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31/3/2017 La rebelión local a la imposición extractivista / Consultas Populares en Colombia | Nueva Sociedad

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OPINIÓN

La rebelión local a la imposición extractivista


Consultas Populares en Colombia
La consulta popular en Cajamarca demuestra que existen caminos para una democracia
participativa que atienda los deseos de los ciudadanos.

Por Sandra Hincapié


Marzo 2017

Colombia es uno de los países más peligrosos del continente para la defensa de los derechos humanos y el medio
ambiente. Las amenazas, hostigamientos y asesinatos sistemáticos de activistas, denunciados en diversos informes e
investigaciones, han convertido en riesgo inminente la defensa de los bienes comunes. A pesar de ello, la ciudadanía
movilizada de Cajamarca, un pequeño pueblo enclavado en la cordillera de los Andes, a través de una consulta
popular ha ganado una batalla por el agua y los bienes comunes a los «poderes salvajes» extractivistas que
amenazaban con imponerse desde el gobierno central.

¿Qué se decidió a través de esta consulta popular y por qué es importante para Colombia?

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El domingo 26 de marzo la ciudadanía fue convocada para responder la siguiente pregunta: «¿Está de acuerdo sí o
no con que en el Municipio de Cajamarca se ejecuten proyectos y actividades mineras?». Los resultados obtenidos
no dejaron lugar a dudas sobre la decisión de la ciudadanía, ya que el 97.92%, equivalentes a 6.296 votos, se
pronunció negativamente ente a la realización de proyectos mineros.

La implementación de este mecanismo de democracia directa fue posible gracias a la movilización que, desde 2009,
vienen encabezando diversos colectivos sociales, ambientalistas, defensores de derechos humanos y organizaciones
campesinas en contra del proyecto minero La Colosa de la empresa multinacional AngloGold Ashanti. Este
proyecto minero pretende explotar un yacimiento de oro que se estima en 26 millones de onzas, uno de los diez más
grandes del mundo, a través de una mina a cielo abierto en una Zona de Reserva Forestal en la cuenca alta del río
Coello. En esta Zona de Reserva Forestal se encuentra una gran diversidad de ecosistemas como páramos, bosques
de niebla y zonas forestales protectoras y productoras, es rica en recursos acuíferos, ya que se encuentran 160
nacimientos de agua y la cuenca del río Coello, que abastecen de agua a los municipios de Cajamarca, El Espinal, la
ciudad de Ibagué y al distrito arrocero más grande del país.

La consulta popular de Cajamarca se convirtió en referente de la movilización y acción colectiva que se está
llevando a cabo en los escenarios locales, a lo largo y ancho del país, ente a la imposición del extractivismo como
política económica del gobierno nacional. Para su realización los diversos colectivos tuvieron que en entarse no
sólo a los intereses corporativos de la empresa multinacional, sino también a diversas autoridades del gobierno
nacional, incluido el propio Presidente de la República, que encabezó una dura batalla en contra de las aspiraciones
de la ciudadanía movilizada.

Diseños institucionales, derechos y acción colectiva.

América Latina asistió, durante las últimas décadas, a procesos democratizadores que llevaron a cambios
constitucionales, a través de reformas o procesos constituyentes. Estos procesos incorporaron diversas formas para
el ejercicio de la participación ciudadana, combinando mecanismos de democracia representativa y democracia
directa. En las investigaciones comparadas sobre la utilización de los mecanismos de democracia directa, se ha
señalado que éstos han sido poco aplicados y en su mayoría convocados «desde arriba», bien por el ejecutivo o por
los parlamentos1.

En Colombia, después de una agitada década de movilizaciones por la exigencia de apertura y democratización del
sistema político, la Constitución de 1991 sentó las bases para una democracia participativa. Desde el primer
artículo de la nueva Constitución se declaró una República «democrática, participativa y pluralista». La
participación apareció transversalmente en toda la Constitución considerada como principio, como derecho y
como mecanismo de «empoderamiento» ciudadano2.

El capítulo IV específicamente fue dedicado a la participación de los ciudadanos en las decisiones públicas. En ese
sentido se hacía referencia a «formas de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía», con diversas
medidas para fomentar las iniciativas populares, el control y la vigilancia del poder político como: «el voto, el
plebiscito, el referendo, la consulta popular, el cabildo abierto, la iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato»
(Artículo 103), que fueron reguladas posteriormente por medio de la Ley de mecanismos de participación
ciudadana en 1994.

En lo que atañe a la democracia local, la valoración de la democracia participativa en el proceso constituyente buscó
generar procesos organizativos alrededor de la descentralización y gestión del desarrollo a través de la planificación

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local participativa, fortaleciendo el municipio como entidad territorial y jefatura del gobierno local (Ley 60 de
1993). Una gran apuesta no sólo constitucional sino también legislativa, reglamentó una amplia gama de instancias
donde se buscaron crear las condiciones por acercar lo público al ciudadano, como pilar fundamental en el que se
legitimaron las nuevas condiciones de modernización estatal3.

Las reformas democráticas inusitadas sobre la participación que promovió la Constitución de 1991, fueron la
respuesta institucional más clara a las movilizaciones sociales constituyéndose en una gran oportunidad de
transformación del orden estatal. Sin embargo, mientras las conquistas jurídicas prometían un cambio para la
democracia local, las dinámicas del conflicto armado interno marcaron una tendencia de auge y degradación de la
con ontación a todo lo largo y ancho del territorio nacional que impidió en los hechos la democratización de los
escenarios locales. Por el contrario, a través de la guerra fueron construidas las hegemonías regionales que, al calor
del fusil, crearon las condiciones económicas —gracias al despojo y la concentración— y sociales —de contención
y eliminación de las resistencias— que hacen posible hoy la explotación intensiva de los recursos naturales.

Democracia local ente al centralismo extractivista.

A pesar del contexto adverso que impone la presencia de organizaciones armadas asociadas al paramilitarismo en
buena parte del territorio nacional, a partir del 2010 se está viviendo una renovación de la democracia local y los
procesos participativos, como respuesta colectiva a la imposición que desde el nivel central de gobierno se hace de
proyectos extractivistas.

En el año 2009 comenzaron las tareas de exploración del proyecto La Colosa en el Tolima y, con ellas, las
movilizaciones sociales en contra del proyecto, en la medida que amenaza las fuentes de agua, los ecosistemas y la
vocación agrícola de la región. Encabezados por el Comité por la Defensa de la Vida, diversos colectivos sociales y
organizaciones campesinas realizaron sostenidas acciones colectivas en oposición a la construcción de La Colosa,
sin encontrar respuestas favorables por parte del gobierno nacional que otorgó la licencia de exploración.

Como antecedentes fundamentales a la consulta popular de Cajarmaca-Tolima, encontramos una activa


movilización local en la región y otros lugares del país por la defensa de los bienes comunes, donde se reivindicó el
derecho a decidir a través de los mecanismos de democracia directa.

Primero, en los departamentos de Santander y Norte de Santander, a través de intensas movilizaciones, diversos
colectivos se opusieron a los proyectos mineros de la empresa canadiense Greystar en el Páramo de Santurbán.
Defendiendo su derecho a participar, exigieron la posibilidad de llevar a cabo consultas populares para declarar
como bienes de interés público los ecosistemas que proveen de agua a la región e impedir el desarrollo de proyectos
megamineros. Sin embargo, la petición de consulta popular fue negada por el Tribunal Administrativo de
Santander en 2011 y en el departamento de Norte de Santander, donde sí fue aceptada su realización, la
Registraduría Nacional argumentó falta de presupuesto y no fue llevada a cabo.

Posteriormente, en el municipio de Piedras, municipio que también se encuentra en el área de influencia del
proyecto La Colosa, por primera vez logró realizarse una consulta popular convocada por el alcalde municipal en
julio de 2013. Como resultado de la consulta popular, el 92,2% de la comunidad votó en contra del megaproyecto
minero. En diciembre del mismo año, en el municipio de Tauramena, departamento del Casanare, a través de otra
consulta popular, el 96% de los votantes se manifestó en contra de las actividades relacionadas con la explotación de
hidrocarburos en sus territorios.

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Sin embargo, a pesar de las disposiciones constitucionales, el gobierno nacional intentó enar la realización de
Consultas Populares al establecer que no pueden oponerse al desarrollo de proyectos mineros gobiernos locales,
regionales o sus comunidades (Decreto 0934 de mayo de 2013). El propio presidente Santos fue claro al expresar
que la consulta era «ilegal» ya que «el subsuelo es de todos los colombianos». En ese sentido, por medio del decreto
2691 del 23 de diciembre de 2014, el gobierno nacional facultó al Ministerio de Minas para tomar medidas
concluyentes ente al desarrollo de los proyectos mineros. Por su parte, la Procuraduría General de la Nación
«advirtió» a los funcionarios locales sobre su «incompetencia» para decidir sobre la posibilidad de la Consulta. En
los casos de Piedras y Tauramena la Procuraduría decidió abrir investigaciones disciplinarias a los funcionarios
locales.

En este contexto, la fuerza de la movilización y la acción colectiva no cesó y a través del litigio estratégico como
forma de movilización, fueros interpuestos recursos que culminaron con históricas sentencias de la Corte
Constitucional en 2016. A través de la sentencia C-035 del 8 de febrero de 2016, la Corte Constitucional
colombiana declaró que ante la presencia de títulos mineros, debe prevalecer el derecho al medio ambiente sano y
no el derecho adquirido por las licencias ambientales. Así mismo, prohibió la actividad minera y de hidrocarburos
en los páramos, y reiteró la autonomía constitucional que tienen los municipios para decidir sobre sus suelos y
ordenar el territorio, sentando un precedente fundamental de legitimidad para las Consultas Populares. Más
adelante, en agosto de 2016 la Corte Constitucional reiteró su postura a través de la Sentencia T-445/2016 al señalar
que las entidades territoriales hacen parte del Estado y por tanto son propietarias del subsuelo y de los recursos
naturales no renovables, precisando que: «los entes territoriales poseen la competencia para regular el uso del suelo
y garantizar la protección del medio ambiente, incluso si al ejercer dicha prerrogativa terminan prohibiendo la
actividad minera».

Cajamarca: las lecciones aprendidas.

Después de los históricos fallos de la Corte Constitucional y de una intensa batalla jurídica —debido a múltiples
recursos interpuestos ante el Consejo de Estado— fue posible realizar la consulta popular en el municipio de
Cajamarca, que permitió expresar democráticamente el contundente rechazo de la comunidad a los planes y
proyectos mineros.

Todo el proceso alrededor de la consulta popular en Cajamarca deja lecciones fundamentales para Colombia, donde
la acción colectiva de comunidades locales, apoyadas por diversos colectivos sociales, ha permitido las condiciones
para la generación de un amplio debate donde se discuten las posibilidades reales de participación ciudadana en el
planeamiento del desarrollo local-regional, como promesa de las sociedades democráticas en general y de los
principios constitucionales colombianos en particular.

Gracias a la acción colectiva local, la creación de redes de movilización y la convergencia de diversos sectores de la
sociedad civil, se ha demostrado que es posible construir un lenguaje enmarcado en derechos, en el que la defensa
de los bienes comunes prevalezca ente a los intereses privados y corporativos. Los resultados obtenidos a través de
la utilización de mecanismos de democracia directa como estrategia de movilización, no dejan lugar a dudas sobre
la ilegitimidad de la política extractivista, a favor de los intereses corporativos, e impuesta desde el gobierno
nacional a las regiones y localidades que son, en últimas, quienes asumen los inmensos costos y pasivos ambientales
inconmensurables que deja la minería.

En toda América Latina, un continente sumido en el consenso extractivista, los gobiernos nacionales se oponen de
manera decidida a la implementación de los mecanismos democráticos de participación para consultar a las
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comunidades afectadas directamente por los proyectos extractivos. Basta observar los graves incidentes ocurridos
hace poco en proyectos mineros de Brasil, y esta misma semana en Argentina, para advertir que los planes y
programas de gobierno en los cuales se sustentan las políticas extractivistas, difícilmente se ajustan a los marcos
constitucionales que garantizan derechos fundamentales a sus ciudadanos. La intensidad de los daños ya causados
en el deterioro de la calidad de vida las comunidades locales donde se han desarrollado grandes proyectos —como
La Guajira en Colombia, el Gran San Juan en Argentina, Zacatecas en México, Cajamarca en Perú—, hacen
evidente las graves violaciones a los derechos fundamentales, a los derechos intergeneracionales y el detrimento
patrimonial de toda la ciudadanía por la explotación de los recursos naturales.

Por todo lo antedicho, es fundamental la fuerza de la movilización exigiendo más y mejor democracia, así como el
desarrollo de múltiples mecanismos de democracia directa que hagan posible la participación ciudadana efectiva en
el planeamiento del desarrollo local. La reivindicación de la participación democrática en los escenarios locales
forma parte de las promesas no cumplidas en los procesos de democratización asociados a la descentralización del
poder, como parte fundamental de las reformas promovidas en las últimas décadas. Es preciso recordar que el
derecho a decidir, como condición del ejercicio de la ciudadanía, es una aspiración legítima en un orden
democrático.

1. Alicia Lissidini. Yanina Welp y Daniel Zovatto (Comp.) Democracias en movimiento. Mecanismos de democracia
directa y participación en América Latina, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Centro de
Investigaciones sobre Democracia Directa, Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral, 2014.
Alicia Lissidini: «Democracia directa en América Latina: avances, contradicciones y desafíos» en Minnaert y
Endara (Coord.) Democracia participativa e izquierdas. Logros contradicciones y desafíos, Quito, FES-ILDIS,
pp.120-189, 2015.

2. Fabio Velázquez, La institucionalización de la participación en Colombia: notas para su interpretación En:


Política & Sociedade. Revista de sociología política. v. 10, n. 18, pp. 155-186, 2011.

3. Fabio Velázquez y Esperanza González, ¿Qué ha pasado con la participación ciudadana en Colombia? Bogotá:
Fundación Corona. 2003.

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