin bases bíblicas que retratan a la Deidad como incapaz o
indispuesta a comunicarse con los humanos, la Biblia afirma que Dios, quien es personal,
puede y de hecho revela su carácter, sus obras, su voluntad y sus planes para la raza
humana en su Palabra escrita.
Por lo tanto, comprender que la Biblia es la revelación de Dios proporciona el fundamento
para todas las creencias adicionales, comenzando con las siguientes cuatro que
transmiten la comprensión bíblica de Dios. Aceptamos las enseñanzas bíblicas de un Dios
que existe en una unidad de tres Personas co-eternas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Aunque algunos han negado la realidad o la utilidad de la declaración bíblica sobre el Dios
triuno, esta enseñanza bíblica sobre la naturaleza de la Deidad es coherente con todo el
sistema de la verdad bíblica y no se puede ignorar.
Por ejemplo: “Solo un Dios que es triuno puede ser personal y, por lo tanto, amor. El amor
humano no puede reflejar la naturaleza de Dios a menos que Dios sea una trinidad de
personas en unión y en comunión. Una mónada solitaria no puede amar y, como no
puede amar, tampoco puede ser una persona. Y si Dios no fuese personal tampoco
podríamos serlo nosotros; y si nosotros no fuésemos personas no podríamos amar”. 3
Por lo tanto, más que un constructo teológico, la enseñanza bíblica sobre la Trinidad nos
proporciona el fundamento de nuestra comprensión, relación y fe en Dios. De esta
comprensión fluyen todos los demás aspectos del plan de salvación y de la vida cristiana.
Así que la absoluta convicción bíblica de que Dios nos ama no solo le da significado a
nuestras vidas aquí y ahora, sino que también fundamenta nuestra experiencia de fe en
una vida eterna con Dios en el mundo venidero.
El concepto
de la creación
es crucial
para el
cristiano
Adventista del
Séptimo Día.
En este
sentido, la
narrativa
bíblica
contrasta con
la cosmología
moderna, la
cual concibe
al cosmos
como un sistema autogenerado que produce sus procesos biofísicos y astronómicos sin
ninguna causa fuera de sí mismo.4
De acuerdo con las Escrituras, Dios creó el mundo en seis días literales y descansó el
séptimo día (Génesis 2:1–3). Dios creó al hombre y a la mujer como obra culminante de
su actividad creadora (Génesis 1:26–28; 2:7). Sin embargo, los seres humanos no existen
para sí mismos, sino que viven el uno para el otro en una relación, para compartir la tierra
con otras criaturas y ejercer una mayordomía responsable sobre la creación.
Los seres humanos son la imagen de Dios establecidos en este mundo, y como tales
deben representar a Dios en el orden creado. En esto radica el valor y la dignidad de los
seres humanos y la base fundamental de los derechos humanos. De todos los seres
creados, solo de los humanos se dice que fueron creados a imagen de Dios.
Sin embargo, cuando nos comparamos con el poder y la majestad del Dios Creador y las
dimensiones cósmicas de la realidad, se nos recuerda: “¿Qué es el hombre para que
tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?” (Salmos 8:4, RVR1995). 5
De hecho, somos criaturas muy frágiles; venimos del polvo y al polvo volveremos.
Contrario a los puntos de vista no bíblicos de la humanidad, no fuimos creados con un
alma inmortal, sino que fuimos creados como una unidad integral de cuerpo, mente y
espíritu, y dependemos de Dios para la vida, para la respiración y para todo lo demás.
Esta comprensión de la naturaleza humana es crucial para algunas doctrinas bíblicas
como el juicio investigador y la resurrección (En realidad, la suposición de que el alma de
una persona se va al cielo después de la muerte vuelve innecesario, por no decir
irrelevante, el juicio investigador y la resurrección de los muertos).
También se nos recuerda: “Lo has hecho poco menor que los ángeles y lo coronaste de
gloria y de honra. Lo hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo
de sus pies” (Salmos 8:5, 6).
Así que después de todo, ¿quiénes somos? Desde una perspectiva secular, como lo
señaló Pascal, los humanos son o incorruptos o incurables. Pero la buena noticia es que
“solo la religión cristiana ha podido curar estos dos vicios, no al expulsar el primero por
medio del segundo según la sabiduría del mundo, sino al expulsar ambos siguiendo la
simplicidad del Evangelio, porque enseña a los justos que los eleva incluso hasta una
participación con la divinidad misma; que en este estado elevado todavía llevan la fuente
de toda corrupción, lo que hace que durante toda su vida estén sujetos al error, a la
miseria, a la muerte y al pecado; y proclama a los impíos que también pueden recibir la
gracia de su Redentor”.6
En comparación con el Creador y las dimensiones cósmicas de la realidad creada, los
humanos son menos que nada, es decir, polvo (Job 10:9). Sin embargo, ya que los
humanos han sido creados a imagen de Dios, que incluso el pecado no pudo destruir, son
la obra culminante de la creación de Dios y el objeto supremo de su plan redentor (Juan
3:16).
Por mucho que
disfrutemos la
vida, sabemos
que hay algo
fundamentalmente erróneo sobre la realidad que experimentamos. El terrible espectro del
mal predomina por doquier. Los humanos a veces cometen terribles maldades a los
semejantes, a otras criaturas y al medio ambiente. Al relatar que algo salió mal con la
perfecta creación de Dios, las Escrituras revelan la realidad del pecado. Un conflicto
cósmico comenzó en el cielo, en la sede misma del gobierno de Dios sobre el universo
(Isaías 14:12–15; Ezequiel 28:12–19). Una de las criaturas más elevadas se rebeló contra
Dios y, habiendo sido expulsada del cielo, logró traer el pecado a nuestro planeta. Así, el
conflicto que comenzó en el cielo se extendió a la tierra y causó estragos en la creación
de Dios.
Nuestros primeros padres violaron el mandamiento de Dios en el Edén y causaron que el
pecado afectara su creación. Desde entonces, se ha producido un conflicto cósmico entre
el Creador y los poderes del mal. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo” (Gálatas
4:4), Dios envió a su Hijo Jesucristo para revertir el pecado de Adán y Eva (Romanos 5).
Como Jesús le dijo a Nicodemo en esa memorable conversación nocturna: “[Porque] de
tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Por su sacrificio en la
cruz, Jesús hizo provisión para nuestro perdón personal, porque solo Aquel que es
completamente Dios podía expiar nuestros pecados. Pero también “despojó a los
principados y a las autoridades” y “los exhibió pública- mente” al exponer los resultados
del pecado ante todo el universo (Colosenses 2:14, 15). Así que, aunque la entrada del
pecado dañó la creación de Dios y trajo tanto sufrimiento a sus criaturas, al aceptar a
Jesús somos restaurados a una comunión plena con Dios mientras esperamos el
momento en que toda la creación será redimida del pecado y sus efectos.
Curiosamente,
más de la
tercera parte de
las Creencias
Fundamentales
apuntan a cómo
debemos vivir
nuestras vidas a
la luz de la
historia bíblica.
Por lo tanto, se
nos recuerda
que Cristo nos
ha otorgado la
victoria sobre el
poder del
pecado.
También se nos
ofrece algunos
puntos de vista
bíblicos sobre la
iglesia, el
remanente, los
dones
espirituales, la
perdurable
fuerza de la ley
de Dios, la
mayordomía, el
estilo de vida y
la familia. Vale la
pena recordar
que en la
antigüedad el
éxito de un
individuo estaba
ligado al de su
familia o el de su comunidad o a sus socios comerciales. El significado de cada individuo
se encontraba en su comunidad.
Por el contrario, nuestro tiempo está marcado por un individualismo casi patológico.
Nuestro impulso competitivo para obtener éxito personal tiende a hacernos olvidar el
papel de la iglesia y la familia. Tendemos a asumir que nuestras decisiones personales
nos pertenecen únicamente a nosotros y olvidamos que nuestras palabras, convicciones y
estilo de vida tienen un impacto en los que nos rodean. Este grupo de declaraciones nos
recuerda cómo debemos vivir nuestras vidas no solo como individuos cristianos, sino
también como miembros del cuerpo de Cristo.
De hecho, no existimos como individuos sino como parte de una comunidad de creyentes.
La experiencia de la salvación no debe limitarse a la vida privada de cada individuo, sino
que es algo que se debe disfrutar y compartir con la comunidad de creyentes, donde cada
uno alcanza su máximo potencial en unión con Cristo y en el servicio a Él. En otras
palabras, somos llamados a ser discípulos de Jesús y a vivir un estilo de vida de amor y
de servicio a los demás viviendo un estilo de vida alternativo, comprometidos a seguir a
Jesús e imitarlo en nuestras relaciones con el prójimo. Aunque vivimos en este mundo,
esperamos vivir en el reino eterno de Dios en el mundo venidero.
La eventual
inutilidad del
universo
predicha por la
cosmología7 cie
ntífica
encuentra su
contraparte en
la experiencia
personal y
social de la
desesperanza
incontrolada de
la sociedad
moderna. Pero
en un contexto
de
desesperación
y falta de
sentido, la
historia bíblica
culmina en una
esperanza
futura para el
cosmos y para la humanidad. Es necesario destacar que esta esperanza está basada en
la Deidad (Proverbios 23:18; Salmos 39:8). Las Escrituras nos aseguran que la realidad
actual del mal y del sufrimiento dará paso a una nueva creación. Las Creencias
Fundamentales 21 a 28 proporcionan un panorama breve pero claro de esta hermosa
historia: Cristo está en el santuario celestial ministrando en nuestro favor y
proporcionándonos todo lo que necesitamos (Hebreos 8:1, 2); Jesús viene pronto para
llevar a su pueblo a un lugar que Él ha preparado (Juan 14:1–3); la muerte será tragada
por la victoria (1 Corintios 15:54); después de la segunda venida, en el cielo los salvados
experimentarán un tiempo de reflexión y juicio (Apocalipsis 20); y finalmente Dios hará
una nueva tierra (Apocalipsis 21:1). Por lo tanto, por la gracia y el poder de Dios,
podemos resistir la tentación de sentirnos abandonados y desesperados.
Esta esperanza, según las Escrituras, sirve como un “ancla del alma” (Hebreos 6:19).
Hasta que el reino venga en su plenitud, podemos vivir con esperanza y teniendo vidas
significativas en este mundo. Sabemos que nuestra historia no terminará en muerte ni en
la destrucción total del cosmos. Nuestra historia culminará en la resurrección a la vida
eterna para los creyentes y el establecimiento de un nuevo cielo y una nueva tierra.

CONCLUSIÓN
Las 28 Creencias Fundamentales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día nos recuerdan
que estamos unidos en la comprensión de la Biblia. De hecho, vernos a nosotros mismos
como parte de la historia bíblica nos permite confrontar esa aparente desesperanza de la
condición humana. Podemos alentarnos con la seguridad de que “ni la muerte ni la vida,
ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en
Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39). Por lo tanto, podemos esperar el futuro
con una alegre expectativa porque lo mejor está por venir.
Elena de White expresó de manera muy hermosa esta máxima consumación:
“El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el
universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la
creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la
extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo
más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin
mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor.” 8
Elias Brasil de Souza (Ph.D., Seminario Teológico Adventista del Séptimo Día,
Universidad de Andrews, Berrien Springs, Michigan, EE. UU.) es el Director del Instituto
de Investigación Bíblica de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día
en Silver Spring, Maryland, EE. UU.

Citación Recomendada
Elías Brasil de Souza, “Revisemos nuestras creencias fundamentales: un panorama de la
gran historia Bíblica” 31:1 (2019): 9-13

NOTAS Y REFERENCIAS
1. Véase http://www.adventist.org/es/creencias. Véase también el Manual de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día, Revisado en 2015 (Silver Spring, Md.: Secretaría, Asociación
General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, 2016), 169―182.
2. Creencia Fundamental 1.
3. Robert Letham, “God Is Love,” Tabletalk Magazine (Mayo 2004): 9.
4. Véase Roy R. Gould, Universe in Creation: A New Understanding of the Big Bang and the
Emergence of Life (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2018). Véase también
Stephen Hawking, Breves respuestas a las grandes preguntas (Barcelona: Crítica, 2018).
5. A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas en este artículo fueron tomadas
de la versión Reina-Valera 1995.
6. Blaise Pascal, Blaise Pascal: Thoughts, Letters, and Minor Works, Part 48 Harvard Classics,
Charles W. Eliot, ed. (New York: P. F. Collier & Son, 1910), 149.
7. Según el modelo cosmológico estándar, la historia cósmica comen- zó con la teoría de la
Gran Explosión algunos 13.8 mil millones de años atrás y dentro de un par de miles de
millones de años terminará en una aniquilación con fuego o hielo. Véase Jonghyung Kim,
“Cosmic Hope in a Scientific Age: Christian Eschatology in Dialogue with Scientific
Cosmology” (Ph.D. diss., Graduate Theological Union, 2011); John Davis Jefferson,
“Cosmic Endgame: Theological Reflections on Recent Scientific Speculations on the
Ultimate Fate of the Universe,” Science & Christian Belief 11: 1 (1999) 15–27:
https://www.scienceandchristianbelief.org/serve_pdf_free. php?filename=SCB+11-
1+Davis.pdf.
8. Ellen G. White, El conflicto de los siglos (Doral, FL: Asociación Publicadora
Interamericana, 2007), 657.

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