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1. TRAYECTORIA PROFESIONAL
El año 1969 significó la convocatoria a un curso público para cubrir las plazas docentes en
una Universidad de la que nunca antes había oído hablar, la Universidad Ricardo Palma.
Acababa de llegar de Europa, luego de haber disfrutado de la beca de Ofines, convocada
para trabajar sobre las normas cultas de América y quería tener la experiencia de otras
universidades fuera de San Marcos.
Recuerdo que preparé mis papeles para el concurso en forma solitaria y también que, en la
cola que se había formado para entregarlos, conocí a la Dra. Elena Figueroa que me seguía
en ella. Para entonces tenía tres doctorados y saqué fotocopias chiquitas que no engrapé
sino que puse ante la señorita que recibía los papeles como si fueran naipes. Allí, en el
escritorio coloqué mi grado de bachillerato de Letras de San Marcos, el título de Profesora
en Educación (San Marcos) y los grados de Doctora en Educación (San Marcos) y Doctora
en Filología Romántica (Universidad Complutense, Madrid). A éstos se agregaron
fotocopias de constancias, libros, folletos, etc.
Pese a ello, en el concurso sólo alcancé la categoría de Asociada. Como yo era Principal en
San Marcos y reunía todas las condiciones para la categoría, presenté una solicitud de
reclamo, casi de inmediato. Al poco tiempo me llegó una Resolución Rectoral en la que se
me decía que había existido un error y que no se me habían computado todos mis
documentos por lo que se me consideraba como Profesora Principal y no Asociada.
El grupo que ingresó en este primer concurso, en mi campo, era de lo más selecto en las
áreas de Humanidades. Me encontré con Luis H. Ramírez, Miguel Cetraro, Elena Figueroa,
Enrique Ballón, Maureen Ahern; a algunos los conocía de San Marcos y otros los acababa
de conocer entonces.
En latín apliqué el mismo método que en San Marcos, esto es, por ejemplo, los verbos no
se estudiaban conjugación por conjugación como ocurría en Europa, sino que se estudiaba
cada tiempo en las cuatro conjugaciones.
Los alumnos tuvieron algunas dificultades al comienzo pero, poco a poco, las fueron
superando, y al final, todos quedaron muy satisfechos de su aprovechamiento.
Como eran alumnos de Educación, en la especialidad de Lengua y Literatura, también les
explicaba de qué forma el latín llegó al español, aunque no de manera muy detenida. En
latín, el método también incluía un detenido análisis morfosintáctico de oraciones escritas
ad hoc y algunos textos sencillos de Carmina Burana. Tenía sólo tiza y pizarra y los
ejercicios de cada clase los corregía conforme iban resolviéndolos, carpeta por carpeta.
Otro curso que enseñé fue el de castellano para Ingeniería. Lo dictaba en el local de la
avenida Arequipa que me parecía frío y tétrico.
Aparte de las clases, sólo teníamos reuniones esporádicas con los profesores y presididas
por el Jefe de Departamento; pero, cuando no habían clases, había que hacer permanencia
y, como no existían bibliotecas, lo único que podía hacer era conversar. Lo hacía muy
frecuentemente con Luis Ramirez, Maureen Ahern, Elena Figueroa y, sobre todo, Enrique
Ballón quien indicaba que la semiótica era la ciencia que había superado a la filología y a la
estilística. Lo quería entender cómo y en qué, pero él nunca me respondió concretamente
sino que me describía detalladamente sus trabajos sobre puntos específicos. Tampoco me
alcanzó libro alguno y me tenía intrigada, aunque claro está, yo seguía trabajando con los
métodos filológicos y estilísticos fundamentalmente.
Durante años y, especialmente en la Ricardo Palma, seguía a Enrique Ballón para que me
revelara sus secretos, pero sólo hasta que Desiderio Blanco y Raúl Bueno publicaran su
libro Metodología del análisis semiótico y hasta que Ballón dio a conoces su Vallejo como
paradigma, bajo el sello de la editorial del Instituto Nacional de Cultura, no entendía que
ese método no sustituía a la Estilística en absoluto y que sólo servía para textos que no me
interesaban manejar.
Hacia 1974 el Dr. Mario Villarán solicitó mi colaboración para la novísima Facultad de
Lenguas Modernas. Por ello, el Rector de San Marcos Dr. Juan de Dios Guevara me
concedió el permiso necesario, mediante una Resolución Rectoral.
Y así llegamos a los 80 en que la Dra. Rosa Filipchuk me invitó a enseñar en la Facultad.
Entonces sólo quería investigar y por ellos le expresé que sólo regresaría si había algo
relacionado con la investigación. Eso ocurrió en 1985, para el curso de seminario de a
Tesis. Se trataba según se me dijo de una nueva experiencia, para lo cual no era necesario
que asistiera a la Universidad. Los alumnos, que eran mujeres todas, venían a mi casa. Me
fue algo difícil enseñar aquello que yo sabía hacer: investigar.
Con permiso específico del Decano de la Facultad de Letras de San Marcos, Dr.
Washington Delgado dirigí tesis de Traductología, Estilística Comparada y Terminología
de 1985 y 1986. En 1987 me retiré de San Marcos y desde entonces hasta 1990 dirigí pre-
tesis a razón de 1 hora semana por alumno. En 1991 la metodología del curso varió pues se
empezó en forma de taller, modo que empleo hasta la actualidad, habiendo llegado a
experimentar que este es un método más productivo que el anterior. Esto ha sido mostrado
a la comunidad a través de las Convenciones de Bachillerandos en las que los alumnos
exponían los resultados de sus trabajos.
3. EL QUEHACER INTELECTUAL