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ARTÍCULOS

Iberian Journal of the History of Economic Thought


ISSN-e: 2386-5768

http://dx.doi.org/10.5209/IJHE.60276

Pauperismo y cuestión obrera en la españa del siglo XIX: entre la “economía de la


salvación” y el riesgo de fractura social
Fernando López Castellano1

Recibido: 05 de diciembre 2017 / Aceptado: 30 de enero de 2018

Resumen. Este trabajo glosa el análisis maltusiano sobre la política social sustentada en las “Leyes de fábrica” y las
³/H\HVGHSREUHV´\GHVFULEHODWUD\HFWRULDGHVXLQÀXHQFLDPiVDOOiGH,QJODWHUUDHQDXWRUHVFRPR*DUQLHU
Palabras clave: Pauperismo; cuestión obrera; Garnier

&ODVL¿FDFLyQ-(/ B12, B13

[en] Pauperism and worker question in the nineteenth-century Spain: between the
“economy of salvation” and the risk of social fracture
Abstract. This work sketches the Malthusian analysis of social policy presented in the Factory Acts and the the Poor
/DZVDQGGHVFULEHVWKHSDWKRILWVLQÀXHQFHLQQRQ%ULWLVKDXWKRUVVXFKDV*DUQLHU
Keywords: Pauperism; working question; Garnier

-(/&ODVVL¿FDWLRQ B12, B13

Sumario: Introducción. 1. De la caridad privada a la asistencia pública. 2. Pauperismo y cuestión obrera.


3. La “cuestión social” en la España del siglo XIX: entre el riesgo social y la “economía de la salvación”.
5HÀH[LRQHV¿QDOHV5HIHUHQFLDVELEOLRJUi¿FDV

Cómo citar: López Castellano, F. (2018) Pauperismo y cuestión obrera en la españa del siglo XIX: entre la “economía
de la salvación” y el riesgo de fractura social, en Iberian Journal of the History of Economic Thought 5(1) (2018), 57-70

Introducción cados y la desarticulación de los sistemas de


solidaridad tradicionales.
En un ensayo ya clásico, B. Geremek (1998) A lo largo del siglo XIX se establece una
sostiene que las reacciones ante la pobreza a estrecha relación entre el pauperismo y la
lo largo de la historia oscilaron entre la piedad “cuestión obrera”, y los problemas de asis-
y la horca, dependiendo de que el número de tencia social comienzan a analizarse desde
pobres representara o no una amenaza para el la perspectiva de las relaciones laborales. La
orden social y de su funcionalidad en el siste- revolución de 1789 a la vez que proclamaba
ma vigente. Con matices, estas reacciones son el derecho a la asistencia como “deuda sa-
perceptibles ante la “enfermedad” del paupe- grada”, lo unía al derecho a vivir del trabajo
rismo, que nace con la revolución industrial y propio. Pero el pauperismo, al poner en tela
la nueva organización del trabajo, las medidas de juicio los fundamentos de la organización
del poder público tendentes a liberar los mer- social, se convertía en un problema público
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Universidad de Granada

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que afectaba a una parte importante del cuer- del socorro mutuo y las entidades crediticias;
po social. Surgía la “cuestión social” al tomar y, por último, Represión.
conciencia de la precariedad en la que estaba En las postrimerías del siglo, como fruto de
sumiendo el progreso económico a determi- las numerosas iniciativas para tratar la cues-
nados colectivos, sujetos activos y pasivos tión social, el Estado traspasa el umbral de un
de la revolución industrial (Donzelot 1984). intervencionismo centrado en la represión del
Parafraseando a Polanyi, la dislocación de la movimiento obrero y en el apoyo a las inicia-
vida del pueblo discurría paralela al asombro- tivas voluntarias de los sectores hegemónicos
so avance de los medios de producción (Po- de la sociedad civil. El altruismo, sentimiento
lanyi 1987: 69). LQGLYLGXDOOLPLWDGRDHVWUHFKRVFtUFXORVGHD¿-
De otro lado, el aumento de la inseguridad nes, fundamentado en la ética, va dando paso
ponía en entredicho la supuesta “racionalidad a la solidaridad social, de clara resonancia po-
económica” del orden capitalista. Entre la rea- lítica, cuya aplicación se traduce en el derecho
lidad y las propuestas del liberalismo doctri- social.
nario mediaba un abismo. Se declaraban dos En este trabajo se glosa el análisis maltusia-
derechos, libre acceso al trabajo y derecho al no sobre las “Leyes de pobres” y se da cuenta
socorro, difíciles de conciliar, que hacían nece- GHVXLQÀXHQFLDHQDXWRUHVFRPR6HQLRUDOD
sario un compromiso social. Pero alcanzar di- sazón portavoz de la Comisión encargada de
cho compromiso implicaba superar dos lógicas su reforma, o Garnier, de gran protagonismo
de la acción estatal contradictorias. La articu- teórico en la segunda mitad del siglo XIX en
lación de una política asistencial que alcanzara España. También se analiza la percepción del
a todos los improductivos y erradicara la injus- pauperismo y el tratamiento de la “cuestión so-
WLFLDVRFLDOH[LJtDXQ(VWDGRIXHUWH\EXURFUD- cial” en la España del siglo XIX, con medidas
tizado, que contara con un potente sistema pú- que basculaban entre la “economía de la sal-
EOLFRGH¿QDQFLDFLyQ(QHOPXQGRHFRQyPLFR vación” y la prevención del riesgo de fractura
y de las relaciones laborales se pedía un Estado VRFLDO$WDO¿QHOWUDEDMRVHDUWLFXODHQWRUQRD
mínimo, pero fuerte para remover los obstácu- tres epígrafes (“De la caridad privada a la asis-
los creados por el despotismo y liberar los pro- tencia pública”, “Pauperismo y cuestión obre-
cesos económicos. Por decirlo en palabras de ra” y La “cuestión social” en la España del si-
Castel (1997: 20), se trataba de consumar un glo XIX: entre el riesgo social y la “economía
matrimonio imposible, el del pensamiento de de la salvación”) precedidos por una breve in-
Smith con el de Rousseau. WURGXFFLyQ\XQDVVRPHUDVUHÀH[LRQHV¿QDOHV
En Inglaterra, el nuevo pauperismo deriva-
do del industrialismo se intenta paliar median-
te la intervención pública a través de las Leyes 1. De la caridad privada a la asistencia
de Pobres, un sistema público de socorro que pública
ligaba la ayuda a indigentes al trabajo obliga-
torio en condiciones infrahumanas en casas En los siglos medievales, cuando dominaba la
de trabajo (Schumpeter 1971: 317-318; Innes actitud compasiva, el pobre era funcional en
1999; Fideler, 2006). En Francia, el pauperis- una suerte de “economía de la salvación”, un
mo llega a convertirse en la principal obsesión “pacto social” teológico entre pobres y ricos
económica y política desde principios de los (Castel 1997), y la asistencia era cubierta por
años 1830, aunque el debate público sobre las la caridad privada e institucional de la Iglesia,
cuestiones de la indigencia y el trabajo se re- a través de sus establecimientos, y la red de
crudeció a partir de 1848 (Castel 1997). protección formada por gremios y corporacio-
En España, se sustituyó la dispersión asis- nes. Al aumentar de forma alarmante la pobre-
tencial del Antiguo Régimen, poco operativa y ]DHVWHVLVWHPDGHD\XGDVHUHYHOyLQH¿FD]OD
sustentada en la caridad religiosa y particular, gestión eclesiástica se convirtió en el centro de
SRU OD EHQH¿FHQFLD S~EOLFD FRQ XQ GLVFXUVR la crítica y se revisó la doctrina tradicional de
respecto al papel social de los pobres y margi- la misericordia y la organización de la asisten-
nados que combinaba ideas paternalistas y re- cia; paralelamente, la actitud hacia los pobres
presivas. En la práctica, la asistencia social se se volvió más intolerante.
articuló en torno a tres ejes: %HQH¿FHQFLD, me- Los móviles éticos y religiosos fueron per-
diante la caridad pública y la asistencia domi- diendo peso y en todos los tratados el trabajo
FLOLDULDR¿FLDORUHOLJLRVDPrevisión, a través productivo se erige en el eje de las soluciones y
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en el medio de integrar la asistencia social y la Leviathan estaba empezando a reemplazar al


lucha contra la relajación social. El incremento Buen Samaritano”.
de la pobreza no daba lugar a actitudes compa- En España, durante el siglo XVIII, son
sivas; había que insertar al pobre en un marco muchos los autores que, con unos u otros ma-
de clara funcionalidad económica, como medio tices, proponen recoger a los pobres y darles
de regulación del mercado de trabajo. La asis- trabajo en fábricas, para que con su produc-
tencia se transformaba en una cuestión de po- to se mantuvieran (Martín Rodríguez 1984:
licía que perseguía el doble objetivo de lograr 233). El trabajo como eje y la política social
el bienestar general y aumentar la potencia de como “remedio de pobres e instrucción de la
la nación. En la visión mercantilista se observa industria”. Con estas palabras, y al hilo de su
a los parados como “criminales sociales”, dado presentación del objeto de su Obra Pía, un
que disminuían la riqueza posible de alcanzar; preclaro tratadista de la época, Bernardo Ward
y ese espíritu se advierte en las medidas repre- avanzaba los derroteros por los que discurriría
VLYDVGHODOH\LVDEHOLQDGHEHQH¿FHQFLD /DYV- lo social-asistencial en el futuro. El libro, de
ki 1981: 53-54). GHFLVLYDLQÀXHQFLDHQODVPHGLGDVOHJLVODWLYDV
Con el reformismo ilustrado, la lucha con- que se adoptarán después, inaugura la moder-
tra la pobreza se inscribió en la actividad esta- na mentalidad en orden a la asistencia social,
tal y el poder político se involucró en la crea- mentalidad que critica la caridad mal distribui-
ción de instituciones de naturaleza asistencial da como fuente de vagancia y causa del atraso
para convertir a sus recogidos en seres pro- económico, y propugna una política orientada
ductivos y controlar la mendicidad. A lo largo a convertir al pobre en un súbdito productivo,
del siglo XVIII el poder político se implica en útil a la sociedad.
los problemas sociales y despliega enérgicas En la concepción del vago y el mendigo
intervenciones, que combinan la lucha contra hay casi total unanimidad: no son útiles a la
la mendicidad y la organización del trabajo comunidad, porque no producen ni pagan im-
mediante la creación de instituciones de traba- puestos; son peligrosos, porque no son éticos
jo, hospitales generales y hospicios (Callahan ni morales, ni tienen vecindad ni arraigo la-
1978:65-66). boral. La solución es apartarlos de la sociedad
Desde 1562, Inglaterra poseía un sistema y tratarlos con una terapia mezcla de trabajo
de asistencia a los pobres basado en los so- y reclusión. Los reformadores españoles, si-
FRUURV¿QDQFLDGRVSRUXQLPSXHVWRHVSHFLDO guiendo el ejemplo de las workhouses inglesas
la tasa de pobres, y distribuidos por las parro- creadas mediante la General Workhouse Act de
quias a los individuos incapaces de trabajar o 1722, trataron no solo de combatir la vagancia
HQ SDUR 3HUR OD IRUPD GH¿QLWLYD TXH DGRSWy y la delincuencia sino de obtener mano de obra
el “Derecho de Pobres”, un hito en el tránsito barata, y esta unión de motivos económicos y
de la caridad privada a la organización pública de orden público lleva al endurecimiento de
de la asistencia, se produjo mediante la Poor la actitud gubernamental. La iniciativa más
Law Act of 1601TXHFRQ¿UPyODUHVSRQVDEL- importante de la política ilustrada, tendente a
lidad de la parroquia en la manutención y en la secularizar la asistencia pública y resolver el
provisión de trabajo a los pobres. La ley sus- problema de la mendicidad en la segunda mi-
tituía el socorro domiciliario por la reclusión tad del siglo, fue fomentar las “casas de reclu-
de los pobres aptos para el trabajo en “casas sión”, una suerte cárceles para pobres. Como
de corrección”, donde a cambio de sustento en Europa, en la España preindustrial, caridad
se les obligaba a trabajar en condiciones tales y “gran reclusión” se entrelazaban con el obje-
TXHSUH¿ULHUDQKDFHUORIXHUDGHHOODV 3RODQ\L WLYR~OWLPRGHD¿UPDUODpWLFDGHOWUDEDMRTXH
  6H D¿UPDED \ GLIXQGtD EDMR OD DPH- se transforma en mecanismo de socialización y
naza y la violencia, la ética del trabajo y la adiestramiento para la disciplina fabril (Melos-
asistencia se convertía en represión. Desde el si, 1987: 55-56).
punto de vista político, con la implantación y
desarrollo del “Derecho de Pobres” declina-
ba la caridad individual y, con ella, la Iglesia 2. Pauperismo y cuestión obrera
perdía parte de su tradicional dominio de la
asistencia, dando lugar a una mayor actividad Como escribe E. Chevalier en el Dictionnaire
del Estado. Como subraya de forma muy grá- d’économie politique de L. Say y J. Chailley,
¿FD0RL[  HQDOJXQRVOXJDUHVHO³JUDQ impreso en Paris en 1892, en su voz “Pau-
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périsme”, el pauperismo es un nuevo estado estado de pobreza. La pobreza es aquel esta-


originado por la organización industrial con- do y condición en sociedad en que el indivi-
temporánea. Sin embargo, en la misma voz de duo no tiene sobra de trabajo almacenado o,
la Encyclopædia Americana de 1951 puede en otras palabras, ni propiedad o medios de
OHHUVHTXHODKLVWRULDGHOSDXSHULVPRUHÀHMDORV subsistencia, sino los que derivan del ejercicio
errores cometidos en la asistencia a los pobres, constante de la industria en las diversas ocu-
derivados de un “humanitarismo demasiado paciones de la vida. La pobreza, por lo tanto,
celoso y de una caridad irrazonable”. El pau- es un ingrediente necesarísimo e indispensable
perismo, sentencia, es fruto de la limosna irre- en la sociedad, sin el cual las necesidades y
ÀH[LYD \ GHO YLFLR TXH GHYDVWDQ DO LQGLYLGXR FRPXQLGDGHV QR SRGUtDQ H[LVWLU HQ XQ HVWDGR
(citados por Castel 1997: 231-232; Rosanva- de civilización”. Por su parte, Arthur Young
llon 1995:16-22). (Eastern tour,9 D¿UPDTXHKDEtD
En Francia, la “plaga del pauperismo” se que mantener en la pobreza a las clases bajas,
percibe como amenaza “al orden político y o de lo contrario jamás serían laboriosas: “todo
moral” y como fenómeno que, de no solucio- el mundo, a no ser un idiota, sabe que debe
narse, derivaría en la “conmoción del mundo”, mantenerse en la pobreza a las clases bajas, o
como evidencian, entre otros, Villeneuve-Bar- de lo contrario jamás serán laboriosas” (Laski
gemont (1834) y Buret (1840). Pero también 1981:179-180). En un análisis que anticipa a
se comparte la idea de que la forma de paliar- Malthus, Joseph Townsend advierte que la ad-
lo, mediante el derecho a la asistencia y la ge- ministración pública fomentaba la pobreza en
neralización del socorro, es producto de una OXJDU GH FRPEDWLUOD H[SDQGLHQGR ORV OtPLWHV
³¿ODQWURStDH[DJHUDGD´\GHXQD³PDQtDGHQL- de la miseria humana (Townsend 1971). Para
YHODPLHQWR´FRPRGH¿HQGH-%'HODFUR\HQ Adam Smith, estas leyes constituían una viola-
su Rapport sur l’organisation des secours pu- FLyQPDQL¿HVWDGHODOLEHUWDGQDWXUDOGDGRTXH
blics ante la Convención Nacional. Más ade- LPSHGtDQODPRYLOLGDGJHRJUi¿FDGHODIXHU]D
lante, el liberalismo, como buen alquimista, de trabajo, generando desigualdades de sala-
transformaba en una virtud colectiva la cari- rios entre las distintas áreas y actividades, que
GDGVRFLDOPDWHULDOL]DGDHQODEHQH¿FHQFLDOD a la postre, iban contra el interés de los obreros
suma de los impulsos caritativos individuales. (Smith 1979: 131-132).
Aunque, como advirtiera Thiers, en su Infor- Thomas Robert Malthus comparte el aná-
me de 1851 sobre la asistencia y la previsión, lisis smithiano y cuestiona el sistema Speen-
OR LPSRUWDQWH GH OD YLUWXG GH OD EHQH¿FHQFLD hamland implantado en 1795, donde se esta-
es que, al convertirse de particular en colec- bleció un subsidio para los trabajadores cuyos
tiva, de virtud privada en virtud pública, no ingresos estuvieran por debajo de un nivel
perdiera su carácter de virtud, esto es, que si- dado determinado por el precio del pan y el
guiera siendo voluntaria, espontánea y libre, número de miembros de la familia (Marshall
porque de lo contrario dejaría de ser virtud y 1937: 39). En su calidad de adversario decla-
se convertiría en coacción (Castel 1997; Hat- UDGRGHODEHQH¿FHQFLDS~EOLFDVRVWHQGUiTXH
tzfeld 1989  7DPELpQ$OH[LV GH 7RFTXHYLOOH el Estado no debía reconocer a los pobres el
se alzará contra de la caridad, ya sea privada derecho a recibir asistencia y que debía abolir
o pública, porque producía más males de los ODVOH\HVGH%HQH¿FHQFLD/DFDULGDGSULYDGDR
que remediaba y no era apta para las naciones pública no remediaba la falta de previsión cau-
industriales (Tocqueville 2003). sante de la miseria de los pobres, dado que és-
En Inglaterra, el mecanismo implantado tos habían producido su propia desgracia, y la
para resolver el problema social, las “leyes de ayuda no era sino un incentivo para agravar el
pobres”, se percibe muy negativamente por problema (Roll 1974:181; Denis 1977: 239).
los teóricos del momento. Harold Lavski ha Como ha subrayado San Emeterio (2010),
recogido el testimonio de Patrick Colquhoun, otro de los problemas era que alteraban el sis-
emitido en A treatise on indigence, 1806, en el tema de incentivos. Para Malthus, había que
TXH D¿UPD TXH OD SREUH]D HUD XQ LQJUHGLHQWH incidir en el fomento de la actividad y el indi-
necesario e indispensable en una sociedad que vidualismo como guías de toda política: “Por
quisiera progresar: “Sin una gran proporción duro que parezca en determinadas circunstan-
de pobreza no puede haber riquezas, puesto cias individuales, la pobreza que acude al au-
que las riquezas son el producto del trabajo, [LOLRGHORVGHPiVSDUDVRVWHQHUVHGHELHUDFRQ-
en tanto que este solo puede provenir de un siderarse vergonzosa. El estímulo de bastarse
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a sí mismo parece ser absolutamente necesario cencia, sentenciaba, agravaban la situación ge-
para fomentar la felicidad de la gran masa de neral de los pobres desde una doble vertiente:
la humanidad y toda tentativa de carácter ge- de un lado, tendían a aumentar la población sin
neral que se haga para debilitar este estímulo incrementar, de forma paralela, la producción
por muy benévolas que sean sus intenciones, de alimentos para sostenerla; de otro, las pro-
IUXVWUDUi VLHPSUH VXV SURSLRV ¿QHV´ 0DOWKXV visiones destinadas a los asilos para alimentar
1990: 330-331) A pesar de esto, Malthus ad- a una parte de la sociedad –“que, en general,
YLHUWHODVGL¿FXOWDGHVTXHSDUDHOVLVWHPDSR- no puede considerarse como la más valiosa”–,
GtDUHSUHVHQWDUODSREUH]DGHDKtTXHD¿UPDUD disminuían la parte correspondiente a los “ha-
que “el humanitarismo” y “las necesidades de bitantes más industriosos y más útiles”, y au-
XQDVDQDSROtWLFD´H[LJtDQGDUDORVSREUHVWRGD mentaban el círculo de los dependientes de la
la ayuda posible: “tenemos interés, al mismo parroquia. La tesis que subyace en estas consi-
tiempo que es nuestro deber, en ayudarles en deraciones es que la mejora de las condiciones
esas épocas de miseria”. de vida de los residentes en los asilos, a costa
Malthus pronosticó el posible estancamien- de la redistribución monetaria realizada por el
to del sistema, al observar el desajuste entre su conjunto de la sociedad, se hacía en detrimento
creciente capacidad productora y el limitado de los trabajadores.
FRQVXPRH[LVWHQWH±GHULYDGRGHORVVDODULRVGH En sus análisis sobre los efectos de las “le-
subsistencia de los trabajadores– incapaz de ab- yes de pobres” sobre salarios y empleo, va a
sorber la producción. Por otro lado, al tiempo sostener, de un lado, que “en el orden natural de
TXHD¿UPDEDODLPSRVLELOLGDGGHTXHWRGDVODV las cosas”, la escasez conducía al desempleo o
clases de la sociedad estuvieran bien pagadas y al abaratamiento de los salarios; y de otro, que
empleadas en su totalidad, sin parados, valoraba el alza de salarios producía desempleo e impe-
de forma muy negativa los mecanismos de pro- día el positivo efecto derivado de una escasez
tección establecidos para socorrer a los pobres. moderada: que las clases más bajas trabajaran
A su juicio, las leyes de pobres, lejos de atenuar más y fueran más laboriosas y prudentes. En
la miseria la aumentaban, ya que permitían a su razonamiento, el salario viene determinado,
las gentes sin medios casarse y tener hijos. En de una parte, por el precio de las provisiones,
el análisis maltusiano aparece la cruda realidad y de otra, por la relación entre la oferta y la de-
del capitalismo emergente, aunque sostiene que manda en el mercado de trabajo. De tal suerte
el origen de las desigualdades sociales no se en- que un aumento del precio de las provisiones
contraba en el modo de organización de la so- no correspondido por un aumento proporcio-
ciedad capitalista sino en la propia Naturaleza nal de los salarios provocaría enfermedades y
(Cohen 1987:198). Este planteamiento puede hambre, haciendo descender el número de tra-
YHUVHGHIRUPDH[SOtFLWDHQVXIDPRVRDSyORJR bajadores. La disminución de la oferta de tra-
del banquete: “los que nacieron después del re- bajo haría subir el salario en mayor proporción
parto de las propiedades se encontraron con un que el precio de las provisiones.
mundo ya ocupado. Si sus padres, por tener una A un autor tan perspicaz como Malthus no
familia demasiado numerosa, no están en con- escapa que la continua introducción de maqui-
diciones de asegurarles el sustento, ¿qué pueden naria en los procesos productivos había sido
hacer en un mundo en el que todo está ya apro- una de las principales causas del aumento de
SLDGR">«@5HVXOWDSXHVTXHHQYLUWXGGHODV la pobreza; pero en sus análisis incide en dos
ineludibles leyes de nuestra naturaleza, algunos elementos que, a su juicio, alteraban el equili-
seres humanos deben necesariamente sufrir es- brio en el mercado de trabajo: el papel de las
casez. Estos son los desgraciados que en la gran organizaciones obreras en el alza de salarios
lotería de la vida han sacado un billete en blan- y el efecto de las “leyes de pobres” sobre el
FR«´ 0DOWKXV  precio de las provisiones y la oferta de trabajo.
$VXMXLFLRKDEtDTXHH[KRUWDUORVDVHUPiV En su opinión, las “uniones” obreras se habían
prudentes y no contraer matrimonio y crear una creado con dos objetivos, mantener elevado el
familia sin tener en cuenta el mañana. Socorrer precio de la mano de obra e impedir que al-
a los pobres era, en su opinión, darles un dere- gunas personas trabajaran por salarios inferio-
FKRVREUHODSURGXFFLyQORTXHLQÀXLUtDQHJD- UHVDXQOtPLWHSUHYLDPHQWH¿MDGR$GHPiVGH
tivamente sobre el resto de la población, si se FDOL¿FDUODV GH ³LOHJDOHV´ VRVWHQGUi TXH HUDQ
suponía un nivel determinado de renta nacional ³LUUDFLRQDOHVHLQH¿FDFHV´DUJXPHQWDQGRTXH
0DOWKXV /DVOH\HVGHEHQH¿- si en cualquier rama de la actividad, la oferta
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de trabajadores era tan amplia que hacía bajar De la misma manera, advierte que podía
“de manera natural” los salarios, mantenerlos darse el caso de que el propio productor inde-
HOHYDGRV DUWL¿FLDOPHQWH VROR SURYRFDUtD GHV- pendiente contribuyera con sus aportaciones
empleo. El aumento del gasto destinado a man- forzosas a ser desplazado, al desviar fondos
tener a los nuevos parados compensaría el alza desde actividades rentables al sostenimiento
de salarios de los que seguían trabajando, por de otras, para dar trabajo, que no podían man-
lo que, para el conjunto de la clase trabajadora, tenerse “sin una prima”. A esto se añadía que
ODHOHYDFLyQGHVDODULRVVHUtDLQVLJQL¿FDQWH los fondos recaudados para el sostenimiento
3RUVXSDUWH³ODVOH\HVGHEHQH¿FHQFLD´DO del trabajo mediante una contribución forzosa
desviar fondos para el sostenimiento de “hol- no suponían nuevo capital que se llevara a la
gazanes y negligentes en lugar de ir a parar industria, sino capital ya empleado y con ma-
al trabajador diligente y prudente”, habían yor rendimiento. El cultivador que pagaba la
provocado una subida del precio de las provi- contribución a que le obligaban las leyes de
siones. Esto se había traducido en una dismi- EHQH¿FHQFLD\GHVWLQDGDDHVWLPXODUPDQXIDF-
nución del valor efectivo del trabajo –empo- turas de mala calidad y de escaso rendimiento,
breciendo a quienes solo contaban con él para estaría detrayendo un capital que podía desti-
subsistir– y en una caída de la propensión al nar a la mejora de sus tierras, lo que redunda-
ahorro, debilitando “uno de los incentivos más ría en un aumento de los fondos destinados al
poderosos para la sobriedad y la actividad, y, sostenimiento del trabajo y una mayor utilidad
por consiguiente, para la felicidad”. Si se aña- para el país.
día que la tendencia de estas “leyes” era “hacer Otro efecto, y se trata del más perverso, de
TXHODRIHUWDGHWUDEDMRH[FHGDDODGHPDQGD esta práctica es que agravaba “el absurdo de
del mismo”, su efecto no podía ser otro que suponer que está en manos de cualquier go-
“o bien la rebaja general de los salarios, o, si bierno encontrar empleo para todos sus súb-
algunos se mantienen elevados por medios ar- ditos, por muy aprisa que aumente su núme-
WL¿FLDOHV GHMDU VLQ WUDEDMR D PXFKRV REUHURV UR´6LQHPEDUJRODH[SHULHQFLD±VHUH¿HUHD
contribuyendo así a aumentar constantemente los años 1815, 1816 y 1817– había puesto de
la pobreza y la miseria de las clases trabajado- PDQL¿HVWR TXH HO SDtV QR KDEtD FXPSOLGR ³OD
ras de la sociedad” (Malthus 1990: 331-332). promesa que hace a los pobres en las leyes de
Malthus concibe la creación de manufactu- EHQH¿FHQFLDGHPDQWHQHU\HQFRQWUDUWUDEDMR
ras con el objeto de dar empleo a los pobres por medio de los impuestos parroquiales, a to-
como una tentativa siempre acompañada del dos aquellos que no pueden sostenerse y sos-
fracaso y desperdicio del “capital y los mate- tener a sus familias”; ni era capaz de encontrar
riales empleados”; cuyo principal efecto sobre empleo adecuado para el total de la población
el mercado era “dejar sin trabajo a muchos activa, aunque aumentara los impuestos parro-
trabajadores independientes que se dedicaban quiales y otras aportaciones fruto de la caridad
antes a fabricar artículos de la misma clase” voluntaria (Malthus, 1990: 337-339). En últi-
(Malthus 1990: 336). Al despilfarro de fondos ma instancia, Malthus defenderá la posibilidad
y aumento del desempleo, añadirá otros nega- de emplear a los pobres –“aun cuando no fuera
WLYRV HIHFWRV VREUH OD FRPSHWHQFLD$ WDO ¿Q más que para evitar los malos efectos morales
compara la entrada de una nueva empresa en que produce la holganza y los malos hábitos
un ramo determinado de actividad con la de que podrían engendrarse de depender durante
otra creada para emplear a los pobres. La dife- mucho tiempo de las limosnas, bajo una u otra
rencia entre ambos casos residía a su juicio en IRUPD SDUD OD VXEVLVWHQFLD«´± HQ IRUPDV GH
que, mientras el primero constituía un supues- HPSOHRTXHQRHPEDUD]DUDQORVFDSLWDOHVH[LV-
to de competencia legal y los posibles despla- tentes, tales como obras públicas, construcción
zamientos de antiguos empresarios serían de- \UHSDUDFLyQGHFDPLQRVSXHQWHV«HLQFOXVR
bidos a una mayor “destreza y actividad” de la actividades agrícolas En su opinión, sería una
empresa entrante; en el segundo, una empresa forma de repartir el mal entre un mayor núme-
con inferior nivel de destreza y actividad com- ro de personas y hacer más soportable la mi-
petiría deslealmente, ya que al contar con el seria: “El gran objetivo que no hay que perder
apoyo de “una gran prima”, podría ofertar pro- de vista es mantener al pueblo de manera que
ductos más baratos, desplazando del mercado pueda sobrellevar la miseria presente, con la
al productor independiente. esperanza (que yo confío en que se realice) de
tiempos mejores” (Malthus, 1990: 341).
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David Ricardo, al igual que Malthus, re- ces para trabajar, con derecho a ser ayudados
chazó las leyes de pobres y propuso suprimir- “por el bien de la humanidad” y cuyo destino
las gradualmente, porque trocaban la riqueza eran las workhouses; y parados, que no debían
y el poder en miseria y debilidad, llegando a acceder a tal ayuda “por el bien de la indus-
D¿UPDU TXH VX QHJDWLYD WHQGHQFLD ³QR HV \D tria” (Polanyi 1987: 353). Pero, como advirtió
un misterio desde que ha sido plenamente de- Geremek, la situación socioeconómica obliga-
sarrollada por la hábil pluma de Mr. Malthus” ba, tanto en Inglaterra como en otros países, a
(Ricardo 1985: 97). crear un sistema de asistencia pública (1998:
En 1830, la clase manufacturera presiona 256-257).
solicitando la reforma de las leyes de pobres,
que impedían la formación de una clase obrera
LQGXVWULDO TXH GHSHQGLHUD H[FOXVLYDPHQWH GHO 3. La “cuestión social” en la España del siglo
trabajo realizado (Polanyi 1987: 226). Tam- xix: entre el riesgo social y la “economía de
bién se alzan contra su elevado coste, porque, la salvación”
entre 1776 y 1832, la cifra total de las contri-
buciones de pobres había pasado de un mi- En la España del XIX, el tratamiento de la
llón y medio de libras a siete millones (Blaug cuestión social desde el poder político, los
1973: 326). En este último año se constituye la FtUFXORV ¿ODQWUySLFRV \ FDWyOLFRV RVFLOD HQWUH
Royal Commission, encargada de elaborar un el discurso armonicista de relaciones entre
informe para reformar la legislación vigente. FDSLWDO\WUDEDMRTXHQHJDEDODH[LVWHQFLDGH
En esos momentos, la visión dominante sobre FRQÀLFWRVOD³SHGDJRJtDGHODSUHYLVLyQ´ $O-
ODDVLVWHQFLDVRFLDO\GHFODUDLQÀXHQFLDHQOD menar 2003) y la “economía de la salvación”.
Comisión, era maltusiana, aunque Bentham Cualquier observador social preocupado se
también estuvo muy presente en las discusio- veía ante un doble espectro, el de la ignomi-
nes, a través de un discípulo suyo y miembro niosa miseria y el de la agitación social. Desde
de la citada Comisión, E. Chadwick. Tam- el punto de vista legal, se promulgó un profuso
ELpQLQÀXLUtDQPXFKRODVObservations on the ordenamiento siguiendo estrictos criterios li-
Poor Bill…[of] Mr. Pitt (1797) de J. Bentham EHUDOHVRUWRGR[RVVLQDOWHUQDWLYDDOJXQDSDUD
(Schumpeter 1971: 320) y las ideas del por- la miseria creada por los bajos salarios en una
tavoz de la Comisión, W. Nassau Senior, para etapa de despegue industrial. Más adelante,
quien la indolencia y el vicio eran los efectos DQWHODPDJQLWXGGHOFRQÀLFWR\FRPR³VROX-
de una caridad tan indiscriminada (Senior et ción defensiva” del Estado para integrarlo sin
DO, (OLQIRUPH¿QDOGHOD&RPL- poner en peligro la viabilidad del sistema, se
sión contenía dos ideas clave: negar el socorro ponía en marcha la legislación obrera (López
a los individuos aptos para trabajar y aumen- Castellano 2010, 2014).
tar la represión para acrecentar la atracción al Con el paso del tiempo, el pauperismo se
trabajo. Este principio de menor elegibilidad convierte en uno de los grandes problemas de
era deudor del plan penitenciario de Bentham, la vida socioeconómica, y en España llega a
el Panopticon, que Chadwick prácticamente alcanzar tintes dramáticos. En el último tercio
transcribe, y el carácter carcelario, de “cárcel del siglo, no había dudas de que la “cuestión
sin culpa”, que emanaba del Informe, encon- social” era un problema de Estado, porque la
traría acomodo legal en la Poor Law Amend- FRQÀLFWLYDUHODFLyQHQWUHFDSLWDO\WUDEDMRVX-
ment Act de 1834 (Schwartz 1967). peraba el marco de las relaciones laborales y se
Esta ley se convertiría en el instrumento in- H[WHQGtDDWRGRORTXHLQFXPEtDDODVLWXDFLyQ
dispensable para obligar a las clases obreras a y condiciones de vida de los trabajadores.
depender de su propio trabajo, y en el “primer /D LQWHUYHQFLyQ QRUPDWLYD HQ HO FRQÀLFWR
sistema histórico de cobertura social de los industrial comienza en la década de los cin-
costes de reproducción de la mano de obra” cuenta, con tímidos intentos como el proyecto
(Castro 1980: 21-33). La ley sujetaba la asis- de decreto de enero de 1855 que disponía la
tencia social a los intereses del mercado de tra- creación de una comisión que estudiara y pro-
bajo, combinando una reducción drástica del pusiera medidas para resolver las disensiones
socorro con una férrea disciplina en las casas entre fabricantes y trabajadores. Mediante Real
de trabajo, para convertirlas en un instrumento Decreto de 5 de diciembre de 1883 se creaba
GHLQWLPLGDFLyQ$WDO¿QORVSREUHVVHFODVL- una Comisión con el objetivo de estudiar toda
¿FDURQ HQ GRV FDWHJRUtDV LQGLJHQWHV LQFDSD- la problemática relativa a la mejora o bienestar
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de las clases obreras, tanto agrícolas como in- (Maza 1999: 155-162; Martínez Quinteiro
dustriales, y que afectaba a las relaciones entre 1988).
el capital y el trabajo. En el horizonte estaba Rememorando la vieja “economía de la sal-
el sistema de legislación laboral y previsión vación” feudal, y a partir de la idea de que la
social alemán, las restricciones venían de un limosna es “un vínculo santo que une al rico
marco dominado por un clima inmovilista, que FRQHOSREUH´/&RORPDVHH[SUHVDHQWpUPL-
recelaba ante cualquier intervención estatal y nos que no admiten réplica: “Para mantener el
se cimentaba en dos pilares, la visión caritativa equilibrio necesario a toda sociedad hizo Dios
de los católicos y la funcionalidad económica los pobres y los ricos. A éstos les dio las rique-
de los liberales. La política social de Bismark zas y sus peligros; a aquéllos la pobreza y sus
KDEtDSXHVWRGHPDQL¿HVWRTXHHUDSRVLEOHOX- tentaciones, pero a los unos les dio la caridad
char contra la subversión a condición de que el como salvaguardia y a los otros la resignación
Estado superara la noción liberal centrada en como escudo” (Coloma, 1973: 301-304). Por
el papel de garante del orden establecido y los su parte, Oliván sostiene que mientras con la
partidos conservadores se vieron abocados a FLYLOL]DFLyQÀRUHFHODLOXVWUDFLyQ\³UHVSODQGH-
hacer concesiones políticas y económicas ante ce la virtud sublime de la caridad”, el derecho
las demandas de los trabajadores, para frenar al trabajo no ha podido realizarse, suscitando
el avance de las organizaciones de izquier- “la lucha entre la mano de obra y el capital”
das (Andrés Gallego 1984: 404-408; Comín (Oliván 1973: 305-310).
1992:13). En la controversia de mediados de la centu-
La opinión generalizada era que la pobreza ria se puede constatar la fuerte presencia de los
suponía un riesgo de fractura social, idea que epígonos de Say, con Bastiat a la cabeza, cuyas
llega a calar hasta en personajes que difunden “Armonías Económicas” se convirtieron en la
la fe saint-simoniana. Tal es el tenor que se fuente doctrinal en los medios académicos y
desprende del artículo que, con el título “Men- HQHOGHEDWHSROtWLFRHQXQDLQÀXHQFLDTXHDO-
dicidad”, y fecha de 27 de marzo de 1837, es- FDQ]yKDVWDHO¿QGHODFHQWXULD2WURUHOHYDQWH
cribe Covert-Spring en el diario de Barcelona, HLQÀX\HQWHHFRQRPLVWDWDQWRHQODHQVHxDQ]D
El Vapor(QpOVHUH¿HUHDODHOLPLQDFLyQGHOD cuanto en las discusiones políticas, en la Espa-
mendicidad, “esta asquerosa plaga de las socie- ña de la época, fue Garnier (Almenar y Lluch
dades”, como uno de los grandes retos de todos 1999: 131), de quien llegaron a publicarse
los gobiernos, y, aunque se muestra contrario hasta cinco ediciones en español entre 1848 y
a aplicar a los pobres (de nacimiento o de vi- 1870).
FLR PHGLGDVGHULJRUVtGH¿HQGHHOXVRGHOD Garnier coincidía con Malthus en que el
fuerza para los “charlatanes de miserias”, men- mantenimiento de los pobres se hacía en de-
digos hipócritas que buscan la compasión. En trimento de los trabajadores productivos y cri-
su opinión, un gobierno justo guiado por “una ticaba a los partidarios de practicar la caridad,
LOXVWUDGD¿ODQWURStD´GHEtDDWDFDUODVFDXVDVGHO pública o privada, como una fórmula deseable
pauperismo mediante un vasto plan de trabajos de reparto de la riqueza social, porque olvida-
públicos para ocupar a los indigentes útiles y ban que tal acción disminuía el fondo común
de recogimiento en establecimientos a los “im- de salarios, generando una miseria univer-
SHGLGRVRHVWURSHDGRV´¿QDQFLDGRVSRUHO(V- sal, y que el género humano era “une socié-
tado (Sánchez Hormigo 1999:191-194). Wp G¶eFKDQJH HW QRQ GH %LHQIDLVDQFH´ +DFHU
Tal opinión es compartida con la descon- frente al pauperismo mediante el recurso a la
¿DQ]DTXHJHQHUDHOVLVWHPDS~EOLFRGHEHQH- caridad tenía, además, otros negativos efectos,
¿FHQFLDVLQJXODUPHQWHSRUODVRUJDQL]DFLRQHV porque debilitaba el resorte moral, la responsa-
de ideario religioso, cuyas argumentaciones bilidad, la dignidad y suscitaba la imprevisión.
rememoran un discurso que se creía superado. En clave determinista subraya que la miseria
Así, la “Sociedad de amigos de los pobres”, es una cuestión social, económica, moral y po-
en un escrito dirigido al Senado en 1866, acu- OtWLFD\VXH[WLQFLyQWRWDOXQDXWRStD(QWRGR
VD D OD WULVWH EHQH¿FHQFLD R¿FLDO PRYLGD SRU caso, podía paliarse inculcando en el indivi-
burócratas y alimentada por el presupuesto, de duo el amor por el trabajo, la sabiduría en el
VHUXQDPiTXLQDVLQUHVRUWHPRUDO\GH¿HQGH consumo y la previsión en todas sus formas.
el espíritu caritativo que ha contagiado a las Contrario a toda Asociación, tipo organización
buenas almas que, mediante su acción diaria, del trabajo, porque atacaba la concurrencia y
renuevan “el milagro de los panes y los peces” el interés individual, móviles naturales de la
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industria, se inclina por otras “felices aplica- de la política social y el intervencionismo, con
ciones del principio de asociación”, como las el temor a la revuelta como principal argumen-
sociedades de seguros mutuos y las uniones de to. Las leyes sociales eran necesarias como de-
crédito, que fecundan el ahorro y la previsión. fensa ante el avance de la “inmensa conspira-
Por último, y en la línea del liberalismo más ción” que era el socialismo revolucionario, que
RUWRGR[RFLUFXQVFULEHODDJHQGDGHOJRELHUQR atentaba contra la propiedad. Con el objetivo
a dos únicas funciones, mantener una prudente último de mantener el orden vigente, aboga
política presupuestaria y garantizar la seguri- por una doble línea de acción, represión contra
dad, el orden y la justicia. Entre las causas de ORVH[FHVRVVRFLDOLVWDV\SROtWLFDGHPHMRUDGHO
la miseria y la indigencia enumera la imprevi- nivel de vida de la clase trabajadora (Cánovas
sión, la pereza, el desorden y el vicio, en una 1877; Álvarez Junco 1986: 151-152).
palabra: la incapacidad, la vejez, la sobrepo- En su intervención en las Cortes el 3 de
blación, la enfermedad, las crisis, el progreso QRYLHPEUH GH  &iQRYDV D¿UPDED TXH
industrial, las falsas medidas económicas, la la miseria era un mal de la naturaleza huma-
falsa dirección de la caridad privada o públi- na, como la enfermedad, como las pasiones y
FDHOH[FHVRGHJDVWRVS~EOLFRVORVSUHMXLFLRV otras causas, y que, si estas no tenían reme-
populares, las agitaciones, las revoluciones y dio, tampoco lo tenía aquella. Tres días más
las guerras. Depende de los individuos o de los tarde, el 6 de noviembre, ante el mismo foro,
vicios de la organización social, voluntaria o GH¿HQGH VX LGHD GH VDFUDOL]DU OD GHVLJXDOGDG
involuntaria, accidental (Garnier 1868: 623- y sostiene que “siempre habrá una última gra-
632; López Castellano 2003). da en la escala social, un proletariado que será
También tuvo una gran impronta en España preciso contener con dos medios: con el de la
la “escuela economista”, con Dunoyer y Bau- caridad, la ilustración, los recursos morales, y,
drillart al frente, gracias a la labor de Carreras cuando este no baste, con el de la fuerza”. La
y González (1874) y Moreno Villena (1896) en desigualdad es, a su juicio, el gran tesoro del
el desempeño de sus cátedras, y, más adelante, género humano, de ahí que declare: “Tengo la
por la labor del primero en la etapa inicial de convicción profunda de que las desigualdades
la futura Comisión de Reformas Sociales. La proceden de Dios, que son propias de nuestra
escuela, en lo relativo a la cuestión social, era naturaleza, y creo, supuesta esta diferencia
partidaria de la libertad de asociación obrera, en la actividad, en la inteligencia y hasta en
GHODLPSODQWDFLyQGHODUELWUDMHHQORVFRQÀLF- la moralidad, que las minorías inteligentes go-
tos entre el capital y el trabajo, y del fomento bernarán siempre al mundo, en una u otra for-
del cooperativismo, pero, apoyándose en la li- ma” (Alarcón 1975: 408-412).
bertad de contratación, se oponía a cualquier Para Cánovas, el problema social era un
incremento del intervencionismo estatal en la asunto de orden público (Serrano Sanz 2001b:
regulación de las relaciones laborales (Serra- 256-258, 2001a:147-148) y la miseria podía
no, Sánchez y Malo 2001: 136-137). paliarse con la limosna, como argumenta en el
Con la creación de la Comisión de Refor- discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid,
mas Sociales se reconocía la gravedad e inten- el 26 de noviembre de 1872: “Y es que, seño-
sidad del pauperismo entre la clase obrera y la res, que lo que en conclusión necesita añadir la
necesidad de darle solución, aunque se seguía economía política al conjunto y sistema de sus
percibiendo como riesgo. Como subrayaba Se- leyes no es sino esto que sigue, a saber: la teoría
gismundo Moret, en el preámbulo del Decreto, de la imperfección de la vida terrena, unida al
era imposible sostener la situación “sin menos- dogma de la inmortalidad que promueve la per-
cabo de la paz pública”. fección, instintivamente apetecida, en otra vida
Cánovas, presidente de la Comisión, re- mejor; la sublime doctrina de las compensacio-
presentaba el pensamiento más inmovilista en nes merecidas a que pueden aspirar los pobres
materia social, muy cercano al de la sociedad DOOiHQORVFLHORV<ODVDQWL¿FDFLyQGHODSREUH-
jerárquica y absolutista del Antiguo Régimen. za misma, del dolor, hasta de la muerte; y la ca-
En su concepción, la propiedad privada era un ridad cristiana o religiosa, solo agente a propósi-
SULQFLSLR VDJUDGR \ OD SREUH]D VH MXVWL¿FDED to para mediar entre ricos y pobres, suavizando
por la “minoría de edad” de las clases inferio- los choques asperísimos que por fuerza tiende
res y por su función espiritual, pues permitía a ocasionar entre capitalistas y trabajadores el
ODSUiFWLFDGHODFDULGDG\ODVDQWL¿FDFLyQGHO régimen de la libre concurrencia; y la resigna-
rico. Cánovas tenía una concepción defensiva ción o contentamiento con la propia suerte, bue-
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na o mala, único lazo que mantiene en haz las acciones de tipo instructivo y catequético, en
heterogéneas condiciones individuales; y por ODVTXHVHGH¿HQGHHODKRUUR\RWUDVIRUPDVGH
último, el respeto a Dios, al padre, a la mujer, previsión por sus efectos moralizadores y por
en que esencialmente consiste la fecunda civi- su carácter alternativo frente al socorro bené-
lización fundada por el Decálogo y los Evange- ¿FRFDULWDWLYR
OLRV>«@/DOLPRVQDVHxRUHVTXHTXLpUDVHRQR Los dos más preclaros representantes de
hoy en día, será siempre la clave de todo sistema este pensamiento social-reformista de tipo
económico sólidamente construido y el vínculo conservador y católico son Eduardo Sanz Es-
más estrecho y seguro entre las diferentes clases FDUWtQ\(GXDUGR'DWR(VFDUWtQGH¿HQGHHOLQ-
sociales” (Cánovas 1872). tervencionismo estatal, de forma subsidiaria y
En el resto de los miembros de la comisión transitoria, y, en clara línea de Thiers, rechaza
no había ningún representante de organizacio- el “Estado-caridad”, porque convierte en laica
nes obreras, fuesen cooperativas, mutuas, o y forzosa la caridad que, como virtud teológi-
asociaciones de resistencia, y la mayoría eran ca, debe ser libremente ejercitada. Partidario
enemigos de la intervención estatal en las cues- de la iniciativa individual en materia de ahorro
tiones sociales. Los reformistas como Azcárate \REUDVEHQp¿FDV\GHODDVRFLDFLyQREUHUDQR
o Moret, de orientación krausista, eran parti- subversiva, va decantándose hacia la solidari-
GDULRVGHSUHYHQLUHOFRQÀLFWRVRFLDOPHGLDQ- dad, como destino de la evolución social (Sanz,
te una política reformista inteligente y con el 1889, 1892, 1896). Por su parte, E. Dato, sen-
instrumento de la moralidad. Azcárate apuesta VLEOHPHQWH LQÀXLGR SRU /H 3OD\ \ HQOD]DQGR
por una “regeneración moral y práctica por la con la tradición cristiana, en su discurso de re-
virtud”, mediante el asociacionismo libre y un cepción en la Academia de Ciencias Morales
intervencionismo estatal centrado en garan- VREUH³/DMXVWLFLDVRFLDO´GH¿HQGHXQDDFFLyQ
tizar el derecho a la asociación, fortalecer el asistencial en la que se combinen la justicia so-
mercado y potenciar la cooperación, y asegu- FLDOFRQODFDULGDG\OD¿ODQWURStD\HQODTXH
rar unas relaciones armónicas entre el capital y la iniciativa social tenga un mayor protagonis-
el trabajo mediante la implantación de jurados mo que la estatal. El concepto de justicia social
PL[WRV(QSDODEUDVGHOSURSLR$]FiUDWH³SDUD permitía, sin abandonar el enfoque caritativo,
resolver el problema social deben inspirarse: el legitimar la regulación pública de la asistencia
individuo en la solución cristiana; la sociedad social y la creación de instituciones protecto-
en la solución socialista y el Estado en la solu- ras del obrero y su familia. La caridad privada
ción individualista”. Esto podía traducirse en \ OD IXQFLyQ EHQp¿FD GH OD ,JOHVLD WHQtDQ XQ
caridad, cooperación y acción colectiva, y abs- papel predominante en este modelo reformis-
tencionismo estatal en la actividad económica ta, pero no se descartaba la legislación estatal
(Azcárate 1876). (Dato 1910).
Otro miembro de la Comisión, el profesor A principios del siglo XX, comienza a estar
Urbano González Serrano, vinculado al repu- en boga una nueva corriente, el solidarismo,
blicanismo progresista, proponía atacar la raíz de gran acogida en España, como muestra el
GHOFRQÀLFWRHVWXGLDQGRODVFDXVDVTXHHQJHQ- título del discurso de ingreso en la Real Acade-
dran la miseria y no respondiendo a los obreros mia de Ciencias Morales y políticas de Piernas
“con la fuerza brutal del cañón y la bayoneta”. Hurtado, “Consideraciones acerca del princi-
Por su parte, Andrés Mellado, director del dia- pio de solidaridad y de sus consecuencias en el
rio madrileño El Imparcial, defendía los prin- orden económico” (Piernas Hurtado, 1905). La
cipios básicos de la libertad de mercado y la corriente había surgido en Francia una década
creación de asociaciones cooperativas de previ- antes. En 1893, Durkheim, preocupado por el
sión, para conseguir la armonía social, en tanto riesgo de fractura social, concreta el término
formadoras del hábito de “previsión” y elemen- solidaridad, como vínculo de cohesión social
to de integración de los obreros en el sistema. y fundamento del pacto social. Teorizado en
En la década de los noventa, el catolicismo el campo económico por Ch. Gide en su Éco-
social emprendió multitud de proyectos bené- nomie sociale y formulado jurídicamente por
¿FRV\VRFLDOHVHQORVTXHVHSODQWHDEDODMXV- Bourgeois, el solidarismo sintetizaba las no-
ticia social desde un enfoque no competitivo ciones de interés personal y deber social y se
con la caridad. A partir de la concepción de la convertía en “el concepto central de la primera
cuestión social como un problema de orden re- ¿ORVRItDGH(VWDGR´ 'RQ]HORW (Q
ligiosa y moral, se emprenden un conjunto de 1893, el mismo año en que Durkheim precisaba
López Castellano, F. Iber. hist. econ. thought. 5(1) 2018: 57-70 67

el término solidaridad, H. Spencer distinguía 5HÀH[LRQHV¿QDOHV


entre altruismo primario (justicia) y secunda-
ULR EHQH¿FHQFLD /DSULPHUDQHFHVDULDSDUD En este trabajo se ha glosado el análisis mal-
el equilibrio social, y de incumbencia pública; tusiano sobre la política social sustentada en
la segunda no necesaria para tal equilibrio, y las “Leyes de fábrica” y las “Leyes de pobres”,
de incumbencia privada. Con reminiscencias \ VH KD GHVFULWR OD WUD\HFWRULD GH VX LQÀXHQ-
PDOWXVLDQDVHVFULEtDTXHVLSRU¿ODQWURStDVH cia más allá de Inglaterra en autores como
quitaba a los mejores parte de sus medios de Garnier, de gran protagonismo teórico en la
subsistencia, de forma coactiva, para mejorar segunda mitad del siglo XIX en España. Para
el mantenimiento de los peores, los primeros Garnier, en plena sintonía con Malthus, el
H[SHULPHQWDUtDQ XQ GHVPHMRUDPLHQWR &RQ mantenimiento de los pobres se hacía en detri-
tono fatalista, sentenciaba que tal sistema, mento de los trabajadores productivos, de ahí
aplicado con persistencia, llevaría al comunis- que negara la práctica de la caridad, pública o
mo y al anarquismo (Spencer 1893:16-18). privada, como fórmula deseable de reparto de
La solidaridad debía convertirse en la asis- la riqueza social, argumentando que el género
tencia voluntaria a la sociedad por ella mis- KXPDQRHUD³XQHVRFLpWpG¶eFKDQJHHWQRQGH
ma, con el Estado Social como garante, y en Bienfaisance”.
la legislación empezaba a plasmarse una idea También se ha argumentado que el trata-
que pronto terminaría por aceptarse: el soco- miento de la cuestión social en la España del
rro era una cuestión de derecho, no de caridad. ;,;GHVGHHOSRGHUSROtWLFRORVFtUFXORV¿ODQ-
6HFDPLQDEDKDFLDIRUPDVHVSHFt¿FDVGHSUR- trópicos y católicos basculó entre el discurso ar-
tección, propias del Estado intervencionista, monicista de relaciones entre capital y trabajo,
\FRQLQVWUXPHQWRVFUHDGRVSDUDWDO¿QFRPR TXHQHJDEDODH[LVWHQFLDGHFRQÀLFWRVOD³SH-
la previsión social y la seguridad social, muy dagogía de la previsión”, que defendía el papel
GLVWLQWDV GH ODV IRUPDV LQHVSHFt¿FDV FRPR OD moralizante del ahorro entre la clase trabajado-
EHQH¿FHQFLDTXHDGHPiVGHVXSRQHUXQDSR\R ra, y la “economía de la salvación”, de claras
limitado y provisional, de tutela individual, del reminiscencias medievales.
fuerte al débil, pretendía la moralización y re- La Comisión de Reformas Sociales creada
inserción del pobre (Petit 1997: 197). para hacer frente al pauperismo creciente entre
La idea de que en la cuestión de los riesgos la clase obrera era un crisol de dichas sensi-
laborales la solidaridad colectiva era superior a bilidades. Su presidente, Cánovas del Castillo,
la de responsabilidad individual, tiene un gran representaba el pensamiento más inmovilista
UHÀHMRHQODQXHYDSROtWLFDVRFLDOPDUFDGDSRU en materia social, muy cercano al de la socie-
el principio asegurador. La introducción del se- dad jerárquica y absolutista del Antiguo Régi-
guro en el marco de la cuestión social va a per- men. La desigualdad era, en su opinión, el gran
mitir conciliar el principio de solidaridad con tesoro del género humano, el problema social
el de responsabilidad individual (Polanyi 1987: era un asunto de orden público y la miseria po-
240-241). El seguro social no era como la asis- día paliarse con la limosna. El krausista Az-
tencia, un socorro consentido, sino la ejecución cárate proponía solucionar el problema social
de un contrato que implicaba al Estado y a los mediante la caridad, la cooperación y acción
FLXGDGDQRV (UD SRU XWLOL]DU OD DIRUWXQDGD H[- colectiva, y el abstencionismo estatal en la
presión de Baldwin, un intento de “neutralizar actividad económica. Desde el catolicismo so-
el destino” y de socializar el riesgo, de tal forma FLDOVHDFRPHWHQP~OWLSOHVSUR\HFWRVEHQp¿FRV
que ningún asegurado tuviera que afrontar sus \VRFLDOHVHQORVTXHVHGH¿HQGHHODKRUUR\
negativos efectos de forma aislada (Baldwin otras formas de previsión por sus efectos mo-
1992: 59-60). Se había producido el paso de la ralizadores y por su carácter alternativo frente
asistencia al seguro, la sustitución de lo arbitra- DOVRFRUUREHQp¿FRFDULWDWLYR
rio de la limosna por la certidumbre de un dere- $ ¿QDOHV GH OD FHQWXULD HO (VWDGR WUDVSD-
cho. Y con este paso de la asistencia al seguro, sa el umbral de un intervencionismo centrado
el Estado, como ha subrayado Castel (1997: en la represión del movimiento obrero y en
269), venía a introducirse “entre los poetas de la el apoyo a las iniciativas voluntarias de los
moralización del pueblo y los partidarios de la sectores hegemónicos de la sociedad civil. El
lucha de clases”. altruismo, sentimiento individual limitado a
HVWUHFKRVFtUFXORVGHD¿QHVIXQGDPHQWDGRHQ
la ética, va dando paso a la solidaridad social,
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de clara resonancia política, cuya aplicación se QRV(UDSRUXWLOL]DUODDIRUWXQDGDH[SUHVLyQGH


traduce en el derecho social. La introducción Baldwin, un intento de “neutralizar el destino”
del seguro en el marco de la cuestión social va y de socializar el riesgo.
a permitir conciliar el principio de solidaridad
con el de responsabilidad individual, porque
el seguro social no era un socorro consentido,
como la asistencia, sino la ejecución de un con-
trato que implicaba al Estado y a los ciudada-

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