VERDAD, ÉTICA Y COMUNICACIÓN.
Hebert Tovar, Msc 1
1Reflexionar acerca de la verdad y la comunicación social,
nunca es una labor sencilla, a pesar de que tal reflexión es re-
currente. Las posiciones ante el tema son a menudo antagóni-
cas y excluyentes y se distribuyen en un rango que va desde la
negación de la posibilidad de un criterio de verdad en las co-
municaciones de la sociedad, hasta la exigencia del apego a una
verdad objetiva en el ejercicio de la difusión masiva de infor-
mación.
Ahora, con independencia de cuál sea la postura que se
asuma, lo cierto es que el concepto de verdad se ha constituido
en un criterio práctico para la generación de normas (morales
o jurídicas) que se instituyen como formas de control social. A
modo ilustrativo, podemos mencionar algunos instrumentos
jurídicos venezolanos que incluyen en sus normas referencias
directas o indirectas a las nociones de verdad, veracidad, false-
dad o tergiversación:
 Ley del Ejercicio del Periodismo: ausencia de veracidad en
la información (artículo 9), falseamiento de los hechos
(artículo 10), libertad de expresión al servicio de la verdad
(artículo 34), violación a la ética profesional incurriendo
voluntariamente en la difusión de hechos falsos (artículo
34).
 Código de Ética del Periodista Venezolano: la verdad como
norma irrenunciable y la prohibición de falsear los hechos
(artículo 4), la obligación de respetar y defender la verdad
(artículo 5).
 Código Penal: sanción del falso testimonio (artículos 242,
243 y 244), ejecución de actos falsos o alteración de actos
verdaderos (artículo 316), difamación, verdad y prueba
de la verdad (artículo 443).
Esta práctica social de hacer referencia a los conceptos de
verdad y falsedad para la elaboración de normas positivas,
relacionadas con los procesos de comunicación interpersonal,
institucional y social, justifica plenamente el ejercicio de exa-
minar las formas en que los mismos han sido definidos y las
consecuencias que de allí se generan para una ética de la co-
municación social.
LOS CRITERIOS DE VERDAD.
En el ejercicio cotidiano de la difusión masiva de informa-
ción, se observan dos posiciones extremas sobre la verdad
como norma reguladora, que podemos resumir en: a) Objeti-
vismo: los hechos que ocurren en el mundo tienen existencia
1
Articulo para la Cátedra de Ética y Comunicación. Ininco. UCV. Cara-
cas, 10 de julio de 2007. Rev. 23/01/16
1
real e independiente del sujeto que los conoce. Es posible refe-
rir los hechos con fidelidad a su ocurrencia conformando así
proposiciones verdaderas. La verdad es posible. b) Relativismo:
los hechos que ocurren en el mundo son construidos por el
sujeto que los conoce. Es imposible referir los hechos con fide-
lidad a su ocurrencia, solo es posible construir interpretaciones
de los hechos que dependerán de los sujetos cognoscentes. Es
imposible alcanzar la verdad.
Ambas posturas extremas y antagónicas analizadas en for-
ma independiente, son insuficientes para establecer una defini-
ción útil de la verdad, vista su inserción concreta en el mundo
de relaciones de los colectivos humanos. Es necesario distin-
guir en el análisis del concepto, sus dimensiones lingüística,
psicológica y relacional, para poder arribar a una concepción
más comprehensiva que contribuya al establecimiento de re-
glas claras de interacción social, en general y de comunicación
mediada en particular. En este sentido, resulta pertinente rea-
lizar una breve revisión de las definiciones de los principales
criterios de verdad propuestos por algunos estudiosos del
tema.
En primer término, consideremos el criterio de verdad por
correspondencia formulado inicialmente por Aristóteles y
desarrollado posteriormente con diversidad de matices, por
teóricos como Tarski, Quine, Austin, Rusell, Wittgenstein, Marx
y Horkheimer, ente otros (Nicolás y Frapolli, 1997). Aristóteles
(1994) formuló este criterio de una manera muy precisa e in-
tuitiva: “Decir de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es,
es lo verdadero…” Según Diaz y Tenuta (2006) esto implica
asumir que la verdad es la correspondencia de los pensamien-
tos o los juicios con los hechos o la realidad, es decir, la coinci-
dencia entre las representaciones conscientes de los objetos
del mundo (hecho perceptual psicológico) y los objetos mismos
(hechos, situaciones de carácter material). En palabras de los
autores:
"Verdad por correspondencia es aquella que resul-
ta de la consonancia de la representación en mi
conciencia de un objeto exterior a mí, con dicho
mismo objeto percibido. Si tal representación y tal
objeto se corresponden, he llegado a la verdad, de
modo que también podría agregarse aquí que los
conceptos no son verdades sino que llegan a serlo,
precisamente cuando compruebo tal correspon-
dencia". (2006:1)
Ahora, siendo que los juicios y los pensamientos se expre-
san a través del lenguaje, un juicio verdadero necesariamente
sería un reflejo de la realidad para estar dotado de sentido. El
lenguaje significa porque refleja la realidad, toda oración con
sentido sería un modelo de la realidad, una representación
figurativa de un estado de cosas efectivo y posible. Las oracio-
nes que operan como modelos de estados de cosas efectivos
serían verdaderas y las que representan estados de cosas solo
posibles, serían falsas.
Schaff (1977) por su parte, sostiene que la verdad es una
propiedad de los juicios y no de las cosas, los hechos, las per-
cepciones o las vivencias. Específicamente, propone que la
verdad es una propiedad exclusiva de los enunciados que des-
criben la realidad. Un juicio es verdadero si se corresponde con
o es adecuado a la realidad objetiva.
Podemos ilustrar este criterio a través de un caso. Supónga-
se que todos los asistentes a una conferencia están en la sala
donde ésta se llevará a cabo y sobre el escritorio de la sala se
encuentra un maletín negro. En esta situación, uno de los asis-
tentes formula la siguiente proposición:
“Hay un maletín negro sobre el
escritorio de la sala de conferencias”.
Otro de los asistentes puede constatar que tal proposición
es verdadera al verificar que corresponde con su propia per-
cepción del objeto sobre el escritorio de la sala. Se observa que
en este criterio priva la función psicológica de la percepción
como forma de validación de las formulaciones lingüísticas que
están sometidas a verificación. La cualidad verdadera en este
caso se asigna a la proposición no a la percepción que la valida.
Autores como Neurat, Hempel, Rescher y Puntel, en cambio,
introducen un aspecto formal como criterio para determinar la
verdad de una proposición al cual denominan verdad por co-
herencia. (Nicolás y Frapolli, op. cit) Un enunciado será verda-
dero si presenta coherencia interna en su construcción y está
exento de contradicciones. La característica definitoria de este
criterio sostiene que la verdad se identifica con la concordancia
o adecuación de oraciones o cualquier otro portador de verdad,
no con el mundo sino con un conjunto suficientemente amplio
de otras oraciones o portadores.
De acuerdo a esta perspectiva, el criterio de corresponden-
cia no está exento de errores por cuanto se fundamenta en las
percepciones humanas que de alguna manera pueden ser en-
gañosas e inducir a considerar verdadero un enunciado que no
se corresponde con un hecho de la realidad. Los teóricos co-
herentistas rechazan la existencia de una realidad totalmente
independiente de los sujetos que la conocen y subrayan el rol
que juegan los perceptores en la construcción de esa realidad,
por tanto, relativa. Si esto es así y la realidad no es algo comple-
tamente terminado y fijo, entonces no tiene sentido definir la
verdad como correspondencia con los hechos esquivos.
Si la realidad es un constructo y no es más que aquello que
definen las teorías vigentes, entonces, el llamar a una creencia
verdadera, no será más que indicar que forma parte de ese
todo del conocimiento. La coherencia de una creencia con
otras, expresará por tanto, el significado mismo de la verdad.
Al analizar este criterio Habermas (en Diaz y Tenuta,
2006:4) entiende que es inmanente a todo enunciado de la
‘acción comunicativa’, la pretensión incondicionada de validez,
la cual, junto con otras, constituye uno de los supuestos de
2
dicha acción comunicativa siendo otro de dichos presupuestos,
precisamente el de que existe un mundo exterior a cada uno de
nosotros. No obstante, ‘real’ es lo que puede ser representado
en enunciados verdaderos y éstos llegan a serlo cuando están
basados en “buenas razones” y resisten todas las refutaciones
que se le hicieran pues sólo a través de argumentos nos deja-
mos convencer de la verdad de enunciados problemáticos
siendo que aquello que convence, es la sustancia de las razones.
Puede comprenderse mejor la exigencia de Habermas en
cuanto a la validez del enunciado, a través de la presentación
de una proposición inválida como la siguiente:
“Los inspectores de la ONU no consiguieron armas de des-
trucción masiva en Irak, lo que demuestra que
ese país posee armas de destrucción masiva”.
En este enunciado se afirma y se niega al mismo tiempo un
hecho: la posesión de armas de destrucción masiva por parte
de Irak. Por lo tanto es inválido, no posee coherencia en su
construcción y es falso sin necesidad de contrastarlo con la
realidad.
Este tipo de criterio posee algunas dificultades evidentes:
¿cómo distinguir una descripción verdadera del mundo, de una
ficción coherente?, ¿en qué consiste exactamente la coheren-
cia?
Una postura que pretende salvar algunas de las dificultades
de los planteamientos correspondentistas y coherentistas, es la
formulación del criterio de verdad por consenso defendido
por Apel (1991) el cual incorpora la dimensión relacional y el
acuerdo intersubjetivo como elementos definidores. Varios
observadores en situación de interacción, se ponen de acuerdo
sobre sus percepciones y opiniones para determinar cuáles
objetos son verdaderos.
“...verdad por consenso es aquello en lo que nos
ponemos de acuerdo en que es verdad (…) 'verda-
dero' es en principio un enunciado para un usua-
rio cuando cree que cualquier otro sujeto racional
estaría dispuesto a asignar el mismo predicado al
objeto”. (Diaz y Tenuta, 2006:2)
Desde esta perspectiva, todo conocimiento, y por tanto, to-
da verdad, consiste en una acción comunicativa en la cual se
comparten algunos supuestos y se llega a un acuerdo o no
acerca de algún hecho. Se pretende superar la concepción del
conocimiento fundamentado exclusivamente en recursos indi-
viduales propios, por ejemplo: la conciencia individual, los
datos de los propios sentidos, las evidencias constatadas direc-
tamente, etc. Se parte del supuesto de que en todo conocimien-
to hay un componente lingüístico de origen social, que deter-
mina el acceso al conocimiento. Sin esta mediación no es posi-
ble ni el conocimiento, ni la verdad, la cual se fundamenta, por
tanto en una validez intersubjetiva.
Un enunciado considerado verdadero es aquel que puede
ser fundamentado con argumentos coherentes y que recibe el
asentimiento del grupo. La validez del enunciado se constata a
través del acto comunicativo, es decir, por la vigencia del enun-
ciado para otros o para todos, con capacidad para constatar las
proposiciones y procurar el consenso intersubjetivo.
Como se observa, este criterio intenta integrar la noción de
correspondencia que pervive en la necesaria constatación
fáctica de los enunciados y la de coherencia que está en la base
de la fundamentación de los argumentos, con la validación de
los otros a través del acto comunicativo.
En una situación hipotética en que un grupo de personas
estén en interacción, la proposición: “Ha estado haciendo mu-
cho calor esta semana”, será verdadera para ese grupo si sus
miembros coinciden en que, en efecto, ha estado haciendo mu-
cho calor en los últimos días, independientemente de cuál haya
sido la temperatura real medida por un termómetro u otro
instrumento. Aquí el aspecto relevante es el consenso entre
diversos sujetos con respecto al carácter verdadero de una
proposición.
Ahora, siguiendo a Apel, asumimos acá la posibilidad de es-
tablecer un criterio de verdad que consista en la determinación
de la coherencia formal de los enunciados y la verificación por
correspondencia de aquellos que expresen acuerdos intersub-
jetivos de grupos humanos.
"Para Apel entonces, hay una verdad válida que es
aquella que se construye entre el yo y el tú o el no-
sotros pero que se verifica al constatarse por co-
rrespondencia. Este autor que habla expresamen-
te de intersubjetividad, al hacerlo cambia el centro
del paradigma filosófico que lo tenía puesto entre
el yo y el objeto (correspondencia) al yo y el tú o
el nosotros (intersubjetividad)" (Diaz y Tenuta,
2006:3).
Esta postura puede contribuir a superar los extremos del
objetivismo y el relativismo, al integrar en una misma noción el
carácter perceptual y consensual de la verdad. Un enunciado
coherente, sobre el cual existe acuerdo intersubjetivo, puede
sin embargo ser sometido a ciertos grados de verificación per-
ceptual para establecer su correspondencia con los objetos.
Desde el punto de vista comunicacional, la
relevancia de establecer un criterio de verdad
de estas características, radica en la posibili-
dad de reconceptualizar la naturaleza de los
hechos sobre los cuales se difunden los mensa-
jes-enunciados a través de los medios. En efec-
to, ya no podemos concebir a los hechos como
unidades monolíticas y uniformes, compuestas
solo de elementos objetivos y verificables, o en
cambio, solo de interpretaciones consensua-
das. En su lugar, parece más pertinente conce-
bir a los hechos como estructuras en las cuales
las interpretaciones contienen a los elementos
verificables. Puede plantearse un modelo en el
cual todo hecho posee un Núcleo Duro confor-
mado por aquellos datos contrastables a través de criterios de
correspondencia, y además posee una Periferia Blanda confor-
3
mada por aquellas interpretaciones cuyo grado de consenso es
susceptible de determinarse.
Ilustremos con un caso: “El 27 de mayo de 2007, dejó de sa-
lir por la señal abierta del canal 2 de la República Bolivariana
de Venezuela, la programación de Radio Caracas Televisión
(RCTV)”. Este enunciado expresa el núcleo duro de un hecho: el
cese de las transmisiones de RCTV por señal abierta, no es una
interpretación. Este enunciado es verificable sintonizando en
un televisor dentro del país el canal 2 y constatando percep-
tualmente si la programación corresponde a la de RCTV. Ahora,
la calificación de la medida que tomó el gobierno venezolano
hacia la televisora como un “cierre” o una “no renovación”, es
un elemento que se ubica en la periferia blanda del hecho, son
interpretaciones que dependen del marco de referencia de
quien las hace.
Un modelo de este tipo nos permite diferenciar la verdad de
la falsedad, evitando el relativismo extremo en la comunicación
masiva. Los mensajes mediados al incluir y distinguir el núcleo
duro de los hechos que refieren, suministran al receptor los
elementos para la verificación de la información. Una noticia
que sostenga: “El 01 de julio de 2007, volvió a salir por la señal
abierta del canal 2, la programación de RCTV”, al contener el
núcleo duro del hecho, es susceptible de ser calificada como
falsa. Las interpretaciones ayudan al receptor a comprender y
descubrir las connotaciones no explicitas de los acontecimien-
tos, pero un mensaje que pretenda referir un hecho y que esté
compuesto solo de interpretaciones, no es la referencia de un
hecho, es una opinión.
LA HERMANA DE LA VERDAD: LA MENTIRA.
Ya hemos visto que es posible establecer criterios de verdad
que orienten el quehacer de la difusión masiva de información.
Hemos visto también que es posible establecer una distinción
entre la verdad y la falsedad de tales informaciones. Ahora
bien, considerando el rol fundamental que desempeña la in-
formación mediada en la representación de la realidad, en la
toma de decisiones y en la orientación del comportamiento del
ciudadano, se hace indispensable realizar algunas considera-
ciones sobre la difusión masiva de información no verdadera,
falsa, o en términos más habituales, la difusión de mentiras.
Como advertencia preliminar, es importante
tener presente que, sostener que “los medios
mienten” es tan ingenuo e incorrecto como
sostener que “los medios dicen la verdad”.
Tales proposiciones pecan de absolutas y por
ello realmente no informan nada sobre
ningún objeto en particular. En todo caso,
habría que especificar cuáles medios, de cuál
país, en qué lugar, en qué momento, mintie-
ron y sobre cuál asunto.
Escapa del alcance de estas líneas presen-
tar una recopilación de datos empíricos que
evidencien las condiciones específicas en que
medios específicos, han difundido y difunden mentiras especí-
ficas. En su lugar, se procederá a presentar la sistematización
de evidencias y las conclusiones, formuladas por algunos inves-
tigadores que han abordado el tema.
Comencemos por una definición de la mentira:
"La mentira consiste en dar voluntariamente a un
interlocutor una visión de la realidad, diferente de
la que uno mismo tiene por verdadera. La mentira
se define, pues en relación con la verdad (....) La
cuestión es importante, porque, si la verdad no
existiera, se haría imposible delimitar la mentira."
(Durandin, 1990:19)
Observamos como Durandin incluye entre los aspectos de-
finitorios de la mentira a la difusión intencional a otros, de una
realidad diferente a la que el emisor tiene por verdadera. Exis-
te pues un propósito de falsear la realidad. La cuestión es: ¿por
qué? El mismo autor responde a esta interrogante:
"Entendemos por 'motivo de la mentira' el fin que
el emisor se propone alcanzar recurriendo a la
mentira en vez de decir la verdad. Primero carac-
terizaremos este fin de manera global: la mentira
tiene como propósito modificar las opiniones y
conductas del interlocutor utilizando la manipula-
ción de signos y no de fuerzas." (Durandin,
1990:25)
La mentira tiene como propósito modificar las opiniones y
conductas del otro. Según Durandin, dentro del amplio espec-
tro de opiniones y conductas de las personas, se encuentran las
políticas y económicas, éstas son las que fundamentalmente se
pretenden cambiar a través de la mentira. De allí su amplia
utilización en la propaganda y la publicidad, ambas actividades
de difusión masiva de información. De esta forma, la propaga-
ción de mentiras, es una estrategia ampliamente utilizada en la
lucha por el poder político y económico.
Pratkanis y Aronson (1994:28), por su parte, al analizar la
relación entre la propaganda y la mentira nos dicen que:
1. El término propaganda no conoció un uso generalizado
hasta comienzos del siglo XX, cuando se utilizó para descri-
bir las tácticas de persuasión utilizadas durante la primera
guerra mundial y las utilizadas después por los regímenes
totalitarios.
2. Originalmente se definió la propaganda como la difusión de
ideas y opiniones sesgadas, a menudo mediante el uso de
mentiras y engaños.
3. Sin embargo, a medida que los estudiosos comenzaron a
profundizar en la materia, muchos constataron que la pro-
paganda no era patrimonio exclusivo de los regímenes
"malos" y totalitarios, y que a menudo consiste en algo más
que astutos engaños.
4. Desde entonces, el termino propaganda paso a significar
"sugestión" o influencia en las masas mediante la manipu-
lación de los símbolos y la psicología individual.
5. La propaganda es la comunicación de un punto de vista con
la finalidad última de que el destinatario de la llamada lle-
4
gue a aceptar "voluntariamente" esta posición como si fue-
se suya.
Durandin (Ob. Cit), sistematiza las formas en que se utiliza
la mentira en la propaganda y la publicidad, para alcanzar los
fines mencionados, describiendo cuatro categorías de proce-
dimientos, que aquí se exponen en forma general:
A. Supresiones: procedimientos dirigidos a hacer creer que
una cosa que existe, no existe.
1. La omisión: consiste simplemente en privar al receptor de
una información sobre un hecho y en no permitir que se
entere de esta carencia.
2. La negación: consiste en negar la existencia de hechos o
intenciones reales. La operación privilegiada es acusar a
quien señala los hechos o intenciones reales, de estar min-
tiendo.
B. Adiciones: procedimientos dirigidos a hacer creer en la exis-
tencia de cosas que no existen.
1. Objetos inexistentes: se refiere al ofrecimiento de bienes y
servicios que no existen, ni tienen posibilidades de existir.
2. Propiedades inexistentes: se refiere a la atribución de pro-
piedades a personas, bienes y servicios que no poseen.
3. Peligros inexistentes: referido a la difusión de información
sobre la inminencia de peligros que no existen y que justifi-
can acciones agresivas presentadas como defensa.
4. Testimonios inexistentes: se refiere a la utilización de tes-
timonios de presuntos usuarios-ciudadanos-clientes refi-
riendo las bondades de una idea, producto o acción.
5. Pseudoacontecimientos: son procedimientos donde se
producen acciones y palabras, en los cuales las primeras
sirven para suscitar las segundas. La operación privilegiada
es la ejecución de un acontecimiento real, para calificarlo
posteriormente con unas propiedades que no posee y ge-
nerar la ilusión de que el acontecimiento es una muestra de
una situación general.
C. Deformaciones: son formas de mentir que consisten en
hablar de una cosa que existe pero caracterizándola de una
manera falaz.
1. Cuantificación: consiste en exagerar las bondades propias y
los defectos del adversario o minimizar los defectos pro-
pios y las bondades del adversario.
2. Calificación: consiste en el falseamiento de la identidad de
los emisores, de los motivos de una acción o de las carac-
terísticas de acciones, personas, bienes o servicios.
D. Otros procedimientos: las categorías de procedimientos
anteriores consisten en presentar de una determinada mane-
ra un objeto definido: ocultando, inventando o deformando
al objeto. Los procedimientos de esta categoría no constitu-
yen mentiras en el sentido estricto del término, pero también
sirven para impedir que la población conozca la realidad,
manipulando sus propios procesos psicológicos, más que el
objeto a conocer.
1. Desviar la atención: consiste en llamar la atención sobre
otro objeto, cuando un hecho inconveniente ha llegado al
conocimiento del público por canales que no ha sido posi-
ble controlar, dificultando su negación. El propósito de
desviar la atención es reducir el impacto del hecho incon-
veniente. .
2. Cuestión mal conocida: se trata de una deformación que
recae no sobre los hechos propiamente, sino sobre el esta-
do de conocimiento sobre los mismos. Este procedimiento
pretende hacer creer que las condiciones de un hecho in-
conveniente son mal conocidas y por lo tanto la opinión
pública no puede emitir un juicio correcto.
3. Aludir a presuntos hechos conocidos: consiste en actuar
como si se dispusiera de más conocimientos de los que re-
almente se tienen. Aquí, el emisor puede hacer creer que
algunos hechos de su invención, o hechos que el exagera
desmesuradamente, son incuestionables y conocidos.
4. Lanzar noticias contradictorias: consiste en lanzar noticias
contradictorias – verdaderas o falsas – a fin de sembrar
confusión y reducir a la población a la pasividad. Se pre-
tende que la gente se vuelva incapaz de actuar, por no sa-
ber qué es lo que debería hacer.
Los procedimientos sistematizados por Durandin se basan
en el análisis de abundantes datos recopilados de hechos ocu-
rridos durante la primera y segunda guerra mundial en la
Unión Soviética, Alemania, Italia, Inglaterra y Francia. Igual-
mente, analiza casos de la publicidad difundida durante las
décadas de los años 60 y 70, fundamentalmente en Estados
Unidos, Francia e Inglaterra.
Durandin, Pratkanis y Aronson, con sus consideraciones so-
bre la mentira y la propaganda, ponen el acento en el hecho de
que históricamente la difusión masiva de información a través
de medios impresos y audiovisuales, ha incluido información
falsa dirigida a facilitar cambios comportamentales en las au-
diencias que favorezcan los objetivos políticos y económicos de
quienes difunden los mensajes. Considerando casos más re-
cientes como la primera y segunda guerra de Irak, la guerra
civil en Rwanda durante 1994 y diversos casos de confronta-
ción política donde la información masiva juega un rol impor-
tante, no parecen existir razones para pensar que las prácticas
propagandísticas han cesado o no se presentarán de nuevo en
el futuro; al contrario, tal situación enfatiza la necesidad de
hacer esfuerzos para definir criterios claros de verdad y false-
dad en la información mediada.
VERDAD, MENTIRA Y ÉTICA EN LA DIFUSIÓN MASIVA DE
INFORMACION.
La complejidad implicada en la definición de criterios de
verdad y falsedad claros y pertinentes para la difusión masiva
de información, ha sido un factor muy influyente en la génesis
de un cierto “relativismo informativo” que propone el definiti-
vo abandono de la noción de verdad como criterio normativo
del quehacer de los medios.
Tal propuesta, ya sea intencionadamente o no, termina fa-
voreciendo el ejercicio autoritario del poder, por cuanto sumi-
nistra la justificación teórica para que las audiencias acepten
5
como natural la imposición de los interesados puntos de vista
de quienes controlan las organizaciones públicas o privadas de
la información, otorgándoles a tales interpretaciones parciales
la misma validez que a las verdades corroboradas por consen-
so o correspondencia. Puede resumirse la propuesta “relativis-
ta” de la siguiente forma: “verdad es cualquier proposición
hecha por quien ejerza el poder político-económico”. Se justifica
así, el poder como criterio de verdad.
Durandin es muy claro al develar esta función autoritaria
del “relativismo informativo”:
" ... el abandono de la idea de verdad puede condu-
cir a los peores abusos, porque con la excusa del
relativismo es posible afirmar, finalmente, cual-
quier cosa. (...) El relativismo intelectual puede
servir de coartada al absolutismo político. Preten-
der que nada es completamente verdadero hace
posible imponer, tarde o temprano, los propios
puntos de vista. Privados de criterios de verdad,
los interlocutores ya no están en condiciones de
defenderse." (Durandin, 1990:21)
La propuesta de abandonar el establecimiento de criterios
de verdad, se ha visto además fortalecida por una propiedad
cada vez más presente en la difusión masiva de información: la
verificación imposible. La información difundida por los medios
con frecuencia hace referencia a hechos ocurridos en condicio-
nes tales que se hace imposible corroborarla a través de la
experiencia. Se trata de situaciones ocurridas en sitios remotos
(en el ámbito nacional o internacional) o que ocurrieron en
condiciones que dificultan el acceso a los datos que permitirían
corroborar los hechos. Para un hipotético televidente venezo-
lano del año 2003, por ejemplo, hubiese sido muy poco proba-
ble viajar hasta Irak solo para verificar si en efecto ese país
poseía armas de destrucción masiva, tal como sostenían diver-
sos voceros gubernamentales norteamericanos a través de
CNN. Pero además, aún cuando este televidente venezolano
hubiese tenido los medios para viajar a ese país, es poco pro-
bable que hubiese tenido acceso a las instalaciones militares
iraquíes para verificar si contenían armas de destrucción masi-
va. De hecho es poco probable que reconociese un arma de
destrucción masiva si la viese.
Esta dificultad para que las audiencias corroboren la infor-
mación contrastándola con datos accesibles, ha sido aprove-
chada por quienes ejercen el poder sobre los medios (estados,
partidos y empresas) para implementar un procedimiento que
genere la ilusión de que una mentira conveniente a los propios
intereses, es una verdad por consenso: la cartelización. Los
detalles de la forma como se implementa este procedimiento,
forman parte de una necesaria investigación empírica, sin em-
bargo, sabemos de él a través de la evolución de hechos noto-
rios supuestamente verdaderos que después resultan falsos,
difundidos por los medios. Esto hace suponer además, que en
la cartelización participan tanto actores que conocen la false-
dad del mensaje como aquellos que no la conocen. Cuando el
observador desprevenido percibe el mismo mensaje en la ma-
yoría de periódicos, revistas, canales de televisión, emisoras de
radio y páginas de Internet, tiende a creer que tal información
se corresponde con los hechos, por cuanto se supone poco
probable que tantas personas y organizaciones estén equivo-
cadas. Cuando el hipotético televidente venezolano del año
2003, se enterase de que Irak tiene armas de destrucción masi-
va, ante las limitaciones para comprobarlo a través de su expe-
riencia, lo más probable es que terminase creyendo que esa
información es cierta, si la obtiene sucesivamente de CNN, Fox,
BBC, Venevisión, RCTV, VTV y otros medios.
El “relativismo informativo” que legitima y abre las puertas
a la persistencia de prácticas propagandísticas (de las cuales la
cartelización es una muestra) para acrecentar el poder de
quienes ya lo tienen o lo procuran y la creciente imposibilidad
de verificar la información mediada, colocan a las audiencias en
una posición desventajosa para tomar decisiones y orientar su
comportamiento basándose en información verdadera y en sus
propios intereses. Tal situación amerita el establecimiento,
revisión y evaluación de normas que regulen la actividad de
todos los actores involucrados en la responsabilidad de referir
los hechos, orientada a garantizar el derecho de las audiencias
a disponer de información verdadera de acuerdo a un criterio
definido. El establecimiento de estas normas claras y pertinen-
tes, solo se puede alcanzar en la medida en que en su elabora-
ción concurra la participación real de los sectores más diversos
de la sociedad y la dificultad teórica, técnica o política que ello
implique, no puede esgrimirse como excusa para no acometer
esta tarea. Una norma fabricada en el laboratorio de un partido
con apariencia de participación popular o profesional, de una
asociación de empresarios o en ambos, solo puede reproducir
intereses parciales y quedará deslegitimada con rapidez.
Pasquali, en forma precisa, sintetiza esta necesidad norma-
tiva para la actividad comunicacional, enfatizando en el rol
contralor del cuerpo social, más que en la autovigilancia secto-
rial guiada por deontologías específicas:
"Las deontologías pueden prestarse a alguna des-
honestidad moral cuando, en nombre de liberta-
des o intereses grupales, y ofreciendo en contra-
partida la mera autovigilancia, pretenden sustraer
dichos grupos al necesario control que correspon-
de a la sociedad, a su Moral Social y a sus Códigos
legislativos.
Un mundo de la praxis regido por puras, contra-
dictorias y asistemáticas deontologías o micro-
normativas sectoriales, sería un mundo moral-
mente anárquico y políticamente hobbesiano.
Las deontologías pueden pues asegurar una útil y
más fina regulación comportamental cuando aña-
den una sobre-normatividad a preexistentes y
respetadas normas morales y jurídicas de vigilan-
cia externa, o pueden convertirse en coartada
cuando pretenden eludirlas esquivando la sanción
jurídica. En comunicaciones, ha prevalecido esta
concepción degradada". (Pasquali, 2003:5)
Ahora bien, la formulación de normas adecuadas, es una ac-
tividad necesaria pero no suficiente para colocar en mejor po-
6
sición a las audiencias con respecto a los emisores, en cuanto a
la erradicación de la mentira propagandística o publicitaria
presentada homogéneamente como verdad. Son necesarias
además, otras acciones en diferentes áreas y de diferente natu-
raleza, de las cuales mencionaremos algunas a modo ilustrati-
vo.
La primera está referida a la implementación de estrategias
educativas para la recepción de información mediada. Mucho
del éxito de las prácticas propagandísticas y publicitarias en la
tergiversación de la realidad, se debe al desconocimiento que
de ellas tienen las audiencias. Una formación masiva en temas
como hermenéutica, análisis del discurso, retórica de la ima-
gen, análisis semiótico y técnicas de propaganda, por citar los
más obvios, proporcionarían al ciudadano herramientas para
deconstruir más eficazmente la manipulación simbólica.
La segunda área de acción consiste en la implementación de
formas de organización y participación de los ciudadanos en la
gestión de los medios. La conformación de organizaciones ciu-
dadanas que tengan por objetivo la defensa de sus derechos
comunicacionales e informacionales, respaldadas por un cuer-
po normativo legítimo, estarían en mejores condiciones de
plantear y resolver conflictos con un mejor balance de poder.
Una vez más, la dificultad a superar en este caso, es el intento
sectario (grupos, partidos, empresas) de monopolizar estas
formas organizativas simulando representar a la ciudadanía.
La última área se relaciona con la realización de esfuerzos
técnicos, jurídicos y políticos dirigidos a transformar la estruc-
tura de propiedad de los medios. En la medida en que se gene-
ren formas de propiedad de los medios diferentes a la mera-
mente estatal o empresarial para incorporar a la ciudadanía, se
espera que la gestión de tales medios esté en mayor consonan-
cia con los intereses de las audiencias. Asociaciones de televi-
dentes, radioyentes o lectores, por ejemplo, con participación
accionaria, voz y voto en las instancias de decisión de la orga-
nización, establecerían una distribución del poder que equili-
braría las decisiones y los resultados. Se excluyen de esta con-
sideración, las estructuras de partidos y empresas, que se
abroguen la representatividad ciudadana.
Finalmente, como se ha podido observar, los esfuerzos por
establecer criterios de verdad que orienten la actividad de la
difusión masiva de información, que contrarresten las tenden-
cias sectoriales hacia la manipulación simbólica, se inserta en
el marco general de una lucha de poder. Defender u oponerse
al establecimiento de criterios de verdad para la información
masiva, supone confrontaciones jurídicas, políticas y económi-
cas que rebasan largamente la cuestión meramente informati-
va.
 Referencias
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