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La garantía de recurrir la sentencia y la pena en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y

el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.


Marcelo A. Sgro

Durante los nueve años transcurridos desde la publicación de los artículos compilados bajo el título “La
aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales”, uno de los cuales, debido al profesor
Julio B. J. Maier, trató sobre “el recurso del condenado contra la sentencia de condena” previsto por la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (CADH) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP)1 , varias
sentencias de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CS) han interpretado y aplicado los arts. 8.2.h. y 14.5. de
aquellos pactos, algunas veces correctamente (en especial, en sus aspectos más obvios) y otras ignorando o
negando contenidos indudables de esas normas, varios de cuyos problemas interpretativos ni siquiera han sido
abordados hasta ahora 2.
A) Qué recurso satisface la garantía
I.- Como es sabido, antes de la última reforma constitucional, la CS sostuvo que lo que llamaba “doble
instancia judicial” no era una garantía constitucional, y que el derecho previsto en el art. 8.2.h. de la CADH,
ratificada por la ley 23.054, se hallaba satisfecho con la existencia del recurso extraordinario3 . Cuando, debido a la
reforma de la CN de 1994, la primera de esas afirmaciones no pudo sostenerse con respecto a la persona inculpada
de un delito la CS, al mismo tiempo que reconoció que el recurso del inculpado procedía como garantía
constitucional4, sostuvo también que la existencia del recurso extraordinario federal no satisfacía ya el derecho
previsto en el art. 8.2.h. CADH, ineficiencia que el tribunal atribuyó a que, a partir de la reforma introducida por la
ley 23.774 en su competencia por apelación, podía rechazarlo por la sola aplicación del art. 280 del Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación (CPCCN)5 . Y, como también se habían modificado el régimen procesal penal y la
organización de la justicia nacionales mediante las leyes 23.984 y 24.050, introduciéndose los recursos de casación e
inconstitucionalidad destinados a ser resueltos por la Cámara Nacional de Casación Penal (CNCP), la CS resolvió que
la forma más adecuada de asegurar la garantía de la doble instancia en materia penal prevista en la CADH, en el
caso bajo examen, era declarar la inconstitucionalidad de la restricción (en razón del monto de la pena impuesta por
la sentencia) de la admisibilidad del recurso de casación del imputado prevista en el art. 459, inc. 2 del Código
Procesal Penal de la Nación6 .

1 Cf. Maier, Julio B. J., “El recurso del condenado contra la sentencia de condena: ¿una garantía procesal?”, artículo publicado en la compilación
“La aplicación de los tratados internacionales sobre derechos humanos por los tribunales locales”, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1997, ps. 407 y
siguientes. Mi exposición sobre la evolución ulterior y el estado actual de la cuestión de la aplicación por los tribunales locales de esa garantía,
principalmente por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, da por supuesto el conocimiento por parte del lector del texto del Prof. Maier.

2 Una síntesis de una parte de la jurisprudencia de la CS a la que me refiero puede verse en los siguientes artículos: Sgro, Marcelo, Esplendor y
derrota de la garantía de recurrir el fallo condenatorio en la jurisprudencia reciente de la Corte Suprema, publicado en la compilación “Los
recursos en el procedimiento penal”, 2ª edición actualizada, Ed. Del Puerto, 2004, ps. 261 y siguientes (este artículo, que había sido publicado
previamente en Nueva Doctrina Penal, 2001/A, ps. 199 y siguientes, fue redactado en 2001 y describe la jurisprudencia hasta diciembre de 2000);
también, Córdoba, Gabriela E., La influencia del recurso extraordinario federal en el recurso de casación penal a través de la jurisprudencia de la
Corte Suprema, ídem, ps. 229 y siguientes (artículo que, en cuanto se refiere al derecho al recurso previsto en los pactos, examina, además de
los tratados en mi artículo, varios fallos ulteriores). El trabajo que aquí se publica es una puesta al día de mi anterior artículo sobre el tema.

3 Lo sostuvo, por ejemplo, en Fallos: 311:274 (sentencia del 15 de marzo de 1988).

4 Fallos: 318:514, ya citado en lo que antecede -considerandos 5º y 6º-.

5 Ver el mismo fallo, considerandos 7º y 8º. Sin embargo, como ya dije en mi anterior trabajo sobre el tema, era claro que el déficit del recurso
extraordinario para satisfacer la garantía no podía derivarse, como la Corte hizo, de la supuesta novedosa facultad de rechazo en los términos del
art. 280 CPCCN, pues, en primer lugar, si el recurso extraordinario, conforme había decidido el tribunal en Fallos 311:274, podía ser suficiente
para satisfacer la exigencia del art. 8.2.h. de la CADH, bastaba con que la Corte se abstuviera de aplicar el mencionado art. 280 a los recursos
extraordinarios que tuvieran por objeto la impugnación de un primer fallo condenatorio; luego, porque el citado art. 280 hizo poco más que dar
expresión legal a lo que la jurisprudencia de la CS sostenía desde hacía décadas: que la ausencia de interés institucional que la jurisprudencia
contempla, por regla general, con el nombre de "cuestiones federales insustanciales", autoriza el rechazo de plano de la apelación extraordinaria -
Fallos: 194:22, 245:450; 248:189-. Por ello, la justificación valedera del apartamiento de lo decidido en el caso "Jáuregui" no debió ser otra que el
objeto limitado y la excepcionalidad del recurso extraordinario, inconciliable con el derecho que la CADH prescribe como garantía mínima; pero el
reconocimiento expreso de ese motivo valedero hubiera implicado que era incorrecto lo que se decidía previamente.

6 Cfr. mismo fallo, consid. 10º.

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Ulteriormente el tribunal, remitiéndose al mismo precedente Giroldi, decidió que la forma más adecuada de
asegurar a dos personas el derecho de recurrir el fallo condenatorio dictado contra ellas por una Cámara Federal de
Apelaciones, en el marco de la ley 23.077, era declarar la invalidez constitucional del art. 87 de aquella ley, que
prescribía que la sentencia sólo era recurrible por la vía del art. 14 de la ley 48 ante la CS, porque tal norma las
privaba de la posibilidad de impugnarlo ante la Cámara de Casación y, por ende, de ejercer el derecho al recurso
previsto en los pactos7 .
Sin duda, el recurso de casación, tal como la leyes vigentes generalmente lo prevén, resultaba un medio
"más adecuado" que el extraordinario para satisfacer la garantía de la CADH8, pero la CS no explicó en sus fallos en
qué consistía la mayor adecuación predicada, como tampoco lo había hecho antes, cuando afirmaba que era
suficiente el recurso extraordinario, de modo que el tribunal no suministró ninguna interpretación del art. 8.2.h de la
CADH que hubiera permitido precisar el alcance del recurso que garantiza y por qué el de casación, tal como estaba,
por ejemplo, previsto en los arts. 456 —motivos— y 463 —formalidades de interposición— del CPPN sancionado por
la ley 23.924, era capaz de satisfacer las exigencias de la CADH y del PIDCPP.
En otro fallo, la mayoría de la Corte9 afirmó que la garantía del art. 8.2.h de la CADH no imponía
necesariamente la doble instancia como renovación del debate realizado en el proceso10 , pero desagraciadamente
agregó que lo prescripto por tal norma no implicaba descalificar genéricamente la instancia única, sino asegurar que
la condena definitiva no provenga de un tribunal inferior en la escala jerárquica sino de la instancia más alta, con lo
que el juzgamiento directo por ésta en modo alguno afectaba garantías de los procesados11 . Sostuvo, asimismo, que
una interpretación distinta ponía en pugna la cláusula del pacto con el art. 117 de la Constitución, según la cual la
CS tiene competencia originaria y exclusiva en ciertas causas penales, conflicto que carecería de una solución clara y
que, en la época en que la sentencia condenatoria del caso fue dictada, como no existía la Cámara de Casación, los
tribunales superiores de las causas penales de competencia federal eran las Cámaras Federales de Apelaciones, por
lo que, al provenir la sentencia de condena del caso de una de ellas, la regla internacional no fue violada12 .
Puede ser que conciliación de la norma de la CADH y el juzgamiento originario y exclusivo por la Corte de los
casos penales que satisfagan las condiciones del art. 117, 2ª oración de la CN no resultaba fácil, pero aquélla no

7 Fallos: 322:2488, consid. 4º (sentencia del 19 de octubre de 1999).

8 Por ejemplo, porque permite la revisión de una sentencia basada en normas sustantivas no federales erróneamente aplicadas o que culminó un
proceso en el que no se observaron ciertas normas procesales no federales (aún cuando no se hubieran configurado supuestos de arbitrariedad,
tal como la jurisprudencia de la CS los ha definido).

9Fallos: 323:4130, voto común de los Jueces Nazareno, Moliné O'Connor, Belluscio, López y Vázquez.

10En efecto, la "renovación del debate" no sería otra cosa que un nuevo juicio, cuya decisión, acertada o desacertada, se fundaría en los actos
ocurridos en éste y no en el juicio anterior (Cfr. Maier, Julio B. J., Derecho procesal penal, Tomo I, Fundamentos, Editores del Puerto s.r.l., Bs. As.,
1996, 2a. edición, p. 719).

11Como advertí en mi anterior artículo sobre derecho al recurso, la CS omitió burdamente atender al texto expreso de la CADH, que alude
expresamente a la garantía de recurrir el fallo condenatorio. Según el sentido asignado a la norma por la CS en este caso, aquélla directamente
no asegura un derecho al recurso.

12 Argumento que reduce todo al modo en que circunstancial y sucesivamente se organice la justicia, de modo que si en el futuro se reformaran
la ley procesal y la de organización judicial, suprimiéndose la cámara de casación y los demás tribunales colegiados distintos de la CS (supresión
que no resulta vedada por el art. 116 de la CN), las penas pronunciadas por los jueces, aunque contra ellas la ley no posibilitara ningún recurso
distinto del extraordinario —que según la propia CS no satisface las exigencias de la Convención- serían, en general, sin más ejecutables, sin que
se advierta ninguna inobservancia de la norma del art. 8.2.h de la CADH, porque las condenas provendrían entonces de los órganos judiciales de
"más alta jerarquía" —según la desafortunada expresión empleada por la CS— en la organización judicial existente.
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podía ser resultado del sacrificio del recurso contra la condena que, como garantía mínima, la primera expresamente
prescribe13.
Por lo menos desde el precedente “Ekmekdjian vs. Sofovich” 14, la jurisprudencia de la CS ha sostenido que
su interpretación de la CADH debe guiarse por la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIDH)15 . Por eso resultaba fácilmente predecible que al decidir algún recurso que requería una definición acerca del
alcance del derecho al recurso reconocido por la CADH, haya utilizado como “guía” la sentencia dictada
recientemente por el tribunal internacional en el caso “Herrera Ulloa vs. Costa Rica”16 .
Según esta sentencia de la CIDH, el recurso que garantiza la CADH al imputado: a) debe permitir que una
sentencia adversa pueda ser revisada por un juez o tribunal distinto y de superior jerarquía orgánica17 , y es preciso
que éste reúna las características jurisdiccionales que lo legitimen para conocer del caso concreto; b) debe ser un
recurso ordinario, eficaz para procurar la corrección de decisiones jurisdiccionales contrarias al derecho; c) debe ser
accesible, sin requerir mayores complejidades que tornen ilusorio el derecho; d) debe garantizar un examen integral
del fallo condenatorio y pena; e) debe habilitar un análisis o examen comprensivo e integral de todas las cuestiones
debatidas y analizadas en el tribunal inferior.
Por su parte, el voto concurrente del Presidente del tribunal, el Juez García Ramírez, sostuvo que el recurso
garantizado debe permitir de modo efectivo que el tribunal superior entre en el fondo de la controversia, examine los
hechos aducidos, las defensas propuestas, las pruebas recibidas, la valoración de éstas, las normas invocadas y su
aplicación, la pena o medida impuestas en consideración de la gravedad del hecho, el bien jurídico afectado, la
culpabilidad del agente y los otros datos que concurren al ejercicio de la individualización de aquéllas.

13 Una solución plausible: conocimiento por los conjueces del tribunal del recurso que el imputado interponga contra la condena impuesta por la
CS, en ejercicio de su competencia originaria y exclusiva (cf. Maier, “Derecho procesal penal ...”, op. cit. en la nota al pie nº 19 de presente
artítulo, pág. 726 ).
Podría objetarse equivocadamente esta propuesta afirmándose que, así como la CS ha omitido en su falllo que los pactos exigen un
recurso (la CADH dice, literalmente, que debe garantizarse el “derecho de recurrir”), aquélla omite las expresiones “juez o tribunal
superior” (CADH) y “tribunal superior” (PIDCP), mediante las que los pactos designan quién debe resolver el recurso garantizado, porque la CS,
integrada por conjueces para tratar y decidir el recurso no sería superior al tribunal que dictó la sentencia cuya revisión el imputado pretenda.
Esta crítica, claramente equivocada, estaría basada en el desafortunado uso de los adjetivos “superior” e “inferior” aplicados a los distintos
tribunales de justicia (por los pactos y aún por la Constitución Nacional: arts. 108, 116, entre otros); en efecto, superior, por lo menos en lo
referido a cómo debe ser resuelto en definitiva un caso, en el ejercicio de la función jurisdiccional, no puede querer decir otra cosa distinta que
juez o tribunal jurídicamente capaz (competente), de acuerdo con las normas vigentes, para revisar la actuación y decisión de otro órgano
judicial. Se trata de una cuestión de distribución de competencias y no de subordinación jerárquica, por lo demás contraria a la nota de
“independencia”, instrumental de la garantía de imparcialidad, reconocida expresamente por los mismos pactos —v.g. art. 8.1, CADH; 14.1,
PIDCP-—. Precisamente debido a esta garantía, no sería constitucionalmente admisible que las mismas personas (juez o jueces) que dictaron la
sentencia impugnada, una vez interpuesto el recurso garantizado al imputado, sean quienes la revisen (a lo que cabe agregar que la “revisión” no
realizada por personas distintas de las que practicaron la actividad o adoptaron la decisión cuestionadas desconocería el sentido último del
derecho de recurrir, que consiste, según es ya un lugar común afirmar, en reducir la probabilidad de una condena desacertada o producto de un
juicio injusto. Casi una década atrás Marcelo Ferrante, citando a Carnelutti, ha dicho, y ésto fue luego repetido numerosas veces, que se trata,
mediante el derecho al recurso, de someter la decisión adoptada a una instancia de control similar a la regla de la doble conforme, según la cual
cuando una operación aritmética realizada dos veces da el mismo resultado, hay grandes posibilidades de que sea exacta).
Por último, dicho sea al paso, en el caso tratado la CS no observó la regla, generalmente reconocida por ella misma, de no pronunciarse
prematuramente sobre cuestiones que no conciernen al caso concreto, norma de actuación según la cual, por ejemplo, había rehusado conocer
anteriormente en el “agravio” (que consideró meramente conjetural, es decir, un “no agravio”) consistente en que el mantenimiento del límite
legal en razón de la pena previsto por la ley para el recurso acusatorio podría determinar, respecto de un mismo caso, dos tribunales superiores
distintos a los efectos de la interposición del recurso extraordinario federal, según si el recurrente fuera el fiscal o el imputado –cf. Fallos:
320:2145, considerando 12º-.

14 Fallos:315:1492 (sentencia del 7 de julio de 1992).

15 Ver considerando 21º del voto de la mayoría del tribunal en ese caso. Ese precepto sobre interpretación fue reiterado en varias de las
sentencias del tribunal que trataron sobre derecho al recurso: ver, por ejemplo, el considerando 11º del precedente publicado en Fallos: 318:514
y el considerando 6º del voto de la mayoría en el precedente publicado en Fallos: 323:4130, que por su parte remite a lo dicho en Fallos:
321:3555 –ver el considerando 10º del voto común de la mayoría-.

16 Sentencia del 2 de julio de 2004 (sigo el texto publicado en la página www.corteidh.or.cr). La interpretación sobre el alcance del derecho al
recurso que efectuó esta sentencia de la CIDH fue seguida por la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal, en la sentencia dictada el 15
de octubre de 2004 en la causa 4807, "López, Fernando Daniel s/recurso de queja".

17 Exigencia que, literalmente interpretada, parece obstaculizar la solución propuesta en la nota nº 27.

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En la idea de que el recurso cuya disponibilidad exige la CADH debe asegurar un examen
integral del fallo condenatorio y de la pena, la sentencia de la CIDH ha seguido expresamente la previa
interpretación del Comité de Derechos Humanos de la ONU sobre el recurso garantizado por el párrafo
5 del art. 14 de del PIDCP18.

II.- Muy recientemente, la CS efectuó una interpretación del sistema de la casación, previsto en el código de
procedimientos de la nación, tendiente a posibilitar la aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los
tribunales locales.19
Concretamente, nuestro máximo tribunal sostuvo que en el estado actual de la legislación procesal penal de
la nación, los recursos ante la Cámara de Casación constituyen la vía a la que todo condenado puede recurrir en
virtud del derecho que consagran los arts. 8.2.h, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 14.5, del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
A tal efecto, resultó necesaria una interpretación del art. 456, inc. 2, del CPPN, superadora de la imagen
tradicional que sólo habilitaba la revisión de las cuestiones de derecho con el objetivo político único o preponderante
de unificar la interpretación de la ley. Fue así que la CS entendió que los motivos previstos para recurrir en casación
abarcan los requisitos que rigen respecto de las sentencias –v.gr. ausencia de contradicción respecto de la
fundamentación, la valoración de las pruebas conforme las reglas de la sana crítica, etc.-. En virtud de ello, una
sentencia que no valorase las pruebas conforme a estas reglas o que las aplicase erróneamente carecería de
fundamentación y, en virtud de ello, no existiría razón legal ni obstáculo alguno en el texto mismo de la ley procesal
para excluir de la materia de casación el análisis de la aplicación de las reglas de la sana crítica en la valoración de
las prueba en el caso concreto.
De esta forma se impone, según la CS, un resultado análogo al consagrado en la doctrina y jurisprudencia
con la llamada teoría del “agotamiento de la capacidad de revisión”, con la cual se quiere significar que el tribunal de
casación debe agotar el esfuerzo por revisar todo lo que pueda revisar, o sea, por agotar la revisión de lo revisable.
En donde lo único no revisable es lo que surja directa y únicamente de la inmediación, que está reservada a quienes
estuvieron presentes como jueces en el juicio oral.

B) El sujeto al que se garantiza el derecho de recurrir.


Con anterioridad al fallo mancionado la CS había definido al sujeto del proceso en cuyo favor los pactos
establecieron el derecho al recurso, a saber, sólo la persona imputada o declarada culpable de un delito, rechazando,
por ende, correctamente, su invocación por los órganos del ministerio público fiscal que pretendieron la
inconstitucionalidad de disposiciones legales que les impedían recurrir para obtener penas más graves que las
impuestas a los acusados, con las que estaban disconformes20 .
La cuestión de la incompatibilidad entre el régimen legal del recurso acusatorio y la garantía de recurrir el
fallo que compete al imputado, entendida en su verdadera medida, y las de juicio público y ne bis in idem, que ha
explicado con claridad el profesor Maier en su artículo, no fue propuesta a la CS por ningún recurso que ésta haya
admitido (de los desestimados poco puede decirse ya que, casi sin excepción, lo fueron sin ninguna descripción de
sus contenidos). Por ende, ninguna sentencia de la CS ha decidido una alegación de inconstitucionalidad de las
normas legales que conceden al acusador la facultad de recurrir la sentencia absolutoria con la pretensión de
obtener una ulterior condena, o la sentencia condenatoria con la pretensión de que la pena impuesta al acusado sea
agravada.
Sin embargo, algunos de los fundamentos expuestos por la CS en la primera sentencia que asignó
únicamente al imputado el derecho de recurrir establecido por los pactos, no dejaron dudas respecto de la suerte
que correría un planteo como el descripto en el párrafo anterior: en efecto, al afirmar que no resultaba
inconstitucional la limitación legal al recurso de casación del fiscal, el tribunal afirmó que no existía obstáculo para

18 Cfr. dictamen emitido por el Comité el 20 de julio de 2000, en el trámite de la comunicación nº 701/96 presentada por Cesario Gómez Vazquez
contra el Reino de España, y dictamen emitido por el mismo órgano el 7 de agosto de 2003 en el trámite de la comunicación nº 1007/01
presentada por M. Sineiro Fernández contra el Reino de España. Sobre el primero, se ha afirmado que se trató de un verdadero certificado de
defunción para el estilo tradicional del recurso de casación y su obsesión por la impracticable distinción entre cuestión de hecho y cuestión de
derecho: cf. Pastor, Daniel R., La nueva Imagen de la Casación Penal, Ad-Hoc, Bs. As., 2001, ps. 109/112.

19 Fallo: C.1757. XL. Casal, Matías Eugenio y otro s/robo simple en grado de tentativa –causa N° 1681-, rto. 20/9/2005.

20 Fallos: 320:2145 (sentencia del 14 de septiembre de 1997) y Fallos: 322:2488 (sentencia del 19 de octubre de 1999).

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que el legislador, si lo consideraba necesario, “le conceda igual derecho” (quizo decir, claro está, que prescriba un
recurso acusatorio y, más específicamente, uno sin las limitaciones objetivas que actualmente la ley –por ejemplo, el
art. 458 del CPPN- le impone), lo que implicó reconocer obiter dictum que la existencia del recurso del fiscal no es
contraria a normas constitucionales y que aquél, su alcance y sus límites son cuestiones de configuración
circunstancial de las leyes procesales penales.
Al contrario de lo ocurrido con las que imponen limitaciones al recurso del fiscal, la CS no se pronunció de
modo expreso acerca de la compatibilidad con las normas de jerarquía constitucional de las normas procesales que
limitan el recurso del querellante o acusador privado (por ejemplo, el art. 460, por remisión al art. 458 del CPPN),
pero su precisa definición del sujeto del derecho al recurso (sólo el imputado) implicó, según creo, el tácito
reconocimiento de que tales límites no son contrarios a los pactos21 . Sólo algunos votos aislados resolvieron la
cuestión de fondo22 .
En un fallo posterior23, la CS precisó su posición sobre la cuestión del sujeto en cuyo favor los pactos
establecen el derecho al recurso excluyendo a las personas imputadas o que resulten condenadas por
contravenciones, faltas o infracciones administrativas.
Los votos que constituyeron la mayoría24 se remitieron al dictamen del procurador fiscal, conforme al cual el
precedente Giroldi25 no estableció que la garantía no tuviera límites en razón de la materia, la aplicación de las
normas de derecho internacional convencional que consagran el derecho al recurso se halla supeditada a la
existencia de un fallo final dictado contra una persona "inculpada de un delito" o "declarada culpable de un delito" y
resultan ajenas a su ámbito las sentencias que condenan o absuelven con motivo de la imputación de faltas,
contravenciones o infracciones administrativas26 .

C) Las decisiones que debe poder recurrir el imputado.


La afirmación de la CS en la última sentencia mencionada acerca de la supuesta condición de aplicación de
las normas de los pactos sobre derecho al recurso consistente en que se impugne un fallo final, si se toma
literalmente esta expresión, resultaría inconciliable con una interpretación de la garantía según la cual no solo ella

21 Contra esto, como ya advertí en mi anterior artículo sobre el tema, nada puede argumentarse en base a lo resuelto en Fallos: 322:1495
(sentencia del 10 de agosto de 1999), pues en este caso una decisión sobre la inadmisibilidad de un recurso de casación del querellante fue
revocada por la mayoría de CS porque la Cámara de Casación había omitido resolver el planteo de inconstitucionalidad de la limitación legal que
objetivamente la impedía y que aquél, presunta víctima de un delito de acción privada, había planteado al deducirlo (arbitrariedad de lo decidido
por omisión de tratamiento y decisión de una cuestión esencial oportunamente planteada); por ende, la CS nada dijo sobre la razón que pudiera
asistirle al recurrente sobre la invalidez constitucional de la restricción legal de su recurso de casación.

22 En el sentido de mi inferencia, véase el voto común en disidencia de los jueces Fayt y Boggiano en la sentencia de fecha 10 de agosto de 1999
publicada en Fallos 322:1495 (en el caso, la CS, por mayoría, desestimó el recurso extraordinario). Opuestamente, en su voto en disidencia en el
mismo caso, el juez Vázquez sostuvo que el derecho de recurrir del art. 8.2.h. de la CADH estaba también previsto en favor del querellante por
delito de acción privada en cuanto “persona”, interpretación contraria al texto expreso del pacto, que no menciona a “toda persona”, sin más, sino
a “toda persona inculpada de un delito”, expresión que excluye al querellante particular del mismo modo que al fiscal.

23 Fallos: 323:1787 (sentencia del 27 de junio de 2000).

24 Los de los Jueces Nazareno, Moliné O'Connor, Fayt, Belluscio, López y Vázquez.

25 Fallos: 318:514 (sentencia del 7 de mayo de 1995). Se trata, por ende, de un fallo anterior al artículo del profesor Maier.

26 El voto común en disidencia de los Jueces Petracchi y Bossert afirmó, en cambio, que el agravio del recurrente se hallaba en consonancia con
la línea jurisprudencial de la Corte que determinaba la aplicabilidad de las garantías del derecho penal -entre las que afirmaron que se encuentra
el "derecho al recurso"- a las sanciones administrativas y con la doctrina de Fallos: 318:514 sobre la insuficiencia del recurso extraordinario para
satisfacer las exigencias de la CADH.

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asegura al inculpado la revisión del fallo final, sino también la de otros autos procesales importantes o decisiones
judiciales que causen un gravamen irreparable a sus libertades y derechos fundamentales27 .
En cambio, la mención por el fallo de la CS (mención alternativa a la de la sentencia de culpabilidad) de un
fallo final dictado contra una persona inculpada de un delito, no excluye la sentencia definitiva absolutoria, de modo
que implicó, a mi juicio, la acertada admisión de que el derecho de recurrir previsto en los pactos permite impugnar
la decisión final que, por ejemplo, no obstante absolver al inculpado, le impone una medida coercitiva diferente de la
pena (medida de seguridad)28 .
D) Conclusiones
El examen de las principales sentencias sobre el derecho de recurrir permite concluir lo siguiente:
1) El derecho de recurrir procede, en cuanto garantía constitucional, exclusivamente para el imputado o
condenado.
2) Son inconstitucionales las normas procesales que impiden el recurso de casación del condenado contra
una sentencia condenatoria y la pena impuesta; este recurso es eficiente para satisfacer el derecho previsto por los
pactos con la condición de que sea admitido fácilmente y no se lo deniegue por defectos formales no significativos.
3) Las personas imputadas o condenadas por contravenciones, faltas o infracciones administrativas no gozan
de aquel derecho constitucional.
4) El reconocimiento por las leyes de un recurso acusatorio, destinado a revertir la absolución del acusado o
a agravar la pena impuesta al condenado, no sería contrario a normas constitucionales.
5) La primera sentencia condenatoria dictada al final de un juicio cumplido ante “la más alta instancia
judicial” establecida por la ley es ejecutable sin lesión de las normas de jerarquía constitucional que preven el
derecho al recurso del condenado.

27 Cf. caso 11.086, Informe n° 17/94, CIDH, publicado en Nueva Doctrina Penal, 1996/B, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1996, págs. 735 y
ss.; caso 11.137, Informe 55/97, CIDH/OEA/ser/L/V/II.97. La concepción relativamente amplia –y muy vaga- acerca de la impugnabilidad objetiva
del último informe citado, que en lo sustancial es una repetición del anterior, ha sido mencionada expresamente por el voto común concurrente de
los jueces Maqueda y Zaffaroni en una sentencia reciente de la CS, que revocó por arbitraria una decisión de la Cámara Nacional de Casación
Penal sobre la inadmisibilidad de un recurso de casación deducido contra la sentencia de un juez de ejecución que había confirmado una sanción
de quince días de encierro en una celda de aislamiento impuesta a un condenado por las autoridades penitenciarias (cf. sentencia del 9 de marzo
de 2004 en el caso “R. 230. XXXIV. Romero Cacharane, Hugo Alberto s/ ejecución penal”). En el considerando 20º del voto aludido se dijo: “... el
recurso de casación es un instrumento operativo de la garantía prevista en el inc. h del punto 2 del art. 8 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos. En efecto, la Comisión Interamericana ha señalado que un aspecto esencial derivado del debido proceso es el derecho a que
un tribunal superior examine o reexamine la legalidad de toda sentencia jurisdiccional que resulte en un gravamen irreparable a una persona, o
cuando ese gravamen afecte los derechos y libertades fundamentales”. Y se agregó que "el derecho previsto en el artículo 8.2.h requiere la
disponibilidad de un recurso que al menos permita la revisión legal, por un tribunal superior, del fallo y de todos los autos procesales importantes"
(el subrayado pertenece al voto citado). Por lo demás, la lectura íntegra de los informes de la Comisión y el voto indicados (aunque éste fue
emitido antes que la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Herrera Ulloa”, al que habré de referirme más
adelante) permite advertir que ellos admitieron que el recurso de casación, tal como la ley vigente lo prevé, es un instrumento apto para
satisfacer el derecho al recurso previsto por los Pactos, sólo a condición de que los tribunales no los denieguen o rechacen aduciendo, con
excesivo rigor, supuestos defectos formales.

28 La CADH menciona el derecho del inculpado de recurrir el “fallo” y no exclusivamente el “fallo condenatorio y la pena que se le haya impuesto”,
como prescribe, en cambio, el PIDCP, de modo que según el texto de aquélla es indudable el derecho del imputado absuelto de recurrir el fallo
que le impone una medida de seguridad u otra consecuencia que le cause perjuicio.
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