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http://dx.doi.org/10.5209/IJHE.60276
Resumen. Este trabajo glosa el análisis maltusiano sobre la política social sustentada en las “Leyes de fábrica” y las
³/H\HVGHSREUHV´\GHVFULEHODWUD\HFWRULDGHVXLQÀXHQFLDPiVDOOiGH,QJODWHUUDHQDXWRUHVFRPR*DUQLHU
Palabras clave: Pauperismo; cuestión obrera; Garnier
[en] Pauperism and worker question in the nineteenth-century Spain: between the
“economy of salvation” and the risk of social fracture
Abstract. This work sketches the Malthusian analysis of social policy presented in the Factory Acts and the the Poor
/DZVDQGGHVFULEHVWKHSDWKRILWVLQÀXHQFHLQQRQ%ULWLVKDXWKRUVVXFKDV*DUQLHU
Keywords: Pauperism; working question; Garnier
Cómo citar: López Castellano, F. (2018) Pauperismo y cuestión obrera en la españa del siglo XIX: entre la “economía
de la salvación” y el riesgo de fractura social, en Iberian Journal of the History of Economic Thought 5(1) (2018), 57-70
que afectaba a una parte importante del cuer- del socorro mutuo y las entidades crediticias;
po social. Surgía la “cuestión social” al tomar y, por último, Represión.
conciencia de la precariedad en la que estaba En las postrimerías del siglo, como fruto de
sumiendo el progreso económico a determi- las numerosas iniciativas para tratar la cues-
nados colectivos, sujetos activos y pasivos tión social, el Estado traspasa el umbral de un
de la revolución industrial (Donzelot 1984). intervencionismo centrado en la represión del
Parafraseando a Polanyi, la dislocación de la movimiento obrero y en el apoyo a las inicia-
vida del pueblo discurría paralela al asombro- tivas voluntarias de los sectores hegemónicos
so avance de los medios de producción (Po- de la sociedad civil. El altruismo, sentimiento
lanyi 1987: 69). LQGLYLGXDOOLPLWDGRDHVWUHFKRVFtUFXORVGHD¿-
De otro lado, el aumento de la inseguridad nes, fundamentado en la ética, va dando paso
ponía en entredicho la supuesta “racionalidad a la solidaridad social, de clara resonancia po-
económica” del orden capitalista. Entre la rea- lítica, cuya aplicación se traduce en el derecho
lidad y las propuestas del liberalismo doctri- social.
nario mediaba un abismo. Se declaraban dos En este trabajo se glosa el análisis maltusia-
derechos, libre acceso al trabajo y derecho al no sobre las “Leyes de pobres” y se da cuenta
socorro, difíciles de conciliar, que hacían nece- GHVXLQÀXHQFLDHQDXWRUHVFRPR6HQLRUDOD
sario un compromiso social. Pero alcanzar di- sazón portavoz de la Comisión encargada de
cho compromiso implicaba superar dos lógicas su reforma, o Garnier, de gran protagonismo
de la acción estatal contradictorias. La articu- teórico en la segunda mitad del siglo XIX en
lación de una política asistencial que alcanzara España. También se analiza la percepción del
a todos los improductivos y erradicara la injus- pauperismo y el tratamiento de la “cuestión so-
WLFLDVRFLDOH[LJtDXQ(VWDGRIXHUWH\EXURFUD- cial” en la España del siglo XIX, con medidas
tizado, que contara con un potente sistema pú- que basculaban entre la “economía de la sal-
EOLFRGH¿QDQFLDFLyQ(QHOPXQGRHFRQyPLFR vación” y la prevención del riesgo de fractura
y de las relaciones laborales se pedía un Estado VRFLDO$WDO¿QHOWUDEDMRVHDUWLFXODHQWRUQRD
mínimo, pero fuerte para remover los obstácu- tres epígrafes (“De la caridad privada a la asis-
los creados por el despotismo y liberar los pro- tencia pública”, “Pauperismo y cuestión obre-
cesos económicos. Por decirlo en palabras de ra” y La “cuestión social” en la España del si-
Castel (1997: 20), se trataba de consumar un glo XIX: entre el riesgo social y la “economía
matrimonio imposible, el del pensamiento de de la salvación”) precedidos por una breve in-
Smith con el de Rousseau. WURGXFFLyQ\XQDVVRPHUDVUHÀH[LRQHV¿QDOHV
En Inglaterra, el nuevo pauperismo deriva-
do del industrialismo se intenta paliar median-
te la intervención pública a través de las Leyes 1. De la caridad privada a la asistencia
de Pobres, un sistema público de socorro que pública
ligaba la ayuda a indigentes al trabajo obliga-
torio en condiciones infrahumanas en casas En los siglos medievales, cuando dominaba la
de trabajo (Schumpeter 1971: 317-318; Innes actitud compasiva, el pobre era funcional en
1999; Fideler, 2006). En Francia, el pauperis- una suerte de “economía de la salvación”, un
mo llega a convertirse en la principal obsesión “pacto social” teológico entre pobres y ricos
económica y política desde principios de los (Castel 1997), y la asistencia era cubierta por
años 1830, aunque el debate público sobre las la caridad privada e institucional de la Iglesia,
cuestiones de la indigencia y el trabajo se re- a través de sus establecimientos, y la red de
crudeció a partir de 1848 (Castel 1997). protección formada por gremios y corporacio-
En España, se sustituyó la dispersión asis- nes. Al aumentar de forma alarmante la pobre-
tencial del Antiguo Régimen, poco operativa y ]DHVWHVLVWHPDGHD\XGDVHUHYHOyLQH¿FD]OD
sustentada en la caridad religiosa y particular, gestión eclesiástica se convirtió en el centro de
SRU OD EHQH¿FHQFLD S~EOLFD FRQ XQ GLVFXUVR la crítica y se revisó la doctrina tradicional de
respecto al papel social de los pobres y margi- la misericordia y la organización de la asisten-
nados que combinaba ideas paternalistas y re- cia; paralelamente, la actitud hacia los pobres
presivas. En la práctica, la asistencia social se se volvió más intolerante.
articuló en torno a tres ejes: %HQH¿FHQFLD, me- Los móviles éticos y religiosos fueron per-
diante la caridad pública y la asistencia domi- diendo peso y en todos los tratados el trabajo
FLOLDULDR¿FLDORUHOLJLRVDPrevisión, a través productivo se erige en el eje de las soluciones y
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a sí mismo parece ser absolutamente necesario cencia, sentenciaba, agravaban la situación ge-
para fomentar la felicidad de la gran masa de neral de los pobres desde una doble vertiente:
la humanidad y toda tentativa de carácter ge- de un lado, tendían a aumentar la población sin
neral que se haga para debilitar este estímulo incrementar, de forma paralela, la producción
por muy benévolas que sean sus intenciones, de alimentos para sostenerla; de otro, las pro-
IUXVWUDUi VLHPSUH VXV SURSLRV ¿QHV´ 0DOWKXV visiones destinadas a los asilos para alimentar
1990: 330-331) A pesar de esto, Malthus ad- a una parte de la sociedad –“que, en general,
YLHUWHODVGL¿FXOWDGHVTXHSDUDHOVLVWHPDSR- no puede considerarse como la más valiosa”–,
GtDUHSUHVHQWDUODSREUH]DGHDKtTXHD¿UPDUD disminuían la parte correspondiente a los “ha-
que “el humanitarismo” y “las necesidades de bitantes más industriosos y más útiles”, y au-
XQDVDQDSROtWLFD´H[LJtDQGDUDORVSREUHVWRGD mentaban el círculo de los dependientes de la
la ayuda posible: “tenemos interés, al mismo parroquia. La tesis que subyace en estas consi-
tiempo que es nuestro deber, en ayudarles en deraciones es que la mejora de las condiciones
esas épocas de miseria”. de vida de los residentes en los asilos, a costa
Malthus pronosticó el posible estancamien- de la redistribución monetaria realizada por el
to del sistema, al observar el desajuste entre su conjunto de la sociedad, se hacía en detrimento
creciente capacidad productora y el limitado de los trabajadores.
FRQVXPRH[LVWHQWH±GHULYDGRGHORVVDODULRVGH En sus análisis sobre los efectos de las “le-
subsistencia de los trabajadores– incapaz de ab- yes de pobres” sobre salarios y empleo, va a
sorber la producción. Por otro lado, al tiempo sostener, de un lado, que “en el orden natural de
TXHD¿UPDEDODLPSRVLELOLGDGGHTXHWRGDVODV las cosas”, la escasez conducía al desempleo o
clases de la sociedad estuvieran bien pagadas y al abaratamiento de los salarios; y de otro, que
empleadas en su totalidad, sin parados, valoraba el alza de salarios producía desempleo e impe-
de forma muy negativa los mecanismos de pro- día el positivo efecto derivado de una escasez
tección establecidos para socorrer a los pobres. moderada: que las clases más bajas trabajaran
A su juicio, las leyes de pobres, lejos de atenuar más y fueran más laboriosas y prudentes. En
la miseria la aumentaban, ya que permitían a su razonamiento, el salario viene determinado,
las gentes sin medios casarse y tener hijos. En de una parte, por el precio de las provisiones,
el análisis maltusiano aparece la cruda realidad y de otra, por la relación entre la oferta y la de-
del capitalismo emergente, aunque sostiene que manda en el mercado de trabajo. De tal suerte
el origen de las desigualdades sociales no se en- que un aumento del precio de las provisiones
contraba en el modo de organización de la so- no correspondido por un aumento proporcio-
ciedad capitalista sino en la propia Naturaleza nal de los salarios provocaría enfermedades y
(Cohen 1987:198). Este planteamiento puede hambre, haciendo descender el número de tra-
YHUVHGHIRUPDH[SOtFLWDHQVXIDPRVRDSyORJR bajadores. La disminución de la oferta de tra-
del banquete: “los que nacieron después del re- bajo haría subir el salario en mayor proporción
parto de las propiedades se encontraron con un que el precio de las provisiones.
mundo ya ocupado. Si sus padres, por tener una A un autor tan perspicaz como Malthus no
familia demasiado numerosa, no están en con- escapa que la continua introducción de maqui-
diciones de asegurarles el sustento, ¿qué pueden naria en los procesos productivos había sido
hacer en un mundo en el que todo está ya apro- una de las principales causas del aumento de
SLDGR">«@5HVXOWDSXHVTXHHQYLUWXGGHODV la pobreza; pero en sus análisis incide en dos
ineludibles leyes de nuestra naturaleza, algunos elementos que, a su juicio, alteraban el equili-
seres humanos deben necesariamente sufrir es- brio en el mercado de trabajo: el papel de las
casez. Estos son los desgraciados que en la gran organizaciones obreras en el alza de salarios
lotería de la vida han sacado un billete en blan- y el efecto de las “leyes de pobres” sobre el
FR«´0DOWKXV precio de las provisiones y la oferta de trabajo.
$VXMXLFLRKDEtDTXHH[KRUWDUORVDVHUPiV En su opinión, las “uniones” obreras se habían
prudentes y no contraer matrimonio y crear una creado con dos objetivos, mantener elevado el
familia sin tener en cuenta el mañana. Socorrer precio de la mano de obra e impedir que al-
a los pobres era, en su opinión, darles un dere- gunas personas trabajaran por salarios inferio-
FKRVREUHODSURGXFFLyQORTXHLQÀXLUtDQHJD- UHVDXQOtPLWHSUHYLDPHQWH¿MDGR$GHPiVGH
tivamente sobre el resto de la población, si se FDOL¿FDUODV GH ³LOHJDOHV´ VRVWHQGUi TXH HUDQ
suponía un nivel determinado de renta nacional ³LUUDFLRQDOHVHLQH¿FDFHV´DUJXPHQWDQGRTXH
0DOWKXV/DVOH\HVGHEHQH¿- si en cualquier rama de la actividad, la oferta
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de trabajadores era tan amplia que hacía bajar De la misma manera, advierte que podía
“de manera natural” los salarios, mantenerlos darse el caso de que el propio productor inde-
HOHYDGRV DUWL¿FLDOPHQWH VROR SURYRFDUtD GHV- pendiente contribuyera con sus aportaciones
empleo. El aumento del gasto destinado a man- forzosas a ser desplazado, al desviar fondos
tener a los nuevos parados compensaría el alza desde actividades rentables al sostenimiento
de salarios de los que seguían trabajando, por de otras, para dar trabajo, que no podían man-
lo que, para el conjunto de la clase trabajadora, tenerse “sin una prima”. A esto se añadía que
ODHOHYDFLyQGHVDODULRVVHUtDLQVLJQL¿FDQWH los fondos recaudados para el sostenimiento
3RUVXSDUWH³ODVOH\HVGHEHQH¿FHQFLD´DO del trabajo mediante una contribución forzosa
desviar fondos para el sostenimiento de “hol- no suponían nuevo capital que se llevara a la
gazanes y negligentes en lugar de ir a parar industria, sino capital ya empleado y con ma-
al trabajador diligente y prudente”, habían yor rendimiento. El cultivador que pagaba la
provocado una subida del precio de las provi- contribución a que le obligaban las leyes de
siones. Esto se había traducido en una dismi- EHQH¿FHQFLD\GHVWLQDGDDHVWLPXODUPDQXIDF-
nución del valor efectivo del trabajo –empo- turas de mala calidad y de escaso rendimiento,
breciendo a quienes solo contaban con él para estaría detrayendo un capital que podía desti-
subsistir– y en una caída de la propensión al nar a la mejora de sus tierras, lo que redunda-
ahorro, debilitando “uno de los incentivos más ría en un aumento de los fondos destinados al
poderosos para la sobriedad y la actividad, y, sostenimiento del trabajo y una mayor utilidad
por consiguiente, para la felicidad”. Si se aña- para el país.
día que la tendencia de estas “leyes” era “hacer Otro efecto, y se trata del más perverso, de
TXHODRIHUWDGHWUDEDMRH[FHGDDODGHPDQGD esta práctica es que agravaba “el absurdo de
del mismo”, su efecto no podía ser otro que suponer que está en manos de cualquier go-
“o bien la rebaja general de los salarios, o, si bierno encontrar empleo para todos sus súb-
algunos se mantienen elevados por medios ar- ditos, por muy aprisa que aumente su núme-
WL¿FLDOHV GHMDU VLQ WUDEDMR D PXFKRV REUHURV UR´6LQHPEDUJRODH[SHULHQFLD±VHUH¿HUHD
contribuyendo así a aumentar constantemente los años 1815, 1816 y 1817– había puesto de
la pobreza y la miseria de las clases trabajado- PDQL¿HVWR TXH HO SDtV QR KDEtD FXPSOLGR ³OD
ras de la sociedad” (Malthus 1990: 331-332). promesa que hace a los pobres en las leyes de
Malthus concibe la creación de manufactu- EHQH¿FHQFLDGHPDQWHQHU\HQFRQWUDUWUDEDMR
ras con el objeto de dar empleo a los pobres por medio de los impuestos parroquiales, a to-
como una tentativa siempre acompañada del dos aquellos que no pueden sostenerse y sos-
fracaso y desperdicio del “capital y los mate- tener a sus familias”; ni era capaz de encontrar
riales empleados”; cuyo principal efecto sobre empleo adecuado para el total de la población
el mercado era “dejar sin trabajo a muchos activa, aunque aumentara los impuestos parro-
trabajadores independientes que se dedicaban quiales y otras aportaciones fruto de la caridad
antes a fabricar artículos de la misma clase” voluntaria (Malthus, 1990: 337-339). En últi-
(Malthus 1990: 336). Al despilfarro de fondos ma instancia, Malthus defenderá la posibilidad
y aumento del desempleo, añadirá otros nega- de emplear a los pobres –“aun cuando no fuera
WLYRV HIHFWRV VREUH OD FRPSHWHQFLD$ WDO ¿Q más que para evitar los malos efectos morales
compara la entrada de una nueva empresa en que produce la holganza y los malos hábitos
un ramo determinado de actividad con la de que podrían engendrarse de depender durante
otra creada para emplear a los pobres. La dife- mucho tiempo de las limosnas, bajo una u otra
rencia entre ambos casos residía a su juicio en IRUPD SDUD OD VXEVLVWHQFLD«´± HQ IRUPDV GH
que, mientras el primero constituía un supues- HPSOHRTXHQRHPEDUD]DUDQORVFDSLWDOHVH[LV-
to de competencia legal y los posibles despla- tentes, tales como obras públicas, construcción
zamientos de antiguos empresarios serían de- \UHSDUDFLyQGHFDPLQRVSXHQWHV«HLQFOXVR
bidos a una mayor “destreza y actividad” de la actividades agrícolas En su opinión, sería una
empresa entrante; en el segundo, una empresa forma de repartir el mal entre un mayor núme-
con inferior nivel de destreza y actividad com- ro de personas y hacer más soportable la mi-
petiría deslealmente, ya que al contar con el seria: “El gran objetivo que no hay que perder
apoyo de “una gran prima”, podría ofertar pro- de vista es mantener al pueblo de manera que
ductos más baratos, desplazando del mercado pueda sobrellevar la miseria presente, con la
al productor independiente. esperanza (que yo confío en que se realice) de
tiempos mejores” (Malthus, 1990: 341).
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David Ricardo, al igual que Malthus, re- ces para trabajar, con derecho a ser ayudados
chazó las leyes de pobres y propuso suprimir- “por el bien de la humanidad” y cuyo destino
las gradualmente, porque trocaban la riqueza eran las workhouses; y parados, que no debían
y el poder en miseria y debilidad, llegando a acceder a tal ayuda “por el bien de la indus-
D¿UPDU TXH VX QHJDWLYD WHQGHQFLD ³QR HV \D tria” (Polanyi 1987: 353). Pero, como advirtió
un misterio desde que ha sido plenamente de- Geremek, la situación socioeconómica obliga-
sarrollada por la hábil pluma de Mr. Malthus” ba, tanto en Inglaterra como en otros países, a
(Ricardo 1985: 97). crear un sistema de asistencia pública (1998:
En 1830, la clase manufacturera presiona 256-257).
solicitando la reforma de las leyes de pobres,
que impedían la formación de una clase obrera
LQGXVWULDO TXH GHSHQGLHUD H[FOXVLYDPHQWH GHO 3. La “cuestión social” en la España del siglo
trabajo realizado (Polanyi 1987: 226). Tam- xix: entre el riesgo social y la “economía de
bién se alzan contra su elevado coste, porque, la salvación”
entre 1776 y 1832, la cifra total de las contri-
buciones de pobres había pasado de un mi- En la España del XIX, el tratamiento de la
llón y medio de libras a siete millones (Blaug cuestión social desde el poder político, los
1973: 326). En este último año se constituye la FtUFXORV ¿ODQWUySLFRV \ FDWyOLFRV RVFLOD HQWUH
Royal Commission, encargada de elaborar un el discurso armonicista de relaciones entre
informe para reformar la legislación vigente. FDSLWDO\WUDEDMRTXHQHJDEDODH[LVWHQFLDGH
En esos momentos, la visión dominante sobre FRQÀLFWRVOD³SHGDJRJtDGHODSUHYLVLyQ´$O-
ODDVLVWHQFLDVRFLDO\GHFODUDLQÀXHQFLDHQOD menar 2003) y la “economía de la salvación”.
Comisión, era maltusiana, aunque Bentham Cualquier observador social preocupado se
también estuvo muy presente en las discusio- veía ante un doble espectro, el de la ignomi-
nes, a través de un discípulo suyo y miembro niosa miseria y el de la agitación social. Desde
de la citada Comisión, E. Chadwick. Tam- el punto de vista legal, se promulgó un profuso
ELpQLQÀXLUtDQPXFKRODVObservations on the ordenamiento siguiendo estrictos criterios li-
Poor Bill…[of] Mr. Pitt (1797) de J. Bentham EHUDOHVRUWRGR[RVVLQDOWHUQDWLYDDOJXQDSDUD
(Schumpeter 1971: 320) y las ideas del por- la miseria creada por los bajos salarios en una
tavoz de la Comisión, W. Nassau Senior, para etapa de despegue industrial. Más adelante,
quien la indolencia y el vicio eran los efectos DQWHODPDJQLWXGGHOFRQÀLFWR\FRPR³VROX-
de una caridad tan indiscriminada (Senior et ción defensiva” del Estado para integrarlo sin
DO,(OLQIRUPH¿QDOGHOD&RPL- poner en peligro la viabilidad del sistema, se
sión contenía dos ideas clave: negar el socorro ponía en marcha la legislación obrera (López
a los individuos aptos para trabajar y aumen- Castellano 2010, 2014).
tar la represión para acrecentar la atracción al Con el paso del tiempo, el pauperismo se
trabajo. Este principio de menor elegibilidad convierte en uno de los grandes problemas de
era deudor del plan penitenciario de Bentham, la vida socioeconómica, y en España llega a
el Panopticon, que Chadwick prácticamente alcanzar tintes dramáticos. En el último tercio
transcribe, y el carácter carcelario, de “cárcel del siglo, no había dudas de que la “cuestión
sin culpa”, que emanaba del Informe, encon- social” era un problema de Estado, porque la
traría acomodo legal en la Poor Law Amend- FRQÀLFWLYDUHODFLyQHQWUHFDSLWDO\WUDEDMRVX-
ment Act de 1834 (Schwartz 1967). peraba el marco de las relaciones laborales y se
Esta ley se convertiría en el instrumento in- H[WHQGtDDWRGRORTXHLQFXPEtDDODVLWXDFLyQ
dispensable para obligar a las clases obreras a y condiciones de vida de los trabajadores.
depender de su propio trabajo, y en el “primer /D LQWHUYHQFLyQ QRUPDWLYD HQ HO FRQÀLFWR
sistema histórico de cobertura social de los industrial comienza en la década de los cin-
costes de reproducción de la mano de obra” cuenta, con tímidos intentos como el proyecto
(Castro 1980: 21-33). La ley sujetaba la asis- de decreto de enero de 1855 que disponía la
tencia social a los intereses del mercado de tra- creación de una comisión que estudiara y pro-
bajo, combinando una reducción drástica del pusiera medidas para resolver las disensiones
socorro con una férrea disciplina en las casas entre fabricantes y trabajadores. Mediante Real
de trabajo, para convertirlas en un instrumento Decreto de 5 de diciembre de 1883 se creaba
GHLQWLPLGDFLyQ$WDO¿QORVSREUHVVHFODVL- una Comisión con el objetivo de estudiar toda
¿FDURQ HQ GRV FDWHJRUtDV LQGLJHQWHV LQFDSD- la problemática relativa a la mejora o bienestar
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de las clases obreras, tanto agrícolas como in- (Maza 1999: 155-162; Martínez Quinteiro
dustriales, y que afectaba a las relaciones entre 1988).
el capital y el trabajo. En el horizonte estaba Rememorando la vieja “economía de la sal-
el sistema de legislación laboral y previsión vación” feudal, y a partir de la idea de que la
social alemán, las restricciones venían de un limosna es “un vínculo santo que une al rico
marco dominado por un clima inmovilista, que FRQHOSREUH´/&RORPDVHH[SUHVDHQWpUPL-
recelaba ante cualquier intervención estatal y nos que no admiten réplica: “Para mantener el
se cimentaba en dos pilares, la visión caritativa equilibrio necesario a toda sociedad hizo Dios
de los católicos y la funcionalidad económica los pobres y los ricos. A éstos les dio las rique-
de los liberales. La política social de Bismark zas y sus peligros; a aquéllos la pobreza y sus
KDEtDSXHVWRGHPDQL¿HVWRTXHHUDSRVLEOHOX- tentaciones, pero a los unos les dio la caridad
char contra la subversión a condición de que el como salvaguardia y a los otros la resignación
Estado superara la noción liberal centrada en como escudo” (Coloma, 1973: 301-304). Por
el papel de garante del orden establecido y los su parte, Oliván sostiene que mientras con la
partidos conservadores se vieron abocados a FLYLOL]DFLyQÀRUHFHODLOXVWUDFLyQ\³UHVSODQGH-
hacer concesiones políticas y económicas ante ce la virtud sublime de la caridad”, el derecho
las demandas de los trabajadores, para frenar al trabajo no ha podido realizarse, suscitando
el avance de las organizaciones de izquier- “la lucha entre la mano de obra y el capital”
das (Andrés Gallego 1984: 404-408; Comín (Oliván 1973: 305-310).
1992:13). En la controversia de mediados de la centu-
La opinión generalizada era que la pobreza ria se puede constatar la fuerte presencia de los
suponía un riesgo de fractura social, idea que epígonos de Say, con Bastiat a la cabeza, cuyas
llega a calar hasta en personajes que difunden “Armonías Económicas” se convirtieron en la
la fe saint-simoniana. Tal es el tenor que se fuente doctrinal en los medios académicos y
desprende del artículo que, con el título “Men- HQHOGHEDWHSROtWLFRHQXQDLQÀXHQFLDTXHDO-
dicidad”, y fecha de 27 de marzo de 1837, es- FDQ]yKDVWDHO¿QGHODFHQWXULD2WURUHOHYDQWH
cribe Covert-Spring en el diario de Barcelona, HLQÀX\HQWHHFRQRPLVWDWDQWRHQODHQVHxDQ]D
El Vapor(QpOVHUH¿HUHDODHOLPLQDFLyQGHOD cuanto en las discusiones políticas, en la Espa-
mendicidad, “esta asquerosa plaga de las socie- ña de la época, fue Garnier (Almenar y Lluch
dades”, como uno de los grandes retos de todos 1999: 131), de quien llegaron a publicarse
los gobiernos, y, aunque se muestra contrario hasta cinco ediciones en español entre 1848 y
a aplicar a los pobres (de nacimiento o de vi- 1870).
FLRPHGLGDVGHULJRUVtGH¿HQGHHOXVRGHOD Garnier coincidía con Malthus en que el
fuerza para los “charlatanes de miserias”, men- mantenimiento de los pobres se hacía en de-
digos hipócritas que buscan la compasión. En trimento de los trabajadores productivos y cri-
su opinión, un gobierno justo guiado por “una ticaba a los partidarios de practicar la caridad,
LOXVWUDGD¿ODQWURStD´GHEtDDWDFDUODVFDXVDVGHO pública o privada, como una fórmula deseable
pauperismo mediante un vasto plan de trabajos de reparto de la riqueza social, porque olvida-
públicos para ocupar a los indigentes útiles y ban que tal acción disminuía el fondo común
de recogimiento en establecimientos a los “im- de salarios, generando una miseria univer-
SHGLGRVRHVWURSHDGRV´¿QDQFLDGRVSRUHO(V- sal, y que el género humano era “une socié-
tado (Sánchez Hormigo 1999:191-194). Wp G¶eFKDQJH HW QRQ GH %LHQIDLVDQFH´ +DFHU
Tal opinión es compartida con la descon- frente al pauperismo mediante el recurso a la
¿DQ]DTXHJHQHUDHOVLVWHPDS~EOLFRGHEHQH- caridad tenía, además, otros negativos efectos,
¿FHQFLDVLQJXODUPHQWHSRUODVRUJDQL]DFLRQHV porque debilitaba el resorte moral, la responsa-
de ideario religioso, cuyas argumentaciones bilidad, la dignidad y suscitaba la imprevisión.
rememoran un discurso que se creía superado. En clave determinista subraya que la miseria
Así, la “Sociedad de amigos de los pobres”, es una cuestión social, económica, moral y po-
en un escrito dirigido al Senado en 1866, acu- OtWLFD\VXH[WLQFLyQWRWDOXQDXWRStD(QWRGR
VD D OD WULVWH EHQH¿FHQFLD R¿FLDO PRYLGD SRU caso, podía paliarse inculcando en el indivi-
burócratas y alimentada por el presupuesto, de duo el amor por el trabajo, la sabiduría en el
VHUXQDPiTXLQDVLQUHVRUWHPRUDO\GH¿HQGH consumo y la previsión en todas sus formas.
el espíritu caritativo que ha contagiado a las Contrario a toda Asociación, tipo organización
buenas almas que, mediante su acción diaria, del trabajo, porque atacaba la concurrencia y
renuevan “el milagro de los panes y los peces” el interés individual, móviles naturales de la
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industria, se inclina por otras “felices aplica- de la política social y el intervencionismo, con
ciones del principio de asociación”, como las el temor a la revuelta como principal argumen-
sociedades de seguros mutuos y las uniones de to. Las leyes sociales eran necesarias como de-
crédito, que fecundan el ahorro y la previsión. fensa ante el avance de la “inmensa conspira-
Por último, y en la línea del liberalismo más ción” que era el socialismo revolucionario, que
RUWRGR[RFLUFXQVFULEHODDJHQGDGHOJRELHUQR atentaba contra la propiedad. Con el objetivo
a dos únicas funciones, mantener una prudente último de mantener el orden vigente, aboga
política presupuestaria y garantizar la seguri- por una doble línea de acción, represión contra
dad, el orden y la justicia. Entre las causas de ORVH[FHVRVVRFLDOLVWDV\SROtWLFDGHPHMRUDGHO
la miseria y la indigencia enumera la imprevi- nivel de vida de la clase trabajadora (Cánovas
sión, la pereza, el desorden y el vicio, en una 1877; Álvarez Junco 1986: 151-152).
palabra: la incapacidad, la vejez, la sobrepo- En su intervención en las Cortes el 3 de
blación, la enfermedad, las crisis, el progreso QRYLHPEUH GH &iQRYDV D¿UPDED TXH
industrial, las falsas medidas económicas, la la miseria era un mal de la naturaleza huma-
falsa dirección de la caridad privada o públi- na, como la enfermedad, como las pasiones y
FDHOH[FHVRGHJDVWRVS~EOLFRVORVSUHMXLFLRV otras causas, y que, si estas no tenían reme-
populares, las agitaciones, las revoluciones y dio, tampoco lo tenía aquella. Tres días más
las guerras. Depende de los individuos o de los tarde, el 6 de noviembre, ante el mismo foro,
vicios de la organización social, voluntaria o GH¿HQGH VX LGHD GH VDFUDOL]DU OD GHVLJXDOGDG
involuntaria, accidental (Garnier 1868: 623- y sostiene que “siempre habrá una última gra-
632; López Castellano 2003). da en la escala social, un proletariado que será
También tuvo una gran impronta en España preciso contener con dos medios: con el de la
la “escuela economista”, con Dunoyer y Bau- caridad, la ilustración, los recursos morales, y,
drillart al frente, gracias a la labor de Carreras cuando este no baste, con el de la fuerza”. La
y González (1874) y Moreno Villena (1896) en desigualdad es, a su juicio, el gran tesoro del
el desempeño de sus cátedras, y, más adelante, género humano, de ahí que declare: “Tengo la
por la labor del primero en la etapa inicial de convicción profunda de que las desigualdades
la futura Comisión de Reformas Sociales. La proceden de Dios, que son propias de nuestra
escuela, en lo relativo a la cuestión social, era naturaleza, y creo, supuesta esta diferencia
partidaria de la libertad de asociación obrera, en la actividad, en la inteligencia y hasta en
GHODLPSODQWDFLyQGHODUELWUDMHHQORVFRQÀLF- la moralidad, que las minorías inteligentes go-
tos entre el capital y el trabajo, y del fomento bernarán siempre al mundo, en una u otra for-
del cooperativismo, pero, apoyándose en la li- ma” (Alarcón 1975: 408-412).
bertad de contratación, se oponía a cualquier Para Cánovas, el problema social era un
incremento del intervencionismo estatal en la asunto de orden público (Serrano Sanz 2001b:
regulación de las relaciones laborales (Serra- 256-258, 2001a:147-148) y la miseria podía
no, Sánchez y Malo 2001: 136-137). paliarse con la limosna, como argumenta en el
Con la creación de la Comisión de Refor- discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid,
mas Sociales se reconocía la gravedad e inten- el 26 de noviembre de 1872: “Y es que, seño-
sidad del pauperismo entre la clase obrera y la res, que lo que en conclusión necesita añadir la
necesidad de darle solución, aunque se seguía economía política al conjunto y sistema de sus
percibiendo como riesgo. Como subrayaba Se- leyes no es sino esto que sigue, a saber: la teoría
gismundo Moret, en el preámbulo del Decreto, de la imperfección de la vida terrena, unida al
era imposible sostener la situación “sin menos- dogma de la inmortalidad que promueve la per-
cabo de la paz pública”. fección, instintivamente apetecida, en otra vida
Cánovas, presidente de la Comisión, re- mejor; la sublime doctrina de las compensacio-
presentaba el pensamiento más inmovilista en nes merecidas a que pueden aspirar los pobres
materia social, muy cercano al de la sociedad DOOiHQORVFLHORV<ODVDQWL¿FDFLyQGHODSREUH-
jerárquica y absolutista del Antiguo Régimen. za misma, del dolor, hasta de la muerte; y la ca-
En su concepción, la propiedad privada era un ridad cristiana o religiosa, solo agente a propósi-
SULQFLSLR VDJUDGR \ OD SREUH]D VH MXVWL¿FDED to para mediar entre ricos y pobres, suavizando
por la “minoría de edad” de las clases inferio- los choques asperísimos que por fuerza tiende
res y por su función espiritual, pues permitía a ocasionar entre capitalistas y trabajadores el
ODSUiFWLFDGHODFDULGDG\ODVDQWL¿FDFLyQGHO régimen de la libre concurrencia; y la resigna-
rico. Cánovas tenía una concepción defensiva ción o contentamiento con la propia suerte, bue-
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na o mala, único lazo que mantiene en haz las acciones de tipo instructivo y catequético, en
heterogéneas condiciones individuales; y por ODVTXHVHGH¿HQGHHODKRUUR\RWUDVIRUPDVGH
último, el respeto a Dios, al padre, a la mujer, previsión por sus efectos moralizadores y por
en que esencialmente consiste la fecunda civi- su carácter alternativo frente al socorro bené-
lización fundada por el Decálogo y los Evange- ¿FRFDULWDWLYR
OLRV>«@/DOLPRVQDVHxRUHVTXHTXLpUDVHRQR Los dos más preclaros representantes de
hoy en día, será siempre la clave de todo sistema este pensamiento social-reformista de tipo
económico sólidamente construido y el vínculo conservador y católico son Eduardo Sanz Es-
más estrecho y seguro entre las diferentes clases FDUWtQ\(GXDUGR'DWR(VFDUWtQGH¿HQGHHOLQ-
sociales” (Cánovas 1872). tervencionismo estatal, de forma subsidiaria y
En el resto de los miembros de la comisión transitoria, y, en clara línea de Thiers, rechaza
no había ningún representante de organizacio- el “Estado-caridad”, porque convierte en laica
nes obreras, fuesen cooperativas, mutuas, o y forzosa la caridad que, como virtud teológi-
asociaciones de resistencia, y la mayoría eran ca, debe ser libremente ejercitada. Partidario
enemigos de la intervención estatal en las cues- de la iniciativa individual en materia de ahorro
tiones sociales. Los reformistas como Azcárate \REUDVEHQp¿FDV\GHODDVRFLDFLyQREUHUDQR
o Moret, de orientación krausista, eran parti- subversiva, va decantándose hacia la solidari-
GDULRVGHSUHYHQLUHOFRQÀLFWRVRFLDOPHGLDQ- dad, como destino de la evolución social (Sanz,
te una política reformista inteligente y con el 1889, 1892, 1896). Por su parte, E. Dato, sen-
instrumento de la moralidad. Azcárate apuesta VLEOHPHQWH LQÀXLGR SRU /H 3OD\ \ HQOD]DQGR
por una “regeneración moral y práctica por la con la tradición cristiana, en su discurso de re-
virtud”, mediante el asociacionismo libre y un cepción en la Academia de Ciencias Morales
intervencionismo estatal centrado en garan- VREUH³/DMXVWLFLDVRFLDO´GH¿HQGHXQDDFFLyQ
tizar el derecho a la asociación, fortalecer el asistencial en la que se combinen la justicia so-
mercado y potenciar la cooperación, y asegu- FLDOFRQODFDULGDG\OD¿ODQWURStD\HQODTXH
rar unas relaciones armónicas entre el capital y la iniciativa social tenga un mayor protagonis-
el trabajo mediante la implantación de jurados mo que la estatal. El concepto de justicia social
PL[WRV(QSDODEUDVGHOSURSLR$]FiUDWH³SDUD permitía, sin abandonar el enfoque caritativo,
resolver el problema social deben inspirarse: el legitimar la regulación pública de la asistencia
individuo en la solución cristiana; la sociedad social y la creación de instituciones protecto-
en la solución socialista y el Estado en la solu- ras del obrero y su familia. La caridad privada
ción individualista”. Esto podía traducirse en \ OD IXQFLyQ EHQp¿FD GH OD ,JOHVLD WHQtDQ XQ
caridad, cooperación y acción colectiva, y abs- papel predominante en este modelo reformis-
tencionismo estatal en la actividad económica ta, pero no se descartaba la legislación estatal
(Azcárate 1876). (Dato 1910).
Otro miembro de la Comisión, el profesor A principios del siglo XX, comienza a estar
Urbano González Serrano, vinculado al repu- en boga una nueva corriente, el solidarismo,
blicanismo progresista, proponía atacar la raíz de gran acogida en España, como muestra el
GHOFRQÀLFWRHVWXGLDQGRODVFDXVDVTXHHQJHQ- título del discurso de ingreso en la Real Acade-
dran la miseria y no respondiendo a los obreros mia de Ciencias Morales y políticas de Piernas
“con la fuerza brutal del cañón y la bayoneta”. Hurtado, “Consideraciones acerca del princi-
Por su parte, Andrés Mellado, director del dia- pio de solidaridad y de sus consecuencias en el
rio madrileño El Imparcial, defendía los prin- orden económico” (Piernas Hurtado, 1905). La
cipios básicos de la libertad de mercado y la corriente había surgido en Francia una década
creación de asociaciones cooperativas de previ- antes. En 1893, Durkheim, preocupado por el
sión, para conseguir la armonía social, en tanto riesgo de fractura social, concreta el término
formadoras del hábito de “previsión” y elemen- solidaridad, como vínculo de cohesión social
to de integración de los obreros en el sistema. y fundamento del pacto social. Teorizado en
En la década de los noventa, el catolicismo el campo económico por Ch. Gide en su Éco-
social emprendió multitud de proyectos bené- nomie sociale y formulado jurídicamente por
¿FRV\VRFLDOHVHQORVTXHVHSODQWHDEDODMXV- Bourgeois, el solidarismo sintetizaba las no-
ticia social desde un enfoque no competitivo ciones de interés personal y deber social y se
con la caridad. A partir de la concepción de la convertía en “el concepto central de la primera
cuestión social como un problema de orden re- ¿ORVRItDGH(VWDGR´'RQ]HORW(Q
ligiosa y moral, se emprenden un conjunto de 1893, el mismo año en que Durkheim precisaba
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